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Universidad de Antioquia

Maestría en investigación psicoanalítica (VII cohorte)


Seminario conceptos II: La pulsión
Docente: Humberto Acosta Mesa

Pulsión

Por: Sebastián Patiño Villegas

Es éste, como se sabe, uno de los conceptos fundamentales de la teoría freudiana. La


problemática de la pulsión estuvo presente en Freud desde los "Manuscritos" y el "Proyecto"
hasta el Esquema del psicoanálisis. Se trata de una presencia no nombrada como tal en todos los
textos pero que atraviesa de inicio a fin el pensamiento de Freud. No sería exagerado afirmar
que muchos de los giros en la obra freudiana, así como la formulación de nuevas problemáticas,
están marcados por la reflexión en torno a la pulsión, lo cual, habrá que subrayarlo, implica que
nunca estuvo formulada como una teoría acabada. No es cuestión del azar que Freud se refiriera
a las pulsiones como “seres míticos, grandiosos en su indeterminación”1. Digamos entonces que
la elaboración simbólica que produce el mito como elemento mediador hace que lo
indeterminado se lea como determinado. He aquí la necesidad de pensar la pulsión como un
instrumento lógico fundamental en la teoría psicoanalítica.

En Freud, pulsión es Trieb. Nunca instinto. El instinto es, si se quiere, un magnífico saber que
no requiere aprendizaje, mientras que la pulsión se consolida como riesgo y contra ella se
instituyen las defensas que Freud optó por llamar destinos. En un inglés correcto Trieb se traduce
como drive. Y de Trieb-Drive se desprende, en francés y español dérive-deriva. Hablar de deriva es,
por tanto, hablar de pulsión: de muelle en muelle, de objeto en objeto, entre los bordes de la
corriente. Sus velas son propulsadas por el principio del placer, pero su itinerario es la
transgresión de este principio.

El concepto de pulsión está abrumado por una comparación: se pretende equipararlo al hambre o
cualquier otra necesidad del organismo. A partir de tal analogía se piensa que la pulsión sería fuerza
motivadora de comportamientos. De allí querer educarla, corregirla, reforzarla. La pulsión es esa

1
Sigmund Freud, "Conferencia 32. Angustia y vida pulsional", "Nuevas conferencias de
introducción al psicoanálisis" (1933 [1932]), Obras Completas, Tomo XXII. Buenos Aires: Editorial
Amorrortu, 1991, p. 88.
exigencia de trabajo impuesta al aparato psíquico que está en la base de todos los progresos del
gombre. Pero su meta es conservadora, es la restauración de un estado anterior, el retorno al
silencio de la muerte. El modelo del hambre es, en relación con la pulsión, útil: sirve para
comprender todo lo que la pulsión no es. El hambre se presenta en el tiempo de modo cíclico con
alternancia de la tensión y la saciedad. La pulsión es una fuerza constante. El hambre se satisface
con un objeto específico y adecuado, el alimento. La pulsión se caracteriza por la contingencia y la
infinita varabilidad de sus objetos, sin que ninguna la satisfaga.

Lo primero, entonces, no es el instinto, ni la necesidad, ni su satisfacción. Lo primero es el deseo del


Otro, anclado en el orden simbólico, que abre las puerta para qu el organismo del ser desamparado
pueda sobrevivir. Hay apuntalmaiento pues, pero no en una actividad corporal, no en el orden vital,
sino en el campo de la transunjetividad, en la relación de constitución de un sujeto en ese orden
significante.

La pulsión coloniza y marca con la señal de la muerte al esfuerzo de autoconservación que es propio
del yo y no pulsional. Borges atribuye a un payador anónimo estos versos: “La vida no es otra cosa
/que muerte que anda luciendo”.

Las zonas erógenas son los sitios donde la pulsión queda para siempre insatisfecha. Lugar del
Organlust que ofician como bordes de enganche a la vez que como limites irreductibles de la pulsión.
No por casualidad son bordes u orificios a través de los cuales se producen intercambios del
organismo con el exterior, del espacio del sujeto con el espacio del Otro.

Dada la especularidad imaginaria que constituye a las parejas, dada la presencia de lo simbólico
como soporte y argamasa de lo imaginario, ¿no se engendra en cada humano un monstruo
proteiforme, andrógino y zoomorfo que es el cuerpo del goce? ¿No es así como toda la superficie
corporal puede abrirse a esta estructura de borde que define a una zona cualquiera como erógena.

Impugnar a la satisfacción. Ésa es la función teórica del concepto de pulsión. Esto va


manifiestamente en contra de muchos textos de Freud en los que se habla de Triebbefriedigung
(apaciguamiento de la pulsión). Pero ¿quién podría dejar de percatarse de que es el concepto mismo
de Freud sobre la pulsión el que cambió cuando él postuló la pulsión de muerte y el más allá del
principio del placer? Nuevamente el modelo hambre-saciedad deviene un obstáculo epistemológico
que impide entender la novedad del concepto freudiano de pulsión.

Lacan toma una posición definida en consonancia con cuanto venimos exponiendo. Toda pulsión es
de muerte.

El cuerpo de las pulsiones no es el de las pulsaciones, contracciones y distensiones, no se tiende en


los anfiteatros de anatomía. Está ubicado en el discurso, llega a ser cuerpo porque empezó al ser
animado por el deseo del otro y es por eso que es cuerpo-collage de pulsiones parciales que erotizan
órganos y funciones en montajes dislocados. La pulsión es un collage de fragmentos incongruentes
que se arma en una imagen especular que aprendemos a reconocer como nuestro cuerpo y que
llamamos yo. Drang, jamás podríamos seguirlo en su propuesta de traducir Drang por esfuerzo,
perfermimos presión porque alienta el vínculo Drang-Verdrangung. Es claro que si el Drang es una
fuerza constante, no puede tratarse de una energía cinética. Nuevamente se ve aquí que la pulsión
es transgresión al principio del placer. La pulsión no se comprende según leyes termodinámicas Está
comandada por una irrefrenable compulsión de repetición.
Sexual totat. Otro mito es el de que existiría en alguna parte una pulsión sexual total respecto de la
cual las pulsiones reveladas por la experiencia analítica serían parciales. Pero, sobra decirlo, la
sexualidad humana es búsqueda del reencuentro con los significantes del placer. Así las cosas, no
hay en el ser humano otras pulsiones más que las parciales, parciales respecto al goce cuyo camino
indican.

Sólo hay un origen para la pulsión que la razón psicoanalítica puede avalar: el deseo del Otro que
hace del bebé un objeto antes de que pueda ser éste, para sí, sujeto.

La pulsión fuerza y trastorna al principio del placer. Se ubica más allá de la autoconservación e
introduce la negatividad de la vida del hombre, la negatividad creadora. Mientras que el principio
del placer puede ser pensado en términos de homeostasis y de inmanencia, la compulsión de
repetición introduce la trascnednecia. Está centrada, a diferencia del principio del placer construido
en torno a presencias, en las ausencias, en la falta en el ser, que es causa del deseo y de la innovación
significante.

El sujeto es traído a la vida por la palabra y es consagrado a la muerte por ese automatismo
de repetición que es la ley de la pulsión

Es claro que en Freud siempre estuvo presente el discurso de la filosofía. En este punto en
particular, además de los clásicos griegos, el nombre de Fichte tiene especial peso, pero el Trieb
freudiano no es el Trieb fichtiano, así como el eros freudiano no es el eros de Empédocles ni el
de Platón. La originalidad y consecuencias de este planteamiento podemos abordarla desde una
proposición cuyo valor heurístico es de suma relevancia. Se trata de la enunciada por Freud en
el texto "Pulsiones y destinos de pulsión". De la forma como sea entendida esta proposición se
derivarán necesariamente los destinos de la pulsión que el analista reconozca en la clínica. La
pulsión, dice Freud, “nos aparece como un concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático, como un
representante psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el alma,
como una medida de la exigencia de trabajo que es impuesta a lo anímico a consecuencia de su
trabazón con lo corporal"2 (cursivas mías). ¿No estamos acaso ante una definición de la pulsión
enunciada de tres maneras, que subraya tres aspectos diferentes? Si leemos con atención, no
puede más que imponérsenos la segunda opción, la cual propone un itinerario lógico respecto al
origen de la pulsión y por lo tanto incluye a los otros dos enunciados; el primero es quizá el más
interesante y el que se presta a mayor discusión sobre todo cuando se le entrecruza con otros
momentos de la obra freudiana; la pulsión es un concepto fronterizo que da cuenta de eso que
existe "entre" lo somático y lo anímico, es decir, entre dos órdenes heterogéneos, ¿qué quiere
decir entonces Freud con concepto fronterizo? Una lectura muy extendida entre los
psicoanalistas y sustentada en otros pasajes de la obra freudiana es que lo de "fronterizo" se debe
a que la pulsión tendría un pie en el soma y otro en la psique, definiendo así una especie de
producto mixto. Hay autores que incluso ven en esta forma de concebir a la pulsión la clave para
romper con el dualismo psique-cuerpo; la pulsión sería así psico-somática es decir, psíquica y

2
S. Freud, "Pulsiones y destinos de pulsión ", en Obras completas, t. XI\·, Buenos Aires, .
Amorrortu, 1976, p. 117. ·
biológica al mismo tiempo3 Una concepción tal es a mi juicio no sólo insostenible por postular
la continuidad de la naturaleza de algo -la pulsión- en dos órdenes radicalmente heterogéneos, sino
porque implica forzosamente entender a esa entidad psico-somática como una especie de a
priori, o petición de principio a partir del cual se constituiría la psique. Además, esta concepción
implicaría que la parte o el "pie" que está en lo somático forzosamente tendría que regularse por
los procesos biológicos; dicho de otra manera, las compañías farmacéuticas harían su agosto
produciendo fármacos para la pulsión. No podemos olvidar en este punto aquello que dijo Freud
acerca de que quizá algún día se encontrarán las bases químicas del funcionamiento pulsional y
psíquico. Tampoco deja de ser llamativa tal predicción, ya que al mismo tiempo Freud no sólo
estableció un claro deslinde con la determinación biológica sino que también formuló, desde
otra perspectiva, la naturaleza de la pulsión, sus tiempos de constitución y sus destinos. En
efecto, cuando Freud postula que la pulsión es representante de una fuerza biológica, en su texto
La represión 11, está diciendo que la pulsión no es esa fuerza biológica.
La pulsión en tanto que representante, incluidas las modalidades de representante-
representativo, implica que está inscrita claramente en ·un orden que no es el biológico. Lo
somático para la psique no puede tener más valor. que el de "algo" irreductible que
inexorablemente es fuente de estímulos, pero eso no es la pulsión, ya que ella está entre "eso" y
lo anímico. Entonces, la pulsión, en tanto que concepto fronterizo, puede estar mostrando más
bien la frontera misma y ella por definición no está en ninguna de las partes que separa y articula.
En este sentido, el juego de palabras que proponen algunos autores en el que el concepto pulsión
sería él mismo la frontera entre lo psíquico y lo no psíquico, entre lo que puede significable y no,
es compartible. Pero justamente por ello ¿no estará Freud introduciendo el concepto de
diferencia al hablar de frontera? Dicho de otra manera, la pulsión es, antes que nada, la diferencia
que se produce entre lo somático y lo anímico en ciernes; es decir: la pulsión es la diferencia
entre dos órdenes radicalmente heterogéneos, irreductibles; dos órdenes donde uno, el somático,
es continua fuente de estímulos no tramitables psíquicamente, mientras que el otro, el psíquico,
es continua fuente de respuestas donde los diversos medios de inscripción y representabilidad,
que van desde la huella mnémica, el pictograma y el significante, hasta el lenguaje, ponen de
manifiesto esa dimensión del ser más allá de lo posible y de lo imposible. Diferencia entonces con
valor de fuerza (Drang), que obliga a lo anímico a intentar dar cuenta de ello y cuyo resultado es
precisamente esa ligadura, siempre parcial, que Freud llamó “representante” y que es justamente
el segundo acento de la definición. En efecto, la pulsión, como representante psíquico de los
estímulos que provienen del soma, ya no está entre lo anímico y lo somático. Hay aquí un
desplazamiento en la definición, ya que la pulsión es en este segundo enunciado un concepto
situado en el lado de lo anímico; se trata ya de una inscripción con valor de representante de ese
“algo” que es lo somático, inscripción que si bien no reduce la diferencia sí la acota y la orienta hacia
una deriva. El tercer enunciado vuelve a proponer a la pulsión como fuerza de trabajo en tanto que

3
*Aquí también está presente el problema de la traducción de los términos freudianos respecto al carácter
de representación que tendría la pulsión, en particular las voces Vorstellung, ReprÄsentant y ReprÄsentanz
han dado pie a varias discusiones. El deslizamiento de la reprÄsentanz (representancia) sería cercano a lo que
estamos planteando. Al respecto, es de particular valor el texto de Michel Tort “El concepto freudiano de
representante”.
diferencia, pero aquí el acento está puesto en la trabazón de lo psíquico con lo corporal. Ya no se
trata de la diferencia producida por dos órdenes heterogéneos; una vez hecha la inscripción, esto
es, una vez inscrito el representante, éste quedará por siempre portando la “marca de origen”, es
decir, lo somático, pero un somático que ya es en algo cuerpo que ha sido trabado -como dice Freud-
por la inscripción en un registro donde “cuerpo” será una de las formas como lo psíquico nombrara
el eso irreductible que se anuncia desde lo somático. Así, en este tercer aspecto de la definición de
pulsión, la diferencia establece entre el cuerpo ya erogeneizado y la psique. Tenemos entonces que
la definición primera de pulsión establece en realidad tres modalidades de cómo la diferencia se va
decantando y en esa misma medida permitiendo un espaciamiento que va a ser el preludio y la
condición de las diversas tópicas que se constituirán a partir del encuentro con lo Otro. Este
planteamiento de la deriva pulsional está ya presente en Freud desde el proyecto, cuando fomula
como un problema central los modos de abrirse paso de la excitación interna. Derrida lo supo leer
en su célebre texto “Freud y la escena de la escritura”. La diferencia -dice Derrida- entre los varios
pasos abiertos, tal es el verdadero origen de la memoria y, en consecuencia, del psiquismo. Ahora
bien no se trata de diferencias simples o lógicas; lo que aquí se plantea, en principio, es la diferencia
incapturable e invisible entre los actos de abrirse-paso. Esta formulación de Derrida apunta a su
concepto de diferencia, que establece una problemática similar a la que vemos en el primer acento
de la definición de pulsión donde, en efecto, lo que allí se da es incapturable, esto es, irreductible a
cualquier forma de inscripción significante. Diferencia que da lugar a difeencias que van siendo un
abrirse-paso que marca la deriva pulsional. A partir de este decantamiento de la diferencia se lleva
a cabo el montaje de la pulsión toda. Como se sabe, Lacan, leyendo a Freud, asegura que la pulsión
es un montaje de los elementos que la componen, los cuales son tal y como Freud lo planteó: fuerza,
fuente, fin y objeto. Ahora bien, en Freud esta armazón que Lacan resaltó pero no ahondó se
produce a partir de ese decantamiento de la diferencia primera y es incomprensible si no se artiula
con los tres tiempos en que se constituye la pulsión, así como con las tres polaridades que gobiernan
la vida anímica y también por la forma como los destinos de la pulsión se le imponen a ella misma a
causa de los avatares de la presencia de lo Otro. En Freud, la problemática de la pulsión es
irreductible a sus componentes. La lectura de ellos, si no se articula con los demás aspectos
simplifica lo que es particularmente complejo, además de que los homogeniza, sin explicar su
montaje.

Cuatro componentes de la pulsión, cuatro destinos de pulsión, tres tiempos de constitución de la


pulsión y tres polaridades que marcan el funcionamiento del psiquismo. Veamos cómo se teje esta
urdidumbre freudiana empezando por comentar los cuatro componentes de la pulsión.

El Drang, traducido tanto como presión o esfuerzo, Freud lo define como “factor motor, la suma de
fuerza o la medida de la exigencia de trabajo que ella representa. Ese carácter esforzante es una
propiedad universal de las pulsiones y aun su esencia misma. Toda pulsión es un fragmento de
actividad…” Ya adelantábamos más arriba que el Drang freudiano puede entenderse como la
diferencia primera que opera entre lo somático y lo psíquico. El Drang es la diferencia misma, por
eso factor motor y por eso es exigencia continua de trabajo. La diferencia entre dos órdenes
irreductibles no es delimitable en ninguno de esos órdenes: si así fuera, o bien, sería agotable,
saciable, en el campo de lo biológico o bien, sería fijable en el psíquico a través de los diversos
medios de inscripción y representación. Sin embargo, nada de esto sucede; el Drang ni se sacia ni se
representa ni metabolismo celular ni significante, ni soma ni psique: solo diferencia que hace
frontera. La Quelle, pulsional, traducida como fuente, es definida por Freud como el "proceso
somático .. interior a un órgano o a una parte del cuerpo, cuyo estímulo es representado en la vida
anímica por la pulsión ".4 Como resulta evidente, aquí Freud está singularizando a la pulsión. Lo que
se expresa es una parte del cuerpo o un órgano. Esta delimitación, que es precisamente la que
permitirá hablar de pulsión en plural, según la fuente de que provengan, es producida, como bien
lo apuntó Lacan, en las zonas de intercambio entre el sujeto y el otro. La parte del cuerpo estimulada
lo es desde el otro; el estímulo es la huella que deja la presencia del otro. Aquí sí se puede hablar
de inscripción, de significante, incluso de pictograma si se seguimos los planteamientos de Piera
Aulagnier. En todo caso, es importante destacar que la fuente deviene tal allí donde el encuentro
con el otro deja en el cuerpo una marca que siempre operará como una especie de embajada, esto
es, como la presencia en el cuerpo "propio" de un representante extranjero. Quizá nadie lo ha dicho
mejor que Leclaire cuando propuso que el dedo de la madre construía un mapa erógeno en el
cuerpo del hijo; el mapa erógeno es en realidad memoria del otro inscrita en el cuerpo "propio".
Aquí es pertinente subrayar que tanto la Quelle como el Drang son los dos elementos de la pulsión
que siempre tendrán respecto al sujeto, un carácter de ajenidad; en el caso del Drang éste se puede
calificar como absolutamente Otro, mientras que en el de la Quelle como familiar, esto es, toda
Quelle tendrá siempre algo de ominoso. La importancia clínica de estas características que tienen
estos dos elementos pulsionales son capitales particularmente en la del narcisismo las adicciones y
la psicosomática. / El Ziel e la pulsión, traducido como meta, es formulado por Freud como .... la
satisfacción que sólo puede alcanzarse cancelando el estado de estimulación en la fuente de la
pulsión. El Ziel tiene en cuenta el placer de órgano (Organolust) que Freud enunció como imposible.
No obstante, la meta en tanto que meta siempre apuntará a esa cancelación. Sin embargo “si bien
es cierto que esta meta ultima permanece invariable invariable para toda pulsión, los caminos que
llevan a ella pueden ser diversos, de suerte que para una pulsión se presenten multiples metas más
proximas o intermediarias, que se combinan entre sí o se permutan unas por otras". Dos aspectos
hay que subrayar respecto al Ziel pulsional. El primero es que la satisfacción pulsional es siempre
parcial debido a que la cancelación de la fuente, salvo estados clínicos muy graves, es imposible. El
mismo Freud opuso el concepto de pulsión al de estímulo (Reiz) porque este último sí puede ser
cancelable, no así el pulsional. El segundo aspecto es que cuando Freud dice que hay varios caminos
para la obtención de la satisfacción pulsional ya está incluyendo, claramente, tanto un escorzo de
objeto como una representación corporal. Devorar ser devorado es, por ejemplo, uno de los pares
de metas pulsionales que orientan la satisfacción de la pulsion oral. La especificidad de la meta de
una pulsion, es decir, el o los caminos mediante los cuales obtiene satisfacción, presupone, vía el
verbo que orienta su acción, una inscripción en y de lo corporal que prefigura la autorreferencialidad
y apropiación imaginaria-narcisista del cuerpo. Dicho de otra manera, el Ziel pulsional a diferencia
del Drang y la Quelle, es ya un elemento de la pulsíón que tanto por la satisfacción obtenida como
por la expresión de una prefiguración fantasmática de lo corporal, produce una experiencia de
apropiación de la psique respecto del cuerpo. Aquí cabe señalar que más allá de la discusión de si
esa satisfacción pulsional es goce o no, o si se trata de algo inconsciente o no, el hecho de poner en
escena a una parte del cuerpo hace que el Ziel pulsional tenga un estatuto diferente respecto al
Drang, el cual -como vimos- es imposible de figurar a través de cualquier medio, y también de la
Quelle, cuya posibilidad de figurabilidad queda siempre marcada por lo más elemental del gesto de
excitación proveniente del otro, manteniendo siempre un carácter de ajenidad para el aparato
psíquico.
El planteamiento de Freud respecto al Objekt es, de entrada, el que más claramente marca la
desemejanza con el instinto. A diferencia del objeto del instinto, que está determinado por la
filogenética, el objeto de la pulsión se define por no estar enlazado originariamente con ella, sino
que se le coordina sólo a consecuencia de su aptitud para posibilitar la satisfacción. No
necesariamente es un objeto ajeno; también puede ser una parte del cuerpo propio. Cuando Lacan
evidencia el error de traducir el concepto Trieb por el de instinto, uno de sus principales argumentos
se basa precisamente en esta característica del objeto. Todo objeto que devenga pulsional lo que
hace es revelar, en principio, la inexistencia original de objeto. Sin embargo, hay objetos pulsionales.
Por el momento, en función de los planteamientos que venimos haciendo, sólo quisiera destacar
que el objekt, al igual que el Ziel, implica ya un nivel de inscripción para la psique. En efecto, sea el
pecho o las heces, la, voz, la mirada o cualquier otro objeto posible, la psique da cuenta de ese
objeto a través de los diversos medios que posee, ya sea que lo llamemos representación de cosa o
palabra, fantasma, significante. Esto no quiere decir, evidentemente, que· se puede demostrar
cabalmente el objeto pulsional. Desde Freud está presente la tradición kantiana, la cual lo lleva a
reconocer ese aspecto irreducible del objeto que Freud mismo llama el "núcleo" de la cosa, esto es,
lo que permanece siempre idéntico a sí mismo y por lo tanto incognoscible. Desde Lacan se formula
que esos objetos pulsionales en realidad no son más que una de las diversas formas en que la
función del objeto a se puede indicar. Ahora bien, este aspecto del objeto pulsional, que desde la
perspectiva freudiana establece la imposible satisfacción de la pulsión en un objeto, lo que revela a
fin de cuentas es la experiencia de lo imposible allí donde, a pesar de todo, hay un objeto asible,
representable. De ahí la pasión siempre renovada por el objeto, objeto que siempre es promesa; de
ahí el odio por el objeto que se deja hacer pero que al mismo tiempo revela de manera ineludible
lo imposible de su reductibilidad. Nunca hay objeto suficiente, a pesar de su aspecto de suficiencia.
La pulsión es un montaje die Lacan , y sin duda es cierto. Pero resulta que lo es, como se ha visto,
de elementos heterogéneos y donde uno de ellos, el Drang, es radicalmente otro respecto de los
demás. ¿Cómo se puede dar un montaje así? La respuesta en Lacan nunca aparece. Sus
planteamientos llevan a ver en la demanda del Otro la posible explicación. Es como si la demanda
del-al Otro (que ya ha sido ontologizado y definido como estructura) fuese la que va, hilvanando
durante el recorrido pulsional en torno al objeto a, los diversos elementos de la pulsión para así
conformar ese armazón . El montaje de la pulsión se daría entonces en el lenguaje con lo cual, lo
que es heterogéneo, se homogeiniza en material significante: de allí incluso la formulación del
matema de la pulsión s (rombo) d. Me parece que con la matematización de la pulsión Lacan
simplifica lo que él mismo en un principio enun.ció co1no enormemente complejo. La pulsión, tal y
como la postula Fret1d~ no puede reducirse a la articulación del sujeto con la demanda del Otro y
tampoco puede mostrarse exclusivamente a partir de su articulación con-en el lenguaje. ¿Cómo
pensar entonces ese montaje? Volvamos al texto freudiano donde además de formular los cuatro
elementos de la pulsión, Freud habla de cuatro destinos pulsionales, tres tiempos de constitución
de la pulsión y tres polaridades que rigen el alma y, por lo tanto, a la pulsión misma.

Los destinos de la pulsión son, lo sabemos .. el trastorno en lo contrario, la vuelta contra sí mismo,
la represión y la sublimación. Cabe ·"'mencionar, porque a veces se olvida .. que en el texto sobre
"La represión Freud considera como un quinto destino pulsional "la transposición de las energías
psíquicas de las pulsiones en afectos y, muy particularmente, en angustia".8 De hecho, este quinto
destino pulsional será considerado en la "I 7a. Conferencia Introductoria" como productor del
síntoma. Pero vol\·amos al texto sobre las pulsiones donde Freud solamente aborda los dos
primeros destinos pulsionales, ya que a la represión y a la sublimación les dedica por su importancia
un desarrollo especial. Así explícitamente está dicho}. así fue. Freud escribió un artículo aparte
dedicado a la represión }. otro a la sublimación; lamentablemente este último está perdido. No deja
de ser interesante destacar esta situación~ porque en relación con los dos primeros destinos
pulsionales Freud explica la constitución de la pulsión en tres tiempos, ejemplificados éstos en el
par sadismo-masoquismo. Además, en el texto sobre la represión, Freud aclara que el trastorno en
lo contrario y la vuelta contra sí mismo son modos de defensa anteriores a la represión incluida, por
supuesto, la represión primaria. Este punto es particularmente importante porque marca otra gran
diferencia entre la formtulación freudiana e interpretaciones o propuestas posteriores, tales como
la de Lacan y Laplanche en particular quienes, desde teorizaciones diferentes, propondrán una
anterioridad de la represión originaria respecto de los demás destinos pulsionales. Green es de los
pocos autores que le ha dado relevancia a este planteamiento freudiano. En todo caso, resaltemos
que para Freud la vuelta contra sí mismo y el trastorno en lo contrario operan como destinos
pulsionales en un psiquismo donde no se ha constituido la división tópica, es decir, donde lo
inconsciente en sentido estricto no existe todavía para ese psiquismo. Ahora bien, en función de
estos dos destinos Freud postula que la pulsión se constituye en tres tiempos. Sorprendentemente,
este planteamiento ha sido poco comentado y desarrollado en la literatura psicoanalítica; en
autores como Lacan o Green no tiene relevancia. Daría la impresión de que los ejemplos que pone
Freud para explicar estos tres tiempos son tomados no con10 un ejemplo· sino como situaciones
específicas en las que la pulsión se estructura de esa manera. Subrayo lo anterior en particular por
la formulación lacaniana ya que, desde Freud, el montaje pulsional más que darse a partir de un
recorrido en torno al objeto, se da sí, en torno al objeto pero en tres tiempos tanto lógicos, como
separados conforme a momentos de constitución del psiquismo. Como veremos, los tres tiempos
de la pulsión inciden en la topologización del aparato psíquico así como en sus fronteras.

Entre tanto -dice Freud- no puede escapársenos que vuelta hacia la persona propia y vuelta de la
actividad a la pasividad converge o coinciden estos ejemplos (se refiere al par sadismo-masoquismo
y al de ver-exhibición). Para esclarecer estos vínculos se hace indispensable una investigación más
a fondo. En cuanto al par de opuestos sadismo-masoquismo, el proceso puede presentarse del
siguiente modo:

a) El sadismo consiste en una acción violenta, en una afirmación de poder dirigida a otra
persona como objeto
b) Ese objeto es resignado y sustituido por la persona propia. Con la vuelta hacia la persona
propia se ha consumado también la mudanza de la meta pulsional activa en una pasiva
c) Se busca de nuevo como objeto a una persona ajena que, a consecuencia de la mudanza
sobrevenida en la meta, tiene que tomar sobre sí el papel de sujeto4

Insistimos, Freud está usando el par sadismo-masoquismo para ejemplificar cómo se lleva a cabo el
proceso del trastorno en lo contrario y la vuelta contra sí mismo. Veamos las implicaciones de estos
tres tiempos de constitución pulsional.

4
Freud en pulsiones y destinos de pulsión
El primer tiempo supone una acción violenta. Quizá esto es lo más importante que debe destacarse.
Plantear que es “una afirmación de poder dirigida a otra persona como objeto” implica una
contradicción con dos afirmaciones capitales del mismo Freud. Primero, recordemos que se trata
de destinos pulsionales previos a la represión. La represión, al ser condición de lo inconsciente, es
también condición de la serie de compleja diferenciaciones que le permitirán al psiquismo
establecer y articular el adentro-afuera. Dicho de otra manera, lo inconsciente es condición del otro
en tanto que otro.

Segundo, en el mismo texto de pulsiones, cuando Freud desarrolla el concepto de Yo-real-inicial


queda claro que el mundo le es indeferente, es decir, no es diferente; no hay inconsciente, no hay
yo instancia, no hay alteridad y por lo tanto objeto indicable en ella . Por ello, en este primer tiempo
pulsional no se puede decir en sentido estricto que la pulsión es una afirmación de poder dirigida a
otra persona como objeto ¿No estará demostrando este primer tiempo de cómo el Drang es
montado, articulado, con la Quelle implantada por la madre? Y al no tener este montaje una vía
específica para derivarse, ¿no se dan las condiciones para que se produzca una acción violenta,
expulsiva, sin objeto, dirigida a nada, a ningún otro y a ninguna demanda justamente porque el
mundo le es indiferente? ¿No aparece aquí -como bien lo señaló Hyppolite- el proceso de la
ausstossung revelado por Freud en la negación? Ahora bien, esto no impide que la madre o quien
ejerza esa función se sienta, ella sí, objeto de una demanda producida por la condición de
Hilflosigkeit del bebé. Por lo pronto lo que hay que señalar es que este primer tiempo pulsional no
existe objeto alguno para el bebpe. El objeto-madre se presenta y auto-presenta como intento de
apaciguamiento de la excitación y este proceso deja ciertamente huellas que son las que dan lugar
al segundo tiempo pulsional. El segundo tiempo, si seguimos el planteamiento anterior, implica que
las huellas producidas por la descarga en ese objeto-mundo indiferente son resignadas y sustituidas
por la persona propia, con lo cual también se lleva a cabo la mudanza de la meta pulsional. Aquí no
podemos más que coincidir con Laplance cuando afurma que en ese tiempo pulsional se producen
las condiciones para el autoerotismo.

Sguiendo al Lacan lector de Freud, en ese primer tiempo ya están desplegándose la sexualidad y la
psique. Ahora bien, se trata de un segundo tiempo que coincide con el autoerotismo y la
fantasmatización, pero que también da lugar a toda una problemática topológica y narcisística
donde objeto e instancia yoica alternan lugares. En efecto, en este segundo tiempo precisamente
por lo auto del autoerotismo y por estar en condición de fantasmatizar se generan condicioñes (no
todas) para dar paso a esa instancia que Freud llamó Yo y a la cual le dedicaremos un apartado
posterior. Por lo pronto, subrayemos que lo que en el texto "Pulsiones" es denominado yo-placer
purificado corresponde a este segundo tiempo pulsional donde el Yo es todo eso que le procura
placer a la psique, incluido el objeto que se presta en su auxilio. Por ello se consuma también el
cambio de meta activa a pasiva. Freud, muchos años después en El Yo y el ello, hizo una alegoría
muy precisa de este momento pulsional; es como si el Yo le dijera al ello: "mírame, ámame, soy tan
parecido al objeto". El Yo se constituye ocupando el lugar del objeto y en una posición pásiva
respecto al ello ... y a todo. Otro aspecto particularmente capital de este segundo tiempo pulsional
es que la vuelta sobre el yo propio (nótese que aquí Freud sustituye persona por yo) y el trastorno
de la actividad en pasividad dependen de la organización narcisista del yo y llevan impreso el sello
de esta fase", 10 es decir, estos dos destinos pulsionales son inseparables de la temática del
narcisismo. Las implicaciones de esta trabazón que además incluye al cuerpo, son capitales para la
lectura de la clínica. El aspecto central del tercer tiempo pulsional reside en la palabra ajena. Freud
la usa por primera vez en esta argumentación y hay que darle todo el peso. Aquí sí se puede hablar
ya de que la alteridad ha sido construida y por lo tanto hay en ella objetos-otros hacia los cuales se
dirigirá la pulsión. Ésta es una consecuencia en parte de la constitución del Yo. Ahora bien, tal
derivación-dirección no presupone que la pulsión reconozca objetos en la alteridad. La pulsión es
acéfala como bien dice Lacan siguiendo a Freud. La pulsión no tiene sujeto, ni tampoco, como vimos,
objeto pre-establecido. En realidad la pulsión, ella, nunca se dirige a un objeto; éste será siempre
una especie de señuelo que responde unas veces a la demanda que el otro hace o bien, señuelo que
se teje desde el deseo y el narcisismo (cuando el objeto es el yo); señuelo que, reiteramos, desde
una perspectiva freudiana cubre y apunta a nada.

Otro destino pulsional es la represión. Dada su importancia, Freud le dedica un ensayo aparte de
“Pulsiones”. Se trata de una problemática particularmente compleja por dos razones: la primera es
que además de ser un destino pulsional, Freud establece que la represión y lo inconsciente son
correlativos; la segunda, desarrollada en el texto “la represión”, se refiere a la pulsión como agencia
representante-representación y no hace ninguna alusión a los cuatro componentes de la pulsión.
Esta situación ha derivado inevitablemente en diversas interpretaciones sobre la relación entre la
represión y la pulsión. ¿Qué es lo que se reprime? ¿el objeto? ¿el Ziel? ¿la Quelle?, ¿el Drang?
Respecto a esta última Freud sostiene, como ya mencionamos, que en todo caso se traspone en
afecto y principalmente en angustia, con lo cual queda como una problemática articulada a la
represión pero como un destino iferente. Queda entonces abierta la pregunta respecto a los otros
tres componentes. Para abordarla es necesario recordar que Freud plantea que la represión se da
en tres tiempo: represión primordia, la propiamente dicha y el retorno de lo reprimido. A posteirorir,
hay que articular tres tiempos. La represión primordial actúa fijando: “la agencia representante
(Representanz)psíquica (agencia representante-representación) de la pulsión.

Nuestro interés en este momento apunta a la pregunta por cuáles componentes de la pulsión se
articulan a la represión primordial. Laplanche ha propuesto que el único componente pulsional que
estaría en esa articulación es la Quelle. Efectivamente, la represión primordial fija la Quelle, es decir,
la inscribe, la traba en relación con el cuerpo. ¿Se contradice esto con el planteamiento freudiano
de que el trastorno en lo contrario y la vuelta contra la persona propia operan antes que la
represión? No, si pensamos en la represión primordial, nachtraglich, esto es, hay un momento
primordial que es la fijación y un momento posterior de represión sobre esa fijación primordial que
inscribe a la Quelle donde este segundo momento sí implica como dice Freud que se le deniega la
admisión en lo consciente". Este segundo momento coincide con lo que Freud denomina como
segunda etapa de la represión, es decir, con la represión propiamente dicha, la que actúa sobre los
retoños de lo originario. Complejidades del nachtriiglich. ¿Y los otros componentes de la pulsión se
articulan con la represión propiamente dicha, es decir la secundaria? El Ziel, no en tanto que
tendencia a la satisfacción pero sí como fantasmatización del camino singular mediante el cual se
obtendría tal satisfacción: devorar-ser devorado, expulsar-retener, etc., son, como vimos,
articulaciones linguístico-representacionales que orientan las vías de la derivación pulsional.
Recordemos que la represión propiamente dicha solo opera según Freud sobre representaciones.
¿Y el objeto? En sentido estricto, el objeto en tanto que inexistente en principio y adquiriendo su
valor como imposible y ausente en cada uno de sus señuelos, es del orden de lo irreprimible. Los
señuelos sí son ciertamente reprimibles estando articulados a una determinada Ziel. Vemos
entonces que la represión, como destino pulsional, no sólo no se excluye respecto de los otros dos
destinos que hemos comentado, sino que junto con ellos interviene en el montaje de la pulsión.
Ahora bien, la sublimación que por su importancia ciertamente amerita un tratamiento aparte, ella
sí es un destino pulsional que excluye a los otros tres. La sublimación no es sólo un destino pulsional
que implica un cambio de meta (problema metapsicológico nada fácil de resolver) sino que es
también, tal y como lo formula Freud en Inhibidón, síntoma )' angustia, el efecto de la desmezcla
pulsional; es decir, la sublimación siempre va antecedida por una liberación de la pulsión de muerte.
Esta característica sitúa a la sublomaicón como una problemática que presupone obviamente la
mezcla pulsional y por lo tanto a un psiquismo ya topologizado, escindido por la represión y donde
la sublimación es el efecto de un acto de desinvestidura del objeto, acto que da lugar precisamente
a la desmezcla pulsional. Dicho de otra manera, la sublimación es el único de l()s destinos pulsionales
que no interviene en la constitución del aparato psíquico; este último es su condición. De esta
situación se desprende, a título de ejemplo clínico, que en el campo de la psicosis no hay sublimación
posible, afirmación que tiene su fundamento en que la topologización del psiquismo del psicótico
está en función de los dos primeros tiempos de la pulsión y por consecuencia únicamente
intervienen, como destinos pulsionales, la vuelta contra la persona propia y el trastorno en lo
contrario. Siguiendo el desarrollo que hace Freud en "Pulsiones", nos queda la pregunta por el modo
en que intervienen las tres polaridades que "gobiernan la vida anímica". El párrafo finl de "Puls1ones
dice lo • • s1gu1ente: . Podemos destacar, a manera de resumen, que los destinos de pulsión
consisten, en lo esencial, en que las mocianes pulsionlaes son sometidas a las influencias de las tres
tres grandes polaridades que gobiernan la vida anímica. De. estas tres polaridades, la que media
entre actividad y pasividad puede definirse como la biológica; la que media entre yo y mundo
exterior, como la real; y por último la de placer-displacer como la económica.

Este párrafo es el corolario de una serie de planteamientos que introduce Freud para explicar las
diversas oposiciones que tiene el amor (odio, ser amado e indiferencia). Freud aborda el tema del
amor en tanto que éste, transformado en odio, es una modalidad de destino pulsional; el trastorno
en lo contrario, el amor como relación de objeto está sujeto a la pulsión. El problema se torna más
complejo porque aquí Freud articula los conceptos de yo-real-inciial, yo-placer-purificado y yo-real-
definitivo, mismos que ya había esbozado desde el texto “Formulaciones sobre los dos principios
del acaecer psíquico. Se trata de tres conceptos que coinciden en alguna medida con las polaridades
de lo biológico, económico y real respectivamente y que también coinciden con los tres tiempos de
constitución de la pulsión.

La indiferencia, el ser amado y el odio ¿no son precisamente opuestos del amor que tienen en el
horizonte lo trabajado por Freud como lo biológico, lo económico y la realidad? Decir que los
destinos de pulsión están sometidas a estas tres polaridades es decir que los destinos). la
constitución misma de la pulsión son el resultado de la forma en que se presentan esas tres
polaridades en cada sujeto. Es la historia de cada quien, acontecimientos de por medio, con lo Otro.
CUERPO

LOS MODOS DE CORPOREIZAR EL .CUERPO DAN CUERPO AL YO

Siguiendo a Freud, por el cuerpo se ha de comenzar. Volvamos, pues, a lo dicho en el apartado sobre
el ct1erpo y abordemos la relación entre el yo y el cuerpo. El plantea1niento central que a nuestro
juicio .·: atra,1esa toda la obra freudiana podemos encontrarlo desde los ma11t1scritos, pero es
quizá en El yo y el ello donde es formulado con 1na:1 or claridad y brevedad: "El cuerpo propio, y
sobre todo su superficie, es t1n sitio del que pueden partir simultáneamente~ percepciones
i11ternas y externas. Es visto como un objeto otro, pero proporciona al tacto dos clases de
sensaciones, una de las cuales puede equivaler a t1na percepción interna. La psicofisiología ha
dilucidado suficientemente la manera en que el cuerpo propio cobra perfil, y resalto desde el
·m·undo de la percepción. También el dolor parece desempeñar t1n papel en esto, y el modo en
que a raíz de enfermedades dolorosas t1110 adq11iere nueva noticia de sus órganos es quizás
arquetípico del n1odo en que uno llega en general a la representación de su cuerpo propio".2 Dos
aspectos son de particular relevancia: el cuerpo es visto como un objeto otro y el dolor es
arquetípico de toda representación del cuerpo. Habrá que decir, con Fret1d, qt1e el cuerpo siempre
es visto a lo largo de la vida como un objeto otro y que esa otredad es también siempre una otredad
doliente. Que el aparato psíquico tenga como tina de sus exigencias capitales el "convertir" ese
cuerpo en propio es una tarea, digámoslo de una vez, imposible ... pero en el intento se irán
produciendo diversas formas de darle cuerpo al cuerpo; formas siempre inacabadas y que tendrán
en cuenta todas las argucias posibles del yo, las religiones, los discursos médicos, las ideologías,
ciertos discursos filosóficos y las tecnologías ct1lturales. Para Freud, el modo privilegiado mediante
el cual se da esa apropiación del cuerpo es la investidura narcisista, la cual posibilita la relación de
"identidad" entre el yo y el cuerpo; pero, en realidad, esa investidura lo que hace en el acto de
apropiación es "darle" cuerpo a lo incorporeizable del cuerpo en tanto que otro. No es la única
manera, pero en la perspectiva freudiana es una de las más importantes ya que en ese "hacer"
cuerpo se establecen, en importante medida, las condiciones y formas que dan "sentido" tanto a la
posición del aparato ( enstellung) respecto del otro (co-relación) como a lo otro (relación sin
correlación). Ia posibilidad de qye no se dé la investidura narcisista en el cuerpo llevará a que el otro
sea imposib.le y a que lo Otro se obture en una de sus vías privilegiadas. La clínica ~l narcisismo, las
adicciones, a psicosomátic~, los me.u lla!]lados t~astornos de la aiimentaciÓn y la psicosis lo
testi01onian. Habrá, también, otros modos de corporeizar el cuerpo que le darán igualmente cuerpo
al aparato psíquico y que comprometen otros campos de la clínica. Se trata de la Verleugnung, la
Verwerfung, la Versagung y la Entfremdung, que son finalmente operaciones á. las que recurre el
aparato psíqt1ico para mostrar acontecimientos donde el cuerpo del otro y lo Otro se revelan en
una condición traumática. Dejemos pues establecido que uqa característica nodal del yo en la obra
de Freud consiste en su dependencia de los modos como se da corporeidad al - cuerpo, modos
siempre transitorios y que responden a la presencia de lo Otro en el cuerpo y en el yo.

Yo tengo un cuerpo, lo sufro

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