Вы находитесь на странице: 1из 10

1

La renovación patrística en el siglo XX

Sin duda, la renovación actual de los estudios patrísticos parece, a


primera vista, de menos calado científico que otras anteriores que han tenido
lugar a lo largo de la Historia de la Iglesia. Pero si nos fijamos, por ejemplo, en
los descubrimientos de nuevos textos patrísticos y en la cantidad y calidad de
los estudios sobre los Padres de la Iglesia, el siglo pasado no le va a la zaga a
otras renovaciones patrísticas anteriores.

Ciertamente, en cada momento, estas renovaciones han aportado


grandes beneficios no solo a la doctrina cristiana, sino incluso entre los
mismos cristianos. Basta fijarse para contemplar esta perspectiva en las
beneficiosas aproximaciones entre los cristianos de diversas sensibilidades, y
cómo la sinergia entre la reactivación de los estudios patrísticos y la teología
en general no solo ha aportado la solución a distintos temas críticos entre las
diferentes denominaciones cristianas, sino también a la apertura de distintos
caminos de futuro, como es, por ejemplo, el ir al corazón de la experiencia
cristiana y desarrollar conjuntamente la auténtica antropología del hombre
creyente.

1. Diferentes renovaciones de los estudios patrísticos

Los Padres, quienes vivieron la primavera de la Iglesia, constituyendo la


Parádosis, la tradición viva, son los puntos de referencia ineludibles para
realizar cualquier clarificación doctrinal, como declara san Vicente de Lérins.
Ellos son la fuente común de la Iglesia; son nuestros padres en la fe y
nuestros hermanos en la vida del Espíritu.

También durante la Edad Media los Padres de la Iglesia fueron


considerados como auctoritates; las autoridades recogidas por Isidoro de
Sevilla, Pedro Lombardo y el gran Santo Tomás de Aquino en la Catena Aurea.
Fue esta una manera de superar la brecha existente entre el Oriente y el
Occidente y convertir esos dos pulmones en los reanimadores del único
corazón de la Iglesia indivisa. Estos autores, recorriendo el camino esbozado
por san Vicente pusieron en obra la complementariedad entre la Escritura y la
Tradición para desarrollar su reflexión teológica.

Ya a comienzos del siglo XII y durante el siglo siguiente, otros autores,


como Guillermo de saint Thierry y el dominico Juan de Eckhart fueron más
lejos; siendo los más orientales de los occidentales, también efectuaron,
gracias a los Padres de la Iglesia, una importante renovación teológica. Todos
ellos buscaron leer los textos patrísticos que les servían de fuentes y de ellos
sacaron sus intuiciones magistrales. Son estos también los años de Erasmo de
Róterdam, el humanista y famoso filólogo neerlandés que tanto empeño puso
en la actualización de algunos escritos patrísticos.
2

Hacia finales del siglo XVI, poco a poco se siente la necesidad de poner
en colecciones las obras de los diferentes Padres. Así nace la Bibliotheca
Sanctorum Patrum, que además de dar un salto de superación a los extractos y
fragmentos existentes de los Padres de la Iglesia, tiene la virtualidad de hacer
de magnífico preludio a las grandes colecciones del siglo siguiente. Sin
embargo, todo hay que decirlo, la perspectiva de Marguerin de la Bigne (1546-
1597), el mecenas de dicha colección, era esencialmente histórica; por ello no
es menos cierto que el interés teológico por los Padres era bastante
secundario. No obstante, la discusión patrística logra que la Patrología se
convierta en una disciplina autónoma. Es en este momento histórico en el que
aparece la publicación del primer manual de Patrología: Patrologia, id est,
descriptio S. Patrum Graecorum et Latinorum qui in Augustana Bibliotheca
visuntur, aeri incisa per Raphaelem Custodum Antverpianvm, Augvstae
Vindelicorum, anno 1624.

Con la pretendida Reforma protestante, la renovación de los estudios


patrísticos afecta directamente al estudio propiamente teológico. La
concepción del argumento patrístico se modifica entre los estudiosos de la
teología protestante, en la medida en que los Padres son para ellos autoridad
únicamente en cuanto concuerdan con la Escritura, en tanto en cuanto ellos
reflejan y exponen el contenido doctrinal de la Escritura. Con otras palabras:
la relación entre Escritura y Tradición es transformada en provecho de la
Escritura. Los padres son vistos como intérpretes de la Escritura, lo que dará
lugar más tarde, a mediados del siglo XX, a todo un nuevo proyecto de
investigación que verá su resultado en la denominada Biblia Patrística, que
constituye una herramienta de referencia para encontrar las citas bíblicas en
los textos patrísticos.

La renovación de los estudios patrísticos motivada por la denominada


Reforma convierte a los Padres de la Iglesia en armas de batalla entre
protestantes y católicos que blanden en favor de sus doctrinas respectivas.
Pero no es menos cierto que estas polémicas realizaron toda una renovación
patrística que se realizó durante el siglo XVII mediante una amplísima edición
de textos patrísticos que se hicieron accesibles a un público de mayores
proporciones. Los Maurinos jugarán un papel de primer orden, especialmente
con las obras de san Agustín, pero también de otros Padres, como san
Atanasio de Alejandría, por ejemplo. También son importantes las
investigaciones y publicaciones patrísticas que salen del trabajo de Luis
Sebastián Lenain de Tillemont; e igualmente, desde la orilla protestante,
destacan las investigaciones de Jean Gehrard.

Será el siglo XVIII el que verá aparecer la edición completa de las obras
de los Padres realizada por Jacques-Paul Migne en sus distintas colecciones
griega y latina. También otras ediciones más científicas vendrán a completar
con una base más sólida el trabajo de Migne. Así aparecerán en años
posteriores los distintos Corpus: el de Viena, el de Berlín, el Scriptorum
Orientalium y la Patrologia Orientalis. Con estas publicaciones nos situamos a
finales del siglo XIX.
3

2. La renovación Patrística del siglo XX

El trabajo de edición crítica se prolonga en el siglo XX mediante una gran


empresa de traducciones sobre distintos Padres de la Iglesia. Por ejemplo, son
objeto de atención especial autores como Hipólito de Roma, por Hemmer y
Paul Lejay, en el marco de la colección: Textes et documents por servir à l’étude
historique du christianisme, y otros estudios más propiamente teológicos bajo
los auspicios de la revista parisina Recherches de Science Religieuse. Será en
estas páginas donde se pueden encontrar las investigaciones de Adhémar
d’Alès sobre la «anakephalaiosis» o recapitulación y sobre todo las
aportaciones pneumatológicas de la doctrina de san Ireneo. De este mismo
autor somos deudores todavía respecto a sus clarificaciones sobre la versión
latina de san Ireneo. Ciertamente estas publicaciones señalan la nueva
dirección que tomarán los estudios patrísticos, que dejarán de ser meramente
históricos y serán tenidos en cuenta como auténtica fuente especulativa de la
Teología.

También los Padres apostólicos, los Capadocios, Eusebio de Cesarea y


otros numerosos nombres de los primeros siglos cristianos se vuelven
accesibles a los investigadores. De esta manera se abre una nueva base para
el diálogo teológico, aunque hará falta que pasen unos treinta años más para
que aparezcan las dos colecciones patrísticas que influirán más decisivamente
en las investigaciones teológicas. En efecto, en 1933 tendrá lugar el
lanzamiento de la Bibliothèque Augustinienne y diez años más tarde, en 1942
concretamente, la célebre colección Sources Chrétiennes.

La celebración del cincuentenario de la fundación de la colección Sources


Chrétiennes tuvo lugar en 1993 con distintas manifestaciones que tuvieron un
amplio eco. En primer lugar, se cumplió con un deber de memoria y de
agradecimiento a sus fundadores: los padres Henri de Lubac y Jean Daniélou,
pertenecientes a la Compañía de Jesús, y al Padre Claude Mondésert, que casi
durante cuarenta años fue el artífice material de que la Colección adquiriera
una audiencia internacional. En efecto, esta colección de libros constituyó –y
lo sigue siendo– un hito fundamental en la renovación de los estudios
patrísticos y de sacar a la luz pública la importancia de los escritos de los
Padres de la Iglesia en la inteligencia de la fe. Actualmente consta de la
publicación de más de seiscientos volúmenes.

El P. H. de Lubac publica su primer trabajo en 1938 y tiene como título


Catholicisme. Les aspects sociaux du dogme. En la introducción de este libro se
justifica el método seguido y en el que se desarrollarán los distintos capítulos
y que consistirá en fundamentarse lo más posible en los escritos de los Padres.
Así lo expresa el autor: «No hemos pretendido hacer una obra técnica. Si se
acumulan las citas –incluso a riesgo de fatigar al lector– es porque hemos
querido proceder de la forma más impersonal, para apoyarnos especialmente
en el tesoro –así se expresa el P. de Lubac– muy poco explorado de los Padres
de la Iglesia… Lo que nosotros pretendemos es comprenderlos, meternos en su
escuela, puesto que ellos son nuestros Padres en la fe, y lo que han recibido de
4

la Iglesia de su tiempo será la manera de alimentar también la Iglesia de


nuestro tiempo (Catholicisme. Les aspects sociaux du dogme, 4è ed. revue et
augmentée, Paris 1938 (= Oeuvres complètes. t. VII, 2003, XIII).

El método así anunciado es nuevo: el volumen titulado Catolicismo no se


presentará como un comentario de tesis escolásticas, que era lo que
presentaban entonces las obras de teología, sino que ofrecerá principalmente
todo el provecho de la literatura patrística. La renovación consistirá
precisamente no solo en indicar las múltiples citaciones que figuran en el texto
o en las notas a pie de página, sino en una preciosa colección de «fracciones
elegidas» al final del volumen. Nos encontramos en 1938; es decir, cinco años
antes de la creación de Sources Chrétiennes, y como decía el P. de Lubac, el
público francés se encontraba «en una extrema penuria de ediciones y de
traducciones patrísticas».

Esta necesidad sentida por el teólogo francés también se pone de


manifiesto en otras obras posteriores suyas. Así, por ejemplo, en los libros
como el Corpus mysticum y la Méditation sur l’Église, el P. de Lubac «encuentra
cantidad de textos desde Ireneo a Gregorio de Nisa, desde Cipriano hasta
Gregorio Magno, que evidencian el misterio de la unión de la humanidad en
un cuerpo de creyentes reconciliados por la cruz de Cristo» (M. FEDOU,
«Sources Chétiennes. Patristique et renaissance de la théologie», en
Gregorianum 92/4 (2011) 781-796). Dos palabras determinan estas
investigaciones: sacramento y misterio, que producirán grandes ecos en la
doctrina eclesiológica del concilio Vaticano II. En definitiva, para el P. de
Lubac los Padres de la Iglesia son imprescindibles para entender la Iglesia
como cuerpo de Cristo; en realidad, los Padres tuvieron que defender el
pensamiento cristiano en ambientes muy belicosos, hasta el extremo de tener
que ofrecer en muchos casos su propia vida para mantener incólume la
verdad. Así, bebiendo de la fuente de los Padres es como de Lubac ha sabido
decir de un modo nuevo lo que la Iglesia es y debe ser. Como muy bien se ha
dicho «el método histórico utilizado por el teólogo francés es entendido desde
la Tradición. A él se une la paradoja (contra-doxa) no solo como método sino
como lenguaje que baña y alimenta como un río las orillas de la historia y de
la teología» (C. M. VARGAS ZULOAGA, «La Iglesia, sociedad cristiana: una
reflexión desde la teología de Henri de Lubac», en Cuestiones teológicas 44/101
(2017) 121).

También la historia de la exégesis, a la que de Lubac consagró algunos


de sus estudios fundamentales, se ha visto fecundada por la renovación
patrística realizada por el estudioso francés. Su dedicación al conocimiento del
gran exegeta patrístico que fue Orígenes, le ha permitido contribuir en gran
medida a la rehabilitación de una obra frecuentemente criticada en el pasado,
pero que ha mostrado sobremanera la gran importancia de la inteligencia
espiritual de las Escrituras, a partir de las profundas intuiciones del maestro
Alejandrino. Su estudio sobre la exégesis en Orígenes (Espíritu e historia, 1950)
marcará una impronta de grandes dimensiones que extenderá su análisis
5

crítico a la posteridad de la exégesis patrística; así lo reflejan los cuatro


volúmenes sobre la Exégese médiévale.

La influencia de la literatura patrística en la obra de Henri de Lubac


aparece en otro campo de sus investigaciones: el que trata del conocimiento de
Dios y sus debates sobre el sobrenatural. Aquí la gran referencia es san
Agustín. Precisamente el P. de Lubac no ha querido oponerse al respecto a los
estudios de san Tomás de Aquino, sino a ciertas formas de neo-tomismo y a
determinadas derivaciones de algunos agustinismos que sostenían haber
encontrado un sentido profundo del pensamiento de san Agustín sobre la
relación del hombre y Dios. Frente a las tesis de Bayo y Jansenio, y contra
toda forma de dualismo entre una pretendida «naturaleza pura» y lo
«sobrenatural», el teólogo francés reconoce que «la obra de san Agustín nos
aporta una de sus expresiones más profundas» de esta relación entre Dios y el
hombre, relación eminentemente «paradójica», puesto que al mismo tiempo
que el hombre es creado por Dios, y como ser creado, habita en él el «deseo
natural de Dios», no ciertamente en virtud de una necesidad, sino de una
gratuidad del Amor divino. Henri de Lubac también señala en otros lugares de
su obra, que esta perspectiva no es exclusiva de san Agustín, sino más bien de
los Padres griegos. En todo caso es significativo que el Prefacio del Mystère du
Surnaturel termine con estas palabras: «Fecisti nos ad Te, Deus» (Agustín,
Confesiones, I, 1, I) y otra de sus obras lleve por título Augustinisme et
théologie moderne.

Jean Daniélou es otro de los fundadores de la prestigiosa colección


Sources Chrétiennes cuya producción teológica ha estado jalonada por sus
mismas investigaciones en el campo de la Patrística. Bastará recordar, como
ejemplo, sus dos trabajos sobre el judeocristianismo (Théologie du judéo-
christianisme –1958– y Message évangelique et culture hellénistique aux IIe et
IIIe siècles –1961–); trabajos ciertamente repletos de erudición, pero que han
hecho a su autor más sensible a la necesidad de una nueva mirada sobre el
judeocristianismo y a la exigencia de un mayor diálogo entre judíos y
cristianos.

Otro ejemplo claro del interés patrístico del que sería más tarde
nombrado Cardenal de la Iglesia son sus eruditos estudios sobre la exégesis
tipológica de los Padres, que han sido como la matriz de la reflexión que se ha
desarrollado en la década de 1940 en la exégesis cristiana y sobre el lugar que
se ha dado en ella al «sentido espiritual». En definitiva. su obra fundamental
sobre la «teología mística» de san Gregorio de Nisa (Platonisme et théologie
mystique. Doctrine spirituelle de saint Grégoire de Nysse –1944–), ha
contribuido de una manera decisiva a la superación de las divisiones
modernas entre el dogma y la espiritualidad, por su misma manera de mostrar
la profundidad de una teología que debía de unir el rigor de la meditación
filosófica de las Escrituras y la experiencia de una más alta espiritualidad.
Resulta esclarecedor a este respecto que el primer volumen publicado en la
colección a la que estamos haciendo repetida referencia sea precisamente la
Vida de Moisés, uno de los últimos escritos salidos de la pluma de san
6

Gregorio de Nisa, que se ha encargado de traducir el P. Daniélou. El título


completo de este primer volumen no deja de ser significativo: Grégoire de
Nysse, Contemplation sur La vie de Moise ou traté de la perfection en matière de
vertu.

El P. Daniélou prologa en uno de sus libros con estas esclarecedoras


palabras: «No hay cosa que así desconcierte al hombre moderno como los
comentarios escriturísticos de los Padres de la Iglesia. Porque, si es verdad que
le asombran la plenitud de su teología y la elevación de su ascética, que
otorgan a dichas obras riquezas piadosas no igualadas, también lo es que le
desorientan ideas totalmente extrañas, que echan por tierra sus hábitos
mentales. ¿Consecuencia? Una lamentable mengua del aprecio y estima de la
exégesis patrística, que con tonos más o menos subidos es fácil encontrar en
no pocos de nuestros contemporáneos» (J. DANIÉLOU, Tipología bíblica, sus
orígenes, Florida (Buenos Aires), 1966, p. 5). Este pensamiento fue el motor de
sus investigaciones patrísticas y la persuasión científica de que no sería un
pequeño provecho la publicación de monografías en que se estudiara no un
determinado autor, sino un tema especial, que se expusiera a los largo de su
desenvolvimiento.

De esta manera el científico galo se dedicará a la presentación de la


exégesis tipológica de algunos de los temas del Hexateuco a la luz de los
intérpretes de los siglos II al IV. Llaman la atención del profesor Daniélou la
cantidad y unanimidad de los testimonios neotestamentarios que ocupan la
catequesis apostólica relativa a la tipología del libro del Éxodo. El segundo de
los apartados de la introducción de ese primer volumen de Sources
Chrétiennes lleva por título: L’interprétation spirituelle de l’Exode. De esta
manera ocuparán la atención del investigador temas que aparecen en el dicho
libro veterotestamentario que tienen una enorme repercusión en el Nuevo
Testamento y en la primera catequesis postapostólica; por ejemplo: la
serpiente de bronce levantada sobre un palo, de la que Daniélou recuerda los
ecos en Jn 3, 15, pero también Tertuliano (Adv. Marc., III, 18, 347), en la
Epístola del Ps.-Bernabé (12, 6), Cirilo de Jerusalén, Gregorio de Nisa, etc. etc.
Otro punto de atención que aparecerá en toda la traditio posterior al Éxodo es
el de Moisés orando en el monte con los brazos extendidos, y el paralelismo
que hacen los Padres de la Iglesia entre Josué y Jesús. En verdad los ejemplos
pueden multiplicarse si se tiene en cuenta la Pascua y el cordero pascual y el
paso del mar Rojo y las plagas que castigan a los egipcios, y el maná que
alimenta al pueblo elegido, y otros muchos centros de interés que aparecen en
el libro veterotestamentario, incluidos los nombres de los lugares geográficos,
también los animales mismos y la roca que mana agua viva.

Con toda verdad se puede afirmar que la aplicación de las figuras del
Antiguo Testamento, y de manera particular las que aparecen en el libro del
Éxodo, a la vida interior del alma cristiana, apenas insinuada en los escritos
apostólicos del Nuevo Testamento, alcanza en la corriente espiritual de los
Padres de la Iglesia insospechadas proporciones apenas insinuadas por las
investigaciones del P. Daniélou, que concluyen que, por encima de diversos
7

criterios y aun desviaciones de las figuras fundamentales, se encuentra una


rara unanimidad de todas las escuelas de la época patrística; quiere decir esto
que poseemos en los Padres de la Iglesia una preciosa realidad, que forma
parte de la Tradición.

Otro libro veterotestamentario que ha centrado la atención de los Padres


de la Iglesia es el Cantar de los cantares, y se puede decir con verdad que ha
sido la interpretación del gran maestro de Alejandría, Orígenes, quien ha
marcado de una manera decisiva la comprensión de dicho libro
veterotestamentario en toda la tradición posterior. Así, por ejemplo, los
comentarios de Gregorio de Nisa en Oriente o los de Gregorio Magno en
Occidente son los testimonios más importantes. En efecto, este pequeño libro
del Antiguo Testamento constituye un poema sobre el amor que no habla de
Dios; ello hacía necesaria una interpretación de tipo simbólica para que sus
lectores pudieran descubrir el carácter religioso y benéfico para el creyente en
su vida espiritual. De esta manera los diálogos de amor entre el esposo y la
esposa serán comprendidos como expresión del coloquio místico entre la
Iglesia o el creyente y Cristo, el Esposo.

Precisamente una de las novedades de la interpretación origeniana del


Cantar de los cantares es la identidad de la esposa con el alma del cristiano.
En la tradición anterior, por ejemplo Hipólito de Roma, la esposa representaba
a la Iglesia. El maestro Alejandrino, sin suprimir esa interpretación eclesial,
añade la interpretación individual de la esposa, desarrollando de un modo
desconocido hasta él esa interpretación individual de la esposa, dejando bien
sentada la opinión de que tanto la colectiva como la individual son
interpretaciones necesarias para una correcta comprensión de las enseñanzas
contenidas en las páginas de dicho libro veterotestamentario.

En la pluma de Orígenes, y a partir de él en toda la tradición patrística,


la diversidad predomina entre los seres humanos; pero esa diversidad no se
encuentra en su origen ni destino, es decir, en su constitución natural, como
pensaban los herejes gnósticos de su tiempo, sino a la distinta conducta de los
hombres. Por eso la conclusión del alejandrino es clara: si la diversidad no
radica en la esencia sino en la manera de comportarse, toda alma tiene la
potencialidad de alcanzar la cumbre de la unión con Jesucristo. Aquí es donde
hay que colocar el concepto origeniano del progreso espiritual, que para él es
el que viene a disminuir la gran distancia existente entre la vida de pecado y la
unión mística del alma cristiana con Dios.

La explicación de las imágenes, símbolos y toda la tipología que contiene


el Cantar de los cantares se convertirá en el centro de la exégesis patrística de
este libro que explicará el progreso espiritual del alma hacia Cristo. Este
progreso se inicia considerando a Jesús como Hijo del hombre y termina con
la contemplación de los aspectos más interiores de Jesús como Hijo de Dios.
La comprensión origeniana de la fe cristiana es seguida, estudiada y
desarrollada con distintos matices por otros tantos autores de la época
patrística, de manera que su estela llega hasta nuestros días ampliada por los
8

más diversos estudiosos de la teología actual, incluidos místicos tan señeros


como santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz. Sirva también como
ejemplo la consulta de J. DANIÉLOU, Origène. Le génie du christianisme, Paris
1948.

Pero por otra parte hay que decir que el aval científico de los profesores
jesuitas de Lubac y Daniélou en el escolasticado de Lyon-Fourvière, bajo la
dirección del Padre Victor Fontoyont, prefecto de estudios en dicho
escolasticado, es el que constituyó el verdadero impulso e inspiración del
objetivo, el programa y las modalidades prácticas de la futura colección de
Sources Chrétiennes. Los Padres de Lubac y Daniélou fueron los primeros
directores, mientras que el Padre Claude Montdésert desempeñaría las
funciones de primer secretario, antes de asumir la plena responsabilidad de la
colección y que practicaría durante más de cuarenta años.

El proyecto de la colección puede leerse en las primeras páginas del


primero se sus volúmenes: «La colección que este primer volumen inaugura
presenta un carácter muy preciso que es bueno definir desde el principio.
Intenta poner a disposición del público culto algunas obras completas de los
Padres de la Iglesia, conjugando todos los elementos que puedan permitir una
completa inteligencia. Esto es –pensamos nosotros– lo que hay que hacer
actualmente para servir a la causa de los Padres. Se trata de crear alrededor
de ellos un clima de comprensión, de familiaridad con la mentalidad que ellos
representan, haciendo desaparecer el prejuicio todavía existente en muchos
espíritus y que les hace pensar que los Padres no son legibles…». Los editores
terminan diciendo: «Esperamos que este aliciente no sea engañoso y que esta
colección facilite a muchos lectores el acceso directo a esos “manantiales” que
siempre están surgiendo del poder espiritual y de la doctrina teológica que son
los Padres de la Iglesia».

Ciertamente un texto del gran impulsor de la Sources Chrétiennes, el P.


Fontoynont justifica el proyecto de la colección: «En primer lugar –decía– los
Padres griegos proporcionan un ejemplo de espíritus destacados que desean
conquistar para su fe un mundo totalmente pagano; estos Padres –añadía–
pueden ser los factores de una renovación del pensamiento…, y del
pensamiento cristiano de cara a “un mundo nuevo”. Por eso el dar a conocer a
los Padres griegos en Occidente es una manera de contribuir a la unión de las
Iglesias».

También el aprecio por los textos patrísticos puede permitir una


reorganización de las disciplinas teológicas, y podría contribuir a la reforma de
la vida espiritual, en el sentido de una piedad no solo moral, sino alimentada
por los dogmas, por las verdades religiosas, puesto que los Padres unen la
teología viva y profunda, la exégesis y la espiritualidad. En verdad, el proyecto
de la colección francesa, como otras que surgieron posteriormente en Italia,
Alemania, Estados Unidos y también en España, no era únicamente dar a
conocer textos patrísticos en una traducción moderna, sino en contribuir a
una verdadera renovación de la teología considerada en sí misma. Los nuevos
9

proyectos editoriales que han surgido en los últimos decenios sobre el retorno
a las fuentes ha puesto en evidencia su triple éxito: el del pensamiento
cristiano, que al redescubrir el esfuerzo de los Padres de la Iglesia por
responder a las cuestiones de su tiempo, encontraría la inspiración para
renovarse a sí mismo frente a los problemas de este tiempo nuestro: el del
ecumenismo, que tan grandes beneficios está aportando el mejor conocimiento
de la patrística oriental en Occidente; el de la espiritualidad, que en los Padres
de la Iglesia, no disocia la exégesis de la teología; el de la liturgia y otras
muchas cuestiones actuales que encuentran más fácil solución con los ojos
puestos en nuestros hermanos mayores en la experiencia de la fe.

3. Los recientes impulsos de la renovación patrística

La influencia de la renovación patrística se ve claramente en los


documentos emanados del Concilio Vaticano II: todos ellos se encuentran
beneficiados con las protectoras semillas de los distintos Padres de la Iglesia.
El lector atento de las diversas constituciones conciliares percibirá con nitidez
cómo el Concilio actúa exactamente como lo hicieron los Padres; es decir,
contempla la Iglesia y la riqueza de su misterio mediante imágenes, símbolos y
dibujos que son fruto del resurgir patrístico, y que tiene en cuenta la realidad
divino-humana de la Iglesia. Al respecto interesa la lectura, por ejemplo, de D.
Gianotti, «Les Pères de l’Église et Lumen gentium», en Ressourcement. Les
Pères de l’Église et Vatican II, Paris, Cerf, 2013.

La expresión fontes adire (regresar a las fuentes) se convierte en los


documentos conciliares no solo en recurso teológico del mismo Concilio, sino
también en inspiración para las reflexiones de los teólogos posteriores. De esta
manera el interés por el conocimiento de los Padres de la Iglesia va creciendo y
sus frutos los evidencian los distintos centros que se crean para profundizar
en esa mejor comprensión. Ejemplo señero es, sin duda, el Augustinianum,
centro especializado en los estudios patrísticos en general, no solo sobre san
Agustín. Son ya más de un centenar los profesores de diversas Universidades
y centros teológicos los que se encuentran actualmente ofreciendo el fértil
pensamiento patrístico por doquier y que han salido de las aulas de la
mencionada alma mater romana.

No sería justo terminar estas líneas sin un recuerdo a los tres últimos
Papas que han impulsado de manera decisiva la renovación patrística que nos
ocupa. En primer lugar, hay que mencionar a san Juan Pablo II, quien por
diversos motivos y en distintas ocasiones hizo referencia directa a la
importancia del conocimiento de los Padres. Fruto de este interés fue –entre
otros documentos pontificios– la divulgación bajo su pontificado de la
Instrucción sobre el estudio de los Padres de la Iglesia en la formación
sacerdotal, publicada por la Congregación para la Educación Católica el 30 de
noviembre de 1989. Del papa Benedicto XVI cabe destacar sus sapientísimas
Catequesis de los miércoles, durante los dos primeros años de su Pontificado,
sobre los Padres de la Iglesia. Y, finalmente, el Papa Francisco ha hecho
alusión en repetidas ocasiones a la importancia decisiva que tuvieron los
10

Padres de la Iglesia en la configuración de la misma. Precisamente, con motivo


del 50 aniversario de la fundación del Augustinianum, el Papa Francisco
afirmó: «Entrar en la escuela de los Padres significa aprender a conocer mejor
a Cristo y a conocer mejor al hombre», y recordaba estas palabras de san
Agustín: «Aquellos que han de decir lo que recibieron de otros, también oren
antes de recibirlo por aquellos de quienes lo reciben, para que se les dé lo que
por ellos desean recibir. Y una vez recibido, oren a fin de que ellos mismos lo
pronuncien como conviene y lo tomen aquellos para quienes lo pronunciaron»
(Sobre la doctrina cristiana, 30).

Marcelo Merino

Вам также может понравиться