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5.1 La Estructura socioeconómica dominicana.

La Economía de la República Dominicana es la economía de mayor crecimiento de


Latinoamérica. La economía dominicana crece a un ritmo de un 7% siendo una de las de
mayor crecimiento en el mundo y es la octava economía más grande de América Latina
después de Brasil, México, Argentina, Colombia, Chile, Perú y Ecuador.

Es un país en vía de desarrollo de ingresos medios altos según el Banco Mundial,


dependiendo, principalmente del comercio exterior, los servicios, la minería, la industria
farmacéutica, componentes electrónicos, equipos médicos, minería, textil y calzado y el
turismo son los pilares de una economía diversificada y una industria altamente
desarrollada. La República Dominicana es una potencia turística en la región, más de 7
millones de turistas visitaron el país en el 2018. Convirtiéndose en la primera potencia
turística de Centro América y el Caribe. Es el quinto mayor exportador de oro del mundo.

En la actualidad, República Dominicana es el mayor receptor de inversiones extranjeras de


Centroamérica y el Caribe. El país atrae año tras año a grandes capitales extranjeros,
corporaciones y transnacionales debido a la estabilidad política y económica, pero sobre
todo a su posición geográfica en el centro del continente. Además, el país cuenta con
grandes yacimientos mineros de oro, plata, níquel, mármol y ámbar. También cuenta con
la mejor infraestructura del Caribe y es considerado en la actualidad como el Singapur del
Caribe a nivel de infraestructuras, y en términos de consumo, cuenta aproximadamente con
más de 7 millones de consumidores potenciales internos y con más de 900 millones de
consumidores externos, todo esto gracias a los tratados de libre comercio con naciones
económicamente más desarrolladas.
5.2 Participación del sector privado en la economía dominicana.

Comúnmente, tiene lugar una grosera confusión sobre cuáles agentes de la economía son
los que agregan el mayor valor y se convierten en elementos clave del desarrollo. La
confusión, por lo menos en República Dominicana, parte del activismo estatal que se
registra a todo lo largo y ancho del país, lo cual se sobre dimensionó en los últimos años
con la asignación del 4% del PIB a la educación, y su consecuente efecto multiplicador en
los negocios pequeños, medianos y grandes que suplen los insumos y bienes y servicios
demandados por las entidades, públicas y privadas, beneficiarias de estos recursos.

Otro elemento que convierte al gobierno del Estado dominicano en omnipresente en la


economía, es su afán por ser un empleador empedernido, aún a pesar del inmanejable
déficit fiscal que esto, en cierta forma, genera, y también por el activismo político que hay
en cada acción o actividad de factura gubernamental.

Más de 650,000 empleados, mal contados, componen la nómina del Gobierno, los que se
convierten en potenciales demandantes de un mercado que, aparentemente, vende todo lo
que pone a disposición de los consumidores. De su lado, estos consumidores son actores
dinámicos que representan una demanda creciente, y sobre cuyas mentes se tejen e
implementan las más diversas y creativas campañas publicitarias para inducir a la compra.

Lo lamentable es, sin embargo, que los consumidores están limitados por los ingresos que
obtienen, mayormente en forma de salarios, cuyos niveles aun no superan los del 1990 en
términos reales. Esta realidad afecta a un elevado porcentaje de los empleados que reciben
ingresos mensuales en el sector formal, aunque también a los que generan ingresos en la
informalidad. Pero la gente se la busca, se incorpora al sector informal y logra suplir
necesidades económicas sin tener que declarar al fisco, ni tener responsabilidad con
empleados que se constituyen en potenciales problemas judiciales.

De todos, el que parece acumular la mayor cantidad de puntos para ser catalogado como
propulsor indiscutible de la economía es el sector privado, las empresas,
independientemente de su tamaño y/o actividad productiva. Son los empresarios los que
invierten, los que se arriesgan, los que identifican las oportunidades de negocios, analizan
los mercados, contratan trabajadores, adquieren insumos y materias primas y producen los
bienes y servicios que el resto de los agentes económicos consume. Adicionalmente, las
empresas pagan la mayoría de los impuestos, lo que le da un rol protagónico en el
sostenimiento de la economía decidiendo, en muchos casos, el rumbo de esta.
5.3 Participación del sector privado en las ofertas de bienes y servicios para el
Estado.

El sector privado desempeña un rol importante en el desarrollo de la economía de mercado,


puesto que es el principal generador de empleos e inversión. Además de fomentar el
crecimiento económico y la reducción de la pobreza, podría desempeñar un papel mucho
más activo para el bienestar social.

Está claro que el sector privado es la fuerza impulsora del desarrollo económico, pese a los
obstáculos que enfrenta, ampliamente conocidos. Muchos de ellos están fuera del alcance
de las empresas porque pertenecen al ámbito de las políticas públicas.

Sin lugar a dudas, el sector privado necesita la formulación de políticas industriales que
mejoren el entorno general de los negocios y favorezcan el crecimiento, esto es, el acceso
a mercados nacionales e internacionales, a la información relacionada con los negocios,
servicios de asistencia técnica y financiamiento.

El sector privado costarricense está constituido principalmente por micro-, pequeñas y


medianas empresas, que generan trabajos calificados, contribuyendo a lograr la igualdad
de género y el empoderamiento de las mujeres, respaldando la integración en las cadenas
de valor locales, nacionales, e internacionales.

5.4 Relación del sector público y Privado.

Las Alianzas Público-Privadas para el Desarrollo (APPD) son un instrumento para integrar
la iniciativa privada a los esfuerzos del sector público, las asociaciones de la sociedad civil,
la academia, organismos internacionales y otros actores para lograr objetivos de desarrollo
nacional, compartiendo recursos, conocimientos y, sobre todo, el compromiso de contribuir
al bienestar de la sociedad.

“Vemos como el empresario no solo trabaja para dividendos de sus empresas, sino que se
inclina hacia la alineación de sus negocios con los ODS. Estos proveen de un marco para
su crecimiento, con un balance entre el retorno económico, el social y el ambiental”.

“La Agenda 2030 y los ODS constituyen un marco global integral y complejo, que crea una
visión de cómo podría ser el mundo en el 2030. Las empresas tienen la oportunidad única
de adoptar esta agenda y reconocerla como un impulsor de las estrategias de negocio, la
innovación y las decisiones de inversión”.
5.5 Estrategias para una mejor cooperación entre el Estado y el sector privado.

La Ley No. 1- 12 de la Estrategia Nacional de Desarrollo 2030, marca un hito para la


definición y el desarrollo de las Alianzas Público-Privadas para el Desarrollo Sostenible en
el país. En su esencia, la END ha sido el resultado de un amplio proceso de consulta que
contó con la participación y aprobación de los más diversos sectores y grupos de la vida
nacional que acordaron la construcción de la Visión de Nación a la que se aspira alcanzar
para el 2030, en base a objetivos, políticas y metas de desarrollo.

En ese marco, fue el compromiso surgido entre el Gobierno y la sociedad representada


para aunar esfuerzos y compartir responsabilidades en las que subyacen los criterios y la
base del desarrollo de las Alianzas Público-Privadas que fomenten el desarrollo sostenible.

Las Alianzas Público-Privadas para el Desarrollo Sostenible: Una Apuesta de Impulso al


Desarrollo de la República Dominicana De las Alianzas Público-Privadas de Desarrollo a
las Alianzas Público-Privadas de Desarrollo Sostenible. En la definición anterior se observa
la incorporación del término Sostenible, haciendo énfasis en que no sólo es un desarrollo,
sino que este debe ser sostenible, acogiendo así la Agenda 2030 como bandera para la
constitución de alianzas del Estado con el sector privado empresarial, la academia, los
cooperantes y la sociedad civil, según sea el caso.

Eso indica que, luego de iniciado el proceso de concepción de las APPD en el ámbito de la
Cooperación Internacional, hay una transición de dicho término hacia el concepto de
APPDS (Alianzas Público-Privadas para el Desarrollo Sostenible), en el cual se enfatiza
que este tipo de concertaciones están orientadas a la consecución de los objetivos
propuestos por la Estrategia Nacional de Desarrollo (END) y los Objetivos de Desarrollo
Sostenible (ODS). De ese modo, se cristaliza una clara distinción con respecto a otras
definiciones de las asociaciones público-privadas.

Diferencias entre Alianzas Público-Privadas (APP) y Alianzas Público-Privadas para el


Desarrollo Sostenible (APPDS) Una de las principales diferencias que existen entre una
Alianza Público-Privada (APP) y una Alianza Público-Privada para el Desarrollo Sostenible
(APPDS) es que esta última procura generar un impacto positivo en el bienestar social y
mejorar el acceso a bienes y servicios básicos que afectan la vida de las

El Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo a través de su Viceministerio de


Cooperación Internacional, a partir de un análisis documentado, adopta la siguiente
definición, asumiendo el concepto de Alianzas Público-Privadas para el Desarrollo
Sostenible (APPDS):

Las Alianzas Público-Privadas para el Desarrollo Sostenible (APPDS), son


relaciones voluntarias, colaborativas y formales, entre las Instituciones Públicas y
una o varias entidades del sector Privado Empresarial, de la Sociedad Civil, del
ámbito Universitario o de la Cooperación Internacional. A través de las Alianzas se
pretende aunar voluntades, recursos y capacidades de los actores que las
conforman para, con una visión y esfuerzo común, contribuir a los Objetivos de
Desarrollo Sostenible prioritarios para la República Dominicana y así alcanzar un
mayor impacto y ser más eficaces en su consecución.

5.6 Las reformas básicas del Estado Dominicano.

En nuestro país se inició un serio esfuerzo de reforma del Estado a partir del gobierno
pasado del PLD. Es más, la gran mayoría de los proyectos de reforma nacieron, se
consensuaron y elaboraron durante el período 1996-2000. Los pocos especialistas y
expertos que tiene el país en materia de reforma del Estado son de esta cosecha. Hoy día
se encuentran en las Cámaras Legislativas o en el Palacio Nacional una serie de
anteproyectos de leyes y decretos, que fueron diseñados en COPRyME y que reposan sabe
Dios en que gaveta o archivo. Podemos mencionar entre estos el Anteproyecto de Ley de
Reforma del Sector Agua Potable y Saneamiento, el Proyecto de Decreto que crea la
Superintendencia de Tránsito y Transporte Terrestre, el Proyecto de Decreto de
Reorganización del Poder Ejecutivo y el Anteproyecto de la Ley General de la
Administración Pública, ente otros. Igualmente, se han impulsado y consensuado proyectos
de reformas políticas, reforma de los cuerpos armados, la descentralización político-
administrativa, reformas del sector económico y reformas sociales. Es decir, CONARE Y
COPRyME han legado al pueblo dominicano aportes fundamentales para proceder a
realizar una verdadera y profunda transformación del anquilosado aparato estatal
dominicano. Sólo ha faltado la voluntad política para hacerlo. Sería un contrasentido que
todo este gran esfuerzo de carácter intelectual y económico se diluya por la cortedad de
visión de quienes nos gobiernan.

Ya no se discute si es necesaria o no la reforma y modernización del Estado para apuntalar


el desarrollo económico de una nación como la nuestra. Sólo se discute la mejor estrategia
a seguir. Lo que sí debe quedar bien claro es que el proceso de reforma es complejo, difícil
y requiere de plazos relativamente largos, por lo que debe enfocarse como un asunto de
Estado y no sujeto a un gobierno en particular. A menos que comprendamos esto, no
alcanzaremos los objetivos perseguidos. Además, el señor presidente de la República debe
apoyar sin reservas el proceso de reforma y a los que lo encabezan, ya que él es el único
que cuenta con el suficiente poder de convocatoria y aval para que las cosas cambien. De
lo contrario, es mejor olvidarnos de reformar el Estado e invertir en cualquier otra cosa, y
esperar a que un día otro Trujillo, o un país imperialista, nos obligue a reorganizar nuestros
asuntos públicos a costa, por supuesto, de nuestra libertad.
5.7 Reforma presupuestaria y política de costo público.
El Proceso de Reforma de la Administración Financiera se inició formalmente en la
República Dominicana en el año 1996, mediante la promulgación del Decreto Núm. 581-96,
de fecha 19 de noviembre de 1996, en el cual se autoriza el diseño de un Programa de
Reforma de la Administración Financiera del Estado (PAFI), con la Asistencia Técnica y
Financiera del BID (1093/OC-DR). A tal efecto, se concertó un préstamo en 1998 con ese
Organismo Multilateral por US$12.0 millones de dólares, lo que permitió la creación del
Sistema Integrado de Gestión Financiera (SIGEF), conectando en línea a los órganos
rectores del Sistema (Dirección de Presupuesto, Contabilidad Gubernamental, Crédito
Público y Tesorería Nacional con las unidades ejecutoras del Gobierno Central y la
Contraloría General de la República, como Órgano de Control Interno.
Los propósitos fundamentales de la reforma del marco legal son:
 Lograr un marco normativo moderno de Administración Financiera que permita
una eficaz gestión gubernamental y que promueva la transparencia y
disciplina fiscal.

 Concentrar la conducción de la política fiscal en el Ministerio de Hacienda,


antes Secretaria de Estado de Finanzas.

 Asignar al Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo la


responsabilidad de la planificación económica social, antes Secretariado
Técnico de la Presidencia.

 Incorporar un moderno Sistema de Control Interno.

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