Вы находитесь на странице: 1из 5

Editorial

Artículos
Libros
Bibliografía
Actualidad
Literatura
Lingüística
Directorio

Libros nuevos
Reseña

¿QUÉ PUEDE APORTAR EL


PENSAMIENTO ANDINO A UN
DESARROLLO HUMANO
SUSTENTABLE?
El hombre antiguo siempre debió recurrir a las fuerzas vivas de la naturaleza para
solucionar sus cruciales problemas de sobrevivencia. Supo aprovechar la energía
del viento, del sol, de la lluvia, del mar, de las aguas surgentes, de los torrentes. Sus
técnicas estuvieron en íntima relación con los parámetros y elementos que la propia
Naturaleza indicaba. Había que encender el fuego en determinados lugares,
construir refugios en aleros rocosos protegidos o en cuevas profundas, vestirse de
pieles gruesas para no mojarse, construir sus senderos de acuerdo a la pendiente del
terreno, surcar los mares en barcas insumergibles, conocer las aptitudes de cada
elemento constructivo, su abundancia relativa, su resistencia, su respuesta a la
percusión, su durabilidad en el tiempo. En una palabra, el hombre primitivo leía en
el libro abierto de la Naturaleza misma, las respuestas que necesitaba conocer para
adecuarse exitosamente al medio ambiente. La Naturaleza fue su mejor guía. Y, por
tanto, su constante modalidad de respuesta cultural fue siempre adaptarse,
adecuarse, jamás oponerse, contraponerse, contradecir.

Mientras su tecnologías fueron simples, éstas mantuvieron el equilibrio con la


Naturaleza, sin violar jamás sus dictados o exigencias. Sus asiduas experiencias de
ensayo y error le indujeron a respetar las exigencias naturales, so pena de fracaso
rotundo. Cada vez que rompía esta norma, intentando sustraerse a sus demandas,
buscando caminos originales o propios, vino inopinadamente el fracaso, la
destrucción, el caos.

Era el período en que Hombre y Naturaleza vivían en una forzada armonía. El


hombre vislumbraba que la Naturaleza es ciega y actúa implacablemente
imponiendo con férrea energía sus principios naturales. No se debe, por tanto,
contradecirla. Es inútil y contraproducente. Este "respeto" obligado por la
Naturaleza se expresará siempre en categorías religiosas, divinizando aquellas
manifestaciones que el hombre no podía cambiar ni modificar. Optó por buscar una
"alianza" con dichas fuerzas: éstas eran más fuertes que él, y debía reconocerlas,
aplacarlas, venerarlas.

De aquí surgirá el rito, expresión de una alianza pretendida por el hombre.


Operación que consiste en pedir permiso a la Tierra para realizar aquellas tareas
que de alguna manera involucran un "contacto", una "violación" de la Naturaleza.
Surgirá también el mito, expresión de su visión histórica acerca del cómo
sucedieron las cosas en los orígenes. El "mito" es la "historia" irreal que el hombre
como ente social construye respecto de los orígenes de las cosas. Rito y mito son
pues, formas de establecer un diálogo respetuoso y fecundo con la Naturaleza. Por
eso no nos ha de sorprender el que ambos, rito y mito, hayan estado presentes en
todas las culturas de la Tierra.

Este parece ser el sentido más hondo y la función del rito y del mito en la tradición
de todos los pueblos de la tierra, también, por cierto, de nuestros pueblos andinos.
La divinización de Pachamama ("la Madre Tierra") en el mundo andino no es sino
una expresión de la búsqueda de una "alianza" coherente y duradera con las fuerzas
naturales. Pero no solo divinización en el sentido de un respeto a distancia.
También interviene aquí poderosamente un vínculo de amor. Y sobre el modelo
cercano del amor fecundo hombre-mujer, aparece el vínculo amoroso con la
Madre. La Naturaleza –Pachamama- no es solo un amasijo de fuerzas
incontrolables. Es también un ser capaz de afectividad profunda. Y, como tal,
expresa dicho afecto en actos propios de la entrega amorosa. Aparece entonces, por
parte del hombre, el don, el regalo, la dádiva, concebidos como "respuesta" del ser
humano a los regalos de la Madre: la productividad de la tierra agrícola, del
ganado, o de la pesca en el mar o en lagos interiores. Hay aquí, pues, unas suerte de
reciprocidad: de un imprescindible do ut des. Yo doy para que tú, a tu vez,
concedas de lo tuyo.

No solo en el mundo andino, en todas las antiguas culturas, existe este vínculo
Hombre-Naturaleza, expresado en dones (ritos) que "provocan" la reciprocidad del
otro. Hay aquí, obviamente, una "personificación" de este otro interlocutor válido,
la Naturaleza. La Naturaleza, en este caso, es "persona", no algo meramente inerte
o insensible. Al ser "persona", pasa a ser capaz de diálogo, de interlocución, de
respuesta. Pero también de enojo o indignación, en el caso de faltar la debida
reciprocidad, la "vuelta de mano". Empieza a entender uno, entonces, qué caminos
suele seguir este contacto con la divinidad Pacha Mama. Sigue exactamente los
mismos caminos psicopedagógicos y afectivos del diálogo entre los humanos. El
quid de esta reciprocidad está en quién debe tomar la iniciativa. ¿Debe ser el
hombre o debe ser la divinidad?. La respuesta parece simple. Inicia el diálogo el
que se siente realmente necesitado. Por tanto, debe ser el Hombre. Y por eso, el
primer paso en esta reciprocidad dialógica lo da el ser humano, sea como individuo
particular, sea como comunidad organizada ritualmente. El rito, pues, es expresión
formal de la petición o súplica realizada por el hombre. La respuesta de la
Naturaleza –Pachamama—se da por supuesta. El rito, si está bien realizado, opera
ex opere operato es decir, obtiene su efecto necesariamente, indefectiblemente.
Porque es un acto de amor recíproco.

De estas consideraciones brota el pensamiento de que, por lo tanto, en una relación


dialógica con la Naturaleza así personificada, el elemento interviniente,
modificador de la Naturaleza, debe necesariamente ser controlado, rediseñado por
el Hombre. Este elemento interviniente es la Tecnología. Tenemos, pues, tal como
lo dice Manfred Max-Neef en su obra Desarrollo a Escala Humana, que todo el
problema del auténtico desarrollo en los tiempos modernos, radica en el empleo de
una "adecuada" tecnología. Surge la pregunta obvia: ¿"adecuada" a qué?.
Naturalmente, a la Naturaleza que nos rodea, a la Naturaleza donde hemos
construido nuestra morada humana. Se trata, pues, de un nuevo tipo de tecnología:
de una tecnología eminentemente sustentadora, protectora, de la Naturaleza. No
destructora de la misma como ocurre en el modelo occidental. No cualquier
tecnología es, pues, la requerida; tampoco la tecnología en boga, por el simple
hecho de estar en boga. Tampoco, necesariamente, la tecnología que se ha hecho ya
tradicional por el hecho de serlo.

Hay que recurrir con premura –ahora que ya se ha inferido tantas y tan profundas
heridas al tejido de nuestra corteza terrestre (atmósfera, biosfera, mares, ríos,
continentes), a una nueva Tecnología que sí tome formalmente en cuenta los
dictados de la naturaleza, sus principios, sus requerimientos básicos, sus
resguardos. Empieza, pues, un nuevo diálogo, al que nos llama enérgicamente
Max–Neef, diálogo en el que habrá que reconstruir los tejidos dañados, rediseñar
métodos y técnicas extractivas o de explotación, reestructurar tal vez el sistema de
la Empresa, reconstituir o redelinear las relaciones entre patrones y obreros,
reconsiderar, tal vez, el valor del dinero o de las relaciones de intercambio, o de la
importancia del mercado, reexaminar el destino de las basuras humanas, máxime
las tóxicas.

¿A dónde nos puede llevar la profundización e implementación concreta de estas


ideas?. Probablemente nadie lo sabe aún con certeza. Tampoco, a lo que parece, los
sociólogos más utópicos o soñadores. El "amor a la sabiduría" (la auténtica
filosofía) nos fuerza a tratar de escudriñar un futuro posible, amigable, sustentable
en el tiempo, de las relaciones Hombre-Naturaleza. Y en esta consideración, sin
duda que la reflexión profunda sobre el pensamiento andino en esta materia,
constituye no solo un desideratum, sino una tarea indispensable y urgente. Mucho
es lo que el mundo andino ha elaborado, a lo largo de siglos, en esta materia. El
simposio sobre Tecnología andina del Congreso de Americanistas de Quito,
constituye una formidable prueba al canto; prueba que es posible conocer a través
de los registros del simposio, impresos en el libro Manos Sabias para Criar la
Chacra Andina: Tecnologías Andinas. Sin embargo, es poco lo que se ha dado a
conocer todavía sobre su aporte milenario en un problema en el que nuestra
civilización occidental, de cierto, ha tocado ya fondo. La conjugación de la rica
experiencia secular andina y del pensamiento lógico occidental en un intento por
sistematizar el conocimiento de los pueblos andinos, está ya rindiendo admirables
frutos, que empiezan a causar admiración entre los científicos formados en las
huellas de Descartes, Linneo, Newton o Einstein. Creemos que nos encontramos
recién en el umbral de una nueva aproximación a la Naturaleza, más consciente,
más previsora, más inteligente, en una palabra, más "sabia"; y es probable que los
pueblos andinos americanos pasen a ser nuestros guías en esta búsqueda.

Dr. Horacio Larraín B. (Ph.D.)


Antropólogo y Ecólogo Cultural
IECTA, Iquique, Chile.

Mientras su tecnologías fueron simples, éstas mantuvieron el equilibrio con la


Naturaleza, sin violar jamás sus dictados o exigencias. Sus asiduas experiencias de
ensayo y error le indujeron a respetar las exigencias naturales, so pena de fracaso
rotundo. Cada vez que rompía esta norma, intentando sustraerse a sus demandas,
buscando caminos originales o propios, vino inopinadamente el fracaso, la
destrucción, el caos.

De aquí surgirá el rito, expresión de una alianza pretendida por el hombre.


Operación que consiste en pedir permiso a la Tierra para realizar aquellas tareas
que de alguna manera involucran un "contacto", una "violación" de la Naturaleza.

2006 Instituto IECTA -iecta@entelchile.net

Вам также может понравиться