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El efecto principal de las guerras de la Independencia fue el golpe propiciado a la

minería esclavista del Chocó y


el Pacífico, que todavía representaba a fines de la Colonia poco más del 60% de la
producción de oro en el
actual territorio colombiano. Aunque en estas regiones del país se desarrolló una
pequeña producción
independiente relativamente amplia, la gran minería desapareció por algún tiempo
y sólo se recobró con la
entrada de grandes empresas extranjeras y el dragado moderno en las últimas
décadas del siglo XIX y
comienzos del XX. Además, la producción del metal debió reducirse
sustancialmente, en un 40% entre 1801-
1810 y 1811-1820, de acuerdo tanto con los registros de las casas de moneda como
de los estimativos de
Vicente Restrepo. Aunque la producción nacional logró recuperarse parcialmente
en las primeras décadas de la
República, ello sólo fue posible gracias a un desplazamiento de los centros de
producción del metal hacia el
Tolima, el Cauca medio y, particularmente, Antioquia, aprovechando en este último
caso el gran impulso que
había tomado la explotación del metal desde el siglo anterior.
Aunque la primera expansión significativa de los cultivos de café puede atribuirse a
propietarios con altos recursos,
muchos de los pequeños propietarios de Santander, desde mediados de siglo, y de
Antioquia, a partir de 1890,
encontraron en este producto un cultivo que les permitía, sin abandonar los cultivos
de subsistencia, ampliar los
ingresos monetarios en forma permanente y sustancial. En él la fuerza de trabajo
era ante todo familiar, pero durante
las épocas de cosecha aún los cultivadores pequeños podían requerir el uso de
trabajadores adicionales, lo cual
contribuyó a la conformación de grupos de trabajadores asalariados y de una alta
movilidad geográfica en las áreas
cafeteras. De este modo, pues, los pequeños agricultores, que habían adoptado en
diversas regiones del país
algunos productos comerciales en pequeña escala, como el tabaco, la caña, el
algodón y el cacao, contribuyeron en
forma amplia a la consolidación del producto de exportación que se convertiría para
finales de siglo en el principal
generador de divisas.
Aunque es poco lo que conocemos sobre las economías
La expansión cafetera
Sin duda, el hecho decisivo de las primeras décadas del siglo XX fue la expansión
de la economía cafetera,
sustentada no en el sistema de haciendas, sobre la cual se había desarrollado la
producción del grano en los
Santanderes, Cundinamarca y en algunas zonas de Antioquia en las últimas
décadas del siglo XIX, sino en la
pequeña producción parcelaria del occidente del país. Esta expansión representó
no sólo un desplazamiento de
las zonas de producción si no, ante todo, la presencia de nuevas formas de
organización social y productiva, con
mayores alcances sobre la estructura global del país que aquéllas que hubieran
podido provenir del sistema de
Los años que cubre el presente capítulo estuvieron marcados por dos grandes crisis
internacionales: la gran
depresión de 1929, que se prolongó durante buena parte de la década del treinta, y
la segunda guerra mundial.
Ambos eventos tuvieron un efecto duradero no sólo sobre las instituciones
económicas y políticas de los países
desarrollados, sino también sobre las economías latinoamericanas. En estos años,
que coinciden en el terreno
político con la República Liberal, la economía colombiana experimentó una
transformación profunda. En
particular, la crisis aceleró el surgimiento del intervencionismo estatal, de la industria
manufacturera y de nuevas
fuerzas sociales.
El impacto de la crisis de 1929 sobre la economía colombiana debe juzgarse no sólo
en términos del colapso de
los indicadores externos si no, ante todo, en función de los cambios que había
experimentado durante las
primeras décadas del siglo XX. En efecto, según vimos en el capítulo anterior, en
las décadas que antecedieron
a la crisis se había consolidado un desarrollo exportador exitoso con base en la
economía cafetera del
occidente colombiano. Los esfuerzos de industrialización, que comenzaron en
forma tímida a fines del siglo
pasado se habían consolidado lentamente gracias a la ampliación del mercado
interno generado por la bonanza
exportadora. La expansión de la red ferroviaria y la más incipiente red de carreteras
habían logrado además una
integración importante del mercado, rompiendo las viejas trabas geográficas a las
comunicaciones en Colombia.
Una parte nada despreciable de tal esfuerzo integrador había sido realizada por el
Estado en los años veinte,
gracias a la expansión de los recaudos de aduanas, a los ingresos recibidos como
indemnización por la
independencia de Panamá y al acceso al mercado internacional de capitales en
escalas que el país no conocía.
Las instituciones económicas habían sido transformadas en 1923 a raíz de las
reformas de la Misión Kemmerer,
que en forma definitiva introdujo al país una organización bancaria y fiscal moderna.

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