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Reseña
Este parece ser el sentido más hondo y la función del rito y del mito en la tradición
de todos los pueblos de la tierra, también, por cierto, de nuestros pueblos andinos.
La divinización de Pachamama ("la Madre Tierra") en el mundo andino no es sino
una expresión de la búsqueda de una "alianza" coherente y duradera con las fuerzas
naturales. Pero no solo divinización en el sentido de un respeto a distancia.
También interviene aquí poderosamente un vínculo de amor. Y sobre el modelo
cercano del amor fecundo hombre-mujer, aparece el vínculo amoroso con la
Madre. La Naturaleza –Pachamama- no es solo un amasijo de fuerzas
incontrolables. Es también un ser capaz de afectividad profunda. Y, como tal,
expresa dicho afecto en actos propios de la entrega amorosa. Aparece entonces, por
parte del hombre, el don, el regalo, la dádiva, concebidos como "respuesta" del ser
humano a los regalos de la Madre: la productividad de la tierra agrícola, del
ganado, o de la pesca en el mar o en lagos interiores. Hay aquí, pues, unas suerte de
reciprocidad: de un imprescindible do ut des. Yo doy para que tú, a tu vez,
concedas de lo tuyo.
No solo en el mundo andino, en todas las antiguas culturas, existe este vínculo
Hombre-Naturaleza, expresado en dones (ritos) que "provocan" la reciprocidad del
otro. Hay aquí, obviamente, una "personificación" de este otro interlocutor válido,
la Naturaleza. La Naturaleza, en este caso, es "persona", no algo meramente inerte
o insensible. Al ser "persona", pasa a ser capaz de diálogo, de interlocución, de
respuesta. Pero también de enojo o indignación, en el caso de faltar la debida
reciprocidad, la "vuelta de mano". Empieza a entender uno, entonces, qué caminos
suele seguir este contacto con la divinidad Pacha Mama. Sigue exactamente los
mismos caminos psicopedagógicos y afectivos del diálogo entre los humanos. El
quid de esta reciprocidad está en quién debe tomar la iniciativa. ¿Debe ser el
hombre o debe ser la divinidad?. La respuesta parece simple. Inicia el diálogo el
que se siente realmente necesitado. Por tanto, debe ser el Hombre. Y por eso, el
primer paso en esta reciprocidad dialógica lo da el ser humano, sea como individuo
particular, sea como comunidad organizada ritualmente. El rito, pues, es expresión
formal de la petición o súplica realizada por el hombre. La respuesta de la
Naturaleza –Pachamama—se da por supuesta. El rito, si está bien realizado, opera
ex opere operato es decir, obtiene su efecto necesariamente, indefectiblemente.
Porque es un acto de amor recíproco.
Hay que recurrir con premura –ahora que ya se ha inferido tantas y tan profundas
heridas al tejido de nuestra corteza terrestre (atmósfera, biosfera, mares, ríos,
continentes), a una nueva Tecnología que sí tome formalmente en cuenta los
dictados de la naturaleza, sus principios, sus requerimientos básicos, sus
resguardos. Empieza, pues, un nuevo diálogo, al que nos llama enérgicamente
Max–Neef, diálogo en el que habrá que reconstruir los tejidos dañados, rediseñar
métodos y técnicas extractivas o de explotación, reestructurar tal vez el sistema de
la Empresa, reconstituir o redelinear las relaciones entre patrones y obreros,
reconsiderar, tal vez, el valor del dinero o de las relaciones de intercambio, o de la
importancia del mercado, reexaminar el destino de las basuras humanas, máxime
las tóxicas.