Вы находитесь на странице: 1из 7

Más allá del principio de placer

Freud en la “Interpretación de lo sueños” partiendo del esquema del arco reflejo


(estimulo respuesta), regido por el principio de constancia (el aparato tiende a la
homeostasis) plantea como se complejiza partir de la mítica experiencia de
satisfacción, construyéndose así un aparato psíquico (primeras inscripciones) regulado
por el principio de placer, el aparato tiende al deseo, evita el displacer y procura el
placer (El displacer va ligado al aumento de excitación y el placer a la disminución del
mismo).

Freud trata de cuestionar la idea de que el principio de placer es hegemónico.


Comienza planteándose la pregunta de si el principio de constancia y de realidad
rompen con ese postulado. Nos dice que el principio del placer se deriva del principio
de constancia, que el aparato anímico se afana por mantener lo más baja posible la
cantidad de excitación presente en el, es equivalente a decir lo planteado por el
principio de placer, sólo que de otra manera, por ende no lo contradice. Por otra parte,
el principio de placer es propio de un modo de trabajo primario del aparato anímico,
pero el mismo es inutilizable para la autopreservación del organismo. Bajo el influjo de
las pulsiones autoconservación del yo, es relevado por el principio de realidad, que, sin
resignar el propósito de una ganancia final de placer, exige y consigue posponer la
satisfacción y renunciar a diversas posibilidades de lograrla y tolerar provisionalmente
el displacer en el largo rodeo hacia el placer. Siendo asi, podemos ver que no
contradice al principio de placer, pues solo implica un rodeo para que en el mundo
concreto se realice la vivencia de satisfacción, y ese rodeo sólo implica una pequeña
parte y no la más intensa, de las experiencias de displacer.
A partir de tres referentes clínicos, logra encontrar algo que no es conciliable con el
principio de placer. El primero de ellos es el sueño de las neurosis traumáticas, donde
el enfermo sueña, una y otra vez, con la situación de su accidente, del cual despierta
con renovado terror (no preparación de aparato psíquico para recibir esa cantidad de
excitación). El enfermo esta, por así decir, fijado psíquicamente al trauma. La función
de sueño, resultó afectada y desviada de su propio propósito, donde tuvo que haber
un cumplimiento de deseo, hay sólo displacer. (Encuentra una contradicción).
El segundo referente el juego del fort-da, el niño jugaba con su juguete a que “se iba”,
representado así la partida de la madre. Arrojaba el juguete debajo de su cuna, y
pronunciaba “Fort” y después tirando del piolín lo sacaba diciendo “Da”. A Freud le
llamaba la atención de que el niño, a pesar de ser displacentero, repetía
constantemente el primer acto, el de la partida, si bien el juego completo era el que
producía placer. En ese repetir constante del “Fort” hay una ganancia de placer pero
de otra índole (Distinta a la del principio del placer)
El tercer y último referente es la compulsión de la repetición, donde también vivencia
que nunca fueron placenteras para ninguno de los dos sistemas se siguen repitiendo
una y otra vez. En la vida anímica existe realmente una compulsión de repetición que
se instaura más allá del principio de placer, es un intento del aparato de ligar eso que
no se encuentra ligado, se puede ver tanto en los referidos sueños de las neurosis
traumaticas como la impulsión del juego del niño.
Freud utilizando la metáfora de la vesícula viva diferenciada del mundo exterior para
hacer una analogía del aparato psiquico y explicar la ruptura del reinado del principio
del placer. Asi, en la vesicula, por el incesante influjo del mundo exterior se formará
una corteza de materia muerta (PCC), una protección antiestímulo, ahora los
estímulos ingresaran de una forma más atenuada y acorde, para que el aparato
psíquico los pueda recibir. Esta protección antiestímulo no sirve para los estímulos
internos, en efecto, se tendera a tratarlos como si fuera externos (proyección), para
poder aplicar la barrera anti estimulo. Llamará traumáticas aquellas cantidad de
excitación, provenientes del mundo exterior, lo suficientemente fuertes para provocar
la ruptura de la protección antiestímulo. Ante esta ruptura, el principio de placer queda
fuera de juego, y el aparato psíquico intentará dominar esos montos de excitación,
ligar psíquicamente los estímulos que penetraron violentamente a fin de conducirlos,
después, a su tramitación. Tanto en el for-da, los sueños traumáticos, como en la
compulsión de la repetición, podemos observar como el principio de placer queda
suspendido, actuando esta función del aparato anímico que, sin contradecir el principio
de placer, es independiente de el y parece más originaria el proposito de ganar placer
y evitar displacer, si no que este intentará ligar una energía que no puede ser ligada
por el aparato.
A partir de esto Freud arma su tercer dualismo pulsional, Pulsión de vida y Pulsión de
muerte.
Masoquismo

Hasta este momento Freud tomaba al sadismo como originario ya que el investir
objetos es un acto sádico, pero la libido que inviste a los objetos proviene de la
libidinización del niño por parte de los padres, por ende el masoquismo será primario,
pues la entrada al sujeto es masoquista porque es objeto de la libidinización del otro,
lo inscriben, lo marcan simbólicamente.
El YO y el ELLO (modelo estructural del aparato psiquico)

Freud hasta este momento abordaba el concepto inconsciente desde dos aspectos
diferentes. En un primer lugar vemos un inconciente descriptivo que carece de la
cualidad de conciencia pero que sin embargo puede tenerla. Esta primera forma del
inconciente, la representación es débil y puede devenir conciente cuando se le presta
investidura de atención. Decimos entonces que se encuentra latente pero susceptible de
conciencia. Llamamos preconciente a lo latente que es inconsciente sólo
descriptivamente. Por otro lado tenemos un inconciente dinámico, donde las
representaciones no son susceptibles de conciencia porque se encuentra
reprimidas. Pero estos distingos resultan ser insuficientes en la práctica. Nos hemos
formado la representación del yo como una organización coherente de los procesos
anímicos en una persona, que tiene como función controlar la conciencia, la motilidad,
además de todos los procesos parciales, y por la noche se va a dormir, a pesar de lo cual
aplica la censura. De este yo parten también las represiones. Lo que esta reprimido
se contrapone al yo, lo podemos ver en el análisis cuando uno intenta acercarse a eso
reprimido, de repente el yo comienza a exteriorizar ciertas resistencias que se oponen a
eso, estas resistencia no so concientes. En el yo mismo hay una parte que es también
inconsciente, que se comporta exactamente como lo reprimido. A partir de esto, estamos
ante la presencia de un tercer aspecto del inconsciente, un inconsciente estructural, en
el que lo ICC no coincide con lo reprimido; sigue siendo correcto que todo lo reprimido
es icc, pero no todo ICC es, por serlo, reprimido. Y esto Icc del yo no es latente en el
sentido de lo Prcc, pues si asi fuera no podría ser activado sin devenir cc, y el hacerlo
conciente no depararía dificultades tan grandes.
La conciencia es la superficie del aparato anímico, a la misma llegan percepciones del
mundo exterior e internas. Sólo puede devenir conciente lo que ya una vez fue percepción
cc, exceptuando los procesos anímicos internos, que para devenir conciente tienen
que intentar transponerse en percepciones exteriores, es decir tiene que enlazarse
con su representación palabra. Esa es la función de la representación palabras, permitir
a los procesos anímicos internos el devenir conciente.
El yo parte del sistema percepción conciente, como su núcleo, y abraza primero al
preconciente, que se apoya en los restos mnémicos, y luego también tiene una parte
inconciente. Es decir, el yo es la esencia que parte del sistema P, y que es primero prcc, y
ello. El individuo se compone de un ello, no conocido e inconciente, sobre el cual,
como una superficie, se apoya el yo. Lo reprimido es separado tajantemente del yo
por medio de la represión y se comunica con el yo a través del ello. Lo reprimido es
sólo una parte del ello.
El yo es la parte del ello alterada por la influencia directa del mundo exterior, se
empeña hacer valer sobre el ello los influjos del exterior, asi como sus propósitos propios;
se afana por reemplaza el principio de placer, que rige en el ello, por el principio de
realidad. Para el yo la percepción ocupa el mismo lugar que ocupa la pulsión el ello. Es
decir, el yo va a tener que lidiar con las exigencia que provienen del mundo exterior
mientras que el ello lidiará con las exigencia de las pulsiones.
Le es asignado al yo el gobierno sobre el acceso de la motilidad, para andar toma la
fuerza prestada del ello y a menudo suele transponer en acción la voluntad del ello
como si fuera la suya propia.
"Así, (el yo) con relación al ello, se parece al jinete que debe enfrentar la fuerza superior
del caballo, con la diferencia de que el jinete lo intenta con sus propias fuerzas, mientras
que el yo lo hace con fuerzas prestadas. Este símil se extiende un poco más. Así como al
jinete, si quiere permanecer sobre el caballo, a menudo no le queda otro remedio que
conducirlo adonde este quiere ir, también el yo suele trasponer en acción la voluntad del
ello como si fuera la suya propia".

El yo se forma en buena parte desde identificaciones que toman el relevo de


investiduras del ello. Las identificaciones que corresponden a los primeros periodos
sexuales y atañen al padre y madre, tienen un lugar especial dentro del aparato psíquico.
Como resultado del complejo de Edipo, de su sepultamiento, se puede suponer una
sedimentación en el yo, que consiste en el establecimiento de estas dos
identificaciones, unificada de alguna manera ente si. Esta alteración del yo, se
enfrenta al otro contenido del yo como superyó. Pero, el superyó no es simplemente
un residuo de las primeras elecciones de objeto, si no que también es una formación
reactiva frente a ellas, ya que tiene una doble faz, por un lado “debe ser como el padre”,
pero también coexiste la prohibición: “No te esta permitido ser como el padre”. El superyó
conservará la ley paterna, y cuanto más intenso fue el complejo de Edipo y más rápido
se produjo su represión, más riguroso devendrá después el imperio del superyó como
conciencia moral, quizá también como sentimiento icc de culpa, sobre el yo.
El superyó es la es la entidad más alta en el ser humano, la agencia representante de
nuestro vinculo parental. Es la herencia del complejo de Edipo y, así, expresión de las
más potentes mociones y los más importantes destinos libidinales del ello. Mediante su
institución, el yo se apodera del complejo de Edipo y simultáneamente somete al ello.
El superyó conserva a lo largo de la vida su carácter de origen proveniente del complejo
paterno; la facultad de contraponerse al yo y dominarlo. Así como el niño estaba
compelido a obedecer a sus progenitores, de la misma manera el yo se somete al
imperativo categórico de su superyó (exigencia de satisfacción pulsional por ser heredero
del ello y también su prohibición). Puede ser hipermoral y volverse cruel, lo cual es una
paradoja pues pide renuncia pulsional, pero mientras más renuencia el yo, más
severo será el superyó
Hay personas que si uno les da esperanza y le muestra contento con la marcha del
tratamiento, parecen insatisfechos y su estado empeora. Toda solución parcial, que
debería ser una mejoría, les provoca un refuerzo momentáneo en su padecer; empeoran
en el curso del tratamiento, en vez de mejor. Presentan la llamada reacción terapéutica
negativa. En estas personas no prevale la voluntad de curación, si no la necesidad de
estar enfermas. Se trata de un factor por asi decir “Moral”, de un sentimiento de culpa
que halla su satisfacción en la enfermedad y no quiere renunciar al castigo de
padecer. Ese sentimiento de culpa es mudo para el enfermo; el no se siente culpable, si
no enfermo. Sólo se exterioriza en una resistencia a la curación difícil de reducir. Es
justamente la conducta del ideal del yo, el que decide la gravedad de una neurosis. El
sentimiento de culpa normal, conciente (conciencia moral), no ofrece dificultades a la
interpretación; descansa en la tensión entre el yo y el ideal del yo, es la expresión de la
condena del yo por su instancia crítica.
En la neurosis obsesiva y la melancolía, el sentimiento de culpa es conciente (notorio) de
manera hiperintensa; el ideal del yo muestra en ellas una particular severidad, y se abate
sobre el yo con una furia crucial.
En algunas forma de neurosis obsesiva, el sentimiento de culpa es hiperexpreso, pero no
puede justificarse ante el yo. Por eso el yo del enfermo se revuelve contra la imputación de
culpabilidad, y demanda al médico que le ratifique su desautorización de esos
sentimientos de culpa. El superyó esta influido por procesos de que el yo no se ha
percatado
En la melancolía es aún más fuerte, la relación con el superyó ha devenido hiperintenso,
ha arrastrado hacia sí a la conciencia. Pero aquí el yo no interpone ningún veto, se
confiesa culpable y se somete a castigo. El superyó se abate con furia inmisiricorde sobre
el yo, como si se hubiera apoderado de todo el sadismo disponible en el individuo. El
sadismo del superyó se ha vuelto contra el yo.
En la neurosis obsesiva se trataba de mociones repelentes que permanecían fuera del yo;
en la melancolía, en cambio, el objeto, a quien se dirige la cólera del superyó, ha sido
acogido en el yo por identificación
En la histeria, el yo histérico se defiende de la percepción penosa con que lo amenaza la
crítica de su superyó, mediante un acto de represión, por esta razón el sentimiento de
culpa permanece ICC. El yo suele emprender la represiones al servicio y por encargo de
su superyó, pero se vale de esa misma arma contra su severo amo. El yo sólo consigue
mantener lejor el materia a que se refiere el sentimiento de culpa.
Gran parte del sentimiento de culpa tiene que ser ICC, porque la génesis de la conciencia
moral se enlaza de manera ítima con el complejo de Edipo, que pertenece en el icc. Ej:
Delicuentes, puede pesquisarse un fuerte sentimiento de culpa que existía antes del hecho
(y por lo tanto no es su consecuencia, sino su motivo), como si se hubiera sentido un alivio
al poder enlazar ese sentimiento icc de culpa con algo real y actual.
El superyó da pruebas de su independencia del yo cc y de sus íntimos vínculos con
el ello icc. Su energía de investidura es aportada por la fuentes del ello.
Las pulsiones de muerte son tratadas de diversas maneras en el individuo.
 En parte se las torna inofensivas por mezcla con componentes eróticos
 En parte se desvían hacia afuera como agresión
 Pero en buena parte prosiguen su trabajo interior sin ser obstaculizados
Mientras que el ello es totalmente amoral, el yo se empeña por ser moral, el superyó
puede ser hipermoral y, entonces, volverse tan cruel como únicamente puede serlo el ello.
Mientras más se limita nuestra agresión hacia afuera, tanto más severo se torna en su
ideal del yo El superyó debe su crueldad a la desmezcla de pulsiones consecuencia de la
identificación con el arquetipo paterno que lo engendra
El yo en su potencia y en su endeblez, tiene importantes funciones: Por su vínculo con la
percepción tiene la función de el ordenamiento temporal de los procesos anímicos. Y los
somete a examen de realidad (ppio de realidad). Por su vinculo con el pensamiento tiene
la función de aplazar las descargas motrices y por lo tanto, gobierna la motilidad y la
acción. Con respecto a la acción, debe “consultar” antes con sus amos.
Hay dos caminos por los cuales el contenido del ello puede penetrar el yo. Uno es el
directo y el otro es de forma indirecta mediante el ideal del yo, a treves de la formación
reactiva contra los procesos pulsionales del ello.
A su vez el yo está sometido a tres servidumbres, sufriendo las amenazas de tres clases
de peligros: La libido del ello, la severidad del superyó, y los peligros objetivos que vienen
del mundo exterior. Como ser fronterizo, el yo quiere mediar entre el mundo y el ello,
hacer que el ello obedezca al mundo, y hacer que el mundo haga justicia al deseo del ello.
No sólo es auxiliador del ello, es también su siervo sumiso, que corteja el amor de su amo

Вам также может понравиться