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la Santa Cruz
14 de Setiembre
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Evidencias de la
Crucifixión
por: Frank L. López
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La cruz, con sus dos maderos, nos enseña quiénes somos y cuál
es nuestra dignidad: el madero horizontal nos muestra el
sentido de nuestro caminar, al que Jesucristo se ha unido
haciéndose igual a nosotros en todo, excepto en el pecado.
¡Somos hermanos del Señor Jesús, hijos de un mismo Padre en
el Espíritu! El madero que soportó los brazos abiertos del Señor
nos enseña a amar a nuestros hermanos como a nosotros
mismos. Y el madero vertical nos enseña cuál es nuestro destino
eterno. No tenemos morada acá en la tierra, caminamos hacia
la vida eterna. Todos tenemos un mismo origen: la Trinidad que
nos ha creado por amor. Y un destino común: el cielo, la vida
eterna. La cruz nos enseña cuál es nuestra real identidad.
"Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que
todo el que crea en Él no perezca sino que tenga vida eterna".
(Jn 3, 16). Pero ¿cómo lo entregó? ¿No fue acaso en la cruz? La
cruz es el recuerdo de tanto amor del Padre hacia nosotros y del
amor mayor de Cristo, quien dio la vida por sus amigos (Jn 15,
13). El demonio odia la cruz, porque nos recuerda el amor
infinito de Jesús. Lee: Gálatas 2, 20.
Fuerza de Dios
Por otro lado, Dios comunica su excelencia a algunas creaturas, aunque no según
igualdad con Él, sino según cierta participación. Por eso veneramos a Dios con una
veneración particular que llamamos latría, y a ciertas excelentes creaturas con otra
veneración que llamamos dulía. Pero es necesario estar muy atentos, porque el
honor y la reverencia son debidos solamente a la creatura racional. Por lo tanto, la
dulía corresponde solamente a la creatura racional.
Santo Tomás se hace esta misma pregunta[1]. Nos referimos a la misma cruz de
Jesús, aquella en la cual fue clavado. Esta es la respuesta: la adoración de latría
solamente debe ser dirigida a Dios. La dulía (proviene de la palabra griega doûlos
que significa siervo) debe ser dirigida solamente a las creaturas racionales. Pero a
las creaturas materiales (‘insensibles’, dice Santo Tomás) podemos presentarle
honor y obsequio en razón de la naturaleza racional. Esto podemos hacerlo de dos
modos: el primer modo es en cuanto la creatura insensible representa a la
naturaleza racional; el segundo es en cuanto la creatura insensible está unida a la
naturaleza racional.
“De ambos modos debe ser venerada por nosotros la cruz de Jesús –dice Santo
Tomás. Del primer modo, en cuanto representa para nosotros la figura de Cristo
extendido sobre la cruz. Del segundo modo, a causa del contacto que tuvo la cruz
con los miembros de Cristo y porque fue bañada con su sangre. Por lo tanto –
continúa diciendo Santo Tomás- de ambos modos la cruz es adorada con la misma
adoración que recibe Cristo, es decir, adoración de latría”.
Debemos estar atentos a aquello que dice Santo Tomás. No damos a la cruz
(objeto de madera) el culto de latría en cuanto objeto de madera sino en cuanto
representa a Cristo y en cuanto estuvo en contacto con su cuerpo y con su sangre,
es decir, en razón de Cristo. Esto quiere decir que la adoración de latría va dirigida
a Cristo y no a un pedazo de madera. Dice el P. Fuentes respecto a esto:
“Evidentemente el concepto clave es aquí la distinción, dentro de la adoración de
latría (...), entre latría absoluta y latría relativa: latría absoluta es la que se da a
una cosa en sí misma (por ejemplo, a Dios, a Jesucristo, etc.); latría relativa es la
que se da a una cosa no por sí misma sino en orden a lo que es representado por
ella (las imágenes). Por tanto, si bien la cruz no es adorada con culto de latría
absoluta, sí lo es con el de latría relativa”[2].
Ahora bien, ¿qué sucede con las cruces que nosotros tenemos ahora? Estas cruces
son imitaciones de la ‘vera cruz’ de Jesús, cruces hechas de piedra, de madera o
metal. La respuesta a esta pregunta pienso que aclarará un poco más nuestro
tema.
Partimos del punto que estas cruces de las cuales hablamos no son otra cosa que
imágenes de Jesús, es decir, tratan de representar pictóricamente al Dios
encarnado, al Verbo hecho hombre. Exponemos la doctrina de Santo Tomás
respecto a la actitud que nosotros debemos tener hacia las imágenes pictóricas de
Cristo.
3) “Entonces, ¿porqué usar esta terminología, que aparece como blasfema, contra
el clarísimo primer mandamiento de la Biblia?” Esta terminología, teológicamente
hablando, es correctísima. Se puede decir con toda propiedad ‘adoración de la
cruz’ porque se puede dar culto de latría relativa a un objeto insensible en razón
de Cristo, que es Dios.
Además hay que tener en cuenta que en el Antiguo Testamento esta prohibición de
hacer y adorar imágenes adquiría un sentido especial porque el verdadero Dios se
había revelado como un ser espiritual e incorpóreo y, por lo tanto, no era posible
hacer alguna imagen corporal que expresara adecuadamente a ese Dios
incorpóreo. “Pero dado que en el Nuevo Testamento Dios se hizo hombre, puede
ser adorado en su imagen corporal”[5]. Por lo tanto, vemos que ni en el acto de
adoración de la cruz ni en la terminología usada para expresarlo hay algo que se
oponga a la revelación del Antiguo o del Nuevo Testamento. Al contrario, el Nuevo
Testamento, al revelarnos la encarnación de Dios, nos autoriza a adorarlo en su
imagen corporal.
4) “¿Porqué usar esta terminología que podría desviar a aquella parte del pueblo
de Dios que no tiene instrumentos culturales suficientes para comprender que no
se trata, en definitiva, de un culto dirigido a un objeto de madera?” El problema no
es la terminología que, como dijimos, es correcta. Tanto la terminología como el
tema en sí mismo podría explicarse de tal manera que todos lo entiendan, aún
aquellos que tienen menos ‘instrumentos culturales’. Hay muchos misterios en
nuestra religión que no son fáciles de entender en el primer intento. Necesitan una
explicación llena de ciencia y caridad, es decir, con la capacidad de adaptarse a las
condiciones del oyente. Esa es la tarea de los pastores. Precisamente, uno de los
problemas más graves de nuestro tiempo, como ya lo hacía notar el Papa Pablo
VI[6], es el dramático alejamiento y posterior ruptura entre Evangelio y cultura.
Por eso hace falta afrontar una evangelización profunda, que llegue hasta los
fundamentos culturales de las distintas sociedades.
Sin duda que ya las primeras comunidades cristianas adoraban la cruz, como es
testigo aquel antiquísimo cántico que se dirige a la cruz como si fuese una persona
y le atribuye poder para dar la salvación: O Crux, ave, spes unica. Hoc passionis
tempore, auge piis iustitiam, reisque dona veniam. “Ave, oh Cruz, esperanza
única. En este tiempo de pasión aumenta la justicia de los santos y a los culpables
dales el perdón”. Los Santos Padres de los primeros siglos, como San Agustín y
San Juan Damasceno, hablan del rito de la adoración de la cruz como algo ya
consolidado en la Iglesia.
Notas
[1] S. TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, III Parte, cuestión 25, artículo 4.
[2] FUENTES, M. A., El teólogo responde, Ediciones del Verbo Encarnado, San
Rafael, 2001, p. 169.
[3] FUENTES, M. A., ibidem.
[5] “Sed quia in Novo Testamento Deus factus est homo, potest in sua imagine
corporali adorari” (S. TOMÁS DE AQUINO, ibidem).
J: Jesús
H: Hombre
S: Salvador
No se puede decir que somos Sus hijos y al mismo tiempo negarnos a reconocer
nuestra relación con nuestro Padre Celestial. (1 Juan 3:10, Rm 8,15, Efesios 2: 1-
16).
Dios es misericordioso, pero no todos nosotros queremos ser perdonados, o
incluso, pensamos que no hemos hecho nada que deba ser perdonado (1 Juan 1:
8).
5. Todos adoramos al mismo Dios
Solo existe un Dios único y verdadero porque Él mismo lo afirmó (Deu 4:39, Isaías
43:11, 45: 5), sin embargo, no todo el mundo lo reconoce. Debe también señalarse
que ninguna deidad pagana ha hecho una afirmación así.
A pesar de que suena políticamente correcto que todas las personas adoran al
mismo Dios, es teológica, histórica y antropológicamente incorrecto. Fuera de la
tradición judeocristiana, las deidades son impotentes, celosas, caprichosas,
comedidas, hedonistas, egoístas, tremendamente emocionales y tiene una débil
preocupación por los asuntos humanos.
El Dios judeocristiano es el amor mismo. Ninguna otra religión describe su deidad
de esta manera.
6. Todas las religiones son iguales
Esta creencia está conectada el punto anterior, y por lo tanto, es incorrecta.
Algunas religiones son violentamente la antítesis de todas las demás expresiones
religiosas. Algunos requieren el sacrificio humano, conductas inmorales a la que
se consideran virtudes o proponen “textos sagrados” que son ilógicos y
contradictorios. Es imposible sugerir que todas las religiones son iguales.
Cristo nos dice que Él es el Camino, la Verdad y la Vida (Juan 14: 6). El Dios
judeocristiano se presentó a su pueblo y les enseña porque los ama (Hechos
4:12). Ninguna otra religión hace tales afirmaciones. La salvación solo viene de
Cristo y no de Mahoma, Buda o Joseph Smith. El culto le pertenece por derecho
solo a Yahvé, que es el gran YO SOY (Ap 4:11).
Existen diferencias irreductibles entre el cristianismo y el judaísmo como la
encarnación, la pasión y resurrección. Podemos extender esta lista de
incompatibilidades al considerar las religiones paganas. Sin embargo, muchas
demandas éticas a través de las religiones pueden ser iguales o al menos
compatibles. Esta no es una extraña coincidencia, por el contrario, si el único Dios
está llamando a toda la humanidad, entonces Su marca será dejada sobre varias
respuestas a la llamada.
7. Dios usa a los hombres como "ratones de laboratorio"
Dios es omnisciente y sabe lo que vamos a hacer. Ama nuestra existencia y no
nos trata como si fuéramos “ratones de laboratorio”.
Dios es amor (1 Juan 4: 8, 16) y por lo tanto nunca podría torturarnos para ver "lo
que haríamos”. La tentación se encuentra dentro de nosotros mismos y es
decisión nuestra seguir la ley de Dios o rechazarla (Dt 30:19).
8. La Eucaristía es un mero símbolo
Esta es una perniciosa herejía y es bastante frecuente. ¿Por qué el pan y el vino
son ofrecidos en el altar por un sacerdote como Cuerpo y Sangre de Cristo?
Porque Jesús lo dice (Lucas 16).
De hecho, lo reveló a las personas que lo acompañaban en la sinagoga de
Cafarnaúm y un buen número hizo una rabieta. Jesús preguntó a sus discípulos si
también querían dejarlo por hacer tal afirmación, y Pedro respondió: "Señor, ¿a
quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna" (Juan 6:68).
Aparte de lo que Jesús dijo, debe considerarse cómo los primeros cristianos
trataban a la Eucaristía. Para Pablo, es una celebración con la que se anuncia y
actualiza la muerte del Señor hasta su regreso (1 Cor 11:26).
"El que, por lo tanto, coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo
del cuerpo y la sangre del Señor. Por tanto, examínese cada uno a sí mismo, y
coma así el pan y beba de la copa. Porque el que come y bebe sin discernir el
cuerpo, come y bebe su propia condenación"(1 Cor 11: 27-29).
La Didajé o enseñanza de los dóce apóstoles refleja este sentimiento: "No
permitan que coman o beban de su Eucaristía, a excepción de los bautizados en
el nombre del Señor, porque el Señor ha hablado de esto: 'No den lo que es santo
a los perros'" (Didajé 9: 5).
Versión en castellano publicada en ACIprensa
Traducido y adaptado por Diego López Marina.
Originalmente publicado en National Catholic Register.