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comenzar con una discusión crítica, tanto histórica como analítica, de las nociones
de hombre, el sujeto y el ciudadano, que juntas configuran el orden ambivalente de la
sujeción y la subjetivación.
Mi presentación estará dividida en tres partes:
; sino también la representación del Hombre como (un, el) sujeto. La esencia de la
humanidad, de ser (un) humano, lo que debería estar presente tanto en la universalidad de
las especies como en la singularidad del individuo, ya sea como realidad, como normo o
como posibilidad, es la subjetividad. La metafísica (que desde este punto de vista, y a pesar
de la profundidad e innovación de las preguntas formuladas por Kant, incluye a la filosofía
trascendental) confía en una ecuación fundamental—también podríamos leerla como la
ecuación de la fundación en sí:
Hombre = (igual a) Sujet O:
El error más inmediato y llamativo en Heidegger, aunque no sea un error que se reconozca
frecuentemente, concierne a la propia historia de la categoría del sujeto en filosofía, en el
sentido más filosófico del término. ¿Por qué nos resulta tan difícil reconocerlo?
Obviamente porque, con algunos matices personales, Heidegger la comparte con toda la
tradición filosófica moderna desde Kant a Hegel desde Husserl a Lukács. Toda esta
tradición considera y afirma repetidamente que es con René Descartes que la filosofía se
volvió consciente de la “subjetividad” y hizo al “sujeto” el centro del universo de las
representaciones, así como también la señal del valor único del individuo—un proceso
intelectual que, se argumenta, tipifica la transición desde la metafísica del Renacimiento a
la ciencia moderna en el marco general que cuestiona y rivaliza la teología y cosmología
medieval y de la antigüedad. Antes de Descartes, sólo se trataba principalmente de una
pregunta, buscar las anticipaciones contradictorias de los conceptos de sujeto y
subjetividad. Después de Descartes—del “amanecer” filosófico, tal como diría Hegel—se
trata de encontrar al sujeto ahí, de nombrarloy reconocerlo: esta es la primera de una
sucesiva serie de figuras filosóficas que juntas van a configurar la metafísica propiamente
moderna del sujeto.
Ahora bien, más allá de que esta historia sea ampliamente aceptada, se trata de una historia
materialmente errada.[5] Es una mera ilusión retrospectiva, la cual fue forjada por los
sistemas, las filosofías de la historia y la enseñanza filosófica en el siglo XIX. Ni en
Descartes ni tampoco en Leibniz, puede encontrarse la categoría de “sujeto” como
equivalente de una autoconciencia autónoma (una categoría que recién fue acuñada por
John Locke),[6] como centro reflexivo del mundo y, por lo tanto, concentrado en la esencia
del hombre. De hecho, el único “sujeto” que los metafísicos “clásicos” conocían estaba
contenido en la noción escolástica de subjectum,que proviene de la tradición Aristotélica,
esto es, un individual como portador de las propiedades formales de la “sustancia”. Por lo
tanto, mientras más rechazaban la ontología substancialista, menos hablaban del “sujeto”
(de hecho, este es el caso de Descartes, Spinoza y Locke, entre otros).