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Seminario Pontificio Santo Tomás de Aquino

FACULTAD DE TEOLOGÍA

LA SEXUALIDAD Y EL MATRIMONIO

PROPUESTA DEL MAGISTERIO RECIENTE DE LA IGLESIA

Tesina de Grado para optar por el Título de Licenciado en Ciencias Religiosas

Sustentante:

LIC. JUNIOR FÉLIX LORA DELIZ

2015-004

Asesor:

RVDO. P. DR. DANIEL ELÍAS DE LOS SANTOS

Santo Domingo, R.D.

Mayo, 2019
LA SEXUALIDAD Y EL MATRIMONIO
PROPUESTAS DEL MAGISTERIO RECIENTE DE LA IGLESIA
Dedicatoria

Dedico este trabajo a todos los matrimonios. A los que han aceptado el desafío
de luchar por el amor, siendo fiel a la vocación especial que Dios les ha
concedido.
1

Introducción
El gran avance de las ciencias y la revolución sexual han hecho de la concepción de
la vida matrimonial una realidad poco creíble. La gran explotación sexual en su más baja
consideración tiene sumergido al hombre en el afán del placer por el placer, mitigando el
valor propio, y el de los demás. Esta desconsideración egoísta provoca una denigración a la
dignidad de la persona y una carencia en el sano desarrollo de su propia sexualidad.

La sexualidad es una fuerza enraizada en los mecanismos biológicos, que penetra de


igual modo en los niveles psíquicos y afectivos de la persona. Se muestra hacia fuera, como
una decisión libre que el sujeto realiza, y está al mismo tiempo orientada por otras fuerzas
ocultas e inconscientes, no siempre conocidas.

La sexualidad encierra en sí un gran misterio, por lo que se hace difícil abarcar


completamente su sentido. Pues, en ella está en juego todo el hombre. Queda descubierta su
esencial presencia en el desarrollo de la personalidad entera y del papel primordial que
desempeña para el crecimiento en la autonomía, en la oblatividad, en el amor. Realidades
indispensables para la vivencia del matrimonio y la conformación familiar.

Sin embargo, la realidad de la familia en el mundo occidental de hoy se ve


profundamente afectada por los cambios socioculturales que se han producido en los
últimos siglos y de manera especial en los últimos decenios. La idea de matrimonio como
unión para toda la vida se encuentra muy debilitada en la mentalidad del hombre moderno.

Por eso urge una reflexión profunda que redireccione el valor sagrado del amor
matrimonial. Conjuntamente de una comprensión en los más altos niveles de lo que
encierra la sexualidad como medio de expresión y de identificación de toda la persona.
Evitando el reduccionismo de la sola genitalidad. Para ello queremos dar una respuesta
auxiliándonos del Magisterio Reciente en sus pronunciamientos sobre la sexualidad y el
matrimonio.

De ahí que esta investigación responde al título de: La sexualidad y el matrimonio.


Propuesta del Magisterio Reciente de la Iglesia. Con la misma, intentamos exponer de
forma clara, auxiliándonos del Magisterio Reciente de la Iglesia, la implicación de una
2

auténtica comprensión de la sexualidad humana, y la vivencia de la genitalidad en el seno


matrimonial, como lugar idóneo para la entrega generosa de todo el ser, en pos de un
proyecto de vida y santificación.

Para la consecución de este estudio nos hemos propuesto los siguientes objetivos
específicos, que a su vez serán respondidos por cada capítulo: estudiar el concepto de
sexualidad humana, sus fundamentos y su comprensión más amplia, arrojando luz ante la
visión reduccionista que se tiene de esta; resaltar la realidad del matrimonio, como un
camino creíble de vida, sus fundamentos y finalidades, resaltando igualmente sus
complejidades, auxiliándonos de las Sagradas Escrituras y el Magisterio; presentar la
propuesta del Magisterio Reciente de la Iglesia sobre la sexualidad humana y el
matrimonio, enfatizando su carácter humanizador y plenificante del ser humano.

En el primer capítulo, abordaremos el concepto de sexualidad humana, las


dimensiones de la sexualidad humana, la comprensión bíblica y algunas desviaciones de la
sexualidad humana. En el segundo capítulo, se tratará sobre la realidad del matrimonio, sus
fundamentos bíblicos, patrísticos, su comprensión en la tradición de la Iglesia y las
situaciones irregulares que se dan dentro del matrimonio. En el tercer capítulo,
abordaremos las distintas propuestas del Magisterio Reciente de la Iglesia sobre la
sexualidad y el matrimonio, las distintas respuestas a las desviaciones de la sexualidad y el
tratamiento a algunas irregularidades en el matrimonio, se concluirá con la llamada a la
santificación en el sano ejercicio de la sexualidad en la comunidad conyugal.

Para lograr los objetivos propuestos, llevaremos a cabo una investigación analítica y
sistemática a través de la amplia bibliografía existente en materia de sexualidad y
matrimonio, en los distintos documentos del Magisterio Reciente y otros documentos afines
a nuestros propósitos.

Este trabajo investigativo, será redactado y debidamente citado siguiendo los


lineamientos metodológicos de la Universidad Eclesiástica San Dámaso (UESD).
CAPÍTULO I:
EL CONCEPTO DE SEXUALIDAD
5

Capítulo I: El concepto de sexualidad


Al hablar de este tema, tan mal entendido y espinoso, hay que señalar que la
comprensión de este se logra por un esfuerzo mancomunado de un sinfín de ramas del saber
que aportan datos y razonamientos sobre lo que encierra la sexualidad humana.

Existe la tentación de acercarse con prejuicios a este manantial de perspectivas que


cerca la sexualidad humana. Que trae como resultado, quedarse estancados en
reduccionismos poco fecundos e ideas vagas de lo que de algún modo permea todo nuestro
ser y la manera de relacionarnos con los demás.

“La sexualidad es un misterio; por eso no es fácil captar plenamente su sentido. En


ella está en juego todo el hombre; de aquí la dificultad de definirla con un acto “reflejo””1.
Queda descubierta su esencial presencia en el desarrollo de la personalidad entera y del
papel primordial que desempeña para el crecimiento en la autonomía, en la oblatividad, en
el amor.

En este capítulo veremos a grandes rasgos que es la sexualidad humana, la visión


bíblica en los dos testamentos, de igual modo el sentido de la sexualidad humana; el
hombre como ser sexuado; la interpretaciones biológicas y psíquicas de la sexualidad; la
diferenciación de sexualidad y genitalidad; la sexualidad como forma de existencia
personal; conductas sexuales y explotaciones de la sexualidad.

1.1 ¿Qué es la sexualidad humana?

La sexualidad es entendida como el conjunto de características físicas y psicológicas


de cada sexo o el conjunto de actividades y comportamientos relacionados con el placer
sexual. Por otro lado, la Congregación para la Educación Católica expone que: “la
sexualidad es un elemento básico de la personalidad; un modo propio de ser, de
manifestarse, de comunicarse con los otros, de sentir, expresar y vivir el amor humano” 2.
Toca y abarca toda el ser, todo lo persona. Además, “la sexualidad caracteriza al hombre y

1
L. PACOMIO et al. (eds), “La sexualidad” Diccionario Teológico Interdisciplinar IV (Sígueme, Salamanca
1983) 287.
2
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Orientaciones Educativas Sobre El Amor Humano.
Pautas De Educación Sexual (1-11-1983) 4; J. R. FLECHA, Moral de la persona (BAC, Madrid 2002) 37.
6

a la mujer no sólo en el plano físico, sino también en el psicológico y espiritual con su


impronta consiguiente en todas sus manifestaciones”3.

El hombre no puede esconderse de esta realidad, escapar de ella, pues como dice
Gonzalo Flórez: “la huella de la sexualidad humana está en cada una de las células del
hombre y de la mujer y se extiende a la totalidad de su cuerpo y de su espíritu, de su ser
humano, aunque se refleja la forma más visible y patente en el orden biológico y
psicológico de la naturaleza”4. Aunque lo fenotípico sea lo más evidente y apreciable, la
sexualidad humana permea los más hondos pensamientos y emociones. Los aspectos
biológicos no abarcan ni agotan todo lo que se es como persona.

La biología no es suficiente por sí sola para dar a conocer y definir al ser


humano, pero ofrece los primeros datos acerca de lo que el hombre es, a la luz del
proceso que determina su generación y a través de los elementos físicos que lo
constituyen. La psicología, en cuanto indica a nivel de comportamientos, de
reacciones, impulsos y deseos, lo que existe y bulle dentro del organismo humano,
es un fiel complemento de la biología. Ambas, en cuanto ciencias experimentales,
aportan al conocimiento de la realidad humana datos objetivos y firmes, aplicables
de forma general a la especie humana, que han de tenerse en cuenta en orden a
construir una visión integral del hombre y a interpretar la conducta humana a
través de la historia y de la cultura. Finalmente, la filosofía y en general el
pensamiento sobre el ser humano nos ayudan a tener una visión integradora de la
humana sexualidad5.

El carácter sexual va íntimamente ligado en el ser humano a su individualidad.


Desde el momento de la concepción ya dispone de una información genética particular y
única, que le definen como hombre o mujer. En el plano biológico, ésta se define en las
primeras semanas de vida del embrión, una vez que se produce la anidación del óvulo en el

3
Ibíd., 5.
4
G. FLÓREZ, Matrimonio y Familia (BAC, Madrid 22013) 3-4.
5
Ibíd. “El fundamento biológico del carácter sexual del individuo humano está en el cigoto, primera célula
germinal, fruto de la fecundación del óvulo. La determinación del sexo depende de uno de los cromosomas
del espermatozoide o gameto masculino que fecunda el óvulo: si se trata de un cromosoma “Y”, el cigoto
resulta masculino; si el cromosoma responsable de la sexualidad es “X”, resulta femenino. El desarrollo de la
sexualidad en el individuo humano es, sin embargo, complejo y lento. Inicialmente, no hay diferencias entre
uno y otro sexo, de forma que el feto puede considerarse sexualmente neutro o indefinido hasta que aparecen
los primeros rasgos masculinos o femeninos. Los factores que influyen en el desarrollo normal de la
sexualidad del embrión o feto pueden incluso llegar a modificar el carácter masculino o femenino de la
persona”. (Ibíd., 4-5.).
7

útero. Los primeros signos de la sexualidad aparecen a partir de la cuarta semana después
de la fecundación del óvulo6.

El ser humano al igual que los animales tiene una naturaleza bisexual, con la
función particular de reproducir la propia especie. La bisexualidad constituye una forma de
ser de la especie humana, que afecta a los diversos caracteres primarios y secundarios
propios del hombre o de la mujer. Ésta a su vez aporta a la condición humana la riqueza
que se deriva de dos distintas maneras de ser y de vivir una misma realidad 7. “La
bisexualidad enriquece la individualidad de la persona y determina en el proceso de la vida
y de la convivencia humana una relación bipolar que dinamiza y potencia la compleja
realidad del ser humano”8.

Asimismo, el sexo es lo que marca la diferencia, en cuanto a órganos físicos, del


hombre y de la mujer, como también define el conjunto de las personas o de los animales
que poseen órganos físicos semejantes.

De forma más concreta, la sexualidad es el conjunto de condiciones físicas, síquicas


y espirituales que constituyen a la persona humana, y que las dotan de unas facultades
internas y externas que le permiten manifestarse ante la sociedad. Ésta además, marca al ser
humano como hombre o mujer, los diferencia a uno de otro dándole un carácter de
mismidad e individualidad.

El Catecismo de la Iglesia Católica mira la sexualidad humana en cuanto integrada


en la creación del varón y de la mujer, y en la vocación humana al amor y a la
comunicación (Cf. CCE 2331; FC 11)9. “La sexualidad abraza todos los aspectos de la
persona humana, en la unidad de su cuerpo y de su alma. Concierne particularmente a la
afectividad, a la capacidad de amar y de procrear y, de manera más general, a la aptitud
para establecer vínculos de comunicación con otro” (CCE 2332).

6
Cf. ibíd., 5-6.
7
Cf. ibíd., 6.
8
Ibíd.
9
CCE: las siglas en latín del Catecismo de la Iglesia Católica. CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Lima
2011). FC: Representa las siglas de la Exhortación apostólica Familiaris Consortio de JUAN PABLO II (22-2-
1981).
8

Antes de pasar a la sexualidad en las Sagradas Escrituras quisiera contextualizar la


mentalidad de la época respecto al tema. La sexualidad aparece inmersa en una atmósfera
religiosa en el mundo del Cercano Oriente. El mundo circundante de Israel estaba
dominado por un simbolismo religioso-sexual. El mito sitúa la sexualidad en la esfera de
“lo sagrado-cósmico-vital: la sexualidad humana repite y reproduce la historia del mundo
arquetipo de los dioses”10.

También se dejan ver vestigios de lo que se llamó prostitución sagrada, tal consistía
en el comercio sexual que tanto mujeres como hombres sostenían en lugares sagrados
dedicados a la fertilidad-fecundidad. Con esta relación sexual no se busca expresamente el
placer sino la unión con la divinidad y asegurar la fecundidad y la fuerza de la
procreación11. Estas prácticas fueron evidenciadas en Babilonia (el código de Hammurabi),
Fenicia-Canaán (los rituales de fecundidad-fertilidad en Israel). Con estos presupuestos
podemos adentrarnos en la sexualidad en las Sagradas Escrituras.

1.2 La sexualidad en las Sagradas Escrituras

La Sagrada Escritura concede un lugar destacado al fenómeno de la sexualidad


humana. A razón, de que ésta es un elemento constitutivo del hombre y por consiguiente un
lugar en donde se realiza la experiencia de la alianza de Dios con los hombres. La imagen
de la sexualidad que podemos sacar de la sagrada Escritura no es única sino que se presenta
bajo formas bastantes diversas entre sí12.

1.2.1 La sexualidad en el Antiguo Testamento

La idea que la Biblia tiene de Dios y de las relaciones de Dios con los hombres
modifica profundamente la concepción de la sexualidad y del matrimonio 13. En el Génesis
se presenta a Dios como creador no como “procreador”, de tal modo que desaparece del
horizonte teológico la idea de una sexualidad existente en el plano divino.

10
G. CAÑELLAS, “La sexualidad. Visión de las religiones antiguas”: Biblia y Fe. Revista de Teología Bíblica,
no. 18 (Enero-Abril 1992) 7.
11
Cf. ibíd., 14.
12
Cf. PACOMIO et al, “La sexualidad” Diccionario Teológico Interdisciplinar IV, 296.
13
Cf. ibíd., 297.
9

La sexualidad aparece como una determinación fundamental del ser humano. Dice
von Rad: “La diferencia de sexos es igualmente de orden creatural”. Por consiguiente, se
rechaza la idea de una soledad del hombre, como expresa además el Gn 2, 18-2314. La
sexualidad humana es un momento esencial del crecimiento del yo hacia una auténtica
capacidad de amar15.

Cuando nos acercamos al A.T. se descubren dos puntos de interés, que adquieren un
especial relieve: la sexualidad como origen de la vida, el valor de la procreación y las faltas
morales a las que da lugar el desorden sexual, o sea, los pecados contra la castidad16.

Los primeros vestigios de la finalidad procreativa se dan con la aparición del


hombre y la mujer y la bendición de Dios. Dios los bendice con estas palabras: “sed
fecundos y multiplicaos” (Gn 1, 28). Asimismo la narración de Génesis 2, con lenguaje más
arcaico, propone la misma finalidad. La imagen de “formar los dos una sola carne” (Gn 2,2)
no es ajena al sentido de engendrar que connota la diversidad de sexos: “Estaban ambos
desnudos, el hombre y la mujer y no se avergonzaban uno de otro” (Gn 2,25)17.

A partir de este primer dato, la procreación se presenta en la Biblia como un gran


bien. De aquí brota muy pronto la “ley del leviriato”. Levir (hebreo yâbân), es un término
latino que significa “cuñado”. Dicha ley imponía que, si un marido muere sin dejar
descendencia, su hermano debería desposarse con la cuñada viuda, (Dt 25, 5-6)18.

Los textos sagrados en el AT se pronuncian en contra de algunos pecados sexuales.


Se estima en mayor valor el recto uso de la sexualidad que el inestimable valor de los hijos.
Se condena de manera tajante: el adulterio, la fornicación del varón, la fornicación de la
mujer, la prostitución, el coitus interruptus, la homosexualidad, el lesbianismo, la
bestialidad, el incesto, en fin, rechaza toda clase de impureza.

14
Cf. ibíd.
15
Cf. ibíd., 303.
16
A. FERNÁNDEZ, Teología Moral II Moral de la persona y de la Familia (Burgos 42012) 499-500.
17
Cf. ibíd.
18
“Si unos hermanos viven juntos y uno de ellos muere sin tener hijos, la mujer del difunto no se casará fuera
con un hombre de familia extraña. Su cuñado se llegará a ella, ejercitará su levirato tomándola como esposa, y
el primogénito que ella dé a luz llevará el nombre de su hermano difunto; así su hermano no se borrará de
Israel” Dt 25, 5-6.
10

José Ramón Flecha afirma que la sexualidad humana es vista como signo y
expresión de la armonía ideal de las relaciones humanas, en el estadio donde el pecado aún
no ha contaminado. Un ejemplo claro nos lo brinda el libro del Génesis donde la pareja
humana experimenta un estado de paz que remite a la realización del proyecto de Dios.
Manifestado en la desnudez de la pareja que vive y se complementa sin vergüenza (Gn
2,25; 3,10-11)19.

1.2.2 La sexualidad en el Nuevo Testamento

Los textos sagrados confirman que desde el principio Dios ha dispuesto la


sexualidad humana como un signo de la capacidad de donarse que tiene la persona. El
modo ordinario en que se relaciona con otros y expresa su modo particular de ser.

El mensaje de Jesús toca a la comunidad de tal manera que les impulsa asumir la
vida de forma diferente. Jesús claramente expresó: “no he venido a abolir la ley, sino a
darle plenitud” (Mt 5, 17), las enseñanzas del pueblo judío, las orientaciones y exigencias
de la ley no son rechazadas, mas, ahora se viven con libertad y conducidos por la acción del
Espíritu Santo, el Espíritu del Resucitado, el Espíritu del Nazareno.

El mensaje cristiano viene a salvar el valor que tiene la mujer como igual al hombre
en su dignidad. Acentuándose en la reprimenda a los que preguntan sobre si es lícito
divorciarse (Mc 10, 2-12); en su acogida y contacto directo con ellas (Mc 14, 3-9; Lc 7, 37-
38; 8, 1-3; Mt 9, 20-22; 15, 21-28; Jn 4, 7-30). Jesús les muestra a las mujeres que también
a ellas llegó la buena noticia de Dios. El Maestro da un ejemplo muy claro de misericordia,
de aceptación, de compasión, de amor comprometido con el rechazado. En ese mismo
tenor, se subraya la importancia del celibato por el Reino de los Cielos (Mt 19,12ss).

Se puede trazar una línea argumentativa que expresa la continuidad en las


reprimendas que propone el AT con las del NT, en torno algunas problemáticas en la
vivencia de la sexualidad, por ejemplo la fornicación. “Los Apóstoles piden a los cristianos
que se abstengan de la fornicación (Hch 15, 20.29; 21,25). Los fornicarios –que son

19
Cf., FLECHA, Moral de la persona, 91.
11

enumerados en amplia tipología: lujuriosos, adúlteros, afeminados, homosexuales– no


tienen parte en el reino de Dios (1 Cor 6,9; Ef 5,5)”20.

Se destaca el valor sagrado que tiene el cuerpo para san Pablo, pues este aclara y
distingue la importancia del cuerpo, el cual no debe ser objeto de los bajos instintos, ya que
es templo del Espíritu Santo:

Pero el cuerpo no es para la lujuria, sino para el Señor. Y el Señor para el


cuerpo, pues Dios, que resucitó al Señor, nos resucitará también con su poder. ¿Se
os ha olvidado que sois miembros de Cristo? ¿Y voy a quitarle un miembro a Cristo
para hacerlo miembro de una prostituta? ¡Ni pensarlo! ¿No sabéis que unirse a una
prostituta es hacer un cuerpo con ella?; lo dice la Escritura: “Serán los dos un solo
ser”. En cambio, estar unidos al Señor es ser un espíritu con él. Huid de la lujuria;
cualquier perjuicio que uno cause queda fuera de uno mismo; en cambio, el
lujurioso perjudica a su propio cuerpo. Sabéis muy bien que vuestro cuerpo es
templo del Espíritu Santo, que está en vosotros porque Dios os lo ha dado. No os
pertenecéis, os han comprado pagando; pues glorificad a Dios con vuestro cuerpo
(1 Cor 6,13-20)

La relación sexual auténtica no es valerse del otro para alimentar una urgencia de
placer o un vacío psicológico, sino para vivir una comunión a niveles más profundos. Es la
capacidad de complementarse, de unirse en el misterio del amor que les da sentido y
gratificación a su relación, es un modo ideal de santificarse.

Pablo presenta, de manera dramática, un antagonismo entre la carne y el espíritu. A


la vez no se cansa de exhortar a que cambien de actitud: “los que viven sujetos a los bajos
instintos son incapaces de agradar a Dios. Vosotros, en cambio, no estáis sujetos a los bajos
instintos, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros” (Rm 8,9).

Dentro de los otros pecados que ataca en sus cartas el apóstol Pablo están el
adulterio y la homosexualidad (1 Cor 6, 9) dado tanto en los hombres como en las mujeres.
Podemos sintetizar diciendo que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento ofrecen una
cierta continuidad en la exigencia de una rectitud moral en el uso y ejercicio de la
20
Ibíd., 118.
12

sexualidad. Valoran lo de positivo y plenificante que tiene y rechazan los excesos y


contravenciones que se dan en su vivencia.

1.3 Sentido de la sexualidad humana

La sexualidad humana es una temática de primera línea que toca a la existencia


humana, el modo de ser: hombre o mujer, pues el sexo marca el ser de la persona. En la
sexualidad se producen con mucha fuerza las inclinaciones más pasionales, que brotan del
instinto como también, la forma más pura del amor humano. Ahí entra en juego el péndulo
entre lo más sublime y lo más sórdido de la vida sexual, garantizado por el recto o doblado
uso de la sexualidad21.

Asimismo, la sexualidad humana por la importancia que entraña se ve enfocada


desde distintos ángulos y perspectivas del saber humano. Convirtiéndose en el objeto de
una cantidad considerable de estudios bibliográficos y manifestaciones artísticas. Como
ejemplo fiel de ello tenemos: la medicina, la psicología, el arte, la literatura, la ética y no
menos importante la religión.

La sexualidad humana entraña dentro de sí en el aspecto biológico la diversidad y la


relación. Donde el hombre se percibe como distinto de la mujer y al mismo tiempo relativo
a ella, y asimismo la mujer hacia el hombre. De ahí que la finalidad procreadora de la
función sexual se inscriba en una estructura-relación diferenciada22.

La psicología ayuda a la comprensión del sentido de la sexualidad humana


destacando que no es una realidad acabada, sino una fuerza que debe ser integrada desde el
núcleo personal. Así, viene de la mano el término maduración, pues la sexualidad humana
cobra mayor significado cuando se integra y madura23.

“Si la sexualidad tiene que ser vivida desde el dinamismo interior del sujeto, éste a
su vez se construye y madura a través de la misma sexualidad. La sexualidad, por lo tanto,
es una fuerza constructiva del «yo»”24. En los siguientes acápites se irá profundizando en el

21
Cf. FERNÁNDEZ, Teología Moral II, 485.
22
Cf. PACOMIO et al, Diccionario Teológico Interdisciplinar IV, 293.
23
Cf. M. VIDAL, Moral de Actitudes. Moral del Amor y de la Sexualidad (II-2.a) (Madrid 81991) 41.
24
Ibíd., 41-42.
13

sentido de la sexualidad humana, procurando ofrecer mayor luz sobre lo que aquí solo se ha
podido enunciar.

1.4 El hombre, ser sexuado

La sexualidad es intrínseca a la persona. Pertenece íntimamente a su constitución.


Hace referencia más al ser que al tener. La existencia de la persona se da en una
composición sexuada. Es su manera de ser en el mundo de comunicarse y presentarse a los
demás. Es un don un regalo de Dios:

“La sexualidad humana es un bien: parte del don que Dios vio que «era muy
bueno» cuando creó la persona humana a su imagen y semejanza, y «hombre y
mujer los creó» (Gn 1,27). En cuanto modalidad de relacionarse y abrirse a los
otros, la sexualidad tiene como fin intrínseco el amor, más precisamente el amor
como donación y acogida, como dar y recibir”25.

Asimismo podemos decir que: “La persona no solamente «tiene» unas estructuras
biológicas, psicológicas, culturales de signo sexual; la persona «es» un ser sexuado. Lo
sexual se instala en lo nuclear humano; entra dentro de la existencia en cuanto tal”26.

La sexualidad humana, “además de ser garantía de una función biológica muy


determinada –la generación de la prole–, es un principio de configuración: el hombre
percibe, siente, piensa y quiere como varón o como mujer”27. Como ser concreto, hombre o
mujer tendrá una manera particular de experimentar la existencia, con los
condicionamientos físicos, psicológicos, espirituales y emocionales de su sexo.

25
CONSEJO PONTIFICIO PARA LA FAMILIA, Sexualidad humana: verdad y significado. Orientaciones
educativas en familia (8-12-1995) 11.
26
VIDAL, Moral de Actitudes, (II-2.a) 56.
27
Ibíd.
14

1.5 Interpretaciones biológicas y psíquicas de la sexualidad

La base de la sexualidad humana descansa en la dimensión biológica, es su fondo


vital. El comportamiento sexual humano se genera desde las fuerzas vitales de las pulsiones
biológicas y en su realización cobra decisiva importancia el fondo biológico28.

Todos sabemos, desde las primeras nociones de genética, que un par de los 46
cromosomas de la especie humana es el encargado de configurar el sexo de la
persona. La presencia en el cigoto de dos cromosomas XX dará origen a una mujer,
mientras que la pareja XY lo será del hombre. En esta región del Y se encuentran,
por tanto, el gen o los genes responsables de esta diferenciación. Es lo que
podríamos llamar el sexo cromosómico29.

Es incuestionable que la sexualidad está en primera línea de la temática que afecta a


la existencia humana: ser hombre o mujer no es algo periférico al individuo, sino que el
sexo marca su propio ser. A ésta, van unidos los movimientos más pasionales de la
existencia que brotan del instinto, y también por el sexo se expresa de forma eminente el
amor humano30.

28
Cf. ibid., 22.
29
E. LÓPEZ AZPITARTE, Simbolismo de la sexualidad humana. Criterios para una ética sexual (Sal Terrae,
Santender 22001) 117. “Desde aquí se enviará a las gónadas, todavía indiferenciadas, la información
suficiente para la elaboración de los ovarios o de los testículos –sexo gonádico-. En el sujeto con gónadas
masculinas se da la regresión de los conductos de Müller, por la presencia de una sustancia inhibidora, y bajo
la acción de la testosterona los conductos wolfianos se transforman en los genitales internos, mientras que la
dihidrotestosterona produce la configuración de los órganos externos. Menos claro es el mecanismo que
provoca el proceso inverso en la mujer, aunque parece que comienza con la producción de estrógenos. En
cualquier caso, es evidente que existe también un sexo hormonal, producto del anterior, que influye en la
configuración masculina o femenina del ser humano. A lo largo de todo este proceso de diferenciación
genital. Desempeñan también un papel importante ciertos tejidos que deben recibir la inducción por parte de
las hormonas esteroides y cuya capacidad de respuesta depende de la presencia en sus células de algunos
enzimas y receptores. La proporción y las diferencias de hormonas, a su vez, posibilitan el sexo morfológico,
o fenotípico, que distingue al cuerpo masculino del femenino. La diversidad biológica es tan manifiesta que
constituye el criterio más inmediato y evidente para la adjudicación de la idea. A partir de estos datos
fundamentales, el ambiente y la educación posteriores contribuyen también de manera importante a la
formación del sexo psicológico: la vocación de todo ser humano a vivir su existencia con las características
propias de su sexualidad masculina o femenina. Supone la aceptación de su naturaleza específica y la
respuesta adecuada a sus exigencias concretas. Estas mismas diferencias morfológicas y biológicas conducen
normalmente hacia la reciprocidad entre ambos polos. El sexo heterófilo busca su complementación en el
encuentro con el otro, como invitación mutua a una plenitud mayor” (Ibíd., 118.).
30
Cf. FERNÁNDEZ, Teología Moral, 485.
15

Aurelio Fernández destaca que la sexualidad humana es en sí misma una perfección


que abarca, al menos, siete niveles, los cuales han de seguir este riguroso orden para su
realización plena: genético, genital, cognoscitivo, voluntario, afectivo, placentero y
procreador. Ya que, la perfección del sexo se alcanza en la medida que la persona humana
logra integrar esas siete dimensiones que de modo progresivo se coposibilitan
mutuamente31.

1.5.1 Genético32

La primera configuración sexual procede ya de los cromosomas que constituyen el


sexo masculino y femenino: el ser varón o hembra depende de los pares de cromosomas
que se conjuntan para iniciar un nuevo ser humano. A estos cromosomas se les llama
sexuales, diferentes a los 22 pares somáticos. En este mismo orden, la diferencia entre el
hombre y la mujer se sitúa ya en el elemento más original y primario, o sea, en la genética.
Con el descubrimiento del “genoma humano” esta realidad ha recibido nuevas luces33.

1.5.2 Genital

Corporal-morfológico-genital. Es incuestionable que la distinción entre el hombre y


la mujer se sitúa en esas diferencias somáticas que, desde la configuración genética hasta la
morfología orgánica, dan lugar a la diferencia de los sexos. El cuerpo del hombre y de la
mujer es distinto34. Por sus mismos órganos genitales externos se aprecia tal distinción: en
la mujer, la vagina y en el hombre el pene. En cuanto a su misma composición ósea, el
cuerpo del hombre suele ser más robusto que el de la mujer, más musculoso.

Este nivel de la sexualidad humana corresponde a la edad infantil, pues el niño se


muestra curioso ante la diferenciación sexual. Es una etapa que debe ser superada y
madurada en la edad adulta, evitando así cualquier complejo y desequilibrio con alguna
fijación curiosa en ese ámbito.

31
Cf. ibíd., 487.
32
Para la realización de este y los próximos sub-acápites seguiremos la visión de Aurelio Fernández.
33
Cf. ibíd., 487-488.
34
Cf. ibíd., 488.
16

1.5.3 Cognoscitivo
En este nivel la razón y la libertad juegan un papel decisivo, pues resultan ser
modos distintivos que nos alejan de la vivencia animal. El hombre goza de libertad para
decidir sobre su sexualidad, mostrando así que puede elegir y para ello se debe
anticipadamente conocer. De aquí deriva este nuevo nivel de la sexualidad humana, que
hace referencia a la gran realidad del amor, fruto del conocimiento del otro35.

El campo ideal para el ejercicio plenamente humano de la sexualidad entre el


hombre y la mujer es el que prepara y acompaña el amor entre ambos. Este a su vez, resulta
ser la garantía que les libra del egoísmo que pervierte el sentido de su unión. Y les permite
vivir la profundidad del encuentro sexual, evitando lo meramente instintivo. Es un amor
que se elige, que se prefiere. De ahí que “el amor esponsalicio se designa no tanto con el
término latino «amor», sino como «dilectio» –dilección– (del que deriva también
«electio»=elección), es decir, es un amor elegido”36.

Sintetizando se puede decir que, el amor, que brota del conocimiento, es


precisamente lo que más diferencia la relación sexual humana de la de los animales. Y el
conocimiento íntimo interpersonal entre el hombre y la mujer es lo que avala el aspecto
festivo de la vida sexual.

1.5.4 Voluntario

Voluntario-responsable. La sexualidad es algo que el ser humano ejercita por pura


voluntad y por su querer. No es solo instintiva. En el hombre y en la mujer la actividad
sexual se mueve por otras razones, en buena parte, ajenas a la biología. Es cierto que se
manifiesta de modo diverso en el hombre y en la mujer: la diferencia de curvas que marcan
su inicio es distinta. Pero los dos la ejercen libre y responsablemente37.

35
Cf. FERNÁNDEZ, Teología Moral II, 489. Cuando se hace referencia a que “el hombre goza de libertad para
decidir sobre su sexualidad”, no se abre una brecha a mal interpretaciones, de libertinaje. Sino, que se refiere
a esa capacidad de aceptar su realidad sexuada y de reconocer en el otro un complemento. El hombre ve en la
mujer su complemento, asimismo, la mujer ve en el hombre a su otra mitad.
36
Ibíd.
37
Cf. ibid., 489. “En efecto, el ritmo sexual del hombre está al arbitrio del menor estímulo, por eso es más
espontáneo y pasional, mientras que en la mujer depende en gran medida de la afectividad y se inicia con más
lentitud. El ritmo de excitación y de emoción también es diverso en ambos. Pero esto mismo muestra que la
sexualidad en ambos es «humana» y no sólo genética. La ausencia de períodos de celo muestra que los dos
17

1.5.5 Afectivo

El sexo humano no se mueve exclusivamente en el ámbito somático, sino que ser


hombre o mujer nace y se incrusta en lo más profundo de su espíritu. La “psicología del
hombre” y la “psicología de la mujer” son dos capítulos muy importantes de la psicología
diferencial. Un primer dato es que la sexualidad del hombre no se expresa sólo en funciones
biológicas, sino también en factores psíquicos. Por ello afecta tan íntimamente a los
sentimientos del hombre y de la mujer. Y de aquí la atracción afectiva mutua entre los dos.
Es por ello que se debe decir que la sexualidad humana tiene carácter de encuentro con otra
persona de distinto sexo, lo cual viene demandado por el sentimiento mutuo que alimenta a
su paso la vida afectiva de ambos. Cronológicamente, esta etapa coincide con la época de la
juventud, pero perdura a lo largo de toda la vida38.

Al mismo tiempo, la sexualidad humana, a pesar de su gran fuerza instintiva, no se


presenta en el hombre con el carácter de obligatoriedad como en el animal, sino que
depende de su libertad. Por eso el hombre puede dominarla, dirigirla y aun programarla39.

De aquí que la sexualidad genital esté orientada a perfeccionarse y complementarse


con la afectiva. El amor entre el hombre y la mujer dice referencia a la sexualidad humana.
Por ese motivo, cuando como tales se aman tienden a unirse sexualmente. La unión afectiva
entre el hombre y la mujer demanda la unión genital40.

1.5.6 Placentero

Placentero. La relación hombre-mujer se lleva a cabo dentro de lo que se ha


denominado “la fiesta del amor”. El placer es un componente esencial en el ejercicio del
sexo.

pueden ejercerla de modo libre, conforme a su deseo. En consecuencia, hombre y mujer saben que pueden
comprometerse libremente en su ejercicio y que se arriesgan a asumir sus consecuencias. Por ello son
responsables de su vida sexual. De ahí la denominación «maternidad y paternidad responsables»”. Ibíd., 490.
38
Cf. ibíd., 490.
39
“Nunca se destacará suficientemente el hecho de que las dos funciones más vitales del hombre: alimentarse
para sobrevivir el individuo y propagarse para subsistir la especie, las dos son instintivas y las más comunes
con el animal. Y sin embargo, el hombre las experimenta de modo diverso y las vive a otro nivel, de forma
que de esos dos instintos ha hecho ciencia: la Dietética y la Sexología”. (Ibíd.)
40
Cf. ibíd., 491. La unión afectiva a que se hace referencia es a la de los esposos, la pareja que se eligen, fruto
del conocimiento y que se sienten impulsados por su amor a unirse genitalmente.
18

El placer sexual se sitúa en el centro mismo del encuentro hombre-mujer, no es


un aditamento, sino algo que se origina espontáneamente y que debe ser de modo
expreso deseado y buscado. El placer sexual abarca los tres ámbitos de la
sexualidad genitalizada, pero incluye también la vida afectiva y da significación al
amor responsable que adquiere pleno sentido en ese encuentro que funde los
cuerpos y los espíritus41.

Aunque existan riesgos de que la sexualidad placentera elimine las otras


dimensiones de la sexualidad no debe restarle importancia. Más bien, debe ser un estímulo
para que tal parcialidad se corrija con el fin de que se integre con los otros elementos. Pues,
las investigaciones psicológicas confirman que el placer sexual en el encuentro entre el
hombre y la mujer se aumenta en la medida en que nace de la afectividad y se desarrolla en
el clima del mutuo amor.

1.5.7 Procreador

Se debe iniciar diciendo que la fecundidad está escrita en la dimensión biológica de


la sexualidad. Los esposos que se aman intentan por todos los medios legítimos que su
amor fructifique en una nueva vida, los hijos. Causas ajenas pueden distorsionar esta
finalidad procreadora, enfermedad, realidad económica, actitudes egoístas entre otros
motivos éticos e inmorales. Evitar o erradicar la dimensión procreadora de la vivencia de la
sexualidad es una actitud malsana que muestra claramente una distorsión del sentido de la
sexualidad.

La dimensión procreadora sintetiza los demás niveles de la sexualidad humana. De


ahí que evitar la procreación a cualquier costo, es el inicio de muchas anomalías sexuales
en el plano individual y, en lo social, es causa del oprobio sexual que se da en la sociedad42.

Es uno de los aspectos de la sexualidad humana que queda perturbado por una
disociación, producto de un sinnúmero de situaciones atenuantes, del acto conyugal y la
procreación. El goce y la explotación de la dimensión genital sin apertura cierta y

41
Ibíd., 491.
42
Cf. ibíd.
19

responsable a la vida va debilitando y desencarnando el valor sustantivo que tiene la


procreación en todo el desarrollo del ser humano, y de manera particular en la vida
conyugal.

La sexualidad humana solo puede alcanzar su plena realización cuando se logra una
justa armonía entre los distintos planos de la sexualidad. De tal manera que en ningún
momento se excluya o se segregue alguna de las dimensiones, ni que se superponga sobre
las demás, sino que se complementen.

1.6 Sexualidad y genitalidad

Al hablar de sexualidad y genitalidad se debe precisar que no debe confundirse la


una con la otra. Pues, la genitalidad dice relación a los órganos sexuales y a la reproducción
tal como la Anatomía y la Fisiología la describen y explican sus funciones43.

“La genitalidad, orientada a la procreación, es la expresión máxima, en el plano


físico, de la comunión de amor de los cónyuges. Arrancada de este contexto de don
recíproco […], la genitalidad pierde su significado, cede al egoísmo individual y pasa a ser
un desorden moral”44.

La sexualidad caracteriza al hombre y a la mujer no sólo en el plano físico, sino


también en el psicológico y espiritual, con su impronta consiguiente en todas sus
manifestaciones. Esta diversidad, aneja a la complementariedad de los dos sexos, responde
cumplidamente al diseño de Dios en la vocación dirigida a cada uno.

Asimismo, se entiende por sexualidad la dimensión masculina o femenina que


implica la personalidad total de cada individuo desde el primer instante de su concepción y
a lo largo de todo su ulterior desarrollo. Por tal motivo forzosamente, todas las relaciones
humanas sean inevitablemente relaciones sexuales. Todas las situaciones que tejen la trama
vital del hombre y la mujer se viven, al menos en parte, en función de su identidad sexual y

43
Cf. Sexualidad y vida cristiana (Sal Terrae, Santender 1982) 23.
44
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Orientaciones Educativas, 5; Familiaris Consortio, 37.
20

de acuerdo con los diversos cometidos que a los unos y a los otros les ha tocado
desempeñar45.

La sexualidad no afecta sólo a los más íntimos aspectos de la vida personal, sino
que extiende su influjo a los diversos niveles de la vida social, económica y política. Por lo
tanto dentro de la condición de masculinidad o feminidad queda imbricado nada menos que
el destino de cada individuo. Nadie puede sustraerse impunemente a esta condición.
Precisamente en su asimilación personal es donde la libertad de cada uno podrá
desarrollarse armónicamente y alcanzar la felicidad a la que aspira46.

Así pues, las conductas sexuales por las que hombres y mujeres expresan más
específicamente la dimensión sexuada de su personalidad no pueden interpretarse
independientemente de la historia individual de cada uno. Sus encuentros llegan a insertarse
en dicha historia como momentos privilegiados que no cobran sentido al margen de ella. Su
verdadero sentido proviene, también, de cuanto ha procedido en el pasado y de la luz que
de una manera más o menos consciente ilumina el porvenir47.

López Azpitarte señala que la genitalidad hace referencia a la base biológica y


reproductora del sexo y al ejercicio, por tanto, de los órganos adecuados para esta finalidad.
Y que a su esfera pertenecen todas aquellas actividades que mantienen una vinculación más
o menos cercana con la función sexual en su sentido estricto. Además puntualiza que será
siempre una forma concreta de vivir la relación sexual, pero no la única, ni tampoco la más
frecuente y necesaria48.

Cultivar, crecer y madurar en el ámbito de la sexualidad humana como fuerza


integradora del ser dará como resultado, que hombre y mujer mantengan una relación
psíquica, complementaria y enriquecedora, sin introducir ningún otro elemento que haga
referencia a la genitalidad. Más aún, un síntoma de armonía e integración radica en el
hecho de que, aunque esta comunicación sea atractiva, gratificante y enriquecedora, no

45
Cf. ibíd., 23-24.
46
Cf. ibíd.
47
“De aquí que reducir la sexualidad humana a la actividad puramente genital no teniendo en cuenta más que
las formas de comportarse encaminadas a obtener la mayor satisfacción posible, es decir, el mayor caudal de
placer, contribuyendo a degradar la dignidad de la persona”. (Ibíd., 24-25).
48
Cf. LÓPEZ AZPITARTE, Simbolismo de la sexualidad humana, 44.
21

despierta de inmediato otras resonancias, ni se buscan con ella intimidades que pertenecen a
la otra esfera49.

1.7 La sexualidad como forma de la existencia personal

La dimensión orgánica no agota el significado de la corporalidad cuando la


objetivamos como “humana”. El cuerpo no es un simple elemento de la persona. Es el
mismo ser humano quien se revela y comunica a través de esas estructuras. Para poder
captar completamente el mensaje expresado por las condiciones biológicas, hay que leer
más hondo, pues queda en lo más oculto de la persona sus emociones, sus sentimientos50.

Los conocimientos de las ciencias anatómicas y biológicas solo nos brindan una
mirada parcial sobre uno de los aspectos de la realidad humana. El médico te brinda con sus
competencias salud objetiva sobre alguna parte de tu cuerpo como manifestación biológica,
pero le es ajena la profundidad de una mirada, la ternura de una caricia, aunque pueda
curarte de una fractura o alguna infección visual.

Ya muy bien nos indica López Azpitarte:

“Un estudiante que conozca sólo la anatomía de estos órganos no podrá


comprender sin más su auténtico significado mientras no se enfrente con unos ojos
llenos de ternura o sienta el cariño de una caricia. Y es que la mirada y la mano
humana no sirven solo para ver o para tocar. Son acciones simbólicas que nos
llevan hacerla presente y manifestarla: el cariño que estaba oculto por dentro, en el
fondo del corazón”51.

El cuerpo hace efectiva una relación personal, sostiene y condiciona la posibilidad


de todo encuentro y comunicación. Es la ventana por donde el espíritu se asoma hacia
afuera, el sendero que utiliza cuando desea acercarse hasta las puertas de cualquier otro ser,

49
Cf. ibíd.
50
Cf. ibíd., 42.
51
Ibíd.
22

la palabra que posibilita un encuentro. Su tarea es la de ser epifanía de nuestro interior


personal, palabra y lenguaje que posibilitan la comunicación con los demás52.

El hombre y la mujer constituyen las dos únicas maneras de vivir en el cuerpo, cada
uno de ellos con su estilo peculiar y con unas características básicas diferentes. Estas
diferencias sexuales tampoco radican exclusivamente en una determinada anatomía. Sus
raíces primeras tienen un fundamento biológico en la diversidad de los cromosomas
sexuales, que influyen en la formación de la glándula genital (sexo gonádico), encargada de
producir las hormonas correspondientes para la formación de los caracteres secundarios de
cada sexo. Pero por encima de ella encontramos también una tonalidad especial, que reviste
a cada uno con una nota específica. El espíritu se encarna en un cuerpo, que necesariamente
tiene que ser masculino o femenino; y por esa permeabilidad absoluta, la totalidad entera de
la persona, desde sus estratos genéticos hasta sus expresiones más anímicas, se siente
transida por una singular peculiaridad53.

1.8 Conductas sexuales

Existen distintas maneras de expresar y vivir la sexualidad. En este acápite


pretendemos abordar algunas conductas que por su naturaleza representan una
contravención contra el sentido pleno de la sexualidad. No obstante hay que puntualizar que
son prácticas y comportamientos muy enraizados y difíciles de desterrar. Veamos:

1.8.1 Masturbación

Por masturbación se ha de entender la excitación voluntaria de los órganos genitales


a fin de obtener un placer venéreo. “Tanto el Magisterio de la Iglesia, de acuerdo con una
tradición constante, como el sentido moral de los fieles, han afirmado sin ninguna duda que
la masturbación es un acto intrínseca y gravemente desordenado” (CCE 2352; PH, 9).

52
Cf. ibíd. Por eso la presencia silenciosa de dos cuerpos-almas humanas puede convertirse, sin más, en un
diálogo significativo, y con la simple mirada puede darse a veces una comunicación mucho más profunda que
con la misma conversación. Como un verdadero sacramento simboliza y hace presente lo que de otra forma
no se podría conocer ni llegaría a existir. El cuerpo humano es algo más que un conjunto anatómico de
células vivientes.
53
Cf. ibíd., 43.
23

Ante una comprensión reduccionista que remite desmedidamente a la visión


biológica, G. Cappelli prefiere denominarlo como autoerotismo, al tiempo que lo describe
como “la provocación mecánica (general pero no necesariamente manual) de la excitación
sexual que el individuo realiza por sí solo, de forma más o menos deliberada y consciente,
por lo general en un contexto de fantasías y deseos eróticos”54.

Azpitarte apunta que no basta con insistir en sus motivaciones egoístas, como si el
masturbador fuese siempre un ser curvado sobre sí mismo y sin ninguna apertura hacia la
alteridad, temeroso del ambiente que le rodea y que le hace sumirse placenteramente en un
clima de imaginación y afecto solitario. Sugiere que el problema puede tener otras raíces,
no solo la búsqueda gratificante del placer55.

Se debe reconocer que la vivencia de la masturbación se da con mayor frecuencia a


nivel genital y al hablar de ella se objetiviza esta vertiente. Es la visión ordinaria que se
tiene de ella, como goce a nivel genital.

Pero, la idea de que la masturbación siempre es un acto egoísta y solitario, en


ocasiones resulta ser un acto imperfecto que va de la mano con emociones y sentimientos.
Una nueva apertura a los demás, que puede resultar un tanto ilógico. Es un acto que revela
un deseo más o menos implícito de relación y comunión amorosa. En el fondo de la
masturbación, se despierta un deseo de encuentro con el otro que, por el momento, no
puede llegar a realizarse. A través de la imaginación se mantiene una tendencia vaga de
intimidad, de cercanía amorosa. En la etapa de la adolescencia aparece como una
curiosidad ante los fenómenos de maduración de los órganos.

La masturbación tiene un sinnúmero de lecturas y significados, de ahí la


complejidad de su tratamiento. Pues engloba una realidad mucho más amplia que la mera
genitalidad, ya que en ese acto quedan tocados los miedos y las ilusiones, toda la
personalidad. En el extremo se puede decir que la masturbación puede aparecer como el
síntoma de una patología más aguda, de un desajuste psicológico de la personalidad, hasta
llegar a vivirse como una fuerza compulsiva.

54
FLECHA, Moral de la persona, 187-188.
55
Cf. LÓPEZ AZPITARTE, Simbolismo de la sexualidad humana, 128.
24

1.8.2 Relaciones sexuales prematrimoniales

Si bien es cierto que las relaciones sexuales precoces no son un fenómeno


exclusivamente de nuestra época, no es menos cierto que en el mundo occidental no se
tiene registro de que anteriormente se reivindicara, las relaciones precoces, como práctica
ordinaria que conviviera con la realidad del matrimonio56.

La vida sexual tiene unas implicaciones sociales, tanto por el aspecto que une a dos
personas en una nueva sociedad pública como por la capacidad de entregar un nuevo
integrante a la sociedad. La realidad unitiva y procreativa tienen cortes sociales. De ahí que
vivir la sexualidad al margen de la institución del matrimonio se constituye en un problema
y un peligro.

Esta práctica cada día más acuñada al modus vivendi de las personas puede
responder a un sinnúmero de factores: grima al compromiso, rechazo a la institución,
deseos de libertad exacerbada, disfrute genital sin compromisos, inmadurez, entre otras
razones más sórdidas o elementales.

Se hace referencia a relaciones prematrimoniales a las que se dan fuera del seno del
matrimonio institución. Y sus manifestaciones se puedan dar en un abanico amplio de
posibilidades. Veamos algunos casos: relaciones precoces, generalmente entre adolescentes
sin compromiso afectivo ni proyecto de vida en común; relaciones entre jóvenes que se
encuentran afectivamente comprometidos pero aun sin dar el paso hacia la manifestación
social de su amor a través del matrimonio; relaciones entre personas que se aman pero que
la situación económica les impide formalizar por el momento su unión matrimonial;
relaciones entre adultos que se aman sinceramente pero que se le hace difícil y hasta
imposible unirse matrimonialmente; relaciones entre personas que dicen amarse pero han
pactado vivir de manera libre su relación57.

A las relaciones prematrimoniales se le ha dado un tratamiento muy especial desde


los textos sagrados. Consideraciones que hoy día mantenemos de forma oscura, pero
vigentes. El elemento de la virginidad y la honra de la joven era pagada, por el seductor o

56
Cf. Sexualidad y vida cristiana, 109.
57
Cf. FLECHA, Moral de la persona, 224.
25

prometido –o su familia en su defecto– que antes del matrimonio convivía con la doncella.
En algunos casos se le obligaba a desposarla y a no repudiarla nunca, además de la paga de
una indemnización. Realidad que es apreciable en nuestro país, especialmente en las
familias más conservadoras. Si es una menor de edad la joven seducida las consecuencias
suelen ser más radicales, el pago de altas sumas o el encarcelamiento.

1.8.3 Homosexualidad

Para el Catecismo de la Iglesia Católica, “la homosexualidad designa las relaciones


entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante,
hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y de las
culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado” (CCE 2357).

López Azpitarte nos ubica muy bien en el panorama de la dificultad que comprende
abordar este tema, pues es un fenómeno ante el que resulta difícil una postura objetiva y
neutral. Al punto de que no cabe otra alternativa posible que la de su aceptación o su
rechazo. Y la actitud tomada –a favor o en contra; de mayor tolerancia o de censura– tiene
el peligro de una interpretación exagerada desde el ángulo opuesto. Excesiva benevolencia
frente a una manifestación inadmisible, o incomprensión absoluta frente a una realidad
humana58.

Si nos vamos a la etimología de la palabra podremos encontrar luces. El término es


una palabra híbrida de griego y latín: homoios=igual y sexus=sexo, que a su paso ha dado
lugar a otras expresiones –con igual significado pero que no agotan la significación de lo
que encierra este vocablo–, tales como homofilia, homotropía, homoerotismo, etc. Pues
estas se enfocan en aspectos parciales: biológicos, emotivos y relacionales. El término
homosexualidad es el más adecuado y el que engloba más. Éste fue introducido por
Ferenczi, médico húngaro en el siglo XIX. A pesar de su inicial connotación clínica, ha
pasado a significar la realidad humana total de aquellas personas cuya pulsión sexual se
orienta hacia individuos del mismo sexo59.

58
Cf. LÓPEZ AZPITARTE, Simbolismo de la sexualidad humana, 143.
59
Cf. M. VIDAL, “Homosexualidad”, Diccionario de Ética Teológica (Verbo Divino, Navarra 22000) 292.
26

Para abordar adecuadamente esta realidad humana hay que situarla en su horizonte,
evitando privilegiar uno solo de los aspectos (genital, erótico, filíaco) marginando a los
demás. De ahí que por homosexualidad se entienda “la condición humana de un ser
personal –hombre o mujer– que en el nivel de la sexualidad se caracteriza por la
peculiaridad de sentirse constitutivamente instalado en la forma de expresión exclusiva en
el que la pareja es del mismo sexo”60.

Veamos un desglose de los elementos esenciales que ayudarían a concretar la definición


antes citada:

 La homosexualidad no es sólo ni principalmente un fenómeno sexual, sino la


condición antropológica de un ser personal.
 La peculiaridad antropológica del homosexual tiene su raíz y su manifestación más
evidente en el nivel de la sexualidad.
 Se caracteriza por saberse instalado, de una manera exclusiva, en la atracción hacia
compañero del mismo sexo.
 Se ha de entender por homosexualidad el que lo es constitutivamente, el que
vivencia la peculiaridad de su real condición y el que pretende encontrar cauces
adecuados para su realización.
 No entendemos por homosexualidad directa y exclusivamente los comportamientos
homosexuales, sino la condición homosexual de un ser humano que, a través de sus
comportamientos, busca la realización personal.
 La condición homosexual no lleva de por sí ningún rasgos de patología somática o
psíquica. Ni el heterosexual ni el homosexual está necesariamente abocado a ella, ni
está exento de su posible compañía, aunque por razones sociales la propensión sea
más evidente en el homosexual61.

1.9 Explotaciones de la sexualidad

Por explotación sexual se entiende las diferentes formas en las que se aprovechan
maliciosamente de un valor sagrado que tiene la sexualidad. Del pervertimiento de la

60
Ibíd., 293.
61
Ibíd.
27

conducta sexual, de la comercialización del acto sexual. En este acápite pretendemos


mostrar dos realidades bien concretas y muy comunes de explotación sexual, veamos:

1.9.1 La prostitución

La prostitución es una desconfiguración del don de la sexualidad. Esta palabra


deriva del verbo latino prostituere, que significa traficar o comerciar. Caracterizando
usualmente a aquellas mujeres que comercian sexualemente con el propio cuerpo a cambio
de una remuneración, sea en dinero contante o en regalos, por parte del hombre al que se
entregan, al que se le llama ordinariamente “cliente”62.

La prostitución63 puede ser entendida desde otras esferas: cuando queda


comprometida la dignidad por favores materiales; de forma más radical, toda acción social
asalariada es en cierto modo una forma de prostituirse ante un jefe, alguna institución o el
mismo Estado. Pues, se le pone precio a la dignidad humana. Cuando los valores
genuinamente humanos quedan corrompidos o alienados también se está prostituyendo.

Fernández la define llanamente como “el comercio público de la sexualidad”. Pues


la prostitución hace referencia a la compra-venta del ejercicio sexual. Donde no hay
distinción tanto el hombre como la mujer que ofrecen sus servicios sexuales, vendiéndolo a
personas de igual o diferente sexo. Se evidencia que el término ha calado más para referirse
a la mujer que hace ganancia con su cuerpo, la ramera64.

1.9.2 La pornografía

El término es de origen griego. Deriva de «pornógrafos», vocablo compuesto de


«grafos», en el sentido de escritura o tratado, y «pórne», que significa prostituta.
Etimológicamente significa, pues, el escrito o tratado sobre la prostitución. Y, dado que la
prostitución responde a la parte más obscena y pública de la sexualidad, en sentido real,
«pornografía es el carácter obsceno de obras literarias o artísticas» (DRAE). En

62
Cf. LEANDRO ROSSI–AMBROGIO VALSECCHI, “Prostitución”, Dizionario Enciclopedico di Teologia Morale
(Paoline, Roma, 31973) 874.
63
En la Biblia la prostitución es sinónimo de idolatría.
64
Cf. A. FERNÁNDEZ, “Prostitución”, Diccionario de Teología Moral (Monte Carmelo, Burgos 2005) 1122.
28

consecuencia, el adjetivo «pornográfico» significa lo relativo a obras o acciones obscenas y


casi siempre con notoria publicidad65.

“La pornografía en sí misma supone una adulteración de la condición sexual del ser
humano: es un abuso exclusivamente morboso de la sexualidad genital y, por ello, significa
una violación del cuerpo humano”66. La pornografía consiste en dar a conocer actos
sexuales, reales o simulados, puesto que queda fuera de la intimidad de los protagonistas,
exhibiéndolos ante terceras personas de manera deliberada (CCE 2354).

La pornografía rompe la intimidad del individuo y se convierte en mercancía que se


difunde y se propaga. Reduce la dignidad de quien la práctica y se convierte en una cosa de
consumo, por la cual terceros se gratifican a sí mismos. Además de que el pudor y el valor
del cuerpo humano quedan vulnerados.

65
Ibíd., 1096.
66
Ibíd.
CAPÍTULO II:

EL MATRIMONIO Y SUS COMPLEJIDADES


31

Capítulo II: El matrimonio y sus complejidades


En este capítulo se conecta la realidad de la expresión sexual de la pareja que se
complementan en la unión conyugal. Pues, en el matrimonio, como espacio ideal para la
vivencia sana de la sexualidad, se desarrolla la expresión del amor del hombre y la mujer,
que quieren hacer un proyecto de vida juntos. Es por ello, que en este apartado veremos a
grandes rasgos qué es el matrimonio y las complejidades que éste encierra.

2.1 ¿Qué es el matrimonio?

El matrimonio es entendido comúnmente como la unión de dos legítimas personas –


hombre y mujer– en un proyecto común de vida y amor. Que trae consigo unos
compromisos y unas normativas. Veamos por su raíz a que realidad representa.
“Etimológicamente, la palabra latina matrimonium parece que se deriva de las palabras
mater, madre, y munimum o munus, oficio. Está construida de forma análoga a otros
términos, y hace referencia a la función de la madre en cuanto que el niño más necesita del
auxilio materno que del paterno para su sustentación, educación, etc.”67. Partiendo de esta
definición se puede decir que es una tarea que se desprende de la maternidad, por el
particular vínculo de la madre con el hijo. Es una raíz que parte de ser madre y encargarse u
ocuparse del hijo68.

También existen otros términos para referirse al matrimonio explotando algunas de


sus características, recojamos algunas. Cuando se hace referencia a la vida en común,
compartir la carga, el yugo, se utiliza el término connubium, de cum-iungere; otro término
parecido al anterior connubium, de cum-nubere, con este se expresa la costumbre de cubrir
la cabeza de los esposos con un velo, haciendo referencia a la realidad que les toca de
compartir, a ambos, el mismo velo. Por otro lado, está el término Consortium, que subraya
la participación del marido y la mujer en el destino común, en una misma suerte es decir,
unidos para la buena y mala fortuna69.

67
F. R. AZNAR GIL, El nuevo derecho matrimonial canónico (Salamanca 1983) 38.
68
El oficio más específico del padre, patrimonium, es la adquisición, conservación y administración de la
fortuna, para el sostenimiento de la familia. De ahí la palabra patrimonio.
69
Cf. ibíd., 38-39.
32

Una cosa lleva a la otra, la etimología de la palabra matrimonio nos lleva a buscar su
esencia, su fundamento sociológico:

El matrimonio se basa radicalmente en la diversidad de los sexos: la dualidad


varón-mujer lleva consigo que uno y otra, siendo plenamente hombres –personas
humanas–, no poseen del mismo modo determinados aspectos existenciales de su
naturaleza humana, que denominamos bajo los términos de “virilidad” y
“feminidad”. Ambas estructuras son complementarias y esta complementariedad se
manifiesta en la mutua atracción entre el hombre y la mujer, como tendencia o
llamada a la integración de la dualidad en la unidad, a ser una caro (Gn 2, 18-
24)70.

La expresión “se convertirán en una sola carne” no puede entenderse como una
realidad biológica o física, sino ontológica y jurídica. Ya que, el hombre y la mujer son
movidos por una fuerza interna a buscarse, pues está en su esencia el deseo de
complementarse orgánica y psicológicamente de ahí su mutua atracción. Además tienen en
su ser un instinto natural de conservación, de asegurar mediante la procreación de nuevos
individuos su propia persistencia.

Sin embargo, no se puede reducir el espectro de la unión matrimonial a los dos de la


pareja, pues la sociedad hace un consorcio en torno a esa alianza que consagra cierto
respeto, y el que nadie tenga título para entorpecer la sana convivencia de los cónyuges.
De tal modo, que la sociedad entera queda comprometida a respetar la unión de vida que
tienen los esposos.

Por otro lado, el Código de Derecho Canónico en su canon 1055 parágrafo primero
define el matrimonio como sacramento, dicha dignidad otorgada por el mismo Cristo: “La
alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de
toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la
generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Señor a la dignidad de
sacramento entre bautizados” (CIC. 1055 §1). Asimismo, expone sus propiedades

70
Ibíd., 40.
33

esenciales –que alcanzan su particular firmeza por razón del sacramento– la unidad y la
indisolubilidad.

2.2 El matrimonio en la sociedad antigua

A lo largo de la historia de la humanidad la convivencia entre el hombre y la mujer,


en el matrimonio, ha experimentado diversos tratamientos. Criterios distintos de cómo vivir
la unión matrimonial, en el péndulo de la monogamia y la poligamia. Cada cultura y cada
pueblo tiene una idiosincrasia y una manera propia de ver la realidad que le circunda, el
matrimonio no es ajeno a ese condicionante.

Nos podríamos preguntar, ¿cómo se inició la convivencia matrimonial?, ¿de manera


ordenada, con una sola pareja o de manera desordenada, con muchas parejas? ¿Cómo fue
evolucionando la consideración del matrimonio y estableciéndose como una institución
sagrada entre un hombre y una mujer?

La realidad es que hay discrepancias –entre algunos autores y teorías– en como


inició la convivencia humana. Por un lado, W. Schmidt entiende que al comienzo de la
evolución se partió de la monogamia y que la poligamia fue el resultado de una perversión
y degradación de la idea de matrimonio; en cambio, Johann Jakob Bachofen, entiende que
todo partió de una promiscuidad generalizada, pasando por el matrimonio grupal y la
poligamia hasta llegar al matrimonio monógamo71.

Se nota con claridad que hay divergencias en el criterio de como inició todo y como
se fue normando el matrimonio. Lo importante aquí es reconocer un elemento neurálgico de
éste vínculo, que es la libertad humana, sin la cual no sería posible esta institución. De ahí
que Tomás de Aquino articule que si bien es verdad que existe una vocación natural del ser
humano al matrimonio, el hecho de su ejecución concreta se debe a la libertad humana. El
santo Angélico, resalta que por la misma naturaleza cambiante del ser humano a través de
la historia, se puede dar una variedad de modos concretos de realización del matrimonio72.

Asimismo, se evidencia que en el seno de la sociedad antigua, las prácticas


celebrativas del matrimonio no responden a un solo modelo. Podemos distinguir dos de
71
Cf. W. KASPER, Teología del Matrimonio cristiano (Sal Terrae, Bilbao 2014) 24.
72
Cf. ibíd., 25-26.
34

ellos: 1. Por etapas, siendo esta la forma más extendida; 2. En un solo momento. Con la
notable excepción del mundo romano, que promovió el matrimonio en un solo acto que
concluía con el consentimiento de los cónyuges, las sociedades mediterráneas conocieron
sobre todo el modelo del matrimonio por etapas73.

El matrimonio por etapas es el más extendido a lo largo de la Antigüedad. En


concreto es el modelo conyugal de las sociedades semíticas. Según los códigos
mesopotámicos, de unos dos mil años antes de la era cristiana, el matrimonio se
realiza a través de una sucesión de actos, espaciados en el tiempo. Dos de entre
ellos tienen una importancia especial: la entrega de la tirhatu, una especie de
fianza que el futuro esposo da al padre de la futura esposa. Esta fianza confiere al
marido en potencia el título de “dueño de la mujer” y de yerno. En un segundo
momento, transcurrido a veces mucho tiempo, la joven es entregada y confiada al
marido. Esta entrega supone la realización del matrimonio que había comenzado
con la tirhatu (cf. Código de Hammurabi, 159-161)74.

El mundo griego comparte semejanzas con las prácticas esponsales del mundo judío
y mesopotámico. Para este existían dos momentos esenciales: la enguesis y la ekdosis. La
primera es una especie de compromiso pactado por el futuro esposo con quien autoriza el
matrimonio de la mujer, el padre. Éste primer momento lleva un tiempo hasta la conclusión
jurídica del matrimonio que representa la segunda parte, con las fiestas de la boda en la que
se inicia como tal la cohabitación de los contrayentes75.

Es el mundo romano que trae una nueva manera de ver el matrimonio, y centra su
atención en un elemento fundamental, el consentimiento de los contrayentes: “el
matrimonio se define en el sistema jurídico romano en la época del Imperio (siglo I) como
un asunto privado entre dos ciudadanos libres. El intercambio de consentimiento es lo que
convierte en esposos a dos personas capaces jurídicamente”76. Éste aporte que ofrece el
derecho romano, la Iglesia lo refuerza y lo blinda con la fundamentación bíblica. A su vez,

73
Cf. G. BEDOUELLE et alii, La Iglesia y la sexualidad. Huellas históricas y miradas actuales (BAC, Madrid
2007) 22.
74
Ibíd.
75
Cf. ibíd., 24-25.
76
Ibíd.
35

da en su justa dimensión un carácter y una dignidad distinta a este paso de maduración


humana y compromiso responsable de dos personas, que hacen camino juntos. La voluntad
de los dos expresada en el consentimiento da señal clara de que en su libertad así lo han
querido y decidido.

2.3 Doctrina del Antiguo Testamento

Las consideraciones religiosas y de fe pueden encontrar en las Sagradas Escrituras


una fuente, un punto de arranque sobre la importante realidad humana que encierra el
matrimonio. Aunque los condicionamientos básicos del matrimonio sean tan humanos, hay
que considerar que su verdadero fundamento está en Dios. Que se revela y quiere la
felicidad del hombre, realizando con él una alianza, que se encarna para su bien y plenitud.

Para abordar este complejo y variado campo de la doctrina del matrimonio en el AT,
se debe tomar en cuenta que el pueblo Hebreo piensa como clan, e impera la configuración
familiar patriarcal, “casa del padre” Gn 12, 1. Además de ser un pueblo muy religioso,
pues, la ley civil estaba muy de la mano de la ley divina, imperaba esa sensibilidad
creyente en la conformación del pueblo. Se percibe asimismo, que Dios hace alianza con
su pueblo, les libera y desea exclusividad y fidelidad.

Asimismo, Dios, en su infinita bondad, hace participe al hombre y a la mujer de su


ser. Los llama a una vocación natural al ser humano, al amor, al deseo de ser con otro igual
y diferente. Dios mismo al crearlos a su imagen y semejanza bendice y destina su amor a
ser fecundo y a realizarse en el cuidado de todo lo creado: “Y los bendijo Dios y les dijo:
sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sometedla” Gn 1,28.

El AT confirma la inclinación natural en la que fueron creados el hombre y la


mujer, de ser el uno para el otro. “No es bueno que el hombre esté solo”. La mujer, como
“carne de su carne”, fue puesta ante el hombre como su ayuda necesaria para así tuviera
con quien compartir su existencia y no sentirse solo. “Por eso deja el hombre a su padre y a
su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne” Gn 2, 18-25.

El libro del Génesis recoge sabiamente el designio de Dios en su acto creador. Pues,
crea al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza Gn 1,27; sexualmente diferenciados,
36

encerrando así una realidad antropológica fundamental; que a través del amor sexual y su
fecundidad en el hijo que es el fruto, el hombre y la mujer viven juntos una forma de
comunión que es precisamente la imagen de la comunión de amor que Dios es77.

2.3.1 El matrimonio en el pueblo de la alianza

En lo referente al libro del Génesis, al describir éste el momento en que Adán se


encuentra con su mujer Eva, capta atinadamente el significado que tiene la unión del
hombre con la mujer, en cuanto viene a llenar su existencia y a colmar su deseo de
establecer una comunión de amor y de vida78.

Dios en su creación da al hombre y a la mujer la posibilidad de ser plenos en el


matrimonio, con otra persona semejante y distinta a la vez, “con la que puede realizar una
comunión de vida, una existencia compartida en reciprocidad de entendimiento, de amor y
de acción”79. Al punto que se puede decir que la creación alcanza su perfección última con
la realidad de la pareja.

El relato del Génesis contextualiza una realidad de inmensa misericordia y


benevolencia de Dios que le hace al hombre una compañía con la cual pueda establecer una
alianza entre iguales, con capacidad de llenar sus vidas de sentido80.

Las figuras e imágenes que sugieren los textos del AT para referirse a los
sentimientos de Dios por su pueblo, son: el matrimonio, el noviazgo, el amor conyugal. El
libro del Deuteronomio recoge muy bien lo incondicional del amor de Dios, que elige y
conserva por amor a su pueblo. (Dt 4–11). Que guarda su alianza con quienes le aman y
guardan sus mandamientos (Dt 7, 7-9). El matrimonio es visto como signo de la alianza de
Dios con el pueblo, de ahí el carácter tan sagrado y especial dado a la unión conyugal en el
matrimonio. Pues, es una prefiguración del mismo amor de Dios a los hombres.

Asimismo, los profetas tenían su variada visión del amor conyugal. Veamos grosso modo el
parecer de algunos de ellos:

77
Cf. G. BEDOUELLE, La Iglesia y la sexualidad, 27-28.
78
Cf. G. FLÓREZ, Matrimonio y Familia (BAC, Madrid 22013) 87-88.
79
Ibíd., 90.
80
Cf. ibíd.
37

Oseas: fue el primero de los profetas en hacer uso de la imagen del matrimonio para
denunciar los pecados de idolatría del pueblo, Israel, como la esposa prostituida a la que
Dios le manifiesta su fidelidad, conquistándola de nuevo y estableciendo nuevamente lazos
de amor (Os 2, 16-22). Por otro lado, en Jeremías, se ve como Dios recupera el amor de su
joven esposa y la llamará a un amor eterno (Jer 3,4.12; 31,3.31-33). Ezequiel de manera
muy bella describe simbólicamente la historia de amor entre Dios y Jerusalén, imaginando
a ésta como una niña abandonada, elegida y embellecida por Dios, que luego se convierte
en una prostituta (Ez 16)81.

En consecuencia, se aprecia que la predilección de Dios por el pueblo es garantía


del pacto sellado. El cual, tiene dentro de sí, unos derechos y unos deberes: “La alianza que
Dios establece con su pueblo se basa en el amor que Dios otorga al pueblo elegido y en el
deber que éste tiene de corresponder a Dios con su amor y fidelidad”82.

El amor conyugal es un caudal de gracia y riqueza que supera todo el pensamiento


humano, los parámetros y condicionamientos legales existentes en las culturas. Sobrepasa
todo límite, pues Dios es quien garantiza ese vínculo con su unción. Con esta imagen
quieren presentar los profetas la relación amorosa de Dios con su pueblo. Pues, Él sella una
alianza de amor con su pueblo para siempre, perdonándole a pesar de todas sus
infidelidades e idolatrías.

2.4 Doctrina sobre el matrimonio en el Nuevo Testamento:

En el Nuevo Testamento se reafirma la fidelidad de Dios rico en misericordia que


cumple sus promesas con el pueblo de la alianza. Reflejando en Jesús la grandeza del amor,
la perfección que envuelve, convirtiéndose así en punto de referencia que encierra el
misterio del amor humano. En efecto, el acontecimiento Jesús se comprende en toda su
riqueza dentro del plan de la economía de la salvación: “fidelidad de Dios a sus promesas

81
Cf. ibíd., 90 n. 9.
82
Ibíd., 91.
38

de amor (el pasado de la historia de salvación), el acontecimiento de Cristo (el presente de


la salvación) y la venida definitiva del Señor (el futuro escatológico)”83.

En otras palabras, Jesús con su enseñanza quiere llevar al hombre a vivir


plenamente la realidad del amor que el mismo Creador le ha dado. Pues, el amor conyugal
recibe su perfección cristiana en el ideal del amor divino. De igual modo pasa el
matrimonio a ser reflejo sacramental de la unión de Cristo con la Iglesia.

2.4.1 El matrimonio a la luz del Evangelio

En primer lugar, hay que referirse a dos realidades bien concretas para hablar de
matrimonio en el NT: 1. Que es una realidad humana del creyente; y 2. Que esta realidad ha
de desaparecer en la resurrección gloriosa del hombre. De ahí que se privilegie tanto el
llamamiento constante a la santidad y el signo de amor de Dios con todos los hombres84.

Por otro lado, con la figura de las bodas del Cordero, se presenta a Jesús como el
Esposo que viene a celebrar su boda con toda la humanidad expectante, que ansían su
venida. Pues es con Jesús en quien se cumplen las promesas divinas, selladas con su propia
sangre: la alianza de Dios con su pueblo. Realidad esta que trae consigo la reconciliación y
la paz a todos los pueblos85.

2.4.2 El matrimonio en san Pablo

El apóstol San Pablo es uno de los autores sagrados que ha aportado más en este
campo de reflexión, con una vasta referencia al mismo ya sea de forma ilustrativa a las
comunidades o corrigiendo desviaciones. Encontramos en el capítulo 7 de la primera carta a
los Corintios la exposición más extensa de Pablo y de todo el Nuevo Testamento sobre la
sexualidad, el matrimonio y el celibato.

En este capítulo, se da un característico énfasis en la expectación paulina del retorno


glorioso de Cristo, y una fuerte influencia de algunos movimientos ascéticos en la ciudad
de Corinto, que exigían una abstinencia total incluso a los casados (7, 1). De ahí que Pablo

83
M. VIDAL, El Matrimonio. Entre el ideal cristiano y la fragilidad humana. Teología, moral y pastoral
(Desclée de Brouwer, Bilbao 2003) 26.
84
Cf. G. FLÓREZ, Matrimonio y Familia, 101.
85
Cf. ibíd., 102.
39

valore el celibato por encima del matrimonio (7, 7.34.38.40). El apóstol a su vez, rechazaba
la afirmación de aquellos ascetas celosos para los que el matrimonio era un pecado y que
exigían a los casados una completa abstención de las relaciones sexuales (7, 2-3). Para ello
da una exhortación salomónica, si marido y mujer deciden de común acuerdo abstenerse del
trato carnal y darse a la oración, deberá ser solo por cierto tiempo (7, 5). Examinando que
una prolongada abstinencia puede llevar a la tentación, a la ofensa al vínculo matrimonial.
A tenor de lo que Pablo aconseja mantener regularmente relaciones carnales dentro del
matrimonio86.

San Pablo hace un desglose de la ética matrimonial, en consonancia con las


enseñanzas de Jesús y la tradición. Recalca la indisolubilidad del matrimonio con algunas
excepciones (1 Cor 7, 15-16), es tajante con el divorcio a nivel general (1 Cor 7, 12a; 12-
15.39), aunque, sí está de acuerdo con la justa separación (1 Cor 7, 15-16). Reprueba el
adulterio tanto en la mujer como en el hombre (1 Cor 6, 9). Prohíbe contraer matrimonio en
ciertos casos: bigamia o segundo matrimonio de una persona divorciada (Rom 7, 3; 1 Cor
7, 11.39); el matrimonio incestuoso (1 Cor 5, 15). Para Pablo el ideal es que se casen con
los miembros de la misma Iglesia (1 Cor 7, 39), pero admite los matrimonios mixtos (1 Cor
7, 12-17)87.

En el pasaje bíblico (1 Cor 7, 12-16)88 encierra la doctrina llamada el privilegio


paulino, dicho nombre producto de que esta doctrina no es acuñada propiamente por el
mismo Jesús, sino que es una excepción propuesta por el mismo apóstol, que permite la
unión matrimonial entre un cristiano y un no creyente. Lo normal en el matrimonio es que
no se separen y si lo hacen no volverse a casar con otros, sino que si lo desean, vuelvan a
unirse la misma pareja.

86
Cf. M. VIDAL, El Matrimonio. Entre el ideal cristiano y la fragilidad humana., 31-32.
87
Cf. ibíd., 33.
88
En cuanto a los demás, digo yo, no el Señor. Si un hermano tiene una mujer no creyente y ella consiente en
vivir con él, no la despida. Y si una mujer tiene un marido no creyente y él consiente en vivir con ella, no le
despida. Pues el marido no creyente queda santificado por su mujer, y la mujer no creyente queda santificada
por el marido creyente. Si no lo fuera así, vuestros hijos serían impuros, más ahora son santos. Pero si la parte
no creyente quiere separarse, que se separe; en ese caso el hermano o la hermana no están ligados; para vivir
en paz os llamó el Señor. Pues ¿qué sabes tú, mujer, si salvas a tu marido? Y ¿qué sabes tú, marido, si salvas a
tu mujer?
40

2.5 El matrimonio en la Patrística

Antes que nada, en la Patrística el tema del matrimonio es coyuntural, asociado en


su mayor parte con otras realidades de la vivencia de la fe, la situación dolorosa de la
viudez y el estilo de vida de la virginidad. Sin embargo, no se puede decir que los Padres
no hayan desarrollado una profunda teología del matrimonio cristiano y ofrecido aportes
significativos en la espiritualidad de la comunión conyugal. San Juan Crisóstomo y san
Agustín son excepciones a esta regla, de hablar del matrimonio de manera tangencial. Pues
ellos tienen tratados particulares reflexionando hondamente sobre el vínculo matrimonial89.

Puesto que, para los Padres era de suma importancia la vida cristiana, una forma de
tratar teológicamente el matrimonio resultó ser considerarlo como un ámbito de la vida real
en el que se han de contrastar y poner a prueba las actitudes morales cristianas 90. Aun así,
“para la preocupación parenético-pastoral (propia de esta etapa patrística) no interesa tanto
«el matrimonio» como «la vida cristiana» en el matrimonio y en la familia”91.

Por otra parte, en la profundización del tema del matrimonio, para Clemente de
Alejandría los fines de éste no se reducían a la procreación, sino que la mutua ayuda y la
vida de relación entre los esposos eran elementos fundantes e importantes para la vida
matrimonial92.

De esa misma manera, existió en esa época una división entre dos grupos de
cristianos, unos que practicaban la ascesis con especial dedicación, quienes eran
considerados los “perfectos”; por otro lado se encontraban los “ordinarios”, donde estaban
ubicados los casados. Clemente de Alejandría se pronuncia en contra de esa idea, al grado
de afirmar que el casado puede ser incluso superior al célibe93.

Es superior a los demás hombres aquel que, disciplinado por el matrimonio, la


procreación de los hijos y el cuidado de la casa, sin complacencia ni dolor,
permanece inseparable del amor de Dios en sus cuidados de la casa y evita las

89
Cf. ibíd., 38.
90
Cf. ibíd.
91
Ibíd.
92
Cf. ibíd.
93
Cf. ibíd.
41

tentaciones que le puedan suponer los hijos, la esposa, la familia y las posesiones.
El que no tiene familia se encuentra libre en mayor grado de tentaciones. Pero al
tener que cuidar tan solo de sí mismo, es superado por el que le es inferior, por lo
que a la salvación personal se refiere, pero superior en la manera de ordenar su
vida94.

En otro orden, la actitud de los Padres con respecto el matrimonio cristiano se


manifiesta, en última instancia, a través de la práctica más que de la teoría. Se enfocaban
más en los fenómenos apreciables de la convivencia conyugal, destacando su moralidad.
Asimismo, “veían en el matrimonio cristiano aquella unión que había sido instituida y
santificada por Jesucristo. Una unión que luego era bendecida por la Iglesia, y que de este
modo se convertía en un «sacramento», fuente de santidad y de gracia, símbolo de la
relación existente entre Jesucristo y su Iglesia”95.

En la época patrística el matrimonio es un «sacramentum» en el sentido de


«compromiso» o «juramento de fidelidad». No podía ser disuelto, precisamente por
basarse en un compromiso personal. En los siglos XII y XIII se entiende el
«sacramentum» como una participación ontológica con Cristo y con la Iglesia; esa
ligadura ontológica no puede ser disuelta. Se ha pasado, así, de una comprensión
«personalista» de la indisolubilidad a una interpretación en clave «ontológica» u
objetivista96.

La valoración que tenían los Padres sobre el matrimonio era equiparable al aprecio
que sentían los cristianos primitivos, en los primeros siglos, por la virginidad, el martirio y
la vida ascética. Guardando las debidas distancias con las exageraciones que podían surgir
entre uno y otro autor, que infravaloraban el matrimonio en comparación con la
virginidad97.

No obstante, para Clemente de Alejandría en el matrimonio se ve la presencia del


Señor y se resalta la igualdad entre el hombre y la mujer. Se evidencia un concurso entre

94
Ibíd., 39.
95
Ibíd.
96
Ibíd.
97
Cf. ibíd., 40.
42

seres iguales en dignidad y diferentes en su condición sexuada. Su manera de ser y


expresarse ante los demás. Como plenificar su vida, en la realización de sus
potencialidades. En ese consorcio de vida y amor a través de los años se va profundizando
y haciendo más perfecto, aun después que la belleza física se agota, como bien afirma san
Agustín:

San Agustín reconoce en el matrimonio un amor más perfecto que el amor


carnal: “En el verdadero y óptimo matrimonio, a pesar de los años y aunque se
marchiten la lozanía y el ardor de la edad florida, entre el varón y la mujer impera
siempre el orden de la caridad y del afecto que vincula entrañablemente al marido
y a la esposa, los cuales, cuanto más perfectos fuesen, tanto más madura y
cuerdamente, y con unánime parecer, comienzan a abstenerse del comercio
carnal”98.

En el Concilio de Elvira (306) se encuentra la primera legislación eclesiástica sobre


el matrimonio. Donde resalta la autoridad y potestad de la Iglesia para mantener las
enseñanzas de Jesús sobre el matrimonio cristiano. Además de poder adaptar y agregar en
determinadas condiciones principios que ayuden a la mejor vivencia del matrimonio. Se
puede detectar que en tiempos de san Agustín ya existían una lista de impedimentos y
penas a quienes contravenían los fines propios del matrimonio99.

Se tenía una visión pesimista sobre la sexualidad humana, salvando la bondad de los
frutos de ella –la procreación–, pues, el placer era asociado al pecado original. A pesar de
estos excesos, algunos de los padres resaltaban la bondad del matrimonio: el amor mutuo,
los frutos de ese amor compartido –los hijos–.

Veamos la concepción que tenían algunos padres sobre las relaciones conyugales:

Tertuliano parece considerar las relaciones conyugales como algo repugnante,


pero las acepta en cuanto son necesarias para la conservación y propagación de la
especie humana. Es severo con relación al matrimonio, porque ve en él una
concesión de Dios para aquellos que no quieren o no pueden guardar la

98
Ibíd., 41.
99
Cf. ibíd., 41-42.
43

continencia. Para san Jerónimo, el uso del matrimonio no es una falta, sino más
bien un estorbo para la oración, según la indicación que él pretende ver en 1 Cor 7,
5100.

San Agustín tiene una visión menos pesimista. Aunque para él, el acto conyugal no
es bueno en sí, más bien, es un deber y por su fin obtiene la bondad –la procreación–. En
este orden, las relaciones conyugales no son pecaminosas, si se apartan de este fin pierden
la bondad, además representa el acto humano por el cual se transmite el pecado original. El
goce sexual constituye una consecuencia del pecado, de la caída del hombre.

2.6 El matrimonio en la enseñanza del Magisterio

En este acápite no pretendemos hacer un recorrido completo ni amplio de los


aportes que, en el transcurrir de la historia, ha tenido el Magisterio de la Iglesia en torno al
matrimonio. Nos contentaremos, en este momento, en sentar las bases para futuras
investigaciones. De hecho más adelante se verá con más detenimiento los aportes del
Magisterio reciente de la Iglesia.

En primer lugar, la doctrina cristiana sobre la naturaleza y propiedades esenciales de


la institución matrimonial deriva del querer de Dios, manifestado en la Revelación. A su
vez, la exégesis de la Escritura, llevada a cabo por los Santos Padres, ayuda a la
comprensión de la verdad revelada. La asistencia del Espíritu Santo en la interpretación de
la divina Revelación, por el Magisterio, ha mantenido encendido a través de los siglos el
depósito de la fe y la sana costumbre en la vivencia moral de la unión conyugal.

Por su parte, la Revelación y la enseñanza de los Padres, que “atestiguan la


presencia viva de la Tradición” (DV, 8), se autorizan y se avalan con la interpretación del
Magisterio Jerárquico. De aquí que, estas tres instancias, Escritura-Tradición-Magisterio,
forman un todo en la comprensión católica de la fe. No son elementos aislados, sino
concomitantes que revelan un único misterio, el Magisterio bebe de las Escrituras y es fiel a
la Tradición viva de la Iglesia, que este lleva como una antorcha101.

100
Ibíd., 43.
101
Cf. A. FERNÁNDEZ, Teología Moral II Moral de la persona y de la Familia (Burgos 42012) 359.
44

Se puede hablar de tres renglones en los cuales hace mayor énfasis el Magisterio
Papal con respecto al matrimonio: la naturaleza o esencia de este, la sacramentalidad y la
finalidad procreadora.

San León Magno dio respuesta, magistralmente, a una inquietud de la época, cuando
los maridos iban a la guerra y por desdicha eran tomados en cautiverio, sus esposas al creer
lo peor contraían nuevamente nupcias matrimoniales, por la creencia de que sus esposos
habían muerto. Es por ello que el obispo de Nicetas consulta al Papa y este le contesta:

De este modo, los hombres, si al regreso de un largo cautiverio, siguen


guardando amor a sus esposas y desean volver a vivir con ellas, hay que dejar a un
lado y juzgar como no culpable lo que la necesidad ha causado y restituir lo que la
fidelidad reclama102.

Aquí queda evidenciada la grandeza del vínculo indisoluble del matrimonio, de su


esencia y naturaleza. Que solo es roto por la muerte de uno de los contrayentes. Ya que,
como dice el Papa Pío XI en la Encíclica Casti connubii: “el matrimonio no fue instituido...
por obra de los hombres, sino por obra de Dios, no fue protegido, confirmado ni elevado
con leyes humanas, sino con leyes del mismo Dios, autor de la naturaleza”103. Solo Dios
puede separar lo que ha unido, son sus leyes no las nuestras.

2.7 Propiedades esenciales del matrimonio

Para hablar de propiedades esenciales del matrimonio tenemos que forzosamente


remitirnos a los textos bíblicos del Génesis en sus capítulos uno y dos, los cuales contienen
los fundamentos de las propiedades esenciales del matrimonio. Elementos que dan soporte
y blindan el misterio de la realidad sacramental del matrimonio. Estos son: la unidad, la
indisolubilidad y la finalidad procreadora.

2.7.1 Unidad

“Serán una sola carne”, esta expresión recoge todo el sentido de la realidad de la
unidad en el matrimonio. Un solo cuerpo, una sola alma, los mismos sentimientos, entrega

102
Ibíd., 366.
103
PÍO XI, Carta Encíclica Casti connubii (31-12-1930) 3.
45

generosa de uno a otro. Dejando atrás padre, madre como dice el Génesis y uniéndose a su
mujer, y la mujer a su marido. Ya que, Dios los creó hombre y mujer, el uno para el otro,
resalta la monogamia familiar104.

Es un bien del matrimonio protegido por uno de los mandamientos (Ex 20, 17): “no
codiciarás la mujer de tu prójimo”. Muchos textos en el Pentateuco refuerzan y defiende la
monogamia y rechazan la poligamia, y las faltas contra la unidad del matrimonio. (Dt 5, 21;
22, 22-29; Lev 20, 10-21)105. La unión conyugal es defendida de los peligros de ser
entorpecida por la inesperada participación de una tercera persona con malas intenciones,
pues lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre.

Por otro lado, el amor auténticamente unitivo mantiene a los esposos abiertos al
deseo de los hijos. Es característico de la alianza matrimonial y el amor conyugal el deseo
de fecundidad. Cuando, por razones graves, no puede buscarse un nuevo embarazo, el acto
sexual-vivido en los días no fecundos participa de la misma plenitud. Este aspecto unitivo
es esencial en la vivencia matrimonial. No obstante, cualquier separación arbitraria de la
función unitiva de la función procreativa afecta en forma negativa al mismo amor
unitivo106.

2.7.2 Indisolubilidad

La indisolubilidad descansa en la misma unidad que forma la pareja, pues se hacen


los dos una sola carne, un solo ser, (Gn 2, 24). “El término hebreo “dabaq” significa
adherirse, enlazarse, unirse a modo de ligadura. Es decir, hombre y mujer, por el
matrimonio, se “unen” de tal modo que no cabe la ruptura de tal “ligamen”107. Jesús mismo
hace una lectura de este pasaje del Génesis y le da un énfasis considerable y concluyente:
“de manera que ya no son dos, sino una sola carne” (Mt 19, 6)108.

Walter Kasper fundamenta la unidad y la indisolubilidad del matrimonio no solo en


la sacramentalidad del matrimonio sino también en su misma naturaleza antropológica.

104
Cf. A. FERNÁNDEZ, Teología Moral, 244-245.
105
Cf., ibíd.
106
Cf. E. JIMÉNEZ HERNÁNDEZ, Moral sexual (Desclée de Brouwer, Bilbao 21992) 83-84.
107
A. FERNÁNDEZ, Teología Moral, 245.
108
Cf., ibíd.
46

Pues, el consentimiento mutuo y el acto de entrega de los esposos tienen en sí mismo una
disposición interna a la definitividad y a la exclusividad. Ya que, el acto mismo de
entregarse a sí mismo a otra persona, implica que ya no se pertenece a sí, sino al otro. Por
esa razón, el lazo de la fidelidad matrimonial está orientado, en virtud de su misma
naturaleza interna, hacia la exclusividad y definitividad. Para mantener esta unidad se tiene
como ideal la fidelidad incondicional de Dios con su pueblo (cf. Ex 34,6; Sal 99,5). La
fidelidad matrimonial aparece, por consiguiente, como una imagen de la fidelidad de Dios a
la alianza, en tanto que el adulterio, por el contrario, viene presentado como efecto y
símbolo de la infidelidad para con Dios (cf. Os 4,2; Jr 3,6s; 7,9; Ex 2,3)109.

Por otra parte, se debe hacer referencia a la realidad natural de que en la


convivencia, el hombre y la mujer experimentan el choque de dos voluntades que quieren
hacerse una en el amor. Afrontando así su propio orgullo y sus ansias de que se haga mi
voluntad. En ese ser uno e inseparable, se debe madurar en el amor y comprensión de las
propias diferencias. De ahí, lo desafiante del hecho de encontrar a esa persona con quien
compartir la vida, los años, la existencia. Con la gran responsabilidad de permanecer unidos
hasta su último suspiro.

2.7.3 Finalidad procreadora

Al referirnos a este elemento propio del matrimonio se ha de decir, que esta


finalidad procreadora está inscrita en la esencia de la unión conyugal, expresada desde el
inicio cuando Dios bendice a Adán y a Eva: “Les bendijo y dijo: sed fecundos y
multiplicaos” (Gn 1,28). Esta bendición divina va asociada a la fecundidad en la unidad de
los esposos.

Del mismo modo, se resalta la condición sexuada del hombre y la mujer, que
después del pecado se descubren desnudos. De igual manera se deja ver la atracción del
hombre por la mujer al grado de exclamar: “esta sí que es hueso de mis huesos” (Gn 2,23).
La trama que reconstruyen los pasajes bíblicos del génesis apunta a ese designio de Dios de
que el hombre sea para la mujer y la mujer para el hombre.

109
Cf. W. KASPER, Teología del matrimonio cristiano, 87-88.
47

En esa bipolaridad sexual tan marcada, se orienta del mismo modo hacia la
finalidad procreadora. Veamos cómo la misma condición natural sexuada dispone al ser
humano a generar vida, a complementarse en la unión del hombre con la mujer:

El tema de la fecundidad aparece como el ámbito humano por excelencia,


realidad fundamental, a través de la cual se expresan la dignidad y posibilidad del
ser humano por una parte, y las limitaciones y situación dolorosa por otra. En
efecto, la fecundidad conecta con el tema de la creación al presentar la
diferenciación sexual del ser humano y la complementariedad varón-mujer (cf. Gn
2,22-24), así como al narrar la primera procreación (cf. Gn 4,1-2)110.

La fecundidad nace del amor y acrecienta el amor. El deseo de dar frutos de amor,
trayendo a la vida a una nueva creatura, fortalece y aumenta la esperanza, en la pareja, de
crecer en el proyecto de hacer una comunidad de vida y amor fundada por Dios. Se puede
apreciar que este tipo de matrimonio solo se admite el monogámico, la unión indisoluble
entre un hombre y una mujer. Esta visión no admite otro tipo de matrimonio.

Este tema será objeto de estudio en el siguiente capítulo, retomando así su estrecha
vinculación al matrimonio. Por este momento nos contentamos con exponer los elementos
básicos de este gran bien de la unión conyugal, del fruto del amor de la pareja que comparte
con Dios la gracia de dar vida. Ahora demos paso a otra realidad que reviste el matrimonio
de sentido, la sacramentalidad.

2.8 Origen y fundamento de la sacramentalidad del matrimonio

Quisiéramos partir de la realidad del sacramento, antes de asociarlo al matrimonio,


saber cómo es definido. Lo primero es que la palabra sacramento se emplea en dos
sentidos: en uno genérico y otro específico o estricto. En el primero se reseña todo signo
simbólico que hace referencia a una realidad sagrada (el paso del mar Rojo, la serpiente de
bronce levantada por Moisés en el desierto); el segundo a un signo eficaz que contiene y

110
G. ARANDA, Corporeidad y sexualidad en los relatos de la creación, en AA. VV., Masculinidad y
feminidad en el mundo de la Biblia, o. c., 23. ID., Varón y mujer. Las respuestas de la Biblia.
Inst.Cienc.Famil. Univ. Navarra. Ed. Rialp. Madrid 1991, 13-15. J. COTTIAUX, La sacralisation du mariage.
De la genèse aux incises matthéennes. Ed du Cerf. Paris 1982, 793 pp., cfr. pp. 82-83. En: A. FERNÁNDEZ,
Teología Moral, 247.
48

confiere realmente, una virtud de la institución de Cristo, la realidad invisible, la gracia que
santifica111.

Al hablar de matrimonio como sacramento lo hacemos desde esta segunda


consideración, como un signo que expresa una gracia invisible por la participación en el
misterio de Cristo. Entendiendo, que “la sacramentalidad del matrimonio cristiano no
asume la realidad humana del matrimonio, pero la sitúa en el contexto de la historia de la
salvación y en el marco de la Iglesia”112. De igual manera, se debe precisar que: “el
matrimonio cristiano pertenece al orden de la redención, de la gracia de Jesucristo y de la
vida de la Iglesia”113.

Por otra parte, se puede identificar que en el sacramento del matrimonio, el signo
consiste en la propia realidad de la unión de los esposos, en cuanto significa una condición
nueva de tipo eclesial y espiritual, la unión entre Cristo y la Iglesia. Y es que, en el
matrimonio son los propios contrayentes quienes realizan el sacramento cuando expresan
su mutuo consentimiento ante la Iglesia114.

San Agustín expone unas consideraciones de los elementos esenciales del matrimonio
donde se puede apreciar el de la sacramentalidad:

La visión agustiniana del matrimonio cristiano se distingue por su precisión y


equilibrio en la forma de recoger los aspectos esenciales que lo configuran: la
generación y educación de los hijos, la fidelidad de los esposos y el carácter
sagrado de la unión conyugal. “Proles, fides, sacramentum”, constituyen tres
“bienes” inseparables del matrimonio cristiano115.

Existe una realidad que es indiscutible, y fundante en el matrimonio, que este es


obra de Dios y adquiere un significado propio en la comunidad santificada por la gracia de
Jesucristo. Asimismo, Gonzalo Flórez concluye diciendo que esta sacramentalidad le viene
dada al matrimonio por un vínculo muy estrecho de participación en la imagen y signo de la

111
Cf. P. ADNÉS, El matrimonio (Herder, Barcelona 31979) 139.
112
G. FLÓREZ, Matrimonio y Familia, 115.
113
Ibíd.
114
Cf., ibíd., 116.
115
Ibíd., 123.
49

unión que existe entre Cristo y la Iglesia, por la gracia de ser miembros del Cuerpo de
Cristo116.

2.9 Fundamentos canónicos del matrimonio

La legislación canónica custodia el recto uso de la administración del sacramento


del matrimonio sin que esto peligre su carácter humano-divino. Salvándolo de los peligros
que le asechan del exceso y el rigorismo. De ahí, se puede decir que la Iglesia se toma muy
en serio el compromiso que tiene del cuidado de las almas y de ser madre y maestra para el
mundo presente.

Asimismo, el Código de Derecho canónico, ratifica la enseñanza de la Iglesia con


los nuevos aires emanados del Concilio Vaticano II y norma las desviaciones que por la
debilidad humana se fueron dando en el devenir de la historia. La repercusión del estado de
vida matrimonial en la sociedad es razón obligada por la que la Iglesia presta singular
atención a la reflexión sobre el matrimonio y la familia. (Cf. cc. 1055-1165)

El canon 1055 del Código de Derecho canónico en su parágrafo primero da una


fundamentación y una definición bien precisa de lo que es el matrimonio, este entendido
como: “La alianza matrimonial por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un
consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a
la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Nuestro Señor a la dignidad
de sacramento entre bautizados” (CIC c.1055 §1).

En estos fundamentos canónicos se trazan las líneas para la digna celebración del
sacramento del matrimonio. Además, se especifica cuáles son sus propiedades esenciales,
se establece quien es el ministro, quienes pueden acercarse válidamente al sacramento, que
situaciones lo imposibilitan o lo invalidan. Es por ello que en el siguiente acápite se hablará
de los impedimentos del matrimonio canónico.

2.9.1 Indisolubilidad del matrimonio rato y consumado

Al hablar de indisolubilidad del matrimonio rato y consumado tenemos que


referirnos al así Código de Derecho Canónico en su canon 1141, que cita: “El matrimonio

116
Cf. ibíd., 130.
50

rato y consumado no puede ser disuelto por ningún poder humano, ni por otra causa que la
muerte” (CIC c.1141). Y es que, en este matrimonio, se dan perfectamente dos elementos
necesarios para la validez y concreción del mismo. En el cual, se cumple con la forma y la
materia, con un acto celebrado de buena fe entre dos personas que han dado un
consentimiento ante un ministro que recibe y sirve de testigo de su voluntad de unir su vida
con su pareja. Además, se da el concurso de la cohabitación sexual, donde se concretiza el
acto unitivo donde los dos se convierten en una sola carne.

Como afirma Pierre Adnés, se trata del matrimonio de bautizados entre los que se ha
dado el acto conyugal que hace de ellos una sola carne. Aquí lo que se afirma es, que el
vínculo de tal matrimonio no puede ser roto, por ningún motivo, por autoridad alguna
pública, ni siquiera la del sumo pontífice. Esta constituye una verdad cierta que el
magisterio afirma constantemente, por lo que es doctrina creíble117.

2.9.2 Impedimentos

Para definir que son los impedimentos nos auxiliamos de Pierre Adnès el cual
citando el Código de Derecho Canónico del 1917 señala: “Se llama impedimentos del
matrimonio ciertas circunstancias exteriores que, por afectar a las personas de los esposos,
las hacen jurídicamente inhábiles, es decir, incapaces de contraer un matrimonio válido, o
por lo menos lo prohíben bajo pena de culpa grave. (CIC17 1036)”118.

Los impedimentos que desarrolla el Código de Derecho Canónico se pueden dividir


por las situaciones concretas que se dan en cada caso. Aquí entran los que nacen de
circunstancias personales; impedimento por edad (c.1083) y por impotencia (c.1084). A
esto le siguen los impedimentos que nacen de causas jurídicas en los cuales entran:
impedimento de vínculo (c.1085), impedimento de disparidad de culto (c.1086),
impedimento de orden sagrada (c.1087), impedimento de voto público y perpetuo de
castidad en un instituto religioso (c.1088). También están los impedimentos que nacen de
delitos: aquí están los impedimentos de rapto y crimen (c.1089). Por último están los
impedimentos de parentesco, en los cuales entran los impedimentos de consanguinidad

117
Cf. P. ADNÉS, El matrimonio, 192.
118
Ibíd., 139.
51

(c.1091), los de afinidad (c.1092), los de pública honestidad (c.1093) y los de parentesco
legal (c.1094).

2.9.3 El consentimiento matrimonial

Este es un elemento básico y decisivo para que exista el matrimonio. Pues, como
cita el c. 1057 parágrafo primero del Código de Derecho Canónico: “El matrimonio lo
produce el consentimiento de las partes legítimamente manifestado entre personas
jurídicamente hábiles, consentimiento que ningún poder humano puede suplir”. Asimismo,
en el segundo parágrafo de ese mismo canon dice: “El consentimiento matrimonial es el
acto de la voluntad por la cual el varón y la mujer se entregan y aceptan mutuamente en
alianza irrevocable para constituir el matrimonio”.

Dentro de los cánones 1095-1107 del Código de Derecho Canónico se encuentran


las normativas que atenúan el consentimiento matrimonial, además de ofrecer las
condiciones básicas para que este consentimiento sea válido.

En ellos se valora efectivamente la conciencia y el buen estado psíquico de los


contrayentes como condición para que haya matrimonio. Capacidad suficiente para saber y
asumir las obligaciones esenciales del matrimonio. Del mismo modo se exige, para que
pueda ser considerado válido el matrimonio, que los contrayentes sean conscientes de la
realidad del matrimonio: el hecho de ser un consorcio permanente entre un varón y una
mujer, ordenado a la procreación de la prole mediante una cierta cooperación sexual119.

Para que el consentimiento sea efectivo no debe ser producto del miedo, la
violencia, o alguna carencia psíquica, vergüenza o condicionado por alguna situación equis
ya sea presionado por la familia o por la misma pareja, debe ser libre, consciente y querido.

2.10 Situaciones “irregulares”

La realidad de la convivencia humana experimenta en los distintos renglones


oleadas de pensamientos liberales. Modos y estilos particulares de relacionarse, ahí entra
también el matrimonio, que en el acomodamiento de la vida en común, sufre ciertas

119
Cf. M. DE LA CRUZ CAMPUSANO, El Matrimonio y La Familia. Fundamentos bíblicos-teológicos y
pastorales (Susaeta, Santo Domingo 2016) 129.
52

desfiguraciones. Pues, los elementos, fines y propiedades que constituyen el matrimonio


son cambiados o aguados.

Dentro de estas situaciones irregulares, podemos destacar la del matrimonio a


prueba, las uniones libres de hecho; en un caso más particular los católicos unidos con mero
matrimonio civil; los separados y divorciados no casados de nuevo; los divorciados y
casados de nuevo; y por último y no menos preocupante la infidelidad. De los cuales solo
miraremos algunas.

La Iglesia entiende por uniones irregulares a todas aquellas que vulneren el vínculo
estable del matrimonio canónico, ya sea antes o durante o después del matrimonio. Para la
Iglesia, toda relación sexual genital “debe mantenerse en el cuadro del matrimonio”, ya que
“para que la unión sexual responda verdaderamente a las exigencias de su propia finalidad
y de la dignidad humana, el amor tiene que tener su salvaguardia en la estabilidad del
matrimonio. Estas exigencias reclaman un contrato conyugal sancionado y garantizado por
la sociedad. Por tanto, el consentimiento de las personas que quieren unirse en matrimonio
tiene que ser manifestado exteriormente y de manera válida ante la sociedad120.

Igualmente, entiende que las uniones extramatrimoniales son irregulares por no


estar en acuerdo con la legislación civil y religiosa. De ahí se destacan: el matrimonio a
prueba, las uniones libres de hecho, los católicos unidos con mero matrimonio civil, los
separados y divorciados no casados de nuevo y los divorciados casados de nuevo121.

Asimismo, revisten un especial interés dos grupos de situaciones, las que están al
margen de la moral tradicional y las que además de eso quebrantan los mandamientos
evangélicos. En el primer grupo están los matrimonios a prueba o uniones libres de hecho,
los que mantienen relaciones sexuales ilícitas; en el segundo grupo están los católicos

120
Cf. F. R. AZNAR GIL, Nuevo derecho matrimonial canónico, 414.
121
Cf. ibíd., 414-415. “Una unión extramatrimonial more uxorio: se excluye, por lo tanto, el concubinato
entendido en su acepción clásica y peyorativa; dicha unión no es legítima canónicamente: de aquí que la
formalidad pública que se exige debe ser la eclesial, no bastando la meramente civil, aunque, en la actualidad,
haya un reconocimiento explícito de la diferencia existente entre una unión legítima civilmente y la que no lo
es; aquí entra además de ello el componente ético y moral”. (Ibíd.).
53

casados civilmente y los divorciados casados de nuevo, los que aparte de estar en relaciones
ilícitas quebrantan la ley evangélica de la indisolubilidad y fidelidad matrimonial122.

2.10.1 Uniones libres de hecho

Es una unión que se caracteriza por la convivencia de tipo sexual de la pareja, sin el
compromiso matrimonial, el cual ignoran o postergan, so pena de múltiples y graves
consecuencias. En las uniones de hecho no se asumen todas las compromisos que devienen
del pacto conyugal establecido en el matrimonio, más bien se eluden responsabilidades, lo
que va en menoscabo, no solo de los propios esposos, sino también de los hijos y de los
miembros de la familia123.

Esta representa un tipo de unión sin ningún vínculo institucional públicamente


reconocido, ni civil ni eclesial. Es un modo de convivencia sin ataduras jurídicas ni
morales. Centrado en la búsqueda del placer sin una seria capacidad de compromiso. Puede
ser provocada por un sinnúmero de factores ya sean psicológicos, económicos, legales,
sociales o culturales provocados por: la ignorancia, la pobreza y la injusticia124.

Estas uniones sufren en el plano moral y religioso una serie de graves


consecuencias: en lo religioso, se da una pérdida del sentido del matrimonio, una privación
de la gracia del sacramento y un embarazoso escándalo; en el ámbito social, un cataclismo
del concepto tradicional de familia, debilitamiento del sentido de la fidelidad hacia la
misma sociedad, confusiones psicológicas en los hijos, individualismo y potenciales
situaciones de injusticia125.

2.10.2 Católicos unidos con mero matrimonio civil

Son admitidos únicamente al matrimonio civil los fieles que están dispuestos a
casarse ante la Iglesia. Pueden lícitamente acudir a la ceremonia civil para que su unión

122
Cf. ibíd., 420-421.
123
Cf. PONTIFICIO CONSEJO PARA LA FAMILIA (PCF), Familia, Matrimonio y Uniones de hecho (26-07-2000)
2.
124
Cf. F. AZNAR GIL, Nuevo Derecho matrimonial canónico, 421.
125
Cf. ibíd.
54

tenga efecto civil, teniendo en su conocimiento que su matrimonio civil no por eso es
válido ni le es lícita la convivencia conyugal sin el matrimonio canónico126.

Aunque antiguamente se consideraba al matrimonio civil un torpe concubinato,


actualmente se entiende que ambas personas prestan un consentimiento matrimonial
verdadero, cuyo valor y eficacia, según el orden y derecho natural, no queda desvirtuado
por la falta de la forma canónica:

Una cosa es que dicho matrimonio sea inválido por falta de forma sustancial y
otra distinta el que esos contrayentes, personas hábiles no presten, casándose por
lo civil, consentimiento matrimonial […] por derecho natural suficiente y eficaz
para producir consecuencias morales y jurídicas en el estado de sus personas […]
En los matrimonios civiles serios se presume sincero y eficaz el consentimiento de
los contrayentes […] Estos contrayentes en realidad hacen un acto humano social
con voluntad conyugal y afecto marital regulado legalmente por el Derecho
civil…127.

A pesar de, no se puede caer en el error de pensar que porque la Iglesia respete y sea
prudente ante dichas personas en estado de matrimonio civil, esté de acuerdo y las acepte
como lícitas y legítimas. Pues, la Iglesia Católica expone que “no puede haber entre
bautizados contrato matrimonial válido que no sea, al mismo tiempo, sacramento” (c. 1055,
2). Para la Iglesia es una situación inaceptable la de los católicos casados sólo civilmente,
pues ya el bautismo al constituirlos miembros del Cuerpo de Cristo les capacita y
compromete a celebrar y a vivir el amor conyugal “en el Señor”, de ahí que para su
celebración válida se requiere la “forma canónica”128.

2.10.3 Divorciados casados de nuevo

La realidad de los divorciados y vueltos a casar es considera como el problema más


relevante de las situaciones irregulares de la convivencia conyugal. Al ser un cierto rechazo

126
Cf. ibíd., 423.
127
Ibíd., 424.
128
Cf. ibíd.
55

a lo ya recibido como gracia. Y porque atenta contra la sana doctrina de la indisolubilidad


del vínculo matrimonial.

La situación objetiva eclesial en que se encuentran el hombre y la mujer que,


divorciados, han accedido a unas nuevas bodas civiles es calificada de situación irregular o
desordenada. Pues han roto un vínculo que prometieron mantener, porque la alianza de que
serían una sola carne ya la han profanado entregándose nuevamente a otra persona.

No obstante, con esta denominación no se quiere decir que los divorciados y vueltos
a casar estén excomulgados o totalmente excluidos de la comunión con la Iglesia, pues en
virtud del bautismo, que imprime el carácter indeleble de miembros del Cuerpo de Cristo,
la Iglesia, y al no representar un rechazo total de la fe, ellos son y siguen siendo cristianos y
miembros del Pueblo de Dios, no están por tal motivo, enteramente excluidos de la
comunión con la Iglesia. Es por ello, que su comunión eclesial no es plena129.

Asimismo, este estado y situación de vida contradice objetivamente la unión de


amor entre Cristo y la Iglesia, significada en la Eucaristía. Además, si estos fieles cristianos
fueran considerados en plena comunión con la Iglesia, los demás fieles caerían en el gran
peligro de ser inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la
indisolubilidad del matrimonio130.

Todas estas situaciones lesionan gravemente el vínculo sagrado del matrimonio que
se encuentra en la encrucijada de sobrevivir los embates del egoísmo y la falta de
compromiso de quienes lo contraen. También, estas situaciones llevan a un punto muerto
donde queda cuestionada la gracia santificante del sacramento matrimonial, y de su
necesidad para vivir el amor de la pareja. Todas estas prácticas de una u otra manera son
rechazos y ofensas al matrimonio cristiano.

129
Cf. ibíd., 426.
130
Cf. ibíd. “Su condición de vida está, por tanto, en oposición al Evangelio, en abierta contradicción con el
mandato de Cristo: “si la comunidad cristiana vive en profundidad las exigencias de la fe, no puede dejar de
considerar el divorcio y el matrimonio civil como gravemente opuesto a las indicaciones del Evangelio y, por
tanto, como una profanación de la Iglesia esposa fiel de Cristo. Desde estos planteamientos hay que entender
las disposiciones eclesiales en torno a la participación de los cristianos divorciados y casados de nuevo en la
vida eclesial”. Ibíd.
CAPÍTULO III:

PROPUESTA DEL MAGISTERIO RECIENTE SOBRE LA


SEXUALIDAD HUMANA Y EL MATRIMONIO
59

Capítulo III: Propuesta del Magisterio reciente sobre sexualidad humana y el


matrimonio
En este capítulo queremos abordar una de las dimensiones de la vivencia de la
sexualidad: el matrimonio como camino de santificación de la pareja. Con este enfoque no
menoscabamos la virginidad ni el celibato como vías dignas para vivir una íntegra y sana
sexualidad. Pero, en este esfuerzo investigativo, haremos énfasis en la realidad concreta del
matrimonio.

El Magisterio de la Iglesia ha ofrecido pronunciamientos constantes normativos


sobre la sana vivencia de la sexualidad en el ámbito genital, enmarcando siempre esta
práctica en el altar del lecho matrimonial, salvando su aspecto unitivo y procreativo,
además de su contundente carácter indisoluble.

Las consideraciones magisteriales han ido evolucionando para bien y mejor


comprensión del matrimonio. Un punto a destacar es lo que propone el Concilio Vaticano
II, donde se rescata el goce de los cónyuges en el acto genital, librándolo del prejuicio de
pecaminoso y denigrante. El aspecto unitivo, es enriquecido con las manifestaciones de
caricias y afecto que los esposos se brindan, aun cuando ese acto no tenga, sin maldad
alguna de la pareja, como resultado la generación de una nueva vida.

3.1 Perspectiva religiosa de la sexualidad y del matrimonio

En este acápite se ha de partir del hecho de que el sexo, la unión de la pareja, el


matrimonio y la familia son realidades que tienen en la historia de la cultura un significado
profundamente religioso. Del mismo modo, “a través de estas realidades el hombre percibe
la presencia de algo que le trasciende y que le relaciona con el orden sobrenatural y
religioso”131.

Es por tal motivo, que para llegar al conocimiento íntimo del ser humano, de su
conciencia y su libertad hay que mirarlo desde la dimensión religiosa. De ahí la fuerza que
adquiera la sacramentalidad del matrimonio, por la condición religiosa del hombre, que da
fe y crédito a la acción de Dios en su historia, en su elección.

131
G. FLÓREZ, Matrimonio y familia, 69.
60

Cabe mencionar, que desde los inicios de la humanidad el ser humano ha intentado
explicar los misterios que le rodean, con su marcada mentalidad politeísta y sus
consideraciones de los dioses con apariencia humana, dando lugar asimismo a ideas sobre
el amor y el matrimonio de forma mágica, mítica y cósmica. De tal manera, que todo lo que
le envuelve y no puede explicar totalmente lo remite a fuerzas sobrenaturales. Entendiendo
que los dioses también son movidos por el amor y las pasiones al igual que los humanos132.

Se ha de destacar también el carácter misterioso y seductor del amor heterosexual. Y


la vinculación profunda que trae consigo el matrimonio como unión entre la pareja que se
siente atraída por el amor y quiere constituir un hogar y una familia. En la cultural antigua
el matrimonio goza de un carácter sagrado, este a su vez está asociado intrínsecamente al
solar y a la vivienda los cuales gozan del cuidado de las divinidades.

Por otro lado, la religión hebrea tiene una concepción distinta de Dios y su relación
con los hombres. Dios como autor de todas las cosas, en los primeros dos capítulos del
Génesis se avista el amor y el matrimonio como obra de Dios, por medio de la cual la
pareja humana cumple una misión sagrada. De ahí que la unión del hombre y la mujer
formen parte del orden de la creación, inserta por Dios en la misma naturaleza humana,
para perfeccionar la misma pareja y multiplicar la familia humana133.

En el mismo tenor, “la tradición cristiana considera el matrimonio un estado de vida


querido por Dios y destinado a perfeccionar y santificar los esposos, tanto en sus relaciones
conyugales como en el cumplimiento de los deberes familiares”134. Un don ofrecido por
Dios, para el bien de la pareja y que contribuye a la mejora de la comunidad social y
religiosa.

De igual modo, el hombre nunca ha sido indiferente al devenir de la historia, mucho


menos en lo referente a su propia sexualidad. Ya que en ésta, tanto varón como mujer,
descubren la llamada irrevocable a una comunión de vida. Y al mismo tiempo, se revelan
necesitados el uno del otro –el hombre de la mujer, y la mujer del hombre–.

132
Cf. ibíd., 70-71.
133
Cf. ibíd., 74.
134
Ibíd., 82.
61

En suma, esta realidad del matrimonio encuentra en el monoteísmo hebreo una óptica
religiosa nueva, que difiere de las presentadas de manera borrosa por el politeísmo mágico
y mítico. Pues ahora entre Dios y el hombre no hay mediadores. Dios eleva la dignidad del
hombre y de la mujer a condiciones semejantes, por ser ambos imagen suya. A la vez, son
invitados por él a formar una sola carne, un solo ser, sin dejar de lado, la voluntad y libertad
que el mismo Dios le da para aceptarle o rechazarle, para obrar según su querer o contrario
a él135.

3.2 El matrimonio y la sexualidad en la teología actual

Este recorrido tendrá su punto de partida en el Concilio Vaticano II, como cambio de
paradigma. No obstante haremos mención de la importantísima carta encíclica Casti
connubii del papa Pío XI, de 1930. En ésta carta, el pontífice subraya la importancia y el
valor de los elementos constitutivos del matrimonio y corrige las prácticas que estaban
surgiendo y reafirmándose con el pronunciamiento de los prelados anglicanos de la
conferencia de Lambeth, quienes aceptaban el uso de métodos anticonceptivos.

Esta carta encíclica se muestra en desacuerdo con la inmoralidad rapante en la


vivencia de la sexualidad, pues, esta atentaba contra la santidad y bondad del matrimonio.
Para el papa Pío XI, la fidelidad recíproca de los esposos, el cariño mutuo y la educación
cristiana de los hijos representaban los deberes primarios en el matrimonio. El santo Padre
además, reivindica la naturaleza divina del matrimonio y su dignidad sacramental.

Una de las consideraciones más importantes desarrolladas en el Magisterio reciente


de la Iglesia es la procreación responsable. Desafiados continuamente por el acelerado
avance técnico y científico en la materia. Donde el hombre juega a ser dios.

La difusión agresiva y universal de la contracepción y las prácticas onanistas136, han


sido las grandes responsables de un decrecimiento en la población, por la disminución de
los nacimientos. Asimismo se debe ubicar dos momentos fuertes donde se ve con mayor
claridad estos efectos en el siglo XIX, en el que se observa un bajo crecimiento poblacional

135
Cf. ibíd., 85.
136
Se dice de la práctica sexual, donde el varón al momento de la eyaculación derrama el semen fuera del
conducto vaginal.
62

por el onanismo; en los años sesenta a los ochenta del siglo XX generalización de la
contracepción, por motivos de la revolución sexual137.

En este terreno tan vertiginoso es donde opera la propuesta magisterial sobre su


doctrina, el depositum fidei recibido y transmitido de generación en generación. Rescatar el
valor sagrado de la vida, sigue siendo un imperativo categórico de la Iglesia, ante una
sociedad global, industrializada y tecnológica. A razón, de que los métodos han cambiado
al igual que la conciencia de pecado y de mal en el diario vivir del fiel creyente.

El Magisterio reciente de la Iglesia es constante en sus pronunciamientos y se


mantiene inamovible en lo esencial. Desde el giro sustancial no definitivo del Concilio
Vaticano II hasta la fecha, se vienen cultivando grandes reflexiones y avances para la
orientación y mejor vivencia de la sexualidad y la vida matrimonial.

Por momentos se llegó a creer que –por la tensión rigorista existente en la tradición
cristiana, donde la sexualidad y el placer que le acompaña está bajo sospecha– la enseñanza
teológica propuesta a mediados del siglo XX iba a aceptar como legítimo los medios
anticonceptivos138.

Se encuentra por vez primera, en el Concilio Vaticano II, la definición del


matrimonio como una “comunidad perfecta de vida y amor” (GS 48, 1) salvándolo de la
común reducción de contrato, que crea deberes y derechos entre los esposos. No se avista
una clara distinción entre la jerarquía de los fines. Sin embargo, siguiendo este texto
fundamental, se puede afirmar que el matrimonio nace de la elección de dos voluntades. La
unión carnal que “significa y favorece el don recíproco de los esposos” (GS 49, 2)
manifiesta y enriquece el amor natural de ambos. Con esta complementariedad física se

137
Cf. G. BEDOUELLE, La Iglesia y la sexualidad, 89-90. Delimitada por dos símbolos –la píldora
anticonceptiva y el virus del sida–, la revolución sexual se presenta como la culminación normal e inevitable
de todo un haz de fuerzas convergentes: progreso en biología y en medicina, demografía en crecimiento unida
a un fuerte descenso de la mortalidad infantil, urbanización de la sociedad, revoluciones culturales que afectan
el papel de la mujer y del niño, una nueva visión del cuerpo y de la sexualidad…Todo concurre a que la
contraconcepción se convierta en una práctica absolutamente admitida y generalizada en las sociedades
occidentales, incluso en las viejas tierras de cristiandad.
138
Cf. ibíd., 90.
63

busca el bien de la persona en su totalidad y se realiza, al mismo tiempo, los dos fines
intrínsecos de la sexualidad: el amor y la procreación139.

Veamos con mayor detalle las propuestas del Concilio Vaticano II y el Magisterio
papal reciente en torno a estos temas tan vitales que enmarcan toda la persona y se ubican
en el centro del desarrollo de la humanidad. Pues, sin una sana comprensión de la
sexualidad y la vivencia matrimonial los hombres están condenados al fracaso. En este
recorrido no se agotan todos los planteamientos del Magisterio, solo citamos algunos como
pie de nuestra reflexión.

3.2. 1 Innovación del Concilio Vaticano II

Se puede apreciar en la constitución pastoral Gaudium et spes el salto cualitativo de


una consideración puramente contractual a un plano más profundo como alianza, como
comunidad de vida y amor. También se revisa el tema de la procreación que fue tenido
desde el siglo XVI como fin primario en el matrimonio, donde peligraba y se reducía el
marco de la riqueza de la vivencia sexual de los esposos. Teniendo como malo y
despreciable el goce sexual, donde un acto de relación genital trae como resultado un niño,
que saliéndose de esa tónica se incurría en pecado. Esa visión es heredera del pensamiento
agustiniano.

El Concilio no ve como vicio o malo la satisfacción sexual de los esposos. Más bien,
trae consigo una evolución y una mayor claridad en la visión del matrimonio concibiendo
este como “comunidad de vida conyugal y amor procreador” (n. 50). Aquí, como
comunidad de vida se salva el bien de los esposos, la mutua ayuda, la comprensión y el
amor que se convierte en un acto fecundo. Se consideran los actos sexuales en sí mismos
como buenos y dignos, favoreciendo estos mismos el encuentro recíproco (n. 49).

Los aportes que nos ofrece el Concilio Vaticano II en su constitución pastoral


Gaudium et spes sobre la realidad del matrimonio los encontramos en los numerales 47-52.
Presentando el siguiente esquema: Matrimonio y familia en el mundo de hoy (n. 47);
santidad del matrimonio y de la familia (n. 48); el amor conyugal (n. 49); la fecundidad en

139
Cf. ibíd.
64

el matrimonio (n. 50); concordancia del amor humano y el respeto a la vida (n. 51);
esfuerzos de todos por el bien del matrimonio y de la familia (n. 52).

En el numeral 47 de la GS se hace un cuadro diagnóstico de la realidad que en su


momento cercaba la comunidad conyugal y familiar. Donde se resalta marcadamente los
elementos que oscurecen la dignidad del matrimonio, tales como: la poligamia, el divorcio,
el amor libre, entre otras deformaciones similares. Igualmente, esta institución sagrada “se
ve profanada frecuentemente por el egoísmo, el hedonismo y las prácticas ilícitas contra la
generación”140. No es ajeno a este análisis, la realidad económica, demográfica y política,
ni los cambios culturales de la época. Ya que, la vivencia conyugal y familiar se ven
condicionadas por los contratiempos y dificultades provocados por estas variantes externas.
So pena de todas estas calamidades, el santo Concilio resalta la figura del matrimonio y su
auténtica personalidad, como natural y sagrada.

En el numeral 48 se destacan dos elementos vitales en el consorcio de vida de los


esposos, la naturaleza de este como comunidad de vida y amor creado por Dios y regida por
sus leyes; y la alianza de los cónyuges producida por su mutuo consentimiento. Este
vínculo aunque personal también encierra un comportamiento social, pues serán en medio
de la comunidad testigos sacramentales de una vida nueva. Marcados con un sello de
pertenencia el uno del otro y ambos de Dios141.

Por su índole natural, la institución del matrimonio y el amor conyugal están


ordenados por sí mismos a la procreación y a la educación de la prole, con las que se ciñen
como con su corona propia142. Para poder hacer efectiva esta comunión de vida y amor, ha
de ser una entrega plena, fiel e indisoluble. Así, quedará blindado su amor de los peligros
que le asechan y al mismo tiempo, podrán educar establemente a los hijos en el hogar.

140
CONCILIO VATICANO II, GS 47.
141
El matrimonio no depende de la decisión humana. Pues, es el mismo Dios su autor, al cual ha dotado con
bienes y fines varios, todo lo cual es de suma importancia para la continuación del género humano, para el
provecho personal de cada miembro de la familia y su suerte eterna, para la dignidad, estabilidad, paz y
prosperidad de la misma familia y de toda la sociedad humana. Esta misma idea fue expuesta aun en pañales o
menos elaborada por el Papa Pío XI en la Encíclica Casti connubii escribe: "El matrimonio no fue instituido
[...] por obra de los hombres, sino por obra de Dios, no fue protegido, confirmado ni elevado con leyes
humanas, sino con leyes del mismo Dios, autor de la naturaleza” (CC,3).
142
Cf. CONCILIO VATICANO II, GS 48.
65

Por medio del sacramento del matrimonio Cristo permanece con los esposos, para
que con su mutua entrega, se amen con perpetua fidelidad como Él mismo “amó a la
Iglesia y se entregó por ella” (Ef 5, 25)143. Son ayudados por esa misma gracia para
conducirse eficazmente a Dios y fortalecerles en la sublimemente misión de la paternidad y
la maternidad.

El matrimonio con un amor único abarca el bien de toda la persona, por tal razón, es
capaz de enriquecer con una dignidad especial las expresiones del cuerpo y del espíritu y de
ennoblecerlas como elementos y señales específicas de la amistad conyugal. Pues Dios
mismo se ha dignado curar ese amor, perfeccionándolo y elevándolo por la gracia y la
caridad. Este amor une lo humano y lo divino a la vez y conduce a los esposos a una
entrega generosa de sí mismos, con manifestaciones bien concretas de sentimientos y actos
de ternura y afecto, liberándose así del mero egoísmo erótico144.

Este amor se expresa y perfecciona singularmente con la acción propia del


matrimonio. Por ello los actos con los que los esposos se unen íntima y castamente
entre sí son honestos y dignos, y, ejecutados de manera verdaderamente humana,
significan y favorecen el don recíproco, con el que se enriquecen mutuamente en un
clima de gozosa gratitud. Este amor, ratificado por la mutua fidelidad y, sobre todo,
por el sacramento de Cristo, es indisolublemente fiel, en cuerpo y mente, en la
prosperidad y en la adversidad, y, por tanto, queda excluido de él todo adulterio y
divorcio145.

En este numeral de la constitución pastoral GS se intenta resaltar el valor


sacramental del amor en el matrimonio, que a su vez requiere de unos compromisos
concretos que no atenten contra la estabilidad del matrimonio, como son: el adulterio y el
divorcio. La antropología del matrimonio hace eco del amor de Dios cuando los esposos
castamente se entregan, se donan. Y para cuidarse de los peligros que atentan contra su
unión, tienen que auxiliarse de la oración continua.

143
Cf. ibíd.
144
Cf. ibíd., 49.
145
Ibíd., 49.
66

También se resalta la finalidad concreta afirmada a través de los años por la Iglesia
sobre el matrimonio, diciendo que “el matrimonio y el amor conyugal están ordenados por
su propia naturaleza a la procreación y educación de la prole. Los hijos son, sin duda, el
don más excelente del matrimonio y contribuyen sobremanera al bien de los propios
padres”146. Dios por medio de los esposos aumenta y enriquece diariamente a su propia
familia.

En el deber de transmitir la vida humana y de educarla, lo cual hay que considerar


como su propia misión, los cónyuges saben que son cooperadores del amor de Dios
Creador y como sus intérpretes. Escapando de toda forma de egoísmo que le impida
aceptar de manera consciente y responsable los hijos que Dios le conceda. Aquí como
colaboradores de Dios, en su acto creador continuo, los esposos deben observar las leyes
divinas que muestran el sentido pleno del amor conyugal y a la vez lo protege y lo impulsa
a su perfección147.

Es por tal razón que se debe resaltar, que el matrimonio no ha sido instituido
solamente para la procreación, sino que “la propia naturaleza del vínculo indisoluble entre
las personas y el bien de la prole requieren que también el amor mutuo de los esposos
mismos se manifieste, progrese y vaya madurando ordenadamente”148. Es aquí donde se
justifica el hecho de que aunque en la pareja por alguna situación no deseada falten los
hijos (no se dé la procreación), permanece con la misma fuerza el matrimonio, como
intimidad y comunión total de vida y conserva su valor e indisolubilidad.

Este santo Concilio mira con clarividencia una necesidad pastoral urgente en torno a
la paternidad responsable y la armoniosa comunión de vida entre los esposos. Se aprecia
que ellos, en los vaivenes de la vida sufren circunstancias particulares que les
imposibilitan, por el momento, aumentar el número de hijos. A la vez, se le hace imperante
el cultivo del amor fiel y la plena intimidad de vida que padecen los mismos efectos para
mantenerse. El distanciamiento o la interrupción de la intimidad conyugal, trae el peligro de
la infidelidad y, como tal, compromete la estabilidad y el bien de los hijos.

146
Ibíd., 50.
147
Cf. ibíd.
148
Ibíd.
67

En el numeral 51 la Constitución pastoral GS, se pronuncia tajantemente en contra


de toda forma de muerte al fruto de las entrañas. Ni aborto ni infanticidio son aceptables
ante los ojos de Dios. Mas, ha “confiado a los hombres la insigne misión de conservar la
vida, misión que ha de llevarse a cabo de modo digno del hombre. Por tanto, la vida desde
su concepción ha de ser salvaguardada con el máximo cuidado; el aborto y el infanticidio
son crímenes abominables”149. Asimismo, orienta a que se respete la dignidad humana, y
cumplir cabalmente su misión transmitir la vida responsablemente y a cultivar la castidad
conyugal, veamos:

La índole sexual del hombre y la facultad generativa humana superan


admirablemente lo que de esto existe en los grados inferiores de vida; por tanto, los
mismos actos propios de la vida conyugal, ordenados según la genuina dignidad
humana, deben ser respetados con gran reverencia. Cuando se trata, pues, de
conjugar el amor conyugal con la responsable transmisión de la vida, la índole
moral de la conducta no depende solamente de la sincera intención y apreciación
de los motivos, sino que debe determinarse con criterios objetivos tomados de la
naturaleza de la persona y de sus actos, criterios que mantienen íntegro el sentido
de la mutua entrega y de la humana procreación, entretejidos con el amor
verdadero; esto es imposible sin cultivar sinceramente la virtud de la castidad
conyugal150.

El santo Concilio hace un llamado a evitar toda forma deshonesta de control de la


natalidad. Aquí queda el sustrato de su no aceptación a los métodos anticonceptivos. Y la
invitación clara a una entrega generosa y total, buscando en los medios naturales la forma
adecuada de distanciar los nacimientos, sin que se pierda la sustancial donación del uno al
otro en el acto conyugal.

El numeral 52 invita a los cónyuges a un clima de mutua ayuda, de benévola


comunicación y unión de propósitos para educar los hijos. Resalta la importancia de la
presencia de los progenitores en la vida de los hijos, como condición saludable para su
crecimiento y desarrollo tanto emocional e integral. Han de educarlos de tal manera que al

149
Ibíd., 51.
150
Ibíd.
68

llegar a la edad adulta puedan con plena responsabilidad seguir su propia vocación y
escoger un estado de vida151.

3.2.2 El Papa Pablo VI

Dentro de las características más particulares del Magisterio de la Iglesia están: dar
continuidad, confirmar e iluminar la doctrina. Es por ello que el papa Pablo VI se expresa
según la categoría de la vocación a la santidad, expuesta anteriormente en el Concilio
Vaticano II en la Constitución dogmática Lumem Gentium 11. Vocación a la santidad
conyugal, que amerita de la pareja una seria respuesta desde el mismo momento del mutuo
consentimiento. Blindado por la gracia efusiva del sacramento, los esposos son llamados
por todos los medios a ser perfectos, santos, como su Padre del cielo es Santo. Jesucristo
con entrega generosa ha garantizado la santificación de los que se unen en eterno amor en
el matrimonio.

El santo Padre plantea que esa santificación conyugal ha de conquistarse en la


realidad concreta de la pareja viviendo el amor. Por tal razón, amor y vida deben estar
entrelazadas, jamás divorciadas, las acciones deben compaginar con los sentimientos. En la
pareja se da de forma singular en la aceptación amorosa de la doble finalidad del
matrimonio: unitivo y procreativo.

En la carta encíclica Populorum progressio se plante que la familia natural,


monógama y estable, tal como los designios divinos la han concebido (cf. Mt 19, 6) y que
el cristianismo ha santificado, debe permanecer como «punto en el que coinciden distintas
generaciones que se ayudan mutuamente a lograr una más completa sabiduría y armonizar
los derechos de las personas con las demás exigencias de la vida social»152. Este
planteamiento del Papa es una motivación a que, como iglesia doméstica, la familia, de
forma concreta los esposos, con conciencia limpia y objetiva se percaten de la realidad
concreta del avance acelerado de la población y no tanto así los recursos disponibles.

151
“Y si éste es el matrimonio, puedan fundar una familia propia en condiciones morales, sociales y
económicas adecuadas. Es propio de los padres o de los tutores guiar a los jóvenes con prudentes consejos,
que ellos deben oír con gusto, al tratar de fundar una familia, evitando, sin embargo, toda coacción directa o
indirecta que les lleve a casarse o a elegir determinada persona”. (Ibíd., 52).
152
PABLO VI, Populorum progressio, Sobre la necesidad de promover el desarrollo de los pueblos (26-03-
1967) 36. De aquí en adelante PP.
69

Al mismo tiempo, resalta la tentación de frenar el crecimiento demográfico con


medidas radicales, con las que la Iglesia no comulga. Aunque reconozca la intervención de
políticas estatales, que no afecten ni violente la dignidad de la persona. Porque todo ser
humano tiene derecho al matrimonio y a la procreación, solo los esposos tienen a su haber
la decisión de, a conciencia, decidir el número de hijos que puedan tener y educar
dignamente. Los poderes públicos deben ofrecer una adecuada información y algunas
medidas sociales y políticas que no afecten la ley moral ni la libertad de la pareja153.

El papa Pablo VI haciendo eco de lo planteado en la Constitución pastoral Gaudium


et spes del Concilio Vaticano II, en su numeral 52, afirma que la persona humana no puede
ser privada de su derecho al matrimonio y a la procreación. Es a los padres a quienes toca
decidir, con pleno conocimiento de causa y en el ejercicio de su responsabilidad, el número
de hijos. Tal decisión depende de su conciencia, instruida por la ley de Dios auténticamente
interpretada y sostenida por la confianza en Él154.

El magisterio del papa Pablo VI se vio envuelto en los controversiales


planteamientos de la carta encíclica Humanae vitae del 25 de julio de 1968. Debido a la
reciente revolución sexual, la creación de la píldora anticonceptiva y la libertad exacerbada
de la juventud en el plano sexo-genital, hacían contrapeso a la doctrina tajante que se
pronunció en ese documento.

No obstante, el valor inconmensurable de esta carta encíclica se ha mantenido en el


tiempo. La Iglesia es la gran defensora de la vida. Y se levanta constantemente a favor de
los que no tienen voz, de los no nacidos. Además, en su rol de educadora de la conciencia
no se cansa de exhortar a vivir la integridad del amor conyugal, completo, fiel, único e
indisoluble.

Cabe mencionar que por su singularidad en algunos puntos puede catalogarse de


profética, pues con su reflexión personalista sobre el amor esponsal, enfocadas desde sus

153
Cf. PABLO VI, PP 37.
154
Ibíd.
70

características ontológicas, como humano y humanizador, total, fiel, exclusivo y


fecundo155. Estos planteamientos siguen siendo frescos y de una profundidad exquisita.

Dentro de ese plano de la fecundidad, la paternidad responsable se hace imperante


en el ejercicio del mismo amor conyugal. Y los esposos con una conciencia clara de su
misión deben colaborar con Dios en la generación de nuevas vidas, a las que puedan
garantizarles su justo sustento y educación. La encíclica se siente en la necesidad de
explicar el cuádruple sentido de la expresión «paternidad responsable»: 1) en un contexto
biológico, significa conocimiento y respeto de sus funciones; 2) con relación a las
tendencias instintivas, se evoca el dominio necesario que debe tener la voluntad sobre estas;
3) en relación con las condiciones fácticas de la familia, tal responsabilidad puede implicar
tanto la decisión de tener un nuevo hijo como la de evitarlo; y 4) con relación al orden
moral objetivo, la expresión evoca su respeto en cuanto orden establecido por Dios156.

El Papa insiste en que los esposos no son libres de actuar arbitrariamente en la


misión de transmitir la vida. Han de conformar su conducta a la intención creadora de Dios,
manifestada en la misma naturaleza del matrimonio y de sus actos157. El ejercicio
responsable de la paternidad exige, por tanto, que los cónyuges reconozcan plenamente sus
propios deberes para con Dios, para consigo mismos, para con la familia y la sociedad, en
un justo orden de valores. El matrimonio como sacramento al servicio de la comunidad
brinda un servicio a toda la comunidad cristiana, a la sociedad –como núcleo de la misma–,
pero con mayor responsabilidad brindan un servicio a Dios, como cocreadores.

El acto conyugal, por su íntima estructura, mientras une profundamente a los


esposos, los hace aptos para la generación de nuevas vidas, según las leyes

155
Cf. ID, Humanae vitae. Sobre la regulación de la natalidad (25-07-1968) 9. De aquí en adelante será citada
con las iniciales HV.
156
Cf. PABLO VI, HV 10. “En relación con los procesos biológicos, paternidad responsable significa
conocimiento y respeto de sus funciones; la inteligencia descubre, en el poder de dar la vida, leyes biológicas
que forman parte de la persona humana. En relación con las tendencias del instinto y de las pasiones, la
paternidad responsable comporta el dominio necesario que sobre aquellas han de ejercer la razón y la
voluntad. En relación con las condiciones físicas, económicas, psicológicas y sociales, la paternidad
responsable se pone en práctica ya sea con la deliberación ponderada y generosa de tener una familia
numerosa ya sea con la decisión, tomada por graves motivos y en el respeto de la ley moral, de evitar un
nuevo nacimiento durante algún tiempo o por tiempo indefinido. La paternidad responsable comporta sobre
todo una vinculación más profunda con el orden moral objetivo, establecido por Dios, cuyo fiel intérprete es
la recta conciencia” (Ibíd.).
157
Cf. ibíd.
71

inscritas en el ser mismo del hombre y de la mujer salvaguardando ambos aspectos


esenciales, unitivo y procreador, el acto conyugal conserva íntegro el sentido de
amor mutuo y verdadero y su ordenación a la altísima vocación del hombre a la
paternidad158.

La regulación de los nacimientos ha de hacerse conforme a comportamientos


naturales, donde las muestras de amor y sacrificio purifiquen y ayuden a la maduración de
la entrega de los esposos. Es por tal razón que el Papa se muestra contrario al aborto
directamente querido y procurado y la esterilización directa como medios lícitos para la
regulación de los nacimientos. Y agrega: «Queda además excluida toda acción que, o en
previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias
naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación»159.

Por otra parte, en ese mismo n. 14 se califica la limitación de nacimientos como


«intrínsecamente deshonesta». En el n. 15 se permite tal limitación por razones
terapéuticas. Este numeral será desarrollado más adelante al referirnos a los métodos
anticonceptivos. El n. 16 de la encíclica recuerda que, por serios motivos, es lícito tener en
cuenta los ritmos biológicos naturales para espaciar los nacimientos. La vivencia honesta de
la potencialidad creadora que la pareja comparte, ha de ser custodiada de toda maldad. No
se puede hacer el mal para procurar un bien, no es lícito ni justificable.

El papa Pablo VI defendió los valores cristianos del matrimonio con mucha altura, en
un momento tan difícil a nivel social y cultural, realzando la dignidad del amor conyugal y
proponiendo la sana doctrina del matrimonio y la vivencia de la sexualidad. Se mostró
contrario a la cultura de muerte y abanderado de la vida desde el mismo momento de su
concepción.

3.2.3 El Papa San Juan Pablo II

El magisterio papal de Juan Pablo II bebe de las aguas dulces del Concilio Vaticano
II y de los aportes significativos y proféticos del papa Pablo VI en su carta encíclica
Humanae vitae. En distintas ocasiones, el papa Juan Pablo II habló sobre el matrimonio y la

158
Ibíd., 12.
159
Ibíd., 14.
72

familia, destacando en ellas su valor sagrado y reafirmando la doctrina sana de la


convivencia conyugal.

Desde sus distintas aportaciones en lo referente a la antropología del matrimonio y la


sexualidad, se esfuerza por revalorizar la dignidad del cuerpo y la sacramentalidad del
matrimonio. En estos puntos claves se desarrolla el amor humano, que Dios mismo eleva
con su gracia.

En el génesis encontramos un referente sin igual para ubicar en su justa dimensión la


dignidad del hombre y su vocación específica: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y
semejanza» (Gn 1,26). De este misterio surge, por medio de la creación, el ser humano:
«Creó Dios al hombre a imagen suya: a imagen de Dios le creó; varón y mujer los creó»
(Gn 1, 27). Desde el principio la distinción de sexos ya apuntaba a una complementariedad,
al ser el hombre y la mujer iguales y distintos a la vez.

Asimismo el hombre y la mujer en el matrimonio se unen entre sí tan estrechamente


que vienen a ser «una sola carne» (Gn 2, 24). Aunque somáticamente diferentes por
constitución física como varón y mujer, participan de modo similar de la capacidad de vivir
«en la verdad y el amor». El ser humano cuenta a la vez con una dimensión espiritual y
corporal. Y es a través del cuerpo como el hombre y la mujer están predispuestos a formar
una «comunión de personas» en el matrimonio160.

El Papa, en la exhortación apostólica Familiaris consortio, se expresa sobre el


matrimonio como uno de los bienes más preciosos de la humanidad. El pontífice entiende
que tan solo con la aceptación del Evangelio se realiza de manera plena toda esperanza
puesta legítimamente en el matrimonio y en la familia, ya que estos son queridos por Dios
con la misma creación, y están internamente ordenados a realizarse en Cristo. Además,
estos tienen la necesidad de ser curados de las heridas del pecado y ser devueltos «a su
principio», es decir, al conocimiento pleno y a la realización integral del designio de Dios,
por la gracia santificante de Cristo161.

160
Cf. JUAN PABLO II, Carta Gratisimam sane. A las Familias (02-02-1994) 8.
161
Cf. JUAN PABLO II, FC 3.
73

Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza: llamándolo a la existencia


por amor, lo ha llamado al mismo tiempo al amor. Dios es amor y vive en sí mismo
un misterio de comunión personal de amor. Creándola a su imagen y conservándola
continuamente en el ser, Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la
vocación y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la
comunión. El amor es por tanto la vocación fundamental e innata de todo ser
humano162.

El gran misterio lo entraña el hecho de que el alma se exprese en el cuerpo informado


por un espíritu inmortal. Y es aquí, en esa totalidad unificada, donde el hombre está
llamado al amor. Un amor que abarca también el cuerpo humano y ese cuerpo se hace
partícipe del amor espiritual163.

La vocación de la persona al amor, como imagen clara de Dios, se concretiza de


manera integral en la Revelación cristiana de dos modos específicos: el Matrimonio y la
Virginidad. Ambas formas, de modo particular, representan a su estilo la realización de la
verdad más profunda del hombre164.

El santo Padre reconoce que la sexualidad no se reduce a lo meramente biológico,


sino que afecta toda la persona en cuanto tal. Y que se realiza de modo verdaderamente
humano, cuando el amor del hombre y la mujer es comprometido hasta la muerte. Para que
sea una donación total el acto genital debe estar abierto a la voluntad de Dios, abierto a la
vida. Si existe algún sesgo en vista al futuro, de modo intencional, la donación no será
plena165.

Esa donación total del amor conyugal requiere de una procreación responsable.
Garantías de que ese nuevo ser que nazca encuentre un hogar estable que le reciba con
amor y le ayude a crecer y desarrollarse en la vida. El papel de los padres es vital, que con
su amor mutuo y sus valores personales aporten el ambiente ideal a sus hijos. “El único
«lugar» que hace posible esta donación total es el matrimonio, es decir, el pacto de amor

162
Ibíd., 11.
163
Cf. ibíd.
164
Cf. ibíd.
165
Cf. ibíd.
74

conyugal o elección consciente y libre, con la que el hombre y la mujer aceptan la


comunidad íntima de vida y amor, querida por Dios mismo”166.

La institución matrimonial es una “exigencia interior del pacto de amor conyugal


que se confirma públicamente como único y exclusivo, para que sea vivida así la plena
fidelidad al designio de Dios Creador”167. Esta fidelidad, enriquece la libertad de la persona
y la hace partícipe de la Sabiduría creadora.

El papa Juan Pablo II propone la práctica de la castidad conyugal, que le permita


madurar en el conocimiento mutuo y en el amor. Además, de comportarse como ministros
del designio de Dios, mediante su sexualidad, con su donación total. Es por lo que la pareja
debe observar el recurso de los períodos de infecundidad, para que se respete la conexión
inseparable de los significados unitivo y procreador de la sexualidad humana168.

3.2.4 El Papa Benedicto XVI

El papa Benedicto XVI sigue la misma línea de su predecesor en el papado, Juan


Pablo II, en lo referente al matrimonio y la familia. Haciendo las veces de defensor insigne
de esta realidad de vida propuesta y querida por Dios. Para el santo Padre, el matrimonio
cristiano constituye, para la persona humana, el lugar natural dentro del cual se lleva a cabo
la inserción en la familia de la Iglesia.

El romano Pontífice en su Discurso al Instituto «Juan Pablo II» para Estudios sobre
el Matrimonio y la Familia, del 11 de mayo de 2006, expuso que: «la comunidad de vida y
de amor, que es el matrimonio, se conforma de este modo como un auténtico bien para la
sociedad […] Sólo la roca del amor total e irrevocable entre el hombre y la mujer es capaz
de fundamentar la construcción de una sociedad que se convierta en una casa para todos los

166
Ibíd.
167
Ibíd.
168
Cf. ibíd., 32. “Cuando los esposos, mediante el recurso al anticoncepcionismo, separan estos dos
significados que Dios Creador ha inscrito en el ser del hombre y de la mujer y en el dinamismo de su
comunión sexual, se comportan como «árbitros» del designio divino y «manipulan» y envilecen la sexualidad
humana, y con ella la propia persona del cónyuge, alterando su valor de donación «total». Así, al lenguaje
natural que expresa la recíproca donación total de los esposos, el anticoncepcionismo impone un lenguaje
objetivamente contradictorio, es decir, el de no darse al otro totalmente: se produce, no sólo el rechazo
positivo de la apertura a la vida, sino también una falsificación de la verdad interior del amor conyugal,
llamado a entregarse en plenitud personal”. (Ibíd., 32).
75

hombres»169. Asimismo «el amor y la entrega total de los esposos, con sus notas peculiares
de exclusividad, fidelidad, permanencia en el tiempo y apertura a la vida es el pilar de esta
comunidad de vida y amor que es el matrimonio»170.

El papa Benedicto XVI en su carta encíclica Deus caritas est expone el vasto campo
semántico de la palabra «amor»:

Se habla de amor a la patria, de amor por la profesión o el trabajo, de amor


entre amigos, entre padres e hijos, entre hermanos y familiares, del amor al
prójimo y del amor a Dios. Sin embargo, en toda esta multiplicidad de significados
destaca, como arquetipo por excelencia, el amor entre el hombre y la mujer, en el
cual intervienen inseparablemente el cuerpo y el alma, y en el que se le abre al ser
humano una promesa de felicidad que parece irresistible, en comparación del cual
palidecen, a primera vista, todos los demás tipos de amor171.

El énfasis puesto en el amor entre el hombre y la mujer representa un


reconocimiento de la bondad de Dios para con los matrimonios, que participan del concurso
de sus propios cuerpos y de sus sentimientos. En ese mismo orden, se puede decir que la
diferencia sexual del hombre y de la mujer «expresa esa forma del amor con el que el
hombre y la mujer se convierten en una sola carne, pueden realizar una auténtica comunión
de personas abierta a la transmisión de la vida y cooperan de este modo con Dios en la
procreación de nuevos seres humanos»172.

Para entender con hondura el amor, se debe despojar toda clase de egoísmo
infecundo, pues, «el amor es ocuparse del otro y preocuparse por el otro. Ya no se busca a
sí mismo, sumirse en la embriaguez de la felicidad, sino que ansía más bien el bien del
amado: se convierte en renuncia, está dispuesto al sacrificio, más aún, lo busca»173.

169
BENEDICTO XVI, “Discurso al Instituto «Juan Pablo II» para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia”:
ECCLESIA, 3.316 (11-05-2006).
170
ID, “Discurso a los presidentes de las Comisiones Episcopales para la Familia y la Vida de América
Latina”: ECCLESIA 3.291/2 (4-12-2005).
171
BENEDICTO XVI, Deus catitas est. Carta encíclica sobre el amor cristiano (25-12-2005) 2.
172
ID, “Discurso al Instituto «Juan Pablo II» para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia”.
173
ID, Deus catitas est, 6.
76

El progreso del amor hacia sus más altos niveles y su más íntima pureza depende de
su aspiración a lo perentorio, a lo irreversible. Además, de tener como balanza la
exclusividad, con una sola persona; y el sentido del para toda la vida. Porque el amor lo
toca todo, incluso el tiempo y tiende a lo infinito, a lo eterno, tiende a Dios mismo174.

El Papa hace referencia a la misma preocupación que en su momento tuvo Pablo VI


expuesta en su carta encíclica Populorum progressio sobre el vertiginoso crecimiento
demográfico, tomando como parámetro las siguientes consideraciones: la baja tasa de
mortalidad infantil en los países desarrollados y en otras naciones una preocupante
disminución de la natalidad. Y es ahí donde se hace de vital importancia una paternidad
responsable, que es de igual modo una contribución al desarrollo humano integral175.

En orden a la sexualidad el Papa exhorta a que se respeten los valores humanos en


el ejercicio de la sexualidad, por tanto ésta no puede ser reducida a mero placer y juego, ya
que la sexualidad debe ser reconocida y asumida con responsabilidad por la persona y el
sistema social como forma particular de ser y expresarse a los demás.

El papa señala que la apertura moralmente responsable a la vida es una riqueza


social y económica. Pues gracias a esa apertura a la vida grandes pueblos han podido salir
de la miseria. Pero, la disminución de los nacimientos, a veces por debajo del llamado
«índice de reemplazo generacional», pone en crisis incluso a los sistemas de asistencia
social, aumenta los costes, merma la reserva del ahorro y, consiguientemente, los recursos
financieros necesarios para las inversiones, reduce la disponibilidad de trabajadores
cualificados y disminuye la reserva de «cerebros» a los que recurrir para las necesidades de
la nación176.

3.3.5 El Papa Francisco

El papa Francisco continúa la preocupante tarea de animar las familias y brindar


esperanza. Sigue los postulados de sus antiguos predecesores. Después de concluido el

174
Cf. ibíd.
175
Cf. BENEDICTO XVI, Carta Encíclica Caritas in veritate. Sobre el Desarrollo Humano Integral en la
Caridad y en la Verdad (29-06-2009) 44.
176
Cf. ibíd.
77

sínodo de los obispos sobre la familia, sale el fruto maduro de esas conclusiones: la
Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris laetitia, sobre el amor en la familia.

El Papa afirma, que “con frecuencia presentamos el matrimonio de tal manera que su
fin unitivo, el llamado a crecer en el amor y el ideal de ayuda mutua, quedó opacado por un
acento casi excluyente en el deber de la procreación”177. Esta visión es herencia de la
misma tradición que coartaba sobre el tema, relegando la parte unitiva estrictamente a la
procreativa sin dejar abierta la riqueza del crecimiento en el conocimiento y el amor mutuo
de los esposos.

La visión que tiene sobre el matrimonio-sacramento es muy fresca, aunque no nueva:

El sacramento es un don para la santificación y la salvación de los esposos,


porque «su recíproca pertenencia es representación real, mediante el signo
sacramental, de la misma relación de Cristo con la Iglesia. Los esposos son por
tanto el recuerdo permanente para la Iglesia de lo que acaeció en la cruz; son el
uno para el otro y para los hijos, testigos de la salvación, de la que el sacramento
les hace partícipes»178.

Asimismo ve el matrimonio como una vocación, en cuanto que es una respuesta al


llamado específico a vivir el amor conyugal como signo imperfecto del amor entre Cristo y
la Iglesia. Y es por esa razón que la decisión de casarse y de crear una familia debe ser
fruto de un discernimiento vocacional179. Para formar una comunidad de vida y amor, se ha
de profundizar en la voluntad de Dios en nuestra vida, para poder elegir y ser capaz de
entregar todo el ser a esa persona amada.

La unión sexual, vivida de modo humano y santificada por el sacramento, es a su


vez camino de crecimiento en la vida de la gracia para los esposos. Es el «misterio
nupcial». El valor de la unión de los cuerpos está expresado en las palabras del

177
FRANCISCO, Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia, sobre el amor en la familia. (19-03-
2016) 36. El matrimonio, además, es una amistad que incluye las notas propias de la pasión, pero orientada
siempre a una unión cada vez más firme e intensa. Porque «no ha sido instituido solamente para la
procreación» sino para que el amor mutuo «se manifieste, progrese y madure según un orden recto» (Ibíd.,
125).
178
Ibíd., 72.
179
Cf. ibíd.
78

consentimiento, donde se aceptaron y se entregaron el uno al otro para compartir


toda la vida. Esas palabras otorgan un significado a la sexualidad y la liberan de
cualquier ambigüedad180.

El consentimiento y la unión de sus cuerpos son los instrumentos de la acción divina


que los hace una sola carne181. Son bendecidos por Dios el hombre y la mujer que teniendo
la mira puesta en Él deciden consagrar sus vidas en el amor que los mueve a aceptarse tal y
como son. El matrimonio debe ser consumado, de modo que el concurso de los cuerpos
confirme el texto bíblico “serán una sola carne”.

Los hijos son frutos del amor de los esposos, brotan del mismo don recíproco, del
que es fruto y cumplimiento. Es que el matrimonio es una «íntima comunidad conyugal de
vida y amor», que constituye un bien para los mismos esposos, y la sexualidad «está
ordenada al amor conyugal del hombre y la mujer». En ese mismo orden el santo Padre
orienta las parejas que por algunas circunstancias no pueden tener hijos, «pueden llevar una
vida conyugal plena de sentido, humana y cristianamente»182.

El papa Francisco emplea bellamente el himno de san Pablo al amor. Y refiere este
amor como el evangelio del matrimonio y de la familia. Esta es la buena noticia del
matrimonio: el amor. El mismo sacramento está orientado a perfeccionar el amor conyugal.
Ese itinerario de la pareja de entrega recíproca y fidelidad, solo madura y se consolida en la
profundización del amor conyugal183.

Las características del amor verdadero recogidas por el papa Francisco, están
tomadas del himno al amor de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios en su
capítulo 13: «El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no hace alarde, no
es arrogante, no obra con dureza, no busca su propio interés, no se irrita, no lleva cuentas
del mal, no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo
cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1 Co 13,4-7).

180
Ibíd., 74.
181
Ibíd., 75.
182
Cf. ibíd., 80.
183
Cf. ibíd., 89.
79

El papa Francisco puntualiza que en el matrimonio conviene cuidar la alegría del


amor. Pues, cuando la búsqueda del placer es obsesiva, nos encierra en una sola cosa y nos
incapacita para encontrar otro tipo de satisfacciones. La alegría, en cambio, amplía la
capacidad de gozar y nos permite encontrar gusto en realidades variadas, aun en las etapas
de la vida donde el placer se apaga184.

3.3 Propuesta del Magisterio reciente de la Iglesia ante algunas prácticas

En este acápite veremos de forma breve algunos planteamientos del Magisterio


reciente de la Iglesia, sobre algunas realidades que van en contra del sano fin de la
sexualidad. Algunas llegando al grado de actos abominables. La propuesta del Magisterio
reciente a las relaciones prematrimoniales; a la homosexualidad; a la masturbación; el valor
de la continencia periódica; la anticoncepción y el aborto.

3.3.1 Las relaciones prematrimoniales

La Iglesia no saluda con alegría esta práctica, ya que en ella se desfigura el valor
sagrado del débito conyugal; además de acelerar unos procesos difíciles de revertir en vista
a la maduración del amor y la entrega. Por otro lado, contradice el mandato del Señor.
Veamos que dice la Familiaris consortio sobre esta realidad:

La Iglesia, por su parte, no puede admitir tal tipo de unión por motivos
ulteriores y originales derivados de la fe. En efecto, por una parte, el don del
cuerpo en la relación sexual es el símbolo real de la donación de toda la persona;
por lo demás, en la situación actual tal donación no puede realizarse con plena
verdad sin el concurso del amor de caridad dado por Cristo. Por otra parte, el
matrimonio entre dos bautizados es el símbolo real de la unión de Cristo con la
Iglesia, una unión no temporal o ad experimentum, sino fiel eternamente; por tanto,
entre dos bautizados no puede haber más que un matrimonio indisoluble (FC 80).

184
La alegría matrimonial, que puede vivirse aun en medio del dolor, implica aceptar que el matrimonio es
una necesaria combinación de gozos y de esfuerzos, de tensiones y de descanso, de sufrimientos y de
liberaciones, de satisfacciones y de búsquedas, de molestias y de placeres, siempre en el camino de la amistad,
que mueve a los esposos a cuidarse: «se prestan mutuamente ayuda y servicio» (Ibíd., 126).
80

Se peligra la bondad del matrimonio y relaja su entrega. La declaración “Persona


Humana” se muestra contestataria ante la corriente tolerancia social sobre las relaciones
prematrimoniales diciendo: «Esta opinión se opone a la doctrina cristiana, según la cual
debe mantenerse en el cuadro del matrimonio todo acto genital humano [...] La unión carnal
no puede ser legítima sino cuando se ha establecido una definitiva comunidad de vida entre
un hombre y una mujer»185.

En el numeral nueve de esta declaración se subraya el sentido íntegro de la entrega


personal y el valor sagrado de la sexualidad en la entrega conyugal: «El uso deliberado de
la facultad sexual fuera de las relaciones conyugales normales contradice esencialmente a
su finalidad, sea cual fuere el motivo que lo determine. Le falta, en efecto, la relación
sexual requerida por el orden moral; aquella relación que realiza el sentido íntegro de la
mutua entrega y de la procreación humana en el contexto de un amor verdadero. A esta
relación regular se le debe reservar toda actuación deliberada de la sexualidad»186.

3.3 2 La homosexualidad

Los actos sexuales tienen su valor si se ajustan a su finalidad. Es por esta razón, que
deben respetar el sentido integral de donación recíproca y de procreación humana en el
contexto de un amor verdadero, lo que no es posible más que en el matrimonio187. De ahí
que hay que decir que los actos homosexuales son “intrínsecamente desordenados”. La
violación directa del orden moral que entraña esos actos es “objetivamente grave”188.

Persona Humana insiste en que la homosexualidad como práctica es una grave


depravación, pero que esto «no permite concluir que aquellos que sufren esta anomalía sean
directamente responsables»189. El documento recuerda que hay que «juzgar con prudencia
la culpabilidad de las personas homosexuales», y que en todo pecado sexual «suele ocurrir
que no se da un pleno consentimiento, lo que invita a ser precavidos en el juicio de la

185
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, declaración Persona humana. Acerca de Ciertas Cuestiones
de Ética Sexual (29-12-1975) 7. De aquí en adelante esta declaración la referenciaremos con las iniciales:
PH.
186
Ibíd., 9.
187
Ibíd., 5.
188
Ibíd., 10.
189
Ibíd., 8.
81

responsabilidad del sujeto»190. Insiste en que las personas sean acogidas y ayudadas en su
vida.

En el 1983, la Congregación para le Educación Católica publicó un texto pastoral de


gran interés que lleva el título de Orientación educativa sobre el amor humano. Este
documento repite la enseñanza de la Iglesia sobre la diferencia sexual en un contexto muy
interesante: “La persona humana, por su íntima naturaleza, exige una relación de alteridad
que implica una reciprocidad de amor. Los sexos son complementarios: semejantes y
desemejantes a la vez; no idénticos pero iguales en su dignidad de personas; son iguales
para comprenderse, diferentes para entregarse recíprocamente” (n. 25).

Hemos sido creados para la alianza. Aquí queda aclarada la significación de la


relación hombre y mujer, destinados el uno para el otro. La búsqueda de esta
complementariedad, física, psicológica y espiritual, es un dato fundamental que la
homosexualidad es incapaz de asumir191.

La Iglesia ubica en su justa dimensión el acto y la tendencia, elementos que aclaran


de manera singular el juicio moral, ya que el acto es objetivamente malo, por apartarse
directamente del don de la vida y de la comunión estable que caracteriza la alianza
amorosa. La moral católica no puede hacer otra cosa que invitar a la abstinencia completa a
quienes se reconocen con una orientación afectiva permanente hacia una persona del mismo
sexo.

3.3.3 La masturbación

Al hablar de masturbación se podría emitir un juicio parcial del acto concreto,


enfocándose solo en lo externo, sin lograr comprender que los actos humanos permean la
personalidad, es decir su propia condición sexuada. Es por ello, que hay que situar la
inmoralidad de la masturbación en la naturaleza misma de la realidad sexuada del ser
humano y de su finalidad de donde deriva. A razón de que ésta hace referencia al vano uso
del sexo con el que se obstaculiza la integración de la sexualidad en la unidad de la persona.

190
Ibíd.
191
Cf. G. BEDOUELLE et al., La Iglesia y la sexualidad. Huellas históricas y miradas actuales, 192-193.
82

Además, esta supone una desviación del fin a ella señalado, cual es la relación hombre-
mujer en orden a la procreación192.

El Magisterio de la Iglesia Católica, sirviéndose de datos de la biología, de la


filosofía, y siguiendo la enseñanza de los teólogos, de acuerdo con una tradición constante,
como el sentido moral de los fieles, ha afirmado sin ninguna duda que la masturbación es
un acto intrínseca y gravemente desordenado. No corresponde a la normalidad del
comportamiento sexual ni para su justo fin. Ya que el uso deliberado de la facultad sexual
fuera de las relaciones conyugales normales se opone esencialmente a su finalidad, sea cual
fuere el motivo que lo determine. A razón de que le falta la relación sexual requerida por el
orden moral, esta que realiza el sentido íntegro de la mutua entrega y de la procreación
humana en el contexto de un amor verdadero. A esta relación correcta debe quedar
reservada toda actuación deliberada de la sexualidad193.

3.3.4 La continencia periódica

La diferencia sustancial entre la anticoncepción y la continencia periódica está en una


argumentación teológica que sigue la carta encíclica Humanae vitae, la cual sostiene que el
acto creador de Dios está en el origen de toda vida humana. Y es entendiendo que en cada
encuentro sexual de la pareja Dios mismo se manifiesta de manera trascendente para que se
dé la llegada de un nuevo ser humano. En esa cíclica potencialidad procreadora de la pareja
hay una apertura al Dios único, y esta apertura constituye el origen posible de una vida,
cuya fuente mana de la misma profundidad de Dios y de su acto creador194.

Se resalta la generosidad de los esposos de estar siempre abiertos a la presencia de


Dios creador, que forma parte de su entrega generosa a su voluntad en el acto genital. De
disponer de un acto natural y completo de mutua entrega, y si por alguna razón justificable,
tienen que distanciar los nacimientos de los hijos, han de abstenerse de las relaciones
sexuales en los tiempos fecundos. Con ella, los cónyuges manifiestan que reconocen esta
presencia de Dios Creador inherente a su sexualidad, aunque su deseo sea no tener un hijo.
Ya que al elegir los medios anticonceptivos, los esposos adoptan una postura que ignora

192
Cf. A. FERNÁNDEZ, Teología Moral II Moral de la persona y de la Familia, 539.
193
Cf. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, PH 9.
194
Cf. G. BEDOUELLE et al., La Iglesia y la sexualidad. Huellas históricas y miradas actuales, 97.
83

esta presencia especial de Dios como copartícipe. En cambio, en la misma elección de la


continencia periódica, los esposos manifiestan que no son ellos los dueños de la vida
humana, sino sólo los ministros de un designio establecido por el Creador195.

Cuando se desvincula el acto sexual del ser propio de la persona, remitiéndolo solo
a la dimensión biológica-natural, sin que afecte su dignidad, se tiene el gran riesgo de
desvirtuarse la comprensión objetiva del hombre: unión sustancial de alma y cuerpo. Por
tanto, todo lo que realiza el hombre en su cuerpo afecta su espíritu, ambas dimensiones se
sirven, la una a la otra, para desarrollar lo que le es propio a cada una.

3.3.5 La anticoncepción

La Iglesia se muestra en contra de la práctica anticonceptiva196, con razones sobradas


al ser ésta un rechazo a la vida. Un egoísmo malvado que contradice la voluntad de Dios y
el fin venerable del matrimonio. Estas prácticas se muestran en diversas formas, corriendo
paralelo a los avances técnicos.

El punto de ruptura más drástico se dio en los años 1960 a 1970 con la rápida
evolución de las costumbres sexuales, producto del profundo cambio relacionado con la
felicidad y la libertad. En pos de esta felicidad el hombre se ha constituido como garante y
responsable de su vida sexual, dejando a un lado las referencias tradicionales. Con esta
visión se da igualmente un giro en la visión que se tiene del cuerpo. Toda esta avalancha de
manifestaciones de libertad sexual es gracias a la eficacia de la píldora anticonceptiva del
doctor Pincus, en 1958, dando con ella a la mujer mayor control y dominio sobre las
facultades reproductoras de su cuerpo197.

En la encíclica Humanae vitae numeral 14 se presenta un glosario de las cosas que


hay que rechazar en el acto generador de una vida: hay que excluir igualmente, como el
Magisterio de la Iglesia ha declarado muchas veces, la esterilización directa, perpetua o
temporal, tanto del hombre como de la mujer; queda además excluida toda acción que, o en

195
Ibíd.
196
En este apartado se agrupa una serie de medios ilícitos, que cabe aplicar antes del acto conyugal, "en
previsión", como es el uso de medios físicos, el preservativo, esterilets, etc.; o durante "su realización", o sea,
el onanismo conyugal; también a lo largo "de su desarrollo", como es el uso de píldoras anticonceptivas no
abortivas, o la aplicación vaginal de sustancias espermicidas, etc. (A. FERNÁNDEZ, Teología Moral, 578).
197
Cf. G. BEDOUELLE et al., La Iglesia y la sexualidad. Huellas históricas y miradas actuales, 99.
84

previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias


naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación.

El Magisterio acepta algunos de estos métodos solo cuando el fin es puramente


terapéutico, por alguna enfermedad hormonal, no como fin concreto para impedir un
nacimiento198.

3.3.6 El aborto

La Iglesia condena la práctica del aborto199 como gran maldad a un inocente. Este
consiste en la interrupción directa del proceso generador ya iniciado, y sobre todo si es
directamente querido y procurado, aunque sea por razones terapéuticas. La Constitución
Gaudium et spes enseña que "la vida ya concebida ha de ser salvaguardada con extremos
cuidados; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables" (GS, 51).

Como la vida es un don invaluable, y si se pone tan gran atención al respeto de la de


todos, incluida la del reo y la del agresor injusto, el mandamiento «no matarás» tiene un
valor absoluto cuando se refiere a la persona inocente. Tanto más si se trata de un ser
humano débil e indefenso, que sólo en la fuerza absoluta del mandamiento de Dios
encuentra su defensa radical frente al arbitrio y a la prepotencia ajena. Y es que desde el
momento de la concepción hasta su muerte natural se ha de respetar la vida de ese ser.
Porque, la vida de cada ser humano es un regalo inmerecido de Dios200.

No es lícito ni como medio ni como fin privar a un inocente de la vida, ni como


medio para un fin bueno. Es una ofensa y desobediencia a Dios mismo, su autor y garante.

198
Cf. PABLO VI, HV 15.
199
Pero ninguna palabra puede cambiar la realidad de las cosas: el aborto procurado es la eliminación
deliberada y directa, como quiera que se realice, de un ser humano en la fase inicial de su existencia, que va
de la concepción al nacimiento. La gravedad moral del aborto procurado se manifiesta en toda su verdad si se
reconoce que se trata de un homicidio y, en particular, si se consideran las circunstancias específicas que lo
cualifican. Quien se elimina es un ser humano que comienza a vivir, es decir, lo más inocente en absoluto que
se pueda imaginar: ¡jamás podrá ser considerado un agresor, y menos aún un agresor injusto! Es débil,
inerme, hasta el punto de estar privado incluso de aquella mínima forma de defensa que constituye la fuerza
implorante de los gemidos y del llanto del recién nacido. Se halla totalmente confiado a la protección y al
cuidado de la mujer que lo lleva en su seno. Sin embargo, a veces, es precisamente ella, la madre, quien
decide y pide su eliminación, e incluso la procura (Ibíd., 58).
200
Cf. ibíd., 57.
85

La Evangelium vitae nos ofrece una reflexión apretada sobre el valor inviolable de la vida
humana:

Nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano inocente, sea feto o
embrión, niño o adulto, anciano, enfermo incurable o agonizante. Nadie además
puede pedir este gesto homicida para sí mismo o para otros confiados a su
responsabilidad ni puede consentirlo explícita o implícitamente. Ninguna autoridad
puede legítimamente imponerlo ni permitirlo201.

3.4 La sexualidad en el matrimonio: medio de santificación

En el cumplimiento de la ley de Dios inscrita en el corazón del hombre está la


verdadera realización de este. En ese sentido, el papa Juan Pablo II anima a los esposos a
que acepten y cumplan con generosidad la ley de Dios, la cual les conduce a la santidad
cristiana: todos los esposos, según el plan de Dios, están llamados a la santidad en el
matrimonio y esta excelsa vocación se realiza en la medida en que la persona humana se
encuentra en condiciones de responder al mandamiento divino con ánimo sereno, confiando
en la gracia divina y en la propia voluntad.

Los cónyuges cristianos, en virtud del sacramento del matrimonio, por el que
significan y participan el misterio de unidad y amor fecundo entre Cristo y la Iglesia (cf. Ef
5,32), se ayudan mutuamente a santificarse en la vida conyugal y en la procreación y
educación de la prole, y por eso poseen su propio don dentro del Pueblo de Dios, en su
estado y forma de vida202. Se santifican en el cumplimiento de su deber como esposos y
como padres. Cuando hacen valer el nombre de cristiano en sus vidas. También como dice
la Humanae vitae:

La verdadera naturaleza y nobleza del amor conyugal se revelan cuando éste es


considerado en su fuente suprema, Dios, que es Amor, "el Padre de quien procede
toda paternidad en el cielo y en la tierra". El matrimonio es una sabia institución
del Creador para realizar en la humanidad su designio de amor. Los esposos,
mediante su recíproca donación personal, propia y exclusiva de ellos, tienden a la

201
Ibíd.
202
CONCILIO VATICANO II, LG 11.
86

comunión de sus seres en orden a un mutuo perfeccionamiento personal, para


colaborar con Dios en la generación y en la educación de nuevas vidas. En los
bautizados el matrimonio reviste, además, la dignidad de signo sacramental de la
gracia, en cuanto representa la unión de Cristo y de la Iglesia203.

El Concilio Vaticano II, en su constitución dogmática Lumem Gentium, hace una


invitación universal a la salvación a todos. Asimismo todos los fieles cristianos, de
cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación,
son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con
la que es perfecto el mismo Padre204.

Ayuda a la comprensión de la santificación del matrimonio en la sexualidad el


hecho de que el sacramento siga operante toda la vida. Como las especies eucarísticas hasta
que sean consumidas todas. Vivir la gracia sacramental en la unión conyugal amorosa,
completa y plena. Donde la pareja se humanice y se sientan verdaderamente una sola carne,
un solo ser, un proyecto de amor de Dios.

En ese mismo ámbito, la rica doctrina de espiritualidad matrimonial, se inició con la


encíclica de Pío XI, Casti connubi, que exhortando a los esposos a vivir la gracia del
sacramento, parangona el Matrimonio con el sacramento de la Eucaristía:

Recuerden los esposos asiduamente que han sido santificados y fortalecidos en


los deberes y dignidad de su estado mediante un sacramento especial, cuya eficaz
virtud, aunque no imprima carácter, es sin embargo permanente. Reflexionen, por
tanto, sobre las palabras realmente fecundas y de sólida consolación del santo
Cardenal Belarmino, el cual, con otros autorizados teólogos, así piadosamente
siente y escribe: El sacramento del matrimonio se le puede considerar de dos
maneras: mientras se celebra, y en cuanto perdura una vez celebrado. Ya que es un
sacramento semejante a la Eucaristía, que es sacramento no sólo mientras se

203
PABLO VI, HV 8.
204
CONCILIO VATICANO II, LG 11.
87

celebra, sino que perdura (en las sagradas especies): así mientras viven los
esposos, su unión es siempre sacramento de Cristo y de la Iglesia205.

En ese mismo orden, se puede verificar que esta doctrina enseñada por el Papa Pío
XI, recogida por el Vaticano II en la Gaudium et spes y enseñada con autoridad por Juan
Pablo II, es doctrina de la Iglesia. El Magisterio de la Iglesia se mantiene constante en lo
fundamental, por ello, se puede afirmar que los gestos específicos del matrimonio son
instrumento de gracia, en cuanto que pertenecen a la estructura normal de la unión nupcial
de los esposos, les mantienen unidos en la fidelidad y en el efecto, ayudándoles a superar
las dificultades y pruebas de la existencia206.

Para este crecimiento en santidad, también se debe crecer en el amor, pues es la


única manera de poder entregarse plenamente cuando se ama sin miramientos. El amor de
los esposos debe ser: fiel, paciente, capaz de perdonar, afable, tierno, sin envidias, que no
se alegre del mal del otro, que no se ofenda, sin rencor (Cf. 1 Cor 13, 1-8). Si la pareja se
deja envolver por las propuestas del apóstol Pablo en este himno al amor, pueden superar
con mayor facilidad las incomprensiones y las dificultades del día a día.

El Concilio Vaticano II reconoce el acto sexual como una fuente de gozo. Cuando
los esposos celebran su amor delante de Dios en su unión corporal reafirman la alianza de
amor. Dan y reciben juntos no sólo amor, sino también gozo en el espíritu y en el cuerpo207.
Por el concurso del acto conyugal los esposos en una íntima comunión se santifican.
Además de realizar lo que le es propio a su vocación, de aceptar generosamente los hijos
que de Dios vengan y educarlos. Igualmente, en la medida en que el amor mutuo de la
pareja se va cultivando y acrecentando.

Es que la sexualidad encierra un todo complejo del ser de la persona. Igualmente


todo su quehacer está condicionado por la codificación sexual que tenga, su pensamiento,
sus emociones, su manera de ver la vida, todo lo que es para por el tamiz de la sexualidad.
Y es en ella, en su plena aceptación y desarrollo que los esposos por la gracia de Dios
pueden alcanzar la santidad de vida.

205
E. JIMÉNEZ HERNÁNDEZ, Moral sexual. Hombre y mujer imagen de Dios, 237-238.
206
Cf. ibíd., 238.
207
Cf. CONCILIO VATICANO II, GS 11.
89

Conclusión
Los resultados que arrojaron esta investigación sobre La Sexualidad y el matrimonio
propuestas del Magisterio Reciente de la Iglesia son los siguientes. Respondiendo a la
primera interrogante que nos ocupó ¿Qué visión se tiene sobre la sexualidad humana y
cómo esta toca toda la persona en su realización? Hay que partir de que somos seres
sexuados. Que la sexualidad es el conjunto de condiciones físicas, síquicas y espirituales
que constituyen a la persona humana, y que las dotan de unas facultades internas y externas
que le permiten manifestarse ante la sociedad. Marcando al ser humano como hombre o
mujer, los diferencia, a uno de otro dándole un carácter de mismidad e individualidad.

Se pudo observar, que nada de la persona está ajeno a la sexualidad, pues esta es un
elemento básico de la personalidad; un modo propio de ser, de manifestarse, de
comunicarse con los otros, de sentir, expresar y vivir el amor humano. Toca y abarca todo
el ser, toda la persona. Además, caracteriza al hombre y a la mujer en los distintos planos,
biológicos, psicológicos y espirituales.

De igual modo, los textos sagrados confirman que desde el principio Dios ha
dispuesto la sexualidad humana como un signo de la capacidad de donarse que tiene la
persona. El modo ordinario en que se relaciona con otros y expresa su modo particular de
ser. Ser hombre o mujer no es algo periférico al individuo, sino que su sexo marca su
propio ser. Ante los demás, la persona expresa su amor, su esencia de forma sexuada.

La sexualidad es intrínseca a la persona, pertenece íntimamente a su constitución.


Hace referencia más al ser que al tener y la existencia de la persona se da en una
composición sexuada. Es su manera de ser en el mundo de comunicarse y presentarse a los
demás. Asimismo, el hombre no puede esconderse de la sexualidad, no puede escapar de
ella, pues: la huella de la sexualidad humana está en cada una de las células del hombre y
de la mujer y se extiende a la totalidad de su cuerpo y de su espíritu, de su ser humano.
Aunque lo fenotípico sea lo más evidente y apreciable, la sexualidad humana permea los
más hondos pensamientos y emociones. Los aspectos biológicos no abarcan ni agotan todo
lo que se es como persona.
90

La relación sexual auténtica no es valerse del otro para alimentar una urgencia de
placer o un vacío psicológico, sino para vivir una comunión a niveles más profundos. Es la
capacidad de complementarse, de unirse en el misterio del amor que les da sentido y
gratificación a su relación, es un modo ideal de santificarse. Esta realidad comporta la
aspiración del débito conyugal, de entrega generosa y total.

Para responder a nuestra segunda inquietud ¿Cuáles son los fundamentos del
matrimonio y dónde radican sus principales complejidades? Vemos que el matrimonio es
una institución divina, una vocación de servicio a la humanidad dada por Dios al hombre.
En la cual, se acrecienta el amor de los contrayentes y se espera con alegría los hijos que
Dios en su bondad quiera darles.

Se avista que en el acto creador, Dios mismo los crea a su imagen y semejanza,–
todo amor– hombre y mujer, y bendijo y destinó su amor a ser fecundo y a realizarse en el
cuidado de todo lo creado: “Y los bendijo Dios y les dijo: sed fecundos y multiplicaos, y
llenad la tierra y sometedla” Gn 1,28. Fueron creados con una inclinación natural a
complementarse, de ser el uno para el otro, de ahí su diferenciación sexual.

Las propiedades esenciales del matrimonio, se resaltan principalmente en los dos


primeros capítulos del Génesis, y estas son: la unidad, la indisolubilidad y la finalidad
procreadora, las cuales, blindan y dan soporte a la realidad sacramental del matrimonio. Se
enfatiza con ahínco que marido y mujer ya no son dos, sino una sola carne, un solo cuerpo,
una sola alma. Unidos de tal modo que ya no podrán jamás separarse, de ahí su
indisolubilidad. Y la finalidad procreadora inscrita por Dios en la esencia de la unión
conyugal, “sed fecundos y multiplicaos” Gn 1,28.

Por otra parte, se puede identificar que en el sacramento del matrimonio, el signo
consiste en la propia realidad de la unión de los esposos, en cuanto significa una condición
nueva de tipo eclesial y espiritual, la unión entre Cristo y la Iglesia. Y es que, en el
matrimonio son los propios contrayentes quienes realizan el sacramento cuando expresan
su mutuo consentimiento ante la Iglesia.

No obstante, hay situaciones que empañan la realidad sagrada del matrimonio


producto de desfiguraciones y acomodamientos en la vida. Como son el matrimonio a
91

prueba, las uniones libres de hecho, los católicos unidos con mero matrimonio civil, los
separados o divorciados y vueltos a casar, etc. Para la Iglesia toda relación genital debe
mantenerse en el cuadro del matrimonio. De ahí que cualquier relación genital fuera de ese
ambiente representa una irregularidad.

Dando respuesta a nuestra última pregunta: ¿Qué enseña el Magisterio de la Iglesia


sobre la sexualidad humana y el matrimonio y en qué sentido tienen un carácter
humanizador y plenificante? En que la sexualidad es una riqueza, y en el conocimiento
claro de ella y su aceptación, la persona se humaniza y plenifica. Pues es capaz de darse, de
amar, de asumir roles. En el ejercicio del amor conyugal en la comunidad de vida y amor
que representa el matrimonio, se han de considerar los actos sexuales en sí mismos como
buenos y dignos, favoreciendo estos mismos el encuentro recíproco de los esposos (GS 49).
Igualmente, se subraya con especial énfasis la paternidad responsable, que comporta más
que estabilidad económica, también, entra en juego el orden moral, la voluntad y todo el
ser.

El Magisterio Reciente de la Iglesia se muestra convencido de su rol principal, de


defender la fe y en ella su contenido. La vida humana es un don inalienable, de ahí que el
aborto, la anticoncepción, el infanticidio representan abominaciones que gritan al cielo.
Además, se muestra contrario a toda forma desordenada de vivir la sexualidad en el ámbito
genital, de ahí que la homosexualidad, las relaciones prematrimoniales, la masturbación
representan desviaciones dignas de considerar. Igualmente, exhorta a los pastores a que
procuren acompañar en la debilidad al caído, brindarle su apoyo y el consuelo de Dios.
Además, de invitarles a la castidad. De ahí, que para los esposos distanciar el nacimiento de
los hijos han de ejercitar la continencia periódica.

Los esposos, se ayudan mutuamente a santificarse en la comunión de vida, en la


procreación y educación de la prole, cuando cumplen a cabalidad su rol matrimonial, que
entraña sus propiedades constitutivas, amor único, indisoluble y procreador. También,
cuando están abiertos a la acción de Dios en su historia y en su vida, entregándose
totalmente el uno al otro, en todos los momentos, en las cargas diarias como también en la
entrega amorosa de sus cuerpos.
93

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Índice
Dedicatoria

Introducción .......................................................................................................................... 1
Capítulo I: El concepto de sexualidad ............................................................................... 5
1.1 ¿Qué es la sexualidad humana? ....................................................................................... 5
1.2 La sexualidad en las Sagradas Escrituras ....................................................................... 8
1.2.1 La sexualidad en el Antiguo Testamento ................................................................ 8
1.2.2 La sexualidad en el Nuevo Testamento ................................................................. 10
1.3 Sentido de la sexualidad humana ................................................................................... 12
1.4 El hombre, ser sexuado ................................................................................................... 13
1.5 Interpretaciones biológicas y psíquicas de la sexualidad ............................................. 14
1.5.1 Genético .................................................................................................................... 15
1.5.2 Genital ...................................................................................................................... 15
1.5.3 Cognoscitivo ............................................................................................................. 16
1.5.4 Voluntario ................................................................................................................ 16
1.5.5 Afectivo..................................................................................................................... 17
1.5.6 Placentero................................................................................................................. 17
1.5.7 Procreador ............................................................................................................... 18
1.6 Sexualidad y genitalidad ................................................................................................. 19
1.7 La sexualidad como forma de la existencia personal ................................................... 21
1.8 Conductas sexuales.......................................................................................................... 22
1.8.1 Masturbación ........................................................................................................... 22
1.8.2 Relaciones sexuales prematrimoniales .................................................................. 24
1.8.3 Homosexualidad ...................................................................................................... 25
1.9 Explotaciones de la sexualidad ....................................................................................... 26
1.9.1 La prostitución......................................................................................................... 27
1.9.2 La pornografía ......................................................................................................... 27
Capítulo II: El matrimonio y sus complejidades ............................................................. 31
2.1 ¿Qué es el matrimonio? .................................................................................................. 31
2.2 El matrimonio en la sociedad antigua ........................................................................... 33
2.3 Doctrina del Antiguo Testamento .................................................................................. 35
2.3.1 El matrimonio en el pueblo de la alianza .............................................................. 36
2.4 Doctrina sobre el Matrimonio en el Nuevo Testamento: ............................................. 37
2.4.1 El matrimonio a la luz del Evangelio ..................................................................... 38
2.4.2 El matrimonio en san Pablo ................................................................................... 38
2.5 El matrimonio en la Patrística ....................................................................................... 40
2.6 El matrimonio en la enseñanza del Magisterio ............................................................. 43
2.7 Propiedades esenciales del matrimonio ......................................................................... 44
2.7.1 Unidad ...................................................................................................................... 44
2.7.2 Indisolubilidad ......................................................................................................... 45
2.7.3 Finalidad procreadora ............................................................................................ 46
2.8 Origen y fundamento de la sacramentalidad del matrimonio..................................... 47
2.9 Fundamentos canónicos del matrimonio ....................................................................... 49
2.9.1 Indisolubilidad del matrimonio rato y consumado .............................................. 49
2.9.2 Impedimentos .......................................................................................................... 50
2.9.3 El consentimiento matrimonial .............................................................................. 51
2.10 Situaciones “irregulares” ................................................................................................ 51
2.10.1 Uniones libres de hecho........................................................................................... 53
2.10.2 Católicos unidos con mero matrimonio civil ......................................................... 53
2.10.3 Divorciados casados de nuevo ................................................................................ 54
Capítulo III: Propuesta del Magisterio Reciente sobre Sexualidad Humana y el
Matrimonio ......................................................................................................................... 59
3.1 Perspectiva religiosa de la sexualidad y del matrimonio ............................................. 59
3.2 El matrimonio y la sexualidad en la teología actual ..................................................... 61
1.2.1 Innovación del Concilio Vaticano II ...................................................................... 63
3.2.2 El Papa Pablo VI ......................................................................................................... 68
3.2.3 El Papa San Juan Pablo II .......................................................................................... 71
3.2.4 El Papa Benedicto XVI ........................................................................................... 74
3.3.5 El Papa Francisco ........................................................................................................ 76
3.3 Propuesta del Magisterio Reciente de la Iglesia ante algunas prácticas .................... 79
3.3.1 Las relaciones prematrimoniales ................................................................................. 79
3.3 2 La homosexualidad ....................................................................................................... 80
3.3.3 La masturbación............................................................................................................ 81
3.3.4 La continencia periódica ............................................................................................... 82
3.3.5 La anticoncepción.......................................................................................................... 83
3.3.6 El aborto ......................................................................................................................... 84
3.4 La sexualidad en el matrimonio: medio de santificación ............................................. 85
Conclusión ........................................................................................................................... 89
Bibliografía.......................................................................................................................... 93

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