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Bloque 3. La formación de
la Monarquía Hispánica y su
expansión mundial (1474-
1700).
Bloque 4. España en la
órbita francesa: el
reformismo de los primeros
Borbones (1700-1788).
Estándares de aprendizaje
Felipe de Juan
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1. Define el concepto de “unión dinástica” aplicado a Castilla y
Aragón en tiempos de los Reyes Católicos y describe las
características del nuevo Estado.
El reinado de los Reyes Católicos ha sido considerado como el punto de partida de la Edad
Moderna en España. Sin embargo, la unión (1469) entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón fue
de tipo matrimonial; esto es, era una unión dinástica, por cuanto ambos reinos van a tener desde
ahora los mismos monarcas, pero conservando su peculiaridades medievales. En 1475 se produce la
unión dinástica de las Coronas de Castilla y Aragón mediante la Concordia de Segovia, acuerdo por
el que cada reino mantenía sus leyes, instituciones y fronteras. No es, pues, una unidad
institucional de los dos reinos, es solo una unión personal, y no un estado centralista y unificado.
Todos los reinos tendrán idénticos soberanos, pero los distintos reinos no formarán un solo Estado.
Sin embargo, esta unión contribuyó a la creación de la denominada Monarquía Hispánica. Castilla,
por su mayor tamaño, población y poder económico, era hegemónica dentro de la Monarquía
hispánica.
Se limitó el poder de la nobleza. la nobleza que apoyó a Juana “la Beltraneja” vio confiscada
sus señoríos que fueron dados como señoríos territoriales (no jurisdiccionales) a la nobleza
afín. Por lo que se refiere a la Iglesia, los reyes lograron del Papa Sixto IV la ampliación del
Patronato real en la provisión de cargos, esto es, las personas propuestas por los reyes para
ocupar los altos cargos serían, de hecho, nombrados por Roma. Esto permitió a los reyes
controlar indirectamente todos los señoríos eclesiásticos al colocar personas leales a los
monarcas.
Se controló a las Órdenes Militares. Se presionó a las Órdenes Militares para que nombrasen
al rey como su gran maestre cuando el cargo quedase vacante.
Se creó un ejército permanente. Así se crearon tropas a sueldo lo que permitió eliminar la
dependencia que los monarcas tenían de las tropas de la nobleza. También se creó una
diplomacia igualmente permanente.
Por último, se empleo la religión como nexo de la unidad territorial. La religión contribuyó a
hacer de la fe cristiana el elemento común y definidor de la “esencia” última de la Península
(con exclusión, por ello, de judíos y musulmanes). Comenzó, así una dura política contra las
dos minorías religiosas: judíos y musulmanes. Se decreta así la expulsión (1492 expulsión de
los judíos) o conversión forzosa. Para vigilar a los supuestos falsos conversos establecen la
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Inquisición o Tribunal del Santo Oficio en 1478. El Tribunal del Santo Oficio estaba bajo la
autoridad directa de los reyes, que lo utilizaron como instrumento de su política autoritaria.
En suma, el reinado de los RRCC, desde un punto de vista político, representa un estadio de
monarquía autoritaria, como etapa de transición a la monarquía absoluta característica de la Edad
Moderna, puesto que establecieron las primeras bases de un Estado moderno que desarrollaron
después sus sucesores.
2º.- La expulsión de los judíos. En la sociedad española de fines del siglo XV existían grupos
marginados: judíos y musulmanes. Estos grupos planteaban al nuevo Estado un problema pues la
convivencia de tres religiones, unido a la existencia de lenguas, tradiciones, legislación diferentes
hacían difícil la convivencia en un nuevo Estado que necesitaba nexos de unión. Ambos monarcas
decidieron que la unidad religiosa era necesaria y actuaron duramente contra las dos minorías
religiosas. La religión contribuyó a hacer de la fe cristiana el elemento común y definidor de la
“esencia” última de la Península (con exclusión, por ello, de judíos y musulmanes). Así, en 1478,
obtuvieron del Papado el permiso para el establecimiento de la Inquisición con el fin de perseguir a
los supuestos "falsos conversos" y, a finales de abril de 1492, los Reyes Católicos decretaron la
expulsión de sus reinos de todos aquellos judíos que no se bautizaran. La Inquisición sería un
instrumento de control político de la monarquía, con jurisdicción, además, sobre ambas coronas,
por encima de los distintos ordenamientos de estas. La Inquisición o Tribunal del Santo Oficio se
convirtió, entonces, en un sistema de información y represión que permitió silenciar las voces
contrarias a los intereses de la monarquía. La intolerancia se abatió pronto sobre España y acabó
definitivamente con el mestizaje surgido en los siete siglos de vida en común. La expulsión de los
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judíos supuso una gran pérdida, además de cuantitativa, cualitativa, pues se trataba de un grupo
laborioso que desempeñaba actividades económicas de gran utilidad (comerciantes, prestamistas,
etc.). Además se generó entre la población una actitud de rechazo hacia las actividades comerciales
(mentalidad antiburguesa).
3º.- El descubrimiento de América.- Por último el gran acontecimiento de 1492 fue, sin duda, el
descubrimiento de América. Con la desaparición del Imperio Bizantino, al ser conquistada
Constantinopla por los turcos en 1453, y la aparición del imperio Otomano se incrementan las
dificultades para llegar a Asia por el Mediterráneo, lo que obliga a los europeos a buscar rutas
alternativas para conseguir los productos de las Indias: especias y metales preciosos. En este
contexto, las rutas atlánticas exploradas por castellanos y portugueses adquieren una nueva
dimensión. El objetivo de portugueses y castellanos era encontrar nuevas rutas para acceder a los
centros de producción orientales de forma directa, eludiendo al amenazante Imperio Otomano. De
esta manera la expansión española por el Atlántico se convierte en eje fundamental de la política
exterior de los RRCC.
Para acabar con la rivalidad entre Castilla y Portugal por el control del Atlántico se
establecieron varios tratados entre ambas monarquías que consiguieron resolver los conflictos
relativos a los límites de su expansión. El más importante fue el Tratado de Tordesillas que
establecía una línea de separación entre las dos grandes potencias y que reservaba para Portugal la
ruta que bordea África y una pequeña área en América que se convertiría en el futuro Brasil, para
Castilla quedaba el resto de América.
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protestantismo que proporcionará la base ideológica para el enfrentamiento entre Carlos I y los
príncipes alemanes. Esta compleja trama se desarrolla en tres etapas:
1ª.- Carlos I obtuvo grandes victorias en Italia frente a Francia y al Papado (Pavía 1525) que
le permitieron ocupar el Milanesado.
2ª.- Tuvo que enfrentarse contra la alianza formada por Francia y los príncipes alemanes
luteranos (asociados en la Liga de Smalkalda)
3ª.- Intenta solucionar el problema alemán en sus dos aspectos: militar y religioso. En el
primero logrando la derrota de la Liga de Smalkalda en la batalla de Mülhberg (1547). El segundo,
logrando convocar el Concilio de Trento en un claro intento de reconciliar a la Iglesia católica con
los reformados. Pero no fueron soluciones definitivas en ninguno de los dos campos. En el religioso,
porque ambas posturas se radicalizaron. En el militar, porque Francia acudió en auxilio de los
príncipes luteranos. Al final de su reinado, Carlos I tuvo que reconocer el fracaso de su idea
imperial firmando el Acuerdo de Augsburgo (1555) donde se reconocía la potestad de cada príncipe
para elegir su propia religión. Supone, por tanto, la consagración jurídica de la escisión religiosa.
Carlos I finalmente abdicó en su hijo, Felipe II.
Felipe II: El Imperio hispano. Frente a la idea del Imperio Universal de Carlos I, la época de
Felipe II será la del período de hegemonía española (el Imperio hispano). Felipe II aspira a entregar a
España el dominio sobre Europa. Sin embargo, todos los países de Europa lucharán para impedir el
dominio español. La política exterior de Felipe II se desarrolla en las siguientes etapas:
1ª.- Control de Francia, al obtener los ejércitos españoles la victoria de San Quintín (1557).
Esta victoria convierte a Felipe II en el árbitro de la política francesa hasta finales de siglo.
3ª.- La cuestión de los Países Bajos: Heredados de la casa de Borgoña, los Países Bajos no
aceptaban el dominio de un rey extranjero, que se muestra ferviente católico en unos territorios
cuya parte norte (Holanda) ha aceptado unánimemente el calvinismo. Además en esta zona se
produce el enfrentamiento entre una mentalidad centralista-absolutista, representada por Felipe II,
y otra parlamentaria, defendida por Holanda. La sublevación comienza en 1566, y aunque los
tercios españoles obtuvieron éxitos militares importantes, no lograron dominar la resistencia
holandesa que contó con el apoyo británico y de los reformados alemanes.
4ª.- Incorporación de Portugal (1580): Felipe II hereda el reino de Portugal a la muerte del
rey portugués enarbolando sus derechos dinásticos (su madre pertenecía a la familia real
portuguesa). En 1581 las Cortes de Tomar reconocen soberano a Felipe II, que jura respetar todas
las libertades portuguesas. Con esta incorporación une, también, a su corona todo el imperio
colonial portugués con sus bases en América (Brasil), África y Asia.
Durante los últimos años del reinado de Felipe II la guerra se generalizó y el rey se vio
envuelto en un triple enfrentamiento: en Francia que reinicia su política tradicional antiespañola;
con los Países Bajos y contra Inglaterra. Estos tres países firmaron el Tratado de Greenwich. Felipe II
mantuvo, con grandes dificultades, la supremacía de España, pero ahora el imperio pasaba a la
defensiva.
el fuerte descenso demográfico fruto tanto de las enfermedades de origen europeo como de la
dureza del trabajo al que fueron sometidos; para compensar la pérdida de mano de obra se
importaron esclavos negros procedentes del continente americano
la aculturación impuesta sobre todo a través de un severo proceso evangelizador que acabó con
las formas de vida y creencias tradicionales de los indígenas.
Tanto es así que desde bien pronto voces críticas con los métodos empleados, en especial
desde órdenes como la de los dominicos, que denunciaban prácticas como el requerimiento
(invitación forzosa a aceptar la soberanía del conquistador bajo amenaza de sometimiento por las
armas); y la encomienda: a un encomendero colonizador se le asignaba una partida de
encomendados indios que trabajaban la tierra y pagaban tributos a cambio de protección y
evangelización. Se trataba de una forma encubierta de explotación del indio en condiciones
similares a la esclavitud. Bartolomé de las Casas y otros protagonizaron en la primera mitad del
siglo XVI un debate en torno a la legitimidad de la conquista que tuvo como resultado la
promulgación de unas Leyes Nuevas para América (1542-43), las cuales, pese a su relativo
cumplimiento, se concibieron con la intención de evitar prácticas abusivas. Esta situación fue la que
dio origen a la “leyenda negra”.
Por otra parte, a lo largo de los siglos siguientes se establecieron intensas relaciones
comerciales entre España y los colonos instalados en América. España enviaba a América toda clase
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de productos (alimentos, vestidos, etc.) y América enviaba a España oro y plata. Estos metales
aumentaron de forma inmediata la circulación monetaria que se tradujo en un aumento de la
demanda de bienes. Esta demanda desembocó en un fuerte aumento del precio de los productos
(inflación). Se desencadenó, así en España y en toda Europa, la revolución de los precios.
Los gastos de las guerras de Carlos I y Felipe II acabaron provocando la ruina de la Hacienda
Real, el endeudamiento de la Corona con la banca extranjera y el aumento de la presión fiscal,
que arruinó a los sectores productivos españoles, dado que los impuestos no estimulan la
inversión.
El carácter arcaico de los gremios que no supieron evolucionar adaptándose a la competencia.
La mentalidad antiburguesa de la mayor parte de la población española que rechazaba el
comercio y los negocios por considerarlos propios de judíos.
La superioridad industrial de los Países Bajos, Inglaterra y Francia les permitió producir más y a
menor precio y así competir sin dificultad con la escasa producción española
En suma, el hecho colonial español fue agente decisivo en la transformación económica de
donde nace el mundo moderno. Este hecho creó el primer “mercado mundial” y ofreció al
desarrollo de la producción europea una cobertura monetaria cada vez más abundante y barata. A
partir de entonces y progresivamente el eje económico mundial pasó del Mediterráneo al Atlántico.
Sin embargo, este mismo mecanismo concluyó excluyendo a España de este desarrollo del
capitalismo.
El Conde-Duque de Olivares puso a prueba su nueva política en la guerra de los Treinta Años
(1618-1648), el gran conflicto que, iniciado como un conflicto exclusivamente alemán, entre
protestantes y católicos liderados por el emperador Fernando II, católico intransigente de la
dinastía de los Habsburgo en Austria, derivó en una guerra religión entre católicos (agrupados en la
Liga Católica) y protestantes (agrupados en la Unión Evangélica) y acabó convirtiéndose en una
guerra general cuando intervienen España, los Países Bajos, Dinamarca, Suecia y Francia, que a
pesar de ser una monarquía católica no tuvo escrúpulos en aliarse con los protestantes alemanes y
holandeses. La Guerra de los Treinta Años que empezó siendo un conflicto religioso, termina siendo
una lucha por la hegemonía europea, que hasta ahora habían ostentando los Habsburgo. Confluyen
en ella las tensiones existentes entre las naciones católicas y las reformadas, entre los príncipes
alemanes y el emperador (recuérdese que era un Habsburgo y, por tanto, católico), entre los
Habsburgo y la dinastía francesa regida por los Borbones.
Los inicios de la guerra fueron favorables a las tropas católicas hispano-austriacas (Breda).
Pero pronto la situación interna de la monarquía española se agravó, no ya sólo en lo demográfico y
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económico, sino también en lo político con una serie de revueltas internas ocasionadas por el
Decreto de Unión de Armas (Cataluña, Portugal, etc.). Así, en poco tiempo las tropas protestantes
pasaron a la ofensiva. Además la Francia del cardenal Richelieu se alió con los protestantes y
terminó derrotando a las tropas españolas en la batalla de las Dunas y en Rocroi.
La guerra de los Treinta Años acabó finalmente con la Paz de Westfalia (1648), que tuvo
para España dos consecuencias importantes:
• Descenso demográfico, por el que España acabó el siglo XVII con menos población
que en el siglo anterior.
• El agotamiento económico que afectó a todos los sectores económicos.
Desde el punto de vista demográfico la población española pasó de 8 millones en 1600 a 7
millones en 1700. Este descenso afectó especialmente a Castilla, reino que más población perdió.
Entre las causas de la crisis demográfica destacan las siguientes:
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Las grandes epidemias de peste cuya intensidad recordó a la peste de 1348. Podemos
distinguir tres grandes oleadas (a principios, a mediados y a finales de siglo). Las malas
cosechas, la desnutrición y las malas condiciones higiénicas contribuyeron a que la
mortandad de las epidemias fuera aún mayor.
Descenso en las tasas de natalidad: las guerras ocasionaron la muerte de muchos varones
jóvenes en edad de procrear, que provoca, de manera inmediata un aumento de la
mortandad, y provocan, a la larga, una disminución de la natalidad. Además, la crisis
económica retrasaba la edad de los matrimonios. Esto unido al aumento del número de
eclesiásticos no favoreció el aumento de la población.
La expulsión de los moriscos (unos 300.000 entre 1609-14), que perjudicó sobre todo a
Aragón y Valencia. A esta salida se une el incremento de la emigración.
Desde principios del siglo XVII la economía en España, en especial en la Corona de Castilla,
se hundió en una profunda decadencia:
1. Problemas agrarios: La actividad agraria quedó muy afectada por el descenso de población
(sobre todo la expulsión de los moriscos), que provocó despoblamientos y abandonos de tierras
cultivadas. Los nobles vieron disminuir sus rentas debido al descenso de la producción y el
aumento de los salarios ante el descenso demográfico.
2. Actividad artesanal y comercial: La actividad artesanal quedó paralizada debido a los efectos de
la revolución de los precios y al descenso demográfico. La competencia de los productos
extranjeros, más baratos que los productos nacionales, afectó a la rentabilidad de estos
sectores. Estos extranjeros actuaban a través de agentes españoles para burlar el impedimento
legal que el monopolio castellano imponía en América. De esta manera, se produce el
acaparamiento del comercio con América por extranjeros. En estas condiciones la actividad
mercantil disminuyó tras el descenso demográfico. Además, el mercado interior seguía siendo
pequeño y difícil. Las aduanas interiores y el aumento de los impuestos sobre las mercancías no
incitaban a la inversión. El capital buscaba inversiones más seguras como la deuda del Estado.
Por otro lado, la decadencia de la minería americana provocó un notable descenso de estos
minerales; y, además, siguieron utilizándose para compensar el déficit comercial y para financiar
las continuas guerras de la Monarquía.
3. La Hacienda pública: El esfuerzo bélico realizado durante los siglos XVI y XVII para el
mantenimiento del Imperio provocó en la Hacienda Real un fuerte endeudamiento, que se
financió con el oro y plata americano. La disminución en el volumen de metales preciosos al
inicio del s. XVII empeoró aún más la situación. Ello originó hasta seis suspensiones de pagos de
la Corona a sus acreedores por falta de medios. A ellas seguía siempre una negociación con los
banqueros afectados, que solía consistir en sumar a la deuda principal los intereses no pagados,
con lo que el endeudamiento de la monarquía era cada vez mayor. Para resolver esta situación
se recurrió a la búsqueda de nuevas fuentes de ingresos que afectaron sobre todo a Castilla:
a. Las alteraciones monetarias como la acuñación de las monedas de vellón de cobre puro
(sin contenido en plata). Así se reducía su contenido metálico pero se aumentaba su
valor legal. La Hacienda se beneficiaba de la diferencia entre el valor legal de la moneda
y el valor (muy inferior) de su contenido metálico. Esto produjo una inflación galopante
que desorganizó toda la economía del país.
b. El aumento de impuestos tradicionales y la creación de nuevos impuestos, lo que
desincentivaba la inversión en sectores productivos.
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c. La venta de cargos públicos, en especial los municipales; o la venta de títulos nobiliarios
(que eran adquiridos por burgueses que, en el momento de convertirse en nobles,
dejaban de pagar impuestos.
Todos estos recursos solo sirvieron para poder afrontar las necesidades inmediatas de la
Corona, sobre todo los gastos militares y el pago de los crecientes intereses a sus acreedores, pero
no fueron suficientes para atajar el progresivo endeudamiento de la Hacienda Real
En suma, la crisis económica que se produjo en el s. XVII supone el traslado del centro de
gravedad económica desde el centro (Castilla) a la periferia. Castilla quedó agotada en su
mantenimiento del Imperio.
2. Felipe de Anjou, de la Casa de Borbón y nieto del rey francés Luis XIV.
2. Como guerra civil española, se puede afirmar que la Corona de Aragón (Aragón, Cataluña y
Valencia) fue mayoritariamente partidaria del candidato austriaco, mientras que la Corona
de Castilla apoyó a Felipe V.
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Francia: Las aspiraciones de Francia, bajo el reinado de Luis XIV (el “Rey Sol”) eran seguir
arrebatando territorios europeos a España y la eliminación de toda posibilidad de cercamiento
por unas u otras potencias (lo que le oponía a la dinastía Habsburgo, presente en Viena y
Madrid). Además con la candidatura al trono español Luis XIV obró como si fuera el rey efectivo
de España. Esto podría conducir en un futuro a la unión en una misma Corona de dos grandes
potencias, Francia y España, cuya hegemonía sería indiscutible.
España: El interés de Carlos II fue mantener la integridad del imperio o al menos salvar la mayor
parte de lo que quedaba del mismo (en algunos casos las potencias europeas llegaron incluso a
plantear el reparto de los reinos españoles).
Aragón: Tras la crisis de la Unión de Armas, los Habsburgo habían vuelto a la estructura foral
que mantenía intactas las estructuras administrativas de los reinos periféricos (incluidas sus
Cortes). El temor a que el candidato francés impusiera en España la política centralista y unitaria
que se practicaba en Francia hizo que los países de la Corona de Aragón se inclinaran por el
candidato austriaca por cuanto se creía que otro Habsburgo en el trono español sería
respetuoso con los fueros.
Castilla: El argumento esgrimido por los castellanos para apoyar al candidato francés era justo
el contrario que el de Aragón. Castilla esperaba que el nuevo candidato impusiera una
estructura centralista que obligara a los reinos periféricos a contribuir a la Hacienda Real de la
misma manera en que hasta ahora lo había hecho Castilla.
La guerra de Sucesión española (1702-1714) que estalló como consecuencia, fue una guerra
europea, larga, extenuante. En Europa, las grandes victorias inglesas obligaron a Francia a buscar
una salida negociada. En España, la guerra estuvo indecisa durante algunos años aunque finalmente
se inclinó el bando franco-español. La Guerra de Sucesión española finalizó con la firma de la Paz
de Utrecht (1713).
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de Carlos II, quien dejó como heredero al candidato francés Felipe de Anjou frente al candidato
austriaco el archiduque Carlos, rompe los pactos previos con las anteriores potencias (repartirse el
Imperio español) e inicia una serie de gestos agresivos (pretende utilizar los territorios españoles
para su propio beneficio). Las potencias europeas entonces se unen a Austria en la Gran Alianza, en
abierta oposición al candidato francés, Felipe de Anjou. Esto supone el inicio de la guerra de
Sucesión española.
• La abolición de los fueros y las Cortes de cada reino. En lo sucesivo sería Cortes únicas para
toda la monarquía y además sin poder vinculante.
• La sustitución del virrey de los Habsburgo por un Capitán General, al frente de una
Audiencia
• La imposición del castellano como lengua de la administración de justicia en Cataluña.
Con esta unificación se intenta la regeneración del país a base de una administración
racional, eficaz, un control de los recursos hacendísticos y la eliminación de la diversidad jurídica y
jurisdiccional. Si la Corona de Aragón pierde su autonomía política, Castilla pierde el monopolio
económico ejercido sobre América. Así se suprimen aduanas interiores, lo que fomenta el comercio
y desarrolla la economía, se establece la libertad comercial con las colonias y se unifican muchos
aspectos legislativos.
La creación de un modelo único de administración territorial para todos los reinos de España
(excepto Navarra y provincias vascas, que se mantuvieron fieles al candidato francés en la guerra de
Sucesión), consistió en la imposición dentro de todo el territorio peninsular del modelo jurídico e
institucional de Castilla. Cada reino, a partir de ahora, será gobernado por un Capitán General con
funciones militares, políticas y administrativas, y las Audiencias, máximos órganos jurídicos
sometidas al control del Capitán General. Por lo que respecta al régimen contributivo y fiscal, todo
el país quedó unificado también según el modelo castellano.
En suma, con los decretos de Nueva Planta España pasa a ser un Estado unitario, centralista
y absolutista, dejando atrás la concepción pactista-federal de los siglos anteriores.
El campo español continuaba con los problemas heredados del sistema señorial medieval.
Estos problemas agrarios fueron recogidos en informes que conjuntamente formaron un
Expediente General. A partir de este expediente se apuntan diversas soluciones a los problemas del
campo. Entre ellos destaca el Informe de la Ley Agraria de Jovellanos. Además se adoptaron algunas
medidas reformistas. Así, se intentan repoblar regiones despobladas como la zona de Sierra
Morena mediante colonos alemanes (La Carolina). Surgen canales de riego (Canal de Castilla).
Por otro lado, los Borbones crearon multitud de fábricas (“Reales Fábricas” de seda, de
tapices, cristalería, etc.), con el fin de que sirvieran como escuela de obreros técnicos, para lo que
se trajeron técnicos de toda Europa; al tiempo que aplicaron innovaciones técnicas de todo tipo,
traídas particularmente de Inglaterra. Su control corría a cargo de representantes del Estado y el
objetivo era satisfacer con productos del país la demanda de artículos de lujo (tapices, cristal, etc.)
de los estamentos privilegiados e, incluso, exportarlo. De esta manera se dejarían de importar del
extranjero y el dinero no saldría de España. Sin embargo, acabaron fracasando por el excesivo
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control burocrático y por no aplicar técnicas de producción avanzadas, por lo que sus productos
resultaban excesivamente caros. No obstante, se trató de una auténtica revolución industrial
incipiente que se extiende sobre todo por la periferia: Valencia, Málaga, Cádiz, Barcelona,
Santander, Bilbao, etc. Paralelamente, se desarrolló el fomento de la construcción naval en
astilleros reales, para facilitar el comercio por mar y la flota de guerra.
Hacia 1760, por primera vez en la historia, y en un proceso imparable hasta nuestros días,
las regiones del litoral superan a las del interior en población, recursos y nivel de vida. Es un fuerte
cambio de gravedad económica del centro a la periferia.
Por lo que respecta a América, en el siglo XVIII con la nueva dinastía, se instauró una
explotación económica de tipo colonial; esto es, América se convierte en exportadora de materias
primas (y no sólo metales preciosos) como tabaco, cacao, azúcar, etc., e importadora de productos
manufacturados peninsulares. Para ello se adoptaron diferentes medidas:
Más adelante, se adoptaron medidas liberalizadoras del comercio con América que permitieron
aumentar los intercambios. Así varios decretos autorizaron el libre comercio directo de los
puertos peninsulares con los americanos y suprimieron definitivamente el monopolio del
puerto de Cádiz. Esto fue un gran estímulo, especialmente para Cataluña.
En conclusión, el comercio con América aumentó notablemente a lo largo del siglo, pero
América era un mercado excesivo para la escasa capacidad productiva de la industria peninsular.
En consecuencia, la mayoría de las manifacturas enviadas a América eran extranjeras, y en la
exportación propiamente española predominaban los productos agrícolas. Por otra parte, se calcula
que el volumen de contrabando o mercado negro era superior al del comercio legal.
La población española inicia en el siglo XVIII una fase de crecimiento que se advierte
principalmente en las regiones periféricas donde se produce un aumento superior al promedio
nacional (incluso superior al 100 %). Este crecimiento se convierte en parte en crecimiento de las
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ciudades costeras (principalmente Barcelona) que experimenta un importante aumento de la
población.
Por otro lado España presenta una estructura agraria que encaja dentro del modelo feudal
propio de la Europa Occidental. Sin embargo, el campesino catalán suele disfrutar de una situación
favorable debido a que:
Disponía de una extensión de tierra suficiente porque las tierras del patrimonio familiar
no se dividían entre los hijos sino que pasaban íntegras al hijo mayor.
Su derecho sobre la tierra era muy amplio: podía comprarla, venderla, heredarla,
cultivarla o dejar de hacerlo sin permiso del señor; éste, por otra parte, no puede
arrebatarla al campesino ni aun en el caso de que fuera arrendatario.
Una vez descontado de la cosecha lo que tenía que pagar al Estado, debía entregar al
señor una cantidad fija (como derecho señorial o como arrendamiento) que el señor no
podía ni modificar ni aumentar caprichosamente.
Asimismo, en el ámbito industrial junto a las “manufacturas reales”, se organizan las fábricas
de estampados de algodón (“indianas”) creadas a mediados del siglo XVIII en Cataluña.
Especialmente importante es su crecimiento en Barcelona.
En cuanto al comercio, sus progresos son muy sólidos en gran parte por la extinción de las
aduanas interiores y la abolición del monopolio de la Casa de Contratación en el comercio indiano.
Así, a lo largo del siglo XVIII se inicia un proceso de integración de las distintas tierras de España en
un único mercado. No obstante, esta integración es lenta e incompleta en el interior y más extensa
en zonas costeras. Así, en la segunda mitad del siglo XVIII Cataluña ha constituido un mercado
regional integrado y en comunicación marítima intensa con los mercados europeos y americanos.
El comerciante de Barcelona representa un nuevo tipo distinto al resto de la península. Por una
parte fueron los que estimularon el movimiento comercial en Cataluña ayudando a la integración
de su mercado regional, además practicaron el comercio de importación – exportación con Europa,
lentamente fueron penetrando en el americano e incluso lograron abrirse camino en el comercio
del interior de la Península, especialmente en la zona de Madrid.
Con la implantación del comercio libre de España con América, el tráfico experimentó un
auge muy fuerte. Se comienzan a aplicar las ideas de los economistas mercantilistas con la
organización de Compañías Privilegiadas a las que se cedía, a cambio de pagar una cantidad al
Estado, el monopolio sobre ciertas rutas o ciertos productos. Así, en 1755 se creó la Real Compañía
de Barcelona, para el comercio en las Antillas: Puerto Rico, Santo Domingo, Margarita.
De esta manera la apertura del mercado americano estimuló la industria en las regiones de
la periferia peninsular. La burguesía española se fortalecía así a la sombra de la Corona. Y la más
beneficiada fue Cataluña. Sus productores agrícolas y textiles conquistaron el amplio mercado
interior de Castilla y los puertos americanos, hasta los que navegaban barcos catalanes cargados de
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manufacturas o aguardiente. Fue así como la burguesía de la región consiguió acumular los
capitales necesarios para abordar con éxito la revolución industrial de la centuria siguiente.
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El despotismo ilustrado fue la teoría política dominante en Europa durante el siglo XVIII y se
basaba en dos principios fundamentales: el poder absoluto de la monarquía y el ideal del rey
filósofo, quien asistido por las minorías ilustradas, sabía lo que convenía a sus súbditos y estaba en
condiciones de impulsar la reforma necesaria para lograr la felicidad de su pueblo.
En España, junto a una minoría ilustrada aparece un nuevo monarca: Carlos III (1759-1788),
cuyo absolutismo había adoptado una nueva forma de expresión: el "Despotismo Ilustrado". Ahora
el Estado se va a concebir como el encauzador del progreso humano. La función del monarca, que
detenta todo el poder, es proporcionar la felicidad a los súbditos, aunque sin su participación
("Todo para el pueblo, pero sin el pueblo"). Carlos III se rodeó de ministros y consejeros reformistas
como el conde de Aranda, del conde de Floridablanca y sobre todo Campomanes
16. Representa una línea del tiempo desde 1700 hasta 1788,
situando en ella los principales acontecimientos históricos.
1700-46: reinado de Felipe V (dinastía Borbón).
1702-14: guerra de Sucesión española.
1707-16: centralización y reforma de la administración territorial española.
Creación de las secretarias de estado.
1714: fin de la guerra de Sucesión. España cede los Países Bajos y sus territorios en
Italia a Austria, Sicilia a Saboya, y Gibraltar y Menorca a Gran Bretaña.
1733-61: pactos de familia con Francia.
1733-38: guerra de Sucesión polaca. España recupera militarmente Nápoles y
Sicilia.
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1738-54: etapa de gobierno reformista de José del Campillo y del marqués de la
Ensenada.
1746-59: reinado de Fernando VI.
1749 y ss.: construcción de una red vial de carreteras y de canales navegables.
1756-63: guerra de los Siete Años. España obtiene Luisiana.
1759-88: reinado de Carlos III. Plena Ilustración española.
1765-86: creación de sociedades económicas de amigos del país.
1766: motín de Esquilache. Expulsión de los jesuitas.
1769-75: colonización de Sierra Morena.
1776-83: guerra de Independencia estadounidense. España recupera Menorca y
Florida.
1777-92: gobierno de Floridablanca.
1777-89: expediciones científicas a Chile, Perú, Nueva Granada y Nueva España.
1778: decreto de libre comercio para América.
1788-1808: reinado de Carlos IV; Godoy, jefe del gobierno, 1792-1808.
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