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Universidad abierta para adultos

uapa
Tema:
Tarea 7
Asignatura:
Psicología del desarrollo 2
Participante:
Clarisol peña
Matricula:
11-0581
Facilitadora:
Lic. Ilusión García
Fecha:
16 de febrero 2020.
Indicación y espacio para enviar la tarea #7
Después de consultar la bibliografía señalada y otras fuentes de interés científico para la
temática de objeto de estudio, se recomienda que realices las siguientes actividades:
1. Elabora una línea de tiempo donde presentes las etapas del duelo y las características
de cada una de ellas.

•La primera reacción que mostramos tras una pérdida dolorosa es negar la realidad de la situación. Muchos
Fase de Negación.
suelen pensar: “Esto no está pasando, esto no puede estar pasando”. Es una reacción normal y una manera de
Negarse a sí mismo o al racionalizar las emociones abrumadoras. Es un mecanismo de defensa que amortigua el impacto inmediato de
entorno que ha ocurrido la pérdida. Bloqueamos las palabras y escondemos los hechos. Esta es una respuesta temporal que nos lleva a
la pérdida través de la primera oleada de dolor.

•A medida que los efectos de ocultación y de la negación comienzan a desgastarse, la realidad y el dolor afloran.
Pero no estamos listos. La intensa emoción de dolor se desvía, reorientándose, y se expresa de manera
contradictora en forma de ira. El enojo puede estar dirigido a objetos inanimados, a extraños, a amigos o
Fase de Enfado, familiares. La ira puede enfocarse también hacia el ser querido fallecido. Racionalmente, sabemos que la
Indiferencia o Ira: Estado
de descontento por no persona no tiene la culpa. Emocionalmente sin embargo, podemos sentirnos resentidos con ella por causarnos
poder evitar la pérdida que tanto dolor al dejarnos. Nos sentimos culpables por estar enfadados, y esto nos hace enfadarnos más todavía.
sucede. Se buscan razones •Pero el duelo es un proceso personal que no tiene límite de tiempo, ni una forma “correcta” de pasarlo.
causales y culpabilidad.

•Esta es una reacción normal a los sentimientos de impotencia y vulnerabilidad, es a menudo una necesidad de
recuperar el control. Esta puede suceder antes de la pérdida, en caso de tener a un familiar con enfermedad
Fase de Negociación. terminal, o bien después de la muerte para intentar posponer el dolor que produce el abandono. En realidad
Negociar consigo mismo o
con el entorno,
surge la esperanza de que se pueda de algún modo retrasar el dolor.
entendiendo los pros y •Si hubiéramos buscado atención médica antes …
contras de la pérdida. Se •Si hubiéramos tratado de ser mejor persona con él/ella …
intenta buscar una
solución a la pérdida a •En secreto, podemos hacer un trato con Dios o nuestro poder superior, en un intento de posponer lo inevitable.
pesar de conocerse la Esta es una débil línea defensa para protegernos de una realidad dolorosa.
imposibilidad de que
suceda.

•Hay dos tipos de depresión asociadas al duelo. La primera de ellas es una reacción a las implicaciones reales
Fase de Dolor relacionadas con la pérdida. La tristeza y el pesar predominan este tipo de depresión. Nos preocupamos por los
Emocional (o costos, por el entierro… Nos preocupa que, a nuestro pesar, hemos pasado menos tiempo con otras personas
depresión). Se que dependen de nosotros. Esta fase puede aliviarse con la en acompañamiento los demás y unas pocas
experimenta
tristeza por la palabras amables.
pérdida. Pueden •El segundo tipo de depresión es más sutil y, en cierto sentido, más privada. Es nuestra preparación frente a la
llegar a sucederse separación y la despedida personal de nuestro ser querida. A veces todo lo que realmente necesitamos es un
episodios
depresivos que abrazo.
deberían ceder con
el tiempo.

•Llegar a esta etapa del duelo es un regalo que se presentará al final del proceso.
•La muerte puede ser repentina e inesperada, y nos parece que jamás podremos ver más allá de
Fase de Aceptación. Se asume
nuestra ira o negación. No es necesariamente un signo de valentía resistir lo inevitable y
que la pérdida es inevitable. negarnos la oportunidad de hacer las paces con nosotros mismos. Esta fase se caracteriza por la
Supone un cambio de visión de la retirada y la tranquilidad final. Esto no significa que sea un período de felicidad, es más bien un
situación sin la pérdida; siempre período de paz, es el momento en el que hacemos las paces con la pérdida que hemos sufrido,
teniendo en cuenta que no es lo
mismo aceptar que olvidar.
dándonos la oportunidad de vivir nuevamente a pesar de la ausencia.
2. Redacta un informe breve donde analices la muerte desde el punto de vista de la
edad adulta tardía y propón sugerencias de cómo se debe manejar la misma en la
familia.

Los seres humanos son únicos. Experimentan diferentes situaciones y reaccionan a éstas
de maneras distintas. Pero una parte inevitable de la vida de todos es la muerte. Las
mejores personas pueden entender tal acontecimiento impostergable y mientras más
sabiamente logren abordarlo antes de que llegue, su vida será más plena.

La muerte es el último hito, el final de la vida que conocemos. “La vida es corta. Más corta
para algunos que para otros”, observó Gus, uno de los personajes centrales de la película
de televisión Lonesome Dove. A ese comentario que se refiere a la mayoría de las
personas podríamos agregar, a manera de corolario, lo siguiente: 1) por mucho que
vivamos, nunca será suficiente, y 2) cuando llegue el final nos parecerá que ha llegado
demasiado repentina o brutalmente.

Antes de los tiempos modernos, en un año típico morían alrededor de cincuenta personas
por cada mil; y durante las plagas o desastres naturales, la tasa de mortalidad alcanzaba
un 40 por ciento. Más de un tercio de todos los bebés morían en la infancia, y la mitad de
todos los niños antes de su noveno cumpleaños. Las personas veían sucumbir a parientes
y amigos de enfermedades mortales a una edad temprana, y esperaban que algunos de
sus propios hijos murieran jóvenes (Lofland, 1986). La muerte era un acontecimiento
normal y esperado, a veces incluso bienvenido como un final pacífico al sufrimiento.

Sin embargo ¿Qué es la muerte? Aunque la pregunta parezca sencilla, es


sorprendentemente difícil definir el momento exacto en que termina la vida y ocurre la
muerte. En las últimas décadas, la medicina ha avanzado hasta el punto que algunas
personas, que habrían sido consideradas muertas hace pocos años, ahora se considerarían
vivas.

La muerte funcional se define como ausencia de latidos del corazón y de respiración.


Aunque esta definición parece clara, no lo es del todo. Por ejemplo, un individuo cuyo
corazón ha dejado de latir y cuya respiración se ha detenido durante cinco minutos podría
ser resucitado y sufrir poco daño como consecuencia. ¿Significa esto que el ser que ahora
está vivo estuvo muerto como lo habría implicado la definición funcional?

A causa de esta imprecisión, ya no se toman en cuenta el latido cardíaco y la respiración


para determinar el momento de la muerte. Actualmente, los médicos expertos miden el
funcionamiento del cerebro. En la muerte cerebral, se interrumpen todos los signos de
actividad cerebral medidos por las ondas eléctricas. Cuando ocurre la muerte cerebral, no
hay posibilidad de restablecer el funcionamiento del cerebro.
Algunos expertos sugieren que una definición de la muerte que sólo se base en la falta de
ondas cerebrales es demasiado estricta, ya que la sola pérdida de la capacidad para
pensar, razonar, sentir y experimentar el mundo sería suficiente para declarar muerto a
un individuo. Según este punto de vista, que tiene en cuenta las consideraciones
psicológicas, una persona con daño cerebral irreversible, en estado de coma, que nunca
podría experimentar algo que se aproxime a la vida humana, se considera muerta.

No sorprende que ese argumento, que nos lleva de los criterios estrictamente médicos a
las consideraciones morales y filosóficas, sea controvertido. Como resultado, la definición
legal de muerte en la mayoría de las localidades en Estados Unidos se basa en la ausencia
completa de funcionamiento cerebral, aunque algunas leyes todavía mantienen la
definición basada en la ausencia de respiración y latidos cardíacos. La realidad es que no
importa dónde ocurra una muerte, en la mayoría de los casos las personas no se ponen a
medir las ondas cerebrales. Por lo regular, las ondas cerebrales se monitorean sólo en
ciertas circunstancias: cuando es importante establecer el momento exacto de la muerte,
cuando hay posibilidad de trasplantar los órganos, o cuando están implicados asuntos
criminales o legales.

La dificultad para establecer definiciones legales y médicas de la muerte refleja algunos de


los cambios en la comprensión y la actitud hacia la muerte que suceden a lo largo de la
vida de un individuo.

La muerte es un hecho biológico, pero también incluye aspectos sociales, culturales,


históricos, religiosos, legales, psicológicos, del desarrollo, médicos y éticos, todos los
cuales suelen estar estrechamente relacionados. Aunque la muerte y la pérdida son
experiencias universales, tienen un contexto cultural e histórico. La muerte solía ocurrir
temprano y con frecuencia en la vida de una familia y comunidad, y era una compañera
constante en el hogar. Hoy, en la mayoría de los países la gente vive más tiempo, por lo
que la muerte sucede con menos frecuencia y es menos notoria.

Confrontar la muerte

Todas las muertes son diferentes, tal como todas las vidas lo son. La experiencia de morir
no es la misma para una víctima de un accidente, un paciente con cáncer terminal, una
persona que se suicida y alguien que muere instantáneamente de un ataque al corazón. Ni
la experiencia de pérdida es la misma para sus deudos. El modelo de ocurrencia de los
acontecimientos de vida sugiere por qué la muerte no significa lo mismo para un hombre
de 85 años que padece una artritis que le ocasiona dolores agudos, una mujer de 56 años
en la cima de una brillante carrera legal que descubre que tiene leucemia y un joven de 20
años que muere debido a una sobredosis de drogas. Ni, como los teóricos contextuales
señalarían, la muerte es la misma para un brahmán de la India que para un indigente de
Nueva York. La cohorte también tiene un papel. Entre la primera generación de ancianos
de japoneses americanos, la aceptación de lo inevitable puede reflejar enseñanzas
budistas; pero los japoneses americanos de tercera generación muestran menos
aceptación, no sólo porque son más jóvenes sino también porque crecieron con la
creencia estadounidense relacionada con la habilidad para controlar el destino propio
(Kalish y Reynolds, 1976). Sin embargo, todas las personas son humanas, y tal como puede
haber similitudes en las vidas de los adultos, también las hay en la forma en que los
adultos confrontan la muerte en diferentes edades. Observemos primero cómo los
adultos jóvenes, los adultos medios y los ancianos se sienten con respecto a la muerte, y
luego los cambios que pueden ocurrir conforme se aproxima ésta.

Adultez tardía o vejez:

Para el momento en que alcanzan la adultez tardía, las personas saben con certeza que su
tiempo se está aproximando a su fin. Además, enfrentan un número creciente de muertes
en su entorno. Cónyuges, hermanos y amigos quizá hayan muerto ya, lo que interpretan
como un recordatorio constante de su propia mortalidad.

Las causas más probables de muerte durante la edad adulta tardía son el cáncer, la
apoplejía y la cardiopatía. ¿Qué sucedería si se eliminaran estas causas de muerte? De
acuerdo con estimaciones de los demógrafos, la expectativa de vida del ser humano
promedio de 70 años se incrementaría alrededor de 17 años (véase la figura 19-1;
Hayward, Crimmins y Saito, 1997).

La frecuencia de la muerte en la vida de los adultos mayores los hace sentir menos
angustia por morir que en etapas anteriores de la vida. Esto no significa que la persona en
la edad adulta tardía le dé la bienvenida a la muerte. Más bien implica que es más realista
y reflexiva. Piensa y empieza a prepararse para ella. Algunos empiezan a retirarse del
mundo como resultado de la disminución de la energía física y psicológica (Gesser, Wong y
Reker, 1988; Turner y Helms, 1994).

En general, los ancianos están menos ansiosos acerca de la muerte que las personas en la
adultez media (Bengtson, Cuellar y Ragan, 1975). Presentan más probabilidad de usar
estrategias de enfrentamiento enfocadas en la emoción. A lo largo de los años, conforme
las personas pierden amigos y parientes, gradualmente reorganizan sus pensamientos y
sentimientos para aceptar su propia mortalidad. Las pérdidas físicas y otros problemas de
la vejez pueden disminuir su placer por vivir.

De acuerdo con Erikson (1950), las personas en la adultez tardía deben lidiar con la última
de ocho crisis: integridad frente a desesperación. Quienes resolvieron dicha crisis lograron
una sabiduría que les permitió aceptar tanto lo que hicieron con sus vidas como su muerte
inminente. Los ajustes de Peck (1955) para la vejez pueden ayudar a las personas a
hacerle frente a la muerte. Los individuos que sienten que sus vidas han sido significativas
por lo general son más capaces de enfrentar la muerte. Sin embargo, algunos tienen
sentimientos complejos.

La muerte inminente en ocasiones es acompañada por el deterioro acelerado del


funcionamiento cognoscitivo. En lo que se conoce como declive terminal, una caída
significativa en el desempeño en áreas cognoscitivas como la memoria y la lectura anuncia
la muerte a los pocos años (Small y Bäckman, 1999; Wilson, Beckett y Bienias, 2003).
Sugerencias de cómo se debe manejar la misma en la familia.
Reconocimiento compartido de la realidad de la pérdida
Puede parecer evidente pero es, en realidad, un paso muy difícil. Supone enfrentarnos,
por un lado, con nuestra propia mortalidad y, por el otro, con el hecho de que el ser
querido ya no está, se ha marchado y no va a volver. Llegar a asumir la pérdida supone
tiempo y esfuerzo ya que es necesario una aceptación intelectual y, lo más difícil,
emocional. Cuando alguien muere, incluso si la muerte es esperada, la negación cobra una
gran importancia. Siempre hay cierta sensación de que no es verdad. y puede adoptar
distintas formas: negación de la realidad de la pérdida, negación del significado de la
pérdida, negación de la irreversibilidad de la muerte. Es fundamental que en la familia se
afirme la realidad de la pérdida, que la persona ha muerto, y que cuando se comuniquen
entre ellos sea reconocida esta realidad de manera clara y precisa pues, hasta que no se
haya hecho, no lograrán dominar e independizarse de ese episodio de su vida, ni podrán
recuperar la estabilidad. Es muy frecuente que no se comunique o que se distorsione la
información que se dan entre ellos. Para trabajar esto facilitaremos hablar de la pérdida y
experiencias que le siguieron, del difunto como persona y de su relación con él (es útil
mirar fotos y recuerdos), de otras pérdidas anteriores y se explorarán sentimientos de
culpa y cólera. Es importante estimularles a procesar repetidas veces y de manera
completa toda la información

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