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PANÓPTICO DEL CARNAVAL DE RIOSUCIO 2005

Entre el jueves 6 de enero y el miércoles 12, se celebró en Riosucio, Caldas, Colombia, el


carnaval de ese municipio, más conocido como el Carnaval del Diablo. Sin duda, aunque mr. Satán
no es más que otro símbolo de esta fiesta como lo son el himno y la bandera del carnaval, este ser
atrae a miles de turistas que sienten curiosidad de cómo se vive en una republica de una semana,
con su corte y todo, que es conducida por su majestad el Diablo. Esta es una mirada panóptica de
tan singular fiesta.

*Por Andrés Ricardo Castro Hurtado


La Diabla
El sábado 8 de enero de 2005, a la 1:15 a.m., hizo su entrada a la plaza de San
Sebastián la esfinge de una diabla de aproximadamente 3 metros de altura, vestida
únicamente con dos collares colgados al cuello y con la piel de fuego desnuda y libre a
la neblina riosuceña de esa hora, sus manos extendidas como en posición de llegad a mi
los cansados y borrachos, alas de murciélago a las espaldas, y unas puntiagudas
protuberancias desde la parte media de los muslos, pasando por el inspirador derrier,
hasta la altura del cóccix que asemejaban las espinas del tallo de una rosa.

El constructor e ideólogo de la diabla es Beto Guerrero, personaje conocido en


todo Riosucio por estar a la cabeza de un parche conocido como los 30. Los 30 son un
combo que precisamente en estos momentos supera el número de integrantes que lo
bautiza y allá, como dice Beto, “la gente llega, no se le pregunta a nadie quién es usted,
cómo se llama, usted qué hace. Si alguien arrima es porque se le da confianza, es
porque sabe que va a caer bien. No hay requisito para pertenecer al parche de los 30,
porque allí hay de todo, carniceros, soldadores, pintores…hay de todo”. Su voz es
ronca y tan carrasposa como el sonido de unos abejorros alborotados atrapados en un
frasco, y estoy seguro de que si no le fuera tan fiel a la diabla, haría una perfecta
carcajada de Satanás en el evento principal de la celebración en la que aparece su dama
luciferina, El Carnaval de Riosucio.

Esta tranquilidad de hoy en día para acercarse a la diabla no ha sido gratuita.


Todo el mundo quiere tomarse una foto con ella, brindarle guarapo, los hombres se le
arriman para tocarla y pedirle que les de suerte con las féminas carnavaleras, y las
mujeres la miran como viendo hasta qué punto se pueden identificar con ella. Esto no
era así de sencillo hace 14 años, cuando tan sólo era unos cachos con cabeza que por
primera vez salía a ser parte del carnaval.
El parche de los 30 siempre se ha reunido a pasar las tardes frescas de los
sábados riosuceños en una esquina diagonal a la galería del municipio. Por lo general
estos sectores en los pueblos de Colombia son zonas de tolerancia, lo cual no significa
que por eso sean áreas deterioradas, aunque fácilmente se identifica una cosa con la
otra. Para dar un ejemplo, cuando el eje cafetero se vio afectado por el terremoto del 25
de enero de 1999, en el sector de la galería de Armenia, capital del departamento del
Quindío, quedó al descubierto todo un sistema de túneles subterráneos por donde
ladrones y delincuentes de todas las calañas se daban a la huída al cometer sus delitos.

Pero la esquina de los 30 inspira confianza. Las paredes de la galería están


pintadas con murales alusivos al diablo riosuceño y a la diabla del Beto, quien con su
voz de abejorros alborotados rememora: “A los 14 años hice un mural aquí en las
paredes de la galería, después empecé a hacer más. Nunca he pedido permiso. Yo
puedo ir haciendo un mural aquí en la galería si quiero, nadie me ha dice nada, ni
alcalde ni gerente de la galería, ese derecho nos lo ganamos hace muchos años. Puedo
borrar o hacer lo que sea y es algo normal. Inclusive en cualquier pared de Riosucio
puedo ir a hacer un mural y es bien recibido. Yo llego a cualquier parte a camellar y
siempre soy bien recibido, siempre, en cualquier parte. Mire, por acá siempre han
habido tabernas, nos criamos viendo cantinas, viendo mujeres, viendo todo ese cuento.
Pero hemos hecho de la galería algo bueno para Riosucio, porque usted va a cualquier
parte y lo peor de allí es ese sector. Acá no. Aquí nosotros nos encargamos de sanear
esto. Aquí no se ven ratas, no se ven picaros, no se ve esto, no se ve aquello, no se ven
vicios…por aquí no hay expendios de vicio. Por decir algo, nosotros vemos una pinta
rara y nos ponemos en la juega”.

Y una tarde de esas, a las vísperas de la preparación del carnaval de 1993, en las
que estaba en la juega tomándose unos guarapos, escuchando música de los años 60,
Leo Dan, Camilo Sexto, Los Ángeles Negros, en la tradicional esquina de la galería en
que se reúnen el parche de los 30, fue que a Beto Guerrero le llegó la inspiración. De
alguna manera contemplaba un cuadro propio del arte kitch, donde aparecía una mujer
con cuernos y cabellera de fuego que dominaba una arpía intergaláctica, pero este
momento de sosegado pensamiento se le revolvía con cierto inconformismo con la junta
de la corporación del carnaval. “Todo surgió por las injusticias de la gente que
manejaba el carnaval de ese entonces, que era más bien descuidada con la plata del
pueblo. Para esa época no se podía hablar ni decir nada, entonces nosotros hicimos
algo como símbolo de protesta. Nunca creímos que esta vaina fuera a causar tanta
polémica. Pensábamos hacerlo una vez y ya. Hubo problemas con la junta del carnaval
(nos mandaban la policía todos los días, incluso llegó a haber tropeles con la Ley),
entonces a los 2 años siguientes con más razón la volvimos a hacer. Esa vez hicimos
solo la cabeza, pero al siguiente año ya la sacamos entera”.

Pero si hemos de aceptar que cada pueblo tiene la historia que se merece,
debemos convenir en que la beligerancia con que entró por primera vez la diabla es casi
la misma beligerancia con la que Riosucio se volvió Riosucio. Este pueblo antes de ser
lo que es hoy era dos poblaciones que se odiaban a muerte; uno, el pueblo del Real
Minas de Quiebralomo que estaba formado por dueños de minas y mineros, el otro, la
población de la Montaña habitado por indígenas cristianizados.

Estos pueblos se enfrentaban constantemente por los terrenos en donde hoy se encuentra
el municipio. Pertenecían a la jurisdicción del Gran Cauca y fue bautizado por Juan
Badillo al ver un río que bajaba turbio en sus aguas, con la desenvoltura y sapiencia que
caracterizaba a los conquistadores, como la región del Río-sucio. No hay mal que dure
cien años ni dos pueblos que lo resistan, y los presbíteros Bonifacio Bonafont y Ramón
A. Bueno promovieron que se trasladaran y compartieran el territorio, en 1819, para así
propiciar un cese de hostilidades. Curiosa coincidencia si notamos que el traslado se
concluyó el 7 de agosto cuando Colombia salía de una etapa de beligerancia
independentista y se metía en otra guerra para definir sus lineamientos políticos y
sociales.
Para entonces, se construyó una iglesia consagrada a la virgen de la Candelaria
en la parte de abajo, en donde se ubicaron los indígenas cristianizados. Y, a tan sólo una
cuadra de distancia y un poco más arriba, los pobladores de Quiebralomo elevaron una
iglesia consagrada a San Sebastián. Los habían unido, pero los vecinos del nuevo
pueblo con dos plazas y dos iglesias sabían muy bien la diferencia entre estar juntos
pero no revueltos y decidieron construir una cerca que separara las dos plazas y la
bronca mutua. La confrontación continuó, las piedras iban y venían de un lado a otro, lo
mismo que las injurias, que a medida que pasaban los años se fueron estilizando hasta
convertirse en todo un arte del insulto. Ya en 1846 la cerca desaparece y para que las
celebraciones de los reyes mago se hicieran en paz, se le recordaba a todo el mundo la
posibilidad de la condenación eterna si se insistía en los odios.

Beto Guerrero nunca imaginó que su diabla fuera a despertar esa clase de
sentimientos que en alguna época el mismo carnaval logró aplacar. Pero la dinámica de
las carnestolendas es superior a las pueriles emociones de odio de los Hombres y su
sencillo rumbo (y rumba) se encargó de que los altercados con las Juntas se acabaran.
“Ya las asperezas con la Junta se han ido limando. Más que todo los problemas fueron
con las 3 primeras. Las otras se han portado la barraquera. Esos roces ya no existen.
Al contrario, se portan muy bien con uno” Y es así, mientras el diablo todavía no ha
hecho su arribo, la gente se aglutina y baila alrededor de la diabla, sin que esto se vea
como un sacrilegio a la tradición cultural del carnaval. “Es el símbolo de la barra de los
30,-continua Beto- allí se sube todo el personal, y si la dañan es normal, si se subieron,
si nos subimos, si la dañaron, si la dañamos es normal. Ella está es para eso, para que
la gente disfrute todo ese rollo. Para que la gente se la parrandee, para que se la
gocen. La subimos y la bajamos, la ponemos en una plaza y en la otra, para eso está,
para pasearla, para que la gente la disfrute. Cuando la ponemos junto al diablo no lo
hacemos incitando a nadie, lo hacemos como algo carnavalesco. Eso es parte de la
rumba”.
El Diablo I
Esa es la gran diferencia entre el diablo y la diabla. La diabla se queda en rumba
y recocha. Mientras que el diablo es rumba y recocha, pero también es todo un símbolo
del carnaval de Riosucio y para los riosuceños. Y es que el diablo hace parte de una
cosmogonía ya propia y única del municipio, puesto que a este diablo no se le debe
relacionar totalmente con la amenaza cristiana, y en él podemos ver todo un
componente triétnico. Para Carlos Eduardo Gómez, Coordinador de etnoeducación,
deporte y cultura del resguardo indígena de Cañamomo y Lomaprieta, perteneciente a
Riosucio y a la familia de los Emberá Chamí, “hay en la esfinge del diablo elementos
que dan cuenta de eso: unos cachos grandes negros que representan la fortaleza del
toro y además representan la fortaleza de la raza negra; los ojos rasgado, como los
ojos del jaguar, representan lo indígena; y en la cultura blanca lo que tiene que ver con
el tridente, que representa a la religión católica y su símbolo de castigo; tiene una cola
en forma de serpiente que recuerda uno de los mitos que se manejan en las
comunidades indígenas de Riosucio. El mito de la serpiente de las siete cabezas, lo
cual era la forma de nuestros ancestros indígenas de tratar de explicar los diferente
movimientos telúricos que se daban en la zona. Como no tenían una respuesta
científica, entonces los relacionaban como una serpiente que estaba en movimiento y
que vivía en nuestras comunidades por debajo de la tierra. Entonces al sentirse los
movimientos, al entrar en actividad el volcán del nevado del Ruiz y moverse la tierra,
ellos lo sentían como si fuera una serpiente”.

¿Pero y de dónde salió este diablo? La cosmogonía popular vuela fácilmente por
el imaginario colectivo y dice que fue parido del vientre hinchado del Ingrumá, el
imponente cerro que domina el paisaje riosuceño. Pero además de este nacimiento
mágico hay que tener en cuenta que este diablo es todo un proceso de aculturación.
“Tiene una historia desde tiempos de la colonia en la que los esclavos traídos del
África y que trabajaban en Quiebralomo en las minas de Vendecabezas tenían la
oportunidad de salir y disfrutar de un tiempo de libertad para poder divertirse.
Entonces ellos utilizaban unas mascaras de diablos elaboradas por ellos mismos, se
armaban con vejigas de toro que ponían a secar y que amarraban con cabuyas, salían
a desfilar repartiendo vejigazos y latigazos con los que le pegaban a la gente. No
existía ni el aguardiente, existía una bebida que se llamaba la penca, y cuando ya se
envalentonaban y se sentían sabrosos, se ponían esas caretas y se iban detrás de la
gente, persiguiendo a las muchachas más que todo y las hacían entrar a las iglesias o
las casa. En ese entonces no se denominaba Carnaval de Riosucio sino “Matachines”.
Luego empezó a evolucionar y entonces se configuró como símbolo la esfinge del
Diablo, pero como un símbolo de alegría, tomando la idea de las mascaras que
utilizaban los esclavos de Quiebralomo”. Nos comenta Carlos Eduardo Gómez.

Con estos antecedentes fue surgiendo la fiesta que se encargó de unir a los dos
pueblos separados por una cerca. Españoles, indios, africanos, afrocolombianos,
mulatos, zambos, moriscos, grifos, mestizos, campamulatos; carnavales de cuaresma,
celebración de reyes magos católicos, cultos al sol y a la tierra amerindios, y rituales de
espíritus y demonios africanos se juntaron en un solo elemento, en el diablo mestizo,
que en 1915 se hizo esfinge y cuando la cerca que dividía a Riosucio ya había sido
eliminada por decreto en 1846. Para esa época, aquellos que participaban de los
matachines mostraban diestra habilidad para crear textos rimados que cantaban. Toda
una estilización de los insultos que otrora se repartían de plaza a plaza y que hoy ya
refieren alabanzas al carnaval, al paisaje y a la gente riosuceña, a problemas nacionales
y demás temas domésticos o filosóficos de los que se puedan sacar rimas burlescas.

La Pasión de un Pueblo
El Carnaval de Riosucio se festeja intensamente durante seis días cada dos años.
Para el riosuceño, los otros setecientos veinticuatro, -mientras recoge café, reclama las
remezas que le envía un familiar de los Estados Unidos o recuerda las épocas de la
bonanza minera- no son más que una espera del Carnaval. Empieza un viernes y termina
un miércoles, procurando que entre un día y el otro se coja un 6, día de los Reyes
Magos. Incluso desde julio del año inmediatamente anterior se da inicio como tal, pues
en esa época tiene lugar el “Decreto de Instalación de la Republica del Carnaval”.
Desde ese momento no hay nada más intenso que un riosuceño esperando la llegada del
Diablo para que tome su lugar como soberano del Carnaval. Mientras se da su arribo, su
majestad tiene representantes en la tierra, un presidente, una alcaldesa. Toda una
parodia política, con dignatarios y leyes propias, matachines y decreteros, abanderado y
pregoneros que trasmiten las órdenes de fraternidad y alegría, y que incluso llegan a
tener potestad sobre las fuerzas vivas del municipio (bomberos, defensa civil, policía,
etc.).
El Aquelarre de Iniciación
Un día antes de la entrada de la diabla, el 7 de enero, se había realizado el desfile de las
cuadrillas infantiles. Las cuadrillas se formaron de la unión de diferentes matachines
para salir a hacer lo suyo en las calles, organizándose con letras y canciones en común,
al empezar a salir como grupos de aproximadamente ocho personas. También los trajes
con los que recorrían el pueblo empezaron a ser temáticos y más allá que el Diablo, las
cuadrillas son el objeto expresivo máximo del carnaval. Es así como el desfile de
cuadrillas infantiles es el aquelarre de iniciación de los pequeños matachines a todo el
misticismo de las cuadrillas. Esta es la forma en que la tradición del carnaval se
sostiene, no se premia ni se castiga por la mejor o la peor cuadrilla de los adultos, sino
que se promueve en la población infantil su amor por estas fiestas. Sus disfraces sobre
todo dirigen mensajes al cuidado del medio ambiente, o resaltan personajes de cuentos o
famosos matachines ya desaparecidos, aunque siempre hay un pequeño disfrazado de
lucifer que revolotea entre la comparsa, molestando a sus compañeros o bailando.
Después llegan al proscenio de San Sebastián y pasan una a una de las 11 cuadrillas de
este año a cantar letras matachinesca acompañadas con música de Juanes u otro tema de
moda, preservando la exaltación a la tierra, al Ingrumá, al diablo y al carnaval por
medio del canto y la literatura matachinesca.

Diablo II: Llega a Mí


Sábado 8, 7 p.m. El día y la hora más esperados. El día en que cada riosuceño,
vecino del municipio o en la diáspora, es un volcán que ha estado comprimiéndose
durante dos años. Un volcán que sabe que ese día va a liberar todo su fuego carnavalero.
La diabla ya se ha paseado todo el día de plaza en plaza, de arriba abajo. A las 7 de la
noche, en un sitio conocido como Estadero la Colina, una multitud se agolpa alrededor
de una carroza que oculta a su majestad con una lona que se eriza por casi 4 metros de
alto. El guarapo, bebida que según advierte una canción al tomarlo no se para ni el más
guapo, viene y va como una historia de nunca acabar. Me lo entrega una mano
desconocida, lo recibo con la mía, lo tomo y lo roto a otra mano desconocida. En menos
de tres pensamientos vuelve sin pedirlo. Todo se organiza para que no haya un solo
error; hay vibraciones raras, energías que no son precisamente malignas sino de
apasionante ansiedad. Se pone música que sugestiona al más escéptico, decibeles que se
escuchan a unas 5 cuadras a la redonda, que en esta ocasión son apartes de la banda
sonora del Drácula de Coppola. Al Diablo lo van a preceder 3 caravanas que son grupos
totalmente distintos a las cuadrillas. Se hallan allí Las Pechugonas, Las chicas Gogó y
una que representa La Pasión de Lucifer; casi todas mujeres vestidas y asumidas como
súbditas de Satán. Agitando el enrarecido ambiente más disfraces sueltos, todos tratando
de superar la imaginación del Dante. Son las ocho, la salida era para las siete, pero
nadie dice nada, se grita pidiendo la llegada de su majestad, pero se le habla a él, no a
los técnicos que organizan y demoran la carroza. Ocho y treinta, la lona empieza ceder,
va dejando ver una gárgola verde, las cabezas de unas calaveras, una serpiente coral
atacando, otra gárgola. “¡Bienvenido Diablo, bienvenido!”, se escucha;”llega a
Riosucio Satanás, llega a mí” alguien grita con más ahínco. Cuando se libera a su
majestad de la lona, la euforia es total, digna del rincón más oscuro del Averno, la piel
se pone de gallina, y en ese momento el foráneo y el nativo se vuelven habitantes de una
sola republica, la del Carnaval.

El recorrido del diablo por el pueblo dura casi tres horas, pasa por la plaza de la
Candelaria para llegar a la de San Sebastián y allí se escucha por primera vez su voz que
puede asustar al mismísimo Virgilio en su estado más tranquilo atravesando el infierno,
una carcajada ronca que rompe los estertores de dos años sin su presencia, pidiendo
cuentas de las andanzas parroquiales, nacionales y del mundo e invitando a toda la gente
a disfrutar de su republica, bajo la vigilancia de su guardia diabólica. Se le comenta de
guerras por petróleo, de afanes reeleccionistas y de tragedias provocadas por tsunamis.
El diablo es puerco dicen las abuelas, pero son más puercos los hombres, destruyéndose
a si mismos y a este planeta que no es más que una nave espacial navegando por el
universo, como decía Carl Sagan, una isla de la cual no podremos salir nunca cuando el
dinero y el poder hayan hecho de ella un vividero más terrible que el infierno católico.

Diablo: Posición en abandono de su trono para buscar el frente de batalla.


Modelo anatómico muscular del hombre para una clase de medicina, sin piel, o si se
prefiere Eddy the Knife, la mascota de Iron Maiden. Además de los ojos, colmillos de
jaguar, arete con dos plumas, chiva. Su mano derecha empuña un tridente rustico de
madera, en la izquierda el calabazo que contiene el guarapo de nunca acabar. Alas de
diablo, taparrabo en sus partes nobles. La gente siempre espera que se mueva, y en esta
versión mueve tan sólo la cabeza para echar fuego por su boca. Hay que dar las gracias
porque todavía hay cosas que nos siguen sorprendiendo. No hay un solo sujeto que no le
guste el diablo, algunos dirán que es un diablo muy Light o muy flaco, pero a todos les
gustó la imagen que su monarca fulgura en este carnaval 2005. De manera blasfema le
pregunto a Beto ¿Beto, le hizo honor el diablo a la diabla? Sí.

Labores Creativas
Si queremos, también podemos diferenciar al diablo de la diabla en su logística.
El parche de los 30 se ha demorado tres meses para hacerla. El dinero para realizarla es
un dinero que va resultando en el camino entre carnaval y carnaval; a medida que le
trabaja, Beto le va metiendo el dinero que necesita. “También hay amigos que aportan
y camellan en ella, vienen aquí y trabajan, camellan todo un día, se van y a los días
vuelven, no esperan nada, nunca están esperando que uno les pague o cosa parecida.
Antes la gente va llegando con cosas”.

El constructor del diablo de este año es un joven publicista de 27 años, de


nombre Gustavo Adolfo Cardona, quien ganó un concurso entre otros cuatro proyectos.
Ya se había ganado el concurso del afiche hace cuatro años y para este carnaval quiso
trascender, dejar algo más grande en el álbum de las cabezas de los asistentes al
carnaval. Inicialmente había presentado un proyecto que costaba alrededor de 50
millones de peso, un esqueleto en aluminio con amplias posibilidades de movimiento y
con la particularidad de moldear versátilmente la fisonomía externa para nuevas
versiones del carnaval. Tuvo que bajar los costos y el valor de la esfinge estuvo por los
12 millones. Demoró en hacerlo 5 meses, trabajándole todos los días y con el apoyo de
6 personas más, incluyendo a su hermano Daniel quien es mecánico industrial. Gustavo
presenta la obra que a todo el mundo ha dejando contento: “Es un Diablo libertador,
por eso la posición. Es una posición guerrera, muy activa, no es tan pasiva, no está
sentado. La idea entonces es trasmitir esa energía. Es libertador porque nos está
liberando de las amarguras, de las tristezas, de todas las cosas que no queremos tener
en la vida y que se acumularon durante estos 2 años, y libera por medio de la alegría
de esta fabulosa fiesta. Es un diablo indígena.¡Ciento por ciento!. En Colombia todos
somos indios, me fascina eso, porque es que hay que sentirnos más que orgullosos de
esa nota. Entonces cómo lo justifico: en el proyecto es un tridente hecho del árbol del
café. ¿Por qué del café? Porque somos el eje cafetero, porque ha traído muchísimas
alegrías, la gente vive del café en esta región. Es una forma como de rendirle tributo,
tanto a la madre naturaleza como a la gente que se encarga de cultivarla. Por que es el
sustento de la gente, de los campesinos”.

Diablo III = Cultura Liberadora


Para Carlos Eduardo Gómez, del resguardo de Cañamomo y Lomaprieta, y en
general para la gente de Riosucio, la idea de que el diablo se destaque por su
componente mayoritariamente indígena no es relevante en realidad: “Somos consciente
que dentro de la evolución de la misma fiesta los nuevos diseñadores que tienen la
responsabilidad de la elaboración de la esfinge tratan de impregnarle algunos aspectos
muy personales y ya más artísticos, y tratan de impactar y ser muy novedosos. Igual,
más allá de la esfinge del Diablo lo importantes es la cultura de nuestras comunidades,
que no va a cambiar mucho, lo de nosotros es mostrar la cultura que tiene Riosucio
para que sea conocido como uno de los municipios con gran riqueza cultural de
Colombia”. Y alguien que puede recalcar esto es el mismo Gustavo Cardona,
describiendo la sensación que puede sentir cualquier riosuceño o cualquier visitante
cuando Su majestad el diablo del carnaval hace su entrada triunfal en la plaza de San
Sebastián por primera vez y se carcajea y habla pidiendo cuentas: “Se siente una
energía muy rara. Cuando sale ese hijueputa diablo aquí en el parque todo el mundo es
enloquecido y vos sentís la energía, muchísima. Uno se compenetra con la fiesta, la
gente que es de afuera se va enganchando de una manera de la cual difícilmente se
salen… y lo expresan. Yo creo que en la vida me vuelvo a desenganchar de los
carnavales, sea haciendo esto o sea haciendo lo que sea, pero nunca me voy a
desenganchar de esto. ¿Cuánto pueden costar 5 segundos de alegría del alma, a pesar
de los problemas que tengas encima? Y si alguna persona que ha estado con los
problemas más tesos dice me sentí bien y despejé mis problemas por 5 segundos, para
mí, te aseguro que eso no tiene precio”. Yo, que soy un humilde visitante de estas
fiestas, puedo jurar que es verdad.

Después de la impactante entrada de su majestad uno se da cuenta de por qué


para los foráneos ese es el Carnaval del Diablo y no el Carnaval de Riosucio. La
personalidad apática es un débil celofán ante las vibraciones que hay alrededor de la
llegada del Diablo; la personalidad que quiere ver el toro desde la barrera y ser un
simple espectador de las reacciones de la gente ante una esfinge, imagen, modelo,
desaparece como el norte en una banda de moebius, se empieza por afuera pero sin
saber cuándo ya se está adentro, tal vez en silencio, pero con los ojos hipnotizados por
el diablo del carnaval. Quizás esa falta de distancia hizo que periodistas empezaran a
llamar a esta reunión como las fiestas, carnavales o ferias del diablo.

¿Carnaval del Diablo O Carnaval de Riosucio?


Esto tiene un origen: Hay un personaje que es el encargado de llevar uno de los
símbolos del carnaval a todas las actividades del evento, Don Abelardo Vallejo
Taborda, el abanderado. Abelardo es el encargado de encabezar y portar los colores
amarillo, blanco y verde, la bandera del carnaval, en todas las actividades culturales
desde 1948. Lleva 57 años como abanderado, y recuerda muy bien cómo fue que
empezó esa bola de nieve de decirle Carnaval del Diablo, a estas fiestas: “El Carnaval
de Riosucio, primero se llamaba Matachines y luego cambió al nombre Carnavales,
pero unos chiflados periodistas, que me imagino eran de El Espectador, les dio por
ponerles ese nombre por allá en los años 70. Le impusieron ese título con el cual
todavía luchamos por llamarlo el Carnaval de Riosucio, pues el carnaval tiene 3
símbolos, himno, bandera y el diablo.”
Lo Más Importante: Las Cuadrillas
El himno se lo sabe todo el mundo: ¡Salve, salve, salve placer de la vida¡/
¡salve, salve sin par carnaval¡/de Riosucio, la tierra querida,¡/¡eres timbre de gloria
inmortal!, y después de 2 días es seguro que el visitante ya los estará tarareando y
saltando después de haber renegado un poco de su ritmo pantomímico de los himnos
oficiales de las naciones. La bandera está por todas partes, ponchos, sombreros, copas
aguardenteras, la exhiben. Y el diablo como símbolo unificador no tiene rival. Pero es
en las cuadrillas donde los riosuceños hacen uso de la expresión carnavalera. El
rompimiento de los límites con el poder, de las clases sociales, de la política, de la
desigualdad entre riqueza y pobreza, desgarra los límites entre lo cómico y la tragedia,
entre lo solemne y lo ordinario; se burla cantando grande verdades y genera carcajadas
al pueblo y risitas tímidas entre los aludidos, pasándose los roles de burlados y
burladeros entre unos y otros con la facilidad de una tonada y cuatro versos. En esta
versión del carnaval las cuadrillas se pueden agrupar entre las familiares de la gente que
vive en Riosucio o de las colonias dentro del país, la de los riosuceños en la diáspora, la
de los jóvenes y las cuadrillas de las comunidades indígenas.

Un ejemplo de una cuadrilla familiar es la de los Vargas Buitres y Arpías,


quienes en sus trajes llevan inmensas alas y la prominente cabeza de estas aves
carroñeras y vengativas. Con música de la cumbia prendé la vela cantan: Buitres y
arpías/ van pál Averno/sexo y guarapo/allí tendremos. O con la canción tropical El
Negrito del Batey es fácil adivinar a qué se alude: Mil carroñeros/ hoy desgarran el
senado/sombra del mal/ que se aprovecha del pueblucho/conciencia negra/ de los
hombres mal nacidos/ campeones siempre han sido/ del chanchullo y el serrucho.

Con un poco menos de imaginación la cuadrilla de Los Yankipirreños se han


disfrazado de jugadores de fútbol americano con manos y pies luciferinos. Con música
de otra cumbia, El Garabato (Te Olvidé), cantan: Emigrantes que volvemos/ a nuestra
tierra adorada/ a rendirle homenaje/ a rendirle homenaje/ al grandioso carnaval/
Volveré, volveré/ Volveré, Volveré. Es la colonia de los riosuceños en los Estados
Unidos.
La de los jóvenes se ha autonombrado La Colonia Infernal, a su cuadrilla le han
puesto Vesania, y como su nombre lo indica, las letras de las canciones están dedicadas
a la locura y se acompañan con rock. La siguiente letra lleva la música de The rise of
Sodom and Gomorrah del grupo gore Therion: /Vengan todos a danzar/ aquí en el
carnaval/ involúcrate en la fiesta de su majestad/ hay locura, fuego y muerte/ ira y
sosiego/ es la vanidad defecto de la humanidad. O de los Fabulosos Cadillacs, con La
Vida: Es el diablo la pasión del festín ¡oh, oh¡/ nos invita a vivir ¡oh, oh¡/ sin devoción
y con ego/ Un romance con el carnaval ¡oh, oh¡/ nos invita a gozar ¡oh, oh¡/ una
explosión de excesos.

Y la cuadrilla Espíritus de la Madre Tierra, del resguardo indígena de


Cañamomo y Lomaprieta, con música más autóctona, cantan sobre un problema
nacional pero que muy especialmente afecta a los indígenas: Tratado de libre comercio/
y el ALCA nos van a exprimir/ sin calidad y sin precios/ no podremos competir. Muy
acorde con sus principios, la vestimenta de ellos representa el aire, la tierra, el fuego y el
agua, los 4 elementos de la tierra. El actual alcalde de Riosucio es indígena, por lo tanto
otra letra de su cuadrilla obviamente hace referencia al espacio ganado en el espectro
político: La pertenencia/ la identidad / fueron la esencia/ de esta realidad/ los
compañeros/ concientes ya/ dieron certero/ golpe electoral.

Estas Cuadrillas han expuesto sus trajes, su música y su material de literatura


matachinesca sobre el proscenio de San Sebastián. Después visitan una a una 25 casa ya
tradicionales, donde repiten su lúdica y donde la junta del carnaval ha mandado de a seis
botellas de aguardiente y seis botellas de gaseosas por casa para que se atiendan a las
cuadrillas, allá les brindan comida y disfrutan de las presentaciones y las letras de estos
grupos.

Un Espacio para la Identidad

El lunes 10 de enero, algo que en versiones anteriores se llamaba el día del


campesino se le ha dado un nuevo nombre: Día de la identidad Riosuceña. Riosucio es
el municipio de Colombia con más población indígena, con un censo aproximado de 60
mil habitantes en los cuatro resguardos: Nuestra señora de la Candelaria de la Montaña,
Escopetera y Pirsa, Cañamomo Lomaprieta, y San Lorenzo. El carnaval no deja de ser
un espacio donde lo indígena asiste de manera relevante con sus sainetes, danzas,
carrozas y su música. Además de que participan en todos los desfiles, la Guardia
Indígena también se hace representativa a nivel de las comunidades indígenas. De esta
manera ellos dejan muy claro que tienen una representación interna, que es la justicia
propia con la cual hacen el control social dentro de sus territorios y que está basada
mediante lineamientos de consejo de gobierno de sus gobernadores y de su gobierno
propio.

Adiós
Pero el carnaval, como todo, tiene su final. El miércoles 12 los cuadrilleros y la
gente en general se visten de luto, se hacen presente plañideras para darle la despedida
al calabazo que contenía todo el guarapo de caña que se ha bebido, y esperar el
testamento del diablo del carnaval de Riosucio. Se le llama la atención al diseñador y
constructor de la esfinge por no haberle puesto cojones a su majestad, que son aquellos
en donde las mujeres piden suerte y bienaventuranza tocándolos. El oprobio se oculta
con un taparrabos. Se reparte su tridente, sus cachos, sus pesuñas, hasta que no queda
nada del Patas, como se le dice más popularmente, que se despide con fuego y juegos
pirotécnicos. Este año se ha decido hacer arder al mismo diablo que desfiló y vigiló las
fiestas para obligar a construir uno nuevo dentro de dos años, anteriormente se quemaba
tan solo una imitación más pequeña. Después de tutelar el Carnaval desde la plaza de
San Sebastián, la esfinge es bajada hasta la plaza de la Candelaria para organizarla, que
no es más que ponerle los tumbarranchos, los cohetes y echarle gasolina. Tomando las
debidas precauciones, la gente se aglutina alrededor del que hasta ese día será su rey.
Son muy pocos los que se quedan en casa para ver la despedida por televisión; esos son,
los que de la borrachera ya no se paran, o aquellos enfermos que el cuerpo ya no les dio
más. Entre la multitud y a lo lejos se encuentra el parche de los 30, el Beto y aquella que
se ha paseado vagabundeando y acolitando el regocijo, la diabla. Ella y la gente le dicen
adiós a su majestad, se despiden con tristeza endemoniada, la figura imponente de más
de cuatro metros de alto pareciera también despedirse desde lo más profundo del fuego
que lo consume. Lo último que demora en prenderse es esa risa maleva que nunca
olvidaremos y que esperaremos a que regrese en el 2007.

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