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“Casi todos los reyes y príncipes de Europa son émulos de la grandeza de V.M. Es el
principal apoyo y defensa de la Religión Católica; y por esto ha roto la guerra con los
holandeses y con los demás enemigos de la Iglesia que los asisten; y la principal
obligación de V.M. es defenderse y ofenderlos.1”
Durante la primera mitad del reinado de Felipe IV tuvo lugar una profunda
crisis bélica, en la cual la Casa de Austria perdió la hegemonía europea que
había detentado desde los días de Carlos V. En primer lugar se desarrolló la
guerra de los Treinta Años2 (1618-1648). En segundo lugar se reanudó la lucha
1
«Documentos de gobierno del Conde-Duque de Olivares al Rey, en 1621», en Marañón, El conde-duque
de Olivares, pp. 438-440.
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Conviene recordar someramente el complejo proceso conocido como Guerra de los Treinta
Años, calificada como Primera Guerra Europea, (aunque esta calificación han merecido diversas guerras a
lo largo de la Historia). Realmente, es la última fase de una guerra de religión que duró ciento veinte años,
relacionada con el éxito de la Contrarreforma. Corresponde a la contraofensiva católica, y a la resistencia
de la Europa protestante. Aunque tuvo orígenes religiosos, se mezclan otros muchos motivos; políticos,
sociales, económicos,....
«Para España, se trata de lo que podríamos denominar “Gran Guerra del Norte”, desde 1568,
cuando se alzan los Países Bajos, a 1658; estrictamente, “guerra de los noventa años”. Con incesante lucha
no sólo en aquellas partes, sino por toda la Tierra desde las Indias Orientales hasta África, el Caribe, o el
Mediterráneo.
Esta imagen nos ayuda a situar la posición hispana en unas coordenadas más comprensibles,
hasta el punto de preguntarnos si no respondió más a la voluntad de supervivencia política y económica
que a los dictados de una proyección hegemónica» (Palabras de don José Alcalá-Zamora, catedrático de
Historia Moderna de la U.Complutense, en su conferencia “La derrota de España” 1975)
La participación de España hay que situarla en primer lugar en que era una
potencia «imperial» en Europa, pues poseía dominios fuera de su metrópoli, en Italia
y en los Países Bajos. En segundo lugar, tenía que preservar las comunicaciones con
esas posesiones, y para ello, necesitaba invadir esferas de intereses e influencias
celosamente guardados por otras potencias. Existía la convicción en Europa de que
España actuaba movida por un catolicismo agresivo. Pero esa convicción era
completamente errónea.
En los Países Bajos estaba en juego la defensa del imperio. Para impedir el
aislamiento de aquellos, España se vio impulsada a intervenir en Alemania, a la
ruptura con Inglaterra, a entrar en conflicto en el norte de Italia y, finalmente, a la
guerra con Francia. En los albores del siglo XVII, España perdió el control del
corredor militar terrestre de tan vital importancia para el ejército de Flandes. La
recuperación de Francia a partir de 1595 y su reanudación de una política exterior
antiespañola determinó que en 1631 Francia dominara ya las cabezas de puente hacia
Italia y Alemania y que España hubiera perdido las vías de paso tradicionales de sus
ejércitos.
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Esta batalla tuvo lugar el 8 de Noviembre de 1620. Se la conoce como batalla de
Wiessemberg por los historiadores alemanes, siendo ésta una colina situada en las cercanías de
la ciudad de Praga. La batalla, se ganó por las tropas españolas enviadas en apoyo del
emperador Fernando II, que combatieron en su bando bajo el mando de Jean t`Sércales, futuro
conde de Tilly, derrotando al ejército del protestante Federico V de Bohemia, elector del
Palatinado. La derrota supuso el final de la independencia de Bohemia, el reconocimiento
forzoso de la casa de Habsburgo como soberano imperial, y el fin de las libertades religiosas.
La presencia española en el Bajo Palatinado, no fue bien vista por los príncipes
alemanes, pero para España, era un territorio de gran importancia estratégica ya que
la tregua con Holanda, expiraba en Abril de 1621 y los españoles estaban decididos a
permanecer allí.
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No debe confundirse con la más importante Compañía Neerlandesa de las Indias
Orientales, que había surgido en 1602, antes de iniciarse la tregua de los doce años. La que nos
ocupa, nacida en 1621, era nominalmente compañía mercantil, con el fin de compartir el
comercio mundial con la anterior. Obtuvo un monopolio comercial en América y África, así
como sobre el espacio atlántico entre los dos continentes. Tenía el derecho de colonizar, y
también el de poseer fuerzas armadas. Por sus actividades colonizadoras, existieron Nueva
Ámsterdam (hoy Nueva York), Surinam y Curaçao. Por sus actividades armadas, originó un
sinnúmero de problemas a Portugal y a España. El resultado comercial no fue tan fructífero
como el alcanzado por la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, y fue disuelta por
falta de rendimientos en 1674, aunque entonces surgió una nueva sociedad que se mantuvo
hasta 1795. Existió una tercera compañía con el mismo nombre, fundada en 1828, que pronto
fracasó.
constituyó una etapa próspera para el comercio de las Indias, en el cual los envíos de
metales preciosos, aumentaron casi el 16%. La Corona, no obstante, no vio aumentar
su porcentaje, pero se benefició indirectamente del auge del sector privado. En
Diciembre de 1621, la Flota de Tierra Firme naufragó y se produjeron pérdidas
importantes, y en 1622 la Flota de Nueva España, también experimentó pérdidas. En
consecuencia, las operaciones en los Países Bajos, no fueron espectaculares, pero en
Octubre de 1624 las dos Flotas llegaron sin novedad a España, con una de las mayores
remesas de metales preciosos de la historia del comercio de las Indias. Ahora,
Spínola, consiguió un éxito espectacular en Mayo de 1625, al capturar Breda. Una
prueba más de la revitalización española fue la formación y equipamiento de un
escuadrón naval con base en Ostende y Dunkerque para librar una guerra marítima
contra el comercio y la navegación holandeses, aunque finalmente tuvo que ser utili-
zado principalmente en una misión defensiva para proteger los convoyes españoles
que atravesaban el Atlántico y el Canal de la Mancha.
España, ante la dificultad de tener que luchar contra los ingleses y los holandeses
simultáneamente, dirigió su mirada a sus aliados en Alemania. Desde comienzos de
1624, Olivares contemplaba la idea de una liga Habsburgo, en el seno de la cual
España se uniría al emperador y a los príncipes católicos para destruir a sus enemigos
respectivos en Alemania y los Países Bajos. De la misma forma que España no había
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En primer lugar, hay que constatar el convencimiento que se tenía de que el objetivo de
los holandeses no era tanto hacerse con el azúcar del Brasil, cuanto con la plata del Perú. Ante
esa coincidencia de intereses, se organizó una fuerza expedicionaria conjunta hispano-lusa, que
atacó Bahía sin tardanza, obligando a la guarnición holandesa a rendirse el 1-5-1625, después de
un mes de asedio.
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El comandante de la flota española, almirante Juan de Benavides, fue acusado de
traición, cobardía y negligencia grave. Fue procesado y, pasados cinco años de proceso,
ejecutado públicamente en Cádiz.
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La pérdida del tesoro fue importantísima: en plata, un millón de ducados; en
artillería, buques y pertrechos, otros dos millones más; y contando las consignaciones de los
particulares otros seis millones de ducados.
dudado en apoyar y defender al emperador, era ahora esperable que los alemanes
acudiesen en ayuda de Felipe IV contra Holanda. Pero a pesar de que el emperador y
Maximiliano de Baviera deseaban ardientemente contar con la ayuda española en
Alemania, especialmente desde el momento en que se produjo la intervención danesa
en la guerra de los Treinta Años en 1626, no estaban dispuestos a malgastar sus
recursos en la guerra de España en los Países Bajos.
La debilidad del plan residía en de que ninguna de las partes que tenían que
llevarlo a efecto estaba preparada para la tarea. Requisito indispensable para una liga
comercial y marítima era la posesión de un puerto en el Báltico por el poder
Habsburgo. Para ello, Olivares dependía del emperador y la negativa de éste acabó
prácticamente con el proyecto. La hostilidad de la Hansa y de Baviera fue el golpe de
gracia. Así terminó la “operación del Báltico” en 1628 – 1629. Aguardando cada uno
de los aliados a que los otros aportasen algo más.
en los Países Bajos. Spínola -que fue llamado a Madrid- esbozó dos cursos de acción
posibles: la renovación decidida de una larga tregua con los holandeses, o el envío de
fondos suficientes para acometer una ofensiva a gran escala.
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Tendrían que aceptar la presencia de un delegado español en todos sus consejos,
promulgar sus leyes en nombre de Felipe IV, y realizar todos los años un acto de deferencia
hacia él.
ataque contra la ciudad fue mal dirigido y pudo ser repelido por las fuerzas locales y
la operación resultó desastrosa. En 1630 se llegó a la paz sin grandes dificultades.
Por su parte Felipe IV, deseaba tanto la paz con Inglaterra, que incluso estaba
dispuesto a la cesión de Jamaica, si con ello podía lograrla. Pero Cromwell no
deseaba la paz.
También con Francia buscó España la paz, pero se preparó para la guerra. Y
también en este caso el problema era defender las comunicaciones con los Países
Bajos, en especial a través del paso de la Valtelina, una ruta que los enemigos de
Francia y España en el norte de Italia intentaban amenazar con idéntico ímpetu.
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Tan claro es que Cromwell buscaba la confrontación con España, que antes de que
ésta pudiese rechazar sus primeras peticiones, incluyó otras más, como fueron las cesiOnes de
Calais, y de Dunkerque.
En enero de 1625, los franceses ocuparon el paso y establecieron una alianza con
Venecia y Saboya contra Génova, aliada tradicional de España. Simultáneamente,
fuerzas navales francesas bloquearon Génova y amenazaron con cortar las líneas de
abastecimiento, de vital importancia, entre Barcelona, Milán y los Países Bajos. Francia
y España se enfrentaron sin declaración formal de guerra.
Estos éxitos dieron ventaja a España y le permitieron salir sin merma del conflicto.
Por el Tratado de Monzón (Marzo de 1626) se restableció la paz en Italia y el statu
quo en la Valtelina. España pudo seguir utilizando el paso para sus operaciones
militares.
Tras el fracaso de la
“Operación del Báltico”, (1628 –
1629), Olivares dirigió sus ojos al
norte de Italia, donde en
Diciembre de 1627 había muerto
el duque de Mantua,
planteándose un problema
sucesorio. El pretendiente al
ducado con mejores derechos era
el duque de Nevers. Pero
Olivares temía que si recibía el
título un protegido del reino de
Francia, haría peligrar los
intereses de España en el norte de
Italia y amenazaría sus
comunicaciones estratégicas. Así
pues, en Marzo de 1628 ordenó al
gobernador de Milán, Gonzalo
Fernández de Córdoba, que
ocupara el Monferrato, una
posición clave en los estados de
Mantua, situado en la frontera
occidental de Milán10. Pero lo que
Olivares había pensado como una
operación rápida y decisiva, de-
10
Una vez más se muestra la interdependencia entre los resultados económicos y los
militares. En 1627, las Flotas de Indias, regresaron con un volumen importante de metales
preciosos. La guerra se había interrumpido en todos los frentes; Inglaterra, Países Bajos y
Alemania. Es el momento que eligió Olivares para pasar a la ofensiva en Mantua. Pero los
elevados costes de la guerra, coincidieron con la pérdida de la Flota en Matanzas, y la
aportación anómala por lo escasa de la Flota de Tierra Firme.
generó en una guerra costosa y sangrienta. Un ejército francés atravesó los Alpes y
muy pronto España se encontró luchando para salvar Milán.
En 1630 se firmó la paz con Inglaterra y en 1631 con Francia. Pero la decidida
incursión de Suecia en Alemania hizo que empeoraran las perspectivas de los
Habsburgo y España no tenía confianza en la paz con Francia.
Entre 1632 y 1635, la política exterior española fue vacilante, pues el gobierno,
temía la posibilidad de un ataque repentino, pero no se decidía tampoco a atacar
primero11. Entretanto, las fortalezas del Rhin cayeron en manos de los protestantes.
Al deteriorarse la situación en todos los frentes, Olivares dirigió una vez más
su mirada hacia Alemania. Aún poseía una baza en Alemania: el Bajo Palatinado,
que era considerado ahora como un elemento fundamental de sus comunicaciones
estratégicas12. Era la única compensación que España había recibido del Imperio por
su ayuda militar y financiera y además, un utilísimo instrumento de negociación
para interesar a los alemanes en los asuntos de los Países Bajos.
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Los Consejos de Guerra y de Estado comenzaron a hacer planes para la formación de
un exército real, encabezado por el propio monarca, con toda la nobleza y séquito. Nunca se
llegó a definir si ese ejército tendría una función defensiva sólo, o también ofensiva, y si lucharía
fuera de las fronteras pirenaicas o en el interior de las mismas. Un plan calificable de
descabellado, salvo si se considera su utilidad para arrancar a la nobleza algún dinero, admitido
como sustitutivo de la prestación directa del servicio militar.
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Felipe IV, en carta dirigida a su hermano el cardenal-infante de 5 de Noviembre de
1638, reflexionaba acerca del Palatinado diciendo que era “la mejor garantía de nuestra
posesión continuada de los Países Bajos y de Italia”
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Diplomático y escritor político (1584 – 1648). Desempeñó diversos cargos diplomáticos
ante la Sede Pontificia (1603), varios puntos de Italia ( - 1633), corte Imperial (1633 – 1643),
consejero de Indias (1643) y encargado de los acuerdos de Münster, base del fin de la guerra de
los Treinta Años. Renunció en 1646, para dedicarse exclusivamente al ejercicio de la pluma,
católicos de que la supervivencia del poder Habsburgo en los Países Bajos era tan
importante para Alemania como para España. Con el fin de reforzar argumentos, se
enviaron subsidios a los electores católicos, de quienes se esperaba que
contrarrestaran la influencia del duque de Baviera14.
aunque su obra literaria más importante se había publicado en 1640. Se trata de «Idea de un
príncipe político cristiano en cien empresas» encuadrada dentro del género de “regimiento de
príncipes”
14
La misión de Saavedra Fajardo consistía en vigilarle, limitar su influencia, hasta
conseguir que apoyara la causa de los Habsburgo sobre todo, en los Países Bajos. A partir de ese
momento, su labor sería la contraria; es decir: procurar aumentar su influencia, para afianzar la
posición española
Esta campaña interrumpió los éxitos suecos, dejó todo el sur de Alemania en
manos de los Habsburgo y sirvió para que el emperador y sus aliados recuperaran su
confianza. Sin embargo, no aproximó un ápice los ejércitos imperiales a los Países
Bajos. Finalmente, en Octubre de 1634 el conde de Oñate consiguió que el emperador
estampara su firma en un tratado ofensivo y defensivo contra los holandeses. Pero
más difícil era conseguir su participación activa en la guerra. Cuando Francia
intervino en 1635, abriendo un nuevo frente en los Países Bajos, las peticiones
españolas de ayuda al Imperio y a los alemanes se hicieron más insistentes. Pero
aparte de un contingente imperial simbólico y temporal, España no recibió ayuda
alemana en los Países Bajos.
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Axel Gustavsson Oxenstierna (1583-1654), fue nombrado Canciller de Suecia en 1612
por el rey Gustavo Adolfo II, y como tal negoció los acuerdos de paz con Dinamarca (1613),
Rusia (1617) y Polonia (1623). Gobernador general de Prusia en 1626. Tras la muerte del rey, se
convirtió en el político más importante de la historia de Suecia. Legado plenipotenciario en
Alemania, con poderes absolutos en 1633. Regente durante la minoría de edad de la reina
Cristina, su poder fue casi absoluto. A esa época corresponde el tratado de Compiègne. Pero,
sin embargo, terminada la regencia, sus disputas con la reina le llevaron a perder su
privilegiada posición
Tras esto, aceptó en la alianza a una serie de líderes protestantes, entre ellos,
y con su ejército, a Bernardo de Sajonia-Weimar, que será un instrumento poderoso
en Alemania. Así, toda Europa es arrastrada en un torbellino:
• Suecia contra Alemania y Dinamarca para asegurarse el dominio del
Báltico;
• Holanda contra España para lograr el reconocimiento de su independencia;
• el voivoda de Transilvania para oponerse contra el dominio de los
Habsburgo en Hungría;
• Francia para vencer a España y al Imperio.
• Todo ello constituye la resolución de las diferencias políticas entre Francia,
España y el Imperio alemán.
Declarada la guerra oficialmente el 19 de Mayo de 1635, los primeros éxitos
consiguen desquiciar las rutas de enlace de España con los imperiales. En un principio,
sin embargo, las operaciones fueron muy negativas para las armas de Luis XIII. Pero
en 1638, en un insólito atrevimiento, cruzaron la frontera peninsular, y pusieron cerco
a Fuenterrabía, y aunque el episodio fue muy desfavorable para Francia, representó
una seria advertencia.
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No confundir con la de 1600 ni la de 1658
El 19 de Mayo de 1643 tuvo lugar la batalla más trascendente para España. Luis II
de Borbón, duque de Enghien (luego príncipe de Condé), aniquiló a los tercios
españoles en Rocroi17. Allí desapareció la fama de la infantería española, juzgada por
invencible desde principios del S. XVI, y, asimismo, se extinguía el espíritu de
ofensiva de España en Europa. Rocroi se ha ganado una reputación legendaria como
la mayor derrota sufrida por la incomparable infantería española y con frecuencia se
considera que marca el final del poderío militar español.
Pero una batalla, no podía suponer el fin de una guerra. No obstante sí es cierto
que, tras Rocroi, el poder militar español quedó ensombrecido definitivamente,
aunque España aún habrá de seguir luchando durante mucho tiempo. Su esfuerzo
militar en los Países Bajos no cedió y aunque sufrió nuevos reveses, entre ellos la
pérdida de Dunkerque, consiguió mantener su posición en las provincias del sur. En
ultramar, los holandeses seguían siendo incapaces de vulnerar las defensas coloniales
españolas y su expedición a Chile en 1642 se saldó con un clamoroso fracaso.