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El Edipo rey de Sófocles

por Esteban Bieda1

Profesor Bieda: Bueno, comenzamos esta clase de orientación bibliográfica. Ya saben,


en general, cuál es la intención de estas clases, pero por las dudas lo repito: para el
examen final ustedes, además de leer los tres textos tienen que preparar algún tema
vinculado a ellos. Ante la pregunta “¿qué significa preparar un tema?”, la respuesta es
por la negativa: lo único que NO puede ser “preparar un tema” es que vengan y nos
cuenten el argumento de la Ilíada, el argumento del Edipo rey, o el argumento del Ion,
básicamente porque nosotros también los hemos leído. Entonces, la intención es tratar
que ustedes logren hacer un comentario acerca de alguna cuestión que les llame la
atención, que no esté en la superficie inmediata del texto, esa sería la idea. Hoy y la
clase que viene vamos a ver el Edipo rey de Sófocles con esta intención, con lo cual yo
diré una cantidad de cosas que más bien pretenden ser disparadores de temas que
respuestas o soluciones a problemas del texto.

Bueno, entre nuestro encuentro de hoy y el que viene, mi intención es hacer tres
bloques con respecto al Edipo rey. El primer bloque, que vamos a empezar ahora, tiene
que ver con el mito de Edipo, independientemente de la versión trágica de Sófocles.
Ustedes saben que el Edipo rey, que vamos a tratar en el segundo bloque, es una versión
particular de Sófocles de un mito que ni remotamente inventa, sino que es un mito
popular griego. De hecho, nosotros sabemos por testimonios indirectos que en el siglo
VII antes de Cristo se habrían escrito dos textos, uno llamado Edipodia y el otro
Tebaida, acerca de cuestiones netamente vinculadas con la leyenda de Edipo, mientras
que la tragedia de Sófocles es del siglo V. Estos dos textos están perdidos, no los
tenemos. Pero lo que sí sabemos es que el tratamiento del personaje de Edipo en ambos
era sensiblemente distinto al que hace Sófocles en su Edipo rey. Por lo pronto, Edipo no
moría ciego, ni tampoco moría en el exilio. Esto mismo vemos en Homero. En la Ilíada,

1
El presente escrito constituye el desgrabado de dos clases teóricas dictadas por el Dr. Esteban Bieda los
días 01 y 08 de noviembre de 2014 en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos
Aires.
si es que ya la leyeron, se habrán encontrado con la referencia a Edipo en el canto
XXIII, donde aparece un guerrero que dice que estuvo en Tebas en los funerales de
Edipo. De manera que en la versión homérica, que recoge el mito tradicional, Edipo no
muere en el exilio en Colono, como Sófocles nos cuenta en su Edipo en Colono. En la
versión homérica, entonces, Edipo, después de darse cuenta de que se ha casado con su
madre y asesinado a su padre, muere en Tebas y, además, es enterrado con honor en
dicha ciudad. En la Odisea, en el canto XI, versos 271 a 280, momento en el cual
Odiseo desciende al Hades tenemos lo siguiente:

“Vino luego la madre de Edipo, la bella Epicasta, que una gran


impiedad cometió sin saberlo ella misma, pues casó con Edipo, su hijo. Tomóla
él de esposa tras haber dado muerte a su padre y los dioses lo hicieron a las
gentes saber. Él en Tebas, rigiendo a los cadmios, en dolores penó por infaustos
designios divinos y ella fuese a las casas de Hades de sólidos cierres […]”.

Fíjense cómo en la versión de la Odisea, en primer lugar, Yocasta se llama Epicasta, y


de Edipo se dice nuevamente que sigue reinando en Tebas, aún después de haberse
enterado de lo terrible de sus actos. Entonces, en la versión tradicional del mito, no
termina exiliado como un “paria inmundo”, como lo llama Dodds, sino que es enterrado
en la propia Tebas y con honores. Al mismo tiempo, en le Edipodia, se dice que Edipo
no tuvo hijos con Yocasta, sino que los cuatro hijos que nosotros le conocemos
(Eteocles, Polinices, Antígona e Ismene) los habría tenido con una segunda esposa, una
tal Euriganea. Con lo cual, Edipo se entera de todo lo que ha hecho antes de tener hijos.
Evidentemente, Yocasta se suicida y Edipo se casa con otra mujer con la que tiene a sus
hijos.

Como fuente del mito de Edipo, independientemente de Sófocles, tenemos que


mencionar a Apolodoro, autor del siglo II después de Cristo, que en el libro III de su
Biblioteca mitológica narra el mito de Edipo. Hago, entonces, un rápido recorrido por
esta versión del mito independientemente de la versión de Sófocles. Ustedes se pueden
preguntar para qué hago esto. Bueno, justamente porque ese puede ser un buen tema
para el final: ver qué innovaciones o modificaciones introduce Sófocles a la versión
tradicional del mito, y por qué las introduce, qué interés puede haber detrás de estas
innovaciones.

Alumno: ¿La versión tradicional se le adjudica a alguien?


Profesor: No, es lo que en inglés se llama una folktale, una especie de leyenda
folclórica, es un mito bien tradicional que se hunde en el fondo de la historia de Grecia.
Bueno, entonces, estaba haciendo un recorrido rápido por el mito tradicional. Además,
es necesario esto, porque si han leído la tragedia de Sófocles, sabrán que esto no está en
la obra, que empieza con Edipo ya reinando en Tebas. Todo lo que viene antes Sófocles
no lo cuenta. Y no necesita contarlo, porque el público que va a ver el Edipo rey de
Sófocles al teatro ya conoce la historia, ya sabe qué pasó, qué está pasando y qué
pasará. La tragedia griega no se trata de qué pasa, sino de cómo pasa, porque las
historias son todas conocidas. Es como narrar una y otra vez el cruce de los Andes:
todos sabemos lo que pasó, pero el tema está en cómo se lo cuenta, que es donde
aparecen las variaciones que los dramaturgos introducen. Entonces decía, el Edipo rey
comienza in medias res, con la acción ya desarrollada. Por eso también nosotros vamos
a reponer algunos elementos previos a esa historia para que muchas de las cuestiones
que Sófocles menciona en su tragedia tengan un poco más de sentido. Ninguna tragedia
griega se puede leer de manera aislada, hay que conocer el mito que rodea el episodio
que se está narrando.

Tomo, entonces, algunos elementos de la versión de Apolodoro. Layo, padre de


Edipo y rey de Tebas, por determinadas razones que nos harían ir más atrás en el mito
es expulsado de la ciudad. Se refugia en el Peloponeso, en el palacio de Pélope. Allí se
enamora del hijo de Pélope, Crisipo, pero a éste no le interesa trabar relación con él.
Como Layo no acepta el rechazo, rapta a Crisipo y lo viola. El problema de la violación
de Crisipo por parte de Layo, no es solamente la violación, sino el hecho de que Layo al
hacerlo rompe una ley fundamental en el mundo clásico, que es la ley de la hospitalidad,
porque él ha violado al hijo de su anfitrión, de aquel que lo ha hospedado cuando tuvo
que huir de Tebas. Ese es un problema central. La hospitalidad es una ley que garantiza
Zeus mismo, nada menos. Pero la cuestión sigue, porque Crisipo, avergonzado por la
violación, se suicida. Pélope se entera de todo esto y le lanza una maldición a Layo, la
famosa maldición según la cual Layo no va a tener hijos y, si tuviera, el primero lo va a
matar. Fíjense que esta leyo de hospitalidad es la que dispara, de alguna manera,
también la guerra de Troya, porque Paris al llevarse a Helena se lleva a la esposa de
aquel que está hospedando a Paris y a Héctor cuando va de embajada a Esparta, ese es el
problema. Ven que la hospitalidad es algo complejo de transgredir. Bueno, ante esta
situación Layo huye del Peloponeso y, contra una recomendación del adivino Tiresias,
que le había dicho que rindiera alguna especie de homenaje a Hera, diosa del
matrimonio, Layo vuelve a Tebas. Es decir, Layo desoye el consejo de Tiresias. Y esto
es importante porque Hera va a ser la que envíe la Esfinge a Tebas porque todavía no se
ha solucionado esta situación que acabo de comentar. Insisto: el público que va a ver el
Edipo rey esto ya lo sabe, estas cosas están latiendo en la tragedia. Bueno, lo que se
origina con esto que acabamos de ver que hace Layo es un μίασμα, una “mácula”, una
“mancha”, que toda la estirpe de Layo, comenzando con Edipo, va a tener. La cuestión
es que mueren quienes habían expulsado a Layo de Tebas, éste vuelve a Tebas, se casa
con Yocasta y tienen a Edipo. Recordando la maldición de Pélope, Layo entrega el bebé
a un siervo, personaje fundamental en el Edipo rey, para que lo mate en el medio del
bosque. El siervo le agujerea los tobillos al bebé (según algunos para llevarlo colgado
como un animal, según otros para que la sangre atraiga animales predadores), lo lleva al
monte Citerón, pero finalmente Edipo no muere allí, sino que es recogido por un
servidor de Pólibo, rey de Corinto. El monte Citerón está ubicado, aproximadamente, a
medio camino entre Tebas y Corinto. Les dibujo un mapa para que vean la ubicación de
algunos lugares importantes para el mito y la tragedia2. Edipo, entonces, crece en
Corinto como hijo de Pólibo y Mérope, reyes de Corinto. En un episodio muy confuso y
del que poca información tenemos, alguien le dice a Edipo ya más grande que no es hijo
de sus padres, lo que hace que Edipo comience a tener dudas. Entonces viaja a Delfos
para consultar por esta situación, donde recibe el primer oráculo. No todas las versiones
del mito mencionan el oráculo que recibe Edipo según el cual se le informa que matará
a su padre y se casará con su madre; de hecho, la versión tradicional no lo menciona.
Esta habría sido, aparentemente, una de las innovaciones de Sófocles. Lo interesante de
la inclusión del oráculo por parte de Sófocles tiene que ver con darle mayor
irracionalidad al hecho de que Edipo, apenas recibe el oráculo que dice que va a matar a
su padre y a casarse con su madre, mate a un hombre con edad de ser su padre, y unos
días después se case con una mujer en edad de ser su madre. Otra cosa interesante es
que después de recibir el oráculo Edipo decide no volver a Corinto, y elije ir hacia
Tebas. Y esto es paradójico, porque Edipo tiene la suficiente confianza en el Oráculo de
Delfos como para ir a preguntarle acerca de su filiación, pero al mismo tiempo
desconfía lo suficiente del Oráculo como para tratar de evitarlo. Esta desconfianza en el

2
En este momento el profesor Bieda traza en el pizarrón un mapa de Grecia con la ubicación de Tebas,
Corinto, Delfos y Atenas y el monte CIterón.
Oráculo, esta actitud tenue o ambigua con respecto al Oráculo, se ve en todo el Edipo
rey de Sófocles. Este es un buen tema para el examen: la actitud de Edipo ante los
oráculos, tanto frente a este que es previo a lo que Sófocles narra en la tragedia, como a
la actitud de Edipo frente a Tiresias, que es el representante de Apolo en la tragedia.

Pero se abre acá otro tema importante, que tiene que ver con la responsabilidad
de Edipo y con las decisiones que toma, porque el Oráculo le dice que va a matar a su
padre y se va a casar con su madre, pero no le dice que no vuelva a Corinto y vaya a
Tebas, tampoco le dice que mate a un hombre en el camino, ni le dice nada acerca de
responder o no el enigma de la Esfinge, ni que se case o no con la reina de Tebas. Todas
estas son decisiones que Edipo toma. Y esto se toca con la cuestión del destino, con la
μοῖρα. Tenemos que tener cuidado, porque no hay una contradicción en el mundo
clásico entre destino y libertad. Es decir que el destino no implica compulsión, no
implica que el hombre griego queda anulado en su poder de decisión porque hay un
destino que opera y que lo fuerza a hacer lo que hace. Lo interesante de la noción griega
de destino es que necesita del hombre como protagonista para realizarlo, con lo cual que
haya destino no implica que no deba o no pueda haber decisión. Hay decisiones que lo
que hacen es ratificar ese destino. ¿Edipo podía decidir no ir a Corinto? Analíticamente,
sí. A lo que me refiero es que a partir de lo que el Oráculo le dice, que siempre es
enigmático, Edipo toma decisiones en principio libres. No libres en el sentido de libre
albedrio, una especie de libertad absoluta, porque ese un concepto que el mundo clásico
no conoce, pero sí en el sentido de que no es obligado por nada ni por nadie más que él
mismo. Después volveremos a este tema de las decisiones, pero sepan que es un lindo
tema para el final porque abre la cuestión de la responsabilidad del personaje frente al
acto del incesto y del parricidio, qué responsabilidad le cabe a Edipo. Alguien podrá
decir que Edipo no es culpable, porque detrás está operando lo que dijo el Oráculo. Me
parece que esa es la manera más zonza de leer la tragedia, y creo que no es la manera en
que a Sófocles le interesa que la leamos. Sobre todo por muchas cuestiones que hay en
el Edipo en Colono, tragedia que voy a insistir en que también lean –si bien no es
obligatoria–. La clase que viene volveremos sobre esto.

Alumno: ¿La μοῖρα es como una inteligencia o es algo enviado por los dioses?

Profesor: Con respecto a la relación entre la μοῖρα y los dioses, que quede claro que no
son lo mismo, fundamentalmente en Homero; la μοῖρα es un poder superior contra el
cual ni siquiera los dioses pueden. μοῖρα tiene que ver con la parte que a cada uno le
toca de todas las partes posibles de vida. Mientras que los dioses griegos, personales,
son omnipotentes en un sentido limitado, porque no pueden contravenir lo dispuesto por
la μοῖρα. Piensen en la balanza Zeus en la Ilíada, por ejemplo.

Volviendo al tema de la responsabilidad de Edipo, les cito unas líneas de Hegel en las
Lecciones de estética, donde dice por qué para él Edipo es responsable:

“El carácter heroico […] se responsabiliza por toda su acción, con toda
su individualidad. Edipo, por ejemplo, mata a su padre y desposa a su padre sin
saberlo. Sin embargo, se adjudica la totalidad de este delito y se castiga a sí
mismo como parricida e incestuoso, aunque no estaba en su voluntad y en su
deseo matar al padre ni ocupar el lecho nupcial de la madre. La autónoma
solidez y totalidad del carácter heroico no quiere compartir la culpa y no sabe
nada de esta antítesis entre los propósitos subjetivos, y la acción objetiva y sus
consecuencias […]”.

Entre otras cosas, lo que Hegel dice con respecto de Edipo es que una de las
condiciones del personaje heroico es abarcar la totalidad de la realidad, eso significa ser
un héroe en contexto trágico para Hegel. Aun cuando nosotros podamos decir que no
sabía que a quien mataba era su padre y, por lo tanto, que es culpable de asesinato, pero
no de parricidio, según Hegel Edipo se castiga como parricida porque el héroe trágico lo
que pretende es abarcar toda la realidad, incluso aquella porción de la realidad de la cual
no es responsable. Y allí es donde Edipo se vuelve protagonista, en el momento en que
asume la totalidad de dolor, porque, si no, Edipo queda como víctima, y el personaje
trágico no es víctima en el sentido de ser pasivo frente a la realidad. Por eso, cargar
demasiado las tintas en la μοῖρα, vacía, adelgaza al personaje trágico, lo vuelve
demasiado pasivo frente al mundo, mientras que lo interesante de la tragedia es que en
un contexto en el cual hay un destino, no obstante hay personajes que avanzan, que
deciden y que se gestan o realizan su propio destino. Ahí está la tragedia.

Bueno, entonces, Edipo al recibir el oráculo en Delfos decide no volver a


Corinto y marcha hacia Tebas. En el camino lo encuentra a Layo, que viajaba con una
custodia, no lo quieren dejar pasar y los mata a todos menos a un servidor de Layo que
logra escapar, que va a ser un personaje fundamental para el desenlace de la tragedia de
Sófocles. Este encuentro con Layo está narrado, además de en el Edipo rey, en las
Fenicias de Eurípides, versos 33 y siguientes (esta tragedia de Eurípides narra el
combate entre Eteocles y Polinices para reinar en Tebas). Edipo llega a Tebas, que está
aquejada por la Σφίγξ, por la Esfinge que, como les dije antes, había sido enviada por
Hera porque los Tebanos no habían castigado a Layo por la violación de Crisipo. Este
monstruo mitológico es, según la Teogonía de Hesíodo, hija de la Quimera y sobrina de
Cerbero, el can que custodia las puertas del Hades. En las Fenicias, versos 1020 y
siguientes, se la describe como “raptora de Cadmeos (Cadmo es el mítico fundador de
Tebas), muy destructiva, muy lamentable, mitad doncella, monstruo asesino, con alas
frenéticas y garras ávidas de carne”. Lo interesante de la Esfinge para nuestro personaje
Edipo es que, a diferencia de otros personajes como la Medusa a la que Perseo le corta
la cabeza, o de la Hidra a la que Heracles también le corta la cabeza, lo interesante de la
Esfinge, digo, es que en vez de un desafío físico, lo que plantea es un desafío
intelectual. Tiene alas, garras, es un monstruo con el cual perfectamente se podría pelear
físicamente, pero no hay ninguna representación de combate físico. Si buscan imágenes
de representaciones del episodio, en todas se ve a Edipo sentado tranquilamente frente a
la Esfinge. Con lo cual, no es un enfrentamiento físico, sino un cruce intelectual. Edipo,
a diferencia de otros héroes, no es un héroe físico, sino un héroe intelectual. Y desde
esto uno puede pensar como tema para el final que la ὕβρις de Edipo es una ὕβρις
epistemológica, que el delito que Edipo comete es querer saber.

Aristófanes, un gramático del siglo III antes de Cristo, enuncia el enigma de la


Esfinge de la siguiente manera:

“Existe sobre la tierra un ser bípedo y cuadrúpedo y trípedo, cuya voz es


única. Sólo él cambia de naturaleza entre cuantos frecuentan la tierra, el cielo y
el mar. Pero en cuando más pies anda apoyado, resulta más débil la movilidad
de sus miembros”.

Este habría sido el modo en que la Esfinge formulaba el enigma. Fíjense que tiene que
ver con la cuestión de los pies. Después volveremos sobre esto, pero quizás muchos ya
sepan que πούς, la segunda parte del nombre Οἰδίπους (Edipo), significa “pie”. Después
focalizaremos la primera parte del nombre. Entonces, el enigma de la Esfinge resuena
en el propio nombre de Edipo. En definitiva, la Esfinge le está preguntando a Edipo por
él mismo, ahí está la cuestión. Porque en la respuesta a ese enigma, que es “hombre”,
hay, en realidad, una pseudo-respuesta, porque queda abierta la pregunta ¿qué es un
hombre?, y esa es la gran pregunta del Edipo rey, es la gran pregunta del personaje
Edipo en el Edipo rey, ¿quién soy yo?, ¿qué es ser, en definitiva, un hombre? Bueno, la
respuesta a la pregunta ¿qué es un hombre? La podemos encontrar en el Edipo rey,
porque en el verso 31 dice el sacerdote de Zeus que el hombre es aquel que se cree igual
a los dioses (ἴσος θεοῖς), pero cuya vida en realidad, como se dice en el verso 1187, es
igual a nada (ἴσα μηδέν).

Todos saben que el premio que recibe Edipo por haber respondido el enigma de
la Esfinge y haber liberado a Tebas de la maldición es doble: ser rey de Tebas y el
casamiento con la reina, Yocasta.

Alumno: Es interesante que sea Edipo, asesino de Layo, quien elimina a la Esfinge,
habiendo sido ésta enviada por Hera para castigar lo que hizo Layo.

Profesor: Claro, recién la Esfinge puede sucumbir desde el momento en que ha sido
satisfecho aquello que la Esfinge viene a castigar, porque Layo ha muerto. Y es el
mismo Edipo que mata a Layo, aquel que mata a la Esfinge.

Volviendo a Yocasta, les decía antes que en algunas versiones del mito no habría sido la
madre de los cuatro hijos de Edipo. Vimos también que en la Odisea se llama Epicasta.
Hay una cuestión sonante ahí en la que no me detengo, pero que después pueden
revisar. En las Fenicias también encontramos una versión distinta a la de Sófocles,
porque en esta tragedia que narra el conflicto entre Eteocles y Polinices, se menciona
que Edipo y Yocasta siguen reinando, y que Yocasta muere acuchillándose a sí misma
sobre el cadáver de sus dos hijos muertos en la batalla, mientras que en la versión de
Sófocles Yocasta se suicida cuando se entera que se ha casado con su hijo. Algo que
adelanto y que vamos a retomar la próxima cuando mencionemos algunas lecturas
contemporáneas del mito de Edipo, particularmente la freudiana, es que es muy
interesante –y puede ser un buen tema de final- ver que en ningún momento hay en
ninguna de las versiones alguna situación siquiera levemente erótica entre Edipo y
Yocasta. Es decir, Yocasta es el premio por haber respondido el enigma de la Esfinge.
No es que a Edipo le gusta, se enamora y se casan. Yocasta viene con el trono, es parte
de la recompensa por liberar a los tebanos de la Esfinge.

Para ir terminando con este primer bloque que tiene que ver con los elementos
del mito de Edipo independientemente de la versión de Sófocles, menciono algo sobre
la muerte de Edipo. Como vimos antes, en Homero, a partir de la Ilíada sabemos que
Edipo no se exilia, sino que muere en Tebas y que es enterrado con honores. En
Sófocles, en cambio, en el Edipo en Colono, tragedia póstuma, se narra el destino del
personaje Edipo después del exilio, que marcha ciego, acompañado por su hija
Antígona, y llega a las afueras de Atenas, a la región de Colono, donde va a morir como
un ser casi divino al que todos van a consultar. A propósito de la muerte, en el Edipo en
Colono hay un verso muy interesante, que es el 393:

“¿Cuando ya no existo, recién entonces, por cierto, soy un hombre?”

ὅτ᾿ οὐκέτ᾿ εἰμί, τηνικαῦτ᾿ ἄρ᾿ εἴμ᾿ ἀνήρ;

Paradójicamente, Edipo termina siendo quien es cuando deja de existir; su muerte, la


finalización de su existencia, es lo que sanciona su esencia. Mientras existió, nunca fue;
recién es él mismo cuando deja de existir. Es interesante, entonces, cómo se abren estos
dos aspectos del vivir, la diferencia entre ζῆν (vivir) y εὖ ζῆν (vivir bien, vivir
moralmente bien): una vida estrictamente biológica o fisiológica y una vida
propiamente humana. Edipo ha venido viviendo toda su vida con sus órganos
cumpliendo sus funciones fisiológicas, etc., pero no ha vivido una vida propiamente
humana, no era un hombre, sino que se realiza como hombre cuando su vida biológica
finaliza. Porque en definitiva no solamente sabe quién es, sino que es aquel que sabe
que es. Porque en el Edipo rey, cuando se entera de quién es, inmediatamente se evade
de la situación: se exilia de Tebas y se exilia de la luz, quitándose los ojos. Lo que
vemos en el Edipo en Colono es ese pequeño trayecto que Sófocles nos regala de Edipo
siendo realmente Edipo, cosa que no está en Edipo rey, porque esta tragedia termina
cuando Edipo se entera de quién es. Fíjense cómo del episodio de la Esfinge, que Edipo
resuelve de una manera meramente intelectual, con una especie de pseudo-respuesta,
llegamos a este momento en el cual esa respuesta intelectual se completa
existencialmente, porque acá es donde Edipo responde finalmente el enigma de la
Esfinge. Y vemos que la respuesta al enigma no era “hombre”, sino “yo”. Lo intelectual,
entonces, se completa con lo existencial.

Alumno: ¿Hay alguna edición buena del Edipo en Colono?

Profesor: Mirá, editorial Colihue sacó un tomo que trae Edipo rey, Edipo en Colono y
Antígona, es una buena edición. Y si no, editorial Gredos. Las traducciones de Gredos
se consiguen separadas en la edición económica Del nuevo extremo, son las mismas
traducciones pero en una edición de menor calidad.

Bueno, todo esto que he mencionado pertenece al primer bloque del que les
hablaba, que pretendía ser una referencia general al mito de Edipo independientemente
de la versión de Sófocles. Ahora vamos a pasar al segundo gran bloque que incluye el
contexto del siglo V, la tragedia en general y la versión de Sófocles en particular. De
todo lo que yo estoy diciendo se pueden decir millones de cosas más; pero como les
decía al principio, la intención es abrir puntas que les sirvan a ustedes para encontrar un
tema y prepararlo para el examen final o una monografía futura, un artículo o incluso
una tesis. Ya les mencioné que la próxima les traigo una lista con tres o cuatro textos
que me parece que son claves. Pero por fuera de eso pueden elegir la bibliografía que
quieran. Cualquier cosa nos consultan y les recomendamos.

Dos palabras, entonces, acerca de la tragedia ateniense del siglo V para enmarcar un
poco la producción de Sófocles, tanto la producción como la representación. Saben
ustedes que anualmente había dos grandes certámenes trágicos, las Grandes Dionisias y
las Leneas. Hablamos de certámenes porque no eran simples representaciones de las
obras, sino que había una competencia en la que cada trágico presentaba cuatro obras:
una trilogía de tres tragedias concatenadas temáticamente y un drama satírico, es decir,
una obra más relajada, más bufonesca. Otra cuestión importante a tener en cuenta es que
la tragedia en su contexto histórico no era entretenimiento, sino que tenía un aspecto
profundamente religioso muy importante. Por lo tanto, la de los certámenes es una fecha
oficial del calendario ateniense, es decir que durante las Grandes Dionisias no se hace
más que teatro, se suspenden todas las demás actividades. Es un acontecimiento
político, porque la religión ateniense es una religión política, esto quiere decir que está
involucrada en los organismos del estado. El teatro es parte del estado ateniense, a tal
punto que la financiación de las Dionisias corre por cuenta de los coregos, que son los
ciudadanos más ricos de la ciudad, que tienen la obligación de financiar los certámenes.
Entonces, es un mero entretenimiento la tragedia, porque tenía una función netamente
educativa. En la tragedia es donde sobreviven y resuenan los pilares fundamentales, la
identidad cultural de los propios atenienses. De ahí que el dramaturgo, a diferencia de lo
que pasa en la comedia, no invente sus tramas de la nada, ex nihilo, porque la tragedia
debe transmitir aquello que hace que Grecia sea Grecia, y aquello que hace que los
atenienses sean atenienses. Nada menos. No es una pavada lo que el trágico está
montando, sino que es mucho lo que está en juego. Si recordamos, como ya dijimos, lo
que hace el trágico es retocar, adaptar, modificar la trama, pero no inventarla,
entendemos lo que Aristóteles dice al respecto en el capítulo XIV de la Poética: “No se
pueden deshacer las historias recibidas. Quiero decir, por ejemplo, Clitemnestra debe
ser muerta por Orestes. El poeta debe utilizar bien las tramas tradicionales”. Ven que no
se puede modificar el fondo de la cuestión. Entonces, cuando un ateniense iba a ver uno
de los tantos Edipos que se escribieron, no va a ver si Edipo mata al padre y se casa con
la madre, porque eso va a pasar, ya lo sabe; lo que va a ver es cómo ocurre eso y qué
pequeños agregados puede haber incluido determinado autor. Eric Havelock tiene un
libro que se llama Prefacio a Platón, en el que habla de la tragedia griega como el
“reservorio cultural”, lo más parecido a una especie de enciclopedia cultural de los
propios atenienses. Miren lo que dice Aristófanes en el verso 1053 de las Ranas, a
través del personaje de Esquilo: “El poeta debe ocultar lo perverso, no presentarlo ni
enseñarlo; porque a los niños es el maestro quien les enseña, pero a los adultos el
poeta”. Esta es la función que tiene un trágico a los ojos de un conservador como
Aristófanes. La función educativa del poeta está instalada en el saber común. No
obstante, como les decía antes, siempre hay una tensión con las versiones heredadas de
los mitos. Por ejemplo, en el mito de Medea, es en la versión de Eurípides donde ella
mata a sus hijos es en la de Eurípides, en otras versiones los matan los ciudadanos de
Corinto.

Esto quizás tenga que ver con que el mundo griego no conoció algo así como
una verdad revelada o absoluta. Esto en filosofía se explota mucho diciendo que hay
una verdad frágil, porque no hay ningún punto de referencia objetivo, como puede ser
la Biblia. Occidente tiene un texto de referencia, la Biblia, más allá de si somos
cristianos o no. Bueno, Grecia no tiene eso. Una cosa es el Zeus de los atenienses, otra
cosa el Zeus de los espartanos, etc. Se llaman igual, pero representan distintas cosas.
Esta verdad frágil se traduce también literariamente, porque el de los mitos es un corpus
literario relativamente frágil. De ahí que los poetas puedan intervenir, y de ahí que
pueda haber versiones distintas acerca del mismo mito. Les leo una cita muy linda del
fragmento 191 de Antífanes, un cómico del siglo IV antes de Cristo: “La tragedia es una
producción bienaventurada en todo sentido: en tanto los discursos son desde el principio
conocidos por los espectadores antes de que algún actor hable. De modo que solo es
necesario que el poeta recuerde. Pues si yo solo dijese ‘Edipo’, todos saben el resto: el
padre es Layo, la madre Yocasta, hijos e hijas, qué cosas padecerá, qué ha hecho”.
Miren cómo al poeta no se le reconoce ninguna actividad literalmente poética,
productiva, sino que solo se limita a recordar. Además, está esta idea de que Edipo se
vuelve significante de una cantidad de cosas que no hace falta que el poeta reponga. Por
eso el Edipo rey de Sófocles no repone la mayor parte de las cosas que venimos
charlando, no hacía falta. Esto va un poco en contra de quienes, como García Márquez
hizo célebre, dicen que Edipo rey es un policial detectivesco perfecto, porque el
detective resulta ser el asesino. Lo que vengo diciendo va un poco en contra de esa
interpretación, o por lo menos la pone entre comillas, porque no hay ninguna trama
detectivesca o policial, sino que todos ya sabemos quién es el asesino. La trama de un
policía seduce porque uno no sabe quién es el asesino, pero acá todos saben desde el
principio que es Edipo. Lo interesante es ver cómo al personaje le va ocurriendo lo que
le va pasando. Y, sobre todo, cómo hay dos tramas en juego y en paralelo: una trama
más visible, que tiene que ver con lo que Edipo va creyendo que le va pasando y una
trama más objetiva, que aparece cada tanto y que Sófocles dosifica de una manera
magistral, porque cada tanto va haciendo aparecer en la superficie de la trama pequeñas
pistas de la otra historia, la que se va contando por debajo. Si leyeron las “Tesis sobre el
cuento”, de Piglia3, habrán visto que una de las cosas fundamentales que para el autor
tiene que tener un cuento es justamente contar dos historias, una visible y otra invisible,
y el cuento se cierra cuando ambas chocan, se juntan. El ejemplo obvio de esto es
Borges. Si bien Edipo rey no es un cuento, pasa lo mismo, porque al final todo se
revierte.

Algo fui mencionando con respecto a la saga tebana, pero además del Edipo rey
está el Edipo en Colono, que narra la muerte de Edipo, Antígona, que narra un momento
posterior, porque ya está Creonte reinando en Tebas. Estas tres son piezas de Sófocles, a
las que se agregan las Fenicias, de Eurípides y Los siete contra Tebas de Esquilo.

En lo que nos queda pasamos a ver algunas cuestiones puntuales ya no del mito,
sino del Edipo rey, a lo que nos dedicaremos también la semana que viene. Entre el 429
y el 425 está fechada la representación del Edipo rey. Sófocles no ganó el primer
premio, sino que salió segundo detrás de un tal Filocles, del que no sabemos mucho.

3
En el libro Formas breves, Alfaguara.
Obviamente no me voy a detener en el argumento de la tragedia. Sí, como decíamos
antes, puede estar bueno ver cómo a diferencia del mito tradicional, en el que Edipo
parece más una víctima, en la tragedia de Sófocles aparece el propio héroe tratando de
descubrir su destino, de realizarlo, tratando de descubrir cuál es su verdad. El Edipo rey
comienza con una peste, λοιμός. Y fíjense qué importante el dato de la fecha de
representación de la tragedia, porque en el 429 ¿qué pasó en Atenas?

Alumno: La peste.

Profesor: Eso, hay una tremenda peste en Atenas, en la que muere, además de gran parte
de la población, Pericles, el gran estratego. Bueno, esta peste del Edipo rey va a
terminar cuando se descubra al asesino de Layo. Menciono un par de cosas para ir
pensando ya en temas puntuales de esta tragedia. Grandes bloques de temas o cuestiones
interesantes que aparecen y que pueden preparar para el final tiene que ver con los
opuestos, con la tensión entre opuestos, tensiones que Sófocles va articulando:
obviamente, está la oposición entre luz y oscuridad encarnada en Tiresias y Edipo
(cómo el que ve en realidad es el ciego); otra oposición es ignorancia-conocimiento;
ilusión-realidad; mancha-purificación; verdad subjetiva (soy el vengador de Layo)-
verdad objetiva (soy el asesino de Layo); asesino de Layo-vengador de Layo;
contaminador de Tebas-protector de Tebas; verdad-apariencia. Fíjense que no dije
verdad-error, sino verdad-apariencia. Esta es la tesis de Karl Reinhardt, uno de los
textos que voy a recomendar que lean, según el cual en el Edipo rey no hay una
oposición entre verdad y falsedad, porque de los dos lados hay verdad, pero mientras
una es una verdad real, la otra es aparente. Pero es verdad al fin. Ese es el punto: es un
conflicto entre verdades, no es que de un lado hay error. Cito a Reinhardt4:

“Edipo no es de ninguna forma la tragedia del destino humano; es más


bien la tragedia de la apariencia humana. El paso del ámbito de la apariencia al
ámbito de la verdad es el elemento humano, ausente como tal en la fábula
tradicional y que sólo a partir de Sófocles se ha ligado a la figura de Edipo. El
error trágico es algo que le sobreviene por sorpresa al ser humano. Pero la
apariencia trágica en la que se encuentra inmerso Edipo es algo que abarca

4
Sófocles, Gredos.
desde el principio al ser humano, todo lo que él es y lo que quiere. Edipo está en
la apariencia y se lo expulsa de allí”.

Bueno, digo una cosa más y ya dejamos hasta la próxima. Algo para pensar es
ver por qué en la tragedia de Sófocles Edipo es un héroe, en qué sentido es un héroe.
Porque Edipo no es un héroe como los héroes homéricos, su virtud heroica no es la
virtud del héroe homérico. Mientras que los héroes homéricos son aguerridos, la
heroicidad de Edipo parece estar en su capacidad de sufrir, en su capacidad para ir
incorporando estos distintos registros de sufrimiento. Y acá hay un punto importante,
porque Edipo no se suicida. De las siete tragedias que tenemos de Sófocles, hay seis
suicidios. Pero Edipo no se suicida. Entonces, podemos pensar que su heroicidad reside
en poder asimilar, en poder hacer de ese dolor su tema, su constitución. Fíjense lo que
dice Schadewaldt al respecto5:

“Fue primeramente Sófocles quien captó al hombre sólo en su dolor, al


hombre que está entregado a su pena. En él la pena adquiere el carácter de una
situación de destino que encierra el ser humano y de la que no puede salir
porque él mismo es su dolor. La pena está identificada aquí con el ser del
hombre”.

El verso 178 del Agamenón de Esquilo trae esta famosa fórmula, que se dice que
resume la tragedia: τῷ πάθει μάθος (“aprendizaje por el sufrimiento”). Ven que el
aprendizaje se da por el πάθος, por la afección, por el padecer, no por el conocer, por lo
intelectual. En un texto de 1870, que se llama La visión dionisíaca del mundo,
Nietzsche dice lo siguiente:

“Mientras que Esquilo encuentra lo sublime en la sublimidad de la


administración de justicia por parte de los olímpicos, Sófocles lo ve -de modo
sorprendente- en la sublimidad de la impenetrabilidad de esa misma
administración de justicia [...] El inmerecimiento de un destino espantoso le
parecía sublime a Sófocles, los enigmas verdaderamente insolubles de la
existencia humana fueron su musa trágica. El sufrimiento logra en él su
transfiguración; es concebido como algo santificador”.

5
En Die griechische Tragödie (citado por García Gual, Edipo rey, Fondo de Cultura Económica).
Esto se ve en el Edipo en Colono, el sufrimiento como algo que vuelve santo a Edipo,
mientras que en el final del Edipo rey es ese “paria inmundo” como veíamos antes. Se
trata de la redención a través del dolor.

Profesor Bieda: Bueno, estamos aquí para la segunda parte de este comentario sobre el
Edipo rey. Doy por sentado lo que hablamos la clase pasada, la contextualización
general del mito de Edipo por fuera de la versión de Sófocles y la aproximación general
al fenómeno de la tragedia ateniense y algunas cuestiones o líneas generales que
comentamos sobre temas posibles en el Edipo rey. Lo que vamos a hacer hoy, entonces,
es ir directamente a algunos puntos de la trama, siempre en el tono del que les hablaba
la semana pasada: es decir, teniendo como objetivo pensar algunos temas posibles para
el final, dar puntas de las cuales ustedes se puedan agarrar para que después, con alguna
otra bibliografía o con su propia creatividad, puedan armar algún tema posible.
Entonces, tal como la semana pasada, la idea no es tanto cerrar cuestiones, sino tratar de
abrirlas. Lo mismo para el final, porque no pretendemos que vengan con una hipótesis
de lectura fuerte, original –si lo hacen, tantísimo mejor, claro–; la idea es simplemente
hacer una lectura en tono problemático y no meramente descriptivo. La idea es que, aun
cuando lo que preparen no sea original, que tenga un tono problemático, aunque más no
sea mínimamente. Y con “problemático” entendemos, una vez más, no estrictamente
descriptivo.

Yendo a la trama de la obra de Sófocles, quería detenerme en algunos hitos, en


algunos puntos que quizá valga la pena mencionar, fundamentalmente en lo que tiene
que ver con la relación de los personajes con los dioses, la relación con el Oráculo. Es
un recorrido posible, a ustedes quizá les interesen otros puntos de la obra. En principio,
me parece que es interesante ver cómo ya de entrada, más o menos desde el verso 23 y
siguientes, Edipo ante la situación de la peste que está aquejando a Tebas manda a
Creonte a consultar a Delfos por una solución. Este envío de Creonte como emisario
nada menos que a Delfos, en el marco de lo que charlábamos la semana pasada, no es de
poca importancia, a propósito del lugar que Edipo da a Delfos, tanto en el mito
tradicional como en la propia obra de Sófocles. Se pone en Delfos la esperanza de
salvación de Tebas, a la que Edipo ya salvó una vez resolviendo el enigma de la
Esfinge, y salvación de su propio reinado en algún punto. Entonces, a Delfos se la da un
estatus significativo. Hay una oposición interesante en el verso 146, en el que Edipo
dice: “Con la ayuda de la divinidad apareceré εὐτυχής o πεπτωκώς”. εὐτυχής es un
adjetivo de tercera declinación que aun no hemos visto, compuesto de τύχη, “fortuna”,
“suerte” y el adverbio εὖ, “bien”. εὐτυχής, entonces, significa “afortunado”. πεπτωκώς
es el participio de pretérito perfecto del verbo πίπτω, que significa “caer”. Entonces, lo
que Edipo dice es: “Con ayuda de la divinidad apareceré afortunado/con buena fortuna
o caído/derrumbado”. Entonces, ya de entrada Edipo pone en la divinidad la
responsabilidad por aquello que le vaya a ocurrir, es ahí donde se va a decidir la
cuestión, y ese ‘ahí’ parece ser concretamente Delfos. Esta confianza en la esfera de lo
divino se ratifica a partir del verso 300, donde Edipo hablando con Tiresias le dice: μὴ
βλέπεις, φρονεῖς δέ, “no ves pero piensas/reflexionas”. Es decir, esa carencia física que
Tiresias tiene no afecta en absoluto su capacidad reflexiva, eso es lo que dice Edipo. Se
pone, entonces, en Tiresias una confianza que viene a ratificar esto que venimos
diciendo respecto de lo divino, entendiendo a Tiresias como un representante del propio
oráculo de Delfos, es decir: de Apolo. A partir de esos versos Tiresias no le da lindas
noticias a Edipo, porque en el verso 362, a un cuarto de haber empezado la obra, que
tiene 1530, Tiresias ya le dice casi de manera directa que él, Edipo, es el asesino de
Layo. Esto abre otro tema interesante, ver cómo el descubrimiento de Edipo se va dando
en distintas capas, detectar esas capas y ver las características que tiene la capa
definitiva, aquella contra la cual Edipo nada puede hacer, que ya veremos cuál es. Edipo
desactiva la acusación de Tiresias muy fácilmente: le quita la legitimidad que le había
dado hace un momento. Entonces, con los distintos indicios que va teniendo –eso que
llamé “capas”– Edipo tiene herramientas para ir esquivando las pistas que le indican
quién es, pero hay una de esas capas que no puede esquivar, como decía antes. En el
verso 413 es cuando de manera eminente Tiresias le tira toda la batería de acusaciones.
De inmediato reaparece la figura de Creonte, en quien de entrada se había depositado la
confianza suficiente para ir a Delfos6, y ahora es acusado de conspirar junto con Tiresias
contra Edipo. Respecto del personaje de Creonte –que tanto en Antígona como en Edipo
en Colono tiene un papel más grande que aquí–, a quien Edipo acusa de conspirar, lo
interesante es que responde desde la esfera de la pura legalidad. Mientras que Edipo está

6
Creonte es el interlocutor de Edipo en Delfos, como lo es Querefonte de Sócrates. Se ha trabajado las
similitudes entre Edipo y Sócrates: reciben respectivos oráculos, intentan refutarlos, etc.
siempre bandeando entre lo legal y lo divino, entre la ley divina y la ley humana,
Creonte representa el espíritu racionalista, judicial, forense de la época, que choca con
este Edipo que por momentos va por el lado de lo estrictamente humano y por
momentos por la esfera de lo divino. En el verso 606 Creonte dice:

“si me sorprendes habiendo tramado algo en común con el adivino, tras


hacerlo, no me condenes por un solo voto, sino por dos, por el tuyo y por el
mío”.

Fíjense cómo Creonte se para en la esfera de lo estrictamente legal o forense, en


términos de votos y diciendo que si es culpable, él va a ser el primero en decirlo. Sigue:

“pero no me inculpes por tu cuenta a causa de una suposición no evidente


(γνώμη ἄδηλος). No es justo considerar, sin fundamento, a los malvados
honrados ni a los honrados malvados [...] sólo el tiempo muestra al hombre
justo, mientras que podrías conocer al perverso en un solo día”.

Es un poco lo que le pasa a Edipo, que parecía justo, el tiempo parecía que le iba dando
la razón y, sin embrago, en un solo día se revela quizás no tanto como injusto (porque,
en sentido estricto, no mató al padre, sino a un desconocido para él, ni se casó con la
madre, sino con la reina de Tebas), pero sí como alguien no-justo al menos para sí
mismo.

Aproximadamente a partir del verso 700 la figura de Yocasta también entra en


escena de una manera contundente. Y Yocasta es interesante para esto que estamos
comentando respecto de la relación del personaje con lo divino y con lo humano, este
bandeo entre los dos ámbitos, porque Yocasta en principio es bastante escéptica
respecto de los oráculos. Frente a Tiresias que lleva a Edipo hacia el plano de lo divino,
Yocasta insiste en que los oráculos son todas charlatanerías. Es muy lindo el vínculo
entre Yocasta como reina y Edipo como rey, no como madre e hijo, sobre la base de
algo que decíamos la clase pasada: nosotros como lectores, pero también los
espectadores, ya saben que son madre e hijo, pero ellos no. Insisto en que el
conocimiento por parte del público de que Edipo y Yocasta son madre e hijo no es algo
que ocurre en un momento de la obra, y entonces el espectador vuelve para atrás y
reinterpreta todos los diálogos previos, sino que lo sabe en todo momento. Y eso es algo
que el poeta tiene en cuenta al momento de construir esos diálogos. No está haciendo
hablar a dos personas que después nos vamos a enterar que eran madre e hijo, está
haciendo hablar a dos personas que son madre e hijo, que todos sabemos que son madre
e hijo, salvo ellos, los personajes. Entonces, es interesante también ver de qué modo
estos dos personajes hablan, cómo de alguna manera se esfuerzan por sostener esta
apariencia, esta especie de ficción que los une al mismo tiempo que los separa. Entonces
están siempre en esa especie de tensión, de abrazarse, de acercarse mucho, pero al
mismo tiempo están transitando el incesto, con lo cual es un abrazo que es a la vez
repelente. Habrán visto que Yocasta le habla mucho a Edipo de Layo, y se refiere a éste
comparándolo permanentemente con el propio Edipo. Por parte de Yocasta hay algo
interesante en los versos 848 a 859. Ella está diciendo que Edipo no es el asesino de
Layo, porque el pastor, que fue quien estaba ahí, el que vio las cosas, supuestamente
está viniendo para confirmar que fueron varios los que mataron a Layo. Y si fueron
varios, mal podría haber sido Edipo el asesino, que estaba solo. Entonces, la cantidad de
asesinos sería un argumento definitivo para disculpar a Edipo. En ese contexto, mientras
está esperando que venga el pastor Yocasta dice lo siguiente:

“Ten por seguro que así se propagó la noticia [es decir, que fueron
varios los asesinos], y que no le es posible desmentirla de nuevo, puesto que
la ciudad, no yo sola, lo oyó. Y si en algo se apartara del anterior relato, ni
aun entonces mostrará que la muerte de Layo se cumplió debidamente,
porque Loxias [epíteto de Apolo] dijo expresamente que se llevaría a cabo
por obra de un hijo mío sin embargo, aquél, infeliz, nunca le pudo matar,
sino que él mismo sucumbió antes. De modo que en materia de adivinación
yo no podría dirigir la mirada ni a un lado ni a otro”.

Yocasta, entonces, dice que el oráculo no se cumplió porque su hijo murió, y el oráculo
decía que su hijo iba a matar a Layo. Pero al mismo tiempo, si el testigo desmiente esto
que ella está diciendo, el testigo no podría estar diciendo la verdad, porque estaría
contradiciendo el oráculo del propio Apolo. Fíjense, entonces, que para Yocasta el
oráculo es, por un lado, razón suficiente para decir que en realidad Layo no murió a
manos de su hijo, pero por otro lado también es razón suficiente para decir que el siervo
miente porque el oráculo dijo que lo iba a matar su hijo. En concreto: para Yocasta la
adivinación se contradice, como vemos en el último verso citado (“De modo que en
materia de adivinación yo no podría dirigir la mirada ni a un lado ni a otro”), por un
lado dice A, por otro lado dice no-A, y de una contradicción se sigue cualquier cosa. A
los ojos de Yocasta, entonces, Apolo es garante de la verdad, pero al mismo tiempo
merece ser rechazado como garante de la verdad. Hay una tensión interesante ahí.

En el verso 1015, seguimos con Yocasta, viene el famoso mensajero de Corinto


a decir que Pólibo no es el padre de Edipo. Otra capa más, que sigue a aquella primera
en la cual Tiresias ya le dice en el verso 300 y pico a Edipo que él mató a Layo. Para mí
es interesante ver cómo en este ida y vuelta del diálogo entre el mensajero, Yocasta y
Edipo, Yocasta se da cuenta antes que Edipo de cómo son las cosas, comprende antes
que Edipo que él es su hijo y que ha asesinado a Layo. Ahora bien, apenas se entera, en
el verso 1057, Yocasta le dice a Edipo: “no hagas caso, no quieras recordar”, en el 1069
le dice: “¡Que nunca llegues a saber quién eres!”. Es decir, Yocasta, apenas se entera de
la aberración que está viviendo, lo que de inmediato hace es tratar de correr a Edipo de
esa senda que le da crédito a toda la realidad, tratar de rescatarlo de la verdad. Y eso es
algo, como mínimo, extraño. ¿Por qué digo “extraño”? Porque al hacer esto Yocasta no
solo protege a Edipo de que se entere de que ha asesinado a su padre, sino también de
que se ha acostado con su madre. Con lo cual, si Yocasta es exitosa en su intento por
proteger a Edipo, se ha ganado veinte o treinta años más de acostarse con su hijo a
sabiendas. No es menor esto. Este es otro lindo tema para pensar, el rol de la mujer en
todo esto, cómo Yocasta, al enterarse de cómo son realmente las cosas, se transforma de
esposa en madre, deja de operar como esposa y como reina y pasa a operar como madre.
Y el rol fundamental de una madre es proteger al hijo, incluso si protegerlo significa
acostarse con él. Les leo una cita de Reinhardt, de un libro que se llama Sófocles (cuyo
capítulo “Edipo” tienen como bibliografía básica obligatoria para estos temas):
“Yocasta mantiene una actitud indirecta hacia la verdad cuanto más directa es respecto
a lo vivo, lo instintivo, y este instinto es en realidad su razón”. Si de Creonte antes
hablábamos como el personaje signado por una racionalidad ciudadana y legalista, la
razón de Yocasta es una razón instintiva, a eso iba yo cuando la consideraba maternal.
Sigo con la cita: “Cuando Edipo se comporta patéticamente, en el sentido clásico del
término, ella se comporta sim-patéticamente”. Es decir, el πάθος de Yocasta no es
propio, sino que se transforma en el πάθος del otro, el πάθος de Edipo. El sufrimiento
de Yocasta se define por el sufrimiento de su hijo, y esa es la definición de maternidad.
Sigue Reinhardt: “para ella ya es una victoria si él tan sólo empieza a tener esperanzas,
por vanas que éstas puedan ser, por lo que su ruina [la de Yocasta] no será llegar a ver
su propia realidad, sino ver cómo Edipo verá la suya”. La verdadera ruina de Yocasta no
es enterarse que se está acostando con su hijo, sino que Edipo se entere que se está
acostando con su madre. De ahí esta actitud más sim-patética que patética.

Finalmente, en el verso 1120 llega el pastor que habían mandado a llamar al


principio, confirma la filiación de Edipo y, como saben, Yocasta se suicida y Edipo se
saca la vista. El final, el famoso último parlamento del corifeo del verso 1524, dice:

“¡Oh habitantes de mi patria, Tebas, mirad: he aquí a Edipo, el que


solucionó los famosos enigmas y fue hombre poderosísimo; aquel al que los
ciudadanos miraban con envidia por su destino! ¡En qué cúmulo de terribles
desgracias ha venido a parar! De modo que ningún mortal puede considerar
a nadie feliz con la mira puesta en el último día, hasta que llegue al término
de su vida sin haber sufrido nada doloroso”.

Este famoso final parece insinuar que las tintas de lo humano deben estar del lado del
respeto por lo que los dioses dicen. Y digo “parece” porque esta es una lectura posible.
Porque, como decíamos la clase pasada: ¿es el Edipo rey una tragedia del destino? ¿Es
aquí el actor principal el Oráculo? ¿Es el actor principal Apolo? Entendiendo por actor
principal lo que hace avanzar la trama. Una respuesta posible es que sí, desde ya. Pero
creo que también se puede responder que no, porque lo interesante de la tragedia es
cómo es el propio personaje de Edipo aquel que va activando o actualizando todo
aquello que el Oráculo dispone. El Oráculo y los dioses dis-ponen, pero el único que
pone, que activa, es Edipo. Entonces, esta recomendación del final, es cierto que de
alguna manera nos lleva a reinterpretar toda la tragedia. No obstante lo cual, me parece
que hay que tener cuidado respecto de la omnipotencia divina. En Antígona esto está
mucho más claro, porque en el verso 366 el coro dice que el hombre, para que la ciudad
sea feliz, debe entretejer la legalidad propia, humana, positiva con la legalidad divina.
No quiero traer el espíritu de Antígona al Edipo rey, pero en esa obra lo que se está
diciendo es que la salida está en la combinación de ambas lógicas, de entretejerlas y no
vivirlas como contradictorias, es decir, no pensar al hombre como aquel que se define
por resistir frente a las adversidades del mundo, sino como aquel que, frente a esas
adversidades, encuentra la mejor salida posible. El mundo griego descubre que el
hombre se va a morir, que es un ser finito; de allí que, como dice un verso de las
Bacantes de Eurípides (v. 903), “bienaventurado quien del mar escapó a la tempestad y
alcanzó el puerto”. Ahora bien, por este tipo de afirmaciones se suele hablar de
pesimismo, muerte dolor, pero al mismo tiempo, creo, se puede pensar asunción de la
autenticidad de lo humano, porque lo humano es esto: finitud, inestabilidad, fragilidad,
en definitiva: mortalidad. Y negarlo, hacer como si todo estuviera bien todo el tiempo,
puede ser mucho más pesimista que asumirlo y operar humanamente en el marco de
esos límites. Digo esto para ver cómo pensamos ese último parlamento del corifeo en el
Edipo rey.

Bien, algunas cuestiones puntuales respecto de la trama ya no tan en orden. A


propósito de las distintas capas que mencionaba antes, en las que Edipo se va enterando
de quién es, ¿cuál es aquella que no niega, que no puede negar? ¿A quién Edipo no
puede quitarle crédito? ¿Quién es el que dice “sí, era él”? El siervo de Layo, aquel que
lo había abandonado en el Citerón, que después fue testigo y se escapó cuando mataron
a Layo. Frente a eso Edipo no tiene nada que hacer. ¿Y qué diferencia hay entre este
siervo y el mensajero de Corinto, Tiresias y Yocasta? Una diferencia cualitativa
rotunda. Es el único testigo presencial, ocular. Aquello a lo cual Edipo le da crédito
irrenunciablemente es al hombre que vio lo que pasó, incluso por encima de lo que
Tiresias le dice en el verso 300 y pico, incluso por encima de lo que el propio Oráculo
de Delfos, al cual Edipo recurre para salvar su reinado y a Tebas por segunda vez, le
dice. No puede negar el testimonio de quien, en la escala social, es prácticamente
equivalente a una escoba: un siervo. Socialmente la persona más baja de todas, que lo
único que tiene es, si se quiere, su vista, es aquella a la cual Edipo le da crédito. Tanto
crédito le da Edipo a la vista como criterio de verdad que es, precisamente, lo que se
quita. Aquí aparece otra dimensión simbólica del hecho de auto-mutilarse quitándose la
vista, porque fue la vista de este otro la que en definitiva aportó el criterio de verdad. La
vista de un siervo, porque la vista de los ojos de este rey no sirvió para nada más que
para confundirlo. Entonces, están, por un lado, el ciego que ve y el esclavo que vio,
frente al rey Edipo que tiene vista pero no ve.

Otra cosa muy linda que tiene la trama son las distintas pistas que el propio
Sófocles le va dando al espectador, no de lo que va a pasar, porque ya lo saben, pero sí
va poniendo en boca de sus personajes situaciones que hacen que los propios personajes
no se den cuenta de que se está diciendo lo que en verdad está pasando. Por ejemplo, en
el verso 264 Edipo dice que va a descubrir al asesino de Layo “como si mi padre fuera”.
Lo dice como uno diría “voy a ayudar a este hombre como si fuera mi propio padre”,
pero al público, que ya sabe que Layo es el padre de Edipo, esto no le pasa inadvertido.
En el verso 742, cuando Yocasta está hablando de aquel episodio del cruce de caminos,
Edipo le pregunta por el aspecto de Layo y ella le responde: “su figura no era muy
diferente de la tuya”. Pero una de las más lindas o de las más astutas de estas pistas
ocurre en el verso 928, pero para que la entiendan primero les comento lo siguiente: la
tragedia, sobre todo sus partes dialogadas, está escrita en un tipo de verso que es el
trímetro yámbico, que tiene la siguiente estructura:

∪ — |∪
∪ — ||∪
∪ — |∪
∪ — ||∪
∪ — |∪
∪—

Lo interesante es que en determinado punto (que suele ser el mismo, pero que en
algunos casos varía), se hace un corte, que se llama cesura (lo marco con un ∫), una
pausa:

∪ — |∪ ∪ — ∫|∪
∪ — ||∪ ∪ — ||∪
∪ — |∪
∪—

Bueno, entonces llega el mensajero corintio y le pregunta al corifeo quién y dónde está
el rey, y refiriéndose a Yocasta pregunta quién es, a lo que el corifeo responde lo
siguiente:

“Esta mujer es la madre ∫ de sus hijos”.

En las traducciones es imposible reflejar este fenómeno de la cesura. Son pistas que
introduce el dramaturgo y que elevan la tensión dramática al máximo.

Bueno, otro tema interesante para abordar la tragedia es pensar en el análisis de


un cuasi contemporáneo de Sófocles. Obviamente, estoy pensando en Aristóteles, en su
Poética. Allí, si bien analiza el fenómeno de la tragedia en general, Aristóteles se
concentra mucho en el Edipo rey, le gusta mucho, es para él la mejor tragedia, la que
mejor funciona. En los capítulos VI, IX, XI y XIII de esta obra pueden encontrar
algunas cosas que yo voy a reseñar ahora. En principio, en el capítulo XI tienen dos de
las características fundamentales de la tragedia: περιπέτεια (“peripecia”) y ἀναγνώρισις
(“reconocimiento”). La περιπέτεια consiste en el paso de la εὐτυχία a la δυστυχία, de la
buena fortuna al infortunio. Es decir, la parábola que la tragedia describe va desde un
primer momento de dicha y felicidad hacia un momento de desdicha e infelicidad. En el
capítulo XI de su Poética Aristóteles dice: “Así, en Edipo el mensajero llega para
alegrar a Edipo y apartarlo del temor referente a su madre, y, al poner de manifiesto
quién era en realidad Edipo, produce lo contrario”. La περιπέτεια se ve en el verso
1188, cuando el coro dice:

“¡Ay, descendencia de mortales! ¡Cómo considero que vivís una


vida igual a nada! Pues, ¿quién, qué hombre logra más felicidad que la que
necesita para parecer feliz y, una vez que ha logrado esa fama, para
declinar?”.

La definición que el coro da de los mortales es que todo aquel trabajo en pos de lo que
llaman felicidad, en definitiva siempre llega al plano de la apariencia de felicidad, en
términos de que nunca es absoluta, porque el único que es feliz de manera absoluta es el
dios. El hombre, en cambio, siempre llega a ese registro de apariencia de felicidad que,
de inmediato, se traduce en la declinación, en la caída, es decir, en la curva de la
εὐτυχία a la δυστυχία. La ἀναγνώρισις es el paso de la ignorancia al conocimiento, tano
para la amistad (como Orestes y Electra), como para la enemistad. Dice Aristóteles: “El
reconocimiento más bello es el que se produce al mismo tiempo que la peripecia, como
el de Edipo”. Porque en el Edipo rey, en el momento en que él se reconoce como quien
es (es decir, cuando se da la ἀναγνώρισις), es el momento en que pasa de ser εὐτυχής a
ser δυστυχής: la peripecia coincide con el reconocimiento. Ahí es donde Aristóteles ve
la perfección del Edipo rey.

Lo tercero del análisis aristotélico como interesante está en el capítulo XIII,


donde se habla de este otro concepto central de la tragedia, la ἁμαρτία, que suele
traducirse como “error trágico”. Hay casos, dice Aristóteles, en los cuales este tránsito
de la εὐτυχία a la δυστυχία se da por ἁμαρτία. Esto significa que no se da por maldad.
No es que el héroe trágico es malo y por eso le va mal, sino que el héroe trágico incurre
en un error trágico por ignorancia y por eso se vuelve desdichado. Esto, dice
Aristóteles, le da prestigio a ese héroe, porque al no haber maldad, bondad o vicio
involucrado en la ἁμαρτία, todo lo que padece hace que uno, en lugar de poder
censurarlo, juzgarlo y castigarlo por lo que le pasó, todavía vaya y le despierte
compasión. Este prestigio que según Aristóteles le da al héroe trágico el hecho de pasar
de la fortuna al infortunio a causa de un error es lo que se ve en el Edipo en Colono,
porque el Edipo de esta obra termina siendo relativamente prestigioso, importante. Es,
por lo tanto, la ἁμαρτία un yerro cognitivo, no moral. La ἁμαρτία está directamente
asociada con la ἄγνοια, con la ignorancia. Edipo se equivoca porque no sabe, no porque
es malo o bueno. Tampoco es injusto, aun cuando pueda haber cometido una injusticia.
La acción del parricidio, desde un punto de vista objetivo, es injusta, pero desde un
punto de vista subjetivo solo se puede juzgar a Edipo por asesinato. Y ni siquiera,
porque fue en legítima defensa. Desde el punto de vista subjetivo Edipo no es injusto, es
un ignorante7. En el Edipo en Colono hay muchísimo de esta situación de ignorancia y
de involuntariedad; permanentemente Edipo está diciendo que es un ignorante, que no
sabía, que no lo hizo voluntariamente, etc., ahí Sófocles carga todas las tintas en esta
situación de la ἁμαρτία por ignorancia.

En contra de esto o, mejor dicho, para atenuar esta especie de situación que hace
de Edipo un personaje definido por lo que sabe y lo que no sabe, está el tema de la ὀργή
de Edipo, su ira, su cólera. Porque Edipo es un colérico, y eso matiza esta especie de
robot que resuelve el enigma con su inteligencia, reina sobre la base de su inteligencia,
etc. Porque muchas de las cosas que Edipo hace, las hace movido por esto, por la ὀργή.
Es como que en él conviven estas dos cosas: la inteligencia y la cólera. Les menciono
cuatro pasajes para que si quieren después vean: la ira contra Layo en el momento del
encuentro, verso 807; en el verso 345, la ira se vuelca sobre Tiresias; en el verso 1067
con Yocasta; y en el 1268 con él mismo, porque todo el episodio de la mutilación
también es producto de un ataque de ira.

Alumno: ¿Y contra Creonte?

7
Para esta diferencia entre ἁμάρτημα (error), ἀτύχημα (infortunio) y ἀδίκημα (injusticia) se puede ver,
también de Aristóteles, Éitca nicomaquea V, 8.
Profesor: Sí, también. Es muy bueno que menciones a Creonte porque, en el Edipo en
Colono, cuando llega Creonte para llevarse a sus hijas, Edipo se vuelve un poco loco y
Creonte le dice que tenga cuidad con la ira, porque bastante mal le hizo ya.

Bueno, una cosa más a propósito del reconocimiento. Vernant, en “Ambigüedad


e inversión en el Edipo rey de Sófocles”, que está en Mito y tragedia en la Grecia
clásica (también de lectura recomendada para estos temas), dice:

“El reconocimiento que realiza Edipo no se refiere a nadie más que


al propio Edipo. Como su propio discurso, como la palabra del oráculo,
Edipo es doble, enigmático. Este personaje se revela en todas sus
dimensiones inverso a lo que era al comienzo. El extranjero corintio es en
realidad tebano; el descifrador de enigmas, un enigma en sí mismo; el
justiciero, un criminal; el clarividente, un ciego; el salvador de la ciudad, su
perdición”.

Ahí se ve bien esta cuestión de ambigüedad e inversión que es permanente.

Se ha hablado también del Edipo rey como la tragedia de la maldición de la


honradez, porque Edipo se sacrifica por la πόλις, se entrega a su pueblo. Pensemos que
Edipo, cuando se encuentra con la Esfinge, no venía de una fácil, al contrario, venía
escapando de lo que había vaticinado el oráculo. Y deja todo eso para hacerse cargo de
la situación de Tebas, para salvarla de las acechanzas de la Esfinge. Y salvando a Tebas
por segunda vez, es decir, buscando al asesino de Layo, poniendo por delante su deber
de mandatario antes que su deber para consigo mismo, termina él mismo desterrado.

Otra cosa interesante para ver son esa especie de flashbacks, muy de moda en las series
de ahora. Obviamente, por razones técnicas, no son literalmente flashbacks, pero sí se
puede ver cómo hay dos líneas de avance o progreso de la fábula, dos líneas
contrapuestas entre sí: a medida que Edipo avanza en su investigación en pos de
descubrir quién fue el asesino de Layo, va retrocediendo cada vez más hacia su propio
origen. Con lo de flashbacks me refiero a que en la obra aparecen estos momentos que
remiten al pasado, a un pasado cada vez más lejano en el tiempo hasta llegar casi al
propio origen de Edipo. Es interesante, entonces, pensar cómo para Edipo avanzar es, en
realidad, retroceder.
Bueno, retomando lo que decía Vernant, está esta tensión permanente entre esas
dos lógicas que involucran a Edipo: es este hombre público, este rey, este salvador de la
ciudad, este extranjero, eso en términos públicos. Pero al mismo tiempo ese personaje
público coincide desde un punto de vista privado, aunque no lo sabe, con el hecho de
que él es el príncipe de Tebas, porque es hijo de Layo, de que es el asesino de su padre,
de que es el marido de su madre, y de que es un descendiente de Lábdaco. Este conflicto
entre la figura pública y la figura privada es algo muy común en la tragedia griega. Por
ejemplo, en Antígona está presentado de manera eminente. El 12 de Agosto de este año
Horacio González escribió una nota en Página 12 a propósito de la aparición de Guido
Carlotto, cuyo título era “Nombre, identidad y memoria”, en la que dice:

“La forma griega antigua de la tragedia desafió a la humanidad con


un imposible: poner un punto de atracción común para el conflicto de Estado
y el conflicto doméstico, o sea, el del nombre civil público y el del nombre
familiar (o recóndito) que nos señala o nos espera”.

Esto que él llama imposible en Edipo se materializa de manera más que clara: es Edipo
de Tebas, pero para Edipo él es Edipo de Corinto. Ahí están tanto el nombre público
como el nombre privado, la esfera de lo objetivo y la de lo subjetivo. Es ahí donde la
tragedia juega, oponiéndolas. Porque, ¿quién le puso el nombre de “Edipo” a Edipo?
Quiero decir: si su nombre significa, etimológicamente, “de pies hinchados” o
“hinchazón de pies”, es evidente que el nombre surgió luego de que sus pies fueran
agujereados, esto es: difícilmente haya sido puesto por Layo y Yocasta, que no llegaron
a verlo con los pies así, porque no fueron ellos quienes lo abandonaron en el Citerón,
sino un siervo suyo. Es significativa la referencia a la nota de Horacio González y al
tema del nombre –que en nuestros desaparecidos es una cuestión central a propósito de
la recuperación de la identidad–, porque Edipo tiene un nombre público y otro privado,
que no necesariamente coinciden. De ahí que, entonces, a propósito de estas dos esferas
o de estas dos ambigüedades, el propio Edipo termina siendo un oráculo, eso que vimos
en las pistas que nos da Sófocles. Edipo termina diciendo su propia verdad, sin saber
que la está diciendo. Esto hace acordar mucho al fragmento 93 de Heráclito: “el señor,
cuyo oráculo es el de Delfos, ni afirma ni niega, sino que da signos”. Así es la verdad
oracular, críptica; encierra la verdad, pero no la dice. Aunque tampoco la oculta, porque
muestra algo. El propio Edipo termina siendo él mismo alguien que habla de esa
manera, que se refiere a sí mismo de una manera oracular. En el verso 132 dice Edipo:
“Remontándome a mi vez al comienzo de estos sucesos [la muerte de Layo] yo los
sacaré a la luz”. Allí usa el verbo φανῶ, futuro de φαίνω, que tiene que ver con
“mostrar”, “hacer evidente”. Y eso es interpretar un oráculo. En términos
heideggerianos es mostrar la verdad como des-ocultamiento. Entonces, el propio Edipo
plantea toda la situación en términos enigmáticos en donde hay algo que está ocurriendo
por debajo que él va a sacar a la luz. La trampa es que lo que no sabe es que se va a
revelar a sí mismo.

Un par de cosas más de tipo interpretativas y después damos un pequeño rodeo


por la interpretación freudiana, porque sería obsceno no mencionarla. Volviendo al tema
de la ὕβρις de Edipo, su desmesura, su arrogancia, suele ser interpretada en términos
epistemológicos, cosa que ya hemos visto la semana pasada, en el sentido de que Edipo
responde el enigma de la Esfinge. Y responder el enigma de la Esfinge es ponerse por
encima de lo humano, es ponerse casi por encima de los dioses. No se puede responder
al enigma de la Esfinge que mandó Hera, eso es ὕβρις, eso es estar por encima de lo que
uno es. La vez pasada hablamos a propósito de esta ὕβρις epistemológica y cómo en el
verso 30 el sacerdote dice de Edipo que es ἴσος θεῶν, igual a los dioses. Un poco antes,
en el verso 16, el sacerdote había dicho: “nos sentamos en tus altares”. Ven que lo
tienen como endiosado. Es como que Edipo está siempre en este lugar un poco por
encima de los hombres. En relación con esto, Aristóteles en la Política, 1284a, está
hablando del ostracismo, cuándo una ciudad envía a alguien al exilio. Y una de las
razones por las cuales se envía a alguien al exilio es cuando ese alguien, por la razón
que fuere, está por encima de todos los ciudadanos de su ciudad. Miren la imagen que
utiliza Aristóteles: “Un maestro de coro no admitirá entre sus cantores a aquel cuya voz
superara en fuerza y belleza al resto”. Es cierto que Edipo es rey y Aristóteles está
pensando en una democracia. Pero Edipo es un rey que no ha llegado a ese puesto por
sucesión, sino porque respondió el enigma. Edipo estaba por encima de los tebanos y al
final de la obra está por debajo de los tebanos. Pero nunca está a la altura de los tebanos.
Edipo decide exiliarse, decide irse. Es lo único que le queda por hacer. Sobra. Primero
por arriba y después por abajo, pero sobra. ¿Y por qué esto es importante, ya pensando
en un contexto griego un poco más amplio? Porque el hombre, como Aristóteles
resumen en una fórmula, es un animal político, en el sentido de que vive en una πόλις.
Y cuando Aristóteles dice esto en la Política agrega: “El que vive fuera de una πόλις no
es un hombre. O bien es más que un hombre, o bien es menos que un hombre”. Es decir,
o es un dios o es una bestia. Esa es la situación de Edipo. No es alguien que forme parte
de la πόλις porque está por encima, semejante a los dioses (como le decía el sacerdote),
o porque está por debajo en tanto incestuoso y parricida. En el verso 207 del Edipo en
Colono, Edipo dice de sí mismo que es un ἀπόπτολις, un quitado, extraído de la πόλις.
Es una linda cuestión para pensar, el estatus de ciudadano, de no ciudadano, de hombre,
de no hombre, de tener que estar afuera de la comunidad de hombres.

Bueno, en estos minutos que nos quedan hablemos un par de cosas sobre
lecturas contemporáneas. Entre muchísimos Edipos que hay en la historia occidental,
Seneca tiene uno (siglo I d. C.), Voltaire tiene uno (siglo XVIII), Hugo von
Hofmannsthal (1906), Gide, Cocteau (1932), Pasolini (1967), Anouilh (19878), entre
otros. Yo no me voy a meter con estas versiones, pero ahí hay un tema posible si alguno
quiere comparar la tragedia de Sófocles con alguna de ellas (siempre tomando como
punto de partida y referencia la de Sófocles, desde ya). Sí voy a hablar un poco sobre la
interpretación freudiana. No nos interesa ver qué es el complejo de Edipo, sino los
momentos en que Freud se refiere a la tragedia de Sófocles, porque el complejo de
Edipo él lo nombra como tal sobre la base de la tragedia de Sófocles. Quiero decir: no
da cuenta del mito, de todo lo que hablamos la clase pasada. Todo lo que él toma está
sacado de la tragedia de Sófocles. Hay, por lo menos, tres lugares clásicos de donde esto
se puede sacar: la número 22 de las Lecciones de introducción al psicoanálisis, La
interpretación de los sueños, y una carta que Freud le manda a Fliess. Les leo una parte
de esa carta:

“Ser completamente franco consigo mismo es un buen ejercicio. He


hallado en mí el enamoramiento de la madre y los celos frente al padre. Y
ahora lo considero un acontecimiento común a la primera infancia. De ser
esto así, se comprende muy bien el valor impresionante que ejerce el Edipo
rey. La leyenda griega hace suya la compulsión que cada cual reconoce por
haber sentido su existencia en sí mismo. Cada uno de los oyentes fue alguna
vez, de forma germinal y fantástica, un Edipo así, y todo el mundo retrocede
espantado ante el cumplimiento real de este sueño”.

Fíjense que lo que encuentra Freud, sobre la base de ser muy honesto con él mismo y
reconocer el enamoramiento de la madre y el odio al padre, se proyecta como una
estructura de comportamiento para todos los hombres, y ahí él encuentra el éxito
rotundo, la relevancia extraordinaria del Edipo rey de Sófocles. Los versos que
evidentemente dan cuenta de esto son 976 y siguientes, en los que Yocasta dice:

“Y ¿qué podría temer un hombre para quien los imperativos de la


fortuna son los que le pueden dominar, y no existe previsión clara de nada?
Lo más seguro es vivir al azar, según cada uno pueda. Tú no sientas temor
ante el matrimonio con tu madre, pues muchos son los mortales que antes se
unieron también a su madre en sueños”.

Lo que le está diciendo es que no le parezca algo extraño, porque a muchos les ha
pasado en sueños. Ahora, yo no quiero ponerme en crítico de Freud, pero es cierto que
hay cosas importantes para tener en cuenta. En principio, Yocasta dice esto como algo
bastante obvio, lo dice a la ligera. Pero también lo dice frente al mensajero de Corinto,
frente a un subordinado, frente al cual algo terrible o, al menos, con cierta complejidad
simbólica, no es tan claro que sería dicho así como así. El propio Edipo, cuando
responde a esto, lo confirma, le dice que no hay que hacerse problema con acostarse con
la madre, siempre y cuando sea en sueños. Si ustedes siguen lo que al personaje de
Edipo le va pasando después de esta afirmación, van a ver que en ningún momento
parece tenerle miedo a un episodio terrorífico. Antes bien, toda su vida tiene que ver
con si se cumplió o no el oráculo, tiene que ver con el problema original del mito, que
es el problema filiatorio, que sus padres no eran sus padres, eran otros. Lo que digo es
que la duda filiatoria original es lo que realmente parece estar impulsando el conflicto,
el drama.

Pero hay algo que prácticamente nadie menciona y que es muy a favor de esta
lectura de Freud, porque es algo que dice alguien que está en el propio contexto cultural
e histórico de Sófocles. Platón, en el libro IX de la República, 571b, habla de las
distintas clases de alma, la del hombre democrático, la del hombre monárquico, la del
hombre aristocrático. Es decir, para Platón, distintos hombres que viven en distintos
regímenes de gobierno tienen distintas composiciones psíquicas, sus almas se organizan
de determinadas maneras. En determinado momento llega al alma tiránica y dice que el
alma tiránica está muy atravesada por la dictadura de los apetitos, que el hombre
tiránico vive su vida conforme lo que sus apetitos le mandan. ¿Qué son los apetitos?
Deseo de comida y de sexo, a los que se suma el dinero, pero fundamentalmente en la
medida en que procura comida y sexo. Pero en el caso del alma tiránica esto tiene un
plus, porque lo que el tirano hace es llevar a la práctica, o al menos intentarlo, un tipo de
deseos que nadie osa llevar a la práctica. Les leo lo que se dice a propósito del alma del
hombre tiránico:

“-¿A qué deseos te refieres?

-A los que se despiertan durante el sueño, cuando duerme la parte racional,


dulce y dominante del alma, y la parte bestial y salvaje, llena de alimentos y
de vino, rechaza el sueño, salta y trata de abrirse paso y satisfacer sus
instintos. Sabes que en este caso el alma se atreve a todo, como si estuviera
liberada y desembarazada de toda vergüenza y prudencia, y no titubea en
intentar en su imaginación acostarse con su madre, así como con cualquier
otro de los hombres, dioses o fieras, o cometer el crimen que sea, o en no
abstenerse de ningún alimento”.

Es decir, el alma del hombre tiránico trata de llevar a la práctica los deseos más
profundos y bestiales que ningún hombre osa llevar a la práctica, y estos son los que
aparecen en sueños: acostarse con la madre, con animales, etc. ¿Y por qué digo que esto
podría ser un buen argumento para Freud? Por lo pronto, si lo unimos a la anterior cita
en que hablaba Yocasta, ya tenemos dos testimonios de dos personas que dicen esto de
que los hombres sueñan que se acuestan con sus madres: el personaje de Yocasta y el
Sócrates platónico. Este último, inclusive, sugiere que se trata de deseos bien ocultos en
el fondo del alma humana. se trata del hombre tiránico. A esto se puede agregar que, en
griego, la tragedia de Sófocles terminó llamándose Οἰδίπους τύραννος, literalmente,
Edipo tirano. ¿Y por qué se traduce como Edipo rey? Porque es cierto que en tiempos
en que la tragedia es compuesta y, sobre todo, en el momento histórico que la tragedia
se representa, la palabra τύραννος no tiene la carga peyorativa que sí irá adquiriendo en
el siglo IV cuando Platón habla de un tirano. Un τύραννος perfectamente puede ser un
rey. ¿Qué diferencia hay en época de Sófocles entre τύραννος y βασιλεύς, “rey”?
Bueno, lo que decía antes: que el βασιλεύς accede al trono por línea sucesoria, mientras
que el τύραννος accede de otra manera. No obstante, es rey, no es que, como es un
tirano, es alguien despreciable o que no piensa en sus súbditos (recuerden la actitud de
Edipo para con los tebanos). No, la palabra τύραννος empieza a tener una carga
peyorativa desde finales del siglo V. Pero la palabra del título es τύραννος, y Platón dice
que es el τύραννος al que le pasa esto en el alma. Entonces, parece haber algo acá con la
madre y estas almas desenfrenadas que va para este lugar, que resuena en este lugar.
Hay, no obstante esto que estoy diciendo, un verso del del Edipo rey que parece indicar
cierta carga peyorativa en la palabra, el 873: ὕβρις φυτεύει τύραννον, “la hýbris
gesta/engendra al tirano”. Con lo cual, en el propio Edipo rey, si bien es cierto que la
palabra τύραννος no tiene una carga negativa, de repente se sugiere cierta tensión.

Volviendo a la interpretación freudiana, el gran tema es que el padre a quien


Edipo mata y la madre a quien Edipo desposa, no son su padre ni su madre en el
momento en que esas cosas ocurren. Ahí está, creo, el problema. Porque cuando Edipo
mata a Layo su padre es Pólibo, y cuando se casa con Yocasta su madre es Mérope. Al
margen de aquello que habíamos hablado la semana pasada a propósito de que no hay
destellos de erotismo entre Edipo y Yocasta. Es decir, son perfectos desconocidos para
Edipo los padres a quienes mata y desposa. Quienes defienden a Freud dicen que
cuando habla del complejo de Edipo no está hablando de Edipo personaje, sino de lo
que nos pasa a nosotros espectadores, que sí sabemos que son sus padres. Freud estaría
pensando en el horizonte psíquico de los espectadores que reviven sus propias vivenvias
infantiles u oníricas, no en que el personaje de Edipo está realizando sus experiencias
oníricas o infantiles. Contra esta defensa, Vernant, en otro capítulo del libro que
mencioné antes, que se llama “Edipo sin complejo”, denuncia en la lectura de Freud un
círculo vicioso, lo que técnicamente se llama “falacia de petición de principio”. Porque
Vernant dice que lo que hace Freud es fundar su teoría del siglo XX en una tragedia del
siglo V antes de Cristo, y la funda interpretando esa tragedia con la propia teoría que
está pretendiendo fundar con esa tragedia. Es decir que para fundar su propia teoría
recurre a una tragedia que lee con las categorías de la propia teoría que está queriendo
fundar, entonces usa lo que está queriendo fundar para leer aquello que le sirve para
probarlo. Por otro lado, sobrevuela la denuncia de anacronismo: Freud está poniendo en
contexto de Sófocles a la familia burguesa alemana, europea del siglo XX. Pero eso no
es la familia griega, ese concepto de familia no es el de la familia griega. De ahí esta
denuncia de anacronismo. Uno de los que dice esto es Bollack, un francés que ha escrito
un libro sobre Edipo, que se llama El nacimiento de Edipo, y también Deleuze y
Guattari en El anti-Edipo, en el sentido de que Freud hace eso para darle poder al
psicoanalista, porque pone en manos del psicoanalista que interpreta de esta manera
nuestra vida psíquica la llave para poder operar en esa vida psíquica. También hay un
texto de Ricoeur, “Hermenéutica y psicoanálisis” en El conflicto de las
interpretaciones. Allí dice que Edipo rey no es la tragedia del parricidio y el incesto,
sino la tragedia de la conciencia de sí: lo que le pesa a Edipo no es haber matado al
padre y haberse acostado con la madre, sino ser el artífice de su propia desgracia, ser
quien se condena a sí mismo. Dice Ricoeur: “Frente al vidente Tiresias Edipo es
solamente el rey, por eso la tragedia se llamó, en definitiva, Edipo rey, no Edipo
parricida o Edipo incestuoso”. Lo que ahí se está queriendo destacar es qué le pasa al
rey frente a esta situación. Yo les he mencionado que las representaciones clásicas en
vasijas suelen ser de Edipo frente a la Esfinge, no acostado con Yocasta o asesinando a
Layo.

La segunda conferencia de La verdad y las formas jurídicas Foucault la dedica


al Edipo rey y dice:

“Creo que hay un complejo de Edipo en nuestra civilización, pero


este complejo nada tiene que ver con nuestro inconsciente y nuestro deseo, y
tampoco con las relaciones entre uno y otro. Si hay algo parecido al
complejo de Edipo, éste no se da a nivel individual, sino a nivel colectivo;
no a propósito del deseo del inconsciente, sino a propósito del poder y el
saber”.

En definitiva, la lectura que hace Foucault es esta de cómo, en definitiva, lo que se está
jugando en Edipo rey es un conflicto de poder muy relacionado con el saber, porque, en
definitiva, quien tiene un poder real es quien sabe. Edipo tiene un poder falso mientras
es ignorante. Recién se puede hablar de poder real en Edipo en Colono cuando ya no
tiene ese otro poder político: ahí sí tiene poder real porque es el poder que le da la
sabiduría. Es muy interesante la conferencia de Foucault, que también meciona aquello
de las mitades que se van acoplando para dar forma a la trama, así como también el
cambio de planos a lo largo de la obra: desde el divino (oráculo, Tiresias), hacia el real
(el rey Edipo, la reina Yocasta), hasta el de los esclavos (el mensajero de Corintio y el
siervo de Layo).

Bueno, me gustaría terminar con lo siguiente.

Esto es “Edipo y el enigma”, de Borges, en El otro y el mismo, 1964.

“Cuadrupedo en la aurora, alto en el día


y con tres pies errando por en vano
ámbito de la tarde, así veía
la eterna esfinge a su inconstante hermano
el hombre, y con la tarde un hombre vino
que descifró aterrado en el espejo
de la monstruosa imagen, el reflejo
De su declinación y su destino.
Somos Edipo y de un eterno modo
la larga y triple bestia somos, todo
lo que seremos y lo que hemos sido.
Nos aniquilaría ver la ingente
forma de nuestro ser; piadosamente
Dios nos depara sucesión y olvido”.

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