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Fátima Prieto
Universidad Internacional de La Rioja
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All content following this page was uploaded by Sonia Gutiérrez on 23 July 2015.
eva.solera@unir.net
Adicción, Tecnologías, Internet, Móvil, Videojuegos, Redes sociales, Programa educativo, Prevención,
Intervención.
RESUMEN:
Desde hace algunos años diversos investigadores han centrado sus estudios en las
consecuencias de la elevada proliferación de las tecnologías de la información y la comunicación. La
utilización de éstas se ha incrementado en prácticamente todos los sectores de la población en muy
poco tiempo, debido al aumento de las prestaciones que ofrecen. Esta situación ha provocado que se
empiece a hablar de la adicción a las tecnología (Internet, videojuegos, móvil, etc.), identificando en
las personas que la experimentan síntomas similares a las adicciones a ciertas sustancias. La
preocupación a nivel social y científico continúa en ascenso, puesto que cada vez son más
tempranas las edades en las que se detecta esta situación, por lo que es necesaria una actuación al
respecto. Con este fin presentamos este trabajo, en el que se recoge una propuesta de actuación
para plantear un trabajo conjunto entre centros educativos y familias de alumnos de segundo y
tercer ciclo de educación primaria que ayude a reducir las consecuencias negativas del uso de las
tecnologías. En concreto, se trata de un programa educativo compuesto de 10 sesiones de
entrenamiento, de una hora a la semana, para instruir a los padres en el uso responsable de estas
herramientas y en la educación de sus hijos al respecto. Todo ello complementado por un plan de
actuación desde el centro en el que ambos agentes (familia y escuela) trabajarán conjuntamente.
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15º Congreso Virtual de Psiquiatria.com. Interpsiquis 2014
www.interpsiquis.com - Febrero 2014
Psiquiatria.com
PROGRAMA DE PREVENCIÓN EN LA ADICCIÓN A LAS TECNOLOGÍAS EN MENORES
Es obvio que en las últimas décadas se ha producido una revolución tecnológica que ha
provocado la expansión del uso de diversas herramientas, como Internet, los videojuegos, las redes
sociales, la telefonía móvil, los smartphones, las tabletas, etc.
La innovación a nivel tecnológico continúa y ofrece día tras día nuevos productos y mejoras
en los ya existentes, captando continuamente la atención de la población, que trata de adaptarse a
ellos y estar al día de su evolución, planificando las diversas áreas de la vida en base a ellos. En este
sentido, se han desarrollado numerosos estudios interesados en analizar esta revolución tecnológica
y la respuesta de la población ante ella [1] [2] [3] [4] [5] [6] [7] [8] [9].
Desde el ámbito psicológico el interés se ha centrado en el desarrollo de comportamientos
adictivos ante la tecnología. Así pues, se habla desde hace algunos años de las “adicciones sin
drogas” para referirse a este tipo de comportamientos, que no están asociados a una sustancia.
Como indican Labrador y Villadangos [5], algunos investigadores [10] afirman que puede
considerarse una adicción cualquier comportamiento que suponga una alteración para la vida del
individuo, pero que le supone algún tipo de satisfacción. Por otra parte, otros, como Fairburn [11],
señalan que esa conducta debe alterar gravemente la vida de la persona para considerarla una
adicción. Según esto, Labrador y Villadangos [5] consideran que aún no disponemos de criterios
concretos para establecer un diagnóstico de adicción a las tecnologías. Pero, como dice Echeburúa
[2], al igual que ocurre en otras adicciones, cuando no es posible utilizar las tecnologías aparece el
síndrome de abstinencia.
En cualquier caso, y en relación con el tema que nos ocupa, Sánchez-Carbonell et al. [8]
comentan que es frecuente que los menores presenten malestar cuando no tienen acceso a las
tecnologías, y Hough [4] concreta que esta situación puede observarse en 4 de cada 5 alumnos. Por
tanto, este problema es más complejo y preocupante en menores, puesto que en estas edades los
niños y jóvenes son más vulnerables a este tipo de adicción [9], que tiene importantes
consecuencias para su desarrollo. No debemos olvidar que las tecnologías, en concreto Internet,
permiten obtener un refuerzo positivo inmediato en la mayoría de los casos [1] [6] [8], aumentando
la adicción. Sin embargo, finalmente la adicción está relacionada con refuerzos negativos [2].
Los datos acerca de comportamientos aditivos en menores, según la Fundación Pfizer [12]
indican que un 98% de los menores acceden a diario a Internet, aunque no suelen abusar de él
(sólo un 3-6% abusan). Sin embargo, no debemos olvidar que se trata de un grupo de riesgo,
porque constantemente están experimentando y buscando nuevas sensaciones, como señalan
Echeburúa y De Corral [3]. Asimismo, Babín [1] indica que entre los menores madrileños se
observan conductas adictivas en un porcentaje del 13,5%. Además, en los últimos años preocupa
especialmente el uso del móvil [7], por el elevado uso entre los niños y jóvenes, cada vez a edades
más tempranas.
Todavía no se han establecido los criterios diagnósticos para el cuadro de adicción a las TIC,
aunque la mayoría de los estudios se basan en los utilizados para el juego patológico [1]. Así, para
identificar un comportamiento adictivo, los investigadores [3] [13] consideran que debemos tener
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en cuenta los siguientes aspectos: revisión constante del correo electrónico, mayor gasto
económico, dedicación excesiva de tiempo, alteraciones del estado de ánimo y del sueño, no cumplir
con las obligaciones, aislamiento, etc. Por lo que, trasladando estos aspectos a la población infantil,
además, habría que añadir una importante interferencia a nivel de aprendizaje y rendimiento
académico [9].
Todo esto está relacionado con ciertos patrones de vulnerabilidad que presentan estas
personas, como indican Pedrero et al. [7]: déficits en el autoconcepto y la autoestima, personalidad
extrovertida, afabilidad y neuroticismo. Estos investigadores también consideran que en función de
ciertas situaciones vitales, como rupturas sentimentales, etc., o en el caso de aquellas personas que
tienen dificultades comunicativas o motrices, que sufren un trastorno mental o de personalidad, o
una adicción anterior es más fácil que se desarrolle una adicción de este tipo.
De este modo, Echeburúa y Corral [3] identifican las siguientes señales de alarma en el uso
de la TIC:
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inciten a realizar conductas poco saludables (anorexia), así como aumento de conductas de
cyberbullying o reducción de la intimidad personal [3], e incluso tendencias suicidas y conductas
delictivas [2]. Y Echeburúa y Requesens [14] también alertan de la posibilidad de desarrollar una
identidad ficticia.
Como señalan estos últimos investigadores, esta situación provoca un efecto “bola de nieve”,
de manera que se extiende a todos los ámbitos de la vida de la persona.
Además, este comportamiento no sólo tendrá consecuencias inmediatas, sino que la persona
continuará sufriendo sus efectos en etapas posteriores, como ocurre en otras adicciones.
Teniendo en cuenta lo que hemos comentado, resulta de especial importancia que los
adultos, responsables de la educación de los niños, tomen cartas en el asunto y desarrollen
actuaciones para tratar de prevenir este tipo de problemas o intervenir, si llega a ser necesario. Por
tanto, consideramos, sin eximir a la sociedad, que son la familia y la escuela, como entornos más
próximos al menor, los que deben desarrollar actuaciones más directas para fomentar un correcto
uso de las tecnologías.
En este sentido, se han realizado diversos trabajos centrados en la puesta en marcha de
actividades educativas para la prevención e intervención en adicciones a las TIC. Entre los
componentes de los programas Sánchez-Carbonell et al. [9] incluyen los siguientes: educación en el
uso de las TIC, investigación y reflexión sobre las características de su uso (positivo y negativo),
acciones para desmontar la idea errónea de que las TIC no generan problemas, role-playing, análisis
de errores ortográficos y gramaticales por el uso de TIC, fomento de actividades de ocio y tiempo
libre lúdicas alternativas, análisis de los motivos de la elección de la tecnología, potenciar la empatía
con las personas del entorno, favorecer el consumo razonable de las TIC.
Por otro lado, Babín [1] se centra en la formación desde las instituciones en las edades más
tempranas y la formación a padres.
También Echeburúa y Del Corral [3] realizan algunas propuestas, como fomentar las
habilidades comunicativas directas, limitar el acceso a las tecnologías y controlar su ubicación,
reducir y pactar el tiempo de acceso, potenciar las relaciones sociales, búsqueda de nuevas aficiones
(cambios en los estilos de vida), actividades de ocio al aire libre, actividades de grupo/equipo y
favorecer la comunicación familiar.
En cualquier caso, estos últimos investigadores, señalan que la abstinencia es implanteable
en este tipo de adicción, pues supone conductas que a día de hoy son necesarias en diversas áreas
de la vida. Por tanto, el objetivo debe estar en reeducar el control de las conductas, eje fundamental
en los programas de intervención.
De este modo, como señalan Labrador y Villadangos [5], la concienciación sobre los efectos
negativos y problemas del uso de las tecnologías es el factor clave de la prevención.
Igualmente, es fundamental el desarrollo de la autorregulación y la resiliencia como factores
preventivos. No solo es importante trabajar en los posibles factores de riesgo sino también en los
factores de protección en los cuatro ámbitos relacionados con los estudiantes (individual, familiar,
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PROGRAMA DE PREVENCIÓN
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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