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Hacia finales del siglo XVI, poco a poco se siente la necesidad de poner
en colecciones las obras de los diferentes Padres. Así nace la Bibliotheca
Sanctorum Patrum, que además de dar un salto de superación a los extractos y
fragmentos existentes de los Padres de la Iglesia, tiene la virtualidad de hacer
de magnífico preludio a las grandes colecciones del siglo siguiente. Sin
embargo, todo hay que decirlo, la perspectiva de Marguerin de la Bigne (1546-
1597), el mecenas de dicha colección, era esencialmente histórica; por ello no
es menos cierto que el interés teológico por los Padres era bastante
secundario. No obstante, la discusión patrística logra que la Patrología se
convierta en una disciplina autónoma. Es en este momento histórico en el que
aparece la publicación del primer manual de Patrología: Patrologia, id est,
descriptio S. Patrum Graecorum et Latinorum qui in Augustana Bibliotheca
visuntur, aeri incisa per Raphaelem Custodum Antverpianvm, Augvstae
Vindelicorum, anno 1624.
Será el siglo XVIII el que verá aparecer la edición completa de las obras
de los Padres realizada por Jacques-Paul Migne en sus distintas colecciones
griega y latina. También otras ediciones más científicas vendrán a completar
con una base más sólida el trabajo de Migne. Así aparecerán en años
posteriores los distintos Corpus: el de Viena, el de Berlín, el Scriptorum
Orientalium y la Patrologia Orientalis. Con estas publicaciones nos situamos a
finales del siglo XIX.
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Otro ejemplo claro del interés patrístico del que sería más tarde
nombrado Cardenal de la Iglesia son sus eruditos estudios sobre la exégesis
tipológica de los Padres, que han sido como la matriz de la reflexión que se ha
desarrollado en la década de 1940 en la exégesis cristiana y sobre el lugar que
se ha dado en ella al «sentido espiritual». En definitiva. su obra fundamental
sobre la «teología mística» de san Gregorio de Nisa (Platonisme et théologie
mystique. Doctrine spirituelle de saint Grégoire de Nysse –1944–), ha
contribuido de una manera decisiva a la superación de las divisiones
modernas entre el dogma y la espiritualidad, por su misma manera de mostrar
la profundidad de una teología que debía de unir el rigor de la meditación
filosófica de las Escrituras y la experiencia de una más alta espiritualidad.
Resulta esclarecedor a este respecto que el primer volumen publicado en la
colección a la que estamos haciendo repetida referencia sea precisamente la
Vida de Moisés, uno de los últimos escritos salidos de la pluma de san
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Con toda verdad se puede afirmar que la aplicación de las figuras del
Antiguo Testamento, y de manera particular las que aparecen en el libro del
Éxodo, a la vida interior del alma cristiana, apenas insinuada en los escritos
apostólicos del Nuevo Testamento, alcanza en la corriente espiritual de los
Padres de la Iglesia insospechadas proporciones apenas insinuadas por las
investigaciones del P. Daniélou, que concluyen que, por encima de diversos
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Pero por otra parte hay que decir que el aval científico de los profesores
jesuitas de Lubac y Daniélou en el escolasticado de Lyon-Fourvière, bajo la
dirección del Padre Victor Fontoyont, prefecto de estudios en dicho
escolasticado, es el que constituyó el verdadero impulso e inspiración del
objetivo, el programa y las modalidades prácticas de la futura colección de
Sources Chrétiennes. Los Padres de Lubac y Daniélou fueron los primeros
directores, mientras que el Padre Claude Montdésert desempeñaría las
funciones de primer secretario, antes de asumir la plena responsabilidad de la
colección y que practicaría durante más de cuarenta años.
proyectos editoriales que han surgido en los últimos decenios sobre el retorno
a las fuentes ha puesto en evidencia su triple éxito: el del pensamiento
cristiano, que al redescubrir el esfuerzo de los Padres de la Iglesia por
responder a las cuestiones de su tiempo, encontraría la inspiración para
renovarse a sí mismo frente a los problemas de este tiempo nuestro: el del
ecumenismo, que tan grandes beneficios está aportando el mejor conocimiento
de la patrística oriental en Occidente; el de la espiritualidad, que en los Padres
de la Iglesia, no disocia la exégesis de la teología; el de la liturgia y otras
muchas cuestiones actuales que encuentran más fácil solución con los ojos
puestos en nuestros hermanos mayores en la experiencia de la fe.
No sería justo terminar estas líneas sin un recuerdo a los tres últimos
Papas que han impulsado de manera decisiva la renovación patrística que nos
ocupa. En primer lugar, hay que mencionar a san Juan Pablo II, quien por
diversos motivos y en distintas ocasiones hizo referencia directa a la
importancia del conocimiento de los Padres. Fruto de este interés fue –entre
otros documentos pontificios– la divulgación bajo su pontificado de la
Instrucción sobre el estudio de los Padres de la Iglesia en la formación
sacerdotal, publicada por la Congregación para la Educación Católica el 30 de
noviembre de 1989. Del papa Benedicto XVI cabe destacar sus sapientísimas
Catequesis de los miércoles, durante los dos primeros años de su Pontificado,
sobre los Padres de la Iglesia. Y, finalmente, el Papa Francisco ha hecho
alusión en repetidas ocasiones a la importancia decisiva que tuvieron los
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Marcelo Merino