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NACER EN OTRO TIEMPO.

ANTOLOGÍA DE LA
JOVEN POESÍA ESPAÑOLA

Miguel Floriano Traseira y


Antonio Rivero Machina
(eds.)

Prólogo de Álvaro Valverde


PRÓLOGO
POETAS REUNIDOS

Siempre he sido lector de antologías. Desde muy joven, quiero decir. Me


refiero a las de distintos poetas reunidos, cabe precisar, no con versos de uno
solo, aunque también. Me han ayudado a desbrozar el bosque, a encontrar los
senderos que conducen a alguna parte, a tal o cual lugar, a este o a aquel árbol.
Antologías de todo tipo, de las más tendenciosas a las más objetivas. Las
destinadas a mostrar de la forma más rigurosa posible el panorama de un
determinado momento histórico y las que sólo pretendían encumbrar a un
grupo de interesados, que podrían pasar por amigos, para ocupar un sitio en el
presunto canon de la época. Junto a Ángel Campos Pámpano, fui una vez
antólogo, cuando publicamos Abierto al aire, una floresta de poetas extremeños
de los ochenta. También ha sido uno incluido en algunas. Ninguna, preciso, era
de esas últimas. Por periférico, tal vez, y solitario. He vivido, pues, la emoción
juvenil de sentir que alguien te tenía en cuenta, y que, en consecuencia, lo que
escribías, según algunos, podría abrir nuevas puertas y ventanas al pequeño
mundo casi secreto de los lectores de poesía (que diría Brines), esa inmensa
minoría (al decir de Juan Ramón) que nunca llegará, por fortuna, a público. Y
digo esto porque la mala salud de la poesía, al parecer, es crónica. ¿Cuánto
tiempo hace que vive encerrada en las oscuras catacumbas, como aseveró
Octavio Paz? ¿Cuánto que es leída por los propios poetas y por los aficionados
a este género literario (que según algunos no lo es) y por los aspirantes a crítico
o a vate y, en fin, por familiares y otros domingueros líricos? El caso es que la
poesía está. Y se la sigue esperando. Dicen que podemos hablar incluso de
moda. Como à la mode, o eso cuentan, estarían tres o cuatro poetas de la
actualidad. De vez en cuando se ocupan de ellos y de ellas en los suplementos y
revistas de papel couché. Reportajes aparte, sobre la hierba o no, lo cierto es que
la poesía vive. Uno, que conste, nunca ha concebido su desaparición. Era, es y
seguirá siendo necesaria para según quiénes, letraheridos que precisan de ella
para intentar comprender lo que son y cuanto les rodea. Cuestión de carácter.
Nótese que esa suerte de fatalidad suele fundamentarse en torno a la turbulenta
adolescencia. No es casual. Basta pasarse por cualquier instituto de Educación
Secundaria para dar una lectura o una charla. Y mira que los legisladores han
intentado echarla por todos los medios de las aulas, como a la asignatura que la
ampara: la pobre Literatura. Y, sin embargo, allí está. En su forma más
elemental, de acuerdo. En las declaraciones de amor, en los ripios de las
carpetas de esos muchachos y muchachas en flor o en las formas no menos
rudimentarias del rap, la poesía resiste. Como en los manuales. Y así será,
insisto, mientras un chico o una chica echen mano de ella para expresar su
alegría o su desconcierto, para aliviar este o aquel dolor, para consolarse.
Después de unos años alejado de los nuevos nombres y, por tanto, de las
corrientes actuales de la poesía española, de la escrita en suma por los jóvenes,
gracias a la publicación del blog (mayora.blogspot.com.es), que lleva ya una
larga década alojado en una esquina de Internet, he vuelto a leer a bastantes
poetas incipientes y, sin estar al día ni mucho menos pretenderlo, algo podría
decir al respecto. Por ejemplo, que entre la morralla, que abunda, hay un
conjunto de jóvenes poetas excelentes, aunque prefiero no nominar a ninguno.
Algunos están aquí representados. Al cabo, es lo único que importa. Que sigan
existiendo poetas así, digo. Basta con leer los poemas de esta antología. De
algunos de los libros de sus autores tuvo uno ocasión de hablar en la citada
bitácora o en algunas reseñas publicadas en revistas y fue, cómo no, para
elogiar lo leído. La coyuntura, por lo demás, me parece espléndida; en la línea
en que lo ha venido ocurriendo en nuestras letras desde el siglo pasado, que fue
otra centena dorada de nuestra lírica. Generación tras generación, si se me
permite usar ese gastado, pero efectivo, término didáctico. La pluralidad, para
colmo, brilla por su presencia y de ello da también buena cuenta este florilegio.
En mi modesta opinión, no prevalece ninguna corriente ni se ven, como hace
pocas décadas, grupos bien alineados. No hay más que comprobar los libros
que publican las distintas editoriales, donde se recogen apuestas poéticas de lo
más variado. Y dentro, lo recalco, del mismo catálogo. De España, cabe matizar,
y, en español, del otro lado del Atlántico. De ahí que la poesía ultramarina haya
influido tanto y para bien en la de los poetas de las últimas promociones.
Al hilo de la diversidad, me agrada que en esta antología haya tantos
poetas como poetas, hombres como mujeres. No es que uno esté por la paridad
en poesía. Eso sirve para el ámbito sociolaboral o el político, sin duda, y para no
pocos asuntos de la vida ordinaria, pero no para el artístico, donde la
individualidad de cada obra sería ajena a la condición sexual o de género del
creador. Quiero decir que la igualdad, entendida en sentido estricto, no deja de
ser un concepto forzado, propio de la estricta teoría de lo políticamente
correcto, en lo que atañe a la composición musical, artística o literaria. Lo cierto
y verdad es que, a pesar de la reciente polémica al respecto propiciada por las
declaraciones de un importante editor (“creo que la poesía femenina en España
no está a la altura de la otra, de la masculina”), el avance de la poesía escrita por
mujeres, su presencia, a lo largo, digamos, del último medio siglo es indudable
y la calidad de sus libros a la altura de los de sus compañeros poetas. Algo que
me atrevo a afirmar no sin advertir que detesto cualquier afán competitivo o
comparatista y menos cuando de poesía se trata. Aquí no hay más carrera que
la de fondo. Cada libro, un mundo. De ahí, concluyo, esa naturalidad
matemática a que hacía referencia.
Por otra parte, sí, coincido con algunos analistas de lo poético en que la
prisa, signo y señal de nuestra época, el deseo de llegar no sabemos a dónde
(esto, señoras y señores -por no recurrir, como aquél, al término “idiotas”-, es
poesía), de triunfar y ganar premios y publicar y publicar libros, es un síntoma
evidente. Una conducta temeraria, cabe añadir. Hay de todo, claro. Quienes a
pesar de eso han logrado obras dignas de tal nombre y quienes, hagan lo que
hagan, vayan deprisa o despacio, ni han llegado ni, nos tememos, llegarán. Con
independencia de las campañas de mercadotecnia (en forma de antología o de
festivales) que lancen. Luego está el espinoso asunto de los egos hinchados, de
esos nombres a los que me refería hace un momento que uno nunca sabe bien
por qué han sido encumbrados y no dejan de aparecer, día sí y día también, en
los medios de comunicación, algo, ya se dijo, anómalo cuando de la humilde
poesía se trata. Mala cosa: nada peor que estar de moda. Porque pasan. Con
todo, hay poetisos y poetisas que no cesan, como el rayo de Miguel Hernández.
Un amigo me lo recuerda con frecuencia: creamos monstruos. Luego el tiempo
transcurre y nos preguntamos: ¿y éste o ésta qué pinta aquí? Demasiado tarde.
Ah, los caprichos del canon.
Sí, se repite que la poesía está de nuevo entre nosotros. Que ha subido a la
superficie. Que nada, incluso, en la abundancia. O eso quieren hacernos creer.
La falta de una crítica responsable realmente significativa (asunto nada baladí y
que daría para una reflexión que, por fin, empieza a plantearse) y la
democratización de Internet (como borgeano abuso de la estadística), unido a la
abundancia de premios (muchos de ellos destinados en exclusiva a los jóvenes,
que son, o eso creo, sus destinatarios naturales), facilitan el acceso a mucha
poesía, es cierto, pero no toda vale ni en rigor lo es. Se aprecia un precario nivel
de exigencia, el mismo que a tantos afecta por carencia de lecturas. Y la lectura,
parafraseando a Stevens, sólo es la base, pero es la base. No hablo de formación.
Se puede ser filólogo titulado (la mayoría de nuestros jóvenes poetas lo son) y
no haber leído a poetas anteriores al siglo XX, y puede que me vaya muy atrás.
Por eso, a falta de frecuentar a los clásicos, hay tanta ocurrencia suelta por ahí.
No pocos descubren a diario mediterráneos ya descubiertos. A partir de Simic o
de Ashbery, pongo por caso, que además de grandes poetas tienen el pedigrí de
extranjeros. O de estrictos contemporáneos, sin ir más lejos, que pueden pasar
por colegas.
El incisivo Juan Bonilla, por ejemplo, ha puesto hace poco en solfa a un
grupo de “jóvenes bardos españoles” que, según él, “entre la cursilería y la
sentimentalidad”, han saltado, desde las redes sociales, a las listas de los más
vendidos. No he leído a ninguno, por supuesto, ni tengo intención de hacerlo,
pero sé que ahí están.
Fue una sorpresa para mí que Miguel Floriano y Antonio Rivero Machina
me invitaran a escribir unas palabras, a manera de prólogo, al frente de su
antología. Y escribo el posesivo a conciencia, porque son ellos los que han hecho
lo más complicado: proponer una serie de nombres de entre los muchos que
pueblan el mapa poético patrio. No ha debido de ser nada fácil internarse en el
simbólico bosque y abrir cortafuegos y eliminar la broza sobrante y dejar entre
la maleza aquellas plantas (no siempre cabe hablar de árboles, acaso es pronto)
que merecerían prosperar. Me da que son todos los que están, por más que uno
eche de menos, ay, algún que otro nombre.
Confieso, además, que no deja de resultarme extraño leer a gente que
tienen la edad de mis hijos. Cualquiera de los dos podría formar parte, por edad
(ninguno, que yo sepa, escribe versos), de la muestra. Aprensiones aparte, dije a
Floriano y Rivero que no iba a entrar en las respectivas, múltiples poéticas aquí
representadas, labor que a ellos atañe en exclusiva, en tanto que electores, ya
digo, de los poetas aquí reunidos. Por otro lado, añadí, nada más lejos de mi
intención que analizar el panorama plural de este preciso momento de la ya
muy larga tradición de la poesía española o castellana de España. No soy quién.
He de reconocer, no obstante, que, como lector (lo único que soy), me he
sentido a gusto con los poemas que la componen, que es, estoy convencido, lo
único que importa. Ni nombres ni fechas ni orígenes ni edades ni géneros ni
afinidades, escuelas o tendencias: versos. “¡Denme libros!”, respondió hace años
Víctor García de la Concha, entonces crítico de a pie, cuando le preguntaron en
el suplemento literario de ABC por la fingida disputa ochentera entre los poetas
de la experiencia y los de la diferencia. Por suerte, los poetas de hoy, que quién
sabe si seguirán siendo los de mañana, no tienen que atender a más guerra que
a la suya con las palabras. Sobra y basta. Ese es el verdadero campo de batalla.
El único frente digno de ser atendido, o eso me parece. Ni premios ni lecturas
públicas ni festivales ni congresos ni siquiera antologías, si bien ésta, y vuelvo al
principio, nos asista a la hora de intentar encontrar, entre los ecos, voces. Voces
como las que aquí han logrado reunir los poetas Floriano Traseira & Rivero
Machina.

Álvaro Valverde
Plasencia, febrero de 2016
SERGIO C. FANJUL (1980)

Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica por la Universidad


Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por El País/UAM.
Actualmente trabaja como periodista, escribiendo sobre cultura y ciencia en el
diario El País y sus suplementos, además de en otras publicaciones con
PlayGround, Vice, BuenSalvaje o Atlántica XXII. Es autor de los poemarios
Otros Demonios (KRK ediciones, Premio Asturias Joven de Poesía), Inventario de
Invertebrados (Premio Pablo García Baena) y La Crisis. Econopoemas (Ya lo dijo
Casimiro Parker). También del libro de relatos Genio de Extrarradio (La Hoja del
Monte). Además redacta libros de no-ficción por encargo para varias
editoriales. Desde 2004 mantiene el blog PlanetaImaginario.
CURSILLO DE ORIGAMI

cada vez que te veo pienso en papiroflexia

te doblas sobre ti misma


y vuelves convertida en otra cosa
pájaro, mar, residuo radioactivo,
terremoto, pétalo que muerde,
sangriento mousse de leche

consulto mi sismógrafo:
por ejemplo, ahora estás furiosa
pero ahora, en cambio,
te acercas y me coges de la mano
con la fuerza justa

para dar muerte a un gorrión

(De Inventario de invertebrados)


EL MAL DE ALZHEIMER

Ha vuelto a la primera vez


que hizo algo por primera vez.
Nunca le gustaron las zetas,
pero eso ya no importa, qué demonios,
cuáles, cómo hacer la cirugía
a lo intangible.

Vive cada instante como un poema japonés,


con un brócoli creciendo dentro del cerebro,
sola en el aliento más preciso,
luego se borra en bucle y resetea.

No me reconoce
la niña que no sabe pronunciar
su nuevo nombre.

En su sueño de anoche,
-¿quién sabe?-
el avión gira
en el último momento
y pasa por en medio
de las Torres.

(De Inventario de invertebrados)


ALICIA EN EL PAÍS DE LAS REDES SOCIALES

por el Este amanece en el smartphone


y ella abre un ojo para clavarlo en la pantalla.

afuera hace sol y un mirlo blanco viene


a posarse en la rama de la acacia,
pero no importa: nada supera al tuit
-salvo el retuit-
y ella es absorbida, como Alicia,
al País de las Redes Sociales.

el día se convierte en bombardeo


y cuesta pensar más de dos segundos
en la misma simple cosa. mientras ella asiste a los prodigios
digitales, fuera cae Roma, arde Troya,
Cartago es destruída y las Torres Gemelas
implosionan.
Alicia hace click, y click, y click, y doble click,
siguiendo al Conejo Blanco, al Sombrerero Loco,
porque da mucho miedo enfrentarse al silencio
que albergamos. mejor decir 'me gusta'
e iniciar la larga huida hacia delante
- haciendo scroll.

(manifiesto:

la vida es aquello que ocurre mientras la web se carga


los seres queridos son avatares pixelados
los estados de ánimo eufóricas flamencas
y la muerte se parece a un pantallazo azul;
la carne, el hueso y la sangre nos dan asco
porque preferimos parecernos a un androide
que a un cocido madrileño)

ajeno a todo esto, el sol, que es analógico,


se derrumba y anochece, y Alicia se despide
cariñosa de su smartphone. Antes de apagar la lucecita
piensa que ya solo quedan ocho horas:
con un poco de suerte, suspira,
soñará con un estado de Facebook
que cambiará el mundo. Pero en su sueño
reina la Reina Roja, que grita:
¡atrapadla!
JAVIER VELA (1981)

Nació en Madrid en 1981, aunque pasó la mayor parte de su infancia y juventud


en Cádiz. Licenciado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la
Universidad Complutense de Madrid, se dio a conocer con La hora
del crepúsculo (Rialp, 2004), galardonado con el prestigioso Premio Adonáis, y al
que le seguirían Tiempo adentro (Acantilado, 2006); Imaginario (Visor, 2009), por
el que recibió el Premio Loewe a la Joven Creación y el Premio de la
Crítica Madrileña; Ofelia y otras lunas (Hiperión, 2012) y Hotel Origen (Pre-
Textos, 2015). Sus relatos han sido publicados en revistas como Eñe o
Clarín. Asimismo, Vela ha traducido a diversos autores de expresión francesa
como Jean Moréas (El viaje de Grecia, Pre-Textos, 2010), Louis Hémon, Jules
Laforgue o Georges Rodenbach. Además, ha sido incluido en la antología Re-
generación (Valparaíso, 2016). En la actualidad, dirige la Fundación Carlos
Edmundo de Ory y colabora asiduamente en varios medios de comunicación,
como el suplemento ‘El Viajero’ del diario El País.
CANCIÓN DEL COSMONAUTA

Adelante, adelante, olvidémoslo todo,


perdamos para siempre la memoria y la herencia
como viejos seniles, adorables y anónimos cuyos ojos han visto demasiado,
a la hora en que el ángel nos anuncia entre voces festivas,
o en noches impregnadas de etanol y miseria,
torpemente acodados en nuestros pensamientos
como borrachos en la barra de un bar.

Crecemos como esporas atomizadas por la costumbre,


pero no hay crecimiento sino retrocesión,
materia inerte y células simbólicas.
Pero no hay crecimiento sino demacración,
luz sucia, leche amarga, mierda en los orinales.

Todo cuanto relumbra en torno mío posee más permanencia


que yo mismo. El invierno y su música de piscinas vacías
donde un nudo de avispas dulcemente se ahoga,
o la mano que avienta la ceniza de las últimas flores
y remueve en nosotros un olor a piano.

Los callejones sórdidos por donde nos perdimos,


Ofelia mía, ya nunca volverán.
Pasarán los aviones pero queda en el aire la belleza furtiva de su estela.
Pasarán los amores pero queda un aroma de mujer en el baño.

Eres como el tapón del infinito.


Mujer que trae la lluvia, y el canto alegre de los padres huérfanos.
Aún estamos a tiempo de nunca dispersarnos por caminos duramente
asfaltados.
Ahora que la mañana se restriega los ojos y deletrea mi nombre
con labios extranjeros, salgamos ahora, Ofelia, a conjurar el llanto.

En la calle hace frío y alguien hunde un cuchillo


en el vientre vacío de un joyero.
Narcos en liza y putas y chaperos, cada cual a lo suyo,
nimban la baja noche de gritos imprevistos. Es la hora en que el niño
mancilla su inocencia y el aire se oscurece de toses y de grillos.
Bajo el tartamudeo de las farolas, solitarios vigilantes jurado
postergan su relevo mientras hojean la prensa deportiva
con gesto de añoranza. En los pasillos de las autoescuelas,
señoritas demasiado reales juegan a intercambiarse
sus sombreros de fiesta, y en los jardines públicos
jóvenes asexuados interceptan volúbiles señales del abismo.

Cada quien ha dispuesto su labor y su vida


como un tarro de orugas memoriosas,
con su horario de dígitos iguales a sí mismos
y esa inercia implacable de escaleras mecánicas en lo hondo del pecho.
Solo yo, que camino entre ellos, que me parezco a ellos y me llamo
Javier humanamente, me detengo a observarlos
como a un charco de sombra derramada en los muros,
como a una escurridiza salamandra en los muros,
con esa ardida vocación de humo enroscado en mi cuerpo.

¿Y recuerdas Ofelia cuando te sofaldaba en mañanas de luz anaranjada?


Pero tú me gustabas. O al dejar una mano olvidada en la silla
en la que ibas tímidamente a sentarte.

Ah este afán imposible por abarcarlo todo,


por amar a cada mujer y cada pájaro.
Hemos andado en círculos hasta llegar a casa.
Cuántas lunas y cuántos resplandores y cuántas tempestades
todavía nos faltan para ganar el puerto de las madres en vela.

Adelante, adelante, que la memoria sea como un recién nacido


que añora una existencia embrionaria y amniótica,
a la hora anodina del café a media tarde con terrones de azúcar y sopor infinito,
en la extinción del sueño y el fuego de la acción.

Regresemos a casa como niños perdidos,


como el hijo de Anquises regresara a la patria de sus antepasados,
dándole un nuevo nombre a las tierras lavinias,
y olvidémoslo todo, la muerte y aun los dioses,
y el viento, siempre el viento y su lenguaje de hojas caídas.

II

Tengo una edad abstracta fosilizada en mi corazón.


Mis años son imágenes, son idos, son imágenes
que prenden en el sueño y se diluyen en la cuchara de la eternidad.
Como puños cerrándose, como venas que laten y se hinchan
bajo el calor eléctrico, así eres, hermoso caballo de la noche,
cuerpo tallado en luz, ego del alba.

El mundo ya era viejo cuando tú aún eras joven


y los dioses bajaban a comer a mi mesa.
Ahora tu voz de ánade enjaulado cimbrea en las ventanas
como una lluvia seca o un truco de payasos metafísicos.
Pero no basta, Ofelia, ni tu cuerpo en un río suavemente inclinado,
ni tus ojos que brillan como el anillo de las floristas
o el guiño de los francotiradores, ni tus ojos que giran
como el tornillo de los planetas o la vajilla de los monarcas.

Ah solitaria, ebúrnea peregrina, en tus manos anidan


los acróbatas. Eres gozosa y cínica
como templar hormigas con fósforos dormidos,
como tender un cable de belleza entre torres gemelas
mientras que la razón se defenestra.

Volvámonos, urjámonos, a prisa regresémonos


como regresa el mar en cada ola, y no es el mismo ya pero es idéntico.
Perdamos la ironía, la sonrisilla fúnebre de los desencantados en el amor y el
odio y el fracaso.
Dios expropió la tierra solo para nosotros,
humanos, fragmentarios, nuevos ancestros de la vieja horda.

Amiga nemorosa, lejana mía, vuelve.


En mi cuerpo he vivido y en el tuyo
me he quedado a vivir. Tu nombre perseguido está grabado
en la corteza arbórea del recuerdo. Tuya la voz de Dafne,
el silencio de Eurídice, la prisa de Atalanta. ¿Por qué huyes?
En ti viven los labios de Marisa Madieri, los pómulos
de Anne Sexton, los ojos tristes de Simone de Beauvoir.
Pero no te detengas a recoger manzanas,
Angélica, Oriana, Dulcinea. Muda Beatriz, ¡regresa!
Sabe que, de entre todas, a ti te elijo, Ofelia, sirena de agua dulce
en cuyo pecho siento latir el universo, para fundar mi estirpe.
Yo escalaría mil veces las murallas de Nínive
por verte amanecer. Amo la medialuna de tus uñas
en que la noche empieza, tu risa nigeriana,
y el lago de tu ombligo donde acampar solía.

Adelante, adelante, cerremos la ventana para inhalar el humo


polvoso del olvido, su languidez hipnótica,
su paz —sueño de ángeles—, su voz de mansedumbre.
(Sin que la luz velase nuestra imagen,
mirábamos danzar, así desnudos, un bodegón de sombras polimórficas
a lo Juan Gris, mientras, en las paredes, la oscuridad trepaba
sin monedas, y en la pantalla ardía lo real.)

Y ahora ¿a dónde iremos?


Como un temblor de sombra tus labios me consuelan,
en tanto que tu lengua, tierna como un exilio de panteras,
aguza mis sentidos, pero luego te alejas por la acera contraria
llevándote contigo la verdad de la tarde,
la verdad nebulosa de la calle sin ti.

Cruzas el arco de la librería como una osa lunar que se guarece


bajo la nieve sucia del recuerdo. Allí todo es seguro, y hay banderas,
y hay guantes de mendigo colgando de un paraguas.
Tu acento viridiano da sueño a los ociosos,
valor a los escépticos, ánimo a los cansados de fanfarrias marciales.
Y hay anclas en el techo de las que penden islas navegables,
y mapas incompletos y páginas impares
donde la muerte exhibe su muñón obsceno,
aunque por suerte tú no estás en ellas.

Mujer, que te interpones entre tu idea y tú misma,


reloj de lo infinito, te amara yo en el tiempo de los condicionales.
Aún oigo tus gemidos entre mis almohadas, cercano el apogeo.
Con qué tacto de luna o seda líquida se desleía tu sexo entre mis dedos,
y el cepo de tus piernas, y el adormecimiento de tu ropa interior,
y tus senos ungidos como soles de marzo.

Mujer, himen de niebla, te detesto, te amo.

Cuando seas vieja y tengas


las uñas largas y la boca espesa, y los pechos dulcemente caídos,
aún entonces, Ofelia, te seguiré esperando.

(De Ofelia y otras lunas)


ORÁCULA EN PIJAMA

Amara lee mi horóscopo en voz alta.

Hace pasar las páginas


de una revista llena de nostalgias
con una decisión que se me escapa.

Ecos de Babilonia
suenan lejanamente en la almohada.

Ella, mi bien, tendida boca abajo


con las dos piernas semiflexionadas,
mostrándome las plantas de sus pies
—vivos, desnudos, frescos como peces—,
calcula con los ojos entornados
la edad de las palabras
antes de resolver su crucigrama.

Tendidas boca abajo, las palabras.

Ella, mi bien, menuda, luminosa


—labios serenamente abarquillados
bajo nariz de suave hipotenusa—,
que fuma Cutters Choice y baila tango
dos veces por semana;
y yo, ruin, mayor de años y lenguas,
viejo retrospectivo,
que no cumplí siquiera servicio militar.

Hay aves de silencio cantando en mis oídos.

Sigue leyendo, Amara, y no te vistas:


solo en tu voz existe mi destino.

(De Hotel Origen)


RETRATO DE FAMILIA

Tenemos ayes, úlceras, salivas y sudores. Tenemos sangre y sueño y obsesiones


que apenas evocamos por un temor atávico a nombrarlas, y renuncias y olvidos.
Tierra, cieno, basura, calamidad y muerte.
Tenemos hambre, deudas, epidemias, pero también amores y
entusiasmos y un perro que nos lame las heridas y nos delata al vernos
regresar,
y esa indigencia gris en que dormimos un sueño adolescente,
arrellanados sobre la orquídea del sexo, viendo cómo rebullen los mosquitos en
los escombros del atardecer, cuando una mano anónima viene a apagar las
luces del pasado y a tomarnos la fiebre.
Fantasmas familiares, herederos del frío original, sobrevivimos juntos,
amamos tercamente y alzamos una copa vacía por el futuro.
Reímos y lloramos, pero somos los mismos.
Acampamos como una hueste de enfermos bajo telones húmedos y, a
veces, escribimos a la luz de una lámpara lo que otros escribieron a la luz de
una vela.
Somos entre la niebla nuestro propio enemigo,
vemos mal, somos torpes, fingimos ser filósofos con manos de joyeros y
urdimos telarañas, metáforas y estrellas para cruzar el río de lo real.
Un día nos uniremos en la orilla de donde no se vuelve, bajo el auspicio
de los centinelas, y pasearemos juntos entre blandas palmeras faraónicas, y
compareceremos en fiestas submarinas, y nadie faltará.

(De Fábula)
ANDRÉS CATALÁN (1983)

Andrés Catalán (Salamanca, 1983) vive en Madrid. Es autor de Composiciones de


lugar (Premio Félix Grande; UP José Hierro, 2010) de, junto al poeta ibicenco
Ben Clark, Mantener la cadena de frío (Premio RNE; Pre-Textos, 2012) y de Ahora
solo bebo té (Premio Emilio Prados; Pre-Textos, 2013). En 2015 obtuvo la beca
Valle-Inclán de la Academia de España en Roma. Ha escrito crítica,
traducciones y poemas en revistas como El Cuaderno, Cuadernos Hispano-
americanos, Litoral, Estación poesía, Nadadora, Nayagua o Clarín. Ha traducido
libros de poetas como James Merrill, Robert Hass, Stephen Dunn, Robert Frost,
Robert Pinsky, Robert Lowell y Philip Levine.
ANÉCDOTA DE LA TAZA
(A la manera de W. S.)

En la mesa la puse, un fuselaje


de cerámica y bordes. Piel de nada.
El agua circular ya no, ya no la espera
a que se enfríe un poco, a que la boca
la toque sin sufrir, a que el sabor
despierte en la pupila claridad o señuelo.
No la rodea más que la madera
de la mesa. Nada le dice al cuarto
pero de alguna forma —a pesar de lo rojo
tan escueto, del sencillo motivo
que la adorna— algo de lo que calla
me parece escritura
del azar de los dioses que nunca escriben nada.

(De Ahora solo bebo té)


EL BORDE DE LAS COSAS

Objetos muy pequeños e indefensos,


inofensivos también: un jarrón, una taza,
que nada parecen significar, aquellos
que al entrar en un cuarto nunca vemos:
casi invisible rojo de porcelana, débiles
bordes de platos, límites de cerámica
que nunca conocieron la piel, el sufrimiento;
imperceptibles vasos tras los cuales
la realidad —ese animal grosero— se agazapa
deformada e inútil. Serena indiferencia
de lo que contiene aire, de lo sencillamente
dispuesto para el uso. Pero estalla
—con rabia o con descuido— al más pequeño de ellos
y verás en sus bordes convocarse una herida.

(De Ahora solo bebo té)


LOS RETRATOS EXIGEN ESTAR QUIETOS

Para poder nombrarte he de estar quieto:


que en torno todo siga pero nada se mueva
en esta habitación.
Que el cortacésped
avance en el jardín, que una radio se encienda,
que se entornen las puertas y los insectos salgan
en busca de las lámparas pero tú te detengas,
que los dos detengamos un momento las cosas
a pesar de las cosas.
Que el mundo gire aún,
que la vecina grite la cena está ya lista,
que la vida prosiga, torpe, infiel, que los años
golpeen en los cristales pero nada supongan.

Que nada me interrumpa, que no importe ese ruido.


Un retrato es un gesto que dócil se nos une,
la detenida mano que al mismo tiempo otorga
la salvación del darse y su condena.

(De Ahora solo bebo té)


MARÍA ALCANTARILLA (1983)

María Alcantarilla (Sevilla, 1983) es Licenciada en Periodismo. Ha publicado las


plaquettes de poesía Qui Scribit y 7 Naúfragos en Tierra (Dip. Huelva), el
poemario El Motivo es lo de menos (Huebra), el volumen de poesía visual El agua
de tu sombra (Musa a las 9), galardonado con el I Premio de Poesía Multimedia
Poemad y, más recientemente Ella: invierno (Valparaíso). Además, ha sido
incluida en la antología Re-generación (Valparaíso, 2016). Con todo, su horizonte
artístico es más vasto y ha trabajado en arte audiovisual, pintura y fotografía.
Su obra ha sido expuesta en galerías de arte contemporáneo como Colorida Art
Gallery (Lisboa) o Slowtrack (Madrid), dirigida por Marta Moriarty, y ha
llevado a cabo colaboraciones gráficas con editoriales y medios de
comunicación como Le Monde Diplomatique o El Rapto de Europa.
Había también otra forma junto a él. Meses. Podría decirse que la vida
sopesando era el fuerte y el invierno. Una especie de estación de penitencia o
estación parada en la memoria. Eso también ocurre a veces. Hay quién solo
busca agua y se topa de bruces con un verano repetido. Ser uno de repente es
complicado en la medida en que aprenderlo cuesta la esencia y el coraje. Como
volver a ser niño sin padres ni colegio. Eso asusta. Aquel era un buen tiempo
para pararse a observar a las hormigas en todos los meandros de todos los
caminos sin presencia y escuchar, en un momento dado, del gusto por
prenderles fuego. A los recuerdos. ¿Cómo se deciden los finales? ¿De qué
manera se pierde el equipaje sin recurrir a la carga de la vida y la conciencia?
Las estaciones vuelven como quien conoce sus regresos, sin embargo, para dar
en el clavo y no andar siempre en una especie de tumulto es necesario, eso
piensa, beberse el dolor a sorbos como se bebe el primer caldo tras una
enfermedad que pareciera interminable. Como ella y aún no sabe si ha acabado.
El invierno. Si ha acabado.

(De Ella: invierno)


PRIMERA PERSONA DEL PLURAL

Reconozco a menudo al hombre que me habita


y le saludo como a un nuevo convidado a mi presente.
Es, a la hora en que aparece y me interpela,
una especie de hijo perdido en una edad indescifrable,
sujeto a unas costumbres infantiles y a un gesto que parece
haber vivido más años de la cuenta.
A veces se sienta en mi sofá y toma un libro entre las manos
con la astuta confianza de quien conoce el polvo
y las esquinas.
Otras, sin embargo, solo observa a mis gatos como un dueño
y les habla como yo y los reclama.
Hay días en que llega y, de repente, no sé cómo sentarme
ni comer, ni ser quien dije.
Y hay días en que no sé quién visita
a quien y en la confusa coincidencia
lo abrazo y me despido y salgo entonces
como otro visitante hacia otra casa.
Y LA TERNURA

Te cedo la verdad del pensamiento sin línea temporal que lo corrompa,


la sombra proyectada de la voz en las paredes blancas de visiones,
el tenso movimiento en el hurgo en mí y en mis vacíos,
la vida en la estación donde las manos tiemblan frente al mundo.
Te cedo un corazón y un pulso nuevo acorde con tu pulso
y un sueño de talud desde la cima última del alma,
una congregación de indecisiones, dudas, intervalos
y un verbo a media asta y abundantes noches de vigilia.
Te cedo el riesgo último y su mansa cualidad de intimidarnos
la vida a la mitad de su camino y el dolor de quien presiente,
el cuenco de mis palmas y sus líneas paralelas y su espacio,
la forma en la que encarno esta razón, tan torpe aún, y la ternura.
BEN CLARK (1984)

Ben Clark (Eivissa, 1984) ha publicado, entre otros, los poemarios Los hijos de los
hijos de la ira (XXI Premio de Poesía Hiperión. Hiperión, 2006), Cabotaje (Delirio,
2008), Basura (Delirio, 2011) y La Fiera (Sloper, 2014), por el que obtuvo el
Premio Ciutat de Palma Joan Alcover y el Premio El Ojo Crítico de RNE de
Poesía 2014. Además, ha sido incluido en la antología Re-generación (Valparaíso,
2016). Ha sido becario de creación literaria en la Fundación Antonio Gala (2004-
2005); en The Hawthornden Castle International Retreat for Writers, (Escocia); y
en The Château de Lavigny International Writers’ Residence (Suiza). Como
traductor de poesía ha publicado los Poemas de amor de Anne Sexton (2009), la
Poesía Completa de Edward Thomas (2012) y, junto a Borja Aguiló, la antología
Tengo una cita con la Muerte (Poetas Muertos en la Gran Guerra) (2011), todas ellas
en Ediciones Linteo. Además, junto al poeta Andrés Catalán, tradujo para
Editorial Delirio el poemario En otro momento (2013), del premio Pulitzer
Stephen Dunn. Otras labores de traducción incluyen la obra del narrador
estadounidense George Saunders, publicado por Alfabia Ediciones.
CAMPUS

Algo funciona bien en este campus.


Es la hierba.
No son los cuerpos tersos, tan perdidos
en la mañana obtusa del deseo.
No son estas palabras; no es el agua
de esta fuente maltrecha y ponzoñosa.

Es la hierba.

Crece sin esperanza y crece verde,


constante, compasiva.
Y hay veces que se eleva
y viaja entre carpetas y entre apuntes estériles
de asignaturas muertas. Es la hierba.
Dolorosa y paciente. Su embajada y su lecho.
La hierba verde y triste.
Oda a la juventud recién cortada.

(De La mezcla confusa)


BIG BANG

Atrás y más atrás, hasta el principio


cuando todo ardía y nada
era complejo, nada complicado.
Atrás, hasta el calor
primigenio, los fuegos que engendraron
universos y dioses y taxímetros,
frases largas y días sin que llames
y camareros torpes
y niños insolentes y los jueves
por la tarde sin nada en la nevera
todo
y atrás y atrás de nuevo
al instante anterior a la gran fiesta,
todo está preparado,
sólo falta que venga todo y tú
también, unos millones de años tarde,
claro,
hasta este mundo frío de materia
pervertida y promiscua. Atrás y atrás,
quiero esperarte aquí,
en esta oscuridad del porvenir,
expectante y ansioso,
y nombrar uno a uno los objetos,
las cosas, a medida que se expanden,
hasta llegar a ti, de nuevo a ti,
y no decirte nunca que he viajado
al principio de todo muchas veces,
que te he visto desnuda por primera
vez incontables noches,
pero siempre distintas (¡fiel azar!),
y siempre con la duda, el miedo frío
de no saber si estoy en este mundo
o en otro donde nuestros cuerpos no
se unen hasta explotar;
en otro donde no yacemos juntos
mirando al techo, a todo
lo que hemos generado con deseo:
el universo joven y voraz
sobre el cual no tenemos ya control.

(De La Fiera, 2013)


DIFUSIÓN SIMPLE

Es extraño vivir, pertenecer


al reducido mundo en movimiento.

Es extraño vivir y beber zumos


sobre arenas doradas en septiembre,
hablar con el objeto de tu amor
–porque vive también
a pesar de que sea algo improbable–.

Es extraño vivir y caminar tranquilo


sobre la piel reseca de los muertos,
no estar con ellos, no ser uno de ellos
–ni siquiera pensarlos todo el rato–.

Los muertos son millones y uno solo;


un cuerpo que se encoge. Nada más.
Es sencillo entender su podredumbre
y el engranaje simple de su olvido.
Pero existir. Estar. Desafiar
con tu sola presencia al gran ejército
de la noche requiere un pensamiento
abrumador, inútil, complicado.

Y sin embargo es fácil contentarse


con esta extraña dicha que es saberse
y descubrirse día a día en el reflejo;
celebrar las miserias porque son
cuando todo podría no ser más,
y salir al tedioso mundo infame
armado con el don de estar cansado
y dolorido. Ser. Pertenecer
al diminuto imperio del aliento.

(De Los últimos perros de Shackleton)


LUIS LLORENTE (1984)

Luis Llorente (Segovia, 1984) estudió Filología Hispánica en la Universidad de


Salamanca. En 2010 publicó su primer libro de poemas: La rutina de la nieve. Ese
mismo año fue incluido en la antología Poetas de Castilla y León, editada por la
revista Punto de Partida, de la Universidad Nacional Autónoma de México. En
2013 fue incluido en la antología La deriva alucinada: poesía en Salamanca, editada
en Luxemburgo. En 2014, en El Salón Barney, antología de poetas españoles
actuales. En 2015, en la antología Voces de España, editada por la revista Ritmo,
de la Universidad Nacional Autónoma de México. Y acaba de publicar el libro
de poemas El vuelo y la mirada, en la editorial sevillana La Isla de Siltolá.
Cierra los ojos y escucha
el temblor de los colmillos en la espuma.
Donde nace el laberinto,
lo que aún puede oírse
entre los restos de la noche.
Recuerda que el alba, hacia ti,
sólo es rumor. Designio
blanco en el follaje,
doblada luz. Mira cómo
ya la huella es otro tiempo, vencida
suerte para nadie.
Y la entrega. Carne sola.
Ese giro de animales
es diatriba, condición de abismo.
Ese oscuro
golpe que no puede
ser temblor. Y alimentas
la materia con el alma en la mirada, fuego
libre, turbia luz, hoguera
del canto.

Niño cerca, líquidos abismos.

Palabra
de celebración.

(De El vuelo y la mirada)


Es la flor a la deriva,
su pensamiento entre las cosas.
La desnudez eterna que se extiende
hacia el sonido de lo muerto.
Y el prodigio. Y el tesón en lo que nace.

Nube de juventud para estos labios


que en soledad se muestran y comprenden.
Rumor del ojo, rasgo hacia otra edad,
alzar la suerte y ver el mundo.
Como tiemblan, cuando comen, los gorriones.
El cuerpo del misterio, buche que ha quebrado
su alimento. ¿Estas sílabas de luz
resumen la apariencia?
¿Este canto en cada tarde
de surcos y de mieles?

Has visto
los arados brillar. No te sorprenda
esta alegría, trigo en tu memoria
y en la guarida limpia del verano que se incendia.

Eres la luz de lo aprendido,


la savia que ha regado
la inocencia de la noche.

(De El vuelo y la mirada)


Escuchas el peso
de esta luz nacida del verano,
su final latiendo, su vacío
gris como otra causa
en más amor. Insalvable
vestigio, reducto en lo que nombra
la levedad del tiempo. Y cómo hallar
el pequeño prodigio cada día,
la templanza cierta para dar el aire.
Entregas la voz y guardas la sombra, y buscas
la puerta hacia ese fondo,
hacia el grito precavido e irreal.
Es el prudente sol sin descendencia,
la hermosura de las cosas.
El manto dormido
que se vence hacia otro invierno,
luminaria en los bosques y en las aguas.
Y ahora quede
sólo este silencio, bailen
las pavesas en su lenta cicatriz,
en sus labios mudos, en su gesto
rasgado hacia la unión. Y profanar
el golpe, el bien hallado
reposo, la oscura piedra
hacia el canto desnudo que me invade.

(De Palabra y visión)


PABLO FIDALGO LAREO (1984)

Pablo Fidalgo Lareo (Vigo, 1984). Escritor, dramaturgo y comisario de artes


escénicas. Ha escrito los libros de poemas: La Educación física (Pre-textos, 2010),
La retirada (premio INJUVE 2012), El Tiempo de las tragedias absurdas (Fundación
Cuña-Casasbellas, 2012) ambos libros se han reeditado en el 2014: La retirada
(Ártese quien pueda ediciones, 2014) y Mis padres: Romeo y Julieta (Pre-textos,
2013, editado en Portugal por Averno editora, 2015). Sus textos han sido
recogidos en varias antologías, entre ellas, en Argentina, Contra mí vivíamos
mejor (Ediciones Neutrinos, 2014) o Re-generación (Valparaíso, 2016). Como
creador teatral ha estrenado las piezas O estado Salvaxe. Espanha 1939 (2013) y
Habrás de ir a la guerra que empieza hoy (2015). Participó en el proyecto PANOS
(Culturgest, 2015) con la pieza Só ha uma vida e nela quero ter tempo para construir-
me e destruir-me. Colabora de forma habitual con Cláudia Dias y Ana Boralho &
João Galante. Es director artístico del Festival Escenas do Cambio, en Cidade da
Cultura, Santiago de Compostela. Vive y trabaja en Lisboa.
Has visto los cuerpos más difíciles
y no hay en ellos un solo instante
que se parezca a otro.
¿Durante cuánto tiempo serás
aceptado en el mundo?
¿Cuándo se darán cuenta
de todas las cosas que tienes que hacer
y que no pueden esperar?
Te atreviste a tener una vida
que fuese justo lo contrario
de lo que tu enfermedad necesitaba.

Tu cuerpo fue el único que me exigió,


que me enfrentó con lo que había
más allá de este instante.
Todo lo que toco lo convierto en dolor
y seguimos juntos para vigilarnos.

Amamos nuestros cuerpos heridos y los cuidamos


como si hubiésemos salido uno del otro.
Nuestros cuerpos soportan la fragilidad
que la mente no puede soportar.

(De La educación física)


Todos creamos una luz en la habitación.
Unas luces se hacen grandes y ocupan el mar,
otras se quedan escondidas
y allí sobreviven esta noche.

Hemos cogido nuestros muebles en la calle


y también nuestros vestidos.
Así te recordaré, madre, amigo,
con tu pequeña luz en la calle y yo aquí dentro
diciéndote que entres ya.
Éste es el mundo que yo quería reflejar:
un mundo donde las madres juegan en la calle
y los hijos las llaman para cenar,
y ésa es la última cena.

Me rindo ante todo lo que ha ocurrido


en las últimas horas, cómo me dormí, cómo pensé
que me llevabas para siempre en una barca.
¿Me dirás tú la diferencia entre rendirse
y darse por vencido? ¿entre abandonar y retirarse?
¿llegaremos a la palabra más pequeña?

Nunca los días se habían movido a esta velocidad.


Las horas te secan aunque tú no recuerdes
haber estado nunca en el agua helada.
Lo has llamado sacrificio, obediencia, retirada.
La luz se dirige hacia esta forma de no entender la vida.

(De Mis padres: Romeo y Julieta)


LAGO ARGENTINO

Un hombre y una mujer pasean a la orilla del lago.


Es la primera vez que ella ve la nieve, pisa la nieve.
Han llegado mucho más lejos que los demás
para vivir salvajes, para sentirse solos.
Sus nombres han sido buscados muchas veces
en el lugar equivocado.
Este tiempo es sólo una parte
del lugar en el que se inscribe su vida.

Desde hace años viven en un viaje


pero cuando hablan de los lugares que recorren
hablan de volver a casa.
Saben que otros hombres han paseado por lagos,
y después de años de silencio
el lago ha vuelto a ellos, y lo han descrito.
Pero ellos son distintos, han cometido errores,
han perdido la memoria a largo plazo,
por eso están nerviosos, por eso escriben.

Durante todo el camino dos cisnes salvajes los acompañan.


Uno delante de otro, resbalando sobre el lago,
levantando el vuelo.
Cuánta agua has dejado a los lados, dice ella,
para elegir esta que ahora enfrentamos.
Si lo tienes todo, no escribas reglas,
diles a esos que te oscurecen la cara
que te tomarás el día libre, y lo entenderán.

Un hombre y una mujer avanzan solos,


caminan contra el viento,
no les cuesta nada despedirse de un paisaje y saludar otro.
No les cuesta nada pensar que los cisnes
también llaman casa a algo que no lo es.

Están ante la inmensidad pensando


que eso debe ser la vergüenza ajena:
decir no dejaremos que hagáis con nosotros
lo que hicisteis con todos los demás.
Como seres nerviosos fueron bendecidos
con una vida en la que no ocurre nada.

Están ante la inmensidad pensando


que esto es lo más distinto a envejecer juntos.
Sólo querían mostrar que cuando uno
aprende a construir un objeto con sus manos
ese objeto ya no puede fallar.

Están ante los días que les quedan


como si el tiempo no trajese ya ningún mensaje,
como si los mensajes se hubiesen quedado en el camino.
CONSTANTINO MOLINA (1985)

Constantino Molina nace en Pozo-Lorente (Albacete) en 1985. Desde que


abandonó sus estudios universitarios de Licenciatura en Humanidades en el
año 2006 ha trabajado en muy diferentes puestos de empleo que nada tienen
que ver con la labor literaria (pintor, ferrallista, jardinero, auxiliar de topografía,
camarero o peón en empresas de manufactura). Su primer libro, Las ramas del
azar, ha sido galardonado con el Premio Adonáis 2014. Algunos de sus poemas
se recogen en antologías, como Re-generación (Valparaíso, 2016), y revistas
nacionales e internacionales. Es colaborador habitual del periódico ABC.
CANCIÓN DEL MUNDO

Si alguna vez callásemos


como callan los árboles, las nubes
y las piedras, podrían escucharse
los árboles, las nubes y las piedras.

También en estas cosas se escucha una canción.


Y desde su silencio nos invitan
a creer en la voz que sin verbo habla.

Así,
mientras alguien fabula estrategias que calmen
su incertidumbre,
un lúgano le canta a la mañana
y el cielo le regala los colores del bosque.

Mientras alguien disfraza con plegarias su miedo,


un milano dibuja su vuelo entre las nubes
y esparce libertad.

Y mientas alguien busca con palabras


la respuesta que salve su alegría,
la primavera llega, tan callada,
y expande los secretos de la dicha.

El mundo nos entona su canción.

Una canción en blanco,


sin dictado ni acorde, sin ciencia ni conciencia,
que de la nada viene y en todo se refleja.

Basta callar, dejar cantar al mundo,


y oír su voz fugaz para entenderlo.

(De las ramas del azar)


YONQUI

Pobre ángel desdichado de arrabal.


Outsider melancólico y mendigo
que por unas monedas
lloras en estaciones y mercados.
Probablemente nunca
deseaste la vida de los márgenes
y hoy por ellos caminas
en busca del amor fumado en base.
Comido por el ansia aspiras hondo
ese néctar hirviente
que ya tu sangre busca y necesita.
Tus pulmones se inundan
con humo de placer y enfermedad,
con átomos de éxtasis
y con el jugo espeso del suicidio.
No puedes resistir,
tus brazos de sarmiento
tiemblan mientras sujetas tu veneno
y se abre, renacida,
la flor casi marchita de tu rostro.
Ni siquiera te escondes,
fumándote la plata de los días
haces tu ofrenda al sol de la mañana
y nosotros te vemos,
bufones compasivos de tu suerte,
mientras desapareces tras un fuego
que, hermoso y soberano,
nunca deja de arder
aunque su llama mate y envilezca.
EL OTRO

He quemado el dinero con los libros.


Los he buscado por la geometría
nominal de los pasillos y anaqueles,
por ciudades exóticas y en mercados de barrio.
El color de sus lomos
ocupa los estantes de mi hogar
y un reguero de nombres, de vivos y de muertos,
redecora el mutismo de sus muros.

Las visitas preguntan: ¿para qué tanto libro?

También yo, en ocasiones, me pregunto


esa misma cuestión cuando los días
desembocan en un extraordinario
sucederse sin más, sin estrategias,
ajeno a las palabras de la tribu.
Cuando no leo ni tampoco escribo
y el cuerpo goza inmerso en los placeres,
sordo a toda quietud o entendimiento.

También yo, en ocasiones, me pregunto


y siento como extrañas las paredes,
los kilos de papel que las decoran,
esa masa de nombres verticales
con la que convivo y a la que siempre,
tarde o temprano, acabo por volver.
JAVIER VICEDO ALÓS (1985)

Javier Vicedo Alós (Castellón, 1985). Es autor de los poemarios Fidelidad de una
sombra (Ed. Pre-textos, 2015), Ventanas a ninguna parte (Ed. Pre-textos, 2010) y La
última distancia (Ed. Puerta del Mar, 2010). Con sus obras poéticas ha obtenido el
Premio de Poesía Joven RNE (2010) y el Premio de Poesía Bancaja de Creación
(2007). Además, ha sido incluido en la antología Re-generación (Valparaíso,
2016). También es autor de la obra teatral Summer evening (Ed, Centro de
Documentación Teatral, 2015) con la cual consiguió el Premio de Teatro
Calderón de la Barca 2014. Fue residente de la Fundación Antonio Gala para
jóvenes artistas. Su obra poética ha sido traducida al italiano y al francés.
ASÍ EL SOL

Será que ya no son nuestras las cosas,


o que nunca lo fueron y teníamos
-como quien guarda fe o agua entre las manos-
una forma imprudente de vivir.

Un alfiler de sol puntea cada


milímetro de mundo como si evidenciara
la dimensión exacta de la pérdida.

Ayer sabíamos poco de nosotros,


teníamos el hambre y la memoria
como garantes de un dominio sobre
el infinito de todas las cosas.

Basta con seguir el paso del sol:


recorre nuestro cuerpo con la misma
dureza que recorre el matorral,
la arcilla blanca
o la hormiga en el borde de la piedra.

Quizás nuestra única propiedad fue


la obsesiva ilusión de tener y tenernos.

(De Fidelidad de una sombra)


CANCIÓN SIN MOTIVO

Ahogaremos la voz en blancos días


y no habremos dicho nada.
Nuestra fuerza no es tal, el hombre es otro.
Sólo hay agitación de pulmones y manos
que nada cambian, que nada construyen
-Pero persiste un ánimo,
una pequeña euforia en el techo del aire-.
Hay pájaros que cantan y se prenden en música
por el puro placer de escucharse;
igual nosotros, libres de lo eterno,
diciendo y brillando sólo para nosotros.

(De Fidelidad de una sombra)


Esto fue ha sido vivir en los días
en las horas más largas
¿hacia dónde se dirige?

Nada se esperaba de nosotros


otro cuerpo más que cae sobre la tierra sin hacer ruido apenas

y sin embargo hay restos


una tibieza en las hojas
que tras nuestro paso quedan temblando

Todo es una misma cosa


y ya no sabemos

qué podría importarnos


VÍCTOR PEÑA DACOSTA (1985)

Víctor Peña Dacosta (Plasencia, 1985). Licenciado en Filología Hispánica, ha


trabajado como profesor de español para extranjeros en la Universidad de
Salamanca, de profesor de Lengua y Literatura en diversos centros de
Extremadura y Marruecos y actualmente ejerce y vive (no necesariamente en
ese orden) en Sevilla. En diciembre de 2014 publicó su primer libro, La huida
hacia delante, en Ediciones de la Isla de Siltolá. Además, ha participado en
antologías como Diva de mierda (Ediciones Liliputienses), Bajo las raíces: 40 años
de Sepulcro en Tarquinia (Ediciones de la Isla de Siltolá) y ha publicado varios
artículos, algunos poemas y tres prólogos. Lo normal, vaya.
ANTIRRETRATO

(Single)

No soy nada: apenas lo que aparento


y, a veces, ni tan siquiera eso:
pura fachada sin sustancia
de esporádico escritor sin talento
que levanta sus días con gomina,
se calza la cara de ir al trabajo,
bebe un poco y toma alguna pastilla
para paliar pequeños dolores cotidianos.

Soy lo que soy: apenas algo,


una mancha que se oculta a las sombras,
un borracho que lee de vez en cuando.
Un tonto más entre tantos que siguen
con emoción la Liga y frialdad el telediario.

Otro hombre de mediana edad temprana


que hace tiempo emprendió la cuesta abajo.

No soy casi: insisto, existo si acaso.

Ya ni Facebook se altera
con mis golpes de estado.
(Cara B)

Apenas soy algo: un hueco repleto


de vacíos que se llena con nada.
Poco más de metro y medio: una clienta
exigente, una fiera en la cama, una
cuenta corriente de visa cansada
que procura no meterse en más líos.

No soy nada: apenas tuya en los ratos


que no soy de otro, solo yo en tus labios
y nunca en mi alma; más mía que nada,
tan mía como de nadie y de todos.

Un unicornio que embiste el tiovivo.

Una señora, un poco cría, un sinsentido


que envejece a pierna cambiada
y ahorra la mitad de lo que gana
para invertirlo en mapas y libros.

No soy nada, ya lo he dicho:


una niña que se hace dura o blanda
cuando llama a casa cada semana
y, pase lo que pase y caiga quien caiga,
siempre tiene los pies fríos.

Soy lo que soy. Ni mucho ni poco.


Suficiente para meteros
a todos vosotros en líos.

(De La huida hacia delante)


ADAPTACIÓN AL MIEDO

Acostumbrarse a las molestias diarias,


a que se mueran los abuelos.

Hacerse a la idea de que envejecen


los padres y maduran los amigos.

Andar un rato por las tardes.

Verse de pronto envuelto en un debate


sobre hasta cuándo es mejor dar el pecho.
Tener una teoría al respecto.

Apuntarse a cursos de idiomas


o al gimnasio, y actualizar los blogs
al menos una vez a la semana.

Hacer la cama siempre al levantarse


y fregar antes de que se acumule:
hacerse fuerte en la rutina.

Ser un hombre a la hora de hacer colas:


no dejar que se cuelen las marujas
ni nos venza el desaliento.

Medir la vida en estados de Facebook


y la aceptación social en “me gustas”.

Abrir un plazo fijo a un interés


razonable y defender que conviene
una reforma fiscal moderada.

Seguir los partidos sin pegar voces.

Hacerse chequeos de vez en cuando,


que total no cuesta nada. Enterarse
de cuáles son los mejores productos
para mantener limpia la piscina.
Irse de vacaciones con los suegros.

Atender cuando oyes “señor”


por la calle. Aprender a hacerse el nudo
de la corbata y a arreglar los enchufes.

Entender por qué sube la hipoteca.

Asumir que es cada vez más difícil


cumplir el sueño de hacer un trío.

Gastar mucho menos dinero en libros,


reducir el tiempo de siesta.

Hablar en las reuniones de vecinos.

Aprovechar los descuentos del súper,


preferir los conciertos en teatros,
elegir cortinas de seda blancas
que combinen con la mesa camilla,
buscar porno duro gratis, cervezas
negras y ginebras de marca, vinos
con un ligero regusto a manzana
de nombre extranjero. Decir que es suave
pero con mucho cuerpo. Fijarse
en cómo va resbalando la lágrima.

Usar reloj.

Adaptarse, como todos, al miedo.


Amortiguarlo con pastillas.

Apagar el despertador antes de que suene.

Ponerse camisa para ir a trabajar.

(De La huida hacia delante)


NO ME PIDAS LO IMPOSIBLE

y también lo posible: amar, simplemente,


ser consciente de mi amor,
vivir la convicción creciente
de que sea imposible no amarte.
José López Castaño

No me pidas lo imposible:
porque bajarte la luna,
limpiar tu cueva de dragones,
partirte en dos follando
o amarte con la fuerza de los bares
son hitos al alcance de cualquiera,
promesas que no valen nada.

A mí déjame demostrarte
que, sin dejar de ser un niñato,
me has hecho un hombre, pídeme
gestos de épica cotidiana
y prometo ser tu héroe siempre
que no tenga excesiva resaca.

Pídeme lo posible: que vaya


a las fiestas de tu pueblo
y visite sobrio a tus abuelos,
que baje un poco la música,
que no beba tanto y me pierda
alguna vez algún partido.

Que te baje una comedia romántica


y haga el esfuerzo de empezar a verla.
Dime que te cuente cómo me ha ido
en el curro, que no hable tanto de política
y que deje el móvil mientras comemos.

Pídeme que te pida que te cases conmigo.

Pídeme que me corra dentro.


AITOR FRANCOS (1986)

Aitor Francos (Bilbao, 1986). Ha publicado los libros Igloo (Ed. Renacimiento,
2011. XIV Premio Surcos), Un lugar en el que nunca he escrito (Ed. Renacimiento,
2013), Las dimensiones del teatro (Ed. Isla de Siltolá, 2015) y la plaquette Ahora el
que se va soy yo (Ed. 4 de agosto, Colección Planeta Clandestino, 2014). Además,
ha sido incluido en la antología Re-generación (Valparaíso, 2016). Escribe crítica
y artículos para suplementos como El Cuaderno o Pérgola y colabora con
frecuencia en Quimera.
PLATH TRAS EL SUICIDIO

Ahora es más moderna.


La cocina está equipada con electrodomésticos
de última generación.
Si los pones en función automática
casi no tienes que preocuparte por nada.
Únicamente de hacer avanzar las fichas del ajedrez
por el suelo: nunca antes fuimos tan optimistas.

La cocina del siglo XXI está cargada de electricidad


estática.
La ampliamos echando abajo la pared de atrás.

Así.
Horas dedicadas a ejercitar un cielo
desmantelado. Pilas de libros pendientes.
Y la vacilación de una idea.
Para Valéry el pensamiento era algo parecido a la
gimnasia.
Gimnasium, no en vano, viene del latín,
y en alemán quiere decir Instituto.
Como aquél al que acudía Kafka,
Altstädter Deutsches Gymnasium,
Instituto de enseñanza media.
A estudiar, hacer fotografías, inventar nuevos artilugios,
escribir cartas y remar sin ganas.

Un espejismo
me sigue a todas partes,
atraído por este nuevo curso de la evolución.

(De Las dimensiones del teatro)


HERENCIA

Hemos calculado el peso, el agua


que se llena de huellas
y que es ilegible en su transparencia,
consciente de la escasa compañía
que nos hace.

Llega al fondo y palpa no sé qué espejo


viscoso, última forma
de entrega.

Es éste el regreso
a un idioma para nudos de lluvia.
La forma no puede volver al gesto,
si se apoya en lo que cae.

(De Las dimensiones del teatro)


CANCIÓN

Todo el agua del mar cabe en un verso


de Eugénio de Andrade.
Poca cosa, ya sé: lo de un vaso,
una vocal, y efímera.

Una noche que apenas ya nos entra en casa;


la noche
como una luz de adentro
que ayuda a cerrar los libros.

La oscuridad es una madre que ya no levanta los ojos


de la máquina de coser
para preguntar cómo estamos.
La busco desesperadamente cuando escribo,
la caliento por dentro, con mis pequeñas
manos.
Sólo ella podía protegerme
de separarme en dos orillas, de despertar
en el contorno, del viento
de unos dedos que saben
de qué se huye.

Conmigo baila
la lluvia, y nadie más.
JUAN BELLO (1986)

Juan Bello Sánchez (Santiago de Compostela, 1986) ha publicado los libros de


poemas El futuro es un bosque que ya ardió en alguna parte (IV Premio de Poesía
Joven Pablo García Baena; La Bella Varsovia, 2011), Talk about the blues
(Origami, 2014), Todas las fiestas de mañana (VI Premio de Poesía Joven RNE; Pre-
Textos, 2014), Cuatro canciones (Ártese quien pueda, 2015) y Nada extraordinario
(XVI Premio Internacional de Poesía Emilio Prados; Pre-Textos, 2016), además
de las plaquettes Nueva York no existe y Versión Original Subtitulada del Azul
(Nanoediciones, 2011 y 2013) y Blues con luciérnagas (Carmina in minima re,
2014). Mantiene el blog: bluesambulante.blogspot.com
TURISMO DE INTERIOR

En la ventanilla, la distancia verde


que ensaya la hierba. Pienso:
aproximarse al océano es alejarse
de la orilla. Coinciden los neumáticos
con el asfalto dócil.

Nos marchamos de algún lugar


que todavía no conocemos.

En la ventanilla, el horizonte entra


en la puesta de sol con los pies
sucios. Nuestros ojos mansos acuden
a la sombra de los árboles. Tendemos
a refugiarnos en lo cotidiano,

como ciervos que bajan a beber


al mismo río, aunque el agua sea otra.

(De Todas las fiestas de mañana)


PIE DE FOTO: MUELLE, AGOSTO 2014

Un marinero cose el océano en una red


de pesca. Entre sus manos, roja
como la sangre, la red parece un tigre manso.

Tarde desocupada, nuestras miradas


se divierten con los barcos que vienen y van,
péndulos que rascan la espalda del agua.

Sacas tu cámara y haces algunas fotografías,


recortas el mundo a tu antojo.
Sobre el muelle el sol aparece y desaparece.

Llegan palabras de lugares lejanos. Los idiomas


son frutas exóticas que se deshacen en la boca,
nosotros contando el mar como si fuera una escalera.

Y el cielo sigue ocurriendo: a veces


manchas azules, a veces manchas grises,
a veces manchas doradas.

(De Nada extraordinario)


UNA VALLA

La luz del faro


cayendo sobre nosotros que perdemos
nuestros ojos en lo oscuro:
este mar que solo se escucha de noche
volviendo una y otra vez.

Una leve brisa que llega y se va,


como una flecha
que únicamente pasa sobre las cosas,
sin buscar el blanco.

El mundo, seguramente, más despacio.

Nosotros aguardando a que amanezca:


cuando el horizonte es una valla
que delimita el paisaje,
haciendo que resulte
más seguro y comprensible al mirar.
MARTHA ASUNCIÓN ALONSO (1986)

Martha Asunción Alonso (Madrid, 1986) es licenciada en Filología Francesa y


titular de un máster en Historia del Arte. Como docente en secundaria y en la
universidad, ha residido en diferentes destinos de la Francia hexagonal, la
Francia de ultramar y el Canadá francófono. Su poesía ha recibido distinciones
como el VII Premio de Poesía Joven de RNE, el Premio Adonáis o el Premio
Nacional de Poesía Joven ''Miguel Hernández'', otorgado por el Ministerio de
Cultura. Es autora de los libros de poemas Wendy (Pre-Textos, 2015), Skinny
Cap (Libros de la Herida, 2014), La soledad criolla (RIALP, 2013) o Detener la
primavera (Hiperión, 2011), entre otros. Además, ha sido incluida en la antología
Re-generación (Valparaíso, 2016).
MUTACIONES POÉTICAS

En mi familia no hay poetas.

Pero mi abuelo Gregorio,


cuando regaba el huerto en Belinchón,
se quedó tantas tardes
velando las acequias, murmurando:
No bebemos
el agua: es ella quien nos bebe.
El agua
es
la mujer.

No, en mi familia no hay poetas.

Pero una vez, muy niña, encontré cáscaras


de huevo azul
a los pies del almendruco.
Se las mostré a mi padre y mi padre, silencioso,
me enseñó a hacerles un nido
con ramaje;
y me enseñó por qué: hay pedazos de vida
que son
sueños enteros.

En mi familia, os digo, no hay poetas.

Pero cuando mi bisabuela


Asunción
contempló por vez primera el mar
-la primera y la única-,
me cuentan que se quedó muy seria, muy callada,
durante un ancho rato, hasta que dijo:
Gracias
por
los ojos.
No sé de dónde salgo. En mi familia
no hay poetas
malos.

(De Wendy)
CORAZÓN DE NARANJA

Al pastor alemán que tú recuerdas, trotando por tu infancia,


lo atropelló un tractor cuando creciste.

Se nos cayeron luego los vencejos,


como guantes raídos, de las tardes azules,
tardes de manos llenas, cielo bajo.

Miro cómo mi abuela,


los ojos muy abiertos, fervorosa,
está exprimiendo un zumo en la cocina;
miro temblar sus manos, debajo de esas manos
miro girar el sol, aroma antiguo,
sangre pura del tiempo más redondo,
corazón de naranja que aún nos ciega.
No queremos morirnos, no queremos…

La miro y habla sola en la cocina,


mientras exprime un zumo como quien reza un salmo,
apura la inocencia y el candor, bebe memoria.

Miro temblar sus manos. Y el almendruco estéril,


la tapia, blanco sucio para trepar de sed,
amarga adolescencia, fruta viva.

Son cosas que brillaron antes de que te fueras.


NOSTALGIAR

Plataneros meciendo el corazón,


duendecillos de mimbre en las estufas
y el abuelo que vuelve de la mina
con pan de pajarines y meruéndanos rojos
(rojos eran tus labios cuando pescabas nubes,
de niño, por las Veigas).

Nostalgiar.

Crepitar de mazorcas en el horno.


Otoño en cucuruchos de papel.

Esta niña no sabes el padrenuestro,


ni la tabla del cinco,
ni estar sola.

El príncipe soltero del desván invisible.


Manchas chinas de aceite sobre papel de estraza.

Nostalgiar.

Quiero, abuela, hojaldres y una gripe,


cachorros callejeros a los pies de mi cama:
volver, lavarme el corazón con manzanilla.

Esta niña no sabe estar con nadie,


salirse de los cuadros del salón,
dibujar un sombrero… ni una boa.

(De Detener la primavera)


LAURA CASIELLES (1986)

Laura Casielles (Pola de Siero, Asturias, 1986) es licenciada en periodismo por


la Universidad Complutense de Madrid y en filosofía por la UNED y máster en
estudios árabes e islámicos contemporáneos por la Universidad Autónoma de
Madrid. Es autora de Soldado que huye (Hesperya, 2008), Los idiomas comunes
(Hiperión 2010; con esta obra obtuvo el XIII Premio de Poesía Joven Antonio
Carvajal, así como el Premio Nacional de Poesía Joven Miguel Hernández en
2011, concedido por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte) y Las señales
que hacemos en los mapas (Libros de la Herida, colección Poesía en Resistencia,
2014), su tercer libro de poesía publicado y cuyo proyecto obtuvo una ayuda a
la creación del Injuve. Ha sido incluida en diversas antologías y traducida a
otros idiomas, por ejemplo en Canto e demolizione. 8 Poeti Spagnoli Contemporanei
(Thauma Edizioni, 2013), y ha visto publicados sus poemas, artículos,
entrevistas y traducciones en revistas y periódicos como Herperya, Ellas dicen de
MLRS, Cuadernos Hispanoamericanos, Mordisco, Clarín... En 2007 fue premio La
Voz + Joven de Caja Madrid y la Casa Encendida y en 2009 premio Arte Joven
Latina en la categoría de poesía. Realiza traducciones literarias del francés. Ha
participado con su poesía de viva voz en diferentes recitales y eventos poéticos
en España y en otros países.
LA LEVEDAD DEL PÁJARO

Aprender la levedad del pájaro.


Sacar los pies del nido y encontrar
que fuera el mundo es limpio
y el cielo es amplio
y no nos queda nada
por lo que valga la pena no amar.

Aprender
la levedad del pájaro. Respirar.
Sentir cómo pasa el aire
por todas las esquinas del cuerpo,
lo más parecido a volar
que puede hacer una mujer
como yo,
con el corazón
pegado a tierra.
Desafiar
la gravedad
como quien desafía
una norma, aprender
la levedad del pájaro.
Olvidar que las cosas pesan
y echarlas al aire,
quedarse quieta y ver
cómo
les nacen
alas.
Lo más parecido a volar
que puedo hacer,
yo que tengo
los pies
de plomo.

Aprender
la levedad
del pájaro.

(De Los idiomas comunes)


DESCENTRALIZACIONES (IV)

Reivindico mi mitad mora, la parte goda


de mi genoma,
basta ya
de dioses griegos que no riegan mi sangre.

Reivindico
un viejo primate casi en las costas de África,
un pueblo que vivía aquí antes.

Amo
a Ariadna y Helena, sí,
pero ya basta:
¿qué ha pasado
con las tres mil mujeres sabias de la corte andalusí?

No reivindico a Pelayo, no reivindico a Isabel,


no vencí
en ninguno de los Triunfos De La Historia.
No sé si habrá héroes en mi estirpe, mi memoria instintiva se detiene
en un loco y una hereje que llenaron los huecos de mi genealogía
en el tramo que se pierde en los siglos oscuros.

Reivindico
los obreros que pueblan mi escudo de armas
y las lenguas que mataron antes de que yo las pudiera aprender.
Basta ya de vírgenes de óleo y de rosa y de rosae,
ya hemos tenido bastante
derecho romano.

No fueron mis antepasados los culpables


del saqueo de El Dorado, de las casas
quemadas en Brunei.

Reivindico
a quienes emigraron hasta aquí
y a quienes al desertar por amor me salvaron del limbo.
Dejad ya de pintarme
un pasado de grandes avenidas
(inconfundibles, rectas, limpias),
dejad ya de decidirme
apellidos ilustres.

Mi memoria rastreará mi linaje


enredando callejas.
Rehilará cien recuerdos escogidos
para un futuro justo.

(De Los idiomas comunes)


UN GESTO SIMPLE

Lo aprendimos cuando nos perseguían:

de la mano
correr
no parece una huida.

(De Las señales que hacemos en los mapas)


UNAI VELASCO (1986)

Unai Velasco (Barcelona, 1986) es poeta, crítico cultural, editor y traductor,


ganador del Premio Nacional de Poesía Joven Miguel Hernández de 2013 con el
libro En este lugar (Esto no es Berlín, 2012). Ha publicado poemas y artículos en
medios como Quimera, Ex Libris, Paraíso, Quaderni Iberoamericani, Nayagua,
Catálogos de Valverde, Punto de Partida, El Cultural o Qué Leer. Se le incluyó en las
antologías Tenían veinte años y estaban locos (La Bella Varsovia, 2011), Serial (El
Gaviero, 2014) o Réquiem por Lolita (Fundación Málaga, 2014). Ha participado en
festivales de poesía como el Perfopoetry de Murcia, el Cosmopoética de
Córdoba o el Perfopoesía de Sevilla. Ha traducido del inglés al poeta
neoyorquino David Fishkind para la antología de joven poesía norteamericana
Vomit (El Gaviero, 2013) y a varios autores de cómic franco-belga. Su último
libro de poesía se titula El silencio de las bestias (La Bella Varsovia, 2014).
PELIGROSA ES LA NOCHE EN LA PÁGINA 167

Dieron las nueve, y Hans


aún no había llegado a casa.
Bajo las ruedas, H. Hesse, Alianza, p. 167

Peligrosa es la noche en la página 167


si resulta
que es de día, y eso
tal vez no pase hasta el capítulo siguiente.
Si resulta que interrumpes con besos envasados
al vacío para el trabajo pero
resulta que, deja, aguanta, que se me está muriendo Hans
Giebenrath en estas últimas líneas.

Peligrosa es la noche para Hans


Giebenrath si decido
cerrar el volumen verde
porque es de noche y te dejaste la luz
del pasillo
encendida la muerte del joven Giebenrath
entre interruptores blancos y no quieres
llorar con grasa en los dedos tú buscas
lo lírico
en una lata de aceitunas.
Y resulta que a mi se me está muriendo Hans,
que Hans Giebenrath se muere ya
en la 166
y, oh, cuánta muerte manoseada y blancoamarilla
rugosa
y negra sin la dignidad
siquiera
de morir en cursiva, sin que yo le deje morir
en las páginas que Hermann planeó
figuras de plomo en aquél
todo a cien, su muerte
en ciento y pico páginas
interrumpida y peligrosa porque
llegas tarde a tus cosas y tengo la comida
enfriándose
en la mesa
como se está enfriando
en la alberca
el cuerpo frío de Hans Giebenrath
en la peligrosa página 167.

(De En este lugar)


QUE BUENOS SOMOS

Para Jade, que trajo los ciervos

también las fieras salvajes


SALMO 8

Tengo miedo de las avispas


tengo miedo amarilla ictericia amarilla
hueso de pollo alojado en la garganta de las bestias
alojadas en la garganta.

Caballos blancos cinchas azules ¿qué has de temer?


de cincha amarilla y caballo ictericia temes
las patas otorgadas de los ciervos
que duermen sobre las hojas.
Detente y escucha.
Mientes cristal venido abajo.

No no tendré no tengo miedo soy bueno y observé


ciervos blancos ciervos traducidos de sol
contra mi ventana.

Mientes cristal venido abajo vienen a tu portal


por la mañana.

No temo al temor temo al portal


temo tu anillo negro de los malhumores
los camellos de adoración despacio
su camino incierto soy muy bueno
tengo el control sobre mi cuerpo y no temo que nada temo
no temo amarilla ictericia. Que somos buenos.
Detente y escucha.
Caballos blancos de pezuñas buenas ofrecidas
no tengas miedo de los ciervos de tendida pezuña hendida
y ligera
en su lugar
tendido azul abierto manillar del pecho ¿quién oye el
zumbar? también hizo a las fieras salvajes las avispas
el amarillo pollo entretenido hizo tu garganta
zumbaran porque enmendamos el temor
aquí
porque nos da la gana zumbaran alejándose de rica miel
zumbando y sin miedo sin miedo tu voz arrebatada hollada
ligeramente habla.

Quiero hablar quiero decirte que no deseo que a nada aspiro


que no temeré no temo a la avispa ictericia pero
tengo un hueso de pollo alojado en la garganta
tarasca de dientes por contar cervatillos blancos.
Yo tengo
el anillo azul de la ataraxia
somos buenos sabemos que
somos buenos que las avispas miden de un centímetro a
centímetro y medio amarillo punzón blanco de ciervo
que duerme en la ventana mentira
que duerme en los árboles y baja de día al portal.

Tengo miedo del miedo de las avispas del miedo de los ciervos
no dejes
no que somos buenos que ofrecemos nuestro cuerpo
en pira de bondad detente
y escucha sobre todo escucha y que así sea y que así
sea.

(De El silencio de las bestias)


LA TIRA ELÁSTICA DEL BAÑADOR DEJA PEQUEÑAS MARCAS EN LA
CINTURA

The slow breeze in the pines


ROBERT HASS

Para salvar una vida humana hay que tener


la taquilla limpia y el corazón templado
Michael Newman tenía un brazo ligeramente más
largo que el otro toda clase de información sobre las aves
de Santa Monica L. A. y cierta inclinación progresiva
hacia la tristeza pesaba la playa por las tardes gaviotas volaban
al ras y se desconcentraba triste si estaría triste Pam bajo las
palmas su primer ahogado le costó cuarenta quilómetros a medio
gas entre los pinos y un reguero de pinocha estremecida en la segunda
pensó en Paul ojos azules sin saber que escribirían de su brazada
en el Tampa Tribune con los años también
con los años se adjudicó un método para el miedo a mediodía
cuando el hambre administraba mal los riesgos Newman
medía su caseta de vigilancia de un modo digamos místico y el miedo y el
calor quedaban sometidos a una figura rectangular casi casi transparente
como una cometa desarbolada por el sol o
una toma subacuática
y aun pensaba en lo extraño de titular el serial más al sur
en México Guardianes de la bahía pero la extrañeza
duraba poco y las aves volaban más bajo era la hora de ir a cambiarse
prácticamente
FRANCISCO JOSÉ NAJARRO (1987)

Francisco José Najarro Lanchazo (Zafra, 1987) es Licenciado en Derecho y


Licenciado Periodismo por la Universidad Rey Juan Carlos, además de
Diplomado en Edición y Publicaciones por la Pontificia Universidad Católica de
Chile. Es fundador y editor de Ártese quien pueda Ediciones, en España, y
encargado de comunicaciones de RIL Editores, en Chile. Participa en diversas
revistas, tanto de España como de Latinoamérica, entre las que destacan
Heterónima, Carajo, Aérea o Psicopompo. Sus libros publicados, todos de poesía,
son La Vespa amarilla, El extraño que come en tu vajilla y Lo que cuentan mis
hermanas.
LA DUCHA

La ducha, sin nosotros, no es la misma.


Escucho su tic-tac de reloj de agua,
impaciente como el despertador
que me grita porque he dormido solo,
y las sábanas pesan como un mundo,
y fuera hace un frío de desagüe…

Ya te digo que la ducha no ha vuelto


a ser la misma desde que te fuiste,
que sólo acuden a ella viejos verdes
como musgo sobre tu piel de piedra,
de sirena de cloro y agua de grifo,
vaso para mis labios y su sed.

Y yo tampoco soy el mismo sin ti,


y hasta la factura del agua cambia,
haciéndose más pequeña en tu ausencia,
como todo. No sé si aguantaré
más tiempo sin ducharme, con olor
a esposo abandonado. Vuelve pronto.

(De La Vespa amarilla)


VACACIONES

Tengo la cara blanca


y me preguntas si amo algún lugar.
Te extraña mi pensar en cementerios,
tú hablabas de museos,
del clima y del idioma.
Digo piedra tallada, mucha lluvia
y citas en latín.

Amo la tumba muerta de mi abuela,


las ruinas vegetales de mi infancia,
la vida aburguesada en los difuntos,
como aman los turistas,
en sus fotografías, las ciudades,
con la certeza de que no hay seísmo
capaz contra la calma que no existe.

(De El extraño que come en tu vajilla)


APUNTE NÚMERO 4: SOBRE LA CAZA DE MONSTRUOS EN LOS
BOSQUES INTERIORES

Los monstruos no acudieron a mi infancia,


no noté sus pezuñas en mis hombros
para quitarme el miedo de la noche
que no es oscuro sino solitario.
Un gruñido me habría hecho valiente,
el saber que ojos vivos me miraban.

Era la nada y me obligó a inventarlos,


a introducirlos en mi propia vulva
raquídea y notar su crecimiento.
Y como un bosque aprende de su tierra
aprehendieron ellos mis temores,
se alimentaron sin quedar saciados.

Así, los de debajo de la cama


subieron a dormir en mi almohada
quitándome los sueños con su aliento,
y los de los armarios, ni esconderse,
se visten con mi ropa y mis zapatos
para mostrarme en qué me he convertido:

el hombre más cobarde de mi casa,


cazador que se pone trampas así mismo.
MARÍA EUGENIA MOTILLA (1988)

María Eugenia Motilla (Madrid, 1988) estudió el Grado en Estudios Orientales


en la Universidad Autónoma de Madrid y actualmente cursa el Grado Medio
en piano en el Conservatorio Katarina Gurska. A finales de este año publicará
su primer poemario donde se incluirán algunos de los poemas aquí compilados.
Asimismo, ha asistido a numerosos encuentros poéticos, como la Tertulia
Montesinos o la Tertulia del Café Gijón. Además, ha realizado trabajos de
traducción para prestigiosas instituciones, entre las que cabe destacar la
Fundación Félix Rodríguez de la Fuente. A través de la conjugación de las
distintas disciplinas artísticas pretende transformar el poema en un sujeto
tangible que apele a cada uno de los planos sensoriales.
FE DE RATAS

Será mañana el mismo mar de pólvora


con balcones de espuma donde habitan
espasmo duda síncope tropiezo
y locura cardinal y ¡qué lejos estoy!
de tu música ausente, ¿quién mide la tristeza
en libras de agua y sal? , ¿qué alma resiste
sino es fuera de sí? Es el dolor la virtud
que siembra el sol del ímpetu y al tiempo
desangra en su vitrina la belleza. Solíamos.
Solíamos vestir sueños ridículos
tan absurdos, tan nuestros, tan de nadie
que pude oír el pulso de la noche
cuando apaga sus últimas linternas
en aquel panadero que despierto
amasa a la parienta en el umbral
moldea al hijo aún dormido, sala a la iguana
y en su oficio de manos blancas trenza
y esculpe manantiales de gula, miga al peso,
que apenas en el aire permanecen
aun siendo santo y seña en el deseo.
Ya no quieres bailar conmigo. Intuyo.
Salgo a ofrecer comida a cuatro grillos
y a otras alimañas vertedéricas
que no alcanzan a existir del todo, pero cantan
al abismo rotundo afincado en martes ocho.
Súbitamente enfermo y pienso que morir
es sencillo. Quizás agonizar entre guarismos
pares, un matrimonio o dos cerezas unidas
por la delgadez propia de sus brazos.
No importa demasiado. Avanzo lentamente
hacia mí que eres tú y la negra calle de aplausos
nos recibe, intactos, soberbios en su luz.
JE SUIS L´AUTRE

Cae la madrugada y no estoy conmigo.

Gravemente sopesas la mecánica del movimiento en la octavilla habitada por la


simplicidad del acto en su azar.

Quizás, en la mujer temprana que derrama leche sobre los pistilos. Y fecunda la
Tierra. Y el nacer atrabiliario de un pruno frente a ti que no eres tú.

No eres. Sólo espejeas en su panal de sombras.


(Calculas la densidad del aire).

Una luz mineral revela la contradanza de una hoja a lomos del viento. Te
muestra una mejilla de arrebol y espalda de litoral ahumado.

Encuentras una última moneda que respira en el celaje.

Dos voces, un latido.

Saludamos al cuerpo asomado en la atalaya como un pájaro discante que desea


volar a las almenas de su espíritu antiguo.

Lo abrazamos con medida hipocresía.

La identidad es sólo un juego de luces negras, qué importa...

Abracémoslo ambos,
abrázalo.
Abrázame.
TESTAMENTO POÉTICO

A J. C. Mestre

Descubriendo la finitud del hombre, el no existir entre millones de esferas, la


sombra al fin me ha cubierto de costra salina.
Furioso ruido que amarra la carne, las cortinas danzan, ondeando sus violentas
faldas y la llama de una vela vertebrando un individuo en la pared.
¡Han llegado!, han llegado con antorchas y ahora llaman a la puerta.
Plácidamente, me resigno y lego y retumbo sobre la ingravidez de la Tierra que,
vagamente, me ha escupido antes de tiempo.
Al mediodía, cuando arden las alas de omnívoros sombreros, y nadie sabe nada
tras las celosías, doy la suerte del vidente.
Al silencio que conmueve los espacios donde retienen el aliento las avispas, le
otorgo la melodía del viento entre helechos y la siesta de un pícaro en el Pireo.
Al escueto perfil de mi madre, doy mis veintiséis años, uno por uno, allí, donde
yo no esté, cerca del Río Blanco, y una bandada de paisajes andinos.
A Heráclito, “siempre llueve en el Norte”, la encina de mi infancia enraizada a
la voz del tiempo, la eternidad de las latas de sardinas.
A aquél centinela que veló las noches de crecida y apagó con su caricia una
última luciérnaga, el eco de la espuma ascendiendo al coloquio de los dioses.
A la tumba de Rimbaud, el parto de Atenea como un grito soslayado entre el
camino, la palabra y el salvaje origen de la huida.
A la noche, compañera y hermana, el magma de los bares cuando la pisada
disfruta entre cristales y charcos cetrinos y el estigma es tan sólo un diurno
recuerdo.
A la música le otorgo la levedad del contrafuerte sumergido bajo el mar.
Al narciso, el vértigo de observar en un espejo la cojera del que habita en un
frasco vacío.
A mi abuela, acuarela del Cantábrico, llevadla al Edén donde crezcan en cada
estación azules hortensias y faros y mi amor la despierte en el rito del alba.
Al moderno adanista, el método del sastre y el glorioso saber del jesuita.
Al amor, el riesgo del alpinista novel, un Vesubio en erupción y la vocación del
enfermero paciente.
Al hombre que juré amar bajo las constelaciones de diciembre y en mi dedo
anular colocó con gracia una hermosa turmalina, le doy un escaparate y la
tundra de estética azufrada donde no exista el horizonte.
A las viñas y pozos secos, el diluvio de una sola lágrima fértil, allá, en las tierras
rojas.
Al abandono, la quietud del otoño abriéndose en arces desde un banco de
granito.
Para el hombre superfluo, la sencilla monotonía de la mujer vetusta en sus
telares.
Al insomne, tres años de sueño en la Arcadia donde yazcan odaliscas en horas
muertas.
Al sigilo de mi padre, el trazo de Zóbel, la muñeca del escriba y la libertad de la
alondra.
A la tristeza, el insecto contenido en ámbar, la compañía del mar revuelto en
sus espinas.
Para las mujeres que son padre y madre y cuchara que remueve la sopa, la
amnistía del leopardo cautivo.
Al universo, la mecánica de lo innato o dios y la respiración de los océanos, el
perfume del recóndito obrador entrada ya la madrugada.
A la muerte, mi carne embestida por el arte y la memoria.
BERTA GARCÍA FAET (1988)

Berta García Faet (Valencia, España, 1988).Estudiante de doctorado en Brown


University. Es autora de los libros La edad de merecer (La Bella Varsovia, 2015),
Fresa y herida (Premio Nacional de Poesía “Antonio González de Lama” 2010;
Diputación de León, 2011), Introducción a todo (IV Premio de Poesía Joven
“Pablo García Baena”; La Bella Varsovia, 2011),Night club para alumnas aplicadas
(VII Premio Nacional de Poesía “Ciega de Manzanares”; Vitruvio, 2009) y
Manojo de abominaciones (XVI Premio de Poesía “Ana de Valle”; Ayuntamiento
de Avilés, 2008). www.bertagarciafaet.com
ME GUSTARÍA METER A TODOS LOS CHICOS QUE HE BESADO
DESDE EL AÑO 1999 EN UNA MISMA HABITACIÓN

me gustaría meter a todos los chicos


que he besado
desde el año 1999
en una misma habitación
y volver a besar a todos los chicos
que quiero volver a besar
y besar en la mejilla (o tal vez en la frente)
a aquellos a quienes ya no amo
y decirles a los chicos cuyo nombre no recuerdo
hola, cómo te llamas?
y decirles a los chicos cuyo nombre no he olvidado
no he olvidado tu nombre, y tú?
y me gustaría ponerlos en fila india
y mirarles fijamente a los ojos uno por uno por orden
cronológico
y asignarles, no un número, sino un color y una temperatura
y asignarles, no un número, sino una canción pop
de vocación mimética
me gustaría ponerlos luego por parejas y hacer que practicaran
su expresión oral
en distintos idiomas
y me gustaría ponerlos luego en un círculo
en un círculo muy grande y muy ceñido
en torno a mí
como si todos los chicos que he besado desde el año 1999
fueran un solo vestido, un solo vestido rojo de lunares blancos
un solo vestido que me quito porque tengo calor
un solo vestido que me quito porque tengo calor y porque quiero
quedarme para siempre desnuda
con todos ellos en una misma habitación
cerrada con llave

me gustaría cerrar con llave esta habitación y todas las habitaciones


que son la misma habitación
y no decir nada
no decir nada durante 3 o 4 minutos
y que se extrañen un poco
y decir luego muy tenuemente, en el momento justo,
que empiece la fiesta
me gustaría que se lo pasaran muy bien
bebiendo ponche-cliché y comiendo emparedados-cliché y bailando
los unos con los otros
y que alguien grabara un vídeo
y que alguien sacara fotos comprometidas
y que se distrajeran y que se entretuvieran
porque la vida es eso
y que pensaran muy sinceramente
me alegro de haber venido
y que musitaran entre dientes la vida es buena, qué tristeza
tenernos que morir
quiero que se hagan mejores amigos
quiero que charlen animadamente sobre política verde
y sobre adverbios
y sobre cómo es difícil
no pensar todo el rato en uno mismo
y sobre cómo es difícil
recordar ciertos nombres, olvidar ciertos nombres
y sobre cómo es difícil
escribir el poema que queremos escribir (que, en ningún caso, versa sobre
chicos
ni sobre los besos de los chicos ni sobre chicos que se transforman en vestidos
rojos
con lunares blancos
sino sobre política verde, sobre el concepto de verdad y metáfora
en la filosofía del lenguaje
de friedrich nietzsche, sobre la luz
y la oscuridad como verdad y metáfora de ciertas preguntas morales
que necesitan de otro vocabulario,
que necesitan de otro vocabulario mejor que no se base ni en titilaciones
ni en sombras de titilaciones,
sobre las normas
y las transgresiones en la poesía amorosa de alfonsina storni, sobre la poesía
social
de la postguerra española, sobre política
verde y sobre cómo es difícil
no pensar todo el rato en ciertos nombres y en la promesa ético-estética
del expresionismo abstracto
y en Dios)
he mentido, sí que me gustaría
asignarles un número, un número muy grande y muy ceñido
que me permitiera repasar en orden cronológico
todos los acontecimientos
me enorgullezco de haberme besado con chicos tan guapos
no me enorgullezco de los poemas que he escrito que son obviamente
malísimos
sino de los poemas que me leyeron
todos los chicos que he besado desde el año 1999
me enorgullezco de recordar ciertos nombres, de olvidar ciertos nombres
y de estar aquí
aquí en esta habitación
aquí en esta misma habitación cerrada con llave y a la vez muy entreabierta
la posibilidad de la música, la música que de repente
empieza a sonar muy fuerte, muy fuerte y todos bailan, todos piensan
me alegro de haber venido

me gustaría que ninguno se sintiera desplazado


y que ninguno se diera cuenta
de que en realidad lo que yo quiero ahora es hablar a solas con aquel chico
me gustaría tomar del brazo a aquel chico
y susurrarle
sinceramente tenía muchas ganas de tomarte del brazo
los 2 libros que me regalaste
me gustaron bastante, los leí en un tren
sinceramente el episodio de sexo salvaje estuvo genial
pero opino sinceramente que deberíamos casarnos o algo así
no, en serio, deberíamos casarnos
me gustaría no clasificarlos
pero estoy segura de que los clasificaría porque clasifico todo
no lo haría por edad o por nacionalidad o por aptitudes o por estado civil
habría 2 grupos
el grupo de los chicos con los que fui yo
y el grupo de los chicos con los que no fui yo
(dentro del grupo de los chicos con los que no fui yo
seguramente habría algún chico impertinente
que preguntaría
si no eras tú, quién eras? friedrich nietzsche? alfonsina storni?
pero me he preparado una contrarréplica
es una manera de hablar, chico, al fin y al cabo siendo rigurosos y siguiendo
a friedrich nietzsche, la vida es eso,
maneras de hablar)
me gustaría volver a ponerlos en fila india
y confesarles uno por uno por orden
cronológico y por telepatía
cosas secretas
del tipo cuando acampamos en la playa
me sentí tan feliz que me sentí muy triste
de tener que morirmealgún día o del tipo
una vez chateamos por facebook durante 8 horas
y amaneció y sentí que la vida era esto o del tipo
no sé si ha sucedido o si no ha sucedido
sinceramente espero que sí
me gustaría volver a tomar del brazo a aquel chico
que aseveró muy serio me gustaría volver atomarte del brazo
y follarte, sinceramente
y susurrarle
lo que te he susurrado antes no era broma

me gustaría meter a todos los chicos


que he besado
desde el año 1999
en una misma habitación y hacer estadísticas y averiguar
cómo me gustan los hombres y coger un altavoz y ponerme a declamar
aviso: de vez en cuando meteré a muchísimos hombres que me gustan
en un cuarto diminuto, que será metafórico o no será,
añadiré
aviso: me olvido de todo pero os quiero igual
(sinceramente no a todos)
aviso: si pudiera pedir un deseo
pediría no olvidarme de nada y quereros igual y que aquel chico
estuviera de acuerdo en repetir aquel episodio de sexo salvaje y que aquel chico
se venga conmigo
a donde yo diga
que es básicamente a mi casa
aviso: no me hables de política verde
háblame de prolongaciones y de espontaneidades y de la inmortalidad
del amor, etc., no pasa nada si mientes pero mejor si no mientes
bueno, mejor dicho, no mientas
aviso: cuando tenga 58 años me convertiré al catolicismo
o a alguna otra confesión, pero siempre del ala dura
porque te lo aviso: constantemente estoy al borde de creer en cosas extremas
soy una muchacha exaltada envidio a los párrocos
del mundo rural y a todas las señoras espirituales
aviso: tengo muchísimo miedo
de la locura
y de la maldad
y del teatro de eugene o’neill y de edward albee
aviso: me encantan las enumeraciones
aviso: mis preferencias eróticas están bastante definidas y a estas alturas
no sé si voy a cambiar
aviso: aspiro a morirme con mucha tristeza de morirme
siendo ya muy anciana
y habiendo acumulado ya mucha sabiduría
me visualizo claramente columpiándome en una mecedora
en un porche
riéndome a carcajadas de un chiste absurdo

me gustaría volver a ver a todos los chicos


que he besado
desde el año 1999
tal y como eran entonces, y tal y como son hoy
2 o 3 veces más
en 2 o 3 fiestas privadas en las que suene de repente
y muy fuerte
muy buena música
todos desnudos, bajo un cielo rojo y blanco que sea como un vestido ajustado
que me quito porque tengo mucho calor
tengo mucho calor
me gustaría volver a ver a aquel chico
500 veces más
ÁBACO & INDÍGENA & CÉSAR VALLEJO

ay del ábaco, ay del cuadragésimo


clérigo pálido y
celíaco
ay del vértice, ay del último
tubérculo hambriento
o psicológico

qué haréis vosotros con el antílope triste,


con la píldora onírica de las fiestas
pletóricas
qué haréis vosotros con mi amor tan fanático,
vándalo unánime de la estadística
tétrica

yo quisiera viajar en un relámpago agrio


románico y bífido como una
herida
a lomos de un lobo o un pelícano ciego
sincero o demócrata o castillo
lejano

hacia el júbilo puro de la histeria


mesiánica
hacia el íntimo glúteo de la fístula
bélica
a la derecha del padre de césar vallejo
oh fúnebre, oh cómplice, oh espasmódico
tigre

pero ay del indígena, ay del herbívoro


y cómico esqueleto
económico
ay del pírrico y febrífugo beso
de la muerte marítima o
minúscula
qué haréis vosotros con mi cónyuge líquido
y su pestaña azul y su córnea
geodésica,
qué haréis vosotros con el pájaro sánscrito
y con los niños felinos
o sordo-cojos

yo quisiera comer ubérrimos músculos


de gárgola o uva o
diáspora
cabalgando un isósceles humilde y mozárabe
y un sulfúrico haz de
explosiones

en la selva excéntrica de la cópula


mística,
en la guerra utópica contra la náusea
inalámbrica
y limpiar el dulce vómito de césar vallejo,
oh pirámide, oh página, oh metalingüístico
miércoles
RODRIGO OLAY (1989)

Rodrigo Olay (Noreña, 1989) es licenciado en Filología Hispánica y máster en


Formación del Profesorado por la Universidad de Oviedo, donde prepara su
tesis doctoral. Ha publicado dos libros de poemas, Cerrar los ojos para verte
(Universos, 2011), Premio Asturias Joven 2010 y Premio de la Crítica de
Asturias 2012, y La víspera (La Isla de Siltolá, 2014), finalista del Premio Ciudad
de Alcalá 2015. Ha sido incluido en antologías como Fruta extraña. Casi un siglo
de poesía española del jazz (Fundación José Manuel Lara, 2013), Siete mundos.
Selección de nueva poesía (Impronta, 2015) o Re-generación (Valparaíso, 2016).
Colabora regularmente con revistas como El Cuaderno, Anáfora o Clarín.
UN DORADO TEMBLOR

En la orilla, ante ti, se postra el mar


mientras vuelves despacio. En tu piel grita
un perlado sabor que, exacto, excita
el rítmico dolor de ver andar

tus músculos precisos. Arde, tenso,


tu bañador finísimo, mojado.
Como un sueño, te tumbas a mi lado
esperando con ímpetu el intenso

momento en que la playa vaya lenta-


mente entonces quedándose vacía
y un dorado temblor de arena y viento

esconda en su calor la geometría


secreta de la música violenta
de un cuerpo de dos cuerpos de un aliento.

(De Cerrar los ojos para verte)


LA HIJA DEL HOMBRE MALDITO

A José Luis Piquero

Por ti hubiéramos hecho lo que hubieses pedido.


Porque el tuyo era el nombre que se susurra apenas
en mitad de la noche, cuando el dolor se esconde
agudo entre las ingles y no va a ser mañana
ya nunca más. Nos era tan hermoso pensarte
mientras tu padre grita y se cae y escupe
y te llama, y tú quieres llorar y eres terrible
como un ángel herido, o no llega y entonces
quizá no vuelva nunca. Era hermoso pensar
en rescatarte, en vernos sosteniendo tu mano
mientras tu madre dice (tu madre que limpiaba
y parecía un hombre) con antigua tristeza
que sí, porque nosotros sí, no como tu padre.
Quién sabrá en qué silencio, ya no importa en qué brazos,
maldijiste despacio tu primer apellido,
si llamaste cobarde a tu madre, si fuiste
capaz alguna vez de creer que algún día
todo se arreglará. A nosotros, nosotros
en los que nada ha muerto, nos dolían los ojos
al mirarte en Gimnasia y tú que lo sabías
solamente callabas. Nos odiábamos, nadie
fue capaz y te fuiste. Y tu padre es más viejo
y es más vieja su herida y tu madre en silencio
anda por los portales y tú sigues en busca
de lo que tantas veces cualquiera de nosotros
hubiera deseado que nos pidieras, nunca
nos importó a qué precio.

(De La víspera)
PAVÍA

Os juro que lo he visto.


Hace un instante.
Arrastrando mis pensamientos y
con ello todo. Un niño,
era un niño en los brazos de su madre,
sobre el puente que salta, en las afueras
de Pavía, el andén lento a Milán
y sus trenes oscuros
y los vidrios y ortigas
y el pasamanos rojo por el óxido
y las baldosas rotas.
Solo un niño y su madre.
Me he quedado mirándolos.
Y he perdido de vista
los tres meses a solas, el verano que escapa
apagando la sangre,
salpicándome viento
desde las piernas de las estudiantes
que corren hacia el frío en bicicleta.
Allí estaban. Los he visto. Abrazados.
Los dos mirando atardecer. Los dos.
Sus ropas eran viejas, pero a ella
todavía le había dejado de importar,
y además de ser joven, volvía a parecerlo.
Todo lo merecía ese momento.
Cómo el niño empujaba con su dedo
el sol hacia ya dónde
y miraba a su madre y luego al sol
y las ascuas del día se apagaban
solo del otro lado.
Os juro que lo he visto, aunque la noche
lo niegue para siempre desde ahora.
Dime qué es la belleza. Di. Decidme.
DIEGO ÁLVAREZ MIGUEL (1990)

Diego Álvarez Miguel (Oviedo, 1990) es ingeniero de telecomunicaciones.


Previo paso por los concursos del colegio y del instituto, en 2008 le concedieron
el premio Dafne de poesía por su pieza ''Hoy, como todos los días''. Ha
publicado, junto con su amigo y también poeta Xaime Martínez, el libro de
relatos Los mil cuentos de Marcelino Tongo, que mereció el II Premio de
Narrativa de la Universidad de Oviedo, además de los libros de poemas Un día,
tres otoños (2012, Premio Gloria Fuertes de poesía joven), Lugares últimos (2014,
IV Premio de Poesía Universidad de Oviedo) e Hidratante Olivia (XXX Premio
Hiperión). Además, ha sido incluido en la antología Re-generación (Valparaíso,
2016). Ha colaborado en Anáfora, revista literaria coordinada por los poetas
asturianos Cristian David López y Pablo Nuñez, y en distintas plataformas
literarias. También es miembro fundador del Patarrealismo Salvaje, una curia
secreta que aglutina a varios poetas y narradores ovetenses. Actualmente reside
en Madrid.
LAS MANOS DE TABUBUÉ

Querida Tabubué,
creo tanto en ti
como creo en los dioses,
por eso no le temo a la miseria
ni le temo al ardor de tus mentiras.
Amiga,
ya conozco tus labios,
sé que son peores que la muerte
y en cambio más dulces que el vino,
y sé que de tus ojos no extraeré
más tesoro que el tesoro
que me quitas.

Querida Tabubué, sé que eres


toda mujer de este desierto
y que en tu vientre se esconden
las tierras que me son debidas.

Hazme este favor, Tabubué,


y no olvides que la magia de los labios
responde mal a la física
y que no hay forma alguna
de darle temple al cobre
para que haga las veces de tu pecho.
Tabubué, hermana, quédate
mi oro o acércate a la barra
y pide otro gin-tonic. Pero deja,
por Seth, que esta noche
me divierta contigo.

(De Lugares últimos)


EL SILENCIO

En todas las canciones –dices mientras pones


el vinilo en el tocadiscos de tu padre–
hay un instrumento diferente
que no es de viento ni es de cuerda y
que suena entre todos los demás.
No hay músico alguno que sepa tocarlo
ni documentos en la historia que lo expliquen,
pero si me miras a los ojos mientras suena
–me dices– podrás ver que completa la canción
como el aire llena el árbol, como el cielo
hace con la imagen puntual de las estrellas.

(De Hidratante Olivia)


EL SUEÑO

Me guiaron unas manos hacia el interior de un torbellino full of sombras de


vivos colores, vestidos de vivos colores, pieles de vivos colores, bebidas
energéticas, sustancias psicotrópicas, psicodélicas, psicoactivas de vivos
colores.
Un brillo se filtró por la rendija del lavabo y mis labios salpicaron el espejo y a
través de el escupitajo vi mi rostro y a través de mi rostro vi llegar chorros
de luz blanca, vi a San Pancracio curando enfermos, a San Francisco
llevando a cabo una misión de argonauta, a decenas de fuertes
predicadores arrastrando gigantescos peces que coleteaban por el suelo.
Saqué de la mochila doscientos libros, poemas nuevos, pantagruélicos,
inflamables, precioso satín, precioso aroma, llegados aquella misma
mañana desde los lejanos Estados Unidos de América.
Saqué de la mochila doscientos libros y se los fui regalando a todo el mundo.
A ti te va a gustar Silvia Plath, que encendió el gas y metió la cabeza en el
horno. Foster Wallace parece más de tu estilo, que se colgó de una cuerda
un viernes por la noche en California. Para ti mejor uno de Hemingway,
que se voló el tarro con una escopeta de doble cañón.
Me pedí una pale ale y apoyé la pinta sobre la mesa, sobre la mesa apoyé el
codo y se me pegó la camisa a la mesa, bajo la mesa posé mi abrigo,
alrededor de la mesa cuatro santos luminosos me esperaban y dos mártires
ensangrentados me miraban con desprecio.
No me gusta el aspecto pegajoso del universo, les dije, no me gusta la pale
ale, no me gusta el aspecto pegajoso del universo, no me gusta el aspecto
pegajoso del paraíso, no me gusta este sirope envenenado.
El mundo es una canica que cae por las tuberías del universo, les dije, no me
miréis así, se siente como se sienten las ratas por las cañerías en la noche,
un hielo que resbala entre los pies, una canica que cae y se pierde en
alguna parte porque el mundo es una cañería que chorrea delicias
inalcanzables, excrementos como dulces, jugos vigorizantes.
Saqué un libro y bajo las luces rotativas y los bajos profundos leí unos versos
en voz alta:

Do I care? Yes I care. I want to make laugh.


O if only I were a winding toy
or just a winter bunny
in a huge imbecile’s pie.

Una virgen con el pelo hasta los pies pasó por mi lado y me dio flores.
Una virgen negra pasó por mi lado y me dio las gracias y me dijo que mis
pasiones trascenderían lo sobrenatural.
Una virgen muy delgada pasó por mi lado como una seducción terrible, como
un vacío, y me señaló hacia una esquina llena de guirnaldas y yo la seguí.

All is answerable I need not know the answer


Poetry is seeking the answer
Joy is in knowing there is an answer
Death is knowing the answer

Una virgen de extremidades infinitas se me acercó al oído y me dejó un


mensaje:
«Sobre la piedra de tu tumba hay posado un cuervo blanco.»
RUTH LLANA (1990)

Ruth Llana (Asturias, 1990). Autora de Tiembla (Point de Lunettes, 2014) y del
cuaderno pictórico Estructuras (Ejemplar Único, 2015). Colabora periódicamente
en diversas publicaciones con reseñas, traducciones, artículos y textos de
creación. www.ruthllana.com
DESEO DE SER ARQUERO

Nace para ser caballo ilota y relámpago y cartón y olor y tiembla tierra tiembla.
Nacer para ser soplo de vida aliento, crin al galope vienen los cerros hacia mí -
hacia ellos nos desplazamos nosotros, violentamente luces, esclavos. Golpe
percutido (de los ojos negros sin sombra).
Respira la pausa por todo destino lo que se va, consuelo buscado en los golpes
de las pezuñas contra el polvo, mantiene su memoria en las rodillas de los
elefantes.
Río que trascurre, la mano del oso descubre en el interior del agua (reflejo en los
ojos negros del deseo de ser crin y galope, espíritu, garra, nutria)
Golpe del suelo en los cascotes, golpe del suelo en los pies alargados hacia las
estrellas (hacia los muertos).
Voy hacia los muertos, hacia los grandes cañones del desierto. Las plantas
señalan el hogar del nacimiento. Para ser, momento antes, miedo hormigón
tiembla.
Deseo, dirección, deseo; hacia donde voy los muertos como nutrias disparan
sus arcos, y tiembla como retrocedo, voy con los muertos con la piel misma de
los pies quemada, una superficie tras otra, tras otra la misma, el mismo miedo,
peso que se pronuncia de correr descalzo hacia mí corren los lugares descalzos,
hacia mí los muertos descalzos yo hacia los muertos descalzo.

(De Tiembla, Point de lunettes, 2014)


TELA

Su tiempo como su vestido estaban sujetos a hebra costura hilo y miserable,


bestialidad que arranca y da forma en egoísta, balance y número, dejados por
otros repetidos y extenuados hasta el agotamiento, hasta la inutilidad, hebra
manchada “galopas” y es infierno quebradero separación hilo deforme que no
sostiene la tensión de ropaje. Porque en su vestidura la sostención, el agarre, su
perpendicular apogeo que cae: en la sostención se acabe, su sustento, su forma,
su inigualable postura. Vestido en las manos es antiguo, el aprendizaje del
enhebro, por los hijos de los hijos aprendido y retenido encantamiento feroz del
tiempo; ropaje sobre piel delata su mancha su pertenencia. Su peso demorado
sus miles de hilillos unidos dando forma y número, dando cuerpo y balance,
ocultación que gesto supervive feroz, arrugado por la fuerza, tela se une al
desgaste de «lo que aquí está unido no lo separe el hombre» aunque tela
informe en la rasgadura, sigue siendo para el que la cose.

(De Estructuras, Ejemplar Único, 2015)


Y la que desprendida si te vio / nacer / para quién / sino cómo tocarte y
hacerte preguntas, sino cómo acercarte si no puedo / me / acercar / por el corte
abrupto de la / disolución / vieron sus huellas y les dieron caza / los conejos
como un tambor sirvieron / al busto subir / la ladera trepar / célula de luz en
el resquicio / un ojo lentamente / “Acércate aquí, no tengas miedo” / primera
célula, hermana / hermanito de mí / en un momento descriptivo sorprendes
las manos sobre el pelaje / pero el animal había disminuido su tamaño dos
centímetros / “para ti”/ y las cabezas reposaban quietas sobre la pared / como
la culpa te sobrevino el movimiento / me alejé / como una ladera me sobrevino
la luz / y con ella la oscuridad / tiemblo de miedo / temo no / mis manos sean
la oscuridad / la penumbra / ciega / dibujan a lázaro pero su sepulcro
perforado, la tierra rojiza que imagino / jerusalem / con las manos en la niebla
tanteo / tu rostro / y los cien rostros de dios / con mis manos hagan la
oscuridad / acometer / con la memoria en las manos / retorcer / esto oponer /
tiembla mudar / frente / volumen del rostro, nariz cuello ojos, párpados de
dios, manos de dios / lo que no fue tocado no será manchado / lo que mis
manos no tantearon / lo que a dios no fue dado / el rostro del hermano será /
para mí / sepulcro y lázaro / “camina” / ven hacia mí / hijo, no tengas / sea
así en la oscuridad

(De Umbral)
EMILY ROBERTS (1991)

Emily Roberts (Ávila, 1991) es becaria de investigación en la Universidad


Complutense de Madrid, donde realiza su tesis doctoral. Es autora de la novela
Lila (Ediciones Oblicuas, 2011) y del poemario Animal de huida (Ediciones
Oblicuas) y ha residido en Holanda y Escocia. Fue finalista del Certamen de
relato breve Cosecha Eñe 2015. En primavera de 2016 publicará su próximo
poemario.
III

Una vez tuve una amiga que robaba. Anillos de las tiendas de chinos y baratijas
en los mercadillos, gomas de borrar y lápices y llaveros. Yo pensaba: esto está
mal. Esto es robar. Pero era mi amiga, y la quería.
Un día robó un anillo para mí. Eso era el amor: aprender el valor de los objetos
robados. Así que me lo puse y juré que nunca me lo quitaría.
Mi anillo perdió el color y el anillo perdió a mi amiga.
Cómo denunciar entonces / la pérdida que nunca / ha sido tuya.
NO ME GUSTA LA LECHE

no me gusta la leche
y eso no quiere decir que no sea buena
Letitia Ilea

Mis padres beben leche,


esa que derramé durante el hambre,

esa que engorda y alimenta,


esa que me negué a tomar

durante los años enfermos.


No habría sabido llegar de ningún modo

cuando fallaban las fuerzas:


el miedo al blanco y a delirar,

a las piernas crecientes y al dolor menguante,


a que la ropa se nos quedara pequeña.

Aprender a dar las gracias


y tener que pasar la noche a cubierto.

Gracias por dejar que me quede.


Gracias por obligarme a marchar.

Gracias por no dejarme cargar más


que con la piel muda.

Gracias por curar la enfermedad.


Por hablar de volver sin lugar de vuelta.

Por enseñarme a beber como ni tú ni yo


sabíamos.

Gracias
por la leche.
LA ESPERA

Los perros huelen la tristeza


pero no se la comen
a diferencia de cuando huelen el miedo
y muerden

quizá confundan miedo y tristeza,


como yo

no saben a cuál
hay que atacar.
PAULA BOZALONGO (1991)

Paula Bozalongo (Granada, 1991) es estudiante de Arquitectura en la


Universidad Politécnica de Madrid. Ha publicado el libro de poemas Diciembre
y nos besamos, que resultó merecedor del Premio Hiperión de Poesía en su XXIX
convocatoria. Recientemente ha participado, junto con la artista gráfica Gabi
Gallego, en los Encuentros de la Memoria Joven de Caja Granada con una
reflexión sobre arquitectura y poesía titulada El espacio sucede en los relojes.
Además, ha sido incluida en la antología Re-generación (Valparaíso, 2016).
También colabora en la organización del Festival Internacional de Poesía de
Granada.
SARAJEVO

Respira la posguerra,
la tristeza te observa, muda y deshidratada,
y continúa jugando al ajedrez,
buscando en la partida
el valor defensivo de su rostro.

Luego llegan sus hijos,


cansados de sentir el llanto del abuelo,
la nostalgia del padre,
y pintan las fachadas de azules estridentes,
de fucsias desbordados
como pasiones ciegas.

Son colores que esconden


el humo de los días,
los diarios de guerra de un hermano,
el llanto inconfundible de cada once de julio
cuando estampa su brillo en las banderas,
relucientes en nombre de una paz
que ha sido el territorio de la muerte.

Pero todo está aquí,


la destrucción me mira en Sarajevo,
luego sigue jugando al ajedrez.

(De Diciembre y nos besamos)


LA VIDA BREVE

La percusión del tiempo es una fragua


al final del pasillo,
ya no la escuchan más los hijos del herrero,
tan solo la perciben cuando cesa:
cuando el tiempo descansa
ellos paran también,
por si acaso al sacarle a la prisa ventaja
sólo encuentran la muerte.

Las nubes de la tarde


resuenan en la lluvia de esta noche.

Los gritos de la casa


tiritan en el eco de un llavero que cae
en el salón vacío.

En el ruido metálico que nace en un andamio


se quejan las reformas
de lo que ya no existe.

El invierno te grita en el deshielo,


el verano que cruje en las hojas que pisas
ahora ya es octubre,
fue entonces cuando alguien pensó en ti
y hoy susurra una carta debajo de la puerta.

Si se escucha un disparo,
hay redoble de lágrimas
en el cuarto del huérfano
y un suspiro entre sueños
despierta al asesino.

En este llanto estallan nuestros sueños,


y no llora el pasado,
el futuro se queja de no ser quien creía.

La prisa nunca prometió ventaja,


el tiempo de la música no es tuyo todavía.

(De Diciembre y nos besamos)


LOS TRANSPARENTES

Los transparentes nunca dicen la verdad


porque ya creen llevarla escrita en la mirada.

Los transparentes sólo se defienden


porque saben que por su piel respira la bondad
que el mundo necesita.

La lealtad forjó sus días


así que nunca toman partido
y flotan como el polvo
con la luz del oeste
y, tenues, en las tardes,
esperan a que lleguen los vencidos
para ofrecerles casa,
los vencedores, y les regalan aire.

Son ellos los que saben elegir


a quien pueda todavía procurarlos
y en la tranquilidad de los anónimos
respiran afilando los cuchillos
que otro empuñará.

El colmo de los nítidos,


el agujero espía de los muros,
la libertad fingida de quien se cree observado.

Comparten todo lo que ya no querían


y si no es suficiente para ti
vendrán a recordarte
que sus ventanas abiertas
no tienen secretos
aunque detrás de ellas
has dejado los tuyos.

Pero en la oscuridad,
los transparentes se han perdido.
Es sencillo engañar a quien no tiene
conciencia de sí mismo
(y nunca le responden los espejos).
Ahora creen sostener en sus manos de arena
la verdad que no quiero contarles.
GONZALO GRAGERA (1991)

Gonzalo Gragera (Sevilla, 1991) ha realizado estudios de Derecho en la


universidad de su ciudad natal. Ha publicado los libros de
poemas Génesis, editado por Jirones de Azul, y La vida y algo más, editado por La
Isla de Siltolá. Poemas suyos han aparecido en revistas como Estación
Poesía, comandada por Antonio Rivero Taravillo, Piedra del Molino y La Isla de
Siltolá. Actualmente, colabora en el programa de radio ''La Mañana'' de COPE.
CUESTIONES

¿Por qué cuando te miro


tengo en una mano el ayer
y en la otra el infinito?

(De Génesis)
LA LIBRERÍA

A Fernando Iwasaki

Las librerías: los Estados


más democráticos que existen.

Nuestro librero cuenta las hazañas,


el hito del negocio literario.

Aquel libro, de Marx, ha convivido


un año con las páginas de Friedman;
ambos han sacudido los bolsillos
de un universitario trasnochado
e idealista....

Y no hubo contienda ni conflicto


el tiempo que estuvieron dialogando.
Quizás alguna broma algo mordaz,
el discutir irónico y burlesco...
y poco más.

Un día del invierno, bajas temperaturas,


Góngora se cobija
en un endecasílabo famoso
de Quevedo.
No estorba la nariz superlativa,
el ingenio satírico del verso.

Las librerías: los Estados


más democráticos que existen.
Escritas están todas las ideas
en silencio. En calma.

Y en libertad.

(De La vida y algo más)


LEVE RETRATO DE UNA PLAZA

Una fuente en la plaza


con su música y su canto.
La cal. El parterre. La acacia.
Los veladores. Los geranios.
El camino pedregoso
inundado de guijarros.
Y el olor a tópico y leyenda
en la flor, aún imberbe, del naranjo.
GEMA PALACIOS (1992)

Gema Palacios (Zaragoza, 1992) es graduada en Filología Hispánica por la


Universidad Autónoma de Madrid y ha cursado parte de sus estudios en la
Universidad de Buenos Aires (Argentina). Además, obtuvo un máster de
Estudios Literarios en la Universidad Complutense. Ha publicado los
poemarios Morada y Plata (Ebediziones 2013) y Compañeros del crimen (Ediciones
Paralelo 2014). En 2016 verá la luz su tercer poemario, Treinta y seis mujeres en la
editorial El sastre de Apollinaire.
NOSOTROS EL RELIEVE

ahora fíjate bien: no son


montañas

surcos emergencia en el paisaje


molde de una boca en la llanura

permanece tu rastro más terrible


tan obsceno

tú te inclinas y yo invoco
no matarás no matarás
luego
dobla el tronco y deja caer las hojas
a veces son tiernas como dedos

ay

pero qué sabrán de saliva los árboles

en mi pecho ranas nuevas


y un rumor de lluvia
calándome.

(De Compañeros del crimen)


SIMETRÍA V

Y la soledad es no poder decirla.


(Alejandra Pizarnik)

Presiento que ha de llegar el instante


en que la soledad desborde mis manos
tome asiento en mi hombro
y me invite a cruzar el puente
-ese que se cruza con los ojos cerrados-

Entonces me deslizaré hacia un lugar pequeño


lejos de las paredes que sepultan la vida
y desoiré la palabra del hombre
su voz terrible
su sexo terrible

y me haré cáscara de nuevo

Y la soledad es no poder decirla


no poder resistir dos soledades

No saldré de mí sino para estar sola

No diré nada que no me robe el aliento

Cuando llegue el instante volveré a gritar.

(De Treinta y seis mujeres)


TORMENTA Y BREVEDAD

Querida mamá: estoy aprendiendo a ladrar


(Olga Novo)

Llueve sobre mis dedos sucios de pelar ajos


y no comprendo para qué sirve la desmemoria.
Hago cábalas con esta pena tremenda incertidumbre
que es herencia de mi abuela y de mi madre y pienso
‘ojalá no tenga hijas para ver madurar su dolor’.
Pintarse las uñas de los pies como un gesto de supervivencia
frente al grito agonía purpúrea que no sale de la garganta
sino de crines de rabia en el suelo del aseo anónimo.
He vivido y he sangrado al lamer los cuerpos de seres más frágiles
y si estoy aquí es para amar a las criaturas llanto de la especie.
Llueve muy lento entrecierro los ojos mientras ella se finge dormida:
la vida prosigue camina desnuda hacia la brevedad
hacia la transparencia.
XAIME MARTÍNEZ (1993)

Xaime Martínez nació en Oviedo en 1993. Es graduado en Lengua Española y


sus Literaturas por la Universidad de Oviedo y actualmente cursa el Máster de
Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad de Barcelona.
Formó parte del colectivo poético «Mil Novecientos Violeta». Ha colaborado,
tanto en castellano como en asturiano, con publicaciones como Ex
libris, Anáfora, Formientu o Clarín: revista de nueva literatura. Sus versos se
incluyen en las antologías Mecánica celeste (Círculo Cultural de Valdediós, 2012),
Siete Mundos (Impronta, 2015) y Re-generación (Valparaíso, 2016). Ha publicado
dos poemarios, El tango de Penélope (Oviedo, 2012), que mereció el II Premio de
Poesía de la Universidad de Oviedo, y Fuego cruzado (2014), que mereció el
XVII Premio de Poesía Antonio Carvajal. También un libro de relatos escrito
conjuntamente con Diego Álvarez Miguel, Los tres mil cuentos de Marcelino
Tongo. Así mismo, es músico y letrista en el grupo La Bande. Actualmente
forma parte, además, del colectivo Patarrealismo Salvaje.
PREDICCIONES

Vendrán, lo sé, unos años en que el mundo


parecerá gastado y viejo. Entonces
los días que arden hoy como una rosa
de júbilo en tus manos (una rosa
que solo sabe arder o marchitarse)
estos días, decía, serán solo
recuerdos deformados, vagos símbolos
que la mano cansada de un poeta
trazará en su labor de polvo y sombra.

Y no sabré, amor, si te pareces


tantísimo a esa Ofelia de John Waterhouse
como me gustará decir entonces
ni si es verdad que andabas este invierno
por Dublín como Leia por la gélida
base rebelde del planeta Hoth
ni si aquí comprendí que nuestra hora
es una flor que se abre muy despacio.

No sabré distinguir la vida de


la sutil construcción de la memoria.

(Pero si sigue vivo este poema


va a pasarlas canutas el olvido
porque hoy, que es diecisiete de diciembre
de 2013, envío este mensaje
a ese poeta ignoto del futuro:

más allá de los símbolos, del molde


antiguo de los versos, más allá
del oficio fatal de ser poeta
no dudes de estos días, pues no hay
lugar para la duda:
fueron buenos).

(De Fuego cruzado)


FLATUS VOCIS

El monte oscuro.
La plata de la luna
incendia el bosque.
El silencio es el nombre
exacto de las cosas.

(De Fuego cruzado)


POEMA PATARREAL #6

En la ciudad oscura
el terror es un árbol cargado de perfume.
Nuestro poeta sueña darle un beso en la frente
a Jeff Tweedy en su ático grisáceo de Chicago
pero en el fondo sabe que jamás irá a América.

Nuestro poeta, rubio y poco higiénico


como un nazi que cruza eternamente un puente helado,
está llorando mientras se masturba
y piensa en esa chica que perdió por no ajustarse al canon
(es mentira)
o porque no será capaz de huir de España
o porque no va a conocer las praderas suburbiales de Wisconsin.

Nuestro poeta ama con insistencia


—el Yzaguirre, Borges, un par de sidrerías—
y pierde con delicadeza el control de sus esfínteres
y no deja de hablar de espectrales palmeras en Los Ángeles
y decide escribir un libro de sonetos.

Nuestro poeta: es fácil encontrarlo en ciertas librerías de viejo


pero no lo busquéis
en EE. UU.
ni en Madrid
ni en la ducha
ni en París
ni siquiera en Malasaña
y desde luego no en un libro de texto
ni en el canon, ni colgando de la viga más grande del desván
(porque no tiene).

Nuestro poeta rubio escribe un verso


que plagia a otro poeta
en una Moleskine casi nueva, no es de mala familia,
cierra los ojos, cuenta un chiste verde,
atardecer de hierro de provincias,
da unas cuantas palmadas amistosas y sinceras en el hombro de alguien,
se va a casa a buscar vuelos a América.
(En la libreta sueña con llanuras y la insólita presencia de otro río).

(De Cuerpos perdidos en las morgues)


MARÍA ELENA HIGUERUELO (1994)

María Elena Higueruelo (1994) es natural de Torredonjimeno (Jaén) pero reside


actualmente en Granada, donde cursa el Grado en Matemáticas. Su libro de
poemas El agua y la sed (Ediciones Hiperión, 2015) fue galardonado con el XVIII
Premio de Poesía Joven «Antonio Carvajal» y ha sido el primero de su autoría
en ver la luz, pero además comparte de forma esporádica algunos versos y
relatos en distintos blogs de la red. A través de la literatura y de la poesía en
particular busca explicarse a sí misma tanto como el mundo en el que se ve
inmersa.
EL ÁRBOL

Una persona que no soy yo


vive en mi cuerpo pensando
constantemente y sin descanso
en una persona que no eres tú,
pues yo me enamoré del árbol
en un momento exacto
que el tiempo ya ha barrido
y ahora ese árbol no existe,
igual que no existe este,
porque es otro árbol más grande
sentado en las mismas raíces.
Bullen en mi mente pensamientos,
maldigo a Heráclito y su río,
y no veo forma de escapar
de un lugar que ya se ha ido.
Cuando caiga el árbol, quizá
encuentre por fin la salida
y pueda señalar entonces
el anillo preciso y certero
en el que en los años venideros
me quedaría yo atrapada.

(De El agua y la sed)


HABLAMOS DEL VACÍO

Hablamos del vacío como del sabor del agua


que no es ausencia sino cero;
el centro donde todo se compensa,
el origen, el punto de referencia
para todos los sabores del mundo,
el elemento neutro.

Hablamos del vacío; punto.


Lo cosificamos con la lengua,
reducimos todo lo que no existe
a algo; a algo
que es, pero no está,
que está, pero no es.

Hablamos del vacío como si se pudiera


hablar de él. Lo acotamos
entre dos llaves, y confundimos
el elemento finito
con el conjunto inabarcable.

Si un conjunto que contiene al elemento


vacío no es vacío, ¿por qué
decimos estar vacíos
al tener un vacío dentro?

Dicen que el agua es lo único que calma la sed


y hablamos del vacío como del sabor del agua;
falacias del lenguaje: la sed, el agua la aplaza
pero solo el vacío, arma de doble filo,
alberga en su condición de ser —de no ser—
el ambiguo poder de generarla, hendiendo
con su cortante hoja una herida seca en el alma
o bien de arrancarla de raíz de las entrañas
para siempre.

Hablamos del vacío como del sabor del agua


y no dejamos de equivocarnos.
La nada no es el cero;
el vacío es algo menos
y mucho más.

(De El agua y la sed)


QUEDÓ EL INTENTO

Resulta extraño cómo pesa el mundo


sin el peso de un brazo en la cintura
al dormir, y así es que la noche oscura
hace con mis sábanas un mal nudo
que se aprieta en torno al torso menudo
de quien busca al fin cerrar la costura
que muestra viva la herida sin cura
de un recuerdo vacío, moribundo.

No falta la persona, sino el cuerpo;


su volumen en la vida, el tierno trance
de derramar en otra boca el aliento.
Para que esta atroz soledad remanse
no falta tu persona; basta otro cuerpo,

solo un brazo que en la cintura descanse.


ÓSCAR DÍAZ (1997)

Óscar Díaz (Langreo, Asturias, 1997) estudia Filosofía en la Universidad


Complutense de Madrid. Ha recibido diversos premios regionales entre los que
cabe destacar: XIII Premio “Alberto Vega” de Poesía (2013) y XIV Olimpiadas
de Filosofía de Asturias (2015). Además, ha publicado los poemarios Rosa
hermética (Colección Literaria Universidad Popular, 2015), que mereció el XI
Premio Nacional de Poesía Joven “Félix Grande”, y El sentir. Poemillas del ahora
(La Isla de Siltolá, 2016). Ha colaborado con publicaciones como Anáfora,
Heracles y nosotros o Atlántica XXII. Asimismo, ha participado en múltiples
encuentros y en RTPA. Ha organizado y coordinado los I Encuentros Poéticos
de la Universidad Complutense de Madrid.
POEMA QUE ME SURGE ANTE EL RECUERDO DE LOS LABIOS DE MI
PADRE PRONUNCIANDO LAS PALABRAS QUE IBA ENCONTRANDO
DENTRO DE UN AJADO LIBRO DE CUENTOS DE HADAS

Quizá no venga aquí


a la cura, al poderío de amena
rebelión. Pero podría teñir
la hombrada oscura, la hazaña que apenas
deja vivencia, igual
que el nacimiento de los jaramagos.
Asoma el vencimiento
contra su planetario pedernal
y, más que nunca, parcela sin manta
la puebla, la trinchera
de espuma y los reflejos de los nácares
como otra vida donde
la salud es temprana y la jornada
se diluye en la tos
cansada posterior al sueño. Sabe
curarla con antiguas
ideas, pues en alguna ocasión
llevaba inmaculados
pañales, alegres prados seráficos
propios de la niñez.
Mas miramos al polvo
de la bagatela, a la alta herrería
que la iluminó y olvidamos los pastos
angelicales, esas mañaneras
gárgaras antes del puesto. Recuerdo
cuentos, historias que si ahora entrasen
y siguieran valiendo;
el ímpetu, el fervor de rebelión
las llevaría allí
donde hubo andamiaje, pero su magia
es hoy ramazón, fanal cuya luz
torna a los inconstantes mediodías
de un célico almendro que ya se agota.

(De El sentir. Poemillas del ahora)


¡TIREN, TIREN, QUE ESTÁ EMPAREDADA!

Y que vibre la vida, que nos guarde


aquí, junto al renuevo
siempre festivo, con grandes copleros
que atraen con su chilla:
venid. Y qué veo, qué falda hermosa
mientras se rifa el estambre, quién diera
puchero, chapaleo
de niños al villorrio.
Pero confiad en el pueblo, en las casas
que se agolpan en la varga, no han sido
correderos, valientes,
mas han pasado el revoltijo, el saldo
refranero, ayudando
a la mudanza, no como caseros,
sí como la paridera. Por eso
vive flotante, en poda
cerval del montepío.
Razón, suerte de las cosas: extiende
charlas, miradas, ábreme
la pechera, y adonde desciende y colma
y que vibre la vida porque es mi alma.
MADRUGADA DE LA VENTA

La apariencia ida, dejada en lo ajeno


a mi doma. No sé
qué escala ni qué tempero la oficia,
pero se extingue. Ven
y ordena este lagar, y que no manche
la pitanza, sino que la cobije
bajo su alón y la confíe al horno.
Luego, para el mercado,
escoge aquel carro que en la batalla
trajo jornal en curso, y en su tesón.
Quieren yantar, modorra para el viaje
coral y dulce de la miel de brezo
que recorre la juerga.
Y ahora que ya ha vendido y acompaña
la riqueza, entreguémonos
a la tabarra hasta
el hartazgo, hasta el fin de la cantera.
Después, venido el día,
los vecinos le taparán en mantas
sobre loza, ningún
canchal alertará su reposo, aunque
la calina solivia.
Con esta carne alzada, ¿quién será
su dueño? Él mismo, y solo.
EPÍLOGO
NOTA DE LOS ANTÓLOGOS

Las razones que nos han llevado a emprender este proyecto podrían
sintetizarse, sin perder rigor ni hondura en absoluto, en una sola. Tal ha sido,
ante la plétora de jóvenes vates que en los últimos años han publicado en suelo
patrio –obras ni poetas nada desdeñables a juicio de estos antólogos–, el deseo
casi irrefrenable de compilar en un volumen a veintiocho de ellos. Lo hacemos
con el objetivo de bosquejar un mapa que aproxime cabalmente al lector a
nuestra joven poesía y, al tiempo, arrojar un poco de luz sobre esa actual
diáspora de autores activos, caótica de tan vasta. Desde el principio, ambos
éramos conscientes de la dificultad y del riesgo que entrañaba tal empresa,
jamás exenta de terminar impedida en el atascadero del subjetivismo o en el
éxodo de la imprecisión. Toda antología, y esto ya se ha reiterado con
frecuencia, es un error, lo mismo, acaso, que toda decisión también lo es, quizá
por lo que, ondeando en el vacío, deja atrás. No obstante, acordamos correr el
riesgo y, tras repartirnos pormenorizadamente el trabajo, dimos, con gusto,
comienzo a la tarea.
Así las cosas, elaboramos una eventual preselección con más de
medio centenar de autores nacidos desde 1980, supeditándonos a una única
premisa: la de que el mejor currículo que puede tener un poeta lo consignan sus
poemas. Una vez dispuesto ese primer corpus provisional, y conservando el
acopio preventivo de la antedicha premisa, fuimos seleccionando y debatiendo
hasta alcanzar la cifra de veintiocho. El siguiente paso fue establecer contacto
con los seleccionados para solicitarles el consabido material. Una vez reunido,
únicamente restaba su rigurosa organización en un documento cuyo resultado
definitivo tienen ahora entre las manos.
Con todo, no nos gustaría dar por terminado este epílogo sin
abocetar un somero atlas de los distintos tipos de poesía que están escribiendo
hoy los jóvenes poetas, sin tratar de acercar al lector sus marcas más invariables
y sus potenciales vertientes estéticas –su casuística, en suma– . Al margen de
dicho mapa hemos dejado cierto ruido de ocasión que el tiempo habrá de
colocar en su debido sitio, quién sabe si en uno mejor del que nosotros le
reservamos. Sea como fuere, hemos querido señalar con brevedad algunas de
las actuales sinergias estéticas y temáticas, conscientes de que el poema se
concibe inevitablemente –o al menos así lo concebimos nosotros– como una
microestructura textual que no da pie a demasiadas mutaciones o innovaciones
en la modalización del discurso literario y, por ende, tampoco a una autonomía
netamente aséptica del estilo. Trataremos por ello de establecer, tal vez
desatinadamente, algunas precipitadas sugerencias sobre distintas
consonancias o paralelismos rotundos –la analogía es siempre más terminante
que la verdad– entre las diversas formas de encarar la práctica poética presentes
en los autores antologados.
Señalaremos así en primer lugar un grupo de autores cuya praxis
lírica conserva en todo momento un delicado respeto por la tradición y por la
métrica clásica, además de una insólita soltura tanto con el poema estrófico,
cuyas bondades y secreta confianza conocen, como con la plasticidad y la
relajada cadencia del endecasílabo. Es el caso de Xaime Martínez, Rodrigo Olay,
Constantino Molina, Martha Asunción Alonso, Gonzalo Gragera, Ben Clark o
Andrés Catalán, entre otros. Evidentemente, no podemos dotar dicho rasgo de
un carácter genérico, puesto que cada poética, en cualidad profunda, resguarda
diferencias notables. El templado clasicismo de Martínez y Olay, por ejemplo,
convive armoniosamente con una acusada voluntad de registro irónico y con
una dicción que no se aleja en exceso de esa prosodia sincopada, cálida, del
buen conversador. Por su parte, hallamos en Clark, Molina o Catalán un
posicionamiento ético del confidente verbal –conjugado con esa pulcritud
formal– que no pasa desapercibido y que convierte al poema en un producto
operante de su consistencia y tenacidad crítica reales.
Conviene señalar también la imbricación en muchos de los jóvenes
poetas de la España de hoy entre una alta cultura –con frecuencia avalada por
licenciaturas, grados e incluso doctorados– y una insoslayable cultura de masas,
dos ámbitos referenciales que no son sino la cotidianeidad de sus vidas. Ni la
cultura académica ni la cultura de consumo se insertan ya con el prurito
rupturista de las vanguardias del siglo XX, ni con la arrogancia culturalista de
la mención por la mención. Por el contrario, las frecuentes menciones a las redes
sociales cibernéticas o a los seriales televisivos norteamericanos más recientes,
por ejemplo, se implican en el poema con la misma trascendencia y necesidad
con que se evoca la tradición clásica y contemporánea de la bien o mal llamada
“alta cultura”. No es difícil encontrar ejemplos en autores como Sergio C.
Fanjul, Xaime Martínez, Víctor Peña Dacosta, Aitor Francos o Diego Álvarez
Miguel.
En casi todos los poetas planea de un modo u otro el tono confesional y
directo, ya sea en un verso largo y tendido o en uno contenido y certero. Así en
poetas como María Alcantarilla, Francisco J. Najarro o Gema Palacios. No
llevará mucho tiempo rastrear un claro afán testimonial –esa gran categoría
lírica preconizada por José Hierro para nuestro tiempo– en los muy distintos y
personales autores aquí antologados. Así lo apreciamos en Javier Vela, en Pablo
Fidalgo Lareo, en Laura Casielles, en Juan Bello, en Martha Asunción Alonso,
en Berta García Faet, en Emily Roberts, en Paula Bozalongo. Esta común
voluntad no esconde, desde luego, personalidades propias. Tampoco faltan en
el actual panorama poético español, entre los nacidos a partir de 1980, otros
registros y posibilidades como el aliento hímnico y natural de Luis Llorente, el
hondo minimalismo existencial de Javier Vicedo, la metáfora insólita de Unai
Velasco o de Ruth Llana, la reflexión serena de María Elena Higueruelo, el corte
metafísico de María Eugenia Montillo, la insólita amplitud verbal de Óscar
Díaz.
Sería injusto, sin embargo, reducir la actual poesía joven a veintiocho
nombres. Como toda antología, este volumen se ha visto obligado a dejar fuera
nombres muy estimables. Así los de Víctor Martín Iglesias, Rafael Banegas,
Alex Chico, Sofía Castañón, José Martínez Ros, David Leo García, Elena Medel,
Carlos Loreiro y un largo etcétera de voces y propuestas. Es indudable que
cualquier opinión bien formada tendrá sus réplicas y encontrará ausencias en
nuestra selección. También planea la inevitable sospecha de que, tal vez,
nuestro mejor poeta joven permanezca aún inédito o –marquemos por esta vez
el género– inédita. Quizás a punto de revelarse. Nos tranquiliza, sin embargo, la
certeza de que las veintiocho voces reunidas en este volumen difícilmente
pueden ser obviadas de la mejor poesía joven de hoy. Sus versos acreditan su
presencia. Este par de antólogos se limitan aquí, convencidos, a dar fe de ello.

Miguel Floriano Traseira y Antonio Rivero Machina


Oviedo y Cáceres, febrero de 2016
ÍNDICE DE POEMAS

SERGIO C. FANJUL
Cursillo de origami
El mal de Alzheimer
Alicia en el país de las redes sociales

JAVIER VELA
Canción del cosmonauta
Orácula en pijama
Retrato de familia

ANDRÉS CATALÁN
Anécdota de la taza
El borde de las cosas
Los retratos exigen estar quietos

MARÍA ALCANTARILLA
Había también otra forma junto a él
Primera persona del plural
Y la ternura

BEN CLARK
Campus
Big Bang
Difusión simple

LUIS LLORENTE
Cierra los ojos y escucha
Es la flor a la deriva
Escuchas el peso

PABLO FIDALGO LAREO


Has visto los cuerpos más difíciles
Todos creamos una luz en la habitación
Lago argentino

CONSTANTINO MOLINA
Canción del mundo
Yonqui
El otro

JAVIER VICEDO ALÓS


Así el sol
Canción sin motivo
Este fue ha sido vivir en los días

VÍCTOR PEÑA DACOSTA


Antirretrato
Adaptación al miedo
No me pidas lo imposible

AITOR FRANCOS
Plath tras el suicidio
Herencia
Canción

JUAN BELLO
Turismo de interior
Pie de foto: muelle, agosto 2014
Una valla

MARTHA ASUNCIÓN ALONSO


Mutaciones poéticas
Corazón de naranja
Nostalgiar

LAURA CASIELLES
La levedad del pájaro
Descentralizaciones (IV)
Un gesto simple

UNAI VELASCO
Peligrosa es la noche en la página 167
Qué buenos somos
La tira elástica del bañador deja pequeñas marcas en la cintura

FRANCISCO JOSÉ NAJARRO


La ducha
Vacaciones
Apunte número 4: sobre la caza de monstruos en los bosques interiores

MARÍA EUGENIA MONTILLA


Fe de ratas
Je suis l´autre
Testamento poético

BERTA GARCÍA FAET


Me gustaría meter a todos los chicos que he besado desde el año 1999 en una
misma habitación
Ábaco & indígena & César Vallejo

RODRIGO OLAY
Un dorado temblor
La hija del hombre maldito
Robb Stark decide marchar sobre Roca Casterly

DIEGO ÁLVAREZ MIGUEL


Las manos de Tabubué
El silencio
El sueño

RUTH LLANA
Deseo de ser arquero
Tela
Y la que desprendida si te vio

EMILY ROBERTS
III
No me gusta la leche
La espera

PAULA BOZALONGO
Sarajevo
La vida breve
Los transplantes

GONZALO GRAGERA
Cuestiones
La librería
Leve retrato de una plaza

GEMA PALACIOS
Nosotros el relieve
Simetría V
Tormenta y brevedad

XAIME MARTÍNEZ
Predicciones
Flatus vocis
Poema patarreal #6

MARÍA ELENA HIGUERUELO


El árbol
Hablamos del vacío
Quedó el intento

ÓSCAR DÍAZ
Poema que me surge ante el recuerdo de los labios de mi padre pronunciando
las palabras que iba encontrando dentro de un ajado libro de cuentos de hadas
¡Tiren, tiren, que está emparedada!
Madrugada de la venta

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