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Cátedra Ex Savransky
■ Fundamentación
El Diseño como disciplina proyectual surge a fines del siglo XIX y principios del XX como
una conjunción entre los requerimientos de la industria y las vanguardias artísticas. A dife-
rencia del hacer espontáneo que caracterizaba al trabajo artesanal en el que la producción
quedaba librada al saber práctico del artesano, quien definía y modificaba durante el proce-
so de elaboración las determinaciones de los objetos, con el desarrollo de la producción en
serie surgió la necesidad de poner bajo control racional cada vez más aspectos del proceso
productivo. La subordinación del trabajo al capital que tuvo lugar con el paso de la organi-
zación del trabajo del taller artesanal a la producción industrial supuso una expropiación cada
vez más grande del saber espontáneo del trabajador sobre su trabajo. Con el propósito de
aumentar la productividad se sometió a la fuerza de trabajo a formas de disciplinamiento y
control que sustituyeron los saberes implícitos característicos de los oficios por una direc-
ción racional de la producción que era ajena a los trabajadores. Se implementaron criterios y
métodos que definían no sólo los tiempos, ritmos, cantidad y calidad de la producción si-no
incluso las secuencias de movimientos mínimos para el cumplimiento de las tareas. De esta
manera, se produjo un profunda separación entre un «saber» que permitiera fijar obje-tivos
y calcular resultados de manera anticipada, por un lado, y un hacer práctico al que tanto el
proceso de trabajo como sus productos se le presentaban como extraños. Pero así como el
trabajo debió subordinarse a los avances tecnológicos de la producción en serie también la
forma de los objetos tuvo que adecuarse a las determinaciones de la industria. La
imposibilidad de modificar las condiciones del objeto durante el proceso de producción, la
degradación estética generada por la producción industrial y la inviabilidad económica de
multiplicar los recursos técnicos para ampliar las opciones exigía un trabajo de determi-
nación de la forma que fuera anterior a la producción del objeto. De allí surgió el carácter
proyectual del Diseño: como un intento de anticipar la forma en un programa que precedie-
se a su realización material.
Las primeras Escuelas de Diseño, en sus expresiones funcionalistas y racionalistas, bus-
caron establecer condiciones universales para la producción de la forma. La pretensión era
anticipar una forma que se supeditara por completo al cumplimiento de una función pero
que, aún así, gozara de valor estético. En la medida en que las funciones pudieran delimi-
tarse racionalmente y ser expresadas por la forma se alcanzarían también condiciones uni-
versales de legibilidad para ser incorporadas a la etapa de prefiguración. Existía la aspi-ración
de crear una gramática universal de la forma con la que diseñar objetos que estuvie-ran
completamente determinados por su valor de uso y, por consiguiente, despojados de toda
investidura simbólica. Se partía de la suposición de que era posible distinguir en una forma
su dimensión funcional de todo orden de significación. En esta dirección, Alfred Lo-os en
“Ornamento y delito” había expresado su desprecio por todo excedente significativo al que
consideraba signo de degradación cultural y derroche económico. Durante mucho tiempo se
intentaron desarrollar metodologías para la composición de la forma según crite-rios
racionales, como la elaborada por Christopher Alexander para quien la forma del ob-jeto de
diseño podía ser alcanzada luego de un proceso de descomposición analítica de las
necesidades funcionales a satisfacer y su síntesis en términos formales. Pero estas ideas, que
expresan cierto «realismo ingenuo», se apoyan en una concepción «natural» de la fun-ción
como si ésta fuera una propiedad inherente a los objetos a la que puede accederse a través
del conocimiento científico. De la misma manera, la concepción de un «usuario ide-al» con
necesidades universales, al que se llega únicamente por la vía de la racionalización, se
sostiene sobre la existencia de una dimensión natural del cuerpo humano y sus necesida-des.
Este fue el caso, por ejemplo, de El Modulor de Le Corbusier, con el que buscaba de-sarrollar
una unidad de medida de la escala del cuerpo para aplicarse universalmente a la arquitectura.
Pero como lo ha señalado Castoriadis, las «necesidades humanas», al igual que la forma y
función de los objetos no pueden constituirse por fuera de un orden signifi-cativo. Por
consiguiente, el pretendido carácter natural de las necesidades y funciones no es más que el
producto de un proceso de naturalización de significaciones imaginarias socia-les instituidas
que siempre son arbitrarias y contingentes. Al tratarlas como universales, en tanto se las
considera como inscriptas en una naturaleza, el racionalismo construyó con sus obras un
modelo disciplinario.
Las transformaciones en el sistema de producción alrededor de la década del ’50 tam-bién
generaron nuevas demandas que el Diseño buscó satisfacer. Si a principios del siglo XX el
Diseño surgió de la mano de la producción en serie, como un intento de anticipación racional
de una forma que era determinada por su valor de uso, con los avances tecnoló-gicos que
hacieron posible una fabricación de objetos cada vez más diversificada —y la consecuente
expansión del mercado–, la competencia dejó de ser entre los productos para pasar a ser una
competencia por su significación. El Diseño dejó de apuntar a la producción de una forma,
entendida como la realización racional de una función de uso, para trabajar sobre su
investidura simbólica. En la medida en que el valor de los los objetos no se redu-ce a su
utilidad y tiene la capacidad de comunicar mensajes se empezó a intervenir sobre su valor
significativo. Bajo estas condiciones surgió la Publicidad y el trabajo sobre la ima-gen de
marca cuya finalidad última, aún cuando pudiera destacar aspectos de la funcionali-dad de
un producto, es siempre el sentido. Esto supone que junto al mercado económico en el que
se intercambian valores de uso hay un mercado simbólico en el que se intercambian sentidos
que operan como valores de cambio de los primeros. Como ha señalado Bourdieu «aquello
que se intercambia deja de ser un objeto material para volverse un símbolo o un mensaje que
se comunica y funda un vínculo social». Los objetos distinguen, incluyen o excluyen;
generan prestigio y legitimidad tanto como degradación y menosprecio. De esta manera, si
hay un mercado de los intercambios simbólicos también hay luchas por la apro-piación de
los valores significativos: por el crédito, la notoriedad o el reconocimiento que expresan. El
Diseño, como disciplina proyectual, pretende direccionar intencionadamente y de modo
racional la dinámica, los contenidos y las modalidades de los intercambios simbó-licos. A
partir de una programación estratégica de la producción de sentidos y significacio-nes busca
anticipar en forma determinada los efectos que ha de producir en la recepción. La incidencia
de la Publicidad en el mercado y en la conformación de las modalidades de con-sumo ha
mostrado la capacidad de intervenir en el terreno de los intercambios simbólicos a partir de
un cálculo expreso. Pero, lo mismo, sin lugar a dudas, puede encontrarse en la propaganda
política en la que se busca una eficacia significativa que sobrepasa por mucho el discurso
racional y las propuestas programáticas y se centra en aspectos imaginarios y simbólicos de
la construcción significativo-afectiva de los candidatos. La política puede pensarse como una
forma de intercambio simbólico direccionado en tanto se define por la intención explícita y
planificada de producir –a través de acciones propagandísticas, cam-pañas, etc.— unos
efectos premeditados, entre los que se encuentra principalmente la cons-trucción de
adhesiones a través del condicionamiento de las prácticas y representaciones de los sujetos
receptores.
2–.La Dialéctica del Amo y del Esclavo en Hegel. El sentimiento de sí, la certeza subjetiva
y la verdad objetiva: la Autoconciencia, el Para sí. El Yo natural y el Deseo animal. El Yo
como vacío y el contenido como negación de lo dado. La realidad objetiva y subjetiva. El
Deseo como acción, negación y supresión. La destrucción material y la superación dialéc-
tica. La asimilación y la interiorización. El Deseo humano como trascendencia de lo dado:
el Deseo de otro Deseo. De la relación con el mundo natural a la relación con el Otro. La
intersubjetividad. La conservación de la vida como valor del deseo animal y el prestigio
como valor de la Autoconciencia. La lucha a muerte por el reconocimiento es el intento de
imponerse al otro como «valor supremo». El reconocimiento como matriz constitutiva de la
subjetividad y sus formas históricas. De cómo el interés particular se hace general al hacer-
se reconocer por el Otro. La certeza subjetiva como saber íntimo de la propia existencia
humana y la verdad objetiva como su confirmación por el otro. La reciprocidad y la asime-
tría. Amo y Esclavo: la Dominación. ¿Por qué retrocede el Esclavo? El miedo a la muerte
biológica y a la muerte subjetiva. La renuncia al propio valor y la asunción del valor del otro
como propio: “El Esclavo adopta el punto de vista del Amo”, la identificación con el
Dominador, la figura del Amo como ideal y la interiorización de la dominación. El someti-
miento como imposición por la fuerza o como reconocimiento de la legitimidad: “El Escla-
vo hace sobre sí lo que el Amo quiere hacerle”. La complicidad. El temor, la deuda y la
angustia como motores subjetivos de la reproducción de la dominación. La lucha se pro-duce
en el terreno de los afectos. Formas del desconocimiento. La salida del Esclavo es el trabajo.
El trabajo al servicio del Otro. La represión del deseo y la demora de la satisfac-ción. El goce
del Amo. La libertad interior y el sometimiento exterior: el Estoico.
Bibliografía de Teóricos
–. Kojeve, A., La Dialéctica del Amo y del Esclavo, Bs. As., Ed. Fausto, 1999.
–. Ricoeur, P., “La lucha por el reconocimiento y la economía del don” (Conferencia).
Biliografía de Prácticos
–. Mauss, M., “Introducción”; “Capitulo I”, “Capitulo II” [Fragmento pp. 138-186] Ensayo
sobre el Don. Forma y función del intercambio en las sociedades arcaicas, Katz., Bs. As.,
2009.
–. Lefort., C., “El intercambio y la lucha de los hombres”, en Las formas de la historia.
Ensayos de antropología política, D.F., Fondo de Cultura Económico, 1988
‒. Combes, H., “A manera de conclusión: pensar el intercambio en política”, en Revista
Desacatos, No. 36, México, May-Ago., 2011.
Bibliografía complementaria
Bibliografía de Teóricos
–. Bourdieu, P., “Estructuras, habitus, prácticas, en El sentido práctico, Siglo XXI, Bs. As.,
2007.
–. Bourdieu, P., “Violencia simbólica y luchas políticas”, en Meditaciones pascalianas,
Anagrama, Barcelona, 1998.
–. Merleau-Ponty, M., “La espacialidad del cuerpo propio y la motricidad” en Fenomeno-
logía de la percepción, Fondo de Cultura Económico, México, 1957. (Fragmento).
–. Merleau-Ponty, M., “La percepción del prójimo en el niño”, en Psycholigie et pédagogie
de l’enfant: Cours de Sorbonne 1949-1952. (1era Parte). Traducción de cátedra.
‒. Laplanche, J., “El orden vital y la génesis de la sexualidad humana” en Vida y muerte en
psicoanálisis, Bs. As., Amorrortu, 2001.
‒. Freud, S., “Introducción del narcisismo”, en O.C., XIV (1914-1916), Bs. As., Amorrortu,
2006.
Bibliografía de prácticos
–. Bourdieu, P., “Los modos de la dominación”, en El sentido práctico, Siglo XXI, Bs. As.,
2007.
–. Bourdieu, P., “La creencia y el cuerpo”, en El sentido práctico, Siglo XXI, Bs. As., 2007.
–. Bourdieu, P., “Esperanzas subjetivas y oportunidades objetivas”, en Argelia 60, Bs. As.,
Siglo XXI, 2006
–. Bourdieu, P., “Las contradicciones de la herencia”, en La miseria del mundo, Fondo de
Cultura Económico, Bs. As. 2007.
‒. Bourdieu, P., “Prefacio” a Lazarsfeld, P, Jahoda, M., Zeisel, H., Les chômeurs de
Marienthal, Ed. de Minuit, París, 1981. (Traducción de cátedra)
Bibliografía complementaria
Bibliografía de Teóricos
Bibliografía de prácticos
Bibliografía de Teóricos
Bibliografía de prácticos
–. Bourdieu, P., “La economía de los intercambios simbólicos”, en Razones prácticas, Bar-
celona, Anagrama, 1997.
‒. Bourdieu, P., “El misterio del ministerio. De las voluntades particulares a la «voluntad
general», en Loïc Wacquant, El misterio del ministerio. Pierre Bourdieu y la política
democrática, Barcelona, Gedisa, 2007.
‒. Bourdieu, P., “Clase del 1 de Febrero de 1990”, en Sobre el Estado. Cursos en el Collége
de France (1989-1992), Barcelona, Anagrama, 2014.
–. Vommaro, G., Quiróz, J., ‘“Usted vino por su propia decisión’: repensar el clientelismo en
clave etnográfica”, en Desacatos, núm. 36, 2011.
Bibliografía complementaria
“Las raíces del poder se hunden en la profundidad de la subjetividad”. El problema del po-
der en Freud. La interpretación de Rozitchner. Las formas de la dominación política y la
configuración política de sus adeptos. “¿Porqué los hombres anhelan la servidumbre?”. La
instauración de la matriz despótica y la distancia interior: el duelo edípico como drama fun-
dador de la subjetividad. De la sexualidad infantil al período de latencia: la inscripción de la
Ley y la moral. El sepultamiento del complejo de Edipo: la frustración y la amenaza. Lu-gar
de la amenaza real y de la fantasía. La denegación de la satisfacción es desconocimien-to y
la amenaza es a la pérdida del amor de los padres. El conflicto entre la investidura nar-cisista
y la investidura de objeto: miedo a perder el ser por desear: la renuncia al objeto de deseo y
el fundamento del sometimiento. La transacción: renuncia y adhesión. El obstáculo a la
satisfacción y el padre como rival: la lucha es a muerte. La eliminación del obstáculo:
realidad o fantasía. La rebeldía originaria y el enfrentamiento con el rival. La asimetría de
fuerzas. La eliminación imaginaria del otro y la inversión de la situación a su favor: ¿asesi-
nato del padre o supresión dialéctica? La solución fantaseada es el fundamento de la domi-
nación: la identificación con el represor. La autoridad del padre se introyecta en el yo. La
instauración del superyó y el ideal del yo como herederos del complejo de Edipo. La agre-
sividad hacia el rival es dirigida contra uno mismo. “La detención de la agresión por la
culpa”. De porqué el Esclavo retrocede. La expropiación de la agresividad como método de
dominación social. La culpa real por un hecho fantaseado detiene la transformación. Mie-do,
culpa y angustia. Los sentimientos inconcientes y la necesidad de castigo: su prolon-gación
política como conductas de fracaso. El operador social como modelo de transacción social:
la figura que conglomera fuerzas contradictorias. La canalización de la agresión y el deseo
reprimidos. ¿Quién ocupa el lugar del Ideal del yo? La ratificación exterior de la dominación
interiorizada. La satisfacción inmediata y la postergación de la satisfacción. Formas de la
transacción: formas de intercambio.
Bibliografía de teóricos
‒. Freud, S., “La identificación”, Psicología de las masas y análisis del yo, en O.C., Vol.
XVIII, Bs.As., Amorrortu, 2006.
–. Freud, S., “El sepultamiento del complejo de Edipo”, en O.C., Vol XIX., Bs. As., Amo-
rrortu, 2006.
‒. Bleichmar, S., “Revisión del complejo de Edipo y su relación con la constitución del
superyó”, en La construcción del sujeto ético, Bs. As., Paidós, 2016.
Bibliografía complementaria
–. Freud, S., “31a Conferencia: La descomposición de la personalidad psíquica”, en O.C.,
Vol. XXII, Bs. As., Amorrortu, 2004.
‒.Freud, S., El malestar en la cultura, (Selección del punto V al VIII), en O.C., Vol XXI, Bs.
As., Amorrortu, 2006.
Bibliografía de prácticos
–. Rozitchner, L., “Del duelo a la política: Freud”, en Perón; entre la sangre y el tiempo. Lo
inconsciente y la política, Bs. As., Biblioteca Nacional, 2012.
‒. Rozitchner, L., “La política que excluye la guerra”, en Perón; entre la sangre y el tiem-po.
Lo inconsciente y la política, Bs. As., Biblioteca Nacional, 2012. (Fragmento pp. 356 a 368).