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Teoría del Conocimiento – Prof.

Fernanda Alanís

Una clave de la naturaleza del hombre: el símbolo


En el mundo humano encontramos una característica nueva que parece constituir la marca
distintiva de la vida humana. El hombre, como si dijéramos, ha descubierto un nuevo método
para adaptarse a su ambiente: entre el sistema receptor y efector, que se encuentran en todas las especies
animales, hallamos en el hombre como eslabón intermedio algo que podemos señalar como sistema
“simbólico”. Esta nueva adquisición transforma la totalidad de la vida humana. Comparado con los demás
animales, el hombre no sólo vive en una realidad más amplia sino, por decirlo así, en una nueva dimensión
de la realidad. Existe una diferencia innegable entre las reacciones orgánicas y las respuestas humanas. En
el caso primero, una respuesta directa e inmediata sigue al estímulo externo, en el segundo la respuesta es
demorada. Es interrumpida y retardada por un proceso lento y complicado de pensamiento. (...)
Sin embargo ya no hay salida de esta reversión del orden natural. El hombre no puede escapar de
su propio logro, no le queda más remedio que adoptar las condiciones de su propia vida. El hombre ya no
vive en un puro universo físico sino en un universo simbólico. El lenguaje, el mito, el arte y la religión,
constituyen partes de este universo. Forman los diversos hilos que tejen la red simbólica, la urdimbre
complicada de la experiencia humana. Todo progreso humano en pensamiento y en experiencia afina y
refuerza esta red. El hombre no puede enfrentarse ya con la realidad de un modo inmediato; no puede
verla, como si dijéramos, cara a cara. La realidad física parece retroceder en la misma proporción que
avanza la actividad simbólica del hombre. En lugar de tratar con las cosas mismas el hombre, en cierto
sentido, conversa constantemente consigo mismo. Se ha envuelto en formas lingüísticas, en imágenes
artísticas, en símbolos míticos o en ritos religiosos, en tal forma que no puede ver o conocer nada sino a
través de la interposición de este medio artificial. (...)
Por lo tanto, en lugar de definir al hombre como un animal racional lo definiremos como un animal
simbólico. De este modo podemos designar su diferencia específica y podemos comprender el nuevo
camino abierto al hombre: el camino de la civilización.
Extraído de “Antropología Filosófica” – Selección de E. Cassirer

El lenguaje como ordenador de la realidad

Aparentemente el lenguaje es un instrumento que manejamos a nuestro antojo. Sin embargo, es el


lenguaje que estructura nuestro modo de pensar y de concebir lo real. Reflexionaremos sobre esta
cuestión para plantear luego, en base a ella, varios problemas que tienen que ver con la relación entre
lengua y cultura.
Eco dice que “cada lengua no solamente refleja la historia de un pueblo, sino que condiciona su
mentalidad y sus costumbres”. (ECO, Humberto, Signos, p. 123)
La tesis de Sapir-Whorf, sostiene que el proceso del pensamiento “será fundamentalmente diferente
para individuos cuyas lenguas sean fundamentalmente diferentes” (Benjamín Lee Whorf) y que, en
consecuencia “el mundo real está amplia e inconscientemente conformado según hábitos lingüísticos de un
grupo determinado” (Sapir).
El lenguaje es una guía para la realidad social. Aunque el lenguaje no se estima ordinariamente como
de interés esencial para los estudiosos de la ciencia social, condiciona poderosamente todo nuestro
pensamiento sobre los problemas y procesos sociales. Los seres humanos no viven sólo en el mundo
objetivo, ni tampoco únicamente en el mundo de la actividad social como se entiende por lo general,
sino que están en gran medida a merced del lenguaje particular que se ha convertido en el medio de
expresión para su sociedad. Es una completa ilusión imaginar que nos ajustamos a la realidad
esencialmente sin el uso del lenguaje, y que éste es meramente un expediente incidental para resolver
los problemas específicos de la comunicación y la reflexión.
Teoría del Conocimiento – Prof. Fernanda Alanís

El hecho capital es que el mundo real está en gran parte constituido inconscientemente sobre los
hábitos del lenguaje del grupo. Nunca dos lenguajes son suficientemente semejantes para que se los
considere representantes de la misma realidad social. Los mundos en que viven sociedades diferentes
son mundos distintos, y no meramente el mismo mundo con diferentes etiquetas” (SAPIR, El estado de
la lingüística como ciencia, cit. por Beals, p. 571).
Según esto, la lengua no es un instrumento para pensar, sino que condiciona al pensamiento (lleva a
pensar de determinada manera) y aún ordena la realidad de determinada manera (nos hace verla en
determinada óptica).
Whorf ha intentado mostrar –en base a prolongados estudios sobre el idioma hopi- que incluso las
relaciones espaciales y temporales, o de causa y efecto, cambian según las estructuras sintácticas de la
lengua hablada.
Como prueba de esto se ha alegado, por ejemplo, que determinadas culturas de la pradera designan
con más de cincuenta vocablos lo que para nosotros sería “pasto”; o que determinados indígenas ordenan
diversos objetos que se les presentan, no en animales, minerales y vegetales (como tal vez haríamos
nosotros), sino en comestibles y no comestibles.
Eco trae el siguiente ejemplo:
Los esquimales disponen de cuatro palabras en lugar de la nuestra nieve. Pero no es que tengan un
lenguaje más rico, sino que conocen cuatro entidades distintas, según el grado de utilidad vital del
elemento que nosotros denominamos únicamente nieve (ECO, op. Cit. P. 125).
Como se ve, Eco sugiere una explicación. Y entonces plantea el siguiente problema:
El problema estriba en saber si los esquimales tienen cuatro palabras porque, por razones de
supervivencia, perciben instintivamente cuatro cosas, o bien perciben cuatro cosas porque están
condicionados por la existencia de cuatro palabras (cuatro significantes con sus respectivos
significados). El problema puede plantearse así: ¿la lengua se segmenta en signos aislados en los que
nos basamos para organizar la realidad perceptiva, o bien nuestro modo de percibir la realidad obliga
a la lengua a segmentarse de determinada manera? (Id.)
La cuestión que plantea Eco es fecunda porque genera estudios que van arrojando cada vez más luz
sobre la relación lenguaje-pensamiento-realidad.
(…) Para cada hablante de una lengua, las vías de pensamiento y la concepción de lo real ya están
condicionadas por aquella; y por otro lado, la lengua misma es un producto histórico, se va moldeando por
el uso de los hablantes, por su modo de relacionarse con lo real, por su experiencia y su pensamiento.
En otros términos: es un hecho que la lengua determina la experiencia de la realidad, y es un hecho que
la experiencia de la realidad determina la lengua. Que lengua y realidad interactúan dinámica y
dialécticamente. Preguntarse cuál fue primero, o cuál es prioritaria respecto a la otra, arriesga separar lo
que está unido, reducir un nivel al otro. (…)
La incidencia lingüística en el pensamiento y en la concepción de la realidad abarca aspectos más
radicales que la mera clasificación o división de lo real. Pensamos por ejemplo las implicancias que tiene la
distinción que nuestro idioma hace entre ser y estar, distinción imposible en muchos idiomas.
El filósofo norteamericano Pierce dice:
Es seguro que el análisis de la proposición en sujeto y predicado representa de manera tolerable el
mundo como nosotros, arios, pensamos; pero niego que esta sea la única manera de pensar. Ni siguiera
es la más clara o la más eficaz. (Cit. Por Eco).

Extraído de
Bertolini, Langón y otros – “Materiales para la construcción de cursos de filosofía – 3”

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