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5 leyendas

LA LEYENDA DE LA SEGUA O CEGUA


Se cree que la leyenda de la Segua tiene su origen en la
mitología de la cultura huasteca, un pueblo
mesoamericano precolombino de la costa del Golfo de
México, cuyo folklor incluía numerosas diosas de la
fertilidad y la lujuria. Una de sus diosas era Cihuacóatl, que
en nahuatl significa mujer serpiente (cihuatl = mujer y
coatl = serpiente). Este personaje habría sido utilizado por
los conquistadores españoles para crear varios personajes
legendarios, entre ellos la Segua, que es una contracción
de Seguanaba (Siguanaba).
La Segua (algunos escriben Cegua) es una leyenda acerca
de una hermosa mujer que seduce a los hombres
mujeriegos y los castiga. Tiene muchas similitudes con la
Siguanaba, sin embargo la forma en que atrapan a sus victimas es distinta.
A diferencia de la Siguanaba, que atrae a los hombres infieles mientras se baña en un rio, pila o lago,
cuenta la leyenda que la Segua se le aparecía a los hombres mujeriegos en caminos solitarios, casi
siempre de noche. En la mayoría de casos relatados, el hombre viajaba a caballo, y de pronto se
encontraba a una bellismima jóven de no más de 20 años viajando a pie por la misma vereda. El
vestido de la Segua podía ser blanco, negro o incluso rosado, pero siempre era semitransparente
para revelar su hermoso cuerpo. Dependiendo de los gustos de la víctima, la segua tendría piel
blanca o morena, ojos negros o claros y cabello que podría ser rizado o liso, y negro o rubio.

Lo primero que el hombre notaba era el voluptoso cuerpo de la muchacha, con unas curvas
tentadoras que se dibujaban a través de su vestido semitransparente. Al acercarse un poco más, el
hombre aprovechaba la altura de su montura para apreciar la exquisitez de sus pechos a través de
un pronunciado escote. Era entonces cuando la hermosa mujer volteaba su cara y revelaba un
precioso rostro ovalado, casi angélical, con grandes ojos y una boca muy seductora.

El hombre, totalmente idiotizado por la mujer, no podía negarse cuando de sus labios rojos emanaba
una voz que arrullaba como sirena, que le pedía de favor que la llevara al pueblo más cercano. El
jinete montaba entonces a la jóven en su caballo, algunas veces ofreciéndole la delantera de la
montura y otras la llevaban a la polca (detrás de ellos).

Si el hombre contemplaba lujuriosamente a la jóven, ésta lo castigaría tras un breve recorrido. Los
pensamientos lascivos del homber transformarían a la hermosa muchacha en un espantoso
espectro, que voltearía la cabeza para verlo directamente a los ojos mientras éste veía horrorizado
cómo el rostro de la mujer se transformaba en una calavera de caballo con la carne podrida, ojos de
fuego, un hocico cavernoso lleno de enormes dientes afilados y un aliento putrefacto.

La Segua se aferraba entonces al hombre y le daba una mordida en la mejilla para marcarlo como
un adultero o lujurioso. Luego, daba un desgarrador grito para espantar al caballo y que este saliera
a todo galope sin que nada ni nadie pudiera detenerlo. El lomo del caballo se convierte en el campo
de juego donde kilómetro tras kilómetro la Segua atormentaba al hombre teniendo cuidado de no
matarlo inmediatamente.
Aunque la mayoría de relatos terminaban con la muerte del hombre,
algunas versiones hablan de unos cuantos sobrevivientes que quedaron
marcados para siempre. Algunos se volvieron locos, mientras que otros
cambiaron para bien.

En todo caso, la única forma de salir ileso de un encuentro con la Segua


sería evitar pensamientos lujuriosos al encontrarnos con la hermosa mujer.

EL CADEJO

La leyenda del Cadejo es una


leyenda guatemalteca que se
origina en la mitología Maya-
Quiché. Está emparentada con los
nahuales, animales considerados
como espíritus protectores de las
personas, aunque en este caso, el
animal es un perro cuyas
intenciones pueden ser malignas.

Según el escritor Enrique Zepeda, el Cadejo no es un espíritu protector sino uno


merodeador, que sale a asustar a los trasnochadores (principalmente a los
borrachos), a manera de escarmiento para la gente de mala vida.

La palabra “Cadejo”, según el diccionario de la Real Academia Española, significa:


“Parte del cabello muy enredada que se separa para desenredarla y
peinarla”.
De ahí, que el nombre que los españoles dieron a esta criatura parezca estar
relacionado al enigma que representa, como un enredado misterio.
Cuenta la leyenda que cuando Dios vio los problemas obstáculos que a diario
enfrentaban los seres humanos, creó un ser sobrenatural para protegerlos: el
Cadejo. Con forma de perro blanco y ojos rojos que brillaban como llamas
ardiendo, su misión era protege a sus seguidores.
Pero cuando el Diablo vio al Cadejo blanco, se puso celoso y decidió crear a su
propio Cadejo, un perro negro con patas de cabra y también de ojos rojos como
llamas, con un hedor repugnante, y cuya misión es hipnotizar a los
trasnochadores para robarse sus almas.
El Cadejo blanco mantiene a raya al Cadejo negro, para evitar que se robe las
almas de los inocentes. Esto conlleva a que en numerosas ocasiones los Cadejos
blancos y negros se enfrenten.

LEYENDA DE EL SOMBRERÓN
El Sombrerón es una de las leyendas más populares de Guatemala. Se trata de un personaje
legendario de la tradición oral guatemalteca también conocido como el Tzitzimite, el Tzipitío o el
Duende. Se lo describe como un enano o un hombrecito de muy corta estatura (aproximadamente
medio metro de alto) que lleva un enorme sombrero con el que esconde la mirada y sus sucias
intenciones. En el hombro lleva una guitarra endemoniada con la que da serenata y enamora a las
mujeres bellas de ojos grandes y pelo largo que tienen la mala suerte de llamar su atención.

Hay muchas versiones de la leyenda de El


Sombrerón. En unas viaja en una mula en la que
lleva carbón. En otras versiones son cuatro mulas o
un brioso caballo negro. Su piel se ve oscura y su
vestimenta negra por el polvo de carbón que lleva
en el lomo de su montura. De su ropaje únicamente
sobresale un cincho grueso con brillante hebilla, y
unas botas de charol con espuelas de plata y
taconcito cubano con las que hace mucho ruido al
caminar o bailar.

Cuenta la leyenda que el Sombrerón era un carbonero de Guazacapán, en el departamento de


Santa Rosa. Otras versiones indican que era un ranchero que llegó a Guatemala procedente del
norte de México a mediados del Siglo XVIII. Lo cierto es que la leyenda se origina justo antes de los
terremotos de Santa Marta en 1773, cuando la capital de nuestro país todavía se llamaba Santiago
de los Caballeros de Goathemala, luego del suicidio de un hombre que había sido condenado por
el tribunal de la inquisición a llevar un enorme sombrero y que se había convertido en objeto de
burla de toda la ciudad. Tras su muerte, las personas temían salir por las noches y toparse con el
espíritu del Sombrerón.

LEYENDA DE LA SIGUANABA
Es un ser mitológico en forma de mujer fantasma que oculta su rostro pero revela un hermoso
cuerpo desnudo o semidesnudo. Se les presenta a los hombres infieles, a quienes enamora para
luego atraerlos a un barranco y robar sus almas.

La Siguanaba (también llamada Sihuanaba, Cigua, Cegua y


Chuca) es un espectro del folclor centroamericano. No debe
confundirse con la Siguamonta.

Según la tradición popular, se les aparece a hombres que salen


de noche o infieles en la forma de una atractiva mujer desnuda
o semidesnuda, pero con el rostro oculto.

Cuando los hombres se acercan, la fantasmagórica mujer les muestra su rostro, que resulta ser el
de un caballo (o la de una calavera de caballo en algunas variantes), por lo que termina
enfermándolos, enloqueciéndolos o matándolos del susto y robándoles sus almas.

Leyenda de la Llorona
La leyenda de la Llorona es una de esas historias
que nadie sabe donde se origina. En cualquier
rincón de Guatemala hay una versión de la mujer
fantasma que vaga por las calles de la Ciudad
mientras llama a llantos a sus hijos perdidos. En
este artículo te contaremos algunas de las
versiones guatemaltecas de la Llorona.
La leyenda de la Llorona es una de esas historias
que nadie sabe donde se origina. En cualquier
rincón de Guatemala hay una versión de la mujer
fantasma que vaga por las calles de la Ciudad
mientras llama a llantos a sus hijos perdidos.
Se dice que es más probable toparse con la Llorona en las ciudades y pueblos donde hay agua cerca,
ya sea de ríos, lagos o en localidades costeras.
Sus lastimeros gritos asustan al más valiente y paralizan al pavoroso, y se dice que cuando se escucha
cerca es que está lejos, pero si la escuchas lejos es que está cerca. También se dice que el secreto
para que la Llorona no se lleve tu alma es usar la ropa interior al revés.

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