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Movimientos y/o Organizaciones Estudiantiles

Catedra Institucional

Presentado por:
Kevin Hincapié De Mares
Verónica Esther Ariza de Ávila

Presentado a:
Doctora Amalfi Padilla

Facultad de Ciencias Económicas


Programa de Administración de Empresas Diurna
Nivel 1

Cartagena De Indias
2019
II

Avance PUNTO 3 – PRIMEROS PASOS EN COLOMBIA

Antes de abordar el estudio histórico como tal, conviene señalar que el "movimiento estudiantil"
es muy heterogéneo no sólo en términos sociales, pues el conflicto en el que está inscrito
corresponde al peso del factor generacional. Su contradicción se ubica en el campo educativo o
cultural, pero lo desborda hacia terrenos políticos más amplios tales como la democracia radical,
el antiimperialismo, el anticapitalismo y la solidaridad con otros movimientos sociales, tanto que
por periodos su historia se funde con la de la izquierda. En esta historia sobresalen los
universitarios, especialmente de las entidades públicas, pero también de instituciones técnicas y
tecnológicas, así como de algunas privadas, especialmente las menos elitistas. Los estudiantes de
secundaria, en particular los de grandes colegios de las capitales departamentales, han tenido
creciente visibilidad como veremos oportunamente.

Sin más preámbulos analicemos ciertos momentos que dieron que principalmente dieron
surgimiento a la historia del movimiento estudiantil en Colombia, para detenernos en la actual
coyuntura iniciada a mediados de 2011. Este es un ciclo de luchas que no se ha cerrado, pues si
bien se logró el retiro oficial de la reforma a la educación superior, quedan pendientes las tareas
para construir desde la base un nuevo proyecto. en el territorio actual de Colombia hubo "protestas"
estudiantiles desde los tiempos coloniales, pero se vuelven masivas sólo en los primeros decenios
del siglo XX, cuando en América Latina se viven procesos de modernización y urbanización que
hacen visibles a los actores de las capas medias, entre ellos los universitarios. Según la historiadora
Diana Soto, los estudiantes neogranadinos de los colegios mayores de finales del siglo XVIII
mostraron inconformidad con la enseñanza escolástica, seguramente por los nuevos vientos
ilustrados que impulsaba la Expedición Botánica (Soto, 1993: 144-163). Luego figurarán como
partícipes de los eventos independentistas en el país y en sucesivas guerras civiles del siglo XIX.
Desde esos tiempos el estudiantado mostró una vocación democrática que seguramente tuvo
expresiones de inconformidad durante el gobierno conservador llamado "la Regeneración". Los
estudiantes aparecen claramente como uno de los grupos sociales que obligaron al general Rafael
Reyes a renunciar a la presidencia en marzo de 1909 (Medina, 1984: 19-32). Pero es hasta los años
veinte del siglo pasado cuando aparece el estudiantado como actor social diferenciado. El contexto
nacional estaba marcado por un crecimiento económico impulsado por la inversión en obras
públicas de créditos externos y los dineros como indemnización por la pérdida de Panamá. Se trató
de una acelerada modernización material que contrastaba con el cierre político de la Hegemonía
Conservadora (1886-1930) y con las escasas posibilidades de ascenso social. El sistema educativo
era estrecho y había una baja tasa de alfabetismo que oscilaba entre el 17 y el 33% según los censos
de la época (Helg, 1987: 35). En cuanto a la educación superior, la oferta era aún más limitada. En
efecto, para fines de los años veinte no había más de diez universidades en el país, tres de ellas
privadas y concentradas en Bogotá junto con la institución modelo según la tradición francesa: la
Universidad Nacional de Colombia.
III

En ese contexto no extraña que la semilla del movimiento universitario de Córdoba (Argentina)
de 1918 encontrara terreno abonado en Colombia. La lucha por la reforma universitaria tendrá eco
en el país, aunque tal vez sin la retórica proclamada en el Cono Sur al calor del centenario de la
independencia. La tarea reformista fue liderada por la Federación Nacional de Estudiantes creada
en 1922, que celebró cuatro congresos en ese decenio: Medellín (1922) Bogotá (1924), Ibagué
(1928) y Santa Marta (1930). Si bien los motivos académicos y educativos eran los que presidían
las discusiones de los universitarios colombianos, también los desvelaban los asuntos políticos.
Así, en el segundo congreso se proclamaba que "son los estudiantes quienes debían llevar a cabo
la reforma universitaria", lo que en ese momento se traducía en el nombramiento, por parte de los
universitarios, de profesores más idóneos, creación de más cátedras y asistencia libre a ellas. Todo
esto debía estar cimentado por la formación de "consejos de estudiantes para que realicen estas
aspiraciones, con independencia absoluta de toda tutela oficial" (citado en Cuneo, s/f: 65). En
verdad, la reforma universitaria fue el foco de muchas de sus acciones: en algunos casos por
depuración del profesorado o por cambios de pensum en carreras específicas, especialmente
técnicas. En otros casos los cambios exigidos tenían que ver con la organización de las facultades
o el nombramiento de directivas de los centros universitarios.

"En esa época, el movimiento estudiantil tuvo


mucho eco en la gran prensa, y algunos de sus
dirigentes escribieron editoriales en ella, como
Luis Tejada y José Mar en El Espectador o Germán
Arciniegas en El Tiempo"

Pero, como decíamos, en estos debates académicos de los años veinte los estudiantes bordeaban
la política, máxime en los estertores de la Hegemonía Conservadora. El sólo pedir que al lado de
la imagen del Sagrado Corazón de Jesús - costumbre que se impuso en el país a comienzos del
siglo XX- se pusiera en el paraninfo de la Universidad de Antioquia la del patricio liberal Fidel
Cano, como ocurrió en 1921, o que no se obligara a los estudiantes a ir a misa diaria, como sucedió
en la Universidad del Cauca en 1926, era considerado por las autoridades como un acto de desafío
al orden vigente. Por tanto, es entendible que la respuesta estudiantil haya sido beligerante y que
en el tercer congreso en Ibagué se haya proclamado el "derecho sagrado a la insurrección" (Flórez,
1995: 133). Y siempre estos temas estuvieron matizados por una proyección continental, como se
manifestó desde el primer encuentro nacional cuando se proclamó al intelectual mexicano José
Vasconcelos "maestro de la juventud colombiana". En el segundo congreso se hizo una declaración
en la que constaba que "en el espíritu de la juventud colombiana subsiste vigorosamente el ideal
de la unión de los Estados latinoamericanos en un conglomerado de naciones, con una política
internacional uniforme y un espíritu de solidaridad defensiva [] [para realizar] el magno
proyecto del Padre de la Libertad colombiana" (citada en Cuneo, s/f: 66). Y el tercero concluyó
con una proclama antiimperialista mientras se denunció a la dictadura de Juan Vicente Gómez en
la hermana república de Venezuela (Flórez, 1995: 132).
IV

En cuanto a las modalidades de protesta también hubo novedad, pues al lado de los paros y
movilizaciones se acudió desde la negativa a responder lista en clase -la "huelga de lista"- hasta
las denuncias hechas por medio de ingeniosas comparsas en los carnavales estudiantiles. En esa
época, el movimiento estudiantil tuvo mucho eco en la gran prensa, y algunos de sus dirigentes
escribieron editoriales en ella, como Luis Tejada y José Mar en El Espectador o Germán Arciniegas
en El Tiempo. Ello se debía al carácter elitista de la educación universitaria y a que el movimiento
se inscribía en el bipartidismo, especialmente en el bando liberal, con excepciones que se
orientaban hacia el naciente socialismo. Por esta razón, la activa presencia del estudiantado en las
jornadas de junio de 1929 contra un grupo corrupto -llamado la "rosca"- incrustado en las
administraciones bogotana y nacional, terminó siendo cooptada por "notables" liberales y por
algunos conservadores (Medina, 1984: 33-44). En esa coyuntura se presentó el primer muerto
estudiantil, Gonzalo Bravo Pérez, alumno de la Universidad Nacional.

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