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EL PROBLEMA DE JUSTIFICAR UNA NORMA ÉTICA

Existe un tipo de problema al que continuamente se enfrenta la mayoría de la gente. En uno u otro
momento nos encontramos ante la decisión de qué es lo que debernos hacer. Frecuentemente
también preguntamos si lo que hemos hecho ha sido correcto, y acusamos a los otros, como a
nosotros mismos, de no hacer lo que se debe hacer. En muchos de estos casos estamos emitiendo
juicios morales o éticos, estamos juzgando el valor moral de las acciones que nosotros, u otros,
hemos hecho o pensamos hacer. Piense usted en algunas de sus acciones pasadas. Probablemente
encontrará algunas acciones que piensa que debería no haber hecho. Tal vez mentir acerca de su
edad para que le sirvieran alcohol en un bar, o haberle echado un ojo a la hoja de junto en un
examen, o “haber pedido prestado” algún libro de la biblioteca indefinidamente sin registrarlo.
Incluso ahora puede estar pensando en alguna línea de acción futura, como usas los papel de alguien
para algún trámite, o meterse demasiado en el propio trabajo para evitar participar en acciones
sociales, o ignorar un principio proclamado frecuentemente por usted mismo, con el fin de evitar
alguna dificultad física. Donde hay una persona que piensa acerca de lo que ella y otros han hecho o
están haciendo, en lugar de actuar sin pensar, ahí encontramos una persona que se enfrenta con la
decisión de emitir un juicio moral. Y, como con cualquier juicio, cuando lo emitimos nos gusta
pensar que es el juicio correcto o al menos que tenemos justificaciones para pensar que es el
correcto.

¿Cómo podemos justificar nuestros juicios morales? Cuando decidimos lo que debemos hacer nos
gustaría basar nuestras decisiones en razones válidas, si bien, como en muchas otras empresas
humanas, a menudo decidirnos sin pensar. Generalmente, cuando tratamos de defender nuestras
decisiones y acciones morales lo hacemos remitiéndonos a alguna regla o norma moral, tal como
“No matarás” o “No es correcto mentir ni hacer trampa”. Es decir, frecuentemente justificarnos la
afirmación de que una acción particular es correcta o incorrecta remitiéndonos a alguna regla o
norma ética que se aplica a esa acción. Es obvio, sin embargo, que no podemos demostrar que una
acción es correcta incorrecta apelando a un norma a menos que hayamos apelado a la norma
apropiada. Por ejemplo, tratar de absolver a una persona blanca del asesinato de una persona negra
apelando a la norma de que ninguna persona blanca debe ser declarada culpable de un crimen
cuando la víctima es negra, puede convencer a algunas personas pero no sirve para justificar el acto
moralmente, porque la norma apelada es incorrecta. Por otra parte, intentar eliminar la pena capital
apelando a la norma de que ninguna persona, o grupo de personas, tiene el derecho de quitarle la
vida a otra persona, sin duda tiene cierta fuerza. Aquellos que defienden la pena capital
generalmente no atacarán la norma pero tratarán de demostrar que debe ser modificada para dar
cuenta de ciertas excepciones. Una parte importante de la justificación de una decisión moral
particular se basa, pues, en la norma ética correcta.

Si podemos encontrar alguna manera de justificar una norma o grupo de normas, entonces la única
tarea particularmente moral que nos queda –tal vez la tarea más difícil de todas– es la de aplicar las
normas a nuestra vida. La segunda tarea nos corresponde a todos, incluidos los filósofos, quienes no
están en una posición mejor para tener éxito que cualquier otra persona. Sin embargo, los filósofos
son particularmente adecuados para la primen tarea, porque están especialmente interesados en
ella, y calificados para realizas investigaciones críticas sobre los argumentos que la gente propone
para justificar sus acciones y creencias. Examinaremos aquí las principales teorías que proponen y
defienden normas morales particulares, e intentaremos llevar a cabo un examen filosófico de cada
una, con la esperanza de que podremos sacar una conclusión justificada acerca de lo que son las
normas éticas correctas.

EVALUACIÓN DE ACCIONES VERSUS EVALUACIÓN DE PERSONAS

Antes de que consideremos las teorías éticas (esto es, las teorías que proponen normas éticas)
debemos poner énfasis en dos cuestiones. La primera es que estamos interesados en una norma que
pueda usarse para prescribir y evaluar líneas de acción particulares, es decir, una norma que pueda
usarse para prescribir lo que debemos hacer y evaluar lo que hemos hecho. No estarnos, pues,
interesados en una norma que deba usase para evaluar moralmente a las personas que realizan
acciones, sino en una norma para evaluar las acciones que la gente realiza. Sin duda usamos los dos
tipos de normas, puesto que no sólo decidimos que lo que alguien hizo fue correcto o incorrecto,
sino que también elogiamos o culpamos a la persona por hacerlo y a veces la juzgamos moral o
inmoral. Ambos tipos de norma son importantes, pero son diferentes. Parece esencial para la
evaluación moral de una persona por lo que hace que consideremos sus motivos, sus creencias y las
circunstancias particulares bajo las cuates tomó la decisión de actuar, pero no está claro que alguno
de éstos sea pertinente para la evaluación de su acción. Por ejemplo, mucha gente ha afirmado que
fue un error lanzar la primera bomba atómica en Hiroshima, y por consiguiente culparon al
Presidente Truman por haber ordenado que se lanzara la bomba. Sin embargo, estas dos cuestiones
están totalmente separadas. Podemos argumentar que fue moralmente incorrecto lanzar la primera
bomba en una ciudad porque un sitio menos poblado podría haber sido igualmente efectivo. Aquí
decidimos la cuestión sin considerar los motivos, creencias y presiones que hicieron que el
Presidente Truman tomara esa decisión. Pero para decidir si el Presidente es o no culpable debemos
considerar sus motivos, sus creencias acerca de la guerra y si eran razonables, así como las fuerzas
externas e internas que se daban en la persona que tenía que tomar la decisión. Puede ser, pues, que
la acción que realizó fuera incorrecta, pero que no debería ser culpado por ella. Igualmente alguien
podría hacer algo que, contrariamente a su intención, resultara correcto. En tal caso, la acción puede
ser correcta pero la persona puede merecer una acusación. Por consiguiente debemos acordarnos de
distinguir entre estos dos tipos de norma, porque estamos considerando solamente normas para
evaluar acciones morales y porque no distinguir entre ellas ha conducido a menudo a acusaciones
injustas y a sentimientos de culpa innecesarios. Hay muchas acciones que son incorrectas pero que
no reflejan ninguna culpa en el que las hace. Entender en lugar de culpar es frecuentemente lo
apropiado.

MÉTODO PARA EVALUAR CRÍTICAMENTE TEORÍAS ÉTICAS

La segunda cuestión se refiere a los medios que usaremos para evaluar criticamente las distintas
teorías éticas. En general, procederemos considerando varias teorías al respecto. Esto es, trataremos
de desarrollar claramente cada posición, considerar los problemas que cada una enfrenta y decidir
entonces qué posición enfrenta menos objeciones serias. Deberemos, pues, elaborar y evaluar las
objeciones más serias a cada teoría. Encontraremos, por ejemplo, que las normas propuestas por
algunas teorías no se aplican a todas las situaciones, que otras normas desembocan en conflictos
morales irresolubles cuando se aplican a ciertas situaciones y que incluso hay otras que prescriben
líneas de acción moralmente repugnantes en ciertas situaciones. Esta última cuestión es muy
importante y merece un comentario posterior.
Afirmaremos que alguien tiene alguna razón para rechazar una norma que es claramente contraria a
lo que, de una manera acrítica, esa persona siente con seguridad que es correcto. Debernos decir
algunas cosas para aclarar esta idea. Primero, no basta con que una persona esté insegura acerca de
si es o no correcto lo que la norma prescribe, sino que debe estar completamente segura, o tener la
certeza, de que lo que la norma prescribe no es correcto. Segundo, esta clase de situación puede
ocurrir de varias maneras diferentes. Por ejemplo, una norma ética dada podría dictar que una
acción específica es incorrecta mientras que una persona podría sentirse totalmente segura de que
esa acción es correcta. Desde luego, lo contrario de esto también puede ocurrir. Además, una norma
podría decirnos que una acción específica es obligatoria mientras que una persona se siente segura
de que esa acción está moralmente prohibida. De la misma manera, una norma podría decirnos que
una acción está moralmente permitida, esto es, que ni es obligatoria ni está prohibida, mientras que
una persona he Siente segura de que esa acción es obligatoria, o de que está prohibida. Está claro
también que pueden surgir otros conflictos de este tipo entre lo que prescribe una norma ética y lo
que una persona siente que es correo o en una situación específica. El término ‘incorrecto’ se usó
solamente para cubrir cada una de estas posibilidades.

Imagine que una persona trata de probar una norma ética viendo si ésta está de acuerdo en lo que
prescribe con lo que esa persona siente que es moralmente correcto. Suponga también, que esta
persona encuentra que hay un acuerdo considerable sobre el asunto. De esto por sí solo no se
seguirá que la norma ética es aceptable para esa persona. Puede haber muchas otras cosas
equivocadas en esa norma. Ni siquiera se sigue que esa persona tenga alguna razón para aceptarla.
El problema es que una persona puede tener creencias morales inconsistentes. Poca gente ha
examinado conscientemente el espectro de sus opiniones y decisiones morales y es muy probable
que mucha gente sea inconsistente. Muchas personas deciden de una manera diferente en momentos
diferentes, incluso bajo circunstancias similares, especialmente cuando la acción involucra a alguien
querido u odiado. Cuando alguien se da cuenta de que tiene creencias inconsistentes, entonces,
incluso si cree en una de ellas con mucha fu erra, no debe usarla para probar ninguna norma. Por
consiguiente, una persona debe apoyarse en sus propias opiniones intuitivas de lo que es correcto,
incorrecto, obligatorio, permisible o prohibido, sólo una vez que se siente totalmente seguro de esas
opiniones y de que ninguna de sus otras creencias es incompatible con las mismas.

Puede objetarse, sin embargo, que es un error apoyarse en este examen intuitivo de Las normas
éticas, porque las opiniones éticas de la gente, incluso las que sostiene con mayor fuerza, difieren
mucho en casos particulares. Por ejemplo, muchos judíos encuentran obvio que son moralmente
repugnantes ciertas acciones que muchos nazis encontraban totalmente aceptables. También es claro
que hay profundos desacuerdos igualmente sentidos entre muchos pacifistas y muchos dirigentes
militares. Es sin duda un error, según esta objeción, apoyarse en un método de evaluación que
permita a los nazis y a algunos de los dirigentes militares más insensibles tener justificación para
sostener una norma porque éstos no encuentran que ésta prescriba algo realmente repugnante,
mientras que muchas otras personas la encuentran claramente aberrante.

Esta objeción tiene cierta fuerzan, si bien no tanta como uno podría esperar al principio. Apoyarse
en opiniones intuitivas de diferentes personas, como lo acabamos de describir, no llevará, por si
mismo a normas diferentes que estén justificadas para personas diferentes. Cuando mucho, lo que
se sigue es que el camino esté abierto para que personas diferentes tengan, cada una, alguna razón
para aceptar normas diferentes. De todas maneras se debe conceder que apoyarse, en parte, en las
opiniones intuitivas de diferentes personas permite que una persona tenga alguna razón para aceptar
la norma ética N1 y que otra persona tenga alguna razón para aceptar la norma N2, incluso cuando
N1 y N2 no son sólo diferentes sino que están en conflicto entre sí. Pensamos, sin embargo, que toda
esta relatividad de las razones (para diferentes normas éticas) es inevitable. Las cuestiones clave son
si el método o examen propuestos constituyen para una persona una justificación de una norma
ética que está claramente equivocada, y si el examen permite que normas diferentes estén
justificadas para personas diferentes. Hay tres razones para que creamos que es plausible esperar
que el método propuesto no tenga ninguna de estas consecuencias.

La primera razón es que este examen intuitivo es sólo uno de entre varios exámenes o condiciones
que debe pasar una norma ética para ser satisfactorita. Muchas normas que para una persona
particular pasen este examen no tendrán éxito porque no satisfarán las otras condiciones. Parte de lo
que haremos, mientras examinarnos varias normas éticas propuestas a lo largo de este texto, será
tratar de descubrir estas otras importantes condiciones para que una norma sea satisfactoria.
Haremos esto examinando principalmente las razones que encontremos para rechazar propuestas
insatisfactorias. Para cuando hayamos acabado, esperamos haber encontrado no sólo una teoría
satisfactoria, sino también las condiciones y exámenes que haya pasado, probando con ello ser
satisfactoria.

La segunda razón es que ni siquiera esperamos divergencias ampliamente difundidas entre normas
que pasen los exámenes intuitivos. Una norma no demuestra haber pasado este examen si alguien
encuentra que no le molesta ninguna de Las acciones prescritas por la norma que la mayoría de la
gente encuentra moralmente repugnante. Debe encontrar que pasa este examen también en una
amplia variedad de casos diferentes. Por ejemplo, muchos nazis encontraran que es moralmente
repugnante para cualquiera meter nazis leales en cámaras de gas. Pero, bajo ciertas condiciones, en
diferentes países, dichas acciones podrían muy bien ser prescritas por la misma norma que esa
persona encontrarla aceptable en otros casos. De manera que una persona no debe seleccionar
parcialmente los casos que utiliza para probar una norma. Debe examinar una amplia variedad de
casos posibles y reales para ver si la norma prescribe algo que ella siente con toda certeza que es un
error. Sólo una vez que haya hecho esto puede justificar que una norma pase este examen particular.
Sólo una vez que haya hecho esto, una persona encontrará que son muchas menos las normas que
pasan el examen de lo que podría haber esperado. Una tercera y última razón es que predecimos que
habrá un amplio acuerdo entre diferentes personas acerca de que ciertas acciones son moralmente
repugnantes, por así decirlo, o moralmente correctas. El ejemplo sobre los nazis utilizado
anteriormente puede usarse aquí otra vez. Con confianza predecimos que mucha gente, la mayoría
de la gente por cierto, estará de acuerdo en que la tortura y ejecución nazis de millones de personas
inocentes fueron moralmente incorrectas. De ahí que si una norma ética dada considerara
permisibles tales acciones, el rechazo de dicha norma se basara al menos parcialmente, en el hecho
de que la gran mayoría de la gente estaría totalmente segura de que dichas acciones son moralmente
repugnantes. No es necesario decir, aquí, que no estamos afirmando que la decisión de rechazar o
aceptar una norma ética debería basarse en la regla de la mayoría.

Podemos resumir esta discusión de nuestro método diciendo que nos apoyaremos en parte en dos
reglas o exámenes que pueden ser expresados de la siguiente manera:
1. Si una persona se siente segura de que una acción específica es moralmente incorrecta, y esta
creencia no es incompatible con ninguna de sus otras creencias, y hay una norma ética que
dicta que esta acción es moralmente correcta, entonces esta persona tiene razones para rechazar
dicha norma ética.
2. Si una persona se siente segura de que un gran número de acciones son moralmente correctas y
ninguna de estas creencias es inconsecuente con ninguna de sus otras creencias, y no ha sido
parcial al escoger estas acciones para su consideración, y encuentra que una norma ética
concuerda en todos estos casos con sus creencias, entonces esta persona tiene razones para
aceptar dicha norma ética.

Ambas reglas son complejas pero, pensamos, son aceptablemente claras. Nótese que hablan de
tener alguna razón para aceptar o rechazar una norma ética. Así pues, no se está afirmando que si
una norma ética no logra ponerse a la altura de lo descrito en (1), o se pone a la altura de lo descrito
en (2), uno tiene evidencia concluyente en contra o a favor de una norma. Uno tendría simplemente
un fragmento de evidencia pertinente, positiva o negativa, dependiendo de cada caso particular.

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