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Estructura del λὸγοσ

(Apuntes de apoyo)
Marco Antonio Torres Inguanzo

La pregunta τὶ τὸ όν (¿qué es el ser?) es la cuestión alrededor de la cual está, igualmente, la


cuestión de la á-létheia: el descubrimiento de lo que es el ser. En esta búsqueda está la
declaración de Heráclito en el sentido de que el filósofo está separado de las demás cosas: pero
este ‘separar’ es de koríxo, que en latín se traduce por solvere, lo que está suelto de todo: lo
absoluto. El saber filosófico pretende ser un saber absoluto. De aquí se deriva como un saber
separado de la religión y fundamentalmente theórico.

Filosofía nace como fisiká. Fisis viene de fisein, brotar y crecer sin necesidad de ayuda externa,
con principio intrínseco de crecimiento; pero no sólo es eso. También significa la totalidad de
cuanto existe, en cuanto espontáneo acontecer: naturaleza. El hombre también es naturaleza, y
ésta se le presenta misteriosa y oculta. Este ser (el hombre) está en la naturaleza, y tiene la
particularidad de hablar, léguein; que en primer lugar es ‘recoger’, luego leer (legere) y luego
‘decir’. Al hablar expresa a la naturaleza. Al contenido de este decir, los griegos le llamaron
lógos (palabra) que llegó pronto a significar ‘razón’.

El lógos que brota de la físis. El lógos expresa a la físis, pertenece a ésta, no se encuentra fuera y
frente a ella. Por medio de éste, la naturaleza se expresa a sí misma. Por ello es muy importante
ver el género de conexión que existe entre el léguein y la físis. Lo contrario de léguein es kripteín
(esconder); por tanto, léguein es revelar o poner en el claro aquello que estaba oculto. Así dice
Heráclito: fisis kritensthai philein, a la naturaleza le gusta ocultarse. Tiende a ser misterio y
secreto. Y la palabra tiene la misión de descubrirla. Así pues, la filosofía busca arrancar a la
naturaleza el secreto.

El lógos es una parte de la naturaleza, pero no a la manera que lo es una piedra. Veamos cómo.
La naturaleza se des-esconde a través del lógos. Los filósofos son aquellos-que-buscan-el-lógos
de-la-físis. Pero además, si todo lo que acontece pertenece a la naturaleza, por ello, el lenguaje
es parte de ella. La verdad no es la conformidad del pensamiento con las cosas, es iluminar
algo que está escondido. Hablar es iluminar. Por ello, es que el hombre forma parte de la
naturaleza de manera distinta a una planta; la naturaleza descubre su ser a través de los
hombres. Por primera vez en la historia, el griego se pregunta por el verdadero ser de las cosas,
por cuál sea este ser, ti tó ón. Y naturaleza se opone a tekné.

En este contexto la naturaleza, que es el brotar desde sí de las cosas, es el conjunto de modos
de ser que brotan del ser de cada cosa. Y el modo de ser propio de la fisis es su cambio: un
llegar a ser lo que es (acto). Luego entonces, la naturaleza envuelve en sí misma el principio y el
fin de sus movimientos: el conocimiento de lo que es absoluto en las cosas naturales.
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La verdad.

El hombre griego tiene una forma de habérselas con el mundo, una manera en la cual descubre
lo que las cosas son y de impregnarlas de sentido; la manera de constituir ese mundo hace que
lo que esté fuera de él, pasa a no-ser. Así, el mundo griego inaugura la manera teórica de
concebir el mundo. Y el camino a esta forma teórica, es a través de dos accesos: el ver y el
decir. El ver…

El ver es el sentido vertebrador de toda la aprehensión de la existencia. Pero no se trata de la


percepción visual. ¿Qué es lo que se ve cuando se ve una cosa? Veamos… cuando decimos
que dos cosas se parecen, ¿qué es aquello en que se parecen? En su aspecto. Lo que constituye
el término del ver es el aspecto, la reunión de ciertos rasgos fundamentales. A ese conjunto los
griegos llamaron Eidós. Idéa no es una abstracción, es lo que veo. Cuando un artesano quiere
hacer algo, lleva en su mente la idea de una determinada cosa: una pre-visión. La idea es aquello
que constituye a la cosa en su realidad tal-cosa. Así, hay dos contenidos de la idea: como
contenido del acto de visión, y como aquello que en las cosas mismas hace que sean lo que
son. Pues bien, en el momento de hacer una cosa, decimos que la cosa es tal cuando está
acabada. Acabado o terminado es una forma de decir perfección, ie todos los rasgos
fundamentales del Eidós.

El decir… decíamos que el hombre tiene una manera especial de estar entre las cosas. Una
piedra ignora la existencia de los otros entes, no existe para los demás ni para sí misma. El
animal ya es diferente, las cosas existen para el animal, pero se encuentra adherido a ellas, no
tiene distancia frente a ellas. Cuando veo un lápiz, además, sé qué es. Al animal le falta es ‘yo
veo las cosas’, simplemente las ve. Cuando un ente dice ‘yo’ manifiesta una distancia radical. Y
en esa distancia es que el lógos tiende a decir lo que las cosas son; esa función reveladora radica
en el carácter de proposicionalidad que las cosas tienen para quien las ve y dice algo de ellas.
Todo decir supone que ‘yo digo algo de’.

El ‘es’ en el ver y el decir… las palabras son indicativas de lo que las cosas son. Es lo que
permite que pueda formularse la pregunta: “¿qué son las cosas?”. Y esta pregunta se halla
determinado por el horizonte del ver-decir. Es el horizonte que condiciona la posibilidad de la
pregunta. El modo como el hombre griego ha contemplado la existencia ha sido viendo y
diciendo de ella. Así, Eidós, constituye en la cosa vista su carácter fundamental de lo que la cosa
es. Hablar es hacer que el mismo objeto diga lo que es: cuando yo transmito a alguien mi
pensamiento, lo que en realidad hago es indicarle el camino para que el mismo objeto le diga lo
que es, en el léguein se descubre el lógos. En el lógos nos aparece un doble juego: es la
propiedad de la cosa y lo que yo digo de ella. Es el doble juego que se produce por la distancia
radical que decíamos arriba. Por la distancia, las cosas están propuestas, y el estarlo significa
que están en una base, hipokeímenon . Sub-stante. El decir tiene como supuesto que la cosa está
en su base. Es el momento en que el lógos adquiere un último sentido esencial: como
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fundamento de la cosa misma. Por la estructura de ese lógos, el pensamiento griego fue
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esencialmente racional. Gracias a esta visión ha sido posible contemplar las cosas: teorizar.
La metafísica griega

Con los fisiólogos, ya lo importante no sólo es cómo nació el mundo, sino que eso nos lleve a la
pregunta ¿qué es el mundo? La naturaleza es aquello de donde emerge la totalidad de cuanto
es. Y ‘brotar’ es kínesis. La naturaleza es el fondo permanente que alimenta a todas las cosas
que forman parte de ella. De ahí que no se considere a la naturaleza como un elemento aislado,
sino como un principio inagotable del crecer de todo cuanto existe; que Anaximandro llama
Ápeiron, lo infinito, o lo inagotable. Es de donde las cosas nacen. Heráclito se encuentra con la
idea de ese brotar de las muchas cosas de la naturaleza, y que ese brotar se halla determinado
por necesidades contrarias; ve que ese brotar no acontece sin orden ni medida. Lo que
constituye una cosa es justamente la medida en que cada uno de los elementos de los
elementos concurre a formar parte de ella. Esta medida es la que expresa el lógos, su orden
interno: la razón de las cosas. ¿En qué consiste esta razón? Todas las cosas que son, es porque
llegan a ser. Llegan a ser lo que son, por el fluir. La naturaleza es un eterno hacerse y deshacerse,
un contrariarse dentro de una armonía. Y esto que es siempre, no es ninguna de las cosas. Lo
único que es siempre, es la proporción del devenir que hace a las cosas. Con Tales, la pregunta
de en qué consiste la naturaleza, se traduce a preguntar qué hay dentro de la naturaleza. En
Heráclito es, cómo llega a ser; y en Parménides, la pregunta toma formatos más complejos: en
qué consiste qué sea naturaleza. Si con Heráclito la naturaleza consiste en engendrar todas las
cosas, en Parménides la pregunta es por el ser de esa naturaleza. Que algo sea naturaleza
consiste en eso, en que sea. Frente al devenir, la naturaleza está ahí, como fuente perenne de
todo lo que es. Y esto que es la fisis, no es algo que capten los sentidos, éstos captan las cosas
que llegaron a ser, no su fuente que siempre es. Para captar eso que siempre es, para verlo, se
requiere de la visión que se ha llamado noeín, que es un acto de visión pero intelectivo. De aquí
viene que Parménides diga que ser y noeín sean lo mismo: el noeín descubre lo que las cosas
(realmente) son.

El ser es algo que constituye el fondo permanente de todas las cosas. Y de ahí vienen todos los
rasgos del ser. Si el ser naciera de algo, sería de su contrario, el no-ser; por tanto, es imposible
que nazca de nada. ¿Puede terminar? Tampoco, es ingénita e imperecedera. Es Ólon, inmóvil e
intransformable. Es una eterna presencialidad: está. No tiene tiempo. Es uno, Én. Ese Én en
que consiste el todo es algo perfectamente continuo. Si el ser fuera discontinuo tuviera muchas
naturalezas. Y así… vienen todos los rasgos del ser que expone Parménides: inefable,
indivisible, compacto.

En suma, esto que la naturaleza es, se ofrece a la consideración humana en un acto de visión
inmediata de lo que las cosas son. El Noeín es ese acto de ver. En el noein se encuentra a la vez
lo que se ve y el ver. Hay por eso una inseparabilidad (Tautón) entre ser y pensar. Ser y ver se
pertenecen mutuamente. La presencialidad y la unidad van a vertebrar toda la metafísica desde
Platón hasta Hegel.
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