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ESPAÑA

El Gobierno da un giro y descarta unirse al eje


francoalemán tras el Brexit
El Gobierno de Sánchez rompe con el tradiconal apego a París y Berlín y se
decanta por alianzas puntuales en función de los intereses españoles
BERNARDO DE MIGUEL

Bruselas - 7 FEB 2020 - 04:04 CET

Josep Borrel con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. EFE

España no está dispuesta a participar en el casting para sustituir al Reino Unido como
tercera fuerza del motor francoalemán de la Unió Europea. El Gobierno de Pedro
Sánchez, según fuentes diplomáticas, prefiere apostar por alianzas variables con
distintos socios de la Unión en función de los intereses de cada momento o de las
diversas agendas comunitarias. La nueva estrategia supone un drástico cambio respecto
a la vieja aspiración de España de subirse al podio comunitario y desplazar a otros
posibles candidatos como Italia o Polonia. El Gobierno actual se retira de esa carrera.
El giro diplomático encaja con la nueva Unión Europea, marcada por un eje francoalemán
renqueante y por un creciente número de alianzas ad hoc entre socios que se unen para
temas puntuales. Pero también parece responder a las necesidades del primer Gobierno
de coalición de la democracia, en el que conviven el euroentusiasmo del PSOE con la
eurocrítica de Unidas Podemos. La falta de afiliación con un bloque predeterminado
permitirá acomodar más fácilmente las diferentes sensibilidades sobre el proyecto
europeo.

“La idea de un nuevo directorio se ha quedado anticuada”, zanjan fuentes diplomáticas


españolas apenas 48 horas después de que la primera visita a Varsovia del presidente
francés, Emmanuel Macron, reavivase la idea de que el llamado triángulo de Weimar, o
alianza entre Francia, Alemania y Polonia, pudiera asumir las riendas del club
comunitario tras el Brexit.

Los puentes de París hacia Polonia coinciden con el estrecho vínculo de Berlín con
Holanda, otro país con vocación de ser clave para el eje francoalemán. Ambos
movimientos llegan en plena reconfiguración del club europeo, cuando varios países se
postulan para ocupar el vacío dejado por Londres en su papel de tercera potencia de la
Unión.

Italia, como tercera economía de la UE, parecía el candidato indiscutible de ese puesto.
Pero su tradicional inestabilidad política y, sobre todo, la tremenda fuerza de los
euroescépticos (la Liga de Matteo Salvini ganó las elecciones europeas del pasado con el
34,2%, aunque más recientemente ha perdido frente a la izquierda en las regionales de
Emilia-Romaña) le restan enteros para sumarse a un eje francoalemán de marcada
ambición europeísta, sobre todo por parte de Macron.

Las dudas sobre Italia llevaban a los pasillos comunitarios a colocar a España como el
contendiente con más probabilidades de convertirse en el tercer elemento de la
cabecera comunitaria. A su peso demográfico (46,6 millones de habitantes, ocho
millones más que Polonia) y económico (cuarta economía del club) se suma una opinión
pública que figura entre las más entusiastas hacia la integración política y económica del
continente.

Pero la diplomacia española, encabezada por la ministra de Exteriores, Arancha


González Laya, no considera prioritario apostar por esa posición en los nuevos
equilibrios. “Se debate sobre la sustitución de Reino Unido como si se le pudiera
sustituir”, señalan con ironía fuentes diplomáticas. Además del tamaño de la población
(66 millones de habitantes) y de la potencia económica (2,5 billones de euros, el doble
que España y cinco veces el de Polonia), Reino Unido dispone del mayor ejército de
Europa (y con armamento nuclear), ocupa un asiento permanente en el Consejo de
Seguridad de la ONU y alberga el mayor centro financiero de la zona euro.

El peso internacional de cualquier posición conjunta de Berlín, París y Londres no tiene


parangón con cualquier triple alianza que pueda surgir en la UE. De hecho, tanto Francia
como Alemania han dejado claro que, incluso después del Brexit, Reino Unido seguirá
siendo un aliado privilegiado en materia de defensa y política exterior.

El Gobierno de Sánchez considera que en este nuevo contexto europeo y global no tiene
sentido pelear por una tercera posición que, en la mayoría de los casos, será irrelevante
porque harán falta alianzas de varios socios para completar las posibles iniciativas que
cuenten con el apoyo de Alemania y Francia.

La reticencia española a sumarse a un eje con los dos grandes países de la UE contrasta
con la buena acogida que, según fuentes diplomáticas, está teniendo el nuevo Ejecutivo
de Sánchez entre los Gobiernos más proeuropeos. “Se ve con esperanza que por fin
haya Gobierno en España y se apuesta por su duración, dado que puede ser un aliado
para contrarrestar la fuerza de otras tendencias contrarias a la integración”, apuntan
esas mismas fuentes.

Geometría variable
En la era pos-Brexit y en vísperas de una conferencia de dos años sobre el futuro del
club, España se sitúa claramente entre los partidarios de profundizar la unión política y
económica. Pero rehúsa comprometerse por adelantado con un eje franco-alemán con el
que no siempre se está de acuerdo. Esta misma semana, Berlín y París presionan, con la
ayuda de Italia y Polonia, para que la Comisión Europea relaje el control de las ayudas de
Estado y de las fusiones empresariales, con la excusa de la transición ecológica y la
competencia de China. España rechaza tajantemente ambas posibilidades.

España aboga por “una geometría variable”. “Podremos estar con Alemania o Italia para
asuntos como la migración y con Francia para temas como un impuesto digital”, señalan
las fuentes consultadas. La primera batalla en la que se verán los equilibrios pos-Brexit
llegará con el nuevo marco presupuestario de la UE (para 2021-2027). Y con vistas a la
cumbre del 20 de febrero sobre los presupuestos, España llega ligada a un heterogéneo
grupo bautizado como “amigos de la cohesión”, en el que militan desde la Polonia de
Jaroslaw Kaczynski y la Hungría de Viktor Orbán al Portugal de António Costa.

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