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DE LA INFLUENCIA
DEL CRISTIANISMO
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RSTABlEC1M1ENTO TIPOGRÁFICO
DE DO* RAMÓN RODRÍGUEZ DE RIVERA, Edttor,
««lio da San Cipriane , núja. 3.
1851.
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DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
EN
PRIMERA PARTE.
CAPITULO PRIMERO.
CAPITULO II.
(t) Apolog.,c.S7.
Eli BL DKRECHO «TIL DE LOS ROMANAS. 7
(i) T. n, p. 113.
(2) Llb. XXIII, c. si.
(3) Arthur Duck , de Auct. jurif eivilis, c. J, nnin. 9, p. 16. «Plu.
reique ínter eos, et ai á religione chistianá aliíni , biacbium secutare etarii-
lianis indultissc, pro Insuda conciliorum et episcoporum aucloiitate
(¡uaeomaia, post divioam caleiuentim , tribuenda sutil jurisconsullis illii■
2
10 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTrAMSHO
el edicto del pretor sobre la rescision de las obligacio
nes arrancadas por la violencia (1) habia sido dictado
por el Espíritu Santo (2).
Nuestro objeto es buscar la verdad en tan importan
te cuestion, digna de ser considerada. Mas, para ser
entendido, necesito echar una ojeada sobre algunas an
tigüedades del derecho romano. Este ha tenido tres gran
des periodos ; el periodo aristocrático , el filosófico y el
cristiano. No podrán formarse ¡deas exactas sobre el úl
timo , si no nos ocupamos de los dos primeros.
qui sub iis res administraban!, quorum scripta in libtis juris romani ho-
die habernos.»
(1) En el Dig. quoil metus cama.
(2) Sobre la rúbrica de feudos, de cont. inrert. Véate tambien Ar-
Ihur Duck, cap. I, núm. 18, p. 8. Dice: «Pretoria edicti Yerba spi-
ritum sanctum in os preterís immisisse Haldas eiistimavit.»
EN EL &ERSCHO C1VIL DE LOS ROMANOS. 11
CAPITULO HI.
Halicarnaso, lib. II, cap. 25, nos dicelo que sigue: «At Romulus effa-
KII....T ut mulieres valdc modestos et pudico; essent. Jt ti autem baje eral:
•mulicrem nuptam quae ex tacratis legibug in manu mariti conrenissci,
icum eo omniura et bonorum et sacrorum participen» este. Voeabant a»-
>tem antiqui sacras ncptias , romana quadam apellatione rem expri
mientes , confarrcationem i farris comunicatione adeoque necessario
•indissolubilis familiaritatis nexu eos copulavit (Romulus) , ut connubium
«istud nihil dissoWcrct. liase les cogit mulieres- nuptas ut poté , qus no-
■llum aliud rcfngium haberent, ad unius sui mariti mores ritam suam
«confirmare,' etc., etc.... Dior enim pudica et marito m omribcs o*s«-
«qobus , erat famliae domina «que atque ipse vir , et in ejus defuncli nona
»uí filia tn patris, hiere» succedebat.»
(1) Heineccio ad I. Pap. Popp. lib. II. e. 13.
(1) Gayo, Inst. I, 113, Cic. pro Flacco, num. 34 , ed Panck , t. XII,
p. S96. Todo inclina a creer que por mucho tiempo los matrimonios «on
la manut fueron los mas frecuentes. (Dionis. , lib. II , cap. 13 ;— Revu»
4* UgUl.,%. VII, p. S06).
(3) lié citado mas arriba un pasaje de Apnleyd , en el cual «I literal*
■o ha hablado de la manto en términos técnicos.
(4) Esta dura posicion no impedia sin embargo el que existiesen ma
ridos complacientes j mujeres de carácter indomable. En su comedia da
Satina preienta Plauto una mujer celosa que abruma a tu marido con
inrectiTas. (Acto 1.*, ese. 3.'). Citaré tambien come prueba de esta influen
3
18 BE LA INFLUENCIA BEL CRISTIANISMO
cía indirecta, que se deja ver aun al través de lai mas severas leyes, la anée-
dota de la joven Fabia, cuya vanidad herida escitó el celo democrático de
§u padre Ambustio , y de su marido Licinio Stolo. (TiLLiv. , lib. VI; nú
mero 34).
(1) Gayo, Instit., lib. III, 111 ; «FilUeque loeum obtinebal : apud eum
filia» loco sit.» . , i ...
, (a) M. Nieb. , t. I, p. 314.
(3) Til. Lir. , 34, 1; Valer. Max. II, 1.' 6.
(4) Nieb., t. I, p. 314.
(5) Gayo, Coe. 3.*, Nieb.. t. I , p. 314.
i (6) Gayo, l, 148, 149. «Liberis meis, vel uxori me*. Tiliu* tutor
tito.» . . - . , . 'j•, j .-..-.o:
IN EL DERECHO CIVIL DB LOS ROMANOS. 195
(1) Véase la comedia del Ptrta , act. 4.", etc. 3.',t. 55.
(2) Habiéndole presentado muchos empresarios para el trasporte de
cuadios y estatuas de Corinto, estipuló que si las perdían ó las dejaban
perder, facilitarían otras semejantes & su costa.
2C DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
ellas un modo do civil de enagenarlas ; la tradicion
natural bastará para hacerlas variar de dueño (1), y serán
regidas por el derecho natural (2). Pero las cosas man-
cipi, colocadas en lugar mas elevado , segun el derecho
civil, permanecerán en la esfera donde las retiene su
origen (3) y su naturaleza privilegiada; el derecho natu
ral es demasiado débil y vulgar para tener influencia
sobre ellas.
Al par de esta gerarquia, de esta doble naturaleza
en las cosas, es necesario decir algo del dualismo que
divide el derecho mismo de propiedad.
El derecho civil solo reconoce por legitimo un solo
derecho de propiedad (dominium) (4). A este lo ha or
ganizado siguiendo las ideas sistemáticas que le son pro
pias, y llama él dominio por excelencia, la propiedad ex
jure quiritum. La propiedad quintana dá un derecho
absoluto (5); permite colocarse á la vista de un tercero, y
(1) Gayo, Com. lib. II, §. 19, nuda traditione abalienari possunt .
(2) Apparet, dice Gayo, quaedam naturali jure alienari qualia sunt
qua! traditione nlienantur; quaedam civili; non mancipationis et in jare ces-
sionis et usucapion^ jus proprium est civium romanorum (lib. II, §. 65).
(3) La distincion de cosas en mancipi y non mancipi es ciertamente
anterior á las Doce Tablas. Gayo dá una prueba que nadie sabrá ecbar
por tierra, lib. II, §. 47.
(4) Gayo, II, 40 ; «Sequitur, ut admonemus, apud peregrinos quidem
unum esse dominium, ita ut dominus unus quisque sit, aut dominus non
intclligatur. Quo jure eliam populus romanas olim utebatur. Aut enim ex
jure Quiritum unusquisque dominus erat, aut non intelligebatur dominus.
Sed postea divisionem, accepit dominium, ut alius possit ex jure Quiritum
dominus, alius in bonis habere.»
(5) «Plenam in re polestatem.» Instit. de Justin., de Usuf., §. 4.
EN EL BGRECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 27.
reivindicar la cosa ante todos. Pero supongamos que dos
ciudadanos, para sustraerse de los rigores de un derecho
formulario y molesto, se entienden, el uno para vender,
el otro para comprar, por los simples medios naturales,
una de estas cosas privilegiadas de que acabo de hablar
(res mancipi). Ellos han convenido de buena fé y empe
ñado su conciencia; ¿y alguna vez deberá quedar sin efec
to esta venta? Indudablemente, responde el derecho ci
vil con su severidad inexorable: mientras que la usuca
pion no venga á consolidar la tradicion , el comprador
estará á merced del vendedor; este último podrá sacar la
cosa desus manos, porque no ha sido despojada de la
investidura civil que la señala como suya, y desde lue
go el dominio quiritario permanece, en él (1).
En este sistema solo se encuentra aun un dominio ; el
dualismo no ha aparecido en el derecho de propiedad:
el elemento de segundo órden que templa el primero,
no ha llegado aun ; pero no tardará mucho en presen
tarse.
En efecto, si los ritos religiosos y civiles sobre los
cuales Roma habia fundado la garantía de la propie
dad ejercen toda su influencia sobre pueblos ignoran
tes y groseros, pierden extraordinariamente su presti-'
gio cuando en los ánimos han penetrado las luces natu
rales de la equidad. Los pretores lo conocieron; entra
ron en el camino de la buena fé , dieron al comprador
una escepcion para rechazar la accion dolosa del ven-
(1) Nood, en su excelente obra de Torm emend dolí mali, c. 15, sostiene
que en esta anécdota Ciceron no se refiere roas que á un contrato stricti
juris; pero que, en los de buena fé, el contrata era nulo de derecho por cau
sa de dolo, habiendo introducido Aquilio Galo la fórmula de dolo.
Esta interpretacion no rae parece admisible. Nood ha querido plegar el
derecho antiguo de los romanos al derecho de la época clásica . Vico ha com
prendido mejor que él la diferencia de las dos épocas, pág. 185, 314, y 16. De
muestra que la venta, en su origen, no es la misma que despues se ha llama
do contrato de buena fé. Las comedias de Plauto lo prueban por los hechos.
(2) Des delais de la justice divine, nota 4, §. 97.
(3) Off. III, 16.
52 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
CAPITULO IV.
(i) Ad Attic , edil. Paock, tomo XX, pág. 302, Epist. 352 (lib. VI,
epist. i).
(í) De legib., lib. I, núm. 5.
(3) El mismo libro, núm. 6. Véase la aplicacion que bace de estas nocio
nes al derecho de propiedad {De Finib. , lib. III, cap. XX. De offic, lib. I,
cap. VII. De Republ. , lib. I, cap. XVII).
(4) De Republ. , lib. III, núm. 17.
(5) 116 aquí porqué Labeon, que floreció bajo Augusto, fué grande in
novador en jurisprudencia (I. 2, §. 47 , De origine juris) , y gran conser
vador en política, (Pothier, Pani, prólogo, lomo I, pág. 20). Se sabe que
era estoico. (Pothier , XLV).
58 DE LA INI'LUKXCIA DEL CRISTIANISMO
se inspiraron en general con el estoicismo que les dió re
glas severas y precisas de conducta- entre los hombres (1).
Toda la parte moral y filosóflca del derecho romano, des
de Labeon, este estóico innovador (2), hasta Gayo y Ul-
piarro , está tomada de esta escuela , cuyo ascendiente fué
cada dia mayorentre los hombres notables que brillaron
en el periodo imperial. Pero es necesario no engañarse;
el estoicismo de Séneca, de Marco Aurelio (3) y de Epk-
teto , no tuvo las proporciones rigurosas y estrechas que
nos hacen sonreir con Ciceron de las extravagancias de
Caton (4) y de Tuberon (5). El se elevó á formas mas pu
ras y bellas (6). Menos intolerante , menos austero , está
mas desviado de las supersticiones que la razon le re
chazaba al tiempo de sus primeras conquistas en Ro
ma (7). Esta es ya una filosofía espiritualista que procla
ma el gobierno de la providencia divina , el parentesco
de todos los hombres, y el poder de la equidad natural.
Pero, ya en esta época , grandes acontecimientos se
estaban verificando en el Oriente. La cruz sobre la cual
Jesucristo habia sido inmolado , vino á ser el estandarte
tí) De Legib, I. 7. «ínter quos porro est communio legis, inter eos com-
munio juris est. Quibus autem tuse sunt inter eos communia, et civitatis
ejusdem habendi sunt.... ut jam unlversus bic mundus, una civitas com-
munis deorum atque hominum eiistimanda.»
(2) Epíst. 90 y 95.
(3) Si un miembro sufre , todos sufren con él. San Pablo , I , á los corin
tios, XII , 26: á los rom. XII, X, 16.
EN EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. Ai
lencia desinteresada á otro. Asi pues, mientras que la fi
losofía articulaba en las altas regiones intelectuales los
rudimentos de la perfeccion humana , el cristianismo lle
vaba á las naciones los principios completamente desar
rollados , y su inmediata aplicacion en todas las clases de
la sociedad. Solo su valor al realizar semejante empresa
bastaba para caracterizarlo como una sabiduría nueva,
distinta de la filosofía pagana (1).
Por lo demás, las bases de su programa filosófico, han
sido formuladas con claridad en los escritos de San Pa
blo. Dejando á un lado toda la parte teológica que no
conduce á mi objeto , enunciaré rápidamente las ideas de
derecho natural que el apostol cristiano popularizaba.
La tierra está habitada por una gran familia de her
manos , hijos del mismo Dios , y gobernados por la mis
ma ley moral desde Jerusalen hasta los confines de la Es
paña (2) ; las murallas de separacion estan rotas ; las ene
mistades que dividian á los hombres deben estinguir-
se (3j. El cosmopolitismo, que es el amor de la humani
dad en la mas alta escala , sucede á los ódios de las ciuda
des , y el cristianismo no hace acepcion de griegos ni de
estranjeros , de sábios ni de ignorantes (4) , de judíos ni
de gentiles (5). Esta ley nueva que viene á rejuvenecer
(1) El mismo, á los corin. T, 90; II, 6, 8, 12; III, 19. A los de Efe-
M, II, 0.
(i) El mismo á los romanos , cap. XV, 34 a 38.
(3) A los de Efeso , cap. II, 14.
(4) A los romanos , cap. 1,14.
(5) A los mismos , cap. X, 12.
6
42 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
la humanidad (1) no tiene por objeto derribar los pode
res establecidos (2). Verdad es que ella reconoce en los
débiles y los oprimidos derechos que los grandes deben
respetar. A los señores les exige dulzura y equidad para
con sus servidores (3J; á los padres, no irritar á los hi
jos (4). Pero no aniquila violentamente las instituciones
consagradas por el tiempo. Ella no subleva al esclavo
contra el señor (5) , al hijo contra el padre (6J , á la mu
jer contra el esposo (7) ; lo que positivamente quiere es
la obediencia á los principes y á los magistrados (8).
Pero el yugo de que libertó al hombre inmediata
mente y sin consideraciones es el de la materia y de los
sentidos (9) á fin de volver al esplritualismo su superiori
dad divina. ¿Cuáles son los frutos del materialismo? la
disolucion , la idolatría, las enemistades , los asesinatos,
etc. (10). ¿La sociedad romana no ofrece el doloroso es
pectáculo de esta corrupcion (1 1)? ¿Cuáles son por el con
trario los frutos del espíritu? la caridad , la paz , la pa
ciencia, la humanidad , la bondad, la castidad (12). Que
(1) A los de Efeso, cap. II, 6.
(2) A los romanos, eap. XIII, 1.
(3) A los de Efcso, cap. VI , 5 á 10.
(4) A los mismos , cap. VI , 4.
(5) A los corintios , I, cap. VII, 21 y 22.
(6) A los de Efeso , cap. VI , 1. -
(I) A los mismos , cap. V , 22, 23 y 24.
(8) A Tito, cap. III, 1.
(9) A los romanos, cap. I, 23, 24; cap. II, 25 á 29; cap. VI, 12, 13, 14.
A los gálatas, cap. V, 19 i 23; cap. VI. 5; á los de Efeso, cap. II , 15.
-fio) A los gala las, cap. V, 19, 20 y 21.
(II) A los romanos, cap. I, 26 y 27.
(12) A los gálatas, cap. V, 22, 23-
EN EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS 43
el espíritu no se apague (1) , que se sustituya á la carne;
que se sustituya tambien á la letra de la ley, porque la
ley nueva es espiritual '(2). Ella vive por la verdad, no
por las formas (3) y no es aquella ley tan recargada de
preceptos y ordenanzas (4) , en la cual el espíritu está en
guerra con la letra. La ley nueva recomienda á los hom
bres estar unidos por una comunidad de afeccion (5), te
ner una ternura fraternal , mirarse como miembros los
unos de los otros (6) , ayudarse por una caridad since
ra (7) , no volver daño por daño (8) , sino amar al pró
jimo como á si mismo (9) , y saber que cuando un hom
bre sufre , todos sufren con él (10). Ante Dios todos los
hombres son iguales; todos no forman mas que un cuer
po, judíos, gentiles, esclavos (11); todos son libres (12),
ó llamados á un estado de libertad (13). Porque la Provi
dencia es igual para todos (14), y la tierra pertenece al
Señor con todo lo que ella contiene (15j. Por lo demás,
(1) Séneca ha trazado este retrato con mano maestra. Epist. 114, y tic
Provid. 111.
(2) La corrupcion del mundo romano ha sido admirablemente descrita
por .VI. Villemain en sus Melanges, t. III, p. 201 y sig.
.(3) Anual. XI, 26, 27, 28, 29, 30,31; XII, 30 y 34.
(4) Annal. XIII, 13, 14; XIV, 1, 3 y sig.; XVI, 4, 5, ele. Bht. I, 16.
Puede verse tambien sobre la disolucion de las mujeres y tu ignominia de los
senadores. Annal. lib. II, 85 y lib. XV, núm. 32.
(5) Annal. lib. XY, 37.
48 DE LA INFLUENCIA «EL CRISTIANISMO
vialidades de los cargos públicos , procuraban ser mejo
res que las leyes y las costumbres de su siglo, refiriendo
los modos de perfeccionarlas. Sin duda en el estoicismo
había indignos y falsos apóstoles ; sin duda las doctrinas
epicúreas no producian en todos los ánimos sus últimas
y fatales consecuencias (1). Pero yo indico las tenden
cias generales; y las del estoicismo eran tan progresi
vas en la época de que me ocupo , como las del sensua
lismo eran adecuadas para apresurar la caida de la
civilizacion.
Luego que el cristianismo comenzó á marchar so
bre el Occidente , Séneca era el mas ilustre represen
tante del estoicismo en la ülosofía. Yo no tengo nada
que decir del preceptor de Neron ; yo no veo mas que
sus escritos , al través de los cuales no voy á descubrir
las debilidades de un cortesano. Estos escritos, pues,
son admirables (2j, y su influencia ha sido grande sobre
la suerte ulterior de la filosofía estoica. Ellos demues
tran sobre todo adelantos considerables sobre todas las
(1) Algunos buenos críticos creen que Virgilio, uno de los hombres mas
puros de la Italia, fué epicureano. El babia sido, en efecto, discipulo de
Segron, de la secta de Epicuro (Cicer. Acad. II, 33). En su égloga de Silena,
espone Virgilio el sistema de la creacion desenvuelto por Lucrecio. Entre
tanto se halla en el libro VI de su Eneida cierto reflejo de Platon.
(1) M. Villemain ha hecho un buen retrato de Séneca (Melangei, t. III,
p. 235). Hé aqui uno de sus juicios sobre este filósofo , á quien trata con al
guna severidad. «Tiene ideas tan altas de la dignidad del hombre... diviniza
con tanta elocuencia la virtud del alma , que se hallan impulsados á colacarlo
entre los sabios, curo entusiasmo moral preparó el mondo á las sublimes
lecciones del Evangelio.»
EN EL DERECHO «TIL DE LOS ROMANOS. 49
obras en que Ciceron habia tratado las mismas materias
que él.
• ' 'Séneca tenia cerca de sesenta años cuando San Pablo,
habiéndose atrevido á apelar al emperador de la juris
diccion de Porcio Testo, llevó á Roma sd filosofía tan
pronunciadamente espiritualista. Se sabe que el gran
apóstol , cuya palabra habia conmovido á Agrippa, Be-
renice y al procónsul Sergo (1), predicó libremente en
esta ciudad por espacio de dos años enteros (2), y su
frió un proceso en el cual él mismo se defendió (3).
¿Puede creerse que la novedad de esta enseñanza, y el
ruido de este proceso fuesen ignorados de Séneca, cuyo
talento se alimentaba sin cesar de las mas altas cues
tiones filosóficas y sociales? Séneca, por otra parte, de
bia conocer á San Pablo por su fama, y por el viaje
de este último á la capital del imperio romano; porque
Gallion, su hermano mayor, se habia encontrado mez
clado , durante su proconsulado de Acaya, en las que
rellas de los judíos de Gorinto con San Pablo ; ante su
tribunal fué donde lo habian conducido los enemigos
de aquel como reo de supersticiones nuevas, y Gallion,
sin querer aun oir su defensa, lo habia absuelto (\) con
una moderacion y un espíritu de tolerancia que justi
ficaban los elogios de sabiduría que Séneca se complace
<n tributarle. Ademas, la intimidad delos dos herma-
(I) El mismo, 47; iisdem teminibut ortum. (Pág. 282, ed. Panck, to
mo V).
. (i) De Benef. III, 20.
* (3; Y á los corintios, cap. VII, íí. . . . ,
(V Esta opinion, debatida en el siglo XVIII, está sostenida por graves au
tores.
1." La primitiva iglesia ha creído las relaciones entre Séneca y San Pablo.
Los Padres de la iglesia lo llaman tambien. Séneca noster (San Gerónimo, de
Script. Ecclesitt c. XII, Tertuliano, de Anima. San Agustín, de Civitate Dei,
lib. VI, cap. 10).
2.° Su correspondencia con San Pablo, aunque aprócrifa, ¿no llene valor
como mito? •, .• ,"'
3.a. La semejanza de ideas con las actas de los apóstoles 7 los escritos
de San Pablo, es notable. Los critico» la han demostrado. (Véase en Séneca
de M. Durosoir, en la coleccion de Panck, t. VII, pág. 5S1.
4.° Su- estilo lleno dé espresiones bíblicas, caro, ángelus, qne emplea en
el sentido de los libros santos, j, nunca en el clásico. (M. Durosoir, lugar
citado).
3.. «Los mejores críticos admiten hoy nn trato de ideas entre San Pa
blo T Séneca. M. Sehoell. {Histoirede la lití. rom., t. H, pág. 448.). M. Du
rosoir, (lug. cit.)
Véase tambien M. de Maistre (Soireés de Saint-Petersbourg, t. II-
üág. 187).
V una disertacion de Gelpke, intitulada «Tractatíuncula de familiaritate
quae Paulo apostolo cum Séneca philosopbo intercessisse traditur , verisimi-
Uima.(Lips. 1813). . -¡
54 1)8 LA INFLUENCIA SEL CRISTIANISMO
fia del Pórtico, y habia modificado, sin saberlo y tal vez
contra su voluntad, su espíritu y su lenguaje. «Epicteto
no era cristiano , ha dicho Mr. Villemain , pero ya el
mundo llevaba en su frente el sello del cristianismo (1). »
Marco Aurelio, que perseguia á los cristianos, era mas
cristiano de lo que él creia en sus bellas meditaciones.
El jurisconsulto Ulpiano, que los hacia crucificar (2J,
hablaba su lenguaje creyendo hablar el del estoicismo en
la mayor parte de sus máximas filosóficas (3). Asi véase
el adelanto que las ideas habian tomado desde Platon y
Aristóteles en una de las mas graves cuestiones del mundo
antiguo, en la cuestion de la esclavitud. Platon decia:
«Si un ciudadano quita la vida á su esclavo, la ley decla
ra al matador esento de pena, siempre que se purifi
que por las espiaciones ; pero si un esclavo mata á su
señor le hace sufrir todos los castigos que se juzgan
apropósito, con tal que no le dejen la vida (4).» Aristó
teles iba mas lejos, si es posible, en su teoría sobre la es
clavitud. «Poca diferencia hay entre los servicios que el
hombre consigue del esclavo y del animal. La naturaleza
misma lo quitre, pues que ella forma los cuerpos de los
hombres libres diferentes de los de los esclavos, dando á
los unos la fuerza que conviene para su objeto, y á los
otros una estatura derecha y elevada.» El ilustre filosofo
concluye asi : «Es pues evidente que los unos son natural-
'
(1) Melanges, t. III, pág. 279. '
(S) Véase su «ida en Pothier. (Paul., prólog. pág. 3*).
(3) L. IV, D. de just, etjur; 1. XXXII de stat ohomin. <
(i) De tai leyes, lib. IX.
EN EL DERECHO CIVIL DE LOS ROÍANOS. 55
mente libres, y los otros naturalmente esclavos, y que pa
ra estos últimos la esclavitud es tanütil como justa (1).»
Para él la esclavitud es de derecho natural; encuentra su
legitimidad en la justicia y la naturaleza; tal es la doc
trina que Aristóteles espone sin objecion. Esta doctrina
no habia perdido nada de su rigorismo en tiempo de Ci
ceron (2). Se sabe con cuan fria indiferencia habla el
orador romano del pretor Domicio , que hizo crucificar
desapiadadamente á un pobre esclavo por haber matado
con un chuzo un javali de enorme tamaño (3).
Pero, cuando se llega á los jurisconsultos romanos
que florecieron despues de la época cristiana y Séneca, el
lenguaje de la filosofía del derecho es bien diferente.
«La esclavitud, dice Florentino, es una institucion del
«derecho de gentes por la cual alguno se somete al do-
» minio de otro contra la naturaleza; contra naturam (4).-
»La naturaleza ha establecido entre los hombres cierto
«parentesco,» dice el mismo jurisconsulto; internos cog-
nationem quamdam natura constituit (5). Estas palabras
son tomadas de Séneca, que podemos llamar, con los Pa
dres de la primitiva iglesia, Séneca nosler.
(1) Laxamentum juris , Cicrr. pro Clucntio, 33. Véase UDa disertacion
«obre la equidad (de aquilate) de Marquardi, en el tesoro de Otton , t. IV,
uág. 369.
(a) L. XI, D. de pmnis. L. XXV , D. de legibus. L. XII, §. 1. D. qui
et a.quib uianum.
(3) L. LI, §. 1. D. defidei.... 85, §. ull. D. de regul juris. L. CCVI.
D. de reg, juris.
ES El DERECHO C1T1L BE LOS ROMANOS. 65 ;
á la de la defensiva. Está encerrado en si mismo , en sus
propios hogares; la guerra se hace sordamente, y la equi
dad aspira á realizar en ella la fábula de la perra y sus
hijos. Bajo esta bandera vemos marchar á Servio Sulpi-
cio , amigo de Ciceron (1) ; Grasso, el elocuente rival de
Q. Escévola (2) , todos los jurisconsultos filósofos del
tiempo de Augusto , sin distincion de secta (3) ; los em
peradores buenos y malos , los unos por humanidad filo
sófica , los otros por ódio á la constitucion republicana.
Entre estos últimos es forzoso nombrar un mónstruo
atroz, Calígula. Este hombre colérico no veia en el de
recho civil mas que un resto de ideas aristocráticas, y
en su brutal antipatía hubiera querido poder abolido
todo de un golpe (4). El emperador Claudio fué menos
ardiente en sus proyectos ; pero , hijo de la Galia y poco
favorable al elemento romano (5j , se dedicó á corregir
por la equidad lo que el derecho civil tenia de muy na
cional, es decir, de muy duro (6). ¿Qué diré en fin de to
dos los pretores cuyos edictos fueron inspirados por el
pensamiento de Claudio , y dia por dia hicieren destrozos
en el antiguo derecho? ,.i ■ ; ■
Inútil es decir que el cristianismo tambien siguió la
tí) Véase el discurso de Claudio al senado. Tácit.. Anual., lib. XI, 13.
(S) Tácit. , fluí. ,1,3, dice que esta fué la revelacion de un secreto
de Estado.
(3) ' Gayo, I, III. D. de acquir. reu. don. Ulp., Fragm., t. XIX, §. 7.
68V BE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
taba tener la propiedad natural , era necesario tener la
investidura por la mancipacion (1). Pero en el órden
civil la propiedad natural podia atacar y defenderse por
medios tan enérgicos como la propiedad romana , y la
línea que las separaba era, por decirlo asi, nominal.
Al lado de la usucapion , que solo proteje las pose-
sesiones itálicas (2) , se levanta la prescripcion que cubre
con su egida la posesion de los fundos provinciales (3J.
La mayor diferencia entre ellas no existe mas que en
el tiempo.
El derecho dé testar, en un principio reservado tan
solo á los ciudadanos padres* de familia , se estiende á
los hijos de familia en cuanto á sus bienes castren
ses (4J , á las mujeres (5), á todos los subditos del im
perio (6).
La forma del testamento se hizo doble para mayor
facilidad ; se admitieron la forma romana per as el li-
bram, y la forma pretoriana mas desembarazada y sen
cilla (~í), que, si no dabala herencia, daba la p'osesion
de los bienes. Por todas partes se destruian las trabas
aspirando á la sencillez.
El testador no tiene ya el derecho de disponer de
(1) fíec ex rigorc juris civilis proñciscUor sed ix youmTATE datur re-
lincfuentis. Ulp. , Fragm. XXV, I.
(x) Véase, por ejemplo, 1, 18, §. i,D. Commod. reí contra.
(3; Log. cit.
ES EL DEREC.no C1TIL l)E LOS ROMANOS. 71
la ley de las Doce Tablas que no se esté obligado sino á
lo que se ha prometido espresamente (i); en adelante se
sobreentiende en los contratos todo lo que se deduce de
los preceptos de la buena fé (2).
No se han abolido , sin embargo , aun las palabras
sacramentales en las estipulaciones. Hay en ellas fórmu
las romanas para obligarse, y solo pueden servirse de
ellas los ciudadanos romanos ; hay otras del derecho de
gentes (3). Pero la generalizacion del derecho de ciuda
danía hará desaparecer estas diferencias ; quedará un
solo formulario para todos (4). En el reinado del cris
tianismo -reremos lo que acontecerá (5).
No es esto todo : el legislador habia dicho: Nadie será
obligado mas que por un contrato ó por un delito califica
do; pero responde la equidad ¿no hay en las relaciones
sociales muchas causas que sin pertenecer precisamente
á la clase de contratos ó de delitos calificados, son de tal
naturaleza que enjendran obligaciones? Entonces vio
lentan los pretores el derecho civil ; inventan el sistema
de los cuasi-con tratos y los cuasi-delitos, que representan
en el fuero esterno, los deberes abandonados en otro tiem
po á las inspiraciones de la conciencia.
Por fin el sistema de los procedimientos se transfor-
(1) Sicut lingua nuncupassit, ita jus tito. Vico, p. SU y lig., 320.
(í¡ Cicerón, de Nat. deor, III, 30.
(3) Gayo, 111,93.
(i) Inst. de Justin., de Verb. oblig., §. t.
(5) l. f . C. de cont. estipul. Pero esta lej debió ser combinada con la
supresion de las fórmalas por Constancio.
fÍ DE LA lNmifiHCIA DEL CRISTIANISMO
ma en muchos de sus puntos; las acciones de la ley con
su combate simbólico, sus signos determinados , sus pa
labras sacramentales , son reemplazadas , en parte , por
el sistema de las fórmulas mas sencillo , menos inflexi
ble (1j, y los jurisconsultos aplauden «ntre si esta con
quista de la equidad (2). Sin embargo, la sustitucion de
las fórmulas á las acciones de la ley, es una obra imper
fecta y sobrado dominada por el amor de la letra y la
supersticion de las palabras. Ella nació y tuvo su des
arrollo entre una época poco anterior á la de Ciceron y
la de Augusto. La filosofía y el cristianismo no habian
tenido tiempo todavia de espiritualizar lo bastante las
nociones del derecho; la inteligencia se hallaba aun de
masiado subyugada por la tiranía de la forma.
No queremos llevar mas lejos este exámen. Se ve
claro por qué esfuerzos ingeniosos ensanchaba la equidad
sil dominio, poniendo con todo sus innovaciones bajo
el amparo del antiguo derecho civil tan restringido en
sus concepciones, tan material en sus aplicaciones. El
derecho tiende á simplificarse en el fondo, pero se
complica en su forma. Dos elementos eterogéneos se en
cuentran frente á frente ; alguna vez se aproximan y aun
se confunden ; pero con mas frecuencia se separan en
vidiosos uno del otro. Falta armonía en esta majestuosa
obra; á cada paso se nota que ella es el premio de penosas
concesiones y de combates obstinados. La obra maestra
hubiera sido conseguir una fusion completa entre estos
ia
74 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
CAPITULO V.
Época cristiana.--Constantino.
(I) Mem. de la acad. de inscripc. j bellas letras, (I, XXXIX, pág. 569/.
Mem, de M. de Poully.
(í) I á los corint., c VI , i y sig.
(3) San Pahlo á Timot. , c. III , 3.—Constantino quiso que estos jui
cios tuviesen la misma fuerza que los que él mismo hacia y fuesen ejecu
tados en todo el imperio. Sozom. , lib. I, cap. IX.—De Poully , pág. 569.
(4) San Pablo á los romanos , c III , 13 , 7 en contraposición las Doce
Tablas, uti lingua nuncupassit.
(5) San Pablo , id. , c. II , núm. 8 , y á Timot. , c. III . 3.
(6) Véase la ley VI , C. J. , de espect. , 1 , S , C. Theod. , de Lenon.
(7) L. XXVII y XXX , C. J. de episcop. aud.
EN EL DEKECHO CIVIL DE LOS ROMAiXOS. ¡II
Jesucristo habia rodeado de su ternura (1) es á lo que
debe atribuirse la importante ley de Constantino que
concedió á los menores una hipoteca legal sobre los bie
nes de sus tutores (2J , y protegió con mas fuertes garan
tías la enagenacion de sus bienes inmuebles.
Bajo otros puntos de vista se distinguió la legislacion
de Constantino por su humanidad cristiana; mas adelan
te se verá cómo generalizó el derecho de las madres á la
sucesion de sus hijos , concillándolo completamente con
la preocupacion de la agnacion de que no pudo desemba
razarse (3). La buena fé recibió mas ámplias sanciones de
su parte con la ley que prescribió á los testigos la obli
gacion de prestar juramento antes de declarar (4). Su aver
sion hácia la aficion á los pleitos, condenada por S. Pa
blo, le condujo hasta á castigar con penas á los que ha
cian temerarios litigios (5). En fin , arregló la forma de
los codicilos que llegaron á ser muy populares á causa de
su sencillez (6) ; quitó de los legados las palabras sacra
mentales , que como he dicho antes , esclavizaban al tes
tador al yugo de ciertas fórmulas , y quiso que al inves
tigar la voluntad del testador , el pensamiento dominase
á una vana reunion de palabras (1). Aquí es donde prin-
(1) Aet. apost., II, U, 45 ; IV, 32, 37. San Pablo á los rom., XV, 26.
(i) Act. apost., V, *. Esle texto prueba positivamente este hecho.
(3) L. únie. , C. de usucap.; 1. úaic. C. de nodo jure quint. toll.
(i) M. de Poullr , loe. eit.. p. 581, ¡Si.
84 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
CAPITULO VI.
to En 426.
(2) C. Teod., de reip. prud.
EN EL DERECHO CIVIL DE LOS BOMAKOS. 89
-
-
'
'
'
i
92 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
CAPITULO VII.
Justiniano.
13
99
PARTE SEGUNDA.
CAPÍTULO I. •
CAPITULO II.
De la esclavitud.
(1) Véase el Slichus Je Planto, act. III, t«.. 1; act. V, se. 3 (edil Panck.■
I. IV, p. 348 y 388).
(2) Dé Séneca, de benef., lib. III, 22.
(3) Petronio le hace decir: «Amici el serví nomines sunt, et aeque unum
láctem biberunt. Me salvo, cito aquara liberam gustabunt.» (Satyric., 71).
(i) Esta es la observacion de Bodin.
(5) Carta 67.
(6) Ingenti aviditate, dice Séneca (lug. eil.)
102 DE LA INFLUENCIA DEL CIIISTIAKISMO
ble; un tercero sirve el vino; está adornado como una
mujer; la edad quiere en vano hacerlo salir de la infan
cia, pues lo detiene en ella la fuerza: una afectacion odio
sa hace desaparecer el vello de su cuerpo , y quedar el
cutis terso como el de un niño : condenado á velar du
rante toda la noche , es preciso que comparta el tiempo
entre la borrachera y la lascivia de su señor: In cubículo
vir , in convivio puer est. Infelices de estos seres desgra
ciados si pronuncian una sola palabra , si hacen siquiera
un solo movimiento de lábios (i); el látigo ahoga el mur
mullo y no perdona una tos involuntaria , un estornudo,
el hipó ó el mas ligero movimiento , pues estos son otros
tantos crímenes que deben ser castigados con golpes.
Los esclavos pasan toda la noche en vela, permanecen
de pie, sin comer, en silencio y con una impasibilidad
que asombra : la menor queja seria terriblemente cas
tigada.
Séneca trazaba con la energía de su pincel, los abu
sos de la autoridad , y llamaba á los señores al cumpli
miento de los deberes naturales. Colocado en medio del.
cristianismo y de la filosofía estoica , enseñaba á los ro
manos máximas de igualdad y de dulzura que solo se
hallaban en el Evangelio (2); pero su lenguaje no era
día, ¿por qué no había de darse en el de Neron la ley Petroñial ¿Por otra
parte , esta palabra lex , en tiempo de los emperadores , debe tomarse en su
primitiva acepcion? ¿No llama Tácito lex al Senado-consalto maccdoniano?
(1) Godefroy sobre el C. Teod. de emend. tervor. —Pothier , Pani.,
\. I, p. 19, núm. 3. Gibbon, t. I, p. 151.—Este cambio debe atribuirse i
Adriano y á Antonino el Piadoso. Un señor podía , sin embargo, dar muer
te á un esclavo en legítima defensa, ó en el caso de sorprenderlo en el lecho
con su mujer ó hija (L. XX y XXI. D. ad leg. Cornel. de lieariit).
(i) Gayo, Com. I, 53, y 1. 1, §. 2. ad leg. Cornel. de sicariis.
(3) V. el D. de officio prcef. urbit.
EN EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. Í05
rida mortal ; si lo cuelga de un lazo ; si por una órden
cruel lo obliga á morir; si lo envenena ; si hace desgar
rar su cuerpo por las bestias feroces ; si quema sus miem
bros con carbones encendidos, etc., etc. (1)»
Es un punto en que no discrepan los historiadores,
el considerar eminentemente cristiano el pensamiento
que dictó esta idea de humanidad ; y es indudable que
se encuentra en el favor que concede Constantino á las
manumisiones. El fué quien estableció la manumision en
la Iglesia , en presencia del pueblo y con asistencia de
los obispos que firmaban el acia (2J. La manumision del
esclavo parece en Constantino como el resultado de un
sentimiento religioso: religiosa mente. •
Los clérigos recibieron el privilegio especial de dar
libertad plena (3) á sus esclavos, por pura concesion ver
bal, sin solemnidad y sin acto público. Esta concesion
fué tanto mas eficaz , cuanto que los clérigos, mas imbui
dos en los principios de la caridad cristiana, eran lleva
dos á señalar por manumisiones su espíritu de fraterni
dad. El sabio Godefroy ha hecho esta observacion , y la
justifica can los escritos de Lactancio (4). ¿
Estas hermosas leyes de Constantino han hecho decir
á M. Chateaubriand, que sin el desórden del tiempo
«habrian sido causa de que de una sola vez se hubiese
(I) Gibbon rechaza esta conjetura, t. II, p. 317; yo la creo muy proba
ble, y está apoyada en la vida de San Babolin (Duchesne, 1. I, p. 662), don
de se lee lo que sigue: -
«Historiografus autem Orosius in ipsa historia quam de ormesta mundi
composuit, preescriptum castrum a Maximiano Herculio imperatore solo ic-
nus cversum, ac prorsus destructum asscrit. Ideo videlicet, quia Amandus
ct Heiianus, christianse cultores fidei, nolebant romanis principibus sacrile-
gis subdi. ídem etenim Maximianus collecto exercitu Bománorum, juncia
sibi legione militum thebseorum, appfopiabat ut funditus destrueret eastrwn
Bagaudarum. Qui juga Alpium cum exercitu transtcns, et circa Octodorum
fessus residens, praecepit omnes ad fanatica sacrificia invitare, et super sa
cra deorum jurare: quod parí animo contra Bagaudarum turbas pugnarent.
Cetcros vero christianos alicubi rrpertos ab omnibus decrevit eccidendos.
Quod ubi ad aures pervenit Mauricii, legionis thebesc ducit , jubere scllicet
Osarern eos contra christianos pugnatum iri, sibi dixit imperanti: «No»
pugnare contra impíos scimus, sed deb'ellare pios et concives penitus ignora-
mus. Tenemus ecce arma, et non reais'.imus, quia mori magis quam ocíi-
dere parati sumos.» Sicque percurssoribus Iseti cervices prsebuerunt, atque~
per tormenta corporum ad coeli glorian, pervenire meruerunt... Habitatores
quoque ejusdem castri, quia erant, ut pra.lib.ili sumus, christiani, spernen-
tes pro Dei amore curam corporum , ad regna coeleilia transisse credendi'
sunt per martyrium.»
K.N EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 415
temeridad de estos bandos indisciplinados, fué casti
gada sin trabajo por Maximiniano (1); pero las ideas
no perecen fácilmente por la fuerza, y una agitacion
real , un descontento profundo , sostenido sin cesar, ha
bia brillado de nuevo en esplosion formidable, cincuenta
años antes que la conquista de las Galias por los francos
viniese á dará los ánimos otra direccion (2).
1S
114 MU INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
capitulo m.
Del matrimonio.
(t) Gayo, II, 376. Eite autor sirve para ratificar á Mouteiquieu, que ha
cometido un error.
(9) Annal., III, 18.
(«) Ulp., XVII.
(4) Ulp., XIV.
(5) L. IX, D. de n'íu nupt.
(S) Tit, Liv., XXXIX, 19.
(7) Hem., lib. II, e. XVIII.
(8) Id.
118 DB tk IXW-ÜBNCIA DEL CRISTI ANISMO
«iones de no casarse impuestas en los testamentos y ma
numisiones (1).
Tales fueron las principales combinaciones de las le*
jes Julia de Maritandis ordinibus, y Papia Poppaea. Ellas
atacaban á los romanes por su parte débil, la avaricia.
Jamás fueron populares (2). Tenían por otra parte ma
yores inconvenientes. Hacian intervenir al fisco con sus
ásperas tendencias y el cortejo nefasto de los delatores en
los negocios de familia (3). En fin, convertian el casa-
miente en una especulacion, en un tráfico. Se contraia el
matrimonio, se tenias hijos, dice Plutarco, no con ob
jeto de tener herederos, sino con el de adquirir heren
cias (4); palabras profundas que cita Montesquieu sin
observar que con ellas acusa no solo las malas costumbres
de los romanos, sino las leyes que producian las costum
bres; leyes cuya buena política admiraba sin embargo
su génio!
Si hemos de creer en esta materia á Juvenal , oiga
mos las palabras que pone con descarado lenguaje en bo
ca de una complaciente adúltera.
«¿De qué te quejas, ingrato? Ya eres padre ; por mí
•alcanzas los jura parenles; por mi podrás ser instituido
•heredero, recojerás los gratos emolumentos de los cada-
seos (et dulce caducum); y si llegas á tener por mi tres hi-
CAPITULO IV.
CAPITULO V.
(1) Crro útil consignar aquí la doctrina de San Agustín, que me parece
admirable {de Civil. Vci, lib. XV,,c. XVI, de jure connubiorum):
«En el principio del mundo, cuando no existia mas que una familia,.
Adam y sus hijos, debieron casarse los hombres con sus hermanas. Mas
tar Je, el lazo de parentesco llegó á ser un obstáculo en la opinion comun y
en las legistaciones, porque pareció útil multiplicar en-cuanlo fuese po
sible el número de los lazos de afecto entre los miembros de la sociedad
humana.» «Habita estenim r,:!io rectissima caritati», ut nomines, quibuf-
(sset ulilis atque honesta concordia, diversarum neeessitudinum vinculit
ntelerentur; nec unus in uno multas baberet, sed singula; spargerentur in
•ingulas, ac sic ad socialem vitam-diligentius colligandsm, plurlrra; plurl-,
roos obliiieret. ... Sic numerpsius se caritas porrigit... Atque se, non Id
parcitate coarctaüini, sed latius atque nutrterosius, propinquitatibus crebris
vtnculum sociale diffnndcre.it
(8) Ate.apost., &. II, náms. 44, 45, 47; y c. IY, ríims. 3í, 35, 67.
EK BL BERECHÜT CIVIL DE LOS KOJIAKOS. 131
(1) San Agustín, lug. eit. reconoce que la ley divina nada dice á estt
efecto.—San Juan Ctisóslomo, en su .análisis de la Sagrada Escritura (lib. de
los numeros), es del mismo parecer.—San Ambrosio, al contrario, en sn
fp. 60 ad Paternum, quiere referir á la lei/ divina las prohibiciones le
gales de que pronto hablaré; pero tu andador dce'ara do conocer esta ley.
(2) Apologet., g. 440.
sador del Oriente, la sociedad pagana daba. el triste
ejemplo del desarreglo de costumbres mas desenfrenado.
Si hemos de creer á los historiadores de Constantino el
Grande, la familia en Siria y en Fenicia, babia llegado
á la mas espantosa disolucion. La inmediacion á la Per-
sia contribuia á sostener en este snelo usos contrarios al
pudor natural , del cual no se separaron nunea los ro
manos én sus leyes. Las mujeres eran allí casi comunes,
los hijos ignoraban las mas de la veces sus padres y su
familia, y las jóvenes se ofrecian á los extranjeros. ¡Qué
contraste con la virtud sublime de aquellos piadosos so
litarios, de aquellas virgenes heroicas que bajo este mis
mo clima, y por efecto de una exaltacion contraria, pa
recian desafiar la debilidad humana por sus esfuerzos de
castidad! La historia refiere que Constantino, conmovi
do del estado de degradacion de estos pueblos, hizo cons
truir iglesias en su comarca, y llamó á ellas sacerdotes
y obispos, reuniendo por este medio las primeras nocio
nes de la civilizacion (1). Sin embargo , los desórdenes
debieron continuar allí todavia, si no de una manera ge
neral , á lo menos por infracciones parciales. Los empe
radores cristianos pusieron su atencion en donde el mal
causaba mayores estragos; le hicieron una guerra soste
nida, queriendo que en todo el imperio la familia des
cansase sobre la base de afecciones púdicas, y que el lazo
del parentesco fuese espiritualizado bajo cierto aspecto.
Veamos cómo procedió el cristianismo para realizar
(1) Godefroj («obre la le) I, C. Thcod. de incettit nuptiii) rtfttrt er tw-
lo del historiador griego.
1 54 MÍA MFLVEKCU DEL CtHSTIARlSJJO
este fin y perfeccionar el derecho de Roma en loque cotr-
rierneá los impedimentos matrimoniales. En otro tiempo*
se habia creido que la honestidad natural prohibia casar
se con la hija del hermano ó d# la hermana; pero Clau
dio, amante de Agripina , hija de su hermano Germáni
co, hizodar nn senado-consulto permitiendo el casamien
to entre el tio y la sobrina (t): Domiciano tambien se ha
bia «asado con la hija, de su hermano Tito (2). Pero el
matrimonio entre el lio y la sobrina permaneció siempre
prohibido. Constancio creyó deber hacer estensivo al de
recho nuevo las prohibiciones absolutas del derecho an
tiguo. Por una ley dada en Anüoquiaen 339 y dirigida á
la provincia de Fenicia, se prohibió bajo pena de muer
te el casamiento entre el tio y la sobrina (3).
Algunos años despues fijó esto principe su atencion en
los casamientos entre cuñados.
En 355, en medio de las querellas del arrianismo y
del destierro de los principales obispos ortodoxos del Oc
cidente (4), dió á Roma un edicto , el único de esta espe
cie que no fué dirigido especialmente al Oriente (5), á
fin de proscribir el uso de estas uniones, Eran permiti
das por las antiguas costumbres de los paganos (6), y muy
(i) Tácito, Ánnal, lib. XII, toúm, 6. Gayo, Ilb. I, c. LXII. Ulp.,
Fragm., t. V, núm. 6. Suct., Claud., c. XXVI.
(2) Sort., inDomit.,c. XXH.
(3) L. I. C. Ttieod. de incest. nupt.
(i) Gibbon, t. I-Vi i>. 243 y iig,-.
(i) Observa ion de Gadcfrojr. -
(*) Etti licitum veteretcreditlerunt. (LA, C. Tbeod. dtinrest. nvpt.)
B!t Et DERECHO C1YIC DB 0>S ROÍANOS; 155'
frecuentes tanto en el Occidente como en el Oriente (l);.
pero la Iglesia las desaprobaba (2) por las razones que ya
be espuesto. Constancio, que durante su reinado gustó
mezclarse en los asuntos eclesiásticos, que frecuentemente
dio á la Iglesia el pesar de verlo hollar la féc ortodoxa, se
mostró en esta circunstancia fiel á sus cánones, declaran
do ilegítimos los hijos nacidos de este clase de uniones,
Sus sucesores á la voz del clero imitaron su ejemplo (3);
multiplicaron las constituciones, y el gran número de
edictos que fijaron para sancionar por la ley los precep
tos de los concilios, prueban que las costumbres, sobre
todo las de Oriente, resistieron largo tiempo la innova
cion. Se sabe tambien que Honorio se casó sucesivamen
te con María y Hermencia, hijas de Stilicnn (4): la his
toria eclesiástica se ha asombrado de que el Papa Ino~
cencio I no haya borrado por alguna dispensa ó preveni
do por alguna oposicion este incesto de tan funesto ejem-
pío (5J.
En cuanto al casamiento entre primos hermanos, la
(1) L. II, C. Theod. dtineest. nupt. (Art. 355). Véase el cam. de Gode-
froy.
(2) V. la carta de Basilip, obispo de Cesárea, analizada por Godefroy, Ivg.
CU., y el concilio de Neo-Cesarea bajo Constantino el Grande (canon 8): Mu-
lier, si duobus fratribus nupserit, abjiciatuh csqoe ad mortem. Verúmta-
men in eiitu, propter misericordiam, si promiserit quod facía ¡ncolumis,
hujus conjunctionis vincula dissolvat, fruclum ¡¡renitencia; consequator.
(3) Teodosio el Grande, 1. V, C. Just. de inces(. nuptiis. Areadio, I III,
G. Theod. de tncest. nuptiis. Teodosio el Joven, 1. IV, C. Theod., el mismo
titulo. Zenon, I . XVIII., C. Just. de tncest. nuptiis. Anastasio, 1. IX, C
Just., el mismo título. ,
(*) Godefroy, lug. cit. Gibbon, t. V. p. 505.
(5) Le Nain de Tillemorit, t.V, p. 557..
15G M LA INFLUENCIA BBt CRlgTIANlMrO
tradicioD de los primeros tiempos del cristianismo los ha
bia prohibido á los fíeles por las razones ja espuestas;
pero los paganos no veian en ellas nada ilícito. Teodosio -
el Grande fué el primer emperador cristiano que se ocu-■
pó de hacer penetrar las prohibiciones cristianas en las
leyes civiles. Al separarse del politeismo la sociedad, re
nunciaba mas bren el culto pagano, que admitia la seve
ridad de las costumbres del cristianismo, y Teodosio cre
yó necesario armar sus leyes prohibitivas con un aparato
de grande intimidacion. Se trataba nada menos que de
la muerte y del fuego (l): estas penas eran exorbitantes;
Arcadio las moderó y quiso solamente que no hubiese
ni matrimonio, ni legitimidad, ni dote (2). Pero las cos
tumbres del Oriente se plegaban difícilmente á estas ideas
de recato. El mismo Arcadio revocó las prohibiciones
de Teodosio y las suyas por una constitucion dada en 405
que ha insertado Justiniano en su código (3), y que no
contiene el Teodosiano. No sucedió lo mismo en Occiden
te, en donde Honorio no consintió en considerar los ca
samientos entre primos como legítimos, sino con la con
dicion de que fuesen autorizados por rescripto del prinCN
pe (4).
algunos parecen, creer que la ley de Arcadio ha sida general, mientras qut»
es cierto que no concierne al Occidente.
lt
138 BE LA IXFLUKNGIA DEfc CRISTIANISMO
CAPITULO VL
Del divorcio.
.•• • ,
(I) El divorcio era permitido por la ley de las Doce Tablas. M. Niebubr
esceptua los ensalmenlos por confarreacion, t. I. p. 324, nola C35.
(t) En Grecia podia el marido legar su mujer, come una porcion de tu
propiedad, á cualquiera individuo que quisiese elegir por sucesor sujo. La
madre de Demóstenes habia sido legada asi y la formula de esla disposicion
ba sido conservada en el discurso contra Slephaní (M. de Maislre, Eclair-
citsements sur les iacrifices^p. OH). El reflejo do eslos usos se baila en.
Sorna.
ÍN El. DERECHO C1VII, fíF. LOS ROMANOS. 139
que refiere este hecho, añade (1) que Caton no hizo mas
que conformarse con una costumbre antigua, atestigua
da en otro tiempo por Plutarco (2j, y que se encuentra
en Esparta sobre la ruina de la naturaleza y del pudor.
Augusto se aprovechó de ella para quitar' á Livia á Ti
berio Neron, su esposo (3). Para dar un colorido deco
roso á este vergonzoso comercio, una estraña ficcion to
maba al poder paternal sus santas prerogativas ; se su-,
ponia que el marido, padre adoptivo de la mujer (4), dis
ponia de su mano como el padre que dá á su hija dote
y esposo (5).
Despues, si nos colocamos en el punto de vista que
considera el matrimonio como un contrato consensual
cuya base la forma la voluntad ,, ¿la consecuencia no es
entonces que una voluntad contraria pueda disolverlo?
Solus enim separabit qui et conjunxü. Separable autem non per duritiam
repudii quaui reproba! et compescit, sed per debitum mortis.ti (De mono
gamia). Aüadió que el que se casa con el cónyuge divorciado comete adul
terio , asi como si tuviese con él un comercio ilegitimo. «In totum enim, sive
ptt nuptias , ttve vulgo, alterius viri admissio adulterium pronuntietur.»
T . tambien á San Gerónimo, epist. ad Ámandum.
EN EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 1.W
(1) M. de Slsmondi, 1. 1, p. 307, 309, 319, 313; t. II, p. 18, Sí, 101.
154 DE L\ INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
CAPITULO VIL
De la celebracion.
CAPITULO VIIL
Del concubinato.
al estado legal que mas tarde- sirvió para definir (Y. Plauto, Epidieui;
act. III, ase. i, y. 444. Triuummuí, act. III, esc. 3, r. 745). Este es en k»
que no han puesto bastante atencion los traductores de Plauto.
(1) Marciano, lug. eit. Paul, I. CXLIV, D. de verbit signif.
(8) V. el Dig. ad leg. Juliani de adulteras.
(3) Heineccio, lug. cit., lib. II. c. I, núms. 10, ti, ti, etc.; y c. IV,
núm. 4.
(4) Heineccio, I. XI, c. IV, núm. 4.
(5) Id., lib. II, c. I, núm. 6.
21
162 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
jasen de su nacimiento , creyó deber autorizar con esta»"
mujeres un comercio licito, que sin ser el matrimonio
legal era una imitacion suya, y lo llamó concubina-;
to (i). Esta union ponia al abrigo del rigor que las leyes
desplegaban contra las malas costumbres (2); pero no
proporcionaba las ventajas atribuidas á las nupcias (3j;
y era con mas frecuencia el recurso de los que habiendo
vuelto, despues de haber pagado su deuda á la patria,
no querían dar madrastras á sus hijos, como le sucedió
al emperador Marco Aurelio (4j.
Asi , pues , desde Augusto no era deshonesto el con
cubinato (5), y solamente no producia efectos civiles.
Formado por solo el consentimiento, y pudiendo disol
verse de la misma manera, no le acompañaba ninguna
solemnidad; la dote no se adaptaba á él; la mujer, lla
mada concubina arnica convictrix, no tenia el hsnroso
titulo de madre de familia ; no participaba de los hono
res de su marido , y no hacia mas que dividir con él su
lecho, su mesa y sus afectos.
Por lo demas, siendo el concubinato una imitacion.
natural del matrimonio, era gobernado por las mismas
reglas que el derecho natural impone al casamiento.
(I) Marciano, I. 111, §. I. D. de concub. Ilcineccio, lib. II, e. IV, nú
meros 1,2,3.
[i) & que vivia asi no estaba sujeto a las leyes de adulteriis et ituprit.
(3) Heineccio, lib. II, c. IV; núm. 4.
(i) Capitalino, m vita M. Aurelü.Anton, c. XXIX; Despues de la muer
te de la emperatriz, Marco Aurelio, con el objeto que acabo de Indicar, tomó
per concubina ala bija del procurador de su mujer.
(V Pau.o, I, CXLIV, D. deverb. signif. Jange, I. V"j.B. ad Senalase..
Ovphit.
El» EL BHtECHO CIVIL l)B LOS HOMAROS. 165?
Estaba prohibido tener muchas concubinas á la vez (1),.
porque esto seria una poligamia rechazada por la civili
zacion romana; si traspasaba sus leyes algun libertino
audaz como Tigelino, por ejemplo (2), la moral pú
blica protestaba contra tales torpezas (3). El hombre que
tenia esposa legitima no podia tomar concubina, pues
esto hubiera sido un adulterio y una bigamia (í).
El concubinato tomó poco á poco grande eslension ;
sirvió para echar el velo de la honestidad sobre las
uniones libres de personas ingénuas é irreprensibles que
no querían unirse con lazos demasiado pesados. Las ple
beyas pobres y de nacimiento oscuro, las manumiti
das^, consentian en dividir, conel nombre de concubinas
el lecho de un hombre que no hubiera querido hacer un
casamiento desventajoso. Pero la mujer que gozaba de
las ventajas de la fortuna y de la consideracion pública,
no consentia renunciar al titulo mas honroso de esposa.
Los hijos nacidos de concubina (nothi) no eran bas
tardos (6); pero aunque tuviesen padre cierto, no eran
sin embargo hijos legítimos; se les llamaba hijos natura
les, porque una union natural les habia dado la existen
cia. Nacidos fuera del matrimonio, no podian solicitar
(1) No tenemos esta constitucion. 1.a ley V del código de Juslin., de nat.
líber., nos la Lace conocer.
(i) Arg. de la ley I, C. Theod. de natur. liber.; Godefroy, sobre *tta ley;
y Po'thier, t. II. p. 884. núm. 83.
(3) L. I, C. de natur. líber.
(*) Baronio, ar. 371, y Symmaco, lib. X, epís. 5*.
(5) L. I, C. Theod. de natural, liber.
"166 OE LA ISTOCKNCIA DEL CRISTIANISMO
el testamento del padre. Yalente, emperador de Oriente,
no quiso ratificarla desde luego, pero cedió á instancias
del sofista Libanio, que deseaba hacer testamento en fa
vor de un hijo que habia tenido de una concubina des
pues de divorciado de su mujer (1). Bueno será notar que
Libanio era pagano. El cristianismo tenia un rival en los
consejos de los emperadores cristianos! asi es que Liba
nio escribió la oracion fúnebre de Valente.
No obstante, ValentinianoIII, que reinaba en Occi
dente bajo la tutela de Placidia , emprendió retirar estas
concesiones y restaurar la legislacion de Constantino f2);
pero sus esfuerzos fueron vanos. Teodosio el Jóven no
quiso recibir la constitucion en el Oriente, sino con la
condicion de que á los hijos naturales se les habia de
sostener en la capacidad que Valentiniano 1 les habia atri
buido (3). Asi se pasaba el tiempo en hacer y desbaratar,
avanzando y volviendo despues atras en el camino de las
contemplaciones y de los falsos medios. La ley del colega
de Teodosio no se ha insertado en el Código Teodosiano,
pues no dejó huellas en el Occidente. Lo que quedó de
todos estos conflictos fué el que los hijos naturales, asi co
mo sus madres, no fuesen desheredados completamente
en las donaciones y legados que les dejasen sus padres (4).
CAPITULO IX.
(i) /d.;§.'3.
(«) /<*.,§. 3.
(3) Las acusaciones di loi"paganós. en materia de"estas divisiones, son cu
riosas de conocer. Veamos cómo comíate Orígenes las invectivas de Celso:
«Pefgis Ctlsus, et quas de lesu doctrina dicuntur a paucis é christianorum
inumerp non prudentioribus, ut ipse putat, sed rudioribus, ait pracepta «sse
•Dostrorum hominum: nemo aecedat eruditos, fiemo sapient, nemo
tprudens.
»Hoc pacto, inquit, satis apparét quod solos fatuo,, ignavos. tloíMos,
hmancipia, muliereulas, puetos. íaplent et pelliciant.»
Orígenes responde: CSan injusta es esta acusacion! Quién puede descono
cer la grandeza de la elevacion de los dogmas y de los preceptos, tanto de la
rtügion'ju'daica como déla religión nuevo, la profunda sabiduría de Moisés
de Salotaon, de los profetas, et saber y la elocuentfa de los apóstoles cristia
nos, de San Pablorentre otros, que, bien lejos de prohibir la sabiduría, 1« co
loca en el primer rango de los do.es celestiales, y no escluye sino la falsa sa
biduría, la que 'no viendo lino las cosas perecederas.;y no estudiando sino lo,
fenómenos de la materia, no puede elevarse al manantial de toda sabiduría
que es Dios? Lejos de dañar al cristianismo , laverdadera ciencia es su nía»
poderoso auxiliar. 'La Iglesia sin duda se dirige tambien á lo, débiles d Ut
'ijnerantes pero pata hacerlos mejores; porque Jesucristo ha venido a lla
mar á todos los hombres á que lo sigan en et nuevo camino, asi á los sa
bios como a los débiles de espíritu, á los grandes como á los pequeños
22
;470 DE LA INFLUENCIA DEL CRIST1AMSB10
cedia el padre de familias á impulsos del número j del
ejemplo (1); las mas resistia, y se veia á los padres solo»
en el politeismo, en medio de hijos y nietos cristianos que
le cantaban los himnos del Señor (2).
En medio de estas disensiones intestinas y del mayor
(i) Dion de Halic, lib. II, Antiq., p. 96. Olp., Fragm., I. X, núm. 1, y
Gayo, Com., lib. 1, núm. 132, c. XXXVII. Schullin, ad tipian, lít. X,
8, I, Fragm. Datlius, de vendit. liber., en el Thes Necrman, t. II. Byn-
ckershoeck, de jure oeeid. ¡iberos, c. VI. Tbomasius, disert., tit. Inst. de
patria potest.,c. I. Gerard Noodt, in Paulum, p. 567, 588, y Árnica res
pondo, p. 591 á 600.
(2) «Liberes a parentlbus, neque rendi'.ionis, neqne donationis titulo, ne
que pignoris jure , aut alto quomodo titulo,... in allum transterri posse, ,
inauifcstiisiiui juris cst.» L. I, C. Just., depatrih. qui filios distraxemnU
ES tL DEltECHO CIVIL I)K LOS ROMANO». 17Í)
hijos que estaban bajo la patria potestad (1), sino como
una ficcion legal para llegar á la emancipacion (2). Sa
bemos, sin embargo, por los escritos de Paulo, que el
padre, ostigado por una estremada pobreza , podia ven
der en este caso al hijo recien nacido por esclavo (3).
Numerosas y auténticas huellas se encuentran de este
derecho inhumano en tiempo de Constantino (i) , de
Teodosio el Grande (5) y sus sucesores ; y San Gerónimo
nos ha conservado las quejas de una pobre madre cuyos
tres hijos habian sido vendidos para pagar al fisco [&) .
Hay mas todavia; era tal la miseria de los pueblos,
que los padres que no encontraban quien les comprase
sus hijos, los esponian en lugares solitarios para que
la muerte los librase de ellos, ó en lugares públicos para
que la caridad los recogiese (7). Estos usos herían pro-
«¿Secare vidctur non tantam is qui parluram perfora t, srd et is qui abji-
»cit, et qui alimonia denegat, et is qui publicis loéis, misericordia causa
•eiponit , quam ipse non habet.» Pero en caso de pobreta m incurría el pa
dre en falta, como lo prueba la legistacion- imperial. La disputa de Noodt y
ée ByDckershoéck sobre el testo de Paulo, es preciso leerla á beneficio de
«sta observacion. Gíbbon las ha .tachado a ambis de exageradas, t. VIII,
p. 247, y yo soy de su parecer.
(1) Véase sus vehementes palabras, Apologtt., §. 9. Antes que él, Alhe-
nágoras , filósofo cristiano, como él mismo se llamaba , había calificado esta- .
«posicion de parricidio (V. su Ápologia de los cristianos).
EK ít 0ERÍCH0 C1TIL BE LOS ROMA ?i OS. fGT
«que no pueden sostener la crianza de muchos hijos. ¡Co-
»mo si los bienes. de este mundo perteneciesen al que lo»
sposee !. ¡Como si Dios no elevase todos los dias al pobre
ȇ la riqueza , y no hiciese caer al rico en. la pobrezal
• Ademas, que aquellos á quienes la indigencia impide
»alimen(ar á sus hijos•, se abstengan de sus mujeres;
»mas vale esto que poner manos impías sobre la obra
»de Dios (1).»
Tal era el lenguaje de Lactancio;- Este elocuente in
térprete del cristianismo era entonces el preceptor de
Crispo, hijo de Constantino, y su libro está dedicado al
mismo Constantino (2). Era una especie de peticion diri
gida al primer principe cristiano contra el horroroso pri
vilegio de la paternidad del pobre.
Constantino no titubeó: en el año 315, que vió la
abolicion del suplicio de la cruz (3j y otros muchos tes
timonios de la alianza entre el imperio y la religion cris
tiana, dictó para la Italia un edicto concebido en estos
términos:
«Que todas las ciudades de Italia tengan conociraien-
(l) Epíst. Plinii junioris, lib. X, c. LXXII. Pablo, Sentent,, lib. V, 1. 1,.
DÚm. I.
(í) Codrfroj, sobre la ley II, C. Theod. de expotilii.
EN El DHiJJCHO CIVIL 0« LOS E OMASOS. 4Ü5
oida (1) al padre que esponia á su hijo. Pero no se crea
que el terror de las penas lo consiguiese todo de una
ví"z de los malos consejos de la indigencia. El mal con»
tinuÓ haciendo, numerosas victimas. Teodosio el Grande
se conmovió de la suerte de los hijos reducidos á escla
vitud por la afliccion del padre, se aproximó á las ideas
. de Trajano , y creyó. deber modificar el sistema de Cons
tantino , autorizando al hijo para que recobrase la liber
tad sin tener que indemnizar al comprador (2). Pero to
davia, esta concesion, al principio de imprescriptibilidadf
de la libertad , no cambió, en nada? ol estado de las eos-»
lumbres. La miseria de las «tases inferiores era mas po
derosa que todas las leyes- y las hacia inútiles. Valen- .
tiniano III volvió á la legislacion de Constantino (3)»
mientras que bajo Justiniano prevaleció definitivamente
la libertad del hijo (4).. Pero las leyes de este principe
no fueron hechas para el Occidente (5); allí la historia nos
muestra á los concilios y las ordenanzas de los reyes (6)
(1) L. II, C. Juit. dcinfantib.cxpositii. Unusquisquc sobolem nutria!;
qaod si eiponendam putaveril, animadversion* qua constituía est sul>ja-
ubit (ano 37i).|
Godefroy piensa que estas últimas palabras hacen alusion á la pena de
los homicidas (sobre la ley II, C. Theod. de expositis liberii). (iibbon e»
tambien de este parecer, t. VIII, p. S46; y esto es lo que parece evidente
mando se confronta esta ley con Ja VIII, G. ad leg.Cornel. de lieariii, que
castiga el asesinato de los niños (año 37 4j.
(2) L. únic. , C Theod . de patribtu. qui filias distrox /año 39t).
(i) Not. S de este principa. Véase i Godefroy sobre la ley ya citada.
(4) L. IV, C. Just. de infantib. expositis, y norela 151.
(i) Formul. Siimond., form. 11.
(«) Capit., VI, C. 141, y las notas de Bígnon sobre las fórmulas, Junge
Deeret. gregoir.,de exposit. liber., t. II, p. 931, 979, 973.
24
IJJÍ DE LA INFLUENCIA DRE" CRISTIANISMO -'
CAPITULO X.
(I) Id., núm. 35 y <id Atticum., lib. I, epiiP. i. Sajo, II,. SOi.
(i) Caton en Tito-Lirio, lib■- XXXIV, núm. 8.
(3) Pliuia, ¿fút. naC, XIV, núm. 14. Tácito, Annal., 11,50: j XIII, 31.:
Valerio Máximo, lib. VI, c. III, núm. 8. Algunas veces los parientes mas
nfóximos estaban encargados de dar muerte á las mujeres condenadas por.
juicio púbiieo ala pena capital. Val. Max., lug. cit , .núm. 7, Tito-Livio, ,
lib. XXXIX, núm. 18. /
(\y Valerio Máximo, lib. IX, &. I, núm. 3: «Cerninas imbecillitas Hien
as, etjfiaviorum op^rum negata affictatio, .omni studium ad curiosto-
irtm tui cullum horlatur con/erre* V. tambien lib. II; «. I, lo que dice de
sus trajes y joyas. • . %
(5) Tito-Livio, I, 57. Los amigos de Colatino hallaron ¿sus esposjs ocu
padas en suntuosos banquetes con sus amigas; uquai in convivio tuxuqut
»cum aqualibus , viderant tempus terentet.» ..; , • •". j
(6) Víase las reconvenciones que les hace Caton (Tito-Livio, XXXIV, i). .
El KL DERfcCHO «TU. DE LOS ROMANOS. T89
te entregada á la molicie , en donde figuraban como
ministros y confidentes, el peluquero, el perfumista, el
confitero (1); en donde se deliberaba sobre el agasajo
que debia hacerse á la que decía la buena ventura, al in
térprete de los sueños, al arúspice (2); en donde se ocu
paban de mil cosas frivolas á que dallan mas importan
cia que al cuidado de la casa (3). Guando venian las le
yes suntuarias á poner freno á este boato , formaban las
mujeres una especie de coalicion ó tumulto (4) para con
quistar la vana libertad del lujo, única que pretendian
para consolarse de una vida enfadosa, violenta , inferior
en dignidad á la de los hombres (5); porque á pesar de
algunas prerogativas honoríficas concedidas á las mujeres
por leyes de favor (6), "habia en el carácter general de la le
gislacion y de las costumbres primitivas una preferencia
señalada hácia el sexo varonil que se mostraba como una
especie de poder magestuoso ante el cual debian inclinar
se las mujeres (7).
(I) Heineccio ad leg Pappiam, lib. I,c. II, núm. It. Despues d* haber
insistido sobre estos detalles, atribuye a este gusto de las mujeres por el lu
jo j la ociosidad la aversion de los romanos al casamiento.
(i) Planto, Afiles ¿loriosui, act. 3, esrena 1.
(3) Plutarco, Quvcst. rom., p. 88*.
En la época en que no estaban las costumbres corrompidas, ses cuida
dos principales eran hilar la lana. Plinio, VIII, 74; Tito-Lirio, I, 57; Jure-
nal, Sat. VI, vers. 289.
(4) V. todavía las quejas dé Caton en Tilo-Livis , líb. XXXIV, núm. 2;
y Valerio Mínimo, lib. IX, c. I, núm. 3.
" (5) Gibboh, 1. 1, p. 350. nota t. Jitng. Sapiniano, I. IX, D. lie slalu
homin.
(«) M. Niebuhr, 1. 1, p. 334.
(7) Majalas virorum érala locucion consagrada (Valerio Máximo, lib. II,
'í 90 DK LA INFLUENCIA DI!L eiUSTUNlSMO
(I) Bajo Tiberio un defensor de las mujeres tuvo que confesar que había
pocos matrimonios sin mancha: vixpresonti custodia manera illcria conju-
gia. (Tácito., Anual., lib. III, núm. 34).
(J) Pliuio refiere haber visto á Lolia que llevaba a ana cena cerca de coa-
renta millones de sestercios de perlas (lib. IX, núm. 58). ;Pero qué es esto
en comparacion de los escesos referidos por Tácito! de los espectáculos de ios
gladiadores en donde las damas ilustres renían á darse en representacion: fe-
minarum illustrium senatorumque plures perarenam fadati sunt (Annal.,
lib. XV, núm. 33); de estas fiestas infames, en donde damas ilustres imita
ban el desenfreno de las prostituidas en las lupanaria establecidas para
aquellas circunstancias: crtpidinibus stagni lupanaria adstabant, illustri-
bui femints completa (Annal., lib. XV, núm. 37); de los refinamiento* dt
inmoralidad que no quiere referir el historiador mas que una sola Tez para
no repetirse, ne iwpius, dice eadem prodigcnüa narrando sint (Ann., li
bro XV, núm. 37}; de las mujeres que se entregaban á los esclavos con un
furor tan grande que fué preciso que en tiempo de Claudio se propusiesen ai
senado castigos para ellas (Tácito, Annal., lib. XII, núm. 53); de los des
órdenes que brillaban con escándalo tal. que eran precisos reglamentes pa
ra reprimirlos: Senatús decretis UbXo fetninarum cocrcila (id., lib II, nú
mero 85), represion siempre vana! esfuerzos siempre impotentes!!!
(3) Gayo, I, 1(8 j U9.
T92 IttVXA INFLUENCIA DEL CHISTU.SlSlO
ron á las mujeres escojer el tutor que quisiesen (i): al
gunas veces, una ley escepcional , queriendo recompen
sar los servicios de una romana, le concedia este pri
vilegio envidiado (2). Pero desgraciado del tutor qu*
adoptaran (3)! Desgraciado tambien el tutor testamenta
rio tomado de familias estranjeras! No era' él quien ejer
cia la autoridad sobre la mujer, era esta la que la ejer
cia sobre él; no era él el tutor, era ella quien tenia la tu
tela. Ciceron nos ha dado á conocer este imperio de la
seducción, esta destreza de la mujer en eludir el freno de
las leyes (4-). Estos tntoresilegaron á ser casi inútiles (5).
Su complacencia debiera haber sido causa para que se les
suprimiera; sin embargo ella fué quien los salvó: las mu
jeres que los subyugaban se acomodaban á ellos. Todos
sus artificios se dirigieron contra los tutores tegitimos,
cuya autoridad era mas severa y eficaz (6), porque en su
cualidad de agnados tenian interés en la conservacion de
los bienes de la familia (7) . Las mujeres llegaron en par
te á eludirlos por medio de una ficcion legal, es decir, de
ventas ficticias que las libraban de la tutela legitima y las
colocaban bajo la tutela nominal de un tutor fiduciario (8).
(l"i lleinecclo, luj. cit., lib. II, c. XI. Estoes lo que llamaban el jas
liberorum. ülp., Fragm. II, 3.
(2) Livia, esposa de Augusto, obtuvo el jus liberorum, no teniendo mas
que dos hijos. fDion. lib. LT, S). lleinecclo, lug. cit.. núm.. 3.
(3) Gayo, 1, 151, 171. Junge ülp., Fragm., XI, 8. Godefroj ha com
prendido mal esle.punlo de la historia (sobre la ley II, C. Theod. de tutor.),
que Cujacio ha entendido mucho mejor. Por lo demas las instituías de Gajo
han hecho desaparecer este conflicto de opiniones que sembraba mucha os
curidad sobre la ley Claudia. M. Vergé ba espuesto tstas dificultades en su
disertacion sobre la tutela de las mujeres, p. 87.
25
194 DE LA. IHFLIj'EHCIA BEL CRISTIANISMO
' la mujer. Gayo hallaba difícil defenderla aun bajo este
concepto (i). Laa mujeres , pues, continuaron teniendo
necesidad de un tutor para los principales actos de la vi
da civil, como, por ejemplo, para obrar en justicia, para
obligarse, para enagenar sus bienes, res mancipi (2); pe
ro desde la ley Claudia este tutor esa simplemente dati
vo, sea por el padre, por el marido , ó por el magistra
do (3). Cualquiera perjuicio que tal estado de minoría
produjese ala libertad delas mujeres, ellas lo aceptaron ,
porque lo que babian temido era la tiranía interesada*
y avarienta de los agnados. E1 beneficio de Claudio las
ponia en posesion de la principal libertad ála cual babian
aspirado.
Tal fué el estado de las cosas hasta los últimos empe
radores paganos. Todavia bajo Diocleciano se bailan ves
tigios de esta tutela degenerada (4); pero Constantino la
abolió en 321, y reconoció en las mujeres mayores de
edad derechos iguales á los de los hombres: in omnibus
contractíbus jus tale habeant qcale viros (5). Justiniano
(1) I, 196.
(!) Dlp., lug. cií.,27.
(3) Así es como se concilla la ley Claudia con las huellas de tutela que se
vuelven á hallar largo tiempo despues.
(K) Fragtn. vatic 325, 327. Antes de él, en el reinado de Aotonino. se vé
a Prudentila, mujer de Apuleyo, comprar bienes con la autorizacion de Car-
sio Longino, su tutor; tutor, auclor mulieris. fApul., Apología, edicion N¡-
sard. p. 2G0).
1.5) L. unir, , C. Xheod. de his qui veniam cetalis. Y 1. 1, §. 1, C. Just.,
el mismo titulo. Godefroy la cree dada el año 324 (V. t. I, p. 21, Oron.
delC.Theod.)
Algunos han supuesto que Constantino habia abolido la ley Claudia y
restablecido la tutela legllima de los aguados sobre las mujeres. (Hein., lug.
EN El- DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 111»
hizo desaparecer hasta el recuerdo' de su arrtigua depen
dencia, cercenando de sus compilaciones todo loque po-
dia recordarla.
Tambien fué en el año 321 consagrado por Cons
tantino á dar al cristianismo tantas muestras de su aca
tamiento (1), y memorable sobretodo por su ley sobre
las manumisiones (2), el en que este príncipe dió á las
madres el derecho general de tomar parle de la sucesion
de sus hijos (3). Pronto haré notar la importancia de es
ta innovacion que se desarrolló mas bajo los otros empe
radores cristianos; innovacion memorable, por la cual la
mujer equilibró los derechos concedidos á la linea mascu
lina, y que devolvió á la naturaleza una de sus mas sa
gradas prerogativas.
Teniéndole presente, no podemos dejar de reconocer
entodo esto la huella del cristianismo que, en su moral
«/(., in fine. Cujas , sobre la ley III, C. de leyit. tutor). Pcio esta opinion,
que ai. Vergé ha adoptado en su disertacion sobre la tutela de las mujeres
ip. 88;, rae parece inverosímil. ¿Cómo hemos de creer que Constantino hu
biese restaurado esta antigüedad aristocrática , cuando en la ley de tSl ha
bla en sentido liberal? La III, C. de leg. tul., que sirve de fundamento á la
conjetura de Cujacio y de Heineccio, no habla sino de la tutela de la mujer
impúbera, siendo pupila. En vano se dice que fué alterada por Tribonio;
esto no pasa de ser un dicho. La II, del C. Theod. de tutoñbus et euralori-
bus, nada prueba en favor de esta tesis. Combinándola con la ley III, C. de
legit. tutor., lo que resulta, es que la ley Claudia , aboliendo la tutela legi
tima de los agnados sobre las mujeres, hasta separó los agnados de la tu
tela legitima de las mujeres impúberas, y que Constantino les volvió a dar
este derecho sobre las mismas. (V. como argumento, Gayo, I, 157).
(1) Véase el titulo del C. Theod. de Judmis. L. IV, C. Theod. de epis-
eop. L. I, C. Theod. de feriis.
(2) L. I, C. Theod. de manum. in Eclesiá.
(3) V. mas abajo el capitulo de la Succession.
196 DK LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
y en su culto , ha dado á la mujer un puesto tan elevado.
Este es evidentemente el que ha, no ya creado, pues se
ría demasiado decir, pero si acelerado el movimiento,
que he hecho conocer, y el que lo ha regularizado y
consumado. Es en efecto digno de notarse que desde la
propagacion del cristianismo, las mujeres han tomado,
en la vida activa, una posicion que jamás tuvieron bajo
el patriciado romano , ni bajo los primeros Césares. Bien
sabemos lo que costó á Agripina el haber querido dar al
imperio el primer ejemplo de una mujer tomando parte
en la direccion de los negocios de su patria (1). Pero el
cristianismo debió necesariamente modificar estas ideas de
esclusion y sacar á las mujeres de la situacion inerte á que
eran condenadas por las preocupaciones nacionales. To
dos los testimonios , favorables ó contrarios, nos demues
tran que la religion cristiana se valió en gran manera de
la influencia de las mujeres para penetrar en el mundo
pagano, y llegar al hogar doméstico, al interior de las fa
milias (2). Aquí los divorcios por razon del cristianis
mo (3j; allí los mártires; á cada paso, conversiones debi
das ásu celo; por todas partes, su presencia, su sacrificio.
¿Qué pruebas mas irresistibles y evidentes de la parte que
tomaron en la revolucion moral que agitaba lo* espíritus?
(1) Tácito, Annal , XII, 37. Tiberio, que vió las tendencias ambiciosas
de las mujeres de su siglo , muliebic fastigium, se les opuso: moderandoi.
decia, feminarum honores. (Tácito, Annal. , I, 14).
(3) Véanse los textos citados en el capítulo precedente, y tomados en par
ticular de Tertuliano y de Orígenes. Una romana fué la que recogió los restos
de San Pablo, decapitado en Roma.
(3J Tertuliano. V. en el capitulo anterior.
'Kl EL DEBECnO CIVIL DE LOS ROMANOS. 197
Es evidente, pues, que esta empresa de persuasion y de
resistencia, que esta separacion del proselitismo fuera de
las costumbres pasivas, han hecho crecer extraordinaria
mente el poder de las causas que conducen A las mujeres
hácia la independencia. Y bien supieron Constantino)7 sus
sucesores lo que hacian concediéndoles una sábia eman
cipacion ; recompensaron á sus influyentes auxiliares;
quisieron que participasen de los beneficios políticos de la
religion cristiana las que habian contribuido á preparar
sus progresos, y que podian aun ensanchar su desarrollo..
Convengo, sin embargo, en que otras influencias, an
teriores ó posteriores al advenimiento del cristianismo,
han podido tomar parte en estos adelantos. Quizás el
contacto con algunos pueblos extranjeros, que no cono
cian la tutela de las mujeres, despertase dudas sobre la le
gitimidad de la institucion romana; aunque no deba exa
gerarse la importancia de todas estas cosas, porque Gayo
nos enseña que casi todos los extranjeros tenian sistemas
que se le parecian , y tambien se veia que sometian las
madres á la autoridad de sus hijos púberos (1). Sin em
bargo, la propagacion de las ideas orientales por la Si
ria , y sus hombres eminentes no deben echarse en olvi
do por los que quieren estudiar con imparcialidad los he
chos que han contribuido á dar á la mujer mayor valor
personal. Bajo los Césares africanos y sirios encontramos
mujeres mezcladas en las intrigas del gobierno; Julia
Domna, mujer de Septimo Severo y, siria de nacimien-
(i) V. sobre este particular los pasagei de Orígenes contra Celso; Junge
M. de Chateaubriand, Essalt, t. II, p. 160, y nota 2, p. 165.
(i) San Pablo d los romano/, cap. XVI, 6-12. Ad Galat., cap. III, nú
mero 28.
(3) San Pablo á loa Corinth., c. VII, i y 14. San Mateo, e. XIX, 5, C.
San Gerónimo,, carta 84 .
(i) San Mateo, cap. IX, 22. XV, 28. XXVI, 7 á U.
• (5) Caton lo decia bien alto.* Si sui juris finibus matronas contineret
pudor, qum leges hic rogarenlur abrogarenturve, curare non decuit. (Ti
to-Lirio, XXXIV, c. II).
200 BE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
la justicia pagana. Habiéndose arrojado á la vida mili
tante , debe sostenerse en ella con el valor de Jos héroes,
con el fervor de los misioneros. Esclava, se le verá fuer
te contra el dueño que quiera envilecerla ; esposa, será
la intérprete de la fé para con su marido; obtendrá su
adhesion , 6 sabrá resistir sus enojos. Madre , viuda ,
vírgen , en todos los estados , tiene nuevos deberes que
cumplir. La caridad será su patrimonio, y será en sus
manos un brazo de la administracion de la primera socie
dad cristiana (f). Tambien para ella habrá dignidades
en la Iglesia; diaconisa, estará encargada (cosa no oida
hasta entonces) de una parte de la instruccion (2). Ten
drá parte en el apostolado; predicará á las mujeres, y
estará revestida de carácter oficial.
Hé aquí, si no me engaño, un sistema completo de
emancipacion y de igualdad moral. Hé aquí una nueva
existencia que aparece, no por raros accidentes, sino por
una práctica diaria y constante. Que despues este siste
ma haya sido apoyado por ciertos elementos anteriores ó
simultáneos; que haya sido secundado por una especie de
predisposicion que favoreciese el aniquilamiento de todo
género de esclavitud, es lo que no se podrá dudar. ¿Pero
qué argumento se sacará de aqui contra la influencia
cristiana? ¿No es, por el contrario, uno delos servicios
(1) San Pablo, I ad Timoth., c. V, núm. 10. .
(2) Cuarto concilio de Cartago, de la instruccion de las mujeres. V.
sobre las diaconisas las novelas de Justiniano: nor. 3, cap. I; aoi. 8, c. VI;
nov. 123, c. III. Tomasino, part. I , lib. I, c. LII; 7 part. II, lib. I, c. XLII.
Y. tambien muchas leyes delG. Xbeod. en el título de episcop.; por «jemplo,
las 10, 22,27, 28, 37 y 44, con el comentario de Godefroy.
EH EL DERECHO 'CIVIL DE LOS ROMANOS. 201
del cristianismo el haber sido la cspresion de las tenden
cias y de las necesidades de aquella época? Acaso, á pe
sar de todos los precedentes, ¿no es él el que ha generan
do la idea dela libertad razonable de la mujer (lj, avo
cada, sin duda, en otras civilizaciones, bosquejada por
algunos grandes hombres, por Platon por ejemplo ("2),
pero jamás abrazada con tanto fervor, tanto séquito y
tanta sinceridad práctica? No nos admiremos , pues , de
que el primer emperador cristiano fuese el primero que
proclamase la igualdad de la mujer, y que el último
legislador del imperio, cristiano como él, no quisiera que
sus códigos llevasen el sello de una antigua y vergonzo
sa esclavitud.
Entre estos dos principes hay acontecimientos que
prueban que la mujer ha sabido elevarse á la altura de
su nuevo destino. Hay mujeres que sostienen los im
perios, otras que los convierten; las hay para el culti
vo de las letras, para las aventuras romancescas, para las
suhlimes conversiones religiosas , para todas las cosas en
fin que constituyen este gran drama que se va á desen
volver en la edad mnilia (3). Pulcheria , proclamada em
peratriz sin compañera del Oriente, reunió á las virtu-
uso del poder legal contra su mujer , que se habia hecho apastar entre las
prostituías. Quod ultionem legis omisisset (Annal., lib. II, núm. 85).
Tito Livio, lib. XXXIX, núm. 18, cuenta un hecho curioso, pero que
solo se refiere & la ejecucion de las sentencias pronunciadas por los jueces
públicos contra las mujeres. V. tambien Dionis. de Ilalic., XI, 4.
( 1 ) Marili judicio permissa .
(2) Annal., lib. XIII, c. XXXII.
308 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
ridos contra sus esposas convertidas al cristianismo. Ter
tuliano (1) no habla de otras venganzas. Estas eran insu
ficientes en un tiempo en que el divorcio parecia ser un
accidente ordinario del matrimonio.
Por lo demas , el poder marital , es decir , esta ad
quisicion , por título universal por el marido, de la es
posa y de todos sus bienes, está muy lejos de ser gene
ral. La confarreacion, de la que era consecuencia (2),
estaba casi en desuso ; ella sufrió la suerte del antiguo
culto pagano, al cual se enlazaba (3). La coemplio, fuen
te tambien del poder marital , era mas frecuente sin
duda; Gayo nos lo indica asi (4-J. Pero habia, por lo
menos, tantos matrimonios sin coemptione , y dejando á
la mujer fuera de la potestad, como matrimonios reves
tidos de aquella forma civil. Las mujeres se inclinaban
hácia las uniones desprovistas de las solemnidades de
la coemplio por dos razones diversas ; la una por con
servar la propiedad de sus bienes y retener la facultad
del divorcio (5); la otra por espíritu de religion á fin
de estar bajo una dependencia menor con respecto á sus
maridos paganos ; pues los matrimonios mistos se mul
tiplicaban y comenzaban á llamar la atencion de los
(I) Tertul., Apolog., §. 3.
(S) Supra: c. III, 1.' parte.
(I) Tácito, Annal., lib. IV, núm. 16: Omista confarreandi consuetu-
dine, aut inter revaos retenta. Estas últimas palabras esplican por qué Ga
yo habla de ella como estando aun en oso, I, Con»., 112.
{*) I, 113.
(5) Para tener una idea de la importancia que daba á la mujer la sepa
racion de sus bienes con los de su marido, es necesario rer en Aulo Gelio
las quejas de Caton (XVII, c. VI).
ES EL DERECHO CIVIL i.E LOS ROMANOS. 209
Padres dela Iglesia (1). Además, á medida que aumen
taba el número de cristianos, los matrimonios se cele
braban mas frecuentemente con las ceremonias del nue
vo culto (2), y desde el instante en que la religion los
babia revestido de su carácter, se habria creido dudar
de la plenitud de su potestad, añadiéndole las fórmulas
de la eoemptio , tan ligadas con el paganismo. De aquí
que el poder marital se perdió con las formas civiles que
lo producian. Las mujeres casadas llegaron á un grado
de libertad desconocido en casi todos los sistemas de
legislacion; pudieron disponer de sus bienes sin autori
zacion del marido, y fueron independientes de derecho
respecto á los llamados parafernales (3). En una palabra,
la eliminacion del poder marital fué de derecho comun r
y las mujeres alcanzaron este objeto de que Gaton las
habia acusado; esto es, de ser libres é iguales á sus
maridos. «Omnium rerum libertatem, imo licentiam de-
siderant... et aquari postremum viris (4). En esto (lo re
conocemos) , el principio disolvente ha ido demasiado
lejos; la reaccion contra el sistema del poder ba tras
pasado evidentemente los limites naturales y legítimos;
pero es necesario no acusar al cristianismo, que, pro
mulgando los verdaderos derechos de la mujer, jama»
ha perdido de vista el término hasta donde la natura-
CAPITULO XI.
V
i:n Kf. DERECHO C1T1I. DE LOS ROMANOS. 243
Hé aquí ya muchas esclusiones nacidas de la nece
sidad de respetar la potestad , y por el espíritu de con
servacion religiosa y aristocrática; esclusion de los
emancipados, aun cuando sean descendientes en linea
recta; completa ingratitud hácia los parientes por linea
femenina.
Hay ma6: entre los agnados, la diferencia del sexo
establece diferencia en los derechos, de esta manera:
La hermana es agnada de su hermano cuando el
padre es comun ; sucederá -pues á su hermano. La ma
dre bajo potestad sucederá al hijo que esté bajo el po
der paterno, pues se la considera en la familia como
hija y como hermana (i). Pero al grado de hermana se
limita para las mujeres el derecho de sucesion (2); en
grado ulterior no se les tiene en cuenta. La tia no su
cede al sobrino; la prima no sucede al primo (3). La
desenfrenada aficion de las mujeres easadas al lujo y á
los inmoderados placeres les valió esta esclusion, que,
segun parece , no existia en el sistema primitivo de las
Doce Tablas , y fué una imitacion de la célebre ley
Voconia (4).
V
EN El DEMSCHO CIVIL BE LOS ROMANOS. 215,
porque .esta variación ha destruido la agnacion.
Si el primer agnado no cede la herencia , los mas
lejanos no tienen derecho á la sucesion.
Las mujeres aguadas , no siendo hermanas, tambien
carecen de él.
En fin , los cognados , parientes por linea femeni
na (1), sufren la misma esclusion; de tal manera que la
madre que no tenga condicion de hija y de hermana por
la manus (2), no sucede á sus hijos varones ó hembras,
asi como estos tampoco le suceden.
¿Puede verse algo mas contrario á la equidad? tní-
quilates.
Asi se espresa Gayo, y al mismo tiempo nos presenta
su proyecto de reforma. Los elogios que prodiga al pre
tor por haberlo realizado, contrastan con su critica, y
demuestran que sus deseos estaban satisfechos. Presenta
ré la paráfrasis de su texto (3).
En primer lugar, el edicto del pretor llamó á la
sucesion, por medio de la posesion de bienes , á todos los
hijos sin distincion entre los emancipados y no emancipa
dos. La emancipacion no destruye el vinculo civil del
parentesco entre el padre y el hijo (4); no disminuye el
número de los herederos suyos.
(1) Cognaii qui, per feminini teams personas neecssitudtne junguntur.
Gayo, III, Cotn. 24.
(S) Ciceron en su oracion pro Cluentio, habla de Sassias, madre de
Cluencio, como si fuera su heredera ab intestato; 15, 19. ¿Estaba Sassias
filia loco en la familia de su marido? .
(3; III, 26 á 35.
(4) Junge Modest., t. I, §. 8, D. quis ord. ■Ulpiano, 1. III, D. Si lab.
test. nuil. El pretor acordaba la posesion de los bienes llamada unde liben.
216 DE LA INFLUENCIA BEL CRlStlATilSMO
La* innovaciones del pretor forman una tercera clase
de sucesores. La gentilidad se pierde en las revoluciones
que alteraron las instituciones públicas (1); pero en vez
ée esta creacion arbitraria del derecho civil, destruida
por el tiempo y la fuerza de las cosas (2) , los pretores
presentan una clase de sucesores que fundan su llama
miento en el parentesco natural, en el solo vinculo de la
sangre.
¿Y de quiénes se forma? 1.° de los agnados emanci
pados; porque si han perdido el parentesco civil, han
conservado el natural; este debe pues tenerse en consi
deracion. Pero un agnado, que como tal haya permane
cido' siempre, los escluirá por el poder de la agnacion,
aun cuando su grado de parentesco fuese mas lejano.
2." Las mujeres agnadas, que no sean las hermanas,
ocupan un lugar en esta tercera clase ; sucederán á falta
de herederos suyos y agnados.
3." Los agnados que siguen al mas próximo, si este
no cede la herencia , y que, segun el antiguo derecho,
quedaban escluidos; mas el derecho pretorio los hace apa
recer como parientes, y los coloca en esta tercera clase de
sucesores.
4/ Tambien se encuentran en la misma los parientes
por linea femenina los cognados , despreciados tan des
deñosamente por la ley de las Doce Tablas, tan despiada
damente sacrificados á la conservacion de los bienes, del
nombre vj de los sacrificios.
(t) Véanse las vidas de Cétar, l;— Claudio, XXV;— Vitell., I.
(i) Gayo, III, 17.
V
EH EL REHECHO CTVIL BE LOS ROMANOS. 217
5.° Y los hijos que la adopcion ha hecho entrar en
ana familia extraña, y que se unen á la suya natural
por medio de la sangre. >
Hé aquí las innovaciones del pretor, tales como las
reasume Gayo. Un arte ingenioso, conservando las tres
clases de creacion aristocrática, ha encontrado medio de
dar lugar á la familia natural, escluida en otro tiempo
por la familia civil; la succesion natural ha encontrado
proteccion, y la legislacion no la rechaza ya. Este es un
gran esfuerzo; un feliz resultado.
¿Pero es este el último grado de la perfeccion filo
sófica?
No, sin duda! y sin embargo, Gayo aparece estar sa
tisfecho, y cree que están suficientemente corregidas to
das las injusticias del derecho antiguo (1); no lleva mas
lejos sus pretensiones, y desde luego pone fin á su
critica.
¿Pero no queda nada por hacer, habiendo sido colo
cada la equidad en tercer lugar, y no pudiendo hacer uso
desus derechos, hasta tanto que el derecho civil se lo
permita por no encontrar materia en que intervenir? ¿Se
ha hecho todo, porque se permite al parentesco natural
dejar oir una voz tímida solamente en los casos en que ó
falta el parentesco civil, ó se abstiene de tomar parte?
¿Acaso la equidad debe quedar subordinada; no está
imperfecto el derecho en tanto que el elemento civil no
se ha incorporado con ella?
Pero Gayo, sea cual fuese la superioridad de su inte-
(1) III, Com. 25. Ha jurit imquitates edicto prcetorii emendala sunt
28
2f ¡í , ?E'M IlfFUlEflCU DEl CH1STIA1H9MO -
(!) Gayo, I.CXCVI,§. 1, D. de verb. tignif., y en sus Inst., III, Si, 1í.
(2) Úlp., Fragm ,Iib. XXVI, 7. ¿Era por este título, por el que áSassim.
madre de Cluencio.la presenta Ciceron como sucesora de «quel ab inlestaU/T
(pro Clucntio, 15, 19).
(3) ülp., Framg., 1. XXVI, xxüm. 7.' Juitiniano, Inst. de tenalutt. Or-
phit. i
EN EL &EF.ECHO CIVIL SE LOS ROMAJÍOS. 221
frido algunas alteraciones , pero todas ellas hechas con ti
midez. El senado-consulto Tertyliano (1) , habia coloca
do en el número de los agnados , y aproximado por lo
tinto á la succesion de sus hijos, á la madre que tenia el
jus liberorum , es decir , tres hijos , si ella era ingenua , y
cuatro siendo liberta (2). Este no era mas que un apéndi
ce á la ley Papia Poppa;a. Una política interesada domi
naba en ella, mas que la voz de la naturaleza, pues las .
madres que no tenian la fortuna de ser tan fecundas que
daban relegadas en la clase de cognados.
Constantino emprendió una reforma por medio de
una de las leyes que la historia señala como enlazada á
un sistema de renovacion del derecho y de las costum
bres (3). Si no fué tan lejos como el gran reformador del
siglo VI Justiniano , fué porque encontró mayores obstá
culos. Recordemos que la agnacion conservaba una parte
de su prestigio, que un resto de estas ideas aristocráticas
que se deslizan hasta el seno dela democracia conti
nuaba dando demasiado valor á la conservacion de los
bienes en la familia, y que era necesario transigir con
(ales preocupaciones. <•
La constitucion de 321 (4J estableció, pues, que la
madre que no tuviese el jus liberorum quitaría á lostios
i / i ,. •'.... •• • : . . • - , '..-.,','
(i) Pado bajo Antonino el Piadoso (año 911).
(8) Inst. de senálate. Tertgll.
(3) Godefroy cila con este objeto, estas palabras de Nazario: uRegendis
¡moribus, frangendis vitiis, notxe leyes constitutce; veterum calumniosa
vambajet recisa captandce simplicitatis loqueos perdiderunt.»
(4) L. I, C. Theod. de legit. hasred., con el comentario de Godefroy, y li
ley II, C. Tbeod. de inof. testamento, de 321. ' - .
222 DE LA 1MFLUEJXC1A DEL CRISTIANISMO
agnados , sus hijos y nietos, la tercera parte de la suce
sion , escluyendo á todos los demas agnados, ya próximos
ya remotos. Hé aquí , pues , generalizado el derecho de
las madres; el derecho comu* las hace sucesoras legítimas.
La maternidad ha sido consagrada en las leyes! Sin embar
go, para compensar esta ventaja que privaba ála agnacion
de una gran prerogativa, Constantino- quiso que la madre
que tuviese el jus iiberorum no escluyese del todo á los
tios agnados , sus hijos y nietos , sino que les dejase tomar
la tercera parte de la sucesion.
Esta constitucion no se ocupaba del caso en que el hi
jo dejaba hermanos consanguineos. Valente arregló este
punto en 369 (i) , disponiendo que los hermanos consan
guineos no emancipados escluyesen del todo á la madre,
pero que esta fuese preferida á los ya emancipados.
Valentiniano III volvió á ocuparse de lo mismo
en 426. Placidia reinaba entonces en su nombre (2). Las
costumbres cristianas habian ascendido al imperio á las
mujeres; y las emperatrices importaban á las leyes la dul
zura de aquellas.
La madre escluirá como antes á todos los agnados mas
lejanos que los tios, sus hijos y nietos, pero cuando exis
tieran estos últimos ó bien hermanos , la division no se
verificará de la manera prescrita por Constantino y Va
lente; será de una manera mas ventajosa para aquella.
La madre, ya tenga el jus Iiberorum, ya carezca de él,
tomará dos tercios de la herencia, y el otro corresponderá
"l
EN EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 2*25
s
232 DE L\ INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
democracia republicana para mantener la igualdad de los
bienes, inmolaban la mujer á combinaciones arbitrarias,
y todas tres tenian por objeto hacer prevalecer el interés
político sobre los eternos sentimientos de equidad y de
cariño.
La creacion de Justiniano es, pues, verdaderamente
original ; pero no es el descubrimiento casual de un es
píritu superior á su siglo; es una obra cristiana , prepa
rada desde doscientos años antes por el incesante trabajo
del cristianismo, y dada á luz en una época en que el
cristianismo todo lo absorbia. Si Justiniano hubiese en
contrado existente y en toda su fuerza el poder paterno
y la inferioridad legal de las mujeres , ¿ hubiera podido
formar d priori un sistema de sucesion que para nada
tiene en cuenta el vinculo facticio del poder, y que co
loca en la misma linea al hombre y á la mujer? No;
ciertamente no. Para conseguir un resultado hasta enton
ces no oido, y que á todos admiró, no ya á un Caton,
enemigo retrógrado de la emancipacion de las mujeres,
pero al mismo Gayo, el critico mas filósofo de la ley de
las Doce Tablas, necesitaba encontrar al poder paterno,
eje de la sucesion romana, destituido de todas sus prero-
, gativas chiles; y, segun he probado, el cristianismo fué
el que hizo conmover su base, para que admitiese los
elementos del derecho natural. Era necesario tambien
que la mujer , además de salir de la dependencia de sus
agnados, recibiese cierta consideracion y tomase parte
en el movimiento social ; y , como he probado, el cris
tianismo fué el que hizo sonar la hora de su emancipa-
E.t EL DE1UXII0 CIVIL Mi LOS ROMANOS. 255
cion , y colocó su influencia en el número de las mayo
res influencias sociales (l). E1 cristianismo fué, pues,
el que todo lo consiguió. Asi hemos visto penetrar por
la brecha abierta por él , tanto á los hijos de las hijas,
aunque no estuviesen bajo la potestad, cuanto á la madre
que siempre carecia de esta; á los hermanos y hermanas
emancipadas; á los hermanos y hermanas uterinos , co
locados desde entonces antes que los agnados; y las ag-
nadas (annqueno fuesen hermanas) , á quienes por una
injusta preferencia privaban de sus derechos los varones.
¿Qué quedaba, pues, de lo que habia constituido la
base fundamental de la antigua familia? ¿Qué elementos
de vida quedaban á este antiguo ídolo de la agnacion
falseada , cambiada y desnaturalizada por tales medios?
Justiniano, pues, no tenia mas que dar un paso para
llegará la verdad; su mérito estaba en haberlo dado. El
cristianismo le proporcionó las premisas; su buen sentido
dedujo de ellas las consecuencias. Justiniano fué grande
porque fué el hombre de su siglo: si, hasta este princi
pe , la voluntad del legislador se habia ajustado á las
preocupaciones romanas y paganas, él tuvo la suficiente
elevacion de espíritu para abandonarlas y presentar otras
nuevas. Por esto la posteridad heredó su nombre; por
esto puede decirse que los tiempos modernos le pertene
cen aun (2).
(I) Placidla y Teodora contribuyeron á las leyes de Talenliniano III y
de Justiniano. . , i .....i ;,¡| •■,.,;, < ,., , ,.
(S) Habia reglas particulares para la surcesion de los libertos.
En línea recta, la sucesion del liberto se regia como la de los ingénuos.
Los hijos del liberto, concebidos desde su manumision, eran sus herederos.
30
\^^
234 ltK LA INFLUENCIA ItKL CMSTI AKISXIO
Estos admirables trabajos de Justiniano lian hallado
jurisconsultos de muy poco sentido que los han atacado.
Un jurisconsulto italiano, Gaudencio Paganini, ha diri-
naturales. Los nacidos con anterioridad, permanecian en su estado serril , y
para nada se les tenia en cuenta. Justiniano fué el primero que les concedió
derecho de filiacion, 7 los declaró aptos para suceder. Si se jactaba con
exageracion de su humanidad hacia esta clase desgraciada, ¿no es una jus
ticia que se tributaba á si mismo por la que otros han encontrado en élT
Pero cuando no habia herederos suyos ¿quién debia heredar? Agnados
no rxistian, porque el liberto no podía tenerlos: no tenia mas vínculos na
turales que con los esclavos, en cuya clase habia nacido, y de la que lo
habla sacado una mano compasiva. La ley de las Doce Tablas concedía la
«uccsion a su patrono, que consideraba como su agnado, & causa del. beneficio
que de él habia recibido. El patrono escluia á todos los colaterales qu«
podian estar unidos al liberto con el vinculo de la sangre ; porque los co
laterales solo podian ser esclavos no teniendo con aquel mas parentesco que
el servil, inútil para la sucesion. Los emperadores cristianos no alteraron
esto: la esclavitud quedaba en pié, y producia sus tristes resultados. Sin
embargo, ¿no se fomentaban las manumisiones asegurando una recompensa
á los que las concedian? . ,
Las madres libertas no tenian herederos suyos. Sus hijos, conforme al de
recho antiguo, no eran obstáculo para el patrono. El senado-consulto Orphi-
ciano habla templado este rigor, y los emperadores cristianos lo dulcifica
ron mas y mas. Pero el patrono interpolaba sus derechos con los de los hi
jos, y Justiniano fué el que los eximió de esta concurrencia contraria á la
naturaleza.
En cuanto á foi esclavos, necesario es reconocer que m ninguna épo
ca, inclusa /a de Justiniano, tuvieron sucesion. En vano el cristianismo
triunfante babia Introducido el derecho natural en todas las instituciones,
pues cuando cile derecho trataba de llegar basta los esclavos, encontraba
baireras insuperables. A pesar délos consejos y de les esfuerzos de la religion,
se dejaba i estos desgraciados seres bajo el yugo de otro derecho que tam
bien se llamaba natural, y que solo merecia este nombre porque constituía
la norma de todos los animales. Grandes reformas había que llevar á cabo
para que este derecho fuese mas humano y llagase á ser completamente
cristiano. Esta vez quedó corto Justiniano. y sr sabe cuanto tiempo pasó
«nles que se realizase una revolu. ion tan grande. ■ ..
Los esclavos no sucedian; no tenian la propiedad en nada; todo loque
EH BL I)IíltHt.HO CIVIL I)K LOS «OMASOS. 255
■■^T
236 BE LA IRFLUEKCU DEL CRISTIAMSM0
Esta disertacion de un erudito del siglo XVII, ya un
poco olvidada hoy, no merecería sacarse del polvo si no
hiciese mas que expresar una opinion individual, Pero
desgraciadamente está en relacion con un sistema acre
ditado en una escuela que se llama esclusivamente clá
sica, porque se ha propuesto denigrar un príncipe del
Bajo Imperio para con los secuaces de los jurisconsultos
del siglo de los Antoninos fl). Esta escuela que ba hecho,
necesario es reconocerlo, grandes servicios á la literatura
del derecho , ha hecho mucho daño á la filosofía del
mismo; ha formado de la jurisprudencia de aquel siglo
(priviligiado por el gran número de sus hombres emi
nentes) un tipo, fuera del cual solo se encuentra la de
cadencia ; de suerte que, si fuera necesario creerla , es-
potáneamente colocarían el Código civil en lugar menos
preferente que las Instituías de Gayo, Asi cuando esta
escuela, tomando de Hotman algunas de sus diatribas (2J
(1) El gran Cujacio no ha caido en sus sistemáticas digresiones; ba hecho
el elogio de Triboniano sobre la ley I, C. comm. legat. et fidci., y ley úl
tima, C. de jure dotium: «Continet, dice hablando de esta última ley, mul
ata nova et perutilia. Tribonianus sane fuit maximu.t jurisconsultos, Btee
ttaus ei tripi non potosí, idqui monstraot leges quae ab eo edita; sunt sub
•nomini Justiniani. Nam plenissims sunt eruditionls etprudentice legiti-
tma\ Quamobren sum omnibus auctor, ut omnes Justiniani constitutiones
»perleganf, diiigenterque perscrutentur.»
(i) Véase su Anti-'Tribonien ó Discours sur Velude des {oís. «C'cst ia
MOgneure (dice hablando de las Pandectas), descoupure, et ramas de ees
•picces bigarrées, prises et eitraites des lirres et escrits de ees derniers ju-
•risconsultes gréco-latins... Or, dans tout ce ramas il ne nous a laisse aucum
•traite ou discours entiers, ains seulement des propos ronipus, mutiles, et
•reeueilüs par ci, par la..., sans aucuneliaison et íil continucl de dispute...
»5es propos s'entretiennent si mal et sont si Iron^onnés et interromput,
tqu'ils ressemblent plutót a des coqs d-l'asne, etc., etc..» (Cbap. XII). •
EN EL DESECHO CIVIL HE LOS ROMANOS. 237
le ha encaminado á la forma que los griegos poco hábiles
dieron al derecho, su triunfo ha sido completo. Pero
cuando de la forma ha pasado al fondo, y ha comparado
con el mismo espíritu de critica , las ideas tomadas en
su esencia, sus estravios han sido deplorables (1). Con
profunda conviccion lo he dicho : esta escuela ha sido
Despues de esto debo hacer observar que Hotman bá ido mucho mas lejos
que la escuela clasica. Porque si esta denigra a Justlniano y Triboniano,
admira al menos á los jurisconsultos del siglo de los Antoninoi. Pero Hot
man, en su mal humor, no escluye a ninguno. Su Anti-Triboniano es una
sátira virulenta que escribió en 1507, por consejo del canciller del Hopital,
para concluir con el estudio del derecho romano, y dirigir aquel hacia el
conocimiento de las. costumbres j las leyss francesas. Hotman le declaró la
guerra por completo al derecho romano, y es el jefe de los anti-romanis-
tas. Africano, Javoleno, Modestino, Ulpiano, nombres venerados por la es
cuela clásica, no son para él mas que unos extranjeios; griegos, sirios , afri
canos, -iqui, s'estant fourrés en la jurisprudence, se tont principalement
nettudiét á pineer, mordre et reprendre les escarts det anden)... tt tont
Men touvent ti empéchét á déclarer en bon latín ce qu'ils veulent diré,
aqu'il faut touvent en suppléer la moitié,» etc., etc. (c. XII).
El Anti-Triboniano ha sido escrito en francés. El odio de Hotman á
Cnjacio le ha Inspirado tanto como el deseo de agradar al Hopital. Es uu
libro curioso, de cuya falta se quejaba Gibbou con raxon, despues de haberlo
buscado (t. VIH, p. 181). Pero su picante estilo, no puede escusar el de
fecto de imparcialidad y de inteligencia histórica de su autor. El anli-Tribo-
nianlsmo de Hotman ha tenido numerosos partidarios en Alemania fUeinec-
cio, de tectd Tribon., t. III, p. 176).
(i) Cuando el presidente Favre, ardiente adversario de Triboniano, cre
yó haber sorprendido al consejero de JUstiniano en el delito de interpola
cion, escribió con indignacion: ¡Novurn Triboniani facinutll Alterar lis
obras de grandes escritores, como Papiniano, Paulo, Ulpiano, es, sin duda,
un alentado literario, y la historia del derecho puede ser desfigurada. Pero
toda vez que un método deplorable obligaba á Triboniano á servirse de sus
fragmentos, ¿no era necesario concordarlos, valiéndose de una jurispruden
cia nueva, superior á la que habían usado los intérpretes? (V no es mejor,
bajo este punto de vista, que los testos no fuesen tan puros y el derecho
mas equitativo? r '- i .
238 DE LA INFLUENCIA DEL CM8TIAMMI0
idólatra de la forma : ha retrogradado toda la distancia
que separa al cristianismo del paganismo; ha sido cul
pable para con la filosofía, la que sacrificó al arte; para
con la ciencia, á la que acusó de haber retrogradado.
Lo he domostrado, creo, con un ejemplo tomado de los
escritos de Paganini. ¡ Qué empresa mas desgraciada que
la de empeñarse en defender teóricamente el privilegio
contra el derecho comun! ¡Qué tésis mas falsa que la
que se propone demostrarnos en decadencia , con rela
cion á las leyes aristocráticas, una legislacion que pro
clama la igualdad de todos! ¡Qué pequenez la de un
escritor que se obstina en esplicar, por la debilidad de
un principe para con su esposa, no ya una ley capricho
sa y pasajera, sino la consagracion de un derecho madu
rado por las costumbres , y aceptado desde luego por los
pueblos mas adelantados en civilizacion! En fin, ¿qué
diremos de la obcecacion de un sábio que emplea todos
los medios que le sugiere su erudicion para colocar á
Justiniano en oposicion con la ley divina y cristiana,
cuando Justiniano no ha hecho mas que realizar los
grandes pensamientos del cristianismo?
¿Qué significa tan extraña equivocacion? Un mal
antiguo y señalado por nuestro sábio compañero, mon-
sieur Cousin, en sus lecciones de filosofía, á saber: que
muy pocos estudian el cristianismo, y muy pocos lo com
prenden (t). La filosofía cristiana, tan clara, tan sencilla,
tan brillante es menos conocida de los literatos y delos
hombres en general que la de muchos ilusos de la anti-
(1) T. I («.' tete), p. Si, corto de I8S9 i 1830.
m EL PKtlKCRO CIVIL DE LOS HOMAROS. 239
güedad. Ella es, sin embargo, la base de nuestra exis
tencia social ; ella nutre la raiz de nuestro derecho , y
vivimos mas aun por ella que por las ideas que se libra
ron de la ruina del mundo griego y del mundo romano.
Si esta memoria, cuya larga lectura ha oido con tanta
paciencia la Academia , ha conseguido hacer ver bajo
qué punto de vista el estudio de esta filosofía sublime se
liga al del derecho antiguo y moderno, y cómo el cris
tianismo csplica la superioridad de nuestras instituciones
civiles sobre las creaciones del mismo género debidas al
génio pagano, el autor habrá alcanzado un objeto que
cree útil. En su trabajo, á pesar de lo ligero que es,
encontrarán una gran deduccion los que sienten la ne
cesidad de amar su religion , su siglo , y las leyes da
su pais.
'
Fin.
y
índice de materias
,. i
PRIMERA PARTE.
;■,;..... •••..• *'**■
Cumtw.0 i.... Objeto de esta memoria I
Capitulo ti... Épocas que deben considerarse en la accion del cristia
nismo sobre el derecho.—Diversas opiniones acerca d« .
su influencia 6
Capitulo ni.. Espíritu del dereeho romano en su edad aristocrática. II
Cm•itu.o re... Edad filosófica del derecho romano.—Nacimiento del ele
mento cristiano, su combinacion con el derecho. . . 33
Capitulo t.... Época cristiana.—Constantino 74
Capitulo ti... Los sucesores de Constantino Si
Capitulo til. Justiniano 92
SEGUNDA PARTE.
Capitulo i.... Objeto de esta segunda parte 99
Capitulo n... De la esclavitud 10*
CAPrrulo ni.. Del matrimonio 114
Capitulo rr... Delas segundas nupcias 121
CAPrruLo t.... De los impedimentos por parentesco. 119
Capítulo ti... Del divorcio ■ .... 138
Caprulotu.. De la celebracion 1M
Capitulo tih. Del concubinato 160
Capitulo n... Del poder paterno 168
CAPrrulOi.... De la condicion de las mujeres 187
Capitulo*!... Sucesion ab intestrtto.—Conclusion 211
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BIBLIOTECA DE CATALUNYA
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