Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
Antes de revisar las implicaciones de estas reflexiones para la lectura bíblica, quisiera
profundizarlas con el aporte de dos filósofas feministas que introducen la perspectiva del
sujeto localizado como una posibilidad para entrar en diálogo con otras/os y llegar a un
conocimiento más objetivo de la realidad.
Desde las teorías feministas, ha surgido una serie de preguntas acerca del
conocimiento de y sobre las mujeres: ¿Las mujeres conocen de manera igual o diferente
a los hombres? Y, si es diferente, como afirma Carol Gilligan en su clásico estudio En una
voz diferente, ¿tiene el mismo valor? Las feministas han criticado la pretendida objetividad
de la ciencia androcéntrica, y preguntan: ¿existe un método distintivo de investigación
feminista?, y ¿cuáles serían las características de tal metodología específica? La filósofa
Sandra Harding, especializada en investigación de la metodología y filosofía de las
ciencias, señala:
Cabe señalar que, según las críticas feministas, la ciencia siempre ha tomado en
cuenta la experiencia y ha respondido a realidades y necesidades concretas, pero no las ha
explicitado. De esta manera, habría escondido, tras el velo de la objetividad y
universalidad, la perspectiva y experiencia de vida de hombres blancos, de determinado
origen social. Frente a esta limitación, es importante considerar la diversidad de
experiencias, marcadas no sólo por el género, sino también por una multiplicidad de
factores tales como la pertenencia a una determinada etnia, clase, edad, religión, etcétera.
Son entonces las experiencias de las mujeres (en plural), las que ofrecen los nuevos
recursos para la investigación; lo femenino y lo masculino deben reconocerse, siempre,
como una categoría de análisis dentro de las categorías de clase, etnia, raza, a la vez que
estas categorías deben entrar siempre como elementos de análisis en la perspectiva de
género.
Las comunidades de fe, desde sus inicios, han tenido la necesidad de comprender e
interpretar las palabras y los textos bíblicos. En su desarrollo, la hermenéutica bíblica ha
dialogado con las diferentes corrientes filosóficas y lingüísticas. La pregunta por la
hermenéutica está estrechamente vinculada a la epistemología, a nuestras formas de
conocer la realidad. La hermenéutica de la sospecha y el círculo hermenéutico han sido
herramientas para una gran diversidad de hermenéuticas bíblicas, respondiendo a
diferentes localizaciones y contextos: además de la hermenéutica feminista, están, por
ejemplo, las hermenéuticas indígena, negra, las interculturales, las ecológicas (ver De Wit,
2002).
El resultado de esta investigación arrojó que solamente un 10% de los textos tenían
alguna relación con las mujeres, siendo las referencias a éstas, en su mayoría, peyorativas.
La Biblia parecía ser, entonces, un libro por y para los varones, contradictorio, misógino,
y sin autoridad moral para aquellas mujeres que buscaban su libertad política y social. La
publicación de este trabajo se tradujo en un escándalo, y éste fue rechazado por enemigas
y amigos de las sufragistas. Sin embargo, Elizabeth Cady Stanton marcó un hito al
plantear, al menos, tres argumentos en favor de la necesidad política de una interpretación
feminista de la Biblia:
No sólo los hombres, sino especialmente las mujeres, quieren creer fielmente en la
Biblia como Palabra de Dios.
“Quiero sacar la piedra de la culpa que nos pesa a todas las mujeres por Eva que
comió la manzana”.
“Quiero sacar la piedra de que la mujer fue creada segunda y pecó primero”.
“Quiero sacar la piedra del sufrimiento de las mujeres, que estamos condenadas a
sufrir, que el sufrimiento es voluntad de Dios”.
“Quiero sacar la piedra de que la mujer se calle en las iglesias, y que por el hecho de
que Jesús nombró doce apóstoles hombres, la mujer no tenga plena participación en la
iglesia”.
“Quiero sacar la piedra del olvido: tantas mujeres que participaron en la historia de
Israel, en las primeras comunidades, y no se habla de ellas”.
Primero sacamos la piedra del olvido, y apareció el asombro de que ahí estaban
también las mujeres. Descubrimos a Sara y Agar, a Miriam y las parteras en los relatos del
Éxodo; a Débora y Yael; a Ana; Hulda y Rut; Ester, Judit y la madre (sin nombre) de los
Macabeos. Nos alegramos al encontrarnos con las mujeres que acompañaron a Jesús:
Marta, María, María Magdalena, amigas, testigos de la resurrección, discípulas y
misioneras. Visualizamos mujeres aisladas muchas veces, excepcionales, heroínas de una
u otra manera. Descubrimos a la mujer en la historia de la salvación, su presencia en “los
corazones”, en los “momentos clave” (ver Schwantes, 1990). La lectura propuesta por
este autor —bastante compartida durante los primeros años del movimiento popular de
la Biblia— ha iluminado el caminar de grupos de mujeres en las comunidades y en el
movimiento popular, que han ido tomando conciencia de su participación en los procesos
sociales, en la lucha por la sobrevivencia y los derechos humanos. Ya lo sabíamos: las
mujeres son fuertes, luchadoras por la vida; sin ellas, “no pasa nada”. La valorización que
se dio al descubrir a la mujer como sujeto histórico oprimido y el rescate de las mujeres
en la historia bíblica, marcó un hito importante: sirvió para reconocer que la historia
nunca había sido solamente una historia de “los grandes hombres”, sino que allí, en los
momentos clave de la historia del pueblo hebreo, de las primeras comunidades cristianas,
de la historia de Chile... siempre hubo mujeres.
Sin embargo, esta mirada es insuficiente. Porque, si bien saca a la luz rostros
desconocidos y hace escuchar voces silenciadas, tiende, al mismo tiempo, a reforzar la
imagen de la mujer doble y triplemente oprimida. No cuestiona esa carga, sino que hace
aparecer a las mujeres como víctimas y, no obstante, heroínas. Esta lectura no cuestiona
el sistema patriarcal que forma el contexto de los textos bíblicos y de nuestras lecturas.
Ivone Gebara señaló los límites de esta perspectiva:
“... en esta fase empezamos a poner en relieve las actitudes de muchas mujeres en
los relatos bíblicos. Rescatábamos a Judit que mata a Holofernes, pero no hacíamos un
análisis de lo que significa hoy, por ejemplo el comportamiento de la violencia, o lo que
significa la belleza. ¿Qué es ser bella hoy? Tomábamos a unas mujeres como ideales a ser
imitados, pero sin hacer una crítica de las imágenes de estas mujeres. Descubrimos […] a
Ruth que salva a su pueblo, a Miriam, la hermana de Moisés, que danza la liberación de
su pueblo, María, la madre de Jesús, nuestro salvador, y después a las mujeres que
anuncian la resurrección, y estábamos muy contentas diciendo que fue a nosotras a
quienes Jesús se ha revelado primero, a nosotras y no a ustedes, y ustedes no nos creían,
etc.
En esta fase no hemos hecho las preguntas críticas para saber a dónde conducen
estas lecturas, es decir, no hemos hecho una lectura crítica; por eso, la visión patriarcal de
la historia se mantiene. No tocamos la estructura patriarcal de la sociedad, no tocamos
las referencias teológicas, no tocamos la comprensión del ser humano, tampoco tocamos
el ejercicio del poder en nuestras iglesias que, claramente, excluye a las mujeres...
La pregunta clave es cómo leer la Biblia desde las experiencias de las mujeres y
transitar desde una interpretación androcéntrica hacia una interpretación que haga
aparecer toda la experiencia humana, proceso que pasa por detectar el patriarcado,
deconstruir sus múltiples expresiones, y buscar transformaciones en la iglesia y la
sociedad.
Dentro de este primer grupo, hay muchas variantes. La primera de ellas es el modelo
dogmático, donde se utilizan los textos bíblicos para justificar y apoyar las enseñanzas
religiosas; se insiste en el principio de la inspiración verbal. Este modelo se ha usado para
justificar posturas patriarcales, como el lugar secundario de la mujer en la iglesia y en la
sociedad por las epístolas de Pablo, quien ordenó la subordinación de la mujer. Hay,
también, mujeres que utilizan literalmente algunos textos bíblicos para apoyar sus
reivindicaciones de igualdad y justicia; afirman, por ejemplo, que, del mismo modo en
que Jesús valoró a las mujeres, nosotras debemos ser valoradas y valorarnos.
Otra variante corresponde al modelo de la historicidad, que parte de una visión más
crítica y científica, una que considera la Biblia como un conjunto de textos históricos,
cuya verdad depende de su factibilidad histórica. Dentro de este modelo, se “comprueba”,
por ejemplo, que el texto de la tumba vacía sería una leyenda de la primera comunidad
cristiana, así como, también, el testimonio de María Magdalena, como primera testigo de
la resurrección, dejaría de ser “verdadero”.
El lenguaje sexista lleva a la invisibilidad de las mujeres, y las separa a las mujeres de
los grupos a los cuales pertenecen. La hermenéutica de la sospecha busca las realidades
de vida y la presencia de las mujeres detrás de las palabras; hace afirmar que la Biblia,
cuando habla de “los hermanos”, se refiere también a “las hermanas”; cuando nombra a
“los discípulos”, incluye a “las discípulas”; cuando dice “el hombre”, habla también de la
mujer, a menos que se explicite otra cosa. Nuestra lectura debe nombrar y hacer visibles
a las mujeres.
Con estos pasos entramos a una danza en espiral de la interpretación bíblica, que
no termina: frente a la apropiación creativa del texto, volvemos a sospechar, a
preguntarnos si esta interpretación es Evangelio, buena nueva para las mujeres, para los
marginados, si ayuda en la recuperación de nuestra memoria.
En el trabajo bíblico con grupos de mujeres y varones, hemos realizado esta danza
de diferentes maneras: exploramos los movimientos, descubriendo nuevas perspectivas,
resistencias y encuentros. Hablar, por ejemplo, del discipulado de iguales, ha sido una
herramienta poderosa para la re-lectura bíblica, que ha permitido vitalizar el quehacer
teológico de las mujeres y alegar equidad en las relaciones entre hombres y mujeres en las
iglesias. Ayudó a visibilizarnos como mujeres, para agudizar nuestra mirada tanto en la
lectura de los textos bíblicos como en las prácticas cotidianas de las iglesias, comunidades
y hogares. Al mismo tiempo, quedan preguntas: ¿Cómo estamos respondiendo a la
necesidad de seguir moviéndonos en esta danza, encontrando y abriéndonos a otras
experiencias, por ejemplo, desde la diversidad cultural y sexual, que invitan a dar otros
pasos y descubrir nuevas lecturas?
¿Hasta qué punto las mujeres y hombres que se apropian de esta herramienta de
lectura hemos sido capaces de cuestionamientos y transformaciones más profundas en el
ámbito religioso, cultural y social?
Bibliografía citada
RICOEUR, Paul (2000), Del texto a la acción. Ensayos de hermenéutica II, Fondo de
Cultura Económica, Buenos Aires/México.
[2] “La interpretación bíblica como lugar de lucha por la liberación” Chile, 1996;
este modelo ahora está incorporado en su libro: Los caminos de la sabiduría (Schüssler
Fiorenza, 2004: 255). Espacios abiertos: Caminos de la teología feminista, 64..
Ute SEIBERT
Santiago de Chile