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Transferencia, Posición del analista e

Interpretación I

“Título de la monografía”

Docente Responsable:​ Prof. Dr. Pablo D. Muñoz

Autores:
- Chiarullo, Stefanía
- Drocchi, M. del Rosario. ​rosario.drocchi@gmail.com
- Masiello, Denise
- Rodríguez, Tatiana
- Terclavers, Sebastián

Fecha de entrega:
TITULO

Te ofrezco el centro de mi mismo que salve de algún modo,


el corazón central que no utiliza palabras, no trafica con sueños
y esta intocado por el tiempo, por la desdicha, por las adversidades
[…] trato de sobornarte con la incertidumbre, con el peligro, con la derrota.1​

Introducción:
Transferencia, posición del analista e interpretación, y, así como también, deseo del analista,
son conceptos capitales para el ejercicio de nuestra práctica. Diferentes cada uno del otro,
pero unidos en complicidad lógica. Acontecen en el consultorio al modo de un acorde de
guitarra, en simultáneo, produciendo una unidad armónica. Parafraseando a Borges en su
Aleph, lo que ven nuestros ojos en la clínica es simultáneo, lo que escribiremos es sucesivo
porque el lenguaje lo es, y, desde luego, algo que no sabremos nunca qué es, se escabullira.
Por lo tanto, con la intención de explicarlos y, por impedimento lógico, los iremos
disgregando ya que el trabajo expositivo de la redacción lo requiere para la articulación
clínica del caso.

Cuerpo del trabajo:


Para el presente trabajo se decidio, luego de intercambiar nuestra experiencia
clínica,seleccionar dos intervenciones pertenecientes a un mismo caso. Se trata de una
paciente mujer de 36 años, que llamaremos Elisa. Elisa consulta por fuertes episodios de
angustia que solía paliar con automedicación. Inmediatamente, junto a la interconsulta
psiquiátrica por la automedicación, la paciente es invitada a poner a trabajar en palabras dicha
angustia. Logra rápidamente salir del cuadro que la trae análisis para dar comienzo a una
copiosa historización de su vida en la que describe muchas escenas de niñez dolorosas donde
el descuido y el abandono son modalidades harto frecuentes por parte de sus
progenitores.Además relata una adolescencia de mucha exposición e inatención de
necesidades pertinentes a su edad.
Para que el lector pueda enmarcar las intervenciones daremos algunas referencias que
servirán para ordenar las escenas. Elisa sabe desde los 9 años que su padre no es su padre
biológico. Con un estilo frugal, y de misteriosa crueldad, su madre, como quien ve llover, se
lo dice a los 9 años y nunca más se vuelve hablar del tema, ella, obvio, nunca lo olvida.

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También a los 9 años, recibe un llamado telefónico de su padre donde éste le dice que va a
suicidarse, éste último es uno de los primeros temas importantes que despliega en su terapia.
La paciente tiene en el momento de ingreso al análisis una hija de 9 años con quien convive y
de la cual se ocupa cariñosamente pero, con dificultades.
Después de un par de meses de entrevistas, con cierto fastidio señala que ya no sabe de qué
hablar, que no se le ocurre nada. Le digo que no importa, que diga lo primero que se le venga
a la cabeza. Me mira y me dice: el otro psicólogo me decía que tenía que hablar de mi papá,
no voy a hablar de mi padre. La miro he intervengo en silencio. Retoma la palabra en tono de
queja: “¿tengo que hablar de mi papá?” Le digo, “no nombre a tu papá, se te ocurrió a vos”.
Se ríe como quien acepta pisar el palito y comienza a historiar el vínculo con su padre.

Luego de cuatro meses de tratamiento la paciente se encuentra estable y al comenzar una


sesión comenta “compraste una tele”. La miro con algo de asombro en silencio y se ríe.
Entonces me dice riendo “no la había visto…no me digas que estuvo siempre”. Intervengo,
“¿Que trabajamos hoy, lo que no se vio nunca y estuvo siempre?”, vuelve a reírse, piensa,
hace un silencio largo, su rostro cambia de composición, los ojos brillan más de la cuenta y
me dice, luego de algún rodeo y con algo de angustia, “esto que te voy a contar, nunca se lo
conté a nadie”. Se trata de algo pesado y crucial en relación a su filiación, que desde de los 9
años supo y nunca habló. Aquí la paciente relata aquella escena con su madre.
Un domingo a las 22 horas suena el celular, se trata de Elisa, decido atenderla y me dice que
va a quitarse la vida, que ya le dejo una carta a su hija explicándole todo y que solo le resta
ingerir todos los blíster de pastillas que tiene en su poder. Luego de un breve silencio le digo:
“qué bueno que me llamaste a mí y no a C (su hija), trae la carta que el martes la leemos
juntos”. El martes vino, tranquila, con la carta y mientras reía buscando complicidad me
decía que me odiaba.

…………………………

Si de estrategia se trata, el franco tirador en combate debe saber dónde está apostado
si quiere dar en el blanco y salir airoso. La brújula del analista deviene precisa en el no saber
que va enmarcando su posición. Si el analista cree lo contrario, si piensa que tiene un saber, y
que además debe trasmitirlo, seamos taxativos, no es analista. Podrá ser un erudito, pero

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nunca un analista. El saber de la ciencia es aquí absolutamente inútil. ​Para entender nuestro
acto es fundamental estar enterado de que lugar ocupamos ante la posición que traen los
pacientes en el tratamiento. Nuestra paciente presenta su querella, no sabe de qué hablar,
sucede que papá otra vez repiquetea cual pelota de ping pong. La intervención, quizá certera,
quizás a destiempo, que frustró en su táctica y vaya a saber Dios qué estrategia, de la anterior
analista, nos obsequia le abono para poder hacer entrar al caballo al picadero. Tú lo
nombraste, son tus palabras, pero no te preocupes, ven aquí tienes este lugar vacío para ellas.
Algo hay que ofrecer al paciente para que pueda desarrollarse la dirección de la cura. Lo que
se ofrece es el lugar que nos es propio como analistas. Lacan en el Seminario VIII nos da un
bosquejo de esto, dice: “…quizás nosotros podamos definir en términos de longitud y latitud,
las coordenadas que el analista ha de ser capaz de alcanzar para, simplemente, ocupar el lugar
que le corresponde, definido como aquel que le debe ofrecer, vacante, al deseo del paciente
para que se realice como deseo del Otro.”​[1] El análisis invita a al paciente “reordenar la
contingencias pasadas” y sucede que algo de esto se amolda a las actuales necesidades .
Poniendo a reelaborar los “siendo” a través del tamiz de los “habiendo sido” ​(Lacan, Escritos
1)

[1] Lacan, J. La atopía de Eros. En La Transferencia. Seminario VIII. Buenos Aires.


Ed. Paidos. 2013. Pp 125
Vacante, indica que hay lugar, pero está vacío. El analista debe otorgar al analizante un lugar
libre, y este lugar vacante, vacío, es el de su deseo (Rabinovich, D. S. 1999). Tenemos por
tarea hacer emerger un deseo que le dé un espacio al deseo del paciente. Entonces, se trata del
deseo de un vacío que tendrá que ser ocupado por el deseo del paciente como el deseo de su
Otro (Rabinovich, D. S. 1999). Seamos claros, hay que ofrecer un deseo que deje bastante
que desear. Para que esto suceda, no hay que comprender. Freudianamente, si uno elige lo
que escucha, se encuentra con lo que ya sabe (Freud S. 1912).

ARTICULACION CON EL CASO

Desde nuestra posición, apostamos a no cerrar sentido, a no entender, al equívoco.


Pensamos al equívoco como uno de los senderos que nos conduce hacia el sujeto del

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inconsciente. Damos lugar al chispazo del error, la fulgura del fallido, o un chiste, estos nos
dejan ver lo invisible, lo inasible. Algo que ilumina en un instante un universo. Hay una luz
equivocada en la oscuridad de la palabra correcta, adecuada, coherente y vacía del Yo. Es el
error que cambia el curso de los acontecimientos. Celebremos la imprudencia de la palabra.
Nosotros dirigimos nuestra mira al vacío, al vacío del ser. Entonces, todo es de otra manera.
Pedimos palabras, pieza fundamental de nuestro discurso. Que el sujeto pueda poner en
palabras aquello que desconoce de sí.
El analista pide palabras, invita a no cerrar el sentido de aquello dicho para que la
novedad (¿o aquello que el paciente sabe pero cree no saber?) emerja. Acerca de aquello que
está y no fue visto por Elisa, en este caso la televisión del consultorio, el analista podría haber
cerrado el sentido habiendo dicho “no, la compré el año pasado”, y, sin embargo, tomó este
equívoco de la paciente y a partir de allí se fue desplegando en su discurso un nuevo sentido
en coordenadas con la historia penosa de la paciente con su madre. Parafraseando a Lacan, no
alcanza con que un procedimiento confronte a un sujeto con su propio decir para que el
mismo sea considerado una interpretación: la interpretación no sólo empuja al sujeto a tomar
una visión o un insight sobre sus conductas, sino que debe introducir en la sincronía de los
significantes algo que bruscamente haga posible su traducción (Lacan, 1958). La
interpretación debe producir algo nuevo, y ese algo nuevo se encuentra en relación al goce
fantasmático que captura al sujeto. La interpretación es enigmática, de lo contrario, no es
interpretación. Y, por otro lado, la interpretación es también una cita. La cita y el enigma son
dos condiciones de la interpretación. La cita sanciona algo que fue dicho, mientras que el
enigma no tiene una estructura determinada, sino que la misma invita a producir un
enunciado por parte del analizante (Boxaca, Lutereau, 2013). Es así como en la primera
intervención de nuestra viñeta clínica, puede ubicarse como interpretación ya que el analista
cita el enunciado de la paciente acerca de la televisión no vista anteriormente, y tiene la
característica de ser enigmática ya que sin formular una enunciación producida por la
paciente, la misma produjo en análisis la intromisión de un elemento nuevo que hasta el
momento no había sido mencionado: la escena traumática con la madre. Es así como la
interpretación se ubica como un soporte fundamental para el cumplimiento de la asociación
libre.
Diga lo que quiera, algo pasara. Puede decir, si quiere, la primera idiotez que se le
venga a la cabeza. ¡Qué propuesta prodigiosa! En palabras de Freud: “Diga, pues, todo cuanto

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se le pase por la mente.”​3​Entonces quizá surja algo que no esperaba, y de tanto hablar dice lo
que tenía para decir (Rabinovich, D. S. 1999).
De nuestro lado, el analista, nos dice Lacan, debe “fingir olvidar que su acto es ser
causa de ese proceso”​4​. Para entender la frase es necesario desentrañar la ironía que esconde.
Se trata de la ironía socrática. Es socrática en tanto que se trata de un auto-enmascaramiento.
Esto hacia Socrates de su persona, el tesoro que ocultaba con su fealdad y con su posición de
ignorancia.(Rabinovich, D. S. 1999).Este marco de referencia exige un acuerdo con el
partenaire, el analista dice: son tus palabras y el paciente paulatinamente comienza a
encontrar cuál es su posición en eso que dice. Se trata de aceptar un engaño, el del saber
supuesto y el del sujeto supuesto (Rabinovich, D. S. 1999).

ARTICULACION CON EL CASO

En un psicoanálisis apuntamos a escuchar y conmover aquello que no se podía decir.


Aquello que de no ser por el análisis, quizá jamás se hubiera dicho. Pero esto no quiere decir
que Ello no hubiera existido.

En relación a la triada que propone Lacan, la posición del analista articulada a la política
domina tanto la táctica como la estrategia, aquí el analista debe situarse en la carencia en ser,
es decir no debe curar con lo que es.
En escritos II en la Dirección de la Cura y los principios de su poder Lacan formaliza una
triada con el fin de orientar la practica analítica retomando los conceptos Freudianos y al
mismo tiempo haciendo una crítica a la PDA, mencionando que esta praxis se ha convertido
en el ejercicio de un poder siendo que allí el analista no dirige la cura, sino al paciente.

Lacan en escritos II plantea que el analista también paga, y lo hace con su palabra si estas
sufren la transmutación que las eleva a su efecto de interpretación, con su persona mientras
que la presta como soporte a los fenómenos singulares que el análisis ha descubierto en la
transferencia (llamado telefónico articular con el caso) y por ultimo paga con su juicio mas
intimo, es decir, como mencionamos anteriormente, con su carencia en ser.
(buscar en seminario 11) Por esta razón el analista debe abstenerse de todo concepto y
mantener una neutralidad benevolente, aunque paradójicamente debe abstenerse de ser

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neutral en tanto su deseo, pues el deseo del analista es neutral cuando no es neutral. Para
Lacan el deseo del analista no es libre, está orientado a hacer advenir el deseo del paciente
ofreciendo vacante un lugar para que pueda producir su deseo, es decir que el espacio se
vacíe para que el analizante pueda articular sus objetos de deseo. Por lo tanto, el deseo del
analista se ubica como objeto causa de deseo como motor del análisis y no del lado del ideal.
El movimiento del deseo del analista y su posición implican una ética.
Tal como refiere Miller (2004-2005) En causa y destitución subjetiva, es posible situar los
virajes en el curso de la cura por las caídas de las causas significantes, y con ello las caídas de
los ideales e identificaciones con las que el sujeto se presenta. Por lo tanto la caída de los
significantes amo no es más que producto del discurso del analista y lo que instituye el
analista en los primeros tiempos de la experiencia, es la histerización del discurso.
Relacionándolo con el caso clínico, se puede observar este movimiento debido a la posición
del analista y su discurso ateniendo a la transferencia y haciendo un manejo de ella
corriéndose del lugar en donde Elisa lo coloca en el momento del llamado telefónico
demandándole al analista un saber.
También se puede observar este viraje en la primer intervención, cuando la analizante refiere
no haber visto nunca el televisor que estaba en frente a ella. A partir de la intervención del
analista se produce este movimiento que permite que Elisa pueda comenzar a interrogarse
sobre su síntoma, histerizando el discurso y dando un lugar a un deseo de saber extrayendo
una elaboración del saber, remitiéndose a la escena de sus nueve años.
Agregar lo de stef de cita y enigma + palabra plena y vacia. Vincular con la producción como
efecto de la interpretación
Agregar el párrafo de stef de acting out.

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La paciente mediante la palabra dirigida a un otro, en este caso el analista, considerado
oyente por excelencia, demanda una respuesta, y es en el mismo acto donde la analizante
autoriza la intervención del mismo.

Entendiendo a la palabra como medio del psicoanálisis, tomamos la diferencia entre palabra
vacía y plena, pensando en el surgimiento de esta última, a partir de la intervención del
analista, el cual a partir de una puntuación decide el sentido del mensaje. Es aquí donde el
analista, despliega las condiciones para que la regla fundamental se cumpla, dando lugar a la
apertura por parte de la paciente, del relato de una escena catalogada por la misma, como
crucial y pesada.
"Llevar a decir lo que displace de ser dicho-espíritu del deseo del analista encarnado en la
acción desprendida de la regla que comanda su dispositivo-, ir en contra del principio de
placer, de lo que cierra en una unidad de sentido coagulado a un más allá, conduce a hablar
del síntoma. De aquello que displace a lo que es unlust; y es por ello que Freud insta al
analista a sostenes la asociación libre" (Lutereau 2013, p.33)

La intervención del analista, recobra el estatuto de interpretación, produciendo a posteriori un


efecto, y entendiendo a la misma como un decir esclarecedor que deja vacante un lugar,
produciendo ahí mismo, el surgimiento de algo nuevo.
“¿Sobre qué superficie realiza el analista el acto interpretativo? (…) La interpretación tiene
un lugar cuyo soporte es lo que Lacan llama "nuestra doctrina significante", que subordina al
sujeto a la función significante -como sujeto del significante- y, por lo tanto, sobornado por
él; es decir, que es en el territorio fundado por el discurso pronunciado por el analizante -en
sus puntos de fractura, tal como Freud nos enseñó a reconocer el punto de emergencia de las
formaciones del inconsciente-, sometido a la regla fundamental, que el analista encuentra la
superficie donde se asienta el acto interpretativo. Solo a partir del despliegue de dicha
superficie puede ubicarse el soborno del sujeto por el significante.” (Lutereau 2013, p.38)
“El analista paga con sus palabras, una vez que hablo ya no hay vuelta, no hay posibilidad de
cancelar el efecto que produce su intervención cuando fue elevada al estatuto de
interpretación” (Lacan 1958 )

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“Dicho de otro modo, esa primera posición en lo real del paciente consiste en la extracción de
un significante de la cadena (S1) para comandar el decurso de las asociaciones fundando el
campo de la transferencia. El despeje de ese significante privilegiado, significante de la
transferencia, es la representación del sujeto (valga la declinación: introducir al paciente para
que advenga sujeto) en un significante que capitanea el retorno de los otros significantes (S2),
sobre los que luego, sistemáticamente, operara la interpretación.” (Lutereau 2013, p.47)
"En sentido estricto, la cita sanciona que algo fue dicho, indicando la posición y la sujeción
de aquel que profirió el enunciado; por lo tanto, la cita devela un más allá de lo dicho, a
través del recurso a la enunciación, y esto es independiente de la materialidad del
significante." (Lutereau 2013, p.40) tomar las mismas palabras
__________________________________________________________________________

Parafraseando a Lacan (Pasaje al acto y acting out, 1962-1963) el acting out es algo que el
sujeto requiere mostrar, una demostración velada y lo esencial es que ese acto está orientado
hacia el Otro. Es ahí, en ese llamado a su analista, donde Elisa se ve empujada a repetir el
pasado infantil angustiante. Al encontrarse el camino del recuerdo obturado, revive con la
figura del analista la experiencia emocional que transito con su padre a sus nueve años, edad
que tiene su hija C, al momento del acto. El analista, lejos de la vía del sentido y cerca de
significar la realidad, debe intervenir escuchando en ese acto, un grito de hacer verdad, el
cual debe ser interpretado, así como se interpreta un síntoma.
“Lo esencial de lo que es mostrado es aquel resto, su caída, lo que cae en este asunto.
Entre el sujeto $, aquí Otrificado, por así decir, en su estructura de ficción, y el Otro,
Abarrado, no autentificable, nunca del todo autentificable, lo que surge es este resto, a, es la
libra de carne.” (Lacan 1962-1963, p.138)
“Hay que decir, por otra parte, que el acting out llama a la interpretación, pero la cuestión es,
ciertamente, saber si ésta es posible.” (Lacan 1962-1963, p.139)

Conclusiones

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Bibliografía

- Borges J. L. (2005). Obra Poética. Two English Poems << II >>. Buenos Aires. Emece.

- Boxaca L., ​Lutereau, L. (2013). La interpretación: entre cita y enigma. En ​Introducción a la


clínica psicoanalítica.​ Buenos Aires: Letra Viva.

- Freud S.Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente (Schreber) Trabajos sobre


técnica psicoanalítica y otras obras (1911-1913). Tomo XII. Consejos al médico sobre el
tratamiento psicoanalítico (1912). Buenos Aires – Madrid. Amorrortu Editores. 2012.

- Lacan, J. (1958/2002). La dirección de la cura y los principios de su poder. En ​Escritos 2​.


Buenos Aires: Siglo XXI.

- Lacan, J. La Transferencia. Seminario VIII. La atopía de Eros. Buenos Aires. Ed. Paidos.
2013.

- Lacan J. El acto Psicoanalítico. Seminario XV. Clase III 29/11/1967. Inédito.

- Rabinovich D. S. El deseo del psicoanalista, libertad y determinación en psicoanálisis. El


deseo del psicoanalista y la ironía socrática. Buenos Aires. Ediciones Manantial. 1999.

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