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Aproximación Hacia la Figura Masculina en La bobe de Sabina Berman, el Fracaso del

Abuelo en el Juego de “Solitario”


Yussif Magaña Salazar

La bobe (1990) de Sabina Berman, es una novela corta que contiene una elipsis de principio a fin.
La novela comienza con la muerte de la abuela de la protagonista, y finaliza regresando al mismo
espacio temporal. Durante esta elipsis se nos narra la infancia y adolescencia de nuestra
protagonista y narradora hacia su adultez. En este sentido la novela se puede considerar en el
terreno del género coming of age. Los temas que se tratan son diversos: el machismo, la vida de
los judíos inmigrantes de la segunda guerra mundial, el rol de la mujer judía en la familia, la fe en
dios, entre otros. Todos estos son articulados a partir de los personajes femeninos de la novela,
cabe destacar la importante conexión que existe entre las diversas generaciones de mujeres en la
familia: abuela, madre y nieta. Los personajes masculinos no tienen el foco de la trama, son
desplazados hacia un papel secundario, como el padre de la protagonista que casi ni se menciona
en la novela. Los hombres se ven caracterizados por la otredad, seres a parte de la vida de las
mujeres, separación no solo simbólica sino física cuando rezan: “A mi derecha esta la sección de
varones, bastante más amplia, más dramática. Rezan sentados o de pie, columpiando el torso, con
chales de seda blanca y bordes azules” (Berman 1990: 31). No habría mucho de qué hablar sobre
ellos si no fuera por algunos pequeños fragmentos. Hacia el final, existe uno en específico que
involucra al abuelo de nuestra narradora. Este fragmento llama la atención porque es uno de los
pocos momentos de introspección de este personaje, cosa extraña debido a lo mencionado
anteriormente. Considero que profundizar en él puede ser provechoso, e incluso en algún
momento, reforzar otras lecturas de la obra que busquen realizar un contraste entre los personajes
femeninos y masculinos.
Antes de comenzar debemos poner un poco en claro que es lo que nos indica nuestra
narradora de los roles de los hombres y las mujeres en su familia. Esto funciona de acuerdo a
niveles. La abuela o “bobe” como se dice en judío, es el caso máximo de la subordinación ante el
hombre. Su espacio es la cocina o la mesa, siempre se encuentra realizando tareas domésticas. Es
el pilar principal de la familia, pero sin gratificaciones. Además, tiene que aguantar las
infidelidades de su marido. La única ves que la vemos rejuvenecer y tomar un aire de
independencia es a través de su hija y su nieta, entre la consideración del divorcio:

Ahora sí, empieza la vida civilizada para la abuela. Lo primero, desde luego, será Paris. ¿Hace
cuanto no esta la abuela en Paris? Mi abuela la interrumpe hablando en polaco y a su vez mi
madre la corta en seco. Si quiere un harén, dice, que se porte como un sultán. La abuela no
quiere que yo oiga, ya oyó mucho, dice, le ruega a mi madre que hable en polaco. No, que
oiga, que sepa. Mi madre la toma en brazos, baila. De pronto la abuela ya no se resiste, se deja
ir en el baile, echa atrás la cabeza como una jovencita ida en la hermosura de bailar. Bailan
por la estancia un vals sin música. La abuela me extiende una mano y estamos las tres
danzando. (41)

La madre de nuestra narradora, es por su parte otro nivel en la jerarquía familiar. Toma un rol
mucho más activo que la abuela, cuestiona las ideas conservadoras de su familia y sus creencias
religiosas, siendo ella prácticamente atea. Su espacio es el consultorio, ella misma es una
profesionista en el área de psicología, busca de manera critica como resolver sus traumas o
problemas mentales, por los cuales culpa muchas veces a la abuela, la manera en que ella la creció
y educó. De alguna manera es de las tres la que más antagoniza a los hombres de la familia, fue la
primera en reconocer la injusticia a la que han sido sometidas. Para finalizar, nuestra narradora
cumple un papel mediador entre la abuela y la madre. Fruto de la educación combinada de ambas.
Esto lo podemos apreciar cuando establece su fe en un punto medio, ella acepta a dios, pero se
presta a intentos de renovación de su figura. El dios al que ella reza es una abstracción que no
parece ser contenida por la religión judía: “Al final de la historia, queda manifiesto su querer
alejarse de una serie de tradiciones que no siente propias, pero sin embargo tiene una imposibilidad
de indiferencia sobre la presencia y por momentos creencia en un Dios transmitido por la abuela”
(Franken :7). De la misma manera su posición con los hombres es diferente, ella se identifica
dentro de una posición transgresora, busca ocupar el espacio que siempre se les ha destinado a los
hombres. Se configura como un agente de cambio:

Mi abuela también está viéndome, me dice con un ademán que vaya hasta ella. La ignoro,
entro con los señores. Subo al podio con mi abuelo y me guardo bajo su chal de seda. Así es:
elegí. Tengo el cabello muy corto, los ojos grandes, nado dos kilómetros cada tarde, mi cuerpo
es tenso y erguido, me expulsan de la escuela por respondona: nunca volveré a la sección de
mujeres mudas, aunque me caiga el rayo de Dios encima. (32)
De tal manera apreciamos la estructura de la novela de acuerdo a los fragmentos divididos entre
estos tres personajes. En el análisis del fragmento donde se menciona al abuelo, será importante
retomar las tres figuras. Para lograr un contraste entre la figura masculina y la femenina y entender
ambas de mejor manera.

La Tradición de las Escritoras Inmigrantes Judías en Latinoamérica, lo que se Encuentra en


su Escritura Femenina

La critica literaria ha trazado la obra de Sabina Berman dentro de una tradición que le corresponde
a las escritoras judías de Latinoamérica y en su mayoría, de México. Este grupo contiene diversas
particularidades. Sufren un tipo de doble marginalización, una en nivel de su religión en
contraposición con la católica, y otra por su género dentro de sus mismas familias. Este es uno de
los focos principales de su escritura. Como bien menciona Nadie Avendaño en Negotiating
Identities: Growing Up Female, Jewish and Mexican: “They have much to say regarding their
marginal status not only within Mexican society but even more so within Jewish culture. In their
texts they often posit strong feminist standpoints through characters that seek to overcome their
double marginalization.” (2016: 2). Otro interés de este grupo de escritoras radica en la recolección
del recuerdo para lograr situarse y resolver la problemática de la otredad con respecto al país en
que viven y ellas mismas: “Over the past two decades there has been a growing need on the part
of many Latin American authors to reorder their family past. Their main purpose is perhaps to
unravel their hidden origins and arrive at some sort of understanding of themselves and their
contemporaries” (Glickman 1996: 61). Ambas cosas son por supuesto muy presentes en La bobe
como hemos visto anteriormente. Algo importante a destacar, es que la naturaleza femenina de las
escritoras se debe al interés que nace por un cambio en la concepción del problema de la identidad.
Si bien este problema ya había sido tratado en México durante un largo tiempo, con obras como
El laberinto de la soledad de Octavio Paz, se trata de una visión meramente masculina la cual es
necesario superar: “Estas escritoras buscan desembarazarse de esa visión impuesta y emprenden
la tarea de crear un terreno neutro, fuera del discurso social, en el que se subvierte la construcción
imaginaria de la identidad nacional” (López 2005: 15).
Estos aspectos pienso que son fundamentales para lograr una lectura pertinente de las obras de esta
tradición. Por más breve que resulte el trabajo presente, debido a que trata un fragmento en
particular de la novela, considero necesario tomarlos en cuenta.

El Juego de Solitario del Abuelo

Pasemos hacia el fragmento que busco analizar. Siendo el abuelo, el personaje masculino al que
se le dedica más tiempo en la novela, podemos considerar que la masculinidad es representada por
él. Es una masculinidad ligada a las antiguas formas, a las jerarquías anteriores. Cualquier
representación del mundo actual le da rabia, como cuando ve la televisión, murmura “tzeshisen”,
manda a fusilar a las personas que salen en ella con indiferencia de si son políticos o artistas. Aun
siendo ya anciano, la violencia sigue siendo su respuesta para resolver los problemas.
Su incapacidad de adaptarse a los nuevos tiempos se representa cuando juega “solitario”
con las cartas, se hace un paralelo entre este juego y las fotos. Los sucesos a través del tiempo se
encuentran para él fragmentados, intenta ordenarlos según alguna jerarquía:

Inclinado sobre el solitario, ordenando, de acuerdo con un reglamento inapelable, las


secuencias que el azar antes formó. Termina el juego: ha logrado la jerarquía buscada. Pero
la pregunta es otra. Reúne las barajas en dos mazos. Entonces son visibles las imágenes entre
el cristal y la madera del escritorio. Una foto del abuelo, joven sargento del ejército polaco,
sus bigotes de manubrio, el fuete en la diestra, las botas, el corcel negro tomado por la brida.
Una postal de bordes carcomidos: la fabrica de brochas en Bielsko-Biala. La foto de óvalo de
un pasaporte, el perímetro circular del sello mordiendo medio rostro de aquel viejo prematuro
que era el abuelo a los cuarenta y seis años, hace ya dos décadas. Un dibujo de un rabino en
toga de rayas, inclinado sobre los rollos abiertos de una Tora. Y la abuela, su primera bisnieta,
Fey, parada en el regazo, su nieta Hilda atrás.
No sé, lo supongo, no logra ordenar esas cinco, seis imágenes, esas barajas. No logra
ordenarlas de acuerdo con un sentido que le dé reposo. La cronología, por sí sola, es un sentido
trivial. Y el azar, el azar como el factor decisivo en su vida es impensable: seria admitir un
Dios que mece en la cuenca de la mano a sus creaturas, como a un par de dados.
Barajea los dos mazos, varias veces. Juega otro solitario. Deja caer una baraja, el envés
a la vista, otra baraja, su cifra visible. Una secreta, otra descubierta. Una baraja, otra. Empieza
el reacomodo, la ordenación de lo revuelto. (39)

Cabe destacar que se menciona también la misma fe del abuelo. No lograr el orden en las fotos es
el equivalente de no encontrar un orden en su vida, algo impensable, Dios no juega al azar.
En lo siguiente, pondré en contraposición la figura del abuelo con la de las tres mujeres
representantes de la novela para enmarcar su figura patriarcal y lo que representa.

La muerte de la abuela y su trascendencia. Hacia el final de la novela nos encontramos con una
reflexión sobre la muerte de la abuela. Ella casi de manera milagrosa, parece haber previsto su
muerte al realizar el doble de panes horneados antes de morir. No solo eso, durante la comida la
protagonista se percata de que se están comiendo simbólicamente a la abuela. El cadáver parece
incluso una forma primigenia, una niña, lo que nos habla de un tiempo cíclico que ha llegado a su
fin o podemos pensar en un renacimiento a través de la muerte. Fallece en la bañera, después de
realizar todas sus labores en paz “Mi abuela se murió pulcramente” (1). El abuelo, al contrario, se
encuentra enfermo. Llegando al final de la novela sabemos que su estado mental se ha estado
deteriorando rápidamente. Molesto constantemente y en medicación, hay un contraste enorme
entre su figura y la de la abuela. A partir de esto queda clara una mejora en la posición de la figura
femenina con la promesa de los nuevos tiempos. La muerte ordenada de la abuela que muestra paz
interior contra el deterioro progresivo del abuelo. Su ira constante y su desorden mental que no le
permite seguir el tiempo de las fotos, contra el orden y la limpieza de la abuela.

La confrontación de la madre con la religión y su correlación con el machismo. La madre de


la narradora se nos presenta, como habíamos dicho anteriormente, en contra de las formas
establecidas. Usando como herramienta su educación, se enfrenta a la figura masculina y al
judaísmo, siendo ambas cosas entrelazadas durante la novela. No olvidemos que durante los rezos
son los hombres quienes tienen un papel “protagónico” por así decirlo, son sus rezos los que tienen
sonido en comparación con el silencio de las mujeres.
Retomando el conflicto que tiene el abuelo para establecer un orden en las fotos, notamos
que su sufrimiento viene de su incapacidad para aceptar el azar que se ha manifestado durante los
hechos ocurridos en su vida, por ejemplo, durante la guerra y el holocausto. Su herramienta para
enfrentarse a esto es a través de la religión judía, e imposible para él considerar que dios es azaroso.
En su lugar, la madre de nuestra protagonista, logra entender el mundo bajo la ciencia y sus
estudios. Triunfa de alguna manera con la resolución de sus problemas gracias a la terapia. Y
reconoce los patrones tóxicos de la relación del abuelo y la abuela, por eso la considera culpable
del hecho de que se haya casado con un hombre de la misma calaña que el abuelo, un mujeriego.
A partir de la madre se rompe la marginalización de la mujer en la casa, su espacio ya no es la
cocina, y al tampoco ser creyente, rompe con la doble marginalización propia de las mujeres
inmigrantes judías que se mencionaba anteriormente.

La narradora. Dentro de ella podemos apreciar el problema de identidad. No logra resolverlo


durante la novela, pero podemos inferir que la misma creación de esta es un intento por lograr
superarlo. Crear una identidad a partir del recuerdo. Nunca llega a tener una postura clara contra
el abuelo, pero entiende los problemas que han sufrido la abuela y la madre por ser mujeres en un
ambiente machista.

Conclusión. La figura masculina en La bobe, es una construcción que toma forma bajo lo
conservador, lo religioso y lo violento, desenfreno sexual en algunas situaciones, como se ve en el
comportamiento del abuelo y el padre de la narradora. Mantiene una hipocresía, la creencia de la
religión judía contrapuesta al deseo sexual del abuelo y su comportamiento violento. Considero
que por esta misma razón el abuelo es decadente, enfermo, son señales de un sistema que muestra
sus fallas. La incapacidad de crear un orden en las fotos es síntoma de un derrumbe ideológico.
Cabe mencionar que la constante lectura del libro de Maimónides, un teólogo judío, es otro síntoma
de sus problemas ideológicos. No se encuentra en paz con su religión y claro, busca
desesperadamente resolverlo haciendo tal lectura.
Bibliografía

Glickman, Nora (1996): ìDiscovering Self in History: AÌda Bortnik and Gerardo Mario Goloboffî.
En: Sheinin, David (ed.): The Jewish Diaspora in Latin America. New York/London: Garland
Publishing, pp. 60-75.

Avendaño Nadia. (04 Mar 2016). Negotiating Identities: Growing Up Female, Jewish and
Mexican. Hispanic Studies and Researches on Spain, Portugal and Latin America.

López Irma M. (octubre - diciembre 2005). El boom de la narrativa femenina de México: su aporte
social y sus rasgos literarios. Cuadernos de la Corregidora, 4.

Angélica Franken. (2008). Voces femeninas en conflicto en dos relatos judíos – latinoamericanos.
Por. Asociación Latinoamericana de Literatura y Teología. Coloquio II – Santiago de Chile.

Berman Sabina. (1990). LA BOBE. México: Fondo de Cultura Económica.

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