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Felipe Roblero, 1061253j

Escuela de psicología
Psicoanálisis
Profesor: Alejandro Reinoso

Psicoanálisis y lenguaje:
La constitución del sujeto Freudiano
Introducción:
A través de los escritos psicoanalíticos de Freud se habla constantemente de las
nociones de consciente/inconsciente, principio del placer y principio de realidad y diversos
conceptos que denotan la multiplicidad de conceptos que están presentes en el individuo. Esto
complica la noción tradicional de sujeto, que anteriormente parecía poseer un dominio
completo sobre el mismo, apareciendo lo que el autor denomina como la tercera de las heridas
narcisistas de la humanidad, antecedida por la de Copérnico (descentramiento de la tierra) y la
de Darwin (la evolución).
Freud habla de una parte inconsciente del individuo que está a la base de este y que no
puede ser controlada de manera consciente, lo que posee fuertes implicancias para el concepto
de voluntad o libertad que tienen mucha incidencia en el discurso filosófico. Sin embargo si
se quiere entender de manera íntegra que es lo que el autor realmente comprende cómo sujeto
no se puede dejar de lado un tercer componente, el lenguaje, que parece acercarse mucho a
una dimensión estructural de este. En la teoría Freudiana no sólo lo que se dice da a conocer
al sujeto, sino también lo que no se dice toma una posición fundamental, que no puede dejar
de tenerse en cuenta un sujeto según lo que el autor plantea.
El lenguaje para el autor tendría íntima relación con el sujeto, debido a que permite el
tránsito entre lo consciente y lo inconsciente, dejando de ser un simple proceso cognitivo y
teniendo incidencia en la formación de un sujeto freudiano.
Dicho esto, el trabajo busca profundizar en ¿Cuando surge la noción de sujeto en el
individuo Freudiano? ¿Qué procesos inconscientes son influyentes para la subjetividad en la
visión Freudiana? ¿Qué importancia tendría el mundo externo en el concepto de subjetividad
que puede ser inferido de la concepción Freudiana? ¿Cuál es la importancia del lenguaje en el
aparato psíquico Freudiano? ¿Cuál es la importancia del lenguaje para el sujeto humano, y,
por tanto para la subjetividad, entendida bajo la mirada Freudiana?
Es importante reflexionar en torno a estas preguntas, debido a que el autor, quitando
importancia lo que conocemos por “yo”, presenta al sujeto cómo incognoscible en diversos
aspectos, lo que personalmente me atrae para desentrañar la compleja maraña bajo la cual
queda atrapado el concepto de sujeto en Freud. Por consiguiente el desarrollo del trabajo
representa un intento de realizar esa tarea, bajo mi propia postura subjetiva.
Desarrollo.
El tema del sujeto es transversal a toda la obra freudiana. La particular manera que
tiene el autor para referirse al aparato psíquico da a conocer una nueva manera de entender al
sujeto. La importancia que da el autor al inconsciente dentro del aparato psíquico da luces de
cómo, según su visión, la consciencia es sólo parte pequeña de los procesos que llevan al
sujeto a constituirse como tal.
El sujeto freudiano podría ser considerado como sujeto del deseo, debido a que se
constituye en base a este. Según esta visión el yo consciente (anteriormente considerado como
necesario y suficiente para hablar de sujeto) está bajo la servidumbre de las pulsiones del
inconsciente, por lo que no podría ser concebido el sujeto psicoanalítico sin tener en cuenta la
noción inconsciente, el ello (segunda tópica).
Para entender mejor esta visión es necesario ver cómo surge el sujeto en Freud,
encontrar los momentos que dan pie a la constitución de este. Si se quiere encontrar las
semillas de lo que posteriormente lo constituye, es imperioso buscar el instante en que el
individuo aún no puede ser considerado como tal, cuando aún no existe la división entre un
sujeto y lo objeto, entre lo interno del individuo y lo externo a él.
Estas condiciones, una etapa de no-distinción, podrían ser encontradas en lo que el
autor define cómo el narcicismo primario. En este periodo, donde el individuo está bajo el
gobierno del principio de placer -en su mayoría bajo el dominio del ello-, el advenimiento del
principio de realidad (denotado en un principio por la caída de la omnipotencia del
pensamiento, concretamente la noción de que el niño no tiene poder completo sobre la madre
–fuente de satisfacción–) da a conocer al niño que el mundo no es una extensión de sus
deseos, sino que funciona con independencia de él. Winnicott también concibe la idea de un
periodo en que el infante se “da cuenta” de que lo externo no es una creación suya, sino que
hay algo ajeno a el mismo. Este podría ser considerado un punto crítico, donde un niño
comienza a diferenciar el mundo exterior cómo objeto, surgiendo por contraparte la condición
de él como sujeto. Sujeto que debe ir a la caza del mundo externo, debe salir en búsqueda de
un objeto, ajeno a él, que le permitirá llegar a la satisfacción. Surgiría aquí, por tanto, la
inmanencia de un objeto externo1 al individuo.
En este primer punto tiene gran importancia lo expuesto por Freud en Tres ensayos de
teoría sexual (1905), donde el momento mencionado anteriormente queda caracterizado por el
autoerotismo. En esta etapa el niño consigue la satisfacción en su propio cuerpo, es sujeto y

1Que antes no era necesario debido al autoerotismo, punto que por espacio no puede ser desarrollado con
gran extensión, debido a la calidad el ensayo
objeto de deseo, por lo que ambas nociones no pueden ser distintas, no puede haber
diferenciación. Sin embargo, con el advenimiento del principio de realidad, la caída de la
omnipotencia del pensamiento, la no-inmediatez de el cumplimiento de necesidades (por no
poseer control absoluto sobre la madre), llevan a que el niño tenga que salir al mundo, abrirse
a los estímulos externos (que tanta importancia tienen en Más allá del principio del placer con
la capa protección anti estimulo). Creando en el individuo el estado de sujeto, en
contraposición a lo objeto (de la libido, de la pulsión). Por lo tanto podríamos considerar,
según lo expuesto anteriormente, el fin del narcisismo primario como el germen del sujeto, su
condición gatillante.
Siguiendo esta línea argumental, en el periodo de narcisismo primario, entendido
como un momento de plena satisfacción, una especie de paraíso bíblico, donde rige el
principio del placer, deja marcas profundas en el aparato psíquico de infante. Estas marcas
que denotan un momento de satisfacción superlativo, satisfacción plena del deseo, que quedan
arraigadas en los más profundo del aparato psíquico, son consideradas por Freud en La
interpretación de los sueños cómo las huellas mnémicas (1900). Según la visión del autor, las
huellas mnémicas son las marcas de la satisfacción en el periodo de satisfacción plena del
sujeto Estas quedan arraigadas en lo más profundo del individuo y, sirven de sendero para las
demás pulsiones. Si la primera necesidad de hambre llevo al individuo a cierta satisfacción
(que en un principio fue plena), toda pulsión de ese estilo buscara ese sendero de satisfacción,
buscara asemejarse, adecuarse, moldearse a las huellas de la primera satisfacción. Esto es de
gran importancia si se busca la incidencia de lo inconsciente en la subjetividad humana.
Este punto es de especial importancia debido a que, según lo expuesto por Lacan en su
cuarto seminario, el objeto de satisfacción plena (que, para Freud, quedaría grabado en las
huellas mnémicas) sirve de guía para todos los intentos posteriores de satisfacción. Sin
embargo dicho nivel de satisfacción no puede volver a ser conseguido. Esto debido a las
condiciones anteriormente presentadas (la caída de la omnipotencia del pensamiento, el
advenimiento del principio de realidad y el fin del autoerotismo), las cuales también pueden
ser entendidas, desde el punto de vista de Winnicott, D (1971), con la progresiva desilusión
que debe ir forjando la madre en su relación con el hijo. En consecuencia el objeto (de
satisfacción), es siempre un objeto perdido2, inalcanzable, un recuerdo –inconsciente– que
marca pautas, pero que a la vez desilusiona. Desilusiona en el sentido que es un inalcanzable,
un constante recuerdo -inconsciente- de una falta, algo que dejó de estar presente. Este

2 ¿Por eso el goce se vincula con el dolor? ¿Con una incapacidad?


agregado lacaniano es de especial valor debido a que podría ayudar a entender el carácter de
la pulsión constante freudiana, conformadora del deseo. Se busca constantemente alcanzar
dichas huellas, sin embargo esto ya no es posible; debido a esto el deseo puede ser concebido
cómo articulado en torno a una falta.
Toda pulsión, por tanto, buscará seguir la senda de las huellas mnémicas, que quedan
instauradas en los inicios de la vida de cada individuo. Debido a esto, cada individuo será
movido -de manera particular-3 por sus pulsiones, que en Pulsiones y destinos de la pulsión
(1915) demuestran importancia en la salida al mundo externo para encontrar el objeto de
satisfacción. Por lo tanto la relación del yo con el mundo externo (P) esta permeada por las
huellas mnémicas.
En consecuencia de lo anterior, es posible considerar cierto tipo de subjetividad como
arraigada en el inconsciente (en su sentido tópico; en el ello), que sería resultado de la
necesidad de encontrar un objeto de satisfacción. Dado esto, la pulsión sería esencial en la
concepción de un sujeto freudiano. La pulsión (guiada por la huella mnémica) marca las
pautas de la relación del sujeto con el mundo. Por lo tanto, la vida anímica interior (ello) y el
proceso primario que lo gobierna, constituyen la base de la subjetividad en Freud, ya que que
marcarán la dinámica del deseo que surge en torno a la falta, a dichas huellas marcadoras de
pautas. Si se sigue lo expuesto hasta el momento sería posible hablar del sujeto Freudiano,
como “Sujeto de” o “Sujeto a”, entendiendo que el individuo esta sujetado en la pulsión
inconsciente. El yo está sujetado al ello, por lo tanto el yo consciente está sujetado al
inconsciente. Dicho esto ya se puede entrever que el yo no posee un control total; ni si quiera
tiene un manejo preponderante de su toda su complejidad. El yo sólo sería la punta visible del
iceberg, arraigada a una base irreductible: el ello como conjunto de lo reprimido, constitutivo
del sujeto.
Por otro lado, el mundo externo/ajeno al individuo parece ser esencial en la
concepción del sujeto en base a la teoría freudiana. En primer lugar, como ya se ha
mencionado, impulsa el surgimiento del yo, en contraste al ello. El aparato perceptor
mencionado en El yo y el ello (1923) y también en La interpretación de los sueños (1900)
brinda la posibilidad de recibir estímulos externos, con los que el individuo debe lidiar y que
son fundamentales tanto para el desarrollo de la conciencia como para la satisfacción de
necesidades pulsionales, para la descarga. Lo anterior sería siempre, bajo el punto de vista de

3Entendiendo que cada madre, en el momento del periodo narcisista primario del hijo, puede haber marcado
diversas pautas de satisfacción de deseo. Cada niño podría haberse relacionado de manera distinta con los
objetos de satisfacción.
lo expuesto hasta el momento, satisfacción parcial de las necesidades, que están bajo la
sombra de unas solemnes e imponentes huellas mnémicas, la presencia de una ausencia.
Por otro lado, haciendo una breve alusión a Lacan, el mundo ajeno al individuo (sin
entenderlo desde la perspectiva del individuo, sino que desde lo cultural) marca las pautas
para el surgimiento del sujeto. Si se considera lo que el autor atribuye al registro simbólico, es
posible ver cómo es que el niño, antes de su nacimiento (biológico), ya tiene
reservado/asignado un espacio en el mundo. Este espacio simbólico podría ser ejemplificado,
de manera vaga y sencilla, como lo que la madre desea que su hijo sea; todas las atribuciones
simbólicas que le son asignan antes de nacer: que sea varón, chileno, miembro de una familia
específica, etc. Como consecuencia, la futura relación que tendrá la madre con el recién
nacido estará permeada por todas esas atribuciones simbólicas anteriormente formuladas y,
por tanto, la formación del deseo del recién nacido surgirá en base a los deseos de la madre.
Por tanto, sus huellas mnémicas, su falta y su deseo articulado en torno a esta, estaría
constituido en torno al deseo materno (en el momento en que la madre genera cierto contexto
simbólico en el que nacerá el niño). En base a esto sería posible considerar que el deseo es el
deseo del Otro. (Braunstein, N. 1980)
Mediante dicho argumento, que acota superlativamente el concepto lacaniano de
registro simbólico, es posible ver cómo es que el mundo externo al individuo, su contexto,
debe ser considerado en el intento de entender la complejidad del sujeto freudiano que se
busca exponer aquí. Sujeto que, como bien se ha mencionado en la línea argumental, debe ser
considerado como “sujeto de” o “sujeto a” el deseo.
Por otro lado, en Tres ensayos de teoría sexual (1905) el autor denota la importancia
del objeto externo cómo ente del que parte la atracción, quien recibe la tensión sexual; es
investido por la energía libidinal. En este punto es necesario mencionar que desde el mundo
externo, y, gracias la a la percepción, el ello, mediante el yo, recibe las imágenes externas que
brindaran el contenido económico que regirá el funcionamiento del aparato psíquico. El cual
pasará a conformar los agente representantes de la pulsión, y, por lo tanto, tendría relación
con el deseo –que es siempre deseo del otro–.
En base a lo anteriormente mencionado, el contenido brindado por el aparato
perceptor, tendría influencia en el procesamiento primario reinante en el inconsciente
(primera tópica), brindando el material que se vinculará a las pulsiones, permitiéndoles
definirse, lo que trae por consecuencia una reducción. El deseo se ve aprehendido (y
reduciendo) a las representaciones que brinda P .Esta reducción es necesaria para que los
contenidos inconscientes (pulsiones/deseo) puedan sortear las barreras de la representación,
con lo que pasarían a formar parte del pre-consciente, y, por inercia, partes del yo (segunda
tópica). En base a estos contenidos conscientes, el yo (que abarca de manera reducida al
sujeto freudiano) tendría satisfacciones, sin embargo nunca será una satisfacción plena (como
la del narcisismo primario), debido a que el objeto de ésta no puede ser conocido.4 Constituye
la falta sobre la que se articula el deseo.
Con lo mencionado anteriormente ya se han dado algunas luces que dejan entrever la
importancia del lenguaje en el psicoanálisis, principalmente para la constitución del sujeto.
Tal como es presentado por Freud, una de las funciones del lenguaje, las representaciones
palabras (Interpretación de los sueños, Lo inconsciente, El yo y el ello) representan
cualitativamente los contenidos bajo el principio secundario, que son esenciales en la
constitución del yo. Estas, al ser constitutivas del yo, tienen incidencia en la subjetividad.
Como se verá más adelante reducen al sujeto, coartan su subjetividad. Las representaciones
palabras, acotan los contenidos provenientes del inconsciente, los delimita al significado. Que
el significado (en relación a las representaciones palabras) sea una reducción de lo
proveniente de lo inconsciente, tópico, podría llevarnos a concluir qué lo que sortea las
barreras de la represión está sobre-determinado. Por ende, lo que existe en el inconsciente (la
perspectiva dinámica de Freud) estaría estructurado cómo un lenguaje, en base a significantes,
donde las significaciones son por diferencia (Braunstein, N. 1980). Sería una especie de
diccionario, donde una palabra remite a otra, una especie círculo vicioso. Esto remite, en
parte, a los postulados de Lacan, quien considera lo inconsciente estructurado cómo un
lenguaje.
Esto último es de extrema relevancia para comprender la noción de sujeto en Freud,
debido a que denota que el yo, la parta consciente de cada individuo no es más que una
reducción del significado, una red de significantes. En vista a esto se podría decir que lo que
habla cada individuo esta sobre-determinando, decimos más de lo que pensamos
(conscientemente) que decimos. El sujeto no se agota en el yo ni en la consciencia, por lo
tanto, este concepto no es más que una limitante del sujeto: lo esconde, lo obstruye, lo coarta.
En toda esta exposición es necesario recalcar el todo lo inconsciente queda limitado y no
puede salir a flote (al yo) debido a mecanismos como el superyó obstruyen al deseo
inconsciente. En base a esto también podría mencionarse que el yo es una barrera más para el
objetivo del sujeto, encontrar su objeto perdido.

4Al menos pareciera ser así para el sujeto neurótico. ¿Es así para el sujeto perverso, o esquizofrénico? Este
tema sobrepasa los objetivos que me planteo para este trabajo. Sin embargo no dejan de ser tema de gran
interés.
Si se es consecuente con lo dicho hasta el momento, y, si se consideran los distintos
escritos de Freud, es posible encontrar diversos “puntos de fuga”, que constatan concepción
del sujeto inconsciente coartado por el yo. Uno de estos puntos serían los diversos actos
fallidos de Psicopatología de la vida cotidiana (Freud, 1901). Aquí el autor habla de cómo es
que en diversas situaciones se olvidan nombres propios, u ocurren diversos actos fallidos, los
cuales dan constancia de lo inconsciente. Normalmente el sujeto (sujetado) del deseo inviste
representaciones inconscientes determinadas por la pulsión. Para la satisfacción de ese deseo
la pulsión insiste para salir al exterior por medio del yo, pero es detenida por la represión. En
base a esto surgen diversos retoños de lo reprimido (cadena de significantes) hasta que el yo
sea capaz de recibir una representación que no “perturbe” y pase a la consciencia. Sin
embargo, en el acto fallido se “escapa” una representación inconsciente y pasa directamente al
consciente, por lo tanto deviene el sujeto, se manifiesta a través de dichos actos.
Otra manifestación de la subjetividad freudiana puede ser considerada en las fantasías
y los sueños. Estos dos fenómenos surgen en base a la falta, en base al objeto perdido, a las
huellas mnémicas. La fantasía y el sueño son distintos en cada sujeto (cosa que queda del todo
demostrada en El poeta y la fantasía, 1906) debido a que están basadas en las pulsiones, que
buscan seguir la huella mnémica particular de cada individuo. Tal como lo expone Freud en
El poeta y la fantasía (1907) las distintas manifestaciones poéticas pueden ser consideradas
derroches de subjetividad debido a que se vinculan de manera directa con la fantasía. Esta
última, al depender de la pulsión, tiene una relación directa con las huellas mnémicas de cada
individuo, con el sujeto del deseo. Cada poeta se manifestaría de manera diversa debido al
carácter subjetivo de cada fantasía, surgida por sus particulares relaciones de cada uno de
estos sujetos con el deseo (del deseo del Otro). Lo mismo para los sueños, que, según el autor,
serían un cumplimiento de deseo (La interpretación de los sueños, 1900), por lo que también
podrían considerarse como el advenimiento del sujeto. Muchas veces los sueños parecen no
tener sentido por la misma sobre-determinación de la que se habla anteriormente, el sujeto es
mucho más de lo que el yo parece abarcar.
En este punto ya es posible ver cómo influye el inconsciente en la subjetividad, que sin
importar su cualidad (de icc), mueve e influye directamente en el sujeto. Freud en su trabajo
Lo Ominoso (1919) recalca la influencia que tienen las reminiscencias inconscientes en el
individuo. En este escrito define la sensación ominosa cómo producto del encuentro del sujeto
con algún evento externo que reviva un proceso/vivencia inconsciente en el individuo.
Ejemplo de esto es el reencuentro con la omnipotencia del pensamiento, que puede ser
producida por que se cumpla un deseo del individuo. Según la concepción si una persona dice
“ojalá que te atropellen” y justamente esto ocurre, la sensación seria ominosa, debido a que
así funcionaba la omnipotencia del pensamiento en el narcisismo primario, proceso que yace
en el fondo del inconsciente de un adulto. Todo esto deja claro que lo que pertenece al
inconsciente no deja de influir en el sujeto sólo por su condición de inaccesible. Lo ominoso
no es más que la marca de la subjetividad, uno de los puntos de fuga que no pueden ser
controlados por este reinado del yo.
Conclusión.
En base a lo desarrollado, el sujeto psicoanalítico freudiano puede ser considerado
como un sujeto del deseo. Esto debido principalmente al carácter de motor que posee el
deseo, que tiene cómo máximo representante a la huella mnémica, la que articula al deseo en
torno a la falta. Dicha constitución es posibilitada por el desarrollo que sigue el individuo en
el transcurso de su vida, principalmente por las condiciones que se dan después de su
nacimiento. En un primer momento el bebe esta bajo el total gobierno del principio del placer,
el cual mediante la omnipotencia del pensamiento puede desarrollar un autoerotismo. Esto
último permite al niño generar una satisfacción plena, la que, sin embargo, cae más adelante.
En base a esto se articula la falta, y esos sucesos provocaran que el sujeto freudiano sea sujeto
del deseo.
Por otro lado también es necesario considerar que el concepto de lenguaje juega un rol
esencial en la constitución del sujeto. Lo inconsciente es estructurado cómo lenguaje, en
significantes, en contraste del yo que es configurado con una lógica de significantes, por lo
cual coarta al sujeto, y todo lo que ocurre en el yo está sobre-determinado.
A pesar de que el yo sea una ínfima parte del sujeto, que incluso lo modifica mediante
formaciones sustitutivas, existen diversas maneras en que el sujeto del deseo aparece de
manera no modificada. Se mencionan a los actos fallidos, fantasías y sueños cómo muestras
no editadas por el yo, que permanecen fieles a la constitución del sujeto. Según esta visión, el
sujeto es mucho más que lo consciente, lo que vendría a conformar el rasgo fundamental del
concepto de sujeto en Freud.
Bibliografía.
Braunstein, N. (1980). Psiquiatría, teoría del sujeto, psicoanálisis (hacia Lacan). Mexico:
Siglo veintiuno editores
Freud, S. (1900-1901) La interpretación de los Sueños (II). Argentina: Amorrortu ediciotores.
Freud, S (1901) Psicopatología de la vida cotidiana. Argentina: Amorrortu editores.
Freud, S (1901) Tres ensayos de la teoría sexual. Argentina: Amorrortu editores.
Freud, S. (1907). El poeta y la fantasía. Argentina: Amorrortu editores.
Freud, S (1914-1916) Trabajos sobre metapsicología, y otras obras. Argentina: Amorrortu
editores.
Freud, S. (1919) Lo Ominoso. Argentina: Amorrortu editores
Freud, S. (1920) Más allá del principio del placer. Argentina: Amorrortu editores.
Freud, S. (1923-1925). El yo y el ello, y otras obras. Buenos Aires: Amorrortu editores.
Winnicott, D. (1971). Realidad y juego. Barcelona: Editorial Paidós

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