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EVANGELIO"
! S E G Ú N M A R C O S"

1 1 Principio
2 Tal
de la buena nueva de Jesús Cristo[, Hijo de Dios].
como está escrito en el profeta Isaías:
Mira, envío mi mensajero delante de ti,
que acondicionará tu camino.
3 Voz de uno que clama en el desierto:

«Preparad el camino del Señor,


enderezad sus senderos»,
4 apareció Juan bautizando en el desierto y proclamando un bautismo de arrepentimiento para

perdón de <los> pecados. 5 Y acudía a él toda la región de Judea y todos los jerosolimitanos, y
eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. 6 Y Juan iba vestido de pelo de
camello y con un ceñidor de cuero alrededor de su cintura, y comía saltamontes y miel silvestre.
7 Y predicaba diciendo: «Detrás de mí viene el <que es> más fuerte que yo, ante quien no soy

digno de agacharme a desatarle la correa de sus sandalias. 8 Yo os he bautizado con agua, pero él
os bautizará con Espíritu Santo.»
9 Y sucedió en aquellos días que llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por

Juan en el Jordán. 10 E inmediatamente que salió del agua vio los cielos rasgados y al Espíritu
que descendía sobre él como una paloma. 11 Y una voz salió de los cielos: «Tú eres mi hijo, el
<muy> querido; contigo me he <sentido> complacido.»
12 E inmediatamente el Espíritu lo lanza al desierto. 13 Y estuvo en el desierto cuarenta días,

puesto a prueba por Satanás; y estaba en medio de los animales salvajes y los ángeles le servían.
14Después del arresto de Juan, marchó Jesús a Galilea proclamando la buena nueva de Dios
15 ydiciendo: «El tiempo se ha cumplido y el reinado de Dios está cerca. Arrepentíos y creed la
buena nueva.»
16 Y pasando junto al mar de Galilea vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón, lanzando

<una red> al mar —pues eran pescadores—. 17 Y Jesús les dijo: «Seguidme y haré que seáis pes-
cadores de hombres.» 18 E inmediatamente, dejando las redes, se fueron con él. 19 Y yendo un
poco más adelante vio a Jacobo el <hijo> de Zebedeo y a su hermano Juan, que también estaban
en la barca, repasando las redes; 20 e inmediatamente los llamó. Y <ellos>, dejando a su padre
Zebedeo en la barca con los asalariados, se fueron tras él.
21 Y entran en Cafarnaún. E inmediatamente, el sábado, se puso a enseñar [entrando] en la

sinagoga. 22 Y se admiraban de su enseñanza, porque les enseñaba como <alguien> provisto de


autoridad, y no como los escribas. 23 E inmediatamente <sucedió que> estaba en aquella sina-
goga un hombre con un espíritu inmundo, y se puso a gritar diciendo: 24 «¿Qué te traes con
nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios.» 25 Y
Jesús lo conminó diciendo: «¡Cállate y sal de él!» 26 Y el espíritu inmundo, haciendo que se
retorciese aquel <hombre>, gritó con un grito tremendo y salió de él. 27 Y todos se quedaron
atónitos, de modo que se preguntaban unos a otros diciendo: «¿Qué es esto? ¡Una enseñanza
nueva, con autoridad! ¡Hasta da órdenes a los espíritus inmundos, y lo obedecen!» 28 Y su fama
se extendió inmediatamente por todas partes en toda la región circundante de Galilea.
E inmediatamente que salieron de la sinagoga se fueron a casa de Simón y Andrés junto
29

con Jacobo y Juan. 30 Y la suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le
hablan <a Jesús> de ella. 31 Y, acercándose, la levantó agarrándola de la mano. Y la fiebre la
abandonó, y <ella, a continuación,> les servía.

1
32 Al anochecer, cuando se puso el sol, le trajeron a todos los enfermos y endemoniados, 33 y
estaba toda la ciudad congregada en la puerta. 34 Y curó a muchos que estaban aquejados de
diversas enfermedades, y expulsó muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque
sabían quién era.
35 Y levantándose muy temprano, cuando aún era de noche, salió y fue a un lugar solitario, y
estaba rezando allí. 36 Y salieron a buscarlo Simón y los que estaban con él, 37 y lo encontraron y
le dicen: «Todos te buscan.» 38 Y les dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para
que predique allí también; pues para eso salí <de casa>.» 39 Y fue por toda Galilea predicando en
las sinagogas de allí y expulsando a los demonios.
40 Y se le acerca un leproso suplicándole [y poniéndose de rodillas,] y diciéndole: «Si quieres,
puedes limpiarme.» 41 Y <Jesús>, enojado, extendiendo su mano lo tocó y le dijo: «Quiero;
queda limpio.» 42 E inmediatamente la lepra se fue de él y quedó limpio. 43 Y, amonestándolo, lo
despidió inmediatamente y le dice: 44 «Cuida de no decir nada a nadie; pero ve a mostrarte al
sacerdote y ofrece por tu purificación lo que prescribió Moisés, para que tengan constancia <de
la misma>.» 45 Pero el otro, cuando se fue, se puso a pregonarlo mucho y a divulgar la noticia,
de modo que él ya no podía entrar en una ciudad abiertamente, sino que se quedaba fuera, en
lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes.
1Yentrando de nuevo en Cafarnaún pasados unos días, corrió la voz de que estaba en casa.
2 Y se congregaron muchos, de modo que no quedaba sitio ni siquiera ante la puerta, y él
2

les exponía la palabra. 3 Y vienen a traerle a un paralítico transportado entre cuatro. 4 Y al no


poder acercarse a él a causa de la multitud, quitaron las tejas del tejado por <encima de> donde
<él> estaba, y abriendo un hueco descolgaron la camilla en la que yacía el paralítico. 5 Y viendo
Jesús la fe de aquellos <hombres>, le dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados.» 6
Pero había algunos escribas sentados allí y pensando en sus corazones: 7 «¿Cómo es que éste
habla así? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar pecados, sino tan sólo Dios?» 8 E inme-
diatamente Jesús, conociendo en su espíritu que están pensando así para sus adentros, les dice:
«¿Por qué pensáis así en vuestros corazones? 9 ¿Qué es más fácil, decirle al paralítico: “Tus pe-
cados te son perdonados”, o decirle: “Levántate y carga con tu camilla, y echa a andar?” 10 Pues
para que sepáis que el Hijo de Hombre tiene poder para perdonar pecados en la tierra…», le dice
al paralítico: 11 «Oye lo que te digo: levántate y carga con tu camilla, y vete a tu casa.» 12 Y se
levantó, y cargando inmediatamente con la camilla salió a la vista de todos, de modo que esta-
ban todos asombrados y glorificaban a Dios diciendo: «¡Jamás hemos visto cosa igual!»
13 Y salió de nuevo siguiendo la orilla del mar, y toda la gente acudía a él y les enseñaba. 14 Y
al pasar vio a Leví, el <hijo> de Alfeo, sentado en el lugar de la recaudación de impuestos, y le
dice: «Sígueme.» Y <Leví,> levantándose, lo siguió.
15 Y resulta que, estando recostado a comer en casa de éste, estaban también muchos recau-

dadores y pecadores a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues eran también muchos los que lo
seguían. 16 Y los escribas de <la secta de> los fariseos, viendo que come con los pecadores y
recaudadores, dijeron a sus discípulos: «¿Cómo es que come con los recudadores y pecadores?»
17 Y Jesús, al oírlo, les dice: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. No he

venido a llamar a <hombres> justos, sino a pecadores.»


18 Y los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando. Y vienen <unos> y le dicen:
«¿Por qué ayunan los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos, pero tus discípulos no
ayunan?» 19 Y Jesús les dijo: «¿Pueden acaso ayunar los amigos del novio mientras el novio está
con ellos? Durante todo el tiempo que tienen al novio con ellos no pueden ayunar. 20 Pero ven-
drán días en que el novio será apartado de ellos, y entonces ayunarán ese día. 21 Nadie cose un
pedazo de paño sin enfurtir en un manto viejo; si no, el remiendo tira de él —lo nuevo, de lo
viejo— y se produce un desgarrón peor. 22 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos —si no, el
vino revienta los odres y se pierde el vino y también los odres— sino vino nuevo en odres nue-
vos.»

2
23 Y sucedió que un sábado cruzaba por los sembrados, y sus discípulos, mientras caminaban,
se pusieron a desgranar las espigas. 24 Y los fariseos le dijeron: «Mira, ¿por qué hacen en sábado
lo que no es lícito?» 25 Y él les dice: «¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando tuvo nece-
sidad, y sintieron hambre y él y los que iban con él, 26 cómo entró en la casa de Dios, cuando era
sumo sacerdote Abiatar, y comió los panes de la presentación, que sólo a los sacerdotes les es
lícito comer, y dio también a los que estaban con él?» 27 Y les dijo: «El sábado se hizo para el
hombre, y no el hombre para el sábado. 28 De modo que el hijo de hombre es señor también del
sábado.»

3
1Yentró otra vez en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano desecada. 2 Y
estaban observandolo por si lo curaba en sábado, con el fin de acusarlo. 3 Y le dice al hom-
bre que tenía la mano seca: «Levántate y ponte ahí en medio.» 4 Y les dice: «¿<Qué> es lícito en
sábado: hacer el bien o hacer el mal, salvar una vida o matar?» Pero ellos callaban. 5 Y re-
corriéndolos con una mirada de ira, apesadumbrado por la dureza de sus corazones, le dice al
hombre: «Extiende la mano.» Y la extendió, y su mano quedó restablecida. 6 Y al salir de la
sinagoga los fariseos celebraron inmediatamente con los herodianos un conciliábulo contra él
sobre cómo podrían eliminarlo.
7 Y Jesús se retiró con sus discípulos a <la orilla de>l mar, y lo siguió mucha gente de Gali-
lea; y también de Judea, 8 de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán y de los alrededores
de Tiro y Sidón, una muchedumbre muy grande, al oír qué cosas hacía, acudió a él. 9 Y les dijo a
sus discípulos que le tuvieran preparada una barquilla, para que la multitud no lo aplastara;
10 pues había curado a muchos, de modo que todos los que padecían dolencias se le echaban

encima para tocarlo. 11 Y los espíritus inmundos, cuando lo veían, se arrojaban a sus pies y grita-
ban diciendo: «¡Tú eres el hijo de Dios!» 12 Y los conminaba severamente para que no lo descu-
brieran.
13 Y subió al monte y llamó a los que él quiso, y vinieron junto a él. 14 Y designó a doce [a los
que llamó apóstoles] para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar 15 y tener poder para
expulsar a los demonios: 16 [Y designó a los Doce:] Simón —al que puso de sobrenombre
Pedro—, 17 Jacobo el de Zebedeo y Juan, el hermano de Jacobo —a quienes puso de sobrenom-
bre Boanergés, que significa Hijos del Trueno—, 18 Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás,
Jacobo el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo 19 y Judas Iscariote —que fue el que lo entregó—.
20 Y vuelve a casa, y de nuevo se agolpa la muchedumbre, de modo que no podían ni comer.
21 Y al enterarse los suyos fueron a hacerse cargo de él, pues decían: «Está trastornado.»
22 Y los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Tiene <dentro> a Beelzebul», y
también: «Expulsa a los demonios por obra del príncipe de los demonios.» 23 Y él, llamándolos,
les decía en parábolas: «¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? 24 Si un reino se divide con-
tra sí mismo, ese reino no puede subsistir. 25 Y si una casa se divide contra sí misma, esa casa no
podrá subsistir. 26 Y si Satanás se ha alzado contra sí mismo y se ha dividido, no puede subsistir,
sino que ha llegado su fin. 27 Pero nadie puede entrar en la casa del <que es> fuerte y desvalijar
sus pertenencias si primero no ata al fuerte; y entonces podrá desvalijar su casa. 28 Amén os digo
que todo se les perdonará a los hijos de hombres: los pecados y las blasfemias, por mucho que
blasfemen. 29 Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón por toda la eterni-
dad, sino que es reo de pecado eterno.» 30 <Y hablaba así> porque <los escribas> decían: «Tiene
<dentro> un espíritu inmundo.»
31 Y llegan su madre y sus hermanos y, quedándose fuera, envían a que lo llamen. 32 Y había
gente sentada a su alrededor; y le dicen: «Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te bus-
can.» 33 Y en respuesta les dice: «¿Quienes son mi madre y mis hermanos?» 34 Y recorriendo con
la mirada a los que estaban sentados en círculo a su alrededor, dice: «Mirad, éstos son mi madre
y mis hermanos. 35 El que cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi
madre.»

3
1Y de nuevo se puso a enseñar junto al mar. Y se congregó en torno a él una gran muche-
4 dumbre, de modo que, subiendo a una barca, se sentó <en ella> en el mar; y toda la mu-
chedumbre estaba en tierra a la orilla del mar. 2 Y les enseñaba muchas cosas por medio de
parábolas, y les decía en su enseñanza:
3 «Escuchad. He aquí que el sembrador salió a sembrar. 4 Y sucedió que, al sembrar, una parte

<del grano> cayó junto al camino, y vinieron los pájaros y se la comieron. 5 Y otra parte cayó en
terreno rocoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó inmediatamente por no tener tierra <lo
bastante> profunda. 6 Y cuando salió el sol se agostó y, por no tener raíz, se secó. 7 Y otra parte
cayó entre cardos, y los cardos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto. 8 Y otros <granos> caye-
ron en terreno bueno y, creciendo y desarrollándose, dieron fruto; y unos produjeron treinta
<veces más>, y otros, sesenta, y otros, cien.» 9 Y decía: «Quien tenga oídos para oír, que oiga.»
10 Y cuando se quedó a solas, los que iban con él, junto con los Doce, le preguntaban sobre las

parábolas. 11 Y les dijo: «A vosotros se os ha revelado el secreto del reinado de Dios, pero a los
de fuera todo les llega en parábolas,
12 para que, mirando, miren y no vean;

y oyendo, oigan y no entiendan;


no sea que se conviertan y se les perdone.»
13 Y les dice: «¿No entendéis la parábola? Entonces, ¿cómo vais a entender todas las <demás>

parábolas? 14 El sembrador siembra la palabra. 15 Los que están junto al camino son aquellos en
los que se siembra la palabra y, en cuanto la oyen, viene inmediatamente Satanás y se lleva la
palabra sembrada en ellos. 16 Y los sembrados en terreno rocoso son los que, cuando oyen la
palabra, la reciben inmediatamente con alegría, 17 pero no tienen raíz en sí mismos, sino que son
inconstantes; luego, cuando se presenta una tribulación o una persecución por causa de la pala-
bra, sufren inmediatamente una caída. 18 Y los sembrados entre los cardos son otros: éstos son
los que han oído la palabra, 19 pero las preocupaciones de este mundo, la seducción de las rique-
zas y los deseos de las demás cosas, invadiéndo<los>, ahogan la palabra, y <ésta> queda sin
fruto. 20 Y los sembrados en terreno bueno son aquellos que oyen la palabra y la acogen, y dan
fruto; unos, treinta; otros, sesenta; otros, cien.»
21 También les decía: «¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo de la canasta o debajo
de la cama? ¿No es para ponerla en el candelabro? 22 Pues no está <algo> oculto si no es para
que sea manifestado; ni se ha mantenido en secreto, sino para que salga a la luz. 23 Si alguien
tiene oídos para oír, que oiga.»
24 También les decía: «Atended a lo que oís. Con la medida con que midáis, se os medirá, e

incluso con añadidura. 25 Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, incluso lo <poco> que
tiene se le quitará.»
26 También decía: «El reinado de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra;
27 y duerma o se levante, ya sea de noche o de día, la semilla brota y crece, sin que él sepa cómo.
28 La tierra da fruto espontáneamente: primero, un tallo; después, una espiga; después, grano

abundante en la espiga. 29 Y cuando el fruto está en sazón, mete inmediatamente la hoz, porque
ha llegado la siega.»
30 También decía: «¿Con qué compararemos el reinado de Dios, o qué parábola usaremos?
31 <Es> como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es la más pequeña de

todas las semillas <que se siembran> en la tierra; 32 pero, una vez que se siembra, crece y se
hace más alta que todas las <demás> hortalizas, y echa grandes ramas, de modo que las aves del
cielo pueden anidar a su sombra.»
33 Y les exponía la palabra con muchas parábolas como éstas, según lo que podían oír. 34 No

les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado.
35 Y ese día, al caer la tarde, les dice: «Crucemos a la otra orilla.» 36 Y tras despedir a la multi-
tud lo llevan en la barca en la que estaba; e iban otras barcas con él. 37 Y se levanta un fuerte
temporal de viento, y las olas saltaban dentro de la barca, de modo que la barca empieza ya a
anegarse. 38 Y él estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Y lo despiertan y le dicen:

4
«Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» 39 Y una vez despierto increpó al viento y dijo al
mar: «¡Calla! ¡Enmudece!» Y el viento amainó y se produjo una gran bonanza. 40 Y les dijo :
«¿Por qué sois <tan> cobardes? ¿Aún no tenéis fe?» 41 Y ellos se atemorizaron con un gran
temor y se decían unos a otros: «Pues ¿quién es éste, que hasta el viento y el mar lo obedecen?»

5 Y llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. 2 Y cuando saltó de la
1

barca vino inmediatamente a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con un espí-
ritu inmundo, 3 que tenía su morada en los sepulcros. Y ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo;
4 pues lo habían sujetado muchas veces con grillos y cadenas, pero él se había desembarazado de

las cadenas y había roto los grillos, y nadie podía dominarlo. 5 Y se pasaba las noches y los días
entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras. 6 Y al ver de lejos a
Jesús, fue corriendo y se postró ante él, 7 y gritó con fuerte voz: «¿Qué te traes conmigo, Jesús,
hijo de Dios Altísimo? ¡Te conjuro por Dios que no me atormentes!» 8 —pues le había dicho:
«¡Sal de este hombre, espíritu inmundo!»—. 9 Y <Jesús> le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?», y
le dice: «Mi nombre es Legión, porque somos muchos.» 10 Y le suplicaba encarecidamente que
no los expulsara fuera de la región. 11 Había allí una gran piara de cerdos hozando en la falda del
monte; 12 y <los demonios> le suplicaron diciendo: «Envíanos a los cerdos para que nos intro-
duzcamos en ellos.» 13 Y se lo permitió. Y los espíritus inmundos salieron y se introdujeron en
los cerdos, y la piara se precipitó al mar desde lo alto del acantilado —<eran> unos dos mil— y
se ahogaron en el mar. 14 Y los porquerizos huyeron y dieron aviso en la ciudad y en los case-
ríos; y <los de allí> fueron a ver qué había ocurrido. 15 Y llegan junto a Jesús y ven al endemo-
niado —al que había tenido la legión— sentado, vestido y en su sano juicio, y se atemorizaron.
16 Y los que lo habían visto les contaron lo que le había ocurrido al endemoniado y lo de los

cerdos. 17 Y comenzaron a rogarle <a Jesús> que se marchara de su demarcación. 18 Y cuando


subió a la barca, el que había estado endemoniado le pedía ir con él. 19 Y él no se lo concedió,
sino que le dice: «Vete a tu casa con los tuyos y cuéntales lo que el Señor ha hecho por ti y
<cómo> ha tenido misericordia de ti.» 20 Y <aquel hombre> se fue y empezó a proclamar por la
Decápolis lo que Jesús había hecho por él, y todos se maravillaban.
21 Jesús pasó de nuevo [en la barca] a la otra orilla y se agolpó junto a él mucha gente; y esta-
ba a la orilla del mar. 22 Y llega uno de los archisinagogos, de nombre Jairo, y al verlo cae a sus
pies 23 y le suplica encarecidamente diciendo: «Mi hijita está a punto de morir. ¡Ven e impón tus
manos sobre ella, para que se cure y viva!» 24 Y <Jesús> se fue con él. Y lo seguía mucha gente,
y lo apretujaban. 25 Y una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, 26 y que
había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todo lo que tenía sin conseguir nin-
guna mejoría —por el contrario, había ido a peor—, 27 habiendo oído hablar de Jesús, se acercó
por detrás entre la muchedumbre y tocó su manto. 28 Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea
su ropa, me curaré.» 29 E inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que
estaba curada de la dolencia. 30 E inmediatamente Jesús, notando en sí mismo que la fuerza
había salido de él, girándose entre la multitud dijo: «¿Quién me ha tocado <en> la ropa?» 31 Y
los discípulos le dijeron: «Estás viendo que la muchedumbre te apretuja, y dices: “¿Quién me ha
tocado?”» 32 Y seguía mirando a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. 33 Pero la
mujer, atemorizada y temblorosa, sabiendo lo que le había sucedido, se acercó y se postró ante
él y le dijo toda la verdad. 34 Y él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada
de tu dolencia.»
35 Todavía estaba hablando, cuando llegan <unos> de la casa del archisinagogo y <le> dicen:

«Tu hija ha muerto. ¿Para qué seguir molestando al maestro?» 36 Pero Jesús, sin hacer caso de lo
que habían dicho, le dice al archisinagogo: «No temas; solamente ten fe.» 37 Y no permitió que
nadie lo acompañara, excepto Pedro, Jacobo y Juan, el hermano de Jacobo. 38 Y llegan a la casa
del archisinagogo y contempla un alboroto <de> gente llorando y dando grandes gritos. 39 Y al
entrar les dice: «¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino dormida.» 40 Y se
reían de él. Pero él, después de echarlos a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a
los que iban con él, y entra donde estaba la niña. 41 Y cogiendo la mano de la niña le dice:
«Talithá, kum», que traducido significa: Muchachita, <oye lo que> te digo: levántate. 42 Y la

5
muchachita se levantó inmediatamente y se puso a andar, pues tenía doce años. Y <los allí
presentes> se quedaron pasmados, llenos de un gran estupor. 43 Y les advirtió encarecidamente
de que nadie debía enterarse de ello; y dijo que le dieran de comer <a la niña>.

6
1Yse marchó de allí y se va a su aldea natal, y sus discípulos lo siguen. 2 Y cuando llegó el
sábado se puso a enseñar en la sinagoga. Y muchos, al oírlo, decían sorprendidos: «¿De
dónde le han venido a éste tales cosas? ¿Y qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y los
milagros esos producidos por sus manos? 3¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano
de Jacobo, Josés, Judas y Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí junto a nosotros?» Y estaban
indignados con él. 4 Y Jesús les dijo: «Un profeta no es menospreciado salvo donde ha nacido,
entre sus parientes y en su casa.» 5 Y no pudo hacer allí ningún milagro, excepto curar a unos
pocos enfermos imponiéndoles las manos. 6 Y se maravilló de la falta de fe de aquella gente.
Y recorría las aldeas de alrededor enseñando. 7 Y llama a los Doce, y comenzó a enviarlos de
dos en dos, y les otorgaba autoridad sobre los espíritus inmundos. 8 Y les ordenó que no cogie-
sen nada para el camino, salvo un bastón tan sólo: ni pan, ni alforja, ni unas monedas de cobre
en el cinto; 9 pero que calzasen sandalias y no llevasen puestas dos túnicas. 10 Y les dijo: «Cuan-
do os alojéis en una casa, permaneced en ella hasta vayáis de aquel lugar. 11 Y si en algún lugar
no se os recibe bien ni se os escucha, al marcharos de allí sacudid el polvo de bajo vuestros pies
como testimonio <de vuestro reproche> contra ellos.»
12 Y se fueron y predicaron que debían arrepentirse; 13 y expulsaban muchos demonios, y un-

gían con aceite a muchos enfermos y los curaban.


14 Y llegó a oídos del rey Herodes —pues su nombre se había hecho famoso— que algunos
decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos, y por eso actúan los poderes en él.»
15 Otros decían: «Es Elías»; y otros: «Es un profeta, como uno de los <antiguos> profetas.»
16 Pero Herodes, al oír estas cosas, decía: «¡El Juan aquél a quien yo decapité ha resucitado!»
17 Porque había sido el propio Herodes el que había mandado prender a Juan y lo había

aherrojado en prisión a causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien <Herodes>
se había casado. 18 Porque Juan solía decirle a Herodes: «No te es lícito tener a la mujer de tu
hermano.» 19 Y Herodías estaba resentida con él y quería darle muerte, pero no podía, 20 pues
Herodes temía a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Y cuando lo oía
hablar se quedaba muy perplejo, y <, sin embargo,> lo escuchaba con gusto.
21 Y llegó el día oportuno cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magna-

tes, a los quiliarcas y a los <hombres> principales de Galilea. 22 Y cuando su hija Herodías entró
y danzó, agradó mucho a Herodes y a los que estaban recostados a la mesa con él. Dijo el rey a
la muchachita: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.» 23 Y le juró con vehemencia: «¡Te daré lo
que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino!» 24 Y la muchachita, saliendo de allí, le dijo a su
madre: «¿Qué pediré?» Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista.» 25 Y entrando inmediata-
mente a toda prisa donde estaba el rey, le dijo: «Quiero que me des ahora mismo en una bandeja
la cabeza de Juan el Bautista.» 26 Y el rey, aunque se entristeció mucho, no quiso desairarla en
consideración al juramento <que había hecho> y a los comensales. 27 Y el rey envió inmediata-
mente a un verdugo con la orden de que trajera la cabeza de aquél. Y fue y lo decapitó en la
cárcel, 28 y trajo su cabeza en una bandeja y se la entregó a la muchachita, y la muchachita se la
entregó a su madre. 29 Y cuando se enteraron sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo
pusieron en un sepulcro.
30 Y los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que ha-
bían enseñado. 31 Y les dice: «Venid vosotros solos a un lugar retirado y descansad un poco»
—pues eran muchos los que iban y venían, y no les quedaba tiempo ni para comer—. 32 Y se
fueron en la barca ellos solos a un lugar retirado. 33 Y los vieron marcharse, y muchos los reco-
nocieron; y corrieron hasta allí por tierra desde todas las ciudades, y llegaron antes que ellos.
34 Y al desembarcar vio una gran muchedumbre y se compadeció de ellos, pues eran como ove-

jas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.

6
35 Y habiéndose hecho ya muy tarde, se acercaron sus discípulos y dijeron: «Este lugar está
despoblado y ya es muy tarde. 36 Despídelos para que vayan a los caseríos y aldeas de alrededor
y se compren algo que comer.» 37 Pero él les dijo en respuesta: «Dadles vosotros de comer.» Y
ellos le dicen: «¿Vamos a ir nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de
comer?» 38 Y él les dice: «¿Cuántos panes tenéis? Id a ver.» Y, tras averiguarlo, le dicen: «Cin-
co, y dos peces.» 39 Y les mandó que se recostaran todos sobre la hierba verde formando grupos
de comensales. 40 Y se recostaron en cuadros de cien y de cincuenta. 41 Y tomando los cinco
panes y los dos peces, levantando los ojos al cielo pronunció la bendición, y partió los panes y
los iba dando a los discípulos para que los fueran sirviendo a aquella gente, y repartió los dos
peces entre todos. 42 Y comieron todos y se saciaron. 43 Y recogieron las sobras —doce canastos
llenos—, y también las de los peces. 44 Y los que comieron [los panes] eran cinco mil hombres.
45 E inmediatamente obligó a sus discípulos a subir a la barca y a ir por delante a la otra orilla,
a Betsaida, mientras él despedía a la gente. 46 Y después de despedirse de ellos se fue al monte a
orar. 47 Y al atardecer estaba la barca en medio del mar, y él, solo, en tierra. 48 Y viendo que ellos
se fatigaban remando, porque el viento les era contrario, a eso de la cuarta vigilia de la noche
viene hacia ellos caminando sobre el mar, y tenía la intención de adelantarlos. 49 Pero ellos,
viéndolo caminar sobre el mar, creyeron que era una aparición y se pusieron a gritar, 50 pues
todos lo habían visto y estaban sobrecogidos. Pero él, inmediatamente, les habló diciéndoles:
«¡Tranquilos, que soy yo!; no temáis.» 51 Y subió a la barca con ellos y el viento amainó; y
quedaron en su interior sumamente pasmados [en gran medida], 52 pues no habían entendido lo
de los panes; y es que tenían el corazón entumecido.
53 Y acabada la travesía llegaron a tierra en Genesaret y echaron el ancla. 54 Y cuando se baja-
ron de la barca, al reconocerlo inmediatamente <los que allí estaban> 55 se fueron a recorrer toda
aquella región y comenzaron a llevar en camillas a los que estaban enfermos adonde oían que
estaba. 56 Y dondequiera que entraba, en aldeas, ciudades o caseríos, colocaban a los enfermos
en las plazas, y <éstos> le rogaban que les dejara tocar al menos la orla de su manto; y cuantos
la tocaron quedaban curados.

7
1Yse congregan en torno a él los fariseos y algunos escribas llegados de Jerusalén, 2 y vie-
ron que algunos de sus discípulos comían los panes con manos impuras —es decir, no
lavadas; 3 porque los fariseos, y todos los judíos, si no se lavan las manos cuidadosamente, no
comen, aferrándose a la tradición de los antepasados; 4 y <lo que traen> del mercado, si no <lo>
bañan, no <lo> comen; y hay otras muchas cosas a las que se aferran por tradición, como los
lavatorios de copas, jarras y ollas [y camas]—; 5 y los fariseos y los escribas le preguntan: «¿Por
qué tus discípulos no se comportan conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen
el pan con manos impuras?» 6 Él les dijo: «¡Qué bien profetizó Isaías sobre vosotros, hipócritas,
según está escrito:
Este pueblo me honra con los labios,
pero su corazón está lejos de mí.
7 En vano me rinden culto,

porque enseñan doctrinas que son preceptos humanos!


8 Prescindiendo del mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres.»
9 Les decía también: «¡Qué bien os desentendéis mandamiento de Dios para establecer vuestra

tradición! 10 Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y también: El que vitupere a su
padre o a su madre, sea castigado con la muerte. 11 Pero vosotros decís: Si uno dijese a su padre
o a su madre: “¡Sea korbán —es decir, ofrenda— lo que hubieras podido recibir de mí!”, 12 ya
no le permitís hacer nada por su padre o por su madre, 13 revocando la palabra de Dios por me-
dio de vuestra tradición que habéis transmitido; y hacéis <otras> muchas cosas por el estilo.»
14 Y convocando de nuevo a la multitud les dijo: «Escuchadme todos y entended <lo que os
digo>. 15 Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda volverlo impuro; sino que es lo
que sale del hombre lo que hace impuro al hombre. [ 16 Si alguien tiene oídos para oír, que
oiga.]»

7
Y cuando dejó a la multitud y entró en casa, sus discípulos le preguntaban sobre la pará-
17

bola. 18 Y les dice: «¿Así que también vosotros sois cortos de entendederas? ¿No comprendéis
que nada de lo que entra en el hombre desde fuera puede volverlo impuro, 19 porque no entra en
su corazón, sino en su vientre, y va a parar a la letrina?» —purificando <así> todos los alimen-
tos—. 20 Pero decía: «Lo que sale del hombre, eso es lo que vuelve impuro al hombre. 21 Porque
de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos: fornicaciones, robos,
homicidios, 22 adulterios, codicias, perversidades, fraude, desenfreno, malas miradas, difama-
ción, arrogancia, insensatez. 23 Todas estas maldades salen de dentro y vuelven impuro al
hombre.»
24 Marchándose de allí, fue a la región de Tiro. Y alojándose en una casa, quería que nadie lo
supiese, pero no logró pasar inadvertido, 25 sino que, inmediatamente, una mujer que oyó hablar
de él, <y> cuya hijita tenía un espíritu inmundo, fue y se postró a sus pies. 26 La mujer era gentil,
sirofenicia de raza, y le rogaba que expulsara de su hija al demonio. 27 Y él le decía: «Deja que
primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perri-
llos.» 28 Pero ella le replicó y le dice: «Señor, también los perrillos comen bajo la mesa las miga-
jas <que caen del pan> de los hijos.» 29 Y él le dijo: «Por esa respuesta ya puedes marchar; el
demonio ha salido de tu hija.» 30 Y al regresar a su casa <la mujer> encontró que la niñita estaba
echada en la cama y que el demonio había salido <de ella>.
Y saliendo de la región de Tiro vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, cruzando por
31

en medio de la región de la Decápolis. 32 Y le traen a un sordo que hablaba con dificultad y le


ruegan que imponga la mano sobre él. 33 Y apartándolo de la gente, a solas, metió los dedos en
sus oídos y con su saliva le tocó la lengua. 34 Y levantando la mirada al cielo dio un suspiro y le
dice: «¡Effatá!» —que quiere decir: «¡Ábrete!»—. 35 Y [de inmediato] se abrieron sus oídos, y
se soltó la atadura de su lengua y hablaba bien. 36 Y les ordenó que no se lo contaran a nadie.
Pero cuanto más se lo ordenaba, tanto más lo proclamaban. 37 Y se admiraban muchísimo, di-
ciendo: «Todo lo ha hecho magníficamente: hace que los sordos oigan y que los mudos hablen.»

8
1 En
aquellos días, habiéndose reunido de nuevo una gran muchedumbre y no teniendo qué
comer, llamando a los discípulos les dice: 2 «Me da pena esta gente, porque ya llevan tres
días conmigo y no tienen qué comer. 3 Y si los mando a sus casas sin haber comido, se desma-
yarán por el camino; y algunos de ellos han venido desde muy lejos.» 4 Y sus discípulos le
respondieron: «¿Dónde podrá alguien conseguir suficiente pan para dar de comer a éstos, aquí,
en despoblado?» 5 Y les preguntaba: «¿Cuántos panes tenéis?» Ellos dijeron: «Siete.» 6 Y manda
a la gente que se tumbe en el suelo, y tomando los siete panes y dando gracias, los partió e iba
dándolos a sus discípulos para que los distribuyeran; y los distribuyeron a la gente. 7 Tenían
también unos cuantos pececillos. Y, bendiciéndolos, dijo que los sirvieran también. 8 Y comie-
ron y se saciaron, y recogieron los trozos sobrantes —siete cestas—. 9 <Los que comieron> eran
unos cuatro mil. Y <Jesús> los despidió.
Y subiendo inmediatamente a la barca con sus discípulos, se fue a la parte de Dalmanuta.
10
11Y llegaron los fariseos y comenzaron a debatir con él pidiéndole una señal del cielo, a fin de
ponerlo a prueba. 12 Y dando un profundo suspiro en su espíritu, dice: «¿Por qué esta generación
pide un signo? Amén os digo: ¡no se dará señal alguna a esta generación!» 13 Y, dejándolos, se
embarcó de nuevo y se fue a la orilla opuesta.
14 Y <los discípulos> se habían olvidado de coger panes, y no llevaban consigo más que un

pan en la barca. 15 Y <Jesús> les advertía diciendo: «Abrid los ojos, guardaos de la levadura de
los fariseos y de la levadura de Herodes.» 16 Y <ellos> discutían unos con otros <sobre> por qué
no tenían panes. 17 Y <él,> al darse cuenta, les dice: «¿Por qué estáis discutiendo <sobre> por
qué no tenéis panes? ¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Tenéis el corazón entumecido?
18 ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? ¿Y no os acordáis, 19 cuando partí los cinco

panes para los cinco mil, de cuántas canastas llenas de sobras recogisteis?» «Doce», le dicen. 20
«Y cuando <partí> los siete para los cuatro mil, ¿cuántas cestas llenas de sobras recogisteis?» Y
dicen: «Siete.» 21 Y les dijo: «¿Aún no entendéis?»

8
22 Y llegan a Betsaida. Y le traen a un ciego y le ruegan que lo toque. 23 Y cogiendo al ciego
de la mano, lo llevó fuera de la aldea, y después de escupir en sus ojos e imponerle las manos, le
preguntaba: «¿Ves algo?» 24 Y <aquél>, levantando la mirada, dijo: «Veo a la gente, pero la veo
como si fuesen árboles que caminasen.» 25 Entonces volvió a ponerle las manos en los ojos. Y
<el ciego> miró fijamente, y recuperó la vista y lo veía todo con claridad. 26 Y <Jesús> lo envió
a su casa diciendo: «Ni siquiera entres en la aldea.»
27 Y partieron Jesús y sus discípulos hacia las aldeas de Cesarea de Filipo, y por el camino les
preguntaba a sus discípulos diciendo: «¿Quién dice la gente que soy yo?» 28 Ellos le respon-
dieron diciendo: «Juan el Bautista; y otros, que Elías; y otros, que uno de los profetas.» 29 Y él
les preguntaba: «Pero vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro, en respuesta, le dice: «¡Tú
eres el Ungido!» 30 Y les ordenó que no le dijesen nada a nadie sobre él.
31 Y comenzó a enseñarles que el Hijo de Hombre tenía que padecer mucho y ser rechazado
por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser ejecutado y resucitar después de tres
días. 32 Y hablaba sobre esto con total franqueza. Y Pedro, acercándolo a sí, se puso a repren-
derlo. 33 Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, y dice: «¡Apártete
de mí, Satanás! Porque no piensas en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.»
34 Y convocando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: «Si alguno quiere venir tras
de mí, que reniegue de sí mismo, tome su cruz y me siga. 35 Porque quien quiera conservar su
vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por la buena nueva, la conservará. 36 Pues
¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si lo paga con su vida? 37 Pues ¿qué puede dar
el hombre a cambio de su vida? 38 Porque si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en
esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo de Hombre se avergonzará de él cuando
venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.»

9 Y les decía: «Amén os digo que hay algunos de los aquí presentes que no gustarán la
1

muerte hasta que hayan visto que el reinado de Dios ha llegado con poder.»
2 Y seis días después, Jesús toma consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los lleva a un monte
elevado a ellos solos. Y se transfiguró delante de ellos, 3 y sus vestidos se volvieron resplande-
cientes, muy blancos, como ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquear. 4 Y se les
apareció Elías, junto con Moisés, y estaban conversando con Jesús. 5 Y tomando la palabra
Pedro, le dice a Jesús: «Rabbí, es bueno que nos quedemos aquí, y haremos tres cabañas, una
para ti, otra para Moisés y otra para Elías»; 6 —pues no sabía qué decir, ya que estaban ate-
morizados—. 7 Y se formó una nube que los cubrió con su sombra, y salió una voz de la nube:
«Éste es mi hijo, el <muy> querido; ¡escuchadlo!». 8 Y de pronto, cuando miraron alrededor, no
vieron con ellos a nadie más que a Jesús.
9 Y cuando bajaban del monte les encargó que no contasen a nadie lo que habían visto hasta

que el Hijo de Hombre resucitara de entre los muertos. 10 Y <ellos> se guardaron para sí estas
palabras, y discutían sobre qué era eso de resucitar de entre los muertos. 11 Y le preguntaban:
«¿Por qué dicen los escribas que Elías debe venir primero?» 12 Él les dijo: «Elías, en efecto, <es
quien> llega primero y lo restablece todo. ¿Y cómo es que está escrito del Hijo de Hombre que
sufrirá mucho y será despreciado? 13 Pero yo os digo que Elías ha venido ya y que hicieron con
él cuanto quisieron, tal como está escrito de él.»
14 Y al llegar junto a los <otros> discípulos, vieron mucha gente a su alrededor y a unos escri-
bas que discutían con ellos. 15 E inmediatamente toda la gente, al verlo, se sorprendió y corrieron
a saludarlo. 16 Él les preguntó: «¿De qué discutís con ellos?» 17 Y uno de entre la multitud le
respondió: «Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo 18 y, dondequiera que se
apodera de él, lo derriba; y <mi hijo> echa espumarajos, rechina los dientes y se queda rígido.
Y les he pedido a tus discípulos que lo expulsaran, y no han podido.» 19 Y él, a su vez, les
dice: «¡Oh, generación sin fe! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de
soportaros? ¡Traédmelo!» 20 Y se lo trajeron. Y el espíritu, cuando lo vio, agitó con violencia
inmediatamente al muchacho y <éste>, cayendo en tierra, se revolcaba echando espumarajos.

9
21 Y <Jesús> le preguntó a su padre: «¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto?» Aquél dijo:
«Desde niño. 22 Y muchas veces lo ha arrojado al fuego y al agua para acabar con él; pero, si
puedes hacer algo, compadécete de nosotros y ayúdanos.» 23 Jesús le dijo: «¿<Qué es> eso de “si
puedes”? ¡Todo es posible para el que cree!» 24 El padre del muchacho exclamó inmediatamen-
te, diciendo: «¡Creo! ¡Ayúdame en mi incredulidad!» 25 Viendo Jesús que se agolpaba la gente,
increpó al espíritu inmundo diciéndole: «¡Espíritu mudo y sordo, yo te lo ordeno: sal de él y no
entres nunca más en él!» 26 Y <el espíritu> salió dando gritos y con violentas convulsiones.
Y <el muchacho> se quedó como un cadáver, de modo que la mayoría <de los presentes> dije-
ron que había muerto. 27 Pero Jesús, agarrándolo de la mano, lo levantó, y <el muchacho> se
puso de pie. 28 Cuando Jesús entró en casa, sus discípulos le preguntaban en privado: «¿Por qué
nosotros no pudimos expulsarlo?» 29 Y <él> les dijo: «Esta raza con nada puede salir a no ser
con oración.»
30 Y
marchándose de allí, iban atravesando Galilea; y <Jesús> no quería que nadie lo supiera,
31 porque iba enseñando a sus discípulos, y les decía: «El Hijo de Hombre será entregado en
manos de los hombres y lo matarán; y, tras haber muerto, después de tres días resucitará.»
32 Pero ellos no comprendían esas palabras, y temían preguntarle.

Y llegaron a Cafarnaún. Y, una vez en casa, les preguntaba: «¿De qué discutíais por el
33

camino?» 34 Pero ellos callaban, pues por el camino habían discutido unos con otros sobre quién
era el más importante <de todos ellos>. 35 Y sentándose, llamó a los Doce y les dice: «Si alguien
quiere ser el primero, deberá ser el último de todos y el servidor de todos.» 36 Y tomando a un
niñito, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: 37 «El que acoja a un niñito como éste
en consideración a mi nombre, a mí me acoge; y el que me acoge a mí, no es a mí a quien
acoge, sino al que me ha enviado.»
Le dijo Juan: «Maestro, vimos a uno que expulsaba demonios en tu nombre e intentamos
38

impedírselo, porque no venía con nosotros.» 39 Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis, pues no hay
nadie que realice un milagro invocando mi nombre y que a continuación sea capaz de hablar
mal de mí. 40 Pues el que no está contra nosotros está a favor nuestro.
41 »Porque el que os dé a beber un vaso de agua en consideración a que sois del Ungido, amén

os digo que no se quedará sin su recompensa.


42 »Y el que sea ocasión de la caída en pecado de uno de estos pequeños que tienen fe [en mí],

mejor sería para él que le pusieran alrededor del cuello una piedra de molino de las que mueven
los asnos y lo arrojasen al mar.
43 »Y si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtatela: más te vale entrar manco en la vida

que ir a parar en posesión de ambas manos a la gehenna —al fuego inextinguible—. ! 44 " 45 Y si
tu pie es para ti ocasión de pecado, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida que ser arrojado
en posesión de ambos pies a la gehenna. ! 46 " 47 Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arrán-
catelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios que ser arrojado en posesión de ambos ojos
a la gehenna, 48 donde su gusano no muere y el fuego no se extingue. 49 Pues todo individuo será
salado con fuego.
50 »Buena es la sal; pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vos-

otros y estad en paz paz unos con otros.»

10
1Ylevantándose de allí, va al territorio de Judea al otro lado del Jordán; y se suman a él
de nuevo grandes grupos de gente <durante el trayecto>, y de nuevo, como solía hacer,
les enseñaba. 2 Y [acercándose unos fariseos] le preguntaban —a fin de ponerlo a prueba—
si le es lícito a un marido repudiar a su mujer. 3 Él, en respuesta, les dijo: «¿Qué os prescribió
Moisés?» 4 Ellos le dijeron: «Moisés permitió escribir un acta de divorcio y repudiarla.» 5 Jesús
les dijo: «Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón <fue por lo que> escribió para
vosotros ese precepto. 6 Pero desde el principio de la creación macho y hembra los creó. 7 Por
eso dejará un hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, 8 y serán los dos una sola
carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. 9 Por consiguiente, que lo que Dios ha
unido no lo separe un hombre.»

10
10 Yen casa los discípulos le preguntaban de nuevo sobre esto. 11 Y les dice: «Quien repudie a
su mujer y se case con otra, comete adulterio contra ella; 12 y si ella, después de repudiar a su
marido, se casa con otro, comete adulterio.»
13 Y le traían a unos niñitos para que los tocara; pero los discípulos les reñían. 14 Jesús, al
verlo, se indignó y les dijo: «Dejad que los niñitos vengan a mí. No se lo impidáis, pues de quie-
nes son como éstos es el reino de Dios. 15 Amén os digo: el que no reciba el reino de Dios como
un niñito, no entrará en él.» 16 Y tomándolos en brazos, los bendice imponiendo las manos sobre
ellos.
17 Y cuando estaba saliendo de camino corrió uno a su encuentro y, arrodillándose ante él, le
preguntaba: «Maestro bueno, ¿qué he de hacer para que tenga en herencia vida eterna?» 18 Jesús
le dijo: «¿Por qué me llamas “bueno”? Nadie es bueno excepto uno: Dios. 19 Conoces los man-
damientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no des falso testimonio, no defraudes,
honra a tu padre y a tu madre.» 20 Él le dijo: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juven-
tud.» 21 Jesús lo miró y sintió afecto por él, y le dijo: «Una cosa te falta: ve, vende cuanto tienes
y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; y ven <y> sígueme.» 22 Pero él, ensombre-
ciéndosele el rostro a causa de estas palabras, se marchó entristecido, porque era propietario de
muchas posesiones.
23 Y Jesús, mirando en torno suyo, dice a sus discípulos: «¡Con qué dificultad entrarán en el
reino de Dios los que tienen riquezas!» 24 Los discípulos quedaron sorprendidos ante estas
palabras suyas. Pero Jesús, volviendo a hablar, les dice: «¡Hijos, qué difícil es entrar en el reino
de Dios! 25 Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en
el reino de Dios.» 26 Pero ellos se asombraban aún más, diciéndose unos a otros: «Entonces,
¿quién puede salvarse?» 27 Jesús, mirándolos, dice: «Para los hombres, <es algo> imposible,
pero no para Dios; porque todo es posible para Dios.»
28 Pedro se puso a decirle: «Mira, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.» 29 Dijo

Jesús: «Amén os digo: no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o
padre, o hijos, o campos por mí y por la buena nueva, 30 que no reciba cien veces más: ahora, en
este tiempo, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y campos, junto con persecuciones; y en
el tiempo venidero, vida eterna. 31 Pero muchos <que son> primeros, serán últimos; y <los> últi-
mos, primeros.»
32Iban de camino, subiendo a Jerusalén, y Jesús marchaba delante de ellos. Y <los discípu-
los> estaban sorprendidos; y los que iban detrás, temerosos. Y tomando aparte de nuevo a los
Doce, se puso a decirles lo que le iba a suceder: 33 «Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el
Hijo de Hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a
muerte y lo entregarán a los gentiles. 34 Y <éstos> se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y
lo matarán; y después de tres días resucitará.»
35 Y se acercan a él Jacobo y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: «Maestro, queremos que
hagas por nosotros lo que te pidamos.» 36 Él les dijo: «¿Qué queréis que haga por vosotros?»
37 Y ellos le dijeron: «Concédenos que, en tu gloria, nos sentemos el uno a tu derecha y el otro a

tu izquierda.» 38 Pero Jesús les dijo: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo bebo,
o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?» 39 Ellos le dijeron: «Podemos.»
Jesús les dijo: «La copa que yo bebo, la beberéis; y con el bautismo con que yo soy bautizado,
seréis bautizados <también vosotros>. 40 Pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me
corresponde a mí concederlo, sino <que esos puestos son para aquellos> para quienes han sido
preparados.»
41 Y al oír esto los <otros> diez, empezaron a indignarse contra Jacobo y Juan. 42 Y Jesús, lla-

mándolos, les dice: «Sabéis que los que son considerados como príncipes de los gentiles, los
dominan, y que los magnates de aquellos les imponen su autoridad. 43 Pero no es así entre
vosotros, sino que el que quiera ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, 44 y el que
quiera ser el primero entre vosotros, será siervo de todos. 45 Pues tampoco el Hijo de Hombre
vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como redención de muchos.»

11
46 Y
llegan a Jericó. Y al salir de Jericó él, sus discípulos y una multitud considerable, el hijo
de Timeo, Bartimeo, un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. 47 Y al oír que <quien
pasa> es Jesús el Nazareno, se puso a gritar diciendo: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de
mí!» 48 Y muchos lo instaban a que se callara, pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten
compasión de mí!» 49 Y Jesús, deteniéndose, dijo: «Llamadlo.» Y llaman al ciego, diciéndole:
«¡Ánimo, levántate! Te llama.» 50 Él, arrojando el manto a un lado, dio un salto y se acercó a
Jesús. 51 Y Jesús, hablándole, le dijo: «¿Qué quieres que haga por ti?» El ciego le dijo: «Rabbu-
ní, ¡que recobre la vista!» 52 Y Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha curado.» E inmediatamente reco-
bró la vista, y lo seguía por el camino.
1Y
cuando estaban en las proximidades de Jerusalén, cerca de Betfagé y Betania, junto
11 al monte de los Olivos, envía a dos de sus discípulos 2 y les dice: «Id a la aldea que
tenéis enfrente, e inmediatamente que entréis en ella encontraréis un pollino atado en el que
todavía no ha montado nadie. Desatadlo y traedlo. 3 Y si alguien os dice: “¿Por qué hacéis eso?”,
decid: “El señor lo necesita, y lo vuelve a enviar aquí inmediatamente”.» 4 Y fueron y encon-
traron un pollino atado junto a una puerta, fuera, en la calle; y lo desatan. 5 Y algunos de los que
estaban allí les dijeron: «¿Qué hacéis desatando el pollino?» 6 Ellos les contestaron como dijo
Jesús y les dejaron <llevárselo>. 7 Y llevan adonde estaba Jesús el pollino y echan sobre él sus
mantos, y <Jesús> se montó en él. 8 Y muchos extendieron sus mantos por el camino; otros, ma-
nojos de ramas cortadas de los campos. 9 Y los que iban delante y detrás gritaban: «¡Hosanná!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor! 10 ¡Bendito el reinado que llega de nuestro padre
David! ¡Hosanná en las alturas!»
11 Y entró en Jerusalén <y fue> al templo; y después de mirarlo todo a su alrededor, como ya

era tarde, salió con los Doce para Betania.


Y al día siguiente, cuando salieron de Betania sintió hambre. 13 Y viendo de lejos una
12

higuera con hojas, fue a ver si encontraba algo en ella; y cuando llegó hasta ella no encontró
más que hojas —pues no era temporada de higos—. 14 Entonces le dijo <a la higuera>: «¡Que ya
no coma nadie jamás fruto de ti!» Y sus discípulos le estaban oyendo <decir esto>.
Y llegan a Jerusalén. Y, entrando en el templo, comenzó a expulsar a los que vendían y a
15

los que compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas y los asientos de los vende-
dores de palomas, 16 y no permitía que nadie transportase mercancías por el <atrio del> templo.
17 Y les enseñaba y les decía: «¿No está escrito: Mi casa será llamada casa de oración para

todas las gentes? ¡Pero vosotros la habéis convertido en cueva de salteadores!» 18 Y se enteraron
los sumos sacerdotes y los escribas, y buscaban cómo podrían acabar con él; porque lo temían,
ya que toda la gente se admiraba de su enseñanza.
19 Y cuando caía la tarde, <Jesús y sus discípulos> se iban fuera de la ciudad.

Y al pasar por la mañana temprano vieron que la higuera estaba seca desde las raíces.
20
21 Y Pedro, al acordarse, le dice: «¡Rabbí, mira! ¡La higuera que maldijiste se ha secado!»
22 Y Jesús, en respuesta, les dice: «Tened fe en Dios. 23 Amén os digo que quien diga a este

monte: “¡Muévete y arrójate al mar!”, y no vacile en su corazón, sino que crea que lo que dice
va a suceder, lo obtendrá. 24 Por eso os digo: todo aquello por lo que oréis y supliquéis, creed
que lo habéis recibido, y lo obtendréis. 25 Y cuando estéis de pie orando, perdonad, si es que
tenéis algo contra alguien, para que también vuestro Padre <que está> en los cielos os perdone
vuestras faltas. ! 26 Pero, si no perdonáis, tampoco vuestro Padre <que está> en los cielos perdo-
nará vuestras faltas."»
27 Y
llegan de nuevo a Jerusalén. Y cuando estaba paseando por el templo se acercan a él los
sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, 28 y le decían: «¿Con qué autoridad haces esas
cosas? ¿O quién te ha dado tal autoridad para hacerlas?» 29 Entonces Jesús les dijo: «Os voy a
hacer una pregunta. Respondedme y os diré con qué autoridad las hago. 30 El bautismo de Juan,
¿era <cosa> del cielo, o de los hombres? Respondedme.» 31 Y debatían entre ellos, diciendo: «Si
decimos: “Del cielo”, dirá: “[Entonces,] ¿por qué no le creísteis?” 32 ¿Pero <acaso> diremos:
“De los hombres?”» —<pues> le tenían miedo a la gente, ya que todos tenían a Juan por un

12
verdadero profeta—. 33 Y, como respuesta, le dicen a Jesús: «No lo sabemos.» Y Jesús les dice:
«Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.»
1 Y se puso a hablarles en parábolas: «Un hombre plantó una viña, y la rodeó de una
12 cerca, cavó un lagar y construyó una torre <de vigilancia>; y la arrendó a unos labrado-
res y se ausentó de allí. 2 Y envió un siervo a los labradores a su debido tiempo, a fin de que
percibiera de los labradores una parte de los frutos de la viña. 3 Y <ellos>, agarrándolo, lo gol-
pearon y lo enviaron de vacío. 4 Y de nuevo les envió a otro siervo; y también a éste lo descala-
braron e insultaron. 5 Y envió a otro, y a éste lo mataron; y también <envió> a otros muchos, y a
unos los golpearon y a otros los mataron. 6 Todavía le quedaba uno <a quien enviar>, un hijo
<muy> querido; finalmente lo envió a ellos, diciendo: “¡A mi hijo lo respetarán!”. 7 Pero los
labradores aquellos se dijeron unos a otros: “Éste es el heredero. ¡Vamos, matémoslo y la heren-
cia será nuestra!” 8 Y, agarrándolo, lo mataron y arrojaron <su cadáver> fuera de la viña. 9 ¿Qué
hará[, pues,] el dueño de la viña? Irá y exterminará a los labradores, y entregará la viña a otros.
10 ¿Y no habéis leído esta <parte de la> Escritura:

Un bloque que los constructores desecharon


en piedra angular se ha convertido;
11 <es> del Señor <de quien> ella provino

y es maravillosa a nuestros ojos?»


12 Y <ellos> buscaban el modo de arrestarlo —aunque tenían miedo de la gente— porque ha-

bían comprendido que la parábola la había dicho por ellos. Y lo dejaron y se fueron.
13 Y le envían a algunos fariseos y herodianos con el fin de atraparlo valiéndose de algo que
dijera. 14 Y al llegar le dicen: «Maestro, sabemos que eres veraz y que no discriminas a nadie,
porque no miras la condición de las personas, sino que enseñas de verdad el camino de Dios.
<Dinos:> ¿Es lícito pagar tributo a César, o no? ¿Pagamos, o no debemos pagar?» 15 Pero él,
advirtiendo su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me ponéis a prueba? Traedme un denario, que lo
vea.» 16 Y ellos se lo trajeron. Y les dice: «¿De quién es esta efigie y la inscripción?» Ellos le
dijeron: «De César.» 17 Entonces Jesús [les] dijo: «Lo <que es> de César, devolvédselo a César,
y lo <que es> de Dios, a Dios.» Y se quedaban maravillados de él.
18 Y se acercan a él unos saduceos —los cuales dicen que no hay resurrección— y le pregun-
taban diciendo: 19 «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno y deja
mujer, pero no deja ningún hijo, tome su hermano a la mujer y dé descendencia a su hermano.
20 Había <una vez> siete hermanos. El primero tomó mujer y murió sin dejar descendencia; 21 y

el segundo la tomó y murió sin dejar tras de sí descendencia; y el tercero lo mismo. 22 Y ninguno
de los siete dejó descendencia. Después de todos ellos murió también la mujer. 23 En la resurrec-
ción, [cuando resuciten,] ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer.»
24 Jesús les contestó: «¿No es por eso por lo que estáis en el error: <porque> no entendéis las

Escrituras ni el poder de Dios? 25 Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni <ellos> se
casarán ni <ellas> serán dadas en matrimonio, sino que serán como ángeles en los cielos. 26 Por
lo que se refiere a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la
zarza, cómo le habló Dios diciendo: Yo soy el dios de Abrahán, y el dios de Isaac, y el dios de
Jacob? 27 No es un dios de muertos, sino de vivos. ¡Estáis en un gran error!»
28 Y acercándose uno de los escribas que los había oído debatir, al ver que <Jesús> les había

respondido bien, le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?» 29 Respondió Jesús:


«El primero es: ¡Escucha, Israel!: el Señor, nuestro dios, es el único Señor. 30 Y amarás al
Señor, tu dios, con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todas tus
fuerzas. 31 El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro manda-
miento mayor que éstos.» 32 Y el escriba le dijo: «Bien <dicho>, Maestro; en verdad dices que es
único y no hay otro más que él. 33 Y amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y
con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y
sacrificios.» 34 Y Jesús, viendo que [él] había contestado inteligentemente, le dijo: «No estás
lejos del reino de Dios.» Y nadie se atrevía ya a preguntarle.

13
35 Y Jesús, tomando la palabra, decía mientras enseñaba en el templo: «¿Cómo es que los
escribas afirman que el Ungido es Hijo de David? 36 El propio David dijo, <inspirado> por el
Espíritu Santo:
Dijo el Señor a mi señor:
“Siéntate a mi derecha
hasta que ponga a tus enemigos
bajo tus pies.”
37 El propio David lo llama señor; luego ¿cómo puede ser hijo suyo?» Y la gran muchedumbre

lo escuchaba con agrado.


38 Y decía en su enseñanza: «Guardaos de los escribas, a quienes les gusta pasear con vestidu-
ras ostentosas, y <recibir> saludos en las plazas, 39 y <ocupar> los primeros asientos en las sina-
gogas y los primeros puestos en los banquetes; 40 los que devoran la hacienda de las viudas con
el pretexto de rezar largas oraciones. Ésos recibirán una sentencia más severa.»
41 Y habiéndose sentado frente al tesoro <del templo>, observaba cómo echaba la gente dine-
ro en el tesoro; y muchos ricos echaban mucho. 42 Y llegó una viuda pobre y echó dos leptones
<de cobre> —que equivalen a un cuadrante—. 43 Y llamando a sus discípulos les dijo: «Amén os
digo que esa viuda pobre echó más que todos los que echan en el tesoro. 44 Pues todos echaron
de lo superfluo; en cambio ella, de su indigencia, echó todo cuanto tenía, todo su sustento.»

13
1Y cuando salía del templo le dice uno de sus discípulos: «Maestro, ¡mira qué bloques y
qué construcciones!» 2 Y Jesús le dijo: «¿Ves estas grandiosas construcciones? No que-
dará piedra sobre piedra que no sea derruida.»
3 Y estando él sentado en el monte de los Olivos, frente al templo, le preguntaron en privado

Pedro, Jacobo, Juan y Andrés: 4 «Dinos cuándo sucederá eso y cuál será la señal de que todo eso
está a punto de cumplirse.» 5 Y Jesús empezó a decirles: «Cuidad de que nadie no os engañe.
6 Vendrán muchos en mi nombre diciendo: “¡Soy yo!”, y a muchos los engañarán. 7 Pero cuando

oigáis <que hay> guerras y rumores de guerras, no os alarméis: <eso> es necesario que suceda,
pero aún no será el fin. 8 Pues se alzará nación contra nación y reino contra reino; habrá terre-
motos en diversos lugares, habrá hambre: <eso será> el principio de los dolores del parto.
9 »Pero vosotros mirad por vosotros mismos. Os entregarán a los tribunales y seréis azotados

en las sinagogas, y compareceréis ante gobernadores y reyes por mi causa, para <dar> testimo-
nio contra ellos. 10 Y primero es preciso que la buena nueva sea proclamada a todas las naciones.
11 Y cuando os lleven a comparecer, no os preocupéis de antemano por lo que vais a decir, sino

decid lo que os sea dado en ese momento: porque no sois vosotros los que hablais, sino el Espí-
ritu Santo. 12 Y un hermano entregará a su hermano a la muerte, y un padre al hijo; y se alzarán
<los> hijos contra <sus> progenitores y harán que los maten. 13 Y seréis odiados de todos por mi
nombre; pero el que persevere hasta el final, ése se salvará.
14 »Pero cuando veáis la abominación de la desolación estando donde no debe —¡que el

lector entienda!—, entonces los que estén en Judea que huyan a los montes; 15 el que esté en la
terraza que no baje ni entre a coger algo de su casa, 16 y el que esté en el campo que no vuelva
atrás a coger su manto. 17 ¡Ay de las que estén encinta y de las que estén amamantando en esos
días! 18 ¡Rezad para que no suceda en invierno! 19 Porque esos días serán <de> una tribulación
como no la ha habido igual desde el principio de la creación que creó Dios hasta ahora, ni la
habrá. 20 Y si el Señor no hubiese abreviado esos días, no se salvaría nadie; pero en considera-
ción a los elegidos a los que escogió, ha abreviado esos días. 21 Y si alguno os dijera entonces:
“¡Mirad, aquí está el Ungido!”, o “¡Mirad, está allí!”, no lo creáis. 22 Pues surgirán falsos ungi-
dos y falsos profetas, y ofrecerán señales y prodigios para engañar, si fuera posible, [incluso] a
los elegidos. 23 Pero vosotros estad atentos; os he avisado de todo.
24 »Pero en esos días, después de esa tribulación, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su

resplandor, 25 y las estrellas estarán cayendo del cielo, y las potencias que están en los cielos
serán agitadas. 26 Y entonces verán al Hijo de Hombre que viene en las nubes con gran poder y

14
gloria. 27 Y entonces enviará a los ángeles y congregará a los elegidos desde los cuatro vientos,
del extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
28 »De la higuera aprended la parábola: cuando ya su ramaje está tierno y brotan las hojas,

sabéis que el verano está cerca. 29 Y del mismo modo, vosotros, cuando veáis que suceden estas
cosas, sabed que está cerca, a las puertas.
30 »Amén os digo que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. 31 El cielo y la

tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.


32 »Pero en cuanto al día y la hora, nadie lo sabe: ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino

sólo el Padre.
33 »Estad atentos, velad; porque no sabéis cuándo es el momento. 34 <Es> como un hombre

que sale de viaje, habiendo dejado su casa y dado atribuciones a sus siervos, <asignando> a
cada uno su tarea, y <que> encomendó al portero que se mantuviese vigilante. 35 Manteneos
vigilantes, pues, porque no sabéis cuándo llega el dueño de la casa: si al atardecer, o a media
noche, o al canto del gallo, o al amanecer. 36 No vaya a ser que llegue de improviso y os encuen-
tre dormidos. 37 Lo que os digo a vosotros se lo digo a todos: ¡Manteneos vigilantes!»
1 Se
celebraba la Pascua y los Ázimos dos días después. Los sumos sacerdotes y los es-
14 cribas buscaban cómo prenderlo con un ardid y darle muerte. 2 Pues decían: «No durante
la fiesta, no sea que se produzca un tumulto del pueblo.»
3 Y estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, recostado a la mesa, llegó una mujer
que llevaba un frasco de perfume de nardo, puro <y> muy caro. Y, rompiendo el frasco, lo
derramó sobre su cabeza. 4 Pero había algunos <que comentaban> entre sí indignados: «¿A qué
viene ese derroche de perfume? 5 Porque se podría haber vendido este perfume por más de
trescientos denarios y habérselos dado a los pobres.» Y se pusieron a regañarla. 6 Pero Jesús
dijo: «Dejadla. ¿Por qué la molestáis? Ha hecho conmigo una buena obra. 7 Porque a los pobres
siempre los tenéis con vosotros y podéis hacerles el bien cuando queráis; pero a mí no siempre
me vais a tener. 8 Ha hecho lo que podía: se ha anticipado a perfumar mi cuerpo para el funeral.
9 Amén os digo: dondequiera que se proclame la buena nueva en el mundo entero, se hablará

también en memoria suya de lo que ella ha hecho.»


Y Judas Iscariote, uno de los Doce, fue a <ver a> los sumos sacerdotes para entregárselo.
10
11 Ellos
se alegraron al oírlo y prometieron darle dinero. Y buscaba el modo de entregarlo en el
momento oportuno.
12 Y el primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus discí-
pulos: «¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero pas-
cual?» 13 Y envía a dos de sus discípulos y les dice: «Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un
hombre llevando un jarro de agua: seguidlo. 14 Y donde entre, decid al dueño de la casa: “El
Maestro dice: ¿Dónde está mi aposento, en el que pueda pueda comer el cordero pascual con
mis discípulos?” 15 Y él os enseñará una sala grande en el piso superior, ya dispuesta y prepa-
rada; y allí haréis los preparativos para nosotros.» 16 Y los discípulos salieron y fueron a la ciu-
dad, y <lo> encontraron <todo> tal como les había dicho, y prepararon la Pascua.
17 Y al atardecer llega con los Doce. 18 Y cuando estaban recostados comiendo dijo Jesús:
«Amén os digo que uno de vosotros me entregará; uno que está comiendo conmigo.» 19 Ellos
empezaron a entristecerse y a decirle uno tras otro: «¡No seré yo!» 20 Él les dijo: «Uno de los
Doce, que moja conmigo en la fuente. 21 Porque el Hijo de Hombre se va, tal como está escrito
de él; pero ¡ay del hombre aquel por quien el Hijo de Hombre es entregado! ¡Más le valdría a
ese hombre no haber nacido!»
22 Y mientras comían, cogiendo un pan, después de decir la bendición lo partió y lo fue dando
a ellos, y dijo: «Tomad, esto es mi cuerpo.» 23 Y cogiendo una copa, después de dar gracias la
fue pasando y bebieron todos de ella. 24 Y les dijo: «Esto es mi sangre de la alianza, que es
derramada por muchos. 25 Amén os digo que ya no beberé del fruto de la vid hasta el día en que
lo beba, nuevo, en el reino de Dios.»

15
26 Y cuando hubieron cantado los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos. 27 Y Jesús les
dice: «Todos vais a fallar, porque está escrito: Heriré al pastor y las ovejas se dispersarán.
28 Pero después de que yo haya sido resucitado, iré por delante de vosotros a Galilea.» 29 Pedro

le dijo: «Aunque todos fallen, yo no.» 30 Y Jesús le dice: «Amén te digo que hoy, esta misma
noche, antes de que cante dos veces el gallo, me negarás tres veces.» 31 Pero <él> seguía di-
ciendo con insistencia: «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.» Y lo mismo decían
todos.
32 Y van a un lugar llamado Getsemaní y dice a sus discípulos: «Sentaos aquí, mientras hago
oración.» 33 Y toma consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a sentir pavor y a angus–
tiarse. 34 Y les dice: «Mi alma se muere de tristeza; quedaos aquí y velad.» 35 Y alejándose un
poco, caía en tierra y suplicaba que, si fuera posible, pasara de él aquella hora. 36 Y decía:
«¡Abbá! —¡Padre!—, todo es posible para ti. Aparta de mí esta copa; pero no <suceda> lo que
yo quiero, sino lo que quieres tú.» 37 Y va y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: «Simón,
¿duermes? ¿No has podido velar ni una hora? 38 Velad y orad para que no caigáis en tentación.
Pues el espíritu está animoso, pero la carne es débil.» 39 Y alejándose de nuevo, oró diciendo las
mismas palabras. 40 Y cuando volvió de nuevo los encontró dormidos, porque les pesaban los
párpados, y no sabían qué contestarle. 41 Y vuelve por tercera vez y les dice: «¿Seguís durmien-
do y descansando? ¡Basta ya! Llegó la hora. Mirad, el Hijo de Hombre es entregado en manos
de los pecadores. 42 ¡Levantaos! ¡Vamos! Mirad, el que me entrega está cerca.»
43 Todavía estaba hablando y llega inmediatamente Judas, uno de los Doce, y con él una mul-
titud con espadas y palos, enviados por los sumos sacerdotes y los escribas y ancianos. 44 El que
lo entregaba había convenido con ellos una señal, diciendo: «Aquel a quien yo bese, ése es;
prendedlo y lleváoslo a buen recaudo.» 45 Y, al llegar, se acerca a él y dice: «¡Rabbí!»; y lo besó
cariñosamente. 46 Y ellos le echaron mano y lo prendieron. 47 Pero uno de los presentes, sacando
la espada, dio un tajo al siervo del sumo sacerdote y le arrancó la oreja. 48 Y Jesús, tomando la
palabra, les dijo: «¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como si fuese un salteador?
49 A diario estaba junto a vosotros en el templo, enseñando, y no me prendisteis. Pero <esto ha

sucedido> para que se cumplan las Escrituras.» 50 Y <los discípulos, > abandonándolo, huyeron
todos.
51 Y lo seguía un joven que se había echado un lienzo de lino sobre su cuerpo desnudo; y lo

prenden. 52 Pero él, desembarazándose del lienzo, escapó desnudo.


53 Y llevaron a Jesús ante el sumo sacerdote, y se reúnen todos: los sumos sacerdotes, los an-
cianos y los escribas. 54 Y Pedro lo siguió de lejos hasta el interior del patio del sumo sacerdote,
y estaba <allí> sentado con los servidores y calentándose al fuego.
55 Y los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un testimonio contra Jesús para

darle muerte, y no lo encontraban. 56 Pues muchos daban falso testimonio contra él, pero los
testimonios no eran coincidentes. 57 Y algunos, levantándose, dieron falso testimonio contra él
diciendo: 58 «Nosotros le hemos oído decir: Yo destruiré este santuario hecho con las manos, y
en tres días edificaré otro no hecho por manos <humanas>.» 59 Y tampoco en este caso sus testi-
monios eran coincidentes. 60 Entonces se levantó el sumo sacerdote, y poniéndose en medio <de
todos> interrogó a Jesús, diciendo: «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos declaran contra
ti?» 61 Pero él callaba y no respondía nada. De nuevo lo interrogaba el sumo sacerdote, y le dice:
«¿Eres tú el Ungido, el hijo del Bendito?» 62 Y Jesús dijo: «Yo soy, y veréis al Hijo de Hombre
sentado a la derecha del Poder y venir entre las nubes del cielo.» 63 Entonces el sumo sacerdote,
rasgándose las vestiduras, dice: «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? 64 Habéis oído la blas-
femia. ¿Qué os parece?» Entonces todos juzgaron que era merecedor de <la pena de> muerte.
65 Y algunos se pusieron a escupirle, y a taparle la cara y golpearlo con el puño, y a decirle :

«¡Profetiza!», y los servidores lo recibieron a bofetadas.


66Y estando Pedro abajo en el patio, llega una de las criadas del sumo sacerdote 67 y, al ver
a Pedro calentándose, tras mirarlo atentamente dice: «Tú también ibas con el nazareno, con

16
Jesús.» 68 Pero él lo negó, diciendo: «Ni sé ni entiendo de qué <me> hablas», y salió al portal. Y
cantó un gallo. 69 Y la criada, al <volver a> verlo, de nuevo se puso a decir a los que allí estaban:
«Éste es uno de ellos.» 70 Pero él lo negaba de nuevo. Y poco después, los que estaban allí de
nuevo dijeron a Pedro: «Seguro que eres uno de ellos, porque <tú> también eres galileo.» 71 Pero
él se puso a maldecir y a jurar: «¡No conozco a ese hombre del que habláis!» 72 E inmediata-
mente cantó un gallo por segunda vez. Y Pedro recordó lo que le había dicho Jesús: «Antes de
que cante dos veces el gallo, me negarás tres veces.» Y se echó a llorar.

15
1E
inmediatamente, al amanecer, habiendo celebrado consejo los sumos sacerdotes con
los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, después de atar a Jesús lo llevaron y lo
entregaron a Pilato. 2 Y Pilato le preguntaba: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Y él le dice en
respuesta: «Tú lo dices.» 3 Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. 4 Así que Pilato
le preguntaba de nuevo, diciendo: «¿No contestas nada? ¡Mira de cuántas cosas te acusan!»
5 Pero Jesús ya no contestó nada, de modo que Pilato estaba sorprendido.
6 Con ocasión de la fiesta solía concederles la libertad de un preso, el que pidieran. 7 Había

<uno, > el llamado Barrabás, encarcelado con los rebeldes que habían cometido un asesinato
durante la revuelta. 8 Y cuando la gente subió, se pusieron a pedir lo que les solía conceder.
9 Pilato les contestó diciendo: «¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?» 10 Pues se había

dado cuenta de que los sumos sacerdotes lo habían entregado por envidia. 11 Pero los sumos
sacerdotes incitaron a la multitud para que, en vez de a él, les soltase a Barrabás. 12 Y Pilato, to-
mando de nuevo la palabra, les decía: «¿Qué haré, pues, con el [que llamáis] rey de los judíos?»
12 Ellos, a su vez, gritaron: «¡Crucifícalo!» 14 Pilato les decía: «Pues ¿qué mal ha hecho?» Pero

ellos gritaron con más fuerza: «¡Crucifícalo!» 15 Pilato, entonces, queriendo complacer a la
multitud, les soltó a Barrabás; y a Jesús, tras haber sido azotado, lo entregó para que fuera cru-
cificado.
16 Los
soldados lo llevaron al interior del palacio —es decir, del pretorio— y convocan a toda
la unidad. 17 Y lo visten de púrpura y le ciñen una corona de espinas que habían trenzado. 18 Y se
pusieron a saludarlo: «¡Salud, rey de los judíos!» 19 Y le golpeaban en la cabeza con una caña, y
le escupían, y doblando las rodillas le hacían reverencias. 20 Y cuando se hubieron burlado de él,
le quitaron la púrpura y le pusieron sus ropas.
Y lo sacan para crucificarlo. 21 Y obligaron a uno que pasaba por allí de regreso del campo, a
Simón de Cirene —el padre de Alejandro y de Rufo— a que llevara su cruz.
22 Y
lo llevan al lugar <llamado> Gólgota —que, traducido, significa Lugar de la Calavera—.
23 Y le ofrecían vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó. 24 Y lo crucifican. Y dividen sus
ropas, echando a suertes qué se llevaría cada uno. 25 Era la tercera hora cuando lo crucificaron.
26 Y la inscripción de su delito tenía inscrito: EL REY DE LOS JUDÍOS.
27 Y con él crucificaron a dos salteadores, uno a su derecha y otro a su izquierda. ! 28 Y se

cumplió la Escritura que dice: Y entre los malhechores fue contado."


29 Y los que pasaban por allí lo ultrajaban, moviendo la cabeza y diciendo: «¡Ah! ¡El que iba a

destruir el templo y reconstruirlo en tres días! 30 ¡Sálvate a ti mismo bajando de la cruz!» 31 Y, de


igual modo, los sumos sacerdotes, haciendo burla entre ellos junto con los escribas, decían:
«¡Salvó a otros y no puede salvarse a sí mismo ! 32 ¡El Ungido, el rey de Israel! ¡Que baje ahora
de la cruz, para que veamos y creamos!» Y <hasta> los que estaban crucificados con él lo inju-
riaban.
33 Y llegada la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora novena. 34 Y a la

hora novena gritó Jesús con una fuerte voz: «¡Eloí, Eloí!, ¿lemá sabachthaní?» —que, tradu-
cido, significa: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?—. 35 Y al oír esto, algunos
de los presentes decían: «¡Mirad, está llamando a Elías!» 36 Entonces corrió uno a empapar una
esponja en vino agrio y, fijándola en una caña, le ofrecía de beber, diciendo: «Dejad, veamos si
viene Elías a descolgarlo.» 37 Pero Jesús, lanzando un fuerte grito, expiró.
38 Y la cortina del santuario se rasgó en dos de arriba abajo. 39 Y viendo el centurión, que

estaba de pie frente a él, de qué manera había expirado, dijo: «¡Verdaderamente este hombre era
hijo de dios!»

17
40Y había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas María la Magdalena, María
la madre de Jacobo el menor y de Josés, y Salomé, 41 que cuando <él> estaba en Galilea lo
seguían y atendían, y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
42 Y ya al atardecer, como era la Preparación —es decir, la víspera del sábado—, 43 vino José
de Arimatea, un miembro influente del Consejo, que esperaba también él el reinado de Dios, y
armándose de valor entró a ver a Pilato y <le> pidió el cuerpo de Jesús. 44 Pilato se sorprendió
de que ya estuviera muerto, y llamando al centurión le preguntó si llevaba algún tiempo muerto.
45 E informado por el centurión, concedió el cadáver a José. 46 Y habiendo comprado un lienzo

de lino, tras descolgarlo lo envolvió en el lienzo y lo depositó en un sepulcro que estaba exca-
vado en la roca, e hizo rodar una piedra ante la entrada del sepulcro. 47 Pero María la Magdalena
y María la de Josés observaban dónde era depositado.

16 Y cuando había transcurrido el sábado, María la Magdalena, María la de Jacobo y


1

Salomé compraron aromas para ir a perfumarlo. 2 Y el primer día de la semana, muy


temprano, se dirigen al sepulcro después de salir el sol. 3 Y se decían unas a otras: «¿Quién nos
hará rodar la piedra de la entrada del sepulcro?» 4 Y al levantar la mirada ven que ya había sido
desplazada la piedra—que era muy grande—. 5 Y al entrar en el sepulcro vieron a un joven
sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca, y sintieron temor. 6 Pero él les dice: «No
temáis. Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado. Ha resucitado; no está aquí. Mirad, <éste
es> el sitio donde lo depositaron. 7 Pero id a decirles a sus discípulos y a Pedro que va delante de
vosotros a Galilea; allí lo veréis, tal como os dijo.» 8 Y salieron huyendo del sepulcro, pues se
apoderó de ellas un estremecimiento y una <gran> confusión; y no dijeron nada a nadie, porque
tenían miedo.

«FINAL LARGO» (CANÓNICO)


! 9 Pero después de resucitar temprano el primer día de la semana, <Jesús> se apareció prime-
ro a María la Magdalena, de la que había expulsado siete demonios. 10 Ella fue a anunciarlo a los
que habían estado con él, <que estaban> apenados y llorosos. 11 Y ellos, al escuchar que estaba
vivo y que había sido visto por ella, no lo creyeron.
12 Después de esto se apareció, con otro aspecto, a dos de ellos que iban de camino al campo.
13 Y ellos fueron a anunciarlo a los demás; <pero> tampoco los creyeron.
14 Por último, se apareció a los Once cuando estaban recostados a la mesa y les reprochó su

incredulidad y obstinación, porque no habían creído a quienes lo habían visto resucitado. 15 Y les
dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la buena nueva a toda la creación. 16 El que crea y sea
bautizado, será salvado; pero el que no crea, será condenado. 17 Estas señales acompañarán a los
que crean: expulsarán demonios en mi nombre; hablarán lenguas nuevas; 18 [y con las manos]
cogerán serpientes, y aunque beban algún veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre
los enfermos y <éstos> se pondrán bien.»
19 Pues bien, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la derecha

de Dios. 20 Ellos salieron y predicaron por todas partes, cooperando el Señor <con ellos> y con-
firmando la palabra mediante las señales que la acompañaban."

«FINAL INTERMEDIO»

!Pero <las mujeres> refirieron sucintamente a los que estaban con Pedro todo lo que se <les>
había ordenado. Después de esto, también el propio Jesús envió por medio de ellos, desde
Oriente hasta Occidente, la sagrada e incorruptible proclamación de la salvación eterna. Amén."

18
«LOGION DE FREER» INSERTO ENTRE LOS VERSÍCULOS 14 Y 15
DEL «FINAL LARGO» EN EL CODEX WASHINGTONIANUS

!Y ellos se disculpaban diciendo: «Esta época de iniquidad y de incredulidad está bajo <la
autoridad de> Satanás, que mediante <la acción de> los espíritus inmundos no permite que se
comprenda el verdadero poder de Dios. Por eso —le decían ellos a Cristo—, revela ahora tu
justicia.» Y Cristo les respondió: «Se ha cumplido el término de los años de la autoridad de
Satanás, pero se aproximan otras cosas terribles. Y por <el bien de> quienes han pecado fui yo
entregado a la muerte, para que retornen a la verdad y no pequen más, a fin de que hereden la
gloria espiritual e incorruptible de la justicia que está en el cielo. Pero id …»"

19

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