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Las ciencias naturales en diferentes pueblos de guatemala

Guatemala es un país ubicado en América Central, con aproximadamente 14 millones de habitantes, que hace limita
al norte y al oeste con México, Belice, Honduras y el Océano Atlántico, al este y al sur con El Salvador y el Océano
Pacífico. Su capital es la ciudad de Guatemala, con aproximadamente 2.5 millones de habitantes.

Poco se sabe de la historia de la ciencia en Guatemala, así como en toda Centro América y el Caribe. En las últimas
décadas se han realizado esfuerzos en Latinoamérica para la creación y consolidación de organizaciones y sociedades
en el área de Historia y Filosofía de la Ciencia y Tecnología, por ejemplo, la Sociedad Latinoamericana de Historia de
la Ciencia y la Tecnología (SLHCT).
Para los occidentales, comprender el concepto de ciencia de la antigua civilización maya no es sencillo. La concepción modernista
del mundo impuso la idea de que lo civilizado era un estilo de vida bien preciso, fuera del cual todo era extraño, exótico o propio de
pueblos primitivos.

La primera barrera que aparece en una aproximación a la ciencia maya es la del lenguaje. ¿Cómo hablar de la ciencia de una
civilización que expresa sus ideas fundamentales en lenguaje mitológico? ¿Cómo constatar el valor científico de un hecho expuesto
de una manera poética, gráfica, arquitectónica o profética? ¿A que se puede llamar investigación en un sistema de conocimiento e
interpretación de la realidad heredado de generación en generación desde épocas sin tiempo? La segunda es que no se encuentra
una conexión muy clara entre ciencia y tecnología. Su tecnología pertenece prácticamente a la Edad de Piedra, pues si bien
conocieron el metal lo utilizaron muy poco; no generaron máquinas ni domesticaron animales de carga y su arquitectura monumental
es bastante tosca. Pero nadie duda de que sea una de las grandes civilizaciones del pasado.

El interés por el mundo maya viene desde la época de la conquista española, en los siglos XVII y XVIII.

En esta época se surgen los arqueólogos de gran renombre Sylvanus Morley y Eric Thompson, quienes elaboraron una explicación
clara y articulada de este misterioso mundo y que terminó por convertirse en el “modelo tradicional de la civilización maya”. La
visión del mundo maya que produjo fue un eco de la imagen romántica del “buen salvaje”; un pueblo pacífico, aislado de influencias
externas y temeroso de sus extraños dioses; paciente, obediente de sus gobernantes y sacerdotes, en perfecta armonía social que
le permitió construir portentosas pirámides y obras de arte, estudioso del cielo, obsesionado por el paso del tiempo y víctima de un
oscuro suceso que causó su desaparición. En los últimos años, a la luz de la moderna investigación, el modelo ha sido debatido,
corregido o superado pues estuvo basado en premisas falsas o incorrectas cuyas raíces se pueden encontrar en los exploradores
y científicos del siglo anterior.

El ser humano crea una cultura y una civilización para sobrevivir como grupo y para llevar a cabo sus sueños y realidades interiores;
para lograrlo necesita, por una parte, crear una comunidad de ideas que le permita direccionar la plasmación y por otra, crear
instrumentos para conocer el mundo y manejarlo. La ciencia es una gran caja de herramientas, aunque no la única, al servicio de
un grupo humano que necesita modificar un entorno cambiante y mantener una forma civilizatoria que terminará por desgastarse y
fenecer cuando quienes la vitalizan pierdan las ilusiones, los sueños, las imágenes mentales y la visión de grandes ideales colectivos.

En razón de lo anterior, es de suponer que todos los grupos humanos que han llegado a constituir una civilización han conocido la
ciencia, pero seguramente su concepción científica ha sido acorde a su concepto de la vida, el ser humano, el Universo y Dios, lo
que equivale a decir que no la han concebido exactamente igual que nosotros. No obstante es probable que si se pudiera seguir la
pista a las formas que ha tomado la ciencia en las diferentes civilizaciones, al final del camino se puedan establecer puntos de
convergencia que nos asombren, pues lo que ha cambiado no es el mundo, sino el concepto del mundo que los humanos tienen en
un determinado tiempo y lugar y por consiguiente, el concepto de ciencia. El concepto del mundo y de la ciencia está basado en una
visión religiosa del universo y de la vida, según la cual todo se origina en las energías sagradas que se manifiestan en la multiplicidad
de la naturaleza. La unidad entre lo celeste y lo terrestre y los grandes conceptos cosmológicos aparecen continuamente y se
manifiestan en todas sus creaciones, desde sus ciudades hasta sus mitos, códices e historia sagrada. Estos mitos, que son
conocidos por una parte de la población maya actual, explican el nacimiento del mundo y la moral humana. En ellos está dicho que
el hombre está integrado al universo por contener en su ser sustancias vegetales, animales y divinas, es a la vez uno y múltiple, y
tiene como misión fundamental mantener a los Dioses. En alguna clave, soporta las fuerzas del cosmos y de todos los humanos, el
rey es quien está en el centro donde convergen el cielo, la tierra y el infierno, en el punto central de la cruz y en su base.

Aunque se encuentran evidencias astronómicas en todo vestigio que refleje la cosmogonía maya, tales como vasos,
pinturas murales, edificios, estelas funerarias, los conocimientos astronómicos, astrológicos y matemáticos quedaron
plasmados en los calendarios, que a decir de modernos sacerdotes, eran 20 y estaban todos relacionados.

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