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El gobierno del Mcal.

Francisco Solano López

INTRODUCCIÓN

Durante el corto gobierno del Mcal. López se produce la culminación del proceso iniciado en el
gobierno anterior, pero acentuado en su faceta europeizadora debido al viaje que realizara el
Mariscal al Viejo Continente. Se produce el triunfo del estado mercantilista y con él, la utilización
de las obras públicas para prestigiar al estado. El clasicismo incipiente de las obras de don Carlos
se convierte en una decidida mimesis con todo lo europeo presente en lo proyectado durante la
presidencia de su hijo. Las obras más representativas son: el Oratorio de la Virgen de la
Asunción, terminado recién en 1936, proeza técnica y estilística obra del italiano Ravizza, iglesia
de planta central sin precedentes en el país; las residencias de los hermanos del Mariscal,
Benigno y Venancio, la propia residencia privada del Mariscal (actual Palacio de Gobierno, el
demolido Club Nacional, la residencia de Mme. Lynch, etc.

Francisco Solano López Carrillo (Asunción, 24 de julio de 1827 – Cerro Corá, 1 de marzo de
1870)

Fue el segundo presidente constitucional de la República del Paraguay entre 1862 y 1870. Se
desempeñó como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, presidente y jefe supremo de la
nación paraguaya durante la Guerra de la Triple Alianza. Sucedió como presidente a su padre
Carlos Antonio López, que le había dejado a su hijo una nación próspera. De acuerdo a la
Constitución de 1844, el Congreso lo eligió presidente de la República por un período de 10 años.

VIDA PÚBLICA

En 1853 fue nombrado embajador del Paraguay e hizo contactos en los países europeos de Reino
Unido, Francia, Prusia, España y Piamonte-Cerdeña con el objetivo de obtener el reconocimiento
de la independencia paraguaya por parte de esos países, además de comprar armas, barcos y
blindajes para el ejército. En su estadía en París conoció a Elisa Alicia Lynch, una irlandesa de
educación francesa, que se convirtió en la compañera del resto de su vida y en madre de sus siete
hijos reconocidos (además López tenía tres hijos «naturales» con la pilarense Juana Pesoa).
Estuvieron juntos durante quince años pero nunca pudieron casarse ni vivir en la misma casa, ya
que la cultura moralista de Asunción no se lo permitió, porque Madame Lynch continuaba casada
con un hombre francés, y el divorcio en Francia, a pesar de haber sido legalizado en 1792, había
sido abolido en 1816, y no llegó a ser restablecido hasta 1884 (bajo el auspicio de la Tercera
República). A su regreso en 1854, López trajo consigo mucho armamento y un buque de guerra,
el Tacuarí, adquirido al Reino Unido. Además trajo en otro barco y en contra de los deseos
familiares, a su pareja irlandesa junto a su primer hijo en brazos, Juan Francisco López, quien
después sería conocido como el coronel Panchito López.

En 1859 López sería el nexo entre el general entrerriano Justo José de Urquiza y el general
porteño Bartolomé Mitre a la hora de firmar el Pacto de San José de Flores, que introdujo a
Buenos Aires en la Constitución Nacional Argentina. Creó buenos lazos de amistad con Urquiza.
La mediación fue particularmente dificultosa: en un primer momento ambos gobiernos enviaron
representantes a negociar, pero estas fracasaron rotundamente y Urquiza estaba dispuesto a
ingresar a Buenos Aires por la fuerza. López le solicita a Urquiza un día más para ingresar a la
ciudad e intentar personalmente una última negociación antes de la invasión y efectivamente,
cuando Urquiza entra en Buenos Aires el gobierno había renunciado.

LA GUERRA GRANDE

Fallecido Don Carlos en 1862, le sucede Francisco Solano López, nombrado el 16 de octubre de
ese mismo año.

Esta época se caracteriza entre otras cosas al comienzo por el incremento y brillo de la vida
social, que sin abandonar los tradicionales hábitos de las visitas, de los saraos familiares y
tertulias, adoptó modalidades más amplias de esparcimiento y de frecuentación, en las reuniones
que muchas veces se efectuaban por invitación del Presidente, o miembros de su familia, e
inclusive de Elisa Lynch, indudable árbitro de la elegancia en esos años. Es innegable que el
espíritu del nuevo mandatario era mucho más mundano y abierto a la frecuentación social y a las
convenciones que su progenitor. Marcaron época las tenidas en el Club Nacional, los bailes de
disfraz y en general las fiestas que señalaban fechas nacionales o personales, como las de los
cumpleaños presidenciales o los aniversarios de su asunción al mando. Las familias asuncenas,
imitando el ejemplo de la del Presidente, hacían traer sus trajes y tocados de Buenos Aires:
aprendían el francés, bailaban los bailes de moda. En las fiestas organizadas por Elisa Lynch se
hacía derroche de lujo y de gusto. Para la organización de ciertos festejos oficiales se pedía la
colaboración de artistas de la época, como el propio Ravizza, autor de numerosos decorados y
construcciones de carácter efímero para tales ocasiones conmemorativas; tal el templete que en
una oportunidad erigió y que adquirió las dimensiones de un verdadero monumento en el cual el
arquitecto del Oratorio desplegó saber arquitectónico y fantasía alegórica.

Este brillante paisaje social, al cual ayudaba el lento pero efectivo desenvolvimiento comercial,
tenía sin embargo como fondo el ominoso nubarrón del conflicto internacional que debía
desembocar en la guerra, poquísimos años más tarde. La apertura hacia la participación
democrática en el gobierno que parece haber sido el objetivo a distancia de Don Carlos,
experimenta en su sucesor un viraje que aleja las perspectivas. Cuáles hubiesen sido las
consecuencias de este proceso, que podemos imaginarlo, porque la situación de guerra vino a
imponerse, centrando las energías nacionales en univoca dirección. No tenemos noticia de que
bajo el nuevo gobierno se hayan fundado nuevas instituciones de enseñanza media o superior; en
cuanto a la primaria, sólo sabemos que aumentaron las clases particulares y aulas privadas
respondiendo a las crecientes exigencias sociales y prurito de cultura en las casas elevadas y en
aquellas que lentamente iban ascendiendo a niveles superiores.

Las instituciones docentes fundadas durante el gobierno de Don Carlos siguieron funcionando,
menos el Aula de Filosofía, que había desaparecido con Bermejo.

Francisco Solano López siguió, sin embargo, prestando atención a la instrucción preparatoria de
elites profesionales y técnicas que había merecido ya tanta preocupación de parte de Don Carlos.
Es cierto que hizo regresar antes del plazo fijado a los becarios de previas promociones, por
motivos de orden político a lo que parece; pero durante su gobierno viajaron al exterior otros
treinta becarios. De éstos, sólo tres fueron a estudiar Derecho; la mayor parte de ellos fueron a
estudiar artes mecánicas y seis viajaron con el propósito de ingresar en la famosa Escuela Militar
de Saint Cyr, objetivo que sólo consiguió uno. Como es lógico, el comienzo de la guerra de la
Triple Alianza supuso el término de las becas y el regreso de esos jóvenes; pero no existen
noticias de si ese regreso se efectuó o no, y hasta ahora la suerte de esos becarios es un misterio.

Durante la guerra se abrieron en forma precaria algunas escuelitas o clases privadas,


principalmente de niñas, como la que, al quedar disuelta la compañía de Azcona, abrió la señora
del actor Isidoro Codina. Se trataba de actividades de emergencia. Esas personas se encontraban
sin recursos y procuraban ganarse la vida en la manera más compatible con sus habilidades.

IMPRENTA Y PRENSA

Desde antes del fallecimiento de Don Carlos, la influencia organizadora de Francisco Solano
López venía haciéndose sentir en más de un aspecto. Uno de ellos fue la Imprenta Nacional, a
cuya organización y actualización dispensó mucho interés el futuro presidente. Fue Francisco
Solano López quien dispuso mejorar el local y la instalación de la imprenta como ya se dijo en el
capitulo anterior, poniéndola en condiciones de recibir no sólo la maquinaria de que entonces
disponía, si no otra cualquiera que posteriormente pudiera añadírsele. El decidido propósito de
Francisco Solano López de dar a la prensa, como instrumento de gobierno, las oportunas y
necesarias proporciones, se adivina en su esfuerzo. Una muestra del nivel alcanzado por esa
imprenta la dan, primero, la publicación de La Aurora, en los últimos tiempos de Don Carlos y,
más tarde y ya durante la guerra, la publicación de El Centinela, donde al lado de los grabados en
madera, debidos a los grabadores paraguayos Benítez y Colunga, encontramos algunas litografías
sobre diseños de Alejandro Ravizza.

Si en los primeros años del gobierno de Solano López la prensa nacional sigue limitada a El
Semanario, es durante la contienda cuando tiene sabroso y singular brote el periodismo nacional,
en los diversos semanarios satíricos aparecidos de 1866 a 1868. Fue el primero de éstos, El
Centinela, ya nombrado, surgido en la capital como un apéndice de El Semanario, y en el cual se
pueden apreciar los primeros grabados en madera, así como las primeras litografías sobre
diseños de inspiración local. Un misterio rodea el origen del grabado de guerra paraguayo, en lo
que respecta a los inspiradores y maestros. Muchas son las hipótesis viables: no sería la más
aventurada la que señalase como inspirador a Julián Aquino (grabador él también). Aquino había
viajado a Montevideo en años anteriores y había podido quizá tomar allí, o en Buenos Aires,
contacto práctico con estas modalidades en el curso de su misión (Aquino fue director de la
Imprenta Nacional).

A El Centinela siguió Cabichuí, editado en el Campamento de Paso Pucú; y luego Cacique Lambaré
y La Estrella, que apareció ya sin grabados.

Esta aparición del grabado en madera, después de una oscuración de prácticamente cerca de un
siglo (quizá haya inclusive que darle rango primigenio, ya que no tenemos prueba plena de que
esa modalidad se haya practicado en las Misiones), es un hecho de enorme interés. Si no hay
datos acerca de la forma en que el grabado se introdujo tan repentinamente en los diarios de
guerra, ni de cuáles fueron sus introductores, no cabe por otra parte duda de que la aclimatación
fue impresionantemente rápida y efectiva. Las caricaturas de El Centinela, Cabichuí Cacique
Lambaré constituyen un caudal en el que no sabemos qué admirar más, si lo inagotable del
ingenio y el humor, o la asimilación fulminante de la técnica por los improvisados artistas. La
espontaneidad, el sentido vital, la ingenuidad conceptiva hacen de este grabado de guerra
paraguayo un fenómeno no apreciado todavía debidamente en sus relieves estéticos.

No es este el único hecho interesante al cual dieron cauce los periódicos de campamento. Otro
hecho importante es la súbita revaloración del idioma vernáculo. En efecto, en esos periódicos
parte del texto estuvo redactado en guaraní. Este hecho es una lógica consecuencia de la
importancia material y moral adquirida de pronto, y en virtud de las circunstancias, por la masa
popular, a cuyo espíritu había que llevar ampliamente el sentido y significado de la empresa
nacional y su marcha cotidiana a través de la noticia, cosa que no podía obtenerse eficazmente a
través del castellano, insuficientemente asimilado todavía por la mayor parte de la población.

LA GUERRA CONTRA LA TRIPLE ALIANZA

El 12 de noviembre de 1864, López se apoderó del buque mercante brasileño "Marqués de


Olinda" en el puerto de Asunción y encarcelado el gobernador de la provincia brasileña de Matto
Grosso, que se encontraba a bordo. En el mes siguiente (diciembre 1864) envió una fuerza para
invadir Mato Grosso, que tomó y saqueó la ciudad de Corumbá y tomó posesión de la provincia y
sus minas de diamantes.

Indignado porque Brasil tomase parte en la política interna de Uruguay, pidió permiso a la
Argentina para pasar hacia Montevideo. Al negarse Mitre, y cuando las negociaciones
comenzaron a fracasar, López invadió la provincia de Corrientes. Su excusa era que Brasil había
extendido su imperio primero en Uruguay y luego en Paraguay y a principios de 1865 las fuerzas
paraguayas en su tránsito hacia el Uruguay; junto con otros factores políticos entre ellos la
victoria del Partido Colorado (apoyado por el Brasil) derrotara al Partido Nacional (apoyado por
el Paraguay) que gobernaba hasta ese entonces; impulsaron la Guerra contra la Triple Alianza,
que culminó con la derrota total del Paraguay, con la muerte de su líder y la de una gran parte de
los habitantes del país.

En 1868, cuando los aliados de la triple alianza le estaban presionando duro, López se enteró que
sus partidarios habían formado una conspiración contra su vida. Entonces varios cientos de
prominentes ciudadanos paraguayos fueron apresados y ejecutados por orden suya, incluyendo
a sus hermanos y cuñados, ministros, jueces, prefectos, militares, obispos y sacerdotes, y nueve
décimas partes de los funcionarios civiles, junto con más de dos centenares de extranjeros, entre
ellos varios miembros de las legaciones diplomáticas. Durante este tiempo él también tenía su
madre de 70 años azotada y ordenó su ejecución, por ser parte del complot contra su persona.

Su última frase antes de ser ultimado con un tiro en el pecho fue: «¡Muero con mi Patria!», pues
pensaba que con su desaparición el Paraguay dejaría de ser independiente y que su territorio
sería repartido entre la Argentina y el Brasil, aunque esta versión no es la única, pues ciertos
historiadores sostienen que la frase fue en realidad: «¡Muero por mi Patria!» sabiendo que con su
muerte terminaría la guerra. Sus restos descansan en el Panteón Nacional de los Héroes de
Asunción del Paraguay. Hasta el día de hoy, su figura es objeto de controversias dentro y fuera de
su país.

Aunque el tratado de paz estableció una suma exorbitante en concepto de costas de guerra para
el Paraguay, luego esta deuda fue dispensada en primer lugar por Uruguay y algunas décadas
más tarde (casi al término del pago total de la deuda) por Argentina.
TÉCNICOS E INTELECTUALES CONTRATADOS

Durante los primeros meses del gobierno de Solano López, y aún después, fueron llegando al
Paraguay técnicos y profesionales, casi todos ellos europeos. Muchos de ellos fueron contratados
en tiempo de Don Carlos y llegaban cumpliendo dicho contrato, tácita o expresamente ratificado
por Solano López. Otros fueron expresamente contratados por el nuevo mandatario y otros,
finalmente, fueron personas que llegadas al país por propia iniciativa encontraron pronto, en
virtud de sus capacidades, un lugar dentro de las actividades técnicas o culturales. Tales fueron,
por ejemplo, el boliviano Tristán Roca, que asumió puestos dirigentes en el periodismo, o
Cornelio Porter Bliss, que escribió para el teatro piezas de circunstancias (lo mismo, como hemos
visto, el boliviano Roca). Fue durante el gobierno del segundo de los López que llegaron los
escultores Andrés Antonini, italiano, y John Owen Moynihan, inglés, de los cuales el segundo fue
autor de las estatuas que decoraron la balaustrada del cuerpo central del Palacio de Gobierno.

EMBELLECIMIENTO EDILICIO

Durante el gobierno de Francisco Solano López, y en los pocos años que dejó libre la guerra, el
Presidente continuó la construcción de edificios, aunque el Teatro Nuevo, sueño de Don Carlos
Antonio, vio interrumpidas sus obras en 1863. Al general Solano López debemos la construcción
del Palacio de Gobierno y el Oratorio de la Virgen de la Asunción, hoy Panteón de los Héroes. En
realidad, el corto lapso de paz no dejó lugar para más alarde constructivo, aunque en esa época
se terminaron bastantes edificios particulares.

RESUMEN

No queda duda del aliento constructivo que en general animó a Francisco Solano y que
caracteriza este nuevo gobierno, aunque la visión de los problemas por parte del nuevo
mandatario manifiesten en ciertos casos enfoques diferentes, dando la preferencia a aspectos
que Don Carlos había mantenido en segundo plano, y viceversa. Sin embargo, no puede en modo
alguno dejarse de tener presente en lo que a este período se refiere la crisis internacional
afrontada por el país y que forzosamente, al acaparar la atención gobernante, era preciso se
reflejase en la atención concedida a otros aspectos que por ello pudieron quedar desatendidos o
mantenidos en un estado de espera. No podemos conjeturar cuál hubiese sido la orientación
impresa a determinados aspectos por Francisco S. López, cuyo espíritu amplio y ansiedades
culturales son unánimemente reconocidos, si la situación internacional hubiese sido otra.

Tal como las cosas se presentaron, sólo podemos constatar la magnitud de la tragedia nacional
representada por la guerra que, como una enorme apisonadora, recorrió de punta a punta el
territorio nacional, aniquilando no solamente industria, comercio, agricultura, ganadería,
instituciones, sino también lo más precioso y difícil de sustituir: el material humano.

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