Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
Marina Müller
El psicoanálisis se ocupa del icc y trata los aspectos motivacionales profundos de la vida psíquica.
Freud
Concibe lo psíquico como arraigado y emergente de lo biológico: un sistema de pulsiones básicas que buscan
descargarse para disminuir el displacer producido por la tensión y procurar el placer al lograr sus objetivos. Estas fuentes
pulsionales profundas son las que proporcionan la energía que, por internalización de influjos del medio, surjan
estructuras secundarias que reflejan la incidencia de lo cultural.
La pulsión sería la tendencia poderosa enrazada en lo biológico, en busca de objetos dirigidos a satisfacerla. Las
pulsiones están ligadas a orígenes orgánicos irrepresentables psíquicamente como tales, tienen gran persistencia,
subsisten durante todo el ciclo vital con una vigencia determinante y una modalidad infantil. La pulsión sexual, que
penetra la mayor parte de actividades psíquicas en forma directa o sustitutiva.
- Dinámico: para la explicación de cualquier fenómeno psíquico hay que considerar las fuerzas psíquicas que
actúan, conjunta o antagónicamente (cuando están en conflicto). La actividad psíquica está determinada por las
pulsiones, la cual se expresa como sobre-determinación, es decir, que no hay un determinante único, sino que la
explicación causal es compleja, múltiple, porque inciden simultáneamente diferentes niveles de representaciones. Por
ello toda expresión psíquica o sintomática remite a múltiples lazos asociativos y elementos inconscientes.
- Económico: incluye la noción de energía psíquica que se desplaza, distribuyéndose por el sistema,
descargándose y transformándose, suponiendo la posibilidad de apreciar relativamente su magnitud (criterio
cuantitativo).
*el del placer, que es el más primitivo, característico del inconsciente, busca la satisfacción por descarga inmediata, sin
tomar en cuenta las consecuencias, para gratificar los deseos inconscientes. Caracterizado por el funcionamiento del
proceso primario y la omnipotencia del pensamiento.
*el de realidad, más tardío en su aparición, resulta de los aspectos conscientes y preconscientes. Reprime, posterga o
proporciona mediante rodeos la satisfacción, considera las consecuencias de la acción, toma en cuenta los objetos
sociales y las motivaciones culturales, está gobernado por el proceso secundario, donde aparece el pensamiento lógico
consciente.
- Estructural: Freud elaboró dos tópicas (lugares metafóricos) o distribuciones de instancias psíquicas que
intervienen en todo el sujeto: la más antigua, el inconsciente, el preconsciente y el consciente.; la segunda, formada por
el Ello, el Yo y el Super yo. Estas instancias psíquicas son formaciones estables que permiten la persistencia del pasado
en la conducta actual, según los rasgos y defensas predominantes en un sujeto.
El Ello, es lo pulsional inconsciente, reservorio de energía psíquica, que alimente a todas las demás instancias y es el
determinante fundamental de la vida psíquica, desde el punto de vista dinámico, entra en conflicto con el Yo y el Super
Yo, quienes derivan genéticamente del Ello.
El Yo, es el polo defensivo de la personalidad, el que la arma contra la emergencia de angustia, es un factor de síntesis
de los procesos psíquicos e implica una mediación entre el Ello y las exigencias pulsionales, y el mundo exterior, pero en
sus operaciones defensivas se contamina de las características del proceso primario (compulsión de repetición, a-
realidad)
1
El Super Yo, es el heredero del complejo de Edipo, surge como interiorización de las exigencias y prohibiciones
parentales, tiene una función inconsciente con pautas idealizadas (ideal del yo), la conciencia (moral) del sujeto.
Otro punto de vista que se deduce de la obra de Freud es el de series complementarias, que explican la
existencia de factores tanto constitucionales como adquiridos en el desarrollo de los fenómenos psíquicos. La acción
etiológica de estos factores se interrelaciona y compensa mutuamente (por eso complementarias).
1era. serie complementaria
La herencia
+ Constitución
Lo congénito +
1eras. experiencias infantiles (primeros 5 años)
Otro concepto es el de zonas erógenas, predominantes en las distintas etapas, las primitivas sn integradas en
forma sublimada o desplazadas en las etapas más avanzadas. Esto explica la presencia de regresiones tanto normales
(sueños fantasías, etc.) como patológicas (síntomas neuróticos).
Existen distintas etapas de desarrollo de la líbido, la cual va modificando sus fuentes de exitación:
Etapa oral 1era: succión (nacimiento – 6 m): Autoerotismo, anobjetal, preobjetal, preambivalente.
2da: sádica, caníbal (6 meses – 18 m): narcisismo, objeto total, amor parcial.
Etapa anal 1era: sádico anal – expulsiva (18/24m – 1 ½ /2 a): expulsión (proyección) de lo displacentero
2da: sádico anal – retentiva (24/26 m – 2/3 a): amor parcial ambivalente.
Etapa fálica (3 – 5/6 a): amor objetal, limitado por el predominante complejo de castración, ambivalente.
Lacan
Destaca la primacía del icc en la constitución de todo sujeto; las formas de manifestarse; sus leyes; y la
importancia nuclear de la relación triangular edípica para estructurar el psiquismo y caracterizar sus alteraciones.
Para Lacan la cultura y el lenguaje son sistema pre-subjetivos, que hacen humano a cada sujeto. Lo humano solo
puede configurarse desde el acceso a lo simbólico, por participación en lo cultural.
Aplica al campo psicoanalítico conceptos provenientes de la lingüística. En cuanto a las leyes del icc, retoma las
señaladas por Freud:
Condensación: reúne diferentes representaciones en cuanto se asemejan, por ello la hacen equivalente a la metáfora,
que sustituye una imagen verbal por otra. (Relación con la lingüística)
Desplazamiento: establece asociaciones por contigüidad (traslado de una carga inconsciente, desde una representación
a otras diferentes), equivale a la metonimia, tal como se produce en los sintagmas del discurso.
2
Nos habla de tres registros u órdenes donde transcurre lo humano:
Lo real: tiene relación con lo que no puede simbolizarse, pues está perdido en el inconsciente y desarticulado en las
vivencias corporales, mentales, tanto como inarticulado en el lenguaje. Lo no simbolizable, no representable, inefable,
remite en última instancia a la muerte y a la sexualidad.
Lo imaginario: construido a partir de la identificación del sujeto con la imagen propia del espejo, que le brinda una
ilusoria unificación y reprime la experiencia del cuerpo despedazado. Surge del intento de ubicarse como
completamiento de las carencias y del deseo materno (narcisismo materno-filial).
Lo simbólico: corresponde al orden de la cultura y del lenguaje, de la ley del padre o sistema de parentesco y leyes que
lo regulan: prohibición del incesto, del canibalismo, del asesinato, que rompe la dualidad narcisista entre madre e hijo, e
introduce el reconocimiento del tercero, sujetos los tres integrantes del triángulo edípico a una legalidad cultural de la
cual el padre real es siempre sólo una metáfora.
Estas elaboraciones establecen diferencias entre:
Necesidad: sería un estado de tensión interna que encuentra satisfacción por la acción específica que procura el objeto
adecuado (alimento para el hambre). A nivel humano es impensable una pura necesidad como tensión biológica, que no
pase por lo cultural.
Demanda: formulada, articulada como lenguaje, aún no verbal del sujeto, por ejemplo en el bebé, apela a otro, aunque
todavía se dirige a un objeto, intervienen siempre otros humanos como destinatarios del mensaje. La demanda se
articula, es en el fondo demanda de amr, ed ser significante para otros.
Deseo: está relacionado con la apetencia, con una concupiscencia que nunca podrá ser satisfecha. No puede reducirse a
la necesidad pues tiene que ver con fantasías, no con objetos reales sino con el mundo imaginario subjetivo. Tampoco se
circunscribe a la demanda, pues no toma en cuenta el lenguaje ni el inconsciente del otro, sino que exige ser reconocido
en forma incondicional por este. El deseo se halla ligado indisolublemente a huellas mnémicas, por lo cual encuentra
realización en la reproducción alucinatoria de percepciones convertidas en signos de la primera satisfacción (sueños,
mitos, etc.).
El deseo está ligado siempre a signos infantiles indestructibles en el psiquismo. Se equipara a la metáfora es
siempre deseo de otra cosa, no puede ser delimitado a un objeto preciso. El objeto del deseo es metonímico: se desplaza
de una cosa a otra interminablemente, trasladándose de un significante a otro en forma perpetua: es esa empresa de
búsqueda imposible de concluir a nivel de lo real lo que constituye la vida psíquica.
1. Durante las primeras etapas de la vida, el sujeto dependiente e indefenso, construye su psiquismo en relación a su
madre. Se convierte para ella en su completamiento narcisista, se identifica con el objeto del deseo materno. Equivale
así al falo, intenta ser el falo del cual su madre carece, constituyéndose la célula dual madre-hijo (madre fálica-
narcisismo) Aquí se delinea un tercer término, el falo vacío materno que el infante procura en vano colmar. El Yo del
bebé se forma por identificación con la imagen de sí que le ofrece el deseo materno, a modo de un primer espejo
inificador. El Yo es una construcción exterior al sujeto, propia del registro imaginario y narcisista, un espejismo o ilusión
de unidad que mantiene tapadas las fantasías de disolución como cuerpo fragmentado. Esta imagen especular
corresponde al yo ideal narcisista. Más allá de esta relación dual-especular, el yo y su semejante, el yo y la rivalidad o la
fusión con el otro, se ubica desde un principio el orden simbólico del cual dependen madre e hijo.
2. En el segundo tiempo edípico prevalece la imagen del padre terrible, como tercero dispensador de la ley, quien
asegura el rompimiento del círculo aprisionador madre-hijo. El padre se convierte en un personaje castrador, el que
corta la unidad entre madre e hijo, indispensable en su intervención como representante del Padre simbólico, de quien
no es más que el portador de ciertos atributos: “tiene el falo pero no es el falo” (metáfora parental). La relación edípica
no implica tres sino cuatro término: madre, hijo, padre, padre simbólico. Este último término formula por medio del
padre una doble prohibición: del incesto para el hijo y de la re-incorporación o devoración del hijo, para la madre fálica.
El orden simbólico queda así instaurado, rompiéndose la continuidad originaria entre madre e hijo (el círculo narcisista,
el cual es anulante del deseo subjetivo). Se inaugura una heterogeneidad radical con respecto de la vida natural o
biológica, ya que el padre simbólico garantiza la intervención de la cultura y del lenguaje, donde los significantes tienen
valor discriminatorio. Este paso se cumple por la prohibición del incesto: las relaciones de parentesco inmediatas no
3
deberán coincidir con las alianzas matrimoniales. De esta manera se superan las leyes puramente biológicas y se da lugar
a lo humano en cada integrante de la especie: cada uno sabe quién es y qué relación tiene con cada uno de los otros,
cosa imposible en la total promiscuidad.
3. El sujeto admite lo simbólico, paga su deuda, renunciando al incesto y entrando en las estructuras del lenguaje, por lo
cual se divida psíquicamente: se constituye obedeciendo a un orden que lo enajena de sí, que lo convierte en un
significante en relación a otros significantes, distinto con respecto de lo dado natural o material: Al reconocer la Ley del
Padre simbólico, el hijo de discrimina en relación al deseo capturante de su madre, conoce su propia incompletud básica
y acepta su castración: él no es el falo de su madre, no es tampoco por sí mismo el falo, sólo lo tiene o puede tenerlo (el
hijo, para la mujer). Disminuye su narcisismo, internalizando al padre y a sus normas mediante el Super Yo, lo cual
conlleva la declinación del complejo edípico. El padre, ser vivido como terrible pasa a experimentarse como permisivo,
por lo que puede identificarse con él (formación del ideal del yo). El sujeto puede incorporarse mediante su propio
lenguaje expresivo y comprensivo al mundo cultural, en el que ocupará un lugar particular según el recorrido de su
relación intersubjetiva familiar. El niño descubre que el padre no es tampoco el falo, ya que lo tiene sin equivaler a él.
Winnicott
Denominó objetos transicionales y fenómenos transicionales a los referidos a la zona intermedia de experiencia
entre el erotismo oral y la verdadera relación de objeto, entre la actividad creadora primaria y la proyección de lo que se
ha introyectado. Estos fenómenos se ubican durante la etapa en la cual el niño pequeño adquiere paulatinamente la
capacidad de simbolizar, a partir de la pura subjetividad hasta construir la objetividad. Abarcan una serie de objetos
representantes de la relación del bebé con el pecho materno (pulgar, sábana, objeto con propiedades peculiares de
textura, calidez, etc.). Es algo que el bebé posee pero sin ser plenamente “un objeto exterior” a lo cual puede dominar y
manipular mágicamente, gracias a que el objeto interno del niño está vivo y es suficientemente bueno.
Estos fenómenos permiten hacer el pasaje entre la realidad interior y la exterior, mediante una zona intermedia
de experiencia que no es objeto de ataques y que pertenece al reino de la ilusión que constituye la base de la iniciación
de la experiencia. Esta zona subsiste en la vida posterior en las actividades creativas, el arte, la religión, la vida
imaginativa, la producción científica e implica la existencia permanente de paradojas que deben aceptarse y que no
pueden ser resueltas, indispensables para la vida psíquica y cultural.
Winnicott destaca el valor del juego en sus posibilidades creativas y terapéuticas: la búsqueda puede nacer sólo
de un funcionamiento informe e inconexo, de un juego rudimentario como de una zona neutral. En un estado no
integrado de la personalidad, puede aparecer la creatividad. La posibilidad de simbolizar sólo aparece cuando existe una
madre y un medio que sostengan al pequeño lo suficiente como para que éste aprende a confiar y elaborar la ilusión de
que las cosas son como él cree para aceptar poro a poco que no es así (desilusión gradual).
En el encuentro terapéutico, tanto el terapeuta como el paciente deberán saber o aprender a jugar para que se
produzca una labor creadora. Creándose una zona intermedia o transicional con el paciente, creando en forma
espontánea una especie de garabato que tenga cierta forma siguiendo la consigna. El juego compartido constituye
también ese espacio transicional, matriz de la creatividad.