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EL OCHO ERA MOACYR*

Por Roberto Fontanarrosa

El que tiró la primera piedra fue Ricardo, apenas después de haberse ido el tipo.
Che... ¿quién es este coso?
No sé contestó el Zorro. ¿No es amigo tuyo?
¿Mío? No. Estás en pedo vos.
Es amigo del Colifa aportó el Pitufo , certero interrumpiendo una conversación que soste
nía con una rubia de rulos de la mesa vecina. Tenía eso el Pitu, podía mantener varias c
onversaciones a la vez, quizás porque no le gustaba verse marginado de ninguna.
En eso llegó el Colifa.
Che... le preguntó Ricardo ... el flaco ese que se fue ¿es amigo tuyo?
¿Qué flaco? frunció la cara el Colifa mientras se sacaba la campera y la bufanda.
El flaco... El Sobrecojines.
Ah no... se rió el Colifa. Yo no lo conozco.
El hombre, el que se había ido, había tenido la desafortunada ocurrencia días atrás, en
una de sus pocas intervenciones en la charla, de decir que manejar el último model
o de Renault era sentirse como sobrecojines. Se habían hecho todos los pelotudos p
ero la cosa quedó registrada.
¡Yo creí que era amigo tuyo! se rió el Pitufo.
Yo no lo vi en la puta vida.
Pero... ¿Lo conocés?
Sí. De acá, ahora.
Entonces... insistió Ricardo, casi amenazante. ¿Quién lo trajo a la mesa?
Qué sé yo.
Nadie sabía. Pero no era muy extraño. En El Cairo era así. De pronto uno se encontraba s
entado junto a alguien desconocido que, tal vez por varios días se integraba a la
mesa y luego desaparecía tan silenciosa y misteriosamente como habla llegado, o re
aparecía en alguna mesa lejana, con otra gente asimismo desconocida, y dispensaba
un saludo desde allá atrás, al voleo, de cortesía.
Por ahí alguien se lo dejó olvidado aventuró el Zorro.
Eso. ¡Vaya a saber desde hace cuánto tiempo ha estado sentado acá el pobre tipo!
Yo creía que era amigo tuyo señaló Ricardo a Belmondo y ahora resulta que no lo juna nad
e.
¿Mío? ¿Por qué?
Ricardo frunció la nariz.
No sé dijo lo veo muy fino ¿no?
El Zorro captó la cosa de inmediato.
Muy delicado. ¿No es cierto?
¿Puto, decís vos? se rió Belmondo. Después se escandalizó.
¡Qué guachos de mierda!
Como te mira mucho... siguió Ricardo ,.. qué sé yo... yo pensaba...
Medio trolo el muchacho sentenció el Zorro.
¡Mirá que hay que ser hijos de puta! dijo Belmondo. Como el tipo es serio, es educado,
es un tipo correcto... para éstos ya es un comilón.
Muy fino, muy fino. Demasiado.
Para mí que a vos te tira la goma opinó el Colifa mirando a Belmondo.
¡Qué hijos de puta! se tomó las manos Belmondo.
No se puede ser culto acá.
Si te mira y se relame, Bel... le informó Ricardo. A Moreira lo manoteó el otro día.
Sí defendió Belmondo no te le agachés adelante.
¿Qué lo defendés? ¿Qué lo defendés? pareció ofenderse el Pitufo ¿Tenés alin interés crea
?
Para mí que se la lastra meneó la cabeza el Zorro.
¿No viste a Pedrito cómo lo relojea también?
¿Quién, che? Pochi había llegado, enganchando las últimas palabras mientras acercaba una
illa para poner la campera...
El flaco alto, el Sobrecojines.
¿Qué pasa?
Que es muy sospechoso, medio rarón ¿viste? el Pitufo reunía la punta de los dedos de su
mano derecha frente a la boca haciendo el gesto universal de comer.
¿El elegante? exclamó el Pochi, sentándose.
Muy puto. Tragasables del año uno.
¡Qué hijos de puta! volvió a reírse Belmondo. El otro pobre tipo...
Traga la bala siguió el Pochi, serio. Es más... creo que lo vi levantando machos en Zeb
allos y Buenos Aires.
El otro pobre tipo siguió Belmondo es un buen tipo... ¿Cuál es el problema? Que empilcha
bien, que toma whisky... ¿Cuál es?
Oíme... dijo Ricardo. ¿Cómo va a venir acá de chaleco?
¡Dejame de joder! De chaleco.
Y bueno, laburará en un banco. ¿Cuánta gente de la que viene acá labura en un banco?
No. Y esa corbatita que usa. La rosita...
Yo lo que te digo siguió Belmondo es que yo no me le agacharía adelante.
Por ahí te empoma.
Te empoma.
Tiene su pinta el hombre estimó el Zorro.
Y muy coqueto, se la pasa arreglándose la corbatita...
Es buen muchacho, che, no sean hijos de puta...
Claro, el tipo en cuestión había aparecido un día en la mesa, tal vez abandonado por a
lgún amigo común, tal vez ingresado en la charla por medio de esas presentaciones va
gas y generales, che, un amigo, de inclinaciones de cabezas cortas y distraídas. E
n verdad, vestía bien, o al menos demasiado formal para el nivel medio, y particip
aba poco de las conversaciones. Asentía, a veces metía algún bocadillo, sonreía a menudo
, algo distante, mirando hacia la calle, arreglándose la corbata a cada rato (era
cierto). Tomó notoriedad el día que pidió un whisky. Blenders dijo, con pronunciación cu
idada y Moreira lo miró como si le hubiese pedido un plato asiático. Mirá que vale cas
i un palo, macho le había advertido el mozo, cosa que al tipo pareció no inmutarlo.
Y entre el sembradío de pocillos de café, vasos de agua, alguna taza de té o mate y se
rvilletitas de papel arrugadas, el generoso vaso de whisky con hielo parecía un pa
quebote entrando a puerto rodeado de remolcadores diminutos y oscuros.
Otra cosa había sido lo del polo. Vaya a saber cómo salió la conversación sobre polo, qu
izás por una joda, quizás por alguna película, lo cierto es que el hombre, por primera
vez se metió en serio, lideró la charla, habló de los Harriott, de los Dorignac, de h
andicaps y de poniers con una exactitud sobria y una información sólida. Y al final,
cuando ya la charla había derivado inopinadamente hacia el automovilismo, la cagó c
on lo de sobre cojines que se encendió como una luz equívoca y sospechosa en los rad
ares de todos.
Yo no sé... advirtió Ricardo, rascándose la espalda ...pero vos, Belmondo, cuidate.
Sí admitió Belmondo porque que me rompan el orto a esta edad.
O que le tengas que hacer los deberes al muchacho.
Te digo que si viene mañana yo me corro.
Sí. A ver si te agarra de la manito y te lleva para el ñoba. .
Pasó un tiempo y el parroquiano desconocido no aportó por El Cairo. El día en que apar
eció estaban el Pitufo, Belmondo y el Pochi, nada más, conversando. El hombre se des
prendió el impecable saco marrón oscuro del traje, dijo un qué tal y se sentó medio miran
do para la puerta de Sarmiento y Santa Fe, girando un poco nerviosamente el cuel
lo, como un pollo, estirando el mentón, para acomodarse el cuello de la camisa.
El cinco era Ramacciotti decía el Pitufo. Eso seguro.
El cinco era Ramacciotti. No me acuerdo el tres dijo Belmondo aún con la mano izquie
rda cerrada, el pulgar arriba y los ojos entornados.
Ditro. El tres era Ditro aseguró Pochi que después fue a River.
¡Eso! Que después fue a River.
Bueno. Entonces tenemos... resumió el Pitufo ... Moreno, Valentino y Ditro. El cuatro
ese que no nos acordamos, Ramacciotti y Malazzo...
Canceco, Pando, Carceo, González y Sciarra recitó de un tirón el Pochi.
Pero... ¿Cómo mierda se llamaba ese cuatro, la puta madre que lo reparió?
¿Será posible?
Era un nombre corto. Un nombre corto como... Suárez, Blanco...
No. Blanco era un cuatro que jugó en Racing. Buen jugador.
Pero... se ofuscó Belmondo ... un tipo muy junado... ¿Cómo carajo...?
No me voy a acordar... No me voy a acordar... dijo el Pitufo.
Nos va a pasar como la otra vez con Della Savia.
¿Te acordás? Yo no pude dormir en toda la noche.
O con el negro Marchetta. Pasó una semana hasta que me crucé por la calle con Rafael,
me agarró del brazo y me dijo, nada más, lo único que me dijo: Marchetta. ¡Marchetta, l
a puta que lo parió! dije yo, y seguimos cada cual por su lado.
Una noche, a la madrugada, me llamó el Pelado desde Barcelona para preguntanne quién
era el ocho de aquella delantera de Ferro con el Cabezón Juárez, Acosta, Lugo y Gara
bal.
Berón.
Berón.
Pero a mí, esto, ya me cagó la semana se reubicó el Pochi.
¡Pero si hasta me acuerdo de la pinta que tenía se enardeció Belmondo uno bajito, narigón
feo...!
¿Martín? ¿No era Martín? No, Martín era de Chacarita.
Bajito, narigón, feo...
Sí, pero no era Martín. Martín era de Chacarita y después fue al equipo de José.
Moreno, Valentino y Ditro... repasó el Pitufo ... tatatá, Ramaciotti y Malazzo...
¡Concha de la lora!
El hombre, que había seguido silenciosamente la conversación, con una actitud entre
divertida y ausente, se acomodó en la mesa y dijo:
Sainz.
¡Sainz! pegó con la palma de la mano el Pitufo sobre la mesa Sainz la puta que lo repar
i6.
Sainz, mirá vos lo tenía en la punta de la lengua. Claro... te decía que era un nombre
corto.
Sí, pero a mí me salía Suárez, Murúa, Aguirre, qué sé yo...
No, Murúa era el de Racing. Marcador de punta, también. Grandote.
Sainz continuó el tipo, sin ufanarse demasiado por su aporte después fue a River. Sainz
, Cap y Varacka.
Claro, claro. Exactamente. Que arriba jugaba Domingo Pérez, un uruguayo que era un
pedo líquido.
No.. corrigió Sobrecojines . Domingo Pérez es anterior, es de la época de Pepillo, el nue
e ese español que trajo River.
¡Pepillo! ¿Te acordás? No me acordaba de Pepillo.
Que la delantera llegó a formar... recordó el hombre... Domingo Pérez...
Moacyr acotó Pochi.
Moacyr Claudinho Pinto... siguió el hombre ... Pepillo, Delem y Roberto. Todos extranj
eros.
Que también estaban Onega, el Nene Sarnari... Ermindo, todavía no Daniel.
Pando, Artime...
No... volvió a corregir el hombre Pando y Artime llegan un poco después. La delantera q
ue te digo era con la cuestión del fútbol espectáculo. También jugaba un negro de cinco,
el negro Salvador, un negro lentón...
Sí. La cosa había empezado con Boca, con Armando, cuando lo trajo a Feola...
Al gordo Felola Feola dijo el Pitufo a Dino Sani, a Maurinho...
Antes a Orlando puntualizó Sobrecojines Orlando Pecanha do Carvalho, que inauguró, un p
oco, la función de seis metido adentro acá en la Argentina.
También vinieron Loayza, me acuerdo, el Pepe Sasía a Boca...

Y bueno... recordó el Pochi Sasía vino de última acá, a Central, con el Gitano, Borgogno
Loayza también.
Loayza también y me acuerdo...
¡Ese partido contra el Real de Madrid! se entusiasmó el hombre. En cancha de Ñul.
En cancha de Ñul, un amistoso, que los goles del Real los hicieron Pirri y Gento de
tiro libre, sobre la hora.
Yo estaba detrás del arco donde hizo el gol Gento recordó Sobrecojines ...y no sé si te
cordás que al principio entró Puskas...
¡Puskas!
Así siguieron casi una hora, hasta que el hombre, de pronto, consultó su reloj, se s
obresaltó, se puso de pie, tomó el sobretodo que había dejado prolijamente doblado sob
re la silla vecina y, antes de irse, regaló el último aporte. Y el diez, el diez del
Lobo de La Plata, era Diego Bayo.
Diego Bayo, claro. Diego Bayo y Gómez Sánchez, el negro Gómez Sánchez que había venido a R
ver con Joya...
Al día siguiente, cuando llegó el Colifa, Belmondo estaba hablando con el Zorro y ta
mbién estaban el Pitufo, Pochi, Oscar, el otro Oscar, el Negro y el Chelo.
¿No vino Sobrecojines preguntó el Colifa. Alguien contestó que no.
¿Quién es Sobrecojines dijo el Chelo.
Rodolfo. Rodolfo creo que se llama. No, no vino.
Buen tipo ése dijo el Pochi.
Buen tipo.

APORTE DE LA NAC&POP:

* EL BRASILEÑO MOACYR CLAUDINHO PINTO,


UNA DE LAS LEYENDAS VIVAS DEL FÚTBOL MUNDIAL.

El ex campeón del mundo en la Copa de Suecia de 1958 fue asistente técnico en el Bar
celona de Ecuador desde 1990 cuando manejaba el equipo el argentino Miguel Ángel B
rindisi.

De allí tuvo como sus compañeros de trabajo a Dusan Draskovic, Jorge Habberger, Salv
ador Capitano, Edú, Rubén Darío Insúa, José María Andrade, Paula Massa, Silvio Parodi, entr
otros.

Durante la competencia nacional recorrió las diferentes canchas y siempre atendía, c


on una sonrisa, los requerimientos que se le hacía.

Aunque muchos no lo observaron jugar, las referencias que tienen sobre el ex vol
ante de la selección brasileña los invitaba a pedirle un autógrafo o retratarse con él.

El mundialista brasileño Moacyr Claudino Pinto, marco una época en el fútbol uruguayo
en un equipo en el que estaban apoyados por Pepe Sacía, Clano Cabrera, Julio César A
bbadie, Pedro Virgilio Rocha, Alberto Spencer Pocho Cortés, Lito Silva, Francisco
Bertocchi y Ermindo Onega.

En River Plate, de Argentina fue campeon en 1961

Moacyr Pinto jugó hasta los 41 años en clubes como Flamengo (Brasil), River Plate (A
rgentina), Carlos Munizzi (Perú), Peñarol (Uruguay), Barcelona y Everest (Ecuador).

Volvió al Ecuador. Ahora, según él, para quedarse entre su gente.

Pinto fue uno de los colaboradores de la Ciudad Deportiva Carlos Pérez Perasso en
el torneo nacional Interbarrial, que terminó en agosto del 2008.

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