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La Selva Central del Perú es el territorio tradicional de los pueblos Asháninka, Yánesha y
Nomatsiguenga. Estos pueblos indígenas —principalmente los Asháninka— fueron muy
golpeados por el conflicto armado interno debido al alto número de víctimas directas,
situación que ha exacerbado la exclusión y marginación que han sufrido durante siglos. La
mayoría de especialistas e instituciones calculan que, a partir de 1985 y hasta los primero
saños de los ’90, alrededor de 55 mil Asháninkas fueron desplazados forzosamente en
los valles del Ene, Tambo y Perené, 6 mil personas fallecieron y cerca de 5 mil personas
estuvieron cautivas por PCP-SL Luminoso, y se calcula que durante los años del conflicto
desaparecieron entre 30 y 40 comunidades Asháninka. Muchas de estas víctimas están
en más de 60 fosas comunes. (IF CVR :241)
Para lograr el control de las comunidades, PCP-SL hizo uso de diversos mecanismos de
dominación y disuasión. Uno de los principales medios utilizados fue el miedo. Los
Asháninka eran amenazados constantemente con castigos, torturas y la muerte, si no
cumplían con lo que se les indicaba o incluso si alguien manifestaba su descontento o
desconfianza frente al partido. (IF CVR :143)
Durante 1990, los asháninka atacaron varias veces a la «fuerza principal» del PCP-SL,
pero los senderistas se replegaban hacia el monte, llevando compulsivamente consigo a
sus «comités de base». Desaparecieron así 14 de las 35 comunidades asháninkas de la
zona del alto Tambo y todas las 30 comunidades del río Ene. Cerca de 10 mil asháninkas
fueron conducidos al monte por el PCP-SL o huyeron. (HTUM WILLAKUY : 132)
Los estudios antropológicos sobre los Asháninka han destacado su cosmovisión, el grado
de elasticidad y flexibilidad de su organización social, su idioma, la fidelidad étnica a su
territorio, como elementos que les han permitido mantener su cohesión e identidad
cultural. Los Asháninka han demostrado a lo largo del conflicto armado interno y después
de éste una serie de recursos culturales importantes que deberían ser fortalecidos. Entre
los más importantes habría que mencionar aquellos que fueron más efectivos para lidiar
con el trauma de la violencia;
La CVR considera que la familia de una persona víctima de desaparición forzada es, sin
duda alguna, afectada profundamente por dicha desaparición y la convierte en víctima. (IF
CVR :66)
La decisión del Poder Ejecutivo de encargar a la Fuerza Armada el control del orden
interno no estuvo acompañada en un inicio de decisiones y normas claras sobre el
despliegue operativo de la lucha contrasubversiva. Ello derivó en el predominio de
soluciones de carácter predominantemente militar. El objetivo del empleo de la fuerza
pública no fue en repetidas ocasiones detener a los presuntos subversivos y ponerlos a
disposición de la justicia, sino eliminar físicamente al enemigo interno en los plazos más
breves. Las instituciones del poder civil del Estado, tanto políticas como judiciales, no
ejercieron un control del estricto cumplimiento de las leyes y compromisos internacionales
relacionados al uso de la fuerza pública para reprimir a la subversión armada. Los
gobiernos no tomaron, por lo general, decisiones claras y responsables frente a las
denuncias por desapariciones forzadas. Por otro lado, las denuncias acerca de las
violaciones y arbitrariedades cometidas por las fuerzas del orden generalmente no fueron
investigadas y los responsables rara vez fueron sancionados. Ello generó una situación
de grave desprotección jurídica de la población de las localidades afectadas por el
conflicto armado interno. Muchas desapariciones pudieron haberse evitado con una
pronta y decidida acción de los órganos jurisdiccionales pertinentes. Al abdicar de sus
responsabilidades, estas instituciones contribuyeron a la impunidad y por consiguiente a
la extensión de la práctica de la desaparición forzada. (IF CVR :70)
La CVR ha determinado que al recurrir a la desaparición forzada, los agentes del Estado
perseguían objetivos múltiples dentro del marco general de la estrategia contrasubversiva.
Entre los principales objetivos buscados se encuentran:
a) Conseguir información de los subversivos o sospechosos.
b) Eliminar al subversivo o al simpatizante de la subversión asegurando la
impunidad.
c) Intimidar a la población y forzarla a ponerse del lado de las fuerzas del orden.
A lo largo del conflicto armado interno, los agentes del Estado utilizaron la práctica de la
desaparición forzada de personas de manera generalizada y sistemática como parte de
los mecanismos de lucha contrasubversiva. La información analizada por la CVR nos lleva
a la convicción de que no se trata de hechos aislados o esporádicos sino que configuran
un patrón de conducta de los agentes del Estado responsables de la lucha
contrasubversiva. CVR considera que la desaparición forzada en el Perú tuvo además un
carácter sistemático, particularmente en los años 1983-1984 y 1989-1993 . (IF CVR :70)
La CVR ha recibido reportes directos a través de testimonios que dan cuenta de 4,414
casos de desaparición forzada de personas atribuidas a agentes del Estado. En el 65% de
estos casos, el paradero final de la víctima permanece desconocido hasta la actualidad.
(IF CVR :70)
Existen múltiples informaciones que dan cuenta de un importante despliegue de recursos
públicos y medios empleados para practicar la desaparición forzada. Esto lleva a concluir
que no se trataba de realizar simples detenciones. La información proporcionada por
numerosos familiares, testigos e incluso algunos agentes perpetradores de violaciones de
los derechos humanos, coinciden en señalar que se ponía en marcha una compleja
organización y logística asociadas a la práctica de la desaparición forzada.(IF CVR :100)
Además de las Fuerzas del Orden, organizaciones como las Rondas Campesinas o los
Comités de Autodefensa, participaron en la lucha contrasubversiva y cometieron actos de
violación de los derechos humanos como la desaparición forzada. Del total de casos de
desaparición forzada reportados a la CVR, aquellos provocados exclusivamente por las
Rondas Campesinas o Comités de Autodefensa representan el 5%, mientras que los
procesados por diferentes agentes del Estado, el 95%.(IF CVR :84).
Se han identificado diversas modalidades para destruir las evidencias de los delitos
cometidos durante la desaparición forzada, en particular los cuerpos de las víctimas que
eran ejecutadas. Estas modalidades incluían: mutilación o incineración de restos; arrojar o
abandonar cuerpos en zonas inaccesibles o aisladas (barrancos, ríos, cavernas); (IF CVR
:84)
Durante los años 1981 y 1982, el incremento de las acciones del PCP Sendero Luminoso
en el marco de su II Plan Militar dirigido a «desarrollar la guerra de guerrillas», significó
también la intensificación de sus acciones a lo largo del corredor estratégico de las alturas
de Huanta y el paulatino aumento de su presión sobre las comunidades de la zona. Uno
de los efectos de esta escalada subversiva fue el repliegue de la presencia policial en el
campo: muchos puestos policiales de los pequeños pueblos y capitales de distrito fueron
retirados y concentrados en las capitales de provincias. Con ello dejaron desguarnecidas
las zonas rurales justamente cuando las maniobras políticas y militares de las columnas
miembros del PCP SL aumentaban.
(IF CVR :125)
Sin embargo, el PCP Sendero Luminoso no logró establecerse del todo en Uchuraccay e
imponerse sobre la estructura tradicional de poder. (….) las autoridades comunales
seguían ejerciendo su mando en Uchuraccay, al igual que en las comunidades vecinas.La
permanencia de la organización comunal, además, permitió a las autoridades articular
poco a poco a los comuneros opuestos a la presencia senderista, cuyo rechazo se hizo
evidente hacia octubre de 1982. (IF CVR :127)
Los periodistas intentaron explicar que no eran terroristas, palabra que los uchuraccaínos
habían escuchado sólo poco tiempo antes de boca de los sinchis, quienes les habían
dicho que ellos vendrían siempre en helicóptero y uniformados, mientras que los extraños
que vendrían por tierra eran los terroristas a quienes debían matar. Pero el diálogo fue
imposible. Los periodistas buscaron la mediación de un joven de la comunidad, quien
vestía ropa de ciudad y hablaba castellano, para que les hiciera comprender a los
comuneros el motivo de su visita. Sin embargo, no fue posible.
La matanza fue cruel y no duró más que treinta minutos. Esa misma noche mataron al
guía Juan Argumedo y a Severino Huáscar Morales. Los campesinos estaban seguros
que habían dado muerte a miembros del PCP SL, por eso mismo los sepultaron fuera del
cementerio y sin velatorio: los cuerpos de los periodistas fueron depositados muy cerca de
la plaza, a sólo 200 metros, sin ningún afán de ocultamiento.
(IF CVR :136)
Durante los meses siguientes, el PCP Sendero Luminoso incursionó varias veces en
Uchuraccay, tres ataques realizados durante 1983: el 20 de mayo, el 16 de julio y el 24 de
diciembre.matando amás de 80 comuneros. (IF CVR :142)
Este caso evidencia que el Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso no respetó la
autonomía, las formas de organización y cultura de los campesinos de Uchuraccay,
desencadenando una escalada de violencia a partir del asesinato del presidente de la
comunidad. Estos y otros asesinatos de dirigentes campesinos en comunidades vecinas
llevaron a que un conjunto de comunidades de las alturas de la provincia de Huanta se
organizaran para su autodefensa y buscaran tomar la justicia en sus propias manos,
protagonizando la primera rebelión intercomunal contra el Partido Comunista del Perú-
Sendero Luminoso. Ante esto, diversos agentes del Estado —los sinchis e infantes de
marina, el jefe del Comando Político Militar y el propio Presidente de la República—
alentaron esta conducta. (IF CVR :142)
Reseña del caso 4: EL CASO PUTIS
Entre 1980 y 1982 el PCP-SL desarrolló en Ayacucho una estrategia que combinó
acciones de amenazas, asesinatos, sabotajes y propaganda, con una labor política de
organización de bases de apoyo con el fin de constituir Comités Populares, destruyendo
para ello el sistema de autoridades locales existente. Por ejemplo, en 1982 el alcalde del
distrito de Ayahuanco, cercano a la comunidad de Putis, tuvo que renunciar porque había
sido amenazado por el grupo subversivo. El 12 de octubre de 1981, el Gobierno decretó el
Estado de Emergencia en las provincias de Huamanga, Huanta, La Mar, Cangallo y Víctor
Fajardo1. En enero de 1983 se estableció el Comando Político Militar en Ayacucho. Entre
1983 y 1985, la provincia de Huanta quedó bajo el control de la Marina de Guerra. Sin
embargo, en las zonas más altas, como el distrito de Ayahuanco y algunas comunidades
de Santillana (Putis entre ellas), patrullaban efectivos del Ejército. De esta manera, en
1983 se llevaron a cabo varios operativos contrasubversivos en diversas comunidades
altoandinas de Huanta.(IF CVR :143)
Cansados de vivir en los cerros y en medio de dos fuegos, acosados por los subversivos
por un lado, y por las fuerzas del orden, del otro, los comuneros aceptaron la propuesta y
se mudaron a Putis, llevando todas sus pertenencias. Los efectivos del orden recibieron a
los pobladores que llegaron a Putis y los reunieron en el local donde funcionaba el
colegio, juntándolos con otros pobladores a quienes los soldados habían sacado de sus
viviendas. Les aseguraron que a partir de ese momento les darían protección y
colaborarían con ellos en diversas obras para mejorar la calidad de vida de la población.
Con ese pretexto los militares ordenaron a los varones, apuntándolos con sus armas, que
caven una gran poza; a algunos les dijeron que era para construir una piscigranja en la
que criarían truchas, mientras a otros, les aseguraron que allí construirían casas. Sin
embargo, cuando estuvo lista la supuesta piscina, los efectivos militares reunieron al
centenar de pobladores alrededor de la poza, entre los que habían hombres, mujeres y
niños, y sin mayor explicación les dispararon a matar. Los militares, lejos de cumplir con lo
ofrecido, violaron sexual a algunas mujeres, y luego ejecutados extrajudicialmente no
menos de ciento veintitres personas (123), hombres y mujeres y niños, los que fueron
posteriormente enterrados en fosas que los mismos pobladores cavaron. (IF CVR :145)
Los asesinaron porque tenían sospecha de que estaban vinculados a la subversión;
además, para lucrar con el producto de la venta del numeroso ganado de propiedad de
los campesinos que, luego de los hechos, comercializaron en Marccaraccay. Los militares
cubrieron los cadáveres que se encontraban en la fosa con tierra y piedras. Otra parte de
las víctimas habría sido sepultada al interior de un aula en la escuela. Por la modalidad
utilizada por los efectivos del orden, se puede afirmar que éstos pretendieron arrasar con
los comuneros con la finalidad de no dejar ningún testigo que posteriormente pudiera
denunciar la masacre. (IF CVR :149)