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DAVID LLISTAR BOSCH

ANTICOOPERACIÓN
INTERFERENCIAS GLOBALES
NORTE-SUR
LOS PROBLEMAS DEL SUR NO SE RESUELVEN
CON MÁS AYUDA INTERNACIONAL

Icaria Antrazyt
RELACIONES NORTE-SUR

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A Gemma y al petit Biel, con quienes hago camino al andar.

A Mónica, a Gemma de nuevo y a todo el equipo del ODG a quienes debo


la inspiración, la crítica y las ideas que aparecen en este libro. Si se dice que
toda obra es colectiva, éste es un ejemplo de libro.

A Haydée, Carlos y sus 7 hijos en el barrio de los Escombros en Managua,


junto a quienes jugué, reí y lloré. A Raquel, que murió temprano a los 23
por nacer en mal lugar, trabajó en la calle de prostituta y luego en el basurero
donde reciclaba los restos hediondos de la clase consumidora de su ciudad.
A pesar de ello nos ofrecía cada mañana una hermosa sonrisa.

A mis padres, a mis suegros, a la iaia Paqui y a mis amigos y hermanos.

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ÍNDICE

Introducción 11
I. Actualizando las relaciones internacionales: ¿relaciones o
interferencias? 15
II. Cooperación y anticooperación 35
III. Geopolítica Norte-Sur 59
IV. Mecanismos de anticooperación 81
V. Anticooperación tecno-productiva 85
VI. Anticooperación financiera 103
VII. Anticooperación comercial 121
VIII. Anticooperación ambiental y deuda ecológica 153
IX. Anticooperación diplomática 177
X. Anticooperación militar 189
XI. Anticooperación simbólica 209
XII. Anticooperación migratoria 233
XIII. Anticooperación «solidaria» 247

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XIV. Discusión 269
XV. Conclusiones 283
Cambiar de paradigma 285

XVI. Recomendaciones estratégicas 291


Bibliografía 299
Lista de abreviaturas 311

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Agradecimientos
Agradezco de corazón la acurada revisión que sobre el conjunto del texto han
realizado Mónica Vargas y Gemma Tarafa así como la santa paciencia que
han demostrado durante estos tres años de trabajo. Agradezco asimismo los
sabios consejos que sobre partes específicas del texto he recibido de mis amigos
Tom Kucharz, Toni Verger, Alejandro Pozo, Iolanda Fresnillo, Dani Gómez,
Andri Stahel, Miquel Ortega, Jesús Carrión y Ferran Garcia. Los gráficos de
elaboración propia han sido obra de la buena mano de Alfons Pérez. También
el apoyo puntual o las conversas de Pau Miró, Jaume Cendra, Pep Lobera,
Alejandro Jurado, Marta Torres, Salvador Martí, Efraín León, Octavio Rosas
Landa, Jordi Rubio, Ramón Fernández Durán, Brid Brennan, Cecilia Oli-
vet, Diego Iceta, Ivan Murray, Luís González, Álex Guillamon, Angel Calle,
Lluís Basteiro, Eli Realp, Jordi Pons, Toni Royo, Jeff Juris, Pedro Ramiro,
Joan Llistar, Pere Ariza, Andrea Schimpf, Jordi Oriola, Óscar Vázquez, Rosa
Binimelis, Álex Ribas, Eloi Badia, Andres Barreda, Dolores Jarquín, Claudia
Torrelli, Alfonso Moro, Xavi Álvarez, Juan Martínez, Joan Martínez Alier,
Xavier Montafont, Ferran García, Gustavo Duch, Arcadi Oliveres y Eli Periz.
Agradezco también a las compañeras de la Editorial Icaria, en especial a Anna
Monjo, por editar este texto y muchos otros mejores.
Finalmente, sin las gestiones hechas por mis compañeros y compañeras
del ODG en la Cátedra UNESCO de Sostenibilitat de la Universitat Politécnica
de Catalunya y la confianza de las instituciones que financian el proyecto, la
redacción de este libro hubiera finalizado quién sabe cuándo.

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INTRODUCCIÓN

Con unos años de globalización ya sobre nuestras espaldas, salta a la vista que
nuestras capacidades para comprenderla van por lo general con cierto retraso.
El proceso es tan acelerado, tan cambiante, que se adelanta a su comprensión.
Nuestros abuelos pueden certificarlo. Ese retraso puede ser letal.
¿Letal para quién? Por lo menos para gran parte de las personas que
habitamos este planeta, en especial los habitantes del llamado Sur Global,
y por supuesto, para las otras especies vivas, los demás tripulantes de una
nave azul y con forma de naranja llamada Tierra. Entretanto, mientras no
entendamos exactamente por qué suceden tantas miserias y efectos «colate-
rales» en la globalización, podemos estar seguros que no seremos capaces de
solucionarlos.
A lo largo de los últimos 60 años, teóricos del desarrollo y de la globaliza-
ción han señalado que las causas de la pobreza, la guerra o la mala gestión de
los recursos naturales del Tercer Mundo están en el propio Sur, siendo pues
de su responsabilidad. Otros afirman que, por el contrario, estas causas son
exógenas y tienen un origen histórico en la colonización y en las condiciones
impuestas actualmente por el sistema internacional y, en particular, por el
Norte. Unos terceros afirman que tienen raíces transnacionales que implican
tanto a las élites del Sur como al conjunto del Norte.
La meta de este libro es lograr visualizar cuánto del empobrecimiento
de las sociedades periféricas deriva de la actuación y voluntad de grupos
de interés específicos del Norte Global; incluso de actitudes presentes en
nuestras «sociedades de consumo». Cuánta de la degradación ambiental,
o cuántos de los conflictos bélicos violentos en tantos lugares remotos del
mundo, se hallan vinculados con nuestra forma de vivir en el Norte por
efecto de la propia globalización. En definitiva, cuánto y cómo interferimos
desde el Norte en lo que debería ser el ejercicio de autodeterminación de los
pueblos del Sur, y cuánto hay de destructivo y puede atribuirse a «nuestra»

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responsabilidad. Revisaremos a modo de análisis sistémico qué mecanismos
de interacción o dominación Norte-Sur existen y, entre ellos, cuáles son los
más significativos, qué grupos los impulsan y bajo qué intereses. ¿Existe
una geopolítica Norte-Sur? ¿En qué se basa? ¿Lo han asumido quienes se
dedican a la erradicación de la pobreza, al desarrollo o a la solidaridad
internacional desde ONG, agencias de desarrollo, centros de investigación,
movimientos sociales, etc.?
Por todo ello en el primer capítulo revisamos y actualizamos el viejo
sistema de relaciones internacionales, en el que algunas de las cosas han
cambiado profundamente y van a seguir cambiando, en especial las rela-
ciones de poder y su alcance geográfico. Algo que resitúa el origen de los
problemas de los pobres y los convierte en vulnerables a nuevos factores
globales (como a los precios de los alimentos y la energía, los ataques espe-
culativos, las dinámicas electorales de alejados países...) que en la práctica
a penas llegan a comprenderse.
Introducimos un primer concepto nuevo, con el objetivo de hacer más
fácil el entendimiento del problema y el planteamiento de tácticas y re-direc-
cionamientos políticos para solventarlo. Se trata de la noción de «interferencia
transnacional». Alude a la relación invisible (pero innegable y muchas veces
inmediata) entre pueblos separados por miles de kilómetros. Una sociedad
interfiere en otra alterando proyectos. A veces dicha interferencia tiene aso-
ciadas capacidades de dominación y de destrucción aún cuando se genere
de forma inconsciente. Estudiaremos las características de las interferencias
transnacionales Norte-Sur.
Sin pretender más que esquematizar el stato dell’arte de las principales
corrientes de las relaciones internacionales, lo justo para poder presentar
algunas de las principales teorías del desarrollo, podremos entonces abordar
muy brevemente dos aspectos: dónde sitúan algunas de las corrientes de
pensamiento dominantes las causas del «subdesarrollo», y a qué se refie-
ren cuando hablan de «desarrollo» y de «cooperación». Ello nos permitirá
discernir qué interferencias son consideradas positivas o negativas según
cada punto de vista. De paso, podremos discutir algunos tópicos sobre el
Sur tan extendidos como: ¿son gandules, sus dirigentes son tan corruptos,
hace un calor imposible en el trópico, han sido desestructurados por largos
años de colonización, tienen mentalidad tercermundista, son creciente-
mente explotados por las empresas transnacionales del Norte, necesitan
todavía más inversión extranjera, hace falta más cooperación, son víctimas
del imperialismo euro-norteamericano, necesitan nuestro conocimiento y
tecnología, o nuestra solidaridad?
Después de 60 años de cooperación internacional al desarrollo, el mun-
do de los empobrecidos, en su conjunto, no está mejor. Ante ello hay que
tener una explicación satisfactoria. En el segundo capítulo introducimos,

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el concepto de «anticooperación», lo contrario a la cooperación al desa-
rrollo.1 Este se refiere justamente al conjunto de interferencias negativas,
desestructurantes, activadas desde el Norte hacia el Sur. El balance de lo que
aportamos desde el Norte al Sur no tiene por qué tener efectos de ayuda a
ningún «desarrollo» posible como establece la ideología dominante. Es más,
aunque la cooperación al desarrollo fuera de calidad o eficaz, resultaría ser una
miseria en comparación con los mecanismos de la anticooperación mucho
más potentes en términos económicos, políticos, culturales y ambientales
como la deuda externa, el comercio internacional, la difusión de tecnología,
el cambio climático o la guerra, por citar algunos ejemplos. La teoría de la
anticooperación que proponemos afirma que en el balance Norte-Sur, la
anticooperación ha sido muy superior a la cooperación. También constata
que existe una contradicción entre el despliegue de las políticas de ayuda de
desarrollo para resolver la pobreza, las consecuencias de la guerra o la des-
trucción del medio ambiente, por un lado, y por el otro, la puesta en práctica
de mecanismos que incrementan todos esos problemas, bajo una lógica que
conviene denominar «anticooperación». Existe contradicción porque ambas
actuaciones son realizadas por los mismos actores.
Asimismo, la teoría de la anticooperación partirá de una idea de lo que
sí sería conveniente, inspirada en la noción del buen vivir andino, una vi-
sión tan potente como todavía desconocida, que casa perfectamente con los
postulados de la economía ecológica y con la crisis de la visión occidental
del desarrollo.
En el tercer capítulo, se analiza por qué se produce la anticooperación.
Para ello es necesario preguntarnos qué es lo que el Norte necesita del Sur:
introducirnos en sus características metabólicas. En particular ¿qué actua-
ciones geopolíticas se aplican, dentro del marco de dominio Norte-Sur, para
asegurarse el acceso creciente a los recursos o capacidades? En otras palabras,
trataremos de ver el papel del territorio y sus recursos dentro del sistema
mundial actual o mejor dicho, en la constitución de lo que Andrés Barreda
(2007) define como «autómata global» o «autómata planetario». Abordaremos
someramente la creación de una trama de instituciones, normas y acuerdos
políticos para implementar dicha superestructura internacional que permite
a los centros capitalistas captar los beneficios de la periferia y externalizar los
costes derivados.
En el cuarto capítulo se hace referencia a las esferas de interferencia,
incluidas las formas de dominación dura y suave, entre el Norte y el Sur. En
lo productivo, lo financiero, lo comercial, lo militar, lo tecno-científico, lo

1. Cooperar: Obrar conjuntamente con otro y otros para un mismo fin. Anticooperar:
Obrar para un fin propio con afectación a un tercero.

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relativo al movimiento de personas, lo diplomático, lo cultural-mediático,
incluso lo «solidario», destacaremos los mecanismos y formas más potentes
de la anticooperación, tales como el endeudamiento exterior e interior, la
guerra y la disuasión, el control del comercio internacional, la inversión
transnacional, la migración, la tecnología y la propiedad intelectual, la fuga
de cerebros, la diplomacia, los organismos internacionales, la generación y
control de la cultura y de la ciencia, el turismo o la cooperación al desarrollo
condicionada.
Finalmente y como aportación preceptiva a cómo debería solucionarse
el problema de estos insoportables desequilibrios, el libro concluye con un
capítulo sobre estrategias y la necesidad de cambiar de paradigma. Postula
que la estrategia actual del mundo de la cooperación al desarrollo del Norte
así como los movimientos sociales por la justicia global, ambientalistas o
contra la guerra y el imperialismo capitalista deberían centrar su actuación
principalmente en el Norte. En especial, en sus centros de poder y en la crea-
ción de redes de presión política que los desmantelen. Y las estrategias de los
movimientos del Sur deberían priorizar el Sur, dedicando especial atención
a hacer una fuerte presión democratizadora sobre sus élites, a través de la
generación de redes de acción Sur-Sur. Ambas en coordinación y formando
redes transnacionales que retroalimenten y refuercen el trabajo local.
Este libro es una aportación más, que se nutre a la vez que pretende apoyar
a un amplio espectro de actores que vienen trabajando por el buen vivir de
todos y todas: los de este mundo y los que están por venir.
¡Ah! Y, a propósito. El texto ha sido escrito para bien y para mal por al-
guien con formación de físico, que hace ya unos cuantos años, desde el sector
del desarrollo, desde los movimientos sociales y desde la universidad, trata de
comprender un sistema complejo —la globalización capitalista— desde una
opción política por los pobres, o mejor dicho, por los empobrecidos. Y lo
hace desde una mezcla peligrosa: la de la observación directa sobre el terreno
y con la gente, sin más intermediarios que la percepción de uno mismo, y la
del estudio colectivo multidisciplinar que se ha dado lugar durante diez años
en el Observatorio de la Deuda en la Globalización. Y ¡carajo! Porque perte-
neciendo al lado de los ricos, allá en el mero Centro, tiene muchos hermanos
y hermanas, allá afuera. Hermanas y hermanos que se merecen lo mejor.

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I. ACTUALIZANDO LAS RELACIONES
INTERNACIONALES: ¿RELACIONES O
INTERFERENCIAS?

Para comprender las desigualdades globales debemos sumergirnos antes en el


estudio de las relaciones internacionales (en particular en lo que refiere al Sur),
y actualizarlas si cabe. A lo largo de este libro tomaremos de forma figurada
una lupa y con ella enfocaremos todo aquello que consideremos un contacto
Norte-Sur. La idea consiste en ubicar la esencia de los desequilibrios de poder
entre ambos mundos. Para conseguirlo, no obstante, nos veremos obligados
a introducir muy brevemente algunas de las corrientes más influyentes en el
campo de las relaciones internacionales.

Las viejas relaciones internacionales


El estudio de las relaciones internacionales se convirtió en una disciplina
aparte (distinta de la historia, la economía o las ciencias políticas) después
de la Primera Guerra Mundial. Desde entonces, diversas corrientes de pen-
samiento han tratado de describir e interpretar la naturaleza de las relaciones
transfronterizas, incluidas la guerra y la paz. También han intentado prescribir
soluciones y consejos a gobernantes, militares e incluso en nuestros días, a
estrategas empresariales o técnicos de desarrollo. Introducimos aquí algunas
de las corrientes más importantes.
Después del desastre de la Primera Guerra Mundial se atribuyó sólo a
los regímenes no elegidos democráticamente la tendencia a la generación
de conflictos bélicos. Se creyó desde el «internacionalismo liberal» que el
pueblo jamás solía optar por la guerra puesto que la temía, y que por ello,
cualquier régimen verdaderamente democrático jamás tomaría la decisión de
ir a la guerra más que en defensa propia. Por lo tanto, una de las soluciones
consistió en diseminar por el mundo las democracias de corte liberal para
borrar la posibilidad de una nueva masacre como la vivida entre los años
1914-19. Para crear un espacio adecuado donde desplegar la diplomacia

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en caso de conflicto inminente y llegar a acuerdos multilaterales se fundó
la Liga de las Naciones, que más tarde se convertiría en la Organización de
las Naciones Unidas (ONU). Además, ante el caos reinante, se establecieron
reglas internacionales destinadas a resolver los conflictos y evitar la guerra.
La Ley debía reemplazar a la guerra como principio básico del sistema. La
consigna sería «law not war» («ley en lugar de guerra»).
En definitiva, un antídoto contra la guerra elaborado con tres medidas:
un espacio internacional donde resolver diplomáticamente las disputas, la
proliferación de las democracias liberales y una nueva normatividad inter-
nacional. En principio parecían medidas suficientes como para evitar que se
repitiera el penoso escenario de la Primera Guerra Mundial.
No obstante, y a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, las tesis
liberales se desmoronaron: la Alemania nazi y la Italia fascista habían nacido
de liderazgos electos popularmente. Luego no podía afirmarse que la solu-
ción a las guerras fuera la diseminación de la democracia ni de los ideales
liberales. Se debía tomar una derivada que tuviera en cuenta la naturaleza
agresiva y egoísta del hombre y de su proyección en el Estado. Y tomó la
forma del realismo.
El «law not war» liberal fue substituido por la idea de que el único modo
por el cual se podía garantizar el respeto de la ley era mediante la guerra. En
síntesis, guerra para evitar la guerra. Se argumentaba que había errores en
la visión liberal ligados a la realidad del funcionamiento de las sociedades y
en particular a la naturaleza humana. El internacionalismo liberal pasó a ser
considerado como «utopismo».
El realismo sostuvo que los liberales exageraron salvajemente la capacidad
de los colectivos humanos de comportarse éticamente. La guerra fue conside-
rada de esa manera como una proyección en lo colectivo de la violencia y la
avaricia humana.1 Se señaló asimismo que la guerra podía entenderse como
un conflicto por los recursos escasos entre los que tienen y los que no tienen.
Los que tienen recursos quieren conservarlos y, para ello, promueven la ley
y el orden. Los que carecen de éstos tampoco tienen tal respeto por la ley ni
el orden, puesto que es precisamente una ley y un orden que les dejan «sin»
recursos. Entonces, si la ley y la moralidad sirven los intereses de los grupos
dominantes, resulta utópico creer que los que no tienen las respetarán.2 Ello
explicaría no sólo a Hitler o a Mussolini, sino también cómo Francia y el
Reino Unido adquirieron fuera de la ley una posición dominante.
Desde 1945 hasta la actualidad el realismo se convirtió en una teoría
básica dentro de las relaciones internacionales. Las nuevas teorías que fue-

1. Véase la obra de R. Niebuhr.


2. Véase la obra de E.H. Carr.

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ron apareciendo a partir de ahí consistieron en críticas o matizaciones del
realismo. Por su parte, las tesis liberal-internacionalistas sobrevivieron y se
refinaron, gracias sobre todo a que la retórica política las recupera a menudo,
en parte porque integran los valores morales que la mayoría social mundial
comparte.
Así pues, el realismo siguió desarrollándose y aplicándose durante el pe-
ríodo de Guerra Fría. Sus pensadores afirmaron entonces que las relaciones
internacionales se resumían como las relaciones entre estados persiguiendo
intereses en términos de poder. Afirmaron que los estados tenían intereses
particulares, los llamados «intereses nacionales» y que éstos determinaban
su comportamiento.3 De acuerdo con esta teoría, los estados no persiguen
principios abstractos como el bien colectivo, y son intrínsecamente egoístas.
En cualquier oportunidad, en cualquier decisión, buscan mayor poder.
A partir de la década de los sesenta, en especial después de la Crisis de
los Misiles de Cuba en 1962, la Guerra Fría entra en una fase de distensión.
Las consecuencias de una posible guerra nuclear y, algo más tarde, el fracaso
militar estadounidense en Vietnam, servirán para dejar en evidencia la vi-
gencia de las tesis realistas. La importancia de lo militar y de lo diplomático
se relativizará en detrimento de la emergencia de otros actores como las
poderosas empresas multinacionales y organismos internacionales como
las Naciones Unidas o la incipiente Comunidad Europea.
Es entonces cuando se plantea que existen otros actores clave en las re-
laciones internacionales, a parte de los estados. El pluralismo camina junto
a las tesis realistas pero plantea una actualización de la teoría a partir de un
nuevo concepto: la interdependencia compleja (Keohane y Nye, 1977). Se
postula que hay una infinitud de vías a través de las cuales la gente de un país
puede relacionarse con la de otro. Operaciones transfronterizas asociadas a
información, a transporte de mercancías, a movimientos de población (sea
por migración, sea por turismo) no quedan siempre reguladas por los estados.
De hecho, éstos no pueden controlar tales flujos, bien por incapacidad (países
débiles o flujos difíciles de controlar) o bien debido a que resulta demasia-
do costoso, económica, política o socialmente. En ese sentido, los actores
estatales empiezan a verse obligados a negociar con actores no estatales. Los
pluralistas afirmarían también que bajo aquella interdependencia compleja,
no existía jerarquía entre ámbitos. Diferentes ámbitos como la seguridad, el
comercio o las finanzas despliegan distintos modos de mutua dependencia.
Cada ámbito está determinado o subsumido a la agenda política en función
de la coyuntura. Además, el uso de la fuerza será de bajo protagonismo.

3. Véase la obra de H.J. Morguenthau.

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Observan el sistema internacional como una superposición de tableros de
ajedrez, en partidas simultáneas e interconectadas.
A mediados de los setenta el pluralismo aparecía como la teoría domi-
nante en las relaciones internacionales. El realismo estaba pasado de moda, a
pesar de que el propio pluralismo recogiera aún muchos de sus fundamentos.
Como crítica al pluralismo emergió el estructuralismo, una de las corrientes
que más se ha interesado por la situación de los empobrecidos.
Los estructuralistas observaban un sistema con múltiples actores, pero
señalaban que este sistema poseía una estructura de relaciones de dominación
y explotación. También apuntaban que los pluralistas estaban modelando el
«mundo del hombre rico». Subrayaban la dependencia de un grupo de países
respecto a otros, en lugar de referirse a interdependencia. Argumentaban que
la pobreza es causada por la riqueza. La respuesta desde el pluralismo refería
que efectivamente la interdependencia no se producía simétricamente, y que
el caso que los estructuralistas estaban haciendo aflorar no era más que un
caso particular de la interdependencia compleja.
A partir de los ochenta, el realismo toma la forma de una nueva corriente:
el neorrealismo. Lo hace de la mano de la teoría de la elección racional (ra-
tional choice). Inspirados en los politólogos estadounidenses, los neorrealistas
aseguran que el sistema internacional puede entenderse como el comporta-
miento orientado por cálculos de individuos que actúan racionalmente según
la opción por la que esperan maximizar sus beneficios personales.4 Se trata de
una conceptualización calcada de la economía de mercado; en particular, en
cómo se orientan el productor o el consumidor en el mercado. Los neorrea-
listas, en consecuencia, utilizan la estadística y otras técnicas parecidas tal y
como las utilizan los econometristas.
Sostienen que el sistema político internacional no puede ser explicado
sólo a partir de la suma de sus actores o subsistemas (por ejemplo, a partir
de una supuesta naturaleza violenta de los estados o de los seres humanos
que lo componen, como afirmaba el realismo clásico), sino que presenta
pautas regulares que van más allá de la transformación de sus componentes
y, por tanto, debe ser considerado a través de un análisis de tipo sistémico.
Continúan afirmando que se trata de un sistema anárquico desde tiempos
medievales, más que jerárquico. Los estados se ven obligados a protegerse
porque nadie más los va a proteger. Ello les obliga a ocuparse egoístamente
de su seguridad y bienestar, y a vigilar a los demás estados. En función de su
percepción del resto, como en la teoría de juegos, se resituan estratégicamente.
De modo que, como resultado de los movimientos racionales de todos los
estados egoístas en ese campo de juego anárquico, se observa un equilibrio

4. Véase la obra de K. Waltz.

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de poder. Un balance de poder que se caracteriza por el número de polos en
competencia, y el número de polos se define por la cantidad de estados que
podrían constituir una amenaza seria para los demás.
Los pluralistas de los setenta se convertirían en los institucionalistas neo-
liberales de los ochenta y noventa, y convergerían con las tesis neorrealistas.
Asumirían tanto la hipótesis de que el sistema internacional es un campo
donde reina la anarquía, como la lógica egoísta y racional de los estados. Sin
embargo, añadirían una nueva hipótesis: aún así, los estados pueden coope-
rar entre sí; aunque de forma inestable a causa de los llamados «free-riders»
(los que se aprovechan del sistema cooperativo pero no aportan nada sino
todo lo contrario). Determinados regímenes internacionales cooperativos
podrían establecerse mediante un adecuado intercambio de información
entre estados (por ejemplo, a través de la OCDE o el Banco Mundial); una
serie de compromisos internacionales formales y un sistema de sanciones
multilaterales para los «free riders». Regímenes difíciles de establecer si no es
a través de polos hegemónicos como Estados Unidos (tras la caída del Muro
de Berlín). Un hegemon capaz de implantar, a la fuerza si fuera necesario, las
reglas de juego.
Los neoliberales señalan que una vez los estados se dan cuenta del benefi-
cio propio que supone introducirse en un régimen cooperativo internacional
de este tipo, dejan de estar tan preocupados por el avance de los demás. Algo
claramente inspirado por la teoría del libre comercio, por la que es preferible
un sistema donde todos ganen aunque sea de forma desigual. Lo cual diverge
de las tesis neorrealistas, según las cuales los jugadores internacionales tratan
de mejorar la distancia relativa que les separa de sus contrincantes.
Hoy día, la visión dominante de las relaciones internacionales se com-
pone de una amalgama dialéctica que bascula desde las doctrinas neolibe-
rales (centradas en los parabienes del libre mercado globalizado) hasta las
doctrinas neorrealistas (muy influidas por las tesis de seguridad nacional y
la «guerra contra el terrorismo»). En la retórica, en cambio, sobre todo ante
el fracaso del unilateralismo impulsado desde la era Bush hijo, se siguen
utilizando elementos del internacionalismo liberal que rechazan de plano
los valores presentados por tesis como la del «choque de civilizaciones»
y que, a menudo, adornan algunos preámbulos y discursos sin llegar a
trascender en políticas concretas. También es de destacar la emergencia en
América Latina de un grupo de países disidentes de las tesis neoliberales,
que toman el discurso y algunas de las alternativas políticas planteadas desde
el estructuralismo. Es el caso de los países que forman el ALBA (Venezuela,
Cuba, Bolivia, Ecuador, Paraguay). No obstante, cuando hablemos de la
visión dominante en política internacional, nos referiremos a dicha amal-
gama entre neoliberalismo y neorrealismo, que muestra una cara u otra en
función del momento.

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Las nuevas relaciones internacionales
¿Tienen acaso las profundas desigualdades socioeconómicas a nivel global
su explicación en alguna tácita ley natural? ¿Debemos hablar de «pobreza» o
más bien de procesos de «empobrecimiento» atribuibles, en parte, a causas
externas? En este apartado consideraremos el papel que juegan las relaciones
internacionales en el empeoramiento de las condiciones de vida de las pobla-
ciones del Sur. Para construir una teoría satisfactoria desde un punto de vista
de los pobres en la globalización seleccionaremos, como puntos de apoyo a los
que sujetarnos, algunos fenómenos que consideramos fundamentales. Algunos
de ellos han sido ya muy señalados por teorías que no son del todo nuevas,
y otros, están siendo presentados en la actualidad, aunque de forma todavía
algo inconexa. Empezaremos por recoger algunas de las críticas más certeras
a las «viejas» relaciones internacionales, en particular a las tesis neoliberales,
las que dominan hoy día.

Sistemas semipermeables
En primer lugar, es cierto que la vida y el día a día de una comunidad de perso-
nas, sea cual fuere su naturaleza, dependen de cuestiones propias como son su
capacidad organizativa, sus recursos disponibles, su tamaño, su creatividad. Sin
embargo, y de modo creciente, el destino de una comunidad depende además
del exterior. Efectivamente, se encuentre donde se encuentre, lo quiera o no lo
quiera, estará sometida a las decisiones y circunstancias de actores externos. Tan-
to más cuanto más avanzado se encuentre el proceso de globalización. Vivimos
en sistemas semipermeables,5 y no en alejadas islas como pudo suceder en otros
tiempos. Permeables a un gran número de fenómenos vectoriales, especialmente
aquellos caracterizados por ser intensivos en capital (como las transacciones
financieras o de mercancías); a las ofensivas militares, o los fenómenos difícil-
mente controlables (como las emisiones de CO2). En cambio, impermeables a
otros, en especial a la circulación de personas de países pobres sin recursos. Los
poros selectivos de las fronteras de los estados hacen que seamos más interde-
pendientes. Aunque interdependencia para nada signifique simetría.
Esta evidencia nos permite poner en tela de juicio las interpretaciones
que atribuyen el «subdesarrollo» exclusivamente y a toda hora a factores
internos, en alusión a que los países del Sur adolecen de una pésima gestión
local de los recursos, de un nivel bajo de creatividad, de un nulo emprendi-
miento, o incluso, de una escasa cultura de trabajo, de unas altas temperaturas

5. Por ejemplo, en la economía española el grado de apertura, medido como la suma


de las exportaciones y las importaciones reales sobre el PIB, ha pasado de 33,0% en 1990 a
63,5% en 2002.

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tropicales, de catástrofes naturales, de cierta propensión a la corrupción o
a la conflictividad.6 Estas pre-interpretaciones, erróneas a nuestro parecer,
responsabilizan a las víctimas de ser su propio verdugo; acostumbran a ver a
un país como un todo homogéneo sin distinguir internamente los distintos
grupos de interés y evitan poner de relieve cualquier tipo de responsabilidad
extraterritorial. ¿A caso todo aquello que logra traspasar las fronteras de los
países empobrecidos resulta siempre positivo para sus poblaciones?

El Iraq interferido

La historia de Iraq y la vida de los iraquíes, no pueden explicarse en términos


de soberanía y libre albedrío. Desde que las prósperas y avanzadas civiliza-
ciones babilónicas poblaran los territorios entre el Tigris y el Éufrates hace
5.000-6.000 años a.C. —mucho antes del descubrimiento de los yacimientos
petrolíferos—, hasta la nefasta situación de ocupación anglo-estadounidense
y guerra civil disimulada sufridas en la actualidad por la población iraquí, ha
habido muchas interferencias exteriores. La vida actual de los iraquíes no
puede ser explicada sin referirse a políticas de países geográficamente muy
alejados, como Gran Bretaña o Estados Unidos.

La deuda histórica
Aunque en distintos momentos de la historia, la permeabilidad de las fron-
teras a la que nos referimos y la naturaleza de los fenómenos internacionales
han variado ostensiblemente, el factor histórico es crucial para comprender
las desigualdades entre sociedades. En realidad, ninguna ex colonia africa-
na, asiática o latinoamericana puede explicar su presente sin reiterar que
su historia ha estado torpedeada por largos años de invasiones, exterminio,
expolio, trata de esclavos, racismo... fueran españolas, francesas, británicas,
holandesas, etc. Se ha venido generando una deuda histórica que el orden
internacional actual no reconoce.7
Visto desde la otra cara de la moneda, la industrialización y prosperidad
económicas en las sociedades centrales, se deben no sólo a sus propias habi-
lidades y circunstancias, sino a la sobreexplotación humana y física de África,
Asia y Latinoamérica o de las clases obreras locales. Será entonces necesario
repensar el desarrollo del Centro también en base a la explotación histórica
de la Periferia, tal y como proponen los estructuralistas.

6. Proponemos al lector y lectora que haga su propia encuesta en una muestra cercana
de población.
7. Para visibilizarlo, algunos movimientos africanos han propuesto el concepto de «Deu-
da Histórica». Véase African Reparations Movement [http://the.arc.co.uk/arm/] o Llistar
(2001).

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La escala adecuada de análisis
Se repite a menudo un mismo error. Para explicar correctamente innumerables
problemáticas asociadas con la degradación ambiental, la desigualdad de opor-
tunidades, la falta de paz, la erosión cultural, la violación de algunos derechos
humanos y otras, se requiere elegir adecuadamente un aspecto fundamental: la
escala. Si no utilizamos la escala adecuada al analizar cualquier problemática,
perdemos de vista relaciones de causa/efecto que son fundamentales. En nues-
tro caso, insistiremos sobre todo en la necesaria consideración de relaciones
de larga distancia, las que metafóricamente y muy a menudo sólo se observan
a vuelo de satélite; relaciones que son internacionales —o mejor, transfronte-
rizas y globales— y que hace 100 años apenas existían. Relaciones como las
que se producen por la creación de mercados mundiales de productos, que
se incrustan en las realidades locales y, en ocasiones, las hacen insoportables.
Relaciones que se desconocen —tal vez porque son complejas, sutiles y muy
nuevas, como las que vinculan ciertos fondos financieros transnacionales
con las nuevas condiciones de gobernanza de la deuda a nivel municipal
por ejemplo—, o que se silencian interesadamente al esconder grandes pri-
vilegios, como en el comercio de armas. Relaciones que hacen poderosos a
los propietarios de las compañías transnacionales que las han metabolizado
y reproducido a su conveniencia. Exactamente las mismas que provocan la
agonía de los campesinos en la India, en México o en Malaui. O que hacen
subir de un día para otro el precio de los cereales y la leche.
En síntesis, con frecuencia se afrontan problemas locales sin tomar en
cuenta que derivan de causas globales, y sin determinar a los responsables ni
a los mecanismos de los cuales son consecuencia. A parte, no suelen hacerse
análisis sistémicos sino fragmentados de la realidad. Las agencias de desa-
rrollo, por ejemplo, pueden pretender enfrentar el problema de la pobreza,
sin ocuparse de lo que posiblemente la ha causado (Broad, 2006). Los indi-
cadores utilizados se basan en la simplificación y no en la multiplicidad de
criterios. Las estrategias que surgen de ellos no pueden ser sino incompletas,
ineficaces y a menudo contradictorias. Ocurre algo similar con otros actores
de la cooperación al desarrollo.
Lo exterior y lo interior se funden
Como consecuencia de esa semipermeabilidad de las fronteras y de la mun-
dialización de los procesos, cada vez hay menor diferencia entre lo exterior
y lo interior. Las fronteras se van diluyendo, o son menos capaces de im-
permeabilizar gran parte de las interferencias porque éstas se intensifican y
diversifican exponencialmente. La política interior y la exterior se solapan,
se entremezclan, cada vez son más difíciles de acotar. Las leyes nacionales
piden a gritos cláusulas extraterritoriales, que no sólo ofrezcan derechos sino
también obligaciones. Sin acuerdos internacionales pierden sentido. La inmi-

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gración, las deslocalizaciones empresariales, la responsabilidad ambiental, la
aplicación de las normativas sobre emisiones de gases de efecto invernadero
en las fábricas locales o las pandemias de turno, incluso la propia coopera-
ción internacional, son ejemplos de ello. Este aspecto es clave para entender
porqué los ministerios de asuntos interiores se solaparán cada vez más con
los ministerios de asuntos exteriores.
Como botón de muestra de la lentitud con la que se afronta ese so-
lapamiento, considérese la nefasta organización de la seguridad nacional
estadounidense por parte de una de las administraciones más paranoicas del
mundo cuando se produjo el ataque a las Torres Gemelas el 11-S de 2001.
La administración Bush II no supo prever los atentados del 11-S entre otros
factores, según sus propios informes, por la falta de adaptación a los nuevos
tiempos de las tres agencias federales encargadas del espionaje (CIA, FBI y NSA).
Lo interior y lo exterior dentro de la misma nave, ya no tiene sentido, no exis-
te. A pesar de esas nuevas circunstancias, la política sigue circunscribiéndose
principalmente al viejo ámbito de los estados-nación. Política vieja.

El retrete y el periódico
Un amigo mío de cuyo nombre no quiero ahora acordarme me dijo uno de
los días que suele aposentarse en mi morada, en su buen catalán:
Actualmente, cuando yo me siento en tu taza del váter y leo el periódico,
ya estoy haciendo relaciones internacionales.
No cabe duda de su gran erudición. Estaría pensando —supongo— en
las conexiones ecológicas de mi retrete con las aguas internacionales del
Mediterráneo, cuna de los más antiguos desagravios Norte-Sur; y del vínculo
entre cualquier sección del periódico, desde la economía hasta los deportes,
pasando por «nacionales», con lo que ocurre en el extranjero, y la influencia
que ello tiene sobre la vida de mi amigo.

PIB centrismo o monetarismo


Existe una visión dominante que sostiene una mirada economicista de la
realidad. Se atribuye la capacidad de resolver un problema que en realidad va
mucho más allá que lo que puede representarse con indicadores monetarios
como el PIB, o la cotización de la bolsa. Muchas críticas a esa visión domi-
nante gravitan también alrededor de lo económico. Ante perspectivas como
la justicia ambiental, la equidad de género, la cultura de paz, la democracia
radical, aquella visión dominante se demuestra profundamente ineficaz. Según
aquellas, la economía, definida como lo está hoy, se desentiende del grado
de felicidad de sus habitantes, de la distribución internacional de pasivos
ambientales o de la valoración de los cuidados familiares. Tampoco consi-

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dera el grado de solidaridad mutua intrageneracional (factor clave para la
supervivencia en situaciones de alta vulnerabilidad como las que caracterizan
a los sectores empobrecidos). Ni el grado de solidaridad intergeneracional,
que puede tomar distintas formas, por ejemplo, la de una adecuada relación
humana con la biodiversidad y el medio natural, previendo las necesidades de
las generaciones futuras. En definitiva, nos encontramos a menudo ante un
debate estrechamente monetarista y «PIB-céntrico» impulsado por gobiernos
que quieren aumentar su PIB por todos los medios y por empresas que quie-
ren aumentar exponencialmente sus beneficios monetarios. Una lógica que
no contempla parámetros como la felicidad, la solidaridad, la problemática
de género, ni la armonía con la naturaleza asociadas a diferentes formas de
organización social.

Vulnerabilidad en la globalización
Críticas desde escuelas diversas al enfoque neoliberal añaden que la globa-
lización basada en el proceso paralelo y complementario de liberalización y
mercantilización ha aumentado la vulnerabilidad de los más pobres a fac-
tores externos. La vulnerabilidad al precio de los alimentos o de la energía
son ejemplos de ello. Las economías periféricas han acentuado su carácter
exocentrado, es decir, orientado hacia fuera (economías que tienden a la
exportación y atracción de inversión extranjera, etc.).
A la luz de ello, hay que tener en cuenta la evolución de la vulnerabilidad
y de los cambios en la dependencia respecto a estadios anteriores de la historia,
tanto de los países como de las poblaciones más desfavorecidas. Los patrones
de producción, consumo, propiedad y comercio, se han reestructurado no
sólo en términos internacionales sino sobre todo al interior de los estados.
En esta nueva gobernanza global, el enfoque de la «soberanía» (alimentaria,
energética, sanitaria, comercial, ambiental, etc.), que no el de «seguridad»
(alimentaria, energética, sanitaria, comercial, ambiental...), parece ser el más
adecuado para reducir la vulnerabilidad de los pueblos. Esta visión, que está
desarrollándose desde movimientos sociales como la Vía Campesina, rompe
con la idea de que la noción de soberanía se deba referir sólo al ámbito del
Estado-nación.

Nuevas clases sociales mundiales


En este sentido también conviene recoger críticas oportunas a algunos aspectos
de las tesis dependentistas clásicas, las cuales atribuyen demasiada importancia
a las relaciones entre estados. Se trata de un análisis centrado en torno a los
estados dominados frente a los dominadores, una lucha entre los países del
Primer y el Tercer Mundo, y en las fronteras que los separan, y no en torno a
las interacciones a distancia entre grupos de interés. En realidad, en la medida
que la globalización se ha profundizado, el Norte socioeconómico se ha ido

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instalando en el Sur geográfico. Y el Sur socioeconómico también en el Norte
geográfico (como los 40 millones de pobres que viven en Estados Unidos),
pese a que en este caso con fuertes diferencias asociadas a las prestaciones
sociales que todavía ofrecen sus estados. Las élites y las clases medias en el Sur
(minoritarias en cuanto a población) defienden proyectos parecidos y sinér-
gicos a los de las élites y clases medias en el Norte (mayoritarias), y de hecho
a menudo se alían y se confunden (Llistar, 2003). De forma que, pese a que
los intereses y diferencias nacionales persisten, el capital y sus propietarios se
dispersan geográficamente porque han conseguido evadir las fronteras. Resulta
más clarificador volver a conceptualizar las clases sociales y sus relaciones, tal
cual Marx (2005) planteaba en El Capital. Pero ahora extendiéndolas a escala
mundial. Nos referimos concretamente a la existencia de clases sociales mun-
diales: clase capitalista mundial, clase consumidora mundial, clase asalariada
mundial y la clase mundial de los excluidos o dalits. Por eso es por lo que los
movimientos de justicia global —aunque no todos— hablan del Sur Global
y del Norte Global. Lo ilustra el hecho de que en el año 2004 se podían
encontrar más consumidores juntos en la China y en la India (unos 700
millones de chinos e indios se añadirían a clase consumidora mundial) que
en toda la Unión Europea (Worldwatch Institute, 2004). Consumidores que
comparten patrones de vida extraordinariamente similares a lo largo y ancho
del mundo, a merced de la difusión implacable de los modelos de consumo
occidentales. Lo cual comporta que referirse a categorías para países —no a
categorías sociológicas multinacionales— resulte de menor utilidad (incluso
a nivel pedagógico), dado que las primeras describen medidas estadísticas
que suelen amortiguar las diferencias, mientras que las segundas se refieren
mejor a las realidades a las que pretendemos apuntar.
En esta misma línea, los estructuralistas más recientes plantean críticas
metodológicas a los autores neoliberales, que resultan acertadas. En particular
una de cariz —si se quiere— humanista que afirma que hace falta valorar a
las personas y no a los estados, y que por lo tanto, hace falta mirar dentro de
los estados, sobre todo en este estadio de la globalización en que las fronteras
actúan de forma porosa y selectiva.8

Gobernanza global asimétrica


Las relaciones de poder no han desaparecido en absoluto, más bien se han
transformado. Las relaciones entre explotadores y explotados, dominadores y
dominados se mantienen, se han profundizado y complejizado. Disponemos

8. Como Immanuel Wallerstein, que plantea un transnacionalismo metodológico a


través del cual propone tomar como marco de referencia antes al sistema-mundo que a los
estados-nación (2007).

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de una nueva «anatomía del poder», diferente a la del período colonial o a
la de la Guerra Fría, pero no más favorable al Sur Global que las anteriores
como auguraban autores optimistas del aparato neoliberal como (William-
son, 1993).
De hecho, se hace patente cada vez más la ausencia de un régimen nor-
mativo e institucional global que proteja a las mayorías sociales más débiles
y a los ecosistemas. La correlación de fuerzas entre capital transnacional y las
mayorías sociales del planeta, favorable al Capital, hace que se aplique una y
otra vez el Derecho comercial global —la nueva lex mercatoria mundial— de
forma implacable, en detrimento del Derecho Internacional basado en los
Derechos Humanos y de la naturaleza (Hernàndez, J., 2008) . Efectivamente,
se trata de una nueva gobernanza global asimétrica (Verger y Llistar, 2005). La
distancia física entre ganadores y perdedores, entre dominadores y dominados,
hace que estas relaciones causa-efecto, esta gobernanza global asimétrica, sean
mucho más complejas de captar que en otros momentos de la historia.

Interferencias y mecanismos transnacionales


En resumen, nos encontramos ante un escenario internacional que se ha
transformado pero en el que se siguen desplegando las mismas fórmulas:
análisis recortados y confinados dentro de las fronteras del Estado, no se
toman en cuenta relaciones causa-efecto de larga distancia que conducen a
crisis globales o locales diversas, políticas que no consideran cómo aumenta la
vulnerabilidad de los pobres, subordinación absoluta de los derechos humanos
y ambientales a la seguridad jurídica del empresariado. Se continúa viendo
el mundo dividido en Primer y Tercer Mundo sin observar la globalización
de las clases sociales capitalistas, se subordina toda política al crecimiento
económico sin todavía percibir los límites biofísicos del planeta... Política
vieja para un mundo nuevo.
Si se trata de actualizar la política, en especial en lo que cabe a acercarnos
a esquemas de justicia global (en el sentido de justicia en todos sus ámbitos
y en/entre cualquier parte del mundo), necesitamos un nuevo marco con-
ceptual que facilite la comprensión del nuevo mundo, para luego forzar las
estructuras de la política, la economía y la cultura hasta que éstas puedan
soportarlo adecuadamente. Un nuevo mundo en el que —como rezan los
zapatistas— quepan todos los mundos. Pero ¿cómo podemos conceptualizar
los efectos producidos por unas sociedades sobre otras? En nuestro caso: ¿qué
es lo que un europeo medio tiene que ver hoy con la pobreza de un campesino
nicaragüense, con el naufragio de los tripulantes de un cayuco subsahariano,
con el suicidio de un hombre bomba en Bagdad, con las enormes ganancias
de los bancos españoles en América Latina o con la tala indiscriminada de los
bosques primarios de la selva amazónica ecuatoriana? ¿Cuál es el verdadero
contacto Norte-Sur? He aquí nuestra pregunta clave.

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Los pueblos y su gente interactúan —consciente o inconscientemen-
te— no importe si se encuentran a miles de kilómetros. Emiten y perciben
poder. La globalización no sólo es interconexión sino también interacción.
La naturaleza de dichas interacciones exige pensar que probablemente se
puedan asociar a presiones o fuerzas de largo alcance. Nos referimos a pre-
siones que traspasan las fronteras nacionales y que obligan a un grupo de
personas alejadas a un cambio observable, a un movimiento en alguna de
sus facetas colectivas o personales, distinto del que realizaría de no existir
tales presiones.9
Veamos un ejemplo de fuerza de largo alcance. Un país A con un esque-
ma de movilidad basado en el transporte privado (en lugar del transporte
público), proliferación de transporte aéreo,10 etc. le conducirá a un elevado
consumo de petróleo. Ello obligará al país A a tomar medidas geopolíticas
duras hacia países terceros, incluso violentas, en pro de asegurarse el abasteci-
miento del crudo cuando éste le falte. La alternativa a ello es recomponer su
esquema de movilidad con todas sus consecuencias que ello acarree, incluidas
las electorales.
Por su potencial comunicativo, hemos acuñado el concepto de interfe-
rencia. Interferencia «transnacional» (o «transfronteriza»), se define como
aquel factor procedente de fuera de las fronteras de un Estado que afecta
temporalmente la dinámica interna de un determinado grupo social, sea éste
un grupo de personas estructurado en una comunidad local, un segmento de
la población o un país, no importe si se produce directamente o indirecta-
mente a través de la alteración de su entorno. Las interferencias se suman a
otras interferencias procedentes de otros agentes. La noción de interferencia
puede aplicarse a interacciones que se produzcan internamente a los estados,
como, por ejemplo, los que se producen entre el empresariado inmobiliario y
el medio ambiente local, sin fronteras por medio. Aunque aquí preferiremos
aplicarlo al contexto Norte-Sur.
Un ejemplo de interferencia transnacional puede encontrarse en la presión
que reciben las comunidades negras del Valle del Cauca (Colombia) para que
abandonen sus tierras. La presión puede proceder de una suma de interfe-
rencias internas y externas a Colombia. Entre las externas se perciben dos
interferencias transnacionales claras: una asociada a la necesidad de territorio
fértil y tropical para la producción masiva de la materia prima destinada a los

9. En realidad, las interacciones a las que nos referimos se comportan cual vectores que
nacen de quien emite la interferencia y se aplican sobre quien la sufre. Por ejemplo, un vector
que nazca de mi taza de café matutina (a un euro en la cafetería de la Universitat Politècnica
de Catalunya en Terrassa) y apunte a la falta de dinero del jornalero cafetalero nicaragüense
para pagar la escuela de su hija.
10. Véase http://www.airportwatch.org.uk/.

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agrocombustibles, que proviene de los países consumidores, y una vinculada al
paramilitarismo y al Plan Colombia, estrechamente relacionada con los planes
de control hemisférico de Estados Unidos en la región (Vargas, 2009).

Ejemplos de interferencias
Ejemplos Víctima/objeto
Interferencia Generador de la interferencia de la interferencia
en el Norte en el Sur

Desaparición de la isla de bajo el Clase industrial (capitalista) y Habitantes de algunas islas del
mar. Calentamiento global. consumidora mundial. Pacífico Sur, como las Islas Kiri-
bati (105.000 personas).

Envenenamiento de las aguas, la Compañías petroleras. Comunidades indígenas situadas


pesca y la fauna por contamina- en territorios ricos en hidrocarbu-
ción; entrada de enfermedades; ros. Ej.: Comunidades Huaorani
rotura de la cohesión comuni- en el Parque Yasuní, Ecuador.
taria, etc.

Ocupación israelí de Palestina. Gobierno israelí. Población civil palestina (Gaza,


Muerte de miles de civiles. Líbano, Cisjordania...).

De forma tal, que las «relaciones internacionales» pueden también ser


conceptualizadas como las interferencias transnacionales que se producen
entre grupos sociales locales o transnacionales que habitan distintos países
o entre sus estados. Y la globalización, el proceso por el cual se producen
simultáneamente, en distintos planos y escalas interconectadas, un universo
de fuerzas, interferencias y movimientos en el sistema mundial que afecta-
rían asimétricamente a sus comunidades y cuyas pautas generales podrían
esquematizarse en una red de redes donde cada nodo es una comunidad y
donde cada hilo conector es una interferencia en un ámbito, una dirección
y un sentido determinados.

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Por otro lado, las interferencias necesitan un medio a través del cual trans-
mitirse. Un mecanismo transnacional (como por ejemplo la deuda externa
necesita un sistema financiero internacional que la genere) es un dispositivo
disponible en el sistema mundial actual que permite la conducción de inter-
ferencias desde una persona, colectivo o país A, hacia otro. Algunos ejemplos
de mecanismos transnacionales son el sistema comercial internacional, la
arquitectura institucional internacional, la red de paraísos fiscales, el uso de
la atmósfera, los océanos, las cuencas fluviales internacionales, la biodiver-
sidad y en general todos los bienes comunes, internet, etc. Los mecanismos
suelen ser presentados como algo necesario e implícito a la globalización. Sin
embargo, son la vía que posibilita toda forma de dominación Norte-Sur, han
sido creados por el hombre y la mujer, y posiblemente puedan cambiarse.
Por tanto serán objeto de nuestra atención.

¿Relaciones internacionales o interferencias transnacionales?

El término «relaciones» no conviene a la realidad actual. No muestra direc-


cionalidad, movimiento ni trasformación. Es completamente neutral. Forma
parte del llamado «lenguaje de madera» tan utilizado en diplomacia para
escapar de llamar a las cosas por su nombre cuando esto puede afectar al
status quo. En cambio, «interferencia» o «fuerza» o «dominio», sí lo hacen
dado que son vectoriales, pueden indicar las asimetrías. ¡Y por supuesto! A
nosotros (los pobres y sus amigos) nos interesa hacer visibles las asimetrías y
las relaciones de poder. Al status quo, le interesa disimularlos.
Dado que aquí enfatizamos la vectorialidad (direccionalidad, punto de
aplicación, magnitud), utilizaremos como abreviatura «NS» cuando nos re-
firamos a fenómenos que arranquen en el Norte e impacten sobre el Sur, y
«SN» cuando fuera lo contrario.

Tipología de interferencias
Entre las infinitas interferencias posibles, resulta útil distinguirlas según su
intencionalidad, escala e impacto real. Se trata de una distinción que puede ser
útil tanto para clasificarlas como para evaluar la responsabilidad extraterritorial
que lleva asociada una determinada política tomada en un país del Norte.

Interferencias y responsabilidad
Tomemos para empezar aquellas actuaciones que tengan un coste para alguien
de un tercer país. Evaluemos las distintas responsabilidades. Imaginemos
que alguien aprieta el botón de un misil que despega desde una base militar.
Preguntémonos entonces sobre la intencionalidad y la responsabilidad. En
términos generales, deberíamos distinguir entre: 1) (involuntarias) aquellas

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actuaciones que se tomaron desconociendo su resultado (alguien que disparó
creyendo que aquel no era el botón rojo o que no sabía que se trataba de un
misil atómico), y 2) (planificadas) aquellas cuya incidencia sobre segundos
o terceros sí se auguraba11 (sabían que era una arma de destrucción masiva
y que aquel era el botón).
En este segundo supuesto, puede distinguirse a su vez 2.1) (planifica-
das y voluntarias) actuaciones que se tomaron premeditadamente con el
objetivo de afectar a dichos terceros12 (querían matarlos); 2.2) (planificadas
colaterales) no tenían ese objetivo (efecto colateral13—querían eliminar a las
milicias enemigas, pero les dimos sin querer... ya se sabe...). A efectos éticos
—incluso procesables a nivel judicial— existe una clara diferencia entre las
tres situaciones (actuaciones inconscientes, conscientes colaterales y cons-
cientes deseadas).
La responsabilidad es evidente en los tres casos. Sin embargo, y a la luz
de valorarla existen matices importantes que deberán considerarse a la hora
de analizar la responsabilidad social o ambiental de determinada política o
actuación. Los mismos matices se aplican lógicamente sobre las interferencias
transnacionales.
Veamos algunos ejemplos tomados de la realidad:

1) Interferencias planificadas, como las presiones liberalizadoras que ejerció


un Gobierno como el español sobre los servicios públicos y la energía
administrados por otro Estado como el argentino, para que permitiera
en territorio propio la expansión de Telefónica, ENDESA, AgBar o REPSOL
en detrimento de las compañías de capital local (ODG, 2004a). Después
de El Corralito (2001-2002) el Gobierno de Aznar recurrió a su postura
de acreedor ante el país sudamericano. Utilizó tanto los préstamos entre-
gados al Gobierno de De la Rúa como toda su influencia ante el Fondo
Monetario Internacional (FMI) para que Argentina se abriera y protegiera
al capital transnacional español.
2) Interferencia colateral: la guerra civil iraquí ante la invasión estadounidense
y todas sus víctimas civiles. La administración Bush sabía que existía riesgo
de abrir un conflicto interno. Pero su objetivo no fue la guerra civil sino
diversos intereses relacionados con la hegemonía de EEUU en el mundo.

11. Tal y como se señaló anteriormente, es necesario introducir un matiz, puesto que
algunas relaciones, aunque son claramente causa-efecto, se producen en una globalización con
un fuerte componente caótico.
12. Jurídicamente corresponde a la noción de «dolo». Es decir, con conocimiento de
causa.
13. Utilizamos aquí el término «colateral» en lugar de «involuntario» por entender que se
trata de efectos derivados no deseados pero aceptados por quienes toman las decisiones.

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3) Interferencias inconscientes, los efectos sobre la población de Tanzania
ocasionados por el consumo europeo de perca del Nilo;14 o el uso gene-
ralizado por parte de la clase consumidora de deportes y lujos intensivos
en el uso del petróleo (4x4, motociclismo, tunning, motos de agua, ae-
ronáutica no comercial, turismo transoceánico, residencia en ciudades
difusas, aires acondicionados...).

Una característica importante de nuestro ruidoso mundo debe tenerse en


cuenta en cualquier caso porque afecta a la atribución de responsabilidades.
En un sistema complejo, como el sistema mundial actual, no siempre existe
evidencia de que una actuación determinada conduzca al mismo resultado,
no importa si lejos o cerca. ¡Vivimos en un sistema (algo) caótico! Es decir,
un sistema en el que ocurre que comportamientos iniciales similares pueden
obtener resultados muy dispares. Inputs iguales conducen a outputs muy
variopintos. Algo que puede disminuir la intensidad de la atribución de res-
ponsabilidades por catástrofes provocadas por decisiones humanas tomadas.
Entre ellas las tomadas en el Norte del estilo de las Reaganomics que causaron
la Crisis de la Deuda durante los años ochenta.
La misma concepción de la sociedad como un sistema interconectado con
un componente caótico apreciable, contraviene a creer en un determinismo
social, económico, ecológico absoluto, y por tanto, a considerar que toda
acción tiene su resultado previsible, y por ello, su responsabilidad. Por lo
tanto, y en ocasiones, una misma interferencia podría dar a luz a resultados
bien distintos. Sin embargo, dejaremos de lado la incertidumbre asociada
este componente caótico, para concentrarnos en aquello que sí se puede
determinar.15

Interferencias y escala
Ahora bien, queremos hacer una distinción relativa a la escala y al espacio.
Ya en lo «internacional» y por lo que a la escala se refiere, debemos observar
que existen interacciones que pueden operar intra o interescalarmente, así
sea global, regional, estatal, local y hasta «glocalmente».16

14. Véase la película La pesadilla de Darwin, 2005. Dir.: Hubert Sauper [www.darwins
nightmare.com].
15. Algo que sí solemos hacer bien los físicos, es separar lo que es cierto de lo que es
incierto, lo que se puede calcular de lo que no. ¿Estoy en lo cierto?
16. Por glocalización se entiende el fenómeno que condiciona la lógica local por la lógica
global, o viceversa (Hannerz, 1996) y ( Martín-Barbero, 1999). Se desprende de la también
llamada «conectividad escalar» por la que un mismo actor puede actuar en distintas escalas
a la vez.

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Muchas de las problemáticas que encontramos en el Sur son producidas
por tensiones entre actores globales que someten, subsidian o excluyen a
actores terceros locales. Lo ilustra a la perfección el caso de «La Guerra del
Agua» de Bolivia (abril de 2000). El consorcio formado por las compañías
transnacionales Bechtel (estadounidense), Abengoa (española) y Edison
(italiana) se enfrentaba a distintos grupos locales de Cochabamba (regantes,
asociaciones de vecinos, comerciantes, ONG, sindicatos, intelectuales), en
un conflicto generado por la privatización del agua de aquella ciudad.17 Ha
sido analizado en diversos artículos como caso paradigmático. La victoria,
finalmente, estuvo del lado de los «pequeños», después que los movimientos
sociales cochabambinos lograran atraer la atención de gran cantidad de co-
lectivos internacionales. La clave radicó en la capacidad de resistencia local
junto a la formación decisiva de una red transnacional (un advocacy group)
con gran fuerza tanto en Latinoamérica como en Europa y Estados Unidos
(Crespo, 2000; Vargas y Kruse, 2000).
Por lo general, cuando un ente global interfiere sobre otro local, nos encon-
tramos frecuentemente en una situación de desequilibrio de poder. De hecho,
la gobernanza global actual, a raíz de su carácter vertical, agrava la desigualdad
entre lo global y lo local. Este eje de desigualdad se suma así a los clásicos ejes
de desigualdad Norte-Sur, urbano-rural, clase social, género, etnia, etc. Si bien
tenemos en cuenta que las interferencias que se producen entre diferentes escalas
son complejas y que, por lo tanto, el binomio local-global puede resultar exce-
sivamente simplificador, sostenemos que un modelo de análisis que pretenda
comprender el calado de las transformaciones actuales debería tener en cuenta
la importancia de la jerarquía escalar (Verger y Llistar, 2005).
Los actores locales, entonces, suelen pasar a ser subsidiarios del actor
global que les somete: salvo si logran trascender su «pequeñez» mediante la
coordinación de redes junto a otras realidades locales. En este caso la coor-
dinación hace la fuerza. Así, un actor «x» podrá ser más influyente si cuenta
con la capacidad de articularse y de actuar a escala global para defender sus
intereses. Algo clave para las estrategias de resistencia locales.
En definitiva, en la actual fase de globalización, lo local acostumbra a ser
incluido en el sistema global de manera subalterna, cuando no es directamen-
te excluido. En consecuencia, autores como Boaventura de Sousa Santos o
Neil Brenner señalan que la jerarquía entre lo global y lo local se yuxtapone
actualmente a la jerarquía Norte-Sur:

El criterio de jerarquización propio de las prácticas interestatales (centro,


periferia, semiperiferia) está cada vez más contaminado por los criterios

17. Véase: http://www.odg.cat/es/inicio/enprofunditat/plantilla_1.php?identif=392 .

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propios del resto de prácticas (global, local), de tal modo que lo que se
entiende por centro, periferia y semiperiferia es cada vez más la cristaliza-
ción, a nivel nacional, de múltiples y distintas posiciones o características
globales y/o locales dentro de las prácticas capitalistas globales y de las
prácticas sociales y culturales transnacionales. (Santos, 2005: 272)

En realidad determinadas interferencias entre el Centro y la Periferia


pueden entenderse como interferencias que siempre se producen entre ac-
tores locales, dado que lo que a menudo consideramos como global no es
más que el resultado de una entidad, producto o identidad local que amplía
su capacidad de influencia. Es lo que Santos conceptualiza como «localismo
globalizado» (Santos y Rodríguez-Garavito, 2005). Se observa que por lo
general son resultado de dos posibles situaciones. Una, la de un grupo de
poder en el Norte que esté estratégicamente al mando de un actor con ca-
pacidades globales (como es el caso del Consejo de Administración de una
gran empresa transnacional o del Ejecutivo de un gobierno). La otra, por
la acción combinada de un gran número de colectivos del Norte con poco
poder o con poder difuso, que desencadenen juntos una fuerte interferencia
catapultada por la suma de pequeñas interferencias (por ejemplo, bajo una
determinada opción de consumo).

Interferencias e impacto
La última distinción entre interferencias transnacionales es aquella que se
centra en los impactos. Impactos «positivos» o «negativos» sobre la población
interferida según las consideraciones que haremos en el próximo capítulo.
Así es, determinadas acciones, decisiones o comportamientos en una parte
del mundo pueden tener efectos en otras partes del mundo que puedan ser
percibidas como inconvenientes. Otras, al contrario, pueden ser bienvenidas.
Incluso puede suceder que ni una cosa ni la otra.
Un ejemplo de interferencias presumiblemente positivas son las tecno-
logías de bajo coste producidas en las sociedades con alto poder adquisitivo
que una vez rentabilizadas, incluso superadas, son luego diseminadas hacia
usuarios periféricos. Caso de algunos fármacos genéricos, o del desarrollo
del internet, la telefonía celular, etc. Se trataría de aquellas relaciones entre
emisor e interferido que pueden ser concebidas como win-win (en la que
ambos ganan).18

18. Con matices, por supuesto. En el caso de los países con minas de tantalita y colom-
bita, base del coltan, la proliferación de los dispositivos electrónicos móviles en el mundo no
ha hecho más que traerles violencia e ingobernabilidad bajo la conocida «maldición de los
recursos naturales».

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La medida de lo «positivo/negativo» es sin lugar a dudas relativa. En
principio está determinada por la realidad objetiva de quién la sufre y, a su
vez, por el modo subjetivo de percibirla. Por tanto, la medida de lo «positivo/
negativo» depende de aspectos universales (como vivir más años) pero también
de muchos otros que son construcciones culturales y sociopolíticas (como
la aprensión a la propiedad privada). Cuando esa medida de lo «positivo/
negativo» se traslada al sistema mundial, la pregunta nos introduce al debate
que lidian las distintas teorías del desarrollo.

Referencias:
BROWN, C. y AINLEY, K. (2005), Understanding International Relations (3a
edición revisada). Hampshire: Palgrave MacMillan.
WALLERSTEIN, I. (2007), Análisis de Sistema-Mundo. Madrid: Siglo XXI.
VERGER, A. y LLISTAR, D. (2005), «La jerarquía global-local en el sistema de
estratificación mundial. Nuevas estrategias ante nuevos escenarios». Re-
vista de Ciencias Sociales Gizarte Zientzien Aldizkaria, 1, pp. 129-146.
HERNÁNDEZ ZUBIZARRETA, J. (2008). El derecho comercial global frente al
derecho internacional de los derechos humanos. [Disponible en: http://www.
enlazandoalternativas.org/spip.php?article243, visitado el 23/3/2009].

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II. COOPERACIÓN Y ANTICOOPERACIÓN

Tal como hemos constatado en el capítulo anterior, existe un gran número


de interferencias a las cuales son sometidos la mayoría de los habitantes de
este planeta. De esta parte hasta el final del libro, nos concentraremos en las
relaciones Norte-Sur, entendidas como interferencias, intentando responder a
la siguiente pregunta: en el balance de las relaciones Norte-Sur, ¿predominan
las interferencias positivas o las negativas?
Aunque de forma indirecta, se ha venido respondiendo a esa cuestión a
través de un subámbito de las relaciones internacionales: las teorías del de-
sarrollo. Éstas se concentran en tres aspectos: las causas de las desigualdades
entre el Primer y Tercer Mundo; las causas de su persistencia; y las posibles
soluciones. Es decir, estas teorías deben ofrecer una explicación sobre en qué
medida las interferencias del Norte son problemáticas para el Sur, o bien si
la raíz de esas problemáticas se encuentra en otro lugar. Además, al definir
cada una su correspondiente noción de desarrollo, influidas por la ideología
y por el lugar histórico de quien las concibe, establecen qué es problemático
y qué resulta conveniente para toda sociedad. Por lo que se convierten en una
brújula que indica cuál es el Norte, nunca mejor dicho. Es decir, incorporan
sutilmente un determinado lenguaje de valoración con el que se lee la realidad
de una forma específica. Las discutiremos y contrastaremos brevemente en
lo que sigue.

Y definieron el desarrollo...
El concepto de «desarrollo» no empieza a utilizarse hasta después de la Se-
gunda Guerra Mundial. La descolonización e independencia de los países
del Tercer Mundo condujo a un cuestionamiento sobre el origen de las des-
igualdades entre países. Los primeros estudios sobre desarrollo, en los años
cincuenta, proceden de la llamada «Teoría económica del desarrollo». El

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argumento para constituir un campo de análisis propio dentro de la econo-
mía consistió en afirmar que los países del Tercer Mundo tienen estructuras
políticas, económicas e institucionales distintas a las del Primer Mundo, y
que por ende, requieren de una aproximación teórica distinta.
En este campo, la noción de desarrollo se equiparó a la de crecimiento
económico y se le atribuyó un doble objetivo: el de modernizar y el de repro-
ducir paulatinamente el modelo occidental. De modo que los conceptos de
«desarrollo» y de «subdesarrollo» se situaron en una misma línea continua,
en la que todo país pretendería estar lo más adelantado posible. La única
manera de conseguirlo consistía en la industrialización. Desde este punto de
vista, el problema del subdesarrollo recayó exclusivamente en el Sur, de cuya
responsabilidad dependía el crecer, modernizarse, industrializarse. Y lo único
que podía hacer el Norte sería prestarle ayuda. Una ayuda que fue concebida
como intrínsecamente buena, necesaria y humanitaria.
En la práctica, las ansias de los países subdesarrollados por crecer eco-
nómicamente generó una predisposición total y acrítica a la asesoría técnica
de expertos del los países del Norte. Algo muy necesario para justificar la
presencia de las agencias de cooperación y las ONG en el Sur. El Plan Mar-
shall (1948) se convirtió en el prototipo de ayuda moderna al desarrollo, y
corroboró la conveniencia de la teoría económica del desarrollo también para
los países del Tercer Mundo. Crecimiento económico y ayuda internacional
serían «la fórmula» indiscutible.
Ahora bien, la Guerra Fría y la lucha contra el comunismo tuvieron
una fuerte influencia en la configuración de la estrategia de desarrollo de los
países del Sur. Una de las tesis más aceptadas a principios de los cincuenta
era que si no se conseguía reducir la pobreza de los países del Tercer Mundo,
pronto terminarían sucumbiendo en las fauces del comunismo. Es decir,
la confrontación entre los EEUU y la URSS legitimaba para Occidente los
objetivos de modernización y desarrollo económico de los países del Sur.
Algo que explica porqué pactos militares, apoyos a dictaduras y programas
de desarrollo fueron de la mano (Escobar, 1998). En ese sentido, el Congo
de Mobutu, la Indonesia de Suharto, el Brasil de la dictadura militar o la
Nicaragua de Somoza son algunos ejemplos de países con regímenes dictato-
riales que fueron apoyados por el dinero de Estados Unidos durante los años
sesenta, a través de los organismos internacionales como el BM o el FMI —o
directamente— con un objetivo claramente geopolítico.
También la consolidación de Estados Unidos como superpotencia se
apoyaría en la conformación de una estrategia de desarrollo para los países
periféricos, de modo que ello permitiera una conveniente expansión del sis-
tema de mercado a los cinco continentes. Como veremos en el capítulo sobre
geopolítica, conviene considerar que las colonias suponían una vía primordial
de expansión del capitalismo, puesto que permitían establecer una importante

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base material, construir mecanismos de orden y control, así como instituir
ideologías de legitimación del sistema. Sin embargo, la descolonización podría
poner en peligro todo eso. Implicaría encontrar otros modos de asegurar el
suministro de bienes y de expandir el capital occidental. De manera que Esta-
dos Unidos y las potencias coloniales europeas implementaron una estrategia
de desarrollo concebida para asegurar su expansión económica y, a su vez,
tomar el control sobre los países periféricos. Una especie de fase posterior de
la expansión capitalista una vez terminado el proyecto colonizador (Preston,
1996). Estados Unidos preferiría países independizados que no colonias bajo
el control europeo. Las potencias europeas preferirían mantener un cierto
control capitalista sobre sus ex colonias, menos lucrativo pero mucho más
fácil de sostener.

El mapa de las teorías del desarrollo


Las teorías del desarrollo más influyentes han dado un diagnóstico múltiple
y disímil de la existencia de interferencias entre el Norte y el Sur. Algunas
teorías como las neoliberales menosprecian la existencia de interferencias
transnacionales negativas. Otras, como las dependentistas o las poscoloniales,
se centran más bien en éstas.

Desarrollo realista-neoliberal
Se desprende de las concepciones realista y neoliberal del mundo, a las que
nos referimos en el capítulo I. Inspirada en un inicio en el pensamiento de
economistas clásicos (Smith, Ricardo...), esta noción de desarrollo evolu-
ciona desde los años cincuenta hasta la actualidad hacia enfoques menos
sistémicos y más simples, basados en el individuo, y susceptibles de ser
modelizados.
Sociólogos y politólogos estadounidenses son influidos por la economía
neoclásica y desarrollan la Teoría de la Modernización durante los inicios de la
Guerra Fría (Rostow, 1960). La política exterior de Estados Unidos, embebida
de esta teoría, incorpora políticas de desarrollo a su accionar tradicionalmente
militarista. Su objetivo principal consiste en frenar el avance del comunismo.
Se parte de la idea según la cual los países del Sur, para superar sus problemas
de subdesarrollo, deben recorrer un mismo proceso evolutivo, similar al que
han recorrido Europa y Estados Unidos. Deben abandonar su fase de socieda-
des tradicionales para llegar, cruzando diversas etapas, a la fase de sociedades
de consumo masivo. El lema de los modernizadores reza que «el crecimiento
económico es bueno para los pobres». En caso que los países no fueran ca-
paces de conseguirlo por sí solos, deberían acudir a la ayuda exterior, fuera
en forma de dinero, tecnología o experiencia. En consecuencia, esta teoría

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legitimó la ayuda exterior, la inversión extranjera, el comercio internacional
o cualquier forma de capital desde el exterior, todos ellos entendidos como
interferencias transnacionales modernizadoras, necesarias para el crecimiento
capitalista, para dejar de ser sociedades tradicionales e inmaduras y alejarse
de la tentación comunista. De resumirse en un eslogan, éste sería: «toda
interferencia que proceda del Norte es buena para el Sur».
Durante los años sesenta y setenta, nadie cuestionaba el rol planificador
y distribuidor del Estado, clave para el desarrollo capitalista. Sin embargo,
a mediados de los setenta tiene lugar la contrarrevolución neoliberal, en
la que se impone progresivamente una visión según la cual la gestión de
la economía debe dejarse en manos del mercado en lugar del Estado. El
principal gestor y promotor del desarrollo de la economía debería ser la
empresa privada. El Estado debería retirarse y limitarse a garantizar la se-
guridad jurídica de la propiedad privada. Algo que en lo internacional se
traduciría en la proliferación de instituciones nacionales y multilaterales
dedicadas a la promoción del sector privado (inversión, internacionalización
de la empresa, garantías soberanas...), y en las tesis que proponen que cada
país se especialice reorganizando su economía según la llamada división
internacional del trabajo. Un pensamiento dogmático privatizador que
duraría hasta nuestros días.

Corriente culturalista1
Esta corriente enfatiza la importancia del factor cultural en el origen de las
desigualdades. Los culturalistas como Weber (2002) señalan que «el subdesa-
rrollo es un estado mental», o que el protestantismo religioso es más dado al
espíritu emprendedor capitalista. Señalan la misma virtud para otras culturas
religiosas como el confucionismo, el judaísmo, el calvinismo, el puritanismo,
etc. Elementos culturales como la tendencia a la promiscuidad, a lo espiritual
y a lo mágico en lugar de a lo científico, el fatalismo presente en algunas
religiones, la falta de valor por el esfuerzo, la cultura del ocio, etc. explican,
según esta perspectiva, las desigualdades Norte-Sur. Por lo que la solución
es «modernizar el carácter de las personas» (Inkeles y Smith, 1974), es decir,
lograr que las personas desarrollen el sentido de la eficacia personal, que se
informen de fuentes diversas, estén abiertos a nuevas ideas, se esfuercen, etc.
Algo trascendental —señalan— en las personas que serán llamadas a ocupar

1. No confundir con la escuela del culturalismo antropológico (o relativismo cultural)


de la escuela de Franz Boas, en la que se afirma que las culturas son tan distintas entre sí que
no puede existir superioridad alguna entre unas y otras. Algo totalmente opuesto a lo que
afirma Weber.

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posiciones de responsabilidad en el gobierno, en las empresas o en cualquier
otra institución política o económica.
El sector tanto público como privado del desarrollo se ha acogido con
entusiasmo a este tipo de tesis (sobre todo por su simplicidad). Esta tesis no
tenía en cuenta la posibilidad de que el hecho de asumir, desde los países
del Sur, elementos de la cultura occidental (del Norte), puede, en determi-
nados casos constituir una interferencia negativa (ver capítulo IV apartado
«anticooperación simbólica»). Occidentalizar o modernizar las mentes de los
habitantes del Sur, no es a nuestro parecer, sinónimo de ayuda NS.

Institucionalismo
Toma cierta centralidad durante los años noventa de la mano de las políticas
de «good governance» (buen gobierno) del Banco Mundial. El institucionalis-
mo afirma que la inestabilidad de los países periféricos se debe a su posición
en el sistema internacional, pero en gran parte también a la debilidad de
sus estructuras institucionales internas. Las instituciones (partidos políticos,
parlamentos, tribunales, ministerios, reguladores de la competencia, bancos
estatales, contralorías, municipalidades...) y la estructura en que se disponen,
son clave para el desarrollo, afirman. Por esa misma razón, el factor cultural,
vuelve a ser clave si se asume que tanto valores, nivel formativo, ideologías,
etc., configuran la dinámica de las instituciones (Myrdal, 1972).

Desarrollo estructuralista
Ya hemos presentado la corriente de pensamiento estructuralista en el capítulo
dedicado a las «viejas» relaciones internacionales. El enfoque estructuralista
se centra (ahora sí) en los factores exteriores (exógenos) a los países del Sur
que condicionan su subdesarrollo. En particular, se refiere a los que proceden
del comercio internacional, del sistema financiero internacional y del sistema
productivo internacional en su conjunto, pero también de relaciones políticas
como, por ejemplo, la alianza tácita del capital internacionalizado de los países
del Norte con las élites de los países del Sur, o de relaciones de dominación
diversas. Bajo la influencia de este planteamiento, inspirado en el análisis
marxista, se erigen una serie de teorías y esquemas (los más importantes los
describiremos a continuación). Dicho de otro modo, los estructuralistas tratan
de enfocar las interferencias transnacionales de tipo negativo que reciben los
países del Sur, dadas por la posición del Sur y de los distintos grupos de poder
en la estructura del sistema mundial.
A inicios de los años cincuenta, este pensamiento toma vigor de la mano
del llamado «pensamiento CEPALiano» y de su precursores, entre los cuales
destacamos al argentino Raúl Prebisch, que se refiere a la dualidad Centro-

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Periferia que rige las relaciones internacionales (1962).2 Superando los análisis
ahistóricos y parciales de la teoría de la modernización, se adopta un método
de análisis histórico-estructural. El modelo plantea en primer lugar, que las
estructuras de los países centrales son distintas a las de los países periféricos.
En segundo lugar, que el subdesarrollo de la Periferia es en buena parte
consecuencia del desarrollo del Centro. Y finalmente, que Centro y Periferia
realizan funciones distintas pero complementarias dentro del sistema eco-
nómico internacional.

La teoría de la dependencia
Se trata de una crítica demoledora a la teoría de la modernización. Postula que
las economías de determinados países están condicionadas por el desarrollo
y la expansión de otras economías, a las que están sometidas bajo la presión
de distintos mecanismos e interferencias internacionales ligadas a la historia
del capitalismo. Unas economías y otras son interdependientes. Así pues, el
subdesarrollo no es una fase previa del desarrollo, sino el producto histórico
del colonialismo y del imperialismo (Baran, 1957). Desarrollo y subdesa-
rrollo son dos caras de una misma moneda, ligadas a un mismo proceso: la
acumulación de capital a escala global.
Como la captura del excedente de las colonias favoreció la acumulación
originaria de capital de las metrópolis (interfiriendo el desarrollo natural de
las colonias), entonces se concluye que el subdesarrollo es el producto histó-
rico del desarrollo de los países imperialistas. El problema no es la ausencia
de capital en el Sur, sino que sistemáticamente éste sea transferido al Norte
gracias a la colaboración de las élites del Sur. En este sentido, si el problema es
la estructura mundial establecida por la expansión del capitalismo, la solución
es abolir el mercado capitalista mundial.
Fue en la comunidad académica latinoamericana, entre los años cincuenta
y setenta, donde más aceptación tuvo dicha teoría.3 A partir de ese momento
nacen tres corrientes dependentistas distintas (Bustelo, 1999), entre las que
destacan: 1) la propuesta de desconexión (Amin, 1988) por la que conviene
desarrollar ante todo el comercio y las relaciones Sur-Sur en general, por lo

2. Entre 1950 y 1963 Prebisch fue secretario ejecutivo de la Comisión Económica de las
Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL). Se trata del organismo dependiente
de la ONU responsable de promover el desarrollo económico y social de la región. Su actividad
se concentra en el campo de la investigación económica.
3. Véase por ejemplo, Prebisch (1949), o en tono más divulgativo, Galeano (1971). A parte
de Prebisch y Baran, ambos precursores de la teoría, algunos de los autores más relevantes son
Fernando Henrique Cardoso, Theotonio Dos Santos, Andre Gunder Frank, Celso Furtado,
Ruy Mauro Marini y Enzo Faletto.

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que se recomienda, en un primer momento, una desconexión con el Norte y
un intercambio solidario entre los países empobrecidos. Se trataría de eludir
la recepción de cualquier interferencia NS, incluida la ayuda internacional;4 2)
la actualización y reformulación de los primeros planteamientos de la CEPAL,
profundizando el modelo de industrialización por sustitución de importacio-
nes;5 y 3) las tesis del desarrollo dependiente, que afirma que la dependencia
no imposibilita el desarrollo, aunque sí genera desigualdades y contradicciones
específicas del capitalismo periférico que habrá que asumir.6

La teoría del sistema mundial


Fruto de algunas críticas significativas recibidas por las teorías de la depen-
dencia (por ejemplo sobre su visión estado-céntrica), empiezan a elaborarse en
los años sesenta las «nuevas teorías de la dependencia». El análisis propuesto
en ese sentido por Wallerstein (2007) transciende la dimensión de los estados
en su teoría del sistema mundial. Como los pluralistas, considera que algunos
fenómenos han permeado las fronteras de los estados, como la actividad de
las corporaciones transnacionales o los movimientos especulativos financie-
ros. Fenómenos con dinámica transnacional propia. Por tanto, la unidad de
análisis para comprender las desigualdades no pueden ser los estados, sino el
propio sistema internacional: el «sistema-mundo».
Sostiene que los nuevos modos del capitalismo global permiten controlar
todo tipo de recursos más allá de las fronteras del Estado-nación desde el que
se opere. Por eso no es extraño que Estados Unidos, Europa y Japón preten-
dan establecer una economía mundial capitalista, con el fin de asegurarse
tanto su crecimiento económico como una superioridad estratégica respecto
al resto de países. Wallerstein describe una jerarquía de tres conjuntos de
países: los centrales, los semiperiféricos y los periféricos, donde los centrales
explotan a los demás, pero donde los semiperiféricos también subyugan a su
vez a los periféricos. Una distribución que obedece a una evidente división
internacional del trabajo, que no sólo responde a las diferencias entre países
sino también entre las condiciones laborales en todo el planeta. De modo
que se trascienden las posiciones de clase social, a un nivel global. En el sis-
tema-mundo la distribución desigual de activos y pasivos resulta similar a la
distribución que se produce a escala estatal.
Finalmente, según esta teoría, sólo los países centrales disponen de un
desarrollo capitalista autónomo en el actual sistema-mundo. Los países peri-

4. A parte de Amin, respaldan esta corriente Frank, y Dos Santos.


5. Respaldada por autores como Furtado, Sunkel o Tavares.
6. Apoyan esta corriente Cardoso y Faletto.

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féricos han tenido que instalarse en un desarrollo capitalista orientado hacia
el exterior, por dos motivos: la colonización y la apertura comercial (neoco-
lonización). De algún modo, ambas han sido (y son) las mayores fuentes de
interferencias negativas Norte-Sur.

La teoría de las necesidades básicas


Ante la evidencia de que el crecimiento comportaba enormes desigualdades,
durante los años setenta emergió un enfoque neokeynesiano que todavía hoy
tiene cierta vigencia a través de la noción de «desarrollo humano». Sin afectar
las bases del capitalismo, esta teoría se plantea lograr una mayor equidad a
partir de la satisfacción de las necesidades básicas de la población mundial.
Se abría así un intenso debate tanto sobre estrategias como sobre cuáles eran
en realidad las necesidades básicas de la población. Autores como Max-Neef
(1994) plantearon una división entre necesidades humanas y satisfactores. Las
primeras serían universales (alimentos, salud, entendimiento, paz); a su vez, los
satisfactores dependerían del contexto socioeconómico, cultural e histórico.
La teoría de las necesidades básicas ha tenido gran influencia en el diseño
de políticas de algunas agencias de Naciones Unidas, especialmente el PNUD
(Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo), la OIT (Organización
Internacional del Trabajo), la FAO (Organización para la Alimentación y la
Agricultura) y la OMS (Organización Mundial de la Salud).

La teoría del desarrollo endógeno/autocentrado


Se fundamenta en el ejercicio de la soberanía sobre el territorio propio. Se
inspira en el diagnóstico planteado por la teoría de la dependencia y la ne-
cesidad de disminuir las interferencias (o dependencias) del exterior sin que
ello signifique cerrarse a interferencias que puedan ser beneficiosas (como
por ejemplo el acceso a determinadas soluciones biomédicas a determinadas
enfermedades). Esta teoría propone que los sistemas productivos se orienten
prioritariamente a las necesidades locales y no a las necesidades del mercado
global (como así proponen las tesis de los economistas neoliberales). En
territorios que son grandes productores de alimentos / productos agrícolas,
de energía, de minerales... no puede haber gente que pase hambre, frío o no
disponga de dichas materias primas.
Se trata de un enfoque que no sólo es económico, sino profundamente
político. No sólo se deben cubrir las necesidades locales sino que también hay
que controlar y administrar los propios recursos. De modo que se opta por
superar las estrategias de seguridad alimentaria, energética, ambiental, etc.,
sustituyéndolas por políticas de soberanía alimentaria, energética, ambiental,
etc.; es decir, soberanía aplicada al derecho de alimentarse y de producir los

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propios alimentos, soberanía aplicada al derecho de producir y abastecerse de
la energía, soberanía aplicada al derecho de proteger el patrimonio cultural,
la economía... En términos de vulnerabilidad de los ciudadanos, se trata de
amortiguar aquellas interferencias transnacionales peligrosas, con el fin de
reducirlas al máximo.

Soberanía alimentaria

Concepto introducido y promovido por Vía Campesina desde los años no-
venta. Una de sus definiciones es:

El derecho de los individuos, comunidades, pueblos y países a definir


sus propias políticas con respecto a la agricultura, el trabajo, la pesca,
alimentación y tierra, apropiadas a las circunstancias ecológicas, socia-
les, económicas y culturales; incluye el derecho a la alimentación y el
derecho a producir alimentos lo cual significa que cada persona y cada
pueblo tiene el derecho a una alimentación adecuada y a los recursos
alimentarios y de ser capaz de sostenerse a sí misma y a su sociedad.
(www.viacampesina.org)

Ante los problemas de dimensión que afrontan los países en el momento


de aplicar políticas de desarrollo endógeno, la vía de solución sería la integra-
ción regional en espacios lo suficientemente amplios como para adquirir una
escala económica y política que permita una autonomía regional estratégica
(Hettne, 2000). A la luz de experiencias de integración regional económica
asimétrica como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN),
firmado por México, Estados Unidos y Canadá, los partidarios del desarrollo
endógeno se refieren a regionalismos autónomos Sur-Sur y no tanto a inte-
graciones verticales Norte-Sur. También, aunque con voz baja, defienden un
aumento de la capacidad militar.
Entre las ventajas del desarrollo endógeno se encuentra el fomento de
la participación de los «pequeños» y de su creatividad. Se aprovechan mejor
los factores locales, siendo un desarrollo adaptado a las condiciones y limita-
ciones locales. A nivel macro aparece como un desarrollo diversificado, cuyo
mosaico conformaría una especie de sistema internacional policéntrico. Al
estrecharse la geografía de la propiedad, la producción, el consumo y el cir-
cuito vital en general, se producen al menos dos efectos deseables. En primer
lugar, se facilita la internalización de las externalidades más importantes. Por
ejemplo, es improbable que se promuevan plaguicidas tóxicos como el DDT
en los cultivos cuyas cosechas serán consumidas localmente. Por otro lado,
se pueden promover intercambios económicos basados en el principio de la
solidaridad y la complementariedad, en lugar de la competitividad.

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Tras el duro periplo neoliberal en América Latina de los ocheta-noventa
y principios del segundo milenio, la reciente emergencia de gobiernos po-
pulares en América del Sur, afines a la perspectiva del desarrollo endógeno,
introdujo proyectos de regionalismo alternativo como el Alternativa Boli-
variana para los Pueblos de América (ALBA) para la región Latinoamericana
y el Caribe (en reacción al intento de EEUU de desarrollar el Área de Libre
Comercio de las Américas [ALCA] para todo el continente), complemen-
tados por el Tratado de Comercio de los Pueblos, o de instituciones como
el Banco del Sur.

Las teorías poscoloniales


Esta corriente de pensamiento toma especial fuerza a finales de los años setenta
y a principios de los ochenta. Afirman con determinación que las relaciones
Norte-Sur siguen marcadas por el colonialismo. Avanzan dos explicaciones
de ello. En primer lugar, el agravio histórico para el Sur que supone la etapa
del colonialismo. En segundo lugar, sostienen que se mantienen en la actua-
lidad formas de colonialismo occidental, especialmente ligadas al mundo de
las ideas mediante una especie de «colonialidad del saber». Los pobres han
visto interferida su forma de comprender el mundo por los valores y puntos
de vista que les llegaron primero de la mano de los colonizadores europeos
(a punta de pistola o filo de espada), y posteriormente, por medio del poder
blando ejercido por Occidente. Una de esas ideas colonizadoras del saber ha
consistido precisamente en el concepto de desarrollo. Un mito de efectos per-
versos ya que ha supuesto y supone un discurso legitimador de ciertas formas
contemporáneas de dominación (Tucker, 1999). A consecuencia de ello, las
teorías poscoloniales (o descoloniales) señalan la necesidad de deconstruir
el discurso occidental del desarrollo, entendiéndolo como la prescripción
de lo que es bueno, moderno, civilizado y sobre lo que es malo, primitivo
y bárbaro. En ese sentido, el postcolonialismo estaría de acuerdo en que las
nuevas formas de poder colonial actúan creando marcos cognitivos en los que
se inculca a los mismos desposeídos cuáles cambios (y qué interferencias) son
positivas/negativas. A pensar como Occidente quiere. Incluso afirman que
la idea de Tercer Mundo (como mundo primitivo y retrasado) es una idea
occidental, que debe deconstruirse, por lo que plantean, entre otras cosas,
el fin de esa categoría.
Ante lo que algunos denominan «conciencia imperial» de los pobres
(incluso de los propios dependentistas), se propone «escuchar al Sur» en el
sentido de reconocer al «otro», abogando por sociedades híbridas o transcul-
turalizadas (Slater, 2004).

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El concepto del «vivir bien» (sumak kawsay / suma q’amaña)
Como ya anunciaban las teorías poscoloniales, uno de los sesgos habituales
se sitúa en la no consideración de formulaciones surgidas de comunidades
locales periféricas sobre su noción de desarrollo. No obstante, éstas pueden
disponer de ideas relativamente claras producidas desde su perspectiva cul-
tural a lo largo de los años. Entre los múltiples ejemplos de ello, rescatamos
aquí el concepto andino de «vivir bien» (en contraste con otras acepciones
de desarrollo como crecimiento económico, cohesión social, bienestar, de-
sarrollo humano, etc.).
El «vivir y convivir bien» o «Buen Vivir» (suma q’amaña en aymará, sumak
kawsay en quechua) es una propuesta surgida desde los pueblos indígenas
andinos. Se refiere a una cierta plenitud de la vida, así como al bienestar social,
económico y político que todo pueblo anhela (Choque, 2006). El «vivir bien»
nace de la experiencia de vida comunitaria de los pueblos y nacionalidades
indígenas y se basa en la reciprocidad, la cooperación y la complementariedad.
Busca la vida armoniosa entre los seres humanos y de éstos con la naturaleza.
De hecho, como afirma el economista ecuatoriano Alberto Acosta, se debe
tomar como una respuesta antisistémica y colectiva al concepto individualista
del bienestar (2008). Para estos pueblos andinos, desarrollo, pobreza, riqueza,
no tienen sentido, sino más bien una visión holística de cómo tendría que
actuar la sociedad en su conjunto para construir el sumak kawsay (buen vivir),
sumak allpa (tierra fértil sin mal) y sacha runa yachay (todo el conocimiento
ancestral). El jesuita catalán-boliviano Xavier Albó nos enseña que, cuando
en el mundo andino (y tantos otros mundos originarios) se dice que las suyas
son culturas para la vida, no se refieren sólo al hecho biofísico de vivir sino
también a todo el conjunto de relaciones sociales en ambiente de acogida.
Por eso hablan además de «cuidar» y «criar» la vida como algo que se debe
hacer en comunidad, en familia (Albó, 1986).
El «vivir bien» andino contrasta con el «vivir mejor» presente en las
acepciones occidentales del término desarrollo. En primer lugar porque
«vivir bien» procede de la (imperfecta) traducción al castellano de la palabra
aymara q’amaña que significa «vivir y convivir en paz con un mismo, con la
colectividad y con la naturaleza» o «vivir plenamente a gusto». En cambio, la
gran mayoría de acepciones occidentales de desarrollo, tanto las neoliberales
como las estructuralistas, plantean la vida individual y la historia colectiva
como una carrera (progreso lineal). Estas acepciones se vinculan también con
la manera de concebir el tiempo. Si en las culturas amerindias se ha producido
una concepción circular del tiempo, en los sistemas occidentales se funciona
a partir de una idea progresiva del tiempo. Y en segundo lugar, porque estas
visiones de pueblos originarios se resisten a emplear el comparativo «mejor»
al entender que demasiadas veces un individuo o grupo vive mejor y se

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encuentra mejor que otros porque justamente lo ha hecho en detrimento o
con menoscabo de los otras.
Algunos intelectuales andinos lo describen así:

El «vivir mejor» es una idea consumista, mercantilista e individualista


que genera falsas necesidades que nos llevan a la ansiedad y hasta a la
violencia. El «Buen Vivir» supera al «vivir mejor» en el sentido de que
amplía las capacidades y las oportunidades para la emancipación de
todas y todos, no sólo para disfrutar de un ingreso digno y sostenible,
sino para dar rienda suelta al amor social, a la solidaridad, a la confianza
y el respeto por el otro, por el distinto, por el que no es igual a uno.
(Jara, 2008)

Con respecto a nuestro objetivo de lograr discernir entre interferencias


positivas y negativas, la visión del vivir bien aporta tres aspectos que nos
parecen particularmente útiles:
1. Vivir bien con la naturaleza: El «buen vivir» se constituye en un
paradigma de sociedad sostenible basado en el acoplamiento equilibrado y
equitativo entre economía y naturaleza (Carpio, 2008). Puede ser vinculada
con la idea según la cual, en una relación de reciprocidad entre seres humanos
y medio natural, la especie humana al garantizarse a sí misma su continuidad
debe garantizar la supervivencia del resto, facilitando que los encadenamientos
tróficos fluyan sin interferencias y que los ecosistemas mantengan su equilibrio
de forma que puedan cumplir su misión ecológica de sostener toda forma de
vida en un círculo virtuoso de ecología viva. En realidad, en la visión andina
y de muchos otros pueblos originarios no existe una distinción importante
entre la dimensión cultural (o humana) y la natural. Se entrelazan, forman
parte de una misma realidad. Por eso se habla de perspectiva «holística» o
«integral». No existe superioridad entre lo humano y la naturaleza, mucho
menos deseos de dominación o de victoria sobre ella. Se teje más bien una
relación de complementariedad, respeto, y sobre todo, reciprocidad. Ello es
relevante, porque si su entorno no se encuentra bien (si lo perjudican) ellos
consideran que tampoco pueden encontrarse bien. Una orientación que los
aparta radicalmente de visiones aparentemente nuevas sobre sostenibilidad,
como las estructuradas alrededor de la ecoeficiencia, más orientadas a la
sostenibilidad del capital que de la naturaleza, y siempre sometidas al «efecto
rebote» de la paradoja de Jevons.
Esta aproximación obliga a desplegar cambios fundamentales en la
configuración del sentido de la vida por parte de la humanidad. Implica
rediseñar la economía en el sentido contrario tanto del crecimiento y proceso
de acumulación capitalistas, como de la episteme que generan sus promo-
tores para legitimarlos. Como se puede observar, existe una sorprendente

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coincidencia, dada la distancia, con las tesis del decrecimiento procedentes
de Francia, Italia, Reino Unido y Cataluña.7 Entonces, la simultaneidad de
pensamientos en la actual coyuntura nos induce a postular que las tesis del
vivir bien pueden ser perfectamente compatibles con enfoques conceptuales
de otros lugares geoculturales del planeta. Incluso, pueden alimentarlos y ser
uno de los referentes principales como se verá al desarrollar la teoría de la
anticooperación en lo que sigue.
2. Vivir bien con autodeterminación: Para vivir plenamente hace falta
que cada cual, que cada comunidad, cada pueblo, cada familia cultural del
mundo pueda definir su propio proyecto respetando el resto de proyectos,
de pueblos y la naturaleza. No es extraño que sea desde culturas oprobiadas y
menospreciadas —como han sido las culturas indígenas originarias de todas
partes del mundo— que se haya desarrollado una sensibilidad y a la vez un
discurso tan profundo sobre la convivencia entre diferentes formas de mirar
el mundo.
Una de las ideas fuerza del proyecto del vivir bien que camina en ese
mismo sentido es el de la plurinacionalidad, por la cual es necesario conceder
respeto, autonomía y legitimidad a todas las familias étnico-culturales que
conviven en un marco administrativo determinado, al mismo tiempo
que éstas deben cuidarse entre ellas en una familia de escala superior.
Una segunda idea fuerza es la de la descentralización territorial del Estado,
por la que a cada territorio le corresponde definir su futuro según su proyecto
de vivir y convivir bien, configurado por circunstancias que sólo se observan
desde su día a día, por la propia historia, por su sentido y por las prioridades
futuras de sus habitantes (Carpio, 2008).
La tercera idea, bastante solapada con las anteriores, es la de soberanía
local de los pueblos. Una soberanía que no se debe tomar como la utilizada
por los estados para defender sus territorios o atacar violentamente a los países
vecinos según intereses particulares o corporativos. El concepto de soberanía
local es un concepto muy potente desde el punto de vista de la confrontación
de los pueblos con el discurso y globalización neoliberal y su capacidad de
allanar los regímenes normativos estatales de todos los países y en especial
de los países empobrecidos.
La guía de todas estas ideas-fuerza (como señala, por ejemplo, la Carta
de Derechos de la nueva Constitución del Ecuador) deben ser los derechos
colectivos y un desarrollo endógeno que empieza desde debajo y se ensancha
hasta incluir a todos los habitantes de la tierra. Es decir, contrariamente a la
jerarquía multiescalar global-local observada en el actual proceso de globali-

7. Véase por ejemplo http://decreixement.net/; o www.decroissance.info.

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zación (Verger y Llistar, 2005). Este sistema de derechos colectivos debería
orientar las formas de administrar, funcionar y autogobernarse a los pueblos
y nacionalidades en sus territorios, más allá de reconocimientos exclusiva-
mente culturales. Por ejemplo, se abriría así la posibilidad de considerar los
bienes naturales de un territorio de manera diferente a la de la rentabilidad
monetaria si sus pobladores lo consideraran así.
3. Vivir bien y crítica al desarrollo capitalista: «Hay que avanzar hacia la
construcción de sistemas sociales del ‘Buen Vivir’ basados en la reciprocidad
entre humanos y cono la madre tierra, y no en el suicido planetario de la
mercantilización de la vida».8
La cosmovisión del vivir y convivir bien se erige como una crítica strictus
sensus al desarrollismo histórico y al control tecnocrático de la vida pública
promovidos por el Primer Mundo (bloque capitalista) y por el ya desaparecido
Segundo Mundo (bloque comunista). Esto la sitúa dentro del paradigma del
post-desarrollo planteado por autores como Wolfgang Sachs (1992) o Arturo
Escobar (1995).
Como hemos visto anteriormente, la noción predominante de desarro-
llo es indisociable a la del crecimiento económico y a la de modernidad. Es
más, es «PIB-obsesiva», tecnofílica, competitiva y consumista. De forma que
traza una línea divisoria entre países de renta alta y países de renta baja, y
los etiqueta como «países desarrollados» a unos, y «países subdesarrollados»
o eufemísticamente «países en vías de desarrollo», a los otros, independien-
temente de la riqueza de su cultura, de su historia, la felicidad y la salud de
sus habitantes (incluida la mental), de su agresividad, de lo que contaminan
o de los bienes comunes que acaparan. Al definir estas dos categorías, se
indica hacia dónde se ha de adelantar y hacia dónde no se debe retroceder.
Nos podemos preguntar de paso si se trata de una simplificación, incluso de
demagogia, porque esta acepción dominante se identifica después con otras
categorías incuestionables como, por ejemplo, progreso, prosperidad, bien-
estar o éxito, categorías que son fácilmente trasladables a otras escalas como
la individual, la familiar, la municipal, etc. y que por lo tanto, son fáciles de
comprender y justificar.
Frente a este modo de entender lo que es positivo y lo que es negativo,
el vivir y convivir bien, en cambio, niega que crecer, modernizarse o consu-

8. Una de las propuestas de la Declaración de los Hijos de la Tierra, documento final


de los más de 1.000 representantes de los pueblos quechua, kichwa, lafquentx, guambiano,
toba, pandilla, poccra, asháninka... pueblos originarios del Abya Yala (América), reunidos en
Lima, Perú, el 12 y 13 de mayo de 2008 durante la II Cumbre Nacional de Comunidades y
Pueblos Originarios del Perú y el Foro Internacional: Agendas Indígenas, Unión Europea y
Descolonialidad del Poder y Saber.

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mir más, deban ser positivos per se, si no impulsan la plenitud de vida, si no
alimentan cooperativamente y refuerzan los vínculos con la comunidad, la
naturaleza y el planeta. Esta visión andina critica la ceguera de la concepción
capitalista respecto a las relaciones de dominación que generan sus valores, y
pone por delante la solidaridad, el respeto, la reciprocidad y el colectivismo,
a la competitividad y el individualismo; la libertad de la comunidad (que no
del individuo), a la libertad del capital.
La crítica que se hace al desarrollo capitalista contiene muchas similitudes
con aquella que se encuentra en la crítica desde la economía ecológica a la
economía clásica, en autores como Georgescu Roegen, Ivan Illich, German
Daly o Martínez Alier. El mundo andino apela a concebir las personas como
miembros de una familia de especies vivas sin las cuales no puede ni tiene
sentido su existencia. Por ello y como hemos dicho antes, plantea una relación
de reconocimiento de las funciones ecosistémicas de la naturaleza igual que
hace el ecologismo, propone una relación armoniosa dentro la naturaleza
(semejante a la de la búsqueda de la mínima entropía posible en cualquier
proceso humano) y por lo tanto, una actitud de moderación material y ener-
gética (vida sobria), etc.

Sumak kawsay en las Constituciones de Ecuador y Bolivia

El concepto de sumak kawsay está empezando a plasmarse en algunos


códigos. En particular, en Bolivia y en Ecuador, esto se intenta realizar en
las nuevas Constituciones Políticas del Estado. Como carta de principios, la
nueva Constitución ecuatoriana, por ejemplo, reorienta su visión particular
del desarrollo a la perspectiva del «vivir bien». En ésta se sostiene que:

El Régimen de Desarrollo es el conjunto organizado, sostenible y dinámi-


co de los sistemas económicos, políticos, socio-culturales y ambientales,
que garantizan la realización del buen vivir; el buen vivir requiere que las
personas, comunidades, pueblos y nacionalidades gocen efectivamente
de sus derechos y libertades, y ejerzan responsabilidades en lo marco del
respeto a sus diversidades y la convivencia armónica cono la naturaleza.

El «buen vivir» nos define un sistema de referencia que nos permitirá


establecer qué interferencias NS son negativas y cuáles positivas. Aquellas
que puedan contribuir al vivir y convivir bien de un determinado colectivo
social, serán interferencias positivas. Aquellas que vayan en contra del vivir
y convivir bien, serán interferencias negativas. Se trata pues de redefinir el
concepto de desarrollo según un marco de referencia alternativo inspirado
por el suma q’amaña andino, que al contrario de la idea hegemónica de de-

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sarrollo cual crecimiento económico, integre los valores de la sostenibilidad
que defendemos.
La razón por la que hemos escogido este marco de referencia y no por
ejemplo el del desarrollo humano planteado desde Naciones Unidas se ubi-
ca en que encarna e integra mejor, a nuestro parecer, los valores colectivos
de solidaridad intra y intergeneracional, de armonía con la naturaleza, de
justicia social y ambientales a diferentes escalas, de respeto a la identidad y
democracia auténticamente participativa, que creemos que deberán ser los
principios rectores de la cooperación y la sostenibilidad.
Como veremos en el siguiente paso, el planteamiento será que todo
sistema social sufre transformaciones que pueden tener su origen dentro o
fuera de ese mismo sistema. Delante de una potencial transformación, po-
dremos emplear esta nueva barra de medir que nos ayudará a discernir entre
lo positivo y lo negativo para ese sistema, y lo haremos desde la perspectiva
del «buen vivir».

Categorías de desarrollo
La preocupación última de este libro es el pescador tanzano, el minero boli-
viano, el campesino bangladeshí, el inmigrante marroquí o el indígena wayú.
Lo cual nos conduce a considerar al director o el accionista de Pescanova, al
secretario de Estado de Comercio español, al latifundista guatemalteco, al
funcionario egipcio del Banco Mundial o al consumidor compulsivo japonés.
Todos ellos pueden coincidir en distintas estructuras sociales, económicas,
políticas e incluso culturales. ¿Qué sujeto de estudio resulta más oportuno
para nuestro objetivo de entender mejor las interferencias transnacionales y
las desigualdades que producen?
Depende. En ocasiones nos referiremos a individuos, en otras, a co-
munidades de vida, a veces a grupos de interés y otras veces a categorías
socioeconómicas cuyas realidades son parecidas en muchos países (categorías
multinacionales) y que incluso se alían (categorías transnacionales), y dejare-
mos en un segundo plano las fronteras. Asimismo, haremos referencia a los
estados y a sus sociedades (dando relevancia a las fronteras y a la capacidad
política, militar y redistributiva del Estado).
El mapa de las teorías del desarrollo nos provee de una cierta variedad
de categorías para referirse a lo que en el sistema mundial es deseable o in-
deseable. Cada clasificación enfatiza una característica sobre otras, fruto de
la aproximación metodológica y sobre todo ideológica. Algo que las torna
imprecisas y a su vez complementarias entre sí. Dado que repetidamente
utilizaremos categorías de desarrollo, conviene señalar qué matices incorpora
cada una.

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Categoría Matiz Procedencia

Tercer Mundo Se origina al referirse a un con- Alfred Sauvy (1954).


Primer Mundo junto de países que no están
implicados directamente en la
Guerra Fría.

Países en Vías de Desarrollo El desarrollo es un proceso Teoría de la modernización.


Países Desarrollados lineal.

Países no industrializados Sugiere que el desarrollo se


Países industrializados adquiere simultáneamente
a un determinado grado de
industrialización.

Países Menos Avanzados Se refiere a los países menos Naciones Unidas.


(PMAs) modernizados del planeta.
Referencia implícita al bajo
desarrollo tecnológico.

Países de Bajos Ingresos Según PIB/cápita. Categoría Banco Mundial.


Países de Ingresos Medios economicista.
Países de Altos Ingresos

Países con bajo desarrollo Según Índice de Desarrollo Teoría de las necesidades
humano Humano (ingresos, esperanza básicas. Naciones Unidas.
de vida, alfabetización).

Centro Expresan jerarquía e inter- Teoría de la dependencia.


Periferia dependencia. Evidencian la
Semi-periferia9 dominación de unos sobre
otros. Énfasis en lo político y
económico.

Sur (geográfico) La mayoría de los países del Consideraciones geográficas,


Norte (geográfico) Primer Mundo se encuentran no siempre precisas (ver Aus-
en el hemisferio Norte. Sigue tralia o México p.ej.).
siendo un criterio basado en
las fronteras.

Países empobrecidos Enfatiza la tendencia, y se Movimientos sociales antiglo-


Países enriquecidos contrapone a la denominación balización capitalista (p.ej. la
«Países en Vías de Desarrollo». Red Ciudadana por la Abolición
de la Deuda Externa).

Clase No Consumidora Basado en los usos de consu- Worldwatch Institute (2004)


Clase Consumidora mo. Categoría económica pero Sur Global (político).
sobre todo sociológica.

Norte Global (político) Parecido a Centro/Periferia. Movimientos antiglobalización


Su uso es nuevo y ha sido capitalista (destacamos p.ej.
utilizado ambiguamente para Focus on the Global South,
referirse en ocasiones a un Transnational Institute...).
mismo destino común que la
globalización capitalista asigna
a los países, y en otras, a un
Sur y un Norte que se deslo-
calizan en cada país pero que
donde el Sur sigue subordina-
do al Norte.

9. Wallerstein lo introduce en su teoría del sistema mundo (2007).

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La concepción neoliberal de la ayuda al desarrollo
Como hemos apuntado, distintas teorías del desarrollo han recetado diferentes
prescripciones a los países del Tercer Mundo para curarse de la «enfermedad»
del subdesarrollo y alcanzar la senda de los «desarrollados». La ayuda cumple
funciones diferentes que dependen de cuál sea la concepción de las relaciones
internacionales y la noción de desarrollo que se utilice. Tratamos de resumirlas
en la siguiente tabla.

Enfoque Propuesta sobre lo que debe hacerse con el Sur

Liberalismo internacionalista Es necesaria más ayuda internacional. La democracia


y el desarrollo comportan paz y beneficio mutuo NS.

Realismo Conviene conceder ciertas ayudas para extender


la economía de mercado (capitalismo) y para evitar
que los países del Tercer Mundo caigan del lado del
socialismo, del islamismo o de cualquier populismo
indeseable. Pero hay que mantener las distancias re-
lativas entre países en términos de poder y privilegios
(statu quo internacional). El Tercer Mundo no debe
desaparecer.

Estructuralismo El problema es de estructura y de la posición que en


ella se ocupe. La cooperación no sirve a los pobres si
no es para cambiar dicha estructura.

Culturalismo Hace falta enseñar valores capitalistas: aprender a


pescar en lugar de regalar el pescado.

Institucionalismo Cooperar sobre todo al fortalecimiento de las institucio-


nes de los países del Sur, modernizándolas a seme-
janza de las del Norte. Es compatible con las demás.

Neoliberalismo Aligerar la extrema pobreza producida por los esen-


ciales programas de ajuste, mientras se modernizan y
profundizan las estructuras del capitalismo globalizado.
Ayudas destinadas a los más pobres y a los progra-
mas de privatización simultáneamente.

Poscolonialismo No hay que concentrarse en ayudar, sino en descoloni-


zar.

Buen vivir/desarrollo endógeno Cada pueblo debe definir su «buen vivir» y ponerlo en
marcha. Conviene reducir las interferencias transnacio-
nales (incluida la ayuda internacional) mediante políti-
cas de soberanía local. Parte del enfoque poscolonial,
aunque asume que determinadas ayudas pueden ser
útiles.

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La fórmula más extendida es sin duda la neoliberal, a la cual se añaden
componentes de realismo, culturalismo, institucionalismo, incluso interna-
cionalismo liberal. Predomina una combinación simultánea entre el Consenso
de Washington10 y una «ayuda al desarrollo» que facilite la transición lineal
desde cerradas economías tradicionales a economías de mercado globalizadas
e integradas según la división mundial del trabajo. Según los neoliberales,
conviene evolucionar de regímenes corruptos de corte populista, autoritario
o socialista a las llamadas democracias de mercado. La ayuda al desarrollo
gestionada a través de la cooperación internacional evitaría los traumas del
doloroso pero necesario ajuste de esos países con intenciones de desarrollarse.
Además, se trataría de una estrategia mucho más rentable para introducir el
mercado capitalista en los países pobres que las estrategias de dominio duro,
militares o económicas.
Tanto en la teoría como en la retórica oficial, la ayuda al desarrollo,
regentada por las agencias de desarrollo de administraciones del Norte, las
instituciones multilaterales y una parte importante de las Organizaciones
No Gubernamentales (ONG), se dirigiría al progreso capitalista del Sur, al
bienestar de sus habitantes, a crear las bases de una buena gobernanza y de la
paz, así como una adecuada conservación de la naturaleza todavía abundante
en el Sur. Todo ello mediante la implementación de distintos mecanismos de
mercado y la cultura del buen gobierno.
Aunque todavía marginales respecto al resto, también se están aplicando
políticas de cooperación distintas a las neoliberales de la mano de organi-
zaciones y redes de organizaciones y movimientos sociales, así como de los
gobiernos de algunos países («díscolos» según la mirada de Washington) como
Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador o Paraguay, en marcos de cooperación
Sur-Sur tales como el Tratado de Comercio de los Pueblos (como alternativa
a los tratados de libre comercio), el ALBA (como alternativa al ALCA) o el
Banco del Sur (como alternativa al Banco Mundial).

El fracaso del sistema de ayuda internacional


Ahora bien, podemos preguntarnos por qué después de más de 60 años de
políticas de cooperación al desarrollo con el Sur, ese mismo Sur no deja de

10. Los preceptos del Consenso de Washington son una síntesis del programa neoliberal.
Entre éstos podemos destacar que «el Estado debe ser un mero facilitador de los negocios del
sector privado (estabilidad), un regulador ocasional de los excesos del mercado (programa de
alivio de la pobreza y protección del medio ambiente) y un garante de la paz social (gober-
nanza). Además, se supone que la internacionalización de las economías y la atracción de la
inversión extranjera permitirá un «derrame» de la riqueza hacia las clases menos favorecidas»
(Llistar, 2003: 12).

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distanciarse del Norte (PNUD, 2006), salvo raros y discutibles casos como
el de países como Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, usualmente de-
nominados como BRICS. ¿Por qué tantos esfuerzos solidarios desplegados
por el sector de la cooperación internacional no han tenido un resultado
mejor?
Si nos quedamos encerrados en el debate de la ayuda internacional, sólo
existen dos explicaciones posibles. La primera es que la ayuda internacional
haya sido insuficiente, demasiado exigua (luego, habrá que incrementarla).
Esta explicación es la que ofrecen la inmensa mayoría de ONG dedicadas al
desarrollo internacional. La segunda, que la ayuda internacional no haya
tenido la calidad adecuada (luego, habrá que reformarla). Un grupo de
ONG, menor que el anterior, también sostiene esta segunda hipótesis, que
es compartida no siempre por los mismos motivos, por otros actores como
empresarios, gobiernos del Norte, que afirman que algunos de los distintos
gestores de la cadena de la ayuda (agencias del Norte, ONG o Gobiernos
del Sur) son sistemáticamente ineficientes o corruptos. En nuestra opinión
limitarse a ambas hipótesis implica recortar la realidad, no ver más allá.
Algo que como resultado tiende a seguir perpetuando la miseria, la violencia
y la injusticia en el mundo, toda vez que lo conducimos al abismo de la
crisis ecológica.
Consideramos, por tanto, que para reconstruir el mapa entero de las re-
laciones entre el Primer y el Tercer mundo, se requiere incluir todo contacto
entre Norte-Sur, cualquier interferencia y mecanismo, en cualquier ámbito;
sin olvidar ni uno sólo. El sistema de ayuda al desarrollo, aunque complejo,
no es más que una sola pieza del rompecabezas. Faltan las demás piezas. Por
eso no sólo debemos analizar el sistema internacional de ayuda al desarro-
llo, también considerar otros sistemas tanto o más importantes de cara a la
abolición de las desigualdades Norte-Sur, tales como el sistema comercial
mundial, el sistema financiero, el sistema militar, el sistema de seguridad
internacional, las migraciones, etc. Haciéndolo, incluso descubriremos que
el actual sistema de ayuda se convierte en funcional para el mismo sistema
multidimensional que produce las desigualdades. Dedicaremos buena parte
de esta obra a demostrar que los problemas del Tercer Mundo no se resuelven
ni con mayor ni con mejor ayuda internacional.
Además, rechazaremos que las asimetrías globales se produzcan sólo entre
el Primer y el Tercer Mundo. Aún asumiendo las grandes desigualdades entre
países, centraremos nuestro análisis sobre grupos de interés, algunos de los
cuales se han transnacionalizado. Por ende, y a pesar de la gran heteroge-
neidad de particularidades, nos referiremos en términos generales no sólo a
países empobrecidos y enriquecidos, sino también, y principalmente, a las
desigualdades entre Norte Global y Sur Global.

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Cooperación y anticooperación
¿Cómo debiera ser la cooperación? ¿Qué es lo que representaría una ayuda?
A pesar del uso manipulado que se les da a ambos conceptos, proponemos
redefinir el término de «cooperación» en tanto que el conjunto de interferen-
cias positivas entre el Norte y el Sur Globales, en ambos sentidos, teniendo
en cuenta que ello significa utilizar y confrontar distintos lenguajes de valo-
ración.11 Mientras que la ayuda NS sería toda interferencia positiva en sentido
sólo NS. De forma análoga, definimos «anticooperación» como el conjunto de
interferencias negativas entre el Norte y Sur Globales. Los conceptos de co-
operación y anticooperación pueden aplicarse a diversas dimensiones: estados,
grupos sociológicos, individuos, etc. Definimos también los «mecanismos»
de cooperación o de anticooperación como los dispositivos existentes en el
actual sistema mundial a través de los cuales tienen lugar la cooperación y
la anticooperación (el crédito internacional, el comercio internacional, el
militarismo, emisión/absorción de gases a/de la atmósfera, la transferencia
de tecnología, etc.).
Luego, ya no es cuestión de evaluar sólo los desequilibrios mediante la
mirada limitada del sistema de ayuda internacional al desarrollo convencional,
sino de ampliar el análisis al balance integral entre «cooperación» y la «anti-
cooperación» global. Algo mucho más complejo e incómodo políticamente
que dedicarse sólo a la ayuda sin cuestionar nada más, pero que por suerte ya
vienen haciendo algunas organizaciones y movimientos sociales en distintas
partes del mundo. Se trata de los llamados movimientos por la justicia social
y ambiental global que están emergiendo en los cinco continentes, a medida
que surge una conciencia colectiva cosmopolita y preocupada por compartir
una aldea común donde todos puedan vivir bien.

La anticooperación prevalece
La ayuda internacional como un silbido en un concierto de trash
Algunas organizaciones dedicadas al desarrollo han superado el asistencialis-
mo, sustituyendo parte de su actividad como canalizadores de dinero y per-
sonal técnico por actuaciones de sensibilización, denuncia y presión política
hacia algunas causas estructurales del «subdesarrollo» del Sur. Algunas agencias
de financiación han empezado a entender tímidamente que tales actuaciones

11. Distintos grupos de interés manifiestan en la práctica distintos «lenguajes de valora-


ción» (Escobar, 2005) o definiciones de sentido. El lenguaje económico (como el que utiliza
el BM y el FMI) es una herramienta de poder. Sin embargo, hay otros lenguajes de valoración
disponibles en otras culturas, como el lenguaje de la sacralidad, el lenguaje de valoración de lo
vivo, etc. Los conflictos suelen producirse por una confrontación de lenguajes de valoración

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son convenientes. Las campañas de sensibilización en el Norte o las campañas
de denuncia e incidencia política sólo son compatibles desde esta perspectiva.
Sin embargo, resulta difícil encontrar en el ideario de las primeras y de las
segundas un mapa integral de las causas de la pobreza originadas por el Norte
ni una evaluación comparada de la importancia relativa de cada una de estas
causas. Ni mucho menos de los mecanismos transnacionales que producen
anticooperación. Ello se debe tanto a la especialización de las organizaciones
como al fuerte dominio, también en estas agencias, de lo que podríamos
llamar «la visión recortada de la ayuda» (o el paradigma unidimensional de
la ayuda internacional).

La hipótesis principal en la que se sostiene nuestra teoría de la anticoopera-


ción radica en que el conjunto de interferencias negativas ejercidas desde el
Norte Global sobre el Sur Global (anticooperación) prevalece sobre la ayuda
al desarrollo (cooperación). Mientras ello suceda, no habrá un mundo sin des-
igualdades ni jerarquías, ni alcanzaremos el sueño de un buen vivir global.

A lo largo del capítulo IV trataremos de comparar la importancia de la


ayuda respecto a algunas clases conmensurables de anticooperación, con el
objetivo de percatarnos de lo relativamente fútil de la ayuda internacional
en el sistema mundial. Una ayuda que se pierde entre otras interferencias
transnacionales negativas como un silbido en un concierto música trash.

Uso geopolítico de la ayuda internacional


La segunda hipótesis que plantea la teoría de la anticooperación es que una
parte significativa en términos económicos de la ayuda internacional se rige
bajo parámetros geopolíticos que tienen que ver más con los intereses del
donante que con los del receptor de la ayuda. Especialmente cuando se trata
de ayuda gestionada por gobiernos, instituciones multilaterales o empresas.
Un fenómeno que escapa a la vista de todo aquel que no utilice un análisis
combinando múltiples escalas (multiescalar), distintos ámbitos de actuación
(multicriterial) y no lo haga de forma integral, y que desarrollaremos en el
capítulo sobre anticooperación «solidaria».

La teoría de la vaca y el pienso

Una parábola resume la suma de nuestras relaciones con las poblaciones


del Sur:
El granjero industrial que ofrece pienso a la vaca no está precisamente
cooperando con la vaca a pesar del pienso que le regala, sino que la explota

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para vender su leche y después, su carne con fines económicos generalmente
egoístas. Es una relación de dominación y de explotación aunque a la vaca
le agrade comer pienso.
La visión que se tiene usualmente en el Norte Global, a menudo ino-
centemente, se concentra en recoger y desplazar algunos recursos (dinero,
tecnología, alimentos...) desde un enfoque de solidaridad, pero que no ve o
no quiere ver otros mecanismos que hacen que la vaca no pueda cambiar su
condición. Cooperar no sólo debe de significar la creación un flujo de solida-
ridad, sino también oponerse enérgicamente a flujos mucho más potentes
que paralelamente están desplegados sobre las desangradas economías del
Sur y que perpetúan la situación inmoral de nuestros hermanos africanos,
latinoamericanos o asiáticos. Es decir, investigar las causas, divulgarlas y pre-
sionar a los actores que anticooperan.

En definitiva, dada la compleja trama de hilos que atan las distintas


realidades a escala planetaria creer que la ayuda al desarrollo pueda contra-
rrestar la telaraña de hilos de diversa naturaleza que coartan la libertad de los
habitantes del Sur, pierde total sentido. ¿No deberíamos cambiar entonces de
paradigma? ¿Trascender estrategias que son ya obsoletas? Cooperar a través
de no anticooperar puede resultar mucho más eficaz. Ayudar a través de no
destruir.

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PRESTON, P.W. (1996). Development Theory: An Introduction to the Analysis
of Complex Change. Oxford: Blackwell Publishers Ltd.

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III. GEOPOLÍTICA NORTE-SUR

¿Por qué el Norte no se enjaula en su isla de desarrollo y su prosperidad


material? ¿Por qué se interfiere una y otra vez en los asuntos del Sur? ¿Qué
es lo que el Norte quiere obtener del Sur?
Las interferencias negativas NS no sólo son fruto de accidentes aislados
ni de un sistema complejo que provoca efectos impredecibles ligados al caos
y a la nueva conectividad global (como el que ilustra el potencial efecto a
miles de kilómetros del aleteo de una mariposa). La anticooperación tiene
un sentido que trataremos de describir a continuación.

¿Por qué se produce la anticooperación?


Los apoyos estatales a la internacionalización de la empresa que pueden generar
deuda externa ilegítima, suelen estar fuera de control; la presión que generan
los nuevos objetivos en el uso de agrocombustibles de EEUU y la Unión Euro-
pea sobre los campesinos que disponen de tierras fértiles en zonas tropicales;
el apoyo a un régimen autoritario por motivos geoestratégicos con la venta de
armas y la consecuente represión —muerte incluida— de decenas de miles de
civiles…; observamos que parten de decisiones políticas tomadas en el Norte
Global. Las causas de la anticooperación, surgen básicamente de políticas y
lógicas específicas ligadas al territorio, es decir, de la geopolítica Norte-Sur.1

1. Una definición contemporánea de «geopolítica» sería la de disciplina que se funda-


menta en los mecanismos económicos, políticos, discursivos e ideológicos con que los estados
controlan los territorios dentro y fuera de sus fronteras, sea al confrontarse con otros estados o
sometiendo directamente a su población. La corriente llamada «geopolítica crítica» reconoce
tres grandes ramas en base al sujeto que la utiliza: la geopolítica práctica (estados), la formal
(teóricos e intelectuales), y la popular (el pueblo) (León, 2007). Sin embargo, el concepto que
utilizaremos aquí se extiende más allá de los estados e incluye desde identidades nacionales
hasta corporaciones internacionales.

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Efectivamente, parten de decisiones tomadas en el Norte Global cla-
ramente vinculadas con la necesidad de los actores del sistema capitalista
de autoconservarse (seguridad) y de expandir su poder (crecimiento) en un
ambiente hostil de alta competitividad. Es decir, es una suerte de efectos
colaterales de decisiones y actitudes cuya lógica es perdurar y sobre todo,
crecer material, energética y políticamente en una especie de competición,
por encima de los derechos de terceros.
La oportunidad de controlar los recursos disponibles en los países del
Sur en una arena tan vorazmente competitiva, hace imposible que el Primer
Mundo permanezca encerrado dentro de su isla de desarrollo. Recursos
energéticos, minerales, cultivos tropicales, mano de obra barata, agua, mega-
biodiversidad, nuevas oportunidades de negocio... en cantidades crecientes
son requeridas por el metabolismo social de las economías capitalistas ya
no sólo del Primer Mundo sino de todo el Norte Global.2 La desconexión
Norte-Sur es ilógica en este contexto, los recursos del Sur constituyen una
tentación y la posibilidad de desabastecimiento un peligro demasiado grande.
En consecuencia, la primera explicación del porqué de la anticooperación NS
es la necesidad de asegurar el abastecimiento de materiales, energía y servicios
esenciales (seguridad en el abastecimiento exterior). La segunda explicación
se ubica en la voluntad del Norte de controlar más y nuevos mercados en la
Periferia (control de mercados en el exterior) ligada a su lógica crematística.
Y la tercera razón consiste en poder garantizar las inversiones y otras pro-
piedades que debido a los dos motivos anteriores necesita mantener en el
exterior (seguridad sobre la propiedad en el exterior). Es decir, se combinan
razones ofensivas (control de nuevos recursos) con las defensivas (seguridad
en el abastecimiento y en la propiedad).
La anticooperación no sólo emana de actuaciones para asegurar y au-
mentar los suministros, las inversiones, o el control exterior de los mercados.
Si no, ¿dónde situaríamos actuaciones que van más allá de consideraciones
estrictamente económicas, como las matanzas de civiles libaneses y palestinos
perpetrados por el Estado hebreo durante 2007-2008?, ¿o la guerra contra
el terrorismo a los talibanes afganos?, ¿o los dispositivos antiinmigración
europeos alrededor de las aguas del norte de África? A pesar de la preponde-
rancia del factor económico en la geopolítica actual, existen otros factores
que condicionan la geopolítica. Es el caso de aquellos conflictos que siendo

2. La noción de metabolismo ha sido exportada de la biofísica hasta la economía ecológica


por autores como Georgescu-Roegen, Herman Daly, José Manuel Naredo o Víctor Toledo,
entre otros. El metabolismo social, o metabolismo de una sociedad humana se refiere a su
necesidad tanto de ingerir como de expulsar determinados materiales y energía para operar
ordinariamente, lo cual es tanto función de su organización socioeconómica interna, como
de su entorno.

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internos, terminan derivando en actuaciones de política exterior, por ejemplo,
para tratar de desviar el foco de atención de un determinado affair incómodo
(algunos medios de comunicación justificaron el ataque estadounidense al
Sudán en agosto de 1998 como cortina de humo para distraer la atención
del flamante «Caso Levinsky»); también podrían influir factores ideológicos,
culturales, religiosos, o factores relacionados con la percepción de amenaza
y de supervivencia.
La consolidación del actual status quo internacional, ha requerido la entra-
da en juego de «pivotes geoestratégicos» (estados medianamente fuertes que
pueden ser utilizados con fines estratégicos bien por su posición geográfica,
su régimen afín, su capacidad militar, etc.) y de alianzas geoestratégicas en
general. Arabia Saudita, Sudáfrica, o Colombia tienen esta función ante los
intereses estadounidenses. Por lo tanto, algunas medidas de política exterior
obedecen a alianzas tácticas. La Cuba de Castro, la Venezuela de Chávez u
otros gobiernos, han propuesto repetidamente la conformación de clubes de
países empobrecidos para tomar posiciones negociadoras fuertes ante Esta-
dos Unidos y resto de países ricos. La respuesta que han tenido ha sido una
lluvia de distintas medidas para agrietar dichos cárteles de presión mediante
la concesión de privilegios y castigos bilaterales caso por caso. Estas últimas
medidas son claramente negativas para las mayorías sociales de los países
empobrecidos, ya que sus países, por lo general, pasan a ocupar una posición
perdedora en el tablero internacional.
En segundo lugar, los países enriquecidos no podrían mantener los bene-
ficios de la actual distribución mundial de poder, si abrieran sus compuertas
a los habitantes de los países empobrecidos. Las calles y puestos de trabajo
de Nueva York o Berlín o Córdoba se llenarían de campesinos chinos e in-
dios, de chavolas de obreros y excluidos pobres de las periferias de El Cairo,
México DF, Calcuta o Bamako. La avalancha de nuevos ciudadanos podría
desplazar a los autóctonos de determinados puestos de trabajo, y exigirían los
mismos derechos de ciudadanía que los demás. La idea de la misma tortilla
repartida entre muchos más, algo electoralmente impopular, se traduce en
medidas geopolíticas duras (anticooperación) en forma de control migratorio
implacable en dirección rico-pobre. Algo que trataremos la anticooperación
migratoria.
Otras medidas se desprenden de otros tipos de control NS. En este
caso, las que los estados justifican en nombre del control de narcotráfico,
del control de armas, del control de cualquier tipo de red criminal, o de
la guerra contra el terrorismo. En ocasiones son medidas que obedecen a
su cometido nominal. En otras, en su nombre se ponen líderes sociales en
prisión, se descabeza resistencias locales, se ocupan territorios fértiles o con
recursos, incluso se justifican ataques y guerras diversas, o se estigmatiza a
movimientos democráticos.

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Otro grupo de medidas geopolíticas que interfieren negativamente en
los países empobrecidos, se deriva del deterioro mundial de los bienes co-
munes y de la biodiversidad, en especial el calentamiento global, así como
del saqueo de los enormes recursos naturales de los que dispone el Sur. Son
medidas que se dirigen hacia el control de las funciones ecosistémicas de
la naturaleza (servicios ambientales), como la capacidad de absorción de
carbono de las masas forestales tropicales, y en su rica biodiversidad. Ante
un escenario de crisis ecológica mundial cada vez más inminente, el Norte
quiere que el Sur aplique un plan de gestión ambiental sobre su propia
biodiversidad, que no haga perder privilegios a los ricos, sino lo contrario
(sin dejar de contaminar, abriéndole nuevos negocios ambientales, etc.).
La Unión Europea y Alemania en particular son líderes en este tipo de
medidas, que tienden a ser calificadas de cooperación, cuando a menudo
podrían resultar siendo lo contrario.
Finalmente, es importante mencionar aquellas políticas encaminadas a
controlar territorios enteros. Las razones para ello son obvias. Por un lado,
el control de enclaves estratégicos para el tránsito de mercancías tales como
el Estrecho de Malaca, de Ormuz, el Canal de Panamá, o los territorios del

IED
INVERSIÓN Cambio climático
EXTRANJERA DIRECTA y conservación

Energía

Materiales

Agua

Fuente: Elaboración propia ODG.

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Cáucaso. Por otro lado, el territorio en sí como bien escaso, equivalente de
riqueza, sea para producir alimentos, energía, cosméticos, como reservorio
de agua y biodiversidad, para urbanizarlo o para proyectos turísticos.

Miedo a la debilidad
No es lo mismo una huelga de vendedores de alfombras que una de médicos
o de transporte público. La afectación puede ser muy distinta. Un país, una
región, una ciudad, una empresa incluso una persona, tienen en común que
son sistemas dependientes de ciertos insumos: vulnerables ante éstos. Las
personas también lo son ante ciertas necesidades básicas como los alimentos.
Las ciudades dependen asimismo del campo. Las empresas de los servicios
de otras empresas, de las materias primas, de su imagen o de sus clientes. Es
evidente que algunos insumos son además, claramente imprescindibles.
Ciertos autores sugieren que los estados siempre han sido interdepen-
dientes unos de otros. Afirman que hay dos características distintas a tener en
cuenta: la sensibilidad y la vulnerabilidad, que tanto la sensibilidad como la
vulnerabilidad de los estados a determinadas interferencias exteriores varían
según determinadas circunstancias.3 Por ejemplo, a principios de los setenta
los países industrializados eran muy sensibles a la subida del precio del pe-
tróleo, sin embargo, su vulnerabilidad era diversa. Europa y Japón fueron
mucho más afectados económicamente que EEUU.
La detección de vulnerabilidades hace que los países desarrollen cier-
tas fortalezas en algunos ámbitos para compensar la debilidad en otros.4
Un ejemplo histórico es la Crisis Smithsoniana5 de 1971 provocada por la
decisión estadounidense de romper la paridad dólar-oro establecida por
la comunidad internacional en Bretton Woods en 1944. En aquel momento,
EEUU amenaza a Alemania y Japón con retirar sus fuerzas de sus territorios
además de imponer restricciones a sus importaciones (EEUU no era ni sensible
ni vulnerable en esos dos aspectos), si no aceptaban la rotura unilateral de
la paridad. Por otra parte, EEUU sí han sido tradicionalmente vulnerable en
lo financiero.
Así pues, los estados buscan su estabilidad a través de la reducción de
incertidumbres. Por lo tanto, tratan de identificar con precisión sus vulnera-
bilidades respecto a factores externos para minimizarlas. Muchas veces desde

3. La distinción entre sensibilidad y vulnerabilidad aplicada a los estados, la introducen


por primera vez los reconocidos pluralistas (realistas tardíos encaminados hacia el neolibera-
lismo) (Keohane y Nye, 1989).
4. Keohane y Nye comparan el poder norteamericano con el europeo en la actualidad y
observa que la UE es un gigante comercial pero un enano militar respecto a EUA (1989).
5. Para más información véase Gowa (1983).

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percepciones cercanas a lo que identificamos como miedo. La dependencia
de los países respecto a los suministros de materiales de países terceros los
hace vulnerables.6 En general, el riesgo en el suministro no depende tanto
de la cantidad de material importado sino de la probabilidad de que alguna
de las fuentes de abastecimiento pueda fallar (fiabilidad), y de la flexibilidad
del sistema económico para sustituir un proveedor o una materia prima por
otros (Ortega, 2008a). La fiabilidad de las fuentes de abastecimiento de un
país y la flexibilidad de su economía determinará entonces su dependencia
hacia el exterior.
El mismo comportamiento manifiestan las grandes compañías trans-
nacionales al reducir su vulnerabilidad mediante estrategias de diversifi-
cación geográfica, productiva y comercial. En el argot económico se le
llama a menudo «reducción de riesgos comerciales, políticos y naturales».
Muchas compañías se dedican a reducir esos riesgos para otras empresas.
Por ejemplo, en lo financiero, ésta es la función de las agencias de crédito
a la exportación, compañías con mandato estatal, poco conocidas aunque
fundamentales para la expansión del comercio internacional y la inversión
del Norte en el Sur.7 Estas agencias cubren los riesgos que supone la ex-
pansión exterior de las empresas, con dinero principalmente público. Es
el caso de los riesgos a los impagos de potenciales empresas que en el Sur
entren en fallida, desastres naturales, nacionalizaciones estatales, guerras,
etc. Son responsables de una tercera parte de toda la deuda externa de los
países del Sur.8
Del mismo modo, existen numerosas agencias que se dedican a cali-
ficar el riesgo de invertir en un determinado país o proyecto empresarial,
en base principalmente a la inseguridad que ofrece su situación política,
así como su economía local a la hora de garantizar la propiedad privada y
los pagos a empresas (del Norte). Las calificadoras de riesgo más conocidas
son Moody’s, Standard&Poors o Fitch, y su poder es enorme. Y aunque
han cometido errores garrafales al calcular el riesgo de fondos de inversión
ligados a las hipotecas subprime y otros productos financieros tóxicos, si-
guen en vigor.

6. Un modo habitual de «herir» a un país consiste en afectar a sus suministros. El caso


del largo bloqueo estadounidense a Cuba a través de la Ley Helms-Burton, es un ejemplo
notorio.
7. Suelen llamarse Agencias de Crédito a la Exportación o ECAs (Export Credit Agencies).
La española, por ejemplo, es CESCE (Compañía Española de Seguros de Crédito a la Expor-
tación). Su importancia es tal que existen redes de ONG que se dedican a su monitoreo. Véase
http://www.eca-watch.org .
8. Se calcula que entre 30-40% de la deuda soberana del Sur tiene origen en créditos a la
exportación que han sido impagados (Wiertsema, 2007).

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Fuente: www.aon.com.

En resumen, tanto países como empresas persiguen la minimización (y


externalización) de incertidumbres y, por ende, tienden a localizar sus debi-
lidades y tratan de limitarlas tanto como pueden. Ello les confiere estabilidad
y la posibilidad de «crecer sosteniblemente». Pero, por otra parte, les obliga
a ejercer políticas duras de anticooperación que describiremos más adelante
y que gravitan sobre todo aquello que el metabolismo del Norte necesite
del Sur.

Lo que el Norte necesita del Sur


¿Qué necesitan los poderosos Estados Unidos, Europa, Japón, Canadá, Corea
del Sur, Australia, Nueva Zelanda y las clases medias globales del «pobre»
Sur?
Las «dependencias» del Norte en relación al Sur no sólo se refieren a
recursos que son escasos en el Norte y abundantes en el Sur, sino también
a la reducción de costes de producción. Puede ser más barato tomar algo o
producirlo en el Sur, según la ley del mercado, que hacerlo (por mano de
obra, por costes ambientales, etc.) en el Norte. A modo de síntesis ilustra-
tiva, como si de una lista de la compra se tratara, se apuntan las principales
dependencias:

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¿Qué es lo que el Norte quiere del Sur?

1. Petróleo, gas y carbón.


2. Minerales estratégicos
3. Tierras fértiles para la producción de agroproductos («agroproductos de
postre» —café, té, cacao.…—, monocultivos energéticos —caña, palma,
maíz, soya, jatrofa—, pasta de celulosa —eucaliptos, pino—, etc.).
4. Madera, pesca, animales exóticos y otros recursos a priori renovables.
5. Servicios industriales asociados a manantiales de agua y energía.
6. Biodiversidad y servicios ecosistémicos.
7. Espacios donde expatriar residuos, deslocalización de segmentos
productivos contaminantes y todo tipo de externalización de costes
ambientales.
8. Resorts para el turismo
9. Mano de obra intensiva y barata en forma de maquiladoras (manufactura
de bienes con poco valor agregado para la exportación instalada con
frecuencia en zonas francas).
10. Servicios baratos en origen (oficinas de atención al cliente, programa-
dores de software, administración, segmentos no estratégicos de la
I+D...).
11. Mano de obra cualificada emigrante en destino (para suplir la baja tasa
de natalidad de determinados países y evitar los costes sociales de su
formación) en dosis definidas por el gobierno de acogida.
12. Acceso a nuevos consumidores.
13. Acceso a nuevas adquisiciones.
14. «Paraísos normativos» (para la evasión de regulaciones fiscales, ambien-
tales, laborales y de la competencia).
15. Territorio (consecuencia de las necesidades productivas anteriores) y
Zonas de tránsito (para acceder a las anteriores).

Sorprendentemente veremos que esa lista es justo la que se negocia (con-


ceptualizada como mercancía) en la OMC.

¿A qué es vulnerable el Norte?


De todos los insumos antes citados, distintas opiniones han enfatizado la
importancia de unos sobre otros. Los sindicatos han denunciado la explo-
tación laboral en las maquiladoras: grupos como ATTAC se han centrado en
los paraísos normativos; redes de la sociedad civil como «Nuestro Mundo
No está en Venta» (Our World is not for Sale – OWINFS) inciden sobre la mer-
cantilización y adquisición NS; la Vía Campesina prefiere una perspectiva de

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territorio y denuncia el modelo agroexportador y el régimen de propiedad de
la tierra; redes Sur-Sur de organizaciones como Oilwatch denuncian la cultura
petrolera y los males de las extractivas; grupos ecologistas aseguran que las
selvas se están acabando a causa de las grandes madereras y la presión de los
monocultivos... Sin embargo, resulta fácil darse cuenta que cada dependencia
es fuente natural de conflictos distributivos. Conflictos en los que las partes
ejercen poder y tratan de interferirse mutuamente para imponer su opción.
Las dependencias NS son pues fuentes naturales de anticooperación.
Como ilustración de las dependencias NS que conducen a geopolíticas
de anticooperación, queremos señalar el carácter estratégico de cuatro insu-
mos: los hidrocarburos (particularmente en Oriente Medio, el Mar Caspio,
Siberia, América Latina y África occidental), los minerales (abundantes en
África central y meridional y América Latina), el agua y la biodiversidad (los
principales hot spot y acuíferos se encuentran en regiones tropicales).
En otras palabras, de todo aquello que procede de la Periferia, las so-
ciedades del Centro son especialmente dependientes de los hidrocarburos,
de ciertos minerales, del tránsito, y en la medida que la crisis ecológica se
profundice, de servicios ecosistémicos. Sin ellos, el Centro entrará tarde o
temprano en una crisis de dimensiones impredecibles como ya lo ha hecho
de forma más localizada en otros momentos de la historia, especialmente ante
la llegada del pico del petróleo y cuando se supere el punto de irreversibilidad
al calentarse el clima global.9
Por el contrario, aunque sujeto a discusión, los países ricos son menos
vulnerables a otros bienes y servicios como los resorts turísticos en el Caribe,
el café o la mano de obra extranjera. Entre otras razones, porque son meta-
bólicamente secundarias, o bien porque los suministradores son muchos, de
modo que el bloqueo potencial de uno puede ser sustituido fácilmente por
el suministro de otro.
Lo central y lo periférico son dos caras de la misma moneda. Y en esa
relación complementaria, aunque desigual, existen intercambios que son
vitales para ambos y otros que no.10 Justamente en lo vital y vulnerable yace
lo estratégico, el núcleo duro de la geopolítica. Para ilustrarlo mejor, aborda-
remos de forma sintética dos peligrosas vulnerabilidades biofísicas del Norte
en términos geopolíticos:11 petróleo y minerales estratégicos. Los servicios
ambientales los trataremos más adelante.

9. El pico petrolero o peak oil es el momento en el tiempo cuando la tasa máxima de


extracción de petróleo global es alcanzada, tras lo cual la tasa de producción entra a un declive
terminal.
10. Esta es la principal tesis de la Teoría de la Dependencia.
11. Recordemos que lo geopolítico atañe al valor de uso que se le da al territorio para un
momento histórico y unas tecnologías disponible dados.

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¡Dame petróleo!: La dependencia del petróleo no sólo está ligada al
consumo de energía sino también al de los más de 6.000.000 de compues-
tos orgánicos derivados de ese viscoso líquido,12 algunos de los cuales —los
plásticos por no ir más lejos— son parte ya casi sentimental de nuestro modus
vivendi. Desde el aire acondicionado hasta la aspirina o nuestros calzonci-
llos de poliéster necesitan petróleo. Además, estudios sobre el metabolismo
de distintos países y regiones del Norte, refutan que a pesar de los avances
en eficiencia energética, el consumo energético por persona sigue en claro
aumento cualquiera que sea el país que se analice13. Que las economías cen-
trales son cada vez más eficientes en el uso de materiales y energía es uno
de los grandes mitos persistentes, porque insinúa que las economías se estén
desmaterializando, algo que es estrictamente falso, como lo señala M. Ortega
(2006). La vulnerabilidad de los países del Norte sigue creciendo.

CONSUMO MUNDIAL DE ENERGÍA 1949-2005

Fuente: CASIFOP-Oilwatch.

En definitiva, nos encontramos ante la constitución de una verdadera


«civilización petrolera» (Barreda, 2004a; 2005b). Véase en la ilustración si-
guiente, obtenida de Oilwatch, la dependencia respecto al «oro negro» y al
gas de las regiones centrales respecto a las periféricas.

12. Los productos derivados y transformados en las petroquímicas se dividen en 5


grupos: plásticos, fibras sintéticas, cauchos sintéticos o elastómeros, detergentes y abonos
nitrogenados.
13. Entre 1971-2000 el suministro mundial de energía primaria experimentó un aumento
del 81% [www.crisisenergetica.org].

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MAPA DE DEPENDECIA DEL PETRÓLEO
(Extraído del Atlas del Petróleo)

Petróleo Estados Unidos


P= 8,6
C= 22,7
Canadá
P= 2,6
C= 2,2
América Latina
P= 15,0
China y Taiwán C= 9,3
P= 4,9
C= 6,3

U.E. y Europa Central


P= 7,7
Japón, Corea del C= 20,5

Sur y Norte
P= 0,0
C= 9,8
Ex URSS
P= 11,5
Mediterráneo
C= 6,0 SIMBOLOGÍA
Asiático Producción
P= 6,1 Consumo
Petróleo mayor de 14.600.000 e.b.p.
C= 3,6
Petróleo menor a 7.790.000 e.b.p.
1 = 1.912.433.650 e.b.p.
India, Pakistán y
África 2 = 1.483.166.869 e.b.p.
Bangladesh P= 10,6 3 = 1.461.638.650 e.b.p.
4 = 1.004.877.030 e.b.p.
P= 1,0 Medio Oriente C= 3,9 5 = 905.145.050 e.b.p.
C= 2,5 P= 31,8
C= 7,3

Cedido por CASIFOP-Oilwatch.

El diagrama muestra las dependencias en el suministro de petróleo. Mien-


tras que Estados Unidos «bebe» destacadamente del petróleo latinoamericano,
la UE lo hace algo más diversificadamente de la antigua URSS, Oriente Medio
y África. Japón y Corea, entretanto, son extraordinariamente vulnerables a
Medio Oriente.

¡Dame minerales estratégicos!


Los llamados minerales estratégicos son imprescindibles para la gama su-
perior de tecnologías (además de para muchos procesos productivos ordi-
narios). Nos referimos a tecnologías y procesos como los que se dan en el
campo de la microelectrónica, ingeniería militar, ingeniería de transportes,
ingeniería petrolera, nuclear, construcción de edificios, nanotecnología,
superconductividad... Tanto empresas como estados son conscientes de su
importancia estratégica ligada a sus propiedades fisicoquímicas (resistencia
a la corrosión, ligereza, plasticidad, dureza, rigidez, superconductividad,
etc.), especialmente en aquellos ámbitos en que se vuelve crucial una su-
premacía tecnológica, como por ejemplo en lo militar. Controlarlos es
sinónimo de poder.

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Por ello, la explotación minera, liderada por las grandes compañías ex-
tractivas acompañadas por sus estados, es origen de interferencias literalmente
mortales para muchos de los habitantes de las regiones mineras de los países
periféricos. Los llamados «diamantes de sangre» africanos, el coltán de los
Grandes Lagos, el carbón chino o colombiano, son ejemplos muy graves de
anticooperación.

Vasectomías y minerales

Las políticas estadounidenses de esterilización de la población de países donde


se explotan minerales y otros recursos estratégicos, son sin lugar a dudas un
inaceptable antecedente de anticooperación. Véase el siguiente fragmento
desclasificado del llamado Informe Kissinger:

La economía de EEUU requerirá grandes y crecientes cantidades de mi-


nerales del extranjero, especialmente de los Países Menos Desarrollados.
Este hecho hace que EEUU tenga un gran interés en la estabilidad política,
social y económica de los países suministradores. Donde quiera que una
disminución de las presiones demográficas, por medio de una disminución
en los índices de la natalidad, pueda aumentar las posibilidades de dicha
estabilidad, la política demográfica se hace relevante para los suministros
de recursos y para los intereses económicos de EEUU (43);
[...] En la India [se llevaron a cabo] algunos experimentos controvertidos
pero extraordinariamente exitosos, en los cuales los incentivos económi-
cos, junto con otros mecanismos de motivación, se utilizaron para lograr
que un gran número de hombres aceptaran las vasectomías (138).

Fuente: «Memorando 200» o «Informe Kissinger» (desclasificado en junio de 1989).


Citado por Population Research Institute y Human Life International (Clowes 2004).

El US Geological Survey monitorea la dependencia de EEUU del exterior


en términos de minerales escasos. De los 64 minerales estudiados, 14 son
importados en un 100% del exterior. La dependencia es total en estos casos
(Barreda, 2004b).14 En realidad, EEUU, Canadá, Australia, Japón y Europa
Occidental, regiones donde habita el 15% de la población mundial, consumen
en conjunto la mayoría de los metales extraídos: aproximadamente el 61%
de todo el aluminio, el 60% del plomo, 59% del cobre y el 49% del hierro
para acero. Por lo tanto, los países centrales deben garantizarse el buen fun-
cionamiento de las minas en los países periféricos así como un conveniente
suministro garantizando las rutas de tránsito y una estructura de precios fa-

14. Véase también: www.usgs.gov.

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vorable. En ocasiones, ello significa incluso ser corresponsables de conflictos
bélicos en países del Tercer Mundo donde se instrumentalizan y se exacerban
pugnas tradicionales para poder controlar las reservas minerales.
Instituciones como el Pentágono estadounidense o la Comisión Europea
tienen claramente identificada la jerarquía de los minerales estratégicos y la
localización de sus fuentes de abastecimiento en el exterior (como por ejem-
plo el corredor minero andino o la región de los Grandes Lagos en África).
Según algunos medios especializados, entre los minerales más estratégicos se
encuentran los siguientes:

Minerales Propiedades Tecnologías / productos Principales Dependencia y


estratégicos asociados productores / conflictos
reservas

Presenta 3 Cabezas nucleares. 60% de la minería, Todos los reactores


Uranio isótopos. Se Energía nuclear 40% uso secun- del mundo se en-
usa el U235, (reactores nucleares dario (industria cuentran distribui-
cuya concen- producen el 17% de la militar). Australia, dos entre 34 países.
tración define electricidad mundial). Canadá, Kazajstán, Desde 1988 existe
si es uranio Producción de municio- Sudáfrica, Brasil, más demanda que
enriquecido / nes perforantes y blinda- Nigeria, Namibia, oferta.
empobrecido. jes de alta resistencia. Uzbekistán, Rusia,
Producción de Plutonio. Níger. 10 países
Estabilizadores de uranio representan el 96%
empobrecido para avio- de las reservas.
nes, satélites artificiales.

Coltán15 Superconductor Tecnología inalámbrica 80% de las reservas Violencia armada y


que aguanta las (WIFI, celular..). en el Congo. guerra en la Región
altas tempera- Consolas de video-jue- Ruanda y Uganda de los Lagos
turas. gos. están actualmente (Congo, Ruanda,
Ordenadores portátiles. exportando coltán Uganda, Burundi).17
Satélites. robado del Congo a
El niobio (en particular) Occidente (princi-
para aleaciones de acero palmente a Estados
en oleoductos, centra- Unidos).16
les nucleares y trenes
magnéticos.

Diamantes Dureza y Ingeniería en general: 49% en África 80% para uso


versatilidad. troquetes y muelas para central y meridional, industrial.
perforar pozos de petróleo especialmente en el Ligado a las guerras
Cortar piedras y cementos Congo. de Angola, Sierra
Elaboración semiconducto- También en CAN, IND, Leona, Liberia.
res de alto rendimiento. RUS, BRA, AUST.

15. Producido a partir de dos minerales: la columbita (niobio) y la tantalita.


16. Se produce también en Etiopía, Nigeria, Zimbabue, Mozambique, Namibia, Sudá-
frica y Egipto.
17. La exportación de coltán ha ayudado a financiar a varios bandos de la segunda guerra
del Congo, un conflicto que ha resultado con un balance aproximado de unos 4 millones de
muertos (Werner y Weiss, 2003).

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Minerales Propiedades Tecnologías / productos Principales Dependencia y
estratégicos asociados productores / conflictos
reservas

Cobalto Dureza y Superaleaciones usa- China, Zambia, EEUU depende en


resistencia das en turbinas de gas Rusia y Australia. un 97%.
mecánica. de aviación, aleaciones
resistentes a la corro-
sión, aceros rápidos, y
carburos cementados
y herramientas de dia-
mante, entre otros.
Catálisis del petróleo e
industria química.

Manganeso Edificios, latas refrescos, La producen Austra- EEUU importa el


Aleaciones baterías portátiles, radios, lia, Brasil, Gabón, 100%.
antioxidantes. armas de fuego. Sudáfrica.

Aluminio Aleaciones para Productores: China, En India murieron


(bauxita) Ligero, blando aeronáutica (aviones, EEUU, Alemania, 16 nativos tribales
y resistente. misiles,..), automóviles, Brasil, Jamaica. expulsados por la
barcos, redes eléctricas minera Tata Group
en sustitución del cobre, en la provincia de
empaquetado de alimen- Orissa.
tación.

Cobre 50% para galvanizacio- Reservas en Chile, Golpe de Estado


Conductor nes del acero, baterías EEUU, Australia, de Pinochet contra
eléctrico. para cohetes y misiles, India y Perú. Allende apoyado
monedas, medicamentos, por los EEUU.
cable eléctrico, pinturas
aislantes, sistemas de
aire acondicionado,
quirófanos...

Germanio Fibra óptica, detección Canadá y China pro-


Fotodetector de de infrarrojos, visión noc- ducen el 50%. Argen-
infrarrojos. turna, radares, paneles tina, Congo, también
Semiconductor. solares, quimioterapia y son productores.
telefonía móvil.

Cromo Aceros de alto rendimien- 48% en Sudáfrica. EEUU depende casi


En aleaciones, to, superaleaciones. También en Kazajs- en su totalidad.
gran resistencia tán e India.
a la corrosión y
brillo. Protección
madera.
Níquel Acero inoxidable Rusia, China tiene grandes
Resistencia a la Superaleaciones Australia, Canadá, consumos.
corrosión. Múltiples usos: monedas, España, Cuba.
En aleaciones aviones...
con Titanio,
presenta
memoria y su-
perplasticidad

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Minerales Propiedades Tecnologías / productos Principales Dependencia y
estratégicos asociados productores / conflictos
reservas

Grupo Resistente a la Refino de petróleo 75% en Sudáfrica. EEUU depende en


Platino corrosión y Fertilizantes 15% en Rusia. un 90% aprox.
a los ácidos. Industria automotriz.

Titanio Poco peso, mu- Fuselajes, trenes de Australia, Sudáfrica,


cha resistencia. aterrizaje, turbinas de Canadá, China,
aviones. Clave en la Chile, Gambia, Ke-
modernización de las nia y Mozambique.
Fuerzas Armadas ame-
ricanas.

Obsérvese la dependencia europea de algunos minerales para tecnologías


estratégicas, muchos de ellos sólo presentes en África Subsahariana.

PRINCIPALES PRODUCTORES GLOBALES DE MINERALES


PARA ALTA TECONOLOGÍA

Rusia
Paladio 45%

China
EEUU Tierras raras 95%
Molibdeno 34% Antimonio 87%
Volframio 84%

Brasil
Nibio - Columbio 90%
Australia
Tantalio 60%
Chile Sudáfrica Titanio 42%
Litio 60% Rodio 79%
Platino 77%
Vanadio 45%
Cromo 41%

Fuente: Elaboración ODG a partir de World Mining Data (2008) y USGS (2008).

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¡Dame servicios ambientales!
El Centro político mundial y su clase consumidora no sólo necesitan los
recursos naturales de la Periferia en forma de commodities,18 sino también del
uso de las funciones ecosistémicas de ese territorio y de los recursos naturales
que no puedan trasladarse: sus enormes masas forestales aún no dilapidadas,
sus manantiales de agua no contaminada, sus fuentes de energía, su mega-
diversidad biológica, sus océanos con sus criaderos de pesca, sus extensos
territorios aptos para el cultivo, incluso para aguantar actividades industriales
contaminantes o para almacenar ahí los residuos que no gustan en el Norte.
Todo ello implica también capacidad para absorber las enormes cantidades
de CO2 y otros gases producidos directa o indirectamente como excrescencia
por la clase industrial-consumidora mundial. También «servicios» como el
control de plagas, autodepuración de aguas, etc. A todas estas funciones no
reconocidas hasta hace muy poco por el mercado como estratégicas (para el
bienestar de los habitantes del planeta), se las empieza a denominar «servicios
ambientales».19

Fuente: Elaboración propia ODG.

18. Anglicismo que se refiere a mercancía o bien de consumo, es decir, desde materias
primas hasta productos agrícolas, pesca, etc.
19. Término introducido por Robert Costanza y colaboradores con el fin de hacerlo
entendible a los economistas (1997).

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En la medida que el mercado mundial se expande —integrando nuevos
consumidores, generando nuevas necesidades y mayor cantidad de excrecen-
cias— una crisis ecológica de dimensiones inéditas se cierne sobre el mundo.
Un buen indicador de ello es la evolución de la huella ecológica humana20
(ver gráfico siguiente). Los recursos naturales y sus funciones ecosistémicas,
entonces, se tornan escasas no sin dejar de ser imprescindibles. Justo por esa
razón es que su control va convirtiéndose paulatinamente en estratégico.
La capacidad que tienen todos los ecosistemas disponibles en el planeta de
generar energía útil y de asimilar los residuos de la organización social actual,
es desde mediados de los años ochenta menor que la energía que gastamos y
los residuos que producimos, como indica el siguiente gráfico.

EVOLUCIÓN DE LA HUELLA ECOLÓGICA GLOBAL

Capacidad de 1 planeta

Fuente: Elaboración ODG a partir de PNAS y Global Footprint Network.

Así pues, la única solución que los pensadores del capitalismo han sa-
bido encontrar para remendar la problemática ambiental del planeta, es la
siguiente: puesto que buena parte de esos «recursos ambientales» beneficiosos
no pueden moverse de lugar (excepto el aire de la atmósfera o en menor
medida el agua de los océanos), lo único que sí se puede es pensarlos como

20. La «huella ecológica» es la superficie de territorio ecológicamente productivo (culti-


vos, pastos, bosques o ecosistemas acuáticos) que se requiere tanto para producir los recursos
utilizados por un grupo determinado de personas (un país, una ciudad, una clase social) con
un determinada forma de organizarse, como también para asimilar los residuos producidos
por este grupo.

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«servicios ambientales» y luego, intentarlos comprar-controlar, a distancia.
Para comprarlos habrá que mercantilizarlos y luego liberalizar su comercio tal
y como sucede con otros servicios. Luego, mecanismos como los «mercados
de emisiones» de CO2, los MDL (Mecanismos de Desarrollo Limpio) o todo
marco de pago por servicios ambientales, y espacios como el acuerdo AGCS
de la OMC, el BM o la propia ONU, se encargarán de ponerlos a la venta.
En el futuro es previsible que este tipo de servicios se vuelvan cada vez
más importantes, dada la insoportable degradación ambiental del planeta
y las tendencias del clima global en las que se vaticina un aumento de las
temperaturas medias de entre 2-8ºC en los próximos 100 años,21 a causa de
las emisiones de gases de efecto invernadero.22 Los intentos de think tanks
vinculados al petróleo y al carbón y determinadas administraciones muy
penetradas por esos intereses, difícilmente lograron aguantar la negación de
lo evidente por más de una o dos décadas (Llistar, 2007a; 2007b; 2007c).
En lo que se refiere al carácter estratégico del agua y la biodiversidad se
suele subrayar que se han disparado los procesos de contaminación del agua
y desertificación, por un lado, y los procesos de erosión de la biodiversidad,
por el otro. Los mapas que describen la pluviometría cobran un significado
económico y hasta geopolítico (Barreda, 2004b).
En resumen, el Norte necesita energía, minerales, agua, «servicios am-
bientales», agroproductos, tierra y una larga lista de bienes y servicios del Sur.
Analizaremos ahora las vías utilizadas por los países centrales para abastecerse
de tales necesidades.

Cómo asegurarse un recurso estratégico


La percepción de vulnerabilidad por parte de los estados conduce a polí-
ticas de seguridad nacional que implican el garantizarse el abastecimiento
de recursos estratégicos por los medios que sus gobiernos crean necesarios.
Incluida la guerra, la colocación de dictadores o de políticas de natalidad
en el Tercer Mundo (ver el cuadro «Vasectomías y minerales», p. 70). Todo
Estado considera los cuellos de botella y potenciales cortes en los suministros
de materiales y energía como asuntos estratégicos. Trata por todos los medios
de evitarlos. Por eso, buena parte de las interferencias planificadas por los
hacedores estatales de la Geopolítica Norte-Sur van a estar dirigidas hacia la

21. Según un estudio realizado en la Universidad de Oxford en 2005 a partir de 2.578


ejercicios de simulación. El Cuarto Informe de Evaluación del IPCC (2007), el informe con
más respaldo de la comunidad científica internacional, sitúa la horquilla del calentamiento
global para el 2090-2100 entre 1-7ºC.
22. Compárese con el último período glaciar, hace unos 15.000 años, en el que la tem-
peratura media era sólo de unos 5ºC menos que la actual.

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creación de garantías en el acceso a dichos recursos estratégicos. Los geoes-
trategas de las compañías multinacionales que requieren altas cantidades de
materiales y energía, harán lo mismo. Si bien estas últimas no podrán emplear
directamente el uso de la fuerza militar, sí en cambio su fuerza económica.
Se protegerán entonces bajo las faldas de los estados, altamente penetrados
por estas compañías.
Respondiendo a intereses de Estado o de empresa, los geoestrategas acon-
sejarán bajo una perspectiva de pragmatismo la anticooperación que fuere
necesaria («si no lo hacemos nosotros, lo hará la competencia»). Las petroleras
y mineras que operan en zonas de conflicto violento, por ejemplo, ante su
dependencia de enclaves en terceros países, se proveerán de compañías de
seguridad privadas o bien establecerán contratos con el ejército nacional del
país del Sur canjeando dinero por ejército en una tentativa de privatización
militar. Alegarán cuestiones de seguridad y, siendo ciertas sólo en algunas
ocasiones, las utilizarán para «allanarse» el terreno en otros asuntos, violando
en definitiva, los derechos básicos de los pobladores cuando estos se resistan
a los objetivos de la empresa.
Para esos geoestrategas, una vez identificados qué recursos externos y en qué
enclaves se encuentran, el juego es lograr conseguirlos. Se trata por lo menos
de abrirse paso en los países productores: introducir los tentáculos tecnopro-
ductivos capaces de chupar los recursos requeridos y luego, a merced de la gran
competencia por el mercado mundial, hacerlo en las mejores condiciones dis-
ponibles, abandonar los deshechos o pasivos ambientales en el lugar, y expatriar
esos recursos hacia el lugar donde serán consumidos. Además, si es posible,
se cargará la factura de gastos diversos, como los de la red de infraestructuras
para exportar esas mercancías, a la administración pública local. Y durante el
proceso, se habrán abierto y atrancado todas las compuertas para que en el
futuro puedan sacarse nuevos recursos. En resumen y simplificadamente: abrir,
entrar, defecar, sacar, consumir, endeudar y bloquear.

Petroleras, seguridad y derechos humanos

La empresa Repsol-YPF por ejemplo explota petróleo en dos áreas «calientes»


desde el punto de vista político: en el departamento colombiano de Arauca
(departamento donde los últimos años se están registrando el mayor nú-
mero de asesinatos y combates entre paramilitares, ejército y guerrilla), y en
la provincia amazónica de Orellana (Ecuador), donde algunas comunidades
indígenas y organizaciones ambientalistas se han organizado para luchar por
sus derechos. En Colombia, mucho más caliente y con un ejército involucrado
en violaciones sistemáticas a los derechos humanos, REPSOL subcontrata a
una compañía de seguridad privada (ODG, 2006) sin exigirle garantía alguna

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para que no viole los derechos humanos; en Ecuador dirige y remunera a una
pequeña división del Ejército ecuatoriano.23 En ambas han sido reportados
no obstante acciones del ejército o de las agencias de seguridad contrarias
a los pobladores, tan contrarias como la muerte. Y el caso de Repsol no es
distinto de las demás grandes petroleras como Oxy, Shell, Chevron-Texaco,
Total Fina, Exxon o BP.
Un relato de ello, en primera persona:

Sucedió justo cuando nos encontrábamos en la comunidad indígena huao-


rani de El Guyillero entre entrevistas y pernoctación. Las declaraciones del
responsable máximo de seguridad de la compañía son cristalinas: «Ustedes
se encuentran en casa de REPSOL y deben abandonarla». A lo que se le
preguntó si consideraba que las comunidades indígenas que nos acogían
también dependían de la empresa extranjera. El responsable, respaldado
por 4 miembros del Ejército ecuatoriano, respondió que sí. La portavoz
ecuatoriana de la misión contestó que no obedeceríamos ninguna orden
de una compañía extranjera. La respuesta del responsable de seguridad fue
que REPSOL-YPF podría entonces ordenar al ejército (ecuatoriano) que nos
sacara del Parque Yasuní. Y así se hizo al día siguiente. (Llistar, 2004)

Sin embargo, y como postulan muchos de los centros de pensamiento


sobre relaciones internacionales geoestratégicas que asesoran o tratan de
influir a los gobiernos de países de la OCDE (desde el Center for Strategic
and International Studies en Estados Unidos hasta el español Real Instituto
Elcano), no hay mejor fórmula para asegurarse el abastecimiento de recursos
estratégicos que extender por el mundo el libre mercado. Algunos de estos
centros difieren en la forma de llevarlo a cabo, pero no en el fin. Lograr que
el mundo esté en venta, o dicho de otro modo, que la economía política
mundial se rija por las leyes del mercado, y no por empresas públicas ni por
la autonomía local, garantiza que el capital financiero pueda hacerse con los
recursos que le plazca en el momento que sea necesario. Y el capital financiero
está (por definición) en manos sólo del Norte Global (si el Sur Global lo

23. El ejército recibe órdenes de la compañía: «Los trabajos y cualquier otra actividad
que el contratista (el ejército) ejecute en el Área de Operaciones cumplirá… con cualquier
instrucción que por escrito sea dada por la Compañía (…) La Compañía tratará con las comu-
nidades indígenas en el Área de Operaciones y dará las directrices de conducta que el contratista
debe observar en referencia a estas comunidades indígenas. En tal contexto, la Compañía será
responsable por las relaciones con las comunidades indígenas y el Contratista deberá cumplir
con las políticas y directrices dictadas por la compañía». Contrato de Seguridad Militar para el
Bloque 16, Ecuador, firmado el 1 de octubre de 2003 [Véase: http://www.accionecologica.org/
webae/images/2005/petroleo/documentos/03-Atlas-BLOQUE%2016-Repsol-Ypf.pdf ].

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tuviera, no sería Sur). Ante un asunto tan delicado como es el control de los
recursos naturales de un país, la estrategia de extender el libre mercado por el
mundo ha resultado ser una táctica eficaz para recuperar ese control de forma
relativamente pacífica después del período colonial. No es de extrañar que
desde el Norte se critique, presione y se quieran voltear aquellos gobiernos
del Sur que proponen más Estado y que incluso llegan a nacionalizar algunos
de esos recursos.
En este capítulo hemos querido responder a qué motiva la anticoopera-
ción. El metabolismo de las sociedades capitalistas y consumidoras, grupos de
interés concentrados en el Norte Global, las empuja a hacer todo lo necesario
para asegurar el suministro de materiales y energía, así como para expandirse
hacia nuevos mercados. Las políticas que se derivan de esos dos objetivos
—que llamamos aquí geopolítica Norte-Sur— son la fuente de la inmensa
mayoría de las interferencias transnacionales negativas NS.
El siguiente paso será analizar si la compleja trama de instituciones,
normativas, redes y procesos vigentes legales -gobernados y coordinados (en
primera aproximación) a escala global por la élite capitalista mundial- res-
ponde esos objetivos, fuente de anticooperación.

Referencias
Le Monde Diplomatique (2006), El Atlas (edición española), Madrid, Edi-
ciones Cybermonde.
BARREDA, A. (2004a),. Atlas Mundial del Petróleo. Oilwatch
[www.oilwatch.org].
BARREDA, A. (2005a), «Análisis geopolítico del contexto regional», en
Geopolítica de los recursos naturales y acuerdos comerciales en Sudamérica,
La Paz, Fobomade.
Transnational Institute: [www.tni.org].
Foreign Policy in Focus: [www.fpif.org]; Third World Network:
[www.twnside.org.sg]; Focus on the Global South: [www.focusweb.org];
Worldwatch Institute: [http://www.worldwatch.org/]; Rebelión:
[www.rebelion.org].

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IV. MECANISMOS DE ANTICOOPERACIÓN

Hasta este punto hemos señalado las principales necesidades (metabólicas)


que motivan desde el Norte Global el despliegue de estrategias geopolíticas
en el Sur Global. Estas estrategias tienen por objetivo el asegurarse flujos
de materia y energía, así como el mantener el equilibrio de fuerzas en una
situación siempre favorable a sus propios intereses. El siguiente paso consiste
en distinguir y sistematizar cómo se concretan tales estrategias transnaciona-
les, dadas las características del sistema mundial. En otras palabras, vamos a
identificar y comparar los distintos modus operandi utilizados por el Centro
al perseguir la satisfacción de dichas necesidades. Examinemos, entonces, los
«mecanismos de anticooperación». Conscientes de la complejidad de este
problema analítico y sabiendo que hay otras posibles maneras de resolverlo,
proponemos aquí partir de una mirada multidimensional y sistémica que
alcance la mayor parte de las interferencias negativas que sufre el Sur. Para
llevar a cabo esta tarea, distinguimos distintas esferas o ámbitos (finanzas,
comercio, militar, etc.), en cada una de las cuales se despliega un sinnúmero
de mecanismos globales, algunos bastante conocidos, como el que provoca
la deuda externa; otros, no tanto.
Por «mecanismo de anticooperación» entendemos aquí la vía práctica
(el resorte) del sistema que permite, en uno o más pasos, que cierto grupo
de interés acabe por interferir negativamente sobre el buen vivir de otros
grupos de personas, o que incluso acabe por subordinarlos. A través de estos
mecanismos fluyen las interferencias negativas. Los mecanismos de antico-
operación, los podemos agrupar en tres grandes conjuntos teniendo en cuenta
los actores implicados.
El primer conjunto de mecanismos, aquellos impulsados por el sector
privado, se ubica preponderantemente en la arena económica y en la lógica
del mercado mundial. Aunque tiene fuertes derivaciones políticas. Incluye
mecanismos que describen cómo el Sur absorbe y transfiere la tecnología,

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cómo se financia y paga deudas, cómo comercia, cómo y donde guarda el
dinero, cómo genera beneficios y quién se los queda y, finalmente, cómo
recibe el dinero que transfieren sus trabajadores emigrados al Norte.
Un segundo grupo de mecanismos, dirigido por el sector estatal lo for-
man aquellos mediante los cuales desde el exterior se despliegan agresiones
militares sobre los países periféricos o se refuerzan con armamento facciones
locales ilegítimas; también, se ubican aquí los mecanismos que explican cómo
los países ricos utilizan un sistema de intermediarios bien informados, los
diplomáticos, que operan a través de las embajadas o bien por medio de
entes supra estatales, los organismos internacionales, que recogen informa-
ción, negocian e imponen políticas locales multilateralmente. Finalmente,
debemos incluir todo lo referente al control y filtrado de las migraciones
Sur-Norte (SN) por parte de los cordones estatales de los países centrales, y
todo aquello que bajo la premisa de cualquier tipo de control de indeseables
(narcotráfico, comercio de armas, mafias migratorias, redes de pederastia,
etc.) permite el despliegue de políticas de seguridad con repercusiones sobre
los países empobrecidos.
Un tercer conjunto de mecanismos, conducidos tanto por estados, em-
presas como también por la sociedad civil, se fija en el usufructo y destrucción
de los recursos naturales globales; en la colonización cultural, educativa,
ideológica y religiosa del Sur; y en las distorsiones introducidas vía la solida-
ridad internacional.
A partir de estos conjuntos de mecanismos, podemos distinguir 9 esferas
de anticooperación (véase la ilustración de la página siguiente): la tecno-pro-
ductiva, la comercial, la financiera, la ambiental, la militar, la migratoria, la
simbólica, la diplomática, y la de la solidaridad aparente. Unas y otras formas
de anticooperación se relacionan entre ellas, aunque pueden ser diferenciadas
y valoradas. A continuación, llevamos a cabo dicha diferenciación y análisis,
al tiempo que ofrecemos ejemplos conocidos.1

1 Hemos elegido presentar unos mecanismos y no otros en función de su importancia


relativa y de la disponibilidad de estadísticas en el marco Norte Sur. Cuando sea posible, com-
pararemos unos mecanismos con otros, con el objetivo de señalar su relevancia. Por suerte para
el lector y lectora, dado el formato del texto no podremos hablar de todos los mecanismos.

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Turismo Mercado Biopiratería

Esfera Esfera Residuos


Control Deuda proc.
desplaz. ambiental
inmigración ecológica contaminantes
personas

Industria Fuga de
cerebros Emisión gases
cultural efect. invernadero

Régimen
Universidades propiedad Ocupación
y Think Tanks intelectual de tierras

Políticas
de control
Esfera securitario
simbólica Control
remesas Esfera Guerra
Esfera
tecno militar y
Mass
productiva securitaria
media
Venta de
armas
ONG e iglesias

Fondos inv.
especulativos
IED Agricultura
Esfera
Esfera comercial
Esfera
solidaria financiera
Dumping
agrícola
Bienes industriales

Sistema embajadas Deuda AGCS

Apoyo a la
Organismos
internacionalización
internacionales
Arquitectura
Esfera
institucional
diplomática
internacional Derecho
comercial
global

Esferas - Ámbitos

Rectángulos - Mecanismos

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V. ANTICOOPERACIÓN
TECNO-PRODUCTIVA

Ésta es la más abstracta de todas las formas de anticooperación y, al mismo


tiempo, la más física. Circunscribe otras anticooperaciones que se abordarán
más adelante, lo que nos obliga a tratarla en primer lugar. La anticooperación
tecno-productiva se define como aquella producida por cualquier mecanismo
NS que involucre la creación de tecnologías y redes productivas globales orien-
tadas a la producción de la clase capitalista mundial y al consumo de la clase
consumidora mundial (ambas recogidas en el concepto de Norte Global),
en lugar de estar orientadas a las necesidades de la mayoría de la población
mundial (y en particular al Sur Global).
Históricamente, la creación de redes productivas globales ha tenido lugar
al mismo tiempo que se innovaba tecnológicamente y se aplicaban sistemas
de control de la tecnología producida. Es decir, en general la nueva tecnología
ha permitido nuevas redes, y la presión por generar nuevas redes de capital
ha obligado a un mayor desarrollo tecnológico (incluidas formas de controlar
esa nueva tecnología). De hecho, la tecnología se desarrolla principalmente
orientada hacia la producción, mientras que las redes productivas se confor-
man según la capacidad tecnológica disponible en cada momento histórico.
Una relación entre lo tecnológico y lo productivo que no solamente se cumple
para las redes globales. Otras innovaciones tecnológicas como son los fármacos
producidos desde compañías farmacéuticas, obedecen también a las necesi-
dades del mercado sin tener por qué responder a la lógica de redes.
La figura de la página siguiente muestra la relación entre los distintos
períodos de innovación tecnológica y la proliferación de redes productivas
durante los últimos 250 años.
A escala global, las redes físicas tecno-productivas se convierten en algo
parecido a una maraña de arterias, nervios, conductos respiratorios y excre-
tores, que controlan a tiempo real y organizado según la lógica industrial
capitalista, una especie de «autómata global».

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OLAS DE INNOVACIÓN

Fuente: Elaboración ODG a partir de Natural Edge.

El Autómata Global
De acuerdo con Andrés Barreda, a pesar de que los flujos de inversión
de capital industrial se remonten al siglo XIX, del mismo modo que los
flujos comerciales capitalistas tienen cerca de 500 años, el actual proceso
de globalización comprende un carácter novedoso. Éste se ubica en los
flujos productivos del nuevo capital industrial. Se trata de flujos vincu-
lados con la capacidad de las industrias para moverse por toda la super-
ficie planetaria, junto con la capacidad de las industrias de producir de
manera coordinada en diferentes regiones del mundo, como fábricas que
adquieren un carácter global. Un ejemplo de ello radica en la industria
automotriz, que en realidad es pionera en ese sentido. Dicha industria
logró que sus diferentes fábricas emplazadas en diferentes lugares del
planeta funcionaran en «un solo tiempo unitario», como si se trataran de
talleres de una sola fábrica. La integración industrial lograda de esa manera
constituye un modus operandi que se extendió a la microelectrónica, a la
industria textil y posteriormente a un número cada vez mayor de ramas
en la división del trabajo.
En ese sentido, el actual proceso de producción fue conformando una
jerarquización vertical. Así, Barreda destaca que unas decenas de ciudades

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globales concentran la investigación científica, así como el diseño de alta
tecnología y la producción de los componentes más sofisticados. Simul-
táneamente, en otras regiones (determinadas a partir de su adecuación
geográfica, flexibilidad jurídica y militar, disponibilidad en materias primas
y mano de obra, etc.), se han ido ubicando y reubicando de manera cons-
tante diferentes espacios de producción periférica. Es en estas regiones que
tienen lugar el saqueo continuo de los recursos naturales, las operaciones
industriales y comerciales más elementales que incluyen la elaboración
inicial de todos los productos industriales, o el ensamble de las mercancías
en maquiladoras. Es mediante el conjunto de todos estos procesos que el
capital mundial ha integrado y reconstruye continuamente su «autómata
global» (Barreda, 2005a).

¿Qué clase de interferencias negativas tienen lugar en el ámbito


tecno-productivo NS?
Se trata de una anticooperación que se produce por medio del contacto de
los afectados con dos factores exógenos distintos. Por un lado, con las redes
físicas tecno-productivas, y por el otro, con las tecnologías (y las políticas
tecnológicas). A continuación mencionaremos algunos ejemplos que cree-
mos que ilustran bien este tipo de interferencias. Los millares de habitantes
desplazados por la decisión del Gobierno chino de construir la Represa de
las Tres Gargantas, la más grande del mundo,1 o los cerca de 60 millones de
personas que han sido también desplazadas de sus tierras, expulsados por la
construcción de mega represas en la India (Arundahati, 2001). O la difu-
sión de semillas genéticamente modificadas mediante la ayuda alimentaria
estadounidense en África con el fin de abrir el mercado antes inexistente a
empresas de capital también estadounidense como Monsanto. Ambos fac-
tores, tecnología y redes, proceden de los principales polos del capitalismo y
obedecen a la misma lógica, además que como hemos dicho determinadas
redes sólo son posibles con determinadas tecnologías y viceversa, por lo que
a menudo resultan imposibles de desacoplar y por ello la tratamos aquí de
manera integrada.
La extensión del sistema capitalista requiere de una expansión global, que
se concreta en una compleja red física que se expande por todo el planeta. Se
trata de una red de redes, cada vez más tupida, tejida por canales de distinta
índole por los que circulan todo tipo de flujos de unidades funcionales al
capital (energía, materias primas o industriales, información y conocimiento,
agua, personas…), que va conquistando el Sur, palmo a palmo y que altera,

1. Three Gorges Probe [www.probeinternational.org].

87

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con contundencia, las realidades locales que antes quedaban al margen. La
tecnología de la información es crucial para gestionar dicha red mundial
(Castells, 2005: 174). A modo de ejemplo puede verse la evolución de la
red mundial de carreteras, de oleoductos y gasoductos, o el atlas global de
servidores de internet y de fibra óptica y de satélites que la soportan.
Además de los mapas cartográficos de redes, existe otro indicador que
permite visualizar la expansión tecno-productiva del capital: es el constante
aumento de los flujos comerciales. Sus datos pueden recogerse en los distintos
servicios de aduanas nacionales.
No estamos diciendo que la llegada de redes no abra a los afectados una
gran variedad de oportunidades (acceso al mundo exterior, información,
etc.). Sin embargo, esconde una variedad igual de peligros para los cuales los
«invitados» a integrarse no suelen estar preparados. Pongamos un ejemplo
sencillo: Una comunidad indígena wayúu, en la península colombiana de
La Guajira, recibió la visita de un consorcio minero extranjero, ya que el
subsuelo de las tierras donde tradicionalmente habían habitado estaba repleto
de carbón.2 Otra comunidad vecina wayúu, recibió la visita de EPM, una
empresa de capital colombiano que les propuso la instalación de un mega-
parque eólico en sus ventosas tierras de la costa Caribe. Al parecer ambas
empresas arribaron con promesas como trabajo asalariado o energía eléctrica
(para dos comunidades que vivían sin salario ni sin energía eléctrica). Años
más tarde, unos fueron vendiendo sus tierras —su medio de sustento— por
precios muy reducidos y tuvieron que emigrar hacia la ciudad para instalarse,
la mayoría, en la miseria urbana. Algunos pocos, especialmente los líderes
consiguieron trabajo en la explotación minera de El Cerrejón. Finalmente,
los que permitieron la instalación de molinos de viento, no obtuvieron en
su mayoría energía eléctrica, y además tuvieron que comprar agua potable a
la compañía porque el ferrocarril que transportaba el carbón hacia el puerto
para ser embarcado contaminó con carbonilla su tradicional sistema de re-
cogida de agua natural en medio del desierto. ¿Se puede decir quizás que la
construcción de aquellas prometedoras infraestructuras tecno-productivas
mejoró la situación de aquellas comunidades wayúu?, Muy posiblemente no
(Censat, ODG et al., 2005).
Puesto que la expansión de la compleja red de infraestructuras que
conforman el tejido tecno-productivo a nivel global es diseñada a partir de
los intereses del Norte Global, su planificación carece de todo proceso de
consulta real por parte de las poblaciones locales más afectadas. Además, al
ser asociada frecuentemente al «interés nacional», esta expansión se caracte-

2. La explotación de carbón a cielo abierto más grande de Latinoamérica operada por el


consorcio Anglo American, Glencore y BHP-Billington, conocido como Cerrejón.

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riza por la imposición. En el gigantesco tablero de ajedrez que constituye el
planeta, estas poblaciones sólo son consideradas como peones, desplazables
según los intereses del capital.
Como hemos señalado, el contacto tecno-productivo no sólo se pro-
duce mediante la imposición de nuevas redes físicas, sino también por la
introducción de tecnologías exógenas que demasiado a menudo esconden
dependencias graves para los empobrecidos. Podría hablarse incluso de
«tecnologías invasivas», dada la facilidad para difundirse y entrar en toda
organización social, y la dificultad de sacarlas. Dado su origen y lógica, no
suelen estar diseñadas para las circunstancias del Sur. Sin embargo, se exportan
desde el Norte hacia el Sur utilizando muchas veces las redes físicas a las que
nos hemos referido. Ejemplos múltiples ilustran lo dicho: desde los sistemas
operativos informáticos que se reversionan generando incompatibilidades
con quienes no puedan seguir el ritmo de actualizaciones, hasta tractores
cuyos caros recambios los inutilizan con rapidez. Es también el caso de los
fármacos antirretrovirales, anticarcinógenos, etc. Sus tratamientos basados
en la ingestión repetida y cronometrada de píldoras no son compatibles con
el estilo de vida de las poblaciones rurales del Sur.
A pesar de no estar diseñadas para las necesidades de los empobrecidos, las
grandes farmacéuticas y sus gobiernos nacionales a su vez tratan de boicotear
sistemas sanitarios como el indio o el brasileño para que dejen de producir
genéricos (cuyo destino son los enfermos de los países empobrecidos) y no
perder cuota de mercado alguna. Los gobiernos del Norte apoyan a las far-
macéuticas presionando a los gobiernos del Sur y contribuyendo a la cons-
titución de un régimen global favorable a los intereses de las farmacéuticas
de modo que los enfermos del Sur terminan sin tener acceso a medicación
disponible o comprándola a las compañías transnacionales a un elevado pre-
cio. ¿Cuántos habrán muerto por no haber podido pagarse la medicación?
Por ende, debemos añadir a la anticooperación tecno-productiva las políticas
públicas tecnológicas que emanan de los estados, además de las estrategias
monopolísticas de las empresas.

Redes de anticooperación tecno-productiva


Tal y como hemos comentado en la definición de anticooperación tecno-
productiva; «…aquella producida por cualquier mecanismo NS que in-
volucre la creación de tecnologías y redes productivas globales orientadas
a la producción de la clase capitalista mundial y al consumo de la clase
consumidora mundial…» las redes físicas juegan un papel central. Es por
eso que dedicamos a continuación un apartado especial a este tema antes de
empezar a definir los mecanismos de la anticooperación tecno-productiva
propiamente dichos.

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Desde la perspectiva de la creación de redes, se van generando nuevos nodos
productivos en las regiones del Sur (y del Norte), desde espacios que no se
habían integrado todavía en la economía global, ya sea mediante la instalación
de una nueva fábrica, una nueva explotación minera, un nuevo cultivo o una
nueva plantación forestal. Todas ellas actividades orientadas a la exportación,
en lugar de obedecer a las necesidades locales. El tejido productivo se extien-
de progresivamente como telaraña hacia la Periferia, pero marcado por una
característica: orientado por el Centro hacia las necesidades del Centro. Ni el
poder se encuentra en ésta, ni las redes se urden en la Periferia, ni responden a
las necesidades de ésta. Si algo queda para la Periferia (nuevos puestos de tra-
bajo, medicamentos de nueva generación, etc.) es simplemente porque resulta
funcional al Centro. En cierto modo, incluso casual.
Una de las paradojas más patéticas de la globalización está servida: la
tecnología y las redes son las que permiten a obreros y campesinos articularse
en la «fábrica global»; no obstante, ambas no son capaces de satisfacer las
necesidades de alimentación, sanidad o de acceso al agua o la energía de la
población periférica. La paradoja sólo se resuelve tomando como premisa
que ni la tecnología ni las redes tecno-productivas han sido diseñadas bajo
ese fin. Véase el siguiente ejemplo.

¿Nigeria sin combustible?


Accidentes como el sucedido en Nigeria visibilizan, una y otra vez, las gran-
des paradojas de la globalización. Cientos de personas morían abrasadas al
pinchar un oleoducto en la capital nigeriana. Es común en el país el robo de
crudo para venderlo de estraperlo. La extrema pobreza al lado de las ganas de
aliviarla se juntan a la primera de cambio. Pero Nigeria es a su vez el principal
productor de petróleo y gas de África. No en vano está enervada por una
extensa trama de ductos que los sacan masivamente hacia su consumo en
Occidente. Hacia economías «energéticamente golosas», como la española
que toma una mezcla de gas argelino, nigeriano y egipcio. Pues bien, resulta
que actualmente Nigeria sufre una intensa escasez de combustibles, hasta
el punto que su precio es 4 veces el del mercado internacional. ¿Escasez en
un manantial de energía? La paradoja está servida. Las sociedades de países
pobres, pero ricos en energía como Nigeria, Bolivia o Guinea Ecuatorial,
sufren de una inmensa falta de soberanía energética. Por lo general, parte de
la explicación se esconde bajo la pinza que sobre dichas sociedades ejercen
las élites locales junto a las petroleras transnacionales apoyadas por nuestros
países consumidores. El mercado hace el resto. Lo hemos podido constatar
en varios trabajos de campo (Llistar, 2006a).
Pero, ¿qué tipo de redes? Como hemos visto hasta ahora, los países del
Norte exigen redes que garanticen un suministro creciente de bienes y servi-

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cios destinado a preservar su goloso metabolismo social, y a la vez, que gene-
ren negocio fuera de sus fronteras. De acuerdo con el análisis de A. Barreda
(2007), visto de otro modo, requieren de redes de transporte y de producción
convenientemente orientadas a lo largo del territorio planetario hacia ellos.
Algunos megaproyectos de construcción e integración de infraestructuras son
ya bien conocidos. Desde el Plan Puebla Panamá (hoy Plan Mesoamérica),
para integrar Mesoamérica con EEUU, IIRSA (Iniciativa para la Integración
de la Infraestructura Regional Suramericana) para el Cono Sur con distintas
metrópolis, el New Partnership for Africa’s Development (NEPAD) en África, y
el Transport Corridor Europe-Caucasus-Asia (TRACECA) que conecta Europa
las repúblicas ex soviéticas, China y el resto de Asia.

1) Redes de transporte de materiales (y personas): Autopistas, vías flu-


viales, conexiones aeroportuarias, rutas de transporte marítimo, etc., forman
redes de flujo de materiales y personas. El «crecimiento sostenible» obligará a
todas las economías a disponer de más infraestructuras (puertos, aeropuertos,
carreteras, parques logísticos y conexiones intermodales), de vehículos más
modernos (supercargueros, trenes, flotas de camiones, etc.) y sistemas que
se estandaricen alrededor del planeta. Los contenedores metálicos de carga
(containers) se convertirán en la unidad estándar de transporte logístico de
toda clase de mercancías, y se moverán por la red de infraestructuras como
un archivo por internet, con total facilidad.
En el ámbito que nos interesa, las redes de transporte de materiales debe-
rán conectar de manera eficaz los centros de explotación de recursos naturales
(por ejemplo, minas de hierro indias), de producción agropecuaria y forestal
(como floricultura en Colombia), o de manufactura del Sur Global (como las
maquilas marroquíes), con los grandes centros de consumo del Norte Global
(por ejemplo, Barcelona).
2) Redes de transporte de energía (y agua): Las redes de energía son
redes tejidas a base de líneas eléctricas de alta tensión, oleoductos y gaseo-
ductos que transportan hidrocarburos desde los yacimientos3 (por ejemplo,
el gas nigeriano) hasta su consumo final (por ejemplo, en forma de con-
sumo eléctrico para el aire acondicionado de un chalet en Costa del Sol o
de la mansión de, por ejemplo, la presidenta de la Comunidad de Madrid
(véase destacado anterior). Entre las dos fases, se pasa por un complejo
sistema de operadores, como el cableado enterrado, los transformadores,
los distribuidores de electricidad… o plantas de regasificación, refinerías,
buques petroleros, industrias petroquímicas, centrales térmicas, gasolineras,

3. Principalmente, situados en Oriente Medio, el Caspio y Siberia, Venezuela, el Golfo


de México y el «pie de monte» andino, y de África Occidental y el Magreb.

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distribuidores de gas, etc. El transporte de energía en ocasiones se suele
coordinar con el de agua, tanto porque las hidrovías permiten su transpor-
te en barcazas, como porque las represas actúan como grandes almacenes
generadores de energía para distribuir. A nivel local, la energía es necesaria
para mover el agua a través de los sistemas municipales, para purificarla, y
para eliminar desperdicios. Ante la convergencia de las redes de energía y
de agua, se ha empezado a hablar de «watergy».4
Por otro lado, las redes de transporte de energía y agua se construyen
coordinadamente a las redes de transporte de materiales y personas, para
aprovechar las ventajas de la intermodalidad. Siendo el gas más difícil de
transportar que el petróleo, las redes de gas suelen desarrollarse más cerca de
sus yacimientos que las del petróleo o el uranio. De hecho el mercado del
petróleo puede considerarse de alcance global, con pocas barreras y costes
de transporte bajos. Se consideran dos grandes redes o zonas de influencia
(la Atlántico-Mediterránea y la Asia-Pacífico). En cambio el mercado del gas
es sobre todo regional y se divide en tres grandes redes o sectores (América,
Región Euro-mediterránea y Asia), aunque la prominencia del gas natural
licuado en las matrices energéticas nacionales hace que la red de gas natural se
esté globalizando de forma parecida a la del petróleo.
Véase, a modo de ejemplo (en la página siguiente), la red de arterias
que abastecen a la Unión Europea de gas procedente de Rusia, Asia Central,
Oriente Medio y del Norte de África.
También se trata de transportar el agua mediante canalizaciones, represas,
desvío de ríos, hidrovías, etc. Y, en general, no tanto para mejorar el abaste-
cimiento de la población, como para usos intensivos (industrias automovi-
lísticas, industrias papeleras, plantas de energía, cultivos de exportación que
utilicen el regadío intensivo, campos de golf y turismo, etc.). Se estima por
ejemplo, que cada automóvil requiere una media de 800.000 litros de agua
para su proceso de fabricación.
3) Redes de producción (e información): Formadas por la integración
planetaria de fábricas, ciudades y campos, que se globalizan. Es sobre todo
durante los últimos 30 años del siglo XX con el afloramiento de las tecno-
logías digitales y la eficacia conseguida por los medios y vías de transporte
vinculados al petróleo, cuando la integración global de los procesos de
producción se pone a la orden del día. La construcción de redes nacionales
queda rebasada ante aquella de redes transnacionales. De este modo, surge
la posibilidad de que las fábricas estén conectadas entre sí en tiempo real

4. Véase el sitio www.watergy.org financiado por la agencia estadounidense de ayuda


internacional, USAID.

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PROYECTOS DE INTERÉS UE
EJES PRIORITARIOS PROPUESTOS
PARA REDES DE GAS NATURAL
Diciembre 2003

Redes de gas existentes


Redes de gas en estudio/
construcción/mejora
Terminales existentes de GNL
EJES PRIORITARIOS PROPUESTOS
PARA GAS NATURAL
INFRAESTRUCTURAS DE GAS PRIORITARIAS
Terminal de GNL proyectada
Almacenaje enterrado de
gas proyectado
Países participantes en el INOGATE

Fuente: http://www.inogate.org/en/resources/map_gas (visitado en septiembre de 2008).

(Lobera, Llistar y Busqueta, 2006). Ello posibilita que se unan en clusters


productivos transnacionales, donde las fábricas —e incluso los cultivos— se
convierten en nodos locales que aprovechan las mejores características del
territorio en el que se basan, y forman parte de una estructura productiva
superior, globalizada.
Progresivamente, la automatización del traspaso de contenedores de
carga entre las distintas redes de transporte requiere de una auténtica «revo-
lución intermodal» (Barreda, 2007), que garantiza a los flujos de mercancías
no quedar atascados en los cuellos de botella. Es decir, deben circular «en
tiempo real» (just in time). Ciertamente, las redes de producción justifican,
una buena parte de la existencia de las redes de infraestructuras de transporte
de materiales y de energía que acabamos de mencionar. Es decir, una buena
parte de la energía, el agua y los materiales sirve para abastecer las redes de
producción transnacionales. El resto es para abastecer el consumo directo
de la clase consumidora mundial. Por lo cual, aunque en China se «queme»
mucha energía del carbón, gran parte de ella se utiliza para producir bienes
que viajarán a Estados Unidos o Europa, donde luego serán consumidos.
¿Quién consume entonces ese carbón, los chinos o los occidentales? Así, la
fuerza del consum(ism)o, exacerbado por el potente aparato de marketing

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corporativo, empuja a la «fábrica global» a producir —como mínimo— todo
aquello que dicha masa social demande. Es una de las fuerzas motrices que
obligan a crear nuevos puntos de producción y abastecimiento regados por
todo el mundo.

Identificando mecanismos
La anticooperación tecno-productiva, por tener que ver con la base material
del sistema mundial, se convierte en el andamio desde donde se levantan las
demás anticooperaciones. El modo en que las redes y corredores productivos
globales y la tecnología se expanden hacia fronteras cada vez más remotas,
tiene directa relación con las motivaciones metabólicas expuestas en el capí-
tulo sobre geopolítica NS. Pero especialmente con la lógica de crecimiento (o
expansión) del capitalismo. Como ya hemos dicho, la lógica de crecimiento
del capital aplicable a cualquier economía capitalista (sea la de una empresa
privada, un estado o empresa pública, un grupo de interés o un individuo),
conduce a la búsqueda de mayor productividad (por la vía de la reducción
de costes, por la vía de tecnologías más rentables, por la vía de mayor con-
centración de capital financiero), al tiempo que conduce al incentivo de más
consumo y a la búsqueda de nuevos consumidores.5
Todo ello se traducirá en un sistema que buscará (y luchará por) —cada
vez— mayores cantidades de materiales, energía, capital financiero, tecno-
logía y externalización de costes. Si el capital y la tecnologías de punta se
encuentran concentrados en el Norte, ese Norte entenderá al Sur como un
reservorio de nuevos y baratos materiales, energía, mano de obra... que ya
no encuentra en el propio Norte. Ello explica la proyección e implantación
de redes a escala mundial, con el fin de abastecerse de estos tres elementos
esenciales se encuentren donde se encuentren. El Norte Global (élites in-
cluidas) presionará con cualquier instrumento a su disposición para que se
implanten esas redes globales sea a través de la inversión extranjera directa,
sea dando/tomando préstamos, con campañas de publicidad pro desarrollo
o por la fuerza.
A nuestro parecer, los fenómenos globales que mejor describen la
anticooperación tecno-productiva son: la subordinación de la soberanía
local a la inversión extranjera; la subordinación de las redes mundiales a
las necesidades de abastecimiento vinculadas al consum(ism)o y producti-
vismo del Norte Global; y, finalmente, la subordinación del conocimiento

5. Robert Solow ha sido uno de los economistas clásicos pioneros en analizar la produc-
tividad. Véase su obra en http://es.wikipedia.org/wiki/Robert_Solow.

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general (como bien común) a la propiedad intelectual privada.6 Tres grandes
fuentes de problemas tecno-productivos con origen en el Norte a menudo
venenoso para el Sur pero que han sido presentadas casi siempre de forma
positiva. Así es, inversión extranjera directa (IED) y su presión, la huella del
consum(ism)o (hiperconsumo e hiperproducción) y propiedad intelectual
han sido siempre bienvenidas por los medios oficiales. Nos preguntamos,
entonces, cuáles son los mecanismos transnacionales asociados a dichos
fenómenos de anticooperación tecno-productiva. Tomando en cuenta las
indicaciones de muchos de los movimientos sociales por la justicia global,
los mecanismos de anticooperación tecno-productiva más influyentes son las
inversión NS (movimiento por la justicia corporativa), la huella del consumo
NS (movimiento por el consumo responsable) y el desarrollo y control de las
tecnología NS (movimiento open source).

La inversión extranjera directa (IED) a presión


El pensamiento neoliberal no deja de repetir que la inversión extranjera
constituye una de las mejores recetas que el Sur necesita para sanar la pobre-
za (además es fácil de justificar políticamente ya que más dinero no parece
perjudicar nunca a nadie). En palabras del mundo de los negocios, el hecho
de «capitalizarse» podría suponer un buen modo de progresar, como hizo
Europa con el Plan Marshall tras la Segunda Guerra Mundial. No obstante,
la aplicación de este dinero conlleva, a nuestros ojos, una fuerte y amplia
discusión que no podremos afrontar aquí más que desde el punto de vista
ambiental (en el capítulo sobre anticooperación ambiental) y de forma muy
genérica en este capítulo.7
Las cifras que ofrece el Banco Mundial sobre los flujos de inversión ex-
tranjera directa NS superan con creces los flujos de ayuda oficial al desarrollo
que se mueve en la misma dirección desde los años noventa, pudiendo indicar
que se trata de un fenómeno beneficioso de orden superior a la propia ayuda
oficial al desarrollo. De modo que se podría argumentar que al Sur le conviene
priorizar políticas de atracción de inversión extranjera.
Sin embargo, esta comparativa no muestra la repatriación de los beneficios
empresariales en dirección contraria (en forma de beneficios, dividendos,
royalties, evasión fiscal, precios de transferencia, etc.), ni la transferencia en
la propiedad de unos a otros, ni mucho menos el balance en términos de

6. Este mecanismo no se describe aquí, sino en el capítulo sobre anticooperación co-


mercial.
7. Un análisis sobre el rol de la inversión extranjera en el desarrollo del Sur puede en-
contrarse en Singh (2007).

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INVERSIÓN EXTRANJERA DIRECTA Y AOD

400.000
AOD
350.000 Inversión extranjera directa
300.000
millones de dólares

250.000

200.000

150.000

100.000

50.000

0
1970
1972
1974
1976
1978
1980
1982
1984
1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000
2002
2004
2006
Fuente: Elaboración ODG a partir de Global Development Finance (2008), Banco Mundial.

impacto en el tejido productivo local, y aún menos la violencia y los conflictos


sociales, culturales y ambientales que hayan podido ocasionar en su destino
y cuya mesura no suele admitir una valoración monetaria. ¿Son acaso las
grandes compañías pesqueras industriales beneficiosas para los pescadores
artesanales locales? ¿Las petroleras o mineras para el buen gobierno de los
países exportadores? ¿Las madereras o las productoras de agrocombustibles
para la conservación de la naturaleza?
Ejemplos de inversiones que son, a todos los efectos, interferencias des-
tructivas para quienes las acogen, los encontramos por doquier. Pobladores
expulsados de sus tierras, trabajadores envenenados por procesos industriales
que descuidan las mínimas medidas de seguridad, corrompimiento de auto-
ridades locales, subcontratación de mercenarios, evasión fiscal… y un largo
etcétera (Llistar 2006b). Distinta literatura de autores que incluyen a Naciones
Unidas, ha referenciado múltiples y sistemáticas violaciones a los derechos
humanos por parte de determinadas inversiones de compañías transnacionales
(Teitelbaum 2007). A tal extremo, que muchas empresas transnacionales han
sido y están siendo juzgadas en tribunales de opinión ante la gravedad de
sus violaciones sobre los derechos humanos, y ante la parálisis, cooptación y
complicidad de los poderes públicos para hacerles frente. Ante tal escenario
global de impunidad institucional, los tribunales simbólicos se convierten en
foros de coordinación de resistencias, a su vez que en auténtico escaparate de
casos concretos de anticooperación tecnoproductiva.

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El Tribunal Permanente de los Pueblos

El Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP) tiene su origen en 1979 en el


llamado Tribunal Russell, un tribunal «inventado» desde la sociedad civil
para juzgar los crímenes de lesa humanidad cometidos por Estados Unidos
en la guerra contra el pueblo de Vietnam. Ante la ausencia de instrumentos
efectivos para defender a la gente y enjuiciar al poder, históricamente se ha
vuelto necesario inventar nuevos repertorios de acción. Es el caso de recons-
trucciones ciudadanas simbólicas como las consultas sociales (cuando el Estado
se niega a plantear ciertas discusiones), las Cumbres Alternativas (cuando los
gobiernos toman grandes decisiones internacionales a espaldas de la gente),
las Contrajuntas (cuando las juntas de accionistas se olvidan de todo menos
de sus beneficios) o los propios tribunales de opinión (una respuesta popular
cuando las élites que gobiernan los estados bloquean cualquier iniciativa para
juzgar poderes fácticos aparentemente intocables). Los tribunales de opinión
se aplicaron durante sus primeros 20 años a las violaciones de los derechos
humanos perpetradas por gobiernos occidentales o dictaduras militares como
la de Argelia o las latinoamericanas durante los años setenta. Hoy, con la
ayuda del TPP, se aplican a las empresas transnacionales.
Así, por ejemplo, en el Estado español, entre 2005 y 2007 se han desa-
rrollado varias actividades de este tipo. En Madrid se celebró el Tribunal de
Opinión sobre la Deuda Externa, que apuntó también a los impactos de la
IED española en el Sur, con audiencias previas sobre deuda ecológica y deuda
social en Barcelona, Córdoba y Salamanca, y Tribunales posteriores sobre la
Deuda Externa en Palencia y Asturias.8 Últimamente se ha juzgado al BBVA en
un Tribunal en Bilbao. América Latina no se queda atrás, sobre todo los países
donde más se ha agudizado la agresión transnacional contra los pueblos. Tal
es el caso de Colombia, que ha desarrollado un proceso de enjuiciamiento
popular a las transnacionales donde la mayoría de las acusaciones se han
concentrado en empresas estadounidenses, españolas y británicas.9 Se des-
taca asimismo Nicaragua, donde el TPP a Unión Fenosa congregó a más de
700 personas.
Todos ellos han apuntado a enlazar alternativas entre pueblos o comu-
nidades que se ven violadas sistemáticamente por la alianza entre capital
transnacional y oligarquías locales. La hoja de ruta es parecida: juntar a grupos
en resistencia a una misma empresa, instruir cada una de las acusaciones
reconstruyendo un rompecabezas de los hechos a partir de los afectados y de
las organizaciones que trabajan con ellos, mostrar la imagen de esa agresión

8. Véase www.quiendebeaquien.org
9. Véase www.tppcolombia.info.

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ante los de medios de comunicación y, finalmente, alimentar un cambio de
paradigma que permita transformar el actual régimen normativo-económico
internacional, abriendo un debate sobre los mecanismos de enjuiciamiento
de las empresas transnacionales.10

Entre las razones que explican cómo se produce la anticooperación me-


diante inversión empresarial, conviene señalar algunos factores relacionados
con la lógica del inversor.
En primer lugar, entre los tres principales tipos de IED, predominan dos
que no responden al supuesto beneficio local que la opinión pública sobre-
entiende. Las inversiones pueden efectuarse por medio de: 1) inversiones
de nueva planta; 2) adquisiciones/fusiones; y 3) inversiones de cartera. Las
primeras consisten en crear de la nada una fábrica o infraestructura produc-
tiva a partir de capital transnacional (como las cuatro grandes represas que
ENDESA construye en Aysén, Chile). El segundo tipo de inversión, en cambio,
supone la adquisición de una propiedad que ya existía para integrarla a otra
compañía (por ejemplo, cuando Repsol adquiere YPF ). Las inversiones de
cartera consisten en la compra-venta especulativa sobre algún porcentaje,
no de control, de valores de una empresa que cotice en una bolsa de una
capital de un país emergente (por ejemplo, el caso de los fondos de inversión
gestionados por bancos norteamericanos o españoles que invierten en em-
presas latinoamericanas). Así pues, la primera y la segunda opción implican
el control por parte del inversor extranjero; mientras que la segunda y la
tercera no aportan nuevo tejido productivo al país, sino que simplemente
suponen un traspaso de propiedad de manos locales a manos extranjeras: la
extranjerización de la propiedad local.
Segundo, la extranjerización de la propiedad local impone, a su vez, una
lógica crematística de rentabilidad sin concesiones que, ante regulaciones
locales débiles y con el beneplácito de sus élites intermediarias, suele piso-
tear los derechos locales en detrimento de la soberanía local. Se trata de un
comportamiento rapaz libre de responsabilidades (no existen mecanismos
internacionales de rendición de cuentas que defiendan a los empobrecidos),
especialmente en sectores como las industrias extractivas, los agronegocios,
el sector textil o la pesca. Resultado de ello, es que según un informe de la
UNCTAD que comparaba el flujo de inversión extranjera con la repatriación
de beneficios, países como la R.D.Congo, Nigeria, Malí o Botsuana en un
período piloto como 1995-2003 enviaban más dólares fuera del país en con-

10. Véase www.enlazandoalternativas.org.

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cepto de beneficios de las inversiones que los que entraban por las propias
inversiones (UNCTAD, 2005).
Hasta tal punto llega a penetrar la lógica exterior que como veremos en
el siguiente subapartado, las infraestructuras en África, América Latina o
Asia se construyen para servir a Europa, Estados Unidos, China o Japón. El
Banco Europeo de Inversiones, el banco «comunitario» de la UE con capacidad
financiera dos veces superior a la del Banco Mundial, financia infraestructuras
en países periféricos siempre y cuando obedezcan a los intereses europeos
(sean comerciales, políticos o de seguridad).11
En tercer lugar, la tecnología y el conocimiento en general son capitales
estratégicos que el capitalismo está tratando de privatizar con el objetivo de
sacar beneficios monetarios también de éstos. La tecnología se transfiere en
dirección NS cuando no hay más remedio. La «división internacional del
trabajo», que bien podría llamarse la «división internacional de la tecnología»,
ha reservado los segmentos estratégicos y con más valor añadido al centro de
las ciudades centrales (gestión de rentas e inversiones multinacionales, mar-
keting, I+D+I, ingeniería, relaciones públicas…). A los países de la Periferia
se les confiere la función de agricultores de productos para postre (café, té,
azúcar, cacao y fruta), de ensambladores maquileros o de exportadores de
materias primas.
En suma, la inversión extranjera constituye en la práctica una fuente de
anticooperación asociada con la expansión y el control tecno-productivo del
capitalismo. Una anticooperación, como hemos señalado anteriormente, li-
gada a la pérdida de soberanía local, la concentración de activos y la impune
centrifugación Norte-Sur de pasivos de todo tipo.

La huella del consum(ism)o


Mientras la tendencia a consumir de manera compulsiva se diversifica e inten-
sifica en las ciudades de todo el mundo de forma aparentemente inofensiva,
mientras el consumo del Norte Global se aleja cada vez más de las necesidades
básicas, una serie de efectos colaterales repercuten a kilómetros.
En el mundo de la alimentación, por ejemplo, algunos alimentos atra-
viesan océanos o se embarcan en aviones antes de llegar a ser consumidos.
Cerca del 30% de las mercancías mundiales que circulan por las carreteras
son alimentos y productos agrícolas. En el Reino Unido, el 95% de la fruta

11. El BEI dispone anualmente de una cartera de portafolio de unos 50.000 millones de
euros. En América Latina por ejemplo, «El BEI dirige sus esfuerzos a promover la Inversión
Extranjera Europea en proyectos de interés mútuo en América Latina y el Caribe a la vez que
proyectos de infraestructura de integración regional» (BEI, 2004).

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y la mitad de los vegetales son importados.12 En Estados Unidos se estima
que la distancia que recorre un alimento desde su lugar de producción hasta
la boca del consumidor es de cerca de 1.500 millas (2.400 km).13 Algunos
movimientos sociales les llaman «alimentos quilométricos» y les atribuyen
el consumo innecesario de energía exosomática. ¿Qué coste energético tiene
para el planeta un modelo de ese tipo?

Consumir, hasta morir

Los anuncios y el marketing no nos dejan de recordar que todavía tenemos


mil deseos por saciar. Y no se refieren a deseos que no podamos comprar
(como una puesta de sol o una sonrisa espontánea), sino sólo a los que son
mercantilizables y consumibles, aquellos que tienen precio. Un botón de
muestra de que el sistema busca cómo intensificar el consumo. El consumo
es fundamental para el sistema capitalista. Año tras año debe aumentar. Lógi-
camente, se desprende que el mismo sistema se orienta, con mayor interés, a
cubrir los deseos de los estratos de la población mundial que son capaces de
pagar más, es decir, a la clase consumidora mundial. Incluso muchas empresas
se dedican exclusivamente al lujo, a las clases más pudientes. En cambio, los
más pobres quedan excluidos de forma natural. A pesar de ello, el sistema va
configurando una «cultura del ultra-consumo», que se incrusta tan sutil como
eficazmente en nuestra conciencia y que conduce a la población a percepcio-
nes como las que expresa la presidenta de la Comunidad de Madrid:

Lo que peor llevo es la factura de la electricidad, tengo unos techos altísimos


y la calefacción es eléctrica, ¡un horror! No tener pagas extras me tiene
mártir, las echo de menos en Navidad y en verano. No es que haga números
a fin de mes; es que muchas veces no llego, a excepción de cuando fui
presidenta en el Senado, que entonces sí cobraba un buen sueldo, en el
paso del Senado a la Comunidad dividí mi sueldo casi por dos.14

12. El Departamento para el Medio Ambiente, la Alimentación y los Asuntos Rurales del
Reino Unido (DEFRA por sus siglas en inglés) afirma que la distancia recorrida por los alimentos
creció un 15% entre 1992 y 2002 (DEFRA, 2005).
13. Se trata de un concepto interesante que aún no tiene traducción al castellano: el Food
Miles. Véase www.localfooddirectory.ca.
14. Declaraciones de Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid
(100.742,91 euros anuales más gastos de representación y coche oficial) en Drake (2006,
479).

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Referencias
BARREDA, A. (1995), «El espacio geográfico como fuerza productiva estra-
tégica» en El capital, de Marx. En A. Ceceña (coord.), La internaciona-
lización del capital y sus fronteras tecnológicas (pp. 129-179), México: El
Caballito-Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM.
Grupo ETC: www.etcgroup.org.
Revista Ecología Política: www.ecologiapolitica.info.
SINGH, K. (2007), Why Investment Matters. The Political Economy of Inter-
national Investments. Delhi: Fern, The Corner House, CRBM, Madhyam
Books.
VERGER, A. (2003), El Sutil Poder de las Transnacionales: lógica, funcionamiento
e impacto de las grandes empresas en un mundo globalizado. Barcelona:
Icaria.

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VI. ANTICOOPERACIÓN FINANCIERA

De acuerdo con la versión «oficial»,1 las administraciones de los países


empobrecidos tienen grandes dificultades para recaudar impuestos y por
lo tanto para poder cumplir con sus funciones al no disponer de fondos
para su presupuesto. ¿Cómo se puede gobernar así?2 De la misma forma,
al sector privado de los países del Sur le cuesta acceder también a créditos
para emprender nuevos negocios, dada la poca rentabilidad y alto riesgo
potencial. ¿Cómo se puede competir así? Entonces, en dichos países, a falta
de bancos locales que puedan prestar y de una capacidad estatal recauda-
toria significativa, la solución a los problemas de financiamiento tanto del
sector público como del privado es acudir al exterior. Es decir, pedir crédito
internacional a la banca privada transnacional, a las administraciones de
países ricos o a bancos multilaterales de desarrollo. Y si se puede, atraer
inversiones extranjeras.
Cabe decir que es un razonamiento que esconde con disimulo la po-
sibilidad de encontrar financiación al interior de los países por medio de:
1) una reforma fiscal que haga pagar impuestos a las clases capitalistas del Sur;
2) obligar también a estas clases a devolver el enorme contingente de capital

1. Esta es la versión que dan habitualmente tanto gobiernos como empresas e instituciones
financieras internacionales (IFIs).
2. El panorama general de los países empobrecidos es el siguiente: las clases altas pagan
apenas impuestos por ser de los mismos círculos familiares que las élites gobernantes, o por
fugar capitales al exterior; las clases pobres mayoritarias, tampoco suelen pagar más impuestos
que los indirectos (IVA) puesto que suelen operar en la economía informal y sus rentas son
demasiado bajas; los que cargan con el coste del Estado son sobre todo las clases medias, muy
castigadas en estos países, especialmente tras sufrir años de programas neoliberales, además de
ser paulatinamente más minoritarias.

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fugado y colocado en bancos del Norte; 3) políticas estatales que prioricen
los gastos públicos relacionados con las necesidades básicas de la población, al
pago del servicio de la deuda… incluso que planteen una negativa unilateral
al pago y 4) la creación de fondos regionales de financiación que escapen a
las duras obligaciones del Norte.
Ahora bien, desde la óptica del Norte, tanto la deuda como la colocación
de fondos especulativos se convierten en una forma eficaz de internacionalizar
sus empresas así como de hacer negocios muy rentables (y a menudo strictus
sensus poco productivos). La recepción de depósitos bancarios es a la vez una
magnífica oportunidad de obtener nuevos fondos para volver a prestarlos
con altas tasas, así como una manera de tener controlados a determinados
líderes políticos del Sur.
En este apartado describiremos cuatro mecanismos de anticooperación
financiera: la deuda externa como aspiradora de capital, la deuda externa como
palanca geopolítica, la fuga de capitales y depósitos hacia bancos extranjeros
y, finalmente, los fondos de inversión especulativos y crisis financiera.

Mecanismo 1. La deuda externa, como aspiradora de capital


La deuda es, como veremos, una de las lacras más pesadas e ilegítimas que
han de soportar las poblaciones del Sur, especialmente las de África Subsaha-
riana. Para ver la importancia relativa de los flujos de capital que representa
el pago, es preciso que consideremos los dos indicadores clave: el servicio de
la deuda y su monto (stock). El servicio es lo que cada país paga en concepto
de devolución de los préstamos (amortización) más los intereses acordados
en el contrato. El servicio de la deuda viene a ser, a escala individual, el pago
mensual que una persona hace al banco por una hipoteca. Mientras que el
monto, es el valor de lo que todavía debe el país deudor al acreedor en un
momento dado.
Así, si comparamos el valor de lo que entra en un país del Sur en con-
cepto de ayuda al desarrollo (flujo Norte-Sur) con lo que éste expatría en
base al pago del servicio de la deuda (flujo Sur-Norte), encontramos ratios
impresionantes. En el año 2000 por ejemplo, en concepto de pagos de deuda,
el Sur enviaba 6,15 veces más que todo lo que recibía en ayuda. Se trata de
un dato relativamente desconocido por la opinión pública internacional. El
gráfico y el cuadro que siguen ilustran la evolución en los últimos 35 años
(los años de globalización) de la deuda del Sur en comparación con la ayuda
que proviene de los países del Norte.

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RELACIÓN PORCENTUAL DE SERVICIO DE LA DEUDA FRENTE A LA AYUDA

1970 1971 1972 1973 1974 1975 1976 1977 1978 1979 1980 1981 1982
8.147 8.919 10.433 13.956 17.419 20.255 23.188 29.584 42.812 57.437 70.943 80.006 88.570
6.713 7.284 8.844 8.703 11.180 13.254 13.248 14.956 19.148 21.841 26.195 24.604 27.037
121% 122% 118% 160% 156% 153% 175% 198% 224% 263% 271% 325% 328%

1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995
82.210 92.136 101.009 104.724 108.009 126.732 121.721 125.875 125.828 132.409 139.884 156.879 190.360
26.770 28.130 28.755 35.836 40.606 47.063 45.735 54.264 58.301 62.358 56.148 58.820 58.780
307% 328% 351% 292% 266% 269% 266% 232% 216% 212% 249% 267% 324%

1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008
232.197 259.603 260.838 310.911 330.495 336.168 336.884 370.941 398.033 442.028 516.323 485.574
55.591 48.465 52.087 53.233 53.749 52.423 58.297 69.065 79.432 107.078 104.369 103.487 119.759
418% 536% 501% 584% 615% 641% 578% 537% 501% 413% 495% 469% 0%
6,15

Servicio de la deuda
Ayuda Oficial al Desarrollo
Datos en millones de dólares

SD (fuente: GDF-BM 2008


AOD (fuente: CAD-OCDE)

Referencias:
Comité para la anulación de la Deuda del Tercer Mundo: www.cadtm.org.
Eurodad: www.eurodad.org.
Observatorio de la Deuda en la Globalización: www.odg.cat.
Observatorio Internacional de la Deuda: www.oid-ido.org.

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Mecanismo 2. La deuda externa como palanca geoeconómica
y geopolítica
El pago del servicio de la deuda tiene dos caras. Para el Sur es un gasto que
puede llegar a significar el sacrificio de la mitad del presupuesto estatal; es
decir, alrededor del 50% de los dineros públicos se puede volatilizar hacia el
exterior, dejando de ser invertido, por ejemplo, en escuelas, clínicas o vivienda.
Algo que sucede en países en los cuales este tipo de inversiones son de una
necesidad urgente. Desde esta perspectiva, el pago de la deuda supone una
«hemorragia» que deja a la economía agonizando en todo momento (por
ejemplo en 2006 Ecuador, un país del Sur de renta media, destinaba el 33%
de su presupuesto nacional al pago del servicio de la deuda). Es una inter-
ferencia en todo caso fatal si no tiene ninguna contrapartida. Para el Norte,
en cambio, la importancia del beneficio económico que puede representar el
pago del servicio de la deuda desde el Sur es relativa. Es más, no tiene com-
paración con otras fuentes de recursos. No es, por tanto, una interferencia
excesivamente relevante. Así, por ejemplo, en el Estado español, la totalidad
de la deuda que tienen con éste los países del Sur no significa más del 0,8%
de su Producto Interior Bruto (PIB).3

¿Cómo se genera la deuda externa?

Cuando cualquiera lo analice desde un país de la OCDE se dará cuenta que se


produce a partir de tres actores distintos: gobiernos (deuda bilateral), insti-
tuciones financieras multilaterales (deuda multilateral) y bancos o empresas
privadas (deuda privada). La estructura de la deuda de países tanto deudores
como acreedores varía en función de la historia y las características económicas
del país. Los mecanismos que convergen para generar un tipo de deuda u
otro son diversos y algunos complejos. Sin embargo, se suele tomar como
centro de estudio la deuda bilateral por ser la más transparente, sencilla y la
más sensible a ser afectada por el control ciudadano. Los mecanismos que
generan deuda multilateral no distan demasiado de lo que aquí describiremos
para la bilateral. Son dos los mecanismos que en todo país central generan
continuamente nueva deuda bilateral: los llamados créditos en condiciones
de ayuda al desarrollo (ODA Credits por sus siglas en inglés) y las agencias de
crédito a la exportación (ECAs por sus siglas en inglés). En otras palabras, los
unos consisten en préstamos blandos y los segundos suelen tomar forma de
pólizas de seguros para la exportación e inversión en situación de riesgo po-
lítico o comercial. Ambos están pensados desde los Ministerios de Economía
para apoyar la internacionalización de sus empresas autóctonas.

3. Datos a 31/12/2007.

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En realidad, la deuda externa y los créditos que la generan son utilizados
por el Norte como una palanca geopolítica y geoeconómica central en las
relaciones internacionales (Llistar, 2005). Mucho más importante para el
Norte que el cobro de los intereses del préstamo es el lograr imponer políticas
públicas en países terceros. Por ello, la deuda externa constituye un tipo de
anticooperación financiera.
Consideraremos aquí brevemente cómo es utilizada la deuda externa en
ese sentido.

1) Resuelvo la crisis de la deuda durante tu legislatura, te salvo de la ban-


carrota, si tú nos vendes las empresas públicas y privadas (privatizas y
liberas la economía) y me dejas expandir mis empresas en tu país con
seguridad (jurídica).

Durante la Gran Crisis de la Deuda en México (1982), se hizo eviden-


te la incapacidad de múltiples administraciones del Sur para pagar lo que
debían. Los acreedores principalmente afectados eran los bancos privados
del Norte —como los británicos o estadounidenses— que habían prestado
masivamente al Sur petrodólares depositados en sus arcas por los países de la
Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), sin analizar correc-
tamente ni la legitimidad del préstamo ni la viabilidad del pago. Muchos de
los bancos tuvieron que cerrar al descubrir que las economías y sociedades
periféricas como la mexicana habían tocado fondo. Era el comienzo de la
«década perdida» en Latinoamérica, que se había desencadenado en buena
medida por la decisión de Ronald Reagan de subir imprevisiblemente los
tipos de interés del dólar. Es decir, la crisis fue consecuencia de una decisión
tomada fuera de las fronteras latinoamericanas. Después de aquella crisis, la
solución que los entonces secretarios de Estado y del Tesoro estadounidenses,
J. Baker y N. Brady propusieron, fue la posibilidad que los estados del Sur
vendiesen las propiedades estatales (o sea, privatizaran las empresas públi-
cas) para pagar la deuda, y al mismo tiempo, aplicasen en sus economías el
tratamiento neoliberal severo estipulado en el Consenso de Washington. De
manera clara, esta privatización se realizó en beneficio de las empresas del
Norte (que aprovecharon para transnacionalizarse), ya que el sector privado
del Sur no podía competir con ellas por el control de las empresas estatales.
Los países acreedores estuvieron de acuerdo y revitalizaron el hasta enton-
ces debilitado Fondo Monetario Internacional (FMI) para que asumiera la
función de director de orquesta de la comunidad de acreedores. La deuda
de cada país se negociaría en el Club de París cuando fuera deuda entre es-
tados, y en el Club de Londres cuando fuera entre estados del Sur y bancos
del Norte. Siempre con el FMI como encargado de realizar el seguimiento
y orquestando a la comunidad de financiadores internacionales en caso de

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necesitarse nueva financiación. De modo que aquel país que llegara a la
bancarrota y quisiera negociar su deuda, se vería obligado a hacerlo ante
toda la comunidad de acreedores a la vez. Si esta estrategia se asemeja a la
conformación de un auténtico cartel o sindicato de acreedores, jamás se llegó
a formar ningún «cartel/sindicato de deudores» que pudieran presionar en
sentido contrario, a pesar de, por ejemplo, algunas propuestas en ese sentido
desde países como Cuba.
Los países del Sur, ahogados financieramente, divididos por el sistema de
negociación y dirigidos por élites que se podrían beneficiar de las privatizacio-
nes, no tuvieron nada que decir. Este mecanismo acentuó por tanto la relación
asimétrica de poder entre el Norte y el Sur. Es por eso que históricamente
el endeudamiento de los países del Sur ha sido la palanca geopolítica que el
Norte ha utilizado reiteradamente para forzar al Sur a privatizar y liberalizar.
De esta manera, con una entrada masiva de Inversión Extranjera Directa
(IED), como el desembarco de empresas españolas en América Latina, por
ejemplo, podrían expandirse en las economías de estos países.4

2) «Este dictador es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta».5 Créditos


para sostener o colocar regímenes favorables a los intereses de Estado del
acreedor incluyendo dictaduras.

La diplomacia ha utilizado el grifo del crédito y la condonación para


mantener en el poder a gobiernos legítimos o no, considerados amigos de los
intereses particulares de los prestamistas. Incluso es habitual en países como
EEUU, Francia, Rusia o el Reino Unido el financiamiento de facciones políticas
y militares para derrocar a gobiernos molestos en el Sur. Este fenómeno tuvo
especial intensidad durante los años de la Guerra Fría, cuando un bloque y
otro se disputaban la filiación de los países periféricos (Mozambique, Nica-
ragua, Argentina, Argelia, Zaire, Colombia, Sudáfrica…). Golpes de Estado
primero y, después del fracaso de la guerra en Vietnam, guerras de baja in-
tensidad en África, América Latina o Asia, no se explican sin este fenómeno.
Muchos de estos países quedaron sometidos a guerras intestinas prendidas
o a menudo avivadas con la venta de armas y dinero que se entregaban a
dictadores y guerrillas o contrainsurgentes de otro bando por el espionaje
norteamericano, soviético o europeo.

4. Por ejemplo, se estima que dos terceras partes de las mayores 500 empresas argentinas
están controladas desde el exterior (datos referentes al período 2003-2005, véase la Página del
Instituto Nacional de Estadísticas y Censos de Argentina, http://www.indec.mecon.ar).
5. Cita atribuida al ex presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt en referencia
al dictador nicaragüense Anastasio Somoza García.

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Deudas odiosas e ilegitimas que hoy son contabilizadas como deuda
oficial. Esta realidad ha persistido hasta el día de hoy, y lo que entonces se
hacía en nombre de la lucha contra el comunismo o el capitalismo, se hace
actualmente en nombre de la guerra contra el terrorismo o el narcotráfico.

Deuda del Apartheid

Un ejemplo paradigmático de deuda de opresión se ubica en aquella gene-


rada por el dinero prestado a los gobiernos sudafricanos responsables de la
política del Apartheid. Recordemos que esta política fue aplicada contra la
población no blanca de este país entre 1948 y 1991 en las tierras colonizadas
por británicos y holandeses en el extremo Sur del continente africano. Al final
del período, la deuda externa de Sudáfrica presentaba un saldo de 20.000
millones de dólares.

¿Quién financió el «apartheid»?


Poco se sabe de la identidad de los acreedores anteriores a los setenta, pero
en 1976, unos meses después que la rebelión de los escolares de Soweto (cuya
represión costó unas 200 vidas) colocase al régimen en todos los diarios del
mundo, se documentó que el FMI, impulsado por Gran Bretaña y EEUU, otorgó
al régimen sudafricano un significativo préstamo poco después de su primer
descalabro financiero. Esta ayuda permitió que el régimen del Apartheid per-
maneciese en el poder por 15 años más. Además, el gobierno se benefició de
fondos públicos por medio de acuerdos bilaterales. En 1993, Sudáfrica debía
el 90% de sus obligaciones externas a largo plazo a cuatro países acreedores:
EEUU, Alemania, Suiza y Francia. En el ámbito privado, estuvieron implicados
en el financiamiento del Apartheid al menos 30 grandes bancos y 230 de
menor envergadura. En 1985, cuando Sudáfrica se declara en «default» (en
bancarrota), 14 de los bancos más grandes del momento participaron del
salvamento, entre los que se destacaron los europeos. En realidad la presencia
europea en el Apartheid aumentaba a medida que crecía la campaña interna-
cional contra el régimen. Así, los bancos europeos aumentaron sus créditos
en un 564% entre 1980 y 1985. Los bancos comerciales eran conscientes
de la situación de exclusión a la que fue condenado el Gobierno sudafricano
por la comunidad internacional por sus prácticas criminales y discriminatorias.
Sudáfrica fue noticia internacional desde la masacre de Sharpeville hasta la
caída del régimen. Posteriormente, estos bancos fueron el blanco directo
de una concertada y creciente campaña internacional contra la financiación
del Apartheid que comenzó en EEUU en 1966 y en Europa en 1972. A pesar
de ello, lejos de perder a sus clientes de oro y diamantes, los acreedores se
aprovecharon de la situación obteniendo importantes beneficios: Sudáfrica
tuvo que pagar una tasa de interés más alta que el precio de mercado por el
rechazo internacional de sus prácticas criminales.

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En 1992, las víctimas del sistema en Sudáfrica presentaron una demanda
judicial contra dos bancos suizos y uno norteamericano en la que exigen una
compensación de 50.000 millones de dólares. Según la acusación, entre 1985
y 1993, los citados bancos concedieron préstamos al régimen segregacionista
que resultaron clave para su permanencia en el poder. En su defensa, éstos
alegan que en 1985, el régimen ya estaba a punto de caer. Las víctimas
sostienen que quien proporciona los medios financieros necesarios para co-
meter un crimen es igualmente responsable que el autor material, porque es
consciente de las consecuencias de lo que financia. En el juicio, si los bancos
rechazaban toda implicación, deberían demostrarlo, poniendo a disposición
de la justicia los documentos pertinentes que permitiesen establecer la verdad.
La demanda no prosperó.
En noviembre de 2002, el grupo de apoyo a las víctimas del Apartheid,
Khulumani Support Group, demandó en Nueva York a 21 bancos y corpo-
raciones extranjeras por los daños sufridos por 32.000 ciudadanos sudafri-
canos como resultado directo de la complicidad de dichas instituciones con
el régimen.6

3) «Toma este crédito regalo y esta condonación de tu deuda que tanto


necesitas. Pero hazme un favor...».

Condonaciones o nuevos préstamos se usan diplomáticamente a cambio


de favores geopolíticos: por ejmplo, un voto a favor ante el Consejo de Seguri-
dad o el apoyo para el envío de tropas a una guerra. Interferencias financieras
de dudoso resultado. Lo ilustramos con el siguiente ejemplo:

¿Ayuda al desarrollo para colaborar en una guerra? Macro


FAD otorgado a Turquía en los preámbulos
de una guerra7

El 17/01/2003 el Consejo de Ministros español autorizó la concesión de un


crédito por un importe total de 161,27 millones de euros a la República de
Turquía. Este es el mayor crédito otorgado por un Gobierno español con cargo
al Fondo de Ayuda al Desarrollo (FAD) desde la creación de este mecanismo.

6. Los bancos acusados pertenecen a seis países occidentales: Suiza, Alemania, Países
Bajos, Francia, Gran Bretaña y EEUU. Los más conocidos son: Barclays National Bank Ltd.,
Citigroup Corporation, Commerzbank, Credit Suisse Group, Deutsche Bank AG, Dresdner
Bank AG, J.P. Morgan Chase,UBS AG [véase: http://www.khulumani.net].
7. Ejemplo extraído de ODG (2004a, 2004b).

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Las condiciones financieras eran muy favorables (Triper, 2003): 34 años de
plazo total de amortización, incluyendo 13 años de gracia, a un tipo de interés
anual del 0,2% y con vencimientos semestrales. Cabe decir que estas condi-
ciones fueron mejores que las concedidas el mismo día a Mozambique,8 un
país empobrecido y altamente endeudado, para la obtención un crédito FAD
de 2 millones de euros. El crédito se tenía que destinar a financiar el proyecto
de rehabilitación de la línea férrea entre Ankara y Estambul a realizar por el
grupo español OHL, en consorcio con el holding turco Alarko [...]
No obstante, es preocupante que el crédito de más envergadura de la
historia del FAD se otorgara a un país de renta media, muy bien situado desde
el punto de vista geoestratégico, en un momento internacional altamente
delicado. Cabe recordar que cuando se tomó esta decisión los países limítrofes
con Iraq estaban definiendo su oposición respecto a la guerra de invasión
que estaban planeando los gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña, en
alianza con el Gobierno español y otros. Si bien ya es alarmante que se utilicen
este tipo de créditos, que luego contabilizan como Ayuda Oficial al Desarrollo
(AOD), para financiar macroproyectos ferroviarios para futuros trenes de alta
velocidad, más pudiera serlo que se utilizara como «arma» de presión política,
en función de injustificados intereses belicistas. Sin poder demostrar que,
efectivamente, el gobierno español quiso usar este crédito como instrumento
de presión para que Ankara aceptara el paso de las tropas estadounidenses
por territorio turco, el monto y momento del proyecto inducen a pensarlo.
En efecto, los días previos y posteriores al ataque contra Iraq, se produce una
intensa actividad diplomática del Gobierno de J.M. Aznar aliado declarado
de las administraciones Bush y Blair. Simultáneamente al otorgamiento del
crédito Turquía, el Gobierno español acordó una conversión de deuda con el
gobierno de Angola9 de cerca de 800 millones dólares EEUU junto a la promesa
de nuevos créditos. Curiosamente, Angola se encontraba en ese momento,
entre los llamados «países indecisos» del Consejo de Seguridad, a los cuales
se debía convencer para que se decantaran por la opción bélica. Asimismo,
el Gobierno español presionó a México (otro de los países del Consejo de
Seguridad inicialmente no convencido) mediante una visita relámpago del
presidente Aznar en la cual en apariencia no obtuvo resultados. Finalmente, y
ya consumada la ocupación anglo-norteamericana de Iraq, la Administración
Aznar concede otro crédito FAD de 22,5 millones de euros a Jordania.

8. El FAD otorgado a Mozambique tenía 30 años de plazo total de amortización, incluyendo


10 de gracia, a un tipo de interés anual del 2,75% y con vencimientos semestrales.
9. Véase Reuters 26/2/03 vía Iberglobal (www.iberglobal.com): El ministro de Economía de
Angola, Jose Pedro de Morais, y el secretario de Estado de Comercio y Turismo español, Juan Costa,
han comenzado las negociaciones para la firma de un acuerdo para la conversión de aproximada-
mente 800 millones de dólares de deuda del país africano con el Estado español.

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Referencias:
Adams, P. (1993), Deudas Odiosas. Un legado de insensatez económica y saqueo
ambiental. Buenos Aires: Planeta.
Campaña ¿Quién debe a Quién?: www.quiendebeaquien.org.
Jubileo Sur: www.jubileosuramericas.org; www.jubileesouth.org.
Ramos, L. (2006), Los crímenes de la deuda: Deuda ilegítima. Barcelona:
Icaria.

Mecanismo 3. Fuga de capitales y depósitos en bancos extranjeros


Varios estudios señalan que los países de la Periferia son paradójicamente
subministradores netos de capital y no perceptores como pareciera. En otras
palabras, que el Tercer Mundo presta al Primer Mundo. En este sentido, los
depósitos en el Norte de las personas más ricas del Tercer Mundo llegan a
superar en valor a toda la deuda externa. Es más, en muchos países empobre-
cidos se puede demostrar que el dinero que entra como préstamo al gobierno,
vuelve a salir automáticamente al exterior de manera fraudulenta, sin ninguna
interferencia ni por parte del gobierno receptor ni por parte del concesionario.
La razón de ello es que las élites de estos países escogen a los bancos del Norte
para colocar —y a menudo ocultar— su capital privado. Podríamos pensar
que los fondos de residentes del Sur que se trasladan a bancos del Norte lo
hacen escapando del riesgo financiero, o bien buscando la mayor rentabilidad.
Sin embargo, una gran variedad de estudios macro-económicos indican que
sobre todo lo hacen para sustraerlos y esconderlos del control social del país.
Tales depósitos están compuestos por dos elementos: dinero proveniente del
desvío ilícito de fondos públicos, y rentas comerciales (o industriales). Con
frecuencia a nombre de empresas pantalla del Sur.9
África Subsahariana es la región con mayor fuga de capitales del mundo
(Collier, Hoeffler y Pattillo, 2001). Durante el período 1970-96, se estima
que por cada dólar que entraba a cuenta de la deuda externa, 0,8 dólares
se fugaban hacia cuentas secretas en bancos del Norte en un término pro-
medio de un año (Ndikumana y Boyce, 2002). En términos absolutos se
fugaron durante aquellos 26 años 2,85 billones de dólares, incluyendo
intereses derivados, mientras que el stock de la deuda externa combinada
de toda la región ascendía a 1.78 billones aquel mismo año (Ndikumana
y Boyce, 2000).

10. La estimación del valor de los depósitos de residentes del Sur a los bancos europeos,
estadounidenses o japoneses, se puede obtener de la base estadística del www.bis.org (Banco
Internacional de Pagos). Se obtiene de las partidas catalogadas como deudas de los propios
bancos respecto a países del Sur (Toussaint 2003).

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Está demostrado además, que existe una correlación entre la fuga de
capitales y la deuda externa de un país. Algo que se acentúa con la intensa
liberalización financiera llevada a cabo durante la década de los noventa en
casi todos los países periféricos. Es decir, a más fuga de capital mayor deuda
y a mayor deuda, más fuga de capital. ¿Por qué? Existen diferentes teorías al
respecto. Algunas apuntan a que las fugas producen déficit de capitalización de
las economías y que el déficit provoca crisis financiera, que habitualmente aca-
ba en la demanda de nuevos préstamos, incrementando el monto de la deuda.
A su vez, el endeudamiento facilita la disponibilidad de líquido en manos de
gobernantes que, cuando son corruptos y logran eludir los controles internos
y externos, lo desvían a un refugio seguro: el Norte. Los destinos preferidos
son aquellos países y entidades donde el secreto bancario es más firme (Suiza,
Luxemburgo…). Las élites del Sur no solamente abren cuentas bancarias, sino
que también suelen hacer inversiones inmobiliarias o abrir cuentas numeradas
en paraísos fiscales (Islas Caimán, Panamá, Andorra…).
Efectivamente, tanto aquellos altos dirigentes corruptos como las élites
depredadoras que extraen y fugan ingentes cantidades de dinero a cuenta de
sus ciudadanos, deben situarse en el punto de mira de la problemática. Pero un
tango se baila entre dos. Por lo que comparten tan denostable responsabilidad
con las entidades bancarias del Norte que mantienen con enorme hipocresía
un sagrado secreto bancario, que los gobernantes de los países industrializados
aún permiten interesadamente. ¿Quién pierde? La empobrecida e impotente
población del Sur. .

Anticooperación Suiza - Filipinas

1) Más de 600 millones de dólares depositados en bancos suizos por el


dictador filipino Ferdinando Marcos (1965-86), fueron retornados a las
autoridades filipinas (16/07/2003). Sólo una parte de lo que Marcos
fugó.
2) Michelin Calmy-Rey, presidenta de Suiza: «Hemos sido el primer país
del mundo en llevar a cabo una política de restitución de fondos. Con-
sideramos que no es nuestro el dinero (...). Seguiremos restituyendo los
fondos de los dictadores a sus países de origen. (...)».
Fuente: El País, (03/01/07)

Se plantean entonces dos cuestiones. La primera es que si el contexto


financiero en el Sur está tan lleno de riesgos para los capitalistas locales,
¿cómo es que los capitales del Norte continúan otorgando créditos al Sur?
La respuesta que dan algunos autores se basa en dos hechos: que los tipos
de interés en regiones calificadas como «de riesgo» (África, por ejemplo) son

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mucho más altos que los de los mercados centrales; y que, en un mercado
financiero liberalizado, el inversor financiero foráneo está protegido por ga-
rantías soberanas del estado receptor,26 mientras que el local, no. Los riesgos
son completa y paradójicamente asimétricos.
Podemos también preguntarnos: ¿cómo es que los acreedores del Norte
siguen otorgando préstamos con tanta irresponsabilidad? Tal como se señaló
anteriormente, para los capitalistas del Centro, la deuda constituye a la vez
una palanca geopolítica y geoeconómica así como una aspiradora de capital.
O como dice E. Toussaint, «las transferencias de la Periferia al Centro, son
asimilables a las del trabajo al capital» esta vez a escala global. De forma tal,
que el crédito internacional acelera la reproducción del capital del Norte
(2004).

¿Entrada del BBV(A) en Colombia por lavado


de dinero del narcotráfico?

Algunos bancos proclives a demostrar una buena reputación corporativa han


obtenido, sin embargo, por mecanismos corruptos e ilegítimos, importantes
activos de los países del Sur. El siguiente ejemplo muestra uno de los canales
utilizados para blanquear dinero procedente del narcotráfico —blanqueo que
algunas estimaciones globales sitúan sobre los 750.000 millones de dólares
anuales— y que reposan en la opacidad y secretismo del sistema financiero
internacional. El banco de capital español BBV (actualmente el BBVA, segundo
en el ranking de la banca en América Latina), acusado de comprar voluntades
políticas en varios países de América Latina a cambio de hacerse con el control
de distintos bancos nacionales, consiguió, según la Fiscalía Anticorrupción
española y distintas fuentes que lo acusaron (incluido el FBI), una excelente
posición en el mercado financiero colombiano gracias a la llamada «Opera-
ción Fidugán»:
A los fines de asegurarse la mayoría accionarial y el efectivo control del
BANCO GANADERO de Colombia responsables al más alto nivel de BBV, S.A.
como en 1998 lo eran D. Pedro Luis Uriarte Santamarina —vicepresidente
y consejero delegado- y D.José Ignacio Goirigolzarri Tellaeche —encarga-
do del Área de Negocio de Banca en América—, contando en todo caso
con el conocimiento y la necesaria aprobación del presidente D. Emilio
de Ybarra y Churruca, adquirieron con D. Marco Aurelio Royo el com-
promiso de proporcionarle el cauce por actividades ilegales, mediante

11. Véase por ejemplo el funcionamiento de cualquier Agencia de Crédito para la Ex-
portación en www.ecawatch.org.

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una instrumentación jurídico formal diseñada por D. Mario Femández
Pelaz, que habría ideado el mecanismo financiero oportuno para que el
anteriormente citado y los señores Enrique Guerlain y Víctor Carranza
(vinculados los tres según comunicación del FBI con actividades de narco-
tráfico y paramilitarismo) pudieran sacar de Panamá y de Colombia (hacia
el BBV Privanza en Suiza) ingentes cantidades de dinero».
Fuente: Fiscalía Anticorrupción y elaboración propia a partir de distintos periódicos
españoles durante 2002.

Mecanismo 4. Especulación, fondos de inversión


y crisis financieras
Las principales crisis financieras del último decenio han sido el llamado
«tequilazo» en México (1994-95), la del sudeste asiático12 (1997-98), la de
Rusia (1998), la turca (2000-2001), la de Argentina (2001-02)13 y aquella
derivada de la crisis global de crédito con origen en la burbuja de las hipo-
tecas basura de EEUU en 2008. Aún así, ha habido otras menos conocidas
como la de Ecuador (2000), o las transmitidas a países vecinos por procesos
simpáticos como las sufridas por Uruguay o Paraguay, a instancias de la crisis
argentina. Los efectos de estas crisis, tanto económicos como sociales, son
nefastos para las poblaciones: desde la fuga en estampida de capital del país,
vehiculada por las élites y los bancos extranjeros, a la pérdida de los ahorros
de toda la vida de sus ciudadanos y ciudadanas, hasta aspectos colaterales
como el aumento de la violencia doméstica generada por la frustración ante
la despidos masivos (Ramos, 2003). Las crisis financieras han tenido como
protagonistas a países económicamente emergentes más que a países pro-
fundamente empobrecidos. Esto se debe a que estos últimos —como los
del África negra— a duras penas reciben inversión extranjera. Sus mercados
financieros son demasiado pequeños y no suelen ser un negocio manejable
para los fondos privados de inversión ni para los préstamos comerciales de
la banca privada. No obstante, tanto unos países como otros están sujetos a
fuertes perturbaciones externas como los cambios en los tipos de interés que
sobre sus divisas establecen Washington, Bruselas o incluso Pekín, o en la
relación real de intercambio.

12. Tailandia, Malasia, Indonesia, Filipinas y Corea del Sur


13. En Asia oriental, la causa desencadenante de la crisis fue un exceso de inversión pri-
vada (financiada con deuda externa a corto plazo) mientras que en Argentina se trató de un
endeudamiento «puro», debido a la fuerte entrada de capital en forma de inversión en cartera
destinada sobre todo a la adquisición de bonos gubernamentales.

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Frente al llamado «miedo a la libre flotación» y para evitar el peligro de
estas perturbaciones, algunos países como Argentina o El Salvador ajustaron
sus divisas al dólar.14 En algunos casos incluso la sustituyeron directamente
por éste, como es el caso de Ecuador. La combinación entre el ajuste de
la moneda local al dólar y la rápida liberalización financiera durante la
segunda mitad de los noventa provocaron la entrada de capital de forma
masiva, a menudo bajo la forma de nuevos préstamos (deuda externa) o de
inversiones volátiles (inversión de cartera). Los casos argentino y del sudeste
asiático lo confirman, sobre todo en los dos años anteriores a la explosión
de la crisis (Bustelo, 2004). Cuando el dólar subió su cotización, la moneda
local tuvo que subir igualmente. El crédito interno entonces se convirtió/
transformó en una suerte de burbuja financiera, otorgándose préstamos a
proyectos no siempre viables y con una economía que en realidad no estaba
en condiciones de respaldarlos. El endeudamiento general, tanto interno
como externo, la fuerte vulnerabilidad de una economía dominada por el
capital financiero y el comportamiento especulativo, rapaz y proclive al
pánico de los fondos de inversión extranjeros, aumentaron paulatinamente
el riesgo de crisis. Hasta que, una tras otra en distintos puntos del planeta,
las burbujas explotaron.
Muchos autores como Stiglitz (2003) afirman que estas crisis en las eco-
nomías del Sur son consecuencia directa del intenso proceso de liberalización
financiera sufrida durante la década de los noventa. La liberalización, en este
caso, significaba no sólo la desregulación financiera y la correspondiente aper-
tura al capital extranjero —solución a todos los males de la economía, como
planteaban entonces el FMI, el BM y la prensa económica internacional—,
sino también la eliminación de todo impedimento a la salida de capital (por
ejemplo, la salida de beneficios de las filiales a la matriz). La supresión for-
zada de mecanismos que debieran proteger de los ataques especulativos y de
la fuga del cada vez más importante «capital golondrina», dejaron en paños
menores el destino de economías emergentes. A nivel interno, el resultado
fue el de un tsunami: lo grande por lo general se mantuvo, lo pequeño y
mediano quedaron arrasados.

14. La libre flotación de las divisas se refiere a que el tipo de cambio flote libremente en
el mercado e implica que el gobierno se abstiene de determinarlo, de tal manera que el precio
de las divisas se fija por la interacción entre la oferta y la demanda.

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¿Cómo fomentar una crisis financiera en un país
periférico desde el exterior?

1. Se presiona para que se liberalice el sistema financiero de un determinado


país. El eslogan es «el sistema necesita capital extranjero».
2. Si la economía va mal (cosa que es previsible en los países periféricos si
no se protege a las empresas locales o si no hay una correcta supervisión
de riesgos), bajan las reservas nacionales.
3. Será preciso devaluar la moneda hasta un nivel creíble.
4. Si los traders e inversores en cartera no se lo tragan: ¡ESTAMPIDA en
REBAÑO!
5. CRISIS FORZADA:
a. Se devalúa la moneda local
b. Se detienen las importaciones
c. La economía se ha de reestructurar
d. Las empresas endeudadas en dólares o euros ¡quiebran!
6. Se inyecta capital al país en forma de deuda IFI. El FMI intentará rescatar
a los bancos extranjeros y exigirá más ajuste estructural.

De nuevo debemos preguntarnos cuál es la responsabilidad de unos y otros,


internos y externos, en las crisis financieras sufridas por las economías periféricas.
La historia reciente muestra cómo las medidas tomadas por quienes toman las
decisiones del Norte (ante la convergencia de intereses de empresarios, brokers,
intelectuales y periodistas neoliberales, y funcionarios públicos de gobiernos
ricos e instituciones multilaterales y hasta dirigentes locales) condujeron a sus
poblaciones al cataclismo. Sin embargo, ¿el derecho a crecer de las empresas y
los estados ricos continúa siendo legítimo cuando aplasta cual maremoto a los
pobres de otros países? ¿Son conscientes de ello los gobernantes, los brokers, los
banqueros? Resulta interesante observar cómo dichos colectivos suelen rechazar
su implicación moral sobre tales violaciones a los derechos de terceros.
El Norte también se ha ido liberalizando financieramente aunque en
circunstancias muy diferentes a las de los países periféricos. Para comenzar
el proceso fue impulsado por los grandes bancos y gobiernos del Norte,
muy capitalizados, que necesitaban expandirse internamente (por ejemplo,
hacia el control del dinero de las jubilaciones), pero también hacia mercados
periféricos para continuar creciendo y apropiarse de facto de los recursos
estratégicos del Sur como si se tratase de una neocolonización silenciosa.
Dentro del propio Centro, la competencia se producía durante los noventa
entre las tres zonas monetarias (dólar, euro y yen). Hoy debería añadirse la
influencia del yuang chino.
A uno de los instrumentos más libres, complejos y especulativos del nuevo
capitalismo financiero global, se le atribuye la causa de buena parte de las crisis
financieras —incluidas las de países centrales: es el llamado hedge fund.

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Hedge Funds («fondos de alto riesgo»15)

Son instituciones financieras, en concreto fondos de inversión, que operan


en los mercados secundarios (sobre todo en la Bolsa de Wall Street) pero
también en otros mercados altamente especulativos, como el de divisas o de
materias primas. Los hedge funds se concentran en activos financieros (bo-
nos, acciones, contratos derivados…), cuyos precios son altamente volátiles.
La estrategia que siguen estas instituciones para cubrirse de los riesgos es
la de diversificar al máximo su cartera de títulos, de manera que la caída de
un tipo de título se compense con la subida de otro. En definitiva, los hedge
funds son organizaciones de especuladores construidas para sacar provecho
de las diferencias de precio de activos financieros a lo largo del tiempo y entre
diferentes plazas financieras. Y como veremos, estas diferencias a veces son
creadas artificialmente por ellos mismos.
Son necesarias altas inversiones iniciales para participar en un hedge
fund. Por eso son los grandes bancos internacionales los que acostumbran a
participarlos mediante sus fondos de inversión y créditos bancarios.
Goldman Sachs, aunque se lo reconocía como banco de inversión, era
en buena parte un hedge fund (antes de caer en bancarrota y ser salvado
por la transnacional Mitshubishi en octubre de 2008). Lehman Brothers
también lo era. Ahora bien, como a los bancos no se les permiten deter-
minadas operaciones especulativas, desde la segunda mitad de los noventa
han ido mutando parte o la totalidad de su actividad hacia los hedge funds,
radicados en sociedades mercantiles a menudo inscritas/situadas en paraísos
fiscales. Los grandes bancos entonces prestan enormes créditos para que los
hedge funds puedan jugar libremente en los mercados. Así la cuantía de los
recursos aglutinados por un hedge fund es de vital importancia dado que
permite alterar los precios del mercado en el sentido que este fondo desee.
Los hedge funds están en al origen de las grandes crisis financieras desde los
años noventa hasta la actualidad.
Veamos algunos ejemplos de ataques de hedge funds: ataque especu-
lativo a la libra esterlina y lira italiana (1992), del sistema monetario europeo
(1993), la quiebra del Barings Bank (1995), efecto tequila en México (1994),
crisis del sudeste asiático (1997-98), Rusia y Brasil (1998-99), Argentina y
Turquía (2000-2002), Estados Unidos y UE (2008-...).
El «apalancamiento»:16 los hedge funds pueden mover mucho más valor
de lo que ellos realmente valen. George Soros, a través de su hedge fund

15. Aunque en la jerga economicista castellana también son llamados con eufemismos
como «fondos alternativos» o «fondos de cobertura».
16. El apalancamiento de una operación financiera es la relación entre capital propio
y crédito invertido en esta operación. Cuanto menor apalancamiento, mayor riesgo, pero
también mayor rentabilidad financiera.

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LTCM contó con un apalancamiento superior a las 250 veces su capital. Es
decir, de tener unos 2.500 millones de dólares propios, pasó a mover 600.000
millones (Gowan, 2000).
Los hedge funds son por tanto un nuevo modo de saqueo de los propieta-
rios del capital (Norte Global) que causa graves interferencias en las economías
periféricas. Por eso es que el lema de algunas respuestas sociales a la actual
crisis versan lemas como «Que la crisis la paguen los ricos».

Referencias
Fernández Durán, R. (2003), Capitalismo financiero global y guerra per-
manente: El dólar, Wall Street y la guerra contra Iraq. Barcelona: Virus
Editorial.
Gowan, P. (2000), La apuesta por la globalización. Madrid: Akal.
Sitios de internet: www.eurodad.org; www.banktrack.org; www.gatswatch.org;
http://casinocrash.org/.

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VII. ANTICOOPERACIÓN COMERCIAL

En un mundo convertido en un mercado (mundial) donde todo se compra y


se vende, el que más dinero tiene es «libre», libre de ser el dueño. Pero el que
no tiene, se convierte en esclavo. El liberalismo económico es agua bendita
para los que tienen más dinero, una cárcel para los que no.

Para la Organización Mundial del Comercio (OMC), entidad que rige a nivel
mundial las normas del comercio entre países y que tiene por objetivo la
liberalización del comercio, asegura que esta última es indispensable para
el desarrollo económico y el bienestar (OMC, 2007; 10). De hecho, la libe-
ralización constituye uno de los pilares del actual proceso de globalización.
Sin embargo, ¿cómo explicar que, mientras deberíamos constatar de día en
día sus crecientes beneficios, nos encontremos en 2008 con 1.000 millones
de personas que sufren hambre? Tal como se desarrollará en este capítulo,
existen mecanismos de anticooperación que tienen precisamente lugar en la
esfera comercial.
En comunidades remotas, la primera conexión con el mundo globa-
lizado se suele producir a través del comercio. Se trata de pequeñas canti-
dades de productos que se venden a través de uno o varios intermediarios
que los harán llegar a consumidores de países lejanos. En muchos otros
grupos humanos ya conectados al mercado internacional, la globalización
del comercio no parece haber mejorado sus condiciones de vida, incluso
ha introducido complicaciones añadidas muy complejas. Estas conexiones
del pequeño productor con el mundo globalizado son relativamente fáciles
de rastrear siguiendo al dinero, a lo largo de la llamada commodity chain
(cadena que sigue una mercancía desde que se produce hasta que se consume
y se abandonan sus residuos, «desde la cuna a la tumba»). Los supuestos

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beneficios de la globalización serán distribuidos de modo paradójicamente
dispar entre los productores, los distintos intermediarios y los consumidores.
Proporcionalmente, en la mayoría de los casos, los pequeños productores o
asalariados de las grandes productoras recibirán cada vez menor retribución.
En los países a los que pertenecen, sus mercados incluso se verán invadidos
por productos subvencionados por países poderosos que harán quebrar
sus pequeñas explotaciones agrícolas o industriales. Como en el caso de la
leche en polvo procedente de los excedentes europeos de leche que, una
vez exportada a determinados países del África Subsahariana, envió a los
pastores propietarios de vacas a la ruina.
Algunos problemas con origen comercial son cruciales para la vida de las
comunidades: la incapacidad de producir sus alimentos básicos (soberanía
alimentaria), la imposibilidad de gestionar y controlar las fuentes a partir de
las cuales se obtiene energía (soberanía energética), o el acceso a medicamen-
tos, se inscriben todos en el ámbito comercial. La historia de las poblaciones
empobrecidas del Sur Global enseña cómo se ha producido un deterioro
en los términos de intercambio NS (el Sur cada vez vende más barato y el
Norte más caro) tal y como señala la Teoría de la Dependencia. Los sectores
productivos de las sociedades empobrecidas son reestructurados hacia la ex-
portación en lugar de satisfacer necesidades locales. Convierte a comunidades
enteras en extremadamente vulnerables a factores externos porque dejan de
depender de sí mismos para comer, calentarse, etc. Especialmente cuando
aquella vulnerabilidad es explotada por distintos mercaderes con el fin de
obtener máximos rendimientos.
Lo que algunas organizaciones sociales denominan malas prácticas en el
comercio internacional se convierte en interferencias tan demoledoras para
ciertas comunidades del Sur, como un tsunami para un aldea costera. Es el caso
de la combinación del dumping del agro estadounidense, europeo y japonés,
con su fuerte presión geopolítica para que los países periféricos eliminen sus
protecciones arancelarias. Paralelamente, las grandes comercializadoras priva-
das de granos, las corporaciones de gran distribución y las biotecnológicas van
ganando el tamaño necesario para ejercer monopolios cada vez más abusivos
sobre los productores del Sur. Mientras tanto, variaciones de tipo financiero
relacionadas con el tipo de cambio con la divisa internacional con la que se
compra/venden los productos de exportación/importación, variaciones en el
precio de insumos como el petróleo, o la propia especulación sobre los futuros
del producto a exportar, colocan a las economías del Sur en una posición
de vulnerabilidad exterior sin paliativos. ¿Qué pueden hacer los campesinos
cafetaleros nicaragüenses si el precio de su café cotiza en la Bolsa de Chicago,
se lo compra Nestlé, y el Estado de Nicaragua —desestabilizado por las va-
riaciones del dólar, las subidas del petróleo, la corrupción y su propia deuda
externa— no es capaz de ofrecerles ningún tipo de garantía?

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Así pues, es posible definir la «anticooperación comercial» como el con-
junto de interferencias negativas en dirección NS que se transmiten mediante
el comercio internacional. Ello incluye también todo el abanico de políticas e
instrumentos, promovidos bajo intereses comerciales, como la firma de tratados
de libre comercio, la actividad de las agencias de crédito a la exportación, las
condicionalidades con objetivos comerciales, el dumping, y otras. El resultado
final consiste en la violación sistemática de los derechos de personas.
Se distinguen en el comercio internacional cinco grandes ámbitos/
sectores. Los correspondientes a los tres sectores productivos 1) productos
agrícolas y ganaderos; 2) productos no agrícolas (industriales principalmente,
pero también el comercio de pesca, de maderas de exportación, de minerales,
etc.); y 3) sector de los servicios. Y los dos ámbitos más que añade la OMC,
4) inversiones, y 5) derechos de propiedad intelectual. En cada uno de estos
ámbitos es posible observar un sinnúmero de mecanismos y especifidades de
la anticooperación NS, de las que solamente podremos apuntar algunos. De
acuerdo con esta perspectiva, son considerados como mercancías elementos
que en realidad son derechos humanos (la alimentación, el agua, la salud,
educación, etc.). Cabe destacar que su mercantilización pone en entredicho
el respeto de estos derechos humanos.

Interferencias transnacionales negativas del comercio internacional

Kadami, Uganda.
Testimonio de un campesino algodonero (2008)1
Hemos estado plantando algodón durante 10 años, y hoy día nos en-
contramos con importantes problemas en nuestra comunidad: el algodón
requiere demasiada tierra y con el crecimiento de la población actual esto
es un problema, es demasiado laborioso, los precios de los pesticidas son
excesivos, la maquinaria también, en ocasiones las semillas que nos venden
no germinan y cada vez necesitamos más fertilizantes y pesticidas porque la
fertilidad no deja de disminuir y hemos de enfrentarnos a más pestes. Final-
mente es bastante usual que no obtengamos los precios que los promotores
nos prometen, actualmente el precio es demasiado bajo (no más de 300-400
shílling por kg —aprox. 0,12-0,16 euros/kg). El algodón te lleva hoy en día al
hambre, por eso cada vez quedan menos agricultores de algodón en nuestra
comunidad.

1. «Declaración final del Grupo de Base de Kadami realizada en el Workshop de VSF


realizado en Kadami el 5 de febrero 2008». Recogido en (VSF 2009).

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Los sectores empobrecidos perciben la anticooperación comercial prin-
cipalmente a través de los precios y, en caso de los asalariados y jornaleros,
a través también del salario y del acceso a trabajo. Por un lado, son gente
extremadamente sensible a las subidas y bajadas de precios de los alimentos,
de los medicamentos o los impuestos que puedan cargarse sobre ellos. De
acuerdo con la FAO, en el Norte Global, las familias gastan de 10 a 20% de su
presupuesto en alimentación, mientras que en el sector urbano del Sur Global,
se dedica 60 a 80% (FAO, 2008). Un ejemplo extremo de este factor se ubica
en las Revueltas por el Hambre durante la crisis alimentaria del año 2008.
Los precios de los alimentos se incrementaron de golpe y miles de personas
salieron a la calle en los países más golpeados como Haití, Egipto, Camerún,
porque habían perdido toda posibilidad de asegurar su supervivencia.
Los pequeños agricultores también sienten la variación en el precio de los
alimentos, porque son productores de alimentos y deben venderlos. Aunque
no siempre vender comida y comprarla responda a las mismas fluctuaciones
ni a la misma distribución de precios (debido a la sombra de la distribución
a la que nos referiremos más adelante). Por el otro lado, los sectores empo-
brecidos sienten la presencia o ausencia de trabajo —la única alternativa para
subsistir cuando no se dispone de tierras o cuando éstas no son producti-
vas— a través de: 1) la presencia o no de la fábrica, la mina, la maquiladora,
es decir, de inversiones de terceros; 2) el acceso a crédito para adquirir un
instrumento de trabajo (sea un taxi, un cayuco para pescar o una pulpería
en el mercado). En definitiva y por lo que a la anticooperación comercial se
refiere, la estructura y variabilidad de los precios, así como el acceso a trabajo
a través de las políticas de inversión y crédito, son aspectos cruciales para la
economía de los empobrecidos. Cualquier interferencia externa o interna
sobre ellos puede causarles grandes estragos, que es justamente lo que está
sucediendo en la actualidad.
A escala global y año tras año, la mayoría de las débiles economías del
Sur han visto deteriorados sus términos de intercambio. Es decir, sufren de
la «regla de San Garabato» por la que compran caro y venden barato. En
términos macroeconómicos ello significa que comparadamente exportan cada
vez más y más barato a la vez que importan más y más caro. El mercado
internacional fija progresivamente peores precios a las producciones africa-
nas o latinoamericanas en relación a las producciones europeas, japonesas o
norteamericanas. ¿Por qué? La respuesta está en la asimetría que caracteriza
las relaciones de poder entre regiones.
No se puede decir que los países periféricos no hayan seguido obedien-
temente los consejos del BM, el FMI y la OMC en términos comerciales.
De hecho, es evidente que han reestructurado profundamente su tejido
productivo para exportar más y obtener dólares para hacer frente al pago
de la deuda externa y la compra de bienes y servicios en el exterior. ¿Ex-

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RELACIÓN DE INTERCAMBIO ENTRE PRODUCTOS AGRÍCOLAS
Y BIENES MANUFACTURADOS

Fuente: Elaboración ODG a partir de http://www.fao.org/docrep/003/x7352s/x7352s01.htm.

portar qué? Uno de los problemas estratégicos principales es que el Sur se


ha especializado —fuera a la fuerza ya desde los tiempos de la colonia, o
por la poca disponibilidad tecnológica y financiera— en la exportación de
materias primas (minerales, productos agrícolas, maderas preciosas, pesca...)
y manufacturas de muy bajo valor añadido. El Sur termina compitiendo con
el Sur, los campesinos cafetaleros y las obreras textiles también compiten

PRECIO REAL Y NOMINAL DE ALIMENTOS

Fuente: FAO.

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entre sí. Esto permite que sean rebajados los estándares laborales, y que
se limite la sindicalización. La concurrencia de tantos productores de estas
mercancías ha llevado a verdaderas crisis de sobreproducción, uno de los
motivos históricos de los bajos precios. El Sur no ha controlado histórica-
mente la distribución internacional de estas commodities, segundo motivo
que explica los bajos precios que consiguen sus pequeños productores,
incluso cuando los precios internacionales se incrementan. En el caso del
mercado de la alimentación, esta distribución se encuentra en manos de
las grandes corporaciones de la agroindustria, que registraron beneficios
colosales en la reciente crisis alimentaria.

La gran distribución

Las ventas de Bunge crecieron un 70% y las de ADM un 64%. ¿Cuál es el


grado de incidencia de estas empresas a las cuales la crisis no pareció afectar?
Determinan lo que será producido, cómo será producido, definen precios y
seleccionan quién producirá los alimentos. Así, por ejemplo, Cargill, ADM,
ConAgra, Bunge y Dreyfus dominan más del 80% del comercio mundial de
cereales, mientras que Monsanto es la principal empresa de semillas comer-
ciales y la quinta en el sector de los agrotóxicos. En el caso específico de la
soja, Bunge, ADM y Cargill controlan el 75% del mercado mundial y el 80%
de la industria procesadora en la Unión Europea (García, Ortega y Rivera-Ferre,
2008; Ribeiro, 2008).

Mientras tanto, el Norte no sólo exporta al Sur productos y servicios


difíciles de producir en la Periferia (bien porque requieren altas tecnologías
o porque aparecen como exclusivos). Además, inunda los mercados del Sur
con sus excedentes agrícolas de cultivos subvencionados y producidos indus-
trialmente, dejando a los productores locales sin posibilidad de competir y
por lo tanto en la ruina.2 Por si fuera poco, ciertos grupos del Norte junto
a la oligarquía local sí controlan el transporte, la distribución, la tecnología,
la especulación, etc., a través de grandes oligopolios transnacionales como
Cargill, Dole, Monsanto, Pfizer o Unilever, o grupos empresariales locales
como la Familia Pelas en Nicaragua, Familias Maggi u Ometto en Brasil,
Larsen en Bolivia, etc. El resultado: condiciones laborales pésimas, retribu-

2. Múltiples casos de suicidio por estos motivos en comunidades de pequeños campesinos


han sido registrados en distintos puntos del globo como India o Corea del Sur. Son de especial
relevancia los suicidios de los cultivadores de algodón endeudados en los estados indios de
Andhra Pradesh, Punjab y Maharastra (Down to Earth 2006).

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ción infravalorada, mucho riesgo, poco acceso a medicamentos, destrucción
ambiental y erosión de la soberanía alimentaria en la Periferia.

Instrumentos y mecanismos de anticooperación comercial3


Conviene diferenciar dos grandes conjuntos de instrumentos que se refieren
al ejercicio del poder: los instrumentos «blandos» y los «duros». Algunos de
ellos no son estrictamente comerciales, por ejemplo la ayuda al desarrollo,
aunque se utilizan coordinadamente con otros instrumentos con objetivos
nítidamente comerciales. Los «duros» son aplicados cuando los «blandos»
no funcionan, pero también tienen una función disuasoria para evitar que
los «blandos» sean rechazados de forma regular. Ambos, en realidad, resultan
ser complementarios.

Aquellos que quieren usar esta oportunidad para decir que el mundo debe-
ría volverse aislacionista están condenando a aquellos que son pobres a la
pobreza y nosotros no lo aceptaremos.
G.W.Bush (BBC Mundo, 19/7/2001 a propósito de la Cumbre del G8 en Génova).

Los «instrumentos blandos» se refieren a los instrumentos de persuasión.


Convierten el libre comercio en algo deseable para los «subdesarrollados» ante
la expectativa de conducirles a los niveles de bienestar de los más ricos. En la
aplicación de esta vía, se pondrá en marcha un aparato ideológico globalizado,
articulado desde los centros generadores de pensamiento (universidades, think
tanks, gabinetes de gobierno…) y que se desplegará según describiremos en
el capítulo sobre anticooperación simbólica. Este aparato ideológico cuenta
además con una serie de transmisores y educadores (medios de comunicación,
escuelas de élite, redes universitarias, editoriales, artistas…y sobre todo, a los
burócratas técnicos de instituciones internacionales, los nuevos «misioneros
del s. XXI»). La finalidad consiste en convencer a gobernantes, economistas,
propietarios y poblaciones enteras de que resulta conveniente e indispensa-

3. Por instrumento nos referimos a aquello de lo que un grupo de interés puede servirse
para conseguir un objetivo, nos referimos a una política, norma o institución determinada.
Mecanismo en cambio, se refiere a la suma de aquellos procesos cuya principal característica es
la producción regular de cierto comportamiento. Un comportamiento regular en el seno de un
determinado sistema, en nuestro caso, en el seno del sistema mundial. Es decir, un mecanismo
es algo ligado a una relación de causa-efecto a nivel transnacional que conecta a dos o más
realidades sociales, que puede implicar uno o varios procesos, y que pueden ser utilizados por
un grupo de interés o no. Un mecanismo suele ser algo más complejo que un instrumento
(Véase http://es.wikipedia.org/wiki/Mario_Bunge).

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ble que la economía de un país se regule por el libre mercado. De todo este
proceso nace la cultura del libre mercado. ¿De qué se trata?

Dios mercado

La doctrina del libre mercado defiende a ultranza la empresa privada y es


antipática con formas de propiedad y regulación estatales o comunitarias;
recrimina la intervención del Estado sobre la economía, porque afirma que
es un gestor nefasto. En cambio, la empresa privada, preocupada por su
propio afán de lucro, se ocupará de administrarla eficientemente.4 Respecto
a los bienes comunes o comunitarios, esta doctrina apuesta por su privatiza-
ción bajo el argumento de que la propiedad privada garantizará su óptima
preservación, además de ofrecer nuevos negocios. Así pues, sus principales
dogmas de fe son justamente los recogidos en el Consenso de Washington;
es decir, fe en las economías globalizadas y liberalizadas al máximo según la
distribución internacional del trabajo, fe en las bondades del sector privado en
detrimento del público y de los bienes colectivos, y fe en la teoría del derrame
según la cual los polos que concentren la riqueza terminarán derramándola
sobre la Periferia (Ramos, 2003).
Resurge con fuerza en los años setenta de la mano de los tax-payers
ingleses y norteamericanos bajo la percepción de que pagaban demasiados
impuestos y que el Estado no les dejaba suficiente libertad para sus negocios.
Es la «revolución del cuello blanco». Una revolución que aprovechará las distin-
tas crisis para extenderse. Se instalará ideológicamente en todo el planeta con
una gama de matices ligeramente diversos, con algunas excepciones, hasta
la actualidad. Aunque se presente bajo una parafernalia científica, como en
otros casos, a menudo está lejos de ser riguroso, completo ni neutral.

En cambio, los «instrumentos duros» se refieren a los instrumentos que


son coercitivos. Muchos de ellos que encuadraríamos en otras anticoopera-
ciones, pero que, sin embargo, incluimos aquí al perseguir en determinados
momentos fines específicamente comerciales. Van desde el mantenimiento de
numerosas bases militares repartidas por el mundo, intervenciones militares
puntuales y demostrativas, el apoyo activo a golpes de Estado de regímenes
favorables a la aplicación del libre mercado, el bloqueo, embargo, boicot a un

4. La expresión más conocida de esta doctrina, en términos de lo que deberán hacer los
países pobres para dirigirse hacia la posición de los desarrollados, es el denominado «Consenso
de Washington» redactado por John Williamson en 1990, académico que justamente trabajaba
para uno de estos think tanks neoliberales de la capital norteamericana.

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Estado considerado «gamberro»,5 etc. (ver capítulo sobre la anticooperación
militar). Pero también incluyen la suspensión de la ayuda al desarrollo, el
no acceso a mercados, campañas mediáticas de estigmatización, etc. Uno de
los ejemplos más conocido es la Ley Helms-Burton, que no sólo establece el
embargo comercial a Cuba, sino que despliega todo tipo de sanciones para
aquellas compañías privadas que inviertan en las isla.
En general, las tácticas más habituales empleadas en la política comercial
internacional son similares a las histórica y popularmente conocidas como
las tácticas del «palo y zanahoria», del «divide y vencerás» y, por supuesto,
las políticas de «doble rasero». Dejando de lado aquellos instrumentos no
comerciales que trataremos dentro de otros capítulos, daremos un rápido
repaso a los exclusivamente comerciales. Aunque los países pueden negociar
o imponer sus políticas comerciales a países terceros una a una, generalmente
se negocian en paquete en procesos de negociación que pueden prolongarse
en el tiempo, e incluso fracasar. Dichos paquetes de medidas, que incluyen
acuerdos tan diversos que abarcan desde cuotas pesqueras hasta modificación
de leyes en el ámbito de lo cultural, se establecen en los llamados «tratados
de libre comercio» que describiremos a continuación.

Atados y bloqueados en un plato de espaguetis (donde cada fideo es


un TLC)
La anticooperación normativa
Uno de los instrumentos que causan mayores interferencias negativas al buen
vivir de las mayorías sociales se ubica en el tratado de libre comercio (TLC).
Un TLC es un acuerdo marco entre dos o más países con un objetivo a la
vista y algunos que no lo están. El objetivo a la vista, eje central de la retórica,
suele ser la promesa de un incremento de los flujos comerciales y de inversión
mutua bajo el paradigma de unas mismas reglas de juego para todos y del libre
comercio. Los TLC han sido denominados con una nomenclatura burocrática
algo variable y como muestra la figura siguiente se han multiplicado desde la
primera mitad de los noventa hasta la fecha.6

5. «Estado gamberro»: término muy presente en la literatura anglosajona neoconservadora


para referirse a países comandados por terribles líderes dictatoriales que no respetan los derechos
humanos. En la práctica, a menudo se utiliza para denominar aquellos países que no obedecen
las directrices marcadas por Washington como por ejemplo Iraq de Hussein, Corea del Norte,
Cuba, Venezuela o Irán. Véase Capítulo sobre la anticooperación militar.
6. Por ejemplo, «Acuerdos de Asociación» (UE-Norte de África), «Acuerdos de libre Comercio»
(ALCA, NAFTA, CAFTA...), MERCOSUR, NEPAD, etc. Hasta diciembre de 2006, 367 Acuerdos Comer-
ciales Regionales habían sido notificados a la OMC, de los cuales 214 están en marcha. En total se
estima que en 2010 habrán entrado en vigencia más de 400, 92% de los cuales son tratados de libre
comercio (TLC), 7% Acuerdos de Alcance Parcial (que puede ser la antesala de un TLC) y 1% uniones
aduaneras. Véase: http://www.odg.cat/es/inicio/enprofunditat/plantilla_1.php?identif=596.

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NÚMERO DE TRATADOSDE LIBRE COMERCIO REGIONALES

100 450
TLC regionales notificados
90 400
TLC regionales iniciados
80 350

Nº TLC acumulados
TLC regionales notificados (acumulado)
70 300
TLC regionales activos (acumulado)
60 250
50
200
Nº TLC

40
30 150
20 100
10 50
0
1949
1951
1953
1955
1957
1959
1961
1963
1965
1967
1969
1971
1973
1975
1977
1979
1981
1983
1985
1987
1989
1991
1993
1995
1997
1999
2001
2003
2005
2007
Fuente: Elaboración ODG a partir de Organización Mundial del Comercio (OMC).

Los diplomáticos, teóricos, gobernantes y medios de comunicación


neoliberales preconizan las virtudes de la competencia internacional y de la
división internacional de la producción y el trabajo para impulsarlos. Además,
afirman que a más comercio internacional, menos pobreza.
Sin embargo, existen objetivos ocultos que raramente salen a la luz. Es-
pecialmente cuando se trata de acuerdos comerciales entre países centrales
y periféricos, con tejidos productivos absolutamente asimétricos. En primer
lugar, erradicar un obstáculo protector es algo positivo para el atacante pero
no para el protegido. Un obstáculo para inversores extranjeros puede ser al
mismo tiempo un refugio legítimo para empresas locales. En una competi-
ción entre tiburones y sardinas, las sardinas —mucho más numerosas que los
tiburones— prefieren los obstáculos, a ser engullidas. Por ello es lógico que las
transnacionales, el gran agrobusiness local o cualquier negocio relacionado con
el import/export estén deseosos de más numerosos y profundos TLC. Tratarán
de mostrarlos como muy convenientes para el desarrollo, y los impulsarán
con todos sus medios. Si cabe, colocando a sus hombres en el gobierno. No
así las PyMe ni el pequeño campesinado de sendos países ni los indígenas
ni la gente pequeña... El discurso oficial suele obviar este segundo grupo de
intereses, dada la asimetría de poder entre ambos.
Por lo general, la estructura de los diferentes TLC suele ser la misma. Con-
tiene un capítulo sobre inversiones transnacionales, que trata de desmantelar
cualquier suerte de protección existente sobre las pequeñas empresas naciona-
les, así como de eliminar todo derecho local que pueda constituir un coste a la
rentabilidad de aquella inversión. A su vez, contemplan otro capítulo relativo
a la eliminación de las barreras vigentes al comercio de bienes (aranceles a las

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importaciones, subvenciones a la exportación...). Desde los noventa, también
suele existir un capítulo sobre servicios. En este caso, para la eliminación de
barreras a todo aquello clasificable como servicio, incluidas las barreras que
protejan aspectos tan sensibles y vulnerables como la lengua local por ejemplo.
Se complementa el TLC con un nuevo capítulo sobre propiedad intelectual. Y
en raras ocasiones, algún apunte al respeto de los derechos humanos y ayuda
al desarrollo, especialmente los firmados por la UE.7
Los TLC son en definitiva instrumentos de transmisión excelentes para los
intereses geoeconómicos de grupos dominantes y grandes capitalistas nacio-
nales y extranjeros, con raras excepciones. Por eso es que el proceso habitual
consista en que, una vez existe una cierta masa crítica de empresas de un país
operando en un segundo país, éstas hagan lobby a su propio gobierno para
que fuerce un TLC que les proteja y facilite la tarea. Una vez firmado el TLC, se
suele producir una segunda oleada de operaciones de inversión extranjera.

La pinza entre la oligarquía local y el capital transnacional

Pascal Lamy afirma en la web de la OMC: «Durante estos grandes eventos las
contradicciones salen muy claramente a la superficie: mientras algunos gritan
afuera «que se hunda la OMC», otros, especialmente los países más pobres,
están haciendo todo lo que está a su alcance para adherirse a ella.» En rea-
lidad, muchos de los negociadores de delegaciones del Sur forman parte de
los grandes propietarios a quienes sí les suele interesar abrir los mercados del
Norte. ¿Será por eso que intentan todo lo que está a su alcance?
Fuente: http://www.wto.org/spanish/thewto_s/dg_s/pl_visitors_s/min05_blog_s.htm

En las interferencias negativas que causan los TLC en el Sur existe una
corresponsabilidad de los gobiernos y transnacionales del Norte y de las
élites del Sur.
En segundo lugar, existen otros objetivos ocultos que responden a algo
parecido a un «cambio de cromos», en el que un país firma un TLC con otro a
cambio de concesión geopolítica de distinto orden. Es el caso de Taiwán, que
necesita ser reconocida como país de pleno derecho ante el pleito histórico con la
República Popular China. A cambio de recibir dicho reconocimiento por parte de

7. Por ejemplo, es el caso de los Acuerdos de Asociación entre la UE y distintas regiones


de América Latina. Los Acuerdos de Asociación contienen tres capítulos (el tratado de libre
comercio propiamente, el diálogo político, y ayuda). En la práctica, la ayuda y el diálogo político
quedan subordinados a los intereses sobre comercio e inversión europeos.

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Centroamérica en el seno de Naciones Unidas, Taiwán ofrece acceso al mercado
taiwanés a los productos centroamericanos y asistencia técnica y financiera
Los TLC actúan geopolíticamente por lo menos en cuatro sentidos:8 los
tres primeros son la apertura de mercados, el acceso a los recursos necesarios y
la protección de la actividad del capital transnacional de cara a inseguridades
jurídicas, proteccionismos y nacionalismos diversos potencialmente activos en
el país del Sur. Aquí cabe señalar que un TLC protege a las transnacionales de
una posible transferencia tecnocientífica, al contener cláusulas pro propiedad
intelectual. Pero sin duda, uno de sus usos geopolíticos más importantes se
ubica en el establecer candados normativos, para evitar que un gobierno pueda
cerrar su economía. Dichos tratados penetran en las legislaciones nacionales
y en el sistema de instituciones, y vuelven muy difícil reconfigurar una re-
gulación distinta sobre su propia economía. Algunos autores llaman a este
efecto el «neoliberalismo constituyente». Se trata de uno de los aspectos más
significativamente incómodos de los acuerdos comerciales sobre el buen vivir:
la alteración del sistema de normas de todo tipo a favor del comercio y en
detrimento de los ciudadanos y ecosistemas. En otras palabras, la constitución
de un régimen global en el que el derecho comercial subordina completamente
a un derecho basado en los derechos humanos. Lo que podríamos traducir
como una suerte de «anticooperación normativa».

SPAGHETTI BOWL

Fuente: ODG a partir de www.wto.org.

8. Para ampliar, véase Vargas, M. ODG. http://www.odg.cat/es/inicio/enprofunditat/


plantilla_1.php?identif=596.

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Al fin y al cabo, tenemos cientos de TLC que cual «plato de espagueti»9
llenan el mapamundi de conexiones comerciales. Éstas no sólo actúan
como mangueras aspiradoras de recursos naturales, productos agrícolas
y servicios múltiples, sino que sirven también para allanar el camino a
nuevas olas expansivas de capital transnacional y para bloquear cualquier
involución.
¿Y cuáles son las reglas de juego que prevalecen en este nuevo régimen
jurídico global? Destacamos las más estratégicas para la clase capitalista
mundial (que no por casualidad se las encuentra en cualquier tratado de
libre comercio).

Reglas del juego comerciales NS: la nueva Lex Mercatoria

1. Ante la posibilidad de que el país empobrecido proteja sus empresas


locales, toda ventaja concedida a los inversores nacionales o a los servi-
cios que prestan, debe ser extensible a los extranjeros (Trato nacional).
2. Ante un conflicto entre transnacional y población o administración local,
se admite, en contraste con el sistema judicial clásico, el acceso directo
de las transnacionales a la instancia arbitral internacional, sin necesidad
de agotar los recursos judiciales y administrativos disponibles por la
legislación del Estado demandado-receptor (Ius standi).
3. Las transnacionales que inviertan en un país que haya firmado el tratado,
han de obtener tan buenas condiciones como las establecidas para los
países más favorecidos. Así se igualan por el lado más pro transnacio-
nal las normativas entre los países que han firmado el tratado de libre
comercio (Cláusula de nación «más favorecida»).
4. A menudo se prohíbe a los países receptores, entre los que destacan los
empobrecidos, que exijan a los inversores algunas condiciones destinadas
a desarrollar el tejido productivo local (transferirle tecnología, utilizar
materias primeras locales, exportar parte de la producción para entrar
divisas...) (Requisitos de desempeño).
5. El país del Sur se hará cargo de los costes (incluidos los costes de opor-
tunidad) cuando la transnacional sea expropiada, nacionalizados parte
de sus activos, incluso si sufre pérdidas por riesgos diversos (Indemni-
zaciones).

9. The spaghetti bowl es otro neologismo planteado por Bhagwati (1995) y extendido por
instituciones financieras como el BID al querer referirse al complejo sistema de tratados bi o
plurilaterales entre países a propósito del comercio.

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6. El país del Sur no debe restringir las transferencias de capital, beneficios,
plusvalías, honorarios de consultorías, etc. de toda transnacional que
actúe en su territorio en su escapada hacia las casas matrices en el Norte
(Transferencias al exterior).
7. Se condiciona a los países del Sur a proveerse de servicios del exterior,
aunque no lo necesiten (Acceso a mercados).
8. Finalmente, las normas de adhesión a la OMC favorecen que los nue-
vos miembros reciban una fuerte presión para liberalizar su economía.
Cuando un país pide la adhesión a la OMC, se constituye un grupo de
trabajo que analiza las políticas comerciales del candidato y le plantea
los sectores que tendrá que liberalizar si quiere ser admitido. Este grupo
de trabajo a menudo está integrado por países que tienen intereses
comerciales ofensivos en el país candidato.

Referencias
BALANYA, B., et al. Corporate Europe Observatory (2002). Europa SA. La
influencia de las transnacionales en la construcción de la Unión Europea.
Barcelona: Icaria.
JAWARA, F., y KWA, A. (2004), Behind the scenes at the WTO: the real world of
international trade negotiations. Lessons of Cancun. Londres-Nueva York:
Zed Books.
Teiltembaum, A. (2004), El ALCA está entre nosotros: Los tratados bilaterales
de libre comercio. En http://www.bilaterals.org/article.php3?id_arti-
cle=553.
www.bilaterals.org.

Abordemos ahora la anticooperación comercial por ámbitos o temas.

Comercio de alimentos, agrocombustibles. Negocios de hambre


y obesidad
Los efectos de la mundialización del libre comercio sobre el campesinado de
países periféricos o semi-periféricos pueden apreciarse con mayor definición
en países como México, Uganda o Filipinas. Países en los que esquemas de
libre comercio se han aplicado con mayor profundidad. Desde los movi-
mientos integrados en Vía Campesina hasta organismos oficiales del sistema
de Naciones Unidas especializados, como la Organización de las Naciones
Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), o desde los propios
Ministerios de Agricultura, una amplia gama de actores han señalado a los
ganadores y perdedores del libre comercio en el campo. Concentración y
erosión de tierras, expulsión del campesinado hacia las conurbaciones de las

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grandes ciudades, hambruna, deforestación de bosques tropicales, cambio
climático, etc., van curiosamente de la mano del aumento del PIB y del cre-
cimiento económico estatal.
Ahora bien, desde la perspectiva de la anticooperación podemos preguntar-
nos: ¿cuántos de estos resultados perniciosos son consecuencia de interferencias
originadas en el Norte, y cómo se transmiten hacia el Sur? Los mecanismos que
los transmiten son diversos y se hacen evidentes revisando la historia reciente
del comercio internacional. Aunque cada producto tiene su propia historia de
precios, hay ciertas pautas que se repiten. La historia de la producción mundial
del azúcar, del algodón, del arroz o del café son hilos paralelos que conducen
a relatos de dominación colonial y neocolonial imprescindibles para entender
bien la historia de sus países.
Durante los años cincuenta y sesenta la llamada «Revolución Verde»
comenzaba a industrializar el campo alrededor de todo el mundo. El uso
intensivo de fertilizantes, herbicidas e insecticidas, combinado con la ins-
tauración de maquinaria automotriz que sustituiría a la tracción animal y
la manufactura artesanal, economías de escala y la selección de especies de
crecimiento rápido, prometían el aumento infinito de la producción agrícola
y de rebote la erradicación del hambre en el mundo. No era necesario dejar
reposar los campos. La Revolución Verde venía de la mano de compañías
químicas, de semillas, petroquímicas como Monsanto o Bayer —que más
tarde se integrarían progresivamente con las biotecnológicas y farmacéu-
ticas— se mostrarían a sí mismas como la «vanguardia del progreso». Los
gobiernos convencidos les acompañarían en complicidad. Se introducía en
el Sur una industrialización del campo que comportaría, consciente o in-
conscientemente, serias consecuencias como las que antes hemos descrito:
dependencia exterior de químicos y petróleo, expulsión masiva de campesinos
de las mejores tierras, concentración de la propiedad en grandes familias
o compañías extranjeras como Fruit Company o Dole, contaminación de
aguas, migraciones campo-ciudad, etc. Buena parte de ello por la vía de la
persuasión y el convencimiento.
Más tarde y contrastadas con el lento paso de los años las deficiencias
y falsos fundamentos de la Revolución Verde en cuanto por ejemplo a la
erradicación del hambre, las mismas compañías y las mismas promesas reapa-
recen en una segunda versión de la mano de la segunda revolución: la de los
organismos genéticamente modificados. Especialmente durante la arremetida
de la crisis de precios de los alimentos iniciada con la Guerra de la Tortilla
mexicana en febrero de 2007 (Garcia, Ortega y Rivera-Ferre, 2008).
En segundo lugar, la primera gran crisis de la deuda de los años ochenta,
a la que nos referimos en el capítulo dedicado a la anticooperación financiera,
obligaba a los estados endeudados a buscar divisas internacionales para hacer
frente al implacable club de acreedores del norte. La salida de los países con

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el agua al cuello como México, Vietnam o Kenia, era no sólo la privatización
y venta de empresas todavía públicas, sino también la reorganización de la
economía hacia la exportación. Internacionalizarse y orientarse hacia las ne-
cesidades del mercado internacional, es decir, de los capitalistas. Como en
general se trataba de países escasamente industrializados y con servicios poco
competitivos, la solución pasaba por la producción masiva y exportación de
productos agrícolas.
Pero, ¿quién podía competir con agroproductores subvencionados y
altamente tecnificados como los estadounidenses y europeos? A pesar de las
paupérrimas retribuciones de los trabajadores del Tercer Mundo, la alternativa
más viable era dedicarse a cultivos de productos tropicales como el café, el
cacao, el té, las frutas como la piña o el mango. Los «productos de postre»
como algunos han llegado a llamarlos.10 Se trataba también de dejar entrar
los productos subvencionados del Norte como el maíz, el trigo, el arroz, la
leche en polvo, la carne, etc. Puesto que el Estado no se debería inmiscuir en
el libre mercado, era preciso no poner horquillas a los precios, aunque fuesen
en torno a productos de primera necesidad. Estas medidas liberalizadoras,
especialmente la puerta abierta a los excedentes de origen central, resultaron
letales para el Sur del Sur: los pequeños campesinos. Los países endeudados
forzaron las máquinas para poder vender y acabaron saturando los mercados
internacionales de estos alimentos. Los precios cayeron en picado.11
Desde su creación en 1995, la OMC ha liderado la conducción de esta
parte del proceso de liberalización de la agricultura, suplantando a los prime-
ros instrumentalizadores (el BM, FMI y el GATT). No es extraño que desde la
Ronda Ministerial de Seattle, en 1999 hasta ahora, los movimientos sociales
tanto del Norte como del Sur hayan puesto el foco en este organismo a la
hora de denunciar los impactos del libre comercio.
La agricultura se negocia entre los países miembros dentro del acuerdo
AsA (Acuerdo sobre Agricultura), que a su vez contiene el Acuerdo sobre
Medidas Sanitarias y Fitosanitarias, así como el Acuerdo de los Derechos de
la Propiedad Intelectual relacionadas con el comercio (ADPIC). El AsA con-
templa uno de los mecanismos de anticooperación comercial que es preciso
resaltar, por el que se obliga a los países del Sur a importar cuotas de produc-
tos alimentarios. Se trata del llamado volumen mínimo de acceso. La cláusula
obliga a cubrir con productos importados cuotas de un mínimo del 5% del
consumo interno para países ricos y del 4% para países en vías de desarrollo.

10. La dependencia de las exportaciones de un solo producto de algunos países es enor-


me. Por ejemplo, en Burundi o Etiopía entre un 60-80% de las exportaciones provienen del
café.
11. Véase la evolución de precios en Mazoyer y Roudart (2002).

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Aunque es pequeña la diferencia porcentual, el impacto es incomparable. El
caso más conocido es el de los mercados filipinos cuando por esta cláusula
fueron invadidos de arroz y maíz estadounidenses, con graves repercusiones
para los campesinos y consumidores locales. Filipinas, antes, se autoabastecía
de estos dos alimentos (GRAIN, 2008a). Se evidencia, por lo tanto, una con-
tradicción que nos obliga a poner entre comillas el concepto de libre comercio
porque, a la vez que se exige desde el Norte la liberalización de las economías
en el Sur, se aplican algunas medidas proteccionistas en sectores estratégicos
(donde sí podría haber competencia), como la agricultura.
En cuarto lugar, el dumping, uno de los mecanismos de la anticooperación
más letales, consiste en inundar ciertos mercados con productos subvencionados
logrando un precio menor que el precio de coste real, para luego eliminar a la
competencia y subir los precios. Sistemáticamente, los países ricos hacen dum-
ping colocando sus excedentes agrícolas en el mercado internacional. Estos exce-
dentes interfieren directamente sobre el precio de los alimentos en los mercados
periféricos. Los precios de los alimentos básicos se sitúan así, artificialmente, por
debajo de su coste de producción. Esta interferencia, aparentemente positiva
—alimentos baratos— es en realidad nefasta para el Sur, porque deja fuera de
los mercados locales a los campesinos productores. El dumping preferido por la
Farm Bill norteamericana se aplica al maíz, al arroz, al algodón o a la carne, y
aquél aplicado usualmente por la Política Agraria Común de la Unión Europea
(PAC) se refiere al azúcar blanco o la leche en polvo. De esto podemos deducir
que dichas políticas implican a largo plazo la liquidación de los productores
de estos alimentos básicos en la dieta de los habitantes del Sur. Por tanto, el
dumping constituye el peor regalo posible que el Norte puede hacerle al Sur en
términos de soberanía alimentaria. Pura anticooperación.
Algo parecido sucede de la mano de algunas políticas de ayuda huma-
nitaria en forma de alimentos. En economías débiles donde los campesinos
no están protegidos por sus estados, la llegada de ayuda alimentaria de países
como Estados Unidos que intentan complacer a sus propios empresarios
agrícolas comprándoles la sobreproducción para luego enviarla como ayuda
a África, distorsiona los mercados locales, hasta el punto de estrangular a sus
pequeños productores. La ayuda estadounidense ha sido denunciada desde
distintos foros por este tipo de prácticas.

La dictadura de los precios

Curiosamente, la proporción del comercio mundial de alimentos que participa


en el mercado internacional sigue como otros fenómenos de la globalización,
la «Ley del 10%». Sólo entre un 10-20% de los alimentos que consumimos
cruzan las fronteras, aunque lógicamente dependa del producto. Más pre-

137

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cisamente, de acuerdo con el Grupo ETC, 85% de la producción mundial de
alimentos es consumida en lugares cercanos a donde se cultiva (y gran parte
se ubica fuera del sistema de mercado formal (Grupo ETC, 2008: 50). Sin
embargo, esa décima parte de la producción que se mercadea entre países
distintos logra que los precios nacionales se desequilibren hasta alcanzar los
precios internacionales. Efectivamente, el mercado internacional es capaz
de fijar los precios de los mercados locales y nacionales siempre y cuando
estos no sean mercados protegidos o cerrados. Una nueva jerarquía entre lo
global y lo local. Si son mercados abiertos, las mercancías pueden saltar de
los mercados locales al internacional y viceversa, equilibrándose de forma que
la oferta y la demanda acaben determinando un precio común. Partiendo de
ese fenómeno de la globalización, se reconoce en el dumping agrícola uno de
los mecanismos de anticooperación más preocupantes, porque recae como
un bloque de roca sobre la frágil capacidad de alimentarse de países muy
empobrecidos. Algunos ejemplos de dumping actual son las exportaciones
de EEUU de trigo al 67% de su coste de producción, o de maíz al 81%, o de
soja al 92%. Mientras la UE hace lo propio con la leche en polvo al 58% de
su coste, trigo al 57% o azúcar al 24%.
Por otra parte, al observar las operaciones comerciales con alimentos
nos damos cuenta que es comercio entre países ricos en un 70%, y que
se intercambian excedentes agrícolas sobre todo. Más en detalle, se trata
aproximadamente de un 20% de productos excedentes de EEUU, de la UE
y del Grupo Cairns (exportadores eficientes de productos agrarios como
Argentina, Brasil o Canadá), más un 33% de los productos denominados
internacionales (café, cacao, azúcar, algodón...) y de un 40% de productos
agroalimentarios procesados.

Mientras tanto, la correlación de fuerzas representada en el AsA no ha


conseguido de ninguna manera que las grandes potencias comerciales se
apliquen a sí mismas la vara de medir que profieren. EEUU y la UE exigen con
una mano la liberalización general a los países empobrecidos y, con la otra,
subvencionan sus industrias agrícolas, instan a aplicar volúmenes mínimos
de acceso y obstaculizan la entrada de los productos del Sur. La UE, para no
ir más lejos, destina anualmente de media cerca del 45% de su presupuesto
comunitario a la PAC12 (Política Agraria Comunitaria), porcentaje similar al
de la Farm Bill de Estados Unidos.
El quinto lugar lo ocupan las prácticas monopólicas y crematísticas de
las grandes corporaciones transnacionales del agronegocio. La concentra-

12. Unos 50.000 millones de euros en los últimos años, según datos del Presupuesto
General de la Unión Europea. Comisión Europea. Cifra que sin embargo está disminuyendo
paulatinamente.

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ción empresarial está llegando a niveles extraordinarios en sectores claves de
la cadena que siguen los alimentos desde «la cuna a la tumba». La tasa de
ganancia va ligada a la capacidad de ejercer dicho monopolio a lo largo de
determinados momentos de la cadena. El agronegocio contempla desde los
grandes terratenientes y las comercializadoras de semillas, a las petroquímicas,
farmacéuticas y biotecnológicas, y hasta las grandes distribuidoras, la gran
banca y los fondos de inversión especulativos. El proceso de convergencia
tecnoproductiva impulsa la integración de todos estos procesos en un mis-
mo gigante empresarial. Tres compañías —Cargill (Estados Unidos), Archer
Daniels Midland (Estados Unidos) y Louis Dreyfus (Francia)— por ejemplo,
controlan más del 80% del comercio mundial de granos.
La siguiente ilustración muestra esos puntos clave de control monopólico
para el comercio entre dos regiones de un agroproducto que está detrás de la
producción de carne en masa: la soja (van Gelder y Dros, 2003):

DISTRIBUCIÓN DE PODER EN LA SOJA BRASIL-EUROPA

3 compañías (80%) del mercado

5 compañías (60%) del mercado

Ganaderos y ganaderas soja en Brasil

Fuente: Elaboración ODG a partir de VAN GELDER Y DROS (2003).

Existen otros dispositivos de anticooperación comercial como el des-


pliegue de normas sanitarias y fitosanitarias, que se aplican cuando la ofen-
siva neoliberal ya ha penetrado lo suficiente mediante los mecanismos que

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acabamos de presentar. Las reglamentaciones de inocuidad de los alimentos
consiguen sesgar de nuevo el mercado a favor de las potencias del Norte.
Washington las aplica para abrir las puertas del campo mundial a los trans-
génicos. Mientras, Bruselas impone normas de alta calidad a países que no
pueden satisfacerlas para protegerse o negociar (GRAIN, 2008b).

Referencias
Campaña «No te comas el mundo»: www.notecomaselmundo.org
GRAIN: www.grain.org
MONTAGUT, X. y DOGLIOTTI, F. (2006), Alimentos globalizados. Barcelona:
Icaria.
Vía Campesina: www.viacampesina.org

Comercio de servicios
¿Qué quiere decir comerciar con servicios? Antes se pensaba que los servicios
eran difícilmente comerciables en la órbita internacional puesto que no eran
como las mercancías que se transportaban fácilmente. ¿Cuántos peluqueros
cruzarían la frontera de su país para cortarle el pelo a un extranjero? ¿Cuántas
doctoras curarían enfermos por internet? No obstante, la importancia relativa
del sector servicios en la economía mundial ha aumentado de forma espec-
tacular y el comercio también. Las cifras oficiales lo confirman: los servicios
representan el 60% de la producción mundial, ocupan al 30% de la población
mundial y representan el 20% del comercio internacional. La tendencia ante
la tecnificación de las sociedades es a la terciarización.
El abanico de los servicios que se negocian en el comercio internacional
de servicios es tan basto que reúne desde servicios estratégicos como los
relacionados con la energía, las comunicaciones o las finanzas, hasta «ser-
vicios» ecosistémicos como la pesca. No obstante la OMC distingue cuatro
modalidades distintas de comercio de servicios. Dados los dos protagonistas
de una operación comercial ordinaria, el que presta el servicio (prestamista)
y el que lo consume (usuario o consumidor), las distintas modalidades se
refieren a quién se desplaza: si el prestamista, si el usuario, o si ninguno
de los dos.13

13. Existe una serie de listas de clasificación que se pueden utilizar para negociar servicios.
Sin embargo, la más común es la desarrollada por la OMC en el documento GATS w/120, la
que establece 155 subsectores de servicios en 12 amplias categorías sectoriales. Las categorías
incluidas en esta lista se basan en una versión agregada de la Clasificación Central de Produc-
tos de las Naciones Unidas (CPC). La lista se encuentra en la página web de la OMC (http:
//www.wto.org), bajo «Temas Comerciales – Servicios.»

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Las cuatro modalidades del comercio de servicios

1) El usuario se desplaza al país proveedor. Es el caso de aquellos que van


a la India para hacerse intervenciones quirúrgicas estéticas a precios
inferiores a los de sus países. (Consumo en el extranjero).
2) El que se desplaza es una empresa que ofrece servicios. El caso de las
llamadas «universidades garaje» estadounidenses por todo el mundo,
equipos de fútbol, o de un banco multinacional español que ha instalado
un nuevo sistema informático de gestión a sus filiales latinoamericanas,
y que gusta de cobrarles los servicios de consultoría que periódicamente
técnicos expertos españoles llegan a realizar. (Presencia comercial).
3) Personas naturales se desplazan. Los ejércitos de consultores, músicos,
conferenciantes, árbitros, deportistas de élite, funcionarios de organi-
zaciones internacionales... que operan por todo el mundo. (Personas
naturales).
4) Cuando nadie se mueve y se opera a través de redes de internet o telefo-
nía. Servicios de comercio electrónico tipo Amazon.com, Ebay.com; o los
operadores telefónicos de Nueva Delhi o de Tánger que prestan servicios
de operador a los mercados anglosajones y español respectivamente;
oficinas de procesado de nóminas de empresas norteamericanas en la
India, secretarias de dirección a distancia, o agencias de procesamiento
de información económica de Reuters o Bloomberg en la India; servi-
cios a empresas de software como las de Bangalore; etc. (Subministro
transfronterizo) (Friedman, 2005).

Interferencias para el Sur del libre comercio de servicios


Hay un argumento oficial empleado por la OMC, las grandes corporaciones,
los funcionarios de países ricos y empobrecidos, las élites y los académicos
del main stream neoliberal (que a menudo olvidan visitar los lugares que estu-
dian): afirman categóricamente que la liberalización de servicios es necesaria
para que los países del Sur se desarrollen. Suena a música repetida, molesta
como el «pipip» de un despertador.

«El sector servicios representa más de la mitad la producción mundial, y provee


de infraestructura esencial para el crecimiento económico. La liberalización
del comercio de servicios es inherentemente pro-desarrollo, y reforzará el
crecimiento económico, los estándares de vida y los puestos de trabajo en
los países en desarrollo» (GCS, 2005).

En realidad, los países periféricos son muy poco competitivos en servi-


cios. A excepción de casos como el de la India, o la China en sectores como

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el del software o el turismo, las pocas empresas transnacionales de matriz
periférica no se dedican al sector servicios. Por lo tanto, los países del Sur
son indiferentes a la liberalización del Norte porque no tienen negocio que
celebrar allá. En cambio, la apertura de los nuevos mercados del Sur significa
para las empresas transnacionales nuevo espacio donde crecer. La entrada
de estos gigantes corporativos y la desprotección favorece que las compara-
tivamente pequeñas empresas autóctonas sean absorbidas o quiebren al no
poder competir. Se trata de nuevo de una lucha de tiburones contra sardinas.
Países que aplicaron profundamente la liberalización de los servicios, como
Argentina, han visto extranjerizar su economía hasta cerca del 70% antes de
la crisis de 2001. La propia UNCTAD certifica que los países empobrecidos,
que más abrieron sus barreras comerciales durante los noventa, han visto
aumentar la extrema pobreza en contra de los que lo hicieron más tímida-
mente (UNCTAD, 2002) .
Ahora bien, el núcleo de la anticooperación en el comercio de servicios no
es tanto esa transferencia de propiedad hacia las transnacionales extranjeras,
sino el bloqueo de los servicios esenciales que los pobres sufren en caso de
privatización. Al ser oficialmente el Estado el garante de los derechos de los
ciudadanos y ciudadanas, y encontrarse un sector importante de los servicios
precisamente entre estos derechos, su privatización pone en riesgo el que sean
garantizados. La polémica surge especialmente cuando la privatización y el
comercio de servicios vulneran directamente derechos como, por ejemplo, la
educación, la salud, el abastecimiento de agua y energía, la seguridad, la cul-
tura o las pensiones. Todavía peor cuando la privatización llega forzada desde
fuera, desde el exterior y cuando por efecto del comercio estos servicios pasan
a ser gestionados desde centros corporativos de decisión en el extranjero.
El comercio de servicios nos permitirá profundizar algo más en la impor-
tancia del establecimiento de las reglas de juego como forma de dominación
(Lukes, 1974; Hay, 2002).
Si nos fijamos en cómo se está transformando la regulación sobre el co-
mercio internacional de servicios, podremos ver que cada vez más se regula
mediante unas reglas de juego establecidas en marcos jurídicos acordados
dentro de los denominados tratados de libre comercio. De hecho, los TLC
permiten aplicar normas que aún no han sido consensuadas en la OMC, y
esto implica su carácter de ultraliberalización en muchos casos.14 El más
importante de todos ellos, por ser multilateral, es el que se negocia en el
seno de la OMC: el Acuerdo General de Comercio de Servicios (AGCS). Tiene
consecuencias directas sobre el corpus de leyes de los países, de modo que

14. Véase en particular la firma de nuevos tratados bilaterales desde Estados Unidos con
diferentes países de América Latina (www.bilaterals.org).

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establece una suerte de régimen transnacional que protege los intereses del
capital transnacional y descuida lo demás en todos aquellos países que lo hayan
firmado. Analizaremos aquí brevemente los términos de este régimen.
Al AGCS le encomendaron el objetivo de establecer el marco normativo
global para el libre comercio de servicios; eso es, para establecer las reglas
del juego que condujeran a todos los países de la OMC a ir desmantelando
cualquier barrera o dificultad a la inversión empresarial en servicios. Debido
a la desigualdad de condiciones entre las empresas de la gran mayoría de los
países empobrecidos, y las poderosas transnacionales del Norte, esto favorece
a servicios bancarios transnacionales (como Citygroup o el Grupo Santan-
der), a compañías de telecomunicaciones (como Vodafone o Telefónica), a
auditoras (como Deloitte o Accenture) o a empresas multiservicios (como
Suez, Mitshubishi, Halliburton y Acciona), etc.
¿A qué barreras se refiere? ¿Qué comporta desmantelarlas? Existen de-
cenas de informes financiados por diferentes confederaciones empresariales
—lobbies que suelen operar en las grandes capitales como Washington y
Bruselas— y que en distintos países o regiones geocomerciales identifican
claramente a qué «barreras» se refieren.15 Por ello, cuando esta suerte de
«patronal transnacional» conformada por los lobbies habla de «barreras», no
se refiere a las fronteras, ni siquiera a los aranceles, sino a las legislaciones
y normativas públicas de los países donde potencialmente pueden hacer
negocio. Por ejemplo, el poner condiciones sobre el número de trabajadores
locales que debe emplear una firma extranjera se considera una barrera. Exigir
determinados estándares ambientales o laborales, también.
¿Quién impulsa la liberalización de los servicios a escala mundial? Y
¿quién marca las reglas de juego?
El AGCS nace por la presión del lobby empresarial estadounidense activo
en el sector de los servicios. El primer núcleo de dicho lobby fue conforma-
do en 1982 por el Citycorp (hoy Citygroup), American Express y AIG. Se
llamaba US Coalition of Services Industries (USCSI). Fue creado para incluir el
comercio de servicios en la agenda del General Agreement on Tariffs and Trade
(Acuerdo general sobre comercio y aranceles, GATT por sus siglas en inglés).
Más adelante irán ganando la complicidad de los lobbies europeos, y de la
Administración estadounidense primero, y de la europea después, entre otros

15. En servicios se suelen identificar a menudo seis barreras de Acceso a Mercados : a) el


número de proveedores de servicios a los que se deja acceder; b) el valor de las transacciones
o activos de servicios; c) el número total de operaciones de servicios o la cuantía total de la
producción de servicios; d) el número total de personas físicas que pueden emplearse en un
sector o por un proveedor concreto; e) tipos específicos de la forma legal o personalidad jurídica
de los proveedores; f) determinados porcentajes de participación de capital extranjero o al valor
total de las inversiones extranjeras.

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actores. Según el mismo director de la División de Servicios de la OMC, David
Hartridge, «sin la enorme presión ejercida por el sector financiero estado-
unidense, especialmente por parte de compañías como American Express o
Citicorp, no hubiera existido ningún acuerdo sobre el comercio de servicios
y, por tanto, tampoco la Ronda de Uruguay ni la OMC».
Por el lado europeo, el ESF (European Services Forum) también fue
concebido en 1999 para incidir en el AGCS, así como para presionar a la
Comisión Europea para que firme el mayor número de tratados comerciales
en las condiciones más favorables a los intereses de las corporaciones euro-
peas. El fundador de la ESF fue Mr. Andrew Buxton, entonces presidente del
Barclays Bank, uno de los grandes bancos europeos. Otros lobbies financieros
significativos son: Japan Services Network, Australian Services Roundtable;
Brazil Services Forum; Canadian Services Coalition; Hong Kong Coalition
of Service Industries; NASSCOM (National Association of Software & Servi-
ces Companies of India), todos ellos tan opacos a la opinión pública como
capaces de torcer las políticas públicas en todo el mundo.

Referencias
KELSEY, J. (2008), Serving Whose Interests?: The Political Economy of Trade in
Services Agreements. Londres/Nueva York: Routledge-Cavendish.
VANDER STICHELE, M. (2005), Cuestiones críticas en la Industria Financiera:
informe sobre el sector financiero. Amsterdam: SOMO.
VERGER, A. (2009), State Actors and Preferences in Education in the Context
of GATS. En A. Jakobi, K. Martens, K. Wolf, Education in Political Science:
Discovering a neglected field. Londres: Routledge
www.gatswatch.org

Las patentes y otros derechos de propiedad intelectual


Las patentes son sólo uno de los instrumentos contemplados dentro de lo
que se conoce como propiedad intelectual.16 La propiedad intelectual en el
capitalismo, constituye un frente abierto que permite privatizar, mercantili-
zar y apropiarse del conocimiento, en todas sus dimensiones. De tal manera
que actúa otorgando derechos exclusivos de una invención a quien la haya
«descubierto».17 Estos derechos exclusivos suelen tener una duración de entre

16. La propiedad intelectual reúne dos conjuntos de instrumentos, los de propiedad


industrial y los derechos de autor. Dentro de la primera encontramos las patentes, las marcas y
el copyright, los modelos de utilidad, los modelos y dibujos industriales. Dentro del segundo,
los derechos de autor y los derechos conexos a los derechos de autor.
17. Una invención se define como un producto o proceso que ofrece una nueva manera
de hacer cualquier cosa, por ejemplo, una solución técnica a un problema.

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15 y 20 años y consisten en que la invención no puede ser confeccionada,
utilizada, distribuida o vendida sin el consentimiento del titular de la patente.
Su cumplimiento se hace respetar en los tribunales habitualmente. Y para
obtener dicho consentimiento, se deberá pagar una suma de dinero al titular
(royalty), definida por este último que es quien tiene el monopolio.

Sin embargo, el monopolio sobre el conocimiento tiene fuertes implica-


ciones para aquellos que no tienen capacidad monetaria ni están protegidos
por sus estados, es decir para ciertas mayorías sociales de los países periféricos.
En especial en la agricultura, la alimentación y la salud pueden tener resulta-
dos considerablemente negativos tal y como ilustra el siguiente cuadro:

Farmacéuticas, el VIH / sida y la India

En el mundo:
• Más de 40 millones de personas viven con VIH/SIDA, y el 95% de ellas
en países del Sur.
• Cada año se contagian 5 millones de personas más, y se mueren 3
millones a causa de esta enfermedad.

La India es considerada como el «botiquín» de los países pobres. La alta


capacidad tecnológica de su industria farmacéutica nacional, impulsada por
el Estado, y al mismo tiempo su postura resistente respeto a la ofensiva de
los países industrializados respeto a las patentes, han permitido que desde
allí se distribuyan varios fármacos genéricos que no pagan patente. Compá-
rese el precio de comercialización del tratamiento antirretroviral del VIH con
patente y sin:

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• Precio comercial (CON patente): 10.000 de dólares EEUU por paciente/
año
• Precio sin patente: 136 de dólares EEUU por paciente/año

Actualmente el Gobierno indio está recibiendo fuertes presiones para


que se «armonice». Veremos que quiere decir acto seguido. Aún así, en 2006
pudo ofrecer genéricos a otros países empobrecidos para el tratamiento de
1,6 millones de enfermos.

Fuente: Intermón-Oxfam y MSF (2007).

La globalización del régimen de propiedad intelectual


La propiedad intelectual tiene sus orígenes en el mundo anglosajón a prin-
cipios del siglo XX. Durante largos años se mantiene circunscrita a escala
nacional en países principalmente occidentales. No obstante, la Organización
Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) se crea en 1970 para promover
la protección de la propiedad intelectual en todo el mundo. En 1974 entra
a formar parte del sistema de Naciones Unidas.
Entre 1986-93, durante la Ronda de Uruguay previa a la fundación de
la OMC, una coalición de grandes corporaciones organizadas en tres lobbies,
IPC (EEUU), Keindanren (Japón) y UNICE (UE), reconceptualizan e impulsan
a través de sus respectivos gobiernos el Acuerdo sobre los Aspectos de los
Derechos de Propiedad Intelectual Relacionados con el Comercio (ADPIC
o TRIPS por sus siglas en inglés), uno de los dos principales acuerdos para
adelantar en el proceso de privatización del conocimiento.
En 1994 se establece el ADPIC en el marco de la OMC. Esto comporta la
extensión en todo el mundo de criterios de protección de la propiedad intelec-
tual que, hasta entonces, habían afectado sólo a los países industrializados. El
ADPIC a diferencia de la OMPI, sí dispone de fuerza legal, dado que quien no lo
cumple es penalizado por el resto de miembros de la OMC a partir de un panel
de solución de diferencias definido por la propia institución cuyas resoluciones
—dada su capacidad sancionadora—- son de obligado cumplimiento. El artí-
culo más polémico es el que hace referencia a la obligación a aceptar patentes
sobre microorganismos y sobre procesos biológicos. Éste abre la puerta a las
llamadas «patentes de la vida». ¿Cuáles van a ser los impactos de este nuevo tipo
de patentes?, ¿dónde va a estar el límite?, ¿quién controlará estos procesos?
Pero si es tan evidente que el sistema de patentes perjudica a quien tenga
menos capacidad tecnológica, ¿por qué los países de la periferia lo han acep-
tado? Hará falta introducirnos, aunque sea de forma muy sintética, en las
estrategias usadas por los promotores del régimen de propiedad intelectual
a nivel mundial.

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Cómo se imponen al Sur
Está claro que quienes más interesados pueden estar en la privatización del
conocimiento son el enjambre de empresas transnacionales proveedoras
de tecnología, sean estas farmacéuticas, agroquímicas, comercializadoras
de semillas, de componentes o informáticas. La mayoría de ellas basan sus
considerables beneficios precisamente en los rendimientos de la propiedad
intelectual. Los gobiernos han demostrado presionar a favor de la propie-
dad intelectual en proporción exacta al poder de su sector tecnológico privado.
Así, los gobiernos de EEUU, el Japón y la UE por este orden, han interferido
todo lo que han podido sobre los gobiernos de los países periféricos con tal
que éstos implementaran el régimen de propiedad intelectual al gusto de las
matrices empresariales, aunque fuera con menoscabo de sus propios intereses
(GRAIN, 2006). A menudo a cambio de un cierto acceso a los suculentos
mercados del Norte. Por ello no es curioso que los acuerdos voluntarios
soportados por la OMPI sean firmados a cara de perro por países como los
africanos, tradicionalmente contrarios a la patentación de la vida.18
En definitiva, las negociaciones bilaterales se utilizan para multilatera-
lizar un sistema de reglas favorables a los países centrales, armonizando así
el sistema de propiedad intelectual a nivel global. De modo que se forma
un régimen internacional, que se traduce en una especie de impuestos a
los países empobrecidos con cargo a los royalties tecnológicos propiedad de
empresas del Norte.19
Para describir los canales que ha seguido esta potente palanca, hace
falta discernir una vez más entre el momento de persuasión, el momento
de establecer reglas del juego, y otros momentos tácticos que pasan por
promover la propiedad intelectual y protegerla de forma coercitiva cuando
está en peligro. La desproporción del desarrollo tecnológico entre Norte y
Sur hace el resto.
Así, a lo largo del veloz proceso de globalización de la propiedad inte-
lectual, se han utilizado de forma simultánea tres estrategias top-down que
han determinado su gobernanza global: la OMPI en el marco de las Naciones
Unidas, el ADPIC en el marco de la OMC y el «spaghetti bowl», formado
por un entramado de tratados de libre comercio bilaterales negociados en-

18. En estas negociaciones se acostumbra a condicionar el éxito a cláusulas que obligan a


la contraparte del Sur a firmar los tratados de privatización de la propiedad intelectual presentes
tanto en la OMPI (sin capacidad punitiva) como en la ADPIC (con capacidad punitiva, como
cualquier acuerdo de la OMC). Incluso a ir más allá, con las condiciones denominadas «ADPIC
Plus» que EEUU exige bilateralmente. Oxfam (2006). Patentes contra pacientes. 5 años después
de la Declaración de Doha. (www.intermonoxfam.org/UnidadesInformacion/anexos/7924/
061114_Patentes_vs_pacientes.pdf ).
19. Véase la «Agenda de patentes» de la OMPI, en Rodríguez (2004).

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tre los poderosos países del Norte y los diferentes países o subregiones del
Sur. Siempre con un intenso y sutil lobby pro empresarial, a la par de una
creciente —aun cuando muy inferior— presión de movimientos sociales y
ONG especializadas.

¿Las patentes pueden considerarse anticooperación?


Los impulsores del sistema de propiedad intelectual afirman que el incentivo
económico anima la creatividad industrial. Que la industria —por ejemplo
la farmacéutica— debe recuperar lo que invierte en investigación, y que sin
las patentes nadie investigaría. La mayoría de los científicos ven condicionada
su financiación a la invención de patentes. Por ejemplo, los indicadores de
excelencia investigadora de un científico o ingeniero consideran el número
de patentes suscritas por éste. Además, señalan que las patentes fomentan que
se conozcan las invenciones en todas partes, en lugar de permanecer como
secreto industrial. Favorecen la transferencia de tecnología al Sur; incluso
sirven para defender el pequeño en frente de la gran empresa.
En realidad, se observa que, en el Sur, las patentes inflaman los precios
de los fármacos obligan a los campesinos a depender de las corporaciones
agroalimentarias, erosionan la biodiversidad vinculada con los conocimientos
tradicionales de los pueblos indígenas mediante la introducción de especies
genéticamente modificadas, y bloquean una potencial transferencia de tec-
nología NS, entre otras muchas malas interferencias.
Es decir, el sistema de propiedad intelectual actual es el que mejor ex-
plica que algunas tecnologías disponibles no fluyan hacia extensas capas de
la población de los subcontinentes periféricos, pese al grito de quienes caen
enfermos o hambrientos. Y en el caso en que fluyan, estos enfermos o ham-
brientos contribuyen de forma apreciable al lucro opulento de los propietarios
de estas corporaciones.

TLC entre EEUU y Colombia, un ejemplo de las implicaciones


sobre el acceso a medicamentos asequibles

Según la Organización Panamericana de la Salud (2005), el sistema sanitario


colombiano pagará hacia el año 2020 unos 940 millones de dólares ame-
ricanos adicionales al año para cubrir los costes de los medicamentos. Al
mismo tiempo, alrededor de unos 6 millones de usuarios no tendrán acceso
a medicamentos mediante el sistema sanitario.

Un modo de constatarlo es responder a la siguiente pregunta: ¿Dónde se


encuentran los titulares de las patentes?

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DIEZ PAÍSES CON MAYOR NÚMERO DE PATENTES REGISTRADAS

Patentes registradas
157496 EEUU
125880 Japón
41585 Alemania
36404 Francia
34956 Corea del Sur
33756 Reino Unido
19652 Italia
17592 Rusia
17052 Holanda
15809 Estado español

Fuente: ODG, a partir de Compared Infobase Limited, 2006.

Efectivamente los titulares de las patentes —los beneficiarios de los


royalties— se encuentran domiciliados mayoritariamente en EEUU, Japón
y la UE. Un estudio sobre patentes biotecnológicas muestra que entre 1990
y 1995 se otorgaron unas 25.000 patentes de las que 37% se originaron en
EEUU, otro 37% en Japón y un 19% en la UE. El 7% remanente procedía
del resto del mundo, del que sólo un 3% procedía del Sur (Shapiro y Varian
1999). Desde este punto de vista, que el Sur acepte los sistemas de propiedad
intelectual equivalente a instalar un impuesto general Sur-Norte en concepto
de tecnología. Parte de la cual, como demuestra la reciente literatura dedi-
cada a evidenciar la biopiratería, utiliza principios activos o conocimiento
tradicional originarios del propio Sur.20
En resumen, el sistema de propiedad intelectual encarnado en la patente
del conocimiento —a veces el conocimiento de otros— se convierte en una
nueva forma de anticooperación extremadamente ácida. Su potencia reside en
la superioridad tecnológica del Norte y sobre todo en la capacidad de torcer
las regulaciones ajenas a favor de intereses corporativos.

20. Véase también: www.biopirateria.org.

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Referencias
KHOR, M. (2003), El saqueo del conocimiento. Barcelona: Icaria-Intermón.
Revista Biodiversidad: www.grain.org/biodiversidad.
SHIVA, V. (2001), Biopiratería. El saqueo de la naturaleza y el conocimiento.
Barcelona: Icaria.
VV.AA., Fundación Böll, ¿Un mundo patentado? La privatización de la vida
y del conocimiento. El Salvador: Bellas Artes.

Valorando la anticooperación comercial


Un modo en cierta forma burdo de medir la evolución de la anticooperación
comercial es mediante la diferencia entre los flujos relativos a las importaciones
y las exportaciones entre los países del Norte y los del Sur, es decir de la balanza
comercial Norte-Sur. En ella, se aprecia como el balance es positivo para los
países del Norte justo hasta que el petróleo y muchas de las materias primas
que exporta el Sur sufren importantes alzas en sus cotizaciones mundiales, y
cuando se desarrolla la potencia exportadora de China especialmente.

AYUDA OFICIAL GLOBAL Y BALANZA COMERCIAL

350.000 AOD
300.000
Balanza Comercial
250.000
millones de dólares

200.000
150.000
100.000
50.000
0
–50.000
–100.000
–150.000
1970
1972
1974
1976
1978
1980
1982
1984
1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000
2002
2004
2006
2008

Elaboración: ODG a partir de Global Development Dinance 2008. Banco Mundial.

No obstante, la anticooperación comercial no se produce tanto por su


balance como por la transformación del tejido productivo que supone un
modelo exportador de materias primas, por la vulnerabilidad a la que somete
a los sectores empobrecidos y por las externalidades que quedan fuera de
indicadores mercantiles como el utilizado.

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Hay otro factor que se debe tener en cuenta en el momento de analizar los
datos del comercio internacional y que conduce, a menudo, a malas interpre-
taciones. Cuando el balance comercial favorece a los países del Sur, como ha
sido el caso desde el año 2000, la distribución de beneficios económicos en
el Sur se decanta principalmente del lado de los grandes propietarios locales
(terratenientes, familias que controlan el import/export de bienes de consumo,
etc.) y de los inversores extranjeros (corporaciones transnacionales) en lugar
de los pequeños. Es decir, el libre comercio, unas veces y las otras, beneficia
fundamentalmente a lo que hemos llamado Norte Global, perjudicando en
ocasiones o beneficiando muy marginalmente, al resto.

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VIII. ANTICOOPERACIÓN AMBIENTAL Y
DEUDA ECOLÓGICA

Después de felicitar al cocinero por su paella le pregunté por los ingredientes:


el arroz, ingrediente principal en una zona como el levante español, rica en
este cultivo, proviene de Indonesia. Los camarones, de Ecuador y de India;
los calamares, de Argentina; el pollo, de granjas que los engordan con maíz
brasileño; el conejo, alimentado con soja boliviana; las verduras, de Marruecos,
y todo eso con cariño y a fuego lento... con gas que nos llega desde Argelia.
Para terminar un café ugandés con azúcar dominicano, y en el centro de la
mesa unas flores colombianas. ¿Nos estamos comiendo el mundo? Gustavo
Duch, ¿Nos comemos el mundo? La Jornada 29/4/05

La anticooperación ambiental se define como aquella producida por políticas,


decisiones y usos y costumbres tanto a nivel individual como colectivo que
desde el Norte Global afectan de forma negativa (directa o indirectamente)
a cualquier ecosistema del Sur Global. Ese conjunto de interferencias inci-
den además con frecuencia en los derechos humanos, económicos, sociales,
culturales y ambientales de las poblaciones locales. Debemos desentrañar
qué parte de los problemas ambientales del Sur tales como la deforestación
de los bosques y las selvas, la contaminación de las aguas, la presencia de
metales pesados en sangre de algunas comunidades indígenas o la erosión y
expulsión de las tierras fértiles, se produce a merced de interferencias proce-
dentes del Norte.
Para una gran variedad de Organizaciones No Gubernamentales para el
Desarrollo (ONGD), incluyendo organizaciones ecologistas, así como para la
inmensa mayoría de agencias oficiales de desarrollo y la casi totalidad de insti-
tuciones internacionales como el Banco Mundial, los problemas ambientales
del Sur se originan básicamente en el propio Sur. Entidades conservacionistas
como Conservación Internacional, por ejemplo, enfocan su trabajo hacia la

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protección de reservas naturales en países del Sur con el fin de evitar que las
poblaciones autóctonas las destruyan (Dowie, 2006).
Organismos como el Banco Mundial aseguran que cuando una población
se hace rica aspira a vivir en un entorno limpio y natural. Por lo que la solu-
ción a los problemas ambientales es el desarrollo económico. Reconocen que
la industrialización y crecimiento económico en los países subdesarrollados
pueden generar en una primera fase una intensa degradación ambiental.1
Sin embargo, consideran que, al llegar a cierto grado de ingreso per cápita, la
tendencia cambia, y la economía propia impulsa una recalificación ambien-
tal positiva del país. Las generaciones pobres ensuciarían al industrializarse,
mientras que las generaciones posteriores (ricas, post materiales y tecno-pre-
paradas) limpiarían. ¿Cuán cierto es esto?
Veremos en este apartado que en una gran diversidad de casos, los daños
ambientales generados por las actividades económicas en el Norte tienden a
ser desplazados hacia la periferia. De forma tal que existe, también una res-
ponsabilidad exterior en lo que atañe a la degradación ambiental en el Sur,
que no suele ser reconocida, y mucho menos asumida. Esto ocurre de una
manera muy similar a la de una persona que barre la suciedad de su portal y
la lanza (disimuladamente) a la calle o al portal vecino. Esta realidad se pro-
duce a nivel global, permea las relaciones asimétricas Norte-Sur y constituye
el pilar de la anticooperación ambiental.

¿Por qué se produce la anticooperación ambiental?


Un elemento que debemos tener en cuenta a la hora de entender la generación
de interferencias negativas a nivel ambiental que afectan a las poblaciones del
Sur se ubica en la lógica misma de la acumulación capitalista. De acuerdo
con ésta, empresas y estados deben tener «mejores resultados» año tras año,
trimestre tras trimestre. Pero ¿qué significa obtener «mejores resultados» en
este contexto? Simplificándolo, para las empresas significa superar las ganan-
cias del año anterior, y para los estados, conseguir incrementar su PIB. Así,
el éxito de una empresa o de un Estado se establece de acuerdo a su grado
de crecimiento económico. Ahora bien, la forma de medir este crecimiento
y de valorar los resultados tiende a no tener en cuenta un gran número de
costes generados por el sistema, y en particular, los costes ambientales. ¿A
qué se debe este fallo? Los actores económicos capitalistas pueden permitirse
el no asumir su responsabilidad ambiental, sobre todo cuando afecta a los
países del Sur.

1. Se trata de la interpretación directa de la hipótesis que se desprende de la curva ambiental


de Kuznets (EKC). Véase: Temper y Martínez-Alier (2007).

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Un ejemplo de esto se ubica en el caso de las compañías aéreas. Participan
en la generación de gases responsables del calentamiento global («gases de
efecto invernadero»), que ha derivado en una crisis ecológica sin preceden-
tes. Entre los principales afectados por esta crisis se ubican las poblaciones
del Sur, que se ven obligadas a enfrentar inundaciones, sequías y toda una
serie de catástrofes que interfieren afectando gravemente a su bienestar. Esto
deriva en una serie de costes económicos y sociales que estas poblaciones se
ven obligadas a asumir. Si las compañías aéreas asumieran esa responsabi-
lidad, se verían obligadas de una manera u otra a pagar por ella. Y esto se
vería repercutido en sus cifras de negocios. Empero, en la lógica capitalista,
estos daños ambientales son considerados como «externalidades», «efectos
colaterales» que no se pueden evitar, ni medir, y que no son incluidos en los
balances financieros. ¿Por qué poblaciones situadas en lugares muy lejanos se
ven obligadas a asumir un coste ajeno? Esto se debe a la arquitectura misma
de las relaciones de poder entre el Norte y el Sur. No existen mecanismos que
les permitan contrarrestar estas interferencias negativas. Veremos este caso
con más detalle en el apartado sobre las interferencias por emisión de gases
de efecto invernadero.
La complejidad de esta problemática se incrementa a la hora de medir
los costes generados. Por ejemplo, podemos preguntarnos ¿Cuánto cuesta un
bosque o un lago? ¿Cómo calcular cantidad de dinero con la cual se debería
indemnizar los problemas de salud generados por la actividad minera en una
población indígena? ¿Cuánto cuesta una cultura? ¿Cuánto cuesta un recién
nacido? ¿Y un abuelo? La economía global tal y como está definida hoy, no
integra los costes ambientales (ni sociales) producidos en cualquier actividad
ordinaria. El sistema económico actual externaliza los costes por la propia
necesidad de incrementar los beneficios a corto plazo, y los transmite a la
sociedad y a la naturaleza que los rodea. Otorga además precios arbitrarios
a los bienes y servicios, y privatiza los beneficios tanto como puede. En lo
que sigue, apelaremos a perspectivas teóricas como la economía ecológica y
la deuda ecológica, las cuales nos permitirán entender la estructura misma
de la anticooperación ambiental.

La economía ecológica2
La economía ecológica, disciplina nacida en los años ochenta, estudia la
irremediable confrontación entre la expansión económica y la conservación
del medio ambiente. Es un campo de conocimiento transdisciplinario que
ve la economía como un subsistema de un ecosistema físico global y finito.

2. Véase también Martínez-Alier y Roca (2000).

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La economía ecológica explica bien, a nuestro parecer, la razón de ser de
la anticooperación ambiental. Se refiere a cómo se articula un sistema en
el cual empresas y estados se constituyen en dos fuerzas que centrifugan
y expulsan sus pasivos ambientales hacia el ecosistema envolvente que les
rodea (pobladores incluidos).3 El centrifugado es mayor cuando se produce
en condiciones de desigualdad en las relaciones de poder. Es decir, una trans-
nacional europea puede comportarse de forma más irresponsable en un país
pequeño y periférico —por ejemplo vertiendo sus residuos al río— que en
un país miembro de la UE. Lo mismo ocurre entre los estados. Los procesos
industriales más contaminantes se están deslocalizando de los países OCDE
hasta los empobrecidos. Se centrifugan los pasivos desde los Centros hacia la
Periferia; de las zonas más ricas a las más pobres. La producción de celulosa,
la generación de energía, o la industria textil son ejemplos de ello.
Tal como lo hemos señalado anteriormente, toda actividad económica
afecta no sólo a quienes deciden realizarla, sino también a terceros. Estos
efectos colaterales reciben el nombre de «externalidades». Así, algunos afir-
man que el mercado en lugar de la «mano invisible» mencionada por Adam
Smith, asignando de forma eficiente los recursos, tiene en realidad un «codo
invisible» que «traslada cargas que golpean el resto de competidores y a la
sociedad en general» (Jacobs, 1997). Buena parte de los impactos ambientales
que se observan en el Sur corresponden a externalidades de este tipo.
Una forma de medir las externalidades que produce determinado co-
lectivo social es evaluando su «huella ecológica». Esta última consiste en la
superficie ecológicamente productiva (cultivos, pastos, bosques o ecosistemas
acuáticos) necesaria para mantener a aquel colectivo social según su nivel de
vida con las tecnologías actuales. La superficie de tierra necesaria en términos
de fuente pero también de sumidero de materiales y energía.4
Como puede verse en las figuras siguientes, la comparación entre las
huellas ecológicas regionales y sus respectivas biocapacidades,5 muestra una

3. Los Pasivos Ambientales son los impactos ambientales que un proyecto o actividad
genera frente a terceros. Su condición de pasivos está relacionada con la pérdida del estado
previo (un activo ambiental).
4. Véanse autores como Odum, Opschoor, Rees o Martínez Alier al respecto. La huella
ecológica de una persona puede leerse como la suma de cuatro contribuciones: 1) La tierra
necesaria para su alimentación (la de un carnívoro es muy superior a la de un vegetariano,
incluso si está de régimen); 2) La tierra de bosques o plantaciones para producir madera (papel,
muebles,..); 3) La tierra edificada o asfaltada que les corresponde; y 4) La tierra equivalente a la
biomasa necesaria para generar la energía que consume (en el caso de combustibles de orígen
biológico), la tierra desalojada para producir otro tipo de energías, más la tierra necesaria para
que su vegetación absorva el dióxido de carbono generado.
5. Capacidad de un área específica biológicamente productiva de generar un abastecimiento
regular de recursos renovables y de absorber los desechos resultantes de su consumo.

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cara muy significativa de la «colonización ambiental» ejercida por Europa,
Estados Unidos y Canadá, y paulatinamente, de Asia-Pacífico sobre el resto de
regiones; un fenómeno que se presenta en múltiples facetas, como la que trata
de mostrar el movimiento indígena norteamericano a través de la expresión
referida a la nueva ola de colonialismo ambiental, el «CO2lonialismo», que se
refiere a la invención de nuevos instrumentos que el Norte introduce para no
modificar su metabolismo pero que se traducen en nuevas formas de colonia-
lismo sobre el Sur. Por ejemplo, los «mecanismos de desarrollo limpio».

HUELLA ECOLÓGICA Y BIOCAPACIDAD POR REGIÓN

EEUU y Canadá
Hectáreas globales por persona en 2003

Europa de CEE
Europa fuera de CEE
Oriente Medio y Asia Central
América Latina y Caribe
Asia-Pacífico
África

Biocapacidad disponible
por región

Población (millones)

Fuente: Elaboración ODG a partir de Living planet report 2006. WWF.

La deuda ecológica
Los impactos que tienen el consumo y las importaciones de crudo no son
nada evidentes para sus consumidores, debido a los miles de kilómetros que
suelen separar a los pozos de las gasolineras. Producción y consumo, fábrica,
campo y tienda, se han ido alejando física y paulatinamente de la mano de
la globalización. Este fenómeno vinculado a la distancia tiene graves im-
plicaciones, entre ellas, la dificultad en quienes originan el problema de ser
conscientes.
Para visualizar este fenómeno, se ha construido un concepto, bien útil
que recoge los mecanismos presentes y pasados de anticooperación ambiental.
Se trata de la denominada «deuda ecológica». La deuda ecológica es la deuda

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contraída por los países industrializados con el resto de países debido al ex-
polio histórico y presente de los recursos naturales, los impactos ambientales
exportados y la libre utilización del espacio ambiental global para depositar
sus residuos. Nos referimos aquí a «deuda» en el sentido de responsabilidad no
asumida. La deuda ecológica se produce al no asumirse los costes ecológicos
que produce nuestro estilo de vida a los países empobrecidos, por medio de
determinadas políticas, actitudes y actividades económicas.6 Por ello, es posi-
ble aprehender esta problemática desde la perspectiva de la anticooperación.
En efecto, la deuda ecológica se genera a consecuencia de las interferencias
negativas en el área ambiental generadas por el Norte Global y que afectan
al Sur Global. Se origina en la época colonial y ha ido creciendo a partir de
varios mecanismos. Los impactos más conocidos son la deuda de carbono,
los pasivos ambientales, la exportación de residuos tóxicos y la biopiratería.
Por tanto, la deuda ecológica es el resultado directo y acumulado de la anti-
cooperación ambiental.

Interferencias y mecanismos (anti) ambientales NS


La anticooperación ambiental actúa simultáneamente a través de 5 meca-
nismos interrelacionados. Mecanismos que articulan el Norte con el Sur y
que constituyen los pilares de la deuda ecológica NS. Por estos mecanismos
NS es por donde se transmiten las interferencias ambientales que perjudican
la salud y el medio ambiente en el Sur. Sin embargo, la bibliografía suele
señalar sólo 4 (importaciones, emisión de gases de efecto invernadero, in-
versión extranjera, exportación de residuos y biopiratería), olvidándose de
una quinta que se produce en tiempos de guerra. Se trata de la destrucción
ecológica acaecida durante las ofensivas militares, especialmente cuando se
bombardean infraestructuras o se utilizan armas no convencionales (quími-
cas, nucleares y biológicas). Por otro lado, el concepto de deuda ecológica
se ha construido socialmente para confrontarlo con el de la deuda externa.
Por lo que se lo ha acotado a las relaciones entre países del Norte y del Sur,
no entre grupos de interés.
En realidad, la búsqueda de responsabilidades nos conduce al conjunto
de grupos de interés que constituyen el Norte Global. Es decir, hay que in-
cluir también a las clases capitalistas y consumidoras residentes en países del
Sur. Si repasamos las fuerzas que originan la anticooperación ambiental en el
Norte Global podemos observar 4 fenómenos, todos ellos interrelacionados
y motivados por la necesidad capitalista de crecer. Los 4 son impulsados por
las empresas y los estados capitalistas y consisten en: la búsqueda de lucro,

6. Para más información sobre el concepto de deuda ecológica, véase: M. Ortega


(2006).

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la necesidad de mantener un sistema productivo al máximo rendimiento
(salarios, puestos de trabajo, hegemonía tecnológica); la voluntad de buscar
mayores cuotas de consumo posibles y; finalmente, en el despliegue de polí-
ticas públicas que tratan de impulsar todo lo anterior. La combinación de los
cuatro obligará a importar del Sur múltiples bienes y servicios, y a adquirir
algunos de sus recursos mediante inversiones.
En cambio, desde el punto de vista del Sur Global, la anticooperación
ambiental se percibe de tres modos. En primer lugar, se pierde control del
uso de la tierra que se destina a necesidades exteriores; ejemplo de ello son
las miles de hectáreas sembradas en Colombia o Indonesia para la exporta-
ción de palma aceitera hacia Europa y Asia, y que han reemplazado cultivos
alimenticios para las comunidades locales.
En segundo lugar, se sufren múltiples transformaciones derivadas del
calentamiento global (por ejemplo, los conflictos derivados de acoger a los
miles de refugiados ambientales). Y en tercer lugar, se asumen en territorio
y en salud propia los pasivos ambientales de actividades productivas ajenas.
Así, los costes de las enfermedades respiratorias o cutáneas que sufren las
poblaciones por la fumigación de cultivos de soja en Argentina o Paraguay
no son asumidos por la agroindustria, sino por los sistemas sanitarios nacio-
nales. Ni los 16 muertos ni los 100.000 afectados por los vertidos de agentes
radioactivos del buque holandés Probo Koala de Costa del Marfil en 2006
lograron ser resarcidos por la compañía holandesa responsable.

Referencias
MARTÍNEZ-ALIER, J. (2006), El ecologismo de los pobres. Barcelona: Icaria.
MCNEILL, J.R. (2003), Algo Nuevo Bajo el Sol. Historia Mediambiental de
Mundo en el Siglo XX. Madrid: Alianza Ed.
NAREDO, J. (2007), Raíces económicas del deterioro ecológico y social: más allá
de los dogmas. Madrid: Siglo XXI de España.
ORTEGA, M. (coord.), ODG (2006), La deuda ecológica española: impactos
sociales y ambientales de la economía española en el exterior. Sevilla: Muñoz
Moya Editores Extremeños.

Interferencias ambientales de las importaciones y el consumo


Los responsables del consumo exagerado y creciente que tiene lugar a nivel
global son las instituciones privadas y públicas del Norte Global (incluyendo
pues a las oligarquías del Sur), pero también sus ciudadanos de forma indi-
vidual. En este sentido, se vuelve útil la referencia a la «clase consumidora»
para distinguir aquellos grupos humanos cuyo consumo es intensivo. El
consumo de la población del Norte Global representa, en efecto, cada vez
más una presión ambiental insoportable sobre las poblaciones del Sur Global.

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La voracidad de los más de 1.700 millones de consumidores compulsivos
diseminados por todo el planeta, aporta la demanda solvente que necesitan
las empresas para seguir creciendo, toda vez que permite a los países centrales
producir a toda máquina y, de forma derivada, importar bastas cantidades de
materiales y de energía del exterior.
El consumo se transmite cual onda desde el Norte hacia el Sur a través
de las importaciones del Norte, que se convierten en exportaciones para el
Sur. El consumo termina generando deuda ecológica mediante los cuatro me-
canismos de anticooperación mencionados anteriormente y, como veremos,
no sólo afecta a la soberanía alimentaria de quienes viven en el Sur, sino que
también provoca la destrucción de sus ecosistemas.

Fuente: Nano (1992, www.nanopublik.com).

Los principales impactos ambientales del (hiper)consumo del Norte


Global son conocidos pese a no estar valorados adecuadamente. Desde la
deforestación de lo que antes fueran extensas zonas selváticas como la del
Amazonas o Indonesia (cambiando su uso de suelo para extraer madera,
petróleo, minerales o campos de cultivo para la exportación), hasta la conta-
minación de los suelos y los niveles freáticos debido al uso de fertilizantes o a
derrames de petróleo; desde la afectación a ecosistemas y prácticas agrícolas,
vinculada con el calentamiento global, a la intoxicación o enfermedad por
proximidad a procesos industriales; y hasta la esquilmación de la fauna marina
de los océanos o de especies exóticas.
Dos ejemplos ilustran la presión que ejerce el consumo (y las importacio-
nes) sobre el ambiente de lugares muy alejados, sin olvidar que el consumo
presiona también el ambiente cercano. El primer ejemplo tiene que ver con
la alimentación y el segundo, con el transporte.

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Dos ecuaciones:
La butifarra catalana = soja transgénica argentina
y brasileña = glifosato + paramilitarismo7

Cataluña, por ejemplo, es un país donde se crían una gran cantidad de


cerdos. El ganado catalán en general se alimenta de un pienso constituido
por un cóctel de soja y de cereales. La soja es, de esta manera, el principal
aporte proteínico de la dieta de la ganadería catalana. En 2004, Cataluña
importaba cerca de 3,3 millones de toneladas de soja. De esta cantidad, el
88% se dedicaba a la obtención de carne, tres terceras partes de lo cual se
destinaba al ganado porcino.
Ahora bien, los campos de cultivo necesarios para producir esa soja
intensivamente equivalen en superficie a la mitad del territorio catalán: un
desierto verde de la extensión de medio país. Si en Cataluña sólo se produce
el 0,01% de toda esta soja, ¿de dónde sale el resto?
La respuesta se encuentra a miles de kilómetros: el 43% de la soja pro-
viene de Argentina, el 34% de Brasil y un 23% de EEUU. La mayor parte de
la soja argentina y estadounidense es transgénica, mientras que la brasileña
lo es entre un 40 y 60%.
Las importaciones son controladas por dos únicas empresas transna-
cionales estadounidenses, que operan la entrada de la soja en el puerto de
Barcelona: Bunge (75%) y Cargill (25%).
Más allá de la economía, ¿conocemos los consumidores de carne la
relación entre embutido y carnes catalanas con la soja transgénica? ¿Una
butifarra transgénica? Y todavía más, ¿imaginan los ganaderos locales las
consecuencias que está teniendo la importación masiva de soja sobre sus
colegas argentinos o brasileños? ¿Cuáles son los impactos sobre la salud de
los consumidores?
En las regiones productoras de soja en Sudamérica, los impactos so-
ciales y ambientales de estos cultivos son considerables. Las consecuen-
cias más importantes se resumen bien en lo que recogía una pancarta
en las manifestaciones de los movimientos campesinos en Paraguay y la
Argentina: «Soja = glifosato + paramilitares». En efecto, entre los múlti-
ples problemas que conlleva la «sojización» se destaca la contaminación
agroquímica (glifosato) que afecta a las poblaciones y trabajadores locales,
y una violenta represión de las organizaciones campesinas que luchan por
el acceso a la tierra.

7. Datos de 2004/2005 de distintas fuentes, elaboración de la campaña No te Comas el


Mundo (www.notecomaselmundo.org).

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¿Tortillas o biocombustibles?

Los biocombustibles están de moda. En todo el mundo —desde Estados


Unidos hasta Indonesia— se sustituyen campos de cultivo de alimentos por
«desiertos verdes». Pequeños cultivos y bosques por extensos monocultivos
de oleaginosas para producir bioetanol y biodiésel. Una alternativa rentable
tanto al declive de la producción de petróleo como a la creciente inseguridad
energética o al calentamiento global. Todo parecen ventajas.
Sin embargo, ese mercado de biocombustibles en vertiginoso ascenso
está afectando la vieja necesidad de alimentarse de los más pobres. Lo hemos
visto últimamente en las manifestaciones de México después que la principal
comercializadora de grano del mundo, la norteamericana Cargill, hubiera
preferido vender el maíz a las compañías energéticas norteamericanas a
futuro antes que a las tortillerías mexicanas en el presente. En México, cuna
de este cereal, la tortilla dobló automáticamente su precio. Este fenómeno
se está reproduciendo en muchos otros lugares. Así nuestro voraz consumo
energético en el Norte se enfrenta hoy a la seguridad alimentaria del Sur. Se
confrontan derechos de distinta naturaleza entre personas muy alejadas entre
sí. Derecho, por ejemplo, a utilizar aires acondicionados o manejar automóviles
4x4 en España, frente al derecho a alimentarse con tortillas de maíz (lo más
barato de comer en América Latina) de los que están en la retaguardia de
la globalización. Una nueva interferencia peligrosa y de moda que debemos
tener muy en cuenta (Llistar 2007d).

Referencias
Campaña «No te Comas el Mundo»: www.notecomaselmundo.org.
Worldwatch Institute (2004), L’estat del món 2004. Barcelona: Centre
UNESCO de Catalunya.

Interferencias ambientales de las inversiones extranjeras


Observemos primero la retórica oficial. Mientras que los gobiernos industria-
lizados y organismos como el Banco Mundial predican a la menor ocasión la
necesidad de que el Sur se capitalice vía inversiones con el fin de salvarse del
subdesarrollo, los países que más se han abierto a la inversión extranjera lo ponen
en duda (Ramos, 2003). En particular en lo ambiental y como ya hemos seña-
lado, afirman que si el Sur desea gozar de buena salud ambiental antes deberá
hacerse rico, siguiendo el ejemplo del Norte. En consecuencia más inversiones
supondrán más desarrollo. Luego más inversiones, mejor salud ambiental. Para
esa retórica, «lo rico es ecológico». En el capítulo sobre la anticooperación en el
ámbito tecno-productivo, ya resaltamos hasta qué punto en realidad la Inversión
Extranjera Directa (IED) constituye un mecanismo que interfiere negativamente

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en el Sur. Aquí enriquecemos dicho
análisis considerando la generación a
menudo simultánea, de interferencias
ambientales.
En primer lugar, debemos re-
cordar que una de las características
de las empresas en el sistema capi-
talista se ubica en la búsqueda de la
reducción de los costes, en pos de
una maximización de los beneficios.
Por tanto, la IED es un capital que
busca precios más bajos. Su brújula
son los estudios de viabilidad, los
presupuestos.8
Este objetivo implica que las regio-
nes donde las legislaciones ambientales
y sociales son menos exigentes cobran
Vertido de aguas tóxicas procedentes de maquila- un interés mayor, al representar una
doras textiles, Estado de Puebla, México. Fuente:
ODG. reducción de los gastos para las empre-
sas. El dinero se escurre hacia donde
menos tenga que internalizar costes, según la «cultura de lo barato», escapando
—siempre que sea posible— a regulaciones ambientales, sociales o de otra suerte
que puedan interponerse en su lógica de crecimiento. Para atraer la inversión
extranjera, los estados del Sur entran en competencia entre sí, también en lo que
respecta a las regulaciones ambientales que son vistas como barreras. Se trata de
una competencia por regular ambientalmente a la baja; de forma tal que, en esos
países, la actividad desplegada por las empresas transnacionales puede permitirse
grados de contaminación y de erosión del territorio y de la biodiversidad que
tendrían un coste muy elevado en sus países de origen. Una misma compañía
transnacional puede observar distintas políticas ambientalmente respetuosas en
unos países y despiadadas en otros. Un fenómeno que es subrayado por el mo-
vimiento por la justicia ambiental. La IED puede ser considerada, en ese sentido,
también como un mecanismo de anticooperación ambiental.
En segundo lugar, las compañías transnacionales intentan conseguir
mayor acceso, proximidad o control de los recursos naturales que requieren,
hasta el punto de apropiarse de ellos. La distribución geográfica de recursos
naturales estratégicos es muy desigual de una región a otra. Así, por ejemplo,
recursos como la combinación entre tierras más fértiles y condiciones climá-

8. Hornborg (1998) alude a los precios de mercado como mecanismo principal mediante
el cual los centros del sistema mundial —el Norte Global— extraen energía de, y exportan
entropía hacia, sus periferias —el Sur Global.

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ticas para los monocultivos de soja, palma africana, jatrofa o caña de azúcar,
son prácticamente inexistentes en el Norte. En consecuencia las empresas
y estados no sólo buscan regulaciones favorables, sino un control directo
sobre esos recursos naturales. El cambio en el régimen de la propiedad de
los recursos naturales ofrece un nuevo modo de relación entre hombre y
naturaleza. En este caso caracterizado por la explotación de los ecosistemas
y una agresión «biocultural» a organizaciones humanas cuya matriz cultural
y socioeconómica se encuentre anclada a dichos ecosistemas.9
Las inversiones no son el único factor responsable en el cambio de régi-
men de propiedad de los recursos naturales, pero en el Sur actúan como una
de las palancas de presión principales. A través de ellas y ante un contexto de
crisis alimentaria y energética, algunos estados como Corea del Sur, Arabia
Saudita y los Países del Golfo, Egipto o China y Japón han empezado a adqui-
rir bastas extensiones de tierras fértiles en países como Angola, Mozambique,
Sudán, Rusia o Camboya. Se trata del fenómeno conocido por landgrabbing
o acaparamiento de tierras (GRAIN, 2008c).
Existen otros factores que determinan la dinámica de las inversiones,
como el acceso a los mercados, pero no son significativas ambientalmente.
Además, si bien hemos subrayado el rol ambientalmente destructivo de parte
del capital transnacional, no hemos querido decir con ello que el capital local
se comporte mejor.

Impacto ambiental de las inversiones

Las inversiones más erosivas ambientalmente son aquellas relacionadas con


las industrias extractivas (minería, petróleo y gas principalmente). Destacan
también las inversiones extranjeras en energía, principalmente en forma de
grandes presas hidroeléctricas; inversiones en biomasa, como por ejemplo las
fábricas de celulosa y bosques de eucalipto y pino; grandes plantaciones de
monocultivos por la agroexportación; maquilas textiles, como las que riegan
el sudeste asiático, la frontera Norte de México o Centroamérica; en turismo,
como el que ocupa y ha transformado radicalmente el litoral del Caribe o
Tailandia; la camaronicultura, en aguas tropicales como las del Sudeste asiático
o Ecuador, y responsable del envenenamiento de los ecosistemas relacionados
con los manglares; siderurgia, como la que se encuentra en las «fast develop-
ment area’s» indias o chinas; y la química. El sector financiero, responsable de
la financiación de los proyectos contaminantes, deberá considerarse dentro
de los sectores potencialmente más contaminantes.

9. Para entender la interacción entre cultura y biodiversidad, véase Maffi y Woodley


(2008).

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Por todas estas razones y aceleradas por un falso ecologismo en el Norte
y en el Norte Global en general (una especie de «ecologismo de los ricos»),
se están deslocalizando hacia el Sur y hacia el Sur Global algunas de las in-
dustrias más contaminantes. Un fenómeno que incluye no sólo las relaciones
Norte-Sur sino también las campo-ciudad, las interurbanas, las interclasistas,
las intergénero y otras distribuciones ambientales latentes. Como vemos glo-
balmente no se trata de una desindustrialización ni desmaterialización sino,
de nuevo, una centrifugación distributiva forzada por el Norte Global.

Las «fast development zones» de la India:


Bophal y Kalinga Nagar

Algunas áreas remotas se convierten repentinamente en objetivo de la explota-


ción industrial y en determinados casos, los habitantes pueden ser considera-
dos como un estorbo, sea por las resistencias que pueden ejercer, sea porque
ocupan un espacio que el capital requiere. El fenómeno de expulsión suele ser
tanto más violento cuanto más rápido se requiere efectuarlo, y cuanto más
resistente es la población. En ese sentido, podemos considerar lo que ocurre
en las denominadas «fast development zones» (zonas de desarrollo rápido)
ubicadas en ciertos enclaves estratégicos ricos en energía, agua y minerales,
sobre todo en la India y la China.
En todo el mundo, un universo de conflictos ambientales provocados
por megaproyectos planificados desde muy lejos entra en latencia o estalla.
La pugna entre inversores (a menudo extranjeros) y los habitantes locales
(a menudo pequeñas comunidades campesinas o indígenas) puede tener
resultados letales para estos últimos. El desequilibrio de fuerzas suele ser tan
grande, que se impone la voluntad de los inversores (Verger y Llistar, 2005).
A nivel informativo, buena parte de las pugnas serán silenciadas (o ignoradas
por la prensa) y pasarán desapercibidas. Otras, por su proporción o porque
han conseguido trascender la censura corporativa y administrativa, no. Lo
ilustran estos dos casos sucedidos en la India:
La noche del 2 al 3 de diciembre de 1984, en la fábrica de pesticidas de la
empresa Unión Carbide situada a Bhopal (India) se produjo una fuga de 40 to-
neladas de gases tóxicos al exterior. Los habitantes del entorno más cercano no
fueron alertados. Al día siguiente habían muerto 7.000 personas. Se estima que
el número total de muertes asociadas a este accidente se acerca a los 20.000.
Las secuelas afectan todavía a más de 120.000 niños, mujeres y hombres. La
magnitud del caso ha hecho que sea conocido en todo el mundo.10

10. Consúltese, por ejemplo, la Conferencia de Vinod Rayna en el XVII Seminari de


Formación del Observatorio de la Deuda en la Globalización, el 8 de noviembre de 2008
(http://www.odg.cat/documents/formacio/SEMXVII_ODG_vinod rayna.mp3) (intervención
grabada desde el minuto 2:45).

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El 2 de enero de 2006 la policía de Kalinga Nagar, en el estado más
pobre de la India, Orissa, acabó matando a 12 integrantes del pueblo in-
dígena adivasi en resistencia contra el proyecto de instalar en sus tierras
una enorme planta siderúrgica de la transnacional india Tata Steel. Ese año
algunos de los pobladores trabajaron en el complejo industrial gigante de
Kalinga Nagar en tareas de construcción mal pagadas puesto que se han
quedado sin tierras. Las aguas de la zona se habían contaminado. El caso
trascendió a duras penas los medios de comunicación indios. Un conflicto
entre tantos por el que los ciudadanos del Norte Global, consumidores
últimos, no sabemos nada.

Referencias:
Revista Ecología Política [www.ecologiapolitica.info].
www.ecologistasenaccion.org; www.odg.cat; www.omal.info.

Interferencias ambientales de las emisiones de gases de efecto


invernadero11
El cambio climático es un proceso atribuido directa o indirectamente a la
actividad humana que altera la composición de la atmósfera mundial y que
se suma a la variabilidad natural de clima observada durante períodos de
tiempo comparables (Convención Marco sobre Cambio Climático de las
Naciones Unidas, Artículo 1). Así, con un grado de confianza muy alto
(más de 9 posibilidades sobre 10), el efecto neto de las actividades humanas
desde 1750 ha sido un aumento de la temperatura global. ¿Qué actividades
humanas? Aquellas que generan emisiones de gases de efecto invernadero y
de aerosoles (IPCC, 2007). Los países más industrializados son los que más
responsabilidad tienen en la emisión de los gases de efecto invernadero. No
obstante, tal como lo señalamos anteriormente, entre los más afectados por
el cambio climático están los países del Sur, sobre todo las poblaciones más
empobrecidas.
Fijémonos en el futuro impacto sobre los habitantes del Sur. El calen-
tamiento provocará tres transformaciones la dureza de las cuales dependerá
del emplazamiento geográfico: en primer lugar, provocará fenómenos clima-
tológicos extremos y una «tropicalización general» sea cual sea la posición
en el globo; en segundo lugar, las zonas costeras verán cómo el nivel de mar
sube entre 15-95 cm durante este siglo y como buena parte de los glaciares

11. Véase también: ICTSD. Linking Trade, Climate Change and Energy (www.ictsd.org).

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Áreas proporcionales
a las emisiones de CO2
generadas por combustibles
fósiles entre 1900 y 1999
Países más industrializados
Países menos industrializados

Fuente: Elaboración ODG a partir de World Ressources Institute (www.wri.org).

se funden12 (países como Bangladesh quedarán completamente inundados a


menos que consigan la financiación necesaria para construir una barrera que
recorra toda su costa); y la tercera transformación corresponde a la mutación
de los ecosistemas locales (tradiciones ancestrales con un sentido dejarán de
tenerlo si cambia la fauna y la flora locales: algunas especies habrán de migrar,
otras, se extinguirán).
Existe cierto consenso científico en torno al hecho de que en África Sub-
sahariana, por ejemplo, el clima será progresivamente más variable. Las zonas
desérticas del Norte y del Sur se volverán todavía más secas, mientras que los
trópicos serán más lluviosos. La capacidad de carga agrícola de la tierra se verá
afectada entre un 10-20% por término medio en todo el planeta. Los países
con menor capacidad de carga, como los del Sahel, serán los más afectados
por el hambre (IPCC, 2007).
De las nuevas dificultades para acceder al agua o a campos cultivables
nacerán nuevos conflictos violentos por recursos (Schwartz y Randall, 2003).
Y de la suma de conflictos, inundación de zonas costeras bajas, crisis de
subsistencia y desertificación, se prevén bastos movimientos de refugiados
«ambientales» o refugiados climáticos.
Finalmente, de la alteración de los ecosistemas es muy probable que las
epidemias que hoy se mantienen relativamente localizadas se desparramen
por la región. Incluso que viajen a Europa por el Mediterráneo. En especial

12. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) prevé


que a finales de este siglo los niveles del mar subirán 15-95 cm, y la temperatura entre 1,5º-6ºC.
En algunas partes interiores con climas continentales, la temperatura podrá subir el doble.
Algunos científicos comienzan a afirmar además que se está subestimando la rapidez con que
la tierra se calienta en realidad.

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las que son trasmitidas por mosquitos y otros vectores (malaria, dengue,
fiebre del Valle del Rift, leishmaniasis, etc.). De las inundaciones y lo que
sigue, el cólera, la diarrea. De la desertificación y la expansión del Sahel, la
meningitis, etc.
Un informe prospectivo de Christian Aid estimaba que hasta 2100 estas
enfermedades deslocalizadas por el calentamiento global supondrán unos 182
millones de muertes extra sólo en el África Subsahariana (2006). La historia de
uno de ellos podría ser un muerto de pobreza más. Pero nosotros proponemos
contarla de la siguiente manera: del tubo de escape de un 4x4 conducido por
un señor residente en una ciudad europea, se emiten gases hacia la atmósfera.
Algo más lejos, un mosquito cargado de plasmodium, nacido de los barros
de unas inundaciones provocadas por el cambio climático de miles y miles
de 4x4, sorprende a otra señora, y vía malaria la elimina, porque ella no ha
podido llegar a ningún médico, era una campesina africana. ¿No es esto
anticooperación ambiental?

DESLOCALIZ
EPIDEMIAS

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Por todo esto, algunas ONG que tradicionalmente se han dedicado a
la erradicación de la pobreza del Tercer Mundo, actualmente redirigen sus
actuaciones hacia la actual crisis ambiental, convirtiéndose en activas orga-
nizaciones ecologistas. Afirman que la gente pobre es la que más sufrirá los
golpes del clima. Los pobres no tienen acceso a las redes de información
formal que los puedan alertar o informar: viven en las áreas más vulnerables,
en los cauces de los ríos, sobre tierras marginales.
Puede resultar absurdo calcular cuánto puede valer una muerte causada
por el cambio climático o la extinción de una especie, por ejemplo, pero en
ocasiones y con una finalidad demostrativa, se han otorgado valores mone-
tarios a la deuda ecológica asociada al calentamiento global o sea, a la «deuda
del carbono».13 La economista india J.K. Parikh hizo en el año 1995 una
primera estimación según la cual el Norte debería pagarle al Sur hasta esa
fecha unos 70.000 millones de dólares en concepto de emisión de gases de
efecto invernadero (1995). En todo caso, resulta útil para contra argumentar
la obligación de pagar el servicio de deuda externa sin tener en cuenta otras
obligaciones en sentido contrario.

Referencias
STERN, N. (2006), Stern Review Report on the Economics of Climate Change.
Londres: HM Treasury.
ICSTD (2006), Linking Trade, Climate Change and Energy. Ginebra: ICSTD
[http://ictsd.net/i/publications/10492].
LOHMANN, L. (2006), Carbon Trading: A Critical Conversation on Climate
Change, Privatisation and Power. Londres: Dag Hammarskjold Founda-
tion, Durban Group for Climate Justice y The Corner House.
www.ipcc.ch, www.unfccc.int.
Carbon Trade Watch del Transnational Institute: www.carbontradewatch.org

Exportación de residuos
«Creo que la lógica de almacenar los residuos tóxicos en las áreas más pobres
es impecable, y hace falta que lo afrontemos».
Larry Summers (1991, cuando era economista jefe y vicepresidente del
Banco Mundial, más tarde sería el secretario del tesoro de los EEUU, luego
presidió la Universidad de Harvard, y hoy es el jefe de los asesores económicos
de la administración Obama).

13. Sobre «deuda del carbono», véase ODG: www.odg.cat/es/inicio/enprofunditat/


plantilla_1.php?identif=70.

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El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP por sus
siglas en inglés) señala que cada año se producen en el mundo entre 300-500
millones de toneladas de substancias tóxicas. Los países industrializados ge-
neran la mayor parte. Oficialmente se reconoce que un 10% de estos tóxicos
son transportados con barcos fuera de las fronteras de donde se producen,
principalmente entre países OCDE. Pero en la medida que las leyes antitóxicos
han ido creciendo en países de bienestar, las compañías privadas han visto
que resulta mucho más rentable transportarlos a países del Sur.
Así el transporte de deshechos tóxicos Norte-Sur se disparó en las déca-
das de los setenta y ochenta. Los países empobrecidos y especialmente los
africanos, centroamericanos y los caribeños, fueron tentados entonces por
los suculentos ingresos de los exportadores de deshechos tóxicos. Al mismo
tiempo no disponían de tecnología ni de infraestructura, ni siquiera de ca-
pacidad institucional para tratarlos y depositarlos de forma segura.

Es conocido el ejemplo del barco carguero Khian Sea que, en 1986, zarpó al
mar en busca de un lugar donde poder abandonar 14.000 toneladas de ceniza
de plomo y cadmio. Estuvo cerca de 2 años en alta mar, durante los cuales
cambió dos veces de nombre y expulsó 4.000 toneladas de ceniza tóxica en
una playa de Haití, y las restantes 10.000 toneladas en algún lado entre el
canal de Suez y Singapur (Welsh Brown Chasek y Downie, 2006).

A mediados de los ochenta, se identifica el problema internacionalmente


(pese a las campañas negacionistas que rechazaban la toxicidad del DDT y
de otros productos14) y se inicia el proceso de creación de un régimen inter-
nacional para restringir el comercio de residuos tóxicos de la mano de los
países africanos, caribeños y del Pacífico que lo enfocan como una cara más
del neocolonialismo.15 El proceso cuenta con la oposición firme y continuada
de EEUU, a menudo acompañada por Japón, Australia y parte de los países
ricos, mientras que la UE lo apoya tras la presión del entonces potente mo-
vimiento ecologista europeo. Toma empuje con la adopción en 1989 de la
«Convención de Basilea» por el control de los movimientos transnacionales
de residuos tóxicos peligrosos y su eliminación, que entró en vigor el año
1992. Actualmente, hay 149 países que la han ratificado. Estados Unidos es
el único país del Centro que no lo ha hecho (ODG, 2002).

14. Véase por ejemplo, www.junkscience.com y las afirmaciones del «científico merce-
nario» Steven Milloy.
15. Al 1988 el Movimiento de los No Alineados exigía a los estados industrializados que
prohibieran la exportación de residuos en los países en desarrollo.

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Durante los años noventa y pese a esto, muchos de los receptores mundia-
les de los residuos tóxicos de los ricos tomaron rutas alternativas en función
de la voluntad política de los países por hacer cumplir la convención, el tipo
de residuo y de, hace falta decirlo, las campañas de incidencia ecologista:
desde las repúblicas ex-soviéticas por residuos nucleares; la India, Bangladesh,
Pakistán, China o Turquía como cementerios y desguaces de barcos; hasta los
residuos eléctricos y electrónicos, los denominados «e-residuos» derivados de
ordenadores, televisiones, teléfonos celulares muertos que en primera instancia
han ido a parar a la China y que tras fuertes campañas, hoy se dirigen de
nuevo al África, y especialmente al desguace en Nigeria.
Justo es decir que la actuación y los informes de ONG como por ejemplo
Basel Action Network (BANDO), Greenpeace o Toxics Link India16 han resul-
tado clave para que la opinión pública fuera consciente de lo que sucede en
la realidad y que es disimulado detrás de cortinas de humo. Una de las prin-
cipales cortinas de humo se ubica en la exportación de residuos electrónicos
aduciendo el envío solidario de material informático de segunda mano para
reciclar (véase el cuadro siguiente). Muchas ONG han caído en la trampa de
algunas empresas y gobiernos de contribuir a trasladar materiales electróni-
cos obsoletos que acaban como desechos peligrosos en descampados de los
suburbios de las ciudades africanas.
Pese a la existencia de la Convención de Basilea, destinada a obstaculizar
el comercio de residuos tóxicos desde el Norte hacia el Sur, se sabe que hay
una presión enorme y muchos incentivos para seguir exportando. Se debe
sobre todo a la toma de conciencia de la toxicidad de los «e-residuos», y por
lo tanto, del coste que se deriva de almacenarlos. Una vez se ha establecido
un precio por esta actividad, la lógica del mercado, tal y como afirmaba
Larry Summers, conduce a exportarlos allá donde no haya normativas
ambientales, o sea improbable que las apliquen. Si se añade un completo
desinterés a la hora de frenar la salida por parte de los estados exportadores
como la UE o Japón que han firmado la Convención de Basilea (o de los
que como EEUU no la han firmado y presentan una carencia patética de
controles de exportación), el resultado es que muchas «zanahorias» promo-

16. Un informe de Greenpeace con gran trascendencia internacional fue The International
Trade in Wastes: A Greenpeace inventory, 5th ed. (Washington DC, 1990), o The International
Trade in Wastes: Database of Known Hazardous Waste Exports from OECD to Non-OECD Countries:
1989-1994. En este último se demuestra como buena parte de los barcos que oficialmente
transportaban sustancias tóxicas calificables de «reciclables», o tan sólo abandonaban las sus-
tancias sin que finalmente fuesen recicladas, o bien los residuos tóxicos que cargaban no eran
reciclables. De la misma manera, informes como The exporting harm: The High-Tech Trashing of
Asia (BAN & Silicon Valley Toxics Coalition, 2002) tuvieron fuerte repercusión sobre las decisiones
del Gobierno chino en poner fin a las importaciones de los e-residuos de EUA.

171

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viendo la exportación de residuos y pocos «palos» previniéndolo» (Puckett,
2005). Además, por si fuera poco, el transporte de residuos eléctricos y
electrónicos se puede llevar a cabo cumpliendo la propia Convención de
Basilea ya que tiene algunas carencias legales, como la clasificación no
exhaustiva de los residuos peligrosos: por ejemplo, los residuos eléctricos
y electrónicos, que no han sido incorporados a la lista debido a la presión
de Estados Unidos.

E-excrementos para Nigeria

Los «e-excrementos» van en aumento. Entre los residuos tóxicos que exporta
el Norte destacan cada vez más los derivados del enorme contingente de
ordenadores, pantallas de televisión, teléfonos celulares y resto de material
electrónico que al llegar al final de su vida útil se convierten en un problema.
En 2002, el número total de ordenadores personales en el mundo era de
500 millones. En EEUU, cuna del hiperconsumo, se les da una vida de entre
3-4 años. Hagan cuentas.
Pero, ¿qué hay de tóxico en un ordenador? Los tubos catódicos de los
monitores clásicos —por ejemplo— esconden un «regalo tóxico» de entre
2-4kg de plomo, además de fósforo, bario y cromo hexavalente, todos ellos
metales tóxicos. En otros componentes se encuentra cadmio, mercurio, berilio,
etc. Se estima que cada europeo produce por término medio anual unos 14kg
de «e-excrementos» que han de ir a parar a alguna parte. En EEUU las cifras
son todavía más altas: unos 100 millones de unidades (ordenadores o TV)
quedan anualmente obsoletas, y la cifra se estima que suba a los 400 millones
durante esta década. ¿A dónde van a parar todos estos e-excrementos? ¿Qué
pasa en el otro lado del mundo?
Dos investigaciones hechas en China y en Nigeria17 confirmaban la otra
cara de la moneda. Se trata de casos que se repiten en la India, Pakistán,
Malasia, Filipinas, Vietnam, Europa del Este y el resto de África. En Nigeria,
en el puerto de Lagos, cada mes llegan en barco unos 500 contenedores
procedentes de Norteamérica y Europa, cada uno de los cuales transporta
unos 800 ordenadores obsoletos y otros artefactos electrónicos.
Pese a que a veces se utiliza el argumento de «ordenadores de segunda
mano» que ayudarán a superar la brecha digital entre países ricos y países
pobres, la verdad es que hay motivos para creer que prevalezca la necesidad
de sacarse los e-excrementos tóxicos de encima, a través de una solución lo
más barata y rápida posible. Entre los motivos no sólo destaca el peso del

17. Puckett y Smith (2002) analizan el caso del puerto de Tzou y Puckett (2005) aquel del
puerto de Lagos. Ambos estudios han sido realizados por el Basel Action Network (BAN).

172

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fenómeno,18 sino que el 75% del material enviado resulte inutilizable. Podrían
testarlo antes de enviarlo y ahorrarse tres cuartas partes de la mercancía. Pero
como dice el informe, en lugar de crear puentes para cerrar la rendija digital,
lo que se consigue es abrir puentes para transferir basura digital. ¿Qué se
hace con los e-excrementos?
Las operaciones de reciclaje y disposición final son realizadas en unas
condiciones extremadamente peligrosas para la salud humana. A menudo
se incineran los plásticos al aire libre, se crean piscinas de ácidos para apro-
vechar metales y se vierte incontroladamente la escoria resultante en áreas
rurales. Los efectos sobre la salud suelen desconocerse por la población que
los manipula y todavía menos por quien debe convivir sin ni siquiera recibir
ninguna moneda para reciclar los e-excrementos del Norte. Los hábitos de
consumo del Norte junto con la sed de lucro y la falta de escrúpulos de las
empresas y los gobiernos que lo permiten, son los verdaderos responsables
de este tipo de anticooperación ambiental.

Referencias
Greenpeace: www.greenpeace.org.
The Basel Action Network: www.ban.org.

Interferencias ambientales de la biopiratería


Aunque de peso mucho menor a los anteriores, la biopiratería —otra de las
dimensiones de la deuda ecológica— constituye un mecanismo de antico-
operación impulsado por compañías farmacéuticas, biotecnológicas y uni-
versidades sobre los conocimientos tradicionales de comunidades indígenas
o campesinas. Este mecanismo de anticooperación también ha sido citado
en la anticooperación comercial. Consiste en que los primeros patenten, y
por lo tanto, se apropien intelectualmente de los conocimientos ancestrales
relacionados con semillas, plantas medicinales y otras plantas. Se trata de
una sabiduría que ha sido fruto de la observación, la experimentación y
transmisión entre generaciones indígenas y campesinas. Aunque el precio de
las patentes es alto, estas compañías —cuando los estados aceptan las reglas
de juego de los países tecnológicos— reciben importantes royalties por un
conocimiento que no es suyo.
La biopiratería es una aberración inconcebible si antes no se hubiera
introducido la posibilidad de privatizar el conocimiento, de patentarlo, tal y

18. Aproximadamente un 80% de los aparatos eléctricos y electrónicos recogidos para


reciclar en Estados Unidos no son tratados en el mismo país.

173

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como lo destacamos en el ámbito de la anticooperación comercial. Consiste en
que se puede ser propietario de una fórmula si se es el primero en patentarla,
o modificarla. No importe si ese conocimiento conviene socializarlo por el
bien de la sociedad o no es propio. La presión de compañías transnacionales
y de los gobiernos industrializados ha hecho posible el régimen de propiedad
intelectual necesario para la biopiratería. Por tanto, se hace difícil abolir la
biopiratería si se mantiene dicho régimen.
In situ, la manera en que se aborda dicho «robo» consiste habitualmente
en la infiltración de antropólogos o biólogos en comunidades donde se man-
tiene el conocimiento tradicional, por ejemplo, comunidades indígenas que
recogen minuciosamente los detalles de las plantas que consiguen recoger y
cuyo conocimiento fue logrado en miles de años a través de sus chamanes.

¿Robando los frijoles amarillos mexicanos?


¿O reinventándolos?19

En el año 1994 Larry Proctor, propietario de una pequeña empresa de


semillas y presidente de POD-NERS, LCC compró un paquete de semillas
comerciales de frijoles a Sonora, México, y se las llevó a Estados Unidos.
Del paquete, que contenía una mezcla de varios tipos de frijol, seleccionó
los amarillos, los plantó y los dejó autofecundarse. Posteriormente, Proctor
seleccionó semillas de varias generaciones de las mismas plantas, hasta que
consiguió aquello que describe como una «población uniforme y estable»
de frijol amarillo. En noviembre de 1996, solicitó la patente. En diciembre de
1999, armado con el certificado de derechos de autor y la patente, Proctor
inició una acción judicial contra dos empresas que compraban frijol amari-
llo de productores mexicanos y los vendían a EEUU, alegando que estaban
realizando infracciones contra su patente monopólica. POD-NERS pide que
se le pague, en concepto de regalías, seis centavos de dólar por cada libra
de frijol amarillo que entre de México a los EEUU. Los frijoles son la fuente
principal de proteínas vegetales consumidas por los mexicanos y uno de
los alimentos básicos de México. Los frijoles azufrados amarillos son muy
populares en la región norte-este y, según los datos, son consumidos por
un 98% de la población.

Todos estos mecanismos e interferencias se resumen en el cuadro de la


página siguiente.

19. Extraído del apartado sobre deuda ecológica de ODG, www.odg.cat (1/4/07).

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ANTICOOPERACIÓN AMBIENTAL
(INTERFERENCIAS SOBRE LOS ECOSISTEMAS)

Resultado Interferencias, Sur Mecanismos Origen Interferencias, Norte


(impactos) transmisores (fuerzas originarias)

• Extranjerización del uso • Importaciones • Lucro (reproducción del


de la tierra (pérdida de • Emisiones de Gases de capital) (*)
soberanía alimentaria) (*) efecto invernadero • Producción (*)
• Cambio Climático • IDE • Consumo
• Biopiratería • Exportaciones de • Políticas públicas de
• Asunción de pasivos residuos, de especies internacionalización.
ambientales y sociales exóticas...(*) • Lógica electoral (*)
(contaminación, defo- • Propiedad intelectual
restación, pérdida de • Ofensivas militares (*)
biodiversidad, salud, etc.)
de origen externo.

(*) Se describirán o ampliarán en otros capítulos.

El esquema siguiente ilustra el encadenamiento de causas y efectos que


han sido descritos en este capítulo desde la perspectiva ambiental.

INVERSIÓN
EXTRANJERA PASIVOS
N AMBIENTALES
LUCRO N Y SOCIALES
(rendimiento S
capital)

RESIDUOS
PRODUCCIÓN (N+S)
N

EROSIÓN REC
GENÉTICOS Y
IMPORTACIONES
BIOPIRATERÍA
para el
CONSUMO N EXPORTACIONES
N para el
S ABSORCIÓN
REC.
NATURALES
del S

EMISIÓN
de GASES
N

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IX. ANTICOOPERACIÓN DIPLOMÁTICA

Denominamos anticooperación diplomática a las actuaciones de funcionarios


de embajadas o de organismos internacionales de estados del Norte que,
respondiendo a las órdenes de sus gobiernos, perjudican a las poblaciones
del Sur.
Tanto el diplomático de carrera como el funcionario, incluso el becario,
que operan en una embajada cumplen una función que tiene que ver con «la
defensa de los intereses» de su Estado en el exterior. Puede tratarse de intere-
ses empresariales en la región (inversión, comercio, información), intereses
relacionados con potenciales amenazas a la seguridad nacional (terrorismo,
narcotráfico, disidencia en el exilio, conflicto internacional, etc.), de con-
tención de la inmigración, de protección de los conciudadanos expatriados
y sus propiedades, de cooperación al desarrollo, de promoción de la cultura
o de la marca país, etc. Estos intereses pueden resultar cooperativos, es decir
en beneficio mutuo, o al contrario, anticooperativos.
Los diplomáticos, los funcionarios y becarios en general que, en cambio,
operan en un organismo internacional, responden a los objetivos de este orga-
nismo y, a la vez, a los gobiernos que representan. Efectivamente, los organis-
mos internacionales están dirigidos por gobiernos pese a que puedan tener una
inercia burocrática propia y una apariencia neutral. Así estos gobiernos, aún
cuando deben respetar mínimamente los estatutos del organismo, negocian
y planifican cuánta presencia de funcionarios y consultores nacionales y qué
influencia nacional podrán tener dentro del organismo. Delante de temas
de interés nacional, presionan para no perder ventaja estratégica. Quien más
capital aporta a los bancos de desarrollo (como por ejemplo EEUU al Banco
Mundial) más opción suele tener de colocar a «sus hombres y mujeres», dis-
pone de mayor influencia y de más posibilidades de favorecer a sus empresas
en los contratos de proyectos y megaproyectos que estas instituciones llevan

177

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a cabo en cualquier parte del mundo. A este fenómeno se le denomina «re-
torno» de la contribución multilateral.
Lo desigual de dicha capacidad de influencia entre los países del Norte y
los del Sur termina incrementando las desigualdades Norte-Sur. Muestra de
ello es la gran desigualdad entre las delegaciones que negocian importantes
acuerdos. Un tercio de los países considerados en vías de desarrollo no tie-
nen delegación permanente en Ginebra ante la OMC (es decir 0 personas).
Mientras que los países del Quad (EEUU, UE, Canadá y Japón) tienen de
media a 17 personas en las oficinas de la OMC (Jawara & Kwa, 2004). A
su vez, aquella desigualdad en la capacidad de influir se utiliza en la toma
de decisiones internacionales en ocasiones en contra de los intereses de las
mayorías sociales del Sur Global, razón por la cual puede ser considerada
de anticooperación. Ejemplos como el apoyo de ciertas embajadas a golpes
de estado en países del Sur, las prebendas a funcionarios locales, el boicot a
ciertas opciones democráticas, o a ciertos acuerdos internacionales como el
Protocolo de Kioto forman parte de la anticooperación diplomática.
En definitiva, la diplomacia es clave no sólo para conseguir tener influen-
cia política exterior o por cuestiones de seguridad, sino como veremos, para
la expansión internacional de las empresas de bandera propia.

Objetivo número 1 de la política exterior: diplomacia empresarial


En tiempos de estabilidad, hay una concepción dominante y compartida
de lo que debe ser el objetivo primordial de la política exterior de un país.
Parte de la idea que cuanto más internacionalizada esté la economía de
un país, más crecerá; y consecuentemente, de mayor bienestar económico
disfrutaran sus conciudadanos. Por lo tanto, se buscará atraer inversiones
del exterior, se intentará hacer crecer las operaciones comerciales interna-
cionales, pero sobre todo, se perseguirá que las multinacionales de capital
local copen tantos mercados extranjeros como sea posible. Es la política
de las grandes transnacionales operando en el exterior, los denominados
«campeones nacionales». Pero también de las pequeñas y medianas empresas
(PyME) que invierten en el exterior. Desde esta perspectiva no se deberán
ahorrar esfuerzos en ayudar con recursos públicos a las empresas si es con
la intención de que puedan hacer frente a la competencia internacional
con todas las ventajas posibles. Efectivamente, el Estado subvenciona al
sector privado, en contra del propio discurso neoliberal. De todo ello se
desprende que tanto empresas como la mayoría de estados entienden que la
presencia empresarial y la influencia geopolítica de un determinado Estado
se retroalimentan.
En suma, la política exterior de un país pasará por priorizar el apoyo
a las empresas en el exterior. El cuerpo diplomático hará lo propio. La

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diplomacia se convierte entonces en «diplomacia empresarial». El resto de
asuntos exteriores como por ejemplo la promoción cultural, la inmigración
o la seguridad, tendrán una relevancia variable en función del caso, pese a
que con frecuencia y cuando no estén bajo control del Estado, se supedita-
rán a los intereses empresariales. He aquí una ley de hierro de las relaciones
internacionales actuales.

Las embajadas y otros tentáculos bilaterales


Las embajadas no son más que los dedos gordos de la política exterior de
un país. Sólo hacen lo que «los pies», generalmente el Ministerio de Asun-
tos Exteriores y el de Economía y Comercio, les permiten. Estos dedos
gordos se colocan allá donde hay mayores intereses geoestratégicos, prin-
cipalmente económicos, pero también relativos a inmigración, seguridad,
etc.; por ejemplo, cerca de los gobiernos de los países suministradores de
hidrocarburos, de minerales o de trabajadores inmigrantes. No importa en
la práctica si se trata de democracias o no. Pero junto a los dedos gordos,
hay dedos pequeños.
Nos referimos a las oficinas comerciales, las oficinas de cooperación al
desarrollo y los institutos culturales, lingüísticos o escuelas. En el caso de
Estados Unidos (y en menor medida Francia y Reino Unido) hace falta añadir
las bases militares. En el caso español encontramos que en casi cada país de
Latinoamérica y del Norte de África existe una embajada, algún consulado,
varias oficinas técnicas de comercio (OTC), oficinas de la Agencia Española de
Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y finalmente, Institutos
Cervantes o Casas de España. Todos ellos soportados con dinero público
español y, por lo general, bien coordinados.
Coordinado por las sedes de los ministerios desde las respectivas capita-
les de cada país, este sistema de oficinas externas, son las que canalizan los
diversos instrumentos bilaterales. Desde créditos condicionados y pólizas
de seguros a créditos a la exportación o a la inversión, hasta donaciones
discrecionales. Estos instrumentos vehiculados desde estas oficinas son los
que, como veremos, pueden interferir muy negativamente en la soberanía y
el buen vivir de una determinada comunidad. Además, la importancia de las
embajadas es proporcional al peso de los instrumentos y de los recursos de
los que disponen. Así, en América Latina las embajadas más importantes han
sido tradicionalmente la norteamericana, que se ha inmiscuido en todo tipo
de asuntos internos de los países periféricos, hasta el punto de ser determi-
nantes para el éxito de una determinada opción política. En segundo lugar,
y con un orden variable en función del caso, han sido las embajadas como
la española, japonesa, de Naciones Unidas, de la UE, rusa y últimamente la
china. La embajada de Naciones Unidas resulta muy relevante cuando el

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país es muy empobrecido y pequeño, dado que la componente de ayuda
internacional es comparativamente superior a la de comercio o inversiones.
En estos casos suele ocupar la segunda posición en el ranking de importancia
política, después de la Embajada de EEUU.

¿Gobierno global? ¿Quién hace qué en los organismos


internacionales?
Tal vez como algunos autores afirman, «el poder sobre los estados del Tercer
Mundo se transmite mucho menos por vías bilaterales que mediante la reor-
ganización supranacional de las reglas del juego» (Dale, 1999). El multilatera-
lismo ha sido la vía preferida para imponer condiciones al Sur especialmente
durante los años ochenta y noventa. La tendencia ha cambiado ligeramente
con la subida al poder de los neoconservadores en EEUU y el renacimiento
del unilateralismo, aunque justamente hayan demostrado cuán más eficiente
es el multilateralismo. De ahí la relevancia del cuerpo de funcionarios in-
ternacionales, cuyas dotes diplomáticas al fin y al cabo también obedecen a
intereses nacionales o corporativos particulares.
Desde el punto de vista de la anticooperación, sin entrar a analizar aquí las
reglas del juego, lo que nos interesa es qué función cumple cada organismo en el
gobierno global, así como quién conduce los diferentes organismos. Debemos
considerar que esta arquitectura institucional global instaurada de forma no
democrática, repercute a modo top -down sobre toda la población mundial,
en especial la del Sur. Desciende de forma sutil pero implacable. Sutil porque
¿quién, desde una fabela, puede estudiar economía política y comprender la
lógica estructural de las instituciones financieras internacionales (qué son, qué
hacen, qué dicen, qué hacen...)?; e implacable, porque detrás de las condiciones
impuestas a los gobiernos por este tipo de organismos supranacionales se han
destruido muchas de las paredes que quedaban para proteger la población del
Sur de los tsunamis corporativos internos y externos.
Exponemos un caso documentado en que se demuestra cómo la volun-
tad de un grupo de interés central se acaba imponiendo en un país del Sur
utilizando la vía diplomática de las instituciones multilaterales.

Interferencias españolas a los argentinos a través


del Fondo Monetario Internacional (FMI)

En diciembre de 2001 el Gobierno argentino decretaba el «Corralito», ante


una estrepitosa crisis financiera como las descritas en el capítulo anterior.
Argentina había entrado en default. A pesar de haber sido uno de los mejores
alumnos del FMI, ya no era capaz de hacer frente a su enorme deuda externa.

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Grandes sumas de dinero habían abandonado el país, fugadas a través de los
grandes bancos y la oligarquía bien informada. De golpe, el peso argentino
pasaba, de un día para otro, de valer 1 dólar a valer cerca de 4 veces me-
nos. A raíz de ello, una de las primeras consecuencias fue que la economía
quedaba completamente desgarbada. Ni los bancos ni el Estado argentino
parecían tener fondos para pagar lo que debían a los «ahorristas» de clase
media. Por otra parte, las empresas que cobraban sus servicios en pesos y
que a la vez debían comprar suministros fuera del país o rendir cuentas por
formar parte de estructuras transnacionales, vieron reducidos sus ingresos
en una proporción cercana al 4:1. Es el caso de las eléctricas, telefónicas o
compañías de agua y gas, que habían sido privatizadas por Menem a favor
de transnacionales europeas, principalmente españolas. Justamente es aquí
donde la alianza entre transnacionales españolas afectadas y el Gobierno de
Aznar se unieron para hacer presión por la vía más eficaz: a través del FMI,
quien negoció el default con el Gobierno argentino.
Según el Centro de Estudios Legales y Sociales argentino:
Previo a la firma del acuerdo entre la Argentina y el FMI en septiembre de
2003, los países europeos del G-7 cuyas empresas tienen mayor presencia
en las privatizadas exigían un cronograma concreto de aumentos. España,
que no forma parte del G-7 pero que en la negociación anterior jugó en
favor de Argentina, en ese momento estaba junto a Francia, en el grupo
de los que ejercen mayor presión. (...) De este modo, la pulseada con el
FMI derivó en que «tras más de dos años con las tarifas ‘congeladas’ en
pesos devaluados, las empresas eléctricas y de gas, entre las que figuran
Repsol YPF, Edesur (filial de Endesa) y Gas Natural, lograron una subida
de precios». «La medida se produce después de una prolongada secuen-
cia de tensos enfrentamientos entre las compañías de servicios públicos
privatizados y el Ejecutivo. En medio de la discusión intervino el Fondo
Monetario Internacional (FMI), que había exigido una actualización de
las tarifas —a las que hizo mención expresa en el último acuerdo con
Argentina— desde hace más de un año.20

¿Quién gobierna el mundo?


En el siguiente cuadro se distingue el conjunto de las principales instituciones
multilaterales en el ámbito de la anticooperación diplomática. Han sido ca-
racterizadas a partir de tres preguntas clave: ¿Para qué sirven? ¿Cómo afectan
a las poblaciones del Sur? y ¿quién las dirige?

20. Véase: Investigación del CELS de Buenos Aires en ODG (2004a).

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Organismo Función y tipos de anticooperación21 ¿Quién manda?

Banco Otorga créditos a gobiernos y empresas Estructura accionarial a través


Mundial para la realización de megaproyectos de una Junta de Directores.
de «desarrollo» en los países del Sur. Quienes paga manda. El
También financia el ajuste estructural mayor accionista es EEUU
de las administraciones periféricas, y Los directores suelen ser los
proyectos productivos que impliquen la ministros de Economía o los
reestructuración de la economía hacia la directores de los bancos cen-
exportación. Es el principal think tank en trales de los países accionis-
temas de desarrollo capitalista. Y la cara tas. Los mercados financieros
amable de las instituciones financieras financian en un 80% a través
internacionales. Sigue al pie de la letra las de la compra de bonos, los
instrucciones de Washington y las viste de gobiernos el 20%, importe
indispensable condición para el desarrollo. que sirve para garantizar
los bonos. Tiene la sede en
En el Grupo del Banco Mundial se dis- Washington.
pone de mecanismos que son utilizados
por las transnacionales para demandar
a los gobiernos en los casos en los
cuales las políticas nacionales amena-
zan sus intereses, tales como el Centro
Internacional de Arreglo de Diferencias
Relativas a Inversiones (CIADI).
Bancos Funcionan de manera análoga al Banco Idéntica a la del BM. Sólo hay
regionales Mundial financiando megaproyectos que ver dónde tiene su sede.
de desarrollo como grandes presas, el ajuste estruc- La del BID está, por ejemplo, a
(BID, BAD, BafD, tural y emitiendo estudios y recomenda- 200 m de la del BM y a 300 m
BCIE, CAF, etc.) ciones a los gobiernos, pero circunscri- de la Casa Blanca.
biendo su actuación en subregiones (el
BID en América Latina, el BAD en Asia,
el BafD en África, el BCIE en Centro-
américa, etc.). Orientación ultra-liberal,
incluso más que el propio BM.
FMI Director de orquestra de la comunidad Idéntica a la del BM. Tiene
financiera. Si el Fondo dice que un la sede a 20 m de la del BM,
país no puede recibir nuevos créditos o también en la ciudad de
renegociar su deuda, la comunidad de Washington, DC.
prestamistas internacional (públicos y
privados), permanece en silencio. Es de
orientación ultraliberal.
Tradicionalmente se le conoce como Es evidente en todos sus
previsor de potenciales crisis financieras, movimientos la obediencia a
pero en los años ochenta, durante la Washington, y en segundo
Crisis de la Deuda, fue rescatado de un lugar, a la UE y Japón. Y dentro
cierto olvido para convertirlo en un eficaz de estos, a los intereses cor-
«policía malo» multilateral, que consi- porativos privados.
gue obligar a los países a privatizarse y
ajustarse. En esta función ha substituido
durante los años noventa a la embajada
de EEUU. Por lo menos a los ojos de la
prensa de los países del Sur.

21. Sólo consideramos aquí las funciones relacionadas con las desigualdades Norte-Sur.

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OMC Su objetivo es el crecimiento del Las decisiones se toman por
comercio mundial. Tiene la capacidad consenso (aparentemente). La
de interferir en distintas áreas diferencia entre las capacida-
estratégicas, tanto del Norte como des de las delegaciones nego-
del Sur, por lo que es cuestionada por ciadoras de las grandes poten-
una gran variedad de movimientos cias y los pequeños países, la
sociales del Norte y el Sur. En especial marginación sistemática de los
por sus impactos sobre la alimentación, pequeños en las reuniones, la
la agricultura, la salud, el ambiente o impresionante incidencia de
la cultura tradicional. Divide sus áreas los lobbies empresariales...
de negociación en agricultura, NAMA reproducen las asimetrías
(mercancías industriales o no agrícolas, presentes al BM o el FMI.
como la pesca o textiles), servicios,
propiedad intelectual e inversiones. Des- Sede en Ginebra.
tacan acuerdos como el AsA, el ADPIC o
el AGCS.

Asamblea Es una suerte de asamblea mundial. Un país equivale a un voto


de Naciones Hoy la institución global más democráti- (computan igual Andorra que
Unidas ca que existe. Es heredera de la Liga de la India).
Naciones que fue fundada para
evitar nuevas guerras poco después de Tiene la sede en Nueva York.
la Segunda Guerra Mundial. Nace, por El poder real está en manos
lo tanto, del liberalismo internacional de los 5 países que forman el
que cree en la cooperación entre los Consejo de Seguridad.
pueblos. Su poder es muy relativo, y se
ubica más en ofrecer legitimidad a las
decisiones, a partir de soluciones de
consenso.

Consejo de Tiene derecho a bloquear cualquier Formado por los «ganadores»


Seguridad decisión que considere ofensiva o des- de la Segunda Guerra Mundial
de la ONU acertada. Generalmente se (EEUU, Reino Unido, Francia,
utiliza para defender los intereses Rusia y China). Hay además
nacionales de sus miembros y el status miembros no permanentes,
quo. Ahora se le considera desfasado, rotativos, elegidos por las
paralizador y antidemocrático. regiones periféricas. Sede en
Destacan la postura estadounidense Nueva York.
alrededor de las sanciones a Israel, o
aquella de Rusia ante el caso checheno,
por ejemplo.

Agencias del Se distribuyen los temas y tienen una Sedes repartidas por capitales
sistema de la orientación progresista generalmente como Roma, París, Addis
ONU concentrada en el desarrollo humano y Abebba, Nueva York...
(PNUD, FAO, las necesidades humanas, además del
OMS, UNCTAD, crecimiento económico. Sus informes y
UNICEF...) bases de datos son útiles en el campo
del estado del mundo a nivel social y
ambiental.

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OCDE Reúne a los 22 países supuestamente Sede en París. Sus pocas
más industrializados, entre los que se competencias no hacen que
incluye México pero no a China. Es otra sea una arena muy propensa
de las instituciones construidas para para intentarla controlar exce-
mantener el status quo internacional sivamente.
(incluidos los desequilibrios Norte-Sur)
y dinamizar la globalización capitalista.
La OCDE produce inteligencia sobre
política económica desde la perspectiva
de los países ricos. Y define autorregu-
laciones como por ejemplo el «Consen-
so OCDE» que limita la ayuda pública
a las empresas nacionales. Destaca el
CAD (Comité de Ayuda al Desarrollo)
que establece las características de
calidad de la Ayuda Oficial al Desarrollo
de sus países.

G8 Hace de «jefe» de la comunidad Poder proporcional al que


internacional. Está formada por los 8 cada uno de los países
países más poderosos. Sus directrices percibe de sí mismo y de los
acordadas en sus reuniones anuales, otros dentro del equilibrio
se transmiten inmediatamente como de fuerzas. En la actual fase
órdenes a las otras organizaciones unipolar, el peso principal lo
internacionales como el FMI, la OCDE, la tiene EEUU.
OTAN o la OMC. No tiene sede.

OTAN El brazo militar de los países occiden- Liderado por EEUU y su


tales. Se ha ido expandiendo hacia superioridad militar despropor-
el este, no sin la oposición rusa. Los cionada. Destacamos también
desacuerdos sobre la ocupación de Francia y el Reino Unido.
Iraq y el unilateralismo de EEUU la han Sede en Bruselas.
debilitado.

Fuente: www.odg.cat.

El tridente abrelatas: FMI, BM y OMC. Anticooperación multilateral


Tres de los organismos considerados en el anterior apartado han sido foco
principal de las campañas de muchas organizaciones sociales dedicadas al desa-
rrollo, la justicia social y ambiental global desde mediados de los noventa.
Desde que el FMI y el BM fueran creados en la Cumbre de Bretton
Woods (1944), y algo más tarde el GATT (precursor de la OMC) en 1947,
sus objetivos respectivos han ido cambiando de forma ostensible. El Banco
Mundial originariamente estaba destinado a financiar y dirigir la reconstruc-
ción de la Europa de la Pos Guerra. No obstante, años después, durante la
Guerra Fría, se convirtió en un elefante blanco dirigido por Estados Unidos
(vía accionariado y su exclusivo derecho de veto previsto en sus estatutos).

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Su existencia sirvió para financiar la expansión del capitalismo en dirección
a las ex colonias que progresivamente iban emancipándose de sus metró-
polis e integrándose por la puerta de atrás al mercado globalizado. En las
dos últimas décadas de la Guerra Fría, cuando McNamara (1969-1980)
toma las riendas del banco y más adelante con el estallido de la Crisis de la
Deuda en México (1982), el Banco Mundial sería revitalizado. Durante los
setenta, el banco prestaría a discreción, financiando la revolución verde en
América Latina, Asia y parte de África, y apoyando a los regímenes favora-
bles a Wahington —como el dictador Mobutu en el Zaire por ejemplo—,
en un contexto de Guerra Fría. Cuando la hora de pagar aquellos créditos
llegó, allá en los ochenta, se lo transformó de nuevo en una suerte de
«gran grifo», esta vez de los nuevos créditos para los países arruinados por
la deuda. Mediante un simple giro en la llave de paso los podría obligar a
liberalizar y privatizar sus economías. Y así hizo. Se trataba de garantizar la
entrada masiva de transnacionales norteamericanas, europeas y japonesas
en las economías de los países emergentes, por entonces, muy protegidos
por las políticas de industrialización por sustitución de importaciones. El
BM, además, se convertiría en el principal think tank donde se prescribirían
una serie de «pócimas mágicas» para encaminar a los «países en vías de
desarrollo» hacia la senda de los países ricos.
El FMI, por su lado, fue creado para evitar las inestabilidades financieras
que originaron el Crack del 29 y que arrasaron con diversas economías
centrales, especialmente la estadounidense durante los años precedentes
a la Segunda Guerra Mundial. Se entendió por entonces que la excesiva
desregulación financiera había conducido a ese fatal resultado, por lo que
debía crearse una instancia internacional que previniese las cíclicas crisis
financieras. Apagar incendios financieros con «consejos» y con préstamos
cuando éstos fueran necesarios para equilibrar balanzas de pagos fuera de
órbita. Sin embargo, el FMI, también controlado por Estados Unidos, se
convertiría con el tiempo en el principal «abrelatas» de los países del Sur,
para el capitalismo transnacional de origen central. El FMI mutó a partir de
los ochenta con la reconstitución de la derecha en el Norte de la mano del
ultraneoliberalismo de Thatcher y Reagan (Kissinger y Baker), convirtién-
dose en el director de orquesta de la comunidad de prestamistas y acreedores
internacionales (principalmente bancos centrales y banca privada del Norte
más el BM). ¿Cómo? Establecería cuándo un país del Sur (generalmente
sobreendeudado por créditos ilegítimos) debería tener acceso o no a nueva
financiación internacional o a una reprogramación de sus condiciones. Su
poder sobre cada país empobrecido crecería cuanto más endeudado estu-
viera éste. Y el BM jamás concedería ningún nuevo crédito, ningún alivio,
si el FMI no lo autorizara. Desde los ochenta hasta la fecha, el delegado del
FMI se convertiría en «el malo de la película» a ojos de la prensa nacional,

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en substitución del embajador norteamericano que solía interpretar antes
dicho papel público.22
¿Y qué tipo de condiciones impondría el FMI a los estados con necesidad
de financiamiento internacional? Obviamente los preescritos por el Consenso
de Washington: neoliberalismo en esencia pura para el Sur con privatizaciones
extremas, liberalización comercial, medidas de estabilización y desprotección
de la economía nacional para atraer inversión extranjera (aunque sólo fuera
en forma de adquisiciones de todo lo privatizado).
Finalmente, la OMC tendría como fin, ya desde su creación en 1995, la
implantación a nivel mundial del libre comercio a través principalmente de
la modificación de los sistemas normativos nacionales. A lo largo de diversas
rondas de negociación plurilateral, y dividiendo en sucesivos acuerdos distin-
tos niveles de mercancías, servicios y propiedad sobre conocimiento, la OMC
se encargaría de promover un aumento en el peso del comercio internacional.
No obstante, la falta de capacidad o conocimiento de algunas delegaciones de
países del Sur primero, y segundo, las fuertes presiones, trapicheos y negocia-
ciones varias fuera de bastidores, conseguirían un nefasto resultado en térmi-
nos de protección y acceso a mercados por parte de los países empobrecidos.
Por el contrario, se obtendrían unas condiciones cada vez más ventajosas para
las todavía muy protegidas economías europea, japonesa y norteamericana.
Así pues, las desigualdades Norte-Sur se transmitirían de forma nítida en la
toma de decisiones de los organismos internacionales multilaterales. Cuan-
do las negociaciones multilaterales en la OMC no avanzan lo suficiente o se
vuelven demasiado lentas, los gobiernos del Norte prefieren tejer Tratados
de Libre Comercio (TLC) regionales (NAFTA, CAFTA, Acuerdo de asociación
Euromediterránea...) proyectándolos —por supuesto— sobre regiones con
los recursos que más necesitan, aunque no solamente. Si éstos tampoco pros-
peraran, lo intentarían con los TLC bilaterales, país a país. Pero siempre con
la premisa de que lo multilateral es más eficiente que lo bilateral.
Deuda, comercio y crédito han sido utilizados como «abrelatas geopolíti-
co» de las ya de por sí débiles economías periféricas. El capital transnacional
de origen central, acompañado de la fuerza de sus gobiernos, utilizaría al
tridente multilateral formado por el BM, el FMI y la OMC. ¿El objetivo final?
Fagocitar, por un lado, las propiedades públicas antes en manos de los esta-
dos periféricos, o dicho de otro modo, crecer hacia la periferia;23 por el otro,

22. Aunque hoy después de la nueva gran crisis financiera global originada en el shadow
banking del sector bancario anglosajón (así como del fracaso de sus prescripciones), la institución
se encuentra de nuevo en uno de sus momentos más bajos de su historia.
23. Compañías estatales de petróleo, de electricidad, de telecomunicaciones, de agua, de
correo, etc. Pero también tierras estatales, yacimientos minerales, bosques... todo lo susceptible
de ser privatizado.

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poner toda clase de facilidades a las transnacionales centrales en sus activi-
dades de chupado de materias primas y producción industrial deslocalizada.
Y finalmente, la creación de un marco normativo óptimo para el mercadeo
Sur-Norte de esos mismos bienes y servicios procedentes del Sur. Eso es,
anticooperación multilateral.
Sin embargo, por muy abierta y dispuesta que esté una economía peri-
férica y por eficaz que sean aquellas tres instituciones, no hay modo de que
sus commodities puedan ser rentables a los importadores si en aquel rincón
de periferia planetaria no existen buenas carreteras o puertos que miren hacia
el Norte.
Fue por esa razón que se le diera al BM otra función clave. Se trataría de
financiar, diseñar y conducir mediante sus diplomáticos y funcionarios estra-
tegas internacionales una inmensa red de infraestructuras a lo largo y ancho
de los países periféricos con el fin de poder extraer, producir y trasladar todas
aquellas mercancías que le serían necesarias al metabolismo socioeconómico
de los países ricos. Ya consideramos en el caso de la anticooperación tecno-
productiva en qué sentido esta red interfiere negativamente en los países del
Sur. El coste de las infraestructuras para el «desarrollo» de aquellos países iría
a cargo de su propia deuda externa. Cabe subrayar que la estrategia multilate-
ral diseñada por la diplomacia de las grandes potencias capitalistas resultaba
mucho más eficaz que cualquier suma de iniciativas bilaterales. No obstante,
la multilateralidad suele tener un carácter aparentemente democrático, debido
a la presencia de varios países.
En definitiva, el ejército de diplomáticos, funcionarios internacionales e
instituciones dedicadas a la acción exterior y a las grandes decisiones inter-
nacionales son clave para entender la transmisión e imposición de intereses
corporativos de ciertos grupos sociales sobre las pobres y disgregadas mayo-
rías del Sur Global. Su papel se vincula con la mayoría de mecanismos de
anticooperación que hemos considerado hasta ahora.

Referencias
Foreign Policy: www.fp-es.org
Diplomacy Monitor: http://diplomacymonitor.com
ORTEGA, M. (2007), ¿Debe el Estado ayudar a las transnacionales españolas?
Impactos ambientales y sociales del apoyo público a la internacionalización.
Sevilla: Muñoz Moya Editores Extremeños.
TOUSSAINT, E. (2006), Banco Mundial. El golpe de estado permanente. Bar-
celona: El Viejo Topo.

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X. ANTICOOPERACIÓN MILITAR

La anticooperación militar es el conjunto de interferencias NS que implican


el uso de la violencia, o la amenaza de desencadenarla o acentuarla. Incluye
también el suministro de medios de todo tipo que sean utilizados en el
ejercicio de la violencia en el Sur, aunque aparentemente el conflicto no
involucre actores del Norte. Consideraremos aquí tres grandes conjuntos de
mecanismos militares utilizados por el Norte: los que comportan la agresión
militar (directa o indirecta), los que se utilizan para disuadir o amenazar, y el
comercio con armas. Estos mecanismos permiten formas de «dominio duro»
entre grupos de interés y estados de Norte y Sur. Formas de dominación que
no sólo se desencadenan en contextos de guerra y crisis, sino que adquieren
estructura de «guerra fría» en contextos de paz aparente.
La anticooperación militar se articula difusamente con otras anticoope-
raciones. Puede implicar, en efecto, el uso de capacidades paralelas, como la
presión diplomática (por ejemplo, en el Consejo de Seguridad de la ONU o
el Banco Mundial), la aplicación de embargos comerciales, o el control de las
principales agencias de noticias (como AP, AFP o Reuters) y grandes grupos
de prensa y televisión (como News Corp, o el canal CNN). Todos estos tipos
de anticooperación pueden articularse entre ellas con el objetivo de legitimar
o facilitar las agresiones de unos y demonizar o poner palos a las ruedas de
otros, sin necesidad de aparecer como un actor en pugna.
Históricamente, la anticooperación militar centro-periferia ha sido una
de las anticooperaciones más temibles. En el ideario colectivo de un gran
número de pueblos del Sur hay constancia del aciago dominio duro que
Occidente ha ejercido sobre los pueblos que constituyen el Tercer Mundo,
a través de la sumisión armada, del ejército, de la represión policial o de
ejércitos menores a su servicio. Desde el Segundo Mundo, aunque durante
un período más corto, incluso desde otras subpotencias regionales como

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Sudáfrica, también se ha ejercido anticooperación militar. Varios escritos
apuntan hacia la existencia de una considerable deuda histórica NS, como
resultado de dicho dominio. La deuda histórica se refiere a los períodos de
invasión militar colonizadora (genocidios y expolios incluidos), a lo largo de
los años de esclavitud, aplicación de ideologías racistas para el sometimiento
cultural, social y económico durante el período colonial y, finalmente, al
posterior período neocolonial vinculado a la Guerra Fría Este-Oeste y a la
globalización neoliberal de nuestros días.

Países como Perú, Brasil, India... ¿Cuál era su situación hace 500 años?
¿Quién era rico entonces y quién lo es ahora? se trata de restituir lo que
ha sido expoliado durante más de 500 años. Se trata de decirles nosotros
somos los acreedores, ustedes son los deudores. Vinod Raina. Jubileo Sur
(Morsolín, 2005)

Hoy día, puede que las formas y los mensajes hayan cambiado y, con
ellos, los mecanismos, pero la esencia sigue siendo la misma.
Durante 40 años —desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta la
caída del muro de Berlín—, la dinámica militar se caracterizó por las tensiones
entre los bloques comunista y capitalista, al mismo tiempo que la mayoría de
las colonias asiáticas y buena parte de las africanas se independizaban. Más
adelante, en los años noventa y la primera mitad de la presente década, el
panorama militar mundial se convertía en un paisaje unipolar. La razón de
ser de los conflictos era ya menos la ideología, y más el control de los recursos
naturales, aunque se mantuviera el patrón común: querer concentrar el poder.
Se rebajaba la tensión mundial y, con ella, el gasto en defensa. Todo ello tuvo
como consecuencia en el Norte excedentes en los ejércitos, tanto de arsenal
como de personal (sobre todo, comandos). A raíz de esto, el armamento
sobrante se recolocó a terceros países, principalmente en el Sur; armamento
de segunda mano a muy «buen precio».
Muchos cuadros militares fundaron nuevas empresas transnacionales
de seguridad y defensa. Empresas como Blackwater USA o Sandline que, en
términos generales, ofrecían tres tipos de servicios a los gobiernos y corpo-
raciones generales: soporte logístico y seguridad, estrategia y entrenamiento
militar, y combate directo.
Las tesis neoliberales aplicadas al ejército y al excedente de militares y
arsenal conducían a una paulatina privatización de algunas funciones de los
ejércitos. A un ritmo similar al de las empresas de mercenarios, las mafias,
grupos insurgentes —incluyendo redes fundamentalistas como Al Qaeda— y
los señores de la guerra, se internacionalizaban.
Obviamente, los gobiernos del Sur también utilizan todos estos meca-
nismos, en la medida de sus capacidades. Sin embargo, la distancia entre las

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capacidades militares de los países del Tercer Mundo y las del primer Mundo
(y de manera singular, las de EEUU)1 es, de nuevo, abismal, excepto en aquellos
países que disponen de arsenal nuclear (Rusia, China, India, Pakistán, Corea
del Norte y, quizás, Irán). Véase el siguiente gráfico de las diferencias en el
gasto militar de algunos países significativos.

GASTO MILITAR Y AYUDA OFICIAL AL DESARROLLO

500.000
EUA

400.000
millones de dólares

300.000

200.000
Rusia

100.000

50.000 AOD España


Irán
0 Bolivia
1988
1989
1990
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1998
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005

Fuente: Elaboración propia a partir de datos SIPRI [http://first.sipri.org, 21/04/07].

Dada la complejidad y diversidad de mecanismos de anticooperación


militar, nos referiremos a una parte de ellos, teniendo como línea-guía las
siguientes preguntas: ¿qué motiva las formas de dominio duro del Norte
hacia el Sur y qué justifica sus costes? Y, en segundo lugar, ¿cuál es el mensaje
oficial que se emite para legitimar dicho dominio ante las distintas opiniones
públicas?

¿Cuáles son las motivaciones de la anticooperación militar?


Tal y como se ha visto ya en el capítulo 3, los países del Centro y la clase
consumidora necesitan de la garantía del suministro de materias primas,

1. El gasto militar oficial de EEUU fue en 2007 de 547.000 millones de dólares (un 45%
del gasto militar mundial), según el SIPRI Yearbook 2008. Se estima que el gasto real es muy
superior a la cifra oficial ofrecida por su gobierno.

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disponer de mano de obra barata y ver crecer a nivel global sus capitales.
Tendrán que velar para que ni las vías de comercio NS ni sus inversiones en los
países periféricos estén amenazadas. Ante la fuerte competencia entre países
y redes empresariales centrales, autojustificarán su derecho de «extender»
su control alrededor del mundo, lejos de sus fronteras, antes que lo haga
el vecino. Una suerte de presión capitalista centrífuga, es decir, del Centro
hacia la Periferia.
Teniendo en cuenta la tensión que provoca la emergencia de glotones
mundiales alejados de los recursos naturales que necesitan, a menudo se
emplearán argumentos para justificar políticas invasivas que coincidirán
plenamente con los utilizados en la Doctrina Lebensraum (espacio vital en
alemán) para la Alemania nazi. Es por ello que resulta habitual encontrar
documentos oficiales como la Estrategia de Seguridad Nacional de EEUU
(2002), una descripción de las amenazas regionales a los intereses propios
en el extranjero y en el que se presentan las guerras preventivas como línea
de actuación —como hemos comprobado no hace mucho— contra países
que custodian dichos recursos o las vías de acceso a ellos.
Paralelamente y también de índole interna, en el Norte las presiones del
complejo industrial-militar también actuarán en su búsqueda de negocios a
través de la guerra o del comercio con armas. Este complejo industrial-mili-
tar se desarrolla a partir de la compra, por parte de la creciente industria de
servicios de mercenarios.
No obstante, las motivaciones geoeconómicas no son las únicas. A menu-
do se apunta además a la voluntad geopolítica (o geoestratégica) de mantener
un equilibrio de fuerzas regional favorable al Estado agresor. En cierto modo,
una posición de control preferente. Es el caso de las incursiones estadouniden-
ses en Somalia, «el cuerno de África» que, junto con Djiboutí, es un enclave
estratégico para colaborar en el embargue de Oriente Medio, al mismo tiempo
que supone una entrada a África nororiental. Se circunscriben a esta órbita
muchas de las misiones militares de carácter humanitario y reconstrucción,
como las efectuadas en Afganistán, Haití o la R.D.Congo.

Señores de la guerra

En la nueva geopolítica NS, toman un papel muy relevante como intermedia-


rios de la violencia NS y, por ende, de la anticooperación militar. En el mundo
contemporáneo, un Señor de la Guerra (warlord) administra a nivel de clientes
la explotación de los recursos de un territorio, determinando quién lo explota
y cuánto paga para hacerlo. Los ingresos obtenidos se dedican a mantener
un Estado coercitivo de violencia permanente en la zona. Aunque no todos
los señores de la guerra basan su poder en los recursos naturales. Las opcio-

192

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nes son múltiples. Ryszard Kapuściński los definía como «antiguos oficiales,
ministros o miembros del partido gobernante, o bien otros personajes fuertes
e implacables, ávidos de poder y de dinero, faltos de escrúpulos y que, apro-
vechando el desmoronamiento del Estado (a lo que él mismo ha contribuido y
sigue haciéndolo), pretende recortar para sí un mini-estado propio, no oficial,
donde ejercer un poder dictatorial. Por lo general un Señor de la Guerra usa
para este fin la tribu o el clan al que pertenece» (2000).
No es cierto que todos los señores de la guerra, jefes tribales, etc. —tradi-
cionalmente presentes mucho antes de la llegada de los occidentales— hayan
sufrido la misma suerte. Los que se han impuesto son a menudo los que han
sabido aprovechar el proceso de globalización, aliándose con compañías
extranjeras y canalizando la sed de recursos naturales y humanos de la clase
consumidora mundial. Los capos reciben así financiamiento de las compañías
y del mercado mundial, para el enriquecimiento personal y para mantener la
violencia necesaria y, a cambio, las empresas extranjeras reciben seguridad,
exclusividad y un vacío legal que les exime de asumir ciertos costes sociales
y ambientales. Es una especie de «maldición de Malinche» que, en general,
beneficia las actitudes más corruptas, violentas y menos comprometidas con
el buen vivir de las comunidades locales. Y a las transnacionales y a la bulimia
consumidora del Norte, por supuesto.

Existe una tercera gran motivación, que es determinante en un gran nú-


mero de las agresiones militares NS. La necesidad de legitimación interna por
parte de una administración atacante en momentos de crisis interna. Algunos
gobiernos en problemas se precipitan a ataques o a guerras exteriores, para eludir
cuestionamientos internos. Fue el caso, según han señalado destacados analistas
políticos, de la Junta Militar argentina de Galtieri en la Guerra de las Malvinas,
del ataque a una fábrica en el Sudán por parte de la Administración Clinton
durante el Caso Levinsky, incluso las contiendas bélicas de la Administración
Bush presentadas en los medios en forma de serie televisiva, ante un gobierno
que ganó las elecciones estadounidenses de forma muy criticada. Es decir, algo
que no tiene nada que ver con las poblaciones agredidas, que ocasiona miles
de víctimas en países a miles de kilómetros y vinculado a razones que sólo se
explican por ajustes internos en los estados agresores. ¿Cuándo predomina esta
tercera motivación? Lógicamente, cuando la guerra se visibiliza con intensidad
como en el caso de la Guerra contra el Terrorismo de la Administración Bush
hijo. Cuando ocupa las portadas de los periódicos. Si tenemos en cuenta que
hay guerras muy visibles (por ejemplo, la ocupación de Iraq), y que otras son
invisibles (como en la República Democrática del Congo), se deduce en qué
casos este factor ha sido determinante y en cuáles no.
Con frecuencia, las motivaciones que hemos distinguido se producen
de manera combinada. En la anticooperación militar EEUU-Afganistán, que

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culmina con una agresión abierta poco después del 11-S, por ejemplo, se
integran sutilmente las tres: la geoeconómica (rutas de comercio del gas y
petróleo de la región del Mar Caspio hacia el Océano Índico), la geoestra-
tégica (zona clave en Asia central, cerca de Irán, China, India y la antigua
URSS), y la legitimación interna (represalia por los atentados del 11-S, guerra
contra el terror y todo lo que ello significa, debilidad del Gobierno), tal vez
la motivación más importante en este caso.

Presupuesto de guerra vs. presupuesto de ayuda

Tras un leve descenso del gasto militar una vez concluida la Guerra Fría (los
llamados «dividendos de la paz»), el gasto ha aumentado en todo el mundo
desde 1999 y a un ritmo constante. El gasto militar en 2006 se aproximaba
a los 1,06 billones de dólares estadounidenses. El mismo año, la ayuda de los
países de la OCDE a los pobres había disminuido nuevamente hasta 104.000
millones de dólares EEUU, a pesar de las inyecciones de «ayuda militar hu-
manitaria» en las guerras de Iraq y Afganistán. En definitiva, el presupuesto
mundial militar es diez veces más importante que aquel de la ayuda huma-
nitaria y al desarrollo.

Cómo legitimar la anticooperación militar


En el Norte, la forma de justificar oficialmente una intervención militar en un
país periférico o la venta de armas, suele seguir pautas similares de un caso a
otro. En primer lugar, se apela a los graves problemas internos del país perifé-
rico, y se subraya la incapacidad de su gobierno de hacerles frente (terrorismo,
narcotráfico, derechos humanos, genocidio, caos, ausencia de Estado). Se pu-
blicitan y vinculan la presencia de a una (o varias) facciones extremistas, «fuera
de control». Se muestra insistentemente a los extremistas —«los malos»— como
el enemigo a quien debemos enfrentarnos. De modo que aparecen como una
suerte de cáncer para su propia gente y como una amenaza para la comunidad
internacional. El mensaje tratará de desvincular las causas reales del conflicto
de cualquier factor exterior o vinculado con el proceso de globalización.
En segundo lugar, será necesario insistir en mostrar una población que
sufre, asolada, e incapaz de organizarse. Una población civil que se requiere
ayudar en nombre de la humanidad: habrá que lanzar una misión humani-
taria. El momento en que se ejercerá el mayor esfuerzo diplomático a través
de la red de funcionarios descritos en el apartado sobre anticooperación di-
plomática (sobre todo a nivel multilateral). La diplomacia debe convencer a
la comunidad internacional que la intervención es necesaria, así como valorar
los posibles movimientos de las demás partes.

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Después de haber justificado la necesidad de que la única opción radica
en una intervención externa, se puede dar el último paso. Es el momento en
el cual potencias del Norte como Estados Unidos, Francia, Reino Unido, las
fuerzas de la OTAN o los mismos cascos azules de Naciones Unidas intervienen
con contundencia contra la «facción del mal» de turno (un gobierno incó-
modo, señores de la guerra enfrentados a Occidente, milicias nacionalistas,
elementos insurrectos de izquierdas, redes criminales que se enfrenten a los
intereses estadounidenses y europeos, etc.; todos ellos terroristas y, de paso,
a personajes que no tienen relación con los anteriores que resultan incómo-
dos al estatus quo internacional). Todo lo contrario a un planteamiento en
el que se admita que las causas de un conflicto puedan ser externas: en el
que se observen las capacidades de la población civil y se planteen solucio-
nes internas. En este sentido, el diseño de los mensajes para crear buenos y
malos, legítimos e ilegítimos, así como la infraestructura de medios masivos
funcionales a su difusión constituyen una parte indispensable del dispositivo
de anticooperación militar.
Existen otros mecanismos militares que se exponen a continuación. Aún
así, la mayoría podría incluirse dentro de uno de los siguientes conjuntos:
las agresiones militares, la disuasión estratégica sin ataques y el comercio
convencional de armamento.

Intervención-agresión militar
Consideramos agresiones NS los bombardeos tácticos, la infiltración de
los servicios de inteligencia, las invasiones, las ocupaciones, el apoyo a
golpes de Estado, las guerras abiertas y las de baja intensidad, la oferta de
entrenamiento para la contrainsurgencia, y un largo etcétera. Los estrategas
militares no siempre permiten que estas agresiones sean publicitadas. Por
ello, el estudio de la anticooperación militar deberá incluir tanto las agre-
siones más visibles (como las ocupaciones de Vietnam, Afganistán o Iraq I
y II), como las cometidas encubiertas por medio del suministro de armas
y créditos, de entrenamiento de milicias o de financiación de empresas de
mercenarios, por ejemplo.
Como ya se ha podido observar en la guerra de Iraq, la anticooperación
militar se globaliza y, a su vez, la resistencia. Así, es visible el incremen-
to de efectivos multinacionales de procedencia distinta, tanto por parte
de los ocupantes como de la insurgencia. Además, la guerra se privatiza
sutilmente. En Iraq, se estima que durante el 2007 luchaban entre 20 y
170.000 mercenarios de empresas contratadas por la coalición ocupante:
los famosos «subcontratistas extranjeros» (Pereyra, 2007). Con el objetivo
de ilustrar este mecanismo, nos centramos en las formas de agresión NS
más significativas, aunque no únicas: los golpes de Estado, la guerra de

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baja intensidad y los sistemas de servicios militares. Es importante señalar
que según la arquitectura de las relaciones internacionales en un contexto
histórico dado, varían los mecanismos de anticooperación militar. Así
por ejemplo, si en los años setenta, en América Latina, una forma de an-
ticooperación militar clásica consistió en la organización o complicidad
de gobiernos de Norte en golpes de Estado, en el África del siglo XXI se
privilegian las misiones humanitarias. Consideraremos algunos ejemplos
aquí, sin pretender ser exhaustivos.

1) Golpes de Estado
Una de las vías predilectas de los países del Norte para intervenir indirecta-
mente en el Sur ha sido el impulso y apoyo a los golpes de Estado. En otras
palabras, la creación de regímenes autoritarios encabezados por gobiernos
militares títere a las órdenes de Washington, Bruselas, París o Londres. En
los años sesenta-setenta, América Latina fue el escenario de un número im-
portante de golpes. Fueron impulsados desde Estados Unidos, en aplicación
de la conocida «Doctrina Monroe» y con el afán de controlar la totalidad del
continente. En un contexto de Guerra Fría, se trataba de arrancar de raíz a
las dinámicas sociales de la izquierda latinoamericana, ante el temor de que
simpatizaran con la Unión Soviética.
En África también abundan los ejemplos de golpes militares planificados
desde el exterior, esta vez a cargo esencialmente de los gobiernos europeos. En
el interior de país, la pugna entre las distintas facciones siempre se ha visto
determinada por el «apoyo invisible» de las antiguas metrópolis europeas y de
EEUU. Por ejemplo, podemos citar el apoyo de EEUU y Francia a los dos golpes
de Estado en Zaire, realizados por Mobutu Sese Seko, así como el apoyo que
su gobierno recibió por medio de créditos del FMI posteriormente. En Asia,
dictadores como Suharto en Indonesia o Marcos en Filipinas, contaron con
el visto bueno (incluido apoyo financiero que luego se convertiría en deuda
odiosa) de los países del Norte.
Resulta oportuno hacerse la pregunta de cuántos golpes de Estado hu-
bieran triunfado sin contar con el apoyo activo de las potencias del Norte.
¿Habrían triunfado Abacha en Nigeria, Amin en Uganda, Fujimori en
Perú, Stroessner en Paraguay, Somoza en Nicaragua, Mengisthu en Etiopía,
Duvalier en Haití, Banzer en Bolívia, Videla en Argentina, Habyariama en
Ruanda, o el régimen del apartheid en Sudáfrica? ¿Permanecerían en el poder
los actuales regímenes petroleros árabes prooccidentales como Arabia Saudí,
Argelia, Qatar, Egipto, etc., tan lejos de ser democráticos, sin el apoyo de
EEUU y Europa? Una respuesta rigurosa merece una tesis doctoral caso por
caso, aunque podemos pensar que gobiernos como el de la familia real sau-
dita, el militar argeliano, o el egipcio de Mubarak con mucha probabilidad
hoy por hoy no existiría.

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¡Subcontrata un golpe de Estado!
Trío de las Azores busca nuevo dictador
para Guinea Ecuatorial

Un mecanismo de anticooperación militar relativamente más reciente es la


subcontratación de algunas de las funciones que antes cumplía el ejército, a
empresas privadas de seguridad, cuyo éxito ha llevado a prosperar al punto
de convertirse en transnacionales. Estas corporaciones llevan a cabo opera-
ciones que el ejército regular no desea o no puede realizar, generalmente por
la dificultad de algunas misiones y, sobre todo, por los costes políticos que
acarrean. El secretismo es central en la subcontratación de dichas empresas,
aunque puntualmente salen a la luz casos concretos en forma de escándalo.
Fruto de esta opacidad informativa es el hecho de que, probablemente, el
siguiente ejemplo muy próximo haya pasado desapercibido al lector.
En marzo de 2004, 74 mercenarios fueron detenidos en Harare (Zimba-
bue), mientras su Boeing repostaba y recogía equipamiento militar antes de
partir hacia su destino final, Guinea Ecuatorial, donde debería arrebatar el
poder al dictador Obiang Nguema. Según se dio a conocer días más tarde,
tras las declaraciones de los mercenarios juzgados por el Tribunal Regional
de Pretoria, en Sudáfrica (de donde provenían una parte importante de los
mercenarios), el golpe de Estado había sido planificado por tres gobiernos
del Norte. En efecto, los gobiernos de Estados Unidos, el Estado español y
Gran Bretaña, que por su alianza frente a Iraq en 2003 serían denominados
el «Trío de las Azores» (Bush, Blair y Aznar) tuvieron responsabilidad en el
fallido golpe. Esto se debe al pacto que tenían con el líder de la oposición en
el exilio, Severo Moto, y un grupo de empresarios británicos del sector del
petróleo (en concreto, el magnate Ely Calil), bajo la coordinación financiera
de Mark Thatcher –hijo de la antigua primera ministra británica y traficante
de armas reconocido. El entonces reciente descubrimiento de un mar de pe-
tróleo en territorio guineano (el actual segundo productor africano de dicha
materia) había convertido al corrupto dictador en un aliado molesto para los
intereses de estos países y, por ello, había que sustituirlo. ¿Y cómo llevar a
cabo algo tan incómodo para el discurso de la exportación mundial de liber-
tad y democracia que los líderes de las Azores utilizaban para las guerras de
Afganistán e Iraq? Pues subcontratando el golpe de Estado a una corporación
de mercenarios con solvencia internacional: Executive Outcomes2 (EO). Ningún
ejército estatal participaría en la tarea hasta que una empresa llevase a cabo
el llamado Wonga Coup (Roberts, 2006).

2. «Uno de los aspectos que más expectación ha generado sobre Executive Outcomes,
y que resulta aplicable a otras compañías, fue el hecho de que habitualmente cambiase sus
servicios por participaciones en las riquezas minerales o concesiones de petróleo, como en
Angola. De este modo, queda reflejada la íntima intención entre CMP y las corporaciones
mineras y petrolíferas.» T .Font (2006).

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Simon Mann, el jefe militar de la operación, experto en seguridad y
antiguo oficial de la British Army, era cofundador de Executive Outcomes y
amigo de Mark Thatcher.3 Mark Thatcher, acusado de dar órdenes a Mann
y de haber proporcionado un helicóptero Mil ruso para la operación, negó
cualquier relación con el golpe y afirmó que él era un comerciante de armas
y que, como tal, había aceptado proveer el helicóptero que, en realidad, se
utilizaría como ambulancia aérea en Guinea Ecuatorial. Más adelante, en
2005, reconoció que el helicóptero había servido para perpetrar el golpe de
Estado.
Obiang, cuya policía había capturado a otros 15 mercenarios en el mismo
territorio guineano, vanguardia de la operación, acusó públicamente del in-
tento del golpe al Gobierno español de José María Aznar y a Mark Thatcher,
entre otros. La implicación del Gobierno sudafricano, que conocía el intento
de golpe, presionó a los tribunales del país para que acabaran por absolver
a los implicados. No se dirimió ninguna responsabilidad en ese país, a pesar
de que la legislación prohíbe usar el territorio sudafricano como plataforma
para la ejecución de golpes de Estado en el resto de África.
Un ejemplo cristalino de anticooperación militar.

2) Guerra de baja intensidad:


La anticooperación militar se ha plasmado también bajo la forma de las
«Guerras de baja intensidad», impulsadas tras el rotundo fracaso de EEUU
en Vietnam.4 En ellas, se trata de evitar el desgaste que supone para el go-
bierno atacante el tener que asumir las bajas humanas, buscando el modo
de que la confrontación parezca interna, como una guerra civil. Así pues,
se ofrecen armas o entrenamiento a milicias disidentes, para provocar una
guerra civil interna que, paulatinamente, va royendo la capacidad de gobernar
del grupo en el poder. Obviamente, se aplica cuando el gobierno de turno,
aunque pueda haber sido elegido democráticamente, no se considera afín
a Occidente, cuando no hay motivos que legitimen una agresión frontal y
no se encuentran otras vías de coerción. Es el caso del financiamiento de la
«Contra», en Nicaragua, los «Escuadrones de la Muerte», en El Salvador, las
«Patrullas de Autodefensa Civil» en Guatemala, o el paramilitarismo de Co-
lombia. A menudo se trata de procesos complicados con presencia de varios
intermediarios, y en los que se utilizan sistemáticamente los paraísos fiscales,
para realizar toda clase de pagos ilícitos relacionados.

3. Para más información, véase http://es.wikipedia.org/wiki/Simon_Mann y (Roberts,


2006)
4. Referencia al Grupo de Santa Fe IV y a Henry Kissinger.

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3) Campos de entrenamiento y sistemas de ayuda militar:
Tal vez el campo de entrenamiento y adoctrinamiento más conocido sea la
Escuela de las Américas (SOA, por sus siglas en inglés), nacida de la voluntad
contrarrevolucionaria norteamericana. Es una de las materializaciones de la
Doctrina de Seguridad Nacional aplicada, en este caso, a la política hemisfé-
rica norteamericana para América Latina. Desde su nacimiento en 1946, y
aunque ha cambiado de nombre5 y sede (de Panamá al estado norteamericano
de Georgia), la SOA ha entrenado a más de 1.000 militares por año, entre los
que destacan algunos de los peores villanos que ha conocido Latinoamérica
(Galtieri y Viola en Argentina, Banzer en Bolivia, Rios Montt en Guatemala,
Montesinos en Perú, Rodríguez en Ecuador, Noriega en Panamá...); u otros
personajes infaustos, como el cubano Posada Carriles o el jefe de los Escua-
drones de la Muerte, D’Aubuisson. Cientos de miles de latinoamericanos han
sido torturados, violados, asesinados, desaparecidos, masacrados y obligados
a refugiarse, por soldados y oficiales entrenados en esa Escuela. Los egresados
de la SOA persiguen a los educadores, organizadores de sindicatos, trabajadores
religiosos, líderes estudiantiles, y a los pobres y campesinos que luchan por
los derechos de los damnificados. A lo largo de sus más de sesenta años de
existencia, la SOA ha entrenado a más de 61.000 soldados latinoamericanos en
cursos como técnicas de combate, tácticas de comando, inteligencia militar,
y técnicas de tortura. Estos graduados han dejado un largo rastro de sangre
y sufrimiento en los países donde han regresado. Hoy día, la Escuela de las
Américas entrena casi 1.000 de soldados y policías cada año. De acuerdo
con el senador demócrata Martin Meehan: «Si la Escuela de las Américas
decidiera celebrar una reunión de ex alumnos, reuniría algunos de los más
infames e indeseables matones y malhechores del hemisferio».6 La Embajada
estadounidense en cada país ha sido tradicionalmente la base de operaciones
desde donde se han elegido a los alumnos destinados a la Escuela.
No hay modo alguno de concebir que una institución como la SOA pue-
da ser una injerencia positiva para las poblaciones latinoamericanas. Como
consecuencia, no deja de ser una forma evidente de anticooperación militar
estadounidense.
El caso de las bases de entrenamiento occidentales en África es menos
conocido. Para EEUU, la estrategia militar en África se basa en dos ejes prin-
cipales. El primero es el acceso a mercados clave africanos, como la energía
y otros recursos estratégicos. El segundo eje consiste en garantizar rutas de
transporte y de comunicación (sobre todo óleo y gaseoductos, y otros canales

5. Actualmente recibe el nombre de Western Hemisphere Institute for Security Coope-


ration.
6. Véase School of Americas Watch: www.soaw.org.

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para el transporte de materias primas) para transportar estos recursos hacia
EEUU (Abramovici, 2004). Podemos añadir, también, un tercer eje, más
retórico que real, que sería la guerra contra el terrorismo islamista. En los
dos primeros ejes destacan, actualmente, dos rutas estratégicas para EEUU:
el oleoducto del Chad-Camerún por el este y, al oeste, el oleoducto Higleig-
Sudán. Mientras que, en lo que se refiere al tercer eje y a la lucha contra el
terrorismo, la atención se sitúa en la zona del desierto de Sahely de Magreb,
donde supuestamente se hallarían las bases de entrenamiento de los grupos
vinculados a Al Qaeda. La estrategia militar europea es similar a la estado-
unidense, sobre todo la francesa.

No permitiremos a los terroristas que amenacen a la gente africana, o que


usen África como base para amenazar al mundo
Discurso de George Bush durante su gira africana. CNN World (12/7/2003)7

Ante la voluntad de EEUU, la UE y, últimamente, de China, de controlar


un continente africano rebosante de conflictos y territorios en los que el
Estado no existe (estados fallidos), se desarrollan sistemas de apoyo militar
que contemplen campos para el entrenamiento de militares locales, progra-
mas de suministro de equipamiento militar a los ejércitos colaboradores, la
contratación de compañías de mercenarios para los propios entrenamientos
y la acción directa y, en posiciones estratégicas favorables, la implantación de
bases militares. Así pues, se considera que la presencia de militares extranjeros
debe ser mínima, siempre y cuando se garanticen los ejes citados anterior-
mente —definidos, reiteramos, por los intereses de los estados ricos. Cabe
mencionar que las tropas extranjeras generan oposición y, a la vez, resultan
costosas a nivel político y económico. El «trabajo sucio» deberán hacerlo los
ejércitos africanos locales y, oportunamente, los mercenarios.
Washington creó, en 1996, un sistema militar para el control en África: el
ACRI (African Crisis Response Initiative). Se le encomendaron dos misiones:
proveer entrenamiento para operaciones de mantenimiento de paz y ayuda
humanitaria y suministrar equipamiento militar «no letal». Fue diseñado
para modernizar las tropas africanas, al mismo tiempo que se adaptaba,
introducía normas estadounidenses en el país, en respuesta a la creciente
amenaza del terrorismo en la región. Entre julio de 1997 y mayo de 2000, el
ACRI entrenó batallones de Senegal, Uganda, Malí, Malaui, Costa del Marfil,
Ghana y Benin.

7. (http://transcripts.cnn.com/TRANSCRIPTS/0307/12/se.01.html , visitado 12/3/


2008)

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BASES MILITARES DE FRANCIA Y EE UU
vs. RECURSOS NATURALES EN ÁFRICA

Fuente: ODG, a partir del Atlas de Le Monde Diplomatique


[http://mondediplo.com/maps/IMG/artoff3939.jpg].

En 2002, la administración Bush convirtió el ACRI en ACOTA (Africa


Contingency Operations Training Assistance). El cambio suponía añadir
entrenamiento para el ataque en escenarios hostiles, sobre todo enfocándolo
a las unidades de infantería y pequeños batallones. La cooperación militar
pasaba a ser ofensiva. En 2005, 17.000 militares africanos habían sido ya
entrenados.8 A parte de ACOTA, se han puesto en marcha otros programas
específicos paralelos (como el IMET,9 orientado a la formación de oficiales
de 44 países africanos).
En junio de 2004, EEUU propuso en la cumbre del G8 un sistema de
asistencia militar multinacional para África que absorbería ACOTA, así como
programas hermanos en marcha que Francia y el Reino Unido ya controla-
ban en el continente africano. El GPOI (Global Peace Operations Initiative)
proveería con adoctrinamiento, apoyo logístico y equipamiento a más de
50.000 cuadros de los ejércitos y policía de varios países africanos, y a otros
15.000 de países periféricos del planeta, para el 2010.

8. En: Benin, Botsuana, Etiopía, Ghana, Kenia, Malaui, Malí, Mozambique y Senegal. Más
información: Strategy Page www.strategypage.com/htmw/htun/articles/20051110.aspx.
9. Siglas de International military education and training programme.

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Los sistemas militares van cambiando sus nombres y tácticas, e incluso
se globalizan, para adaptarse a los cambios. No obstante, su esencia se man-
tiene intacta. En definitiva, se trata de agresiones militares, apoyos a golpes
de Estado.
La actividad que se produce desde la red de bases militares, no han bene-
ficiado a los estados africanos, latinoamericanos o asiáticos. La extracción de
recursos naturales en estas condiciones se traduce en un saqueo en toda regla
de riquezas que son propias de estos países y que, de otro modo, podrían con-
tribuir a mejorar sus niveles de vida. El saqueo se produce simultáneamente
a la producción generalizada de violencia y de desestabilización democrática;
por tanto se trata de mecanismos de anticooperación.

Disuasión estratégica
O haces lo que quiero, o haré yo algo que tú no quieres.

Un segundo componente de la anticooperación militar es la creación de un


sistema aparente de amenazas de agresión, con capacidad aparente para eje-
cutarlas. El adjetivo «aparente» es central, ya que no se trata tanto de poseer
los medios reales para agredir sino de que parezca que se poseen. Un ejemplo
de la aplicación de este principio es el pavo real cuando despliega sus plumas
para aparecer más grande y poderoso ante un potencial enemigo. Como conse-
cuencia, este mecanismo adopta una lógica distinta a la de la agresión de facto,
ataque o injerencia y, por lo tanto, hay que diferenciarlo de este grupo.
Ante un sistema de amenazas, los amenazados pueden reaccionar de varias
maneras: sometiéndose al amenazador, desafiándole, contraamenazándole o
disminuyendo su amenaza a partir de determinadas medidas (Centre Delàs,
2006). En todos los casos, supone una interferencia transnacional que no
resulta positiva para la población de la nación amenazada. Por ello, es posible
afirmar que se trata, sin duda, de anticooperación de origen militar.
Un sistema de amenazas no se reduce a poseer un sistema balístico capaz
de interceptar objetivos a larga distancia o en movimiento, a la disponibili-
dad de una red de satélites e información sobre el terreno, a contar con un
arsenal nuclear, o a la capacidad de despliegue de tropas aerotransportadas o
embarcadas hacia las distintas posiciones, en este caso, periféricas. También
tiene que ver con las alianzas y la posibilidad de cooperar a nivel militar con
otros ejércitos; el ejemplo más evidente es la Organización del Tratado del
Atlántico Norte (OTAN) y en particular, el artículo quinto del Tratado, según
el cual si un país miembro es atacado, se considera una agresión contra todos
los demás países miembros. El tratado podría parecer más beneficioso a los
gobiernos con poco gasto militar, en detrimento de los que gastan más, como
el Reino Unido o sobre todo EEUU. Pero, obviamente, se intercambian otros

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cromos, que repercuten en el poder de influencia de los más militarizados,
tanto en los programas como en la definición de las amenazas y las acciones
multilaterales. Algo parecido sucede con las «misiones para el mantenimiento
de la paz» de Naciones Unidas y con las operaciones de los cascos azules, más
proclives a las misiones humanitarias en África Subsahariana.
Por ejemplo, el Gobierno español permitió la entrada a 38 buques en la
base naval militar de Rota y un total de 480 aviones de EEUU hicieron escala
en las bases españolas de Morón y Rota en su campaña de bombardeos a
Afganistán (Pizarroso, 2005: 232-346). También son conocidas las escalas
camino a Guantánamo que aviones de la CIA cargados con «enemigos de los
EEUU» secuestrados en distintos países, hicieran en aeropuertos españoles.

732 bases militares estadounidenses,


contra el resto del mundo

Según el informe oficial Base Structure Report, el ejército estadounidense


disponía en 2005 de un personal aproximadamente de 1.840.062 militares,
473.306 funcionarios civiles dependientes del Departamento de Defensa, y
203.528 contratados locales.10 Un ejército que opera de forma semejante a
una empresa transnacional, con múltiples filiales alrededor del mundo que
controlan una a una las regiones estratégicas. De acuerdo con las informa-
ciones del Pentágono —el cerebro de esta red mundial—, dispone de 32.327
cuarteles, hospitales y otros edificios de su propiedad fuera del territorio nor-
teamericano; más de 16.527 en régimen de alquiler. Por lo tanto, el ejército
de EEUU, es el mayor terrateniente del mundo.
Sin embargo, a medida que avanza la globalización, los intereses esta-
dounidenses en el Sur que sus instituciones denominan «amenazas contra
nuestros intereses» se van modificando. El reflejo de ello es la reordenación de
las 732 bases militares oficiales repartidas por todo el mundo (se estima que
en realidad son más de 1.000, incluidas las secretas e ilegales). Después de la
Guerra Fría y del 11-S, los EEUU tratan de adaptarse a las «nuevas amenazas»:
pretenden establecer una serie de pequeñas bases llamadas Nenúfares (Lily
Pads), que les permita saltar como ranas a los focos calientes con facilidad y
rapidez. Dichas bases albergan entre 1.000 y 3.000 militares y tienen capa-
cidad para acoger a muchos más, si es necesario.
Las Lily Pads se han llenado con soldados procedentes de bases de Ale-
mania y Corea del Sur (70.000-100.000), y se sitúan alrededor de lo que el
Pentágono denomina «el Arco de la inestabilidad» y que se extiende desde
América Latina hasta Asia, pasando por África, los Balcanes, Oriente Medio y

10. Véase: Base Structure Report. Departamento de Defensa de EEUU


(www.defenselink.mil).

203

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el Cáucaso. Todas ellas zonas abundantes en recursos naturales o de tránsito
de hidrocarburos.
Mientras el petróleo declina, las Lily Pads servirían para organizar ope-
raciones inofensivas cuando surgieran oportunidades de imponer nuevos
regímenes políticos y comerciales en nombre de la estabilidad y de la lucha
contra el terrorismo,11 el narcotráfico y el humanitarismo. En definitiva, la red
de anticooperación militar.

Comercio de armas
La venta de armas, cada vez más mortíferas, no deja de ser otro mecanismo de
anticooperación para la población civil. Cada año, las armas convencionales matan
a más de 300.000 víctimas y muchas más son heridas, abusadas o desplazadas,
perdiéndolo todo como resultado de la violencia armada.12 A nivel macro, la
anticooperación que representa la compraventa de armas se manifiesta en el Sur
bajo cuatro aspectos negativos. Primero, porque el gasto militar es económica-
mente ineficiente y genera endeudamiento público e inflación, repercutiendo en
los sistemas productivos sociales. Segundo, porque no atiende a las necesidades
básicas de las poblaciones locales. Tercero, porque, como lo señala P. Ortega,
suele generar una escalada regional de armamento (2006). Y cuarto, porque en
ocasiones el armamento cae en manos de civiles o actores no gubernamentales.

Armas del Norte


«El problema sigue siendo grave. En un mundo inundado de armas pequeñas,
se cree que una cuarta parte del comercio mundial de armas es ilícito y se
estima en 4.000 millones de dólares anuales. Es fácil comprar, usar, transportar
y ocultar armas pequeñas y su continua proliferación exacerba los conflictos,
impulsa corrientes de refugiados, entierra el imperio de la ley y genera una
cultura de violencia e impunidad» (declaración del Secretario General de las
Naciones Unidas Segunda Conferencia de las Naciones Unidas para el control
del tráfico ilegal de las armas ligeras (26 de junio de 2001).
Por otro lado, la Asociación de Control de Armas reportaba que en 2007
el Pentágono envío 40.000 millones de dólares en armas a dos docenas de
países. Una cifra que doblaba la ayuda internacional al desarrollo estadouni-
dense. «Adquisición de armas no necesarias encienden innecesarias guerras»,
afirmaban. [www.armscontrol.org].

11.Según el Quadrennial Defense Review 2006, las bases se concentrarían en la larga guerra
planteada al terrorismo y a otras amenazas parecidas. La misión táctica es poder operar a todo
el mundo y derrotar rápidamente a dos adversarios en ambas campañas militares distintas.
12. Véase:Campaña Armas Sin Control (www.controlarms.org) y Oxfam Internacional
(2006).

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Sin embargo, la venta de armas se presenta en ocasiones como coope-
ración militar para fines nobles (lucha antiterrorista, seguridad ante otros
países, etc.). ¡Vaya paradoja! Efectivamente, los gobiernos del Norte cuentan
las operaciones de exportación de armamento a países del Tercer Mundo
como cooperación militar (el Plan Colombia, por ejemplo, o el ASPAN entre
EEUU y México). Unas políticas de cooperación que, en realidad, son todo
lo contrario, si se considera la pugna entre grupos de interés antagónicos,
dentro y fuera de las fronteras, y el deseo irrespetuoso de las potencias ricas
de interferir en la política ajena a favor de sus intereses nacionales. Puesto
que los diferentes actores confluyen en el conflicto, lo necesario para unos
(cooperación) puede ser infausto para otros (anticooperación). La paradoja
se resuelve, pues, preguntándose qué grupo coopera o anticoopera con qué
otro grupo, y evitando la retórica oficial de que unos son buenos para todo
y otros al revés.
Cabe señalar también que no todas las rutas de comercio internacional
de armas están en los mapas oficiales. Algunos casos que salen a la luz pública
a posteriori, como el «Asunto Irán-Contra»,13 muestran que los estados, para
esquivar una previsible mala acogida en la opinión pública, a veces operan
ilegalmente. El comercio ilegal suele implicar múltiples intermediarios, al-
gunos de los cuales operan legalmente. Por ejemplo, últimamente algunas
corporaciones fabricantes de armas han aprendido a ensamblar el armamento
en nuevas empresas de todo el mundo controladas por ellas, con el objetivo de
escapar a los controles nacionales que algunos estados se han visto obligados a
establecer. Componentes fabricados en el Norte (o en otras partes del globo)
se embarcan como material de doble uso y acaban por integrarse en forma de
mortíferas armas que se emplean en países sujetos al embargo por violaciones
sistemáticas de los derechos humanos, como en Sudán o Myanmar. En estos
casos, el resultado es un comercio de armas —operado por transnacionales
con base en el Norte14 o por redes ilegales, o bien por la combinación de am-
bas—, que escapa flagrantemente cualquier control y en los que nadie asume
las responsabilidades. Así, el nuevo modelo de producción y propiedad global
de las fábricas ha convertido casi en irreversibles los regímenes de control
nacionales. El derecho internacional y los derechos humanos se contravienen
día tras día en una serie de países que, por capacidad propia, no dispondrían

13. En 1986 varios miembros de la administración Reagan ayudaron a vender armas ile-
galmente a Irán, enemigo entonces de EEUU y, con el dinero, financiar las Contras, la guerrilla
contrarrevolucionaria que atacaría al gobierno Sandinista de Nicaragua.
14. En 2003, 85 de las 100 transnacionales armamentísticas más grandes del mundo,
como Boeing, Lockheed Martin o Mercedes Benz, eran de capital de países ricos (Oxfam
Internacional 2006).

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a priori de tales armas. Interferencias destructivas a mansalva. Sería necesario
un régimen internacional de control que muchos de los países fabricantes,
especialmente los del G8, no están dispuestos a adoptar.15
A las redes que tejen estos intermediarios se las denomina, a veces, redes
criminales. Se trata de redes que, en ocasiones, se sirven de los mismos estados
durante épocas comprometidas y donde participan directamente empresas
del Norte.
Ahora bien, a los países del Sur a menudo se les venden armas proceden-
tes de arsenales obsoletos, porque no tienen dinero para comprar prototipos
modernos y todavía menos la capacidad tecnológica para fabricarlos. Hay que
remarcar que, tras la caída del Muro de Berlín, una vez finalizada la Guerra Fría,
una enorme cantidad del arsenal excedente del antiguo bloque soviético (Rusia,
Ucrania, Bielorrusia, etc.) empezaba a quedar obsoleto. Por ello, pasó a alimen-
tar a toda clase de grupos armados, estatales o paraestatales. Los kalashnikóv
rusos inundaron entonces e inundan hoy los mercados africanos de armas.
Como se desprende de todo lo anterior, las motivaciones para exportar al
Sur pueden ser económicas pero también estratégicas; estratégicas porque, como
se ha explicado, puede convenir que en la pugna por el poder gane la opción
política más cómoda para el Norte, en vez de una que puede trabar su intención
de controlar los recursos y rutas estratégicos. Se puede establecer, por ejemplo,
un embargo a países que se consideren hostiles a los intereses occidentales y, a
la vez, vender armas a los señores de la guerra o a facciones determinadas en
países donde interesa que el país sea transitoriamente ingobernable.
Tal como se observa en la tabla de la página siguiente, los principales ex-
portadores de armas son países ricos o del Este, mientras que los importadores
son potencias regionales del Tercer Mundo. Así pues, una parte importante
del comercio internacional de armas se produce en dirección Norte-Sur: justo
en la misma dirección que la ayuda al desarrollo.
Aún así, lo más curioso es la correlación entre la ayuda al desarrollo y la
venta de armas. Muchos países exportan armas a países del Sur como Angola, al
mismo tiempo que solidariamente les ofrecen importantes ayudas humanitarias;
en otras palabras, les dan las tijeras y el hilo de coser. De nuevo la paradoja que
se ve reflejada en las relaciones internacionales de nuestros días.16

15. Los 5 principales exportadores tradicionales de armas —EEUU, Rusia, Francia, Ale-
mania y el Reino Unido— copaban en 2005 el 82% de las exportaciones de armas mundial.
Una especie de OPEP de las armas (fuente: ibíd).
16. Según P. Ortega, la mayoría de países no industrializados que reciben AOD española
representan un alto porcentaje del total de ventas de armas españolas, hasta llegar en el año
2002 hasta el 93,5%; lo cual nos lleva a considerar que quizás no es tan casual la coincidencia
entre AOD y ventas de armas (2006).

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PRINCIPALES EXPORTADORES / IMPORTADORES DE ARMAS

Suministrador 2004 2005 1976- Comprador 2000 2004 2005 1976-


2005 2005
EE UU 5.818 7.101 307.469 India 630 2.471 1.471 55.869
USSR 0 0 216.389 Arabia Saudí 81 544 470 38.968
Francia 2.514 2.399 62.657 Iraq 0 53 290 38.965
Rusia 6.440 5.771 55.901 Turquía 1.012 224 746 31.264
Alemania Federal 837 1.855 43.456 Japón 302 298 250 30.212
Reino Unido 797 791 43.049 Irán 365 321 403 27.816
China 146 129 28.092 Taiwán 587 341 777 27.658
Checoslovaquia 0 0 19.102 Egipto 809 368 596 27.369
Italia 204 827 18.369 Libia 0 74 0 26.446
Holanda 250 840 12.176 Grecia 651 1.656 1.114 25.892
Suecia 324 592 6.507 China 1.846 2.761 2.697 23.020
Canadá 577 365 6.121 Israel 354 732 1.422 22.706
Ucrania 519 188 6.056 Siria 433 13 0 22.464
Polonia 55 124 5.958 Corea del Sur 962 772 544 22.099
Israel 401 160 5.905 Paquistán 153 351 161 16.344
España 73 113 3.802 Argelia 406 292 149 16.195
Brasil 56 62 3.068 USSR 0 0 0 14.558
Suiza 119 74 2.939 Alemania del Este 0 0 0 14.508
Corea del Norte 13 0 2.027 Reino Unido 840 197 94 14.404
Bielorrusia 50 0 1.901 España 280 206 281 13.637
Otros 641 570 23.047 Otros 7.268 8.162 10.500 363.635
Total 19.834 21.961 873.991 Total 16.979 19.836 21.965 874.029

* Datos en millones de dólares.


Fuente: SIPRI (www.sipri.org). .

Referencias
AZZELLINI, D. (2005), El negocio de la guerra. Bilbao: Txalaparta.
Centre d’Estudis per la Pau JM.Delàs: www.centredelas.org.
Escola de Cultura de Pau: www.pangea.org/unescopau
RAICH, J. (2004), El espejismo humanitario. Madrid: Debate.
SIPRI: www.sipri.org.
The International Crisis Group: www.crisisgroup.org.

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XI. ANTICOOPERACIÓN SIMBÓLICA

Nos conviene recoger en nuestra propuesta de análisis todos aquellos me-


canismos denominados de poder «blando» en caso de que puedan producir
impactos negativos al Sur. Constituyen dispositivos que utilizan los símbolos,
de forma sutil, con la finalidad de indicar y convencer a la población de lo
que es correcto y lo que no, lo que es valioso y lo que no, lo que es peligroso
y lo que es inofensivo, lo que es natural y lo que no.
Así podemos definir la «anticooperación simbólica» como el resultado de
la manipulación de estos símbolos desde el Norte Global cuando, transmiti-
dos al Sur, afectan negativamente a su población; símbolos encapsulados en
soportes que van desde películas y telenovelas, hasta sistemas escolares, carreras
universitarias, doctrinas o informes supuestamente científicos, noticias mani-
puladas o en la publicidad. La particularidad de este tipo de anticooperación
se ubica en la función que tiene de legitimación de las relaciones de poder
y del conjunto de todas las esferas desde las que se interfiere negativamente
sobre la vida de los ciudadanos del Sur Global. Como afirma Umberto Eco,
«Signo es también todo aquello que sirve para mentir».
La anticooperación simbólica no es percibida como centro de ningún con-
flicto internacional y, por consiguiente, suele considerarse menos importante
que otras anticooperaciones. Además toma rutas tan libres de sospecha como
son la educación, la libertad de prensa, de expresión o de credo. Sin embargo,
su relevancia, como veremos más adelante, es caudal para comprender los
grandes problemas de nuestro mundo.
Tal y como se introdujo en el capítulo 7 sobre anticooperación comercial,
el poder duro es la capacidad de coacción sobre un país, como por ejemplo
la imposición por la fuerza de un idioma, de unos hábitos o de una religión,
muy habitual durante el período colonial. El poder blando es, a su vez, la
capacidad que tienen algunos países (o mejor dicho, su élite dirigente), para
influir en las necesidades de otro país, moldeándolas o determinándolas. Su

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ejercicio está íntimamente ligado a una buena imagen, a una buena «reputa-
ción internacional» y últimamente a una «buena marca». Se ejerce cuando se
consigue que los otros tengan los deseos que se quiere que tengan, es decir,
controlando sus pensamientos y preferencias para que acepten su lugar en el
orden vigente como única alternativa posible, porque lo conciben como algo
natural o incluso divino. Se puede conseguir, como hemos dicho, a través de
la educación y formación, del control de la información (incluido del con-
trol de la búsqueda), de los medios de comunicación, del marketing y de la
socialización. Todos ellos están asociados a procesos cognitivos como son el
adoctrinamiento, la persuasión, la manipulación y la propia socialización.
Es importante recalcar que esta aproximación tiene muchos puntos en
común con la propuesta gramsciana del concepto de «hegemonía». En efecto,
este concepto se relaciona con la configuración de preferencias. Inicialmente
fue propuesto en tanto que definición de los procesos y mecanismos mediante
los cuales los dominados aceptan y adoptan los valores de los dominadores
(Gramsci, 1975: 32).
Así, los intereses de las personas en un país del Sur, por ejemplo, pueden
ser el resultado de un sistema que paradójicamente vaya contra sus propios
intereses, pero que ni los individuos ni sus gobernantes llegan a percibir
porque se ha operado sobre ellos modelándolos lenta y sutilmente.
Desde este punto de vista, ¿cuándo se puede decir que la irradiación
de mensajes fabricados por el Norte Global interfiere negativamente en las
poblaciones del Sur Global? Se trata de una problemática compleja y que
depende entre otras cosas de la matriz cultural que se use para medir la con-
veniencia del mensaje.
En general, la crítica podría hacerse sobre aquellos agentes, medios y men-
sajes que erosionan la autoestima colectiva o que manipulan con finalidades
políticas, económicas o éticas. Un ejemplo de ello se ubica en la directriz de
la jerarquía eclesial del Vaticano de no utilizar condones, transmitida por
la Iglesia a una África Subsahariana infestada de VIH. De manera evidente,
no se trata de una interferencia positiva desde un punto de vista humanista
ni del buen vivir ni convivir de la población africana. Otro ejemplo radica
en la concepción de un «Occidente civilizado», en contraposición con el
carácter «salvaje» que pueden tener las poblaciones no occidentales. Igual-
mente, se vehicula un mensaje diseñado cuidadosamente sobre quién sí es y
no es terrorista en el mundo, transmitido repetitivamente por una pirámide
mundial de medios con origen y control de EEUU. O, finalmente y uno de
los ejemplos más significativos de influencia sobre las clases altas del Sur, y
que éstas reproducen: el consumismo de productos modernos. En cualquier
caso, cuando buscamos ejemplos siempre hacemos referencia a un mensa-
je subyugador (anti emancipador) y a un dispositivo o mecanismo que se
despliega para acabar incrustando aquel mensaje en las mentalidades de los

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subyugados. En este capítulo nos concentraremos específicamente sobre los
dispositivos ideológicos o culturales, y no tanto en los mensajes, algunos de
los cuales han ido apareciendo a lo largo de esta obra.
Como afirman algunos estudiosos del neocolonialismo cultural y la he-
gemonía ideológica, los mensajes subyugantes se irradian desde instituciones
universales que son a la vez muy próximas a los subyugados.1 Se refieren a
las escuelas, tanto de primaria como de secundaria, las universidades, las
iglesias, mezquitas o templos diversos. Entre los aparatos de transmisión de
ideologías dominantes, también se ubican los diarios, la radio y la televisión,
los anuncios publicitarios, internet, y los espacios de socialización como el
trabajo, los amigos o la familia.2 Sin embargo, todas estas instituciones y
aparatos de proximidad son influidos de forma determinante por hegemo-
nías que marcan la pauta tan sutil como eficazmente. Las universidades más
prestigiosas del mundo, los institutos de investigación más punteros, las
editoriales más potentes, los diarios de referencia mundial, los buscadores de
internet claves, los sistemas operativos y estándares dominantes, las cadenas
de televisión internacional, todas ellas están concentradas en el Norte, espe-
cialmente en Estados Unidos. Aunque no menos importantes son los centros
diseminados por los países de la Periferia, compuestos por pequeñas élites
urbanas, generalmente involucradas en sectores económicos orientados al
Norte, que actúan como caja de resonancia de los mensajes del Norte y a la
vez como emisores manipuladores e independientes de mensajes destinados
a preservar el status quo de las desigualdades internas. Es por eso que en este
apartado podamos referirnos de forma precisa y renovada a los conceptos de
Norte y Sur Globales.

El Norte define el sentido


Si el Norte Global domina las instituciones más poderosas, entonces domina
lógicamente la producción de cultura, de ciencia y tecnología, de formación
y de información: las bases de datos de cualquier índole, la cartografía, la
producción literaria, artística, cinematográfica o incluso de juegos de orde-
nador, las agencias de noticias (y por lo tanto de la agenda) y las capacidades
de formación de especialistas.

1. Véanse por ejemplo, Altbach, Luckes, Cox, Halliday o los clásicos como Gramsci.
2. En los espacios cotidianos se forman lo que J.González llamaba «redes ideológicas»,
auténticas cajas de resonancia ideológica formadas por grupos como la familia, el pueblo, el
barrio, el grupo de la parroquia, el taller, etc. (1987).

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Dependencia simbólica del Sur

La dependencia es patente por la fuerte atracción que el Norte Global genera


sobre el Sur Global. Y es creciente por el impresionante boom (difusión masiva
y abaratamiento) de las tecnologías digitales, la cual se une a la progresiva
concentración empresarial en todos los segmentos. Un fenómeno que no está
logrando estrechar la brecha simbólica NS sino todo lo contrario. Visto de otro
modo, el Sur Global dispondrá —cuanto menos por el momento— de los
expertos más punteros, de las últimas publicaciones, del acceso a las bases
de datos más completas, de las últimas versiones de software, de los análisis
más profundos, de la cobertura a las últimas noticias de la guerra o de cual-
quier conflicto del mundo, de las licencias para implementar innovaciones
tecnológicas... cuando el Norte Global quiera. Lo mismo que en los idiomas
y estándares culturales que el Norte Global convenga. En la práctica, si la
cultura y el conocimiento se los logra convertir en una mercancía, entonces
los pobres sólo podrán «consumir» aquel producto cultural que resulte barato,
que se pueda trocar, incluso piratear (como en el «top manta»).

No obstante, el Norte Global también domina la definición de la iden-


tidad (por ejemplo a través de lo que es o no es ser patriota). Domina la
definición de la organización social (por ejemplo de las relaciones entre mujer
y hombre). Y domina la definición de las necesidades tanto colectivas como
individuales, como mencionamos en el capítulo sobre el concepto de desa-
rrollo. Todo esto conceptualmente se refiere a la construcción del sentido.
Respecto a esa construcción del sentido, González, nos recuerda que:

Todos los seres humanos nos construimos una representación de nuestro


accionar y estar por el mundo, pero precisamente debido a las desigualda-
des de poder y de clase, con dificultad nuestras distintas interpretaciones
de la realidad pueden coexistir armoniosa y amablemente con las de otros
agentes de posiciones distintas y desniveladas respecto a la nuestra.

Se generan entonces luchas entre diferentes maneras de considerar el


mundo que se sitúan en el nivel ideológico de las representaciones y que no
son gratuitas: tienen la función de racionalizar y de justificar o de cuestionar
(según los actores) la distribución desigual del poder material, político, social
y cultural. La anticooperación simbólica, que tiene la función de legitimar
las relaciones de poder y de permear esta legitimación hacia todas las escalas
sociales, se articula de manera fundamental con el intento de toma de con-
trol, por parte del Norte Global, de la definición del sentido. Como hemos
dicho más arriba, esto incluye la definición de la identidad propia y toda
la concepción de la organización social, desde los modos de reproducción

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social y la identificación de las necesidades, hasta la proyección futura de
uno y una misma.

Mecanismos de definición e irradiación de sentido


Las interferencias negativas en lo simbólico se transmiten también por estos
mecanismos; luego, pueden considerarse mecanismos de anticooperación
simbólica. Detrás de estos mecanismos, toda una serie de instituciones que
forjan los símbolos. Analicémoslos brevemente a continuación.

Los mass media


Ya durante los ochenta, el influyente y reaccionario Grupo de Santa Fe, en el
segundo de sus documentos —dirigidos a la administración Bush padre—,
establecía con toda claridad:

La opinión pública y las instituciones privadas de los EEUU han de em-


prender la educación de los medios de difusión y de los dirigentes comu-
nitarios, con respecto a la suerte del conflicto marxista leninista según lo
que fue adaptada por los nacionalistas a los problemas de subdesarrollo.
El casamiento del comunismo con el nacionalismo en América Latina,
a pesar de todo, representa el mayor peligro para la región y para los
intereses de los EEUU.3

Intentaremos revisar la anticooperación simbólica ejercida a través de


los medios de información de masas desde el Norte. Como es obvio, no es
posible desligar el impacto de los grandes medios de otros diseñadores de
mensajes porque, evidentemente, los medios fabrican a menudo el mensaje
que transmiten en función de sus propios intereses, sean ideológicos, políti-
cos o económicos. Pero los medios también difunden mensajes elaborados
por otros centros constituidos precisamente para este fin. Desde la industria
cultural, hasta gabinetes de prensa de gobiernos, de empresas, de organismos
multilaterales, de think tanks financiados por grupos de interés, de universida-
des, de ONG, de consultoras de publicidad, etc. Todos ellos dedican ingentes
esfuerzos, conscientes de la incidencia que los medios de masas tienen sobre la
opinión pública. Una opinión pública cuyos marcos cognitivos se configuran
a partir de las piezas de puzzle disponibles en cada momento así como de las
ideas fuerza que se repiten una y otra vez.4

3. Consultable en: www.emancipación.org.


4. Véase al respecto la inquietante obra Lakoff (2007).

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«El poder de la prensa es primordial porque establece la agenda de discusión
pública. Es un avasallador poder político que no puede ser controlado por
ninguna ley. Determina lo que la gente habla y piensa con una autoridad
reservada en algunas partes del mundo sólo a los tiranos, sumos sacerdotes
y mandarines.»
Theodore White, The Making of the President, Nueva York, 1973.

Un ejemplo inquietante de fabricación (y censura) de la información es la


llevada a término por el Pentágono justo tras los ataques del 11 de septiem-
bre de 2001. El Pentágono abría la Oficina de Influencia Estratégica con la
misión de diseminar información engañosa de cara a «influir en la opinión
pública y a los dirigentes políticos, tanto en países amigos como en los poco
amistosos».5 Como se ha visto durante la ocupación estadounidense de Iraq,
la recomposición de los sucesos y los motivos de la guerra transmitidos por el
tándem grandes cadenas de TV-Administración Bush ha sedado a la opinión
pública estadounidense y la ha dejado fuera de juego durante unos cuántos
años de sufrimiento iraquí y mundial. En el exterior, dada la mayor diversidad
de fuentes de información, el resultado ha sido diverso (por ejemplo el papel
de Al Yazeera o de sitios web independientes ha sido determinante para la
configuración de una masa crítica a la ocupación anglosajona).
Así, los medios de información de masas disponen de un enorme poder
de influencia no sólo simbólico, sino también político y económico. Este
poder se transmite a través de las fronteras de los estados desde los focos
manipuladores de la información en Washington, Los Ángeles, Londres o
Madrid, hasta las antenas parabólicas de las casas de chapa de Managua o
Manila. Debemos recordar que se trata de una transmisión vertical en la
que el receptor no tiene nada que decir y, como señalaba en 1986 el célebre
Informe Macbride:

Los sistemas de información muy centralizados y rigurosamente controla-


dos de circulación vertical, dirigida de arriba abajo, están admirablemente
adaptados a las sociedades que reprimen la disensión y la discrepancia
con respecto a la política oficial y a los que imponen unos modos de
comportamiento.

¿Cómo están colocadas las piezas de este mecanismo de dominación


NS?

5. NewYork Times (19/2/2002) A nation challenged: hearts and minds; Pentagon readies
efforts to sway sentiment abroad.

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Los mass media se globalizan de dos modos. Por un lado por la conver-
gencia tecnológica sin precedentes (redes de comunicación por satélite y fibra
óptica proveyendo un enorme ancho de banda accesible desde cualquier
ciudad del planeta), y por la otra, por el alud de fusiones y adquisiciones
empresariales. Ambos factores están constituyendo verdaderos gigantes mediá-
ticos cuyas torres de control ejercen un poderoso efecto sobre los ciudadanos.
Desde ellas se puede destilar mensajes tan importantes para la gobernabilidad
como los que inducen a pensar qué gobierno o grupo de interés es verdugo
y cuál es víctima.
Estamos asistiendo a la convergencia tecnológica y empresarial a gran
escala de cuatro sectores que antes eran independientes. Se trata de la in-
tegración del sector de la cultura de masas (TV, radio, cine...), con el de la
publicidad, el de los servicios de información (agencias de prensa, diarios...)
y el de internet. Se integran los negocios que vendían sonidos, con los que
vendían imágenes y los que vendían escritos. Corporaciones que graban CDs
de música, editan libros, suministran noticias, emiten preferencias desde
canales de TV, de radio, diarios, que producen mensajes mediante películas
y series, que dan servicio en internet y organizan redes sociales virtuales.
El segundo elemento es el hecho que se trata de gigantes corporativos
transnacionales cada vez mayores, ya no sólo por su diversificación tecno-
productiva, sino por su volumen logrado a través de la constante adquisición
de terceros diarios, canales de televisión, de radio, webs, editoriales, etc., de
otros países. Se trata de una concentración que no resulta distinta de la que
sucede en otros sectores empresariales. En el año 2000, seis grupos corporati-
vos dominaban una buena parte del mercado mundial: Vivendi Universal, el
complejo AOL/Time/Warner (CNN), Disney, Bertelsmann/AG, Viacom (CBS,
MTV, Paramount Pictures, TV y Radio) y News Corporation (New York Post,
Times, Fox, de Rupert Murdoch).6
Esta concentración hace que el orden de mando sea casi directo desde la
sede corporativa de estos medios hasta el pequeño diario local propiedad de
esta transnacional. Desde que la noticia se recibe —desde allá donde se haya
producido— y se procesa en la matriz, hasta que se irradia como si se tratara
de una onda expansiva hacia los medios filiales, la información ha sufrido un
proceso de estandarización y transformación. Si una de estas corporaciones,
por ejemplo la estadounidense CNN en español (que junto con Univisión y
el español Grupo Prisa —El País— dominan el mercado latinoamericano),
decide que un determinado gobierno u opción política como el de Hugo
Chávez, de Evo Morales o Rafael Correa no interesan, entonces hará falta

6. Véase también: Granville Williams de Campaign for Press and Broadcasting Freedom
(UK) www.mediachannel.org.

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Fuente: http://www.motherjones.com/ (visitado 1/4/2007).

crear un mensaje negativo e incrustarlo noticia a noticia, imagen a imagen


(populismo, «izquierdismo», radicalismo, gobierno de indios poco preparados,
caciquismo, violencia, etc.). En este caso real, algunas fuentes apuntan a que
la degradación de las figuras mencionadas se debe no sólo a una cuestión
de divergencia de ideologías, sino también a una cuestión de supervivencia
económica: si los gobiernos nacionalizan o controlan los medios de comu-
nicación, éstos podrían perder espacio donde expandirse.

El Informe McBride

El peligro de que los estados soberanos perdieran el control político del influjo
comunicativo e informativo ya ha sido ampliamente tratado por la comuni-
dad internacional durante distintos momentos. Especialmente durante los
setenta y ochenta ante la intuición de que la revolución digital ahondaría las
ya enormes asimetrías de poder entre distintas partes del mundo. Destacó
en 1980 la presentación y aprobación en el seno de la UNESCO del conocido
como Informe McBride. En el documento se radiografiaban problemas del
régimen comunicativo mundial y sus causas, para luego establecer los princi-
pios y actuaciones en los que debería basarse un Nuevo Orden Mundial de la
Información y Comunicación (NOMIC). Éste se fundamentaría en la eliminación
de los desequilibrios mundiales, el control del monopolio en el campo de la

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comunicación, la supresión de barreras y la pluralidad de las fuentes y los ca-
nales de información. Un nuevo régimen inspirado en el paradigma de justicia
global, y enfrentado al esquema de colonialismo informativo vigente.
Resaltamos el siguiente fragmento por su paralelismo con la noción de
anticooperación simbólica:
La súbita «introducción de los medios de comunicación de masas ha re-
forzado que las comunicaciones interpersonales resulten más difíciles y tensas.
Debido a que la información de los medios llega a millones de individuos,
éstos ejercen una influencia común en los públicos de las ciudades, de los
suburbios y del campo y sobre personas que tienen convicciones ideológicas
y religiosas diferentes y que proceden de estratos étnicos muy diversos. Así,
los estilos de vida, las costumbres, los hábitos, los gustos, las preferencias, las
creencias y las opiniones tienden a deformarse en detrimento de la variedad
y el individualismo. Con apoyo de las industrias audiovisuales, las empresas
transnacionales han introducido en la periferia cosmovisiones extranjeras
perjudiciales para la estructura de valores locales fundamentales».
El documento y sus partidarios fueron boicoteados por Estados Unidos y
los principales grupos mediáticos, bajo la premisa retórica de que la propuesta
atentaba la libertad de expresión y la libertad de información. Incluso que se
trataba de una «propuesta sovietizante». Los EEUU de Reagan abandonaron
la UNESCO un año más tarde que el Reino Unido de Thatcher.

La industria cultural
Uno de los principales focos emisores de la industria cultural del Norte Global
probablemente sea Hollywood. El bombardeo mediático del «American way
of life» a través de la televisión y el cine no sólo consigue transculturalizar
a la población televidente (una gran mayoría de la clase dirigente y de los
habitantes urbanos de los países empobrecidos), sino que también invita a
creer que reproduciendo el modus operandi que muestra Hollywood con su
narrativa, se llegará al «desarrollo humano» de Beverly Hills. Queda entonces
legitimado políticamente que los dirigentes utilicen formas de administrar
la política aprendidas de Estados Unidos o Europa, donde aparentemente
se sabe vivir mejor.7 La emigración es en parte consecuencia del imaginario
ficticio diseñado desde ese Hollywood difuso.
Un segundo elemento surge del fenómeno de las telenovelas. Historias
de amor y poder que muestran una clase alta local totalmente americanizada

7. Como establecía Lukes (1974): «La élite parece haber poseído la más indispensable de
las características de un grupo dominante: el sentimiento, compartido no sólo por ella, sino
por la plebe, de que su pretensión de gobernar era legítima».

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(o criollizada), que presentan de forma pasteurizada el día a día de la gente
pudiente, de quienes lo tienen todo. Precisamente las telenovelas, que son
productos de consumo popular, operan como espejos sociales distorsionados
y como proyectores del poder blando, de todo aquello que sea occidental,
moderno y opulento. Marcan los estereotipos, definen las pautas para el éxito
y desempoderan socialmente, destruyendo lo que los marxistas denominarían
conciencia de clase. ¿Por qué sino centenares de jóvenes japoneses y chinos
acudirían este año a hacerse la cirugía estética para alargarse las piernas y
occidentalizarse la cara? Sin embargo, las soap operas que se consumen en las
fabelas de las barriadas de Tegucigalpa o Hanoi no suelen ser producciones
de Los Ángeles, París o Madrid. Se producen en realidad desde importantes
centros de irradiación simbólica como Mumbay, Bogotá, Seúl, Johannesbur-
go o México, DF. Pequeños centros en la Periferia, controlados por élites,
cuyas narrativas no resultan por lo general más emancipadoras que las de
Hollywood.
Pero la cultura de masas a la que se debe esta industria abraza muchas
otras formas: la música, el deporte, las artes más refinadas como el teatro o
la pintura, la arquitectura... incluso la publicidad. Para captar la atracción
que emana del Norte Global, sólo hace falta repasar cuáles son las capitales
mundialmente reconocidas en tales ámbitos. Citemos algunas: cine: Ho-
llywood (en competencia con Bollywood); arte (teatro, museos...): Nueva
York, París y Londres; idioma: inglés, castellano y francés; fútbol: Europa;
béisbol y baloncesto: EEUU; publicidad: Nueva York y Londres. Si aceptamos
el gasto en publicidad per cápita como un buen indicador de las diferencias
en el flujo de mensajes emitidos (e interferencias provocadas), observaremos
en la siguiente tabla una destacable diferencia entre economías. El gasto en
publicidad en los países empobrecidos es despreciable en comparación del
acometido en las economías enriquecidas.

Presupuesto
País
Total publicidad en TV per cápita
(millones de dólares) (millones de dólares) (dólares)
EEUU 231.448 52.821 812
Japón 37.037 15.711 290
Alemania 17.221 4.153 208
Reino Unido 15.418 4.737 259
Francia 9.123 2.833 154
China 7.489 3.349 6
Italia 7.071 3.783 122
Estado español 5.128 2.137 127
Fuente: Grupo de Midia de São Paulo

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Esta capitalidad simbólica del Norte no sería negativa si no fuera co-op-
tadora, aculturizante, materialista, y no inoculara subliminalmente una serie
de mensajes que en lugar de ser emancipadores son subyugantes y conducen
a emular comportamientos que pueden no tener ningún sentido en el propio
contexto. La industria cultural del Norte Global actúa cual especie de fábrica
de «malinchismo» que, simbólicamente, convierte a los ciudadanos de los
países del Sur Global en pobres ante sus propios ojos.8

Educación y neocolonialismo
El problema de la dominación de lo que aquí denominamos «simbólico»
tiene una fuerte raíz histórica. La dependencia educativa se inicia durante
los años de subyugación colonial cuando se imponen en las sociedades
colonizadas los modelos de los colonizadores. Una vez impuestos tales
modelos, la educación en las colonias era controlada externamente por «la
madre patria» colonial. La metrópoli decidía los contenidos y objetivos
curriculares, los libros de texto que serían empleados en sus colonias, y éstos
eran cuidadosamente seleccionados y diseñados con el objetivo de reforzar
los intereses de los colonizadores. Incluso en países como la Namibia del
Apartheid, los pocos profesores de secundaria eran todos blancos, a menu-
do militares, descendientes de europeos (Nyambe y Griffiths, 1998). Por
añadidura, la metrópoli no consideraba la necesidad de que sus colonias
tuvieran un sistema educativo propio ni ningún tipo de independencia
intelectual, ni tan siquiera que pudieran reconocer su propio hilo histórico.
Algunas potencias coloniales sí consideraron la necesidad de formar un
ejército de burócratas de bajo nivel para que administraran en eslabones
poco atractivos para los colonizadores. Sin lugar a dudas, la dependencia
educativa del Sur fue impuesta por el Norte.
En ese sentido, un gran número de sistemas educativos en los países del
Sur han sido piezas clave de los mecanismos de anticooperación simbólica me-
diante los cuales se ha resignificado la historia y colonizado el imaginario.
Pasada la etapa colonial los sistemas educativos en los países del Sur
no sólo no permanecieron sino que incluso acentuaron la dependencia del
modelo intelectual occidental. En África, por ejemplo, pese a la relación
de amor-odio con Europa, todavía hoy son profundamente dependientes
intelectualmente tanto de su antigua metrópoli como del resto de países in-

8. La RAE define «malinchismo» como: (De Malinche, apodo de Marina, amante de


Hernán Cortés). Méx. Actitud de quien muestra apego a lo extranjero con menosprecio de lo
propio. Se interpreta también desde la traición al propio pueblo.

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dustrializados.9 De alguna manera, las instituciones educativas africanas han
huido de la ordenanza colonial para pasar a una dependencia neocolonial.10
Las instituciones educativas del Sur, y en particular las africanas, ¿acaso no
deberían liberarse de una vez de esta clase de servidumbre «de la mente»?
(Altbach, 1977)?
La actual influencia simbólica en lo educativo del Norte sobre el Sur no
sólo recae en el pasado colonial, sino también en una serie de dispositivos
transnacionales aparentemente benignos que sin embargo la refuerzan. La
ayuda al desarrollo es uno de los principales. Y las condiciones cruzadas del
«tridente abrelatas» con el Banco Mundial prestando y asesorando, el FMI
negociando y la OMC liberalizando, son los otros.11 Los consideraremos de
manera conjunta.
Como ya hemos dicho, muchos gobiernos de los países del Sur, fuerte-
mente endeudados, han recurrido a la ayuda y al crédito internacional con
cierta voracidad. Ahora bien, como afirma una antigua ministra de Educación
del Ecuador:

[...] préstamos y donaciones que vienen con sus propias propuestas y


requisitos, restan autonomía de pensamiento y acción a los países, se
desparraman entre numerosas instituciones intermedias, consultores e
investigadores, contribuyendo así a amortiguar —cuando no a callar— la
discrepancia y la crítica. [...] Además, la visibilidad y el poder de decisión
que tienen las agencias internacionales dentro de cada país no guarda re-
lación con su contribución monetaria real: en educación, dicho monto es
insignificante en comparación al presupuesto que pone el propio Estado
(entre el 90% y el 95%). (Torres, 2005)

Efectivamente, el neocolonialismo toma formas evidentes como los libros


de texto extranjeros en las escuelas, a la vez que también formas sutiles, como
la definición de las políticas públicas educativas a partir de la (estrecha) visión
de los asesores técnicos de las agencias internacionales a los que justamente
se refería la cita anterior. Justo es decir que el propio Banco Mundial se auto-
define no como una entidad financiera sino como una agencia asesora. Pero,
¿qué se puede esperar de un banco, cual ejército de técnicos extranjeros que
reciben altísimos sueldos, cuando asesora en temas educativos?

9. Durante la «posindependencia» africana y durante los años de teología de la liberación


latinoamericana, muchos programas formales e informales intentaron combatir las «mentali-
dades coloniales» (véanse Julius Nyerere en Tanzania, o Paolo Freire en Brasil).
10. Freire caracteriza el colonialismo como la cultura del silencio.
11. Véase también el capítulo 11 sobre anticooperación diplomática.

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Por lo tanto, la cooperación, las instituciones internacionales como el BM
y la «proyectitis» han debilitado todavía más los ministerios de Educación
al inundarlos de proyectos internacionales repletos de condiciones, burocra-
cia, temporalidades impuestas y dobles poderes. Los ministerios se ven en
la obligación de crear múltiples unidades especiales para ejecutar, seguir y
evaluar cada uno de los proyectos cofinanciados desde las agencias exteriores.
Algunos proyectos son tan grandes que se convierten en paraministerios, a la
vez que muchos gobiernos del Sur se retiran de sus obligaciones educativas,
en la medida que ven que las cubren las ONG y la cooperación oficial.

La Escuelita «El Esfuerzo»


Recuerdo perfectamente cuando impartimos clase a niños trabajadores en
la Escuelita de Los Escombros, en el destruido centro de Managua. Entonces
operábamos como «Físicos por el Desarrollo» (una asociación de coopera-
ción creada con compañeros y compañeras de la universidad en Barcelona).
Ante la patente ausencia del Estado en ese barrio marginal, algunos adultos
concienciados del barrio y nosotros, los «cheles», decidimos instituir desde la
nada un pequeño centro de alfabetización, sucedáneo de escolarización para
la gente sin recursos del barrio. Los libros de texto, más bien viejos y hechos
llegar gracias a financiación española y sueca, rebosaban ejemplos que poco
o nada tenían que ver con la vida de aquella gente. Habían sido escritos por
educadores extranjeros de la editorial española, Santillana, que hoy domina
el mercado editorial latinoamericano. En el de historia, los colonizadores
españoles habían traído una atractiva y adelantada cultura occidental-cató-
lica que se había fusionado de forma armoniosa (nada violenta) con la de
los entonces indios rudimentarios y despreocupados que poblaban aquella
hermosa tierra de lagos y volcanes. Era el nacimiento de «Iberoamérica».
Según el libro, el desarrollo era una suerte de línea recta en la que hacía falta
adelantar, a pesar del retardo.
Entonces los «maestros» de aquella Escuelita formada a base de volunta-
rios, entre habitantes locales y un par de catalanes «ex patriados», tratábamos
de aprender a serlo y pedíamos materiales y formación a ricos locales y a la
cooperación internacional. Recuerdo que los maestros «nicas» acostumbraban
a escribir textos en la pizarra para que los niños apuntaran. Algunos niños
perdían la atención. En algunos casos por no haber comido. En otros por la
poca experiencia del profesorado. Los maestros catalanes desconfiábamos
de una dinámica tan mecánica y, hasta cierto punto, autoritaria, aunque
también hacíamos lo que podíamos, incomodando a los maestros locales con
nuestros ideales naïf. A menudo nos llamaban de otras escuelas para que
diéramos talleres para profesores, ya no importaba tanto el tema como que
fuéramos de fuera. Les ofrecimos todo aquello que habíamos aprendido en
nuestra casa o que inventábamos en la marcha. No sabíamos evaluar hasta

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qué punto les sería útil, pero parecían contentos de ver «españoles». Curioso
después de todo.
Tal vez no se trate del mejor ejemplo de dependencia vistos los pocos
recursos externos con que contábamos y la actitud más humilde y austera
de lo habitual. Pero esto sí, es una historia en primera persona, siempre reco-
mendable para analizar el mundo. La Escuelita El Esfuerzo todavía funciona
15 años después. Ahora se encuentra a cargo de algunos de los maestros y
una inquietante ONG evangélica estadounidense. Supongo que tan inquie-
tante, como nosotros: una organización de físicos catalanes con ganas de
«arreglar el mundo»...

Hay un dispositivo más a contemplar, que es la educación de las élites


locales. Las élites, residentes en los grandes núcleos urbanos del Sur, pueden
obtener grandes beneficios al vincularse con el Norte. En lo educativo ese
fenómeno resulta muy evidente. A las élites se las reparten escuelas, insti-
tutos y universidades ligados a congregaciones de la iglesia (jesuitas, Opus
Dei, salesianos, teresianas...) y los colegios y centros extranjeros especia-
lizados. Dichas instituciones actúan a la vez de centro de socialización de
las clases dirigentes como de gran puerta de entrada del influjo simbólico
occidental.
Como hemos visto en el caso de la anticooperación diplomática, las
administraciones del Norte tratan de difundir e impulsar su lengua por
medio de instituciones específicas como el Instituto Francés o Norteame-
ricano, el Instituto Cervantes o el Goethe, los colegios de élite como el
estadounidense, alemán, francés, italiano, español, etc., que se convierten
en auténticos nodos proyectores de poder blando. Para las élites, el dominio
de las lenguas hegemónicas les han sido necesario tanto para vincularse
comercial, cultural, intelectual y políticamente con el Norte, como para
diferenciarse del resto del pueblo y mantener el monopolio de ese control.
En muchas ocasiones, han adoptado como propia la lengua de la colonia.
No resulta extraño entonces, que cuando a los alumnos de dichas institu-
ciones les llega el momento de gobernar, impongan tradiciones educativas
euro-estadounidenses y bloqueen el desarrollo de las lenguas indígenas
(generalmente arguyendo motivos de praxis economicista o comunicativa)
hasta el punto de hacerlas desaparecer.
Hasta aquí hemos considerado el impacto a nivel macro. Para valorar el
impacto microsociológico que tiene la escuela sobre el niño o el joven, mi
madre y mi suegra (maestras de primaria con una larga experiencia), suelen
contar anécdotas sobre cómo sus alumnos integran sus enseñanzas tratando
de «reprogramar» aquellas «malas actitudes» adquiridas fuera de las aulas.
De modo que los pequeños alumnos terminan enfrentándose, de forma

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cómica, a sus progenitores ya que son quienes les han inculcado esas «malas
actitudes». Anécdotas que pueden servirnos para valorar el profundo efecto
de «programación» que tiene el sistema educativo sobre el individuo. Un
ejemplo paradigmático es el sistema Bantú durante el Apartheid, extendido
en Namibia desde Sudáfrica, que fue diseñado en su día con el fin de «pro-
gramar» a los trabajadores negros para entender instrucciones y obedecer
las órdenes de sus jefes coloniales. Se trataba de anticooperación simbólica
llevada al extremo, impuesta por la fuerza y que anulaba tanto los derechos
de la población negra local como los deseos de recuperarlos. No es el caso
de la actual mayoría de sistemas educativos del Sur, aunque tampoco están
demasiado lejos.
En definitiva, la anticooperación simbólica encuentra en los sistemas
educativos una de las plataformas más eficaces para inculcar valores, habili-
dades y comportamientos de forma no emancipadora en los individuos del
Sur, dado que es en la escuela primaria y secundaria donde los individuos
los absorben y donde principalmente se socializan cuando no deben trabajar
para sobrevivir.

Universidades en pirámide
Otro de los mecanismos que más incidencia tienen en el ámbito de la do-
minación simbólica del Sur son las universidades, los institutos de investi-
gación y todos aquellos centros dedicados a crear «evidencias» y «razones»,
y a la formación de gestores «de verdades», sean estas verdades científicas,
tecnológicas, sociales, artísticas, económicas o políticas. Instituciones que
si bien comparten lo expuesto en el apartado sobre la educación, presentan
características añadidas, como por ejemplo el estrecho vínculo entre la uni-
versidad y el poder local.
Las universidades de gran prestigio, estadounidenses, británicas, france-
sas, alemanas… han sabido atraer a la clase dirigente de los países periféricos
para sumergirlos en las doctrinas preferidas por Washington y los centros
metropolitanos del Norte. Así hiciera también el bloque soviético durante
los años de la Guerra Fría con los países de su arco de influencia, y antes, las
potencias coloniales, como cuando el elitista sistema británico fuera impuesto
en la India bajo la llamada estrategia del down-ward filtration (filtración hacia
abajo). Estas élites, convencidas de que aquello era lo mejor porque era «lo
científico», «lo moderno», las aplicaron de manera dogmática. Incluso cuando
el contexto latinoamericano, asiático, africano o europeo haya pedido a gritos
otro tipo de políticas.
Fijémonos en la influencia de las universidades estadounidenses en
América Latina, por ejemplo, durante los últimos cuarenta años. Los
ascensos al poder de los economistas ortodoxos en Latinoamérica fueron

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promovidos por las sucesivas administraciones estadounidenses que busca-
ron cómo disminuir la influencia de la CEPAL —entonces muy implantada
en toda la región— por medio de una campaña de «profesionalización» de
la enseñanza en economía. Esta campaña se inició en los años cincuenta
con el convenio subscrito entre la Universidad de Chicago y la Universidad
Católica de Chile. Los cuadros formados por esta iniciativa serían los que
más tarde ocuparían los principales cargos del «pinochetismo», así como
se transformaron en el grupo que afianzó el perfil neoliberal de Chile. Este
modelo de acaparamiento académico fue después exportado a todos los
países latinoamericanos mediante la creación de fundaciones, inicialmente
financiadas por los sectores neoliberales, y posteriormente con el apoyo
de todo el conjunto de la clase dominante de la región. Los neoliberales
ortodoxos han levantado la bandera de la especialización «técnica» y de la
matematización de la economía política, para adaptar el cuerpo de funcio-
narios del Estado al modelo privatizador, aquella preferida por los intereses
de Washington, que no los de la población local.
Actualmente esto no sólo ocurre con la élite latinoamericana, sino
también con la asiática, la africana, la de los países del Este, de los países
árabes, y sobre todo, por su visibilidad cuando se visita las universidades
como Yale, Harvard, Columbia o el MIT, con miles de estudiantes chinos
e indios.
En realidad el enjambre de universidades del planeta sigue una estructura
piramidal parecida a la de los medios de comunicación. Unas pocas universi-
dades de prestigio en unos pocos países ricos, arriba de todo, definen la pauta
que seguirán el resto de universidades de los países industrializados y algunas
universidades concretas de países emergentes como la Nehru University en
India, la Universidad de Pekín en China o la UNAM de México, en el medio
de la pirámide. Más abajo, las universidades privadas de países empobreci-
dos, incluidas las llamadas «universidades garaje», intentarán parecerse a las
universidades de prestigio extranjeras. Algunas lo conseguirán sólo de forma
superficial. Competirán con algunas franquicias de universidades extranjeras
y con sus branch campuses, cuyas dinámicas neo-coloniales han ido tomando
forma en las capitales de los países del Sur. Abajo de todo, las universidades
públicas de la Periferia, con recursos económicos paupérrimos, habrán de
recurrir a la imaginación para superar dignamente el día a día. La investigación
será rara avis en este tipo de universidades dedicadas casi exclusivamente a la
docencia; una docencia basada en bibliografía y currículum extranjeros. La
poca investigación presente será iniciativa de la cooperación internacional, se
financiará de sus fondos y se supeditará a sus motivaciones geopolíticas. No
será extraño, pues, que entre lo marginal de la investigación en las universida-
des del Tercer Mundo, muy alejada de la excelencia académica sólo podamos
encontrar investigación aplicada (que no básica) ligada a la producción de

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commodities, a las infraestructuras para la exportación, o al reconocimiento
e inventariado de recursos geoestratégicos.12

Los journals independientes del Tercer Mundo

Los países del Norte producen la mayoría de los bienes intelectuales. Y como
ejemplificamos a continuación también interfieren en la producción del Sur.
Un gran número de revistas académicas que se publican específicamente en
los países del Sur reciben la «ayuda» de los países poderosos. Son el tipo de
revistas a las que tiene acceso la comunidad académica de las universidades
de la Periferia. Durante muchos años el estadounidense Congress for Cultural
Freedom (CCF) patrocinó un gran número de influyentes revistas académicas en
países de África anglófona, Latinoamérica, India, Filipinas, incluso Japón. Estas
revistas a pesar de su apariencia científica y neutral, reflejaban claramente
las orientaciones político-ideológicas de sus financiadores. Entre ellos y en
distintos momentos, la CIA o la Ford Foundation a través de del CCF (Lasch,
1969). La comunidad académica del Sur veía así torcido su debate sobre su
propio desarrollo según la ley de la gravedad impuesta por el dinero y el
monopolio intelectual de Occidente.

Finalmente, podemos citar la creciente privatización de la universidad y


la entrada masiva de las empresas, la cual, sea a través de convenios de inves-
tigación, sea con el ofrecimiento de becas, sea por la creación de empresas
spin-off, o de la patentación del nuevo conocimiento generado, ha deformado
el anterior equilibrio en la producción de conocimiento. Así, en las facultades
de economía, de derecho, de ingeniería, de veterinaria…, prevalecen aquellos
departamentos que investigan y enseñan orientados al mercado. Algo similar
sucede a escala global, porque justamente son los departamentos pro mercado
los que acceden a mayor financiación. Se impone una clase de pensamiento
único que se proyecta matemáticamente en la formación de aquellos que pasan
por la universidad. En el Sur, la privatización de la universidad es a menudo
más exagerada, dado el restringido presupuesto público y el desinterés de las
clases dirigentes por la universidad pública.
En resumen, las universidades, tanto por su función formativa como por
su función investigadora y por ser «templos de la verdad objetiva», son tam-
bién una importante correa de transmisión de símbolos cargados de la ideo-

12. Invitamos al lector y lectora a comprobar tal supuesto revisando las líneas prioritarias
de los principales programas de cooperación inter-universitaria financiados por las principa-
les agencias de cooperación oficiales. Por ejemplo, el Programa Intercampus de la AECID
española.

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logía y la cultura hegemónicas, hacia los futuros profesionales y gobernantes
que dirigirán los países del Sur. La ofensiva ideológica neoliberal, consciente
de este poder, ha utilizado las universidades para extender su pensamiento
por todo el mundo de forma implacable.

Entre think tanks y lobbies de la anticooperación


Ahora bien, mientras crece la importancia de los medios de comunicación,
nacen nuevos actores especializados que sacan partido al poder que puede
desencadenar la comunicación en la sociedad del conocimiento. Se trata en
algunos casos de metabolizadores de información que se dedican a procesar/
manipular la información para facilitar la digestión ante la «marabunta» in-
formativa disponible. Otros se concentran en la construcción de «verdades
ideológicas» (de símbolos), de marcos interpretativos, en la persuasión y la
influencia. La mayoría hacen las dos cosas. Gabinetes de comunicación,
laboratorios de pensamiento (think tanks en su nomenclatura anglosajona),
observatorios, consultoras de relaciones públicas, agencias calificadoras de
riesgo, buscadores de internet, agencias de publicidad, etc., han ido prolife-
rando durante los últimos años. Entre ellos se ubican determinados grupos
de interés; a menudo poderosos lobbies empresariales o grupos ideológicos
conservadores, pero también grupos ecologistas, de defensa de los derechos
humanos…, interesados en difundir una determinada orientación simbólica,
de popularizar un determinado frente ideológico.
Sin embargo, de una manera u otra y aunque puedan ser frentes ideoló-
gicos opuestos entre sí, todos ellos intentan a menudo vestirse de objetividad
con tal de legitimar la información que ofrecen. Esto los lleva a maquillar sus
mensajes con la parafernalia a menudo paracientífica, de forma que parezcan
mensajes incuestionables. Lo científico o técnico es un lenguaje de poder.
Caso paradigmático de esto es el de los denominados think tanks, institutos
mayoritariamente al servicio de grupos político-ideológicos o empresariales,
que financian investigaciones con el fin de demostrar determinadas relaciones
que les son favorables. De aquí surge buena parte de lo que se denomina
«ciencia basura» o «ciencia mercenaria», utilizada a menudo para negar evi-
dencias científicas relevantes.

La ciencia basura

Científicamente probado. Ni nuestro consumo produce cambio climático,


ni fumar provoca cáncer, ni el DDT es tóxico. Es lo que afirman categórica-
mente algunos científicos desde plataformas como www.JunkScience.com,
www.TechCentralStation.com o la web de la cadena Fox.

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Aparentemente son posturas que —con toda naturalidad— podrían res-
ponder a líneas discrepantes con el «mainstream» científico. Sin embargo,
tienen todas algo en común que las hacen sospechosas. En primer lugar,
quedan integradas en campañas «científicas» que se oponen a leyes públicas
que restringen el uso de productos considerados como peligrosos. A menudo
actúan negando relaciones causa-efecto entre una sustancia artificial y una
patología o efecto ambiental pernicioso, y sus consecuencias judiciales. En
segundo lugar, los científicos que las defienden reciben importantes obse-
quios de algunas empresas privadas, esto es, de las empresas que producen
dichos tóxicos
Casos paradigmáticos de «ciencia basura» y negacionismo científico con
fuertes implicaciones para el Sur, son el de Exxon Mobil y el cambio climático,
el de Monsanto y efectos cancerígenos del Agente Naranja en Vietnam, el
de Philip Morris y el cáncer de pulmón, el de la toxicidad del DDT para luchar
contra la malaria en África, o el de Chevron-Texaco y los derrames en Ecuador
(Llistar, 2007a).13

La trascendencia de estos think tanks se basa en su capacidad de influencia,


por lo que no resulta extraño que los militantes republicanos estadounidenses
dediquen de media cerca de 30.000 millones de dólares anuales a sus think
tanks particulares, algunos de ellos entre los más influyentes del mundo y que
mostramos en el siguiente destacado. No en vano, detrás de la fuerte capa-
cidad de persuasión que algunos de estos laboratorios de ideas tienen sobre
los centros de decisión política, están por ejemplo la aplicación del Consenso
de Washington en toda América Latina (por ejemplo, desde el Institute for
International Economics) (Ramos, 2003) o de la guerra de baja intensidad
desarrollada contra Centroamérica (p.ej. desde el Grupo Santa Fe); la guerra
de Iraq y la guerra global contra el terror en general (p.ej. desde el American
Enterprise Institute); las indicaciones de presión a los mercados de los países
periféricos para que liberalicen el sector servicios (p.ej. desde el European
Service Forum); o toda una gama de hojas de ruta globales destinadas a tute-
lar las instituciones más poderosas del planeta. Indicaciones que han tenido
resultados muy positivos para los grupos de interés que las impulsaban pero,
definitivamente, efectos nefastos para los pueblos y los individuos que han
nacido al Sur. Por eso es por lo que conviene poner nombre a estos grupos
de interés nefastos: «lobbies de la anticooperación».

13. Fragmento de un artículo que se integra en una trilogía sobre ciencia basura (Llistar;
2007a, 2007b, 2007c).

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«Lobbies de la anticooperación»

O los think tanks más influyentes del Gobierno de Estados Unidos:14


– American Enterprise Institute (AEI) for Public Policy Research: 1943,
17 millones de dólares EEUU, neoconservadora, Samuel P. Huntington,
Richard Perle, Newt Gingrich. www.aei.org
– Rand Corporation: 1946, 167,7 millones de dólares EEUU. El presidente
es Frank Carlucci (Carlyle Group). Sus clientes principales son las Fuer-
zas Aéreas y el Ejército USA. Publica el Rand Review i el Rand Journal of
Economics. www.rand.org
– Hudson Institute: www.hudson.org
– Center for Strategic and International Studies (CSIS): www.csis.org
1962; 17,5 millones de dólares EEUU; 190 analistas. Proporciona análi-
sis estratégicos y soluciones a los líderes mundiales. Henry Kissinger, y
diversos asesores de seguridad nacional.
– Heritage Foundation (HF): www.heritage.org. 1973, 28,4 millones
de dólares EEUU; 200.000 miembros. Sus asesores son comentaristas
habituales de la Fox News. Think Tank predilecto de Ronald Reagan. En
2003 publicó: «Limitar el papel de la ONU».
– The Cato Institute: www.cato.org
– The Project for the New American Century (PNAC): 1997. Neocon-
servadores, muy influyentes en la Administración Bush hijo. El año 2000
publicó Rebuilding American Defenses. Cheney, Rumsfeld, Wolfowitz,
Jeb Bush, Forbes, Fukuyama, Kagan, Perle, Woolsey. Ha publicado re-
cientemente The War over Iraq. www.newamericancentury.org
– The New American Project: www.america.net
– The Carnegie Endowment For International Peace: www.ceip.org
– The Council on Foreign Relations (CFR): www.cfr.org
– Brookings Institution (BI): www.brookingsinstitution.org

Iglesias (y ONG)
Con los invasores llegó la Iglesia, la cual se convirtió en un pilar funda-
mental, para el sometimiento de nuestros pueblos originarios. El sistema
opresor con su ideología y su práctica destructora nos arrebató nuestra
tierra, pero no pudo arrebatarnos nuestra mente y nuestro espíritu.15

14. Información extraída de la Vanguardia Dossier, julio/sept. 2003. Se presentan algunos


datos significativos como la fecha de fundación, el presupuesto del think tank a la fecha de
publicación, algunas de sus publicaciones y de sus miembros más «honorables». También su
sitio web.
15. Memoria del II Encuentro continental de la Campaña 500 años de resistencia indígena,
negra y popular, Quetzaltenango, Guatemala, 7-12 de octubre de 1991, p. 52. Esta memoria
se encuentra también en Documentos Indios, Tomo II, pp.155-218.

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Como algunos historiadores progresistas han señalado en relación a la etapa
colonial, la Iglesia ha sido al mismo tiempo aparato ideológico e instrumento
de transmisión clave para la entrada y legitimación de culturas invasoras,
especialmente por lo que respecta a las invasiones española y portuguesa.16
Actualmente aunque en menor medida, lo es de la penetración de la cultura
capitalista euroamericana en comunidades indígenas, negras o campesinas
donde ésta todavía no había llegado. Los proyectos de nueva «evangelización»
impulsados por el Vaticano, o la proliferación masiva de sectas evangélicas
en zonas pobres, continúan siendo instrumentos de dominación occidental.
Algunos estrechamente ligados a la implantación del capitalismo, otros al
control de las masas empobrecidas. Las actuales sectas, en realidad destruyen
el tejido comunitario introduciendo de manera clara y concreta la noción
de individualismo y rompiendo con las tradiciones que sostienen a la colec-
tividad. La Iglesia católica no hizo esto; al contrario, se adaptó a las culturas
locales permitiendo un cierto sincretismo cultural, gracias a lo cual muchas
tradiciones ancestrales han podido sobrevivir…
En una visión de largo recorrido del papel en el Sur de la iglesia y la ideo-
logía cristiana en general, se señala como ha servido a menudo para justificar
jurídica y teológicamente la dominación política y económica (Girardi s/f ).
Con su obra de evangelización se ha descalificado las culturas y religiones
autóctonas, desconociendo a menudo el derecho de los pueblos de tener
las propias. En la «Declaración de Xelaju», por ejemplo se alude «a todo lo
cometido por la invasión europea y norteamericana durante estos 499 años
de colonialismo, neocolonialismo y evangelización».
Pero, ¿cuál es el mecanismo básico? Las estructuras de beneficencia de
las diferentes iglesias (iglesias, comedores populares, escuelas, residencias,
parroquias, asociaciones benéficas, clínicas, orfanatos...) son a la vez servi-
cios sociales de inestimable valor para los más empobrecidos y un espacio de
captación ideológica, cultural y religiosa muy efectiva. Así, las iglesias con
más recursos, consiguen a menudo un mayor número de fieles. El fenómeno
de las sectas evangélicas en América Latina alimentadas económicamente
por fundamentalistas norteamericanos, o las escuelas coránicas financiadas
en el África negra por los wahabbitas de Arabia Saudita, ambas en acción
proselitista, son dos ejemplos de interferencias transnacionales de discutible
beneficio. La Iglesia católica, en cambio, se financia principalmente con las
donaciones de los feligreses ricos dentro del mismo país o, tanto por tanto,
de la cooperación internacional entre las propias instituciones católicas de
una misma orden.

16. El concepto gramsciano de «aparato ideológico» se refiere al conjunto de instituciones


sociales que se han especializado en la formulación, difusión y preservación de ideologías, es
decir la construcción social del sentido. Estos aparatos tienen vocación totalizadora.

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Un gran número de sectas fundamentalistas que operan en el Sur Global
son de origen extranjero. A menudo dichas sectas interfieren el vivir bien,
fomentando la división y el enfrentamiento en el interior de las propias
comunidades locales y extinguen las religiones indígenas y las creencias po-
pulares: para el movimiento indígena negro y popular el impacto negativo
de las sectas acontece cuando erosionan y al mismo tiempo provocan desmo-
vilización, abandono de las prácticas tradicionales de los pueblos indígenas
y división, afectando al fin y al cabo a su derecho de autodeterminación
cultural y religiosa.
Por otra parte, las diversas redes de beneficencia de la iglesia católica o
protestante, del islam, del hinduismo, etc., presentan muchas similitudes con
las redes de ONG de carácter más asistencialista. Muchas dependen de una
estructura religiosa o profesan principios religiosos diversos. Pero más allá
de ello las ONG a la vez que soportan estructuras de beneficencia y caridad
similares a las de las estructuras religiosas, se acercan y tienen efectos muy
parecidos sobre la población. No es extraño que en algunos conflictos entre
las comunidades y empresas extractivas, por ejemplo, las autoridades confíen
en la intermediación de la Iglesia o de ONG: disponen de credibilidad y al
mismo tiempo sujetan el statu quo que las financia.
Obviamente que tanto iglesias como ONG son mosaicos llenos de ten-
dencias de diferentes colores, y que en ocasiones miembros y significaciones
de estas como por ejemplo la Teología de la Liberación, han sido fuente de
emancipación y empoderamiento local, hecho que no se pone en entredicho
aquí. Otras, como los Cuerpos de Paz estadounidenses, actúan para facilitar la
propagación de los intereses estadounidenses.17 En todo caso hemos querido
señalar los principales rasgos de la anticooperación simbólica cuando esta
toma el camino de la religión y la caridad.

Referencias:
ALTBACH, P.G. (1971), Education and Neocolonialism: A Note - Compara-
tive. Education Review – JSTOR (todas sus publicaciones en www.bc.edu/
bc_org/avp/soe/cihe/pga/index.html).
— (1987), The Knowledge Context: Comparative Perspectives on the Distri-
bution of Knowledge. Albany: State University of New York Press.
COCKETT, R. (1994), Thinking the Unthinkable: Think-Tanks and the Econo-
mic Counter-Revolution, 1931- 1983. Londres: Richard HarperCollins.

17. Dos de los tres objetivos principales de la misión de los Peace Corps son la promoción
de una mejor comprensión y aceptación de la cultura norteamericana y de Estados Unidos.
Puede leerse en: (http://www.peacecorps.gov/index.cfm?shell=learn.whatispc.mission, visitado
en 12/3/2009).

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GEORGE, S. (2007), El pensamiento secuestrado: Cómo la derecha laica y la
religiosa se han apoderado de Estados Unidos. Barcelona: Icaria.
KLEIN, N. (2000), No logo: El poder de las marcas. Barcelona: Paidós.
LATOUCHE, S. (1996), The westernization of the world. MA: Polity Press
Cambridge.
MATTELART, A. (2002), Historia de la sociedad de la información. Barcelona:
Paidós.
McBride, S. et al. (1987). Un solo mundo, voces múltiples: comunicación e
información en nuestro tiempo. México: Fondo de Cultura Económica.
[http://unesdoc.unesco.org/images/0004/000400/040066sb.pdf ].
Mediawatch Global: www.mwglobal.org.

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XII. ANTICOOPERACIÓN MIGRATORIA

Resulta intuitivo percibir la anticooperación migratoria. Se la puede definir


como el conjunto de todos los mecanismos aplicados desde el Norte Global
para filtrar o favorecer selectivamente aquellas personas de países del Sur que
sean funcionales a las sociedades del Norte Global, a la vez que se bloquea
la entrada al resto (o si ya han entrado se les expulsa), independientemente
de sus necesidades humanas. Podría incluso decirse que la anticooperación
migratoria abarca todas aquellas interferencias que coartan el derecho a la libre
circulación de las personas —una de las supuestas virtudes de la globaliza-
ción—, encerrándolas mediante fronteras y burocracias artificiales. También
se debe considerar en este ámbito las políticas para atraer a profesionales del
Sur hacia el Norte en edad productiva.
Las migraciones son motivadas por la percepción de que se espera un
mejor futuro si se cambia de lugar. Algo que resulta obvio en regiones azotadas
por conflictos violentos, afectadas por problemas ambientales, en regímenes
donde no haya libertades o en economías deprimidas. Las migraciones por
lo tanto no son a priori negativas para el vivir bien (ni para los que migran ni
para los que se quedan) sino aunque con matices, todo lo contrario. Ahora
bien, son las políticas para obstaculizar y seleccionar a los inmigrantes las que
los afectan a ellos y a sus países de origen.
La inmigración es uno de los fenómenos que mejor cumple la «teoría de
la vaca». A la vaca le gusta el pienso que le da el ganadero, pero éste pronto
la usa para ordeñarla diariamente y, si hace falta, venderla hecha bistec. Pese
a que los que consiguen emigrar están contentos de haberlo hecho, quedan
subordinados a las necesidades de los países del Norte en condiciones que
son generalmente inferiores a la del resto de ciudadanos.
La anticooperación migratoria tiene lugar fundamentalmente mediante
los diferentes dispositivos de control migratorio. Vinculados al fenómeno
de las migraciones SN, se producen dos fenómenos más que hacen falta

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evaluar: uno asociado a la fuga de cerebros; el otro, al dinero que envían los
inmigrantes a sus familias en los países de origen.
Con el objetivo de acotar el objeto de este capítulo, a pesar de su impor-
tancia creciente, no trataremos aquí interferencias negativas procedentes de
otros fenómenos asociados al desplazamiento de personas, como el turismo
NS. Tampoco nos referiremos a las migraciones internas en el Sur, muchas de
las cuales empiezan en el campo y terminan en los suburbios de las grandes
ciudades del Sur. Incluimos, sin embargo, el fenómeno de los refugiados en
este capítulo como una componente particular de la migración.

Controles migratorios
Mientras los países del Norte defienden el liberalismo económico en los países
del Sur, levantan membranas cada vez más impenetrables a los ciudadanos
de esos mismos países bajo una suerte de antiliberalismo humano. Abrir las
fronteras les supondría disminuir una parte importante de los privilegios de
sus ciudadanos, basados en un sistema que expele los pasivos socioambien-
tales hacia el Sur. Los habitantes de los países periféricos perciben, gracias
al poder suave que emana de las sociedades occidentales (véase el Capítulo
sobre anticooperación simbólica), la posibilidad de mejorar sus condiciones
de vida al migrar hacia el Norte. Incluso cuando esa percepción está distor-
sionada por los mass media y el boca-oreja de los que ya emigraron, el abismo
económico entre Norte y Sur resulta tan exagerado, que no deja lugar a dudas
sobre la conveniencia de intentar el viaje. Los más emprendedores y a la vez
más desesperados, inician largos y muy arduos periplos para llegar al «mejor
fuera». El hambre junto a los deseos de apaciguarla garantizan una migración
en proporción directa a la profundidad del foso entre países enriquecidos y
empobrecidos.
La relación de renta per cápita entre la zona euro y el África Subsaharia-
na era de 7,8 en 1975 y en 2004 de 15,2. La distancia de Estados Unidos
respecto a México es sólo de 1 a 4. Pero la española con la marroquí es de 1
a 6, con Senegal de 1 a 15 y con Malí de 1 a 26.1

Si yo fuera africano, también emigraría

Si yo fuera un pequeño pescador senegalés al que una multinacional pesquera


—pongamos española— le ha vaciado el mar de pescado... debería buscarme
otro modo de subsistencia. Si yo fuera un ciudadano de Guinea Ecuatorial

1. Véase: Derechos Humanos en la Frontera Sur (2006) en: www.aphda.org.

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al que le es imposible arrancar de su gobierno a un corrupto dictador que
está siendo apalancado por empresas extranjeras y gobiernos ocupados por
su «seguridad energética», seguramente tendría que buscar otro país. Si yo
fuera un somalí o un costamarfilense que en una guerra civil ha perdido a
un padre por disparo de bala fabricada en España (en la actualidad primer
exportador mundial de munición para armas ligeras a África Subsahariana),
buscaría dónde refugiarme y empezar una nueva vida. Incluso, si yo fuera un
indígena O’goni desplazado de su hogar (el Delta del Níger) por su propio
gobierno en complicidad con una transnacional petrolera, para producir gas
para —pongamos— abastecer a los consumidores españoles, emigraría por
lo menos a la capital y pincharía ilegalmente los oleoductos en busca de
petrolero que vender.
Entonces incluso, si fuera alguno de ellos y tuviera la oportunidad, cons-
ciente del oscuro futuro de mi familia, yo también me jugaría la vida en una
patera. En una patera que —pongamos— se dirigiera a tierras españolas.
Aunque ni los españoles, ni sus empresas, ni su Gobierno pudieran com-
prenderlo. (Llistar, 2007e)

La retórica tanto conservadora como socialdemócrata se compadece


una y otra vez de la patética situación de quienes intentan cruzar el mar
hacia Europa con todo tipo de embarcaciones. A la vez que demoniza a las
mafias transnacionales y defiende medidas duras contra la inmigración ile-
gal. Finalmente, señala las elevadas sumas que envían los inmigrantes a sus
países de origen, y al mismo tiempo reconoce su contribución al crecimiento
nacional del país de acogida. En consecuencia, su estrategia comunicativa
consiste en legitimar de forma repetitiva tanto la integración de los «legales»
como la expulsión de los sin papeles. Esta retórica suele complementarse con
tranquilizadores mensajes que muestran como el «mundo civilizado» acoge
y ofrece ayuda a los países de origen de la inmigración a cambio de nada.
La realidad es, sin embargo, muy distinta. En general el Norte tiene tanta
inmigración como desea excepto en leves variaciones. Los países, de acuerdo
con su interés nacional, legalizan sólo la cantidad y calidad de inmigrantes
que necesitan para cubrir su demanda de mano de obra barata. Aunque no
sólo la barata, como en el caso de los médicos latinoamericanos en el sistema
sanitario español.

«Desarrollar una política migratoria ágil y eficazmente coordinada que lo-


gre adecuar la demanda y oferta de trabajo a las necesidades del mercado
laboral.»
Declaración para el impulso de la economía, el empleo, la competitividad y el progre-
so social, 2008. Firmada por la patronal, los principales sindicatos y el presidente del
Gobierno español.

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Hay informes de las asociaciones patronales de los países receptores de
migración que, sistemáticamente, recomiendan a sus gobiernos que abran
las fronteras al contingente aproximado de inmigrantes que su economía
requiere.2 Cuando el ciclo económico y demográfico es favorable se abren
parcialmente las fronteras; cuando hay recesión, se cierran y se despliegan
políticas de retorno de los trabajadores. Precisamente para ello sirven los
respectivos dispositivos de control migratorio (por ejemplo, el Frontex de
la UE), eje central de las políticas públicas de inmigración en los países en-
riquecidos.3
Por lo tanto, se trata de dispositivos que obedecen al interés nacional de
los países centrales. ¿En qué consisten? Debemos pensar que el capital humano
llegado de fuera tiene para los países enriquecidos tres grandes virtudes: es
gratuito (porque ni se le paga los costes de su reproducción social pasada, ni
potencialmente la futura, ni tan sólo el viaje), puede compensar la bajada de
la natalidad, y hace bajar los sueldos. De forma que si es «gratis» (y consume
pocas prestaciones sociales) los gobernantes pueden bajar impuestos. Como
que el envejecimiento de la población requiere más pagadores de impuestos y
prestamistas de servicios, los gobernantes vuelven a estar felices por la llegada
de emigrantes. Y por otra parte, como su presencia implica una revisión de
los sueldos y de las condiciones laborales a la baja, los empresarios pueden
quedarse con mayores plusvalías.4 En consecuencia, empresarios y partidos
políticos de países ricos —incluidos los de derecha—, captan perfectamente la
funcionalidad de la inmigración para sus intereses, por lo que suelen presentar
argumentos a favor de la inmigración, pero acotada estrictamente a las cuotas
que ellos mismos establecen. La postura de la ciudadanía de los países del
Norte, en cambio, es mucho menos pragmática y se rige por percepciones,
tomando fácilmente posturas xenófobas.
El perfil del emigrante bienvenido acostumbra a ser el de persona cualifi-
cada y joven, en edad de trabajar, que ocupará nichos laborales donde existe
poca oferta laboral interna (construcción, trabajos agrícolas, cuidadoras de

2. En las páginas de internet de las patronales suelen aparecer informes preceptivos


que aconsejan a sus gobiernos medidas relativas a los contingentes de migración, que luego
son adoptados por los propios ministerios o departamentos de inmigración. Por ejemplo,
la CEOE española (www.ceoe.es) o la Bunsiness Europe europea (www.businesseurope.eu,
antigua UNICE).
3. A parte de los dispositivos de vigilancia destacan los diplomáticos, y también las barreras
administrativas: las políticas de visados, cupos, sistemas de entrada y regularización. Para conocer
más detalles de los dispositivos aplicados en la Frontera Sur, veáse APDHA (2006).
4. El País (6/4/07): «El FMI afirma que la integración de los trabajadores de países emer-
gentes en la economía global les permite beneficiarse de un incremento rápido de los sueldos.
Sin embargo, afecta negativamente a los salarios de los empleados en las economías avanzadas,
que calcula que han bajado siete puntos en 25 años.»

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ancianos, servicios de restauración, trabajos duros en general...), que cotizará
en la seguridad social pero que utilizará muy poco sus prestaciones, y que
en número suficiente, contribuirá indirectamente a bajar los sueldos. Lo
corrobora el diagrama que expone la pirámide de edad de los extranjeros en
situación regular. Existen políticas deliberadas en las que se ponen cortapisas
a la entrada de inmigrantes de la tercera edad, o susceptibles a suponer un
costo para el sistema social de los países de acogida (por ejemplo, personas
con antecedentes penales, presos...).
Los desequilibrios a un lado y al otro del Mediterráneo o de la frontera de
Río Grande van en aumento. En otros puntos de contacto geográfico NS de
nuestro planeta ocurre lo mismo. Por esta razón y para continuar controlando

EXTRANJEROS CON CERTIFICADO DE REGISTRO


O TARJETA DE RESIDENCIA A 30/09/08

94-
Hombres: 54,06% Mujeres: 45,94%
90-94
85-89 2.307.517 1.960.999
80-84
75-79
70-74
65-69
60-64
55-59
edad

50-54
45-49
40-44
34-39
30-34
25-29
20-24
15-19
10-14
5-9
0-4
400.000 300.000 200.000 100.000 0 100.000 200.000 300.000 400.000
número

Fuente: Secretaría de Estado de Inmigración y Emigración, 2008.

5. Citada por vez primera en el polémico Documento Matzka de la Comisión Europea


en 1998.

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los flujos migratorios, las potencias crean corredores de desarrollo alrededor
suyo de forma que los países circundantes actúen como primera barrera. Es el
caso del Magreb y el cinturón de países del Este respecto la UE. O el caso de
México y Centroamérica para EEUU. O de Corea del Sur, en el caso japonés.
Los corredores de desarrollo se crean con cuatro instrumentos: 1) políticas
preferenciales de promoción de inversiones, 2) créditos, 3) acuerdos comer-
ciales y 4) ayuda oficial al desarrollo (Triper, 2006).
Pero más allá de planificar la primera línea de contención, existen políticas
más sofisticadas y sutiles. La política «de la raya y el círculo»5 en un país del
Norte consiste en trazar tres círculos concéntricos respecto al país desarrollado
que se pretende proteger, y distingue a: países que no generan flujos migrato-
rios a quienes se les pide que cumplan funciones de control policial a cambio
de una cooperación reforzada; países de tránsito para los inmigrantes que a
duras penas puedan controlar policialmente el territorio dada su debilidad
institucional, a quienes se les exigirá readmitir a los inmigrantes irregulares; y
finalmente, países emisores de emigración, a los que se les daría cooperación
al desarrollo a cambio de un severo control migratorio interno.

Fuente: ODG, a partir de Nano (2006).

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Bernardino León, secretario de Estado de Asuntos Exteriores no ocultaba
los objetivos de España:

El acuerdo de nueva generación sobre inmigración, condicionará la ayuda


al desarrollo a la lucha contra los flujos ilegales y a la aceptación de las
repatriaciones de sin papeles. (El País. 17/10/2006)

Otras políticas antimigratorias pueden incluso disfrazarse de cooperación


al desarrollo. La OCDE acepta que el primer año de asistencia en los centros
de concentración de inmigrantes irregulares interceptados, se haga con cargo
a la Ayuda Oficial al Desarrollo. ¿Desarrollo? Algunas fuerzas políticas conser-
vadoras (como el Partido Popular Europeo) apuntan también la posibilidad
de contabilizar las remesas como AOD.

Mares de cayucos, vallas de 6 m y el Plan África

En 2004, el Estado español era ya el segundo receptor de migración mun-


dial tras EEUU, y enviaba el 40% de todas las remesas que salen de la UE al
exterior.6 La tasa de actividad de los nuevos llegados era también de las más
altas, muy superior a la de los españoles. Miguel Sebastián, entonces director
de la Oficina Económica del presidente del Gobierno español afirmaba: «más
del 50% del crecimiento económico de los últimos años lo debemos a los
inmigrantes» (El Periódico, 16/11/06). Además, la diferencia entre lo que los
inmigrantes reciben por la seguridad social, educación, etc. y lo que aportan
vía cotizaciones es de unos 5.000 millones de euros (es decir, 0.5% del PIB).
La economía española estaba encantada.
Sin embargo, la espectacularidad mediática de los casos de Melilla y
las Islas Canarias (primavera y verano de 2006) donde ríos de inmigrantes
subsaharianos intentaban superar el muro y el mar que separa los dos mun-
dos, hizo saltar la alarma de la opinión pública española y en menor grado,
europea. El Estado español había pasado en 15 años de no tener apenas
inmigración externa, a convivir con 4.274.821 de refugiados «económicos» (a
30/9/2008) registrados, y tantos no registrados.7 Aún cuando se puede decir
que el Gobierno podía estar perdiendo el control migratorio por la Frontera
Sur (especialmente en Canarias), la alarma tenía que ver también con la
amenaza terrorista de origen salafista, y con el interés que la UE se involucrara
financieramente en la impenetrabilidad del muro, como efectivamente lo

6. Véase: Informe de la Dirección General de Asuntos Económicos y Financieros de la UE


(2005).
7. Véase: Observatorio Permanente de la Inmigración. Ministerio de Trabajo e Inmigración.
(http://extranjeros.mtin.es).

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EVOLUCIÓN DE VÍCTIMAS EN LA FRONTERA SUR

8.000

7.000
Estimación APDHA
6.000
Datos verificados

nº víctimas
5.000

4.000

3.000

2.000

1.000

0
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
Fuente: Elaboración ODG a partir de Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDH).

acabó haciendo a través de la creación de Frontex, un sistema de vigilancia de


fronteras altamente sofisticado que obstaculizaría y dosificaría la inmigración.
En realidad, sólo el 5% de la inmigración irregular entra con cayuco al Estado
español. Más de un 50% entra en avión por los aeropuertos, principalmente el
de Barajas: el resto, por carretera. Los daños colaterales sólo en la Frontera Sur
son sin duda comparables a los efectos de un genocidio. Sólo en el año 2006,
se ha documentado oficialmente la muerte de 1.167 personas. De nuevo, en
realidad la cifra se estima en 7.000 personas incluyendo la ruta de Canarias y
de Andalucía (ver informe APHDA, otras organizaciones como SOS Racismo o
No Fortress Europe dan datos parecidos). Por otra parte, un estudio de CARIM8
revelaba que entre 1989-2002 serían entre 8.000 y 10.000 personas las que
hayan muerto al intentar cruzar a Europa desde Marruecos.9
Pocos meses más tarde, el Gobierno presentaba el Plan África, la solución
a largo plazo a la lluvia incontrolada de subsaharianos. Este tipo de plan es
habitual en países ricos rodeados de pobres. ¿En qué consiste? África es un
continente estratégico para el Estado español, pero un lugar poco interesante
para hacer dinero. Estratégico tanto por los propios flujos migratorios, como
por el acceso a caladeros de pesca todavía no esquilmados de África occi-
dental, pero sobre todo por el suministro de gas y de petróleo. El Plan África
recoge y condiciona justamente estas tres circunstancias: control migratorio

8. Véase: Consorcio Euromediterráneo para la Investigación Aplicada sobre Inmigración


Internacional, de la Comisión Europea.
9. Véase: Instituto Universitario Europeo, informe 2005. Fuente secundaria: La Van-
guardia (31/10/2005).

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(con derechos de readmisión), inversiones de empresas españolas con acceso
a los recursos energéticos y pesqueros, a cambio de un fuerte impulso a la
cooperación al desarrollo, cultural e institucional, y de políticas de integración
de los colectivos de inmigrantes. Describe tres grupos de países equivalentes
a las tres coronas concéntricas descritas en las políticas de la raya y el círculo.
La raya es la Frontera «Sur» de Europa. Pero lo que queda claro es que la
cooperación actúa de zanahoria. El fin ineludible (que no el medio) y condición
sine qua non para que se ponga en marcha el Plan: autocontrol migratorio y
recursos. Es decir, cooperación a cambio de anticooperación. Desde la pers-
pectiva de la solidaridad con África aparece como una política incoherente.10
Desde una óptica basada en los «intereses nacionales» españoles, a priori,
podría parecer un canje equilibrado. Haría falta hacer el estudio una vez haya
concluido el Plan.
El Estado español es el primer exportador de municiones en el Áfri-
ca Subsahariana (2006). A la vez que continúa «ayudando» a África con
nuevos créditos que aumentan la deuda externa. Algunos de esos créditos
probadamente ilegítimos como los utilizados antiguamente para la compra
de armas, o un crédito reciente destinado a la instauración de un hotel de
lujo en El Chad.11
¿Es todo esto lo que le conviene a África que le aporte España? ¿Cómo
puede fragmentarse la realidad hasta tal punto que pueda llegarse a decir
que España ayuda a África?

Fuga de cerebros
El último que salga... ¡que apague la luz! (Dicho popular colombiano)

Otra forma de anticooperación es atraer a todo tipo de profesionales de los


países empobrecidos, en edad económicamente productiva, seleccionando
los más formados. La prolongada formación de un médico, por ejemplo,
tiene un elevado coste social y económico tanto para el propio sujeto como
para el país donde se forma. Las personas con «capital humano» no dejan
de ser consideradas una mercancía más a captar. Pero para el Sur geográfico,
esta fuga de cerebros masiva es un problema de Estado. ¿Cómo se pueden
tener unas buenas instituciones de gobierno o un tejido productivo potente
si el personal remanente no está cualificado? Ante una compleja negociación
comercial en la OMC por ejemplo: ¿con qué incapacidades formativas deberá

1. Intermón Oxfam hace una dura crítica al Plan África y reclama que la cooperación
se desvincule de intereses políticos y económicos en la presentación de su informe anual «La
Realidad de la Ayuda 2006-2007». Nota de prensa (14/12/2006).
11. Véase algunos ejemplos en www.odg.cat.

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una delegación negociadora del Sur enfrentarse a una del Norte? ¿La asimetría
formativa NS deberá también considerarse como un fenómeno natural o como
el resultado de una política premeditada por el Norte?

Más médicos etíopes en Chicago que en Etiopía


África «exporta» 23.000 profesionales sanitarios cada año a los países ricos,
hecho que agudiza la crisis de sus sistemas de salud, ya desbordados por el
VIH/SIDA y el bloqueo de las farmacéuticas a los medicamentos disponibles.12
El 70% de los médicos licenciados en Zimbabue han abandonado el país.
Sólo entre 2000-2004, 4.000 médicos formados en Sudáfrica emigraron.
En Etiopía hay un médico por cada 36.000 habitantes. Sólo en 2006 aban-
donaron el país más de 3.000 profesionales médicos en busca de mejores
salarios y condiciones.

Si ves una mujer morir de un parto porque no tienes con qué hacer una
cesárea, no vuelves a trabajar. [...] Si África continúa desangrándose de
personal, no sólo no conseguiremos los Objetivos del Milenio, sino que
nuestros sistemas de salud se paralizarán. (Eric Buch, consejero para
asuntos de Salud del NEPAD)13

En el Estado español hay un médico latinoamericano formado e «importa-


do» en su fase productiva por cada dos formados en universidades españolas.
La falta de inversión pública en salud también en el Norte hace que muchos
médicos europeos o americanos prefieran trabajar para la sanidad privada,
hecho que hace que las plazas públicas sean ocupadas por médicos extranjeros
(indios o paquistaníes en Reino Unido, argentinos o cubanos en España), etc.
Al fin y al cabo y de forma indirecta, agudiza la crisis de los sistemas naciona-
les de salud. Entre las razones que motivan esta diáspora de médicos hacia
el Norte están la escasa remuneración (un médico puede cobrar unos 150
dólares mensuales en África, 20 veces menos), la carencia de recursos en los
hospitales, pocas posibilidades de especializarse y promocionarse, sobrecarga
de trabajo (especialmente desde la explosión del sida), u obligación de trabajar
en el medio rural.14 Pero también el déficit de médicos y enfermeros de los
EEUU, Reino Unido, Francia y Australia, principales «hurtadores de cerebros» y
la comparativamente fácil entrada para este tipo de inmigrante. El resultado
es, sea cual sea el motivo, una grave interferencia Norte-Sur.

12. «África exporta 23.000 profesionales sanitarios cada año a los países ricos». El País
(29/01/07)
13.Ibíd.
14. La OMS ha iniciado una campaña llamada «Trata, Educa y Retén»: especializar al
personal en tratamiento del sida, y reforzar los sistemas de salud mediante la ayuda a 60 países
a diseñar estrategias para retener a los trabajadores y hacer la inmigración menos tentadora.

242

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¿Cómo se produce esta suerte de «destilación» migratoria? Buena parte
de la respuesta está en el desmantelamiento selectivo de las barreras, que
justamente se encuentra en el diseño actual de las políticas migratorias
elaboradas desde los países centrales. Por ejemplo, en la normativa de vi-
sados. Universidades de élite como Yale, Harvard o el MIT ens EEUU están
repletas de estudiantes indios, chinos, y latinoamericanos, de vez en cuando
un africano o un ruso. Algunos, becados por su talento por instituciones
de los países receptores, como las becas Fullbright, aunque también de
los países emisores; otros de las clases pudientes de sus países. Muchos
acabarán quedándose en el país del Norte. Las universidades son un lugar
privilegiado para ver cómo funciona la política selectiva de visados. Hay
que estar despistado para no ver la diferencia de trato administrativo que el
Estado ofrece a un mexicano que estudia en Standford University respecto
a un «mojado».
La tendencia de la fuga de cerebros va en aumento. Tanto por la profun-
dización de las desigualdades NS como porque las economías del Norte basan
su superioridad en servicios asociados a la sociedad del conocimiento. Por lo
que paulatinamente requiere mayores contingentes de técnicos con formación
profesional y de licenciados, de «obreros del conocimiento».

FUGA DE CEREBROS
Porcentaje de población «fugada» hacia países OCDE,
según nivel educativo (año 2000)

País de Con educación Con estudios


nacimiento primaria universitarios
México 9,5% 14,3%
Filipinas 1,4% 14,8%
India 0,1% 4,2%
China 0,1% 4,2%
El Salvador 11,2% 31,5%
Rep. Dominicana 5,8% 21,7%
Jamaica 8,3% 82,5%
Colombia 0,8% 11,0%
Guatemala 3,5% 21,5%
Perú 0,7% 6,3%
Pakistán 0,3% 9,2%
Brasil 0,1% 3,3%
Sri Lanka 1,9% 27,5%
Fuente: Docquier&Marfouk (2004).

243

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Las remesas
Las remesas enviadas por los inmigrantes a sus países representan sólo una
parte marginal de la riqueza que generan estos colectivos.15 Se trata de un flujo
de dinero considerable que desde principios de los noventa viene superando
con creces el de la cooperación oficial internacional. En 2005, se estimaba
en unos 169.000 millones de dólares, sin contabilizar las remesas informales,
creciendo un 10% en todo el mundo.16 América Latina por ejemplo, recibe
en remesas cerca de 50.000 millones de dólares anuales.

AYUDA OFICIAL GLOBAL Y REMESAS

250.000

200.000
millones de dólares

150.000

100.000

50.000

0 AOD
1970
1972
1974
1976
1978
1980
1982
1984
1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000
2002
2004
2006
2008

Remesas

Fuente: Elaboración ODG a partir de Global Development Finance 2008. World Bank.

Obviamente las remesas no son per se interferencias negativas NS, sino


aportes que pueden contribuir al mejoramiento de las condiciones de vida de
la población del Sur. Sin embargo, se requiere también situar a la cooperación
en función de su adecuada importancia, así como tratar algunos aspectos
negativos que suelen ir asociados a las remesas. En particular, porque son
reconocidas por gobiernos y bancos como un flujo de dinero fresco sobre el
que sacar alguna ganancia.
¿Qué suponen estas remesas para las economías en términos Norte-Sur?
Hemos visto que el Estado español es una de las economías más activas con

15. Una estimación reciente de la División de Población de las Naciones Unidas para
el 2005 situa el número actual de emigrantes en 190 millones de personas, dos tercios (120
millones) de los cuales emigraron al Norte.
16. Según www.remesas.org, la mayoría de remesas son «remesas informales». Un concepto
que el BM y el FMI definen como no contabilizadas para la estadística oficial. A escala global,
estas instituciones calculan que las remesas informales podrían estimarse entre el 35-75% de
la cifra oficial de remesas al Sur.

244

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respecto a este fenómeno (durante 2007 envió 8.130 millones de euros).
Desde el otro lado, países como Bolivia o Ecuador —los casos más extre-
mos— dependen en un 9,9% y un 4,0% de su PIB respectivamente de las
remesas que llegan de emigrados bolivianos y ecuatorianos en el Estado es-
pañol (datos para el 2007). Es decir, las economías de los países emisores de
emigrantes contraen una nueva forma de dependencia con respecto al país
receptor: el emisor de inmigración se vuelve sensible y a menudo vulnerable
geopolíticamente a las remesas. Es el caso de México respecto las remesas de
los mexicanos emigrados a EEUU, de Turquía respecto Alemania o de Bolivia,
Ecuador o Marruecos respecto al Estado español. Esta dependencia y las
comisiones de las que se apoderan las entidades financieras de las remesas,
pueden tener componentes de anticooperación.

Remesas
Receptor % del PIB
El Salvador 18,0
Haití 23,2
Filipinas 13,0
Uganda 7,9
Jordania 20,1
Kirguistán 16,8
Marruecos 8,3
Nicaragua 12,2
Egipto 4,8
Honduras 25,4
India 2,8
Elaboración propia a partir de Unctad Handbook of Statistics 2008
[http://stats.unctad.org/Handbook/].

Por otro lado, los países receptores se pueden ver desbordados si algu-
no de los países de tránsito o emisores de emigración, no cooperan con el
Norte, dejando salir a los inmigrantes o no aceptando la repatriación de los
detenidos. En definitiva, las políticas de inmigración se convierten en una
nueva arma geopolítica. Pese a ello, canalizar oportunamente las remesas
podría contribuir de manera positiva en las economías periféricas. ¿Dónde
van a parar en realidad?

¿Quién recibe las remesas en Ecuador?

Si tomamos como ejemplo Ecuador (2003), el 61% de la población dedicaba


principalmente las remesas recibidas a gastos de primera necesidad (alimenta-
ción, alquiler, teléfono, electricidad, agua, transporte, ropa y medicamentos);
un 22% las destinaba a inversiones (4% a compra de propiedades, 2% a
educación, 8% a ahorro, y el 8% la invertía en negocios). Y finalmente, un

245

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17% se las gastaba en «lujos» (BID-FOMIN, Bendixen&Associates, 2003). Am-
plios segmentos de la población se benefician de las remesas. Ahora bien,
algunos grupos acomodados salen bien lucrados. Se trata de los importadores
de bienes de consumo, las inmobiliarias, los remesadores y prestamistas le-
gales o ilegales que se quedan con parte del pastel de las remesas. También
el estado se beneficia puesto que se autolibera de ciertas presiones sociales.
Es decir, si la factura de las inversiones sociales la paga las remesas y la ayu-
da internacional, los gobiernos del Sur pueden dedicar sus dineros a otros
menesteres (como a la deuda externa o a concederse privilegios personales)
(Acosta, 2005). Algo que no deja de contribuir a debilitar aún más la gober-
nabilidad democrática.

Mientras tanto, en el Norte, la realidad es muy diferente. Como hemos


dicho, cuando se estudia las remesas se observa que es sólo una pequeña
parte de la riqueza que se genera. Por otra parte, la proliferación de negocios
vinculados al envío de estas remesas —tanto de pequeños remesadores como
de departamentos de grandes bancos especializados. Así, y como botón de
muestra, en el Estado español un giro de unos 150 euros a un país del Sur,
en 2006, costaba por término medio el 7% de la transacción cuando se hacía
vía una empresa remesadora, y del orden de un 21% cuando se efectuaba a
través de un banco. Un «mordisco» al dinero de la fuerza de trabajo inmigrada
que de lejos se puede atribuir al coste real de la operación.
Podemos concluir este capítulo señalando que las interferencias que se
producen a través del fenómeno migratorio son por lo general mucho más
importantes que el contingente global de la ayuda al desarrollo internacio-
nal, tanto monetariamente como del punto de vista del trasvase de capital
humano que supone. Algo que en aras de introducir esquemas de justicia
global (es decir, justicia a nivel planetario en cualquier ámbito), nos obliga a
observarla en su justa medida y en coherencia con la ayuda y la eliminación
de los demás mecanismos de anticooperación.

Referencias
APDHA. Informe sobre Derechos Humanos en la Frontera Sur [www.apdha.org].
DOCQUIER, F. y MARFOUK, A. (2004), Measuring the international mobility
of skilled workers (1990–2000). Banco Mundial, Policy Research Working
Paper, p. 3.381.
No Border Network [www.noborder.org].
Remesas [www.remesas.org].
Statewatch [www.statewatch.org].
UNCTAD (2007). Knowledge, Technological Learning and Innovation for De-
velopment [www.unctad.org/en/docs/ldc2007_en.pdf ].

246

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XIII. ANTICOOPERACIÓN «SOLIDARIA»

Al inicio hemos definido intuitivamente la anticooperación como lo contra-


rio a lo que la opinión pública entiende por cooperación al desarrollo. En el
presente capítulo evidenciaremos que, desde actuaciones que son catalogadas
como cooperación o cooperación al desarrollo, también se ejercen diversas
modalidades de interferencias negativas sobre la gente del Sur Global. Es
decir, en la cooperación —no se trata de ningún juego de palabras— también
se puede observar anticooperación. A este tipo de anticooperación transmitida
a través del sistema internacional de ayuda la llamaremos «anticooperación
solidaria», dado que toma los cauces y la apariencia de ayuda y, en cambio,
no lo es.
La anticooperación solidaria representa el conjunto de aquellas actuacio-
nes catalogadas de ayuda internacional o cooperación al desarrollo, determina-
das por actores del Norte (agencias estatales, ONG, fundaciones empresariales,
QUANGO...), y cuyos resultados sean infaustos para las poblaciones del Sur y
su bien vivir. Ello sucede, por ejemplo, en las ayudas condicionadas a políticas
de ajuste estructural o a aquellas dirigidas a objetivos comerciales, geopolíticos
o de imagen del donante.

El sistema de ayuda, en la práctica


La ayuda exterior se despliega a través de extensas redes para hacer llegar
ideas, dinero, bienes y servicios a sus destinatarios.
A lo largo de los más de 60 años de historia, desde el Plan Marshall hasta
la lluvia de microproyectos plantados por la solidaridad de pequeñas asocia-
ciones locales, la ayuda internacional ha sido motivo de controversia. Algunas
acciones de ayuda han sido y son cuestionadas tanto por la honestidad de sus
objetivos como por la conveniencia de sus estrategias. Es sabido que marcar

247

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EVOLUCIÓN DE LA AOD (PAÍSES CAD)

120

Miles de millones de dólares de 2006 100


Condonación de la deuda
neta
80
Ayuda humanitaria

60
AOD Multilateral

40 Proyectos de desarrollo
bilateral, programas y
cooperación técnica
20

0
2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007

Fuente: Elaboración ODG a partir de OECD (2008) Aid targets slipping out of rearc? (www.oecd.org/dac/stat)

como «ayuda» cualquier actuación exterior puede contribuir a legitimarla.


En el nombre de la ayuda se han llevado a cabo miles de actuaciones solida-
rias, acciones sin duda útiles a quienes las han recibido, sin más interés que
el sentido de hermandad o de justicia; pero también en su nombre se han
endulzado inumerables operaciones lucrativas, se ha sujetado en el poder a
gobiernos indeseables o se han justificado guerras terribles. El sistema de ayuda
internacional ha sido cooptado parcialmente y ha sido convertido también en
un parasistema de anticooperación. Una anticooperación que aunque tome
apariencia solidaria y caritativa, puede obedecer a los duros fundamentos
descritos en el capítulo sobre anticooperación en el ámbito geopolítico.
Por esta última razón es necesario distinguir entre la verdadera ayuda para
el vivir bien, y la «ayuda» que mata, la que desestructura, la que impone, la
que expolia, la que coopta, la que sirve de excusa o la que simplemente no
sirve para nada. Es preciso reabrir una discusión profunda que nos conduzca
a caracterizar mejor la tipología de formas de ayuda que esconden antico-
operación, para luego desnudarlas y segregarlas del sistema de ayuda. En
otras palabras identificar qué tipo de ayudas son funcionales a objetivos de
anticooperación.
La distinción no puede ser del todo fácil, ya que no sólo tiene que ver
con cuestiones éticas y políticas, sino también ideológicas, culturales, incluso
técnicas. Por ejemplo, ¿quién debe definir lo que es útil: el ayudador, o el
ayudado, o ninguno de los dos? ¿De qué forma se ayuda más?
A pesar de ello, si somos conscientes del enorme poder legitimador que
emana de los conceptos hermanos «ayuda» y «cooperación» (y de la inevitable
tentación de los poderes por meterse a «ayudar» y a «cooperar») estaremos

248

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en buen camino para discernir cuándo se trata de verdadera cooperación y
cuándo, por lo contrario, puede tratarse de anticooperación.

La teoría de la vaca. Mirar sistémicamente


Volvamos a la teoría de la vaca. A la vaca le gusta el pienso. El ganadero in-
dustrial se lo regala con semblante solidario y puntualidad, incluso le añade
antibióticos para que la vaca no enferme. No obstante, el destino de la vaca es
el de convertirse tarde o temprano en hamburguesas y hueso para caldo. En
esta parábola, como en el sistema de ayuda, no puede separarse la supuesta
ayuda (el pienso) de la función que cumple (engordar a la vaca) ni de los
objetivos reales del donante (matar a la vaca, vender su carne y ganarse la
vida). En otras palabras, para entender que no se trataba de ayuda, nos ha sido
necesario desfragmentar la realidad, ligándola al leit motif del conjunto de los
protagonistas, y analizarla como un sistema, en conjunto. La teoría de la vaca
nos ayuda a entender las relaciones de dominación en las que hay una ayuda
funcional de por medio. Por suerte y hasta la fecha, los industriales ganaderos
no se proclaman los solidarios de las vacas, como sí sucede en otras relaciones
de dominación. Como los empresarios que afirman que su preocupación se
ubica en la «creación» de puestos de trabajo, los militares cuyas intervenciones
se justifican con la intención de «ayudar» a los ciudadanos, las compañías
energéticas que aspiran a «proteger» al medio ambiente.
En el ámbito de la cooperación internacional y la ayuda humanitaria, lo
que sí sucede es que una parte importante de motivaciones altruistas y soli-
darias son cooptadas por terceros (grupos empresariales, partidos políticos,
grupos religiosos, personalidades y multimillonarios, universidades, institu-
ciones públicas...) que pretenden legitimarse mientras persiguen objetivos de
su propio interés. Ello ocurre no sólo por la estrategia de estos terceros, sino
también porque los que actúan por solidaridad no hayan analizado la realidad
bajo la escala adecuada, hayan podido olvidar los objetivos fundamentales de
las instituciones con quienes estén colaborando, y hayan sido atraídos por
la posibilidad de ganar fondos e influencia. Sin embargo, al ponerse bajo la
sombra de estos terceros actores pasan a compartir también sus fines, porque
los hacen posibles, aun cuando éstos sean fines de anticooperación.

Destruir y reconstruir. Bombardear, luego ayudar

La cifra de la ayuda internacional hubiera decaído en términos globales desde


el año 2000 si no hubiera sido por las «ayudas» con las que se ha acompa-
ñado los bombardeos y destrucción de Afganistán e Iraq. De 2000 a 2006,
el 31% de todas las nuevas ayudas Norte-Sur fueron hacia Iraq, Afganistán

249

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y Pakistan.1 Como destaca la Cruz Roja española en uno de sus boletines
referidos a su actuación en Iraq, se trataría de dinero destinado a «la labor
humanitaria del día después». El día después del ataque.
De ese modo, los mismos gobiernos que harían la guerra en Afganistán
primero, e Iraq poco después, desarrollarían con contribuciones variables, san-
grientos bombardeos y solidarias ayudas humanitarias, ataques a la población
civil y cooperación al desarrollo, destruirían —y a su vez— reconstruirían el
país. Agentes de guerra y cooperación convivirían con relativa normalidad.
Ejércitos y agencias oficiales de ayuda del Norte en primera línea. Según el
USAID/Iraq Transition Strategy Plan (2006-2008) «El objetivo central de USAID
es contribuir a la estabilidad y seguridad como parte de la Estrategia Nacional
para la victoria en Iraq del Gobierno de los Estados Unidos». Compañías de
mercenarios, empresas, consultoras y ONG de ayuda humanitaria en segundo.
Algo que por sistemático y coherente con la geopolítica Norte-Sur, no deja
de resultar paradójico.
En Iraq la agencia estadounidense de ayuda «USAID, desde 2003 ha gasta-
do más de 6.000 millones de dólares en programas diseñados para estabilizar
comunidades; implantar el crecimiento económico y agrícola; y dotar a los
gobiernos nacional, locales y provinciales de capacidades para responder a
las necesidades de los iraquíes» (USAid, 2008).
¿Pero a qué objetivo obedece un técnico de ONG, de una agencia oficial
de ayuda, de un organismo internacional que opera para un gobierno que
hace la guerra? Si no se enfrenta a él, la respuesta no deja lugar a dudas:
ha sido cooptado por los objetivos de ese gobierno y se ha convertido in-
directamente en agente funcional de esa guerra, es decir, es un actor de
anticooperación.

En el cuadro anterior hemos planteado la presencia de ayudas que pueden


ser funcionales a objetivos de la guerra y al uso de la violencia armada. Ayu-
das coordinadas con bombardeos, una de las manipulaciones más perversas
de la ayuda internacional tal y como la conocemos hoy. Pero existen otras
funcionalidades de la ayuda. Plantearemos algunas de las más importantes de
forma ilustrativa (ayuda para comercio e inversiones, ayuda para limpiado de
imagen institucional, ayuda contra sublevaciones populares y movilización
social, etc.), dejando para futuros trabajos un desarrollo más sistemático. Y
descubriremos que mantienen una fuerte relación tanto con las motivaciones
geopolíticas del capitalismo globalizándose, como con el resto de mecanis-

1. Ese 31% corresponde a unos 46.000 millones de dólares, según datos del Informe
de la Realidad de la Ayuda, calculados a partir de OCDE Stat on line, datos CAD. [http://
realityofaid.org/downloads/RoAReports2008_02_Chap5_World_Aid_Trends_and_OECD_
reports.pdf ].

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mos de anticooperación descritos hasta ahora hasta el punto de que se torna
difícil distinguirlos.
El abordaje que proponemos aquí es el de analizar la ayuda a partir de
la lógica de los principales agentes reconocidos de la cooperación y la ayuda
internacional. Es decir, ONG, organismos internacionales, estados y empresas.
De este modo tal vez logremos visibilizar además las limitaciones de cada
uno de los agentes y contribuir al debate actual sobre la gobernación global
en el ámbito del desarrollo internacional.

4 actores con 4 lógicas


Aunque a menudo aparezcan mezclados, son sobre todo cuatro los actores
emisores de la ayuda al desarrollo de camino hacia el Sur y cuatro son sus
lógicas: las organizaciones de la sociedad civil (ONG), los estados (ayuda bi-
lateral), los organismos internacionales (ayuda multilateral), o las empresas
(filantropía empresarial). Existen otros actores emisores pero su peso global
es considerablemente menor.
Si medimos la importancia relativa de estos cuatro actores, nos daremos
cuenta que todavía no existen estadísticas satisfactorias sobre ayuda privada
(ONG + filantropía empresarial). Sí que las hay en cambio para las contribu-
ciones públicas (ayuda oficial bilateral y multilateral). Con el fin de compa-
rar el dinero canalizado a través de cada agente, acudiremos al ejemplo de

FLUJOS OFICIALES Y PRIVADOS DE AYUDA INTERNACIONAL RESPECTO AL


PIB EN LOS PAÍSES CAD

1,40% Flujos oficiales y privados


AOD
1,20%

Objetivo para Flujos oficiales y privados


1,00%

0,80%
% de PIB

0,60% Objetivo para AOD

0,40%

0,20%

0,00%
1960
1962
1964
1966
1968
1970
1972
1974
1976
1978
1980
1982
1984
1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000
2002
2004
2006

Fuente: Elaboración ODG a partir de IDA-WB (2007) Aid architecture: an overview of the main trend in
official development assistance flow.

251

Teoria de la anticooperación.indd 251 23/09/2009, 17:50


Estados Unidos, donde existen buenas estadísticas sobre filantropía privada
y donde ésta tiene un importante peso (se estima que del total de la ayuda
privada global, la mitad procede de EEUU) (Kharas, 2007). La tendencia
en Estados Unidos es que la ayuda privada supere a la pública. Aunque en
general la ayuda privada demuestra ser mucho más errática en el tiempo y
dependiente de los ciclos económico-financieros que la AOD, como puede
verse en el gráfico. Ello se debe a que mientras la ayuda privada es voluntaria
y está sujeta a las expectativas coyunturales de prosperidad, la ayuda oficial
tiene la cobertura de los estados y suele estar prefijada y regulada por ley en
la mayoría de los países donantes.
Como muestra el primer gráfico del presente capítulo, en la ayuda oficial
de los estados predomina la ayuda bilateral y, en segundo lugar, la ayuda que
los estados prefieren gestionar a través de organismos multilaterales. No dis-
ponemos de datos sobre cuánta de esta ayuda oficial es asistencia técnica.
Mientras que en la siguiente tabla The Hudson Institute presenta datos
sobre filantropía privada, gestionada por 4 tipos de organizaciones. Destaca el
peso de las ONG y las organizaciones religiosas, seguido de las empresas y las
fundaciones benéficas (que suelen proceder de fondos cedidos por acaudalados
empresarios en sus etapas misericordiosas). Finalmente las universidades.

AYUDA GLOBAL DE EE UU A LOS PAÍSES DEL SUR, 2006


(en miles de millones de dólares)

Ayuda Oficial al Desarrollo (bilateral + multilateral) 23,5 40%


Filantropía privada 34,8 60%
Fundaciones 4,0 6,8%
Empresas 5,5 9,4%
ONG 12,8 22,0%
Universidades 3,7 6,3%
Organizaciones religiosas 8,8 15,1%
Fuente: The Global Philanthropy Index 2008 - The Hudson Institute. . [https://www.hudson.org/files/
documents/2008%20Index%20-%20Low%20Res.pdf].

A continuación, ponemos en contraste la retórica de cada clase de ins-


titución de cooperación con sus objetivos y limitaciones fundamentales. Es
necesario decir que la lógica de ONG y instituciones multilaterales, más allá
de la voluntad de sus miembros, queda de facto muy influida por estados y
empresas.

1) La lógica de la «solidaridad» en las ONG


En la práctica sabemos que el universo de actuación de las Organizaciones No
Gubernamentales (ONG) del Norte en el Sur es muy amplio. Se activan desde

252

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organizaciones conservadoras y pro capitalistas, hasta organizaciones críticas
con el sistema y de voluntad transformadora. Sus orígenes y misiones pueden
ser religiosos, sindicalistas, ecologistas, empresariales, feministas, internacio-
nalistas, indigenistas, partidarios, etc. Las ONG actúan desde diagnósticos de
la realidad muy distintos entre sí, que con el tiempo han ido evolucionando.
Algunos autores distinguen cuatro generaciones de ONGD según el repertorio
de acción que despliegan para resolver los problemas de pobreza en el Sur
(y que en la realidad se concretan de forma mezclada): las caritativas y de
acción humanitaria, las que se dedican a proyectos de desarrollo con volun-
tad occidentalizadora y modernizadora, las de desarrollo que confieren a sus
contrapartes del Sur la definición general de sus proyectos y, por último, las
organizaciones que destinan su esfuerzo principal a denunciar las causas de
las desigualdades en el propio Norte y a sensibilizar a su población.
Sin embargo, todas ellas, de contar con financiamiento, pueden ser alta-
mente dependientes de los objetivos de sus financieras, excepto aquellas que
se nutren de una base social muy diversificada de pequeños socios, las que
utilizan la distancia entre financiadores y beneficiarios para interpretar a su
modo las necesidades dadas, o las que utilizan recursos económicos volunta-
rios propios. Mientras las ONG que se financian de las administraciones del
Norte quedan influidas por los intereses de sus gobiernos, las que se financian
de dinero privado, lo hacen de los intereses y de la capacidad de control de
los financiadores privados. Por ejemplo, será muy improbable que una ONG
que reciba dinero de una fundación de una empresa petrolera participe en
ninguna crítica a los impactos socioambientales de la explotación petrolera,
y todavía menos en la resistencia, a sus actividades.

2) La lógica «solidaria» en las instituciones multilaterales de desarrollo


En segundo lugar, encontraríamos a distintas instituciones multilaterales de
desarrollo que serían claves en monitorear y asesorar la correcta aplicación
del modelo neoliberal en los países pobres. Las instituciones dominantes
son los bancos de desarrollo como el Banco Mundial o los bancos regio-
nales, cuyas decisiones se toman básicamente por los Estados miembros
en función de las participaciones que cada Estado posee y lógicamente de
sus intereses estratégicos. Salvo excepciones como el recientemente creado
Banco del Sur, predomina el control por parte de los estados Unidos y del
resto de países occidentales en menor medida, que utilizan a las instituciones
financieras multilaterales como palanca para implantar el libre mercado en
todo el mundo (excepto dentro de sus propios países) (Toussaint 2008)
y para diseñar megaproyectos regionales que les resulten funcionales. Es-
tos bancos se financian en cerca de un 80% en los mercados de capitales
privados como los de Nueva York o Barcelona, con lo que su lógica a su
vez obedece también a la del capital financiero especulativo mundial. Por

253

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lo tanto, la primera lógica de los bancos de desarrollo, es la de abrir mer-
cados en el Sur para los capitalistas del Norte Global desde la visión del
neoliberalismo.
También son de destacar las Naciones Unidas y sus agencias especializa-
das como son el PNUD, la FAO, la OMS, OMT, UNICEF o los Cascos Azules.
Su lógica es más independiente de los mercados pero no de los gobiernos
del Norte.
En todos estos organismos internacionales, la lógica de autorreproducción
conduce a sus funcionarios y cooperantes técnicos a querer arrogarse mayor
utilidad y conocimiento técnico de los que ha demostrado el complejo paso de
la historia. Instituciones como el FMI, el BM o los departamentos de fomento
del sector privado de las distintas instituciones han pronosticado sesgados
escenarios de futuro y dogmáticas prescripciones ideologizadas relacionadas
con el desarrollo (Broad, 2006). De hecho, un gajo muy importante del
global del dinero de la cooperación al desarrollo se esfuma por cuenta de los
poco éticos sueldos y dietas que ingresa el basto ejército de tecno-burócratas
conformado por cooperantes técnicos y consultores privados de gama alta
que pueblan estos organismos internacionales. Un dinero de la ayuda que
se utiliza de forma muy poco eficiente si atendemos a la proporción de lo
que termina llegando a los beneficiarios. Y que de responder a los intereses
del gran capital en detrimento del bienestar de las comunidades del Sur
(como el que se vehicula a través de las actuales instituciones financieras
internacionales) podría ser considerado en algunos casos como de auténtica
anticooperación.

3) La lógica «solidaria» de los estados


En tercer lugar, cuando la ayuda se lleva a cabo directamente desde los go-
biernos de los países ricos. En ese caso, ¿qué sentido último tiene para un
gobierno de un Estado rico ceder una parte de su presupuesto? ¿Entienden
políticos y diplomáticos por «cooperación internacional» lo mismo que la
opinión pública? ¿Qué usos le dan a la cooperación? Como veremos, sólo uno
de los seis usos que describiremos a continuación persigue fines desinteresados,
los otros cinco, persiguen intereses nacionales «egoistas».

¿Por qué a los estados de Norte le gusta ayudar? ¿A qué se refieren los
estados ricos cuando hablan de «cooperación»?2
Como aseguran los realistas como Morgenthau, los estados se comportan
entre sí como sujetos egoístas que compiten en busca de mayor poder, por su

2. Véase también Llistar (2007f ).

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propia seguridad relativa y lo hacen en un panorama de peligroso caos. Actúan
por intereses de Estado, nunca por principios abstractos como la solidaridad
o el bien colectivo. En este contexto, ¿por qué casi todas las administraciones
de los países OCDE (inclusive las locales) disponen de ministerio, secretaría
u oficina de solidaridad y cooperación internacional? Incluso casi todos los
ministerios de un mismo gobierno disponen de una partida para cooperación,
ya no sólo el de asuntos exteriores.
De nuevo deberemos distinguir entre el significado etimológico del
término «cooperación internacional» y el desgastado uso que se le ha dado.
En el diccionario de la Real Academia Española el término «cooperar» se
define como «Obrar conjuntamente con otro u otros para un mismo fin».
En la práctica, el significado que en la real politik le reserva al término «co-
operación», es distinto al que suele entender la opinión pública. En general
la ciudadanía lo asocia a solidaridad y filantropía con el Tercer Mundo, o a la
lucha internacional por una causa honorable como la prevención del VIH o
el control del narcotráfico.3 Sin embargo, en geopolítica se utiliza para fines
no tan honorables. La eliminación de un gobierno poco afín mediante la
ocupación militar de una coalición de países que cooperan entre aliados, o
la internacionalización de las empresas locales en forma de inversión extranjera
y acogida por algunos gobiernos neoliberales del Sur como agua de mayo,
son dos ejemplos de ese tipo de cooperación internacional. Consideraremos
acá brevemente los seis usos que se le da a la cooperación:
a) Cooperación para formar alianzas geoestratégicas, sean de carácter
geopolítico, geoeconómico o militar. Operaciones como la invasión de Iraq
o el proceso de presión previa al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas
fueron concebidas en el marco de cooperación entre aliados. No tienen por-
qué ser Norte-Sur ni estar acotadas a un solo ámbito. Las alianzas contra el
terrorismo, el control de la inmigración o del narcotráfico suelen generar las
llamadas «cooperaciones reforzadas», frecuentemente promovidas por Estados
Unidos o secularmente por la Unión Europea y asumida obedientemente por
el resto de la comunidad internacional salvo algunos estados. A los estados
que no suelen cooperar se les estigmatiza y se les apoda con categorías como
estados «gamberros» o «granujas», estados «fallidos» o incluso como el «Eje
del Mal». Las cooperaciones se plantean en algunos casos bilateralmente
(como los acuerdos tácitos entre los gobiernos estadounidense y británico,
o los tratados de libre comercio bilaterales) o de forma multilateral en otros
(OTAN, MERCOSUR, Liga Árabe...).

3. CONGDE, Informe de la percepción social de las ONGD, de la Coordinadora estatal de


ONGD [http://www.congde.org/Docinteres/Informepercepcion.pdf ].

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Por otro lado, existen alianzas geoeconómicas como las que se producen
de facto entre países que se han integrado económicamente entre sí a través de
una fuerte internacionalización empresarial geográficamente muy orientada.
La deslocalización empresarial y el propio comercio han conducido a unas
economías a ser muy sensibles respecto a otras. Es el caso de la dependencia
de la economía estadounidense de la china, o de la española de la latinoame-
ricana. Durante la crisis argentina, 1999-2002, se estima que el PIB español
dejó de crecer un 0,8% directamente a consecuencia de ésta (Blázquez y
Sebastián, 2003). Por ende, es lógico que algunos think tanks aconsejen, en
clave del propio interés económico, apoyar al continente Latinoamericano
mediante cooperaciones de distintos tipos.
b) Cooperación para acceder a mercados y a recursos extranjeros (petróleo
y gas, pesca, mano de obra barata, por ejemplo) o para colocar excedentes
agrícolas. El actor beneficiado son las transnacionales de matriz local que
son subvencionadas o favorecidas directa o indirectamente por el Estado
para penetrar en terceros países. A menudo se utiliza la propia ayuda oficial
al desarrollo condicionada para entrar a las economías del Sur. Ejemplo de
lo último es el plan de internacionalización de la empresa española en la que
se incluyen instrumentos públicos como los créditos del Fondo de Ayuda
al Desarrollo (FAD) (créditos blandos condicionados a la compra de bienes
y servicios de empresas españolas) otorgados por el Instituto de Crédito
Oficial (ICO)4 y contabilizados como ayuda oficial al desarrollo. Igual que
el Estado español, los estados ricos cuentan la mayoría con sus agencias de
ayuda dentro de las cuales se vehicula la ayuda ligada (tied aid) a sus propias
empresas. Como vemos en el gráfico de la página siguiente, este tipo de
«ayudas» ha ido desligándose en la medida que han sido fuente de críticas
tanto de los movimientos sociales como de aquellos que defendían un libre
mercado auténtico.
Otro modo de disfrazar de solidaridad lo que en realidad puede ser una
ayuda interna a grupos de interés con capacidad de presión y con voluntad
de expandir sus mercados, es la de colocar, en forma de ayuda a terceros
países, el excedente agrícola producido por el agrobusiness local con el fin de
que sus precios no disminuyan. Si además, como habitualmente ha hecho la
ayuda al desarrollo estadounidense (USAID) durante las constantes hambrunas
africanas, el excedente sirve para introducir grano transgénico, la nobleza de
la ayuda queda en agua de borrajas (IAPC, 2005). En efecto, en lugar de cons-
tituir una ayuda, estas donaciones permiten una contaminación transgénica y
una posterior dependencia tecnológica por parte de los campesinos, ante las
transnacionales, algunas de las cuales son precisamente estadounidenses.

4. El ICO depende del Ministerio de Economía.

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TENDENCIAS EN LA AYUDA BILATERAL LIGADA

Fuente: Elaboración ODG a partir de CAD-OCDE.

Así pues, las ayudas bilaterales se concentran geográficamente en las


regiones de interés económico, muchas de ellas ex colonias, y no tanto
en los países más necesitados. La cooperación francesa se ha concentrado
en la francofonía, la cooperación inglesa, en la antigua Commonwealth, la
cooperación española en Latinoamérica o Marruecos. Todas ellas coinciden
en países con suculentos mercados, como China, o recursos naturales como
Angola o RD Congo. Queda así patente la correlación geográfica entre ayuda
y acceso a mercados.
c) Cooperación por buena imagen internacional. La denominada «marca
país» se nutre así de una proyección publicitaria de superioridad civilizatoria,
de generosidad, amistad y madurez. El centro de gravedad de la imagen es
lo «humanitario». La preocupación por la imagen en la cooperación se de-
muestra en la tendencia a preferir proyectos fotografiables (infraestructuras)
a los invisibles (educación, salud); a priorizar las misiones bilaterales a las
multilaterales (salvo en el caso de los cascos azules y misiones varias de la
ONU); y, por supuesto, a marcar todo proyecto ejecutado con el logotipo
de la correspondiente cooperación nacional y su precio.5 Esta lógica está
presente también en la cooperación descentralizada, es decir, la llevada a
cabo por las administraciones locales, ya que les da visibilidad internacional,

5. En el caso de la cooperación española, es conocida la repetida presencia del «huevo


frito», el logo de la Agencia Española de Cooperación Internacional.

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como en el caso del hermanamiento entre municipios. Una buena imagen
a través de la cooperación es la de los países escandinavos, cuya ayuda es
muy superior a la media de los países OCDE (además de estar reconocida
por su calidad), que les otorga valores «intangibles» con amplios dividendos
en otros ámbitos.
d ) Cooperación por gobernabilidad. Es decir, se trata de contener y
aliviar las externalidades más extremas causadas por el mercado en países
periféricos. Su objetivo es mantener la gobernabilidad y prevenir posibles
estallidos sociales de tipo revolucionario, populista, violento o simplemente
de quien atente contra el status quo. Los encargados de realizarla —dado
que se trata de costes a repartir entre los favorecidos por la globalización
capitalista— son el Banco Mundial y sus distintos programas, los bancos
regionales de desarrollo como el BID (Banco Interamericano de Desarrollo)
en América Latina, el BAD (Banco Asiático de Desarrollo) en Asia, el BafD
(Banco Africano de Desarrollo) en África, los programas HIPC (Heavely
Indebted Poor Countries) y MDRI (Multilateral Debt Relief Iniciative) para
los países altamente endeudados dirigidos por el propio FMI, las agencias
bilaterales de ayuda, incluso la función de muchas fundaciones y ONG pro
capitalistas de carácter asistencialista, humanitario, conservacionista, o de
educación al capitalismo como la Ford Foundation, la Bill y Melinda Gates
Foundation. Sin embargo, los clientes financiadores de esta cooperación son
principalmente los estados ricos.
La baza de la cooperación por gobernabilidad ha tomado especial rele-
vancia como frente activo en la guerra contra el terrorismo desde el 11 de
septiembre, para estabilizar y cooptar focos de insurgencia yihadista o anti-
occidental en general, en particular en barrios marginales de grandes ciudades
del mundo musulmán desde Bagdad y Kandajar hasta El Cairo o Kabul.
Pero también se ha utilizado en otros contextos como en la contención de
movimientos indígenas en resistencia a megaproyectos, para controlar a los
campesinos en zonas donde se cultiva hoja de coca, etc.
En general, se entiende que las tesis preocupadas por la gobernabilidad
se refieren a una gobernabilidad que dé paso a la prosperidad a través del
capitalismo: gobernabilidad capitalista, en definitiva (que no tiene porqué
coincidir con gobernabilidad democrática). Algo que enlaza con la siguiente
razón de ser de la cooperación.
e) Cooperación por capitalismo, es decir, para integrar al sistema capitalista
internacional a países con poca predisposición a hacerlo o con posibilidades de
convertirse en «países gamberros» (inclusive las tendencias socialistas). Después
de la Segunda Guerra Mundial, se aprendió que el capitalismo salvaje que
produjera grandes bolsas de extrema pobreza en los suburbios de los propios
países industrializados como Alemania, Italia o Rusia, podría ser incendiado
mediante tesis populistas como fueran —según la visión capitalista— el nacio-

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nalsocialismo, el fascismo o el comunismo. Esta motivación estuvo detrás de la
mayor operación de cooperación (y ¡cooptación!) nunca vista en la historia: el
Plan Marshall para la reconstrucción (anticomunista) de Europa después de la
Segunda Guerra Mundial, que luego inspiraría buena parte de la cooperación
que tanto EEUU como la URSS ofrecerían durante los largos años de la Guerra
Fría a los países africanos y asiáticos que progresivamente iban conquistando
su independencia. En ese sentido, el aporte relativo a la cooperación alcanza su
cenit durante aquellos años. Con la caída del Muro de Berlín en 1989, y unido
al llamado «cansancio del donante» los flujos fueron decreciendo poco a poco.
Hasta el descubrimiento de un nuevo enemigo de Occidente, el terrorismo
global de origen islamista, que logró de nuevo levantar los flujos absolutos de
ayuda internacional NS como ya hemos señalado.
De nuevo, las instituciones encargadas de promover el capitalismo en
el Sur en tierras calmas son las gemelas de Bretton Woods (el Banco Mun-
dial y el Fondo Monterio Internacional), la OMC y los bancos regionales de
desarrollo. Los estados centrales también presionarán desde sus relaciones
bilaterales. En zonas en guerra los encargados serán la OTAN, los Cascos
Azules y los métodos serán duros. Por eso todos los programas de «ayuda» o
cooperación estarán directamente condicionados a la aplicación del Consenso
de Washington (Llistar, 2003) y sus consiguientes programas de liberalización
y desregulación del Estado.
Hoy en día existen tesis más fuertes que constatan la estrategia seguida
por el bloque occidental y especialmente de Estados Unidos respecto a los
que tildan de «estados fallidos» (según la jerga, aquellos con dificultades
para gobernar sobre su propio territorio o para gestionar conflictos internos
—léase Somalia, El Congo, Sudán, Haití...). La estrategia es la de provocar
o aprovechar la emergencia de fuertes catástrofes humanitarias sean natu-
rales o antropogénicas para legitimar la entrada de fuerzas multinacionales
y reconstruir el país según parámetros orientados a los intereses centrales.
Es el caso reciente de Afganistán, Iraq, la Indonesia pos Tsunami o Haití.
Algunas autoras la llaman la «Doctrina del Shock». Los valedores de estas
estrategias son especialmente los neoconservadores estadounidenses, aunque son
compartidas en la práctica por gobiernos y grupos ideológicos mucho menos
escorados en la derecha política. Pueden encontrarse informes prescriptivos
en geopolítica regional en sus principales think tanks.6
f ) Cooperación como efecto de la presión ciudadana solidaria.
Si existe una componente noble en la cooperación internacional es la que
se desprende de la presión que algunas sociedades civiles bien organizadas

6. Véanse algunos de los más influyentes think tanks estadunidenses en el capítulo XI


sobre anticooperación simbólica.

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y abiertas son capaces de realizar a sus administraciones, para que destinen
esfuerzos y recursos a la erradicación de la pobreza, de las catástrofes y a los
problemas ambientales globales. La capacidad de transmisión de esa voluntad
popular depende de la sensibilidad e ideología del gobierno en el mando, de la
complicidad de los medios de comunicación y de la profundidad democrática
del país en general. Pero lo que sí es esencial, es que los movimientos sociales
locales (incluidas las ONG) sean capaces de mantener la presión al gobierno,
así sea sensibilizando a la población no implicada, a través de acciones mediá-
ticas o de lobby.7 En el menor de los casos y con matices, aunque con menor
o ninguna presión de los movimientos sociales, algunos gobiernos como los
escandinavos, el cubano y el venezolano, han sido también proclives a destinar
esfuerzos a la solidaridad internacional.
De estas seis funciones de la cooperación internacional, las distintas
corrientes de pensamiento descritas en los dos primeros capítulos han pres-
crito y preferido unas a las otras. En la práctica se han aplicado la mayoría
simultáneamente aunque con configuraciones distintas.
Además, es en la convergencia de múltiples intereses, que la cooperación
se ha tornado un concepto tanto de derechas como de izquierdas, y ha pre-
valecido de este modo desde la Segunda Guerra Mundial.
Ahora bien, es justamente la correlación de pesos entre las seis funcionali-
dades de la cooperación estatal la que define si se trata de anticooperación. Las
actuaciones que obedecen a lógicas muy escoradas en los intereses nacionales
geoestratégicos del país donante —vinculados por lo general a la dinámica
expansionista del capitalismo nacional y a las tesis realistas y/o neolibera-
les— suelen convertirse, como hemos visto, en anticooperación NS. Por lo
que se hace necesario, ayuda por ayuda, proyecto por proyecto, mantener un
fuerte control ciudadano sobre la cooperación bilateral.

4) La lógica «solidaria» de las empresas


Como es bien sabido, la lógica fundamental de una empresa privada es ganar
el máximo dinero en el mínimo tiempo posible. Bajo esa lógica, para la em-
presa privada no es esencial cooperar ni ayudar a nadie, salvo si ello le facilita
reproducir su propio capital. No obstante el empresariado se ha erigido no
sólo como un agente clave del desarrollo, sino que se propugna a sí mismo
como uno de los futuros líderes de la cooperación al desarrollo. «Es ya hora

7. En el caso específico del Estado español, la irrupción del movimiento 0’7, célebre por
las masivas acampadas durante el invierno de 1994, logró que las distintas administraciones
españolas se pusieran al día e implicaran sus presupuestos públicos en la solidaridad inter-
nacional. Fue más cantidad que calidad, pero en definitiva el proceso de presión tuvo gran
incidencia en las políticas públicas españolas.

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de reconocer que la ayuda privada puede hacer más que los viejos modelos
basados en la ayuda oficial» afirmaba la redacción del Wall Street Journal.8
Entendamos entonces qué beneficios le conlleva, tanto a nivel individual
como sectorial, involucrarse en la retórica de la cooperación e intentemos
acotar cuáles pueden ser sus pros y sus contras en relación a promover el buen
vivir de la gente empobrecida.
Es cierto que el proceso de globalización ha supuesto una cesión de au-
toridad de los estados-nación hacia tanto instituciones supranacionales como
infranacionales. En la nueva gobernanza mundial los estados han transferido
poder a organismos multilaterales como la UE, la OMC o la OTAN, pero tam-
bién han visto como entes privados como las empresas transnacionales, los
sindicatos o las organizaciones no gubernamentales se convertían en sujetos
de legitimidad con quien había que negociar las decisiones públicas. Si nos
limitamos a analizar cómo las transnacionales han adquirido un papel pro-
tagónico junto a los estados en lo que respecta a la definición de procesos de
solución de las grandes problemáticas globales (como la pobreza, la defores-
tación, el cambio climático), nos veremos obligados a tratar las estrategias
empresariales destinadas a su legitimación moral, y a estudiar su evolución
(Middtun, 2008).
En lo que se refiere a los problemas del Sur, las estrategias empresariales
de apariencia solidaria han ido transformándose conceptual e históricamente.
En primer lugar, podemos citar la tradicional filantropía empresarial de las
grandes fundaciones corporativas: por ejemplo, la Rockefeller Foundation,
que son responsables de campañas de tanto impacto como la expansión e
implementación de la Revolución Verde en el campo de América Latina,
Asia y África. Posteriormente, se desarrolló la tan extendida doctrina de la
Responsabilidad Social Corporativa activa desde los años noventa (véase el
gráfico en la página siguiente). Hasta la visión de los Negocios Inclusivos
(inclusivos con los pobres) promovida desde 2006 por organismos para-
guas como el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible e
impulsada por agencias como el PNUD.9 Todas estas estrategias, junto a las
múltiples alianzas que las empresas han establecido con ONG (por ejemplo,
UICN, www.iucn.org), administraciones públicas (la española Fundación Ca-
rolina, www.fundacioncarolina.es), organismos internacionales (por ejemplo,
el Global Compact con Naciones Unidas) u otras empresas (por ejemplo,

8. Wall Street Journal (7/7/2007), «Privatizing Foreign Aid?».


9. Véase www.inclusivebusiness.org, www.growinginclusivemarkets.org. Los negocios
inclusivos tratan de incorporar a personas de bajos ingresos y vulnerables como socios comer-
ciales o facilitar su acceso a los productos y servicios básicos de una empresa para mejorar su
calidad de vida.

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Business Action For Africa www.businessactionforafrica.org o Business Fig-
hts Poverty; www.businessfightspoverty.org) han situado a la empresa como
sujeto comprometido con su entorno, y actor privilegiado para cooperación
al desarrollo.

PRESENCIA DE LA RSC EN LA PRENSA INTERNACIONAL


40.000

35.000

30.000 Países europeos


25.000

20.000 Países en desarrollo

Norteamérica Mercados emergentes


15.000
Australia y Nueva Zelanda
10.000
Países asiáticos
5.000
Países africanos
0
1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006

Mercados emergentes Países europeos Países en desarrollo Países aficanos


Países asiáticos Norteamérica Austraia y Nueva Zelanda

Fuente: Midttun, 2008.

Fuente: Elaboración propia ODG.

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La llaman Responsabilidad Social Corporativa
(RSC (¿Otro oxímoron?)) (primera parte)

Un hecho evidente pero controvertido: toda empresa conlleva una afectación


sobre el medio ambiente y sobre distintos grupos de personas con las que entra
en contacto (trabajadores y trabajadoras de la propia empresa, consumidores y
consumidoras de sus productos, habitantes cercanos a fábricas químicas o áreas
de extracción de materias primas, etc., los llamados «stakeholders»). La doctrina
de la RSC afirma, no obstante, que dicha afectación debería conducirse desde
la empresa con la mayor responsabilidad posible sin afectar a sus ganancias.
Arguye que la aplicación de criterios responsables genera valor y evita riesgos
no deseados. De ser posible, la RSC legitima a las empresas como motor de
desarrollo y contribuye a evitar cualquier intento de reglamentación pública.
Las empresas se autorregularían solas como si no necesitaran normas.

Pero, ¿era eso necesario? ¿Por qué cooperar puede ser funcional para
ganar dinero?
Como hemos señalado toda ayuda, si se visibiliza lo suficiente, es una
fuente inagotable de legitimación social. Las empresas la utilizan para legiti-
marse tanto hacia fuera (hacia la sociedad donde opera) como hacia adentro
(sus empleados). El mundo empresarial ha sido acusado históricamente de ser
corresponsable de muchos de los grandes problemas globales y de la violación
sistemática de los derechos humanos en los países empobrecidos. Por lo que
se aconseja a menudo desde distintas instancias que sea sujeto de mayores
regulaciones tanto intraestatales como extraterritoriales. El empresariado se
ha defendido afirmando que el sector privado y el mercado son tanto fuentes
de riqueza y desarrollo, como la solución a esos mismos problemas. Lo ha
hecho con agresivas campañas de relaciones públicas que incluyen no sólo
publicidad en los medios de comunicación, sino la financiación de institutos
de investigación y cátedras empresa, congresos de académicos y empresarios,
el patrocinio de artes y deportes, etc., y todo un repertorio de operaciones
donde los programas de filantropía actúan como botón de muestra de ese
compromiso moral con el entorno.
De modo que los resultados de tales prácticas de semejante solidario
resultan al fin y al cabo rentables. Detallémoslas a continuación:

1) La empresa que desarrolla programas de cooperación internacional se


dota del valor añadido que le otorga su supuesto compromiso social
o ambiental, y por tanto, de una ventaja comparativa mercadotécnica
respecto a la competencia.
2) Internamente, los empleados sienten que están en una institución respon-
sable que sirve a la sociedad, con lo que la motivación puede aumentar.

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Aunque jamás hayan podido entrar en contacto con los proyectos todo el
dispositivo teórico de la RSC y algunas fotografías de los supuestos bene-
ficios generados por tales proyectos, pueden terminar de convencerlos.
A nivel sectorial, se refuerzan una serie de objetivos deseables para la
empresa.
3) En primer lugar, se evita la regulación estatal del sector y sus costes
mediante la impresión de que la empresa y el sector son responsables
porque se autoimponen códigos de conducta, guías marco, certificaciones
responsables, alianzas con ONG locales, internacionales o con los posibles
afectados, etc., que van más allá de lo requerido por las leyes nacionales.
Los decorados informes de Responsabilidad Social Corporativa y la triple
cuenta de resultados, actúan ante la opinión pública en ese sentido.
4) Se adquiere la autoridad suficiente para formar parte de las negociaciones
y la toma de decisiones públicas más importantes. Algo que se produce
a distintas escalas (desde leyes locales a directivas europeas, convenios
marco, acuerdos internacionales, presencia negociadora en los organismos
internacionales, partenariados público-privados, etc.). El resultado es una
influencia caudal en la cosa pública a escala global conducente a la lex
mercatoria mundial que hoy conocemos.
5) Las empresas en crisis por problemas de imagen, (como el BBVA después del
caso de las cuentas ocultas de Jersey y la compra de voluntades políticas en
América Latina, Nike poco después de las campañas contra la explotación
infantil en el Sudeste Asiático, o Shell después de ser denunciada por su
implicación en el asesinato de las resistencias o’gonis en Nigeria), suelen
acudir a estrategias de lavado de imagen («greenwashing» y «socialwashing»
en inglés según se refiere a limpiado verde o social respectivamente). Como
han demostrado distintos casos en la práctica, cuanto más se ha visto de-
teriorada la imagen de una empresa o de un sector, más suele invertir en
políticas de Responsabilidad Social Corporativa; por lo que se deduce que,
en muchas ocasiones, cuanto más irresponsables han sido sus políticas, más
han sido criticadas y, en reacción, más han desarrollado campañas publi-
citarias relacionadas con un supuesto compromiso social y proyectos de
solidaridad. Sectores empresariales acusados de ciertas prácticas indeseables
ambientalmente han visto mucho más rentable el desarrollar unos pocos
proyectos filantrópicos de tipo ambiental, que no asumir los costes de
cambiar esas prácticas de anticooperación e introducir criterios de justicia
ambiental en su «core business» (Ortega, 2008b). Es el caso de las empresas
mineras y las petroleras, las eléctricas, las químicas, las constructoras o
las textiles. En otros sectores ligados a problemas de explotación infantil,
derechos laborales, derecho a la salud, financiación de la violencia, evasión
fiscal, corrupción, etc., sucede algo parecido, con proyectos filantrópicos
elegidos cual antídotos a la imagen que se pretende contrarrestar.

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La llaman Responsabilidad Social Corporativa
(RSC (¿Otro oxímoron?)) (Segunda parte)

REPSOL-YPF, por ejemplo, ha sido una de las primeras y más esmeradas en


realizar informes RSC en el Estado español recibiendo incluso algunos premios
internacionales. Según su propio informe de RSC 2004, REPSOL-YPF dedicó
un TOTAL de 16,3 millones de euros en inversión social y cultural en «361
proyectos de alcance social y cultural mediante convenios de colaboración
con 166 organizaciones en todo el mundo» entre ellas ONG españolas como
Codespa, Ayuda en Acción o Cruz Roja. Ese mismo año la petrolera despidió
a su director ejecutivo, Alfonso Cortina, pagándole alrededor de 19 millones
de euros en concepto del desblindado de su contrato. La comparación resulta
odiosa, aunque tamaños montos no son nada si se los contrasta con la cifra
de beneficios después de impuestos obtenidos por la empresa el año anterior,
2.020 millones de euros. Y todavía menos si empatan con las invalorables
violaciones a los derechos humanos y a la naturaleza que la petrolera haya
causado durante ese pequeño ejercicio y que NO refleja lógicamente en su
informe. ¿Tendremos que hacerles informes paralelos? (Carrión y Gavaldà,
2007)

5) Finalmente, las relaciones comunitarias, asimilables a operaciones de co-


operación al desarrollo, se utilizan también como moneda de cambio en
la gobernanza local: para apagar conflictos encendidos, para no encender
de nuevos, para negociar, estabilizar, dividir resistencias... incluso restituir
a grupos sociales afectados por los pasivos de la empresa (comunidades
locales, trabajadores, etc.). La literatura de las resistencias locales a las
grandes corporaciones, dispone de una multiplicidad de ejemplos.10

Trabajar con ciertas ONG era imprescindible para entrar en algunos mercados
de Latinoamérica.
A.A.Pinillos, director de Reputación, Marca, RSC y Medio ambiente de Telefónica.
(Foreign Policy en español, n.25, febrero de 2008).

En conclusión, la voluntad del sector privado por devenir agente de


cooperación al desarrollo de primera línea, está subordinada enteramente
a sus estrategias de negocio. Además su tamaño representa un desembolso

10. Véase, por ejemplo, el resumen de las denuncias a transnacionales europeas en el


Tribunal Permanente de los Pueblos de Lima (2007) por violaciones en América Latina y
el Caribe, en los que puntualmente se cita la función de las relaciones comunitarias de las
empresas: [http://www.enlazandoalternativas.org/spip.php?article251]

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marginal en comparación con su actividad monetaria general.11 Finalmente,
las empresas demuestran preferir este tipo de filantropía escenificada hacia los
pobres que el despliegue de esquemas de distribución equitativa de activos
y pasivos entre sus filiales y subcontratas en los países del Sur, respecto a las
que se encuentran en el Norte, por una mera cuestión de costes.
Entonces, debemos preguntarnos si es aceptable la legitimización soli-
daria mediante la entrada en la cooperación al desarrollo de un agente que
sea fuente de interferencias destructivas en las comunidades en el Sur. La
respuesta es variable en función de la empresa y el sector, pero contiene una
dimensión tanto ética como estratégica de primer orden. En nuestra opinión,
la respuesta es negativa: las empresas por lo general no deberían ser aceptadas
como agentes apropiados de la cooperación al desarrollo NS, hasta que no
sean oportunamente reguladas (a escala local y global) para que asuman sus
responsabilidades de forma obligatoria. Mientras tanto, y en beneficio del
buen vivir del Sur, deberían ser centro de monitoreo, y en caso de violación,
de campañas de deslegitimación.

La ayuda cooptada
En suma, el poder legitimador que detentan la ayuda y la cooperación al
desarrollo en general amenaza constantemente la autenticidad del sistema
internacional de ayuda. En especial, porque una parte importante de sus
agentes clave son justamente los mismos promotores del capitalismo a escala
global y se rigen por razones geoestratégicas y por la necesidad de crecer. Las
distintas lógicas de los actores que hoy conforman una cadena de la ayuda
(ONG, organismos internacionales, estados y empresas), no obstante, nos
permitirán anticipar la constante cooptación del sistema de ayuda que éstos,
en muy distinta medida y con fines diversos, intentarán lograr. Por lo que
debemos responder con un constante ejercicio de discriminación activa sobre
qué operaciones pueden ser consideradas auténticas ayudas al buen vivir, y
bajo cuáles no se esconde más que una anticooperación solidaria.

Referencias
Informes sobre la Realidad de la Ayuda [http://realityofaid.org].
GÓMEZ GIL, C. (2004), Las ONG en la Globalización. Barcelona: Icaria.
KLEIN, N. (2007), La doctrina de Shock. El auge del capitalismo del desastre.
Barcelona: Paidós.

11. En el Reino Unido existe la iniciativa «1% Club», formado por empresas que ceden
el 1% de sus beneficios a la filantropía. Fuente: www.businessfightspoverty.org

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MARTÍNEZ PEINADO, J. (1999), El capitalismo Global. Barcelona: Icaria.
SOGGE, D. (1998), Compasión y Cálculo. Barcelona: Icaria.
SOGGE, D. (2004), Dar y Tomar. Barcelona: Icaria.
www.eurodad.org, www.betteraid.org, www.cso-effectiveness.org, http:
//foroaod.org/tag/accra/, www.actionaid.org.

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XIV. DISCUSIÓN

Anticooperaciones comparadas. Mapa de la anticooperación


¿Alguna anticooperación es más importante que otra? No puede decirse que
exista una jerarquía clara e invariable entre esferas de anticooperación. La
jerarquía parece ser variable en función del caso estudiado (del lugar, de la
situación, del momento de la historia). Por ejemplo, los 20.000 muertos por
el accidente químico de Union Carbide (Dow Chemical) en la ciudad india de
Bophal fueron víctimas de una interferencia ambiental, ligada a una inversión
de capital productivo estadounidense. Los directivos de la empresa, a la luz de
las medidas de seguridad desplegadas, despreciaron la vida de los indios que
trabajaban o habitaban cerca de la fábrica. Durante la posterior disputa sobre
las causas del accidente, las interferencias de la dirección (estadounidense) de
la empresa junto a las interferencias diplomáticas de la Embajada de EEUU,
consiguieron que apenas se entregaran a las familias unos pocos miles de
dólares. No hubo ni interferencias militares, ni financieras, ni comerciales,
ni relacionadas con la migración. En otros ejemplos de incidentes en países
del Sur causados por agentes del Norte, las formas son completamente dis-
tintas. Pero ¿puede decirse entonces que no ha habido históricamente unas
interferencias NS que hayan preponderado sobre otras?
A lo largo de más de 500 años de crecientes relaciones de dominación y
explotación entre el mundo occidental y el resto, ciertas interferencias han ido
prevaleciendo sobre otras según los momentos históricos. La anticooperación
militar fue la forma predominante durante los años de colonización, para ir
cediendo paso paulatinamente a la anticooperación comercial, finalmente
central durante el período poscolonial y hasta la actualidad. Algunas inter-
ferencias han sido significativas sólo durante el período que los politólogos
definen como globalización, desde principios de los años setenta hasta la

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fecha. Aunque el factor financiero ha tenido que ver con algunos conflictos
Norte-Sur mucho antes de los setenta, es desde esa fecha cuando se intensifica
la desregulación de los mercados financieros, y cuando el capital financiero
fluirá en cantidad y en busca de rentabilidad a los países del Sur, muchos
de ellos recién emancipados de sus metrópolis. El crédito internacional se
comporta como el anzuelo de un pescador de economías periféricas. El pes-
cador tira del hilo con fuerza durante los ochenta, en la Crisis de la Deuda
iniciada en 1982 en México; luego vuelve a tirar en distintas ocasiones, pero
hasta la fecha no ha abandonado la pesca. Así pues, las interferencias ligadas
a la anticooperación financiera han sido especialmente activas desde los años
setenta hasta el momento.
Si bien podría afirmarse que desde la Segunda Guerra Mundial predomina
la lógica económica (principalmente la tecno-productiva, comercial, finan-
ciera) sobre las demás —como lo ha demostrado el paso de la historia— es
previsible que ello pueda cambiar. Por ejemplo, la anticooperación ambiental
se hará más palpable en la medida que la crisis ecológica alcance de forma crí-
tica a todo el planeta. Cuando las islas del Pacífico o las costas de Bangladesh
se hundan en el mar y se engullan los lugares sagrados de los antepasados de
los aborígenes, poco importarán ya en ese húmedo lugar el comercio o las
inversiones. Si la crisis multidimensional (financiera, energética, alimentaria,
climática, institucional, etc.) se acrecienta, el sistema mundial podría entrar
en un período de bifurcación compleja. En ese escenario es previsible que
la anticooperación militar y las formas de dominación dura se impongan a
otros tipos de anticooperación y formas de dominación suave, por ejemplo la
simbólica o la solidaria. Algo que ya hemos empezado a ver bajo el precepto
de la guerra contra el terrorismo.
La mayoría de anticooperaciones son difícilmente mesurables mediante
indicadores que sirvan para compararlas. Un modo de comparar la impor-
tancia de las anticooperaciones es mediante los flujos monetarios Norte-Sur.
Algunas bases de datos mundiales presentan la posibilidad de obtener algunos
de esos flujos monetarios, medidos en dólares o euros, como el World Deve-
lopment Indicators o el Global Development Finance del Banco Mundial.
El problema de los indicadores monetarios es evidente y ha sido puesto de
relieve desde la economía ecológica y la economía política. Sin embargo,
podemos hacer el ejercicio de comparar algunos de los flujos de los cuales
disponemos de estadísticas para tratar de entrever el orden de magnitud de
unos fenómenos y de otros.
Una buena medida de la anticooperación financiera la podríamos encon-
trar en el pago del servicio de la deuda externa (intereses + amortizaciones).
También podría tomarse la fuga de capitales (de la cual sólo se dispone de
algunas estimaciones relativamente burdas y aplicadas a ciertos países), cuyo
valor es importante. En la medida de la anticooperación comercial, puede

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tomarse el balance comercial entre Norte y Sur. Sin embargo, esa diferencia
no da cuenta del carácter transformador que tiene sobre las economías el
comercio internacional, por lo que conviene considerar también el valor
absoluto de los movimientos comerciales. Ante la dificultad de medir las
consecuencias del desgarro familiar, los problemas de violencia, etc. ligadas
a la anticooperación migratoria, podemos utilizar las estadísticas oficiales
sobre remesas que los trabajadores del Sur envían a sus familias desde el
Norte. Cada vez existen estadísticas más detalladas sobre este fenómeno.
Finalmente, tomaremos como magnitud de referencia el flujo de la ayuda
oficial al desarrollo NS (pública), cuyas cifras son bastante más completas y
fiables que las que se refieren a los flujos de ayuda privada (dado que no hay
estadísticas oficiales para la mayoría de donantes).

COMPARACIÓN DE LOS FLUJOS NORTE-SUR 2004

Exportaciones
Importaciones

4,500,0%

4.000,0%

3.500,0%
% respecto a la AOD

3.000,0%

2.500,0%

2.000,0%
Servicio de
1.500,0% Inversión Extranjera la deuda Balanza
Directa Remesas comercial
1.000,0% Ayuda Oficial al Desarrollo

500,0%

0,0%
¿Cooperación o anticooperación?

Elaboración ODG a partir de datos del WDF del BM 2007.

Como muestra el diagrama, los cilindros de gris oscuro eran en 2004


favorables al Sur (entrada de capital), mientras que los de gris claro eran
negativos para el Sur (salida de capital). En primer lugar, se aprecia la impor-
tancia de los flujos comerciales, a pesar de que la balanza esté relativamente
equilibrada. De lo cual se puede deducir que el impacto que el comercio
internacional tiene sobre los países del Sur no sea tanto por las divisas que
aporta o se lleva, como por la orientación productiva centrífuga que supone
en sus economías.

271

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En segundo lugar y como hecho que corrobora la teoría de la anticoope-
ración, el flujo de la ayuda es mucho menor de lo esperado si lo comparamos
uno por uno con los flujos correspondientes a las divisas que proceden del
comercio, la inversión NS o las remesas de los inmigrantes. La desproporción
es aún mayor, cuando se compara la importancia de la ayuda con la del ser-
vicio total de la deuda externa. Veamos las comparativas con la AOD de las
estadísticas del World Development Indicators (WDI) para el año 2004:

Midiendo los flujos Norte-Sur

• El servicio de la deuda externa total era el -634% de la AOD global.


• Las remesas oficiales superaban en un 226% la AOD global.
• Las exportaciones SN eran el 4.379% de la AOD global.
• Las importaciones SN eran el –4.200% de la AOD global.
• La balanza comercial representaba el 179% de la AOD global.
• Las inversiones NS fueron del 298% de la AOD global.
• La AOD (2004) NS fue de 71.020 millones de dólares (incluidas las «ayudas
a la reconstrucción» de Iraq y Afganistán).

Fuente: Cálculos a partir del WDI 2006.

En perspectiva histórica la evolución de dichos flujos puede resumirse


en el gráfico de la página siguiente.
El aumento de los flujos es justamente lo que denominamos globalización.
En el gráfico podemos apreciar cuál ha sido la evolución de la ayuda oficial
al desarrollo NS, en la que destacan 4 fases. La primera, de crecimiento del
flujo de la ayuda internacional, que llega a su cenit poco después de la caída
del Muro de Berlín y el cambio de escenario geopolítico mundial. La segunda
etapa a la que se le atribuye el llamado «cansancio del donante», se inicia
durante los años noventa hasta los ataques y ocupaciones de Afganistán e Iraq.
A partir de 2001, la ayuda internacional repunta en términos absolutos de la
mano de la ayuda humanitaria (después de los bombardeos) hacia esos dos
países, además de parte del dinero de su reconstrucción y de algunos costes
de la guerra global contra el terrorismo. Los datos esconden, no obstante,
que la ayuda internacional hacia el resto del mundo empobrecido continúa
sufriendo un cierto estancamiento. En 2007, a partir de la crisis del sistema
financiero y del sector inmobiliario de los EEUU y la UE, se inicia una nueva
etapa hacia la disminución de la ayuda. En cuanto a la importancia de las
remesas de los emigrantes, se constata que se trata de uno de los flujos más
importantes, muy superior al de la ayuda.

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COMPARACIÓN DE LOS PRINCIPALES FLUJOS GLOBALES NORTE-SUR

400.000

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300.000

273
200.000

100.000

-100.000

-200.000

-300.000

-400.000

-500.000

-600.000

1970
1971
1972
1973
1974
1975
1976
1977
1978
1979
1980
1981
1982
1983
1984
1985
1986
1987
1988
1989
1990
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007

Ayuda oficial al desarrollo Remesas y compensaciones a trabajadores

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Balanza comercial (Export - Import) Pago total del servicio de la deuda

Fuente: Elaboración ODG a partir de Global Development Finance (Banco Mundial).

273
El balance neto del comercio internacional ha sido favorable al Norte
hasta el año 2000 aproximadamente, cuando sufre una inflexión debido al
encarecimiento del petróleo y las materias primas en general, pero también a
las exportaciones chinas e indias. No obstante, se trata de un flujo que puede
beneficiar a los exportadores que suelen ser transnacionales, grandes propie-
tarios, incluso señores de la guerra, más que a los pequeños productores, por
lo que confirmaría las limitaciones del actual modelo de análisis basado en
lo estados. De todos los flujos, el más importante a nivel monetario según
muestran las estadísticas, es el del servicio de la deuda externa, que ha ido
creciendo cual bola de nieve, superando con creces la suma de los demás
flujos aparentemente favorables para el Sur.
Al gráfico, deberían añadírsele otros flujos monetarios muy importantes
para entender la anticooperación en su totalidad. La fuga de capitales, del
que existen sólo algunas estimaciones regionales. Una de ellas señala que
en África Subsahariana durante el período 1970-1996, por cada dólar que
entraba a cuenta de la deuda externa, 0,8 dólares se fugaban hacia cuentas
secretas en bancos del Norte (Ndikumana y Boyce, 2002) en un término
promedio de un año.
Además, debería considerarse la suma de las repatriaciones de capital
por parte de los inversores extranjeros del Norte (dividendos, royalties...); la
evasión fiscal por ingeniería financiera internacional (precios de transferencia,
paraísos fiscales, etc.) o por regulaciones inexistentes (zonas francas, tratos de
favor, etc.); incluso podrían añadirse algunas valorizaciones de aspectos como
el coste de formación y de oportunidad por fuga de cerebros hacia los países
enriquecidos, las reparaciones por la guerra o el pago de la deuda ecológica
cuyas únicas estimaciones dan cifras muy superiores a las de la deuda externa,
aunque en sentido contrario.
En definitiva, los flujos atribuibles a mecanismos de anticooperación
prevalecen sobre la ayuda internacional y, de manera general y a falta de
estadísticas o cálculos plausibles de aspectos no considerados actualmente
por el mercado, esta realidad deja intuir que el balance neto es favorable a
los países del Norte.

Implementación conjunta o «Efecto Dentadura»


El comercio internacional es en la actualidad, tal como lo hemos podido
constatar, uno de los mecanismos de dominación más importantes a la vez
que una faceta más de las desigualdades del sistema capitalista. Ahora bien,
resulta interesante considerar cómo distintos instrumentos de la anticoope-
ración comercial se articulan estrechamente con otros ámbitos, como el
tecno-productivo, el financiero, el ideológico, el ambiental, o militar. Un
ejemplo de la implementación conjunta de las anticooperaciones comercial

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y militar se ubica en la inequívoca relación entre bases militares de los Esta-
dos Unidos y sus intereses comerciales. No en vano, como decía el conocido
documento de 33 páginas Estrategia de Seguridad Nacional en septiembre de
2002, elaborado por Condoleeza Rice y en el que se planteaba la necesidad
de la guerra preventiva: «la misión del ejército estadounidense es la seguridad
de los intereses de EEUU en el exterior».1 A raíz de esto, el comercio interna-
cional se convierte en algo favorable a EEUU, no solamente por cuestiones de
supremacía comercial, sino también por efecto de su poder militar. Es por ello
que, históricamente, las rutas comerciales han sido el espacio predilecto de los
estrategas militares y sus ejércitos. Podemos encontrar también aplicaciones
coordinadas de políticas nocivas para un mismo país periférico que unen
comercio, y deuda, comercio y ayudas o comercio e inversiones.
En el mapa cartográfico de la página siguiente se muestra la relación entre
la presencia militar de EEUU y la conformación de una de las arterias comer-
ciales y tecnoproductivas de suministro para EEUU: el Plan Puebla Panamá.
En la práctica, se vuelve necesario descifrar cuál es el objetivo real de de-
terminada interferencia internacional para valorarla adecuadamente. Esto es
válido especialmente para evaluar la función real de determinadas «ayudas» y
«cooperaciones» internacionales, incluida la ayuda humanitaria, al desarrollo
comercial, financiero o militar. Por ejemplo, podríamos pensar que la ayuda
humanitaria destinada a Iraq durante su ocupación persigue echar una mano
al pueblo iraquí en momentos de caída en picado, incluso instalar la demo-
cracia en su seno. No obstante, dicha ayuda está perfectamente coordinada
(y de hecho subordinada) a los ataques militares estadounidenses y británicos
sobre los «insurgentes» y civiles iraquíes —incluidos niños—. Si el objetivo
definitivo es controlar el petróleo iraquí por la vía dura, siendo la ayuda fun-
cional a la agresión, entonces difícilmente ésta puede considerarse moralmente
aceptable. Aquellas ONG o agencias que recorten su análisis —como sucede
a menudo— estarán cometiendo un grave error, al acompañar y legitimar
un proceso que globalmente resulta negativo.
Otro ejemplo de implementación conjunta surge al analizar el modo en
que la Comisión Europea pretende que la UE y América Latina y el Caribe
se integren. Las relaciones entre la UE y América Latina están marcadas por
la voluntad europea de liberalizar la región a los servicios europeos (banca,
telecomunicaciones, agua...), por usufructuar las capacidades ambientales de
Latinoamérica ante la necesidad europea de encontrar sumideros de carbono,
por controlar la emigración y por la competencia con EEUU y China. Por lo
que la UE despliega fuertes campañas diplomáticas, comerciales, de ayuda,

1. Disponible en http://merln.ndu.edu/whitepapers/USNSS-Spanish.pdf (visitado en


23/3/2009.)

275

Teoria de la anticooperación.indd 275 23/09/2009, 17:50


BASES MILITARES DE EE UU EN LA REGIÓN DEL PLAN PUEBLA
PANAMÁ (PPP)

Fuente: Cadena, J.L. (2005).

etc. en distintos foros, que convergen sobre esos objetivos pero que se ex-
presan de muy diversa forma en América Latina. Por ejemplo, mediante los
«Acuerdos de Asociación», que son acuerdos que se componen de tres patas
de una misma mesa: un tratado de libre comercio, un apartado de medidas
de diálogo político y otro de cooperación al desarrollo; pero en las que tanto
el diálogo político como la cooperación al desarrollo están subordinadas al
libre comercio. Es decir, la mesa se aguanta sobre una sola pata: la comercial.
Si esa pata se corta, la mesa se cae. En América Latina, en contraste con sus
pares estadounidenses, algunos actores saludan la ayuda «desinteresada» y el
carácter dialogante de la Comisión Europea. Sin embargo, forman parte de
un mismo «paquete» que en global puede ser extremadamente desfavorable
a los intereses de los latinoamericanos y caribeños, como ya hemos expuesto
en el capítulo sobre anticooperación comercial.
Desde el punto de vista de la UE, los resultados que consigue en América
Latina dependen de la capacidad europea de desplegar distintos frentes de

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forma coordinada. Dicho de otro modo, la efectividad de un instrumento
depende en ocasiones del despliegue simultáneo de otros instrumentos, lo cual
indica que no se lo puede analizar de forma aislada. Como unas tenazas o,
mejor aún, una dentadura, en la que la aplicación de un diente no es efectiva
sin la aplicación del otro, algunos instrumentos que generan anticooperación
se activan conjuntamente. Llamemos a ese fenómeno «efecto dentadura».
Hay decenas de ejemplos de aplicación combinada de este efecto. Por ejem-
plo, los instrumentos que generan deuda no han sido concebidos para generar
deuda, sino para internacionalizar las empresas de capital nacional, es decir, para
apoyar al comercio internacional de las empresas locales y sus inversiones (Llistar,
2005). En este caso, deuda, comercio e inversiones van de la mano. Ello nos lleva
a una de las implementaciones conjuntas más paradigmáticas: la que se produce
tras los instrumentos públicos de internacionalización de la empresa.
En la práctica, las arcas públicas de los estados del Norte ofrecen pleno apoyo
económico a proyectos altamente contaminantes que ejecutarán (y cuyos lucros
obtendrán) las corporaciones transnacionales cuyo capital comparte la misma
bandera. También a proyectos que violan derechos humanos, que corrompen a
funcionarios locales, etc. Se trata en muchos casos de un apoyo público que se
encuentra fuera de control ciudadano. Se arguye que, para que la economía de
un país sea competitiva, debe de disponer de una economía internacionalizada
y que cuente con «campeones nacionales» (grandes compañías transnacionales)
en los primeros puestos del ranking mundial. Se añade que debe apoyarse con
dinero de los contribuyentes a empresas privadas, pero que no se les puede impo-
ner controles superiores a los que apliquen otros países, para no comprometer su
competitividad internacional. Instrumentos en forma de créditos condicionados,
pólizas de seguros con garantía del Estado, presión diplomática, estudios de viabi-
lidad gratuitos, etc. para que, finalmente, se lleven a cabo una serie de proyectos
muy cuestionables (a veces nefastos) para los stakeholders locales, comunidades
indígenas, campesinas, trabajadoras, etc. de los países pobres exportadores. Es
decir, dinero público del Norte que acaba en subvenciones encubiertas para em-
presas privadas que contaminarán, envenenarán, destruirán selvas o expulsarán
a los habitantes de toda la vida de un territorio (Ortega, 2007).
Una de las combinaciones que, en poco tiempo, emergerán con fuerza
son las que, como consecuencia del calentamiento global, coordinan meca-
nismos ambientales con los tecnoproductivos, comerciales y financieros. El
incremento del comercio internacional es incompatible con la detención del
calentamiento global, por lo que es inevitable que se impongan restricciones
diversas al comercio. Restricciones que, probablemente, volverán a ser un
reflejo de la correlación de fuerza NS. Los llamados Mecanismos de Desarrollo
Limpio, mediante los cuales los países más contaminantes (Norte) compran
los derechos de contaminación a los menos contaminantes (Sur) sin tener en
realidad que reducir parte de sus propias emisiones, con toda la controversia

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que acarrean, son un ejemplo actual de mecanismos NS que combinan aspec-
tos ambientales con aspectos tecnoproductivos. Por otra parte, mecanismos
financieros-ambientales, como las conversiones de deuda externa por medio
ambiente, como la que firmaron el Estado español y Ecuador (2006), con-
trastan de forma contradictoria con el interés de los países por deslocalizar y
financiar en el Sur empresas contaminantes, como el gran oleoducto OCP en
el propio Ecuador. El efecto dentadura se utiliza por doquier, por lo que es
importante tener en cuenta que la capacidad de masticar se produce gracias
a la confluencia de la presión de varios dientes a la vez, no sólo de uno. La
implementación conjunta resulta clave para entender múltiples fenómenos
de dominación, explotación y, en definitiva, anticooperación.

Uso geopolítico de la ayuda


El destino de la ayuda internacional presenta una fuerte correlación geográ-
fica con aquellas regiones que son destino de las inversiones y foco de otros
intereses de los donantes (recursos energéticos, minerales, pesqueros, fuente
de inmigración, narcotráfico, etc.). Lo cual induce a creer que la ayuda in-
ternacional cumple una función geopolítica importante determinada por el
donante y en su beneficio, en lugar de por el beneficiario de esa ayuda.
Sobre el terreno y aunque no siempre trivial, la cooperación al desarrollo
aparece a menudo aparejada a anticooperaciones diversas. Se trata de una
coincidencia más bien regional en la ayuda oficial, pero más bien local en la
filantropía de las compañías transnacionales.
Algunos estudios de caso corroboran dichas afirmaciones. Sin ánimo
de ser exhaustivos, habiendo referenciado a lo largo de este libro algunos
ejemplos de esa correlación, desarrollaremos un nuevo botón de muestra.
Animamos la realización de nuevos estudios de caso que pongan en tela de
juicio la importancia del uso geopolítico de la ayuda internacional.
Como demuestra la implementación conjunta de distintas políticas eu-
ropeas en África, existe una fuerte correlación entre políticas de cooperación
y políticas comerciales. Se trata de una correlación que se ha ido pronuncián-
dose sutil y paulatinamente desde los años sesenta, cuando se establecieran los
primeros acuerdos entre la Comunidad Económica Europea y algunos países
africanos. La profundización de ese modelo ha llegado hasta el punto de ser
abiertamente visibilizada en el marco del programa «Ayuda por Comercio»
(Aid for Trade) impulsado por la Comisión Europea en la actualidad. Desta-
camos dos de los usos más importantes de esa combinación.
En suma, la ayuda internacional se utiliza como moneda de cambio,
incluso como palanca, para introducir políticas favorables a los donantes,
que a menudo son desfavorables a quienes las reciben. Algo de cooperación
por anticooperación. Lo ilustramos con el siguiente ejemplo:

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Ayuda por comercio
Analicemos brevemente las relaciones entre los flujos comerciales y los flujos
de ayuda entre la Unión Europea y África durante el período poscolonial.
Observamos dos implementaciones conjuntas distintas:

A) Cooperación a cambio de comercio


En la tabla podemos ver que lejos de disminuir esta relación va aumentando
progresivamente: cuanto más comercio más cooperación (a través del FED
y del BEI principalmente) (Sancho, 2000). Podría plantearse la hipótesis de
que se trata de una ayuda subordinada a la firma de acuerdos comerciales
cada vez más ambiciosos.
COOPERACIÓN EUROPEA PARA LA FINANCIACIÓN AL DESARROLLO
DE LOS PAÍSES ACP

Convenio y Período Número de países Población Financiación


respectivo en vigor ACP Europa (millones) FED(1) BEI(2)
FED
Yaoundé I 1964-70 18 6 69 666 64
(2º FED)
Yaoundé II 1971-75 19 6 80 843 90
(3º FED)
Lomé I 1976-80 46 9 250 3.072 390
(4º FED)
Lomé II 1981-85 57 9 248 4.542 685
(5º FED)
Lomé III 1986-90 66 10 413 7.440 1.100
(6º FED)
Lomé IV 1991-95 69 12 493 10.800 1.200
(7º FED)
Lomé IV bis 1996-2000 71 15 572 2.967 1.658
(8º FED)
Cotonú 2000-05 77 15 639 13.500 1.700
(9º FED)
(1) Incluye tanto las ayudas no reembolsables como los préstamos especiales.
(2) Compromisos de préstamos sobre sus propios recursos.

El aumento paralelo de los flujos de cooperación y de comercio no impli-


can directamente una vinculación, no obstante esta relación existe.
El 1 de agosto de 2007 se publicó la noticia de que la UE estaba chanta-
jeando abiertamente a los países de la región del Pacífico en su negociación
sobre los EPA. En un correo electrónico, la Comisión Europea había ofrecido
95,3 millones de euros en cooperación para 2008. Sin embargo, en el correo

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se advertía que esa cifra descendería hasta los 70 millones de euros si el acuer-
do comercial sólo cubría el intercambio de mercancías y excluía otros temas
relacionados con el comercio. Pero la amenaza proseguía: en el caso de que
no se firmara ningún acuerdo, el volumen de ayuda descendería hasta los 49
millones de euros, es decir, casi la mitad de la oferta original.
Fuente: (VSF 2009) a partir de Información de Associated Press, International Herald
Tribune y Oxfam Nueva Zelanda.

Este tipo de amenazas, y otras muchas barreras a los procesos de nego-


ciación, han sido también denunciados recientemente por la Alianza de la
Sociedad Civil de Kenia.

B) Cooperación para el comercio


La idea de la necesidad de realizar políticas de cooperación específicas para
potenciar el comercio internacional tomó especial fuerza a partir del año
2005 a través de la iniciativa Ayuda para el Comercio adoptada por la OMC
durante su reunión ministerial de Hong Kong. En ella la Unión Europea se
comprometió a realizar donaciones para la promoción del comercio llegando a
2.000 millones de euros anuales a partir de 2010, la mitad de ellos destinados
a los países ACP (África, Caribe, Pacífico). A partir de este compromiso formal
se reconocía desde el máximo organismo de promoción del libre comercio
que el comercio por sí mismo no tenía por qué generar bienestar. Según las
palabras de Peter Mandelson (comisario europeo de comercio), Louis Michel
(comisario europeo de desarrollo) y Manuel Pinho (ministro de Economía
de Portugal) «Tener acceso al mercado sin una ayuda al comercio es como
poner un plato de comida delante de un hombre sin darle un cuchillo y un
tenedor».2 De esta manera se integraba plenamente las políticas de comercio
y de cooperación.
Fuente: (VSF 2009).

Los lobbies de la anticooperación


Como hemos visto, toda problemática de origen humano está ligada a la pre-
sión que ejercen unos grupos de interés sobre otros. Un hilo invisible vincula
una problemática concreta a grupos humanos particulares en conflicto: unos,
potenciales ganadores; otros, perdedores; unos y otros se organizan de forma

2. El País, 17 de octubre de 2007. Peter Mandelson, Louis Michel y Manuel Pinho


«Compromiso hecho realidad».

280

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distinta, disponen de cierta autonomía, presionan y se reajustan en busca de
sus propios intereses o para imponer su propio punto de vista.
Si por ejemplo tiramos del hilo de problemáticas como la desaparición de
ciertas especies exóticas amenazadas o en peligro de extinción como el hipo-
pótamo, descubrimos distintos implicados locales y extranjeros.3 Entre estos
últimos, en el caso del exterminio de los hipopótamos, se encuentran desde
joyeros (su marfil es más duro que el de elefante), oferentes y consumidores
de carnes exóticas (su carne es bastante buena y se conserva mucho tiempo),
hasta coleccionistas de animales exóticos y cazadores de trofeos.

Lobbies de extinción de especies tropicales


El comercio ilegal de especies de fauna y flora es una de las principales causas
de la pérdida de biodiversidad después de la destrucción de su hábitat. Según
el Fondo Mundial para la Naturaleza (World Wide Fund for Nature – WWF), se
trata de uno de los negocios más lucrativos, sólo superado por el de armas y
drogas (con los que a menudo mantiene relación). Se estima que en un año
pueden comercializarse más de 350 millones de peces tropicales, 15 millones
de pieles de mamíferos, 10 millones de pieles de reptiles, 9 millones de or-
quídeas y 5 millones de aves vivas. Las especies más cotizadas son primates,
elefantes, hipopótamos, rinocerontes, tigres y leopardos, reptiles como la
iguana y el cocodrilo, aves como las cotorras, las cacatúas, los loros y guaca-
mayos, tortugas marinas y corales. Las piezas vegetales más demandadas son
las maderas preciosas tropicales, orquídeas, cactus y ciclámenes. El destino de
las especies es diverso: artículos de piel, mascotas exóticas, trofeos de caza,
medicinas naturales, zoológicos, circos y centros de investigación.

En general, cada problemática lleva asociada un conflicto redistributivo.


Es decir, un conflicto en el que las partes conflictuadas redistribuirían algún
activo o pasivo de manera distinta. Activos y pasivos que no sólo pueden
ser económicos, sino también ambientales, culturales, sociales, etc. En cada
conflicto redistributivo, las partes suelen comportarse como grupos que pre-
sionan a favor de lo que conciben son sus intereses y derechos individuales
o corporativos. El conflicto se produce cuando esos intereses y derechos

3. En los últimos años se ha disparado la caza de hipopótamo para obtener marfil de sus
colmillos una vez ha disminuido la población de elefantes y ha aumentado el control sobre su
caza. El Hexaprotodon liberiensis y el Hippopotamus amphibius se encuentran tipificados en
el Apéndice II de CITES (Convenio sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas
de Fauna y Flora Silvestre).

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son incompatibles entre sí. Como en el consumo de marfil de hipopótamo,
dicha presión puede ejercerse desconsiderando sus consecuencias bien por
desconocimiento o por egoísmo. Las partes no tienen por qué reconocerse.
Sin embargo, está claro que existe un grupo de interés (no necesariamente
organizado) asociado al comercio internacional de hipopótamos (o de sus
partes) que está diáfanamente ligado a la amenaza de su extinción en su hábitat
natural en países tropicales. Algo que también ocurre en toda problemática
asociada a conflictos transnacionales.
En definitiva, existen grupos humanos que presionan en favor de sus
intereses (grupos de interés), y al hacerlo, pueden crear o profundizar un
problema. Acercándonos a lo que nos incumbe: algunos grupos de personas,
al perseguir sus intereses de forma organizada o no, pueden interferir destruc-
tivamente sobre la vida de habitantes terceros. De modo que algunos grupos
de interés se comporten como auténticos «lobbies de la anticooperación».
Además, la capacidad de interferir de un «lobby de la anticooperación»
depende de las características del propio grupo de interés, como de su grado
de organización; de si tiene buen acceso a poderes públicos; de si dispone
de recursos económicos; de si tiene acceso o control sobre los medios de
comunicación... en definitiva del poder del que dispone. Un lobby de la
anticooperación puede ser muy numeroso o muy reducido, muy disperso o
muy compacto, muy relevante o no.

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XV. CONCLUSIONES

Definidos los conceptos de interferencia y de anticooperación Norte-Sur,


desarrollados los principales mecanismos de anticooperación, comparada su
magnitud con la ayuda internacional, y hecha la discusión general, estamos
en condiciones de sacar algunas conclusiones significativas. A continuación
las planteamos de forma esquemática:

1. La anticooperación prevalece sobre la ayuda, en el balance de las relaciones


Norte-Sur.
Lo cual implica que:
a. Los problemas del Sur no se resuelven con más ayuda. Es decir, el vo-
lumen de la ayuda internacional (más allá de su calidad) dista ostensi-
blemente de poder equipararse a otros flujos mucho más importantes
tanto por su volumen como por sus consecuencias negativas, como
los generados por el comercio internacional o el servicio de la deuda.
Por lo cual puede resultar poco estratégico destinar toda la energía
disponible a incrementar los presupuestos de la ayuda internacional
sin dedicarla antes a arrancar las causas de la anticooperación.
b. Disponemos de una explicación satisfactoria al porqué después de
60 años el sistema de ayuda internacional no ha conseguido reducir
las desigualdades entre el Norte y el Sur Globales. La superposición
de interferencias negativas sostenidas durante todos estos años se
ha convertido en una hemorragia que la ayuda internacional, cual
transfusión, no ha logrado remontar, ni tan solo equilibrar. Dicha
explicación no excluye que sea la mala gestión del Sur Global y su
«atraso estructural» los que hayan exagerado las desigualdades, como
esgrimen los neoliberales. Pero en cambio sí niega que la contribu-
ción de Occidente a los países empobrecidos haya sido netamente
positiva.

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c. El Norte es corresponsable de las dificultades del Sur. Si los problemas
del Sur no son sólo consecuencia de factores internos a sus países, sino
también de interferencias transnacionales de origen exterior, especial-
mente de los países del Norte, entonces el Norte es corresponsable
de los problemas del Sur. La aceptación de corresponsabilidad obliga
a los países del Norte, y en particular a algunos grupos de interés, a
resarcir y subsanar, caso por caso, los grandes problemas del Sur. Si el
análisis lo hacemos entre Norte y Sur Globales, la corresponsabilidad
en las relaciones de dominación y explotación, es aún más diáfana y
mayor.
2. Una parte muy importante de la ayuda internacional responde a los
objetivos del donante, no a los del receptor. Se hace un uso funcional
(generalmente geopolítico) de la ayuda internacional. La mayor parte del
dinero de la ayuda internacional la gestionan estados, empresas y funda-
ciones de empresarios, organismos internacionales y ONG supeditadas a
la lógica de las anteriores (como las QUANGO). Esa ayuda internacional
está subordinada a la lógica y objetivos de sus instituciones (políticas
sobre regiones del Sur de interés de seguridad y crecimiento (inversión,
comercio...), estabilización y control social, búsqueda de legitimidad
interna y externa). El dinero y la capacidad técnica canalizados a través
de ONG políticamente independientes y movimientos sociales de justicia
global son menores, aunque no son menores sus esfuerzos ni su eficacia.
Lo cual implica:
a. Es necesario discernir entre lo que supone cooperación y lo que en
realidad forma parte de un paquete de políticas de anticooperación
con apariencia («cáscara») de ayuda. Se trata de pelar la cáscara de
cualquier «ayuda» para rechazar aquella que contenga anticoopera-
ción, o forme parte de una mala hierba.
b. Que el desequilibrio entre cooperación y anticooperación es aún
mayor cuando se considera que parte de los flujos destinados a la co-
operación, obedecen prioritariamente a los objetivos de los donantes
y no de los beneficiarios.
3. El concepto de anticooperación es adecuado para analizar las desigual-
dades y sus causas. La posibilidad de concentrar en un solo concepto
todas aquellas interferencias que perjudican al buen vivir de las pobla-
ciones del Sur Global y que nacen en el Norte Global, resulta útil desde
el punto de vista de quienes persisten en cambiar las estructuras para
lograr un mundo donde todos y todas podamos vivir bien, incluidos los
que todavía no han nacido. Por tanto, se trata de un concepto que se
refiere a dimensiones muy distintas y que puede ser utilizado al mismo
tiempo desde sensibilidades ecologistas, antimilitaristas o dedicadas a
erradicar la pobreza y cualquier forma de dominación en el mundo.

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Es decir, por todos y todas aquellas que forman el movimiento por la
justicia global. La utilidad de la teoría de las interferencias y la antico-
operación consiste en focalizar la atención sobre la dinámica de causas
(incluidos los mecanismos, los actores y sus lógicas intrínsecas) que
provocan los grandes problemas globales, y lograrlo mediante un aná-
lisis sistémico e integral. Por ello, esta teoría rechaza visiones estrechas
y recortadas de la realidad como la desplegada por el fundamentalismo
de mercado; enfatiza los conflictos distributivos; se concentra en las
relaciones de poder entre los distintos grupos de interés y sus distintas
definiciones del sentido; así como sus discursos; y propone visibilizar a
aquellos actores que levantan las injusticias a nivel global, se benefician
de ellas e intentan legitimarlas. La teoría de la anticooperación permite,
a su vez, comparar la relevancia de los distintos mecanismos, incluida la
ayuda internacional, y descubrir su implementación combinada. Como
toda teoría, como todo modelo de análisis, tiene sus limitaciones; y
ello nos obliga a ser cautos y humildes.

Cambiar de paradigma
Las conclusiones expuestas pueden inducirnos a creer que es necesario
un cambio de paradigma. Muchos de los viejos fundamentos que se uti-
lizan hoy para comprender el mundo están en crisis. Conviene resituarse.
Proponemos a continuación las bases de un paradigma que nos permita
aprehender las relaciones Norte-Sur de una forma más acorde con las cir-
cunstancias actuales.

Las relaciones internacionales concebidas como interferencias entre


grupos de interés
Conectividad global. En la globalización, estamos «muy bien conectados».
Seamos conscientes o no, existe un universo de interferencias entre unos
y otros de alcance transnacional que va en aumento por la presión tecno-
productiva. Es decir, interferencias que traspasan las fronteras como la luz al
cristal, y que en mayor medida de lo que insinúa el pensamiento dominante
o cree el saber popular, determinan mayormente nuestras vidas. La posición
en el sistema mundial y la vulnerabilidad ante las interferencias exteriores
establecen a menudo las posibilidades de vivir bien.

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Fronteras semipermeables. Necesidad de una «política pública nueva». Las
fronteras se presentan todavía como barreras relativamente impermeables a
ciertos fenómenos (como la migración de los empobrecidos), pero incapaces
de bloquear otros (como la emisión de gases de efecto invernadero, la evasión
fiscal, la creación de redes sociales o a la configuración de una identidad cos-
mopolita). Como barreras son funcionales a determinados intereses, cuyos
grupos de interés presionan para preservarlas. Sin embargo, por ser incapaces
de regular ciertos flujos, se vuelven disfuncionales para solucionar importan-
tes problemáticas globales. Por tanto, las fronteras se están convirtiendo en
membranas semipermeables, cada vez más transparentes a cada vez mayor
número de fenómenos transnacionales. Ante un escenario nuevo como éste,
es necesaria una «política pública nueva». Como demuestra el diseño insti-
tucional actual (leyes y normas, instituciones, conocimientos), el derecho de
las empresas y de lo privado va muy por delante del derecho de las personas
y del bien común.

Romper con la dicotomía geográfica. Norte Global vs. Sur Global. Dicho
lo anterior, la importancia de las fronteras que separan los estados entre sí,
tenderá a disminuir en detrimento de nuevos tipos de fronteras. De manera
que también el Norte y Sur, el Primer y Tercer Mundo, muy claros en el
mapamundi se diluirán progresivamente hacia un Norte y Sur «Globales»
dispersos geográficamente. Países con «Nortes» y «Sures» en sus interiores,
centros y periferias, como claramente puede verse paseando por México,
China, Sudáfrica o Estados Unidos. Pero también bastas regiones donde
predomine el «Sur», como África, y otros donde predomine el «Norte»,
como Europa.
Todo ello es consecuencia de una lucha de intereses a nivel global (más
compleja que aquella vigente en una sola sociedad). En esa lucha se enfrentan
grupos sociales que no se construyen de acuerdo con una pertenencia geo-
gráfica determinada (país del Sur o del Norte), sino de acuerdo con intereses
económicos y políticos. Por ende, un análisis que distingue únicamente a
países del Sur o del Norte no refleja el terreno de confrontación de esos grupos.
En cambio, son de mayor utilidad las nociones de Norte Global (agrupando
a una clase mundial de propietarios y consumidores) que mantiene relaciones
de asimetría desde el punto de vista económico, político, social, ambiental y
cultural con un Sur Global (agrupando, en todos los países del mundo a los
empobrecidos y marginados del sistema).

Grupos de interés, en lugar de países. Luego, en el análisis de la anticoope-


ración resulta impreciso centrarse en los estados en lugar de en colectivos
humanos que comparten determinado interés (grupos de interés). Como
demuestra la dinámica política en la firma de tratados de libre comercio,

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por ejemplo, los grupos de interés se transnacionalizan y no responden a
menudo a intereses nacionales sino particulares. Referirse a China, a la
India, a México o Brasil como países del Sur, es a todas luces inadecuado.
La China rural no tiene nada que ver con la nueva clase media urbana
china. Sus intereses son encontrados en muchos aspectos, y similares a
los de grupos de otros países. Podríamos hablar entonces de varios países
solapados en uno solo.
Los grupos de interés pueden ser claramente nacionales, incluso loca-
les; las fronteras de un país pueden ser entendidas como una institución
al servicio del grupo de interés formado por los sujetos que poseen un
mismo pasaporte. Pero también debemos observar la formación de grupos
de interés transnacionales (regionales), incluso globales. Categorías meta-
bólicas globales como la clase consumidora mundial, o la clase capitalista
mundial, resultan de renovado interés desde el punto de vista de la gober-
nanza mundial.

Relaciones internacionales y globalización. Desde esta perspectiva, las


«relaciones internacionales» pueden también ser conceptualizadas como
las interferencias transnacionales que se producen entre grupos de interés.
Y la globalización, el proceso por el cual se producen simultáneamente, en
distintos planos y escalas interconectadas, un universo de fuerzas, interfe-
rencias y movimientos en el sistema mundial que afectarían asimétricamente
a sus comunidades y cuyas pautas generales podrían esquematizarse en una
red de redes donde cada nodo es un grupo de interés y donde cada hilo
conector es una interferencia en un ámbito, una dirección y un sentido
determinados.

Definir pobreza de manera sistémica. Hay que tener cuidado al utilizar la


pobreza o el empobrecimiento como justificación. Sin darnos cuenta, cuan-
do nos unimos a la «lucha contra la pobreza» y nos indignamos en nombre
de los «pobres» del Sur, reforzamos la concepción estrecha y economicista de
la pobreza que justifica muchas de las interferencias negativas. En su lugar,
deberíamos recuperar una noción distinta de riqueza, dignidad y convivencia
que permita levantar otros modelos de desarrollo mucho más satisfactorios.
Todo sistema se organiza en función de sus objetivos. Mientras sigamos
alimentando el objetivo de acabar con la pobreza entendida en términos
crematísticos y sólo materiales, estaremos reforzando el modelo de desarrollo
(y cooperación) que criticamos.

Redefinir el desarrollo: queremos vivir y convivir bien. En ese mismo sen-


tido, el significado de la riqueza también tiene que redefinirse. Tan simple
y tan complejo como que cada pueblo defina cómo quiere vivir y convivir

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bien, sin comprometer a los demás (incluidas las futuras generaciones). Por
lo cual es necesaria una relación de armonía con la naturaleza, y respetar la
diversidad de proyectos autodeterminados por cada pueblo. El desarrollo
económico (en el sentido de economía crematística) y sus conceptos primo-
hermanos (crecimiento económico, inversión, competitividad, seguridad
jurídica, libertad (de empresa), etc.) pueden no tener absolutamente nada
que ver con eso, dado que son parte de un modelo biofísicamente insosteni-
ble que provoca violencia. Por lo que conviene desactivarlo como lenguaje
de valoración hegemónico y apuntar hacia un objetivo común mucho más
natural, mucho más humano: el vivir bien (persona) y convivir bien (comu-
nidad, familia, naturaleza). El sumak q’amaña andino en ese sentido puede
sernos de inspiración.

Volver a comenzar: redefinir la cooperación y la ayuda. La cooperación no


puede convertirse en la tradicional relación donante/receptor establecida bajo
las consideraciones y lógica, a veces paternalistas otras veces interesadas, del
donante. En su lugar, la cooperación debe partir de una relación de igual a
igual en la que sendas partes logren vivir y convivir mejor. Deben considerar-
se entonces todas aquellas interferencias en ambos sentidos que puedan ser
positivas desde esa perspectiva, midiendo como positivo lo que cada lenguaje
de valoración establezca. De hecho, en una relación de cooperación auténtica
no es necesario un lenguaje único.
Por otra parte, es necesario abrir el concepto de cooperación y ayuda a
todas esas interferencias positivas, no sólo a las etiquetadas como ayuda o
cooperación. Por ejemplo, determinadas políticas de inmigración, de res-
ponsabilidad ambiental, de transparencia en los instrumentos del Estado,
podrían considerarse de cooperación o ayuda. Algunas acciones de ayuda
oficial como, por ejemplo, créditos blandos a gobiernos ilegítimos, podrían
considerarse como todo lo contrario. También pueden considerarse verdaderas
relaciones de cooperación los llamados «regionalismos alternativos», referidos
a la integración de distintos pueblos bajo consideraciones de reciprocidad,
complementariedad y reconocimiento mutuo (Keet; Bello y Brennan, 2004).
Caso del Tratado de Comercio de los Pueblos planteado por el gobierno bo-
liviano de Evo Morales. Algunas organizaciones y agencias ya están tomando
esa perspectiva estratégica.

La lógica de la seguridad en el caos y el crecimiento capitalista en el sistema


mundial: los dos grandes motores de la anticooperación. Más allá de quienes
sean los ganadores y los perdedores en el sistema mundial, conviene escapar a
posibles maniqueísmos: es necesario darse cuenta que las bastas desigualdades,
la violencia y el deterioro ecológico, son un resultado del metabolismo social
capitalista. Dos de los elementos sistémicos presentes en toda organización

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capitalista (empresas, estados, redes sociales, individuos) son la voluntad de
autopreservarse y crecer crematísticamente en el menor tiempo posible. Estas
dos lógicas están en el origen de la mayor parte de las interferencias negativas
que los grupos de interés se ocasionan entre sí. Particularmente graves son las
ocasionadas por el Norte Global sobre el Sur Global. Por tanto, los esquemas
planteados por las nacientes corrientes de decrecimiento, simplicidad, tran-
sition towns, justicia ambiental, etc., al igual que la noción andina del «buen
vivir», etc., podrían representar justamente vías de salida obligatorias para la
abolición de la anticooperación.

Abolir la anticooperación. Mucho más eficaz (y honesto) que el envío de


dinero y capacitación técnica para los pobres es abolir la deuda externa,
prohibir la venta de armas, reparar la deuda ecológica, abandonar a los
dictadores pro occidentales, dejar de boicotear la puesta en marcha de un
régimen internacional de protección de los derechos humanos, liquidar los
paraísos fiscales y el secreto bancario, asumir los costes de la mitigación y
adaptación al calentamiento global, desarrollar esquemas de decrecimiento
material y energético, etc. Además de eficaz, permitiría a cada región, a cada
pueblo, determinar y establecer su propio modelo, sin ninguna imposición
de esquemas capitalistas occidentales. Abolir cualquier instrumento, cualquier
resquicio de anticooperación, exigiría volver la mirada hacia el Norte Glo-
bal, hacia los enriquecidos y los poderosos, hacia nosotros mismos cuando
consciente o inconscientemente explotamos a los empobrecidos. De acuerdo
con nuestra perspectiva, la presión política, la campaña de denuncia, la edu-
cación, la confrontación estratégica, los medios de comunicación, el diálogo
de proximidad, etc. deben ser los caminos habituales para transformar las
relaciones asimétricas a nivel global.

Conviene trascender el discurso basado en la solidaridad hacia el de co-


rresponsabilidad y justicia global. Finalmente, mientras la solidaridad apela
a la buena fe de los donantes (en forma de ayuda a alguien que la necesita,
independientemente del porqué), la corresponsabilidad apela a las causas de
los problemas y a la implicación de todos todas por un imperativo de justicia
planetaria, de justicia global. Por suerte, muchos movimientos sociales ya lo
han venido haciendo en distintas partes del planeta.
En el siguiente cuadro se resumen algunos de los elementos en los que se
debe basar el cambio de paradigma respecto a la comprensión de las relaciones
Norte Sur, y se los relaciona con los elementos que se critica:

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CRÍTICA-PREMISAS OBSOLETAS NUEVAS PREMISAS
Centro en el crecimiento económico Centro en el vivir y convivir bien
Centro en los estados Centro en los Grupos de Interés
y las personas
Sistemas cerrados, diferencia entre Sistemas semipermeables (porosos),
política interior y exterior aplanamiento
Preponderancia relaciones de proximidad Alargamiento distancias de interferencia
Escala de análisis discrecional Escala de análisis integral
Atribución interna de los problemas Interdependencia compleja. Gobernanza
de subdesarrollo global.
Vulnerabilidad por factores endógenos Vulnerabilidad por factores endógenos
y exógenos
Países (Primer Mundo = ricos) vs (Tercer Clases sociales mundiales difusas
Mundo = pobres)
Tercermundismo Movimientos soc. por la soberanía local,
redes transnac.

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XVI. RECOMENDACIONES ESTRATÉGICAS

Antes de terminar este texto, no queremos dejar de apuntar a algunas luces


estratégicas que a nuestro entender se vislumbran en el horizonte del sector
de la cooperación al desarrollo.

I) Desenmascarar «ayudas» que no lo son


Como ya hemos ilustrado con la «teoría de la vaca», muchas ayudas son
funcionales a objetivos que no son de solidaridad sino de interés del donante
(interés por conseguir determinados objetivos comerciales, militares, migra-
torios, para limpiar la imagen de cierta institución, para desviar la atención,
etc.). En algunos casos se trata de ayudas que forman parte de un paquete de
políticas que, de forma conjunta, se convierten en las formas de dominación
y explotación que justamente se denuncian.
A menudo sucede que una ayuda que, analizada a escala local, resulta
beneficiosa para quien la recibe y aparece como desinteresada, analizada a una
escala superior puede resultar funcional a los objetivos del donante e implicar
interferencias muy negativas para el receptor. La calidad en ese caso declina
hasta el punto de hacerla inconveniente. Graves ejemplos de ello suelen ser
los partenariados entre petroleras y ONG ecologistas conservacionistas, los
programas impulsados por fundaciones empresariales como el AGRA para una
nueva Revolución Verde en África (bajo el auspicio de las Fundaciones Gates
y Rockefeller), o muchos de los proyectos de colaboración empresa-ONG que
aparecen en los informes de RSC de las empresas. En suma, conviene que
toda acción calificable como ayuda no deje lugar a dudas cualquiera que sea
la escala bajo la que se la analice. Para separar lo que es una ayuda de lo que
no lo es, conviene analizarla de forma multiescalar y sistémica.

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II)Reorientar la cooperación hacia la «política de los orígenes»:
los mecanismos, los actores y sus lógicas
Los movimientos sociales por la justicia global y el sector de la cooperación
deben ser estratégicos, pues se enfrentan a una lógica muy compacta y do-
minante, incrustada en las mentes de las mayorías e impulsadas por grupos
de interés muy poderosos. Por tanto, deben hacer un ejercicio constante de
búsqueda de los orígenes de los problemas: de sus mecanismos e instrumentos
(para poder exigir su desactivación); de los grupos de interés que los impo-
nen, los «lobbies de anticooperación» (para luego enfrentarlos directamente
en lugar de hacer como si no existieran); de los grupos que los sufren, los
perdedores (hayando cuál es su margen de autonomía real); y finalmente las
lógicas que conducen a dicho problema (para tratar de sustituirlas por otras
mejores). Los efectos de esas causas son muy llamativos y evocan un rápido
sentimiento de compasión, pero sirve de poco enfrentarlos si luego van a
reproducirse de nuevo.
Por otro lado, conviene que cada país, que cada comunidad, reduzca
al máximo las interferencias negativas, tanto las que emite como las que
recibe. El eslogan podría ser «Mejor que ayudar es no molestar». Las po-
líticas de soberanía local son buenas guías para reducir la vulnerabilidad
a factores externos desde esquemas de democracia radical. Pensamos, tal
y como hemos ido evidenciando a lo largo del libro, que la cooperación
internacional debe reorientarse hacia la lucha contra la anticooperación
y sus diferentes formas. Por lo que, de acuerdo con nuestra perspectiva,
debe poner su punto de mira principalmente en los países de Norte, sin
abandonar su contacto con el Sur ni las acciones de apoyo a actuaciones
transformadoras llevadas a cabo por organizaciones sociales e instituciones
del Sur. En realidad, las agencias oficiales deberían sustituir los criterios
que determinan cuánto dinero debe destinarse al Sur y cuánto al Norte,
por ejemplo estableciendo el porcentaje máximo de gastos indirectos, por
criterios selectivos basados en la capacidad transformadora que cada ac-
tuación financiable pueda tener sobre el buen vivir en el Sur. El destino
geográfico de la acción no determina la calidad de la cooperación, sino que
la determina su potencialidad transformadora.

III) Voltear las prioridades


Pero la cooperación tendrá que disminuir el peso relativo de la ayuda técnica y
económica, puesto que los recursos son escasos y, como hemos visto, mucha de
esa ayuda termina siendo funcional a los donantes en lugar de los receptores.
Para reorientar la cooperación convendría destinar el máximo esfuerzo a la
presión política ante los mecanismos de la anticooperación, enfocada especial-

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mente hacia las instituciones y la opinión pública. Por ello, es recomendable
un mucho mayor despliegue de campañas de denuncia, sensibilización, de
lobby sobre leyes, investigación, de educación en las instituciones educativas,
en detrimento de acciones de asitencialismo y desarrollo en el Sur. Hoy en
día, a pesar de los discursos transformadores presentes tanto en algunas ONG
como en agencias de cooperación, las cifras de la distribución del dinero de-
muestran que la mayor parte se dirige a proyectos y programas de asistencia
en los países del Sur. El dinero que se destina a campañas de presión política
sobre las causas de la pobreza, la guerra o el deterioro ecológico, es todavía
extremadamente marginal. Es como si todas las organizaciones, incluidas las
más comprometidas, siguieran presuponiendo que las causas de esos grandes
problemas se ubican en los países del Sur. Una demostración de ello son los
presupuestos asignados a las distintas convocatorias para ONG por los dis-
tintos entes públicos y sus agencias de desarrollo: mientras que las partidas
para campañas de sensibilización, educación, etc. en el Norte se mueven
entre el 0-10% del presupuesto, los proyectos en el Sur representan entre el
100-90% del dinero.
Si el modelo de cooperación basado en la abolición de la anticooperación
tuviera lugar, entonces en las ONGD con sede en Europa y Estados Unidos, la
mayor parte del personal se dedicaría a hilar variopintas campañas de presión
política en sus países y a coordinarse con otros grupos, y una parte menor a
gestionar proyectos en países del Sur. Somos conscientes que no puede aban-
donarse el «mientras tanto», pero tampoco éste debería eclipsar como lo hace
hoy la actividad para erradicar los grandes problemáticas del Sur.

IV) El pentágono de la presión política


Para hacer presión política a las instituciones, los movimientos sociales, las
ONG y otras instituciones de desarrollo, deben activar constantemente los
llamados «pentágonos de la presión política», consistentes en la puesta en
marcha de cinco frentes de actividad simultáneos y sinérgicos entre sí.
Se trata de lograr cierta movilización en la calle (manifestaciones, acciones
mediáticas, etc.) para denunciar cierta anticooperación. La prensa responde
a la movilización cuando la identifica como noticia. El trabajo de los medios
de comunicación es clave para llegar a la opinión pública en general y forma
el segundo vértice. Además, se concatena con el trabajo de lobby a través
del cual se busca influir en los que toman las decisiones (poder legislativo,
ejecutivo, judicial u órganos de gobierno corporativo de las empresas). Los
gobernantes no reaccionan si no presienten el peligro de ver deteriorada su
imagen a través de los medios de comunicación. Por tanto, responden al
lobby si hay medios de comunicación de por medio. Ciertos grupos políticos
más afines también gustan de «inteligencia» en forma de investigaciones e

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Movilización

Formación Prensa
Sensibilización
S

Investigación Lobby

informes preceptivos donde se evidencien mecanismos de anticooperación y


los actores que los permiten y llevan a cabo. Es decir, como en la táctica de la
zanahoria y el garrote, los altos dirigentes se mueven por la amenaza de una
mala imagen pública y la ventaja de contar con análisis de primera mano.
Siguiendo el perímetro del pentágono, nos damos cuenta que la investigación
no sólo es necesaria para trocarla por influencia política sino sobre todo para
dotar a los movimientos sociales y ONG y agencias, de conocimiento y know
how de distinta índole. Es decir, se requiere de análisis útiles políticamente
(lo que se llama a menudos «activismo de investigación»). Por ello y como
quinto vértice de la actividad, se trata de generar charlas en espacios formales
e informales, cursos, asignaturas, seminarios, materiales divulgativos, etc.
con el fin de formar y sensibilizar tanto al interior de las organizaciones y los
movimientos sociales, como hacia el exterior. Cinco actividades complemen-
tarias que forman un pentágono que produce cambio político, sea en forma
de incidencia en políticas públicas y corporativas (leyes, normas, códigos de
conducta, sentencias judiciales...), o sea como incidencia simbólica (sobre el
ideario de la opinión pública). Algunas organizaciones llevan a cabo alguna de
estas cinco actividades, aunque debe destacarse que lo realmente importante,
desde nuestro punto de vista, es la «fuerza» (en el resultado final) de aplicarlas
todas ellas de forma más o menos coordinada.
Para tener incidencia política sobre políticas públicas, incluso sobre las
políticas corporativas de las empresas, es necesario encontrar el punto más
débil de las instituciones que las soportan. En el caso de las empresas, ese

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punto débil se encuentra en su imagen corporativa, en su reputación. Las
empresas invierten millones en pulir su imagen de marca. Campañas que
las denuncian y las desprestigian, ocasionan importantes costes económicos
que las empresas prefieren no tener que afrontar. En ese caso prefieren mo-
dificar ciertas malas prácticas. Las instituciones políticas estatales, dirigidas
por grupos políticos, temen, en términos electorales, los costes políticos que
puede ocasionarles una determinada campaña que ponga negro sobre blanco
algunos de sus trapos sucios.

V) Transnacionalizar la presión política o «regionalismos


alternativos». Crear redes transnacionales / regionales de presión
política, ganar escala, subir en la jerarquía
Es difícil enfrentar localmente un actor de escala superior, como una em-
presa transnacional. En muchos conflictos, una comunidad de unos cientos
de pequeños campesinos se enfrenta a una compañía transnacional o a un
Estado cuyo poder es mucho mayor, tanto en términos económicos como
en términos políticos. Incluso en disputas entre estados del Sur y empresas
transnacionales, la asimetría es tal que terminan imponiéndose de forma
a menudo implacable.1 Sin embargo, distintas experiencias de transnacio-
nalización de resistencias o de regionalización alternativa (es decir, cuando
distintos grupos locales en resistencia se coordinan desde distintos países en
campañas internacionales), han conducido a resultados muy exitosos. Por ello
conviene la creación de redes transnacionales de justicia global, sean formales
o informales, ante la necesidad de presionar políticamente de forma eficaz
delante de problemáticas que son de naturaleza transnacional. Ante la nueva
jerarquía de poder global-local, se trata de globalizar a los pueblos para dotar-
los de mayor poder (Verger y Llistar, 2005). Algunas organizaciones, como el
Transnational Institute o movimientos como la Red Birregional Enlazando
Alternativas, apelan a la construcción de «Regionalismos alternativos», la
globalización de los de abajo (Keet, 2006).

VI) Mantener la vista, el oído y el tacto en el Sur Global


Sin esos sentidos constantemente conectados al Sur Global, lejos del barro y la
gente empobrecida, en oficinas y en burocracias necesarias, a menudo alguien

1. Entre el Estado boliviano y la empresa REPSOL-YPF, por ejemplo, la asimetría es clara.


Los ingresos de REPSOL-YPF en 2004 sumaron un total de 41.689 millones de euros (Repsol-
YPF, 2004), mientras que Bolivia había producido durante el mismo año un total de 7,277
millones de euros (WB GDI, 2005). Esto significa que REPSOL YPF fue durante ese año 5,7 veces
más poderosa económicamente, que todo un país, Bolivia.

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puede perder de vista lo que en realidad sucede, simplificar su análisis al dejar
de oír lo que ocurre en el Sur, y sobre todo perder la pasión que se encuentra
en el reconfortante pero interpelador contacto humano con hermanos y her-
manas que viven en situaciones muy difíciles, a veces insoportables, algunas
provocadas desde el exterior. Conviene pues ser consciente de la necesidad
esencial de inmersión de los sentidos que exige un contacto y un ir y venir, a
veces difícil de llevar a cabo. Una inmersión que se produce sin relaciones de
superioridad, que puede ponerse en juego mediante la conformación de redes
transnacionales de presión política, de misiones de verificación y denuncia a
enclaves afectados por la anticooperación, de tribunales populares, etc.; y que
sirve para que las organizaciones en los países del Norte puedan actuar como
altavoz de las violaciones a los derechos básicos cometidas en y sobre el Sur.

VII)Exigir cláusulas de responsabilidad exterior. Trascender las


fronteras
Un modo eficaz de cooperar es tejiendo las costuras que necesita todo régimen
cercano a la justicia global: consiste en presionar a las instituciones para que
leyes y normas a nivel estatal (o comunitario) contengan cláusulas de res-
ponsabilidad exterior. Muchas de las leyes que se discuten en los parlamentos
estatales o regionales, regulan actividades que tienen fuertes implicaciones
hacia terceros países. Sin embargo, dichas leyes y las normativas que se desa-
rrollan, carecen de medidas para solventar o asumir dichas implicaciones fuera
de las fronteras. Como si los diputados y legisladores en general creyeran que
los países son sistemas cerrados, lo cual es rotundamente falso y conduce a
esquemas de sistemática irresponsabilidad exterior por parte de los sistemas
jurídicos. Algo que no sólo atañe a políticas públicas sino que puede también
aplicarse a políticas generales de empresas transnacionales. Ejemplos nítidos de
ello los encontramos por doquier (leyes que deberían regular la deuda externa,
la venta de armas, la actuación de las empresas de matriz local en el exterior,
la responsabilidad ambiental en el exterior, etc.). La gran mayoría de leyes
nacionales o regionales sobre protección y conservación de la biodiversidad se
regulan sólo dentro de sus fronteras. Sus códigos no contemplan en la práctica
cómo las economías nacionales / regionales pueden afectar la biodiversidad de
terceros países, en particular los países del Sur a través de mecanismos como
las importaciones, las emisiones de gases de efecto invernadero, las inversiones,
la cooperación internacional, los instrumentos de internacionalización, etc.2

2. Los únicos antecedentes de iniciativas de introducir cláusulas de responsabilidad ex-


terior en leyes estatales de biodiversidad y conservación se daban a principios del año 2009,
sólo en la legislación del Reino Unido y en la autonómica de Cataluña. Véase Scott Wilson
Ltd. (2008) o ODG (2009).

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De modo que no se hace posible regular las propias economías en vista de
reducir al máximo la anticooperación ambiental que producen en los países
del Sur. Exigir que las leyes contengan cláusulas de responsabilidad exterior,
es por tanto un frente de actividad especialmente fértil para las organizaciones
y agencias de cooperación al desarrollo en los países del Norte.
Del mismo modo, este tipo de cláusulas no atañe sólo a leyes sino también
a normativas. Nos referimos a reglamentos que rigen instituciones e instru-
mentos de la importancia de las agencias de crédito a la exportación, que ya
hemos tratado en los apartados del capítulo IV «Anticooperación financiera»
y «Anticooperación comercial» . Redes internacionales como Ecawatch, por
ejemplo, se han creado para presionar a gobiernos de Norte para que este tipo
de instrumentos generador de múltiples interferencias negativas en el Sur,
incorpore cláusulas de responsabilidad exterior, sean relativas a la destrucción
ambiental, a la protección de los derechos humanos o a la corrupción.

VIII)
Construir «conceptos puente» (deuda ecológica, soberanía
alimentaria, alimentos quilométricos, anticooperación…)
Uno de los mensajes recurrentes de la teoría de la anticooperación es el peli-
gro de fragmentar los análisis cuando se pretende solucionar los problemas.
Cuando se trocean los análisis también se recortan las soluciones, hecho que
no conviene ante la complejidad de los problemas ni la totalidad de los fac-
tores. Por ello, construir conceptos que muestren los enlaces entre problemas
aparentemente separados ayuda tanto a construir una visión y un abordaje
más sistémicos, así como a vincular movimientos sociales y organizaciones
que muchas veces se mueven en departamentos estancos. La deuda ecológica
ha sido capaz de vincular el expolio de los recursos naturales del Sur, con la
deuda externa, para terminar exigiendo la anulación inmediata de esta última
por reducción al absurdo. Además ha unido el discurso de los movimientos
de solidaridad internacional con los movimientos ecologistas. El ejercicio de
generar continuamente conceptos-puente se hace necesario. Conceptos que
vistan una nueva narrativa una vez y otra para entender el mundo, para luego
permitirnos conducirlo a un régimen global más justo.

IX) Tirar del hilo, emprender nuevas investigaciones desde una


visión sistémica
Finalmente, queda patente en este texto que un gran número de mecanismos,
flujos, instrumentos, y políticas de carácter transnacional están todavía por
estudiar. Se trata de muchos mecanismos cruzados que se interrelacionan
entre sí, cuyo reconocimiento puede conducirnos quizás a estrategias de
actuación mucho más eficaces. Implementaciones conjuntas, grupos de

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interés y objetivos ocultos que todavía hay que hacer visibles. Ayudas falsas,
pero también posibilidades de cooperación mucho más potentes que las
que pueden vehicularse a través de lo que hoy se entiende por cooperación.
El mundo de la ayuda internacional ha perdido ya mucha energía dando
por buenas algunas políticas cuyo leit motif eran objetivos en cualquier caso
distintos a la emancipación de los pueblos del mundo. A menudo, ello ha
respondido a la urgencia de la realidad y a la falta de análisis y estudio; otras
veces a adscripciones ideológicas que consolidaban el modelo que provoca
las desigualdades. Este mundo requiere formación, planificación y la ela-
boración continuada de «inteligencia» al servicio del buen vivir de todos y
todas. Y, más particularmente, de los empobrecidos y empobrecidas que son
la mayoría. Para ello, hemos querido —con el desarrollo de la teoría de la
anticooperación— realizar el análisis más integral posible de las causas de
las desigualdades globales. Tal vez sirva como base para emprender nuevos
estudios que resulten útiles a los movimientos «emancipadores». Los mismos
que trabajan día y noche por un mundo donde todos y todas sus habitantes,
y los que están por nacer, consigamos vivir y convivir bien. A ellos y ellas va
dedicado este texto.

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LISTA DE ABREVIATURAS

ACRI: Iniciativa de Respuesta a la Crisis en África (Africa Crisis Res-


ponse Initiative)
AdA: Acuerdo de Asociación
ADPIC: Acuerdo de los Derechos de la Propiedad Intelectual (TRIPS
por sus siglas en inglés)
AECID: Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desa-
rrollo
AGCS: Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios
ALBA: Alternativa Bolivariana de América
ALCA: Área de Libre Comercio de las Américas
AOD: Ayuda Oficial al Desarrollo
AsA: Acuerdo sobre Agricultura
BAD: Banco de Desarrollo de Asia
BafD: Banco Africano de Desarrollo
BCIE: Banco Centroamericano de Integración Económica
BEI: Banco Europeo de Inversiones
BID: Banco Interamericano de Desarrollo
BM: Banco Mundial
BRICS: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica
CAF: Corporación Andina de Fomento
CESCE: Compañía Española de Seguros de Crédito a la Exportación
CIA: Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (Central
Intelligence Agency)
EE.UU.: Estados Unidos
EPA: Acuerdo de Cooperación Económica (Economic Partnership
Agreements)
FAD: Fondo de Ayuda al Desarrollo

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FAO: Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y
la Agricultura
FBI: Oficina Federal de Investigación de Estados Unidos (Federal
Bureau of Investigation)
FMI: Fondo Monetario Internacional
GATT: Acuerdo general sobre comercio y aranceles (General Agreement
on Tariffs and Trade)
IED: Inversión Extranjera Directa
IFI: Institución Financiera Internacional
IIRSA: Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional
Sudamericana
MDL: Mecanismo de Desarrollo Limpio
NEPAD: Nuevo Partenariado para el Desarrollo de África (New Partner-
ship for Africa’s Development)
NS: Norte-Sur
NSA: Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (National
Security Agency)
OCDE: Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económi-
cos
ODG: Observatori del Deute en la Globalització
OIT: Organización Internacional del Trabajo
OMPI: Organización Mundial de la Propiedad Intelectual
OMS: Organización Mundial de la Salud
ONG: Organización No Gubernamental
ONU: Organización de las Naciones Unidas
OTAN: Organización del Tratado del Atlántico Norte
OWINFS: Red «Nuestro Mundo no está en Venta» (Our World is not for
Sale)
PAC: Política Agraria Común de la Unión Europea
PIB: Producto Interior Bruto
PNUD: Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo
PyMe: Pequeñas y medianas empresas
QUANGO: Organización Casi no Gubernamental (QUAsi Non-Govern-
mental Organisation)
SN: Sur-Norte
SOA: Escuela de las Américas antiguamente. Hoy: Instituto de Co-
operación para la Seguridad Hemisférica
TLC: Tratado de Libre Comercio
TLCAN: Tratado de Libre Comercio de América del Norte
TPP: Tribunal Permanente de los Pueblos
TRACECA: Corredor de Transporte Europa-Cáucaso-Asia (Transport Co-
rridor Europe-Caucasus-Asia)

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UE: Unión Europea
UNCTAD: Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarro-
llo (United Nations Conference on Trade and Development)
UNICEF: Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia
11-S: 11 de septiembre de 2001

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Este libro ha sido impulsado por:

El Observatori del Deute en la Glo-


balització de la Càtedra UNESCO es
un centro de investigación de las interferencias Norte-Sur y de la correspon-
diente generación de deudas de distinta índole contraídas entre comunidades
durante el actual proceso de globalización

Coeditan este libro:

El Transnational Institute (TNI), fundado en 1974, es una red interna-


cional de activistas e investigadores dedicada al análisis crítico de pro-
blemas mundiales presentes y futuros con el objetivo de proporcionar
apoyo intelectual a los movimientos de base que luchan por un mundo
más democrático, equitativo y sostenible. www.tni.org

Ecologistas en Acción es una confederación, fruto de la


unificación de más de 300 grupos ecologistas. Forma parte
del llamado ecologismo social, que entiende que los problemas medioam-
bientales tienen su origen en un modelo de producción y consumo cada
vez más globalizado, del que derivan también otros problemas sociales,
modelo que es necesario transformar si se quiere evitar la crisis ecológica.
www.ecologistasenaccion.org

Cátedra UNESCO de Sostenibilidad de la Universitat


Politècnica de Catalunya (CUS). Fue creada en 1996
como a resultado del convenio firmado entre la UNESCO y la Universitat
Politècnica de Catalunya. La CUS es un espacio interdisciplinario, crítico,
reflexivo y abierto creado con el fin de contribuir a reorientar las tecnologías
hacia un desarrollo humano sostenible, a reducir los desequilibrios y a reforzar
la diversidad. www.catunesco.upc.edu

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Con el apoyo de:

El trabajo de ODG se ha realizado también gracias al apoyo de:

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