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laboral está exigiendo de los jóvenes profesionales actuaciones valiosas, inmediatas y efectivas para

responder a realidades cada vez más cambiantes. Esta necesidad ha hecho que la universidad despliegue
esfuerzos para investigar acerca de cómo se puede formar a los futuros profesionales con herramientas que
les permita versatilidad en sus diferentes actuaciones profesionales.
En este sentido, muchos han sido los esfuerzos para incorporar modernos modelos curriculares a la
universidad para evolucionar la tradicional forma de concebir al desarrollo curricular. Uno de estos modelos
bastante difundido es el “modelo curricular por competencias” o, como algunos teóricos le han llamado, la
“Formación basada en competencias”.
Originalmente concebido en el mundo laboral, técnico y operativo; el concepto de competencias ha ido
evolucionando desde su concepto más simple de “saber hacer algo en un contexto determinado”, hasta llegar
a conceptos que incluyen el “saberconocer” y “saber ser”. En realidad, la experiencia ha demostrado que el
término “competencia” no es propiedad ineludible de una sola actividad laboral o una simple práctica manual;
sino que es inherente a la actuación humana en todas sus facetas y a lo largo de su vida. Dicho de otra forma,
las “competencias” son las actuaciones mismas que una persona despliega para solucionar sus dificultades,
ya sea de trabajo, personales o emocionales.
Dado este análisis conceptual, la Escuela Militar de Ingeniería (EMI) rescata las prácticas anteriores de este
modelo para redefinirlo conceptual y operativamente a su contexto institucional; de manera tal que la mejora
de la calidad formativa de los profesionales ingenieros sea el centro de auténticas y profundas reformas en las
prácticas de desarrollo curricular de cara al siglo XXI.
En este sentido, la EMI asume conceptualmente a la “Competencia Profesional” del recién titulado, como “la
actuación valiosa, no costosa, e integradora; que una persona demuestra en desempeños que responden;
con criterios técnicos, científicos, sociales y humanos; a necesidades generales emergentes en un campo
profesional”.
Por ello, las competencias son más que simples “saberes” disgregados en dimensiones cognitivas,
procedimentales y actitudinales de manera nominal en la currícula. Para La EMI, son constructos
comportamentales integradores de actitudes de responsabilidad social, ambiental, personal y
profesional, a través de la correcta e idónea práctica de los conocimientos científicos desarrollados
en otros contextos y su correspondiente adaptación al contexto nacional. Esta concepción teórica,
ha permitido establecer una estructura de desarrollo curricular que defina claramente aquello que
el sujeto de formación debe lograr “llegar a ser” después de procesos deliberados y planificados
de formación. Esta visión de formación se encuentra plasmada en lo que hemos denominado
“Mapa competencial profesional”, que describe con claridad y de manera concreta, todas las
competencias que debe desarrollar un sujeto para ganarse el título académico y social de
“Ingeniero”.

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