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FACULTAD DE TEOLOGÍA
LA SEXUALIDAD Y EL MATRIMONIO
Sustentante:
2015-004
Asesor:
Mayo, 2019
LA SEXUALIDAD Y EL MATRIMONIO
PROPUESTAS DEL MAGISTERIO RECIENTE DE LA IGLESIA
Dedicatoria
Dedico este trabajo a todos los matrimonios. A los que han aceptado el desafío
de luchar por el amor, siendo fiel a la vocación especial que Dios les ha
concedido.
1
Introducción
El gran avance de las ciencias y la revolución sexual han hecho de la concepción de
la vida matrimonial una realidad poco creíble. La gran explotación sexual en su más baja
consideración tiene sumergido al hombre en el afán del placer por el placer, mitigando el
valor propio, y el de los demás. Esta desconsideración egoísta provoca una denigración a la
dignidad de la persona y una carencia en el sano desarrollo de su propia sexualidad.
Por eso urge una reflexión profunda que redireccione el valor sagrado del amor
matrimonial. Conjuntamente de una comprensión en los más altos niveles de lo que
encierra la sexualidad como medio de expresión y de identificación de toda la persona.
Evitando el reduccionismo de la sola genitalidad. Para ello queremos dar una respuesta
auxiliándonos del Magisterio Reciente en sus pronunciamientos sobre la sexualidad y el
matrimonio.
Para la consecución de este estudio nos hemos propuesto los siguientes objetivos
específicos, que a su vez serán respondidos por cada capítulo: estudiar el concepto de
sexualidad humana, sus fundamentos y su comprensión más amplia, arrojando luz ante la
visión reduccionista que se tiene de esta; resaltar la realidad del matrimonio, como un
camino creíble de vida, sus fundamentos y finalidades, resaltando igualmente sus
complejidades, auxiliándonos de las Sagradas Escrituras y el Magisterio; presentar la
propuesta del Magisterio Reciente de la Iglesia sobre la sexualidad humana y el
matrimonio, enfatizando su carácter humanizador y plenificante del ser humano.
Para lograr los objetivos propuestos, llevaremos a cabo una investigación analítica y
sistemática a través de la amplia bibliografía existente en materia de sexualidad y
matrimonio, en los distintos documentos del Magisterio Reciente y otros documentos afines
a nuestros propósitos.
1
L. PACOMIO et al. (eds), “La sexualidad” Diccionario Teológico Interdisciplinar IV (Sígueme, Salamanca
1983) 287.
2
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Orientaciones Educativas Sobre El Amor Humano.
Pautas De Educación Sexual (1-11-1983) 4; J. R. FLECHA, Moral de la persona (BAC, Madrid 2002) 37.
6
El hombre no puede esconderse de esta realidad, escapar de ella, pues como dice
Gonzalo Flórez: “la huella de la sexualidad humana está en cada una de las células del
hombre y de la mujer y se extiende a la totalidad de su cuerpo y de su espíritu, de su ser
humano, aunque se refleja la forma más visible y patente en el orden biológico y
psicológico de la naturaleza”4. Aunque lo fenotípico sea lo más evidente y apreciable, la
sexualidad humana permea los más hondos pensamientos y emociones. Los aspectos
biológicos no abarcan ni agotan todo lo que se es como persona.
3
Ibíd., 5.
4
G. FLÓREZ, Matrimonio y Familia (BAC, Madrid 22013) 3-4.
5
Ibíd. “El fundamento biológico del carácter sexual del individuo humano está en el cigoto, primera célula
germinal, fruto de la fecundación del óvulo. La determinación del sexo depende de uno de los cromosomas
del espermatozoide o gameto masculino que fecunda el óvulo: si se trata de un cromosoma “Y”, el cigoto
resulta masculino; si el cromosoma responsable de la sexualidad es “X”, resulta femenino. El desarrollo de la
sexualidad en el individuo humano es, sin embargo, complejo y lento. Inicialmente, no hay diferencias entre
uno y otro sexo, de forma que el feto puede considerarse sexualmente neutro o indefinido hasta que aparecen
los primeros rasgos masculinos o femeninos. Los factores que influyen en el desarrollo normal de la
sexualidad del embrión o feto pueden incluso llegar a modificar el carácter masculino o femenino de la
persona”. (Ibíd., 4-5.).
7
útero. Los primeros signos de la sexualidad aparecen a partir de la cuarta semana después
de la fecundación del óvulo6.
El ser humano al igual que los animales tiene una naturaleza bisexual, con la
función particular de reproducir la propia especie. La bisexualidad constituye una forma de
ser de la especie humana, que afecta a los diversos caracteres primarios y secundarios
propios del hombre o de la mujer. Ésta a su vez aporta a la condición humana la riqueza
que se deriva de dos distintas maneras de ser y de vivir una misma realidad 7. “La
bisexualidad enriquece la individualidad de la persona y determina en el proceso de la vida
y de la convivencia humana una relación bipolar que dinamiza y potencia la compleja
realidad del ser humano”8.
6
Cf. ibíd., 5-6.
7
Cf. ibíd., 6.
8
Ibíd.
9
CCE: las siglas en latín del Catecismo de la Iglesia Católica. CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Lima
2011). FC: Representa las siglas de la Exhortación apostólica Familiaris Consortio de JUAN PABLO II (22-2-
1981).
8
También se dejan ver vestigios de lo que se llamó prostitución sagrada, tal consistía
en el comercio sexual que tanto mujeres como hombres sostenían en lugares sagrados
dedicados a la fertilidad-fecundidad. Con esta relación sexual no se busca expresamente el
placer sino la unión con la divinidad y asegurar la fecundidad y la fuerza de la
procreación11. Estas prácticas fueron evidenciadas en Babilonia (el código de Hammurabi),
Fenicia-Canaán (los rituales de fecundidad-fertilidad en Israel). Con estos presupuestos
podemos adentrarnos en la sexualidad en las Sagradas Escrituras.
La idea que la Biblia tiene de Dios y de las relaciones de Dios con los hombres
modifica profundamente la concepción de la sexualidad y del matrimonio 13. En el Génesis
se presenta a Dios como creador no como “procreador”, de tal modo que desaparece del
horizonte teológico la idea de una sexualidad existente en el plano divino.
10
G. CAÑELLAS, “La sexualidad. Visión de las religiones antiguas”: Biblia y Fe. Revista de Teología Bíblica,
no. 18 (Enero-Abril 1992) 7.
11
Cf. ibíd., 14.
12
Cf. PACOMIO et al, “La sexualidad” Diccionario Teológico Interdisciplinar IV, 296.
13
Cf. ibíd., 297.
9
La sexualidad aparece como una determinación fundamental del ser humano. Dice
von Rad: “La diferencia de sexos es igualmente de orden creatural”. Por consiguiente, se
rechaza la idea de una soledad del hombre, como expresa además el Gn 2, 18-2314. La
sexualidad humana es un momento esencial del crecimiento del yo hacia una auténtica
capacidad de amar15.
Cuando nos acercamos al A.T. se descubren dos puntos de interés, que adquieren un
especial relieve: la sexualidad como origen de la vida, el valor de la procreación y las faltas
morales a las que da lugar el desorden sexual, o sea, los pecados contra la castidad16.
14
Cf. ibíd.
15
Cf. ibíd., 303.
16
A. FERNÁNDEZ, Teología Moral II Moral de la persona y de la Familia (Burgos 42012) 499-500.
17
Cf. ibíd.
18
“Si unos hermanos viven juntos y uno de ellos muere sin tener hijos, la mujer del difunto no se casará fuera
con un hombre de familia extraña. Su cuñado se llegará a ella, ejercitará su levirato tomándola como esposa, y
el primogénito que ella dé a luz llevará el nombre de su hermano difunto; así su hermano no se borrará de
Israel” Dt 25, 5-6.
10
José Ramón Flecha afirma que la sexualidad humana es vista como signo y
expresión de la armonía ideal de las relaciones humanas, en el estadio donde el pecado aún
no ha contaminado. Un ejemplo claro nos lo brinda el libro del Génesis donde la pareja
humana experimenta un estado de paz que remite a la realización del proyecto de Dios.
Manifestado en la desnudez de la pareja que vive y se complementa sin vergüenza (Gn
2,25; 3,10-11)19.
El mensaje de Jesús toca a la comunidad de tal manera que les impulsa asumir la
vida de forma diferente. Jesús claramente expresó: “no he venido a abolir la ley, sino a
darle plenitud” (Mt 5, 17), las enseñanzas del pueblo judío, las orientaciones y exigencias
de la ley no son rechazadas, mas, ahora se viven con libertad y conducidos por la acción del
Espíritu Santo, el Espíritu del Resucitado, el Espíritu del Nazareno.
El mensaje cristiano viene a salvar el valor que tiene la mujer como igual al hombre
en su dignidad. Acentuándose en la reprimenda a los que preguntan sobre si es lícito
divorciarse (Mc 10, 2-12); en su acogida y contacto directo con ellas (Mc 14, 3-9; Lc 7, 37-
38; 8, 1-3; Mt 9, 20-22; 15, 21-28; Jn 4, 7-30). Jesús les muestra a las mujeres que también
a ellas llegó la buena noticia de Dios. El Maestro da un ejemplo muy claro de misericordia,
de aceptación, de compasión, de amor comprometido con el rechazado. En ese mismo
tenor, se subraya la importancia del celibato por el Reino de los Cielos (Mt 19,12ss).
19
Cf., FLECHA, Moral de la persona, 91.
11
Se destaca el valor sagrado que tiene el cuerpo para san Pablo, pues este aclara y
distingue la importancia del cuerpo, el cual no debe ser objeto de los bajos instintos, ya que
es templo del Espíritu Santo:
La relación sexual auténtica no es valerse del otro para alimentar una urgencia de
placer o un vacío psicológico, sino para vivir una comunión a niveles más profundos. Es la
capacidad de complementarse, de unirse en el misterio del amor que les da sentido y
gratificación a su relación, es un modo ideal de santificarse.
Dentro de los otros pecados que ataca en sus cartas el apóstol Pablo están el
adulterio y la homosexualidad (1 Cor 6, 9) dado tanto en los hombres como en las mujeres.
Podemos sintetizar diciendo que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento ofrecen una
cierta continuidad en la exigencia de una rectitud moral en el uso y ejercicio de la
20
Ibíd., 118.
12
“Si la sexualidad tiene que ser vivida desde el dinamismo interior del sujeto, éste a
su vez se construye y madura a través de la misma sexualidad. La sexualidad, por lo tanto,
es una fuerza constructiva del «yo»”24. En los siguientes acápites se irá profundizando en el
21
Cf. FERNÁNDEZ, Teología Moral II, 485.
22
Cf. PACOMIO et al, Diccionario Teológico Interdisciplinar IV, 293.
23
Cf. M. VIDAL, Moral de Actitudes. Moral del Amor y de la Sexualidad (II-2.a) (Madrid 81991) 41.
24
Ibíd., 41-42.
13
sentido de la sexualidad humana, procurando ofrecer mayor luz sobre lo que aquí solo se ha
podido enunciar.
“La sexualidad humana es un bien: parte del don que Dios vio que «era muy
bueno» cuando creó la persona humana a su imagen y semejanza, y «hombre y
mujer los creó» (Gn 1,27). En cuanto modalidad de relacionarse y abrirse a los
otros, la sexualidad tiene como fin intrínseco el amor, más precisamente el amor
como donación y acogida, como dar y recibir”25.
Asimismo podemos decir que: “La persona no solamente «tiene» unas estructuras
biológicas, psicológicas, culturales de signo sexual; la persona «es» un ser sexuado. Lo
sexual se instala en lo nuclear humano; entra dentro de la existencia en cuanto tal”26.
25
CONSEJO PONTIFICIO PARA LA FAMILIA, Sexualidad humana: verdad y significado. Orientaciones
educativas en familia (8-12-1995) 11.
26
VIDAL, Moral de Actitudes, (II-2.a) 56.
27
Ibíd.
14
Todos sabemos, desde las primeras nociones de genética, que un par de los 46
cromosomas de la especie humana es el encargado de configurar el sexo de la
persona. La presencia en el cigoto de dos cromosomas XX dará origen a una mujer,
mientras que la pareja XY lo será del hombre. En esta región del Y se encuentran,
por tanto, el gen o los genes responsables de esta diferenciación. Es lo que
podríamos llamar el sexo cromosómico29.
28
Cf. ibid., 22.
29
E. LÓPEZ AZPITARTE, Simbolismo de la sexualidad humana. Criterios para una ética sexual (Sal Terrae,
Santender 22001) 117. “Desde aquí se enviará a las gónadas, todavía indiferenciadas, la información
suficiente para la elaboración de los ovarios o de los testículos –sexo gonádico-. En el sujeto con gónadas
masculinas se da la regresión de los conductos de Müller, por la presencia de una sustancia inhibidora, y bajo
la acción de la testosterona los conductos wolfianos se transforman en los genitales internos, mientras que la
dihidrotestosterona produce la configuración de los órganos externos. Menos claro es el mecanismo que
provoca el proceso inverso en la mujer, aunque parece que comienza con la producción de estrógenos. En
cualquier caso, es evidente que existe también un sexo hormonal, producto del anterior, que influye en la
configuración masculina o femenina del ser humano. A lo largo de todo este proceso de diferenciación
genital. Desempeñan también un papel importante ciertos tejidos que deben recibir la inducción por parte de
las hormonas esteroides y cuya capacidad de respuesta depende de la presencia en sus células de algunos
enzimas y receptores. La proporción y las diferencias de hormonas, a su vez, posibilitan el sexo morfológico,
o fenotípico, que distingue al cuerpo masculino del femenino. La diversidad biológica es tan manifiesta que
constituye el criterio más inmediato y evidente para la adjudicación de la idea. A partir de estos datos
fundamentales, el ambiente y la educación posteriores contribuyen también de manera importante a la
formación del sexo psicológico: la vocación de todo ser humano a vivir su existencia con las características
propias de su sexualidad masculina o femenina. Supone la aceptación de su naturaleza específica y la
respuesta adecuada a sus exigencias concretas. Estas mismas diferencias morfológicas y biológicas conducen
normalmente hacia la reciprocidad entre ambos polos. El sexo heterófilo busca su complementación en el
encuentro con el otro, como invitación mutua a una plenitud mayor” (Ibíd., 118.).
30
Cf. FERNÁNDEZ, Teología Moral, 485.
15
1.5.1 Genético32
1.5.2 Genital
31
Cf. ibíd., 487.
32
Para la realización de este y los próximos sub-acápites seguiremos la visión de Aurelio Fernández.
33
Cf. ibíd., 487-488.
34
Cf. ibíd., 488.
16
1.5.3 Cognoscitivo
En este nivel la razón y la libertad juegan un papel decisivo, pues resultan ser
modos distintivos que nos alejan de la vivencia animal. El hombre goza de libertad para
decidir sobre su sexualidad, mostrando así que puede elegir y para ello se debe
anticipadamente conocer. De aquí deriva este nuevo nivel de la sexualidad humana, que
hace referencia a la gran realidad del amor, fruto del conocimiento del otro35.
1.5.4 Voluntario
35
Cf. FERNÁNDEZ, Teología Moral II, 489. Cuando se hace referencia a que “el hombre goza de libertad para
decidir sobre su sexualidad”, no se abre una brecha a mal interpretaciones, de libertinaje. Sino, que se refiere
a esa capacidad de aceptar su realidad sexuada y de reconocer en el otro un complemento. El hombre ve en la
mujer su complemento, asimismo, la mujer ve en el hombre a su otra mitad.
36
Ibíd.
37
Cf. ibid., 489. “En efecto, el ritmo sexual del hombre está al arbitrio del menor estímulo, por eso es más
espontáneo y pasional, mientras que en la mujer depende en gran medida de la afectividad y se inicia con más
lentitud. El ritmo de excitación y de emoción también es diverso en ambos. Pero esto mismo muestra que la
sexualidad en ambos es «humana» y no sólo genética. La ausencia de períodos de celo muestra que los dos
17
1.5.5 Afectivo
1.5.6 Placentero
pueden ejercerla de modo libre, conforme a su deseo. En consecuencia, hombre y mujer saben que pueden
comprometerse libremente en su ejercicio y que se arriesgan a asumir sus consecuencias. Por ello son
responsables de su vida sexual. De ahí la denominación «maternidad y paternidad responsables»”. Ibíd., 490.
38
Cf. ibíd., 490.
39
“Nunca se destacará suficientemente el hecho de que las dos funciones más vitales del hombre: alimentarse
para sobrevivir el individuo y propagarse para subsistir la especie, las dos son instintivas y las más comunes
con el animal. Y sin embargo, el hombre las experimenta de modo diverso y las vive a otro nivel, de forma
que de esos dos instintos ha hecho ciencia: la Dietética y la Sexología”. (Ibíd.)
40
Cf. ibíd., 491. La unión afectiva a que se hace referencia es a la de los esposos, la pareja que se eligen, fruto
del conocimiento y que se sienten impulsados por su amor a unirse genitalmente.
18
1.5.7 Procreador
Es uno de los aspectos de la sexualidad humana que queda perturbado por una
disociación, producto de un sinnúmero de situaciones atenuantes, del acto conyugal y la
procreación. El goce y la explotación de la dimensión genital sin apertura cierta y
41
Ibíd., 491.
42
Cf. ibíd.
19
La sexualidad humana solo puede alcanzar su plena realización cuando se logra una
justa armonía entre los distintos planos de la sexualidad. De tal manera que en ningún
momento se excluya o se segregue alguna de las dimensiones, ni que se superponga sobre
las demás, sino que se complementen.
43
Cf. Sexualidad y vida cristiana (Sal Terrae, Santender 1982) 23.
44
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Orientaciones Educativas, 5; Familiaris Consortio, 37.
20
de acuerdo con los diversos cometidos que a los unos y a los otros les ha tocado
desempeñar45.
La sexualidad no afecta sólo a los más íntimos aspectos de la vida personal, sino
que extiende su influjo a los diversos niveles de la vida social, económica y política. Por lo
tanto dentro de la condición de masculinidad o feminidad queda imbricado nada menos que
el destino de cada individuo. Nadie puede sustraerse impunemente a esta condición.
Precisamente en su asimilación personal es donde la libertad de cada uno podrá
desarrollarse armónicamente y alcanzar la felicidad a la que aspira46.
Así pues, las conductas sexuales por las que hombres y mujeres expresan más
específicamente la dimensión sexuada de su personalidad no pueden interpretarse
independientemente de la historia individual de cada uno. Sus encuentros llegan a insertarse
en dicha historia como momentos privilegiados que no cobran sentido al margen de ella. Su
verdadero sentido proviene, también, de cuanto ha procedido en el pasado y de la luz que
de una manera más o menos consciente ilumina el porvenir47.
45
Cf. ibíd., 23-24.
46
Cf. ibíd.
47
“De aquí que reducir la sexualidad humana a la actividad puramente genital no teniendo en cuenta más que
las formas de comportarse encaminadas a obtener la mayor satisfacción posible, es decir, el mayor caudal de
placer, contribuyendo a degradar la dignidad de la persona”. (Ibíd., 24-25).
48
Cf. LÓPEZ AZPITARTE, Simbolismo de la sexualidad humana, 44.
21
despierta de inmediato otras resonancias, ni se buscan con ella intimidades que pertenecen a
la otra esfera49.
Los conocimientos de las ciencias anatómicas y biológicas solo nos brindan una
mirada parcial sobre uno de los aspectos de la realidad humana. El médico te brinda con sus
competencias salud objetiva sobre alguna parte de tu cuerpo como manifestación biológica,
pero le es ajena la profundidad de una mirada, la ternura de una caricia, aunque pueda
curarte de una fractura o alguna infección visual.
49
Cf. ibíd.
50
Cf. ibíd., 42.
51
Ibíd.
22
El hombre y la mujer constituyen las dos únicas maneras de vivir en el cuerpo, cada
uno de ellos con su estilo peculiar y con unas características básicas diferentes. Estas
diferencias sexuales tampoco radican exclusivamente en una determinada anatomía. Sus
raíces primeras tienen un fundamento biológico en la diversidad de los cromosomas
sexuales, que influyen en la formación de la glándula genital (sexo gonádico), encargada de
producir las hormonas correspondientes para la formación de los caracteres secundarios de
cada sexo. Pero por encima de ella encontramos también una tonalidad especial, que reviste
a cada uno con una nota específica. El espíritu se encarna en un cuerpo, que necesariamente
tiene que ser masculino o femenino; y por esa permeabilidad absoluta, la totalidad entera de
la persona, desde sus estratos genéticos hasta sus expresiones más anímicas, se siente
transida por una singular peculiaridad53.
1.8.1 Masturbación
52
Cf. ibíd. Por eso la presencia silenciosa de dos cuerpos-almas humanas puede convertirse, sin más, en un
diálogo significativo, y con la simple mirada puede darse a veces una comunicación mucho más profunda que
con la misma conversación. Como un verdadero sacramento simboliza y hace presente lo que de otra forma
no se podría conocer ni llegaría a existir. El cuerpo humano es algo más que un conjunto anatómico de
células vivientes.
53
Cf. ibíd., 43.
23
Azpitarte apunta que no basta con insistir en sus motivaciones egoístas, como si el
masturbador fuese siempre un ser curvado sobre sí mismo y sin ninguna apertura hacia la
alteridad, temeroso del ambiente que le rodea y que le hace sumirse placenteramente en un
clima de imaginación y afecto solitario. Sugiere que el problema puede tener otras raíces,
no solo la búsqueda gratificante del placer55.
54
FLECHA, Moral de la persona, 187-188.
55
Cf. LÓPEZ AZPITARTE, Simbolismo de la sexualidad humana, 128.
24
La vida sexual tiene unas implicaciones sociales, tanto por el aspecto que une a dos
personas en una nueva sociedad pública como por la capacidad de entregar un nuevo
integrante a la sociedad. La realidad unitiva y procreativa tienen cortes sociales. De ahí que
vivir la sexualidad al margen de la institución del matrimonio se constituye en un problema
y un peligro.
Esta práctica cada día más acuñada al modus vivendi de las personas puede
responder a un sinnúmero de factores: grima al compromiso, rechazo a la institución,
deseos de libertad exacerbada, disfrute genital sin compromisos, inmadurez, entre otras
razones más sórdidas o elementales.
Se hace referencia a relaciones prematrimoniales a las que se dan fuera del seno del
matrimonio institución. Y sus manifestaciones se puedan dar en un abanico amplio de
posibilidades. Veamos algunos casos: relaciones precoces, generalmente entre adolescentes
sin compromiso afectivo ni proyecto de vida en común; relaciones entre jóvenes que se
encuentran afectivamente comprometidos pero aun sin dar el paso hacia la manifestación
social de su amor a través del matrimonio; relaciones entre personas que se aman pero que
la situación económica les impide formalizar por el momento su unión matrimonial;
relaciones entre adultos que se aman sinceramente pero que se le hace difícil y hasta
imposible unirse matrimonialmente; relaciones entre personas que dicen amarse pero han
pactado vivir de manera libre su relación57.
56
Cf. Sexualidad y vida cristiana, 109.
57
Cf. FLECHA, Moral de la persona, 224.
25
prometido –o su familia en su defecto– que antes del matrimonio convivía con la doncella.
En algunos casos se le obligaba a desposarla y a no repudiarla nunca, además de la paga de
una indemnización. Realidad que es apreciable en nuestro país, especialmente en las
familias más conservadoras. Si es una menor de edad la joven seducida las consecuencias
suelen ser más radicales, el pago de altas sumas o el encarcelamiento.
1.8.3 Homosexualidad
López Azpitarte nos ubica muy bien en el panorama de la dificultad que comprende
abordar este tema, pues es un fenómeno ante el que resulta difícil una postura objetiva y
neutral. Al punto de que no cabe otra alternativa posible que la de su aceptación o su
rechazo. Y la actitud tomada –a favor o en contra; de mayor tolerancia o de censura– tiene
el peligro de una interpretación exagerada desde el ángulo opuesto. Excesiva benevolencia
frente a una manifestación inadmisible, o incomprensión absoluta frente a una realidad
humana58.
58
Cf. LÓPEZ AZPITARTE, Simbolismo de la sexualidad humana, 143.
59
Cf. M. VIDAL, “Homosexualidad”, Diccionario de Ética Teológica (Verbo Divino, Navarra 22000) 292.
26
Para abordar adecuadamente esta realidad humana hay que situarla en su horizonte,
evitando privilegiar uno solo de los aspectos (genital, erótico, filíaco) marginando a los
demás. De ahí que por homosexualidad se entienda “la condición humana de un ser
personal –hombre o mujer– que en el nivel de la sexualidad se caracteriza por la
peculiaridad de sentirse constitutivamente instalado en la forma de expresión exclusiva en
el que la pareja es del mismo sexo”60.
Por explotación sexual se entiende las diferentes formas en las que se aprovechan
maliciosamente de un valor sagrado que tiene la sexualidad. Del pervertimiento de la
60
Ibíd., 293.
61
Ibíd.
27
1.9.1 La prostitución
1.9.2 La pornografía
62
Cf. LEANDRO ROSSI–AMBROGIO VALSECCHI, “Prostitución”, Dizionario Enciclopedico di Teologia Morale
(Paoline, Roma, 31973) 874.
63
En la Biblia la prostitución es sinónimo de idolatría.
64
Cf. A. FERNÁNDEZ, “Prostitución”, Diccionario de Teología Moral (Monte Carmelo, Burgos 2005) 1122.
28
“La pornografía en sí misma supone una adulteración de la condición sexual del ser
humano: es un abuso exclusivamente morboso de la sexualidad genital y, por ello, significa
una violación del cuerpo humano”66. La pornografía consiste en dar a conocer actos
sexuales, reales o simulados, puesto que queda fuera de la intimidad de los protagonistas,
exhibiéndolos ante terceras personas de manera deliberada (CCE 2354).
65
Ibíd., 1096.
66
Ibíd.
CAPÍTULO II:
67
F. R. AZNAR GIL, El nuevo derecho matrimonial canónico (Salamanca 1983) 38.
68
El oficio más específico del padre, patrimonium, es la adquisición, conservación y administración de la
fortuna, para el sostenimiento de la familia. De ahí la palabra patrimonio.
69
Cf. ibíd., 38-39.
32
Una cosa lleva a la otra, la etimología de la palabra matrimonio nos lleva a buscar su
esencia, su fundamento sociológico:
La expresión “se convertirán en una sola carne” no puede entenderse como una
realidad biológica o física, sino ontológica y jurídica. Ya que, el hombre y la mujer son
movidos por una fuerza interna a buscarse, pues está en su esencia el deseo de
complementarse orgánica y psicológicamente de ahí su mutua atracción. Además tienen en
su ser un instinto natural de conservación, de asegurar mediante la procreación de nuevos
individuos su propia persistencia.
Por otro lado, el Código de Derecho Canónico en su canon 1055 parágrafo primero
define el matrimonio como sacramento, dicha dignidad otorgada por el mismo Cristo: “La
alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de
toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la
generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Señor a la dignidad de
sacramento entre bautizados” (CIC. 1055 §1). Asimismo, expone sus propiedades
70
Ibíd., 40.
33
esenciales –que alcanzan su particular firmeza por razón del sacramento– la unidad y la
indisolubilidad.
Se nota con claridad que hay divergencias en el criterio de como inició todo y como
se fue normando el matrimonio. Lo importante aquí es reconocer un elemento neurálgico de
éste vínculo, que es la libertad humana, sin la cual no sería posible esta institución. De ahí
que Tomás de Aquino articule que si bien es verdad que existe una vocación natural del ser
humano al matrimonio, el hecho de su ejecución concreta se debe a la libertad humana. El
santo Angélico, resalta que por la misma naturaleza cambiante del ser humano a través de
la historia, se puede dar una variedad de modos concretos de realización del matrimonio72.
ellos: 1. Por etapas, siendo esta la forma más extendida; 2. En un solo momento. Con la
notable excepción del mundo romano, que promovió el matrimonio en un solo acto que
concluía con el consentimiento de los cónyuges, las sociedades mediterráneas conocieron
sobre todo el modelo del matrimonio por etapas73.
El mundo griego comparte semejanzas con las prácticas esponsales del mundo judío
y mesopotámico. Para este existían dos momentos esenciales: la enguesis y la ekdosis. La
primera es una especie de compromiso pactado por el futuro esposo con quien autoriza el
matrimonio de la mujer, el padre. Éste primer momento lleva un tiempo hasta la conclusión
jurídica del matrimonio que representa la segunda parte, con las fiestas de la boda en la que
se inicia como tal la cohabitación de los contrayentes75.
Es el mundo romano que trae una nueva manera de ver el matrimonio, y centra su
atención en un elemento fundamental, el consentimiento de los contrayentes: “el
matrimonio se define en el sistema jurídico romano en la época del Imperio (siglo I) como
un asunto privado entre dos ciudadanos libres. El intercambio de consentimiento es lo que
convierte en esposos a dos personas capaces jurídicamente”76. Éste aporte que ofrece el
derecho romano, la Iglesia lo refuerza y lo blinda con la fundamentación bíblica. A su vez,
73
Cf. G. BEDOUELLE et alii, La Iglesia y la sexualidad. Huellas históricas y miradas actuales (BAC, Madrid
2007) 22.
74
Ibíd.
75
Cf. ibíd., 24-25.
76
Ibíd.
35
Para abordar este complejo y variado campo de la doctrina del matrimonio en el AT,
se debe tomar en cuenta que el pueblo Hebreo piensa como clan, e impera la configuración
familiar patriarcal, “casa del padre” Gn 12, 1. Además de ser un pueblo muy religioso,
pues, la ley civil estaba muy de la mano de la ley divina, imperaba esa sensibilidad
creyente en la conformación del pueblo. Se percibe asimismo, que Dios hace alianza con
su pueblo, les libera y desea exclusividad y fidelidad.
El libro del Génesis recoge sabiamente el designio de Dios en su acto creador. Pues,
crea al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza Gn 1,27; sexualmente diferenciados,
36
encerrando así una realidad antropológica fundamental; que a través del amor sexual y su
fecundidad en el hijo que es el fruto, el hombre y la mujer viven juntos una forma de
comunión que es precisamente la imagen de la comunión de amor que Dios es77.
Las figuras e imágenes que sugieren los textos del AT para referirse a los
sentimientos de Dios por su pueblo, son: el matrimonio, el noviazgo, el amor conyugal. El
libro del Deuteronomio recoge muy bien lo incondicional del amor de Dios, que elige y
conserva por amor a su pueblo. (Dt 4–11). Que guarda su alianza con quienes le aman y
guardan sus mandamientos (Dt 7, 7-9). El matrimonio es visto como signo de la alianza de
Dios con el pueblo, de ahí el carácter tan sagrado y especial dado a la unión conyugal en el
matrimonio. Pues, es una prefiguración del mismo amor de Dios a los hombres.
Asimismo, los profetas tenían su variada visión del amor conyugal. Veamos grosso modo el
parecer de algunos de ellos:
77
Cf. G. BEDOUELLE, La Iglesia y la sexualidad, 27-28.
78
Cf. G. FLÓREZ, Matrimonio y Familia (BAC, Madrid 22013) 87-88.
79
Ibíd., 90.
80
Cf. ibíd.
37
Oseas: fue el primero de los profetas en hacer uso de la imagen del matrimonio para
denunciar los pecados de idolatría del pueblo, Israel, como la esposa prostituida a la que
Dios le manifiesta su fidelidad, conquistándola de nuevo y estableciendo nuevamente lazos
de amor (Os 2, 16-22). Por otro lado, en Jeremías, se ve como Dios recupera el amor de su
joven esposa y la llamará a un amor eterno (Jer 3,4.12; 31,3.31-33). Ezequiel de manera
muy bella describe simbólicamente la historia de amor entre Dios y Jerusalén, imaginando
a ésta como una niña abandonada, elegida y embellecida por Dios, que luego se convierte
en una prostituta (Ez 16)81.
81
Cf. ibíd., 90 n. 9.
82
Ibíd., 91.
38
En primer lugar, hay que referirse a dos realidades bien concretas para hablar de
matrimonio en el NT: 1. Que es una realidad humana del creyente; y 2. Que esta realidad ha
de desaparecer en la resurrección gloriosa del hombre. De ahí que se privilegie tanto el
llamamiento constante a la santidad y el signo de amor de Dios con todos los hombres84.
Por otro lado, con la figura de las bodas del Cordero, se presenta a Jesús como el
Esposo que viene a celebrar su boda con toda la humanidad expectante, que ansían su
venida. Pues es con Jesús en quien se cumplen las promesas divinas, selladas con su propia
sangre: la alianza de Dios con su pueblo. Realidad esta que trae consigo la reconciliación y
la paz a todos los pueblos85.
El apóstol San Pablo es uno de los autores sagrados que ha aportado más en este
campo de reflexión, con una vasta referencia al mismo ya sea de forma ilustrativa a las
comunidades o corrigiendo desviaciones. Encontramos en el capítulo 7 de la primera carta a
los Corintios la exposición más extensa de Pablo y de todo el Nuevo Testamento sobre la
sexualidad, el matrimonio y el celibato.
83
M. VIDAL, El Matrimonio. Entre el ideal cristiano y la fragilidad humana. Teología, moral y pastoral
(Desclée de Brouwer, Bilbao 2003) 26.
84
Cf. G. FLÓREZ, Matrimonio y Familia, 101.
85
Cf. ibíd., 102.
39
valore el celibato por encima del matrimonio (7, 7.34.38.40). El apóstol a su vez, rechazaba
la afirmación de aquellos ascetas celosos para los que el matrimonio era un pecado y que
exigían a los casados una completa abstención de las relaciones sexuales (7, 2-3). Para ello
da una exhortación salomónica, si marido y mujer deciden de común acuerdo abstenerse del
trato carnal y darse a la oración, deberá ser solo por cierto tiempo (7, 5). Examinando que
una prolongada abstinencia puede llevar a la tentación, a la ofensa al vínculo matrimonial.
A tenor de lo que Pablo aconseja mantener regularmente relaciones carnales dentro del
matrimonio86.
86
Cf. M. VIDAL, El Matrimonio. Entre el ideal cristiano y la fragilidad humana., 31-32.
87
Cf. ibíd., 33.
88
En cuanto a los demás, digo yo, no el Señor. Si un hermano tiene una mujer no creyente y ella consiente en
vivir con él, no la despida. Y si una mujer tiene un marido no creyente y él consiente en vivir con ella, no le
despida. Pues el marido no creyente queda santificado por su mujer, y la mujer no creyente queda santificada
por el marido creyente. Si no lo fuera así, vuestros hijos serían impuros, más ahora son santos. Pero si la parte
no creyente quiere separarse, que se separe; en ese caso el hermano o la hermana no están ligados; para vivir
en paz os llamó el Señor. Pues ¿qué sabes tú, mujer, si salvas a tu marido? Y ¿qué sabes tú, marido, si salvas a
tu mujer?
40
Puesto que, para los Padres era de suma importancia la vida cristiana, una forma de
tratar teológicamente el matrimonio resultó ser considerarlo como un ámbito de la vida real
en el que se han de contrastar y poner a prueba las actitudes morales cristianas 90. Aun así,
“para la preocupación parenético-pastoral (propia de esta etapa patrística) no interesa tanto
«el matrimonio» como «la vida cristiana» en el matrimonio y en la familia”91.
Por otra parte, en la profundización del tema del matrimonio, para Clemente de
Alejandría los fines de éste no se reducían a la procreación, sino que la mutua ayuda y la
vida de relación entre los esposos eran elementos fundantes e importantes para la vida
matrimonial92.
De esa misma manera, existió en esa época una división entre dos grupos de
cristianos, unos que practicaban la ascesis con especial dedicación, quienes eran
considerados los “perfectos”; por otro lado se encontraban los “ordinarios”, donde estaban
ubicados los casados. Clemente de Alejandría se pronuncia en contra de esa idea, al grado
de afirmar que el casado puede ser incluso superior al célibe93.
89
Cf. ibíd., 38.
90
Cf. ibíd.
91
Ibíd.
92
Cf. ibíd.
93
Cf. ibíd.
41
tentaciones que le puedan suponer los hijos, la esposa, la familia y las posesiones.
El que no tiene familia se encuentra libre en mayor grado de tentaciones. Pero al
tener que cuidar tan solo de sí mismo, es superado por el que le es inferior, por lo
que a la salvación personal se refiere, pero superior en la manera de ordenar su
vida94.
La valoración que tenían los Padres sobre el matrimonio era equiparable al aprecio
que sentían los cristianos primitivos, en los primeros siglos, por la virginidad, el martirio y
la vida ascética. Guardando las debidas distancias con las exageraciones que podían surgir
entre uno y otro autor, que infravaloraban el matrimonio en comparación con la
virginidad97.
94
Ibíd., 39.
95
Ibíd.
96
Ibíd.
97
Cf. ibíd., 40.
42
Se tenía una visión pesimista sobre la sexualidad humana, salvando la bondad de los
frutos de ella –la procreación–, pues, el placer era asociado al pecado original. A pesar de
estos excesos, algunos de los padres resaltaban la bondad del matrimonio: el amor mutuo,
los frutos de ese amor compartido –los hijos–.
Veamos la concepción que tenían algunos padres sobre las relaciones conyugales:
98
Ibíd., 41.
99
Cf. ibíd., 41-42.
43
continencia. Para san Jerónimo, el uso del matrimonio no es una falta, sino más
bien un estorbo para la oración, según la indicación que él pretende ver en 1 Cor 7,
5100.
San Agustín tiene una visión menos pesimista. Aunque para él, el acto conyugal no
es bueno en sí, más bien, es un deber y por su fin obtiene la bondad –la procreación–. En
este orden, las relaciones conyugales no son pecaminosas, si se apartan de este fin pierden
la bondad, además representa el acto humano por el cual se transmite el pecado original. El
goce sexual constituye una consecuencia del pecado, de la caída del hombre.
100
Ibíd., 43.
101
Cf. A. FERNÁNDEZ, Teología Moral II Moral de la persona y de la Familia (Burgos 42012) 359.
44
Se puede hablar de tres renglones en los cuales hace mayor énfasis el Magisterio
Papal con respecto al matrimonio: la naturaleza o esencia de este, la sacramentalidad y la
finalidad procreadora.
San León Magno dio respuesta, magistralmente, a una inquietud de la época, cuando
los maridos iban a la guerra y por desdicha eran tomados en cautiverio, sus esposas al creer
lo peor contraían nuevamente nupcias matrimoniales, por la creencia de que sus esposos
habían muerto. Es por ello que el obispo de Nicetas consulta al Papa y este le contesta:
2.7.1 Unidad
“Serán una sola carne”, esta expresión recoge todo el sentido de la realidad de la
unidad en el matrimonio. Un solo cuerpo, una sola alma, los mismos sentimientos, entrega
102
Ibíd., 366.
103
PÍO XI, Carta Encíclica Casti connubii (31-12-1930) 3.
45
generosa de uno a otro. Dejando atrás padre, madre como dice el Génesis y uniéndose a su
mujer, y la mujer a su marido. Ya que, Dios los creó hombre y mujer, el uno para el otro,
resalta la monogamia familiar104.
Es un bien del matrimonio protegido por uno de los mandamientos (Ex 20, 17): “no
codiciarás la mujer de tu prójimo”. Muchos textos en el Pentateuco refuerzan y defiende la
monogamia y rechazan la poligamia, y las faltas contra la unidad del matrimonio. (Dt 5, 21;
22, 22-29; Lev 20, 10-21)105. La unión conyugal es defendida de los peligros de ser
entorpecida por la inesperada participación de una tercera persona con malas intenciones,
pues lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre.
Por otro lado, el amor auténticamente unitivo mantiene a los esposos abiertos al
deseo de los hijos. Es característico de la alianza matrimonial y el amor conyugal el deseo
de fecundidad. Cuando, por razones graves, no puede buscarse un nuevo embarazo, el acto
sexual-vivido en los días no fecundos participa de la misma plenitud. Este aspecto unitivo
es esencial en la vivencia matrimonial. No obstante, cualquier separación arbitraria de la
función unitiva de la función procreativa afecta en forma negativa al mismo amor
unitivo106.
2.7.2 Indisolubilidad
104
Cf. A. FERNÁNDEZ, Teología Moral, 244-245.
105
Cf., ibíd.
106
Cf. E. JIMÉNEZ HERNÁNDEZ, Moral sexual (Desclée de Brouwer, Bilbao 21992) 83-84.
107
A. FERNÁNDEZ, Teología Moral, 245.
108
Cf., ibíd.
46
Pues, el consentimiento mutuo y el acto de entrega de los esposos tienen en sí mismo una
disposición interna a la definitividad y a la exclusividad. Ya que, el acto mismo de
entregarse a sí mismo a otra persona, implica que ya no se pertenece a sí, sino al otro. Por
esa razón, el lazo de la fidelidad matrimonial está orientado, en virtud de su misma
naturaleza interna, hacia la exclusividad y definitividad. Para mantener esta unidad se tiene
como ideal la fidelidad incondicional de Dios con su pueblo (cf. Ex 34,6; Sal 99,5). La
fidelidad matrimonial aparece, por consiguiente, como una imagen de la fidelidad de Dios a
la alianza, en tanto que el adulterio, por el contrario, viene presentado como efecto y
símbolo de la infidelidad para con Dios (cf. Os 4,2; Jr 3,6s; 7,9; Ex 2,3)109.
Del mismo modo, se resalta la condición sexuada del hombre y la mujer, que
después del pecado se descubren desnudos. De igual manera se deja ver la atracción del
hombre por la mujer al grado de exclamar: “esta sí que es hueso de mis huesos” (Gn 2,23).
La trama que reconstruyen los pasajes bíblicos del génesis apunta a ese designio de Dios de
que el hombre sea para la mujer y la mujer para el hombre.
109
Cf. W. KASPER, Teología del matrimonio cristiano, 87-88.
47
En esa bipolaridad sexual tan marcada, se orienta del mismo modo hacia la
finalidad procreadora. Veamos cómo la misma condición natural sexuada dispone al ser
humano a generar vida, a complementarse en la unión del hombre con la mujer:
La fecundidad nace del amor y acrecienta el amor. El deseo de dar frutos de amor,
trayendo a la vida a una nueva creatura, fortalece y aumenta la esperanza, en la pareja, de
crecer en el proyecto de hacer una comunidad de vida y amor fundada por Dios. Se puede
apreciar que este tipo de matrimonio solo se admite el monogámico, la unión indisoluble
entre un hombre y una mujer. Esta visión no admite otro tipo de matrimonio.
Este tema será objeto de estudio en el siguiente capítulo, retomando así su estrecha
vinculación al matrimonio. Por este momento nos contentamos con exponer los elementos
básicos de este gran bien de la unión conyugal, del fruto del amor de la pareja que comparte
con Dios la gracia de dar vida. Ahora demos paso a otra realidad que reviste el matrimonio
de sentido, la sacramentalidad.
110
G. ARANDA, Corporeidad y sexualidad en los relatos de la creación, en AA. VV., Masculinidad y
feminidad en el mundo de la Biblia, o. c., 23. ID., Varón y mujer. Las respuestas de la Biblia.
Inst.Cienc.Famil. Univ. Navarra. Ed. Rialp. Madrid 1991, 13-15. J. COTTIAUX, La sacralisation du mariage.
De la genèse aux incises matthéennes. Ed du Cerf. Paris 1982, 793 pp., cfr. pp. 82-83. En: A. FERNÁNDEZ,
Teología Moral, 247.
48
confiere realmente, una virtud de la institución de Cristo, la realidad invisible, la gracia que
santifica111.
Por otra parte, se puede identificar que en el sacramento del matrimonio, el signo
consiste en la propia realidad de la unión de los esposos, en cuanto significa una condición
nueva de tipo eclesial y espiritual, la unión entre Cristo y la Iglesia. Y es que, en el
matrimonio son los propios contrayentes quienes realizan el sacramento cuando expresan
su mutuo consentimiento ante la Iglesia114.
San Agustín expone unas consideraciones de los elementos esenciales del matrimonio
donde se puede apreciar el de la sacramentalidad:
111
Cf. P. ADNÉS, El matrimonio (Herder, Barcelona 31979) 139.
112
G. FLÓREZ, Matrimonio y Familia, 115.
113
Ibíd.
114
Cf., ibíd., 116.
115
Ibíd., 123.
49
unión que existe entre Cristo y la Iglesia, por la gracia de ser miembros del Cuerpo de
Cristo116.
En estos fundamentos canónicos se trazan las líneas para la digna celebración del
sacramento del matrimonio. Además, se especifica cuáles son sus propiedades esenciales,
se establece quien es el ministro, quienes pueden acercarse válidamente al sacramento, que
situaciones lo imposibilitan o lo invalidan. Es por ello que en el siguiente acápite se hablará
de los impedimentos del matrimonio canónico.
116
Cf. ibíd., 130.
50
rato y consumado no puede ser disuelto por ningún poder humano, ni por otra causa que la
muerte” (CIC c.1141). Y es que, en este matrimonio, se dan perfectamente dos elementos
necesarios para la validez y concreción del mismo. En el cual, se cumple con la forma y la
materia, con un acto celebrado de buena fe entre dos personas que han dado un
consentimiento ante un ministro que recibe y sirve de testigo de su voluntad de unir su vida
con su pareja. Además, se da el concurso de la cohabitación sexual, donde se concretiza el
acto unitivo donde los dos se convierten en una sola carne.
Como afirma Pierre Adnés, se trata del matrimonio de bautizados entre los que se ha
dado el acto conyugal que hace de ellos una sola carne. Aquí lo que se afirma es, que el
vínculo de tal matrimonio no puede ser roto, por ningún motivo, por autoridad alguna
pública, ni siquiera la del sumo pontífice. Esta constituye una verdad cierta que el
magisterio afirma constantemente, por lo que es doctrina creíble117.
2.9.2 Impedimentos
Para definir que son los impedimentos nos auxiliamos de Pierre Adnès el cual
citando el Código de Derecho Canónico del 1917 señala: “Se llama impedimentos del
matrimonio ciertas circunstancias exteriores que, por afectar a las personas de los esposos,
las hacen jurídicamente inhábiles, es decir, incapaces de contraer un matrimonio válido, o
por lo menos lo prohíben bajo pena de culpa grave. (CIC17 1036)”118.
117
Cf. P. ADNÉS, El matrimonio, 192.
118
Ibíd., 139.
51
(c.1091), los de afinidad (c.1092), los de pública honestidad (c.1093) y los de parentesco
legal (c.1094).
Este es un elemento básico y decisivo para que exista el matrimonio. Pues, como
cita el c. 1057 parágrafo primero del Código de Derecho Canónico: “El matrimonio lo
produce el consentimiento de las partes legítimamente manifestado entre personas
jurídicamente hábiles, consentimiento que ningún poder humano puede suplir”. Asimismo,
en el segundo parágrafo de ese mismo canon dice: “El consentimiento matrimonial es el
acto de la voluntad por la cual el varón y la mujer se entregan y aceptan mutuamente en
alianza irrevocable para constituir el matrimonio”.
Para que el consentimiento sea efectivo no debe ser producto del miedo, la
violencia, o alguna carencia psíquica, vergüenza o condicionado por alguna situación equis
ya sea presionado por la familia o por la misma pareja, debe ser libre, consciente y querido.
119
Cf. M. DE LA CRUZ CAMPUSANO, El Matrimonio y La Familia. Fundamentos bíblicos-teológicos y
pastorales (Susaeta, Santo Domingo 2016) 129.
52
La Iglesia entiende por uniones irregulares a todas aquellas que vulneren el vínculo
estable del matrimonio canónico, ya sea antes o durante o después del matrimonio. Para la
Iglesia, toda relación sexual genital “debe mantenerse en el cuadro del matrimonio”, ya que
“para que la unión sexual responda verdaderamente a las exigencias de su propia finalidad
y de la dignidad humana, el amor tiene que tener su salvaguardia en la estabilidad del
matrimonio. Estas exigencias reclaman un contrato conyugal sancionado y garantizado por
la sociedad. Por tanto, el consentimiento de las personas que quieren unirse en matrimonio
tiene que ser manifestado exteriormente y de manera válida ante la sociedad120.
Asimismo, revisten un especial interés dos grupos de situaciones, las que están al
margen de la moral tradicional y las que además de eso quebrantan los mandamientos
evangélicos. En el primer grupo están los matrimonios a prueba o uniones libres de hecho,
los que mantienen relaciones sexuales ilícitas; en el segundo grupo están los católicos
120
Cf. F. R. AZNAR GIL, Nuevo derecho matrimonial canónico, 414.
121
Cf. ibíd., 414-415. “Una unión extramatrimonial more uxorio: se excluye, por lo tanto, el concubinato
entendido en su acepción clásica y peyorativa; dicha unión no es legítima canónicamente: de aquí que la
formalidad pública que se exige debe ser la eclesial, no bastando la meramente civil, aunque, en la actualidad,
haya un reconocimiento explícito de la diferencia existente entre una unión legítima civilmente y la que no lo
es; aquí entra además de ello el componente ético y moral”. (Ibíd.).
53
casados civilmente y los divorciados casados de nuevo, los que aparte de estar en relaciones
ilícitas quebrantan la ley evangélica de la indisolubilidad y fidelidad matrimonial122.
Es una unión que se caracteriza por la convivencia de tipo sexual de la pareja, sin el
compromiso matrimonial, el cual ignoran o postergan, so pena de múltiples y graves
consecuencias. En las uniones de hecho no se asumen todas las compromisos que devienen
del pacto conyugal establecido en el matrimonio, más bien se eluden responsabilidades, lo
que va en menoscabo, no solo de los propios esposos, sino también de los hijos y de los
miembros de la familia123.
Son admitidos únicamente al matrimonio civil los fieles que están dispuestos a
casarse ante la Iglesia. Pueden lícitamente acudir a la ceremonia civil para que su unión
122
Cf. ibíd., 420-421.
123
Cf. PONTIFICIO CONSEJO PARA LA FAMILIA (PCF), Familia, Matrimonio y Uniones de hecho (26-07-2000)
2.
124
Cf. F. AZNAR GIL, Nuevo Derecho matrimonial canónico, 421.
125
Cf. ibíd.
54
tenga efecto civil, teniendo en su conocimiento que su matrimonio civil no por eso es
válido ni le es lícita la convivencia conyugal sin el matrimonio canónico126.
Una cosa es que dicho matrimonio sea inválido por falta de forma sustancial y
otra distinta el que esos contrayentes, personas hábiles no presten, casándose por
lo civil, consentimiento matrimonial […] por derecho natural suficiente y eficaz
para producir consecuencias morales y jurídicas en el estado de sus personas […]
En los matrimonios civiles serios se presume sincero y eficaz el consentimiento de
los contrayentes […] Estos contrayentes en realidad hacen un acto humano social
con voluntad conyugal y afecto marital regulado legalmente por el Derecho
civil…127.
A pesar de, no se puede caer en el error de pensar que porque la Iglesia respete y sea
prudente ante dichas personas en estado de matrimonio civil, esté de acuerdo y las acepte
como lícitas y legítimas. Pues, la Iglesia Católica expone que “no puede haber entre
bautizados contrato matrimonial válido que no sea, al mismo tiempo, sacramento” (c. 1055,
2). Para la Iglesia es una situación inaceptable la de los católicos casados sólo civilmente,
pues ya el bautismo al constituirlos miembros del Cuerpo de Cristo les capacita y
compromete a celebrar y a vivir el amor conyugal “en el Señor”, de ahí que para su
celebración válida se requiere la “forma canónica”128.
126
Cf. ibíd., 423.
127
Ibíd., 424.
128
Cf. ibíd.
55
No obstante, con esta denominación no se quiere decir que los divorciados y vueltos
a casar estén excomulgados o totalmente excluidos de la comunión con la Iglesia, pues en
virtud del bautismo, que imprime el carácter indeleble de miembros del Cuerpo de Cristo,
la Iglesia, y al no representar un rechazo total de la fe, ellos son y siguen siendo cristianos y
miembros del Pueblo de Dios, no están por tal motivo, enteramente excluidos de la
comunión con la Iglesia. Es por ello, que su comunión eclesial no es plena129.
Todas estas situaciones lesionan gravemente el vínculo sagrado del matrimonio que
se encuentra en la encrucijada de sobrevivir los embates del egoísmo y la falta de
compromiso de quienes lo contraen. También, estas situaciones llevan a un punto muerto
donde queda cuestionada la gracia santificante del sacramento matrimonial, y de su
necesidad para vivir el amor de la pareja. Todas estas prácticas de una u otra manera son
rechazos y ofensas al matrimonio cristiano.
129
Cf. ibíd., 426.
130
Cf. ibíd. “Su condición de vida está, por tanto, en oposición al Evangelio, en abierta contradicción con el
mandato de Cristo: “si la comunidad cristiana vive en profundidad las exigencias de la fe, no puede dejar de
considerar el divorcio y el matrimonio civil como gravemente opuesto a las indicaciones del Evangelio y, por
tanto, como una profanación de la Iglesia esposa fiel de Cristo. Desde estos planteamientos hay que entender
las disposiciones eclesiales en torno a la participación de los cristianos divorciados y casados de nuevo en la
vida eclesial”. Ibíd.
CAPÍTULO III:
Es por tal motivo, que para llegar al conocimiento íntimo del ser humano, de su
conciencia y su libertad hay que mirarlo desde la dimensión religiosa. De ahí la fuerza que
adquiera la sacramentalidad del matrimonio, por la condición religiosa del hombre, que da
fe y crédito a la acción de Dios en su historia, en su elección.
131
G. FLÓREZ, Matrimonio y familia, 69.
60
Cabe mencionar, que desde los inicios de la humanidad el ser humano ha intentado
explicar los misterios que le rodean, con su marcada mentalidad politeísta y sus
consideraciones de los dioses con apariencia humana, dando lugar asimismo a ideas sobre
el amor y el matrimonio de forma mágica, mítica y cósmica. De tal manera, que todo lo que
le envuelve y no puede explicar totalmente lo remite a fuerzas sobrenaturales. Entendiendo
que los dioses también son movidos por el amor y las pasiones al igual que los humanos132.
Por otro lado, la religión hebrea tiene una concepción distinta de Dios y su relación
con los hombres. Dios como autor de todas las cosas, en los primeros dos capítulos del
Génesis se avista el amor y el matrimonio como obra de Dios, por medio de la cual la
pareja humana cumple una misión sagrada. De ahí que la unión del hombre y la mujer
formen parte del orden de la creación, inserta por Dios en la misma naturaleza humana,
para perfeccionar la misma pareja y multiplicar la familia humana133.
132
Cf. ibíd., 70-71.
133
Cf. ibíd., 74.
134
Ibíd., 82.
61
En suma, esta realidad del matrimonio encuentra en el monoteísmo hebreo una óptica
religiosa nueva, que difiere de las presentadas de manera borrosa por el politeísmo mágico
y mítico. Pues ahora entre Dios y el hombre no hay mediadores. Dios eleva la dignidad del
hombre y de la mujer a condiciones semejantes, por ser ambos imagen suya. A la vez, son
invitados por él a formar una sola carne, un solo ser, sin dejar de lado, la voluntad y libertad
que el mismo Dios le da para aceptarle o rechazarle, para obrar según su querer o contrario
a él135.
Este recorrido tendrá su punto de partida en el Concilio Vaticano II, como cambio de
paradigma. No obstante haremos mención de la importantísima carta encíclica Casti
connubii del papa Pío XI, de 1930. En ésta carta, el pontífice subraya la importancia y el
valor de los elementos constitutivos del matrimonio y corrige las prácticas que estaban
surgiendo y reafirmándose con el pronunciamiento de los prelados anglicanos de la
conferencia de Lambeth, quienes aceptaban el uso de métodos anticonceptivos.
135
Cf. ibíd., 85.
136
Se dice de la práctica sexual, donde el varón al momento de la eyaculación derrama el semen fuera del
conducto vaginal.
62
por el onanismo; en los años sesenta a los ochenta del siglo XX generalización de la
contracepción, por motivos de la revolución sexual137.
Por momentos se llegó a creer que –por la tensión rigorista existente en la tradición
cristiana, donde la sexualidad y el placer que le acompaña está bajo sospecha– la enseñanza
teológica propuesta a mediados del siglo XX iba a aceptar como legítimo los medios
anticonceptivos138.
137
Cf. G. BEDOUELLE, La Iglesia y la sexualidad, 89-90. Delimitada por dos símbolos –la píldora
anticonceptiva y el virus del sida–, la revolución sexual se presenta como la culminación normal e inevitable
de todo un haz de fuerzas convergentes: progreso en biología y en medicina, demografía en crecimiento unida
a un fuerte descenso de la mortalidad infantil, urbanización de la sociedad, revoluciones culturales que afectan
el papel de la mujer y del niño, una nueva visión del cuerpo y de la sexualidad…Todo concurre a que la
contraconcepción se convierta en una práctica absolutamente admitida y generalizada en las sociedades
occidentales, incluso en las viejas tierras de cristiandad.
138
Cf. ibíd., 90.
63
busca el bien de la persona en su totalidad y se realiza, al mismo tiempo, los dos fines
intrínsecos de la sexualidad: el amor y la procreación139.
Veamos con mayor detalle las propuestas del Concilio Vaticano II y el Magisterio
papal reciente en torno a estos temas tan vitales que enmarcan toda la persona y se ubican
en el centro del desarrollo de la humanidad. Pues, sin una sana comprensión de la
sexualidad y la vivencia matrimonial los hombres están condenados al fracaso. En este
recorrido no se agotan todos los planteamientos del Magisterio, solo citamos algunos como
pie de nuestra reflexión.
El Concilio no ve como vicio o malo la satisfacción sexual de los esposos. Más bien,
trae consigo una evolución y una mayor claridad en la visión del matrimonio concibiendo
este como “comunidad de vida conyugal y amor procreador” (n. 50). Aquí, como
comunidad de vida se salva el bien de los esposos, la mutua ayuda, la comprensión y el
amor que se convierte en un acto fecundo. Se consideran los actos sexuales en sí mismos
como buenos y dignos, favoreciendo estos mismos el encuentro recíproco (n. 49).
139
Cf. ibíd.
64
el matrimonio (n. 50); concordancia del amor humano y el respeto a la vida (n. 51);
esfuerzos de todos por el bien del matrimonio y de la familia (n. 52).
140
CONCILIO VATICANO II, GS 47.
141
El matrimonio no depende de la decisión humana. Pues, es el mismo Dios su autor, al cual ha dotado con
bienes y fines varios, todo lo cual es de suma importancia para la continuación del género humano, para el
provecho personal de cada miembro de la familia y su suerte eterna, para la dignidad, estabilidad, paz y
prosperidad de la misma familia y de toda la sociedad humana. Esta misma idea fue expuesta aun en pañales o
menos elaborada por el Papa Pío XI en la Encíclica Casti connubii escribe: "El matrimonio no fue instituido
[...] por obra de los hombres, sino por obra de Dios, no fue protegido, confirmado ni elevado con leyes
humanas, sino con leyes del mismo Dios, autor de la naturaleza” (CC,3).
142
Cf. CONCILIO VATICANO II, GS 48.
65
Por medio del sacramento del matrimonio Cristo permanece con los esposos, para
que con su mutua entrega, se amen con perpetua fidelidad como Él mismo “amó a la
Iglesia y se entregó por ella” (Ef 5, 25)143. Son ayudados por esa misma gracia para
conducirse eficazmente a Dios y fortalecerles en la sublimemente misión de la paternidad y
la maternidad.
El matrimonio con un amor único abarca el bien de toda la persona, por tal razón, es
capaz de enriquecer con una dignidad especial las expresiones del cuerpo y del espíritu y de
ennoblecerlas como elementos y señales específicas de la amistad conyugal. Pues Dios
mismo se ha dignado curar ese amor, perfeccionándolo y elevándolo por la gracia y la
caridad. Este amor une lo humano y lo divino a la vez y conduce a los esposos a una
entrega generosa de sí mismos, con manifestaciones bien concretas de sentimientos y actos
de ternura y afecto, liberándose así del mero egoísmo erótico144.
143
Cf. ibíd.
144
Cf. ibíd., 49.
145
Ibíd., 49.
66
También se resalta la finalidad concreta afirmada a través de los años por la Iglesia
sobre el matrimonio, diciendo que “el matrimonio y el amor conyugal están ordenados por
su propia naturaleza a la procreación y educación de la prole. Los hijos son, sin duda, el
don más excelente del matrimonio y contribuyen sobremanera al bien de los propios
padres”146. Dios por medio de los esposos aumenta y enriquece diariamente a su propia
familia.
Es por tal razón que se debe resaltar, que el matrimonio no ha sido instituido
solamente para la procreación, sino que “la propia naturaleza del vínculo indisoluble entre
las personas y el bien de la prole requieren que también el amor mutuo de los esposos
mismos se manifieste, progrese y vaya madurando ordenadamente”148. Es aquí donde se
justifica el hecho de que aunque en la pareja por alguna situación no deseada falten los
hijos (no se dé la procreación), permanece con la misma fuerza el matrimonio, como
intimidad y comunión total de vida y conserva su valor e indisolubilidad.
Este santo Concilio mira con clarividencia una necesidad pastoral urgente en torno a
la paternidad responsable y la armoniosa comunión de vida entre los esposos. Se aprecia
que ellos, en los vaivenes de la vida sufren circunstancias particulares que les
imposibilitan, por el momento, aumentar el número de hijos. A la vez, se le hace imperante
el cultivo del amor fiel y la plena intimidad de vida que padecen los mismos efectos para
mantenerse. El distanciamiento o la interrupción de la intimidad conyugal, trae el peligro de
la infidelidad y, como tal, compromete la estabilidad y el bien de los hijos.
146
Ibíd., 50.
147
Cf. ibíd.
148
Ibíd.
67
149
Ibíd., 51.
150
Ibíd.
68
llegar a la edad adulta puedan con plena responsabilidad seguir su propia vocación y
escoger un estado de vida151.
Dentro de las características más particulares del Magisterio de la Iglesia están: dar
continuidad, confirmar e iluminar la doctrina. Es por ello que el papa Pablo VI se expresa
según la categoría de la vocación a la santidad, expuesta anteriormente en el Concilio
Vaticano II en la Constitución dogmática Lumem Gentium 11. Vocación a la santidad
conyugal, que amerita de la pareja una seria respuesta desde el mismo momento del mutuo
consentimiento. Blindado por la gracia efusiva del sacramento, los esposos son llamados
por todos los medios a ser perfectos, santos, como su Padre del cielo es Santo. Jesucristo
con entrega generosa ha garantizado la santificación de los que se unen en eterno amor en
el matrimonio.
151
“Y si éste es el matrimonio, puedan fundar una familia propia en condiciones morales, sociales y
económicas adecuadas. Es propio de los padres o de los tutores guiar a los jóvenes con prudentes consejos,
que ellos deben oír con gusto, al tratar de fundar una familia, evitando, sin embargo, toda coacción directa o
indirecta que les lleve a casarse o a elegir determinada persona”. (Ibíd., 52).
152
PABLO VI, Populorum progressio, Sobre la necesidad de promover el desarrollo de los pueblos (26-03-
1967) 36. De aquí en adelante PP.
69
153
Cf. PABLO VI, PP 37.
154
Ibíd.
70
155
Cf. ID, Humanae vitae. Sobre la regulación de la natalidad (25-07-1968) 9. De aquí en adelante será citada
con las iniciales HV.
156
Cf. PABLO VI, HV 10. “En relación con los procesos biológicos, paternidad responsable significa
conocimiento y respeto de sus funciones; la inteligencia descubre, en el poder de dar la vida, leyes biológicas
que forman parte de la persona humana. En relación con las tendencias del instinto y de las pasiones, la
paternidad responsable comporta el dominio necesario que sobre aquellas han de ejercer la razón y la
voluntad. En relación con las condiciones físicas, económicas, psicológicas y sociales, la paternidad
responsable se pone en práctica ya sea con la deliberación ponderada y generosa de tener una familia
numerosa ya sea con la decisión, tomada por graves motivos y en el respeto de la ley moral, de evitar un
nuevo nacimiento durante algún tiempo o por tiempo indefinido. La paternidad responsable comporta sobre
todo una vinculación más profunda con el orden moral objetivo, establecido por Dios, cuyo fiel intérprete es
la recta conciencia” (Ibíd.).
157
Cf. ibíd.
71
El papa Pablo VI defendió los valores cristianos del matrimonio con mucha altura, en
un momento tan difícil a nivel social y cultural, realzando la dignidad del amor conyugal y
proponiendo la sana doctrina del matrimonio y la vivencia de la sexualidad. Se mostró
contrario a la cultura de muerte y abanderado de la vida desde el mismo momento de su
concepción.
El magisterio papal de Juan Pablo II bebe de las aguas dulces del Concilio Vaticano
II y de los aportes significativos y proféticos del papa Pablo VI en su carta encíclica
Humanae vitae. En distintas ocasiones, el papa Juan Pablo II habló sobre el matrimonio y la
158
Ibíd., 12.
159
Ibíd., 14.
72
160
Cf. JUAN PABLO II, Carta Gratisimam sane. A las Familias (02-02-1994) 8.
161
Cf. JUAN PABLO II, FC 3.
73
Esa donación total del amor conyugal requiere de una procreación responsable.
Garantías de que ese nuevo ser que nazca encuentre un hogar estable que le reciba con
amor y le ayude a crecer y desarrollarse en la vida. El papel de los padres es vital, que con
su amor mutuo y sus valores personales aporten el ambiente ideal a sus hijos. “El único
«lugar» que hace posible esta donación total es el matrimonio, es decir, el pacto de amor
162
Ibíd., 11.
163
Cf. ibíd.
164
Cf. ibíd.
165
Cf. ibíd.
74
El romano Pontífice en su Discurso al Instituto «Juan Pablo II» para Estudios sobre
el Matrimonio y la Familia, del 11 de mayo de 2006, expuso que: «la comunidad de vida y
de amor, que es el matrimonio, se conforma de este modo como un auténtico bien para la
sociedad […] Sólo la roca del amor total e irrevocable entre el hombre y la mujer es capaz
de fundamentar la construcción de una sociedad que se convierta en una casa para todos los
166
Ibíd.
167
Ibíd.
168
Cf. ibíd., 32. “Cuando los esposos, mediante el recurso al anticoncepcionismo, separan estos dos
significados que Dios Creador ha inscrito en el ser del hombre y de la mujer y en el dinamismo de su
comunión sexual, se comportan como «árbitros» del designio divino y «manipulan» y envilecen la sexualidad
humana, y con ella la propia persona del cónyuge, alterando su valor de donación «total». Así, al lenguaje
natural que expresa la recíproca donación total de los esposos, el anticoncepcionismo impone un lenguaje
objetivamente contradictorio, es decir, el de no darse al otro totalmente: se produce, no sólo el rechazo
positivo de la apertura a la vida, sino también una falsificación de la verdad interior del amor conyugal,
llamado a entregarse en plenitud personal”. (Ibíd., 32).
75
hombres»169. Asimismo «el amor y la entrega total de los esposos, con sus notas peculiares
de exclusividad, fidelidad, permanencia en el tiempo y apertura a la vida es el pilar de esta
comunidad de vida y amor que es el matrimonio»170.
El papa Benedicto XVI en su carta encíclica Deus caritas est expone el vasto campo
semántico de la palabra «amor»:
Para entender con hondura el amor, se debe despojar toda clase de egoísmo
infecundo, pues, «el amor es ocuparse del otro y preocuparse por el otro. Ya no se busca a
sí mismo, sumirse en la embriaguez de la felicidad, sino que ansía más bien el bien del
amado: se convierte en renuncia, está dispuesto al sacrificio, más aún, lo busca»173.
169
BENEDICTO XVI, “Discurso al Instituto «Juan Pablo II» para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia”:
ECCLESIA, 3.316 (11-05-2006).
170
ID, “Discurso a los presidentes de las Comisiones Episcopales para la Familia y la Vida de América
Latina”: ECCLESIA 3.291/2 (4-12-2005).
171
BENEDICTO XVI, Deus catitas est. Carta encíclica sobre el amor cristiano (25-12-2005) 2.
172
ID, “Discurso al Instituto «Juan Pablo II» para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia”.
173
ID, Deus catitas est, 6.
76
El progreso del amor hacia sus más altos niveles y su más íntima pureza depende de
su aspiración a lo perentorio, a lo irreversible. Además, de tener como balanza la
exclusividad, con una sola persona; y el sentido del para toda la vida. Porque el amor lo
toca todo, incluso el tiempo y tiende a lo infinito, a lo eterno, tiende a Dios mismo174.
174
Cf. ibíd.
175
Cf. BENEDICTO XVI, Carta Encíclica Caritas in veritate. Sobre el Desarrollo Humano Integral en la
Caridad y en la Verdad (29-06-2009) 44.
176
Cf. ibíd.
77
sínodo de los obispos sobre la familia, sale el fruto maduro de esas conclusiones: la
Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris laetitia, sobre el amor en la familia.
El Papa afirma, que “con frecuencia presentamos el matrimonio de tal manera que su
fin unitivo, el llamado a crecer en el amor y el ideal de ayuda mutua, quedó opacado por un
acento casi excluyente en el deber de la procreación”177. Esta visión es herencia de la
misma tradición que coartaba sobre el tema, relegando la parte unitiva estrictamente a la
procreativa sin dejar abierta la riqueza del crecimiento en el conocimiento y el amor mutuo
de los esposos.
177
FRANCISCO, Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia, sobre el amor en la familia. (19-03-
2016) 36. El matrimonio, además, es una amistad que incluye las notas propias de la pasión, pero orientada
siempre a una unión cada vez más firme e intensa. Porque «no ha sido instituido solamente para la
procreación» sino para que el amor mutuo «se manifieste, progrese y madure según un orden recto» (Ibíd.,
125).
178
Ibíd., 72.
179
Cf. ibíd.
78
Los hijos son frutos del amor de los esposos, brotan del mismo don recíproco, del
que es fruto y cumplimiento. Es que el matrimonio es una «íntima comunidad conyugal de
vida y amor», que constituye un bien para los mismos esposos, y la sexualidad «está
ordenada al amor conyugal del hombre y la mujer». En ese mismo orden el santo Padre
orienta las parejas que por algunas circunstancias no pueden tener hijos, «pueden llevar una
vida conyugal plena de sentido, humana y cristianamente»182.
El papa Francisco emplea bellamente el himno de san Pablo al amor. Y refiere este
amor como el evangelio del matrimonio y de la familia. Esta es la buena noticia del
matrimonio: el amor. El mismo sacramento está orientado a perfeccionar el amor conyugal.
Ese itinerario de la pareja de entrega recíproca y fidelidad, solo madura y se consolida en la
profundización del amor conyugal183.
Las características del amor verdadero recogidas por el papa Francisco, están
tomadas del himno al amor de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios en su
capítulo 13: «El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no hace alarde, no
es arrogante, no obra con dureza, no busca su propio interés, no se irrita, no lleva cuentas
del mal, no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo
cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1 Co 13,4-7).
180
Ibíd., 74.
181
Ibíd., 75.
182
Cf. ibíd., 80.
183
Cf. ibíd., 89.
79
La Iglesia no saluda con alegría esta práctica, ya que en ella se desfigura el valor
sagrado del débito conyugal; además de acelerar unos procesos difíciles de revertir en vista
a la maduración del amor y la entrega. Por otro lado, contradice el mandato del Señor.
Veamos que dice la Familiaris consortio sobre esta realidad:
La Iglesia, por su parte, no puede admitir tal tipo de unión por motivos
ulteriores y originales derivados de la fe. En efecto, por una parte, el don del
cuerpo en la relación sexual es el símbolo real de la donación de toda la persona;
por lo demás, en la situación actual tal donación no puede realizarse con plena
verdad sin el concurso del amor de caridad dado por Cristo. Por otra parte, el
matrimonio entre dos bautizados es el símbolo real de la unión de Cristo con la
Iglesia, una unión no temporal o ad experimentum, sino fiel eternamente; por tanto,
entre dos bautizados no puede haber más que un matrimonio indisoluble (FC 80).
184
La alegría matrimonial, que puede vivirse aun en medio del dolor, implica aceptar que el matrimonio es
una necesaria combinación de gozos y de esfuerzos, de tensiones y de descanso, de sufrimientos y de
liberaciones, de satisfacciones y de búsquedas, de molestias y de placeres, siempre en el camino de la amistad,
que mueve a los esposos a cuidarse: «se prestan mutuamente ayuda y servicio» (Ibíd., 126).
80
3.3 2 La homosexualidad
Los actos sexuales tienen su valor si se ajustan a su finalidad. Es por esta razón, que
deben respetar el sentido integral de donación recíproca y de procreación humana en el
contexto de un amor verdadero, lo que no es posible más que en el matrimonio187. De ahí
que hay que decir que los actos homosexuales son “intrínsecamente desordenados”. La
violación directa del orden moral que entraña esos actos es “objetivamente grave”188.
185
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, declaración Persona humana. Acerca de Ciertas Cuestiones
de Ética Sexual (29-12-1975) 7. De aquí en adelante esta declaración la referenciaremos con las iniciales:
PH.
186
Ibíd., 9.
187
Ibíd., 5.
188
Ibíd., 10.
189
Ibíd., 8.
81
responsabilidad del sujeto»190. Insiste en que las personas sean acogidas y ayudadas en su
vida.
3.3.3 La masturbación
190
Ibíd.
191
Cf. G. BEDOUELLE et al., La Iglesia y la sexualidad. Huellas históricas y miradas actuales, 192-193.
82
Además, esta supone una desviación del fin a ella señalado, cual es la relación hombre-
mujer en orden a la procreación192.
192
Cf. A. FERNÁNDEZ, Teología Moral II Moral de la persona y de la Familia, 539.
193
Cf. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, PH 9.
194
Cf. G. BEDOUELLE et al., La Iglesia y la sexualidad. Huellas históricas y miradas actuales, 97.
83
Cuando se desvincula el acto sexual del ser propio de la persona, remitiéndolo solo
a la dimensión biológica-natural, sin que afecte su dignidad, se tiene el gran riesgo de
desvirtuarse la comprensión objetiva del hombre: unión sustancial de alma y cuerpo. Por
tanto, todo lo que realiza el hombre en su cuerpo afecta su espíritu, ambas dimensiones se
sirven, la una a la otra, para desarrollar lo que le es propio a cada una.
3.3.5 La anticoncepción
El punto de ruptura más drástico se dio en los años 1960 a 1970 con la rápida
evolución de las costumbres sexuales, producto del profundo cambio relacionado con la
felicidad y la libertad. En pos de esta felicidad el hombre se ha constituido como garante y
responsable de su vida sexual, dejando a un lado las referencias tradicionales. Con esta
visión se da igualmente un giro en la visión que se tiene del cuerpo. Toda esta avalancha de
manifestaciones de libertad sexual es gracias a la eficacia de la píldora anticonceptiva del
doctor Pincus, en 1958, dando con ella a la mujer mayor control y dominio sobre las
facultades reproductoras de su cuerpo197.
195
Ibíd.
196
En este apartado se agrupa una serie de medios ilícitos, que cabe aplicar antes del acto conyugal, "en
previsión", como es el uso de medios físicos, el preservativo, esterilets, etc.; o durante "su realización", o sea,
el onanismo conyugal; también a lo largo "de su desarrollo", como es el uso de píldoras anticonceptivas no
abortivas, o la aplicación vaginal de sustancias espermicidas, etc. (A. FERNÁNDEZ, Teología Moral, 578).
197
Cf. G. BEDOUELLE et al., La Iglesia y la sexualidad. Huellas históricas y miradas actuales, 99.
84
3.3.6 El aborto
La Iglesia condena la práctica del aborto199 como gran maldad a un inocente. Este
consiste en la interrupción directa del proceso generador ya iniciado, y sobre todo si es
directamente querido y procurado, aunque sea por razones terapéuticas. La Constitución
Gaudium et spes enseña que "la vida ya concebida ha de ser salvaguardada con extremos
cuidados; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables" (GS, 51).
198
Cf. PABLO VI, HV 15.
199
Pero ninguna palabra puede cambiar la realidad de las cosas: el aborto procurado es la eliminación
deliberada y directa, como quiera que se realice, de un ser humano en la fase inicial de su existencia, que va
de la concepción al nacimiento. La gravedad moral del aborto procurado se manifiesta en toda su verdad si se
reconoce que se trata de un homicidio y, en particular, si se consideran las circunstancias específicas que lo
cualifican. Quien se elimina es un ser humano que comienza a vivir, es decir, lo más inocente en absoluto que
se pueda imaginar: ¡jamás podrá ser considerado un agresor, y menos aún un agresor injusto! Es débil,
inerme, hasta el punto de estar privado incluso de aquella mínima forma de defensa que constituye la fuerza
implorante de los gemidos y del llanto del recién nacido. Se halla totalmente confiado a la protección y al
cuidado de la mujer que lo lleva en su seno. Sin embargo, a veces, es precisamente ella, la madre, quien
decide y pide su eliminación, e incluso la procura (Ibíd., 58).
200
Cf. ibíd., 57.
85
La Evangelium vitae nos ofrece una reflexión apretada sobre el valor inviolable de la vida
humana:
Nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano inocente, sea feto o
embrión, niño o adulto, anciano, enfermo incurable o agonizante. Nadie además
puede pedir este gesto homicida para sí mismo o para otros confiados a su
responsabilidad ni puede consentirlo explícita o implícitamente. Ninguna autoridad
puede legítimamente imponerlo ni permitirlo201.
Los cónyuges cristianos, en virtud del sacramento del matrimonio, por el que
significan y participan el misterio de unidad y amor fecundo entre Cristo y la Iglesia (cf. Ef
5,32), se ayudan mutuamente a santificarse en la vida conyugal y en la procreación y
educación de la prole, y por eso poseen su propio don dentro del Pueblo de Dios, en su
estado y forma de vida202. Se santifican en el cumplimiento de su deber como esposos y
como padres. Cuando hacen valer el nombre de cristiano en sus vidas. También como dice
la Humanae vitae:
201
Ibíd.
202
CONCILIO VATICANO II, LG 11.
86
203
PABLO VI, HV 8.
204
CONCILIO VATICANO II, LG 11.
87
celebra, sino que perdura (en las sagradas especies): así mientras viven los
esposos, su unión es siempre sacramento de Cristo y de la Iglesia205.
En ese mismo orden, se puede verificar que esta doctrina enseñada por el Papa Pío
XI, recogida por el Vaticano II en la Gaudium et spes y enseñada con autoridad por Juan
Pablo II, es doctrina de la Iglesia. El Magisterio de la Iglesia se mantiene constante en lo
fundamental, por ello, se puede afirmar que los gestos específicos del matrimonio son
instrumento de gracia, en cuanto que pertenecen a la estructura normal de la unión nupcial
de los esposos, les mantienen unidos en la fidelidad y en el efecto, ayudándoles a superar
las dificultades y pruebas de la existencia206.
El Concilio Vaticano II reconoce el acto sexual como una fuente de gozo. Cuando
los esposos celebran su amor delante de Dios en su unión corporal reafirman la alianza de
amor. Dan y reciben juntos no sólo amor, sino también gozo en el espíritu y en el cuerpo207.
Por el concurso del acto conyugal los esposos en una íntima comunión se santifican.
Además de realizar lo que le es propio a su vocación, de aceptar generosamente los hijos
que de Dios vengan y educarlos. Igualmente, en la medida en que el amor mutuo de la
pareja se va cultivando y acrecentando.
205
E. JIMÉNEZ HERNÁNDEZ, Moral sexual. Hombre y mujer imagen de Dios, 237-238.
206
Cf. ibíd., 238.
207
Cf. CONCILIO VATICANO II, GS 11.
89
Conclusión
Los resultados que arrojaron esta investigación sobre La Sexualidad y el matrimonio
propuestas del Magisterio Reciente de la Iglesia son los siguientes. Respondiendo a la
primera interrogante que nos ocupó ¿Qué visión se tiene sobre la sexualidad humana y
cómo esta toca toda la persona en su realización? Hay que partir de que somos seres
sexuados. Que la sexualidad es el conjunto de condiciones físicas, síquicas y espirituales
que constituyen a la persona humana, y que las dotan de unas facultades internas y externas
que le permiten manifestarse ante la sociedad. Marcando al ser humano como hombre o
mujer, los diferencia, a uno de otro dándole un carácter de mismidad e individualidad.
Se pudo observar, que nada de la persona está ajeno a la sexualidad, pues esta es un
elemento básico de la personalidad; un modo propio de ser, de manifestarse, de
comunicarse con los otros, de sentir, expresar y vivir el amor humano. Toca y abarca todo
el ser, toda la persona. Además, caracteriza al hombre y a la mujer en los distintos planos,
biológicos, psicológicos y espirituales.
De igual modo, los textos sagrados confirman que desde el principio Dios ha
dispuesto la sexualidad humana como un signo de la capacidad de donarse que tiene la
persona. El modo ordinario en que se relaciona con otros y expresa su modo particular de
ser. Ser hombre o mujer no es algo periférico al individuo, sino que su sexo marca su
propio ser. Ante los demás, la persona expresa su amor, su esencia de forma sexuada.
La relación sexual auténtica no es valerse del otro para alimentar una urgencia de
placer o un vacío psicológico, sino para vivir una comunión a niveles más profundos. Es la
capacidad de complementarse, de unirse en el misterio del amor que les da sentido y
gratificación a su relación, es un modo ideal de santificarse. Esta realidad comporta la
aspiración del débito conyugal, de entrega generosa y total.
Para responder a nuestra segunda inquietud ¿Cuáles son los fundamentos del
matrimonio y dónde radican sus principales complejidades? Vemos que el matrimonio es
una institución divina, una vocación de servicio a la humanidad dada por Dios al hombre.
En la cual, se acrecienta el amor de los contrayentes y se espera con alegría los hijos que
Dios en su bondad quiera darles.
Se avista que en el acto creador, Dios mismo los crea a su imagen y semejanza,–
todo amor– hombre y mujer, y bendijo y destinó su amor a ser fecundo y a realizarse en el
cuidado de todo lo creado: “Y los bendijo Dios y les dijo: sed fecundos y multiplicaos, y
llenad la tierra y sometedla” Gn 1,28. Fueron creados con una inclinación natural a
complementarse, de ser el uno para el otro, de ahí su diferenciación sexual.
Por otra parte, se puede identificar que en el sacramento del matrimonio, el signo
consiste en la propia realidad de la unión de los esposos, en cuanto significa una condición
nueva de tipo eclesial y espiritual, la unión entre Cristo y la Iglesia. Y es que, en el
matrimonio son los propios contrayentes quienes realizan el sacramento cuando expresan
su mutuo consentimiento ante la Iglesia.
prueba, las uniones libres de hecho, los católicos unidos con mero matrimonio civil, los
separados o divorciados y vueltos a casar, etc. Para la Iglesia toda relación genital debe
mantenerse en el cuadro del matrimonio. De ahí que cualquier relación genital fuera de ese
ambiente representa una irregularidad.
Bibliografía
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AZNAR GIL, FEDERICO R., El nuevo derecho matrimonial canónico (Salamanca 1983).
BENEDICTO XVI, “Discurso al Instituto «Juan Pablo II» para Estudios sobre el
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Revista de Teología Bíblica, No. 18 (Enero-Abril 1992) 5-20.
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KASPER, WALTER, Teología del matrimonio cristiano, (Sal Terrae, Bilbao 2014).
PABLO VI, Canta encíclica Humanae vitae. Sobre la regulación de la natalidad (25-07-
1968)
Introducción .......................................................................................................................... 1
Capítulo I: El concepto de sexualidad ............................................................................... 5
1.1 ¿Qué es la sexualidad humana? ....................................................................................... 5
1.2 La sexualidad en las Sagradas Escrituras ....................................................................... 8
1.2.1 La sexualidad en el Antiguo Testamento ................................................................ 8
1.2.2 La sexualidad en el Nuevo Testamento ................................................................. 10
1.3 Sentido de la sexualidad humana ................................................................................... 12
1.4 El hombre, ser sexuado ................................................................................................... 13
1.5 Interpretaciones biológicas y psíquicas de la sexualidad ............................................. 14
1.5.1 Genético .................................................................................................................... 15
1.5.2 Genital ...................................................................................................................... 15
1.5.3 Cognoscitivo ............................................................................................................. 16
1.5.4 Voluntario ................................................................................................................ 16
1.5.5 Afectivo..................................................................................................................... 17
1.5.6 Placentero................................................................................................................. 17
1.5.7 Procreador ............................................................................................................... 18
1.6 Sexualidad y genitalidad ................................................................................................. 19
1.7 La sexualidad como forma de la existencia personal ................................................... 21
1.8 Conductas sexuales.......................................................................................................... 22
1.8.1 Masturbación ........................................................................................................... 22
1.8.2 Relaciones sexuales prematrimoniales .................................................................. 24
1.8.3 Homosexualidad ...................................................................................................... 25
1.9 Explotaciones de la sexualidad ....................................................................................... 26
1.9.1 La prostitución......................................................................................................... 27
1.9.2 La pornografía ......................................................................................................... 27
Capítulo II: El matrimonio y sus complejidades ............................................................. 31
2.1 ¿Qué es el matrimonio? .................................................................................................. 31
2.2 El matrimonio en la sociedad antigua ........................................................................... 33
2.3 Doctrina del Antiguo Testamento .................................................................................. 35
2.3.1 El matrimonio en el pueblo de la alianza .............................................................. 36
2.4 Doctrina sobre el Matrimonio en el Nuevo Testamento: ............................................. 37
2.4.1 El matrimonio a la luz del Evangelio ..................................................................... 38
2.4.2 El matrimonio en san Pablo ................................................................................... 38
2.5 El matrimonio en la Patrística ....................................................................................... 40
2.6 El matrimonio en la enseñanza del Magisterio ............................................................. 43
2.7 Propiedades esenciales del matrimonio ......................................................................... 44
2.7.1 Unidad ...................................................................................................................... 44
2.7.2 Indisolubilidad ......................................................................................................... 45
2.7.3 Finalidad procreadora ............................................................................................ 46
2.8 Origen y fundamento de la sacramentalidad del matrimonio..................................... 47
2.9 Fundamentos canónicos del matrimonio ....................................................................... 49
2.9.1 Indisolubilidad del matrimonio rato y consumado .............................................. 49
2.9.2 Impedimentos .......................................................................................................... 50
2.9.3 El consentimiento matrimonial .............................................................................. 51
2.10 Situaciones “irregulares” ................................................................................................ 51
2.10.1 Uniones libres de hecho........................................................................................... 53
2.10.2 Católicos unidos con mero matrimonio civil ......................................................... 53
2.10.3 Divorciados casados de nuevo ................................................................................ 54
Capítulo III: Propuesta del Magisterio Reciente sobre Sexualidad Humana y el
Matrimonio ......................................................................................................................... 59
3.1 Perspectiva religiosa de la sexualidad y del matrimonio ............................................. 59
3.2 El matrimonio y la sexualidad en la teología actual ..................................................... 61
1.2.1 Innovación del Concilio Vaticano II ...................................................................... 63
3.2.2 El Papa Pablo VI ......................................................................................................... 68
3.2.3 El Papa San Juan Pablo II .......................................................................................... 71
3.2.4 El Papa Benedicto XVI ........................................................................................... 74
3.3.5 El Papa Francisco ........................................................................................................ 76
3.3 Propuesta del Magisterio Reciente de la Iglesia ante algunas prácticas .................... 79
3.3.1 Las relaciones prematrimoniales ................................................................................. 79
3.3 2 La homosexualidad ....................................................................................................... 80
3.3.3 La masturbación............................................................................................................ 81
3.3.4 La continencia periódica ............................................................................................... 82
3.3.5 La anticoncepción.......................................................................................................... 83
3.3.6 El aborto ......................................................................................................................... 84
3.4 La sexualidad en el matrimonio: medio de santificación ............................................. 85
Conclusión ........................................................................................................................... 89
Bibliografía.......................................................................................................................... 93