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Introducción
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Una gramática de la des-implicación o la marca saeriana del
Nadie, Nada, Nunca
Desde una perspectiva semántica, es casi una obviedad que esta particular forma de
construcción gramatical, tiene como correlato la des-implicación de quien habla.
Para empezar, el sujeto sintáctico (y no sólo el sintáctico) se diluye en esa primera persona
del plural. El nosotros tácito no permite ubicar con precisión a quien enuncia la frase. Ese
nosotros puede ser todos, pero también ninguno y deja en suspenso la identidad según esa
lógica que rige a veces el uso de los espacios públicos y los intereses difusos: si algo
compete a todos, en realidad no compete a nadie .
En cuanto al estar, el modo infinitivo es la forma cruda del verbo, la forma que remite a
ninguna persona y que al ser usada con el verbo en condicional (podríamos) potencia la
elusión de cualquier compromiso objetivable y refuerza la vaguedad e indefinición de la
frase.
Sobre el gerundio que finaliza esta desdichada forma de hablar (agendando, instalando,
resolviendo), simplemente diré que es un tiempo verbal que ofrece la ilusión de que algo
pasa en ese momento, alguna acción se lleva a cabo en ese preciso instante. En el caso que
nos ocupa, al quedar situado al final de la frase, el gerundio es un gerundio falluto en tanto
da un toque final de acción contante y sonante a una forma gramatical que, pese a ser un
adefesio estéticamente hablando, es un prodigio en cuanto a imprecisión y ambigüedad.
Resumiendo, las frases pseudos tienen un sujeto difuminado y un uso crapuloso de los
verbos, que tiene por rara “virtud” comprometer a nadie a hacer nada, en ningún momento
preciso. Lo cual, llegado el caso, puede llegar a ser de sustancial importancia para algunos
gestores, en tanto pueden palabrear de corrido sin que sus palabras impliquen algún mínimo
grado de compromiso con lo que dicen.
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(2) Como mueblecitos de pino, de pobre factura, envejecidos ad hoc
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