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Estimados/as colegas:
Durante estos días estuvimos presentándonos en el primer foro. Ello nos ha permitido conocernos
un poco más en cada aula. Iniciamos así un ritmo de intercambio que nos tendrá comunicados/as
entre mensajes, noticias, clases, foros, lecturas y reflexiones.
Como habrán notado, aquí hablamos, escribimos, nos comunicamos, utilizando un lenguaje que
tienda a la inclusión, es decir que hablamos de “nosotros y nosotras”, “los y las docentes”, "los/as
alumnos/as", etc. El lenguaje y las palabras construyen realidad y la hacen visible o la invisibilizan.
Muchas veces contribuyen a producir situaciones de discriminación o exclusión. Creemos que usar
un lenguaje no sexista y no heternormativo es clave para contribuir al desarrollo de infancias y
adolescencias libres de violencia y de estigmas (ya veremos estos conceptos más profundamente en
la siguiente clase). El lenguaje, por otro lado, se encuentra en permanente revisión y cambio, la
Educación Sexual Integral es una puerta para incidir en un debate que no está saldado y que gira en
torno a la puesta en cuestión del androcentrismo y la visibilización de la diversidad existente,
nombrándola. Esta decisión se enmarca en los compromisos asumidos por el Ministerio de
Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología para el Plan Nacional de Igualdad de Oportunidades y
Derechos coordinado por el Instituto Nacional de las Mujeres. 1
Para ampliar sobre la temática de lenguaje inclusivo recomendamos leer la Guía de lenguaje
igualitario y no sexista en la HCDN, páginas 18-36 y 57-59. Donde, entre otras cuestiones, se
profundiza y ejemplifica diversas formas de evitar el sexismo en el lenguaje.
Educar en la diversidad no es algo tan fácil de lograr porque históricamente la diversidad sexual se
ha venido construyendo en un marco de vulneración de derechos, de desigualdad, de silencios,
prejuicios y rechazos que en el presente dificultan las posibilidades de valorar y celebrar la
1
Disponible en: https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/compromiso_ministerio_piod.pdf
¿Qué podemos hacer desde la escuela para comprometernos con este desafío? ¿Cómo
podemos evitar en nuestras escuelas el sufrimiento de tantos y tantas lesbianas, gays y
bisexuales o personas cuya expresión o identidad de género es diferente de la que se
espera de ellas y que sufren diariamente la discriminación, la burla o la exclusión de los
demás? ¿Cómo visibilizamos esta desigualdad? ¿Cómo desarticulamos la idea de que
hay una “sexualidad normal”? ¿Cómo hacemos para no reproducir situaciones de
violencia? ¿Qué aporte podemos hacer desde la implementación de la Educación Sexual
Integral?
Quienes trabajamos en educación y llevamos adelante alguna propuesta vinculada con la ESI,
seguramente en algún momento nos hemos hecho estas preguntas. Para empezar a construir una
respuesta significativa donde la dimensión pedagógica no se escinda de las historias de vida de
quienes hacemos la escuela todos los días, es necesario que las propuestas de ESI que
implementemos incorporen los siguientes objetivos:
Contribuir para hacer de las escuelas espacios en los cuales todas las personas tengan la
libertad de poder expresar su orientación sexual e identidad de género sin sufrir
violencia por eso ni sentir temor a ser discriminadas o estigmatizadas. Recordemos que
la heterosexualidad no es la única orientación sexual.
Desde hace un largo tiempo, en muchas sociedades incluida la nuestra, la sexualidad de los seres
humanos se organiza a partir de una estructura binaria que clasifica a las personas bajo las
categorías varones y mujeres. Esta forma particular de organización social es presentada como algo
que se define sobre la base de la biología y es asumida como “natural”. El sexo es asignado al nacer
y en nuestra sociedad lo que se determina es si las personas son mujeres o varones. Esta definición
influye en la mayoría de aspectos de nuestra vida como el trabajo, la economía, el parentesco, la
sexualidad, entre otras dimensiones de la vida humana.
El concepto “estructura binaria” hace referencia a una particular manera de clasificar a las
personas de un modo excluyente. El sistema de géneros, pensado desde el binarismo,
establece dos formas opuestas y desconectadas para lo femenino y lo masculino e instituye
la diferencia sexual anatómica como “natural”. Desde esta concepción existe una frontera
cultural, que se presenta como infranqueable e impide que las personas transiten
libremente de un lado a otro de los extremos de esta estructura.
Uno de los principales problemas de las miradas binarias y esencialistas es que vinculan a la
diferencia sexual anatómica, con la identidad de género y el deseo sexual y afectivo de una manera
lineal.
De acuerdo a este esquema, que definimos como heteronormativo y cisnormativo, una persona
que nace con vulva está destinada a identificarse con el género femenino y a sentirse atraída por
Que no está determinada por la naturaleza o la esencia (que no son así para siempre y en todos
lados) sino que cada sociedad organiza, arma, construye la relación entre cuerpo, género y deseo
de un modo distinto. Y si lo hacemos de modo distinto, significa que ha sido construido y no
determinado por la naturaleza o que hay una esencia humana que es universal. Las agrupaciones de
mujeres, feministas, gays, lesbianas y trans vienen planteando, desde el activismo, la investigación
científica, la educación, el Estado y las políticas públicas, que las relaciones sexuales son
básicamente relaciones sociales y que, como tales, están atravesadas por vínculos de poder.
En esta misma línea, las tareas y funciones asignadas a cada persona según el cuerpo con el que
nace, responden a una división sexual que se construye culturalmente y se emparenta falsamente
con esta idea de naturaleza, ya que, sin negar que existen las diferencias sexuales anatómicas, esto
no deriva necesariamente en la existencia de roles sociales ni formas de ser o sentir específicas que
estén determinadas por el cuerpo. Esto es lo que llamamos la construcción del género. El género se
define social, cultural e históricamente. Abarca el conjunto de ideas, representaciones y prácticas
que se esperan de cada persona según el sexo asignado al nacer. Refiere a aquello que la sociedad,
a través de sus instituciones, ha establecido como patrones de conducta para cada uno de los sexos
y para las formas de relación entre ellos.
Por lo tanto, no hay nada natural en la división sexual (de comportamientos, valoraciones, roles y
tareas) entre varones y mujeres, sino que responde a una estructura cultural, sostenida en el
tiempo y que además es legitimada por diversos discursos religiosos, científicos, médicos, sociales,
de los medios de comunicación, etcétera. Además, estas estructuras culturales son históricas y, por
lo tanto, dinámicas. Responden, con características específicas, a cada grupo social.
Todas las personas estamos atravesadas por el género. Este sistema está tan profundamente
instalado en nuestras vidas, que muchas de nuestras decisiones, nuestras maneras de pensar y
formas de actuar dependen del género y su correspondencia o no al sexo asignado al nacer. Por
ejemplo, cuando le decimos a una nena “no seas machona” o cuando afirmamos que “los hombres
no lloran”, detrás de estas expresiones encontramos el sistema de pensar el género binario y
excluyente.
Este sistema actúa desde antes de nacer, cuando el profesional de la salud comunica el sexo del
embrión, se le elige el nombre (de acuerdo con el abanico de posibilidades asignadas a cada sexo),
la ropa y su color (incluso se utilizan colores específicos que no demarcarían género cuando no se
sabe el sexo). Todas estas pequeñas acciones van conformando estereotipos sobre cómo debe ser
un varón y cómo debe ser una mujer. Y estos estereotipos de género muchas veces son el
fundamento para decorar las habitaciones de los hijos y de las hijas, para elegirles juguetes,
películas o juegos de roles. Estos estereotipos, lejos de terminar en la niñez, se reproducen durante
toda la vida.
Estas prácticas están tan fuertemente instaladas que, muchas veces, son consideradas como
naturales. Por ello, a este proceso en el que se asimilan las categorías de género y sexo se lo
denomina “naturalización”.
A partir de estas categorías podemos comprender mejor por qué no siempre son bien vistos tanto
la chica a la que le gusta jugar a la pelota como el chico que prefiere la lectura a la carrera de autos
o que elije dejarse el pelo más largo que el resto de sus compañeros. Este chico y esta chica eligen
algunas opciones que no se corresponden con lo que se espera de alguien por ser varón o por ser
mujer. Esta particular manera de presentarnos ante los demás se denomina expresión de género.
Todas las personas tenemos una forma de expresar cómo vivimos el género que es independiente
de la orientación sexual y la identidad de género.
Expresión de género: este concepto hace referencia a cómo cada persona manifiesta el
género. Puede incluir la forma de hablar, las modificaciones corporales, el modo de
vestirse, el comportamiento personal, entre otros aspectos. La expresión de género es
independiente de la orientación sexual y la identidad de género.
Pensando en las escuelas en las que trabajan, y teniendo en cuenta lo visto a lo largo de
clase sobre los conceptos sexo, género y expresión de género: ¿qué procedimientos o
normativas (que se encuentren escritas o se sostengan por medio de la costumbre) dan
cuenta de lo permitido y lo no permitido en la escuela? ¿Esos procederes, actitudes y
normas son iguales para todas las personas más allá de su identidad de género y
orientación sexual?
Las diferencias sexuales están atravesadas por relaciones de poder que se sostienen desde las
distintas las instituciones, a través de prejuicios y estereotipos sobre lo masculino y lo femenino.
Reflexionar acerca de este proceso nos permite afirmar que existen muchas maneras de vivenciar la
identidad y que cada persona tiene un modo particular y único de expresar su género. Es
importante remarcar nuevamente que la asignación del sexo y del género se producen al nacer y de
manera independiente a la vivencia interna de las personas, porque es un primer paso para
comprender algunas de las violencias que atraviesan las personas cuando su experiencia se corre de
En esta primera clase pudimos ver que las categorías de sexo y género son importantes para
comprender cómo las sociedades y las culturas les van dando significado a las relaciones sociales,
los afectos, el deseo, las emociones, los mandatos respecto al cuerpo, los roles dentro de la
sociedad. Y de qué manera estas diferencias se han ido transformando en desigualdades sostenidas
por prejuicios y estereotipos sobre lo masculino y lo femenino. Es fundamental comprender estas
nociones para poder profundizar nuestra mirada y abordaje integral de la sexualidad en la escuela.
Actividad
Compartimos en el FORO
Les pedimos lean vean el siguiente video, realizado por la Secretaría de Derechos Humanos de la
Nación y el Archivo Nacional de la Memoria, que rescata testimonios de activistas gays, lesbianas y
tans, sobre cómo fue su paso por la escuela y compartan en el foro una breve reflexión,
considerando las preguntas orientativas propuestas:
Algunas preguntas que pueden ayudar para armar la reflexión:
¿Qué sintieron al escuchar estos testimonios?
¿Cuál les resultó más significativo? ¿Por qué?
¿Cómo relacionan el testimonio seleccionado con los conceptos de sexo, género y expresión de
género trabajados a lo largo de la clase?
¿Qué papel cumplió la escuela en las historias que aparecen en el video? ¿Creen que estos relatos
pertenecen a otra época o siguen siendo actuales?
Material de lectura
Bibliografía de referencia
CTERA (2007). “¿Cuáles son los temas que componen la sexualidad? Educación sexual en las aulas,
una guía de orientación para docentes”. (Pág. 46-54) Buenos Aires.
Morgade, G. (2011). Toda educación es sexual. Introducción. Buenos Aires: La Crujía Ediciones.
Créditos
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