Вы находитесь на странице: 1из 395

El Colegio de Michoacán

Centro de Estudios Históricos

Doctorado en Historia

Los tenientes de justicia en la administración provincial


novohispana: Michoacán, 1715- 1810.

Tesis que para optar por el grado de Doctora en Historia

Presenta
María Carmen Alonso Núñez

Director de tesis
Dr. Rafael Diego-Fernández Sotelo

Zamora, Michoacán, Febrero 9 de 2017.


ÍNDICE
Agradecimientos 6
Introducción 8
Objetivos 17
Hipótesis 18
Balance historiográfico 20
Fuentes documentales 28
Estructura de la investigación 29

Capítulo I. Los tenientes en el andamiaje de la


administración novohispana
1.1 Los tenientes en la legislación castellana 32
1.2 La legislación indiana 36
1.3 Los auxiliares de los alcaldes mayores 37
1.4 El teniente de gobernador 39
1.5 Teniente de rey 41
1.6 Tenientes generales 46
1. Tenientes particulares, comisarios recaudadores de tributo 54
o cabos comisarios

Capítulo II. El gobierno de los alcaldes mayores y sus


tenientes
2.1 Estado de las alcaldías mayores y sus tenientazgos 64
2.2 Los tenientazgos en la provincia de Michoacán 73
2.3 Contener el ausentismo de los alcaldes mayores 97
2.4 La venta de las varas de teniente 102
2.5 Salarios de los corregidores y alcaldes mayores 113
2.6 El abuso en el nombramiento de los tenientes de alcalde 117
mayor
2.7 Remoción de los tenientes de alcalde mayor 124
2.8 Perfil socioeconómico de los tenientes 128

Capítulo III. Empleados locales al servicio del rey


3.1 La administración de justicia 135
a) Justicia civil 135
b) Justicia criminal 143
c) Exterminar los vicios 146
d) Reguardo y conducción de reos 149
3.2 Gobierno 152
a) El cabildo y los tenientes generales 152
3.3 Real Hacienda: agentes del fisco 157
a) Las Alcabalas 157
b) La recaudación de tributos 160
3.4 Recusación a los tenientes 171
3.5 Los pueblos de indios y los tenientes 172
3.6 Alcaldes mayores y tenientes como juez de minas 179
3.7 Delimitación de competencia: Tribunal de la Acordada 182

Capítulo IV. Los tenientes de subdelegado frente al


reformismo borbónico
4.1 La ordenanza de intendentes: subdelegaciones y 191
tenientazgos
4.2 Las atribuciones de los subdelegados y tenientes 204
4.3 Restablecimiento de los tenientes 210
4.4 Los subdelegados y los tenientes “parientes” 221
4.5 Alcaldes ordinarios y encargados de justicia 224
4.6 Delegación de la jurisdicción 230
4.7 Destitución de los tenientes de subdelegado 234
4.8 Tentativas de reformar la ordenanza de 1786 240
4.9 Los salarios de los subdelegados y sus tenientes 242
4.10 Atisbos de la generación de una burocracia local 250

Capítulo V. Los tenientes con los ministros de lo


sagrado
5.1 Las dos esferas de la administración 259
5.2 Mal ministerio y conflictos 270
5.3 Refugio en sagrado 275
5.4 Fuero mixto 280
5.5 El intendente en defensa de la jurisdicción real 284
5.6 En cumplimiento de la última voluntad 287

Capítulo VI. Interrelación de los tenientes con los


diferentes sectores sociales

6.1 Los tenientes y los indios 295


6.2 Ultrajes a la real justicia 302
6.3 Relación de los tenientes con los españoles 306
6.4 Abusos de los tenientes de justicia 311
6.5 El repartimiento de mercancía 314
6.6 Los últimos años de los tenientes 324

Conclusiones 328

Anexos
I. Nombramiento de teniente de Pátzcuaro, jurisdicción de
la alcaldía mayor de Valladolid, 14 de octubre de 1768 334
II. Real cédula para que los corregidores y justicias residan
en los pueblos principales, y cabeceras de sus jurisdicciones
y no puedan ausentarse de ellos sin su licencia con causa
precisa y limitación de tiempo 338
III. Pedimento del Fiscal Ramón Posada a la Audiencia de
México sobre que cese la venta de varas en de tenientes 343
IV. Bando del Fiscal de la real Audiencia Ramón de Posadas
y Soto 347
V. Representación de la Audiencia de México al Consejo de
Indias sobre la contravención de los intendentes y
subdelegados al artículo 12 de la real ordenanza de 350
intendentes
VI. Circular del intendente de México para el nombramiento
de tenientes (1807) 364
VII. Convenio entre el subdelegado de Ario, capitán don
Antonio Cruzado y su teniente general José María Mercado 367
VIII. Tenientes generales y particulares de alcalde mayor,
1700-1787. 369

Fuentes 382
Bibliografía 383
Índice de cuadros 395
“Dentro de su distrito en los diferentes pueblos, salvo en el de
su residencia, los corregidores o alcaldes mayores podían
poner con licencia de los virreyes delegados suyos, que
recibieron la denominación de tenientes de corregidor o de
alcalde mayor. Estos oficiales tuvieron una gran importancia
en la Nueva España, por haber ejercido de hecho los poderes
de sus mandantes y haber sido las autoridades que, como tales,
más se relacionaron con los indios y las personas humildes”.

José Miranda, Las ideasy las instituciones, 1978, p. 124.


Agradecimientos

Los proyectos que se emprenden no serían posible sin el apoyo tanto de instituciones y de
todos aquellos que de forma directa e indirecta intervienen en ello. En ese tenor quiero
agradecer, en primer lugar, al Centro de Estudios Históricos de El Colegio de Michoacán y a
la planta de profesores por la oportunidad de continuar con mi formación académica en esta
prestigiosa institución y la beca que me proporcionaron en la última etapa del programa de
Doctorado en Historia de octubre de 2015 a diciembre de 2016, apoyo que posibilitó que
concluyera este proyecto. También quiero expresar mi agradecimiento al Consejo Nacional
de Ciencia y Tecnología (CONACyT) por la beca que me otorgó durante los primeros cuatro
años del doctorado, octubre del 2011 a septiembre de 2015, y por el apoyo adicional de la
Beca mixta que me permitió realizar una estancia de investigación en la Escuela de Estudios
Hispanoamericanos de Sevilla y con ello ampliar la búsqueda de información en el Archivo
General de Indias, en la Biblioteca Nacional de Madrid y acercarme al Archivo Histórico
Nacional de Madrid.
De las personas que directamente estuvieron involucradas en la materialización de
este proyecto que inició originalmente como una idea a vaces no tan clara, ya que se pretendía
abordar un tema novedoso y que historiográficamente no había sido suficientemente
estudiado, es por eso que agradezco a mi director de tesis, Dr. Rafael Diego Fernández Sotelo,
por aceptar con entusiasmo la dirección de la tesis, y por la paciencia que ha tenido en la
orientación de este trabajo que a lo largo de su desarrollo fue sufriendo modificaciones
sustanciales en las que su orientación y recoemendaciones fueron fundamentales.
De igual manera agradezco a mis lectores a la Dra. Martha Terán que en cada uno de
los avances de investigación realizó comentarios sugerentes que me invitaron a la búsqueda
de más información, de fuentes y también a la reflexión sobre la mejor forma en que se podían
abordar los temas, de igual manera agradezco el entusiamo con el que acogió la invitación a
acompañarnos en este proyecto. Mi agradecimiento al Dr. Luis Alberto Arrioja Díaz Viruell
que con sus comentarios siempre me invito a reflexionar sobre diversos aspectos que se
podían a bordar a través de la documentación consultada. Al Dr. José Luis Alcauter Guzmán,
quien siempre realizó valiosas sugerencias y comentarios sobre el tema debido a la cercanía
temporal y espacial entre las temáticas que aborda y el tema que en esta ocasión presentamos,
de igual manera quiero expresar mi agradecimiento por la disposicicón que siempre mostró
cuando se solicitó apoyo técnico.
Dedico también unas líneas para agradecerle al Dr. José Jesús Hernández Palomo de
la Escuela de Estudios Hispano-Americanos de Sevilla, por la disposición y apoyo que
manifestó durante los tres meses que duró mi estancia de investigación en esa institución.
Así mismo, quiero manifestar mi agradecimiento al Dr. José Gerardo Tinoco Ruíz,
rector de la Universidad Abierta y a Distancia de México y a la Dra. Gabriela Ruíz de la Torre,

6
Directora de la División de Investigación y Posgrado por la oportunidad y confianza que me
han brindado para formar parte de esta noble institución, justo en el momento en que estaba
por concluir el doctorado.
Agradezco a la familia que siempre está presente en mis planes y proyectos a mis
padres Nicolás Alonso Morán y María Núñez Orozco, mis hermanos Sabás, Rosa, Candelaria,
Juan, Nicolás y Guadalupe. Y al igual que a la familia no puedo dejar de mencionar a los
amigos que sin proponérselo terminan acompañandome y viviendo de cerca los procesos
académicos. Mi agradecimiento a los amigos de la Facultad de Historia de la Universidad
Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, en primer lugar, quiero hacer mención especial de mi
amiga y colega María Concepción Gavira Márquez, que a lo largo de varios años ha seguido
con interés, de forma directa e indirecta, mi formación académica y con quien compartimos
proyectos académicos. A Tzutzuki Heredia Pacheco, Rebeca Ballín Rodríguez, Carlos
Domingo Méndez Moreno y José Manuel Morales Palomares con quienes he tendio la
oportunidad de entablar una bonita amistad y coincidir como compañeros de trabajo. A los
amigos que forman parte de mi vida Yolanda Rodríguez Martínez, Silvia Rodríguez Martínez,
Alicia Villalón y a sus hijos, Rosa y Gonzalo, Adriana Nava y Guadalupe Chuela Bonaparte.
Finalmente, pero no por ello menos importantes quiero expresar mi agradecimiento
al personal de los archivos y bibliotecas que amablemente pusieron a mi disposición el
material que precisé para darle sustento a la tesis, un trabajo que no hubiera sido posible sin
su colaboración y atenciones. Agradezco al personal del Archivo General de la Nación
(AGN), Archivo Histórico Municipal de Morelia (AHMM), Archivo Histórico Casa de
Morelos (AHCM), Archivo Histórico Municipal de Pátzcuaro (AHMP), Archivo Municipal
de Quiroga (AMQ), Archivo General de Indias (AGI), Biblioteca Nacional de Madrid. Al
personal de la Biblioteca Luis González y Gonzáles de El Colegio de Michoacán quienes
siempre estuvieron dispuestos a apoyar con amabilidad: Isabel, Hemeterio, Lupita y Aidé.
También agradezco a los amigos de la biblioteca de la Facultad de Historia de la Universidad
Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, quiénes me apoyaron con los materiales que les
solicitaba y me brindaron su amistad, Gustavo Rodríguez, Anita Vargas y Laurita García.
Antes de concluir quiero expresar que las omisiones, defectos y limitaciones que el
lector encuentre en el texto que ahora tiene en sus manos es sólo responsabilidad de quien
escribe estas líneas.

7
Introducción

La monarquía española tuvo la capacidad de implementar una compleja estructura


administrativa en los dominios americanos que le permitió gobernar a sus súbditos y
posesiones, si no de manera eficaz como era su objetivo, por lo menos logró mantenerlos
bajo el control imperial, y sobre todo velar por los intereses reales. La experiencia política
castellana se tomó como base y diseño de las instituciones provinciales y locales que
paulatinamente dieron forma al gobierno de los reinos americanos. El nombramiento de
jueces reales obedeció a una necesidad, primeramente del avance de la conquista militar, pero
conforme se afianzó la presencia de los españoles en cada una de las provincias se designaron
jueces reales que se encargaron de la administración de justicia y el buen gobierno. El
nombramiento de adelantados, gobernadores, corregidores, alcaldes mayores y tenientes, así
como el establecimiento de ayuntamientos y las repúblicas de indios se fueron configurando
de manera gradual. Woodrow Borah y Peter Gerhard muestran cómo la reconfiguración de
las jurisdicciones político administrativas tomaron forma a través de un largo proceso de
reacomodo en el que se fueron incorporando los corregimientos a las alcaldías mayores, con
lo que se establecieron “circunscripciones más compactas” en el sentido de que las alcaldías
se constituyeron por excelencia en las entidades jurisdiccionales del gobierno provincial, lo
cual prevaleció hasta la implementación del régimen de intendencias y subdelegaciones.1
Aunque también es necesario señalar que este fenómeno no sólo fue privativo de los siglos
XVI y XVII, ya que en menor medida en el siglo XVIII también se percibe este tipo de
reacomodos jurisdiccionales.
Los corregidores y alcaldes mayores tuvieron como finalidad tomar en sus manos la
administración provincial en cada uno de los reinos, por lo que su presencia le restó poder
político a los encomenderos, quienes se vieron subordinados a la autoridad de estos oficiales
reales, que en cierto modo limitaron la libertad con la que actuaban.2Pues los alcaldes mayores
poco a poco fueron ganando presencia y ampliaron sus facultades en las cuatro causas:
gobierno, justicia, guerra y hacienda.
La categoría e importancia de estas circunscripciones estuvo determinada en buena
medida por la calidad de los recursos naturales que cada una de ella tenía (las tierras y los
minerales), el tipo de producción y el número de pueblos de indios y la cantidad de población.
Por tanto, la extensión territorial de las alcaldías mayores fue otro de los aspectos
fundamentales a los que se tuvieron que enfrentar los alcaldes mayores, pues a mayor
extensión territorial menor era la capacidad que tenían de ejercer sus funciones de gobierno,
de administrar justicia y mantener en orden y paz a la población y evitar que se cometieran
toda serie de delitos, ya que el alcalde mayor residía en el pueblo cabecera de su jurisdicción.
Las alcaldías mayores fueron divididas en circunscripciones o partidos más pequeños que
quedaron bajo la supervisión de un encargado de justicia que recibió el nombre de teniente,

1 BORAH, Woodrow, "El Desarrollo de las provincias coloniales", en BORAH, Woodrow, El gobierno
provincial en la Nueva España, México, Universidad Autónoma de México, 1985, p. 34. GERHARD, Peter,
Geografía Histórica de la Nueva España, 1519-1821, México, Universidad Autónoma de México, 1986.
2 RUIZ MEDRANO, Ethelia, Gobierno y sociedad en Nueva España: Segunda Audiencia y Antonio de
Mendoza, Zamora, Gobierno del Estado de Michoacán, El Colegio de Michoacán, 1991, pp. 69-80.

8
Introducción

al cual se le delegaban las funciones y atribuciones del alcalde para que administrara justicia
en el tenientazgo. En América la presencia de los tenientes se fue consolidando conforme
avanzó el proceso de afianzamiento del aparato institucional (1570-1580), por lo que según
datos que aportan Miguel Ángel Romero de Solís, Woodrow, Borah y Guillermo Lohmann,
en la segunda mitad del siglo XVI se observa sistemáticamente la participación de estos
funcionarios en la estructura del gobierno provincial.
Consideramos que los procesos de la historia institucional los podemos abordar a
partir de diferentes dimensiones a través de las cuales José Miranda dividió el sistema de las
instituciones políticas novohispanas: primeramente por un dispositivo central-peninsular (rey
y sus secretarios y el Consejo de Indias); en segundo lugar, por un dispositivo central
novohispano (virrey y la Audiencia); en tercer lugar, ubica el dispositivo provincial y distrital
(gobernadores, corregidores y alcaldes mayores); y finalmente el dispositivo local (cabildo y
sus oficiales),3 que obviamente se entrelaza con las dos anteriores dentro del cual toma
sentido, pero que le permite al observador tener un acercamiento más directo con los actores,
con los hombres que actúan de diferente manera en las diversas estructuras gubernamentales
e institucionales. Los tenientes de justicia fueron el último peldaño del gobierno del rey, y por
tanto estuvieron directamente subordinados a los corregidores, alcaldes mayores,
gobernadores y más tarde a los subdelegados, por lo que su esfera de acción estaba en el nivel
local, en el mismo plano de los alcaldes ordinarios, regidores y de los oficiales de la república

3 MIRANDA, José, Las ideas y las instituciones políticas mexicanas, primera parte 1521- 1820, México,
Universidad Nacional Autónoma de México, 1978, pp. 101-133.

9
Introducción

Las instituciones locales como los ayuntamientos, las repúblicas de indios y los
tenientazgos, posibilitan palpar los diferentes ritmos del devenir de la sociedad, sus conflictos
y tensiones que marcaron la dinámica de los habitantes del lugar y el papel que desempeñaron
las autoridades en los diferentes procesos sociales. En ese plano de las autoridades locales es
que nos planteamos analizar la forma en que operaban los auxiliares de los alcaldes mayores,
y la manera en que se fueron redefiniendo sus esferas de poder, pues al plantear la
reconfiguración de espacios o la delimitación territorial es pensar los espacios de poder, como
afirma Antonio Manuel Hespanha, ya que a través de éstos se articulan las instituciones
gubernamentales para ejercer domino sobre los hombres que lo habitan.4
Nos interesa detenernos de manera particular en la figura del teniente de justicia en
su carácter de auxiliar de los alcaldes mayores y corregidores, que actuaba bajo una delegación
de potestad sobre un espacio denominado tenientazgo, el cual se conformó en función del
número de pueblos. Éstos se constituyeron en la expresión más clara de la representación de
autoridad real local, que tuvo la capacidad de extender la presencia de la autoridad a los lugares
más recónditos de las provincias y a los cuales difícilmente tendría acceso el alcalde mayor y
corregidor de forma continua.
El teniente por tanto fue la autoridad más cercana a la población, como ya lo había
enunciado José Miranda, en términos reales se constituyó por antonomasia en el brazo
ejecutor de las disposiciones reales, el que directamente ponía en marcha cada una de las
ordenanzas y mandamientos para mejorar e innovar el sistema administrativo, cuidaba del
buen orden y vigilaba que se respetaran las leyes. Debido a la importancia de estos auxiliares
Jerónimo Castillo de Bobadilla en el sumario del capítulo doce de su Política para corregidores,
aseveraba que “El buen teniente de corregidor es el fundamento para el oficio, como la base
de la columna para el edificio”,5 dentro de la maquinaria estatal fue una pieza clave que
posibilitó mantener el orden y representar la autoridad de los jueces que normalmente residían
en las cabeceras de las jurisdicciones. Por tanto, no cualquier persona podía ocupar estos
cargos pues se requería de hombres dignos de virtud, de buenas costumbres, “de ciencia y
experiencia”, como los caracteriza Bobadilla, ya que directamente representaban a los
corregidores, y en ese sentido se buscaba que los delegados tuvieran las mismas cualidades
que el corregidor. Por ende, las malas acciones de sus auxiliares inmediatamente incidía en el
titular, ya que él había confiado sus responsabilidades en otro individuo, por tanto había una
corresponsabilidad.
En el desarrollo de esta investigación primordialmente nuestra atención se centró en
las diez alcaldías mayores que más tarde conformaron la intendencia de Valladolid. Sin
embargo aunque le otorgamos mayor prominencia a este espacio, de forma simultánea se fue
tomando información de otras jurisdicciones que nos permitieron tener una visión más
amplia del sistema de tenientazgos. Al ampliar justamente nuestra perspectiva de análisis nos
dio la pauta para insertar nuestro objeto de estudio a las discusiones que se dieron en torno a
la aplicación de las reformas borbónicas, y en específico de la ordenanza de intendentes y que

4 HESPANHA, António M, Vísperas del Leviatán. Instituciones y poder político (Portugal, siglo XVII), Madrid,
Taurus, 1989, p. 76.
5 CASTILLO DE BOBADILLA, Jerónimo, Política para corregidores, y señores de vasallos, en tiempo de paz, y
de guerra, y para prelados en lo espiritual y temporal entre legos, jueces de comisión, regidores, abogados,
y otros oficiales públicos: y de las jurisdicciones, preeminencias, residencias, y salarios de ellos: y de lo
tocante a las órdenes y caballeros de ellas, T. I, Madrid, Imprenta real de la Gazeta, 1775. p. 150-151.

10
Introducción

de manera directa incidían en los tenientes, como la aplicación de los artículos 11 y 12, por
mencionar los más importantes para los fines de esta investigación.
De este conjunto de alcaldías mayores la de Valladolid fue la que tuvo un mayor
número de tenientes, después le seguía la de Zitácuaro en la que su alcalde mayor nombraba
un número considerable de auxiliares. En la primera mitad del siglo XVIII, de acuerdo con
los datos que proporciona Villaseñor y que también recoge Luise Enkerlin, la alcaldía de
Valladolid se encontraba dividida en 14 tenientazgos,6 mientras que en la segunda mitad de la
misma centuria se percibió un importante incremento en el número de encargados de justicia,
lo cual nos lleva a suponer que en la medida que avanzó el siglo XVIII y hubo un incremento
considerable de la población en los diversos pueblos, en consecuencia se dio la dispersión de
la población en pequeños asentamientos o rancherías. El aumento de la población dispersa a
lo largo y ancho de las alcaldías mayores, en ese tenor se precisó de la presencia de más
tenientes que cuidaran del orden y vigilaran la recaudación de las contribuciones fiscales,
como el tributo y la alcabala.
Aunque se puede considerar que los auxiliares subalternos de las autoridades
provinciales eran de menor rango, también formaban parte de la estructura del gobierno
colonial por lo que se encontraban jurídicamente reconocidos en la legislación castellana e
indiana, la Corona estaba consciente de la importancia de estos auxiliares en la administración
de justicia. Los ministros hicieron hincapié en la necesidad de que los tenientes al igual que
las demás autoridades respetaran las leyes vigentes, pero sobre todo que no cometieran abusos
en contra de la población. Así como se implementó una serie de disposiciones para regular el
funcionamiento de los alcaldes mayores, y de igual manera en Nueva España se emitieron
reales ordenanzas en 1621, 1632 y 1638 que tenían como finalidad poner en claro las
condiciones en que se podía nombrar a los tenientes, en las cuales se insistía mucho en que
los alcaldes y corregidores eran los que debían hacer los nombramientos de los tenientes y no
los virreyes, como muchas veces pretendieron.7
Los tenientes atendían todos los asuntos del gobierno, sin embargo se podría decir
que su principal función era administrativa y judicial. El teniente despachaba los asuntos
judiciales y de hacienda como el cobro de tributo, levantamiento del padrón de las tiendas y
litigios por tierras. Como juez receptor actuaba en la compraventa de bienes, tierras y esclavos,
entre otros, escrituras de obligaciones, otorgamiento de poderes y recibía los informes y
diligencias criminales.8 Los tenientes de alcalde mayor inicialmente se decía que serían
nombrados “por ausencia o enfermedad” del alcalde mayor. Si bien el nombramiento de
tenientes se había pensado como auxiliares ocasionales y temporales que serían designados
en momentos específicos, en la medida que se consolidó el aparato administrativo del imperio
español en los reinos americanos estos cargos se fueron haciendo permanentes y necesarios,
por lo que formaron parte de la estructura política del gobierno provincial.

6 ENKERLIN PAWELLS, Luise Margaret, Ciudad, haciendas y pueblos. En la ribera sur del lago de Pátzcuaro,
durante la primera mitad del siglo XVIII, Tesis de Maestría, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1996, p. 237.
7 BORAH, Woodrow, "Los auxiliares del gobernador provincial", en BORAH, Woodrow, El gobierno
provincial, p. 56-57.
8 BECERRA JIMENEZ, Celina Guadalupe, "Oficios de justicia en una sociedad Ganadera, de la Nueva Galicia.
Santa María de los Lagos. 1563-1750", Tesis de doctorado en Ciencias Sociales, Zamora, El Colegio de
Michoacán, 2004, pp. 356-358.

11
Introducción

Los tenientes de justicia gozaban de una jurisdicción delegada a diferencia de los


alcaldes mayores y corregidores, los cuales contaban con la jurisdicción ordinaria. La
delegación de la potestad y jurisdicción está presente en el sistema administrativo del imperio
español desde la Baja Edad Media, incluso jurídicamente se podría decir que la delegación de
la potestad estaba legitimada en las Partidas de Alfonso el Sabio. José María García Marín
señala que la diferencia en estas dos formas de otorgar el poder real estriba en que “la
jurisdicción ordinaria es permanente, por derecho propio —mientras que la delegada “se ejerce
por beneficio ajeno”- por lo que es “revocable y temporal”, por tanto el tiempo que los
tenientes ejercían sus empleos estaba determinado por las circunstancias que llevaron al titular
de la potestad a encomendar de manera parcial o total el uso de las facultades con que se
encontraba revestido el alcalde mayor.9 En función del planteamiento de José María García
Marín es que toma importancia la definición de teniente, y según el Diccionario de autoridades se
define al teniente como “el que ocupa y ejerce el cargo, o ministerio de otro, y es como
substituto suyo”. 10 Es por eso que los tenientes representaban la autoridad de sus superiores
en cada uno de los tenientazgos.
La medida que se había tomado de que el virrey aprobara los nombramientos que los
alcaldes mayores hacían en sus tenientes en parte buscaba que los alcaldes mayores no se
beneficiaran económicamente a través de estos cargos, es decir que no los vendieran ni que
percibieran parte de los derechos judiciales que estos auxiliares obtenían por los litigios que
atendían en sus partidos. Al igual que el resto de los oficiales reales, en la Recopilaáón de Leyes
de Indias los tenientes tenían una serie de prohibiciones de carácter económicas que debían
cumplir para ocupar los cargos de encargados de justicia, no obstante la legislación se
estrellaba contra la realidad. A consecuencia de la falta de salario para los alcaldes mayores,
situación que prevaleció con los subdelegados, lo que difícilmente sería resulto para estos
funcionarios menores, quienes al ejercer dicho cargo debían contar con los recursos
necesarios para solventar sus necesidades, las de su familia y también derogar los gastos que
implicaba ejercer el empleo de teniente. Tanto los Austrias como los Borbones se
preocuparon de que no se lucrara con la venta de los cargos como el de teniente. En este
sentido, es pertinente aclarar que la Corona se oponía a la venta o transferencia que los
particulares (como los alcaldes mayores) podían hacer de los cargos, más no a los que hacía
directamente la Corona, ya que éstos estaban permitidos,- según los denomina Tomás y
Valiente-, de los oficios de “pluma, de poder y de dineros”11 pero no los de justicia por las
implicaciones que ello tenía en el desempeño del buen gobierno.
La metrópoli siempre se enfrentó a la disyuntiva de evitar la venta y beneficio de los
cargos públicos, y cómo evitarlo si el simple hecho del oficio llevaba consigo el peso cultural
del beneficio, es decir la administración se desenvolvía y no se entendía sin el binomio oficio-
beneficio. Existen diversos indicios de que los alcaldes se beneficiaban de los tenientazgos a
través de las ventas, tal y como lo denunciaban los vecinos de la alcaldía de Maravatío o en
Aguascalientes.12 Felipe Castro plantea que “los corregidores, los alcaldes mayores y tenientes

9 GARCÍA MARÍN, José María, El oficio púbico en Castilla durante la Baja Edad Media, Madrid, España,
Instituto Nacional de Administración Pública, p. 39.
10 Diccionario de autoridades, Real Academia Española, Madrid, Editorial Gredos, S. A., 1969, p. 249.
11 TOMÁS Y VALIENTE, Francisco, "oficios, p. 158
12 ROJAS, Beatriz, Las instituciones de gobierno y la élite local. Aguascalientes del siglo XVII hasta la
independencia, Zamora, El Colegio de Michoacán, Instituto Mora, 1998, p.199.

12
Introducción

consideraban que el puesto les daba derecho a enriquecerse a costa de los indios”.13 Los
abusos sistemáticos de los tenientes en contra de la población, al igual que las exigencias
desmedidas, llevaron a que constantemente se denunciara los excesos que cometían los
encargados de justicia. Castro afirma que en la provincia de Michoacán había un rechazo
generalizado hacia los tenientes, por lo que se prefería que los alcaldes mayores administraran
justicia directamente. Sin embargo, consideramos que no se puede generalizar esa visión, sino
más bien se debe analizar con más detenimiento los momentos en los cuáles se observa el
rechazo a la intervención de los tenientes en los asuntos de justicia, ya que en los momentos
de tensión se develaban los vínculos de los tenientes con las élites locales o las fricciones entre
los diversos grupos, que de ser así seguramente se temía que los encargados de justicia
inclinaran la balanza a su conveniencia. En todo caso sería conveniente explicar si durante el
siglo XVIII se observa un cambio en la percepción que se tenía del teniente de justicia, sin
tomar solamente una visión fatalista de este auxiliar. Así como existe una visión negativa del
desempeño de los tenientes en la última parte de la investigación se encontrará que el
desempeño de los tenientes también se enfrentaron a la desobediencia y resistencia colectiva
e individual, por tanto su posición de teniente no lo mantuvo al margen de ese tipo de
tensiones ni tampoco se puede considerar que ejercía un poder supremo, pues no hay que
olvidar que estaba inmediatamente subordinado a los alcaldes mayores y corregidores. Los
tenientes eran los ojos y los brazos de los alcaldes mayores pero no por eso podían actuar
como quisieran, ya que podían ser inmediatamente destituidos.
En 1783 el ministro de la Real Hacienda, Ramón de Posada y Soto, presentó un
interesante proyecto que tenía como objetivo acabar con los abusos y transgresiones en las
que incurrían los alcaldes mayores.14 En dicha propuesta los tenientes ocupaban un lugar
preponderante ya que se hacía alusión a los pagos que realizaban a los alcaldes mayores para
obtener su nombramiento, lo cual los llevaba a cometer abusos en contra de la población con
la finalidad de recuperar su inversión. Otro de los aspectos que nos parecer interesante, es
que se insistía en la necesidad de que no se nombraran tenientes originarios del partido en el
que fueran a ejercer el cargo, lo cual difícilmente se cumplió por la complejidad del mismo
sistema de gobierno y la forma en que estos hombres accedían a ocupar dichos cargos.
Los tenientes, al contrario de las disposiciones jurídicas, formaban parte de los grupos
locales donde ejercían sus funciones y regularmente eran hacendados, comerciantes, tenderos,
y muchos de ellos miembros de los ayuntamientos, por tanto sus acciones no pueden
entenderse sin la correcta inserción dentro de las estructuras locales, no sólo como encargados
de justicia sino como parte de los grupos económicos y desde los diversos cargos
administrativos que ocupaban velaban por sus intereses. Por tanto, a los tenientes no los
podemos percibir como entes aislados del entramado político, económico y social, sino al
contrario, en lugar de restarles importancia por considerarlos funcionarios menores por estar
en el último peldaño de la administración provincial, debemos justipreciar su presencia, como
auxiliares del alcalde mayor, pero finalmente fue el que tuvo el mejor conocimiento de la
dinámica social, y la información necesaria que quizá muchas veces utilizó en su beneficio y

13 CASTRO GUTIÉRREZ, Felipe, Los Tarascos y el imperio español, 1600-1740, Morelia, Universidad Nacional
Autónoma de México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2004, p. 183.
14 RODRÍGUEZ GARCÍA, Vicente, El fiscal de Real Hacienda en Nueva España (Don Ramón de Posada y Soto,
1781-1793), Sevilla, Secretaría de Publicaciones de la Universidad de Oviedo, 1985, pp. 181-184.

13
Introducción

que le permitió tener mejor control sobre la población. Los alcaldes mayores formaron redes
de tenientes dispersos por la amplia jurisdicción para administrar cada uno de los territorios,
que escapaban a su autoridad por la distancia que separaba a la cabecera de la alcaldía del
resto de los pueblos. Así mismo es necesario que se reflexione sobre los medios bajo los
cuales estos funcionarios subalternos formaban parte de las redes sociales, económicas, de
compadrazgo y clientelares en las que estaban inmersos.
El segundo momento que consideramos fundamental en el desarrollo de esta
investigación es a partir de 1786 con el establecimiento de la Ordenanza de intendentes, pues
con la finalidad observar si los cambios político-administrativos que se implementaron con
los borbones trastocó el desempeño de los tenientes se ha determinado tomar como elemento
coyuntural o de quiebre la transición de las alcaldías mayores a subdelegaciones.15 El
establecimiento de las intendencias y subdelegaciones nos ponen frente a una complejidad
mayor con el tema de los tenientazgos, no sólo porque en la real ordenanza de intendentes se
establecía su derogación, sino porque la discusión se amplía de forma interesante a aspectos
que no sólo tocan el nombramiento de tenientes, sino que trastocan directamente a los
subdelegados sobre la facultad que tenían para hacer los nombramientos y el problema de la
jurisdicción. En el desarrollo de la investigación, y especialmente en la parte que toca a los
subdelegados, quedó en evidencia que en la medida en que los subdelegados ampliaron sus
atribuciones los tenientes también, pues al igual que los alcaldes mayores, éstos delegaron la
mayor parte de sus facultades en los encargados de justicia. Consideramos que el sistema de
los tenientazgos había adquirido un fuerte arraigo, a pesar de que en reiteradas ocasiones se
había prohibido el nombramiento de funcionarios subalternos como establecía la Real
Ordenanza de Intendentes (1786), y más tarde se volvía sobre el mismo punto con la
promulgación de la Constitución de Cádiz de 1812. No obstante, en 1791 se restableció el
nombramiento de los tenientes de justicia, ya que se consideraba que eran necesarios para
llevar a buen término el gobierno de las distintas jurisdicciones, lo cual llevó a revocar la
prohibición. Formalmente se habla de un restablecimiento del nombramiento de los
tenientes, pero en términos reales éstos en ningún momento dejaron de estar vigentes.
A lo largo de la investigación tendremos presente la distribución de los tenientazgos
en las diez alcaldías mayores que conformaban la provincia de Michoacán, y advertir si con la
aplicación de la Ordenanza de Intendentes y demás ordenamientos jurídicos se trastocaron
las funciones y prácticas de los tenientes. De igual manera se analizará si se dio una ampliación
o reducción en el número de tenientazgos, primero con el establecimiento de las 29
subdelegaciones que integraron la intendencia de Valladolid, sin perder de vista las
modificaciones jurisdiccionales de principios del siglo XIX, que llevaron a la reducción del
número de subdelegaciones que se habían establecido inicialmente.16
En ese tenor nos interesa analizar la forma en que los tenientes de justicia se
vincularon con los alcaldes mayores, y posteriormente con los subdelegados, con los

15 Real ordenanza para el establecimiento e instrucción de intendentes de ejército y provincia en el reino


de la Nueva España 1786, [Introducción de Ricardo Rees Jones], México, Universidad Nacional Autónoma
de México, 1984.c
16 FRANCO CÁCERES, Iván, La intendencia de Valladolid de Michoacán: 1786-1809, México, Instituto
Michoacano de Cultura, México, FCE, 2001. ALCAUTER GUZMÁN, José Luis, Régimen de subdelegaciones
en la América Borbónica. Autoridades intermedias en transición, Valladolid de Michoacán, Tesis de
doctorado, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2012.

14
Introducción

comerciantes, los hacendados, párrocos, alcaldes de la Santa Hermandad, los alguaciles, los
gobernadores y oficiales de la república de indios. El eje conductor de nuestro trabajo serán
los tenientes ya que éstos, como auxiliares y delegados de los funcionarios reales, fueron
piezas clave en la administración de justicia, en guardar el orden y ejecutar las disposiciones
reales y mandatos de sus superiores; de igual manera formaron parte del circuito comercial,
incluso podríamos decir que junto con los gobernadores de indios fueron los que (más que
los párrocos y alcaldes mayores) ejercieron mayor presión sobre la población india y mestiza.
Los tenientes de justicia no sólo merecen atención por ser el brazo represor de los
partidos, sino que desempeñaron una importante función en el gobierno local, especialmente
en los lugares más alejados de las cabeceras administrativas.17 En consecuencia los tenientes
cobran mayor importancia dentro del gobierno provincial ya que ellos fueron los que al igual
que los gobernadores de indios tenían el contacto más directo con la población y vivían
diariamente los problemas. Al igual que los alcaldes mayores, éstos administraban justicia y
cobraban impuestos, por tanto, según lo dispuesto por la legislación, también tenían la
obligación de dar fianza y sujetarse al juicio de residencia como una forma de garantizar un
buen desempeño de su empleo, ya que quedaba sujeto al igual que el resto de los jueces reales
a las medidas de control impuestas desde la metrópoli.18
Los alcaldes mayores, los subdelegados y los tenientes fueron el instrumento más
eficaz y los operadores de las reformas borbónicas que se implementaron durante el siglo
XVIII y que posibilitaron que éstas se cumplieran en cada uno de los distritos. En las alcaldías
mayores como la de Valladolid los responsables directos de que las medidas reformistas de la
segunda mitad del siglo XVIII se aplicaran en cada uno de los pueblos de indios fueron los
tenientes, como fue el establecimiento de las cajas de comunidad. Incluso se ha llegado a
observar que en aquellas alcaldías tan fragmentadas en tenientazgos, los tenientes fueron los
que en términos prácticos y reales gobernaron, pues todos los asuntos de gobierno, que le
competían a los alcaldes mayores, eran resueltos por ellos, por tanto fueron la autoridad más
inmediata a la que se podía acudir en caso de una emergencia, de un conflicto o por que se
cometiera algún tipo de delito, eran por tanto los jueces de primera instancia, iniciaban la
cabeza de proceso, hacían las averiguaciones pertinentes e interrogaban a los testigos, para
posteriormente remitir la información al alcalde mayor y que éste tomara la determinación
correspondiente. La diferencia sustancial que había entre los tenientes y el alcalde mayor era
que este último tenía la jurisdicción, la capacidad de decir el derecho y de dictar la sentencia,
por tanto a él le correspondía la última palabra. En ese sentido los tenientes sólo tenían un
carácter meramente administrativo.
Por lo dicho anteriormente es preciso comprender la relación de los tenientes con sus
alcaldes mayores y subdelegados, pero también problematizar el desempeño de sus funciones
ubicándolos dentro del contexto social, económico y familiar en el que se movían, y que

17 ROMERO DE SOLÍS, José Miguel, Tenientes de alcalde mayor en la Villa y Provincia de Colima de la Nueva
España (siglo XVI), Colima, Archivo Histórico del Municipio de Colima, Universidad de Colima, 2004.
18 LEÓN PINELO, Antonio de, [edición y estudio preliminar de Ismael Sánchez Bella], Recopilación de Indias,
México, Escuela Libre de derecho, gobierno del estado de Chiapas, gobierno del Estado de Morelos,
Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, Universidad Cristóbal Colón, Universidad de Navarra,
Universidad Panamericana, Miguel Ángel Porrúa Librero Editor, 1992. Libro sexto, título I, Ley 3.

15
Introducción

incluso los llevó a constituirse en un agente comercial hábil del repartimiento.19 Por ende
conviene preguntarse ¿Cuál fue la lógica de la conformación de los tenientazgos? ¿Quiénes
eran los tenientes? ¿Cuál era su procedencia? ¿Quiénes los nombraban y bajo qué criterios?
¿Cómo desempeñaron sus funciones y cuáles fueron sus límites para actuar? ¿La aplicación
de la ordenanza de intendentes trajo cambios sustanciales en el sistema de tenientazgos?
¿Cambió la percepción de la sociedad y de las autoridades con respecto a la importancia de
los tenientes? ¿Bajo qué condiciones participaron en el repartimiento? ¿De qué forma se
vinculaba a las elites económicas locales? ¿Cómo enfrentaron los conflictos y tensiones que
se generaban al interior de sus distritos? ¿En qué medida se puede hablar de manera
generalizada de un rechazo hacia los tenientes, o bien replantear este rechazo como parte de
una dinámica interna en momentos específicos en los cuales se pretendía proteger
determinados intereses o porque se temía la imparcialidad de los encargados de justicia?
La delimitación temporal de la investigación se circunscribe al periodo de 1715 a 1810.
Se tomó como inicio el año de 1715 ya que consideramos que esta fecha es significativa, por
la visita de Garzarón ya que fue una de las primeras medidas que tomó la casa de los Borbón,
encabezada por Felipe V, después de que se terminó la guerra de sucesión para conocer el
estado que guardaba la Nueva España y evitar los abusos en contra de la población y
administrar de mejor manera sus posesiones ultramarinas. La visita de Garzarón fue el inicio
del conjunto de medidas y reformas que se proyectaron desde la metrópoli para ejercer mayor
control político, económico, y modificar el sistema administrativo. Varias fueron las
disposiciones que se establecieron para que se procurara que los alcaldes mayores y
corregidores no abusaran ni permitieran los abusos en contra de la población.20 Dentro de la
política reformita del siglo XVIII, también podemos destacar la visita de José de Gálvez y
todo el conjunto de reformas que se implementaron desde 1765. El año de 1786 nos resulta
nodal porque nos sirve como quiebre de un proceso de transformación para valorar en qué
medida los cambios políticos administrativos que tuvieron como objetivo principal
homogenizar la división territorial de los reinos americanos trastocaron la costumbre de
nombrar tenientes de justicia. La aplicación de la Ordenanza de Intendentes en su artículo 11
repercutía directamente en la figura de los tenientes, ya que se anuló la facultad de nombrarlos,
y en el artículo 12 se mandaba que en los pueblos de indios donde los gobernadores, y alcaldes
mayores hubiesen tenido nombrado teniente de justicia se estableciera un subdelegado.21 Por
tanto, en términos reales la reconfiguración espacial de la intendencia de Valladolid y las
subdelegaciones incidieron directamente en los tenientazgos. Sin embargo, al igual que
sucedió con el restablecimiento del repartimiento de mercancía, del mismo modo en 1791 se
les restituyó a los subdelegados la facultad de nombrar encargados de justicia. Lo cuál nos
pone frente a otro dilema, a quién le correspondía nombrar a los tenientes, a los intendentes
o subdelegados, situación a la que se enfrentaron las autoridades en sus diferentes

19 WOBESER, Gisela von, "El gobierno en el marquesado del valle de Oaxaca", en BORA, Woodrow, El
gobierno provincial., p. 199.
20 ENKERLIN PAWELLS, Luise Margaret, Ciudad, haciendas y pueblos... op. cit., p. 237. SANCIÑENA
ASURMENDI, Teresa, La Audiencia de México en el reinado de Carlos III, México, Universidad Nacional
Autónoma de México, 1999, p. 13-15.
21 Real ordenanza para el establecimiento e instrucción de intendentes de ejército y provincia en el reino
de la Nueva España 1786, [Introducción de Ricardo Rees Jones], México, Universidad Nacional Autónoma
de México, 1984, art. 12.

16
Introducción

jurisdicciones, y que incluso llegaron a provocar conflictos de competencia.22 Nuestro estudio


termina en 1810 con el inicio el movimiento insurgente, sin embargo consideramos que este
complejo proceso revolucionario merece un estudio aparte ya que si bien es cierto que se
trató de un periodo de mucha inestabilidad política, también hubo propuestas interesantes
como el establecimiento de la constitución de Cádiz que inherentemente implicaba cambios
en las estructuras institucionales, es por eso que consideramos que el análisis de la última
década merece un estudio aparte.

Objetivos

Los objetivos generales que se pretenden alcanzar en la investigación están encaminados a


ubicar a los tenientes dentro de la estructura política, social y administrativa.
Identificar las diferentes clases de tenientes en función de sus nominaciones y
atribuciones, pues sabemos que éstas se determinaron en función del lugar donde ejercieron
su empleo (cabecera de la jurisdicción, pueblo de indios o gobernación), así mismo se dará
seguimiento a la forma en que los distintos cuerpos legislativos fueron normando los
nombramientos y funcionamiento de estos empleos. Para poder hacer una primera definición
de los tenientes utilizaremos además de la legislación otro tipo de fuentes documentales en
las que se señala quiénes son considerados tenientes.
Analizar el estado que guardaban las alcaldías de Nueva España y la forma en que
eran administradas, por lo que se presentará un panorama general de ellas y su división en
tenientazgos, por lo que se pondrá atención a la forma en que las políticas y proyectos
reformistas de la segunda mitad del siglo XVIII repercutieron en los tenientazgos. Políticas
que regularmente estaban dirigidas a los alcaldes mayores y corregidores pero que
directamente incidían en sus auxiliares, como el ausentismo y la venta de varas.
Desarrollar la forma en que los tenientes desempeñaron las funciones y atribuciones
que los alcaldes mayores, corregidores y subdelegados delegaron en sus subalternos.
Analizaremos la forma en que desempeñaron las causas de justicia civil y criminal con sus
respectivas limitaciones, así como las de real hacienda y gobierno (con el establecimiento de
la ordenanza de intendentes la causa de gobierno pasó a llamarse de policía). De igual forma
señalaremos los problemas a los que se enfrentaron en el ejercicio de sus funciones.
Analizaremos las relaciones que se establecieron con las distintas autoridades que convergían
en un mismo espacio, pues en los tenientazgos se dio un importante traslape de jurisdicciones
con otras autoridades.
Reflexionar sobre los posibles cambios y transformaciones que se puedan advertir en
el sistema de los tenientazgos antes y durante la aplicación de la Real Ordenanza de
intendentes como uno de los más grandes proyectos de la segunda mitad del siglo XVIII que
pretendió uniformar la administración de Iberoamérica, y que en términos reales sólo
contribuyó a hacer más compleja la maquinaria administrativa, y por tanto afloró de manera

22 La Nueva Galicia en el ocaso del imperio español. Los papeles de derecho de la Audiencia de la Nueva
Galicia del licenciado Juan José Ruiz Moscoso, su agente fiscal y regidor del ayuntamiento de Guadalajara,
1780-1810, Estudio y edición DIEGO-FERNÁNDEZ, Sotelo, Rafael, MANTILLA TROLLE, Marina, Zamora, El
Colegio de Michoacán, Universidad de Guadalajara, Coordinación General Académica, Centro Universitario
de Ciencias Sociales y Humanidades, 2006, pp. 148-152.

17
Introducción

más constante el traslape de las autoridades que regularmente desencadenó conflictos por
delimitación de competencias. Analizaremos en qué medida la reconfiguración jurisdiccional
con el establecimiento de intendencias y subdelegaciones repercutió en los tenientazgos que
posibilitaron su desaparición o permanencia como parte de la estructura de la maquinaria
provincial. Se retomarán las amplias discusiones que se dieron entre los miembros de la
Audiencia por el nombramiento de tenientes y la delegación de la jurisdicción.
Mostrar la compleja relación que establecieron los alcaldes mayores, corregidores,
subdelegados y sus tenientes con los ministros de la Iglesia, pues ambas autoridades tenían
atribuciones temporales y espirituales que los obligaba a la ayuda mutua. Sin embargo también
observaremos que la relación entre los ministros de la iglesia y los jueces reales y sus tenientes
se vio empañada por conflictos de jurisdicción, injurias y ultrajes a la inmunidad eclesiástica.
Ubicar a los tenientes dentro del entramado local en el que se desenvolvían no sólo como
tenientes de justicia, sino como parte de la estructura social, de las redes sociales, económicas
y comerciales en las que se encontraban inmersos. El observar a los tenientes en su relación
con los diferentes grupos sociales nos permitirá observar no sólo los abusos que se cometían
contra la población, sino también la dificultad a la que se enfrentaron para que se respetara
su autoridad. En este apartado pretendemos demostrar con diversos expedientes que en las
dinámicas locales no siempre imperaba la imagen del teniente impositivo, abusivo y déspota,
ya que también era objeto de injurias, ultrajes y calumnias.

Hipótesis
Los alcaldes mayores no ejercieron sus empleos de forma directa sino a través de una amplia
red de tenientes distribuidos por toda la jurisdicción a su cargo, por lo que colocaba un auxiliar
en cada uno de los pueblos que tenían alguna importancia económica y un considerable
número de tributarios y castas. Los tenientes se convirtieron en el instrumento local y de
control social con el que contó el gobierno provincial, por lo que fueron los vigilantes y
garantes del orden y tranquilidad social de los tenientazgos. Los tenientes operaron en los
pueblos más alejados de la cabecera de las jurisdicciones por tanto fueron los verdaderos
operadores y ejecutores del reformismo borbónico en los distritos más recónditos de los
dominios de la Corona española. En las alcaldías mayores que contaban con un considerable
número de pueblos de indios, como Valladolid, Zitácuaro y Celaya, entre otras, los tenientes
fueron los responsables de llevar a cabo el proceso de la reglamentación y establecimiento de
las cajas de comunidad, fueron los operadores directos de las reformas que pusieron bajo el
control de los subdelegados el manejo de los bienes de comunidad, con lo que se limitó la
autonomía de las autoridades indígenas. La pérdida de la autonomía de los pueblos de indios
generó importantes conflictos entre los indios y los subdelegados y sus tenientes, como una
expresión de resistencia a la aplicación de las reformas que afectaban el manejo de las tierras
de comunidad.
El traslape de jurisdicciones que se dio entre los alcaldes mayores, subdelegados y sus
tenientes con las distintas autoridades (tenientes de la acordada, alcaldes ordinarios, diputados
de minas) generó importantes conflictos por competencia, que traspasaba el plano
jurisdiccional y se constituía en una lucha por el poder, como una forma de imponer la
autoridad de un ministro sobre otro para ganar el reconocimiento del vecindario. La dificultad
de conciliar con los que ejercían algún tipo de autoridad se convirtió en un verdadero reto, ya

18
Introducción

que todos pretendían demostrar que ejercían cierta cuota de poder sobre el resto de la
población.
Los dos brazos del poder real, el brazo espiritual y el temporal, justamente dos
instrumentos fundamentales de la corona a través de los cuales logró mantener el control
social, se vieron inmersos en conflictos, por un problema de autoridad, pues a pesar de que
funcionaban como una suerte de equilibrio por medio del cual se evitaban que los tenientes
y los curas cometieran abusos en contra de la población pues ambos vigilaban el actuar de
uno y de otro. Por otro lado, al igual que sucedió con las repúblicas de indios, los curas
utilizaron el factor conflicto para evitar que el control de las cofradías pasara a manos de los
subdelegados y sus tenientes, finalmente imperaba el conflicto como un medio para atrasar la
aplicación de las reformas
Con la aplicación de la real ordenanza de intendentes los tenientazgos no
desaparecieron en su totalidad debido a que esta institución ya tenía un fuerte arraigo en la
estructura del gobierno local. Otro de los factores que posibilitaron la permanencia de los
tenientazgos fue que en realidad, aunque en la historiografía se hable de una reconfiguración
jurisdiccional, en el plano de las alcaldías mayores y subdelegaciones no se dio tal
transformación, no hubo una delimitación de los partidos por lo que al quedar con la misma
extensión territorial dio la pauta para que se continuara con el nombramiento de tenientes.
En la intendencia de Valladolid el número de tenientes disminuyó considerablemente ya que
se dio una importante reconfiguración de las jurisdicciones trastocando la amplia red de
tenientes que operaban bajo las órdenes del corregidor de Valladolid. En las intendencias
donde las subdelegaciones conservaron intacta la jurisdicción territorial y que sólo se cambió
de nominación de alcaldía mayor por subdelegación, el establecimiento del régimen de
intendencias no modificó en nada la dinámica interna, y mucho menos se suspendió el
nombramiento de tenientes. Sin embargo los subdelegados de cierta forma vieron disminuido
el poder que ejercían sobre los tenientes, ya que al existir una autoridad intermedia que
intervenía en la confirmación de los tenientes provocó que la autoridad de los subdelegados
sobre los tenientes fuera más vulnerable y cuestionada, sobre todo cuando se pretendían hacer
destituciones.
Los conflictos en los que se vieron envueltos los tenientes derivaron de los medios
que utilizaron para hacerse de recursos económicos adicionales a los ingresos que obtenían
por los derechos de judicatura, regularmente el derecho de carcelaje, y el cobrar derechos
adicionales fueron los medios más socorridos de estos auxiliares para pagar la cuota
correspondiente por el oficio al alcalde mayor, pues la idea no era invertir en dicho cargo sino
al contrario obtener múltiples beneficios de él, precisamente ese era el sentido de la
rentabilidad y de la importancia de estar ejerciendo un cargo por el cual no se percibía una
retribución estable, pues al final obtenían recursos de forma ilegal.
Contrario a lo que disponían las leyes de Indias los tenientes fueron vecinos del lugar
donde ejercían sus cargos, tenían negocios, propiedades y estaban fuertemente vinculados a
los grupos de interés del lugar, incluso eran nombrados a modo de los alcaldes mayores y
subdelegados. Esa condición posibilitó que se convirtieran en un elemento central del
repartimiento de mercancía por el control que ejercían sobre las actividades económicas y los
vínculos que tenían con los comerciantes locales y regionales. Los tenientes no sólo fueron
los defensores de los intereses de las autoridades locales y comerciantes, sino que se
convirtieron en agentes comerciales, a nivel regional y hacia el exterior estaban vinculados
con los comerciantes de Veracruz y México, como Francisco Ignacio de Yraeta, quien tenía

19
Introducción

amplias relaciones comerciales con los patzcuarenses y vallisoletanos, al igual que con los
tenientes de Santa Clara y Tacámbaro, con el alcalde mayor de Cuitzeo de la Laguna, con
quienes intercambiaba bienes, servicios y favores. Por el hecho de que los tenientes estuvieran
inmersos en las dinámicas comerciales los hacía más proclives a ejercer mayor presión sobre
la población, que cuando los asfixiaban inmediatamente eran denunciados por los vecinos
por abuso de autoridad.

Balance historiográfico
Para hacer un mejor manejo de las obras historiográficas tratamos de hacer tres
grandes bloques temáticos: en primer lugar destacar las obras cuya temática nos remite al
funcionamiento de las instituciones y al gobierno provincial. En segundo lugar dedicamos un
espacio a las obras que abordan la problemática de los tenientes ya no de forma incidental
sino de forma directa, en tercer lugar le damos cabida a la historiografía sobre las reformas
borbónicas, y finalmente cerramos con las fuentes documentales que consideramos
fundamentales en el desarrollo de esta temática.
La historiografía sobre el gobierno provincial, a pesar de los avances que se ha tenido,
todavía presenta muchas lagunas que no han posibilitado presentar una imagen más clara del
funcionamiento de las instituciones del gobierno local y la forma en que se daba el traslape
de las distintas autoridades. La obra clásica de José Miranda, una de las obras fundamentales
que nos permiten conocer el funcionamiento de las instituciones coloniales, plantea su
clasificación en tres dispositivos: el central-peninsular, central-novohispano, y el dispositivo
provincial y distrital. Otro de los aspectos importantes de la obra de Miranda es que si bien
no ahonda en el tema de los tenientes, por lo menos llama la atención sobre su importancia
en el gobierno provincial al afirmar que eran los que estaban en contacto con los indios y la
gente humilde.23 En E l gobierno provincial en Nueva España, coordinada por Woodrow Borah se
nos presenta en diversos apartados el funcionamiento del gobierno provincial, donde los
actores centrales son los gobernadores, corregidores y alcaldes mayores en los diferentes
ámbitos en los que se desenvolvían. Borah dedicó una de sus contribuciones a los auxiliares
del gobernador donde realizó un importante estudio en el cual establece una primera
diferenciación de los nombramientos de los subalternos de las autoridades provinciales: los
tenientes generales, tenientes particulares y encargados de justicia, el teniente letrado o el
asesor, el alguacil, escribano e intérprete, entre otros.24 En este importante artículo el autor
sentó algunos precedentes sobre el perfil de los tenientes pues señala que hubo por parte de
titulares la tendencia de nombrar a los hacendados como tenientes, los cuales obtenían el
nombramiento a través de la compra o la retribución de las ganancias, por tanto la propuesta
de este trabajo nos pone frente a las distintas vertientes que se pueden abrir para analizar de
manera más puntual el funcionamiento de los tenientazgos.
Otra de las obras que no puedo dejar de mencionar es E l gobierno de la justiáa. Conflictos
jurisdiccionales en Nueva España (s. XVI- XIX), bajo la coordinación de Rafael Diego-Fernández
Sotelo y Víctor Gayol, esta obra es producto de la preocupación de conocer el

23 MIRANDA, José, Las ideas y las instituciones políticas mexicanas, primera parte 1521- 1820, México,
Universidad Nacional Autónoma de México, 1978, pp. 101-133.
24 BORAH, Woodrow, "Los auxiliares del gobernador provincial", en BORAH, Woodrow, El gobierno
provincial, cit., pp. 55-70.

20
Introducción

funcionamiento del gobierno provincial pero, a diferencia de la anterior, los autores se


introducen de manera más directa en la forma en que los funcionarios se desenvolvían en el
desempeño de sus empleos ya que abordan los alcances y límites de la competencia de los
oficiales reales.25 En los capítulos se analizan distintas problemáticas relacionadas con los
conflictos de competencia donde muestran un importante traslape entre las distintas
autoridades que llevó a que el sistema administrativo fuera más complejo, lo cual generó una
infinidad de problemas a través de los cuales es posible ahondar en la dinámica de las
instituciones y jurisdicciones de la Nueva España y poder distinguir las diferencias en los
distintos espacios. El enfoque de esta obra nos parece sugerente en el sentido de que nos da
la pauta para pensar a los tenientes y su relación con las diferentes autoridades locales y estar
alertas al traslape de las competencias entre unos y otros pues a pesar de que podríamos
pensar que los tenientazgos eran espacios administrativos de alcances reducidos, no por eso
dejaron de tener contacto con varias autoridades en el desempeño de sus atribuciones.
Los trabajos de Celina Guadalupe Becerra Jiménez, tanto su tesis doctoral “Oficios
de justicia en una sociedad ganadera de la Nueva Galicia. Santa María de los Lagos. 1563-
1750”,26 como otros que versan sobre los oficios, muestran la forma en que una estructura
política contribuyó a la consolidación de las redes locales de poder, por lo que conformaron
redes compactas bajo las cuales desempeñaban sus funciones, pero a la vez obtenían
importantes beneficios económicos desde el lugar que ocupaban dentro de la administración
local. En un artículo más reciente titulado “Redes sociales y oficios de justicia en Indias. Los
vínculos de dos alcaldes mayores neogallegos”, en el cual la autora aborda las redes de los
oficiales de Indias, centra su atención en las estrategias que utilizaron los oficiales reales
procedentes de la metrópoli para vincularse a las élites locales, por lo que afirma que “Los
vínculos que se establecían entre las familias de la élite política y económica de Santa María
de los Lagos y sus alcaldes mayores fueron vínculos fuertes según lo demuestran las evidencias
que se han podido rastrear a través de las fianzas, el tenientazgo y el parentesco espiritual”.27
Desde esta perspectiva la autora llama la atención sobre la forma en que se articulan las redes
a través de los funcionarios del ayuntamiento, las élites familiares, los alcaldes mayores, los
subdelegados y los tenientes. En donde el teniente al formar parte de la estructura social tuvo
un papel fundamental como eslabón que contribuyó a articular las redes que se constituyeron
en torno a la maquinaria administrativa del gobierno provincial y local. Otros trabajos que
abonan justamente al análisis de la conformación de esas dinámicas: Mickael Augeron, “Las
familias mexicanas a la conquista de las subdelegaciones costeras. El ejemplo del Clan Peón
en Yucatán (1794-1813)”.28 Otro trabajo que consideramos importante dentro de estos

25 DIEGO-FERNÁNDEZ SOTELO, Rafael, El gobierno de la justicia. Conflictos jurisdiccionales en Nueva


España (s. XVI-XIX), Zamora, El Colegio de Michoacán, Archivo Histórico del Municipio de Colima, 2012.
26 BECERRA JIMÉNEZ, Celina Guadalupe, "Oficios de justicia en una sociedad ganadera de la Nueva Galicia.
Santa María de los Lagos. 1563-1750", Tesis de doctorado en Ciencias sociales, director, Rafael Diego-
Fernández Sotelo, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2004.
27 BECERRA JIMÉNEZ, Celina G, "Redes sociales y oficios de justicia en Indias. Los vínculos de dos alcaldes
mayores neogallegos", en Relaciones. Estudios de historia y sociedad, vol. XXXIII, núm. 132, Zamora, El
Colegio de Michoacán, 2012, p. 146. (pp. 109-150)
28 AUGERON, Mickael, "Las familias mexicanas a la conquista de las subdelegaciones costeras. El ejemplo
del Clan Peón en Yucatán (1794-1813)", en MACHUCA GALLEGOS, Laura (Coord.) Grupos privilegiados en
la península de Yucatán, siglos XVIII y XIX, México, CIESAS, Gobierno del Estado de Yucatán, SEDECULTA,
CONACULTA, 2014, pp. 91-119.

21
Introducción

mismos planteamientos es la tesis de doctorado de Álvaro Alcántara López, Disidencia, poder


fam iliar y cambio social en la provincia de Acayucan, 1750- 1802.29301245
De la historiografía que se ha escrito sobre el Michoacán colonial que nos sirve de
apoyo para plantear nuestra investigación, en primer lugar mencionaremos la ya clásica obra
de Claude Morin, Michoacán en la Nueva España del Siglo XVIII, la cual es una de las más
completas que combina la historia demográfica y económica para dar una visión global del
obispado de Michoacán, donde deja en evidencia que las condiciones económicas y
geográficas en buena medida contribuyeron al desigual crecimiento regional.30 Las obras que
nos permiten hacer un balance general de la importancia de los pueblos de indios en la
provincia de Michoacán y sobre todo explicar de cierta manera en qué lugares se requerían
tener más control sobre la población y sus bienes de comunidad. Primeramente mencionaré
la tesis de doctorado de Marta Terán titulada “¡Que muera el mal gobierno!” En el que aborda
la forma en que los pueblos de indios afrontaron el conjunto de reformas implementadas en
la segunda mitad del siglo XVIII impuesta por los borbones para tener un control más
eficiente sobre el manejo de los recursos y las repercusiones políticas que trajo consigo la
presión de las autoridades sobre la población.31 Autoridad y gobierno indígena en Michoacán, en
dicha obra los autores ofrecen una visión amplia de las instituciones y la forma en que se
aclimataron las instituciones de gobierno en el Michoacán colonial.32
En el libro Los tarascosy el imperio español., Felipe Castro plantea el establecimiento del
orden colonial como un proceso sumamente difícil por lo complicado de las relaciones y
convivencia entre las autoridades civiles e indígenas, y sobre todos porque se trataba de
imponer un sistema administrativo español e indígena. El autor nos muestra a una sociedad
que tenía la capacidad de actuar ante los abusos de los alcaldes mayores y sus tenientes. Uno
de los aspectos que prevalecen en esta obra es la tensión y conflictividad entre las autoridades
reales y las indígenas. En esta obra el autor señala cómo había un rechazo generalizado por
parte de la población hacia los tenientes a consecuencia de los abusos que cometían, pues
afirma que tanto los alcaldes mayores como sus tenientes pretendían enriquecerse a costa de
los indios. 33 Otro trabajo que consideramos importantes de ese mismo autor es Nueva ley y
nuevo rey, en el cual aborda el impacto de las reformas borbónicas y sus repercusiones en los
diferentes sectores de la sociedad que desencadenaron en descontento social y sublevaciones
generalizadas.34 Sergio García Ávila en su obra Las comunidades indígenas en Michoacán aborda el
aspecto económico de los bienes de comunidad y las transformaciones que se sufrieron en la
segunda mitad del siglo XVIII.35 Por su parte, Juan Carlos Cortés Máximo en De repúblicas de

29 ALCÁNTARA LÓPEZ, Alvaro, Disidencia, poder familiar y cambio social en la provincia de Acayucan, 1750­
1802, Tesis de doctorado, México, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de
México, 2015.
30 MORIN, Claude, Michoacán en la Nueva España del Siglo XVIII... op. cit.
31 TERÁN, Marta, ¡Que muera el mal gobierno! Las reformas borbónicas en los pueblos michoacanos y el
levantamiento indígena de 1810, Tesis de Doctor en Historia de México, El Colegio de México, 1995.
32 TERÁN, Marta y PAREDES MARTÍNEZ, Carlos (coord.), Autoridad y gobierno indígena en Michoacán.
Zamora, El Colegio de Michoacán, CIESAS, INAH, UMSNH, 2003.
33 CASTRO GUTIÉRREZ, Felipe, Los Tarascos y el imperio español, p. 183-196.
34 CASTRO GUTIÉRREZ, Felipe, Nueva ley y nuevo rey. Reformas borbónicas y rebelión popular en Nueva
España, Zamora, El Colegio de Michoacán, UNAM, 1996.
35 GARCÍA ÁVILA, Sergio, Las comunidades indígenas en Michoacán: un largo camino hacia la privatización
de la tierra, 1765-1835, Morelia, Instituto de Investigaciones Históricas, UMSNH, 2008.

22
Introducción

indios a ayuntamientos constitucionales desarrolla el proceso de separación y proceso de


reconstitución de los pueblos de indios de sus cabeceras como parte del crecimiento
económico y demográfico de los pueblos.36 En conjunto, las obras que mencionamos, a pesar
de los diversos aspectos que manejan, nos dan la pauta para analizar el complejo mundo del
gobierno indígena. Pero a la vez alertan sobre la necesidad de voltear hacia el planteamiento
de otras temáticas que están en espera de ser abordadas.
E l corregidor castellano de Benjamín González Alonso, donde aborda de forma
pormenorizada el devenir del corregimiento castellano y dedica una parte al análisis de los
auxiliares del corregidor, sobre todo hace énfasis en la forma en que se elegía y los requisitos
que tenía que cumplir para ocupar dicho cargo, esos elementos que aporta el autor nos dan
la pauta para entender las diferencias entre los tenientes castellanos y los americanos; ya que
éstas no fueron menores: el teniente castellano su principal función era la de asesor mientras
que el americano era la de un auxiliar en las funciones del gobernador, alcalde mayor y
corregidor.37
Guillermo Lohmann en su libro E l corregidor de indios en el Perú, analiza el
establecimiento del corregimiento como una de las principales instituciones que articuló la
maquinaria estatal en Perú y que subordinó a los indígenas al poder real. Dentro de los
múltiples aspectos que aborda logra articular y presentar las diversas facetas del corregimiento
y dedica un apartado a “Las personas auxiliares y elementos subalternos”, en donde describe
a los tenientes como “simples ejecutores de las órdenes de su principal”, incluso se piensa en
la figura de este oficial como un mal necesario ya que respondían más a los intereses del
corregidor que a los del buen gobierno.38 Así mismo aborda las atribuciones y cuerpos
jurídicos que los regían y las ordenanzas que se publicaron con la finalidad de regular el
nombramiento y ejercicio del empleo. Este autor no deja de lado la importancia de estos
funcionarios como copartícipes del repartimiento. La obra de Jerónimo Castillo de Bobadilla,
Política para corregidores, es una obra fundamental porque en el libro I, capítulo XII, analiza
varios aspectos sobre los tenientes desde su nombramiento, quiénes podían ser nombrados,
la preparación que debían tener, las atribuciones y límites de los tenientes de corregidor.39
Como hemos venido señalando los tenientes como objeto de estudio han sido muy
poco atendidos, por lo que la historiografía aún tiene esa asignatura pendiente. En ese tenor
nos resulta de suma importancia el trabajo de José Miguel Romero de Solís, quien se ha
interesado por identificar a los tenientes que se nombraron en la provincia de Colima en la
segunda mitad del siglo XVI, por lo que demuestra que los tenientes fueron vecinos de la
provincia, quienes regularmente ocuparon cargos en el ayuntamiento. Incluso plantea como
hipótesis que si bien desde el centro del país se controlaba el nombramiento de las

36 CORTÉS MÁXIMO, Juan Carlos, De repúblicas de indios a ayuntamientos constitucionales: pueblos sujetos
y cabeceras de Michoacán, 1740-1831, Morelia, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad
Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2012.
37 GONZÁLEZ ALONSO, Benjamín, El Corregidor castellano: 1348-1808, Instituto de Estudios
Administrativos, 1970,
38 LOHMANN VILLENA, Guillermo, LOHMANN VILLENA, Guillermo, El corregidor de indios en el Perú bajo
los Austrias, Perú, Pontificia Universidad Católica del Perú, 2001, p. 437-445.
39 CASTILLO DE BOBADILLA, Jerónimo, Política para Corregidores y señores de vasallos en tempos de paz y
de guerra, y para jueces eclesiásticos y seglares, y de sacas, aduanas y de residencias, y sus oficiales y para
regidores y abogados, y del valor de los Corregimientos y gobiernos, realengos y de las Ordenes", Tomo I,
Amberes, en casa de Juan Bautista Verdusen, impresor de libros, 1704, Libro I, Cap. XII.

23
Introducción

autoridades, los tenientes seguramente tuvieron un peso importante en la defensa de los


intereses locales, ya que éstos en su mayoría eran capitulares. Si bien Romero de Solís
identifica a los tenientes de la villa, no hace la distinción entre los tenientes generales y
particulares.40
La obra de William Taylor titulada Ministros de lo sagrado, el capítulo de “Alcaldes
mayores y curas párrocos” nos parece sugerente por la forma en que aborda la participación
de los tenientes en el gobierno local, ya que analiza la compleja relación de estos auxiliares de
los alcaldes mayores y corregidores con la población y con los curas, lo cual nos posibilita la
triangulación del juego de interés inmerso en las acciones y conflictos en los que se vieron
inmiscuidos los tenientes.41
Como se puede apreciar el tema de los tenientes en la Nueva España es un campo
fértil y en espera de cultivo. Sin embargo para otras latitudes de los reinos americanos se ha
atendido un poco más el tema de los tenientes de gobernador, y especialmente el teniente de
rey. Sobre los tenientes de gobernador contamos con las contribuciones de Margarita Arana,
“Enfrentamiento en el cabildo entre los miembros de la élite de San Miguel de Tucumán en
1654: la elección de teniente de gobernador”,42 y Gilberto Quintero Lugo “Tenientes Justicias
mayores y corregidores en la Mérida colonial”43 y “Gobernadores y tenientes de gobernador
en la provincia de Venezuela. De los Welser a Juan de Villegas (1528-1553).44 En estos
trabajos se describen las atribuciones de los tenientes de gobernador y la forma en que algunos
ejercieron sus empleos. También es significativo destacar que Gilberto al analizar las
funciones de los tenientes de gobernador observa como paulatinamente estos tenientes
comenzaron a asumir todas las atribuciones de los gobernadores. El trabajo de Alejandro
Agüero nos parece sumamente interesante porque define al teniente de rey como un empleo
de carácter eminentemente militar, por lo que dimensiona la importancia de estos tenientes
en el ambiro militar y político,45 y analiza como éste se tuvo que enfrentar a los miembros del
cabildo para que le respetaran las facultades políticas que ejercía en ausencia del gobernador.
La historiografía sobre las reformas borbónicas es amplia ya que en los últimos años
ha crecido de forma considerable. Para los fines de esta investigación decidimos retomar sólo
aquellas obras que resultan de suma importancia para el desarrollo de esta investigación. Luis

40 ROMERO DE SOLÍS, José Miguel, Tenientes de alcalde mayor en la Villa y Provincia de Colima de la Nueva
España (SigloXVI), Colima, Archivo Histórico del Municipio de Colima, 2004, pp. 47. Del mismo autor véase
Conquistas e instituciones de gobierno en Colima de la Nueva España (1523-1600), Colima, Archivo
Histórico del Municipio de Colima, Universidad de Colima, El Colegio de Michoacán, 2007, pp. 230-245.
41 TAYLOR, William, Ministros de lo sagrado: sacerdotes y feligreses en el México del siglo XVIII, Zamora, El
Colegio de Michoacán, 1999, pp. 587-630.
42 ARANA, Margarita, "Enfrentamiento en el cabildo entre los miembros de la élite de San Miguel de
Tucumán en 1654: la elección de teniente de gobernador", en Andes Antropología e historia, No. 24, Salta,
Argentina, 2013, pp. 151- 178.
43 QUINTERO LUGO, Gilberto, "Tenientes justicias mayores y Corregidores en la Mérida colonial", en
Presente y Pasado. Revista de Historia, No 35, Año 18, Mérida-Venezuela, Escuela de Historia, Universidad
de los Andes, Enero- julio de 2013, pp. 45-70.
44 QUINTERO, Gilberto, Gobernadores y teniente de gobernador en la provincia de Venezuela. De los
Welser a Juan de Villegas (1528-1553)", en Mañongo, No 17, 2001, pp. 289-300.
45 AGÜERO, Alejandro, "El teniente de rey de Tucumán. Gobierno político, autoridad militar y colonización
jurisdiccional en Córdoba, 1741-1775, Revista de Historia del Derecho, No. 46, INHIDE, Buenos Aires, Julio-
Diciembre, 2013, pp. 1-25.

24
Introducción

Navarro García en su obra Las reformas borbónicas en América, analiza justamente la forma en
que se comenzaron a aplicar las primeras reformas en Nueva España, y cómo el proyecto del
establecimiento de intendencias fue tomando forma bajo el impulso del visitador José de
Gálvez y el virrey Croix, quienes plantearon la necesidad de cambiar el sistema administrativo
y sustituir a los alcaldes mayores, corregidores y sus tenientes por subdelegados46 con la
finalidad de establecer una burocracia más afín a los intereses reales, si bien este proyecto no
vio la luz en un corto plazo, por lo menos fue el antecedente para su aplicación en 1786.
Autores como Horst Pietschmann47 y Ricardo Rees Jones48 han analizado desde un
plano más político y administrativo la forma en que se aplicó el sistema de intendencias en la
Nueva España y la forma en que repercutió en la reorganización de las jurisdicciones y en el
ejercicio de las funciones en las diferentes esferas del gobierno novohispano, y la forma en
que se fueron delimitando las funciones del virrey y de los intendentes. En estas importantes
obras se toca tangencialmente a los subdelegados por ser los subordinados más inmediatos al
intendente, sin embargo en ningún momento del análisis se toca la forma en que la reforma
de intendencias afectó a los tenientes.
Las investigaciones que abordan la administración de los intendentes nos permiten
tener una idea más clara sobre la forma en que ejercieron sus funciones y comprender la
relación que entablaron con las distintas autoridades. El estudio reciente de Ana Irisarri
Aguirre, Reformismo borbónico en la Provináa de San Luis Potosí durante la intendencia, plantea el
establecimiento de la Ordenanza de intendentes como un factor de modernización, ya que
las transformaciones políticas administrativas llevaron a la homogenización jurisdiccional y
los conocimientos se pusieron la disposición de la sociedad en pro de su beneficio.49 A lo
largo de la reflexión sobre los temas políticos, religiosos y militares, la autora observa una
aparente armonía entre los distintos actores sociales. La autora claramente deja ver como la
modernización jurisdiccional en San Luis Potosí, al igual que en otras intendencias, muy
pronto dejó en evidencia que no eran funcionales, por lo que al igual que en Valladolid se
comenzó a reducir el número de subdelegaciones.
David Brading en su obra Mineros y comeráantes, además de plantear los cambios
políticos que se gestaron en el plano administrativo con la aplicación de la real ordenanza de
intendentes y que en su momento calificó como la “revolución en el gobierno”, que en la
actualidad ha sido ampliamente criticada, analiza de forma más concreta cómo afectó y
benefició la política borbónica en las elites mineras y comerciales. El análisis que este autor
realizó con respecto a las discusiones que se dieron en el seno de la Audiencia y de la Junta
Superior de Real Hacienda sobre la oposición y anulación de varios artículos de la ordenanza
de intendentes que tenían que ver con el nombramiento de tenientes, el repartimiento y los

46 NAVARRO GARCÍA, Luis, Las reformas borbónicas en América. El plan de intendencias y su aplicación,
Sevilla España, Universidad de Sevilla, 1995.
47 PIETSCHMANN, Horst, Las reformas borbónicas y el sistema de intendencias en Nueva España. Un
estudio político administrativo, México, FCE, 1996.
48 REES JONES, Ricardo, El despotismo ilustrado y los intendentes de la Nueva España, México, UNAM,
1983.
49 IRISARRI AGUIRRE, Ana, Reformismo borbónico, en la provincia de San Luis Potosí durante la intendencia,
México, Universidad Autónoma de San Luis Potosí, Coordinación de Ciencias Sociales y Humanidades,
Miguel Ángel Porrúa, 2008.

25
Introducción

alcaldes ordinarios, temas que nos permitieron relacionarlo y ampliar la perspectiva para
ubicar justamente la importancia de los tenientes en torno a esas discusiones.50
El trabajo de Iván Franco, La intendencia de Valladolid de Michoacán: 1786- 1809, analiza
el papel que desempeñaron los dos primeros intendentes de Valladolid. Principalmente
aborda el cambio administrativo que se gestó en Michoacán con el establecimiento de la
intendencia, y pone especial énfasis en el sistema fiscal y el impacto que la exacción de
impuestos tuvo sobre los distintos sectores sociales. Observa también la reacción de las elites
locales frente al reformismo borbónico. Franco señala que las elites adaptaron las
transformaciones en su beneficio, ya que por medio de las fianzas lograron consolidar y
ampliar su poder en la intendencia. 51
Uno de los trabajos más recientes que ha dado un aporte importante a la historiografía
michoacana es la aún inédita tesis de doctorado de José Luis Alcauter Guzmán titulada
“ Régimen de subdelegaciones en la América Borbónica.. . ”, en la cual analiza de manera amplia y
compleja la administración de los subdelegados, lo que lo llevó a hacer una reconfiguración
espacial de cada uno de los distritos.52 El subdelegado como elemento central del gobierno
provincial se convirtió en uno de los medios que contribuyó al fortalecimiento de las redes
sociales en la intendencia de Valladolid. En el desarrollo del trabajo de investigación el autor
nos proporciona algunos elementos esenciales de la importancia de los tenientes y su función
como auxiliares de los subdelegados. Esta obra nos da la pauta para bajar la escala de análisis
a los funcionarios de menor jerarquía, los tenientes, con los cuales se tendrá una visión un
poco más completa de la dinámica del gobierno provincial.
De reinos y subdelegaciones: nuevos escenarios para un nuevo orden en la América borbónica,
coordinada por Rafael Diego-Fernández Sotelo, María Pilar Gutiérrez Lorenzo y Luis Alberto
Arrioja Díaz Viruell, los autores que colaboran en esta otra se suman a la amplia tarea de
subsanar el vació historiográfico que hasta hace poco se había advertido sobre el régimen de
las subdelegaciones. Aunque existe una amplia producción historiográfica sobre el periodo
las obras marginalmente abordaban a los subdelegados y centraban más la atención en los
intendentes, incluso por mucho tiempo se repitió la aseveración de Luis Navarro García de
que los subdelegados fueron “los pies de barro”53 de las intendencias, dotándoles de una
fuerte carga negativa.54 En los últimos años un grupo de académicos reunidos en la Red de
Estudios del Régimen de Subdelegaciones en la América Borbónica (RERSAB) con sede en
El Colegio de Michoacán,55 conscientes de que hacía falta analizar el sistema de
subdelegaciones y la forma en que se aclimató en las colonias americanas a partir de la
aplicación de la Ordenanza de Intendentes. Producto del esfuerzo de este grupos de
investigadores fue que resultó la obra De reinos y subdelegaciones, por lo que los colaboradores
abordan con diferentes enfoques y perspectivas el desempeño de los subdelegados en las

50 BRADING, D. A, Mineros y comerciantes en el México borbónico (1763-1810), México, FCE, 2004.


51 FRANCO CÁCERES, Iván, La intendencia de Valladolid de Michoacán, pp.161-183.
52 ALCAUTER GUZMÁN, José Luis, Régimen de subdelegaciones.
53 NAVARRO GARCÍA, Luis, Intendencias en Indias, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1959,
p. 108.
54 Por ejemplo Guillermo Céspedes del Castillo sin hacer referencia a Luis Navarro continuaba afirmando
que los subdelegados habían sido los pies de barro del régimen de intendencias. CÉSPEDES DEL CASTILLO,
Guillermo, Ensayos sobre los reinos castellanos de Indias, Madrid, Real Academia de Historia, 1999, p. 318.
55 http://www.colmich.edu.mx/rersab/

26
Introducción

diversas latitudes de los dominios de la Corona española, los cuales han demostrado que los
subdelegados fueron una pieza clave en la administración de los gobiernos provinciales.56578
Al bajar la escala de análisis a las subdelegaciones, los investigadores de RERSAB, se
logró dimensionar la importancia de los subdelegados dentro del sistema político
administrativo, cambiando con ello la visión que por mucho tiempo se había difundido que
éstos habían sido los pies de barro de las reformas borbónicas. Dentro de estas discusiones
es que toma mayor relevancia el estudio de los tenientes de justicia en la administración
novohispana, un tema que estaba a la espera de ser abordado, y que por ello implicaba muchos
retos, pues al igual que sucedía con los subdelegados, por todos lados se veía actuar a los
tenientes pero muchas veces los escenarios donde se nos mostraban no eran los mejores, y
por tanto sólo se hacían menciones incidentales señalando los abusos y las quejas que contra
ellos se hacía. El trabajo continuo de RERSAB y la naturaleza del propio tema propició que
en el último congreso que se realizó en noviembre de 2016 en el CIESAS de Mérida, se
formara una mesa de trabajo donde se abordó el tema de los tenientes de justicia, dejando de
manifiesto que tuvieron un papel importante en el gobierno de las subdelegaciones. Es en ese
sentido es que consideramos que el trabajo que presentamos será un aporte historiográfico
fundamental no sólo para la historiografía michoacana sino en general para los trabajos que
en el futuro aborden esta temática en diferentes latitudes ya que se hizo un importante
esfuerzo por tipificar los tenientes, analizar sus funciones e interrelaciones con los diferentes
sectores de la sociedad. Pero de igual manera estamos conscientes de que al ser un trabajo un
tanto ambicioso y pionero en la temática deja abiertas todavía muchas preguntas, que se
pueden aprovechar para nuevos estudios y ampliar las perspectivas de análisis que vengan a
complementar el resultado que hoy se presenta.
Para tener una mejor comprensión del funcionamiento de las instituciones y
atribuciones de los jueces fue indispensable utilizar los diferentes cuerpos legislativo y reales
ordenanzas que se emitieron en su época y que ahora se pueden consultar gracias a las
diferentes ediciones que se han publicado. Entre los cuerpos documentales que se utilizaron
podemos mencionar la Recopilación de Leyes de Indias,57 la Real ordenanza para el estableámiento e
instrucción de intendentes de ejércitoy provincia en el reino de la Nueva España 1786,58 -de la ordenanza
también se ha utilizado también la reciente edición, editada por la Universidad de Guadalajara,

56 DIEGO-FERNANDEZ SOTELO, Rafael, GUTIÉRREZ LORENZO, María Pilar, ARRIOJA DIAZ VIRUELL, María
Pilar (Coord.), De reinos y subdelegaciones: nuevos escenarios para un nuevo orden en la América
borbónica, Zamora, El Colegio de Michoacán, Universidad de Guadalajara, El Colegio Mexiquense, 2014.
57 DE LEÓN, Pinedo Antonio, Recopilación de Indias, Tomo II, México, Escuela Libre de Derecho- Gobierno
del Estado de Chiapas- Gobierno del Estado de Morelos- Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
1992.
58 Real ordenanza para el establecimiento e instrucción de intendentes de ejército y provincia en el reino
de la Nueva España 1786, [Introducción de Ricardo Rees Jones], México, Universidad Nacional Autónoma
de México, 1984.

27
Introducción

El Colegio de Michoacán y El Colegio de Sonora-,59 la Ordenanza General de 1803,60 La Nueva


Galicia en el ocaso del imperio español. Los papeles de Derecho de la Audienáa de la Nueva Galiáa del
licenciado Juan José Ruiz Moscoso su agentefiscaly regidor delAyuntamiento de Guadalajara, 1780-1810,61
Recopilación sumaria de todos los autos acordados de la Real Audienáa y Sala del crimen de esta Nueva
España,62y Libro de Reales Ordenes y Cédulas de su Magestad: Audiencia de la Nueva Galicia, siglo
XVIII.63 Estos cuerpos normativos nos permitieron comprender y esclarecer a la luz de las
evidencias documentales el funcionamiento de las instituciones, de los alcaldes mayores, de
los subdelegados y de los tenientes de justicia entre otros.

Fuentes documentales
El desarrollo de la investigación no hubiera sido posible sin la consulta de varios archivos en
los cuales tuvimos acceso a importantes y variadas fuentes documentales que nos llevaron a
reafirmar algunos planteamiento, e incluso a repensar nuevos temas. La documentación
consultado durante el desarrollo de la investigación proviene en primer lugar del Archivo
General de la Nación, por lo que se consultaron diversos ramos como Alcaldes mayores,
Subdelegados, Intendencias, Media anata, Tributos, Criminal, Reales Cédulas Originales y
Duplicadas, Archivo Histórico de Hacienda, Indiferente virreinal, Indios, General de parte,
Correspondencia diversas autoridades. La información que nos proporcionó las diferentes
secciones nos posibilitó conocer la forma en que se desenvolvieron en las diversas situaciones
los alcaldes mayores y subdelegados, y en especial sus tenientes, que son el objeto de estudio
de esta investigación. Del Archivo General de Indias fueron pocos los fondos que se
consultaron, pero no por eso dejó de ser rica e importante la información que se obtuvo de
dicho repositorio: trabajamos los fondos de la Audiencia México, Estado, Alcaldes mayores
e Indiferente general, en dichos fondos encontramos reales ordenanzas para los alcaldes
mayores y corregidores, cobro de media anata, la provisión de las alcaldías mayores por
beneficio y los salarios; también ubicamos los expedientes sobre abusos en el nombramiento
de los tenientes y el bando del fiscal de la Audiencia, Ramón de Posada y Soto, que propuso

59 Real ordenanza para el establecimiento e instrucción de intendentes de ejército y provincia en el reino


de la Nueva España. Edición anotada de la Audiencia de la Nueva Galicia, edición y estudios, MANTILLA
TROLLE, Marina, DIEGO-FERNANDEZ SOTELO, Rafael, MORENO TORRES, Agustín, Universidad de
Guadalajara, El Colegio de Michoacán, El Colegio de Sonora, 2008.
60 Ordenanza general formada de orden de su magestad, y mandada imprimir y publicar para el gobierno
e instrucción de intendentes, subdelegados y demás empleados en las indias, Madrid, Imprenta de la viuda
de Ibarra, 1803.
61 La Nueva Galicia en el ocaso del imperio español. Los papeles de Derecho de la audiencia de la Nueva
Galicia del licenciado Juan José Ruiz Moscoso su agente fiscal y regidor del Ayuntamiento de Guadalajara,
1780-1810, Vol. 1, Estudio y edición, DIEGO-FERNANDEZ SOTELO, Rafael y MANTILLA TROLLE, Marina,
Zamora, El Colegio de Michoacán, Universidad de Guadalajara, 2003.
62 Ventura Beleña, Eusebio, Recopilación sumaria de todos los autos acordados de la Real Audiencia y Sala
del crimen de esta Nueva España, [Estudio introductorio de María del Refugio González], México, UNAM,
1991.
63 Libro de Reales Ordenes y Cédulas de su Magestad: Audiencia de la Nueva Galicia, siglo XVIII, [Edición y
estudio de Rafael Diego Fernández Sotelo, Marina Mantilla Trolle], Zamora, El Colegio de Michoacán,
Universidad de Guadalajara, El Colegio de Sonora, 2008.

28
Introducción

para evitar la venta de las varas de tenientes. Otro de los documentos que nos resultó de suma
importancia fue el expediente promovido por la Audiencia de México en 1791 sobre la
contravención del artículo 12 de la ordenanza de intendentes.
Del Archivo Histórico Municipal de Morelia se consultaron los ramos de Gobierno,
hacienda, Guerra, Justicia, siglo XIX y Libros de actas de cabildo, los diversos documentos
que se obtuvieron nos ayudaron a delinear las funciones que ejercían los tenientes como
subordinados de los corregidores, alcaldes mayores y subdelegados. También encontramos
información sobre las denuncias contra los tenientes por los excesos en que incurrían. Del
archivo Histórico Municipal de Pátzcuaro se consultó el fondo colonial y en el Archivo
Municipal de Quiroga se consultó la información que produjeron los tenientes de dicho
distrito. Mención especial merece el Archivo Histórico Casa de Morelos donde pudimos
consultar varias series: Denuncias, Mal ministerio, Jurisdicción, Bienes materiales,
Testamentos, Cofradías, Visitas y Justicia. La información que obtuvimos de este repositorio
nos posibilitó plantear un capítulo sobre la compleja relación entre los tenientes y los curas.

Estructura de la investigación

En el capítulo primero se pretende sentar el precedente sobre el origen de los tenientes en la


península Ibérica, haciendo hincapié en las diferencias fundamentales entre los tenientes
castellanos y los americanos. En este apartado también se hizo un seguimiento de la forma
en que la legislación fue regulando el nombramiento y atribuciones de los tenientes. Se
identificaron los diferentes nombramientos bajo los cuales los alcaldes mayores, corregidores
y gobernadores, delegaban sus funciones a sus auxiliares, por lo que se pretendió establecer
una tipología de los tenientes, por lo que procedimos a realizar una caracterización del
teniente de rey, teniente general, teniente particular, y en menor medida retomamos la figura
de los comisarios.
En el segundo capítulo se abordó de forma general la división de las alcaldías mayores
y los tenientazgos: el panorama general se elaboró a través de dos documentos muy ricos en
información, el primero está constituido por un conjunto de informes sobre la gradación de
las alcaldías mayores y el segundo cuerpo documental por los informes que el marqués de las
Amarillas solicitó a los alcaldes mayores y curas para que informaran sobre el número de
tenientes que se nombraban en cada una de la jurisdicciones. En este apartado también se
abordan aspecto como el ausentismo, retención de las alcaldías mayores, el beneficio de las
alcaldías, la venta de las varas de tenientes, los salarios de los alcaldes mayores, aspectos que
repercutieron directamente en los tenientes. Otro de los apartados importantes sobre el abuso
en los nombramientos de los tenientes generales que se abordó con los expedientes que
remitió el fiscal Posadas al Consejo de Indias.
El tercer capítulo aborda la forma en que los tenientes desempeñaron sus funciones,
por lo que se puso especial atención en la administración de justicia civil y criminal y los
distintos casos que tuvieron que resolver. En las atribuciones de real hacienda se puso mayor
atención en la vigilancia y recaudación de las alcabalas y tributos. Con la aplicación de la real
ordenanza de intendentes hubo una ampliación de las atribuciones de los subdelegados, y por
ende esto también repercutió directamente en el incremento de las responsabilidades de los

29
Introducción

tenientes. De igual manera se abordó la forma en que los tenientes en el ejercicio de sus
funciones entablaron relaciones con otras autoridades.
En el cuarto capítulo abordamos el establecimiento del régimen de intendencias y
subdelegaciones y la forma en que repercutió en los tenientazgos. Por tanto partimos de los
planteamientos del artículo 12 de la real ordenanza de intendentes en el cual se establecía la
derogación de los tenientes y que en su lugar se nombrarían subdelegados, por tanto
analizamos los factores que posibilitaron el restablecimiento de los tenientazgos. Analizamos
los cambios que se percibieron en la forma en que se planteó la remoción de los tenientes, la
relación que se estableció entre encargados de justicia, alcaldes ordinarios y subdelegados. La
falta de un salario para los subdelegados que llevó obviamente a que se continuara con las
prácticas de siempre: la venta de las varas de teniente y el restablecimiento del repartimiento
como formas adicionales de obtener ingresos. Así mismo planteamos cómo en la esfera de la
administración local se observa un importante proceso de burocratización por medio del cual
se pretendió ir delimitando las funciones y evitar la acumulación de cargos en aras de la
eficiencia administrativa.
En el quinto capítulo se analiza de forma amplia desde las diferentes vertientes la
relación de los alcaldes mayores, subdelegados, tenientes y curas. Al ser los representantes del
gobierno espiritual y temporal se constituyeron en los garantes del orden social y de la moral
muchos temas se trastocaban como la embriaguez, el concubinato y refugio en sagrado entre
otros, los cuales por ser del fuero mixto podían actuar los jueces civiles y eclesiásticos.
También se aborda lo relacionado con la inmunidad eclesiástica y ultrajes a la jurisdicción
real, los cuáles generaron una mayor confrontación entre los tenientes y los curas.
El sexto capítulo está dedicado a analizar la forma en que los tenientes ejercían sus
funciones frente a los diferentes sectores de la sociedad. En el desarrollo de este apartado se
plantea que los tenientes se enfrentaron, por un lado, a la resistencia de los vecinos a
reconocer la autoridad de los tenientes, pero también ésta entendida como una expresión de
rechazo a las medidas reformistas de la segunda mitad del siglo XVIII. Pero por otro lado,
planteamos que en el caso de los círculos sociales de la denominada gente de razón se percibió
una especie de menosprecio por estas autoridades, especialmente cuando las determinaciones
que tomaban afectaban los intereses de las élites locales. Otro de los apartados que se abordan
tiene que ver justamente con los abusos que cometían los tenientes, sobre todo nos detuvimos
en aquellos más recurrentes que tienen que ver con la aprensión de borrachos, el cobro por
derecho de carcelaje y la venta de bebidas embriagantes. El repartimiento de mercancías, otro
tema delicado, lo abordamos porque pretendíamos demostrar cómo los tenientes, al igual que
los gobernadores, de indios seguían siendo una pieza fundamental de este sistema. Este
capítulo por tanto busca mostrar que el teniente no sólo fue el individuo abusivo, sino que al
igual que cualquier otro vecino estuvo expuesto a las calumnias y ultrajes, por tanto su
situación no siempre fue cómoda ni de superioridad frente al vecindario de su tenientazgo.

30
Capítulo I

Los tenientes de alcalde mayor en el andamiaje de la administración novohispana

Introducción

Autores como Linda Arnold, Mark A. Burkhorlder y D. S. Chandler y Ots Cadequí, entre
otros, han analizado la burocracia del antiguo régimen justamente plantean que conforme
avanzó el siglo XVIII la burocracia se fue especializando con la finalidad de prestar un mejor
servicio al rey. Los ministros de las Audiencias y oficiales de real hacienda regularmente
hicieron una carrera meritoria y de ascensos que lograron con el paso de los años al servicio
del rey, lo cual nos lleva a plantearnos a qué nivel de la burocracia estatal nos ubicamos cuando
nos posesionamos frente a los gobernadores, alcaldes mayores, corregidores y sus tenientes,
evidentemente nos encontramos frente a una burocracia que obtuvo sus empleos
específicamente por dos vías: primeramente por un carácter meritorio como recompensa por
los servicios prestados al rey y fidelidad, y en segundo lugar los que los adquirieron en forma
de beneficios, que consistía en entregar una cantidad de dinero por el empleo en beneficio
del rey.
Debido a las características de esa burocracia J. M. Ots Capdequí ha dividido la
burocracia en dos grandes grupos conformados por “una burocracia profesional —Oidores y
Oficiales de la Real Hacienda, principalmente-y de una burocracia política —Virreyes y
Presidentes, Gobernadores y Alcaldes mayores o Corregidores- que ejercieron sus cargos
respectivos con el respaldo técnico de los Asesores letrados”.1 La burocracia profesional,
estaba constituida por aquellos ministros y oficiales que tenían una formación jurídica como
la burocracia que analiza Mark A. Burkholder y D.S. Chandler, la cual incluso tenía la
posibilidad de hacer una carrera administrativa a través de los ascensos escalafonarios.2 En
los reinos americanos la burocracia provincial, o política como la denomina Capdequí, en su
mayoría estaba conformada por jueces de capa y espada, no contaban con formación jurídica
y para el desempeño de sus funciones, especialmente en la administración de justicia,
requerían del auxilio de un asesor conocedor del derecho para que emitiera el dictamen de las
causas que se trataban en los juzgados.
Los tenientes como auxiliares de los corregidores tuvieron su origen en el periodo
bajo medieval en Castilla y su principal función fue la de asesorar a los corregidores en la
administración de justicia civil y criminal, por tanto se trataba de hombres instruidos y de
letras.3 Esa fue la principal diferencia que encontramos entre los tenientes de la península
Ibérica y los tenientes de los reinos americanos los cuales, al igual que los gobernadores,
alcaldes mayores y corregidores, carecían de formación jurídica y por tanto no eran asesores
de sus superiores sino auxiliares en las funciones de gobierno, por esa razón, cuando los
tenientes generales ejercían en las ausencias y enfermedades de los titulares requerían de la
intervención de los asesores para concluir las diligencias.

1 OTS CAPDEQUÍ, J. M., El Estado español en las Indias, México, FCE, 1993, p. 48.
2 BURKHOLDER, Mark A. Y CHANDLER, D.S., De la impotencia a la autoridad. La Corona española y las
audiencias en América 1687-1808, México, FCE, 1984.
3 GONZÁLEZ ALONSO, Benjamín, El corregidor castellano, pp. 159-160.

31
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

En el presente capítulo analizaremos las diferentes tipologías de tenientes. Francisco de


Icaza Dufour cuando hace referencia a los gobernadores y sus auxiliares señala que había tres
tipos de tenientes: tenientes generales, tenientes especiales (que son el equivalente a los
tenientes particulares) y los tenientes letrados, que no son otros que los asesores.4 Las
autoridades por tanto requerían de asesores, escribanos y otros auxiliares (alguaciles,
intérpretes) en los que se apoyaban para desempeñar sus funciones. Como podremos
observar más adelante la maquinaria del gobierno provincial estaba constituida por una
compleja burocracia donde los mismos auxiliares de los alcaldes mayores, corregidores y
gobernadores nombraban a su vez a quienes los ayudaran en las funciones que les
correspondían, entre los que se encontraban los amanuenses, recaderos y otro tipo de
comisarios que ayudaban en las rondas nocturnas.

1.1 Los tenientes en la legislación castellana

Al tratar de ubicar a los tenientes en la legislación castellana nos damos cuenta que no hay
una separación bien delineada entre el cargo de corregidor, alcalde mayor y teniente, puesto
que las provisiones y ordenanzas para los corregidores debían ser observadas también por sus
tenientes, y con los alcaldes mayores se siguió la misma tónica, incluso ambos auxiliares y
subordinados directos del corregidor estaban en el mismo nivel jerárquico, por tanto lo único
que los diferenciaba era el tipo de justicia que administraban uno y otro.
Las instrucciones y ordenanzas que se fueron promulgando desde el siglo XV y XVI
para normar el funcionamiento de los corregimientos y de las alcaldías mayores se convierten
en un excelente marco de referencia para acercarnos a los tenientes de corregidores y alcaldes
mayores. Algunos de esos cuerpos normativos son las ordenanzas de Toledo de 1480, así
como los Capítulos para corregidores de 1500 dispuestos por los reyes católicos, los Capítulos
de corregidores, gobernadoresy otrasjusticias de 1530 emitidas por rey Carlos V, y la Instrucción de
alcaldes y corregidores de Nueva España promulgadas por la Audiencia de México,5 además
de las ordenanzas que se despacharon en las distintas latitudes de los reinos americanos en
las cuales se trataba de subsanar aquellas prácticas que afectaban el buen gobierno.
De manera particular para los tenientes no existe un cuerpo legislativo que exprese o
reúna la normatividad que regulaba su actuar, pero debido a la importancia que tuvieron estos
auxiliares las ordenanza y leyes inciden necesariamente en los tenientes, lo cual nos permite
conocer de cierta forma el fundamento legal en que se basaba el funcionamiento de este
empleo. Mención especial merece la Recopilación de Leyes de Indias, ya que en ella se recogieron
las ordenanzas e instrucciones dadas por el rey, y en el libro quinto trata de los alcaldes

4 DE ICAZA DUFOUR, Francisco, Plus ultra. La monarquía católica en Indias 1492-1898, México, Editorial
Porrúa, Escuela Libre de Derecho, 2008, p. 275.
5 Según los planteamientos de Ramón Piña Homs, es posible realizar un seguimiento de la forma en que
los corregimientos y alcaldías mayores se fueron consolidando a través de las instrucciones y ordenanzas
dispuestas por el virrey y la Audiencia, ya que fueron las instancias que por diferentes disposiciones
trataron de dar soluciones prácticas a los conflictos a los que se enfrentaban las autoridades en las
diferentes provincias. Pues si bien las ordenanzas tenían un carácter casuístico y eran producto de una
necesidad específica, éstas se podían aplicar en otro parte puesto que las autoridades de otros reinos
podían estar enfrentado las mismas situaciones. PIÑA HOMS, Ramón "Ordenanzas para corregidores
dadas por autoridades indianas". http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/2/819/14.pdf

32
Los tenientes en el andamiaje de la administración novohispana

mayores, corregidores, gobernadores y sus tenientes, en el que se encuentran algunas de las


disposiciones que competen directamente a los tenientes.6
En las Partidas de Alfonso X no se encuentra todavía la figura de los tenientes como
parte de los jueces encargados de la administración de justicia, apenas si se hace referencia al
teniente de alcayde de castillo o fortaleza. Si bien el teniente como figura jurídica aún no
aparece como asesor, esta última figura sí forma parte de los cargos en funcionamiento y del
cual se regula en las Partidas, puesto que los asesores están presentes desde la época romana.
Como bien se dice “el juez es el hombre bueno que es puesto para mandar, ejercer derecho,
para escuchar los pleitos entre los hombres que se agravian”. El segundo tipo de jueces que
se ponen sobre reinos son los adelantados, “que quiere decir tanto como omes que há poderío
de judgar, según le mandan los reyes, o los adelantados, o los otros jueces ordinarios”. Jueces
que el rey pone para que juzguen sobre los jueces de aquellos lugares, también se hace
mención de los alcaldes ordinarios que son puestos en determinados lugares, villas y ciudades.
En la tercera partida, título tercero, expresamente se habla de los jueces delegados, los
cuales eran nombrados para cumplir con una comisión en específico, por lo que en el
momento en que cumplían con su encargo inmediatamente se les retiraban las atribuciones y
jurisdicción que se les había otorgado para que cumplieran a cabalidad y sin contratiempo la
comisión que se les había confiado, por tanto el tiempo del juez subdelegado estaba
determinado por el período de que precisara para cumplir con su enmienda.7 Pero desde la
concepción castellana el teniente es un asesor, y Carlos V mandó que los tenientes letrados
fueran de “ciencia y experiencia”, lo que significaba que además de tener conocimiento
jurídico debían de conocer los negocios del gobierno.8
En las disposiciones de las Cortes de Toledo de 1480, que tenían por objetivo la
reorganización político administrativa del reino, fue donde más claramente se perfiló la
distinción de los corregidores y sus auxiliares, pues en ellas se expresaba que “la designación
de logarteniente o teniente no provenía de las facultades que el corregidor tuviese en este
sentido, sino del poder que los reyes le concedían a tal fin”,9 por lo que no todos los
corregidores gozaban de la atribución de nombrar tenientes, y ésta se concedía directamente
por el rey. Es por ello que condestables como Ruy López de Mendoza, que era un hombre
muy cercano al rey, y debido a sus ocupaciones militares y al constante servicio real no podía
administrar por sí mismo los territorios que estaban bajo su mando, por tanto el gobierno y
administración de justicia la dejaba en manos de tenientes, que obviamente eran de la entera
confianza de Ruy López.10 Estas licencias, de acuerdo al planteamiento de Mitré Fernández,

6 ICAZA DOFOUR, Francisco, Recopilación de leyes de los reynos de las Indias. Estudios históricos-jurídicos,
México, Miguel Ángel Porrúa 1987, Lib. 5.
7 Las siete partidas del sabio rey, 1758, Alfonso el X "El sabio rey de castilla y de León 1221-1284, México
Suprema Corte de Justicia de la Nación, 2004. En la lay segunda de la tercera partida título tercero se señala
que los jueces pueden ser designados por el rey, y de igual manera los jueces ordinarios y los adelantados,
los jueces de albedrío no pueden ser puestos sino por anuencia de ambas partes.
8 Castillo de Bobadilla, Política para corregidores, p. 155.
9 GONZÁLEZ ALONSO, Benjamín, El corregidor castellano (1348-1808), Madrid, Instituto de Estudios
Administrativos, 1970, p. 92. NIETO SORIA, José Manuel, "La monarquía castellana en el tránsito del
medievo a la modernidad", en GONZÁLEZ ALONSO, Benjamín (Coord.), Las Cortes y las Leyes de Toro de
1505, Salamanca, Cortes de Castilla y León, 2006, pp. 120-121.
10 MARTIRÉ, Eduardo, Las audiencias y la administración de justicia en las indias, Madrid, Universidad
Autónoma de Madrid, 2005, p. 207.

33
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

ya se estaban dando desde finales del siglo XIV, por lo que tenían un carácter discrecional y
no se otorgaba de manera generalizada, sino sólo a aquellos hombres que se consideraban
más cercanos al rey. Enrique II desde 1371, para evitar la delegación de los oficios en terceras
personas, mandó que “la provisión de corregimientos, alcaldías y alguacilazgos no fueran
dados ni encomendados a caballeros, hombres poderosos ni privados nuestros [...] que saben
más de las armas que no de leer libros de los fueros y derechos, han de poner otros en su
lugar, y estos tenientes”, los cuales señalaba que utilizaban voluntariamente los cargos, por lo
que el rey recomendaba que se proveyeran personas idóneas, sin sospecha y vecinos del
reino.11
El proceso de reforma y modificaciones de los tribunales de justicia que iniciaron los
reyes Fernando e Isabel con la finalidad de realizar un primer proceso de ejercer mayor
control sobre las instituciones de justicia, de los ayuntamientos, y de contrarrestar el poder de
las oligarquías urbanas y aristocracia terrateniente que tenían completamente bajo su dominio
el gobierno de las ciudades con la finalidad de sobreponer la autoridad y poder real. En ese
proceso de reconstitución del poder real fue que los corregidores pasaron a tener una
importancia fundamental como el instrumento político que posibilitó funcionar como el
medio de control y sometimiento de los consejos municipales castellanos a los intereses de
los reyes católicos. Antonio Muro Orejón concibe los capítulos de corregidores como una
importante ordenanza de carácter provincial y municipal que tenía como fin consolidar los
cargos de gobierno para que respondieran a las necesidades del proyecto político de los reyes
católicos, pero sobre todo que estuvieran acorde a la transformación modernizadora de las
instituciones y centralización del poder real.12 En ese tenor, debido a la importancia política
de los corregidores como un mecanismo de control, de negociación y de sometimiento de los
considerados enemigos de los reyes y de las élites urbanas, fue que desde 1480 se fue
definiendo de manera más clara el carácter y atribuciones de los corregidores, lo quedó más
claramente definido en los Capítulos para corregidores de 1500.13 Lynch señala que los
corregidores que nombró la reina Isabel provenían de diversos estratos sociales, por lo que
se incluyó a aristócratas y del pueblo llano, por lo que no todos eran letrados. Aunque no hay
que olvidar que esta institución ya existía desde la segunda mitad del siglo XIV, pero debido
a su importancia política fue a principios del siglo XVI que se establecieron de forma clara
las reglas bajo las cuales operarían los corregidores.14
En los Capítulos de corregidores de 9 de junio de 1500, de los reyes Fernando e Isabel, en
los que se dispone lo que los gobernadores, asistentes y corregidores deben observar para el
buen gobierno de los pueblos y villas de sus reinos.15 El documento consta de 80 capítulos,
de los cuáles los primeros 56 abordan los aspectos concernientes a gobierno, hacienda, milicia

11 Novísima recopilación de las leyes de España, "De los oficios públicos: su provisión, y calidades para
obtenerlo", T. III, Ley IV, libro VII, capítulo V, p. 295.
12 MURO OREJÓN, Antonio, Los capítulos de corregidores de 1500. Edición facsímil del incunable de la
Biblioteca Colombina de Sevilla. Estudio y notas, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1963, 6.
13 LYNCH, John, Los Austrias (1516-1598), Madrid, Barcelona, Crítica, pp. 14-21.
14 Gilberto Yalí Román afirma que el corregidor tuvo su origen en 1339 en las Cortes de León a solicitud de
las ciudades que pidieron "jueces corregidores" que frenaran los desórdenes. YALÍ, ROMÁN, Gilberto,
"Sobre alcaldías mayores y corregimientos en Indias. Un ensayo de interpretación", p. 7.
15 MURO OREJÓN, Antonio [Estudio y notas], Capítulos para corregidores de 1500. Del mismo autor "Los
capítulos de corregidores de 1500, en Anuario de Estudios americanos, Vol. XIX, Escuela de Estudios
Hispano-Americanos, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Sevilla, 1962, pp. 699-724.

34
Los tenientes en el andamiaje de la administración novohispana

y la iglesia, y los últimos 23 capítulos tocan lo referente al juicio de residencia y la forma en


que se debía de llevar el proceso hasta su conclusión. En este documento que es primordial
y que los historiadores han considerado como el fundamento jurídico de los corregimientos,
ya que de manera más concreta la figura del corregidor se instituye en un instrumento político
del poder real que marcó precisamente la expansión del poder real sobre el poder señorial.
En los primeros 56 capítulos se dispone la forma en que deben de actuar los jueces reales y
no se hace mención expresa de los tenientes, sino que se habla de asistentes.
Benjamín González Alonso señala que hacia 1476 el corregimiento y la asistencia eran
oficios completamente diferenciados, aunque afirma que en los capítulos de 1500 se siguió
con la tendencia de asimilar ambos empleos,16 es por ello que la figura del asistente en las
ordenanzas la podemos pensar en su equivalente de los tenientes, puesto que eran una parte
fundamental en la administración de los corregidores, por ende los asistentes debían observar
los mismos requisitos que los corregidores, incluso en los capítulos en que se hace referencia
al juicio de residencia se disponía que las pesquisas públicas y secretas se deberían hacer sobre
los corregidores, gobernadores y asistentes.17
Otro de los documentos importantes es los Capítulos de corregidores de 1648, el cual
consta de 38 capítulos en los que se tratan diversos aspectos de los corregimientos como las
mojoneras, las visitas a los distritos, el tratamiento de los indios, evitar el abuso sobre los
indígenas y prohibir el repartimiento entre otros temas. En los artículos 27 y 28 se refiere
directamente a los tenientes y alcaldes, por lo que se mandaba que no se nombrara para el
oficio de tenientes, alcalde mayor u otro cualquiera de administración de justicia en quien lo
hubiere tenido en el mismo corregimiento en el tiempo de su antecesor aunque sus residencias
estén vistas en el Consejo, y los que usaren dichos oficios quedarán inhabilitados. De igual
manera se disponía de la forma en que se debía de realizar el juicio de residencia “ha de tomar
residencia al antecesor suyo, a sus tenientes y alcalde mayores, así por razón del ejercicio de
la jurisdicción ordinaria de sus oficios, como de las comisiones, que hubieren tenido,
alguaciles, carceleros, procuradores y otros oficiales, que tuvieren o hubieren tenido.18
En la península Ibérica fueron varias las disposiciones que se dictaron para los
corregidores, en las cuales necesariamente se hacía referencia al teniente de corregidor ya que
de una u otra forma dichos reglamentos trastocaban las funciones de este auxiliar, en ese
sentido la ordenanza de octubre de 1749 que reestablecía el sistema de intendencias en la
península debido al fracaso de la de 1718.19 Por tanto, a diferencia de lo que sucedió en otras
latitudes como en América, la ordenanza de intendentes no eliminó la figura de los tenientes,
al contrario, lo que hizo fue reafirmar la existencia de dichos empleos y expresaba “que en
aquellos lugares donde se nombraran dos tenientes o alcaldes mayores, uno debía atender
aquellas causas que fueran de la justicia civil y otro lo competente a la justicia criminal”, de
cierta manera con esta ordenanza se delimitaba las funciones de estos empleos para evitar
conflictos de jurisdicción entre ambos. Pues no hay que olvidar que en su conjunto en las

16 GONZÁLEZ ALONSO, Benjamín, El corregidor castellano, p. 114.


17 LUNENFELD, Marvin, Keepers of the City.The corregidores de Isabella I of Castile (1474-1504), Cambridge,
Cambridge University Press, 1987, p. 23.
18 GONZÁLEZ ALONSO, Benjamín, El Corregidor Castellano...op.cit., p. 321.
19 AGI, México, 653, Ordenanza de 13 de octubre de 1749, para el restablecimiento e instrucción de
intendentes de provincias y ejércitos, año de 1749, por orden de su majestad, Madrid, Imprenta de Manuel
Fernández, 109 fs.

35
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

ordenanzas de la época no existe una diferencia sustancial y de peso que diferencie los dos
cargos que se encuentran en la misma jerarquía debido a que ambos son nombrados por el
corregidor, y por tanto éste tenía la facultad de removerlos cuando así lo considerara
pertinente. 20

1.2 La legislación indiana

En Nueva España hasta antes de la Recopiladón de Indiad1 se contaba con varias ordenanzas
emitidas por la real Audiencia y el virrey donde se mandan diversos asuntos para regular el
funcionamiento de los tenientazgos. Los Capítulos de corregidores de 1500 fue el
ordenamiento jurídico en el cual se sustentaron inicialmente los gobernadores, corregidores
y alcaldes mayores de los reinos americanos.
En las Instrucciones de los alcaldes mayores y corregidores de Nueva España de 1561,
de provisión de la Audiencia de México, la cual constaba de 20 capítulos en los que se
disponían todos los aspectos que debían guardar los oficiales provistos para ocupar los cargos
de corregidores y alcaldes mayores para el buen gobierno y administración de justicia, así
como el cuidado de los indios y prohibiciones propias del oficio, en el que se les mandaba
que no excedieran sus funciones de justicia y se prohibía el comercio y que recibieran regalos
y dádivas para no comprometer la buena administración de justicia. Aunque en estas
ordenanzas no se hacía mención expresa sobre los tenientes de alcalde mayor, en el artículo
VIII se enunciaba “porque estoy informado quitan algunos alcaldes y alguaciles y otros
ministros, no andando su voluntad, y ponen otros en su lugar y les dan vara de justicia no lo
pudiendo hacer no os entremeteréis en quitar vara a ninguna persona que la tenga con
mandamiento mío, sin conocimiento ni justificación de causa, para que provea lo que
convenga”.20212223En esa instrucción ya se hace referencia a la práctica de los alcaldes de poner
quien administre justicia a su modo.
La Recopiladón de leyes de Indias es uno de los textos fundamentales en el cual se recoge
la legislación vigente del periodo de los Austrias y donde se recopilaron las ordenanzas que
se emitieron para la administración del gobierno. En este cuerpo legislativo podemos
encontrar referencias a diversos aspectos relacionados con la finalidad de regular el
funcionamiento de las alcaldías y el nombramiento del personal auxiliar de estos funcionarios.
Algunos de los aspectos que se pueden encontrar en la recopilación son la forma en que se
debían de nombrar a los tenientes, por lo que una de las pretensiones fue también regular el
tiempo en que los auxiliares estaban facultados para sustituir a los titulares. De manera
particular en el libro V, título II, que se titula De los gobernadores, corregidores, alcaldes mayores, y
sus tenientesy a gu ad les2 En dicho apartado se encuentran varias disposiciones encaminadas a

20 GARCÍA MARÍN, José María, La reconstrucción de la administración territorial y local, Alcalá de Henares,
Madrid, España, Instituto Nacional de Administración Pública, 1985, p. 56.
21 LEÓN PINELO, Antonio de, [edición y estudio preliminar de Ismael Sánchez Bella], Recopilación de Indias,
México, Escuela Libre de Derecho, Gobierno del Estado de Chiapas, Gobierno del Estado de Morelos,
Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, Universidad Cristóbal Colón, Universidad de Navarra,
Universidad Panamericana, Miguel Ángel Porrúa Librero Editor, 1992.
22 CU EVAS, Mariano [Colegiados y anotados], Documentos inéditos del siglo XVI para la Historia de México,
México, Talleres del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología, 1914, p. 247.
23 ICAZA DOFOUR, Francisco, Recopilación de leyes de los reynos de las Indias, Lib. V.

36
Los tenientes en el andamiaje de la administración novohispana

normar la acción de los tenientes, pero también de regular la relación con los gobernadores,
corregidores y alcaldes mayores. En este apartado se aborda el juicio de residencia, las fianzas
y la prohibición de que los tenientes fueran vecinos de los distritos donde ejercían sus
funciones, entre otras. Este cuerpo jurídico es fundamental para comprender los tenientazgos,
pues se recoge el conjunto de ordenanzas que se habían emitido desde el siglo XVI, en las
cuales se tratan temas tan determinantes sobre la facultad de los gobernadores y alcaldes
mayores de nombrar y remover a los tenientes como los únicos autorizados para tomar ese
tipo de decisiones, por lo que limitaba la intervención de la Audiencia y el virrey en este tema.
En las leyes de Indias había disposiciones que prohibían que los tenientes se eligieran
entre los vecinos de la provincia, y enfatizaban en que la designación debía recaer en gente de
fuera para que los funcionarios no tuvieran lazos familiares, asociaciones de negocios o
amistades que les hicieran abandonar una posición de rectitud y neutralidad en sus funciones,
lo que no siempre fue posible por falta de gente idónea.24 La Recopilaáón de Leyes de Indias nos
permite formarnos una idea de cómo se proyectaban los tenientazgos desde la metrópoli a
través de las regulaciones, atribuciones y prohibiciones para el uso del oficio. Por tanto estas
leyes, junto a las diferentes ordenanzas que se emitieron, fueron el marco jurídico más
importante bajo el cual se rigieron los gobernadores, alcaldes mayores, corregidores y
tenientes.
La ordenanza de intendentes de 1786 marcó un momento muy importante para los
tenientazgos, pues como parte del proyecto político-administrativo de los borbones y el
establecimiento de la nueva planta se derogó la existencia de los tenientazgos, o por lo menos
esa fue la pretensión en los artículos 11 y 12, y en su lugar se estableció que se nombraran
subdelegados.25 No obstante el cargo se volvió a restablecer por real cédula de 13 de
septiembre de 1791, por la que se mandó que “a fin de ocurrir a la asistencia de las
jurisdicciones, y que nunca falte en ellas la administración de justicia en las ausencias o
enfermedades de los subdelegados respectivos; he resuelto que por decreto de seis de este
mes continué por ahora, y mientras por punto general se determina lo conveniente, la antigua
práctica de alcaldes mayores, en cuanto a dejar sujeto que corra con ella, y con el cobro de
tributos y demás ramos de su cargo, de cuenta y riesgo su yo.. .”26 en términos concretos los
tenientazgos siguieron siendo parte del andamiaje administrativo como lo analizaremos más
adelante.

1.3 Los auxiliares de los alcaldes mayores

El alcalde mayor y corregidor como juez ordinario y depositario del poder real para
desempeñar sus funciones de gobierno, guerra, hacienda y justicia, se rodeó de auxiliares que
le colaboraron de manera activa en cada una de las diligencias y competencias necesarias para
que el juzgado a su cargo funcionara a cabalidad. Entre los auxiliares de los alcaldes mayores
destacaban tenientes, asesores, escribanos, alguaciles e intérpretes, entre otros. Para autores
como Aznar los títulos de tenientes estaban totalmente vinculados a los alcaldes y merindades,
debido a que en la legislación y ordenanzas ambos cargos se igualaban y no había mayor

24 ICAZA DOFOUR, Francisco, Recopilación de las leyes de los Reynos de Indias, Lib. V, Tít, II, Ley 45.
25 Real Ordenanza de intendentes, art. 11 y 12.
26 AGN, Reales Cédulas originales, Vol. 231, Exp. 30, F. 84.

37
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

diferencia entre unos y otros.27 Benjamín González Alonso considera que de manera
indistinta tanto los corregidores de capa y espada y los letrados requirieron de dos auxiliares,
de un técnico en derecho “que los auxiliara en la administración de justicia”, y de un alguacil
que fue el “brazo ejecutor que materializará en la práctica sus órdenes y providencias”.28
Por consiguiente, los auxiliares de los alcalde mayores cuidaban del orden y ejercían
funciones de gobierno, pero no se les podía considerar jueces reales porque no contaban con
el nombramiento expreso del rey, pero su labor se debía circunscribir a guardar el buen
gobierno y a defender las leyes y el reino, como si su designación procediera de la mano y
gracia del rey. Ejercían una jurisdicción ordinaria delegada, por lo que como tales tenientes
llevaban vara de justicia y atendían los asuntos civiles y criminales hasta donde sus facultades
se lo permitían, su proceder y su actuar estaba regulado y tenían las mismas limitaciones de
los alcaldes mayores, es por ello que los tenientes al igual que los alcaldes mayores estaban
sometidos al juicio de residencia, tal y como se expresaba en las Leyes de Indias.29 En los
reinos americanos el juicio de residencia no fue una práctica común, aunque se establecía en
las leyes y en las fianzas que la residencia que se le haría al alcalde mayor también se
contemplaría a sus tenientes y demás ministros que nombrara.30
Los tenientes ejercían sus empleos como auxiliares de las autoridades provinciales,
por lo que éstos estaban directamente subordinados a la autoridad de los alcaldes mayores y
corregidores, quienes eran los que determinaban el tipo de funciones que delegaban en sus
subordinados, los cuales actuaban -como afirma Guillermo Lohmann Villena- con una
“delegación revocable en todo momento”,31 ya que no había una disposición jurídica y
reglamentaria que dispusiera el tiempo por el que podían ejercer el oficio, y éste estaba
determinado por las necesidades del titular. Cabe señalar que regularmente muchos de los
tenientes ejercían dicho empleo el mismo tiempo que los alcaldes mayores, por lo que bien
podían estar frente a los tenientazgos un año, trienio o quinquenio, y otros tantos ejercían
dicho cargo por periodos prolongados. La tradición de delegar la jurisdicción en un
representante de los jueces reales era una práctica tan arraigada que inmediatamente se
trasladó a los reinos americanos, es por ello que los historiadores de la historia institucional
del derecho han planteado que desde los primeros años de la colonización los adelantados,
los capitanes generales y gobernadores, tuvieron la costumbre de ejercer sus funciones
militares, civiles y judiciales a través de tenientes.32
En los reinos americanos la figura del teniente es como la de un juez de instrucción
que desempeña funciones en lo administrativo y ejecuta las disposiciones del alcalde mayor,
pero carecía de formación jurídica, al igual que los alcaldes mayores, y es por eso que los

27 BERMUDEZ AZNAR, Agustín, El corregidor de castilla durante la Baja Edad Media, pp. 437-444.
28 GÓNZÁLEZ ALONSO, Benjamín, El corregidor castellano (1346-1808), p. 92
29 ICAZA DOFOUR, Francisco, Recopilación de las leyes de los reinos de las Indias, Libro V, Tit. 2, Ley 11.
30 AGN, Indiferente virreinal, Caja 1843, Exp. 17, Fs. 39. Este expediente contiene las fianzas de residencia
de diferentes alcaldías mayores, 1770. AGN, Indiferente general, C 2625, Exp. 4, F. 4, Fianza de residencia
del alcalde mayor de Maravatío Manuel Gutiérrez de Huerta, el cual fue afianzado por el comerciante de
la ciudad de México llamado Joseph de Zalazar, 1767.
31 LOHMANN VILLENA, Guillermo, El corregidor de indios en el Perú bajo los Austrias, Perú, Pontificia
Universidad Católica del Perú, 2001, p. 437.
32 PIETSCHMANN, Horst, El Estado y su evolución al principio de la colonización española de América,
México, FCE, 1989, p. 117. DOUGNAC RODRÍGUEZ, Antonio, Manual de Historia del Derecho, México,
UNAM, 1994, p. 428.

38
Los tenientes en el andamiaje de la administración novohispana

tenientes fueron auxiliares del alcalde mayor y no asesores jurídicos propiamente dicho -como
sí sucedió en la península ibérica- y sus principales actividades estuvieron orientadas a llevar
lo administrativo y judicial hasta donde sus facultades lo permitían, es por eso que William
Taylor los define como funcionarios administrativos y judiciales.33 Los tenientes fueron
provistos para resolver todo lo concerniente al buen gobierno del distrito en el que
desempeñan sus funciones de auxiliares, es decir, fue más un símil de su superior y sus
obligaciones no se limitaban exclusivamente a las causas de justicia, sino que en el ejercicio
de su cargo abarcaba todo lo competente a hacienda, gobierno y justicia. Por consiguiente
una de las tareas centrales es discernir los nombramientos de teniente de rey, los tenientes
generales, los tenientes particulares y los comisarios, estos dos últimos son los que presentan
mayor dificultad.

1.4 El teniente de gobernador

En el sistema de los tenientazgos los primeros que ocuparon dicho cargo en América
fueron los tenientes de gobernador, y después de 1530 imperaron en mayor medida los
tenientes de corregidor y de alcaldes mayores, los cuales se implantaron relativamente muy
temprano. Según datos que aporta Alfonso García Gallo, en 1494 Cristóbal Colón nombró a
su hermano Diego cómo “Teniente de la gobernación” para que actuara en sus ausencias.34
Los gobernadores desde un inicio tuvieron la facultad de nombrar tenientes, el cual era un
“oficio de confianza y asesoramiento en la administración de justicia”.35 Antonio Muro señala
que cuando se trataba de gobernaciones importantes como Cartagena de Indias, Yucatán y
La Habana, el nombramiento lo realizaba el Consejo de Indias.36 Mientras que para las
gobernaciones de menor relevancia se les daba la libertad a los gobernadores de que
nombraran a la persona que fuera de su confianza. Este autor nos permite observar cómo en
los primeros años de la colonización y poblamiento de los reinos americanos los tenientes
eran designados directamente por el gobernador, es por ello que el gobernador
constantemente los comisionaba para que avanzaran en la ocupación y poblamiento de los
nuevos territorios para extender sus dominios sobre el espacio que era de su interés, pues de
esa manera se incrementaba la presencia de los españoles.37
El teniente general ejercía las mismas funciones que el gobernador ya fuera por
motivo de ausencia, indisposición o muerte, y Borah afirma que los tenientes eran
indispensables en aquellas provincias del norte y sur del reino de la Nueva España, puesto
que en las zonas que se caracterizaron por ser frontera los gobernadores llevaban una

33 TAYLOR, William, Ministros de lo sagrado, Zamora, El Colegio de Michoacán, Secretaría de


Gobernación, El Colegio de México, 1999, p. 592.
34GARCÍA GALLO, Alfonso, "La evolución territorial de las Indias de 1492-1824, en III Congreso de Historia
del Derecho Indiano: Madrid 17-23 de enero de 1972, actas y estudios, Madrid, Instituto Nacional de
Estudios Jurídicos, 1973, p. 78- 88.
35 Recopilación de Indias, Ley 36, libro 5, título 2.
36 MURO OREJÓN, Antonio, Lecciones de historia del derecho hispano indiano, México, Miguel Ángel
Porrúa, p. 203. SCHÁFER, Ernesto, El Consejo Real y Supremo de las Indias. La labor del Consejo de Indias
en la administración colonial, Vol. II, España, Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura,
Marcial Pons Historia, 2003.
37 GARCÍA GALLO, Alfonso, "La evolución territorial, p. 102.

39
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

actividad militar intensa, lo que los obligaba a mantenerse constantemente fuera de la cabecera
administrativa.38
Los gobernadores nombraban tenientes a su arbitrio, ya que formaba parte de sus
atribuciones, incuso llegaron a otorgar el título de teniente a mestizos y mulatos, lo cual en
términos jurídicos no estaba permitido que se hicera este tipo de nombramientos, por lo que
la reacción de las autoridades no se hizo esperar y en la ordenanza de 3 de junio de 1578 el
virrey Enriquez sancionó este tipo de actos. Sin embargo no siempre se respetó esa
disposicción ya que en 1645 se denunció que el alcalde mayor de la Villa de Valles había
nombrado a un mestizo como su teniente y por real cédula se le mandó que

“el alcalde mayor de la dicha villa de los Valles quite luego el ejercicio de teniente al dicho Juan
Garrón de Alvarado y no consienta que lo sea en adelante observando en lo que se le ordena
en su título e instrucción que se le dio de que no nombre tenientes mestizos ni tampoco se
pongan de tenientes en ningún vecino de la jurisdicción por estar prohibido por ley del reino
fecho en México a ocho de noviembre de mil y seiscientos y cuarenta y cinco años”.39

El oficio de teniente tuvo sus propias particularidades y fue evolucionando conforme


cambiaron las necesidades del imperio, es por ello que ni siquiera en América se puede afirmar
que los tenientazgos funcionaron de la misma manera, las funciones y atribuciones no siempre
fueron las mismas y en gran medida éstas estuvieron determinadas por el alcalde mayor, el
corregidor y gobernador, que era el que determinaba el tipo de facultades que delegaba en sus
auxiliares.
En consecuencia los virreyes pretendieron hacer de manera directa el nombramiento
de tenientes, sin embargo desde la metropoli se resolvió que los virreyes no tenían que
intervenir en la designación de los tenientes de gobernador debido a que esta era una facultad
que tenían expresamente los gobernadores de provisión real. Desde inicios del siglo XVII se
expidieron en distitntos momentos reales cédulas dirigidas a los gobernadores, corregidores
y alcaldes mayores, para que no pusieran tenientes en los lugares que no fueran necesarios, y
al mismo tiempo se pretendía relevar a la real hacienda de la obligación de pagar salarios, que
como expresaban las autoridades eran elevados.40 Como hemos podido observar las
gobernaciones se establecieron en las zonas de frontera, por lo que aunado al proceso de
militarización que se implementó en el transcurso del siglo XVIII posibilitó que se diera un
importante cambio en los nombramientos de los tenientes de gobernador, sobre todo en
aquellas zonas que podemos considerar tenían una situación geoestratégicas y que por ende
tenían una relevancia fundamental para la defensa del territorio, y aunado al proceso de
militarización fue que las gobernaciones de Yucatán y Veracruz consiguero que sus tenientes
pasaran a tener el distintivo de tenientes de rey, como se tratará en el siguiente apartado.38940

38 BORAH, Woodrow, "El gobernador provincial", p. 54- 55.


39 AGN, Reales Cédulas D15 Exp. 183, 1645, f145-145v. Real Cédula para que el acalde mayor de villa de
los valles quite el ejercicio de teniente a Juan Garrón Alvarado mestizo y no nombre a ninguno que los sea
ni a vecino de la jurisdicción por estar prohibido por ley del reyno.
40 AGI, Guadalajara, 8, r5, No. 26, fs. 2. ICAZA DOFOUR, Francisco, Recopilación de las leyes de los reynos
de las Indias, Libro V, Tít. II, Ley 38.

40
Los tenientes en el andamiaje de la administración novohispana

1.5 Teniente de rey

Gilberto Quintero en su estudio hace referencia a que el cargo de teniente general de


gobernador hacia principios del siglo XVIII sufrió una importante transformación,
especialmente en aquellas provincias que tenían un carácter eminentemente militar, por lo
que transmutó en un nuevo nombramiento, el teniente de rey. Dicho cargo se creó en Buenos
Aires por real cédula de 28 de septiembre de 1716,41 y en Tucumán el 25 de mayo de 1741,42
el cual tenía una representación política y militar, por lo que suplía en las funciones al
gobernador en sus ausencias y enfermedades. Este mismo cargo también se otorgaba en La
Habana, Filipinas, Yucatán, San Juan de Puerto Rico y Veracruz, provincias que contaban
con la presencia de un gobernador y para ocupar este empleo preferentemente se nombra a
un sujeto que tuviera un grado militar debido a la naturaleza del mismo.43 En la Nueva España,
aunque se reconocían como gobernaciones a Tlaxcala,44 Yucatán, Puebla, Veracruz y
Acapulco, sólo Campeche y San Juan de Ulúa, Veracruz, contaban con teniente de rey, y el
resto de las denominadas gobernaciones contaba con sus tenientes generales y particulares, y
así se mantuvieron durante todo el periodo colonial.45
En la provincia de Yucatán el título de teniente de rey se creó en 1744 y su lugar de
residencia fue Campeche. En la real cédula que se emitió para la creación de dicho empleo se
evidencia claramente que se tenía un objetivo meramente defensivo, pues en ella se expresaba
que

“Recaigan en él el mando de la referida provincia, en caso de ausencia o muerte de su


Gobernador y Capitán general (ínterin proveo en propiedad aquel empleo) para que se asegure
haya sujeto y oficial de grado que sepa el servicio, y el modo de impedir las invasiones que
puedan experimentar”.46

A la muerte del gobernador el mando político inmediatamente recaía en el teniente


de rey. En 1763 se nombró a Joseph Álvarez teniente de rey y cabo subalterno de la provincia
de Campeche, sin embargo éste se quejaba de que su antecesor, el teniente coronel Don Juan
Antonio Ayanz de Ureta, se resistía a darle la posesión de los empleos de teniente de rey y
comandante de las tropas regladas de esa provincia, ya que se negaba a entregarle el mando

41 QUINTERO, Gilberto, "Gobernadores y tenientes de gobernador..." p. 292.


42 AGÜERO, Alejandro, "El teniente de rey de Tucumán. Gobierno político, autoridad militar y colonización
jurisdiccional en Córdoba, 1741-1775, Revista de Historia del Derecho, No. 46, INHIDE, Buenos Aires, Julio-
Diciembre, 2013, p. 5. (pp 1-25)
43 AYALA, Manuel Joseph de, Diccionario de gobierno y legislación de Indias, Madrid, Ediciones de Cultura
Hispánica, 1996, p. 146-148.
44 Víctor Gayol realizó un importante trabajo sobre los gobiernos militares de Tlaxcala y uno de sus
importantes observaciones en cuanto a la forma en que administraron justicia encontró que los militares
de carrera fueron los que tuvieron un mejor desempeño en la administración de justicia. GAYOL, Víctor,
"La justicia y el gobierno político militar de Tlaxcala entre las reformas borbónicas y la independencia
(1786-1821): los gobernadores militares", en CASELLI, Elisa (coord.), Justicias, agentes y jurisdicciones. De
la monarquía hispánica a los Estados nacionales, España y América, siglos XVI- XIX), México, FCE, Red
Columnaria, 2016, pp. 287- 311.
45 RUBIO MAÑÉ, Jorge Ignacio, El virreinato: orígenes y jurisdicciones y dinámica social de los virreyes,
México, FCE, p. 98
46 La península de Yucatán, p. 41.

41
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

de la gobernación y capitán general que servía por muerte del brigadier Joseph Crespo, incluso
la toma de posesión y juramento se le recibió en el cabildo por el alcalde ordinario de primer
voto ya que Ayanz de Ureta no asistió a la reunión pretextando enfermedad.47
Las funciones del teniente de rey en los asuntos de gobierno se pueden considerar
equiparables a la de los tenientes generales, sin embargo en las gobernaciones donde se
erigieron los cargos de teniente de rey la figura del teniente general desapareció, y con el
nuevo nombramiento no sólo se dio una recategorización de dicho cargo sino que se le dio
mayor formalidad y se uniformó a las necesidades del propio territorio, por lo que ya no
cualquier vecino de la provincia podía ocupar el empleo de teniente, se requirió de un
individuo que tuviera conocimientos militares y formación castrense. Alejandro Agüero,
siguiendo los planteamientos de Félix Colón de Larriategui define, “El oficio de Teniente de
Rey, es una institución de naturaleza castrense, definido como “el segundo jefe de una plaza
militar” con facultad de sustituir a su titular aun frente a otros “subordinados de mayor
graduación”.48 Después del gobernador el teniente de rey era el que le seguía en importancia
militar y política, es por eso que estaba facultado para asumir las funciones gubernativas.
En las disputas sobre a quién le correspondían los mandos políticos y militares por
ausencia, enfermedad o muerte de los gobernadores, fue muy común que el rey o los fiscales
de la Audiencia fallaran a favor del teniente de rey justamente porque estaba considerado
como el segundo jefe de la plaza donde ejercía su mando, por lo que después de su superior
no había oficial o ministro con mayor autoridad que la suya, pues claramente se estableció
que, al igual que el gobernador, tanto en América como en la península Ibérica el teniente de
rey ejercería el mando militar y político de forma indiscutible.49
A través de la trasmutación de un cargo por otro nos lleva necesariamente a plantear
que desde muy temprano se había comenzado a dar un importante proceso de militarización
en las gobernaciones, fenómeno que se vio con más fuerza hacia la segunda mitad del siglo
XVIII, cuando se dio la profesionalización del ejército,50 y todos esos cambios formaban parte
del proyecto de gobierno que se estaba gestando para la América borbónica. El proceso de
militarización que se experimentó en las primeras décadas del gobierno de Felipe V respondió
en buena medida a la necesidad de defender al imperio de las amenazas de las potencias
enemigas, lo cual llevó a que la corona instrumentara, tanto en la Península como en sus
posesiones de América, nombrar en los cargos de gobernadores provinciales a oficiales
militares.51 En las gobernaciones y corregimientos que tenían un lugar estratégico, tales como
puertos y zonas de frontera, que fue donde más claramente se observó la militarización de

47 AGN, Correspondencia Diversas autoridades, Vol. 7, Exp. 19, fs. 93-98. Resistencia del Gobernador y
capitán general interino para dar posesión al teniente de Rey, Joseph Álvarez. 1763
48 AGÜERO, Alejandro, "El teniente de rey de Tucumán, p. 4
49 Félix Colón de Larriátegui, Ximenez de Embun, Juzgados militares de España y sus Indias. Tomo II, 2-
edición corregida y aumentada, Madrid, MDCCXCVII, Imprenta de la viuda de D. Joaquín Ibarra, Pp. 206­
207.
50 ARCHER, Christon I. El ejército en el México borbónico, 1760-1810, México, FCE, 1983.
51 EISSA-BARROSO Francisco A. "The Honor of the Spanish Nation": Military Officers, Mediterranean
Campaigns and American Government Under Felipe V", en Francisco A. EISSSA-BARROSO y Ainara
VÁZQUEZ VARELA, Early Bourbon Spanish America. Politics and society in a forgotten Era (1700-1759),
Leiden, Boston, Brill, 2013, p. 44. MARTIRÉ, Eduardo, "La política americana del nuevo régimen (1808­
1810)", en BARRIOS Feliciano (Coord.), Derecho y administración pública en las Indias hispánicas, Vol. II,
La Mancha, Ediciones de la Universidad de Castilla la Mancha, 2002, pp. 1129-1166.

42
Los tenientes en el andamiaje de la administración novohispana

los cargos gubernativos. Como bien señala Eissa Barroso dicho proceso de militarización
obedeció a la necesidad de defender el imperio, de premiar a los oficiales de altos honores y
a un cambio de concepción al considerar que

“los oficiales militares estaban idealmente preparados para llevar tareas de gobierno” —pero
además- “el nombramiento de oficiales militares como corregidores y gobernadores
provinciales buscaba fortalecer la autoridad real al poner la administración de estos distritos
fuera del alcance de las instituciones tradicionales y confiarla a oficiales directamente
dependientes de y leales a la Corona”.52

Los tenientes de rey, a diferencia de los tenientes generales y particulares de los


alcaldes mayores y subdelegados, sí percibían una remuneración. En marzo de 1780 se otorgó
el nombramiento de teniente de rey interino de Veracruz a favor del brigadier Miguel del
Corral, la confirmación del rey llegó hasta 1783,53 y en 1788 se le otorgó el empleo de
ingeniero director de la plaza de Veracruz y Real Fuerza de San Juan de Ulúa.54 Aunque tenía
dos empleos sólo podía percibir el sueldo correspondiente a uno de ellos, y por lo visto sólo
tenía el sueldo de teniente de rey, ya que en 1790 pedía se le otorgara “la gracia de que se le
conceda la gratificación del empleo de director que vuestra magestad tenga [a] bien mandar
asignarle”, pues afirmaba que los gastos extraordinarios le disminuían su sueldo preciso para
subsistir.55 En 1796 el rey mandó que el teniente de rey de la plaza de Veracruz, Coronel
Diego García de Panes, disfrutara del mismo auxilio que se disponía en la Real Cédula de 3
de julio de 1749, mismo sueldo que gozaron sus antecesores cuyo monto ascendía a
seiscientos pesos al año.56 Los tenientes de Rey de Veracruz y de Campeche también llegaron
a solicitar que se les abonara el medio sueldo correspondiente al cargo de gobernador
intendente que comúnmente llegaban a ejercer por interinato, sin embargo la Junta Superior
de Real Hacienda no aceptó las solicitudes de ambos.57 El sueldo que percibía el teniente de
rey de Veracruz no se comparaba con el que se le asignó al coronel de ingenieros don Juan
José de León en 1817 cuando se le nombró teniente de rey de la plaza de Campeche y Cabo
subalterno de la capitanía general de Yucatán, en su nombramiento se le asignó un salario
anual de 2 000 pesos.58
Los gobernadores en sus respectivas jurisdicciones ejercían el mando militar y
político, por lo que en sus ausencias y enfermedades ambos mandos recaían en el teniente de

52 EISSA-BARROSO Francisco A. "De corregimiento a gobierno político-militar: el gobierno de Veracruz y la


"militarización" de cargos de gobierno en España e Indias durante los reinos de Felipe V", en Relaciones,
No. 147, Zamora, El Colegio de Michoacán, Verano 2016, p. 21.
53 AGN, Indiferente virreinal, Caja 2793, Exp. 7, F. 1. Título de don Miguel del Corral, 1780- 1781.
54 AGN, Reales Cédulas Originales, Vol. 128, No. 109, F. Aranjuez, a 5 de junio de 1784. Firmado por Joseph
de Gálvez.
55 AGN, Indiferente virreinal, Caja 2110, Exp. 22, 1790, F. 7. El teniente de rey e ingeniero director de la
plaza de Veracruz y real fuerza de San Juan de Ulúa, solicita que se le conceda la gratificación sobre el
sueldo de director. Veracruz 14 de julio de 1770.
56 AGN, Reales Cédulas Originales, Vol. 164, No. 203, F. 321, Sueldo del teniente de Rey de la plaza de
Veracruz, Madrid 11 de julio de 1796.
57 AGN, Reales Cédulas Originales, Vol. 164, No. 274, F. 427, El teniente de rey de Veracruz solicita se le
abone la mitad del sueldo del empleo de gobernador interino, San Ildefonso 6 de agosto de 1796.
58 AGI, México, 3000, F. 2, Yucatán y Campeche título de teniente de rey, Madrid, Agosto 9 de 1817.

43
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

rey. En un interesante estudio sobre el teniente de rey de Tucumán Alejandro Agüero analiza
como éstos se enfrentaron a diversas confrontaciones para poder ejercer su empleo, ya que
los alcaldes ordinarios de Córdova constantemente se oponían a que en las ausencias del
gobernador el teniente de rey ejerciera las facultades militares y políticas, por lo que
aprovechaban cualquier medio para opacar su autoridad, incluso trataban de provocar
confusión para que no se le obedeciera en ninguno de los mandos. Y destaca cómo en 1753
en una real cédula se dispuso que “el teniente no tuviese conocimiento alguno “en las causas
y negocios político y de justicia” por tocar éstos “privativamente a la justicia de la ciudad de
Córdova y su jurisdicción”, al tiempo que le reconocía plena autoridad “en los negocios de
guerra, citaciones, corridas, campañas y demás concernientes a las defensas de las fronteras”.59
Si bien el teniente de rey tenía un carácter eminentemente militar también ejercía otro tipo de
comisiones, incluso aquéllas que estaban directamente relacionadas con el cabildo, pues
presidia las sesiones en las ausencias del gobernador, aunque frecuentemente los miembros
del ayuntamiento se opusieron a la intervención del teniente de rey en los asuntos del gobierno
de la ciudad por considerar que no era de su competencia. De igual manera en las provincias
que contaban con puertos daba cuenta de los decomisos de mercancías.
Antes de la aplicación de la real ordenanza de intendentes se daba por entendido que
el mando militar y político estaba en manos de los tenientes de rey, pese a la oposición de los
alcaldes ordinarios. Sin embargo a partir de 1786, con la puesta en marcha del régimen de
intendencias, y por ende con la figura del asesor letrado de los intendentes gobernadores, la
discusión trascendió a otro plano pues se comenzó a discutir sobre en quién deberían de
recaer los mandos militar y político por ausencia del intendente gobernador, en el asesor
letrado del intendente gobernador o en el teniente de rey. En Yucatán, que era otras de las
provincias donde había teniente del rey, se decía que cuando se dio el asesinato del
Gobernador capitán general e intendente Lucas de Gálvez, el virrey Branciforte recomendó
que el teniente de rey José Sabido de Vargas se encargara provisionalmente del gobierno,60
pues se decía que se había presentado controversia entre teniente de rey y el asesor de la
intendencia sobre el ejercicio de los mandos.61 En el Reglamento para las milicias de infantería
de la provincia de Yucatán se disponía que en la plaza de Campeche el teniente de rey
“conocerás las causas de m ilicias... con asesor”, y en el capítulo IV se manda que “todas las
causas, así civiles como criminales, que sentenciare, y determinare el teniente de rey en
Campeche se podrá recurrir en grado de apelación al capitán general, para que con su Asesor
el Auditor de Guerra administre justicia a las partes apelantes si se sintieran agraviados de las
sentencias de primera instancia.62 En Veracruz en 1792 se presentó el mismo dilema pues se
suscitó disputa entre el teniente de rey que sucedió en el mando y el asesor de la intendencia.
Por lo que el fiscal Beleña emitió un dictamen de la consulta que se hizo sobre si el teniente

59 AGÜERO, Alejandro, "El Teniente de Rey de Tucuman", p. 12.


60 La península de Yucatán en el Archivo General de la Nación, México, Archivo general de la Nación,
Universidad Autónoma de México, Centro de Investigaciones humanísticas de Mesoamérica y el estado de
Chiapas, 1998, p. 64.
61 AGN, Clero regular y secular, 100, Exp. 5, F. 54. Dictamen del señor Beleña sobre el expediente
promovido para declarar si el teniente asesor letrado de Veracruz debe hacerse cargo del mando político
y Real Hacienda por ausencia del intendente. 1792.
62 Reglamento para las milicias de infantería de la provincia de Yucatán y Campeche, aprobado por S. M y
mandado que se observen todos sus artículos. Madrid, en la Imprenta de Pedro Marín, año de 1778, Título
XI, capítulo II y IV.

44
Los tenientes en el andamiaje de la administración novohispana

asesor letrado de Veracruz debía hacerse cargo del mando político y de real hacienda en las
ausencias del intendente. El asesor de la intendencia reclamaba el mando político, cuando la
costumbre había sido que el mando político y militar, como lo indicábamos párrafos arriba,
hasta el día estaba en manos de Miguel de Corral como teniente de rey por ausencia del
gobernador, Pedro Gorostiza. Aunque también se indicaba que cuando Corral enfermó
delegó los mandos “el militar en el de mayor graduación, y el político al alcalde ordinario más
antiguo, y aunque se reservó el Despacho de la intendencia estaba dispuesto anteriormente
se encargará al Administrador de Real Hacienda no habiendo asesor en quien recayese”.63
El fiscal Beleña para tomar una determinación se basó en los diferentes dictámenes
que se habían dado, incluso uno de la Audiencia gobernadora en el cual se establecía que ante
la ausencia del gobernador el mando político quedara en manos del alcalde ordinario más
antiguo, disposición que sólo se podía ejecutar por ausencia del teniente de rey (la citada Real
Orden de 2 de agosto de 1781, fue expedida a consulta del Supremo Consejo de Indias de 17
de junio de dicho año). Sin embargo para resolver el punto de sucesión se tomaron en cuenta
las cláusulas de los títulos del Teniente de Gobernador, Auditor de Guerra y asesor de la
Intendencia, don Antonio Rodríguez de Cárdenas, y del teniente de rey propietario de esa
plaza, don Miguel del Corral pues del análisis de ambos títulos se desprendió que no había
duda de que debería reunirse en don Antonio Cárdenas el mando político e intendencia como
asesor de ésta y Teniente de Gobernador.64 Sin embargo, de acuerdo a los títulos de sus
antecesores y de algunas disposiciones, se determinó que Corral debía reasumir ambos
mandos, lo cual estaba determinado por “punto general corresponde a los Tenientes de Rey
propietarios el mando político y militar de aquella plaza en las ausencias o faltas de sus
Gobernadores”.65 El teniente de rey Miguel de Corral falleció el 18 de junio de 1794,66 y en
1795 el marqués Branciforte nombró por teniente de rey a Diego García Panes, y por
fallecimiento del mariscal de Campo Pedro Goroztiza el empleo de gobernador militar y
político e intendente de la plaza de Veracruz en el coronel de ingenieros Pedro Ponce.67
La tendencia generalizada tanto en Campeche y Veracruz fue que aunque había asesor
del gobernador, en las ausencias y enfermedades el mando militar y político indiscutiblemente
quedaba en manos del teniente de rey. En 1796 el mariscal de Campo Benito Pérez, capitán
general y gobernador intendente de la provincia, estaba convaleciente por lo que mientras se
recuperaba el teniente de rey se hizo cargo de la capitanía general y del gobierno político de
Yucatán, puso en antecedente al teniente asesor Miguel Magdaleno de Sandoval, quien
dispuso que interinamente pasara el teniente de rey Leandro Poblaciones a la capital a hacerse
cargo de la capitanía general y gobierno político. Otro elemento fundamental que
regularmente forma parte de la distinción de estos empleos es que el nombramiento de
teniente de rey regularmente iba acompañado de la denominación de cabo subalterno —como

63 AGN, Clero regular y secular, 100, Exp. 5, F. 54v. El teniente de rey Miguel de Corral falleció el 18 de junio
de 1794. AGN, Correspondencia de virreyes, Vol. 179, No. 7, Fs. 149-150. Cartas escritas al ministro de
marina, 1794.
64 Ibid., F. 57v.
65AGN, Clero regular y secular, 100, Exp. 5, F. 59.
66 AGN, Correspondencia de virreyes, Vol. 179, No. 7, Fs. 149-150. Cartas escritas al ministro de marina,
1794.
67 AGI, Estado, 23, N. 12, Fs 2. Nombramiento de teniente de rey por muerte de don Miguel del Corral, y
de intendente por fallecimiento de Pedro Gorostiza.

45
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

claramente se puede apreciar en el interinato que éste ejerció en Yucatán: “El teniente de rey
cabo subalterno de esta provincia debe hacerse cargo del mando militar y político de ella con
las mismas facultades que el propietario”.68 Una real orden de 1797 estableció que la división
de los cargos en la plaza de Veracruz se debía realizar “poniendo al cuidado del teniente de
rey el gobierno político y militar y del teniente letrado de la intendencia el de Real Hacienda”.69
Aunque ya se había determinado en la plaza de Veracruz la forma en que quedarían
distribuidos los mandos, todavía en 1800 el teniente de rey de Veracruz solicitó ante el virrey
que se declarara que en las ausencias y enfermedades del gobernador él debería sucederle en
todas las funciones.70 En 1806 el teniente de rey de Veracruz, Juan María de Soto, dirigió una
representación al rey informándole que el virrey había nombrado al coronel Pedro Alonso
como gobernador interino de aquella plaza, por lo que el teniente de rey se sentía agraviado:
decía que había tomado posesión en mayo y que desde esa fecha hacia 14 meses que el coronel
se encontraba ejerciendo el mando de la plaza y castillo de San Juan de Ulúa, “no
accidentalmente, sino revestido de toda la autoridad de un legítimo gobernador militar
interino; además de que siendo V. E responsable de la defensa de todo el distrito del
virreinato; el encargar el mando de un punto de él en tiempo de guerra a sujeto de su confianza
mayormente exigiendo así el bien del servicio, no degrada el concepto ni opinión del Teniente
de Rey”.71

1.6 Los tenientes generales

Los tenientes de gobernador, alcalde mayor y corregidor se sitúan dentro del andamiaje de la
administración colonial ordinaria puesto que tanto los alcaldes mayores, corregidores,
tenientes y alcaldes ordinarios, como bien señala Tamar Herzog, forman parte del juzgado
ordinario, por lo que cada uno ejercía las funciones de gobierno dentro de un marco
jurisdiccional determinado, con escalas de acción delimitadas en función de las atribuciones
que el derecho les confería. El teniente general ejercía sus funciones, al igual que el alcalde
mayor, en toda la jurisdicción que comprendía la alcaldía mayor, y por tanto podía conocer
las diligencias de los tenientes particulares y nombrar comisarios cuando así se requiriera.
Éstos ejercían facultades más amplias que los tenientes particulares. Los tenientes, al lado de
los alcaldes mayores, atendían las causas civiles y criminales en primera instancia, además de
todo lo relacionado con hacienda y justicia. Tamar Herzog afirma que “los cuatro jueces

68 AGI, Estado, 35, N. 50, fs 2. Que el teniente de Rey se encargue interinamente de la capitanía general y
gobierno político por convalecencia del capitán general gobernador intendente. Mérida Yucatán 23 de
agosto de 1805. En los mismos términos se planteó la sustitución del Mariscal de Campo Don Pedro
Carbonell. AGI, Estado, 65, N. 51.
69 AGN, Reales Cédulas Originales, Vol. 167, No 112, F. 150. Aranjuez 5 de junio de 1797. División de los
cargos en la plaza de Veracruz.
70 AGN, Indiferente virreinal, Caja 3337, 1800, fs. 48. Sobre que se declare que en las ausencias y
enfermedades del gobernador de Veracruz el teniente debe sucederle en todas sus atribuciones.
71 AGN, Reales Cédulas Originales, Vol. 197, No. 270, F. 283. Respuesta a la representación del teniente de
rey sobre el agravio que se cometió a su persona por el nombramiento del gobernador interino. San
Lorenzo 3 de diciembre de 1806.

46
Los tenientes en el andamiaje de la administración novohispana

ordinarios, es decir el corregidor, su teniente y los dos alcaldes ordinarios, constituían en


realidad un depósito de justicia donde la identidad particular de cada juez significaba poco”.72
La perspectiva desde donde Herzog sitúa la relación entre los jueces ordinarios
responde más a la triangulación que se podría hacer entre los alcaldes mayores, los tenientes
generales y los alcaldes ordinarios ya que éstos tenían una relación más estrecha con los
alcaldes ordinarios, que eran los que de manera directa suplían a los alcaldes en sus ausencias
y enfermedades, por lo que de una u otra forma trastocaban la competencia de los alcaldes
mayores y los alcaldes ordinarios, dicha relación era más palpable, incluso la colaboración
entre estos actores era constante y de importante significado para que los asuntos de gobierno
llegaran a buen cause, especialmente cuando se requería la ayuda de los justicias mayores para
aprehender a los delincuentes o bien para resguardar el orden público y la paz social, que era
una de las obligaciones fundamentales no sólo de los alcaldes ordinarios sino también de los
alcaldes mayores.
Asimismo la estrecha colaboración entre los jueces ordinarios de primera instancia se
daba en el sentido de que el alcalde mayor tenía la obligación de presidir las sesiones del
ayuntamiento, no tenía voz y voto pero contaba con el voto de calidad, por lo que en caso de
empate éste tenía la última palabra y determinaba la resolución.73 En ese sentido, en ausencia
y enfermedad del alcalde mayor el teniente general era el que tomaba el lugar del titular como
delegado suyo, puesto que éste tenía la facultad de representar la persona del alcalde, y en su
consecuencia avalar y ejecutar las disposiciones emanadas del cuerpo del cabildo.74 Por lo
regular los tenientes generales fueron integrantes del cabildo y se designaba como teniente al
alcalde ordinario de primer voto, que era el que hacía las veces del alcalde mayor.75
Es importante hacer la aclaración de que la “mutua colaboración”, tal y como la
percibe Herzog, se corresponde más a la relación de los tenientes generales que a la que
pudieran establecer con los tenientes particulares, con los cuales las interrelaciones eran
menos frecuentes que la que podían establecer con los tenientes generales por la condición
de cercanía, y por otro lado porque la jurisdicción de estos auxiliares era más amplia que la
de los tenientes particulares, ya que tenían como centro de acción las cabeceras
administrativas de las alcaldías. Para Robert Chamberlain los “Tenientes were competent to
exercise jurisdiction in all matters in which the corregidor himself was competent”.76
Es importante aclarar que los tenientes, aunque contaban con la experiencia previa de
ejercer la jurisdicción ordinaria en primera instancia administrando justicia civil y criminal

72 HERZOG, Tamar, La administración como un fenómeno social: la justicia penal de la ciudad de Quito
(1650-1750), Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1995, p. 39.
73 GONZÁLEZ ALONSO, Benjamín, Corregidores y corregimientos, Salamanca, Gráficas Europa, 1970, p. 9.
74 R. QUINTERO, Gilberto, "Gobernadores y teniente de gobernador en la provincia de Venezuela. De los
Welser a Juan de Villegas (1528-1553)", en Moñongó, N° 17, 2001, p. 292. Del mismo autor "Tenientes
Justicias Mayores y Corregidores en la Mérida colonial", Presente y Pasado. Revista de Historia, Escuela de
Historia, Universidad de Los Andes. Mérida-Venezuela. Año 18. N° 35. Enero-Junio, 2013, pp.45-70.
75 AHMM, Gobierno, 1650, Valladolid, Tarímbaro, Caja 3, exp. 2. ROMERO DE SOLÍS, José Miguel, Tenientes
de alcalde mayor en la Villa y Provincia de Colima, p. 14. Del mismo autor véase Conquistas e instituciones
de gobierno en Colima de la Nueva España (1523-1600), Colima, Archivo Histórico del Municipio de Colima,
Universidad de Colima, El Colegio de Michoacán, 2007, pp. 230-245.
76 CHAMBERLAIN, Robert S., "The Corregidor in Castile in the Sixteenth Century and the Residencia as
Applied to the Corregidor", The Hispanic American Historical Review, Duke University Press, Vol. 23, No. 2
(May, 1943), p. 226.

47
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

como alcaldes ordinarios del ayuntamiento, regularmente no eran expertos en derecho, por
lo que contaban con un asesor para que dictara la última sentencia,77 y como tenientes
generales no gozaban en sí de la facultad de la iurisdictio porque ésta, como se había comentado
anteriormente, era privativa de los alcaldes mayores, corregidores y gobernadores, que eran
los que gozaban de la titularidad y quienes ejercían la jurisdicción ordinaria. Los auxiliares de
los alcaldes mayores en su actuación como jueces de instrucción no abarcaban en su totalidad
las atribuciones de los titulares, puesto que había una limitación de suma importancia y que
era de uso exclusivo del titular ésta era la “ iurisdictio, la potestad de decir el derecho (dictio iuris),”
de dictar la sentencia final.78 Con base en lo anterior podemos afirmar que en cada una de las
provincias, independientemente del número de tenientazgos en que estuviera dividida, sólo
había un juez que era el que estaba facultado para juzgar y sentenciar y era el que hacía justicia.
En ese sentido los tenientes tenían una función más administrativa y de instrucción, por lo
que podían intervenir en todas las materias que eran competencia de sus superiores, pero
nunca pudieron ser elevados a la categoría de juez porque no estaban facultados para juzgar.
Si bien en determinadas circunstancias a los tenientes generales se les facultó para conocer de
las causas hasta su sentencia, no sucedió lo mismo con los tenientes particulares, éstos no
podían dictaminar por si mismos los asuntos, sino que tenían que pasar con un asesor y sólo
con el cumplimiento de esa condición podían ejecutar sentencia, pero insisto que no era la
generalidad ya que lo más común fue que el alcalde mayor dictara la última palabra. En ese
sentido nos parece pertinente retomar la diferenciación que hace Roberto Roldan Verdejo
siguiendo los planteamientos de Pérez Prendes sobre a quién se debe considerar un juez y a
quien no, pues sostiene que

“juez es... sólo el que hace justicia “juzgando”, es decir quienes resuelven las controversias
dictando sentencia. Quien juzga y decide. Y a “contrario sensu”, no es juez quien, interviniendo
en el proceso judicial, efectúa otras funciones, pero no sentencia. Las funciones judiciales de
cuidar de los presos, prenderlos, recibir denuncias y practicar investigaciones judiciales,
conservar y proteger los bienes sometidos a litigio, embargar o entregar bienes conforme a la
sentencia, prendar o reponer al desposeído en la posesión.. .constituyen en nuestros textos
bajomedievales el “facer justicia de fecho”, pero quienes lo hacen, aunque piezas importantes
en el quehacer judicial, no sentencian, no resuelven, no ejercitan la justicia “juzgando”, por lo
que no pueden estimarse jueces.”79

Los tenientes, ante la ausencia de los alcaldes y la urgencia de resolver las diligencias
y despachar los negocios de su juzgado, actuaban con la colaboración de un asesor con
formación jurídica. Este es otro de los aspectos que es importante destacar ya que desde
principios del siglo XVI se determinó que los tenientes que nombraban los gobernadores
fueran letrados, en el entendido de que los gobernadores eran de capa y espada y en789

77 LIEHR, Reinhard, "La jurisdicción ordinaria de primera instancia en la ciudad de Puebla. 1750-1810" en
Entorno urbano, Revista de Historia, Vol. 1, No. 2, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis
Mora, Universidad Veracruzana, Universidad Autónoma metropolitana-Itztapalapa, 1995, p. 26.
78 GARRIGA ACOSTA, Carlos, "La trama jurídica castellana a comienzos del siglo XVI (Notas y materiales),
en González Alonso Benjamín, Las Cortes y las leyes...p. 309. ALONSO ROMERO, María Paz, El proceso penal
en Castilla (siglos XIII al XVIII), Salamanca, Universidad de Salamanca, 1982, p. 110-111.
79 ROLDAN VERDEJO, Roberto, Los jueces de la monarquía absoluta. Su estatuto y actividad judicial. Corona
de Castilla, siglos XIV- XVIII, Madrid, Universidad de la Laguna, 1989, p. 18.

48
Los tenientes en el andamiaje de la administración novohispana

consecuencia precisaban de un asesor jurídico para administrar justicia y sentenciar los casos
graves, lo cierto es que muy pronto quedó en evidencia que no se podía exigir que los tenientes
fueran letrados, puesto que uno de los grandes problemas a los que se enfrentaban los
ministros fue precisamente a la insuficiencia de abogados.80 Por lo que es importante hacer
una distinción que resulta fundamental ya que de alguna manera los gobernadores,
corregidores y alcaldes mayores, tenían que resolver la asistencia jurídica, y precisamente aquí
es donde conviene señalar que en la administración novohispana existieron dos figuras
centrales, el asesor y el teniente, ambas muy cercanas a los alcaldes mayores pero con
funciones muy diferenciadas. 81
En primer lugar porque el asesor era el que asesoraba a los alcaldes mayores en la
administración de justicia civil y criminal y en los negocios contenciosos, los pleitos entre
partes y las diligencias pasaban por el visto y dictamen de estos asesores, y con su parecer el
alcalde tomaba la determinación correspondiente o sentencia que se considerara más
conveniente.82 El asesor contaba con el conocimiento jurídico que se requería para la buena
administración de justicia. En segundo lugar el teniente de alcalde mayor no era letrado, sino
un representante suyo, un mero auxiliar que atendía todo lo relacionado con lo gubernativo,
administrativo y de justicia, por tanto como delegado las diligencias que realizaba no las
llevaba hasta la sentencia, porque no estaba facultado para ello, lo podía hacer sólo si
expresamente el alcalde mayor le otorgaba esa prórroga, pero la sentencia no era pronunciada
directamente por él sino por el asesor.
Si bien en Nueva España algunos ayuntamientos llegaron a defender que el teniente
general fuera el alcalde ordinario de primer voto, en la legislación lo que se observa es que
jurídicamente estaba reconocido ese derecho desde la segunda mitad del siglo XVI. En los
mandamientos y ordenanzas del gobierno de esta Nueva España, formada y disputada por
don Juan Francisco Montemayor y Córdoba que más tarde recogió Eusebio Ventura Beleña
en su Recopilaáón sumaria en las ordenanzas VI y VII, se hacía referencia a disposiciones que
repercutían en los tenientes. Y especialmente en la sexta se regulaba la asistencia de los
tenientes en las sesiones de cabildo, por lo que manifestaba en los siguientes términos

“Que se guarde en todas las ciudades y villas de este reyno lo mandado por Su Majestad para
que no entren en el cabildo los alcaldes ordinarios estando en ella los corregidores y alcaldes
mayores y en su ausencia entre el alcalde ordinario que a la sazón fuere diputado; el cual supla
y haga el oficio que debía hacer el alcalde mayor. Y no entren los tenientes de corregidores o
alcaldes mayores que tuvieren o dejaren: lo cual se entienda en los cabildos ordinarios, para
los que están señalados días, porque en caso que convenga hacerse antes alguno
extraordinario, si el corregidor estuviere una legua en contorno de la Ciudad o Villa, haya de

80 MURO OREJÓN, Antonio, Lecciones de historia del derecho, p. 204. BORAH, Woodrow, "Los auxiliares"...
p. 59.
81 ALCAUTER GUZMÁN, José Luis, Régimen de subdelegaciones, p. 52.
82 PIETSCHMANN, Horts, Las reformas borbónicas y el sistema de intendencias en Nueva España. Un
estudio político administrativo, México, Fondo de Cultura Económica, 1996, p. 96-97. Miranda, José, Las
ideas y las instituciones políticas mexicanas, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1978, p.
123.

49
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

prevenirle y llamarle para que se halle presente: y no haga de otra manera, ni se entre en el
cabildo estando en la ciudad el corregidor, pena de privación del oficio Real”.83

Esta disposición llevó a una situación más práctica, incluso para evitar los conflictos
entre los tenientes y los alcaldes de los cabildos se tomó la medida de nombrar a los alcaldes
ordinarios como tenientes generales, lo cual hacía que la autoridad del alcalde mayor quedase
representada en las sesiones del cabildo. En el siglo XVIII al parecer lo más normal era que
los alcaldes ordinarios fuesen los tenientes generales, sin embargo una real cédula de finales
del siglo XVI nos muestra que había una postura totalmente opuesta a que se diera esa
circunstancia debido a la pretensión de los alcaldes ordinarios de extender su jurisdicción más
allá de lo permitido por las leyes. El 20 de mayo de 1583 se emitió una real cédula para que el
corregidor de la ciudad de México, don Pedro Pablo de Torres, nombrara un teniente para
sus ausencias y enfermedades, y de esa manera evitar que los alcaldes ordinarios se
entrometieran en los negocios que llevaba el alcalde mayor.84 Con esta medida se estaba
estableciendo un límite jurisdiccional entre la competencia de los alcaldes mayores y los
alcaldes ordinarios.
Si bien los tenientes representaban la autoridad real en cada una de las jurisdicciones
que estaban bajo su cuidado, por lo menos en el siglo XVIII, ya no eran oficios de provisión
real, y en el mejor de los casos sólo contaban con la provisión virreinal, se trataba de una
confirmación de oficio que regularmente ostentaban los tenientes generales que eran los que
gozaban de la “aprobación del superior gobierno”,85 según lo expresaban los tenientes
generales cuando hacían uso de su oficio ya fuera ante el cabildo civil o bien cuando tenían
que realizar algún tipo de diligencia. Comúnmente el cargo de teniente general lo ejercía el
alcalde ordinario de primer voto, y en su defecto, por indisposición de éste, la responsabilidad
la asumía el de segundo voto; en las alcaldías que no contaban con ayuntamiento el cargo de
teniente general lo ejercían los vecinos de la provincia.
A través de lo que pareciera una simple fórmula el teniente general justificaba su
intervención en los asuntos de justicia y gobierno con una autoridad que iba más allá de su
acción como regidor o alcalde ordinario del ayuntamiento, esto en aquellas cabeceras de
jurisdicción que contaban con ayuntamiento (México, Querétaro, Colima, Valladolid,
Pátzcuaro, Zamora, Orizaba y Antequera entre otras), si no con la autoridad que le otorgaba
el ser el teniente de alcalde mayor, el cual lo facultaba para actuar libremente en sus ausencias
y enfermedades. Si bien estos auxiliares hacían las veces del alcalde mayor, en las leyes de
Indias se prevenía que a las sesiones de cabildo no asistieran los tenientes si el gobernador
estaba presente, no siendo llamado.86 Aunque quedaba abierta la posibilidad de que los
tenientes presidieran las sesiones de cabildo cuando el alcalde lo solicitara, excusándose por
razones del oficio. Sin embargo este tipo de pretensiones causaba fuertes oposiciones por83456

83 VENTURA BELEÑA, Eusebio, Recopilación sumaria de todos los autos acordados de la real audiencia y
sala del crimen de esta Nueva España y providencias de su superior gobierno, de varias reales cédulas y
ordenes que después de publicada la recopilación de indias han podido recogerse así de las dirigidas a la
misma audiencia o gobierno, como de algunas otras que por sus notables decisiones convendrá no ignorar.
Tomo I, Impreso en México por don Felipe de Zúñiga y Ontiveros, calle del espíritu santo, año de 1787. p.
4
84 AGN, Reales Cédula Duplicadas, Vol. 2, Exp. 14, F. 9v.
85 AHMP, Fondo colonial siglo XVIII, 7 de enero de 1717, Caja 21, Exp. 1, F. 104.
86 ICAZA DOFOUR, Francisco, Recopilación de las leyes de los Reynos de las Indias... Ley 3, Título 9, Libro 4.

50
Los tenientes en el andamiaje de la administración novohispana

parte del regimiento, el cual reiteradamente se resistió a que los tenientes presidieran las
sesiones de cabildo cuando el alcalde se encontraba en la ciudad y justificaba su inasistencia a
consecuencia de los múltiples trabajos y ocupaciones propias del empleo. Para los regidores
de los ayuntamientos las excusas de los alcaldes mayores resultaban inaceptables.
Los argumentos que los regidores exponían para remover a los sujetos que no eran
de su agrado muchas veces eran totalmente válidos, especialmente si se demostraba la
inconsistencia e incumplimiento de las leyes por parte de los alcaldes mayores. En otras
ocasiones con los mismos argumentos que se pretendía remover a los tenientes generales se
podía echar abajo la defensa de los privilegios de los alcaldes ordinarios para ocupar dichos
cargos. Eso claramente se observó en 1642 cuando los regidores del ayuntamiento de
Antequera hicieron una representación a la Audiencia de México pidiendo que no se aceptara
el nombramiento de teniente general que el alcalde mayor, don Andrés Franco de León, había
hecho en la persona del capitán Manuel Franco, con el cual tenía parentesco en primer grado
puesto que era su hijo, quien estaba casado con la hija de un vecino de la ciudad y había
comprado una casa. Por lo que el teniente electo era vecino del lugar tenía relaciones de
parentesco y contaba por lo menos con una propiedad donde pretendía ocupar dicho cargo.
El argumento central de los opositores era que dicha designación contravenía la prohibición
expresa de que no se nombrara tenientes, ni ministros, ni naturales de la tierra donde
ejercerían sus oficios, ni vecinos ni a familiares en cuarto grado.
Por otro lado, se argumentaba que el alcalde mayor no estaba facultado para hacer
dicho nombramiento además de ser éste innecesario, debido a que en esa ciudad era
“privilegio de los alcaldes ordinarios sustituir las veces [en las] ausencias e impedimento de
los alcaldes mayores”.87 Si bien es cierto que se estaba defendiendo el cumplimiento de las
leyes, esta es una expresión más del carácter cerrado del ayuntamiento, el cual no siempre
estaba dispuesto a aceptar que cualquier persona presidiera sus sesiones de cabildo, es por
ello que se defendía el privilegio de los alcaldes ordinarios de ejercer dicho oficio, no obstante
dichos alcaldes ordinarios en realidad tenían mayor arraigo en las ciudades ya que no sólo
eran vecinos del lugar sino que formaban parte del andamiaje económico y social, eran
comerciantes, mineros, hacendados y labradores, formaban parte de la élite e incluso tenían
la capacidad política de tomar decisiones.88 Aunque también es verdad que el nombramiento
de teniente contravenía las disposiciones de las ordenanzas en las que se mandaba que los
alcaldes mayores no nombraran vecinos ni naturales de la tierra para ejercer cargos de
administración de justicia.89 Este conjunto de manifestaciones se daban cuando se presentaba
un choque de intereses, por lo que cada uno de los partidos trataba de sacar la mejor ventaja
usando todos los medios a su disposición.
La actuación de los tenientes generales no sólo se circunscribía a la jurisdicción
territorial de la ciudad cabecera de la alcaldía sino que ésta se extendía a toda la demarcación
de la alcaldía mayor, por esa razón fue común observar que los alcaldes mayores tenían un
procedimiento más formal en cuanto a su nombramiento, ya que regularmente eran los que
contaban con la aprobación virreinal y se pagaba el derecho de la media anata por lo

87 AGN, Indiferente virreinal (Real acuerdo), 1642, Caja 5541, Exp. 14, Fs. 1.
88 HENSEL, Silke, El desarrollo del federalismo en México. La élite política de Oaxaca entre ciudad, región y
Estado Nacional, 1786-1835, México, Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, El Colegio de
Michoacán, El Colegio de San Luis Potosí, 2012.
89 ICAZA DOFOUR, Francisco, Recopilación de las leyes de Indias, Libro V, Tít. II, Ley 45.

51
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

honorífico del cargo. En el libro de media anata de los años de 1706 a 1730 se encuentra el
pago de la media anata de los tenientes generales de Zamora y Jacona, Zitácuaro,
Zinapécuaro, Pachuca y Octumba, entre otros, los cuales presumiblemente contaban con la
aprobación del virrey.90
En algunas ocasiones ante la enfermedad, ausencia justificada, o injustificada o muerte
del alcalde mayor, los tenientes generales daban la toma de posesión a los alcaldes mayores
de sus provincias, por lo que el acto protocolario y formal de la toma de posesión era presidida
por ellos, por tanto eran los responsables de obedecer y hacer que se cumpliera el mandato
que se expresaba en el título de nombramiento, y finalmente entregaban la insignia de la real
justicia, la vara de justicia a los alcaldes entrantes.91
Si bien por regla general se considera que los tenientes generales que se designaban
en las provincias ejercían una jurisdicción más amplia, al grado de igualarse con la del alcalde
mayor, lo cual les daba la atribución de conocer las diligencias y negocios de los tenientes
particulares, incluso comisionarlos en caso de que fuese necesario atender asuntos de justicia
como realizar las cabezas de proceso, examinar testigos y aprehender a delincuentes. Los
tenientes generales como auxiliares del alcalde ejercían jurisdicción ordinaria en primera
instancia en los casos de gobierno y justicia, mientras que atendían las apelaciones de las
sentencias de los alcaldes ordinarios en segunda instancia.
En 1628 el virrey Rodrigo Pacheco y Osorio, marqués de Cerralvo (1624-1635),
confirmó el nombramiento de teniente de alcalde mayor de Ucicila, actual Tzintzuntzan, y
sus barrios, de las ciudades de Valladolid y Pátzcuaro, su partido y jurisdicción, en Thomas
Vásquez de Salazar, “os procuro y nombro de dicho partido y su jurisdicción y en ausencia
del dicho alcalde mayor conoceréis de todas las causas y negocios civiles y criminales que
ocurrieren y se ofrecieren de oficio”,-por lo que de igual manera se le asignaba un salario de­
. . .cien pesos de oro común”.92 Uno de los aspectos en los que hay que llamar la atención es
que en el nombramiento en ningún momento se hizo referencia a que el teniente ejerciera
funciones de asesor, sólo se dice que conocerá de las causas civiles y criminales y demás de
oficio que se necesitaren, por tanto se estaba frente a una delegación de potestad, del
otorgamiento de deberes y obligaciones no sólo de justicia sino también de gobierno.
En dicho nombramiento se hace referencia a un teniente para toda la jurisdicción de
la alcaldía, no obstante el funcionamiento y la dinámica interna de la alcaldía de Valladolid
marcaba un ritmo distinto. Pues la existencia de dos grupos oligárquicos que pretendían
obtener la preeminencia política y económica de la provincia se disputaban el poder en un
ambiente de tensión y competencia. A través de la documentación de archivo se ha podido
observar que en alcaldías como la de Michoacán se tuvo la costumbre de nombrar tenientes

90 AGN, Media anata, Vol. 45, Nombramiento de tenientes generales 1727, Fs. 224- 243.
91 AGI, México, 1725, F. 24. La ceremonia de toma de posesión de don Juan de Zarate y Manzo alcalde
mayor de Zapotlán estuvo encabezada por el teniente general don Francisco de Barreda. Dicho acto se
realizaba con la presencia del vecindario, indios, alcaldes, regidores, común y naturales del pueblo y barrios
de San Sebastián y San Andrés y demás copiosa Plebe, dicho acto se realizó el 22 de noviembre de 1774.
Esta situación se repitió en varias alcaldías en Apan, Tlaxacala, Zimapan, Mextitlan, Tecali, Oaxaca, Tetela
del Río y Huichapan, entre otras. AGN, Alcaldes mayores, Vol. 1, Fs. 40, En el pueblo y cabecera de
Xamiltepeque, provincia de Xicayan, Salvador Dolz Theniente de la Santa Hermandad y Acordada y
teniente general de la provincia por ausencia de don Gaspar de Morales y de los Ríos procedió a dar la
toma de posesión a don Francisco Domínguez Lozada, alcalde mayor provisto. 4 de octubre de 1770.
92 AGN, Reales Cédulas Duplicadas, Vol. 9, Exp. 115, F. 105

52
Los tenientes en el andamiaje de la administración novohispana

de manera simultánea en las ciudades de Pátzcuaro y Valladolid, esta práctica llevó a que el
19 de enero de 1652 por real cédula se mandara que “cuando el alcalde mayor asistiere en
Pátzcuaro, su teniente lo haga en Valladolid”, y a la inversa,93 mandato que no se acató pues
a casi un siglo de distancia las autoridades virreinales seguían insistiendo en la misma
recomendación.
En tales circunstancias como en la alcaldía mayor de Valladolid, que tuvo la
particularidad de que los alcaldes nombraban dos tenientes generales, se tuvieron que
establecer medios para regular y equilibrar la acción de los tenientes y no se generaran
tensiones por conflicto de competencia. Y quizá la clave la encontramos en el nombramiento
de teniente general que Felipe Ordoñez y Sarmiento realizó a favor de Felipe Gómez de
Rábago en los términos siguientes

“constituyo y nombro por mi teniente de la sobre dicha ciudad [de] Pátzcuaro sus pueblos y
lugares sujetos comprehendidos en las siete leguas que contiene su jurisdicción al referido capitán
don Felipe Gómez de Rábago, para que levantando vara de la Real Justicia en nombre de su
Majestad (que Dios guarde) la administre, rija y gobierne, según y en la forma que la han ejercido
sus antecesores, y le confiero el poder y facultad que de derecho se requiera, para que entienda
en todos y cualesquiera responsabilidades que se ofrezcan civiles en vía executiva y ordinaria y
criminales de uso de oficio . 94

Sin embargo uno de los datos que llaman la atención es que se diga que la jurisdicción
del teniente general sea de siete leguas cuando la extensión territorial de esta alcaldía iba más
allá de la expresada, y en todo caso tampoco se correspondía con la jurisdicción territorial
sobre la que ejercían autoridad los alcaldes ordinarios.
A los tenientes se les podían conceder atribuciones suficientemente amplias para que
actuasen con libertad, como la que se otorgó a favor de Gómez de Rábago, en la que el alcalde
mayor le daba la facultad de llevar las causas de justicia hasta la sentencia final con la condición
de que se auxiliara de un asesor, pero de la misma manera le delegaba el resto de las funciones
que estaban a su cargo, como la facultad de embargar bienes y ponerlos a disposición del
depositario general o sus tenientes, de realizar inventarios y todo lo relacionado con el juzgado
de difuntos.95 Lo que este tipo de nombramientos nos muestran es que estamos ante tenientes
que gozaban de una posición privilegiada, que actuaban con un amplio margen de libertad
pues en ellos se depositaba todo el poder y autoridad real, el teniente general encarnaba la
persona del alcalde mayor.
Los alcaldes mayores y los tenientes generales ejercían sus facultades sobre una misma
jurisdicción, por tanto si bien en los archivos locales existen infinidad de denuncias en contra
de la acción de los tenientes por los excesos y abusos que estas autoridades cometían, la
responsabilidad no sólo le correspondía a los auxiliares, obviamente ante casos como estos
tenían que responder por sus actos, sin embargo también el alcalde mayor tenía que afrontar
las consecuencias ya que había delegado parte de sus atribuciones en el teniente, por lo que
en los juicios de residencia se recogía información sobre la forma en que ambos habían
administrado justicia. Debido a la corresponsabilidad de estos funcionarios tenían la9345

93 AGN, Reales Cédulas Duplicadas, Vol. 18, Exp. 230, F. 208.


94 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 11, F. 193.
95 Ibid. f. 19.

53
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

obligación de otorgar las fianzas correspondientes por el uso del cargo, en cuanto a la fianza
en la Reccpilaáón de Leyes de Indias se mandaba que

“Los nuestros gobernadores, corregidores y alcaldes mayores que fueren proveídos para las
nuestras Indias o en ellas, o los tenientes que los susodichos hubieren de nombrar y nombren
antes que sean recibidos no cesen sus oficios, den fianzas legales, llanas y abonadas en las
ciudades a donde hubieren de servir los tales oficios, de que darán residencia del tiempo que
los sirvieren, como son obligados conforme a lo que disponen las leyes de nuestros reinos que
sobre ello hablan.96

Los tenientes de alcalde mayor cuando tomaban posesión de su empleo otorgaban


fianzas por el ramo de tributos, la cual se hacía en los mismos términos y condiciones en que
los realizaban los alcaldes. El compromiso que adquirían era el de cobrar y enterar los tributos
y dar “cuenta con pago cierta, leal y verdadera” en las cajas correspondientes a cuenta y riesgo
de sus personas y bienes.97 El hecho de que se tenga a los alcaldes mayores y a los tenientes
como oficios iguales se debe en primer lugar al conjunto de actos que se asimilaban, algunos
de estos fueron el juramento y la toma de posesión del cargo, el pago de la fianza y el hecho
de que muchas de las ordenanzas fueran dirigidas a los alcaldes mayores o sus tenientes, todos
estos aspectos precisamente los hacían ver como iguales; mientras que los vecinos los veían
como sus autoridades puesto que podían acudir a ellos para dirimir las diferencias.

1.7 Tenientes particulares, comisarios recaudadores de tributo o cabos comisarios

El otro oficio que de manera particular nos interesa analizar es sobre los tenientes particulares.
Uno de los aspectos que constantemente se trató de regular fue el nombramiento de los
tenientes, ya que desde muy temprano se dio una disputa por determinar a quién le
correspondía la facultad de nombrarlos (en la península esta disputa se daba entre los
corregidores y la Cámara de Castilla, mientras que en la Nueva España la tensión se había
generado entre los virreyes y los alcaldes mayores, a consecuencia de lo cual se emitieron
varias disposiciones que tendían a regular el nombramiento de los tenientes. Los tenientes
particulares ejercían sus funciones en un espacio restringido, sólo estaba autorizado para
actuar en la jurisdicción que se reconocía como parte del tenientazgo, por lo que por ningún
motivo se tenía que entrometer en los asuntos que iban más allá de su jurisdicción. Sólo podía
conocer de las causas de otro tenientazgo cuando se le designaba para ese fin en calidad de
juez comisionado, ya fuera por el alcalde mayor o por el teniente general pero nunca por
iniciativa propia, pero no como teniente, y su comisión terminaba en el momento en que
cumplía con el encargo que se le había mandado.
Ante la disyuntiva de definir qué es el teniente en el entramado de la administración
colonial imperial, en los nombramientos al igual que en los libros de la media anata el
tenientazgo es un oficio honorifico, incluso en algunos títulos se hace referencia a la toma de
posesión del oficio. En el nombramiento de teniente de Ayotzingo, de la alcaldía mayor de
Chalco, se decía que se otorgaba “en conformidad de este mandamiento y nombramiento el
oficio de teniente en el dicho pueblo y su jurisdicción alzando vara de la real ju s t ic ia . usando 967

96 Recopilación de leyes de Indias, Ley 27, Título I, Libro 6.


97 AGN, Archivo Histórico de Hacienda, "Fianzas por el ramo de tributos", 1610 -1614, Vol. 1414, F. 326.

54
Los tenientes en el andamiaje de la administración novohispana

de ella en todos los casos y cosas anexas y concerniente a dicho oficio”.98 Por tanto la
connotación de oficio, según como se usaba en las designaciones de tenientes, está más
vinculada a la definición de oficio de las Siete Partidas ya que en ellas se expresa que “es un
servicio señalado en que ome es puesto para servir al rey o al común de alguna ciudad o
v i l l a . ”,99 lo que se corresponde con la forma en que se asignaba a los tenientes particulares,
los cuales eran puestos en un tenientazgo para cumplir las funciones de justicia y gobierno
que se les delegaban.
Si bien el sistema de tenientazgos forma parte del antiguo modelo jurisdiccionalista
de los Habsburgo, en la transición hacia el gobierno administrativo de la casa Borbón siguió
siendo un elemento fundamental para asegurar el buen gobierno de las provincias. Existen
varias interrogantes cuando se pretende realizar un análisis más profundo acerca del tipo de
nombramiento, el discernimiento entre las funciones y las facultades que se les otorgaba,
dilucidar sobre ese tipo de planteamientos nos enfrenta a varias limitantes ya que la
designación de tenientes es un tema resbaladizo que al tratarse de los auxiliares de los
autoridades provinciales, sobre los que el gobierno central novohispano (refiriéndonos al
virrey y la Audiencia) no logró tener un efectivo control sobre la provisión de estos auxiliares,
a pesar de las reiteradas disposiciones y ordenanzas que se expidieron para que hubiera mayor
sujeción sobre los alcaldes mayores y sus tenientes.
Lo que si debemos de expresar es que los tenientazgos funcionaron a través de una
doble vía, la formal y la informal, aunque nos atrevemos a afirmar que la informal fue la que
más imperó dentro de este sistema debido a que muchos nombramientos se hacían de palabra,
o simplemente se buscaron las vías para contar con auxiliares, cambiando sencillamente la
forma de nombrarlos y en lugar de hablar de tenientes, como bien afirma Moreno Cebrián,
se hacía referencia a los jueces de comisión,100 y esta manera amañada en que los alcaldes
mayores designaban a sus subordinados a veces respondía a coyunturas específicas,
especialmente cuando había quejas contra los corregidores y sus tenientes por abusos en el
repartimientos de géneros y bebidas embriagantes, como sucedió reiteradamente en Perú y
Nueva España. Desde la península se trató de frenar esta práctica, por lo que en 1605 Felipe
III señalaba que

“por los muchos inconvenientes que resultan de que los corregidores de naturales pongan
tenientes, aunque sea con títulos de jueces de comisión y porque en algunas partes en donde
hay contratación y concurso de españoles, conviene que haya quien defienda y ampare de
ellos a los indios, informado de ello al virrey da licencia para que el corregidor ponga allí un
teniente particular y también está ordenado que los corregidores anden visitando sus distritos
continuamente y que no asistan más de quince días en cada pueblo”.101

Pero esas prácticas no sólo fueron privativas de Perú, también en Nueva España los
alcaldes mayores reiteradamente se referían a los comisarios, sin precisar las limitaciones de9810

98 AGN, Reales Cédulas Duplicadas, Vol. 34, F. 448. Nombramiento de teniente de Ayotzingo, alcaldía
mayor de Chalco, 11 de octubre de 1689.
99 Las siete partidas, Ley. 8, Tit. 33, p. 7
100 MORENO CEBRIAN, Alfredo, El corregidor de indios y la economía peruana en el siglo XVIII. Los repartos
forzosos de mercancías), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Fernández de
Oviedo, 1977, p. 185.
101 ICAZA DOFOUR, Francisco, Recopilación de leyes de los reynos de indias, Ley 37, Título I, Libro 6.

55
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

dichas designaciones. Constantemente los tenientes se nos presentan como jueces de


comisión como un medio para evadir el pago de la media anata. La diferencia entre un juez
de comisión y el teniente de corregidor es que el juez de comisión sólo es designado para que
realice una actividad en específico, una diligencia o para que atienda un tipo de asuntos.
Regularmente en la documentación de archivo encontramos que los comisarios o jueces de
comisión no gozaban de una jurisdicción subdelegada permanente, sino que ésta tenía una
temporalidad limitada de corta duración, la cual incluso no dependía del justicia que lo
nombraba sino del tiempo que le llevara la diligencia que se le había encomendado, la cual
podía tener una duración de días o semanas, por tanto la vigencia del juez de comisión
dependía de la naturaleza de la diligencia y del asunto que tratara. Por ejemplo, en una
comisión para el examen de testigos o ratificación de las declaraciones, en cuanto daba por
concluía dicha actividad y procedía a remitir el expediente al alcalde mayor para que éste
tomara la determinación correspondiente, hasta ahí llegaban las facultades del comisionado.
El actuar del juez comisario se restringía a una causa específica ya que no podía intervenir en
otros negocios ajenos al encargado. En cambio el teniente estaba presente de forma
permanente y podía actuar en el momento que se le requiriera, estaba justamente facultado
por su superior el alcalde mayor o subdelegado para actuar de forma inmediata.
En otra de las esferas de acción donde los comisarios tuvieron una importancia
fundamental fue en la recaudación de los tributos, por lo que al parecer éstos sólo eran
nombrados para que recaudaran las tercias de tributos.102103El corregidor de Villa de Valles, don
Antonio Ruiz de Noriega, en 1783 hacía una distinción muy importante con respecto a lo que
él entendía por comisarios, pues afirmaba que durante el tiempo que había gobernado sólo
había nombrado un teniente general sin confirmación del superior gobierno, no tuvo
tenientes particulares, por lo que la cobranza de reales tributos la realizó con el despacho de
“personeros con títulos de comisarios” “con títulos de tales sin facultad de actuarjurídicamente”}0
Aquí es donde toma importancia la distinción que realiza pues afirmaba que eran comisarios
recaudadores de tributos pero que no tenían facultad de administrar justicia, es decir no
estaban acreditados para actuar como jueces ordinarios.
De manera generalizada esta práctica se puede observar en las distintas provincias de
Nueva España, y queda claro cuando en 1778 Joaquín Ramírez de Arellano, alcalde ordinario
de primer voto de Antequera de Oaxaca, solicita al corregidor don Nicolás de la Fora que se
nombraran tenientes en los pueblos de su jurisdicción. Dicha solicitud llevó a que se
averiguara con el corregidor anterior, el teniente coronel Tomás de la Serrada, si en el tiempo
que gobernó dicha provincia realizó tales nombramientos y si era costumbre hacerlos.
Lo interesante de los testimonios que se recogen sobre este asunto es cómo se reitera
que los corregidores de Antequera nombraban “recaudadores de reales tributos”, pero que
los naturales los tenían o reconocían por “tenientes particulares”, el hecho de que el pueblo
tanga por tenientes particulares a los sujetos que se comisionaba para la recaudación de tributo
derivaba del cúmulo de comisiones y de las funciones de justicia y gobierno que finalmente
los llamados comisarios realizaban, pues su labor era constante y permanente, como se
desprende del testimonio que aportó el escribano José Alonso Romero cuando afirmaba que
el actual y antecesor corregidor han tenido costumbre de poner

102 AGN, Media anata, Vol. 55, F. 151.


103 Idem. Las cursivas son de la autora.

56
Los tenientes en el andamiaje de la administración novohispana

“particulares personas en varios partidos de su corregimiento con el título de recaudadores de


reales tributos, que en el concepto de los naturales los estiman por tenientes particulares a los
cuales como tales el señor corregidor da a sus tenientes, los alcaldes ordinarios de primer voto,
les libran algunas comisiones ya en causas criminales, ya en las causas de tierras, y algunos otros
mandamientos de comparendo, de notificaciones a los indios, a las partes interesadas o para
otras pertenecientes al buen gobierno, sin que las dichas personas particulares usen ni ejerzan
otra jurisdicción más de las que se les comunican, a excepción de algunas correcciones que entre los
naturales se hacen precisas, por algunas causas leves tales como las de ebriedady otras disensiones que por ellas
suelen originarse, las cuales siendo graves como muertes, heridasy otros golpespeligrosos quepuedan originarse”,
ante tales circunstancias consideradas graves se daba aviso al corregidor o sus tenientes los
alcaldes ordinarios.104

Había una fuerte ambigüedad en la forma en que funcionaba este cargo de “jueces de
comisión”, pues al contrario de lo que manifiesta el escribano sus facultades iban más allá de
lo concerniente a la recaudación de tributos, y por tanto atendían las causas de gobierno y
justicia en los partidos que estaban a cargo de estos comisionados, su jurisdicción se ampliaba
más allá de lo fiscal, y trascendía de lo temporal y se convertía en un nombramiento que tenía
cierta permanencia.
Los tenientes al ser nombrados directamente por el alcalde mayor no necesariamente
requerían de la aprobación del rey, muchos de los tenientes que se designaban en las distintas
provincias carecieron de todo tipo de confirmación real, por lo que el estudio de estos
auxiliares de los alcaldes se mueve dentro de un marco formal e informal. Informal, porque
se dio de manera amplia la cultura de otorgar los nombramientos oralmente, lo cual no dejaba
constancia del número concreto de tenientes que por el periodo de gobierno de un alcalde
mayor se nombraban. Este tipo de circunstancias se evidencian cuando se intenta conocer si
los alcaldes mayores cumplían con el pago de la media anata. En Michoacán, cuando se le
pidió al corregidor Juan Antonio de Riaño que informara el número de tenientes generales,
tenientes particulares, comisarios y recaudadores de tributo que había nombrado su antecesor,
Policarpo Dávila, durante los siete años que había sido alcalde mayor de dicha provincia, esto
con la finalidad de determinar lo que se adeudaba de la media anata. De las pesquisas que se
realizaron, trascendió que la administración del alcalde mayor fue operada por un amplio
número de auxiliares, que ascendía a 40, de lo que resultó que la deuda de la media anata
alcanzaba quinientos pesos dos reales por 21 tenientes (trece pesos seis y medio reales) y 19
comisarios (once pesos).105
El elevado número de auxiliares en parte se explica por el constante relevo que se
hacía de los tenientes o comisarios, y que Riaño claramente lo expresaba en la relación que
presentó haciendo mención de cada uno de los partidos y sujetos que ocuparon esos cargos,
y en los cuales se puede ver cómo se dio una sucesión de nombramientos, ya fuera por
renuncia, enfermedad o bien por muerte, sin embargo en otros se observa la permanencia de
ciertos personajes en el mismo espacio de manera prolongada

“En los primeros años fue recaudador en toda la Provincia don Joaquín de Arriaga: después
tuvo en la jurisdicción de San Francisco Angamacutiro, Huaniqueo, Huango y Chucándiro a
José de Selo; en esta ciudad y su jurisdicción a don Joaquín Ruiz; por muerte de éste continuo1045

104 AGN, Tributos, 1778, Vol. 49, Exp. 8, Fs. 220v- 221.
105 AGN, Media anata, Vol. 55, Valladolid, 9 de febrero de 1787.

57
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

José Aguilar; en Zacapu tuvo a don Nicolás de Adame, y en todos los demás partidos
encomendó a sus tenientes y comisarios de justicia la recaudación de tributos, excepto en la
de Parangaricutiro, Paracho y Uruapan que tuvo este cargo don Francisco Villavicencio”. Y
además añadía que “de algunos tenientes, comisarios y recaudadores de tributos no se expresa
el tiempo que lo fueron, a causa de que el señor corregidor en lo privado por cartas misivas
les hacía los encargos, o nombramientos porque le urgía la necesidad, y con esto no hay luz
en el oficio del tiempo fijo que sirvieron”.106

En todo caso se estaba frente a encargados de justicia, si se toma la postura tal y como
la concibe Borah, ya que para este autor la diferencia fundamental y “legal entre un teniente
y un encargado de justicia era que el primero tenía nombramiento aprobado por el virrey o
en alguna forma por el gobierno superior, mientras que el segundo funcionaba sin tal
aprobación”.107 Precisamente los comisarios, desde la postura de los alcaldes mayores,
funcionaron dentro de un marco de informalidad pues no se les expedía un documento que
los avalara como tal, éstos sólo se nombraban para la recaudación de tributos, por lo que
carecían de título formal. Esta forma de operar de los alcaldes mayores contravenía
totalmente las leyes, ya que por la importancia del ramo de tributos estaban obligados junto
con los tenientes a dar fianzas.
El alcalde mayor de Maravatío, Manuel Gutiérrez de la Huerta, afirmaba que había
nombrado por teniente general de toda la jurisdicción a Joseph Antonio Solís con título
formal, por lo que contaba con la confirmación del superior gobierno, de tenientes
particulares sólo nombró a Pedro Navarro Cabadas para Zamora, y por su muerte ejerció el
cargo José del Rivero, “que aunque nombró a Don Josef Joaquín de Velasco, en Maravatío,
a Don Pedro Zirieñio, en Taximaroa, a Don Eugenio de Orta en Irimbo, a Don Bernardo de
Arias, en Tuzantla, a Don Antonio Paz en San Mateo, a Don Miguel Antonio Piñeiro en
Tuxpan, “ estos no fueron tenientes, aunque actuaban en algunas causas, sino sólo recaudadores de tributos,
sin título alguno.”108 Sin embargo no todos los alcaldes mayores tuvieron la honestidad de
declarar el número exacto de “comisarios” que nombraban en sus jurisdicciones, por lo que
los omitían en su totalidad. Lo cierto es que a pasar de la negativa de los alcaldes mayores,
tales “recaudadores de tributos” ejercían las funciones propias del oficio de teniente. Debido
a la naturaleza de los documentos que se han utilizado es evidente y por demás clara la
tendencia de los corregidores y alcaldes mayores, pues con la finalidad de evadir el pago de la
media anata tienden a negar el verdadero papel que desempeñaban sus auxiliares, y los
presentaban como simples comisarios con toda la carga que conlleva.
La ambigüedad en la provisión de los tenientazgos propicia que la definición de los
auxiliares de los jueces ordinarios se complique porque se tiene que jugar un tanto con la
formalidad e informalidad del nombramiento de los jueces, sobre todo cuando en los propios
nombramientos los alcaldes mayores utilizaban un doble vocabulario, como lo muestra el
nombramiento que hizo en 1730 don Fermín de Garagorri, alcalde mayor de Michoacán, en
Pedro de Elorza y Aguirre, quien ya fungía como teniente del partido de Uruapan, por lo que
a falta de un encargado de justicia lo nombró como su teniente interino para el tenientazgo
de Nahuatzen y lo hizo en los siguientes términos “comisario y teniente interino” del referido
partido de Nahuatzen y pueblos a él sujetos para que pueda conocer de todas las causas y 10678

106 Ibid.
107 BORAH, "Auxiliares del gobernador", p. 58
108 AGN, Media Anata, Vol. 3, Exp. 19, Fs. 198. Media anata del alcalde mayor de maravatío.

58
Los tenientes en el andamiaje de la administración novohispana

negocios según en la misma forma que conoce y despacha por el nombramiento de teniente
de Uruapan, y manda se le guarden las honras y preeminencias que le tocan”.109 Por la carga
de obligaciones que le estaba confiriendo no se trataba de un simple comisario, o por lo
menos no encajaba su nombramiento en lo que se entendía por juez de comisión, sino más
bien estaría actuando en calidad de teniente.
Quiénes eran o no tenientes es un problema difícil de resolver porque se trata de un
asunto que va más allá de la simple nomenclatura, ya que así como Policarpo Dávila no
especificó el tiempo de los tenientazgos, ni quienes ocupaban dichos cargos, los embrollos
de esta circunstancia tenía más que ver con una práctica que seguramente muchos alcaldes
mayores siguieron para evitar el pago de la media anata, como una forma de evasión o bien
para que quienes ocupaban estos empleos los aceptaran y no hicieran desembolsos por un
oficio que quizá les daría más trabajo que beneficios. El hecho de que muchos de los auxiliares
de los alcaldes mayores funcionaran como comisarios contribuía a que evitaran el pago de la
media anata, pues con ello argumentaban que sólo se trataba de una comisión y no del uso
de un empleo permanente.
En las últimas décadas del siglo XVIII se observó una mayor actividad por parte del
tribunal de la media anata por recuperar los pagos adeudados por parte de todos los que
ejercían oficios sin hacer la contribución correspondiente; la acción de este tribunal nos
permite observar por un lado la postura de una institución fiscal, pero por otro lado nos
devela la forma en que operaban los auxiliares de los alcaldes mayores. En 1779, a la muerte
de Luis Vélez de las Cuevas Cabeza de Baca, se siguió un juicio por el juez de media anata
para que de sus bienes se pagara el adeudo de la media anata por los 38 tenientes que había
nombrado, ya que sólo había realizado la declaración de uno, durante el tiempo que fue alcalde
mayor de Valladolid. No obstante la viuda, doña María Manuela de Ledesma, y su defensor,
José María de Estrada, argumentaron que los nombramientos que Vélez de las Cuevas había
realizado no habían sido de tenientes sino de “cabos comisarios”, los cuales eran necesarios
para el buen gobierno de la provincia.1101La viuda afirmaba que:

“Los pueblos de los distritos distan por lo regular de sus cabeceras notablemente de tal forma,
que si en ellos no hay quien contenga los excesos crecen con demasía, se cometen
inconmensurables ofensas a Dios y al público, y se vive con la mayor libertad; para contener
cuantos abusos se experimentan y mantener a los vecindarios en paz, quietud y subordinación
es indispensable que los alcaldes mayores nombren sujetos a quienes reconozcan y respeten,
y como por las leyes están prohibidos de poner tenientes en los lugares donde no los haya
habido, y donde no sean precisamente necesarios, se han valido y valen siempre del arbitrio
de encomendar a algún vecino el cuidado de aquel lugar, [en] otras ocasiones para que los
gobernadores a su debido tiempo, hagan la recaudación de tributos y no malgasten los
caudales producidos de ellos, nombran, quien cele y vele sobre ello, con el título de cabos
comisarios,y a los que de una, y otra suerte ejercitan semejantes encargos, sólo se reconocen con el nombre de
tenientes,y de aquíproviene, que sin serlo en la realidad se explican los vecinos con un tratamiento, quejamás
han go%ado”ní

109 AHMP, Fondo Colonial siglo XVIII, Caja 28, Exp. 1, Fs. 4. Nombramiento de teniente interino de
Nahuatzen, 1730.
110 AGI, México, 1645, F. 46. Media anata de los treinta y siete tenientes que nombró Luis Vélez de las
Cuevas Cabeza de Baca, 1782.
111 Ibid. F. 12-13. Las cursivas son de la autora.

59
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Los argumentos de la viuda nos remiten a lo ya planteado anteriormente por el


escribano del ayuntamiento de Antequera cuando expresaba que no se nombran tenientes
sino que eran simples comisarios, pero que los vecinos y moradores de los partidos eran
quienes les otorgaban el mote de tenientes cuando en realidad no lo eran. El único teniente
que según la viuda de Vélez se había nombrado fue José Pallazar, y por tanto los que nombró
Vélez en los pueblos de su jurisdicción sólo fueron “comisarios recaudadores de tributos”.
La postura del fiscal y del tesorero de la real Audiencia es que los sujetos nombrados por
Vélez no sólo fueron “cabos comisarios” recaudadores de tributos, como se pretendía hacer
creer, sino que administraron justicia en los lugares donde desempeñaron sus cargos.
Las autoridades señalan que se trataba de una omisión por parte del alcalde mayor ya
que del juicio de residencia se desprendió que los nombrados sí ejercieron el cargo de
tenientes, pues afirmaban que era poco creíble que en ciudades como Pátzcuaro se nombrara
un simple recaudador de tributos, pues además de Pallazar también habían sido tenientes
generales don Millán de Monasterio, el Sargento mayor y regidor Don Gerónimo de Zuluaga,
el Ayudante mayor don Juan Tomas de Urrutia, y el teniente coronel de milicias don Pedro
Salcedo.112 Para el fiscal de real hacienda, como para el tesorero, todo aquel sujeto que fuera
designado por los alcaldes mayores y que extendiera sus funciones más allá de lo fiscal, en el
momento en que administraba justicia hacía uso de la jurisdicción civil y criminal y por tanto
ejercía las funciones de teniente, por lo que se debía de pagar el derecho de la media anata.
Los argumentos de la defensa de Vélez fueron utilizados por las autoridades para
refutar sus pretensiones y confirmar que la forma de operar de los “cabos comisarios” no
respondía a dicho carácter sino al de los tenientes

“los pueblos de los distritos distan por lo regular de sus cabeceras notablemente de tal forma,
que si en ellos no hay quien contenga los excesos crecen con demasía, se cometen
innumerables ofensas a Dios, y al público, y se vive en la mayor libertad. Luego para impedir
estos desordenes los nombró [a los comisarios] para contener, y escarmentar a los culpados,
según la calidad del delito, y de la pena que les correspondiese, que no es otra cosa que ejercer
jurisdicción, y lo más que de esto puede inferir, o deducir es, que juntamente recaudan los
tributos, que es tanto más fácil, cuanto más respeto se concilian con la investidura de jueces,
y que hacen lo mismo que debía hacer, y a que está obligado el alcalde mayor”.113

Uno de los aspectos que es importante destacar no solamente es la versión de los


corregidores de la villa de Antequera o del abogado y viuda de Vélez sobre que los naturales
eran los que le otorgaban el título de teniente a los comisarios, porque en todo caso es
necesario prestar atención a la documentación que se generó en los tenientazgos a través de
las diligencias y cabezas de proceso que los tenientes realizaron para darnos cuenta del título
que se otorgaban ellos mismos, e incluso podemos encontrar cuál era el trato o la forma en
que el alcalde mayor se dirigía a sus auxiliares.
En 1776 Luis Vélez de las Cuevas mandó publicar un decreto sobre fábrica y expendio
de bebidas prohibidas, “y para que lo prevenido en el bando inserto se observe, cumpla,
ejecute, precisa y puntualmente por el presente mando a mis lugares tenientes mencionados
que luego que lo reciban sin demora alguna saquen testimonio íntegro literal para su pronta
publicación... lo que cumplirán todos y cada uno en su respectiva jurisdicción con la mayor123

112 AGI, México, 1645, F. 17v. Media anata del corregidor de Valladolid, 1779.
113 Ibid. F 22.

60
Los tenientes en el andamiaje de la administración novohispana

aplicación y c e l o . ”.114 Por lo menos las siete respuestas que se dieron de obedecimiento,
cinco respondieron como lugartenientes y dos como tenientes, por tanto había
correspondencia en la forma que en que el alcalde nombraba a sus subordinados y en la
nominación que ellos mismo se otorgaban.115 Sin embargo también es importante anotar que
los alcaldes mayores en la documentación indistintamente usaban el término de teniente o
lugarteniente para referirse a sus auxiliares.
Los términos “lugarteniente” y “teniente” frecuentemente fueron usados por las
autoridades de forma indistinta para referirse a sus auxiliares, los cuales ejercían las mismas
funciones de los alcaldes mayores en un espacio determinado. José María Marín García llama
la atención sobre la forma en que se utiliza el vocablo “lugartenencia” y afirma que este
concepto se utilizaba “para referirse a los oficiales ordinarios y a los delegados para hacer a la
“delegación” o “sustitución”, ya que esta “algunas veces se nos aparece denominando una
forma de sustitución de la función desempeñada por el oficial principal que en todo se
asemeja, mientras que señala que hay otro tipo de uso y que éste es cuando la lugartenencia
se refiere a un tipo de “delegación especial”, donde el delegado aparece como algo distinto al
propio titular del oficio.116
Aquí es conveniente aclarar que la tenencia y la lugartenencia toma su propio significado
a partir del orden jerárquico administrativo desde donde se ejerce un oficio, puesto que
finalmente el poder real que se delega en los ministros emana de una misma fuente, por tanto
la delegación del poder regio sólo es privativo del rey. La delegación tiene significados
distintos en función de la esfera de poder donde se ejerza, ya que el virrey se detenta como
lugarteniente del rey, el cual ejerce el cargo como titular, pero al mismo tiempo es un delegado
regio, representa el poder del rey, incluso cuando se trata de la persona del virrey comúnmente
se dice que es el alter ego del rey.
Esa misma forma de operar se presenta con los alcaldes mayores, ya que éstos al recibir
el nombramiento del rey se constituyen en los jueces ordinarios en primera instancia, en el
supuesto de que se les otorgó ciertas facultades para gobernar y administrar justicia en nombre
del rey. Sin embargo estos depositarios del poder real gozaban de la prerrogativa de delegar
parte de su jurisdicción en una tercera persona. Desde la perspectiva del derecho canónico
delegar es “poner a otro en lugar de alguno, o encomendar a otro sus veces”. En el derecho
canónico se dice que si es puesto por el juez ordinario este delegado puede recibir distintas
acepciones y se le puede llamar comisario, juez extraordinario y juez dado.117 Por tanto, el
teniente de alcalde mayor como parte de la estructura administrativa del gobierno aparece
actuando en las instituciones como juez delegado ya que ejerce la jurisdicción ordinaria por
derecho ajeno y no propio, por tanto la jurisdicción ordinaria la ejerce en nombre de otro.118

114 AHMM, Gobierno, 1766, Caja 10, Exp. 39.


115 AHMM, Gobierno, 1766, Valladolid, Caja 10, Exp. 43.
116 MARÍN GARCÍA, José María, El oficio público en Castilla durante la Baja Edad Media, p. 59.
117 MURILLO VELARDE, Pedro, Curso de derecho canónico hispano e indiano, Vol. I, Zamora, El Colegio de
Michoacán, Facultad de Derecho de la UNAM, 2004, p. 382.
118 Ibid, p. 383.

61
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Conclusión

De los cuatro tipos de teniente que hemos abordado en este capítulo, el teniente de rey fue el
cargo más formal por la relevancia del mismo al ser un cargo en el que recaía la defensa del
territorio, inicialmente el gobernador podía designar a su teniente, sin embargo conforme se
fue militarizando ya no sólo fue suficiente con la aprobación del virrey, sino que requería la
aprobación del rey. Ese carácter de formalidad de los tenientes de rey contribuyó a que sus
atribuciones fueran más claras ya que no respondía sólo a los intereses particulares. La
formalidad con la que se designa a los tenientes de rey contrastaba fuertemente con los
nombramientos de los tenientes generales, con estos podríamos decir que había un poco más
de cuidado en solicitar la confirmación de sus nombramientos, especialmente de los que
desempeñaban sus funciones en ciudades y villas, pero los tenientes particulares eran los que
menos cumplían con las confirmaciones de sus nombramientos.
Los tenientes generales y particulares como auxiliares de los alcaldes mayores ejercieron sus
oficios a través de una jurisdicción subdelegada que les permitió actuar de forma amplia en
los asuntos de gobierno, justicia y hacienda. Aunque no contaban con formación jurídica,
porque no eran jueces letrados, estaban facultados para hacer las diligencias preparatorias para
los casos que correspondían a la administraban justicia en los tenientazgos que estaban a su
cargo, y por tanto ejercieron las funciones privativas de los jueces de primera instancia, por
lo que su presencia no siempre fue eventual, sino que los tenientes ejercieron sus cargos por
periodos prolongados.
Es interesante observar cómo los tenientazgos nos ofrecen una diversidad de
posibilidad cuando se pretende determinar qué fueron los auxiliares de los alcaldes mayores:
tenientes, jueces, delegados, comisarios o encargados de justicia. Las fuentes que se utilizaron
en esta ocasión nos presentan posturas distintas, puesto que se enmarcan dentro de una
discusión que confronta intereses entre los alcaldes mayores y los jueces de media anata, lo
cual nos posibilitó tener presente la forma en que ambas autoridades entendían el desempeño
de los tenientes.
Desde la perspectiva de los jueces del tribunal de media anata los auxiliares
nombrados por los alcaldes mayores no sólo fueron comisarios recaudadores de tributo, ya
que sus funciones trastocaban otras esferas de la administración y gobierno, pero
especialmente se afirmaba que ejercían la jurisdicción ordinaria, es decir administraban justicia
en sus tenientazgos y actuaban como jueces en primera instancia; su forma de actuar no se
correspondía con la de los comisarios que eran designados para realizar alguna diligencia en
específico, por lo que el ejercicio de su cargo era eventual, mientras que los tenientes tenían
un nombramiento de mayor permanencia.
La diferencia fundamental que había entre los alcaldes mayores y los jueces de media
anata era que para los primeros sólo aquel individuo que contara con un nombramiento
formal era considerado como teniente, por lo que desde su punto de vista sólo los tenientes
generales eran considerados como tales porque eran los que contaban con la provisión
virreinal, mientras que el resto de los auxiliares que se nombraban sólo eran comisarios
porque carecían de toda nombramiento. En cambio, para los jueces de la media anata el
nombramiento no era el factor que definía si los auxiliares de los alcaldes eran tenientes, más
bien el factor determinante se encontraba en el tipo de función que desempeñaban, y
específicamente en el uso de la jurisdicción ordinaria.

62
Capítulo II

El gobierno de los alcaldes m ayores y sus tenientes

Introducción

La segunda mitad del siglo XVIII fue testigo del cúmulo de proyectos y propuestas que se
generaron desde diferentes ámbitos de la administración que tenía como fin primordial
reorientar la administración de los reinos americanos, lo que suponía importantes cambios en
el funcionamiento de las instituciones provinciales. Uno de los aspectos que es importante
destacar, es que las reformas que se fueron implantando desde las primeras décadas del siglo
XVIII tenían como finalidad atacar la inoperancia de las instituciones heredadas de los
Austrias. Las alcaldías mayores, como una de las instituciones de mayor arraigo en la
administración provincial, no estuvieron al margen de las reformas que se promovieron en
distintos momentos, en los cuales por diversas razones se planteó cambiar la forma en que
los ministros del rey administraban justicia. Una de las primeras medidas que se tomaron fue
vigilar que los alcaldes mayores permanecieran en sus jurisdicciones, que no se nombraran
alcaldes mayores interinos, y de igual forma que no retrasaran el tiempo de la toma de
posesión de la alcaldía mayor a la cual habían sido designados, pues se denunciaba que los
alcaldes mayores acostumbraban retener la toma de posesión para sacar mayores beneficios
de sus jurisdicciones.
Desde la visita de Francisco de Garzarón se había denunciado la forma en que los
alcaldes mayores y sus tenientes administraban justicia y los abusos que se cometían en contra
de la población, los excesos y el repartimiento.1Los informes secretos que en 1747 remitieron
al rey y a sus ministros más allegados Jorge Juan y Antonio Ulloa en la visita que hicieron a
los reinos americanos, donde de forma detallada relataron la forma en que los corregidores
del Perú llevaban a cabo el repartimiento de mercancía y las estrategias que usaban para
coaccionar a la población cuando ésta se negaba a participar de su monopolio comercial.2
Los malos manejos y los abusos en contra de la población a lo largo del siglo XVIII
fue consolidando en el imaginario de los altos ministros del rey que las provincias de los
reinos americanos estaban siendo administradas por “gobiernos tiránicos con el que oprimen
los corregidores a los indios”,3 de esta forma Jorge Juan y Antonio Ulloa calificaron la acción
de los corregidores. En ese tenor no resulta extraño que en el proyecto de gobierno de 1768,
propuesto por el virrey Carlos Francisco de Croix marqués de Croix y el visitador José de
Gálvez, propusieran la introducción del sistema de intendencias en Nueva España con la
finalidad de extinguir las alcaldías mayores, y por ende los tenientazgos, los cuales desde su
perspectiva formaban parte del mismo mal que aquejaba a los vasallos del rey.4

1SANCIÑENA ASURMENDI, Teresa, La Audiencia de México en el reinado de Carlos III, México, Universidad
Nacional Autónoma de México, 1999, p. 13-15.
2 JUAN, Jorge y ULLOA, Antonio, Noticias secretas de América, siglo XVIII, Tomo 1, Madrid, Editorial
América, 1918.
3 Ibid. p. 252.
4 NAVARRO GARCÍA, Luis, Las reformas Borbónicas en América. El plan de intendencias y su aplicación,
Sevilla, Universidad de Sevilla, 1995, p. 111-134.

63
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

José de Gálvez afirmaba que había una plaga de más de 150 hombres que aniquilaban
a los pueblos y los calificaba de tiranos.5 Poco antes de que la aplicación de la real ordenanza
de intendentes cristalizara en la Nueva España, el Fiscal de la Real Audiencia de México,
Ramón de Posada, tuvo una importancia fundamental ya que desde 1782 denunció la forma
en que operaban los alcaldes mayores y sus tenientes, las contravenciones en las que incurrían,
y trató de evitar que los alcaldes mayores vendieran las varas de tenientes por ser acciones
que trasgredían a las leyes de Indias.6
Es importante señalar que de cierta manera el estado caótico que se pretendía mostrar
de la administración de los reinos americanos tenía la finalidad de justificar en gran medida el
conjunto de reformas que se comenzaron a implementar con mayor rigor a partir de la
segunda mitad del siglo XVIII, las cuales comprendían un amplio proyecto de gobierno con
objetivos muy claros que era recuperar el poder real, que paulatinamente se había difuminado
entre las corporaciones e instituciones, y ejercer mayor control político y económico con una
nueva burocracia que respondiera a los intereses de la metrópoli.

2.1 Estado de las alcaldías mayores y sus tenientazgos

Los reinos americanos para su administración requirieron de toda una serie de instituciones
económicas y políticas bajo las cuales llevar el control de la población y los recursos de las
mismas. En décadas pasadas se pensaba la división del territorio en función de los virreinatos,
no obstante en tiempo recientes la historiografía ha replanteado esta postura y ha propuesto
que la base territorial está en las Audiencias, esos grandes entes en torno a los cuales se
organizó el resto de las instituciones, jurisdicciones y corporaciones que le dieron forma a los
distintos reinos. Edmundo O'Gorman desde 1937 basaba la división territorial en las
Audiencias, las cuales como afirmaba se encontraban divididas en corregimientos y alcaldías
mayores, la Audiencia de México y la Audiencia de Nueva Galicia, que fue creada en 1548.
De manera particular nos interesa elaborar un esbozo sobre las alcaldías mayores y su división
en tenientazgos comprendidos en la Audiencia de México. Pues como bien anuncia Edmundo
O'Gorman la división territorial resultaba un tanto ambigua, pues si bien la recopilación de
leyes de Indas hacía referencia a la división del territorio en provincias mayores y menores, el
propio término “provincia” tenía un uso indistinto.7 Pero sobre todo, esta complejidad
también respondió a los constantes cambios a los que se vieron sometidas las jurisdicciones,
especialmente al sistema de agregaciones de unas alcaldías a otras, lo que constantemente
reconfiguraba el mapa político administrativo de los reinos.8 Sin embargo, la base de la
configuración política administrativa del territorio descansa en las Audiencias.9

5 BRADING, David, Orbe Indiano, México, Fondo de Cultura Económica, 1991, p. 512.
6 RODRÍGU EZ GARCÍA, Vicente, El fiscal de Real Hacienda en Nueva España (Don Ramón de Posada y Soto,
1781-1793), Oviedo, Secretaría de Publicaciones de la Universidad de Oviedo, 1985.
7 O'GORMAN, Edmundo, Historia de las divisiones territoriales en México, México, Editorial Porrúa, S. A.
"Sepan cuantos..." 1985, p 4.
8 BORAH, Woodrow, "El Desarrollo de las provincias coloniales", en BORAH, Woodrow, El gobierno
provincial en la Nueva España, México, Universidad Autónoma de México, 1985, p. 34.
99 DIEGO-FERNÁNDEZ SOTELO, Rafael, "Las reales audiencias indianas como base de la organización
político-territorial de la América hispana", en Celina G. Becerra Jiménez, Rafael Diego-Fernández Sotelo,

64
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

Las Audiencias de Santo Domingo, de los Confines o Guatemala, Guadalajara, Manila


y México, estaban subdivididas en gobiernos políticos, capitanías generales, corregimientos y
alcaldías mayores.10 La jurisdicción de la Audiencia de México estaba conformada por una
diversidad de alcaldías mayores y corregimientos que tenían extensiones diversas, variaban en
cuanto al número de pueblos y una importante diversidad de población. Entre las décadas de
los 1670 y 1680 hubo reformas en el ajuste de las alcaldías mayores en las cuales Tlaxcala,
Acapulco, Puebla y Veracruz alcanzaron la distinción de gobiernos.11 En 1688 el virrey conde
de Monclova afirmaba que en la Nueva España había 130 alcaldías mayores, de las cuales 12
eran de primera clase, 28 de segunda, 40 de tercera y 60 de ínfima categoría.12 Como se podrá
observar había una realidad contrastante en cuanto a la valoración que se hacía de las alcaldías
mayores y corregimientos,13 a pesar de las reformas que se dieron desde finales de la segunda
mitad del siglo XVII de ampliar las jurisdicciones con el sistema de agregaciones de unas
alcaldías a otras con la finalidad de disminuir el gasto en salarios. Los informes que se
generaron en 1767 fueron elaborados por Pedro Núñez de Villavicencio y el licenciado Joseph
Raphael Rodríguez Gallardo, este último fue sustituido por don Fernando Joseph Mangino14
el 11 de septiembre de 1769, los cuales fueron comisionados para que dieran cumplimiento a
la real Cédula de 1 de marzo de 1767 en la que se pedía se informara sobre el estado y
gradación de corregimientos y alcaldías mayores de Nueva España. Los alcaldes mayores en
turno fueron los responsables de remitir la información, la cual iría acompañada de un mapa
o diseño topográfico donde se representara la extensión de las alcaldías y los pueblos que la
constituían, de tal suerte que los comisionados pudieran hacer una mejor valoración sobre la
gradación que tendría cada una de las jurisdicciones.15
La gradación de las alcaldías respondió a la necesidad de conocer el estado que guardaba
cada una de las jurisdicciones y que les permitiera hacer una mejor distribución de las alcaldías
mayores en las distintas intendencias. De tal manera que los objetivos que se pretendían eran
mejorar la administración de justicia, la cobranza de los tributos y la recaudación de las demás

Convergencias y divergencias México y Andalucía: siglos XVI y XIX, Guadalajara, Universidad de


Guadalajara, El Colegio de Michoacán, 2007, p. 41.
10 RUBIO MAÑE, José Ignacio, El virreinato I. Orígenes y jurisdicciones, y dinámica social de los virreyes,
México 2- ed., Fondo de Cultura Económica, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, 2005, p. 40.
11 GERHARD, Peter, Geografía Histórica de la Nueva España, 1519-1821, México, Universidad Autónoma
de México, 1986, p 17.
12 En la información que proporcionaron los virreyes en distintos momentos es un indicativo de cómo había
un tanto de ambivalencia en el conocimiento del territorio novohispano, en las instrucciones del virrey
Don Francisco de Güemes y Horcasitas, primer conde de Revillagigedo al marqués de las Amarillas, cuando
da cuenta del número de alcaldías mayores indicaba que ese gobierno estaba constituido de 148 alcaldías
mayores, de las cuales 7 estaban en el estado y marquesado del Valle, cuatro eran de provisión del duque
de Atlixco, y cinco subordinadas al territorio de la audiencia de Guadalajara. Por lo cual sólo 138 podían
ser de provisión real o virreinal. Incluso en los informes de 1767, a pesar de que se señala que el reino está
constituido de 150 partidos, evidentemente se omitió la información de algunas alcaldías mayores como
Tancítaro, Sinagua y La Huacana, por mencionar solo algunas. TORRE VILLAR, Ernesto de la, Instrucciones
y memorias de los virreyes novohispanos, México, Miguel Ángel Porrúa, 1991, p. 805. AGI, México, 1506,
Cuadernillo 167. Instrucción general del conde de Revillagigedo, F. 15.
13 SANZ TAPIA, Ángel, Corrupción y necesidad, la venta de cargos de gobiernos americanos bajo Carlos II
(1674-1700), Madrid, España, 2009, p 125.
14 Contador general de tributos.
15 AGI, Indiferente General, 1714, F. 37v. Informes del estado y gradación de las alcaldías mayores, 1767.

65
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

rentas reales por medio de los alcaldes ordinarios y los comisarios de los intendentes.16 Los
comisionados afirmaban que para la graduación de los corregimientos y alcaldías mayores
exclusivamente se tomó en consideración

“la potencia y actitud de ejercitar con medios proporcionados la industria y negociación, no la


actualidad ni un afecto infalible y por esta razón no nos hemos detenido en narración de frutos
naturales de todas las alcaldías... todo el beneficio y real cédula en que se funda este reglamento
está respirando [en] el beneficio y atenciones de los vasallos en la más cómoda administración
de justicia que es lo que hemos procurado observar”. 17

Se indicaba que el reino de la Nueva España estaba constituido por 150 partidos los
cuáles se habían dividido en tres clases: 25 alcaldías mayores fueron clasificadas de primera
categoría, de las cuales Villa Alta, Nexapa, Xicayan, Chichicapa con Zimatlan y Miahuatlan
estaban consideradas como las de mayor utilidad; en segunda categoría había 44 con más 9
agregados, y dentro de este mismo grupo se deberían contabilizar las 7 jurisdicciones que eran
provisión del marqués del Valle: Cuernavaca, Toluca, Cuatro Villas, Charo, Tuxtla, Cotaxtla
y Jalapa de Tehuantepec.
En las de tercera clase quedaron 27 alcaldías mayores, si bien el informe indica que las
alcaldías fueron clasificadas en tres grupos, hubo otras que fueron consideradas de ínfima
clase, entendemos que éstas quedaron dentro del tercer grupo, en esta investigación las hemos
identificado como una cuarta categoría ya que justo son aquellas alcaldías y corregimientos
que generaban ingresos bajos y que por los cortos emolumentos que podían proporcionar se
convirtieron en poco atractivas y las que fueron consideradas de ínfima clase fueron
solamente 27.18 De las alcaldías y corregimientos del marqués del Valle y ducado de Atlixco
no se hizo ninguna propuesta sobre ellas, de agregación o separación, ya que éstas eran
provisión del marquesado y ducado por lo que quedaron intactas, al igual que las cinco
alcaldías mayores de la Audiencia de Guadalajara: Sayula, Villa del Nombre de Dios, Autlán
y Puerto de Navidad y Tuspa y Zapotlán. Las alcaldías del ducado de Atlixco fueron Atlixco,
Tula, Tepeaca, Iztepexi y Guachinango.19
Las alcaldías mayores y corregimientos del marquesado del Valle o ducado de Atlixco
aunque eran jurisdicciones especiales donde la principal diferencia era que el nombramiento
del alcalde mayor no era otorgado por el rey; sino directamente por el marqués o el duque,
sin embargo estos alcaldes y corregidores ejercían las mimas funciones de gobierno, hacienda,
justicia y guerra, que los jueces nombrados por el rey, y al igual que sus pares delegaban sus
atribuciones en los tenientes. Bernardo García Martínez afirma al respecto que “Fernando VI
expidió una real cédula el 4 de junio de 1751 mandando expresamente que en el marquesado
del Valle no se admitiesen alguaciles ni tenientes para proveer los cargos de alcaldes mayores
o corregidores”. Según los datos que ofrece Bernardo Martínez los pueblos del marquesado
donde había tenientes eran: Yautepec, Jojutla, Jonacatepec (jurisdicción de Cuernavaca),16789

16 Ibid. F. 70.
17 Ibid. F. 70.
18 Ibid. Fs. 1-5.
19 AGI, México, 1742, Fs. 29.

66
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

Tacubaya, Cuajimalpa, San Agustín de las Cuevas- Tlalpan- (jurisdicción de Coyoacán) y la


Rinconada (jurisdicción de Tuxtla).20
Evidentemente el nuevo reglamento que se elaboró con la gradación de las alcaldías
mayores estuvo pensado en función de las utilidades que podía proporcionar a los alcaldes
mayores, e incluso se trató de hacer más atractivas las jurisdicciones. Pues en el proyecto se
planteó la reforma de varias alcaldías mayores que consistió en la separación y agregación de
pueblos de una alcaldía a otra con la finalidad por un lado de incrementar el número de
tributarios y por otro de que estas jurisdicciones tuvieran una extensión menos amplia, de tal
suerte que los pueblos que se encontraban a grandes distancias de su cabecera fueron
propuestos para que se agregaran a la jurisdicción más inmediata. Otro aspecto importante
que se trató fue el regular que la jurisdicción de los alcaldes mayores no estuviera atravesada
por otra, como sucedía con la alcaldía mayor de Maravatío y su agregado de Zamora,
Tlalpujahua y su extensión Irimbo, la alcaldía de San Sebastián de León y su agregado de
Zacatula, ya que eran agregados que se encontraban a sesenta o más leguas de distancia, lo
que implicaba que se administraran por medio de tenientes,21 que como afirmaban
Villavicencio y Mangino ejercían sus empleos de forma independiente y los alcaldes mayores
apenas si tenían noticia de lo que pasaba en esos territorios, si no es que ignoraban
completamente todo lo que sucedía en esos otros espacios completamente distantes y ajenos.
En los informes de 1767 esas agregaciones inexplicables no tenían sentido, y se diseñó
un proyecto en que se trató de incrementar el número de tributarios por jurisdicción con la
finalidad de que fueran más atractivas en las utilidades que podían proporcionar a los que
ejercieran dichos empleos. Pues había una realidad que no podía negarse y era que los que
ejercían los empleos de alcaldes mayores buscaban obtener las mayores utilidades de su oficio,
y justamente una de las observaciones de los comisionados Villavicencio y Mangino fue que
ninguna alcaldía mayor puede dar utilidades constantes y absolutas, y ponían de ejemplo a
una de las alcaldías mejor cotizadas y consideradas de primera categoría superior, Villa Alta,
y afirmaban que si el alcalde mayor

“la sirviera sin comerciar en las mantas y granas apenas podrá adquirir un vulgar sustento si se
ciñe a solo los emolumentos lícitos: los derechos de visita y elecciones, las penas pecuniarias a
los indios y las pensiones a los tenientazgos, lo demás que en término justo puede rendir la
judicatura es notoriamente de poco monto”.22

Las utilidades que proporcionaban las alcaldías eran un elemento fundamental ya que
de ello dependía la felicidad de los vasallos, pues entre mayores ingresos lícitos obtuvieran los
alcaldes mayores de mejor forma administrarían justicia pues de lo contrario cometerían las
mayores injusticias, vejaciones y exigirían contribuciones y multas injustas a los vecinos.
Como ejemplo de esta última circunstancia se podría poner a la alcaldía de Cadereyta, de la
cual se decía que era una de las más infelices pues no proporcionaba emolumentos lícitos ni201

20 GARCÍA MARTÍNEZ, Bernardo, El Marqués del Valle tres siglos de régimen señorial en Nueva España,
México, El Colegio de México, 1969, pp. 128-129.
21 AGI, México, 634, Alcaldes mayores.
22 AGI, Indiferente General, 1714, F. 66v.

67
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

un comercio regular de utilidad, motivo por el cual se planteó que se agregara al corregimiento
de Querétaro.23
La base documental en la cual nos apoyamos para tratar de explicar y profundizar un
poco en los posibles factores que contribuyeron en la conformación de los tenientazgos,
provienen en primer lugar del conjunto de informes proporcionados en 1759 por los alcaldes
mayores y párrocos de las diferentes provincias de Nueva España a solicitud del virrey
Agustín de Ahumada y Villalón, marqués de las Amarillas (1755-1760). Todos estos informes
fueron el resultado de las reales cédulas emitidas por el rey en 1758, en las cuales mandaba
que los alcaldes mayores y corregidores residieran en los pueblos principales de sus
jurisdicciones, y que para ausentarse solicitaran el permiso correspondiente del superior
gobierno, expresamente se trataba de evitar el ausentismo de los alcaldes mayores y
corregidores. De igual manera se mandaba que se nombraran tenientes sólo en los lugares
que fueran necesarios, y se prevenía al virrey y a la Audiencia que no intervinieran en el
nombramiento y remoción de los tenientes ya que esa era una atribución privativa de los
alcaldes y corregidores.24
La información que proporcionaron alcaldes mayores y párrocos versa sobre si el alcalde
mayor reside en la cabecera de la jurisdicción, si sale constantemente, si ha nombrado
tenientes para la administración de justicia o lo hace personalmente; también se solicitaba el
nombre de los pueblos donde se nombran tenientes, y finalmente se pedía se expresaran los
motivos por los cuáles se nombraron a los tenientes. Los informes de los alcaldes mayores se
encuentran en el ramo de alcaldes mayores, volúmenes 6 y 10, de los cuáles se obtuvo la
información correspondiente a 99 alcaldías, en las que se da cuenta del número de auxiliares
que se tenían en cada una de las jurisdicciones. El segundo cuerpo documental en que nos
hemos basado está conformado por la abundante documentación que se generó en 1767 por
real cédula sobre el estado que guardaban las alcaldías mayores y corregimientos, y los
ingresos que éstas proporcionaban en razón de los tributos que se recaudaban anualmente.
De los informes emitidos por los alcaldes mayores, corregidores y curas se desprende que
en total se nombraron 215 tenientes, de los cuales 30 ejercían como tenientes generales. Mientras
que el nombramiento de tenientes comisarios recaudadores de tributo fueron 46, el número de
auxiliares ascendía a 261 individuos que participaban del andamiaje de la maquinaria
administrativa provincial. Ahora bien, si a estos auxiliares se le suman los 99 alcaldes mayores,
nos da un total de 360. Esto sin dejar de lado ciertas reservas en el número de auxiliares que
cada uno de los alcaldes manifestó; estimamos que de las 150 jurisdicciones que había en
Nueva España, fácilmente los empleados de la administración provincial aproximadamente
llegaba a unos 500 individuos, ya que varios alcaldes mayores no presentaron los informes
correspondientes.25
En el cuadro I se podrá tener una mejor apreciación de la división de las alcaldías mayores
en tenientazgos. Las que contaban con mayor número de tenientes fueron Tepeaca, del
obispado de Puebla, con 10 tenientazgos; en Michoacán, Valladolid-Pátzcuaro con 3 tenientes
y 8 comisarios; Celaya con 8; Tabasco, del obispado de Yucatán, con 7; Tlaxcala, del obispado

23 AGI, Indiferente General, 1714, F. 58v-59.


24 AGI, México, 1229, Fs. 1-6. Real cédula para que los corregidores y justicias residan en los pueblos
principales, Villaviciosa, 20 de septiembre de 1758.
25 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 6 y 10. Informes de los corregidores, alcaldes mayores y curas sobre
residencia de los justicias y nombramiento de tenientes.

68
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

de Puebla, con 7; Xalapa, Pachuca y San Juan de los Llanos, con 6 cada una; San Luis Potosí
7; Zayula, Guanajuato, Villa de León y Villa de Valles, con 5 cada una; Maravatío, con su
agregado de Zamora, con 8 tenientes.26
En términos generales podemos señalar que las alcaldías mayores que cuentan con mayor
número de tenientes fueron algunas de las que estaban graduadas en I y II categoría; sin
embargo consideramos que los factores que dan una mejor explicación de la forma en que se
nombraban a los tenientes en primer lugar fue fundamentado por la extensión territorial que
separaba a los pueblos sujetos de su cabecera. Pero primordialmente, del cuadro que hemos
elaborado, se desprende que aquellas alcaldías mayores que tuvieron ingresos superiores a los
10 000 pesos sólo por recaudación de tributos tendieron a nombrar más auxiliares, a
excepción de Guanajuato y Pachuca, en que sus ingresos no llegaban a esa cantidad. En
cambio Celaya, que era la alcaldía mayor que tenía los mayores ingresos pues sus tributos
ascendían 53 147 pesos, 3 tomines y 6 granos, tenía distribuidos en su territorio 8 tenientes.
En cambio Tepeaca y Valladolid eran las más fraccionadas, con 10 y 11 auxiliares
respectivamente, y sus ingresos por el ramo de tributo llegaban a poco más de 20 000 pesos.

Cuadro I. Alcaldías mayores y tenientazgos en la segunda mitad del siglo XVIII


A lc a ld ía m a y o r R ep ú b licas
/ c o rre g im ie n to T e n ien te s C o m isa rio s C a teg o ría O b isp ad o de I T rib u to s 1768 T rib u to s 1784* *

Villa Alta i Oaxaca 72 11 182 tributarios 24 875,0,0


40 /250lgs de 7 506ps 2ts/4408
Nexapa i Oaxaca ámbito tributarios 7 278, 1,3

Xicayan (1 t g)* 1 4 i Oaxaca 28 5 245ps 6ts 5gs 10 757,2,11

Chichicapa y Zimatlan (1 ts )1 2 i Oaxaca 7 5 438 ps 7 373,0,0

Miahuatlan 0 i Oaxaca 9 6406ps 5 337,1,6


(1 cabo
Goaxuapa y Tonalá miliciana) 1 i Puebla 33 9155ps 7ts 6gs 12 638,0, 6

Tlapa 2 i

Villa de Tlapan i Puebla 16 208, 4,11

Jilotepec y Guichapa i México 1 *19 504ps 4rs 9gs 27 070, 4,9

Villa de Oaxaca 1 i Oaxaca 15 350 ps 16 945,6, 0

Puebla 2 i Puebla 5 9 448ps 1t 9gs 10 899,4,9

Querétaro 3 i México 14895ps 4rs 21 499,1,3

Teutila/Chinantla* 1(C gral)3 i Oaxaca 13 7769 12 354,5,1

Gobernación de Tlaxcala l (t gral)7 i Puebla 1 12 916,2,3


Cd de Tehuacán de las
Granadas i Puebla 13 916, 7,9

Teposcolula y Justlahuaca i Oaxaca 39 13 000ps

Teposcolula y Yanguitlan i Oaxaca 11 c /RI 11 352 23 447,0,0

Tabasco 7 i Yucatán 52

Villa de Valles 5 1 i México 18 8648ps6ts9gs 14,978,6,8

26 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 6 y 10. Informes de los alcaldes mayores y curas de la Audiencia de
México sobre los tenientes que nombran en sus jurisdicciones.

69
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Guanajuato 5 I Michoacán 8 684,6,0

San Miguel el Grande (1tg) 4 I Michoacán 0 pago Vasallaje 21 195,0,0


Cuatro Villas de Oaxaca del
Duque de Terranova I Oaxaca 2 786,2,8

Celaya 8 I Michoacán 53 147,3,6


Teutitlan del Camino, Ciucatlan
y Papalotipac I Oaxaca 19 6 307 ps 7 924, 1, 9

Valladolid y Pátzcuaro (1 t g) 3 (T c) 8 I Michoacán 20 266,3,6

Tepeaca (1 t g ) 10 I Puebla 20 352, 3,0


Guachinango del duque de
Atrixco I México 12 815,6,9

Maravatío, Zamora y Jacona (1 tg) 8 II Michoacán 3/Rep I 9 657 ps 17 344,4,0

Acatlan y Piastla (E)2 II Puebla 5 sin trib 6 035,0,6

San Luis Potosí 7 II Michoacán 17 980,7

Cholula 0 II Puebla 6 6 707ps 7ts 3gs 9 277, 1,6

Metepeque II México 8 10233ps 5ts 6 gs

Yxtlahuaca 4 II México 7 12 133ps 6ts 7gs 17 722,6,0


Tenango del Valle, agreg
Calimaya, Santiago
Tanguiastengo 0 II México 23 11748 ps 2 ts 1 gs 13 649, 5, 6

Villa de Cordova 2 II Puebla 3811 ps 5 ts 5 933,3,6

Atitalaquia y Tetepango 5 II México 18 5219ps2gs 6347, 4,9

Coautitlan 2 II México 10 5438ps5ts3gs 6282,5,6

Ixmiquilpan 1 1 II México 8 5722ps 5ts6gs 5392,1,6

Maninalco 1 II México 9 5934 ps 6 ts 11gs 7239,4,6


Octupam, San Juan de los
Llanos y Huejozingo. 2 III México 14 6640ps4ts3gs

Santiago Tecali II Puebla 3 2 455 ps 2gs 4 523, 2,4

Pánuco y Tampico II México 7 1673ps 1t 4 031,3, 0

Tescuco (1 t g) 1 1 II México 14 6000 ps 15 017, 1, 9


Teocuilco y
Teosacualco/Yscuintepeque (1 g) 3 II Oaxaca 23 5022 ps 4 678,5,9

Tesuitlan y Atempa (1 t g) 1 II Puebla 3 321,3,0

Toluca/ Duque de Terranova 0 II México 1538,21,0

Villa de León 5 II Michoacán 5 23 139,5,0

Jiquilpan y Periban II Michoacán 6 060,3,0


7 277ps7ts9gs (3722
Escateopan y Zagualpa II México 16 1/2tributarios) 10 744,1,0

Zayula /Subalterna Gra 5 II Michoacán 14 005,2,0

Zacatlan de las Manzanas (T c) 3 II Puebla 7 11 134,4,9

Alcaldía de Chalco ag Tlayacapa II México 21 21 241,1,0

Huejozingo 1 1 II Puebla 5 052,2,3

Mestitlan de la Sierra 3 II México 15 11 144 ps 6ts 5gs 12 201, 4,6

Orizaba 2 II Puebla 13 6581ps 6 gs 10 142, 5,9

Pachuca 6 II México 9 1500ps 1778, 6, 6

San Juan de los Llanos 6 II Puebla 14 c/RI 12 618 ps 4ts 3gr 7 435,3,6

70
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

Alcaldía de Xochimilco (1 t g) 1 ii México 3 7627ps 3 gs 9 276,7,0

Tulancingo ii México 10 8 878 ps 5rs 3gs 10 568,6, 9

Ixcuntepeque y Nochistlan ii Oaxaca 23 3 237,0,3

Izúcar, Aguatlan y Teopantlan ii Puebla 21 7611ps7ts3gs+710ps1t3gs 9 900,5,6

Atrixco ii

Tula 2 ii México 3778, 3,6

Alc m de Igualapa 0 iii Oaxaca 5 267,6,0

La de Goazacoalcos, ii 20

San Luis de la Paz 3 ii Michoacán 7 490,2,8

Tlalpujahua 1 ii Michoacán 4 372,1,3

Temascaltepec y Sultepec 3 ii 11 364, 5, 1

Alc m de Tehuantepec 0 ii Oaxaca 7342 ps 7 439,0,1

Guayacocotla y Chicontepec ii México 7 71212ts9gs 6215,6,3

Tasco (1t g) 1 ii México 20

Cuahutla Amilpas 1 iii México 18 4 270 ps1tn 3gs 5 463,1,6

Xalapa (1 t g) 6 ii Puebla 10 317,2,6


Autlan y P. Navidad/Subalterna
Gra (1 t g) 4 iii 2 379,1,0

Amula / Subalterna Gra 1 iii Michoacán 2 170,2

Colima (1 tg)1 2 iii Michoacán 2 870,3,6

Cosamaluapam 1 ii Puebla 8 181 tributarios 1660,6,4

Ixtepeji del duque de Atrisco 0 iii Oaxaca 3 081,6,0

Santa María Otumba 0 iii/ínfim as México 11 1666ps4ts6gs 2 500, 7,9


Acapulco, Chilapa y
Tistla/ Gobierno y Castellanía (1 t g)3 i/Honorífico México 20 -1000

Tuxpa (1 t g) 4
Tuspa y Zapotlán/Sulbalternas
Gra iii 3 366,4,6

Tetela y Xonotla 1 iii Puebla 2 325,2,3


Tancítaro, Pinzándaro y
Motines iii Michoacán 3 638,0,1

Sinagua y la Huacana

Zimapan 1 iii México 1 1400 2 085,6,0

Guamelula (1 t g) 1 iii Oaxaca 1 177,2,0

Tacuba y Tlanepantla 2 iii México 15 3951ps 1rl 5 gs 6629,5, 6


(C campo)
Cempoala 1 iii México 1326ps4ts3gs 1 765, 0,6

Chiautla de la Sal 1 iii Puebla 5 rep sin trib 4, 152,0,3


Yahualica, con su agregado de
Zochicoatlán que no puede
subsistir por sí solo. 8
Yagualica agregado
Zochicoatlan iii México 5 784ps5ts3gs 5 160, 7,3

Tuxtlahuaca iii

Papantla ii Puebla 3 238, 7, 0

Tlazazalca y Chilchota 2 iii Michoacán 3 634,6,0

71
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Antigua Veracruz (1 t g) 3 iii Puebla 6 1 436, 7,0

Cuitzeo de la Laguna (1 t g) 1 3 iii Michoacán 3 100, 6,3

Huimeo y Zirándaro iii Michoacán 3 831,0,6

Guejutla iii México 8 1437ps 1 437, 2, 9

Tetela del Río (1 tg) 3 iii México 7 982, 6, 4

Huejolotitlan iii Oaxaca 2 657,2,0

iguala 1 iii

Yzatlan (1 t g)3 iii

San Cristóbal Ecatepec (1 t g) 1 iii/infim as México 18 2355 ps 3 345, 3, 9

San Juan Teotihuacán 0 m México 1600ps5ts 3 422, 7,6

Lerma m 3 1246ps 7ts 1 192, 6, 0

Zumpango de la Laguna 1 m México 10 2 000,0

Apam y Tepeapulco 1 m México 4 1161ps6ts6gs 1745, 2, 6

Coatepec 0 m México 1654 ps 7 ts 9 gs 1 695, 3,0

Motines del Oro

Tepexi de la Seda (1 t g)2 m Puebla 3 sin tributos 7341,6,6

Atlatlahuaca Oaxaca

Cadereyta 3 m México 2507 ps6ts6gs 4 811, 5, 3


Jaso y Teremendo agregado de
Michoacán m Michoacán
Villa del Nombre de Dios
/subalterna Gra (1t g ) 2
Mexicalzingo 0 m México 12 1621 ps 3 gs 2 842, 5,9
Teotalco, Jolalpa, si se
proveyere separado de Chiautla
de la Sal. 8

Bolaños 2 (Tc) 1

Chihuahua 7

Zacatecas (1 t g ) 4
Sombrerete 4
Villa del Nombre de Dios
/ subalterna Gra (1t g ) 2
Zacatula iii Michoacán 3 693ps6ts6gs
Fuente: AGi, indiferente General, 1714.
**Enrique Florescano e isabel Sánchez, Descripciones económicos regionales de Nueva España, México, instituto
Nacional de Antropología e Historia, p 11-33.
*tg =teniente general

Llama mucho la atención cómo las alcaldías que tenían una mejor gradación, como Villa
Alta (en 1759 el alcalde no remitió el informe correspondiente por lo que no se sabe
exactamente con cuántos tenientes contaba, sin embargo de la información generada en 1767
se desprende que tenía un teniente en Tesochoacan), y que como indicaban Villavicencio y
Mangino ésta era una de las “más apetecibles por los frutos y negociación de mantas, grana y
alguna vainilla”,27 Xicayan, Nexapa, Chichicapa con Zimatlan, Miahuatlan, su verdadero valor

27 AGI, Indiferente general, 1714, F. 43v. Informes del estado y gradación de las alcaldías mayores, 1767.

72
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

no estribaba en la recaudación del ramo de tributo, pues anualmente recaudaba 24 875 pesos,
sino en la actividad comercial que se podía generar y los amplios beneficios y ganancias
considerables. Por esa razón autores como Brian Hamnett señalan que las alcaldías de mayor
valor se ubicaban en las regiones que tenía núcleos importantes de población indígena como
Oaxaca, Puebla, México y Michoacán, donde el repartimiento era un negocio redondo para
los alcaldes mayores y sus aviadores.28

Contrario a lo que se podría esperar de que estas alcaldías mayores tuvieran una amplia
red de auxiliares responsables de la administración de justicia de los pueblos, y a la vez los
brazos de coacción de los alcaldes para la operatividad del comercio, en la práctica eran los
que menos generaban información, pues de esa forma podían sacar mejor rentabilidad a su
empleo y tener un manejo a discrecionalidad, especialmente si pensamos en aquellas alcaldías
que estaban operadas por alcaldes mayores que habían transmutado a agentes comerciales.29
Después de este panorama general de las alcaldías mayores y sus tenientazgos, a continuación
nos detendremos a analizar este mismo proceso pero ahora sólo en las alcaldías que más tarde
conformaron la intendencia de Valladolid.

2.2 Los tenientazgos en la provincia de Michoacán

La definición de los espacios político administrativos se dio de manera pausada ya que fue un
largo proceso íntimamente relacionado con la conquista y la evangelización, por tanto el
punto de partida para entender la forma en que se dio la reconfiguración del territorio
necesariamente se tiene que pensar en el proceso de ocupación del territorio, y cómo éste fue
tomando un significado político y cultural distinto al que tenía antes de la llegada de los
españoles. Autores como Ethelia Ruiz Medrano y Peter Gerhard consideran que uno de los
momentos más importantes en cuanto a la consolidación de la estructura política del gobierno
local fue el nombramiento de los primeros corregidores, por lo que entre 1531 y 1535 en el
reino de la Nueva España se habían nombrado más de cien corregidores, los cuales eran
nombrados por el rey y la Audiencia.30
El afianzamiento del nombramiento de los alcaldes mayores y corregidores se dio con
la entrada del primer virrey, Antonio de Mendoza, cuando la facultad de nombrar a estos
oficiales reales fue delegada en el virrey.31 Finalmente la maquinaria política se consolidó entre
1580 y 1590, periodo durante el cual se establecieron las instituciones que le dieron forma y
sustento al sistema político impuesto por los Austrias.32 En esas fechas en términos de
delimitación jurisdiccional se contaba con aproximadamente 70 alcaldías mayores y
doscientos corregimientos (sufragáneos), entre las que sobresalía la de Michoacán, la cual se
caracterizó por ser una de las más extensas. Al norte limitaba con Guanajuato, San Miguel,

28 HAMNETT, Brian, Política y comercio en el sur de México 1750- 1821, México, Instituto Mexicano de
Comercio exterior, 1976, p. 40.
29 BRADING, David, Mineros y comerciantes en el México borbónico, México, FCE, 2004, p. 76.
30 RUIZ MEDRANO, Ethelia, Gobierno y sociedad en Nueva España: Segunda Audiencia y Antonio de
Mendoza, Zamora, Gobierno del Estado de Michoacán, El Colegio de Michoacán, 1991, p. 69.
31 REYES, Cayetano, "Las repúblicas de naturales del occidente de Michoacán", en PAREDES MARTÍNEZ,
Carlos y TERÁN, Marta, Autoridad y gobierno indígena, p. 113.
32 ROMAN, Yalí Alberto, "Sobre alcaldías mayores y corregimientos en Indias. Un ensayo de
interpretación", en Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas, Colonia, No. 9, 1972, p. 11.

73
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Xilotepec, al este con Matlalzingo, Temazcaltepec y Chiautla, al sur con Zacatula, y al oeste
con Tuxpa, Colima y Avalos.33 A la amplitud territorial de la provincia se le aunó una
complejidad mayor pues estaba formada por una diversidad geográfica, económica y social,
por lo que se dio una importante diversificación de la sociedad en función de las actividades
económicas que en ella se desarrollaron, pero de igual manera contó con un significativo
número de pueblos indígenas de diferente origen étnico, lo cual le dio un importante matiz a
la fisonomía política y social. incluso consideramos que la pluralidad étnica de los pueblos
contribuyó en buena medida en la forma en que se fue reestructurando el sistema político
administrativo.
Las encomiendas y las congregaciones que se realizaron a consecuencia de la
reducción de la población indígena por el impacto de las epidemias fueron trascendentales en
la vida de los michoacanos, y a la vez orilló a las autoridades a realizar el reacomodo de los
pueblos para mejorar la administración y procurar el afianzamiento del gobierno espiritual y
temporal, ya que para la iglesia y las autoridades civiles era más fácil controlar a la población
concentrada en pueblos de fácil acceso.
Las alcaldías mayores como espacios jurisdiccionales y como instrumentos del poder
político del imperio español tuvieron una importancia fundamental en la administración de
los territorios indígenas, ya que en el plano provincial fueron el medio más directo por el cual
se sujetó a los indígenas al nuevo sistema de gobierno, pero a la vez en términos políticos
fueron el instrumento por el que se logró poner a los encomenderos en consonancia con las
“políticas centralizadoras” imperiales, en las cuales se mandó que los indios encomendados
fueran puestos bajo la jurisdicción de los corregidores y alcaldes mayores, quienes ejercían la
jurisdicción en “lo civil y criminal”.34
Beatriz Rojas en varios trabajos ha planteado que el orden territorial en Nueva España
se basó en la “jurisdicción ordinaria y grado jurisdiccional”,35 por lo que los elementos
centrales que lo fundamentaba y dotaba de sentido eran el buen gobierno y la administración
de justicia. A partir de esta perspectiva la justicia se convirtió en el principal factor que le dio
sentido y coherencia a la territorialización, entendida ésta como un proceso de cohesión y
reconocimiento de pertenencia al imperio español. Jurídicamente no hubo un ordenamiento
que reconociera las jurisdicciones territoriales, o que delimitara la extensión de cada una de
las unidades territoriales; incluso se podría decir que el establecimiento, tanto de las alcaldías
mayores como de los tenientazgos respondió más a decisiones unipersonales y a las
necesidades del momento en que se decidía cambiar, eliminar o transformar las instituciones.
En ese sentido tiene relevancia el señalamiento de Luis Alberto Arrioja quien,
siguiendo los planteamientos de Edmundo O'Gorman, afirma que la “división antigua”36

33 Gerhard Peter, Geografía histórica de la Nueva España, p. 14.


34 Recopilación de leyes de los reinos de Indias, Edición facsímil coeditada por el centro de estudios políticos
y constitucionales y el Boletín oficial del estado, Universidad Complutense, Madrid, 1998, Ley III, Libro V,
Título II.
35 ROJAS, Beatriz, "Orden del gobierno y organización del territorio", p. 140.
36 Esta expresión el autor la utiliza para hacer referencia al orden territorial que se estableció con los
Austrias y que permaneció hasta 1787 con la aplicación de la ordenanza de intendentes, con lo que se
trastocó de manera considerable la jurisdicción territorial.

74
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

respondió a procesos históricos, a hechos.37 En ese tenor, cuando se pretende analizar un


espacio y sus delimitaciones territoriales, debemos de estar atentos a las dinámicas internas
del asentamiento de los pueblos, del ritmo demográfico y de las actividades económicas,
porque cada uno de estos elementos serán fundamentales para entender los cambios que se
generaron al interior de las alcaldías mayores, de los tenientazgos, de las intendencias, las
subdelegaciones, los ayuntamientos y las repúblicas de indios.
A pesar de la poca precisión y lo difuso de las fronteras jurisdiccionales, que no
estaban jurídicamente reconocidas porque no había un documento donde se estableciera la
extensión máxima o mínima de las jurisdicciones, ni el número de pueblos que podían estar
bajo una circunscripción territorial, ya que como afirma Haring en el establecimiento de las
alcaldías y corregimientos “no se siguió un plan sistemático ni hubo unidad en la
nomenclatura de las unidades administrativas locales”.38 Sin embargo, en esas circunstancias
era donde claramente se observaba el peso de la costumbre, pues con el paso de los años la
población reconocía la autoridad de los jueces reales sobre determinados pueblos, con lo cual
se conformaron los espacios administrativos reconocidos por los habitantes de una región,
llegando incluso a no aceptar la intervención de otra autoridad, lo cual muchas veces colocaba
a las autoridades en constantes conflictos por competencias.
En todo caso estaríamos hablando de la constitución de límites jurisdiccionales
basados en pactos formales e informales; formales porque principalmente las autoridades que
se ponían frente a una unidad administrativa eran nombradas de manera oficial por el rey, o
el virrey en caso de los alcaldes mayores, o bien recibían una delegación de la potestad
ordinaria, como fue el caso de los tenientes, para que administraran justicia sobre un
determinado espacio sin exceder las competencias que por derecho les correspondían.
En el mismo orden de ideas podemos decir que durante el régimen de gobierno de
los Austrias las unidades administrativas se fueron haciendo cada vez más difusas como ya lo
han indicado varios autores, especialmente con el sistema de las congregaciones pues para los
alcaldes mayores la administración de espacios tan diversos y extensos se hacía inmanejable.
En un trabajo reciente Beatriz Rojas refuta esa idea y plantea que “sin duda el orden territorial
novohispano se trazó con mayor cuidado y delimitó cada una de las jurisdicciones con más
perfección de lo que este autor [O'Gorman] presupone”.39
Considero que en la segunda mitad del siglo X V iii sí había un problema de
reconocimiento de las jurisdicciones territoriales por parte de las autoridades pues, por
ejemplo, en 1775 el alcalde mayor de Michoacán, Juan Sevillano, envió por cordillera un
ordenamiento para que pasara a todos los tenientes de justicia que se anotaban al margen, y
entre los tenientazgos hacía mención de Zirosto, el cual no gozaba de tal categoría, y en su
lugar se omitió a San Juan Parangaricutiro ambos pueblos se encontraban en los límites de
la alcaldía mayor de Michoacán. Sin embargo, el teniente de Uruapan remitió el documento a
San Juan Parangaricutiro, y de allí a Paracho, lo cual pone en evidencia que los tenientes, que

37 ARRIOJA DIAZ VIRUEL, Luis Alberto, Pueblos de indios y tierras comunales, Villa Alta, Oaxaca: 1742-1856,
Zamora, El Colegio de Michoacán, Fideicomiso "Felipe Teixidor y Monserrat Alfau de Teixidor", 2011, pp.
53-54.
38 HARING, C. H. El imperio español en América, México, Alianza Editorial Mexicana, Consejo Nacional
para la Cultura y las Artes, 1990, p. 184.
39 ROJAS, Beatriz, "Orden del gobierno y organización del territorio", p. 135.

75
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

eran quienes actuaban a nivel local, tenían más conocimiento sobre el territorio en el que
estaban parados y sobre el que ejercían sus empleos.
Lo que pereciera un incidente sin importancia nos está indicando que no todas las
autoridades tenían claro el mapa de sus jurisdicciones, y que incluso pueblos como Zirosto,
que en lo civil pertenecía a Uruapan y en lo religioso a Apatzingán, de cierta manera creaba
confusión. Imperó un principio fundamental que posibilitó el funcionamiento de las alcaldías
mayores, y que de igual manera éste se aplicó a los ayuntamientos y a los tenientazgos, que
fue el respeto a los límites jurisdiccionales, que se establecía en la Recopilación de Leyes de Indias
donde expresamente se indicaba que

“uno de los medios con que más se facilita el buen gobierno, es la definición de los términos,
y territorios de las provincias, distritos, partidos, cabeceras, y para que las jurisdicciones se
contengan en ellos, y nuestros ministros administren justicia sin exceder de los que les toca.
Ordenamos y mandamos a los virreyes, Audiencias, gobernadores corregidores y alcaldes
mayores que guarden y observen los límites de sus jurisdicciones”;40

Con esta disposición se pretendía regular los alcances políticos de los jueces reales y
contener la voracidad con la que pudieran actuar, pero sobre todo se prevenía los conflictos
por competencias.
En Michoacán después de la desaparición de la primera Audiencia y de la destitución
de su Presidente Nuño de Guzmán, y con las provisiones de la segunda Audiencia y las
acciones políticas del virrey Antonio de Mendoza, se dio de manera sistemática el
establecimiento de varios corregimientos: Tancítaro-Pinzándaro en 1532; Jaso y Teremendo
en 1533; Asuchitlan, Capula, Sinagua-La Huacana, Cuitzeo de la Laguna, Huaniqueo y
Tlazazalca en 1534; Tingüindín, Peribán y Hucareo en 1536; Zinapécuaro en 1538. En 1545
se crearon los corregimientos de Chilchota, Cuanajo, Uruapan, Matlalcingo, Necotlan, Jacona,
Jiquilpan y Tutirapundaro, seguidos en 1546 por Tuzantla; para 1550-51 Maravatío y
Taimeo.41
La historiografía nos ha mostrado cómo este fue el proceso natural por el cual los
españoles afianzaron el aparato gubernamental, por lo cual coincidimos con José Miguel
Romero de Solís cuando afirma que “al menos en la alcaldía mayor de Colima los
corregimientos sirvieron para dar coherencia a determinados territorios y, llegado el
momento, propiciaron el desgajamiento de fracciones territoriales importantes del núcleo
original. De este modo se originaron nuevas provincias o alcaldías mayores como fueron las
de Tuxpan-Zapotlán, Tamazula, Amula, Autlán y Motines, entre otras”.42 Aunque Romero
de Solís evidentemente hace el planteamiento de este proceso sui generis para la alcaldía mayor
de Colima, las evidencias documentales y otros estudios nos muestran que se vivieron
procesos similares en otros espacios.4012

40 Recopilación de leyes de los reinos de Indias, Título I, Libro V, Ley I.


41 Gerhard, Peter, Geografía histórica de la Nueva España, pp. 75,138, 177, 199, 257, 328,352, 396, 408.
ENKERLIN, Luise M., "La ciudad de Pátzcuaro cabecera de la provincia de Michoacán, durante la primera
mitad del siglo XVIII", en Tzintzun, Revista de estudios históricos, No 28, Morelia, Instituto de
investigaciones históricas, Julio-Diciembre de 1998, p. 55- 56.
42 ROMERO DE SOLIS, José Miguel, "Instituciones y conflictos jurisdiccionales en las salinas de Colima
(1596)", en DIEGO-FERNÁNDEZ SOTELO, Rafael, GAYOL, Víctor, El gobierno de la justicia, p. 111.

76
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

Varios autores reconocen que con el establecimiento de las instituciones españolas se


dio una apropiación de la estructura política indígena, ya existente a su llegada, para establecer
las bases de su gobierno; así mismo consideran que el espacio o territorio indio43 —como lo
denomina Marcello Carmagnani- fue desarticulado primeramente con el otorgamiento de las
encomiendas y el repartimiento de los indígenas, y más tarde en función de los intereses de
la corona con el establecimiento de los corregimientos, los cuales tuvieron una concepción
política diferente del espacio.44
Toda jurisdicción política territorial requiere de dos elementos fundamentales: el
territorio y su población, ya que en la medida en que se conocieran esos dos componentes
los españoles estarían en condiciones de gobernar, pero sobre todo de recaudar las
percepciones fiscales, especialmente el tributo. Es por eso que desde muy temprano, en 1523,
Hernán Cortés envió a Michoacán a Antonio de Carbajal, quien llegó acompañado de tres
españoles y un negro, para que hiciera un reconocimiento puntual de la provincia de
Michoacán.45 De esa visita se obtuvieron los primeros censos de población que
proporcionaron información “más fidedigna” del número de hombres, pueblos y actividades
económicas que realizaban y los recursos naturales con que contaban, con lo cual se estaba
en condiciones, en primer lugar de promover una mejor explotación de los recursos naturales
(minerales, la tierra, las plantas y los animales) y humanos. Y en segundo lugar, al tener el
primer reconocimiento del antiguo reino tarasco, se estaba en condiciones de otorgar las
encomiendas y repartir a los indígenas entre los conquistadores y colonizadores.
En su momento Peter Gerhard planteó que la reconfiguración que sufrió la provincia
de Michoacán en tenientazgos se correspondió con las encomiendas, en lo cual consideramos
tiene cierta razón porque si vemos la relación de encomiendas según la información que
proporciona Benedict Warren podemos advertir que muchas de ellas se convirtieron en
corregimientos y otras más en tenientazgos, incluso hubo encomiendas en las cuales se
establecieron dos tenientes de justicia, ya que así se precisaba por la extensión territorial que
abarcaban.
Estos partidos políticos se establecieron sobre las encomiendas importantes como la
de Uruapan, que le pertenecía a Francisco de Villegas, pues por su ubicación estratégica, al
ser la puerta de entrada hacia la Tierra Caliente, muy pronto comenzó a tener un importante
crecimiento económico. Tacámbaro fue encomendada a Juan de Oñate, el cual tuvo la
capacidad de impulsar la hacienda de la Magdalena convirtiéndola en uno de los más
prósperos latifundios del lugar, que incluso continúo en manos de la familia Oñate por siglos.
Hacia el noroeste de la provincia, con rumbo al bajío michoacano, Puruándiro y Huango
pertenecían a la encomienda de Juan Villaseñor, esta encomienda se extendió hacia el sur

43 CARMAGNANI, Marcello, El regreso de los dioses. El proceso de reconstitución de la identidad étnica en


Oaxaca. Siglos XVII y XVIII, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p.53.
44 LÓPEZ NÚÑEZ, Ma. del Carmen, "Los espacios para la producción y la estructuración del territorio en la
región de Valladolid. Una interpretación de la concepción del espacio en el Michoacán virreinal", Tesis
doctoral, México, Facultad de Geografía, UNAM, 2008, p. 72.
45 MARTÍNEZ BARACS, Rodrigo, Convivencia y utopía. El gobierno indio y español de la "ciudad de
Mechuacan", 1521-1580, México, FCE, INAH, CONACULTA, 2005, p. 135. WARRENT, J. B., La Conquista de
Michoacán, 1521-1530, Morelia, Fimax publicistas, 1977, p. 49-91.

77
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

sobre Zanzán y Aguanat, hacia el poniente a Penjamo, Numarán, los Ayos, Huáscato y otras
estancias.46
Las alcaldías mayores de la provincia de Michoacán desde la segunda mitad del siglo
XVI, siglo XVII y primera mitad del siglo XVIII, sistemáticamente estuvieron en un proceso
de reacomodo y agregaciones de los corregimientos a determinadas alcaldías mayores,
situación que hacía más pesado el funcionamiento de la maquinaria del estado pues no
siempre se tomó en cuenta la distancia que separaba a la alcaldía de sus agregados;47 por lo
que se observó de manera general que los alcaldes mayores para administrar esas
jurisdicciones anexas nombraron un teniente general para que administrara justicia como la
única opción de ejercer el gobierno. Si bien la sistemática anexión de los corregimientos a
otras jurisdicciones trajo consigo importantes beneficios en términos económicos los cuales
se reflejaron en el erario real, o por lo menos no se veían disminuidos los ingresos de la
corona.
Por tanto, sería conveniente preguntarse en qué medida era realmente benéfica esta
práctica, pues si bien se ahorraban los nombramientos de justicias, como en el caso de la
alcaldía mayor de Tancítaro y Pinzándaro, a la cual se le había agregado la administración de
dos corregimientos, Sinagua- La Huacana aproximadamente en 1740, mientras que en el de
Motines del Oro consideramos que esa anexión se dio en los primeros años de la segunda
mitad del siglo XVIII; el mismo caso podríamos mencionar para la alcaldía de Maravatío y su
agregado la villa de Zamora desde finales del siglo XVII,48 en el cual el problema era aún más
complejo ya que ni siquiera se trataba de un territorio contiguo, sino que estaba separado por
otras alcaldías mayores, y por ende había muchas leguas de distancia entre ambas
jurisdicciones.
Indudablemente hubo una reducción de los oficiales reales, pero operativamente y en
términos de eficacia administrativa considero que hubo un importante debilitamiento del
aparato de gobierno, por lo menos en el sentido de que el alcalde mayor no podía administrar
directamente el amplio territorio que estaba bajo su jurisdicción. En términos efectivos de
control social a través de un sólo juez real simplemente fue imposible, y en consecuencia lo
que se comenzó a experimentar a partir del siglo XVI en menor medida, se fue incrementando
conforme avanzó la consolidación de las alcaldías mayores, e incluso en el siglo XVIII se vio
acentuado con mayor fuerza.
Los alcaldes mayores tuvieron la libertad de formar tenientazgos donde consideraron
conveniente, y decidieron libremente quiénes serían los encargados y responsables de
gobernar una parte de su jurisdicción, por tanto el teniente tenía la obligación de responder
de manera directa por todo lo que sucediera en el territorio que estaba bajo su administración.
Pero cuando los conflictos trascendían más allá del despacho del alcalde mayor y llegaban
ante la Audiencia o el virrey, no sólo el teniente respondía ante las autoridades superiores sino
también el alcalde mayor, el cual había delegado parte de sus facultades en un individuo que
presumiblemente tenía toda su confianza.

46 CARRILLO CAZAREZ, Alberto, Partidos y padrones del obispado de Michoacán 1680-1685, Zamora, El
Colegio de Michoacán, Gobierno del Estado de Michoacán, 1996, p. 55.
47 BORAH, Woodrow, "El Desarrollo de las provincias coloniales", p. 34
48 GERHARD, Peter, Geografía histórica de la Nueva España, p. 178.

78
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

Mapa I. Tenientazgos de la provincia de Michoacán hasta antes la Ordenanza de


Intendentes

Fuente: El mapa se elaboró con la información recopilada en diversos archivos y con el apoyo técnico del Dr.
José Luis Alcauter Guzmán .

Nos atrevemos a afirmar que muchos de los tenientes que eran nombrados para que
administraran justicia carecían de la confirmación correspondiente, por tanto eran individuos
que actuaban de facto y ejercían en cada uno de los partidos las facultades y poderes con los
que los investía el alcalde mayor. Por tanto se esperaba que los tenientes actuaran de la manera
más conveniente para el gobierno del alcalde mayor sobre los vecinos que quedaban bajo su
responsabilidad y en función de los intereses de los grupos sociales con los que estaban
vinculados. Por tanto consideramos que en su mayoría el nombramiento de los tenientes
respondía más a una relación de compromiso, clientelar, familiar, de fidelidad y de amistad,
en donde las redes sociales que se articulaban tenían un conjunto de intereses comunes.
Al observar la geografía de la provincia de Michoacán nos encontramos con un
espacio de contrastes y con alcaldías totalmente dispares en cuanto a extensión territorial, el
número de asentamientos y la población, lo cual nos pone frente a la existencia de estructuras
administrativas dispares entre sí pues el número de tenientazgos varió de manera importante
entre una jurisdicción y otra, como se podrá observar en el cuadro I. De las alcaldías que
conformaban la provincia la más fraccionada en tenientazgos fue la de Valladolid, que en sí

79
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

era la más extensa en términos territoriales, concentraba un alto porcentaje de población


indígena y, por ende, estaban bajo su jurisdicción una considerable cantidad de pueblos de
indios y tierras de comunidad.
En el transcurso del siglo XVIII la división de las alcaldías mayores en tenientazgos
sufrió ciertas modificaciones, por lo que no fueron espacios con una reconfiguración fija, y
muestra de ello es que las cabeceras administrativas en determinados momentos fueron
trasladas a otra sede a consecuencia del decremento de la población o por la distancia que los
separaba de la cabecera de la alcaldía mayor. Estos casos fueron muy notables en
Tzintzuntzan, ciudad que inicialmente tuvo mayor importancia política por ser la primera de
la provincia michoacana que fungió como sede del gobierno español, y por lo mismo contaba
con república de naturales. Su preponderancia política venía desde el periodo precortesiano
ya que era la capital del imperio tarasco, sin embargo paulatinamente fue perdiendo
predominio político debido a las tensiones y juegos de poder de las autoridades religiosas y
civiles, convirtiéndose sólo en tenientazgo de la alcaldía mayor de Michoacán.
La pérdida de su estatus se dio en las primeras décadas del siglo XVIII cuando el
ayuntamiento de Pátzcuaro logró poner bajo su jurisdicción todos los asuntos civiles y
criminales de los pueblos, haciendas, ranchos y barrios que estuvieran en un radio de 3 leguas
de dicha ciudad;49 y debido a la corta distancia que había entre Pátzcuaro y Tzintzuntzan se
determinó que el tenientazgo fuera trasladado a Cucupao. Mientras tanto el gobierno quedó
bajo la administración de las autoridades patzcuarenses, ya fuera directamente por el alcalde
mayor, su teniente general, por el alguacil mayor o teniente del alguacil mayor, que fueron los
que se hicieron cargo de resolver los conflictos y atender todos los asuntos de gobierno de
este pueblo.50
El análisis de diversos documentos nos permiten observar las variaciones de los
tenientazgos; en 1746 Joseph Antonio Villaseñor y Sánchez realizó una descripción puntual
de las condiciones geográficas, económicas, demográficas y la demarcación de las divisiones
administrativas civiles y religiosas de las provincias de Nueva España, y de la alcaldía mayor
de Michoacán reportó la existencia de 14 “partidos o tenientazgos”, de igual manera hizo
relación de los pueblos que estaban bajo la administración de estas unidades administrativas
más pequeñas.51 Estos mismos datos fueron retomados por Luise Enkerlin Pawells primero
en su tesis de maestría y más tarde retoma esa información para analizar el crecimiento
económico de la ciudad de Pátzcuaro en la primera mitad del siglo XVIII, y la relación de los
tenientazgos de que se hace mención está encabezada por la ciudad de Valladolid debido a
que el alcalde mayor despachaba desde la ciudad de Pátzcuaro.52
La delimitación de la jurisdicción territorial resulta hoy en día un verdadero problema ya
que los lindes de las unidades administrativas no siempre se presentan nítidos al ojo del
observador, sino más bien difusos. Por esa simple razón muchos de los visitadores que
pasaron a América a hacer un reconocimiento del territorio les fue más fácil tomar como base

49 AHMP, Fondo colonial, Caja 24.


50 La constante intervención de estos funcionarios la podemos observar en los diversos expedientes que
se resguardan en el Archivo Histórico de Pátzcuaro en los cuales los indígenas pedían la intervención de
las autoridades para resolver conflictos internos entre los indígenas o bien para denunciar abusos.
51 VILLASEÑOR Y SÁNCHEZ, Joseph Antonio de, Teatro americano. Descripción general de los reynos y
provincias de la Nueva España y sus jurisdicciones, México, Editorial Trillas, 1992, p. 303.
52 ENKERLIN, Luis M., "La ciudad de Pátzcuaro cabecera de la provincia de Michoacán", p. 59 -60.

80
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

las demarcaciones eclesiásticas, especialmente los curatos como puntos de referencia porque
se tenía mayor claridad sobre los pueblos, ranchos y haciendas que formaban parte de la
administración eclesiástica, lo cual lo podemos comprobar con el conjunto de relaciones,
descripciones, los derroteros, los informes y padrones eclesiásticos; en la misma información
de los archivos, cuando se trabaja con padrones y diezmos, uno se puede formar de manera
más rápida una visión completa de los curatos, y en cambio la reconstrucción de los espacios
de la administración civil se torna más compleja y se hace con fragmentos y a paso lento.
Considero que uno de los riesgos que nos puede traer el reconfigurar los tenientazgos en
función de las descripciones como las de Villaseñor y Sánchez es el extender los límites
territoriales de los tenientazgos a pueblos que no formaban parte de esas jurisdicciones, pues
si bien el visitador indicaba los pueblos que eran cabeza de partido, finalmente terminaba
describiendo los que estaban bajo la administración de los curatos. Por tanto podemos decir
que se dio una combinación de la administración civil y religiosa, es decir que se hacía
mención de los partidos, y al mismo tiempo de las doctrinas y curatos, por lo que no se
precisaba qué pueblos pertenecían a la administración civil y eclesiástica, esa circunstancia nos
puede llevar incluso a homologar los curatos y las doctrinas con las alcaldías mayores, o en
nuestro caso en particular en función de los tenientazgos. Sin embargo, ni siquiera en el plano
más local de los partidos se puede equiparar las dos administraciones, la civil y religiosa, ya
que regularmente no se correspondían en su totalidad; los tenientazgos de la sierra tarasca,
que estaban constituidos por un considerable número de pueblos de indios, incluso podían
abarcar dos o más curatos como se verá más adelante.
Una representación clara de la compleja realidad administrativa la podemos observar en
el partido de Paracho, el cual estaba conformado por 17 pueblos, incluyendo la cabecera del
partido, este considerable número de pueblos estaban bajo la administración del teniente,
mientras que en lo espiritual se distribuían en tres curatos. Al curato de Paracho, que era el
más extenso y administraba el 50% de los pueblos de todo el partido, le pertenecían: San
Miguel Pomacuaran, San Mateo Aguiran, Santa María Cherenachicum, Santa María Urapicho,
San Bartolomé Cocucho, Santa Cruz Tanaco, Nurío y San Gerónimo Aranza; al curato de
San Luis Nahuatzen le correspondía Santa María Comachuen, San Francisco Cherán y Santa
María Sevina; mientras que el tercer curato de San Juan Capacuaro administraba Santa María
Quinceo, Santa María Arantepacua y San Andrés Turicuaro.53
Para las autoridades españolas siempre resultó un tanto confusa la división política
administrativa de los territorios, por lo que la división de las alcaldías mayores en unidades
administrativas menores hacía de la administración provincial un entramado más complejo,
muy proclive a generar confusiones, y por esa razón muchas veces terminaban haciendo sus
informes en función de la jurisdicción eclesiástica. Cómo se puede apreciar en la relación de
tenientazgos que se formó con base en la información de Villaseñor y Sánchez es que se
formó un partido con los pueblos que pertenecían exclusivamente al curato de Capacuaro y
sus tres pueblos.54
En la segunda mitad del siglo XVIII se percibe mayor interés por conocer la forma
en que operaban los alcaldes mayores y sus tientes en el amplio territorio de Nueva España,
y en 1759 el virrey Agustín de Ahumada y Villalón, mejor conocido como marqués de las
Amarillas, determinó que para conocer de mejor manera el funcionamiento de las alcaldías

53 AGN, Tributo, Vol. 20, 1786, F. 299.


54 VILLASEÑOR Y SÁNCHEZ, Joseph Antonio, Theatro americano, p. 308.

81
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

mayores y evitar todo tipo de novedades que ocurrían en las diversas provincias, que todos
los alcalde mayores enviaran un informe donde se indicara la cantidad de tenientes que tenían
nombrados; los lugares donde se asignaban; que especificaran las razones y causas por las que
se hacía el respectivo nombramiento y si administra directamente la jurisdicción,
adicionalmente se pedía que se dijera si había habido algún cambio en la costumbre de
designar a los tenientes. Estos informes no sólo los enviaron los alcaldes, sino también los
párrocos de la jurisdicción, los cuales tenían la obligación de responder exactamente los
mismos planteamientos.
Lo que este informe permite ver es que el nombramiento de los tenientes tenía más
importancia de la que se pensaba en la administración de las provincias, pero sobre todo
devela el beneficio que los alcaldes mayores obtenían de estos cargos. Renglones más arriba
decíamos que de acuerdo a la información que proporciona Villaseñor y Sánchez se decía que
a Pátzcuaro le pertenecían 14 tenientazgos, esto en 1746; sin embargo en 1759 el alcalde
mayor informaba que en su alcaldía se nombraban once tenientes: Valladolid, donde residía
el teniente general, que era don Joseph Andrés de Pimentel, con aprobación del superior
gobierno, se decía que se había retirado en 1758 por causa de “enfermedad y crecida edad”,
se nombraban tenientes particulares en Uruapan, Angamacutiro, Cocupao, Tiripetío,
Erongarícuaro, Chucándiro, Taretan, Santa Clara, Tacámbro y Huaniqueo.55 La información
adicional que proporcionó el Br. Santiago Velásquez, de Pátzcuaro, y que no mencionó el
alcalde mayor en su informe, fue que atendía personalmente el empleo de justicia mayor, que
pasaba la “más notable parte del año en esa capital (Valladolid), dejando en ausencias al alcalde
ordinario, teniendo siempre para este caso en la ciudad de Pátzcuaro teniente general.56
Como se pude apreciar se reportó un número menor de encargados de justicia que
los que en términos reales había, incluso menos de los que señaló Villaseñor y Sánchez en su
descripción, circunstancia que nos lleva a plantearnos ¿cuál fue la razón que llevó al alcalde
mayor a ocultar la existencia de otros tenientazgos? Pero esa actitud no sólo la encontramos
en Michoacán, ya que en Oaxaca, específicamente en Villa de Oaxaca, la cual se ubicaba cerca
de una de las alcaldías más valiosas, Villa Alta, de esa provincia por la producción de mantas
y la grana cochinilla,57 el alcalde mayor informaba que en su jurisdicción no se nombraba a
ningún teniente debido a la cortedad de la alcaldía, por lo que no daba las suficientes rentas
para la manutención de un auxiliar, argumento que resulta un tanto inverosímil.58
Las omisiones voluntarias nos hacen pensar que en la medida en que las autoridades
se reservaban datos importantes era porque de cierta manera había toda una serie de intereses
de diversos tipos que protegían, ya que se omitía información fundamental para entender el
funcionamiento de las alcaldías, pero sobre todo ocultaban la existencia de individuos que
operaban a nombres de los alcaldes mayores y corregidores y ejercían una potestad
subdelegada ¿sería acaso que también se beneficiaban del derecho de la media anata?
Consideramos que, por lo menos durante la primera mitad del siglo XVIII, se había puesto
más atención en los alcaldes mayores como los titulares de la jurisdicción real, sin embargo
hubo momentos muy específicos en los cuales las autoridades voltearon hacia sus
colaboradores, que fue en los momentos en que se generó más información sobre las

55 AGN, Alcaldes mayores, 1759, Vol. 6, Exp. 40, F. 139. Informe Valladolid- Pátzcuaro.
56 Ibid. F. 139.
57 ARRIOJA DIAZ VIRUEL, Luis Alberto, Pueblos de indios y tierras comunales, p.381-424.
58 AGN, Alcaldes mayores, 1759, Vol. 6, F. 222.

82
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

personas que los auxiliaban en llevar el gobierno de sus respectivas alcaldías, por lo menos
eso es lo que nos deja ver el marqués de las Amarillas en 1759, posteriormente en 1775, y en
1784 el fiscal de Real Hacienda, el cual retomaremos más adelante.
El número de tenientazgos que de manera directa hemos identificado a través de la
documentación que se generó en los ramos de gobierno, justicia y hacienda, durante la
segunda mitad del siglo XVIII ascendían a veinte, tomando en consideración a Valladolid y
Pátzcuaro como las ciudades más importantes en las cuales se nombraba regularmente
teniente general, y 18 tenientes particulares que eran nombrados en Huango, Huaniqueo,
Etúcuaro, Puruándiro, Indaparapeo, Angamacuiro, Erongarícuaro, Numarán, Tacámbaro,
Santa Clara, Uruapan, Taretan, Tiripetío, Cocupao, Urecho, Chucándiro y San Juan
Parangaricutiro.

Cuadro I I. Tenientazg os de la alcaldiía mayor de Vallado!


Alcaldía Distancia en leguas Tenientazgos Pueblos del tenientazgo

Pátzcuaro Pátzcuaro

7 Valladolid

14 Huango

Huaniqueo Capula

Teremendo

Tacícuaro

Barrio de San Nicolás Obispo

12 Chucándiro

12 Taretan

12 Uruapan

San Francisco Jicalán

Santa Catarina

Jucutacato

San Gregorio Tazira o Tazirán

18 San Juan Parangaricutiro

12 Paracho

San Miguel Pomacuaran

San Matheo Aguiran

Santa María Cherenachicum

Santa María Urapicho

San Bartholome Cocucho

Santa Cruz Tanaco

Santiago Nurio

San Gerónimo Aranza

San Luis Nahuatzen

Santa María Comachuen

83
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

San Francisco Cherán

Santa María Sevina

San Jauan Capacuaro

Santa María Quinceo

Santa María Arantepaqua

San Andrés Turicuaro

Erongarícuaro

3 Santa Clara del Cobre

14 Urecho

3 Tacámbaro

14 Tiripetío Acuitzio, Huiramba

Cocupao

Numarán

12 Puruándiro

20 Indaparapeo

25 Real y minas de San Miguel Curucuaseo

25 Angamacutiro

Etúcuaro

Fuente: Las distancia se obtuvieron de: VILLASEÑOR Y SÁNCHEZ, Joseph Antonio, Theatro americano,
Editorial Trillas, 1992, pp. 300-312.

Como se puede apreciar en esta relación de tenientazgos, a diferencia de la que


presenta Luise Enkerlin, varios de los pueblos que aparecen en la otra relación ya para la
segunda mitad del siglo XVIII no ostentaban la categoría de tenientazgo, tal el caso del pueblo
de Sevina y Tzintzuntan. La misma autora señala que fue hasta la segunda mitad de esta
centuria cuando la cabecera de ese tenientazgo fue traslada a Cocupao. Sin embargo
consideramos que este evento ocurrió mucho antes, ya que entre 1717 y 1718 los indígenas
de Pátzcuaro habían mantenido una situación muy ríspida de oposición hacia la autoridad del
alcalde mayor y su teniente, Juan Díaz Barriga, por lo que había toda una serie de denuncias
por los excesos que cometía el teniente en contra de la población, los cuales iban desde el
maltrato hasta el repartimiento de mercancía, situación que llevó a la destitución del teniente
y posteriormente del alcalde mayor.59
El mecanismo que utilizaron para manifestar su inconformidad fue el tumulto y la
desobediencia, y a partir de ese momento la ciudad de Tzintzuntzan quedó subordinada a las
autoridades de Pátzcuaro, la cual, junto con Valladolid según las aseveraciones de Castro, eran
las dos ciudades rivales por excelencia con las que mantuvo una lucha constante para que no
le vilipendiaran sus prórrogas y privilegios;60 probablemente esa circunstancia llevó a que el

59 AGN, Indios, 1718, Vol. 42, Exp. 11, Fs. 25.


60 CASTRO GUTIÉRREZ, Felipe, "Tzintzuntzan: la autonomía indígena y el orden político en la Nueva
España", en PAREDES MARTÍNEZ, Carlos y TERÁN, Marta (Coord.) Autoridad y gobierno indígena, p. 293­
294.

84
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

tenientazgo se trasladara a Cocupao, porque de esa manera directamente la ciudad quedaba


bajo la administración de las autoridades de Pátzcuaro.
La oposición de los indígenas a la presencia del teniente y del alcalde mayor en su
pueblo finalmente no fue la mejor decisión, pues quedaron subordinados a Pátzcuaro. En
1719 los indígenas enviaron una solicitud al virrey en la que trataban específicamente dos
puntos: el primero que no se nombrara teniente por estar a tres leguas de la ciudad de
Pátzcuaro, y el segundo que no se llevara a los indígenas presos a la cárcel de Pátzcuaro ya
que Tzintzuntzan tenía su cárcel. El virrey marqués de Balero ordenó al alcalde ordinario de
primer voto de la ciudad de Valladolid que realizara las diligencias correspondientes sobre la
conveniencia de poner teniente en la ciudad de Tzintzuntzan. El alcalde mayor de Michoacán,
Juan Gerónimo de Tolosa, justificó por todos los medios la conveniencia de que se
restableciera el teniente en dicha ciudad para que “la rija y gobierne”, pues señalaba que su
ausencia causaba graves perjuicios al erario real ya que no se podían entregar los reales tributos
en tiempo porque el gobernador los recaudaba y se los gastaba en la ciudad de Valladolid, y
por otra parte no había quien atendiera las necesidades urgentes; y cuando el alcalde acudía a
resolver los problemas que los aquejaba descuidaba el gobierno de la ciudad de Pátzcuaro,
por lo que se retrasaba mucho en sus deberes,61 lo cual expresaba en los siguientes términos:

“siempre señor ha tenido teniente dicha [ciudad], y ahora se halla sin él por haberlo así vuestra
merced mandado; las cabeceras de dicha provincia todas los tienen hasta las que distan de la
ciudad de Pátzcuaro tres leguas como es Santa Clara y Cocupao y otras; y sin teniente no es
capaz el alcalde mayor de recaudar los tributos ni atender todo lo referido y para que vuestra
excelencia tenga entero conocimiento de que por este motivo no le tienen respeto los naturales
de dicha ciudad al alcalde mayor”.62

El tenor del informe del alcalde mayor deja entrever que se pretendía por todos los
medios restablecer el tenientazgo, no porque los indígenas no se pudieran gobernar como
república de indios, sino porque finalmente al contar con un teniente de justicia se ejercía
mayor control sobre la población y limitaba la acción del gobernador de Tzintzutzan, que
pretendía gozar de mayor autonomía. Para darle salida al conflicto se comisionó alcalde
ordinario de primer voto de la ciudad de Valladolid para que pasara a dicha ciudad y averiguara
el número de familias de indios y de españoles que componían la ciudad, y así determinar la
idoneidad de nombrar teniente de alcalde mayor en dicha ciudad.63
La pérdida de la cabecera del tenientazgo de esta ciudad significó la subordinación
política a la de Pátzcuaro, por lo que todo lo relacionado con la administración y gobierno se
tenía que ver directamente con el alcalde mayor, y en su defecto por el alcalde ordinario
regularmente en su calidad de teniente general, el alguacil o el teniente de alguacil, a quienes
constantemente se les vio actuando para resolver los asuntos de gobierno y de administración
de justicia. La manifestación de falta de respeto de los indígenas hacia la persona del alcalde
mayor a consecuencia de que no podía atender todas sus obligaciones, lo cual se expresó en
las elecciones de gobernador de ese mismo año cuando no le mostraron las boletas de la
elección para que éste las validara. Más bien se trató de una estrategia de insubordinación, de6123

61 AGN, Indios, Vol. 42, Exp. 116, F. 149.


62 Ibid. F. 150.
63 Ibid. F. 151.

85
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

oposición y resistencia a que las autoridades de Pátzcuaro intervinieran en la vida interna de


la comunidad. Pero también hay que decir que la decisión del alcalde mayor de trasladar el
tenientazgo a Cocupao obedeció a una decisión política y de control que pretendía someter a
un pueblo que de cierta forma desafiaba a la autoridad de los alcaldes y sus auxiliares con una
actitud renuente encaminada a preservar la autonomía e independencia de su gobierno.64
El ayuntamiento de Pátzcuaro, a diferencia de lo que sucedía en otras ciudades como
Aguascalientes, que extendían su jurisdicción hasta donde llegaba la última casa o una legua a
la redonda, siendo una de las grandes aspiraciones de los regidores de ese ayuntamiento que
incluso llevó a conflictos por competencias entre las distintas autoridades;65 en la ciudad
ribereña la esfera de acción del cabildo se amplió en el siglo XVIII a tres leguas a la redonda,
por eso constantemente se les encontraba actuando a los miembros del cabildo en los asuntos
de gobierno de Santa Clara y Zintzuntzan que distaban de esa ciudad tres leguas. Esto nos
lleva a suponer que el nombramiento de los tenientazgos evidentemente respondió a
situaciones políticas que las autoridades tenían claras, y que no era otro que mantener el
control social de la población indígena; por tanto los tenientazgos se convirtieron en un
excelente medio para mantener en orden a los distintos sectores sociales.
Los tenientazgos no los podemos pensar como entes estables e inamovibles que una
vez que se forman permanecen inmutables pues hacerlo nos llevaría a tener una visión errónea
de este objeto de estudio, ya que la experiencia historiográfica ha mostrado como las alcaldías
mayores y corregimientos sufrieron a lo largo del periodo colonial toda una serie de
adecuaciones y anexiones de unas a otras; entonces no sería conveniente creer que con los
tenientazgos no sucedió algo similar, de manera más puntual se tiene que prestar atención a
las dinámicas y ritmos de cada uno de los espacios que nos posibilite precisamente
comprender cuáles fueron las causas y circunstancias que llevaron a las autoridades a cambiar
la cabecera de los tenientazgos hacia otros pueblos. Párrafos arriba hacíamos referencia a la
ciudad de Tzintzunzan, pero también hay otros casos que quedaron menos documentados, y
que incluso haría falta voltear hacia los siglos anteriores para tener una mejor visión de cómo
se fueron dando las transformaciones jurisdiccionales de los partidos.
Me llama la atención que exista muy poca documentación sobre Nahuatzen, sin
embargo en 1730 el alcalde mayor, Fermín de Garagorri, decía que ante la falta de un sujeto
para que administrara justicia en ese partido nombraba interinamente al teniente de Uruapan,
Pedro de Elorza y Aguirre, y que por tanto mandaba que se le auxiliara y obedeciera en todo
lo necesario, pues afirmaba que el partido se encontraba vacante “por haber entrado a ejercer
el empleo Don Juan Crisóstomo García de Paredes, cuyo empleo se haya actualmente
suspenso, hasta en tanto se determine la causa del gobernador y alcaldes de aquel partido
presos en la cárcel pública de esta ciudad [Pátzcuaro], por el desacato que tuvieron en haber
movido de su autoridad al dicho don Juan Crisóstomo de dicho tenientazgo”.66

64 CASTRO GUTIÉRREZ, Felipe, "Tzintzuntzan: la autonomía indígena, pp. 293-294. Castro Gutiérrez Felipe,
Nueva ley y nuevo rey, reformas borbónicas y rebelión popular en Nueva España, Zamora, El Colegio de
Michoacán, Instituto de investigaciones Históricas de la UNAM, 1996, pp. 220-221. PASTOR, Rodolfo,
Campesinos y reformas, p. 192.
65 ROJAS, Beatriz, Las instituciones de gobierno de la élite local. Aguascalientes del siglo XVII a la
independencia, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1998, p. 231-232.
66 AHMP, Fondo Colonial siglo XVIII, Caja 28, Exp. 1, Fs. 4.

86
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

Este dato nos parece interesante porque Gonzalo Aguirre Beltrán señala que
Nahuatzen formaba parte del partido de Sevina y afirma que a principios del siglo era un
pueblo bien trazado y con bastante recursos naturales, por lo que presentó una tendencia
demográfica ascendente. En los primeros años del siglo XVIII contaba con 95 vecinos y en
1742 había 5 familias de españoles y 144 de indígenas; más tarde, en 1789 sólo había 2 familias
de españoles y las indígenas ascendían a 177, tenían sus tierras de comunidad y pagaban un
maestro de escuela. Por tanto el establecimiento de este tenientazgo obedeció en buena
medida a su importancia demográfica y a las condiciones económicas de su población pues
además de contar con sus tierras de comunidad, los indígenas se dedicaban a la arriería,
ejercían los oficios de curtidores, zapateros y elaboraban sillas.67
¿Por qué en la segunda mitad de este siglo Sevina no siguió fungiendo como
tenientazgo? Consideramos que la respuesta la encontramos en la información que nos
proporciona este mismo autor y tiene que ver definitivamente con el factor demográfico, si
bien la epidemia de matlazáhualt afectó a muchos pueblos tanto de la sierra como de la tierra
caliente y del oriente michoacano, Sevina no se mantuvo al margen de los efectos de la
epidemia, pues de tener 63 familias en las primeras décadas del siglo, como consecuencia de
la epidemia de 1736, su población se redujo a 30 familias y su recuperación demográfica fue
demasiado lenta, por lo que en 1789 apenas si contaba con 81 familias, y hacia finales del siglo
nuevamente había disminuido a 76, lo cual nos lleva a suponer que por el reducido número
de población y los pocos recursos con los que contaba no podía seguir fungiendo como
cabecera de partido.68 Las cabeceras de los tenientazgos de la sierra, por lo menos en la
primera mitad del siglo XVIII, tendieron a variar en función del factor demográfico, lo cual
explica que más tarde Paracho se consolidara como uno de los tenientazgos más importantes
de la sierra. De acuerdo a la información parroquial, y en específico a través de los padrones
de confesión y comunión que tomamos sólo como parámetro del crecimiento que tuvieron
los pueblos de este curato, observamos que efectivamente Paracho fue el que presentó un
importante crecimiento demográfico.
En términos generales todos los pueblos tuvieron un incremento demográfico, aunque
también es cierto que entre 1742 y 1792 hay una distancia de medio siglo, lo cual nos indica
que el sector de los indígenas no tendió a incrementarse exponencialmente.
En 1775, cuando nuevamente se vuelve a pedir a las autoridades provinciales que
ratifiquen los nombramientos de tenientes que habían realizado en sus respectivas
jurisdicciones, el licenciado Juan Sevillano, alcalde mayor de Michoacán, indicaba que a su
ingreso al corregimiento encontró de teniente general en la ciudad de Pátzcuaro a Don Joseph
Andrés Pimentel, con confirmación del virrey; en la ciudad de Valladolid el alférez real sin
título formal ejercía el cargo de teniente general por ausencia del alcalde mayor. En ese mismo
documento se señalaba que tenía en Uruapan a don Pablo Morellón con el título de
“Comisario de Justicia”, y quince más que se nombran en toda la jurisdicción, los cuales tenían
el título de comisarios de justicia. En el informe no se da la relación de los tenientazgos, pero
por lo menos su número se acercó más a la cantidad de tenientes identificados, de los veinte

67 AGUIRRE BELTRAN, Gonzalo, Problemas de la Población indígena en la Cuenca de Tepalcatepec, vol. I,


México, Universidad Veracruzana, Instituto Nacional Indigenista, Gobierno del Estado de Veracruz, Fondo
de Cultura Económica, 1995, p 180.
68 Ibid. p. 178.

87
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

que mencionamos más arriba, Sevillano hacía la relación de que se nombraban 18 comisarios
para “la administración y buen gobierno de la jurisdicción”.

Cuadro III. Población de San Pedro Parcho, 1742-1792

P ueblo 1742 1792

P a ra c h o 383 73 0

R azón 98

Indígenas 632

A ra n z a 28 13 2

R azón 18

Indígenas 114

P o m a c u a ra n 55 62

C ocucho 66 116

U ra p ic h o 112 13 5

T anaco 115 221

C h e rá n h a tz ic u irin 135 26 5

N u rio 20 9 28 9

R azón 6

Indios 283

S a n M a te o A h u ira n 66 15 0

T o tal 78 6 2383

Fuente: AHMM, Fondo parroquial, sección Disciplinar, serie Padrones, subserie Asientos, Caja 1281, Exp. 17,
fs. 8; Caja1327, Exp. 1260, Fs. 10.

De acuerdo a los distintos informes que se generaron en 1579 y 1775 se desprende


que la distancia fue el principal motivo por el cual se había nombrado a un amplio número
de auxiliares, ya que se señalaba que “todos están de Comisarios de Justicia, para la mejor
administración de ella, respecto a las distancias que hay de unos y otros pueblos entre sí, y a
esta cabecera”.69 Sin embargo, hasta ahora no tenemos la certeza de que la distancia sea el
factor más importante que llevó al establecimiento de los tenientazgos, pues si atendemos a
las observaciones que hacía el virrey marqués de las Amarillas de que, según se disponía en la
ley, los tenientes se debían de poner en los pueblos de españoles,70 ya que en la práctica éstos
no funcionaron de esa manera, pues comúnmente se reportaba que los lugares en los cuales
se nombraba a un encargado de justicia había un número considerable de vecindario español,
castas e indígena, no había ciudad, villa o pueblo que fuera eminentemente de población
española, aunque éstas así se consideraran; sabemos que en torno a ellas regularmente se

69 AGN, Indiferente virreinal, Caja 617, Exp. 28, F. 13. Certificación de los tenientes nombrados por Juan
Sevillano a su ingreso, marzo 6 de 1775.
70 AGN, Alcaldes mayores, Maravatío, 1759, Vol. 10, Fs. 281.

88
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

fueron estableciendo los denominados barrios de indios, incluso los españoles de forma
gradual se fueron estableciendo en los pueblos de indios hasta llegar a formar un número
considerable, a veces mayor o menor que los indígenas. Pensamos en partidos como el de
Uruapan, Cocupao, Tacámbaro, Puruándiro, la misma ciudad de Pátzcuaro y Valladolid, que
fueron centros poblacionales y económicos de importancia.
Hasta ahora no hemos encontrado otra alcaldía mayor que estuviera tan fragmentada
como la de Michoacán, y en cuanto a la recaudación de tributos y número de población
indígena sólo se le podría asemejar a la alcaldía de Maravatío, la cual se encontraba el oriente
de Michoacán, una zona considerada de frontera, que contaba con una población multiétnica
ya que se hablaban diferentes lenguas: tarasco en Maravatío, en Taximaroa tarasco y otomí,
en Tuzantla tarasco y náhuatl. Gerhard afirma que en el siglo XVI el encargado de la
administración del gobierno de Maravatío- Taximaroa fue el corregidor de Ucareo y fue hasta
1600 cuando Taximaroa fue transferida definitivamente al corregimiento de Maravatío.71 En
el siglo XVII la alcaldía fue ampliando su jurisdicción territorial, a tal grado que la extensión
territorial que estaba bajo la administración del alcalde mayor fue exorbitante e inmanejable
por un sólo funcionario; presumiblemente, con las reformas de 1680, Tuzantla se agregó a
esta jurisdicción, y más tarde en 1692 también se agregó el corregimiento de Zamora y Jacona.
Formalmente la cabecera de la alcaldía mayor era Maravatío, aunque hacia finales de
la primera mitad del siglo XVIII los alcaldes habían comenzado a alterar esa costumbre e
intercalaban el tiempo de su residencia entre las dos ciudades más importantes de la alcaldía:
Maravatío-Zitácuaro. En 1759 el bachiller Antonio López Aguado y Mendieta informaba que,
desde 1727 hasta 1742, los alcaldes mayores que se habían nombrado en esa jurisdicción
hacían su entrada y toma de posesión en la cabecera de la alcaldía donde residían dos años, y
los dos últimos se trasladaban a Zitácuaro. Fue hasta el año de 1742 cuando don Joachín de
Saavedra residió los cinco años que duró en el ejercicio de su cargo en el pueblo de San Juan
Zitácuaro,72 a partir de entonces Maravatío simbólicamente conservó el estatus de cabecera
política de la alcaldía, ya que la administración la tenía un teniente general; el resto de la
jurisdicción se delegaba en los tenientes de partido que servían en Taximaroa, Tuxpan,
Tuzantla, Irimbo, San Mateo y Zamora.73
El teniente que se nombraba para la villa de Zamora tenía el título de teniente general
ya que se trataba de la administración de una área más extensa que lo que comprendía un
partido y debido a su importancia económica, el teniente general a la vez nombraba
“comisarios recaudadores de tributo” en los diversos pueblos que conformaban esa
jurisdicción: dichos auxiliares se nombraron en San Pedro Caro, Tangancícuaro, Santiago
Tangamandapio, Jaripo, Sahuayo, San Francisco Ixtlan y Cojumatlán.74
La lógica del cambio de residencia hacia la villa de Zitácuaro, que era un pueblo de
españoles, respondió más a una cuestión meramente práctica ya que ésta se encontraba más
cerca de la ciudad de México, por lo que estaba mejor ubicada para cuando hubiera necesidad
de desplazarse a la capital novohispana pues se ahorraban varias horas de camino; Maravatío
estaba más orientada hacia el bajío guanajuatense cerca de Acámbaro, por lo que había una
distancia aproximada de 5 leguas entre estos dos pueblos, lo que sería más o menos 20 kms.

71 GERHARD, Peter, Geografía histórica, p. 41-42.


72 AGN, alcaldes mayores, Vol. 6, F. 282.
73 AGN, Alcaldes mayores, 1759, Vol. 10, Fs. 279v-283.
74 AHMM, Gobierno, Caja 20, Exps. 11, 12,13, 14,15, 16 y 17.

89
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

En 1747 Thomas de la Quintana, al tomar posesión de la alcaldía, estableció su


residencia en Zitácuaro, por lo que en lo sucesivo esa fue la costumbre que prevaleció; más
adelante veremos como con el establecimiento de la Real Ordenanza de intendentes Zitácuaro
oficialmente fue nombrada cabecera de la subdelegación y Maravatío quedó subordinada a
dicha jurisdicción como tenientazgo. El único alcalde que no residió en ninguna de esas dos
ciudades fue don Joseph de Pardo y Ullón, el cual ejerció el cargo por un año, 1757 y se
trasladó a la villa de Zamora.
El alcalde mayor don Juan Servando Pedrera y Sarmiento en 1759 justificaba el que
se nombrara tenientes de justicia en esos lugares porque

“a más de tener crecido número de vecindario de españoles, mestizos, mulatos, y bastantes


pueblos de indios, en los que residen los justicias tenientes, hay cura, iglesia parroquial y
sacramento; y que así por la distancia de muchas leguas que hay de una jurisdicción a otra como
por las mezclas de las generaciones de sus habitadores, y que de estas algunas son bien
intrépidas, es inexcusable deje de haber en dichos partidos Real Justicia que los contenga”.75

Además de la administración de justicia el sentido de los tenientazgos estaba orientado


en buena media hacia la recaudación de los tributos, tanto de la población indígena como de
los mulatos, ya que éste era uno de los ingresos fundamentales de la corona. Esta alcaldía se
caracterizó por tener un importante número de población indígena, y Juan Carlos Cortés
señala que contaba con cinco cabeceras de república de indios: Maravatío, Taximaroa, Irimbo,
Zitácuaro y Tuzantla.76 Tal parece que se tratara de una mera coincidencia, pero la división
de los tenientazgos se correspondía casi en su totalidad con las cabeceras de república de
indios, a excepción de San Mateo y Tuxpan que no tenían la categoría de cabecera de
república.

Cuadro IV. Tenientazgos de Maravatío con sus distancias


Alcaldía mayor Tenientazgos
Maravatío Zitácuaro a 5 leguas
Taximaroa a 5 leguas
Tuxpan a 3 leguas
Irimbo a 5 leguas
Tuzantla 13 leguas
San Mateo 4 leguas
Villa de Zamora
Fuente: VILLASEÑOR Y SÁNCHEZ, Joseph Antonio, Theatro americano, México, Editorial
Trillas, 1992, pp.329-332.

Este aspecto nos conduce a considerar que no fue gratuito el establecimiento de una
institución del gobierno local imperial frente al peso político que conservaban las pueblos
indígenas, ya que la presencia de un oficial real se convirtió en un instrumento de contrapeso 756

75 AGN, Alcaldes mayores, 1759, Vol. 10, Fs. 279v- 283.


76 CORTÉS MÁXIMO, Juan Carlos, De Repúblicas de Indios a Ayuntamientos, p. 41.

90
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

frente a la autonomía de los gobiernos indígenas, en un primer momento de los caciques y,


más tarde, limitaron la autonomía de los gobernadores y oficiales de república. Ya en su
momento Bernardo García Martínez había planteado este proceso simultáneo del surgimiento
de las repúblicas de indios al lado de otras instituciones religiosas y civiles,

“el que la fundación de cuerpos de república fuera contemporánea al establecimiento de los


corregidores, a la fundación de conventos y a los programas de congregación de la población
no fue pura coincidencia. Ya hemos señalado que todo ello formaba parte de un proyecto global
de aculturación y reforma en el que participaban tanto el estado como la iglesia”.77

Por tanto, a través de los gobernadores y tenientes se complementaba el esquema de


gobierno y de control social a nivel local, no sólo sobre los indígenas radicados en sus pueblos
sino sobre el resto de la población, llámense españoles, mulatos y demás castas que vivían
dispersos en las rancherías y haciendas. La sobreposición de las instituciones del gobierno
local desde la perspectiva de Rodolfo Pastor formaban parte de un proyecto de gobierno
donde

“la formación de alcaldías y repúblicas resultan así una racionalización de las divisiones
jurisdiccionales en función de las distancias, la población, y la importancia económica de las
sedes. Esas nuevas formas de gobierno refuerzan el concepto europeo de jurisdicciones
políticas y administrativas segregadas y debilita doblemente el poder de los caciques, porque
restringen geográficamente sus antiguas jurisdicciones sobre más de una comunidad establecen
un gobierno republicano, de “muchos”.78

En las alcaldías mayores que tenían una amplia extensión territorial, y que por ende
contaban con más de una república de indios, para cumplir con el programa de gobierno fue
necesario establecer demarcaciones jurisdiccionales territoriales más acotadas, las cuales
estuvieran al mismo nivel de las repúblicas indígenas, y en ese sentido los tenientazgos en el
espacio local fungieron como un muro de contención sobre la pretendida autonomía que
incansablemente buscaron los gobiernos indígenas. El indicio que nos ha arrojado la
documentación es que las jurisdicciones que contaban con un mayor número de población
indígena fue la más propensa al establecimiento de tenientazgos.
Consideramos que, en la segunda mitad del siglo XVIII, la presencia del alcalde mayor
y los tenientes en cada uno de los partidos tomó mayor peso como una forma efectiva de
cuidar el orden social, pero también para vigilar el manejo de los bienes de comunidad; las
alcaldías mayores como Valladolid, Maravatío, Tlazazalca y Huetamo, entre otras, nombraban
a sus tenientes en función de la población indígena con la que contaban.
La sobreposición de instituciones locales indígenas y españolas nos lleva a retomar
una idea de Antonio M. Hespanha en la que afirma que la división política del espacio “es un
instrumento de poder (o <<un aparato político>>) que sirve tanto para la organización y
perpetuación del poder de ciertos grupos sociales como para la expropiación de otros

77 GARCÍA MARTÍNEZ, Bernardo, Los pueblos de la sierra. El poder y el espacio entre los indios del norte de
puebla hasta 1700, México, El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, 2005, p. 101.
78 PASTOR, Rodolfo, Campesinos y reformas: La mixteca, 1700-1856, México, El Colegio de México, 1987,
p. 73-74. Así mismo el autor afirma que las cabeceras de república distaban regularmente 6 leguas de
distancia de la residencia de la autoridad española.

91
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

grupos... [Y a la vez funciona como] instrumento de inculcación ideológica y equipamiento


del poder”.79 En ese tenor la delimitación territorial de las alcaldías mayores en tenientazgos
circunscritos a una jurisdicción territorial más reducida sobre la que un auxiliar del juez real
ejerció sus funciones de justicia para mantener en orden y control a la población, y que a la
vez llevó a la perpetuación del poder real, incluso podríamos remitirnos al origen del
establecimiento de estas instituciones en que se pretendió poner en policía y civilidad a los
naturales, es decir éstas no sólo fungieron como instrumentos de gobierno sino de
aculturación.
En la medida en que se estrechó la relación entre los oficiales del rey y la población,
también se afianzó la presencia de las instituciones gubernamentales, lo que generó una
cultura jurídica entre la población de acudir ante las instituciones oficiales a solicitar que se
les hiciera justicia por los cauces legales. Pero no sólo los indígenas aprovecharan las
instancias de gobierno, también los españoles lo hicieron a su manera: en 1817 los vecinos
del tenientazgo de Maravatío trataron de cambiar la suerte de esta antigua cabecera y
pretendieron separarse de la subdelegación de Zitácuaro y formar un partido independiente,
ya que decían que el teniente que se nombraba no siempre actuaba con justicia; en atención
a la “fidelidad de su vecindario, a los perjuicios que reciente su gobierno por la considerable
distancia en que se haya de la villa de Zitácuaro”,80 pedían que se le declarara independiente
de ella, con lo cual se erigiría en subdelegación, agregándole los pueblos de Taximaroa e
Irimbo.81
El interés de promover el tenientazgo de Maravatío a subdelegación respondió más
que a una cuestión de carácter administrativa, de buen gobierno y justicia, a una clara
expresión de los intereses de los hacendados, comerciantes y mineros, pues no hay que olvidar
que años atrás, en 1794, se descubrió el asiento y real de minas de Angangueo, lo cual
dinamizó la actividad comercial y le otorgó un plus a la producción agrícola y propició un
incremento demográfico considerable, pues la minería siempre fue un atractivo y una
alternativa laboral para la población.82
A la alcaldía mayor de Huimeo y Zirándaro le pertenecían los pueblos de Purungueo,
Cutsio, Huetamo, Purechucho, Conguripo, Zirándaro, Pungarabato y Coyuca; esta
jurisdicción, a diferencia de otras, no tuvo una pronta demarcación jurisdiccional ya que fue
visitada por los corregidores de Cuitzeo, Asuchitlan y Capulalcolulco, y en 1554 se le dio
jurisdicción al corregidor de Tiripetío;83 el alcalde mayor residía en la Huimeo y nombraba
dos tenientes.

79 HESPANHA, Antonio M., Vísperas del Leviatán. Instituciones y poder político (Portugal, siglo XVII),
Madrid, Taurus Humanidades, 1989, p. 78.
80 AHMM, Siglo XIX, Maravatío, Caja 7B, Exp. 31, Fs. 16
81 AGN, Indiferente virreinal, Maravatío, 1817, Caja 2071, Exp. 38, F 1.
82 PEREZ ESCUTIA, Ramón Alonso, "Angangueo Michoacán. Un ayuntamiento de mineros, 1820-1836", en
GUZMÁN PÉREZ, Moisés, Cabildos, repúblicas y ayuntamientos constitucionales en la independencia de
México, Morelia, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Michoacana de San Nicolás de
Hidalgo, H. Congreso del Estado de Michoacán de Ocampo, 2009, p. 341. LEMUS, Eduardo,
"Descubrimiento y consolidación del real de minas de Angangueo, 1794-1810", Tesis de Maestría, Facultad
de Historia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2016.
83 GERHARD, Peter, Geografía histórica, p. 138-139.

92
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

Cuadro V. Tenientazgos de Huimeo y Zirándaro


Huimeo y Zirándaro
Pungarabato
Zirándaro

Los tenientes se nombraban en Zirándaro y Pungarabato, pueblos que contaban con


un importante número de población indígena asentada en los barrios de la ciudad. Marta
Terán y Sergio García Ávila han mostrado como esta alcaldía mayor, la cual más tarde se
conformó en subdelegación con cabecera en Huetamo, tenía una de las repúblicas de indios
que contaba con ricas tierras y abundantes recursos económicos, por lo que tenía extensas
propiedades y un considerable número de población indígena. 84
La demarcación territorial que se conformó en torno a la alcaldía mayor de Tancítaro
y Pinzándaro se caracterizó por estar en la región de la tierra caliente, además de que contaba
con jurisdicciones bastante extensas que propició la dispersión poblacional, y en ellas se contó
con considerables haciendas de azúcar, añil, arroz, algodón y huertas de frutos tropicales
propios de la región. Además en La Huacana se encontraban las minas de cobre que atrajeron
considerable mano de obra. Lo agreste de las condiciones climáticas y el tipo de actividades
económicas que se desarrollaron no favorecieron el incremento de la población indígena, al
contrario, conforme avanzó el periodo colonial y como efecto de las epidemias, fueron
disminuyendo, mientras que de forma paulatina las castas fueron tomando mayor presencia
en la región; toda la cuenca de Tepalcatepec y del río Balsas, Motines y Colima, estuvieron
plagados de castas. Al igual que en Maquilí, Pómaro y en La Huacana, Churumuco fue el
único que se mantuvo con un alto porcentaje de indígenas y como cabecera de república;85
desafortunadamente fue un pueblo de indios pobre y, aunque fue el único que concentraba
mayor número de población, no se nombró teniente en este lugar pues no tenía mucho que
ofrecer. En cambio es más fácil encontrar en la documentación que se haga referencia al
teniente de Inguarán, precisamente por todas las implicaciones de la explotación del cobre y
el control que la corona ejercía sobre este metal.
La alcaldía mayor de Tancítaro tuvo su origen en las encomiendas que se otorgaron
en la cuenca de Tepalcatepec a partir de la incursión del capitán Juan Rodríguez de Villafuerte,
quien emprendió la expedición a tierra caliente con dirección a Colima ya Benedict Warren
afirma que Tepalcatepec fue utilizado por los españoles como punto de avanzada para
incursionar en Motines, Zacatula y Colima.86 Una vez establecidos los españoles en la región
se otorgaron las primeras encomiendas: en 1524 Tancítaro fue encomendado a Pedro de la
Isla y Domingo de Medina; en 1528 a Juan de Jaso y Juan Jiménez se les encomendó Arimao-
Pinzándaro; Tepalcatepec quedó en manos de Hernando de Ergueta y Alonso de Ávila; y
pocos años después se erigió el corregimiento de Tancítaro, que se ubicaba en la sierra, al pie
de la falda del volcán de Tancítaro, y las encomiendas pasaron a manos del rey. En el siglo
XVIII los alcaldes mayores de esta jurisdicción administraban la alcaldía con la ayuda de

84 TERÁN, Marta, "Muera el mal gobierno", p. 131. GARCÍA ÁVILA, Sergio, Las comunidades indígenas en
Michoacán, p. 96-102.
85 NETTEL ROSS, Margarita, Colonización y poblamiento del obispado de Michoacán, Morelia, Gobierno del
Estado, Instituto Michoacano de Cultura, 1990, p. 93.
86 WARREN, Benedict, La conquista de Michoacán, p. 160.

93
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

cuatro tenientes: en Apatzingán se nombraba teniente general, y tres tenientes particulares en


Tepalcatepec, Pinzándaro y Santa Ana Amatlán.
En 1740, cuando se le agregó el corregimiento de Sinagua y La Huacana, también se
nombró teniente para esta jurisdicción con el título de teniente general, y este corregimiento
tenía una importancia fundamental para la corona ya que en él se encontraban el real de minas
de cobre de San Bartolomé Inguarán, por lo que se requería tener mayor control sobre la
explotación de este metal, aunque en términos prácticos la explotación del real estaba en
manos de asentistas patzcuarenses, que eran los que se beneficiaban del cobre, pero también
de la producción agrícola de la región, e incluso los tenientes estaban vinculados con ese
grupo social.87
El control del cobre se articulaba desde Inguarán y Santa Clara del Cobre (que era
uno de los tenientazgos de Valladolid que no tenía grandes propiedades agrícolas, pero su
principal beneficio era precisamente el cobre y sus fundiciones), desde donde salía directo
hacia la ciudad de México para beneficio de la corona o de comerciantes particulares; se tiene
noticia que por salvoconducto de Sebastián de Ugarte se abastecía a uno de los comerciantes
más importantes de la ciudad de México, como a Francisco Ignacio de Yraeta, quien
posteriormente lo remitía a la Habana.88 Aunado a la actividad minera que se desarrollaba en
esta región la producción agrícola de las haciendas ganaderas y azucareras, como la hacienda
de Jorullo, las Balsas y la Parota entre otras, y el considerable número de rancherías que se
comenzaron a ampliar durante la segunda mitad del siglo XVIII, generaron un importante
incremento demográfico, sobresaliendo el número de castas, mientras que la mayor parte de
la población indígena que llegaba de la sierra y pueblos circunvecinos directamente se
ocupaban en las labores mineras.89
La alcaldía mayor de Motines del Oro y los pueblos que la conformaban (Chamila,
Xolotlan, Coalcomán, Coahuayana, Aquila, Maquilí, Ostula, Coire, Pómaro, Texupa, La
Guagua) fue agregada a Tancítaro en la segunda mitad del siglo XVIII, y Peter Gerhard afirma
que esta determinación se tomó “en las reformas jurisdiccionales de 1770.”90 Sin embargo, a
través de diferentes fuentes documentales, se ha observado que esta anexión se dio mucho
antes de la fecha que indica Gerhard: Motines colindaba con Sinagua- La Huacana y se
extendía hacia la costa de Guerrero, por lo que actualmente forma parte de ese estado, y el
gobierno de esa jurisdicción fue confiado a un teniente pues el alcalde mayor no estaba en
condiciones de administrar un territorio tan vasto, que comprendía prácticamente lo de tres
jurisdicciones, y para procurar el buen gobierno y la administración de justicia delegó sus
facultades en seis tenientes que lo auxiliaron en las tareas administrativas. Motines
económicamente tuvo una importancia fundamental, pues además de contar con importantes

87 TORALES PACHECO, María Cristina, La compañía de comercio de Francisco Ignacio de Iraeta (1767-1797,
México, Instituto Mexicano de Comercio Exterior, 1985. GAVIRA MÁRQUEZ, María Concepción, Minería y
población en Michoacán durante el siglo XVIII, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo,
Facultad de Historia, 2009, p. 114-128.
88 RAMÍREZ MAYA, María Carmina, "Mercaderes ilustrados de la RSBAP en Valladolid, Pátzcuaro y Santa
Clara del Cobre a fines del siglo XVIII", Tesis de maestría, México, Universidad Iberoamericana, 2000, p. 15.
89 CASTRO GUTIÉRREZ, Felipe, Los tarascos y el imperio español, p 232. GAVIRA, María Concepción y
ALONSO NÚÑEZ, María Carmen, "Los indios del cobre: la población de La Huacana a fines del siglo XVIII",
en Tiempos de América, Revista de Historia, cultura y territorio, No 18, Castellón, España, Universitat
Jaume I, 2011, p. 29.
90 GERHARD, Peter, Geografía histórica, p. 199.

94
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

haciendas algodoneras y comerciar con sal tuvo minas de hierro, y de igual manera formó
parte del corredor comercial que iba desde Valladolid a Pátzcuaro, Apatzingán y Colima. Por
tanto, hacia la segunda mitad del siglo XVIII la administración de estas alcaldías se realizaba
con la intervención del alcalde mayor y seis tenientes, y una de las características que tuvieron
en común estas tres alcaldías fue que contaban con una muy baja densidad poblacional
representada por castas, a excepción de Motines que contaba con Pómaro y Maquilí que eran
los últimos reductos indígenas de habla náhuatl.91
Las alcaldías mayores que se ubicaban en el área conocida como el bajío michoacano,
colindantes precisamente con el bajío guanajuatense y el oriente, tuvieron un crecimiento
económico importante debido a que en toda esa zona se establecieron importantes haciendas
azucareras, trigueras, ganaderas y trapiches, además el clima cálido de esta región favoreció el
cultivo de diversas hortalizas; la producción agrícola, ganadera y artesanal que se generaba en
esta región se comerciaba hacia Guadalajara, Guanajuato, México y Zacatecas. En términos
demográficos se observó considerable presencia de indígenas, españoles y castas, razón por
la cual en toda esta área hubo más la tendencia a nombrar tenientes y comisarios encargados
de la recaudación de los reales tributos, lo cual se entiende porque era una zona muy
transitada, pero también por la misma actividad económica que en ella se generaba se
convirtió en un receptáculo de trabajadores y, por tanto, se requería tener mayor control sobre
la población.
En el siglo XVI la alcaldía mayor de Jiquilpan fue considerada sufragánea del alcalde
mayor de Michoacán, y durante la mayor parte de ese periodo administró justicia en la vecina
encomienda de Peribán y Tarecuato; en el siglo XVIII se le agregó el Corregimientos de
Tingüindín y Periban; en la década de 1750, bajo la administración del alcalde de Jiquilpan, se
encontraba el corregimiento de Tingüindín, Cotija, San Juan Peribán, Tarecuato y Patamban,
los dos últimos pueblos eran república de indios.92 Con la reforma político administrativas de
la Real Ordenanza de Intendentes de 1786 Jiquilpan, junto con sus agregados, se convirtió en
subdelegación y se continuó con la costumbre de nombrar tenientes en Cotija, Patamban,
Peribán y Tingüindín. Patamban era sede del gobernador, cura y teniente, así mismo
concentraba mayor cantidad de población indígena.93

Cuadro VI. Tenientazgos de Jiquilpan


Jiquilpan
Valle de Cotija
Tingüindín
San Juan Peribán: San Francisco
Peribán, Los Reyes y San Gabriel
Patamban

Los indígenas, mulatos y demás catas de esta alcaldía, concurrían a Jiquilpan y Zamora a
vender sus productos agrícolas, el pulque y las artesanías que elaboraban en el pueblo.

91 VARGAS URIBE, Guillermo, "Geografía histórica de la población de Michoacán. Siglo XVIII", en Estudios
demográficos y urbanos, No. 19, Vol. 7, México, El Colegio de México, enero-abril 1992, p. 215.
92 CORTÉS MÁXIMO, Juan Carlos, De repúblicas de indios a ayuntamientos, p. 235.
93 Ibid. p. 397.

95
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Tlazazalca y Chilchota fueron gobernados por corregidores separados durante


muchos años, en 1560 estuvieron subordinados al alcalde mayor de Michoacán, y desde 1574
hasta 1588 al alcalde mayor de Zamora; en el siglo XVII ambos magistrados fueron
rebautizados como alcaldes mayores, y para 1713 las dos jurisdicciones fueron reunidas bajo
un sólo alcalde mayor residente en la Piedad. Durante el siglo XVIII recurrentemente los
tributos fueron recaudados por el alcalde de Zamora y Jacona, y en 1759 el alcalde informaba
que tenía nombrados dos tenientes, uno en la ciudad de Tlazazalca y otro en el agregado de
Chilchota, debido a la distancia que separaba a estos pueblos de la cabecera los tenientes
evitarían que se cometieran delitos y recaudarían tributos.94

Cuadro VII. Tenientazgos de Tlazazalca


Tlazazalca Tlazazalca
Chilchota
La Piedad
Yurécuaro

Así mismo el alcalde mayor señalaba que no les había pedido fianza a los tenientes
por la cortedad del ramo que recaudan, pero además existía el temor de que si les exigía la
fianza renunciaran al cargo; de igual manera se indica que tenía asignados comisarios
solamente para la recaudación, sin embargo no se hizo mención de los lugares en los cuales
se nombraba a estos comisarios.95
La alcaldía mayor de Tlalpujahua tuvo su origen en la encomienda llamada Taimeo
que se les otorgó a Francisco Rodríguez y a Gaspar de Ávila Quiñones; la trascendencia de
este pueblo se dio en 1558 cuando se descubrieron las minas de plata, lo que le permitió tener
mayor preponderancia política y económica sobre la región.96 La importancia de esta alcaldía
mayor radicaba en la actividad minera que en ella se desarrollaba, por lo que contaba con un
crecido número de población y cuadrillas de trabajadores de las minas.
La mayor parte de la población se dedicaba a actividades relacionadas con la minería,
pues estaban los que laboraban directamente en la extracción del metal y otros tantos se
dedicaban a la explotación de los bosques para la obtención de madera y carbón que
comerciaban con los dueños de los minas.97 La extensión territorial de esta alcaldía mayor no
era tan amplia y bajo su jurisdicción se encontraban los pueblos de Tlacotepec, Tlalpujahuilla,
La Asunción de los Reyes, Tarimangacho y los Remedios; las cuadrillas de San Francisco y
San Lorenzo, el Barrio de Postula y Barrio de los Zapateros; Ucareo, Zinapécuaro y Taimeo,
además de haciendas, ranchos y estancias.98
En 1759 el alcalde mayor, Domingo del Cereso, informó que tenía nombrado de
teniente a don Pedro Zurieño de la Vega en el pueblo de Zinapécuaro con confirmación del
superior gobierno, así mismo indicaba que era el partido donde todos sus antecesores habían
puesto teniente porque se encontraba a dieciocho leguas de la cabecera. Nombró teniente en

94 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 6.


95 Ídem.
96 ISLAS JIMÉNEZ, Celia, El Real de Tlalpujahua. Aspectos de la minería novohispana, México, Instituto
Nacional de Antropología e Historia, 2008.
97 GAVIRA MARQUEZ, María Concepción, Minería y población en Michoacán, p. 86.
98 VILLASEÑOR Y SÁNCHEZ, José Antonio, Theatro americano, p. 332.

96
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

dicho partido por todos los inconvenientes que les ocasionaba a los vecinos desplazarse a esa
cabecera para atender sus negocios; y a diferencia de las otras alcaldías mayores, las cuáles
contaban con sus tenientes generales, éste señalaba que no había nombrado uno perpetuo
porque cuando salía a cobrar los reales tributos dejaba de su teniente “a uno de los vecinos
más honrados y de mi mayor satisfacción, por el poco conocimiento y corta experiencia que
me asiste en los nueve meses que me aposesiono en esta jurisdicción”.99
El bachiller Felipe Neri Vallera afirmaba que la designación del teniente de
Zinapécuaro obedecía a que era un pueblo de indios y españoles, pero ni el cura ni el alcalde
mayor hicieron referencia al teniente de Ucareo pues en la documentación aparece como tal,
aunque cabe la posibilidad que éste sea uno de los comisarios de los que hacía referencia el
alcalde mayor; por tanto, los pueblos de Ucareo y Zinapécuaro no sólo eran tenientazgos,
sino que al igual que sucedió en otras jurisdicciones también fueron república de indios.100
El establecimiento de los tenientazgos en las alcaldías mayores al parecer respondió a
varios factores: En primer lugar, medianamente se dio en función de la extensión territorial
de la alcaldía y de la distancia que mediaba entre la cabecera y los demás pueblos sujetos, y
regularmente se observó que aquellos pueblos que estaban a más de tres leguas eran idóneos
para establecer un teniente, aunque esa no fue la norma en todas las alcaldías. En segundo
lugar, respondieron a una medida de control social que se pretendió tener sobre las repúblicas
de indios, pues observamos que varios de los tenientazgos estaban erigidos sobre aquellos
pueblos que tenían importantes tierras de comunidad. De los tenientazgos que logramos
identificar de acuerdo a la relación de los pueblos que tenían amplias tierras de comunidad
están: Apatzingán, Tepalcatepec, Chucándiro, Santa Ana Maya, Erongarícuaro, Coyuca,
Pungarabato, Zirándaro, Santa Clara de los Cobres, Tacámbaro, Etúcuaro, Uruapan,
Parangaricutiro y Huetamo. En sí la república de indios del tenientazgo de Uruapan contaba
con ricas tierras por tanto los tenientes de justicia respondieron a la necesidad de las
autoridades provinciales de ejercer un efectivo control fiscal en cuanto a la recaudación de
los tributos como uno de los principales ramos de los que estaban a cargo, y de ejercer mayor
control político sobre las repúblicas de indios. Aunque también es importante resaltar que
otra de las razones por las que se establecieron los tenientes fue porque se constituyeron en
agentes comerciales que cuidaban de los intereses propios, del alcalde mayor, fiadores y
grandes comerciantes.

2.3 Contener el ausentismo de los alcaldes mayores

La reorganización de la administración del gobierno de los reinos americanos dejó en


evidencia que el gobierno provincial de las alcaldes mayores y de los auxiliares que éstos
necesitaban para gobernar cada una de sus jurisdicciones requería de la atención del rey, pues
el abandono y la poca vigilancia que los ministros habían tenido auspiciaron una degeneración
en el ejercicio del empleo de alcaldes mayores y corregidores. La acumulación de funciones y
la falta de salarios dignos paulatinamente propició que se generaran diversas prácticas a través
de las cuáles los alcaldes mayores sortearon la inversión que hicieron en forma de beneficio
por el cargo que se les otorgó, la recuperación de los gastos de traslado de los provistos

99 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 6, F. 82. mayo 9 de 1759,


100 CORTÉS MÁXIMO, Juan Carlos, De República de indios a Ayuntamientos, p. 50.

97
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

residentes en la península hasta el lugar donde debían de ocupar su cargo, y la obtención de


recursos que le permitieran solventar sus necesidades, las de su familia y otorgar sus
respectivas fianzas. Todos esos factores contribuyeron de forma negativa en la administración
de justicia, pues los ministros trataron de obtener los mayores beneficios económicos en el
tiempo que durara su encargo; la designación de tenientes para que administraran justicia en
la jurisdicción que estaba a su cargo, nombramientos que no se hacían desinteresadamente,
por lo que la venta de las varas de teniente fue una práctica constante de los alcaldes mayores
para obtener ingresos adicionales; de igual manera el repartimientos de mercancía fue otra de
las estrategias a las que más recurrieron ya que era la que más ganancias les aportaba; lo
importante de esta actividad es que los tenientes tuvieron una participación fundamental
como brazo ejecutor del repartimiento, por lo cual también se constituyó en un instrumento
de presión y coacción que de cierta forma facilitaba el cobro a la población que se le repartía.
Es por eso que a los tenientes se les tiene como un símil de los alcaldes mayores en el ejercicio
del gobierno y la justicia, aspecto que trataremos más adelante.
Los alcaldes mayores antes de pasar a sus respectivas jurisdicciones obligatoriamente
hacían escala en la capital del virreinato para dar sus fianzas, sin embargo la estancia de los
provistos en la ciudad de México se prolongaba por diversa razones y pretextos. Otro tanto
ocurrían a la jurisdicción donde ejercerían su gobierno, tomaban posesión del cargo, e
inmediatamente nombraban teniente general para servir su empleo por sustituto
contraviniendo así las Leyes de Indias, especialmente la ley 44, título segundo, libro tercero.
El ausentismo de los alcaldes mayores regularmente ocurría auspiciado por la preferencia de
residir en la ciudad de México u otras ciudades importantes, no obstante hubo casos en los
cuales se denunció que el ausentismo en el que incurrían los alcaldes era tolerado por los
virreyes. En 1735 se le otorgó a Juan Clemente Sánchez la alcaldía mayor de Celaya y
Salvatierra, como parte de las facultades que se le otorgaron se mandaba que “la gracia hecha
a Sánchez se entienda hecha en Xarabeytia y por su falta a don Francisco de Ipenza su teniente
general que ha sido y es en el mismo oficio, y bajo de este ilícito convenio retornó a España,
dejando a Xarabeytia sin ningún nombramiento, con la tolerancia del virrey Casafuerte y
actual arzobispo V irrey...”.101
El marqués de las Amarillas, el 9 de abril de 1759, afirmaba que daría cumplimiento al
despacho en que se prohíbe el nombramiento de corregidores y alcaldes mayores interinos
de provisión virreinal, el cual se había emitido por real cédula de 7 de junio de 1757; esta
disposición no anulaba la facultad que los virreyes tenían de nombrar a los interinos en caso
de renuncia o muerte del titular, sino que se pedía que sólo se ejerciera esa facultad cuando
fuera estrictamente necesario, pues muchas veces estos nombramientos impedían que los
alcaldes mayores de provisión real entraran inmediatamente a ejercer su cargo, ya que
regularmente llegaban los provistos y el que los antecedía ni siquiera había comenzado a
ejercer su empleo, por lo que tenía que esperar a que transcurriera el tiempo por el que estaba
confirmado su antecesor.102
Cuando el marqués de las Amarillas se refiere al antiguo método que se utilizaba para
la provisión de oficios hace referencia al “beneficio”, lo que ocasionó que ante la saturación
de las plazas se comenzaron a otorgar las alcaldías en calidad de futuras, lo que implicaba que

101 AGI, México, 635. Juan de Acuña y Bejarano, marqués de Casafuerte, fue virrey de 1722 a 1734. Véase
a GÓMEZ GÓMEZ, Amalia, Las visitas de la real hacienda novohispana, pp. 195-212.
102 AGI, México, 1359, Fs. 9. (9 abril de 1759)

98
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

el provisto tenía que esperar a que los que habían sido nombrados antes que él para la misma
jurisdicción ejercieran su empleo. Los tenientes, como auxiliares de los alcaldes mayores,
siempre generaron suspicacia ante las autoridades virreinales, ya que finalmente eran los que
ejercían el gobierno de aquellas jurisdicciones donde imperaba el ausentismo de los alcaldes
mayores:

“constante lo acaecido en la Alcaldía de Mestitlan de la Sierra, que obedecido el título desde el


año de 754 a don Luis de Aguilar Ponce de León, y negándosele por mi repetidas veces la
facultad que pidió de servirla por un teniente general llegó a este reino don Baltazar de la Parra
provisto por V. M para sucederle, no sólo con anticipación al cumplimiento de los cinco años
de aquel, sino también aun antes que lo empezare. Pero el cuidado de que inmediatamente
entrase a servir su alcaldía el primero, o la demorase, no pudo, ni debió ser de los virreyes,
ínterin que no se presentase parte agraviada, ni menos era averiguable el trato secreto que Don
Luis de Aguilar tuviese con el teniente que intentó nombrar, o sirviente interino en demorar su
posesión”.103

Esta circunstancia aunada a la retención de las alcaldías mayores agravaba sobremanera


la administración de las alcaldías, y sobre todo el que se tuviera un efectivo control de los
ministros que se encontraban al frente de las jurisdicciones, por eso no fue casualidad que
desde 1759 se le pidiera al virrey y a la Audiencia que informara detalladamente sobre la toma
de posesión de los alcaldes mayores, la fecha en que comenzaron a ejercer sus cargos, el
tiempo en que debían de concluir, y que se especificara los que eran de provisión real y
virreinal.
Las medidas que se estaban tomando desde 1757 tenían su antecedente inmediato en
la segunda mitad del siglo XVII: en 1663 se les pidió informes secretos a los obispos de Puebla
y Nicaragua y al inquisidor de México, don Pedro Medina Rico, sobre los alcaldes mayores y
las reformas que consideraran factible realizar en el gobierno de la Nueva España; el obispo
de Puebla había señalado que se sustituyeran los alcaldes mayores por alcaldes ordinarios, de
igual manera señalaba que no era oportuno que se pusieran alcaldes ni corregidores de
provisión virreinal, “porque las provisiones de estos oficios se hacen por inteligencias y
medios ilícitos (en que crece muchísimo la maña), sigue de aquí precisamente que los
proveídos usen tantos fraudes y tiranías y aquellos naturales padezcan tantas repetidas
molestias y calamidades”.104 En ese sentido, el obispo estaba a favor de que los alcaldes fueran
de provisión real ya que estos nombramientos se hacían por cinco años, a diferencia de los
de provisión virreinal que eran por dos años, lo cual causaba que se hicieran mayores
repartimientos y vejaciones a los indios por los gastos del viaje, la ostentación de las personas
y familias, y el deseo de acaudalar y volver a España con lucimientos.105 Por real cédula de 2310345

103 AGI, México, 1229, documento 112.


104 AGI, México, 1229, F. 2, Reformar las alcaldías mayores de Nueva España, 14 de julio de 1663.
105 Uno de los grandes problemas que claramente quedaba de manifiesto era el crecido número de
dependientes y allegados que los virreyes traían consigo lo que propiciaba que los virreyes los nombraran
en los corregimientos y alcaldías mayores, que por ser de provisión virreinal trataban de sacar el mayor
beneficio en el corto tiempo que estaban en el cargo. Pero esta práctica ya se venía denunciando desde
las primeras décadas del siglo XVI, muestra de ello es el importante trabajo de Justina Sarabia Viejo, quien
en su estudio sobre el virrey Luis de Velasco muestra como durante su gobierno hubo una serie de
protestas porque el virrey había nombrado por lo menos en 70 corregimientos a familiares y criados suyos.

99
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

de noviembre de 1680 se facultó a los virreyes para que proveyeran 12 alcaldías mayores
aunque decía el virrey Carlos Francisco de Croix que éstas eran de tercera clase, las cuales no
eran de utilidad.106
A pesar de los esfuerzos de los virreyes por terminar con la retención que se hacía de
las alcaldías mayores y corregimientos, esta forma de operar no había variado mucho el
marqués de Cruillas en 1762 decía que no se observaban cambios relevantes, como cuándo
se utilizaba el beneficio y como se estaba realizando con la aplicación de las ordenanzas
modernas. El sentir del marqués de Cruillas también era compartido por su antecesor, el
marqués de las Amarillas, quién hacía la observación de que las urgentes necesidades
económicas que enfrentaba el imperio por la guerra habían permitido que los tenientes
sirvieran las alcaldías por ausencia de los provistos, práctica que quedó establecida por real
cédula de 18 de julio de 1745

“les fue concedida a los virreyes para admitir o reprobar los propuestos al servicio o las personas
que por falta o ausencia de aquellas u otro motivo hubiesen de sucederlas en los empleos; por
sostener la resolución de vuestra merced en el beneficio se permite por los virreyes mis
antecesores el que incurriendo en los tenientes las buenas calidades (que muchas veces no
concurrían en los propuestos) sirviesen aquellos los empleos que por vía de comercio, venta, o
contrato reservado (inaveriguable al más vigilante celo) les concedían estos, nombrándolos con
aprobación de los virreyes, bajo el pretexto de no poderlos servir personalmente los provistos
por varios motivos justos que aparataban (sic, por argumentaban), sin declarar los otros, que
acaso quedaban reservados a los dos contrayentes...”.107

Especialmente en la primera década de la segunda mitad del siglo XVIII se observó


una constante preocupación por tener una mayor vigilancia sobre los alcaldes mayores y evitar
por todos los medios el ausentismo y el que ejercieran sus oficios por sustitutos. Muchas
fueron las razones que los alcaldes mayores expusieron para justificar su poca a nula presencia
en las jurisdicciones que estaban bajo su mando, especialmente los problemas de salud fue
una de las principales razones por las cuales pedían autorización para ejercer el empleo por
medio de sustituto con la denominación de teniente general. Esta circunstancia lo mismo se
presentaba en Cuernavaca,108 de provisión del marquesado del Valle, o en Orizaba que era de
provisión real. Los argumentos de que se valían los alcaldes regularmente iban acompañados
de la opinión de un facultativo que daba fe del estado de salud: por ejemplo el 24 de febrero
de 1770 Juan Sevillano, alcalde mayor de Orizaba, le solicitaba al marqués de Croix que le
permitiera nombrar a un sujeto de toda su satisfacción de teniente general, ya que señalaba
que después de siete meses de la intervención de la úlcera que padecía no pensaba regresar a

Para evitar todos los abusos que se pudieran desencadenar del nombramiento de alcaldes de provisión
virreinal y para evitar, el nepotismo como ahora se le llama a la tendencia de ubicar a parientes y
dependientes, por lo que en real cédula de 23 de noviembre de 1680, expresamente se prohibía que en
los 12 oficios que estaban facultados de proveer no se pudiera a ningún pariente ni allegado. Véase a
SARABIA VIEJO, María Justina, Don Luis de Velasco Virrey de Nueva España, 1550-1564, Sevilla, España,
Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1978, p. 66.
MIRANDA, José, Las ideas y las instituciones políticas mexicanas, México, Universidad Nacional Autónoma
de México, 1978,
106 TORRE VILLAR, Ernesto de la, Instrucciones y memorias, p. 963.
107 AGI, México, 1229, Real acuerdo, 23 de abril de 1759, Fs 2.
108 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 11.

100
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

la jurisdicción, pues requería de una segunda intervención y la opinión del cirujano, don Juan
Mactagar, era que Sevillano no podía ejercer las funciones de gobierno ni montar a caballo,
por lo que tenía que permanecer en Puebla.109

Por real cédula de 20 de septiembre de 1758 se mandó que los alcaldes mayores
residieran en los pueblos principales y los puntos centrales que contenía la real cédula eran:

1. Que los corregidores y justicias residan en los pueblos principales y cabeceras de sus
jurisdicciones.
2. Que no puedan ausentarse de ellas sin licencia, con causa precisa y limitación de
tiempo, no estando ocupados en la visita.
3. Que no pongan tenientes, que se les haga quitar los que no fueren necesarios y
forzosos.
4. Que los propietarios sirvan los oficios por sus personas sin permitir los sustitutos si
no fuere por mi real licencia.

En dicha real cédula se recordaba que los alcaldes mayores estaban facultados para
nombrar, remover y quitar los tenientes por causas legítimas, por lo que en esto no podía
intervenir el virrey ni la Audiencia. Los que se consideraban tenientes forzosos y necesarios
eran los que se ponían en aquellos lugares donde había contratación y concurso de
españoles.110 De igual manera se pedía que se ordenara que todos aquellos tenientes que
habían sido nombrados y que contravinieran las leyes 34, 38111 y 48, título 2° Libro 5; Ley 44,
título 2°, libro 3°, y Ley 88, Título 16, libro 20, fueran depuestos de sus cargos.112
El ausentismo y las retenciones de las alcaldías mayores y corregimientos no se
solucionaron mientras estuvieron vigentes esas instituciones, pues todavía en 1783 el fiscal
Ramón de Posada y Soto hacía relación de varios expedientes con los que demostraba las
negociaciones y malos manejos que se continuaban haciendo

“Muy señor mío: los provistos por su Magestad en Alcaldías mayores de este reyno,
contraviniendo a expresas prevenciones de sus títulos para que los presenten, y habiliten dentro
de cierto término, los retienen en su poder todo el tiempo que les acomoda, pactan torpemente
con su antecesores la detención de sus ingreso, y se arrogan nada menos, que la regalía de
continuarlos en empleos de que Su Magestad, en virtud de nuevos títulos, disponen en favor
de otros”.11310923

109 AGN, Alcaldes mayores, Vol 1, Exp. 168, Fs. 242-243.


110 AGI, México, 1412, Fs. 21 Expediente formado sobre el abuso de beneficiar los alcaldes mayores los
tenientazgos de su jurisdicción, promovido por el señor fiscal de real hacienda Ramón de Posada.
111 En la que se prevenía que se quitaran todos los tenientes de alcaldes mayores y corregidores que no
fueran necesarios.
112 AGI, México, 1229, Real cédula que previene que los alcaldes mayores residan en los pueblos
principales, Villaviciosa septiembre 20 de 1758. AGI, México, 1412, Fs 21. Expediente formado sobre el
abuso de beneficiar los alcaldes mayores los tenientazgos de su jurisdicción promovido por el señor fiscal
de real hacienda Ramón de Posada.
113 AGI, México, 1735, México cartas y expedientes del distrito de esta audiencia años de 1783. Testimonios
de los fraudes que comenten los alcaldes mayores provistos antes y después del despacho de la real
audiencia. F. 1.

101
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Según la relación que presentaba, en el primer testimonio señalaba que Don Ildefonso
Sánchez Solache, provisto para la alcaldía mayor de Chichicapa y Cimatlan, solicitaba se le
admitiese el juramento sin haber dado fianzas, y el virrey le otorgó la dispensa; don Francisco
Urrutia, provisto para la alcaldía mayor de Guaiacocotla, se presentó fuera de tiempo, que
esto provenía, en parte, de haber introducido pretensiones voluntarias en el superior gobierno
de no haber querido habilitar la residencia de la alcaldía mayor de Tasco; Presentó Larragoiti
su título a este superior gobierno en 25 de septiembre del año de 1778 y no se despachó hasta
dos de mayo de 81, vicio evidente y nulidad notoria con que pasó a tomar posesión de su
alcaldía. Se fue después a España, dejando a su teniente general don Pablo Ortega provisto
para la alcaldía mayor de Villa Alta, llegó a Veracruz en mayo de 82; pero aún está por aquí
despachando en cuanto a fianzas y demás, pero me han asegurado últimamente que el virrey
le ha dado nuevos términos para tomar posesión de su destino, y Don Diego Abet y Maestre,
provisto para la de Acayucan, se despachó perfectamente en 14 de noviembre del año pasado
de 780; pero después se ha mantenido en esta ciudad sin haber pasado a tomar posesión, con
el frívolo pretexto de que en su cédula se le señala el término de cuatro meses para
presentarla.114 El fiscal afirmaba que en cada uno de estos casos el virrey tenía conocimiento
de la situación.

2.4 La venta de las varas de tenientes

La venta de oficios en Indias fue una práctica constante desde 1559 cuando se
formalizó por real cédula, partiendo del presupuesto de que los oficios públicos tendrían una
ventaja o renta económica para la corona.115 La enajenación de los oficios se dio en las
diferentes esferas de la administración en las Indias, abarcó desde las Audiencias hasta los
ayuntamientos y los tenientazgos. La venta de oficios fue formalmente establecida durante el
reinado de Felipe II.116 Felipe V tuvo como una de sus iniciativas de gobierno terminar con
la enajenación de los oficios, sin embargo las crecientes necesidades económicas de la corona
a consecuencia de las guerras propiciaron que esta medida no se llevara a cabo, pues si bien
a partir de 1742 se prohibió la venta de estos cargos, ésta se volvió a restablecer en 1744117 a
consecuencia de la guerra con los ingleses y las crecientes necesidades económicas, mientras
tanto los cargos con jurisdicción se le otorgaban no al solicitante más idóneo sino al mejor
postor, ahora en forma de beneficio, por lo que los alcaldes mayores beneficiaban a la corona
con una determinada cantidad en dinero —lo que Francisco de Icaza Dufour a denominado
como “servicio pecuniario” 118 —por la gracia de haberle concedido la merced de una alcaldía
mayor, que tenía un significado equivalente a la venalidad de los cargos, los alcaldes mayores
con tal de recuperar el desembolso participaban del repartimiento de mercancía, o bien

114 Ibid. F. 1v-3.


115 TOMÁS Y VALIENTE, Francisco, La venta de oficios en Indias (1492-1606), Madrid, Instituto Nacional de
Administración pública, 1982, p. 71. BERTHE, Jean-Pierre y CALVO, Thomas (ed.), Administración e Imperio,
Zamora, El Colegio de Michoacán, Fideicomiso "Felipe Teixidor y Monserrat Alfau de Teixidor"2011, p 102­
107.
116 BURKHOLDER, Mark A. y CHANDLER, D. S., De la impotencia a la autoridad, p. 34.
117 BOHURAS, Asmaa, "La administración virreinal", p. 102. SANCIÑENA ASURMENDI, Teresa, La audiencia
en México en el reinado de Carlos III, p. 33.
118 DE ICAZA DUFOUR, Francisco, Plus Ultra. La monarquía católica en Indias, 1492-1898, p. 262.

102
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

vendían las varas de tenientes o las otorgaban a cambio de pensiones que éstos auxiliares les
otorgaban con parte de los beneficios de judicatura.
Fernando Muro Romero,119 Francisco Tomás y Valiente, Ángel Sanz Tapia, Mark A.
Burkholder y D. S. Chandler, han abordado ampliamente la venalidad de estos empleos en
las diferentes esferas de la administración: Audiencia, ayuntamiento, escribanías y los
alguacilazgos; mientras que los cargos de los gobernadores, alcaldes mayores y corregidores
no eran tratados propiamente como venta, sino que se le otorgaba la categoría de “beneficio”,
pues el que lo adquiría beneficiaba al rey con determinada cantidad de dinero en función de
la importancia de la alcaldía mayor. El beneficio de los cargos con jurisdicción como el de
alcalde, corregidor y gobernador, tenía la característica de que eran empleos que se ejercían
por un determinado tiempo, por lo que no se obtenían de forma vitalicia ni a perpetuidad,
circunstancia que no permitió la patrimonialización, ni se podían heredar a los descendientes,
pues sólo por un lapso de tiempo el titular podía decidir algunos aspectos sobre la persona
que podía suceder al alcalde en caso de muerte u otra causa de gravedad que le impidiera
ejercer el empleo directamente.
Por ejemplo, en 1737 se expidió real cédula a favor de don Juan Martín de Yriarte,
quien dio de servicio 7 500 por la alcaldía mayor de Villa Alta y se la concedieron por el
tiempo de cinco años, y en el mismo título se expresaba el nombre de las personas que podían
suceder en el cargo al alcalde mayor en caso de que éste no pudiera tomar posesión del
empleo; Martín de Yriarte en primer lugar colocaba como su sucesor a Don Miguel de
Yrigoyen y Echenique, en segundo lugar a don Miguel de Ibarra y en tercero a don Pedro
Ángel de Yrigoyen y Dutari.120 Así como algunos alcaldes mayores establecían quiénes los
podían suceder, había otros que preferían que el beneficio que habían otorgado por el empleo
les fuera restituido a sus herederos. Los derechos y facultades sobre el uso del empleo sólo se
podían ejercer dentro del tiempo estipulado, que bien podrían ser 2, 3 o 5 años. En ese tenor
la diferencia es sustancial con respecto a la venta de cargos de regidor, de alférez real y de
escribanos, los cuales se subastaban en almoneda pública a perpetuidad, y sólo por causas de
renuncia y muerte podían ser rematados nuevamente.121 Antonio García García señala que
los empleos de corregidores se comenzaron a vender a partir de 1678.122
Ángel Sanz Tapia caracteriza al beneficio como “una figura jurídica que define la
concesión regia de un nombramiento para un cargo con jurisdicción como compensación por
un dinero que un particular entrega voluntariamente a la Real Hacienda en calidad de
"servicio" al Rey”.123 El concepto que se maneja en la provisión de estos cargos es
precisamente “servicio al rey”, es una compensación por la merced otorgada, es por eso que
estos empleos con jurisdicción no se subastan, en teoría “no se otorgan al mejor postor si no
al de más méritos”, aunque en la práctica sabemos que el beneficio se le concedía al que

119 MURO ROMERO, Fernando. "El "beneficio" de oficios públicos con jurisdicción en Indias. Nota sobre
sus orígenes", en Anuario de Estudios Americanos, Vol. XXV. Sevilla, Escuela de Estudios
Hispanoamericanos, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1978, pp. 1-67.
120 AGI, México, 689.
121 YALI ROMAN, Alberto, "Sobre Alcaldías mayores y corregimientos en Indias. Un ensayo de
interpretación, pp. 9-39.
122 GARCÍA GARCÍA, Antonio, "El precio político de la venta de cargos públicos reflexiones sobre la regalía
real", en Illes i Imperis, 9, Desembre 2006, p. 135.
123 SANZ TAPIA, Ángel, "Provisión y beneficio de cargos políticos en Hispanoamérica (1682-1698), EHSEA,
No 15, Julio-Diciembre 1997, p. 108

103
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

ofrecía mayor cantidad de dinero por el ejercicio del empleo. Por tanto el beneficio que se
obtenía de la provisión de estos cargos iba a parar directamente a las arcas reales. En cambio
el problema con la venta de las varas de teniente era que no había ningún tipo de retribución
para la Corona, sino que los beneficios de estas concesiones quedaba única y exclusivamente
en manos de los alcaldes mayores; es por eso que se consideraba como un acto ilegal y
prohibido por las leyes, pues si bien los alcaldes estaban facultados para nombrar tenientes,
pero no a cambio de recibir una remuneración por estos nombramientos ni cualquier otro
tipo de regalía, premio o compensación por la concesión de los tenientazgos. Estas
prohibiciones no sólo se aplicaban a los alcaldes mayores y oficiales de real hacienda, sino
también a los oidores de la Audiencia como veremos más adelante.124
La venta de las varas de teniente es un tema un tanto complejo ya que ésta se hacía
obviamente al margen de toda legalidad, lo que implicaba que los arreglos y tratos a lo que
llegaban los alcaldes mayores con sus beneficiados se hacían de forma discrecional, tratando
de no levantar sospechas del beneficio que obtenían en la transferencia de las varas de justicia.
Estos temas regularmente salían a la luz pública en los momentos de tensión entre la
población, los alcaldes mayores y sus tenientes, pues en esas circunstancias denunciaban
cómo los tenientes habían obtenido sus varas a través de “ventas” y “pensiones”, lo que a la
vez era el motor de los excesos que se cometían en contra de la población, pues los tenientes
usaban de los cargos para beneficiarse, recuperar la inversión y sostener a su familia.
En otras ocasiones esas negociaciones quedaban al descubierto por el incumplimiento
de los alcaldes mayores, o bien porque se descubría que éstos no podían otorgar los
nombramientos que habían prometido. Esta situación se presentó cuando don Francisco de
Vargas y Villegas, a quien se le hizo merced el 8 de enero de 1704 de la alcaldía mayor de
Cholula por cinco años, inmediatamente negoció la vara de teniente general con Joseph
García González por 1 000 reales de vellón, por lo que el futuro teniente pidió se le restituyera
la suma que había pagado por el empleo, porque tenía entendido que el alcalde mayor no
estaba facultada para otorgar el nombramiento de teniente general que le había ofrecido por
estar en contra de lo prevenido por las leyes, y en ese sentido le pedía a las justicias de Sevilla
o de Cádiz que obligaran a Vargas a pagar los 1 000 reales de vellón.125 Por ejemplo, el alcalde
mayor de San Luis Potosí y el agregado de San Pedro Guadalcazar, Andrés de Urbina, al
término de su periodo le solicitaba al marqués de Croix que se le beneficiara con otra alcaldía
de la cual se pudieran obtener mejores aprovechamientos, ya que en la que acababa de
concluir su periodo ofrecía muy cortos beneficios, pues afirmaba que “los fomentos que he
tenido para permanecer han sido las cortas regalías que producían algunos de los
Thenientazgos, la adjudicatura, y conocimiento de inventarios.. .”126 Como se puede observar
en el testimonio del alcalde mayor, aunque se hable de regalías evidentemente se refiere a los
ingresos que éste obtenía por el otorgamiento de las varas de justicia.
En el Ducado de Atlixco Juan Manuel de Ariza hacendado ejerció el empleo por 14
años como encargado del pueblo de Ameca, el cual fue removido al ingreso el nuevo alcalde
mayor porque don Lorenzo Antonio Colombres ofreció darle al alcalde mayor una pensión
anual de 400 pesos, pero el alcalde mayor Juan Antonio Aldana pedía una pensión de 500

124 SANCIÑENA ASURMENDI, Teresa, La audiencia en México en el reinado de Carlos III, p. 33.
125 AGI, México, 634.
126 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 1, Exp. 253, F. 358v. El alcalde mayor de San Luis Potosí solicita otro destino
con el argumento de que esa alcaldía está muy venida a menos. 16 de Febrero de 1770.

104
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

pesos anuales por el tenientazgo, se ha obligado a dar cuatrocientos con el repartimiento que
consistía en 60 toros y algunos caballos.127 Los vecinos se opusieron al nombramiento pues
temían de los abusos que el nuevo teniente podía ejercer sobre ello ya que la pensión que
estaba ofreciendo por el cargo era elevada, ya que ellos mismos afirmaban que anteriormente
los que ejercieron ese cargo sólo habían contribuido con 50 pesos.
El marqués de las Amarillas desde 1759 denunciaba los excesos que cometían los
tenientes en sus demarcaciones, no sólo en contra de la población indígena sino también
contra los españoles, ya que éstos no hacían distingo alguno con tal de obtener los mejores
beneficios y aprovechamientos de sus empleos, pues los tenientes que los alcaldes nombraban
para que en su representación administraran justicia decía

“no ignoro que los alcaldes mayores en aquellos pueblos que justa y legítimamente corresponde
haya tenientes los nombren bajo de un contrato pecuniario, de que resulta la opresión de los
indios y vecinos españoles; pero no siendo averiguable en juicio, ni resultado en las residencias
semejantes cargos, no es posible proceder por solas voces del vulgo que tantas veces salen
falsas, y el intentarlo con el riesgo de la falsedad seria quedar desairado, y más insolentada la
malicia y el agravio: por lo que muchos abusos quedan sin remedio conveniente por evitar la
peor constitución en que quedarían después de él intentando remedios”. 128

La idea que expresa el marqués de las Amarillas de que el comercio de las varas de
teniente no se podía averiguar por quedar como un contrato entre partes, dos décadas más
tarde de forma reiterada el fiscal de la Real Audiencia, Ramón de Posada, volvió sobre el tema
señalando lo difícil que resultaba comprobar ese tipo de excesos.
La venalidad de los tenientazgos era menos aceptada que la de los oficios públicos,
como el de escribano y regidores que estaban permitidos y regulados por la corona, donde
ésta obtenía un beneficio económico por las renuncias que se hacían de los cargos; en cambio
de las negociaciones secretas que hacían los alcaldes mayores con los tenientazgos no se
obtenía beneficio alguno ya que eran tratos personales, y es por ello que reiteradamente el
fiscal Posada afirmaba que sabía que en varias alcaldías mayores de Nueva España se realizaba
la venta de varas de tenientes, pero que era difícil demostrar con pruebas fehacientes la forma
en que se realizaba este comercio.129 Por otro lado, las tenencias no sólo se transferían a través
de la venta y la pensión, ya que se dieron casos en los que este empleo recayó en los
afianzadores y las personas que éstos designaran, pues tenían como propósito fundamental
cuidar de los intereses de los comerciantes y alcaldes que participaban del repartimiento,
especialmente en aquellas alcaldías que se caracterizaron por tener una importante actividad
comercial como Tepeaca o Villa Alta,130 pero este aspecto se tratará después.1278930

127 Muchos subdelegados ejercieron el empleo de teniente de justicia, por ejemplo don Luis Migues
subdelegado de Tacuba afirmaba que había servido de teniente de justicia en dos jurisdicciones por el
tiempo de 18 años. AGN, Subdelegados, Vol 26, Fs. 103-109. Sobre prorroga de Luis Migues en la
jurisdicción de Tacuba, 1794. AGN, Subdelegados, Vol. 10, Exp 1, Fs. 1- 70. Servicio de don Miguel Migues
en el tenientazgo de Tecamachalco provincia de Tepeaca, 1782.
128 AGI, México, Real Acuerdo, 11 de abril de 1759, 1229, F. 5v.
129 AGI, México, 1410, F. 14.
130 ARRIOJA DIAZ VIRUELL, Luis Alberto, "El Abasto de una villa serrana: la Villa Alta de San Ildefonso
(Oaxaca) a fines del siglo XVIII", en Manuel Miño Grijalba, Núcleos urbanos mexicanos: XVIII y XIX: mercado,

105
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Los oficiales y ministros del rey buscaron por todos los medios obtener el mayor
beneficio de su empleo, lo que quedó en evidencia con la visita de Francisco de Garzarón en
1716, cuando realizó las pesquisas secretas a la Audiencia de México, y fue la mala fama de
los oidores, como Félix Suárez de Figueroa, que a través de su secretario Pedro Robledo
vendió los nombramientos de juez de comisión de tierras para las diferentes jurisdicciones,
además de las regalías que recibía por estos nombramientos.131 Pero especialmente nos
interesa el oidor don Gerónimo de Soria, el cual tenía vínculos con la elite de la provincia de
Michoacán, por lo que se le acusó de haber intervenido a favor de Valladolid en el litigio que
tenía con Pátzcuaro, entre otros asuntos relacionados con la provincia. Una de las acusaciones
que pesaron sobre este oidor fue que había recibido 139 pesos para otorgar la confirmación
del nombramiento de teniente general de alcalde mayor de la ciudad de Valladolid a favor del
capitán don Fernando de Sierra y Tadino, pero en la regalía que se pidió a favor de Tadino
intervino el hermano del oidor, Nicolás de Soria.132 La intervención del oidor Soria para que
se admitiera el nombramiento de Sierra y Tadino tenía que ver con una disposición que había
emitido el virrey Alburquerque (1702-1711) con fecha de ocho de mayo de 1705, en la que le
ordenaba al alcalde mayor de Michoacán, Juan Silvestre Martínez de Montemayor, que
obligara a los tenientes que había nombrado en su jurisdicción para que dentro del término
de un mes acudieran a pedir su confirmación al superior gobierno ante el virrey, porque en
caso de no hacerlo dentro del tiempo estipulado se anularía el nombramiento.133
Sierra y Tadino fue nombrado teniente de la ciudad de Valladolid por renuncia de
Esteban de Gamboa el 17 de octubre de 1709, por lo que tomó posesión dos meses después,
el 17 de diciembre del mismo año.134 La confirmación de los nombramientos de tenientes en
realidad no suponían muchas dificultades, y el duque de Linares señalaba que el
nombramiento ya se había aprobado por su antecesor desde el 30 de octubre, sin embargo
no se había entregado el despacho de confirmación porque, según constaba del expediente,
no se habían pagado los derechos correspondientes, que eran 100 pesos por la gracia para la
obra del real palacio y 8 pesos 2 tomines de derecho de media anata. Por tanto la confirmación
del título de teniente requería de un desembolso de 108 pesos dos tomines más los gastos de
la gestión, los cuáles podían variar considerablemente pues se podía hacer directamente o
bien a través de los agentes de negocios de la ciudad de México.
La confirmación por tanto la obtuvo del virrey Duque de Linares hasta el 12 de
febrero de 1711,135 y Sierra y Tadino continúo ejerciendo dicho empleo hasta el 25 de abril de
1712 en que salió a la ciudad de México para atender negocios personales. Por tanto, la
irregularidad estribaba en que se confirmó un título que por el tiempo que había transcurrido
desde su emisión ya no tenía vigencia. Las regalías o los premios que se les otorgaban a los
ministros, a decir de Amalia Gómez Gómez, era un “hecho fraudulento enmarcado dentro

perfiles sociodemográficos y conflictos de Autoridad, México, El Colegio de México, Centro de Estudios


Históricos, 2006, p. 141- 219.
131 AGI, México, 270 B, Fs. 314-398.
132 Idem.
133 AHMM, Libro 12, F. 119. Libro de actas de cabildo.
134 Ibid. Fs 129-130.
135 Ibid. F. 146v.

106
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

de una serie de usos ilegales”,136 que fueron los que se comenzaron a denunciar con mayor
fuerza a partir de la segunda mitad del siglo XVIII.
La venta de los cargos públicos y los beneficios de empleos, como el de alcalde mayor,
estaban monopolizados por la corona, por tanto los recursos que de ellos se obtenían iban a
parar directamente a las arcas del rey, e incluso las renuncias de los mismos estaban regulados
de tal suerte que siempre había un beneficio económico. El problema con los tenientazgos
consistía en que estos empleos legalmente no podían ser vendidos, y el derecho de la media
anata y la obra del real palacio era las únicas contribución que los tenientes pagaban por la
confirmación de su nombramiento, empleo que ejercían con carácter de honorífico ya que no
gozaban de sueldo y sólo se beneficiaban de los derechos de judicatura que obtenían de las
diligencias que realizaran, y por tanto la percepción que los alcaldes mayores obtenían de los
tenientazgos iba a parar directamente a sus manos. De los informes proporcionados por José
Mariano Villaseca a solicitud del fiscal Posada se desprende que las contribuciones que los
tenientes debían de hacer por la confirmación de sus nombramientos variaban en función del
tipo de provisión y de la categoría de la alcaldía donde fueran a ejercer sus funciones:

“los referidos tenientes bien sean generales o particulares, si las alcaldías son de primera clase
y provistas por el rey pagan por su despacho veinte y cinco pesos, de segunda quince y de
tercera diez; y si son por su excelencia pagan si son de partidos de primera clase, doce pesos
cuatro reales; si de segunda siete pesos cuatro reales y si de tercera cinco. Siendo de advertir
que contribuyen para la fábrica del real palacio, si las alcaldías mayores son para el rey, cien
pesos y por el excelentísimo señor virrey cincuenta, pero generalmente todo teniente que se
despacha paga, a más de lo referido trece pesos seis reales y medios de media anata”.137

El marqués de Cruillas, en 1762, afirmaba que la situación con los alcaldes mayores
estaba cada vez más caótica pues los hombres de mérito tenían que hacer grandes sacrificios
para servir en este reino, y para mostrarlo ponía el ejemplo del teniente coronel don Joseph
Gil de Araujo, provisto alcalde mayor de Jicayan, al cual la Audiencia gobernadora y don
Francisco Cagigal, según consta de la carta de primero de septiembre de 1760, no encontró
quien le quisiese fiar dinero, pagar los empeños que contrajo en España, gastos menudos de
sus despachos, sin quien le quisiese fiar tributos sin un conocido sacrificio de bien, “salió de
aquella capital dejando sin habilitar los despachos a el cuidado de un procurador como lo
hizo; y sabe que puesto en la alcaldía por no perecer vendió tres de los principales tenientazgos
de su jurisdicción que es la parte mayor de ella; porque sobre saberlo extrajudicialmente que
ya está dicho por el marqués de las Amarillas y Cagigal, no son averiguables en lo judicial
estos contratos, se le han presentado los tres nombramientos de tenientes y los ha confirmado
con arto dolor de ver perdido el mérito de este oficial”.138
La respuesta del fiscal fue dada en Madrid en junio 6 de 1762, en la que se le prevenía
al virrey que aunque tuvo noticia extrajudicialmente de la venta de los tres tenientazgos de
Jicayan por Joseph Gil de Araujo “no debió confirmarlos pues así como supo
extrajudicialmente pudo promover la justificación judicial y evitar un acto tan perjudicial y 13678

136 GÓMEZ GÓMEZ, Amalia, La visita de la real hacienda novohispana en el reinado de Felipe V, p. 151.
137 AGI, México, 1412, F. 11. Expediente formado sobre el abuso de beneficiar los alcaldes mayores los
tenientazgos de su jurisdicción, promovido por el señor fiscal de real hacienda Don Ramón de Posada, 16
de marzo de 1784. F 11.
138 AGI, México, 1229, Fs. 5. Detención de los provistos, 6 de junio de 1762.

107
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

prohibido”, por lo que se mandó que se le hiciera saber al virrey la desaprobación de dicha
actitud. Cagigal, al igual que el marqués de las Amarillas, se manifestaba en contra del
beneficio de las alcaldías mayores por todos los perjuicios que se ocasionaban.
En el informe y plan de intendencias (15 de enero de 1768) José de Gálvez y el marqués
de Croix, que tenía como finalidad mejorar el gobierno civil y económico de Nueva España,
tenían bien claro que muchos de los perjuicios y opresiones que caían sobre los indios
provenían de dos azotes: el primero los alcaldes mayores, quienes eran negociantes con usura
y monopolio ejercido a través de los repartimientos; y el segundo azote estaba representado
por sus subordinados los tenientes, por lo que en el punto 11 del plan ponía en evidencia la
forma de operar de las autoridades de las provincias señalando que

“porque todos ellos [los alcaldes mayores] nombran varios tenientes a proporción de los
pueblos sujetos al de la cabecera donde residen, y como estos infelices subalternos pagan a sus
principales por los tenientazgos unas pensiones anuales y excesivas, que algunas llegan a mil
pesos, sufren los pueblos este segundo azote con el dolor y desconsuelo de verse tiranizados
por unos hombres que son regularmente de baja extracción, de ningunas obligaciones y de una
codicia sin límites, llenando de ignominia con sus operaciones el empleo más perjudicial, que
han adaptado el nombre de tenientes generales, porque a sus inmediatos jefes les llama
generales del vulgo, con el motivo de haberles hasta ahora concedido el superior gobierno del
virreinato el vano título de tenientes suyos, a cambio de una contribución que aumentaba en
los alcaldes mayores la vanidad y los empeños”.139

A través de los testimonios generados desde distintas esferas del gobierno se puede
concebir que conforme avanzó el siglo XVIII paulatinamente se fue formando una idea atroz
de los auxiliares de los alcaldes mayores, pues sus acciones y comportamientos se asemejaban
mucho a sus superiores. Por tanto los tenientes, al igual que los alcaldes mayores, según los
ideales de los ideólogos del despotismo ilustrado, debían ser erradicados de la maquinaria
administrativa, pues como se afirmaba en el punto 13 del proyecto de intendencias, uno de
los más grandes males provenía del repartimiento de donde obtenían los mayores ingresos,
pues en el plan los “aniquilaban con repartimientos forzados, negociaciones usurarias y las
más violentas injusticias”.140
El fiscal de Real Hacienda de la Audiencia de México, Ramón de Posada y Soto (1781­
1793), es uno de los personajes que nos parece interesante por la forma en que desempeñó
su empleo, pues no sólo mostró tener un amplio conocimiento de la realidad americana, y de
manera especial de los problemas que se suscitaban en Nueva España, de los malos manejos
y abuso sistemático en la administración de justicia por parte de las autoridades provinciales,
y a la vez mostró una actitud propositiva de poner remedio a los problemas que los visitadores
habían denunciado desde las primeras décadas del siglo XVIII sobre los abusos que se
cometían en la administración de justicia y que eran tolerados por la Audiencia, muestra de
ello fue la actitud omisa a los repartimientos y ante la venta de los tenientazgos.
La acción y críticas al gobierno de las Indias estaba en consonancia con el proyecto
reformista de los borbones, y especialmente de las propuestas que se gestaron desde la
metrópoli con el ascenso de Carlos III al trono y con el proyecto político administrativo que13940

139 AGI, Indiferente General, 1714, Exp. 4, F. 3. NAVARRO GARCÍA, Luis, Las reformas borbónicas en
América, p. 116.
140 NAVARRO GARCÍA, Luis, Las reformas borbónicas en América, p. 117.

108
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

pretendía cambiar la forma de gobierno y terminar de raíz con el conjunto de instituciones


que requerían un replanteamiento porque ya no cumplían con su objetivo, entre las que se
encontraban obviamente las alcaldía mayores y los tenientazgos.141 Por ende no es casualidad
que muchos de los aspectos que en su momento había denunciado José de Gálvez en la visita
que hizo a la Nueva España, dos décadas más tarde el fiscal volvía sobre lo mismo y
demostraba el mal funcionamiento de las alcaldías mayores y corregimientos, así como la
actitud omisa de los ministros de la Audiencia que consentían y permitían que los alcaldes
mayores y corregidores contravinieran las leyes de Indias en materias que eran tan esenciales
y requerían de tanta atención como la toma de posesión, el ausentismo y el nombramiento
los alcaldes mayores y tenientes, con todas las variantes que este último trajo a colación.
La imagen caótica que Posada proyectaba al Consejo de Indias a través de los informes
que constantemente remitía al ministro Gálvez, fortaleció la idea de que el gobierno de las
Indias requería de una cirugía profunda en todos los órdenes, como ya lo habían planteado
Gálvez y Croix en el plan para el establecimiento del régimen de intendencias en la Nueva
España, y eliminar de la estructura de gobierno a los alcaldes mayores y sus tenientes, que
lejos de administrar justicia tiranizaban a la población.142 Las acciones del fiscal Posada
tuvieron eco por la coyuntura política en la cual se encontraba inmerso, pues el arribo de
Posada a la Audiencia de México coincidió con el ascenso de Gálvez (1776- 1787) como
ministro de Indias.143
Dos aspectos resultan trascendentales en función de nuestro objeto de estudio: el
primero la venalidad de las varas de tenientes, y el segundo las irregularidades que se cometían
en el nombramiento de tenientes generales. Otro de los temas que estaba estrechamente
vinculado a la enajenación de los tenientazgos tenía que ver con un problema que por mucho
tiempo trataron de resolver las autoridades metropolitanas y novohispanas, y que era la
retención o prorrogación en la que incurrían los alcaldes mayores por lo que retenían sus
empleos más tiempo del estipulado, pues se afirmaba que las retenían el tiempo que les
“acomoda, pactan con sus antecesores la retención de sus empleos y de las ventas que hacen
de las tenencias ya por pensiones anuales”, incluso el tiempo adicional era utilizado muy
comúnmente para recuperar las deudas por el repartimiento que realizaban en sus
jurisdicciones, y es por eso que las trataban de retener el mayor tiempo posible.144 Esas
irregularidades no sólo afectaban al entrante, sino que en forma de escalada afectaba a los
futuros alcaldes mayores porque el titular ejercía el tiempo completo que comenzaba a correr
desde el día de toma de posesión; es por eso que la propuesta de 1783 de Ramón de Posada
era que se redujera el tiempo que se les otorgaba para que pasaran a sus respectivas
jurisdicciones, pues muchos prorrogaban su estancia en la capital del reino con el pretexto de
buscar fiadores, y la propuesta fue que el tiempo fuera de un mes y no de cuatro para las
alcaldías que estuvieran a 100 leguas de la capital y dos meses para las que se encontraban a
mayor distancias.

141 RODRÍGUEZ GARCÍA, Vicente, El fiscal de Real Hacienda en Nueva España: (Don Ramón de Posada y
Soto, 1781-1793, Oviedo, España, Secretaria de Publicaciones de la Universidad de Oviedo, 1785, p. 70.
142 NAVARRO GARCÍA, Luis, Las Reformas borbónicas, p. 111.
143 BRADING, David, Orbe indiano, p. 509. GAYOL, Víctor, Laberintos de justicia: procuradores, escribanos,
y oficiales de la real audiencia de México (1750-1812), Vol. I, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2007, p.
119-121.
144 AGI, México, 1781.

109
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

El 16 de febrero de 1783 Posada hizo una petición al rey en la que solicitaba que cesara
la venalidad de las varas de tenientes: el fiscal denunciaba que los alcaldes mayores conferían
los tenientazgos a través de pactos torpes, por lo que los beneficiados a cambio de este empleo
les otorgaban pensiones, que no era otra cosa que el pago que se les daba por el cargo. De
este abuso se desprendía precisamente que los tenientes cometieran toda una serie de
injusticias en contra de la población: “De aquí se sigue necesariamente que los tenientes no
solo procuren sacar de sus territorios para mantenerse y utilizarse, sino también para pagar
pensiones tan injustas y tan escandalosas, causando imponderables extorciones a estos fieles
y amados vasallos del rey, cuyos daños crecen en proporción de las sumas que indebidamente
satisfacen”.145
La venta de cargos de este tipo estaba prohibida no sólo por las leyes de Indias sino
también por las castellanas, pues así como en los reinos americanos se denunciaba la venta
de los tenientazgos, en Castilla los corregidores también ocurrieron a esta práctica, y es por
ello que en América como en la península ibérica la venta estaba estrictamente prohibidas, so
pena de privarlos del oficio. En ese sentido una de las peticiones del fiscal Posada era que “se
sirva vuestra alteza mandar que los gobernadores, corregidores, alcaldes mayores y demás
justicias, no pongan tenientes por precio ni por dádiva, que preceda sus nombramientos, o
los siga: entendidos de que volverán lo percibido con otro tanto para la real Cámara de su
Majestad y que se procederá contra los que dan y los que reciben hasta la efectiva imposición
de las demás graves penas que el derecho tiene establecidas”.146 Pero esta pena no sólo se
proponía se aplicara a los alcaldes mayores, sino también en los tenientes que hubieran
incurrido en la adquisición de su empleo por esta vía, por lo que inmediatamente perdería el
tenientazgo.
La venta de los empleos enfrentaba a las autoridades a diversos problemas, ya que al
ser un acto ilegal el traspaso de estos cargos no dejaba huella de los tratos a que llegaban las
partes, los alcaldes mayores conocedores de que contravenían las leyes procuraban que las
negociaciones quedaran entre las partes interesadas. Hubo otro mecanismo que contribuyó a
la concesión de estos cargos y que fue a través del otorgamiento de fianzas, por lo que el
afianzador del alcalde mayor pretendía ocupar ese cargo, o bien éste decidía que persona
ocupaba el tenientazgo en función de sus intereses y relaciones comerciales que establecían.
En los informes de los alcaldes mayores, los cuales se trataron con anterioridad, algunos
alcaldes mayores expresaron que por el otorgamiento de los tenientazgos no habían recibido
pensión ni pago alguno. No obstante, otros manifestaron que a consecuencia de los tratos
que tenían con los afianzadores para poner un teniente que fuera de su agrado éstos habían
cometido muchos excesos y se vieron en la necesidad de cambiarlos. El tiempo adicional por
el que ocupaban los empleos servía para hacer todos los arreglos. 147
El fiscal Posada consideraba que el abuso que cometían los alcaldes mayores tenía que
ser afrontado de manera eficaz para mejorar la administración de justicia, buscar el bien
común y la felicidad de los vasallos, pues afirmó los tenientes se convirtieron en opresores
del pueblo. Otro de los aspectos que estaban muy relacionados con la retención de los
empleos de alcalde mayor fue la ausencia de los alcaldes mayores, los cuales tomaban posesión
de sus empleos y nombraban un teniente general, y los -añadía-servían por sustitutos,

145 AGI, México, 1646, F. 2.


146 Ibid. f 2v.
147 AGI, México, No 660, F. 1.

110
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

mientras que los titulares retornaban a la ciudad que tenían por residencia, como era la ciudad
de México.
El secretario de Indias, José de Gálvez, dispuso que Posada informara sobre la delicada
situación de los alcaldes mayores. Para terminar con los abusos que cometían, y con el
disimulo de la Audiencia, el fiscal mandó publicar un bando compuesto de doce puntos: los
primeros 3 están relacionados con la retención de los empleos de alcaldes mayores; del 4° al
10° trata estrictamente lo relacionado con los tenientes de alcalde mayor;148 en los dos últimos
números se manda que los alcaldes mayores, gobernadores, corregidores y demás justicias
residan en las cabeceras de sus jurisdicciones, y finalmente se ordenaba la publicación del
bando y su obedecimiento. En el bando se establecía que no se pusieran “tenientes generales
ni tenientes particulares comisionados con nombre de jueces a prevención, cabos de justicia,
ni con otro alguno por precio ni por dádiva”, pues en caso de que lo hicieran perderían el
empleo y lo que hubieran pagado por el mismo. En el punto 5° se establecía que

“Declaro que los nombrados en tenientazgos y cargos de justicia por contribución pierden ésta
con otro tanto para dicha Real Cámara y que además serán privados sin indulgencia ni remisión
de sus oficios en cualquiera tiempo y circunstancia que se descubriere y probare, y que bastaran
las pruebas privilegiadas por ser así conforme a las Leyes y al odio con que miran estas baraterías
injustas de que se recompensaban los tenientes por medios reprobados.”149

El punto séptimo también estaba muy relacionado con el aspecto anterior

“También declaro libres a los actuales tenientes generales o particulares, jueces de comisión y
demás, de cualquier pensiones que hayan ofrecido a los Gobernadores, Corregidores, Alcaldes
mayores respectivos, y advierto a todos administren en Justicia fielmente con imparcialidad y
con desinterés, arreglándose a los Aranceles en la percepción de sus derechos.”

Debido a que la figura de los tenientes generales no estaba en las leyes de Indias, el
fiscal Posada estaba en contra de que se hiciera dicho nombramiento, como lo veremos más
adelante, por lo que en el 9° punto establecía que no se nombraran tenientes particulares, y
sólo se permitieran los tenientes particulares en los lugares más distantes y donde por
costumbre se nombraren. Otro de los temas que abordaba era que no se permitiera que los
que se nombraban de tenientes tuvieran propiedades y sementeras en los lugares donde
ejercían el empleo. Con la intención de reforzar su postura en el punto 10 establecía que en
el momento en que se publicara el bando los tenientes generales, al igual que aquellos que
administraban justicia en los mismos lugares donde tenían sus sementeras y propiedades,
quedaban privados de continuar con la administración de justicia.
A pesar de la importancia del bando este no se publicó como el fiscal Posada hubiera
deseado pues su difusión fue detenida para que previamente fuera examinado por la
Audiencia. 150 Evidentemente el grueso de las propuestas del fiscal de la Audiencia incidían
directamente en los tenientes de alcalde mayor, por ende estaban encaminadas a regular su148950

148 AGI, México, 1781, Fs. 1-9. Remediar el abuso que cometen los alcaldes mayores. 1783.
149 Idem
150 AGI, México, 1410, No 660, Fs. 9. AGI, México, 1412, Fs. 21. Expediente formado sobre el abuso de
beneficiar los alcaldes mayores los tenientazgos de su jurisdicción, promovido por el señor fiscal de real
hacienda Don Ramón de Posada. Bando de 21 de abril de 1784.

111
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

nombramiento, con lo que se suponía evitarían las vejaciones, opresiones y excesos que éstos
cometían en la administración de justicia al obtener el empleo por medio de la compra de las
varas de tenientes y de los tratos que hacían con los fiadores de los alcaldes mayores.151 A
pesar de la importancia de este bando que pretendía ser el remedio a toda una serie de abusos
y excesos que se cometían en el gobierno provincial, éste quedó como uno más de los tantos
proyectos emanados durante el siglo XVIII. Producto de los constantes informes que el fiscal
Posada envío al ministro de Indias José de Gálvez durante los años de 1783 y 1784 fue la Real
Provisión de 17 de agosto de 1784, promulgada por la Audiencia, en la que se mandaba que
“los gobernadores, alcaldes mayores y demás justicias no puedan poner teniente por precio
ni dádiva antecedente o subsecuente”, por lo que se advertía que perdería el empleo el que lo
otorgaba y el que lo recibía, así como la cantidad que hubiese concedido y otro tanto para la
real cámara.152
El otro medio común por el cual se otorgaban los tenientazgos fue a través de los
habilitadores y fianzas, ya que éstos determinaban quiénes podían ocupar dichos cargos; la
historiografía que ha analizado los repartimientos señala que regularmente los habilitadores
nombraban a sus cajeros, los cuales servían como un efectivo elemento para el repartimiento
de mercancía y el cobro de las mismas. El informe que proporcionó José Mariano Villaseca
como parte de la revisión de algunos juicios de residencia, de donde se desprende que los
beneficios de las prácticas ilegales que realizaban los alcaldes mayores tenían una doble
dirección, ya que no sólo los alcaldes mayores recibían contribuciones económica por los
tenientazgos sino que también algunos tenientes obtenían considerables beneficios,
especialmente aquellos que ejercían sus empleos en las jurisdicciones “de la grana”, pues “es
cierto que en muchas alcaldías de ordinario, pagan pensión a los alcaldes mayores los sujetos
que pretenden ser tenientes (aunque se ignora cuál sea) pero no en todas, porque por ejemplo
en Xicayan y Teutila que regularmente los tenientes son unos cajeros, o administradores de
los intereses de los alcaldes mayores, les satisfacen éstos unos competentes salarios”.153
En 1759 el alcalde mayor de Mestitlan de la Sierra, Luis de Aguilar Ponce de León,
indicaba que al tomar posesión de su empleo nombró por teniente general para sus ausencias
y enfermedades a Don Joaquín Enrique del Castillo, por haberlo acordado en la ciudad de
México con motivo de que fue su fiador en la habilitación que se le hizo; sin embargo el
alcalde mayor afirmaba que había detenido la confirmación de este teniente porque a los
pocos días que tomó posesión de su cargo “manifestó su desarreglado proceder en las tiranías
que obraba contra los indios”.154 Esta forma de transferir los tenientazgos es un indicio de las
diversas formas en que se transferían los tenientazgos en los reinos americanos, en esta
ocasión el fiador pretendía ejercer el empleo de forma directa y no por medio de un
dependiente, que era la forma más común de operar.
La venalidad de las varas de tenientes fue producto por un lado de la tradicional
concepción que se tenía del binomio oficio beneficio, pero también de la gran necesidad

151 RODRÍGUEZ GARCÍA, Vicente, El fiscal de Real Hacienda en Nueva España, pp. 181-184.
152 VENTURA BELEÑA, Eusebio, Recopilación sumaria, T. I, México, Universidad Nacional Autónoma de
México, 1981, p. 197.
153 AGI, México, 1412, F. 11. Expediente formado sobre el abuso de beneficiar los alcaldes mayores los
tenientazgos de su jurisdicción, promovido por el señor fiscal de real hacienda Ramón de Posada, 16 de
marzo de 1784.
154 AGN, Alcalde mayores, Vol. 10, Exp 48, Fs 292- 296. Mestitlan de la Sierra, 1759.

112
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

económica a la que se enfrentaban los provistos para ocupar las alcaldías mayores, pues ante
la carencia de un salario fijo utilizaban todos los medios y recursos a su disposición para
obtener en corto tiempo los mayores beneficios y recuperar lo invertido en el empleo.
Además del peso cultural que por sí sólo tenía el arraigo del beneficio del oficio público, el
problema de fondo estriba en la falta de salarios pues desde 1718 se les suspendió el pago.155
Francisco de Seijas y Lobera calculaba que en Nueva España se gastaba del real erario 320
000 pesos por los 108 gobernadores, corregidores y alcaldes mayores anualmente. Tal y como
lo planteaba, dicho gasto era inútil pues afirmaba que a la corona no obtenía “utilidad ninguna
al real servicio ni al gobierno de aquellas provincias los dichos gobernadores, alcaldes mayores
y corregidores, ni de todos sus tenientes, es excusado el sueldo que cada año gasta su
magestad, en todos ellos porque el de muchos es muy corto, por cuanto hay algunos que no
gozan cada año más que 300 y 400 y mucho menos y otros es demasiado 4 000 y 5 000 pesos
porque en todo no hay orden”.156
En 1796, cuando se le exigió al alcalde mayor de Tehuantepec que declara lo que
adeudaba por derechos de media anata, expresaba “que debía 100 pesos de emolumentos y
como tercera parte de mitad de 600 de sueldo imaginario”,157 pues aunque en los títulos se
decía que se les otorgaría un salario anual eso no ocurría. Como consecuencia de la carencia
de ingresos fijos se propició el mal manejo de los tributos, los derechos de judicaturas, las
multas, las ventas de los tenientazgos y el repartimiento, que se convirtieron en el principal
sustento de las autoridades provinciales.158

2.5 Salarios de los corregidores y alcaldes mayores

El salario de los alcaldes mayores se convirtió en el mayor problema pues a pesar de las buenas
intenciones de las autoridades metropolitanas por dotar a los alcaldes mayores de un sueldo
fijo, este no tuvo éxito ya que a finales del siglo XVIII se volvió a establecer que parte de los
ingresos de los nuevos funcionarios, los subdelegados, se tomaran del ramo de tributos, por
lo que percibirían como premio por la recaudación de tributos el 6%. En una de las primeras
relaciones de salarios de corregidores y tenientes que data de 1545, en la que se expresa el
salario que gozaban ambas autoridades, claramente se puede observar que las contribuciones
de los corregidores eran bajas. La relación está compuesta de 143 corregidores y 47 tenientes:
el corregidor que tenía el salario más alto era de 350 pesos, ya que había uno que llegaba a
400 junto con el de alguacil, por lo que no podemos determinar cuánto le correspondía a
cada uno; el salario más bajo fue de 100 pesos. De igual manera la percepción más baja de los
tenientes fue de 100 pesos, y la más alta alcanzó los 150 pesos.159 A través de otras dos

155 GAYOL, Víctor, "Retribución en los sueldos de la Nueva España. Acercamiento preliminar al estudio de
los derechos de judicatura", en De Reinos y Subdelegaciones. Nuevos Escenarios para un nuevo orden,
Zamora, El Colegio de Michoacán, 2014, p. 49- 72.
156 DE SEIJAS Y LOBERA, Francisco, Gobierno militar y político de la Nueva España, (1702), México, UNAM,
1986, p. 267.
157 AGN, Media anata, Vol. 99, Exp. 12, F. 335.
158 BRADING, D., Mineros y comerciantes, p. 79. HAMNETT, Brian, Política y comercio, p. 24-26.
159 AGI, México, 91, Fs. 7. Relación de salarios que están señalados a corregidores y tenientes de la Nueva
España, 1545.

113
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

relaciones de estos empleos, una de 1573 y otra de 1628, ésta última elaborada por León
Pinelo, claramente se puede observar que no hubo cambios en los salarios.160
En la Audiencia de Guadalajara las condiciones económicas de quienes ejercían estos
cargos no eran muy diferentes, ya que en una ordenanza de 1612, en la que se mandaba que
en los pueblos mayores no se pusieran tenientes y que sólo se dejara aquellos que fueran
necesarios, se hacía relación de los pueblos que contaban con tenientes y alcaldes mayores
como Tonalá, Analco, San Pedro, Poncitlan, Haramulco, Contiguapa y Nochistlan, en los
cuales directamente se expresa que los tenientes que se nombran no eran necesarios para la
administración de justicia; en dicho documento la Audiencia hacía relación de los salarios que
se les paga a los corregidores y tenientes, de lo cual se desprende que la diferencia entre uno
y otro era poca, incluso se llegó a presentar un caso en el que el teniente de Poncitlan percibía
150 pesos, treinta pesos más que el corregidor de Tonalá que tenía de salario 120 pesos,
mientras que los otros cinco tenientes tenían un ingreso anual de 100 pesos.161
Lo interesante de esta lista de salarios de 1545 no sólo es el conocer cuánto percibían
por los empleos, sino que muestra cómo la dotación de los salarios desde un inicio representó
un gran problema para la corona, pues como bien señalan varios autores los tributos fueron
por excelencia uno de los ramos de donde se obtuvieron los ingresos de los empleados
provinciales,162 sin embargo desde ese fecha se hacía una relación de las provincias y
corregimientos en los cuales el monto de los tributos eran insuficientes para cubrir la nómina
de los corregidores: de la provincia de Colima 21 corregimientos se encontraban en esa
situación; de la provincia de Oaxaca (Zapotecas) 19 corregimientos; de la provincia de
Zacatula 11 corregimientos, y de la provincia de Pánuco 11 corregimientos.163
El sueldo de los alcaldes mayores y corregidores siempre ha sido un tema ampliamente
discutido, pues a pesar de que en los títulos de estos ministros se especificaba un salario anual,
en la práctica esta asignación estaba lejos de ser una realidad, incluso conforme avanzaron los
siglos las formas de dotar a las autoridades locales de un salario fueron cambiando. José
Miranda afirma que hasta principios del siglo XVII los corregidores tuvieron un sueldo fijo,
a lo que se le incrementaba una contribución por la recaudación de tributos y lo
correspondiente a las penas pecuniarias, ingresos que les resultaban precarios, por lo que una
importante parte de estos funcionarios se dedicaron al repartimiento de mercancía, actividad
que les dejaba ganancias considerables, las cuales oscilaban entre 500 000 y 600 000 pesos.164
Varios autores incluso han llegado a afirmar que la suspensión del pago de salarios de los
alcaldes mayores respondió a la falta de recursos de la corona, pero principalmente fue
producto del repartimiento ya que de la actividad comercial obtenían enormes ganancias.
Por real cédula de 14 de enero de 1767 el rey solicitó a la Audiencia de México que
informara las razones por las cuales se les dejó de satisfacer los salarios a los alcaldes mayores
y corregidores, y que así mismo notificara si había alguno al que se le pagasen dichos salarios.

160 AGN, Indiferente virreinal, 1573, Caja 5467, Exp. 4, Fs. 14. BERTHE, Jean Pierre y CALVO, Thomas,
Administración e imperio, p. 317-326.
161 AGI, Guadalajara 8, r5 No, 26, fs. 2.
162 RUIZ MEDRANO, Ethelia, Gobierno y sociedad en Nueva España, Zamora, Gobierno del Estado de
Michoacán, El Colegio de Michoacán, 1991, p. 144.
163 AGI, México, 91, Fs. 6-7. Relación de salarios que están señalados a corregidores y tenientes de la Nueva
España, 1545.
164 MIRANDA, José, Las ideas y las instituciones, p. 192.

114
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

Un año después, el 18 de junio de 1768, el marqués de Croix indicaba que habiendo


averiguado el origen de por qué cesó el pago a los alcaldes mayores no encontró razón alguna
ni real cédula en la que se mandara tal disposición, y sólo halló que en 1717 se pagaron algunos
de estos salarios. Así mismo el virrey informaba que sólo desde entonces se le había pagado
al de Tabasco 412 pesos y al corregidor de Zacatecas mil seiscientos cincuenta y cinco pesos
seis reales al año. Por el contrario, sin excepción, todos tenían la obligación de pagar el
derecho de la media anata, esto- como afirmaba el marqués de Croix la falta de un sueldo-
ponía en peligro la administración de justicia ya que les estaba prohibido “el comercio, o
repartimiento y todas aquellas industrias con que a la sombra de la autoridad pudieran
perjudicar al público, quedando precisamente atenidos a los derechos de la judicatura, con lo
que era casi imposible se mantuviesen y mucho menos en los pueblos que son solo de indios,
si cumplen las leyes que prohíben se les lleven costas, respecto de su m iseria...”.165
Víctor Gayol en un trabajo reciente demostró como una de las principales
percepciones de los justicias provinciales provenían justamente de los derechos de judicatura
que llegaban a representar el 60% del total del ingreso de los alcaldes mayores, corregidores,
subdelegados y sus tenientes.166
En 1771 por real cédula se volvió sobre el mismo tema y el rey solicitó al virrey
Bucareli que informara sobre las razones que hubo para que se suspendiera el pago de salarios
a los alcaldes mayores y corregidores de Nueva España, sin embargo aparentemente no se
encontró la real cédula en la que se ordenó la suspensión de los salarios de los alcaldes
mayores. Pedro Toral Valdés, Juan Antonio Gutiérrez de Herrera y Fernando Mejía indicaban
que en la indagación que habían realizado sobre la suspensión de los salarios de los alcaldes
en la contaduría de real hacienda sólo se había encontrado que “el año de mil seiscientos
cuatro se empezaron a pagar dichos salarios de los corregidores y alcaldes mayores y se les
continuó hasta el de mil setecientos diez y ocho del producto de los tributos de las respectivas
jurisdicciones en que sirvieron sus oficios”.167
La carencia de salarios fue lo que llevó a que en 1771 en el ducado de Atrixco se
promoviera que cesara el derecho de la media anata pues se consideraba “ser contra toda
razón y justicia que se cobre la media anata de sueldos que no se pagan”, por lo que desde
1781 se favoreció a los alcaldes del ducado de Atlixco y marquesado para que no se les exigiera
dicha contribución que consideraban injusta.168 Pero este perjuicio también lo padecían los
alcaldes mayores de la jurisdicción de la Audiencia de México.
La constante denuncia desde el primer conde de Revillagigedo (1746-1755) hasta
Hipólito de Villaroel (1784)169 dejaron en evidencia que los alcaldes mayores tenían muy bajos
salarios o carecían de ellos, por lo que la mayor parte se dedicaban a actividades ilícitas
enajenando la justicia y al comercio. El primer conde de Revillagigedo sostenía que “los
alcaldes mayores por lo general son pobres y carecen de fomento a excepción de los que

165 AGN, Alcaldes mayores, Fs. 229-230.


166 GAYOL, Víctor, "Retribución en los sueldos de la Nueva España. Acercamiento preliminar al estudio de
los derechos de judicatura", en De Reinos y Subdelegaciones. Nuevos Escenarios para un nuevo orden,
Zamora, El Colegio de Michoacán, 2014, p. 49- 72.
167 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 3, F. 277, 9 de enero de 1772.
168 AGI, México, 1742, F. 24.
169 VILLAROEL, Hipólito, Enfermedades políticas, México, Consejo Nacional, para la Cultura y las Artes,
1994, p. 81.

115
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

sirven pocas alcaldías en que se coge la grana que suele no faltarle aviador. A la pobreza se
junta que no se les paga salario, y no tienen emolumentos lícitos, capaces de mantenerlos, ni
aun de reportar en muchos partidos los costos de los despachos; y así, les obliga la necesidad
a entablar si pueden algún c o m e r c io .”.170 Muchas voces se escucharon denunciando la
precaria situación de las autoridades provinciales, sobre todo porque se consideraba que ésta
era la puerta de entrada a toda una serie de arbitrariedades que difícilmente se contendrían
mientras no se satisficieran estos empleos con un salario digno. En cambio los alcaldes
mayores muchas veces afirmaban que aunque estaban facultados para poner teniente en su
jurisdicción, no lo ponían por los cortos emolumentos que se percibían, pues si bien es cierto
que este tipo de declaraciones siempre deben tomarse con pinzas, ya que regularmente existió
la tendencia de ocultar la información.
Determinar a cuánto llegaban los ingresos de los alcalde mayores es todavía un tema
difícil de resolver, pues si bien en estudios como el que realizó Víctor Gayol, donde muestra
que de cada diligencia que realizaban los alcaldes mayores obtenían ingresos ya fuera por una
simple firma, escritos y por las distancias caminadas, entre otros. Los derechos de judicatura
representaron un importante ingreso para los alcaldes, lo cual también dependió mucho del
tipo de población que habitaba en la jurisdicción, y de la capacidad que estos tenían de
promover diligencias y de acudir ante la justicia para dirimir las diferencias entre partes y del
tipo de asuntos que se trataran, pues no hay que olvidar que se había prohibido que a los
indígenas se les llevaran derechos. Pero aún en esas condiciones las percepciones por
derechos de judicatura eran muy variables ya que se podían obtener muy buenos ingreso o
muy bajos. Para ejemplificar estos contrastes pongamos el ejemplo de las tasaciones de dos
inventarios de bienes de difuntos de la alcaldía mayor de Michoacán. En 1780 se procedió a
hacer el inventario de bienes de José Arrollo, vecino de San Francisco Angamacutiro, en el
cual el corregidor Juan Sevillano obtuvo por derechos de judicatura 198 pesos 6 y medio
reales,171 lo que representó casi el 50% del total de las costas que se pagaron por toda la
diligencia, que fue de 410 pesos 2 y medio reales, sin duda el corregidor fue el que obtuvo la
mayor percepción. En cambio en 1782 se realizó el inventario de bienes que quedaron por
fallecimiento de María Gertrudis Serrato, vecina de Tacámbaro, al corregidor Policarpo
Crisóstomo Dávila sólo se le pagó por lo correspondiente a sus firmas 8 pesos cuatro reales.
El teniente de corregidor Vicente Ferrer de Herrera fue el que llevó toda la diligencia, por lo
que obtuvo por su participación en los diferentes momentos 18 pesos un real, las costas
totales de la diligencia fueron de 66 pesos 2 reales.172
En alcaldías mayores como la de Valladolid se trataban de forma constante diversos
asuntos con lo que se generaban ingresos para los alcaldes mayores, tenientes, escribanos y
asesores. Sin embargo había alcaldías en las que las autoridades denunciaban la poca
percepción que obtenían: Por ejemplo, en la jurisdicción de San Luis Potosí los alcaldes
comenzaron a denunciar las decadencia del lugar y las dificultades en que se encontraban los
alcaldes para satisfacer sus necesidades, incluso Andrés de Urbina y su sucesor Fernando
Rubín de Zelis y Pariente coincidían en que la formación de milicias afectaba los ingresos que
podían obtener por el goce del fuero militar. Rubín de Zelis señalaba que al llegar a su destino
había sido informado por vecinos de confianza

170 TORRE VILLAR, Ernesto de la, Instrucción y memorias de los virreyes, p. 805.
171 AHMM, Justica, Valladolid, Caja 138, Exp. 3, noviembre 29 de 1780,
172 AHMM, justicia, Valladolid, Caja 140, Exp 8, Fs. 57, junio primero de 1782,

116
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

“de no poder mantenerse en él, aun con la mayor economía, por hallarse el alcalde mayor sin
otros emolumentos que los que produce la Administración de Justicia en juicios civiles y
ordinarios, que hoy en el día son limitadísimos, respecto a el justo establecimiento de milicias
cuyos individuos (que componen la mayor parte de los habitantes de aquel país) por vuestra
real ordenanza quedo sujetos a el coronel, en cuya atención y en la de no tener el alcalde mayor
repartimiento alguno que hacer, ni sueldo; hallarse las minas bastante atrasadas, y por todas
estas razones no hallan quién les fie y habilite, para poder transferirse al mencionado
destino.”.173

Algunos alcaldes mayores después de transcurrido un tiempo en la alcaldía mayor y


de conocer la dinámica de la jurisdicción, y al no tener ingresos suficientes, solicitaban su
cambio, como lo promovió Juan José Carrillo Vertiz, alcalde mayor de Jiquilpan, tres años
después de su toma de posesión solicitó ante el virrey que se le removiera de la jurisdicción
pues consideraba que estaba en la más infeliz de las alcaldías mayores ya que

“los emolumentos son ningunos; juzgado no lo hay pues se pasan los tres y cuatro meses sin
que vea una presentación de un escrito; la distancia de ella a esta corte es tan considerable que
pasa de cien leguas y con esto para hacer el entero de los tercios de tributos se me originan
anualmente crecidos costos, poniendo de mi bolsillo para completar el tributo de vagos, (por)
lo menos doscientos pesos en cada un año, que junto todo con lo que pago a los asesores para
los seguimientos de causas de oficio, amanuense y remisiones de reos no me baja anualmente
de setecientos pesos el costo de todo, sin contar con la paga de la c a s a .”.174

Evidentemente la preocupación del alcalde mayor era que más que obtener ganancias
del empleo que ejercía anualmente tenía que invertir para satisfacer las necesidades del oficio,
por lo que cada día veía más mermados los recursos que había traído consigo y corría el riesgo
de perecer con su familia. En una circunstancia idónea se estaría pensando en la merma de
los recursos propios, pero en el caso contrario de carecer de todo medio se estaría en el
contexto idóneo para comprometer la administración de justicia. Estas solicitudes se hacían
con la esperanza de cambiarse a otro destino que prometiera mejores beneficios, sin embargo
muchas veces la respuesta no era la esperada, como la que obtuvo Juan José Carrillo Vertiz,
al que simplemente se le contestó que no había jurisdicción vacante, por lo que debía
continuar cumpliendo con sus obligaciones en dicha alcaldía.

2.6 El abuso en el nombramiento de los tenientes de alcalde mayor

Retomando los planteamientos del fiscal Posada, en los años de 1783-1784 hizo una
representación ante el rey con cuatro testimonios, con los cuales pretendía demostrar la forma
en que los alcaldes mayores nombraban tenientes generales contraviniendo las leyes de Indias
en tres aspectos centrales: 1) eran naturales del lugar, 2) eran miembros del cuerpo de cabildo
y 3) suponía que tenían bienes y relaciones de parentesco en los distritos donde ejercían sus
empleos; con esto se demostraba como había una constante transgresión a la Ley 7, Libro 4,

173 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 1, Exp. 282, Fs. 403v- 404. El provisto para la alcaldía mayor de San Luis
Potosí informa de las dificultades de encontrar quien lo habilite para pasar a su destino. México mayo 2
de 1770.
174 AGN, Alcaldes mayores, 1782 Vol. 8, Exp 20, Fs. 35-38.

117
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Título 8175 y a la Ley 45, Título 2,176 Libro 5 de la Recopilaáón de Indias; y finalmente el cuarto
aspecto que se desprende es la contravención en el nombramiento de tenientes generales en
calidad de “tenientes absolutos”. Lo que en realidad pretendía el fiscal era que se respetaran
las leyes que prohibían que los tenientes de alcalde mayor y de corregidor fueran naturales y
hacendados de los distritos donde ejercerían sus empleos, pues estaba claro que éste era un
fuerte inconveniente para la causa pública y la buena administración de justicia.
Los cuatro testimonios que presentó el fiscal Posadas sobre la forma en que se
realizaban los nombramientos de tenientes generales de alcalde mayor tenían como objetivo
evidenciar las contravenciones que cometían los alcaldes mayores en el ejercicio de sus
funciones, pues si bien los ejemplos que muestra corresponden a los años de 1782 a 1783,
esta misma situación ya se venía sorteando pues aquellas ciudades que contaban con
ayuntamientos, y como lo señalaba en páginas anteriores, los alcaldes ordinarios eran los que
ejercían el empleo de teniente de alcalde mayor, e incluso esta práctica ya estaba muy
extendida desde el siglo XVI. José Miguel Romero de Solís en su estudio sobre los
tenientazgos de la villa de Colima demostró cómo éstos formaban parte del cuerpo del
cabildo, condición que suponía la existencia de interés en el lugar, por lo que de igual manera
eran considerados como vecinos del lugar.177 En los informes de 1759 el Br. de la ciudad de
Guanajuato, Joseph Joachin Carillo, informaba que el alcalde mayor, Fernandino Antonio de
Nava, nombraba en sus ausencias y enfermedades de teniente general al alférez real Francisco
de Ochoa.178
En ciudades y villas como México, Guanajuato, Celaya, León, Villa de Oaxaca,
Querétaro, Colima, Valladolid, Pátzcuaro y Zamora, entre muchas más que contaban con su
cuerpo de regimiento, lo atípico sería que los miembros de este cuerpo colegiado no fueran
los tenientes. Incluso por las condiciones en las que ejercían sus empleos no gozaban de una
remuneración, por lo que el único ingreso lícito que tenían eran los derechos de judicatura
que cobraban, y esta circunstancia propició que a pesar de las constantes reconvenciones para
que los tenientes no fueran naturales del lugar donde ejercían su empleo, ésta condición no
se respetó pues no encontraban sujetos que estuvieran dispuestas a abandonar su ciudad de
residencia para ejercer el empleo de teniente en pueblos alejados muchas veces de la cabecera
de la alcaldía.
En los informes de los alcaldes mayores de 1759 claramente se manifiesta cómo se
tenían que nombrar a los vecinos del lugar para que recaudaran tributos y administraran
justicia, pues muchos se reusaban a ejercer dicho empleo por las nulas utilidades que les
proporcionaba el cargo. Por tanto, quienes ejercían los empleos de tenientes casi todos eran
vecinos del lugar, comerciantes, hacendados y mineros; es más, obligatoriamente debían de
contar con ingresos para su sustento y el de su familia. El alcalde mayor de Izatlán decía que
su teniente general “era un hombre de reconocido linaje y que se había mantenido en el
empleo con varios alcaldes-además añadía que- por la pobreza que en esta jurisdicción se

175 En esta ley se mandaba que no se admitiera que los tenientes de corregidor que se nombraban en las
ciudades grandes no fueran naturales ni hacendados.
176 En ella se prohibía que los gobernadores y corregidores no nombraran parientes suyos en cuarto grado
para que ejercieran empleos como subordinados en la provincia donde ejercían sus empleos.
177 ROMERO DE SOLÍS, José Miguel, Tenientes de alcalde mayor, p. 22.
178 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 10, Exp. 31, Fs. 227.

118
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

padece no son confirmados ahora ni nunca”.179 Varios alcaldes llegaron a manifestar que no
les exigían que solicitaran la confirmación ante el superior gobierno porque no estaban
dispuestos a pagar los derechos de media anata.
En la ciudad de Valladolid durante el siglo XVII fue común observar que muchos de
los tenientes que nombraban los alcaldes mayores no siempre fueron integrantes del cabildo
pero sí vecinos de la ciudad, por lo que muchos de ellos eran comerciantes y hacendados con
importantes intereses en la región. Sin embargo en determinados momentos los virreyes
intentaron contener la libertad y las nulas restricciones con las que se nombraban a los
tenientes. En 1724 el virrey Casa fuerte depuso al Licenciado Alonso Arias Maldonado del
empleo de teniente, el nombramiento se lo había otorgado el alcalde mayor Juan Gerónimo
de Toloza y confirmado por Baltazar de Zúñiga y Guzmán Sotomayor y Mendoza, marqués
de Valero, el 28 de noviembre de 1719,180 y tomó posesión del empleo de teniente de alcalde
mayor desde el siete de diciembre del mismo año, empleo que ejerció de manera
ininterrumpida hasta el 17 de noviembre de 1724, en que el alcalde mayor Juan Bautista
Guturbay le notificó al licenciado Arias Maldonado que cesara en el ejercicio de teniente de
la ciudad de Valladolid;181 el virrey Casa fuerte justificaba la decisión que había tomado
argumentando que por “ser nativo y tener mucha parentela en ella [en ciudad de Valladolid]”
dicho empleo lo había ejercido de forma continua desde el siete de diciembre de 1719.182
Los primeros seis meses de 1725, ante la falta de teniente de alcalde, las sesiones del
cabildo fueron presididas por el alcalde ordinario de primer voto, de igual manera
aprovecharon la circunstancia para solicitarle al alcalde mayor don Juan Bautista de Guturbay
que el nombramiento de teniente recayera en el alcalde ordinario de primer voto, pues
argumentaban que en tiempos pasados la costumbre era que dicho empleo lo ejerciera el
alcalde ordinario en turno.183 La respuesta del alcalde mayor no se hizo esperar, por lo que
con la venia del mismo virrey accedió a las peticiones del regimiento y otorgó un
nombramiento inusual para ese momento, pues en él no contenía el nombre del sujeto al que
le otorgaba facultades para que administrara justicia y representara los intereses del rey, sino
que dejó el nombramiento abierto para que durante el tiempo de su gobierno los alcaldes
ordinarios de turno ocuparan empleo de teniente de alcalde y señalaba se

“han de poder usar y ejercer el dicho alcalde ordinario de primer voto que de presente lo es y
los que en adelante lo fueren y ruego y encargo al ilustre cabildo de esta ciudad lo hayan y
tengan por tal mi teniente tanto al que ahora es como a los que le sucedieren y lo fueren de
primer voto y le hagan guardar todo los honores, excepciones y privilegios de tal teniente [...]
y este nombramiento sirva para el que por turno entrare en el turno de primer voto sin que
sea necesario otro nuevo nombramiento”.184

A partir de ese nombramiento la tendencia giró hacia el control que tendría el cabildo
para que ningún agente externo presidiera las sesiones de cabildo, y desde el 15 de junio de17980234

179 AGN, alcaldes mayores, Vol 10, Exp. 41, Fs. 266.
180 AHMM, Libro 15, "Libro de cabildo de esta ciudad Valladolid que inicia el primero de enero de 1719 -
1734, Fs. 171v.
181 Ibid. Fs. 348v, 1724,
182 Ibid. Fs. 170v- 171.
183 Ibid. Fs. 348
184 Ibid. Fs. 349

119
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

1725 tomó posesión del empleo de teniente el capitán don Antonio de Berrospe, regidor y
alcalde ordinario de primer voto.185 Desde ese año el primero de enero, con la elección de los
alcaldes ordinarios, automáticamente quedaba electo el nuevo teniente de alcalde mayor. La
dinámica que se había generado permitió que anualmente se nombrara un teniente de alcalde
sin necesidad de que el alcalde mayor otorgara un nuevo nombramiento, lo que propició de
cierta manera una especie de autonomía en el cabildo, aspecto que lógicamente aplaudían y
que por varios años los mantuvo cómodos ya que siempre buscaron la forma de proteger los
intereses locales frente a los del rey, pues la provisión virreinal del alcalde mayor Bartolomé
Blanco sólo fue por un año, por lo que en ese sentido no hubo cambio alguno; sin embargo,
con el arribo del nuevo alcalde mayor don Fermín de Garagorri, el cual tomó posesión el 13
de febrero de 1730 en la ciudad de Pátzcuaro, mientras que en la ciudad de Valladolid lo hizo
un mes después, el 14 de abril de 1730, se volvió a dar un cambio importante en la designación
de los tenientes, pues a partir de ese momento el alcalde fue quién decidió quién lo
representaría en el cabildo.186
Las observaciones del fiscal no sólo se reducían a las cuatro ciudades que señalaba, ya
que esta misma circunstancia se daba en cada una de las ciudades que contaban con
ayuntamientos, pues como ya lo habíamos señalado con anterioridad tal parece que al
nombrar al alcalde ordinario de primer voto, y en su defecto al de segundo voto, fue una
forma de evitar los conflictos con este cuerpo colegiado. En alcaldías mayores como la de
Valladolid, Oaxaca y Colima, entre otras, los comerciantes eran quienes se aprovechaban de
estos cargos, mientras que en los centros mineros como Zimapán, Jerez y Guanajuato, entre
otros, que tenía bajo su jurisdicción el real de minas de Bolaños (1749), se denunciaba que los
tenientes que nombraba este alcalde mayor regularmente recaían en parientes y conocidos del
presidente de la Audiencia de Guadalajara, por lo que el fin al que aspiraban era el usar este
empleo para enriquecerse a través de las extorciones y vejaciones que pudieran cometer en
contra del sector económico más activo y de mayor importancia en la jurisdicción los
mineros.187
En el informe que Francisco de Güemes y Horcasitas, el primer conde de Revillagigedo
(1746 - 1755) dejó a su sucesor el marqués de las Amarillas sobre el Real de Minas de Bolaños,
afirmaba que el alcalde de la Villa de Jerez era el que nombraba a los tenientes cada año con
la aprobación del presidente de la Audiencia de Guadalajara, por lo que anualmente se
cambiaba de teniente-a lo que aseveraba- “era bastante tiempo para que enriqueciese, y viniese
otro, que en sustancia comprase el oficio”.188 En este informe el conde de Revillagigedo dejó
en evidencia la realidad por la que pasaba la administración de justicia.

185 Antonio Berrospe, Martín Berrospe y Miguel de Peredo obtuvieron el título de regidor en 225 pesos en
la subasta que se realizó en 1723, y su título fue confirmado en el Buen Retiro el 13 de marzo de 1723.
AHMM, Libro 15,1719- 1734, Fs. 308, 312 y 316.Libro de cabildo de esta ciudad Valladolid que inicia el
primero de enero de 1719.
186 Ibid. Fs. 461.
187 BOHURAS, Asmaa, "La administración virreinal y el comercio en la Nueva España (1740-1765)", p. 126,
129
188 TORRE VILLAR, Ernesto de la, Instrucciones y memorias de los virreyes, p. 863.

120
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

Cuadro VIII: Nombramiento de tenientes generales

P ro v in c ia A lc a ld e m a y o r T e n ie n te g e n era l O rig e n N o m b ra m ie n to
Villa de Valles Corregidor Juan Renuncia: don Juan
Vicente de Rojas Campuzano
capitán a Guerra
Villa de Valles Corregidor Juan Don Manuel Español de los México, octubre 5 de
Vicente de Rojas Güemes vecino de reinos de 1783
capitán a Guerra Coscatlan Castilla
Guanajuato don Manuel del Sello Lic. Felipe Español noble; México, Agosto 4 de
y Zomosa Fernández de Natural de 1783.
Riaño, regidor Guanajuato
capitular de cabildo
de Guanajuato
Villa de San Don Nicolás Don Ignacio de Español natural Villa de León, 4 de
Sebastián de Bermolen Obregón, regidor vecino de León. agosto de 1783
León, Zacatula capitular y
procurador general
de esta villa
Villa de San Don Nicolás Por Ausencia: don Villa de León, 4 de
Sebastián de Bermolen Joseph Obregón y agosto de 1783
León y Zacatula Arce regidor
Alférez real
Real y minas de Don Francisco Pedro Rodríguez Español natural Temascaltepec,
Temascaltepeque Álvarez de Guitian Calvo de la Puerta y vecino de esta octubre 1 de 1782
y Sultepeque ciudad en razón
del tenientazgo,
residente en la
cd. de México.
AGI, México, 1781, Fs. 78.

También se demostró que se nombraba un teniente general propietario y un sustituto,


ambos tenientes eran parte del cabildo, pero al mismo tiempo es una expresión de las
relaciones que se establecían al interior de los ayuntamiento, pues obviamente los dos
tenientes que nombró Bermolen eran familiares como se observa del título que se despachó

“Por cuanto en virtud de Superior Despacho del excelentísimo Señor Don Matías de Gálvez
virrey Gobernador y capitán General de esta Nueva España de fecha de tres de julio próximo
pasado se me concede la extensiva facultad de nombrar tenientes, comisarios y demás que
puedan ejercer tales empleos: encargándoseme sean sujetos idóneos y de notoria y acreditada
conducta; cuyas circunstancias concurren en la persona del señor don Ignacio de Obregón,
Regidor capitular, y (regidor) procurador General de esta dicha villa. Por el presente le nombro
por mi teniente general de ella y su jurisdicción, para que alzando vara de la real justicia la
administre en todos los casos y negocios que le ocurran, y por mi ausencia y la suya nombro
en su lugar y mío al señor don Joseph de Obregón y Arze regidor y Alférez Real de esta
precitada villa con igual jurisdicción y facultad, para que uno y otro la distribuyan y ejerzan”.189

El último aspecto en el que insistía el fiscal de la Audiencia era precisamente sobre el


nombramiento de los tenientes generales, figura que jurídicamente no se encuentra en las

189 AGI, México, 1871, No 163, F1v.Testimonio 3, Nombramiento de teniente de la villa de San Sebastián
de León.

121
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

leyes de Indias, por lo que consideraba que tal designación era una irregularidad; sin embargo
ante las autoridades, especialmente el virrey, la confirmación de teniente general era una
práctica común, ya que como hemos visto con anterioridad los tenientes generales fueron los
que contaban con una mayor formalidad, especialmente aquellos que se nombraban para las
villas, ciudades y pueblos que contaban con sus propios ayuntamientos, donde la presencia
de los tenientes tenían una mayor formalidad. Ya en el siglo XVIII los tenientes generales
tenían una relevancia fundamental en la administración de justicia, por tanto los virreyes, que
eran quienes se encargaban de hacer las confirmaciones, al perecer no tenían ninguna duda
ante la designación de tales nombramientos. Como muestra podemos observar el cuadro II,
en donde mostramos la relación de algunos de los tenientes que el virrey confirmó entre 1726
y 1727, encontramos que de los 18 tenientes confirmados, 8 de ellos lo fueron con la categoría
de tenientes generales.
En 1764 el secretario de gobernación y guerra de la Audiencia de México, Joseph de
Gorraez y Luyando, prevenía a los justicias que tuvieran en cuenta la real cédula dada en
Villaviciosa de 7 de septiembre de 1758 en la que se mandaba que “los tenientes particulares
de los pueblos donde no hay contratación y concurso de españoles son los que se deben
permitir tengan los corregidores, alcaldes mayores y justicias; y no los tenientes generales, si
n o .. .se han de obligar a los provistos a residir en los distritos y servir por sus personas”.190
Esas expresiones eran una manifestación de que los nombramientos de los tenientes generales
no estaban dentro de la norma, puesto que en la legislación indiana no existe claramente la
división de tenientes generales y tenientes particulares, ya que simplemente se hace mención
de tenientes.
Varias fueron las leyes que contravenían los alcaldes mayores al designar a los tenientes.
Sin embargo, otro de los aspectos que complementaba el desorden que se pretendía corregir
tenía que ver directamente con la forma en que se concebía a los tenientes, anteriormente
habíamos comentado que la figura del teniente general se había cuestionado pues
jurídicamente no estaba sustentada en la legislación castellana, y que incluso en el proyecto
de Gálvez y del marqués de Croix, cuando se hacía referencia al mal gobierno de estos
auxiliares, se decía que nombran tenientes generales, por lo que a los jefes inmediatos lo
llamaban generales del vulgo,191 pues finalmente este nombramiento era aprobado por el
superior gobierno, como bien lo podemos constatar con el cuadro que a continuación se
muestra. A todo esto se aunaba el que los alcaldes mayores en los ciudades cabeza de
provincia como México, Puebla, Valladolid y Oaxaca, en las cuales se afirmaba que los
empleos se ejercían o “se gradúan por absolutos192 con la inherente potestad de ejercer la
jurisdicción civil y criminal a prevención con los corregidores propietarios”, por lo que esta
forma de ejercer el empleo el fiscal la comparaba a la forma en que éstos se proveían en los
Reinos de Castilla, en donde los corregidores de las ciudades cabezas de provincia como
Madrid, Sevilla, Córdoba, Granada, Jaen, Murcia, Valencia, Zaragoza, Toledo y otras,
nombraban tenientes, los que eran examinados y aprobados en calidad de letrados por el
Consejo, ejercían la jurisdicción ordinaria acumulativamente o a prevención con los

190 AGN, Indiferente general, Caja 6404, Exp 2, F. 1, 9 de febrero de 1764.


191 NAVARRO GARCÍA, Luis, Las reformas borbónicas, p. 117.
192 Entendemos que cuando el fiscal Posada se refiere al teniente absoluto es precisamente porque ejercía
todas las funciones de los alcaldes mayores, de igual manera estaban facultados para conocer todas las
causas y resolver siempre que lo hicieran con la ayuda de un asesor.

122
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

corregidores. La observación que hacía Posada es que en la península a mediados del siglo a
los corregidores se les había quitado la facultad de nombrar a los tenientes, por lo que esa
sólo era facultad del rey y de su real cámara, anulando de esa manera la dependencia que se
podía generar entre los alcaldes mayores y sus auxiliares.193

Cuadro IX. Tenientes confirmados en 1726 y 1727

Alcaldía mayor Alcalde mayor Teniente Categoría

1 Otumba/ 24 de abril de 1727 alcalde mayor de Pachuca Don Joseph Lerinena Teniente

2 Real y minas Pachuca Don Lorenzo Frier Don Juan Pico Ortiz Teniente gral

3 Misquiaguala Don Joseph de Lara Rosales Don Joseph de Aguilar Teniente gral

4 S a n J u a n Z itác u aro Don Joseph Estensoro Don Joaquín de Vidaburu Teniente

5 Yuririapúndaro alcalde mayor de Salvatierra Don juan Bautista Doria Teniente

6 Texcoco Don Francisco Vélez de Escalante Don Francisco Magrovero Teniente gral

7 Chamaquero Don Diego Moreno Monroy alc de Celaya Don Matías Ruiz de Quiroz Teniente

8 Alvarado Gobernador de Veracruz Don Matías Díaz de Argedra Teniente

9 Z a m o ra y J a c o n a alcalde mayor de la villa de Zamora y Jacona Don Bartolomé de Mier Teniente gral

10 Ystlahuaca Don Andrés Montufar Don Francisco Estupiñan Teniente gral

11 Cosamaluapa/20 feb 1726 Joseph de Villa Septin sin nombre Teniente

12 Zinapécuaro Cosme Javier Flores Don Juan Antonio Sánchez Teniente

13 Temascaltepeque y Sultepeque Don Pedro Meneses Nombró dos tenientes/ sin nombre Tenientes

14 Guadalcazar Don Ventura de la Rea sin nombre teniente

15 Teutitlan y Atempa Don Pedro Tamayo Velarde dos tenientes / sin nombre Tenientes

16 Metepeque Don Andrés de Montúfar Don Santiago López de Figueroa Teniente gral

17 Tetela y Jonotla Don Pedro Valenzuela Don Nicolás de Escalera Teniente gral

18 Nuevo Reino de León gobernador Juan de Arriaga Don Pedro Elizondo Teniente gral
Fuente: AGN, Media anata, vol. 45, 1706- 1730.

En absoluto los alcaldes mayores transgredían en los contextos de la citada Ley 7 de la


37 y 39 titulo 2° libro 5°, y la 12 título 9 de la Reccpilaáón de Indias, pues previniendo la primera
que en el nombramiento de tenientes de corregidores se cumpla lo dispuesto por otras leyes,
la segunda dispone que los nombrados hayan de ser examinados y aprobados conforme a lo
establecido por la tercera, en que se ordena que los tenientes hayan de ser letrados aprobados
por el Consejo; si las personas nombradas se hallaren en los reinos de Castilla, o por alguna
de las Audiencias de Indias en caso de residir en estos dominios, y por la cuarta que si
fallecieren los gobernadores durante el tiempo de su oficio gobiernen los teniente que
hubieren nombrado, y por ausencia o falta de éstos los Alcaldes ordinarios, entre tanto que
su Majestad o los virreyes o personas que tuvieren facultad para hacer semejantes
nombramientos provean personas que sirva el oficio.

193 AGI, México, 1871, Fs. 12-13.

123
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

En el transcurso del siglo XVIII los borbones intentaron por diversos medios mejorar
la administración de justicia en todos los niveles del gobierno. La atención se centró de forma
importante en los alcaldes mayores y sus auxiliares, pues paulatinamente se fue formando una
imagen negativa de la manera de operar de las autoridades provinciales, lo cual abonó en la
imperante necesidad de cambiar el sistema administrativo del imperio pues los abusos, los
excesos, la venta de las varas de tenientes y el repartimiento de mercancías dieron la pauta
para el establecimiento de la real ordenanza de intendencias en Nueva España, y con ello
pretendieron erradicar la cultura del binomio oficio beneficio.

2.7 Remoción de los tenientes de alcalde mayor

Los gobernadores, alcaldes mayores y corregidores estaban facultados para nombrar y


remover a los tenientes cuando lo consideraran conveniente, siempre y cuando tuvieran
causas que justificaran la razón por la cual se les removía. Pues si bien es cierto que los
nombramientos de estos auxiliares no especificaba el tiempo por el que ejercerían dicho
encargo, lo cual dejaba en libertad a los alcaldes mayores de decidir libremente en que
momento los deponían, aunque esto no siempre se convirtió en una razón válida.
Regularmente la destitución de los tenientes de alcalde mayor se dio cuando el
comportamiento del teniente atentaba contra el orden, transgredía las normas sociales o
cometía excesos contra la población, lo que podía provocar a la vuelta conflictos y oposición
a la autoridad de los alcaldes mayores. Muchas de las malas acciones de los tenientes cuando
eran denunciadas se castigaban, ya que si se permitía que los tenientes cometieran abusos sin
que se les pusiera un correctivo, por lo que pareciera un simple desliz podía llevar a que se
cuestionara la autoridad del alcalde mayor, por eso en casos de gravedad los alcaldes mayores
destituyeron de sus cargos a los tenientes.
La remoción de los tenientes de alcalde mayor, y especialmente aquellos que se
encontraban confirmados por el superior gobierno, no podían ser destituidos de su cargo sin
antes dar cuenta al virrey, que era el que avalaba la decisión, pues de otra manera los alcaldes
mayores se exponían a que los destituidos los denunciaran con el virrey por haberlos
despojado sin causa alguna. En cambio, cuando se contaba con la superior orden de
separación del cargo, e incluso de que fueran aprehendidos, se daba un mayor acatamiento,
ya que no se actuaba de orden o capricho del alcalde mayor, sino que se trataba de una
disposición del virrey, y de esa manera el alcalde mayor se evitaba muchos problemas. En
1749 el teniente general de San Luis de la Paz, Juan Joseph de Riva de Neira y Mexía, se quejó
con el virrey de que el alcalde mayor, el sargento don Francisco Ponce de León Enríquez
Ladrón de Guevara, lo había removido de su cargo cuando éste contaba con la confirmación
del superior gobierno, con fecha de 19 de diciembre de 1789, y se decía que sin causa lo había
despojado del empleo de teniente general, sin “haber advertido en el culpa por mala
administración de justicia ni otra alguna”, y que en su lugar otorgó nombramiento de teniente
general a don Francisco Espinosa.194 Evidentemente las leyes de Indias facultaban a los

194AGN, Indios, Vol. 91, Exp. 7, Fs. 136, 163-165. Autos a pedimento de don Joseph de Riva de Neyra y
Mexía sobre haberle despojado el alcalde mayor de San Luis de la Paz del empleo de teniente general que
le había conferido. Se decía que el teniente general cuando tomó posesión de su empleo se dio cuenta
que los minerales que en dicho lugar se extraían no se remitían al real ensaye para su reconocimiento y
afinación por lo que para evitar que se cometieran fraudes y pérdida de metales solicitó que se estableciera

124
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

alcaldes mayores de poner y quitar tenientes siempre y cuando lo justificaran. Sin embargo,
muchas veces los alcaldes pasaban por alto que los tenientes que contaban con la aprobación
del superior gobierno no podían ser removidos sin antes dar cuenta al virrey y justificar
debidamente las razones por las que serían removidos.

Cuadro X. Destitución de los tenientes de alcalde mayor

Fuente Teniente Causa de la remoción


AGN, General de Don Joseph García de Figueroa, Fue removido sin causa y se introdujo
Parte, Vol. 70, Enero residente en esta ciudad, notario del santo en su lugar a don Manuel de Estrada y
22 de 1743, Exp. 216, oficio de la inquisición, y teniente general Galindo.
Fs. 181-184. de alcalde mayor que fue de la provincia
de Zacatula.

AGN, Alcaldes Don Felipe Gómez de Rábago, teniente Por vida licenciosa y escandalosa.
mayores, Vol. 11; 13 general de Pátzcuaro.
de abril de 1773
AGN, Alcaldes Don Lope del Capellán y Rosal, teniente Se le despojó del uso del empleo por
mayores, Vol. 11, 1754 de Maravatío. insubordinación y atentar contra el
AGN, Indios, Vol. 91, alcalde mayor.
Exp. 9, Fs. 337.-
AHMM, Gobierno, Joseph Miguel Maciel, teniente de Se le destituyó por desobedecer en la
Caja 13, Exp. 8, 1771, Urecho, alcaldía de Valladolid, elaboración de la cuenta matricula de
Fs. 2. tributarios.
AHMM, Gobierno, Joseph de Pallasar, lugarteniente de
1762, Caja12, Exp. 22, Curucupaseo
Fs. 31.
AGN, General de Pedro Ulloqui, teniente general de la Se le acusaba de causar escándalos,
Parte70, 245, Fs. 214v- ciudad de Salvatierra extorsiones, alborotos por tener genio
215. México 15 de intrépido. Destitución, aprehensión,
marzo de 1743 embargo de bienes del teniente general
de Salvatierra y se remita a la cárcel real
de la ciudad de Salvatierra.
AGN, Indios, Vol. 90, Juan Joseph de Riva de Neira y Mexía, El alcalde mayor señaló que se le había
Exp. 7, Fs 131 teniente general de San Luis de la Paz, removido por excesos sin embargo
confirmado por el superior gobierno éstos no estuvieron completamente
(México diciembre 18 de 1749), justificados por lo que se mandó que
nombrado por el Sargento mayor don se le restituyera a su empleo.
Francisco Ponce de León alcalde mayor.
El alcalde mayor le otorgó el
nombramiento formal el trece de
noviembre de 1749 y fue aprobado el 19
de diciembre del mismo año.
1764 Nicolás Castañeda, lugarteniente de Por fomentar los juegos prohibidos y
Urecho de la provincia de Valladolid otros excesos, ahijado del capellán
Lorenzo Antonio de Cuesta Mier y
Tres palacios quien lo acusaba de
fomentar los pecados públicos y
abusar de los pobres.

una caja marca y una oficina para el ensaye. incluso su inconformidad era que el alcalde mayor no tomaba
en consideración sus desvelos para incrementar los ingresos de la real hacienda.

125
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

En situaciones como la de Riva de Neira en San Luis Paz, o como la que se presentó
en Zacatula con el teniente Don Joseph García de Figueroa, que también alegaba que se le
había removido sin causa, regularmente se determinó que los alcaldes mayores los restituyeran
a sus puestos,195 comúnmente los tenientes alegaban que los alcaldes no tenían facultad para
removerlos sin antes consultar con el virrey, incluso se podían hacer acreedores a una multa.
El fiscal de lo civil hizo hincapié en la forma correcta como debían proceder los alcaldes
mayores para realizar la destitución de los tenientes

“la remoción de empleos de justicia ceden en desdoro y agravio de las partes, por lo que según
la ley recopilada se necesita causa bastante para ella y estando el nombramiento que a Riva de
Neira se le hizo aprobado por vuestra excelencia debió el alcalde mayor antes de removerle y
de pasar a nombrar a otro, dar cuenta a Vuestra Excelencia con las causas que le asistían para
la remoción”. 196

Por tanto se mandó que inmediatamente se restituyera a Riva de Neira a su empleo,


y que en caso de que el nuevamente nombrado se encontrara ejerciendo el empleo cesara su
ejercicio so pena de 500 pesos al alcalde mayor, además se mandaba que en caso de que el
alcalde mayor tuviere casusas legítimas para su remoción las presentara ante el virrey, y de esa
manera actuar oportunamente. El alcalde mayor justificó la remoción del teniente con cartas
en las que se manifestaba que el teniente general había cometido excesos además de
introducirse en la recaudación de tributos, los cuales, afirmaba, estaban afianzados de su
cuenta y riesgo, mientras que al teniente se le declaraba insolvente para afianzarlos. El fiscal
de lo civil reconvino al alcalde mayor para que no se ausentara de su jurisdicción sin la
correspondiente licencia del virrey, pues el teniente denunció que el alcalde se había pasado a
residir a la ciudad de Guanajuato, y al teniente se le reconvino para que no se entrometiera
en la recaudación de tributos y que mantuviera buena correspondencia con su alcalde mayor,
pues de lo contrario se procedería en consecuencia.197
Cuando los alcaldes mayores pretendían ejercer su derecho de quitar a los tenientes
que por alguna razón ya no respondían a sus necesidades, o bien por mal manejo en la
administración, lo hacían de forma rápida sin dar cuenta al virrey, lo que muchas veces llevó
a la oposición de sus subordinados que acusaban a los alcaldes mayores de que los destituían
sin causa aparente. Algunos casos se arreglaban por la vía legal, como en el anterior de San
Luis de la Paz. No obstante hubo otros, como el que se dio en 1751 en la alcaldía mayor de
Maravatío: el teniente de Maravatío, don Lope del Capellán y Rosal, se queja de que el alcalde
mayor lo había despojado del empleo de teniente, el cual ejercía con aprobación del superior
gobierno (la fecha de aprobación afirmaba fue el 25 de octubre de 1752). En una carta de los
vecinos se decía que el 14 de octubre de 1754 el alcalde mayor don Rafael de Zeballos había
llamado al teniente y “le mandó que dejando el bastón se diera por preso, a cuyo auto
respondió que aunque no dejara el bastón sin que precediera el Superior mandato de V. E”,
y que la única intención del alcalde era vejarlo con siniestras suposiciones, decía que le había19567

195 AGN, General de Parte, Vol. 70, Exp. 216, Fs. 181-184. El teniente de Zacatula pide se le restituya a su
empleo de teniente. 1743.
196 AGN, Indios, Vol. 91, Exp. 7, F. 137, México, Abril 30 de 1750.
197 Ibid., fs. 163-165.

126
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

causado un despojo violento “que me causó del tenientazgo y de todos mis bienes y papeles
que de ninguna manera debió registrar”.198
El teniente afirmaba que las razones que tuvo el alcalde mayor para ponerlo preso fue
porque actúo contra su dictamen al ocurrir a solicitar la confirmación de su nombramiento a
ese superior gobierno, y señalaba que había logrado evitar el ultraje de la prisión que intentó
hacerle por medio de cuatro mulatos que lo acompañaban porque varios vecinos lo ayudaron
para que se refugiara en la iglesia, para después ponerse camino a la corte. En esta destitución
se dio una mayor tensión a causa de las reciprocas acusaciones entre el alcalde mayor y el
teniente, ya que este último se sentía ultrajado e injuriado, mientras que el otro interpuso una
demanda criminal contra su subordinado por intento de homicidio. El teniente envío
representación al virrey Francisco de Güemes y Horcasitas, primer conde de Revillagigedo
(1746-1755), y le solicitaba que se le restituyera a su empleo y se le remitieran los autos que
hubiera formado el alcalde mayor en su contra. Revillagigedo mandó que el justicia más
cercano solicitara al alcalde mayor los autos cerrados y sellados y los remitiera al superior
gobierno, con la pena de 500 pesos si desobedecía.199
El alcalde mayor sostenía que el teniente no lo quería obedecer, pues en lugar de
ayudarle a la recaudación de tributos escondía a los mulatos tributarios donde no los
encontrara, con lo que afectaba al real erario, y cuando iba a dicho pueblo para atender
tributos y alcabalas no lo quería recibir en las casas reales, y también señalaba que cuando le
dijo que se diera por preso éste se resistió y alevosamente sacó una mojarra que traía oculta
para matarlo, que no lo logró porque uno de los ministros del alcalde, Matías de Castro,
forcejeó con el teniente para quitarle la mojarra, y una vez indefenso fue remitido a la cárcel
pública de Zitácuaro. Además se le acusaba de embriaguez y tener relaciones ilícitas públicas
y escandalosas.200 El teniente Lope del Capellán señalaba que el odio que le profesaba el
alcalde mayor provenía de la confirmación de su nombramiento ante el superior gobierno, y
que por este hecho el alcalde mayor no lo podía despojar de su empleo a la fuerza “sin justa
y legítima causas calificada por la grandeza de vuestra excelencia”. Para noviembre de 1754
ya se había mandado que se restituyera al teniente Lope del Capellán del empleo del cual había
sido despojado.
El correcto procedimiento de los alcaldes mayores siempre hacía la diferencia y
evitaba el desgaste de las autoridades, pero sobre todo contribuía a evitar múltiples problemas.
En 1773 se realizó la destitución del teniente general de Pátzcuaro, el cual se llevó a cabo a
través de un procedimiento adecuado: el alcalde mayor de Valladolid, Felipe Ordoñez y
Sarmiento, antes de tomar cualquier decisión consultó ante el virrey Bucareli sobre la
conveniencia de quitarle el título de teniente general a Don Felipe Gómez de Rábago por la
vida licenciosa y escandalosa que llevaba, ya que tenía una relación ilícita con una mujer soltera
de las más bajas esferas sociales, a la cual se llevaba a su hacienda y rancho de fundición y a
las fiestas de Tacámbaro. Gómez de Rábago se decía estaba casado con una mujer de las
principales familias de la ciudad de Pátzcuaro, por lo que se le advirtió al alcalde mayor que

198 AGN, Indios, Vol. 91, Exp. 9, Fs. 340. Autos a Pedimento de don Lope del Capellán y Rosal sobre haberle
despojado el alcalde mayor de Maravatío del empleo de teniente de aquel pueblo hallándose confirmado
por el superior gobierno. 1751.
199 AGN, Indios, Vol. 59, Exp. 9, Fs. 342-345.
200 AGN, Indios, Vol. 91, Exp. 11, Fs. 404, 1754, Causa criminal contra don Lope del Capellán, teniente de
Maravatío, sobre graves excesos por haber metido mano alevosamente contra su alcalde mayor.

127
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

actuara con la mayor discreción y sigilo, de tal suerte que no se formara ningún escándalo ya
que no se querían afectar su matrimonio. El virrey mandó que se le recogiera el título de
teniente general con la mayor discreción posible, lo cual así se obedeció para evitar afectar su
matrimonio, y a la mujer se mandó que fuera puesta en la casa de recogidas.201 Así mismo se
determinó que se nombrara nuevo teniente.
Los tenientes que gozaron de la confirmación del superior gobierno fueron los
tenientes generales, y aun así no todos los tenientes generales: los que cumplieron de forma
más sistemática este requisito fueron los que ejercieron sus empleos en las ciudades y villas
que contaban con su cabildo, ya que al presidir las sesiones del ayuntamiento en las ausencias
y enfermedades del alcalde mayor estaban obligados de contar con la aprobación
correspondiente, pues de lo contrario se encontraban con la posición de los alcaldes
ordinarios y regidores para que presidieran sus sesiones. Sin embargo la documentación que
se ha generado por la destitución de los tenientes nos deja ver que para los alcaldes mayores
era más conveniente poner tenientes sin la aprobación del superior gobierno, puesto que eso
le daba mayor poder sobre sus subordinados, además podían ponerlos y quitarlos a su antojo
sin tener que dar cuenta de nada y servían más a sus intereses particulares. En ese sentido
encontramos que los tenientes particulares tenían una situación más precaria, pues al ejercer
su empleo sólo por el encargo verbal quedaban más expuestos y vulnerables a los antojos del
alcalde mayor, ya que legalmente no tenían forma alguna de evitar su destitución, como sí lo
podían hacer los que contaban con la confirmación del superior gobierno.

2.8 Perfil socioeconómico de los tenientes

Un elemento que es importante destacar con relación al perfil que se ha identificado de los
individuos que ocuparon el cargo de tenientes de alcaldes mayor, y más tarde de subdelegados,
es que en términos prácticos debemos advertir que no hubo un cambio, pues en cuestión de
ocupación, posición económica y social esta se mantuvo. Debido a las condiciones en las que
ejercían los cargos los funcionarios locales, pues si bien su participación fue fundamental en
la estructura del gobierno provincial, pese a las prohibiciones de las leyes para que ningún
ministro, oficial y justicia, ejerciera la jurisdicción real en el lugar donde era originario, por
todos los inconvenientes que esto podía acarrear para el buen gobierno y la administración
de justicia, sin embargo la realidad a la que se enfrentaron los tenientes fue más cruenta pues
difícilmente subsistirían con la parte de los derechos de judicatura que obtenían en sus
jurisdicciones, ya que no contaban con un salario base con el cual pudieran solventar los
gastos del oficio, las necesidades principales y las de la familia. La falta de salario para estos
auxiliares de los alcaldes mayores propició que quienes ejercieran estos empleos fueran
vecinos del tenientazgo que administraban, por lo que tenían fuertes vínculos, arraigo social
y económico, y estaban inmersos en las redes económicas y clientelares del lugar.
A lo largo de la investigación hemos observado que no fue casual que los personajes
que ejercieron estos empleos estuvieran varios años al frente de los tenientazgos, y de igual
forma eran individuos que estaban inmiscuidos en las diversas actividades económicas de sus

201 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 11, Fs. 186-201. Destitución del teniente general de Pátzcuaro, Felipe
Gómez de Rábago.

128
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

regiones por lo que eran mineros, comerciantes y hacendados, los cuales ya no sólo dependían
de los pocos emolumentos que podían obtener de sus empleos, sino que contaban con un
ingreso personal que les aseguraba sobrellevar el oficio, ya que no percibían un salario fijo
con el que pudieran solventar sus gastos personales, el de sus familias y los del propio oficio.
En el capítulo anterior observamos que los únicos ingresos legales los obtenían del derecho
de judicatura, y la otra parte la conseguían de forma ilícita, muchas veces llevando derechos
excesivos. Esta condición también propició que estos sujetos se perpetuaran por prolongado
tiempo en los tenientazgos.
La larga trayectoria que lograron obtener ejerciendo el empleo de tenientes, un cargo
menor con muchas limitaciones para actuar, a la larga fue un elemento que contribuyó para
ejercer los cargos de subdelegados, ya que se contaba con la experiencia para estar frente al
gobierno de dichas jurisdicciones. José Antonio González había ejercido el empleo de
teniente de alcalde mayor y de subdelegado en la villa de León y en los pueblos del Rincón 6
años, y en San Pedro Piedra Gorda cinco, por lo que llevaba ejerciendo dicho empleo por
tiempo de 11 años de forma interrumpida.202 En el ducado de Atlixco Juan Manuel de Ariza,
hacendado, ejerció el empleo por 14 años como encargado del pueblo de San Juan Bautista
Ameca, el cual fue removido al ingreso el nuevo alcalde mayor Juan Antonio Aldana.203
De igual manera muchos se desempeñaban como comerciantes en sus partidos y
algunos habían alcanzado importante éxito, sin embargo hubo otros que constantemente
fueron llamados ante los justicias por haber contraído deudas con los vecinos para habilitar
su comercio, uno de esos casos lo vimos con el teniente Manuel Antonio de la Campa, que
era mercader viandante vecino de Cocupao, partido donde ejerció el empleo de teniente. De
Campa se decía que comerciaba tierra adentro204 y en la denuncia que hubo por deuda de 3
000 pesos que debía a los comerciantes de Pátzcuaro se decía que se había marchado tierra
adentro y que habían pedido la intervención de los alcaldes ordinarios, no habían actuado en
su contra porque el alcalde mayor y su teniente general Diego de Yturria era los principales
protectores de Campa.205
A partir de 1791, con el restablecimiento de los tenientes, incluso fue muy común que
los encargados de la administración de justicia ocuparan otros cargo de real hacienda, pues
cuando se determinó por punto general que los subdelegados cuando salieran de sus
jurisdicciones dejaran encargado de la administración de justicia, se estableció que éstos
fueran preferentemente algunos de los administradores de las rentas reales, sólo en caso que
no lo hubiera en el lugar dicho empleo recayera en uno de los vecinos de mayor honor y nota.

202 Sobre nombramiento de justicia subdelegado en el pueblo de San Pedro Piedra Gorda. Villa de León
septiembre 13 de 1790, F. 21
203 AGN, Subdelegados, Vol 26, Fs. 103-109. Sobre prorroga de Luis Migues en la jurisdicción de Tacuba. ,
1794. AGN, Subdelegados, Vol 10, Exp. 1, Fs. 1- 70. Servicio de don Miguel Migues, en el tenientazgo de
Tecamachalco provincia de Tepeaca. 1782.
204 AGN, General de Parte, Vol. 70, Exp. 129. 6 de abril de 1742. Manuel Roque de Leucona, vecino y del
comercio de Valladolid solicitaba moratoria para pagar la deuda a sus acreedores. AGN, General de parte,
Vol. 70, Exp. 170. No hubo lugar a la moratoria por lo que el acreedor quedó en libertad de acudir al justicia
de la ciudad de Pátzcuaro por lo que se mandó que se devolvieran los autos al alcalde ordinario para que
procediera legalmente.
205 AGN, General de Parte, Vol, 70, Exp. 244, Fs. 213v-214v. Incitativo de justicias para que cualquiera de
las más cercanas al pueblo de Cocupao, jurisdicción de Pátzcuaro, ante quien este despacho se presentare
se la administre a don Juan Thomas y Don Thomas de Olmos.

129
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Por tal razón muchos encargados de justicia, como José Antonio Feliciano Cortés, era
administrador de la real renta de correos, receptor de alcabalas y teniente del partido de
Zitácuaro por nombramiento del subdelegado José Ignacio Guerra de Manzanares.206
Los militares también fungieron como tenientes de subdelegados, pese a que se había
prohibido que los militares ejercieran los oficios de justicia, finalmente dicha disposición no
se respetó y de igual forma éstos ejercieron los empleos de tenientes. Es por eso que podemos
afirmar que quiénes ocuparon dichos empleos no sólo pertenecieron a un determinado sector,
sino que lo mismo encontramos en primer lugar a comerciantes, que muchos de ellos
contaban con sus tiendas donde expendían diversos géneros de mercancías, hacendados,
mineros, militares y los cajeros de los grande comerciantes que habilitaban a los alcaldes
mayores y más tarde a los subdelegados. En el estudio de la alcaldía mayor de Acayucan,
Alvaro Alcántara López aborda a la familia de los Franyutti-Quintero y analiza las
interrelaciones que establecieron los alcaldes mayores (como fue el caso de Diego Havet y
Maestre en que se retrasó el arribo del nuevo alcalde, lo que beneficiaba al alcalde interino
Pedro Moscoso, yerno de Joseph Quintero, a lo cual se le aunaba el hecho de que los teniente
de dicho Havet formaban parte de la familia Franyutti-Quintero) como los tenientes
formaban parte de las redes de poder de esas familias, y demuestra que Quintero habilitaba
en las actividades comerciales a los tenientes de Acayucan.207 Como veremos más adelante,
los milicianos también fueron proclives a ejercer dicho empleo.208
Evidentemente los alcaldes mayores y sus tenientes tenían una actividad adicional a
las funciones de la administración, ya que a la vez se habían constituido en comerciantes; en
ese tenor es muy interesante la observación que realizó en 1787 el administrador de las rentas
reales de alcabalas y pulques de Maravatío, Pedro Vélez de Mendoza, quien al solicitar al
alcalde mayor y sus tenientes el informe de las tiendas de la jurisdicción encontró que en el
padrón de Tuxpan estaba registrado don Antonio del Corral Velasco, quien tenía una tienda
puesta de ordenanza, es decir exenta de impuestos, y otra más con 30 pesos de contribución.
Así mismo señalaba que en el padrón que este mismo teniente había elaborado se había
enlistado a don Nicolás Carrasco con una tienda señalada de ordenanza, cuyas dos tiendas
referidas, y otra en Jungapeo, son propias del alcalde mayor. El administrador de rentas, con
un tono de inconformidad al ver que alcaldes y tenientes eran propietarios de tiendas,
expresaba “es de maravillarse hallar a un mismo individuo sirviendo dos tiendas a un tiempo
en distintas poblaciones, y como teniente empadronando otras, por lo que deja ver el cómo
anda todo en el presente gobierno, y con especialidad el importantísimo servicio del rey”.209
En el mismo padrón se observó que el teniente de Irimbo también contaba con su
tienda y que aportaba una pensión de 30 pesos. Algunos tenientes tenían pequeñas tiendas y
tendajos, sin embargo había otros comerciantes más consolidados como el teniente de

206 AHMM, Hacienda, Caja 6, Exp. 28, F. 16. Exención del pago de Tributo, Zitácuaro, 1802.
207 ALCANTARA LÓPEZ, Alvaro, Desidencia, poder y cambio social en la provincia de Acayucan 1750-1802,
México, Tesis de Doctorado, mayo del 2015, pp. 199, 205, 206.
208 Don Antonio Ruíz de la Noriega, alcalde mayor del real y minas de Zacualpa informó que su teniente
había fallecido, el 4 de noviembre, el teniente don Salvador Cayetano Díaz Leal, Capitán de Caballería
miliciana española de las tropas de su magestad en los partidos de Ixtapa y Quatepec de las Arinas, y
proponía para la capitanía a don Joseph del Campillo, 1779. AGN, Alcaldes mayores, Vol. 1, Exp. 37, Fs. 49­
50.
209 AHMM, Hacienda, Caja 9, Exp. 10. Padrón de las tiendas de Maravatío. 29 de septiembre de 1787.

130
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

Uruapan, don Pedro de Elorza y Aguirre, quien fue teniente en repetidas ocasiones entre
1730, 1733, 1735 y 1746, era de las principales familias del pueblo, estaba casado con doña
María de Armas, tenía dos hijos, contaba con un cajero llamado Domingo Martínez de Silla,
y contaba con seis esclavas.210
En los tenientazgos que contaban con centros mineros, los hombres que tenían
intereses en dichos lugares, los mineros, eran quienes ejercían los cargos de tenientes: en el
real de minas de Inguarán Joseph de Hermosa y Gómez fungió como teniente de Santa Clara
y San Miguel Curucupaseo, de donde era vecino, de igual manera ejerció dicho empleo en el
real de San Miguel Curucupaseo, en el real de Angangueo, jurisdicción de Zitácuaro, por
ejemplo, los mineros que llegaron a ejercer el empleo de teniente fueron don Mariano Marcos,
don Celidonio Moreno, Don Juan Díaz de la Colina y don Ramón Levante entre otros. El
teniente del subdelegado de Zitácuaro, Francisco González de Cosío, trabajaba la mina de
Nuestra Señora de los Remedios.211 Difícilmente podemos concebir a los tenientes generales
y particulares como agentes ajenos a las dinámicas internas de cada uno de los tenientazgos,
pues sólo los vecinos de dichas jurisdicciones que tenían un arraigo, bienes e intereses
personales, estaban dispuestos a ejercer un empleo que no les ofrecía un ingreso seguro con
el cual solventar las necesidades del oficio y familiares, pues como lo señalamos en otro de
los apartados, los ingresos por judicaturas mucho dependían del tipo de vecindario, ya que
no hay que olvidar que a los indios no se les debía de cobrar por las diligencias judiciales.
Celina Becerra Jiménez en su estudio de la alcaldía mayor de los Lagos, al abordar la
importancia que tuvieron los tenientes y los lazos de solidaridad que éstos entretejieron con
los alcaldes mayores, afirma que los tenientes fueron los conductores de la negociación entre
la élite local y los jueces reales recién llegados de la metrópoli, quienes a su ingreso
desconocían completamente la dinámica de los lugares y los intereses que se movían, es por
eso que muchos al tomar posesión de sus empleos no cambiaban inmediatamente a los
tenientes. En ese tenor, para los alcaldes mayores era fundamental contar con el apoyo
decidido de los vecinos del lugar, de los hombres que tenían una buena posición y opinión
entre el vecindario, es por eso que la autora afirma que los tenientes “se reclutaron entre los
miembros de la élite: el cabildo de la Villa y los terratenientes más importantes de la
jurisdicción”.212 En las villas y ciudades la característica más común fue que los alcaldes
ordinarios eran quienes ejercían los empleos de tenientes generales, por tanto formaban parte,
como bien lo observó Celina Becerra Jiménez, y en su momento José Miguel Romero de
Solís, justamente en un primer acercamiento al estudio de los tenientes de la Villa de Colima,
y dio cuenta de cómo los tenientes del siglo XVI eran los mismos miembros del cabildo.213
En el cuadro VIII que presentamos en el apartado anterior también se puede constatar que
los tenientes generales eran vecinos de las mismas jurisdicciones en las cuales ejercían sus
empleos, muchos de ellos incluso eran considerados españoles.

210 AHCM, Fondo Parroquial, sección Disciplinar, serie Padrones, Subserie Asientos, 1746, Uruapan, Caja
1246, Exp. 78, Fs. 6. Matrícula de los feligreses de razón e indios de Uruapan.
211 AGN, Minería, Vol. 80, Exp. 2, F. 1. El subdelegado de Zitácuaro sobre que se declare si los mineros
pueden ser encargados de justicia, Angangueo, 13 de enero de 1808.
212 BECERRA JIMÉNEZ, Celina, G., "Redes sociales y oficios de justicia en Indias. Los vínculos de los alcaldes
mayores neogallegos", en Relaciones No. 132, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2012, p. 122.
213 ROMERO DE SOLÍS, José Miguel, Tenientes de alcalde mayor, pp. 47.

131
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Una de las diferencias fundamentales que hay que destacar en el perfil


socioeconómico de los tenientes generales y los tenientes particulares, especialmente en el
caso de los tenientes generales de las ciudades y villas, era que además de destacar por formar
parte del cuerpo del cabildo de sus ciudades, regularmente sobresalían por ser hombres con
una trascendencia económica y política mayor a la que podía tener el teniente particular de
los tenientazgos más recónditos, que contaban con una posición mejor que el resto del
vecindario por contar con propiedades y sus tiendas para el expendio de mercancías.

Conclusión

Las medidas políticas y reformas que se introdujeron en la segunda mitad del siglo XVIII en
los reinos americanos encaminadas a ejercer mayor control sobre los justicias, oficiales reales
y la economía llevó a la emisión de reales cédulas dirigidas a vigilar el desempeño de los
alcaldes mayores y corregidores. A partir de 1758, desde la metrópoli se puso atención en la
forma en que los alcaldes mayores y corregidores administraban sus jurisdicciones y se
interesaron por saber si las gobernaban directamente, si residían en las cabeceras, si se
ausentaban de forma constante o bien si ponían tenientes para que en su nombre
administraran los partidos que quedaban bajo su cuidado. Así mismo se prevenía que sólo se
nombraran tenientes en los lugares necesarios, esto sólo fue el inicio de un amplio conjunto
de reformas que trastocaría de forma importante el conjunto de instituciones y la
administración en los diferentes niveles. La necesidad de transformar las instituciones y las
relaciones de poder fue lo que justamente llevó a la implementación de una política de
denuncia sobre el funcionamiento del gobierno provincial y que las autoridades
novohispanas, tanto el virrey como los ministros de la Audiencia, de manera sistemática
centraran su atención en la forma en que los alcaldes mayores y sus auxiliares administraban
las jurisdicciones. El marqués de las Amarillas en menor medida, pero el Virrey Croix y el
visitador José de Gálvez, y más tarde el Fiscal Posadas, podríamos decir fueron los
promotores de que quedaran al descubierto muchas de las irregularidades y abusos en los que
incurrían los alcaldes mayores y corregidores como la venta de las varas de teniente y las
implicaciones colaterales que eso ocasionaba como el abuso que cometían los tenientes, el
abuso en el nombramiento de los tenientes al no respetar las leyes de Indias al nombrar a los
mismos vecinos del lugar donde ejercían los empleos, el nombramiento tenientes generales
que ni siquiera estaban contemplados en la legislación y el repartimiento. Al poner en
evidencia todo ese estado de cosas en el fondo se estaba justificando la necesidad de introducir
los cambios políticos y administrativos que se estaban proponiendo desde la metrópoli.
En los apartados anteriores observábamos como los tenientes se constituyeron en
una especie de bisagra o puente de comunicación entre el vecindario y sus autoridades
superiores, y quiénes a la vez respondían a los intereses de sus superiores. Al precisar de ese
puente de comunicación sólo tuvieron como opción el nombrar a los mismos vecinos de los
tenientazgos, pues como se señaló en uno de los apartados anteriores la carencia de salarios
e ingresos fijos tanto para los alcaldes mayores y por ende para los tenientes impidió que
individuos de jurisdicciones ajenas aceptaran ejercer dichos empleos, es por eso que los
tenientes fueron aquellos individuos que contaban con un arraigo y tenían sus propias

132
El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

intereses eran los hacendados, comerciantes, tenderos, mineros y militares entre otros. En ese
sentido es importante resaltar que el gobierno provincial se había caracterizado por una
cultura de la delegación de potestad, donde los alcaldes mayores y corregidores ejercían las
atribuciones de justicia, gobierno, hacienda y guerra a través de un importante número de
auxiliares que eran los que de hecho ejercían las facultades que por derecho le correspondían
a los justicias provinciales. En ese orden de ideas quienes efectivamente representaban la
autoridad del rey entre el vecindario fueron justamente los tenientes. Los informes de 1759
nos confirman que efectivamente los tenientes tenían un fuerte arraigo en el gobierno
provincial, ya que la mayor parte de las alcaldías mayores operaban bajo el sistema de los
tenientazgos, una figura que de cierta manera se había convertido en inherente a los
corregimientos, alcaldías mayores y gobernaciones pues ya formaban parte de la dinámica
institucional. Las autoridades provinciales no se concebían ejerciendo por sí solos el gobierno
de las jurisdicciones en que ejercían sus empleos.
Los tenientes se fueron afianzando en la estructura del gobierno por múltiples
razones, y la primera de ella es justamente que tenía la función de suplir las ausencias de los
justicias por enfermedad o causas del propio oficio, en segundo lugar tenía que ver con el
factor distancia que había entre la cabecera de la alcaldía o corregimiento con respecto al resto
de los pueblos que quedaban dentro de la misma jurisdicción, que imposibilitaba el tener
control sobre la población y sobre todo lo difícil que resultaba muchas veces acceder a dichos
pueblos ya fuera por lo accidentado de los caminos y el cruce de los ríos los cuales en tiempo
de lluvias eran prácticamente intransitables circunstancias que obstaculizaban el contacto de
los justicias con el vecindario. Es por esa razón que tanto los alcaldes mayores y los curas en
los informes de 1759 afirmaban que los tenientes eran necesarios para contener el desorden
y evitar que se cometieran delitos, pues de otra forma quedaban sin protección de la real
justicia. El tercer aspecto tenía que ver justamente con la composición y número de vecindario
de que se componían los tenientazgos, pues a mayor vecindario era necesario que se nombrara
un teniente que mantuviera en orden a la población. En cuarto lugar, la presencia de los
tenientes en los pueblos de mayor número de vecindario y con cierta importancia económica
estuvo estrechamente relacionada con el control que ejercían no sólo en la recaudación de los
tributos sino con la actividad del repartimiento, es por eso que en los pueblos que contaban
con más población se constituyeron en espacios idóneos para establecer los a tenientes, ya
que desempeñaban una doble función.

133
Capítulo III

Em pleados locales al servicio del rey

Introducción

Los tenientes de alcalde mayor, como ya lo hemos venido señalando en los capítulos
anteriores, desempeñaban casi todas las funciones que sus superiores y las facultades y
limitaciones con las que ejercieron sus empleos en buena medida estuvieron determinadas
por la voluntad del alcalde mayor, ya que éste era el quién en última instancia decidía qué
tanta libertad o restricciones ponía a sus tenientes.
En este capítulo pretendemos mostrar la importancia que tuvieron los
tenientes como parte del andamiaje del gobierno provincial, trataremos de ir más allá
de mostrar la figura obscura con la que constantemente se les ha identificado el ánimo
de estas líneas no es el de convencer al lector de que los tenientes fueron “buenos” o
“malos”, sino justipreciar en su debida dimensión la participación que tuvieron en el
gobierno provincial, pero sobre todo es de nuestro interés mostrar la forma en que
desempeñaron sus funciones como representantes del poder real. Especialmente nos
centraremos a analizar la administración de justicia, hacienda y gobierno, por ser las
tres facultades en las que tuvieron un amplio desempeño. De igual manera se
perfilarán las inter relacionaron con el resto de las autoridades, que de una u otra
forma se trastocaban en el ejercicio de su empleo.

134
Empleados locales al servicio del rey

3.1 Administración de justicia


a) Justicia civil

En Nueva España el gobierno provincial encabezado por los gobernadores, corregidores y


alcaldes mayores, ejercieron funciones en las causas de gobierno, justicia, hacienda y guerra.
De las cuatro causas la militar, fue la que menos se ejerció, pues sólo los alcaldes que tenían
el título de capitán a guerra al obtener dicho nombramiento tenían implícitamente más
responsabilidades en esa materia: los gobiernos de León, Yucatán, las Provincias Internas y
las gobernaciones que posteriormente se fueron erigiendo sí tuvieron una importancia militar,
sobre todo al estar ubicados en puertos y zonas de frontera. En cada una de sus provincias
eran los representantes directos del poder real, por lo que así mismo tenían bajo su cuidado
la vigilancia de los dispositivos de gobierno local, la república de indios y la república de
españoles que se encontraban dentro de su demarcación territorial.1
En el primer capítulo indicábamos que debido al cúmulo de atribuciones, así como a
la dimensión territorial, la cantidad de pueblos y tributarios que tenían las alcaldías mayores,
los alcaldes mayores nombraban tenientes generales, tenientes particulares y comisarios recaudadores de
tributo, a través de los cuales administraban una parte importante de la jurisdicción territorial
que escapaba a su gobierno. Guillermo Lohmann refiere que en el Perú los tenientes “eran
unos simples ejecutores de las ordenes promulgadas por su principal, meros mandatarios con
ejercicio restringido a un reducido espacio de la comarca, y, en fin, ayudantes en la cobranza
de los tributos”.2 Sin embargo, coincido más con la postura de William Taylor quien los
considera como “funcionarios administrativos y judiciales”,3 los cuales si bien actuaban con
ciertas limitaciones, finalmente atendían todo lo concerniente al gobierno de sus tenientazgos.
Una de las principales facultades de los alcaldes mayores fue la administración de justicia civil
y criminal en primera instancia,4 por tanto el buen gobierno, como bien afirma Jaime del
Arenal Fenochio, “era ante todo hacer justicia y el establecimiento de un orden justo”.5 Varios
autores especialistas en la materia de justicia afirman que el gobierno y la justicia en el antiguo
régimen funcionaban como un binomio, por lo que no se concebían de forma separada.6

1 REYES GARCÍA, Cayetano, "Las Repúblicas de Naturales del occidente de Michoacán", en Paredes
Martínez Carlos y Terán Marta (Coord.), Autoridad y Gobierno indígena en Michoacán, Zamora, COLMICH,
CIESAS, INAH, Dirección de estudios históricos, UMSNH, Instituto de Investigaciones Históricas, 2003, p.
116.
2 LOHMANN VILLENA, Guillermo, El corregidor de indios en el Perú bajo los Austrias, p. 438
3 TAYLOR, William, Ministros de lo sagrado, Zamora, El Colegio de Michoacán, Secretaría de Gobernación,
El Colegio de México, 1999, p. 592.
4 CASTRO GUTIÉRREZ, Felipe, Movimiento populares en Nueva España, Michoacán, 1766-1767, México,
UNAM, 1990, p. 60.
5 DEL ARENAL FENOCHIO, Jaime, "Instituciones judiciales de la Nueva España", en Estudis. Revista de
Historia Moderna, México, Escuela Libre de Derecho, No 22, 1998, p. 20.
6 GARRIGA, Carlos, "Gobierno y Justicia: El gobierno de la justicia", en La jurisdicción contenciosa-
administrativa en España. Una historia de sus orígenes, Cuadernos de Derecho Judicial, Consejo General
del poder judicial, pp. 47-113. Del mismo autor "Justicia y política entre Nueva España y México. De
gobierno de la justicia a gobierno representativo", en GAYOL, Víctor, Formas de gobierno en México. Poder
político y actores sociales a través del tiempo, vol I, Zamora, El Colegio de México, 2012, p. 36.

135
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Administración novohispana

El alcalde mayor como juez ordinario tenía la capacidad de iniciar las diligencias
judiciales de las causas de justicia que sucedieran en su jurisdicción, facultad que por ende era
ejercida por sus auxiliares con sus respectivas restricciones. Como jueces ordinarios
administraban justicia en primera instancia, y en caso de que se recurriera al recurso de
apelación por las sentencias dictadas por estos jueces provinciales, se hacía ante la Real
Audiencia, que era la institución facultada para conocer de las causas de justicia, además de
que era por excelencia el cuerpo colegiado encargado de la administración de justicia. Así
mismo los alcaldes mayores podían conocer de las apelaciones de los alcaldes ordinarios.7 La
jurisdicción del alcalde mayor se extendía a españoles, indios y castas, por tanto debía
gobernar y administrar justicia a todos los grupos sociales, sin más distingo que el que
imponían las leyes y los fueros.
María del Refugio González y Teresa Lozano indican que fue a partir de 1571, a través
de una ordenanzas del Consejo de Indias, que “los negocios de justicia quedaron restringidos
a lo “contencioso entre partes” y “los pleitos”.8 Por tanto la administración de justicia se
basaba en dar a cada uno lo suyo, en ese sentido en las alcaldías mayores y corregimientos la
iurisdictio, “la tarea principal de hacer justicia, manteniendo a cada uno en su derecho”,9 fue

7 DEL ARENAL FENOCHIO, Jaime, "Instituciones judiciales, p. 31.


8 GONZÁLEZ, María del Refugio y LOZANO, Teresa, "La administración de justicia", en BORAH, Woodrow
(Coord.), El Gobierno provincial, p. 86.
9 GARRIGA, Carlos, "Gobierno y justicia... p. 68.

136
Empleados locales al servicio del rey

una prerrogativa que sólo fue privativa del alcalde mayor y que no cedió a sus auxiliares, los
tenientes. Todos aquellos casos en que se requería dictar sentencia, y que se encontraban en
conocimiento de los tenientes, debían ser remitidos a los alcaldes mayores, corregidores y
gobernadores o, en su defecto, al teniente general, para que con dictamen de asesor se
finiquitara y prescribiera la sentencia correspondiente.
Los tenientes por tanto tuvieron como principal función representar la autoridad real
en cada uno de los tenientazgos, y por ende conocían todo lo relacionado con la
administración de justicia civil y criminal, por lo que debían atender las necesidades y las
diligencias de manera pronta y expedita, sin necesidad de esperar a que el alcalde mayor
conociera primero las diligencias para poder intervenir en los asuntos que eran requeridos.
En lo que respecta a la justicia civil atendían todo lo relacionado con herencias, división de
bienes, deudas y contratos; en las causas criminales era de su competencia atender riñas,
homicidios, robos, injurias, violaciones y amancebamientos entre otras.10
En las causas de justicia los tenientes regularmente actuaban por receptoría con dos
testigos de asistencia a falta de escribano, a excepciones de las ciudades y villas en las cuales
siempre había más de uno que ejercía el oficio de la pluma, se podía contar con el escribano
del cabildo, público y el teniente de escribano, y por tanto ellos eran los que elaboraban los
escritos y preparaban las diligencias. Los tenientes estaban facultados para iniciar las cabezas
de proceso, examinar testigos y una vez concluidas estas diligencias preparatorias se pasaba
el expediente al alcalde mayor para que éste continuara con el proceso y determinara lo que
fuera más conveniente.
Los tenientes generales estaban facultados para administrar justicia civil y criminal en
toda la jurisdicción de la alcaldía mayor, excepto en las cabeceras administrativas de las villas
y ciudades que contaban con su ayuntamiento, como Valladolid, Pátzcuaro, Zamora,
Zitácuaro, Querétaro, Celaya, Oaxaca, México, León y Tabasco entre otras, porque a los
alcaldes ordinarios les correspondían las funciones de justicia y policía, por lo cual las
funciones de estas autoridades se veían reducidas en este espacio.11 En uno de los
nombramientos de teniente general de Valladolid se expresaba claramente sus competencias

10 GONZÁLEZ, María Del Refugio y LOZANO, Teresa, "El alcalde mayor o el corregidor como jueces", p. 571­
572. www.juridicas.unam. A diferencia de la observación de las autoras de este artículo, quienes afirman
que los expedientes que se resguardan en el AGN dan cuenta del mal proceder de los alcaldes y sus
auxiliares, esta percepción se tiene cuando se observa la documentación que se generaba en los
dispositivos centrales del gobierno como la audiencia, pues no hay que olvidar que a ésta llegaban las
apelaciones de las sentencias de los alcaldes mayores, corregidores y gobernadores. Así mismo, muchas
de las causas de justicia de los pueblos de indios pasaban directamente al Juzgado General de Indios, y en
muchos de esos expedientes los indios se quejaban del mal proceder de los alcaldes mayores y sus
tenientes. En cambio, cuando se analiza de manera más detenida el actuar de estos auxiliares en los
archivos provinciales nos damos cuenta que si bien existen innumerables demandas en contra del actuar
y de los abusos que llegaban a cometer estos tenientes, en la práctica éstos empleados menores eran los
que en sí llevaban el gobierno de su jurisdicciones, y estaban presentes cuando eran requeridos por el
vecindario, que rara vez tenía contacto con el alcalde mayor. Incluso me atrevería a pensar que éste llegaba
a ser una figura lejana y distante a la que difícilmente se tenía acceso. Pues aunque los alcaldes mayores
estaban obligados a visitar por lo menos una vez durante el tiempo de su gobierno la jurisdicción muchos
no lo cumplían, y eran justamente los tenientes los que realizaban esta labor.
11 Felipe II, dispuso el 22 de septiembre de 1560 que los gobernadores, alcaldes mayores ni corregidores
se entrometieran en conocer las causas civiles y criminales que sucedieren en las ciudades y villas y que

137
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

“le nombro por mi lugarteniente de ella y sus distritos para que administre en justicia, oyendo
a las partes y conozca de todas causas civiles y criminales de pedimento de partes y de oficio
de la real justicia substanciándolas y determinándolas con parecer de asesor letrado y
procediendo mutilación de miembros no las ejecute sin consulta de los señores de la real sala
del crimen de esta Nueva España, aprehenda los delincuentes y salteadores de caminos,
procurando estén limpias de gente ociosa y vagabunda y que no haiga pecados públicos ni otras
ofensas contra Dios nuestro señor, que para todo lo que tocare a administración de justicia le
doy entera facultad exceptuando en mis tutelas y discernimientos de ellas, abintestatos e
inventarios de trapiches y obrajes, y alce vara alta de la real justicia12 y así mismo le dé razón de
las condenaciones que se hicieren y sacaren aplicadas a la real cámara estrados y gastos de
justicia”.13
La función que desempeñaron los tenientes con respecto a lo relacionado a
testamentaria, nombramiento de albaceas, avalúo, inventarios y partición de bienes, tuvo sus
propios matices, ya que en muchos de los nombramientos de tenientes generales se les inhibía
de que conocieran lo correspondiente al Juzgado de Bienes de Difuntos. Los tenientes
particulares tenían más libertad para actuar en este ramo, a diferencia de los tenientes
generales, los cuales muchos de ellos quedaban exceptuados para que atendieran este ramo,
lo que respondía más a una acto de voluntad de los alcaldes mayores que eran los que decidían
si otorgaban a sus auxiliares la libertad de actuar en todo lo relacionado al Juzgado de Bienes
de Difuntos, o simplemente se reservaban para sí el conocimiento de estas causas.14
Quizá esa excepción se debía también a que en las ciudades y villas los alcaldes
ordinarios eran los que atendían esas causas, con lo cual se evitaban conflictos por
competencia de jurisdicción. Por ejemplo, en 1787 el alcalde ordinario de Valladolid, José
María de Ansorena atendió la renuncia de don José Santiago Espinosa de los Monteros y Pata
del albaceazgo en que había sido constituido por Doña Rita de la Pompa viuda que fue de
don Manuel Noriega, asuntos que eran de la competencia de los alcaldes ordinarios.15Pero en

hayan sido comenzados ante los alcaldes ordinarios. Por esa misma razón los tenientes generales tenían
las mismas limitaciones que sus superiores, y no estaban facultados para conocer de las causas de justicia
hasta donde llegaba la jurisdicción de los alcaldes ordinarios. Esta disposición siguió vigente con la
aplicación de la real ordenanza de intendentes. Que los gobernadores no conozcan de las causas que
pasaren ante los alcaldes ordinarios, ni saquen los presos de sus lugares. Recopilación de las leyes de Indias,
Ley 22, Tít. 2, Libro 6.
12 Los tenientes al igual que los gobernadores, alcaldes mayores y corregidores estaban facultados para
que portaran la vara de la real justicia que era la insignia del poder real, tal como se expresaba en la
Recopilación de Indias "que traigan en su mano la vara de nuestra real justicia, y no salgan en público sin
ella, pues es la insignia por la cual son conocidos los Jueces, á quien han de acudir las partes a pedirla, para
que se les administre igualmente, y oigan a todos con benignidad: de manera que sin impedimento sean
desagraviados y fácilmente la consigna", Recopilación de las leyes de los reinos de las Indias, Ley XI, Libro
5, título 2.
13 AHMM, Cabildo, No 12. F. 98. Libro donde se asientan los títulos de alcaldes mayores, regidores y otros
oficios de la ciudad de Valladolid, Valladolid, 1699- 1718.
14 AGN, Subdelegados, Vol. 10, Exp. 1, F. 45. Servicios de don Luis Migues en el Tenientazgo de
Tecamachalco, provincia de Tepeaca. 1782. El alcalde mayor de Tepeaca, José Antonio de Villanueva y
Santacruz, en el nombramiento de teniente de Tecamachalco que otorgó a favor de Luis Migues
expresamente establecía que le prohibía hacer inventarios y proceder en los bienes de intestados.
15 AHMM, Justicia, III 1.2.7, Valladolid, 1787, Caja 155, Exp 6, fs. 19. Renuncia del albaceazgo por el regidor
José Santiago de la Plata y doña Juana de Dios de Castro actual rectora del colegio de Niñas de Santa Rosa
de Valladolid.

138
Empleados locales al servicio del rey

todo caso ese condicionamiento es de suponer limitaba el actuar de los tenientes en el resto
de la jurisdicción territorial de la alcaldía. La actitud que asumían los alcaldes mayores
presumiblemente tenía que ver con lo delicado que les resultaba el resguardo y administración
de los bienes de difuntos, pues fácilmente se podían hacer fraudes, especialmente si pensamos
en los que morían abintestatos, pero por otro lado considero que también hay una razón de
fondo que tiene que ver con el cruce de competencia con los alcaldes ordinarios.
En 1779 se pretendió poner fin a la restricción que ponían los alcaldes mayores a sus
tenientes para que conocieran lo relacionado con los bienes de difuntos esto se dio cuando el
alcalde mayor de San Luis Potosí, Juan de Miranda, presentó ante el virrey Martín de Mayorga
para su confirmación el nombramiento de teniente del pueblo de Santa María del Río. El
virrey no realizó la confirmación como se solicitaba, sino que remitió el expediente al fiscal
Manuel Martín Merino debido a la cláusula que contenía, pues si bien se le facultaba para que
conociera todas las causas civiles y criminales contra cualesquiera personas sujetas a su
jurisdicción “sobre cuales quiera negocios y delitos que cometieren siguiéndolas en forma y
conforme a derecho hasta sustanciarlas y ponerlas en estado”, dando siempre cuenta al alcalde
mayor para que éste determinara la resolución. Hasta ese punto no había ningún problema,
el inconveniente se presentó cuando se pretendió establecer las condiciones a que estaría
sujeto dicho teniente “restringiéndole la facultad de poder hacer inventarios, intestados,
mandas y legados ultramarinos, por la responsabilidad que tiene en semejantes asuntos, y si
ocurriere alguna cosa de estas debería darle cuenta por las razones legales que expuso”.16
La respuesta del fiscal, de 4 de octubre de 1779, fue que el virrey otorgara la
confirmación del nombramiento de Juan Miranda pero sin incluir la cláusula que limitaba su
acción, por el contrario se dispuso que el teniente podía actuar en cualquier causa y negocio
que ocurrieran en su territorio “de la misma suerte que lo puede hacer el alcalde
m ayor.. .consultando con asesor en los casos que dude”. Si bien este caso se presentó en la
alcaldía mayor de San Luis Potosí, se resolvió que se librara despacho de cordillera para que
se hiciera la misma recomendación a todos los justicias, pues en varios lugares de la Nueva
España era práctica generalizada; en ese sentido se prevenía a todos los alcaldes mayores que
si incluían ese tipo de cláusulas simplemente no se les aceptarían los nombramientos de
tenientes.
Los herederos para hacer cumplir la disposición testamentaria de sus seres queridos
tenían la opción de acudir directamente al corregidor o alcalde mayor, o bien ante el teniente.
Cuando se acudía directamente ante el corregidor para que se llevara a cabo el avalúo y
división de los bienes que quedaron por disposición testamentaria, éste de forma inmediata
mandaba a sus tenientes para que atendieran dichas diligencias. En 1778 el corregidor de
Valladolid, Juan Sevillano dispuso que su teniente de Tarímbaro iniciara las diligencias para

16 AGN, Indiferente virreinal (Real Acuerdo), Nombramiento de teniente del pueblo de Santa María del
Río, jurisdicción de San Luis Potosí, 1779, San Luis Potosí, Caja 3779, Exp. 3, Fs. 2. AGN, Bandos, Vol. 11,
No. 44, Fs. 109-110, Despacho de cordellera para que en los nombramientos de tenientes no se inserten
cláusulas que restrinjan la facultad de hacer inventarios intentados, mandas y legados ultramarinos.
México 2 de diciembre de 1779. AGN, Bandos, Vol. 11, No. 45, Fs 111-114. Real provisión con inserción de
la Pragmática y Real Cédula, que disponen lo que debe ejecutarse con los bienes de los que mueren ad
intestato, para que se observe por los Gobernadores, Corregidores, alcaldes mayores y justicias del distrito
de esta Real Audiencia. México, 20 de diciembre de 1779. La real provisión tenía la finalidad de que no se
cometieran abusos contra los bienes en los bienes de difuntos. México 2 de diciembre de 1779.

139
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

que los albaceas de los herederos de don Antonio Ruíz de Chávez se presentaran al juzgado
del corregidor solicitando el inventario de los bienes:

“Por cuanto me hallo en noticia cierta de haber fallecido don Antonio Ruíz de Chávez, vecino
que fue del valle de Tarímbaro y dueño de la hacienda de Santa Cruz, y que aunque otorgó
disposición testamentaria dejó entre sus herederos unos legítimos menores, a quiénes en uso
de mi oficio debo atender y procurar asegurar los bienes hereditarios que les pertenecieren. Por
tanto y atendiendo a esta justa causa, por el presente mando a don José Nicolás Romero, mi
lugarteniente del pueblo de Tarímbaro y su jurisdicción, que luego incontinenti notifique al
albacea y albaceas que hubiere constituido dicho don Antonio Chávez en la citada su
disposición que dentro del preciso termino de 10 días la presenten ante mí, y en este mi juzgado
pidiendo el beneficio de inventarios a que deben p ro ced er.”.17

De esa forma el corregidor a través de sus tenientes iba tomando las determinaciones
subsecuentes para que la división de los bienes se llevara a efecto y que los herederos
recibieran la parte que les correspondía. Policarpo Crisóstomo Dávila sucesor de Juan
Sevillano fue quién concluyó las diligencias por lo que mandó a su teniente don Domingo
José Villegas para que a la brevedad citara a don Nicolás de Herrejón, a don José Nicolás
Ruiz de Chávez y a las demás partes interesadas para que procediera a hacer la entrega de la
hacienda a los Chávez y Herrejón. El teniente en cumplimiento de la comisión y facultades
que le otorgó el corregidor procedió a dar cumplimiento a la citación de los interesados y a la
entrega de la hacienda de Santa Cruz:

“En la hacienda de Santa Cruz en veinte y tres días del mes de septiembre de este corriente año
don Domingo Joseph de Villegas, teniente de corregidor, estando con los de mi asistencia y
partes interesadas en la casa de la morada que fue de don Antonio Ruiz de Chávez a efecto de
dar principio a la entrega de las tierras y demás bienes muebles y semovientes, hallé en ella a la
persona de don Joseph Sánchez, vecino de la ciudad de Valladolid y curador ad liten de los
menores hijos del referido don Antonio de Chávez, quien fue poniendo de manifiesto y
entregado a dichas partes los b ie n e s .”18

Bajo este procedimiento los tenientes auxiliaban a los corregidores y alcaldes mayores
desahogaban los asuntos y diligencias que los alcaldes mayores y corregidores les
encomendaban.
Los vecinos de Uruapan,19 Taretan, Santa Clara de los Cobres, Puruándiro,20
Tacámbaro y Erongarícuaro, por mencionar sólo algunos pueblos, para hacer cumplir las
disposiciones testamentarias, o bien promover algún recurso de inconformidad en la partición
de bienes, muchas veces recurrieron en primera instancia ante sus tenientes, quiénes estaban
obligados a dar parte a sus superiores para que éstos les dieran la facultad de realizar los autos
correspondientes. La mayor parte de estas diligencias se realizaron sin ningún inconveniente 178920

17 AHMM, Justicia, III 1.2.5, Valladolid- Tarímbaro, Caja 139, Exp. 6, F. 1. Cumplimiento de la disposición
testamentaria de Antonio Ruíz de Chávez. Valladolid a tres de enero de 1778.
18 Ibid. F 130.
19 AHMM, Justicia, Caja 124, Exp. 5. Sebastián de Soto, albacea de Úrsula Romero solicita se realice el
inventario de bienes y cumplimiento de la disposición testamentaria, Uruapan.
20 AHMM, Justicia, Inventario y evaluó de bienes que quedaron por fin y muerte de Don Pedro de la Peña,
Puruándiro, Caja122, Exp. 5, Fs. 146.

140
Empleados locales al servicio del rey

y siguieron su curso legal, sin embargo cuando había conflicto entre los herederos por la
división de los bienes, algunas veces en esas circunstancias se recusaba la intervención de los
tenientes particulares y se pedía que se nombrara a un comisionado para que llevara las
diligencias, siempre y cuando hubiera sospecha de que el teniente era afín a alguna de las
partes.
Los herederos directamente acudían ante el teniente al ser la autoridad más inmediata
para solicitar se hiciera la partición de bienes, un claro ejemplo de este procedimiento se dio
en Santa Clara de los Cobres cuando Josef Prudencio Villalobos y María Manuela de Herrera
acudieron ante Joseph Joaquín de Arriaga, lugar teniente de dicho pueblo, pidiendo se
procediera al nombramiento de los curadores ab liten, al avalúo, inventario y división de los
bienes que quedaron por la muerte de Antonio Benito de Herrera, su padre; cabe mencionar
que el testamento de don Antonio Benito de Herrera se había elaborado ante el teniente don
Esteban Diego de Castañeda. Si bien el teniente atendió la solicitud de los herederos de
Herrera, antes de realizar cualquier diligencia primero envío la solicitud original al corregidor
de Valladolid, Policarpo Dávila, para “que en su vista determine su merced y me ordene lo
que sea de su superior agrado”.21
La respuesta del corregidor fue que se procediera a la facción de inventarios y avalúos
de los bienes y al nombramiento de curadores ab liten de los menores hijos, nietos y sobrinos
de Herrera. Para validar las diligencias del teniente el alcalde mayor otorgó “en conformidad
de lo consultado por el asesor dando como da por todo lo dicho la comisión y facultad que
se requiere y es necesaria al teniente particular de Santa Clara, sirva el citado este auto de
comisión en forma, sin perjuicio de los derechos de este juzgado, y por el cual así su merced
lo proveyó”,22 la recomendación que se le hacía al teniente es que actuara con asesor.
En 1771 en el pueblo de Etúcuaro, “ante mí Don Cristóbal Marín de Quesada teniente
sustituto por don Joseph de Hermosa que lo es propietario por el señor don Felipe Ordoñez
y Sarm iento.. .actuando como juez receptor con testigos de asistencia por no haber escribano
real ni público en los términos que previene el derecho; fui llamado por don Thomas de
Alvear y Collado a efecto de otorgar en toda forma su testamento y última disposición
cristianamente”.23 Al morir Thomas de Alvear el teniente Joseph de Hermosa procedió a
embargar los bienes que se reconocieron por suyos, el albacea Nicolás Antonio de Balderrama
solicitó al teniente general de Valladolid, el alférez Juan Manuel de Michelena, que el que
realizara los inventarios no fuera vecino del partido; el teniente quedaba recusado de
continuar con el conocimiento de las diligencias y en su lugar se nombró a Don Miguel Ángel
Antón, teniente de alguacil mayor de Valladolid, el cual solicitaría los autos y bienes que
Joseph de Hermosa tuviera embargados de la testamentaría del bachiller.
Otras de las atribuciones que ejercían los auxiliares en lo que respecta a la justicia civil
era que podían conocer de los conflictos por tierras, hacer las vistas de ojos para delimitar
linderos y las denuncias por deudas. Civiles y religiosos podían acudir ante los tenientes para

21 AHMM, Justicia, Caja 140, exp. 2, F. 8. Disposición testamentaria que otorgó don Benito de Herrera ante
don Esteban Diego de Castañeda lugarteniente de dicho pueblo y su partido, Santa Clara de los Cobres
1779.
22 Ibid., F. 9v.
23 AHMM, Justicia, Caja 134, Exp. 3, F. 1. Descripción de bienes, inventarios, avalúos y aprecio de los bienes
que quedaron por fallecimiento de don Thomas de Alvear y Collado, difunto vecino que fue del Real y
minas de San Miguel Curucupaseo, Valladolid, 1771.

141
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

denunciar el incumplimiento de contrato entre partes: en 1775 el bachiller Juan Benito Díaz
Barriga, vecino de Tzintzuntzan, presentó denuncia por deuda contra Francisco López ante
el teniente de Cocupao, Blas Antonio Castellano.24 Fueron diversas las causas que atendieron
los tenientes, de tal suerte que se llegaron a elaborar contratos para el pago de obvenciones
eclesiásticas. Antonio Lezo, síndico del convento de San Francisco de Tzintzuntzan, se
presentó ante el teniente de Cocupao y pidió se requiriera la presencia de los naturales para
que satisficieran la obvenciones que estaban debiendo a los religiosos doctrineros, y el
teniente para dar seguimiento al requerimiento del religioso nombró por intérprete a Antonio
de Mendoza, español “lenguarás en el idioma castellano”. Llamó al gobernador y demás
naturales, quienes acudieron a su presencia y recocieron la deuda por la cantidad de doscientos
veinte y tres pesos siete y medio reales. Lo interesante de este caso es que ante la mediación
del teniente los indígenas y el síndico del convento formalizaron un trato en el que se
comprometían a pagar la cantidad ya antes mencionada, más los derechos parroquiales que
se generaran en el término de los seis meses que se habían establecido para finiquitar la cuenta,
el puesto de Patambicho quedó en hipoteca en resguardo del convento. El plazo que se
concertó con el convento comprendía de agosto 8 de 1750 hasta febrero 8 de 1751.25
Los eclesiásticos, comerciantes y hacendados, constantemente acudieron ante los
tenientes para que exigieran de sus deudores el cumplimiento de los contratos que habían
realizado, reconocieran los recibos (cuentas) que tenía en su poder y se exigiera su pago. En
1782 el teniente general de Pátzcuaro, Francisco de Arana, solicitó la presencia de Manuel
Güemes, residente en Taretan, a solicitud de Josef Vicente de Silva, comerciante de la ciudad
de Pátzcuaro, para que reconociera la deuda registrada en el libro de caja de la tienda, la cual
ascendía a 1 444 pesos 1 real, pues había acordado satisfacerla con la mitad en efectivo y la
otra parte en panocha blanca de melado.
Aunque la petición de Silva fue que no se permitiera la intervención del teniente de
Taretan por ser parcial de Güemes, Arana requirió de la ayuda del teniente de dicho pueblo,
Miguel de Sanxinez, para que le notificara al requerido que en el término de tres días se
presentara en Pátzcuaro a reconocer la cuenta pendiente, ya que se le acusaba de no haber
cumplido con el pago ni de remitir el producto en el tiempo estipulado.26 Regularmente,
cuando se recusa la intervención del teniente particular, se procedía a nombrar un
comisionado para que realizara las diligencias correspondientes, en este caso el teniente
general no comisionó a nadie ya que sólo requería de su teniente para que le notificara a
Güemes que se presentara en la ciudad de Pátzcuaro; por tanto no tendría mayor intervención
en la diligencia, sólo en caso de que se diera el embargo de bienes, pues ahí sí se tendría que
nombrar otro sujeto que efectuara el embargo e inventario. En estas causas de
incumplimiento de contratos, en su mayoría los que acudieron ante los tenientes fueron los
religiosos, comerciantes y hacendados, que eran los que tenían la capacidad económica y los
medios suficientes para hacer préstamos, ya fuera en dinero o en géneros. Fueron más los

24 AHMP, Fondo Colonial, siglo XVIII, Caja 32, Exp. 2, Fs. 307-235. Denuncia contra Francisco López por
deuda, Cocupao, 1745,
25 AHMQ, Fondo Ayuntamiento, Sección Juzgado de Quiroga, Serie Justicia, Caja 1, Exp. 2, F. 12. Denuncia
contra los naturales de Cocupao por el pago de obvenciones con el convento de San Francisco de
Tzintzuntzan, 1750.
26 AHMP, Fondo colonial, siglo XVIII, Caja 67D, Exp. 4, Fs. 674-686. Vicente de Silva contra Manuel de
Güemes por deuda de pesos, 1782.

142
Empleados locales al servicio del rey

españoles que acudieron ante estos empleados locales a querellarse en contra de mestizos,
indígenas o españoles por el incumplimiento de sus contratos.
Los tenientes, de igual manera, despacharon toda diligencia relacionada con conflictos
por tierras, por lo que se encargaban del reconocimiento de los linderos de las propiedades o
vista de ojos, hacían el reconocimiento de las propiedades, examinaban los testigos que
presentaban las partes para discernir a quién le correspondía la posesión, y otorgaban los
poderes correspondientes a españoles e indígenas para que nombraran persona que los
representara en cualquier negocio judicial o extrajudicial, para cobro de deudas, venta de
bienes y poder para testar entre otros.27 Estos instrumentos los otorgaban tanto a españoles
y demás vecinos de su jurisdicción, pero siempre actuando con testigos de asistencia.

b) Justicia criminal
La justicia criminal fue una causa fecunda que les dio a las autoridades provinciales y locales
bastante materia para actuar ya que nunca faltó en los tenientazgos quien se apropiara de lo
ajeno y atentara contra la propiedad, seguridad e integridad de las personas. Fue regular
observar que los tenientes al tener la obligación de atender todas los negocios que tuvieran
un carácter de urgente, ante el aviso de los vecinos de su partido de alguna riña acudían al
lugar de los hechos e inmediatamente procedían con las diligencias de rigor para el
reconocimiento de los heridos o de los difuntos, e iniciaban con la cabeza de proceso, y en
caso de aprehender a los agresores y malhechores inmediatamente eran conducidos a la cárcel.
Cuando se solicitaba a los tenientes que acudieran al reconocimiento de algún difunto, y si en
el lugar había teniente de alguacil mayor se solicitaba su presencia y la del cirujano para que
hiciera el peritaje y diera fe de las causas del fallecimiento, y los testigos de asistencia, aunque
el teniente de alguacil sólo estaba presente en pocos pueblos. En caso de que aprehendieran
a los sospechosos de homicidio se procedía a resguardar sus bienes, y aunque los tenientes
realizaran todo la diligencia y cabeza de proceso, la remitía directamente a consulta con el
asesor, y además del dictamen una de las recomendaciones que hacia el abogado era que
inmediatamente se le diera noticia al alcalde mayor de la causa para que éste determinara lo
que se debiera de ejecutar.28
El teniente sustituto de Santa Clara de los Cobres, Juan de Dios Cortés, realizó una
cabeza de proceso por la muerte de José María Lucas Pío, y una vez que hubo realizado todas
las diligencias de rigor aprendió a José Pascual Pío y a Buenaventura Calderón, quienes eran
sospechosos del homicidio ya que la noche anterior habían estado bebiendo juntos, y una vez
que hubo examinado a los testigos, en lugar de remitir el expediente al corregidor Policarpo
Crisóstomo Dávila, que era la vía normal que se tenía que seguir para que éste continuara con
el proceso, optó por remitir directamente el expediente al asesor, el licenciado Juan Dionisio
Romero Camacho, para que emitiera su dictamen.
Ninguna diligencia se podía realizar de forma independiente sin que se le diera
conocimiento al corregidor, y mucho menos si se trataba de casos graves como el homicidio,
ya que las causas de justicia pertenecían a su juzgado y él era el que tenía la facultad de dictar
sentencia, pues aunque no se había comprobado que efectivamente la muerte de María Lucas
Pío había sido provocada, pues en las declaraciones de los testigos no se hizo mención de que

27 AGN, Tierras, Vol. 2904.


28 AHMP, Fondo colonial, siglo XVIII, Caja 63F, Exp. 1, Fs. 125-126. Causa criminal por muerte de José María
Lucas Pío, Santa Clara de los Cobres, 1780.

143
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

se hubiera presentado algún altercado o algo por el estilo, a pesar de la sospecha del teniente
de que se había tratado de un homicidio. El asesor emitió su dictamen en el que se determinó
que no había delito que perseguir ya que por el peritaje del cirujano se podía advertir que
María Lucas Pío había fallecido por los efectos del consumo de bebidas embriagantes, y la
recomendación que hizo al teniente fue precisamente que diera cuenta de los autos a su
corregidor para que éste determinara lo que fuese más conveniente.
Aunque también es de advertir que todos los testigos coincidían en que el difunto
había estado bebiendo en compañía de los ahora inculpados en casa de María Rita, los
inculpados fueron liberados y Policarpo Dávila le ordenó a su teniente que averiguara todo
lo relacionado con la fábrica y expendio de charape y vino de salvado que se vendía
públicamente en la casa de María Rita, vecina de dicho pueblo, y le remitiera la información
que obtuviera.29 El teniente, en obedecimiento del dictamen y lo proveído por el corregidor,
puso en libertad a los reos y desembargó los bienes ya que no había delito que perseguir pues
María Lucas Pío había fallecido a consecuencia del consumo de las bebidas embriagantes que
había consumido en exceso, tal y como lo había indicado José Pascual Pío cuando le solicitó
que pasara a dar fe del fallecimiento de José María Pío.
Sin embargo las actuaciones de estos auxiliares de los alcaldes mayores muchas veces
dejaron entrever que desconocían los procedimientos legales de cómo debían actuar ante
determinadas circunstancias y en qué momentos procedía o no las diligencias criminales. En
febrero de 1787 el teniente comisario -como él se denominó porque cuando el corregidor le
remitió los autos lo hizo como su “teniente”-, Juan Francisco Ansiondo, de Tacámbaro, se le
avisó que pasara a la calle real porque había un herido que se encontraba en la tienda de don
Andrés de Antia, el cual había sido agredido por don Esteban Gómez, administrador de
diezmos del mismo partido: el altercado se perpetró cuando Esteban Gómez le solicitó a
Hermenegildo Martínez le pagara una deuda que tenía pendiente, y se le encontraron tres
heridas; inmediatamente el teniente mandó aprehender al agresor e inició con la sumaria
correspondiente para esclarecer los hechos y castigar a quienes resultaran culpables. Se
procedió a requerir la presencia del acusado pero se tuvo noticia de que se había marchado a
Valladolid, por lo que el teniente procedió al examen de los testigos que estuvieron presentes
durante la riña. Al finiquitar la diligencia de examen de testigos los autos pasaron a manos de
don Joseph Antonio Calderón, que fungía como teniente general por ausencia de Juan
Antonio de Riaño y Bárcena, el cual envió los autos al licenciado Manuel María Ramírez de
Arellano, quien determinó que la causa debía ser cancelada pues debido a la poca gravedad
de las heridas no se podía seguir la causa de oficio sino por petición del querellante:

“La injuria que resulta de heridas, no siendo de necesidad mortales se reputa privada, esto es,
que solo nace de ella acción peculiar o propia del agraviado, y no pública o popular, que ponga
en ejercicio el oficio noble de juez. De aquí resulta que si el injuriado no se queja, ni pide
enmienda del agravio que le fue hecho con las heridas, no puede procederse contra el injuriante,
como en el caso presente no sólo no se halla querellado Hermenegildo Martínez contra don
Esteban Gómez por las heridas que éste le infirió, sino que antes se halla desistido y apartado
de la acción que le competía antes de ponerla en ejercicio.”302930

29 Ibid., fs. 127.


30 AHMM, Justicia, Caja 162, Exp. 3, Fs. 10v-11. Autos por las heridas que le dio Andrés Gómez a
Hermenegildo Martínez, San Gerónimo Tacámbaro, 1787.

144
Empleados locales al servicio del rey

En ese tenor claramente se expresaba que el teniente no podía actuar por voluntad
propia sino que tenía que intervenir por petición, así que si no había querella de por medio la
causa no procedía pues se trataba de un caso de justicia privada entre partes, y no era un delito
que se tuviera que perseguir de oficio de la real justicia. 31 El teniente general avaló el dictamen
del asesor y se mandó al teniente que notificara a Martínez y Gómez que quedaba concluida
y sin efecto la causa. La dificultad de algunos de los tenientes para discernir las causas de
justicia y llevarlas por las vía adecuada era un reflejo de la falta de instrucción y del nulo
conocimiento de las leyes, pues casi todos fueron tenientes legos, a excepción por ejemplo de
algunos tenientes generales de las ciudades que eran abogados de profesión y ocupaban los
oficios de regidores de cabildo.
Los tenientes llevaron una importante cantidad de procesos criminales, sin embargo
en esta ocasión tratamos de mostrar algunas de las anomalías que se podían encontrar en el
proceder de estos empleados al momento en que ejercían las funciones de administradores
de justicia, lo que no significa que siempre fallaban sus procedimientos, ya que muchas de las
causas que atendían las llevaban bien. Varias de las causas criminales en que intervinieron los
tenientes se siguieron por querella de partes, las cuales tuvieron una sentencia, algunas
quedaron inconclusas por no saber del paradero de los delincuentes,32 y en otras tantas hubo
finalmente un desistimiento de las partes por continuar con el juicio y llegaban a un arreglo
con la parte agraviada.
En Chucándiro María Teresa Méndez se querelló criminalmente contra Joachin
Herrejón y su hermano Lucas por los golpes que le dieron a su hijo Joseph Vicente Ortiz,
mulato, por cuatro reales que le debía por el arrendamiento de un pedazo de tierra, se les
acusaba de haberlo maltratado de obra y palabras. Vicente Ortiz fue golpeado y resultó herido
y fue insultado, “públicamente le dijeron que era hijo de una grandísima puta”, 33 por lo que
también se le hacia el cargo de calumnia contra la persona de María Teresa. El teniente
procedió a solicitar la presencia de los hermanos para tomarles su declaración y examinó los
testigos. Sin embargo hubo desistimiento por parte de María Teresa para continuar la causa,
y Juachin Herrejón se comprometió a pagar los gastos de curación del herido y se obligó a
desdecirse públicamente de la calumnia, por lo que “el día del año nuevo vendría a mi
presencia [Fernando Escalante] y que restituiría el crédito o fama de la suplicante delante de
su marido”. Para terminar con la causa, el teniente Fernando Escalante envió los autos al
teniente general de Valladolid, Manuel de Michelena.
En la administración de justicia los tenientes fungían como jueces de instrucción, es
decir sólo estaban facultados para preparar los autos y diligencias necesarias para que el alcalde
mayor o corregidor, con el auxilio de asesor, determinaran lo que se debía realizar, es decir

31 En el Libro de los principales rudimentos se indicaba que había tres maneras de formar las causas
criminales: 1) de oficio de la real justicia de la Real Vindicta y del Real Fisco, 2) por denuncia y 3) por
querella de parte. De acuerdo a esas formas el teniente sólo podía proceder por la tercera forma. Libro de
los principales rudimentos tocante a todos juicios, criminal, civil y ejecutivo, año de 1764, [Transcripción y
estudio preliminar de Charles R. Cutter], México, UNAM, p. 20.
32 AHMM, Justicia, Criminal, Caja 159, Exp. 18, Fs. 9. Contra un vaciero que hirió de un balazo a Juan Joseph
en el rancho de Huecato, Tanaco, la denuncia se realizó ante el teniente de Paracho, Joseph Pasallo,
Paracho, 1763.
33 AHMM, Justicia, Caja 159, Exp. 32, Fs. 6. Diligencia criminal en contra Joachin Herrejón y su hermano
Lucas por heridas que infirió al mulato Joseph Vicente Ortiz y calumnias en contra de su madre María
Teresa Méndez, Chucándiro- Valladolid, 1771,

145
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

dictaran la sentencia, pues la iurisdictio era privativa del alcalde mayor, es por eso que los
tenientes no podían ejecutar ningún tipo de castigo ni sentencia en contra de los vecinos de
forma independiente sin dar cuenta al alcalde mayor o al teniente general de su jurisdicción,
porque eso excedía sus facultades. Por lo que hemos podido observar sólo el teniente general
tenía la venia del alcalde mayor para que en sus ausencias llevara las diligencias hasta su
resolución, pero con la prevención de que lo hiciera con la ayuda de un asesor, que era el
conocedor del derecho y que por tanto tenía la mejor resolución. Por esa razón muchas de
las diligencias que iniciaron los tenientes particulares fueron finiquitadas con la aprobación
del teniente general, que era el que estaba facultado para conocer las causas de los tenientes
particulares, e incluso comisionarlos para que conocieran de las diligencias que realizaban los
otros tenientes cuando así lo demandaban los negocios.

c) Exterminar los vicios


Los tenientes particulares en cada uno de sus distritos cuidaban de que no se fabricara ni
expendiera aguardiente o cualquier tipo de bebidas prohibidas, por lo que el 9 de mayo de
1766 don Luis Vélez de las Cuevas Cabeza de Baca por cordillera ordenó a sus lugares
tenientes de la provincia de Michoacán que hicieran público el bando de 26 de abril de ese
mismo año sobre “Fábrica y expendio de bebidas prohibidas”, dichas disposiciones debían
ser obedecidas por cada uno de sus tenientes y remitir el original al siguiente tenientazgo,
hasta que retornara finalmente a manos del alcalde mayor. Debido a la extensión territorial
de la alcaldía el bando se hacía llegar a los tenientes a través de dos cordilleras, la primera
abarcaba los tenientazgos de Indaparapeo, San Miguel Tarímbaro, Huaniqueo, Huango,
Puruándiro, San Francisco Angamacutiro y Santiago Numarán;34 en una segunda cordillera a
los lugares tenientes de Pátzcuaro, Erongarícuaro, Cocupao, Tzintzuntzan, Santa Clara del
Cobre, San Juan Urecho, Taretan, Uruapan, Parangaricutiro, Paracho, Tacámbaro, Tiripetío,
Etúquaro, Curucupaseo y, finalmente, retornaba a Valladolid.35 Pues en toda la alcaldía mayor
se tenía que extinguir el uso de las bebidas embriagantes (como el aguardiente de caña por
ser nocivos a la naturaleza humana y bien público), por lo que los tenientes eran los
responsables de observar que se acataran las disposiciones encaminadas a extinguir el
consumo de tan fatídicas bebidas causantes de desorden, riñas y pecados públicos, es por eso
que su uso no sólo estaba prohibido por las autoridades civiles con penas, sino también por
las eclesiásticas que con censuras pretendieron contener su consumo.
Los tenientes de manera constante apresaban a los indios por el consumo y venta de esas
bebidas, incluso los curas reconvenían a los gobernadores para que cuidaran que los naturales
no se embriagaran e inhibieran su consumo. La embriaguez fue un problema generalizado en

34 El bando hacía referencia a cualquier tipo de bebida prohibida por lo que eran varias y de diferente
nominación: aguardiente de caña, de maguey, de miel, cantineata, ololinque, vinos de coco, sangre de
conejo, vinguíes, tepaches, charape, mezcales, guarapo, bingarrote, chinguirito, tuba, pulque amarillo,
corrupto o mezclado con hierbas, piñas y otros ingredientes que le varíen su naturaleza y calidad. AHMM,
Gobierno, Caja 10, Exp. 39. El alcalde mayor Luis Vélez de la Cuevas Cabeza de Baca envía derrotero a los
lugares tenientes de la provincia para que publiquen el "Bando sobre prohibición de fábrica y expendio de
bebidas prohibidas, Valladolid, 1766.
35 AHMM, Gobierno, Caja 10, Exp. 44, F. 9. El alcalde mayor Luis Vélez de la Cuevas Cabeza de Baca envía
derrotero a los lugares tenientes de la provincia para que publiquen el "Bando sobre prohibición de fábrica
y expendio de bebidas prohibidas, Valladolid, 1766.

146
Empleados locales al servicio del rey

el que hubo acusaciones mutuas de que los tenientes, los alcaldes mayores y los propios
gobernadores, lejos de vigilar la extinción de este vicio lo fomentaban. Pero sobre todo
generaba un conflicto por la competencia en cuanto a quién correspondía extinguir los vicios,
el teniente general Juan Manuel de Michelena dispuso que “de ninguna manera se le haga (al
teniente particular) apercibimiento alguno en cuanto al tácito permiso con que contribuye a
el abuso y fomento de bebidas prohibidas, por estar declarado que su exterminio toca
privativamente al Tribunal de la Acordada de este reino, y estar inhibida la jurisdicción
ordinaria para proceder en la materia”.36
Uno de los aspectos que resaltaron en la diligencia en Chucándiro fue que las bebidas se
expendían con la libertad y disimulo con que el justicia las permite, pues se afirmaba que a
pesar de que el teniente había negado las licencias que se solicitaron para vender esas bebidas
en la fiesta de Jesús Nazareno, de todas formas “se vendieron en todos los puestos de la plaza
Charape y Chinguirito y se han seguido vendiendo en las casas de los indios y éstos en los
tendejones de Antonio Arteta y Juan Nepomuceno Cervantes. Demostrándose su permisivo
y deliberado disimulo con el mismo hecho de venderse la bebida por Arteta junto a la propia
casa de don Ignacio”.37
Además de las riñas, homicidios y pecados públicos que se podían generar por la
embriaguez, también propició que se dieran fricciones entre las autoridades, y eso claramente
lo podemos constatar cuando el teniente de Chucándiro encarceló al gobernador por
presentarse ante él en estado de ebriedad. Los gobernadores de indios como parte de sus
facultades podían aprender a los indígenas y remitirlos ante la autoridad competente, ya fuese
ante el alcalde mayor o su teniente, y en ese entendido el gobernador de Chucándiro, Juan
Manuel de Santiago, bajo los efectos del alcohol se presentó ante el teniente de Chucándiro,
Ignacio de Soto y Saldaña, con una actitud desarreglada, estaba ebrio y se evidenciaba que
antes de llegar a la casa del teniente había incurrido en una riña, llevaba consigo a un indio
llamado Sixtos, que según la declaración del indio y los testigos oculares lo llevaba preso
porque se había desvergonzado y se opuso a ser enviado a la tanda de Guanajuato, y se negaba
a pagar cuatro reales.
Debido al estado de ebriedad en que se encontraba, el teniente mandó a su ministro Juan
Biera que lo aprehendiera y condujera a la cárcel, a lo que el gobernador se resistió y le dijo
que él también era justicia, por lo que el ministro con el auxilio de otros cuatro más lo
condujeron a la cárcel, y al día siguiente el teniente, como una forma de reprenderlo, estaba
decidido a quitarle el cargo de gobernador, lo mandó sacar de prisión y “amarrado con el
pedazo de Bastón al cuello, haciendo[lo] colgar de este modo en la picota para azotarlo, cuya
ejecución se estorbó”38 por la intervención del padre prior ministro de doctrina, Agustín de
la Torre, pues el teniente había decidido que se le dieran doscientos azotes en público como
castigo ejemplar, porque como autoridad estaba obligada a dar buen ejemplo y evitar la
embriaguez. Evidentemente el teniente se había excedido en sus funciones puesto que no
tenía permitido castigar por decisión propia a los indígenas, ya que el alcalde mayor y su asesor
eran los que determinaban las acciones en función de la falta que se cometía.

36 AHMM, Gobierno, Caja 13, Exp. 20, F. 18v. Causa criminal seguida de oficio contra el gobernador de este
pueblo Juan Manuel de Santiago, Chucándiro, 1778-1779.
37 Ibid. Fs. 17-v.
38 AHMM, Gobierno, Caja 13, Exp. 20, Fs. 1-2. Causa criminal seguida de oficio contra el gobernador de
este Pueblo Juan Manuel de Santiago, Chucándiro 1778.

147
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Obviamente la afrenta y humillación que sufrió el gobernador lo llevó a que


insistentemente pidieran la aprehensión del teniente y su destitución del cargo; aunque
finalmente el gobernador se desistió de la denuncia y perdonó las injurias del teniente, se
prosiguió con el requerimiento de la persona de Soto y Saldaña y se mandó que se embargaran
los bienes que se reconocieran por propios, ya que había actuado con rebeldía al no
presentarse ante el corregidor Juan Sevillano cuando se le requirió. La acción de los tenientes
en materia de justicia estaba ampliamente limitada ya que no estaban facultados para proceder
judicialmente contra los criminales, ni mucho menos ejecutar los castigos por mucho que
éstos consideraran que eran ejemplares, pues esta era una competencia privativa del alcalde
mayor y de nadie más.
En cuanto a la administración de justicia criminal el ejercicio de este empleo se reducía
a la elaboración de las cabezas de proceso, examen de testigos, aprensión de los delincuentes,
se daba cuenta al alcalde mayor con las diligencias y sumarias elaboradas del caso, y se remitía
el reo a la cárcel pública de la cabecera de la alcaldía mayor. Por esa razón José Luis Alcauter
Guzmán sostiene que los tenientes “regularmente eran encargados de la administración de
justicia en asuntos de poca monta, de la vigilancia de los pueblos para que en casos de
gravedad dieran aviso a su superior; así mismo sólo conocían de las primeras diligencias de
los procesos, y en los casos criminales debían iniciar los trámites del proceso (levantar el auto
cabeza de proceso), detener al inculpado y remitirlo a su superior”.39
A partir de la aplicación de la ordenanza de intendentes se comenzó a generalizar la
idea de que los tenientes estaban encargados de la administración de justicia en aquellos
asuntos de “poca monta”- como los denomina Alcauter Guzmán- o de “poca
consideración”,40 ya que en los nombramientos que se otorgaron hasta antes de 1786 no
contenían ese tipo de especificaciones, como sí se hará en el régimen de las subdelegaciones.
Estas condiciones claramente se pueden apreciar en algunos de los nombramientos, o bien
en aquellos procesos en los que estaban implicados los tenientes cuando actuaban sin el
consentimiento del subdelegado como lo veremos a continuación: el 19 de febrero de 1817
Juan de Agnes, subdelegado de Tepeaca en la intendencia de México, solicitó la aprobación
del nombramiento de teniente de Tecamachalco en Juan Antonio Romero, a quien se le
facultaba para que “oyendo a las partes judicial y extrajudicialmente y en los asuntos que
considere ser de poca consideración hará que en un acto verbal quede concluido, y las partes
compuestas o transigidas...”.41 Justamente al otorgar en ese tenor los nombramientos los
tenientes podían administrar justicia en juicios sumarios de forma pronta y expedita, por tanto
las causas de justicia que podían atender los tenientes de subdelegados eran aquellas que no
se convertían en contenciosas, y que incluso se podían resolver de forma verbal y que no
requerían un proceso formal.
La otra evidencia que encontramos con respecto a este tema se presentó en una
diligencia en la que el subdelegado de Zamora, Pedro Gómez Enterría, se querelló contra el
de Jiquilpan por conflicto de competencia ya que el teniente de Sahuayo, José Ricardo
Sanabria, había remitido al reo Ignacio Río que tenían preso en el pueblo; dicho acto, alegaba,
había sido en agravio de la real jurisdicción del subdelegado, por lo que pedía a su comisario

39 ALCAUTER GUZMÁN, José Luis, "Régimen de subdelegaciones", p.51.


40 AGN, Subdelegados, Vol. 54, Exp. 5, 1817, F. 278. Nombramiento de teniente de Tecamachalco,
jurisdicción de Tepeaca, 1817. Vol. 54, Exp. 5, 1817, F. 278.
41 Ibid. F. 278.

148
Empleados locales al servicio del rey

que declara en qué condiciones hizo la remisión del reo. El teniente afirmó que había
entregado el reo a los hombres que envío Amezcua porque creyó que tenía pendencia con la
renta de tabacos de Jiquilpan por la quiebra que tuvo en el fielato de Tingüindín. El malestar
del subdelegado era que el teniente había actuado por su cuenta y no se le pidió parecer, ya
que la correspondencia se había dado entre el subdelegado de Jiquilpan y el teniente de
Sahuayo sin la mediación de Pedro Gómez.
El teniente no estaba facultado para tomar ese tipo de decisiones, o por lo menos no
era la instancia a la que se tenía que recurrir ya que —señalaba el subdelegado- José Ricardo
Sanabria, quien “la administra en mi nombre, en los asuntos puramente verbales y de poca
monta, había extrañado de este juzgado, que le tengo encomendado, y de su real cárcel a don
Ignacio Ríos, reo preso por el mismo comisario a pedimento verbal de don José Vicente
Amezcua, vecino de Jiquilpan y subdelegado sustituto de esa jurisdicción por ausencia del
capitán don Francisco de la Parra”.42 Estos conflictos son un indicativo de cómo los
subdelegados pretendían tener mayor control de lo que sucedía en sus jurisdicciones. El
arresto de Sanabria por el subdelegado afectó las rentas reales “como mi lugarteniente en este
dicho p u e b lo .le he señalado por prisión, en calidad de a r r e s to .la casa de su morada en
atención a ser fiel de tabacos de este mismo p u e b lo .”.43
En la representación que Sanabria envío al virrey señalaba que “a causa de que
habiéndome hecho cargo de la vara de justicia de dicho pueblo, más por fuerza que por
voluntad por ignorar yo los trámites judiciales para manejarme en la administración de este
cargo, y por ser contra el instituto de las rentas y exacto cumplimiento de e s t a s . ”.44 Lo que
el teniente expresaba era algo que ya se había venido evidenciando, que como en muchos
otros tantos casos no procedían de mala fe, la realidad era que desconocían los
procedimientos administrativos bajo los cuáles debían proceder. Esta diligencia nos deja ver
que el subdelegado de Zamora cumplió con el despacho de 1791, en el que se determinó que
se pusiera de tenientes a quienes corrían con las rentas reales.

d) Resguardo y conducción de reos


Si bien los tenientes estaban facultados para aprehender a los delincuentes que cometieran
delitos en sus tenientazgos, de igual manera estaban precisados a prestar el auxilio necesario
a las demás autoridades, como a los tenientes de la acordada y a los alguaciles mayores y sus
tenientes, ya fuera para la aprehensión o bien para la conducción de los reos. Los tenientes
como parte de sus funciones resguardaban las cárceles públicas, por lo que cuando ocurría la
fuga de los reos tenían la obligación de dar cuenta al alcalde mayor de lo acontecido y de
averiguar la forma en que sucedieron los hechos, y por supuesto buscar la reaprehensión de
los fugitivos, indistintamente de que se tratara de indígenas, mulatos y españoles. El teniente
tenía la obligación de requerir la presencia de los fugitivos.
Regularmente las fugas eran planeadas por lo que sucedían en las noches, de uno o dos
reos, sin embargo hubo ocasiones en que las fugas fueron multitudinarias, como la que

42 AGN, Subdelegados, Vol. 33, Exp. 7, F. 234. Diligencia seguida por el subdelegado de Tlazazalca, Pedro
Gómez de Enterría, sobre competencia por la extracción del reo Ignacio Ríos por el comisario de justicia
del pueblo de Sahuayo para entregarlo al juzgado de Jiquilpan, Tlazazalca, 1799.
43 Ibid. F. 244v-245.
44 Ibid. F. 288.

149
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

sucedió en la cárcel pública de la ciudad de Valladolid el 25 de octubre de 1722 en pleno día,


siendo teniente de la ciudad el licenciado Alonso Arias Maldonado, por lo que las diligencias
que se presentaron fueron contra: Joseph de la Cruz, Pedro de Alcántara, Joseph Orozco,
Salvador Aguilar, Marco el Cojo, Manuel Covarrubias, Vicencio Aute, don Lorenzo Caraza,
Diego de los Reyes, Francisco Alderete, Juan Antonio Cayetano Matabuena, Lázaro
Anguiano, Mateo de la Cruz, Pedro de Uruapa, don Francisco de la Cuesta y Sarmiento,
Joseph Corral, Joseph Guadalupe, Diego Joseph, Joseph Rangel, Antonio Maldonado,
Francisco Xavier Casimiro, Cristóbal Arrollo, Nicolás Macías, Nicolás de Arrollo, Juan
Joseph y Cayetano, por lo que Arias Maldonado despachó mandamiento de reaprehensión
para cada uno de ellos.45
En los tenientazgos este tipo de actos podían generar sospechas sobre la complicidad
de las autoridades en la fuga de los reos, tanto por parte de los tenientes y los ministros que
los ayudaban a resguardar las cárceles, ya que éstos podían pactar ciertos arreglos para liberar
a los presos y suponer una fuga. El teniente de Erongarícuaro, Juan Nepomuceno Soria, inició
la cabeza de proceso contra Juan Mateo y Francisco Mendoza por fugarse de la cárcel: apresó
a Mateo Juan por pedimento del cura del pueblo por no cumplir con sus obligaciones de
sacristán, y en la misma celda se encontraba preso Francisco Mendoza, los cuales una noche
se dieron a la fuga. El ministro del teniente dijo que la noche de la fuga antes de retirarse de
la cárcel los dejó cantando con una guitarra que él mismo les introdujo, por lo que se retiró y
dejó las llaves en las casas reales; lo inconsistente de la fuga fue que los reos se escaparon y la
puerta quedó cerrada con llave, por lo que cuando se le llamó a declarar a Pedro Zacarías,
indio ministro del teniente, dijo “que el motivo de haberse salido dichos reos ha de haber sido
porque uno de ellos, que es Mateo Juan, sacristán compadre del que delata ser hechicero, y
que esto lo sabe por ser voz pública, y que no puede inferir otra cosa”.46
El teniente después de la declaración de su ayudante determinó que su ministro no
era cómplice de los reos, por lo que inmediatamente ordenó que se embargaran los bienes de
Mateo y se dejaran en depósito de Manuel López Romano, que fungía de depositario general.
El teniente no sólo procedió al embargo de los bienes, sino que inmediatamente los vendió
en subasta pública y con ellos erogar los gastos de la diligencia, hasta que hubo concluido la
venta de los bienes dio cuenta al corregidor Policarpo Dávila. El corregidor remitió los autos
por vía de consulta al licenciado Manuel María Ramírez de Arellano. En el dictamen del
asesor, de 15 de noviembre de 1782, se evidenció la falta de pericia de los tenientes para actuar
de forma justa en las causas, lo que muchas veces los hacía ver que actuaban con cierto dolo
para perjudicar a los vecinos, estos actos intencionados o no ponían entredicho la integridad
de las autoridades locales, por lo que se podía pensar que Juan Nepomuceno pretendía
proteger a su ministro. En las diligencias que se realizaron para determinar quién había sido
el causante de la fuga, uno de los testigos, Juan Antonio García, español de oficio correo, dijo
que el ministro Zacarías era compadre del reo, Mateo, además de ser de la misma calidad, por
lo tanto afirmaba que la fuga se pudo haber perpetrado entre los dos compadres.47

45 AHMM, Justicia, Caja 177, Exp. 10, F. 8. De oficio la real justica contra los reos que hicieron fuga de la
cárcel pública de la ciudad de Valladolid, juez el teniente de alcalde mayor, Alonso Arias Maldonado,
Valladolid, 1722.
46 AHMM, Justicia, Caja 177, Exp. 17, F. 2. Auto cabeza de proceso por la fuga de los reos: Mateo Juan, el
Sacristán y de Francisco Mendoza, Erongarícuaro, 1782.
47 Ibid. F. 6.

150
Empleados locales al servicio del rey

El dictamen de Ramírez de Arellano se redujo a cinco puntos esenciales sobre los que
debía de actuar el teniente en ese tipo de procesos: 1) que la fuga de Francisco Mendoza era
reincidencia, por lo que sobre eso debe actuar el teniente; 2) que devuelva inmediatamente a
Mateo Juan los bienes que embargó y vendió, pues está mandado que a los indios no se le
pueden embargar los bienes; 3) que se castigue a Mateo con unos cuantos días de cárcel por
la fuga, en este punto el alcalde mayor mandó que se le pusiera de condena únicamente ocho
días, y al término de ellos lo dejara en libertad; 4) “que se ponga de reo adentro al topil, por
cuanto es de presumir fingió que cerraba las puertas de la cárcel, y a éste es necesario formarle
causa separada a que da principio testimonio de todo este expediente”; y 5) que se dé cuenta
de la causa formada a Mendoza para que se determine lo conveniente.48 Una muestra del lento
funcionamiento de la maquinaria de la justicia fue que en 1798 el subdelegado de
Erongarícuaro, Ignacio de Iriarte, aprehendió a Mateo sacristán y lo entregó al encargado de
la custodia de la cárcel, José María Villegas, el mismo sacristán dijo que Francisco Mendoza
había muerto tres años atrás aproximadamente, y a pesar del tiempo que ya había transcurrido
desde que se iniciaron las diligencias, aun así el subdelegado reusó concluir la causa por las
vastas ocupaciones personales que se lo impedían.
El hecho de que en esa ocasión se reprendiera al teniente por embargar los bienes de
un indio no significa que éstos estaban absolutamente inhibidos de realizar esta acción, pues
mucho dependía de las circunstancias bajo las que se actuara. Pues cuando se iniciaba una
causa por petición de partes, como sucedió en 1781, cuando la república de indios de San
Francisco Cherán se querelló en contra de Ramón Diego, indio viejo y principal de dicho
pueblo por caviloso, ya que había puesto al cura en contra de todos los demás, y pretendía
ser electo alcalde del pueblo con la intervención del cura y teniente, y además se le acusaba
de que en su casa tenía fábrica y expendio de charape. El teniente general de Valladolid, don
Manuel de Amirola, comisionó al teniente de Paracho, Juan Romo Tamaris, para que
embargara los bienes del indio, los cuales quedaron resguardados con el teniente del
depositario, Alonso Pasallo, mientras que Ramón Diego quedó en prisión en la cárcel pública
de Valladolid por las denuncias que pesaban en su contra por caviloso y expender bebidas
prohibidas. Pero aquí claramente se observa también cómo el teniente particular no actúa por
cuenta propia, sino que ejecutó las órdenes del teniente general, además la causa fue a petición
de los naturales de Cherán que eran los afectados.49
El resguardo de los reos también se llegó a tornar problemático debido a que hubo
acusaciones en contra de los tenientes de que deliberadamente cobraban derecho de puerta y
dejaban en libertad a los reos, y encubrían su mal actuar argumentando que se habían fugado.
Estos actos generaron conflictos con los agentes del tribunal de la acordada, pues
constantemente se quejaban de que los subdelegados o los tenientes les liberaban los presos
que estaban bajo su resguardo.50
El otro aspecto que se volvió problemático fue el auxilio para la conducción de reos:
la ayuda consistía en bagajes, cabalgaduras y hombres, sin embargo muchos tenientes se
resistían a otorgar este tipo de apoyo. En 1793 el teniente de la acordada se quejaba de que el

48 Ibid. F. 10-v.
49 AHMM, Gobierno, Caja 13, Exp. 30, Fs. 28. Criminal sobre excesos el pueblo de San Francisco Cheran
Grande contra Ramón Diego, viejo principal, 1781.
50 AHMM, Gobierno, Caja 15, Exp. 10, F. 127. Contra el teniente don José Guillermo García de Rojas sobre
excesos en el ejercicio del empleo, Tlazazalca, Valladolid, Zamora, 1803- 1804.

151
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

encargado de justicia de Ozumba no quería auxiliarlo, por lo que hacía que los reos fueran
conducidos hasta Amecameca, a dos leguas de distancia, para que lo auxiliara el comisario de
dicho lugar. El teniente de la acordada José Ramírez, vecino de la villa de Yecapistla, basaba
su solicitud en la real cédula dada en Madrid en 21 de diciembre de 1761, y una determinación
de la real Audiencia de 1773 en la que se dispuso “que los reos de la hermandad se conduzcan
de justicia en justicia hasta ponerlos en sus respectivos juzgados”.51 Pero esta negativa no
solamente se presentó en los tenientes y encargados de justicia, sino que de manera constante
se acusó también a los alcalde mayores y a los subdelegados de no auxiliar a los tenientes de
la acordada argumentando que eso representaba un fuerte gasto para los vecinos.52

3.2 Gobierno
a) El cabildo y los tenientes generales
Como parte de las funciones de gobierno los alcaldes mayores estaban obligados a validar las
elecciones de ayuntamientos para elegir a los alcaldes, regidores, procuradores y alcalde
provincial de la hermandad, entre otros, las cuales se realizaban internamente con los
miembros del ayuntamiento, por lo que cada primero de enero procedían a la renovación de
los cargos. Si bien la sesión del primero y segundo día de enero estaba presidida por el alcalde
mayor o su teniente general, éstos no intervenían en las elección ya que se elegían por mayoría
de votos, por tanto la participación de estos justicias era indispensable para que las sesiones
se realizaran en buenos términos, procurando que dicho acto transcurriera en paz y orden
para evitar todo tipo de conflicto, circunstancia que siempre estaba latente pues las elecciones
no escapaban a los conflictos de interés de los diversos grupos locales que pretendían tener
mayor participación política, presencia social y prestigio dentro del cabildo.53
Los tenientes, al igual que los alcaldes mayores-como bien afirma Alejandro Agüero­
, cumplían una “función arbitral de cara a las elecciones”,54 aunque también señala cómo estas
autoridades formaban parte de la dinámica interna de los ayuntamientos en las disputas por
ocupar los empleos públicos, razón por la que ocasionalmente fueron acusados de intervenir
en la elección de los miembros del cabildo.55 Las disputas y la oposición que se generó para
que los alcaldes nombraran como teniente general a los alcaldes ordinarios tenía mucho que
ver con la oposición de las élites locales a la injerencia de las autoridades reales en el gobierno
de la ciudad que se creía sólo concernía al cabildo, pues como bien afirma Marialba Pastor
desde el establecimiento de los cabildos en Nueva España éstos pretendieron “gobernar y
administrar con la mayor autonomía posible y evitar la vigilancia e intervención real a través
de la Audiencia y su presidente, el virrey”.56

51 AGN, Acordada, Vol. 18, Exp. 17, F. 186. El juez sobre que a su teniente de Yecapistla niega sus auxilios
para la conducción de reos el justicia de Ozumba, 1793.
52 AGN, Acordada, Vol. 18, Exp. 4, Fs. 35-41. Sobre haber negado el subdelegado de Zempoala impartir
auxilio para la conducción de un reo a esta capital, 1792.
53 PIETSCHMANN, Horst, Las reformas borbónicas, p. 96.
54 AGÜERO, Alejandro, Castigar y perdonar cuando conviene a la República: la justicia penal de Córdoba
Tucumán, siglos XVII y XVIII, Madrid Centro de Estudios políticos y Constitucionales, 2008, p. 71.
55 NAVA OTEO, Guadalupe, Cabildos y ayuntamientos de la Nueva España en 1808, SepSetentas, 1973, p.
21
56 PASTOR, Maríalba, Cuerpos sociales, cuerpos sacrificiales, México, UNAM, FFL, FCE, 2004, p. 84.

152
Empleados locales al servicio del rey

Los tenientes generales se enfrentaron de manera sistemática a los obstáculos que se


les pusieron desde el seno del cabildo para frenar el desempeño de sus funciones,
especialmente estos conflictos eran más evidentes cuando el alcalde mayor nombraba a un
hombre de su confianza que no fuera del cuerpo del cabildo, o cuando había un fuerte
conflicto de interés entre el alcalde y el resto de los regidores. Por ejemplo, en la villa de
Orizaba en 1786 la república de indios pedía que los alcaldes ordinarios del cabildo de
españoles respetaran la real cédula de 7 de julio de 1781, en la que se mandaba que los alcaldes
ordinarios no conocieran de los negocios de indios, por lo que se mandaba que sólo el alcalde
mayor y el teniente que nombrara en sus ausencias y enfermedades estaban facultados para
conocer las causas de los indios. En dicha real cédula se establecía que

“en conformidad de lo dispuesto por las leyes declarando: que el alcalde mayor de la nominada
villa podía y debía nombrar un teniente general que en los casos de enfermedad o ausencia
administrase justicia y conociese en los asuntos de los indios, bien fuesen actores o reos, que
este teniente jamás fuese del cabildo de españoles, sino una persona imparcial de toda confianza
e integridad y condenase a los que se opusieran al nombramiento de don Juan Vicente de
Rojas...”.57

El problema fue precisamente que los alcaldes ordinarios se negaban a reconocer el


nombramiento de teniente general de Juan Vicente de Rojas, y se oponían a que tomara
posesión de dicho empleo pues alegaban que dicho derecho les correspondía a los alcaldes
ordinarios del cabildo. Décadas atrás el cabildo de Pátzcuaro y el alcalde mayor se habían
visto envuelto en un asunto similar, ya que los alcaldes ordinarios se querían adjudicar el
conocimiento de las causas de los indios y extender su jurisdicción a todo el territorio de la
alcaldía mayor.58
En vísperas de la aplicación de la real ordenanza de intendentes, en diciembre 1786,
el regimiento vallisoletano acordó que la presidencia del cabildo le correspondía única y
exclisivamente al alcalde mayor como titular, por lo que a partir de ese momento los tenientes
generales no podrían sustiruir al alcalde mayor, asi mismo se les comenzó a disputar la facultad
de publicar bandos. En 1787 precisamente el cabildo, que en ese momento se encontraba
constituido por Isidro Huarte, que fungió como presidente por ausencia Juan Antonio Riaño
y ausencia de José María de Ansorena, don Gabriel García de Obeso, regidor fiel ejecutor y
procurador general, regidores: capitán don Matías de Robles, don José Joaquín de Iturbide y
el regidor honorario don Manuel Ignacio de Michelena, en sesión de 31 de marzo acordaron
reconocer al regidor Juan José Calderón como teniente general, el cual podía ejercer su
empleo con la limitación de presidir las sesiones de cabildo y de asisitir a las funciones
públicas. Este fue un resultado que se generó de la oposición del cabildo para que el teniente
publicara el bando sobre mercedes de agua:

“haber reconocido y reconocer por teniente general a dicho señor Calderón las ocasiones que
ha sido nombrado por el pasado señor corregidor Don Policarpo Dávila y por el actual Señor
Corregidor e Intendente Don Juan Antonio de Riaño y Bárcena, y como tal tiene su jurisdicción
expedita para usar de ella en todos los casos y cosas que le toquen y pertenezcan: A excepción578

57 AGN, Judicial, Vol. 47, Exp 2, F. 98v. Instancia de los naturales de la villa de Orizaba sobre que se le de
cumplimiento a la real cédula de 7 de julio de 81, sobre inhibitoria de sus causas".
58 AGI, México, Pendiente referencia.

153
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

de la Presidencia de este Ilustre Cabildo en los acuerdos que celebra y asistencias a funciones
públicas, y de hacer cumplir sus providencias económicas y gobernativas que sólo tocan al que
fuere su presidente con legítimo derecho, y por quien deberán mandarse publicar los bandos
que fueren pertenecientes a este ayuntamiento, como está acordado en el celebrado a diez y
seis de diciembre del año a n te rio r.”59

La oposisión del cabildo para que el teniente general presidiera las sesiones y
encabezara las fiestas públicas y publicara los bandos fue la antesala de la decadencia que se
avecindaba del cargo de teniente general en la ciudad de Valladolid, ya que a partir de ese año
las sesiones de cabildo estrarían presididas por el intendente corregidor Juan Antonio de
Riaño, y en su ausencia por el teniente letrado,60 y por la falta de ambos por el alcalde
ordinario. Esa fue la circunstancia que se presentó en las cabeceras de provincia ya que en las
subdegaciones la dinámica fue diferente, pues aunque en el artículo 12 de la real ordenanza
de intendentes se eliminaban los tenientazgos, éstos siguieron funcionadondo y se
restablecieron oficialmente el 13 de septiembre de 1791. Sin embargo en las cabeceras de
intendencia la suerte de los tenientes generales fue distinta, ya que este cargo no se volvió a
restablecer y el teniente letrado fue quien ocupó ese espacio de representación política.
Si bien la administración de justicia era uno de los ejes fundamentales de los alcaldes
mayores, corregidores y gobernadores, es conveniente señalar que en las villas y ciudades que
eran cabecera de provincia, y que se caracterizaron por contar con su propio ayuntamiento
(como Valladolid, Zamora, Zitácuaro, Villa de León, Córdoba, Colima, Querétaro,
Aguascalientes y Celaya entre otras), la facultad de los tenientes y de los alcaldes mayores
estaba limitada por los alcaldes ordinarios, que eran los que ejercían las funciones de policía
y justicia (civil y criminal), ya que en términos de lo que le correspondía a la jurisdicción de la
ciudad todo lo relacionado con la administración de justicia quedaba en manos del alcalde
ordinario de primer voto.61
Por tanto la jurisdicción de los alcaldes ordinarios se extendía hasta donde llegaba la
última gotera de la ciudad, que regularmente era de cuatro o seis leguas a la redonda. Las
denuncias de los vecinos por robo, muertes, riñas, deudas, faltas a la moral y contrabando,
entre otros, directamente eran denunciados ante los alcaldes ordinarios que eran los que
tenían la jurisdicción civil y criminal.62 Beatriz Rojas afirma que los alcaldes ordinarios “tenían
la misma competencia que el alcalde mayor, pero en territorios delimitados”.635960123

59 AHMM, Cabildo, Libro donde se asientan los acuerdos del ilustre cabildo y regimiento de la ciudad de
Valladolid, 1787, Libro 58, F. 128.
60 Onésimo Antonio Durán y Terán de Teniente Letrado y Asesor Ordinario de Gobierno de esta intendencia
tomó posesión de su empleo ante el cabildo vallisoletano el día 20 de septiembre de 1788. AHMM, Cabildo,
Libro de cabildo de la ciudad de Valladolid, 1788-1789, Libro 63, F. 16v- 17
61 Recopilación de Leyes de Indias, Ley 1-, tít. 3° libro 5°.
62 ROMERO SOTO, Ma. Isabel, "Los alcaldes ordinarios de Zacatecas: ¿una justicia mediatizada por las
deudas? (1670-1700), en GARCÍA BERNAL, Manuela Cristina y OLIVERO GUIDOBONO, Sandra, El municipio
indiano: relaciones interétnicas y sociales, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2009, p 184.
63 ROJAS, Beatriz, Las Instituciones de Gobierno, y la élite local. Aguascalientes del siglo XVII hasta la
independencia, Zamora, El Colegio de Michoacán, Instituto Mora, 1998, p. 230.

154
Empleados locales al servicio del rey

Atribuciones de los tenientes generales y particulares

En lo que respecta a la función de policía, la administración y cuidado de la ciudad, el


adorno, las obras públicas, precios de productos, pesos y medidas, regulación de los
mercados, el abasto de carne, inspección de cárceles, hospitales, la recaudación de tributos, el
otorgamiento de mercedes de agua, la administración de terrenos y la vigilancia de la moral
pública, fueron los aspectos que se consideraban estrictamente concernientes al gobierno de
la ciudad.64
Como parte de las responsabilidades de los alcaldes mayores y de los tenientes estaba
la de ejecutar los acuerdos que emanaban de las sesiones de cabildo, así como la publicación

64 NAVA OTEO, Guadalupe, Cabildos y ayuntamientos, p. 27.

155
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

de los “bandos de buen gobierno” que tenían que ver con medidas preventivas para
resguardar la salud de la población, el orden y la paz social, relativos a mercedes de aguas,
tierras y obras públicas.65 Así también como vigilar y evitar la portación de armas (escopetas,
carabinas, arcabuces, largas, medias lunas), la compra de maíz, harinas y pan, supervisar el
funcionamiento de los mercados, los tendajos de las plazas, el remate del abasto de carne y
todo lo relacionado con el control de los vagabundos, todas estas disposiciones estaban
encaminadas al buen funcionamiento de la ciudad.66
Como una de las funciones fundamentales era mantener el orden y la paz social, los
tenientes debían cuidar que no se cometieran pecados públicos y que los vecinos vivieran
alejados de los vicios. En 1707 el virrey Duque de Alburqueque remitió un decreto al teniente
de Valladolid, Joseph de Montemayor, para que se cerraran las garitas y casas de juegos, así
mismo se prohibía cualquier tipo de juego de naipes y de gallos, y se mandaba que se le pidiera
a Francisco Diego Farías que mostrara la licencia que se le había otorgado para tener casa de
juegos.67
Los tenientes habitualmente realizaban las rondas de rutina en la ciudad de Valladolid
y sus barrios para asegurarse de que todas las normas y bandos de buen gobierno se
cumplieran, que las tiendas y tendajos permanecieran cerradas, que después de las nueve de
la noche no anduviera gente por la calle a pie ni a caballo, y la ronda también servía para
“confiscar Charape”. Incluso, cuando existía algún tipo de impedimento por el cual el teniente
general no pudiera realizar las rondas correspondientes, el alcalde mayor comisionaba a otro
sujeto para que se encargara de esta actividad, puesto que era de suma importancia para
mantener el orden y la paz social; Antonio de Zavala, alcalde mayor de Valladolid, el 17 de
abril de 1702 comisionó a Juan Covarrubias para que supliera al teniente general por
encontrarse impedido para hacer las rondas

“por cuanto el teniente de la ciudad de Valladolid puesto en mi lugar se halla imposibilitado


para poder salir de noche a rondar la ciudad y reconocer los pecados públicos que se cometen,
por cuya ocasión los cómplices quedan sin castigo, y para que se ponga el remedio conveniente,
por la presente y en nombre de su magestad doy comisión lo bastante necesaria a Juan de
Covarrubias... de quien confío procederá con toda legalidad para que en lugar de dicho mi
Theniente salga de ronda en dicha ciudad y haciendo con especialísimo cuidado a que no se
cometan pecados públicos y embriagueces ya que dada la queda se recojan a sus casas y les
aprehenda como a la gente ociosa y vagabunda que hubiere y otras ofensas que se hicieren
contra Dios nuestro señor, y dé cuenta a mi dicho teniente para que les siga la causa y fulmine
por todas instancias, y lo mismo pueda hacer de día en dicha ciudad y fuera de ella en todas las
partes y distritos que le tengo asignado por jurisdicción al dicho mi theniente”.686578

65 Ibid., p. 28.
66 AHMM, Gobierno, Caja 10, Exp. 5. Disposiciones, ordenanzas, Mandamientos e instrucciones. Varias
ordenanzas de Juan Francisco Marmolejo y Miranda, Alcalde mayor de Valladolid, sobre portación de
armas, compra de maíz, vagamundos, venta de pan y que no dejen andar en la calle, publicadas por el
teniente de alcalde mayor Fernando de Sierra y Tadino, Valladolid, 1709. AHMM, Gobierno, Valladolid,
1772, Caja 11, Exp. 5.
67 AHMM, Gobierno, Caja 10, Exp. 4, Fs. 4. Mandamiento del Virrey de Alburquerque al teniente de
Valladolid para que se cierren las garitas y casas de Juego", Valladolid, 1707.
68 AHMM, Cabildo, Libro donde están asentados los títulos reales de Alcaldes mayores, regidores y otros
oficios desde el año de 1699- 1718, Libro 12, F. 100.

156
Empleados locales al servicio del rey

El alcalde mayor no expresó claramente qué era lo que impedía que su teniente saliera a
hacer las rondas nocturnas, pero como bien se puede constatar en el nombramiento de
Covarrubias la comisión la podía ejercer también durante el día.69
Los rondines fueron causantes de una infinidad de desencuentros entre las autoridades y
los diferentes sectores de la sociedad que podían ser españoles, castas e indígenas. Estas
rondas, como indica Felipe Castro, no estuvieron exentas de conflictos entre indios, tenientes
y alguaciles, y el autor refiere un altercado que se dio con el teniente Juan Maldonado en el
barrio de la Concepción, en una de las rondas que realizó con la excusa de confiscar charape
o pulque, pues les exigía contribuciones “para no llevarlos presos”.70
No sólo los indígenas se vieron en esas circunstancias de tensión, pues hubo momentos
en que se presentaron conflictos entre las castas y españoles como producto no sólo del abuso
de las autoridades locales, sino de la capacidad que tenían ciertos individuos para canalizar las
diferencias personales y generar reacciones en contra de los tenientes generales, todo lo cual
era motivado por conflictos de interés. Esto lo podemos constatar en 1733 pues el teniente
general de Valladolid, don Anastasio González de Mauleón, se querelló criminalmente contra
unos mulatos, y el regidor Luis Antonio Correa por una asonada contra su persona, la cual se
dio en el barrio de Cosamaluapa durante la fiesta de la patrona. Se decía que varios zánganos
pretendieron matarlo a influjo de Luis Correa, también se hacía mención de que habían
participado los dueños de tabladas, pues se encontraban resentido con el teniente porque se
había negado a otorgarles más licencias para que incrementaran las corridas de toros.71
Entre los instrumentos públicos que elaboraban los tenientes se encontraban los
otorgamientos de poderes para testar, para seguir litigios por bienes, para el cobro de deudas
y para remate de bienes; otorgaban permisos para la construcción de casas, establecimiento
de posadas; de igual forma elaboraban escrituras de arrendamiento de haciendas y ranchos,
escrituras de compra-venta de solares, casas, haciendas, esclavos, mulatas y cualquier otro
bien enajenable. En los contratos de compraventa se incluían propiedades de indios y
españoles.72

3.3 Real Hacienda: agentes del fisco


a) Las alcabalas

Como parte de las funciones de hacienda los alcaldes mayores y sus tenientes
fungieron como agentes del fisco ya que tenían la obligación de cuidar y proteger los intereses
reales, razón que los llevó a vigilar que los diferentes sectores de la sociedad cumplieran con

69 A casi dos meses de la comisión que le había otorgado Juan Cobarrubias fue nombrado, el 5 de junio
1702, teniente de alguacil mayor por el alguacil mayor de Pátzcuaro y su jurisdicción, el Barón Joseph
Gregorio de Avilés, esto por la renuncia de don Francisco de Terrazas y Cervantes. AHMM, Cabildo, Libro
12, 1699- 1718, F. 103.
70 CASTRO GUTIÉRREZ, Felipe, Los Tarascos y el imperio español, 1600-1740, México, UNAM, UMSNH,
2004, p. 195. Del mismo autor véase el artículo "Lo tienen de Uso y costumbre". Los motines de indios en
Michoacán colonial", en Tzintzun, revista de estudios Históricos, No 38, Morelia, Michoacán, Instituto de
Investigaciones Históricas, UMSNH, Junio-Diciembre de 2003, p. 16-17.
71 AGN, Indiferente Virreinal, Caja 2268, Exp. 30, Fs. 14v. Criminal contra Luís Correa y otros por la asonada
contra el teniente general de Valladolid, Anastasio González de Mauleón.
72 AHMQ, Fondo Ayuntamiento, sección juzgado de Quiroga, Serie Justicia, 1744, 1796, Caja 1, Exp. 2

157
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

el pago de sus contribuciones: tributos y alcabalas, eran responsables en sus jurisdicciones de


estas dos contribuciones importantes de la exacción fiscal y cuidaban que no se cometieran
fraudes al erario real; trataron de poner freno a la arraigada cultura de la evasión fiscal que se
cometía en los diferentes ramos de la real hacienda.73 La alcabala era el gravamen que se
cobraba por la circulación y venta de mercancías,74 otra de las actividades que constantemente
atendieron los tenientes fue vigilar que se cumpliera con el pago del alcabala que se generaba
por la venta de bienes inmuebles, que la declaración se correspondiera con el precio en que
se fincó el remate, y cuando se trataba de haciendas que tenían impuestos censos, se tenía que
vigilar que lo correspondiente a los censos redimibles quedara liberado de dicha
contribución.75
En lo que respecta al cobro de alcabalas los tenientes estaban obligados a observar
que no se introdujera ni vendiera ningún tipo de mercancía sin pagar el impuesto
correspondiente, así los comerciantes al momento de introducir mercancías a los pueblos
debían presentar las guías76 o facturas que avalaran la cantidad de productos.77 En 1737 Juan
de Arredondo Bracamonte, alcalde mayor de Valladolid, tuvo noticia de que en Uruapan se
había introducido cierta cantidad de Cacao de tierras caliente, el cual se estaba vendiendo a
varios comerciantes sin haber dado cuenta al justicia, y el alcalde mayor llamó a su teniente,
Alvaro de Grijalba, para que informara sobre lo sucedido, el cual confirmó la información
que circulaba entre los vecinos y declaró que Pedro de Cuellar era un mercader viandante que
hacía unos días había traído cacao de tierra caliente, aunque no sabía en qué cantidad, pero
vio que un mulato esclavo le había entregado cacao a Pedro Villegas, el cual dijo que se lo
había comprado a Cuellar,78 y con la información del teniente el alcalde mayor procedería a
poner la multa correspondiente. Este tipo de evasiones eran las que se querían evitar pues los
comerciantes introducían productos y los vendían sin dar cuenta a las autoridades, es por eso
que los tenientes, donde no había un administrador de alcabalas, tenían mayor obligación con
ese ramo. Por tanto el papel del teniente era más que nada el de vigilar que no se evadiera el
pago de dichas contribuciones y auxiliar a los oficiales reales cuando éstos así lo requirieran,
ya fuera para confiscación de mercancía o para requerir de los contribuyentes el pago de dicho
impuesto.

73 MENEGUS, Margarita, "Alcabala o tributo. Los indios y el fisco (siglos XVI al XIX), Una encrucijada fiscal",
en JÁUREGUI, Luis y Serrano Ortega José Antonio (coord.), Las finanzas públicas en los siglos XVIII-XIX,
México, Instituto Mora, El Colegio de Michoacán, El Colegio de México, UNAM, 1998, pp. 110-130.
74 SANCHÉZ SANTIRÓ, Ernest, Corte de Caja. La Real Hacienda de Nueva España y el primer reformismo
fiscal de los borbones (1750-1755). Alcances y contradicciones, México, Instituto Mora, 2013, p. 130.
75 AHMM, Hacienda, Sobre que se devuelvan 126 pesos que se exigieron de más por el real derecho de
alcabala de la venta de tres partes de la hacienda de Xacuaro sita en esta jurisdicción de Taximaroa, ante
José Antonio de Velasco, teniente general por don Juan José de Enciso, 1791, c 10, exp. 12, fs. 16.
76 En las guías se registraba la procedencia de la mercancía que se trasladaba e indicaba su destino final,
también contenía el nombre del conductor, la cantidad y precio de la mercancía. RUIZ ABREU, Enrique,
Tabasco en la época de los borbones, p. 144.
77 YUSTE, Carmen, "Las autoridades locales como agentes del fisco en la Nueva España", en BORAH,
Woodrow, El gobierno provincial, p. 117- 134.
78 AHMP, Fondo colonial, Siglo XVIII, Caja 31D, Exp.1, Fs. 6-9. Juan de Arredondo Bracamonte solicita
información al teniente de Uruapan sobre la introducción de cacao que se hizo sin dar cuenta al justicia,
Uruapan, 1737.

158
Empleados locales al servicio del rey

En 1784 Pedro Vélez de Mendoza, administrador de alcabalas y pulques de Maravatío,


procedió a retener unos efectos que introdujo a la jurisdicción Manuel García de Estrada del
mismo vecindario, sin embargo la causa de la incautación de los bienes se debió a que no pasó
por la aduana, lo que causó sospecha de que se pretendía evadir el pago de la alcabala. No
obstante para poder llevar el registro de los bienes embargados se requería de la presencia del
teniente de alcalde mayor, que en ese momento era don José Joaquín de Velasco, y los testigos
fueron Antonio Rafael de la Peña y Dionisio Garduño, quienes procedieron a abrir los tercios;
en el primer tercio hallaron 25 tercios de ropa buena, en el segundo 20 piezas de bretañas
anchas y cincuenta angostas finas, ambas tercias estaban arregladas conforme a lo que se tenía
manifestado en las facturas; la revisión de las tercios se debió a la sospecha de que se intentaba
defraudar los derechos de la real hacienda y evadir el pago del alcabala por la mercancía
introducida. Manuel García de Estrada mostró la factura después de la incautación de los
bienes pues ésta fue remitida por estafeta desde Querétaro, por lo que llegó con un poco de
retraso.79 Los tenientes auxiliaban en todo lo necesario a los administradores de las alcabalas
para que llevaran a cabo las diligencias necesarias para la administración de los ramos de
hacienda.
Otra de las actividades que desempeñaban estos empleados fue realizar el
empadronamiento de las tiendas mestizas, cacahuaterías, chicherías y pulperías que debieran
pagar el impuesto de 30 pesos anuales,80 y de las que no pagaban ningún impuesto más que
los dos pesos de ayuda al alcalde mayor o al subdelegado, y un peso para el oficio de superior
gobierno por la diligencia.81 Desde 1776 se había establecido lo que debían contribuir las
pulperías por vía de composición, y el virrey Martín de Mayorga dispuso que en breve se
procediera a empadronar las tiendas y puestos de pulpería, en dichos padrones se anotaría el
nombre de los sujetos con tiendas públicas, la inversión en género de comercio y en la
contribución que debían dar por concepto de impuesto.82 Don José Sixto García de Rojas,
vecino y comerciante de Erongarícuaro, hizo una representación ante el teniente de
subdelegado, don Juan Nepomuceno Soria, para que lo libertara de la pensión de los treinta
pesos que se habían impuesto a su tienda, pues afirmaba que por real ordenanza la suya
quedaba exenta de dicha contribución. La petición de García de Rojas era para que el teniente
notificara al receptor de alcabalas de dicho lugar que se abstuviera de exigirle la pensión y que
respetara lo dispuesto en la real ordenanza que lo eximía de dicho pago.
La solicitud fue rechazada ya que se explicó que la tienda de pulpería no estaba exenta
de la contribución como lo establecía la ordenanza, sino que el teniente de corregidor, José
Calderón, había decidido que no se le cobrara dicha pensión. Sin embargo las justificaciones
de García de Rojas no concordaban con el Reglamento de contribución de pulperías, ya que
en el artículo tercero se establecía que “en los pueblos cortos quede una tienda de ordenanza

79 AHMM, Justicia, Caja 177, Exp. 27, F. 47. Introducción de varios efectos aprehendidos a don Manuel
García de Estrada, vecino de Maravatío por haberlos introducido sin tocar a la aduana, 1792.
80 AHMM, Gobierno, Caja 11, Exp. 31. Sobre la contribución de 30 pesos que desde el primero de enero de
1787 han de pagar anualmente todas las tiendas de mestizas y pulperías, chichería o cacahueteria, México,
Valladolid.
81 AHMM, Hacienda, Caja 11, Exp. 5, Fs. 8. Padrón de tiendas y demás tratos de pulpería de este pueblo y
cabecera de Jiquilpan sujetos a la pensión de los treinta pesos anuales, como de los que no han pagado,
Jiquilpan, 1790.
82 AGN, Bandos, Vol. 11, No. 65, Fs. 180, Bando para que se realice el padrón de tiendas y pulperías. México
1 de julio de 1780.

159
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

que no contribuya: en los pueblos de indios sean exentas las suyas propias, y no de españoles
y otras castas.. .”,83 no se aceptó la solicitud porque se consideró que Erongarícuaro no era
un pueblo corto sino numeroso, un vecindario que pasaba de doscientas familias “de
españoles y otras castas que no son indios”.84 De esta manera los tenientes contribuyeron en
la vigilancia y administración de los ramos de la real hacienda.

B) La recaudación de tributos
El derecho de capitación fue uno de los primeros impuestos que tuvieron que satisfacer indios
y castas entre los 18 y 50 años como vasallos del rey. Debido a que el tributo y el medio real
de ministros fueron las dos contribuciones más importantes para la corona, los alcaldes
mayores, subdelegados y tenientes, tuvieron un papel fundamental en este ramo. Los
tenientes fueron una pieza clave para mantener el orden social en los tenientazgos, también
se encargaron de la recaudación del tributo, y estaban obligados a entregar los recibos o
llamadas cartas de pago a los contribuyentes, ya que era la única forma que éstos tenían de
comprobar que habían cumplido con el impuesto. En algunos nombramientos de tenientes
se especificaba quiénes quedaban sujetos al pago de tributo: el capitán Antonio de Zavala,
alcalde mayor de Valladolid, en el nombramiento que otorgó a Juan Maldonado especificaba
que debía cobrar el tributo a negros, mulatos, lobos y zambaigos, y les dará cartas de pago,85
el entero variaba en función de las provincias, en algunas se hacía por tercios y en otras cada
seis meses.
El paso previo para que los gobernadores, alcaldes mayores, subdelegados y sus
tenientes, procediesen a recaudar los reales tributos -afirma Sánchez Santiró- “consistía en la
determinación de la base imponible”, la elaboración de la matrícula de tributarios.86 Los
tenientes estaban obligados a otorgar el auxilio necesario a los alcaldes mayores, corregidores
y comisionados para que sin contratiempos realizaran su labor solicitando la presencia de los
hacendados y administradores de las haciendas para las relaciones juradas, sin embargo en
ocasiones había cierta reticencia por parte de las autoridades para auxiliar a los comisionados
encargados de elaborar las matrículas.
En 1771 desde Uruapan Joseph del Perujo y García, encargado por el real fisco para la
cuenta y matrícula de los tributarios de la provincia de Michoacán, se quejó ante el teniente
general de Valladolid, Juan Manuel de Michelena, regidor alférez real y teniente general,87 del

83 AHMM, Gobierno, Caja 11, Exp. 31, F. 1. En este expediente se contiene la ordenanza de 31 de marzo
de 1786 con la cual se empadronarían las tiendas mestizas y de pulpería, chicherías o cacahuatería, dicha
ordenanza está compuesta de 8 artículos en los que se expresa la forma en que se realizará el
empadronamiento de las tiendas. El corregidor Policarpo Dávila mandó que se sacara testimonio de la
superior orden para que se remitiera al teniente general de Pátzcuaro, para que éste librara los oficios
correspondientes a los tenientes de los partidos y que cada uno ejecutara el empadronamiento en sus
jurisdicciones, esta disposición fue acatada por los tenientes, quiénes remitieron el padrón de las tiendas
de sus tenientazgos.
84 AHMM, Hacienda, Caja 10, Exp. 6, F. 12-15. José Sixtos Rojas sobre que se le exceptúe de la contribución
que debe hacer por una tienda de Pulpería, Erongarícuaro, 1786-1790.
85 AHMM, Cabildo, Libro 12, 1703, F. 114.
86 SÁNCHEZ SANTIRÓ, Ernest, Corte de Caja, p. 144.
87 Teniente nombrado por Felipe Ordoñez y Sarmiento.

160
Empleados locales al servicio del rey

mal proceder del teniente de Urecho, pues afirmaba que por mandato suyo Santiago Barreto
había despachado “a mi pedimento desde aquel pueblo [Taretan] al de Urecho con carta para
el theniente don Joseph Miguel Maciel y Ontiveros para que se formaran por los
administradores de aquellas haciendas las memorias de los mulatos que hubiera en ellas, lo
detuvo éste y lo tiene detenido hasta la fecha”.88 En lugar de realizar las diligencias pertinentes,
que era llamar a los dueños y administradores de las haciendas y al cura para que mostrara los
libros parroquiales (bautismo, matrimonio y defunción)89, desobedeció y arrestó al mensajero
por un adeudo que se dijo que éste tenía pendiente,90 y ante el inminente desacierto de Maciel
y Ontiveros el teniente general determinó destituir al teniente de Urecho y comisionó al de
Taretan para que efectuara la deposición. La decisión de Michelena tenía la finalidad de evitar
en el futuro desacatos de esa magnitud, y además se dejaba a cargo de Maciel y Ontiveros
todos los perjuicios que resultaran al real fisco por su negativa a auxiliar al comisionado en la
formación de las matrículas de mulatos:

“Manda su merced que el dicho señor don Joseph Miguel Maciel sea despojado de dicho
thenientazgo, para lo que se le recoja el título librándose mandamiento en forma al efecto a
don Joseph Manuel Pérez de Arguello theniente del pueblo de Taretan, para que luego que lo
reciba pase al de Urecho y notifique al citado Maciel que en el acto de la notificación le exhiba
el título y se abstenga de todo ejercicio de justicia, quedando apercibido de que queda
responsable por su comisión y exceso a cualesquiera cargos que se hagan por la superioridad,
[en]caso de que se haga algún reclamo por la parte del Real Fisco, y para que en el entre tanto
otra cosa se mande, el dicho don Joseph Manuel Pérez de Arguello encargará la administración
de justicia a algún vecino honrado de aquel pueblo, para lo que se le da facultad bastante, y
agregándose a este auto la carta se insertará en la comisión esta providencia, y el comisionado

88 AHMM, Gobierno, Caja 13, Exp. 8, F. 1. Joseph del Perujo y García encargado por el real fisco para la
cuanta y matrícula de los tributarios de la provincia, se queja por desobediencia y excesos del teniente del
pueblo de Urecho, ante el teniente general de Valladolid don Juan Manuel de Michelena, Valladolid-
Uruapan.
89 El fiscal de la Real Hacienda remitió al obispo de Michoacán Pedro Antonio Sánchez de Tagle una real
cédula para que los curas en cada una de sus jurisdicciones acudieran a los empadronamientos y cuentas
de los tributarios observando que éstas se realizaran con legalidad y no se cometieran abusos ni fraudes.
El obispo a través de cinco derroteros envió la real cédula para que se obedeciera "mande a los curas de
este obispado que asistan personalmente y sin intromisión alguna a la numeración en sus respectivas
feligresías, procurando no sólo, que todos concurran a ella y se empadronen, sino también que no se
pongan por reservados los que no deben serlo ni por próximos a tributar los que están en edad de deberlo
hacer ni por españoles, caciques, o mestizos los que ciertamente no lo sean, y que mediante dicha
asistencia certifiquen con juramento sobre los particulares mencionados". AHCM, Diocesano, Gobierno,
Correspondencia, Autoridades eclesiásticas, Caja 26, Exp 42, F. 1.
90 La disposición sobre que los dueños o administradores de haciendas, ranchos, trapiches e ingenios entre
otras unidades productivas otorgaran relación jurada de tributarios se comenzó a aplicar por Auto
Acordado de 7 de septiembre de 1769. La obligación de que los curas presentaran sus libros parroquiales
y listas de feligreses se reafirmó en diversos momentos: Autos Acordados de I0 de Febrero del I620; 7 de
Septiembre de 1639; y I0 de Octubre de 1763. Éste método perduró durante todo el periodo colonial. Real
Provisión acordada para la nueva cuenta y visita personal de los naturales y demás Tributarios.
[Disposiciones emitidas entre la Recopilación indiana de 1681 y 1766, que permanecieron como Adiciones
de las legislaciones posteriores]. Provisión 5 y 6. Marta Terán, Tributarios Tardíos en Nueva España,
programa interactivo, p. 9.

161
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

practicada la notificación la remitirá con el título a este juzgado para que conste de su
cumplimiento”.91

En este expediente llama mucho la atención la facilidad con que un teniente general
manda que se destituya al teniente particular por la desobediencia que cometió y que afectaba
los intereses reales. El teniente general de cierta manera justificó su decisión señalando que
en ese tribunal no se solapaban ese tipo de excesos, “y para que en ningún tiempo se culpe a
este tribunal atribuyéndole permisión o tolerancia en los excesos que cometen los tenientes
de esta ju ris d ic c ió n .”.92
Así como debía contribuir en la elaboración de las cuentas matrículas, de igual manera
recaudaba los tributos de los trabajadores de las haciendas, mulatos e indios laboríos o vagos.
La recaudación de tributos representó un verdadero problema difícil de resolver para los
alcaldes mayores, subdelegados y tenientes, a pesar de que ya se había regulado la elaboración
de matrículas a través de un comisionado que tenía como función principal hacer el conteo
de los individuos que tributarían durante el próximo quinquenio,93 y aun así no faltó quienes
siguieron acusando a los tenientes por permitir que se matricularan a los exentos, a los viejos
y a los que pertenecían a otros partidos.94
Precisamente al cumplir la función de recaudadores de tributos de las haciendas, los
tenientes tuvieron muchos conflictos porque los administradores o dueños los acusaban de
que cobraban doble tributo, pues lo hacían a través de las hacienda y después de forma
individual; por lo menos ese tipo de acusaciones se hicieron en contra del teniente de
Zitácuaro, Mariano de Ynurriaga, todo lo cual se decía se había ejecutado de orden del
subdelegado.95
Debido a la importancia de este ramo, los alcaldes mayores otorgaban las fianzas que
los obligaban a cuidar fielmente de la recaudación de los tributos y entregarlos en la tesorería
correspondiente, y para asegurar un manejo adecuado del erario real y no se cometiera fraude
los alcaldes mayores y sus tenientes estaban obligados a otorgar fianzas y el afianzamiento
involucraba a otros individuos que en calidad de afianzadores comprometían sus recursos y
honor a favor de los jueces provinciales. En ese tenor, cuando los alcaldes mayores y los
subdelegados cometían algún fraude o quedaban descubiertos, no sólo afectaban a sus
personas sino también a quienes habían depositado su confianza en ellos, a los fiadores que
eran los que ante la fuga o desaparición del culpado tenían que reponer el dinero faltante con912345

91 AHMM, Gobierno, Caja 13, Exp. 8, F. 2v. Joseph del Perujo y García encargado por el real fisco para la
cuanta y matrícula de los tributarios de la provincia, se queja por desobediencia y excesos del teniente del
pueblo de Urecho, ante el teniente general de Valladolid don Juan Manuel de Michelena, Valladolid-
Uruapan Valladolid- Uruapan.
92 Idem.
93 TERAN, Marta, "La geografía de los partidos tributarios de la Nueva España y los subdelegados como
recaudadores de los, 1805, 1810", en DIEGO-FERNANDEZ SOTELO, Rafael, GUTIERREZ LORENZO, María
Pilar, ARRIOJA DIAZ VIRUEL, Luis Alberto (Coord.), De reinos y subdelegaciones, p. 84.
94 AHMM, Gobierno, Caja 15, Exp. 1, Fs. 3. Don José María Dávalos, administrador de la hacienda de
Pucuaro contra el subdelegado Juan Antonio Calderón por haberle cobrado por duplicado los tributos,
Valladolid- Zitácuaro, 1794.
95 Ibid., F. 2v. La denuncia se realizó ante el intendente de Felipe Díaz de Ortega, pues afirmaba el
administrador de la hacienda que ni el subdelegado ni el teniente hacían caso de su reclamo y que sólo lo
traían en "reciprocas remisiones del uno a el otro".

162
Empleados locales al servicio del rey

sus propios recursos o bienes; en el Archivo General de la Nación, en el Archivo Histórico


de Hacienda, se puede consultar el otorgamiento de fianzas de los corregidores, alcaldes
mayores y tenientes por los ramos de hacienda.96
En las alcaldías mayores fue constante la presencia de los comisarios recaudadores de
tributo, o también llamados cabos de campo y personeros, que cumplían la misma función y que,
como lo vimos en el primer capítulo, la presencia de estos comisarios generó prolongadas
disputas entre los alcaldes mayores con las autoridades del tribunal de la media anata por los
derechos que generaba el empleo de estos auxiliares. Los tenientes y comisarios recaudadores
de tributo fundamentalmente recaudaban los tributos de los vagos, castas e indígenas no
radicados, que sólo por temporadas se contrataban en las haciendas.
La obligación de otorgar fianzas estaba plenamente establecida en las Leyes de Indias
en las que se mandada que los gobernadores, corregidores alcaldes mayores y tenientes, “antes
que sean recibidos, y usen sus oficios, den fianzas, legas, llanas, y abonadas en las ciudades
donde las hubieran de ejercer, de que darán residencia del tiempo que los sirvieren como son
obligados, y pagarán juzgado, y sentenciado, y por lo que toca a nuestra Real Hacienda, y cajas
de comunidades, conforme a las leyes de nuestros Reynos de Castilla”.97 La fianza fue el
recurso a través del cual se pretendía resguardar el erario real, y en el Reglamento y Ordenanza
de tributos de 1770 de forma clara se especificaba, en el apartado XXVII, el alcance de la
fianza ya que el responsable directo del ramo era el alcalde mayor:

“Que las Finanzas (sic) [fianzas] sean y se entiendan, no solo por el determinado ó definido
tiempo de la provisión, sino también por todo el demás tiempo que los provistos sirvieren ó
continuaren en los Oficios por qualquier motivo ó causa que esto sea, y no solamente por los
Tributos que inmediata y personalmente cobraren los Alcaldes Mayores, sino también por lo
que cobraren y percibieren sus Tenientes, Comisarios, Personeros, ú otros de su orden y de su
cuenta y riesgo”.98

Lo que se percibe de este artículo es que se pretende tener cada vez mayor control
sobre los individuos que de una u otra forma administraban recursos de la real hacienda, es
por eso que en esta ordenanza se ampliaron las nominaciones bajo las cuáles los alcaldes
mayores nombraban a sus auxiliares y recaudadores de tributos. En el siglo XVIII ya era
suficientemente conocida por las autoridades la arraigada costumbre de los alcaldes mayores
y corregidores de nombrar auxiliares para que corrieran con la administración de justicia y
ramos de hacienda, y que indistintamente eran denominados como tenientes, comisarios,
personeros y cabos comisarios, es por eso que se trataba de obligar a los alcaldes mayores para que
respondieran por los sujetos que designaban, y claramente podemos observar cómo 14 años
más tarde el fiscal Ramón de Posada, en el Bando de 1784 con el cual se proponía erradicar
los males que aquejaban al gobierno de las alcaldías mayores, y en especial de la venta de los
cargos de teniente, hacía referencia también a esa diversidad de nombres con los que los9678

96 AGN, Archivo Histórico de Hacienda, Vol. 1486.


97 Recopilación de Leyes de los Reynos de Indias, 1681, Ley 9, Libro 5, Título II.
98 Reglamento y Ordenanza que con las adiciones que se expresan, manda su Magestad observar para el
gobierno y administración del Ramo de Reales Tributos en las provincias del virreinato de Nueva España,
Reimpresas de órden del Señor Superintendente Subdelegado de Real Hacienda D. Fernando Joseph
Mangino, en México, año de 1787. en la Imprenta de D. Felipe Zúñiga y Ontiveros, 1770, Art., XXVII, Marta
Terán, Tributarios Tardíos en Nueva España, programa interactivo, p. 40.

163
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

alcaldes nombraban a sus auxiliares, en el cual hacía alusión a los jueces de comisión, Jueces a
prevenaón y cabos de justicia?9 Lo que estamos viendo es precisamente una adaptación de la
normatividad a las condiciones de una realidad cambiante, lo que obligaba en todo caso a que,
independiente del nombre con el que se designara a estos empleados, los alcaldes mayores
tenían que responder por cualquier desperfecto que resultara de la administración y gobierno
de sus provincias.
La Audiencia de Guadalajara se opuso a que los oficiales de la real hacienda exigieran
a los alcaldes mayores el afianzamiento de cualquier cantidad de dinero que entrara a sus
manos por vía de comisión por la recaudación de tributos de las jurisdicciones que no
correspondían a su administración, lo que trajo a colación otro tema inherente, que era
precisamente el hecho de que de igual manera se obligaba a que respondieran por los malos
manejos que los tenientes llegaban a hacer de los tributos:

“el fiscal de la Audiencia a la vista que se le dio de este expediente dijo que ni los oficiales reales
podían cometer la cobranza de los tributos a los alcaldes mayores de otras jurisdicciones, ni los
fiadores de estos considerarse obligados a los descubiertos que de estas comisiones podían
resultar, porque estando a su cargo, no solamente la administración de justicia y gobierno de
sus jurisdicciones, sino también la recaudación de tributos, y otros ramos que suelen
encargárseles, no es compatible que puedan desempeñar a un mismo tiempo los cargos de su
empleo, dar expediente a estas comisiones, y más cuando se sabe por experiencia que no
pudiendo atender todo lo que ocurre en su propia jurisdicción se ven precisados a nombrar
varios tenientes en distintos pueblos, y dar comisión a otros sujetos para la recaudación de
tributos, y aunque se diga que les queda libertad para nombrar tenientes durante su ausencia,
sin embargo se pulsan los inconvenientes de que no estando calificada la conducta de éstos,
quedan expuestas las jurisdicciones a padecer las injusticias y tropelías que suelen cometer éstos
por sus particulares intereses, disipando a veces los tributos que suelen cobrar y de esto resulta
quedar los alcaldes mayores pensionados a responder por todo”.99100

La Audiencia pedía que se respetara la ley 8, título 9, libro 8 de la Recopilación de


Indias, en donde se prevenía que los alcaldes mayores respondan exclusivamente por los
ramos de hacienda que estaban a su cargo, y no por los extraordinarios que se les
encomendaran.
La participación de los tenientes en la recaudación de los tributos fue fundamental
puesto que por la importancia que tenía para la corona se debía tener especial cuidado en el
manejo del erario real; sin embargo no todos los tenientes corrieron con la misma
responsabilidad, pues mucho dependió del tipo del vecindario que residía en sus tenientazgos,
por ejemplo en 1759 el alcalde mayor de Guanajuato señalaba que las congregaciones de
Irapuato y Silao

“por ser de competente vecindario y compuestas de personas de distinción, se han siempre


tenido y reputado por las principales de esta jurisdicción sujetas a esta cabecera; pues aunque

99 AGI, México, 1410, No 660, Fs. 9. AGI, México, 1412, Fs. 21.Expediente formado sobre el abuso de
beneficiar los alcaldes mayores los tenientazgos de su jurisdicción, promovido por el señor fiscal de real
hacienda Don Ramón de Posada, el bando de 21 de abril de 1784.
100 AGI, Indiferente General, Vol. 43, F. 2. Los oficiales reales de Guadalajara informe con vista de su carta
y documento en que da cuenta de que aquella real audiencia se opone a que los alcaldes mayores afiancen
de cuales quiera cantidades, 22 de octubre de 1771.

164
Empleados locales al servicio del rey

se comprenden los reales de Minas de Santiago Marfil, Señora Santa Ana y Monte de San
Nicolás, por su decadencia y hallarse con muy corto vecindario y por su inmediación a este
lugar se ha tomado siempre, y por mis antecesores la providencia de encomendar a uno de sus
vecinos el cuidado de ellas confiriéndole título de teniente únicamente para su quietud, y que
en cualquier acontecimiento, lo participe y de cuenta para providenciar lo conveniente, respecto
de que en dichos reales de Señora Santa Ana, Monte de San Nicolás, y en las demás minas no
se comprehenden tributarios algunos ni hay en que se verifique su recaudación, siendo los que
tengo nombrados por tales thenientes, propiamente unos comisarios y de ruego y encargo”.101

El alcalde mayor afirmaba que para que no se defraudaran los reales tributos le
“pareció muy conveniente su nombramiento”, y dejaba entrever que no en todos los pueblos
se recaudaba tributos. De forma específica no sabemos si los tenientes obtenían algún
beneficio proporcional a los tributos que recaudaban, pero se hacía mención de que algunas
alcaldías mayores eran beneficiadas con el 9% del total de la recaudación anual porque los
ministros carecían de salario y no contaban con las prebendas que se les otorgaban a otras
alcaldías de la Nueva España; las alcaldías que según estaban siendo beneficiadas fueron
Celaya, Salvatierra, Guanajuato, Villa de León, San Miguel el Grande, San Felipe, San Luis
Potosí y Valladolid de Michoacán. El tanto por ciento se aplicaba a la recaudación directa de
los alcaldes mayores a través de los tenientes y recaudadores, excepto lo percibido a través de
los gobernadores, alcaldes y demás oficiales de república, y lo de los hacenderos y
administradores de haciendas, ya que éstos tenían su propia retribución y por tanto no
correspondía al trabajo del alcalde mayor.102
Precisamente en 1776, con motivo de que el alcalde mayor de Guanajuato solicitaba
que se le pagara a los ministros que despachó para el cobro de tributos a vagos y arrendatarios
de las haciendas, la Junta Superior de Real Hacienda respondió “que los hacenderos,
mayordomos y administradores de las haciendas sólo estaban “obligados a entregar al alcalde
mayor, sus tenientes o recaudadores autorizados por el mismo justicia las cantidades que
legítimamente hubieren recaudado acreditando, mediante relación jurada de cada
administrador de la finca de donde residen dichos arrendatarios y arrimados que, recogidas
por el alcalde mayor todas las de esta clase las comprobase con otra relación jurada suya”,103
se pretendía que hubiese un cotejo de matrículas para comprobar que no se cometiese fraude.
Los hacenderos estaban en la obligación de recaudar el tributo de los indios laboríos
(gañanes), arrendatarios y arrimados, esta actividad la realizaban los administradores o
mayordomos de las haciendas, y según lo que se expresaba en la real cédula de 1776 éstos
percibían un 3% de lo recaudado como recompensa por los trabajos y costos de la1023

101 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 10, Exp. 31, Fs. 228v-229. Guanajuato, abril 18 de 1759,
102Todo se realizó con base a la ordenanza de tributos de 1770, pero se volvió sobre ella con motivo de las
dudas que se generaron en la villa de León y en Guanajuato en que se pedía que el tribunal de cuentas
cubriese los salarios de los recaudadores de tributo de la alcaldía de Guanajuato. AGN, Reales Cédulas
Originales, Vol. 109, Exp. 127, F. 368v Sobre que se guarden las Ordenanzas formadas para el gobierno y
administración de tributo 1770, Madrid 8 de diciembre de 1776.
103 AGN, Reales Cédulas Originales, Vol. 109, F. 368. Consulta del alcalde de la villa de León sobre la
aplicación de la ordenanza 1770 y el alcalde mayor de Guanajuato sobre el pago de los comisarios que
nombró para la recaudación de tributo en su jurisdicción, las contribuciones por la recaudación de tributo
se debía hacer conforme se especificaba en la real cédula de 8 de junio de 1770.

165
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

recaudación.104 Desde 1776 se había establecido que se realizaran listas individuales


especificando el nombre y número de tributarios, indicando la calidad y la tasa que les
correspondía de contribución.
En los pueblos de indios los gobernadores y oficiales de la república fueron los
encargados de la recaudación de tributos para entregar las tercias correspondientes a los
alcaldes mayores o sus tenientes según fuera el caso, y en ocasiones los indios denunciaban
los abusos que cometían sus oficiales de las repúblicas de indios al cobrarles por duplicado el
real derecho: los naturales de Santa Ana Jeraguaro, jurisdicción de Tlalpujahua, se quejaban
de que Juan Manuel, Francisco Gregorio y Melchor de la Cruz, indios todos, los cuales
anualmente arreglaban la elección para que cada uno de ellos salieran electos como alcaldes y
oficiales de la república causándoles notables vejaciones y perjuicios, ya que en el año de 1741
y 1742 don Manuel, en consorcio de don Nicolás, y en el año de cuarenta y dos con Agustín
Sebastián y Melchor de la Cruz, “cobraron para sí de mis partes por razón de reales tributos
la cantidad de 177 pesos, y es el caso que ha habido y ha pagado mis partes, esta misma
cantidad se la volvieron a pedir que hubieron de embargarle sus bienes y con ellos hicieron
entrega al teniente del tercio”.105 Si bien se entregaba al teniente el tercio, en la denuncia se
manifestaba claramente que los oficiales de la república cobraban doble tributación, por lo
tanto la queja estaba dirigida en contra de los mismos oficiales de la República y no contra el
teniente, el cual sólo se limitó a recibir la correspondiente contribución. A estos actos se le
añadía la permisividad con que se cometían otros abusos, como el ocultamiento de tributarios
y la relajación de la moral pública al permitirse que se cometieran toda una serie de pecados
públicos.
En la provincia de Michoacán, con motivo de las sublevaciones que se suscitaron en
varios pueblos en 1767 a consecuencia del incremento del tributo y efecto colateral de la mala
administración de justicia, Juan Carlos Cortés Máximo añade a estas agravantes “la oposición
a que en sus pueblos existieran tenientes de alcalde mayor que mermaban la autoridad y el
gobierno indígena”.106 Los motivos de la sublevación fueron variados, los tumultuados
actuaron contra el alcalde mayor en Valladolid, Luis Vélez de las Cuevas Cabeza de Baca, y
en Pátzcuaro en contra del teniente Juan de Urrutia.107
El visitador general José de Gálvez determinó castigar a los sublevados corporal,
pecuniaria y políticamente, con la finalidad de que sirviera de ejemplo al resto de la población
e inhibir con ello cualquier otro intento de desobedeciendo a la autoridad real. Determinó
extinguir varias repúblicas y prohibió a los indios que nombraran oficiales de república, por
lo que de esa manera los sujetaba sólo a la autoridad del alcalde mayor, su teniente y alcaldes
ordinarios; como claramente lo expresa Felipe Castro “los pueblos que había participado en
el movimiento no podrían elegir oficiales de república, ni menos aún gobernadores, quedando
en lo sucesivo sujetos a la jurisdicción de los tenientes de alcalde mayor o alcaldes ordinarios
de los cabildos españoles. Los bienes fueron embargados y puestos bajo la administración de
las autoridades españolas”, y los pueblos castigados por el visitador José de Gálvez fueron

104 Ibid., F. 369.


105 AGN, Indios, Vol. 57, Exp. 20, Fs. 16-17. Vuestra Excelencia manda al alcalde mayor de Tlalpujahua
reciba información al común y naturales del pueblo de Santa Ana Geraguaro sobre el punto de haberles
exigido indebidamente 177 pesos, 1752.
106 CORTÉS MÁXIMO, Juan Carlos, De repúblicas de indios a Ayuntamientos, p. 142.
107 GÁLVEZ, José de, Informe sobre las rebeliones populares de 1767, México, UNAM, 1990, p. 109-114.

166
Empleados locales al servicio del rey

Pátzcuaro, Tacámbaro, Uruapan, Santa Clara, Cocupao y Numarán, Apatzingán, Uruapan,


Capula, Opopeo, Puruándiro y Tarímbaro.108
El alcalde mayor Luís Vélez de las Cuevas Cabeza de Baca en 1768 informaba que la
falta de justicias indios dificultaba la recaudación de los tributos,109 por lo que la Audiencia lo
facultó para que nombrara sujetos que corrieran con el cobro del tributo, los cuales fueron
nombrados en calidad de comisarios, éstos fueron propuestos por los mismos indígenas y
por ende eran de la misma calidad.110 Por ejemplo, en el pueblo de Santa Ana Zacapu,
jurisdicción del tenientazgo de Cocupao, el 4 de febrero de 1768 los viejos principales y demás
común nombraron a Marcos Morales comisario del mencionado pueblo, por lo que dicha
designación fue ratificada por el alcalde mayor en los siguientes términos:

“le nombraba y nombro por tal mi comisario, para la expresada recaudación de tributos a cuyo
efecto le doy y confiero la bastante comisión, cuanta por derecho puedo y debo, para que en
virtud de ella, arreglándose al último padrón y taza de cada uno, los exija y cobre de todos los
que consten matriculados, de manera que me haga su entero, por el tercio de San Juan, en todo
el mes de julio, y por el de Navidad, en todo el de enero siguiente sin dejar rezago alguno, para
lo cual necesario siendo podrá nombrar de los mismos naturales del ya referido pueblo uno o
más ayudantes, aquel o aquellos que fuesen de su mayor confianza”.111

El comisario recaudador de tributos quedó facultado para exigir de cada uno de los
tributaros las tercias de tributo en los tiempos establecidos, mientras que el teniente tenía la
obligación de auxiliarlo en lo que fuera necesario para que cumpliera cabalmente con su
encargo; los comisarios se elegían anualmente con el consentimiento del común de los
pueblos de indios y la recaudación debía hacerla con base en la última cuenta de tributarios.
Así como se designaron comisarios indígenas el alcalde mayor, Luis Vélez de las Cuevas,
también encomendó esta tarea a algunos tenientes con la nominación de tenientes comisarios,
tal fue el caso de Don Pedro Antonio Salceda, Don Felipe Lázaro Martínez Rincón y don
Baltazar de Bentoza y Carril, quiénes cumplieron esta función hasta el tercio de San Juan de
1768.112 Hacia 1776 el comisario recaudador de tributos de Uruapan era Nicolás de Mesa y el
teniente Pablo de Morellón,113 y de esa manera, a falta de gobernador, esos pueblos que
funcionaban con la categoría de tenientazgo por un tiempo contaron con teniente de alcalde
mayor y un comisario de tributos designado por los principales de los pueblos de indios, con
la comisión exclusiva de recaudar los tributos en las mismas condiciones que lo hacía el
gobernador. También es importante señalar que cuando en los pueblos de indios había 108923

108 CASTRO GUTIERREZ, Felipe, Movimientos Populares de Nueva España, p 137. CORTÉS MÁXIMO, Juan
Carlos, De repúblicas de indios a Ayuntamientos, p. 145. Mendoza Briones, Ofelia, "Los tumultos de
Pátzcuaro, 1766-1767. Una propuesta de investigación Histórica", Tesis para obtener el grado de licenciado
en Historia, Facultad de Historia, UMSNH, 1995.
109 TERAN, Marta, ¡Muera el mal gobierno!, p. 69.
110 AGN, Indiferente Virreinal, Caja 1942, Exp. 30, Fs. 52. Providencias tomadas para recoger los recibos
dados por don Luis Vélez de las Cuevas y sus tenientes del tributo cobrado en Valladolid, 1768- 1780.
111 AGN, Indiferente Virreinal, Providencias tomadas para recoger los recibos dados por don Luis Vélez de
las Cuevas y sus tenientes del tributo cobrado en Valladolid en el año de 1768, 1768- 1780, Valladolid, Caja
1942, Exp. 30, F. 13.
112 Ibid., f. 13v.
113 AHMM, Gobierno, Uruapan, 1776, Caja 17, Exp. 8, Fs. 9.

167
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

tributarios que se negaban a hacer sus contribuciones y que no respetaran a las autoridades,
en esas circunstancias acudían a la autoridad del teniente para que éste le reconviniera y
exigiera el pago del tributo.
El 20 de mayo de 1781 el cacique y demás naturales del pueblo de Aranza hicieron una
representación ante el teniente general de Pátzcuaro informándole que en su pueblo había un
mozo llamado Juan Dimas, transeúnte, que estaba empadronado en la matrícula de
tributarios, y decían “no hemos podido conseguir pague el real tributo”, además se quejaban
de su mal comportamiento y el poco respeto que le tenía a las autoridades. El teniente general
inmediatamente envió despacho al teniente de Paracho, Juan Romo Tamaris, para que le
notificara al indio Dimas que en el término de tres días se presentara en la ciudad de
Pátzcuaro, en esos casos difíciles tenía que haber la intermediación de una autoridad distinta
a la de los alcaldes de república.114
Con la aplicación de la Real ordenanza de intendentes de 1786 la recaudación de
tributos quedó en manos de los nuevos funcionarios, los subdelegados, los cuales estaban
obligados a entregar las tercias en las tesorerías respectivas. Las dificultades con que se
encontraron los subdelegados para llevar una efectiva recaudación de tributos y atender los
demás ramos de gobierno, los hicieron retornar a la antigua práctica de nombrar tenientes
para que corrieran con este ramo y otros de la real hacienda que estaban a su cargo.115
Precisamente con la aplicación del artículo 12 de la ordenanza de intendentes, donde se
establecía que en las cabeceras donde antes se nombraban tenientes serían substituidos por
los subdelegados, de esa forma, los nuevos funcionarios correrían con las funciones que antes
realizaban los tenientes. El 9 de febrero de 1788 el primer intendente de Valladolid, Juan
Antonio de Riaño, señalaba que había observado “una morosidad perjudicial en dos graves
puntos, el primero el que los subdelegados de este corregimiento no remiten a mis manos en
primeros de año las cuentas de los bienes de comunidad de sus respectivos distritos del año
anterior con el respectivo dos por ciento de las cantidades recaudadas, y el segundo que los
subdelegados no persuaden y exhortan con eficacia a los gobernadores de los naturales u
otros recaudadores de los reales tributos a fin de que verifiquen sus enteros con oportunidad
y en el preciso plazo de dos meses después de cumplido cada tercio”; 116el exhorto del
intendente era precisamente que los subdelegados pusieran todo su empeño en cumplir con
el servicio al rey, pues además afirmaba que las matrículas ya habían sido elaboradas por José
Antonio Calderón, así que la falta de matrícula no se podía poner como pretexto de su
incumplimiento del deber. Riaño también persuadió a los subdelegados que pasaran a dar las
fianzas correspondientes para otorgarles los respectivos títulos.

114 El indio se comportó rebelde no sólo con los sus autoridades indígenas sino también con los tenientes,
ya que no acudió ante el teniente general, por lo que este envió al escribano de Pátzcuaro para que
reprendiera a Dimas previniéndole que respetara al alcalde y demás justicias del pueblo, de igual manera
se le mandaba que satisficiera el tributo con la mayor prontitud, pues de no hacerlo se procedería contra
su persona imponiéndole el castigo a que se hiciera acreedor. AHMP, Fondo Colonial, siglo XVIII, 1781,
Caja 57G, Exp. 4, Fs. 808-811.
115 SERRANO ORTEGA, José Antonio, Jerarquía Territorial y Transición política, Zamora, El Colegio de
Michoacán, Instituto Mora, 2001, p. 46.
116 La cordillera fue dirigida a los subdelegados de: Pátzcuaro, Cocupao, Erongarícuaro, Paracho,
Parangaricutiro, Uruapan, Taretan, Urecho, Santa Clara, Tacámbaro, Etúcuaro, Tiripetío. AHMP, Fondo
colonial, siglo XVII, Cordillera a los subdelegados del corregimiento de Valladolid, 1788, Caja 63F, Exp. 2, F.
154.

168
Empleados locales al servicio del rey

Para contener la escalada de quejas que llegaban de todos lados a causa del cobro
indebido de los tributos y a las acusaciones que se hacían en contra de los subdelegados, el
conde de Revillagigedo a través de un bando estableció que las matrículas de tributarios
correrían a cuenta de un comisionado ex profeso, exceptuando de dicha actividad a los
subdelegados, y para evitar todo tipo de fraude e inconformidades por parte de los vecinos
se determinó que las cuentas de matrícula se realizarían cada cinco años.117 El superior decreto
del virrey se sustentaba en los artículos 133 y 134 de la real ordenanza de intendentes, el
primero estaba dirigido a los intendentes, en el que se les mandaba “formar exactos Padrones
de todos los habitantes de sus provincias”, y el segundo facultaba al virrey para que obligara
a subdelegados, alcaldes ordinarios, gobernadores y alcaldes de naturales que cobraran los
tributos con apego a las nuevas matrículas.118 No obstante, se percibió un importante
incremento de descontento por parte de los indígenas, castas y dueños de haciendas, que
constantemente reclamaban que habían sido empadronados en diferente categoría, o
simplemente que por su calidad no debían estar en la matrícula, inconformidades que
directamente tuvieron que afrontar los subdelegados y sus tenientes.
El método de elaborar las matrículas siguió aplicándose bajo la misma fórmula que ya
se seguía con los alcaldes mayores: el juez comisionado para el efecto no actuaba sólo sino
que se hacía acompañar de otras las autoridades, pues como pudimos observar en el año de
1809 el intendente de Valladolid comisionó a don José Gerónimo de Ortega para que realizara
la numeración de la nueva matrícula y visita personal de tributos de la subdelegación de Ario
y sus agregados, para realizar el padrón de San Antonio Urecho, y en presencia del cura y el
teniente el comisionado mandó llamar a los administradores y dueños de haciendas y ranchos
para que exhibieran los libros y presentaran las “relaciones juradas de todos los sirvientes,
arrendatarios, terrasgueros, arrimados y vagos, con expresión de calidad, estado, hijos y sus
respectivas edades, poniéndolas de manifiesto sin fraudes ni ocultación en el concepto de que
al menor que se les advierta desde luego se sujetan a las penas y multas establecidas sobre el
asunto”.119 El cura Pablo Delgado exhibió los padrones, listas y libros del curato.
De igual manera, cuando los indígenas solicitan que se les exentara del pago de tributo
estaban obligados a realizar las diligencias para demostrar su limpieza de sangre, lo que
implicaba el examen de los testigos y la solicitud ante los párrocos de las boletas de bautismo
de los solicitantes y las actas de matrimonio de sus padres para demostrar que no estaban
obligados al pago de tributo.120Los tenientes eran los que recibían la información, examinaban
los testigos y remitían las diligencias al subdelegado para que éste las enviara a la intendencia;
ya para los primeros años del siglo XIX muchos de los que solicitaban exención o cambio de
categoría tenían claro que el responsable del equívoco era el comisionado encargado de
elaborar la matrícula.

117 MARICHAL Carlos y MARINO Daniela (Comp), De colonia a nación. Impuestos y política en México, 1750­
1860, México, El Colegio de México, 2001. TERAN, Marta, "La geografía de los partidos tributarios, p. 84.
118 Real ordenanza de intendentes, art. 133 y 134.
119 AHMM, Hacienda, Caja 7, Exp. 13, F. 2. José Gerónimo de Ortega, juez comisionado por el intendente
corregidor para la numeración de la nueva cuenta matrícula y visita personal de tributarios de la
subdelegación de Ario y sus agregados, Valladolid- Urecho, 1809.
120AHMM, Hacienda, Caja 6, Exp. 24, Fs. 45. Solicitud de exención de tributo a Manuel, Cristóbal, Alejandro
y Rafael Tapia, indios vecinos del pueblo de Tlacotepec, jurisdicción del Tlalpujahua.

169
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Mucho se ha hablado de la mala reputación de los alcaldes mayores y sus tenientes,


sin embargo no siempre actuaron con alevosía, y en los periodos de epidemias y hambrunas
los tenientes contribuyeron de forma importante, a través de informes, y apoyaron la solicitud
de las repúblicas de indios para que se les relevara del pago de tributos. El 11 de noviembre
de 1785 el teniente de Maravatío informó de la solicitud del gobernador Antonio Martínez,
principal de la república y pueblos anexos: San Miguel Turangueo, Tupátaro, San Miguel el
Alto, Taximangacho y San Nicolasito, quien informaba que se encontraban en la más grande
miseria por carecer de su principal sustento, el maíz, por lo que pedían fueran relevados del
pago del tributo. El cura del pueblo afirmaba que los indígenas habían perdido todo el maíz
por las heladas de agosto de 1785, por lo que se decidió relevarlos medio año del real derecho
de tributos, periodo que se cumpliría en julio de 1786, con la posibilidad de prorrogar la
ampliación del periodo en función de la evolución que se percibiera en la provincia.121
Las certificaciones de los tenientes y curas fueron fundamentales para relevar, rebajar
o prorrogar la contribución de tributos, debido a los efectos de la crisis de la gran hambre
que azotó a la Nueva España muchos fueron los pueblos que se vieron precisados a solicitar
se les exentara del pago de tributo. Cuando los indígenas de Uruapan y los pueblos que
comprendían su administración: Jicalán, Jucutacato y San Gregorio, solicitaron su releva, el
teniente de Uruapan, Pablo Morellón, en la certificación que hizo de la situación en que se
encontraban los naturales expresó que

“con el motivo de la falta de semillas que se está experimentado se hallan los comunes y
naturales de los pueblos subsistidos en deplorable estado, y tan lastimoso que aunque se les
proporcione con qué comprar maíz para sus manutención no hallan donde (como que no lo
hay), de lo que les resulta una total consternación pues me consta que para que hubiesen de
pagar el tercio de tributos pasado de navidad les fue preciso usar de sus bienesitos
vendiéndolos, y que al mismo modo que se hallan con tal insolvencia para que paguen el tercio
que deben de San Juan próximo pasado por sus miserables estados, de suerte que unos andan
mendigando de puerta en puerta y otros vagan arrastrados del hambre..”122

De esa forma los tenientes daban cuentas de las necesidades que enfrentaban los
indígenas en cada uno de sus pueblos, seguramente las castas estaban viviendo una situación
similar ya que la falta de semillas fue generalizada para todos los sectores de la población.12

121 AGN, Indios, Releva a los indios tributarios de la cabecera de Maravatío, sus pueblos, barrios y haciendas
anexas, Vol. 67, Exp. 4, 1785, F. 4v-7. Durante ese periodo muchos pueblos de la Nueva España fueron
relevados de la contribución del tributo a consecuencia de la crisis generalizada que golpeó a la mayor
parte de la población: Jesús de Nazareno, jurisdicción de Istlahuaca, San Miguel Tlacotepec jurisdicción de
Tlalpujahua, San Juan Zitácuaro, Santa Clara de Lerma, Santa María de la Asunción jurisdicción de Celaya.
San Pedro Bocanegra jurisdicción de Tlalpujahua, Uripitío y Purunguato de la jurisdicción de Tlalpujahua,
San Juan del Río, San Pedro Uacaneo jurisdicción de Tlalpujahua, Uruapan, Paracho, entre muchos más.
122 AGN, Tributos, El gobernador y república de indios de Uruapan solicitan la releva de tributos, Uruapan,
1786, Vol. 20, Exp. 14, F 297v.

170
Empleados locales al servicio del rey

3.4 Recusación de los tenientes


La recusación fue un recurso ampliamente utilizado por quienes solicitaban se les
administrara justicia, incluso Castillo de Bobadilla afirmaba que “aunque el tribunal sea uno,
la sospecha y causa de recusación mira solamente a la persona recusada, y no al oficio, y puede
comprender al teniente y no al corregidor, el cual en este caso puede sentenciar la causa, con
acuerdo, si fuera necesario, de otro asesor, y debe declarar a las partes quien es, para que le
informen”.123 La recusación de las autoridades locales, como podemos observar, siempre eran
atendidas, e inmediatamente se nombraba comisionado para que prosiguiera con las causas y
no se dilatara su resolución, y de esa manera se evitaban sospechas sobre el actuar de los
justicias. Cuando los vecinos morían intestados, el alcalde mayor y sus tenientes procedían a
incautar los bienes mientras se decidía el destino o aparecían los parientes para reclamar lo
que les correspondía: Joseph de Hermosa, teniente de Curucupaseo, procedió a embargar los
bienes de “don Thomas de Albear y Collado que en aquel real se reconocían por suyos, no
tanto por suponerlo intestado, cuanto por asegurarlos, ya que se le tenía como responsable
de extravíos de platas y defraudación de los reales quintos, pendencia que corría ante los
señores oficiales reales de la ciudad de México, a quienes dice tener dado cuenta con los autos
de la materia”.124 El recurso de recusación para que las autoridades no conocieran de algún
asunto no sólo se aplicó a los tenientes sino a cualquier otra autoridad, alcaldes mayores y
corregidores, sólo bastaba dudar de imparcialidad o de sospechar que el juez tenía vínculos
con la parte contraria para solicitar ante sus superiores que se comisionara a otra persona para
que continuara con las diligencias. Los tenientes podían ser recusados de cualquier causa civil
o criminal en que se encontraran conociendo: en 1770 Juan Joseph Castañeda, como hijo legítimo
de don Nicolás Gregorio Castañeda, vecino de Urecho, acusaba a Joachín Carranza de deberle
103 pesos 3 reales, que se había realizado ante el teniente general de la ciudad de Pátzcuaro,
sin embrago Castañeda señalaba que la poca atención que ponía el teniente de Taretan, Joseph
Pérez de Arguello, para requerir la paga se debía a que éste era hermano uterino de
Carranza.125 Y en Urecho la mujer de Manuel Aburto acusaba al teniente de ser gente muy
cercana de Castañeda y que por eso lo dejaba que hiciera lo que quisiera. Al teniente de
Indaparapeo también se le acusó de que no había actuado con justica en la aprensión que
hizo en Don Manuel José Baca Coronel, procurador del número a nombre de Bruno Nicolás,
preso en la cárcel de Indaparapeo y vecino de aquella jurisdicción en la hacienda de San
Bartolomé, señalaba que

“el teniente de allí, no pocos días ha aprehendió la persona de mi parte, sin causa ni Audiencia
a pedimento de Vicente y Antonio Rincón padre e hijo de la misma vecindad en la hacienda de
Quirio, parientes y paniagudos notorios del susodicho theniente y el motivo es insuficiente, no
solamente para proceder a prisión, sino aun para enjuiciar según derecho”.126

Se le recusó por no actuar con justicia ante el alcalde mayor, por lo que éste mandó
que inmediatamente remitiera a su juzgado los autos que hubiera practicado. Cualquier vecino

123 CASTILLO DE BOBADILLA, Jerónimo, Política para corregidores, p. 159.


124 AHMM, Justicia, Descripción de bienes, inventarios, avalúos, y aprecio de los que quedaron por
fallecimiento de don Thomas de Alvear y Collado, difunto vecino que fue del Real y minas de San Miguel
Curucupaseo, Valladolid, 1771, Caja 134, Exp. 3, Fs. 22v-23.
125 AHMM, Justicia, III 2.1.10, Urecho, 1770, Caja 175, Exp 19, Fs. 56.
126 AHMM, Justicia, III 2.1.10, Indaparapeo, 1770, Caja 175, Exp 28, Fs. 5

171
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

podía hacer uso de la recusación cuando tuviera sospecha de que el juez podía actuar en las
diligencias de forma parcial, ya era por tener relaciones de amistad o parentesco con las partes
implicadas. Cuando se recusaba a los tenientes para que continuaran con el conocimientos de
las causas civiles o criminales se exponía la razón por la que no querían que el teniente llevara
la causa, e inmediatamente el alcalde mayor atendía la solicitud y nombraba un comisionado
que prosiguiera con las diligencias, y se mandaba que el teniente entregara el expediente de la
causa. Los corregidores y alcaldes mayores también podían ser recusados.

3.5 Los pueblos de indios y los tenientes


Los alcaldes mayores y sus tenientes tenían la función de cuidar que los indígenas
vivieran en orden y cumplieran con sus obligaciones civiles y religiosas, por tal razón en los
nombramientos de los tenientes generales se les prevenía que “cuidando de que los indios no
sean maltratados, sino industriados en las cosas tocantes a nuestra santa fe católica y buenas
costumbres”,127debía observar que cumplieran con las contribuciones fiscales y organización
del trabajo y labranza de la tierra.128 Como bien afirma Felipe Castro, los tenientes tuvieron
una estrecha relación con los pueblos de indios por ser la autoridad más cercana a la
población, y a la que acudían prontamente para resolver sus problemas o redimir los
conflictos que se les presentaran cotidianamente, así mismo se constituyeron en los
mediadores y negociadores entre los oficiales de las repúblicas y común de indios y el alcalde
mayor.
La estrecha relación que los tenientes lograron establecer con los indios, vecinos y
curas de sus tenientazgos, generaron profundas tensiones internas, producto de los abusos
de las autoridades, pero también de los intereses económicos y políticos que se entretejían a
nivel local. Los tenientes tuvieron la habilidad de negociar con los mediadores indígenas o
líderes indígenas-como los denomina Yanna Yannakakis- ya que éstos eran la voz y
representación de sus pueblos.129 Estos empleados locales fueron los encargados de vigilar el
buen orden de los pueblos, que vivieran dentro de las normas morales y religiosas, que no
llevaran una vida ociosa, que trabajaran sus tierras y cumplieran con sus contribuciones
anuales. Como parte de las funciones de los tenientes y sus alcaldes mayores estaba todo lo
relacionado con el gobierno económico y político de los pueblos de indios, puesto que estos
auxiliares fueron los que se encargaron de que se cumpliera con el reglamento de las cajas de
comunidad, como era el que se cultivaran las tierras y que se pusieran en arrendamiento las
sobrantes.
El gobierno político comprendía todo lo relacionado con la república de indios y las
elecciones anuales de gobernador, alcaldes y demás oficiales de república de indios,130 lo que
conllevaba vigilar que las elecciones se hicieran en orden y que los electos cumplieran con los

127 AHMM, Cabildo, Libro donde están asentados los títulos reales de Alcaldes mayores, regidores y otros
oficios desde el año de 1699- 1718, 1699- 1718, Libro 12, F. 95.
128 Recopilación de leyes de los Reynos de las Indias, Ley 12, Tit. 2°, libro 5°.
129YANNAKAKIS, Yanna, El arte de estar en medio. Intermediarios indígenas, identidad india y régimen local
en la Oaxaca colonial, Oaxaca, Universidad Autónomo "Benito Juárez" de Oaxaca, El Colegio de Michoacán,
2012.
130 GARCÍA MARTÍNEZ, Bernardo, Los pueblos de la sierra. El poder y el espacio entre los indios del norte de
Puebla hasta 1700, México, El Colegio de México, 2005, p. 99. ARRIOJA DIAZ VIRUEL, Luis Alberto, Pueblos
de indios, p. 154.

172
Empleados locales al servicio del rey

reglamentos y las leyes, como parte de ese mismo proceso debían avalar la elección, y
finalmente enviar las certificaciones al virrey para su aprobación y certificación, paso previo
para la entrega de las varas de justicia.131 La relación de los alcaldes mayores, tenientes y
autoridades indígenas, se vivió en un entorno bastante complejo pues se trastocaban intereses
locales que se manifestaron a través de conflictos, abusos de autoridad y resistencia a la
autoridad.
La función principal del gobernador y de los oficiales de la república era la
administración de justicia de los indios en casos no graves y atender los procesos judiciales
de los indios, pues regularmente los asuntos criminales pasaban al juzgado general de indios,132
vigilar que los indígenas vivieran en orden y conforme a las costumbres de la religión católica,
cuidar el adoctrinamiento de los indios, aprehender vagos y amancebados e inhibir los vicios
como la embriaguez.133 Así como los tenientes estaban facultados a asistir a la elección anual
de gobernador, alcaldes y demás oficiales de república, los curas también tenían permitido
asistir a dicho evento, pero siempre con la recomendación de que “sin impedir la libertad que
tienen los electores y que si sobre la calidad de los electos se le ofreciere alguna cosa informe
a vuestra excelencia”. Además de vigilar que las elecciones se llevaran en paz, los tenientes
tenían la prevención de vigilar que los electos fueron personas idóneas que cumplieran con
los requisitos indispensables para ser electos:

“a los indios se les deje en toda su libertad para las votaciones, y que éstas se hagan en indios
puros y de buenas calidades, que se entiendan llevarán fieles y exactos sus cargos, y que no les
dañarán, siendo contra estas prevenciones superiores cualquier influjo que mire a impedir a los
indios que libremente voten aquéllos que consideren más dignos, manda su merced pase al
teniente de Paracho para que se abstenga de prestar influjo en razón de la elección que se cita,
y mucho más de impedir la libertad a los naturales, acerca de que elijan a los justiciales y demás
menesteres que juzgaren de mayor proporción”.134

La queja de los indígenas de Cherán el Grande era que no querían que el teniente y el
cura favorecieran la reelección de D iego... por todos los perjuicios que les ocasionaba, les
vendía vino y tenía el favoritismo del cura, al que había apoyado para que se reparara el techo
de la iglesia con el trabajo personal de los indios.
Dicha recomendación era válida para los alcaldes mayores, tenientes y curas, quienes
frecuentemente se veían inmiscuidos en conflictos por intervenir de forma tendenciosa en las
elecciones.135 En 1718 se acusó al teniente de Zintzuntzan, Juan Barriga, de que pretendía 13245

131 AGN, Indios, Vuestra Excelencia aprueba y confirma las elecciones que el teniente general de la
jurisdicción de Teutila remitió a este superior gobierno celebradas por los gobiernos de indios en los
pueblos de aquel distrito, Noviembre 6 de 1773, Teutila, vol. 63, exp. 385, fs. 306v-307v.
132 BORAH, Woodrow, El Juzgado General de Indios en la Nueva España, México, Fondo de Cultura
Económica, 1985.
133 Mendoza Briones, Ofelia, "Los tumultos de Pátzcuaro, 1766-1767. Una propuesta de investigación
Histórica, Tesis para obtener el grado de licenciado en Historia, Facultad de Historia, UMSNH, 1995, p. 90.
134 AHMM, Gobierno, Caja 16, Exp. 5, F. 16. Sumaria sobre confirmación de elección de la república de este
año, pueblo de San Francisco Cherán Grande de esta provincia de Michoacán, Cherán Grande - Valladolid,
1781,
135 AGN, Indios, Tenango del Valle 1754, Vol. 57, Exp. 160, Fs. 169. GARCÍA MARTÍNEZ, Bernardo, Los
pueblos de la sierra, p. 207.

173
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

manipular las elecciones para que se reeligiera a Pedro de Olivos, que era dependiente e
incondicional del teniente, mientras que legítimamente se había elegido a Simón Pedro. Ese
fue un duro momento para los indígenas pues su acción se tradujo en desobediencia y
confrontación contra las autoridades, sin embargo la resolución final del conflicto terminó en
la destitución del teniente y en la confirmación de Simón Pedro como gobernador electo.136
En 1750 en Tangancícuaro, jurisdicción de Zamora, los indígenas se reunieron para
realizar las elecciones, de las que resultó electo Antonio de Escamilla, y Juan Carlos Cortes
Máximo señala que los indígenas se dirigieron al teniente general de Zamora “con el fin de
que confirmara la elección”, acto contrario a lo esperado, el teniente realizó una nueva acta
en la que nombró al indio Manuel Pablo Hernández porque así convenía los intereses del
teniente general.137 Incluso en Jacona se llegó a reelegir por tres periodos al mismo
gobernador, Rafael Elías, y a los demás oficiales de República bajo el amparo del teniente
Miguel Maza Prieto y el cura Antonio Yncharraundieta, oponiéndose a que los naturales
eligieran libremente a sus autoridades.
Los indígenas afirmaban que el favoritismo del cura se debía a que Elías había
contribuido a la reparación del techo de la iglesia usando dos mil quinientos pesos que fueron
tomados del ramo de tributos y con el servicio personal de los naturales, por lo que se pedía
que se le exigiera al teniente y al cura que no se entrometieran en la elección y que los dejaran
actuar libremente, y en caso de hacer lo contrario se le castigaría con una pena pecuniaria de
doscientos pesos.138 Si bien es cierto que estas denuncias se hicieron en diversas latitudes y en
distintos tiempos, también hubo momentos en que las elecciones se realizaron de forma
pacífica. En circunstancias muy semejantes los naturales de Patamban, Ocumicho y San
Joseph, jurisdicción de Jiquilpan, se quejaron ante el virrey Bucareli de que habiendo ocurrido
a celebrar la elección de los oficios de república, saliendo electo para gobernador Juan Pedro,
el alcalde mayor, el teniente y el cura le entregaron la vara a un indio llamado Salvador
Santiago, al cual se le acusaba de homicidio de un indio llamado Ramón Martín y del aborto
que le causó a la india Isabel, a lo que se añadía que era de calidad mulato, por lo que
solicitaban que se le pidieran cuentas a Salvador Santiago de la administración de los bienes
de comunidad y que entregara la vara de gobernador.139 Fueron muchas las irregularidades
que se presentaron en las elecciones, las cuales no solamente fueron promovidas por la
intervención de las autoridades, sino que los propios indígenas tenían una serie de intereses,
y al interior de los pueblos había facciones que intentaban imponerse sobre el común, por lo
que estas diferencias internas se expresaban anualmente en las elecciones.

136 CASTRO GUTIÉRREZ, Felipe, "Lo tienen ya de uso y costumbre", p. 19.


137 CORTÉS MÁXIMO, Juan Carlos, De Repúblicas de indios a Ayuntamientos Constitucionales: Pueblos
sujetos y cabeceras de Michoacán, 1740-1831, Morelia, Michoacán, Instituto de Investigaciones Históricas,
UMSNH, 2012, p. 137-139.
138 AGN, Indios, Vol. 65, Exp. 168, Fs. 217-v. Vuestra Excelencia manda que siendo cierto haber sido
reelecto para el cargo de gobernador de los naturales del pueblo de Jacona, Rafael Elías y lo mismo los
otros oficiales de República o algunos de ellos, se proceda a nueva elección con arreglo a las leyes, y
previene al teniente de dicho pueblo que bajo la pena de doscientos pesos ejecute lo que se le ordena,
Marzo 5 de 1777.
139 AGN, Indios, Vol. 63, Exp. 300, Fs. 325v-326v. Vuestra excelencia manda al justicia del partido de
Jiquilpan y al cura informen con juramento lo ocurrido en el particular que se expresa en el escrito inserto
presentado por el común y naturales de los pueblos de Patamban, Ocumicho y San Joseph.

174
Empleados locales al servicio del rey

En lo económico vigilaban que los pueblos de indios no mantuvieran ociosas las


tierras y que éstas fueran trabajadas, y en la segunda mitad del siglo XVIII, con el proyecto
reformista de los borbones de controlar los gastos de las cajas de comunidad de los pueblos
de indios de la Nueva España, para contener los excesivos gastos que hacían en fiestas
religiosas y civiles.140 Marta Terán sostiene que este fue “un proyecto de gobierno que se
propuso reorganizar la sociedad rural siguiendo los ideales del orden, la obediencia y la
civilidad”,141 en todo ese proceso que llevó desde la erección de las cajas de comunidad, el
reconocimiento de los bienes que pertenecían a cada uno de los pueblos y el otorgamiento de
las llaves para su administración, puedo afirmar que la participación de los tenientes fue más
importante incluso que la que desempeñaron los alcaldes mayores, por lo menos eso fue lo
que se percibió en Michoacán, donde la actividad del alcalde mayor se limitó al envío de
despachos a los tenientes para que erigieran las cajas de comunidad, pero los tenientes fueron
la autoridad que estuvo presente y que dio cuenta de la constitución de las cajas de comunidad.
En 1776 el alcalde mayor, Juan Sevillano, a través de un superior despacho de 24 de
abril, instruía a los tenientes de la forma en que debían proceder en el reconocimiento y
establecimiento de las cajas de comunidad, con lo que se prevenía evitar cualquier tipo de
fricción u oposición de los indios, pero sobre todo desistió de enviar los autos acordados de
la Real Audiencia por considerar que los tenientes no entendían gran parte de lo que en ellos
se prevenía, por tal razón lo más conveniente fue elaborar un despacho en el que se les
instruyó a cada uno de los tenientes el procedimiento a seguir:

“manda su merced que a cada theniente en particular se le libre despacho en forma con relación
de las reales órdenes, que lo promueven e inserción a la letra de este auto para que luego que
lo reciban, cada uno en su respectivo pueblo hagan comparecer a el Gobernador, Alcaldes,
Regidores, y demás viejos de república, así de la cabecera como de los pueblos sujetos a ella, y
haciéndoles saber los piadosos fines que se han tenido para que en todos los pueblos haiga
cajas de bienes de comunidad para que con ellos se socorran los hijos de sus pueblos en los
casos que lo demande la urgencia y se concede por la ley. Los persuadan dichos tenientes por
los términos más suaves que le dicte su prudencia, a que cada pueblo e individuos de ellos en
el modo que puedan proporcionen algunos medios con que se comiencen los fondos de cada
p u eb lo . y poniendo los tenientes razón individual de la cantidad que es y modo con que se
ha consagrado y su continuación por formar inventario. Firmaran el teniente, el señor cura o
reverendo padre, doctrinero, y el gobernador o alcalde en su defecto, el escribano de república
y un testigo para su constancia, reconocerán dichos tenientes las tierras que tienen los naturales
de sus p u e b lo s.”142

El despacho expresamente estuvo dirigido a los tenientes que fueron los que
afrontaron el proceso del establecimiento de las cajas de comunidad, por eso era fundamental
que conocieran el procedimiento adecuado de cómo debían actuar para evitar cualquier tipo
de inconformidad por parte de los indígenas y que no se ocasionaran contratiempos. Así1402

140 TERAN, Martha, ¡Muera el mal gobierno!, p. 71-72.


141 Terán, Marta, "La relación de las cajas de comunidad de los pueblos indígenas michoacanos con la Real
Hacienda, entre 1779 y 1810", en Estudios michoacanos VIII, Zamora, El Colegio de Michoacán, Instituto
Michoacano de Cultura, 1999, p. 228.
142 AHMM, Gobierno, Caja 17, Exp. 8, Fs. 3-4. Establecimiento de la caja de comunidad de Uruapan por el
lugar teniente, don Pablo Morellón, Uruapan, 1776.

175
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

mismo estos empleados de los alcaldes mayores echaron mano de sus habilidades y labor de
convencimiento para hacer entrar en razón a los indios de que con las cajas de comunidad
los únicos beneficiados eran los hijos de la república, lo que llevó a que de forma individual
aportaran una determinada cantidad, o bien que comprometieran la próxima cosecha para
fondo de la caja. En el momento en que se estableció la caja de Pomacuarán los indígenas
depositaron de fondos de bienes comunes la cantidad de 5 pesos que se recaudaron entre
todos.143
Para el reconocimiento y erección de las cajas de comunidad los tenientes primero
daban obedecimiento a la orden del alcalde mayor, acto seguido informaban a los naturales
la comisión, por lo que junto con los gobernadores, oficiales, escribanos de república, demás
común y el cura, se solicitaba que presentaran los títulos de propiedad para realizar el
reconocimiento de los instrumentos y papeles que reconocían como propios y pasar a hacer
el inventario de los bienes, fondos económicos, ganado, pastos, montes y tierras; se puso
especial atención en la calidad y condiciones en que trabajaban las tierras y se indagaba si las
tenían en arrendamiento.144 Enseguida se elegía un lugar para resguardar la caja de comunidad,
regularmente ésta se depositó en los hospitales de los pueblos por ser los lugares más seguros,
y se colocaban los papeles (títulos de propiedad, mercedes y reales provisiones) y recursos
económicos si contaban con ellos.145 Finalmente el teniente hacía entrega de las llaves, una al
gobernador o alcalde según fuera el caso, al cura, y simbólicamente entregaba la tercera al
gobernador para que por su vía la remitiera al alcalde mayor. Debido a que en el periodo en
que se establecieron las cajas de comunidad todavía muchos de los pueblos de indios no
nombraban sus autoridades indígenas, el alcalde mayor instruyó a los tenientes para que la
llave que le correspondía al gobernador o alcalde quedara depositada en poder del comisario:
en Uruapan se le entregó a Nicolás de Messa146y en Capula a Felipe Miguel, ambos comisarios
recaudadores de reales tributos.147 Finalmente el teniente remitía el libro donde se asentaban
el inventario de los bienes de las cajas y títulos de tierras al alcalde mayor, quien mandó a los
tenientes que cuidaran “que se siembre todos los años la milpa de comunidad”.148
Los tenientes repitieron este proceso en todos los pueblos de indios de su jurisdicción,
de tal suerte que no quedara ninguno sin sus respetivas arcas de comunidad. El justicia
comisario de Paracho, Miguel Cardozo, erigió las arcas de Paracho, San Miguel Pomacuarán,

143 AHMM, Gobierno, Caja 17, Exp. 4, F. 3v. Establecimiento de la caja de comunidad de San Miguel
Pomacuarán por el comisario de justicia de ese partido, Miguel Cardozo, Pomacuarán, cinco de julio de
1776.
144 AHMM, Gobierno, San Migue Pomacuarán, 1776, Caja 17, Exp. 4, Fs. 4. San Miguel Pamacuarán, 5 julio
de 1776; Santa María Quinceo, 1 de junio de 1776; San Francisco Cherán el Grande, 25 mayo de 1776; San
Bartolomé Cucuchucho, 9 julio 1776; San Francisco Uruapan, 22 de mayo de 1776; Sevina 20 de mayo de
1776; Huaniqueo, 8 de mayo de 1776.
145 AHMM, Gobierno, Caja 17, Exp. 6, 1776, Fs. 5. Establecimiento de la caja de comunidad de San Francisco
Cheran Grande por el comisario de justicia, Miguel Cardozo, 1766.
146 AHMM, Gobierno, Uruapan, 1776, Caja 17, Exp. 8, Fs. 6.
147 AHMM, Gobierno, Caja 17, Exp. 9, F. 20. Diligencias practicadas en virtud del superior despacho del
señor alcalde Mayor por lo tocante a bienes de comunidad de los pueblos de comunidad: Huaniqueo,
Capula, Teremendo, Tatzicuaro y Barrio de San Nicolás Obispo, por el teniente, Joseph Tiburcio Pérez de
Bonilla, 1776.
148 AHMM, Gobierno, Caja 17, Exp. 7, F. 3v. Establecimiento de la caja de comunidad de San Bartolomé
Cucuchucho por el comisario de justicia, don Miguel Cardozo, San Bartolomé Cucuchucho, 1766.

176
Empleados locales al servicio del rey

Santa María Sevina y San Francisco Cherán entre otros, dando cuenta pormenorizada de los
bienes que quedaron depositados en cada una de las cajas. Los auxiliares de los alcaldes
ejecutaron la real orden, podría decirse sin mayores dificultades, y fueron contados los
pueblos que se opusieron a la erección de las cajas de comunidad. Los naturales de Tarímbaro,
por voz de Luis Camargo, procurador del número, decía que el teniente les había dado a
conocer la real cédula de erección de cajas de comunidad donde se debían de depositar lo que
produjeran las cosechas y rentas de las tierras; afirmaba que los vecinos estaban dispuestos a
poner las cajas, pero que como tenían muy cortas tierras que no les alcanzaban para su uso y
por ende no tenían con que contribuir, por tal razón solicitaban que el teniente no ejecutara
la real provisión ya que “los ha estrechado dicho teniente a que cada individuo contribuya
con dos reales, lo que no pueden verificar por no tener en donde sacar ni aún esto, pues hasta
la leña de su gasto la compran por no tener donde sacarla ni haberla en las cortas tierras que
poseen”.149
La pretensión de los indígenas era que se les exonerara de dicha contribución y “se
libre el oficio correspondiente para que dicho teniente por ahora suspenda toda ejecución”,
además solicitaban que se les dotara de más tierras con lo que pudieran hacer las
contribuciones y tener qué depositar en las cajas de comunidad. Con la aplicación de la real
ordenanza de intendentes todo lo relacionado con la custodia de los bienes de comunidad
pasó a formar parte de las facultades de los subdelegados, y en los artículos de la ordenanza
de intendentes se especificó con mayor detenimiento la forma en que se administrarían dichos
recursos. El establecimiento de las cajas de comunidad, los reglamentos de propios y arbitrios
y la aplicación de la real ordenanza de intendentes (1786), fueron las reformas a través de las
cuáles se ejerció mayor control sobre los pueblos de indios, y el gobierno indígena
paulatinamente vio disminuidas sus facultades gubernativas y la administración de los bienes
de comunidad que quedaron en manos de las nuevas autoridades, intendentes, subdelegados
y tenientes.
Las visitas a las cajas de comunidad se hacían anualmente, y en agosto de 1787
Antonio de Riaño comisionó al teniente de Tiripetío, Gaspar Pardo Malabehar, para que
realizara la visita de la caja de San Francisco Etúcuaro y diera razón puntual de los bienes que
poseían, los cargos, los gastos ordinarios y extraordinarios que se efectuaron, y dar cuenta de
sobrantes y faltantes. El teniente, para realizar la visita, pidió la comparecencia del gobernador
Juan Agustín Pedraza, alcalde Juan de Dios Mandujano y demás república de naturales, y del
cura José Asencio de Zorrobiaga, y en presencia de todos se abrió la arca “se halló la cantidad
149 pesos. Se requirió la presencia del gobernador del año de ochenta y seis, Nicolás Juan,
para que exhibiera las cuentas de cargo y data en el tiempo de su gobierno, para conocer los
sobrantes o faltantes que resultaban a favor de dicha arca”. El gobernador informó que la
cuenta correspondiente a su administración la entregó al teniente anterior, Francisco Xavier
de la Rea, el cual se hizo responsable de remitirlas al intendente.150
El teniente general de Zamora, Juan José de Tentorí y Marquí, en la visita que se hizo
a las cajas de la cabecera dijo no haber introducido recurso alguno porque todo lo había
invertido en sus comercios y en la compra de 50 cabezas de ganado, ante el mal manejo
embargaron los bienes que le pertenecían y trataron de recuperar el ganado. Para conocer el

149 AHMM, Gobierno, Caja 17, Exp. 20 b, Fs. 2. Los naturales de Tarímbaro sobre que se les exonere de la
contribución parta las cajas de comunidad, Tarímbaro, 1776.
150 AHMM, Gobierno, Caja 17, Exp. 22. Visita a las arcas de comunidad de San Francisco Etúcuaro, 1787.

177
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

estado que guardaban las demás cajas de la jurisdicción solicitaron a las autoridades de los
pueblos que llevaran las cajas para su reconocimiento,151 y en varios lugares tenientes y
subdelegados salieron descubiertos en las cuentas de las cajas de comunidad: en Zirándaro el
teniente Juan Portillo; en Tuxpan el cura tomó 882 pesos con la anuencia del alcalde mayor
Ignacio Larragoiti y del teniente Gerardo Anchores; en Pátzcuaro José María Abarca también
se decía que había quedado descubierto por el ramo de bienes de comunidad.152
Con respecto al arrendamiento de las tierras, si bien ésta era atribución de los
subdelegados, los cuales percibían un 15% si lograban el incremento en el arrendamiento de
las haciendas y ranchos de los bienes de comunidad,153 a través de diversos expedientes
pudimos constatar que esta actividad la realizaban los tenientes o encargados de justicia ya
que eran los que realizaban casi toda la diligencia, desde la notificación a los naturales para
que nombraran peritos evaluadores, el avaluó de los propiedades, los 30 pregones y recibían
las posturas; regularmente el último tramo, que consistía en el remate del arrendamiento, lo
realizaba el subdelegado. Los tenientes se mantenían atentos al cumplimiento de los periodos
de arrendamiento, o cuando los indios pedían se realizara el arrendamiento daban aviso a los
subdelegados para que éstos dieran la orden de que se iniciaran los trámites correspondientes.
El subdelegado de Tlazazalca, Juan Zárate y Manzo, en 1794 delegó todas sus facultades en
el teniente de Chilchota para que llevara el arrendamiento y justiprecio del potrero de La
Loma de dicho pueblo:

“respecto que los muchos y graves negocios del real servicio y recta administración de justicia
que demandan la precisa asistencia de su merced en este pueblo le impiden pasar al de
Chilchota, en donde deben practicar las diligencias del avaluó de dicho potrero de la Loma,
pregones y remate de su arrendamiento, confería y confirió comisión facultad y jurisdicción
bastante cuanto en dicha se requiere a el referido encargado de justicia de aquel partido, don
Gaspar Barbosa y Correa, para la práctica de dichas diligencias, las que concluidas en la forma
que se previene, y celebrado el remate de arrendamiento de dicho potrero con las formalidades
y requisitos del derecho en el mejor y mayor postor, con citación de este las remitirá a este
juzgado para en su vista proveer lo que convenga”.154

El remate se realizó en Miguel Gutiérrez, quien lo tenía anteriormente en la misma


calidad de 25 pesos anuales. El proceso que seguían los tenientes no siempre era el adecuado
pues el 25 de noviembre de 1795, cuando el expediente pasó a la intendencia ante el señor
fiscal protector de indios, el licenciado Urrea, mandó que se sacara nuevamente a pregón el
arrendamiento de la Loma por nueve días y con la intervención del subdelegado, ya que en el

151AHMM, Gobierno, Caja 17, Exp. 23, Fs. 30. Visita de las cajas de comunidad de los pueblos de la
jurisdicción de la villa de Zamora, y varias diligencias practicadas contra el teniente general Don Juan
Tentorí, Zamora, 1787. AHMM, Gobierno, Caja 18, Exp. 1. Diligencias de embargo y prisión de don Juan
José Tentorí y Marquí por la falta de dinero de las arcas de comunidad de la jurisdicción de la villa de
Zamora y la visita de dichas arcas villa de Zamora, 1787.
152 AHMM, Gobierno, Caja 18, Exp. 5. Descubierto de las cajas de comunidad del pueblo de Tuxpan,
Tuxpan-Valladolid, 1788.
153 TERAN, Marta, ¡Muera el mal gobierno!, p 126.
154 AHMM, Gobierno, Caja 26, Exp. 1, Fs. 2-v. Diligencias practicadas sobre el avaluó y justiprecio del
potrero de La Loma, perteneciente a los bienes de comunidad de los indios del pueblo de Chilchota
pregones y remate de su arrendamiento, Tlazazalca, 1794.

178
Empleados locales al servicio del rey

anterior se habían observado ciertas deficiencias, entre las que se señalaba que el teniente
había nombrado los peritos sin la intervención de los indios, cuando el procedimiento
correcto era que el teniente nombrara un perito que representaba los intereses del rey y los
indios nombraban otro para que los representara, y de esa manera ambas partes quedaban
representadas, sin embargo esto no sucedió.
En segundo lugar, si bien los peritos reconocieron las tierras, sólo indicaron el valor
total de la propiedad, que fue evaluada en 828 pesos, pero nunca dijeron en cuánto
correspondía el arrendamiento, por lo que el fiscal indicaba que por lo menos el remate se
debía de haber realizado en 45 pesos. Y finalmente, y en contrario de lo que indicó el
subdelegado, que el remate se había realizado sólo con la anuencia del teniente y los indios
del pueblo, el fiscal indicó que el teniente había fincado sólo el arrendamiento ya que no había
citado a los indios.155 Todas estas razones fueron las que llevaron al fiscal a determinar que el
pregón y arrendamiento del rancho de la Loma se realizara nuevamente.
El arrendamiento lo realizó el nuevo subdelegado, Juan López y Cosío, en enero de
1796 en el mismo sujeto, sólo que ahora en la cantidad de 39 pesos anuales. Quienes tenían
mejor conocimiento de las condiciones y bienes que pertenecían al gobierno económico de
los indios fueron precisamente los tenientes, porque ellos fueron los que intervinieron y
estuvieron en contacto con los pueblos de indios, y no los subdelegados, ya que la mayor
parte de las diligencias la realizaban sus auxiliares y ellos se limitaban a ordenar que se
ejecutaran los diferente autos. En el caso específico de los arrendamientos de las tierras de
comunidad, los tenientes eran los que corrían con toda la diligencia hasta el pregón de remate,
y sólo el remate lo realizaban los subdelegados.

3.6 Alcaldes mayores y tenientes como juez de minas

En el ramo de minas los alcaldes mayores, como juez de minas, ejercieron varias de
las facultades relacionadas con esta materia como fue la distribución del azogue, atender lo
correspondiente al denuncio y posesión de minas, el repartimiento de indios y la
administración de justicia entre los mineros, que como veremos más adelante el
establecimiento de nuevas instituciones mineras creadas para el fomento y gobierno de los
centros mineros propició el traslape de jurisdicciones entre los alcaldes mayores,
subdelegados y sus tenientes.
La organización del trabajo de los indios estuvo estrechamente relacionada con las
encomiendas, el servicio personal y el repartimiento de indios,156 este último sobrevivió
durante todo el siglo XVIII pues los mineros constantemente compelían a las autoridades
para que les suministraran indios de repartimiento. Otra de las obligaciones de los alcaldes
mayores y tenientes con este sector fue observar que se enviaran las tandas de trabajadores
indígenas a los centros mineros de Tasco, Pachuca, Zacatecas, Guanajuato y Michoacán, entre
otros. En 1777 don Mariano Pérez de Tagle en representación de los naturales de los pueblos
de Erongarícuaro, Sirahuen, Santa María Sensenguaro, San Andrés, Zirándaro, Pichátaro y
Santa Clara de los Cobres, se dirigieron al virrey para que no se les obligara a dar tandas, pues

155 AHMM, Gobierno, Caja 26, Exp. 1, Fs. 16v.


156 ZAVALA, Silvio, El servicio personal de los indios en Nueva España, vol. I, México, El Colegio de México,
1984.

179
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

expresaron que estaban en estado de no ir a trabajar a las minas de Guanajuato ya que


contaban con una provisión que los eximía de dicho servicio, y se quejaban de que sus
tenientes les habían notificado que por orden superior del virrey deberían de dar tandas de
repartimiento.157
Los argumentos de los indios para no ir a Guanajuato eran principalmente la distancia,
ya que estaba a 60 leguas, y el temperamento les ocasionaba severos perjuicios. El virrey
Bucareli respondió favorablemente a la petición de los indios de Pátzcuaro, Erongarícuaro y
Santa Clara de los Cobres, y ordenó al teniente general de Pátzcuaro, Domingo Antonio de
Urrutia, que le notificara a los tenientes de Erongarícuaro y Santa Clara del Cobre (Esteban
Diego de Castañeda) que no se hiciera novedad en los repartimientos y que no se les obligara
a ir a trabajar a las minas de Guanajuato, y se le mandó que se librara comisión a “Dionisio
García vecino del pueblo de Erongarícuaro y Joseph Ignacio del Corral de Santa Clara para
que éstos notifiquen a los tenientes de dichos pueblos no compelan a los indios de sus
partidos a que vayan a trabajar a las minas de Guanajuato, y si por parte de dichos mineros se
ocurriere a pedir gente se les haga saber haber ganado los naturales”,158 pero no sólo los
tenientes compelían a los indígenas a que fueran a trabajar a las tandas de Guanajuato, sino
que esto se hacía con la contribución de los gobernadores o alcaldes de indios.
En Guanajuato se solicitaban tandas de indios para la explotación de las minas, sin
embargo en otros mineros se solicitaban indígenas, negros, mulatos, libres sin oficio ni
beneficio, y a los reos presos por delitos no graves para que fueran enviados a las minas y
haciendas de beneficio. Don José Mariano Samper, dueño de las minas de Santiago y el Peñol
Grande del real de San Francisco Huautla, y de la hacienda de beneficio llamada Yxtolucan,
“pidió a su respectivo justicia que para ejecución y cumplimiento de las reales ordenanzas
sobre Quatequis159de sus minas y hacienda, y para el socorro de la suma carestía de gente
operaria tanto para labor, desagüe y sacas de metales, como para sus reparos, movimientos
de las máquinas, hornos de fundición y demás concernientes a la extracción de platas”,160
solicitaba que se obligara a todos los negros y mulatos libres, ociosos y delincuentes que se
encontraran en las inmediaciones de Cuernavaca, Chautla de la Sal y Tepecuacuilco, de igual
manera se exhortaba al teniente de Xonacatepec que exigiera a los 16 pueblos de su partido
que cumplieran con el Coatequil. A pesar de las presiones de los mineros hacia las autoridades
para que les enviaran indios de repartimiento, en la segunda mitad del siglo XVIII muchos
pueblos se defendieron ante las exigencias de los tenientes argumentando que contaban con
reales provisiones que los eximían de las tandas.161
Con las ordenanzas de minería de 1762 y 1783 y la ordenanza de intendentes, las
diputaciones mineras institucionalmente se consolidaron, por lo que se les dio un fundamento
jurídico frente a las demás autoridades territoriales (alcaldes mayores, subdelegados y 1578960

157 AHMP. Fondo colonial, siglo XVIII, Caja 50C, Exp. 1, F. 6. Los naturales de Pátzcuaro, Erongarícuaro y
Santa Clara piden al virrey Bucareli no se les compela a ir a trabajar a Guanajuato.
158 AHMP, Fondo Colonial, siglo XVIII, Caja 50, Exp. 1, F. 10.
159 Coatequil, que era el reclutamiento de trabajadores. GARCÍA CASTRO, René, Indios, Territorio y poder
en la Provincia Matlazinca, Zinacantepec, Estado de México, El Colegio Mexiquense, 1999, p. 219.
160 AHPM, José Mariano Samper solicita trabajadores de las inmediaciones de Cuernavaca, Chautla de la
Sal y Tepecuacuilco para sus minas y haciendas, 1785-II-19-d.4- f 138v- 139.
161 GAVIRA Márquez, María Concepción, Minería y población en Michoacán durante el siglo XVIII, Morelia,
Facultad de Historia, UMSNH, 2009, p. 31-33.

180
Empleados locales al servicio del rey

tenientes), las cuales incluso vieron disminuidas sus facultades.162 Las diputaciones mineras
dependían directamente del Tribunal de Minería, las cuales eran juzgados de jurisdicción
especial, y en ellas se atendía todo lo relacionado con los asuntos de la minería, denuncios,
registros, poblamiento, adjudicación y posesión de minas, de igual manera se dirimían las
diferencias entre los mineros y atendían todo lo relacionado con lo contencioso. Los alcaldes
mayores estaban facultados para presidir las elecciones de los diputados de minería, por lo
que en sus ausencias esta competencia era ejercida por el teniente: en 1785 la diputación de
Fresnillo estaba por celebrar la junta de mineros en la morada del teniente de dicho real para
realizar la elección de diputados según lo dispuesto en el artículo 3° titulo 2° de las Novísimas
reales ordenanzas, sin embargo no pudieron realizar la elección porque el Tribunal de Minería
les informó que la real Audiencia gobernadora había decidido “declarar por nulo y de ningún
valor cuanto actuasen los tenientes de alcaldes mayores que no estuvieren confirmados por
el superior gobierno, lo que les hizo suspender todo ulterior procedimiento por carecer de
esta cualidad el expresado teniente”.163
A partir de 1787 las elecciones fueron presididas por los subdelegados, y en su defecto
por los tenientes, de igual manera éstos estaban obligados a cumplir con las comisiones
libradas por los diputados de minas, pues cuando los mineros hacían denuncios de minas los
diputados comisionaban a los tenientes para que avisaran a su último dueño para que
entregaran las llaves y proceder a pregonar el denuncio, especialmente cuando se denunciaba
la mina por desamparada o abandonada.164 Con las ordenanzas de minería de la segunda mitad
del siglo XVIII, pero especialmente con la de 1783, se le dio más formalidad al
funcionamiento de las diputaciones territoriales mineras, por lo que en ellas se dispuso la
normatividad con que debían de funcionar éstas, lo que también implicó la pérdida de ciertas
prer3rogativas que antes ejercían los alcaldes mayores, como la administración de justicia
entre los mineros.
Con el régimen de las intendencias se siguió la misma fórmula y las elecciones de las
diputaciones fueron presididas por el subdelegado, y en su ausencia por el teniente. Con la
aplicación de la Ordenanza de minería de 1783 los subdelegados perdieron muchas de las
atribuciones de gobierno y justicia, que por mucho tiempo habían sido atendidas por los
alcaldes mayores y sus tenientes, por ejemplo, los litigios por propiedad y posesión de catas y
minas. .165 A partir de la creación del Tribunal de minería y de las diputaciones mineras la
jurisdicción contenciosa (que se refiere a avíos de minas, rescates, denuncios, posesión,
pertenencias, entre otras) pasó a manos de los diputados de minas,166 incluso el castigo de

162 CRAMAUSSEL VALLET, Chantal, "Para salir del Estado de Abyección. Las diputaciones mineras
territoriales su emergencia, en el gobierno y justicia de la Nueva España (1786-1815)", en GAYOL, Víctor,
Formas de gobierno en México, p. 223-252.
163 AHPM (Archivo Histórico del Palacio de Minería), No 4, 1785, II, F. 115v-116. Sobre elección de
diputados de la Diputación de Fresnillo.
164 AHMP, Fondo colonial, siglo XVIII, Caja 62E, Exp. 1, F. 12. Denuncio de la mina de San Gabriel, alías
Desmontes, en la jurisdicción de Colima, 1790.
165 Autos que sigue don Domingo de Medal y Moscoso, vecino de Santa Clara de los Cobres con Don Diego
Gutiérrez, por propiedad y posesión de una cata que fue intrusamente poblada en el real del Tajo,
jurisdicción de Sinagua y La Huacana ante Don Agustín de Castro, teniente general por nombramiento del
alcalde mayor de Tancítaro Andrés Antonio de Castro, 9 de julio de 1793. AHMP, Fondo Colonial, S. XVIII,
Caja 35D, Exp. 3. F. 296.
166 GONZÁLEZ, María del Refugio, Ordenanzas de la Minería de la Nueva España, p. 79

181
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

delitos menores que ocurrían en los centros mineros fueron considerados de la competencia
de los diputados de minas. Todo lo relacionado con lo gubernativo y económico del gremio
de mineros correspondía a la justicia privativa del tribunal de minería. María del Refugio
González señala que aunque en el proyecto original Velázquez de León proponía que “los
jueces de minas, alcaldes mayores y corregidores” habrían de ejercer, en común acuerdo, con
los diputados en los negocios, que en lo gubernativo, lo directivo y lo contencioso
pertenecieran a la minería local”,167 el cumplimiento de dicha propuesta se tornó complicada.
Esta reconfiguración de las instituciones generó conflictos por competencia de jurisdicción
entre los diputados de minería, los subdelegados y sus tenientes, por determinar a quién le
compete llevar las causas hasta su fin.168 Incluso se llegó a presentar casos en los cuáles los
tenientes de subdelegado junto con los diputados de minas llevaban causas de justicia,
realizaban las primeras diligencias, y finalmente el teniente determinaba que la causa quedara
en manos de la diputación; empero, cuando el subdelegado se enteraba de ese proceder,
inmediatamente reclamaba y pedía atraer el caso por ser de su competencia, apelando al
nombramiento con el que anteriormente se dotaba a las alcaldes mayores que se designaban
en las jurisdicciones que contaban con minas, que era precisamente el de “juez de minas”, lo
que generaba arduas disputas entre estas autoridades. La administración de justicia fue la
competencia que más conflictos generó entre los diputados de minas, subdelegados y
tenientes, ya que los diputados alegaban que las causas de justicia que se presentaran en su
jurisdicción, siempre que implicara a los mineros, eran de su competencia.

3.7 Delimitación de competencia: Tribunal de la Acordada

A lo largo de los apartados anteriores pudimos observar que las funciones que desempeñaban
los tenientes en el ejercicio de sus empleos eran vastas y variadas, lo que propició que se
relacionara con otras autoridades del ámbito local y provincial, como fueron los alguaciles
mayores y sus tenientes, alcaldes ordinarios, alcaldes provinciales de la hermandad, y con los
diputados de las diputaciones territoriales de Minería; también se relacionó con autoridades
religiosas y militares, pero por el momento sólo nos interesa destacar los conflictos de
competencia de jurisdicción que se suscitaron con los tenientes del tribunal de la acordada.
Los conflictos por la atracción de los casos judiciales fueron una constante durante todo el
antiguo régimen y podemos observar que se presentaron un sinnúmero de conflictos por
competencia entre los alcaldes provinciales del tribunal de la acordada con la sala del crimen
de la Audiencia y con los alcaldes mayores y sus tenientes, y más tarde con los subdelegados,
pues ante el traslape de las distintas jurisdicciones los ministros no lograban discernir qué
asuntos eran de su competencia y cuáles, por su naturaleza, correspondían a otros juzgados.169
Las tenciones por competencia entre los alcaldes mayores y los alcaldes provinciales
de la acordada y sus tenientes surgieron precisamente de que, si bien cada uno de ellos tenía

167 Ibid. p. 78
168AHMM, Justicia, Caja 176, Exp. 28, Fs. 17. Autos que la diputación de Angangueo sigue contra la persona
de don José Rafael y José Teodoro Santana por haberle faltado al respecto a don Domingo Barrueta
administrador de la Hacienda de Santa Bárbara, Angangueo, 1810.
169 MACLACHLAN, Colín M., La justicia criminal del siglo XVIII en México. Un estudio sobre e l tribunal de la
Acordada, México, SepSetentas, 1976.

182
Empleados locales al servicio del rey

funciones delimitadas que incluso coincidían como claramente se puede apreciar en el plano
de la justicia, aunado a eso las jurisdicciones territoriales se sobreponían unas a otras. Para
entender este tema de las competencias resulta interesante además de útil el enfoque que
platea Rafael Diego Fernández en donde el conocimiento de los casos tiene un papel
fundamental, pero llama la atención sobre la cuota de poder que se disputan las autoridades
al señalar que “la jurisdicción era la mayor prerrogativa del ejercicio del poder político de la
época, de ahí resulta fácil de comprender que lo que estaba en juego, más que la mera
resolución de un caso o asunto concreto, era la cuota de poder que respondía a cada autoridad
jurisdiccional”.170 Ya que en la medida en que los jueces lograban atraer los casos de justicia
a sus tribunales ganaban prestigio y autoridad ante la población.
Los alcaldes mayores y sus tenientes tenían un espacio jurisdiccional delimitado, a
diferencia de los alcaldes provinciales de la acordada, tenientes, comisario y cuadrilleros, pues
éste era más amplio y ambiguo. Colín MacLachlan observa cómo el cargo comprendía los
“delitos de hurto, violencia física, posesión ilegal de la propiedad, rapto, incendio
premeditado, y el mantenimiento de prisiones particulares, pero sólo en los pueblos y distritos
rurales”, además lo correspondiente al juzgado de bebidas prohibidas: fábrica, expendio y
consumo, además de “guarda mayor de caminos.171 Las funciones del alcalde provincial de la
acordada se traslapaban con la causa de justicia que ejercían los alcaldes mayores, y es por eso
que los conflictos por competencia entre estas autoridades fue una constante y se continúo
con los subdelegados. Entre los alcaldes mayores, tenientes y jueces de la acordada,
frecuentemente se dieron acusaciones en contra de unos y de otros por la extracción de reos
o bien la detención de los tenientes del tribunal de la acordada.172
Debido a las quejas del tribunal de la acordada contra los alcaldes mayores y sus
tenientes por la detención de sus empleados, en una causa que siguió el alcalde mayor de
Zacualpan contra de Juan Josef Millán, comisario de la acordada, se determinó que el alcalde
mayor tenía jurisdicción expedita para “conocer de todas las causas de los comisarios de la
hermandad, del mismo modo que puede proceder en las causas de los demás vecinos, a
excepción de los excesos que se cometieren en el uso y ejercicio de sus comisiones, de lo que
sólo Vuestra Excelencia y el juez de la acordada pueden conocer”.173 Fueron muchos y de
variada índole los conflictos que se generaron entre esta institución y los justicias territoriales,
que la resolución anterior se constituyó en una especie de contención para que los miembros
de la acordada no cometieran delitos amparados en el empleo que ejercían.174
Los justicias territoriales constantemente se enfrentaron a los alcaldes provinciales y
su tenientes, comisarios y cuadrilleros, por atraer las causas de justicia pues difícilmente éstos

170 DIEGO FERNÁNDEZ SOTELO, Rafael y GAYOL Víctor, El Gobierno de la justicia. Conflictos jurisdiccionales
en Nueva España (s. XVI- XIX), Zamora, El Colegio de Michoacán, Archivo Histórico del Municipio de Colima,
2012, p. 29.
171 MACLACHLAN, Colín M, La justicia criminal, p. 114.
172 AGN, Acordada, Vol. 12, Exp. 3, Fs. 65-69. Queja de don Felipe Miranda, teniente de alcalde mayor de
Tasco contra unos comisarios de la acordada por haberle sacado un reo de la prisión y maltratado su
persona, Tasco, 1761. AGN, Justicia, Vol. 12, 1761, Exp. 9, Fs. 169-180v. Consulta del juez de la acordada
contra el alcalde mayor de Huimeo por haber detenido su teniente de Zirándaro un reo perteneciente a
su juzgado de Zirándaro
173 AGN, Judicial, Vol. 12, Exp. 3, Fs. 63. Consulta del Alcalde mayor de Zacualpan y autos formados contra
Juan Josef Millán, comisario de la acordada.
174 AHMM, Gobierno, Caja 15, Exp. 10. Tlazazalca, Valladolid, Zamora, 1803- 1804.

183
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

querían ceder ante las otras autoridades. Los conflictos por competencia que se generaron en
gran medida se debieron a que el tribunal de la acordada estaba operado por una amplia
maquinaria judicial, y sólo para hacernos una idea de la distribución de su personal en el
siguiente cuadro podemos observar que los alcaldes provinciales operaban en las cabeceras
administrativas de las alcaldías, y los tenientes, comisarios y cuadrillero estaban distribuidos
en el resto de la jurisdicción. Es necesario advertir que posiblemente el número de tenientes,
comisarios y cuadrilleros sea menor al que se representa en este cuadro, ya que éste se elaboró
con base en la relación de dependientes nombrados por Manuel Antonio de Santa María y
Escobedo en 1783.

Cuadro XI. Dependientes del tribunal de la Acore ada, 1783


Lugar Teniente Teniente Teniente comisario Cuadrilleros Total
Provincial particular
Cotija 1 1
Zitácuaro 1 3 14 6 24
Santa Clara de los Cobres 2 2
Cocupao 1 1
Huimeo 2 1 3
Huango 1 1
Yurécuaro 1 1
San Juan Huetamo 1 4 5
Maravatío 1 5 3 9
Pátzcuaro 1 6 3 10
Patamban 1 1 2
Puruándiro 2 2
Parangaricutiro 1 1
Periban 1 1
Tancítaro 2 2 4
Tlazazalca 1 2 3
Tlalpujahua 1 3 6 10
Taximaroa 1 5 4 10
Valladolid 1 16 8 9 34
Uruapan 1 3 4
Jiquilpan 1 1
Zamora 1 6 3 10
Zinapécuaro 1 6 7
Total 9 57 55 25 146
AGN, Acordada, 1783, Vol. 6, Exp. 4.

En 1783 se presentó un conflicto por delimitación de competencia entre el teniente de


corregidor de Tacámbaro, Vicente Villegas, y el teniente de la acordada, Juan Bautista de
Legorburo, en realidad el problema estribaba en delimitar la competencia ya que ambos
consideraban que les correspondía el conocimiento de una causa, y en ese conflicto también
tuvo que mediar la intervención del corregidor y del alcalde provincial como titulares de sus
respectivos tribunales. El corregidor Policarpo Dávila se dirigió al teniente provincial, don
Sebastián de Ugarte, regidor de la ciudad de Pátzcuaro y teniente provincial de la acordada,
exponiendo que:

184
Empleados locales al servicio del rey

“habiendo dado cuenta don Felipe Villegas teniente sustituto del pueblo de Tacámbaro con la
causa que formó sobre la riña que tuvieron don Ramón Lobera y don Josef Nateras, libre
exhorto a don Juan Bautista Legorburo para que mediante el conocimiento que dicho mi
teniente adquirió anticipado en ella se abstuviese de conocer en ella dicho Legorburo, quien es
teniente de la acordada, remitiendo a este juzgado la que hubiere formado sobre el asunto.. .”.175

El exhorto del corregidor para que el teniente de la acordada se abstuviera de conocer


la causa y que remitieran a su juzgado los autos que hubiera realizado, tenía como principal
argumento el supuesto de que su teniente había sido el primero en tener conocimiento de la
causa, lo que le daba el derecho preferente para continuar con ella.
Legurburo se defendió diciendo que el teniente había informado siniestramente al
corregidor al juzgar que tenía “el conocimiento preferente de la jurisdicción;” otro de los
elementos presentes es que se trataba de una causa civil y no criminal, lo que fue refutado por
el alcalde provincial y su teniente, quienes afirmaban que todo había iniciado como una causa
civil, que fue el cobro de la deuda, y que devino en criminal por los golpes que infirió Juan
Josef Nateras contra Ramón de Lobera, administrador de la hacienda de Cherátaro en
jurisdicción de Tacámbaro.
A través del expediente lo que se observa es que el teniente sustituto de Tacámbaro
pretendía de cualquier forma atraer la causa a su tribunal pues en ningún momento se
mostraron los autos seguidos por este empleado, más bien el teniente de la acordada apresó
a uno de los involucrados en la riña, José Cervantes, y examinó a los testigos presenciales, los
cuáles eran operarios de la misma hacienda que el día de la riña se encontraban despuntando
un poco de semilla de orden de Lobera: los testigos fueron Jo sef Salvador Chávez, mestizo
originario del pueblo de Huaniqueo; Josef Rafael Guillen, mulato libre originario de Santiago
Tuxpan; y José Cristóbal Cortés, mulato libre vecino de la hacienda de Cherátaro, que estaban
trabajando en el rancho de Canícuaro.176
Ramón de Lobera notificó el atentado que cometieron Juan José Nateras y José
Cervantes contra su persona el 29 de marzo de 1793, cuando Lobera mandó cortar semilla
perteneciente a Nateras por la cuenta que tenía pendiente de 15 pesos 4 % reales, y se indicaba
que cuando ya tenía arrancada la semilla le llegó un papel del teniente Villegas en que le decía
que tenía embargada la hacienda; José Cervantes llegó de parte del teniente de encargado de
la semilla por vía de embargo. José Cervantes, que fue el otro involucrado y al que aprehendió
el teniente de la acordada, en su declaración ante el teniente y alcalde provincial se percibieron
cambios sustanciales, pues en su primera declaración afirmó que la caña que Lobera mandó
cortar ya estaba embargada, y dijo que “habiendo embargado Felipe Villegas un pedazo de
caña, perteneciente a Juan Josef Nateras, por haber pedido ejecución de él don Josef Manuel
Santacruz y Don Josepf Andrés Cornejo, ambos vecinos de Tacámbaro, se la dejó al que
declara el citado Villegas en depósito, y viendo que don Ramón Lobera había mandado
amarrar dicha caña, ignorando el motivo que para ello tendría, pasó inmediatamente a dar
cuenta a don Felipe Villegas, quién como teniente sustituto del pueblo de Tacámbaro se le
tenía entregada en la forma referida”.177 Sin embargo, en la declaración que realizó ante el1756

175 AHMP, Fondo colonial, siglo XVIII, Caja 57G, Exp. 1, Fs. 125. Delimitación de competencia entre el
teniente de corregidor y teniente de la acordada por la causa criminal que sigue Ramón de Lobera contra
Juan José Nateras y José Joaquín Cervantes.
176 Ibid. Fs. 122.
177 Ibid. Fs. 122v-123.

185
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

alcalde provincial ya no hizo mención de este antecedente, sino solamente hizo referencia a
la riña entre Nateras y Lobera. Quizá las omisiones presentes en esa declaración sean
obligadas porque así convenían a los intereses del tribunal de la acordada, pues finalmente
dicha declaración se hizo ante el alcalde provincial y privado de su libertad.
José Joachín Cervantes fue aprehendido y puesto en la hacienda de Chupio,
Legurburo pidió al teniente sustituto de Tacámbaro que le remitiera la causa y al reo Nateras,
a lo que respondió Villegas que no lo había aprehendido. Por lo que una vez concluido el
examen de los testigos y del reo, el 4 de abril de 1783, Legorburo remitió la causa y al reo
Cervantes al regidor teniente provincial, don Sebastián de Ugarte, y ante la insistencia del
corregidor Policarpo Dávila de que se le entregaran los autos y el reo, Ugarte pasó el
expediente con asesor para que éste emitiera su dictamen sobre a quién le competía el
conocimiento de la causa.
El dictamen del asesor Francisco Ortiz Izquierdo favoreció a los agentes del tribunal
de la acordada, por lo que la causa le correspondía al teniente de la acordada Legorburo por
varias razones que expuso y en las que justificaba su dictamen. La primera de ellas tenía que
ver con la captura de los delincuentes “por la prisión de las causas criminales en que puedan
conocer dos o más jueces, el que primero previene en ella y prende al delincuente, es juez de
la causa, y los demás quedan excluidos de ella, aunque primero hayan empezado a
conocer. ”, por lo que los que aprehendían al reo debían llevar la causa a su sentencia
definitiva y ejecución, y de esa manera quedaba cerrada la posibilidad de que cualquier otro
justicia pudiera atraer el caso o solicitar al reo.178 En segundo lugar, porque el teniente de la
acordada procedió a instancia y por vía de inquisición o de oficio, y finalmente porque había
procedido a la confesión de los reos, lo que no había sucedido con el teniente del corregidor.
La aprehensión de los reos se convirtió en uno de los factores determinantes para
decidir a qué tribunal le correspondía seguir con las causas que se disputaban, incluso los
asesores basaban su resolución en la Recopilación de Castilla, ley 10, título 13, Libro 8, donde
justamente se prevenía sobre este tema ya que manifestaba “y en tal caso los alcaldes que
primero lo prendieren sean jueces del delito hasta la sentencia definitiva y ejecución de ella y
los otros no lo puedan pedir ni embargar, diciendo que primeramente procedieron de su
oficio o por acusación que haya, ni esto puedan alegar ni oponer la parte”. En este caso la
competencia se determinó con el dictamen del asesor, pues había quedado claro que las
diligencias las había realizado el teniente de la acordada, por lo que elaboró la cabeza de
procesos, aprehendió al reo y examinó a los testigos, lo que obviamente le dio ventaja sobre
los requerimientos del corregidor de Valladolid y su teniente de Tacámbaro, el cual pretendía
atraer la causa por el simple hecho de que la hacienda de Cherátaro, donde se suscitaron los
acontecimientos, estaba dentro de la jurisdicción del tenientazgo a su cargo, sin embargo su
nula actuación lo dejó en franca desventaja frente al teniente Legorburo.
Casos como los de Tacámbaro se vivieron en diferentes puntos de la geografía
novohispana, donde francamente se vio un enfrentamiento entre los jueces provinciales con
los tribunales especiales (Acordada, diputaciones, etc.), haciendo más tortuoso los procesos
judiciales, que de por sí ya lo eran. En los conflictos por competencia se ponía en juego la
autoridad de los jueces frente al vecindario, y es en ese sentido que Colín MacLachlan afirma
que la “oposición de las autoridades locales nacía de un resentimiento causado por las
jurisdicciones especiales otorgadas al tribunal, que inevitablemente debilitaban su autoridad y

178Ibid. F. 129v.

186
Empleados locales al servicio del rey

prestigio”.179 Esto supone en todo caso la posibilidad de que los quejosos podían decidir en
determinadas circunstancia ante qué instancia acudir, como en el caso de Tacámbaro, en el
que Ramón de Lobera, en lugar de concurrir ante el teniente de corregidor dio parte de las
agresiones que había recibido al teniente de la acordada; o en Zirándaro, donde el comisario
de la acordada pretendió aprehender a Joseph Lorenzo Ventura por el robo de unas bestias,
pero éste se refugió en la iglesia del pueblo y después se presentó ante el teniente del alcalde
mayor de Huimeo y Zirándaro, el cual lo puso preso en la cárcel de dicho pueblo.180 Cuando
el comisario se enteró de la aprehensión del reo se quejó de que el teniente de Zirándaro había
detenido un reo que le pertenecía. Estos actos son precisamente el resultado de la existencia
de dos autoridades competentes, donde los vecinos deciden a qué autoridad acudir para pedir
justicia.
Este criterio no sólo se tomó con la delimitación de competencia entre los alcaldes
mayores, corregidores y sus tenientes, sino que también encontramos estos argumentos en
los distintos conflictos por competencia entre el tribunal de la acordada y la sala del crimen:
en 1781 Juan Luis Caballero, teniente provincial de San Juan del Río, se enteró de que Pedro
Justo Cañas, prófugo de la justicia, había cometido dos homicidios y heridas en el real de
minas de Tlalpujahua y se encontraba escondido en el monte de la Botija, lo aprehendió el
día 19 de febrero de 1781, le tomó la declaración preparatoria y remitió la causa al tribunal de
la acordada. Juan Joseph de Barberi hizo la solicitud ante la sala del crimen que le remitiera la
causa que sobre el caso había formado el alcalde mayor para continuar con el proceso del reo.
Los jueces de la sala del crimen Don Cosme de Mier Trespalacios, Simón Antonio
de Miraflores y Eusebio Ventura Beleña, determinaron pasar el oficio al fiscal Posada para
que éste determinara lo conveniente; el tribunal solicitaba la causa precisamente basándose
en el argumento de que “la Ley real expresamente decide semejantes competencias a favor
del juez que a p re h e n d e.d e esta manera se alientan los ministros de justicia a verificar las
prisiones de los malévolos cuando de lo contrario desmayarían en daño del público al ver que
se quiten de sus juzgados los prisioneros en cuya solicitud peligraron tal vez sus vidas”.181
No en todo los casos daba resultado el argumento de la aprehensión de reos, pues en
éste la sala del crimen determinó que la causa era competencia de la sala, pues se afirmaba
que en la cabeza de proceso no se especificaba a quién había dado las puñaladas, quién lo
aprehendió, ni había sumaria del delito, ni el nombre de la mujer que intentó quitarle el herido;
por esas razones no se le dio la competencia a la acordada, y se pidió que remitiera al reo a la
cárcel de la corte a disposición de la real sala del crimen. La información que aportaba la
diligencia elaborada por la acordada no estaban suficientemente clara ni justificados los delitos
que se le imputaban al reo, ni se aportaban los datos precisos, por tanto se afirmaba que no
se podía tener a alguien por delincuente sólo por su declaración. La poca claridad
proporcionada por la acordada sobre el proceso y autos formados al reo fue la causa principal
por la que se determinó que la competencia le correspondía a la sala y no al tribunal aunque
su teniente hubiera aprendido al reo, sin embargo no había cumplido en forma con el
procedimiento.

179 MACLACHLAN, Colín M., La justicia criminal, p. 157.


180 AGN, Judicial, Exp. 9, Fs. 169-180v. Consulta del juez de la Acordad contra el alcalde mayor de Huimeo
por haber detenido su teniente de Zirándaro un reo perteneciente a su juzgado, 1761.
181 AGN, Acordada, Vol. 6, Exp. 14, F. 287-v Competencia entre la Real Sala del Crimen y Juzgado de la
Acordada por el conocimiento de la causa de Pedro Justo Cañas", 1781- 1782.

187
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Así como se daban confrontaciones por determinar jurisdicciones, es evidente que


muchas veces las autoridades no tenían claro en qué circunstancias tenían competencia
expedita para actuar en determinadas causas de justicia; había jueces que consultaban para
saber si podían actuar, en cambio otros sólo pretendían desafanarse de sus obligaciones. En
el régimen de las subdelegaciones no se terminó con estos conflictos, al contrario tal pareciera
que éstos se agudizaron, pues ante la pretensión de configurar las jurisdicciones quedó de
manifiesto más claramente el traslape de las distintas instituciones,182 y los subdelegados y los
jueces de la acordada siguieron presentado los mismos conflictos de competencia que ya se
habían experimentado con los alcaldes mayores: en 1793 el fiscal de lo civil señalaba, en
respuesta de la consulta que realizó el juez de la acordada a la real sala del crimen sobre si
tenía “expedita jurisdicción” para conocer de la causa contra José Antonio López, María
Antonio Hernández y socios por varios robos que habían perpetrado en Partido de
Penjamillo y puesto de los Otates, dichos reos fueron aprendidos por el teniente de la
congregación de Zináparo, y también descubrieron los bienes que habían hurtado y ocultado.
El teniente y el subdelegado de Tlazazalca dispusieron que “las partes interesadas se
presentaran a un dependiente de la acordada”, por lo que el reo y los bienes fueron llevados
ante el teniente de Numarán, José Antonio Ramos, y dicho hecho se suscitó sin ninguna
consulta que justificara las razones que tuvieron el subdelegado y el teniente para ceder el
conocimiento de la causa a otro tribunal, precisamente ese actuar irregular fue lo que hizo
dudar al juez de la acordada de la pertinencia de que su tribunal conociera de dicha causa. El
fiscal de lo civil afirmaba que “este hecho irregular no ha podido atribuir el conocimiento al
juzgado de la acordada, porque no está en arbitrio de los jueces ordinarios ceder su
jurisdicción en los casos que les corresponde”,183 y claramente se expresa que el conocimiento
de la causa era de competencia del subdelegado de Tlazazalca. La determinación del señor
fiscal fue que la causa pasara a la real sala del crimen, pues no podían ceder la jurisdicción al
tribunal de la acordada, ya que la aprehensión de los reos y la incautación de los bienes la
habían realizado el subdelegado y su teniente de Zináparo. Los alcaldes mayores,
subdelegados y los tenientes trataron de defender sus espacios de poder repeliendo la
intromisión de los agentes de la acordada en sus jurisdicciones territoriales.

Conclusión
Sin importar cuán limitado o amplio era el espacio jurisdiccional donde ejercían su empleo
los tenientes de alcalde mayor, corregidor y subdelegado, las atribuciones eran vastas, pues
aunque su universo se reducía a la jurisdicción de un tenientazgo, en la práctica quedaban
bajo su responsabilidad las mismas funciones que eran competencia del alcalde mayor. Por
tanto se constituyeron en la autoridad intermedia o puente de comunicación entre los
naturales, mulatos y españoles, y el alcalde mayor, que era la máxima autoridad de la alcaldía,
y mediante su intermediación se atendían las necesidades y quejas de los vecinos, y fueron el
conducto a través del cual se administró justicia. Resultaron pieza clave en la estructura del

182 DIEGO FERNÁNDEZ SOTELO, Rafael y GAYOL Víctor, El Gobierno de la justicia. Conflictos jurisdiccionales
en Nueva España (s. XVI- XIX), Zamora, El Colegio de Michoacán, Archivo Histórico del Municipio de Colima,
2012.
183 AGN, Acordada, Vol. 18, Exp. 26, F. 304v. El Juez de la Acordada sobre que se declare si su jurisdicción
se halla expedita para conocer de la causa contra María Hernández, Antonio López y socios, 1793.

188
Empleados locales al servicio del rey

gobierno provincial para mantener el orden social en los pueblos, administrar justicia y vigilar
los ramos de la real hacienda, especialmente en el cobro de tributo y alcabalas, ya que
suplieron la falta de oficiales de la real hacienda en sus jurisdicciones; es importante destacar
que con la aplicación de la real ordenanza de intendentes, la función de los tenientes como
auxiliares de los subdelegados no sufrió cambios sustanciales, y se percibió una mayor
tendencia por parte de los subdelegados de ejercer más control sobre sus jurisdicciones, pero
eso no implicó modificaciones en cuanto a las atribuciones que ejercieron.
El desenvolvimiento de los tenientes en la administración de justicia no siempre fue
el adecuado pues desconocían los procedimientos legales para llevar los casos que se le
presentaban, o bien se les dificultaba discernir cuáles eran las causas que por su naturaleza se
seguían de oficio de la real justicia de las que se hacía por petición de partes. El origen de esas
“confusiones” era precisamente que los tenientes no tenían instrucción jurídica, eran tenientes
legos que tomaban el encargo de la vara de gobierno pero que eran vecinos de las mismas
jurisdicciones en las que ejercían sus empleos, motivo por el cual se vieron implicados en
diversos conflictos por abuso de autoridad con los españoles e indígenas, como lo veremos
más adelante, ya que finalmente estos individuos formaban parte de la dinámica económica,
política y social del lugar y por ende tenían sus propios intereses. Independientemente del
cúmulo de quejas que se hacían en contra de los auxiliares de los alcaldes mayores, muchas
de ellas con justa razón y otras por conflictos de interés, éstos fueron esenciales para mantener
el orden en los pueblos en los que no alcanzaba a llegar la autoridad del alcalde mayor, es por
eso que se convirtieron en sus ojos y brazos, por tanto fueron el mal necesario de la
administración provincial.

189
Capítulo IV

Los tenientes de subdelegado frente al reform ism o borbónico

Introducción

Desde la segunda mitad del siglo XVIII en los dominios americanos se percibió la
implementación de una política de control económico, político y social que requirió del
incremento de la burocracia con la finalidad de hacer más efectivas las reformas que se
implementarían. El establecimiento de la ordenanza de intendentes en Nueva España supuso
la modificación de las estructuras políticas, lo que implicaba un profundo cambio
administrativo que homogenizaba las instancias de gobierno provincial con el nombramiento
de los intendentes y subdelegados, y que a la vez se traslapaba con las instituciones que no
fueron modificadas desde su creación por los Habsburgo, por lo que en el gobierno provincial
las alcaldías mayores y corregimientos, que habían sido duramente criticados por José de
Gálvez desde su visita en 1765, fueron finalmente desplazados de la maquinaria
gubernamental.
Los cambios que se plantearon a partir de la aplicación de la ordenanza de intendentes
de 1786 generaron importantes conflictos de interés entre la vieja burocracia, que se empeñó
en conservar sus antiguos fueros y privilegios, en contraposición a los nuevos burócrata que
pretendían aplicar las reformas, lo que generó amplias discusiones desde el seno de la
Audiencia, trayendo como consecuencia la no aplicación de muchos de los artículos de la
ordenanza relacionados con los alcaldes ordinarios, el repartimiento y los tenientes o
encargados de justicia en las subdelegaciones. La no aplicación en su cabalidad de los artículos
9, 11 y 12 de la real ordenanza de intendencias posibilitaron que los tenientes siguieran
operando en el aparato de gobierno de las intendencias por lo que continuaron siendo una
parte fundamental de la administración de justicia, especialmente en aquellas subdelegaciones
que no fueron divididas y que conservaron la extensión territorial. La presencia de los
tenientes llevó a generar nuevas discusiones entre las autoridades que tuvieron que ver con el
nombramiento, remoción, y sobre la facultad de los subdelegados para delegar la jurisdicción
en los tenientes.

190
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

4.1 La ordenanza de intendentes: subdelegaciones y tenientazgos

Las transformaciones político administrativas que se pusieron en marcha con Felipe


V de la casa Borbón tenían la finalidad de mejorar la situación económica, política y militar
del imperio, lo que llevó a que se emprendiera un amplio programa de reformas, como la
formación de los ministerios.1 Otro de los cambios fundamentales que se dieron fue la
creación del sistema de intendencias, que fue instituido en la península Ibérica en 1718 y
restablecido en 17492 mismo que se implementó en el resto de las posesiones del imperio con
la finalidad de uniformar la administración. Sin embargo, la aplicación de este ordenamiento
fue objeto de muchos ataques ya que los antiguos funcionarios de la corona vieron
disminuidas sus atribuciones, de igual manera las élites de las ciudades y provincias sintieron
afectados sus intereses. 3
Las reformas que se aplicaron en la Nueva España evidentemente estuvieran
inspiradas en las recomendaciones que el ilustrado José de Campillo y Cossío plasmó en su
Nuevo sistema de gobierno económico para la América, donde planteaba la implantación de un nuevo
“proyecto económico”. También fue el primero que pensó en que era necesario establecer el
sistema de intendencias en los reinos de ultramar.4Ya que los intendentes llevarían el gobierno
económico, por lo que serían los Protectores, Conservadores y Fundadores de todos sus
ramos. De igual manera se indicaba la ardua tarea que realizarían con los indios para
civilizarlos e instruirlos, de tal suerte que se convirtieran en “vasallos útiles, al comercio, a la
policía y a la real hacienda”.5 Claramente el proyecto económico estaba encaminado a mejorar
los ingresos de la corona, por ello se ponía muchos énfasis en la agricultura y el reparto de la
tierra.
Se volvió al proyecto de establecer el sistema de intendencias en Nueva España con
el visitador general de José de Gálvez (1765- 1771), quien venía investido con amplias
facultades para revisar las dependencias de gobierno, de hacienda y Audiencia, supervisar el

1 Ordenanza para el restablecimiento, e instrucción de intendentes de Provincias, y exercitos, de 13 de


octubre de 1749, Madrid en la imprenta de Manuel Fernández, 1749.
2 El primer ordenamiento orgánico para el establecimiento e instrucción de intendentes en toda España
se dictó en 1718, con el título de Ordenanza para el establecimiento, e instrucción de intendentes y para
tesorero general, pagadores y contadores de los exercitos y provincias, de 4 de julio de 1718, Madrid, por
Juan de Arizcia, 1735. Y la de 1749 Ordenanza para el restablecimiento, e instrucción de intendentes de
Provincias, y exercitos, de 13 de octubre de 1749, Madrid en la imprenta de Manuel Fernández, 1749
3 El primer nombramiento fue el de "intendant de l'armeé", conforme fue pasando el tiempo dicho cargo
fue evolucionando, ya para 1601 aparece el "intendants de justice" encargados de vigilar el cumplimiento
de las órdenes reales. En 1616 el Consejo Real Francés, empezó a enviar a la provincia unos "intendants",
de nuevo tipo, dotados de plenos poderes. Con Luis XIV éstos fueron el medio para lograr la consolidación
del poder real absoluto, asumieron cada vez más la administración del Estado. Véase NAVARRO GARCÍA,
Luis, Las reformas borbónicas en América. El plan de intendencias y su aplicación, Sevilla, España, 1995, p.
15-16). REES JONES, Ricardo, El despotismo ilustrado y los intendentes de la Nueva España, México,
Universidad Nacional Autónoma de México, segunda edición, 1983. COMMONS, Aurea, Las intendencias
de la Nueva España, México, UNAM, 1993.
4 BRADING, David, Orbe indiano. De la monarquía católica a la república criolla, 1492-1867, México, Fondo
de Cultura Económica, 1991, p. 506.
5 CAMPILLO Y COSÍO, Joseph del, Nuevo sistema del gobierno económico para la América, Venezuela,
Universidad de los Andes, Facultad de Humanidades y Educación, 1971, p. 98.

191
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

cumplimiento de los funcionarios reales y observar que los ministros de la iglesia cumplieran
con sus obligaciones, entre otros aspectos. Uno de los cometidos principales fue informar
sobre la conveniencia de aplicar el sistema de intendencias en Nueva España.6
En el proyecto original se propuso la creación de once intendencias, y en los informes
en los que se basaron para esa primera aproximación se tomó en cuenta principalmente el
número de tributarios, los recursos y la extensión de las todavía alcaldías mayores. Lo que dio
origen al documento, preparado junto con el virrey marqués Carlos Francisco de Croix,
Informe y plan de intendencias que conviene establecer en las provincias de este reino de Nueva España, el
cual contenía 33 puntos en los que quedaba claramente expresada la necesidad de establecer
el sistema de intendencias para mejorar la administración, disminuir el poder de los virreyes,
incrementar los ingresos de la metrópoli y sustituir a los alcaldes mayores y sus tenientes por
subdelegados.7
La reestructuración político administrativa que impulsaron los borbones en la segunda
mitad del siglo XVIII tuvo como fundamento legal la Real ordenanza de intendentes de 1786, que
tenía el fin de homogenizar el sistema de gobierno de las posesiones del imperio a través de
la implementación de las intendencias y subdelegaciones, generando con ello un aparato
administrativo equiparable al que funcionaba en la metrópoli,

“movido del paternal amor que me merecen todos mis Vasallos, aun los más distantes, y del
vivo deseo con que desde mi exaltación al Trono he procurado uniformar el gobierno de los
grandes imperios que dios me ha confiado, y poner en buen orden, felicidad y defensa de mis
dilatados Dominios de las dos Américas, he resuelto, con muy fundados informes y maduro
examen, establecer en el reino de la Nueva España Intendentes de Exercito y Provincia...8

En términos de la administración se pretendía lograr una uniformidad administrativa,


mejorar la exacción fiscal, centralizar el poder real, recuperar los puestos que estaban
controlados por los criollos y élites regionales para ponerlos en manos de los peninsulares
que respondieran a los intereses de la metrópoli y, aludiendo a Salvucci, establecer una nueva
burocracia que estuviera en consonancia con el ambicioso proyecto reformista de Carlos III
y sus ministros.9 Por tanto las reformas tenían como objetivo primordial fortalecer el poder
real como condición previa para lograr la modernización del Estado, se justificaba en la idea
de que el rey buscaba el bienestar y la felicidad de sus súbditos, 10 el cual sólo se lograría a678910

6 Informe general que en virtud de Real Orden instruyó y entregó el excelentísimo señor marqués de Sonora
siendo visitador general de este reino, al excelentísimo señor virrey don Antonio Bucarely y Ursúa con fecha
31 de diciembre de 1771. [Clara Elena Suárez Argüello, estudio introductorio] Edición facsimilar, México,
Centro de Investigaciones y Estudios superiores de Antropología Social, Miguel Ángel Porrúa, 2002. p.
XXXVII
7 NAVARRO GARCÍA, Luis, Las reformas borbónicas en América, p. 79.
8 Real Ordenanza para el establecimiento e instrucción de intendentes de ejército y provincia en el reino de
la Nueva España 1786, Introducción de Ricardo Rees Jones, México, Universidad Nacional Autónoma de
México, 1984.
9 SALVUCCI, Linda K., "Costumbres viejas, "hombres nuevos": José de Gálvez y la burocracia fiscal
novohispana (1754-1800)", en: Historia Mexicana, Vol. XXXIII, México, El Colegio de México, 1983, pp.
224-264.
10 GUIMERÁ, Agustín (ed.), El reformismo borbónico. Una visión interdisciplinar, Madrid, CSIC, Alianza
Editorial, Fundación MAPFRE AMÉRICA, 1996, p. 17

192
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

través de una “centralización política” como la ha denominado Pedro Pérez Herrero.11 Con
la aplicación de la Ordenanza de intendentes el territorio que conformaba la Nueva España
fue divido en doce intendencia de provincia y una general de ejército y provincia en México,
las cuales a la vez se subdividieron en subdelegaciones.12
La división política administrativa de la Nueva España en intendencias (México,
Veracruz, Oaxaca, Puebla, Valladolid, San Luis Potosí, Guanajuato, Guadalajara, Zacatecas,
Yucatán Durango y Arizpe), si bien trajo consigo importantes cambios en al ámbito de la
administración territorial de las provincias, en la actualidad se ha observado que si bien el
proyecto original estuvo pensado en dividir las alcaldías de tal manera que posibilitaran un
mejor gobierno y administración de justicia, pero sobre todo tener un mejor control en el
manejo de los recursos económicos (exacción fiscal) y en la recaudación de tributo. Sin
embargo, a la distancia se ha observado que la división de las subdelegaciones no tuvo un
plan bien diseñado y racional, como lo habían pensado anteriormente varios autores,13 para
uniformar el gobierno y la diversidad de jurisdicciones que constantemente causaba
confusión.14 Si bien el establecimiento de las cabeceras administrativas se guío por la jerarquía
e importancia de las ciudades, la formación de las unidades de áreas administrativas de la
Nueva España a partir de la aplicación de la real ordenanza de intendencias tuvieron que pasar
por un complejo proceso de adaptación y consolidación para que fueran consideradas como
verdaderas provincias, pues ello implicó el reconocimiento de la cabecera como centro
político administrativo por parte de las subdelegaciones; con el paso del tiempo los espacios
se fueron consolidando, incluso se fueron definiendo las jurisdicciones territoriales en
intendencias, como las de Valladolid y Guadalajara, que en 1789 el intendente Antonio Riaño
propuso que la subdelegación de Colima se agregara a la intendencia de Guadalajara pues
estaba más cerca de esa capital que de Valladolid.15 Esta propuesta de agregación generó
importantes conflictos de competencia, ya que en ella se comprendían importantes centros
mineros, como el real de minas del Favor y el Oro, los cuales fueron agregados a la
subdelegación de Zapotlán el Grande, no sólo entre las diputaciones de minas sino entre los
propios subdelegados y sus tenientes tal parece que las autoridades de dichas jurisdicciones
no les quedaba claro hasta donde estaban en condiciones de actuar. En 1799, el subdelegado
de Zapotlán el grande se quejaba de que el subdelegado de Colima se introducía en su
jurisdicción a través de sus tenientes a ejercer jurisdicción en los reales del Favor y del Oro,
los cuales afirmaba que se habían agregado a Zapotlán el 19 de febrero de 1795 especialmente

11 PÉREZ HERRERO Pedro, "economía y poder: revisión historiográfica. En Las reformas borbónicas y el
nuevo orden colonial, José Francisco Román Gutiérrez (editor), México, INAH, 1998, p. 28.
12 Intendencias de provincia: Arizpe, Durango, Guadalajara, Guanajuato, Mérida, Michoacán, Oaxaca,
Puebla, San Luis Potosí, Veracruz y Zacatecas, y la General de Ejército y Provincia de la ciudad de México.
13 PIETSCHMANN, Horst, Las reformas borbónicas y el sistema de intendencias en Nueva España. Un
estudio político administrativo, FCE, 1996, p. 118. JUÁREZ NIETO, Carlos, La oligarquía y el poder político
en Valladolid de Michoacán, 1785-1810, Morelia, Congreso del Estado de Michoacán de Ocampo, Instituto
Nacional de Antropología e Historia, Instituto Michoacano de Cultura, 1994, p. 73.
14 GUTIÉRREZ DEL ARROYO, "El nuevo régimen institucional bajo la real ordenanza de intendentes de la
Nueva España, (1786), Historia Mexicana, XXIX, 3, 1990, 91 (89- 122).
15 AGI, Indiferente, 41, Agregación de la subdelegación de Colima a la intendencia de Guadalajara, fs. 4-7.
Alcauter Guzmán José Luis, El régimen de subdelegaciones, p. 215-216.

193
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

se quejaba de que el teniente de Jilotlán se introducía a cobrar los tributos de dichos reales.16
El primer intendente, por su parte, estableció un considerable número de subdelegaciones,
mientras que Felipe Díaz de Ortega trató de compactar las 29 subdelegaciones que se habían
formado por considerarlas de muy bajos ingresos para los subdelegados, en cambio en
Guanajuato se estaba planteando la necesidad de ampliar el número de subdelegaciones ya
que se consideraba necesario dividir las jurisdicciones de mayor extensión.
El establecimiento de las nuevas jurisdicciones no se siguió por un principio racional
en cuanto a lo demográfico o fiscal, sino que como lo ha señalado Beatriz Rojas la
conformación de las intendencias se guío por el principio de las cabeceras y su importancia,
que fue lo que se tomó como criterio para definir la extensión que debía tener cada una de
las nuevas provincias.17 Principio que incluso podríamos señalar fue la base bajo la que se
planteó el establecimiento de las subdelegaciones en cada una de las intendencias, pues en el
artículo 12 se indicaba que en las “cabeceras de partido” donde antes había un teniente de
alcalde mayor, corregidor o gobernador se había de nombrar un subdelegado. Por lo que de
seguir dicho principio no se consideraron aspectos como la extensión y la demografía, que
estaba íntimamente ligada a la tributación, el número de pueblos que conformarían las nuevas
jurisdicciones y los recursos naturales con los que contaban. Pues no hay que olvidar que los
tenientazgos se habían establecido según el criterio de los alcaldes mayores, corregidores y
gobernadores, lo que significaba que una alcaldía mayor o gobernación podía estar dividida
en varios tenientazgos, el número de tenientes era variable como claramente lo pudimos
observar en el capítulo II. Hubo alcaldías mayores como Michoacán donde el número de
tenientazgos era desmesuradamente amplio, por lo que llegó a contar con 18 tenientes. Por
tanto, en las intendencias que comprendieron alcaldías mayores ampliamente divididas
inmediatamente hubo una mayor proliferación de subdelegaciones y Valladolid fue la más
divida en subdelegaciones, que como bien lo expresa Pietschmann se conformó “una cantidad
de partidos por demás desigual”18 en extensión territorial, en demografía y recursos naturales,
sin embargo más temprano que tarde dejaron al descubierto toda una serie de problemas que
difícilmente les permitieron sostenerse como subdelegaciones independientes. En cambio
hubo otras alcaldías mayores que conservaron intacto su territorio pese a que contaban con
tenientazgos y éstas no se dividieron.
La intendencia de Valladolid se formó con la agrupación de diez alcaldías mayores:
Valladolid, Tlalpujahua, Maravatío con el agregado de Zamora y Jacona, Zirándaro y Huimeo,
Jiquilpan y sus agregados de Tingüindín y Peribán, Tancítaro y sus agregados Motines del
Oro, Sinagua-La Huacana y Ario, Cuitzeo de la Laguna, Colima, Tlazazalca y Charo que
pertenecía al marquesado del Valle.19 La intendencia de Valladolid quedó constituida por 29
subdelegaciones.20 En 1801, cuando se solicitó la agregación de varias de las subdelegaciones,

16 AGN, Subdelegados, Vol. 3, Exp. 6, Fs. 66-83. El subdelegado de Zapotlán el Grande sobre que el
subdelegado de Zapotlán el grande ejerce jurisdicción en los reales del Favor y del Oro que corresponden
a Zapotlán el Grande. 1800.
17 ROJAS, Beatriz, "La construcción del espacio provincial. Nueva España 1786-1824", en Oikión Solano,
Verónica (Ed.), Historia, Nación y Región, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2007, p. 126.
18 PIETSCHMANN, Horst, Las reformas borbónicas, p. 124.
19 Ordenanza de intendentes.
20 FRANCO CÁCERES, Ivan, La intendencia de Valladolid de Michoacán; TANCK DE ESTRADA, Dorothy, Atlas
ilustrado de los pueblos de indios. Nueva España, 1800, México, El Colegio de México, El Colegio

194
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

entre ellas la de Chucándiro y Huango a Cuitzeo de la Laguna, Felipe Díaz de Ortega afirmaba
que el intendente Juan Antonio de Riaño, al formalizar la intendencia y en cumplimiento del
artículo 12 de la real ordenanza de intendencias, “puso subdelegados en los pueblos donde
había habido teniente de corregidor, siendo entre otros los de Chucándiro y Huango,
Indaparapeo y Caracuaro”,21 los cuales por necesidad se tuvieron que ir agregado a otras
subdelegaciones con la finalidad de hacerlas más rentables. A partir de 1805 en la intendencia
se redujo de forma considerable el número de subdelegaciones: se agregaron los partidos de
Indaparapeo y Charo a la subdelegación de Zinapécuaro;22 la de Carácuaro a Ario, y las de
Huango y Chucándiro a Cuitzeo de la Laguna; Santa Clara, Cocupao y Erongarícuaro a
Pátzcuaro.23
La principal causa de las agregaciones fue la cortedad de emolumentos (judicatura y
tributos) que obtenían los subdelegados de esos partidos, por lo que en consecuencia no había
quien quisiera ocupar dichos cargos por la poca o nula rentabilidad que ofrecían.24 Este
proceso de reducción del número de subdelegaciones se presentaron en varias intendencias,
en San Luis Potosí desde 1790 se estaba planteando las primeras agregaciones.25 La
reconfiguración espacial de la subdelegación de Pátzcuaro no sólo amplió la jurisdicción del
subdelegado José María Abarca, sino que reconstituyó el tejido social, económico y político
que se había fragmentado en 1788 con la política seguida por el primer intendente de
Valladolid. Para ejercer mayor control José María Abarca estableció un teniente en Zacapu,
pueblo que antes de la puesta en marcha de la ordenanza de intendentes de 1786 estaba
administrado por el teniente de Cocupao, curiosamente el teniente era nada más y nada menos
que Diego Abarca.26
La aplicación de la real ordenanza de intendentes supuso una importante
modernización en el plano jurisdiccional, como ya lo han expresado ampliamente muchos
autores especialistas en la materia, pues su aplicación modificaría las divisiones políticas
administrativas, pues con ella las divisiones territoriales se hacían más visibles, por mucho
tiempo estas habían permanecido difusas y poco claras incluso para las autoridades, alcaldes
mayores, corregidores y gobernadores. La ordenanza de intendentes en el plano del gobierno
provincial asestó un duro golpe el golpe a los alcaldes mayores y sus auxiliares al ser
desplazados de la maquinaria administrativa, los tenientes prácticamente desaparecerían de la
estructura del gobierno provincial ya que su lugar sería ocupado por subdelegados según lo
expresaba el capítulo 12 de la ordenanza de intendencias, conforme fueran cumpliendo sus
periodos los alcaldes mayores inmediatamente serían sustituidos por los subdelegados. Lo

Mexiquense, Comisión Nacional para el desarrollo de los pueblos indígenas, Fomento Cultural Babamex,
2005, p.126-131.
21 AGN, Subdelegados, Vol. 6, Exp. 4, Fs. 101 Sobre agregación de las subdelegaciones de Chucándiro, y
Huango a la de Cuitzeo de la Laguna en la provincia de Valladolid, Valladolid, octubre 1801.
22 AGN, Subdelegaciones, Vol. 32, Exp 24, Fs. 126- Sobre que se agregue la subdelegación de Indaparapeo
a la de Zinapécuaro ambos de la provincia de Valladolid. 1799.
23 AGN, Subdelegados, 1805, Vol. 46, F. 127.
24 HAMNETT, Brian R., Política y comercio, p. 126.
25 IRISARRI AGUIRRE, Ana, Reformismo borbónico en la intendencia de San Luis Potosí durante la
intendencia, Universidad Autónoma de San Luis Potosí, Coordinación de ciencias sociales y Humanidades,
Porrúa, 2008, p 25. ALCAUTER GUZMÁN, José Luis, El régimen de subdelegaciones, p. 107.
26 AGN, Subdelegados, Vol. 19, F. 150. Exhorto del subdelegado de Paracho al teniente de Zacapu para la
remisión de dos reos que se han refugiado en su jurisdicción.

195
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

cual propició que la implantación de las subdelegaciones fuera gradual, por ejemplo en la
intendencia de Valladolid el alcalde mayor de Jiquilpan, Pablo López y Ginory, no fue
sustituido hasta 1793 por el intendente Felipe Díaz de Ortega, la causa de su separación fue
que se presentó una representación en la que se denunciaban los desórdenes en que el alcalde
mayor tenía sumida a la alcaldía, en consecuencia nombró de subdelegado a Juan Vicente
López Fortun, quien al tomar posesión informó que había procedido “separando tenientes
de justicia, y poniendo en su lugar sujetos de probidad, entre aquellos ha sido el referido [José
Toribio Vargas] Machuca”.27
Los objetivos de la real ordenanza de intendentes eran crear una mejor organización
política administrativa que contribuyera a delinear mejor los espacios políticos territoriales,
como bien afirma Serrano Ortega “dividir cada una de las alcaldías en múltiples
subdelegaciones”,28 donde cada una de estas circunscripciones estaría directamente
gobernada por un subdelegado que dependería inmediatamente del intendente. Bajo esos
términos, y según lo expresaba el artículo 12 de la Real ordenanza de intendentes, los tenientes
perdían toda razón de ser dentro de la maquinaria administrativa de las intendencias. Sin
embargo en Guanajuato, Michoacán, Yucatán, México y Puebla, entre otras intendencias, la
división de las antiguas alcaldías y corregimientos no se dio de la forma esperada y muchas
conservaron su extensión original, circunstancia que propició que inmediatamente los
subdelegados nombraran tenientes o encargados de justicia.

En 1791, con motivo del nombramiento de subdelegado de Temascaltepec, la


Audiencia comunicó al virrey Revillagigedo que el intendente de México había nombrado a
don Manuel Antonio Faya y Oruña subdelegado de Temascaltepec, por lo que la Audiencia

27 AGN, Indiferente Virreina, Caja 6027, Exp. 49, Fs. 2. Vargas Machuca se había quejado de los desórdenes
que causaba el alcalde mayor en Patamban. Valladolid octubre 25 de 1793.
28 SERRANO ORTEGA, José Antonio, Jerarquía Territorial y Transición política, p. 45.

196
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

informaba que a este partido estaba unido el de Sultepeque, “y que en cada una de estas hay
pueblos de indios, cabezas de partido, donde debe haber subdelegado con título formal y
fianzas”.29 Por lo que el virrey solicitó al intendente de México, Bernardo Bonabia, que
informara la razón por la que Temascaltepec y Sultepec estaban unidas bajo la administración
de un sólo subdelegado.
El intendente Bonabia contestó al virrey que en la provincia varios eran los partidos
que corrían con las administraciones unidas, y afirmaba que Sultepec estaba agregado a
Temascaltepec; al igual que Iguala a Tasco; Xilotepec a Huichapan; Atitalaquia y Misqualmala
a Tetepango; Zochicoatlan a Yahualica, entre otros, los cuales eran administrados por el
subdelegado de la cabecera. El intendente, para justificar la razón por la que no había
procedido a separar los partidos, afirmaba que “luego que me encargué de la intendencia pulsé
las dificultades e inconvenientes que había para que en cada pueblo cabecera de Partido en
que hubiese habido teniente de alcalde mayor se pusiese subdelegado con título formal y
afianzase según previene el art 12 de la Real ordenanza”.30
La dificultad provenía de la falta de un salario para estos empleados, pues al prohibirse
el repartimiento, que era el principal sustento de los alcaldes y sus tenientes, sólo tenían
ingresos de los derechos de judicatura y el cinco por ciento de tributos; además el intendente
estimaba que de apegarse a la aplicación del artículo 12 de la ordenanza en varias de las
subdelegaciones el premio por la recaudación de tributos aproximadamente apenas si llegaría
a doscientos pesos, y de las judicaturas no se obtendría nada, lo cual dificultaría dividir las
jurisdicciones, pero sobre todo no se encontrarían hombres dispuestos a servir dichos
empleos, y mucho menos hallarían quién los quisiera afianzar.31 Debido a que el salario era
un problema de fondo para el buen funcionamiento de las subdelegaciones, y el cual no se
había resuelto con el régimen de intendencias, llevó a la necesidad de restablecer el
repartimiento en 1797.32
La postura del intendente Bonabia fue que no podía establecer más subdelegaciones
porque se enfrentaría a la falta de subdelegados para administrar cada una de las nuevas
jurisdicciones por la poca percepción que obtendrían. Aunque la real ordenanza claramente
establecía que en las cabeceras de partido de pueblos de indios se estableciera un subdelegado,
los intendentes en cada una de las provincias actuaron de forma distinta como claramente lo
pudimos observar en la intendencia de México Bonabia no se condujo según los criterios del
artículo 12 de la ordenanza de intendentes.33 El intendente de Puebla, Manuel de Flon, en
1787 consultaba al virrey sobre la pertinencia de nombrar un sólo subdelegado para
Amazoque y Totomehuacan, pueblos en los cuales antes de la aplicación de la ordenanza se
había nombrado teniente de gobernador y contaban con escasa población.34

29 AGN, Subdelegados, Vol. 1, Exp. 5, F. 9. La audiencia informa al virrey que al partido de Temascaltepec
corre unido al de Sultepeque donde debería de haber subdelegado, México 10 de octubre de 1791.
30 AGN, Subdelegados, Vol. 1, Exp. 5, F. 10. La audiencia informa al virrey que al partido de Temascaltepec
corre unido al de Sultepeque donde debería de haber subdelegado, México 10 de octubre de 1791.
31 Ibid. Fs. 10- 12.
32 AGN, Subdelegados, Vol. 51. MENEGUS, Margarita, El repartimiento Forzoso, Mercancías en México,
Perú y Filipinas, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2000.
33 Real Ordenanza de intendentes, Art 12.
34 GARCÍA PÉREZ, Rafael D., Reforma y Resistencia Manuel de Flon y la Intendencia de Puebla, México,
Editorial Porrúa, México, 2000, pp. 93-94.

197
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

El Tribunal de media anata hace referencia precisamente a que no se cumplió en la


división de las alcaldías mayores como se había mandado, y que varias de las nuevas
jurisdicciones ahora conocidas como subdelegaciones conservaban la misma extensión
territorial, lo que hacía difícil que los subdelegados pudieran administrar por sí solos los
partidos, pues se señalaba que

“Antes del establecimiento de Intendencias había alcaldes mayores que nombraban tenientes
en las cabeceras de su jurisdicción: siendo constante que éstas excepto una u otra han quedado
después en la misma extensión de terreno, como también el no haberse aún verificado el
nombramiento de subdelegados en cada una de aquellas: es visto que éstos necesariamente han
elegido y están eligiendo sujetos en clase de Tenientes, o encargados [que] administren
justicia.. .”.35

En la intendencia de Guanajuato la alcaldía mayor de Celaya fue convertida en


subdelegación,36 la cual quedó conformada por los mismos pueblos cabeceras; según el
informe del intendente de Guanajuato de 6 de mayo de 1793, donde daba razón de los
subdelegados que había nombrado (nombre del subdelegado, lugar de residencia, fecha del
despacho de nombramiento y fecha de toma de posesión). En la nota 5a se indica que “don
José Bellojín obtuvo la subdelegación por superior orden de V. E de 12 de agosto de 1791
con la misma extensión de jurisdicciones que comprendía antes la alcaldía mayor: Salvatierra,
Yuririapúndaro, Acámbaro, Jerecuaro, Apaseo, San Juan de la Vega y Chamacuero todas
mandadas por tenientes del subdelegado”.37 Esos mismos partidos antes de la aplicación de
la real ordenanza de intendentes eran administrados por los tenientes de alcalde mayor. Ni el
intendente de Guanajuato se apegó estrictamente a la normatividad, porque en todo caso en
cada uno de los pueblos de la subdelegación de Celaya sin problema alguno se pudieron haber
establecido 7 subdelegaciones y no fue así, la jurisdicción se siguió administrando de la misma
forma, a través de los tenientes. En muchas de las nuevas subdelegaciones no se hicieron
cambios que trastocaran la jurisdicción territorial de las recién creadas unidades
administrativas de la intendencia, las subdelegaciones, sino que solamente se cambió el
nombre de las autoridades pero dichos territorios quedaron intactos.38 Es por ello que se
generó la percepción de que sólo se había mudado la nominación de las jurisdicciones, y que35678

35 AGN, Media anata, Vol. 99, Exp. 6, Fs. 89v.


36 En 1790 el asesor letrado, Lic. don Pedro Joseph Soriano de la intendencia de Guanajuato con motivo de
que la alcaldía de Celaya estaba próxima a vacar propuso que se dividiera en dos subdelegaciones por lo
que Celaya comprendería la jurisdicción de lo que originalmente se conocía como la alcaldía mayor y su
agregado Salvatierra la cual tenía el estatus de corregimiento, incluso señalaba que "cada una se halla con
competente distrito y por lo mismo suficientes a mantener con decencia y desahogo a cualquiera
individuo", además tenía suficientes tributarios para que de forma satisfactoria se sostuviera un sujeto de
ellas, propuso para el distrito de Celaya al capitán don José Bellojín, ayudante mayor del regimiento
provincial de caballería de Querétaro y para Salvatierra a don José Joaquín Maciel, quien ejercía el cargo
de subdelegado en San Luis de la Paz. AGN, Subdelegados, Vol. 17, Exp. 3, fs. 24-27v. Consulta del teniente
letrado de la intendencia de Guanajuato sobre la división de la alcaldía mayor de Celaya en dos
subdelegaciones por lo que propone sujetos que las sirvan, 15 de septiembre de 1790.
37 AGN, Subdelegados, Vol. 51. F. 275. Informe sobre del intendente Juan Antonio de Riaño, Guanajuato 6
mayo de 1792. ALCAUTER GUZMAN, José Luis, Régimen de subdelegaciones, p. 84.
38 COSS Y LEÓN, Domingo, Los demonios del Pecado. Sexualidad y justicia en Guadalajara en una época de
Transición, Guadalajara, El Colegio de Jalisco, 2009, p. 70.

198
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

por tanto las modificaciones habían consistido en un cambio de nombre del paso de las
alcaldías mayores a las subdelegaciones.
El incumplimiento de la aplicación del artículo 11 y 12, en el que se mandaba la división
de las jurisdicciones y el nombramiento de alcaldes ordinarios en las ciudades y villas de
competente vecindario, fueron las condiciones que generaron de cierta forma que se
mantuviera en pie el antiguo sistema de gobierno local, pues en la real cédula de 1796 se
mandaba que se cumpliera en estricto sentido con las disposiciones del artículo 12

“de forma que los subdelegados principales lo habían quedado de todo el territorio de las que
antes se llamaban alcaldías mayores, mudando sólo el nombre al de subdelegación a que se
agregaba poner éstos tenientes generales en las cabeceras en que residían y particulares en los
demás pueblos cabeceras en donde yo tenía mandado se pusiesen subdelegados independientes
de los subdelegados principales con fianzas y calificaciones [...] dando cuenta por los
intendentes al superior gobierno para su aprobación y a la Audiencia para que le constase”.39

En la intendencia de Valladolid, que quedó conformada por diez alcaldías mayores, la


alcaldía mayor de Michoacán fue la que más se dividió, pues el resto de las jurisdicciones casi
quedaron en las mismas condiciones y no sufrieron alteraciones. En el espacio que
comprendía dicha alcaldía mayor se establecieron casi dos decenas de subdelegaciones, pues
el criterio que aplicó el primer intendente, Juan Antonio de Riaño, fue en estricto apego al
artículo 12 de la real ordenanza, en que se establecía que en las cabeceras de partido de
pueblos de indios donde se nombraban tenientes de alcalde mayor y corregidor se nombrara
un subdelegado que ejerciera en las cuatro causas justicia, policía, hacienda y guerra. En
cumplimiento a esa disposición en la alcaldía mayor de Valladolid se establecieron 16
subdelegaciones: Angamacutiro, Cocupao, Chucándiro, Erongarícuaro, Huango, Huaniqueo,
Indaparepeo, Paracho, Pátzcuaro, Puruandiro, Santa Clara, Tacámbaro, Taretan, Tiripetío,
Urecho y Uruapan, pues en cada uno de esos partidos se nombraban tenientes de corregidor,40
y Valladolid se constituyó en la cabecera de la intendencia.
El regidor José Antonio Calderón fue el último teniente general designado por el
intendente corregidor Juan Antonio de Riaño para la ciudad de Valladolid, pues con la
aplicación de la real ordenanza de intendentes se dispuso que en las cabecera de provincia
que contaran con ayuntamiento las sesiones serían presididas por el intendente y, en ausencia
de éste, por el teniente letrado ó por el alcalde ordinario. El teniente letrado de Valladolid,
Onésimo Antonio Durán y Terán, Teniente letrado y asesor ordinario de gobierno, tomó
posesión de su empleo ante el cabildo vallisoletano el día 20 de septiembre de 1788, por lo
que desde ese momento la figura del teniente general desapareció de la escena de los cargos
de representación política de las ciudades, que como Valladolid, se constituyeron en cabeceras
políticas de intendencia.41 La presidencia de los ayuntamientos era un aspecto muy importante
por lo que era necesario respetar las competencia para evitar conflictos: en 1803 el virrey José
de Yturrigaray envió al cabildo de Valladolid un testimonio de la real cédula en la cual se
mandaba que se observaran las disposiciones de que los tenientes letrados presidan a los
alcaldes ordinarios, sin perjuicio de la presidencia de la Junta Municipal que declara la real39401

39 AGN, Reales Cédulas Originales, Vol. 164, Exp. 224, F. 364v.


40 ALCAUTER GUZMÁN, José Luis, El régimen de subdelegaciones, p. 187- 189.
41 AHMM, Cabildo, Libro 63, F. 16v- 17. Toma de posesión del teniente letrado de Valladolid, 1788-1789.

199
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

ordenanza de señores Intendentes para todos los demás actos en que no asista el teniente
letrado.42
Aunque se afirme que el intendente Riaño se apegó estrictamente al artículo 12 de la
ordenanza de intendentes, como lo afirma Brading al señalar que éste “estableció
subdelegaciones en todos los partidos donde los corregidores tenían encargados de justicia”43
hemos podido observar que el primer intendente no procedió de la misma forma en todas las
alcaldías mayores, incluso en la alcaldía de Valladolid hubo ciertas excepciones, ya que en
algunos partidos donde también se nombraban tenientes quedaron fuera de la reforma, como
San Juan Parangaricutiro, Etúcuaro,44 Tarímbaro y Numarán,45 que no fueron constituidas en
subdelegaciones, y al igual que los otros partidos también contaban con la categoría de
tenientazgos.46
De acuerdo con la cordillera que despachó el alcalde mayor Juan Sevillano en 1778, la
alcaldía de Valladolid estaba dividida en 18 tenientazgos; este número de tenientazgos
coincide con el informe que emitió en 1775, en el que se indicaba que nombraba un teniente
general, confirmado en la ciudad de Pátzcuaro, en la ciudad de Valladolid por vía de
providencia y sin título formal, el señor Alférez Real. En Uruapan tenía nombrado a “Pablo
Morellón con título de Comisario de Justicia, o Theniente y quince que son los demás
nombrados en los respectivos pueblos de esta dicha jurisdicción todos están de Comisarios
de Justicia, para la mejor administración de ella”.47 El intendente corregidor Juan Antonio de
Riaño en febrero de 1787, justo en vísperas de la aplicación de la ordenanza de intendentes,
informaba que su sucesor Juan Sevillano había nombrado dos tenientes generales en
Pátzcuaro y Valladolid, 14 tenientes particulares y cuatro comisarios de justica en Etúcuaro,
Tiripetío, Taretan y Huaniqueo.48 Aunque en el informe de los tenientes que había nombrado
Juan Sevillano, Riaño señaló que en Etúcuaro se nombraba un comisario de justicia, en

42 AHMM, Cabildo, Libro 100, 1802-1809, Fs. 9v. Obedecimiento a la real cédula enviada por el virrey
Yturrigaray.
43 DRADING, David, Mineros y comerciantes, p. 112.
44 El intendente Antonio de Riaño manifestaba que el real de Curucupaseo estaba prácticamente en ruinas
hacia 1787 y Etúcuaro era un pueblo Miserable. AGN, Intendencias, Vol. 13.
45 Era ayuda de doctrina de Pénjamo
46 AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, Informes, 1778, Caja 117, Exp. 122, Fs. 65. El virrey Antonio
María Bucareli despachó un superior decreto al alcalde mayor de Valladolid para que le solicitara a los
curas informes de las cofradías y hermandades que hubiera en sus iglesias por lo que el corregidor, Juan
Sevillano envió cordillera a sus lugarestenientes de Indaparapeo, Tarímbaro, Chucándiro, Huaniqueo,
Huango, Puruándiro, Angamacutiro, Númarán, Pátzcuaro, Cocupao, Erongarícuaro, Paracho, San Juan
Parangaricutiro, Uruapan, Taretan, Santa Clara, Tacámbaro y Tiripetío, para que notifiquen de ruego y
encargo a los curas párrocos de los pueblos que les pertenecen den noticia individual de las cofradías o
hermandades que hubiera en sus iglesias de sus territorios y fondos, sin contar los bienes de comunidad.
Valladolid, octubre 10 de 1776.
47 AGN, Indiferente virreinal, Caja 617, Exp. 28, F. 5.Certificación de los tenientes nombrados por Juan
Sevillano a su ingreso, marzo 6 de 1775. También véase a ALCAUTER GUZMÁN, José Luis, Régimen de
subdelegaciones, p. 137-138.
48 Los tenientes particulares según el informe de Riaño se nombraron en: Indaparapeo, Huango,
Chucándiro, Puruándiro, San Francisco Angamacutiro, San Diego Cocupao, Santiago Numarán,
Erongarícuaro, San Pedro Paracho, San Juan Parangaricutiro, San Francisco Uruapan, Santa Clara de los
Cobres, Tacámbaro y Urecho. AGN, Media anata, Vol. 55. Fs. 2-5., Informe de los tenientes que nombró el
corregidor Policarpo Dávila, Valladolid 9 de febrero de 1787.

200
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

febrero de 1787 Riaño nombró a Francisco Xavier Larrea como teniente de dicho lugar.49 Sin
embargo consideramos que la razón por la que los tenientazgos que no fueron constituidos
en subdelegaciones fue porque las condiciones económicas y demográficas no eran suficientes
para sostener a un ministro de justicia. Por ejemplo, de Etúcuaro en una ocasión el intendente
Riaño expresó que era un pueblo miserable, venido a menos, pues a pesar de que las minas
de San Miguel Curucupaseo estaban en dicha jurisdicción éstas prácticamente estaban
despobladas por tanto hubo partidos en los cuales no se aplicó el artículo 12 de la ordenanza
de intendentes. El alcalde mayor de Tlapujahua renunció en 1788, por lo que inmediatamente
fue dividida en dos subdelegaciones Tlalpujahua y Zinapécuaro.50

Cuadro XII. Tenientazgos de la intendencia de Valladolid


S u b d e le g a c ió n T e n ie n ta z g o
T IR IP E T ÍO
P U R U Á N D IR O
C H U C Á N D IR O
H UANGO
H U A N IQ U E O
Capula
Z IT Á C U A R O
Zitácuaro
Maravatío
Tuxpan
Irimbo
Tuzantla
San Mateo
Angangueo
Z A M O R A Y JA C O N A
San Pedro Caro
Tangancícuaro
Santiago Tangamandapio
Jacona
Sahuayo
San Francisco Ixtlán
Cojumatlan
Pajacuarán
A P A T Z IN G Á N
Pinzándaro
Tepalcatepec
Santa Ana Amatlán

49 AGN, Intendencias, Vol. 13, Exp. 27, 1787.


50 AGN, Intendencias, Vol. 81, No. 118, Fs. 142-. En Zinapécuaro se nombró a Marcos Larrondo de
Subdelegado y en Tlalpujahua a Joseph María Argumedo. Valladolid 9 de diciembre de 1788.

201
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

San Juan de los Plátanos


J IQ U IL P A N
Valle de Cotija
Tingüindín
Periban
Patamban
Los Reyes
H UETAM O
Pungarabato
Zirándaro
C U IT Z E O D E L A L A G U N A
Santa Ana Maya
Santiago Copándaro
Huandacareo
TLAZAZALCA Teniente general
Chilchota
La Piedad
Yurécuaro
Ecuandureo
San Pedro Tanhuangato
T L A L P U JA H U A
Otzumatlan , 16 leguas
Z IN A P É C U A R O Teniente general
Hucareo
C O L IM A
Jilotlán
Real del Favor
A R IO Teniente general
Carácuaro
Churumuco
Tamacuaro
Turicato
TARETAN Taretan, Subdelegado sustituto
A N G A M A C U T IR O
Numarán
TACÁM BARO Tacámbaro, Encargado de Justicia
M O T IN E S
Teniente Coahuayana
COCUPAO Cocupao, Subdelegado sustituto
IN D A P A R A P E O
PÁTZCU ARO Teniente General /subdelegado sustituto
Tzintzuntzan
Cocupao

202
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

Santa Clara
Erongarícuaro
Zacapu
URUAPAN

Sin embargo en el resto de las alcaldías mayores no se realizó la reforma con el mismo
rigor, pues de haber continuado con la misma tónica en todas las jurisdicciones el número de
subdelegaciones se hubiera ampliado de forma considerable: por ejemplo, el alcalde mayor de
Maravatío, con el agregado de Zamora, para administrar dicha jurisdicción nombraba siete
tenientes, por lo regular eran dos tenientes generales, uno en Maravatío y otro en Zamora, y
cinco tenientes particulares (Taximaroa, Tuxpan, Tuzantla, Irimbo y San Francisco del
Rincón).51 Ninguno de esos tenientazgos recibió el título de subdelegación, a excepción de la
jurisdicción de la alcaldía mayor de Zamora que se separó de la administración de Maravatío
y se nombró un subdelegado. Iguales circunstancias se presentaron en las demás alcaldías de
Tlazazalca, Jiquilpan, Zamora, Apatzingán, Motines del Oro, Huimeo y Zirándaro, y Colima,
pues pese a que los alcaldes mayores las administraban a través de tenientes no fueron
divididas, condición que propició que se continuara con el nombramiento de tenientes de
forma inmediata.
El criterio que se aplicó para la conformación de las subdelegaciones no sólo varió en
función de los intendentes, sino que un mismo intendente aplicó criterios diferentes en su
provincia, como lo acabamos de observar con el intendente Juan Antonio de Riaño, pues la
alcaldía de Maravatío tenía competente vecindario, pueblos de indios, una importante
actividad comercial y no se dividió, la jurisdicción territorial quedó intacta, lo único que varió
fue que la cabecera de la subdelegación se cambió oficialmente a Zitácuaro.
En Valladolid varios de los corregimientos y alcaldías mayores que estaban agregadas
a otras jurisdicciones, y que regularmente eran administradas por tenientes generales, con el
nuevo ordenamiento recuperaron el estatus de cabeceras políticas. En lo que respecta a la
alcaldía de Tancítaro con sus agregado Motines del Oro, Ario, Sinagua y La Huacana, la
jurisdicción de Motines del Oro recuperó su independencia y se convirtió en subdelegación.
Los corregimientos de Sinagua y La Huacana quedaron comprendidos en la administración
de Ario. Zamora, que era administrada por el alcalde mayor de Maravatío, también se erigió
en subdelegación y se separó de Maravatío. Esas alcaldías al recuperar su estatus político no
se dividieron, en cambio con la nueva reorganización por lo menos tres jurisdicciones de las
antiguas cabeceras de alcaldía mayor perdieron dicho reconocimiento, tal fue el caso de
Tancítaro, cuya cabecera se trasladó a Apatzigán, que a finales del siglo XVIII tenía mayor
importancia comercial y mayor incremento demográfico que Tancítaro; la alcaldía mayor de
Maravatío se cambió por Zitácuaro, y la de Huimeo y Zirándaro a Huetamo.52
En 1794 se pidió informe si los tenientes o encargados de justicia de los subdelegados
de Yucatán debían contribuir con el pago de la media anata, pues en dicho documento se
hacía referencia a la necesidad que tenían los subdelegados de nombrar tenientes que los
auxiliaran ya que no se había cumplido con las disposiciones del artículo 12, y “sin semejante

51 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 10, Fs. 279v-280. Informe de los tenientes del alcalde mayor de Maravatío,
San Juan Zitácuaro, mayo 10 de 1759.
52 FRANCO, Iván, La intendencia de Valladolid, p. 117.

203
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

auxilio, sería imposible pudiesen atender a las distancias y extensión de lugares que ni se han
desmembrado, ni encargado a diversos sujetos: y los dichos tenientes sean lo de los alcaldes
mayores o subdelegados, en nada varían de sus funciones, ni el honor que adquieren en la
representación de jueces, y más siendo de los lugares en que cuando había de los primeros,
pagaban a estos regularmente cierta pensión (aunque reprobada) por servirlos”.53 En el mismo
documento se hacía referencia a que los tenientes se seguían nombrando porque los
subdelegados se veían precisados a subdelegar sus funciones puesto que no se había cumplido
con la prevención de que se dividieran las alcaldías mayores en subdelegaciones, pero sobre
todo se hacía alusión a que las atribuciones que ejercían estos auxiliares antes y después de la
ordenanza de intendentes seguían siendo exactamente las mismas, pues

“en una palabra señor excelentísimo, las jurisdicciones existen como antes del establecimiento
de intendencias: los subdelegados no pueden servirlas sin el auxilio de tenientes o encargados:
estos nómbrese o llámense así, o de cualesquiera modo, fungen jurisdicción, y por tanto son
deudores de la media anata que antes se les exigía, y más no mirándose sus funciones, porque
la nominación sea por quien tenga o no facultad para hacerla”.54

El problema en las intendencias seguía siendo el mismo, se necesitaba el


nombramiento de tenientes porque la extensión territorial de las subdelegaciones no había
variado. Por eso la contaduría general de México le pedía al virrey que mandara librar orden
circular a todas las intendencias para que exigieran relación jurada a todos los subdelegados
de los tenientes, encargados y comisionados de justicia, que hubiesen nombrado y que
entregarán en las cajas correspondientes el pago del derecho de la media anata.55

4.2 Las atribuciones de los subdelegados y sus tenientes

Como ya lo veníamos refiriendo en el capítulo anterior, las reformas borbónicas


implementadas en la segunda mitad del siglo XVIII supusieron importantes cambios que
impactaron en las diferentes esferas de la administración provincial y en la relación de las
autoridades con las instituciones de real hacienda, la iglesia, la acordada, con las diputaciones
provinciales y con los dezmatorios, entre otros, que si bien estas últimas se establecieron
pocos años antes de la ordenanza de intendentes, el contacto que tuvieron los subdelegados
y sus tenientes con ellas fueron trascendentales.
Los subdelegados, al igual que sus antecesores, ejercieron 2 o 4 causas, las dos causas
de guerra y hacienda las ejercían en las villas y ciudades donde había alcaldes ordinario según
se estableció en los artículos 11 y 77 de la ordenanza de intendentes,535456 como lo veremos más
adelante, y los segundos conocían de las causas de policía, justicia, hacienda y guerra por

53 AGN, Media anata, Vol. 99, Exp. 6, F. 88v. Tesorería general de Real Hacienda, México 19 septiembre de
1794. Se solicitó información sobre si los tenientes deben afianzar la media anata, y que se mande que los
intendentes exijan a los subdelegados relación jurada de los tenientes, encargados o comisarios de justicia
que nombren de la intendencia de Yucatán.
54 Ibid. F. 90.
55 Ídem.
56 Ordenanza de intendentes, Art. 11 y 77.

204
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

tanto.57 Por muchos de los aspectos que planteamos en el capítulo III, si bien heredaron las
facultades de los alcaldes mayores, éstas se vieron fuertemente incrementadas a partir del
establecimiento de la ordenanza de intentes.58 Sin embargo es importante aclarar que si bien
hubo un incremento en las funciones que desempeñaron los subdelegados, y que por ende
en la misma medida los teniente también ampliaron sus actividades de forma proporcional
con la aplicación de la real ordenanza de intendentes se observó que tanto los subdelegados
como sus tenientes ejercieron mayor control en los ramos de hacienda, especialmente en los
rubros de alcabalas, tributos y en el cobro de los impuestos de las tiendas y de igual manera
vigilaron con mayor rigor el manejo de los bienes de comunidad.
Los tenientes de subdelegado tuvieron una importancia fundamental en la
recaudación de tributos, especialmente de los tributos de vagos, castas e indios laboríos.
Cuando los subdelegados recibían las superior orden para hacer el cobro de tributos,
inmediatamente éstos remitían los oficios a sus tenientes para que practicaran las diligencias
necesarias y otorgaran oficios a los vecinos y hacendados del lugar para que dieran cuenta de
los dependientes tributarios (sirvientes, castas, arrimados y arrendatarios). En 1793 el
subdelegado de San Francisco Angamacutiro y agregado de Numarán, Juan Vicente de Arce,
recibió del intendente la superior orden para que se llevara a efecto el cobro de tributos de
vagos del año de 1792, en consecuencia el subdelegado le dio orden a su teniente de Santiago
Numarán, don José Miguel Villaseñor, para que emitiera los oficios correspondientes a los
vecinos y hacenderos y presentaran sus cuentas de los dependientes (sirvientes, castas,
arrimados y arrendatarios).59
Los subdelegados, al igual que sus tenientes, se enfrentaron de forma constante a la
resistencia de los hacendados para manifestar el pago de tributo de sus dependientes, por lo
que expresaban que no tenían tributarios en sus haciendas. Por ejemplo, en una de las
notificaciones que se le hizo al teniente de Numarán se puso especial atención a la remitida
al alférez de milicias, don Nicolás Arrambide, vecino y comerciante de dicho pueblo y dueño
de la hacienda de Canguitiro, pues se informaba que en lugar de hacer la manifestación
correspondiente le devolvió el oficio al teniente, argumentando que no tenía gente de calidad
tributaria, sin embargo la postura de las autoridades era que tenía tributarios en el servicio de
arriería y en el laborío de la hacienda. El subdelegado hizo representación ante el virrey para
que mandara que Arrambide “exhiba la cantidad que importare el real derecho de tributo con
arreglo a la clase de cada contribuyente”.60 Arrambide respondió no tener sirviente alguno ni
arrimado en su hacienda de casta tributaria.61 El teniente general de Zitácuaro, Juan Domingo
Bachiareli, también exponía cómo había una negativa generalizada de los hacendados,
repúblicas de indios y vecinos, para cumplir con sus obligaciones de pagar el real derecho de
tributos

57 ALCAUTER GUZMÁN, José Luis, El régimen de subdelegaciones, pp. 115-130.


58 JÁUREGUI, Luis, La real Hacienda de Nueva España. Su administración en la época de los intendentes:
1786-1821, p. 116- 121.
59 AGN, Tributos, Vol. 48, Exp. 9, F. 413- 418. Representación del subdelegado de Angamacutiro sobre
excusarse el Alférez de milicias don Nicolás Arrambide a dar noticia de sus sirvientes tributarios, marzo 9
de 1793.
60 Ibid. F. 413v.
61 Ibid. F. 417.

205
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

“Por cuanto habiéndose practicado las más eficaces repetidas diligencias extrajudiciales para la
recaudación de tributos en el partido de Maravatío y haciendas en su distrito, continuándose
mandamientos y destinándose personeros a su colección y el de cuentas de comunidad sin que
hasta el día haya tenido efecto por la suma inobediencia, altanería y menos precio con que se
versan generalmente los dueños de haciendas, gobernadores y alcaldes de indios que no
atienden a la suavidad y amor con que en unos se les ha llamado, y en otros se les ha amonestado
y apercibido, quedando por tan inobedientes infieles vasallos despreciado en su fuero la recta
administración de justicia, y su magestad descubierto en tan recomendable Real Derecho tan
de la primera obligación de los jueces; siendo entre ellos con más inobediencia los pueblos de
San Miguel el Alto y Tarimangacho, este último doctrina de Tlalpujahua...”.62

El teniente general hacía la consideración de que los tributarios y hacendados de los


lugares más distantes a su juzgado eran los que se resistían más a satisfacer la contribución de
los reales tributos.
En pocos expedientes se puede conocer a los fiadores de los tenientes, por esa razón
nos resulta de suma importancia un expediente que se generó en 1810 por el denuncio del
descubierto del ramo de tributos en el que había incurrido Antonio Cruzado, subdelegado de
Ario y Carácuaro, por la cantidad de 4 021 pesos 4 reales 8 granos. Al requerir la presencia
del subdelegado éste contestó:

“que hasta entonces llegaba a su noticia el descubierto por hallarse hacia nueve meses en esta
capital con licencia, pero que habiendo dejado de su teniente general a don José María Mercado,
con el cargo y responsabilidad de recaudar todos los ramos de Real Hacienda y enterarlos,
afianzándolos con don Pedro María Gaona, y a la sazón se hallaba en esta corte, lo solicitaría
[al teniente general] para que exhibiese la cantidad dentro de dos o tres días.”63

Claramente la postura del subdelegado fue que el teniente era quien debía responder
por el monto faltante del tributo ya que él había delegado toda su responsabilidad en el
teniente general

“cuyo entero corresponde hacer a su teniente don José María Mercado, como lo tienen
calificado los ministros y reconocido a Mercado por deudor de todo lo perteneciente al año de
ochocientos ocho, por lo que han exigido a su fiador Don Pedro María Gaona de seis a siete
mil pesos, y por lo que hace el referido líquido resto, lo exhibe con cierta cuenta. México
primero de septiembre de 1810”.64

A pesar de la responsabilidad que se había delegado en el teniente general de Ario, las


autoridades determinaron que se requiriera a don José María y Davallero y don José Mariano
Fagoaga, fiadores de Cruzado, para que cubrieran el adeudo por partes iguales,65 y fueron62345

62 AHMM, Hacienda, Maravatío, 1787, Caja 5, Exp. 12, Fs 1. Informe del justicia de Zitácuaro contra los
hacenderos y demás vecinos de Maravatío, sobre tributos y falta de subordinación.
63 AHMM, Hacienda, Caja 7, Exp. 14, Fs. 1. Descubierto del ramo de tributos contra el subdelegado de Ario,
capitán Antonio Cruzado y su teniente general José María Mercado, 1810. AHMP, Fondo colonial, siglo
XVIII, Caja 68, Exp. 2, F. 291.
64 Ibid., Fs. 3.
65 Ibid., Fs. 5.

206
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

muchas las situaciones similares que se presentaron en varias subdelegaciones.66 Es


interesante observar el contrato compuesto de 8 puntos entre Cruzado y Mercado para el uso
y ejercicio del empleo de teniente, pues en él claramente se observa como el subdelegado
delegó en el teniente toda su responsabilidad de los ramos de real hacienda y de justicia, en el
punto quinto y sexto declaraba como único responsable del ramo de tributos y de justicia a
Mercado:

5a Que la recaudación del año de mil ochocientos siete, tanto de tributos como demás ramos
de real hacienda, ha de ser al cargo de Mercado, hasta hacer el entero de ellos al referido capitán
que estará en la precisa obligación de hacerlo en las respectivas cajas reales, y en los años
siguientes será cargo de dicho Mercado hacer la recaudación y entero de ello.
6a Que tanto por lo que hace a la recaudación y enteros, como por las actuaciones y demás
providencias judiciales que haya de tomar Mercado, ha de quedar el capitán don Antonio
Cruzado libre de toda responsabilidad.67

Este contrato fue firmado el 1 de enero de 1808, y vale la pena rescatar este documento
porque son de las pocas evidencias que se conservan de las negociaciones que se establecían
entre los subdelegados y sus tenientes, y en él se tratan puntos tan trascendentales como las
cantidades con las que se pagaban el uso de estos empleo y las condiciones en que ejercería.
Finalmente el tesorero de la caja real de Valladolid, Antonio Medina, en oficio de 21 de
febrero de 1810 notificó que Cruzado y Mercado quedaban libres de todo cargo ya que Ruiz
Gaona entregó lo que correspondía a su afianzado.68
Debido al incremento de las incidencias de descubierto de los subdelegados de la
intendencia, el tesorero de la caja real de Valladolid solicitó a los tenientes de los partidos
donde se encontraban los fiadores les solicitaran la exhibición de los montos
correspondientes al descubierto,69 y en caso de negativa procedieran al embargo y subasta de
los bienes para erogar el adeudo con la real hacienda.7067890

66 AHMP, Fondo Colonial, Siglo XVIII, Caja 68, Exp 4, Fs. 250-254v. Solicitud a Mariano de Torres cubra los
167 ps 5 reales en que quedó descubierto don Miguel Ruiz de la Rabia, subdelegado de Cocupao, Valladolid
junio 18 de 1810,
67 AHMM, Hacienda, 1803, Caja 7, Exp. 14, Fs. 6.
68 AHMP, Fondo Colonial, Siglo XVIII, Caja 68, Exp. 2, Fs. 299. Requerimiento del pago del descubierto de
Antonio Cruzado del ramo de vagos del año de 1808, Valladolid, febrero 21 de 1810.
69 Casos semejantes se presentaron en varias intendencias, pues cuando el subdelegado de Charcas,
Thomas Antonio Anteparaluzeta quedó descubierto por el ramo de vagos, en la cantidad de 1 226 pesos 1
real, argumentó que la reducción del monto de tributos se debía a que no había conseguido que pagaran
los vagos y por el despoblamiento del real de Ramos. El fiscal de lo civil comisionó a Joseph Pablo de la
Serna, administrador de correos y receptor propietario de alcabalas para que averiguara la rebaja de los
tributos. En el examen de los testigos uno de los principales temas en el que hizo énfasis el comisionado
fue si tenían conocimiento de que los tenientes del subdelegado hubieran quedado descubiertos en el
ramo de tributos AGN, Tributos, Vol. 4, Exp. 8, Fs. 367-401.Expediente instruido por los ministros de real
hacienda contra el subdelegado de Charcas por la baja de tributos del año de 1802.
70 AHMP, Fondo Colonial, siglo XVIII, Caja 68, Exp. 2, F. 301-306. Solicitud al encargado de justicia de
Erongarícuaro para que notifique a José María Ruiz de Gaona se presente a Valladolid y exhiba el
descubierto del subdelegado de Uruapan José Manuel Buen Rostro deudor de 2026 pesos 5 tomines y 8
granos, por el tributo de vagos de 1808, tercias de abril y agosto de 1809, sus fiadores fueron don José
María Ruiz de Gaona y Joaquín Reyna.

207
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Por poner otro ejemplo, con las reformas administrativas que se implementaron en la real
hacienda antes del establecimiento de intendencias se dio una ampliación del personal, por lo
que se incrementó el número de receptorías y subreceptorías que generó una importante
redefinición de los suelos alcabalatorios, logrando con ello un mejor control del cobro de las
alcabalas.71 En ese tenor los subdelegados y sus tenientes tuvieron más atención en la
administración de los ramos de real hacienda, por lo que como señalábamos anteriormente
auxiliaban a los oficiales de hacienda, y en las subdelegaciones que no contaban con
receptores de alcabalas debían estar vigilantes de que los comerciantes y viandantes no
transportaran sus mercancías sin hacer las correspondientes declaraciones y pago de
impuesto, por lo que ante la sospecha de contrabando estaban facultados para decomisar la
mercancía y dar cuenta a los ministros de las cajas correspondientes. Es por ello que desde
26 de junio y 18 de marzo de 1776 se estableció que a los arrendatarios de alcabalas se les
separara inmediatamente de su manejo y se proporcione la administración de cuentas a la real
hacienda.72 En ese tenor se dispuso que los alcaldes mayores y tenientes estaban obligados a
auxiliar a los administradores en lo que se requiriera para que cumplieran con sus funciones.
Se comenzaron a tomar medidas para que todos los ramos de las rentas reales pasaran a
manos de los oficiales reales. En mayo de 1798 el virrey Bucareli mandó una superior orden
a los justicias de las provincias para que los subdelegados y tenientes tuvieran mayor cuidado
en que no se evadieran los impuestos, por lo que debían estar atentos que cualquier persona
que condujera productos para su venta hiciera la declaración correspondiente.73 Así mismo
en las receptorías y subreceptorías como justicias estaban obligados a supervisar los cortes de
caja.
La ampliación de las funciones de los subdelegados y sus tenientes no cambió el esquema
bajo el que operaban los tenientazgos en el tiempo de los alcaldes mayores, es decir la

71 Lo que generó un importante incremento de las receptorías recaudadoras de impuesto y con ello la
ampliación del número de empleados que se requerían para su funcionamiento. Aunque como analiza
Carlos Enrique Ruiz Abreu la reconfiguración de los suelos alcabalatorios en la provincia de Tabasco incluso
se enfrentó a la carencia de individuos para que atendieran la recaudación de alcabalas a grado que se
había legado a la necesidad de que el justicia de Teapa y Cunduacán se hiciera cargo de las receptorías a
lo que se negó. RUIZ ABREU, Carlos Enrique, Tabasco en la época de los borbones, comercio y mercado,
1777- 1811, Villa Hermosa, Tabasco, Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, 2001, p. 130. SILVA
RIQUER, Jorge, "El espacio, la administración y la administración y la aplicación de los impuestos del
diezmo y alcabalas en Michoacán, siglo XVIII", en SÁNCHEZ SANTIRÓ, Ernest, JAUREGUI Luis, IBARRA,
Antonio, Finanzas y política en el mundo iberoamericano. Del antiguo régimen a las naciones
independientes, Cuernavaca, Morelos, Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Instituto de
investigaciones Dr. José María Luis Mora, Facultad de Economía-UNAM, 2001, pp.261- 289. JÁUREGUI,
Luis, "Del Intendente al Comisario: la herencia novohispana en la administración fiscal mexicana", en
SÁNCHEZ SANTIRÓ, Ernest, JAUREGUI Luis, IBARRA, Antonio, Finanzas y política, pp.223- 253.
72 AHMM, Hacienda, Caja 8, Exp. 12, Exp 13, Fs. 4. Superior orden del alcalde mayor para que los tenientes
de justicia no obstaculicen a los administradores de alcabalas, antes al contrario se pide que se les preste
los auxilios necesarios.
73 AHMM, Justicia, Huimeo y Zirándaro, Caja 178, Exp 16, 1804. Embargo de 666 cajetillas de 30 cigarros
fabricados con el tabaco del estanco a Francisco López que las conducía de Puruándiro. Lo mismo aplicaba
parea la introducción de cualquier género de mercancía azúcar, aguardiente. AHMM, Justicia, Caja 178,
Exp. 17. Causa civil contra el regidor de Zamora, José Joaquín de Aguinaga, quien poseía una tienda en
dicha villa, por la introducción clandestina de tres cargas de azúcar y un barril de aguardiente de Castilla.
Zamora 2 de marzo de 1807.

208
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

jurisdicción estuvo delimitada por el tipo de nombramiento que se les otorgaba, el teniente
general podía ejercer jurisdicción en toda la subdelegación, mientras que el teniente particular
sólo en la jurisdicción que comprendía su tenientazgo y no podía introducirse en los asuntos
otros tenientazgos, sólo podía actuar si fuese comisionado para realizar alguna diligencia
específica, y la orden tendría que provenir del subdelegado o, en su defecto del teniente
general, pero en todo caso su intervención no era como teniente sino como juez comisionado,
esto ya lo explicábamos en el primer capítulo con los tenientes de alcalde mayor.
Los tenientes para evitar conflictos de jurisdicción debían respetar el espacio donde
estaban plenamente autorizados para actuar. Un ejemplo que nos ayuda a ilustrar
perfectamente este aspecto se dio en la subdelegación de Tlazazalca, cuando se presentó un
asunto sobre tierras, este expediente derivó en una investigación amplia contra el subdelegado
Ramón de Cardona, sin embargo en este momento no haremos hincapié en las acusaciones
en su contra, porque sólo nos interesa ilustrar la limitación de la jurisdicción de los tenientes.
El capitán y comandante de armas, don José Antonio Servín y Arias, vecino de la Piedad, se
presentó ante el encargado de justicia de dicho lugar quejándose de que los colindantes se
habían introducido en su hacienda de Quiringacharo, por lo que se presentó a hacer la
demanda correspondiente en tiempo para que después no se le alegaran posesión de día y
año. Servín y Arias se presentó ante el encargado de justicia, Manuel Victorica, de la Piedad,
quien le manifestó que no podía atender la diligencia pues no estaba facultado para ello, “debo
decir que el caballero subdelegado [Ramón Cardona] no se haya en este partido ni se dé su
paradero, y aunque al partir me dejó de encargado de justicia lo hizo in voce,74 y por lo tanto
no me hayo con la más leve autoridad para admitirle a vuestra merced escrito ni proceder a
otra cosa sobre los particulares de la q u eja...”.75 El teniente afirmaba que sólo estaba
facultado para actuar en casos verbales y por eso no podía recibir el escrito.
Es interesante la respuesta que dan los tenientes de los otros partidos porque casi
todos en su mayoría dicen que están facultados para actuar, pero no en la Piedad, que era la
cabecera y lugar de residencia del subdelegado y del teniente general. El teniente de
Yurécuaro, Antonio Picota de Vergara, el teniente de Tanguato, José Manuel Sandoval y
Rojas, el encargado de justicia de Ecuándureo y Atachio por don José Felipe y Jaso, y el
teniente de Churincio, Juan Esteban Vargas, dijeron que “no tenían facultad alguna para
actuar en la cabecera”.76 El teniente de Tlazazalca, Nicolás Escobar y Llamas, señaló que sí
tiene facultad judicial bastante, pero que su jurisdicción no alcanza hasta ese juzgado” (marzo
27 de 1802); José Aspeitia de Purépero indicaba “que el subdelegado no le había dado facultad
para actuar y menos donde pueda estar su merced” (marzo 28 de 1802) y finalmente el
teniente interino de Penjamillo, Juan Esteban Vargas, dijo que “no tiene facultad para actuar,
pues sólo estoy encargado interinamente de la administración de justicia por hallarse ausente
el señor don Joaquín Hugarte que es el teniente de este pueblo”. (28 de marzo de 1802).77
Ante la nula atención que recibió de los tenientes y encargados de justicia, el capitán y
comandante de armas José Antonio Cerrón y Arias se quejaba amargamente de la limitada
jurisdicción que tenían los teniente para actuar, añadiendo “pues a la verdad señor
excelentísimo los tales tenientes más parecen satélites o corchetes que administradores de

74 Verbalmente o de palabra.
75 AGN, Subdelegados, Vol. 40, Fs. 38. La Piedad marzo 26 de 1802.
76 Respuesta del teniente de 27 de marzo de 1802
77 AGN, Subdelegados, Vol. 40, Fs. 38. La Piedad, marzo 26 de 1802.

209
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

justicia por tenérsela enteramente coartada el subdelegado y escribano”.78 Lo cierto es que


independientemente de la inconformidad del capitán Cerrón y Arias los tenientes estaban
respetando la jurisdicción de cada uno de los tenientazgos, pues aunque formaban parte de
un mismo juzgado que le correspondía al subdelegado Manuel Cardona, éstos no tenía la
facultad de conocer los negocios de los demás tenientazgos, pues cada una tenía un espacio
de acción que estaba delimitado. Y de igual manera ninguno de los tenientes podía conocer
las causas que se suscitaran en la cabecera de la subdelegación, pues ésta sólo era competencia
del subdelegado y del teniente general, que eran los que podían conocer las causas de toda la
jurisdicción.

4.3 Restablecimiento de los tenientes

Durante el régimen de las intendencias el tema de las subdelegaciones tuvo diferentes matices
ya que de forma constante se puso sobre la mesa el problema de la idoneidad de estos
auxiliares de las autoridades, y de forma más palpable y abierta se dio una disputa entre los
subdelegados y los intendentes sobre en quién recaía la facultad de nombrar a estos
subordinados. Como veremos más adelante fue un punto que se presentó en diversas
intendencias, pero que al mismo tiempo fue un reflejo de la disputa que se dio entre las
distintas esferas de poder para ejercer el control político en cada una de las provincias. No es
casual que a partir de la puesta en marcha de la ordenanza de intendentes se discutieran temas
que apenas unos años atrás en realidad no formaban parte de las preocupaciones de la
Audiencia, del virrey ni de los alcaldes mayores, que era precisamente temas tan
trascendentales para el gobierno provincial y local como ¿quién puede nombrar y remover a
las tenientes de sus empleos? ¿Quién tiene la facultad de delegar jurisdicción, el intendente o
los subdelegados? ¿Quiénes estaban facultados para destituir a los tenientes? Como se podrá
apreciar, el nuevo régimen fue más complejo por la forma en que se entretejieron las
relaciones de poder, pero sobre todo por la intervención de los intendentes en la toma de
decisión.
La aplicación de la real ordenanza de intendentes de 4 de diciembre de 1786 supuso
un cambio importante en al ámbito político administrativo y local, pues su aplicación supuso
la suplantación de unas autoridades por otras, la desaparición de los corregimientos, alcaldías
mayores y gobernadores, y por ende la eliminación de una de las figuras que habían
permanecido al lado de estas autoridades en el desempeño de sus funciones, los tenientes.
Por tanto, con estas reformas se dio la sustitución de los alcaldes mayores y sus tenientes por
subdelegados, con ellos se dejaba atrás toda una serie de dificultades que representaba el
anterior sistema de gobierno, además se pretendía solucionar de fondo otros aspectos para
tener mayor control de las finanzas, tributos y alcabalas, por tanto habría una mayor
subordinación de los subdelegados a los autoridades intermedias y los intendentes, y se
extirparía uno de los más grandes males que aquejaba a indígenas y mulatos, el repartimiento.79
Según lo dispuso el artículo 12 de la Real Ordenanza de intendentes, en el cual se mandaba

78 Ibid. F. 50.
79 COMMONS, ÁUREA, Las intendencias, p. 17.

210
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

que “en los pueblos de indios que hubiese habido teniente de Gobernador, Corregidor o
alcalde mayor se ha de poner un subdelegado, que lo ha de ser en las cuatro causas”.80
La historiografía nos ha mostrado cómo el establecimiento de la nueva planta de
funcionarios reales, especialmente en el plano provincial, no se renovó en su totalidad pues
muchos de los alcaldes mayores que fueron cumpliendo sus periodos de gobierno
inmediatamente fueron nombrados como subdelegados,81 con el argumento de que habían
desempeñado de forma satisfactoria el empleo de alcalde mayor, habían observado buena
conducta, y por tanto estaban en condiciones de acatar las nuevas disposiciones.82 Un aspecto
que es importante destacar es que no sólo los alcaldes mayores se insertaron inmediatamente
a la nueva burocracia ocupando los empleos de subdelegados,83 sino que en distintas latitudes
de la Nueva España los tenientes inmediatamente ocuparon el empleo de subdelegados (en
Guanajuato, Puebla, Valladolid y México entre otras)84 y otros tantos más utilizaron dicho
cargo como un escalafón con la clara pretensión de ocupar las subdelegaciones.85
Por ejemplo, Francisco Díaz Quijano en 1787 fungía como teniente de Huaniqueo y
en 1792 ejercía el empleo de subdelegado en el mismo partido.86 El teniente general y regidor
de Valladolid, José Antonio Calderón, también fue nombrado subdelegado de Zitácuaro;
otros más como Juan Zárate y Manzo, quien fue teniente de Yurécuaro, jurisdicción de
Tlazazalca, fue subdelegado de Jiquilpan y después de Pénjamo en la intendencia de
Guanajuato.87 En otras intendencias se presentó la misma tendencia, por ejemplo Luis Migues
(natural de los reinos de Castilla) presentó la relación de méritos y certificación de la república

80 Real ordenanza de intendentes, artículo 12, p. 18-19.


81 AGN, Subdelegados, Vol. 1, F. 103, Nombramiento de subdelegado para San Juan Teotihuacan porque
el alcalde mayor fue nombrado para subdelegado de Texcoco, México 12 de agosto de 1790. AGN, Caja
4580, Exp. 16, Fs. 15, Indiferente Virreinal (Subdelegados), Renuncia del subdelegado de Taretan, 1793.
82 FRANCO CÁCERES, Ivan, La intendencia de Valladolid de Michoacán, pp. 107-108, 111, 123. GARCÍA
PÉREZ D., Rafael, Reforma y resistencia Manuel de Flon en la intendencia de Puebla, p. 103. Juan José Enciso
fue alcalde mayor en Maravatío y uno de los primero subdelegados que se nombraron en Ario el 17 de
junio de 1788. AGN, Subdelegados, Vol. 6, Exp. 9, F. 168. Carrillo y Vertiz, alcalde de Jiquilpan siete años
después fue nombrado subdelegado de Sayula, y más tarde pasó a servir la subdelegación de
Aguascalientes. AGN, Subdelegados, Vol. 27, Fs. 6.
83 AGN, Subdelegados, Vol. 1, F. 85. Aprobación de la reelección en el teniente de caballería don Francisco
llano y Sierra alcalde mayor de Tulancingo para que continúe de subdelegado, México, mayo 3 de 1790.
84 El subdelegado de Ixmiquilpan, Juan Nepomuceno Bretón fungió dos años de teniente particular de
alcalde mayor en el pueblo de Tepozotlan del partido de Quautitlan por dos años, y después ejerció el de
teniente general de dicha cabecera por el tiempo de ocho años; en Tepexi del Río ejerció el mismo empleo
por siete años, la disponibilidad de ocupar dichos cargos fue con el objetivo de obtener méritos por tal
razón muchos los ejercían sin un goce de sueldo. El virrey Márquez de Branciforte lo designó para que
administrara la subdelegación de Tetepango por casi seis años. AGN, Subdelegados, Vol. 19, Exp. 1, F. 2.v.
Solicitud de subdelegación. Juan Nepomuceno Meza encargado de justicia de Ystapaluca, señalaba que
sirvió tres años de teniente de Tenango del Valla y solicitaba la subdelegación de Quatepec Chalco. AGN,
Subdelegados, Vol. 59, Exp. 53, Fs. 239, 1803,
85 AGN, Subdelegados, Vol. 1, Exp. 22, F. 249. Terna para nombramiento de subdelegado de Sombrerete,
Zacatecas, junio 26 de 1810, Dos de los propuestos habían ocupado el empleo de teniente. AGN,
Subdelegados, Vol. 19.
86 AHMM, Gobierno, Informe del subdelegado de Huaniqueo sobre el reglamento de bienes de comunidad,
Valladolid- Huaniqueo, 1792, Caja 24, Exp. 8, Fs. 6.
87 AGN, Subdelegados, Vol. 55, Exp. 12, Fs. 186. 1810.

211
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

de naturales, del cura y del administrador de alcabalas, entre otros, donde se hacía mención
de la buena administración que había desempeñado como juez durante los cinco años y siete
meses que fungió como teniente de Tecamachalco, de la provincia de Tepeaca, quien en 1790
ya fungía como subdelegado de Quautitlan.88
En Taretan el subdelegado Carlos José Contreras, cuando renunció a su cargo,
manifestaba que llevaba nueve años ejerciendo la administración de justicia, primero como
teniente del corregidor Policarpo Crisóstomo Dávila, y después como subdelegado del
intendente Felipe Díaz de Ortega.89 El intendente de Guanajuato, en la propuesta que envió
al virrey Revillagigedo para nombramiento de subdelegado en el real de minas de Santa Rosa
en don Juan Manuel de Hoz y Bustamante, el cual había sido nombrado justicia provisional
por el intendente Andrés Amat de Tortosa, Hoz y Bustamante ejercía el cargo de teniente del
alcalde mayor Antonio Clemente de Arostegui. El licenciado Pedro Joseph Soriano afirmaba
que lo proponía “por la buena conducta, aptitud, desinterés y honrado proceder con que se
ha manejado este individuo en cuatro años que hace obtiene tal encargo”, además agregaba
que este individuo tenía las facultades y medios necesarios para mantenerse, puesto que era
una jurisdicción muy corta, lo que imposibilitaría que cualquier otra persona ejerciera dicho
empleo.90
La Audiencia muy pronto advirtió que los subdelegados habían continuado con la
antigua costumbre de nombrar tenientes o encargados de justicia en las jurisdicciones que
estaban a su cargo, acción que se realizaba con acuerdo de los intendentes, mientras que a la
Audiencia se le mantenía totalmente al margen y no se le daba noticia de los subdelegados
que se nombraban ni de sus tenientes. El 29 de noviembre de 1791 los ministros de la
Audiencia de México: Francisco Xavier Gamboa, Baltazar Ladrón de Guevara, Eusebio
Ventura Beleña, Cosme de Mier y Trespalacios, Josef de Moya, Ciriaco González Carvajal,
Félix Quijada y Obejero y Luís de Chávez, enviaron una representación al Consejo de Indias
sobre los abusos que los subdelegados cometían contra el artículo 12 de la ordenanza de
intendentes al nombrar tenientes o encargados de justicia, los cuales afirmaban ejercían
funciones en las cuatro causas justicia, policía, hacienda y guerra, todo lo cual hacían con la
anuencia de los intendentes.91 A la Audiencia le incomodaba esta situación pues no se le
informaba de los individuos que estaban administrando justicia. Para comprobar la falta en la
que incurrían los intendentes y subdelegados, la Audiencia primeramente solicitó a la
secretaría de cámara una relación de todos los expedientes y asuntos en los que se advirtiera
la intervención de los tenientes.92 De lo que resultó que en las intendencias de Puebla,
Guanajuato, Valladolid y México, que fue de las que se tuvo noticia, los subdelegados
nombraban tenientes o encargados de justicia.93

88 AGN, Subdelegados, Vol. 10, Exp. 1, Fs 1-70. Servicios de don Luis Migues en el tenientazgo de
Tacamalchalco provincia de Tepeaca, 1782-1790.
89 AGN, Indiferente Virreinal, Caja 4580, Exp. 16, Fs. 3-4. Renuncia del subdelegado de Taretan, 1793.
90 AGN, Subdelegados, Vol. 10, Exp. 8, Fs. 232. Sobre nombramiento de subdelegado en el real de Santa
Rosa provincia de Guanajuato, Guanajuato 30 de noviembre de 1790. Fs. 232.
91 AGI, Indiferente, Vol. 43, Fs. 2. Representación sobre el abuso de los subdelegados de los intendentes
en nombrar tenientes contra lo dispuesto en el artículo 12 de la ordenanza, Madrid, 12 de abril de 1796.
92 AGI, México, 1750.
93 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Exp. 2, Fs. 35- 36.

212
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

En las evidencias presentadas por la Audiencia se hizo una relación de diligencias y


asuntos que habían sido atendidos por los tenientes, pero además se hacía a referencia a la
confirmación del título de teniente general de Tetela del Río en José Antonio de Zeballos, el
cual había sido confirmado por Bernardo Bonabia el 15 de diciembre de 1790, y en el que se
le otorgaban facultades en las cuatro causas.94 Mientras que en Valladolid se hacía la
observación de que Dionisio Fernández de la Torre actuaba como subdelegado interino de
Urecho por ausencia del propietario, Domingo Posadas, esto en agosto de 1789. Pero la falta
que se había cometido contra las disposiciones de la real ordenanza de intendentes no sólo
se reducía a unos cuantos casos, pues el escribano de cámara certificó que el oficial mayor
otorgó constancia de algunos expedientes donde los subdelegados habían nombrado
tenientes o encargados de justicia.
Los informes de los ministros de la Audiencia pusieron en evidencia que el
nombramiento de tenientes no cesó en ningún momento. En realidad fueron pocos los
expedientes que se localizaron pues sólo se trataba de los casos que pasaron a la Audiencia
en segunda instancia, pero en los archivos de los juzgados locales las evidencias eran
mayores.95 A través de diversos expedientes se les encontró a los tenientes actuando en
diferentes negocios: en 1790, en la subdelegación de Colima, Francisco Xavier de Ziordia
actuaba como lugar teniente del subdelegado de la villa de Colima en Jilotlán, y Antonio
Enriques Aguilar teniente del real del Favor, quienes actuaban en asuntos de minas.96 En
Cocupao, Manuel de Tapia ejercía el empleo de subdelegado sustituto por ausencia del
propietario que era Juan Gutiérrez Gómez. Las anteriores evidencias demuestran que los
tenientes nunca desaparecieron de la escena de la administración provincial, pues
independientemente de las prohibiciones, y al margen de las disposiciones de la real
ordenanza de intendentes, continuaron actuando como auxiliares de los “nuevos funcionarios
reales”.
Los subdelegados inmediatamente se vieron en la necesidad de ausentarse de sus
jurisdicciones por causas del oficio, enfermedad o asuntos personales, lo que llevó a solicitar
licencia para salir de sus jurisdicciones, por tanto los subdelegados propusieran a un
encargado de justicia o subdelegado sustituto para que corriera con la administración de
justicia y los ramos de la real hacienda, debido a que los propuestos corrían de su cuenta y
riesgo y debían ser de la satisfacción de los fiadores.97 Ante la petición que realizó el
subdelegado de Tetela del Río, Josef Antonio Velasco, quien solicitó licencia ante el
intendente de la ciudad de México, Bernardo Bonabia, para que se le permitiera pasar a la
capital a entregar los tributos y atender su salud, por lo que a la vez proponía dejar la
jurisdicción a cargo de José Antonio Zeballos para que administrara justicia, y demás

94 AGI, México, 1750, F. 10v-11


95 AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, Informes, Caja 120, Exp. 188, Fs. 2. Los vecinos de "razón"
hicieron representación ante el teniente del partido Manuel de Tapia para que se nombre mayordomo de
la fábrica espiritual de Cocupao, 15 de mayo de 1789.
96 AHMP, Fondo colonial, siglo XVIII, Caja 59 B, Exp. 4, Fs. 548- 580. Autos promovidos por don Francisco
Álvarez, Don Andrés Vázquez Cordero y don Cristóbal González porcioneros de la mina Santa Trinidad
Estaca de la Descubridora en el real del Sombrero contra don Pedro García del Barrio administrador de
don Romualdo González de Villa sobre la boca nombrada Señora Santa Ana, 1790.
97 AGN, Subdelegados, Vol. 6, Licencia al subdelegado de Apán para ir a la capital.

213
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

funciones de su cargo a un sujeto de su satisfacción y de la del intendente.98 El intendente


Bonabia, en la consulta que realizó sobre la licencia que solicitaba el subdelegado,
argumentaba que era necesario se nombraran encargados para la administración de justicia,
pues de otra forma en caso de que ocurrieran accidentes en los partidos y se requiriera de la
presencia de las autoridades, pues “que de no haber un sustituto legítimo las pondrá en una
perfecta anarquía”.99 La respuesta del señor fiscal a la consulta del intendente fue que

“Vuestra Excelencia si lo tiene a bien concedérsela, por el tiempo que fuere de su superior
agrado, con la calidad de dejar sujeto de su satisfacción, y de la del señor intendente que en su
ausencia corra con la administración de justicia, cobro de reales tributos y demás ramos de su
cargo, de cuenta y riesgo suyo.

Esta era la práctica que se observaba antes del establecimiento de intendencias con los
Alcaldes mayores, que no tenía nombrados tenientes generales o particulares en sus
jurisdicciones para los casos de ausencias y enfermedades, la misma que vuestra excelencia si
fuere servido podrá mandar continúe para con los subdelegados, bajo la prevención de que los
sujetos, que hayan de quedar encargados de la jurisdicción, sean también de la satisfacción de
los intendentes; entendiéndose esta providencia con la calidad de por ahora”.100

La resolución del fiscal de real hacienda tuvo un carácter remedial, mientras que el
virrey segundo conde de Revillagigedo establecía por punto general la forma en que se debía
actuar en los nombramientos de encargados o tenientes de subdelegados. La resolución del
fiscal se dio el 6 de septiembre de 1791, por lo que fue el antecedente inmediato del punto
general del virrey Revillagigedo de 13 de septiembre de 1791, en el que estableció que los
subdelegados podían dejar encargados de la administración de sus partidos por ausencia o
enfermedad

“Declarado ya por punto general que las sustituciones de los subdelegados por sus
ausencias, enfermedades u otro impedimento justo recaigan en algunos de los administradores
de rentas conforme al espíritu de varios artículos de la real ordenanza de intendentes, lo advierto
a vuestra señoría para su inteligencia y observancia con prevención de que donde no haya estos
dependientes se elija para estos encargos uno de los tres vecinos honrados, imparciales y de9810

98 El fiscal de lo civil aprobó que el subdelegado de Tetela del Río nombrara encargado de justicia, pero al
mismo tiempo consultó sobre la conveniencia de que José Zeballos continuara con el empleo de
subdelegado sustituto del propietario, ya que éste había sido separado de su cargo por un auto de la real
Audiencia de 19 de agosto, por defecto de facultades del intendente para hacer semejantes
nombramientos, y porque de igual forma los subdelegados no estaban facultados para delegar sus
facultades en otros individuos, por lo que se mandó que el subdelegado removiera inmediatamente a
Zeballos de la administración de justicia. La remoción de Zeballos también respondió a que en el juzgado
de la real Audiencia se habían puesto capítulos en contra del subdelegado y el encargado de justicia. Por
tanto el fiscal de lo civil consideró que no era conveniente que el mismo sujeto continuara en dicho
empleo, y mandó que se hiciera efectiva la separación del empleo de subdelegado sustituto prevenida por
la real Audiencia. Al teniente general se le acusaba de haber exigido multas a dos tributarios de las
cuadrillas del real y minas de Tetela del Río. AGN, Subdelegados, Vol. 51, Exp. 1, Fs. 16, 21-23.
99 AGN, Subdelegados, Vol. 51, 1791, Exp. 1, F. 6. Consulta del intendente de México, Bernardo Bonabia al
virrey Revillagigedo sobre licencia del subdelegado de Tetela del Río para ausentarse y nombrar encargado
para la administración, 3 de septiembre de 1791.
100 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Exp. 1, Fs. 7-v.

214
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

mejor nota de los pueblos con la aprobación de vuestra señoría a quien los subdelegados a sus
ingresos deberán proponer los que consideren de esta clase; entendiéndose esta providencia en
calidad de provisional hasta que otra cosa determine”.101

Dicha provisión se debía dar a conocer a los señores intendentes y subdelegados de


México, Puebla, Veracruz, Oaxaca, Yucatán, Valladolid, Guanajuato, Zacatecas, Potosí,
Durango, Guadalajara y Sonora.102
El desacato del artículo 12 descansaba precisamente en que se establecía que los
pueblos de indios cabecera de partido donde antes se nombraba teniente se ha de poner
subdelegados en cuatro causas, que sea de calidad español, la aplicación de dicho artículo por
tanto subrogaba toda posibilidad de que se continuara nombrando tenientes.103 Incluso la
Audiencia denunciaba que los subdelegados seguían “poniendo tenientes generales en las
cabeceras en que residen y particulares tenientes en los demás pueblos cabecera donde
Vuestra Magestad mandaba que se pongan subdelegados independientes de los principales
con sus fianzas”.104 El nombramiento de tenientes generales en realidad propició diversos
problemas en las ciudades que contaban con ayuntamientos como veremos más adelante. De
igual manera se hacía mención a la contravención del Superior despacho de agosto de 1784,
en el que se prevenía a los alcaldes mayores que no otorgaran los empleos de tenientes por
paga o pensión alguna, pues en la remoción de José María Zuballaga del empleo de teniente
del pueblo de Texupilco, jurisdicción de Temascaltepec, se decía que el teniente le otorgaba
una tercera parte de los emolumentos que obtenía de su tenientazgo.105
En algunas jurisdicciones se estiló que las sustituciones de los subdelegados se hacían
con la denominación de “subdelegados interinos”,106 condición que llevó, como afirma José
Luis Alcauter, a que la nominación de tenientes generales cayera en desuso, 107 ya que se buscó
la manera de adecuar esas designaciones a las nuevas disposiciones jurídicas, y aunque este
nombramiento siguió vigente, en algunas jurisdicciones como Huetamo se llegó a presentar
como encargado general. Sin embargo, a través de diferentes diligencias se ha observado que
en varias subdelegaciones como Pátzcuaro, Zitácuaro, Jiquilpan y Ario,108 se siguió haciendo
referencia a los tenientes generales, esto demuestra cómo tanto la cultura política y las
prácticas de antaño se mantuvieron, pese a las reformas y a los cambios que se pretendieron
impulsar desde la metrópoli.
Otro aspecto que derivó de la aplicación de la ordenanza de intendentes fue el tema
de la delegación de la jurisdicción en los tenientes. Los ministros de la Audiencia de México
en octubre 13 de 1791 consultaron al virrey, conde de Revillagigedo, sobre los
nombramientos de tenientes y las condiciones en que se hacían, pues señalaban que todas
esas designaciones se realizaban contra la voluntad del rey y lo expresado en los artículos 11
y 12 de la Real Ordenanza de intendentes, por lo que cuestionaban sobre en102345678

101 Ibid. f. 26.


102 Ibid. f. 10.
103 Real ordenanza de intendentes, art. 12.
104 AGI, México, 1750, F. 6.
105 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Exp. 2, F. 32.
106 AGN, Subdelegados, Vol. 19, F. 160. Ubaldo Pasayo subdelegado interino de Paracho por ausencia del
propietario José Luciano Cardona, 1809.
107 ALCAUTER GUZMÁN, José Luis, El régimen de intendencias. p. 152,
108 AHMP, Fondo Colonial, Siglo XVIII, Caja 68, Exp. 2, F. 295.

215
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

“quien debe dimanar la jurisdicción que no ha conferido a los subdelegados de los partidos;
pues en el artículo doce, previene su magestad, en el código de intendentes, que estos pongan
subdelegados en los pueblos en [donde] había tenientes de Alcaldes mayores, y por ser caso de
gravísima importancia y perjuicios que se ejerza jurisdicción en los vasallos de su magestad,
cuando no la ha conferido, y que sea por medio de unos sujetos gravosos, y no calificado por
el soberano o por sus virreyes, sustentándose por precisión en muchos casos por sujetos
ineptos, vejando los pueblos y provincias con extorciones para mantenerse con sus familias,
sin que Vuexcelencia y esta real Audiencia, sepan sus calidades e idoneidad, ni con qué
facultades pasan los subdelegados a nombrarlos, ni los señores intendentes a consentirlo,
careciendo de esta autoridad que les niegan las ordenanzas de su establecimiento ”.109

La postura de la Audiencia estaba no solamente en función de la inobservancia de las


disposiciones de la ordenanza de intendentes, sino en los perjuicios que se ocasionaban a la
sociedad al poner individuos sin vocación en la administración de justicia, y que sólo tenían
como fin beneficiarse del empleo. Sin embargo, el punto central a resolver por la Audiencia
era en qué autoridad residía la facultad de hacer tales nombramientos, y de los cuáles la
Audiencia no tenía noticia, desconocía completamente quiénes ejercían dichos empleos
porque no se le informaba. El virrey Revillagigedo contestó que para remediar los abusos de
los subdelegados sobre elección y nombramiento de tenientes, había determinado por punto
general de 13 de septiembre que

“a fin de ocurrir a la asistencia de las jurisdicciones, y que nunca falte en ellas la administración
de justicia en las ausencia o enfermedades de los subdelegados respectivos; he resuelto que por
decreto de seis de este mes continúe por ahora y mientras por punto general se determine lo
conveniente, la antigua práctica de alcaldes mayores, en cuanto a dejar sujeto que corra con ella,
y con el cobro de tributos, y demás ramos de su cargo, de cuenta y riesgo suyo: siendo de la
satisfacción de los señores intendentes”.110

El punto general de 1791 estuvo precedido de varias consultas que se realizaron al


virrey Revillagigedo sobre en quiénes debía recaer el nombramiento de subdelegados en
aquellos partidos que habían sido tenientazgos de las alcaldías mayores, pero la duda central
de estas consultas había sido también en quién recaerían las sustituciones de los subdelegados
por las ausencias y enfermedades; en ese sentido la determinación del virrey conde de
Revillagigedo y de la Junta Superior de Real Hacienda de 1791 fue que las substituciones de
los subdelegados por sus ausencias, enfermedades u otro impedimento justo, recaiga en
algunos de los administradores de rentas, conforme al espíritu de varios de los artículos de la
Real Ordenanza de Intendentes.111
Desde la perspectiva de la Audiencia el punto general que había promulgado el virrey
Revillagigedo el trece de septiembre presentaba varios inconvenientes, y uno de ellos era “que

109 AGI, México, 1750, F. 13v-14.


110 AGN, Reales Cédulas Originales, Vol. 231, Exp. 30, Fs. 84-v. AGN, Subdelegados, Vol. 51, Exp. 1, F. 10.
1808 nuevamente se puso en discusión en la intendencia de México sobre en quién recaían las facultades
para delegar la jurisdicción, el virrey José Yturrigaray mandó al intendente de la provincia de México que
se observara de forma precisa y puntal la superior orden de 13 de septiembre de 1791, emitida por el
intendente Revillagigedo. México 27 de agosto de 1808.
111 AGN, Reales Cédulas Originales, Vol. 231, Exp. 43, Fs. 99-v.

216
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

de continuar dicho desorden sojuzgaran los subdelegados a sus tenientes y encargados


poniendo criados y familiares y tal vez mulatos que vejen a los pueblos, que la provisional
providencia del virrey sólo era adaptable en un caso repentino, pues que no conviene que los
administradores de alcabalas, que viven del 14% sean jueces, según los aforos que quieran
hacer y que los vecinos rara vez podrán afianzar”, por tanto la postura de la Audiencia era
que los intendentes no debieron dejar que los subdelegados hicieran este tipo de
nombramientos.112
La forma en que se interpretaron las ordenanzas, reales cédulas y los despachos del
virrey fueron la causa que llevaron a que en 1792 el intendente de Potosí, Bruno Díaz de
Salcedo, consultara ante el virrey si tenía facultad para aprobar el nombramiento de teniente
de subdelegado que había realizado el subdelegado Ramón Antonio de Ureche, del real de
Catorce en el valle de Matehuala, en don Manuel José García de la Mata. El asesor letrado de
la intendencia de San Luis Potosí en su dictamen afirmó que los subdelegados estaban
facultados para nombrar tenientes generales que ejercieran las funciones de los subdelegados
en sus ausencias y enfermedades; debido a lo dudoso de la resolución a la que hacía referencia
el teniente letrado, el fiscal de lo civil mandó que el asesor letrado y el intendente remitieran
una copia de la resolución que mencionaban, en realidad el asesor se refería al punto general
del 13 de septiembre de 1791 emitido por el virrey Revillagigedo, por lo que la interpretación
que estaba haciendo el teniente letrado no era la correcta, ya que en ella no se hacía alusión al
nombramiento de tenientes generales. El fiscal de lo civil Francisco Xavier Borbón expuso
que el nombramiento de tenientes estaba prohibido por la real ordenanza de intendentes,
pero que “para facilitar la administración de justicia en los pueblos distantes de las cabeceras
se ha autorizado el de encargados con aprobación superior, calificadas previamente las
circunstancia de necesidad y utilidad”, la resolución del fiscal fue de marzo 24 de 1803.113
En Valladolid tal parece que los subdelegados siguieron la tendencia de solicitar la
confirmación de los tenientes ante el intendente: el subdelegado de la Piedad, Jiquilpan, Santa
Ana Maya y Zamora, decían que estaban confirmados por el intendente; y en 1796 el
subdelegado de Cocupao, Juan Gutiérrez Gómez, solicitó al intendente Felipe Díaz de Ortega
que aprobara el nombramiento de 2 tenientes para sus ausencias y enfermedades, a José
Antonio Muñoz, vecino de Cocupao para la cabecera, y a José Francisco de la Peña para
Coeneo. Esa era la segunda ocasión en que el subdelegado solicitaba que se le aprobaran el
nombramiento de tenientes, la primera vez fue el 24 de mayo de 1793 cuando nombró a
Casimiro Bermúdez, de oficio soldado que se recogió con su jefe, y en Coeneo nombró a
Don José Antonio Velázquez que cambió de lugar de residencia, por lo que se vio en la
necesidad de nombrar nuevos tenientes.114 Así como se pueden encontrar evidencias de los
nombramientos de subdelegados confirmados por el intendente, también hubo otra parte
considerable de esos tenientes que no cumplían con ese requisito.
Fue común observar en los primero años de la aplicación de la real ordenanza que los
subdelegados nombraran subdelegados sustitutos, que en realidad suplían a los tenientes de
subdelegados: en la subdelegación de Taretan, en 1792, don Juan José María de la Peña fungía
como subdelegado sustituto por ausencia del propietario, que lo era Carlos José de

112 AGI, México, 1750, F. 2v. AGI, Indiferente, 43, 1792, F. 1-v.
113 AGN, Subdelegados, Vol. 48, Exp. 8, F. 9.El intendente de Potosí consulta si tiene facultad de aprobar
un nombramiento de encargado de justicia hecho por el subdelegado de Catorce, 1792,
114 AGN, Judicial, Vol. 61, Exp. 13, Fs. 279. Valladolid 6 de febrero de 1796.

217
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Contreras;115 en el mismo año en Ario, Cayetano García fungía como teniente general del
subdelegado Juan José de Enciso.116 Con la aplicación de la real ordenanza de intendentes
observamos que no se pudo ejercer mayor control en la designación de los auxiliares de los
subdelegados pues se hablaba de tenientes generales, tenientes (que serían los tenientes
particulares), encargados de justicia, encargados generales y subdelegados sustitutos. En el cuadro II
claramente se puede observar como hay una proliferación de encargados de justicia.

Cuadro XIII. Tenientes de subdelegado en la intendencia de Valladolid


Subdelegado Subdelegación Teniente Tenientazgo Fecha Empelo

Ju a n A n ton io de R iaño C ocupao M an u el de T apia C ocupao 1789 T en ien te sustituto

C ocupao M an u el G utiérrez G óm ez C ocupao 1789 T en ien te


Cocupao Andrés de Grozo Cocupao 1804, 1805 Subdelegado sustituto

Cocupao José Cañedo Cocupao 1804 Subdelegado sustituto

José María Abarca Pátzcuaro Juan Manuel de Robledo Pátzcuaro 1810 Teniente general

José María Abarca Pátzcuaro Diego Abarca Zacapu 1809 Teniente

Lic. José Calletano Molina Páztcuaro Rafael Antonio de Solchaga Cocupao 1820 Teniente

José Cayetano Molina Pátzcuaro Juan Antonio Hinojosa Tzintzuntzan 1820 Teniente

Roque Sánchez de Andrade Zinapécuaro José Alexandro de Mendoza Zinapécuaro 1793 Teniente general

José del Río Zinapécuaro José Gerónimo de Ortega Zinapécuaro 1803 Encargado de justicia

Juan Baptista Méndez del corral Zinapécuaro José Gerónimo de Ortega Indaparapeo 1808 Teniente de justicia

Indaparapeo Benito Calderón Tarímbaro 1808 Teniente de justicia

Pablo Delopez y Ginory Jiquilpan Josef Simón Godínez Tingüindín 1790 Lugar teniente

Pablo Delopez y Ginory Jiquilpan Vicente Ruiz y Maciel Patamban 1791 Lugar teniente

Antonio Pardo de Armida Jiquilpan José Enrique de Navia Periban 1794 Teniente

Juan Vicente López Fortun Jiquilpan Antonio Pardo de Armida Jiquilpan 1795 Teniente general

Francisco de la Parra Jiquilpan José Vásquez Cordero Valle de Cotija 1797 Lugar teniente

Pedro Ferrera Jiquilpan Fernando Morellón Santos Reyes 1805 Lugarteniente

José María de Salceda Jiquilpan Ángel Loza Patamban 1808 Teniente

José María de Salceda Jiquilpan Manuel Velásquez de Estrella Tingüindín 1808 Teniente

Benito Lorenzo de Horge Zitácuaro José Eusebio Espinoza Irimbo 1798 Lugar teniente

Benito Lorenzo de Horge Zitácuaro Mathias de Errazu Maravarío 1797-1798 Teniente

Francisco Xavier de Larragoiti Maravatío Jacinto Estévez Tuxpan 1789 Lugarteniente

José Antonio Calderón Zitácuaro Pedro Vélez de Mendoza Zitácuaro 1792 Teniente general

José Antonio Calderón Zitácuaro José María Ruiz de Chávez Maravatío 1792 Encargado de justicia

José Antonio Calderón Zitácuaro Juan Francisco Garre Tuxpan 1794 Encargado de justicia

115 AHMP, Fondo Colonial, Caja 59b, Exp. 5, Fs. 722-223v. Taretan, Francisco García Diego Otorgó poder a
favor del Br. José Domingo de Arriaga para adjudicación de bienes de su hermana que murió intestada,
1792.
116 AHMP, Fondo Colonial, Caja 59B, Exp 5, Fs. 735.

218
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

Benito Lorenzo de Horge Zitácuaro José Agustín Garnica Maravatío 1796 Teniente

Benito Lorenzo de Horge Zitácuaro Celedonio Moreno Angangueo 1797 Encargado de la adm.

Benito Lorenzo de Horge Zitácuaro Celedonio Moreno Angangueo 1797 Encargado de la adm.

Benito Lorenzo de Horge Zitácuaro Carlos A de Palacio Peredo Taximaroa 1798 Encargado de la adm.

José I. Guerra de Manzanares Zitácuaro Manuel García de Obeso Zitácuaro 1800 Encargado de la adm.

José I. Guerra de Manzanares Zitácuaro Fco. Antonio de Mariega Maravatío 1801 Teniente

José I. Guerra de Manzanares Zitácuaro Rafael Velázquez Irimbo 1802 Teniente encargado

José I. Guerra de Manzanares Zitácuaro Santiago Benegas Tuxpan 1802 Teniente de justicia

Juan Zarate y Manzo Tlazazalca José A. Méndez de Torres Tlazazalca 1788 Teniente

Juan de Zarate Tlazazalca Nicolás Escobar Llamas Piedad 1792 Teniente

Juan Zárate y Manzo Tlazazalca Gaspar Barbosa y Correa Chilchota 1794 Encargado de justicia

Juan López Cosío Tlazazalca Antonio Picota de Vergara Yurécuaro 1799 Teniente de justicia

Antonio Mora Tlazazalca Juan Baptista Fresquet La Piedad 1806 Teniente general

F rancisco C am acho C uitzeo A n ton io L oren zo L oayza H uan dacareo 1796 E n cargado de justicia

C uitzeo Jo sé F ran cisco O rtiz Sta. A n a M aya 1797 E n cargado de justicia

F rancisco G erónim o C uitzeo L uis P osada C uitzeo 1797 T en ien te gen eral
C am acho
F rancisco de A rancibia P uruán diro Jo sé M aría R ancivia P uruándiro 1800 T en ien te gen eral

V icen te Selo H uim eo Jo sé M aría C am acho P ungarabato 1798 E n cargado gen eral

V icente Selo H uim eo Jo sé M aría C am acho P ungarabato 1798 E n cargado gen eral

Jo a q u ín Salgado C orrea H uetam o 1796 T en ien te

C arlos Jo sé de C ontreras T aretan Ju a n Jo sé M aría de la T aretan 1792 Subdelegado Sustituto


P eña
T aretan R am ó n de L overa T aretan 1804 Subdelegado sustituto

M iguel de A rana T acám b aro F rancisco López T acám baro 1800 E n cargado de justicia

T acám b aro D o n F rancisco López T acám baro 1800 E n cargado de justicia

M iguel de A rana T acám b aro Jo sé A ran a T acám baro 1801 E n cargado de justicia

A n ton io C ruzado A rio Jo sé M aría M ercado A rio 1810 T en ien te gen eral

Jo sé M aría A b arca A rio F rancisco de Z enica A rio 1799 Subdelegado Sustituto

F rancisco A m bron a A p atzingán A n ton io Jo a q u ín P adilla T epalcatepec 1794 T en ien te

Ju a n V icente de A rze A n gam acutiro Jo sé M igu el de V illaseñ o r N u m arán 1793 L ugar teniente

Ju a n A n ton io de la C oncha A n gam acutiro don Jo sé A n ton io de N u m arán 1799 E n cargado de justicia
Ibarrola
V icente C hacón A n gam acutiro C ayetano R am írez N u m arán 1802 E n cargado de justicia

F rancisco D íaz Q uijano H uaniqueo M an u el P o nce de L eón C apula 1795 E n cargado de justicia

Ju liá n G erónim o G uinea U ruapan M elch o r A ntonio U ruapan 1801 E n cargado de la adm.
V elázquez
A n ton io Pérez F ernández T lalpu jah ua G erónim o P laza T lalpu jah ua 1800 E n cargado de justicia

El predominio de estos encargados de justicia tiene que ver justamente con las
diferentes disposiciones en que se mandaba que los subdelegados en sus ausencias y
enfermedades podían dejar persona que corriera con la administración de la jurisdicción de

219
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

su cuenta y riesgo, incluso al parecer la real cédula de 1799 fue la que tuvo mayor acogida por
los subdelegados, ya que a partir de 1800 fue más común observar que los subdelegados al
solicitar licencia para ausentarse de sus partidos propusieran a la persona que quedaría
encargada de la administración de justicia y demás ramos de su cargo. Quizá la notable
presencia de los encargados de justicia se deba precisamente a que en la aprobación de las
licencias para salir de sus jurisdicciones se mandaba que el subdelegado dejara un encargado
de la jurisdicción de satisfacción del intendente y los fiadores, como claramente se puede
observar en varias licencias que se otorgaron, y en particular en la del subdelegado de
Huetamo.117
En la villa de Zamora, Juan Antonio de la Muyar fungía como subdelegado sustituto
para las ausencias y enfermedades del subdelegado Eugenio Fernández Bárcena, es
importante señalar cómo a partir del régimen de intendencias cambió la forma de legitimación
de su autoridad, pues la fórmula que utilizaban con los alcaldes mayores para legitimar el
empleo que ejercían era “con la aprobación del “superior gobierno”, con lo que se hacía
alusión a que contaban con la aprobación del virrey, por lo que dicha expresión en muchos
casos varió y se sustituyó “por nombramiento de éste (el subdelegado) y con aprobación del
señor intendente corregidor de la provincia”.118Por tanto la aprobación de los tenientes quedó
en manos de los intendentes como la autoridad superior más inmediata de los subdelegados,119
y otros más pasaron por la aprobación del virrey. Cómo podemos observar en el cuadro
anterior el nombramiento de tenientes no disminuyó en absoluto, sino que un amplio número
de hombres ocuparon dicho empleo, por ejemplo en 1804 el subdelegado de Jiquilpan, Pedro
Ferrera, manifestó que debía de media anata 288 pesos 8 granos de los 14 tenientes que había
nombrado durante su administración (a razón de 16 pesos 2 reales y 4 granos cada uno).
De igual forma señalaba que su antecesor Francisco de Parra adeudaba 81 pesos, 3
reales 8 granos, de cinco tenientes que había designado, y señalaba que no podía dar cuenta
de los tenientes que habían nombrado Antonio Pardo y Don Juan Vicente López Tortun.120
Los ministros de la caja real de Valladolid consultaron ante la Junta de Real Hacienda sobre
si los tenientes nombrados por los subdelegados de nueva creación debían pagar el derecho
de media anata, se les respondió que en Junta Superior de Real Hacienda de 17 de agosto de
1804 se acordó “que los encargados de justicia nombrados por los subdelegados de nueva
creación adeudan el real derecho de media anata en los casos, tiempo y cuota asignada a los
demás”, en ese mismo acuerdo se determinó que los subdelegados quedaban exentos de dicha
contribución, pero no sus tenientes.121

117 AGN, Subdelegados, Vol. 19, F. 27. Licencia al subdelegado de Huetamo para que vaya a la ciudad de
México, 13 de marzo de 1806.
118 AGN, Indiferente virreinal, Caja 3294, Exp. 9, F. 11v, Jacona, 20 de marzo de 1798. Solicitud del
subdelegado de la Villa de Zamora para que en la cabecera se reúnan las cuatro causas. AHCM, Diocesano,
Justicia, Procesos contenciosos, Mal ministerio, Caja 654, Exp. F 3.
119 AGN, Indiferente virreinal, Caja 3294, Exp. 9, F. 11v, Jacona, 20 de marzo de 1798. Solicitud del
subdelegado de la Villa de Zamora para que en la cabecera se reúnan las cuatro causas.
120 AGN, Media anata, Vol. 76, Fs.124- 134. Sobre lo que debe de media anata don Antonio Pardo de
Armida, subdelegado de Jiquilpan, provincia de Valladolid. 1804-1805.
121 AGN, Media anata, Vol. 76, Exp. 8, F. 259, Sobre media anata de los tenientes que nombraron los
subdelegados de primera creación, septiembre 5 de 1789.

220
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

4.4 Los subdelegados y los tenientes “parientes”

El temor de la Audiencia de que los subdelegados nombraran a parientes cercanos en los


empleos de tenientes se hizo realidad, esta forma de operar no sólo fue privativa de los nuevos
funcionarios, sino que esta práctica ya se venía realizando desde antaño con los alcaldes
mayores y corregidores. La cultura política de los ministros reales de concebir al oficio como
un beneficio, y a la vez como una forma de sacar el mayor provecho personal y familiar de
los empleos que ejercían, en nada había cambiado. En el régimen de intendencias fue más
evidente la práctica de nombrar a los descendientes directos como tenientes y encargados de
justicia en las mismas jurisdicciones, obviamente contraviniendo las leyes de Indias que lo
tenían estrictamente prohibido. Estas estrategias contribuyeron a fortalecer el poder,
autoridad e influencia económica que los subdelegados y sus allegados podían ejercer en la
jurisdicción, incluso fuera de ella, a través de sus actividades económicas, pues como bien
afirma Kicza la diversificación de las actividades contribuía a fortalecer el poder económico
y político de las élites,122 lo que evidentemente aplicaba en las provincias con los subdelegados
y sus tenientes, quienes formaban parte de las elites económicas ya qué se vinculaban con
estas a través de las fianzas.123 Algunos estudios, como el de Mickael Augeron con el clan
Peón en Yucatán y Alvaro Alcántara en Acayucan, coinciden en la importancia que tuvieron
los tenientes como parte de la clientela o del clan familiar de alcaldes mayores y los
subdelegados que contribuyeron a afianzar el poder económico y político de las familias más
prominentes de ciertas regiones. Augeron al hacer un análisis de la forma en que el clan de
los Peón lograron hacerse del control de las subdelegaciones de Yucatán utilizando como
vehículos para tal fin a la clientela y a los familiares, afirma que

“los tenientes reforzaban el juego complejo de fianzas acordadas a los subdelegados, además
constituían un instrumento de control individual y colectivo sobre estos últimos [contrarios a
los intereses del grupo familiar en el poder] y contribuían igualmente a la repartición efectiva
del poder — y de los beneficios que le eran ligados—entre las diferentes familias”.124

Gracias al sistema administrativo y a la mayor sujeción que ejercían los intendentes


hacia sus subalternos fue que ese tipo de actos no pasaron desapercibidos; sin embargo la
iglesia a través de sus curas también denunciaron este tipo de prácticas, incluso llegaron a
cuestionar sobre la facultad que tenían los subdelegados de nombrar tenientes en
determinados pueblos, o bien si los tenientes podían nombrar sustitutos.125
En varias subdelegaciones se observó que los familiares cercanos de los subdelegados
nombraban parientes en los tenientazgos. En 1800 el subdelegado de Puruándiro, Francisco
de Arancibia, solicitó que se aprobara el nombramiento de teniente general en su hijo, el12345

122 KICZA, John E., Empresarios cololoniales. Familias y negocios en la ciudad de México durante los
borbones, México, Fondo de Cultura Económica, 1986, pp 29-58.
123 FRANCO CACERES, Ivan, La intendencia de Valladolid, p. 162.
124 AUGERON, Mickael, "Las grandes familias mexicanas a la conquista de las subdelegaciones costeras. El
ejemplo del clan Peón en Yucatán (1794-1813)", en MACHUCA GALLEGOS, Laura, Grupos privilegiados en
la península de Yucatán, Siglos XVIII y XIX, México, CIESAS, Gobierno del Estado de Yucatán, SEDECULTA,
CONACULTA, 2014, pp.110-111.
125 AHCM, Diocesano, Justicia, Maltratos, Caja 657, Exp. 18, Fs. 5. Aprehensión de un ebrio.

221
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

teniente de dragones provinciales José María Arancibia.126 En la solicitud que realizó ante el
intendente afirma que el defecto que encontró es que él no estaba facultado para confirmar
el nombramiento de un militar como teniente, y es que no hay que olvidar que también esa
limitación se había establecido para los subdelegados, aunque no prosperó.127 Y de hecho
Felipe Díaz de Ortega no había puesto embarazo para que José María Aranciavia ejerciera el
empleo de teniente en las ausencias y enfermedades de su padre, pero advirtió que por ser
miliciano él no estaba facultado para aprobar dicho nombramiento, y además señalaba que
eso no lo relevaba de cumplir con sus obligaciones militares, por lo que su aprobación se
tenía que solicitar ante el superior gobierno.128 Y es que la misma circunstancia se observó
en la intendencia de Veracruz, donde el subdelegado de Xalacingo, Don Pedro Alvarez de
Casso, solicitó al gobernador e intendente de Veracruz, García José Dávila, que habilitara el
nombramiento de encargado de justicia que hizo en el teniente de milicias Don Manuel
González de Solares por su incompatibilidad de miliciano, y que elevara y apoyara su solicitud
ante el virrey. Un encargado de justica en el pueblo de Perote señalaba que por el mucho
trabajo que había en dicho pueblo los vecinos se excusaban de ejercer dicho empleo, que en
tiempo de dos meses que llevaba al frente de la jurisdicción tres vecinos habían desistido del
encargo. Afirmaba “he puesto para encargados y tenientes de justicia al vecino más honrado,
de instrucción, cristiandad [e] intereses propios, para que con este no se viole la recta justicia,
haciéndoles severos cargos a que observen a mi imitación cuanto exige esta, sin que me
concurran con nada como lo hacían antes con mis antecesores restándome establecer esta
buena providencia en el pueblo de Perote, en donde corre más necesidad por los estragos que
se han visto en los que de tenientes se han puesto allí, atenidos al corto emolumento de la
vara y porque sus vecinos se retraen a tomar el empleo por el mucho trabajo que tiene en el
curso de tropas, cuerdas y otras personas, y pertrechos de guerra que de aquellos almacenes
se remiten ocasionándole casi diariamente salir a embargar bagajes a mucha distancia por
donde extravían los conductores para evadirse”.129
El subdelegado afirmaba a causa de que los vecinos no querían hacerse cargo del
empleo de teniente, y a su poca capacidad para atender las anteriores funciones, fue que
recurrió al teniente de milicias del regimiento provincial de las tres villas, Don Miguel
Gonzáles de Solares, vecino de Perote, “en quien concurren las muy loables circunstancias
de conducta, instrucción, y talento, muy sobresalientes aun para mayor destino que el de
teniente de justicia, y accediendo por el afecto que me profesa, y los empeños de respecto
que intercedieron...”, el único inconveniente, como bien lo afirmaba el subdelegado, era que
había “incompatibilidad de los destinos”, y pedía que se le habilitara para el ejercicio del
empleo.130

126 AGN, Subdelegados, 1800, Vol. 65, Exp. 12, Fs. 222-235. Sobre que se declare válido el nombramiento
de teniente que el subdelegado de Puruándiro hizo en su hijo Don José María Arancibia.
127 AGN, Subdelegados, Vol. 65, Exp. 2, Fs. 7-9. La real orden, de 3 de marzo de 1797, se mandó que los
militares no se en las subdelegaciones y que solo se dediquen a los objetos de su carrera y destino.
128 Ibid. F. 227.
129 AGN, Subdelegados, Vol. 65, Exp 1, Fs. 3v-4. Nombramiento de encargado de justicia del pueblo de
Perote a favor del teniente de milicias don Manuel González de Solares.
130 AGN, Subdelegados, Vol. 65, Exp. 1, Fs 4. La solicitud la realizó el subdelegado Pedro Álvarez de Casso,
Xalacingo, diciembre 5 de 1799.

222
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

Era evidente la prohibición de que los milicianos no se emplearan en las


subdelegaciones, por lo que determinó que se advirtiera a las intendencias de Veracruz Puebla,
Guanajuato, Valladolid, Zacatecas, San Luis Potosí, Guadalajara y Oaxaca que “la prohibición
de emplear oficiales militares en subdelegaciones debe entenderse únicamente con los que
sirven en cuerpos vivos y con los veteranos de los de milicias, pues los oficiales milicianos o
del país, y los de todas las clases, pueden admitir los referidos encargos con tal de que sea en
las subdelegaciones de la intendencia en que residen y que se obliguen a marchar con sus
respectivas compañías en el evento de que sus cuerpos se pongan sobre las armas por ser este
servicio preferente a todo otro, dejando entonces sustitutos de su cuenta y riesgo que
desempeñen las subdelegaciones durante su ausencia”.131
El criterio de los ministros para determinar si permitían el nombramiento de tenientes
era un tanto confuso, y claramente se pudo observar en las diferentes opiniones que se
emitieron desde la Audiencia, pues el fiscal Borbón era de la posición de que no se debía
aprobar el nombramiento de teniente general y sostenía que “por la ordenanza de
intendencias está prohibido en lo absoluto el nombramiento de tenientes a los subdelegados,
y aunque alguna vez se les ha permitido con títulos de encargados de justicia, ha sido con
consideración a las distancias, y en circunstancias muy diversas de las que se representan en
este expediente para el nombramiento que el subdelegado de Puruándiro, Francisco
Arancivia, pretende hacer en su hijo José María A r a n c ib ia .”.132 Y es que una de las
justificaciones del subdelegado era que por ser su hijo y el respeto que le debía actuaría
correctamente en la administración de justicia.
Las disposiciones de la ordenanza de intendentes se interpretaron de diferente manera
ya que el asesor general del virrey, Bachiller, afirmaba que la ordenanza “prohibía que los
subdelegados nombraran tenientes particulares o, fijos pero no encargados para la
administración de justicia en sus legítimas ausencias o enfermedades, en cuyo evento es
preciso se ejerza por alguna la jurisdicción”, por lo que su parecer era que si el virrey lo
consideraba pertinente aprobara el nombramiento. En cambio el regente Ladrón de Guevara
estaba más cercano a la postura que defendía Borbón, ya que indicaba que “es cierto que los
subdelegados han nombrado tenientes con el título de encargados de justicia para algunos
pueblos, pero lo han hecho con manifiesto exceso, y contravención a las leyes y lo prevenido
en el reglamento, sin facultad, ni aun formalidad alguna cuando sólo podrían hacerlo ya que
su empleo se extiende a varios pueblos, para sólo un caso repentino, o aprehensión de un reo
en el hecho de cometer delito, con obligación de dar cuenta inmediatamente al
su b d e le g a d o .”.133 Para Ladrón de Guevara los encargados de justicia en todo caso eran
meramente cargos que se ejercían de forma eventual y por tanto no eran fijos; por lo tanto
afirmaba que el subdelegado de Puruándiro no podía nombrar teniente y mucho menos
teniente general, y por ende el intendente no podía hacer dicha aprobación, sin embargo de
cierta forma las inconsistencias o la excepcionalidad de cómo se procedía de forma
discrecional, pues en el mismo dictamen cerraba señalando que “el virrey puede nombrar por
tal teniente general a José María Arancivia del subdelegado, su p a d r e .”, finalmente la última

131 AGN, Subdelegados, Vol. 65, Exp. 2, F. 9.La real orden, de 3 de marzo de 1797, se mandó que los
militares no se en las subdelegaciones y que solo se dediquen a los objetos de su carrera y destino.
132 Ibid. AGN, Subdelegados, 1800, Vol. 65, Exp. 12, Fs. 232. Sobre que se declare válido el nombramiento
de teniente que el subdelegado de Puruándiro hizo en su hijo Don José María Arancibia.
133 Ibid. Fs. 233v- 234.

223
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

decisión estaba en manos del virrey Marquina, que fue el que determinó que se aprobara la
designación de teniente general, lo cual se le informaba al intendente de Valladolid.
El subdelegado de Cuautitlan, José Miguel Pérez de León, también pretendió que se
aprobara el nombramiento de su hijo Miguel Pérez Ponce de León como teniente de la misma
jurisdicción por lo vasto de los pueblos anexos a su jurisdicción, y por sus constantes
enfermedades que le impedían cumplir con sus obligaciones. El Fiscal de lo civil, Francisco
Xavier Borbón, contestó que no tenía lugar la solicitud pues no estaba permitido que dos
parientes sirvan a un tiempo en la misma jurisdicción, aspecto que en la solicitud del
subdelegado de Puruándiro ni siquiera se mencionó.134
Por su parte el subdelegado de Pátzcuaro, José María Abarca, nombró a Diego Abarca
como teniente de Zacapu. De igual manera el cura de Apatzingán denunciaban que los
vecinos estaban inquietos porque el subdelegado Bernardo González había nombrarlo de
teniente a su hijo. El nombramiento de los hijos, familiares y dependientes, fue una práctica
que no fue privativa del régimen de intendencias. En Tlalpujahua el alcalde mayor en sus
ausencias dejaba a su hijo, José Vélez y Escalante, y el cura señalaba que dudaba de pedirle
auxilio para encarcelar a los feligreses que no cumplen con los preceptos anuales ya que los
simples exhortos no eran suficientes, pues al igual que el resto de los vecinos el teniente no
cumplía con sus obligaciones con la iglesia, por lo que encabezaba la nómina de los que no
cumplían los preceptos anuales de la iglesia.135
Independiente de la contravención que se pudiera causar en ese tipo de
nombramientos, los subdelegados sólo pensaban en la forma de extender el beneficio que les
proporcionaba el cargo de justicia hacia sus descendientes o familiares más cercanos.

4.5 Alcaldes ordinarios y encargados de justicia

El artículo 11 expresaba que en la medida que se fueran suprimiendo los


corregimientos y alcaldías mayores de las ciudades villas y lugares de españoles de competente
vecindario se deberían de elegir dos alcaldes ordinarios, de igual manera se prevenía que en
los lugares donde no hubiera ayuntamiento estos nombramientos los haría el gobernador
político y militar, y en las provincias a los intendentes les correspondía esa facultad. De igual
manera se prevenía la anulación de los tenientes, “y que anulo expresamente la facultad ó
arbitrio que los Gobernadores en cuanto a lo político, Corregidores y Alcaldes Mayores,
hubiesen tenido de poner Tenientes en algunas Ciudades, Villas o Lugares de los que se
indican en este artículo”.136 La inoperancia de los artículos que incidían directamente en el
nombramiento de los alcaldes ordinarios para la administración de las jurisdicciones, señala
Rocío Ruiz de la Barrera, trajo como consecuencia que los subdelegados se vieran en la
necesidad de nombrar lugartenientes que los auxiliaran en cada uno de los distritos que

134 AGN, Subdelegados, Vol. 6, Exp. 11, Fs. 183. 30 de junio de 1801.
135 AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, Informes, 1781, Caja 118, Exp. 143.
136 Real Ordenanza, art. 11.

224
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

conformaban la subdelegación.137 Aunque la razón de mayor peso fue la extensión de las


jurisdicciones, argumento que los subdelegados alegaron de forma constante.138
Autores como David Brading y José Luis Alcauter, entre otros, han analizado las
dificultades que hubo para poner en operatividad los nombramientos de los nuevos alcaldes
ordinarios, puesto que serían empleos de nueva creación, lo que generaría un mayor traslape
de jurisdicciones con los subdelegados; si de por si la relación entre los subdelegados y los
alcaldes ordinarios de los ayuntamientos de ciudades y villas se volvió complicada
precisamente por la delimitación de competencias entre unos y otros.139 Quizá la puesta en
marcha de los alcaldes ordinarios en los pueblos de españoles de competente vecindario,
como lo disponía el artículo 11 de la ordenanza de intendentes, hubiera disminuido el pronto
rebrote de los tenientes, pero en todo caso se hubieran incrementado los conflictos por el
traslape de jurisdicciones, pues no hay que olvidar que desde finales del siglo XVII ya se había
propuesto que la administración provincial quedara en manos de alcaldes ordinarios, pues se
consideraba que ellos llevarían una mejor administración de justicia que la que ejercían los
corregidores y los alcaldes mayores.
La aplicación de la real ordenanza de intendentes muy pronto tuvo adversarios que se
opusieron a la aplicación de varios de los artículos de la ordenanza que afectaban los intereses
particulares de los ministros del rey, de los comerciantes y de la nueva burocracia que estaba
en ciernes. A menos de un año del ensayo del nuevo gobierno, en agosto de 1788, la Junta
Superior que estaba conformada por el “virrey Flores, Gamboa, Posada, Alegría y el Tesorero
de la Real Hacienda central, Luis Gutiérrez”,140 determinaron anular los artículos 11, 12 y 129,
justamente los que habían generado diversas dudas para su aplicación sobre si se tenía que
nombrar subdelegados de dos o cuatro causas o alcaldes ordinarios. Fue hasta 1797 cuando
a solicitud de los intendentes de México, Veracruz y San Luis Potosí, que se determinó se
suspendieran definitivamente los artículos 11, 12, y 77, con lo que se le dotaba a los
subdelegados de la facultad de ejercer las cuatro causas, aún en las ciudades que contaran con
su ayuntamiento. Condición que generó un sinnúmero de conflictos de competencia entre
los alcaldes ordinarios y los subdelegados, pues contravenía la forma en que tradicionalmente
se procedía en el antiguo esquema de gobierno.141
En provincias como Yucatán se generó fuertes conflictos entre los subdelegados y los
alcaldes ordinarios, que hasta antes de la aplicación de la ordenanza de intendentes eran los
que ejercían el poder político en toda la jurisdicción, por tanto los subdelegados llegaron a
desplazarlos y a ejercer las funciones que éstos desempeñaban.142 José Luis Alcauter en su

137 RUIZ DE LA BARRERA, Rocío, "El sistema de intendencias en la Nueva España: los fundamentos de un
fracaso político", en RODRIGUEZ GARZA, Francisco Javier y GUTIÉRREZ HERRERA, Lucino (coord),
Ilustración española, reformas borbónicas y liberalismo temprano en México, México, Universidad
Autónoma Metropolitana, 1992, p. 100 (pp. 69-109).
138 El subdelegado de Cadereyta nombró dos tenientes en Pacula a Miguel Ponce y en el Presidio de San
Joseph Vizarrón a Félix Maldonado. AGN, Subdelegados, Vol. 12, Exp. 4, Fs. 92. oct 24 de 1791.
139 ALCAUTER, El régimen de intendencias, p. 120.
140 BRADING, David, Mineros y comerciantes, p. 111.
141 Ibid. p.113
142 PÉREZ- MALLAINA BUENO, Pablo Emilio, Comercio y autonomía en la intendencia de Yucatán (1797­
1814), Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, Sevilla, 1798, p. 204.

225
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

tesis desarrolló ampliamente la controversia generada entre subdelegados y alcaldes


ordinarios, y lo complicado que resultó para las autoridades la puesta en marcha de varios
artículos que estaban relacionados con la competencia de estos funcionarios.143
En la intendencia de Valladolid, en las subdelegaciones de Pátzcuaro, Zamora y
Zitácuaro, se nombraron subdelegados de segunda clase, es decir de dos causas pues sólo
ejercían las funciones de Guerra y hacienda, y a los alcaldes ordinarios les correspondían las
de policía y justicia y la autoridad de los subdelegados en esas ciudades por tanto se vio
acotada. El intendente de Valladolid pretendía ampliar la jurisdicción de los subdelegados a
las cuatro causas, pues señalaba que “no podía hacer la propuesta para la subdelegación de
Pátzcuaro para sólo las causas de hacienda y guerra, pues Félix Gutiérrez de Lama ya había
renunciado al cargo y que no había sujeto que quisiera aceptarlo sin la ampliación de la
jurisdicción.144 Y lo mismo argumentaba para la villa Zamora al afirmar “que sin el
conocimiento de las cuatro causas no hay ni puede haber quien quiera la subdelegación”.145
Brading afirma que desde 1797 se les otorgó a los subdelegados la facultad de ejercer las
cuatro causas. Como sucedió con el nombramiento del capitán José María de Lama Salceda,
se decía que su nombramiento había sido indefinido pues en él no se especifica si sus
facultades se extendían a las cuatro causas: justicia, policía, hacienda y guerra, o si sólo estaba
facultado a actuar en las dos últimas.
Alonso de León, administrador de las rentas de tabaco y regidor del ayuntamiento de
Zamora, hizo una representación al virrey planteando que los alcaldes ordinarios ejercieran la
jurisdicción real en su totalidad, por lo que pretendían que los nombramientos de
subdelegados recayeran en los mismos alcaldes ordinarios

“el ayuntamiento de esta villa que en ella y su distrito sean subdelegados los alcaldes ordinarios
que el mismo elige, que presidan las Juntas y Cabildos que se ofrezcan pero no con la debida
subordinación y miramiento que tendrían a un subdelegado que fuera como los alcaldes que
nombran, y tendrán como hechuras suyas a su disposición”.146

Todas estas representaciones, que a final de cuentas no son más que las aspiraciones
políticas de los regidores de Zamora, se dieron con motivo de la renuncia que realizó el
capitán José María Salceda de la subdelegación, pues argumentaba que debido a sus
enfermedades no podía atender los negocios de la jurisdicción, y en especial no podría cumplir
con la recaudación de tributos. Pese a las pretensiones del ayuntamiento, el fiscal de lo civil
mandó que se observaron los artículos 12 y 77 de la real ordenanza, donde se previene que
los alcaldes ordinarios deben atender “las causas de justicia y policía y que el subdelegado que
haya de nombrarse en lugar de Salceda, sea sólo en lo que toque a las otras dos de hacienda y
guerra”, se mandó que dicha resolución se le comunicara al ayuntamiento de Zamora y al
teniente letrado de Valladolid.147143567

143 ALCAUTER GUZMAN, José Luis, El régimen de subdelegaciones, pp. 130-135.


144 AHMP, Caja 60c, Exp. 1, F. 6.
145 AGN, Subdelegados, Vol. 28, Fs 29.
146 AGN, Subdelegados, Vol. 28, Fs 10v. El ayuntamiento de Zamora sobre que los subdelegados de aquel
partido entiendan sólo en las causas de hacienda y guerra. Zamora 5 de diciembre de 1792.
147 AGN, Subdelegados, vol 28, fs 23v- 24. Resolución del fiscal de lo civil y aprobado por el virrey
Revillagigedo. México 23 de febrero de 1792.

226
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

Aunque la idea era igualar la forma en que administraban justicia los subdelegados en
las villas y ciudades que contaban con ayuntamientos, y que además ya estaba establecido en
la ordenanza de intendentes, ni los subdelegados ni los alcaldes ordinarios dejaron de buscar
ampliar sus facultades. Aunque desde 1792 el virrey Revillagigedo había aprobado que los
subdelegados sólo ejercieran las causas de hacienda y guerra, Eugenio Fernández Bárcena
solicitó que se le otorgara facultad para ejercer las cuatro causas en la cabecera de la villa,
solicitud que le fue denegada por dictamen del fiscal de lo civil de 1 de mayo de 1798,
argumentando que “no había lugar a la solicitud del subdelegado de Zamora mientras no se
presentare o señalare real orden posterior a la ordenanza de 86 que prohíbe expresamente a
los subdelegados el ejercicio, o jurisdicción en las causas de policía o justicia, en las cabeceras
donde hay alcaldes ordinarios”.148 Y es que de aceptar la ampliación de la jurisdicción de los
subdelegados se afectaría a los alcaldes ordinarios.
Pero las tensiones entre los subdelegados y los alcaldes ordinarios siguieron su curso,
y en 1791 ya se había dispuesto que los subdelegados en sus ausencias nombraran un
encargado que corriera con la administración de las subdelegaciones. José Ignacio Guerra de
Manzanares para ausentarse dejó de encargado de la jurisdicción a Manuel García de Obeso,
por lo que los administradores de rentas debían acudir ante Obeso en las ausencias del
subdelegado. El ayuntamiento a través del alcalde ordinario más antiguo, Francisco Ignacio
Pagola, reclamaba que por derecho de turno le correspondía ejercer la jurisdicción del
subdelegado en sus ausencias y enfermedades, y se opuso a dicho nombramiento pues
sostenía que los alcaldes ordinarios debían ejercer las funciones del subdelegado en sus
ausencias y enfermedades. En 1800 el ayuntamiento de la villa de Zitácuaro envió una
representación al virrey Marquina en la que expresaban que el subdelegado pretendía
modificar la costumbre que se había seguido de que los alcaldes ordinarios ejercían la
jurisdicción de los subdelegados en sus ausencias y enfermedades, y afirmaban que el
subdelegado Benito Lorenzo de Horge pretendía modificar la antigua costumbre pues en las
ausencias que hacía con el motivo de asistir al asiento de minas que tenía en el laborío de
Angangueo dejaba nombrado un teniente.
En la representación de los alcaldes ordinarios fueron tres los aspectos que sostenían
la oposición para que no se nombrara teniente o encargado en Zitácuaro: en primer lugar que
la jurisdicción ordinaria de los subdelegados en las ausencias o enfermedades le correspondía
ejercerla a los alcaldes ordinarios, pues así estaba establecido en las leyes; en segundo lugar,
que el subdelegado no estaba facultado para nombrar teniente o encargado de justicia, y
mucho menos sin la aprobación del superior gobierno, pero sobre todo se planteaba que no
había necesidad de nombrarlo donde había ayuntamiento y alcaldes; en tercer lugar, y quizá
este sea el punto más importante, se indicaba que la cabecera de la subdelegación no era la
villa de Zitácuaro, por lo que el subdelegado no debería de residir en dicha villa sino en
Maravatío,149 porque el subdelegado no debía habitar en las villas o lugares donde hubiera
cabildo y alcaldes ordinarios. La representación del alcalde Francisco de Pagola pasó al fiscal

148 AGN, Indiferente virreinal, Caja 3294, Exp. 9, F. 13. Solicitud del subdelegado de la Villa de Zamora para
que en la cabecera se reúnan las cuatro causas. 1 de mayo de 1798.
149 AGN, General de parte, Vol. 76, Exp. 293, Fs. 212v- 214.

227
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

de lo civil, Francisco Javier Borbón, el cual determinó que el subdelegado informe del
nombramiento del teniente y con qué facultades lo nombró.150
Pagola afirmaba que el nombramiento de Manuel de Obeso como teniente de
Zitácuaro y confirmado por el intendente, evidentemente se había realizado con defecto de
jurisdicción, ya que no estaban derogados los artículos de la ordenanza que prohíben el
nombramiento de tenientes y las leyes les dan la preeminencia a los alcaldes ordinarios. Así
mismo los alcaldes ordinarios denunciaban que Horge y su teniente siempre habían conocido
de las causas de Justicia y Policía, incluso antes de que se habilitara a los subdelegados que
conocieran de las cuatro causas. El veredicto final del fiscal de lo civil, y que fue avalado por
el virrey Marquina, fue que los subdelegados no estaban facultados para nombrar tenientes
generales en las cabeceras y pueblos de distrito, ni en las ciudades y villas donde hubiera
cabildo, por tanto en las ciudades que contaran con su ayuntamiento la vara del subdelegado
por ausencia, enfermedad o muerte, le correspondía al alcalde ordinario por antigüedad (esto
según lo disponía la ley 12, libro 5° titulo 3 de las leyes de Indias); el nombramiento de teniente
general en don Manuel de Obeso se hizo con abuso de las facultades y con aprobación del
intendente, por tanto se indicaba que el intendente no estaba facultado para semejante
aprobación

“los nombramientos que arbitrariamente se nombran especialmente en las ciudades y villas


donde hay alcaldes ordinarios, a pedimento del que responde se anuló igual nombramiento en
la villa de Sombrerete y se han reprobado otros de tenientes particulares en los pueblos, y
aunque en ciertos casos se ha permitido algunas veces el nombramiento de tenientes ha sido
con el título de encargados de justicia de los subdelegados, en circunstancias muy diversas y con la
precisa e indispensable aprobación de este superior gobierno”.151

Para terminar con el abuso de nombramiento de teniente general en la villa de


Zitácuaro, se mandó librar despacho al nuevo subdelegado para que (las diligencias se
realizaron justo en el momento en que el subdelegado Horge estaba terminando su periodo)
no repitiera la conducta de su antecesor y se le ordenó que no nombre teniente general en la
villa, y al intendente se le hizo la prevención de que se abstuviera de aprobar los
nombramientos de tenientes que hicieran los subdelegados, y en caso de necesitar encargados
se tendrán que hacer con aprobación del superior gobierno, todas estas disposiciones se le
dieron a conocer a los alcaldes ordinarios.
Los argumentos de los alcaldes se sostenían en las disposiciones de las leyes de Indias
y reales cédulas que se habían emitido, en las que se establecía que en las ausencias,
enfermedad o muerte de los subdelegados la jurisdicción recayera en los alcaldes ordinarios,
y prohibían que se nombraran tenientes.152 Pretendían continuar con los antiguos privilegios
que gozaban con los alcaldes mayores donde los tenientes de alcalde eran los miembros del
cabildo, sin embargo el subdelegado se estaba rigiendo según la real cédula de 24 de agosto
de 1799, en la que se dispuso1502

150 Dictamen del Fiscal de lo civil de 20 de junio de 1800, y la superior orden del virrey se dio el veinte y
cinco de junio, por lo que se le mandó al subdelegado que en el término de quince días remitiera el
informe; por su parte el subdelegado dio respuesta el 18 de julio.
151 AGN, General de parte, México, octubre 11 de 1800, Vol. 76, Exp. 323, Fs. 237v
152 AGN, General de parte, Vol. 76, Exp. 293, Fs. 213.

228
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

“que cuando los subdelegados salgan de sus jurisdicciones las dejen encargados a sujetos de la
satisfacción de los señores intendentes, que las sirvan de cuenta y riesgo de los mismos, con
cuyo requisito cubren la responsabilidad de los referidos señores intendentes, respecto a que
son inmediatos responsables de las provincias que están a su cargo”.153

Para los alcaldes ordinarios esa resolución sólo se podía aplicar en los lugares donde
no existían ayuntamientos, aunque suponemos que a final de cuentas los tenientes generales
que se nombraban en Zamora, Pátzcuaro y Zitácuaro eran los que ejercían la jurisdicción del
subdelegado en la cabecera en sus ausencias. Y es que en la mayoría de los ayuntamientos
hubo resistencia para que los subdelegados dejaran encargado de justicia: en la villa de
Córdova los alcaldes ordinarios se opusieron a que el subdelegado Luis Segobia dejara en
calidad de encargado de justicia a Manuel Lama, pues alegaban que el subdelegado no les
había avisado de que se ausentaría y que dejaría al susodicho haciendo sus veces, y además
argumentaban que “tuvo presente el ayuntamiento una circular de este superior gobierno,
contraída a que ningún teniente o encargado de justicia, y ni aun los mismo subdelegados,
puedan ejercer jurisdicción antes de obtener la correspondiente aprobación de V. E., haber
pagado la media anata por la gracia. Y como don Manuel Lama no manifestó aquel
documento ni esta constancia, creyó el ayuntamiento, y aun hasta ahora cree que no debía
haberlo admitirlo con la investidura que se le presentó”.154 En primer lugar había una
oposición por el incumplimiento en cuanto a lo formal, porque otro de los aspecto que salió
a relucir es que Lama era soldado de milicia sin grado alguno, por lo que los alcaldes
consideraban que no “viene a bien con fungir representación tan seria, a la cabeza de un
cabildo como el de Orizaba”, es decir que no tenía la representación ni el honor que se
requería para presidir el cabildo. Así mismo denunciaban que el empeño del subdelegado por
mantener a dicho Lama residía en que era yerno de Segobia.155
En la Audiencia de Guadalajara también se presentaron casos muy similares en donde
los alcaldes ordinarios se opusieron a que los tenientes generales presidieran los cabildos. El
nombramiento de los tenientes generales, por ejemplo en la Nueva Galicia, llevó a que el
fiscal de la Audiencia determinara que el teniente general que nombraba el subdelegado no
presidiera el ayuntamiento pues esta facultad le estaba dada al teniente letrado del intendente,
y por su ausencia a los alcaldes ordinarios que le correspondiera, por tanto determinó que
“por falta de subdelegado deben presidir a sus tenientes los alcaldes ordinarios”. En este
expediente el fiscal exponía que en la real ordenanza de intendentes no se hacía referencia al1534

153 AGN, Subdelegados, Vol. 6, Exp. 14, Fs. 216-222.


154AGN, Intendencias, Vol. 64, Exp. 15, Fs. 375-405. El intendente de Veracruz sobre la conducta del alcalde
de 1° voto de Orizaba con motivo de haber avocado el mando de la subdelegación de aquella villa, 1809.
F379.
155 Se decía que ama tenía pendiente una causa criminal por insubordinación e insultos que cometió contra
la persona de Don Juan del Rey, alférez del regimiento de milicias de Orizaba y por contrabando en la garita
de Córdova, el subdelegado acusaba al alcalde ordinario de 1° voto de que de que se su propia autoridad
se había advocado el conocimiento universal de todos los despachos de la subdelegación impidiéndole a
la m s el giro de los negocios. 384-385 (año 1809) Manuel Lama soldado distinguido del regimiento de
milicias de Tlaxcala -Alegaban que es muy baja esta representación para el destino que se trata y para
alternar y para alternar con los regidores y presidirlos en cabildo, juntas y demás actos públicos,
Zagarzurieta determinó que se nombre un nuevo sujeto que puede ejercer el empleo de teniente y con
ello la presidencia del cabildo, México 20 de mayo de 1809, f 402, intendencias 64.

229
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

teniente, ni mucho menos al teniente general, título que había otorgado el subdelegado de
Tepic.156
En 1792 el subdelegado de la villa de León, José Fernández de Molina, nombró al
regidor Joseph Ignacio Crespo157 para que corriera con la administración de justicia, con el
cobro de tributos y demás ramos de la real hacienda, nombramiento que fue aprobado por el
intendente Pedro José Soriano con el título de “teniente general”, con la facultad de presidir
el ayuntamiento en sus juntas y acuerdos.158 El cabildo se opuso al nombramiento y al uso de
la jurisdicción ordinaria y presidencia del cabildo, pues señalaban que el regidor Crespo no
podía ejercer la jurisdicción ordinaria por corresponderle ésta al ayuntamiento, y además
estaba impedido por ser fiador del subdelegado; el fiscal de lo civil determinó que el punto
general de 1791 no se debía entender como que se restablecía el antiguo sistema de nombrar
tenientes, lo que quedó anulado en el artículo 11 de la ordenanza de intendentes, por lo que
se declaró por justa y fundada la oposición de los regidores del cabildo para que Crespo
tomara posesión del nombramiento de teniente general, se mandó anular y quedó sin efecto
dicho nombramiento. Fueron muchas las voces que se expresaron en defensa de los
privilegios y jurisdicción de los alcaldes ordinarios: los alcaldes de Mérida de Yucatán desde
1790 se quejaban de que la aplicación del artículo 12 había reducido su jurisdicción.159 Por lo
que al igual que en el resto de los ayuntamientos se presentaron conflictos enconados, lo que
ha llevado incluso a afirmar que más que la jurisdicción, en realidad en Yucatán los alcaldes y
subdelegados se peleaban por el control político y la explotación de los indios.160 Los
ayuntamientos, como una de las corporaciones fuertes de las últimas décadas del dominio
español en América, continuaron defendiendo sus privilegios, los cuáles se vieron fortalecidos
con la aplicación de la real ordenanza de intendentes al suprimir los tenientes, pues aunque
se restablecieron dichos nombramientos hubo una mayor resistencia a aceptar la intervención
de estos auxiliares de los subdelegados en sus cabildos.

4.6 Delegación de la jurisdicción

Desde finales del siglo XVIII y principios del XIX los intendentes y los ministros de
la Audiencia abordaron dos temas fundamentales: sobre la idoneidad de los sujetos que
podían ocupar los empleos de teniente y lo relacionado con la facultad de nombrar a los
tenientes. Los oidores de la real Audiencia de México le informaban al virrey Revillagigedo

156 DIEGO-FERNANDEZ SOTELO Rafael y MANTILLA TROLE Marina, La Nueva Galicia en el ocaso del imperio
español, T. I, Zamora, El Colegio de Michoacán, Universidad de Guadalajara, 2003, No. 144, Nulidad de
nombramiento de teniente general, p. 214.
157 Español americano y originario de la villa de León.
158 AGN, Subdelegados, 5 de enero de 1792, Vol. 12, Exp. 1, f. 2.
159 AGN, Subdelegados, Vol. 10, Exp. 9, 245
160 Pablo Emilio Pérez- Mallaina Bueno, Comercio y autonomía en la intendencia de Yucatán (1797-1814),
Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, Consejo Superior de Investigaciones Científicas,
Sevilla 1798. CASTILLO CANCHÉ, Jorge I., "El reformismo borbónico en Yucatán: el gobierno de los
intendentes, 1789-1811", en QUEZADA, Sergio, CASTILLO CANCHÉ, Jorge, ORTIZ YAM, Inés (Coords.)
Historia general de Yucatán. Yucatán en el orden colonial. 1517-1811, Mérida, Yucatán, Universidad
Autónoma de Yucatán, 2014, pp. 508-509.

230
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

que el incumplimiento del artículo doce causaba “graves daños a que da ocasión la falta de
jurisdicción en los encargados y tenientes de los subdelegados, indispensablemente habrán de
poner en este tribunal en la precisión de anular en vista de los expedientes con que se da
cuenta, los autos y demás diligencias que actúan de pedimento de partes en materia de
justicia”.161
En la Real cédula de 1796 se mandó que los intendentes cumplieran con exactitud el
artículo doce, según se prevenía en la real ordenanza de siete de octubre de 1788 y doce de
enero de 1792, en que se mandaba

“que los subdelegados y tenientes en los pueblos que deben tenerlos, en fuerza de lo que en
dicho artículo se prescribe, usen de su oficio con la rectitud desinterés que corresponde sin
extorsionar a sus moradores con ilícitas exacciones ni en otra manera alguna, prohibiendo
absolutamente a los primeros el que subdeleguen su jurisdicción por los inconvenientes que de
ellos resultan”.162

Pues los tenientes y encargados de justicia carecían de jurisdicción ordinaria para actuar
en las diligencias y autos a petición de partes en materia de justicia, en esta misma provisión
se mandada que se averiguara los tratos que se llegaran a hacer entre los subdelegados y los
tenientes sobre la concesión de algunas cantidades por los tenientazgos.163 Con la real cédula
se pretendía terminar con los abusos en el nombramiento de tenientes, y a la vez resolver un
problema fundamental que era precisamente en qué medida los subdelegados estaban
facultados para delegar su jurisdicción, o si bien ésta le correspondía privativamente al
intendente.
En el año de 1807 el intendente de México, Francisco Manuel de Arce, con motivo del
pedimento del promotor fiscal de la intendencia, y debido a que los subdelegados nombraban
tenientes en sus partidos sin dar cuenta al intendente para su aprobación, envió una circular
a los subdelegados de su provincia en la cual se les mandaba que para el nombramiento de
tenientes o encargados de justicia debía recaer en sujetos idóneos.164 En la circular se exponían
varios puntos: en primer lugar, que los subdelegados no podían delegar su jurisdicción; en
segundo se expresaba que la facultad de nombrar tenientes era privativa del intendente según
lo expresaban los artículos 9, 11 y 12 de la ordenanza. Casi al inicio del auto del intendente
manifestaba que “no puede permitirse ni tolerarse el que continúen con una conducta
enteramente reprobada, pues la jurisdicción que ejercen, como que es subdelegada, no pueden
comunicarla a otros p o r concedérseles bajo unos límites sumamente estrechos, incapaz p o r lo mismo de16234

161 AGN, Subdelegados, 8 de abril de 1792, Vol. 51, Exp. 5, Fs. 78-v.
162 AGN, Reales Cédulas Originales, Vol. 164, Exp. 224, F. 367v.
163 AGN, Resles Cédulas Originales, Vol. 164, Exp. 224, F. 366. San Ildefonso 20 de julio de 1796. Real Cédula
para que se respete el artículo 12 de la real ordenanza de intendentes.
164 AGN, Indiferente virreinal, 1809, Cuernavaca, nombramiento de tenientes de subdelegados de
Cuernavaca, Caja 3579, Exp. 36, Fs. 3. El virrey Iturrigay remitió el superior despacho de 13 de septiembre
al intendente de México para que se observara su cumplimiento en el nombramiento de tenientes en la
subdelegación de Cuernavaca. 1809.

231
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

extenderla a otra persond ’.165 El intendente de México fundamentaba su decisión en esos


principales artículos, ya que en el artículo 9 se estableció que

“conforme vayan vacando, o cumpliendo su tiempo los provistos por Mí en unas y otras; y
entretanto estarán inmediatamente subordinados a los respectivos intendentes de sus distritos,
y éstos le subdelegarán sus cargos para que así se uniforme desde luego el gobierno de todas las
provincias, y se evite la confusión que siempre causa la diversidad de jurisdicciones y
Ministros.”166

Si bien este artículo disponía la homogenización de las jurisdicciones y extinción de


alcaldías mayores y corregimientos, sin excepción de las del Marquesado del Valle y Ducado
de Atlixco, el punto nodal al que hacía referencia el intendente era precisamente a que en ese
mismo artículo el intendente era el que estaba facultado para subdelegar los cargos, por tanto
éste era el único que podía extender sus facultades a otros individuos y no los subdelegados,
que eran los subordinados inmediatos al intendente y que ejercían facultades que se le habían
subdelegado.
En los anteriores decretos ya se había establecido que los nombramientos de tenientes
se debían hacer en conformidad del intendente, quien estaba facultado para hacer los
nombramientos respectivos. En esta intendencia se pretendía seguir el mismo procedimiento
por el que se elegía a los subdelegados, en el cual el intendente a través de una terna proponía
a los sujetos que consideraba más idóneos para ocupar el cargo y que éste fuera aprobado por
el virrey; en el caso de los tenientes, la recomendación del intendente fue que los subdelegados
propusieran una terna a través de la cual se elegiría al sujeto más idóneo para ejercer dicho
empleo.167 Por tanto, la función de los subdelegados no era la de nombrar, sino solamente de
proponer, y el intendente aprobaría al teniente que fuera de su satisfacción. Según se
expresaba en dicho auto, este sistema funcionó así con el intendente Bernardo Bonavia, por
lo que el intendente Flores pretendía que continuara sin variación.
En lo que respecta al artículo 11, que trataba de que se respetaran las facultades de los
alcaldes ordinarios y que se nombraran en las ciudades y villas que fueran necesarios, en los
últimos renglones se anulaba prácticamente toda posibilidad de que se continuara con el
nombramiento de tenientes: “anulo expresamente la facultad o arbitrio que los Gobernadores
en cuanto a lo político, Corregidores y Alcaldes mayores, hubiesen tenido de poner Tenientes
en algunas Ciudades, Villas o Lugares de los que se indican en este Articulo”.168 En lo que
respecta a este artículo se había incurrido en dos omisiones: en primer lugar no se habían
nombrado alcaldes ordinarios sino subdelegados en aquellas villas de competente vecindario
como se indicaba, y por otro lado, pese a la prevención de que se anulaba el nombramiento
de tenientes, los nuevos funcionarios siguieron nombrando tenientes sin ninguna inhibición.
Una vez anulada toda posibilidad de poder designar tenientes, el artículo 12 establecía que
“en cada Pueblo de indios que sea cabecera de partido, y en que hubiese habido teniente de
gobernador, corregidor, o alcalde mayor se ha de poner un Subdelegado, que lo ha de ser en16578

165 AGN, Subdelegados, "Circular para todos los subdelegados sobre que propongan para tenientes y
encargados de justicia de su jurisdicción sujetos idóneos", 1807, Vol. 51, Exp. 8, F. 309. Las cursivas son del
autor.
166 Real Ordenanza, art. 9.
167 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Exp. 8, F. 308.
168 Real Ordenanza art. 11.

232
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

las cuatro causas, y precisamente español...”.169 Uno de los principales argumentos de la


Audiencia de México sobre la inconveniencia de que se nombraran encargados o tenientes de
subdelegados era que se estaba incumpliendo con la aplicación del artículo 12 de la real
ordenanza de intendentes, en que se mandaba que en los pueblos de indios cabecera de
partido se nombrara un subdelegado con título formal y fianzas, lo que aún no se lograba,
pues los subdelegados continuaban nombrando tenientes en los mismos lugares que había
hasta antes del régimen de intendencias.
Podemos encontrar entre los mismos miembros de la Audiencia posturas divergentes
con respecto al nombramiento de tenientes: el fiscal Ramón de Posada, quien se había
distinguido por ser un férreo defensor de proyecto reformista de Gálvez y de Carlos III,
pretendía que se observaran las disposiciones de la ordenanza, que fue lo que llevó incluso a
que sus opositores le pusieran el mote de “el inquieto fiscal de hacienda de la Audiencia de
México”.170 Posada afirmaba que era más convenientes que en los pueblos de indios se
nombrara un subdelegado que percibiera el 5% de sueldo por la recaudación de tributos, a
que se nombraran tenientes sin ninguna percepción más que lo que obtuvieran por el ramo
de judicatura. En cambio el fiscal protector, Francisco Javier Borbón, era de la opinión que
no se nombraran subdelegados en todos los pueblos de indios en donde se nombraban
tenientes de corregidor, alcalde mayor y gobernador, pues afirmaba que en esas condiciones
se enfrentarían a dos problemas fundamentales, en primer lugar la carencia de sujetos que
estuvieran dispuestos a ocupar dichos empleos por un sueldo muy corto y a la falta de
individuos que los afianzaran.171
De igual forma se hacía referencia al punto general de 1791 en el que se expresaba:

“que las sustituciones de los subdelegados por sus ausencias, enfermedades u otro impedimento
justo, recaigan en algunos de los administradores de rentas, por ser esto conforme a lo que
disponen varios artículos de la Real Ordenanza de Intendentes, que donde no haya estos
dependientes, se elija para estos encargos a uno de los tres vecinos honrados, imparciales, y de
mejor nota de los Pueblos, con aprobación de aquellos”.172

En el fondo el punto central de este auto, que fue enviado por cordillera a todas las
subdelegaciones de la intendencia de México, era dejar en claro que por ninguna razón los
subdelegados podían nombrar tenientes o encargados de justicia porque no contaban con la
facultad para hacerlo, y por ende las diligencias y cada uno de los procesos, escrituras y
poderes en los que actuaran los tenientes que no tuvieran la aprobación de los intendentes
simplemente carecían de toda legalidad y tendrían que ser anulados por defecto de
jurisdicción. A través de la documentación generada en la intendencia de México se observa
que hubo una mayor tendencia a controlar el actuar de los subdelegados y sus tenientes.169702

169 Real Ordenanza, art. 12.


170 Libro de Reales Órdenes y Cédulas de su Magestad, Cédula 185, p. 287.
171 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Exp. 5, Fs. 80.
172 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Exp. 8, F. 309v.

233
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

4.7 Destitución de los tenientes de subdelegados

La destitución de los tenientes fue un tema frecuente que se presentó a lo largo del
periodo colonial por diversas razones, aunque presumiblemente la principal fue por las
constantes quejas de abusos de autoridad. Antes de la aplicación del régimen de intendencias
el nombramiento de los tenientes generales y particulares le correspondía a los alcaldes
mayores, gobernadores y corregidores, y sólo se requería la aprobación del virrey, como lo
indicamos en su momento en el capítulo 2, de igual manera ellos mismos decidían el tiempo
que los mantenían en dicho empleo y los podían destituir con la autorización del virrey o la
Audiencia.173
Durante el régimen de intendencias las circunstancias cambiaron sustancialmente
pues hubo tenientes que fueron nombrados por los subdelegados, los intendentes, y otros
más que requirieron de la aprobación del superior gobierno, del virrey, lo que generó también
ciertas discusiones sobre quiénes eran los que tenían la facultad de remover a los tenientes de
sus empleos, esta circunstancia se vivieron en Michoacán, México y en la Audiencia de Nueva
Galicia. Incluso cuando se presentaron capítulos en contra de los tenientes por sus malas
acciones o por los excesos que cometían, los tenientes se opusieron a que los subdelegados
conocieran las diligencias argumentando justamente que no tenían facultad para conocer las
causas que se les seguían puesto que habían sido nombrados o confirmados por el intendente.
Los subdelegados, al igual que los alcaldes mayores, con regularidad para ausentarse de sus
jurisdicciones solicitaban permiso con la condición de dejar en el juzgado una persona de su
confianza que administrara justicia y recaudara tributos de su cuenta y riesgo,174 incluso en
ese tipo de licencias el encargado de justicia tenía que ser aceptado por los fiadores.
Así como se presentaron distintas disputas sobre quiénes estaban facultados para
nombrar a los tenientes, también se dieron confrontaciones sobre quiénes podían conocer las
causas o denuncias que la población ponía en contra de los tenientes: en 1793 el teniente de
Santa Ana Maya, Joseph Francisco Ortiz, fue denunciado por maltratar al miliciano Agustín
Castillo, pues argumentaba que se había negado a auxiliarlo en la aprehensión de Joseph María
Tapia, “negándose al cumplimiento de su obligación tenía la desatención y arrojo de ultrajar,
menospreciar y atropellar los respectos debidos a la jurisdicción ordinaria que en mi reside”.
Lo encarceló y lo remitió a su jefe inmediato, al sargento de milicias Alejandro Reyes, para
que éste castigara la falta, sin embargo Reyes se dirigió al subdelegado de Cuitzeo, don Manuel
Saavedra y Álvarez, teniente de infantería de la legión del príncipe, y envió “un oficio en que
me hace ver el conocimiento en que se ha ingerido el encargado de justicia del pueblo de
Santa Anna Maya para con los individuos de dicha Milicia, arrestándolos y maltratándolos
con palabras así injuriosas, como de obra y bofetadas, que infirió al contenido en dicha carta
oficio”.175 En circunstancias como la anterior, en que se presentaban quejas por el proceder
de los tenientes ante los subdelegados, se evidenció otro de los grandes problemas a los que
se enfrentaron los subdelegados, ya que de cierta forma el procedimiento bajo el cual se
realizaban los nombramientos de tenientes, que iba desde la propuesta por parte del

173 PIETSCHMANN, Horst, Las Reformas borbónicas, p. 97.


174 AGN, Subdelegados, 1800, Vol. 27, Exp. 5, F. 127. Sobre licencia al subdelegado de Mestitlan, Alejandro
Gabriel de la Pascua para ir a la capital.
175 AHMM, Gobierno, 1793, Caja 14, Exp. 19, F. 5. Santa Ana Maya, Cuitzeo, Contra don Francisco Ortiz de
Santa Ana Maya sobre haber maltratado y preso al miliciano Agustín Castillo.

234
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

subdelegado, aprobación del intendente y confirmación del virrey, es decir la intervención de


más ministros, complicó el control que se pudiera tener sobre los tenientes. Éstos llegaron a
poner resistencia para que los subdelegados no conocieran de las causas que llevaban, que no
conocieran de los capítulos que ponían en su contra, por lo que llegaron a recusar el
conocimiento de las causas de sus subdelegados, y por supuesto se resistían a ser destituidos.
Muchos de los tenientes que contaban con la aprobación de los intendentes consideraban que
lo subdelegados no estaban facultados para removerlos de sus empleos, y a la vez los hacía
suponer que no estaban subordinados a la autoridad inmediata del subdelegado, por tanto su
jefe inmediato en todo caso sería el intendente.176
La consecuencia lógica de percibir de esa forma los nombramientos llevó precisamente
a que en las diligencias que se seguían ante el subdelegado de Cuitzeo contra el teniente por
maltratar al miliciano, el teniente inmediatamente recusó la intervención del subdelegado de
dicho partido, y solicitó se evitara que conociera los capítulos que se habían puesto en su
contra, además afirmaba que el único que podía conocer de esa causa era el intendente porque
éste había sido el que lo había nombrado,

“ahora mejor instruido hago presente a V. S. que el cargo que obtengo no es por nombramiento
de aquel subdelegado, sino inmediatamente por V. S. como lo acredita el oficio que
debidamente presento, y mediando esta circunstancia no concibo, que pueda ni deba conocer
de mis causas dicho subdelegado, así como no debería responder por cualesquiera falla que yo
tuviere en algún ramo de Real Hacienda que no recaudara por su cuenta. No debiendo, pues
conocer de mis causas, es llana mi solicitud de que la presente se radique en este tribunal
inhibiendo al subdelegado de todo conocimiento en ella, y mandando en su consecuencia
remitir las diligencias que hubiere practicado y citando a la parte para que ocurra a decir su
derecho ante Vuestra Señoría”.177

La recusación que hacía del subdelegado claramente era porque sospechaba de la


imparcialidad con la que podía actuar dicho subdelegado, pues decía que se le hacía odioso y
sospechoso, por lo que recomendaba que se comisionara a don Thomas Solares para que
realizara las diligencias, pues anteriormente había ejercido el mismo empleo. En el fondo esta
situación enfrentaba dos problemas fundamentales que podían afectar el funcionamiento de
las subdelegaciones: por un lado el matiz un tanto autonomista que los tenientes consideraran
que podían tener frente a la autoridad más inmediata de su jurisdicción, que era el
subdelegado, al suponer que podían actuar de forma independiente en la administración de
justicia y demás ramos de su cargo, tal y como se percibe de la declaración del teniente Joseph
Francisco Ortiz, quien consideraba que la recaudación de tributos y todo lo que en defecto
saliera de su administración no sería de cargo del subdelegado, por lo que en todo caso sería
por defecto del intendente que lo había nombrado. Ese mismo punto se hizo presente en la
Audiencia de Guadalajara entre los subdelegados y tenientes.176

176 Véase a José Luis Alcauter en su tesis aborda justamente como los subdelegados y tenientes actuaban
de forma individual sin dar cuenta de las acciones que realizaban lo cual denotaba un distanciamiento
entre ambas autoridades, p. 324.
177 AHMM, Gobierno, 1793, Caja 14, Exp. 19, F 15. Santa Ana Maya, Cuitzeo, Contra don Francisco Ortiz de
Santa Ana Maya sobre haber maltratado y preso al miliciano Agustín Castillo.

235
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

La destitución de los tenientes se dio por diversas razones, muchas de ellas estuvieron
relacionadas con los abusos que cometían en el ejercicio de sus empleos, sin embargo también
fue común observar que algunos subdelegados argumentaban que revocaban los
nombramientos que habían otorgado de su cuenta y riesgo de los tenientes porque habían
perdido la confianza en ellos. En diferentes latitudes de la Nueva España fue común
encontrar indicios de que los subdelegados revocaban los nombramientos de tenientes
porque consideraban que habían perdido la confianza en los individuos que habían
nombrado. No obstante las diligencias que resultaban develaban regularmente que la
problemática iba más allá de la simple pérdida de confianza, sino que estaba relacionada con
la mala administración de justicia, con las relaciones permisivas, como infringir ciertas leyes,
y la confrontación por intereses personales. Estos últimos fueron una razón de mucho peso
que determinó la continuación o el término de la carrera de los tenientes.
En 1797 el subdelegado Vicente Santa Cruz, de Santa María del Río de la intendencia
de San Luís Potosí, a pocos días de su nombramiento pretendía revocar el título de teniente
que había otorgado a José Ángel de Azcazubi, teniente de dragones, porque afirmaba que
había perdido su confianza y era su enemigo, a lo que el teniente decía que el verdadero
motivo por el que el subdelegado lo quería deponer era porque éste estaba denunciando la
dejación, nulidades y poco interés del subdelegado en la administración de justicia, y poca
coordinación en la integración de los expedientes.178 El subdelegado alegaba que el teniente
se había aliado con sus enemigos, al igual que los fiadores de tributos, por eso afirmaba que
“en lugar de excusar cualquiera defectos míos, es quien más los grita y me tiene acreditada
una dolorosa experiencia que en lugar de un amigo que debía tener en mi teniente me he
granjeado el más cruel acusador”.179 Antes de la representación del teniente exponiendo las
razones por las cuáles afirmaba que el subdelegado pretendía despojarlo del empleo, la
resolución del asesor letrado fue que el subdelegado “puede revocar el nombramiento del
sustituto y subrogar en otro de su confianza,”180 con la prevención de que el sujeto que se
nombre sea con la anuencia de los fiadores, ya que administrarían justicia de cuenta y riesgo
del subdelegado. En situaciones como esas los fiadores estaban en condiciones de deponer la
fianza que habían otorgado a favor del subdelegado si éste removía al teniente que había
nombrado con su consentimiento e intentaba poner a otro que no fuera de su entera
satisfacción. Si bien los tenientes eran nombrados con la anuencia y aprobación del
intendente, eso no implicaba que los tenientes no pudieran ser removidos de sus empleos por
los subdelegados cuando éstos no cumplieran a cabalidad con las necesidades o caprichos del
subdelegado.
Las razones por las que se promovía la remoción de los tenientes fueron de diversa
índole: en la nueva Vizcaya el subdelegado de Charcas, Casa Madrid, consultó al intendente
sobre la pretensión de remover a su teniente de Matehuala, José María Pizarro y Silva,
argumentando dos razones, “no le contribuía con parte de los emolumentos que producía su
tenencia [y] no quería abstenerse de conocer estando el subdelegado presente”, justamente
como se hacía mención renglones más arriba, la consulta se realizó porque el nombramiento
del teniente se había hecho con la aprobación del intendente, es por eso que el subdelegado

178 AGN, Subdelegados, Vol. 20, 27, Exp. 2, Fs. 21-48.


179 AGN, Subdelegados, Vol. 2, 1797, Vol. 27, Exp. 2, Fs 22.
180 AGN, Subdelegados, 1797, Vol. 27, Fs. 23v. Expediente instruido por el subdelegado de Santa María
del Río, don Vicente Santa Cruz, sobre remover a su teniente don José ángel Zacazuvi.

236
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

no procedió por sí sólo a realizar la destitución sino que esperó la respuesta del señor
intendente. Lo interesante de este caso es que los argumentos que presentó el subdelegado
no fueron válidos para justificar la remoción del teniente, pues al contrario se le advertía al
subdelegado que en la real provisión de 17 agosto de 1784, cuando el fiscal Posada pretendía
que se aprobara un bando para evitar los abusos que los alcaldes mayores cometían en el
nombramiento de los tenientes, uno de los temas principales que se trataron fue precisamente
la prohibición expresa de que dichos empleos no los podían otorgar por precio, dadiva ni
ningún tipo de pensión, como ya lo referimos en el capítulo anterior. Con fundamento en la
anterior real provisión se le previno al subdelegado “no ser causa suficiente para remover al
theniente la de no contribuir con los emolumentos”,181 porque incluso era una acción que no
estaba permitida. La consulta del subdelegado de Charcas para remover a su teniente contenía
cuatro puntos centrales: 1) remoción del teniente; 2) la percepción de parte de los
emolumentos de las tenencias; 3) que los tenientes no sean independientes del subdelegado
para el conocimiento de las causas cuando se halle en el tenientazgo: 4) que no se le constriña
al subdelegado a ejercer solamente en la cabecera. Tal como se percibe en la representación
del subdelegado de la intendencia de Guadalajara, tal pareciera que concibe a los tenientazgos
como gobiernos independientes de la subdelegación, y que por ende limitaban la jurisdicción
del subdelegado, en lugar de ser la extensión de su jurisdicción, el medio por el cual hacía
llegar su autoridad hacia aquellos pueblos donde su presencia no llegaba, y que por tanto su
autoridad se tornaba imperceptible o prácticamente nula.
En la respuesta que se le dio al subdelegado queda claro que los tenientes no pueden
ser removidos exclusivamente por los subdelegados, sino que tenía que ser con la aprobación
del intendente

“Consecuente a este nuevo sistema en que los thenientes de subdelegados son confirmados
por los intendentes pondrán ser removidos y quitados por los subdelegados, pero con
aprobación de los intendentes y siempre con causa legítima, conforme a la disposición de la
Ley 36, Título 2°, Libro 5 de la Recopilación de Indias, bien entendido que, negándose el
intendente a aprobar la remoción que al subdelegado le parezca justa, podrá éste acudir a la
Real Audiencia por vía de queja o agravio.”182

A diferencia de lo que sucedía antes de la aplicación de la real ordenanza de intendentes,


en que los alcaldes mayores podían remover a sus teniente cada vez que lo consideraran
conveniente sólo dando cuenta al virrey, con la posición intermedia de los intendentes fue
evidente que los subdelegados ya no tuvieron la misma libertad para remover los tenientes,
pues éstos consideraban que esa no era facultad de los subdelegados. En 1806 el teniente
general y el vecindario de la Piedad hicieron una representación ante el intendente Felipe Díaz
de Ortega abordando dos aspectos centrales: el primero tenía que ver con la destitución del
empleo de teniente general de la Piedad, y en segundo lugar se trataba sobre el lugar de
residencia del subdelegado. En primer lugar se pedía la destitución de Francisco Bravo, que
había sido nombrado teniente general por el subdelegado de Tlazazalca sin haber renunciado
el teniente general Juan Baptista Pascual Fresquet, que hasta ese día ejercía dicho empleo en

181 La Nueva Galicia en el ocaso del imperio español, No. 102. Subdelegados: como pueden remover
thenientes, p. 149.
182 Ibid. 151.

237
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

la Piedad; el interesado y el vecindario argumentaban que el subdelegado no podía removerlo


porque contaba con la confirmación del intendente y que estaba facultado para actuar en las
ausencias y enfermedades del subdelegado, mientras que el nuevo teniente que pretendía
poner el subdelegado carecía de toda facultad, se afirmaba que

“es innegable que vuestra merced carece de autoridad... para quitar y remover sin previa
consulta del señor intendente al teniente general que con su aprobación ha residido en esta
cabecera, y ni tampoco tiene potestad de despojar a este pueblo de la posesión en que se ha
mantenido por ser conforme a nuestras Leyes Reales, que para ponerse otro susbtituto durante
el tiempo del oficio de vuestra merced no solo es necesario la enunciada consulta sino la
Audiencia y vencimiento de mí el actual theniente, por el derecho que adquiere a permanecer
en el empleo desde el instante en que de él tome posesión”.183

El teniente general de la Piedad se sentía agraviado porque sin previo aviso se intentó
privarlo del empleo, pues argumentaba que para separarlo de la cabecera el subdelegado lo
había invitado a las fiestas de Tanuato, y que una vez que se encontraba en dicho pueblo, el
subdelegado despachó el nombramiento de teniente particular a Francisco Bravo, quien se
presentó con una carta simple ante Felipe Antonio de Orué, administrador de correos, quien
se había quedado de encargado de justicia en la Piedad durante el tiempo que el teniente
permaneciera en Tanuato.184
En las subdelegaciones se presentaron otros tipos de situaciones donde las
destituciones se hacían directamente por el intendente y por causas justificadas, por lo que no
se ponía ningún tipo de resistencia. En 1819 el intendente Manuel Merino separó del cargo
de teniente de Paracho a Fulano Treviño por las injusticias y abusos que cometía en contra
de los naturales, y señalaba que como no conocía sujeto idóneo para que ejerciera dicho
empleo, mandó que los de Paracho y Aguirán se agregaran a la subdelegación de Uruapan a
fin de que no carecieran de la administración de justicia.185 Es importante señalar que la
agregación de Paracho a la administración de Uruapan no fue una anexión formal, ya que se
dio en un estado de excepción pues aún las condiciones no eran del todo normales a
consecuencia de la insurrección. Cuando había denuncias en contra de los tenientes por su
mal manejo en la administración, algunos eran destituidos de sus cargos y otros más
renunciaban antes de que se les separara.
Además de la destitución de los tenientes por abuso de autoridad hay un caso que nos
parece muy interesante en el cual se destituyó al teniente por exceder su jurisdicción, en el
capítulo siguiente analizamos cómo había una constante denuncia por parte de los párrocos
y de los tenientes de la acordada por competencias, sin embargo esa no se constituía en causal18345

183 AHMM, Gobierno, La Piedad, 1806, Caja 54, Exp. 17, Fs. 51.
184 AHMM, Gobierno, La Piedad, 1806, Caja 54, Exp. 17, Fs. 51. Los tenientes sustitutos fueron una figura
que constantemente encontramos en los expedientes los cuales eran nombrados directamente por los
tenientes. Por ejemplo, en 1793 el teniente general de Jiquilpan Antonio Pardo de Armida solicitó la
presencia del teniente de Patamban, Toribio Vargas Machuca por lo que mandó que se nombrara un
"interino encargado de justicia para que en causas verbales administre presta y buena a las partes
interesadas en ella". 26 de agosto de 1793, AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Mal
Ministerio, Caja 654, Exp. 105, Fs. 3-v.
185 AHMP, Fondo colonial, Destitución del teniente de Paracho, Pátzcuaro 13 de junio de 1818, Caja 68,
Exp. 1, Fs. 136-137.

238
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

de destitución, simplemente fallaba a favor del juez competente para que conociera de la
causa en disputa. En 1795 el encargado de justicia de Tuxpan, jurisdicción de Zitácuaro, Juan
Francisco Garre, recibió la denuncia que puso el cura sustituto de dicho pueblo, Salvador
Parra, contra Pedro Noriega, administrador de correos, por abrir la correspondencia, delito
considerado de gravedad que debió investigarse por el subdelegado, el cual debía actuar con
comisión y autoridad del intendente para la formación de la sumaria, y el intendente
comisionó al subdelegado; de los exámenes de testigos que realizó el subdelegado se
desprendió que “Noriega a acostumbrado compeler y asechar a su deudores a que en tiempo
oportuno le paguen sus créditos saliéndoles al camino cuando venían de los tianguis o
poniéndolos presos en su casa a causa de no haber cárcel pública en el pueblo”.186 El oidor
asesor de la renta de correos expuso que habiendo admitido y recibida la sumaria la entregó
a V. E y encontró la falta de jurisdicción. Se decía que los subdelegados solían cometer varios
excesos contra los dependientes de dicha renta, por lo que la condena que se le impuso al
encargado de justicia tenía la finalidad de contener los abusos que se cometían. De la denuncia
se desprendió que el encargado de justicia había cometido un grave error el haber dado
seguimiento a la denuncia del Bachiller en contra del administrador de correos, por lo que
dicha causa sólo podía ser atendida por el propio tribunal de administración de correos pues
se trata de un dependiente suyo. El virrey Branciforte ordenó que el intendente de Valladolid
“exija del encargado de justicia del pueblo de Tuxpan don Juan Francisco Garre 45 pesos 5
reales que importan las costas procesales del expediente referido y de este despacho en que
queda condenado por haberse excedido notablemente de los límites de su jurisdicción sin ella
y con pontiva (sic, punitiva) ofensa y usurpación de la que está declarada a los dependientes
de las rentas de correos, se arrojó a procesar a un individuo de ella, como lo es el ministro
Don Pedro Noriega en el delito más grave que puede cometer oficio oficiando, así mismo
exigirá dicho señor intendente al citado Garre 30 pesos de multa e ínstele de que este no
vuelva a ejercer el encargo de administración de justicia en aquella provincia cuidando el
mismo señor intendente de que se deje otro por substituto en las ausencias precisas y
n e c e s a ria s .”187
En esta circunstancia no solo se mandó que el encargado de justicia recibiera una pena
pecuniaria por su yerro, sino que quedó imposibilitado para volver a ejercer dicho empleo en
la provincia.
Los intendentes acotaron las cuotas de poder y privilegios de los subdelegados, pues a
diferencia de sus antiguos homólogos no tenían la misma libertad que gozaron los alcaldes
mayores, corregidores y gobernadores, para nombrar a sus tenientes de confianza, ya que sí
los podían proponer, pero finalmente tenían que ser sometidos a la aprobación de los
intendentes pues se pretendía que fueran de su satisfacción. En el plano local las reformas

186 AGN, General de Parte, Vol. 65, Exp. 198, F. 133v. México 25 de agosto de 1795, Su excelencia manda
al señor intendente de Valladolid exija del encargado de justicia del pueblo de Tuxpan don Juan Francisco
Garre 45 pesos 5 reales que importan las costas procesales del expediente formado sobre queja del cura
de dicho pueblo contra el administrador de correos don Pedro Noriega y los treinta pesos en que se le ha
condenado.
187 AGN, General de Parte, Vol. 65, Exp. 198, F. 134v. México 25 de agosto de 1795, Su excelencia manda
al señor intendente de Valladolid exija del encargado de justicia del pueblo de Tuxpan don Juan Francisco
Garre 45 pesos 5 reales que importan las costas procesales del expediente formado sobre queja del cura
de dicho pueblo contra el administrador de correos don Pedro Noriega y los treinta pesos en que se le ha
condenado.

239
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

también impactaron de forma importante las relaciones que durante más de dos siglos fueron
netamente personales entre los alcaldes y sus tenientes, por lo que pudiéramos considerar que
se trataron de institucionalizar con la intervención del intendente. Incluso consideramos que
la más clara evidencia de institucionalizar el nombramiento de tenientes lo podemos percibir
en la intendencia de México, que pretendía que los subdelegados al tomar posesión de sus
cargos presentaran una terna de los sujetos que consideraban idóneos para ocupar los
tenientazgos.

4.8 Tentativas de reformar la ordenanza de 1786

Las constantes dudas y carencias legales de las intendencias de 1786 llevó al rey Carlos IV a
formar una Junta conformada por miembros del Consejo de Indias, con la finalidad de que
valoraran la pertinencia de continuar con el sistema de intendencias, la junta resolvió que el
sistema de intendencias era el más adecuado y

“me propuso la necesidad que consideraba de que las dos citadas ordenanzas se reformasen,
añadiéndoles las variaciones y declaraciones oportunas, para precaver la herrada inteligencia
que podía habérseles dado, y los inconvenientes que el transcurso del tiempo había acreditado
en la práctica de algunos de sus artículos; y conviniendo en su dictamen, mandé que desde
luego se procediese a formar una nueva ordenanza, en que tomando lo que sea adaptable de
las anteriores, se inserten las adiciones, variaciones y declaraciones que parezcan necesarias”.188

En la Ordenanza General de 23 de septiembre de 1803 se complementaban justamente


muchos de los puntos relacionados con el funcionamiento de las intendencias y
subdelegaciones, que habían generado una serie de conflictos entre los funcionarios y
ministros en las diferentes esferas de la administración. Su publicación, como claramente lo
ha expresado Ricardo Rees, Jones derogaba las anteriores del Río de la Plata de 1782 y la de
Nueva España de 1786, ya que trataba de complementar toda una serie de aspectos que no
se habían contemplado anteriormente.189 Pese a la importancia que representaba la ordenanza
general, por real orden de 11 de enero de 1804 inmediatamente se mandó quedara sin efecto;
Brian Hamnett afirma que las nuevas ordenanzas no se pusieron en marcha debido a la
polarización que se había dado en el gobierno, pero sobre todo a las divisiones entre la vieja
y nueva burocracia que defendía intereses muy dispares.190
Sin embargo Ricardo Rees plantea que la suspensión de la ordenanza general se debió
a los problemas de interpretación, pero lo más delicado era que contravenían varias de las
disposiciones contrarias a la Ordenanza del Cuerpo de Artillería del 22 de julio de 1802 y 1890

188 Ordenanza General de 1803, p. 2.


189 REES JONES, Ricardo, Real ordenanza para el establecimiento e instrucción de intendentes, p. LXVI.
PURROY Y TURRILLAS, Carmen, "Legislación sobre los subdelegados de intendencias en América", en
BARRIOS PINTADO, Feliciano (Coord.), Derecho y administración pública en las Indias hispánicas. Actas del
XII Congreso de Historia del Derecho Indiano (Toledo, 19 a 21 de octubre de 1998), Vol. II, Cuenca, Ediciones
de la Universidad de Castilla —La Mancha, 2002, p. 1438. (1429-1459)
190 HAMNETT, Brian R., "Absolutismo ilustrado y crisis multidimensional en el periodo colonial tardío, 1760­
1808, en ZORAIDA VAZQUEZ, Josefina (Coord.), Interpretaciones del siglo XVIII mexicano. El impacto de las
reformas borbónicas, México, Nueva Imagen, 1992, p. 93-94.

240
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

Ordenanza del Real Cuerpo de Ingenieros del 11 de julio de 1803.191 Esta ordenanza que
trataba de subsanar varios vacíos jurídicos que se habían percibido al ponerse en marcha la
ordenanza de 1786, ponía mayor énfasis en aspectos que trastocaban el funcionamiento de
las subdelegaciones y del gobierno local (subdelegados y tenientes). De igual manera en esa
misma ordenanza se habían adaptado las nuevas disposiciones sobre el nombramiento de
tenientes de subdelegados, aspectos que la anterior no había contemplado ya que daba por
hecho que éstos dejarían de formar parte del escenario de la administración provincial.
La Ordenanza general de 1803 desde el artículo 40 trataba de forma particular temas
relacionados con los subdelegados, más adelante en el artículo 53192 se abordaba lo
relacionado a que no se les llevaran cargas económicas por lo nombramientos de tenientes o
jueces pedáneos que se nombraran en los pueblos de indios donde “no haya alcalde
ordinario”, a excepciones de los reales derechos aprobados, como el derecho de la media
anata, lo mismo se prevenía para los subdelegados en el artículo 52. Las necesidades reales
que se habían percibido desde 1786 hasta 1802 se incluyeron en dicho capitulado de la
ordenanza, estableciendo de manera formal los procedimientos bajo los cuáles deberían
actuar los subdelegados para solicitar auxiliares. El artículo 53 establecía que para nombrar
teniente de subdelegado en primer lugar se requería solicitar la aprobación del intendente, a
quien se le tenía que hacer saber la necesidad de contar con dicho auxiliar, y ponía énfasis en
la calidad y condición de los individuos que podían ejercer el empleo

“La misma estrecha prohibición de gastos y derechos ha de observarse en los Tenientes o


Jueces pedáneos, que en los Pueblos de Indios, y en que no haya Alcalde Ordinario, conforme
a lo prevenido en el artículo 40, podrán poner los Subdelegados a imitación de los Tenientes
que antes ponían los corregidores; pero para hacerlo ha de preceder la aprobación del
intendente, a quien informarán antes de su necesidad; y la jurisdicción y facultades de los citados
Jueces serán sólo las precisas para asistir y presidir todas las juntas y elecciones de los Indios, y
procurar la quietud y buen gobierno del Pueblo, terminando verbalmente las querellas y
ocurrencias de corta entidad, a menos que la gravedad del asunto y la urgencia o riesgo de la
dilación no obliguen a hacer alguna prisión, o dar en el pronto otras providencias, que a falta
de Escribano actuarán con testigos, dando inmediatamente cuenta al subdelegado, para que
avoque el conocimiento, y siga en él conforme a derecho; y por lo mismo han de recaer dichos
nombramientos en aquellos vecinos españoles, o de casta, más honrados, y a propósito de los
Lugares donde se pongan, bastándoles por título el sólo decreto o aprobación del Intendente,
puesta a continuación de la propuesta del Subdelegado”.193

Mientras que en el artículo 61 advertía que la facultad de los subdelegados para nombrar
tenientes en los pueblos de indios no alteraba en lo más mínimo el gobierno económico y
político de los pueblos de indios, por lo que éstos debían realizar las elecciones anuales de la
forma acostumbrada, las sesiones por tanto estarían presididas por un juez español y no indio,1923

191 REES JONES, Ricardo, El despotismo ilustrado y los intendentes de Nueva España, México, UNAM, 1983,
p. 111.
192 Ordenanza General formada de orden de su Magestad, y mandada imprimir y publicar para el gobierno
e instrucción de Intendentes, Subdelegados, y demás empleados en Indias, Madrid, Imprenta de la viuda
de Ibarra, 1803, 1803, Art. 53, p. 40-41.
193 Ídem.

241
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

el cual debería dar cuenta al subdelegado y éste al intendente para su aprobación.194 La nueva
ordenanza retomó el tema de los tenientes, una figura que en teoría se suponía había
desaparecido con la ordenanza de intendentes, pero que en términos prácticos seguía vigente
y se había formalizado en 1791 por punto general del virrey segundo conde de Revillagigedo,
y otras disposiciones que se habían ido tomando durante la década de los noventa con la
finalidad de tener control sobre los subalternos de los subdelegados. Pero la realidad
novohispana era tan diversa que los subdelegados no sólo incurrieron en nombrar a indígenas
en este empleo, sino también nombraron mulatos, como lo denunciaron en 1810 los
indígenas de San Juan de los Plátanos, jurisdicción de la subdelegación de Apatzingán, que
denunciaban que Francisco Zaragoza había ejercido funciones en la república de naturales y
que ahora como teniente les causaba muchas vejaciones.195

4.9 Los salarios de los subdelegados y sus tenientes

El tema de los salarios de los subdelegados fue un renglón que quedó pendiente con el
establecimiento de la real ordenanza de intendentes, independientemente de las diferentes
propuestas que se realizaron para otorgarle un ingreso a los subdelegados. La remuneración
de los subdelegados constaba del 6% del premio por la recaudación de tributos, el cual en
términos reales se reducía al 5% pues el 1% se quedaba en los gobernadores y alcaldes por la
recaudación de sus repúblicas, y se suponía que del tributo recaudado de los mulatos y castas
si percibía el 6%, sin embargo más adelante veremos cómo los subdelegados exponían que
esto no era del todo correcto; los derechos de judicatura; 15% del arrendamiento de las tierras
de comunidad, que autorizó la Junta de Real Haciendo por el incremento que lograran en el
arrendamiento,196 y lo que percibían algunos subdelegados por el ramo de alcabalas y tabacos.
Sin embargo con estas medidas no se logró resolver el problema central ni se constituyeron
en verdaderos incentivos para que hubiera candidatos suficientes para ocupar dichos empleos.
Esa fue la razón principal, como lo veían en temas anteriores, que llevó a que en varias

194Art. 61, "Quanto queda dicho acerca de los subdelegados, y su facultad de nombrar Tenientes en las
Cabeceras, no altera en la de meros Indios la antigua costumbre y práctica en que estuvieren, y quiero se
les conserve de elegir cada año entre sí mismos Gobernadores ó alcaldes y demás oficios de República,
que para su régimen puramente económico les permiten las Leyes y Ordenanzas; pero conforme a lo
prevenido en el artículo 53., las ha de presidir, como otras cualesquiera juntas que celebren, el juez
español, sin cuyo permiso no podrán convocarlas; y si por enfermedad ó justo impedimento no pudiere
asistir, nombrará otro sujeto el más capaz, y que no sea indio, para que presida; pues siempre ha de haber
alguno que lo haga, y se imponga de quanto traten y acuerden, lo que de otro modo no tendrá fuerza o
valor alguno; y antes bien serán castigados los que promuevan y concurran a juntas celebradas sin esta
conformidad; y de todas se ha de dar parte a los subdelegados, y estos a los intendentes, para que las
aprueben sin el menor costo o gravamen de los indios, aun cuando en comestibles u otra especie de sus
frutos y labores intenten hacer algún obsequio; y en dichas elecciones y qualesquiera otros cargos de
honor y confianza, serán preferidos con particular cuidado aquellos que sepan el idioma castellano, y más
se distingan por su aplicación a la agricultura e industria; haciéndoselo así entender a todos, para que les
sirva de estímulo, y alienten a merecer estos y otros beneficios, que se les dispensarán según su conducta
y adelantamientos. Ordenanza General... Art. 61, F. 47-48.
195 AHMM, Gobierno, Caja 15, Exp. 19.
196 TERÁN, Marta, ¡Muera el mal gobierno!, p. 126.

242
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

intendencias se redujeran los partidos recién creados, pues inmediatamente se enfrentaron a


la carencia de individuos que estuvieran al frente de dichas jurisdicciones. En el caso de los
tenientes también se pudo apreciar una situación semejante pues no siempre los vecinos
aceptaban de buena gana dicho cargo, pues afirmaban que les ocasionaba mucho trabajo
aceptar esos empleos y pocos los beneficios que les proporcionaban. En ese tenor nos parece
muy importante la apreciación al respecto del intendente de Veracruz, García Dávila, que
trató lo relacionado con el pago de la media anata y sostenía que uno de sus subdelegados
afirmaba que si se pensionaba a los tenientes con el derecho de media anata éstos renunciarían
a dicho empleo. Dicho que de cierta manera sostenía el intendente, quien además afirmó que
para nombrar tenientes de Xalapa se recurrió a multar a los vecinos si se negaban a ejercer
dicho empleo, y señalaba “constándome lo repugnante que les es a los vecinos de los pueblos
de ésta provincia pensionarse con la vara de tenientes de justicia, y sobre este gravamen haber
de pagar real derecho de media anata, cuando no aprecian la pequeña distinción de tales
tenientes y cuando tales encargos solo les sirve de pérdida de tiempo que necesitan para
atender a sus labranzas y cortos giros y de contraer enemistades con las demás gentes de los
lugares en las ocasiones de quejas y diferencias de unos con otros vecinos”.197 Se le pedía al
virrey Francisco Xavier de Lizana que tuviera en consideración lo planteado por el
subdelegado de Orizaba, Lucas Bezares, quien sustituyó a Luis Segovia por su fallecimiento.
Retomando los planteamientos de un trabajo que elaboramos hace unos años, y en el
que señalábamos justamente que a los borbones les había quedado pendiente de resolver el
tema de los salarios, lo que de cierta manera se constituyó en un obstáculo para el buen
desempeño de sus funciones ya que a los justicias se les acusaba de “vender la justicia” y
cometer otros excesos como cobrar derechos excesivos.198 Varios autores especialistas en el
tema como Horst Pietschmann,199 Mark Burkholder y Chandler,200 Linda Salvucci201 y Pedro
Pérez Herrero202 han planteado que para hacer el cambio político y administrativo que
pretendían los borbones no les alcanzó el pretender establecer una burocracia fiel a los
intereses de la corona, pues se requería dotar a esos ministros de la corona de un salario que
posibilitara que se mantuvieran al margen de los intereses de las élites regionales locales, pues
de otra manera inmediatamente se ponían al servicio de los poderosos. Otros autores, como
Francisco Sánchez, consideraban que era necesario un cambio de mentalidad y del sistema

197 AGN, Media anata, Vol. 76, Exp. 9, Fs. 290. Julio 24 de 1809, El contador interino de media anata sobre
que los corregidores y subdelegados remitan la satisfacción del tiempo que sirvieron sus antecesores y
tenientes que tuvieron.
198 ALONSO NUÑEZ, María Carmen, De la Alcaldía Mayor de Tancítaro a la Subdelegación de Apatzingán:
una transición social, política y administrativa (1750- 1812), Tesis de maestría, Morelia, Facultad de
Historia, División de Estudios de Posgrado, Abril, 2008, pp. 142-154.
199 PIETSCHMANN, Horst, "Corrupción en las Indias españolas: Revisión de un debate en la historiografía
sobre Hispanoamérica colonial", en: Memorias de la academia mexicana de la historia, T. LX, 1997, pp. 39­
54.
200 BURKHOLDER, Mark A. y CHANDLER, D. S., De la impotencia a la autoridad, México, Fondo de Cultura
Económica, 1984, p. 131 BURKHOLDER, Mark A. y CHANDLER, D. S., De la impotencia a la autoridad,
México, Fondo de Cultura Económica, 1984, p. 131
201 SALVUCCI, Linda K., "Costumbres viejas, "hombres Nuevos": José de Gálvez y la burocracia fiscal
novohispana (1754- 1800)", en: Historia Mexicana, Vol. XXXIII, México, El Colegio de México, 1983, p. 250.
202 PÉREZ, Herrero Pedro, "El México borbónico, p. 142.

243
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

de valores de los gobernantes,203 pero ¿sería fácil cambiar el sistema de valores en dónde
existía la cultura del oficio beneficio? como lo sostiene Pedro Pérez Herrero.204 Esa carencia
de ingresos simplemente abonó a la cultura del oficio beneficio, es por eso que toma
relevancia la afirmación de Pietschmann cuando afirma que los funcionarios mandados de la
península Ibérica, impregnados de las ideas ilustradas y absolutistas, cuando trataron de
aplicar esos postulados en América chocaron contra la burocracia tradicional que se opuso a
aceptar todas las reformas, y ya analizamos en apartados anteriores como varios capítulos de
la ordenanza fueron revocados, lo cual responde justamente a los planteamientos de este
autor.205
En 1791, cuando se comenzó a plantar la necesidad de otorgar un salario fijo a los
subdelegados, el virrey Revillagigedo solicitó a los intendentes que dieran cuenta de los
ingresos que obtenían los subdelegados por la percepción de tributos, derechos de judicatura
y cualquier otro ramo del que pudieran percibir algún tipo de ingreso. Los intendentes
expresaron la necesidad que tenían los subdelegados de contar con un salario fijo, pues de
acuerdo a los informes que se presentaron muchos de los subdelegados no percibían lo
necesario para satisfacer sus necesidades; el intendente de Guadalajara, Jacabo Ugarte y Peón,
informaba cómo los subdelegados habían dejado de percibir varios ingresos de los que
gozaban los alcaldes mayores (incluso señalaba que ya no se les otorgaba las pensiones
modestas que anteriormente pagaban los tenientes, y que como los tenientes requerían pagar
escribientes ya no podían contribuir). El intendente de Puebla, Manuel de Flon, propuso que
las subdelegaciones se dividieran en tres clases en función de las cuales se les dotaría de salario
a los subdelegados: los de primera clase percibirían 1200, los de segunda 1000 pesos, los de
tercera 800 pesos, a lo que se incrementaría los derechos de judicatura y premio por la
recaudación de los tributos, con lo que se consideraba que haría más atractivo el empleo de
subdelegados, pero no se detiene a reflexionar sobre el ingreso de dichos encargados de
justicia, y solamente indica que los tributos se recaudarán de cuenta del subdelegado.206
Manuel de Flon planteaba ¿cómo es posible que un juez lleno de necesidades y mendigando
para vivir deje de complacer a los poderosos ni tenga aliento para oponerse a un cura rico
que usurpa la real jurisdicción? Para el intendente de Puebla era esencial que los jueces
contaran con un ingreso fijo. De igual manera señalaba que los subdelegados pondrían
encargados de justicia en los mismos lugares que los alcaldes mayores nombraban tenientes,
y en caso de no encontrar individuos para ejercer dicho encargo deberían precisar a los
vecinos honrados.
El teniente de Durango informó que en su provincia los subdelegados no percibían
nada por premio de tributos y sólo percibían los derechos de judicatura. En el plan de ingresos

203 SÁNCHEZ- Blanco Francisco, El Absolutismo y las luces en el reinado de Carlos III, Madrid, Marcial Pons,
2002, p. 36.
204 PÉREZ, Herrero Pedro, "El México borbónico. Op. cit., p. 142
205 PIETSCHMANN, Horst, "Corrupción en las Indias españolas: Revisión de un debate en la historiografía
sobre Hispanoamérica colonial", en: Memorias de la academia mexicana de la historia, T. LX, 1997, pp. 39­
54.
206 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Exp. 6, Fs. 169-v. Según la propuesta del intendente Flon y la categorización
de primera clase: Tlaxcala, Tepeaca, Tehuacán de las Granadas y Zacatlán de las Manzanas; segunda clase
San Juan de los Llanos, Izúcar, Analco, Cholula, Guejocingo, Acatlán, Guayacocotla y Theusitlan; y la tercera
clase Tepexi, Tetela,Chautla, Quzutla, Tochinila, Tecali, Guauchinango y Amozoque (agregándole
Totomehuacan). AGN, Subdelegados, Vol. 35, Fs. 11-12. Puebla 4 de enero de 1790.

244
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

de la intendencia de Guanajuato sí se hace mención específica de los ingresos que les


quedaban a los tenientes y en la subdelegación de Celaya que era la que más ingresos
proporcionaba del 5% de tributos se percibía anualmente 2 267 pesos 1 real.207 El intendente
de Guanajuato en el plan de ingresos de los subdelegados explicaba que el premio de
recaudación de tributos los percibían los subdelegados en su cabalidad, y que los tenientes
únicamente se beneficiaban de los derechos de judicatura que producía cada uno de los
partidos, por lo que calculaba que dichos derechos no pasaban de 180 pesos anuales. En la
cabecera de la intendencia se nombraba teniente al igual que en Chamacuero, Apaseo,
Jerecuaro, Salvatierra, Acámbaro y Yuririapúndaro, las cuales se veían beneficiadas con los
derechos de judicatura, a excepción de Celaya, Salamanca y Valle de Santiago, donde los
alcaldes ordinarios eran los encargados de la administración de justicia.
En la subdelegación de León los partidos que se beneficiaban del derecho de judicatura
en teoría eran tres, sin embargo en el partido de Rincón no se percibía nada de dicho concepto
por ser pueblo de indios; en Penjamo los ingreso ascendían a 420 pesos anuales, y en Piedra
Gorda a 508 pesos anuales (de dichas percepciones se debía pagar los honorarios de escribano
y demás gastos de las diligencias). Las condiciones que presentaba cada una de las
subdelegaciones en las distintas intendencias eran diversas pues los ingresos económicos de
los subdelegados dependían en mucho del tipo de vecindario y si contaba con ayuntamiento.
Por ejemplo, en Guanajuato se decía que la diputación de minas era la que se encargaba de la
recaudación de tributos y el subdelegado obtenía por judicatura sólo 190 pesos. En cambio
en Dolores los derechos de judicatura eran extraordinarios ya que no había escribanos ni otro
juez ordinario, por lo que el subdelegado era el único que atendía todos los negocios (entre
partes e instrumentos públicos). El intendente de Zacatecas, Joseph de Peón Valdés,
informaba que los derechos de judicatura de los pueblos agregados a Fresnillo estaban
designados a los tenientes, derechos que además eran cortos, y los de carcelaje, que en algunas
jurisdicciones los cobraban los subdelegados o sus tenientes, informaba que éstos eran
recaudados por los alguaciles, obviamente donde los había.208 Evidentemente en todas las
provincias la única contribución que compartían los subdelegados con sus tenientes eran los
derechos de judicatura (en la provincia de Sonora se indicaba que los que producían los
tenientes no lo participaban al subdelegado, Juan María de Bojorquez).209 El intendente de
México, Bonabia, señalaba que los ingresos de los subdelegados disminuían
considerablemente en aquellos lugares donde había escribano (Acapulco, Pachuca,
Querétaro, Taxco, Texcoco y Tixtla), mientras que en los demás lugares donde actuaban
como jueces receptores percibían un poco más ya que en otras circunstancias le
correspondería al escribano, sin embargo tanto los intendentes y los subdelegado
manifestaban que los ingresos que se podían obtener, ya fuese de tributos o de judicatura, no
les quedaban totalmente libres, pues tenían que hacer diversos gastos, ya fuese para pagar a
los comisarios recaudadores de tributos; y en lo que respecta al desempeño de su juzgado se

207 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Exp. 6, F. 185.


208 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Exp. 6, Fs. 195. Plan de los derechos que cobran los subdelegados de la
provincia de Zacatecas, 1792.
209 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Exp. 6, Fs. 223.

245
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

tenía que pagar escribientes, papel sellado, ministros de vara y demás diligencias que se
ofrecieren.210
Evidentemente por lo que acabamos de exponer, los subdelegados continuaron
ejerciendo las antiguas prácticas y abusos de los cuales fueron acusados sus antecesores los
alcaldes mayores, y aunque el intendente de Guadalajara sostenía que los subdelegados ya no
percibían pensiones ni regalías por las varas de justicia, las evidencias demuestran
completamente lo contrario. El 9 de junio de 1791 el virrey Revillagigedo dejó en evidencia
las antiguas prácticas, pues a través de un documento de la Audiencia de México mostró el
convenio que había realizado “el subdelegado del real de Temaxcaltepec, don Juan de Miranda
y Domínguez, con su teniente de Texupilco, Don Joseph María Zubillaga, por el cuál se obligó
éste a contribuir a aquél con el importe de la tercera parte de sus emolumentos a efecto de
que instruida la propia Audiencia de ello lo tuviere presente al tiempo de residenciar”.211 Este
caso es muy importante por dos razones: en primer lugar porque el subdelegado se queja de
los cortos emolumentos que percibía de su jurisdicción y explicaba que la presencia de los
diputados de minas se habían constituido en otro factor, podríamos decir de desventaja, para
los subdelegados y sus tenientes, que contribuyó a disminuir sus ingresos, pues cedieron
muchos de sus negocios a dichos diputados en asuntos de gobierno y justicia del gremio, por
lo que sus ingresos habían disminuido considerablemente. Es por ello que la tercera parte de
judicatura que recibía se constituía en un respaldo por las fianzas que había otorgado, pues
toda la administración estaba de su cuenta y riesgo, mientras que el encargado de justicia no
se había comprometido en nada

“de esto inferirá vuexcelencia que dejando yo absolutamente al teniente o encargado de


Tejupilco dos terceras partes de los emolumentos para su subsistencia, y reservando para la mía
una sola parte, moderada recompensa de la responsabilidad a que por él estoy sujeto, y de ser
yo el que ha dado todas las fianzas, y él ninguna.. .Además intervino en esto un libre y
voluntario consentimiento de Zuvillaga, y así los subdelegados no pueden absolutamente
subsistir con los emolumentos de una cabecera como ésta en que es casi todo el vecindario es
de mineros, cuya diputación conoce de sus causas, me parece que es justo que el teniente del
partido más pingüe, tomando para sí la mayor parte de los emolumentos, contribuya con la
menor a la subsistencia del principal responsable en todo, y más cuando el informante se ha
manejado con el mayor desinterés y justificación”.212

Los subdelegados continuaron concibiendo las varas de teniente como un ingreso


económico y los intendentes y subdelegados informaron sobre los ingresos y la forma en que
llegaban a compartirlo con los tenientes. El intendente de Valladolid, en el informe que realizó
sobre este asunto, no hizo mención de lo que percibían los tenientes por su colaboración en
los asuntos del gobierno de las intendencias, pero sí remitió un cuadro muy interesante sobre
lo que se percibía en cada una de las 29 subdelegaciones en los diferentes rubros: tributos,210

210 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Exp 6, Fs. 236, Relación de los productos que gozan los subdelegados de
la provincia de México, 1793.
211 AGI, México, 1750. Abril 30 de 1791.
212 AGI, México, 1750, Los subdelegados de los señores intendentes en contravención del artículo 12 de
la real ordenanza de intendentes de 4 de diciembre de 1786 nombran tenientes o encargados de justicia
en los partidos de su jurisdicción. 1791

246
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

derechos de judicatura, alcabalas y tabacos, estos dos últimos no todos los percibían como se
podrá observar a continuación.

Cuadro XIV. Gratificación de los subdelegados (1792)

P a rtid o P o r trib u to s P o r d e re c h o s P o r el ra m o de T o ta le s
D e Ju d ic a tu r a ilcab alas y ta b a c o s
1 Tlalpujagua 1 1 8 .5 .1 1 15 0 P or alcabalas 623 1.379.4.6
P or tabacos 487.6.7
2 Zitácuaro 538.0.9 800 1.338.0.9
3 Jiquilpan 3 13 .6 .11 1 000 1.3 1 3 .6 .1 1
4 San Juan 2 24 .1.8 700 9 24.1.8
Huetamo
5 Colim a 228.0.7 560 788.0.7
6 Zam ora 3 33 .2 .10 10 0 7 33 .2 .10
7 Puruándiro 97.7.8 220 P or alcabalas 3 6 1.5 679.4.8
8 Uruapan 12 8 400 P or alcabalas 12 5 653
9 Tacám baro 44.5.2 250 P or alcabalas 300 594.5.2
10 Tlazazalca 260.6.8 300 560.6.8
11 A rio 1 1 1 .4 .1 300 4 11.4 .1
12 Angam acutiro 97.0.7 300 397.0.7
13 Apatzingán 0 6 0 .1 .10 300 3 6 0 .1.10
14 Zinapécuaro 17 1.6 .2 217 338.6.2
15 Cocupao 13 9 .1.4 19 0 3 29 .1.4
16 Huaniqueo 67.2.9 020 P or tabaco 200 287.2.9
17 Cuitzeo 12 7 .5 15 0 277.5
18 Tiripetío 84.3.9 17 0 254. 3.9
19 Indaparapeo 9 9.2.11 15 0 2 4 9 .2 11
20 Paracho 12 8 .5 .10 090 2 18 .5 .10
21 La Coahuayana 49.1 14 0 18 9 .1
22 Santa Clara 54.4.8 117 17 1.4 .8
23 Pátzcuaro 134.4.5 000 134.4.5
24 Erongarícuaro 8 7.2.10 040 127. 2 .10
25 Taretan 63.5.7 060 123.7.7
26 Urecho 4 8 .7 .11 060. 10 8 .7 .11
27 Huango 3 2.5.10 070 10 2 .5 .10
28 Carácuaro 107.6.6 052 69.6.6
29 Chucándiro 2 7 .0 .11 030 0 5 7 .0 .11
FUENTE: AGN, Subdelegados, 1792, Vol. 51, F. 203.

Como podemos observar el derecho de judicatura fue otro de los rubros donde la
mayoría de los subdelegados obtuvieron mayores ingresos. Iván Franco afirma que este
derecho mejoró de forma notable los ingresos de los subdelegados,213 no resolvían en su
cabalidad las necesidades, pero por lo menos con ellos se podían subsanar algunas
necesidades urgentes.
El problema era doble porque tanto subdelegados como tenientes por diversos medios,
tanto lícitos como ilícitos, obtuvieron ingresos para satisfacer sus necesidades, por tanto el

213 FRANCO, Cáceres Iván, La Intendencia de Valladolid, p. 130

247
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

exceso en el cobro de aranceles se cometía tanto por los tenientes como por los subdelegados.
En 1793 se realizó una denuncia anónima contra el teniente de Maravatío, José María Ruiz
de Chávez, por los excesos en que incurría, se decía que “vino con la capa en el hombro que
ni que comer tenía siendo anteriormente tinterillo en el juzgado de Zinapécuaro, entró
poniendo y sigue en la cárcel a muchos valiéndose del pretexto que están borrachos,
llevándose a indios y no indios a tres pesos o veinte reales y medio de costas, cuando no ha
sido costumbre llevar más que a diez reales, y eso a aquel que tenía mucho delito y no unos
infelices que no tienen que comer”.214 Eran muchas las acusaciones que se hacían contra el
teniente ya que se decía que también cobraba por los juicios verbales, a los viñateros les
quitaba el vino, así mismo se denunciaba que “están bien informados que siempre que a
Calderón como su subdelegado le da todos los días doce reales como se dice da por la pensión
de la vara como todos los jueces de este partido le dan anualmente y con disfraz a Calderón
la pensión por la vara así en este tenor es una robadera muy competente la que este juez tiene
llevándoles derechos del juicio verbal”. En las diligencias los testigos solamente decían que
sabían que el teniente le daba pensión semanal al subdelegado pero que no sabían a cuánto
ascendía la cantidad. En el capítulo anterior III señalábamos cuán difícil resultaba mostrar
con evidencias contundentes la cantidad que los alcaldes mayores percibían por las varas de
tenientes en forma de regalías o pensiones, ya que ese tipo de tratos se hacían sólo entre las
partes interesadas, y por lo tanto sin dejar la más mínima evidencia que los delatara, es por
eso que al igual que se hacían los nombramientos de tenientes de palabra, de la misma forma
eran los tratos entre ellos.
Durante el régimen de las subdelegaciones el sistema en realidad no cambió, se siguió
manejando de forma discrecional. En ese tenor nos resulta sumamente interesante uno de los
pocos acuerdos escritos sobre dichas negociaciones el documento se dio a conocer debido al
descubierto de tributos de la subdelegación de Ario, con el agregado de Urecho y Carácuaro,
por lo que el subdelegado, el capitán Antonio Cruzado, responsabilizó a su teniente general,
José María Mercado, justamente indicando que el único responsable que tenía que responder
por dicho ramo era su teniente. El contrato entre el teniente general y el subdelegado constaba
de 8 puntos donde, se establecían las condiciones y obligaciones bajo las cuales ejercería dicho
empleo; en el contrato se dispuso que Mercado ocuparía el empleo de teniente por los tres
años siguientes que le faltaban por concluir el empleo de subdelegado a Cruzado, y además
lo facultaba para que nombrara a los encargados que considerara necesarios en la jurisdicción.
En un segundo punto se fijó la cantidad que anualmente debía proporcionar el teniente al
subdelegado por el nombramiento, cada año debía pagar 1200 pesos y mensualmente se
obligaba a entregarle 100 pesos. Los ramos de la real hacienda como tributos y los demás de
su cargo estarían desde el año de 1807 bajo la responsabilidad de Mercado (véase el convenio
completo en el anexo VII) con dicho convenio el subdelegado delegó todas sus atribuciones
y facultades en el teniente general, pues en el punto siete así lo expresaba

“Que bajo estas condiciones, todos los productos de la subdelegación deben corresponder a
Mercado, sin que el capitán don Antonio Cruzado tenga que hablar cosa alguna sobre el

214 AHMM, Gobierno, Maravatío- Valladolid, Caja 14, Exp. 21, F. 1. Anónimo contra el teniente de
Maravatío. 7 de diciembre de 1792.

248
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

particular, y por lo mismo mucho menos que pedirle cuentas en ningún tiempo, desde la fecha
de este contrato en adelante”.215

Evidentemente la exposición de la existencia de dicho documento tenía un fin práctico


para el subdelegado, deslindarse de la responsabilidad del descubierto de tributos y que éste
cayera sobre el teniente y sus fiadores, pues finalmente de forma factual se suponía que
Mercado había pactado también con los fiadores de Cruzado. Al subdelegado de Tlazazalca,
Ramón Cardona, también se le acusó en 1802 de vender los empleos de tenientes y se decía
que “primero negoció con Julián Gómez vecino de la Barca y otros, pero no llegó a ningún
acuerdo, y lo trató con don Juan López Cosío, vecino de la Piedad, con quien se concertó por
la cantidad de doce mil pesos para que sirviera la subdelegación en calidad de su teniente
general para que no pudiera alegarse nulidad, si llegase a trascender...”.216
Las fuentes documentales nos muestran que la venta de las varas de teniente siguió
siendo una importante fuente de ingresos para los subdelegados, quienes imponían pensiones
mensuales y anuales por el ejercicio del empleo de teniente y ni el régimen de intendencias
logró desterrar la antigua cultura que tenía la burocracia del oficio beneficio que siguió muy
acentuada. Y es que en realidad la carencia de un ingreso fijo para los subdelegados generó
justamente el que no se pudieran desterrar muchas de las antiguas prácticas de los jueces
provinciales, y a la vez se convirtió en un problema contar con hombres que aceptaran estar
al frente del gobierno de las subdelegaciones y la falta de postores para ocupar dichos cargos
era justamente una consecuencia directa de los bajos ingresos que obtenían los subdelegados.
El virrey Revillagigedo en sus instrucciones hacía referencia a este problema cuando señalaba
las diferencias que había entre los alcaldes mayores y los subdelegados, donde los primeros
gozaron de mejores condiciones económicas al “ser sujetos de mérito al servicio del rey, de
nacimiento y recomendables circunstancias, porque sus destinos eran más apreciables, por las
utilidades que alcanzaban en poco tiempo, por medio de los repartimientos permitidos.”217
En cambio los subdelegados no tenían esas ventajas—señalaba—“sino es que ni se les ha dejado
lo muy preciso para su subsistencia”, que consistía del 6 % del premio de recaudación de
tributos según se establecía en la real ordenanza de intendentes, pero que éste se reducía al
5% ya que el otro 1 por ciento se les pagaba a los gobernadores para la recaudación de los
pueblos de sus repúblicas. 218
El segundo ingreso provenía de los derechos de judicatura, que según exponía el virrey
Revillagigedo y algunos informes de los subdelegados donde señalaban los bajos ingresos por
este ramo.219 Revillagigedo sostenía que “Los aranceles son tan moderados, que como no se
excedan ellos, apenas cubrían por regla general, con los derechos que les satisfagan los que
puedan pagar los costos que les ocasiona el administrar justicia a los indios y otras castas
pobres, que no están en estado de satisfacer derechos algunos”.220 En lo que respecta a esa
fuente de ingresos de los subdelegados, el virrey señalaba que algunos llegarían a dejar la
cantidad de 300 pesos, y en algunos menos porque en muchos pueblos no se recaudaba 21567890

215 AHMM, Hacienda, II 1.1, 1803, Caja 7, Exp 14, Fs. 6. Convenio entre el subdelegado de Ario Antonio
Cruzado y el teniente General José María Mercado. Ario, 1° enero de mil ochocientos ocho.
216 AGN, Subdelegados, Vol. 40, Fs. 49.
217 Instrucción del segundo conde de Revillagigedo, 1179.
218 Real Ordenanza para el establecimiento e instrucción de intendentes, art. 132
219 AGN, Subdelegados, Vol. 51, exp.
220 Instrucción del segundo conde de Revillagigedo, 1179.

249
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

tributos. Este último aspecto fue constantemente señalado por los subdelegados en sus
informes sobre ingresos de tributos, al señalar que lo poco que obtenían de los tributos se les
acababa al pagar a comisarios recaudadores, y no les quedaba nada. Las condiciones precarias
podían llevar, como bien lo expresa el virrey, a los subdelegados a “valerse de medios no
permitidos para subsistir”. Los salarios de los subdelegados fue un tema que quedó pendiente
de resolver.

4.10 Atisbos de la generación de una burocracia local

El proceso de burocratización que se generó a partir de la puesta en marcha del conjunto de


reformas político administrativas, especialmente a partir de la segunda mitad del siglo XVIII,
se dejó sentir de forma más evidente incluso en los cargos de menor envergadura, como en
los tenientazgos, donde el traslape de jurisdicciones se hizo cada vez más palpable. En ese
sentido fue que el gremio de los mineros y las diputaciones mineras comenzaron a plantear
aspectos relacionados con la inconveniencia de que los mineros ocuparan los cargos de
justicia y que a la vez tuvieran representación en las diputaciones, aspectos que años atrás no
habían significado ningún impedimento. Las reformas administrativas implementadas por los
borbones tenían la finalidad de generar un aparato burocrático especializado y eficaz para la
administración de los recursos221 y en el ejercicio de los cargos se comenzó a percibir la
tendencia de separar los empleos, tal pareciera que se trataba de evitar la acumulación de
cargos en una sólo persona.
Durante mucho tiempo fue normal observar que los tenientes de la acordada,
mineros, alcaldes ordinarios, administradores de correos y de las rentas, ejercían los empleos
de teniente. A partir de la segunda mitad del siglo XVIII se comenzó a percibir una nueva
noción del burócrata, pues se planteaba que un sólo individuo no podía ejercer la jurisdicción
real y la privativa, ya que éstos eran dos niveles distintos de administración. Pero también se
ponía en cuestión la capacidad que tenían los empleados de cumplir eficazmente dos cargos.
Parecía tan normal, por ejemplo, que los tenientes de la acordada fungieran a la vez como
tenientes de alcalde mayor, sin embargo en 1787 Francisco Javier de Larrea se ostentaba
como teniente de la acordada en Etúcuaro, y en un juicio que se le hizo afirmaba que cuando
el intendente Juan Antonio de Riaño le había nombrado teniente del partido, inicialmente se
había negado a aceptar dicho empleo alegando precisamente la incompatibilidad de ambos
cargos, por lo que Larrea prefería quedarse como teniente de la acordada.222
Entre los mismos individuos se comenzó generar la idea de ejercer los empleos de
forma más eficiente, por lo que muchos de ellos se negaban a desempeñar a la vez dos cargos.
En esos mismos años el teniente general de Zitácuaro, Juan Domingo Bachiareli, se quejaba
de que el teniente interino de Maravatío, Juan Manuel de Bustamante, se negaba a obedecer
las órdenes que se le despachaban de su juzgado en asuntos de tributos y bienes embargados.
Sin embargo Bustamante alegó en su favor que había sido nombrado encargado de forma
verbal por el alcalde mayor Francisco de Larragoiti, y que había aceptado porque todavía no

221 ARNOLD, Linda, Burocracia y burócratas en México, 1742-1835, México, Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes, Grijalbo, 1991, p 19. CHIARAMONTE, José Carlos, "Modificaciones del pacto imperial",
en Antonio Annino y Frangois-Xavier Guerra (Coord.), Inventando la nación, Iberoamérica. Siglo XIX,
México, FCE, 2003, p. 97
222 AGN, Subdelegados, Vol. 13, Exp. 27.

250
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

entraba a ejercer su empleo de administrador de diezmos, por lo que le era imposible servir
ambos encargos

“debo decir que cuando embargué a José Salvador de la Cruz, indio del pueblo de San Miguel
el Alto, a pedimento de Juan Coronel por hurto de unas yeguas, procedí como teniente de este
partido por nombramiento verbal del señor alcalde mayor y por no haber comenzado los
oficios de administrador de diezmos que es mi destino. En el día no soy ni puedo ser Teniente
porque en la exacción del diezmo, tasación de sementera a los indios y demás que ocurre en la
negociación, frecuentemente se necesita la intervención del juez del partido, y no puedo ser
juez y parte en contravención de las Leyes, por lo que he reclamado así al alcalde mayor como
a su teniente general para que se provea de juez en esta cabecera (de lo que se han
desentendido) y en atención a todo me contemplo desautorizado para hacer la entrega que se
me manda”.223

Bustamante argumentaba que no podía ser juez y parte cuando se requiriera la


intervención de la real justicia, pero otro aspecto importante que señalaba más era que tenía
que ausentarse constantemente de dicha cabecera para cumplir con sus obligaciones de los
diezmos, y en ese caso la cabecera se quedaría sin justicia.
Otros más se mostraron más celosos de las ocupaciones de sus subordinados: en 1790
el tesorero de la caja real de Zimapán, Pedro Tuñón, promovió un recurso ante el virrey
Revillagigedo informando que el subdelegado José Miguel Vargas Machuca, de dicho real,
nombró por sustituto al ensayador de la caja real, José María Nieva y Arriola, y expresaba que
era “notoriamente inepto por el mismo hecho de obtener el indicado empleo”,
nombramiento que se había realizado con la aprobación del intendente, por lo que se estaba
contraviniendo las disposiciones de la real ordenanza de intendentes. En el nombramiento el
subdelegado expresaba que “con motivo de salir a continuar con el padrón de esta jurisdicción
de mi cargo queda don José María Nieva y Arriola con el cargo de administrar justicia, y
ejerciendo todas las funciones anexas a mi empleo, autorizado al efecto por el señor
intendente de esta provincia.224 El fiscal de lo civil dictaminó que de acuerdo a la Ley 6, Tít.
3, Lib. 5, expresamente se prohibía que los oficiales reales ejercieran los oficios de alcaldes
ordinarios, por lo que esta misma restricción aplicaba para los ensayadores y para el empleo
de subdelegados, por lo que de ninguna manera los oficiales de la real hacienda podían ejercer
las funciones de justicia.
La respuesta del intendente de México, Bernardo Bonabia, fue que seguramente el
nombramiento que hizo el subdelegado en el ensayador fue momentáneo ya que él giró
instrucciones a sus subdelegados desde el treinta de junio del año pasado (1789) de que se le
notificaran los sujetos que habían de nombrar para ese efecto, por lo que él no habría
“accedido a que se ocuparan las atenciones del ensayador con encargos ajenos de su empleo”,
por lo que señalaba “dispondré inmediatamente que el subdelegado lo separe de la
administración de justicia”.225 Tal pareciera que en los distintos espacios de la administración 2345

223 AHMM, Hacienda, Maravatío, 1787, Caja5, Exp. 12, Fs. 3v-4. Informe del justicia de Zitácuaro contra
los hacenderos y demás vecinos de Maravatío, sobre tributos y falta de subordinación.
224 AGN, Subdelegados, Vol. 17, F. 66, Exp. 4, agosto 29 de 1790, Expediente promovido por don Pedro
Tuñón sobre que el subdelegado de Zimapán nombró en su ausencia al ensayador para hacer sus veces.
225 Ibid., f. 71

251
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

se pretendía marcar una separación efectiva en el ejercicio de los distintos empleos, de tal
suerte que cada ministro, oficial real o justicia, atendiera de forma adecuada sus funciones.
Cada vez fue más evidente la atención que se estaba prestando para que los
encargados de justicia no fueran encargados de otros ramos de la administración. En 1808 el
subdelegado de Ario, intendencia de Valladolid, capitán Antonio Cruzado, solicitó permiso
para ausentarse de la jurisdicción por cuatro meses para ir a la ciudad de México en busca de
auxilio de médico y botica, ya que en dicho pueblo no había médico ni botica. Para lo cual
proponía como encargado de justicia a José María Cano, vecino honrado (21 de mayo de
1808), pues el teniente general que había propuesto para sus ausencias y enfermedades no
había sido confirmado por el intendente de la provincia. Don Juan Manuel Zornosa fue el
sujeto propuesto por el subdelegados para sus ausencias y enfermedades, se decía que era un
vecino acaudalado de esta jurisdicción quien más bien lo aceptó por mis repetidas súplicas
que por algún otro interés”. Zornosa presentó el título el 22 de abril para su aprobación ante
el intendente, sin embargo el intendente en lugar de aprobar el nombramiento le envió una
carta al subdelegado donde se le mandaba que le notificara al teniente general “Don Juan
Manuel Zornosa que era incompatible el encargo de justicia con la administración de correos,
y que le dijera su contestación..., que entre tanto no haga constar Zornosa haber cesado en
la administración de correos no se le podía habilitar para el encargo de justicia por resistirlo
las ordenanzas de aquella renta de correos”.226
El subdelegado afirmaba que en esos remotos países no había sujeto en quien
concurrieran las circunstancias de instrucción y crecido caudal que tenía Zornosa “para no
dañar ni perjudicar a estos vecinos con indebidos derechos, y que pueda caucionar los
caudales de real hacienda”,227 por esa razón suplicaba al virrey que se declarara que no había
incompatibilidad ni inconveniente para que Don Juan Manuel de Zornosa fuera nombrado
encargado provisional en sus ausencias y enfermedades. Además, para apoyar su argumento,
afirmaba que el administrador de Ario sólo tenía entre 8 y 10 cartas semanales. El fiscal de
real hacienda Borbón determinó que como la solicitud del subdelegado se reducía a que se
declarara la incompatibilidad en el administrador de correos de Ario para que se encargue de
la administración de justicia en las ausencias y enfermedades del subdelegado, que el virrey
mandara el expediente al administrador general de correos de la capital para que informe
sobre el punto particular. El administrador general de correos, Mendivil, expuso que estaba
determinado que para que los administradores de correos pongan toda su atención y cuidado
en el servicio al público que no estaba permitido que ningún tribunal les confiriera comisión
alguna, y que sólo en los casos que la necesidad lo exija por no haber otro sujeto que los sirva
-sin embargo señalaba que- no era creíble que en el pueblo de Ario no hubiera otra persona
además del administrador de correos que tuviera la capacidad de desempeñar el empleo de
justicia en las ausencias y enfermedades del subdelegado Antonio Cruzado.228 Debido a la
respuesta de Mendivil, el fiscal de real hacienda Borbón determinó que no había lugar a la
solicitud, a lo que el virrey Yturrigaray firmó de conformidad.229

226 AGN, Subdelegados, Vol. 28, F. 73v.


227AGN, Subdelegados, Vol. 28, F. 75v.
228AGN, Subdelegados, Vol, 28, Fs 76v. Dictamen del administrador general de correos Mendivil, México
6 de julio de 1808.
229 Ibid. F. 77v. México 13 de julio de 1808.

252
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

Así como los intendentes tuvieron dudas sobre cómo actuar en el nombramiento de
subdelegados y tenientes de subdelegados, de forma particular percibimos que en las
diputaciones mineras se comenzó a plantear la ilegalidad en la que incurrían los mineros
matriculados que eran nombrados por los subdelegados como encargados de justicia. Con los
alcaldes mayores y corregidores no había ningún impedimento para que los mineros y los
diputados ocuparan el empleo de teniente: el subdelegado de Zitácuaro, Nicolás Enriques, en
1808 consultó ante el virrey si los mineros estaban facultados para ejercer el empleo de
encargados de justicia, y si para que presidieran las diputaciones se requería la confirmación
del superior gobierno, o solamente bastaba con el nombramiento del intendente de la
provincia de Valladolid; la consulta la realizó el subdelegado debido a que el tribunal de
minería al parecer había dispuesto que los mineros no ejercieran los empleos de encargados
de justicia, y en caso de aceptar dicho cargo no pudieran presidir las diputaciones de minas,
pues señalaba que “los señores del Real Tribunal General del importante cuerpo de la Minería
de esta Nueva España han librado orden a la diputación territorial de este real de Angangueo,
previniendo que los mineros no puedan ser jueces reales, ni el que lo fuese pueda presidir a
los diputados en sus actuaciones sin ser aprobado por la superioridad de V. E”.230
La postura del Tribunal de Minería contravenía la costumbre que se había seguido
desde tiempos inmemorables en que los mineros ejercían los cargos de tenientes de alcalde
mayor, y más como tenientes de subdelegados, incluso el subdelegado de Zitácuaro afirmaba
que en Tlalpujahua desde su descubrimiento los mineros había ocupado el cargo de
encargados de justicia, y “actuado en una con los diputados, presidiéndolos en las elecciones
de éstos y sus sustitutos”.231 Y es que las aseveración del subdelegado no estaba en nada
alejada de la realidad, como claramente se puede observar, ya que en 1801 el subdelegado de
Tlalpujahua, Antonio Pérez Fernández, solicitó permiso para ausentarse 2 meses e ir a la
ciudad de México a resolver asuntos personales, y dejó encargado de la administración de
justicia y demás funciones de su competencia a Gerónimo de Plaza, diputado de minaría de
Tlalpujahua.232 El subdelegado de Zitácuaro, al igual que el de Tasco, afirmaba que no había
ninguna contravención en designar mineros como jueces reales, por lo que consideraban que
la decisión que en los últimos tiempos había tomado el Tribunal de Minería contravenía la
ordenanza de minería de 1783, pues en el artículo 8, capítulo 19, se expresaba

“Declaro que a los mineros y sus administradores se no les puede ni debe obstar su ejercicio,
teniendo las demás calidades y circunstancias necesarias para poder obtener y servir los empleos
de JUSTICIA y de Regidores de las Ciudades, Villas y PUEBLOS de minas y cualesquiera otros

230 AGN, Minería, Vol. 80, Exp. 2, F. 1. El subdelegado de Zitácuaro sobre que se declare si los mineros
pueden ser encargados de justicia, Angangueo, 13 de enero de 1808.
231 El subdelegado hizo relación de algunos de los mineros que ejercieron el empleo de encargado de
justicia: Don Mariano Marcos, don Celidonio Moreno, Don Juan Díaz de la Colina, Don Ramón Levante,
entre otros, incluso afirmaba que éstos actuaban sin la correspondiente confirmación. El teniente del
subdelegado de Zitácuaro Francisco González de Cosío trabajaba la mina de Nuestra Señora de los
Remedios.
232 AGN, Subdelegados, Licencia del subdelegado de Tlalpujahua para ausentarse Vol. 6, Exp. 14, Fs. 216­
222.

253
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

pero sin que por esto puedan ser apremiados a aceptarlos ni sacarles multa PORQUE LO
REHUSEN siempre que estén empleados en su profesión y se excusen por atender a ella”.233

En cuanto a la consulta del subdelegado de Zitácuaro sobre si sólo bastaba con el


nombramiento de tenientes por parte del intendente de la provincia de Michoacán o si era
necesario que éste contara con la confirmación del virrey, la respuesta del Tribunal General
de Minería fue que debido a las disposiciones de la real ordenanza de intendentes en un inicio
se había establecido que los subdelegados fueron nombrados por los intendentes de
provincia, disposición que se abolió y se estableció que éstos fueran nombrados por los
virreyes, por lo que en ese tenor el nombramiento de tenientes le correspondía también al
virrey, “por consiguiente sin este requisito deben considerarse sin autoridad, y como los
tenientes o encargados de los reales de minas ocupan enteramente el lugar de los subdelegados
deben estar autorizados de la misma manera para que ejerzan la jurisdicción contenciosa en
asuntos de minas, pues de otra manera cuanto hagan está expuesto a nulidad”.234 Los
tenientes, para ejercer las funciones de juez de minas, debían contar con la confirmación del
superior gobierno, pues de lo contrario no podía presidir las diputaciones ni ejercer la
jurisdicción contenciosa entre los mineros. El fiscal de lo civil argumentaba que la resolución
en la que se mandaba que los tenientes que nombraran los subdelegados debían confirmarse
ante el superior gobierno se dictó en 3 de mayo de 1794.
En Tasco los mineros sustitutos plantearon que Antonio del Corral Velasco como
minero estaba impedido a ser juez en ese territorio, y que si quería serlo tendría que dejar de
ser minero, y las minas que poseía se le habían de adjudicar al primero que legalmente las
denunciare”.235 Dicha postura la justificaban con base en el artículo 3°, capítulo 7°, de las
Reales ordenanzas, en las cuales se prohibía que los justicias tuvieran propiedades en el mismo
lugar en que fueran jueces, por lo que planteaban que si quería ejercer el empleo de justicia
tenía que renunciar a sus posesiones mineras; la respuesta del minero fue que “el artículo que
citan los sustitutos se entiende y debe entender con los justicias en quienes los magistrados
superiores han confiado el cargo y responsabilidad y jurisdicciones que les han entregado, no
así sucede con los encargados de los tales jueces pues lo son condicionalmente en los casos
de enfermedad, ausencia u otro justo motivo, de estos casos y de que los mineros son
encargados de justicia es práctica general y corriente en todos los reales y asientos de
minas”.236 Para el encargado de justicia no había ninguna anormalidad, incluso afirmaba que
con el anterior subdelegado había ejercido los dos empleos de diputado y encargado de
justicia.
En cambio el encargado de justicia apelaba al artículo 8, título 19, en el que se
declaraba que los mineros y sus administradores no les puede ni debe obstar su ejercicio,
teniendo las demás calidades y circunstancias necesarias, para poder obtener y servir los
empleos de justicia y de regidores de las ciudades, villas y pueblos de minas, y cualesquiera 23456

233 Ordenanzas de la Minería de la Nueva España formadas y propuestas por su real tribunal, María del
refugio González (Estudio y edición), México, UNAM, 1996, Real Ordenanza de Minería, art. 8, tít. 19, pp.
464-465.
234 AGN, Minería, Dictamen del Tribunal General de Minería, 3 de junio de 1808, Vol. 80, Exp. 2.
235 AGN, Minería, Vol. 28, Noviembre 13 de 1809.
236 AGN, Minería, Vol. 28, F. 86.sobre si es o no incompatible el ejercicio de minero con el empleo de
encargado de justicia.

254
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

otros.237 El subdelegado Manuel Villegas de Bustamante solicitó al señor virrey que declarara
que el ser minero no era incompatible con el empleo de encargado de justicia, por ausencia y
enfermedad del subdelegado, y se amparaba en el mismo artículo que mencionaba Corral.238
Claramente se percibía la tendencia de las diputaciones mineras de marcar una
distancia entre la jurisdicción real y la privativa de la diputación como una forma de proteger
los privilegios y fueros del sector de los mineros. Pues aunque se rechazaba que los mineros
fueran tenientes de subdelegado, y que no se nombrara teniente en los diputados de minería,
los diputados tenían la facultad de nombrar comisionados en los reales mineros, y lo que
pudimos observar es que regularmente comisionaban a los tenientes de subdelegado para que
actuaran en asuntos de minas (posesión, vista de ojos y pregones, entre otras). Los diputados
de Zitácuaro comisionaban a los tenientes de Angangueo,239 mientras que los diputados de
Inguarán comisionaban a los tenientes de Tepalcatepec, de la subdelegación de Apatzingán y
a los tenientes de Jilotlán, de la subdelegación de Colima. Por tanto a finales del siglo XVIII
se observó un incremento en la burocracia, y con ello hubo atisbos de pretender formar
oficiales y ministros profesionalizados dedicados de forma específica a determinadas esferas
de la administración, para que desempeñaran eficazmente sus obligaciones y respondieran
fielmente a los intereses del rey. Es por ello que se apeló a la aplicación de la ordenanza de
intendentes y a las leyes de Indias, bajo las cuáles se pretendía constreñir el actuar de los
ministros del rey, pues en ellas estaban los fundamentos sobre los que se había erigido la
estructura administrativa de los reinos americanos.

La forma de proceder de las diputaciones mineras y los ayuntamientos fue una


expresión sin duda de la lucha que encabezaron por resguardar sus privilegios y fueros como
corporaciones, pero también una forma de defender su autonomía al pretender actuar al
margen de la autoridad de los subdelegados y sus tenientes. La manifestación más clara de la
autonomía que intentaban obtener se dio cuando desde el Tribunal de Minería se planteó que
los subdelegados pudieran ser recusados absolutamente en conocer de los asuntos de minas,
y su lugar fuera ocupado por los diputados suplentes de las diputaciones mineras,240 con ese
planteamiento pretendían actuar de forma independiente de los jueces reales. El gremio de
mineros, por tanto, estaba buscando la manera de fortalecer su posición frente a los
autoridades reales, estaban en un proceso de empoderamiento, y por tanto pretendían
consolidar sus privilegios; no obstante, la respuesta a las pretensiones de los mineros no se
hizo esperar y se determinó que en los casos de recusación simple los subdelegados
conocieran en los asuntos de mina con un juez acompañado, y en caso de discordia entre
ambos se nombrara un segundo, sin que esto afectara la jurisdicción ordinaria de la diputación
ya que el voto de los tres contaría por uno sólo.241

237 Ibid., f. 87.


238 Ibid., f. 89-90.
239 AHCM, Registro de la mina de Gaspar González Villar, Angangueo, 16 septiembre de 1797, Diocesano,
Justicia, Procesos legales, Bienes materiales, Caja 879, Exp. 334, f 1,
240 AGN, Minería, Vol. 55, 1794, Exp. 2, Fs. 29 y 44.
241 Libro de reales órdenes y cédulas, No. 150, Real orden sobre que los jueces ordinarios y
subdelegados de reales de minas sean recusados... pp. 233-234.

255
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Conclusiones

La reformas implementadas en las provincias novohispanas, si bien pretendieron


homogenizar el aparato de gobierno con el establecimiento de las intendencias y
subdelegaciones, desplazando así a un conjunto de burócratas que ya no estaban
respondiendo a los intereses reales de control económico y político, por lo que era necesario
reemplazarlos por nuevos ministros que impulsaran el proyecto reformista encaminado a
eficientizar el manejo de los recursos y caudales de la corona. El sistema de intendencias y el
incremento de la burocracia fiscal podemos considerar que tuvo éxito. Sin embargo, en el
plano de las subdelegaciones, fue insuficiente el paso de las alcaldías mayores y corregimientos
a subdelegaciones para cambiar la cultura política de las autoridades locales, pues justamente
las subdelegaciones que conservaron la extensión territorial que tenían en el sistema anterior
fue donde se observó con mayor claridad que, pese a las prohibiciones para que no se
nombraran tenientes, éstos no desaparecieron y siguieron siendo parte de la nueva estructura
administrativa, de la dinámica económica y social de las subdelegaciones, y en particular de
los tenientazgos.
Los tenientes siguieron siendo parte fundamental en la administración, el medio por
el cual se representaba la autoridad del rey ante sus súbditos, no sólo por ser parte del
andamiaje administrativo del gobierno provincial, sino que formaban parte de la cultura
política local. Fue difícil erradicar la presencia de los tenientes debido a las necesidades de los
subdelegados, reales o simuladas, de ausentarse de sus jurisdicciones, lo que obligó muy
pronto a que los subdelegados volvieran a requerir de personas que los auxiliaran en sus
actividades cotidianas y buscaron la forma de volver a nombrar tenientes, algunas ocasiones
con la denominación de subdelegados sustitutos, encargados dejusticia o teniente de subdelegados.
El proceso de burocratización que se generó a través de las reformas fiscales y
administrativas pretendió generar, como lo afirma Linda Arnold, una burocracia profesional
que respondiera a los intereses de la corona, que administrara eficazmente los recursos y que
ejerciera un efectivo control sobre la población, e incluso sobre los propios ministros y
oficiales de la corona. En ese tenor, en las intendencias el intendente tuvo un papel muy
importante como autoridad intermedia, como ya lo han abordado otros autores, pues de cierta
forma contrarrestó el poder y la autonomía con la que actuaban las autoridades provinciales
en cuanto a la administración de justicia y la forma en que generaban las relaciones de
dependencia y clientelares con sus auxiliares, los cuales eran nombrados directamente por los
alcaldes mayores. Lo cual no significa que a los subdelegados se les haya anulado la capacidad
para generar sus propios espacios de poder ni el control total sobre sus subordinados, sino
que se debilitaron de cierta forma los vínculos entre los subdelegados y sus tenientes por la
forma en que se realizaba su designación, pues ya no sólo dependían del subdelegado, lo que
llevó a que no se le prestara una obediencia ciega como regularmente se había estilado. La
razón por la cual los subdelegados no heredaron un poder absoluto sobre sus tenientes fue
precisamente por la forma en que se realizaban los nombramientos, que tenían que ser
aprobados por el intendente y el virrey, por tanto ya no era una atribución exclusiva del
subdelegado, sino que ahora tenía que pasar por otras instancias.
Instituciones como los ayuntamientos y las diputaciones mineras vieron en este
proceso de reforma una manera de fortalecer y defender sus fueros por lo que aprovecharon
las ordenanzas, disposiciones y leyes de Indias que prohibían el nombramiento de tenientes
para oponerse a su intervención en los asuntos de esas instituciones. La corona, a través de

256
Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

todo un conjunto de reformas que comenzó a establecer desde principios del siglo XVIII,
pero con mayor efectividad las implementada a partir del gobierno de Carlos III y la visita de
José de Gálvez en la Nueva España, fue cundo claramente trató de limitar los privilegios y
fueros de las corporaciones civiles y religiosas, pues pese a esa clara pretensión se observó
que hacia finales de dicho siglo las diputaciones mineras como corporación estaban tratando
de obtener cada vez mayores privilegios, tratando incluso de evitar que sus agremiados
ejercieran el empleo de encargados de justicia, pues tal pareciera que pretendían ejercer un
gobierno autónomo y sacudirse la intervención de los jueces reales en los asuntos que
consideraban sólo de competencia de sus agremiados, lo que incluso llevó a la oposición de
que los tenientes presidieran sus elecciones. Tanto las diputaciones como los ayuntamientos
no dejaron de defender el conjunto de privilegios y de no ceder ante un control político que
se pretendía imponer en todas las esferas de la sociedad.

257
Capítulo V

Los tenientes con los m inistros de lo sagrado

Introducción

Los dos brazos del poder civil y eclesiásticos operaron en cada una de las provincias de tal
manera que su objetivo era mantener en orden a los súbditos del rey. Los curas y sus tenientes
y los alcaldes mayores y sus tenientes tenían como finalidad común vigilar que los súbditos
del rey vivieran de acuerdo a los principios cristianos. Las dos esferas de poder temporal y
espiritual se trastocaban constantemente por lo que los jueces reales estaban obligados a
auxiliar a los curas párrocos en lo relacionado al pasto espiritual, vigilar que los feligreses
cumplieran con los preceptos anuales, prestar el real auxilio para el castigo de las faltas a la
moral y escándalo. En ciertas transgresiones, como el concubinato, la embriaguez y la fábrica
de bebidas prohibidas, podían intervenir para la corrección y castigo tanto los curas como las
autoridades civiles.
La relación de los curas y los alcaldes mayores y sus tenientes fue compleja y ambos
tenían una importancia fundamental en la vida de las parroquias, de las alcaldías mayores y
sus tenientazgos ya que eran los dos brazos del rey bajo los cuales se tenía bajo control la vida
de la población. Pero también al ser las autoridades más cercanas a la población muchas veces
provocó constantes roces y conflictos porque no se cumplía el principio básico de mutua
colaboración ya que muchas veces pretendían sobreponer su autoridad y se guiaban en
función de sus intereses. La convergencia de esas dos autoridades en un mismo espacio por
tanto contribuyó a que funcionaran como un sistema de equilibrio y contrapesos pues ambas
estaban en condiciones de denunciar los abusos que se cometían de un lado y de otro, o
simplemente las irregularidades que se pudieran observar en la administración. En la segunda
mitad del siglo XVIII se emitieron varias reales cédulas que fueron limitando la jurisdicción
eclesiástica, y que al mismo tiempo iban delineando las esferas de acción de los jueces reales
para evitar los conflictos de competencia, pero también como parte de la política borbónica,
por lo que paulatinamente se sobrepuso la esfera civil sobre la religiosa.

258
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

5.1 Las dos esferas de la administración

En el antiguo régimen la esfera de lo temporal y espiritual se trastocaban pues ambas


formaban parte de las atribuciones que ejercía el rey, por lo que su obligación era velar porque
los súbditos vivieran bajo los principios de la cristiandad y en justicia. Por tanto las
jurisdicciones civiles y eclesiásticas se trastocaban, la esfera de lo espiritual era otro brazo del
poder y control social como lo afirma Oscar Mazín.1 Por tanto los jueces reales estaban
obligados a auxiliar a los ministros de la Iglesia para que los súbditos cumplieran cabalmente
con los sacramentos y doctrina. Desde los diferentes niveles de la administración los virreyes,
gobernadores, alcaldes mayores, corregidores, tenientes, alcaldes ordinarios y alcaldes
provinciales de la hermandad, en algún momento se vieron involucrados con los ministros
de la Iglesia.
Las autoridades civiles tuvieron una estrecha relación con los ministros de la Iglesia
como defensores de los derechos y prerrogativas que gozaba la corona sobre la iglesia como
parte de los derechos que el papa le había cedido a través del Real patronato que formalmente
se estableció en 1508 con el patronato universal de Indias, con la bula Universalis Ecclesiae
regiminis de 28 de julio de 1508 del papa Julio II (a los reyes se les otorgó la facultad o potestad,
según lo define Antonio Joachin de Ribadeneyra Barrientos, de proveer los beneficios
eclesiásticos,2 los obispos no podían disponer del diezmo y facultad para establecer los límites
de los obispados, edificar iglesias y monasterios).3 Aunque desde 1493 ya se le había otorgado
a los reyes católicos ciertas prerrogativas para descubrir y evangelizar, en la bula Inter caetera y
la Eximiae devotionis sincertitas (1501) se les cedieron los derechos sobre los diezmos como
compensación por lo oneroso del establecimiento de la Iglesia en las nuevas tierras, 4 y de los
diezmos dos novenos le correspondían al rey.5
Las relaciones de los ministros de la Iglesia y la corona se pueden observar desde
diferentes escalas: una superior a través de la relación de los obispos y virreyes, en ese sentido
podríamos coincidir con autores como Ramón López Lara y José Gutiérrez Casillas, quienes
consideran que en términos generales las relaciones entre la iglesia y las autoridades civiles

1 MAZÍN, Oscar, "El poder y las potestades del rey: los brazos espiritual y secular en la tradición hispánica",
en MARTINEZ LÓPEZ-CANO, María del Pilar, La Iglesia en Nueva España, p. 64. (53-68). Adriana Rocher
Salas en un interesante artículo analiza la importancia que tuvo la iglesia en la península de Yucatán y
como un efectivo medio de control ideológico y político el cual no se dudó en ponerse en marcha cuando
se veía amenazado el orden social y político establecido, pese a la tendencia secularizadora que caracterizó
al siglo XVIII, que pretendía separar la esfera espiritual de lo temporal. ROCHER SALAS, Adriana, "Un
baluarte diferente: Iglesia y control social en Yucatán durante el periodo colonial", en Península, Vol.III,
No. I, Mérida, Universidad Nacional Autónoma de México, Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias
Sociales, Enero de 2008, pp. 65-81.
2 RIBADENEYRA BARRIENTOS, Antonio Joachin de, Manual compendio de el Regio Patronato Indiano,
[Presentación de José Luis Soberanes F] México, Editorial Porrúa, 1993, Cap. VI, I, p. 70.
3 SÁNCHEZ BELLA, Ismael, Iglesia y Estado en la América Española, Pamplona, España, Ediciones
Universidad de Navarra, 2- edición 1991, S. A, p 22. OTS CAPDEQUÍ, J. M, El Estado Español en las Indias,
México, FCE, 1993, p. 67.
4 LÓPEZ LARA, Ramón, Apuntes de la historia de la Iglesia en México, siglo XVI, Morelia, Fimax Publicistas,
1990, ps.12 y 13. GUTIÉRREZ CASILLAS, José, Historia de la Iglesia en México, México, Porrúa, 1984, pp. 45­
48.
5 Ibid., p. 20.

259
Los tenientes con los ministros de lo sagrado

fueron cordiales, tal y como se percibe desde la escala superior, lo cual incluso queda claro en
las palabras de José Gutiérrez Casillas cuando afirma que

“Armoniosa fueron casi siempre las relaciones entre la Iglesia y el Estado, durante la época
colonial, pues descontando como deberá descontarse las fricciones de la vida ordinaria, a que
es tan propenso el carácter español; de los ciento y noventa y siete obispos que gobernaron las
diócesis mexicanas únicamente dos, Pérez de la Serna en México y Reyes de Yucatán, tuvieron
conflictos verdaderamente ruidosos con las autoridades civiles”.6

Sin embargo eso llevaría a dejar de lado la relación de los alcaldes mayores y sus
tenientes con los curas párrocos y sus tenientes, por lo tanto al bajar la escala de análisis se
puede observar de forma más compleja la convivencia de las autoridades civiles y religiosas
como dos expresiones de poder, y por tanto de control e influencia social, perspectiva que
nos lleva en consecuencia a cambiar un tanto esa imagen de armonía y cordialidad.
En términos de nuestro propósito, si dejáramos fuera los actos ordinarios que se
constituyen en el fundamento de nuestro análisis perderíamos de vista las relaciones
cotidianas que se daban día a día en la esfera más baja de la administración civil y religiosa,
las cuales nos permiten palpar el pulso de las relaciones entre las autoridades civiles, religiosas
e indígenas y el resto de la población. Dichas relaciones se tornaban complejas y cambiantes
pues respondían a los intereses locales, de los indios, del cura, de los subdelegados y sus
tenientes.
El contacto de los curas y los alcaldes mayores fue menos frecuente que el que se dio
con sus tenientes, pues en varias de las cabeceras de curato residía un teniente, por lo que éste
y el cura se constituyeron en las autoridades más inmediatas a la población, y por ende en los
garantes de la justicia y el orden social; pero los tenientazgos no sólo estaban conformados
por un curato o doctrina, en algunos llegaron a haber dos o cinco, otras veces la jurisdicción
del tenientazgo se extendía hacia pueblos que pertenecían a diferentes curatos, lo que hacía
que se ampliara el número de curas con los cuales los tenientes tenían contacto. Por tanto no
nos resulta extraño que cuando se presentaban conflictos entre los curas y las autoridades
civiles, la mayor parte de las inconformidades se dieran con los tenientes.
Si tomamos como ejemplo la alcaldía de Valladolid podemos apreciar claramente esta
circunstancia, por ejemplo en el tenientazgo de Paracho había tres curatos: Paracho,
Capacuaro y Nahuatzen; el tenientazgo de San Juan Parangaricutiro estaba constituido por
los curatos de San Juan Parangaricutiro y Santa Ana Sirosto, además de los pueblos de San
Francisco de los Herreros y San Francisco Corupo, agregados al curato de San Francisco
Charapan, jurisdicción de la alcaldía mayor de Jiquilpan, y el pueblo de San Marcos Apo que
pertenece a la administración del curato de Tancítaro; el tenientazgo de San Diego Cucupao
estaba constituido por cinco curatos: Tzintzuntzan, Santa Fe de la Laguna, San Gerónimo
Purenchecuaro, Tiríndaro y Santa Ana Zacapu; el tenientazgo de Erongarícuaro contaba con
cuatro curatos: Erongarícuaro, Pichátaro, Zirahuen y Zirondaro; el tenientazgo de Taretan

6 Gutiérrez Casillas José, Historia de la Iglesia, pp. 47-48.

260
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

contaba a con dos curatos Taretan y Tingambato, y otros más sólo se componían de un
curato: Pátzcuaro y sus pueblos, Tacámbaro, Puruándiro, Angamacutiro y Numarán.7
Y es que el tipo de relación que se establecía entre los alcaldes mayores, subdelegados
y tenientes, era muy variables, pues como sucede en toda red social las sociabilidades y
afinidades cambian en función de los intereses, pues algunas veces las relaciones se
presentaban de forma ríspida, dando como consecuencia que las autoridades civiles fueran
las primeros en denunciar la mala administración e incumplimiento del deber de los curas,
incluso la vida desordenada en la que vivían, dando cuenta al obispo para que éste pusiera el
más pronto remedio.
Durante la mayor parte del siglo XVIII el poder civil y religioso se trastocaba
justamente por ser los dos brazos del poder y los instrumentos de control político y social;
sin embargo a partir de la década de los sesenta el poder de la iglesia se comenzó a ver cada
vez más acotado, e incluso el poder eclesiástico fue sometido al predominio de la corona, lo
cual se expresó en la política regalista que pretendía disminuir “los privilegios e inmunidad
eclesiástica”.8 Aunque el proceso de secularización de las doctrinas favoreció al clero secular,
lo que llevó a que se ampliara el número de ministros y se establecieran tenientes de cura en
los pueblos que estuvieran a considerable distancia de la cabecera del curato9 y paulatinamente
se les fueron contrarrestando varias facultades que ejercían los curas y que correspondían al
gobierno temporal:10 por ejemplo en muchos pueblos de indios las cajas de comunidad
estaban resguardadas en las casas curales y hospitales, sin embargo con la aplicación de la real
ordenanza de intendentes éstas pasaron a la custodia de los subdelegados como parte de sus
facultades de policía, por ende fueron trasladas a las casas reales; a partir de 1787, por
instrucciones del intendente, los subdelegados y tenientes solicitaron a los curas que
entregaran las cajas de comunidad que estaban en su poder. Fray Pablo Díaz de León informó
al provisor y vicario general del obispado de Michoacán, Juan Antonio de Tapia, que el
teniente de Tiripetío, Gaspar Pardo de Malhavear, por instrucciones del intendente corregidor
le solicitó que entregara la caja de comunidad de Acuitzio para que se trasladara a la cabecera
del partido, así mismo le informaba que había entregado la llave de la caja que estaba en su
poder, aunque el fraile afirmaba que por real cédula se había determinado que los curas
tuvieran una llave.11 Otra expresión de la forma en que se fue limitando la amplia jurisdicción
eclesiástica se dio el 8 de marzo de 1791, fecha en que se emitió otra real cédula en la que se
mandaba que no se podía hacer junta preparatoria ni reuniones de cofradías si éstas no
estaban presididas por el ministro real, con lo que se limitaba la injerencia de los curas en los

7 AHMM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, Informes, 1776-1777, c 117, Exp 122, Fs. 65. Cordillera del
corregidor Juan Sevillano a los tenientes de su alcaldía para que pidan información individual de las
cofradías y hermandades de sus curatos, sin incluir los bienes de comunidad.
8 MAZÍN, Oscar, "Reorganización del clero secular novohispano en la segunda mitad del siglo XVIII, en
MAZÍN, Oscar, La Iglesia y el Centro- Occidente de México. De la singularidad a la universalidad. A través
de relaciones. Estudios de Historia y Sociedad, Zamora, Michoacán, El Colegio de Michoacán, 2014, p. 219
9 AGI, México, 1701, fs. 3. Cartas y expedientes del distrito de esta Audiencia autos de 1765.
10 MAZIN, Oscar, El cabildo catedral de Valladolid de Michoacán, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1996,
pp. 343- 366.
11 AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, Informes, 1787, Caja 119, Exp. 175, Fs. 2. Fray Pablo de León
informa al provisor que el teniente de Tiripetío solicito la caja de comunidad que se resguarda en su
sacristía para remitirla a la cabecera.

261
Los tenientes con los ministros de lo sagrado

manejos de los bienes de cofradías.12 A partir de la segunda mitad del siglo XVIII la política
borbónica tomó medidas más drásticas contra las corporaciones, por lo que la Iglesia no
escapó de ellas y comenzó a ver limitada ampliamente su esfera de acción.13
Los curas reaccionaron inmediatamente ante tales disposiciones pues estaban
perdiendo el control sobre la administración y uso de los bienes y recursos de las cofradías y
hermandades, y constantemente demandaron que se les restituyeran los libros de cuentas de
las cofradías y que se evitara que los tenientes y subdelegados se ocuparan de la administración
de dichos bienes. En 1801 el cura de Cutzamala, Juan José Simón Haró, informaba al virrey
que el subdelegado de Tetela del Río le acaba de notificar que entregara los libros de las
cofradías y hermandades del curato, “y de cuenta en atención a declarar los dos fiscales
protector y de lo civil ser bienes profanos en los que deben entender los Justicias reales”. La
respuesta del cura fue

“que veneraba y respetada las órdenes del superior gobierno como el más fiel vasallo de su
magestad, pero que no habiendo recibido orden del ilustrísimo señor obispo de Valladolid, mi
prelado, siendo regular recibir por aquella vía los de su especie, suspendería el efecto de su
cumplimiento hasta el momento que su señoría ilustrísima determine en el particular, y el
gobierno superior se hiciere cargo de los puntos que tenía que representar en esta materia”.14

Además el cura señalaba que no tenía en su poder dinero, sólo los libros de las misas
y cuentas, debido a que los indios de Tlalchiapan en consorcio con el encargado de justicia lo
habían despojado de la administración de la cofradía (estos son los rebeldes sugeridos del
encargado Don Manuel José Ximenes y de un revoltoso llamado José Buitrón que vive entre
ellos en su pueblo, pues los de Cutzamala y Sacapoato en nada se meten) me han quitado
todo conocimiento de la cofradía de la Purísima Concepción (se decía que esa cofradía había
sido fundada por don Vasco de Quiroga con permiso de su magestad, lo mismo que la de
Cutzamala), el cura se quejaba de que estaban vendiendo y disipando arbitrariamente sus
bienes

“según lo que instruye la antecedente consulta, el excelentísimo señor virrey con previo
dictamen de los señores fiscales protectores y de lo civil ha declarado que todos los bienes de
las cofradías y hermandades de la comprensión de Cutzamala son temporales y profanos, y que1234

12 Libro de reales cédulas, Cédula 136, p. 118. AGN, Cofradías y archicofradías, Vol. 18. Exp. 1. Este volumen
contiene varios expedientes donde se manda se manda que se observe el cumplimiento de la Real Cédula
del de marzo de 1791 sobre que no se haga junta de congregaciones, cofradías y hermandades si no la
presiden los ministros reales. En otros expedientes los subdelegados exponen algunas dudas sobre el
manejo de las cofradías.
13 MAZÍN, Oscar, El cabildo catedral de Valladolid, p. 343-361.
14 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos legales, Cofradías, c 688, Exp. 4, Cutzamala, junio 25 de 1801. F 1­
v. el cura de Cutzamala sobre que se le ha despojado de la administración y conocimiento de la cofradía
de la Purisíma Concepción. AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos legales, Cofradías, 1806, c 688, exp 9, f 1.
Diligencia del cura de Cutzamala para que se le restituyan los 1200pesos de los gastos que erogó en la
diligencia contra el subdelegado, teniente e indios de Tetela del Río para que restituyeran a la caja de la
cofradía 3 000 pesos.

262
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

su manejo debe ser a cargo de las justicias reales con total exclusión de los respectivos jueces
eclesiásticos”.15

Se alegaba que desde su establecimiento han sido a cargo de los excelentísimos


señores obispos, quienes han encomendado su custodia y arreglo a los jueces eclesiásticos,
por lo que desde entonces se habían encargado de la administración de los bienes de las
cofradías es por eso que se sentían despojados y vulnerados de un derecho que por mucho
tiempo habían gozado sin la intervención de los jueces reales, por lo que pedían se les
conservara la administración y conocimiento de las cofradías como hasta el día se había
observado, según lo expresaba el Dr. Tiburcio Camiña, quien pedía al señor obispo que
determinara lo que fuera de su superior agrado.
El cura de Cutzamala, José Simón de Haró, denunció que el teniente don Manuel
Jiménez había seducido a los indios apoyados por el subdelegado del quinquenio anterior,
Fernando Francisco de Medina, que había sido de la jurisdicción de Tetela del Río, para que
se apropiaran de los arbitrios de las cofradías, de los hospitales y hermandades, por lo que
vendieron bienes, ganado mayor y mulas, y se decía que habían percibido dos mil trescientos
pesos de la venta de ganado y que los habían gastado en sus comercios.16
Como era de esperarse el subdelegado de Tetela del Río manifestó todo su apoyo a
José Buitrón y a José Jiménez, y expresaba “la enemiga que tiene el cura de Cutzamala a dicho
Buitrón hasta llegar a término de intentar matarlo y dar orden al gobernador de indios que lo
prendiesen a nombre de la Santa Inquisición, extendiese dicho subdelegado a fundar la
inocencia de dicho Buitrón y de su teniente de Cutzamala, don Manuel Jiménez. Sagarzurieta,
mandó que el subdelegado informara sobre los acontecimientos que hacía referencia.17
Por una extraña coincidencia del destino, de forma simultánea a las diligencias que se
estaban siguiendo en el juzgado eclesiástico se presentó una consulta reservada que iba
dirigida a denunciar la conducta desarreglada y perjuicios que ocasionaban los justicias de
Axutitlan y Cutzamala, no cuestionaban la conducta del subdelegado de Tetela del Río pero
sí denunciaban su falta de determinación para destituir a sus tenientes

“nuestro subdelegado Don Fernando Franco de Medina en medio de sus buenas calidades, o
se ha empeñado en sostener dos tenientes suyos, y el director de uno de ellos, hombres todos
de mala vida y perversas costumbres; o se halla embarazado para su deposición, o no tiene
resolución necesaria para desprenderse de ellos sabiendo con evidencia sus excesos los1567

15 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos legales, Cofradías, Caja 688, Exp. 4, Cutzamala, junio 25 de 1801.
F 1- 2-v.
16 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos legales, Cofradías, 1806, Caja 688, Exp. 9, F. 1. Diligencia del cura
de Cutzamala para que se le restituyan los 1200 pesos de los gastos que erogó en la diligencia contra el
subdelegado, teniente e indios de Tetela del Río y para que se restituyeran a la caja de la cofradía 3 000
pesos.
17 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos Legales, Denuncias, Caja 702, Exp. 12, Fs. 5, 31. Oficio del
excelentísimo señor virrey acompañando las diligencias que practicó al subdelegado de Tetela del Río
sobre excesos que se imputan al cura de Cutzumala, Juan José Simón de Haró.

263
Los tenientes con los ministros de lo sagrado

clamores de estos miserables habitantes, vasallos de su magestad de aumentarse cada día con
las violencias de estos infieles ministros de justicia”.18

En la representación no se mencionó el nombre de los dos tenientes del subdelegado


de Cutzamala, pero sí del que se decía que era su director, que no era otro que Don José
Buitrón, la misma persona que el bachiller denunciaba como el revoltoso José Buitrón que
vivía entre los indios de Tlalchiapan y que lo habían despojado de la administración de la
cofradía. En esencia, se pretendía que se destituyera a los tenientes de Cutzamala que en ese
momento eran señalados como los enemigos del cura por la disputa en el manejo de los
bienes de la cofradía. El fiscal de lo criminal Sargazurieta mandó que el subdelegado de Tetela
del Río informara sobre el particular, y de ser cierta la denuncia tomara las providencias que
fuesen justas a los tenientes y director.19
El eclesiástico comisionado, Juan Antonio de Elovarrieta, para examinar los testigos
y desahogar la acusación que se hacía contra el cura, al final de las declaraciones hizo una
reflexión encaminada a explicar la causa por la que se daban las diferencias entre los tenientes
y los jueces eclesiásticos, y la primera de ellas se refería a que los subdelegados estaban
indotados de un ingreso, lo cual los llevaba a ponerse a las órdenes de los más poderosos. Y
señalaba que

“Las discordias y disensiones que son generales entre curas, indios, subdelegados y tenientes
de toda la América, no pueden tener fin entre tanto que la superioridad no trate de dirigir el
rigor de sus providencias al origen de las causas que las producen. Un subdelegado indotado, y
en alguna manera precisado a propasarse de los límites que le prescriben las leyes y los
reglamentos, no puede estar de acuerdo con su párroco, que por su instituto, por su celo, o
porque no conoce iguales estrecheces declama contra la violencia, reprueba la injusticia y
fulmina rayos contra el opresor del miserable”.20

Y en cuanto a las fricciones de los párrocos con los indios, se debe a que los indios
ven con recelo a los párrocos que les exigen que cumplan con sus obligaciones cristianas y
proseguía

“Ni es posible que se acomode a soportar el peso de un subdelegado que no conocieron sus
abuelos en aquellos tiempos; pero sobre todo el abuso ilegal e inmoderado de nombrar los
subdelegados tenientes y directores a su arbitrio sin necesidad, sin consulta ni aprobación del
superior gobierno, es el fundamento principal de la disensión y la piedra del escándalo que se
debe arrancar del edificio de la sociedad si se trata seriamente de asegurar la paz en los rebaños
Americanos de J. C.”2118920

18 AGN, General de Parte, Vol. 65, Exp. 238, F. 192. Vuestra excelencia manda al subdelegado de Tetela del
Río cumpla con el superior decreto inserto relativo a los excesos de los tenientes de sus jurisdicciones que
se expresan y demás que contienen. Marquina, México 10 de septiembre de 1801.
19 Idem.
20 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos Legales, Denuncias, Caja 702, Exp. 12. Fs. 24. Oficio del virrey
acompañado de las diligencias que practicó el subdelegado de Tetela del Río sobre excesos que se imputan
al cura de Cutzumala B. D. Juan José Simón de Haró.
21 Ibid. F. 25.

264
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Elovarrieta abiertamente expresaba que para mantener la paz y el orden en Cutzamala


se debía desterrar de la jurisdicción a Buitrón y retornarlo al presidido de donde decía había
salido; en pocas palabras, señalaba que los tenientes provenían de la más baja calaña de la
sociedad, casi los comparaba con delincuentes que debían estar en prisión y no ejerciendo los
empleos de justicia.
En 1773 el virrey Bucareli envío una orden circular al obispo Rocha en la que se
mandaba que los justicias auxilien a los curas en el cumplimiento de los preceptos anuales de
comunión y confesión, ya que no siempre las censuras eran el medio más eficaz para domar
las almas rebeldes de indios y mulatos, por lo que se requería del apremio de los jueces reales,
por lo que en la orden circular se expresaba:

“Considerando yo, a consecuencia de lo pedido por el señor fiscal, que el medio más a
propósito a hacer efectivo el cumplimiento de todos sacramentos tan principales en nuestra
católica religión, [es] el unir las dos jurisdicciones real y eclesiástica para que de uniformidad y
acuerdo hagan observarlos y vivir a todos cristianamente: He resuelto, en decreto de 14 de este
mes, prevenir, como lo hago por punto general a todos los jueces reales, ayuden a los curas,
auxilien y hagan efectivas las providencias que expidieren dirigidas al bien espiritual de sus
respectivos feligreses, en el concepto de que, además de conseguir un mérito de la mayor
consideración, se captarán mi grado y complacencia”.22

En 1789 el teniente de alcalde mayor Luis Solórzano de Cajitlan, con el agregado de


Yxtlauacan, jurisdicción de Colima, certificaba, a pedimento del bachiller José Mateo
Fernández Ramos, cura interino de Cajitlan, que había exhortado varias veces a los indios de
Tecomán para que cumplieran con el precepto anual de la iglesia, por lo que sólo algunos
habían ocurrido, pero afirmaba que la mayor parte de ellos no atendió a sus exhortos.23 Los
subdelegados y sus tenientes llegaron a certificar la buena conducta de los curas en la
administración de los sacramentos.24
Aunque en la esfera de lo espiritual era una obligación que correspondía sólo a los
curas, los alcaldes mayores también compartían de cierta forma esa responsabilidad, así como
el cuidar que todos vivieran y se condujeran de acuerdo con la moral y los principios
cristianos, lo que implicaba vigilar que no vivieran en concubinato, amistades ilícitas y
embriaguez, lo que debían observar las autoridades civiles y eclesiásticas. Las autoridades
civiles y eclesiásticas tuvieron una estrecha relación, independientemente de las constantes
diferencias que tuvieran, pero siempre se expresaron una cierta solidaridad y apoyo,
especialmente cuando se requería de certificaciones para dar constancia del buen desempeño
de sus funciones para fines de ascenso o solicitud de otro empleo, regularmente daban cuenta234

22Libro de reales órdenes y cédulas de su Magestad, Cédula 121, "Orden circular que da cuenta del decreto
expedido por el Virrey Bucareli a petición del Arzobispo Núñez de Aró para que los jueces ayuden a los
curas", México, 18 de agosto de 1773. Libro de Reales Ordenes y Cédulas de su Magestad: Audiencia de la
Nueva Galicia, siglo XVIII, Rafael Diego Fernández Sotelo, Marina Mantilla Trolle [edición y estudio],
Zamora, El Colegio de Michoacán, Universidad de Guadalajara, El Colegio de Sonora, 2008. p. 186.
23 AHCM, Diocesano, Gobierno, visitas, informes, enero 2 de 1789, Caja 507, Exp. 88, Fs. 1, Certificación
del teniente de alcalde mayor de que el cura de Cajitlan exhortó a los indios de Tecomán al cumplimiento
de los preceptos anuales.
24 AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, Informes, 1794, Caja 122, Exp. 230, Fs. 1; Certificación del
Subdelegado de la Barca del teniente general sobre cumplimiento de su deber.

265
Los tenientes con los ministros de lo sagrado

de la forma en que habían actuado en pro de bien espiritual de la feligresía o de la buena


administración de justicia. De igual manera nos parece interesante que así como en ocasiones
denunciaban el mal comportamiento de los tenientes, también tenían la facultad de reconocer
a los que fueron buenos jueces.
Así como se podían oponer al nombramiento de algún teniente, por considerar que
actuaba de forma parcial, también fueron capaces de expresar abiertamente su apoyo para
que los sujetos que ellos consideraban idóneos para que ocuparan los tenientazgos
permanecieran en dichos empleos. En 1776 se nombró por alcalde mayor de Guanajuato a
Miguel María Mayordomo,25 y el vecindario y curas de la congregación de Irapuato acudieron
ante el alcalde mayor y le solicitaron que permitiera que don Manuel Martínez de Lejarza
continuara en el tenientazgo de esa congragación, ya que consideraban que era el sujeto más
idóneo para ejercer dicho empleo pues afirmaban que en él se había observado

“la eficacia de dicho sujeto en procurar el socorro de las necesidades padecidas de hambre y
pestes, la vigilancia en defender el lugar de anegaciones, la actividad en lo recto de su justicia
comprobada con todas las comarcanas justicias, y aún con las reales Audiencias y el superior
gobierno de los excelentísimos señores virreyes, su especial esmero en procurar siempre el
aumento del divino culto, y finalmente su charidad en estorbar discordias aún a costa de su
bien estar temporal, y esto no en poco tiempo, si[no] en el espacio de veinte y dos años”.26

Por la información que proporcionó el sucesor de Mayordomo, Felipe Barri, en 1778,


la solicitud del vecindario de Irapuato fue atendida, pues en la relación que realizó de tenientes
que había nombrado Mayordomo figuraba Manuel Martínez de Lejarzar.
Los alcalde mayores y sus tenientes participaban en las actividades religiosas y en los
actos de visita: en las realizadas en 1766 por el Dr. Gerónimo López y Llergo al obispado de
Michoacán fue muy frecuente que el acto eucarístico con el cual daba inicio la visita estuviera
encabezado por los jueces eclesiásticos, el alcalde mayor, el teniente de alcalde mayor (Don
Antonio Pozulo y Pinos teniente de San Juan de la Vega),27 las personas de razón, gobernador
y república de naturales.28 En la reparación y construcción de las iglesias, cuando los indios
se oponían a colaborar con peones, el cura con regularidad acudía al alcalde mayor para que
éste los exhortara a que contribuyeran.29256789

25 El alcalde Miguel María Mayordomo tomó posesión el 24 de noviembre de 1776. AGN, Media Anata,
Vol. 66, Fs. 359.
26 AHCM, Fondo Diocesano, Sección Gobierno, Serie Visitas, Subserie Informes, Caja 504, Exp.
(Desordenado) 1776, fs 1-1v.
27 TAYLOR WILLIAM, Ministros de lo sagrado, p.
28 En la visita de San Andrés Salvatierra los tenientes de alcalde mayor estuvieron presentes en
Chamacuero y San Juan de la Vega, AHCM, Diocesano, Gobierno, Visitas, Informes, c 504, Exp. 66.
29 AHCM, Diocesano, Gobierno, Visitas, Informes, 1781, Caja 506, Exp. 80, Fs. 7, El Br. José Eligio Villalón
solicitó que los indios de Irimbo contribuyeran con peones para la construcción de la iglesia por haberlo
comprometido en 1730 cuando se separó de la administración de Maravatío. En Tepalcatepec el cura Juan
Antonio Jausoro solicitó al subdelegado que exhortara a los naturales a que contribuyeran con su trabajo
personal, dieran los peones necesarios de cuenta de la fábrica destinada para maestros y demás materiales
para la reparación de la iglesia, los bueyes de las cofradías los utilizaron para cargar madera. Tepalcatepec
marzo 26 de 1793. AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, Informes, 1793, Caja. 122, Exp. 224, Fs. 2.

266
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

La expedición de certificaciones fue otro de los medios por los cuáles los curas y
tenientes se relacionaron, pues muchas veces, para justificar la necesidad que se tenía
justamente de arreglar las iglesias y la falta de cuidado de ellas, pedían a los tenientes que
certificaran el estado de las iglesias: Martín José de Tellechea, teniente del partido de Tuzantla,
certificó que el cura había amonestado a los hijos del pueblo para que arreglaran la iglesia, lo
cual hasta el día no había logrado por desidia, por el poco vecindario o la miseria de los indios,
incluso el bachiller Eugenio Reyes Arroyo se quejaba de que no querían cumplir ni con los
preceptos anuales.30
En la alcaldía mayor de Maravatío se presentaron diversos conflictos entre los curas
y los indios por la inobservancia de sus obligaciones y en 1781 el bachiller de Tuxpan,
Eduardo Espinosa de los Monteros y Plata, denunció que los indios de Jungapeo no
obedecían y que eran incorregibles, no cumplían con los preceptos anuales de la iglesia, vivían
en la insubordinación y desobediencia, y que para no obedecer se internaban en las barrancas
desde donde hacían juntas y gavillas, y donde podían vivir en completo libertinaje; pero
además el cura informaba que no sólo eran inobedientes con él, sino que no obedecían ni a
su gobernador, el cual no podía reprenderlos porque se burlaban de sus providencias, y así
mismo denunciaba que no acuden a los llamados del teniente, por lo tanto “aunque yo quiera
auxiliarme con el teniente no lo ejecutó a vista de que de la misma suerte se burlan de sus
providencias, con lo cual carezco del auxilio que para tales casos necesito”.31 Según expresaba,
por esa razón no solicitaba el auxilio del teniente del pueblo ya que prácticamente resultaría
lo mismo, es por eso que se dirigió al alcalde mayor de Maravatío, Juan José de Enciso. Por
tanto el alcalde mayor, para que se obedeciera al cura, personalmente pasó al pueblo de
Jungapeo donde dispuso que se obedeciera a las autoridades del pueblo:

“se pase por mí al pueblo de Jungapeo, en donde con presencia de su república y común de
naturales se les dé a entender la subordinación y obediencia que deben tener a su cura, teniente
y gobernador apercibiéndoles que en lo sucesivo verifiquen puntual y pronta asistencia a el
Santo sacrificio de la misa, doctrina cristiana demás obligaciones que están sujetos, entendidos
de que en el caso de contravención se procederá contra los infractores, aplicando las penas que
correspondan en justicia.. .”.32

Para realizar las diligencias y averiguar los excesos que cometían los indios el alcalde
mayor le otorgó amplia y bastante comisión a Vicente de la Roca, teniente de aquel partido,
para que realizara una prolija averiguación de los excesos de los que se habían señalado como
cabecillas y motores de las insubordinaciones a Nicolás Diego, Inocencio Ontiveros y José
de Soto.
La desobediencia y la falta de cumplimiento que se dio en diversos curatos por parte
de los indios nos remite justamente al texto de Taylor, cuando analiza los diferentes
documentos sobre el carácter de los indios, y en especial se hace referencia a la guía informal3012

30 AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, Informes, 1786, Caja 119, Exp. 165, Fs. 3, El Br. Cura
beneficiado del partido de Santa Catarina Purungueo y sus agregados solicita certificación del estado de
abandono en que se encuentra la Iglesia y el deterioro de las imágenes, ya que los hijos del pueblo no
acceden a arreglarla.
31 AGN, Civil, 1781, Vol. 424, Exp. 11, F. 218. Denuncia del cura del cura de Jungapeo contra los naturales
por insubordinación.
32 Ibid. F. 217.

267
Los tenientes con los ministros de lo sagrado

para el buen ministerio del cura Ignacio José Hugo Homerick, titulado Conversaáonesfamiliares
de un cura a sus feligreses Yndios, formado sobre las reglas de felicidad espiritualy temporal (1769), en el
que “atribuye la indiferencia de los indios hacia la doctrina y deberes cristianos a la
impreparación, altanería y soberbia de los ministros”, 33 por tanto los curas deberían observar
la instrucción de los indios, por lo que debían tratarlos con amor y afabilidad. Y es que en
denuncias como las que se dieron en Jungapeo, donde se supone trastocaban también la
autoridad de los tenientes, mostraban una contraparte, y esa era que los indios
contrademandaban a sus curas por el cobro indebido de los aranceles, y dichas acciones-según
la manifestación de los indios- la realizaban muchas veces coludidos con el alcalde mayor y
su teniente, y sostenían que la verdadera causa de la aprehensión de los indios se realizó como
castigo porque se atrevieron a denunciar el exceso del cura ante la Audiencia.
En auto de 7 de agosto de 1781 la Audiencia determinó que se diese comisión al
administrador de rentas de tabaco de Maravatío para que notificara al alcalde mayor y su
teniente que exhibieran la causa que hubieren formado a los indios; por ausencia del alcalde
mayor el teniente general, José Antonio Velasco, contestó que ignoraba quiénes eran los
indios que pasaron a litigar, y de igual manera al cura se le mandó que no molestara a los
indios por ese recurso y que los trate con la piedad y amor que corresponde.
La participación de los alcalde mayores y sus teniente fue una constante y formaba
parte de la costumbre que las autoridades civiles presenciaran las fiestas, como por ejemplo
el que el jueves santo se ponga al alcalde mayor y/o su teniente general la llave del sagrario.34
Por ejemplo, en la alcaldía mayor de Celaya se estipulaba que el jueves santo la lleva fuera
entregada al alcalde mayor en la cabecera y en Salvatierra a su teniente.35 Las fiestas religiosas,
procesiones y funciones públicas, fueron los espacios de convivencia donde los curas, los
justicias, las repúblicas de indios y el común del vecindario participaban cada uno ocupando
el lugar que les correspondía en función de la distinción que tenían. Sin embargo fue muy
frecuente que los alcaldes mayores, tenientes y alcaldes ordinarios, se inconformaran porque
no se les respetaba el lugar de precedencia en los actos públicos. En ese tenor hubo conflictos
muy interesantes y reveladores de la forma en que se percibía la figura de los tenientes al
pretender alegar la precedencia en las procesiones, y uno de esos conflictos se dio en
Yuririapúndaro en 1760 cuando el teniente de alcalde mayor, Joseph Antonio Molleda y
Coerrés, originario de los reinos de Castilla del principado de Asturias, se quejaba de que el
teniente de cura Pedro Contreras lo había injuriado por quererlo privar del lugar que le
correspondía en el Santo Rosario del señor San José por razón del empleo que ejercía. El
promotor fiscal del obispado dictaminó que el teniente estaba pretendiendo honores y
preferencias que no le correspondían pues

33 TAYLOR, W., "...De corazón pequeño y ánimo opacado", en Relaciones, 39, p. 15


34 AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, Informes, 1788, c 120, exp. 181. Sobre que el cura juez
eclesiástico de San Luis de la Paz, conforme a la costumbre establecida en aquel curato ponga el jueves
santo la llave del sagrario al justicia mayor de aquel partido. AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias,
Informes, 1785, c 119, exp. 157, fs 3. Br. Santiago Menéndez y Valdés solicitó al teniente de Santa Ana
Amatlán certificación de la mejora de la iglesia y casas curales durante su administración.
35 AHCM, Fondo Diocesano, Sección Gobierno, Serie Correspondencia, Sub-serie Borradores, 1767, Caja
28, Exp 1, Fs 1. El cabildo de Celaya amonestó a los párrocos para que guarden la costumbre de entregar
la llave del sagrario el jueves santo al alcalde mayor y su teniente.

268
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

“procedió con demasiada temeridad al pretender la preferencia del lugar respecto del referido
Br., fundado sólo en el principio vulgarísimo de que representa la persona real sin hacerse cargo que
esta representación es muy lata y remota por ser un ministro subalterno, y que dista por tantos grados de la
persona del rey, y sí es temeridad conocida querer que se le deban los mismos honores que le son
debidos a su magestad o a los ministros que con más inmediación y propiedad representan su
persona, y aunque así fuera no por eso debía alegar tal preferencia”.36

Los únicos que merecían los honores que alegaba el teniente de alcalde mayor eran los
ministros de más alta jerarquía, como los virreyes y gobernadores, pero siempre observando
la costumbre del orden que cada uno debía guardar en los actos religiosos.
La colaboración estrecha que debía de existir entre los ministros de la iglesia y las
autoridades civiles no siempre se presentó de la mejor forma, pues fue muy común encontrar
que si bien se presentaron relaciones de colaboración y ayuda entre los alcaldes mayores, los
tenientes y los curas, esas no siempre estuvieron exentas de conflictos, tenciones, y muchas
veces una reiterada resistencia tanto por parte de los curas para obedecer los mandatos o
determinadas disposiciones que se establecían para los vecinos de los pueblos, pero que
debían ser obedecidos por los curas en la medida que las ordenanzas estaban encaminadas a
procurar y resguardad la seguridad de la población,37 o simplemente cuando se publicaban los
bandos de bebidas prohibidas o juegos de azar, de igual forma tenían que ser obedecidos por
los vecinos y por los párrocos.383678

36 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos Contenciosos, Injurias, 1760, Caja 635, Exp 2, Fs. 11v-12.
37 El alcalde mayor de la Barca con motivo de que se habían quemado unas "casillas de tule" y para evitar
que sucedieran más accidentes promulgó un bando para que en el término de 8 días los vecinos quitaran
los techos que tuvieran de dicho material en la plaza y en las casas del pueblo. El notario y receptor de la
Barca Francisco Díaz de Tagle en su casa tenía unos corredores con techo de dicho material. El alcalde
mayor mandó que se quitaran dichos techos de tule, acción que fue considerada por Díaz de Tagle violenta
por lo que vociferó y trató de provocar al alcalde mayor. El notario eclesiástico del partido de la Barca tenía
problemas con las bebidas y soltura de lengua razón por la cual el teniente de alcalde mayor de Totonilco
ya lo había aprehendido por "desacato y exceso de palabras contra el teniente, por lo que se decía que lo
había "injuriado de palabras". En esa ocasión el notario fue liberado por el bachiller Ansiondo con clara
ofensa a la real jurisdicción el justicia escribió a la audiencia de Guadalajara para que determinara lo que
más conviniera, por lo que se le ordenó al alcalde mayor que redujera a la cárcel al notario y que enviara
copia del expediente al obispo de Michoacán para que este determinara el castigo a que fuera acreedor el
Br. Ansiondo, pues no hay que olvidar que los castigos que se les pusieran a los curas debían proceder de
los juzgados eclesiásticos, ya que contaban con la inmunidad eclesiástica por lo que no podían ser juzgados
por las autoridades civiles. AHCM, Diocesano, Gobierno, Visitas, Informes, La Barca - Atotonilco, 1766,
Caja 504, Exp. 68.
38 AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, Informes, 1779, Caja 117, Exp. 129, Fs. 3. El teniente de
corregidor de Uruapan, Fernando Díaz de Ruiloba se quejó de que el 5 de agosto de 1779 publicó un bando
para impedir los juegos de envite, sin embargo señalaba que no había podido impedir los juegos de albur
debido a que en las casas curales el bachiller José María Ramos, sobrino del cura y el bachiller Ignacio
forman juegos de albures de día y de noche hasta el amanecer con gente española y plebeya, incluso
indicaba el teniente que directamente se levantaban de la mesa de juego para ir a celebrar misa. En los
mismos capítulos el teniente de corregidor se quejaba de que el cura evitaba que los presos eclesiásticos
pagaran el derecho de carcelaje en su juzgado.

269
Los tenientes con los ministros de lo sagrado

5.2 Mal ministerio y conflictos

El teniente de Maravatío, Juan Domingo Bachiarely, denunciaba que el sacristán mayor,


bachiller José Joaquín de Guelva, tenía una nula asistencia en la parroquia por lo que no se le
veía en los bautismos, casamientos y entierros, no cumplía con sus obligaciones, la iglesia
estaba sucia, y los indios que estaban a su disposición vivían en desorden; además afirmaba
que cuando asistía a misa quería llevar siempre la estola, y que cuando otro cura la tomaba se
molestaba e incluso los maltrataba, por lo tanto faltaba a su obligación, no se arreglaba a los
aranceles ni a las asistencias.39 Incluso un año más tarde el subdelegado de Maravatío, Pedro
Antonio Ruiz, denunciaba la vida de escándalo y desorden en que vivía el Br. Rafael
Villalobos, pues afirmaba que en las noches andando de ronda lo ha encontrado a deshoras
de la noche con gallo o música, al cual ya se le había reconvenido por el presbítero Juan
Antonio Prado, al que dijo que sólo lo hacía por diversión sin ofender a nadie. Finalmente
esas actitudes llevaban al incumplimiento del deber y al mal ejemplo, por lo que el provisor y
vicario general recomendó a Villalobos que procurara “llevarse con la debida armonía con los
jueces reales de los lugares en donde residiere, a efecto de que en los casos que sea necesario
hagan dichos jueces reales respetar el estado eclesiástico como así se manda por las leyes”.40
En estas circunstancias era donde los jueces reales tomaban un papel de vigilantes, de que se
observara la disciplina moral de los religiosos, quienes debían obrar bien pues su actuación
era ejemplo para los feligreses que veían en ellos a sus pastores y guías. Y a la vez eran los
portadores del equilibrio entre los feligreses y sus curas para cuidar que no se cometieran
abusos, llegando a actuar como intermediarios para evitar tropelías.41 Así es como
encontramos casos en los cuales los alcaldes mayores y los tenientes denunciaban que se
estaba ejerciendo un mal ministerio por parte de los curas, y que el obispo trataba de poner
una inmediata corrección a través de las amonestaciones y otras veces encarcelando a los
religiosos, los cuales se tenían que someter a ejercicios espirituales con la finalidad de que
reconocieran sus yerros y mejoraran su conducta.
También se presentaron casos en los cuales, ante las denuncias por parte de los indios
y españoles contra los curas, muchas veces la información indicaba que los eclesiásticos
estaban actuando de mala manera, los tenientes intervenían apoyando la conducta de los curas
por considerar que estaban en lo correcto, pero también porque se estrechaban fuertes lazos
de amistad pues los curas administraban por periodos prologados sus curatos y los tenientes
eran vecinos del lugar, por lo que siempre tenían más posibilidades de estrechar fuertes lazos
de amistad con los tenientes que con los alcaldes mayores, ya que éstos ejercían su empleo
máximo por cinco años. Lo interesante sería saber hasta dónde podía influir la intervención
de las autoridades locales con su opinión a favor de los curas en las determinaciones del
provisor general en los casos de conflicto, ya que también se podía dar la ocasión de que
ambos estuvieran coludidos en ciertos negocios.

39 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Mal ministerio, 1789, Caja 653, Exp. 100, Fs. 6.
40 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Mal ministerio, 1791, Caja 653, Exp. 103, Fs. 6.
Denuncia del teniente de Maravatío del incumplimiento y vida desordenada del bachiller José Joaquín de
Guelva.
41 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Mal ministerio, 1792, Caja 653, Exp. 103, Fs. 18. El
teniente de Ocotlán intervino para que el Br. José Antonio Pérez de Garfias desistiera de asesinar a Ignacio
Gallaga.

270
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

En la alcaldía mayor de Tancítaro, con los agregados de Sinagua y La Huacana y


Motines del Oro, se presentaron dos denuncias en contra de los curas párrocos casi por las
mismas causas: la primera se presentó en el curato de Tepalcatepec, cuya administración se
extendía hasta Jilotlán, jurisdicción de la alcaldía de Colima, en 1791 se presentó una denuncia
contra Juan Antonio Jausoro, al cual se le acusaba de que ponía a trabajar a los indios en sus
minas, y de que desde hacía cinco años tenía privados a los indios de la administración de los
bienes de la cofradía de las Benditas Ánimas, por lo que se afirmaba que pretendía mover al
actual mayordomo y poner a uno de su satisfacción. Las diligencias que seguían Juan
Sarmiento, Anastasio Ramos, Carlos de Ávila y la república de naturales de Tepalcatepec, era
que el Jausoro pretendía manejar los recursos a discreción como propios, por lo mismo que
acusaba a José Álvarez, por eso indicaba que quería regresar la cofradía a los pobres. 42 En
este litigio el control de los bienes de la cofradía era lo que estaba en disputa, por lo que
estaban en franca confrontación los intereses del cura Jausoro y José Álvarez, reconocido
comerciante, hacendado de Tepalcatepec y con intereses mineros en la jurisdicción de Colima,
el cual movía muchos intereses en la región y era conocido por sus constantes
confrontaciones con los vecinos por obtener cada vez más poder.
Para mediar en el problema se determinó que el cura no “podía solicitar las cuentas al
mayordomo ni gastar los bienes aunque sea en beneficio de la iglesia”, de igual manera se le
reconvenía al mayordomo de la cofradía que “no puede negar los gastos ordinarios a la iglesia
y en gastos extraordinarios era preciso que se pidiera la correspondiente licencia al
excelentísimo prelado. La aprehensión de Jausoro por el tribunal eclesiástico llevó a que
dieran expresiones de apoyo a favor del cura de parte de los mineros del real del Favor del
bachiller Juan Díaz, de Santa María del Favor, y el teniente Antonio Enriques de Aguilar, del
real del Favor, todos coincidían en que los informes que se habían generado en contra del
cura de Tepalcatepec habían sido siniestros. El teniente señalaba que había tenido noticia de
la razón por la que el prelado Juan Antonio Jausoro se encontraba en la ciudad de Valladolid

“por informes siniestros y falsificados, que han dado contra su acreditada conducta, algunos
mal querientes feligreses suyos, por corregirles a estos sus vicios contumaces, queriendo vivir
a rienda suelta, queriendo vivir en un Senegal de pecados, y en una vida escandalosa sin temor
de Dios y de la justicia que como quiera, que yo hay más de cuatro años que lidio con los indios
de aquella jurisdicción con motivo del cobro de alcabalas no estoy ignorante de las perversas
costumbres de éstos y del modo de vivir de don José Álvarez parte principal que promueve
(hablo con el debido respeto) estos enredos...43

Todos los que hicieron sus representaciones coincidían en que los informes provenían
de las inconformidades porque el cura les corregía sus vicios. En otra denuncia que se
presentó en La Huacana contra el cura coadjutor Juan Ortiz Izquierdo por no administrar los
sacramentos, y por haber sacado cabezas de ganado de la cofradía de Churumuco y extraído
fondos de La Huacana, además afirmaban que se mantenía ebrio, cobraba derechos excesivos,
formaba juegos de carta y prohibidos, y se negaba a realizar confesiones. El provisor general
comisionó al Br. Miguel Gerónimo de Ibarrola para que informara de los excesos de que se
acusaba a Ortiz Izquierdo y los testigos examinados por Ibarrola todos confirmaban la poca 423

42 AHCM, Diocesano, Gobierno, Procesos contenciosos, Mal ministerio, 1791, Caja 653, Exp. 103, Fs. 98.
Denuncia contra el cura de Tepalcatepec por abuso en el manejo de los bienes de la cofradía.
43 Ibid., F. 78.

271
Los tenientes con los ministros de lo sagrado

atención que el cura ponía en la administración de los sacramentos. Sin embargo el acusado
acudió ante el teniente de Churumuco, Joseph Paniaga, solicitando que recibiera información
sobre su costumbres, vida y la forma en que ejercía su ministerio, para contrarrestar la
información que lo inculpaba; contrario a los testigos de Ibarrola, los examinados por el
teniente no fueron indios, y en su mayoría se trató de los administradores de las haciendas
por lo que dieron una versión totalmente contraria, pues afirmaban que el desempeño de
Ortiz Izquierdo era muy bueno, que siempre acudía a la administración de los sacramentos
cuando se le solicitaba, por lo que conservaba una conducta ejemplar; por su parte el teniente
del real de minas de San Bartolomé Inguarán afirmaba que “jamás ha escuchado queja del
bachiller de omisión por cobros y que a deshoras de la noche estaba presto a servir, incluso
señalaba que en la semana de pascua el cura estuvo en las minas de Inguarán como es
costumbre y que no observó ninguna conducta desarreglada en su persona”.44
Una de las tantas funciones que tenían los alcaldes mayores y sus teniente era vigilar
que se les diera el cuidado espiritual a los indios, castas y españoles, por lo que estaban
obligados a dar cuenta a los obispos de los lugares de los ministros que se necesitaran para la
administración de las almas,45 y en épocas de enfermedades hacían presente la necesidad de
vicarios para que administraran los santos sacramentos.46 De igual manera las autoridades
civiles celaban que los párrocos respetaran los aranceles establecidos para la administración
de los sacramentos, por lo que cuando los indios y castas se quejaban ante las autoridades por
un incremento injustificado, el alcalde mayor ordenaba a su teniente que le notificara al cura
párroco que respetara las ordenanzas y las tarifas establecidas47 por los derechos de fábrica
espiritual, sepulturas, campanas e insignias, entre otros, otorgar lo necesario para el sustento
de los párrocos y los vicarios.48 Los feligreses buscaron por diversas vías la forma de evitar
los abusos que cometían los curas, por lo que recorrían las distintas instancias buscando la
mejor solución a sus problemas. En 1785 Manuel Domingo Chavero, procurador de indios,
en nombre del alcalde Miguel Agustín, Andrés Ruiz Regidor, Manuel Guzmán, escribano,
vocales, común y naturales del pueblo de Coeneo, hizo una representación a la Audiencia
denunciando la gravosa tasación que les exigía el párroco bachiller don Manuel de Yrigollen.
Denunciaban que ya habían acudido ante el obispo, quien comisionó al párroco de Tiríndaro,
con cuyo informe determinó no tener lugar solicitud. La solicitud de los vecinos de Coeneo
se reducía a que el cura se apegara al arancel, pues se afirmaba que el cura

44 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Mal ministerio, 1789, Caja 653, Exp. 99, Fs. 24. Las
constantes denuncias por parte de los naturales contra los curas por los abusos que cometían y porque
querían administrar los bienes de las cofradías en función de sus intereses como si se tratara bienes
personales. AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Aranceles, 1729, Caja 518, Exp. 18, Fs. 12.
45 AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, Informes, 1798, Caja 123, Exp. 256, El corregidor de Charo
informaba que el cura Br don Vicente de Cuevas carecía de ministros suficientes para administrar los
santos sacramentos, 10 fs.
46 AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, informes, Caja 119, Exp. 158, Fs. 38. 1785, sobre necesidad de
vicarios para la administración de los sacramentos, Valle de Armadillo abril 7 de 1785, José María Pardo.
47 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Aranceles, 1745, Caja 518, Exp. 29, Fs. 7. Carta y
papel del alcalde mayor de Maravatío Joaquín de Saavedra, en que expresa se forme con brevedad sínodo
diocesano por tener para ello orden de la Real Audiencia. Se pide que se observe el arancel hecho por el
ilustrísimo Juan Joseph de Escalona Calatayud en 1731.
48 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Aranceles, Caja 519, Exp. 38, Fs. 23.

272
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

“los obliga a servicios involuntarios, contra el espíritu de las leyes reales de Indias, porque cada
día se dan dos viudas para que sirvan en la cocina. Cuantos naturales pide para sus viajes lejos
y cerca sin pagarles cosa alguna, le han de ministrar caballos siempre que los pide aunque sea
intempestivamente, han de hacer los naturales no sólo los servicios del cura, sino aún de su
mandato, los de algunos vecinos españoles, una y otra vez las doncellas que ocurren a asear el
curato les hace acarrear agua para sus caballos e hilar algodón, y todo esto si no se practica con
el mayor esmero y prontitud se siguen las malas razones y azotes”.49

El corregidor de Valladolid, Policarpo Dávila, recibió la real provisión en la que se


mandaba que Manuel de Yrigoyen respetara los aranceles, por lo que inmediatamente mandó
al teniente de Coeneo, Francisco Antonio Villagómez, para que en breve ejecute, cumpla y
guarde todo lo en ella expuesto, y sobre todo para que se le remitiera al párroco y éste la
observara como se mandataba. Como podemos observar los tenientes eran los que debían
observar que los párrocos cumplieran con las reales provisiones y que no se excedieran en el
cobro de aranceles.
Así como se vigilaba que los párrocos no se excedieran en el cobro de aranceles,
también se cuidaba que los curas no ejercieran castigos corporales contra los indios. En 1792
el subdelegado de Apatzingán Francisco de Ambrona le informaba al intendente que el
teniente de Pinzándaro, Francisco Pérez de Busta, le había informado que el cura Francisco
Javier Morfín mandó “castigar con azotes (con algún rigor) a unos naturales de aquella
república, por unos huertos que se descuidaron, y reconvenido por el teniente a que no usara
aquel rigor, le respondió que siendo indios bien podía castigarlos”.50 El cura de Santa Ana
Amatlán, Francisco Javier Morfín, presentó una relación de Aranceles que había cobrado su
antecesor Santiago Menéndez, y el provisor Juan Antonio de Tapia determinó que los
aranceles no se estaban cobrando correctamente y cometían la corruptela de castigar a los
feligreses; se mandó que el cura se apegara a lo establecido y además se le reconvenía que
debía tratar a los feligreses como a sus hijos, pues no hay que olvidar que muchas veces los
indios se quejaban ante los jueces reales porque los curas los castigaban con azotes y cárcel,
por lo que en esa misma prevención se le mandaba que “con ningún pretexto, causa ni
motivo, que haiga (sic) los mande castigar con azotes, ni otra pena corporis aflictiva, sino que
los trate con la circunspección que demanda su carácter y ministerio parroquial; pues en el
caso que incurran en cualesquiera defecto que deban ser castigados, lo participará al juez real
de aquel partido, para que ponga el debido remedio, y no consiguiéndolo nos informará del
caso con la debida ju stific a c ió n .”.51
El resguardo de los reos fue otro de los problemas comunes que se presentaron en
los tenientazgos, ya que ante la falta de cárceles eclesiásticas muchas veces los reos del juzgado
eclesiástico eran depositados en las cárceles públicas, por lo que los tenientes pretendían
cobrar el derecho de carcelaje, pero se encontraban con la negativa de los curas los cuales

49 AHMM, Hacienda, II 1.1, 1785, Caja 7, Exp. 16, Fs 3. Real provisión para que el alcalde mayor de Valladolid
conforme a lo pedido por el señor Fiscal de S. M practique lo que en una y otro se previene a pedimento
de los naturales del pueblo de Cueneo.
50 AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, Informes, 1792, Caja 122, Exp. 214, f. 6. Informe del cura de
Santa Ana Amatlán sobre el modo de cobrar los derechos parroquiales como asienta en la minuta que a
este juzgado.
51 AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, Informes, 1792, Caja 122, Exp. 214, F. 5. Informe del cura de
Santa Ana Amatlán sobre el modo de cobrar los derechos parroquiales.

273
Los tenientes con los ministros de lo sagrado

promovían ante los reos que ellos no tenían la obligación de hacer dicha contribución. La
liberación de los presos por parte de los curas y tenientes también se convirtió en una
constante: al Br. Juan Manuel Peredo, teniente de cura de Yuririapúndaro, se le acusó de
liberar a ocho reos, por lo que pasó como a las diez de la noche a las casas reales y al no
encontrar al teniente le preguntó al portero, José Patricio de la Cruz Morales que hace el
oficio de carcelero, por las llaves, y al no darle razón del lugar donde se encontraban lo golpeó
con un bastón y se introdujo a las cajas reales en su busca, y una vez que las hubo encontrado
liberó a los reos, uno de los cuales estaba de cuenta de la acordada. Si bien el teniente de cura
los había liberado y éstos se habían refugiado en la iglesia, otro de los curas protegió y
encubrió al teniente de cura en el convento de San Agustín, e inmediatamente entregó a los
reos al juez real mediante caución juratoria de que no se les seguiría perjuicio, dejando en
inmunidad al que estaba por el juez de la acordada.
Es interesante observar cómo el cura Felipe de Perón y Campos justifica los desatinos
del teniente de cura como consecuencia de la embriaguez, ya que termina diciendo que es de
“genio humilde y quieto”, pero que las malas compañías lo han perjudicado por lo que
requiere de corrección. Aunque el cura Perón informó de lo acaecido, se le reprendió porque
no dio cuenta inmediatamente como era su deber, lo que se le consideró como una omisión
pues él dio noticia el 3 de octubre de 1780, mientras que el alcalde de Celaya había informado
desde el 24 de septiembre, por tanto el secretario Juan Antonio de Tapia comisionó a
Francisco Felipe Méndez de Guzmán, cura interino y juez eclesiástico, para que averiguara
los excesos del bachiller e informara inmediatamente al obispo Juan Ignacio de la Rocha. El
teniente de Yuririapúndaro inmediatamente dio cuenta al alcalde mayor, Joaquín Gutiérrez
de los Ríos, de los excesos que había cometido el ministro, por lo que éste se dirigió al obispo
de Valladolid expresándole que la jurisdicción real se hallaba ofendida. Por medio de la
secretaría de cámara y gobierno se mandó que en el término de seis días se presentara el
bachiller en Valladolid y que se remitiera en calidad de preso.52
En el periodo colonial la administración de justicia ponía en movimiento a los
juzgados ordinarios a través de los alcaldes mayores, alcaldes ordinarios, acordada y
Audiencias, pero también entraban en acción los tribunales eclesiásticos ordinarios a través
de los curas párrocos, provisor general y los obispos, tribunales a través de los cuales se
administraba justicia, se corregían las costumbres, y se dirimían las diferencias entre los
ministros de la Iglesia y del Estado.53 Ambos tribunales entraban en acción cuando se trataba
de corregir las transgresiones a la moral y las leyes, que por tanto se consideraban como delitos
y pecados.54 Varios delitos como la embriaguez, la fábrica de bebidas prohibidas, el
concubinato, falta a la palabra de casamiento, la oposición de los padres a que sus hijos
contrajeran matrimonio y el maltrato a las mujeres, eran algunos de los aspectos en los que
constantemente se trastocaba la autoridad de los curas y sus tenientes, y de los alcaldes mayor
y sus tenientes.

52 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Agresiones, 1780, Caja 515, Exp. 23, Fs. 5.
53 TRASLOSHEROS, Jorge E., "Invitación a la Historia judicial. Los tribunales en materia religiosa y los indios
de la Nueva España: problemas, objeto de estudio y fuentes", en MARTÍNEZ LÓPEZ-CANO, María del Pilar,
La Iglesia en Nueva España. Problemas y perspectivas de investigación, México, UNAM, 2010, p. 133-
134.(129-149)
54 MARÍN TELLO, Isabel, Delitos, pecados y Castigos: justicia penal en Michoacán, 1750, 1810, Morelia,
UMSNH, Facultad de Historia, 2008.

274
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

5.3 Refugio en sagrado

Los criminales se refugiaban en los templos y conventos apegados al refugio en


sagrado, los cuales eran extraídos por los alcaldes mayores, subdelegados y sus tenientes, y
otras veces por los tenientes de la acordada.55 Desde 1532 se había establecido en las leyes de
Indias que no se admitiera en los monasterios los que no deben gozar de inmunidad

Rogamos y encargamos a los prelados de los monasterios que a los delincuentes que a ellos se
acogieren, que, según derecho, no deben gozar de la inmunidad eclesiástica no los reciban en
ellos ni impidan a las nuestras justicias para que en ello no hagan lo que conforme a derecho
debieren, y los que pueden y deben gozar de ella, no consientan ni den lugar a que estén en los
dichos monasterios muchos días.56

Los delincuentes se refugiaban en las iglesias y lugares sagrados como una forma de
evadir momentáneamente la ley,57 por lo que las autoridades civiles no podían por su cuenta
entrar y extraer los reos, y mucho menos usar la violencia dentro de esos espacios sagrados
como se podía hacer en cualquier otro lugar; por tanto para aprehender a los reos era
necesario solicitar un permiso ante el cura responsable de la parroquia, pues en caso de que
no observara el procedimiento legal se les acusaba de violentar la inmunidad eclesiástica.
Fuero que defendieron férreamente los ministros de la iglesia, el cual se aplicaba en los lugares
sagrados y en los ministros, ya que esta prerrogativa se observaba en los reinos de Castilla, y
en América no era la excepción, en las Leyes de Indias se establecía que

“Que en las causas de inmunidad, se guarde el derecho canónigo sin proceder ni innovar, en
pleitos de los delincuentes presos que pretendieren gozar de la inmunidad de la iglesia y sus
privilegios y excepciones, mandamos que se guarde el derecho canónigo, y en su ejecución las
nuestras Audiencias, alcaldes del crimen y otras justicias no procedan ni innoven haciendo
ningunos autos, aunque sean de confesión de la parte, hasta tanto que ante el eclesiástico se
fenezcan y, aunque algunos jueces en casos atrocísimos donde han tenido por entendido ser
declinatoria maliciosa, en guardado lo contrario, lo jurídico es lo referido y los casos muy
extraordinarios escandalosos y notorios donde consta la malicia claramente, no se han de traer
por consecuencia para lo que ha de ser regla, y los nuestros alcaldes y justicias , mirando sus
consecuencias guardaran justicia con que se hará el servicio de nuestro señor y lo que conviene
al buen ejemplo y castigo de los delitos”.

Los problemas que se presentaron por la extracción de reos fueron muchos, ya que no
siempre los curas accedieron a entregarlos y a veces la extracción de los reos se tornaba
conflictiva por la negativa de los curas de entregar los reos, por lo que utilizaban diversos
argumentos para justificar su negativa. Los casos en que se denunciaba que se había violado
la inmunidad eclesiástica son muy interesantes porque muchas veces dejan al descubierto más
que nada la poca empatía que había entre los alcaldes mayores y los curas, y además se pone
en evidencia muchas de las prácticas y abusos que se comenten de un lado y de otro. Joseph
Mariano Marques, cura coadjutor de Tepalcatepec, denunció al teniente de Jilotlan Francisco

55 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos Criminales, Asesinatos, 1797, Caja 832, Exp 19, Fs 3. Cancelación
de la extracción del indio José Cayetano Bañuelos del sagrado asilo por la Acordada y preso en la cárcel
de la congregación de Silao.
56 Recopilación de Indias. Ley 2, tt.5, lib. i. Leyes de Indias Don Carlos y la Reina 20 de marzo de 1532.
57 MARÍN TELLO, Isabel, Delitos, pecados y Castigos, pp. 206-207.

275
Los tenientes con los ministros de lo sagrado

Figueroa porque extrajo a Antonio Sebastián, indio originario de dicho pueblo y mayordomo
de la capilla del Santo Hospital, por lo que le acusaba de haber quebrantado el fuero de
inmunidad. Ante situaciones como estas en las que se sentía que se había profanado un lugar
sagrado, fue moneda corriente que los curas declararan por público excomulgado a los
tenientes y alcaldes mayores que hubieran incurrido en dichos actos.58 En las declaraciones
de los testigos se decía que el teniente había mandado al topil que sacara al indio del Hospital
pero que éste se había negado por ser lugar sagrado. En esta diligencia se acusó al teniente de
mantener relaciones ilícitas con una india viuda, que tanto el teniente como el alcalde mayor
otorgaban licencias para la fábrica de vino, que consentía embriagueces, amancebamientos y
mataban vacas sin licencia. No siempre la extracción de los reos se dio en abierto conflicto,
hubo lugares donde los tenientes solicitaron la aprehensión de los reos, lo cual se realizaba en
presencia de los religiosos.59
En la segunda mitad del siglo XVIII se observó una fuerte tendencia por tratar de
normar de forma más fehaciente a las distintas autoridades y en ese tenor el tema de la
extracción de los reos no fue la excepción por tratarse de un asunto de seguridad, pero
también para evitar los conflictos que se sucedían entre los jueces civiles y eclesiásticos el 18
de octubre de 1750 se expidió una real cédula sobre la extracción de los reos y un par de años
más tarde, en 1752, se expidió otra real cédula donde claramente se establecía que la
extracción de reos se debía hacer con previa licencia y bajo caución juratoria

“Su Magestad declara que pueden y deben sus ministros reales extraer a los reos del Sagrado,
pidiendo licencia al eclesiástico y ofreciéndole hacer caución juratoria de que no se les ofenderá
ni hará daño; y en caso de que contra razón se niegue la licencia por el eclesiástico, pasen las
justicias reales a la extracción de los reos bajo las mismas precauciones”.60

Más tarde se promulgaron otras reales cédulas donde se establecía con mayor precisión
el modo en que debían actuar los ministros reales y con ello evitar todo tipo de dudas y
posibles conflictos con la Iglesia. La real cédula de 1764 establecía que la caución juratoria se
podía dar de forma verbal o escrita, según lo requiriera la circunstancia y la gravedad del caso;
otro elemento que se introducía era que el juez real para solicitar la extracción de los reos no
requería presentar la sumaria que se le hubiese hecho al reo: a través de dicha disposición se
pretendía que los reos fueran puestos inmediatamente en resguardo del juez real y evitar su
fuga, mientras se decidía si podían gozar o no de la inmunidad eclesiástica como pretendían

“que sucediendo cometerse de estos enormes, y gravísimos de la clase de los que por
notoriedad, y por sus circunstancias se concibe, que son exceptuados de la Inmunidad, y sin
perjuicio de lo que a su tiempo, y con conocimiento de causa se declare lo hará esto por juez
competente, pueden, y deben, los justicias seculares, usando de la potestad económica, y como
es que tienen, y ejercen en mi real nombre, para la pública quietud de mis vasallos, perseguir
los reos en cualquiera parte, y extraerlos del sagrado a donde se refugien, no para castigarlos58960

58 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos Contenciosos, Maltratos, 1752, Caja 657, Exp. 19. 7 Fs. 27 de julio
de 1752.
59 AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, informes, Caja 122, Exp. 219, Fs. 4. Sobre la extracción del reo
Juan José Luis Velasco por el teniente del pueblo de la Purísima Concepción del Valle del Maíz, Melchor de
Media Villar y Ascona con la venia y presencia del religioso Franciscano Pedro Galván.
60 Libro de reales órdenes, Real cédula no. 81, p 139. Su fecha en San Lorenzo, a 18 de octubre de 1750.

276
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

desde luego, ni causarles extorción alguna, sino únicamente para asegurarlos, y evitar, que por
su ocultación, o fuga (como ha sucedido con frecuencia) se queden sin castigo los delitos, con
perjuicio, y escándalo de la república”.61

Debido a los generalizado y la frecuencia con que este tipo de casos se presentaban en
los dominios de la corona, tanto en el viejo mundo como en los reinos americano, el rey
dispuso que la anterior real cédula se debía aplicar en sus dominios de las Indias, por lo que
debía tener el mismo efecto para el Perú, Nueva España, Chile, el Nuevo Reino de Granada,
y de igual manera debía ser obedecida por los virreyes, Audiencias y gobernadores. En Nueva
España, en diciembre de 1764, el marqués de Cruillas mandó dicha real cédula a los
gobernadores, alcaldes mayores y demás justicias, además dichas reales cédulas se tenían que
hacer circular ante los jueces eclesiásticos para que también las cumplieran y actuaran en
consecuencia.
La inmediata extracción de los reos refugiados en sagrado tenía la finalidad de evitar su
fuga y que evadieran la justicia, en ese tenor los tenientes estaban obligados actuar de forma
expedita, de lo contrario podían ser sancionados. En 1783 se le emitió superior orden al
alcalde mayor de la villa de León, Nicolás Bermoles, donde se le informaba la multa a que se
había hecho acreedor el teniente de Penjamo, Juan Fernández de Sousa, a quien se le impuso
una sanción de 25 pesos a pedimento de los señores fiscales y asesor general, pues se le
acusaba de que había actuado con desidia en las superiores órdenes del virrey Martín de
Mayorga para la extracción de los reos que se encontraban refugiados en la iglesia de dicho
pueblo. Aunque se decía que cuando el teniente había recibido la orden los reos ya se habían
ausentado, se le culpaba de no informar inmediatamente sobre lo sucedido, pues afirmaba
que “en justo castigo del desidioso procedimiento notado en dicho teniente don Juan
Fernández de Sousa, que no conviene disimular porque los jueces inferiores no pretendan
hacer arbitrario con su silencio el pronto y puntual cumplimiento de las superiores órdenes
de que penden en gran parte los aciertos del gobierno y la recta administración de justicia”.62
El alcalde mayor contestó que el teniente estaba pronto a remitir la remesa al contador de
penas de Cámara.
Los curas tuvieron diversas razones para excomulgar a los tenientes y subdelegados,
algunas de ellas fueron por injuria, incumplimiento de los preceptos anuales,63 agresión,
incumplimiento a la caución juratoria64 y violación a la inmunidad eclesiástica.65 Pero también
es necesario señalar que muchas veces no había una causa que verdaderamente justificara la
excomunión, sino que procedía de la poca empatía que había entre los curas y los alcaldes612345

61 AGN, Indiferente Virreinal, 1764, Real Cédula sobre la extracción de reos de Inmunidad, Pardo a 5 de
abril de 1764, Caja 2383, Exp. 18, Fs. 1.
62AGN, Alcaldes mayores, Vol. 8, Exp. 162, Fs. 129-130, 27 de agosto de 1783. Multa de 25 pesos al teniente
de Penjamo.
63 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Injurias, Caja 637, Exp. 29, Fs. 1792.
64 AHCM, Diocesano, Justica, Procesos contenciosos, inmunidad, 1773, Caja 638, Exp. 4. El bachiller José
Nicolás Tercero excomulgó al teniente de Huaniqueo, Don Cayetano Orozco, porque no respetó la caución
juratoria al extraer del sagrario al reo José María a quien castigó con azotes y tusó.
65 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Maltratos, Caja 657, Exp. 19, Fs. 7. El Br. Joseph
Mariano Marques cura coadjutor vicario y juez eclesiástico de Tepalcatepec excomulgó a Francisco
Figueroa, teniente de dicho pueblo por haber quebrantado el fuero de inmunidad al extraer al indio
mayordomo del Hospital.

277
Los tenientes con los ministros de lo sagrado

mayores, y otras veces porque los tenientes no se sometían a los deseos de los curas, o bien
porque ya había enemistad, por lo que cualquier expresión o manifestación por parte de los
tenientes de proceder jurídicamente contra los protegidos del cura se constituía en causa
suficiente para que se pusiera por público excomulgado, hasta ahora sólo se ha encontrado
una copia de excomunión de un teniente general de Zapotlán y de un vecino del lugar.

Todos los fieles christianos estantes i habitantes en este pueblo, i todos los passageros
tengan por públicos excomulgados, e incursos en la Censura contenida en la Bulla in
Cena Domini a Don Vizente de Bustos, teniente de esta jurisdicción, i a Don Cosme
Álvarez de Lemus, vecino de este pueblo, por haber procedido ambos a formar causa
criminal contra persona eclesiástica, sin expressa licencia de su Santidad; i vaxo de la
pena de excomunión mayor, late sententis ipso facto incurrenda. Ninguna persona quite,
rompa, o borre este rotulo. Dado en este Juzgado Ecclesiástico en diez y siete días de
Noviembre de mil setecientos cincuenta y nueve años, i lo firmo el señor vicario ante mí
el Notario Receptor de que doy fee.
Gaspar Manuel de Silva ante mí
Onofre de Xaramillo
Notario66

El teniente fue merecedor de la excomunión por actuar judicialmente contra un


hermano del cura, una situación en la que no se tocaba al cura personalmente. Como la
extracción de reos de sagrado causaba constantes confrontaciones entre los eclesiásticos y los
alcaldes mayores y sus tenientes, por lo que continuamente se denunciaban abusos y rebeldías
durante dicho procedimiento, el rey emitió una real cédula de 15 de marzo de 1787, la cual se
componía de13 artículo con los que se pretendía poner fin a las constantes dudas que
planteaban las Audiencias de Guadalajara y México sobre la extracción y refugio de reos en
lo sagrado y en dicha real cedula se establecía la forma en que se debía proceder en la
extracción de reos.67 Posteriormente el arzobispo de México envío un edicto a los jueces
eclesiásticos de la real cédula de 1787 en la que se reprodujeron los artículos del 1 al 4, dicho
edicto se mandó publicar para que se tuviera conocimiento de ella y se observara su
aplicación.68
Manuel Salvador y Gabriel Vicente, indios de Charapan, fueron denunciados y se les
siguió causa criminal por la muerte de Antonio Baptista, indio, quiénes fueron aprehendidos
el 1 de septiembre y conducidos a la cárcel pública de Jiquilpan el 12 de diciembre. El
subdelegado Armida informó que con la finalidad de traer a los denunciados a la real cárcel
libró el oficio correspondiente “demandando la venia del párroco bajo la protesta de que
gozarían los méritos que por razón de refugiados les pertenecen”, sin embargo afirmaba que
el cura se había negado y sólo le permitió que les tomara confesión. El subdelegado interino
afirmaba que estando en su pueblo pagaban a los justiciales por permitirles salir, aun siendo
criminales, y se refugiaron en la parroquia y el padre no los quería entregar al justicia del
partido.
El fiscal de la sala del crimen le ordenó al subdelegado interino de Jiquilpan, Antonio
Pardo de Armida, que mandara superior orden al teniente del partido para que haciendo la678

66 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Robos, Caja 814, Exp. 8, 1759, Fs. 20.
67 Libro de reales órdenes y cédulas de su magestad, Real cédula, No. 127, pp. 202-206.
68 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contencioso, Jurisdicción, 1794, Caja 643, Exp. 50.

278
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

caución juratoria correspondiente solicitara al cura de Charapan la entrega de los dos reos; en
la segunda ocasión que se realizó la solicitud el teniente de cura no se negó a entregarlos, pero
sí pidió que la caución juratoria se presentara en forma, es decir por escrito, y que cumpliendo
con dicho requisito serían puestos a su disposición los reos. En esencia la caución juratoria
tenía dos objetivos, que no se maltratara a los reos y que se resguardaran los fueros de la
iglesia. Para proceder a la extracción de los reos el teniente de Patamban, Alejandro
Valenzuela, jurisdicción a la que pertenecía Charapan, presentó la caución juratoria en los
siguientes términos:

“me obligo a mantenerlos y a conservarlos sin azotarlos, atormentarlos ni mutilarles miembro


alguno, aunque la causa lo demandare, y pidiendo con atención el asilo de donde salen cuyos
fueros le han de guardar por amplísimos y que como sacrosantos los goza la santísima Iglesia,
cuales quiera otros señores jueces que de este asunto conozcan, a los que deja obligados la
presente caución, jurando como juro a Dios nuestro señor y la señal de la Santa cruz.. .de que
así lo observaré y guardaré, observaran y guardaran los más jueces que de estos autos
conocieren sin consecuencia de lo cual y para que todo se le consagrase la presencia del referido
señor cura.. .Charapan, cinco días del mes de junio de noventa y cuatro.69

Aunque el vicario dijo que con la respectiva caución juratoria entregaría a los reos,
cuando el teniente cumplió con dicho requisito se negó a hacerlo y dijo que lo haría hasta que
viera la superior orden del virrey. Casos como estos de una clara expresión de desacato
llegaron a la Audiencia y el fiscal del crimen Borbón determinó que inmediatamente se le
diera a conocer al obispo el expediente para que castigara a sus subalternos que actuaban
torpemente, ya que la actitud observada por el cura y vicario de Charapan contravenía la real
cédula de 1787, la cual se emitió con la finalidad de terminar con las dudas que se generaban
entre las autoridades en la forma de proceder en la extracción de reos, pero también pretendía
poner punto final a la rebeldía y problemas de jurisdicción que frecuentemente se
presentaban. En el artículo 1° de la real cédula se establecía que

Cualquier persona de ambos sexos, sea del estado y condición que fuese, que se refugiase a
sagrado, que se extraerá inmediatamente con noticia del rector párroco o prelado eclesiástico,
por el juez real ministro, jefe militar, ayudante o cabo competente bajo la caución (por escrito
o de palabra a arbitrio del retraído) de no ofenderle en su vida y miembros, se la pondrá cárcel
s e g u ra .70

La real cédula de 1787 tiene una gran importancia porque en los términos en que se
presenta previene la recurrente negativa de los curas, quienes pretendían que los tenientes
sustitutos por ninguna razón actuaran en la extracción de los reos, y cuando lo hacían
inmediatamente los denunciaban por el quebranto a la inmunidad eclesiástica.
El obispo envió escrito al cura y vicario de Charapan diciéndoles “extrañamos su
indebido ilegal procedimiento, apercibiéndoles de que en caso de reiterar iguales excesos en

69 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contencioso, Jurisdicción, 1794, Caja 643, Exp. 50, 7-v. Sobre
resistencia del cura y vicario de Charapan a la entrega bajo de caución juratoria de dos reos acogidos al
asilo de aquellas parroquia, cuyo indebido procedimiento se les extrañó a dichos eclesiásticos.
70 Libro de reales Cédulas... Real Cédula 127. P. 204.

279
Los tenientes con los ministros de lo sagrado

lo sucesivo tomaremos la más seria providencia para su castigo y corrección y para contraerles
al cumplimiento de sus deberes”..71
En este tipo de actos los jueces reales estaban obligados a observar que la inmunidad
eclesiástica no fuera quebrantada, sin embargo muchas veces los ministros religiosos la
tomaron como pretexto para entorpecer las acciones judiciales. En el libro primero, título
quinto, de la Recopilación de Indias, se mandaba a los virreyes, Audiencias y gobernadores de
Indias que guardaran y conservaran la autoridad e inmunidad eclesiástica para que el servicio
de Dios se realizara con toda autoridad y decencia. 72 Todavía en 1798 el obispo de
Michoacán, Fray Antonio de San Miguel, en febrero de 1798 informaba al virrey Branciforte
que había enviado por cordillera la real orden declaratoria de 18 de marzo sobre extracción
de los reos del sagrado asilo a los jueces eclesiásticos para que observaran su puntual
cumplimiento.73

5.4 Fuero mixto

Taylor señala que la jurisdicción mixta, según lo expresaba el manual de procedimientos del
cura de Huamantla (Tlaxcala), consistía en que los alcaldes mayores y tenientes fungían de
auxiliares de los jueces eclesiásticos, por lo que en esa condición “el gobernante secular debía
responder a las demandas de detenciones del juez eclesiástico, al embargo de bienes
personales, al escrutinio conjunto de evidencia física y a la ejecución de la sentencia del
tribunal eclesiástico”,74 y auxiliaban cuando alguno de los que se consideraban fugitivos se
resistían a presentarse ante el tribunal eclesiástico. En 1789 se comprobó que Pedro Joseph
de Córdova, vecino del Valle del Armadillo, tenía amistad ilícita con la mulata que vivía en la
casa del cura Manuel García, por lo que el teniente territorial, a pedimento del eclesiástico y
acompañado de veinte hombres, procedió a su aprehensión, lo que no se verificó, y sólo
lograron aprehender a la mulata y darle de castigo 50 o más azotes, la esposa del prófugo se
quejaba ante el señor obispo y decía que a su marido ya le tenían hecha sumaria por el señor
cura y su compadre” el teniente, y que le darían públicamente azotes y presidio.75
El concubinato era considerado de fuero mixto, esta causa también generó punto de
jurisdicción entre el teniente general de Zamora y el teniente de Zahuyo, José Antonio
Rodríguez, por haber mandado aprehender a Francisco Garduño porque había extraído a
Manuela Rodríguez, quien se encontraba en calidad de depositada en las casas reales por el
homicidio que cometió contra su padre, por lo que dicho Garduño la extrajo y se la llevó a
Jiquilpan, donde la dejó en casa del cura, la cual le servía y estaba en libertad, pero se decía

71 Ibid. f. 13
72Que se guarde la inmunidad eclesiástica, Felipe II, Madrid 20 de abril de 1590, Recopilación de Indias, L
I, Tít, V, lib 1.
73 AGN, Indiferente virreinal, Caja 136, Exp 20, F. 2.Aviso que dá el Obispo de Michoacán al Virrey, marqués
de Branciforte de haber recibido el bando con inserción de la Real Orden de 18 de marzo de 1797 sobre
extracción de los reos del sagrado asilo y de librar las correspondientes cordilleras a los párrocos y jueces
eclesiásticos de su diócesis. Valladolid., 28 de febrero de 1798.
74 TAYLOR, B. William, Ministros de lo sagrado, p. 599.
75 AHCM, Diocesano, Gobierno, Visitas, informes, Caja 507, Exp. 88, Fs. 2., María Antonia Campean, vecina
del Valle del Armadillo se quejó ante el obispo Fray Antonio de San Miguel de que el cura y el teniente
quieren aprehender a su marido por ilícita amistad.

280
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

que estaba en calidad de depositada por el público concubinato que tenía con un mulato y
que por esa razón se le había extraído.76
Aunque las faltas como el concubinato y relaciones ilícitas se comprendían dentro del
fuero mixto, en 1794 el intendente de Valladolid Felipe Díaz de Ortega interpuso un recurso
de inconformidad ante el señor provisor del obispado de Michoacán, Dr. Juan Antonio de
Tapia, por la causa que había seguido el bachiller Eugenio Reyes Arroyo, cura del Carácuaro,
ya que como cura de dicho partido procedió a conocer la causa contra Antonio Miguel
Pizarro, indio, por mala versación con su nuera María Francisca Landín, por lo que la postura
del intendente fue que el cura del partido no debió conocer sobre dicho delito, por lo que
pedía que se le reconviniera que en lo “sucesivo se abstenga de tomar conocimiento en causas
que no le competen. El intendente sustenta su solicitud en la última real provisión, sin
embargo el intendente no dio fecha ni indicó a qué real provisión se refería. Sin embargo el
provisor reconvino al cura para que se abstuviera de conocer en las causas que no sean de su
competencia, y también hace referencia a dicha real orden.77
Otro conflicto de esa naturaleza se presentó en Mesquitic, en la intendencia de San
Luis Potosí, en el que se acusaba al teniente Ignacio Vargas, que había sido nombrado por el
corregidor e intendente Bruno Díaz de Salcedo, de dicho pueblo de despreciar la jurisdicción
eclesiástica puesto que dicho juez real liberaba a los reos que no estaban a su cargo sin pedir
la opinión del juez eclesiástico (reos que habían sido aprehendidos por incestuosos, Juan de
los Santos y Juan Gregorio, primos hermanos, por la mala versación que tuvieron el uno con
la mujer del otro, quienes por la gravedad de su delito habían sido impedidos para el uso del
matrimonio, sin embargo el teniente los había liberado y mandado que volvieran con sus
esposas) debido a la mala relación entre los dos jueces, llevó precisamente a plantear que en
dicho pueblo no debía haber teniente ya que éste en años anteriores no se nombraba, por lo
que hacía apenas un año que se había estableciendo dicha práctica, contraviniendo las leyes
de Indias.
En algunos pueblos había cárceles eclesiásticas, y uno de los aspectos que al parecer
no quería permitir el cura de Mesquitic, José Ignacio Lozano, era justamente que se intentaba
“introducir una nueva práctica inusitada hasta ahora de que el teniente haya de pedir el auxilio
al cura, y no éste al teniente, para poner a los indios en la cárcel por ser el curato de tasación
y tener sus obvenciones limitadas”. La determinación de poner en libertad a los preso se dio
por parte del intendente, y el reclamo del cura era justamente que no se pidió la habilitación
del obispo. Por su parte se le reconvino al cura que sobre el punto que expresaba de que no
se debía nombrar teniente en dicho pueblo, ese no era asunto de su competencia, que se porte
con “m o d e rac ió n . sin producir expresiones que puedan ofender al teniente y mucho menos
se presente en público montado en jumento ni en comitiva de mujeres, aunque sean sus
propias hermanas por ser este modo de diversión cosa indecorosa”.78

76 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Jurisdicción parroquias, El teniente general de la Villa
de Zamora José Antonio Rodríguez contra Francisco Garduño por la extracción de Manuela Rodríguez de
las casas reales y haberla trasladado a las casas curales de Jiquilpan, 1745, Caja 639, Exp. 7, fs. 9.
77 AHCM, Diocesano, Gobierno, Correspondencia, Autos eclesiásticos, Caja 28, Exp. 102, Fs 2. Carta del
intendente Felipe Diaz de Ortega al provisor Dr. Don Juan Antonio de Tapia para que el cura de
Caracuaro no conozca en los asuntos que no son de su competencia. Valladolid Febrero 14 de 1794.
78 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Jurisdicción, 1788, Caja 642, Exp. 41, Fs. 42.

281
Los tenientes con los ministros de lo sagrado

El concubinato y amistades ilícitas fueron otro de los aspectos en los que de forma
muy sutil se trastocaba la jurisdicción civil y eclesiástica, por lo que las correcciones de quienes
incurrían en estos actos podían ser atendidas por los curas párrocos o bien por los alcaldes
mayores y sus tenientes, como lo vimos anteriormente en el apartado de la administración de
justicia.79 Es importante destacar que las autoridades podían actuar de forma separada o bien
en conjunto,80 regularmente los tenientes o alcaldes se veían precisados a auxiliar a los
párrocos para el arresto de los reos y todo lo demás que eso implicara.81 El incumplimiento a
la palabra de matrimonio también fueron negocios que se trataron ante el cura: María del
Carmen Ayala se presentó ante el cura de Zirándaro con su hija y le manifestó que Gerónimo
Núñez había violado la virginidad de su hija bajo palabra de matrimonio, por lo que de dicho
acto su hija quedó embarazada, el cura inmediatamente mandó recado al teniente Nicolás
Bermúdez a efecto de que solicitase la presencia de Gerónimo para que respondiera si estaba
en condición de contraer matrimonio o, en caso de que resultara inculpado criminalmente,
remitirlo al juez real para que este conociera de la causa. Durante esta diligencia el teniente
renunció a su cargo porque el subdelegado protegió a Gerónimo Núñez y creyó todas las
falsedades que le contaron el inculpado y su tío, como que la querellante había tenido
relaciones ilícitas con dos hermanos. Se nombró de teniente a Ángel Rubín82 y lo calificó de
“inepto para semejante empleo, pues ni él carga bastón, ni sale a celar el pueblo y muchos
días festivos con grave escándalo del pueblo, no asiste a misa, agregándose que con la
satisfacción de que el teniente no sale en los domingos y días de g u a rd a .n o se ve en este
pueblo sino ebriedades, gritos y escándalos que no he podido contener con la palabra
divina”.83 Cuando los curas criticaban o señalaban los desórdenes que cometían los alcaldes
o sus tenientes, muchas veces se les recomendaba que se mantuvieran al margen de los actos
del justicia real y de su hermano, pues esos eran asuntos de gobierno ajenos a la
administración espiritual. Fue reiterada la idea de que los curas se mantuvieran al margen de
la forma en que actuaban los justicias como una manera de mantener relaciones cordiales, sin
embargo las fuentes documentales nos muestran cómo difícilmente esto se acataba pues los
curas se constituyeron por excelencia en la voz de los indios, castas y españoles, cuando se
trataba de denunciar o poner al descubierto las irregularidades que se cometían en los curatos.
La convivencia de los curas con los alcaldes mayores y sus tenientes fue
verdaderamente compleja, pues como bien afirma Nancy Farris “era inevitable la rivalidad
por el poder entre el clero y los funcionarios civiles” ya que eran las dos autoridades más
importantes a nivel local, por tanto la influencia que lograban tener entre los vecinos era

79 JIMÉNEZ PELAYO, Águeda, "Tradición o modernidad. Los alcaldes mayores y los subdelegados en Nueva
España", en Espiral. Estudios sobre Estados y Sociedad, Vol II, No. 21, mayo- agosto de 2001, pp.149-150.
80 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Mal ministerio, Caja 646, Exp. 34, 1760. En el pueblo
de San Sebastián extramuros de la ciudad de San Luis Potosí, en cuatro de enero de 1759, el Br. Don
Antonio Domingo Maldonado Zapata cura interino representó que Sebastián de Jesús indios ladino, casado
con María de Guadalupe se encontraba en público concubinato con María Isabel Manzano, de calidad
española, viuda de Juan Morales y vecina de la ciudad de San Luis, el párroco reconvino al indio Sebastián
para que terminara con dicha relación y a Isabel Manzano la puso en Deposito. Fs. 70.
81 BRADING, David, Una iglesia asediada: El obispado de Michoacán, 1749-1810, México, FCE, 1994. pp.
170-191.
82 AHCM, Gobierno, Parroquias, Informes, 1792, Caja 122, Exp 219, Demanda matrimonial contra
Gerónimo Núñez por incumplimiento de palabra.
83 Ibid., F. 2.

282
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

fundamental pues de eso mismo dependía la facilidad con la que podían mantener el control
social de la población, y de igual forma mantenerlos de su lado o del contrario.84 Sin embargo,
es importante señalar que los conflictos entre estas dos autoridades estuvieron a flor de piel
y sólo era necesario un mínimo motivo para que las inconformidades salieran a relucir. Lo
cierto es que, pese a lo tenso de las relaciones por las diferencias y la enemistad que se
pudieran tener, necesariamente se daba la colaboración entre los jueces eclesiásticos y civiles
pues, independientemente de las antipatías y de la constante competencia por ejercer mayor
autoridad, no podían permanecer o actuar con total indiferencia pues había acciones que
debían ejecutar en conjunto.
En otras circunstancias las relaciones se volvían tensas porque los tenientes y los curas
no llegaban a entablar una buena relación, que incluso llegaba a presentarse en forma de
agravios verbales y de acusaciones mutuas que iban a parar a los juzgados civiles y
eclesiásticos. El prior del convento de Santa Ana Maya, Fray Antonio Faxardo de la orden de
San Agustín, escribió una carta al alcalde mayor de Cuitzeo de la Laguna, Pedro Pérez Zudaire,
quejándose del desacato e injurias hacia su persona por el teniente Don Marcos Santos Villa,
pues lo acusaba de que había injuriado a su persona; el alcalde mayor mandó inmediatamente
a su teniente general que pasara a Santa Ana Maya y separara al teniente de su empleo y se le
hiciera salir de dicho pueblo mientras se terminaban las pesquisas correspondientes.85
Del examen de los testigos se desprendió que el prior actuó de forma inapropiada
por lo que el alcalde mayor denunció la injuria que había inferido en su teniente Marcos Santos
vilipendiando su autoridad real. El prior en su defensa alegaba que “es cierto señor que el
informe es siniestro y la queja muy injusta del ultraje y baldón con que vilipendió e injurió a
mi persona dicho teniente, quien coludido con dicho alcalde mayor han procurado insistir a
los feligreses contra su padre y pastor (indigno) solicitando el quitarme la honra y crédito con
que siempre he vivido, lo que es público y constante”.86 De acuerdo con la postura del prior
la causa de la pasión con la que actuaban los jueces reales en su contra era el que había sacado
al teniente de un amancebamiento en el que vivía. El obispo amonestó la acción del prior, y
es interesante la forma en que lo hizo ya que es muy diferente a la manera en como
regularmente recomendaba a los curas y vicarios que guardaran la armonía con los jueces
reales, ya que le hacía ver que su comportamiento era muy ajeno al ministerio que ejercía

“el no guardar buena armonía con los justicias seculares, cuando de ésta depende muchas veces
la recta administración de la feligresía, es aún todavía más disonante el que, los mismos que
deben con las obras enseñar la cristiandad y amor de unos con otros conciliándose al mismo
tiempo el respeto y veneración a sus personas, ministerios y ejercicios, sean los que no se
guardan los fueros debidos, ni se dan el lugar que se merecen”.87

Y culminaba recomendado que guardara el respecto debido a la justicia secular. Ese


tipo de comportamientos de falta de respeto y agresiones mutuas también abonaba para que
la feligresía con facilidad pudiera manejar la situación a su favor, y en la primera
inconformidad que tuvieran con el cura o los tenientes buscaran el apoyo de una de las partes.84567

84 FARRIS, N. M., La corona y el clero en el México colonial, 1579-1821, México, FCE, 1995, p. 58.
85 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 3, Exp 4,
86 AGN, Alcaldes mayores, Vol.3, Exp 1, fs 18.
87 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 3, Exp. 1, F. 16v.

283
Los tenientes con los ministros de lo sagrado

El fiscal de la Audiencia Juan Antonio de Areche mandó que la causa fuera averiguada por el
obispo para evitar que los informes y testigos que presentara la parte del prior fueran
tendenciosos; no obstante el obispo mandó al padre provincial que se encargara de las
diligencias, por lo que éste nombró a un comisionado y un notario, ambos miembros de la
orden y el resultado fue que de los ocho testigos examinados se confirmaba que el agresor y
el que injurió fue Marcos Santos, pues todos los testigos coincidían en que el prior, pese a las
agresiones verbales y a que el teniente casi le picaba los ojos con el bastón, no pronunció
palabra ni buena ni mala.
Cuando las diligencias volvieron nuevamente al fiscal de la Audiencia sucedió lo que
trataba de evitar, pues afirmaba que debido a que los informes eran toralmente opuestos no
estaba en condiciones de emitir un dictamen, pues era más que evidente que el alcalde mayor
pretendía proteger a su teniente y el padre provincial a su prior, pues para evitar dicha
situación por eso había pedido que las diligencias quedaran a cargo del obispo y en tales
circunstancias Areche determinó que la “causa se corte”, haciendo la providencia de que el
teniente Marcos Santos y el religioso fray Antonio Faxardo se reconcilien y amisten y hagan
publica demostración de ello. Así mismo se dispuso que para evitar otro conflicto entre los
susodichos se tomara el arbitrio económico de que al teniente se le ponga en otro tenientazgo
de la jurisdicción y al vicario Faxardo en otra vicaría distinta, y dicha disposición fue remitida
al alcalde mayor y al padre provincial para que se le diera cumplimiento. Por ausencia del
alcalde mayor el teniente general, Antonio Alonso del Peral, fue quien obedeció la carta orden
del marqués de Cruillas, por lo que presenció el acto de reconciliación en la que ambos
expresaron que buscaban la paz y armonía y el teniente Marcos Santos pidió perdón al padre
prior; el teniente general indicaba que Marcos Santos pretendía pedir perdón de rodillas pero
que él se lo impidió, inmediatamente salieron a la calle informado de su arreglo, y el padre
prior expresó que si en él estuviera el que no se le quitara el empleo al teniente lo haría.
Inmediatamente el teniente general depositó la vara de teniente de Santa Ana Maya en
Antonio López y se le recibió juramento de usar bien y debidamente del empleo. El fiscal
Areche fue informado de que se había cumplido con lo dispuesto por lo que finalmente
mandó que el teniente fuera restituido a su empleo ya que así lo había solicitado el prior, y si
éste había sido enviado a otra doctrina no había impedimento para que Marcos Santos se
restituya al tenientazgo de Santa Ana.88 La causa supuestamente había iniciado por una deuda
de pesos que el teniente tenía con el padre prior, sin embargo en las diligencias nunca se habló
de una determinada cantidad de dinero.

5.5 El intendente en defensa de la jurisdicción real

En el apartado anterior claramente analizábamos la fina franja que separaba los


asuntos que correspondían a la jurisdicción eclesiástica y a la civil. Debido a lo delicado de la
materia en varios casos el intendente de Valladolid, Felipe Díaz de Ortega, expuso sus
argumentos para defender la jurisdicción real o bien para tomar una postura en aquellos casos

88 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 3, Exp. 1, Fs. 41. AGN, Indiferente virreinal, Caja 5615, Exp. 70, 1771, F. 1.
Decreto para que se restituya a Marcos Santos al tenientazgo de Santa Ana Maya por haberse reconciliado
con el padre Antonio Faxardo, 27 de febrero de 1771. CAMELO, Rosa, "El cura y el alcalde mayor", en
BORAH, Woodrow (Coord.), El gobierno provincial, p. 180.

284
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

en los que consideraba que tanto las autoridades civiles como eclesiásticas estaban facultadas
para actuar en conjunto. En algunos casos se daba la asociación de los jueces reales y
eclesiásticos para resolver algún juicio donde el involucrado en determinados delitos era un
ministro de la iglesia y en agravios que se cometían contra la real justicia los intendentes
pretendían muchas veces constituirse en los jueces de los casos, sin embargo, por tratarse de
un ministro religiosos como lo veíamos en los apartados anteriores, contaban con sus propios
fueros, lo que obligaba a que su caso fuera atendido exclusivamente por el tribunal
eclesiástico.
En 1798 el intendente de Valladolid seguía autos contra el Br. José Soria, cura interino
que fue de Petatlán, por resistencia a la justicia y otros excesos de que se le acusaba.89 El
intendente realizó las diligencias correspondientes y envío los autos al provisor para que éste
emitiera su punto de vista sobre la acusación contra Soria, sin embargo la real sala del crimen
de la real Audiencia desaprobó la forma en que el intendente Felipe Díaz de Ortega había
procedido en la causa de José María Soria y del mercedario Fray Francisco Ruiz pues se decía
que debía proceder de acuerdo al Nuevo Código, y no como lo pretendía el intendente que
se adjudicaba como juez superior en la causa, y donde el provisor “asistiendo el discreto
provisor al juzgado real a presenciar las declaraciones de los testigos, y demás justificaciones,
y las declaraciones y confesiones de los reos, siendo el juez real quien provee los autos o
providencias”.90
La Ley La ley 71, libro 1° tit. 15, del Nuevo Código, a la que se hacía referencia,
establecía que cuando ambos jueces actuaban asociados no había superioridad de un juez
sobre otro, sino que ambos tenían las mismas facultades desde que iniciaba el proceso hasta
su sentencia. Por lo tanto el intendente no podía pretender ejercer superioridad sobre el
provisor, ya que así no se debía entender la asociación de jueces,

“la jurisdicción eclesiástica es, y debe ser por lo menos igual a la jurisdicción real en la
substanciación de los procesos eclesiásticos de los delitos en que se trata. Que el juez
eclesiástico en este citado negocio no sólo es tan verdadero juez como el juez real, sino que es
el único de los dos que tiene fundada su intención en la ley, y expedita su jurisdicción de hecho
y derecho para proceder contra un reo que es, y se reputa de su fuero propio en tales
circunstancias; y al contrario que en ella el juez real no tiene más que una jurisdicción
preventiva, cuya verdadera existencia sólo puede resultar a posteriori, substanciado el proceso,
y acreditada la enormidad del delito del reo eclesiástico que lo desafuera”.91

Por tanto en la asociación de jurisdicciones se actuaba de forma unida, por lo que en


cada uno de los procedimientos los jueces debían actuar de la misma manera, cada una de las
diligencias, documentos, autos, requerimientos y notificaciones debían extenderse a nombre
de los dos jueces, y de igual forma si se requiriese autorización ante notario y escribano se
debía hacer ante los notarios y escribanos de ambos juzgados. Por tanto, la postura de la
Audiencia fue que el intendente estaba actuando separado de la letra y espíritu de la ley 71.8901

89 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos legales, Denuncias, Caja 702, Exp. Exp 4, F. 1, Sobre la asociación
de los jueces real y eclesiástico y forma a que haya de arreglarse la sustanciación del proceso formado
contra el Br. Don José María Soria, cura interino que fue de Petatlan, por resistencia a la real justicia y
otros excesos.
90 Ibid. f.1v.
91 Ibid.

285
Los tenientes con los ministros de lo sagrado

La Audiencia mandó que la unión de jurisdicciones eclesiástica y secular debe


entenderse para todo lo respectivo y concerniente hasta poner la causa en estado de sentencia
y con apego a lo dispuesto en la ley 71 del Nuevo Código. Una vez que se hubo aclarado las
confusiones derivadas de estas diligencias, en las cuales el obispo entendió que la postura del
fiscal de la Audiencia era que

“El juez eclesiástico, según el señor fiscal, debe callar y sufrir hasta que se le pase la causa para
la degradación. Entonces le permite que pueda no proceder a ella si le pareciere mal
substanciado el proceso. Se llevará la causa a la Audiencia por vía de fuerza, y si no la hiciese
el eclesiástico, se volverá al juez real para que después de concluida para definitiva la vuelva a
recibir a prueba y supla los defectos que advierta el eclesiástico mediante su intervención y
asistencia en la formación del proceso.”

El obispo nombró al Dr. Gabriel Gómez de la Puente para que actuara como juez
eclesiástico en la causa contra Soria y junto con el señor intendente llevaran las diligencias,
deposiciones, y todo lo demás correspondiente a la sustanciación y perfeccionamiento de
causa, todo de forma conjunta. El intendente se excusó de seguir con la diligencia, por lo que
pasó la causa a su teniente letrado asesor ordinario.92
Todos los jueces reales estaban obligados a defender la jurisdicción real en cada uno de
los ámbitos en que se desenvolvieran, y los tenientes no quedaban relevados de esta
obligación pues eran los garantes de la jurisdicción real en sus tenientazgos. En 1801
Domingo Junquera, originario de los reinos de Castilla, comerciante y recaudador de alcabalas
y diezmos de Colima, se quejaba de los excesos que había cometido el cura de Coalcomán,
Joseph Antonio Vargas, contra su persona, ya que lo había mandado arrestar a través de un
bachiller comisionado suyo cuando éste no tenía la facultad ni jurisdicción para hacerlo.93 El
cura los acusaba de que aprovecharon que había salido a Zapotlán para entrar a su casa donde
tenía a dos mujeres, una viuda y una doncella, ambas de una conducta irreprensible y honesta,
y aprovecharon su ausencia y tuvieron relaciones ilícitas con dichas mujeres.
El teniente del pueblo de Coalcomán, Francisco Bernardo de Torres, fue llamado a la
presencia del intendente pues se le acusaba de haber permitido la usurpación de la jurisdicción
real en un asunto que no era de la competencia del juez eclesiástico, y sobre todo que al
teniente se le podía acusar de no defender la jurisdicción real al actuar con “la tolerancia y
permisión de que se usurpe la jurisdicción real por el cura del partido de Coalcomán,
dejándole que conociese en una causa cuyo conocimiento no le tocaba” y en ese tenor se
consideraba que el teniente tenía la obligación desde el momento que comenzaba a ejercer
sus funciones de defender la jurisdicción real. El teniente en su defensa contestó que estando
ausente Junquera el cura le comunicó que ya había dado cuenta de los excesos de Junquera al
subdelegado y al señor intendente, por lo que estaba en espera de su resolución. No obstante
le solicitó al teniente que aprehendiera a Junquera, a lo que se negó dicho justicia y “le
contestó que de ningún modo podía aprehenderlo por ser receptor de alcabalas y estar dada
cuenta por el subdelegado al señor intendente cuya determinación debía esperarse, como
esperaba el oficio”. Sin embargo, una vez que regresó Junquera al pueblo, a través de un
comisionado el cura le pidió al teniente Francisco Bernardo de Torres que acompañara al

92 Ibid.
93AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos legales, Denuncias, 1801, Coyuca, Caja 702, Exp. 8, Fs. 92-94

286
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Padre don Joaquín Ortega a poner preso a Junquera, que ya se encontraba en el pueblo. El
teniente argumentaba en su defensa que había persuadido al cura para no proceder en contra
de junquera, pues consideraba que éste carecía de toda jurisdicción para actuar, además de ser
injusta pues no se habían realizado las diligencias correspondientes.94 El cura por su parte no
aceptó las razones que expuso el teniente por lo que se irritó y amenazó al teniente
imponiéndole la pena de excomunión en “nombre de la Santa Iglesia y del sumo pontífice”
si no auxiliaba a su comisionado para la prisión de Junquera que se había de verificar “aunque
fuera a balazos y que si había muertes no era responsable a ellas, sino el Juez Real”. Que en
esas críticas circunstancias determinó el teniente acompañar al padre Ortega, no para auxiliar
la prisión sino para evitar una desgracia pues la acción del cura era violenta y arbitraria ya que
fue el que dispuso cada una de las acciones que se realizarían con respecto a la aprehensión
de Junquera. Que habiendo consentido Junquera el ir a las casas curales a contestar ante el
cura lo mandó este poner preso “con un par de grillos que le pusieron entre el padre Ortega
y el herrero, cuya prisión no auxilió el que responde, sino que el cura lleno de violencia iba
determinando todo, y no era posible que el que contesta ni nadie lo hubiera contenido, y antes
en prueba de que no consentía en la tal prisión mandó al carcelero que escondiera los grillos,
pero sabido por el mismo Junquera mandó que lo trajeren”.95
El teniente se defendió argumentando que no había dado cuenta inmediatamente de
la usurpación de la jurisdicción real que había ejecutado el cura porque pretendía hacerlo de
forma personal, como efectivamente lo hizo saliendo de madrugada con destino a
Coahuayana en donde se encontraba el subdelegado
El asesor letrado informaba al intendente de Valladolid que “malísimamente
diligenciado por el señor cura de Coalcomán y el teniente de justicia, pero a pesar de eso se
advierten las tropelías y excesos cometidos por don domingo Junquera y don José María
Chávez, a quienes se les acusaba que aprovechando la ausencia del cura habían entrado a su
casa y tenido relaciones ilícitas con dos mujeres. El intendente determinó que los agravios
que había cometido Junquera tenían que ser castigados, por lo que se mandó orden al
subdelegado para que procediera a la aprehensión del administrador de alcabalas, pero no por
eso se soslayaba el hecho de que el teniente hubiera permitido que el cura actuara por mano
propia en un caso que no era de su competencia y que mandara aprehender al administrador
de alcabalas. Desafortunadamente en el expediente no se encontró la resolución de este caso
ya que mandó que se pasara al obispo para que este determinara lo que fuera de su
providencia, ni tampoco se declaró cuál fue el castigo que se le impuso al teniente Francisco
Bernardo de Torres por haber permitido claramente la usurpación de la jurisdicción real.

5.6 En cumplimiento de la última voluntad

Uno de los temas que generó mucha discusión entre los ministros de la Iglesia y los jueces
reales fue la competencia para conocer las causas de testamentos. Los ministros de la iglesia
pretendían por todos los medios ser los que hicieran cumplir las disposiciones testamentarias,
sobre todo si los herederos o albaceas eran religiosos. El interés que la Iglesia tenía en los
testamentos era precisamente que se cumplieran las disposiciones testamentarias piadosas que

94 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos legales, Denuncias, 1801, Coyuca, Caja 702, Exp. 8, Fs. 2v.
95 Ibid. Fs. 92-94.

287
Los tenientes con los ministros de lo sagrado

regularmente obtenían, las cuales podían ser donaciones, misas, funciones, obras pías y otro
evento relacionado con la iglesia, por ello a través de la llamada visita del testamento se
obligaba a los albaceas que cumplieran con las disposiciones piadosas del difunto.96
Los alcaldes mayores, como jueces reales, no sólo fueron los responsables de elaborar
los testamentos, sino que éstos tenían la obligación de hacer cumplir la última disposición
testamentaria de los difuntos. Los tenientes, como auxiliares de los alcaldes mayores, de igual
forma estaban facultados para atender este tipo de diligencias como lo vimos en el capítulo
3. En 1785 el alcalde mayor de Huimeo y Zirándaro, Juan Crisóstomo de Ormaechea,
denunciaba ante Fray Antonio de San Miguel la intromisión del cura de Pungarabato en los
asuntos de gobierno que ejercían los tenientes de su jurisdicción y señalaba que el cura
interino de Pungarabato, Joseph Antonio Montes de Villavicencio, quería “entrometerse con
modos extraños y sorprendiendo a mi teniente don Sebastián de Horge y Barros en la facción
que este fue a hacer de inventario de bienes de don Juan Garduño que murió intestado,
dejando hijos menores” . .. además afirmaba el alcalde mayor que “procurando molestar a la
real justicia, y aun hasta con los indios, se ha querido entrometer contra todo el torrente de
los sagrados cánones, leyes del reino y novísimas reales cédulas de nuestro soberano, en
impedir la elección que aquéllos acostumbran hacer para el empleo de gobernador y oficiales
de república”, según le había consultado su teniente general Julio Antonio Oddy.97 El interés
principal de la iglesia para que se cumpliera con las disposiciones testamentarias era que se
satisficiera en lo piadoso la voluntad de los difuntos, en lo que se incluía las donaciones, misas
y funciones que se hacían a la iglesia,98 como ya se mencionó.
Justamente para aminorar los conflictos por jurisdicción el corregidor Juan Antonio
de Riaño mandó que se enviaran dos cordilleras (una saldría por Indaparapeo y otra por
Pátzcuaro) a los tenientes de su jurisdicción de la real cédula de 1767, en la que el rey había
dispuesto que los religiosos podían intervenir en materia de obras piadosas con apego a

“la Ley décima quinta título décimo libro primero de Indias, pueden los jueces eclesiásticos
librar mandamientos contra legos para la paga de los réditos, o estipendios de capellanías
colativas, exigidas en Beneficios eclesiásticos; pero de ninguna manera pueden proceder sobre
capellanías laicas o amovibles ad nutum, ni en los patronatos de legos, réditos de Dotes de
Monjas y de otras memorias de misas y cofradías, cuyos capitales estén puestos a censo en
fincas pertenecientes a legos, por en todos estos casos toca a las jurisdicciones reales librar los
mandamientos, para su cobranza, y sólo pueden los eclesiásticos intervenir en la seguridad de
los capitales, cuando se trate de su redención, o nueva imposición, para que asegure la
subsistencia de lo que está destinado para semejantes obras pías: y porque en virtud de esta real
declaración se excusarán muchas disputas y competencias, entre los Jueces Reales y

96 AHCM, Diocesano, Gobierno, Visitas, Informes, Caja 506, Exp. 79, Fs. 249. Visita testamentaria para su
cumplimiento.
97 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Jurisdicción, Caja 642, Exp. 36, Fs. 21. Quejas contra
el cura interino de Pungarabato, Br. Don José Antonio Montes dada por el alcalde mayor de Huimeo y su
teniente de Pungarabato, y del común naturales de dicho pueblo, México 20 de enero de 1785.
98 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Testamentos, Caja 827, Exp. 81, 1784- 1787, F. 5.
Cumplimiento de los testamentos de don Cristóbal Ponce de León y Zomoza y su hermano don Martín a
cargo de su albacea, doña María Teresa del Río y Solar.

288
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Eclesiásticos, teniéndose presente, se ha de servir vuestra alteza mandar, que para que se guarde
y cumpla en aquel obispado, y unos y otros Jueces se arreglen puntualmente a su contenido”.99
Los conflictos en los que tenían que mediar los tenientes de alcalde mayor estaban
estrechamente relacionados con la intervención de los curas en los asuntos temporales que
eran propiamente de la competencia del alcalde mayor y sus tenientes, como claramente se
puede observar en el conflicto que había entre el cura Montes y los indios, ya que no
solamente se trataba de la intromisión del cura en las elecciones de república, sino que éste
iba más allá pues el ministro religiosos pretendía tomarse mayores prerrogativas de las que le
correspondían, ya que en una carta le pedía al teniente general de Pungarabato que le expusiera
los motivos por los que había puesto en libertad a José Lorenzo, gobernador interino de dicho
pueblo, sin su anuencia, ya que estaba preso por su orden y los motivos de la aprehensión
fueron por hallarlo ebrio y tirado en el suelo, “sin atender que por mi orden está preso, ni a
lo escandaloso de su delito ni a la incapacidad que le resulta por la total ignorancia en que
vive de la doctrina c r is tia n a .”.100 Evidentemente la aprehensión de los ebrios eran de las
causas donde fácilmente podían actuar los ministros religiosos y los justicias ordinarios, los
alcaldes mayores, teniente o alcaldes ordinarios, y en ese sentido los curas estaban en
condiciones de solicitar a las autoridades la aprehensión de los ebrios para que éstos actuaran
en consecuencia y les prestaran el real auxilio. También en los casos de idolatría los jueces
reales y sus tenientes estaban obligados a auxiliar a los curas y jueces eclesiásticos sin
necesidad de que exhibieran los procesos:101 por ejemplo, el bachiller de San Francisco de los
Pozos a través de su notario solicitaba la ayuda de los tenientes para la aprehensión de los
ebrios que causaban escándalos en las vías públicas.102 El castigo por el uso y fabricación de
bebidas prohibidas, al igual que el concubinato, les correspondía a los jueces reales y
eclesiásticos, por lo que ambas autoridades estaban facultadas para sancionar dicho exceso.
Las reales cédula sobre prohibición de bebidas prohibidas así como eran promulgadas por los
alcaldes mayores y corregidores, de igual manera los obispos en sus jurisdicciones las remitían
a los vicarios y curas para que vigilaran que se respetaran en cada una de las parroquias que
estaban a su cargo.
Los curas párrocos a través de las amonestaciones exhortaban a los vecinos a no
ingerir bebidas prohibidas por los perjuicios que ocasionaba su consumo, como el que se
cometieran pecados y se relajara la moral.103 El teniente respondió que dejó en libertad al
gobernador porque eran bastantes tres días de castigo, y porque el reo pertenecía a su juzgado 91023

99 AHMP, Fondo colonial, Caja 50c, Exp. 1, Fs. 50-51.


100 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Testamentos, Caja 827, Exp. 81, F. 1. Santa María
Coyuca, 29 de diciembre de 1784 años.
101 AGN, Alcaldes mayores Vol. 8, Exp. 136, Fs. 189, el teniente general de Teutila Pablo Font informaba
que había recibido el decreto de 13 de diciembre de 1782 que se expidió por el voto consultivo del Real
Acuerdo en el cal se mandaba que se "debe impartir el real auxilio a los curas y jueces eclesiásticos de
este obispado en las causas de idolatría sin necesidad de que exhiban los procesos ni manifiesten las
comisiones en cuya virtud proceden", por orden de Mayorga.
102 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Maltratos, Caja 657, Exp. 12, Fs. 14.
103 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Prohibiciones, 1763- 1770, Caja 813, Exp. 4. fs. Los
indios de Tuxpan sobre que no se les prive de la fábrica de vino de mezcal, por lo que le solicitaron al
obispo que levantara el bando prohibitivo del marqués Croix de 1769.

289
Los tenientes con los ministros de lo sagrado

y no al del cura.104 En el fondo el problema central, además de las malos tratos o pasión con
la que se conducía el cura, lo que realmente movió la realización de este expediente fue el
problema de competencia de jurisdicción entre el cura y el teniente de Pungarabato: el teniente
afirmó que la aprehensión del gobernador la había hecho sólo para evitar las censuras, pues
afirmaba que “mandó el nominado cura que dándome noticia del suceso fuese a ver el estado
del pernoctado gobernador interino, y hallándome presente me enunció: viese a quien habían
depositado la vara: con cuya inteligencia, y con respecto a que el pastor de las almas había
hecho público un leve exceso que había cometido este individuo, estando tan sepultado así
por el ejemplo de la vindicta pública como porque no se me censurase, mandé arrestar su
persona en la cárcel pública y a los tres días hice se pusiera en libertad”.105 Por tanto el alcalde
alegó que no se le había pedido el real auxilio para aprehender al gobernador, por esa razón
no consideraba que el reo estuviera bajo la jurisdicción del cura, además señalaba que sólo lo
había aprehendido para evitar posibles críticas por parte del cura.
El parecer del promotor fiscal fue que los informes que se desprendieron de una
enemiga pasión que el alcalde mayor y sus tenientes tenían contra el cura, a causa de que el
cura fue comisionado por el tribunal de testamentos para embargar los caudales de varios
vecinos del pueblo por no haber ejecutado la disposición testamentaria en el tiempo de veinte
años, por lo que dicho cura se encontró con la oposición de los tenientes Barros y Oddy,
quienes con diversos pretextos pretendían eludir la jurisdicción eclesiástica.106 Los alcaldes
mayores, tenientes y curas representaban la autoridad eclesiástica y civil en cada una de las
jurisdicciones, por lo que eran el instrumento por medio del cual se debía mantener a la
población viviendo bajo los valores cristianos y cumpliendo con los preceptos anuales de la
iglesia, por lo que las autoridades civiles tenían la obligación de que los feligreses vivieran en
paz y quietud.
Los curas cuando actuaban en casusas criminales por contravenir los edictos
prohibitivos de bebidas, muchas veces actuaban de forma severa y usaban castigos fuertes
como la excomunión: a Joseph Joaquín Bandola, mulato, se le acusó de vender charape, por
lo que se le excomulgó y se mandó que debía quedar segregado de todo comercio público y
contacto. El cura, en lugar de solicitar el auxilio del teniente de Cururupaseo, mandó a su
notario a que pasara a dicho real, lugar de residencia del teniente Juan Antonio Maeda, para
que verificara si tenía en prisión al reo, a lo que el teniente contestó que lo tenía en el zepo.
El teniente inmediatamente informó al obispo que el cura no le había solicitado el real auxilio
y que la forma en que procedió fue maliciosa, pues afirmaba que él pretendía llevar una
relación cordial con el cura, pero que al proceder de esa forma el juez eclesiástico rompía con
dicha pretensión; lo interesante de la declaración del teniente es que tenían claro el papel que
les correspondía desempeñar como autoridades y la relación que debían observar, no sólo
para lograr que la población viviera en paz, sino que a la vez eran conscientes de la
importancia política que representaba la unión de los dos brazos, el espiritual y el civil,

104 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Testamentos, Caja 827, Exp. 81, F. 2. La respuesta
del teniente Julio Antonio Oddi de 30 de diciembre de 1784.
105 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Maltratos, Caja 657, Exp. 12, Fs. 11.
106 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Testamentos, Caja 827, Exp. 81. Colegio clerical,
Valladolid Febrero 5 de 1785.

290
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

“Digo que habiendo procurado con el esmero de mayor atención el unir el brazo político con
el eclesiástico según Vuestra Ilustrísima reencarga en el Edicto en que se contienen las censuras
de brebajes prohibidos para el acierto del gobierno, como también por la tranquilidad de la vara
que por su Magestad (que dios guarde) ejerzo, he procurado todos los medios posibles para
parecer cuasi uno con el juez eclesiástico propietario.”107

El teniente aprovechó para informar sobre el mal proceder del cura en el cumplimiento
de su deber. En ese tenor los jueces civiles y eclesiásticos debían tener una relación armoniosa,
de respeto y de ayuda mutua, por lo que en circunstancias de desavenencia regularmente se
les prevenía a los curas que observaran una buena relación con los alcaldes mayores y sus
tenientes.
Los alcaldes mayores y los tenientes tenían la obligación de auxiliar a los curas en la
averiguación de los robos que se cometieran en sus jurisdicciones108 y de igual manera los
tenientes tenían el compromiso de prestar el real auxilio cuando se les requería para la
aprehensión de los delincuentes.109 Para proceder a la aprehensión de los reos los tenientes
realizaban las averiguaciones oportunas para proceder ante la solicitud de los curas, como se
percibe de la denuncia que realizó Juana Gertrudis Santos de Villa, vecina de Tacámbaro,
quien denunciaba que el teniente de cura José Barrón maltrataba a su hijo Juan José Vélez
dándole de palos y poniéndolo en prisión, auxiliado por el teniente del pueblo, “quien después
de haber hecho las pesquisas necesarias y todas las diligencias que le parecieron conducentes
para ameritar la referida prisión de mi hijo, hallando no haber causa justificada lo puso en

107 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Prohibición de bebidas, Caja 813, Exp. 5, Fs. 10.
Autos criminales contra Joseph Joaquín Bandola, vecino de Curucupaseo por fabricante de brebajes
prohibidos, 1760.
108 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Robo, 1700, Caja 814, Exp. 1, Fs. 42. El cura de San
Pedro Guadalcazar denunció el robo de los metales que se daban de limosna en la cofradía del real, los
cuáles eran vendidos sin licencia del cura ni del mayordomo, por lo que el alcalde mayor se encargó de
realizar las averiguaciones necesarias para aclarar lo que había sucedido. En el pueblo de Zinapécuaro el
presbítero Nicolás Espinosa solicitó el auxilio del teniente del pueblo para averiguar el robo de unas cartas,
la averiguación se hizo entre el teniente y el presbítero, AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos,
Robo, Caja 814, Exp. 2, Fs. 2.
109 El presbítero Andrés González Ibáñez del real de minas de San Pedro Guadalcazar dijo que habiendo
salido para San Luis Potosí dejó sola su morada, dejó la llave con doña Tomasa de Ruedas, aprovecharon
sus ausencia para entrar a robarle por lo que abrieron la escribanía de donde tomaron una docena de
cucharas, y media de tenedores de plata y rompieron una petaca donde tenía 550 pesos en reales
pertenecientes al cura y 154 pertenecientes a la fábrica espiritual y ciento y tantos del altar del señor San
Juan Nepomuceno, entre otras cosas. Los sospechosos del robo fueron Juan de Vargas y su hijo, por lo que
le solicitó al Juez real la detención de dichos sospechosos ya que el sólo podía intervenir en los civil pero
no en lo criminal. Y ante la ausencia del notario receptor que era el encargado de seguir las diligencias se
nombró a Baltazar Antonio Delgado para proseguir las diligencias eclesiásticas, por lo que inmediatamente
pasó a la casa de la morada del teniente general don Julián López de Taibo para que impartiera el real
auxilio y sin la menor dilación asegurar las personas de Juan de Vargas y su hijo. El teniente general dijo
que estaba pronto a impartir el real auxilio para asegurar a las personas que se expresaba, vio la carta y
mandó que se enviara carta justicia requisitoria al vicario de Santa Fe de Guanajuato solicitando informes
de Catlina Castellanos esposa de Juan Vargas, sobre si fue ella la que escribió la carta y si era cierto que ha
estado en cama enferma. AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Robos, Caja 814, Exp. 7, 1753­
1754, fs. 9.

291
Los tenientes con los ministros de lo sagrado

libertad, sobre cuyo hecho el enunciado vicario lo reconvino”.110 La prisión y destierro que se
decía pretendía a Vélez era causada por su desarreglada conducta pues se le acusaba de
amancebado y gustaba de los juegos de azar entre otras.
La población por diversos motivos preferían realizar ciertas diligencias ante los
párrocos o bien ante el alcalde mayor y sus tenientes, sin embargo muchas veces la razón y
buenas decisiones de los ministros contribuyó a que no se generaran conflictos por
jurisdicción, pues cuando se hacían denuncias civiles y criminales ante los párrocos estos
tenían la facultad de no aceptar las denuncias y mandar que se hicieran ante el juez ordinario
competente; el Br José Buenaventura de Larrondo, de San Juan Parangaricutiro, cundo
Francisco Ángel, indio, le presentó una denuncia civil y criminal contra Catharina Dominga
por haber golpeado en público a su mujer, mandó que dicha representación se devolviera al
querellante, junto con los seis reales que había entregado, pues señalaba que ese asunto no se
debía atender por juez eclesiástico11112ya que la causa de agresiones no era de fuero mixto,
además señalaba que en la denuncia claramente se establecía que era criminal, por tanto el
querellante se tenía que presentarse ante el teniente de corregidor para que la diligencia
• • su curso. 112
siguiera

Conclusiones

La unión de los dos brazos, del poder espiritual y secular le permitió a la monarquía ejercer
un efectivo control social y político sobre sus súbditos pero a la vez tuvo una importancia
fundamental como instrumento de control político ya que dotó de amplias facultades a la
iglesia, y así mismo utilizó las prerrogativas del regio patronato para limitar el actuar de los
ministros eclesiásticos a partir de la segunda mitad del siglo XVIII a través de diversas reales
cédulas que se emitieron relacionadas con el manejo de los diezmos, cofradías y bienes de
comunidad. Dentro de ese ambiente de reforma y tensiones generadas en el siglo XVIII como
parte del proyecto reformista de los borbones es que se dio la relación de los alcaldes mayores,
subdelegados y sus tenientes, con los curas de las parroquias, con quienes desempeñaron una
importante labor en común que era mantener a los súbditos del rey en orden, viviendo en
conformidad con los principios cristianos, y procurarles buena administración de justicia.
Las transgresiones al orden social que eran consideradas como de fuero mixto llevó a
que los alcaldes mayores y sus tenientes, y los curas, tuvieran la libertad de actuar en el castigo
de faltas como el concubinato, la embriaguez, la fabricación de bebidas prohibidas y la falta a
la palabra de matrimonio. De igual manera el auxilio real fue uno de los medios más comunes
por los cuales los jueces reales colaboraron con los curas, especialmente para la aprehensión
de los reos. Como parte del traslape de la jurisdicción civil y eclesiástica podían actuar los
jueces reales y los curas, sin embargo también es importante destacar que la línea que separaba
la jurisdicción real y la eclesiástica en los asuntos de faltas menores era tan delgada que
fácilmente se pasaba de un terreno a otro, por lo que constantemente generó conflictos por
jurisdicción entre los jueces civiles y eclesiásticos. Situación que incluso muchas veces fue
aprovechada para desatar verdaderas batallas campales entre las autoridades civiles y

110 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, agresiones, 1781, Caja 515, Exp. 24, Fs. 2.
111 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Agresiones, 1781- 1782, Caja 515, Exp. 24, Fs. 47v.
112 Ibid. fs 51.

292
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

religiosas, quienes pretendían imponer su autoridad y hacían uso de los medios jurídicos a su
disposición; los curas regularmente hacían uso de la inmunidad eclesiástica como recurso
político para imponer su autoridad ante los alcaldes y los tenientes, o incluso lo utilizaron
como un instrumento para no obedecer las órdenes de los alcaldes y subdelegados, como
comúnmente sucedió en la entrega de reos refugiados en los templos. Mientras tanto los
alcaldes mayores, subdelegado y tenientes, para contener la injerencia de los curas en los
asuntos que consideraban sólo de su competencia se valieron del ultraje a la jurisdicción real,
lo que muchas veces generó conflictos de jurisdicción entre dichas autoridades, pero a la vez
fue un medio por el cual se podía evitar la pretensión de los curas de actuar en determinadas
causas, especialmente en aquéllas que eran consideradas de fuero mixto.
Lo cierto es que la relación que se estableció entre los jueces reales y eclesiásticos fue
extremadamente compleja y cambiante pues se movieron en un conjuntos de intereses que
iban desde procurar el bien público, defender los intereses locales personales y de
determinados grupos, así como la constante competencia por el reconocimiento y autoridad
que se pudiera ejercer sobre la población. Es por eso que también podemos considerar que
tanto los curas como las autoridades civiles ejercieron una especie de equilibrio político, ya
que mutuamente vigilaban que ambos cumplieran con sus obligaciones, y en caso contrario,
o de cometer excesos, estaban en condiciones de denunciar las malas acciones, siempre y
cuando no se dieran relaciones de complicidad, como muchas veces denunciaban los vecinos.

293
Capítulo VI

Interrelación de los tenientes con los diferentes sectores sociales

Introducción

El presente capítulo pretende ser una suerte de equilibrio entre la visión obscura que se ha
formulado sobre los tenientes, al considerar que fueron los que cometían la mayor cantidad
de abusos contra los vecinos que estaban bajo su cargo y por tanto pretendemos mostrar que
el ejercicio del empleo de teniente no siempre significó una muestra de superioridad y poder
pues los tenientes, al tratar de ejercer autoridad sobre el vecindario, no sólo se exponían al
rechazo y a la desobediencia, sino incluso a las calumnias. Es por eso que en la historia de los
tenientes los podemos observar actuando en las distintas esferas de la sociedad, como
individuos que ejercían su autoridad de forma arbitraria, agraviando al menos afortunado y
aprovechando su posición sobre el que no tenía voz, lo que correspondería al teniente abusivo
y arbitrario. Sin embargo también nos podemos encontrar con individuos que intentaban
ejecutar órdenes y administrar justicia sobre un vecindario renuente a obedecer y que no
pretendía reconocer su autoridad. En esta segunda postura se podían encontrar no sólo los
indios, sino también los españoles y castas, pues el otro gran reto que tuvieron los tenientes
en el ejercicio de sus empleos fue precisamente el de cómo ejercer su autoridad sobre un
vecindario que lo consideraba como igual e incluso inferior, especialmente si nos referimos a
los miembros de las élites locales y sus dependientes, que no siempre aceptaron de buena
gana que se les hicieran algunas recomendaciones. El otro aspecto que viene a complementar
la dinámica en la que interactuaban los tenientes, y finalmente para cerrar este capítulo,
abordaremos el repartimiento de mercancía y la importancia que tuvieron los tenientes en
esta actividad.
Los subdelegados y sus tenientes establecieron amplias relaciones con los habitantes
de los lugares donde ejercían sus empleos, relaciones que fueron complejas como ya se ha
podido observar en el capítulo anterior, en donde el contacto que tuvieron con las diferentes
autoridades fueron un tanto cambiantes pues mucho dependían de las dinámicas internas que
se estrechaban en cada tenientazgo, las cuales estaban determinadas por los intereses locales,
y es que la flexibilidad de las relaciones con los diferentes sectores sociales de igual manera se
daba entre las distintas autoridades o funcionarios que convergían en un mismo espacio. Esto
nos recuerda el dictamen que el fiscal interino de la Real Audiencia emitió cuando varios
vecinos se oponían a que José María Ortega y Oropeza,1 quien se desempeñaba como teniente
general de Tuxtla, jurisdicción de Veracruz, y propuesto por el gobernador del Estado y
marquesado del Valle, para que ocupara la subdelegación de dicho partido, quien sin embargo
se encontró con la oposición de una parte de la población, aunque en la información que se
levantó se decía que había tenido un buen desempeño quedó claro que un sector de la

1 Residía en Guayapan, se decía que tenía un triste oficio de platero, también se desempeñaba como
teniente de la segunda compañía de Tlacoltalpan y que carecía de instrucción. También ejerció el empleo
de teniente de alcalde mayor por el tiempo de tres años.

294
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

población tenía una clara oposición hacia él, que lo calificaba de déspota y arbitrario.2 El fiscal
de lo civil expresó que el asunto tenía que ver con un problema de autoridad y con el choque
que se podía presentar entre quienes ejercían una cuota de poder en un misma jurisdicción,
pues afirmaba que los individuos en sus funciones no guardaban la armonía y uniformidad
con los justicias, y señalaba la razón por la que constantemente chocaban; tenía claro que con
los ministros de lo sagrado se debía a que “intentando los curas tener parte en los asuntos
gubernativos por lo regular chocan con los subdelegados. Los administradores de rentas y
militares rara vez les son acordes, aquellos como fiscalizados por ellos, y éstos como opuestos
a la jurisdicción ordinaria”.3
La superioridad que de cierta forma llegaban a ostentar los jueces reales sobre el resto
de quiénes prestaban algún tipo de servicio al rey, pues muchos de ellos se tenían que apegar
a la supervisión de los subdelegados, especialmente si atendemos a los administradores de las
rentas reales. Lo que a la vez implicó un importante control sobre el manejo que se pudiera
realizar de los intereses reales, lo que llevó justamente a que se dieran importantes
confrontaciones con la finalidad de evitar la intromisión de estos jueces en los asuntos de
hacienda. Incluso se conformaban grupos a través de los cuales se podían presentar diversos
enconos y formas de manifestar abiertamente la oposición que se tenía contra estas
autoridades, lo mismo podía ser al subdelegado y sus tenientes. Por ejemplo, en
Temascaltepec se denunciaba que el administrador de rentas don Luis del Camino miraba
con odio la real jurisdicción, y particularmente al subdelegado (además se expresaba que dicho
administrador tenía conformada su “pandilla” con el cura don Francisco del Hierro y don
Indalecio Muxica): le dijo al ciego que toca la campaña para el toque de queda que debía
preguntarle a los antes mencionados sobre la hora en que debía dar el toque, pues el
subdelegado no manda en las campanas ni tenía que obedecerle. Los testigos afirmaban que
se juzgaba soberano de ese territorio sin subordinación alguna al juez re al... “vive tan sobre
sí y tan satisfecho de su orgullosa soberbia que no cree haya en este vecindario sujeto digno
a quien él pueda quitar el sombrero”.4 En diferentes contextos también se observó un
constante conflicto con los militares.

6.1 Los tenientes y los indios

La relación de los tenientes con los naturales se puede decir que fue compleja y nada fácil
pues fue un tanto similar a la relación que entablaron los subdelegados y sus tenientes con los
ministros de la iglesia, ya que si bien tenían un importante apoyo en los justicias para resolver
los asuntos urgentes de gobierno, cuando se trataba de corregir ciertas costumbres o vicios
era un sector que se oponía férreamente a la injerencia de los justicias en sus pueblos. Felipe
Castro, en uno de sus estudios, de forma constante afirma que había un rechazo por parte de
los indígenas hacia los tenientes por los abusos que cometían, y que éstos preferían que los

2 AGN, Subdelegados, 1810, Vol. 30, Fs. 351- 377. Informe sobre la circunstancia en que ha servido José
María Oropeza teniente de alcalde mayor de Tuxtla.
3 AGN, Subdelegados, Vol. 30, F. 375-v. Informe sobre la circunstancia en que ha servido José María
Oropeza teniente de alcalde mayor de Tuxtla. México, Febrero 17 de 1812.
4 AGN, Subdelegados, Vol. 13, Exp. 1, F. 26. Temascaltepec 1806. Autos sobre capítulos del subdelegado
de Temascaltepec Ángel Pascual Casaval. Exp. 1. Temascaltepec 1806. F. 26.

295
Interrelación de los tenientes con los diferentes sectores sociales

negocios fueran atendidos por los alcaldes mayores.5 Sin duda en las fuentes documentales
queda constancia de los abusos que se cometía contra los indígenas por los cargos excesivos
que se les imponía aunque la relación de los indígenas con sus tenientes y autoridades era
sumamente complicada, por un lado por la resistencia que los indígenas ponían a la autoridad
de los subdelegados y sus tenientes, y por otro lado porque, ante los abusos que cometían las
autoridades, inmediatamente denunciaban las irregularidades. Sin embargo, los tenientes
fueron la autoridad más cercana e inmediata a la que acudieron a resolver sus negocios y a
pedir justicia e incluso reconocían cuando los tenientes actuaban de buena manera y se
oponían a aquellos que consideraban que actuaban con injusticia y de forma contraria al buen
gobierno

“parecemos ante vuestra merced y decimos que en el tiempo de cinco años que vuestra merced
obtuvo el empleo, y tenencia de este partido ni por vuestra merced ni sus substitutos hemos
experimentado leve ni grave perjuicio procediendo con tanto desinterés que nos ha mantenido
en paz y justicia y ahora con el motivo de que la Real Audiencia cometió a vuestra merced otras
ciertos despachos para su exacción y cumplimiento le fue preciso disertar este territorio dejando
en el sustituto que lo es don Francisco Fuentes Murillo, quien faltando a las precisas
obligaciones de este empleo” además de considerarlo “inepto” para el ejercicio de dicho
empleo.6

A diferencia del teniente titular Francisco Fuentes residía en las casas reales y una de
las solicitudes de los indios era que no se le permitiera al sustituto ejercer el empleo de teniente
y que se le desalojara de las casas reales, las cuales solicitaban los oficiales de república para
su uso. Por lo que el alcalde mayor Martín de Reynoso Mendoza y Luyando mandó al teniente
Manuel Romero que notificara a Fuentes y Murillo que compareciera en su juzgado, otorgara
la fianza de costas a favor de los indios y que desocupara las casas reales y que éstas fueran
entregadas a los naturales. El teniente sustituto aunque solicitó a los curas de la Piedad y
Tlazazalca certificaciones de su buen proceder como teniente de dichos lugares, no se le
permitió que ejerciera el empleo.
La oposición a la autoridad de los subdelegados y sus tenientes se dio por la vía legal
y por medio de la resistencia en forma de tumulto. Un claro ejemplo de la resistencia que
pusieron los indígenas de Tzintzuntzan a la autoridad de los alcaldes mayores, subdelegados,
tenientes y alcaldes ordinarios, pues como bien afirma Felipe Castro se trataba de una larga
lucha de los tzintzuntzeños en defensa de su autonomía y privilegios y en diferentes
momentos del siglo XVIII el vecindario se había opuesto a que los alcaldes ordinarios y los
tenientes ejercieran sus empleos de justicia, lucha que continuó por lo menos hasta la primera
década del siglo XIX, y en 1805 se había mandado que en dicho pueblo no se establecieran
tenientes ni encargados de justicia.7 Evidentemente para los indios de Tzintzuntzan el
gobernador era la única autoridad, y por tanto no reconocían al subdelegado, tenientes ni
alcaldes ordinarios por justicia, sólo al gobernador. Uno de los intentos de tumulto que se567

5 Felipe Castro Gutiérrez, Los tarascos y el imperio español, pp. 188-189.


6 AHMM, Gobierno, Caja 12, Exp. 22, F. 1. Pátzcuaro- Valladolid.
7 CASTRO GUTIÉRREZ, Felipe, "Tzintzuntzan: la autonomía indígena y el orden político en la Nueva España",
en PAREDES MARTÍNEZ, Carlos y TERÁN, Marta, Autoridad y gobierno indígena en Michoacán, Vol. 1,
Zamora, El Colegio de Michoacán, CIESAS, INAH-Dirección de Estudios Históricos, UMSNH, Instituto de
Investigaciones Históricas, 2003, pp. 285-303.

296
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

presentaron en la intendencia de Valladolid se dio en 1807 cuando Miguel Torres, indio


principal de Tzintzuntzan, acudió ante el alcalde ordinario de primer voto de la ciudad de
Pátzcuaro, Manuel Solórzano, para denunciar a Miguel Lucas Cuiris a quien se le acusaba del
robo de una mula, además se le inculpó de que no había obedecido los requerimientos que se
le hicieron, por tal razón fue aprehendido en el pueblo y conducido a Pátzcuaro.8 La
aprehensión de Cuiris dio motivo a que los indios se sublevaran y que los vecinos temieran
un tumulto pues las autoridades de la república aprehendieron a Miguel Torres y a su hijo ya
que los consideraban traidores por haber acudido a pedir justicia ante las autoridades de
Pátzcuaro en lugar de dirigirse al gobernador. Evidentemente en Tzintzuntzan se trataba de
un problema de reconocimiento de autoridad.
Así como se acusaba al gobernador de Tzintzuntzan de desobedecer a la real justicia
en Yuririapúndaro, jurisdicción de Celaya, se acusó al alcalde del pueblo de Emenguaro de
desobedecer las órdenes del subdelegado y del teniente, por lo que cuando se requería su
presencia nunca acudía al llamado del teniente de subdelegado, Buenaventura Duro, quien lo
mandó poner preso por inobediente a la justicia, de igual forma se le imputaba de dar licencia
para matar cerdos y comerciar con ellos sin pagar la correspondiente alcabala, por lo que se
le incriminaba de defraudar a la real hacienda.9 Se decía que el alcalde era mulato tributario y
que por esa razón debía pagar alcabala y se le aprehendió por orden del administrador de
alcabalas “cuando se mandó se aprehendiera y despojase del bastón que traía, lo que se le
intimó al instante y resultó en el acto la formal resistencia contra mi orden alterándose en
resoluciones y palabras que repetía descompuestas...”
Las pruebas que se presentaron no fueron suficientes para comprobar la
desobediencia de Simón Eugenio Medina, por lo que el fiscal protector mandó que se le
pusiera en libertad y se le restituyera su puesto. El teniente, al dar cuenta del obedecimiento,
también expresaba en forma de queja que

“ya no puede el que consulta excelentísimo señor administrar justicia en este pueblo donde sus
moradores y de los adyacentes de esta jurisdicción estaban impuestos a tratar con el mayor
ultraje y desacato a su juez territorial, sin subordinación ni respeto: todos quieren como antes
dominar al justicia, que proteja la iniquidad, que se deje seducir de sus fantásticos caprichos
maliciosos; ninguno trata verdad ni consecuencia, quieren ser libres de conciencia, autores de
enredos, de cavilosidad y de maldades. Estos indios se hallan amonarcados y seducidos de los
castas más brillantes, que intentan sostener la infame posesión en que estaban de dominar al
juez, siendo los mismos vecinos quienes administraban la justicia conforme la querían con
absurdos, inicuos protección de maldades públicas y otros excesos que a cada paso están
conociéndose; lo que no ha permitido el que consulta, y menos que le usurpen la jurisdicción,
prestándose a la confidencia, trato y parcialidad con ellos”.10

En ese párrafo el teniente sintetizaba el comportamiento de los indios, y también dejaba


en evidencia el poco respeto y consideración con el que trataban a los justicias.8910

8 AGN, Criminal, Vol. 334, Fs. 107- 134. Criminal contra el gobernador de Tzintzuntzan Salvador infante,
Lorenzo Rojas y don Francisco Díaz Barriga por sediciosos e inobedientes a la real justicia. 1807.
9 AGN, Criminal, Vol. 334, Fs 197. Diligencias contra Simón Eugenio Medina alcalde de los naturales del
pueblo de Emenguaro, por inobediente a la justicia como dentro se expresa. Yuririapúndaro, 1808.
10 Ibid. F. 198.

297
Interrelación de los tenientes con los diferentes sectores sociales

Las expresiones de resistencia se daban de forma individual, pero también en


comunidad y esta segunda forma generaba temor no sólo en las autoridades sino en el
vecindario, especialmente en los considerados vecinos de razón ya que temían salir afectados
en sus personas y bienes. El tumulto fue por tanto la expresión más clara de desobediencia,
aunque también en diferentes contextos funcionó un medio de negociación. El tumulto que
se presentó contra el teniente Juan Joseph Carmonal, del pueblo de la Asunción Malacatepec,
tuvo su origen porque éste los reconvino para que pagaran los tributos de los indios del
pueblo de San Simón, quienes se sublevaron; el teniente iba en busca del alcalde de dicho
pueblo no lo encontró, pero sí hallaron que los indios tenían fandango en una casa y estaban
ebrios, por lo que el teniente se “apio” del caballo y quebró 4 cantaros de tepache, y en otra
casa más adelante los encontró en la misma circunstancia. Los indios se le tumultuaron y le
tiraron piedras, porque se les reconvino que pagaran los tributos y se embargó un caballo y
una yegua, por lo que a solicitud del teniente se mandó al gobernador y al alcalde que los
llevara a las casas reales mientras se cubría el tributo que adeudaban.11
Un testigo, Francisco Gutiérrez, español, refiere que el alcalde había llegado más tarde
y que el teniente le informó de las diligencias que se harían por el mal comportamiento de los
indios, a lo que contestó que “los hijos del pueblo no le hacían caso ni a él ni al gobernador
siempre que salía a cobrar los reales tributos...”12 Diego Francisco, gobernador actual del
pueblo de San Martín, dijo que los que comenzaron el alboroto fueron Anselmo Pascual y
Antonio Pascual, indios, y añadió que siempre que bajaba al cobro de tributos con su alcalde
no le hacían caso y que le pagaban hasta que se les antojaba. El teniente informó al
subdelegado de Sinacantepec, capitán Nicolás Riscos, jurisdicción de Metepec, que los indios
del pueblo de San Simón no habían comparecido a ese juzgado, por lo que éste mandó que
se diera cuenta al virrey para que determinara lo que fuera de su superior agrado.
La insubordinación y desobediencia fueron otros de los aspectos recurrentes que se
presentaron entre los tenientes de subdelegados y los pueblos de indios. El teniente de Capula,
Manuel Ponce de León, nombrado por el subdelegado de Huaniqueo, Francisco Díaz
Quijano, informaba al subdelegado que Manuel Francisco y todos los indios estaban
insolentados y no obedecían ni hacían caso a lo que se les mandaba. El comisario Aparicio se
quejó amargamente de que no lo obedecían y señalaba como los directamente responsables a
Miguel Francisco, Antonio Estrada, Pedro Félix, Marcos Alejandro, Juan Duarte, Joaquín
Hernández, Francisco Bartolo y Antonio Lorenzo, entre otros, quienes le quitaron el mando
y el gobierno, pues afirmaba que dicha actitud la asumían porque se oponía a que colectaran
dinero para continuar las diligencias de tierras que tenían pendientes en la ciudad de México.
Pero esa rebeldía no sólo la ejercían contra su comisario, sino que lo mismo hacían con el
teniente de subdelegado, quien informaba al subdelegado de Huaniqueo, Francisco Díaz
Quijano, que Manuel Francisco y todos los indios estaban insolentados y no obedecían y ni
hacían caso a lo que se les mandaba, y señalaba que:

“no hay día que no tengan juntas resultando de ellas embriagueces y discordias entre ellos y
descarnar a los demás hijos del pueblo, sin que sean capaces de corrección porque aunque usted
me ha puesto de lugarteniente, no hacen total aprecio de mí y lo mismo es el comisario que los

11 AGN, Criminal, Vol. 220, 1793. No 265, Fs. 387-397.Criminal contra los que resulten culpados en el
Tumulto acaecido en Malacatepec.
12 Ibid., F. 395.

298
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

demás, digo porque días pasados azotó a Timoteo Conejo que es de razón y no debió hacerlo,
a mayor abundamiento para las cosas que ocurren de justicia lo he mandado llamar y me ha
respuesto está ocupado y no puede venir”.13

Y terminaba señalando que todo el pueblo aborrecía a la gente de razón porque de esa
manera no habría quien les señalara las maldades que cometieran. Por tanto el subdelegado
mandó a su teniente que averiguara si era verdad que los indios de Capula le habían quitado
el mando a su comisario, así mismo le ordenó que cuando Miguel Francisco y los demás
relacionados regresaran de la ciudad de México fueran aprehendidos y presentados ante el
subdelegado pues además de la insubordinación a toda autoridad como ya se había
manifestado, había otro problema importante y es “que éstos resisten el avaluó y pregón [para
el arrendamiento] de sus ranchos de comunidad”.14
En el informe que el subdelegado envío al intendente de Valladolid dejaba de
manifiesto el carácter subversivo de los indios, pues señalaba cómo éstos habían sido
cómplices en los tumultos de 1766 en Pátzcuaro, y que también se le habían atumultuado a
su cura, don José Antonio Gurtubai, y al teniente de dicho pueblo, Nicolás Morras,15 afirmaba
que este pueblo se caracterizaba por carecer de obediencia y subordinación, incluso aseveraba
que por esa razón no se les había levantado el castigo para que pudieran nombrar gobernador
como ya había sucedido con otros pueblos, y pues el indio que debía tener el cargo de
gobernador sólo contaba con el distintivo de comisario de tributos.1345

13 AHMM, Gobierno, Caja 26, Exp 3, F. 8v.Arrendamiento de tierras de comunidad, Capula, 1795.
14 Ibid. F. 8v.
15 Los agravios a que se hace referencia en contra del teniente de Indaparapeo, Nicolás Morras, acaecieron
en 1781, cuando éste pasó al pueblo de Capula, jurisdicción de dicho tenientazgo, a publicar el bando para
el donativo voluntario por lo que decidió hospedarse en la casa del comisario de tributos, José Pedro. El
teniente hacía referencia que cuando llegó a la casa no encontró a nadie ya que por ser día festivo todos
estaban de fiesta y ebrios. Los ultrajes de los que fue objeto el teniente los sufrió principalmente por parte
de los hijos del comisario de tributos. Nicolás Morras narra que llegó al pueblo de Capula el domingo, y
que todos junto con las autoridades andaban ebrios, pero que no se caían de borrachos por lo que bien
sabían lo que hacían, "y mirando que uno de los del pueblo estaba golpeando a la mujer pase con dos
alguaciles y lo puse preso y habiéndome vuelto para la casa de dicho comisario no lo hallé a lo que me hice
cargo andaría con sus borracheras"y a poco llegó uno de los dos hijos que tiene y a muchas instancias me
hizo entrar al aposento y mandó encender la luz, y llegó otro hijo y se paró en la puerta, a ese tiempo salió
el que me acompañaba, y echaron llave a la puerta, y comenzaron a dar voces que me harían pedazos que
aquí no necesitaban de Justicia y diciendo razones muy pesadas, a este tiempo las indias visto que llegaban
muchas y que ellas se habían echo de la puerta... me echaron fuera que a no ser así aunque me hallaba
solo hubiera habido desgracias, pues me obligaba la necesidad en que me hallaba como el oírles echar
hasta contra las milicias, y como tengo conocidos a estos que están algo tomados dicen todo lo que
sienten". El teniente inmediatamente dio cuenta de lo sucedido al corregidor Policarpo Dávila, por
ausencia del corregidor el teniente general, Manuel de Amirola, ordenó a José Aguilar que
inmediatamente fueran aprehendidas las personas de José Pedro comisario de tributos y sus dos hijos,
José Joachin y Roque Francisco y que fueran remitidos a la real cárcel de Valladolid. Los acusados alegaron
que habían actuado bajo los efectos de la embriaguez por lo que no podían narrar lo sucedido. Sólo fueron
castigados con prisión y sin costas, pero se les reconvino que de volver a actuar de la misma manera contra
los justicias serían castigados con todo el rigor de la ley. AHMM, Justicia, III 2.1.10, Valladolid-Capula, 1770,
Caja 175, Exp. 30, Fs. 1v-2. Que de oficio de la real justicia se ha formado contra José Pedro, José Joachín
y Roque Francisco indios de Capula por haber insultado al teniente y susurrado contra el gobierno y
militares. Capula abril 15 de 1781.

299
Interrelación de los tenientes con los diferentes sectores sociales

Para guardar la paz y buena relación que debía privar en los pueblos el asesor letrado
del intendente de Valladolid, Lic. Durán mandó que se liberara a los presos, no sin antes
hacerles ver que tenían que guardar subordinación a sus jueces; así mismo se le mandaba al
comisario Miguel Aparicio que atendiera inmediatamente los llamados del encargado de
justicia de Capula, y de igual manera ordenó que el subdelegado de Huaniqueo y el teniente
de Capula informaran quiénes eran los cabecillas motores de tales inquietudes para
castigarlos.16 En ese contexto la desobediencia e insubordinación de los indios tanto a la
autoridad de su teniente y comisario debemos entenderla dentro de un contexto de resistencia
a que se aplicarán las reformas que se habían introducido sobre el arrendamiento de tierras.17
Ese comportamiento de los indios de Capula se asemejaba mucho a la acción que realizaron
la república de indios de San Andrés de Teul, contra el teniente de Nueva Tlaxcala,
jurisdicción de Colotlán por los excesos que decían les ocasionaba en el manejo de sus bienes
de comunidad, ya que se le acusaba de que prácticamente se había apropiado de ellos y los
había privado absolutamente de su disfrute, y había contribuido a que una de las haciendas
del lugar se quedara con parte de sus propiedades. En la denuncia que presentaron ante el
gobernador de Colotlán, el teniente coronel José Antonio de Uriarte, sostenían que desde que
se mandó formar las cajas de comunidad para que en ellas se guardasen los arrendamientos y
que se formasen libros de asientos para llevar un estricto control de las entradas y salidas de
los bienes de comunidad, pues

“Apenas nuestro teniente Don Juan Francisco Servín de Mora, tuvo esta orden, me privó del
manejo de los productos de nuestras tierras y montes, poniendo arrendatarios sin nuestra
intervención, vendiendo maderas a su antojo, sin que nos de noticias de los productos de estos
ramos, sin haber formado hasta el día el libro de asientos ni haber construido la caja de
comunidad, recibiendo el dinero sin cuenta ni razón, usando de nuestras tierras y montes, tan
[despóticamente que a nosotros mismos nos priva del arbitrio de sacar algunas maderas para
valernos de ellas en nuestras urgencias y necesidades, y él solo, sus parientes y amigos, a quienes

16 AHMM, Gobierno, Caja 26, Exp. 3, F. 37-38.Arrendamiento de tierras de comunidad, Capula, 1795
17 El pueblo de Capula de forma continua siguió oponiéndose al arrendamiento de sus tierras de
comunidad, y en 1802 demandaron que necesitaban sus tierras pues la matrícula de tributarios se había
incrementado considerablemente, por lo que requerían las tierras para cultivar ya que estaban padeciendo
grandes necesidades desde que los despojaron de ellas. Por su parte el subdelegado de Huaniqueo,
Antonio del Campillo, afirmaba que las tierras que estaban reclamando los indios pertenecían a las tierras
de comunidad por lo que se advertía que los indios querían despojar a los arrendatarios de dichas tierras,
incluso afirmaba que en dicho pueblo no había un incremento de indios que al contrario se veían cada vez
más disminuido. Las tierras que estaban en conflicto era un solar, que se arrendaba a un vecino de razón
en seis pesos, el rancho de Iracho que se les arrendaba a los naturales en 120 pesos; el rancho de San
Bernabé, Guaricuarán y Malacate que también se les arrendaba a los naturales en 55 pesos, de cuyos
arrendamiento se obtenían 181 pesos. Sin embargo el subdelegado apegado al reglamento de 1797, sacó
a arrendamiento en el mejor postor todos los ranchos comprendidos en los bienes de comunidad, por lo
que los indios ya no disfrutaron de dichas tierras ni como arrendatarios, es por ello que se sintieron
despojados y pedían su restitución, el solar se le arrendó a Manuel Ponce, que en 1795 fungía como
teniente de subdelegado en el mismo pueblo de Capula, en seis pesos; el rancho de Iracho se le arrendó a
Antonio Tapia en 125 pesos; el de San Bernabé a Francisco Sosa en 53 pesos, 5 reales; el de Guaricuarán a
don Joseph Calderón en ochenta pesos y el Malacate al mismo Calderón en cuarenta pesos. Los ingresos
de la rentas habían aumentado considerablemente a 303 pesos anuales. Sin embargo el fiscal protector
de indios determinó que el subdelegado procediera a devolver las tierras a los indios.

300
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

pone a pretextos de arrendatarios por un corto estipendio, por perjudicarles[perjudiciales] que


nos sean, disfrutan las tierras que la piedad del Rey Nuestro Señor nos ha mercenado
[mercedado]”.18

La queja principal de los indios de Colotlán estaba encaminada a denunciar justamente


que el teniente, sus parientes y arrimados, eran los que disfrutaban de las tierras y sus
productos, con lo cual quedaban privados de aprovechar esos recursos para hacer frente a las
necesidades que se pudieran presentar en tiempos de calamidad y enfermedad; así mismo
señalaban que el teniente no los había protegido para que los dueños de la hacienda de San
Mateo no los despojaran de sus tierras. Sin embargo se decía que las tierras a las que hacían
referencia los indios estaban en posesión de los indios desde tiempo atrás, que ellos
permitieron que ocuparan dichas tierras porque tenían una buena relación con el hacendado.19
El gobernador de Colotlan informó que atendiendo a la denuncia que habían puesto
los indios contra el teniente Juan Francisco Servín de Mora sobre los excesos en el manejo
de tierras y sus productos

“hice comparecer a dicho Teniente con el libro de caja de comunidad; a los primeros pasos
hallé que los naturales sin ninguna razón vertían unas quejas que no eran con la solidez debida
respecto a que cuantos cargos le hicieron tanto por escrito, como verbales, fueron desvanecidos
con el mismo libro en donde consta que desde el año de mil setecientos noventa y tres, en que
se pusieron, o establecieron en algunos pueblos de esta frontera la dicha caja, ha llevado cuenta
y razón de todas las entradas, productos de arrendamientos de tierras con individualidad de las
personas que lo pagan y documentos que acreditan la inherencia de las partidas que anualmente
se libran del fondo para las funciones del titular del pueblo”.20

Los documentos señalaba el gobernador estaban firmados del cura, escribano y


gobernador, quienes anualmente validaban las cuentas. Aunque se había demostrado no ser
verdaderas las acusaciones que los indios hacían contra su teniente, el gobernador informó
que tomó la decisión de cesar a Servín de Mora del empleo de encargado de justicia para
evitar reclamos y procurar que el pueblo viviera en paz y tranquilidad.
El virrey Branciforte determinó que, de acuerdo al dictamen de los fiscales de lo civil y
el fiscal protector de indios, que para desagraviar los daños que se le hubiesen ocasionado al
teniente en su honor y su persona se le restitúyase a su empleo, y a los indios se les diera su
justo castigo que les sirviera como escarmiento de sus actos. Por lo que se mandó que

“he resuelto con parecer del señor asesor general del virreinato que desde luego proceda
vuestra merced a restituir y reponer en su empleo al teniente encargado del partido de la Nueva
Tlaxcala al referido don Francisco Servín de Mora haciéndole también entender que queda
repuesto igualmente en su honor y reputación que pudiera haber sido perjudicado con la
cesación en su oficio por mandato y determinación de dicho gobernador Uriarte; y evacuando
haga vuestra merced comparecer a su presencia a los citados vecinos del pueblo de San Andrés
Teul, les manifieste lo mal que han procedido en este punto contra el expresado Teniente y
pena a que se han hecho acreedores, por haber resultado injustas sus delaciones,18920

18 AGN, Judicial, Vol. 61, Exp. 10, 1796-1798, F. 108v-109. La república de Colotlan contra el teniente de
Nueva Tlaxcala don Francisco Servín de Mora.
19 Ibid. F. 110v.
20 Ibid. F. 113-v.

301
Interrelación de los tenientes con los diferentes sectores sociales

apercibiéndolos de que si en lo sucesivo vuelven a proceder con la falsedad que en éste, se les
castigará con todo el rigor que exija el caso, teniéndose presentes los procedimientos con que
ahora se han manejado y amonestando traten al referido teniente con el respecto a que están
obligados”.21

Los conflictos de las autoridades locales con los indios puede tener diversas lecturas y
vertientes desde donde se puede analizar el actuar de estos actores sociales, porque
evidentemente la documentación nos muestra una reiterada denuncia contra los tenientes por
una serie de abusos en los que incurrían estos empleados del rey, sin embargo podemos
considerar que muchas denuncias incluso fueron motivadas a veces por intereses particulares
y no del común, principalmente cuando se pretendía corregir alguna mala conducta.

6.2 Ultrajes a la real justicia

El respeto y la obediencia que se debía tener a los justicias, especialmente a los tenientes
muchas veces se vio vulnerado por los vecinos de los tenientazgos porque algunas veces se
resistían a la autoridad de los alcaldes mayores, y en mayor medida a los tenientes,
regularmente porque como eran vecinos del mismo lugar muchos se cuestionaban por qué
los tenían que obedecer. Los tenientes estaban expuestos a ser ultrajados por los distintos
sectores sociales cuando eran reprehendidos, cuando se les llamaba la atención, o bien se les
reconvenía que dejaran de hacer alguna actividad que perjudicaba a los demás vecinos, como
veremos más adelante.
En una denuncia que presentó el teniente de la acordada de Agualulco, José María
Hernández, dependiente de la comisión del capitán don Manuel del Río, este hombre también
se desempeñaba como administrador de las haciendas de Manuel del Río, teniente provincial
de la acordada y comisionado del virreinato de nueva España para la aprehensión y exterminio
de malhechores, hacía referencia a que el 15 de julio había salido a pasear con el teniente de
subdelegado Tomás de Escobedo, y que al pasar por un baile encontraron al indio Juan de
Dios Zamora, Alias Felipa, indio gañán y sirviente en la hacienda del Xacal, quien traía en la
mano unas piedras y le decía improperios a todo el que encontraba, por lo que lo tomó para
llevarlo a su casa y evitar una desgracia, a lo que el teniente le dijo que lo dejara y que
continuaran con su paseo, pero que más tarde lo encontraron nuevamente y le dijo las
siguientes palabras:

“a güerito teniente (y otras muy obscenas e indecorosas) Yo soy bueno y a mí no me han de


hacer nada porque soy sirviente de la casa del señor don Manuel del Río. Y con una piedra que
apenas podía tenerla en las manos le hizo a dicho señor teniente tan fuerte golpe en mi presencia
y la de otras muchas gente que se hallaban de manifiesto, que dándole con ella en la espalda lo
dobló a la cabeza de la silla del caballo en que iba montado”.22

21 Ibid. F. 125-v.
22 AGN, Criminal, Vol. 351, Exp. 3, F. 273. Causa criminal formada de la real justicia contra Juan de Dios
Zamora por ebrio, escandaloso y ultraje al señor teniente de este pueblo de Agualulco. 1798.

302
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

El teniente de la acordada lo aprehendió, amarró y lo condujo a la cárcel, donde fue


castigado con 25 azotes que le dieron las autoridades indígenas. Sin embargo el teniente de la
acordada expresaba que ese castigo no era suficiente ya que se había ultrajado la autoridad y
persona del teniente, pues el indio claramente había expresado que no reconocía su autoridad
“que él no tenía que reconocerlo ni rendírsele en nada porque era sirviente de don Manuel
del Río. Que no lo reconocía como juez, y que tenía inhibitoria como sirviente del capitán
don Manuel del Río”. En la declaración el reo dijo no acordarse de nada pues se hallaba
perdido y perturbado por la embriaguez y consumo de mezcal. Se remitió la sumaria y el reo
a Guadalajara, ante el alcalde provincial Manuel del Río.23
Otra forma de resistencia de los indígenas contra las autoridades se dio muchas veces
a través de las denuncias falsas, como es bien sabido regularmente las denuncias que
presentaban los indígenas se hacían en comunidad, por lo que el escribano en nombre del
común prestaba “voz y caución” por todo el pueblo usando de dicho recurso. Dichos
recursos eran promovidos muchas veces por unos cuantos vecinos con la única intensión de
que el teniente que no era de su agrado fuera removido, por lo que pretextaban una serie de
abusos que supuestamente éstos cometían en los tenientazgos en su contra. En 1808, ante el
intendente Felipe Díaz de Ortega, se presentó un escrito contra el teniente de Patamban: el
común y naturales del pueblo de Patamban, jurisdicción de la subdelegación de Jiquilpan,
denunciaban que el señor teniente don Ángel Loza los trataba de aprehender por la razón de
“que andamos corriendo nuestra diligencia para el bienestar de nuestro pueblo, y como el
señor teniente se halla culpado o no quiere que hagamos diligencia ninguna, por lo que
suplicamos a vuestra señoría rendidamente se sirva mandar en justicia despachen nuestras
diligencias pues nos hallamos desamparados de nuestro pueblo”.24 En realidad acusaban al
teniente de que los perseguía por atreverse a denunciarlo ante las autoridades superiores.
Inmediatamente el intendente mandó que se diera cuenta al subdelegado de Jiquilpan
para que no permitiera que se molestara ni que se vejara a las partes por las diligencias que
estaban promoviendo en el juzgado del señor intendente, y se dio cuenta al subdelegado de
Jiquilpan, José María Abarca, para que atendiera la demanda de los indios contra su teniente
Ángel Loza y el subdelegado contestó que en su juzgado no había ninguna denuncia. El
subdelegado se trasladó a los Reyes donde reunió a las autoridades indígenas, al gobernador
Antonio Miguel Franco, al alcalde del barrio de San Pedro, Miguel Ascencio Escobedo, al
alcalde de San Buenaventura Juan Miguel Tiamuri, el regidor del barrio de San Buenaventura,
Juan Ventura Franco, el regidor del barrio de San Pedro, José Ángel y los viejos del común:
Sebastián Ponce Ventura, Pedro Contreras, Pedro Luis, Santiago Nicolás, Juan Antonio Reyes
y el escribano de república, quienes dijeron que no sabían nada del ocurso que se estaba
haciendo ante el intendente en nombre de ellos, y que no tenían queja contra el teniente Ángel
Loza.
Con la respuesta que dieron las autoridades indígenas de Patamban quedó claro que
la denuncia era falsa y los únicos responsables que estaban “fomentando estas cavilosidades
y maldades eran los indios Nicolás Ramos, Juan Nicolás y Pedro Culandro, ayudados del indio
José Antonio Vargas, este último se señalaba que estaba preso en la ciudad de Valladolid de
orden del tribunal de la acordada. Aunque se le dio comisión a José Alcocer para que

23 Ibid. F. 284. Remisión de la sumaria 21 de julio de 1798.


24 AHMM, Gobierno, Caja 54, Exp 31, F. 1-v. Denuncia de los naturales de Patamban en contra de su
teniente, 1808.

303
Interrelación de los tenientes con los diferentes sectores sociales

aprehendiera a los indios cavilosos y que fueran llevados al juzgado del subdelegado, sin
embargo la aprehensión no fue posible porque no los pudieron localizar en parte porque éste
no había recibido el apoyo del gobernador para encontrarlos. La actitud del gobernador se
entiende incluso dentro de los lazos de solidaridad entre los mismos indígenas, pues el mismo
comisionado Alcocer señalaba que “todos ellos se tapan con una cobija”,25 por eso pedía que
el intendente interviniera y le pidiera al gobernador que pusiera a los reos en dicho juzgado
además señalaba que los indios andaban alebrestados porque se tenía presó al indio Miguel,
por lo que en las noches ebrios decían muchas insolencias contra el teniente y todos los de
razón.
La forma más rápida por medio de la cual se podían quitar de en medio a alguna de
las autoridades que no les conviniera, o que simplemente no fuera de su agrado, era poniendo
una queja, incluso saltándose las instancias más inmediatas, como lo hicieron los indios de
Patamban, y en lugar de presentar su queja ante el subdelegado preferían pasar directamente
con el intendente, y en otras ocasiones acudían directamente ante el virrey para presentar sus
inconformidades.
Un ejemplo, entre muchos otros más que se presentaron a lo largo y ancho de la
Nueva España, se dio cuando en 10 diciembre de 1796 el fiscal protector de la Audiencia
envío una superior orden y solicitó al intendente de Valladolid, Felipe Díaz de Ortega, que
informara sobre la queja de los indios de Coeneo, jurisdicción de la subdelegación de
Cocupao, sobre que el teniente de justicia José Francisco les ocasionaba grandes perjuicios,
pues se decía que era tributario y revoltoso. La postura del intendente fue “que puedo asegurar
a V. E, que faltan a la verdad como acostumbraban”, pues afirmaba que el 6 de febrero de
1796 el subdelegado, José Antonio Muñoz, que ya había fallecido, propuso nuevos tenientes
a José Francisco de la Peña para Coeneo, por lo que afirmaba que personalmente se había
asegurado que cumpliera con las circunstancias necesarias.26 El intendente hacía la
observación de que para justificar su información “suprimieron los Yndios el apellido “de la
Peña”, con aquella malicia [que] les es natural, o a influjo de quien les puso el escrito, por lo
que responderá los agravios de que se quejan, si fueren ciertos se evitarán y si necesario fuese
se removerá al citado Teniente de Justicia, de que oportunamente daré cuenta”.27 Incluso el
intendente presentó copia del nombramiento de los tenientes José Francisco de la Peña de
Coeneo y José Antonio Muñoz de Cocupao: en septiembre del 97 el fiscal protector
informaba al intendente que nuevamente los indios habían acudido a informar que el teniente
era tributario y revoltoso, por lo que se instaba al intendente para que comisionara al
subdelegado más cercano para que les recibiera la información.
La intervención de los tenientes en las riñas de los vecinos fue otra razón por la que
se les acusara de abusos. Marcelo Francisco, indio tributario del valle de Tarímbaro, señalaba
“que el domingo a las seis de la tarde, que contamos veinte y siete de este mes, estando mi
legítima mujer María Rosa litigando con otra india de aquel valle, Juana de Escutia, sobre una
olla que le había hurtado”. Señalaba que casualmente estaba el encargado de justicia Simón
Pérez cerca y que se introdujo en la riña “como juez a meter paz”, por tanto acusaba que el

25 AHMM, Gobierno, Caja 54, Exp. 31, F. 5. Denuncia de los naturales de Patamban en contra de su
teniente, 1808.
26 AGN, Judicial, Vol. 61, Exp. 13, Fs. 280v. 1796. Quejas de los indios de Coeneo contra el teniente de
justicia por perjuicios.
27 Idem.

304
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

teniente había apaleado a su mujer con el bordón que siempre porta. En dicho evento
intervino también la hermana de su mujer, llamada María Angelina (casada con Agustín
Santos), la cual salió en defensa de su hermana con palabras suaves, sin embargo afirmaba
que también le dio con el bordón en la cabeza y se la rompió, de modo que la bañó en sangre,
por cuya causa su marido ya no la quería recibir, y que él se hallaba adolorido de ver que el
encargado de justicia hubiera hecho semejante atentado con unas mujeres casadas.28 Además
afirmaba que cuando éstas tuvieran delito, el teniente estaba autorizado para proceder contra
ellas poniéndolas en arresto y haciéndoles ver a él y a su cuñado el delito que sus mujeres
hubieran cometido, pero que no debía actuar de la manera en que lo hizo. El subdelegado
Francisco Xavier de Lezo realizó las diligencias para averiguar las injurias de que se quejaba
María Rosa y en las diligencias se dictaminó que el teniente no había cometido ninguna injuria.
El promotor fiscal protector de indios señalaba que según el informe que realizó el
subdelegado de Indaparapeo resultó que la india María Angelina le había dado un empujón al
teniente, don Simón Pérez, al tiempo que éste trataba de separar a las dos indias que se
peleaban, y le dio con el palo que traía un golpe en la cabeza del que le brotó Sangre.29 El
acontecimiento ocurrido quedó como un mero accidente, por lo que no se comprobó la
agresión en contra de las hermanas como se pretendía demostrar.
Entre las autoridades civiles y los indios hubo una añeja relación de encuentros y
desencuentros a lo largo del periodo colonial, muchas veces propiciada por una serie de
oposición y resistencia a la autoridad de los justicias locales, que se expresaron en la abierta
resistencia a obedecer a los tenientes como a las autoridades más inmediatas. Regularmente
la resistencia e insubordinación de los indios a sus autoridades locales estuvo estrechamente
relacionada con el consumo de bebida embriagantes, como lo denunciaba el teniente de
Igualapa (Oaxaca), José Navarro, quien acusaba que los indios de Ometepec estaban tratando
de hacer tumulto a consecuencia de que la noche del domingo 4 de diciembre de 1796, en
que salieron los cabos de justicia y ministros a hacer la ronda acostumbrada para guardar el
orden y encontraron que en la casa de Eusebia Baristo (Tepachera) había conductas
desarregladas por el estado de embriaguez en que se encontraban los presentes. Se señalaba
que al persuadirlos para que se retiraran a sus casas se resistieron a obedecer y ocasionaron
alborotos y un indio salió herido; se decía que el movimiento había sido encabezado por
Mateo, el hermano del gobernador previsto para el año entrante, y el alcalde del pueblo
Marcelo Basilio.
Los indios pedían que se pusiera preso a José Mariano Sandoval, alias Mambrun,
quien era uno de los individuos nombrados por el teniente para realizar las rondas junto con
otros hombres que lo acompañaban. Pero los indios no sólo no se conformaban con que
Mambrun fuera puesto en prisión, sino que pretendían que se lo entregaran para castigarlo
por su propia mano con azotes, a lo que el teniente se opuso por ser una atribución que no
les correspondía ya que las autoridades indígenas no podían castigar a los españoles. El
teniente, ante el eminente peligro de sublevación, informó inmediatamente al subdelegado y
negoció con los indios para que el castigo de Mambrun fuera sólo con prisión, ya que no lo

28 AHMM, Justicia, III 2.1. 6, Caja 162, Exp. 10, Fs. 1. Contra el teniente de Tarímbaro jurisdicción de
Indaparapeo, 1798.
29 Ibid. Fs 9.

305
Interrelación de los tenientes con los diferentes sectores sociales

podía liberar pues corría el riesgo de que se sublevaran.30 El fiscal de lo civil Sagarzurieta
afirmaba que los alborotos y falta de respeto a la justicia, según los informes del cura, los
habían ocasionado unos muchachos y el alcalde que había salido herido por los dependientes
de la justicia, por lo que señalaba que el principal origen de los disturbios parecía ser “la venta
y uso de bebidas prohibidas”, por lo que disponía “que vuestra excelencia mande librar orden
al justicia del partido para que aperciba muy seriamente a dicho Marcelo y demás muchachos
culpados en los enunciados desórdenes, poniendo inmediatamente en libertad a su
dependiente José Mariano Sandoval”.31
Los ultrajes a la real justicia fueron frecuentes y se expresaron en actos y palabras que
a veces denigraban la honorabilidad de las autoridades, o bien que la ponían en entredicho y
Teresa Lozano Armendares habla incluso de una autoridad menospreciada por las castas de
acuerdo a los casos de ultraje a los alcaldes de barrio que ella analiza de la ciudad de México,32
pero que como veremos en el siguiente apartado el menosprecio y ultraje a los justicias no
sólo fue un asunto de castas e indios, sino que también se dio, podríamos decir, entre iguales,
ya que los mismos españoles pusieron en duda la autoridad de los tenientes.

6.3 Relación de los tenientes con los españoles

Los tenientes no siempre estaban en una posición cómoda frente al vecindario de su


jurisdicción ya que representaban la autoridad del lugar, pero a la vez formaban parte de los
círculos sociales en que se movía. Al ser un miembro más del pueblo, vecino, compañero,
compadre, tendero y comerciante, les posibilitaba tener un amplio conocimiento de las
dinámicas de la región, pero eso que pareciera una fortaleza a la vez constituía una debilidad,
sobre todo cuando se trataba de ejercer las funciones en la administración de justicia como
auxiliar de los alcaldes mayores y subdelegados. Y es que justamente cuando se presentaban
situaciones en las cuales se tenía que reconvenir a los vecinos, especialmente a aquéllos que
veían al teniente como igual, e incluso con una posición menor, la relación se podía llevar de
una forma no tan amigable ya que se podían presentar circunstancias en las que se negaban a
obedecer sus órdenes. Sin embargo también se presentaron situaciones completamente
distintas donde los comerciantes o quienes se consideraban amigos íntimos de los tenientes,
cuando éstos estaban en dificultades no dudaban en manifestarles todo su apoyo para sacarlos
de las situaciones embarazosas. En 1754, cuando el teniente de Maravatío Lope del Capellán
se refugió en el templo de dicho pueblo, se decía que un “íntimo amigo suyo y compañero
en igual fortuna de trato doméstico y comercio de intereses, nombrado Juan Antonio de
Michelena, mercader de dicho pueblo, lo había ayudado para que saliera del lugar, ya que lo
había apoyado para conseguir firmas y enviar una representación al virrey denunciado el
despojo que se le había hecho el alcalde mayor del empleo de teniente de dicho pueblo.33 Así
mismo se decía que el alcalde mayor de Tlalpujahua era amigo de dicho teniente.

30AGN, Judicial, Vol. 61, Exp. 14, Fs. 283- 296. 1796 Sobre falta de subordinación de los indios de Ometepec
en la jurisdicción de Yhualapan.
31 AGN, Judicial, Vol. 61, Exp. 14, Fs. 293. Dictamen del fiscal de lo civil de febrero 21 de 1797.
32 LOZANO ARMENDARES, Teresa, "De los ultrajes a la jurisdicción real o de cuando la injuria es escándalo",
en YUSTE, Carmen, La diversidad del siglo XVIII novohispano. Homenaje a Roberto Moreno de los Arcos,
México, Universidad Autónoma de México, 2000, pp. 55-71.
33 AGN, Indios, Vol. 91, Exp. 9, Fs. 354,

306
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Muchas veces no sólo los indios se opusieron a la autoridad que representaban los
tenientes, ya que en algunas ocasiones, cuando se trastocaban los intereses de los vecinos de
“razón” y honrados, y que por algún motivo se les reconvenía o se les solicitaba que se
presentaran ante el teniente para otorgar alguna aclaración, simplemente no atendían los
llamados. El teniente de Santa Clara, Joseph Joaquín de Arriaga, hacía referencia a cómo en
una ocasión en que estaba realizando unas diligencias para la división de bienes por muerte
de don Benito de Herrera, vio pasar por la calle a Joseph Carbajal, a quien le dijo que hacía
cuatro días lo había llamado a su presencia para que devolviera un caballo que fue de don
Bernardo Morales, quien ya había fallecido, y mandó que dicho caballo fuera devuelto a su
legítimo dueño ya que no se lo había pagado; la respuesta del interpelado, según refiere el
teniente, fue en

“altas e indecorosas palabras, lo primero que no entregaba el caballo, aunque se lo mandara


quien se lo mandara, que para él no había juez, que él era bastante juez para eso y más que se
ofreciera por lo que oyendo yo esto le mandé que se apeara de su caballo a contestar y que
atendiera a que era juez y que como juez le mandaba.. .”34

Carbajal no obedeció, por lo que el juez se vio precisado a decirle que se diera por
preso. En casos como estos, en los cuales los vecinos de “razón” no obedecían a su teniente,
éste tenía que auxiliarse de otros vecinos con la finalidad de hacerse obedecer por la fuerza y
Carbajal era dependiente de uno de los hombres importantes de la ciudad de Pátzcuaro, del
regidor don Sebastián de Ugarte.35 El teniente señalaba que era importante castigar ese tipo
de atropellamientos, porque de lo contrario a cada paso se actuaría contra el “fuero de justicia
y siempre será atropellado el juez, pues es constante el que en este partido todos los que son
sirvientes de los señores que componen la república en Pátzcuaro ni obedecen ni temen
ju s t ic ia .”36 El teniente se apoyó en el teniente de alguacil mayor, don Zipriano Bulnes, y del
sargento de la compañía de milicias de Ario, con quienes procedería a la aprehensión de
Carbajal. El teniente de alguacil estuvo pronto a auxiliarlo, al igual que el oficial de la compañía
de Ario, José María Rueda; sin embargo el capitán don Felipe Rábago se opuso pretextando
ocupaciones propias de su oficios, y reconvino a la persona de don José Hermosa para que
lo acompañara a realizar las diligencias y el teniente señalaba que todos pretenden vivir “sin
Ley ni Rey”.
Tal pareciera que los conflictos de interés e incluso de autoridad entre los tenientes y
los regidores de la ciudad de Pátzcuaro propiciaron constantes desavenencias entre los
tenientes y los vecinos de razón y sin embargo, cuando se trastocaban intereses entre los
vecinos de las provincias, los asuntos solamente quedaban archivados y no se les daba
resolución, pues lo mismo pasó en Santa Clara, donde se decía que Carvajal actuaba en
colusión con los vecinos, según el propio dicho del teniente de Santa Clara, pues afirmaba
que la negativa de Felipe de Rábago para que su oficial de milicias lo auxiliara en la
aprehensión de Carbajal obedecía a que3456

34 AHMP, Fondo colonial siglo XVIII, Caja 63F, Exp. 1, Fs. 132.
35 Ibid. F. 132v.
36 Ibid. F. 133v

307
Interrelación de los tenientes con los diferentes sectores sociales

“Hermosa le dijo que el sujeto que iban a aprehender era “dependiente del señor regidor don
Sebastián de Ugarte y que llegado a la empresa experimentaría de dicho regidor algún desaire
pues tenía algún interés en la casa de dicho señor regidor y perdería de arrendar una fundición
que cita en las tierras de Turiran propia del dicho señor regidor por lo que no pasé en solicitud
de dicho sujeto, pues me encontré que estos son los sujetos de mediana consideración para
cualquiera empresa o urgencia”.37

Estanislao de Luna, recolector de alcabalas, dijo que Carvajal se había ido a la ciudad
de Pátzcuaro a verse con su amo que de allí se pasaría a la ciudad de Valladolid llevando cartas
al corregidor, cuyas cartas las llevaría el propio Felipe de Rábago. En este caso, en el que se
terminó comisionando al teniente general de Pátzcuaro para que hiciera la sumaria
correspondiente y examen de testigos, sin embargo este caso no tuvo una resolución ni a
favor ni en contra de Carbajal ni del teniente, fue una diligencia que quedó inconclusa.
En el momento en que se consideraba que se afectaban los intereses por la intervención
de los tenientes se podían presentar ciertos roces: en 1780 Juan Joseph María de la Peña, lugar
teniente de Erongarícuaro, denunció ante su alcalde mayor Felipe Ordoñez y Sarmiento que
el regidor de Pátzcuaro, Ignacio de Sagazola, lo había buscado en su casa, y que éste fue a la
casa de don Joseph Bartolomé de Urueta, compadre de dicho capitán, para ver que se le
ofrecía y “guardar armonía de bien criado, y con atención a la majestad de mayoría de edad y
fuero de regidor éste fungiendo autoridad con voz en cuello, y sin ningún respeto de los
fueros de mi empleo y grave escándalo que causó a mucha gente plebeya que ahí concurría
con otras varias personas de las de este pueblo”.38 La tensión que se presentó fue porque el
mayordomo de una de las haciendas de Sagazola le dijo que el teniente lo había reconvenido
para que no madrugara a los peones, por lo que en cuanto el teniente se puso en su presencia
le dijo que era un picarón y que fuera a mandar a su casa. Este acontecimiento es muy
importante porque muchos de los que estaban presentes en el momento del altercado de una
u otra forma estaban relacionados con el regidor de Pátzcuaro, y en sus declaraciones
expresaban cierta timidez o razones por las que no podían hacer sus declaraciones
abiertamente pues según la información que proporcionó el teniente en el momento del
acontecimiento se encontraba:

“Don Francisco Xavier de Villegas, don Juan Fernández, don Bartolomé Urueta, don Manuel
López, todos mayores de edad, españoles y casados, dos criados mulatos de dicho capitán, y su
amanuense don Domingo de Ugarte, además del alcalde indio de este pueblo y su común de
naturales, viejos, mozos que componen dicha república”.

Manuel López, español casado, en su testimonio dijo que el juez de este territorio se
presentó ante el capitán Sagazola, y que éste le recibió diciéndole que su compadre le había
avisado que el teniente le reconvino para que madrugara a los peones, que respondió dicho
juez que mentía quien se lo dijo, y respondió dicho capitán que no mentía, que se le quitara
dicho juez de delante, que era un pícaro, que fuera a mandar a su casa, que todos cuanto
estaban delante ninguno le consta a el declarante sean sordos o mudos, -y añadía que- “que378

37 Ibid. F. 134.
38 AHMM, Justicia, III 2.1.10, Erongarícualro, 1770, Caja 175, Exp. 22, Fs. 4.

308
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

no firma por temer le suspenda los avíos con que don Ignacio Sagazola le protege, y actual
deberle cantidad”.39
El segundo testigo, Bernardo Arrollo, de calidad mestizo, dijo que habiendo llegado
el justicia ante don Ignacio Sagazola, delante de todos los naturales y de razón que expresados
quedan, le dijo al justicia de este pueblo que fuera a mandar a su casa, que era un picarón, que
su compadre el mayordomo le había dicho que lo había reconvenido el Teniente sobre que
madrugaba a los peones, y que se le quitara de delante, esto declaró diciendo temía hacerlo
por tener experiencia de las cosas de dicho regidor en lo que maltrataba a los pobres.
El compadre de Sagazola, don Bartolomé de Urueta, en su declaración sólo se limitó
a decir “que compelido del juez que le examina tiene fecho el juramento por haberse hallado
presente, pero que no sabe nada.40 Don Francisco Villegas dijo que estando el declarante en
la casa de don Bartolomé de Urueta, compadre del regidor don Ignacio de Sagazola, a quien
el que declara vino a ver para habilitar sus mulas con carga de azúcar, estando presentes el
dicho don Ignacio Sagazola, en compañía del mayordomo de la recua de dicho regidor don
Ignacio, don Juan Fernández, don Bartolomé Urueta su compadre, y don Domingo Ugarte
amanuense de dicho don Ignacio, Don Manuel López, español casado de esta vecindad, dos
mulatos mozos de dicho don Ignacio que estaban a caballo, no reflejando en quienes eran,
llegó el justicia de este pueblo, don Juan Peña, saludando a dicho regidor, y que éste le
respondió que fuera a mandar a su casa; que a esto reprodujo el supradicho juez que en que
mandaba en su casa, a que dicho regidor Sagazola respondió que su mayordomo de la
hacienda de Porumbo le había noticiado que dicho juez le había reconvenido para que no
madrugara a los peones que trabajaban en dicha hacienda, a lo que respondió el supra
nominado juez que mentía el mayordomo Sebastián Antúnez, y que respondió dicho “regidor
que su compadre Antúnez no mentía, que era un Pícaro el juez, que se le quitara de delante”.41
Evidentemente las buenas relaciones, la cordialidad y la buena convivencia de los
tenientes con el resto de los vecinos que estaban bajo su cuidado pendían de un hilo, sólo
bastaba que un vecino se sintiera insatisfecho, o simplemente contrariado en sus deseos, para
que se querellara en contra de su teniente, denuncias que incluso llegaban directamente al
virrey. Las falsas calumnias a las que se vieron expuestos algunos de los tenientes nos
permiten observar que la actividad que desempeñaban estos auxiliares de los subdelegados
fueron difíciles, pues sus acciones y determinaciones no siempre eran del gusto y
complacencia de todos: en diciembre de 1792 el teniente del tribunal de la acordada, Isidro
López de Miranda, denunció ante el virrey Revillagigedo al teniente del valle de Cotija,
jurisdicción de Jiquilpan, Manuel Velázquez de Estrella, lo acusaba de cometer diversos
desórdenes y cobrar costas indebidas, pues afirmaba que el

“teniente continuamente día por día, y noche por noche se mantiene en los juegos de albures
y monte públicamente, pues con su escandalosa disposición se verifica que hasta los corrillos
de niños en la calles lo juegan, de donde resultan graves inconveniencias por diversos títulos
en todo género de gentes, pues se verifican gravísimos atentados por esta acción tan inicua,
pero no admira tanto en lo vulgar, cuanto en la principal cabeza, pues el mismo teniente les
coadyuva y alienta a la ejecución de ser el más cómplice en el delito del juego; y a más de esto

39 Ibid.
40 Ibid. F. 2.
41 Idem.

309
Interrelación de los tenientes con los diferentes sectores sociales

verificarse la mala administración de justicia por todos motivos, lo primero por exigirles
irregulares derechos y costas que son permitidas a los juzgados ordinarios”.42

Además el denunciante para demostrar los excesos del teniente hizo relación de las
costas y los casos en los cuales cobró indebidamente, el fiscal de lo civil inmediatamente
solicitó al intendente que informara detalladamente de la conducta y administración del
teniente y el intendente mandó que el alcalde mayor de Jiquilpan, Lope de Ginory informara
sobre el asunto. El alcalde mayor solicitó información de un vecino, José Carranza, y don
Mariano Salgado, del teniente provincial de la Acordada, y don Benito Morfín, quienes
informaron de la buena conducta y justa administración de justicia que se observaba en el
teniente. De igual forma el alcalde mayor hizo un extenso informe sobre la conducta del
teniente, y señalaba que de los cuatro años que tenía ejerciendo el empleo no había recibido
ninguna queja e inconformidad, pues afirmaba que el teniente no

“había dado el más leve motivo para ser reprendido en la buena administración de justicia
porque sabe repartirla al que la tiene, y hacerse obedecer como recto y buen ministro, de manera
que en ningún tiempo se ha visto aquel vecindario más bien gobernado que desde el que en
dicho teniente corre con aquel partido...en cuanto a la administración de justicia no permite
cohecho ni baratería como ni menos perdona sus justos derechos con arreglo al novísimo
arancel”.43

En cambio se decía que Isidro López era un sujeto de naturaleza inquieto y bullicioso
y reputado por fatuo loco, y señalaba que su antecesor le siguió sumaria, razón por la que se
le retiró el título de comisario de la acordada, por tanto la denuncia devino de que el teniente
lo precisó a que se sujetara a las disposiciones de la real justicia en un asunto que se estaba
siguiendo sobre un matrimonio. Uno de los vecinos de Cotija decía que en dicho pueblo eran
muy unidos, pero que últimamente estaban muy divididos y estaban unos contra otros, e
informaba que la conducta del teniente era buena, que antes de ocupar dicho empleo
comerciaba con mezcal en extrañas jurisdicciones, pero que desde 1786 había dejado dicho
comercio y había establecido una escuela para niños, razón por la cual informaron al alcalde
mayor “de sus buenos procedimientos y consiguieron que lo nombrase de teniente, y hasta el
día no ha dado mala nota, pues hasta dependencias de muchos años perdidas se han cobrado
por su mano, sin el más mínimo escándalo, pero como el juez justiciero a nadie agrada, si este
hace justicia es un pícaro y si no la hace es lo mismo”.44
El teniente letrado de Valladolid, el Lic. Durán, dispuso que no había nada en que
proceder pues quedaba claro con el testimonio del subdelegado, del cura, del vecino de Cotija
y del teniente de la acordada, de los buenos y arreglados procedimientos del teniente de Cotija.
Incluso el intendente Felipe Díaz de Ortega informó al virrey que ya no era necesario
continuar con la diligencia ni solicitar más informes al nuevo subdelegado don Juan Vicente
López de Fortún, quien había determinado nombrar a Manuel Vásquez Estrella teniente de
Tingüindín, pues éste estaba temeroso y no quería regresar a Cotija. El fiscal de lo civil
determinó que por tratarse de una falsa calumnia en contra del teniente se debía de reprender
severamente a Isidro López de Miranda, y dispuso que el intendente de Valladolid hiciera que

42 AGN, Judicial, Vol. 47, Exp. 5, Fs. 211-v. Denuncia contra el teniente de Cotija, 1792.
43 Ibid. F. 221v.
44 Ibid. F 217.

310
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

se presentara a su juzgado45 y se le previniera que de volver a incurrir en semejantes actos


sería castigado con todo el rigor que el caso demandaba. Es posible que sólo por el honor
que les representaba a los tenientes el ejercer dicho empleo se soportaran los trabajos y
sinsabores que les pudiera implicar representar la justicia del rey, ya que no sólo los veían
como igual, sino incluso muchas veces como a un ser inferior. Como hemos podido constatar
a lo largo de estas páginas, el teniente no sólo se puede ver como el represor y aniquilador de
los pueblos, como en su momento los llamó el visitador José de Gálvez, pues los tenientes
para hacer respetar las ordenes de los alcaldes mayores y de los subdelegados se enfrentaron
a la inobediencia y menosprecio de los vecinos.
La cuota de poder que se les otorgaba no les era muchas veces suficiente para imponer
su voluntad en los tenientazgos, sino que se vieron inmersos en historias de amor y desamor,
de encuentros y desencuentros, donde no tenían una autoridad absoluta y sus actos podían
ser cuestionados. En ese sentido la permanencia de los tenientes pendía de un hilo, cualquier
denuncia en su contra los hacía darse cuenta de la fragilidad de su empleo, pues el orden y la
paz de los vecinos estaban antes que el mantener a un individuo en alguno de los cargos y era
mejor tener un pueblo pacífico que un volcán a punto de estallar. Los tenientes incluso se
daban cuenta cuando la causa estaba perdida, por lo que muchos optaron por renunciar a sus
cargos antes de que se les destituyera del empleo pues finalmente el resultado sería el mismo.

6.4 Abusos de los tenientes de justicia

Las denuncias que se hacían en contra de los tenientes por abusos que cometían en perjuicio
de la población eran bastantes. En la historiografía se puede observar que de forma
sistemática salta a la vista inmediatamente ese aspecto,46 sin embargo como vimos en los
apartados anteriores no siempre se comprobó que los tenientes cometieran todas las
agresiones de las que se les acusaba, sino que una buena parte fueron fabricadas, por ejemplo,
por los pueblos de indios para evitar la autoridad de los tenientes y de los subdelegados. En
todo caso este asunto se tendría que relativizar, pues debido a que como bien afirma José
Miranda los tenientes eran los que tenían mayor contacto con los “indios y las personas
humildes”,47 por lo que al ser la autoridad más cercana justamente eran los que recibían las
inconformidades y estaban más expuestos a recibir denuncias que los propios alcaldes
mayores y subdelegados, pues a final de cuentas fueron los mediadores entre el vecindario y
los subdelegados, y cuando se tomaba alguna medida que no les gustaba directamente

45 Ibid. F. 223, 23 de noviembre de 1793.


46 Bernardo García Martínez en un apartado denominado "El mal gobierno" de su obra Los pueblos de la
Sierra haciendo justamente alusión a las prácticas abusivas cometidas por los corregidores y los alcaldes
mayores, decía que las peores provenían de sus tenientes o asistentes "Odiados por sus abusos y malos
tratos, encarnaban la terrible imagen del subordinado ensoberbecido por el poder". Excesos que
regularmente fueron castigados y que llevaron a que perdieran el nombramiento que se les había
otorgado, es por eso que a los tenientes tampoco los podemos considerar como a individuos inmunes que
podían cometer fechoría tras fechoría y no se les reprendía. Consideramos que si nos quedamos con esa
imagen del teniente en todo caso estarían generando un prototipo sesgado. GARCÍA MARTÍNEZ, Bernardo,
Los pueblos de la sierra, pp. 241-242.
47 MIRANDA, José, Las ideas y las instituciones, p. 124.

311
Interrelación de los tenientes con los diferentes sectores sociales

actuaban contra el teniente por ser justamente el ejecutor de los mandatos y órdenes de sus
superiores.
Una de las quejas más comunes entre otras más que se pueden mencionar, pero
considero que la de mayor trascendencia, fue la relacionada con el cobro de costas de
carcelaje, ya que constantemente se acusó a los tenientes de aprehender a los indios y de esa
forma aprovechar para cobrar los derechos de carcelaje, ya que fue uno de los medios a través
de los cuales se supone obtuvieron importantes ingresos. En la denuncia anónima contra el
teniente de Maravatío, José María Ruiz de Chávez, se le acusaba de que

“valiéndose del pretexto que están borrachos llevándose a indios y no indios a tres pesos o
veinte reales y medio de costas cuando no ha sido costumbre llevar más que a diez reales, y eso
a aquél que tenía mucho delito y no unos infelices que no tienen que comer, y a muchos pobres
se les da oído en lo que van a pedir, y aun dándoles de guantadas y maltratándolos en el juzgado
y llevándoles derechos del juicio verbal, poniéndolos en la cárcel por arrancarle las costas a los
que se hallan en mal estado teniendo de denuncia más que no sea cierto los pone en la cárcel,
sean casados o no lo sean, llevándolo a siete pesos a el que menos y las costas que los más no
tienen ni que comer”.48

Las diligencias secretas que se realizaron para comprobar si las acusaciones contra
Ruiz de Chávez eran verdaderas desde un inicio apuntalaron a que sí se cometían muchas
irregularidades, pues hacia allá apuntalaban los testimonios de los testigos. Quizá el teniente
tenía claro que esa era una causa perdida, lo cual lo llevó a renunciar el empleo de teniente no
obstante que eso no le eximía de los cargos que se hicieran en su contra, pues con título o sin
título tenía que pagar por las consecuencias de sus actos.
En otras latitudes los tenientes no sólo se conformaron con permitir la venta de bebidas
alcohólicas por los supuestos arreglos con los vendedores, sino que llegaron a poner sus
propios establecimientos, como lo denunciaba el común del real de la Valenciana, jurisdicción
de Guanajuato, quien se quejaba de que el teniente Juan de Aguilar desde que entró a ejercer
el empleo en 1806 “habilitó una taberna de mingaraste y algún comistrajo, y cuando suele
salir en ronda despacha a la cárcel a todos los borrachos que encuentra en las demás tabernas,
pero los que encuentra en la suya son despachados con una amonestación paterna para que
se vayan a dormir a sus casas”.49
Las autoridades se opusieron a la venta del aguardiente de caña, chinguirito y todas las
demás mezclas pues argumentaban que propiciaban que se cometieran delitos, aunque
autores como Alicia Bazán Alarcón afirma que la prohibición más bien respondía a intereses
económicos ya que si se permitía que se consumieran “las bebidas de la tierra, ya no se
compraba el aguardiente español”,50 lo que claramente afectaba las finanzas. Sin duda alguna
los alcaldes mayores y sus tenientes se vieron inmiscuidos de diversas formas en escándalos
generados a consecuencia del consumo de bebidas prohibidas, y su función principal era
extinguir su venta y consumo, cuidar que se vendiera sólo en aquellos establecimientos que
contaban con licencia para ello; no obstante, fue constante escuchar las demandas que se48950

48 AHMM, Gobierno, Maravatío- Valladolid, Caja 14, Exp. 21, Fs. 164.
49 AGN, Subdelegados, El común del real de la Valenciana contra el teniente por otorgar licencias diarias
para diversiones y encarcelar muchos hombres para cobrar las costas de carcelaje, 1809, Exp. 2, F. 219v.
50 BAZAN ALARCÓN, Alicia, "El Real Tribunal de la Acordada y la delincuencia en la Nueva España", p. 331

312
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

generaron en contra de los tenientes porque sin ningún escrúpulo encarcelaban a los indios
por ebriedad con el único fin de cobrarles el derecho de carcelaje.51
Por ejemplo, los naturales de San Antonio Tetepango, sujeto al tenientazgo de San Juan
Aguacatlan, jurisdicción de Zacatlán de las Manzanas, se quejaban ante el virrey por el mal
proceder de su teniente, y señalaban que desde el tiempo de dos años que era teniente don
Joseph Velasco

“hemos padecido y padecemos muchas incomodidades por las pensiones que el susodicho
quiere imponer sin más fundamento que su antojo si tal vez acaece el que uno de los hijos beba
un poco de pulque blanco, el que es permitible a todos proporcionadamente, y cuando es en
exceso que les causa embriaguez, en lugar de reprenderlos como es costumbre los aprehende e
incontinente los multa a cinco y seis pesos”.52

De hecho los indios tenían razón porque el pulque blanco era la bebida que estaba
permitida, pero además acusaban al teniente de que en su casa vendía varios “berbajes”
[brebajes] y pedía que se le diera servicio personal.53
En Maravatío la realidad no era distinta ya que se acusaba al teniente José María Ruiz de
Chávez de que el aguardiente y demás bebidas que embargaba a los viñateros que introducían
este producto sin su respectiva licencia las vendía por su cuenta y sólo simulaba en un acto
público que las derramaba en la plaza pública, además se decía que “entró poniendo y siguen
en la cárcel a muchos valiéndose del pretexto que están borrachos llevándose a indios y no
indios, [por lo que les cobraba] a tres pesos o veinte reales y medio de costas cuando no ha
sido costumbre llevar más que a diez reales, y eso a aquel que tenía mucho delito”54 y es en
ese tenor que Felipe Castro afirma que los tenientes buscaban cualquier excusa para
“encarcelar transgresores reales o supuestos”.55 Como se puede apreciar el control del
consumo de bebidas prohibidas se tornó difícil por dos razones: porque, como lo han
demostrado varios autores, los indios y no indios fueron muy proclives al consumo de bebidas
y otros brebajes a pesar de las prohibiciones,56 y por otro lado las autoridades no sólo fueron
omisas ante dicha situación, sino que lejos de extinguir su consumo lo fomentaron e hicieron
de éste un medio para obtener recursos y una forma de vida.512346

51 CASTRO GUTIÉRREZ, Felipe, Los tarascos y el imperio español, p. 187.


52 AGN, Indios, Vol. 55, Exp. 244, F. 218. En los Bandos que prohibían el sumo de bebidas prohibidas
quedaban exceptuados de tal prohibición "los caldos de castilla" y el "pulque blanco". AHMM, Gobierno,
Caja 10, Exp. 44, F. 2.
53 El servicio personal fue prohibido desde 1548 por el emperador Carlos V, por lo que se les prohibió a los
corregidores, gobernadores, alcaldes mayores y sus tenientes y a los oficiales de la real hacienda que se
sirvieran del trabajo de los indios. Recopilación de los reynos de Indias, Ley 27, Tit, 2, Lib 5.
54 AHMM, Gobierno, Caja 14, Exp. 21, F. 1. Anónimo en contra del teniente de justicia de Maravatío,
Maravatío- Valladolid, 1793.
55 CASTRO GUTIERREZ, Felipe, Los tarascos y el imperio español, p. 187.
56 TAYLOR, William, Embriaguez, Homicidio y rebelión, en las poblaciones coloniales mexicanas, México,
FCE, p. 89.

313
Interrelación de los tenientes con los diferentes sectores sociales

6.5 El repartimiento de mercancía

El repartimiento de mercancía fue otro de los temas delicados que se trató de resolver durante
el gobierno de la casa borbón, primeramente en 1751 se tomaron medidas encaminadas a
regular dicha actividad comercial, y más tarde con el establecimiento de las intendencias se
prohibió, no obstante al poco tiempo se quitaron las prohibiciones sobre dicha actividad
como se verá más adelante. El repartimiento de mercancía fue una actividad comercial que
realizaban los alcaldes mayores, y más tarde también los subdelegados, que consistía en el
repartimiento de géneros provenientes de Europa y China, productos regionales del lugar,
distribución de ganado, especialmente mulas, caballos y toros, y la habilitación con dinero por
lo que los productores se comprometían a entregar la cosecha a precios que estaban por
debajo de los del mercado. Por mucho tiempo fue una actividad ilícita por los amplios
beneficios que reportaba a quienes participaban de él (corregidores, alcaldes mayores,
tenientes y comerciantes). Lobera y Seijas desde principios del siglo XVIII denunciaba que
todos los oficiales de hacienda y ministros, gobernadores, alcaldes mayores, y los de la
Audiencia de Guadalajara y de México, entre otros, no eran necesarios ya que

“no pasan a gobernar las provincias, sino a comerciar en ellas, ocupando a los indios sin
pagarles sus granjerias, y que por fuerza les compren todo género de frutos y de mercancías,
bestias mulares y caballerías a precios muy subidos... tres daños [causaban al] defraudar las
rentas del rey (porque no pagan los derechos reales, es decir alcabalas), el segundo estancar el
comercio y destruyen a los indios con precios excesivos, y el tercero se alborotan las provincias
con grandes tumultos... perdiendo el respeto a los ministros reales... no pasando a ellos a
gobernar, sino a comerciar y a destruirlos mayormente, desde que se envían a ellos mercaderes
y gente común que no sabe ni pasa a hacer justicia, sino a venderla ridículamente, haciendo
menosprecio de la autoridad real, porque cada uno de estos ministros vende en sus mismas
casas reales el vino, aceite, el aguardiente, mercancías, ocupando a los indios en sus milpas,
etc.”57

En 1751, a consecuencia del atraso en el cobro del tributo y los excesos que se cometían
por los repartimientos, la corona decidió legalizarlos y establecer aranceles, y que se les
repartiera en función de sus necesidades

“para obviar los excesos que en el particular se comenten en aquellos dominios, y acudir al
remedio de todo se forme en las capitales de Lima, México y Santa Fe, una junta compuesta
cada una de cuatro ministros, presidida por su respectivo virrey, que sean de los más prácticos
de las provincias, con el fiscal de la Audiencia y que estos enterados de los géneros que se
necesitan en los corregimientos y alcaldías mayores, sus precios y consumos formen el
correspondiente arancel así de la cantidad como del número y precio a que se deben
v e n d e r.”.58

57 DE SEIJAS Y LOBERA, Francisco, Gobierno militar y político de la Nueva España, (1702), México, UNAM,
1986, p. 265-266.
58 AGI, México, 1229, F. 3. Aranjuez a veinte y ocho de mayo de 1751. Real cédula para la formación de
aranceles para los repartimientos de México, Lima y Perú.

314
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Por tanto se mandaba que los aranceles que formara la junta fueran entregados a los
corregidores y alcaldes mayores para que éstos observaran su cumplimiento, así mismo se
pondría una copia en los lugares públicos donde fueran vistos por todos en las puertas,
ayuntamientos y en las casas reales y lugar de residencia de los alcaldes mayores y corregidores,
pues se tenía la intención de que todos conocieran los aranceles y precio permitido para su
comercio. En Nueva España la política de la aplicación de los aranceles no funcionó, a
diferencia del Perú donde sí se aplicó.
Este fue uno de los temas que más controversia generó entre la Junta Superior de Real
Hacienda y las Audiencia. Así como veíamos en el capítulo anterior las amplias discusiones
que se generó entre los ministros de la Audiencia por la aplicación de varios artículos de la
real ordenanza de intendente de 1786, y que de forma específica nos detuvimos en el tema
del nombramiento de los encargados de justicia y en menor medida en aquellos artículos
relacionados con el nombramiento de los alcaldes ordinarios, en esta ocasión nos
detendremos en un tema interesante y que ha llamado mucho la atención de propios y
extraños: se trata del repartimiento de mercancía, una actividad comercial que se realizaba en
los reinos americanos y de la cuál obtuvieron comerciantes, corregidores y alcalde mayores, y
más tarde los subdelegados y sus tenientes, abundantes ganancias al tratarse de una actividad
comercial lucrativa y de alto riesgo, como ya lo han ido apuntando diversos autores.59 En la
ordenanza de intendentes se erradicaba la actividad comercial de los subdelegados tanto en el
Río de la Plata, en Perú y en Nueva España, y se pretendía que estos funcionarios percibieran
un sueldo fijo60. Sin embargo el sentir especialmente de los comerciantes fue que la aplicación
del artículo 12 de la real ordenanza de intendentes había traído muchos perjuicios y atrasos al
comercio, a la agricultura y la industria de los indios, pues no tenían incentivos para su
fomento por la falta de habilitación.
Pese a las resistencias y a las reiteradas reales ordenanzas y superiores despachos para
que el repartimiento no se restableciera y se respetara en su cabalidad el artículo 12 de la real
ordenanza de intendentes, donde directamente se estableció que los subdelegados tenían
prohibido la participación de los repartimientos, y que por tanto los indios estaban en

59 BASKES, Jeremy, Indians, Merchants and Markets. A Retnterpretation of the Repartimiento and the
Spanish-Indian Economic Relations in Colonial Oaxaca, 1750-1821, Stanford, Stanford University Press,
2000. BASKEs, Jeremy, "Coerced or Voluntary? The Repartimiento and Market Participation of Peasants in
Late Colonial Oaxaca", en Journal of Latin American Studies, Vol. 28, No. 1,1996, pp. 1- 28. MENEGUS,
Margarita (Comp.), El repartimiento forzoso de mercaderías en México, Perú y Filipinas, México, Instituto
de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, Universidad Nacional Autónoma de México, 2000. CASTILLO
PALMA, Norma Angélica, "Españoles e indios: una vecindad coercitiva analizada a través de los
repartimientos de mercancías en la región de Cholula durante los siglos XVII y XVIII", en GONZÁLEZ-
HERMOSILLO ADAMS, Francisco (coord.), Gobierno y economía en los pueblos indios del México colonial,
México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2001, pp. 161-177. PATCH, Robert W. y CÁCERES
MENÉNDEZ, Beatriz, "The Repartimiento and Indigenous Peoples in The Spanish Empire: New Perspectives
and Old Realities", en ESCOBAR OHMSTEDE, Antonio, ROJAS RABIELA, Teresa (Coords.), Estructuras y
formas agrarias en México. Del pasado y del presente, México, Registro Agrario Nacional, Archivo General
Agrario, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología social, 2001. pp.121- 144.
60 La prohibición del repartimiento en el Río de la Plata se aplicó tanto para los subdelegados como para
los curas que participaban de dicha actividad. LYNCH, John, Administración colonial española, 1782-1810.
El sistema de intendencias en el virreinato del Río de la Plata, Buenos Aires, Eudeba Editorial Universitaria
de Buenos aires, 1967, p. 61.

315
Interrelación de los tenientes con los diferentes sectores sociales

condiciones de comerciar con quien mejor les conviniera61 terminando de esa manera con el
monopolio comercial de las autoridades provinciales.
Fue muy común que los curas denunciaran los abusos que cometían los subdelegados
y sus tenientes en el repartimiento de mercancía, sin embargo también convendría
preguntarse en qué medida éstos ministros de lo sagrado veían afectados sus intereses al
permitir que los tenientes ejercieran el monopolio comercial en los curatos, hasta dónde veían
afectados probablemente los negocio que ellos mismos o sus dependientes pudieran efectuar.
Nos atrevemos a cuestionar este tipo de actos, no por considerar que los subdelegados y sus
tenientes no cometieran abusos con el repartimiento, sino porque en el obispado de
Michoacán también se encuentran denuncias en contra de los curas por tener sus negocios
donde expendían todo tipo de géneros de comercio, que incluso se señalaba que era una
actividad que les estaba prohibida como ministros de la iglesia.62
La denuncia del cura en contra del teniente de Tixtla tenía la finalidad de poner en
evidencia que éste realizaba repartimientos, y que era el que mantenía el control de lo que se
producía en el lugar. Los conductos a través de los cuales se establecían las demandas llegaron
a generar sospechas de que detrás de los denunciantes estaba la intervención de alguien más,
por tanto éstas no siempre eran legítimas, y para ello las autoridades tenían que estar alertas.
En 1773 el cura de Chilpancingo envió una representación de los naturales de Tixtla
denunciando una serie de abusos que cometía el teniente Mateo de Balmaseda, a quien se le
acusaba de cobrar repartimientos, maltrato a los súbditos, inhibición con el comercio de
bebidas prohibidas, uso indebido de las casas reales pues estableció en ellas telares para tejer
mantas, mal uso de la escuela de primeras letras, también se le acusó de que estancó el petate,
el hilo de arria y las cebollas, obligándolos así a que sólo le vendan a él, exigía exorbitantes
multas y rebajaba los fletes de mulas de los precios regulares y corrientes. Cuando la
información llegó a manos del castellano de Acapulco éste inmediatamente avisó al virrey
Bucareli, notificándole que él tenía la sospecha de que los dos documentos que se le
imputaban al vecindario de Tixtla los había elaborado el cura.
El fiscal de lo civil, Joseph Antonio de Areche, reconvino al teniente y al cura para que
guardaran la debida armonía, y se le hizo saber al cura que el procedimiento que se había
observado en esa diligencia no era la correcta, y se le señalaba que “es reprobable que haya
recibido los escritos y los remitiera por sí mismo al castellano; con semejante procedimiento
hizo patente que el acuerdo en que quedó a su presencia, de observar la debida armonía con
el teniente de ese pueblo, fue solamente exterior, guardando los resentimientos para
desahogarlos después”.63 Aunque dicho caso estuvo en conocimiento del virrey, éste no dio
crédito a las denuncias y al igual que el teniente Mateo de Balmaseda reconvino a ambas
autoridades que guardaran la debida armonía, pues de lo contrario actuaría como lo exige la
justicia64
Evidentemente podríamos considerar que los principales denunciadores de los alcaldes
mayores, corregidores y tenientes, en realidad se estaban disputando el disfrute de la

61 Real ordenanza de Intendentes, art. 12.


62 PASTOR, Rodolfo, "El repartimiento de mercancías y los alcaldes mayores novohispanos: un sistema de
explotación de sus orígenes a la crisis de 1810", en BORAH, Woodrow, El gobierno provincial, p. 222.
63 AGN, Judicial, Vol. 35, Exp 13, F. 16. Expediente sobre excesos del justicia de Tixtla y discordia con el
párroco de Chilpancingo. México 2 de mayo de 1773.
64 Idem.

316
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

producción local. Esto nos queda aún más claro con la afirmación que realizó Juan Bautista
Echarri, comerciante y minero de Oaxaca, cuando señala que

“los señores obispos y prelados de comunidades por informes apasionados de sus subalternos,
que levantaron el grito, unos guiados de la codicia y otros dejándose llevar sencillamente de lo
que oían a sus compañeros, que no cesaban de clamar contra los alcaldes mayores sin otra causa
que la extracción de frutos que hacían de sus curatos, y porque no podían colectar para sí todo
el producto de los pueblos de su administración. Uno de los que levantaron más la voz era un
señor cura gran comerciante de grana que profesaba mucha amistad con el alcalde mayor, sus
tenientes y los mercaderes, pero en llegando la cosecha de los frutos de los indios, declaraba
guerra a todos en tanto grado, que procuraba desterrar del curato a los mercaderes, valiéndose
de las repúblicas y gobernadores”.65

Como se puede ver la disputa por los beneficios del repartimiento no sólo se daba entre
los comerciantes y las autoridades, sino también entraban en la escena los ministros de la
iglesia.
Para este prominente minero oaxaqueño la decadencia económica del reino no
provenía del establecimiento de las intendencias, ni menos en el cese de los repartimientos,
sino fundamentalmente de la caída del trabajo personal de los indios, por lo que para
remediarlo sólo requerían de un buen juez que los compeliera al trabajo; sin embargo
consideraba que sí era necesario el repartimiento para obligarlos a trabajar, pues que este se
reestableciera porque no había juez que quisiera “arrearlos” sin interés de por medio, y
finalmente concluía su informe señalando que sólo bastaba “que vuelva el comercio de los
justicias sin innovación de cosa para que las cosas tomen el semblante anterior, porque ellos
cuando no sea por servir a Dios y sí por su codicia y utilidad como quieren sus contrarios,
harán trabajar a los indios...66
Por ejemplo en la representación que realizó el presbítero de la ciudad de México
Manuel Antonio de Sandoval, y que dirigió al rey Carlos III justo en el momento en el cual
se trataba de justificar por qué era necesario hacer cambios en el gobierno de los reinos65

65 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Fs. 135v. Informe de Juan Bautista Echarri al Virrey Marques de Branciforte,
Oaxaca y noviembre 21 de 1791. La parte contraria a esta circunstancia la encontramos justamente en el
informe del obispo de Oaxaca, por solicitud del alcalde mayor de Jicayán Dr. Don José de Ayala Matamaro
quien le solicitó al obispo que diera cuenta de su porte y conducta de los cinco años que había ejercido su
empleo en dicha jurisdicción, además de las buena conducta, recta administración de justicia, el orden y
el establecimiento de escuelas. El obispo, no dejó de lado el hecho de que el alcalde mayor participó en la
actividad comercial de la región y afirmaba que "nadie ignora que es [de] las más proporcionadas para
sacar crecido caudal, aun procediendo con templanza como se portó el Dr. Matamoro. Pues ello es que
entregó la jurisdicción y salió de ella pobre. Y qué sería la causa? yo no encuentro otra que la demasiada
liberalidad y benignidad con los indios en los repartimientos y cobranzas; y dos incendios que padeció en
sus almacenes de Xamiltepeque y Pinotepa del Rey, cuyos vestigios he visto, en que se quemaron muchos
géneros, los vestidos de su uso y muebles de su casa". En este caso es evidente que la relación que se
había generado entre el obispo y el alcalde mayor había sido muy buena incluso afirmaba el obispo que lo
tenía en tan buen concepto que varias veces había actuado como árbitro a solicitud del mismo para dirimir
diferencias entre jueces eclesiásticos. 6 de septiembre de 1785, AGN, Arzobispos y obispos, Vol. 1, Exp.
172, Fs. 246v- 247. El obispo de Oaxaca informa de la administración del alcalde mayor Dr. Matamoro.
66 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Fs. 135v. Informe de Juan Bautista Echarri al Virrey Marques de Branciforte,
Oaxaca, noviembre 21 de 1791.

317
Interrelación de los tenientes con los diferentes sectores sociales

americanos y en ese tenor debemos situar dicha representación ya que en ella aborda los
abusos de los alcaldes mayores y sus tenientes y los perjuicios que causaba el repartimiento.67
Es por eso que podemos considerar que la imagen que proyecta el presbítero Manuel Antonio
Sandoval de los tenientes que nombran los alcaldes mayores en sus jurisdicciones no es del
todo correcta, pues afirmaba que

“Delegan su jurisdicción los alcaldes mayores o por mejor decir dan a varios con el título de
tenientes repartidos por los pueblos de ella, que tal vez son unos muchachos ocupados en las
tiendas de sus amos y sin más autoridad que la simple encomienda de éstos, ejercen la
jurisdicción, ponen en la picota y azotan a los indios a todo trance y por su antojo, y todo va
dirigido al fin de intimidarlos, gravarlos y hacer bien ellos su principal sin tener más que una
jurisdicción imaginaria contraviniendo varias leyes de la Recopilación”.68

Afirmamos que la imagen que proyecta el presbítero Sandoval no aplica para todos los
tenientes, ya que sin negar que muchos eran puestos por los fiadores de los alcaldes mayores,
había otros que no necesariamente eran cajeros, sino que eran vecinos del lugar donde los
nombraban, por lo tanto eran comerciantes, hacendados, mineros, militares y tenderos que
tenían su propios medios de subsistencia, y que incluso los alcaldes mayores y después los
subdelegados indicaban muchas veces que los habían nombrados de tenientes porque eran
hombres de reconocido linaje y contaban con los medios para subsistir. Pues a diferencia de
lo que sostendrá más tarde el consulado de comerciantes de la ciudad de México para justificar
por qué eran necesarios los repartimientos, el presbítero sostenía que “son incompatibles los
repartimientos de los alcaldes mayores y el alivio de los indios porque en ellos no versa la
pública utilidad de éstos sino el particular interés de aquellos que se enriquecen, al paso que
empobrecen a los indios, siendo tales repartimientos la causa original de las opresiones,
extorciones y hostilidades que padecen estos miserables”.69
Sin duda antes y después del establecimiento de la real ordenanza de intendentes los
tenientes y los gobernadores de indios fueron el medio por el cual se distribuían los géneros
del repartimiento y por tanto se constituyeron en los operadores del sistema comercial.70
Tanto en el Perú como en Nueva España los mecanismos bajo los cuales funcionó el
repartimiento de las mercancías fue semejante, pues en ambos reinos los caciques indígenas
y los tenientes se constituyeron en una pieza fundamental Jürgen Golte señala cómo en cada
pueblo se nombraban tenientes, quienes informaban “sobre la capacidad económica de cada
unidad doméstica”, con lo que se definían los montos que se podía repartir.71
Los tenientes ejercían diversas actividades, pero en su mayoría se caracterizaron por
estar directamente vinculados al sector comercial de diversas formas.72Jerem y Baskes destaca 6789012

67 ARRIOJA DIAZ VIRUELL, Luis Alberto, "El abasto de una villa serrana", p. 169
68 Ibid. p. 191
69 Ibíd. p. 171.
70 PASTOR, Rodolfo, "El repartimiento de mercancías, p. 223.
71 GOLTE, Jürgen, Repartos y rebeliones Túpac Amaru y las contradicciones de la economía colonial, Perú,
Instituto de Estudios Peruanos, 1980, p. 115.
72 Horst Pietschmann en su estudio sobre el repartimiento en Puebla y Tlaxacala afirma que el
repartimiento no era realizado directamente por los alcaldes mayores y corregidores sino por los
"tenientes locales y tenientes generales" que junto con los comerciantes o aviadores, caciques locales y
gobernadores de indios se encargaban de la entrega de la mercancía y su cobro dentro de los plazos

318
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

la importancia que tuvieron los tenientes y auxiliares de alcalde mayor en la distribución de


géneros, ganado y habilitación con dinero, así como en el cobro de las deudas. Además
sostiene que por lo menos uno de los tenientes era nombrado por el aviador del alcalde mayor,
y que regularmente éste era el teniente general, el cual se encargaba de vigilar que el alcalde
mayor se condujera de la mejor manera en el manejo de los intereses del aviador.73 No siempre
los tenientes generales fueron nombrados por los aviadores, sino que en varias ocasiones los
mismos habilitadores o afianzadores ocupaban esos cargos desde donde, junto con los
justicias, operaban todo el sistema del repartimiento. Pietschmann define a los justicias como
“agentes de las grandes casas comerciales”.74 Los más beneficiados del sistema del
repartimiento fueron los comerciantes del consulado de México, y más tarde el de Veracruz,
los cuales a través de los subdelegados colocaban considerables cantidades de mercancía en
las diversas jurisdicciones de la Nueva España.
El consulado de comerciantes realizó una representación de 23 puntos al virrey y a la
Junta Superior de la Real Hacienda en la que explicaba por qué era necesario restablecer el
repartimiento, ya que consideraban que causaba mayor daño a los indios “el dejar de hacerlos
que el hacerlos”, pues afirmaba que “los repartimientos de los justicias son un mal necesario,
y asentando las reglas del derecho, que lo que no es lícito en la ley lo hace lícito la necesidad”.75
En el tercer punto de la representación identificaban el aspecto que era el detonante
del malestar por el repartimiento, el cual estaba directamente relacionado con los encargados
de justicia

“El daño que se puede llamar el origen de los demás es que los encargados de la administración
de justicia ejerciten el comercio en los territorios cuyos habitantes le están sujetos, porque el
respeto con que los miran no les da valor para reclamar los precios excesivos, las calidades
malas, las cobranzas tiránicas, las opresiones que no tienen otra medida sino la mayor o menor
ambición de los jueces, encontrándose siempre los súbditos con la dificultad de quejarse a los
superiores sin exponerse al riesgo de granjearse en los mismos jueces unos enemigos poderos...
y en una palabra conviertan la vara de justicia, que el rey ha puesto en sus manos para la
protección de los pueblos, en una espada de muchos filos que los aniquilen, encontrando el
veneno en la misma fuente en que el soberano les ha puesto el antídoto”.7673456

establecidos. PIESTCHMANN, Horst, Antonlologías. Acomodos políticos, mentaldades y vías de cambio.


México en el marco de la monarquía hispana, [Compilación de José Enrique Covarrubias y Josefina Zoraida
Vázquez, México, El Colegio de México, 2016, p. 303.
73 BASKES, JEREMY, Indians, Merchants and Markets. A reinterpretation of the Repartimiento and Spanish-
Indian Economic Relations in Colonial Oaxaca, 1750-1821, Stanford, California, Stanford University Press,
2000, p. 22. Otros autores que abordan el repartimiento coomo una economía dirigida que estaba
controlada por unos cuantos mercaderes. DEHOUVE, Daniéle, Entre el caimán y el jaguar, los pueblos
indios de Guerrero, México, INI-CIESAS, 1994. p. 101.
74 PIETSCHMANN, Horst, "Corrupción en las Indias españolas: Revisión de un debate en la historiografía
sobre Hispanoamérica colonial", en Memorias de la Academia Mexicana de la Historia, Tomo XL, 1997, pp.
47- 48.
75 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Fs. 118v. Representación sobre repartimientp del consilado de comerciates
a la Junta Superior de Real Hacienda.
76 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Fs. 116-v. Representación sobre repartimientos del consulado de México a
la Junta Superior de Real Hacienda y al virrey.

319
Interrelación de los tenientes con los diferentes sectores sociales

El consulado de comerciantes proponía que se le permitiera a los subdelegados


realizar los repartimientos, pero para que éste no fuera un monopolio comercial ejercido por
los justicias se les permitiera a los particulares repartir, lo que implicaría que los intendentes
estarían más vigilantes en el comercio que realizaran sus subordinados, y que les previnieran
que se harían acreedores de penas y perderían el empleo si se oponían al comercio de los
particulares.77 El consulado de comerciantes no concebía el restablecimiento del
repartimiento como una actividad totalmente ajena a los justicias de cada una de las
jurisdicciones por diversas razones: en primer lugar por la autoridad que representan los
justicias ya que eran los únicos en ejercer presión especialmente sobre los indios para que
pagaran en los tiempos establecidos, por tanto el reparto de alto riesgo como caballos, mulas,
toros y yeguas, por ser un comercio de mayor inversión no lo podían hacer los comerciantes
particulares confiando solamente en la buena voluntad o palabra de los indios de pagar, pues
afirmaban que se contentaban con “mal comer y peor vestir sin aspirar a hacer fortuna”,78
por tanto nada les aseguraba que recuperarían lo invertido. Afirmaban que el reparto de ropa
a los españoles pobres y castas era lo máximo que se atrevían a realizar los comerciantes
particulares. Los indios y castas no pueden comprar al contado, “los únicos que pueden
cobrar algo de lo que se fía a los indios y demás castas son los justicias de los respectivos
territorios, porque el respeto con que los miran y las proporciones que tienen de estrecharlos,
les obliga a ejecutar de mal grado lo que jamás hacen voluntariamente”.79
El informe del regente de la real Audiencia, Baltasar Ladrón de Guevara, hizo notar
que los repartimientos eran necesarios para los indios debido al carácter de

“indolencia y abandono. si los repartimientos son absolutamente necesarios para que


subsistan los subdelegados, no lo son menos para los indios y pobres, porque de otra suerte no
pueden proveer y hace mayor su miseria careciendo de las cosas más necesarias para su
subsistencia, cuales son las de su pobre vestuario, bueyes y mular para el cultivo de sus tierras,
y lo que utilizan con sus fletes”.80

Evidentemente la postura del regente de la real Audiencia coincidía de forma clara


con el planteamiento de los comerciantes de la ciudad de México, quienes consideraban que
el crédito era indispensable para que las economías de los pueblos de indios se articularan con
el mercado regional, nacional e internacional, en el caso de los productos que se exportaban.
El repartimiento articulaba las economías indígenas con los mercados, “el indio no tiene con
que comprar de contado ni la mula ni el toro, ni el vestido humilde que usa, ni con qué
habilitar el cultivo, ni con que hacerse de las materias primeras para los tejidos y demás
operaciones de su industria”.81 Desde esta perspectiva se puede observar entonces cómo el
repartimiento en sus distintas modalidades incentivaba la producción, es por eso que David
Brading, entre otros, considera que “la supresión de los repartimientos había minado la78901

77 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Fs. 130, Consulado de México, 24 de noviembre de 1794. El marqués de
Santa Cruz, Tomas Domingo de Acha, Francisco Lama de Santa María.
78 Ibid. F. 117.
79 Ibid. F. 115.
80 Brading, Dabid, Mineros y comerciantes, p. 125. AGN, Subdelegados, Vol. 51, Fs. 103-104. El informe del
regente Baltazar Ladrón de Guevara estuvo constituido por 50 puntos en los cuales expuso su dictamen
sobre el repartimiento de los subdelegados. México Octubre 8 de 1794.
81 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Fs. 122.

320
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

estructura del comercio interno”82 y por tanto el repartimiento puede verse como el
articulador de la economía del mercado indígena. Autores como John Chance señalan cómo
“el efecto del monopolio de los repartimientos en el distrito de Villa Alta, fue la integración
de la población indígenas al proceso de expansión de la colonia al mercado mundial, a través
de la coerción política”.83 Para que el sistema del repartimiento en dinero, géneros y ganado,
funcionara requería de la coacción política y no se concebía de otra manera.84 El consulado
de comerciantes estaba bien entendido de que los subdelegados y sus tenientes ejercían una
coerción institucionalizada sobre la población que emanaba de la autoridad que ejercían como
justicias en sus distritos y dicha postura se sintetiza en los planteamientos de Rodolfo Pastor
al señalar que se trataba de la “autoridad extraeconómica: judicial y política” que ejercían los
alcaldes mayores, y que de igual manera funcionó con los subdelegados, pues aprovechaban
su autoridad como funcionarios del rey para ejercer presión sobre la población y cumplieran
con los compromisos económicos que adquirían.85
Muchos de los planteamientos que se dieron en torno a la factibilidad de que se
continuara con los repartimientos era contrastante pues algunos intendentes, como el de
Oaxaca, Yucatán y Veracruz, donde el repartimiento tenía mayor cabida, consideraban que
era necesario que dicho sistema continuara; en cambio los intendentes de Valladolid y Puebla,
donde este sistema no tenía tanto impacto, eran del sentir que de forma definitiva el
repartimiento se proscribiera. Por ejemplo, en el informe sobre los repartimientos que
realizaron, el intendente de Valladolid informó que en su provincia con algunos corregidores
y alcaldes mayores se había realizado repartimiento de ganados y algunos géneros y que éste
era de muy poca consideración. Jason Lee Ward afirma que en la provincia de Michoacán
prevaleció el repartimiento del ganado porque formaba parte de la cultura que introdujeron
los españoles y que este estuvo vigente durante todo el periodo colonial.86 Desde noviembre
de 1794 la Junta Superior determinó que se quitara la prohibición del repartimiento, aspecto
que quedó formalmente establecido en 1795 cuando el virrey Branciforte llamó a una junta
que se formó con seis jueces de la Audiencia, la cual apoyó la resolución de la Junta Superior,

82 BRADING, David, Mineros y comerciantes, p. 125. Margarita Menegus es otra de las autoras que
encontramos dentro de esta postura en la que el repartimiento con todos sus aspectos negativos tuvo un
papel fundamental en la forma en que la economía de los pueblos de indios logró articularse al fomentar
la producción y circulación de bienes en torno al monopolio comercial que ejercieron los comerciantes a
través de los subdelegados y sus tenientes. MENEGUS, Margarita "La economía indígena y su articulación
al mercado en la Nueva España. El repartimiento forzoso de Mercancías", en Margarita Menegus, El
repartimiento forzoso de mercancías en México, Perú y Filipinas, México, Instituto de investigaciones Dr.
José María Luis Mora, Centro de Estudios sobre la Universidad-UNAM, 2000, pp. 9- 64.
83 John Chance, La conquista de la sierra, españoles e indígenas de Oaxaca, p 193.
84 Robert Patch y Beatriz Cáceres a igual que Woodrow Borah y Jemery Basquezentre otros sostienen que
el éxito del cobro de los repartimeintos se debió al poder político que representaban los alcaldes mayores,
corregidores, subdelegados y sus tenientes. PATCH, Robert W. y CÁCERES MENÉNDEZ, Beatriz, "The
Repartimiento and Indigenous Peoples", p. 125.
85 PASTOR, Rodolfo, "El repartimiento de mercancías", p. 225.
86 WARD, Jason Lee, Unpacking the Mule: Cultures the Consumption and the Repartimiento de Mercancías
in Late Colonial Michoacán, Tesis de Doctororado of Philosofhy, University of California Riverside, junio
2001.

321
Interrelación de los tenientes con los diferentes sectores sociales

quedando así formalmente restablecido el repartimiento, aunque éste nunca dejó de


efectuarse en aquellas provincias donde tenía un fuerte arraigo.87
La contravención del artículo 12 en lo relacionado al repartimiento en la intendencia
de Oaxaca llevó a que el virrey Revillagigedo emitiera una real orden de 24 de noviembre de
1790 y 13 de mayo de 1791 en la que prohibía que los subdelegados realizaran repartimiento
en sus jurisdicciones, y por tanto se mandaba que se observara el artículo 12.88 En una de las
denuncias que se hicieron porque en Oaxaca se continuó con la práctica del repartimiento a
través de compañías de comercio, Brian Hamnett señala que al subdelegado se le darían 500
pesos de ganancia de los cuales pagaría 150 al teniente general. La muestra clara de que el
sistema del repartimiento había continuado es que el mismo autor señala cómo en Jicayan el
subdelegado para asegurar el repartimiento “ya había arrendado los principales tenientazgos
como preámbulo a sus operaciones comerciales”.89 Regularmente se ha dicho que los
beneficiados del repartimiento forzado fueron los indígenas, sin embargo en los expedientes
donde se incluyen certificaciones o contratos por escrito nos deja en evidencia que además
de los indígenas y castas, los curas y españoles pobres, y todo aquél que se encontrara en
condiciones económicas vulnerables y se viera precisado en adquirir alguna cabeza de ganado,
entraba en las condiciones comerciales bajo las cuales se efectuaba el repartimiento. En la
averiguación que sobre el repartimiento de mulas y caballos que realizaba el subdelegado de
Temascalpetec, Ángel Casaval, quedó en evidencia cómo el cura adquirió dos mulas a 45
pesos cada una y se obligó a pagarlas en los mismos plazos que lo hacía cualquier hijo del
pueblo, por lo que se vio obligado a cubrir la deuda en dos plazos de seis meses y sin ningún
descuento como pretendía. Otro de los aspectos interesantes es cómo los subdelegados
buscaron los mecanismos para colocar los repartimientos, pues se decía que Casaval había
dejado parte de las mulas con un hacendado, el cuál las vendería en nombre del subdelegado.90
Este tema tan complejo por todas las aristas que presenta, simplemente en los
mecanismos bajo los cuáles muchas veces se condicionaba el actuar de los subdelegados para
que participara y permitiera el repartimiento. Mucho se ha dicho cómo la fianza fue un
elemento fundamental a través del cual se posibilitaron los repartimientos, puesto que eso
condicionaba al subdelegado para que los comerciantes decidieran sobre quiénes serían los
tenientes que ocuparían dichos cargos, ya que se constituían en los agentes comerciales por
excelencia. En 1799 el subdelegado de Nexapa, Juan José Ruiz, nombró de encargado de
justicia a Nicolás Larrumbe, de oficio comerciante, quien comerciaba con frutos y géneros
del país y de Europa el subdelegado afirmaba que era el único del que se podía valer para
dejar la administración. El encargado de justicia Nicolás Larrumbe solicitó al virrey que no se
le pusiera embarazo para continuar con sus comercios y cobrar las deudas que tenía
distribuidas en la jurisdicción por ejercer el empleo de encargado de justicia.91 La actividad
comercial que realizaba no era otra cosa que el repartimiento, pues se decía que

87 BRADING, David, Mineros y comerciantes, p. 126.


88 AGN, Subdelegados, Vol. 51, F. 302. Sobre repartimientos.
89 HANMETT, Brian, Política y comercio, p. 139.
90 AGN, Subdelegados, Vol. 13: Información recibida por don Fernando García de la Madrid encargado de
la subdelegación de Temascaltepec, Mayo 2 de 1806.
91 AGN, Subdelegados, Vol. 65, Exp. 4, Fs. 25v, 27. Dictamen del Fiscal Borbón, México, 18 de julio de 1799.

322
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

“tiene en la jurisdicción distribuido algún caudal ya en mulas que ha vendido fiadas, en granas
cuya paga se le ha de hacer en tiempo de cosechas y en otros efectos, que en igual conformidad
ha expedido como lo hacen todos los que pueden en el reino, acomodándose por necesidad,
con las escasas fuerzas de los compradores, para irles cobrando en cortos abonos parciales”.92

De igual forma solicitó ante el señor intendente que no permitiera que por ese cargo
provisional de encargado de justicia se le pusiera impedimento en sus comercios,
manteniéndolos no obstante en la libertad que gozan los demás comerciantes. El fiscal de lo
civil Borbón determinó que no podía concedérsele la solicitud de Larrumbe, “no tanto por el
motivo de estar proscritos los repartimientos en los jueces como lo indicó el señor intendente
de O axaca... sino por las estrechas prohibiciones de las leyes 54 y siguientes, libro 2° tít. 16
y 47, libro 5, título segundo de la Recopilación de Indias, en que “no se permiten a los mismos
justicias, aun los comercios que son lícitos en otros” y se mandó que si Larrumbe quería
continuar ejerciendo el cargo de justicia debía separarse interinamente de la actividad
comercial o bien separarse del cargo.93 A diferencia de la postura del fiscal Borbón, el asesor
general del virrey exponía que las prohibiciones que expresaba el fiscal “acerca de que los
justicias y sus tenientes no puedan comerciar, pero esta prohibición como odiosa no debe
extenderse a los tenientes de justicia que no sean perpetuos o duraderos en el destino por el
tiempo de los que los nombren, a que parece se contraen las decisiones de las leyes, y no a
los temporales y momentáneos o verdaderamente encargados por acaso, de la administración
de justicia, como don Nicolás Larrumbe”.94
La postura del asesor general comisionado era justamente que al nombrar encargados
de justicia con arraigo en la jurisdicción se aseguraban de mejor forma las rentas y la
recaudación de tributo. La decisión final favoreció a Larrumbe, por lo que se determinó que
éste podía proseguir con sus comercios y de encargado de justicia. En consecuencia el agente
de negocios Tomás Antonio Paradela, en representación de don Antonio de la Cantolla,
manifestó que su parte seguía autos en el superior gobierno contra don Juan José Ruiz,
subdelegado de Nexapa, y contra su amo y teniente general Don Nicolás Larrumbe sobre
capítulos de repartimiento. De dicho expediente se desprendió que el encargado de justicia
era un importante comerciante de Veracruz, y que fue a través de él que se le consiguió la
subdelegación a Juan José Ruiz, “Larrumbe es vecino y del comercio de Veracruz, Ruiz era
su cajero o dependiente, consiguió para éste la subdelegación de Nexapa. Se hizo su teniente
general y con esta investidura han hecho cuantiosos repartimientos, todos con el caudal de
Larrumbe”.95 En 1807 el intendente de Puebla apelaba a que se observara la real cédula de 7
de abril de 1800 y que se apegaran estrictamente a lo estipulado el artículo 12 de la Real
ordenanza de Intendentes de 1786 en cuanto a la prohibición del comercio y repartimiento
de los subdelegados.96923456

92 Idem.
93 Ibid. Fs. 28v.
94 Ibid. Fs. 29. Dictamen del Asesor general Guillen, México, 9 de septiembre de 1799.
95 AGN, Subdelegados, Vol. 65, Exp. 4, fs. 33-33v. (1800).
96 AGN, Indiferente virreinal (Reales Audiencias), Caja 161, Exp. 33, F. 1. Intendente de Puebla sobre que
se respete el artículo 12 de la real ordenanza de intendentes. 6 agosto de 1807.

323
Interrelación de los tenientes con los diferentes sectores sociales

6.6 Los últimos años de los tenientes

Varios autores como Ortiz Escamilla y José Luis Alcauter Guzmán han mostrado la
importancia que tuvieron los subdelegados para mantener el control y la lealtad de los pueblos
que estaban bajo su jurisdicción, incluso estos mismos individuos tuvieron mucha
importancia al formar parte de los bandos insurgentes.97 Sin embargo, debido a la inseguridad,
muchos de los subdelegados abandonaron sus jurisdicciones y se trasladaron a los lugares que
les ofrecían mayor estabilidad y confianza para dejar a sus familias. Ante la ausencia de los
subdelegados el vacío de poder y autoridad fue ocupado por los tenientes de subdelegado,
quienes se constituyeron en los representantes del poder real pues justo en las jurisdicciones
en las que la presencia de los rebeldes insurgentes era fuerte era necesario contar con una
autoridad que les diera cierto respaldo a los vecinos y que éstos no se sintieran completamente
abandonados por los justicias. En 1811 Manuel Antonio de Arce, subdelegado de
Temascaltepec propuso como encargado general a Manuel de la Falla y Oruña de su cuenta
y riesgo, ya que él se había trasladado con su familia a Valladolid donde servía en la compañía
provincial de Michoacán, y ante la negativa de Falla y Oruña para ocupar dicho empleo éste
recayó en don Juan Antonio de la Cueva, el cual no fue aceptado por los vecinos.
El teniente de Tejupilco, jurisdicción del real de Temascalpetec, José Fernández
Calderón, informaba que después de que las tropas del rey encabezadas por el comandante
de armas don Juan Bautista de la Torre derrotaran a las gavillas, lo restituyó a su empleo del
cual se le había despojado por los insurgentes (pues informaba que lo habían hecho reo de
pena capital por haber reunido hombres para hacerles frente y por negarse a entregar el
archivo del juzgado ni auxiliarlo, y en la conducción hacia Valladolid escapó junto con otros
prisioneros).98 En 1818 el subdelegado de Pánuco y Tampico, Antonio de Piedrola, envió una
representación al gobernador e intendente de Veracruz informándole que no había sujetos
que quisieran ocupar el empleo de encargados de justicia, pues afirmaba que en la provincia
se había acostumbrado que los subdelegados nombraran encargados de justicia en cada uno
de los pueblos que comprendían esa demarcación, de igual manera indicaba que él estaba en
contra del sistema bajo el cual se hacían dichos nombramientos ya que hasta el día se había
experimentado que los sujetos que se habían elegido sólo velaban por sus intereses y vivían a
costa de la población. Afirmaba que los tenientes eran necesarios para asegurar que los
vecinos vivieran en paz y tranquilidad, sin embargo planteaba que los nulos beneficios que
les generaba este tipo de empleos propiciaba que no encontrara quien quisiera ocupar dichos
empleos, y los que consideraba eran lo suficientemente honrados como para ejercerlo,
simplemente se excusaban o lo aceptaban para quedar bien con el subdelegado, pero al poco
tiempo renunciaban al mismo.
Lo interesante de este expediente fue la propuesta que se generó para cubrir el vacío
de autoridad que propiciaba la carencia de tenientes o de encargados de justicia, pues

“resultando ser general este bien, desearía que vuestra señoría me ordenase que como una carga
concejil celará por un año entre todos los vecinos el encargo de justicia y de este modo nadie
se negará, a vista de su superior determinación dirigida al buen orden y felicidad de los

97 ORTIZ ESCAMILLA, Juan, Guerra y gobierno. Los pueblos y la independencia de México, 1808-1825,
México. El Colegio de México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2014.
98 F 122. México, 1811.

324
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

p u eb lo s. Yo creo que para hacer la elección anual de tal encargo de justicia convendría que
el que ha de salir asociado con el párroco y de los vecinos que vuestra señoría tenga a bien
prevenirme, se congreguen y propongan tres sujetos y recibiendo votos secretos quede
nombrado para servir el empleo el que saliere con el mayor número de e llo s .”.99

Aunque la propuesta del subdelegado parecía buena, la respuesta del asesor de la


intendencia de Veracruz fue que dicha proposición pasara a consideración del virrey debido
a la naturaleza y delicadeza del asunto, ya que se podrían presentar “discordias u enemiga que
engendrará la parcialidad, con el otro de que siendo de los propios los tenientes, usaran de
sus facultades abusivas con sus parientes y amigos que se hace preciso precaver”.100 Incluso
el fiscal de la Audiencia concordaba con la postura del asesor, pues afirmaba que el
nombramiento de los vecinos como encargados de justicia podía traer inconvenientes graves,
por lo que se podía dar origen a la formación de partidos y bandos, el celo, la rivalidad, la
predilección de los electos, encenderían el fuego de la d is c o r d ia .”.101
El segundo gran momento político que afectaba el empleo de los tenientes de
subdelegados se dio en 1812 con la jura de la Constitución política de la monarquía española,
pues en ella se establecía la erección de los ayuntamientos constitucionales, lo que modificaba
el funcionamiento de las instituciones del gobierno local. Con la promulgación de la
constitución de Cádiz se estableció la derogación de las repúblicas de indios, y en su lugar se
establecerían ayuntamientos constitucionales como el nuevo modelo de gobierno diseñado
por la constitución de C á d i z .102
El establecimiento de los ayuntamientos constitucionales en Nueva España fue muy
difícil de realizar ya que el movimiento insurgente no posibilitó que se pusieran en práctica:
por ejemplo, en Valladolid el intendente Manuel Merino en 1813 escribió al virrey Félix
Calleja informándole que haría cumplir la orden de suprimir los tenientes, gobernadores,
alcaldes y demás oficios de justicia de los pueblos, pero sobre todo indicaba que ésta se llevaría
a cabo en la medida en que el territorio fuera recuperado por las fuerzas realistas

“Haré cumplir y circularé a los pueblos de esta provincia a medida que se vayan
desembarazando de insurgentes la orden de Vuestra Excelencia de 12 de mayo sobre que
queden suprimidos los tenientes o encargados de justicia de los pueblos que tienen los
subdelegados, como también los gobernadores, alcaldes y demás oficiales de república de indios
según se vayan estableciendo los nuevos ayuntam ientos.”10391023

99 AGN, Subdelegados, Vol. 42, F. 357v. El de Tampico sobre no hallar sujetos aptos en quienes puedan
recaer los nombramientos de encargados de justicia de los pueblos de su jurisdicción, Pueblo viejo, 25 de
junio de 1818.
100 AGN, Subdelegados, Vol. 42, F 358. Veracruz, julio 29 de 1818.
101AGN, Subdelegados, Vol. 42, F. 361v. El de Tampico sobre no hallar sujetos aptos en quienes puedan
recaer los nombramientos de encargados de justicia de los pueblos de su jurisdicción. Pueblo viejo, 25 de
junio de 1818,
102 LIRA, ANDRÉS, Comunidades indígenas frente a la ciudad de México, Tenochtitlan y Tlatelolco, sus
pueblos y barrios, 1812-1919, México, El Colegio de México, segunda edición, 1995, p. 23.
103 AGN, Indiferente Virreinal, Caja 3012, Exp. 5, F 2. Respuesta del intendente de Valladolid sobre
supresión de tenientes, gobernadores, alcaldes y demás oficios de los pueblos, 27 de agosto de 1813.

325
Interrelación de los tenientes con los diferentes sectores sociales

La constitución de Cádiz sólo se juró en Valladolid, lo cuál no se pudo efectuar en las


subdelegaciones que se encontraban incomunicadas por la presencia de los insurgentes.
Carlos Juárez señala que 20 subdelegaciones estaban incomunicadas, y que libres sólo se
encontraban Valladolid, Charo, Zinapécuaro y Zamora.104 La inoperancia de la constitución
de Cádiz posibilitó que los tenientes de subdelegado siguieran figurando en la escena política
y administrativa del gobierno provincial por lo menos casi una década más.
Durante el conflicto armado de la guerra de independencia fue muy difícil poner en
funcionamiento los ayuntamientos constitucionales como lo establecía la constitución de
1812, y fue hasta finales de 1820 que en diversos pueblos de las subdelegaciones los tenientes,
por orden de los subdelegados, convocaron a los vecinos para que se reunieran en las casas
consistoriales para realizar las elecciones e instalar los ayuntamientos, por lo que a pluralidad
de voto eligieron a los electores que ocuparían los diferentes cargos, y más tarde ante el mismo
teniente hacían el juramento de hacer guardar la Constitución Política de la monarquía
española, acto que concluía en la iglesia con el canto del Tedeum.105 Con ese acto solemne de
acción de gracias de manera formal desapareció de la escena política la figura del teniente de
subdelegado, como claramente lo expresó José Antonio Hinojosa, teniente del subdelegado
de Pátzcuaro, al licenciado Don José Cayetano Molina cuando se erigió el ayuntamiento de
Ihuatzio, “y yo el presidente en atención a lo que me tenía prevenido el referido señor
subdelegado en orden que se me comunicó de 23 de octubre del próximo año pasado cesé
en las funciones de subteniente y entregué el bastón al señor alcalde n o m b r a d o .”.106 Con la
aplicación de la Constitución de Cádiz los tenientes de subdelegados dejaron de formar parte
de la administración provincial, dando paso así a una nueva forma de organización política
que se había pospuesto a causa del movimiento insurgente.

Conclusión

Evidentemente para ejercer el empleo de teniente no sólo bastaba tener la disposición de


aceptar un empleo, pues hemos venido observando a lo largo de la investigación que no sólo
se trataba de un acto de voluntad, sino incluso de tener un cierto aplomo y capacidad de
negociación. Quienes ejercían los empleos de tenientes gozaban de una situación privilegiada
y de respeto en cada uno de los tenientazgos, por lo tanto se consideraba que ese era un
elemento que posibilitaría con mayor facilidad hacer obedecer y ejecutar los mandatos de los
subdelegados. Entre los diferentes grupos sociales se detectó un importante problema con el
que tuvieron que lidiar los tenientes, y fue precisamente la subordinación de los diferentes
sectores sociales, los cuáles no siempre consintieron de buena manera aceptar la autoridad de
los tenientes al considerar que no tenían una autoridad superior a la de ellos.

104 JUÁREZ NIETO, Carlos, El proceso político de la independencia en Valladolid de Michoacán 1808-1821,
Morelia, UMSNH, Secretaría de Difusión Cultural y Extensión Universitaria, 2008, p.145. JUÁREZ NIETO,
Carlos, Guerra, política y administración en Valladolid de Michoacán: La formación profesional y la gestión
del intendente Manuel Merino, 1776-1821, Morelia, Secretaría de Cultura de Michoacán, 2012, p.383.
105 AGN, Indiferente Virreinal, 1820, Erección del ayuntamiento constitucional de Higuatzio, 1 enero de
1821, Tzintzuntzan- Pátzcuaro, Caja 5269, Expediente 007 (Ayuntamientos Caja 5269), fs. 169-170.
106 AGN, Indiferente Virreinal, Caja 5269, Expedientes 007, Fs. 169-170. Tzintzuntzan- Pátzcuaro,
Ayuntamientos, 1820.

326
Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

En el caso particular de los indios, se podría plantear que era natural que se opusieran
a su autoridad, ya que eran unos abusivos y cometían una cadena interminable de excesos que
atentaban contra el bienestar del vecindario. Sin embargo, en muchos casos la resistencia a la
autoridad de los tenientes, e incluso de los subdelegados, no tenía nada que ver con lo
señalado, sino con un asunto sí de resistencia a aceptar la autoridad del juez real, pero más
encaminado a una política de defensa de la autonomía del gobierno indígena, la cual se hizo
más palpable a partir de 1787 con la aplicación de la ordenanza de intendentes, que fue el
momento culmen de muchos de los proyectos reformistas, pero a la vez fue un parteaguas
para el gobierno indígena, pues vieron ampliamente reducidos sus privilegios frente a una
política que pretendía ejercer mayor control sobre la población y sus recursos. En ese
contexto de lucha de los pueblos de indios por recuperar parte de sus privilegios es que
debemos entender la tendencia constante de rechazo hacia los tenientes, incluso de acusarlos
de hacer mal manejo de los bienes y favorecer el que se les despojase de sus propiedades.
El conjunto de acciones esporádicas, individuales y colectivas, estaban encaminadas
justamente a hacer notar que los pueblos de indios no querían más autoridad que las de sus
gobernadores. Aunque también es importante apuntar que no siempre las resistencias
obedecían a una expresión de lucha sistematizada sino que respondía más bien a una rebeldía
mal entendida, donde bajo los influjos de las bebidas embriagantes se cometían excesos contra
las autoridades, lo que quedaba en faltas de respeto, las cuales eran castigadas con penas
mínimas como la cárcel. Regularmente, cuando se presentaban casos de falsas calumnias
contra los tenientes, obedecía más a situaciones personales y animadversiones en las cuales
se buscaba por todos los medios que se removiera a los tenientes de sus cargos. Pero si
pensamos en pueblos como Tzintzuntzan, las expresiones de resistencia toman otra
dimensión ya que por siglos defendieron la autonomía y privilegios que les fueron
arrebatados, es por eso que el devenir de dicha ciudad estuvo marcada por una prolongada
lucha de oposición a la autoridad de los alcaldes mayores, alcaldes ordinarios, subdelegados y
tenientes de Pátzcuaro, ya que no querían reconocer más autoridad que la de su gobernador.
Decíamos que este tipo de resistencia toma otra dimensión porque se trató de un proyecto y
una aspiración política que se mantuvo vigente por generaciones y que pretendían auto
gobernarse. Si bien es cierto que los tenientes formaban parte de los grupos sociales mejor
posesionados de las provincias, sin embargo esa misma posición llevó a que los españoles y
dependientes cuestionaran la autoridad de los tenientes, especialmente en aquellas situaciones
en las cuáles se afectaban los intereses personales. El poder económico y político de los
vecinos españoles fue lo que llevó a que en determinados momentos se vilipendiara la
autoridad de los tenientes.

327
Conclusiones

En el transcurso de la investigación pudimos observar que los tenientes tuvieron una


importancia fundamental en el funcionamiento de las alcaldías mayores, corregimientos,
gobernaciones y subdelegaciones ya que fueron el medio a través del cual las autoridades
provinciales lograron hacer llegar la autoridad real a los vecinos de su jurisdicción, en especial
en aquellos espacios que estaban más distantes de la cabecera, donde la presencia de las
autoridades se diluía. Los ministros reales estuvieron inmersos en una cultura de la delegación
de facultades, por lo que otros en su nombre ejercían parte de las atribuciones y
responsabilidades a las que estaban obligados. Sin embargo, y como se había señalado desde
el primer capítulo, la figura de los tenientes no fue una innovación de las autoridades de los
reinos americanos, ya que ésta existía en la península por lo menos desde mediados del siglo
XIV; los tenientes ya formaban parte del andamiaje de la administración de los reinos
peninsulares, sin embargo no está de más volver a insistir en que no se trató de una mera
réplica de los tenientes castellanos ya que en el desempeño de sus funciones tuvieron
diferencias sustanciales. En primer lugar al hablar de los tenientes, y como bien lo decía
Francisco de Bobadilla, éstos eran hombres de “ciencia y experiencia” ya que su principal
función era de la fungir como asesores de los corregidores en las causas civiles y criminales,
por tanto eran hombres de letras con conocimiento en derecho. Sin embargo ya muy entrado
el siglo XVIII a los tenientes, también se les confirieron funciones de gobierno, por lo que
en los juicios de residencia, al igual que a los corregidores, de forma minuciosa se indagaba
sobre la acción de los tenientes, y los interrogatorios estaban conformados por amplios
cuestionarios encaminados a establecer la forma en que dichos tenientes habían desempeñado
sus funciones, con lo que se determinaría si éstos eran aptos o recomendables para volver a
ejercer dichos empleos.
En cambio en América el perfil de los tenientes fue completamente diferente en el
sentido de que casi en su totalidad fueron, al igual que sus superiores, considerados hombres
de capa y espada ya que no tenían formación jurídica, y al provenir en su mayoría de las
mismas jurisdicciones donde ejercían el cargo, lo más común fue que tuvieran los
conocimientos necesarios para el desempeño de sus actividades, por tanto suponemos que
tenían la instrucción necesaria para llevar ciertos negocios particulares, pero que no tenían
conocimientos en legislación, a excepción de los alcaldes ordinarios, que incluso tenían
carreras de abogados y que ejercieron el empleo de tenientes generales, los cuales por formar
parte de la élite tenían una mejor preparación. Pero en todo caso, aunque contaran con los
conocimientos jurídicos, de acuerdo a la función que desempeñaban los tenientes en América
no fungían como asesores.
Los tenientes en ningún momento se constituyeron en verdaderos jueces aunque se
les diera la denominación de justicias. Poniendo en perspectiva la acción de los tenientes,
podemos considerar que en términos reales en su calidad de auxiliares ejercieron de hecho las
funciones y atribuciones de los gobernadores, corregidores y alcaldes mayores, sin perder de
vista las limitaciones que sus propios superiores les pusieron, ya que si bien había una
tendencia a delegar atribuciones, lo cierto es que ni los alcaldes mayores ni los subdelegados
tuvieron la disposición de otorgarles todo el poder, y mucho menos de conferirles facultades
ilimitadas.
Uno de los grandes retos a los que nos enfrentamos justamente en el desarrollo del
trabajo fue al tratar de hacer una tipología de los tenientes, sobre todo al considerar quiénes

328
Conclusiones

eran los tenientes y el tipo función que ejercían. Woodrow Borah hacía una primera distinción
al considerar que los tenientes eran aquellos que tenían un nombramiento formal con
aprobación del superior gobierno, mientras que los que eran nombrados sólo de palabra se
les podía considerar como meros encargados de justicia. No obstante, en el análisis de la
información, nos dimos cuenta que a diferencia del nombramiento de alcaldes mayores y
corregidores, el problema central estriba en que no había lineamientos fijos que establecieran
de forma certera la manera en que los alcaldes y subdelegados podían hacer los
nombramientos, ya que en las leyes de Indias se les facultó para que nombraran, pusieran y
removieran tenientes con causa justificada, en ese sentido el nombramiento de los tenientes
particulares tuvo un carácter más informal.
Los tenientes generales fueron los que tuvieron un carácter más formal, especialmente
aquéllos que ejercieron sus empleos en las ciudades y villas que contaban con su cabildo ya
que en esos espacios había una importante lucha por el poder local. Pero a la vez la
confirmación de los nombramientos de tenientes se constituyó en la garantía de los propios
tenientes para no ser cesados de sus empleos de forma arbitraria. Es por eso que nos hemos
planteado que para los gobernadores, alcaldes mayores, corregidores y subdelegados, la
designación que hacían de los tenientes particulares, los cuales en su mayoría no eran
confirmados, quedaban en una relación personal entre el teniente y los alcaldes mayores, en
realidad esta la podemos pensar como parte de una estrategia de estos jueces, pues de esa
forma podían ejercer mayor poder sobre los tenientes e incluso moverlos a su antojo, en todo
caso era más conveniente para ellos tener tenientes sin la respectiva confirmación ya que eso
incrementaba la cuota de poder que podían ejercer sobre sus subordinados.
Ante la pregunta sobre ¿a quiénes se les podía considerar como tenientes? la respuesta
más inmediata sería a los tenientes que contaban con la confirmación del superior gobierno,
entonces ¿a los que no cumplían con dicho requisito no se les podía considerar como tales?,
quienes de hecho ejercían las mismas funciones que los tenientes confirmados. En todo caso
podemos señalar que en el discurso de los alcaldes mayores y corregidores percibimos ciertas
contradicciones: en primer lugar porque cuando se referían a sus auxiliares se dirigían a ellos
como tenientes, pero cuando se trataba de pagar derechos o impuestos formaban todo un
discurso para justificar que no eran tenientes, sólo comisarios o encargados de justicia, lo que
de entrada denota toda una intencionalidad por parte de los jueces que era justamente la
evasión del pago de la media anata que generaban por los nombramientos.
Los alcaldes mayores y corregidores tuvieron la costumbre de delegar sus
responsabilidad y de ejercer sus empleos a través de terceros, es por eso que especialmente
en la segunda mitad del siglo XVIII se advirtió una política generalizada de terminar con el
ausentismo de las autoridades provinciales y lograr que los jueces permanecieran en sus
lugares de residencia, pues se trataba de evitar muchos vicios. Estas medidas llevaron
justamente a que en 1759, el virrey marqués de las Amarillas solicitara informes a los alcaldes
mayores, corregidores y curas sobre el lugar de residencia, el número de tenientes que
nombraban, y las razones por las que fue necesario nombrarlos. De dichos informes se
desprendió que la mayoría de los ministros reales nombraban tenientes, y la razón principal
por la que se les nombraba era la distancia que había entre los pueblos y la cabecera, y otro
aspecto importante que se desprendió de esta información fue que eran necesarios para
guardar el orden de las jurisdicciones y evitar los delitos que se pudieran cometer. Los
corregidores y los alcaldes mayores dejaron claro que los tenientes eran necesarios para
salvaguardar la paz y el orden de sus jurisdicciones, ya que ante la ausencia de los titulares se

329
Conclusiones

habían convertido en los ojos y los brazos del alcalde mayor, y por tanto eran los responsables
de dar cuenta inmediatamente de los que sucedía en cada uno de los tenientazgos.
Los cambios que se proyectaron con el establecimiento de las intendencias no
tuvieron el efecto esperado, mucho menos se logró erradicar muchas de las prácticas que en
antaño realizaban los alcaldes mayores y que fueron severamente criticadas por el visitador
José de Gálvez, el marqués de Croix, y más tarde el fiscal de la Audiencia de México, Ramón
de Posada y Soto, quienes bajo diferentes argumentos planteaban que había una inoperancia
en el gobierno provincial. Las expectativas que se habían puesto en el sistema de intendencias
fueron muchas pues se proyectaban cambios sustanciales que innegablemente sí los hubo, sin
embargo en el plano del gobierno provincial no se percibió el mismo impacto: el
establecimiento de las intendencias y subdelegaciones representó una reconfiguración política
y jurisdicciones mejor delineadas y visibles para las autoridades y subalternos. No obstante,
en todas aquellas jurisdicciones donde la reforma no se aplicó, la población y las autoridades
no alcanzaron a hacer los respectivos cambios pues prácticamente siguieron operando de la
misma manera, puesto que no hubo reajustes en los territorios. Ese estado de conservación
del orden fue uno de los elementos que llevó a que el sistema de tenientazgos no se viera
afectado y que siguiera funcionando normalmente, incluso podríamos decir sin
interrupciones.
Debido a la forma en que comenzaron a funcionar las subdelegaciones podemos
considerar también se favoreció la continuación de ese sistema: la real ordenanza de
intendentes había comenzado a operar desde 1787, y al mismo tiempo funcionaban alcaldías
mayores y subdelegaciones, y por tanto, aunque en la Ordenanza de Intendentes en su artículo
12 se establecía la supresión de los tenientazgos, a los alcaldes mayores no se les exigió que
aplicaran dichas disposiciones ya que dichas jurisdicciones continuaron funcionando bajo el
esquema del sistema anterior, por lo que siguieron operando a través de los tenientes y otro
tipo de reformas obviamente sí se observaron como el arrendamiento de las tierras de
comunidad, entre otras. Por tanto, al darse el cambio de autoridades, los nuevos subdelegados
inmediatamente nombraron tenientes de la misma manera que lo habían sostenido sus
antecesores y ésta podemos considerar fue una de las razones fundamentales por la cual se
lograron mantener los tenientazgos.
El segundo elemento que es importante destacar, y que tiene que ver justamente con
algunos de los aspectos que ya habíamos mencionado más arriba, es que al no darse una
reducción de la jurisdicción territorial que comprendían cada una de las subdelegaciones, al
conservar la misma extensión territorial, e incluso al conservar los corregimientos y alcaldías
que en algún momento se les había agregado, fue otro de los factores que llevó a que los
subdelegados administraran los pueblos más distantes a través de los tenientes, ya que no
podían administrar un vasto territorio por si solos, por tanto requirieron inmediatamente de
los ya conocidos auxiliares. Además de las distancias y extensión de las subdelegaciones, otro
de los principales problemas a los que se enfrentaron los subdelegados fue el que no se había
establecido en quién recaería las sustituciones en sus ausencias o enfermedades. Todos estos
aspectos, además de la falta de salarios, lo corto de los tributos, las judicaturas y derechos de
otros ramos de hacienda, fue lo que no posibilitó que el artículo 12 de la ordenanza de
intendentes se aplicara al pie de la letra, y a la vez fueron los elementos que llevaron a
replantear la necesidad de que se restableciera el nombramiento de tenientes o encargados de
justicia, término que se generalizó especialmente a partir de 1791 cuando se acordó por punto
general que los subdelegados nombraran encargados de justicia en sus ausencias y

330
Conclusiones

enfermedades. Pues así como se restableció el nombramiento de tenientes, de igual manera


se hizo con el repartimiento, y los tenientes siguieron siendo uno de los eslabones principales
de su operatividad en las diferentes jurisdicciones.
Al plantearnos la pregunta ¿el establecimiento de intendencias trastocó de forma
sustancial el funcionamiento del sistema de tenientazgos? La respuesta más inmediata sería
un no contundente, y en la medida en que los tenientes o encargados de justicia siguieron
siendo una pieza fundamental en la administración de las subdelegaciones, los subdelegados
delegaron una parte importante de sus funciones de policía, hacienda y justicia en estos
subalternos suyos, si bien es cierto se remarcaba en varios nombramientos y diligencias que
éstos sólo atendían los negocios de poca monta y verbales, pero siguieron siendo los garantes
del orden social y la extensión de la jurisdicción real que ejercían por encargo del subdelegado,
representaban por tanto la autoridad local de la misma forma que lo hacían con los alcaldes
mayores y asimismo siguieron siendo el puente de comunicación entre el vecindario que
estaba a su cuidado y los subdelegados. Otro de los elementos que nos puede indicar que no
hubo cambios fue que el perfil de los que ocuparon los empleos de tenientes fue el mismo,
siempre fueron vecinos del lugar, comerciantes, hacendados, mineros y tenderos, ya que no
se dieron las condiciones para que la tendencia cambiara. Donde sí logramos advertir un
cambio importante, fue que en la medida en que a los subdelegados se les ampliaron las
atribuciones, especialmente en los ramos de hacienda y policía, y en ese tenor los tenientes
también incrementaron su responsabilidad, especialmente se comenzó a percibir que tuvieron
una mayor participación y actividad en esos ramos de la administración; por ejemplo en el
arrendamiento de las tierras de comunidad, en la recaudación de tributos, en el ramo de
alcabalas y en el cobro de las pensiones de las tiendas, entre otros. En la medida en que los
subdelegados tuvieron mayores responsabilidades, en esa proporción los tenientes a la par
ampliaron sus funciones. Debido a la importancia que tenían estos auxiliares es que, contrario
a lo que disponía la Ordenanza de intendencias de 1786, en la Ordenanza de general de 1803
se les reconocía como parte del aparato administrativo, por esa razón se establecieron algunas
medidas y requisitos que tenían que observar; en esta ordenanza no sólo se reconoció la figura
de los tenientes, sino que incluso redimensionó a los propios subdelegados, ya que reunió
toda una serie de disposiciones que tenían que observar y subsanó los vacíos que se habían
advertido en la anterior ordenanza.
Otro de los aspectos en donde también se percibieron cambios importantes fue que
las autoridades intermedias, como las denomina José Luis Alcauter, ejercieron mayor control
sobre sus subordinados, es decir sobre los subdelegados, y en ese tenor intervinieron en el
nombramiento de los tenientes, teniendo una injerencia mayor en la designación de los
auxiliares de los subdelegados ya que el intendente tenía la obligación de confirmar dichas
designaciones. A través del ramo de subdelegados se pudo percibir que durante el régimen de
intendencias se reguló un poco más el nombramiento de los encargados de justicia, por lo
que los subdelegados para ausentarse de sus jurisdicciones tuvieron que solicitar las licencias
correspondientes ante el virrey o inmediatamente ante el intendente. La presencia del
intendente por tanto limitó ampliamente el poder que los subdelegados podían ejercer sobre
los tenientes y encargados de justicia y uno de los aspectos que es importante destacar es que
durante el régimen de intendencias hubo un cambio importante hacia los tenientes pues a
diferencia del régimen anterior, en que poco o casi nada se hizo para regular el
funcionamiento de los tenientazgos, lo que propició que los alcaldes mayores y corregidores
tuvieran en estos auxiliares a unos aliados sobre los cuales se podía tomar cualquier decisión

331
Conclusiones

y ejercían una autoridad casi absoluta sobre dichos subordinados, a excepción de aquellos
tenientes que habían obtenido la confirmación del superior gobierno, los cuáles no podían
ser removidos de sus puestos sin la previa consulta al virrey. Es por eso que para los alcaldes
mayores fue más conveniente nombrar tenientes sin la correspondiente conformación porque
de esa forma indiscutiblemente podían ejercer toda su autoridad sobre dichos tenientes, y
éstos se encontraban en un estado de vulnerabilidad y sin la posibilidad de pedir se les
restituyera a sus empleos cuando se les removía por causas injustificadas ya que no tenían un
nombramiento que los respaldara. En cambio durante el régimen de intendencias los tenientes
o encargados de justicia dejaron de ser esas figuras opacas poco visibles que se movían entre
lo formal e informal, pues se les consideró ya como una parte importante del sistema de
gobierno, y es por eso que se les dio mayor importancia, al grado de pretender casi establecer
la formalización de sus nombramientos a través de ternas propuestas por los subdelegados y
aprobadas por el intendente, como lo proponía el intendente de México. En parte se logró
regular la designación de los tenientes, y las autoridades pusieron más atención al respecto
desde la Audiencia, el virrey y los intendentes, sin embargo las medidas de control no se
aplicaron en su totalidad ni se observaron por todos los subdelegados, pues en varias
jurisdicciones se siguieron nombrando tenientes y encargados de justicia de forma verbal sin
solicitar la correspondiente confirmación. Y qué decir de la venta de las varas de tenientes
severamente criticadas, los tenientazgos no dejaron de representar un beneficio económico
para los subdelegados.
Los subdelegados y sus tenientes en el desempeño de sus funciones se relacionaron
con varias autoridades civiles y eclesiásticas que contaban con sus tribunales de jurisdicción
privativa, provocando traslapes de jurisdicciones, por lo que los jueces de una u otra forma
se relacionaron y por lo tanto compartieran los espacios de poder pues finalmente cada una
de esas autoridades representaba una cuota de poder amplia o limitada. En ese orden de ideas
nos resulta interesante la relación que los subdelegados y los tenientes de justicia entablaron
con los ministros de la Iglesia, ya que ambas autoridades estaban obligadas a vigilar que se
guardase el orden social, que la población viviera de acuerdo a las normas cristianas y morales.
Por lo que representaban, como lo indicamos en su momento, los dos brazos del poder real
por medio del cual se impuso el poder del rey sobre la población. La compleja relación que
se entabló entre los tenientes y los curas fue marcando la dinámica de los propios tenientazgos
pues su relación estuvo marcada por una constante lucha y conflictos que, como expresaría
William Taylor, tenían que ver con el genio de los españoles; sin embargo consideramos que
no solamente tenía que ver con el genio y el orgullo, ya que en realidad estas autoridades se
estaban disputando el poder y prestigio que podían representar ante el vecindario y feligreses,
es por eso que en todo momento intentaban mostrar mayor jerarquía. Incluso los curas, al
igual que los pueblos de indios, hicieron del conflicto un medio a través del cual se trataba de
evitar que las autoridades aplicaran las reformas que los afectaban directamente y los curas
defendían el manejo de los bienes de las cofradías mientras que los indios la administración
de sus tierras de comunidad.
Muchas de las tensiones que se generaron entre los tenientes y los pueblos de indios
regularmente estuvieron relacionadas con un problema de autoridad, y las pretensiones
autonomistas que siempre formaron parte de la resistencia de los pueblos por tratar de
sobreponer la autoridad de sus gobernadores a la de cualquier otra, ya fuera alcalde mayor,
subdelegados, alcaldes ordinarios, alguaciles y tenientes. Por tanto, no todos los conflictos
eran productos de los abusos, que desde luego sí se cometían, sino que provenía de una

332
Conclusiones

aspiración política. Por tanto la resistencia y oposición formaba parte de una lucha colectiva,
no sólo en contra de los tenientes, sino en general de las autoridades, pues a diferencia de la
desobediencia, calumnias y ultrajes a la autoridad de los tenientes, que tenían un carácter más
individual, por lo que se orquestaban con un objetivo muy específico, buscar la remoción de
los tenientes, muchas veces como una forma de evadir su autoridad o por antipatía hacia estos
auxiliares.
Las leyes prohibían que los jueces ejercieran justicia en los lugares donde tuvieran
propiedades o relaciones de parentesco por los perjuicios que podía provocar en la correcta
administración de justicia. Sin embargo con los tenientes no pudo ser de otra manera, ya que
no contaban con un salario que les permitiera solventar las necesidades personales y del oficio,
por lo que la norma fue que los vecinos de cierta solvencia económica y prestigio se hicieran
cargo de los tenientazgos pues se suponía que al ser de los vecinos mejor calificados por ese
simple hecho tenían el respeto y reconocimiento, y esta condición que se puede considerar
un aspecto positivo para los tenientes a la vez se constituyó en su talón de Aquiles, ya que no
todos los vecinos reconocieron de buena manera la autoridad de los tenientes, por un lado
porque cuestionaban su autoridad por considerarse como iguales, y por otro lado, quienes
tenían un poder adquisitivo mayor, a veces no aceptaban de buena manera las
recomendaciones que pudiera hacerles el teniente.
Independientemente de todas las complicaciones a las que se enfrentaron los
tenientes, para ejercer su empleo nos queda claro que éstos auxiliares fueron fundamentales
para que los alcaldes mayores, corregidores y subdelegados ejercieran sus funciones, es por
eso que decimos que los tenientes se habían constituido en los ojos y los brazos de las
autoridades provinciales, pues ellos fueron el salvoconducto por medio del cual se atendieron
los conflictos y por medio de los cuales se administró la justicia.

333
Anexos

Anexo I. N om bram iento de teniente de P átzcuaro ju risd icció n de la a lca ld ía m ayor


de V allad o lid , 14 de octubre de 176.1

[f292]

Los nombramientos de los tenientes consideramos es uno de los documentos más


importantes, pues en ellos claramente se expresan las responsabilidades que los alcaldes
mayores y corregidores delegaban en sus auxiliares. Creemos pertinente la elección de este
documento, denominado Nombramiento de teniente del Pátzcuaro, que se encuentra en la
consulta que hizo el corregidor Felipe Ordoñez y Sarmiento al virrey para retirarle dicho
nombramiento. Sin embargo lo elegimos por dos razones: la primera porque en dicho
nombramiento se le otorgaron amplias facultades al teniente Felipe Gómez Rábago, y la
segunda porque contiene todos los requisitos de debiera tener todo nombramiento de
teniente, en primer lugar el nombramiento del alcaldes mayor o corregidor, en segundo lugar
tiene la confirmación del superior gobierno, en específico está confirmado por el marqués de
Croix, y finalmente tiene el obedecimiento y juramento que se hizo ante el cabildo de la ciudad
de Pátzcuaro. Este expediente se encuentra en el Archivo General de la Nación en el ramo
de Alcaldes mayores.

[F192v]

Phelipe Ordoñez y Sarmiento, capitán de Infantería de los Reales ejércitos Juez


Subdelegado de [F192] estas composiciones de tierras, Aguas baldías o realengas Alcalde
mayor por su Magestad de las ciudades y Provincia de Michoacán, con el agregado de Jaso y
Teremendo, Presidente de su cabildo &.- Por cuanto para la más pronta administración de
justicia, fiel y oportuno recurso de las partes en los que se les puedan ofrecer en promoción
de sus derechos, y acciones, me es preciso nombrar persona que por mí y en mí nombre lo
ejecute en la ciudad de Pátzcuaro [F192v] y en el distrito de las siete leguas que comprehende
su jurisdicción, por tanto, y en atención a que en persona del capitán de caballería don Phelipe
Gómez de Rábago, vecino de dicha ciudad concurren las calidades de cristiandad, celo al real
servicio, amor a los pobres, en actitud, y vigilancia en la administración de justicia, y demás
partes necesarias que por derecho se requieren. En esto de las facultades que en mi residen,
por el presente elijo, constituyo y nombro por mi teniente de la sobre dicha ciudad de [F193]
Pátzcuaro, sus pueblos, y lugares sujetos comprehendidos en las siete leguas que contiene su
jurisdicción al referido capitán Do Fhelipe Gómez de Rábago, para que levantando vara de
la Real Justicia en nombre de su Magestad (que Dios Guarde) la administre, rija y gobierne,
según y en la forma que la han ejercido sus antecesores, y le confiero el poder y facultad que
de derecho se requiera, para que enti[193v] enda, en todos, y cualesquiera responsabilidades
que se ofrezcan civiles en vía executiva, y ordinaria, y criminales de uso de oficio, como en
querella de parte, y en las demás previas, y verbales que ocurran, procediendo en cada uno,
conforme a su naturaleza, arreglado a la práctica, y estilo forense, providenciando con arreglo

1 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 11, Fs 192-201

334
Nombramiento del teniente de Pátzcuaro

a él en la expedición de los autos hasta ponerlos en escala de sentencia, la que pronunciará


con Asesor Letrado, con quien también consultará en lo que dudase para el mayor acierto de
lo que actuare. Y en los casos de que por algunas [F194] de las partes contrincantes se
opongan a que definitivamente las vea, y determine en el estado en que lo hicieren, con su
citación, y el proceso respectivo me dará cuenta para proceder a lo que haya lugar por derecho,
y en los embargos que hiciere por demanda executiva o causa criminal, pondrá los bienes en
depósito en el depositario general de esta provincia, o su Theniente, y en donde no lo hubiere
en persona lega, llana y abonada, quien lo otorgue con especial sumisión a mis [F194v]
Juzgados entendiendo el expresado capitán como que le amplío mis facultades en todos los
juicios de inventarios y aprecios de bienes a cualesquiera persona que falle[sie]se y en los de
intestados, poniendo los autos en el estado que se previene por la instrucción del superior y
privativo Juzgado de Bienes de Difuntos de este reino, y con arreglo a la novísima real cédula
expida sobre este asunto, me dará cuenta con ellos para providenciar lo que corresponda.
Entendiendo también en todas, y cualesquiera[F195] posesionamiento y obedecimientos de
los superiores despachos que directamente se le cometieren a excepción de los que a mi
vinieren dirigida su ejecución, ampliándole como le amplio también la facultad de que pueda
celebrar la aprobación de elección de varas de justiciales en los pueblos que corresponden a
su jurisdicción, y dará las licencias de fiestas que celebran de sus santos titulares, con los
encargos que corresponda para obviar todo exceso en encargando a los justíciales las
obligaciones en que se constituyen por su empleo [F195v] quedando obligado el capitán Don
Phelipe Gómez de Rábago a las resultas que por el obrar de su persona en el ministerio
ocurran, para responder a ellas, por todos, y cualesquiera cargos que se le hagan. Y mando a
todos los vecinos, moradores, estantes, habitantes, entrantes, y salientes en dicha ciudad y sus
pueblos, lo hayan y tengan por tal mi Theniente en orden con el debido respecto, todos los
fueros, privilegios y excepciones y que le corresponden, le obedezcan y ocurran [F196] con
puntualidad a todos los llamamientos emplazamientos y citaciones acudiéndole con aquellos
derechos que legítimamente le pertenecen. Y en su virtud le den é impartan, todo el auxilio,
favor y ayuda que necesitare y pidiere para la más recta, y puntual administración de justicia,
apercibidos de que lo contrario haciendo de lo que va prevenido en este, y los demás
particulares, serán castigados soberanamente, procediéndose contra su persona y bienes con
todo rigor a lo que hubiere lugar por derecho.

Y para que en dicho capitán Don Phelipe Gómez [F196v] de Rábago entre en el uso
y ejercicio de este nombramiento se presentara a el Ilustre Ayuntamiento de dicha ciudad de
Pátzcuaro, en cuya sala capitular, se le hará entrega del Bastón por el Theniente Coronel don
Antonio Salceda, quien hasta la presente ha estado entendiendo en los negocios tocantes a
mi juzgado. Respecto a hallarse en esta ciudad el expresado Don Phelipe Gómez de Rábago
por ante mi e infrascripto escribano, hará el Juramento de fidelidad [F197] acostumbrado y
defensa del ministerio de la inmaculada Concepción de María Santísima Nuestra Señora.
Dado en la ciudad de Valladolid en catorce días del mes de octubre de mil setecientos de mil
setecientos sesenta y ocho años.- Phelipe Ordoñez._ Por su mandado._ Joseph de Arratia
Escribano Público.

En la Ciudad de Valladolid en quince días del mes de octubre de mil setecientos


sesenta y ocho años: Ante el señor capitán de Infantería española, y Alcalde mayor por su
Magestad de esta Provincia Don Phelipe Ordoñez, y Sarmiento, compareció don Phelipe

335
Anexo

[F197v] Gómez de Rábago capitán de caballería, y entendido de este nombramiento de


Theniente que se le hace para la ciudad de Pátzcuaro; Dijo que lo aceptaba, y aceptó en toda
forma y jura por dios nuestro señor, y la señal de la Santa Cruz según derecho de resguardar
el Ministerio de la Purísima Concepción de Nuestra Señora la virgen María, y usar del título
que se le confiere bien y fielmente, conforme al que en él se encarga. Y lo firmó el expresado
señor alcalde mayor [F198] por ante mí; el escribano de que doy fe. Phelipe Ordoñez. Phelipe
Gómez de Rábago.- Ante mí Joseph de Arratia, escribano público.- Con el cual, y memorial
que produjo en mi superior Gobierno la parte del enunciado don Phelipe Gómez de Rábago
haciéndome relación de lo referido, concluyó pidiendo fuese servido aprobar; y conformar
dicho nombramiento, mandándole expedir para su uso y ejercicio el Despacho
correspondiente: en cuya vista y en virtud de mi decreto de treinta y uno del próximo pasado
octubre; respecto á haber enterado en las reales cajas de esta corte la cantidad de cien pesos,
y lo que se le reguló de media anata, por el presente apruebo y confirmo el citado
nombramiento, para que como todo usa y ejerza dicho empleo, en todos los casos y cosas a
él anexas, y concernientes, conociendo de todas las causas civiles y criminales que al presente
haya pendientes, y en adelante se ofrecieren en dicha ciudad y pueblos de su jurisdicción,
sustanciándolas, y determinándolas en forma [F199] y conforme a derecho. Y en su
consecuencia mando a todos los vecinos y naturales entrantes y salientes en la enunciada
ciudad de Pátzcuaro, y su partido, hayan y tengan al referido Don Phelipe Gomes de Rábago
por tal teniente de ella le guarden y hagan guardar toda las honras gracias y privilegios que
como a tal teniente le tocan, y pertenecen bien, y cumplidamente sin que le falte cosa alguna,
guarden y cumplan sus autos y [F199v] mandamientos bajo las penas que les impusiere, que
para ello, y por de la insignia que le corresponde le doy el poder, y facultad necesarias y de
este despacho se tomará razón en la Contaduría General de Penas de Cámara de esta Real
Audiencia, donde enviará relación jurada de todas las multas y condenaciones que hubiere
exigido su antecesor, reconociendo para ello el archivo dentro de quince (días) ejecutando lo
mismo en cada [F200] año de los que ejerciere este empleo. México noviembre cinco de mil
setecientos sesenta y ocho.

Marques de Croix

Por mando de S. Exa.

Joseph de Gorraez

[con sus vente pesos- seis reales.]

Asentado

Vuestra excelencia aprueba y confirma el nombramiento que don Phelipe Ordoñez, y


Sarmiento, alcalde mayor de la provincia de Michoacán, puso de su theniente para la ciudad
de Pátzcuaro en don. Felipe Gómez de Rábago como se previene

[F200v]

336
Nombramiento del teniente de Pátzcuaro

Queda tomada razón en los libros de la Contaduría de Penas de Cámara para hacer recusado,
si el Theniente confirmado en este superior despacho, no remitiere dentro de quince días
relación jurada, a esta Contaduría, de las [cuentas] que exigió, o no a su antecesor, reconocido
para ello el archivo, pena de quinientos pesos. México y noviembre 7 de 1768.

[Derechos cinco pesos. Así lo juro]

Joseph Velagio

En la ciudad de Pátzcuaro a veinte y un días del mes de noviembre del año de mil setecientos
sesenta y ocho, ante su Ilustrísimo Cabildo, Justicia, y Regimiento convocado en su sala
Capitular del Ayuntamiento, el capitán Don Phelipe Gómez de Rábago contenido en la
antecedente superior confirmación de nombramiento de Teniente General de esta República
y distrito señalado, hizo su presentación, y pidiendo se le dio la posesión correspondiente, y
por su señoría vista la tuvo por presentada, y en reverencia, y sumiso obedecimiento [F201]
se guarde, cumpla y ejecute, según y cómo por ella se ordena, y en atención a que el citado
inserto nombramiento, haber hecho el presente ante el señor alcalde mayor de esta provincia
el juramento acostumbrado conforme a lo en él dispuesto, el señor teniente coronel don
Pedro Antonio de Salceda, alcalde ordinario de primer voto de esta referida ciudad, y a su
jurisdicción, y teniente general encargado de ella a nombre de su Magestad (Dios le guarde),
le dio y entregó la Vara de la Real Justicia, para que la administrara durante el tiempo que
obtuviere el referido empleo, y en señal de provisión lo introdujo y puso en el asiento y lugar,
que como Teniente General confirmado le comparte el Presidente de este dicho Cabildo,
mandándose, como se manda por su señoría, que terminada a la letra la expresada
confirmación en el libro de estos efectos se le devuelva original a dicho capitán don Phelipe
Gómez de Rábago para su uso y ejercicio. Así lo previnieron, mandaron y firmaron con el
presentante, de que yo el escribano, doy fe.

Pedro Antonio de Salceda Joseph Antonio de Beingoechea

Joseph Francisco Gil de Rosas Juan Joseph de Velásquez

Phelipe Gómez de Rábago

Ante mí

Joseph de Castellanos

Escribano, real público y de cabildo

337
Anexo II. R eal céd u la p ara que los corregidores y ju stic ias resid an en los pueblos
p rin cip ales, y cab eceras de sus ju risd iccio n es y no p u ed an au sen tarse de ellos sin su
lice n c ia con c au sa p recisa y lim itació n de tiem p o .1

Las reales cédulas fueron disposiciones emitidas por el rey para resolver un caso en particular,
pero la importancia de estos documentos es que aunque se hayan dado para resolver un
aspecto específico del gobierno, su aplicación no se reducía sólo a un lugar sino que tenían
un uso generalizado. En ese sentido nos parecen muy importantes las reales cédulas emitidas
en 1758 en las que se manda que los alcaldes mayores y corregidores no se ausenten de sus
jurisdicciones sin la licencia correspondiente, así mismo se manda que residan en la cabecera
de jurisdicción. También se les prevenía a los virreyes y presidentes de las Audiencias no se
adjudicaran la facultad de nombrar tenientes de gobernador, corregidor y alcalde mayor; la
prerrogativa de nombrar, poner, mover y quitarlos con causa legítima, según lo prevenía la
ley, sólo era facultad de las autoridades provinciales. La real cédula se encuentra en el Archivo
General de Indias en la sección documental de la Audiencia de México. Esta real cédula nos
parece sumamente importante porque fue a través de esa disposición que se mostró un poco
más de interés por conocer cómo se estaban administrado las provincias y en quiénes estaban
delegando su responsabilidad los alcaldes mayores. Para dar cumplimiento a esta real orden
el marqués de las Amarillas solicitó a los alcaldes mayores y curas que informaran por
separado si el alcalde mayor administraba la provincia de forma personal o a través de
tenientes, que expresaran por qué razón los nombran y en qué lugares; la mayor parte de los
alcaldes mayores y curas respondieron favorablemente a la solicitud. Todos los informes que
se generaron a partir de esta real cédula se ubican en el Archivo General de la Nación en el
fondo de Alcaldes mayores, volúmenes 6 y 11.

[f1]
Real cédula

El Rey por cuanto estoy enterado que sin embargo de lo dispuesto por la leyes treinta y cuatro,
veinte y ocho y cuarenta y dos del título segundo libro quino, cuarenta y cuatro de título
segundo libro tercero, y ochenta y ocho del título diez y seis del referido libro segundo en las
cuales se manda que los virreyes, presidentes y Audiencias hagan observen que los
corregidores y justicias residan en los pueblos principales, y cabeceras de sus jurisdicciones y
no puedan ausentarse ellos sin su licencia con causa precisa, y limitación de tiempo, no
estando ocupados en la visita, que no pongan tenientes; que se les hagan quitar los que no
fueren necesarios y forzosos: que los propietarios sirvan los oficios por sus personas sin
permitir los sustitutos sino fuere con mi real licencia, y finalmente que tampoco se puedan
conceder (bajo de graves penas, contra los cuales dieren [1v] y los que las usaren) con causa

1 AGI, México, 1229, Real cédula para que los alcaldes mayores y corregidores residan en las cabeceras de
sus jurisdicciones y no se ausenten sin la previa licencia. Villaviciosa, 20 de septiembre de 1759.

338
Anexos

ni razón alguna para salir de sus distritos, a los que por razón de sus oficios deben estar y
residir en ellos, de que los virreyes y demás ministros referidos no solo toleran y consienten
tan notable contravención siendo lo más probable (pues de otro modo no lo permitirían) que
tienen parte, y se interesan en ella con abandono de sus obligaciones desentendiéndose tanto
de la en que se le hallan constituidos por sus propios empleos, como de la confianza que
tengo depositada en ellos, consistiendo ésta en la ruina de aquellos vasallos más miserables,
que por su misma pobre, y desvalida condición y por estar encomendados a tales manos,
siendo lo peor, y más escandaloso que todo se haga y permita para mantener una granjeria, o
comercio de los propios oficios, vendiéndolos en realidad los provistos a los que nombran
por Thenientes los cuales llevando sobre las cargas precisas de ellas la que aumentan para su
logro, es forzoso que para indemnizarse, y reportar los lucros, que todos solicitan sean
mayores que los de los propietarios sus extorciones, malos tratamientos y violencias con los
pobres indios valiéndose para cohonestar tan perjudicial abuso y corruptela del contesto [f2]
de la ley treinta y seis del mismo título, libro quinto que manda que los Virreyes, Presidentes
y Audiencias no pongan, ni nombren thenientes, a los corregidores y alcaldes mayores, que
yo proveo, y ellos proveyeren en virtud de las facultades que se les dieren, y que se los dejen
nombrar, poner, quitar y remover con causa legítima a título de que esta ley contiene la
permisión de thenientes a los corregidores, y que no puedan embarazarlo los virreyes porque
su disposición es subordinada a la que queda la cuarenta y dos, ya citada, en que después de
advertir que los corregidores de naturales no pongan tenientes se previene, que porque en
algunas partes donde hay contratación, y concurso de españoles conviene haya quien defienda
a los indios, informado de ellos el virrey da licencia para que el corregidor ponga allí un
theniente particular. Y siendo constante que sólo estos últimos thenientes son los que permite
la citada ley treinta y ocho, y llama precisamente necesarios, pero no otros que no lo sean;
como que para cortar este intolerable mal, que se ha introducido, y va propagando (como
todos) cada día más, es preciso que a los Virreyes, y Presidentes de la América se les haga
conocer el mencionado [f2v] abuso tan perjudicial en los Provistos como reprehensible en
ellos su tolerancia, teniendo presente lo que en el asunto ha expuesto mi fiscal; he dispuesto
que sin la menor interpretación se observen desde luego donde tuvieren contravención las
citadas Leyes treinta y cuatro, treinta y ocho, cuarenta y dos del título segundo, y libro quinto,
la cuarenta y cuatro del título segundo, libro tercero, y la ochenta y ocho del título diez y seis
libro segundo, separando los thenientes que contra lo que está mandado en ellas estuvieren
puestos, y que no se permita en lo venidero semejantes excesos en manera alguna, de cuyo
fin se prevenga igualmente a la Audiencias se hallen muy a la mira de lo referido para darme
cuenta de cómo se cumple esta mi Real disposición, y todo lo mandado por la citadas leyes.
Por tanto por la presente ordeno y mando a los expresados Virreyes, Presidentes y Audiencias
de los Reinos de las Indias, en cuanto a cada uno toca, guarden, cumplan y ejecuten,
(respectivamente) y hagan guardar cumplir y ejecutar precisa y literalmente esta mi Real
Resolución y las nominadas Leyes en la parte que no estén [f3] obedecidas, sin permitir que
en lo sucesivo se falte en cosa alguna a su entera y justa observancia, en inteligencia de que
los contraventores además de que incurran en mi real desagrado se harán dignos del más
severo castigo como transgresores de ella por ser asó mi voluntad. Dada en Villaviciosa a
veinte de septiembre de mil setecientos cincuenta y ocho-Yo el Rey_ Por mandado del Rey
nuestro señor- Don Joseph Ignacio de Goyeneche- Señalado con tres rubricas.

Decreto

339
Real cédula para que los corregidores y justicias residan en los pueblos principales

México y febrero veinte y dos de mil setecientos cincuenta y nueve-guárdese y cúmplase


cuanto su magestad se sirve mandar en la presente real cédula y para su observancia y poder
aplicar las providencias necesarias a su puntual cumplimiento, asentándose en los libros de
los oficios de mi superior gobierno y sacándose dos testimonios de ella y de este decreto que
se pondrán en mi secretaría de cámara para dar cuenta a su magestad; formes seguidamente
(f3v) por cada uno de los expresados oficios una individual certificación relación de todas las
alcaldías mayores que en virtud de reales cédulas se han servido desde que empezaron las de
beneficio, con expresión del tiempo que la ejerció cada uno según el de su posesión; y si lo
han ejecutado los primeros, o demás nombrados por sí, o por thenientes, lo que al presente
se hallan sirviéndolas; los que con sus correspondientes pases se hallan en la actualidad
habilitando sus Despachos; y también si hay algunas otras que aún no se hayan presentado,
según las noticias que puedan tenerse; y líbrense cartas circulares a todos los Alcaldes mayores
para que envíen razón de los tenientes que tengan nombrados, expresando si los pueblos
necesitan de ellos por tener comercio con españoles; y también otras de ruego y encargo a
todos los curas para que con todo sigilo y reserva informen si el alcalde mayor reside en la
cabecera, si sirve personalmente el oficio, o por theniente; si se ausenta por otro tiempo de
que no es para la visita; Y de los thenientes nombrados en qué pueblos, y si son los que tienen
comercio, con españoles, remitiéndolo todo cerrado a este superior Gobierno para
providenciar en su vista lo que [f4] sea más conveniente. Y para los alcaldes mayores que se
despachen en lo sucesivo póngaseles lo prevenido en esta Real Cédula por capítulo de
residencia para que al tiempo de tomárselas se les haga cargo de cómo han observado su
tenor- El marqués de las Amarillas__________

Concuerda con sus originales que quedan en el oficio de gobierno y cuenta de mi cargo a
que me remito y para que conste donde convenga en vista de lo mandado por el excelentísimo
señor virrey de este Reino en su superior Decreto que antecede; doy el presente: México y
Marzo trece de mil setecientos cincuenta y nueve.

Joseph de Gorraez

Por mi compañero

Damos fe, que don Joseph de Gorraez Vaumont y Navarra, de quien va firmado este
testimonio [f4v] es escribano mayor de la Gobernación y Guerra de este Reino, por el Rey
nuestro señor y como tal usa y ejerce dicho empleo, y a todos los Decretos, Testimonios y
demás que autoriza se le ha dado y da siempre entera fe y crédito en juicio, y jura de él. México
y marzo trece de mi setecientos cincuenta y nueve.

Miguel de Monrochan

(Escribano real)

Agustín Francisco Guerrero y Tagle Joachín Antonio Guerrero y


Tagle

(Escribano)

[F5]

340
Anexos

El Rey por cuanto habiendo llegado a mi noticia, que sin embargo de lo mandado por la Ley
cuarta, título quince del Libro quinto para que las residencias de oficios que se proveyeren a
consulta de mi Consejo de Cámara de las Indias se tome por la persona que nombrare el
Presidente del mismo Consejo de los términos que prescriben, y se observe también en las
demandas públicas lo que previene la sesenta y nueve título quince, libro segundo y octava
título doce del citado libro quinto, no solo se han adelantado, y propasado los virreyes a
conferir estas comisiones de propia autoridad a sujetos que las tomen, sino que resisten el
cumplimiento y pase, de los Despachos que expiden por el mencionado mi Consejo a los que
se eligen para tomarlas, usurpando la facultad que no tiene, ni pueden comunicar al que
nombran, por cuya razón no sólo es nulo cuanto actúan, sino de gravísimos perjuicios,
mediante que regularmente las dan por negociación de los mismos residenciados, y acaso
[f5v]de los mismos nombrados, sin atención a las buenas calidades y circunstancias de sujetos
en quien supuesta la confianza de su desempeño, a causa de que les contribuyen por
semejantes gracias de que provienen los graves perjuicios que se dejan comprender en el
disimulo de los excesos, abusos, y delitos de los residenciados, y en los defectos con que
actúan y evacuan su comisión, faltando a la justicia y buen orden, con conocido agravio de
mis reales intereses, y los del público, cuando sin enmienda, y como aprobados los excesos
de los Jueces, y sin el condigno castigo de que son merecedores. Y considerando que tan
urgente necesidad obliga a tomar pronta providencia que remedie tan extraños perniciosos
abusos, y considerables inconvenientes, teniendo presente lo expresado, y últimamente lo
expuesto, y pedido por mi fiscal sobre este asunto, he determinado se advierta todo lo referido
a mis virreyes de la América, a fin de que obedeciendo la disposición de la citada Ley cuarta
título quince libro quinto, de ningún modo se entrometan, ni propasen a nombrar jueces de
residencia para los oficios que a consulta del enunciado mi Consejo de Cámara me digno de
proveer arreglándose en cuanto a esto a lo que en la misma Ley, y otras dispone: En
inteligencia de que [f6] se queda con el cuidado que corresponde para no permitir en adelante
tal desorden, y aplicar las más serias y oportunas providencias para remediarlas, e igualmente
he determinado se advierta a mis Audiencias de los Reinos de las Indias estén muy a la mira
de cómo se obedece esta mi Real deliberación y lo dispuesto en el asunto por las citadas Leyes
y en todas ocasiones me den cuenta, de lo que en su contravención se ejecutare
(respectivamente) y hagan guardar, cumplir, y ejecutar precisa y literalmente el tenor de las
enunciadas Leyes, sin que de ninguna manera ni en cosa alguna se falte a la puntual
observancia de su contenido y el de esta mi Real Cédula; con prevención, de que en caso de
su contravención o interpretación no solo incurrirán en mi real desagrado sino que
experimentaran los efectos de mi indignación como transgresores de ellas , que así es mi
voluntad. Fechada en Aranjuez a veinte de agosto de mil setecientos cincuenta y ocho- Yo el
Rey- Por mandado del Rey nuestro señor —Don Joseph Ignacio de Goyeneche-señalado con
tres
rúbricas.____________________________________________________________________

Decreto

México y febrero veinte y dos de mil setecientos cincuenta y nueve- Guárdese y cúmplase
cuanto su Magestad se sirve mandar en esta Real Cédula, y para su observancia, y constancia
de Método generalmente seguido en el Despacho de los Jueces de Residencias nombrados
por Reales Cédulas para tomarlo a varios Alcaldes mayores asentándose en los Libros de los

341
Real cédula para que los corregidores y justicias residan en los pueblos principales

dos oficios de mi superior gobierno, y sacándose dos testimonios de ella, y de este decreto
que se pondrán en mi Secretaría de Cámara para dar cuenta a su Magestad, fórmese
seguidamente por los dos secretarios de ellos, una certificación en que con toda claridad, y
distinción se exprese cuanto se haiga practicado en este asunto sobre que en diferentes
acciones [f6v] han dado informes verbales- El marqués de las Amarillas________

Concuerda con sus originales que quedan en el oficio de gobierno y guerra de este reino de
mi cargo a que me remito, y para que conste donde convenga en virtud del mandato por el
excelentísimo señor virrey de esta Nueva España en su Superior Decreto que antecede; doy
el presente. México y marzo doce de mil setecientos cincuenta y nueve.

Joseph de Garroez

Damos fe de que don Joseph de Gorraez Bau [f7] mont y Navarra de quien va firmado este
testimonio es escribano mayor de la Gobernación y Guerra de esta Nueva España, y como
tal usa, y ejerce dicho empleo, y a todos los Decretos, testimonios, y demás que autoriza, se
les ha dado, y da siempre entera fe, y crédito en juicio y fuera de él. México y Marzo doce de
mil setecientos cincuenta y nueve.

Miguel de Montalván

(Escribano real y receptor)

Agustín Francisco Guerrero y Tagle Joachin Antonio Guerrero y Tagle

342
Anexo III. Pedim ento del Fiscal Ram ón Posada a la audiencia de M éxico sobre que
cese la venta de varas de tenientes.1

Los dos documentos que a continuación presentamos fueron elaborados por el fiscal de la
real Audiencia de México, Ramón de Posada y Soto, quien a través de varios expedientes
expuso al Consejo de Indias e informó al ministro José de Gálvez de los abusos que cometían
los alcaldes mayes y corregidores con la venta de las varas de tenientes y las consecuencias de
que ello derivaban. Las denuncias que formulaba el fiscal Posada estaban muy ad hoc con los
planteamientos y proyectos reformistas del ministro de Indias José de Gálvez, por lo que sus
puntos de vista están estrechamente relacionados con los planteamientos que Croix y Gálvez
exponían sobre la necesidad de reformar la administración e implantar el sistema de
intendencias en Nueva España.12 El primer documento se refiere a la solicitud que el fiscal
realizó a la Audiencia, el 16 de febrero de 1783, para que cesara la venta de las varas de
teniente por parte de los alcaldes mayores y corregidores. Dicho documento está resguardado
en el Archivo General de Indias y se ubica en la sección México, consta de tres folios.3 El
segundo documento que presentamos es el bando que propuso el fiscal Posada a la Audiencia
de México constituido por 12 puntos encaminados principalmente a evitar la retención de los
empleos y la venta de las varas de teniente que hacían los corregidores y los alcaldes mayores.
Este documento se encuentra en el Archivo General de Indias en el grupo documental
México.4 Los bandos de buen gobierno o auto de bien gobierno, señala Víctor Táu
Anzoategui, son autos o decretos que emiten las autoridades y que se difunden por medio de
bandos,5 que era la forma más común de hacer circular las disposiciones de las autoridades
encaminadas a regular la vida urbana y las costumbres de la población. Los bandos se emitían
para atender aspectos muy específicos en el plano local o provincial, y en ese sentido el bando
del fiscal Posada iba dirigido a evitar la retención de las alcaldías mayores y corregimientos, y
la venta de varas de tenientes, por lo que establecía algunas disposiciones para evitar que se
continuaran cometiendo dichos abusos, por tanto de forma específica este bando estaba
dirigido a las autoridades provinciales de Nueva España. Para que se observara el
cumplimiento de las disposiciones que contenía se mandó que dicho bando se pusieran en
conocimiento de las autoridades civiles y religiosas, de tal suerte que toda la población pudiera
tener acceso y conocimiento de ello y por tanto no se alegara ignorancia. El bando del fiscal
Posada fue producto de las diligencias y expedientes que remitió al Consejo de Indias y al
ministro José de Gálvez, quien resolvió el 12 de septiembre de 1783 que el fiscal tomara las
providencias que considerara necesarias, y el resultado fue justamente el Bando que propuso
a la real Audiencia de México, la cual no favoreció dicha propuesta.

1 AGI, México, 1646, Fs. 3. Solicitud del fiscal Posada a la Audiencia de México para que cese la venta de
varas de teniente.
2 NAVARRO GARCÍA, Luis, Las reformas borbónicas, pp. 51-77.
3 AGI, México, 1646, Fs. 3. Solicitud del fiscal Ramón de Posada y Soto a la Audiencia de México para que
sece la venta de las varas de teniente. 16 de febrero de 1783.
4 AGI, México, 1871, Bando del Fiscal don Ramón de Posada y Soto para evitar las retenciones de los
empleos y ventas de las varas de tenientes por los alcaldes mayores y corregidores.
5 Táu ANZÓATEGUI, Víctor, [Edición y estudio] Los bandos de buen gobierno del Río de la Plata, Tucumán
y Cuyo (época hispánica), Buenos Aires, Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, 2004, pp-17-
20.

343
Anexos

F1

No 116 4 folios

[Excelentísimo señor, el fiscal de Real Hacienda y de lo civil de México remite copia de su


pedimento de 16 de febrero de 83, por no haber sido bien admitido en esta Real Audiencia,
y considerar muy conveniente a la buena administración de justicia, y mejor tratamiento de
estos vasallos la providencia que promovía]

Excelentísimo señor

Muy señor mío: el pedimento fiscal, de que remito a V. E. copia, se dirigía al remedio de un
abuso tan perjudicial como frecuente.

En el Acuerdo, en que se trató su asunto, oí bastante para comprehender, que este abuso
seguirá, y otras especies que pudieran infundirme desaliento.

Se han mandado agregar autos, cédulas y expedientes; modo con que se suele salir de un
negocio que incomoda y que ser quiere confundir.

Mi fin era, que se evitase, en alguna parte el principio de que dimana la opresión que causan
los Tenientes y las muchas quejas, y recursos que continuamente [f1v] hay contra ellos.
Pueden no ser convenientes ni oportunas las providencias promovidas, pero siempre
manifiestan la rectitud de mi intención.

Nuestro señor guarde la importante vida de V. E muchos años como estos dominios
necesitan. México 19 de febrero de 1783.

Excelentísimo señor

Beso las manos de Vuestra Excelencia su más rendido y atento servidor

Ramón de Posada

Excelentísimo señor virrey don José de Gálvez

F2

N. 116

[Pedimento fiscal de 16 de febrero de 1783, sobre que cese la venalidad de las varas de los
tenientes de alcaldes mayores por ser conforme a las leyes y a la buena administración de
justicia]

M. P. S. El Fiscal de S. M tiene seguras noticias de que en muchas alcaldías mayores de esta


Nueva España se confieren los tenientazgos con pactos torpes en que se conciertan los
tenientes con los alcaldes mayores por cantidades que vulgarmente llaman pensiones. Es tan
notorio este abuso, y este desorden que no necesita de justificación.

344
Pedimento del fiscal Ramón Posadas sobre cese de la venta de varas de tenientes

De aquí se sigue necesariamente que los Tenientes, no solo procuren sacar de sus territorios
para mantenerse, y utilizarse, sino también para pagar pensiones tan injustas, y tan
escandalosas causando imponderables extorciones a estos fieles y amados vasallos del rey,
cuyos daños crecen en proporción de las sumas que indebidamente satisfacen.

En todo tiempo han sido aborrecidas en derecho estas contribuciones. El común las distingue
y conoce con el nombre de crimen de ámbito, y las castigaba con diversas penas tanto en
quien las daba, como en quien las recibía.

La Ley 3a titulo 4° Libro 3° de la Recopilación de Castilla las condena, y dispone que el


adelantado Merino Mayor feche para la Real Cámara lo que hubiere tomado con otro tanto,
y no pueda tener otro Teniente, y al que hubiese tomado el oficio por precio en que lo pierda
con otro tanto para la misma Cámara no pudiendo tener más el enunciado oficio.

El Real y Supremo Consejo de [f2v] Castilla con noticia de que los Corregidores vendían las
varas expidió un Decreto prohibiendo severamente este procedimiento inicuo declarando
privados de oficio a los corregidores que vendieren las varas a los Tenientes, e inhabilitando
a unos y otros, para otro cualesquiera oficio real, además de la pena de volver lo recibido con
el cuatro tanto para la Real Cámara.

El fiscal está cubierto de confusión al considerar la publicidad, y el ningún recato, con que se
procede queriendo derivarse la profunda maldad de esos excesos sobre la conciencia y el
honor de los magistrados, que los saben, y los disimulan. Se cuenta con el ingreso y con las
anuales contribuciones de los tenientazgos como si las Leyes y la razón las hubiesen
autorizado expresamente.

No pudiendo ya desentenderse por más tiempo de delito tan abominable, pide para su
remedio se sirva vuestra alteza mandar, que los Gobernadores, Corregidores, Alcaldes
mayores y demás justicias no pongan tenientes por precio ni por dádiva, que preceda sus
nombramientos o los siga, entendidos de que volverán lo percibido con otro tanto para la
real Cámara de su Magestad, y que se procederá contra los que dan y los que reciben hasta la
efectiva imposición de las demás graves penas que el derecho tiene establecidas.

Que los nombrados en Tenientazgos por contribución pierdan esta, con otro tanto para la
dicha real cámara, y que además sean privados sin indulgencia, ni remisión, de sus oficios, por
ser así conforme a las leyes, y a las piadosas reales intenciones.

[f3]

El fiscal pide, así mismo, mande Vuestra Alteza que entre los Capítulos de residencia se
inserte en lo sucesivo, precisa e inexcusablemente por artículo si el residenciado ha percibido
regalía, dinero, u otra cosa alguna de cualquiera especie, o calidad ya por compra,
arrendamiento, gratificación, o con otro título, de algún teniente, o de otro, por haberlos
nombrado, o después, por una vez o en muchas, anualmente o de otro modo; declarando así
mismo Vuestra Alteza libres de cualquiera pensión ofrecida torpemente a los Alcaldes
mayores a todos los Tenientes generales, o particulares, o jueces de comisión, con prevención
a todos de que administren justicia fielmente con mucho desinterés, arreglándose al arancel
en la percepción de derechos, y sin acepción de personas.

345
Anexos

Todo esto, y lo demás que sobre la materia hallaren conducentes las experiencias, celo y
sabiduría de V.A se debe hacer entender a los Gobernadores, Corregidores, Alcaldes mayores,
Ayuntamientos, y otros cualesquiera jueces y justicias como también a los Tenientes
confirmados, y a los demás de que se tenga noticia, aunque no lo estén, imprimiéndose al
efecto a costa del Ramo de Penas de Cámara y librándose cordilleras, para que no se alegue
ignorancia, ni se quiera defender en adelante tan detestable corruptela con los frívolos y
débiles pretextos de la ciencia practica de los superiores y su disimulo y connivencia. México
16 de Febrero de 1783= Posada

Ramón de Posada

346
Anexo IV. Bando del Fiscal de la real A udiencia Ram ón de Posadas y Soto1

No. 162

Don Matías de Gálvez

Hallándose Su Magestad con noticia de que los provistos en corregimientos y alcaldías


mayores retienen los títulos que se les libran por todo el tiempo que les acomoda, pactando
con sus antecesores la detención de su ingreso, de las ventas que hacen de las tenencias de
justicia, ya por pensiones anuales, ya por otros varios modos; de la facilidad con que se
ausentan de sus jurisdicciones atentos sólo a sus utilidades y negocios, por real orden de 12
de septiembre del año pasado de 83, se ha dignado mandarme que tome las más prontas y
eficaces providencias para cortar de raíz estos perjudiciales desordenes y abusos, y otros
cuales quiera que se cometan contra las Leyes, contra las prevenciones que se hacen a los
provistos en sus mismos títulos, y contra sus reales intenciones y deseos; que siempre han
sido de que estos sus fidelísimos y regidos suavemente, y que no sean oprimidos ni vejados
en ninguna forma, por aquellos mismos que son propuestos para su felicidad y amparo.

En puntual cumplimiento de esta real orden conformándose en todo con lo que pidió
en su vista el señor don Ramón de Posada y Soto, primer fiscal de esta Real Audiencia he
resuelto publicar este bando con las siguientes prevenciones, que quiero se observen
inviolablemente.

1a

Que en adelante no habrá el menor disimulo en el tiempo señalado en las Reales


Despachos expresados para su presentación en este Superior Gobierno, diligencias de su pase,
habilitación, fianzas y demás.

2a

Que el tiempo de los cinco años más o menos, porque los Alcaldes mayores son
provistos por el Rey, y el de dos, que regularmente se señala a los que nombran los virreyes,
comienza a correr de hoy en adelante, desde el día en que hacen el juramento en la Real
Audiencia, o desde que se les da en ella el pase, y se mandan asentar sus títulos en los libros,
si hubieren jurado en la Audiencia de la Contratación, o en el Consejo sin el perjuicio de darse
sus gracias por caducas en los casos que no tomen posesión dentro del término que por mí y
por los que me sucedan se les señalare.

3a

Que este término sea el de un mes desde su pase por la Audiencia (y no


indistintamente cuatro como ahora) en las jurisdicciones que estén cien leguas en contorno
de esta capital, y el de dos meses en todas las que se hallen a mayor distancia.

1 AGI, México, 1871, No. 162, Bando del Fiscal don Ramón de Posada y Soto para evitar las retenciones
de los empleos y ventas de las varas de tenientes por los alcaldes mayores y corregidores.

347
Anexos

4a

Mando que los Gobernadores, Corregidores, Alcaldes mayores y demás justicias no


pongan tenientes generales, ni particulares, comisionados con nombre de jueces a prevención,
cabos de justicia, ni con otro alguno por precio ni por dádiva, que preceda sus
nombramientos, o los siga, entendidos de que perderán lo percibido con otro tanto para la
Real Cámara de S. M., y de que se procederá contra los que dan y contra los que reciben hasta
la efectiva imposición de las demás penas que para estos casos tiene el derecho establecidas.

5a

Declara que los nombrados en tenientazgos, y cargos de Justicia, por contribución


pierden esta con otro tanto para dicha Real Cámara, y que además serán privados sin
indulgencia ni remisión, de sus oficios en cualquiera tiempo y circunstancias que se
descubriere, y probare, y que bastarán las pruebas privilegiadas por ser así conforme a las
Leyes y al odio con que miran estas baraterías injustas de que se recompensaban los tenientes
por medios reprobados.

6a

En lo sucesivo se insertará por nuevo artículo entre los capítulos de residencia ¿Si el
principal Juez residenciado, por sí o por otro, ha percibido regalía, dinero, frutos, efectos ni
otra cosa por razón de arrendamiento, venta, o por cualquier título, de algún teniente de
justicia ni de otra para nombrarlos, o por haberlos nombrado, por una vez, o en muchas,
anualmente, o de otro modo sea el que fuere.

7a

También declaro libres a los actuales Tenientes generales o particulares, jueces de


comisión y demás, de cualquier pensiones que hayan ofrecido a los gobernadores,
corregidores, alcaldes mayores respectivos, y advierto a todos administren justicia fielmente
con imparcialidad y con desinterés, arreglándose a los aranceles en la percepción de sus
derechos.

8a

Prohíba nombrar Tenientes Generales con ningún pretexto, y que se dé curso en los
oficios de gobierno a semejantes prevenciones pues solo se pondrán en adelante particulares
en aquellos lugares o partidos distantes de las cabeceras, en que haya habido costumbre de
nombrarlos, si continua la necesidad y hay concurso de españoles.

9a

No será confirmado por mí en estos destinos sujeto alguno que haya nacido o tenga
bienes en propiedad, administración o arrendamiento en el distrito en que ha de administrar
Justicia, así es conforme a derecho y conviene mucho para evitar los perjuicios que se siguen
de que los tenientes ocupen con sus sementeras, o trabajos a los miserables indios contra su

348
Bando del fiscal Ramón de Posadas y Soto

voluntad, y sin pagar lo justo, usurpándoles al mismo tiempo sus tierras por medios exquisitos
sobre que penden expedientes.

10a

No obstante cualquier confirmación o providencia particular mía, o de mis


antecesores, que pueda haber dado contra el tenor de estos dos importantes últimos artículos,
declaro privados de administración de Justicia desde el tiempo en que corresponda publicarse
este Bando en las jurisdicciones de afuera a todos los que la ejercieren en calidad de Tenientes
generales y a los que siendo naturales, o poseyendo bienes raíces, obtengan cargos de justicia
en los distritos en que se les prohíbe, y a más de esto declaro nulo y de ningún efecto cuanto
actuaren los unos y los otros.

11 a

Mando que los Gobernadores, Corregidores, Alcaldes mayores residan precisamente en las
cabeceras de sus jurisdicciones y jamás se puedan ausentar ni salir de estas, sin licencia formal,
y por escrito, de este superior gobierno, que en sus casos se dará (como antes de ahora he
determinado) con previo informe del señor Regente, que fuere de este de esta Real Audiencia
con limitación de tiempo y causa necesaria, en observancia de la Ley 34, del Tit. 20, Libro 5°
de la Recopilación, bajo la pena de la Ley 35 del mismo título y Libro, y la de que por el
mismo hecho de ausentarse sin licencia pierdan sus oficios, que desde ahora para entonces se
declaren vacos, así bien que los de aquellos que se hallaren actualmente en esta capital y no
se restituyan a los quince días de la publicación de este bando a sus destinos.

12

Como el disimulo, la tolerancia, la acepción de personas y otras causas han sido el origen de
que hayan prevalecido estos desordenes, a pesar de unas Leyes prudentísimas y Santas,
prevengo a los que toque, o pueda tocar, lo contenido en este Bando, que se arreglen
puntualmente a sus disposiciones, cuya transgresión se castigará según correspondiere sin
admitir frívolas escusas ni pretextos, y para que no se alegue ignorancia, se divulguen y lleguen
a noticia de todos, quiero se publiquen solamente en esta capital y en todas las jurisdicciones
de mi mando, remitiéndose ejemplares, luego, a los Gobernadores, Corregidores, Alcaldes
mayores, a los curas de las cabeceras de las alcaldías mayores por mano de los ilustrísimos
señores Arzobispos y Obispos a esta real Audiencia y real sala del crimen, al señor asesor
general, y señores fiscales de S. M. al señor Regente Presidente de la Real Audiencia de
Guadalajara, y a todos los ayuntamientos de las ciudades y villas de este virreinato. Dada en
la ciudad de México. &a.

Ramón de Posada

349
Anexo V. R epresen tación de la A u d ien cia de M éxico al C onsejo de In d ias sobre la
contravención de los in ten den tes y su b d elegad o s al artículo 12 de la real ordenanza
de in ten d en tes.1

El presente documento es la primera parte de un amplio expediente que promovieron los


ministros, el regente Francisco Xavier Gamboa, oidores Baltazar Ladrón de Guevara,
Eusebio Ventura Beleña, Cosme de Mier Tres palacios, Josef de Moya, Ciriaco González
Carbajal, Félix Quesada y Ovejero, Luis de Chávez, Francisco Xavier Gamboa y Baltazar
Ladrón de Guevara, ministros de la Audiencia de México, quienes denunciaron ante el
Consejo de Indias las desobediencias que se cometían contra lo dispuesto en el artículo 12 de
la real ordenanza de intendentes. Denunciaban que los subdelegados nombraban tenientes
generales y particulares en los lugares donde se había dispuesto que se nombraran
subdelegados y así mismo señalaban que dichos actos lo realizaban en conformidad con el
intendente que les aprobaba tales actos. Los ministros de la Audiencia, con varias evidencias,
demostraron que no se respetaban las disposiciones de la ordenanza, y que a la Audiencia y
al virrey no se le informaba sobre el particular. Además de los inconvenientes que resultaban
de que se continuara con la práctica de que los subdelegados nombraran tenientes de la misma
forma en que lo hacían los alcaldes mayores, también señalaban los aspectos débiles del punto
general de 13 de septiembre de 1791 con el que el virrey pretendió resolver el asunto al
disponer que en las ausencias y enfermedades de los subdelegados el administrador de las
rentas reales hiciera las veces de subdelegado, o en su defecto se nombra a uno de los vecinos
de la mejor nota. Estas discusiones sólo abonaron a que los subdelegados continuaran
nombrando tenientes.

[f 1]
Antecedente pero no se ha expedido la Cédula, porque estándose formando se sirvió
la Real Orden que se acompaña con otra Carta y documento de la Audiencia de México.

[F2]

Ca. f° . 125.b T. C. Y
No 25 Remito a Vuestra Señoría de orden del Rey
Consejo de 5 de junio de 1792 la adjunta representación de 29 de
Remítase Noviembre del año próximo de 91en que la
A la Contaduría y sr. Fiscal Audiencia de México manifiesta, con el
testimonio que acompaña, los abusos contra
el artículo 12 de la Real ordenanza de
Nota Intendentes en nombrar los subdelegados
Estando formada la Cédula determinada por principales con consentimiento de estos
el Consejo en el expediente que acompaña tenientes y encargados de las jurisdicciones;
se recibió esta carta y documentos para que el Consejo tome la providencia que

1 AGI. México. 1750. Expediente promovido por los ministros de la Audiencia de México sobre la
contravención del artículo 12 de la Real Ordenanza de Intendentes (1791).

350
Anexos

duplicados de la Audiencia y otra de 28 de estime justa o informe lo que se le ofreciere


Abril de este año que se trae de lo actuado [f2v] y pareciere si lo considerase necesario.
nuevamente en el asunto informado por el Dios guarde a V. S. muchos años. Aranjuez
señor Director Contador General del 1° de junio de 1792
Departamento Septentrional en 12 de Abril
de 1796. El marqués de Bajamar

Señor Don Antonio Ventura de Taranco


[f3]

En carta de 1° de diciembre de 1791,, y testimonio que la acompañó, dio cuenta al


Consejo la Audiencia de México que habiendo representado al virrey en 13 de octubre de él,
el abuso con que los subdelegados de los intendentes nombraban tenientes y encargados que
entendían en las cuatro causas, contra lo dispuesto en el capítulo 12 de la instrucción de
aquellos que únicamente habilita a los mismos intendentes para nombrar subdelegados donde
antes había Alcaldes mayores, resultando de esto que los subdelegados nombraban sujetos
ineptos que vejaban los pueblos, sin que hubiese noticia de ellos ni de su idoneidad por la
Audiencia ni el virrey, ni del motivo porque los intendentes los consentían, la contestó el
virrey el día siguiente haber resuelto interinamente y hasta la aprobación de S. M. que las
substituciones de los subdelegados recayesen en alguno de los Administradores de Rentas, y
donde no hubiese de estos, en uno de tres vecinos honrados y de mejor nota de los pueblos,
con aprobación de los intendentes.

Que volvió la Audiencia a manifestar al virrey que la providencia indicada [f3v] no


decidí el punto, y después de varias reflexiones que hizo, pidió le resolviese con la posible
brevedad, por ser de la mayor consecuencia, y que contestó el virrey en 28 de noviembre de
dicho año de 91, que las consultas citadas corrían los trámites precisos para su decisión, la
que verificada se la comunicaría a la Audiencia, quien añade en su referida carta que de
continuar dicho desorden sojuzgarán los subdelegados a sus tenientes y encargados, poniendo
criados y familiares y tal vez mulatos que vejen a los pueblos: que la provisional prudencia del
virrey sólo era adaptable en un caso repentino, pues que no conviene que los Administradores
de Alcabalas, que viven del 14 por ciento sean jueces para exigirlo según los aforos que
quieran hacer, y que los vecinos honrados, rara vez podrán afianzar; por lo que no han debido
los intendentes permitir que sus subdelegados nombren tenientes, sino que en todas partes
haya subdelegados conforme lo previene el enunciado capítulo 12 de la Ordenanza de
Intendentes.

Pasado el expediente al S. Fiscal por acuerdo del Consejo de 15 de febrero de 92, fue
de dictamen este señor ministro se [f4] adhiriere a lo que por la Audiencia se solicitaba, y se
recomendase al virrey el cumplimiento del indicado capítulo 12, con lo que se conformó este
supremo tribunal; por otro acuerdo de 30 de abril siguiente, pero estando formada la
correspondientes cédula, según anota la secretaría, se remitieron al Consejo con real orden d
primero de junio de dicho año para que informe lo que se le ofreciere los duplicados de la
carta y testimonio de que se ha hecho mención, y por su Acuerdo de 5 del mismo mes pasó

351
Representación de la Audiencia de México al Consejo de Indias

todo a la contaduría general, con unión también de otra carta de la Audiencia de 28 de Abril
de 92 y un testimonio.

Este se reduce a un oficio que en 21 de dicho mes piso al virrey con inserción de los
anteriores, con motivo de una consulta que recibió del Encargado de Justicia del pueblo de
Zacualpan, siendo subdelegado de él, don Juan Felipe Velázquez, lo que manifestaba
nuevamente los abusos de estos a fin de que tomase providencia; y en la [f4v] contestación
dada por el virrey el día 23, dice que para resolver el puesto se mandó en Junta de Real
Hacienda tener a la vista el expediente instruido a consecuencia de real orden sobre
cumplimiento del expresado capítulo 12 de la ordenanza de intendentes y sueldos que debían
señalarse a los subdelegados, por lo que se había retrasado la determinación del primero, sin
que hubiese perdido instante alguno en excitarle; a vista de lo cual acordó la Audiencia
manifestarle la brevedad que interesaba, por la falta de jurisdicción de los tenientes y
encargados de los subdelegados que indispensablemente le pondría en la precisión de anular
los autos y diligencias que actuaban en los expedientes de que se la daba cuenta.

La nueva representación de que se ha hecho mérito dirigida por la Real Audiencia de


México, acredita la urgente necesidad de pronta providencia en la materia a que se contrae,
demostrando que cualquiera demora la nulidad de lo que van actuando la clase de los tenientes
de que se trata por el vicio en el defecto de jurisdicción con que proceden, además de los
demás desordenes y perjui-[f5] cios que produce el sistema adoptado contra lo expresamente
adoptado y dispuesto en el artículo 12 de la Ordenanza de Intendentes.

El señor fiscal y el Consejo en su citada providencia de 30 de abril de 1792, ya


ocurrieron al remedio de tal clase de daños, pero quedó suspensa la expedición de la Real
Cédula por el nuevo recurso referido de la Audiencia pero siendo este en la sustancia una
nueva calificación del primero, haciéndole aún más recomendable para la más pronta
ejecución de lo acordado por el Consejo en su misma citada providencia; entiende el que
informa que sin la menor dilación correspondiente se expida la cédula acordada, mandando
al virrey y Junta Superior, que sin perjuicio de su ejecutivo cumplimiento de cuenta con
testimonio y a la mayor brevedad, del expediente que se estaba instruyendo ante la propia
Real Junta, procediendo antes a su determinación, sin hacer novedad en lo que resuelva; y
que además averigüe las convenciones e inteligencias secretas que haya habido entre los
subdelegados y sus tenientes en cuanto a concurrirles con algunas cantidades por [f5v] razón
de tales tenientazgos, haciendo que ejecutivamente devuelvan los subdelegados las cantidades
que por dicha razón hayan percibido, instruyendo al Consejo con justificación de este punto,
para el remedio que exija en su origen el mejor servicio del rey y de aquellos vasallos.

El Consejo con presencia de lo expuesto acordará como siempre lo más justo. Madrid
12 de Abril de 1796

Pedro Aparici

[F11]

Informe de la contaduría general de 2 de abril de 1796

[F12]

352
Anexos

La Audiencia de México Señor

Informa con testimonio los No puede esta Audiencia omitir ni dejar de manifestar a
abusos contra el artículo 12 Vuestra Magestad el abuso con que los intendentes toleran y
de la ordenanza de autorizan en sus distritos, que los subdelegados de cada
intendentes de nombrar jurisdicción, lo sean también de los pueblos en que antes
tenientes y encargados de había tenientes de Alcaldes mayores, que ocurrían a
las jurisdicciones por los confirmarse por el gobierno; cuando en el artículo 12 de la
subdelegados principales Real Ordenanza de 4 de diciembre de 1786 manda V. M. que
con consentimiento de los en esos tenientazgos se subroguen subdelegados, que lo han
intendentes, esperando el de ser en las cuatro causas, y precisamente [f12v] españoles
remedio que sea más de su con las fianzas que previene la Ley, y que esto debe
real agrado a beneficio de practicarse por cada uno de los intendentes en la respectiva
sus vasallos. jurisdicción de su mando.
De forma que los subdelegados principales lo han
quedado de todo el distrito de las que antes se llamaban
alcaldías mayores mudando sólo el nombre al de
subdelegados; pero así como los Alcaldes mayores, han
seguido los subdelegados poniendo tenientes generales en
las cabeceras en que residen, y particulares tenientes en los
demás pueblos cabecera donde V. M. manda que se pongan
subdelegados independientes de los principales con sus
fianzas y calificaciones separadas, dándose cuenta por los
intendentes a los [13] virreyes para su aprobación, y avisarlo
a las Audiencias, para que les conste quienes son los
subdelegados en lugar de los alcaldes mayores, y en el de los
tenientes que había en otro tiempo, hasta llegar el abuso de
nombrar Encargados y Tenientes como antes en las
cabeceras, como se manifiesta por el adjunto testimonio.
Lo que advertido en varios procesos por esta Audiencia y
el haberse exigido pensiones por los subdelegados
principales en el caso que consta del mismo testimonio;
aunque lo representó al virrey, para que mandase cumplir el
artículo 12 contestó diciendo, que provisionalmente había
determinado con anticipación, que cuando faltasen los
subdelegados se encargasen [f13v] las jurisdicciones a los
Administradores de Rentas según el espíritu de varios
artículos de la Ordenanza de Intendentes y no habiéndolos,
a uno de tres vecinos los más honrados mientras V- M.
resolviera lo que fuese más de su real agrado. Pero como esto
no era resolver la observancia debida al citado Artículo 12
repitió la Audiencia nuevo oficio a que contestó estar
corriendo el asunto los trámites ordinarios, y que avisaría su
resolución.

353
Representación de la Audiencia de México al Consejo de Indias

En lo que indica que puede ser otra distinta de la Ley que


impone el mismo artículo tan recomendado por V. M para
la distinción de Gobierno, y buen régimen de los pueblos: y
como sólo V. M. es quien puede alterarla (f14) Debe esta
Audiencia poner en su real noticia el desorden que contra
dicho artículo ha advertido en agravio de la administración
de justicia, pues no sabe quien la ejerce en los antiguos
tenientazgos en que debían haberse puesto subdelegados que
se debían participar a la audiencia por el virrey, como le da
aviso de los principales de cada jurisdicción en que antes
había Alcaldes mayores.
Si en los tenientes no había imposibilidad para su
nombramiento cuando antes compraban los tenientazgos,
pactando con los Alcaldes mayores, así sucederá sin duda en
el día con los que mudando el nombre de Alcaldes (14v)
mayores en Subdelegados se han quedado Alcaldes mayores;
para gobernar y poner a su arbitrio tenientes frustrando la
expresa Ley y voluntad de V. M. para que haya subdelegados
separados y calificados que afiancen sus obligaciones con la
misma separación de las fianzas de los subdelegados
principales.
Y de continuarse el abuso contra el capítulo de la ordenanza
sojuzgaran los subdelegados principales a sus tenientes y
encargados, poniendo criados, y familiares que vejen a los
pueblos, y se abrirá puerta a que todos por medio de sus
tenientes repartan, y por si, sin que haya quien [15] les vaya a
las manos, puesto que los intendentes toleran este desorden
de nombramientos y tenientazgos, sin tener que dar cuenta
al virrey, ni otra potestad, pues no hay otra que la del virrey
para la calificación, que no habiéndola hecho respeto a tanto
número de Encargados y Tenientes, de que algunos tal vez
serán mulatos, y no españoles, como V. M manda, y estarán
llenos de otros vicios, sin que nadie los pueda corregir, pues
a la Audiencia sólo se le avisa los que se nombran por
subdelegados principales para su noticia; pero ninguna se le
ha dado hasta ahora de la caterva de Tenientes y Encargados
de que abundan los intendentes.
[15v] El provisional remedio de que recaigan lo
encargados en vecinos honrados, o en administradores de
rentas, sólo es adaptable en un repentino caso, e interinario;
porque los administradores de alcabalas que viven del
catorce por ciento, no conviene que sean jueces para exigirlo
conforme a los aforos que quieran hacer; y los vecinos
honrados rara vez podrán afianzar. Pero en buscando los
intendentes personas hábiles de que abunda este Reino, que
afiancen en cada tenientazgo, no han debido ni podido

354
Anexos

permitir que la subdelegación principal se quede como


Alcaldía mayor con tenientes, y las personas [f16] y ministros
sabios que arreglarán la ordenanza nunca pudieron dudar de
que habría subdelegados en el Reino para todos los
Tenientazgos de cabeceras.
Espera por toda esta Audiencia que V. M se sirva mandar
llevar a efecto el artículo 12, y aplicar el remedio conveniente
no sólo para que la justicia se administre con rectitud a sus
vasallos; sino para el manejo de su Real Hacienda, y de los
Duplicado Ramos de Policía y de gobierno en los distritos de las
intendencias y subdelegaciones, como más fuere de su real
agrado.
Dios guarde la [f16v] católica real persona de V. M
los muchos años que la cristiandad ha menester. México
noviembre 29 de 1791.

Señor
Francisco Xavier Gamboa Baltazar Ladrón de Guevara
Eusebio BetaBeleña
Cosme de Mier Trespalacios Josef de Moya
Ciriaco González Carbajal
Félix Quesada y Ovejero Luis de Chávez

[f17]

29 de noviembre

La Audiencia de México

[18]

El fiscal hecho cargo del testimonio, con que se apoya por la Audiencia de México
cuantos incluye la representación que dirige al Consejo con fecha de 1° de diciembre de 1791,
Dice que su asunto se cine en sustancia a manifestar el pernicioso abuso con que los
intendentes permiten en sus distritos, que los subdelegados sean así mismo jueces de los
pueblos en que había antes tenientes de alcaldes mayores confirmados, por el gobierno, en
clara contravención en lo que se dispone por el artículo 12 de la ordenanza de cuatro de
diciembre de 1786, pues se manda en él a los intendentes que nombren un subdelegado en
cada pueblo, que sea cabeza de partido , y donde haya habido teniente de gobernador o alcalde
mayor para que administre justicia a los moradores de su recinto en las cusas que se
especifican y cele con el mayor esmero, que vivan en el buen orden, civilidad y respeto, que
corresponde a los propios intendentes, que los electos sean españoles y les expidan los títulos
oportunos sin llevarse por esto derechos algunos para que puedan ejercer su destino a lo que
se añade por la expuesta Audiencia, que noticiosa del citado desorden y de los gravísimos
inconvenientes que no pueden dejar de seguirse de su curso a los naturales de aquel reino, a
la recta administración de justicia, y al real erario, lo [18v] ha puesto en consideración el virrey

355
Representación de la Audiencia de México al Consejo de Indias

para su remedio, sin que haya conseguido más que el que la participe en su oficio de 14 de
octubre de 91 haber resuelto que las sustituciones de los subdelegados procedentes de sus
impedimentos, ausencias u otros justos motivos recaigan en los administradores de rentas de
sus partidos, conforme al genuino espíritu de la predicha ordenanza de 4 de diciembre de
86, y no habiéndolos en uno de los tres vecinos de mayor honra, imparcialidad y buen
concepto que se encuentre ínterin se decide lo conveniente en la materia por su Majestad
acerca de este punto y que impuesto de su consulta de 18 del mismo mes de octubre de
81reiterada con fecha del día 23 de noviembre posterior la prevenga por su oficio de 28
sucesivo, que la avisará de lo que determine en el expediente que pende ante el correlativo a
el exceso de que se trata luego que se verifique sin retenerse a reflexionar lo mucho que urge
su pronto exterminio, en que carece de arbitrio para alterar lo que existe establecido por la
ordenanza de 4 de diciembre de 86, por lo que concluye solicitando que el Consejo se sirva
librar el despacho que conduzca a su exacto y puntual cumplimiento y acordar lo demás que
sea de su agrado y gradué de correspondiente para el importantísimo logro de que se
administre realmente justicia a los vasallos que residen en los pueblos sitos dentro del
comando de los mencionados intendentes, y sus subdelegados, a fin de que la Real Hacienda
y los ramos de Gobierno y Policía se [20]manejen en los términos convenientes.

Resulta del testimonio con que se acompaña la propuesta carta de 1 de diciembre de


91, no sólo que es cierto lo que incluye, sino que el virrey conde de Revillagigedo procedió a
avisar a 9 de junio de 91 con documento a aquella Real Audiencia del convenio hecho por el
subdelegado del pueblo de Temascaltepec, don Juan de Miranda y Domínguez con su teniente
en el de Texupilco Don Joseph María Zubillaga por el cual se obliga este a contribuir a aquel
con el importe de la tercera parte de sus emolumentos, a efecto de que instruida la propia
Audiencia de ello lo tuviere presente al tiempo de residenciar al 1° y que se han puesto
también tenientes por los subdelegados de los intendentes de Guanajuato- Tepeaca; Puebla
Metepeque, Tetela del Río, Urecho, Huichapa, Alfaxayuca y Acatlan en los pueblos que se
enuncian, evidenciándose también que, los intendentes de sus respectivos circuitos han estado
tan lejos de oponerse a sus nombramientos, de evacuar por si lo que se les preceptúa por la
ordenanza de 4 de diciembre de 86en cuanto a que elijan subdelegados en los pueblos donde
acostumbraba haber tenientes de alcalde mayor para que gobiernen a sus naturales, y los
mantengan en la obediencia y términos que se le recomiendan y o que les expidan de balde
los títulos consiguientes a sus nombramientos, previos los resguardos que explica, que han
consentido a sus subdelegados unos virtualmente y otros por sus decretos según se acredita
por el del, [f20] ni el que se le expidan los títulos, que prescribe la ordenanza de 4 de diciembre
de 86; con que no pudiéndose negar que esto envuelve en notorio menosprecio de lo que
existe resuelto por su majestad para el mejor régimen de aquellos naturales, fomento de la
Real Hacienda y beneficio público al propio tiempo que convence a la indulgencia, o,
abandono, con que se mira todo esto por los intendentes, en lugar de cumplir con lo que les
está tan encargado por la soberana justificación de su Majestad, y cooperar con cuanto penda
de su arbitrio, al logro de los importantísimo objetos, a que conspira, ni de consiguiente que
el virrey conde de Revillagigedo debió estrecharlos inmediatamente a ello, sin suspenderlo
con ningún pretexto, por ser intergiversable el sustancial vicio, que padecen las elecciones de
los predichos tenientes como hechos por quien no tiene autoridad para nombrarlos y
opuestas a lo que previene la misma ordenanza [21]

356
Anexos

De 4 de diciembre de 86, y que es muy verosímil, que emanen de semejantes torpes


convenios a el que se confiera por el subdelegado de Temascaltepec en su informe de 30 de
abril de 91, ya se deja reconocer el sólido fundamento con que la Audiencia de México avisa
de uno y otro al Consejo, mayormente considerándose, que los tenientes se han de reintegrar
de aquello con que contribuían a los subdelegados porque les confieran sus destinos , y
conserven en ellos, además de mantenerse con el decoro que exigen y adelantar su caudal y
que no es posible esto sin que vejen a sus súbditos con injustas gabelas, o por otros menos
conformes medios, por

(Parecer)

lo que es de dictamen el fiscal de que se defiera a lo que se solicita por la propia Audiencia
de México, que recomiende al virrey con el más estrecho encargo, que cele que los intendentes
cumplan con lo dispuesto en el artículo 12 de la referida ordenanza de 4 de diciembre de 88,
y que los subdelegados y sus tenientes en los pueblos que deben tenerlos, en fuerza de lo que
prescribe, usen de su oficio con la rectitud y desinterés que se requiere , y no extorsionen a
sus moradores con ningunas ilícitas exacciones, ni en otros términos; lo que se acordará así
por el Consejo o consultará a su majestad si se contemplare necesario. Madrid 21 de marzo
de 1792.

Señores: Cerda, Torre, Bustillo, Soler, Urriza, Picarto, Mangino y Surco

Consejo 17 de abril de 1792 en sala 1a

Véase en secretaria, si se ha expedido por el Consejo real cédula/

[f21v] Circular derogándose el capítulo 12 de la ordenanza de intendentes de Nueva España,


o si se remitió copia de ello al Consejo de la real orden comunicada, por la vía reservada de
la derogación del citado capítulo para noticia del Consejo y si se hallase alguna noticia
presente.

Señores

Los mismos que el día diez y siete

No se ha hallado la real orden o cédula sobre este asunto.

Consejo 21 de abril de 1792 en la sala 1a vuélvase a reconocer más despacio, si se halla lo


prevenido por el antecedente acuerdo, pues tiene el Consejo algún antecedente de que hay
comunicada la real orden o cédula circular referida.

Se ha vuelto a reconocer el archivo de esta secretaría y sólo se han encontrado las dos
copias de reales ordenanzas de 11 de noviembre de 1777 y 14 de septiembre de 1778 que se
acompañan y la real orden original de 6 de mayo de 88 de que también se incluye copia.

Señores: Cerda, Torre, Soler, Urriza,_Pizarro, Mangino y Surco

Consejo de 30 de abril de 1792 en sala 1a

357
Representación de la Audiencia de México al Consejo de Indias

Con el fiscal sin consulta.

[22]

Respuesta del fiscal de 21 de marzo de 1792[f23]

La Audiencia de México Señor

Da cuenta a vuestra Majestad Esta Audiencia da cuenta a vuestra Majestad con


con testimonio de lo testimonio de lo nuevamente actuado en el expediente
nuevamente actuado en el formado sobre los abusos con que los intendentes toleran
expediente formado sobre y autorizan en sus distritos que los subdelegados de cada
abusos de los intendentes en jurisdicción lo sean también de los pueblos, en que antes
tolerar que los subdelegados había tenientes de Alcaldes mayores, lo que ha reclamado
de sus jurisdicciones lo sean al virrey, quien ha contestado ser previo determinar sobre
también de los pueblos en que los sueldos , que por real orden de vuestra Magestad se
antes había tenientes para que deben dar a los subdelegados de dichos pueblos, que
se sirva vuestra majestad antes como tenientes estaban [f23v] sujetos a la cabecera,
resolver lo que sea de su real siendo así que los de ella son también subdelegados, a
agrado. quienes debe darse dicho sueldo, y subsisten sin él, como
debieran haberse puesto en los tenientazgos, sin dar lugar
a monopolios, y nulidades, ni a que los subdelegados de
las cabeceras sean unos verdaderos alcaldes mayores que
sujetan a los encargados , y a los tenientes que ponen en
los pueblos, en que debe haber conforme a lo resuelto por
Vuestra majestad subdelegados independientes para que
en su vista se sirva vuestra majestad resolver lo que sea de
su real agrado.
Dios guarde la [24] la católica Real persona de V. M
los muchos años la cristiandad ha menester México Abril
28 de 1792.
Don Francisco Xavier de Gamboa
Baltazar Ladrón de Guevara
Cosme de Mier y Trespalacios
Miguel Antonio Bataller y Bustos
Francisco Ignacio González Maldonado
Joseph de Moya
Félix Quijada y Obejero Hemeterio Cacho Calderón

24v
México 27 de abril de 1792
Auto
La Audiencia

F25

358
Anexos

En la ciudad de México a 20 de diciembre de mil setecientos noventa y uno. Los


señores Presidente, Regente y Oidores de la real Audiencia de esta Nueva España habiendo
visto el escrito producido a nombre de los naturales del pueblo de San Mateo del Peñando,
jurisdicción de Teposcolula, quejándose de los procedimientos del juez que ha actuado en los
autos que dichos naturales siguen con los del pueblos de San Augustin de dicha jurisdicción
sobre tierras; que lo es don Diego Hero, quien expresan no puede tener jurisdicción alguna,
y mucho menos ordinaria; por cuanto el subdelegado que lo es don Pedro Quevedo esta
avecindado en Puebla y es corriente en derecho que el subdelegado no puede subdelegar,
pero que recusándolo en el todo pidieron se libre testimonio provisional, para que se abstenga
del conocimiento del negocio dándoselo al administrador de alcabalas de Teposcolula o al de
Tlaxiaco de la misma jurisdicción que también es Teniente, o a otro cualquiera vecino español,
y decente que esta requerido.

Acordaban y acordaron que se agregue testimonio del citado escrito al expediente que
se ha instruido con motivo de que algunos subdelegados de los intendentes tienen puestos
Tenientes o encargados de la administración de justicia en los pueblos, o cabeceras del distrito
de sus respectivas subdelegaciones, contra lo expresamente prevenido en los artículos
undécimo y duodécimo de la ordenanza de intendentes; para que se pase a su excelencia con
el correspondiente oficio. Así lo acordaron, proveyeron y rubricaron los señores Regente
Gamboa y Oidores Guevara, Mier, Moya, Carbajal= José / Mariano V illaseca___________

(Razón)

En veinte y tres de diciembre de mil setecientos noventa y uno, se entregó a don Ignacio del
Barrio testimonio del escrito y de este auto para los efectos que se expresan= Zorrilla.

(Otra)En siete de enero de mil setecientos noventa y dos, se dirigió a su excelencia el


testimonio prevenido con el correspondiente oficio = Zorrilla.

(Otra) En virtud de orden verbal de la Real Audiencia se puso a su excelencia en veinte y


uno de abril de ml setecientos noventa y uno, oficio de sobre carta del de diez y ocho de
octubre de setecientos noventa y uno= Zorrilla.

(Oficio) Excelentísimo señor= Con fecha de Diez y ocho de octubre último paso a
Vuexcelencia esta real Audiencia el oficio del tenor siguiente= Excelentísimo señor= Como
los subdelegados deben ejercer no sólo el ministerio de la justicia, sino / el de las otras tres
causas , y los abusos en sus nombramientos son nocivos a todos , en oficio de trece del
corriente manifestó esta esta real Audiencia a Vuexcelencia con testimonio los principales que
había notado por no observar los señores intendentes lo que con mayor especificación, y
claridad está dispuesto en el artículo doce, pagado diez y ocho del reglamento de
intendencias= Este previene que en cada pueblo de Indios, que sea cabecera de partido, y en
que hubiese habido Teniente de Gobernador, Corregidor o Alcalde mayor se ha de poner un
subdelegado que lo ha de ser en las cuatro causas, y precisamente español con las fianzas
prevenidas por la ley: que su nombramiento ha de hacerlo con título formal, y sin derechos
el intendente de la provincia, por sí sólo, y por el tiempo de su voluntad, y que se prefiera en
iguales circunstancias a los administradores de rentas = Los otros conteni-/dos en el
testimonio fueron haciendo ver a esta real Audiencia la inobservancia de esta real disposición

359
Representación de la Audiencia de México al Consejo de Indias

porque no se ha nombrado en cada pueblo de indios, donde había teniente un subdelegados,


sino que sin más que haberse mudado en este nombre el de Alcalde mayor, cada subdelegado
lo ha sido en todo el territorio que lo eran los Alcaldes mayores, subiendo este abuso a tal
grado, que no sólo han nombrado tenientes generales, con título de encargados, como solían
hacerlo los Alcaldes mayores, sino que sin autoridad, ni facultad, e ilegalmente han nombrado
tenientes en aquellos mismos pueblos en que los había antes, y no debía haber sino
subdelegados despachados con título formal, y aprobación de vuexcelencia, a que son
consiguientes la nulidad de cuanto actúan por falta de jurisdicción en la delicada materia de
justicia, otros graves daños que no es necesario decir, porque la viva comprensión de
vuexcelencia los deducirá fácilmente todo esto sin su noticia, como acredita (cuando fueren
necesarias pruebas para entenderlo así bastando la de su notoria justificación y celo)el hecho
de haber reprobado un nombramiento semejante que llegó a su vista como manifiesta el
testimonio= Dos días antes de escribir vuexcelencia el oficio de esta Real Audiencia según le
comunica en el de catorce del corriente había resuelto vuexcelencia provisionalmente por
punto general que las substituciones de los subdelegados por ausencias enfermedades u otro
justo impedimento recaigan en alguno de los administradores de rentas y que donde no los
haya se elija para tales encargos uno de tres vecinos con las calidades que expresa que
propongan los subdelegados a su ingreso y aprueben los intendentes, y debe suponerse que
será dando cuenta a vuexcelencia, y que se servirá comunicarlo a esta real Audiencia para que
sepa quienes actúan o no con autoridad legítima= Por lo expuesto habrá ya conocido
vuexcelencia que aún se haya vivo, y subsistente el más grave de los abusos y la inobservancia
del título doce, y es no haber un subdelegado con título formal y fianzas en cada pueblo de
indios, cabecera de Partido, en que antes había Tenientes de Alcaldes mayores, y continuar
como si lo fuesen los Subdelegados contra la voluntad de Su Majestad, ejerciendo facultades
que por consiguiente no tienen en todo el distrito que comprendían las alcaldías o en la mayor
parte: pues podrá ser que por la extensión de algunas las hayan dividido los señores
Intendentes nombrando para cada parte, pero no para cada pueblo un subdelegado= la justa
oportuna providencia que vuexcelencia ha tomado tendrá su lugar y obrará todos sus efectos
remediado el principal abuso, como espera esta Real Audiencia lo hará el notorio justificado
selo de vuexcelencia= Dios guarde a vuexcelencia muchos años= y ocurriendo ahora haber
consultado a este tribunal , con fecha del catorce del corriente Don juan Antonio Moriño,
titulándose encargado de Justicia del Pueblo de Zacualpan del partido de Cuautla Amilpas, de
que es subdelegado Don Juan Felipe Velásquez de León, lo cual es una nueva prueba d los
abusos de los subdelegados: esta Real Audiencia estrechada de su obligación y conciencia
vuelve a retardar a vuexcelencia el tenor del citado oficio a fin de que se sirva tomar la
oportuna providencia = Dios guarde a vuestra excelencia muchos años. México abril 21 de
mil setecientos noventa y dos= Excelentísimo señor= Don Francisco Xavier de Gamboa =
Baltazar Ladrón de Guevara =Cosme de Mier y Trespalacios= Excelentísimo señor Conde
de Revillagigedo= concuerda con su original: doy fe= Ignacio María del Barrio------------------

(Oficio) Para proveer la Junta Superior de Real Hacienda con la debida instrucción en el
expediente formado sobre el cumplimiento del artículo doce de la real ordenanza de
intendentes que previene haya un subdelegado con título formal en cada pueblo de indios,
cabecera de partido en que antes había tenientes de alcaldes mayores se acordó tener a la vista
el instruido a consecuencia de real orden que dispone se acuda a los subdelegados con algún
salario de los caudales de real Hacienda. Por esta causa se ha retardado la resolución de aquel

360
Anexos

sin que se haya perdido por mi parte instante alguno en excitar los trámites para su
determinación=Lo participo a Vuestra señoría en contestación a su oficio de veinte y uno del
corriente = Dios guarde a vuestra señoría muchos años. México veinte y tres de abril de mil
setecientos noventa y dos= El Conde de Revillagigedo= A la Real Audiencia

(Auto) En la ciudad de México a veinte y siete de abril de mil setecientos noventa y dos, los
señores presidente, Regente y oidores de la Audiencia real de la Nueva España, habiendo
visto el expediente formado sobre extinguir los abusos de os subdelegados en nombrar
Tenientes de ellos, o Encargados de Justicia en los Pueblos o cabezas del distrito de sus
respectivas subdelegaciones contra lo expresamente prevenido en los artículos undécimo y
duodécimo de la ordenanza de intendentes: el próvido por este tribunal a once de octubre del
año próximo pasado, en que se mandó en que en conformidad de o prevenido en el de veinte
y uno de junio del propio año se hiciera al excelentísimo señor virrey la consulta acordada
por esta real Audiencia acompañándose testimonio del expediente (lo que se verificó en diez
y ocho del propio octubre): el otro proveído a nueve del siguiente noviembre, en que respecto
a no haber tenido contestación este tribunal de la indicada consulta; se mandó que con
testimonio del Informe hecho por el subdelegado de Acatlan, se pasase oficio de recuerdo a
su excelencia, con lo demás que contienen: el oficio de contestación de veinte y ocho de
noviembre del referido año: el otro proveído a veinte de diciembre en vista del escrito
producido a nombre de los naturales del pueblo San Mateo del Peñasco, jurisdicción de
Teposcolula, quejándose de los procedimientos del juez que ha actuado en los autos que
dichos naturales siguen con los del pueblo de San Agustín de dicha jurisdicción, que lo es don
Diego Otero, quien expresan no puede tener jurisdicción alguna y mucho menos ordinaria;
por cuanto el sub-delegado que lo es don Pedro Quevedo está avecindado en Puebla y es
corriente en derecho que el subdelegado no pueda subdelegar: y el otro oficio dirigido en
veinte y tres del corriente a esta real Audiencia, por dicho excelentísimo virrey, en que hace
presente la causa porque se ha retardado la resolución del referido expediente, y que por parte
de su excelencia no se ha perdido instante alguno en existir los trámites para su
determinación= Dijeron que mandaban y mandaron se dé cuenta a su majestad con
testimonio de lo nuevamente obrado en este expediente y se repita oficio al excelentísimo
virrey, en el que se le manifieste quedar inteligenciada esta real Audiencia por el suyo de veinte
y tres del corriente del motivo que ha retardado la resolución por la junta superior de real
hacienda del expediente formado sobre cumplimiento del artículo doce de la real Ordenanza
de Intendentes, y que expresa que la autoridad y celo de su excelencia se interese a que se
verifique con la posible brevedad, en el concepto de que los graves daños a que da ocasión
la falta de jurisdicción en los encargados y tenientes de justicia de os subdelegados
indispensablemente habrán de poner a este tribunal en la precisión de anual en vista de los
expedientes con que se le da cuenta, los autos, y demás diligencias que actúan de pedimento
de partes en materia de justicia. Y así lo proveyeron y rubricaron los señores Regente,
Gamboa, y Oidores Guevara, Mier, Bataller, Maldonado Moya, Carbajal, Quijada, Chávez,
Cacho.= Ignacio María del Barrio--------------

(Oficio)

Excelentísimo señor= Por el oficio de Vuexcelencia de veinte y tres del corriente en


que contestó a esta real Audiencia el suyo de veinte y uno del mismo, queda inteligenciada

361
Representación de la Audiencia de México al Consejo de Indias

del motivo que ha retardado la resolución por la junta superior de Real hacienda del
expediente formado sobre cumplimiento del artículo 12 de la Real Ordenanza de Intendentes,
y espera que la autoridad y celo de vuestra excelencia se interese a que se verifique con la
posible brevedad; en el concepto de que los graves daños, a que da ocasión la falta de
jurisdicción en los Encargados y Tenientes de os subdelegados, indispensablemente habrán
de poner a este tribunal en la precisión de anular, en vista de los expedientes con que se le da
cuenta los autos y demás diligencias que actúan de pedimento de partes en Materia de justicia
Dios guarde a Vuexcelencia muchos años. México abril 28 de mil setecientos noventa y dos
= Don Francisco Xavier de Gamboa= Baltazar Ladrón de Guevara = Cosme de Mier y
Trespalacios = excelentísimo señor conde de Revillagigedo =concuerda con su original doy
fe= Ignacio María del Barrio.

Concuerda en lo últimamente obrado en el expediente formado sobre extinguir los


abusos de los subdelegados en nombrar tenientes de ellos o encargados de justicia en los
pueblos o cabeceras del distrito de sus respectivas subdelegaciones que queda en este oficio
de Cámara de mi cargo, a que me remito, y en cumplimiento de lo mandando por la real
Audiencia de esta nueva España en el auto inserto hice sacar el presente por principal para
dar cuenta a su Magestad en ocho fojas con esta la primera en pliego del sello segundo
corriente y las demás de papel común, en la ciudad de México a veinte y ocho de abril de mil
setecientos noventa y dos.

De oficio en lo juro Ignacio María del Barrio

Damos fe que don Ignacio María del Barrio de quien aparece firmado el testimonio
que antecede, es escribano de su magestad y teniente de uno o dos de Cámara de la real
Audiencia de esta Nueva España, fiel, legal y de confianza y como tal a todos los autos
testimonios certificaciones y demás documentos que ante el susodicho han pasado y pasan
siempre se les ha dado y da entera fe y crédito judicial y extrajudicialmente, México 28 de abril
de mil setecientos noventa y dos.

(El documento está signado por el escribano) Francisco Calapiz

Escribano real y público

José Antonio Burillo escribano real y de notario

E fiscal dice que por real orden de 1° de junio de 92 se dirigió para la determinación
o informe correspondiente una representación de 29 de noviembre de 91 de la Real Audiencia
de México con un testimonio en que manifiesta los abusos con que los intendentes disimulan
y permiten en sus distritos que los subdelegados de cada jurisdicción lo sean también de los
pueblos, en que había antes tenientes de alcaldes mayores confirmados por aquel superior
gobierno, contra el artículo 12 de la ordenanza de 4 de diciembre de 86, que manda se
subroguen subdelegados en lugar de los tenientes de Alcaldes mayores para el conocimiento
de las cuatro causas y que esto se ejecute por los intendentes en españoles y con los previos

362
Anexos

requisitos, que se expresan; a lo que añade que consienten igualmente a los referidos
subdelegados, que nombren tenientes particulares en las cabeceras sujetos a ellos, a su arbitrio,
y sin avisar a aquel tribunal de esto para que le conste, de que se siguen los pactos reprobados,
nulidades e inconvenientes, que hace presentes a S. M para su pronto y eficaz remedio y a fin
de que se sirva providenciar se guarde, cumpla y ejecute el artículo 12 de la misma ordenanza,
por no poderse conseguir de otro modo el exterminio de los daños que se originan de los
expuestos abusos, y no ser suficiente para su logro lo resuelto provisionalmente por el virrey
en el asunto en vista de los oficios que recuerda.

De esto se informó por la Audiencia de México al Consejo con igual justificación en


1 de diciembre de 91 en cuya inteligencia se acordó a 30mde abril de 92 con previo dictamen
fiscal librar despacho para que el virrey celare el exacto y puntual cumplimiento de lo
dispuesto por el artículo 12 de la referida Ordenanza de cuatro de diciembre de 86, que los
subdelegados y sus tenientes en los pueblos en que se debiesen poner conforme a lo que
prescribe, usaren de su oficio con rectitud y desinterés y sin extorsionar a sus moradores con
ilícitas exacciones ni en otros términos, lo que subsiste aun sin evacuase con motivo del
prenotado informe de 29 de noviembre de 91 de la propia Audiencia de México que se dirigió
al Consejo en 1° de junio de 92 para el fin que se ha hecho presente, y de otro que se recibió
después de aquel principal, en que da cuenta con testimonio de que los subdelegados
continúan en nombrar tenientes en sus distritos y de los monopolios injusticias y perjuicios
que se originan de esto a la recta administración de justicia y buen gobierno y de que el virrey
ha suspendido la providencia conducente a su remedio, a título de ser necesario para tomarla
con conocimiento, ver expediente relativo a la asignación de sueldos a los subdelegados de
los caudales del real haber.

En estos términos parece que los documentos últimamente agregados a este


expediente no alteran el juicio que se formó por el Consejo de él, ni prestan mérito para que
deje de llevarse a efecto su decreto de 30 de abril de 92, por lo que corresponde se proceda a
la expedición del despacho necesario para que se observe exactamente el referido artículo 12
de la Ordenanza de intendentes de cuatro de diciembre de 86, según y del modo que
previenen las reales ordenanzas de siete de octubre de 88 y doce de enero de 92 con
prohibición de los subdelegados de que subdeleguen su jurisdicción por los inconvenientes
que se expresan en los mismos informes de 29 de noviembre y primero de diciembre de 91 y
28 de abril de 92 y con encargo al virrey de que cele su cumplimiento; lo que se acordará así
por el Consejo si fuere de su agrado e instruirá de ello a S. M. para lo que convenga. Madrid
14 de mayo de 1796.

Señores: Romero, Fondevila, Salcedo, Hore

Consejo de 11 de junio de 1796 en sala 1a

Con la contaduría y el señor fiscal sin hacerse consulta.

363
Anexo V I. C ircu lar del in ten den te de M éxico p ara el nom bram iento de tenientes
(1807)1

El nombramiento de los tenientes y encargados de justicia de los subdelegados había sido un


tema que ya se había discutido ampliamente, como lo veíamos en el capítulo IV cuando la
Audiencia denunció los abusos que cometían los subdelegados al nombrar encargados de
justicia, actos que eran tolerados por los intendentes2 y dicha discusión se resolvió con una
real cédula de 13 de septiembre de 1791. Sin embargo ese tema no se agotó en su totalidad,
por eso nos pareció importante rescatar el bando de 1807 sobre el nombramiento de tenientes
que el intendente de México, Manuel de Arce, mandó que se publicara por cordillera en cada
una de las subdelegaciones, donde se les informaba a los subdelegados que no estaban
facultados para nombrar tenientes porque carecían de la facultad para delegar la jurisdicción,
que el único que podía delegar era el intendente. Este bando se localiza en el Archivo General
de la Nación en el ramo de Subdelegaciones, Volumen 51, y está contenido en un folio.

Lo interesante de este documento es que de acuerdo a la propuesta del intendente se


estaba prácticamente institucionalizando la forma de hacer dichos nombramientos, ya que se
seguía un procedimiento muy similar al que se seguía para la designación de los subdelegados.
La importancia de este documento estriba en tres aspectos fundamentales: el primero de ellos
es que hace referencia a la facultad de nombrar tenientes, en segundo lugar incide sobre la
falta de legitimidad y legalidad con la que podían actuar los auxiliares de los subdelegados en
los diferentes negocios, y en tercer lugar está presente la tendencia de ejercer mayor control
sobre los subdelegados y sus subordinados.

[F309]

Don Francisco Manuel de Arce, Caballero de la Real y distinguida orden Española de Carlos
III e Intendente de la provincia de México.

A pedimento del Promotor Fiscal se ha formado expediente en esta Intendencia, sobre los
nombramientos de encargados de justicia de los territorios de cada jurisdicción, y con acuerdo
del Asesor ordinario he proveído auto, y el contenido de todo es como sigue.

Señor Intendente

EL PROMOTOR FISCAL DE ESTA INTENDENDENCIA dice: Que desde su separación


del Virreinato se ha observado que los Subdelegados de ésta provincia nombran Tenientes
en sus respectivos partidos para que administren justicia en los pueblos distantes, sin dar
cuenta a V. S. para su aprobación.

No puede permitirse ni tolerarse el que continúen con una conducta enteramente


reprobada, pues la jurisdicción que ejercen, como que es subdelegada, no pueden comunicarla

1AGN, Subdelegados, Vol. 51, Exp. 8, Fs. 309. Intendencia de México, circular para todos los subdelegados
sobre que propongan para Tenientes y encargados de Justicia de su jurisdicción sujetos idóneos. 1807.
2 AGI, México, 1750, Representación de la Audiencia de México sobre los abusos de los subdelegados al
artículo 12 de la real ordenanza de intendentes al nombrar tenientes y encargados de justicia.

364
Circular del intendente de México para el nombramiento de tenientes

á otros por concedérseles bajo unos límites sumamente estrechos, incapaz por lo mismo de
extenderla á otra persona.

La facultad de nombrar dichos Tenientes es propia y privativa de los señores


Intendentes de provincia, según el espíritu de los artículos 12, 9 y 11 de sus peculiares
ordenanzas, en cuya virtud como jueces mayores pueden conferir el (309v) ejercicio de las
cuatro causas por vía de comisión siempre que sea necesario.

Esta es la razón porque los Subdelegados únicamente les asiste el derecho de


proponer tres individuos que sean de su satisfacción, para que sí lo son también de los
Intendentes los aprueben, y concedan la facultad de ejercer justicia en las cuatro causas de
Policía, Hacienda y Guerra, previos los informes de su conducta, aptitud y mérito que deben
tomar antes de su aprobación con reservas de hombres religiosos é imparciales.

Este régimen es el que se observó por el Señor Don Bernardo Bonabia, durante el
tiempo que esta Intendencia estuvo á su cargo con aprobación del Superior Gobierno, quien
previno se continuase esta práctica en calidad de provisional hasta tanto que Su Magestad
determine otra cosa.

El año de 91 se declaró por punto general que las substituciones de los Subdelegados
por sus ausencias, enfermedades u otro impedimento justo, recaigan precisamente en alguno
de los Administradores de Rentas, por ser esto conforme á lo que disponen varios artículos
de la Real Ordenanza de Intendentes, y que donde no haya estos Dependientes se elija para
éstos encargos uno de los tres vecinos honrados imparciales, y de mejor nota de los Pueblos,
con aprobación de aquellos.

Nada de esto se práctica, pues no se hoyó otra cosa, sino es, que los Subdelegados
cuando se ausentan, y también en los Pueblos distantes de la Cabecera, nombren á quien
quieren, que muchas veces por no ser de la mejor conducta é instrucción causan los mayores
perjuicios á los Pueblos.

Tales nombramientos, son nulos por falta de potestad para hacerlos, nulas también
las causas y procesos que se instruyan en su consecuencia: y en fin, nulas cuantas
personalidades hagan á nombre de la autoridad pública.

En esta atención, V. S. se ha de servir circular una Orden general á todos los


Subdelegados de la provincia para que inmediatamente, y á la mayor brevedad propongan á
ésta Intendencia tres individuos para cada Pueblo en que sea necesario por la distancia ú otro
motivo, poner Tenientes que administren justicia, á fin de que entre ellos elegir el que sea más
idóneo, en vista de que cuantos ellos tengan nombrados para éstos encargos son incapaces
de poder continuar por faltarles el requisito de la aprobación de V. S. en quien reside la
facultad de delegar y comisionar, por cuyo motivo luego inmediatamente que las reciban se
les prevendrá los suspendan de su empleo y ejercicio, para que no perjudiquen al público con
la nulidad de poderes, escrituras, testamentos y otros documentos que pueden otorgar entre
tanto se practican todas estas diligencias, y cuando quieran ausentarse de su jurisdicción se les
hará entender guarden en este punto lo que queda indicado por disposición general del
Superior Gobierno: Y con lo que se determinare en orden á éste (f 320) particular, y las

365
Anexos

resultas que hubiere, que se hagan saber al que subscribe para su inteligencia y gobierno.
México 26 de mayo de 1807. = Lic. Diego Alonso de Mier

Decreto. México Mayo 26 de 1807.= Como lo pide el Promotor Fiscal. = M. Arce.=


Lic. José Burillo.

Id. México 11 de Junio de 1807.= Cúmplase el antecedente Decreto de veinte y seis


de Mayo, á cuya consecuencia quedarán también advertidos los Subdelegados, de que por los
principios generales que prescriben que las cosas se repongan por el orden o medios con que
han sido dispuestas, aunque pueden remover á los encargados que ejerzan sus empleos con
autoridad de esta Intendencia, ha de proceder legítimas y justificadas causas con aprobación
de ella, á cuyo efecto las deben remitir, y el que contravenga á éstas providencias con que se
consulta al buen gobierno y administración de los pueblos, sin perjuicio de su responsabilidad
directa por los derechos de Media Anata, y cualquiera otros que pertenezcan a la Real
Hacienda, incurrirá en la multa de doscientos pesos, que a proporción se le agravará en caso
de reincidencia, con cuyas adiciones y la de que cada uno envié noticia de los Tenientazgos
que por costumbre antigua hubiere establecidos en su jurisdicción, correrá inmediatamente la
circular acordada, para que no se retarden sus benéficos efectos, = M. Arce.= Lic. San
Salvador. = Lic. José Burillo.

Y para que así lo mandado tenga su puntual y debido cumplimiento se circula a todos
los Subdelegados de esta Provincia para que lo hagan publicar por Bando en las cabecera y
demás lugares de su distrito, á fin de que todos los Vecinos queden enterados y lo guarden
en la parte que les toque, poniendo los Subdelegados certificaciones de estar así ejecutado, la
que conservarán en el archivo con un ejemplar, remitiendo otra para la debida constancia en
el Expediente. Dado en la Ciudad de México a 23 de Junio de 1807.

Francisco Manuel de Arce

[Al margen: Remitida la cordillera en 1 de julio]

Por mandado del señor Intendente

Licdo. José Burillo

366
Anexo VII. Convenio entre el subdelegado de Ario, capitán don Antonio Cruzado, y
su teniente general, José María Mercado.

Prácticamente resultan casi nulos los testimonios fehacientes que dejen al descubierto los
tratos bajo los cuales los alcaldes mayores, corregidores y subdelegados, cedían las varas de
justicia a sus subalternos. Ya señalábamos cómo este tipo de situaciones sólo se evidenciaban
regularmente en momentos de tensión ante la imposibilidad de la autoridad para cumplir con
lo pactado, o bien por denuncias que los vecinos hacían de los abusos que cometían los
tenientes. En ese tenor nos resulta sumamente interesante el convenio que se realizó entre el
subdelegado de Ario, el capitán don Antonio Cruzado, y su teniente general José María
Mercado. Dicho convenio se encuentra en un expediente que se promovió por descubierto
del ramo de tributos del subdelegado, el cual se encuentra en el Archivo Histórico Municipal
de Morelia en el de Ramo Hacienda.1 La razón por la que se anexó el convenio entre el
subdelegado y el teniente es obvia, pues se pretendía delegar toda la responsabilidad del
descubierto en el teniente y el fiador del subdelegado, pues en dicho documento queda claro
que el nombramiento de Mercado como teniente general de Ario se hizo con el
consentimiento del fiador Pedro María Gaona, incluso por eso cobran importancia los años
a partir de los cuáles la recaudación de los tributos y demás ramos de la real hacienda correrían
a cuenta y cargo del teniente Antonio Mercado.

[F6] Condiciones que han pactado el capitán don Antonio Cruzado subdelegado de la
Jurisdicción de Ario y don José María Mercado, sobre el encargo de la subdelegación y
agregado de Urecho.

1a. Que el citado capitán a de entregar a Mercado Título de Teniente General, durante el
tiempo del empleo, esto es, los tres años que le faltan, y aprobado por el señor intendente de
Valladolid, con facultad de nombrar los encargados de justicia que necesita en ella.

2a Que por dicho nombramiento le ha de entregar Mercado un mil y doscientos pesos cada
un año, dándoselos en Mesadas adelantadas de cien pesos.

3a Que si a más de los tres años siguiere la subdelegación a cargo del capitán Don Antonio
Cruzado, ínterin entre otro propietario, le deberá contribuir Mercado, con los mismos cien
pesos cada mes conforme al pacto celebrado.

4 a Que en atención a que los ramos de Real hacienda han de continuar caucionados por los
mismos fiadores de don Antonio Cruzado, le ha de asegurar Mercado por medio de escritura
pública que otorgue Don Pedro María Gaona.

5 a Que la recaudación del año de mil ochocientos siete tanto de tributos como demás ramos
de real hacienda, ha de ser al cargo de Mercado, hasta hacer el entero de ellos al referido
capitán que estará en la precisa obligación de hacerlo en las respectivas cajas reales [F6v] y
en los años siguientes será cargo de dicho Mercado hacer la recaudación y entero de ello.

1 Hacienda, II 1.1, 1803, Caja 7, Exp. 14, Fs. 6-v.

367
Anexos

6a Que tanto por lo que hace a la recaudación y enteros, como por las actuaciones y demás
providencias judiciales que haya de tomar Mercado, ha de quedar el capitán don Antonio
Cruzado libre de toda responsabilidad.

7 a Que bajo estas condiciones, todos los productos de la subdelegación deben corresponder
a Mercado, sin que el capitán don Antonio Cruzado tenga que hablar cosa alguna sobre el
particular, y por lo mismo mucho menos que pedirle cuentas en ningún tiempo, desde la
fecha de este contrato en adelante.

8a Que aunque el capitán don Antonio Cruzado se le proporcione mayores ventajas, que las
ya afianzadas por don José María Mercado, No ha de variar el contrato por ningún pretexto,
supuesto que este ha dado la fianza a toda satisfacción y contento de dicho capitán. Ario
primero de enero de mil ochocientos ocho= Antonio Cruzado= José María Mercado=.

368
Anexo VIII. Tenientes generales y particulares de alcalde m ayor, 1700-1787

A lc a ld ía m a y o r N om bre del teniente L ugar Fecha C argo


D o n Jo se p h de T errazas y
V a lla d o lid / M ic h o a c á n C ervantes V alladolid 1668, 1669 L ugarteniente

D o n P edro del V alle V alladolid 1701 T en ien te de alcalde m ayo r


D o n P edro F rancisco de
B alcázar V alladolid 1702 T en ien te de alcalde m ayo r

D o n Juan M aldo nado V alladolid 1705 T en ien te de alcalde m ayo r


D o n M igu el F ernández de
R ivera V alladolid 1706 T en ien te de alcalde m ayo r
D o n Jo se p h M artín ez de
M o n tem ayo r V alladolid 1707 T en ien te de alcalde m ayo r
D o n F ern ando de Sierra y
T adino V alladolid 1710 T en ien te de alcalde m ayo r

D o n E steban de G am boa V alladolid 1709, 1708 T en ien te de alcalde m ayo r


1715, 1726,
1719, 1720,
Lic. D o n A lo nso A rias 1721,22, 23, 24,
M aldo nado V alladolid jul29,1725 T en ien te de alcalde m ayo r

D o n A n ton io de Berrospe V alladolid 1725, 1726 T en ien te de alcalde m ayo r

D o n Juan A n ton io de la P eña V alladolid 1727 T en ien te gen eral


D o n Jo se p h V en tu ra de T en ien te de alcalde m ayo r
A rizaga y E lexalde V alladolid 1728 interino

D o n Jo sep h R om ero y V alle V alladolid 1729 T en ien te de alcalde m ayo r


D o n F rancisco de B arreda y
N oriega V alladolid 1731 T en ien te de alcalde m ayo r

D o n L uis A n ton io C orrea V alladolid 1740 T en ien te gen eral

D o n F austo A lvarez de U late V alladolid 1747 T en ien te gen eral

D o n Jo aqu ín M au leo n V alladolid 1749 T en ien te gen eral


D o n Ju a n A n ton io de
M ichelen a V alladolid 1752 T en ien te gen eral
D o n B enito A ntonio
D om ínguez V alladolid 1752 T en ien te gen eral
capitán D o n F ran cisco de
A u stri V alladolid 1753 T en ien te gen eral
D o n M an u el F rancisco de
U bago V alladolid 1754 T en ien te gen eral
D o n M an u el F rancisco de
R ábago V alladolid 1755 T en ien te gen eral

D o n V alerio Sánchez O seño V alladolid 1755 T en ien te gen eral


D o n Jo se p h R am ón de
U libarri V alladolid 1757 T en ien te gen eral
D o n B altazar de V en to sa y
C arrillo V alladolid 1769, 1770 T en ien te gen eral
D o n Ju a n M an uel de
M ichelena V alladolid 1770, 1771 T en ien te gen eral
D o n Ju a n M an uel de
M ichelena V alladolid 1772 T en ien te gen eral
D o n Ju a n M an uel de
M ichelena V alladolid 1774 T en ien te gen eral
D o n Ju a n M an uel de
M ichelena V alladolid 1777, 1778 T en ien te gen eral

369
Tenientes generales y particulares de alcalde mayor, 1700-1787

Ldo. D o n M atías A n ton io de


los Ríos V alladolid 1777 T en ien te gen eral
D o n M an u el de R eyna
M orales V alladolid 1778 T en ien te g en eral sustituto

D o n M an u el de A m irola V alladolid 1781 T en ien te gen eral

D o n José A n ton io C alderón V alladolid 1784 T en ien te gen eral


D o n F rancisco M an uel
Sánchez de T agle V alladolid 1785 T en ien te gen eral

D o n José A n ton io C alderón V alladolid 1786, 1787 T en ien te gen eral

D o n José A n ton io C alderón V alladolid 1787, 1783 T en ien te gen eral

D o n D iego de Iturria P átzcuaro 1724 T en ien te gen eral

D o n F rancisco de E chen ique P átzcuaro 1729 T en ien te gen eral

D o n C ristób al de Z uasu P átzcuaro 1731 T en ien te gen eral


D o n P edro de M eñ aca y
M oxica P átzcuaro 1735, 1736 T en ien te gen eral
D o n M an u el Ignacio de
O laziregui P átzcuaro 1744 T en ien te gen eral
D o n F rancisco de L eu co n a y
P eña P átzcuaro 1744 T en ien te gen eral

D o n D iego de Iturria P átzcuaro 17745 C om isario gen eral

D o n Ign acio de C abrera P átzcuaro 1746 T en ien te gen eral

D o n Jo sep h Justo de M eñaca P átzcuaro 1748 T en ien te gen eral


D o n F rancisco de L eu co n a y
Peña P átzcuaro 1745, 1751 T en ien te gen eral
D o n Jo se p h Jo a q u ín B eltrán
de V illaseñ o r P átzcuaro 1751 T en ien te gen eral

D o n M an u el R am os P átzcuaro 1753 L ugarteniente

D o n Jo sep h A n drés P im entel P átzcuaro 1756 T en ien te gen eral


1758, 1760,
D o n G erónim o de Z uluaga P átzcuaro 1761 T en ien te g en eral interino

D o n F rancisco Say de O rta P átzcuaro 1758 T en ien te gen eral

D o n M illán del M o n asterio P átzcuaro 1762 T en ien te gen eral

D o n M igu el de E guillon P átzcuaro 1762 T en ien te g en eral sustituto

D o n Jo sep h P allasar P átzcuaro 1764, 1763 T en ien te gen eral


D o n P edro A n ton io de
Salceda P átzcuaro 1768 T en ien te gen eral
D o n Felipe G óm ez de
R ábago P átzcuaro 1768-1773 T en ien te gen eral

D o n M an uel de A b arca León P átzcuaro 1774 T en ien te gen eral

D o n P edro M atías Pérez P átzcuaro 1775 T en ien te gen eral


1766, 1777,
D o n D o m in go A n ton io de 1778, 1786,
U rrutia P átzcuaro 1787 T en ien te gen eral

D o n F rancisco de A ran a P átzcuaro 1782, 1783 T en ien te gen eral

D o n M an u el de A lday P átzcuaro 1788 T en ien te gen eral sustituto

D o n M an u el Ignacio
M artínez U ruapan 1702 T en ien te

370
Anexos

D o n F rancisco O rtiz C ortes U ruapan 1722 T en ien te


D o n F ern ando de Sierra y
T adino U ruapan 1722 T en ien te

D o n A n ton io de E spinosa U ruapan 1725 T en ien te sustituto

D o n Salvado r C ervantes U ruapan 1725 T en ien te


D o n Ign acio de A ld ay y
U rribarren U ruapan 1726 T en ien te sustituto

D o n Juan de A rana U ruapan 1726 T en ien te

D o n A n ton io M oreno U ruapan 1727, 1778 T en ien te

D o n Juan M artín ez de U riarte U ruapan 1728 T en ien te

D o n P edro D ávila U ruapan 1726 T en ien te


D o n N icolás Jo se p h López
de San V icente U ruapan 1729 T eniente
1730 ,1735,
D o n P edro de E lorza A guirre U ruapan 1733 T en ien te

D o n Ign acio de C abrera U ruapan 1748 T en ien te


D o n F ern ando Lorenzo
G onzález U ruapan 1752 L ugarteniente
D o n Ju a n M an uel de
B ustam ante U ruapan 1758 L ugarteniente
D o n Ju a n F rancisco
G utiérrez de G andarilla U ruapan 1762 T en ien te sustituto
D o n G erónim o C ayetano
H uerta E scalante U ruapan 1762 T en ien te sustituto
D o n F rancisco X avier
Carranco U ruapan 1762, 1764 L ugarteniente
D o n A n ton io E ugenio
T reviño U ruapan 1766 L ugarteniente

D o n P edro C arriles U ruapan 1770 T en ien te


D o n Jo se p h M aría de A b arca
L eón U ruapan 1771 T en ien te
1774,
1776,1777,
1781, 1782,
D o n P ab lo de M o rellón U ruapan 1786 L ugarteniente
1777, dic11,
D o n M an u el de C astellanos U ruapan 1778 L ugarteniente
D o n F ern ando D íaz de
R uilova U ruapan 1779 L ugarteniente
D o n Jo se p h A nton io de
M ercado teniente sustituto
de don M an uel C astellanos U ruapan 1788 T en ien te sustituto

Santa C lara del


D o n M artín de A nzorena C obre 1727, 1728 L ugarteniente
Santa C lara del
D o n Juan de A cha C obre 1731, 1741 T en ien te
Santa C lara del
D o n Juan de la P iedra cobre 1742 C om isario de justicia
D o n F rancisco X avier Santa C lara del
Carranco C obre 1741 T en ien te sustituto
1750, 1753,
Santa C lara del 1754, 1755,
D o n S ebastián de A ram b uru C obre 1756, 1750 L ugarteniente

371
Tenientes generales y particulares de alcalde mayor, 1700-1787

1753, 1754,
Santa C lara del 1755, 1756,
D o n S ebastián de A ram b uru C obre 1750 L ugarteniente
D o n Jo se p h Jo a q u ín de Santa C lara del
M unarriz C obre 1759 L ugarteniente
D o n Jo se p h Jo aq u ín Santa C lara del
M unarriz C obre 1761 L ugarteniente
D o n Jo se p h Jo aq u ín Santa C lara del
M o ntanaro C obre 1766, 1764 L ugarteniente
D o n F rancisco Jo se p h del Santa C lara del
Río C obre 1774 L ugarteniente
D o n E steban D iego de Santa C lara del
C astañeda C obre 1778 T en ien te
D o n Jo se p h Jo a q u ín de Santa C lara del
A rriaga C obre 1779, 1780, L ugarteniente
Santa C lara del
D o n José B alb ín y P eón C obre 1786 L ugarteniente

D o n T h o m as A n gel T éllez
G irón C ocupao 1725 T en ien te

D o n Jo sep h G aona C ocupao 1735 T en ien te

D o n P edro Sám ano C ocupao 1744 T en ien te

D o n M an u el de la C am pa C ocupao 1744 L ugarteniente


D o n Blas A ntonio
C astellanos C ocupao 1745 T en ien te
D o n M an u el F rancisco de
O tero y Cosío C ocupao 1750, 1753 L ugarteniente

D o n M an u el de la C am pa C ocupao 1766 L ugarteniente


1773, 1777,
D o n M arco A nton io G arcés C ocupao 1778, 1788 T en ien te

D o n José A lejan dro de T apia C ocupao 1778 T en ien te sustituto

D o n Jo sep h de G uevara C ocupao 1779 T en ien te sustituto

D o n José B alb ín y P eón C ocupao 1780, 1781 T en ien te


D o n Jo se p h C ayetano de
Lezo C ocupao 1787, 1788 L ugarteniente
D o n D iego Salvador
M artín ez de B orja C ocupao 1787 T en ien te
D o n F rancisco A ntonio
V illagóm ez C ocupao 1785, 1786 T en ien te

D o n P edro Sám ano C ocupao 1744 T en ien te

D o n José C ayetano de Lezo C ocupao 1787, 1788 T en ien te

D o n Jo sep h Pasayo P aracho 1763 T en ien te


D o n F elipe A ntonio
G utiérrez P aracho 1765 L ugarteniente

D o n Jo aqu ín de O lm edo P aracho 1766 L ugarteniente

D o n P ab lo M o rellon P aracho 1771 L ugarteniente

D o n M igu el C ardozo P aracho 1776 L ugarteniente


D o n F rancisco X avier
V illavicen cio P aracho 1777 L ugarteniente

D o n Jo sep h Pasayo P aracho 1776 T en ien te sustituto

372
Anexos

D o n Ju a n R om o Tam aris
teniente de este p artido P aracho 1781 T en ien te

D o n Jo aqu ín V illavicen cio P aracho 1781, 1783 T en ien te

D o n P ab lo M o rellón P aracho 1771 L ugarteniente

D o n V icen te de C ontreras P aracho 1786 L ugarteniente

D o n Jo sep h B alb ín y P eón P aracho 1788 T en ien te


D o n Jo se p h M aría de A b arca
L eón P aracho 1773 L ugarteniente

D o n Jo sep h de A ldazaval A n gam acutiro 1711 T en ien te

D o n Jo sep h de N eve A n gam acutiro 1731 T en ien te

D o n D iego A n ton io G uzm án A n gam acutiro 1736 T en ien te


D o n Jo se p h de C astelo y 1746, 1747,
U garte A n gam acutiro 1748 T en ien te
D o n F ern ando Jo sé de la
G uerra y A yala A n gam acutiro 1755 T en ien te
D o n P edro Jo se p h de la P arra
y L eal A n gam acutiro 1756 T en ien te
D o n Ju a n Ignacio F errari de
A guiar A n gam acutiro 1765 T en ien te
D o n F rancisco X avier 1766, 1768,
Carranco A n gam acutiro 1769 L ugarteniente

D o n F élix A n ton io C agigal A n gam acutiro 1769 T en ien te sustituto

D o n Juan Ignacio de Z uñiga A n gam acutiro 1770 T en ien te


D o n Ju a n A n ton io de la
C oncha A n gam acutiro 1774 T en ien te

D o n N icolás de A rgo te A n gam acutiro 1775 L ugar teniente

D o n N icolás A rgo te A n gam acutiro 1776 T en ien te

D o n F rancisco C am acho A n gam acutiro 1776 T en ien te sustituto


D o n Jo se p h A lejan dro de
T agle A n gam acutiro 1778 T en ien te
D o n Ju a n A n ton io de la 1782, 1783,
C oncha A n gam acutiro 1786 L ugarteniente
D o n Jo se p h A lejan dro de
T agle A n gam acutiro 1788 T en ien te sustituto

D o n Jo sep h de Y rearte E rongarícuaro 1745 L ugarteniente

D o n B asilio V illegas E rongarícuaro 1766 L ugarteniente

D o n M arian o R ivero E rongarícuaro 1772 T en ien te

D o n Jo sep h Sixto G arcía E rongarícuaro 1774 L ugarteniente


D o n Ju a n Jo se p h M aría de la
P eña E rongarícuaro 1774 L ugarteniente
D o n Jo se p h B arto lom é de
U rueta E rongarícuaro 1775 C om isario substituto
D o n Jo se p h N icolás de
V illegas E rongarícuaro 1777 L ugarteniente

D o n M igu el C ardozo E rongarícuaro 1777, 1778 L ugarteniente


D o n Ju a n A n ton io D íaz
Barriga E rongarícuaro 1779 L ugarteniente

373
Tenientes generales y particulares de alcalde mayor, 1700-1787

D o n P edro A lcántara de
U rueta E rongarícuaro 1779 T en ien te sustituto

D o n Juan N epom uceno Soria E rongarícuaro 1781, 1786 L ugarteniente


don Jo se p h Sánchez p o r don
p o r don M igu el C ardozo E rongarícuaro 1788 T en ien te

D o n Juan de A n so gorri T acám b aro 1734 T en ien te


D o n M an u el F rancisco de
Saldívar T acám b aro 1734 T en ien te

D o n Juan Jo sep h de V illegas T acám b aro 1745 T en ien te

D o n F elipe R uiz de V illegas T acám b aro 1756, 1757 T en ien te


D o n Jo se p h Jo aq u ín
M o ntanaro T acám b aro 1763 T en ien te

D o n Jo sep h de R ivera T acám b aro 1763, 1766 L ugarteniente


1768, 1770,
D o n Jo sep h de R ivera T acám baro 1771 L ugarteniente
D o n Ju a n F rancisco
A nsiondo T acám b aro 1774 L ugarteniente
D o n Ju a n F rancisco T en ien te y com isario de
A nsiondo T acám b aro 1775 justicia

D o n Jo se f A lejan dro de T agle T acám b aro 1777 T en ien te


D o n V icen te F errer de
H errera T acám b aro 1779, 1781 T en ien te de corregido r

D o n F elipe V illegas T acám b aro 1783 T en ien te sustituto


D o n F rancisco C ornejo
H errera T acám b aro 1784 L ugarteniente
D o n V icen te F errer de
H errera T acám b aro 1785 L ugarteniente
D o n Ju a n F rancisco de
A nsiondo T acám b aro 1786, 1787 C om isario de justicia

D o n M an u el de O rtega T acám b aro 1788 T en ien te sustituto

D o n F rancisco G allegos T iripetío 1734 T en ien te

D o n Santiago A lfaro T iripetío 1748 T en ien te

D o n S im ón Ign acio de Castro T iripetío 1752, 1753 L ugarteniente

D o n Ign acio de G racia T iripetío 1764 L ugarteniente

D o n Ign acio de G racia T iripetío 1774 L ugarteniente


D o n A gu stín Fco. de
A lvarado y V elásquez T iripetío 1778 T en ien te

D o n Juan Jo sep h M elgarejo T iripetío 1781 L ugarteniente

D o n Ign acio Sánchez T iripetío 1786 C om isario de justicia


D o n G aspar P ardo de
M alab eh ar T iripetío 1787 T en ien te

D o n M artín de Segura T aretan 1721 T en ien te


D o n L uis A n ton io de
F onseca T aretan 1723, 1724 T en ien te
D o n P edro A n ton io de
Salceda T aretan 1724 T en ien te

D o n F rancisco de C elaya T aretan 1727, 1730 T en ien te

374
Anexos

D o n F rancisco de Z elaya T aretan 1728 T en ien te

D o n F rancisco de P eón T aretan 1751 L ugarteniente

D o n Jo sep h M an uel López T aretan 1751 T en ien te sustituto

D o n Jacinto Z am o ra T aretan 1756 T en ien te

D o n Jacinto Z am o ra T aretan 1763 T en ien te


D o n Jo a q u ín de A yala y
M edina T aretan 1766 T en ien te
D o n Jo sep h M an uel Pérez de
A rguello T aretan 1766 L ugarteniente
D o n M an u el Pérez de
A rgu ello y V illafañe T aretan 1770, 1771 T en ien te
D o n Jo sep h M an uel Pérez
de A rguello T aretan 1771 T en ien te
D o n Jo se p h M an uel Pérez de
A rgu ello V illafañ e T aretan 1774 L ugarteniente

D o n C arlos Jo sé de C ontreras T aretan 1786 C om isario de justicia

D o n José R am ó n de E guren T aretan 1786 T en ien te sustituto


D o n Jo se p h M an uel Pérez de
A rguello T aretan 1788 T en ien te

D o n Jo sep h del R ío Frío U recho 1727 T en ien te sustituto

D o n S ebastián de Ibarro la U recho 1727 T en ien te

D o n F elipe de Y biricu U recho 1749 T en ien te

D o n Jo sep h A n ton io R om án U recho 1750 L ugarteniente

D o n F elipe de Iberias U recho 1757 T en ien te

D o n N icolás de C astañeda U recho 1764 L ugarteniente

D o n Jo sep h Pasallo U recho 1766 T en ien te


don A n ton io M ateo y
M aestre U recho 1770 T en ien te
D o n Jo se p h M iguel M aciel y
O ntiveros U recho 1771 T en ien te
D o n F ern ando Jo se p h de la
G uerra U recho 1774 L ugarteniente

D o n C arlos M artínez U recho 1777 T en ien te

D o n B ern ardo Sierra U recho 1786 L ugarteniente

D o n M an u el P an do F errón H aniqueo 1753 T en ien te


D o n F ern ando Jo se p h de la
G uerra y A yala H uaniqueo 1755 L ugar teniente

D o n F ern ando de E scalante H uaniqueo 1766, 1767 L ugarteniente


D o n F rancisco X av ier de
A rancibia Y saissi H uaniqueo 1770 L ugarteniente

D o n C ayetano de O rozco H uaniqueo 1773 L ugarteniente


D o n Jo se p h T ib urcio Pérez
de Bonilla H uaniqueo 1776 L ugarteniente

D o n F rancisco D íaz Q uijano H uaniqueo 1786 L ugarteniente

D o n V icen te A rregu i H uaniqueo 1788 T en ien te sustituto

375
Tenientes generales y particulares de alcalde mayor, 1700-1787

D o n Jo sep h O rdoñez de
L eón P uruán diro 1723, 1724 T en ien te

D o n D iego A n ton io G uzm án P uruán diro 1736 T en ien te

D o n Jo sep h M orras P uruán diro 1766, 1767 T en ien te


D o n Jo se p h A n ton io de
M o lled a y C uerres P uruán diro 1770, 1773 T en ien te

D o n Jo sep h M orras P uruán diro 1776, 1777 T en ien te

D o n Jo sep h Bustillo P uruán diro 1778 T en ien te sustituto


D o n M igu el de G arandillas
del C astillo P uruán diro 1778, 1779 T en ien te

D o n P ab lo M o rellón P uruán diro 1779 T en ien te

D o n Jo sep h Bustillo P uruán diro 1781 T en ien te sustituto

D o n C arlos B arreda P uruán diro 1781 T en ien te

D o n José H ilario B ustillo P uruán diro 1786 L ugarteniente

D iego G allegos E túcuaro 1750 T en ien te

D o n Jo sep h de H erm o sa E túcuaro 1769, 1771 L ugarteniente

D o n F rancisco de L azarte E túcuaro 1753 T en ien te

D o n P edro M igu el C am acho E túcuaro 1766 L ugarteniente


D o n C ristób al M arín de
Q uezada E túcuaro 1771 T en ien te sustituto

D o n Jo sep h de H erm o sa E túcuaro 1769, 1771 T en ien te

D o n Jo sep h de H erm o sa E túcuaro 1776 L ugarteniente

D o n José M an u el de A rias E túcuaro 1777 T en ien te

D o n C ristób al M arín E túcuaro 1779 T en ien te


D o n J o s e f M an u el A rias
M aldo nado E túcuaro 1779 T en ien te
D o n F rancisco X av ier de
Larrea E túcuaro 1787 T en ien te
R. de m inas
D o n Jo sep h P allasar C urucupaseo 1761, 62, 63,66 L ugarteniente
R. de m in as de
D o n Ju a n A n ton io M aeda San M iguel
H oyo y V elis C urucupaseo 1761 L ugarten ien te gen eral

D o n Salvado r D íaz R om ero C urucupaseo 1757 T en ien te

D o n Jo sep h H erm o sa C urucupaseo 1770 L ugarteniente


D o n Jo se p h O rdoñez de
L eón C hucándiro 1723 T en ien te
D o n F rancisco A n ton io de
Irribaren C hucándiro 1744 L ugarteniente

D o n Juan M an uel de C astro C hucándiro 1752 T en ien te


D o n F rancisco A n ton io de
Iribarren C hucándiro 1753 T en ien te

D o n M an u el R am os C hucándiro 1757 T en ien te

D o n F ern ando de E scalante C hucándiro 1771 L ugarteniente


D o n Ign acio de Soto y
Saldaña C hucándiro 1778 T en ien te

376
Anexos

D o n P edro A ntonio
E scalante C hucándiro 1786 L ugarteniente

D o n Jo se f Jacinto R obles C hucándiro 1775, 1776 T en ien te

Santiago
D o n Jo sep h D ávalos U ndam eo L ugarteniente
Santiago
D o n Jo sep h D ávalos U ndam eo 1751 L ugarteniente
Santiago 1752,1753,
D o n S im ón Ign acio de Castro U ndam eo 1754, lugarten ien te
Santiago
D o n José M an u el de T orres U ndam eo 1778,octubre 13 teniente
Santiago
D o n Jo sep h C ristób al R an gel U ndam eo 1781 lugarten ien te

D o n Ju a n F rancisco A rias
M aldo nado Indaparapeo 1748 L ugarteniente
D o n F rancisco A rias
M aldo nado Indaparapeo 1746 T en ien te
D o n Ju a n F rancisco A rias
M aldo nado Indaparapeo 1748 L ugarteniente
D o n Jo se p h M an uel de B iera
y B ribiesca Indaparapeo 1755 T en ien te
D o n A gu stín V illegas y
P eralta Indaparapeo 1766, 1767 L ugarteniente

D o n Joseph M igu el M orras Indaparapeo 1773 T en ien te


D o n Jo a q u ín Santa A nna Indaparapeo y
Sánchez T arím baro 1773 L ugarteniente
D o n E ugenio M artínez de
A m en dañ a Indaparapeo 1776 T en ien te com isionado
D o n D o m in go Jo sé de
V illegas Indaparapeo 1778 L ugarteniente
D o n D o m in go Jo sé de
V illegas Indaparapeo 1784, 1786 T en ien te

D o n S ebastián Sánchez
R am írez N um arán 1727, T en ien te

D o n M an u el R am os N um arán 1754, L ugarteniente


D o n F rancisco Fuentes
T rujillo N um arán 1757 T en ien te

D o n M an u el R am os N um arán 1766 T en ien te

D o n Jo sep h M artín de L eón N um arán 1776 L ugarteniente


D o n B ern ardo del V illar y
M ier N um arán 1780, 1786 T en ien te

D o n José M artín de L eón N um arán 1788 T en ien te

San Ju a n
D o n Jo se f A n ton io C hávez P arangaricutiro 1773, enero 20 T en ien te sustituto
D o n F elipe L ázaro M artínez San Ju a n
del R incón P arangaricutiro 1766 T en ien te
D o n F elipe L ázaro M artínez San Ju a n
del R incón P arangaricutiro 1776 T en ien te
D o n F elipe L ázaro M artínez San Ju a n
del R incón P arangaricutiro 1779 L ugarteniente

377
Tenientes generales y particulares de alcalde mayor, 1700-1787

San Ju a n
D o n L uis A n ton io T ello P arangaricutiro 1786 C om isario de justicia

D o n Juan M an uel de Silva T arím baro 1766, 1767 L ugarteniente

D o n N icolás O rtiz T arím baro 1776 T en ien te

Joseph Sim ón de T ap ia T arím baro 1776 T en ien te


D o n D o m in go Jo sé de
V illegas T arím baro 1779 L ugarteniente
D o n D o m in go Jo sé de
V illegas T arím baro 1786 T eniente
D o n Jo se p h R einoso San Luis
R entería N ahuatzen 1731 T en ien te

D o n C laudio de C oria H uango 1724 T en ien te

D o n Jo sep h Pérez de la B usta H uango 1740 T en ien te


D o n Jo se p h A n ton io de
C isneros H uango 1752, 1754 L ugarteniente

D o n N icolás de F igueroa H uango 1766 L ugarteniente

D o n N icolás de F igueroa H uango 1772 L ugarteniente

D o n José L ázaro Franco H uango 1776 T en ien te sustituto


D o n F rancisco de P aula
Franco H uango 1776 T en ien te

D o n José A lo n zo V illagóm ez H uango 1780 T en ien te

D o n F rancisco N avarro H uango 1783 L ugarteniente

TLAZAZALCA

D o n C arlos R osales L a P iedad 1729 T en ien te gen eral


D o n N icolás E nríquez de
T h eran L a P iedad 1750 T en ien te gen eral

D o n Juan Luis de E strada L a P iedad 1751 T en ien te gen eral


D o n A m brosio M ariano
Sám ano L a P iedad 1781 T en ien te gen eral

D o n José R obledo T lazazalca 1769, 1772 T en ien te

D o n M an u el M aciel T lazazalca 1781 T en ien te

Juan Z arate y M an zo T lazazalca 1785 T en ien te


Jo sé A n ton io M éndez de
T orres T lazazalca 1788 T en ien te
D o n A m brosio M ariano
Sám ano Y urécuaro 1781 T en ien te
E stancia
D o n D io nisio V alen tín Pérez C hurinsio 1781 T en ien te

D o n Jo aqu ín O tero P enjam illo 1781 T en ien te

D o n F rancisco A cevedo C hilchota 1781 T en ien te


D o n A sen cio Jaco b o
C onaeras A tacheo 1781 T en ien te

D o n T h o m as D ávalos E cuándureo 1781 T en ien te


D o n Jo se p h R om án San Pedro
V elásquez T han huen guato 1781 T en ien te

378
Anexos

M A R A V A T ÍO Y
AGREGADO DE
ZAM ORA
D o n Jo se p h G arcía V elásquez
Larios M aravatío 1744 L ugarteniente
D o n L op e del C apellán y
R o sal M aravatío 1754 T en ien te gen eral

José Jo aqu ín de V elasco M aravatío 1778 L ugarteniente


D o n B ern ardo A rias
M aldo nado M aravatío 1779-1784 T en ien te
D o n A n ton io R afael de la
P eña M aravatío 1779-1784 T en ien te

don José Jo aqu ín V elasco M aravatío 1779-1784 T en ien te

D o n José Jo aqu ín de V elasco M aravatío 1784 T en ien te


D o n Jo sé A n ton io V illaló n y
A h um ada M aravatío 1788 L ugarteniente
D o n Ju a n D om ingo
B achiareli M aravatío 1787, 1788 L ugarteniente

D o n José Ign acio B ustam ante M aravatío 1788 L ugarten ien te interino
D o n Ju a n D om ingo
B achiareli M aravatío 1787, 1788, L ugarteniente
D o n Jo sé A n ton io V illaló n y
A h um ada M aravatío 1788 L ugarteniente

D o n José Ign acio B ustam ante M aravatío 1788 L ugarten ien te interino

D o n M artín de G am on V illa de Z itácuaro 1724 L ugarteniente


D o n H eraclio R om ero
D elgado V illa de Z itácuaro 1762 T en ien te gen eral
D o n E raclio R om ero
D elgado V illa de Z itácuaro 1779-1784 T en ien te gen eral

D o n José A n ton io de V elasco V illa de Z itácuaro 1779-1784 T en ien te gen eral


D o n H eraclio R om ero
D elgado V illa de Z itácuaro 1781 T en ien te gen eral

D o n G erardo de A nchoriz V illa de Z itácuaro 1786 T en ien te gen eral


San M ateo del
D o n A n ton io B alderram a R incón 1762 T en ien te
San M ateo del
D o n V icen te de O tal R incón 1779-1784 T en ien te
San M ateo del
don R am ó n de E sp ro n ceda R incón 1779-1784 T en ien te
San M ateo del
don Juan Benites R incón 1779-1784 T en ien te

D o n M an u el de A guilar T u zan tla 1736 L ugarteniente

M artín Joseph T h ellech ea T u zan tla 1786 T en ien te

D o n José A n ton io de V elasco T u zan tla 1779-1784 T en ien te

D o n A n ton io G onzález T u zan tla 1779-1784 T en ien te

D o n A n ton io C hávez T u zan tla 1779-1784 T en ien te

A n ton io del C am po V izcarra Santiago T u xp an 1760 L ugarteniente

D o n V icen te R o ca T u xp an 1779-1784 T en ien te

D o n D iego Peram ato T u xp an 1779-1784 T en ien te


D o n A n ton io del C orral
V elasco T u xp an 1786 T en ien te

379
Tenientes generales y particulares de alcalde mayor, 1700-1787

D o n Juan V icen te de la R o ca T u xp an 1781 L ugarteniente

D o n Jacinto E stévez T u xp an 1789 L ugarteniente


D o n E ugenio A n ton io de la
H uerta T axim aro a 1779-1784 T en ien te

D o n M atías de Ribas T axim aro a 1779-1784 T en ien te

D o n Ign acio José P o rtal Irim bo 1779-1784 T en ien te

D o n D iego M aciel B lancarte V illa de Z am ora 1713, oct 28 T en ien te gen eral
D o n D o m in go G onzález de V illa de Z am o ra y
Y gareda V illa Jaco na 1717 T en ien te gen eral

M atías Á lvarez Jaco na 1752, 6 jun T en ien te

D o n D iego D íaz de G am arra V illa de Z am ora 1749, jun io 12 T en ien te gen eral

D o n Jo sep h de P alazuelos Z am o ra y Jaco na 1758 ju l 12 T en ien te gen eral

D o n Á n gel P rieto de la M aza V illa de Z am ora 177? T en ien te gen eral


D o n H eraclio R om ero
D elgado V illa de Z am ora 1779 T en ien te g en eral interino

D o n F rancisco B enito Jaso V illa de Z am ora 1779-1784 T en ien te gen eral


V illa de Z am o ra y
Z am ora D o n Juan José G aribay su jurisdicción 1785 T en ien te gen eral

D o n Juan Jo sef T en to rí Z am ora 1785,86 y 87 T en ien te gen eral


R eal de los Santos
D o n M artín de T ellechae Reyes 1787 L ugarteniente
D o n Jo se p h A n ton io B enítez R eal y m in as de
de M ariza T em ascaltepec 1736, m ayo 18 L ugar teniente

T a n c íta ro y
P in z á n d a ro ,
a g re g a d o s , S in a g u a y
L a H uacana y
M o tin e s d e l O ro

D o n F rancisco M orquecho T ancítaro 1781 T en ien te

T ancítaro D o n P edro Pérez A p atzingán 1771 T en ien te gen eral

C ayetano G arcía A p atzingán 1774 T en ien te gen eral

D o n M igu el de E chenique A p atzingán 1779 T en ien te gen eral

D o n A gu stín Sansberro A p atzingán 1781 T en ien te gen eral

D o n M igu el de G andarilla A p atzingán 1781 T en ien te

D o n A gu stín Silva A p atzingán 1782 T en ien te gen eral


D o n A lejo A n ton io de
T ab o ada y M arino T ep alcatep ec 1720 T en ien te

D o n M arco s de O ñate T ep alcatep ec 1781 T en ien te


Santa A na
D o n L uis de E scorzo A m atlán 1781 T en ien te
Santa A na
F rancisco Jav ier de O choa A m atlán 1785 T en ien te
Santa C atarina
P urun gu eo de la
jurisdicció n de
A rio , Sinagua y L a
D oroteo C arbajal H uacana 1781 L ugarteniente

D o n P edro V élez de C hávez Paracuaro 1730 T en ien te gen eral

380
Anexos

D o n G regorio M atías de
A rriola C arácuaro 1781 T en ien te
S in a g u a y L a D o n M an u el de N eira P once A rio (Sinagua y la
H uacana de león H uacana) 1753 T en ien te gen eral

D o n Jo sep h M aría R ueda A rio 1769 L ugarteniente

don Juan José C astellanos A rio 1782 T en ien te gen eral

D o n C ayetano G arcía A rio 1788 T en ien te gen eral

M o tin es del O ro D o n Juan A n ton io de Y b iricu M o tin es del O ro 1783 T en ien te gen eral

J iq u ilp a n , P e rib a n y
T in g ü ie n d in
D o n Jo se p h de M o relló n y
O seguera Jiquilpan 1780 T en ien te gen eral

D o n Juan B ap tista de M artija Jiquilpan 1788 T en ien te gen eral


D o n D iego G onzález de
O livera T in gü in dín 1757 T en ien te

D o n P edro D íaz T in gü in dín 1783 T en ien te

D o n Juan C oton T in gü in dín 1788 T en ien te

D o n Jo se f Sim ón G odines T in gü in dín 1790 L ugar T en ien te

D o n F rancisco D íaz cano San Juan P eriban 1781 L ugarteniente

D o n V icen te R uíz y M aciel P atam b an 1791 L ugarteniente

T la lp u ja h u a

Joseph Jo achin de Llano T lalpu jah ua 1754 T en ien te gen eral


R eal de
D o n Jo sep h de Soria T lap ujahu a 1771 lu g ar teniente

Juan A nton io V alladolid H ucaneo 1727 T en ien te

D o n A n ton io de R ivera Frías Z inapécuaro 1727 lugarten ien te

D o n M arco s de L arrondo Z inapécuaro 18-nov L ugarteninete

C u itz e o d e la L a g u n a

D o n M arco s Santos de V illa Santa A n a M aya 1770, L ugarteniente


C uitzeo de la
D o n Jo aqu ín de O rduña L aguna 1770, T en ien te gen eral
D o n A n ton io A lo nso del C uitzeo de la
P eral L aguna 1770, L ugarten ien te gen eral

H u im e o y Z irá n d a ro L ugarteninete

D o n Josep A n ton io G onzález Z irándaro 1787 L ugarten ien te sustituto

D o n Juan de M en doza Z irándaro 1788 T en ien te gen eral

381
Fuentes

AGI Archivo General de Indias


- Audiencia de México
- Indiferente general
- Estado

AGN Archivo General de la Nación (México)


- Subdelegaciones
- Alcaldías mayores
- Civil
- Criminal
- Indiferente virreinal
- Indios
- Tierras
- General de parte
- Reales ordenanzas
- Cedulas reales originales y duplicadas
- Intendencias
- Real Hacienda
- Media Anata
- General de Parte
- Tributos
- Correspondencia diversas autoridades

AHMM Archivo Histórico Municipal de Morelia


- Gobierno
- Hacienda
- Justicia
- S. XIX

AHCM Archivo Histórico Casa de Morelos (Morelia)


- Justicia
- Denuncias
- Bienes materiales
- Padrones

AHCP Archivo Histórico del Ayuntamiento de Pátzcuaro


- Fondo colonial, siglo XVIII

382
Bibliografía

AGÜERO, Alejandro, “El teniente de rey de Tucumán. Gobierno político, autoridad militar y
colonización jurisdiccional en Córdoba, 1741-1775, Revista de Historia del Derecho, No. 46,
INHIDE, Buenos Aires, Julio- Diciembre, 2013.
AGÜERO, Alejandro, Castigary perdonar cuando conviene a la República: lajusticia penal de Córdoba Tucumán,
siglos XVII y XVIII, Madrid Centro de Estudios políticos y Constitucionales, 2008.
ALCANTARA LÓPEZ, Alvaro, Disidencia, poder y cambio soáal en la provincia de Acayucan 1750-1802,
Tesis de doctorado, México, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, mayo del 2015.
ALCAUTER GUZMÁN, José Luis, Régimen de subdelegaáones en la América Borbónica. Autoridades
intermedias en transición, Valladolid de Michoacán, Tesis de doctorado, Zamora, El Colegio de
Michoacán, 2012.
ALONSO NUÑEZ, María Carmen, De la Alcaldía Mayor de Tancítaro a la Subdíelegaáón de Apatzingán:
una transición social, políticay adíministrativa (1750- 1812), Tesis de maestría, Morelia, Facultad de
Historia, División de Estudios de Posgrado, UMSNH, Abril 2008.
ALONSO ROMERO, María Paz, E l proceso penal en Castilla (siglos XIII al XVIII), Salamanca,
Universidad de Salamanca, 1982.
ARCHER, Christon I. E l ejército en el México borbónico, 1760-1810, México, FCE, 1983.
ARNOLD, Linda, Burocracia y burócratas en México, 1742-1835, México, Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes, Grijalbo, 1991.
ARRIOJA DIAZ VIRUEL, Luis Alberto, Pueblos de indiosy tierras comunales, Villa Alta, Oaxaca: 1742­
1856, Zamora, El Colegio de Michoacán, Fideicomiso “Felipe Teixidor y Monserrat Alfau de
Teixidor”, 2011.
ARRIOJA DIAZ VIRUELL, Luis Alberto, “El Abasto de una villa serrana: la Villa Alta de San
Ildefonso (Oaxaca) a fines del siglo XVIII”, en Manuel Miño Grijalba, Núcleos urbanos
mexicanos: XVIII y XIX: mercado, perfiles soáodemográficos y conflictos de Autoridad, México, El
Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, 2006.
AUGERON, Mickael, “Las grandes familias mexicanas a la conquista de las subdelegaciones
costeras. El ejemplo del clan Peón en Yucatán (1794-1813)”, en MACHUCA GALLEGOS,
Laura, Grupos privilegiadlos en la península de Yucatán, Siglos XVIII y XIX, México, CIESAS,
Gobierno del Estado de Yucatán, SEDECULTA, CONACULTA, 2014.
AYALA, Manuel Joseph de, Diccionario de gobierno y legislación de Indias, Madrid, Ediciones de Cultura
Hispánica, 1996.
BASKES, Jeremy, Indians, Merchants and Markets. A reintepretation o f the Repartimiento and Spanish-Indian
Economic Relations in Colonial Oaxaca, 1750-1821, Stanford, California, Stanford University
Press, 2000.
BASKEs, Jeremy, “Coerced or Voluntary? The Repartimiento and Market Participation of Peasants
in Late Colonial Oaxaca”, en Journal o f Latin American Studies, Vol. 28, No. 1,1996, pp. 1- 28.
BECERRA JIMÉNEZ, Celina Guadalupe, “Oficios de justicia en una sociedad ganadera de la Nueva
Galicia. Santa María de los Lagos. 1563-1750”, Tesis de doctorado en Ciencias sociales,
Zamora, El Colegio de Michoacán, 2004.
BECERRA JIMÉNEZ, Celina G, “Redes sociales y oficios de justicia en Indias. Los vínculos de dos
alcaldes mayores neogallegos”, en Relaciones. Estudios de historia y soáedad, vol. XXXIII, núm.
132, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2012, pp. 109-150.

383
Bibliografía

BENTURA BELEÑA, Eusebio, Recopilación sumaria de todos los autos acordados de la real audienciay sala
del (rimen de esta Nueva España y providenáas de su superior gobierno, de varias reales cédulas y ordenes
que después de publicada la recopilación de indias han podido recogerse así de las dirigidas a la misma
audiencia o gobierno, como de algunas otras que p o r sus notables decisiones convendrá no ignorar. Tomo I,
Impreso en México por don Felipe de Zúñiga y Ontiveros, calle del espíritu santo, año de
1787.
BENTURA BELEÑA, Eusebio, Recopilación sumaria de todos los autos acordados de la Real A udienáay Sala
del crimen de esta Nueva España, T. I, [Estudio introductorio de María del Refugio González],
México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1991.
BERTHE, Jean-Pierre y CALVO, Thomas (ed.), Administraáón e Imperio, Zamora, El Colegio de
Michoacán, Fideicomiso “Felipe Teixidor y Monserrat Alfau de Teixidor”, 2011.
BORAH, Woodrow, “El Desarrollo de las provincias coloniales”, en BORAH, Woodrow, E l gobierno
provináal en la Nueva España, México, Universidad Autónoma de México, 1985.
BORAH, Woodrow, E l Juzgado General de Indios en la Nueva España, México, Fondo de Cultura
Económica, 1985.
BRADING, David, Minerosy comerciantes en el México borbónico, México, FCE, 2004.
BRADING, David, Orbe indiano. De la monarquía católica a la república criolla, 1492- 1867, México, FCE,
1991.
BRADING, David, Una iglesia asediada: E l obispado de Michoacán, 1749- 1810, México, FCE, 1994.
BURKHOLDER, Mark A. y D.S. Chandler, De la impotencia a la autoridad. La Corona española y las
audiencias en América 1687-1808, México, FCE, 1984.
CAMELO, Rosa, “El cura y el alcalde mayor”, en BORAH, Woodrow (Coord.), E l gobierno provináal
en la Nueva España, México, Universidad Autónoma de México, 1985 .
CAMPILLO Y COSÍO, Joseph del, Nuevo sistema del gobierno económico para la América, Venezuela,
Universidad de los Andes, Facultad de Humanidades y Educación, 1971.
CARMAGNANI, Marcello, E l regreso de los dioses. Elproceso de reconstitución de la identidad étnica en Oaxaca.
Siglos X V IIy XVIII, México, Fondo de Cultura Económica, 1993.
CASTILLO CANCHÉ, Jorge I., “El reformismo borbónico en Yucatán: el gobierno de los
intendentes, 1789-1811”, en QUEZADA, Sergio, CASTILLO CANCHÉ, Jorge, ORTIZ
YAM, Inés (Coords.) Historia general de Yucatán. Yucatán en el orden colonial. 1517-1811, Mérida,
Yucatán, Universidad Autónoma de Yucatán, 2014.
CASTILLO PALMA, Norma Angélica, "Españoles e indios: una vecindad coercitiva analizada a
través de los repartimientos de mercancías en la región de Cholula durante los siglos XVII y
XVIII", en GONZÁLEZ-HERMOSILLO ADAMS, Francisco (coord.) Gobierno y
economía en los pueblos indios del México colonial, México, Instituto Nacional de
Antropología e Historia, 2001, pp. 161-177.
CASTRO GUTIÉRREZ, Felipe, “Lo tienen de Uso y costumbre”. Los motines de indios en
Michoacán colonial”, en Tzintzun, revista de estudios Históricos, No 38, Morelia, Michoacán,
Instituto de Investigaciones Históricas, UMSNH, Junio-Diciembre de 2003.
CASTRO GUTIÉRREZ, Felipe, Los Tarascos y el imperio español, 1600-1740, México, UNAM,
UMSNH, 2004.
CASTRO GUTIÉRREZ, Felipe, Movimiento populares en Nueva España, Michoacán, 1766-1767, México,
UNAM, 1990.
CHAMBERLAIN, Robert S., “The Corregidor in Castile in the Sixteenth Century and the Residencia
as Applied to the Corregidor”, The Hispanic American Historical Review, Duke University Press,
Vol. 23, No. 2 (May, 1943).

384
Bibliografía

CHANCE, John, La conquista de la sierra, españoles e indígenas de Oaxaca en la época de la colonia, México,
Instituto Oaxaqueño de las Culturas, Fondo Estatal para la Cultura y las Artes, Centro de
Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 1998.
CHIARAMONTE, José Carlos, “Modificaciones del pacto imperial”, en Antonio Annino y Frangois-
Xavier Guerra (Coord.), Inventando la nación, Iberoamérica. Siglo XIX, México, FCE, 2003.
COLÓN DE LARRIÁTEGUI XIMENEZ DE EMBUN, Félix, Juzgados militares de España y sus
Indias. Tomo II, 2a edición corregida y aumentada, Madrid, MDCCXCVII, Imprenta de la
viuda de D. Joaquín Ibarra.
COMMONS, Aurea, Las intendenáas de la Nueva España, México, UNAM, 1993.
CORTÉS MAXIMO, Juan Carlos, De Repúblicas de indios a Ayuntamientos Constituáonales: Pueblos sujetos
y cabeceras de Michoacán, 1740-1831, Morelia, Michoacán, Instituto de Investigaciones
Históricas, UMSNH, 2012.
COSS Y LEÓN, Domingo, Los demonios del Pecado. Sexualidady justicia en Guadalajara en una época de
Transición, Guadalajara, El Colegio de Jalisco, 2009.
CRAMAUSSEL VALLET, Chantal, “Para salir del Estado de Abyección. Las diputaciones mineras
territoriales su emergencia, en el gobierno y justicia de la Nueva España (1786-1815)”, en
GAYOL, Víctor, Formas de gobierno en México: poder político y actores sociales a través del tiempo,
Zamora, El Colegio de México, 2012, pp. 223- 252.
CUEVAS, Mariano [Colegiados y anotados], Documentos inéditos del siglo X V Ipara la Historia de México,
México, Talleres del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología, 1914.
DE ICAZA DUFOUR, Francisco, Plus ultra. La monarquía católica en Indias 1492- 1898, México,
Editorial Porrúa, Escuela Libre de Derecho, 2008.
DE SEIJAS Y LOBERA, Francisco, Gobierno militar y político de la Nueva España (1702), México,
UNAM, 1986.
DEHOUVE, Daniéle, Entre el caimán y eljaguar, los pueblos indios de Guerrero, México, INI-CIESAS,
1994.
DEL ARENAL FENOCHIO, Jaime, “Instituciones judiciales de la Nueva España”, en Estudis.
Revista de Historia Moderna, México, Escuela Libre de Derecho, No 22, 1998.
DIEGO FERNÁNDEZ SOTELO, Rafael y GAYOL Víctor, E l Gobierno de la justicia. Conflictos
jurisdiccionales en Nueva España (s. XVI- XIX), Zamora, El Colegio de Michoacán, Archivo
Histórico del Municipio de Colima, 2012.
DIEGO-FERNANDEZ SOTELO Rafael y MANTILLA TROLE Marina, La Nueva Galiáa en el
ocaso del imperio español, T. I, Zamora, El Colegio de Michoacán, Universidad de Guadalajara,
2003.
DIEGO-FERNÁNDEZ SOTELO, Rafael, “Las reales audiencias indianas como base dela
organización político-territorial de la América hispana”, en Celina G. Becerra Jiménez, Rafael
Diego-Fernández Sotelo, Convergencias y divergencias México y Andalucía: siglos XVI y XIX,
Guadalajara, Universidad de Guadalajara, El Colegio de Michoacán, 2007.
DOUGNAC RODRÍGUEZ, Antonio, Manual de Historia del Derecho, México, UNAM, 1994.
EISSA-BARROSO Francisco A. “De corregimiento a gobierno político-militar: el gobierno de
Veracruz y la “militarización” de cargos de gobierno en España e Indias durante los reinos
de Felipe V ”, en Relaaones, No. 147, Zamora, El Colegio de Michoacán, Verano 2016.
EISSA-BARROSO Francisco A. “The Honor of the Spanish Nation”: Military Officers,
Mediterranean Campaigns and American Government Under Felipe V ”, en Francisco A.
EISSSA-BARROSO y Ainara VÁZQUEZ VARELA, Early Bourbon Spanish America. Politics
and society in a forgotten Era (1700- 1759), Leiden, Boston, Brill, 2013.

385
Bibliografía

ENKERLIN PAWELLS, Luise Margaret, Ciudad, haciendasy pueblos. En la ribera sur del lago de Pátzcuaro,
durante la primera mitad del siglo XVIII, Tesis de Maestría, Zamora, El Colegio de Michoacán,
1996.
FLORESCANO, Enrique y SÁNCHEZ, Isabel, Descripciones económicas regionales de Nueva España,
México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Departamento de Investigaciones
Históricas, Seminario de Historia Económica, 1976.
FARRIS, N. M., La coronay el clero en el México colonial, 1579- 1821, México, FCE, 1995.
GÁLVEZ, José de, Informe sobre las rebeliones populares de 1767, México, UNAM, 1990.
GARCÍA GALLO, Alfonso, “La evolución territorial de las Indias de 1492-1824, en III Congreso de
Historia del Derecho Indiano: Madrid 17-23 de enero de 1972, actas y estudios, Madrid, Instituto
Nacional de Estudios Jurídicos, 1973.
GARCÍA GARCÍA, Antonio, “El precio político de la venta de cargos públicos reflexiones sobre la
regalía real”, en Illes i Imperis, 9, Desembre 2006.
GARCÍA MARÍN, José María, La reconstrucaón de la administraáón territorialy local, Alcalá de Henares,
Madrid, España, Instituto Nacional de Administración Pública, 1985.
GARCÍA MARTÍNEZ, Bernardo, Los pueblos de la sierra. E l poder y el espacio entre los indios del norte de
Puebla hasta 1700, México, El Colegio de México, 2005.
GARCÍA MARTÍNEZ, Bernardo, E l Marqués del Valle tres siglos de régimen señorial en Nueva España,
México, El Colegio de México, 1969,
GARCÍA PÉREZ, Rafael D., Reforma y Resistencia Manuel de Flon y la Intendencia de Puebla, México,
Editorial Porrúa, México, 2000.
GARRIGA, Carlos, “Gobierno y Justicia: El gobierno de la justicia”, en La jurisdicción contenáosa-
administrativa en España. Una historia de sus orígenes, Cuadernos de Derecho Judicial, Consejo
General del poder judicial, pp. 47-113.
GARRIGA, Carlos, “Justicia y política entre Nueva España y México. De gobierno de la justicia a
gobierno representativo”, en GAYOL, Víctor, Formas de gobierno en México. Poder político y actores
sociales a través del tiempo, vol I, Zamora, El Colegio de México, 2012.
GAVIRA MÁRQUEZ, María Concepción, Minería y poblaáón en Michoacán durante el siglo XVIII,
Morelia, Facultad de Historia, UMSNH, 2009.
GARRIGA, Carlos, “Loslímites del reformismo borbónico: a propósito de la administración de la
justicia en Indias”, en Feliciano Barrios Pintado (Coord.), D erechoy administración pública en las
Indias hispánicas. Actas delXII congreso internacional de historia del derecho indiano (Toledo, 19 a 21 de
octubre de 1998), Cuenca, España, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2002,
p p .781-821.
GAYOL, Víctor, “La justicia y el gobierno político militar de Tlaxcala entre las reformas borbónicas
y la independencia (1786-1821): los gobernadores militares”, en CASELLI, Elisa (coord.),
Justicias, agentesy jurisdicciones. De la monarquía hispánica a los Estados nacionales, Españay América,
siglos XVI- XIX), México, FCE, Red Columnaria, 2016, pp. 287- 311.
GAYOL, Víctor, “Retribución en los sueldos de la Nueva España. Acercamiento preliminar al
estudio de los derechos de judicatura”, en De Reinosy Subdelegaciones. Nuevos Escenarios para un
nuevo orden, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2014.
GAYOL, Víctor, Laberintos dejusticia:procuradores, escribanos, y oficiales de la real audiencia de México (1750­
1812), Vol. I, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2007.
GERHARD, Peter, Geografía Histórica de la Nueva España, 1519-1821, México, Universidad Autónoma
de México, 1986.

386
Bibliografía

GOLTE, Jürgen, Repartosy rebeliones Túpac Amaru y las contradicciones de la economía colonial, Instituto de
Estudios Peruanos, Perú, 1980.
GONZÁLEZ ALONSO, Benjamín, Corregidoresy corregimientos, Salamanca, Gráficas Europa, 1970.
GONZÁLEZ ALONSO, Benjamín, E l corregidor castellano (1348-1808), Madrid, Instituto de Estudios
Administrativos, 1970.
GONZÁLEZ, María Del Refugio y LOZANO, Teresa, “El alcalde mayor o el corregidor como
jueces”, p. 571-572. www.juridicas .unam.
GONZÁLEZ, María del Refugio y LOZANO, Teresa, “La administración de justicia”, en BORAH,
Woodrow (Coord.), E l gobierno provincial en la Nueva España, México, Universidad Autónoma
de México, 1985.
GUIMERÁ, Agustín (ed.), E l reformismo borbónico. Una visión interdisáplinar, Madrid, CSIC, Alianza
Editorial, Fundación MAPFRE AMÉRICA, 1996.
GUTIÉRREZ CASILLAS, José, Historia de la Iglesia en México, México, Porrúa, 1984.
GUTIÉRREZ DEL ARROYO, “El nuevo régimen institucional bajo la real ordenanza de
intendentes de la Nueva España, (1786), Historia Mexicana, XXIX, 3, 1990, pp. 89- 122.
HAMNETT, Brian R., “Absolutismo ilustrado y crisis multidimensional en el periodo colonial tardío,
1760-1808, en ZORAIDA VAZQUEZ, Josefina (Coord.), Interpretaciones del siglo XVIII
mexicano. E l impacto de las reformas borbónicas, México, Nueva Imagen, 1992, p. 93-94.
HAMNETT, Brian, Política y comercio en el sur de México 1750- 1821, México, Instituto Mexicano de
Comercio exterior, 1976.
HARING, C. H. E l imperio español en América , México, Alianza Editorial Mexicana, Consejo Nacional
para la Cultura y las Artes, 1990.
HENSEL, Silke, E l desarrollo delfederalismo en México. La élite política de Oaxaca entre ciudad, regióny Estado
Nacional, 1786-1835, México, Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, El Colegio de
Michoacán, El Colegio de San Luis Potosí, 2012.
HERZOG, Tamar, La administración como un fenómeno social: la justicia penal de la ciudad de Quito (1650­
1750), Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1995.
HESPANHA, Antonio M., Vísperas delLeviatán. Institucionesy poder político (Portugal, siglo XVII), Madrid,
Taurus Humanidades, 1989.
ICAZA DOFOUR, Francisco, Recopilaáón de leyes de los reynos de las Indias. Estudios históricos-jurídicos,
México, Miguel Ángel Porrúa 1987.
Informe general que en virtud de Real Orden instruyó y entregó el excelentísimo señor marqués de Sonora siendo
visitador general de este reino, al excelentísimo señor virrey don Antonio Bucarely y Ursúa con fecha 31 de
diáembre de 1771. [Clara Elena Suárez Argüello, estudio introductorio] Edición facsimilar,
México, Centro de Investigaciones y Estudios superiores de Antropología Social, Miguel
Ángel Porrúa, 2002.
IRISARRI AGUIRRE, Ana, Reformismo borbónico en la intendíenáa de San Luis Potosí /durante la intendíencia,
Universidad Autónoma de San Luis Potosí, Coordinación de ciencias sociales y
Humanidades, Porrúa, 2008.
JÁUREGUI, Luis, “Del Intendente al Comisario: la herencia novohispana en la administración fiscal
mexicana”, en SÁNCHEZ SANTIRÓ, Ernest, JAUREGUI Luis, IBARRA, Antonio,
Finanzas y política en el mundío iberoamericano. D el antiguo régimen a las naciones independientes,
Cuernavaca, Morelos, Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Instituto de
investigaciones Dr. José María Luis Mora, Facultad de Economía-UNAM, 2001, pp. 223­
253.

387
Bibliografía

JÁUREGUI, Luis, La real Hacienda de Nueva España. Su administraáón en la época de los intendentes: 1786­
1821, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1999.
JIMÉNEZ PELAYO, Águeda, “Tradición o modernidad. Los alcaldes mayores y los subdelegados
en Nueva España”, en Espiral. Estudios sobre Estadosy Sociedad, Vol II, No. 21, mayo- agosto
de 2001, pp. 133-157.
JUAN, Jorge y ULLOA, Antonio, Noticias secretas de América, siglo XVIII, Tomo 1, Madrid, Editorial
América, 1918.
JUÁREZ NIETO, Carlos, La oligarquíay el poder político en Valladolid de Michoacán, 1785-1810, Morelia,
Congreso del Estado de Michoacán de Ocampo, Instituto Nacional de Antropología e
Historia, Instituto Michoacano de Cultura, 1994.
La península de Yucatán en el Archivo General de la Nación, México, Archivo general de la Nación,
Universidad Autónoma de México, Centro de Investigaciones humanísticas de Mesoamérica
y el estado de Chiapas, 1998.
LEÓN PINELO, Antonio de, [edición y estudio preliminar de Ismael Sánchez Bella], Recopilación de
Indias, México, Escuela Libre de Derecho, Gobierno del Estado de Chiapas, Gobierno del
Estado de Morelos, Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, Universidad Cristóbal
Colón, Universidad de Navarra, Universidad Panamericana, Miguel Ángel Porrúa Librero
Editor, 1992.
Libro de los principales rudimentos tocante a todos juiáos, criminal, civily ejecutivo, año de 1764, [Transcripción
y estudio preliminar de Charles R. Cutter], México, UNAM, Libro de los principales rudimentos
tocante a todosjuicios, criminal, civily ejecutivo, año de 1764, [Transcripción y estudio preliminar de
Charles R. Cutter], México, UNAM.
LEMUS, Eduardo, “Descubrimiento y consolidación del real de minas de Angangueo, 1794-1810”,
Tesis de maestría, Facultad de Historia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de
Hidalgo, 2016.
LIEHR, Reinhard, “La jurisdicción ordinaria de primera instancia en la ciudad de Puebla. 1750­
1810” en Entorno urbano, Revista de Historia, vol. 1, no 2, México, Instituto de Investigaciones
Dr. José María Luis Mora, Universidad Veracruzana, Universidad Autónoma metropolitana-
Itztapalapa, 1995.
LIRA, ANDRÉS, Comunidades indígenas frente a la dudad de México, Tenochtitlan y Tlatelolco, sus pueblos y
barrios, 1812-1919, México, El Colegio de México, segunda edición, 1995.
LOHMANN VILLENA, Guillermo, E l corregidor de indios en el Perú bajo los Austrias, Perú, Pontificia
Universidad Católica del Perú, 2001.
LÓPEZ LARA, Ramón, Apuntes de la historia de la Iglesia en México, siglo XVI, Morelia, Fimax Publicistas,
1990.
LÓPEZ NÚÑEZ, Ma. del Carmen, “Los espacios para la producción y la estructuración del territorio
en la región de Valladolid. Una interpretación de la concepción del espacio en el Michoacán
virreinal”, tesis doctoral, México, Facultad de Geografía, UNAM, 2008.
LOZANO ARMENDARES, Teresa, “De los ultrajes a la jurisdicción real o de cuando la injuria es
escándalo”, en YUSTE, Carmen, La diversidad del siglo XVIII novohispano. Homenaje a Roberto
Moreno de los Arcos, México, Universidad Autónoma de México, 2000, pp. 55-71.
LUNENFELD, Marvin, Keepers o f the City. The corregidores de Isabella I o f Castile (1474-1504), Cambridge,
Cambridge University Press, 1987.
LYNCH, John, Administraáón colonial española, 1782-1810. E l sistema de intendencias en el virreinato del río
de la plata , Buenos Aires, Eudeba Editorial Universitaria de Buenos aires, 1967.
LYNCH, John, Los Austrias (1516-1598), Barcelona, Crítica, 1992.

388
Bibliografía

MACLACHLAN, Colín M., La justicia criminal del siglo XVIII en México. Un estudio sobre e l tribunal de la
Acordada, México, SepSetentas, 1976.
MARICHAL Carlos y MARINO Daniela (Comp), De colonia a naáón. Impuestos y política en México,
1750- 1860, México, El Colegio de México, 2001.
MARÍN GARCÍA, José María, E l oficio público en Castilla durante la Baja Edad Media, Madrid, Instituto
Nacional de Administración Pública, 1987.
MARÍN TELLO, Isabel, Delitos, pecados y Castigos: justiáa penal en Michoacán, 1750, 1810, Morelia,
UMSNH, Facultad de Historia, 2008.
MARTÍNEZ BARACS, Rodrigo, Convivencia y utopía. E l gobierno indio y español de la “ciudad de
Mechuacan”, 1521-1580, México, FCE, INAH, CONACULTA, 2005.
MARTIRÉ, Eduardo, “La política americana del nuevo régimen (1808-1810)”, en BARRIOS
Feliciano (Coord.), Derecho y administración pública en las Indias hispánicas, Vol. II, La Mancha,
Ediciones de la Universidad de Castilla la Mancha, 2002.
MARTIRÉ, Eduardo, Las audiencias y la administraáón de justiáa en las indias, Madrid, Universidad
Autónoma de Madrid, 2005.
MAZÍN, Oscar, “El poder y las potestades del rey: los brazos espiritual y secular en la tradición
hispánica”, en MARTINEZ LÓPEZ-CANO, María del Pilar, La Iglesia en Nueva España, pp.
53-68.
MAZÍN, Oscar, “Reorganización del clero secular novohispano en la segunda mitad del siglo XVIII,
en MAZÍN, Oscar, La Iglesiay el Centro- Occidente de México. De la singularidad a la universalidad.
A través de relaáones. Estudios de Historia y Sociedad, Zamora, Michoacán, El Colegio de
Michoacán, 2014.
MAZIN, Oscar, E l cabildo catedral de Valladolid de Michoacán, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1996.
Mendoza Briones, Ofelia, “Los tumultos de Pátzcuaro, 1766-1767. Una propuesta de investigación
Histórica, Tesis para obtener el grado de licenciado en Historia, Facultad de Historia,
UMSNH, 1995.
MENDOZA BRIONES, Ofelia, “Los tumultos de Pátzcuaro, 1766-1767. Una propuesta de
investigación Histórica”, Tesis para obtener el grado de licenciado en Historia, Facultad de
Historia, UMSNH, 1995.
MENEGUS, Margarita “La economía indígena y su articulación al mercado en la Nueva España. El
repartimiento forzoso de Mercancías”, en Margarita Menegus, E l repartimiento forzoso de
mercancías en México, Perú y Filipinas, México, Instituto de investigaciones Dr. José María Luis
Mora, Centro de Estudios sobre la Universidad-UNAM, 2000, pp. 9-64.
MENEGUS, Margarita, “Alcabala o tributo. Los indios y el fisco (siglos XVI al XIX), Una
encrucijada fiscal”, en JÁUREGUI, Luis y Serrano Ortega José Antonio (coord.), Lasfinanzas
públicas en los siglos XVIII-XIX, México, Instituto Mora, El Colegio de Michoacán, El Colegio
de México, UNAM, 1998.
MIRANDA, José, Las ideas y las instituciones políticas mexicanas, México, Universidad Nacional
Autónoma de México, 1978.
MORENO CEBRIAN, Alfredo, E l corregidor de indiosy la economía peruana en el siglo XVIII. Los repartios
forzosos de mercancías), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto
Fernández de Oviedo, 1977.
MURILLO VELARDE, Pedro, Curso de derecho canónico hispano e indiano, Vol. I, Zamora, El Colegio
de Michoacán, Facultad de Derecho de la UNAM, 2004.

389
Bibliografía

MURO OREJÓN, Antonio [Estudio y notas], Capítulos para corregidores de 1500, Edición facsímil del
incunable de la Biblioteca Colombina de Sevilla, Sevilla, Escuela de Estudios
Hispanoamericanos, 1963.
MURO OREJÓN, Antonio, “Los capítulos de corregidores de 1500, en Anuario de Estudios americanos,
Vol. XIX, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, Sevilla, 1962.
MURO OREJÓN, Antonio, Lecciones de historia del derecho hispano indiano, México, Miguel Ángel Porrúa,
1989.
MURO ROMERO, Fernando. “El “beneficio” de oficios públicos con jurisdicción en Indias. Nota
sobre sus orígenes”, en Anuario de Estudios Americanos, Vol. XXV, Sevilla, Escuela de Estudios
Hispanoamericanos, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1978.
NAVA OTEO, Guadalupe, Cabildosy ayuntamientos de la Nueva España en 1808, SepSetentas, 1973.
NAVARRO GARCÍA, Luis, Las reformas Borbónicas en América. E l plan de intendencias y su aplicación,
Sevilla, Universidad de Sevilla, 1995.
NAVARRO GARCÍA, Luis, Las reformas borbónicas en América. E l plan de intendencias y su aplicación,
Sevilla, España, 1995.
NIETO SORIA, José Manuel, “La monarquía castellana en el tránsito del medievo a la modernidad”,
en GONZÁLEZ ALONSO, Benjamín (Coord.), Las Cortes y las Leyes de Toro de 1505,
Salamanca, Cortes de Castilla y León, 2006.
O'GORMAN, Edmundo, Historia de las divisiones territoriales en México, México, Editorial Porrúa, S. A.
“Sepan cuantos...”, 1985.
Ordenanza Generalformada de orden de su Magestad, y mandada imprimiry publicar para el gobierno e instrucáón
de Intendentes, Subdelegados, y demás empleados en Indias, Madrid, Imprenta de la viuda de Ibarra,
1803 .
Ordenanza para el restableámiento, e instrucción de intendentes de Provinaas, y exercitos, de 13 de octubre de
1749, Madrid en la imprenta de Manuel Fernández, 1749.
Ordenanzas de la Minería de la Nueva España formadas y propuestas p o r su real tribunal, María del refugio
González (Estudio y edición), México, UNAM, 1996.
ORTIZ ESCAMILLA, Juan, Guerra y gobierno. Los pueblos y la independencia de México, 1808-1825,
México. El Colegio de México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2014.
OTS CAPDEQUÍ, J. M, E l Estado Español en las Indias, México, FCE, 1993.
PASTOR, Maríalba, Cuerpos sociales, cuerpos sacrificiales, México, UNAM, FFL, FCE, 2004.
PASTOR, Rodolfo, “El repartimiento de mercancías y los alcaldes mayores novohispanos: un sistema
de explotación de sus orígenes a la crisis de 1810”, en BORAH, Woodrow (Coord.), E l
gobierno provincial en la Nueva España, México, Universidad Autónoma de México, 1985.
PASTOR, Rodolfo, Campesinosy reformas: La mixteca, 1700-1856, México, El Colegio de México, 1987.
PATCH, Robert W. y CÁCERES MENÉNDEZ, Beatriz, “The Repartimiento and Indigenous
Peoples in The Spanish Empire: New Perspectives and Old Realities”, en ESCOBAR
OHMSTEDE, Antonio, ROJAS RABIELA, Teresa (Coords.), Estructurasy form as agrarias en
México. Delpasado y delpresente, México, Registro Agrario Nacional, Archivo General Agrario,
Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología social, 2001. pp.121- 144.
PEREZ ESCUTIA, Ramón Alonso, “Angangueo Michoacán. Un ayuntamiento de mineros, 1820­
1836”, en GUZMÁN PÉREZ, Moisés, Cabildos, repúblicas y ayuntamientos constituáonales en la
independencia de México, Morelia, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad
Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, H. Congreso del Estado de Michoacán de Ocampo,
2009.

390
Bibliografía

PÉREZ HERRERO, Pedro, “economía y poder: revisión historiográfica”, en José Francisco Román
Gutiérrez (editor), Las reformas borbónicasy el nuevo orden colonial, México, INAH, 1998.
PÉREZ- MALLAINA BUENO, Pablo Emilio, Comercio y autonomía en la intendenáa de Yucatán (1797­
1814), Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, Sevilla, 1798.
PIESTCHMANN, Horst, Antonlologías. Acomodos políticos, mentaldadesy vías de cambio. México en el marco
de la monarquía hispana, [Compilación de José Enrique Covarrubias y Josefina Zoraida
Vázquez, México, El Colegio de México, 2016
PIETSCHMANN, Horst, “Corrupción en las Indias españolas: Revisión de un debate en la
historiografía sobre hispanoamérica colonial”, en Memorias de la Academia Mexicana de la
Historia, Tomo XL, 1997.
PIETSCHMANN, Horst, E l Estadoy su evolución alprincipio de la colonización española de América, México,
FCE, 1989.
PIETSCHMANN, Horst, Las reformas borbónicas y el sistema de intendencias en Nueva España. Un estudio
político administrativo, México, Fondo de Cultura Económica, 1996.
PIÑA HOMS, Ramón “Ordenanzas para corregidores dadas por autoridades indianas”.
http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/2/819/14.pdf.
PURROY Y TURRILLAS, Carmen, “Legislación sobre los subdelegados de intendencias en
América”, en BARRIOS PINTADO, Feliciano (Coord.), Derecho y administración pública en las
Indias hispánicas. Actas delXII Congreso de Historia del Derecho Indiano (Toledo, 19 a 21 de octubre de
1998), Vol. II, Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2002, pp. 1429­
1459.
QUINTERO, Gilberto, “Gobernadores y teniente de gobernador en la provincia de Venezuela. De
los Welser a Juan de Villegas (1528-1553)”, en Moñongó, N° 17, 2001.
QUINTERO, Gilberto, “Tenientes Justicias Mayores y Corregidores en la Mérida colonial”, Presente
y Pasado. Revista de Historia, Escuela de Historia, Universidad de Los Andes. Mérida-Venezuela.
Año 18. N° 35. Enero-Junio, 2013.
Real Ordenanza para el estableámiento e instrucáón de intendentes de ejército y provináa en el reino de la Nueva
España 1786, Introducción de Ricardo Rees Jones, México, Universidad Nacional Autónoma
de México, 1984.
REES JONES, Ricardo, E l despotismo ilustradoy los intendentes de la Nueva España, México, Universidad
Nacional Autónoma de México, 1983.
Reglamento para las milicias de infantería de la provincia de Yucatán y Campeche, aprobado p o r S. M y mandado
que se observen todos sus artículos. Madrid, en la Imprenta de Pedro Marín, año de 1778.
Reglamento y Ordenanza que con las adiciones que se expresan, manda su Magestad observar para el gobierno y
administración del Ramo de Reales Tributos en las provincias del virreinato de Nueva España, Reimpresas
de órden del Señor Superintendente Subdelegado de Real Hacienda D. Fernando Joseph Mangino, en
México, año de 1787. Imprenta de D. Felipe Zúñiga y Ontiveros, 1770, Art., XXVII, Marta
Terán, Tributarios Tardíos en Nueva España, programa interactivo.
REYES GARCÍA, Cayetano, “Las Repúblicas de Naturales del occidente de Michoacán”, en Paredes
Martínez Carlos y Terán Marta (Coord.), A utoridady Gobierno indígena en Michoacán, Zamora,
COLMICH, CIESAS, INAH, Dirección de Estudios Históricos, UMSNH, Instituto de
Investigaciones Históricas, 2003.
RIBADENEYRA BARRIENTOS, Antonio Joachin de, Manual compendio de el Regio Patronato Indiano,
[Presentación de José Luis Soberanes F] México, Editorial Porrúa, 1993.

391
Bibliografía

ROCHER SALAS, Adriana, “Un baluarte diferente: Iglesia y control social en Yucatán durante el
periodo colonial”, en Península, Vol.III, No. I, Mérida, Universidad Nacional Autónoma de
México, Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales, Enero de 2008.
ROLDAN VERDEJO, Roberto, Losjueces de la monarquía absoluta. Su estatutoy actividadjudicial. Corona
de Castilla, siglos XIV- XVIII, Madrid, Universidad de la Laguna, 1989.
RODRÍGUEZ GARCÍA, Vicente, E lfiscal de Real Hacienda en Nueva España (Don Ramón de Posaday
Soto, 1781-1793), Oviedo, Secretaría de Publicaciones de la Universidad de Oviedo, 1985.
ROJAS, Beatriz, “La construcción del espacio provincial. Nueva España 1786-1824”, en Oikión
Solano, Verónica (Ed.), Historia, N acióny Región, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2007, pp.
117-147.
ROJAS, Beatriz, Las Instituciones de Gobierno, y la élite local. Aguascalientes del siglo XVII hasta la
independencia, Zamora, El Colegio de Michoacán, Instituto Mora, 1998.
ROMERO DE SOLIS, José Miguel, “Instituciones y conflictos jurisdiccionales en las salinas de
Colima (1596)”, en DIEGO FERNÁNDEZ SOTELO, Rafael y GAYOL Víctor, E l Gobierno
de la justicia. Conflictos jurisdiccionales en Nueva España (s. XVI- XIX), Zamora, El Colegio de
Michoacán, Archivo Histórico del Municipio de Colima, 2012.
ROMERO DE SOLÍS, José Miguel, Conquistas e instituciones de gobierno en Colima de la Nueva España
(1523-1600), Colima, Archivo Histórico del Municipio de Colima, Universidad de Colima, El
Colegio de Michoacán, 2007.
ROMERO DE SOLÍS, José Miguel, Tenientes de alcalde mayor en la Villay Provincia de Colima de la Nueva
España (siglo XVI), Colima, Archivo Histórico del Municipio de Colima, Universidad de
Colima, 2004.
ROMERO SOTO, Ma. Isabel, “Los alcaldes ordinarios de Zacatecas: ¿una justicia mediatizada por
las deudas? (1670-1700), en GARCÍA BERNAL, Manuela Cristina y OLIVERO
GUIDOBONO, Sandra, Elmuniápio indiano: relaáones interétnicasy sociales, Sevilla, Universidad
de Sevilla, 2009.
RUBIO MAÑE, José Ignacio, E l virreinato I. Orígenesy jurisdicciones, y dinámica social de los virreyes, México
2a ed., Fondo de Cultura Económica, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, 2005.
RUIZ ABREU, Carlos Enrique, Tabasco en la época de los borbones, com em oy mercado, 1777- 1811, Villa
Hermosa, Tabasco, Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, 2001.
RUIZ DE LA BARRERA, Rocío, “El sistema de intendencias en la Nueva España: los fundamentos
de un fracaso político”, en RODRIGUEZ GARZA, Francisco Javier y GUTIÉRREZ
HERRERA, Lucino (coord), Ilustración española, reformas borbónicas y liberalismo temprano en
México, México, Universidad Autónoma Metropolitana, 1992.
RUIZ MEDRANO, Ethelia, Gobierno y sociedad en Nueva España, Zamora, Gobierno del Estado de
Michoacán, El Colegio de Michoacán, 1991.
SALVUCCI, Linda K., “Costumbres viejas, “hombres nuevos”: José de Gálvez y la burocracia fiscal
novohispana (1754-1800)”, en: Historia Mexicana, Vol. XXXIII, México, El Colegio de
México, 1983, pp. 224-264.
SÁNCHEZ BELLA, Ismael, Iglesia y Estado en la América Española, Pamplona, España, Ediciones
Universidad de Navarra, 2a edición 1991.
SANCHÉZ SANTIRÓ, Ernest, Corte de Caja. La R.eal Hacienda de Nueva España y el prim er reformismo
fisca l de los borbones (1750-1755). Alcancesy contradicciones, México, Instituto Mora, 2013.
SANCIÑENA ASURMENDI, Teresa, La Audiencia de México en el reinado de Carlos III, México,
Universidad Nacional Autónoma de México, 1999.

392
Bibliografía

SANZ TAPIA, Ángel, “Provisión y beneficio de cargos políticos en Hispanoamérica (1682-1698),


EHSEA, No 15, Julio-Diciembre 1997.
SANZ TAPIA, Ángel, Corrupción y necesidad, la venta de cargos de gobiernos americanos bajo Carlos II (1674­
1700), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2009.
SARABIA VIEJO, María Justina, Don Luis de Velasco Virrey de Nueva España, 1550-1564, Sevilla,
España, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, 1978.
SCHAFER, Ernesto, E l Consejo Real y Supremo de las Indias. La labor del Consejo de Indias en la
administración colonial, Vol. II, España, Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y
Cultura, Marcial Pons Historia, 2003.
SEMBOLONI, Lara, La construcción de la autoridad virreinal en Nueva España, 1535-1595, México,
El Colegio de México, 2014.
SERRANO ORTEGA, José Antonio, Jerarquía Territorialy Transiaón política, Zamora, El Colegio de
Michoacán, Instituto Mora, 2001.
SILVA RIQUER, Jorge, “El espacio, la administración y la administración y la aplicación de los
impuestos del diezmo y alcabalas en Michoacán, siglo XVIII”, en SÁNCHEZ SANTIRÓ,
Ernest, JAUREGUI Luis, IBARRA, Antonio, Finanzasy política en el mundo iberoamericano. Del
antiguo régimen a las naciones independientes, Cuernavaca, Morelos, Universidad Autónoma del
Estado de Morelos, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, Facultad de
Economía-UNAM, 2001, pp. 261- 289.
TANCK DE ESTRADA, Dorothy, Atlas ilustrado de los pueblos de indios. Nueva España, 1800, México,
El Colegio de México, El Colegio Mexiquense, Comisión Nacional para el desarrollo de los
pueblos indígenas, Fomento Cultural Babamex, 2005.
TAYLOR, W., “ .. .De corazón pequeño y ánimo opacado”, en Relaáones. Estudios de historiay sociedad,
No. 39, Zamora, El Colegio de Michoacán, Verano 1898, pp. 5-67.
TAYLOR, William, Ministros de lo sagrado, Zamora, El Colegio de Michoacán, Secretaría de
Gobernación, El Colegio de México, 1999.
TAYLOR, William, Embriaguez, homicidio y rebelión, en las poblaáones coloniales mexicanas, México, FCE,
1987.
TERAN, Marta, “La geografía de los partidos tributarios de la Nueva España y los subdelegados
como recaudadores de los, 1805, 1810”, DIEGO-FERNANDEZ SOTELO, Rafael,
GUTIÉRREZ LORENZO, María Pilar, ARRIOJA DIAZ VIRUELL, María Pilar (Coord.),
De reinosy subdelegaáones: nuevos escenarios para un nuevo orden en la América borbónica, Zamora, El
Colegio de Michoacán, Universidad de Guadalajara, El Colegio Mexiquense, 2014.
TERÁN, Marta, “La relación de las cajas de comunidad de los pueblos indígenas michoacanos con
la Real Hacienda, entre 1779 y 1810”, en Estudios michoacanos VIII, Zamora, El Colegio de
Michoacán, Instituto Michoacano de Cultura, 1999.
TOMÁS Y VALIENTE, Francisco, La venta de oficios en Indias (1492-1606), Madrid, Instituto Nacional
de Administración pública, 1982.
TORRE VILLAR, Ernesto de la, Instrucciones y memorias de los virreyes novohispanos, Vol. II, México,
Editorial Porrúa, 1991.
TRASLOSHEROS, Jorge E., “Invitación a la Historia judicial. Los tribunales en materia religiosa y
los indios de la Nueva España: problemas, objeto de estudio y fuentes”, en MARTÍNEZ
LÓPEZ-CANO, María del Pilar, La Iglesia en Nueva España. Problemas y perspectivas de
investigación, México, UNAM, 2010, pp. 129-149.

393
Bibliografía

VILLAROEL, Hipólito, Enfermedades políticas, México, Consejo Nacional, para la Cultura y las Artes,
1994.
WARD, Jason Lee, Unpacking the Mule: Cultures the Consumption and the Repartimiento de Mercancías in Late
Colonial Michoacán, Tesis de doctorado en Filosofía, University of California Riverside, junio
2001.
WARRENT, J.B., La Conquista de Michoacán, 1521-1530, Morelia, Fimax publicistas, 1977.
YALI ROMAN, Alberto, “Sobre Alcaldías mayores y corregimientos en Indias. Un ensayo de
interpretación, pp. 9-39.
YANNAKAKIS, Yanna, E l arte de estar en medio. Intermediarios indígenas, identidad indiay régimen local en
la Oaxaca colonial, Oaxaca, Universidad Autónomo “Benito Juárez” de Oaxaca, El Colegio de
Michoacán, 2012.
YUSTE, Carmen, “Las autoridades locales como agentes del fisco en la Nueva España”, en BORAH,
Woodrow, E l gobierno provináal en la Nueva España, México, Universidad Autónoma de México,
1985, p. 117- 134.
ZAVALA, Silvio, E l servicio personal de los indios en Nueva España, vol. I, México, El Colegio de México,
1984.

394
Índice de cuadros

Cuadro I. alcaldías mayores y tenientazgos en la


segunda mitad del siglo XVIII 69
Cuadro II. Tenientazgos de alcaldía mayor de la alcaldía
mayor de Valladolid 83
Cuadro III. Población de San Pedro Paracho, 1742­
1792 88
Cuadro IV. Tenientazgos de Maravatío con sus
distancias 90
Cuadro V. Tenientazgos de Huimeo y Zirándaro 93
Cuadro VI. Tenientazgos de Jiquilpan 95
Cuadro VII. Tenientazgos de Tlazazalca 96
Cuadro VIII. Nombramiento de tenientes generales 121
Cuadro IX. Tenientes confirmados en 1726 y 1727 123
Cuadro X. Destitución de los tenientes de alcalde
mayor 125
Cuadro XI. Dependientes del tribunal de la acordada,
1783 184
Cuadro XII. Tenientazgos de la intendencia de
Valladolid 201
Cuadro XIII. Tenientes de subdelegado en la
intendencia de Valladolid (1789-1820) 218
Cuadro XIV. Gratificación de los subdelegados (1792) 247

395

Вам также может понравиться