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Joan Didion (Sacramento, 1934) siempre tuvo claro qué es lo que

estaba escribiendo. Empezó joven, publicando notas en la


revista Vogue para un público femenino, colaboró después en The
Saturday Evening Post y The New York Times y sus artículos,
compilados en Slouching Towards Bethlehem, la convirtieron en la
cara femenina del "nuevo periodismo" de Truman Capote, Tom
Wolfe y Gay Talese. También redactó guiones con su marido, el
escritor John Gregory Dunne, y publicó novelas y ensayos, dos
géneros que consideraba diametralmente opuestos: "Escribir una
novela es como adentrarse en una noche larga y oscura. El ensayo es
luminoso, su escritura tiene lugar a pleno sol. No quiero decir con
esto que el ensayo sea un género fácil, sino que es una actividad
racional, mientras que escribir una novela es muy parecido a
soñar". Según venga el juego pertenece a a la segunda categoría y
nada tiene que ver con la biografía de Didion, algo que no está de
más aclarar, ya que en sus últimos libros, El año del pensamiento
mágico y Noches azules, la autora explora sin atenuantes el dolor que
le provocaron la muerte de su marido y de su hija, respectivamente.
Según venga el juego es una suerte de espejo estrellado, un conjunto
de fragmentos filosos, el rompecabezas de una vida, la de Maria
Wyeth, una actriz de dos películas casada con un director que
prefiere filmar exteriores en el desierto a convivir con ella. El pasado
remoto de la protagonista es oscuro: joven de un pueblo de Nevada
que decide probar suerte en Nueva York y termina siendo modelo de
segunda línea, y una novia infalible para el error, antes de consumar
un matrimonio destinado al fracaso con domicilio en Beverly Hills.
El pasado cercano hace foco en la ruptura con su marido, un aborto
clandestino y la restricción de visitas a su hija Kate, internada en un
centro de cuidados especiales. Del presente sólo se sabe que
transcurre en un neuropsiquiátrico de California hacia fines de los
años 60.
El libro está sembrado de elipsis que mantienen en vilo al lector y
admite varios puntos de vista. Empieza con tres textos en primera
persona, el de Maria, el de una de sus amigas, devenida en enemiga,
y el de Carter, su ex marido. Luego toma la palabra un narrador en
tercera persona -no la clásica y distante que lo mira todo desde un
ojo abierto en el cielo, sino una muy próxima a la psiquis de Maria-
que sólo hacia el final alterna con la voz de la protagonista. El foco,
sin embargo, nunca está puesto en lo que Maria dice sino en lo que
se oculta detrás de sus pequeños gestos, el modo en que reacciona
socialmente, sus actos. Maria duerme en una reposera en el jardín,
maneja sola a alta velocidad por las autopistas, mezcla alcohol con
barbitúricos, hace escalas en moteles, discute con Carter desde
cabinas al borde de la ruta y termina volviendo a su casa en Beverly
Hills, exhausta, para soñar con serpientes, cañerías, coágulos de
sangre y con el cadáver de su madre desgarrado por coyotes.

El estilo de Didion, admiradora indeclinable de Hemingway, es


económico, crudo más que realista, y en su aparente facilidad se
inscribe un ritmo epiléptico, estructurado en capítulos breves de
fragmentos inconclusos. Sus diálogos son banales y lacónicos y sus
silencios cargados de violencia. El lector no puede pretender
decodificar todo a la vez. Hay que ir armando e imaginando,
sorteando los agujeros negros del relato.
Según venga el juego explora el lado oscuro del glamour californiano,
denuncia la frivolidad y promiscuidad que se practica en las fiestas
del ambiente adinerado del cine. Y sobre todo el machismo. En el
caso de Maria, por ejemplo, es su marido quien decide internar a la
hija, su marido quien le restringe las visitas y también él quien la
obliga a abortar un hijo ajeno. Maria no sabe lo que es tomar
decisiones. Se siente oprimida y paralizada por el hastío que le
provoca el ambiente en el que se mueve. El aborto es un clímax en el
relato y una herida de la que la protagonista no se recupera. Sin
embargo, en esa caída libre que emprende con cierto grado de
conciencia es donde finalmente encuentra su independencia, por
más que esa libertad se halle presa en un neuropsiquiátrico.
SEGÚN VENGA EL JUEGO Por Joan Didion Random House Trad.:
Cruz Rodríguez Juiz

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