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La intervención psicosocial en la problemática de maltrato infantil

El maltrato infantil es un problema de salud pública que afecta a todos los países del mundo,

según cifras de UNICEF (2017a), alrededor de 300 millones de niños de 2 a 4 años son

víctimas de algún tipo de disciplina violenta por parte de sus cuidadores (3 de cada 4) en todo

el mundo; asimismo, 6 de cada 10 niños de 12 a 23 meses son victimas de maltrato, lo que

se reafirma al identificar a 1.100 millones de cuidadores (aproximadamente 1 de cada 4) que

refieren que el castigo físico es necesario para criar o educar adecuadamente a los niños. De

esta manera, la problemática de maltrato infantil no es menor, el impacto que la violencia

tiene en la vida de los niños es preocupante, no solo por las afectaciones inmediatas, si no

por las secuelas que quedaran a lo largo de su vida. De esta manera, el maltrato infantil tiene

consecuencias en todos los ámbitos de la vida de los menores, algunas de ellas asociadas a

cambios en la arquitectura cerebral, limitaciones sociales, emocionales y cognitivas.

(Pinheiro, 2016; UNICEF, 2014; Ministerio de sanidad política social e igualdad, 2011).

Pero, ¿cómo los profesionales del área social y sanitaria podemos hacer frente a los retos en

términos de intervención y prevención que trae consigo este fenómeno?, ¿Y como podemos

aportar a la disminución del mismo?. Para resolver estas preguntas, es de gran relevancia que

entendamos el origen de este fenómeno, el cual se considera multifactorial y multicausal, ya

que existen una combinación de factores que actúan en diferentes niveles, favoreciendo la

posibilidad de que la violencia se de, se repita o cese (Pinheiro, 2016). Por lo tanto, los

factores de riesgo que sustentan la violencia infantil van desde aspectos familiares y

culturales asociados a los modelos de crianza que promueven la normalización de la


violencia, factores sociales como la falta de denuncia y la poca efectividad en el castigo para

los agresores. Así mismo, factores biológicos y psicológicos, asociados a los rasgos de

personalidad, abuso de sustancias y trastornos psiquiátricos de los padres, e incluso haber

sido victima de maltrato infantil (WHO, 2017; Pinheiro, 2016; Martínez y Yoshikawa, 2014,

Ministerio de sanidad política social e igualdad, 2011). Así mismo, otros factores de riesgo

importantes se encuentran en poblaciones vulnerables, minorías étnicas y el género también

son un factor a tener en cuenta, ya que estos niños y niñas se encuentran en diferentes niveles

de riesgo en relación con diferentes tipos de violencia (WHO, 2017; Pinheiro, 2016;

Martínez y Yoshikawa, 2014).

Así mismo, es relevante abordar los factores protectores que evitan el surgimiento de

dinámicas violentas hacía los niños y niñas, entendiendo que, en la intervención, son estos

los insumos con los que contamos para prevenir o detener el maltrato. Por lo tanto, es

importante reconocer la teoría del desarrollo positivo, en donde se busca la potenciación de

los recursos personales disponibles, de manera que, la existencia de condiciones saludables

que incluyan habilidades, conductas y competencias son necesarias para el bienestar (Oliva,

Antolín-Suárez, Povedano Suárez, del Moral, Rodríguez-Meirinhos, Capecci & Musitu

2017). Por lo tanto, nuestra tarea profesional debe estar orientada a la potenciación de

factores protectores, como el fomento y desarrollo de relaciones de apego adecuadas entre

padres e hijos; asimismo, reconocer que un buen estado de salud física y mental, una alta

autoestima, y un nivel intelectual alto pueden evitar que adultos adopten conductas violentas

hacía los niños. Igualmente, desde el ámbito social, contar con redes de apoyo adecuadas y

un soporte institucional son factores de protección muy importantes.


Sin embargo, también es importante resaltar, que el maltrato infantil al ser un problema de

salud pública, debe tener un respaldo institucional importante, en primer lugar promoviendo

iniciativas de concientización para la denuncias y fortaleciendo el conocimiento del

fenómeno a través de acciones investigativas que visibilicen las consecuencias que esta

problemática acarrea para la sociedad y la importancia de generar procesos preventivos o de

acompañamiento para los afectados. Como profesionales, es crucial revisar los compromisos

y medidas nacionales que enmarcan la problemática de maltrato desde nuestro lugar de

actuación, de manera que podamos coordinar una intervención acorde a los esfuerzos

públicos.

De igual forma, desde el enfoque del desarrollo positivo, es necesario darle un lugar

importante a la prevención a través de la potenciación de habilidades para la vida, ya que,

como lo menciona Pinheiro (2016), con suficiente compromiso e inversión, los enfoques de

prevención creativos pueden generar cambios significativos en las dinámicas de maltrato

infantil y junto a este, la reducción de otras formas de violencia en la sociedad, así como las

consecuencias sociales y de salud a largo plazo. Sin embargo, no hay que olvidar que el

maltrato funciona en muchas ocasiones como un circulo, ya que muchos niños maltratados

se convierten en padres maltratadores, de manera que, el acompañamiento psicológico dado

a las victimas de maltrato infantil, además de estar orientado a la recuperación del bienestar

psicosocial, debe tener un enfoque preventivo, buscando evitar la perpetuación de las

dinámicas violentas. Sumado a esto, el trabajo del psicólogo debe continuar con la

promoción de relaciones positivas dentro de la familia que no incluyan violencia o

humillación, junto al fortalecimiento de valores no violentos y la concientización de las

consecuencias de este tipo de conductas, evitando la normalización de dinámicas agresivas a


través de la capacitación en estrategias parentales adecuadas (WHO, 2017; Martínez y

Yoshikawa, 2014). Por lo tanto, es importante tener en cuenta la vulnerabilidad que tienen

las niñas y distintos grupos poblacionales, de manera que podamos orientar nuestra

intervención a la protección de los mismos (UNICEF, 2017b; Pinheiro, 2016). Finalmente,

es relevante fomentar la creación de espacios de participación para los niños, iniciando desde

su familia, de manera que su voz también tenga peso en los procesos de prevención e

intervención.

Por consiguiente, los esfuerzos por prevenir e intervenir en la violencia contra los niños y

niñas deben ser multidisciplinares y multisectoriales, y necesitan ser ajustados al tipo de

violencia, el entorno y los autores, ya que en cualquier caso, la prioridad debe ser siempre el

niño (Pinheiro, 2016).

Referencias

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https://www.who.int/violence_injury_prevention/violence/child/Child_maltreatment_
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La relación de la carga alostática y el maltrato infantil

La carga alostática: Para poder entender lo que es la carga alostática es importante retomar

la teoría del síndrome del estrés general, descrita por el Hans Selye en 1936. Aquí, el describe

que hay 3 etapas en las reacciones ante el estrés en los seres humanos: la primera es una

“señal de alarma” que pone en alerta al organismo sobre una fuente de estrés, seguida de esto

aparece la segunda etapa de resistencia, donde se produce un proceso adaptativo que requiere

un alto consumo de energía; y finalmente, es precedida por la etapa de agotamiento, en donde

el cuerpo se prepara para recuperar la energía invertida en la etapa anterior (Lemos, 2015;

Pilnik, 2010). De esta manera aparece la alostasis, esta función indispensable para la

supervivencia, se da cuando el organismo recobra y mantiene su estabilidad gracias a la

adaptación de cambios constantes, que pueden ser esperados o inesperados (estímulos

estresantes), estos procesos alostáticos permiten que se generé una respuesta al estrés

activando el sistema nervioso autónomo, el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal, el sistema

cardiovascular, el metabolismo y el sistema inmunitario (Fernández de la Vega-Gorgoso,

2013; Pilnik, 2010).

Sin embargo, la alostasis no siempre es eficaz, y en circunstancias se produce un exceso de

demandas que genera un desgaste crónico que impide la adaptación, lo cual produce una

activación de los sistemas antes mencionados ineficiente y desbordada, ocasionando un

estado de estrés crónico conocido como “carga alostática”(Fernández de la Vega-Gorgoso,

2013; Pilnik, 2010). De esta manera, es importante tener en cuenta que todas las personas a
lo largo de su vida van acumulando carga alostática, sin embargo la acumulación de la misma

está determinada por eventos importantes en su vida, el medio ambiente y los antecedentes

de traumas y/o abusos (Pilnik, 2010). Esta carga alostática generada por la exposición crónica

a estresores psicosociales, generará cambios en el sistema nervioso, como anomalías

estructurales y funcionales en regiones sensibles al estrés, como la corteza prefrontal, la

amígdala y el hipocampo (Danese & McEwen, 2012).

Relación de la carga alostática con la salud y el bienestar infantil : Los factores

estresantes vividos en la niñez pueden tener influencias duraderas en la alostasis y la carga y

sobrecarga alostáticas. Debido a que los sistemas nervioso, endocrino e inmunológico no

maduran completamente al nacer y van cambiando durante la infancia, los sucesos estresantes

vividos en la niñez podrían generar cambios biológicos significativos en los niños, cambiar

la maduración y la capacidad de respuesta de los sistemas alostáticos y, por lo tanto, ejercer

efectos a largo plazo en la salud (Danese & McEwen, 2012) .

De esta manera, las dificultades psicosociales en la infancia, a diferencia de las vividas en la

adultez, pueden dar lugar a respuestas fisiológicas que prevalecen mucho tiempo después de

que la amenaza inicial desaparezca, lo que se vuelve perjudicial (es decir, carga y sobrecarga

alostáticas). Por lo tanto, la carga alostática tendría un rol mediador significativo asociado a

las experiencias adversas en la infancia con el surgimiento de trastornos psiquiátricos, como

la depresión y el TEPT y en las enfermedades relacionadas con la edad. Teniendo en cuenta

lo anterior, es de gran relevancia considerar el papel de la carga alostática en el bienestar y

salud de los niños y niñas, ya que es la génesis de algunas diferentes patologías (Pilnik, 2010).
Relación de la carga alostática con el maltrato infantil : Al pensar en el peso de la carga

alostática que puede llegar a dar el maltrato a un niño veo una maleta inmensa cargadas por

el niño, casi aplastado, limitado, con dificultad para moverse, para mirar al frente, para vivir.

Un niño nacido en un ambiente estresante tendrá que modificar la estructura y la función

psicológica y neurológica para adaptarse a este tipo de experiencias, lo que implica cargas

alostáticas superiores a las requeridas en su etapa de desarrollo que podrían llegar a ser

inútiles para el individuo cuando se situé en un entorno más favorable. Por lo tanto, el

concepto de carga alostática parece ser el modelo más apropiado para comprender los

hallazgos neurobiológicos y neuropsicológicos asociados con el abuso y la negligencia

infantil (Danese & McEwen, 2012) . Es muy interesante poder analizar toda la información

acerca de la carga alostática, ya que permite entender las relaciones significativas entre

diversas enfermedades con los sucesos de maltrato y negligencia en la infancia. De esta

manera, un niño necesita crecer en un entorno no hostil, protegido y favorable para un

adecuado desarrollo físico y psicológico, ya que aquellos que están expuestos a estímulos

contrarios, invariablemente tendrán que activar este mecanismo de protección de manera más

prolongada y progresiva (Grassi-Oliveira, Ashy, & Milnitsky, 2008).

Por consiguiente, es urgente y necesario dar prioridad a los procesos de prevención del

maltrato infantil y promoción de pautas no violentas, de manera, que se puedan disminuir o

evitar el desarrollo de diferentes enfermedades y trastornos. En conclusión, la crianza basada

en el amor y el cuidado, lejos de dinámicas violentas, con pautas adecuadas, representa uno

de los factores protectores más importantes para tener una vida saludable, además de traer
grandes beneficios a nivel social, como la disminución en los gastos de tratamientos de

enfermedades y los daños por problemáticas sociales.

Referencias

Danese, A., & McEwen, B. (2012). Adverse childhood experiences, allostasis, allostatic
load, and age-related disease. Physiology & Behavior, 106. 29–39.

Fernández de la Vega-Gorgoso, Ó. X. (2013). Fundamentos neurobiológicos de la relación


entre estrés y enfermedad, en la primera década del siglo XXI . Revista de la
asociación gallega de psiquiatria. Recuperado de
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Grassi-Oliveira, R., Ashy, M., & Milnitsky, L. (2008). Psychobiology of childhood


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Lemos, M. (2015). La teoría de la alóstasis como mecanismo explicativo entre los apegos
inseguros y la vulnerabilidad a enfermedades crónicas. Anal. Psicol, 31(2). Recuperado
de http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0212-97282015000200008

Pilnik, S. (2010). El concepto de alostasis: un paso más allá del estrés y la homeostasis.
Rev. Hosp. Ital. B.Aires, 30(1). Recuperado de
https://www.hospitalitaliano.org.ar/multimedia/archivos/noticias_attachs/47/document
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