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El astracán

Enrique Gallud Jardiel

En la literatura española recibe el nombre


de 'astracán' un peculiar género teatral surgido a
principios del presente siglo y cuya orientación,
esencialmente cómica, difiere substancialmente de la
dramaturgia anterior. El origen del nombre de este
tipo de «teatro para reír» es motivo de estudio en la
actualidad. Algunos autores lo dan por ignorado y
otros quieren forzar su relación con el vocablo
‘astracán’, que denomina a un tipo de piel de cordero
preparada en la ciudad de Astrakhan, en el delta del
río Volga. El crítico Sainz de Robles lo define como
una exhumación de la realidad en acciones
dislocadas, en juegos de palabras tendentes a lograr
la máxima comicidad posible y a extraer las múltiples
posibilidades de cada situación para la escena. Este
género, que abarca a la vez comedias y zarzuelas,
perduró con éxito creciente en España durante el
primer tercio de este siglo, influyendo positivamente
a la literatura humorística posterior. Además, fue un
tipo de teatro destinado a todas las esferas de la
sociedad, que lo recibían con entusiasmo, y que se
popularizó en los llamados «teatros por horas», con
sesiones continuas de diferentes obras, sistema que
tenía por objetivo el abaratar los precios para que
todas las clases sociales pudieran disfrutar del
espectáculo.
También hay controversia en lo relativo al
creador o iniciador del Astracán, compartiendo la
gloria Enrique García Álvarez, de una parte, y Pedro
Muñoz Seca, por la otra. García Álvarez transformó y
azuzó con su humor a quienes poseían una manera
propia de escribir y orientó a muchos que aún no la
tenían, creando una comicidad moderna. Enrique
Jardiel Poncela, autor posterior y considerado como
el renovador del teatro cómico español del presente
siglo, no escatima elogios hacia este autor y en su
monografía sobre teatro
titulada Lectura de cuartillas (1933) afirma: «García
Álvarez ha dado a luz un teatro cómico violento,
grotesco, fantástico, maravillosamente disparatado,
sin antecedentes en nuestro país y en los ajenos.» Por
otra parte, se reconoce que fue Pedro Muñoz Seca el
que más lo popularizó y algunos críticos citan una
obra suya –Trampa y cartón, del año 1912– como la
primera de este género propiamente dicho. No hay
que olvidar una tercera posibilidad de colaboración
en la formulación del estilo astracanesco, puesto que
pasan de cincuenta las comedias escritas por ambos
autores en colaboración. Otros dramaturgos de este
género que merecen ser citados son Pedro Pérez
Fernández, Joaquín Abati, Antonio Paso, Guillermo
Perrín Miguel de Palacios y, en ocasiones, Carlos
Arniches.
El astracán, más que un género teatral, es una
manera de hacer y así pueden considerarse
astracanadas farsas, juguetes cómicos, disparates,
sainetes pasillos y otras variedades teatrales de
carácter jocoso. En cuanto a sus características puede
decirse que la primera que salta a la vista es la de la
colaboración en la autoría. La mayor parte de estas
piezas teatrales son el fruto de las plumas de dos
autores, que solían repartir el trajo, ocupándose uno
del aspecto meramente humorístico de la producción
mientras el otro se dedicaba más intensamente a la
elaboración de la trama argumental. Incluso así el
rendimiento de estos autores fue excelente, ya que
escribieron y estrenaron alrededor de doscientas
obras teatrales cada uno, solos o en colaboración y
Antonio Paso llegó a la suma de trescientas sesenta,
cifra no superada desde Calderón. Otras
particularidades interesantes son el perfecto dominio
de la técnica teatral, la abundancia de ingenio y la
creación del tipo del «sinvergüenza», que viene a ser
en la literatura moderna un parangón de lo que el
«pícaro» fue en el renacimiento y el barroco.
Otro aspecto muy de destacar es el empleo que
en el Astracán se hace de la lengua española. En estas
obras puede encontrarse todo tipo de combinaciones
y equilibrios hechos con el idioma. Son abundantes
las figuras retóricas de palabra –anfibología,
antonomasia, diáfora, hipalage, metaplasmo,
aféresis, apócope, metátesis, paronomasia–, así como
extranjerismos y cultismos de toda índole. Además,
se utilizan abundantemente las variedades dialectales
de España y América para la elaboración de los
elementos humorísticos. Los nombres geográficos,
históricos, los apellidos y apodos se emplean también
frecuente y hábilmente para lograr el mismo
propósito.
Se dice generalmente que el Astracán es un
teatro sin alma, hueco, envuelto en una carcajada
forzada. Pero este concepto es únicamente el
producto de un análisis superficial. Por debajo de
esta risa sencilla se distingue un esquema de ideas al
que en filosofía se le ha llamado «la teoría del
optimismo». Esta teoría, que nos incita a observar
preferentemente el lado positivo de las cosas y que
postula que el mundo en que vivimos es el mejor de
los mundos posibles para nosotros, ha sido
preconizada por filósofos de la altura de Demócrito,
Platón, Descartes y Leibnitz, optimistas declarados.
Dice el eminente crítico Delgado Barreto en el
estreno de Faustina: «Si no existiese Muñoz Seca
tendríamos que inventarlo. E1 ejercicio de la risa
influye sobre todo el organismo y hace mejorar el
sueño. Yo sé decir de mí que, cuando veo una obra de
Muñoz Seca, descanso luego mejor y me siento más
optimista y más animoso, más ágil para la pelea que
hay que seguir a diario.»
Este resultado citado es el que este tipo de teatro
pretende conseguir y el que pide el sentir hispano. El
espíritu de estas piezas muestra mejor que todas las
filosofías de los escritores cuál es el espíritu del
pueblo español. Cansados
estamos de oír proclamar lo de la tristeza española y
lo de la parda y seca meseta castellana que la
engendra, lo de la falta de sensibilidad de la raza. Al
contrario, muchos de los asuntos que serían fuente
de dolor y luto para el arte fuera de España –el
hambre, el desempleo, los apuros caseros, la
canallería política, el caciquismo– se convierten en
estos autores en chorros de alegría y buen humor
merced a la broma e ironía con que los consideran,
por observar que por ese lado los toma el pueblo. ¿No
es ello filosofía popular y levantadísimo arte? ¿No es
lo más refinado del arte sacar placer del pesar,
alegría del dolor? El humor es uno de los conceptos
más éticos que existen. Muñoz Seca, por boca de un
personaje de su comedia El padre alcalde nos revela:
«La risa es lo más sano, lo más bueno, lo que más se
parece a la felicidad. Lo único que hay en el mundo
digno de estimación es una buena carcajada. Y
quienes la produzcan con su arte, su ingenio o su
gracia merecen la gratitud de las gentes.»

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