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¡A por ellos…ooee!1
por Gustavo H. Prado
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Artículo publicado originalmente en: www.futbolgalego.com
marco de una economía opulenta y de una España negada como Nación e
impugnada como Estado por muchos de sus ciudadanos, pocos grandes
negocios como el fútbol lograban movilizar algo parecido al “patriotismo”.
Claro que no era este clima triunfalista el que se respiraba en la calle. El
paradigmático grandonismo español nunca caló a fondo en el mundo
futbolístico: el hincha medio ocultaba cordura y sano escepticismo detrás de su
natural ilusión. El problema del exitismo no era, pues, de la sociedad ni del
simpatizante medio, era de los medios; de esos medios que se ofrecían,
generosos, para insuflar la “moral de la victoria” y para movilizar al país tras su
invencible armada, abandonando su compromiso con la información y el
análisis y entregándose a la más cruda de las propagandas.
Entonces, como en las eliminatorias siguientes, como en Corea-Japón,
como siempre, se montaron auténticas operaciones de prensa —de la que
participaron todos los medios alentados por el poder y por los grandes
dirigentes del fútbol español— que crearon una burbuja colectiva de esperanza e
intentaron desencadenar una euforia fiada, a cuenta de los triunfos que iban a
llegar.
Como sabemos esos triunfos no llegaron ni en el 98, ni en el 2002 y la
bancarrota la pagaron los técnicos y los jugadores de “pecho frío” que eran
puestos a parir por los mismos periodistas que previamente los habían
convertido en ídolos. A la vez de cortar las cabezas de los “turcos” habituales, los
medios tiraban la pelota fuera y ensayaban respuestas estrambóticas: la
“maldición española”, los árbitros egipcios, los marrulleros italianos, el
taekwondo, los intereses de la FIFA, etc. Mientras tanto parte de la afición,
quizás avergonzada de caer una y otra vez en este timo, se apuntaba al triste
papel de turbamulta medieval en aquellos linchamientos mediáticos o fingía
aceptar las explicaciones esotéricas del As, del Marca o del Larguero.
Asumir la mediocridad futbolística en un país futbolero es muy difícil,
pero es el requisito ineludible para superarse, diría Perogrullo. Lo más curioso
es que, según parece, la mayoría de la sociedad española está más preparada
para enfrentarse a esa realidad y apoyar a su selección con humildad y no
defenestrarla en la derrota, que los medios, los periodistas y los intereses que se
amparan detrás de ellos.
No sabemos qué nos deparará el periodismo deportivo en este agitado
mes de junio, pero no podemos augurar nada bueno cuando en Cuatro, hace
unos días, Manu Carreño intentó (iluso) ordenarle a Maradona que le dijera al
pueblo que España era candidata a ganar el Mundial. Diego, el inefable, esbozó
una sonrisa, hizo un silencio, repasó mentalmente el contrato, pero no pudo con
su genio y sólo concedió, diplomáticamente, que España estaría en la lucha. Y la
lucha, como decimos en el Plata, siempre “es cruel y es mucha”, más tratándose
de un Mundial… ¿Qué esperaban acaso, que el 10 le hiciera los coros a Raúl o se
pintara la cara de rojo?