Вы находитесь на странице: 1из 17

Samuel Velarde: El principiante

A Yolanda Velarde, in memoriam


Alonso caminaba con cierto orgullo por los pasillos de
la universidad, a sus veinticinco años terminaba la
maestría en Ciencias Sociales. En cuanto salió de su
carrera en Administración Pública; había decidido
continuar estudios de posgrado; siempre fue un
alumno destacado, se tituló de licenciatura por buen
promedio y en su tesis de maestría, le habían
concedido mención de honor.

Desde chico en la sobremesa de su hogar de clase


media asalariada, escuchaba las conversaciones de
política y los acontecimientos de la época. Su padre
un honesto burócrata oficialista de tercer nivel, lo
guió en el gusto por lo político, o mejor dicho por esa
idea que trabajando desde el gobierno mismo, los
honestos podrían cambiar el estado de cosas
existente. Tal idea le inyectó obsesivamente al hijo.
Por otro lado la madre una maestra de escuela
elemental, le heredó un espíritu más crítico, más
antisistémico; era pues un híbrido ideológico. Así las
influencias familiares, fueron clave en su desempeño
posterior.

Ese día llevaba bajo el brazo su constancia de


maestría y un ejemplar del trabajo de tesis: "Las
élites político-empresariales en el proceso de
Transición", por fortuna y sus méritos académicos,
consiguió rápidamente un trabajo en el Ministerio
del Interior, en el Departamento de Análisis y
Prospectiva Política. Uno de sus maestros, el ex-
embajador Josué Monteforte, lo había recomendado
ampliamente, Alonso tenía un carisma especial hacia
los maestros, extraño "don" que los hipnotizaba,
discutía sin prejuicios, certeramente. Eso le pemitió
también, fungir como adjunto de Cresencio Hellmann
en la clase de Sociología Política, quien por mucho
tiempo, se desempeñó como vicecanciller de la
república. Todo esto lo llevó a militar en el Partido
de Renovación Nacional.

Alonso llegó al estacionamiento de la universidad,


subió al automovil compacto, recorrió con la mirada
el campus, sus ojos negros se entrecerraron como
recordando los años y penurias por la misma, una
sonrisilla de satisfacción dibujaron sus labios
mientras encendía el motor del auto, para jamás
volver a los recintos universitarios.

En el camino recordó que tendría que ir a saludar a


su viejo amigo y profesor en la licenciatura León
Zavaleta, que de hecho gracias a él, conocía y
percibía los entretelones de la política no teórica,
sino aquella perversa, pragmática, bellaca y hasta la
vulgar práxis del poder. Dio vuelta en la calle
Aristóteles, estacionándose frente a unos
departamentos modestos, donde vivía su ex
profesor.
Timbró dos veces y la puerta se abrió lentamente,
apareció una figura delgada con anteojos a la
Gramsci y de rostro sonriente.
- ¡Alonso, que guste verte, pásale, que milagro!
- Pues ya ves, aquí visitándote, además quiero darte
una buena noticia -dijo Alonso mientras le tocaba el
hombro derecho. Ambos llegaron a una pequeña
salita adornada por un gran cuadro de "el Che"
fumando puro, León en su juventud perteneció al
Partido Unión de Izquierda.
- Siéntate camarada, ¿deseas algo?
- Café....mmm no, mejor ¿tienes un trago? -dijo con
voz extrovertida pero fingiendo con el rostro estar
apenado.
- Sí hombre, tengo vino tinto, yo te acompaño.
- ¿Y cuál es la sorpresa, me la dirás? -decía apurado
Zavaleta mientras buscaba el vino.
- Adivina maestro, me voy al Ministerio del Interior,
al Departamento de Análisis y Prospectiva no sé qué
chingados... ¿no te da gusto?
-Ah qué bien, pero ¿quién te dio ese trabajo cuasi
policiaco?... -preguntaba bromeando.
- Por ahí, ...bueno...- antes de contestar carraspeó
-un maestro de la universidad me recomendó.
- Ah sí sí, el pinche diplomático fracasado -Zavaleta
lo dijo con una especie de frustración, en el fondo
hubiera deseado ser él quién lo recomendara.
- No seas así, tu también has hecho bastante por mí
-dijo en tono comprensivo Alonso.
- Disculpa, lo que pasa es que nunca imaginé que irías
a parar a ese lugar..- afirmó el profesor en un tono
de sorpresa mientras servía el vino en las copas.
- No te preocupes, no creas que haré el papel de
pinche soplón o policía, como esos tipos misteriosos
que con una libretita en la mano se aparecían en las
manifestaciones o mítines en los setenta, como tú
me platicabas.
- Lo sé, lo que sucede es que uno siempre se hace
pendejo, si estudias algo ni modo que te vayas a
arrinconar en una universidad, mírame a mi, siempre
estuve metido en broncas, manifestaciones, la
revolución cubana, y ahora , mendingando un medio
tiempo y horas sueltas en la universidad particular. -
Bueno, bueno, los idealismos jodieron a muchos, ni
hablar, ¡olvídalo!, nada de recuerdos tristes, mejor
bebamos -comentó Alonso para terminar con el tema.

Los dos brindaron por el futuro de Alonso, aunque el


silencio fue el actor principal de aquél encuentro.
Como si el silencio tratara de decir algo, de
predestinar hechos, de analizar fenómenos. Pero
ambos se re-encontraron, recordando de forma
sarcastica a Sartori, Luhmann y las "buenas pinches
puterías intelectuales" de Foucault. La botella y otra
fueron vaciadas lentamente, una despedida
elocuente se dió por fin.
- Alonso, cuídate, mis palabras y yo no estarán ahí
contigo, el lunes entrarás al umbral de la
perversidad y los demonios, Maquiavelo es un pinche
niño cagón en comparación con los que lidiarás a
diario, debes estar alerta -Alonso abrazó a su ex
profesor mientras sus ojos brillaron rojizos, no hubo
más palabras.

El edificio del Ministerio del Interior era adusto, de


principios del siglo XVIII, sus grandes puertas de
nogal lucían relucientes. Guardias de civil bien
vestidos y de cabello tipo militar, guardaban
discretamente su acceso. Alonso entraba por una
pequeña puerta a un costado del edificio; sentía una
extraña emoción, ya no era el estudiante que se
encontraría con los teóricos políticos, sino que vería
una realidad, formaría parte de un grupo selecto de
individuos que se encargaban de diseñar políticas,
estrategias, hasta discursos, para mantener el
control, la estabilidad, enaceitar la gran maquinaria
estatal.
La oficina de Análisis y Prospectiva era agradable,
decorada de una manera moderna, contrastaba con
el exterior del edificio. Alonso llegó con la
secretaria del jefe de personal.
- Buenos días señorita, soy el maestro Alonso
Casanova, este es mi nombramiento -a la vez que
entregaba un sobre membretado con el sello oficial y
firmado por el Doctor en Ciencia Política y Coronel
Luis Gallardo, Ministro del Interior.
- Un momento maestro, tome asiento por favor -la
secretaria, de buenos modales y guapa, raro en esos
lugares, entró al privado del jefe de personal. A los
pocos segundos salió acompañada de un individuo
elegante, medio cacarizo, de nariz larga y calvo.
Saludó al maestro con excesiva amabilidad.
- Gusto de conocerlo, maestro Casanova, el profesor
Hellmann me habló bien de usted, me gustaría
charlar en privado, pase por favor -a la vez que
extendía el brazo ceremoniosamente señalando el
camino. Alonso sintó un pequeño presentimiento, su
ego casi le decía que ocuparía un lugar clave en el
Ministerio, que tal vez su carrera política
comenzaba, a pesar de su personalidad centrada y
madura, en esos momentos parecía saborear el
poder, incluso olfatearlo. Pensó en instantes en su ex
profesor Zavaleta.

El despacho del jefe de personal era de buen gusto,


con muebles modernos, pero de un toque europeo,
casi británico, sobre todo por las lamparitas de
cubierta verde y la colección de pipas sobre el
escritorio. Lo que más llamó su atención fueron
aquellos libros de pasta guinda, en un hermoso
librero de caoba, de títulos dorados y plateados,
resaltaban los dorados: Maquiavelo, Mosca, Parsons,
Weber, Schlesinger. En la pared colgaban cuadros
de litografías: El Escorial, El Louvre y del mismo
Palacio Ministerial. El retrato del Presidente, como
se acostumbra siempre, no faltaba.
- Maestro Casanova...bueno le hablaré de tú ¿no te
importa?.... pero con la condición de que tú también
lo hagas -decía parsimonioso aquél hombre feo,
misterioso, de ojillos inteligentes aunque agradable.
- No, por supuesto, como usted... como tú gustes
-recalcó Alonso.
- Sé que eres recomendado del Doctor Hellmann, por
ello y atendiendo el oficio del Coronel Gallardo, de
aquí en adelante serás mi secretario particular- El
hombre rompió el oficio en pedacitos y lo echó al
bote de basura marrón, adornado con veleros.
Sorprendido, Alonso lo miró a los ojos y, con cierto
temor e inseguridad, dijo:
-Disculpe, estaré en lugar...- mientras que con su
dedo índice señalaba hacia la puerta.
- Ja, ja, ja, no, amigo mío, hoy por la mañana el
ministro me nombró viceministro de Estado, usted
está ahora dirigiéndose a un viceministro -Alonso
cruzó la pierna y se anudó la corbata, sintió un
sudorcillo en sus axilas, una especie de calor interno
que lo agobiaba y emocionaba al mismo tiempo. Los
presentimientos fueron realidad, llegaba desde
arriba, no escalaba ¡ya estaba en la cumbre del
poder! - Desde mañana, Alonso, preséntate en el
tercer piso y usa la puerta central... ¡ah, por favor !
-dijo casi deletreando- acepta sin cuestionar las
estrictas medidas de seguridad que manejarás aquí.
Tendrás un chofer que pasará por ti a tu casa y te
transportará todo el tiempo. Los detalles los
encontrarás en esta carpeta, vete y mañana te
espero para ultimar otras cosas -le extendió la mano
y le dijo suavemente:-
¡Bienvenido al clan del poder!
La mirada de aquél hombre era como dos filosos
clavos que penetraron en los ojos de Alonso, que
para ese entonces estaba relajado, aceptando las
reglas del juego sin miramientos, tenía que
disciplinarse. Luego de despedirse, salió del
despacho emocionado.
En su casa, revisó cuidadosamente la carpeta que su
nuevo jefe le entregó. Contenía reglamentos sobre la
discrecionalidad del Ministerio para empleados de
cierto nivel, asimismo una agenda de trabajo, citas
con hombres de importancia política, empresarios.
Le llamó la atención un nombre o clave que no
checaba aparentemente con lo revisado: "O. Sorel:
Prioridad" -¿Sorel, como George Sorel?- pensó
Alonso. Los papeles le permitieron conocer los
pormenores de la organización desde el punto de
vista burocrático, de comunicación, las fechas de
trabajo, nada aparentemente importante o
comprometedor. -No hay "top secret"- se dijo a sí
mismo Alonso, alzando las cejas ingenuamente.

Esa tarde se estuvo recostado en su cama, veía el


teléfono con insistencia, deseaba llamarle a
Zavaleta, sentía tentación de hacerlo y relatarle su
vivencia, algo lo detuvo, la discreción sería su ética
política, la fidelidad su nuevo rol, finalmente
Zavaleta estaba en otro plano de relación, algún día
le contaría, pero en ese momento no. Tomó su libro
de Política Comparada que recién adquirió, fijó su
vista en un artículo de Rawls, pero con aburrimiento
lo hojeó y lo aventó a un lado.

Alonso entraba por la puerta central del Ministerio,


y subía al tercer piso, ocupaba un despacho contiguo
a su jefe; compartían una secretaria para los
asuntos técnicos y teléfonos, aunque la agenda y las
llamadas con el Ministro e incluso con el Presidente,
Alonso las realizaba.

Pasó el tiempo desde su arribo al puesto de


secretario del viceministro, poco a poco fué
adentrándose en los asuntos de Estado de primer
nivel. Las giras por el país, las citas con empresarios,
líderes sindicales, las protocolarias cenas con los
diplomáticos y jefes de Estado visitantes, los
discursos interminables; todo ese rito del poder
Alonso lo manejaba cada vez con mayor facilidad. Su
vida personal se había convertido en un misterio,
raramente visitaba a sus padres, los amigos eran
contados, muy retirado, se veía con una chica que
trabajaba en la sección del protocolo. Tenía una vida
que pertenecía al Ministerio del Interior. La relación
con el jefe era excelente, pues la maniobrabilidad de
ambos y la brillantez de sus movimientos políticos,
se complementaban al cien por ciento.

- Alonso, es importante que estemos preparados


para algo, creo que habrá movimientos en el
Ministerio, casi presiento que seré nombrado
Ministro de Estado, debes estar pendiente -le
comentó el jefe en la cena que se le dió al
presidente de Camerún, eventos que por lo general el
viceministro aprovechaba para asistir, pues según él,
aprendía mucho "de los encuentros de Estado".
- ¿Por qué lo dices, por el asunto de los sindicatos?...
-fue atajado repentínamente con una voz de tono
pausado.
- ¿Recuerdas la carpeta con la clave O. Sorel?, una
vez me preguntaste sobre ello y te dije que en su
momento lo sabrías. Bueno, vámonos, lo comentaré en
el auto, yo te llevaré a tu departamento -el auto
BMW negro del viceministro se desplazaba veloz por
la autopista construida en el período presidencial
anterior, una escolta de cuatro hombres en una
"suburban" gris seguían el automovil de cerca. Al
viceministro le agradaba conducir por las noches,
según él "lo hacia sentirse más libre", sin el tedioso
chofer asignado que únicamente respondía
robotizado, "sí señor", "no señor" y del cual
desconfiaba, hasta le parecía un espía.
- Está bien, Alonso, ¡agárrate! "O. Sorel" es un
pinche guerrillero, mejor dicho ex-guerrillero que
parece ser está influyendo bastante en el exterior,
tiene conexiones en la ONU y con el Parlamento
Europeo, el muy imbécil escribió a un ex ministro
sueco comentándole de la sucesión presidencial y
sobre el desvío de los dineros en el Ministerio de
Salud. Eso ha traído como consecuencia una reacción
en cadena contra nuestro gobierno, ayer, por
ejemplo, el presidente tuvo que cancelar una gira por
España, Francia y Holanda, pues aquellos pendejos
están pidiendo explicaciones. Por ello el ministro
caerá pasado mañana y yo, estaré para sustituirlo...
¡que desmadre -el viceministro viró a la izquierda
estacionándose frente al moderno edificio donde
Alonso vivía.
- ¿Y quién es tan misterioso personaje? -preguntó
Alonso tallándose los ojos en señal de cansancio. El
viceministro sacó de abajo del asiento una carpeta y
se la aventó a Alonso a sus manos, mientras
bostezaba le dijo:
-Nos vemos mañana.

Alonso entró a su departamento, se dirigió


directamente al baño donde orinó, luego se encaminó
a la cocina mientras se desanudaba la corbata, abrió
el refrigerador y tomando un frasco de jugo de
naranja se sentó frente a la ventana observando las
luces de la ciudad que parpadeaban rítmicamente,
dos tragos de jugo le aliviaron el cansancio, con la
mano izquierda se masajeó el cuello, cerró los ojos
permaneciendo unos segundos con la cabeza hacia
atrás.
Repentínamente recordó la carpeta, rápidamente
fué al lugar donde la dejó, la abrió con suma
curiosidad para encontrarse con una gran foto de
"O. Sorel"... el profesor Zavaleta.
- ¡¡Puta!!... no puede ser...

El nuevo Ministro encabezaba una reunión con los


principales colaboradores de seguridad nacional,
Alonso sabía que eso no ocurría en condiciones
normales, algo muy complejo sucedía en las altas
esferas políticas, el país estaba a punto de
estremecerse, la estructura sufría "un colapso
interno". Mientras todo mundo hablaba y opinaba,
Alonso jugaba con su pluma "cross" que años atrás le
regalara su madre. Viajó instantáneamente a varios
lugares, tenía una regresión propia de un
psicoanálisis, recordó su juventud, su paso por la
universidad, el idealismo académico, las buenas
intenciones del sentido común, a Zavaleta, los
buenos ratos juntos, recordó hasta el primer trompo
con franjas, rojo, blanco y verde, que su papá le
regaló cuando cumplió siete años. Una frase del
Ministro lo volvió a la realidad.
- No hay más remedio, por razones de Estado
aplicaremos "la solución final".
- ¿Cuál solución final? -se atrevió a preguntar con
tono infantil.
Todo mundo lo vió con ojos de ironía.
- Hay que deshacerse de Sorel -dijo el Ministro con
aires de faraón y dirigiéndose al Capitán Oswaldo
Rubí le ordenó:- Usted, capitán, acelere el esquema
del caos, es muy importante que parezca un
accidente, o secuestro de radicales, el Estado lo
recompensará bien -el capitán se retiró mientras se
acomodaba un botoncillo de la solapa del saco.

Alonso sintió que todo le molestaba, el nudo de la


corbata comenzó a provocarle un cosquilleo nervioso,
la pluma "cross" se le resbaló de los dedos
provocando que su jefe le fijara la mirada como
conociendo la causa de su reacción nerviosa.
- Todos saben que O. Sorel significa "operación
Sorel", se me ocurrió por lo de aquél teórico francés
que decía que el sindicato era un núcleo central de
acción política, sabemos que Zavaleta ha usado a
ciertos sindicatos no oficiales para moverse
políticamente. Incluso a través de la Internacional
Socialista pudo acercarse con las ong's europeas -al
hablar lo hacía de una manera casi académica como si
se tratara de una clase de sociología política. Alonso
sabía que esa explicación llevaba dedicatoria.

Casi al concluir la reunión, el Ministro recibió una


llamada por el teléfono celular de un guardaespaldas.
- Ah si, si, capitá.... Moro... me parece buena idea,
eso causó conmoción y fue todo un éxito, lo felicito
por su pronta determinación, manténgame
informado... mmmmm, muy bien, yo lo arreglo.
Al retirarse todos los miembros del equipo de
análisis, Alonso permanecía sentado simulando
revisar sus notas. El Ministro se acercó y le dijo con
voz pausada.
- Te comprendo, amigo, eres joven, los asuntos de
Estado son perversos, pero alguien los tiene que
ejecutar; yo a tu edad, ya había participado en dos
decisiones muy importantes. Mira, lo mejor es
pensar en la estabilidad, en ese pueblo que se
levanta todos los días sin angustias más que las
normales, somos los que tenemos en las manos el
manejo de millones de gentes, no podemos
arriesgarnos en dislocar a la sociedad por culpa de
un hombre.... por más sincero que sea Zavaleta, te
aseguro que él en nuestro lugar haría lo mismo.
Alonso se levantó y se sirvió agua bebiéndola con
ansiedad.
- ¿Me puedes decir como será la solución final?
- No, después -exclamó suavemente el Ministro,
mientras le palmeba la mejilla izquierda.
Alonso, en su departamento, buscó la carpeta con la
información de Zavaleta, tomó el teléfono y marcó. -
Bueno -contestó una voz adormecida.
- ¿Zavaleta?, soy Alonso, ¿estás bien?, quiero hablar
contigo rápido y ahora, ¿ recuerdas el bar "La
Antorcha"?, pues nos vemos ahorita, es urgente,
tiene que ver contigo, no preguntes nada, ve para
allá. Alonso bajó las escaleras corriendo y se dirigió
a su auto, pero el auto no estaba. No discurrió en
nada, corrió a tomar un taxi pero en eso fue seguido
por dos sujetos de cabello corto, atléticos y
vestidos de traje negro, que tomándolo de los
brazos y sin explicaciones, lo obligaron a subir a un
automovil blanco de cristales polarizados y sin
matrícula.

Fue bajado en una residencia de lujo y conducido a


su interior por un sendero rodeado de laureles, ahí
se encontraba el Ministro, el ex-Embajador
Hellmann quién fuera su carta de recomendación y el
comodoro Nelson Hernán, edecán naval del
Presidente.
- Disculpa que te hayamos prácticamente
secuestrado amigo -le dijo el Ministro que en esos
momentos parecía bastante alterado. Hellmann, en
un sillón reclinable, fumaba puro y tomaba cognac.
-¡De qué se trata, señor Ministro, merezco al menos
una explicación! -gritaba enfurecido Alonso.
- Sabemos de tu amistad con Zavaleta, siempre lo
supimos, por eso estás aquí ahora, Zavaleta tenía
planeado convocar a huelga general mañana y
provocar un levantamiento entre los campesinos de
la Unión Campesina Vanguardista, la "UCV" es
maoísta y hay indicios de que ciertos mercenarios
croatas los entrenaban -Hellmann intervinó con su
clásico estilo diplomático.
- Amigo Alonso, Zavaleta engañó a todo mundo,
usted estaba a punto de caer en el juego, lo iba a
contactar para que usted le pasara ciertas
informaciones -Alonso no soportó las ganas de
gritarles.
- ¡ Mentira, señores, acabo de hablarle a su
departamento, nos veríamos!...
-callóintempestivamente y cerró sus manos con
rabia, sabía que su teléfono estaba intervenido y que
el Ministro estaba enterado de todo.
- Lo sabemos Alonso, era peligroso que te vieras con
Zavaleta, si se enterara el Ministro de Defensa o el
jefe de inteligencia G-4, te hubieran...
Sonó un celular y contestó el Ministro.
- Muy bien, enterado.
Al día siguiente aparecía en los encabezados de los
principales diarios del país: "El presidente muere en
intento de secuestro, Zavaleta y el grupo UCV
culpables".

Alonso comprendió que la llamada que recibió el


Ministro del capitán Rubí en la reunión anterior,
donde se nombraba a Moro era eso -sí, claro, igual
que con Aldo Moro, se culpó a las brigadas rojas,
aquí culparían a Zavaleta y a la UCV- ¡mierdas, y yo
en todo esto como una simple pieza!- pensaba
desesperado. "Ante la muerte del presidente, el
Ministro del Interior José Huerta, asume el poder",
anunciaban los diarios. Alonso Casanova pasaba a ser
el nuevo Viceministro del Interior.

Un fuerte estremecimiento hizo que Alonso saltara,


se sintió empapado en sudor, la cabeza le daba
vueltas, vió que estaba en su cama a la vez que hacía
el esfuerzo de levantarse. A su alrededor todo
parecía en calma, el libro de política comparada
estaba en el suelo, no recordaba haberlo tirado.
Abrió los ojos como para recapitular lo acontecido,
luego de algunos segundos exclamó temeroso:
- Oh, Dios, todo ha sido un pinche sueño, un pinche y
cruel sueño -el día, y la historia, seguirían su curso.
================================================
==== Antecedentes biográficos
================================================
====
Mexicano, residente de la ciudad fronteriza de
Juárez, en el estado de Chihuahua, Samuel Velarde
nació en 1954 en el mismo estado. Estudio sociología
apasionadamente, tanto que actualmente se
desempeña como profesor de sociología en el
Instituto Tecnológico de Ciudad Juárez. Sin
embargo siempre le ha gustado escribir, es
colaborador de periódicos y revistas fronterizas, ha
escrito poesía, cuento y ensayo. En este último
género, tiene una Mención de Honor a nivel
latinoamericano otorgada por la revista Perfiles
Liberales de Bogotá, Colombia y la Fundación
Friedrich Naumann. Actualmente escribe un libro
algo "costumbrista" sobre la ciudad fronteriza de
Juárez.

Вам также может понравиться