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LA CELESTINA
tragicomedia de
calisto y melibea
edición y estudio de
francisco j. lobera y guillermo serés,
paloma díaz-mas, carlos mota,
e iñigo ruiz arzalluz,
y francisco rico
CON EL PATROCINIO DE
Publicado por:
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1357921028642
Primera edición: diciembre 2011
Nº 42960
Presentación
ix-xi
la celestina
1-354
estudios y anexos
Preliminar
357
Aparato crítico
561
Notas complementarias
709
Bibliografía
959
Índice de notas
1063
Tabla
TABLA
preliminar ix
LA CELESTNA
El autor a un su amigo 5
El autor, escusándose de su yerro 9
Todas las cosas ser criadas a manera de contienda 15
Argumento 25
primer auto 25
segundo auto 83
tercero auto 95
cuarto auto 111
quinto auto 137
sesto auto 143
sétimo auto 163
otavo auto 187
noveno auto 201
décimo auto 219
onceno auto 231
doceno auto 239
treceno auto 263
cuatorceno auto 271
decimoquinto auto 285
decimosesto auto 293
decimoséptimo auto 299
decimooctavo auto 307
decimonono auto 315
veinteno auto 327
veinte y un auto 337
bibliografía 959
2. GÉNERO Y FUENTES
102
Tal y como señala Lida de Malkiel [1962a:29], terenciana significa aquí ‘co-
media’ o, simplemente, ‘drama’; no deja lugar a dudas la explicación de Pedro Ma-
nuel Jiménez de Urrea en el prólogo de su Penitencia de amor, que cita la propia Lida
de Malkiel: «Esta arte de amores está ya muy usada en esta manera por cartas y por
cenas, que dice el Terencio, y naturalmente es estilo de Terencio lo que hablan en
ayuntamiento»; y en la misma dirección apuntan los testimonios aducidos por
Webber [1956:197-198]. Recuérdese que este verso fue alterado en la Tragicomedia
del siguiente modo: «Jamás yo no vide en lengua romana»; Whinnom [1993:132]
se pregunta si el cambio no se debería a que para entonces Rojas ya había leído algo
de Terencio; véanse también Vega [1955] e Illades [1999:118-122]. Sobre la auto-
ría del incipit, baste remitir a Lawrance [1993a].
GENERO 403
to3
Un ejemplo excelente , perfectamente ortocloxo en la t¡'adición medieval, es
la definición que da el Marqr"rés de Santillana de comedia y trageclia en stt Caúa a
doña Violante de Prades, pp. ró7-ró8: <Tragedia es aquella que contiene en sí caícias
de grandes reys e príncipes, así como de Hércoles, Príarno e Agamenón e otros ta-
les, cuyos nascimentos e vidas alegremetrte se comenzaron e grande tietnpo se con-
tinuaron e después ttistemente cayeron. E de fablar cléstos usó Séneca el mancebo,
solrrirro del otro Séneca, en las sus tragedias, eJoán Bocacio en el libro De casibus vi-
rorun illustriun... Comedia es dicha aquella cuyos comienzos sou trabajosos e tris-
tes, e después el medio e fin de sus días alegre, gozoso c bìcnaventttrado; e désta usó
Tetencio peno, e I)ante en el su libro cloncle prìnÌerar.ìrerìte clice haber visto las do-
lotes e penas infernrles, e después el purgatorio, e alegre e bienaventuraclarlente
despuós el palaíso>. Casi 1o mismo -una prneba más de su clifusión- se 1ee en el co-
nrerrtario a La nronacíón del ntnrqtús de Søntilløna, deJuan de Mena (rpurlJ.M. Ble-
cua rgóo:xxvllr-xxrx): tanto Santillana como Mena echan mano del comentalio
cle Benvenuto da Imola aL¡ Contediø de Dante. ljna historia bastante detallada del
concepto cle cornedia y tragedia en la Edacl Media pr"rede leerse en Cloetta
lr 89o: r 8-541; rnás snrnario, es tarnbién úrtil Klopsch II g8o: r rz-rzol; también para
la historia de ambos términos puecle verse ahora Kelly
[r989 y 1993], que se detie-
ue aclemás en e1 caso de la Castilla ciel siglo xv.
-4
40+ INIGO I\UTZ AÍIZA.LLUZ
to4
Lida de Malkiel I r96zn:5 r] âportâ otl'o ârgunento en contta cle la posibilidad
de que Rojas esté entendiendo âqtlí (trâgediâ> y <comeclia> exclusivantente en esta
acepción típicamente meclieval: <el término "tragrcomedia" no pertenecíâ, como
1os otros dos, a la nomenclatura poética corriente en la Etiad Media en conexión
con poemâs uarrativos, antes bien parece haberse discutido entre los cultivadores
del drarna humanístico'.
GENERO 405
la veían en l¿ tradición
,¿er¡ás cle otlos inciicios de que slrs âLtlofes
'r6r.rrír^qt1e,
âl tlìenos en úrltirna instancia, parte de Platllo y Teren-
moclo inequívoco y
.io, tr.y aspectos de la obra c¡re Io prueb¿rn de
..1. clebet-t sutll:trse a los que se hatr ulencionaclo más arrib¿: el he-
.'no a. que se tratc de una
obra enteramente dialogacla, su clivisión
lctos y escenas, la presenciir cle técnicas pllrâmente dramáticas
lror
io,ro p.t..l.tt ser los apartes, los distintos tipos cle diálogo, el trata-
clel espacio y de1 tiempo y otrâs muchas que h:rn sido mi-
nriento
nuciosa y clefinitivamente estudiaclas por
Lida de Malkiel [t96za].
que pârâ la traclición humanística a la que se acoge La
Entiéndase
Celestina, y desde hacía ya mucho tienlpo, una obra clramática no
s5 obligatoriamente una obra para el teatro, sino aqueila que con-
tiene los rasgos distintivos de las piezas teatrales que, directa o in-
directamente, le han servido coilo modelo: sin rernontarnos hasta
'or De 1as comedias elegíacas la única que llegó â r-epresentârse -por lo que sabe-
rnos- fue el Pamphihs, segírn probó Feo [r978]; más fì'ecnentes -o rnejor âtcsti-
guadas- fueron lâs puestâs en escenâ cle las comedias humanísticas: baste remitir a
Stäuble I r968: r 87-2021.
...4
+o6 INIGO P.UIZ AF.ZALLUZ
È-
408 ÍÑrco Rutz tv:Rzírtruz
tos ârgunrentos habrí¡ que añac1ir 1os exptlestos rnás ¿rrriba sobi-e la
clistinción entre drama y representación.
La cuestión del género ha seguiclo incomociando rr los estuclios65
en lo que poclríamos llamar la época moderna cie la erlrclición celesr
tinista. Ya no se trata tanto cJe si es o no demasiado extens¡ o de si
puecle o no representarse: desde Licla de Malkiel þ962n]-puecle que
clescle Menéndez Pel:iyo [I9o5-1915]- naclie cliscute c¡-re Io cltle s1
<antiguo autol-)) y Rojas querían h¿cer erà Llna cornedia htlmanística
o, incltrso, que La Celestinaes de hecho ttn:r comeclia huinanística gq
vulgar; ia cuestión es rnás bien si es una obra <norntal> deutro cle1 gé-
nero que se reconoce conlo sltyo -sin qtlc esa norur¡1iclzrcl reste ¡1¡
ápice a su genialidad- o si es una especie de monstrtto -tanlbién ge-
nial- que rebasa los límites de 1a comedia para convertirse en aigo
raclicalmente nLlevo, 1lámese novela dialogada, novela dranática o
novela a secas. Lida cle Malkrellrg6za] contiene el intento meJor clo-
cumentado y más brillante cle refutar-la lectura de I-a Celestind coll1o
cualquier cosa distinta de una obra dran-rática: lo esencial de sus con-
clusiones -que, en realiclacl, hemos ido exponiendo y asumienclo en
las páginas precedentes- es que olos citicos que han negado a I-a Ce-
lestina stt género drarnático han partido de 1a di{ìcultacl para encasi-
llarla en el drama antiguo y moderno, olvidando su básica forma me-
dieval>; dicho de otro modo: no es que sea Llna obra anomlal dentro
de1 género dramático, sino que sólo io es <en el canon dieciochesco,
esto es, en [el cle] los clásicos romanos y la literatura neoclásica estre-
chamente inspirada en e1los>; no es, plles, odrama antigtlo (rornano)
ni moderno (a su semejanza), sino superación admirable de1 drama
medievai> (Lida de Malkiel ry6za:77-78).'o8 Son también extraordi-
nariamente valiosas las aportaciones de Whinnom [r988 y 1993],
cargadas de un escepticismo que se echa cle menos en estâ po1émica.
En primer Iugar, I-a Celestina es, desde el punto de vista de1 someti-
miento a las reglas del género, una obra más normal de 1o que suele
pretenderse: <Celestina podrá ser la prinera de stt especie en csp¿l-
ño1, pero no es en modo alguno írnico flñ/hinnom 1993:r3r); por
go o conlo novela -lo señala Lida de Malkìel [i9ór :95, n. r 3]- haya sido, sinple-
mente, el desconocinier-rto cie la cornech¿ humanística a 1o largo de los siglos xvlIr,
xrx e incluso xx.
tos
La mejor prueba de clue <normalidad> genérica no es antítesis de orrginalidacl
es e1 libro de Licla de Malkiel: cada una de sus apretadas setecientâs cincuenta pági-
nas está escrita para probar la raclical originalidacl de l¿r obta y, al mismo tiempo, stt
carácter puramer.rte dramático.
GENERO 409
Sobre esta úrltima cuestión cìel concepto misnro cle género liter-ario, son significati-
vâs estas otras obserwaciones de'Whinnom Ir988:r3o]: <Si en cierta traclición, la de
la comedia, se introdnce un cambio tan radical como un clesenlace trágico, ¿tenemos
que ver con rìn génelo nuevo? ¿Hay algírn género tan pLu'o que no esté influido por
ìa forma o el contemc{o de otros géneros afines?>.Véase ahora Baranda y Vian [zoo7].
tto
<lntentaré ciemostrar que Rojas y sus predecesores se propusieron componcr
un¿ obra terenciana, una comec{ia romana, en un senticlo mucho más estncto del
que concede Lida de Malkiel, y que ese género, ta1 como fue percibido, se liamó
simplernente "comeclia". Más adelante sostendré que las célebres comedias huma-
nísticas no pertenecen a un género distìnto, sino que para 1os qtre 1as cultivaron eran
también, y solarnente, cornedias, sin cahficativo alguno ... Me ocr:paré de ciertos as-
pectos cie la obra de Rojas que podrían suponerse clistrntivos, e intentaré clemostrar
que cada uno cle esos aspectos tiene su prececlente, y que toclos ellos pertenecen de
trn modo tr otro a la traclición cómica. l¡ Celestina definitiva se expande en muchas
direcciones, pero lo que debe demostrarse es qlre ninguna cle esas iniciativas fr:e para
Rojas una violación de 1o que él creía que erâ Llnâ comediao (Fraker r99o:24 y 3ó).
Naturalmente, otros mLlchos celestinistas se han sumaclo â estâ tesis de la normali-
dad genérica de Ln Celestina, en ocasiones con aportaciones valiosas: es e1 caso de
DLrnn Ir975], en parte Darclón de Tadlock Ir976], desde una perspectiva mrly par-
ticular Ayllón [r984], esencialmente también Michael [r985-r986], Russell, 53-55,
y otros. PÒne de relieve algunos aspectos problemáticos Di Camillo [zoo5].
>
+ro INIGO IIUIZ AIIZALLVZ,
"t Qr-rizá se entìenda rnejor la teorí¿ de Gilman -sin duda la más original de las
emitidas sobre el génelo de La Celestha- con estas palabras releridas a su artículo de
r94j y a sLl nr.revo enfoque cle r95ó: <Si antes tendía yo a considerar e1 género cono
una ctralidad o conclición cle la obra creacla, ahora he llegado a la conclusión de que
es una cualidacl o condición clel proceso creaclor, del arte de Fernancio de Rojas. l)i-
cho de otlo modo, descle el punto de vista de 1a novela y del teatro, considerados
como formas existentes, la Celestína sí parece combinar elementos de ambos. Pero
desde el punto de vista clel arte, sll carácter írnìco no es ya resultado de un cruce. Es
el resultado necesario de trna visión creadora que se basta a sí misma y que busca
conscientemente su propia expresión> (Gilman r 95 6:3 o5). Las adiciones cle la Tragi-
comedía, srn embargo, revelan *siempre segírn Gilman- la aparición del géncro en la
actitud de Rojas: empieza ya a existir una instancia :r¡en:r e ese diá1ogo puro cle la Co-
{
i:
GËNEIìO +II
ntedín qtte, igual que en el drama o en la novela, tiene la voluntad de preseutar a los
personajes, de dirigir la acción. Muy cer:ca de la perspectiva de Gilman se encuentra
Moreno Hernánciez [1994], que muestr¿, entre otras cosas, 1a clificultacl de una teo-
rización que parte de conceptos tan vagos como <género, o, no digarnos, <novela>.
"' Interesa señalar que ya l)eyermond [r9ór å: rl se refiere -cle pasada- a I¡ Celes-
tina corno <una novela dialogada>, y el propio l)eyerrnond II 98o:485-487] abunda
en estâ misma idea insistiendo además en que se trâta cle 1a <pnrnera novela española
y probablemente [1a] primera novela europea>fin-cide también en este punto Seve-
Lin Ir98zf Por ìo que hace al género, Severin Ir97o, r982, r984, r989a] aborda ia t-....-.
i"
cuestión åìôndiendo a distintos aspectos y partiendo, en ocasiones, cle enfoques cli- t....
ferentes. Entre otros partidarios de ia anormaliclad genérica de La Celestína c¿be des-
tacar a Leo 11963l, Gttazzelli [r97r], quizá Morón Arroyo [1974), Heugas [r98r]
y Rank Ir986], que encuentra un vínculo entre los procedimientos narrativos de fu
Celestínaylos de las primeras novelas españolas; hay también, natnralmente, quien
encuentrâ razones en Lrno y otro extremo: pârece ser e1 caso, pot ejemplo, de Cor-
fìs Ir993l, que sin embargo reconoce 1a esencia dramática de Ln CelestitLa.
¡L
412 INIGO P.UIZ AIJ.T,ALLUZ
valentes-; por otro lado, las condiciones que el concepto de comedia imponía ini-
cialmente también al contenido fueron difumrnándose de tal manera qtle, en mu-
chos casos, se trâtaba de temas claramente trágicos. La forn-la más cultivada y
difundida de estas artes de arnores en el siglo xv fue l¿ fìcción sentimental; y Iz Ce-
lestløa respondería precisamente a la intención de escribir un arte de âmores àte-
niéndose con especial rigor â las cârâcteústicas de la comedia estrictamente drâmá-
tica: así es como se explica su título -extraño a la comedia latina-, e1 hecho de que
esté escrita en prosâ castellana, su divisìón en actos, su intención moralizante, su
trama, e1 fìnal trágico, en sumå, toclo aquello que la hace genéricamente anormal.
Ynduráin [1984] se muestra esencialmente de acuerdo con Webber en que fu Ce-
lestína <ar:t:anca de los altes cle amores ... aceptanclo sus planteamientos retóricos, sus
modos de argumentary, en parte, e1 ambiente cultural en qtte reside gran parte de
sr1 prestigio y, en corìsecuencia, de su efecto>; pero estas artes de amores re{lejan
precisamente las coordenadas ideológicas contra las que se sitúa La Celestina, <qte
se opone [a ellas] de una manera semejante a como el Quijote se opone a los libros
de caballerías, (Ynduráin t984:523 y 534). G6mez [r99o] sigtie a Ynduráin y,
como éste, insiste en que las artes cie an1otes no constituyen propiamente ttn géne-
ro literario. Puede verse ahora Cocozzella [zoo5].
tta
Por ejemplo, el final aparentemente trágrco deja de ser-lo si entendemos con
Whinnom [r98ra] que, para Rojas, Calisto y Melibea son 1o mismo que, en unâ
comedia más ortodoxa, un ru{ìán o un proxeneta, es decir, personajes que pueden
muy bien rnorir al fina1 de 1a obra porque son seres indeseables cuya muerte l1o Pro-
duce tristeza; para Morón Arroyo [r9g4:r r-r 5l la razón de que Rojas vea su obra
-b
GENËRO +r3
:,L'
4r+ íÑrco ]Rutz d.nzít:Lruz
nística latina corno principal refetencia, se ha clicho -l;i ide¡. itt nttce.
se lee ya en Menénclez Piclal y en Licla cle Malkiel- que Ln Ccles¡r-
rm serîa un <fruto tardío>, tin producto rnás del (âtraso cultural> 4g
España: <La maraviilosa noveclacl de La Celestina -dice Whinnor¡
Ir98 8: i z4]- se clebe, paradójicamente, a cierto atraso
cultural' Si, por
una pârte, la Poliscerta era el moclelo del "primer autor", éste pasó
por alto ia coinedia humanística italiana contemporánea, que había
vueito a moclelarse en las obras de Plauto y Terencio '.. Y por otr¿
parte, fue precisamente 1a "barbarie" de la que se quejó Nebnja, 1a
falta de dominio del latín c1ásico, lo que obligó a nLrestro genial au-
tor a escribir su comedia en español>. La cuestión es bastante más
enrevesada que todo eso. Por un lado, lo que urás estrechanlente se
corresponde con esas comedias humanísticas de la primera época
es, en efecto, la parte del <antiguo autorD, qlle no sabemos cuándo
se escribió. Por otro, y sobre todo, el panorama que presentân en
este punto las últirnas décadas de1 siglo XV es realmente complica-
do. Los historiadores de la literatura encuentran cómodo clasificar
como comedia hurnanística toda obra dramática escrita en latín en-
tre finales del xrv y principios del xvr: bajo el mismo nombre co-
existen, así, farsas universitarias como la Repetitio magistri Zanini co-
qui, piezas de notable riqueza dratnâtíca como la Poliscena, o textos
conro la Isls, que está más cerca de 7a elegia que de la comedia. Esta
libertad va restringiéndose durante la segunda mitad del sìgio y las
comedias cada vez se âpegan más a los modelos antiguos, de tal
modo que, con relativa rapidez, se convierte en un género estéril,
con claros síntomas de una extinción próxima' Pero la realidad del
drama profano latino de la época es mucho más compleja: hacia
r4óo podemos encontrarnos, por ejemplo, una comedia -la Come-
dia Pamphile- que, escrita por un humanista italiano, está más cerca
de la comedi a elegiaca del siglo xII qlle de cualquier otra cosa; hace
décadas que pâra eI De cavichiolo se proponen estâs dos fechas: o el
siglo xII -quizá el xnr- o nediados del xv; del mismo modo, a fi-
nales del xv o principios del xvl se encuentran comeclias -o trage-
dias- que, por su forma y su conteniclo, serían demasiado liberales
incluso paralaprimera época del género -por ejemplo ,la Galatlwa
de Hércules Floro. Es decir, 1os dramas latinos eran mucho más va-
riados de 1o que habitualmente se pretende y su historia dista mu-
cho de ser una evolución uniforme hacia la imitación pedisecua de
las comedias de Plauto y Terencio. Por tanto, ni su pretendido ana-
cronismo ni su supuesta anormalidad resultan obvios ni siquiera sr
GENERO +r5
"7 oA finales clel Cuâtl-ocientos y en los alboles clel nuevo siglo la producción en
latín y en vulgar se tocan: ahorr ya lo írnico distinto es la lengua; en cosa de pocos
años el italiano snstituye al latín y nace la conedia eniclita del Quinientos, que se in-
sertâ, como hetedera legítima de la conredia hnmanística, en el tronco cle la pr:o-
clucción teatral dei siglo xv, sin que se constàten tr.ìstornos notables o gr:ancles dife-
rencias de estrtrctura y de caracter'ísticas>: así de claro lo dice Stäub1e Ir968:237-481,
a quien se suma, incluso con cierto entusiasmo, Paratole Ir968:rz5].
"s L¿, Fabula dí Ce;falo, por ejen'tplo (reptesentacla por primera vez en t 487 y ecli-
rada a partir cle r 5o7), se presentâ cle este modo tan larniliar a uu lector de La Celes-
llr¡a; <Non vi do questa già pel comedìa, / ché in tutto non se obserwa il modo loro,
/ né voglio la crediate trageciìa...> (Argomento, vv. 49-5 r);la conetlia sin título de
Girolamo Mor'lini, probablemente representâclà hacia r 5o3 o r io4, qtle trâtâ sobre
la disputa entre Luis XII y Fet-nando e1 Catóiico por Nápoles, se presentâ desde el
prólogo (v. 7) de esta manera: <comoecliam non fero nnnc, neque tragoediam>; to-
clos los preliminares de 1a Galatheø de Hércules Floro (impresa por segunda vez en
t5oz) la ptesentan como comeclia, pero el incípítlalTama tragedia; etc. Véase, para
nrás detalles, zr.5ro. En el caso de L,t Celestín.a, natrlrâlmente, la historia del texto
ticne algo qr-re decir sobre 1â coexistencia de elernentos córnicos y tr'ágicos, ârJnque
no por esto cleja de ser una anomalía desde el punto de vista del género. (La obser-
vación cle Fraker r99o:47-49 de que e1 Paulus y la mismísima Philogenia tienen un
final trágrco sólo puede entenderse -à nuestro juicio- en e1 senticlo de que ele-
nrentos que habrían r-estrltado inacimìsibles en la comeclia ronrana caben, sin em-
batgo, en algunas comeclias humanísticas; no pârece verosírnil qtre los contempo-
ráneos vieran un fìnal trágico en ninguna de esas dos comedias.)
,+
4r6 Íñrc;o ttutz ¿,r.zÃrl'uz
"e La Cnlandra, de Bernardo Dovizi cla Bibbienâ, se representa pot prìmela vez
en r j r 3; la Veníexiana se fecha últimamente hacia I 5 3 ó; vóanse al respecto Pacloan
[tq8S.] y Pacloan [r967 y r97+), r-espectivanente. Sobre estos
clramas de fines del
sigio xv y sobre las comeclias eruditas dei xvl en general pueden verse Rossi
l¡gZZ,lgS-lSl), que fue quien acuñó el término de drarnní tnescidati, Tissoni Ben-
venuti y Mussini Sacchi f r983] y Doglio Ir995:r87-zzr].
"o De la traducción que hizo Von Eyb dela Phílogetía dan noticia suficicnte
Stäuble Ir9ó8:40-+Z] y S.Bettini Ir99ol; Ia Catinia, de Sicco Polenton, complres-
ta en r4r9, se tradujo unas clécaclas después al dialecto véneto y se pr-rblicó -honor
que no tuvo el otiginal latino- en l48z (Padoan r9ó9); el Hentto de Reuchlin se
tradr¡o al alemán varias veces a lo largo c{el siglo xvr (Beutler r9z7:ro3-r48); y
hubo alguna otra comeclia humanística más -es cierto que tro muchas- que se tri-
clujo al vulgar, ptincipaltrente a1 italiano y al alemán. Que sepamos, al menos el
Pamphiltrsy elG¿f¿ circularon también en traducciones: delPamphilush.]bo varias
(Becker rgTz:r32-r33,y Rubio y Gonzâlez Rolán r977:48-5o); el Gera se ttadu-
jo al flancés a principios del xv y a1 italiano hacia finales dcl siglo xrv y principios
del xv (F. Berr\ni 1973:69-75).
"t Sobre \os uolgnrizzan¿nri de comedias antiguas pueclen verse Perosa
¿por'
It96533-36 , Stäuble [1968:zoo, n. r] y -sobre todo por la bibliografia que
tan- Uberti Ir98 5l y Rosetto [r99ó], así como lllacles Ir999]; las traducciones cas-
tellanas cle Platrto y Terencio, como es sabido, no llegan hasta el siglo xvr.
FU ENf'ES 4r7
latinas o
vulgares, a l:rs qtle hemos hecho referencia* clue el géne-
ro dranrático acLnitírr infiniclad cle clivergenci¡rs en relación con ia
coflecJiâ antigtlâ y, no digamosJ corl lzrs propi:ts comedias hu-
rrra¡ístic¿rs que pucliera conocer. [Jna de las iuuovaciones era l¿r
esta clase de clrarnas en vulgar: puede qr,re los aritor-es clc
cle escribir
La Celestina no conocieran niuguno cle esos clramas italianos alu-
didos más arriba; puede incluso que ni siquiera tuvieran notici¿ de
5u existencia; en el peor de los casos, bast¿ría suponer qtte circuns-
tancias similares a las que, por esas misuras fechas, favorecen en lta-
lia el clesarrollo de un¿ comedia hutnanística en it¿liano han con-
tribuido a qr-re ei <antiguo autor) y Rojas escriban La Celestina en
castellano'
+ h
4r8 INIGO RUIZ ÀIìZALLUZ
t" Algunos cle estos àspectos en los que La Celestína parece clepender de la co-
media rom¿na habían siclo ya señalados por Aribau Ir84ó], Menéndez Pelayo
[r9o5-r9r5:7o-78], Castro Guisasola lr9z4:5o-57 y 80-94] y Bataillon ltg6r:77'
roTl; ayudan a perfilar y completar los puntos de vista de Lida cle Malkiel fr9ózø],
además de los otros estuclios ya citaclos de esta misma antora, Lida de Malkiel Ir 966,
rg73-rg74 y r984]; de entre los trabajos posteriores son esenciales Fraker [r99o] y
Wlrinnonr Ir993].
F U Þ]NTES +r9
'>
420 Íñrccr nu v., ¡'ttz At,t.u z
Lo qne s¿rbemos sobre la fortuna cle Terencio eil la C¿rstilla del si-
glo xV nos ayucla bastante poco a precisar el conocimieìrto que po-
dría suponérseles, en este punto, al <antiguo ar'llorD o a Ro3as: es pro-
bable-y éste es el clato niás significativo que tenenlos- que tallto
uno conro otro hubier:rn leído 7¡ Andria y el Euntrchrrs, las dos co*
medias cle mírs éxito en la época, eir los priureros años de su p¿rso por
la universiclacl, puesto qlle â veccs -no sienrpre* se utilizabzr coin6
texto pâra el aprenclizaje del latín en los niveles más elernentales.
Pero no cieja cle ser asombroso que los alltores de La Celestít?¿i no ha-
yan querido exhibir ä propósito una ascendencia zrntigua: los perso-
najes que llevan nombres terencianos ìpenas tienen ninguna rele-
vancia en 1a trarna -con la excepción única de Pámreno-, trrientras
que a los protagonistas se les dan nornbres que nada tienen que ver
con los de la comediâ romanâ; por otro lado, en una obra repleta de
sentencias como es ésta no se encllentr:Ì ni una sola que provenga
de Terencio, cuando sus corneclias fueron apreciadas durante siglos
-también en el de Rojas- precisamente como fì1ón de dichos y apo-
tegmas. Atrn si los autores de La Celestinø conocieron alguna come-
dia de Plauto o Terencio, no ptiede decirse qr-re éstas fueran el mo-
delo al que quisieron acogerse a1 escribir su obrâ."ó
venida!>, III, 95). La exposición más completa sobre 1os paralelos áe Ln Celestína
con los versos de Terencro sigue siendo la cle Castro Guisasola [r924:8o-9r], a pe-
sar de que algunos de ellos se explican ahora rnejor corno reminiscencias c1e otrÕs
textos; que los autores de I-n Celestín.a tuvieran la intención cle imitar a Terencio 1o
había negaclo ya Pfancil [r927], que admitía, sin enbargo, que la cornetlia romana
podía haber aportado un estímulo inicial; Whinnorn [t9931 -e1 írnico qlle en estas
írltimas décadas ha manifestado cierro escepticismo sobre la ascenclencia terencian¿
de la obra- seña1a la posibiliclacl de que ia ausencia cle ecos seguros de Tetencio se
deba a que ningnno de los dos :rutores tuviera a mâno Lrn texto con sus comedias.
t'ó
La presencia de Plauto en Ln Celestína es aúrn más dificil de sostener: aunque
Menéndez Pelayo Ir9o5-r9r5] la defendió con cierto énfasis -no tanto Bonilla y
Sar.r Martín [r9o6]- y aunque aírrr hoy sigue a veces mencionándose tal posibilic{ad
-por ejemplo Cavallero Ir988] o, quizá los casos más extremos, Fraker [r99o] e
Illades Ir9991-, no hay argumentos que permitan siquierir suponer-la, como ya de-
nostró Castro Guisasola lrgz4:5o-571 y como ha sostenido tambrén Whinnorn
Ir993:r3z-t33). En realidacl, lo que más resalta esta falta de pruebas en favor de la
presencia de Plauto en La Celestina es el hecho cle que sus coneciias fueran not¿-
blemente menos populares que las de Terencio durante toclo el siglo xv: para Plau-
to y Terencio en España en los tiempos de La Celestilta debe verse Webber [r95ó y
r 9571, Gil II9841 y Franriñán Ir 994]; para el caso particular- cle la tiniversidacl cle Sa-
lamanca, contienen datos importantes Esperabé y Arrcâgâ [r9r4] y Beltr'án cle He-
redia [r927], muy bien recogidos y explicados por Olmeclo [r944].
FUENTES +2r
t"7
P¡taIa comedia elegíaca -un género, conviene recordarlo también, de uni-
dad y hasta cle enticlad discutida- basta remitir a Vinay Ir952], Feo It 98ó1, F. Ber-
tini 1r993] y a la bibliografiâ qrle en ellos se consigna. Es probable que 1a difusión
hispana de la comedia elegíaca se acercâra bastante a lo que suponían Menéndez
Pelayo Ir9o5-r9r5:85-8ó] o Lida cle Malkrel Ir9óza:34, n. j.l; c1e hecho, el tìem-
po les va dando 1a razón: hay un códice del Ce¡¿ en 1a Biblioteca Nacional de Ma-
clrid(Paeske 1976:3718)yotroenlauniversitariadeBarcelona(F.BertiniIgSo:
tó3-r64), y algunos nâs del Pamphíh.rr, como se verá en la nota siguiente.
t'8
No hay más argurnentos en favor de la presencia del Panphílrs en I-a Celesti-
nn, y son mtrchos los que sostienen que esas semejanzas entre las dos obras se cleben
::"t>
422 INIGO P.UTZ AP.ZALLUZ
a la rnediación del Lil:ro de hrcn antor o, simpletnente, a los víncttÌos de l-¿ Celes¡i-
l¿ con la comedia humanística. Tal y corno se ha apuntado, la ìnfluencia del Pø'r-
phílus se ha claclo -y se sigue dando â veces- como cosâ poco menos que segura: el
primeroenafirmarlofueSchack[I854:r57];tlasél,Hoile, r3,BonillaySanMar-
rinlrgtT:39g] -que cliscute en cambio que los autores de La Celes¡ina conociera¡
e\ Líbro de btrcn anror-, Morawski lt9t.7:27), Licla cle Malkiel [t96za:34-37] y,
partir de aquí, en multitud cle lr-rgares -por ejemplo R. Beltrán [r99oå] y Moure^
IlqS8]-. Menéndez Pelayo Ir9o5-r9r5:8ó-87] rnanifestó serias cluclas al respecro
-a pesâr de que hizo imprimìr eI Pamphilus como apéndice a l¿ edición de Krapl
de La Celestita: Menénclez Pelayo Ir9oo]-, lo mismo que Cejaclor, I, i9, Cas-
tro Guisasola [rgz4:92-g3l y Russell 11964:z8z). La hipótesis favorable siempre
ha estado apoyada en el hecho de que 1a obra tuvo una gran clifusión: âLrnqlre en
España su éxito no fue el que tuvo en el resto de Europa, hubo ttna eclición en
Zaragoza en torno a r48r y se conservan cinco manusctitos en bibliotecas espa-
ñolas (Becker r972, Rubio y González Rolán 1977,L. Rubio r984 y,\lturo i Pe-
rucho r997).
"e Lida c1e Malkiel 11956 y t96za:37-43] y Whinnom [1993:r 37-r4r]. El pri-
mero que puso La Celestina en reÌación con las comedias humanísticas fue proba-
bleme¡rte Creizenach Ir893:lII, rz]. Para Menéndez Pelayo Ir9oo:4o-42, y sobre
todo r9o5-r9r5:98-rró1,la cornedia que más verosímilmeute pudo haber influi-
do en -I-¿ Celestina-tras descartar, por motivos clistintos, e\ Paulus,la Philogeniay
la Chrysß- esla Poliscena. De las exposiciones mencionaclas de Lida cle Malkiel se
desprende qne enconttaba una especial proximiclad con La Celestina en el Poliodo-
nrs -descubierta y editada por Casas Homs [rss:]-, enla Poliscenay enla Philogenía
(Bataillon r963-1964:268-27o àportà algún matiz interesante). Entle e1 Pamphilus,
el Libro de buen amor y la Polßtena -las tres emparentaclas directa o inclirectamente
con I¿ Celestitta, al menos en 1o que respecta a la esencia de 1a trama-, Webber
[r958: r 5 r-r 5z], sin excluir las otras dos posibilidades, considertla Poliscena comola
más cercana a la Tragicotnedia. Segírn'Whinnom [r988 y I993], basta suponer que el
(antiguo autorr hubiera Ì eîdo \a Polísæna o los pasajes de \a Philodoxeos fabula,la Co'
moedia defalso hypocritay la Philogenía que vìenen recogiclos enla Margarita poetdrLúil
de Albrecht von Eyb, una especie de grgantesco compendio de cìtas y pasajes céle-
bres de autores de todos los tiempos qlle ttlvo enorme éxito en 1a época y qtre acle-
más se encontraba en la biblioteca de Rojas en e1 rnornento de su muelte (véase arri-
ba, p. 38r, n.47).
FI]ENTES 423
å,.1e eÌ nroclelo
o los lnodelos qLle tuvo presentes se han perc{iclo.
corledias hlttnanísticas guarclan cierto patecido con La Ce-
¡lgurl^t
lestina en el argumento general sobre
y todo en algunas escenas y
situaciones: qr-rizá el caso más claro es el de la Poliscena, atribuida
antes a Leonardo Bruni y ahora a Leonardo della Serrata, en cuyas
orinreras páginas se enclrentra -puecle qlle no se haya dicho con la
iuficiente rotundidad- lo esencial del planteamiento de La Celes-
tina: ahí apârecen el joven enamorado lamentánclose de su situa-
ción y sr-r criado manifestando en ¿partes sus temores; la descrip-
ci6n de Poliscena y el reiato de1 encuenlro con ella -por cierto
que en la iglesia, quizá en e1 camino hacia la iglesia: recuérdese
aqoila hipótesis de M. de Riquer þgSll-; el criado qlle reco-
mienda a1 enamorado los servicios de la alcahueta; la alianzr entre
los clos con esperanza de provecho propio, etc. Con las reminis-
cencias verbales sucede algo similar-a 1o que pasa con la cornedia
romanâ, es decir, o son demasiado triviales o demasiado lejanas,
pero en el caso de la comedia humanística la explicación es mu-
cho más fäcil: aquí no se trâta ya de textos cargados de una auto-
ridad que viene avalada por una tradición escolar de siglos, sino
de obras que, además de estar en lo más bajo del escalafon litera-
rio de la época, no eran tan fäcihrente reconocibles por el públi-
co como podían serlo los Ìibros que se usaban en 1as auias rnás o
Írenos regularmente. Se encuentrân otras coincidencias de deta-
11e, además de las ya señaladas y de las que se indican puntual-
mente en las notas, que sin ser nunca concluyentes son muy sig-
nificativas: la carta introductoria a7a Philodoxeosfabtila, igual que
su prólogo, guarda notables semejanzas con los textos prelimi-
nares de La Celestina; enla PhiLogenia de Ugolíno Pisani hay un
personaje llamado Calistus; enla Poliscenahay una alcahueta con
bastantes rasgos en común con Celestina; varias comedias huma-
nísticas insisten en estar escritas con fines didácticos, etc. En defi-
nitiva, y aunque nos falten detalles que sean indiscutiblemente
probatorios de la depenclencia de La Celestinø respecto a unâ o
varias comedias humanísticas en pârticular, la similitud de sus ca-
raccerísticas más importantes es 1o suficientemente grande como
'>
424 íñrco nutz ¡RzÁr.ruz
parâ qrle, hoy por hoy, resuite inevitable stiponer eittre ellas algír¡,
r30
graclo de p¿rentesco.
Una de las conclusiones segur2ts a las que ha ilegado el estudio 4.
las fnentes de La Celestina -rnejor clicho, Castro Guisasola [rsz+l-
es ésta: e1 acto primero y las pr:imeras líneas clel segunclo, sean o rìo
de Rojas, revelan el uso de Llnos textos que, salvo excepciotre5,
no han clejaclo râstro en el resto de 1a obra; y, viceversa, las fuentes
que se encuentran en las páginas que comúnnlente se atr:ibuyel n
Rojas no âparecen en la parte qr-re suele sLlponerse clel <antiguo au-
tor>.'r' Esto no basta para postular dos autores en Lø Celestina-e\
rigor, podría pensârse en dos monentos de l¿ redacción de la
obra-, pero sí para obligarnos a trâtâr de 1as fuentes de ambas partes
por separaclo . El Libro de buen amor serîa -casi- la írnica excepción x
esta especie de distribución complementaria, si realmente estuvie-
ra presente en La Celestina.'3" En efecto, y contra toda apariencia,
en la de Rojas. Por lo que respecta a los segundos, rto parece que de su presencia en
Lrt Celestinaprteclan sacarse conclusiones segltras: sí está claro que son más frecuen-
tes en el auto I (E. Castro zooS) a partir de 1o cual Mettmann [r97ó] ha sugerido que
el <antiguo autor> ft-rera un clérigo, hipótesis que casâ bien con e1 clescubrimiento
cle Vermeylen [rq8:] y, en general, con la teoría que hace de Alfonso Martínez cle
Toleclo un candidato a la autoría cle dicho acto (véase también Castto 1998). Es más
difìci1 sacar algo en limpio por lo que hace a 1os textosjurídicos: el que tânto las 1e-
yes corno su glosa formulen con frecuencia principios elementales que pueden
leerse igttalmente en infinidad cle lugares hace a veces imposible cliscernir el valor
de una coincidencia, por literal qtre seâ, con el texto de I-a Celestina; parece segu-
ro, sin ernbargo, que a1 menos Rojas alucle, y con frecuencia, a diversas obras jtrrí-
ITU I]NTES 425
-c rlnx cllestiólì
qttc ¿pen¿ts se ha estuclilclo: tro pr-recie ser cle otro
.u^trclo infLrenci¿r del Libro de btrcn c¡zorsobre La Celcstina
Li
"lodo Menéndez Pelayo
.r, p.r. Ir9o5-I915:971, <qvizâ l:r mírs profr.rncl:r
para Whinnorn Ir9ó7:7-9], ni
¿. io,l.r,, luientras clLlt-, por ejemplo
ninguno cle los clos ¿tltoles co-
." pu.d. probat ni es verosítrril que
,-,o.1... la obra deJuan Rttiz.'rr Castro Gtlisasol¿r Ir924:r5z],
obli-
de clon Marcelino, concretâ la influencia clel
n^,lo pot la autoridecl
d, bttctt ntttor en tres rspectos: uen rcrnirriscenci¡s eventurrles.
L¡brn
inspiranclo algunos pasajes dela Trngicotnedia;
en los caracteres, stt-
oir.ienclo el cle la rnadre Celestina; y en la fibu1a entera, ctlyo ger-
,"rr"n ," ha creíclo ver en la
paráfrasis de| Panryhiltts que hay en ei Li-
l,¡ro de lnten
dmon>; pero el propio Castro Gr-risasola reconoce qlle no
'34 Sin embargo -y es algo que pârece haber pasaclo inadverticlo p:rra algunos 1ec-
tores de Castro Guisasola, cFrizá también pata Whinnom lts6l)-, no pttede ocuìtat
el escepticismo qlte siente hacia los ârgunlentos lnenos vagos c{e Menénclez Pelayo:
<En tr-À fonnas, al parecer,h, ,.clttaclo su influencia q'e se sLryofle enonne>, dice al co-
'
mienzo prácticamente cle su exposición (Castro Guisasolt t.924:t5z,la cursiva es
nllestrâ), y de las reminiscencias verbales ninguna le parece <clel toclo convincente>
(i/,ídenr, p. r54). De esta îtânerâ, los indicios de la presencia del Libro de buen atnor en
I¡ Celestinaqued:in reducidos a las consideraciones cie Menêndez Pelayo -verclacle-
ramente mal cimentadas- sol¡re las sen-rejanzas entre Trotaconventos y Celestina, que
Castro Guisasola no se atreve a refutar: por un lado, como quecla clicho'
por la im-
portancia excepcional que 1es atdbuye clon Marcelino en la concepción misma de
^I¿
CelestirLa,y pol. otro -q.,irá sobre todo- porque stt propia vagueclac{ las hace difi-
cilnrente vttlnerables a una Quellenforschung como la de Castro Guisasola'
Lo que, a su vez, anula uno de los argumentos de whinnom 1r967:9i), qLre con-
t35
:>
+28 íÑrccl pvtz, 1'vzirrt uz,
direct¿ì1l1elìte cle las obtas cle estos âutofes sino clel urenciouacio fl6-
rilegio, que fue utilizaclo corno libro cle texto en 1as facultades 4u
artes de irr.rchas universiciacles eruopeas: el conocimiento de est¿¡
nueva fuente, además de confìnnarnos L1n rnodo de procecler que
muchos celestinistas sospechaban y cle obligarnos a interpretrr las
citas cle esos autofes -sobre todo Séneca- trrenos trascenclentalnren-
te de 1o que venía haciénclose estos írltiinos años, apunta â Lln r¡e-
dio universitario, verosímillttente salmantino, corrobor:rnclo ta111-
bién en este punto 1o que clejaban suponef otros mr¡chos inclicios
-entfe elios el cle la presencia de la cornedia huûranística en la par-
te del <antiguo aLltorD y el de muchas de las fuentes cle las qtle se hx
tratado en este mismo Párrafo''rt
La lecttrra que más frectlentemente asoma en el resto de La Celes-
tina-y,sin cluda, la rlás característica y sorprendente- es la de la obra
latina de Petrarca: el propio Rojas rnenciona, al principio clel prólo-
go <Todas las cosas...r, 15, a <aquel gran orador y poeta iar"rreaclo,
Francisco Petrarca>, cosâ que no hace con ninguna otra alltori(lacl si
exceptuâmos a Virgilio, que âparece como protagonista de Lln cuen-
to, nà como poetâ, y a Heráclito, qtle para Rojas no era más que Lln
nombre que leía, precisarnente , en Petrarca.'3e En efecto, la presen-
cia continua de Petrarca en los âctos que se atribuyeu a Rojas resul-
ta llamativa: su obra latina desentona entfe las dernás lecturas que se
le adivinan, casi todas -si no todas- <libros de ronlânce) y cle conte-
nido algo más ligero que, pongâmos, los no siempre amenos diálo-
->
+30 ÍÑrco Rutz ¿,Rzítrruz
en cluda la sincelidacl cle Rojas en éste y en otros juicios couro óste, princrpalmente
-para io qne aquí interesa* en eì retrâto c{el lector icleal quc hace en el prólogo: <Pero
acluellos pâr¿ì cuyo verdaclero placer es toclo, desechan el cuento de la l.ristoria para
contar:, coligen la slrmâ para sL1 provecho, ríen lo clonoso, las sentencias y clichos de
fìiósofos gr.rardan en su memotia pâtâ trâsponer en lttgares convenibles â slrs rctos y
propósitosr (<rTodas las cosâs...)), zo). No se ve la necesidad cle adivinar aquí ningu-
na ironía, aunque quizá sí cierta exageración: para toclo esto véanse, simplcmenle,
Licla cle Malkiel lt96za:yo-346), Russell Ir988] y Rico [r99oal.
'a'La disctrsión, suscitada por Gilman [t956:266y n. 3t; t96r:932, n. zl, sobrc
1a posibiliclad de que la parte de1 <antiguo autoo contengà Lrn eco de Petrar-ca ha te-
niclo cierta resonancia: por un laclo porqlle, en principio, ciebilitaría uno de los ar-
grlmentos pâïa sLrstentar 1a doble autoría; por otro porqtte permitiría leer tanlbiéll
el auto I a h luz cle un petrarquismo tan profundo como el que algunos quicren ver
en la parte cle Rojas. Se cliría qr-re la rnayoría cle los celestinistas -incluido Castro
Guisasola, qne lo manifestabâ exptesâmente antes de qtte la cuestión se plânteâra en
esos térrninos- es contrâriâ â âclmitir la presencia de Petrârcâ ântes del principio del
âuto II: véâse una exposición más detallaci¿ en 53.279o.
tr
i¡,. ,
FUENTES 43r
con l¿s obras latinas de Petrarca -tunqr.re cle ttlt trrodtt bien
Jnnto
clisdnto-, la olra írnica fuente a la que lì.ojas acude resularrttente es
una de i¿rs uruchas colecciones cle sentencias que circulaban en la
époc¡r b¿jo el nombre cle Séneca. Estas colecciones, qì.re suelen lle-
u.r.o,rro tittrlo Pnrl'crÚ ia Senecae o algírn otro simil:rr, se transmiten
o bien como :rpéndices a las vercladeras obras de Séneca o bien en
nisceláneas escolaresjunto co11 otrâs obras cle características pare-
ciclas: parte de las sentencias que recogen proceclen de la colección
de proverbios de Publilio Siro -un autor anterior al fìlósofo corclo-
bés-; otras, de una recopilación que tiene su origen, al menos en
Dsrre, en la obra del propio Séneca y que durante la Ed¿d Media
ir.culó con el título de Lil¡er de moribns;y hay también sentencias que
proceclen de otros alrtores y de otras obras. Se cornprenderá qlle, por
Ianattualeza misma de tales colecciones, no haya dos manuscritos
o dos ediciones clue contengan exactainenle 1o mismo: los copistas
y los editores añadían y suprimían con entera libertad y cle acuerdo
con slls gustos e intereses. ¿Cuál de estas colecciones fue la que r-rti-
lizó Rojas? No es fácil cleterminarlo, precisamente por la historia
tan conplicada que tuvieron estos texlos y porque rruchas de esas
sentencias, muy manidas en la época, pueden haber llegado ¿l tex-
rc de La Celestina a través de cualquier otra obra. Hay, sin embar-
go, L1n fìrme candiclato: la tradr-rcción que Pero Ditz cle Toledo
lrizo de una de esas colecciones de Prouerbia Senecae, a la que acon-
pañó de una glosa bâstante extensa y, en algunos manuscritos, del
texto latino original, y que fue una de 1as obras más populares de la
segr-rnda rnitad del siglo xv. Es muy probable que ésta sea 1a fuente
de la que se sirvió Rojas: además de que tocl¿s las sentenciâs pseu-
clo senequianâs qlre se encuentran en La Celestinø están también re-
cogidas en la colección de Pero Díaz, en el auto IV hay una remi-
niscencia muy clara de la glosa que sólo puede provenir del libro de
éste.'a3 La cuestión que se plantea ahora es, como en el caso de Pe-
'43 Sobre 1¿r casi segura presencia dc esa glosa cle Pero Díaz en el auto IV cìe ¿zl C¿-
/cslira, véase r r r.40. La hipótesis de qr-re fuera la colección c{e Pero Díaz la qr-re r-rtili-
zata Rojas -que debería ser, en principio, la hìpótesis natural- no se ha clefendiclo con
la fitureza qlle nerece por pârte de qtrienes mejor y más cletallaclamente la han ex-
pnesto (Heller y Grismer r 944, lìiss Dubno r gTg y Riss Dubno y Walsh r g8T) debi-
do, al menos en parte, a qr-re Castro Guisasola Ir924:98-roo] inclnyó entre 1os ecos
celestinescos de I os Prouerbia Senuac cuatro o cinco scntencias que, casi con seguridacl,
sólo eutraron en la tr¿clición c1e estos Proze¡úla a lo largo del siglo xvt, concluyenclo
en consecuencia que Rojas tLrvo qlte leer al menos óstos
-y, muy probablenente, to-
>
+32 Íñrr;o uutz a.pz{wuz
clos los clenás- en otra versión c{istinta de la de Pero I)íaz; lâs cuatro o citrco senten-
cias en cuestión (véanse, pata mayor precisión , r3o.r7 4o, t4z.5zo, zgz.7Ìa ,3 34.5oo,
34r.380), ader-¡rás cle no estàr recogidas en las colecciones de Ptouerbía Senecae deTt
época -lo que, naturalmente, es casi imposible cle probar pot completo porqne,
como se ha dicho, no h:ry clos colecciones qr-te contengan las mismâs sentenciâs-, son
proverbios conocìdísirnos que pttdicron llegarle a Rojas cie otras mi1 fuentes y qne
aclemás, cal y como advierten Heller y Grismer ltg++t++.1, dificilmente serían reco-
nocidas en la época como seneqttianas. Todo esto sin olviclar, natllrâlnente, e1 il-ll-
porcante ârgr-lmento que supone la presencia de esa glosa en e1 acto cuâIto.
FI]ENTES 433
'aa Los patalelos que Fothergill-Payne [r 98 8] establece con el De ûa y con las tra-
gedias no son clistintos cle los demás y ninguno cle ellos prueba que Rojas conocie-
ra estas obras. (Sobre el De íra vêase zzz.3ta; por 1o que respectâ a 1as tr;tgeclias de
Sóneca, ya Spitzer r.957habia tratado cle argumentar en lavor cle su posrble presen-
cia en Lø Celestina'. rotundarnente contrario se muestra Whinnom r9g3:r34-t35).
Por el contrario, resnlta muy convincente la ìdea de Fraker [r985] cle que La Ce-
leslina -en conjunto- está profr-indamente influida por 1os ejercìcios retóricos esco-
lares que florecen en la época del Principado pero que segnirán vigentes, con sus
más y sus rnenos, clurante la Ed¿d Mecli¿ y el l\enacimiento: sin enbargo, no pâ*
rece que ptrecla probarse
-corno quiere Fraker- la presencia inmediata de 1as søaso-
tiaey coLttrouersia¿ cle Séneca el Viejo.
.>
43+ INIGO RUIZ AIìZÀLLUZ
t+5
Por lo qr"re hace:r la relación entre Rojas y el texto cle Eneas Silvio, es signiû-
cativo qne Penney Ir962] y Marciales [r975:r6-I8] hayan sostenido que la tracìuc-
ción de la Hisroría de duobus anan tiúls mencion¿cla puecle ser obta c{e Rojas; rro 1o es
ntenos qlle Lida de Malkiel lrg57:zz y rg6za] âpenas encuentfe puntos en comírn
/1 entle ambas obms; para cualquìer aspecto c1e l¿ relación errtre Ln Cclestírra y la obla
,t, / tlePiccolonrirri,vé:rseWhinuomlrgszalf yRrvasirtilzoo3þMorroslzoozytoo4l
'I yDiCrnrillol:oro: r4r-r441 insisrenenl:rimportancirclelnHistori¡tdedttolxtsnutrur
, tiltus (:rsi como la epístola a Hipólito de Mi1án o Renrctliu¡t atloris) tanto en e1 auto I
:| ;\, como en la contimración de Rojas. La cleuda con Men¿ está bien estudiacla: puec{e
parrirse clc Castro Guisasola [r924:r58-ió7) y Lida de Malkiei fr95o 477-482
y ryîzail. Sobre la poesía cie caucionero y I¡ Celestina, Deyermond ig75øy tg95],
Kassier [t97ó] y Severin lrSqo], y, para el caso de Cota y el pseuclo Cota, Salvador
Martínez [r98o], Severin [r98oa] y Pérez Priego lrg97l.La presencia c1e reminis-
cenciasver-bales del¿Cárcel¡leanrorqueclódclimitac{ayaporCastroGuisasolaIr924:
r83-r851 yLidadeMalkielig6za];I)eyertnondIr986,r97r:3rr-3rz,yi99r:38o]
ha insisticio en la influencia de la ficción sentimental en el tema y en la estructtlrâ:
por un lado, el amor cortés c{e 1a fìcción sentimental es objeto de continua parodia
Rojas y, por otro, es t¡mbién la ptesencia de aquélla la que hace qtle Lìn ârglrmen-
to ptopio de una comedia lrumanística -la parte de1 <antigtro âLltor)- se tlanslorme
en maltos cle Rojas en algo esencialmente distinto. Pam otros posibles víncttlos con
la fìcciól sentirnental vêase 25.1". Otra cosâ son 1as hipótesis qr-re hayan podiclo
formularse sobre las intencioÍres cle Rojas en relación con 1a ficción sentimental y
.,-!.-\ que, àL1n .rpoyáldose tan-rbiénlen las reminiscencias -verbalcs o estructurales- de-
ì Â t..t"d., crt La Cdcstina, no se âerivan necesariarne'te del reconocj.miento de ést¿s:
basta, para toclo esto, pârtir de Taravacci II983], Severin Ir9841, Lacarra Ir989.1
e Iglesias lzooljri
-l { / u -t, -1-o.
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