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Palabras abusadas y retóricas hueras

(Apuntes para una crítica del pseudos)

Introducción

Es sabido que en nuestras beneméritas reparticiones oficiales de la Salud


Pública, no son pocos los funcionarios que, como han de haber estimado un
tanto fatigoso leer entero algún libro de Gastón Wagner de Souza Campos, se
han dedicado a ojear la mitad de algún prefacio, de cuya sumaria “lectura” han
entendido con suerte un cuarto de su contenido. Alguna cita parafraseada de E.
Galeano, sumada a la lectura eventual del Página/12 viene a engrosar como
complemento esa módica cultura progresista, cimentada en lecturas de baja
intensidad.

Este avistamiento precario del universo conceptual souzacampiano (si se me


permite el neologismo) es el causante de que muchos funcionarios se presenten
ungidos por una pátina de progresismo sanitarista, democrático e incluso con
alardes de combatividad que, por esas cosas del divorcio entre el dicho y
hecho, no los compromete –en el momento decisivo- a ser consecuentes con
las lecturas que dicen tener ni con las ideas que simulan o (1)creen profesar.

Así levemente (2)patinados, como mueblecitos de pino envejecidos ad hoc y


gracias a sus nada voraces lecturas, los funcionarios recurren una y otra vez a
un remanido arsenal de clichés, sin reparar en que también las palabras se
desgastan y devalúan cuando son abusadas en el decir inconsistente e
incongruente.

Asistimos entonces a discursos hueros, enancados en una retórica hecha de


términos y palabrejas que han sido exprimidas hasta decir basta (¡ah si las
palabras hablaran! ¿pedirían el cese inmediato de esta vejación?), basta ya del
uso abusivo e indigente de palabras como agendar, condicionar, instituir,
instalar. A estas palabras abusadas en el campo baldío del goce oral, se le
suman expresiones algunas de ellas (3)poco felices- como "yo a esto le pongo
preguntas", "no hay un dado" (en alusión a que las conquistas deben ser
siempre esforzadas), "construir ciudadanía", "producir sujetos", bla, blurb, blef.
Son escasas las ocasiones en las cuales, aquellos que hablan de tal suerte,
tienen alguna idea del sentido que sus palabras tienen y arduo les sería dar
cuenta de ellas, si algún aguafiestas les demandase explicaciones adicionales.
Pero, por otra parte, ¿por qué deberían poder dar cuenta de estas frases? Si al
cabo, ellas no son ya más que marcas registradas de la pertenencia a una
capilla (como tantas que hay), cuyo único requisito de membresía es poder
solfear algunas de estas majaderías con cierta soltura.

1
Una gramática de la des-implicación o la marca saeriana del
Nadie, Nada, Nunca

Otro punto de interés en este ensayo sobre el pseudos, es la peculiar gramática


que ha hecho estragos no sólo entre los funcionarios sino también entre los
gestores rasos. Sin que haya podido elucidarse, hasta el momento, el origen de
esta exasperante forma de construcción de las frases; podemos no obstante
ilustrar la cuestión mediante un sencillo análisis gramatical. Las frases pseudos
se construyen así:

primera persona del plural (en modo tácito) + condicional + infinitivo +


gerundio

"Nosotros (tácito) podríamos estar resolviendo..."

"Nosotros (tácito) podríamos estar agendando..."

Desde una perspectiva semántica, es casi una obviedad que esta particular forma de
construcción gramatical, tiene como correlato la des-implicación de quien habla.

Para empezar, el sujeto sintáctico (y no sólo el sintáctico) se diluye en esa primera persona
del plural. El nosotros tácito no permite ubicar con precisión a quien enuncia la frase. Ese
nosotros puede ser todos, pero también ninguno y deja en suspenso la identidad según esa
lógica que rige a veces el uso de los espacios públicos y los intereses difusos: si algo
compete a todos, en realidad no compete a nadie .

El podríamos es también un prodigio de des-implicación por su carácter condicional. No es ni


pudimos, ni podemos, ni podremos. Se sirve de un “tiempo” que bien puede ser el del nunca
jamás, porque en concreto no es ni pasado, ni presente, ni futuro.

En cuanto al estar, el modo infinitivo es la forma cruda del verbo, la forma que remite a
ninguna persona y que al ser usada con el verbo en condicional (podríamos) potencia la
elusión de cualquier compromiso objetivable y refuerza la vaguedad e indefinición de la
frase.

Sobre el gerundio que finaliza esta desdichada forma de hablar (agendando, instalando,
resolviendo), simplemente diré que es un tiempo verbal que ofrece la ilusión de que algo
pasa en ese momento, alguna acción se lleva a cabo en ese preciso instante. En el caso que
nos ocupa, al quedar situado al final de la frase, el gerundio es un gerundio falluto en tanto
da un toque final de acción contante y sonante a una forma gramatical que, pese a ser un
adefesio estéticamente hablando, es un prodigio en cuanto a imprecisión y ambigüedad.
Resumiendo, las frases pseudos tienen un sujeto difuminado y un uso crapuloso de los
verbos, que tiene por rara “virtud” comprometer a nadie a hacer nada, en ningún momento
preciso. Lo cual, llegado el caso, puede llegar a ser de sustancial importancia para algunos
gestores, en tanto pueden palabrear de corrido sin que sus palabras impliquen algún mínimo
grado de compromiso con lo que dicen.

(1) ¿Tan compleja es la cuestión? ¿No será todo un malentendido?

2
(2) Como mueblecitos de pino, de pobre factura, envejecidos ad hoc

(3)Desde el punto de vista literario y desde otros puntos también.

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