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Desmontando la teoría queer
 
Crítica materialista a una teoría metafísica

 
 
 
 
 

Kalinda Marín 
@kalindalamar 
Desmontando la teoría queer 
 
Crítica materialista a una teoría metafísica 
 
v 1.1: febrero 2020 
 
Kalinda Marín 
medium.com: @kalindalamar 

Esta obra está bajo una ​Licencia Creative Commons 


Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional​. 
Índice 
 
 
 
¿Qué es la teoría queer? 5 

¿Por qué la teoría queer es una teoría engañosa que no conduce a la revolución 
feminista? 6 
Judith Butler 11 
El regreso del varón 19 
Feminist sex wars: ​prostitución, pedofilia y pornografía 34 
El origen queer: la negación de las mujeres 48 
Crítícas feministas, marxistas y decoloniales a la teoría queer 50 

¿Por qué la palabra ‘trans’ y el transgenerismo son una trampa liberal? 59 
Mujeres transexuales o personas transgénero 65 
¿Qué es el transgenerismo? 81 
El feminismo radical y el transgénero 92 

¿Tenemos las feministas que distinguir entre transexualidad y transgénero? 95 

Teoría queer: la destrucción de las sujetas revolucionarias 102 


¿Qué ocurría en el mundo cuando aparece la teoría queer? 110 
¿Por qué poner en cuestión el sujeto revolucionario mujer? 123 
La teoría queer es el opio del pueblo 126 
 
 
 
 
¿Qué es la teoría queer? 
 
 
La teoría queer parte, como el constructivismo feminista contemporáneo, de la tesis 
según la cual la identidad genérica y la sexual no constituyen un dato natural, sino 
que ambas son construidas por procesos culturales y sociales. Tomando como 
precedentes teóricos el pensamiento de la deconstrucción, el post-estructuralismo y 
los estudios de género, esta teoría se propone analizar las identidades sexuales, las 
formas de poder y las normas con la mirada puesta en su deconstrucción. Entre sus 
raíces teóricas principales reclama las aportaciones de Michel Foucault (Foucault, 
1976), Judith Butler (Butler, 1990), Eve Kosofsky Sedgwick (Sedgwick, 1990) y 
Michael Warner (Warner, 1993).  
 
(​Luisa Posada Kubissa, ​Teoría queer en el contexto español. Reflexiones desde el 
feminismo, 2014) 
 
 
En su mayoría, la teoría feminista ha asumido que existe cierta identidad, 
entendida mediante la categoría de las mujeres, que no sólo introduce los intereses 
y los objetivos feministas dentro del discurso, sino que se convierte en el sujeto para 
el cual se procura la representación política. Recientemente, esta concepción 
dominante sobre la relación entre teoría feminista y política se ha puesto en tela de 
juicio desde dentro del discurso feminista. El tema de las mujeres ya no se ve en 
términos estables o constantes. Hay numerosas obras que cuestionan la viabilidad 
del “sujeto” como el candidato principal de la representación o, incluso, de la 
liberación, pero además hay muy poco acuerdo acerca de qué es, o debería ser, la 
categoría de “las mujeres”. 
 

 
(​Judith Butler​, El género en disputa: el feminismo y la subversión de la identidad, 
2007, 46)
¿Por qué la teoría queer es 
una teoría engañosa que no 
conduce a la revolución 
feminista?  

Traducción: Lógica Queer Lección 1 Qué es una mujer 


Esto es una mujer Esto es transfóbico  
Por muy feminista y transgresora que se presente, la teoría queer es 
antifeminismo individualista y liberal; misoginia y lesbofobia 
disfrazada de transgresión; legitimación de conductas y actitudes muy 
dañinas para mujeres y niñas; una forma sofisticada del pensamiento 
patriarcal de infiltrarse en el Movimiento Feminista y destruirlo desde 
dentro. Vamos a verlo en este artículo leyendo sus propios textos: 
textos de difusión de la teoría queer, de una de sus fundadoras: Judith 
Butler, y de su precursora: Gayle Rubin. 

Dejemos que nos expliquen la teoría queer sus profesores. 


Empezaremos leyendo este texto: L
​ a Teoría Queer: la de-construcción 
de las sexualidades periféricas​, que es de los primeros que arroja una 
búsqueda sobre la teoría queer. Iré traduciendo su cháchara patriarcal 
y desvelando qué esconden realmente sus farragosos párrafos. 

Las sexualidades periféricas son aquellas que traspasan la frontera de la 


sexualidad aceptada socialmente: heterosexual, monógama, entre personas 
de la misma edad y clase, con prácticas sexuales suaves, que rechaza el 
sadomasoquismo, el intercambio de dinero y el cambio de sexo. En cambio, 
las sexualidades periféricas están basadas en la resistencia a los valores 
tradicionales, y al asumir la transgresión muchas veces el precio que se 
tiene que pagar es el rechazo social, la discriminación y el estigma. 

Vemos que nada más empezar la introducción encontramos un clásico 


truco de la teoría queer. Introducen robos al feminismo (​Adrienne Rich 
cuestionó la heterosexualidad obligatoria en 1980​) para ocultar su 
mensaje, y que luego sean tragados sin anestesia mandatos 
patriarcales como la violencia y el dinero en el sexo. 

 
La heterosexualidad obligatoria y la existencia lesbiana​. Adrienne Rich, 
1980. 

Sigamos leyendo el texto: E


​ n respuesta a la marginación que está 
presente en todas las instituciones sociales, desde la familia hasta los 
espacios educativos y los laborales, la Teoría Queer intenta cambiar el 
sentido de la injuria para convertirla en un motivo de estudio, e incluso de 
orgullo. Así, ser diferente se toma como una categoría de análisis para 
denunciar los abusos que se presentan desde la misma ciencia, ya que los 
textos científicos han sido por lo general elaborados por personas de género 
masculino, de raza blanca, de preferencia heterosexual, de clase media y de 
religión cristiana. Dejándose invisibles a otros colectivos como las mujeres, 
los negros, los indígenas, los homosexuales, los transexuales, los pobres, los 
musulmanes, los panteístas, y un largo etcétera. Es por ello que la Teoría 
Queer intenta dar voz a estas identidades que han sido acalladas por el 
androcentrismo, la homofobia, el racismo y el clasismo de la ciencia. 

De repente los autores nombran el aparente objetivo de ataque. Atacan 


a la ciencia. Tampoco para esto, como para criticar ​la heterosexualidad 
obligatoria​, hacía falta la teoría queer: el feminismo ya había criticado 
los s
​ esgos machistas en la ciencia y la tecnología en los años 70/80​. 
¿Qué buscan realmente los autores? 

Una lectura atenta y cuidadosa del texto muestra que aparte de ignorar 
los aportes previos del feminismo, expoliando descaradamente a 
autoras como Adrienne Rich, Selma James o Angela Davis, realmente lo 
que quieren es colar de tapadillo su política patriarcal de identidad. 
Finalmente, el objetivo es borrar a las mujeres, especialmente a las 
lesbianas, a las que fingen defender. 

Solo en la confusa introducción, los autores han colado ya 


disimuladamente la defensa de la prostitución (dinero por ‘sexo’), del 
sadomasoquismo, de la violencia sexual… maquillándolas como 
transgresoras. También han mostrado que la teoría queer oculta los 
aportes previos del feminismo y borra a las mujeres como sujetas 
revolucionarias. 

Hago un paréntesis en el análisis del texto pro-queer para que os fijeis en 
algo. Toda esta cháchara antifeminista y reaccionaria, camuflada como 
una teoría transgresora y revolucionaria, luego tiene consecuencias 
prácticas: poner en cuestión el sujeto del feminismo, violencia machista, 
defensa del porno, la prostitución y el sadomasoquismo, amenazas y 
golpes a mujeres... 

Hemos visto arriba cómo la teoría queer hace un blanqueamiento 


“transgresor” de la prostitución. Eso también tiene consecuencias: en 
asambleas supuestamente feministas las voceras del proxenetismo no 
solo participan en ellas con un papel protagonista, sino que golpean a 
mujeres feministas. 

Otro ejemplo fue la Asamblea previa al #


​ 8M​ de 2019, en Barcelona, 
donde se le quita el micro a compañeras feministas radicales, y por 
tanto, abolicionistas, al tiempo que se deja hablar tranquila y largo a 
una “profesora” de prostitución porque era portavoz de una comisión 
de “trabajo sexual”. 

En la sección “Surgimiento de los estudios queer” del texto que 


estamos viendo: L
​ a Teoría Queer: la de-construcción de las 
sexualidades periféricas​, podéis ver su origen y carácter elitista y 
academicista. Tratan de ocultar sus robos al feminismo. Falsean la 
fecha de la publicación del artículo de Adrienne Rich ​Heterosexualidad 
obligatoria y existencia lesbiana​. Fue en 1980. Estos profesores pasan a 
fecharlo ¡en 1996! Afirman que el artículo de Adrienne Rich es de 1996, 
cuando realmente fue publicado en 1980, y no pasa nada. Mienten 
porque si dicen la verdad reconocerían que la crítica a la 
heterosexualidad obligatoria es 10 años anterior a la teoría queer. 

Por si alguien quiere comprobar la fecha real del texto. R


​ ich, Adrienne 
(Summer 1980). “Compulsory Heterosexuality and Lesbian 
Existence”. Signs: Journal of Women in Culture and Society. 5 (4): 
631–660. doi:10.1086/493756. ISSN 0097–9740. University of 
Chicago Press Journals. 

Judith Butler 

Llegamos al meollo del intento de destrucción del feminismo. 


Por tanto es inevitable llegar a la principal teórica del 
antifeminismo posmoderno y queer: Judith Butler. (Notad que 
a menudo los movimientos antifeministas, aunque estén 
formados por una mayoría de varones, y les sirvan fielmente, 
tienen como principal rostro público a una mujer: mujeres 
defendiendo el porno, la prostitución, la misoginia 
organizada, o el cuestionamiento del sujeto ​mujer​). Butler nos 
dice que ser mujer o ser niña son solo un acto performativo, 
una actuación; nos dice que a partir de la repetición de las 
conductas adjudicadas a cada sexo, el género se inscribe en el 
cuerpo, desde niñas, sí, luego como mujeres, sí, ¿y? ¿Por eso ya 
no es posible vivir “una vida inteligible” si eres una mujer que, 
por las razones que sea, no sigues el guión adjudicada a una 
mujer en una sociedad patriarcal? Una feminista, una lesbiana, 
una marxista, una anarquista, una artista, una científica... ¿no 
llevan vidas inteligibles? Para Butler pareciera que vivimos en 
tiempos pre-feministas, y que la única salida a las trampas del 
género fuera ser queer, trans, no binario, género fluido. Niega 
y reniega de la existencia lesbiana o la existencia de la 
respuesta feminista: la abolición del género y no su 
multiplicación. ¿Pensabais que sois mujeres oprimidas por los 
varones y el sistema patriarcal? ¿Una clase o casta sexual? 
¿Pensáis que pertenecéis a la clase trabajadora y sois 
explotadas? ¿Eres racializada y percibes la opresión debida a tu 
origen, al color de tu piel? Nada de eso, todo eso es puro teatro. 
Si te parece opresivo el guión de “ser mujer”, cambias de 
guión y por arte de magia queer, saldrás de la opresión del 
género originada por tu sexo, por haber nacido mujer. 
 
Prefacio de 1999 de El género en disputa de Judith Butler de 1990. 

 
 
 

Estos textos queer podrían ser solo un divertimento académico 


si trataran de conductas inofensivas, pero realmente son una 
burla sádica y sangrante de la realidad de miles y miles de 
niñas y mujeres. Nos daremos cuenta de ello, por ejemplo, si 
observamos los instrumentos utilizados para llevar a cabo la 
ablación del clítoris de niñas, adolescentes y mujeres. ¿De qué 
performance habláis, varones queer? Sencillamente sois unos 
sinvergüenzas, y me quedo corta. ¿Hablaríais de performance 
si existiese la costumbre de cortaros en masa los cojones con 
una cuchilla infectada? No, y no ha existido, ni existe, ni 
existirá jamás esa costumbre en una sociedad patriarcal. 
Pensad por qué. 

 
Veamos el propósito real de la teoría y práctica queer. Sigamos 
leyendo juntas el primer texto. Leamos cómo comienza la 
sección “​La identidad performativa de Judith Butler​”. Los 
autores afirman nada más empezar: Los estudios de género 
han sido emparentados con la Teoría Queer, pues ambos 
discuten las identidades (mujeres en el primer caso, gays y 
lesbianas en el segundo). Si os fijáis los autores borran y tapan 
a “mujer” con “género” y a “lesbiana” con “queer”. Nos 
borran y tachan sin disimulo a las mujeres y a las mujeres 
lesbianas. No es casual que luego en el movimiento queer 
LGTB-etc las mujeres lesbianas estén silenciadas, ocultadas y 
borradas, cuando no usurpadas, tal y como ha sido usurpado y 
colonizado el feminismo de los últimos 30 años por el 
pensamiento queer, patriarcal, misógino y lesbófobo. 

El FBI declaró al Movimiento de Liberación de la Mujer una 


“​amenaza a la seguridad nacional​” por su carácter 
revolucionario. Esto ocurrió en los años 70/80 cuando las 
mujeres lucharon solas y por sí mismas por su liberación de 
toda opresión. 
 

 
 

A partir de 1990 y la aparición de la teoría posmoderna y queer 


(ampliamente apoyadas por el poder y la academia) el 
feminismo radical y revolucionario estaba prácticamente ya 
liquidado. El peligro para la dictadura patriarcal había pasado y 
el feminismo había sido domesticado, con muchas de sus 
cabezas visibles, bien colocás y bien pagás. 
 

Leyendo a Judith Butler se advierte solo a primera vista cómo 


reaparecen entre sus fuentes teóricas los varones y su visión 
del mundo: Freud, Lacan, Foucault, Lévi-Strauss, y son la 
mayoría frente a las autoras, que por otra parte Butler 
manipula, desde Simone de Beauvoir a Monique Wittig. Butler 
saca de contexto sus frases más conocidas, dándoles la vuelta 
para usarlas para sus objetivos, exactamente los contrarios al 
propósito de estas autoras que manipula, y que como ya están 
muertas, no pueden protestar. 
El regreso del varón 

Esta presencia intelectual abrumadora de los varones es algo 


que para nada sucedía con las feministas negras, radicales, 
lesbofeministas… que precedieron a los autores y autoras de la 
teoría queer. A partir de Butler se produce de forma descarada 
el retorno del varón como fundamento teórico de esa confusa 
mezcla que siguen llamando f​ eminism​o, aunque tienen el 
detalle de llamarlo “​tercera ola​”, para desmarcarse de las 
autoras radicales, marxistas, anarquistas, de la “​segunda ola​”. 
Solo tenéis que ver el índice del libro que da el pistoletazo de 
salida a nivel masivo de la teoría queer: ​El género en disputa​. 

Luego, amparados por esta teoría tan incluyente, aparecen los 


autores varones dentro del presunto feminismo, que por 
supuesto, se basan en otros varones para fundamentar sus 
tesis. Freud es ampliamente rehabilitado y aceptado. Foucault 
pasa a ser el gurú del movimiento, gurú muerto 
convenientemente en 1984, antes de la aparición de la teoría 
queer, por lo que no sabemos si hubiera consentido la 
apropiación, cada vez más disparatada, que ha hecho de su 
obra el engendro teórico queer. En E
​ l género en disputa​ Butler 
asume ideas o interpretaciones patriarcales de Foucault. 
Considera la categoría “lesbiana” tan reguladora como la 
categoría “heterosexual” y ser “mujer” una performance o 
una fantasía. Idealismo patriarcal sin base material. ¿Una 
violación es teatro? ¿Un asesinato machista? ¿La ablación de 
clítoris? ¿Ser flagelada, encarcelada o asesinada por ser 
lesbiana es una performance, hijos de butler? 

 
 
 
 

 
 
 
 
 

Cuando Judith Butler ya en 1990 dice que las teorías previas 


presuponen que sexo y género son distintos, y ella lo niega y 
afirma que el sexo es una construcción social, que ser mujer es 
una performance, hay que estudiar las consecuencias que tiene 
y ha tenido desde entonces. Esas consecuencias las podemos 
ver hoy en todo su esplendor, una vez que se han desplegado a 
lo largo de 30 años de hegemonía posmoderna y queer. Las 
consecuencias son de todo tipo, quizás las más graves son la 
legitimación social del porno, violento y humillante contra las 
mujeres, y su paso a las prácticas sexuales de varones 
adolescentes y adultos que imponen a sus parejas; la 
aceptación de prácticas sadomasoquistas, cuando no 
justificaciones de la pedofilia; niñas y niños hormonados, uso 
y abuso de bloqueadores de pubertad, adolescentes operadas y 
operados, chicas con disforia, sin que haya el más mínimo 
interés por parte de los poderes públicos en dar una solución a 
todas esas personas usadas como conejillos de indias por 
industrias y laboratorios farmaceúticos. En todo caso los 
poderes fomentan y alientan esas conductas. 

El feminismo estaba hace poco tiempo a punto de ser 


liquidado, cuando hace solo un par de años surge la cuarta ola 
y el movimiento de mujeres renace de sus cenizas. Butler dictó 
en base a otro varón, Lacan, la teoría del feminismo 
“incluyente” y a otro varón más, Derrida, la “deconstrucción” 
de la mujer. Afirmó que “mujer” y “sexo” son solo 
construcciones discursivas y performativas. No hay ni que leer 
el indigerible libro de Butler completo, basta leer la 
introducción de ​El género en disputa​ para comprobar qué 
discurso tan dañino para la mujer imponía. Todavía hoy si 
buscan listas de libros para iniciarse en el feminismo, suele 
aparecer en un lugar preferente el libro de Butler, junto a otro 
libro antifeminista: T
​ eoría King Kong.  

Muchas mujeres que leéis esto no habíais nacido en 1990, otras éramos 
niñas. Hemos de ser contundentes y rechazar lo que mamamos y nos 
dijeron que era feminismo. La trampa de la teoría queer es que mezcla 
aportes anteriores del feminismo, el marxismo y el antirracismo, con 
antifeminismo liberal, misógino, lesbófobo y patriarcal. 
Hemos de ser conscientes de la misoginia interiorizada de 
Butler al “problematizar” la categoría “mujeres” como el 
sujeto de la teoría y debates feministas. No se “problematiza” 
nada más que el sujeto mujer; ningún otro sujeto de los demás 
movimientos de liberación es cuestionado. Ese hecho 
aparentemente tan simple es una muestra palpable de 
misoginia. Butler hace trampas idealistas al decir que responde 
a las estructuras de poder instauradas por el patriarcado 
contra el que lucha el feminismo. El Movimiento de Liberación 
de la Mujer, el feminismo negro, radical, lesbiano… consideran 
a las mujeres una clase sexual o una casta oprimida, y luchan 
por su liberación en todos los frentes, no por su negación y 
usurpación.  

 
El papel reaccionario de la teoría queer resulta evidente si se 
observan las consecuencias en la práctica de sus teorías. La 
teoría queer trata de destruir al sujeto m
​ ujer​, ​mujer lesbiana​, 
qué casualidad, el sujeto en lucha del Movimiento de 
Liberación de la Mujer, o de las organizaciones lésbicas que 
había llegado a plantear a todo el movimiento de mujeres la 
estrategia separatista. La teoría queer afirma abiertamente: 
“Al destruir el binarismo se extingue coyunturalmente a la 
mujer como sujeto”. La teoría queer, leída atentamente, no 
deja dudas de que pese a que se presente como una teoría 
transgresora y revolucionaria, realmente esconde idealismo 
conservador, liberalismo, misoginia, lesbofobia, 
antifeminismo, y el mantenimiento del (des)orden patriarcal 
del capitalismo. 

Feminist sex wars​: p


​ rostitución, pedofilia y 
pornografía 

La teoría queer tiene precursoras como Gayle Rubin, que ya en 1984 


publicó un artículo: ​Pensando sobre el sexo: Notas para una teoría 
radical de la política de la sexualidad​, en el que hacía una defensa de 
las prácticas más opuestas al feminismo y el lesbianismo, como el 
sadomasoquismo “lésbico”, la prostitución, la pedofilia y la 
pornografía. Rubin no se limitó a escribir. Rubin, junto con Patrick 
Califia, fundaron grupos de sadomasoquismo “lésbico” como “Samois”, 
y cuando este desaparece en 1984, debido a las luchas internas, funda 
“The Outcasts”, que a su vez desaparece por las mismas razones en 
1997. Gayle Rubin es la base teórica para la defensa de que el BDSM 
“lésbico” ¡o la pedofilia! son prácticas ¡feministas y lesbofeministas!, 
teniendo duros enfrentamientos con el grupo feminista ​Women Against 
Violence e
​ n​ Pornography and Media​ (WAVPM) por la defensa de Rubin y 
sus grupos de BDSM de la pornografía. 

Por no extenderme más aquí, os remito a leer, si os interesa 


profundizar, sobre las llamadas “​Feminist sex wars​”, que tuvieron 
un importante y decisivo papel en la destrucción de la “segunda 
ola” del feminismo. Si leéis sobre ese momento clave de la historia 
del feminismo, podréis comprobar el papel nefasto que jugó Gayle 
Rubin en esas guerras desde el principio, en la B
​ arnard Conference 
on Sexuality​ de 1982. 

 
 

The Lesbian and Gay Studies Reader, 1994. 

Por ceñirme a lo que nos ocupa en este artículo, ​Pensando sobre el 
sexo: Notas para una teoría radical de la política de la sexualidad​ fue 
un texto f​ undador​, muy influyente en las personas que se adhirieron a 
la teoría queer. El artículo de Rubin fue ampliamente difundido y 
reimpreso en varias antologías de textos queer a lo largo de la década de 
los 90 y comienzos del siglo XXI. Una de las más conocidas fue ​The 
Lesbian and Gay Studies Reader, d
​ e 1994​, ​libro de cabecera para 
muchos autores y autoras queer posteriores. ¿Cómo pueden tener hoy 
día los defensores de la teoría queer la poca vergüenza de negar la 
defensa teórica y práctica por autores queer de la pedofilia, el 
sadomasoquismo o el porno? Mejor será dejaros imágenes de varias 
páginas del artículo seminal de Gayle Rubin, P
​ ensando sobre el sexo: 
Notas para una teoría radical de la política de la sexualidad, ​y que 
cada una juzgue por sí misma quién miente y quién no. 
 

 
 
 

 
 
Pensando sobre el sexo: Notas para una teoría radical de la política 
de la sexualidad, Gayle Rubin, 1984 

Es muy revelador que Gayle Rubin hubiera publicado en 1975 ​El 


tráfico de mujeres: notas sobre la ‘economía política’ del sexo​, donde 
acuña el concepto sistema sexo/género, y en el que Rubin utiliza 
supuestamente un análisis marxista del capitalismo dentro de este 
sistema de sexo/género. Gayle Rubin tenía desde ese análisis de 
1975 un gran prestigio dentro del feminismo radical, que en 1984 
utiliza para introducir odiosos mandatos patriarcales dentro del 
feminismo. 

Desde antes del nacimiento oficial de la teoría queer, ya se da esa 


mezcla entre feminismo y antifeminismo que mostré con varios 
ejemplos al comienzo de este artículo, el ​pack quee​r. Esa mezcla 
imposible es la que ha hecho que haya habido tanta confusión sobre 
el carácter progresista o reaccionario de la teoría queer, desde su 
nacimiento hasta hoy. 
 

The Routledge Queer Studies Reader, 2012. “Servirá como un libro 


de texto oficial y no oficial para aquellos interesados ​en derrocar el 
binario de género patriarcal e interrumpir la 
heteronormatividad”. — Rachel Wexelbaum 

Al leer los subtítulos de ambos artículos, Rubin los presenta 


como análisis radicales, dentro de la “segunda ola” del 
feminismo. Sin embargo son parte de la base teórica de 
muchos autores y autoras queer, incluida la mismísima Judith 
Butler. T
​ he Routledge Queer Studies Reader​ es presentado así:  

Prepárese para entrar en una escena de provocación, una especie 


sexy de vorágine, donde las trans se reúnen las butch se encuentra 
con las “quare” y las cuestiones intersex, racial, postcolonial y 
discapacitadas en yuxtaposición, en combinaciones contadas. 
Incluso las sutilezas y las formulaciones mordaces aparecen una al 
lado de la otra, en un cubismo queer, lo que lleva a estudiantes y 
académicos a pensamientos que los sobresaltarán y los seducirán, 
por Kathryn Bond Stockton, de la Universidad de Utah, EE. UU.  

¿Había hablado antes de mezcla imposible entre feminismo y 


antifeminismo? Releed esa pieza de marketing de Stockton sobre el 
libro. Nada más que añadir. Por la boca muere el pez… queer. 

Hemos visto cómo la teoría queer roba aportes del feminismo 


para introducirlos en su indigerible paquete patriarcal, una vez 
que le han quitado su carga revolucionaria. Un ejemplo es el 
gran aporte al feminismo de Angela Davis en 1980, M
​ ujeres, 
raza y clase​, reciclado a partir de los años 90 y siguientes 
reconvertido en “interseccionalidad”: identidades 
fragmentadas sin mujeres. También hay que decir que en esa 
apropiación del antirracismo por parte de la teoría queer, tiene 
otro responsable: el feminismo blanco, clasista, racista y 
heterosexual, que nunca aceptó a las mujeres racializadas, que 
encontraron en las organizaciones posmodernas o queer 
gentes y medios que al menos las escuchaban, aunque fuera 
con fines mezquinos y utilitarios. 

Hago otra paréntesis para hablar de algo que explica el estado del 
feminismo en países de habla castellana: el retraso de décadas en 
la traducción de libros feministas revolucionarios, eso si se 
traducen. ​Mujeres, raza y clase.​ Publicado en 1981, traducido al 
castellano en 2004. 

Si leéis​ La trampa de la inclusión y el camino de la alianza​ de 


Alexander Ceciliasson (varón, qué casualidad), notareis que no solo 
se discute la categoría “mujer”, sino también el de “lesbiana”, 
“negra”, es decir los sujetos de los movimientos revolucionarios de 
liberación de la segunda mitad del siglo XX. El intento de acabar con 
la mujer es constante en la teoría queer: U
​ na perspectiva 
interseccional implica entonces ver la identidad como un proceso fluido 
y fragmentado. Pocas veces tendrá sentido referirse a identidades tan 
generales como mujer y hombre.​ Otro párrafo típicamente queer: S
​ e 
trata, por tanto, de ver la identidad de cada una no como una unidad 
estática y eterna que habita un cuerpo sino de ver identidades como 
flujos no personales -o más bien interpersonales- que atraviesan 
diferentes cuerpos en diferentes momentos, de manera que un cuerpo 
puede manifestar hetero y bisexualidad, masculinidad y feminidad, 
blancura y negrura en diferentes intensidades y en diferentes 
momentos, dependiendo del propio cuerpo/sujeto y del contexto social 
en que se encuentra.  

 
Acaba de afirmar que el sujeto mujer o negra no sirven, pero luego se 
presenta como antipatriarcal y ¡da a entender que si no niegas la 
categoría mujer eres fascista y racista! 

D
​ esde un punto de vista más amplio y social, esta ‘licuación’ de la 
identidad es una estrategia antipatriarcal. El discurso patriarcal (así como 
el discursos racista, fascista, etc.) es altamente ‘uniseccional’, es decir, 
generaliza y moldea identidades estáticas hasta llegar a conclusiones del 
tipo ‘la mujer es cuidadosa’, ‘ningún hombre llora’, ‘todos los inmigrantes 
bla’ o ‘todos los heterosexuales bla bla’. El feminismo interseccional nos 
puede ayudar a deconstruir y disolver tales discursos y llevar a la luz 
identidades multifacéticas y transformativas que ya están atravesando 
nuestros cuerpos.  

Mujer no, no hablemos de mujeres. Hablemos de “identidades 


multifacéticas y transformativas”. Y lo dice, repito, como no, un varón, 
que luego tiene la caradura de dar lecciones. 
 

Alexander Ceciliasson declara: ​Cada tipo de inclusión es una acción 


que legitima la estructura a la que se incluye. Un feminismo que 
pretende realmente criticar el sistema patriarcal no puede optar por 
‘igualar’ las mujeres a los hombres sino por desmontar la estructura de 
pensamiento que nos define como hombres y mujeres al tiempo que se 
emociona por asuntos feministas y por la lucha por la igualdad. 

Sinceramente, los autores queer deberían aclararse antes de 


escribir, y no difundir su propia confusión y esa mezcla tan 
indigesta de conceptos incompatibles entre sí. Bajar a la 
realidad de las mujeres. Y no hablar por nosotras. A nosotras, 
solo por tomar un taxi nos pueden acosar, abusar o tratar de 
violar. A los autores queer “fluidos, intercambiables y 
contextuales” no. 

​ er mujer en el siglo XXI​. Una de


Una obra performática llamada S
tantas “obras” vividas cada día, de un modo u otro, por millones de
mujeres en todo el mundo.

Al final las teorías se prueban en la práctica. Erradicados a finales de los 


80 el Movimiento de Liberación de la Mujer y el Movimiento de Liberación 
Negro, ¿qué luchas, qué revoluciones, hicieron los seguidores y seguidoras 
de la teoría queer y el llamado feminismo posmoderno en 30 años? Solo 
conformaron inofensivos grupos microscópicos con nombres, eso sí, muy 
creativos. Solo han traído apatía, daño, pasividad y confusión.

El origen queer: la negación de las mujeres 

Veamos con más detalle cuándo y cómo empezó todo. Los libros 
fundadores de la teoría queer se publican en 1990: E
​ l género en disputa 
de Judith Butler y ​Epistemología del armario​ de Eve Kosofsky Sedgwick. 
Butler cuestiona la identidad “mujer”. Tiene su importancia el año: 
1990. Un año después de la caída del Muro de Berlín y un año antes de 
la disolución de la URSS. La teoría queer aparece junto a las teorías del 
fin de la historia, de los grandes relatos, de la verdad objetiva y de los 
sujetos. La teoría queer se presenta destinada a iluminar la 
multiplicidad de diferencias sexuales que cuestionan lo hegemónico. 
Una vez más una teoría individualista y reaccionaria se presenta como 
subversiva y transgresora. Analicemos cómo… 
Butler concibe la sociedad como si fuera una miríada de individuos 
atravesados por diferentes identidades, que además el individuo elige 
para sí, configurándose de manera particular. Esta manera de ver la 
sociedad se aparta completamente del análisis materialista, marxista o 
feminista. La visión de Butler de la sociedad es puramente ideal. Niega 
las relaciones de clases sociales y de producción que estructuran a la 
sociedad capitalista, y por tanto sustituye la lucha de clases por “la 
creación de actos performativos en torno a la identidad”. Butler niega 
que la opresión de la mujer tenga una base material de extraordinaria 
fuerza: la familia como reducto de la reproducción de la vida cotidiana, 
esfera separada de la producción social, a partir del trabajo no pagado 
que realizan las mujeres. 

A partir de 1990, dentro y fuera del feminismo, se borra a las m


​ ujeres 
para ser sustituidas por el​ género​. Las historias de las mujeres que a 
duras penas habían empezado a escribirse desaparecen. Se cambian 
títulos de artículos, libros y estudios para reemplazar a la mujer por el 
género. Butler, al reducir la mujer a una identidad puramente ideal, 
niega toda la base material sobre la que se construye la dominación 
sobre las mujeres, y niega también la existencia de la mujer 
trabajadora como parte de una clase social explotada por la burguesía.  

Como veis, estas teorías que nos presentan como nuevas, tienen ya 
décadas de existencia, y sus efectos sobre la lucha feminista y la lucha 
de clases han sido perjudiciales. El camino para la emancipación de la 
mujer se abre cuestionando las bases materiales de la opresión, no 
negándolas. 
No es casual que la teoría queer naciera en un momento de declive del 
marxismo, en 1990, y en las universidades norteamericanas, en la 
academia; ni es casual que ahora rebrote importado por profesoras y 
estudiantes universitarias que hablan del sujeto en un sentido 
individual. La teoría queer supone que es posible realizar la revolución 
en soledad para dejar de ser oprimide, una revolución puramente 
idealista ya que sólo se trata de nombrarse de una nueva manera. En el 
mejor de los casos es vieja teoría utópica (en el peor sentido de la 
palabra): “cambiar el mundo cambiando tu vida”. Como podéis ver en 
quienes siguen la teoría queer, no hace más que colocar al sujeto 
oprimido en un lugar sumamente angustiante, culpabilizándolo de no 
salirse por sus propios medios de las numerosas trampas de la 
opresión, y culpando a las mujeres que se niegan a ser borradas. 

La teoría queer es una teoría engañosa que no conduce a ninguna 


revolución social por mucha retórica subversiva que use. Es puramente 
idealista, metafísica, individualista, diluye el carácter social y económico 
de la opresión y anula la acción colectiva por la emancipación de las 
mujeres.  

Crítícas feministas, marxistas y decoloniales a la 


teoría queer 

La teoría queer, como el posmodernismo, fue cuestionada y tuvo una 


respuesta crítica procedente, tanto desde el feminismo como del 
marxismo. La feminista marxista, Nancy Fraser, publica ya en 1997, 
Justitia Interrupta: reflexiones críticas desde la posición 
«postsocialista»​, donde defiende que el feminismo tiene que aunar las 
reclamaciones de una justicia de la redistribución de los recursos y 
riquezas con una demanda del reconocimiento de las diferencias y, 
sólo desde ahí, sería posible hablar de feminismo como un proyecto 
ético-político de transformación social. ​Fraser denuncia las falsas 
dicotomías entre redistribución y reconocimiento y afirma que “no hay 
reconocimiento sin redistribución”. ​Avisa antes de acabar el siglo XX 
que centrar el foco crítico en el reconocimiento de las reclamaciones de 
libertad sexual, como las reclamaciones queer, no será suficiente para 
hablar de una teoría feminista o post-feminista, que no puede 
limitarse a centrarse y focalizarse en este único polo de atención. 

A partir de 2000, Nancy Fraser, mantiene un debate con Judith Butler, 


en varios artículos de ambas, recopilados en el libro ​¿Redistribución o 
reconocimiento? Un debate entre marxismo y feminismo​. Fraser 
distingue entre las políticas de redistribución (propias del marxismo y 
el feminismo) y las de reconocimiento (propias de la teoría queer y el 
posmodernismo). Señala también que su puesta en práctica plantea 
numerosos dilemas. Fraser estudia la realidad política en la que la 
redistribución y el reconocimiento se oponen en la práctica, y se 
pregunta qué interacciones se pueden establecer entre quienes 
defienden la redistribución y quienes defienden el reconocimiento, si 
ambas políticas están situadas en los extremos del espectro social y 
político. Fraser plantea también qué implicaciones tiene elegir entre 
unas políticas u otras, si al menos algunas exigencias de 
reconocimiento pueden chocar con exigencias de la redistribución o a 
la inversa, lo que lleva a la importancia de su distinción. Fraser llega a 
afirmar en sus sucesivos libros que las políticas de la identidad se 
oponen a la lucha por la justicia social y promueven una diferenciación 
mayor de los colectivos y sujetos sociales afectados que refuerza su 
identidad de grupo. Así, Nancy Fraser escribe: 

Las cosas están bastante claras en ambos extremos de nuestro espectro 


conceptual. Cuando consideramos comunidades que se aproximan al tipo 
ideal de la clase obrera explotada nos enfrentamos con injusticias 
distributivas que requieren soluciones redistributivas. Por el contrario, 
cuando consideramos comunidades que se aproximan al tipo ideal de las 
sexualidades despreciadas nos enfrentamos con injusticias de 
reconocimiento inadecuado que requieren soluciones de reconocimiento. 
En el primer caso, la lógica de la solución pasa por la desaparición del 
grupo en tanto grupo. Por el contrario, en el segundo caso, pasa por valorar 
la «grupalidad» del grupo mediante el reconocimiento de su especificidad. 

Lidia Falcón, en 2000, realizó una crítica de la teoría queer y de las 


ideas de Judith Butler, que sigue en gran medida siendo válida y 
vigente. Leed a Lidia Falcón en L
​ os nuevos mitos del feminismo​, en su 
capítulo V: “​El mito triunfante del género​” (pag. 255). Lidia es 
meridianamente clara, como digo ya en 2000. Diez años después de la 
aparición de la teoría queer. Sheila Jeffreys, publica en 2003, ​Unpacking 
Queer Politics​. 
En 2008, desde una perspectiva que inaugura el feminismo decolonial, 
María Lugones escribe en su texto C
​ olonialidad y género​:  

Borrando toda historia, incluida la historia oral de la relación entre las 


mujeres blancas y las no-blancas, el feminismo hegemónico blanco 
equiparó mujer blanca y mujer. Pero es claro que las mujeres burguesas 
blancas, en todas las épocas de la historia, incluso la contemporánea, 
siempre han sabido orientarse lúcidamente en una organización de la vida 
que las colocó en una posición muy diferente a las mujeres trabajadoras o 
de color. La lucha de las feministas blancas y de la «segunda liberación de 
la mujer de los años setenta en adelante pasó a ser una lucha contra las 
posiciones, los roles, los estereotipos, los rasgos, los deseos impuestos con la 
subordinación de las mujeres burguesas blancas. No se ocuparon de la 
opresión de género de nadie más. Concibieron a «la mujer» como un ser 
corpóreo y evidentemente blanco pero sin conciencia explícita de la 
modificación racial. Es decir, no se entendieron a sí mismas en términos 
interseccionales, en la intersección raza, género y otras potentes marcas de 
sujeción o de dominación. Como no percibieron estas profundas diferencias, 
no encontraron ninguna necesidad de crear coaliciones. Asumieron que 
había una hermandad, una «sororidad», un vínculo ya existente debido a 
la sujeción de género. 

Otra autora, Laura Posada Kubissa, publica mucho más recientemente, 


en 2014, ​Teoría queer en el contexto español. Reflexiones desde el 
feminismo​, d
​ onde concluye​:  
Una observación crítica será que «La Teoría queer es, sin lugar a dudas, 
como toda producción social, heredera de su tiempo. Hija de la 
postmodernidad, ha generado una serie de discursos que reflejan y, a la vez 
refuerzan, los lugares comunes de la ideología neoliberal que ha dominado 
en las tres últimas décadas». También desde aquí, el pensamiento crítico 
feminista viene a diferenciarse de la teoría queer: hijo bastardo de la 
Ilustración, el feminismo tiene una tradición de más de tres siglos, ha 
configurado una genealogía propia e, imbricado con los discursos propios 
de cada momento histórico, ha generado sus propias señas de identidad. 
Por tanto, aunque la teoría queer tenga indudablemente raíces en el 
pensamiento feminista contemporáneo sobre el sexo y el género, no puede 
venir a suplantar esa tradición de pensamiento que se retrotrae mucho más 
atrás de las «tres últimas décadas».  

Una última consideración nos lleva hasta la idea de un sujeto feminista. 


Pensar hoy desde el feminismo el sujeto pasa por admitir que la identidad 
«mujeres», más allá de toda esencialización, cumple el papel de una 
identidad estratégica: se trataría de «asumir una materialidad específica 
pero también una identidad simulada y múltiple, conjugar la 
fragmentación con la pluralidad: ser varias cuando se nos quiera adscribir a 
una identidad preestablecida y ajena, una y definida cuando se nos quiere 
anular» (Rodríguez Magda, 1999, 138). Esta identidad estratégica puede y 
debe coaligarse con otros sujetos que, como los homosexuales, las 
lesbianas, los transexuales o los transgénero, están embarcados también en 
una lucha contra el orden patriarcal heteronormativo. Pero que se dé una 
eventual coalición con los mismos no hace del feminismo una posición que 
venga a disolverse en esas posiciones de sujeto reivindicadas por la teoría 
queer. En un mundo en proceso de globalización, la realidad material de las 
condiciones de vida de muchas mujeres exige todavía pensar desde el 
feminismo un proyecto de emancipación social y personal. Y para ese 
proyecto se necesita todavía un sujeto, un «sujeto verosímil», porque «el 
problema político real es el de proponer a las mujeres en nuestras 
sociedades complejas multiculturales objetivos políticos comunes que 
atraviesen todos los referentes de identidad que las constituyen» (Amorós, 
2005, 231). Desde aquí, el feminismo sigue siendo comprendido como una 
posición política radical y autosuficiente, un discurso crítico con lo que 
todavía no es ni mucho menos calificable de post-patriarcado en nuestro 
mundo. Y sus señas de identidad no pueden venir a confundirse, por tanto, 
con ninguna otra posición por mucho que esta se auto-reclame como 
post-feminista. 

Montserrat Galceran Huguet, en 2016, en U


​ na introducción al debate 
entre Nancy Fraser y Judith Butler​, afirma: 

En consecuencia las políticas de reconocimiento sin más tienden a 


favorecer al mejor situado en el campo en cuestión. Las políticas lgtbiq 
pueden favorecer, y así está ocurriendo, a los gays por encima de las 
lesbianas, a los lobbys gays que capitalizan los negocios y los eventos 
ligados a esa problemática por encima de los gays de barrio que siguen 
sufriendo una dura marginación. Ellas sustentan el llamado capitalismo 
rosa, centrado en homosexuales con alta capacidad de consumo y formas 
específicas de consumir. Ciertamente en la medida en que se populariza la 
cuestión, gays, lesbianas, transexuales, bisexuales adquieren mayor 
visibilidad y sea cual sea su ubicación social pueden beneficiarse del nuevo 
clima de tolerancia. Pero los grandes beneficiados son los lobbys de 
negocios ligados a ello, por ejemplo a la fiesta del Orgullo. Como 
consecuencia, en vez de promover la intersección entre las diversas 
discriminaciones esa política mantiene compartimentos estancos, como si 
unas no tuvieran que ver con otras. En vez de promover la solidaridad entre 
todos los afectados esa política promueve la colisión por los recursos. Es 
extraordinariamente congruente con el modelo económico-político vigente 
sustentado en la insolidaridad y el individualismo para que el 
reconocimiento de «los/as diferentes» no ponga en cuestión el status 
vigente. Puede dar lugar a una política meramente liberal pero eso no es 
debido a la naturaleza intrínseca de las exigencias de reconocimiento sino 
al modo como operan en una sociedad atravesada por ese y otros conflictos 
que no son abordados en toda su radicalidad. Plantearlos como conflictos 
biopolíticos en sociedades radicalmente democráticas nos daría otros 
resultados. 

No callemos, no nos callemos ahora. La teoría queer no tiene cabida 


dentro del feminismo, es más, como hemos visto, es absolutamente 
incompatible con el feminismo.  

Las mujeres no podemos permitir más que pretendan expulsarnos de 


nuestra propia lucha, que se nos niegue, oculte o invisibilice. Las 
mujeres tenemos que reemprender nuestra propia lucha, reconectar 
con las teorías y las prácticas de las indómitas mujeres que nos 
precedieron, conocer y aprender de las experiencias de todas aquellas 
que lucharon por nuestra liberación, no por nuestra desaparición.
¿Por qué la palabra 
‘trans’ y el 
transgenerismo son una 
trampa liberal?  

Jamie Clayton, mujer transexual, una de las protagonistas de la 


serie Sense 8 
La realidad oculta y ocultada es que el transgenerismo acosa, 
amenaza y ataca a mujeres transexuales, lesbianas y feministas. 

Ana de Miguel afirma con mucha razón que “​uno de los retos 
principales del feminismo hoy es el de la claridad conceptual​”. Y si 
hay un debate donde la claridad conceptual es imprescindible es en 
la llamada ‘​cuestión trans​’. Muchos de los agrios malentendidos 
del virulento debate actual vienen de haber aceptado 
acríticamente el término ‘trans’, fundiendo y confundiendo los 
términos ‘transexual’ y ‘transgenerismo’. Las mismas feministas 
hablan sin mayor reflexión de ‘personas trans’, como si usar la 
palabra ‘trans’ nos dijera algo claro y preciso. Por ejemplo hoy 
mismo me han preguntado si Andrea Dworkin escribió algo del 
tema trans (sic). Andrea Dworkin, autora pionera y activista del 
feminismo radical, escribió sobre transexualidad en Woman 
Hating: A Radical Look at Sexuality en 1974. (El libro se encuentra 
en PDF e
​ n inglés y portugués​ y parcialmente en castellano en 
Dworkinista​). Sin embargo Dworkin no escribió sobre 
transgenerismo, que es lo que realmente quería saber mi 
interlocutora. Las propias personas pro-queer que defienden el 
transgenerismo, cuando llega el momento de hablar de sus 
referentes, hablan de mujeres transexuales o varones travestis 
como Marsha P. Johnson, que nunca afirmaron ser mujeres y 
crearon organizaciones como STAR (Street Transvestite Action 
Revolutionaries) 

Fijaros en el subtítulo de este libro: A


​ CCIÓN TRAVESTI CALLEJERA 
REVOLUCIONARIA​, y cómo la palabra ‘travesti’ de título, se convierte en 
‘trans’ en el subtítulo. 
 
Otro ejemplo reciente es el artículo H
​ omenaje a las activistas trans 
que han inspirado mi feminismo​ ​de June Fernández. La autora habla 
de mujeres trans. Al leer el artículo podemos comprobar que las 
activistas que June reivindica son mujeres transexuales.  

 
La Ely, travesti asesinado en 2018. 

Más ejemplos. Notad en las imágenes de abajo el paso de "mujer 


transexual" en el título de la edición original del libro de Julia 
Serano, a "mujer trans" en la edición de la traducción al castellano. 
 
Mujeres transexuales o personas transgénero 

Por mi parte siempre que me hablan de mujeres trans, pido que me 
aclaren si se refieren a mujeres transexuales o a personas 
transgénero, o incluso a travestis, porque para nada da igual, o es lo 
mismo. Y no es solo una cuestión terminológica, hay profundas 
diferencias de fondo. Para mí no tiene sentido que me pregunten 
¿piensas que las mujeres trans son sujetos del feminismo? porque 
considero que las mujeres transexuales sí lo son. No porque lo diga 
yo, sino porque llevan décadas formando parte del movimiento 
feminista sin generar ningún problema ni conflicto. Por tanto no 
hay que incluirlas o aceptarlas en el movimiento feminista, porque 
hace muchos años que forman parte de él, por mucho que lo 
ignoren o no lo acepten algunas feministas o personas 
transactivistas sectarias y fanáticas. En el caso de los travestis son 
ellos mismos lo que afirman ser varones, como La Ely, un travesti 
asesinado en 2018 en Valladolid en un claro crimen de odio, como 
los son también los asesinatos de mujeres transexuales, de mujeres 
lesbianas, de mujeres heterosexuales. Y nunca olvidemos que a 
todas nos violan y asesinan los varones, no las feministas o las 
mujeres transexuales. Porque esto no va de egos, ni de luchas 
personalistas, ni de la penosa y casposa política española. Va de las 
mujeres, de las adolescentes, de las niñas de todo el mundo, porque 
es una lucha global. Y lo más estúpido y triste en una guerra es 
equivocarte de enemigo. 

 
Como he dicho antes, no estamos solo ante un debate de palabras, 
sino ante un debate que afecta al corazón del feminismo, a su 
sujeto político, a las niñas, jóvenes y mujeres. Esta es la definición 
de ‘personas trans’ que aprendimos tras escuchar a voceros y 
voceras del transgenerismo: una ‘mujer trans’ (o ‘transmujer’) es 
una persona nacida varón que se identifica como una mujer; un 
‘hombre trans’ es una persona nacida mujer que se identifica 
como un hombre. Según e
​ ste artículo en The Guardian​ , “por qué 
una persona se siente masculina cuando es biológicamente 
femenina, o al revés, por ahora sigue siendo algo incierto”, y 
tenemos que contar con que así seguirá siendo en el futuro 
próximo. Aquellos hombres que se identifican como mujeres y 
aquellas mujeres que se identifican como hombres no piensan 
todos igual, ni mucho menos. Hay algunas de estas personas que se 
sienten representados por el transgenerismo y los transactivistas, y 
muchas otras que no, y son atacadas y amenazadas por ello. Estas 
personas que se oponen al transgenerismo porque piensan que les 
irrespeta y no les representa tienen reservado el término ‘truscum’ 
o ‘transcum’ por parte de transactivistas que tanto piden respeto 
para las personas trans… menos para las que piensan de un modo 
diferente, porque ‘transcum’ significa ‘escoria trans’. 

Así, cuando hablamos de ‘personas transgénero’ hablamos de 


mujeres y hombres que se identifican con el sexo contrario al que 
nacieron. Y aquí comienza una cuestión sobre la que no hay 
abierto un debate racional, ni dentro del feminismo ni fuera de él. 
No sé por qué cuesta entender tanto a algunas personas que las 
feministas no podemos permitirnos considerar sujeto del 
feminismo a cualquier varón que se nos acerque y nos diga que él 
se autoidentifica mujer, y por tanto lo es, y si las feministas o 
mujeres lesbianas no lo aceptamos sin más somos 
automáticamente unas tránsfobas y unas terfs, y existe, según 
ellos, el derecho a asesinarnos. 

 
 
 
 
 

 
Varios ejemplos de amenazas recibidas por mujeres lesbianas, 
transexuales y feministas abolicionistas del género. 

Aceptar la principal tesis del transgenerismo (las mujeres trans son 


mujeres) tiene innumerables consecuencias, no solo para las 
feministas, sino para todas las mujeres como casta oprimida; 
consecuencias que no hay que ocultar y hurtar al pueblo al 
pretender cancelar el debate (las mujeres trans son mujeres y se 
terminó el debate). No afecta solo al feminismo, sino a toda la 
sociedad. 

Las consecuencias de aceptar las tesis del transgenerismo en el 


cuerpo legislativo de nuestros países respectivos tendría que ser el 
debate, más si se presentan leyes transgénero similares a la​ Gender 
Recognition Act (GRA)​ del Reino Unido, la Amendment to the Sex 
Discrimination Act 2013 de Australia o la Bill C-16, 2016 de 
Canadá​, países donde ya están pagando las consecuencias de 
aprobar leyes transgénero sin el necesario debate político y social. 
Podéis leer​ The Left Are Abandoning Women; and in Doing So, 
Abandoning Everything They Stand For s​ obre el Reino Unido, la 
página web de ​Meghan Murphy​ sobre Canadá, o el capítulo 7 de 
Gender Hurts de Sheila Jeffreys: “​Un choque de derechos. Cuando el 
género se inscribe en la ley​” sobre la Amendment to the Sex 
Discrimination Act 2013 australiana, entre otras cuestiones 
relacionadas con la aprobación de leyes transgénero. Sheila Jeffrey 
pone el dedo en la llaga al escribir: La creación del derecho a la 
“identidad de género” crea un “choque entre derechos” en el que 
los derechos exigidos por un grupo de personas (transgénero) 
pueden poner en peligro los derechos de otro grupo (mujeres)”. 
Por tanto es inaceptable que “los grupos de mujeres y feministas 
no estén invitados a consultar sobre tales cambios legales, como si 
no tuvieran nada relevante que decir a pesar del hecho de que los 
varones pueden, bajo dicha legislación, obtener el derecho a ser 
reconocidos en la ley como “mujeres”. (Sheila Jeffreys) 
 

 
Personas transgénero autoidentificadas mujer. 

El feminismo jamás podrá aceptar la base del transgenerismo 


(las mujeres trans son mujeres), como el movimiento de 
liberación negro no podrá aceptar nunca que es negra 
cualquier blanca que pretenda ser negra porque ella dice que 
así se identifica, como ya sucedió con Rachel Dolezal. ¿​ Blanca o 
negra? Polémica por la raza de una líder afroamericana en 
EE.UU. 
 
Rachel Dolezal, “negra” a la izquierda, blanca a la derecha. 

Las mujeres transexuales llevan décadas formando parte del 


movimiento feminista, sin que se hayan conocidos problemas 
mayores entre ellas y las feministas de ninguna corriente, 
salvo Janice Raymond y sus escasas seguidoras en EE.UU., a las 
que le dio igual que Raymond colaborara activamente con la 
administración Reagan.  

Las feministas han tenido sus organizaciones, y las personas 


transexuales las suyas, conviviendo y colaborando sin 
conflicto contra el enemigo común: el patriarcado, al menos 
desde los años 80 del siglo XX. 

 
Mujeres transexuales manifestándose en los años 80. 

Ha sido la llegada a nuestros territorios de la ​misógina y liberal 


ideología del transgenerismo​ la que ha creado multitud de 
conflictos entre feministas y transactivistas. No resultan 
extraños esos choques porque ambas filosofías son 
antagónicas (materialista el feminismo, idealista la teoría 
queer y el transgenerismo; ​idealism​o y m
​ aterialismo 
entendidos con su significado filosófico). Al contrario que las 
personas transexuales que crearon sus propias organizaciones 
y su propio movimiento, el transgenerismo pretende tomar 
por la fuerza el movimiento feminista, usando todo tipo de 
tácticas violentas y sin escrúpulos, como hemos visto. Quienes 
defienden acríticamente el transactivismo y los medios que les 
publican tendrían que reflexionar porque callan antes las 
expresiones diarias de odio hacia feministas y mujeres 
lesbianas y transexuales. Jamás se toleraría que los varones 
nos dijeran a mujeres lo que nos dicen transactivistas que no 
ocultan sus deseos de vernos violadas, torturadas o muertas.  

 
 

 
¿Tienen derecho a hacerlo? NO. Rotundamente no. Por acción o 
por omisión, por mala fe o por ignorancia, estáis aceptando que en 
nombre del colectivo trans está permitido, por lo visto, una vez 
más, amenazar de muerte feministas, a mujeres, a las que 
anteriormente se ha demonizado, manipulando su discurso. 
Perdonad compañeras, pero eso es muy viejo. Todo este patrón de 
desprestigio, acoso y ataque viene acompañando al feminismo y a 
las feministas desde su mismo nacimiento, y se llama patriarcado. 

Querer incluir en el mismo espacio a mujeres feministas y a 


personas queer o transgénero siempre va a generar conflictos, más 
si estas últimas quieren imponer por la fuerza verbal o física sus 
puntos de vista, su presencia en espacios feministas, en los escasos 
espacios seguros de las mujeres; si se niegan al debate racional, y 
tachan a cualquier mujer que no se adhiera al transgenerismo de 
tránsfoba y terf, incluso aunque esta mujer sea una mujer 
transexual. Resulta evidente que una mujer que está siendo 
insultada y amenazada se va a negar a compartir espacios con 
quienes la tratan así, espacios de mujeres que hasta ahora se 
consideraban seguros. Y no hablamos solo de palabras. Este video 
fue grabado este mismo año en Buenos Aires. Una persona 
identificada como mujer, agrede e intenta ahogar a una feminista 
radical en una asamblea feminista. 

 
Hemos de echar la vista atrás para comprender lo que está 
sucediendo en la actualidad. En los años 90, con la llegada de la 
“tercera ola” posmoderna y queer, la idea de la mujer como ​clase 
sexual​ había sido rechazada por el feminismo institucional, y se 
habían olvidado las opresiones particulares experimentadas por 
las mujeres como un colectivo subordinado por la casta de los 
varones, el racismo, el capitalismo y el imperialismo. También se 
habían rechazado y olvidado todos los análisis del feminismo de la 
“segunda ola” sobre el patriarcado y sus diversas opresiones, 
considerados ya obsoletos y anticuados, aunque la situación de 
opresión de las mujeres no hubiera cambiando. 

A partir de 1990, al par que se difundían e imponían las teorías 


neoliberales del triunfo definitivo del capitalismo y del fin de la 
historia (Fukuyama), la teoría queer empezó a infiltrar el 
movimiento feminista. Un movimiento feminista revolucionario 
no era acorde a esos tiempos neoliberales. Y recordemos que la 
teoría queer, por muy feminista y transgresora que se presente, es 
antifeminismo individualista y liberal; una forma sofisticada del 
patriarcado y el capital de infiltrarse en el movimiento feminista y 
destruirlo desde dentro. 

La ideología transgénero es el resultado del ascenso meteórico de 


la teoría queer en una izquierda desnortada tras la caída del muro 
de Berlín y la enésima puesta en cuestión del sujeto revolucionario, 
que ya se negó abiertamente que fuera ya la clase trabajadora. 
Buena parte de la izquierda da la bienvenida a la teoría queer y al 
‘nuevo sujeto revolucionario’ queer, aunque contrariamente a las 
afirmaciones de esa ‘nueva izquierda’, la teoría queer es liberal, 
misógina y no rechaza el esencialismo biológico, sino que lo 
perpetúa simplemente invirtiendo el orden. La teoría queer y su 
versión transgenerista afirman que el sexo binario, ya sea 
femenino o masculino, es “socialmente asignado”, y no es un 
hecho biológico; en contraste, el género, el sentimiento de 
“feminidad” o “masculinidad” de un individuo, afirman que es 
pre-social, que surge del “ser interior”, sin especificar mucho que 
es ese “ser interior”, algo que sucede con muchos de los conceptos 
usados por el transgenerismo. Pero recordemos: el transgenerismo 
no se debate. Se acepta ¡y si no eres tránsfoba y fascista! Esta 
ideología liberal no tiene una base científica ni material, es una 
ideología idealista que anula y niega la realidad de los hechos, y 
que rehuye una y otra vez el debate racional. 

Por desgracia, cualquier persona que se atreva a criticar las 


“verdades” del transgenerismo es insultada y acosada, y 
demonizada por parte de la izquierda, mientras esta ideología está 
llevando a que las niñas y niños entren en una hoja de ruta médica 
que comienza con el tratamiento hormonal, que inevitablemente 
tendrá consecuencias irreversibles, que continúa con los 
bloqueadores de pubertad, y que “concluye” con la tendencia cada 
vez más común, la también irreversible mastectomía para mujeres 
adolescentes y jóvenes. La intervención médica y la cirugía nunca 
transformarán a un individuo en alguien biológicamente del sexo 
opuesto. La cirugía de “cambio de sexo” (hoy llamada 
“reasignación de género”) solo puede simular órganos sexuales, 
por ejemplo, extirpando el pene y los testículos para construir una 
cavidad interna en el cuerpo masculino, o creando un pene 
protésico hecho de carne tomada de otro lugar del cuerpo 
femenino. (Evito añadir fotografías de estas cirugías por ser 
realmente bastante desagradables). 

Esta es la realidad que comprueban numerosas personas que 


“cambian de sexo”, creyendo que ese “cambio de sexo”, además 
de legal, lo va a ser también a nivel biológico y anatómico. Hay 
discusión sobre la cantidad de personas que “detransicionan”, es 
decir, que tratan de volver a su sexo original tras hormonarse y/o 
ser operadas, pero es una realidad cada vez más extendida. 

Helena, Jesse, Dagny, and Chiara of the Pique Resilience Project, 


answering a few of your questions for detransitioners and 
desisters. 
Former Transgender Activist: Transitioning Is Dangerous — 
Especially For Youth 

¿Qué es el transgenerismo? 

En el artículo ​El lobo de la masculinidad se viste con la ropa de 


oveja de la ideología de género​ de Tom Farr podemos leer: “El 
transgenerismo es una ideología masculinista. No hay nada 
feminista o pro-mujer en ella. Reifica los estereotipos de género, 
borra el cuerpo femenino, y luego afirma que los hombres pueden 
colonizar a las mujeres en base a sus sentimientos subjetivos. 
Priorizar la mente masculina sobre el cuerpo femenino es la 
característica definitoria del pensamiento patriarcal, y siempre lo 
ha sido. El transgénero es un análogo de la religión patriarcal. Es 
parte de la reacción contra el feminismo. También es 
completamente innecesario para diagnosticar y ayudar a las 
personas con disforia, por supuesto, por lo que estas personas son 
llamadas truscum (escoria trans) por el movimiento 
transgenerista”. Así tratan a las mujeres o varones con disforia, o 
las mujeres y hombres transexuales que se oponen al 
transgenerismo. Y esto no son solo palabras, es algo que algunas 
feministas hemos podido comprobar cuando mujeres transexuales 
nos han pedido ayuda ante el doble ataque por parte de personas 
crueles que se llaman a sí mismas o transgeneristas, o feministas. 
Personas que son enemigas acérrimas, pero que no tienen ningún 
problema en acosar juntas a mujeres transexuales, hasta llevarlas 
a intentar poner fin a su propia vida. 

Dentro del mismo transgenerismo tampoco se aclaran mucho de 


qué defienden, de qué quieren realmente. Basta leer este 
Manifiesto Transfeminista difundido en 2018, cuando afirma por 
ejemplo que “el sujeto político del feminismo se nos ha quedado 
pequeño, es excluyente por sí mismo”. 
 
Manifiesto Transfeminista, 2018. 

Mientras se use la palabra trampa ‘trans’ (trans ¿qué? 


¿transexual? ¿transgénero? ¿transnacional?) seguirá la ceremonia 
de la confusión generada por las dos partes enfrentadas y 
rechazadas por buena parte de las feministas y de las personas 
transexuales: las feministas realmente tránsfobas (que las hay) y 
las personas que defienden el transgenerismo (que ofenden e 
irrespetan antes de a nadie a las personas transexuales 
disconformes con la ideología transgénero, y a las mujeres 
lesbianas, a las que transactivistas no dejan de insultar, acosar y 
presionar por no querer nada que ver con penes en sus relaciones 
sexuales). 

Ambos grupos son mucho más parecido de lo que piensan. Ambos 


bandos se niegan a distinguir entre personas transexuales y 
personas transgénero. Ambos grupos son dogmáticos, fanáticos y 
sectarios, y enredan en sus violentas discusiones a quien quiera 
debatir seriamente sobre la transexualidad y el feminismo, o sobre 
las tesis del transgenerismo. Ambos bandos presionan a todo el 
mundo, especialmente a las feministas, para que te posiciones a su 
lado acríticamente, y ambos bandos crean un clima de miedo y 
hostilidad, donde no puedes despegarte ni un 1% de ninguna de las 
dos posturas enfrentadas sin ser acosada y/o amenazada por 
ambos grupos. Ambos bandos rehuyen el debate, ambos bandos 
coartan la libertad de expresión de la mayoría de mujeres, sobre 
todo de las feministas, las mujeres lesbianas y transexuales y las 
mujeres con disforia. Ambos bandos insultan más que argumentan 
y razonan. Ambos bandos se creen tan diferentes, y como muestra 
la realidad de los hechos, son demasiado parecidos: personas 
irracionales y violentas, al menos de palabra, cuando no de hecho. 
Ambos bandos acosan en público, y con más saña, en privado. 
Ambos bandos deshumanizan a las personas que consideran 
enemigas y las atacan cruelmente, sin ningún límite, sin ningún 
escrúpulo, sin ninguna ética, ni feminista, ni siquiera humanista. 

Si expresas lo que honestamente piensas y no te alineas 


férreamente a una de las dos posturas en conflicto, serás acusada 
simultáneamente de ser pro-trans y anti-trans, de caballo de 
Troya del feminismo y de TERF, y por supuesto, de ser patriarcal 
¡por los dos bandos! Y dará igual si incluso eres una mujer 
transexual. Dará igual. Esa persona será acosada por ambas 
pandillas de matonas y matones acosadores; por un bando por ser 
mujer transexual, y por el otro bando, igual, por ser mujer 
transexual y por no adherirte al trangenerismo. Ambos bandos 
olvidan, que mujer o varón, una persona transexual es un ser 
humano, al que no tienen derecho a acosar durante meses o años, 
hasta llevar a esa persona a una situación límite. 

Otra realidad de hoy día es que hay un buen número de feministas 


que no desean pronunciarse sobre la llamada ‘cuestión trans’ por 
las razones que sea. Es inaceptable las presiones que reciben 
muchas feministas por ambos bandos para obligarlas a 
pronunciarse, y acto seguido acosarlas si su pronunciamiento no 
coincide al 100% al esperado por quienes las presionan. En 
algunos casos estas feministas no se pronuncian porque no tienen 
una opinión formada, en muchos otros porque no tienen por qué 
recibir este acoso de un bando u otro, o por parte de los dos bandos. 

Quienes no admiten la más mínima crítica al transgenerismo, una 


ideología política que ha de estar sujeta a crítica, como cualquier 
otra, critican a las feministas, que coherentes con su ideario y sus 
bases teóricas, luchan por la abolición del género. Quienes cierran 
el debate antes de que empiece con sus acusaciones de transfobia 
quieren que se abra el debate dentro el feminismo. Son dos 
contradicciones de actualidad del transgenerismo, pero ni las 
únicas ni las más importantes. El transgenerismo puede ser 
criticado, como lo es cualquier otro ideología o movimiento 
político. Las amenazas, chantajes y vetos a feministas críticas con 
el transgenerismo son INACEPTABLES. También son 
INACEPTABLES los insultos, desprecio y acoso de una parte (cada 
vez más minoritaria) del llamado radfem o del feminismo 
académico a las mujeres transexuales. Así no hay espacio para un 
debate racional y respetuoso. Y menos aún es respetuoso con las 
personas que cada bando asegura defender. Muchas veces me 
pregunto cuando asisto a esas violentas y obsesivas discusiones si a 
esos dos bandos matoniles realmente le importan las mujeres, o 
las personas transexuales, o las personas con disforia, que sin 
permiso de nadie, dicen representar. 
 

Para terminar mostraré mi respuesta a muchas preguntas que 


se hacen sobre la llamada ‘cuestión trans’. No pretendo tener 
la razón absoluta. Me baso sobre todo en lo que he escuchado a 
las personas más afectadas, que son precisamente las que 
menos altavoces tienen en este debate, porque sus verdades, 
sus experiencias, no interesan a ninguno de los dos bandos 
sectarios y fanáticos, simplemente porque sus realidades 
escapan a sus rígidos esquemas. Y he decir que me extraña 
mucho que haya tantas personas de un lado y del otro tan 
seguras y convencidas de conocer la verdad absoluta en 
cuestiones tan complejas como las planteadas por la existencia 
de personas transexuales o con disforia. 

¿Hemos de estar de acuerdo con cualquier crítica al transgenerismo? 


NO. ¿Es transfoba cualquier crítica al trasngenerismo? NO. ¿Puede una 
crítica concreta al transgenerismo incluir transfobia? SÍ. ¿Hay entre las 
radfem algunas mujeres transfobas? SÍ. ¿Toda radfem es transfoba? NO. 

Llegamos al calor de debate. ¿Hay mujeres transexuales? SÍ. ¿Todas las 


personas que dicen ser mujeres transexuales lo son? NO. ¿Hay radfem 
que niegan que existen mujeres transexuales? SÍ. ¿Hay farsantes en el 
transgenerismo? SÍ. ¿Una feminista ha de oponerse a las propuestas del 
transgenerismo? SÍ. 
¿Quiénes son las mujeres transexuales? Las mujeres transexuales que 
son leídas como tal. ¿Una persona nacida varón que dice que es mujer 
porque se identifica como mujer es una mujer transexual? Solo por eso 
NO. Y afirmar eso está haciendo un daño quizás irreparable. 

¿El género se elige? NO. Te es impuesto según tu sexo al nacer. ¿Existen 


la disforia de género y la disconformidad de género? SÍ. ¿Se conocen las 
causas de la disforia? NO. 

¿Están todas las personas transexuales de acuerdo con el 


trangenerismo? NO. ¿Son iguales las mujeres transexuales al resto de 
mujeres? NO. Por eso se denominan mujeres transexuales. ¿Cuáles son 
las diferencias? Además de las físicas, normalmente las mujeres 
transexuales han sido socializadas como varones, con las consecuencias 
que esa diferencia de socialización implica. 

¿Son las mujeres transexuales parte del sujeto político del feminismo? 
SÍ. Lo son hace décadas, aunque pocas de las personas participante en el 
debate parecen saberlo. Algunas feministas dicen que las mujeres 
transexuales son una amenaza para el feminismo. ¿Lo son? ¿En serio? 
Como he dicho llevan décadas dentro del movimiento feminista. ¿Qué 
parte de la población son mujeres transexuales? El estudio más reciente 
que he encontrado de 2016 calcula 1 cada 15.000 mujeres ¿Y hombres 
transexuales? 1 de cada 11.000 varones. 
¿De donde sacas esos datos? Del estudio más reciente que conozco. 
Collin, Lindsay, et al. “Prevalence of Transgender Depends on the 
“Case” Definition: A Systematic Review.” The Journal of Sexual 
Medicine 13.4 (2016): 613–626 Hay otros anteriores con datos algo 
distintos. 

¿Es el transgenerismo feminismo o transfeminsimo? NO. ¿Son las 


mujeres llamadas transgénero sujeto político del feminismo? no pueden 
ser sujetos políticos del feminismo personas que afirman que por el 
simple hecho decir que son mujeres lo son. Y hacen un daño al propio 
movimiento transexual, cuyo prestigio ganado duramente a lo largo de 
décadas utilizan, quizás irreparable, por colonizarlo. Las mujeres 
transexuales ya he dicho que son parte del feminismo hace décadas. 

¿Conoces en persona a mujeres transexuales? SÍ. Hace años. ¿Las odias? 


Las amo. ¿Qué piensan de este hilo? Ellas han escrito la respuesta a 
varias de las preguntas, como: ‘¿Quiénes son las mujeres transexuales?’ 
¿Estás de acuerdo con el transgenerismo o con el radfem que afirma que 
no hay mujeres transexuales? Obviamente NO. 

¿Está enfrentado el transgenerismo a las lesbianas? A todas las mujeres 


lesbianas que no aprueban el transgenerismo, que son la gran mayoría, 
SÍ. ¿Son insultadas y amenazadas por el transgenerismo? SÍ. E
​ n esta 
web se recopilan esos insultos y amenazas​ donde se publican capturas 
donde activistas y líderes dentro de la comunidad LGBT acosan a 
mujeres lesbianas, demostrando su lesbofobia y misoginia también, al 
señalarlas con insultos sexistas y de odio como ‘TERF’. 
¿Qué piensas del término TERF? Originalmente en el feminismo radical, 
había feministas radicales partidarias de admitir a las mujeres 
transexuales, y feministas radicales que no lo eran. TERF se refería a 
estas últimas sin ningún matiz ofensivo. Hoy día es usado como un 
insulto amenazante y un término de odio. 

La página ‘​ Terf’ es un insulto​ recoge muchos ejemplos de AMENAZAS 


DE MUERTE, VIOLENCIA, ACOSO Y ABUSO. Recopila las amenazas de 
violencia hacia ‘TERFs’, lesbianas, feministas radicales y cualquiera 
que critique su ideología transgenerista. 

En la web ​Terf’ es un insulto​ hay muchos más ejemplos, y no dejan 


de aumentar cada día. En este artículo​ ‘TERF’ no es sólo un insulto, 
es discurso de odio​ podéis leer muchas de esas muestras de odio en 
castellano. Me extraña que quienes amparan y jamás rechazan o se 
desmarcan de esta clase de expresiones tengan la poca vergüenza de 
acusar de odio o transfobia a las feministas que expresan sus 
posiciones políticas, pero esa es la conducta habitual de los autores 
y autoras transgeneristas o queer. En los artículos pro-queer estas 
amenazas, insultos, acoso, intentos de dejar sin trabajo a 
feministas, y otras agresiones son sistemáticamente olvidadas. 
Nunca se mencionan, mucho menos se hace un llamamiento 
público a transactivistas a ponerles fin. 

Amy Dyess​, lesbiana estadounidense, escribió un artículo que se viralizó, 


dada las escasez que voces que tienen la valentía de pronunciarse de un 
modo semejante, siendo actualmente el artículo más leído sobre 
feminismo en M
​ édium​, titulado ​TERF es un discurso de odio y es hora de 
condenarlo​. Amy denuncia con contundencia que ese término de odio se 
use contra todas las lesbianas que tienen la osadía de negarse a incluir 
penes en sus relaciones sexuales. Las lesbianas tenemos derecho a una 
palabra que define quiénes somos. Tenemos el derecho de existir y estar 
orgullosos de nuestros límites. Nuestra existencia no i​ nvalida a las 
personas trans​. Mucha gente pansexual y queer se siente atraída por las 
personas trans, y eso es increíble. No hay nada odioso en ser 
homosexual, pero los extremistas no quieren que exista la 
homosexualidad. Lamentablemente, es una experiencia común para las 
lesbianas recibir amenazas de violación, amenazas de muerte y tener 
nuestros ​medios de subsistencia amenazados​ solo por enfrentar la 
homofobia. Es hora de defendernos. (Amy Dyees). 
¿Has intentado ser equidistante? NO. He escrito honestamente lo 
que pienso. Quienes me conocen saben que es lo mismo que digo en 
privado. Soy consciente de que puedo ser atacada de nuevo por este 
artículo por personas que pertenecen al transgenerismo o el 
llamado radfem. Se unirían a los fascistas y misóginos que me 
atacan a diario. Sin embargo pienso que es mi deber como mujer y 
feminista no callarme. 

El feminismo radical y el transgénero 

Por si quieres reflexionar, pienses lo que pienses actualmente, voy 


a traducir algunos fragmentos del artículo ​El feminismo radical y 
el transgénero​. Este artículo fue publicado en 2006. Calculad 
cuántos años teníais ese año. En él su autora ya entonces se 
preguntaba: ​¿Por qué digo que estos temas son un desperdicio 
de la energía gastada en ellos? 

He visto mucha transfobia (prejuicios, malentendidos y daños 


deliberados dirigidos a transexuales y personas transgénero) 
mostrados de manera flagrante por algunas feministas radicales. 
También he visto algunas opiniones claramente antifeministas 
sostenidas por las personas trans. Ambas actitudes son 
contraproducentes, hirientes y divisivas. Ninguno de las dos tiene 
mucho sentido. Ni siquiera creo que sean temas lo suficientemente 
valiosos como para una discusión seria en la que haya personas 
que inviertan la cantidad de tiempo y energía en ellas dedican. 

¿Por qué digo que estos temas son un desperdicio de la energía 


gastada en ellos? 

Queridas hermanas del feminismo radical: hay un pequeño 


porcentaje de la población que siente que no nacieron en el cuerpo 
correcto y desea cambiar su presentación de género.  

Queridas hermanas del feminismo radical: No son tus enemigos; 


no son los fundadores del patriarcado; no son los montones de 
hombres que golpean y violan a las mujeres; no apoyan, como 
grupo, la violencia contra las mujeres o el salario desigual o el 
movimiento contra el aborto. 

Queridas personas trans: los grupos feministas radicales que no 


permiten que las mujeres trans participen en reuniones o 
encuentros solo de mujeres no son el problema que define vuestra 
opresión. 

Queridas personas trans: No he visto todavía a ninguna feminista 


radical decir que está de acuerdo con que las personas trans sean 
discriminadas en el trabajo o al obtener vivienda y golpeadas 
hasta la muerte por bandas de hombres homófobos/tránsfóbos. 
Al escuchar la retórica de ambos lados, una pensaría a veces que se 
trata de un problema de vida o muerte. Y a medida que las 
caricaturas que se hacen de las otras se vuelven más y más 
ridículas, me siento cada vez más herida y silenciada porque es 
obvio que no os escucháis. 

 
¿Tenemos las feministas 
que distinguir entre 
transexualidad y 
transgénero? 

Transmujer
Algunas compañeras han planteado por qué las feministas 
hemos de distinguir entre personas transexuales y personas 
transgénero. Me sorprende mucho que sostengan que es lo 
mismo, porque al decir eso, comparten las tesis queer, 
mientras dicen ser radfem. La respuesta a esa pregunta es 
sencilla: porque no son lo mismo, porque esa es la verdad, y las 
feministas hemos de ir con la verdad por delante. Es el 
transgenerismo, PORQUE LE INTERESA, quien mete en el 
mismo saco a personas transexuales, personas transgénero, 
mujeres lesbianas y hasta travestis (en e
​ ste artículo​ incluyo la 
definición de personas transexuales y personas transgénero, y 
cómo para nada es igual). 

Habréis visto como el transgenerismo usa con frecuencia la 


expresión tramposa de “mujeres trans” o “transmujeres”, e 
incluye a mujeres transexuales, personas transgénero, 
mujeres lesbianas, travestis, o disidencias, como si fueran 
todo lo mismo. Al mismo tiempo, el transgenerismo reescribe 
y falsifica la historia del feminismo y de la lucha de lesbianas y 
gays, atribuyendo al transgenerismo luchas anteriores a su 
existencia. Se adjudican como propias luchas lésbicas, de los 
gays, de mujeres transexuales y de los travestis, como la 
insurrreción de Stonewall. El colmo de la manipulación es 
llegar a falsificar los textos de Andrea Dworkin en los que 
escribió sobre transexualidad, cambiando la palabra 
transexual por transgénero. 
 

 
 

Jamie Clayton, mujer transexual 


Me parece imprescindible no caer en la trampa de la etiqueta 
‘trans’, y hablar de ‘mujeres trans’ o de ‘hombres trans’ sin 
distinción, porque la confusión daña a las personas 
transexuales y transgénero, a las mujeres lesbianas y a las 
feministas.  

Otra pregunta que ha sido planteada es si nos conviene a las 


feministas hacer esa distinción estratégica y políticamente. 
Claro que sí. Si el transgenerismo trata de confundirlo, a 
nosotras como feministas nos conviene distinguir 
transexualidad y transgenerismo, porque mucha gente apoya 
la causa del transgenerismo, creyendo apoyar la causa de la 
transexualidad. Además, como he dicho antes, hemos de 
hacerlo porque la verdad es que no es lo mismo. 

Hay algo muy importante que hay que destacar si queremos 


comprender los sentimientos que despierta la llamada​ cuestión 
trans​: el transgenerismo ha querido aprovecharse desde su 
origen del prestigio de un movimiento muy anterior al 
transgenerismo: el movimiento transexual. Usan la simpatía 
que generó en la sociedad, y ahora la palabra transexual les 
parece mal, te insulten y descalifiquen si la usas… y te acusen 
de transfobia, aunque seas una mujer o un hombre transexual. 
El movimiento transexual, surgido en los 70, en los 80 en 
España, supo ganarse la simpatía general, y la mayoría de la 
sociedad apoyó sus demandas (en esos momentos la principal 
era que la Seguridad Social cubriera los gastos de las 
operaciones que se llamaron de “cambio de sexo”, porque 
“habían nacido en el cuerpo equivocado”). 

El movimiento transexual creó sus propias organizaciones 


para luchar por sus demandas, y colaboró en numerosas 
ocasiones con el movimiento feminista, manteniendo ambas 
fuerzas su autonomía. Cuando en los 90 e inicios del siglo XXI 
surge el transgenerismo, al calor de la teoría queer, se 
presenta como si fuera el mismo movimiento y aprovecha la 
simpatía, apoyo y complicidad creada por el movimiento 
transexual para ganarse a la sociedad para su causa. Por eso es 
muy importante mostrar las diferencias entre ambos 
conceptos y momentos históricos, y cómo los partidos 
políticos no parecen advertir esas diferencias (y son los 
partidos políticos quienes han legislado y legislarán sobre la 
materia). Las compañeras que militan en esos partidos tienen 
un papel muy importante que jugar aportando claridad 
conceptual en sus organizaciones, como el resto de feministas 
a todas las organizaciones sociales y políticas, como a la 
sociedad en general. 

En ese momento histórico empieza la confusión con la que hay 


que acabar si queremos participar en el debate público 
aportando la claridad que solicitan las propias personas 
afectadas (muchas de ellas acalladas por el transgenerismo). 
Tampoco podemos olvidar que no basta ofrecer claridad, como 
sociedad tenemos que ofrecer también las mejores soluciones 
para las personas de ambos sexos que sufren una ordalía a nivel 
personal por cuestiones de identificación de sexo y/o género. 
Hay que saber en cada momento de qué estamos hablando, qué 
defendemos, a qué nos oponemos las feministas, y a qué no. 
Teoría queer: la destrucción 
de las sujetas revolucionarias 

 
La mayoría de los artículos proqueer recientes son metafísicos, 
no hacen análisis histórico, de clase, no ofrecen un contexto 
socioeconómico y político, y acuden a “argumentos” 
irracionales como el miedo o las fobias ante la crítica política 
materialista a la teoría queer, por lo que será conveniente 
recordar en qué contexto histórico surge esa teoría, a qué 
intereses de clase sirve, y qué efectos políticos y prácticos ha 
tenido su dominio en la izquierda y el feminismo a lo largo de 
los últimos 30 años. 

¿Por qué la teoría queer es una teoría engañosa que no conduce a la


revolución feminista?
La teoría queer ha sido desde su inicio 
desmovilizadora, dando unos largos años de 
tranquilidad a la burguesía al disolver y hacer añicos 
al sujeto revolucionario o, mejor dicho, a las sujetas 
revolucionarias (sean las mujeres, sea la clase 
trabajadora). Sujetas revolucionarias muy 
presentes, antes de la aparición de la teoría queer en 
1990, en movimientos como el Movimiento de 
Liberación de las Mujeres o las Panteras Negras.
El sujeto revolucionario fue anulado y negado con fuerza desde 
los inicios de los años 90 (aunque ya había sido puesto en 
cuestión desde 1968), mientras era sustituido por un confuso 
magma de disidencias varias inoperantes en la lucha 
revolucionaria contra el capitalismo, el patriarcado y el 
racismo; o como propusieron autores “posmarxistas” como 
Negri y Hardt, por una difusa multitud definida por estos 
autores como​ una nueva clase global emergente​. Estos autores 
se ponen rápidamente de moda, como no podía ser de otra 
manera, en un mundo que nos presentan como posmoderno, 
posmarxista, posfeminista, postodo.  
 

 
 

Suele citarse como inicio de la teoría queer la publicación en 


1990 de “​El género en disputa​” de Judith Butler, una de sus 
mayores impulsoras. También se cita, como veremos, a Teresa 
de Lauretis, Sea como sea, la teoría queer surge a inicios de los 
años 90 desde las universidades de élite norteamericanas. 
 
Feminista “transgresora” recuperando el lema del feminismo 
burgués de la igualdad 

 
 
¿Qué ocurría en el mundo cuando aparece 
la teoría queer? 

En 1989 desaparece el muro de Berlín y la RDA, anexionada por 


la RFA; se impone el retorno al capitalismo en los países 
llamados socialistas; en 1991 desaparece la URSS. En China 
Deng Xiaoping había sepultado de facto la herencia de Mao y 
continuaba implacable con sus reformas capitalistas en la 
nación más grande del mundo. En 1992 Francis Fukuyama y 
otros teóricos neoliberales, por no hablar de los medios, 
proclamaban el triunfo total del capitalismo, el f​ inal de la 
historia​, lo que suponía el fin de todo proyecto revolucionario, 
no solo en acción, sino incluso en pensamiento. 

En ese contexto nace la teoría queer, no por causalidad en 


universidades de Estados Unidos, Francia, Italia y otros países 
occidentales, a rebufo del posmodernismo, del que forma 
parte. Las elitistas universidades del autoproclamado “​país 
vencedor de la guerra fría​”, Estados Unidos, son la cuna de la 
teoría queer, esa que nos quieren hacer pasar por tan 
progresista y tan transgresora. El nombre de t​ eoría queer​ se 
debe a la teórica feminista Teresa de Lauretis, quien lo usa por 
primera vez en una conferencia en Santa Cruz, en la 
Universidad de California​ en 1990. 
 
La conferencia de Teresa de Lauretis aparece publicada en un 
número especial de ​Differences: A Journal of Feminist Cultural 
Studies​ en el verano de 1991. El carácter academicista, burgués 
y elitista de la teoría queer será constante desde su nacimiento, 
al igual que ocurre con el posmodernismo. 

Los primeros autores posmodernos y queer realizaron una 


crítica disolvente a los que llamaban los g
​ randes relatos, ​las 
cosmovisiones que trataban de explicar el mundo: el 
feminismo, el marxismo, el anarquismo, la ciencia, el 
ecologismo. Algunas de sus críticas eran justas y acertadas, 
aunque muchas habían sido realizadas antes del 
posmodernismo por autoras negras, como Selma Jones, 
Angela Davis, Audre Lorde o la Colectiva del Río Combahee, o 
por autoras lesbianas como Adrienne Rich, en los años 70/80. 
Un texto de Selma James, publicado por primera vez en 1973: “​Sexo, raza y 
clase​”, es una prueba más de que las denuncias y luchas contra la opresión por 
sexo, raza y clase son muy anteriores a la teoría queer y a la llamada 
"interseccionalidad" de los años 90. 

"No se construirá nada unificado y revolucionario hasta que cada uno de los 
sectores explotados haya hecho notar su propio poder autónomo”​ (​Selma 
James​) 

En 1977 la Colectiva Combahee River publicó “​Una declaración negra​” donde 


también denunciaban como inseparables la opresión de sexo, raza y clase. En 
1981 Angela Davis publicó su esencial “​Mujeres, raza y clase​”. Adrienne Rich 
también fue muy clara en “​Apuntes para una posición​” (Sangre, pan y poesía) 

 
Conocer bien y restaurar la historia completa del feminismo tiene su 
importancia, porque hoy hay autoras queer y posmodernas que pretenden 
tener la primacía y la exclusividad de las reivindicaciones de las mujeres 
trabajadoras y racializadas, como si el feminismo marxista, negro o decolonial 
no hubiesen existido nunca, o no existiesen en la actualidad. 

Tiene su importancia porque si experimentas las opresiones inseparables por 


sexo, clase y raza que sufrimos millones de mujeres, no por eso hay que 
comprar el pack queer, que incluye como en un "todo incluido" cuestiones muy 
discutibles y discutidas hoy día, como poner en cuestión el sujeto 
revolucionario m
​ ujeres​, la regularización de la prostitución y la defensa de la 
pornografía o el BDSM como "empoderadores", la falta de justicia para las 
mujeres violadas o asesinadas, acusando a quien exija justicia de punitivista, 
etc, etc. 

Hay un linaje de ​feminismo marxista​ y f​ eminismo negro​, anterior a la teoría 


queer, que lucha contra las tres opresiones estructurales, y ha resistido la 
hegemonía del feminismo posmoderno, sin necesidad de asumir el pack liberal 
queer, y ha seguido haciendo aportes desde la aparición y difusión del 
feminismo posmoderno y de la teoría queer en los años 90 a la actualidad. 

El problema es que todo cayó bajo el análisis corrosivo del 


posmodernismo, defendiendo un relativismo que solo benefició al 
capitalismo y el patriarcado. Los autores queer y posmodernos 
tiraron la niña con el agua sucia de la bañera. 
Los referentes principales, tampoco por casualidad, dejan de 
ser mujeres, como en el feminismo anterior, llamado “la 
segunda ola”, desde Alexandra Kolontai, a Rosa Luxemburg, 
Simone de Beauvoir o Kate Millett, y pasan a ser varones 
misóginos. Un dato no desdeñable, aunque no lo veo destacar 
nunca, es que la teoría queer supone el retorno del varón al 
feminismo, autores como Freud, Foucault, Deleuze, Barthes, 
Lacan, Levi-Strauss, entran por la puerta grande, de una 
forma completamente acrítica. Sobre el mayor referente 
teórico de la teoría queer, Michael Foucault, destaca Suárez 
Briones la ausencia de las mujeres y de las lesbianas en sus 
obras. Las consecuencias de esta operación, nos recuerda, son 
una serie de aproximaciones post-foucaultianas a la 
institución de la heterosexualidad desvinculadas de todo 
vestigio feminista.

Los referentes teóricos varones y misóginos son muy relevantes


desde el inicio de la teoría queer. Basta leer la contraportada de “El
género en disputa” de Judith Butler.
Por supuesto, también comienzan a aparecer numerosos 
autores varones queer y feministos. Basta revisar cualquier 
bibliografía o biblioteca queer para comprobarlo. 
Paralelamente, el movimiento LGTB, dominado rápidamente 
por los varones gays, se despolitiza, aniquila el 
lesbofeminismo, y lucha por algunas reformas, que no por 
importantes, dejan de ser un maquillaje de la heteronorma y la 
heterorealidad. 

Las advertencias y críticas a la teoría queer y el 


posmodernismo hechas desde algunos autores marxistas y 
autoras feministas fueron mayormente ignoradas. La lucha de 
masas, las luchas colectivas, van entrando en crisis mientras 
son sustituidas por una teoría centrada principalmente en la 
identidad individual, la identidad de género, o por teorías 
económicas que no son otra cosa que apologías descaradas del 
neoliberalismo salvaje. Son teorías que se basan en una 
supuesta libertad individual. Es el mundo del emprendimiento, 
las startups… El mensaje es: ​Todo el mundo puede ser rico, solo 
depende de ti. Si no lo eres el problema eres tú, eres un fracasado. 

Durante el dominio posmoderno solo movimientos locales 


como el zapatismo (llamada ​la primera guerrila posmoderna​), o 
los movimientos antiglobalización o antiguerra, mantuvieron 
a duras penas un desafío al f​ in de la historia​.  
 

El 11/S supone el fin de cualquier iniciativa de lucha armada, que es 


conceptualizada como terrorismo. La única violencia legitimada 
socialmente es la del Estado, sea internamente o mediante la guerra 
imperialista. Cualquier utopía, incluso pacífica, es ridiculizada o 
demonizada. Se prohíbe hasta soñar. La historia ha terminado, el 
capitalismo es el mejor de los sistemas posibles, y se acabó. Piense en 
el YO, en el dinero, en SU bienestar, en su identidad personal. Si siente 
algún malestar, su origen es individual. El NOSOTROS, y sobre todo el 
NOSOTRAS, ha sido olvidado y enterrado. 
¿Por qué poner en cuestión el sujeto 
revolucionario mujer? 

Los nuevos grupos surgidos al calor de la teoría queer, grupos 


ya mixtos, se centran en esas identidades que a la vista está, 
que a pesar de su retórica transgresora o incluso 
revolucionaria, no han sido capaces de movilizarse nunca de 
un modo significativo, ni contra el capitalismo, ni contra el 
patriarcado, ni contra el racismo. Esa amalgama de disidencias 
no han constituido en absoluto una amenaza para el sistema 
establecido, más bien su coartada. No han sido como 
pronosticaron los teóricos posmodernos el nuevo sujeto 
revolucionario, el sustituto para los anteriores sujetos 
revolucionarios dados anticipadamente por muertos. La 
izquierda, confundida, derrotada y huérfana de referentes 
teóricos, pues ha tirado precipitadamente a la basura a los 
suyos, volvió a fracasar al renunciar a la defensa de clase 
trabajadora, a la que consideraban comprada por el e
​ stado de 
bienestar, ​buscando a​ las nuevas disidencias, s
​ in recordar que la 
crisis capitalista es cíclica, y no tardaría en manifestarse en 
toda su crudeza, como ocurrió a partir de 2008.  
 
 

El potencial de la lucha revolucionaria de las mujeres no ha de 


dar más sustos a los poderosos. Hay que acabar con las 
mujeres, y como no pueden aniquilar a media humanidad, 
¿qué mejor que diluir o acabar con el sujeto mujer? La teoría 
queer es la encargada de esa labor, mientras posmarxismos 
varios convencen a la clase trabajadora de que, como las 
mujeres, tampoco existe, que han progresado y son ya la clase 
media, una clase que solo prosperará dentro del capitalismo. 

Solo los cambios progresistas en América Latina y la crisis 


económica en Estados Unidos, Europa… suponen el fin de la 
completa hegemonía ideológica burguesa, expresada en 
muchos ambientes autodenominados feministas o de 
izquierdas, por el posmodernismo queer, que había sido 
asimilado de una forma completamente acrítica. Aún así la 
derrota de la teoría queer y el posmodernismo no es todavía 
completa, y hay sectores feministas y de la izquierda que no 
han hecho la reflexión histórica y política correspondiente.  
 

La teoría queer es el opio del pueblo 

Hoy está en juego para las mujeres, la clase trabajadora, las 


mayorías/minorías oprimidas por su sexualidad, su clase o su 
etnia, encontrar una salida del mundo posmoderno que no sea 
ni volver a la premodernidad, ni a la modernidad ilustrada, 
sino relacionar dialécticamente las partes válidas de esos 
grandes relatos​ ilustrados​, ​incorporando la críticas 
posmodernas acertadas, sin que todo esto implique tirar a 
ninguna niña con el agua sucia del etnocentrismo, el racismo, 
el colonialismo, la misoginia, la homofobia, etc, de la razón 
ilustrada. 

 
 
 
 

La teoría queer, al poner en cuestión al sujeto m


​ ujer ​supone el 
fin de las importantes organizaciones de masas de la segunda 
ola del feminismo (junto a las divisiones internas).  
 

No es una casualidad que las grandes movilizaciones del 


movimiento de mujeres fueran ANTERIORES al nacimiento de 
la teoría queer, en los años 60/70/80, y POSTERIORES, una vez 
que hayan resurgido las luchas de las mujeres, cuando una 
generación de mujeres que ignoran la teoría queer, pero no la 
violencia sobre sus cuerpos, se organizan desde las bases, e 
ignorando a la academia y a la élite feminista, han vuelto a 
tomar las calles. 
 

 
 

No es fácil, pero nuestra lucha es y será imprescindible. En 


esas estamos… 
 

 
 

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