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La antigua polémica acerca de dos grandes paradigmas de las ciencias sociales y humanas
(galileano y aristotélico) que Mardones y Urzúa (1992) califican de incesante, ha devenido
una serie de reflexiones epistemológicas que invitan a asumir posiciones menos lineales en
la explicación de lo humano y lo social, si bien, como señala Gellner (1997) también han
dado lugar a descripciones someras y poco rigurosas. En todo caso, de acuerdo con Kosik
(1976:25-37), he asumido que la apariencia fenoménica y la esencia de las cosas no
necesariamente coinciden del todo y por tanto, se trata de destruir el mundo de la
“pseudoconcreción” para poder develar la esencia de las cosas a través de la
descomposición del todo. Y, entonces, como discurso que promete una forma novedosa de
interpretación de la realidad, lo anterior se antoja más una serie de buenos deseos del cómo
hacer, que una propuesta viable, cristalizable en prácticas de investigación reales.
Sin embargo, es un hecho que los aconteceres sociales exigen formas de análisis que
propongan no únicamente describir, sancionar o justificar la forma en que los distintos
grupos humanos se relacionan, sino que permitan el reconocimiento del sentido de las
acciones sociales en sus dimensiones tanto subjetivas como colectivas para poder
desentrañar y comprender su complejidad. Evidentemente, esta posibilidad supone no sólo
un dominio o uso de estrategias de recopilación de datos y de información diversa, sino una
empatía con formas de construcción de conocimientos que se arriesgue a “… afrontar lo
entramado (el juego infinito de inter-retroacciones), la solidaridad de los fenómenos entre
sí, la bruma, la incertidumbre, la contradicción” (Morin, 1996:36).
Esta
última
cuestión
sobre
la
perspectiva
epistemológica
que
sostiene
las
formas
de
hacer
investigación
resulta
pertinente
en
razón
de
la
simplificación
que
se
ha
hecho
de
lo
correspondiente
a
las
cuestiones
técnicas
como
modelos
o
paradigmas
excluyentes
o,
en
el
mejor
de
los
casos,
como
necesariamente
complementarios:
lo
cualitativo
y
lo
cuantitativo.
Particularmente
me
parece
mucho
más
importante
y
decisiva
la
manera
en
que
se
concibe
la
realidad
y
la
forma
en
que
se
pretende
acceder
a
su
conocimiento.
Concebir
a
la
realidad
en
general
y
específicamente
a
la
realidad
social
y
cultural,
que
es
la
que
nos
ocupa
ahora,
como
algo
cambiante,
impredecible
y
en
absoluto
movimiento,
supone
de
alguna
manera
un
reacomodo
–por
llamarle
de
alguna
manera-‐
de
las
estructuras
mentales
que
se
han
formado
bajo
los
esquemas
de
la
necesaria
búsqueda
de
explicaciones
certeras
y
predecibles
de
la
vida
social
de
las
culturas,
las
cuales
finalmente
dan
cuenta
de
una
parte,
la
parte
simplificada
de
una
realidad
–social
o
natural-‐
que
ha
tenido
que
ser
extraída
de
la
complejidad
inmanente
para
su
aprehensión
racional.
A
veces,
la
intención
de
discernir
entre
las
contradicciones
entre
el
método
hipotético
deductivo
y
las
propuestas
no
causalísticas
de
lo
social
o
cultural
no
es
suficiente.
4. De la práctica específica de la investigación.
La
conformación
del
objeto
y
el
proceso
general
de
la
investigación
tiene
variados
y
a
veces
muy
distintos
derroteros
que
posibilitan
su
rumbo.
Por
un
lado,
la
formación
teórica,
como
condición
esencial
que
posibilita
la
construcción
de
los
objetos
de
conocimiento,
permite
dar
forma
y
delimitar
los
problemas
de
investigación
en
el
marco
de
un
referente
empírico
concreto
que
da
lugar
a
un
interés
real
por
la
aventura
de
la
investigación.
Cuando
alguien
concibe
la
idea
de
realizar
un
trabajo
de
investigación,
por
lo
regular
no
se
debe
a
una
ocurrencia
espontánea
o
a
una
iluminación
repentina
que
genere
la
necesidad
de
un
conocimiento
particular,
sólo
porque
sí.
Las
experiencias
mediatas
o
inmediatas
del
entorno
suelen
llamar
la
atención
de
las
personas
de
tal
manera
que,
dependiendo
de
los
intereses
personales
y
profesionales
de
cada
quien,
uno
puede
percatarse
de
la
necesidad
de
explicar
y
resolver
situaciones,
es
decir,
el
investigador
construye
su
objeto
de
interés
a
través
de
un
proceso
empírico
e
intelectual,
que
le
debe
llevar
a
una
delimitación
precisa
de
su
objeto,
construcción
que,
por
otro
lado,
no
se
aprende
sino
a
través
de
una
práctica
investigativa
que
exige
constancia
y
dedicación,
pero
sobre
todo,
que
estará
tamizado,
lo
sepa
o
no,
lo
haga
explícito
o
no,
por
la
teoría
que
orientará
su
trabajo
en
todas
las
etapas.
La
relevancia
de
la
teoría
como
una
lupa
a
través
de
la
cual
se
percibe
una
realidad
particular
es
mayor
de
lo
que
suele
creerse.
El
hecho
de
que
en
circunstancias
similares,
como
las
condiciones
materiales
o
laborales
para
el
ejercicio
de
la
investigación,
los
estudiosos
tengan
diversos
intereses
no
es
sólo
resultado
de
una
gran
diversidad
de
necesidades
sino
también
de
una
diversidad
de
perspectivas
teóricas
con
las
que
se
aborda
la
realidad.
Un
mismo
evento
o
acontecimiento
puede
ser
analizado
de
maneras
incluso
opuestas.
4.2
El
investigador
y
la
alteridad.
La
cuestión
de
la
alteridad
como
condición
inherente
al
proceso
de
conocimiento
de
los
otros
merece
un
comentario
aparte.
Una
situación
particular
pero
pocas
veces
reflexionada
por
el
investigador
de
lo
social
y
lo
cultural
está
en
el
hecho
de
que
uno
forma
parte
del
mundo
al
cual
aspira
conocer.
Como
ya
se
señaló,
el
riesgo
de
la
valoración
moral
de
los
hechos
puede
ser
un
obstáculo
epistemológico
insalvable.
Desde
la
tradición
interpretativa,
entendida
como
la
búsqueda
del
sentido
de
las
acciones
humanas,
la
emisión
de
juicios
de
valor
en
la
comprensión
de
lo
social
adquiere
sentido
en
tanto
que
obnubila
la
razón
e
impide
un
acercamiento
real
al
conocimiento
de
las
acciones
humanas
y
sociales
en
condiciones
históricas
específicas.
En
este
caso,
no
debe
confundirse
a
la
intención
de
no
hacer
juicios
de
valor
sobre
una
realidad
determinada
con
la
objetividad
positivista
que
da
por
hecho
la
existencia
per
se
de
lo
social
como
objetos
cognoscibles
esperando
ser
descubiertos
a
través
de
la
pura
observación.
No;
se
trata
de
reconocer
las
especificidades
de
las
prácticas
sociales
construidas
y
vividas
por
sujetos
históricos
con
personalidades
propias
y
en
contextos
culturales
que
les
dan
sentido
a
sus
acciones.
Por
otro
lado,
¿cómo
resolver
el
problema
de
la
alteridad
cuando
se
investiga
en
medios
demasiado
cercanos
al
investigador:
su
comunidad,
su
institución
escolar,
su
pueblo
o
su
ciudad?
¿Es
posible
abrir
un
paréntesis
para
separar
la
parcela
de
realidad
que
nos
interesa?
Difícilmente
los
científicos
sociales
hacen
trabajos
de
investigación
sobre
situaciones
tan
cercanas
como
su
vida
familiar,
su
vida
laboral
u
otras
cuestiones
que
de
manera
directa
le
afectan.
Escogemos
lugares
y
situaciones
que
nos
son
poco
familiares
o
están
espacial
y
simbólicamente
lejanas
a
nuestras
formas
de
ser
y
pensar.
O
al
menos
eso
suponemos.
Sin
embargo,
cuando
se
realiza
un
trabajo
de
investigación
con
personas
y
que
exige
un
conocimiento
estrecho
de
éstas,
de
sus
relaciones,
formas
de
pensar,
estilos
de
vida
o
formas
de
organización,
se
puede
llegar
a
establecer
una
relación
tan
estrechamente
personal
con
la
gente,
que
se
pierda
de
vista
el
propósito
central
del
investigador:
la
producción
de
un
conocimiento.
Un
investigador
con
cierta
experiencia
es
capaz
de
sostener
una
relación
estrecha
con
sus
informantes
y
a
la
vez
estar
alerta
de
todos
aquellos
eventos
circunstanciales
que
suelen
surgir
en
el
proceso
y
son
relevantes
para
sus
propósitos.
En
general
casi
todo
lo
que
se
presenta
es
relevante,
hay
que
registrarlo,
no
debe
restarse
a
importancia
a
lo
que
parece
obvio
o
simple,
hay
que
permanecer
en
constante
vigilancia
para
poder
recuperar
lo
que
pudiera
llegar
a
ser
irrecuperable
si
se
pierde
de
vista
la
intención
científica.
4.3
De
la
investigación
como
aventura
intelectual.
Referirse
a
la
aventura
para
hablar
de
empresas
tan
serias
y
trascendentes
como
la
investigación
científica
implica
riesgos.
El
principal
de
ellos
es
que
se
derive
una
falta
de
seriedad
y
rigor.
No
obstante,
aventura
implica
una
actitud
abierta
a
lo
desconocido,
de
búsqueda
permanente
y
de
atrevimiento.
La
investigación
en
mucho
es
eso,
es
una
actividad
que
no
por
rigurosa
es
menos
osada.
Pero
es
igualmente
compromiso
con
una
actividad
cuyo
proceso
y
resultados
necesariamente
repercutirán
en
la
vida
de
quienes
fueron
investigados
y
del
investigador
mismo.
El
propósito
de
la
interpretación
–
comprensión
de
lo
social
como
forma
de
hacer
investigación
no
es
sólo
con
la
intención
de
lograr
una
ciencia
social
“en
sí”,
que
se
regodee
en
los
resultados
obtenidos
por
una
actividad
individual
de
alto
vuelo.
Los
resultados
de
investigación,
de
la
aventura
vivida,
si
fueron
alcanzados
a
partir
de
una
verdadera
intención
comprensiva,
como
aquella
posibilidad
–entre
muchas
otras-‐
de
hablar
real
y
metafóricamente
el
mismo
idioma
con
los
sujetos
de
la
investigación,
supone
entonces
apostar
por
una
ciencia
social
no
sólo
“para
sí”
sino
“para
nosotros”;
una
sociología
o
una
antropología
que
no
únicamente
de
a
conocer
los
resultados
de
un
trabajo
investigativo
a
quienes
les
compete
más
directamente,
sino
hacerles
partícipes
de
las
interpretaciones
e
intenciones
del
investigador
con
la
idea
de
validar
en
los
hechos
las
percepciones
y
nos
análisis
del
investigador.
Regresar
el
trabajo
de
investigación
impreso
puede
no
ser
suficiente,
si
el
proceso
de
interpretación
se
hizo
a
espaldas
–por
así
decirlo-‐
de
quienes
fueron
los
protagonistas
del
suceso.
4.4
La
metodología
como
estrategia
de
organización.
En
esta
parte,
retomo
la
idea
inicial
de
la
metodología
como
la
estrategia
a
seguir
en
la
organización
del
proceso
y
de
la
recolección
de
datos
e
información
importante
e
imprescindible,
así
como
la
organización
e
interpretación
de
la
misma
en
el
que
hacer
científico.
Este
rubro,
actualmente
está
regido
por
la
tradición
estadounidense
que
ha
clasificado
las
diversas
técnicas
en
paradigmas
de
investigación,
en
razón
de
la
forma
en
que
se
recopila
la
información:
de
manera
cuantitativa
o
de
manera
cualitativa.
No
me
interesa
en
este
caso
hacer
una
reseña
del
significado
de
ambos
paradigmas,
para
lo
cual
hay
suficiente
bibliografía
disponible
(Creswell,
1997;
Taylor
y
Bogdan,
1987;
Festinger
y
Katz,
2000;
Cook
y
Reichardt,
1986).
Sin
embargo,
sí
es
importante
la
manera
excluyente
en
que
cada
una
de
estas
perspectivas
ha
regido
los
procesos
de
investigación
social,
en
relación
con
la
posibilidad
de
alcances
y
confiabilidad
que
cada
modalidad
presenta.
De
acuerdo
con
lo
señalado
anteriormente
sobre
las
divergencias
entre
la
sociología
y
la
antropología,
por
el
tipo
de
poblaciones,
dimensión
y
alcances
que
cada
disciplina
contempla
en
la
conformación
de
sus
objetos
de
investigación,
la
predominancia
de
técnicas
cuantitativas
para
la
primera
y
cualitativas
para
la
segunda
ha
sido
característica.
El
diseño
de
una
investigación
necesariamente
lleva
implícita
una
intención
que
determina
no
sólo
la
elección
de
técnicas,
sino
la
forma
en
que
éstas
deben
elaborarse,
aplicarse,
codificarse
e
interpretarse.
Esto
significa
que
la
predilección
de
un
paradigma
sobre
otro,
así
como
la
incorporación
de
ambos
en
un
mismo
proceso
responderá
a
los
intereses
y
objetivos
de
la
investigación.
Quizá
una
de
las
polémicas
más
antiguas
-‐pero
no
menos
vigentes-‐
en
el
campo,
está
dada
en
torno
a
la
legitimidad
científica
de
estas
disciplinas,
pero
no
sólo
en
confrontación
con
las
ciencias
duras
o
naturales,
sino
al
interior
del
mismo.
Más
allá
de
los
matices
en
la
discusión
sobre
el
estatus
de
cientificidad
de
las
disciplinas
sociales,
puede
aseverarse
que
prevalece
la
polarización
entre
quienes
consideran
fundamental
el
seguimiento
de
criterios
metodológicos
rígidamente
instrumentados,
como
la
forma
más
viable
de
garantizar
la
seriedad
y
la
credibilidad
de
los
hallazgos
científicos
y,
entre
aquéllos
que
consideran
que
la
particularidad
metodológica
en
estas
áreas
exigen
formas
propias
que,
sin
ser
menos
rigurosas,
permitan
incorporar
los
diversos
aspectos
de
la
especificidad
de
lo
humano
y
lo
social,
a
partir
de
formas
alternas
de
acceso
al
conocimiento
en
cuestión.
La
primera
tendencia
sostiene
su
práctica
científica
en
modelos
matemáticos
que
permiten
el
control
en
la
precisión
y
la
proposición
de
leyes
o
al
menos
tendencias
o
proyecciones
con
base
en
mediciones
altamente
fiables.
La
segunda
tendencia,
ocupada
de
la
obtención
de
información
de
más
difícil
manejo
y
no
de
datos,
en
el
sentido
contable
del
término,
han
incorporado
a
su
práctica
instrumentos
más
flexibles
de
acopio
de
información
diversa,
como
sería
el
caso
de
los
registros
de
observación
o
las
entrevistas
abiertas.
No
obstante,
la
rigidez
o
flexibilidad
de
los
instrumentos
y
su
manejo
no
garantizan
en
sí
mismos
la
calidad
de
la
investigación
o
su
orientación
teórica
y
conceptual.
Hay
una
idea
más
o
menos
generalizada,
casi
de
sentido
común,
que
supone
una
relación
directa
entre
el
tipo
de
instrumentos
utilizados
con
la
orientación
epistemológica
subyacente
al
proceso
investigativo,
es
decir,
si
se
hace
uso
de
técnicas
cuantitativas
responde
a
una
concepción
positivista
del
conocimiento
y
si
se
acude
al
uso
de
técnicas
cualitativas,
se
toma
distancia
de
él.
Esto
es
en
realidad
una
imprecisión,
pues
la
elección
por
la
diversificación
en
las
técnicas
de
investigación
es
muestra
innegable
del
reconocimiento
de
una
necesidad
por
acceder
a
situaciones
a
las
cuales
no
puede
llegarse
sólo
por
medio
de
la
medición
controlada,
como
es
el
caso
de
la
investigación
de
las
sociedades
y
culturas,
pero
también
es
cierto
que
la
pura
inclinación
hacia
lo
cualitativo
no
es
garantía
de
una
posición
comprensiva
o
crítica
de
los
aconteceres
sociales
objetos
de
estudio.
Es
un
hecho
que
la
validez
de
los
resultados
obtenidos
a
través
de
cualquier
instrumento
depende
más
de
las
intenciones
del
investigador
y
las
circunstancias
bajo
las
cuales
se
haya
aplicado,
que
del
instrumento
en
sí
mismo.
Lo
importante
del
diseño
metodológico
de
la
investigación
social,
está
en
que
para
lograr
romper
un
poco
las
barreras
de
lo
inmediato
y
superficial,
hay
que
partir
del
hecho
de
que
la
realidad
a
estudiar
es
un
observable
que
se
construye
como
resultado
de
un
concepto
no
acartonado
ni
estático
de
los
eventos
o
acontecimientos,
en
donde
la
observación
no
es
únicamente
la
acción
pasiva
de
descubrimiento
de
lo
pre-‐
existente,
sino
que
es
una
actividad
que
conforma,
junto
con
una
serie
de
habilidades
adquiridas
y
elementos
teóricos,
un
dispositivo
amplio
de
análisis.
En
este
sentido
la
exclusión
o
reconciliación
de
los
paradigmas
cualitativo
y
cuantitativo
y
las
técnicas
que
les
son
inherentes
resulta
una
discusión
que
pierde
sentido
pues
la
disyuntiva
es
falsa.
Si
bien
los
orígenes
de
las
tradiciones
aludidas
aquí
tienen
procedencias
disímiles,
es
cierto
también
que
cada
vez
resulta
más
insuficiente
ceñirse
a
una
exclusiva
posición
teórica,
metodológica
o
técnica
para
dar
cuenta
seria
y
rigurosa
de
las
diversas
temáticas
sociales
que
requieren
y
están
siendo
estudiadas.
Actualmente
la
reconsideración
sobre
el
que
hacer
de
las
ciencias
sociales
ha
llevado
a
que
la
sociología
y
la
antropología
reconozcan
no
sólo
desde
lo
teórico,
sino
desde
su
hacer,
posibilidades
nuevas
de
acción.
En
este
sentido,
establecer
relación
–a
través
de
la
práctica
concreta
de
la
investigación-‐
entre
disciplinas
que
han
sido
tradicionalmente
abordadas
con
diferentes
métodos
y
desde
distintos
ángulos,
se
hace
cada
vez
más
relevante
ante
la
necesidad
de
superar
los
límites
artificiosos
de
las
barreras
disciplinarias.
5.
Cierre.
No
obstante
la
elección
que
se
haga
de
un
tema,
tópico
o
problema
de
investigación,
debe
quedar
clara
que
ésta
no
es
una
elección
azarosa,
se
trata
siempre,
lo
sepa
o
no
el
investigador,
de
un
proceso
de
construcción
teórica
y
empírica
que
se
realiza
en
razón
de
una
formación
profesional
específica.
La
investigación
no
es
una
actividad
que
se
realiza
sólo
a
partir
de
una
serie
de
buenos
deseos
o
como
producto
de
cursos
obligados
sobre
la
metodología
de
investigación.
Es
una
práctica
lograda
por
medio
de
una
formación
ex
profeso
que,
a
manera
de
una
socialización
secundaria,
supone
la
incorporación
de
estrategias,
habilidades,
capacidades
desarrolladas
y
optimizadas
en
un
proceso
vivencial
del
saber
hacer,
a
la
luz
de
la
conducción
de
quien
conoce
la
actividad
y
por
tanto
es
capaz
de
integrar
a
su
alrededor
a
un
conjunto
de
personas
que
aprenden
haciendo,
es
decir,
que
aprenden
a
investigar
investigando.
El
ejercicio
específico
de
investigación
pasa
por
diversas
etapas
–desde
la
temprana
de
formación-‐
a
lo
largo
de
las
cuales,
la
práctica
se
consolida
y
se
genera
un
compromiso
pasional
y
una
identidad
por
la
actividad
que
llega
a
supeditar
otras
acciones,
como
la
docencia,
la
cual,
cuando
se
ejerce,
gira
en
torno
a
los
temas
y
problemas
de
investigación
del
académico.
La
especificidad
de
la
investigación
sociológica
y
antropológica
no
escapa
a
la
necesaria
distinción,
al
igual
que
en
otras
áreas
de
conocimiento,
entre
lo
que
es
una
investigación
básica
y
una
aplicada.
No
obstante,
justamente
como
resultado
del
proceso
de
construcción
de
observables,
es
importante
señalar
que
reconozco
como
investigación
a
todo
aquel
trabajo
que
se
realiza
en
torno
a
un
referente
empírico
concreto
que
permite
confrontar,
además
de
realidades
entre
sí,
a
las
teorías
con
los
procesos
sociales
de
cambio
y
continuidad
de
las
sociedades
y
culturas,
con
la
consecuente
y
necesaria
problematización
permanente
del
campo
de
las
ciencias
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