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La calamidad ambigua
Condición e imagen de la mujer en la antigüedad griega y romana
EDICIONES CLÁSICAS
MADRID
«Decir que el estudio de la mujer
en el seno de las grandes culturas que
se asentaron en las riberas del Medi
terráneo antiguo se ha convertido
desde hace algunos años en un hecho
cada vez más frecuente resulta algo
innecesario por mil veces repetido y
certificado por los resultados. Era,
por lo demás, algo que tema que ocu
rrir: una serie de siglos, ya muy creci
da, dedicada a contar la historia de la
humanidad en masculino, resultaba
una situación que atentaba no sólo
contra la necesaria imparcialidad que
debe caracterizar como principio todo
tipo de estudios de índole histórica,
sino fundamentalmente contra algo
más de la mitad de las gentes que
protagonizaron esa Historia, en la
mayoría de los casos de una forma
subalterna y, por lo tanto, relegada al
olvido.» (Andrés Pociña).
A pocos años de su primera apari
ción, en abril de 1981, el libro L 'am
biguo malanno. Condizione e imma-
gine della donna nell’antichità gre
ca e romana se ha convertido en un
clásico sobre el tema de la mujer en
Grecia y Roma, reeditado ya varias
veces en Italia, traducido en Francia,
Estados Unidos, Grecia... Un manejo
hábil y exhaustivo de las fuentes, no
sólo jurídicas, sino también literarias,
unido a una forma de escribir que
conjuga sin problemas la fluidez de la
lengua coloquial y una terminología
tan amplia como depurada, hacen de
esta obra un imprescindible instru
mento para el investigador y una deli
cia para el lector en general.
La autora, Eva Cantarella, es en la
actualidad Catedrática de Derecho
Romano en la Universidad de Milán.
Su traductor, Andrés Pociña, es Cate
drático de Filología Latina de la Uni
versidad de Granada.
LA CALAMIDAD AMBIGUA
Condición e imagen de la mujer
en la antigüedad griega y romana
Traducción y presentación de
Andrés Pocifla
EDICIONES CLÁSICAS
MADRID
SERIES MAIOR
Colección Atalanta
Dirigida por Andrés Pociña
© Eva Cantarella
© Andrés Pociña, de la traducción española
© EDICIONES CLÁSICAS, S.A.
Magnolias 9, bajo izqda.
28029 Madrid
I.S.B.N.-84-7882-017-5
Depósito Legal: Μ-9959-1991
Impreso en España
Imprime: EDICLÁS
Magnolias 9, bajo izqda.
28029 Madrid
ÍN DICE
Presentación........................................................................... XI
Introducción a la segunda edición italian a........................XIX
Introducción................................................................................. 1
Primera parte: Grecia ...............................................................13
I. El matriarcado entre prehistoria, mito eh isto ria............. 15
1. El periodo neolítico...................................................... 15
2. La sociedad minoica: la potnia,
Gran Madre M editerránea........................................20
3. Los reinos micénicos .................................................... 21
4. Los mitos matriarcales: las Amazonas
y las Lem nias.............................................................. 23
5. Problemas de interpretación del mito:
¿historia olvidada o mundo impensable?..................25
6. Las mujeres en el origen de las ciudades:
Caulonia, Tarento y Locros Epicefirios....................28
7. Las iniciaciones femeninas: reproductoras,
tejedoras y panificadoras ..........................................29
8. Conclusiones ................................................................ 33
II. El origen de la misoginia occidental ..............................39
1. Los poemas homéricos ......................... ...................... 39
2. Hesíodo y Semónides....................................................52
V
Eva Ca n t a r e l l a
VI
La c a l a m id a d a m b ig u a
VII
E va C a n t a r e l l a
VIII
La c a l a m id a d a m b ig u a
IX
PRESENTACIÓN
XI
E va C a n t a r e l l a
XII
LA c a l a m id a d a m b ig u a
XIII
Ev a Ca n t a r e l l a
XIV
La c a l a m id a d a m b ig u a
XV
E va C a n t a r e l l a
XVI
La c a l a m id a d a m b ig u a
XVII
E va C a n t a r e l l a
Notas
XVIII
INTRODUCX3ÓN A LA SEGUNDA EDICIÓN ITALIANA
XIX
Eva C a n ta r ella
XX
INTRODUCCIÓN
1. LA TRAMA DE LA DISCRIMINACIÓN
1
Eva C a n t a r e l l a
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E va C a n t a r e l l a
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2. PROBLEMAS DE MÉTODO
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Notas
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13. Para limitamos a dos ejemplos: D.M. SCHAPS, Economic Right o f Wo
men in Ancient Greece, Edimbourgh 1979, en particular pp.89ss., sobre cu-
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Primera Parte
Grecia
I. EL MATRIARCADO ENTRE PREHISTORIA,
MITO E HISTORIA
1. EL PERÍODO NEOLÍTICO
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8. CONCLUSIONES
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Notas
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véase también lim ito. Guida storica e critica, Barí 1975; Repenser la m ytho
logie, en M. I z a r d - P. Sm it h (eds.), La fonction symbolique, Essai d’anthropo
logie, P a ris 1979, pp.71ss.; y luego L ’invention de la mythologie, Paris 1983.
Aproximación diferente en M. E l ia d e , Aspects du mythe, Paris 1963 y Trai
té d ’h istoire des religions, París 1968, y en S.G . KlRK, La natura deim itigre-
ci, Bari 1977.
13. Sobre las fuentes véase E. ClACERl, Storia della Magna Grecia, I, Milán
1924, pp.82ss., y J. BÉRARD, La Magna Grecia, T u rin 1963, pp.l46ss.
14. Cf. P. V id a l N a q u e t , «Esclavage et gynécoeratie dans la tradition, le
m ythe, l ’utopie», en Le chasseur noir. Formes de pensée et formes de société
dans le monde grec, P a ris 1983, pp.267ss.; S.G . PEMBROKE, «L ocre et T áre n
te: le rôle des femmes dans la fondation de deux colonies grecques», en Annales
E.S.C. 25-4(1970)1240ss.; D . B r iq u e l , «Tarente, lacres, les Schytes, T hera,
R om e: précédents antiques au thèm e de l ’am ant de Lady C hatterley?», en
Mélanges de l'Ecole française de Rome 86(1974)673ss.; R. VAN COMPERNO-
LLE, «L e m ythe e la gynécocratie-doulocratie argienne», en Hommages à C.
Préaux, Bruselas 1975, pp.355ss.
De forma más general sobre el matriarcado (independientemente de la
relación mujeres-esclavos del mito) véanse además los estudios en los que
Pembroke ha demostrado la imposibilidad de documentar su existencia in
cluso con referencia a uno de los países considerados con mayor frecuencia
«matriarcales», es decir, la Licia: «Last of the Matriarches: a Study in the
Inscriptions of Licia», en Journal o f the Economic and Social History
Orient 8(1965)217ss., y «Women in Charge: the Function of Alternatives in
the Early Greek Traditioin and the Ancient Idea of Matriarchy», en Journal
o f the Warburg and Courtauld Institutes 30(1976)1 ss.
15. Sobre las iniciaciones espartanas, véase A. BRELICH, Paides eParthenoi,
cit., pp.ll3ss., y C. CALAME, «Hélène (le culte d’) et l’initiation féminine en
Grèce», en Dictionnaire des mythologies, cit.
16. Ar.Zy.s.641-645. [Las traducciones de textos griegos y latinos se toman
con frecuencia de las publicadas por prestigiosos filólogos españoles; en
otros casos, han sido realizadas por Andrés Pociña, teniendo presente el te
nor de las ofrecidas en el texto italiano por Eva Cantarella, sobre todo por lo
que hace a las peculiaridades en razón de la cita. En el caso presente, por
ejemplo, se dejan en forma griega los términos que marcan las etapas de la
educación de la mujer, tal como hace Cantarella en su versión italiana, reali
zada por ella misma].
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17. Cf. de nuevo A. BRELICH, Paides e parthenoi, cit., pp.229ss. Sobre las
iniciaciones masculinas en Atenas véase además G. THOMSON, Eschilo e
Ateiie, Turin 1946, pp,163ss.
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Π. EL ORIGEN DE LA MISOGINIA OCCIDENTAL
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co: las mujeres, las madres, las hermanas y las hijas de los hé
roes homéricos vivían, en realidad, una condición muy diversa
de la de las ninfas y las magas. La condición femenina homérica
real era ésta: exclusión total del poder político y de la participa
ción en la vida pública. Ineluctable e indiscutible subordinación
al cabeza de familia, y sumisión a sus poderes punitivos. En fin,
segregación ideológica, si no física. Incapaz de pensar en más
cosas que en las domésticas, aunque libre para salir de casa, no
puede ni siquiera hablar de las cosas masculinas. Infiel, débil,
voluble, la mujer es mirada con desconfianza y suspicacia. Las
raíces de la misoginia occidental se echan en una época bastante
más remota de lo que se suele afirmar, y son bien firmes ya en el
documento más antiguo de la literatura europea28. Y, cierta
mente, no es posible pensar que los poemas expresen una posi
ción individual, la misoginia de un personaje (o de dos persona
jes, para quienes creen en la existencia de dos autores diversos
para la ¡liada y la Odisea).
Incluso prescindiendo de la consideración, por lo demás de
terminante, de que en los poemas confluyen cantos transmitidos
y reelaborados durante muchos siglos, y que la función didácti
ca y socializante de la poesía épica requería que los relatos aédi-
cos y rapsódicos expresaran y, al mismo tiempo, contribuyeran
a formar la opinión popular, la desconfianza que expresan con
relación a la mujer encuentra una correspondencia perfecta en
las obras literarias del período inmediatamente subsiguiente:
entre ellas, en primer lugar, la poesía de Hesíodo.
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Eva C an ta rella
2. HESÍODO Y SEMÓNIDES
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Notas
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33. Cf. 7S.585. Sobre este tema véase N. LORAUX, Sur la race des femmes et
quelques unes de ses tribus, cit. Sobre la peligrosidad de Pandora véase ade
más E. C a n t a r e l l a , Ragione d ’amore: preistoria di un difetto femminile
cit.
34. F r. 24 B ergk {Poetae lirici graed, Π Ι) versión de A n d r é s P o c iñ A sobre
la edición de M á x im o B r io s o Sá n c h e z , Anacreónticas, M adrid C .S.I.C .,
1981, pp.25s.
35. φ .3 7 3 -3 7 5 , version de A u r e l io P é r e z J im é n e z y A l f o n s o M a r t í
nez D ie z .
36. (9p.59ss.
37. Respectivamente Th.592 y Op.83.
38. Semon.7.21-42, versión de A n d r és P o c iñ A, sobre la edición de F r a n
cisco R. A dr a d o s , Líricos griegos. Elegiacos y yambógrafos arcaicos (si
glos VH -Va.C), Barcelona, Alma Mater, 1956, vol.I, pp,155ss. Véase H.
LLOYD-JONES, Females o f the Species. Semonides on Women, Londres
1975. Sobre los versos 27-42 en particular véase E. P ellizer , «La donna del
mare. La dike amorosa “assente” nel giambo di Semonide sopra le donne»,
en Quad. Urbin.cult.class. 32, n. s. 3(1979)29ss.
39. Semon.7.2-20 y 43-82, versión de ANDRÉS POCIÑA.
40. Semon.7.83-93, version de A n d rés P oci Na .
41. AsíN. L o r a u x , Sur la race des femmes..., cit.
42. Semon.7.96-118, version de ANDRÉS POCIÑA.
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ΙΠ. EXCLUIDA DE LA CIUDAD
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las mujeres jónicas, y tenían una relación diferente con los hom
bres17. No debe extrañar, por lo tanto, que la ley de Gortina,
ciudad dórica, considerase y castigase el adulterio de manera di
ferente a como lo hacía Atenas. En la ciudad cretense, como
quizá también en Esparta, el adulterio era considerado menos
grave que en Atenas. Era delito, obviamente, pero no lo suficien
temente grave como para justificar la muerte de un ciudadano.
Éstas son, pues, las primeras normas escritas que regularon
la vida de las mujeres dictando un código de comportamiento
inequívocamente indicativo de la centralidad de su función bio
lógica, organizada por la polis para garantizar el recambio or
denado de los ciudadanos.
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6. LA PROSTITUCIÓN FEMENINA
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de treinta y siete (Pol. 1135). En la práctica, por lo demás, las cosas eran muy
diferentes y, regularmente, el matrimonio era casi inmediatamente después
de la pubertad que, por término medio, se alcanzaba a los 13 ó 14 años: cf.
D.W. Amundsen - C.J. D iers, «The Age of Menarche in Classical Greece»,
en Human Biology 41(1969)125ss. /-" -λ
27. Cf. por ejemplo ÆP.6.59, 276,277, 280. Sobre el papel de ArtÉçmi^ajen el
paso de la virginidad al matrimonio véase, con planteamiento diVéráo, A.
B re l ic h , Paides e Parthenoi, cit., pp 229ss., y P. Vid a l -N a q u et , «Le cru,
l’enfant grec et le cuit», en J. LE GOFF - P. N o r a , Faire l ’histoire, ΙΠ , Paris
1974, pp.l37ss., y después en Le chasseur noir..., cit., p.177 y en particular
pp.l98ss.
28. Hsch.s.u. Gamoi, A.Zy.s.378, E.Pè.347 y Scholadloc.
29. E.Z4.722, Is.De Cir.bered.9, Poll.10.33; A.i>a* 1316.
30. Hsch. s.u. anakalypterion. Sobre los ritos nupciales, mucho más detalla
damente, cf. A. R overi , «La vita familiare nella Grecia antica», en Enciclo
pedia classica, sez. I, v. ΙΠ, SEI, 1959, pp.392ss.
31. Sobre el matrimonio ateniense véase E. H ruza, Beitragezur Geschichte
des griechischen und rômischen Familienrechts, I, Erlangen und Leipzig
1983; W. Erdm ann, Die Ehe ini alten Griechenland, München 1934; U.E.
Paoli, «Matrimonio (diritto greco)», en Enciclopedia italiana 22(1936)
578ss., y «Famiglia (diritto greco)», en Novissimo Digesto Italiano, VIII,
1961; H.J. WOLFF, «Marriage Law and Family Organisation in Ancient Athens»,
en Traditio 2(1944)43ss., ahora en Beitrage zur Rechtsgschichte Altgriechen-
lands und des hellenistisch-rômischen Aegypten, Weimar 1961, pp,155ss.;
M.J. PiNLEY, Marriage, Sale and Gift in the Homeric World, en Seminar
12(1954)lss.; E. C a n ta re lla , «La eggye prima e dopo Solone nel diritto
matrimoniale attico», en Rendic. Istit. lombardo Scienze e Lettere, cl. lettere
98(1964)121ss.; A.R.W. H arrison, The Law o f Athens, I, Family and Pro
perty, Oxford 1968, y K.W. Lacey, The Family in Classical Greece, Lon
dres 1968; J.P. V ernant, «Le mariage en Grèce archaïque», en La parola
delpassa to 148(1973)51ss., después en Mythe et société, Paris 1974, pp.57ss.;
E. BlCKERMANN, «La conception du mariage à Athènes», en Bull. Istit. Dir.
romano 3* ser.l7(1976)lss.; J. M odrzejew ski , «La structure juridique du
mariage grec», en Scritti in onore di Orsolina Montevecchi, Bolonia 1981,
pp.231ss., y por último J. R edfield , «Notes on Greek Marriage», en Arethusa
15(1982)1-2.
32. Cf. C. Nep. Gin.I.2-3 y Praefatio, Dem. C,Euboul.20\ Plu. Them.22Λ-2.
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39. Sobre todo el asunto y sus aspectos jurídicos véase U.E. P aoli, «II reato
di adulterio (moicheia) in diritto'attico», en Studia et Documenta Historiae
et luris 16(1950)123ss., y E. CANTARELLA, «L’omicidio legittimo e 1’uccisio-
ne dei moichos in diritto attico», en StudisulTomicidio..., cit., pp. 128 s.
40. Sobre la reprobación social cf. E.Med.226ss. Sobre el episodio de Alci
biades, cf. And.AIcib.14, y Plu.A/c.8.4ss.
41. Sobre esta institución véae A.R.W. HARRISON, The Law o f Athens. I.
Family and Property, cit., pp.30ss.
42. Sobre el sistema sucesorio véase U.E. P a o li , «L’anchisteia nel diritto
successorio attico», en SD H I 2(1936)77ss., así como «Successioni (diritto
greco)», en Novissimo Digesto Italiano, cit.; J.W. JONES, The Law and Legal
Theory o f the Greeks, Oxford 1956, p. 191, y A.R.W. HARRISON, The Law o f
Athens, dt., pp,122ss. Sobre la dote véase P. D im akis , «A propos du droit de
propriété de la femme mariée sur les biens dotaux d’après le droit grec an
cien», en Symposion 1974 (Vortrâge zur griechischen und hellenistischen
Rechtsgeschichte, Kôln 1979, pp.227ss.); D.M. S chaps , Economic Rights o f
Women in Ancient Greece, Edinburgo 1979, pp.74-78 y 99-107; C. L e d u c ,
«Réflexions sur le système matrimonial athénien à l’époque de la cité-état
(VI-IV siècles avant J.C.)», en La dot, la valeur des femmes, Travaux de
l’Université de Toulouse - Le Mirail (série A, XXI, Le Grief), Toulouse 1982,
87
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pp.7ss., y por último C. MOSSÉ, La femme dans la Grèce antique, París 1983,
Appendice I: Hedna, pheme, proix: le problème de la dot en Grèce ancienne,
pp. 145ss.
43. Sobre la condición de la heredera véase L. G e rn e t, «Sur l’épiclerat», en
Rev. ét. gr. 34(1921)337ss.; U.E. Paoli, «La legittima aferesi dell’epikleros
nel diritto attico», en Miscellanea Mercati, V, Ciudad del Vaticano 1946; E.
K arabelias, L ’épiklerat attique, thèse, Paris 1974; Recherches sur la condi
tion juridique et sodale de la femme unique dans la monde grec excepté Ahtè-
nes, Paris 1980 (dactil.), y «L’epiclerat à Sparte», en Studi Biscardi, Π, Milán
1982, pp.469ss., D.M. ¿CHAPS, «Women in Greek Inheritance Law», en CQ
n.s. 25(1975)53ss. y Economic Rights o f Women in Ancient Greece, cit.,
pp.25ss., según el cual, por otra parte, la legislación sobre el epiclerado po
dría verse también desde un punto de vista distinto. Puesto que la mujer no
podía casarse sin el consentimiento del tutor, y puesto que el tutor de la here
dera, en cuanto que era su pariente más estrecho, tenía todo el interés en no
dar su asentimiento (para evitar que, con ello, el patrimonio saliera del grupo
familiar), la ley habría previsto su matrimonio con la epikleros para evitar
que ésta quedase sin marido. Pero la hipótesis, siendo interesante, me parece
difícil de aceptar, entre otras cosas porque el pariente tenía el derecho, pero
no el deber, de casarse con la heredera.
44. Dem. C.Macart.59.
45. Plu.&j/^O^, sobre el cual véase W.K. LACEY, The Family in Classical
Greece, cit., pp.89-90. El pasaje es interpretado de forma errónea por F. LE
CoRSU, Plutarque et les femmes, Paris 1981, p. 13, que considera la ley de So
lón aplicable a todos los maridos (y no sólo a los que se habían casado con
una epikleros) y partiendo de éste y de otros equívocos concluye, suscitando
cierta perplejidad, que «les lois de Solon, en ce qui concernent les femmes,
semblent tenir compte de leur dignité» (p. 14).
46. Sobre la condición de la heredera en Esparta (donde se le llamaba pa-
trouchoso epipamatis) véase Hdt.6.57.4 y 130 (de donde resulta que los pa
rientes tenían derecho a casarse con ella solamente si no estaba casada toda
vía). En Gortina, donde se le llamaba patroiokos y donde su condición era
regulada por la ley ya citada, podía rechazar el matrimonio con el pariente,
dándole la mitad de su patrimonio. Cf. U.E. PAOLI, «Gortina (diritto di)»,
en Novissimo Digesto Italiano, cit. Sobre la heredera en las ciudades de la
Magna Grecia véase D.S.18.3-4, y A. M a f f I, «Le “leggi sulle donne”, IC
IV, 72, Π, 16-20, Plut.5o7.23.1-2», en Studi Guarino, IV, Nápoles 1984,
pp.l553ss.
47. [Dem.] C.NeaerXïl.
La c a l a m id a d a m b ig u a
48. Sobre la coexistencia bajo un mismo techo de esposa y concubina cf. An
tipho Vencí 17ss.
49. D.L.2.2.6.
50. S.B. P om e r o y , op.dt., p.69 de la trad. ital. Pero en contra véase A.R.W.
HARRISON, The Law o f Athens, cit., pp.16-17; H.J. W o l f f , Marnage
Law..., cit., p.85, n.195, y J.W. F u t o n , «TTiat Was not a Lady, that was...»,
en 0?64(1970)109ss.
51. Sobre la condición de los hijos nacidos fuera del matrimonio véase M .D .
M a c D o w e l l , «Bastards as Athenian Citizens», en C<?26(1976)88ss., y P.J.
RHODES, «Bastards as Athenian Citizens», en C<?28(1978)89ss., con opinio
nes diferentes. Y últimamente, en fin, C. PATTERSON, Pericles’ Citizenship
Law o f451-450 b.C., Salem, New Hampshire 1981.
52. Sobre el limite de los precios véase Arist./4tó.52.2 e Hyp.£i;A:.3. Sobre el
impuesto véase Aeschin. 7ïm.ll9ss.
53. Véase E. CANTARELLA, «Prostituzione (diritto greco)», en Novissimo
Digesto Italiano, dt., con bibliografía.
54. Fr. 122 Snell.
55. Simon, fr.104 a Diehl: «Y ellas por los belicosos griegos y los belicosos
ciudadanos rogaron a la divina Afrodita; y Afrodita no quiso conceder a los
medos la Acrópolis de los helenos».
56. La expresión politis, mujer ciudadana, no aparece en realidad más que
dos veces en las fuentes, en concreto en Dem. C.EboulA'i, y [Dem.] C.Neaer.
107. Pero sobre este asunto, con opinión diferente a la expuesta en el texto,
véase M.D. M ac D o w el l , The Law o f ClassicalAthens, Ithaca, N.Y., 1978,
p.69, y en CR 34.2(1984)63-64.
57. Sobre la ciudadanía véase U.E. P a o li , «L o stato di cittadinanza in Ate-
ne», en Studi di diritto attico, ΪΠ, Florencia 1930, pp.258ss., y Milán 1974; E.
HlGNETT, A History o f the Athenian Constitution to the End o f the Fifth
Century b. C., Oxford 1952, reed. 1975, con más amplias informaciones so
bre el decreto de Pericles en pp.343ss., y C. PATTERSON, Pericles’ Citizenship
Law o f451-450 b.C., cit.
58. Vése sobre este asunto el ya recordado S. C ampese - P. M a n u l i - G. Sis-
SA, Mater Materia,.., cit.
89
IV. LOS FILÓSOFOS Y LAS MUJERES
91
E va C a n t a r e l l a
2. SÓCRATES Y ASPASIA:
LAS VIRTUDES DE LAS MUJERES
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L a CALAMIDAD AMBIGUA
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LA CALAMIDAD AMBIGUA
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La c a l a m id a d a m b ig u a
4. ¿PLATÓN «FEMINISTA»?
99
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100
La c a l a m id a d a m b ig u a
5. ARISTÓTELES: LA MUJER-MATERIA
101
E va C a n t a r e l l a
102
La c a l a m id a d a m b ig u a
Y henos aquí con las virtudes de las mujeres, con las cualida
des que les permiten corresponder del modo mejor al modelo
«natural».
En primer lugar, «a la mujer el silencio aporta encanto»: ci
tando un conocido verso de Sófocles, Aristóteles confirma de
nuevo, por tanto, el acostumbrado modelo femenino48. Dotada
de una razón menor e imperfecta, incapaz de controlar su parte
«concupiscible», la mujer, que no tiene voluntad, debe ser con
trolada ya por el marido, ya por el Estado:
«La licencia de las mujeres va también contra el pro
pósito del régimen y la felicidad de la ciudad, pues de
la misma manera que la casa se compone del hombre
y la mujer, es evidente que la ciudad debe considerar
se dividida en dos partes aproximadamente iguales:
los hombres y las mujeres; de modo que en todos
aquellos regímenes en que la condición de las mujeres
es mala, habrá que considerar que la mitad de la ciu
dad vive sin ley. Esto es precisamente lo que ha ocu
rrido en Lacedemonia: el legislador, que quiso que
todos los ciudadanos fueran resistentes, lo consiguió
evidentemente respecto de los varones, pero fue ne
gligente por lo que se refiere a las mujeres, pues viven
sin freno, entregadas a toda clase de licencia y moli
cie.»49.
Encerrada en la cerca de su «materialidad», la mujer tiene
por tanto un solo poder negativo: si es cierto que garantiza la
reproducción de los ciudadanos, sin embargo está excluida del
logos', por ello, es un grave peligro si no se la controla. Y tal
permanecerá, como veremos, bastante más allá del cuadro social y
cultural en que su «materialidad» apareció teorizada por primera
vez.
103
E va C a n t a r e l l a
6. CONCLUSIONES
104
La c a l a m id a d a m b ig u a
105
E va C a n t a r e l l a
Notas
106
La c a l a m id a d a m b ig u a
13. Este episodio es muy significativo, aunque sea imaginario, puesto que,
cuando estalló la guerra corintia, tanto Aspasia como Sócrates habían muer
to ya. Sobre el asunto, con una interesante reconstrucción de la figura de As
pasia, véase G. DE Sa n c t is , Pericle, Milán 1944, pp,188ss.
14. El rumor lo recoge Plu./ter,13.15. Que Aspasia era una hetera, y además
de ningún relieve, es la opinión de U. VON W il a m o w it z -MO l l e n d o r f f ,
Aristóteles und A then, Berlín 1893, p.263, n.7; II, p.9, n.35, según el cual su
nombre, «la deseada», sería una prueba de ello.
15. De Fidias, en concreto, se sospechaba que favorecía los encuentros de Pe
ricles con las mujeres, organizándolos en su taller (Plu.Per.13.15), y fue acu
sado de haber sustraído parte del marfil destinado a la fabricación de la esta
tua crisoelefantina de Atena. Anaxágoras, en cambio, fue acusado de «impie
dad» por sus ideas sobre el sol y la luna, incompatibles con la tesis de que
fuesen divinidades. Sobre la evidente relación entre estas acusaciones y las re
laciones de Fidias y Anaxágoras con Pericles véase G. DE Sa n c t is , Pericle,
cit., pp.243ss.
16. X.Oec.7.26-27.
17. El relato ocupa los cap. VII-X. Sobre los trabajos efectivamente desarro
llados por las mujeres, en casa y fuera, véase P. H er fts , Le tra vail de la fem
me dans la Grèce ancienne, diss., Utrecht 1922, y, con especial referencia a la
esposa de Iscómaco, I. SAVALLI, La donna nella société della Grecia antica,
cit., pp.l04ss.
18. D.L.6.12.
19. D.L.6.72. Sobre la frase de Diógenes (referida por Diógenes Laercio
6.52), que, al ver mujeres colgadas de un árbol exclamó: «ojálá todos los ár
boles tuvieran estos frutos», véase A. Bre lic h , Paides e parthenoi, cit.,
p.444, n.2, y E. CANTARELLA, «Dangling Virgins», en The Female Body in
Western Culture: Semiotics Perspectives: Poetics Today 6 ,1,1985.
20. D.L.6.85ss. [Sobre Hiparquia véase, entre nosotros, J.M" GARCÍA GON
ZÁLEZ, «Hiparquia, la de Maronea, filósofo cínico», en J. G a r c ía GONZA
LEZ - A. POCIÑA PÉREZ (eds.), Studia Graecolatina Carmen Sanmillán in
memoriam dicata, Granada 1988, pp,179ss.
21. D.L.6.98.
22. D.L.6.93.
23. D.L.10.5.25.26.
24. Stob.85.19.
107
E va C a n t a r e l l a
25. Stob.84.71.
26. Stob.85.7.
27. Stob. 16.30.
28. Plu.Muí. Virt.19.
29. Cf. D. W e n d e r , «Plato: Misogynist, Paedophile and Feminist», en Are
thusa 6.1(1973)75ss. Para una exposición más general de las teorías filosófi
cas sobre las mujeres, B, & G. T o v e y , «Women’s Philosophical Friends and
Enemies», en Social Quarterly 55(1974)589.
30. Pl.i?.3.416a - 417b.
31. Pl.ií.5.457d, versión de An d r é s P o c iñ a .
32. Pl.i?.5.451c - 457b; 466e - 467a. Sobre las mujeres «guardianas» (que Pla
tón «desexualiza»), cf. A.W. SAXONHOUSE, «The Philosopher and the Fema
le in the Political Thougth of Plato», en Political Theory 9.2(1976)195ss.
33. Así D. W e n d e r , Plato..., cit.
34. Pl.Le¿r.5.739c - 741a.
35. Pl.Lçg.5.742c, 6.744e - d, 6.773b, 774a - b, 783-785b, 7.720a - d, 808a - b,
9.923c-925d, 930a-d, 937a.
36. Pl.Z^.6.780a - 781d, 7.789e - 790b. /
37. PI. Tim.42b -c, versión de ANDRÉS POCIÑA.
38. Pl. Tim.90c, versión de ANDRÉS P o c iñ a .
39. Pl. Tim.76e, versión de A n d r é s P o c iñ a .
40. U. VON W ila m o w itz -MOl l e n d o r ff , Platon, sein Leben und seine
Werke, Berlín 1959 (5* éd.), pp.312-313 y 573.
41. Véase H. KELSEN, «Die platonische Liebe», en Imago 19.1(1933)34-98 y
19.3(1933)225 -255, trad. ital. L ’amorplatonice, Bolonia 1985.
42. G. Sissa , «Il corpo délia donna. Lineamenti di una ginecología filosófi
ca», en S. C a m pese - P. M a n u l i - G. Sissa , Mater Materia..., cit., donde se
puede ver también, sobre las consecuencias sociales y materiales de esta «gi
necología», S. C am pese , Donne, casa, citti nell'antropologia di Aristotele.
Sobre el aspecto «animal», sobre la pasividad y sobre las características ne
gativas atribuidas por Aristóteles al sexo femenino véase además S. Sa ïd ,
«Féminin, femme et femelle dans les grands traités biologiques d’Aristote»,
en La femme dans les sociétés antiques, cit., p. 93.
108
La c a l a m id a d a m b ig u a
43. kási.G A 728a 17ss. Véase además M. VEGEm, Π coltello e lo stiJo, Mi
lán 1979, pp,125ss.
44. Arist.Pol. 1254b5*.
45. Arist.Pol. 1260a13.
46. Arist.Pol. 1259b12*.
47. Arist .Pol. 1254b5. Cf. también 1259b12*.
48. Arist .Pol. 1260a13. El verso de Sófocles es Ai. 293.
49. Arist./"o/ 1269b9*, versión española de J u l i An M a r ía s y M a r ía N a
(Aristóteles, Política, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1970).
r a n jo
109
Y. LAS MUJERES Y LA LITERATURA
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Safo
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vola intomo
a te cosí bella. Codeste veste
mi smarrisce a vederla: e io ne godo»,
es la invitación a una amiga predilecta20.
«Ya se ocultó la luna
y las Pléyades,
y media noche pasa,
y se van las horas,
y yo me quedo
durmiendo sola»
124
La c a l a m id a d a m b ig u a
o en el fragmento 130:
«Otra vez Eros, el que afloja
los miembros, me atolondra, dulce
y amargo, irresistible bicho»24.
Siempre el amor, en la celebérrima oda recordada por el anó
nimo Sobre lo sublime, infinitas veces imitada (entre otros, por
Catulo), ciertamente la poesía más famosa no sólo de Safo, sino
de toda la lírica griega. La oda por una amiga que Safo contem
pla mientras, olvidada de ella, habla con un hombre, quizá des
tinado a convertirse en su marido:
«Me parece el igual de un dios, el hombre
que frente a ti se sienta, y tan de cerca
te escucha absorto hablarle con dulzura
y reírte con amor.
Eso, no miento, no, me sobresalta
dentro del pecho el corazón; pues cuando
te miro un solo instante, ya no puedo
decir ni una palabra,
la lengua se me hiela, y un sutil
fuego no tarda en recorrer mi piel,
mis ojos no ven nada, y el oído
me zumba, y un sudor
frío me cubre, y un temblor me agita
todo el cuerpo, y estoy, más que la hierba,
pálida, y siento que me falta poco
para quedarme muerta.»25.
125
E va C a n t a r e l l a
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LA CALAMIDAD AMBIGUA
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Notas
1. Así A.W. GOMME, «The Position of Women in Athens in the Fifth and
Fourth Centuries», en CPh 20(1925)lss. Sobre posiciones análogas véase
también D.C. R ic h t e r , «The Position of Women in Classical Athens», en
C767(1971)lss. y D.H. K it t o , IG reci, Florencia 1973, pp.255ss.
2. S.B. P o m e r o y , Diosas,.., cit., pp.ll4ss. de la trad. ital.
3. A.Æ1438-1447, versión esp. de JOSÉ A lsin a (Esquilo, La Orestia, Barce
lona, Bosch, 1979).
4. A .£u .6 5 8 -6 6 1 , versión esp. de JOSÉ A l s in a .
5. Sobre el papel femenino en la tragedia véase M. SHAW, «The Female In
truder. Women in Fifth Century Drama», en CPh 70(1975)225ss., que ve en
la tragedia una apreciación de los valores del oikos, es decir, de los valores
femeninos, frente a los de la ciudad, representados por los hombres. Pero
véanse también las reservas de Η.Ρ. F o l ey , «The Female Intruder Reconsi
dered. Women in Aristophanes’ Lysistrata and Ecclesiazusae», en CPh
77(1982)lss,, y también, de la misma autora, «The Concept ofWomen in Athe
nian Drama», en Reflections o f Women in Antiquity, cit., pp. 127ss. Sobre La
Orestia, más en concreto, véase F.I. Z e itlin , «The Dynamics of Misogyny:
Myth and Mythmaking in the Orestia», en Arethusa 11.1-2(1978)179ss.
6. A.Supp.20-30.
7. Además del clásico E. B enveniste , «La légende des Danaïdes», en Revue
de l ’histoire des religions 135(1949)129ss., véase J.K. M a c K in n o n , «The
Reason for the Danaids’ «Flight»», en CQ29(1978)74ss., donde se exponen
las diversas interpretaciones de la tragedia.
8. S.Ani.806-814, 887-882. Sobre el personaje de Antigona, que «far from
being unconventional or independent... is only doing what her family might
have expected of her», cf. M. L eftkow ttz, «Influentia! Women», en Ima
ges..., cit., pp.49ss.
9. E.///>. 616-648, version esp. de A lberto M ed in a Go n zá lez y J uan
A n t o n io L ó p e z FÉr e z (Eurípides, Tragedias, I, Madrid, Gredos, 1977).
10. E.Afee/.230-251, versión esp. de A l b e r t o M e d in a G o n z a l e z y J u a n
A n t o n io L ó p e z F é r e z .
11. E.Afc.341-343, versión esp. de A l b e r t o M e d in a G o n z á l e z y J u a n
A n t o n io L ó p e z F é r e z .
130
La c a l a m id a d a m b ig u a
131
E va C a n t a r e l l a
22. Sapph. fr. 96 = 94, w.1-20, versión esp. de JUAN FERRATÉ (Líricosgrie
gos arcaicos, Barcelona, Seix Barrai, 1968).
23. Sapph. fr. 50 = 47, versión esp. de J u a n F e r r a t é .
24. Sapph. fr. 137 = 130 versión esp. de JUAN F e r r a t é .
25. Sapph. fr. 2 - 3 1 , versión esp. de J u a n FERRATÉ.
26. C orinn. fr. 15 D iehl2.
132
VI. HOMOSEXUALIDAD Y AMOR
133
E va C a n t a r e l l a
134
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con más autoridad que tú”.»15. Pero Sócrates tergiversa estas pa
labras, y Alcibiades pasa directamente a la acción: «Me levanté, sin
darle ya lugar a que dijera nada, le cubrí con mi manto —pues era
invierno— y arrebujándome debajo del raído capote de ése que
veis ahí, ceñí con mis brazos a ese hombre verdaderamente divi
no y admirable y pasé acostado a su lado la noche entera (...)
Pues bien, pese a esto que hice (...) sabedlo bien, por los dioses y
las diosas, ¡me levanté tras haber dormido con Sócrates, ni más
ni menos que si me hubiera acostado con mi padre o con mi
hermano mayor!»16.
La declaración de Alcibiades de querer hacerse amante de
Sócrates para ser mejor no es en absoluto marginal, y sirve para
demostrar que los atenienses atribuían al amor sexual una fun
ción pedagógica fundamental. Pero, más allá de esto, otra ob
servación se desprende claramente del relato: la absoluta nor
malidad de las relaciones homosexuales y la evidencia del hecho
de que, regularmente, se trataba también de relaciones físicas.
La única cosa anormal resulta ser, si acaso, la resistencia de Só
crates.
Pero sigamos: en Aristófanes los relatos de aventuras entre
hombres son completamente usuales17. Jenofonte habla con ab
soluta naturalidad de Hierón, enamorado de Dialoclo18, y para
alabar la castidad de Agesilao, cuenta que fue capaz de resistirse
a un hombre19. Lisias defiende en un discurso a un cliente acu
sado de intento de homicidio, por una lucha habida con otra
hombre a causa de un muchacho20. Teócrito, en el segundo Idi
lio, habla de una muchacha que, abandonada por su amante, se
pregunta si la habrá dejado por un hombre o por una mujer21.
Los ejemplos podrían continuar, pero pasaremos a la religión.
En numerosas zonas de Grecia existían divinidades bisexua
les y se celebraban cultos en los que hombres y mujeres se cam
biaban de vestidos y papeles. Ovidio narra la historia de Hermafro-
dito, un bellísimo muchacho que, a la edad de quince años, amado
por una ninfa que no quería separarse de él, se vio unido a ella en
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4. LA HOMOSEXUALIDAD FEMENINA
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v n . LA EDAD HELENÍSTICA:
NUEVAS IMÁGENES Y VIEJOS ESTEREOTIPOS
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4. CONCLUSIONES
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Notas
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La c a l a m id a d a m b ig u a
11. P.Oxy.91 (187 d.C.). Cuando el matrimonio cesa, no por muerte, sino por
divorcio, la obligación de alimentos recae regularmente sobre el padre. Cf.
P.Oxy.491, pp.óss. (Π see. a.C.); P.Oxy.26S. 19-26 (81-95 a.C.).
12. P.Oxy.iyi, col.Vn.1.12. Cf. C. PRÉAUX, Le statut.., cit., p. 63.
13. P.Oxy.744. Sobre el tema véase S.B. P o m e ro y , «Infanticide in Hellenis
tic Greece», en Images..., cit., pp.207ss.
14. Cf. S.G. C o le , Colud Greek Women Read and Write?, cit., y las obser
vaciones ya hechas a este propósito.
15. Cf. S.B. P o m e r o y , «The Education of Women in the Fourth Century
and in the Hellenistic Period», en AX4i/2(l 977)5 lss.
16. C. P r é a u x , Le statut..., cit., pp.171-172.
17. D i t t e n b e r g e r , SyUoge1, n.578.
18. Un perfil de Olimpiada aparece en Plu. A/ex2.
19. Cf. D.S. 19.67, y la reconstrucción del personaje hecha por G.H. MA-
CURDY, «The Political Activities and the Name of Cratesipolis«, en AJPh
50(1929)273ss.
20. Cf. G.H. M a c u r d y , Hellenistic Queens, Baltimore 1932, p. 125.
21. Sobre Cleopatra cf. E. W i l l , Histoire politique du monde hellénistique,
Π, Nancy 1967, pp.445ss.
22. D e nuevo G.H. MACURDY, Hellenistic Queens, cit., y también las obser
vaciones de C. P r é a u x , Le statut.., cit., pp,134ss.; las de S.B. P o m e ro y ,
Diosas..., cit., pp.l31ss. de la trad, ital.; y ahora las de M. LEFKOWITZ, In
fluential Women, cit.
23. Cf. A.W. GOMME - F.H. S a n d b a c h , Menander, A Commentary, Ox
ford 1973, pp. 2 Iss.
24. Sobre los personajes de la Nea véase R. CANTARELLA, Letteratura greca,
cit., pp.396ss., y E. FANTHAM, «Sex, Status and Survival in Hellenistic At
hens; a Study of Women in New Comedy», en Phoenix 29(1975)44ss.
25. A.Au. 1652, y K583ss.
26. Cf. A. KORTE, «Ménandros», en PWRE, XV, 1,1931, col. 720, y H.J. M e t
t e , «Ménandros», en PWRE, Suppi, XU, 1970, col.854ss; A BORGOGNO, «As
pis e eplikeros», en Riv. ital. Filol. elstruz. class. 2* ser. 98(1970)275ss.
27. Cf. E. K a r a b e l i a s , L’epiclerat attique, cit., pp.234 ss., y adem ás «L’épi-
clerat dans la com édie nouvelle e t dan s les sources latines», en Symposion
167
E va C a n t a r e l l a
168
Segunda Parte
Roma
Y in . LA HIPÓTESIS M ATRIARCAL
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dice, son los agatirsos, los auseos y los maclos, los cuales, cuan
do un niño cumple tres años, deciden quién es el padre basán
dose en el parecido. Por no hablar de los gindanos, cuyas mujeres
se ponen en el tobillo un anillo por cada hombre con que se aco
plan y gozan de un prestigio proporcional al número de anillos24.
Pero, ¿es lícito a partir de esto remontar a un hipotético matri
monio colectivo o, más genéricamente, a hipótesis gineeocráticas?
Bien mirado, los testimonios de los etnógrafos antiguos son
bastante poco merecedores de atención. En primer lugar por
que, en realidad, son contradictorios.
Nicolás de Damasco, por ejemplo, atribuye a los libumios
los usos que Heródoto atribuye a los auseos, y a los galactófa
gos (cuyo nombre homérico resulta no poco sospechoso) los
que Heródoto atribuye a los agatirsos25. Y no sólo esto: según
Estrabón, los que plantarían un bastón para dar publicidad a
sus relaciones no serían los nasamones, sino los masagetas y los
árabes26, que, en otro lugar, por lo demás, resultan simplemente
privados de mujeres27.
Como se ha observado con razón, en resumen, la imprecisión
de estas fuentes es tal que no consiente ni la identificación de los
pueblos a que se refieren, ni la certeza de que hayan existido.
Pero hay más: si nos fijamos, la descripción de Heródoto de los
pueblos situados en las costas orientales del Mediterráneo es, en
realidad, una representación simbólica: es la antítesis de Grecia.
No es casual, por lo tanto, que, tomando las relaciones entre
los sexos como parámetro, Heródoto describa emparejamientos
diferentes entre sí, pero reducibles a dos modelos: los empareja
mientos promiscuos y polígamos por un lado, y los públicos por
otro. Cosa ésta última para un griego no menos «bárbara» que
un régimen de promiscuidad28.
Los usos descritos por Heródoto, para concluir, más que res
ponder a la realidad, responden al deseo de proponer una ima
gen de la realidad bárbara exactamente opuesta a la griega en
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La c a l a m id a d a m b ig u a
suma, algo así como una imagen vista en el reflejo de lo que jus
tamente se ha definido como «el espejo» de Heródoto29.
Llegados a este punto, ¿cómo valorar los testimonios de los
etnógrafos antiguos?
En primer lugar, es preciso recordar que no hablan jamás de
Roma, lo cual significa que en todo caso no es admisible utili
zarlas para reconstruir la prehistoria de esta ciudad. Una vez ar
chivada la idea del XIX de un desarrollo unilineal de la historia,
incluso en el caso de que fuesen dignas de crédito, estas fuentes
solamente podrían valer con relación a los pueblos cuyas cos
tumbres describen.
Pero al margen de esto, se impone una consideración de ca
rácter más general. Como escribe Pembroke, si bien en las fuen
tes griegas aparece la palabra «ginecocracia», bien mirado «no
hay un solo caso en el que lo que los griegos designan con este
nombre —en Grecia o fuera de ella— pueda identificarse como
sistema matrilineal»30.
Para concluir, del llamado matriarcado o del sistema matrili
neal no existe rastro tampoco en el área itálica. Y con esto po
dría cerrarse ese tema, si no fuese extremadamente interesante e
instructivo, antes de abandonarlo definitivamente, recorrer al
gunas etapas de lo que ya se ha convertido en polémica acadé
mica, para poner en evidencia sus muchas implicaciones y sus
diversas utilizaciones políticas.
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E va C a n t a r e l l a
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Notas
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3. Sobre las divinidades femeninas en Roma y sobre sus cultos véase G. DU
MÉZIL, Déeses latines et mythes vediques, Bruselas 1956, y La religione ro
mana arcaica, trad, it., Milán 1977, pp.57ss., y 261ss.; J. G a g é , Matronalia,
Bruselas 1963; G. R a d k e , Die GôtterAltitaliens, Münster 1965, y el clásico
G. WiSSOWA, Religion undKultus derRômer, Munich 1912 (2* éd.).
4. Liu.1.34. Cf. D.H.4.47.
5. Liu.1.39. Cf. D.H.4.2.
6. Liu.1.41 (Dionisio se calla sobre el particular).
6 bis. Liu.1.41: «con el apoyo de una fuerte guardia, fue el primero que reinó
sin mandato popular, por acuerdo del senado», versión esp. de ANTONIO
F o n t á n (TitoLivio, librosIyΠ, Madrid, C.S.I.C., 1987).
7. A. M o m ig lia n o , «The figure miüche: Tanaquilla, Gaia Cecilia e Acca
Larenzia», en Quarto contributo alia storia degli studi classid e del mondo
antico, Roma 1969, pp.455ss.
8. Y. THOMAS, «Mariages endogamiques à Rome. Patrimoine, pouvoir et
parenté dans l’époque archaïque», en i?ÆZ3F58(1980)345ss. Vuelve a propo
ner en cambio la hipótesis de la transmisión del poder real a través del matri
monio con la hija del rey A. B o rg h in i, «Elementi di denominazione matrili-
neare alie origini di Roma: logica di una tradizione», en curso de impresión
en M.D. Materiali e discussioniper l’analisi dei testi classid, que, partiendo
de la leyenda de Eneas en el Lacio y moviéndose a lo largo de la linea trazada
por J.G. FRAZER, tiene en perspectiva la hipótesis según la cual el grupo que
obtenía mujeres procedentes de otro (ya se tratase de una sola, como en el ca
so de las hijas del rey, o de un grupo de mujeres, como en el caso de las sabi
nas) habría renunciado en cambio a su nombre, asumiendo la denominación
matrilineal.
9. Theop. apud Ath.12.5170-5183.
10. Sobre la mujer etrusca véase L. B o n f a n te W a r r e n , «The W omen o f
Etruria», en Arethusa 6.1(1973)9Iss. que, si bien excluye que la sociedad
etrusca fuese «matriarcal» en el sentido que quería Bachofen, pone sin em
bargo de relieve el alto prestigio social disfrutado por la mujer; y, además, de
la misma autora, «Etruscan Women: a Question o f Interpretation», en Ar
chaeology 26(1973)242ss., y «Etruscan Couples and their Aristocratic So
ciety», en Reflexions..., cit., p.323; M. SORDI, «La donna etrusca», en Miso
ginia emaschüismo in Greda ea Roma, cit., pp.49ss., que, si bien excluye el
m atriarcado, habla de «descendencia matrilineal».
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11. Entre éstos me limitaré a citar aquí a S. MAZZARINO, «Le droit des
Etrusques», en Iura 12(1961)24ss., en particular pp.35ss., que, partiendo de
la hipótesis del origen oriental de los etruscos, relaciona sus usos onomásti
cos con los análogos de los licios y con los testimonios provenientes de la isla
de Lemnos, donde todavía en el siglo IV se solía indicar la descendencia a
través del nombre del tío, y no el del padre.
Pero, prescindiendo de toda discusión sobre el origen de los etruscos,
que ciertamente no es posible afrontar aquí, y admitiendo, incluso, su ori
gen oriental, la hipótesis de un derecho materno oriental es hoy difícilmente
aceptable. Baste recordar aquí los ya citados estudios de S. P e m b ro k e so
bre la etnografía antigua, así como sus investigaciones sobre las inscripcio
nes licias, en las cuales en realidad no es posible encontrar resto alguno de
matrilinealidad: cf. «Last of the Matriarchs: a Study in the Inscriptions of
Lycia», en Journal of the Economic and Social History of the Orient
8(1965)217ss.
De descendencia por línea femenina en Etruria habla también, reciente
mente, Μ . SORDI, «La donna etrusca», en Misoginia emaschiüsmo in Gre
da e a Roma, cit., pp.49ss.
12. Cf. R. Fox, Kinship andMarriage(1967), trad. it. Laparentela e il matri
monio, Roma 1973, p.51.
13. CIE 5904, en Μ. C r is to f a n i , Introduzione alio studio dell’etrusco, Flo
rencia 1977, p. 126.
14. C om o observa Μ. CRISTOFANI, op.cit., pp. 17ss.
15. Val.Max.55.5ext. 1.
16. Pers.2.37-38: «Que lo anhelen por yemo el rey y la reina, que los mucha
chos se lo disputen; que dondequiera que pise nazcan rosas», versión esp. de
R o s a r i o C o r t é s (Persio, Sátiras, Madrid, Cátedra, 1988).
17. E. SERENI, Comunitá rurali,.., cit., p.262.
18. Cf. Matriarcato e potere delle donne, al cuidado de I. M a g li, Milán
1978, p.61.
19. Así últimamente G. F r a n c io s i, Clan gentilizio e strutture monogami-
che, Nápoles 1978, pp.239ss. Pero en sentido diferente véase O. SZMERENYI,
«Studies in the Kinship Terminology of the Indoeuropean Languages», Acta
Iranica 16(1977)159ss., y Ph. MOREAU, «La terminologie latine et indoeuro-
péene de la parenté et le système de parenté et d’alliance à Rome: question de
méthode», en REL 56(1978)41ss., según los cuales la terminología latina no
presentaría ningún elemento dasificatorio. Y véanse también mis consideracio-
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1972, y L’evoluzione délia donna, Milán 1980. Entre las defensoras del ma
triarcado citaremos a E. ACWORTH, TheNewMatriarchy, Londres 1965.
32. El interés político de los grupos feministas por el problema ha llevado a
la creación de centros de estudio como el Matriarchy Study Group (Flat 6,
Guilford Street, London WC 1) y TheFoundation for Matriarchy, P.O. Box
271, Pratt Station, Brooklyn, New York 11205.
33. Véase, con más profundidad, mi «Introduzione» a J. J. B a c h o fe n , Πpo-
tere femminile, cit., pp.lOss., y después «J.J. Bachofen tra storia del diritto
romano e scienze sociali», en Sodologia del diritto 3(1982)11 lss. = Presenta-
ήοηβ di J.J. BACHOFEN, Introduzione al diritto materno (al cuidado de E.
Cantarella), Roma 1983.
34. F. E n g e ls , L’origine délia famigüa, délia propietà privata e dello Stato,
Roma 1963 (4* éd., en particular cf. la «Prefazione», p.41).
35. W. REICH, L’imizione délia morale sessuale coercitiva, Milán 1972.
36. E. Jo n e s, en Saggidipsicoanalisiapplicata, Π, Rimini-Florenda 1972.
37. J. E v o la , Introduzionea. Lemadriela virilità olímpica, Milán 1949, ρ.16.
192
DC LA ÉPOCA MONÁRQUICA Y LA REPÚBLICA
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cierne a los padres sobre sus hijos. Y no sólo porque hoy esta
potestad corresponde, en muchos países, a los dos genitores
conjuntamente, y no sólo al padre4, sino también y sobre todo
. porque la potestad de los genitores sobre los hijos es concebida
hoy como una institución de protección, destinada a integrar la
capacidad in fieri del hijo menor de edad. En otros términos,
está establecida en interés de éstos, mientras que la patria potes-
tas era una institución potestativa y perpetua.
Manifestación de una posición de absoluta supremacía del
pater, la patria potestas, por lo tanto, duraba tanto como la vi
da del pater, con independencia de la edad de aquéllos que esta
ban sometidos a ella. Al morir el pater, se liberaban de la patria
potestas sólo los descendientes directos, es decir, los hijos y los
hijos de los hijos, si el padre natural de éstos había muerto an
tes. Todos los demás pasaban a estar bajo la potestas de éstos,
convertidos en nuevos patres familias. En resumen, en Roma
estaba libre de la patria potestas solamente quien no tenía as
cendentes.
Dicho esto, veamos cuál era la condición de los que estaban
sometidos a la potestad y, en particular, de las mujeres.
Si seguimos en el tiempo la vida de un filius familias, vemos
que el primer poder que el pater podía ejercitar sobre él era el de
«exponerlo». En el momento del nacimiento, con gesto muy sig
nificativo, los recién nacidos, fuesen machos o hembras, eran
depositados a los pies del pater, que podía a su elección y sin
ninguna necesidad de explicar las razones levantarlos del suelo,
tomándolos en brazos, y con esto aceptarlos en familia (tollere
o suscipere Jiberos), o bien dejarlos donde habían sido puestos,
y por tanto librarse de ellos abandonándolos a su propia suerte,
sobre las aguas del río o en otros lugares en los que estaban des
tinados a morirse de frío o de hambre. Pero cuando se trataba
de una hija hembra, la ceremonia era diferente, y el padre, si no
quería exponerla, tenía que ordenar explícitamente que fuese
alimentada.
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6. LA CAPACIDAD PATRIMONIAL:
EL TESTAMENTO DE ACA LAJlENCIA
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9. LA LEGISLACIÓN AUGUSTEA:
DISPOSICIONES DEMOGRÁFICAS Y
REPRESIÓN CRIMINAL DEL ADULTERIO
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de cualquier forma que fuera, y a dar fuerza, una vez más, a los
modelos tradicionales. Es lo que muestran claramente, y sin po
sibilidad de equívocos, las anécdotas sobre algunas figuras fe
meninas y, de modo más general, las pocas noticias (en su ma
yoría tomadas de las inscripciones funerarias) relativas a figuras
de mujeres que, a pesar de haber pasado sus vidas en el anoni
mato, sin embargo fueron recordadas en el momento de la
muerte por sus cualidades «ejemplares».
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dad, las mujeres debían ser comunes61. Pero lo que aquí nos im
porta, más que las razones de Catón, es la reacción de Marcia:
su obediencia, que le hizo aceptar algo que, no sólo era contra
rio a sus deseos, sino que estaba en contradicción con el modelo
de la univira.
Sin embargo, en Roma había también mujeres que rechaza
ban su papel, en nombre de un modelo de vida distinto. Y entre
ellas es célebre una, precisamente por su trasgresión: Clodia,
amada por Catulo, celebrada por él con el nombre de Lesbia, y
no por azar no recordada por los historiadores, sino tan sólo
por quien la había amado u odiado ferozmente.
Clodia era una mujer libre: estamos en el siglo I a.C., cuando
un nuevo tipo de mujer aparece en la escena de Roma, inspira
do en el modelo de las actrices y de las heteras griegas, que in
tentan imitar las mujeres romanas o, al menos, algunas de ellas.
En el año 61, a los treinta y tres de edad, Claudia conoce a
Catulo, que tenía entonces veintisiete. En el 59, á la muerte de
su marido, deja a Catulo por el todavía más joven Celio. Pocos
datos, pero más que suficientes para comprender que Clodia es
taba lejos de los ejemplos a los que servían de propaganda las
anécdotas que hemos recordado: una mujer que escoge y deja a
sus amantes, a los que se propone como una presa que escapa,
que rechaza hacerse objeto de posesión. Una protagonista, cier
tamente: pero una protagonista todo menos apreciada. Cpando,
abandonada por Celio, lo acusa de no haberle restituido el dinero
prestado, de haberle sustraído joyas y, en fin, de haber intentado
envenenarla, el discurso escrito por Cicerón en defensa de Celio no
le ahorra calificativos: «Clitemestra», la define y, además, quadran
talia, una Clitemestra de cuatro reales62.
Más que sobre los hechos de que se acusa a Clodio, Cicerón
se detiene sobre la figura de Clodia, una mujer cuya conducta
hacía que sus acusaciones resultasen inatendibles.
Nada más quedarse viuda, sostenía el orador (sin dejar de in
sinuar que Clodia hubiese envenenado a su marido), se entregó
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33. Con la sola excepción de los poetas elegiacos, sobre cuya actitud véase F.
D e l l a CORTE, «Le leges Iuliae e l’elegia romana», en Austieg und Nieder-
gang derRomischen Welt Π, 30,1,1982, pp.531ss.
34. Así J. KAJANTO, L’onomastiquelatine, París 1977, pp,184ss.
35. Así G. BONFANTE, «Il nome della donna nella Roma arcaica», en Ren
día Accad. Naz. Lintxi, d. se. mor., stor. efilol. 35(1980)3ss.
36. Es la hipótesis ya citada de E. PERUZZI, Le origini diRoma, pp.99ss.
37. Así R .L . M é n a g e r , «Systèmes onomastiques, structures familiales et
classes sociales dans le monde greco-romain», en Studia Doc. Hist, e Iuris
46(1980)146ss., a cuyas investigaciones me refiero en el texto.
38. En Julio Paris, donde leemos también que, según Quinto Mucio Escévo-
la, a las mujeres se les ponía el praenomen cuando se casaban (a diferencia de
los machos, que lo recibían al tomar la toga viril). Pero Festo, s.v. Lustríd
dies, Plu.2.288 E y Macr.5a/.l. 16.36, sostienen en cambio que el praenomen
se les imponían en el momento de la purificación, es decir, al octavo día del
nacimiento para las mujeres, y al noveno para los hombres.
39. Respectivamente Varro 2X9.61, y Fest.251.6.
40. Así de nuevo R.L. MÉNAGER, op.dt., p.203.
41. Sobre el sistema onomástico etrusco véase, entre otros, el ya clásico M.
CRISTOFANI, Introduzione all studio del!’etrusco, cit., y el más reciente de M.
TORELLI, Storia deglietruschi, Barí 1981, pp.71ss.
42. La afirmación de Pericles es transmitida por Tuc.2.45. La alabanza de
Bona Dea se encuentra en Varrón (en Lact.2nsí.l.22). Para el ejemplo puesto
por Macrobio véase Sat. 1.12.27.
43. M.J. F inley, «The Silent Women of Rome», en Aspects of Antiquity,
Discoveries and Controversies, Londres 1968, p. 131.
44. Liu.8.18.8.
45. Sobre el proceso véase C. HERMANN, Le rôle judidare et politique des
femmes sous la Républiqueromaine (= Coll. Latomus, 67), Bruselas 1964.
46. Sobre todo véase C. GALUNI, Protesta e integrazione nella Roma antica,
Bari 1970, p.31.
47. Liu.39.13.9.
48. Liu.39.15. 9.
231
E va C a n t a r e l l a
49. Esto no significa, por otra parte, que las Bacanales puedan interpretarse
sólo en clave de revuelta «feminista», según la hipótesis sostenida por C.
H e rm a n n , Le rôlejudiciaire et politique des femmes sous 1aRépublique ro
maine, cit. Como nota justamente C. GALLINI, Protesta, cit., p. 5, las mujeres
eran sólo uno de los componentes de un movimiento más vasto y complejo
en el cual todas las clases «marginadas» expresaban su insatisfacción. Contra
la hipótesis simplificadora de la revuelta feminista véase además G. F r a n -
Ciosi, Clan gentilizio..., dt., I, pp.51-52, y C. B e ll u , Alcune considerazioni
sulla condizione giuridica délia donna nell’età repubblicana (Studi economi-
co-giuridid dell’Univ. di Cagliari, 49), 1979, pp.lSlss.
50. Cf. Hier. IouinAA9 = PL23.293.5.
51. Plu. CatMin. 7.17.
52. Liu.40.37.4-5.
53. Sobre la crisis demográfica, sobre su larga duración y sus consecuendas
véase M. F in le y , Manpower and the Fall of Rome, Aspects ofAntiquity,
Discoveries and Controversies, Londres 1968, pp,153ss.; P. SALMON, Popu
lation et Depopulation..., dt.; E. P a r l a g e a n , «La limitation de la fécondité
dans la Haute-Epoque byzantine», en Annales E.S.C. (1969)1353ss., y con
referenda al papel jugado en esta direcdón, en los siglos sucesivos, por el as
cetismo y la exaltadón de la castidad, sobre el cual volveremos a hablar, A.
R o u s s e l le , Sesso e societá alie origini dell’età cristiana, Bari 1985. Sobre
los sistemas anticonceptivos (a los que, entre otras cosas, para la época repu
blicana, hacen referencia Lucr.4.1268-1272 y Plin./íA(29.27.85) véase S.B.
P o m e ro y , Diosas.., cit., p. 177 de la versión ital., y ahora D. G o u v e r itc h ,
Le mal..., cit., pp,195ss. Con referenda particular a los siglos del Imperio
véase, además, K. HOPKINS, «Contraception in the Roman Empire», en Stu
dies in Society andHistory 8(1965-66)124ss.
Sobre el aborto, E. NARDI, Procurato aborto ne1mondo greco e roma
no, Milán 1971; D. GOUBERTTCH, Lema!..., dt., pp.206ss., y G. PUGLIESE,
«H ciclo della vita individúale nell’esperienza giuridica romana, en Πdiritto
e la vita materiale (= Atti dei ConvegniLincei, 61), Roma 1984, pp.55ss.
54. Para Lucreda cf. Liu.1.58-60; para Virginia Liu.3,44-48. Cf. P. G r im a l,
L’amour à Rome, Paris 1963; trad. ital. L’amore a Roma, Milán 1964,
pp.23ss. Sobre el «mito» de Lucreda, sus orígenes, su fortuna, y sobre el mo
do en que ha sido interpretado y elaborado a través de los tiempos cf. I. DO
NALDSON, The Rapes ofLucretia. A Myth and its Transformations, Oxford
1982.
55. Liu.2.40, y Plu.CWo/33-34.
232
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X. EL PRINCIPADO Y EL IMPERIO
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2. EL MATRIMONIO Y EL DIVORCIO
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3. LA DOTE, LA TUTELA Y
EL RECONOCIMIENTO DEL PARENTESCO
EN LÍNEA FEMENINA
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LA CALAMIDAD AMBIGUA
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jor, los cultos eran los mismos, pero las mujeres se comporta
ban de tal forma que eran indignas de tomar parte en ellos. En
tre ideología y práctica la discrepancia se hacía cada vez más
fuerte y peligrosa: por un lado estaban los viejos principios, que
el tiempo no había cambiado, y cuya importancia seguía siendo
fundamental para el Estado; por otro estaba la actitud de las
mujeres.
Por tanto, el profundo cambio del comportamiento femeni
no no fue paralelo a un cambio de la ideología y de los modelos
que propugnaban la religión y los cultos antiguos. Fueron las
mujeres, con sus trasgresiones, quienes pusieron en discusión
los principios que la civitas seguían valorando y, en primer lu
gar, el de la subordinación.
Un solo culto, entre los propiamente romanos, podría pare
cer a primera vista diferente de los demás, y por su diversidad
ha sido señalado como uno de los hechos que contribuyeron a
la emancipación femenina: se trata del culto de Vesta, cuyas sa
cerdotisas pueden parecer (y en algunos aspectos lo eran) muje
res «emancipadas».
Destinadas a servir a la diosa durante un período que en los
orígenes, según Dionisio de Halicarnaso, habría sido de cinco
años97, y elegidas con el sistema que pronto veremos, según Plu
tarco primero en número de dos, luego de cuatro, y por último
de seis98, las Vestales en época histórica eran consagradas a la
diosa por treinta años, durante los cuales eran obligadas a man
tenerse castas; gracias a su consagración, quedaban libres de la
sumisión a la patria potestas y exoneradas de la tutela; de este
modo, eran las únicas mujeres que, muchos siglos antes que las
demás, podían hacer testamento sin necesidad de obtener una
autorización masculina. En consecuencia, la figura de la sacer
dotisa de Vesta habría sido, en muchos aspectos, la de una mu
jer diferente y más libre, cuya existencia habría contribuido a
allanar el camino hacia la emancipación99.
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9. EL CRISTIANISMO
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Notas
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3. Cod.Theod. 5.10.1.
4. Cod. Theod.S.9.2. Para las provincias, el mismo emperador reconoce la va
lidez de la venta del expuesto como esclavo {Cod.Theod. 11.27.2, del año
322).
5. Cod.Iust.%.5l(52).2.
6. CodJust.8.51(52).3.
7. Dig31Λ2.5.
8. £>/¿.48.9.5.
9. // kí.4.18.6.
10. Sobre el matrimonio y los muchos problemas con él relacionados cf. J.
G a u d e m e t, «Le mariage en droit romain. Iustum matrimonium», en RIDA
2(1949)309ss., y «Originalité et destin du mariage romain», en Stud'P. Kos-
chaker, LEuropa e il diritto romano, Milán 1954, pp.513ss., publicados de
nuevo en Société et mariage, Estrasburgo 1980, respectivamente pp.46ss., y
pp.l40ss.; R. O r e s ta n o , La struttura giuridica del matrimonio dal diritto
classico al diritto giustiniano, Milán 1951; E. VoLTERRA, La conception du
mariage d’après lesjuristes romains, Padua 1940, y Lezioni di diritto roma
no, Roma, curso 1960-1961; voz «Matrimonio» (dir. rom.), en Novissimo
Digesto Italiano, X, Turin 1964, pp.30ss.; «La conventio in manum e il ma
trimonio romano», en y?/56:95(1968)205ss.; «Matrimonio», en Enciclopedia
del diritto 25(1975)726ss.; «Precisazioni in tema di matrimonio classico», en
BIDR 78(1975)245ss., y «Ancora sulla struttura del matrimonio classico», en
Festschr. U. Von Lübtow, Berlin 1980, pp,147ss.; O. ROBLEDA, Elmatrimo
nio en derecho romano, Roma 1970; D. D a u b e , «Aspects of Informai Ma-
rriage», en RIDA 25(1978); y por último, con importantes consideraciones
sobre el papel de instrumento de solidaridad política y patrimonial asumido
por la institución matrimonial en los últimos siglos de la República, Y. THO
MAS, «Mariages endogamiques à Rome. Patrimoine, pouvoir et parenté de
puis l’époque archaïque», en RHDF 5i(\980)345ss.
11. Sobre la formula del repudio, quizá prevista por las XII Tablas, véase A.
WATSON, «The Divorce of Carvilius Ruga», en Tijd. V. Rechtsg. 33(1965)
38ss) cf. Plaut.AropA.928, y 7/7/2.266; Quint£te/262; Apul.M?í.5.26 y Dig.
24.2.2.1 (Gai.2, Aded. prov.).
12. Sobre las relaciones patrimoniales entre cónyuges véase M.GARCÍA GA
RRIDO,Ius uxorium. El régimen patrimonial de la mujer casada en derecho
romano, Roma-Madrid 1958; H. KUPISZEWSKJ, «Osservazioni sui rapport!
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29. Mart.7.67.
30. Iuu.6.464-474.
31. Iuu.6.229-391.
32. Sobre la prohibición cf. Dig.3.1.1.5. Sobre Carfania véase E. C iccom ,
Donne e politica negli ultimi anni della Roma repubblicana, Milán 1985, con
una nota introductoria de E. Cantarella. [También A. LÓPEZ LÓPEZ, «Escri
toras latinas: las proscritas», en Estudios de Filología Latina en honor de la
Profesora Carmen Villanueva Rico, Granada 1980, pp.49-69; «La oratoria
femenina en Roma a la luz de la actual«, en Actas dé la Universidad de Vera
no de-Teruel4, Teruel 1989, pp.97-115.)
33. Quint./λΛ. 1.1.6. [Véase A. L ópez López, Escritoras latinas..., cit.].
34. Corp. Z/'é.3.13-18.
35. Cf. Mart.l0.35y38.
36. Stob.3.7.
37. POxy. 1380.9.214-216.
38. D.S.1.27.
39. HA Elag3.
40. Sobre el tema véase S. M a z z a r in o , La fíne del mondo antico, Milán
1959, pp.133-134 [EL fin delmundo antiguo, trad. esp. de B la n c a P.L. d e
C a b a l l e r o , México 1961],
41. Por otra inscripción sabemos de una tal Apuleya, que aparentemente tra
bajaba con su marido. Cf. ILS 6408a, sobre lo cual M. LEFKOWITZ, Influen
tial Women, cit., p.59, y más en general E. LYDING W il l, «Women in Pom
peii», en ArcAaeo^ 33(1979)34ss.
42. Cf. sobre este argumento J. CARCOPINO, La vita quotidiana, cit., p.209, y
G. FAU, L ’émancipation, cit., pp,193ss. Pero más que de médicos (salvo ra
rísimas excepciones, como una tal Iulia Pieris, de Treveri, en cuyo epitafio,
máximo elogio, se lee que jamás hizo nulli malis, es decir, daño alguno), se
trataba en realidad de practicantes, que ayudaban a las mujeres a parir o a
abortar, y que, además, gozaban de pésima fama. Pero sobre todo eso véase
D. GOUREVITCH, Lemal..., cit., pp.217ss.
43. Cic.De off. 1.42.
44. Véase J. MAURIN, «Labor matronalis: aspects du travail féminin à Ro
me», en Les femmes dans les sociétés antiques, cit., pp,139ss., con justas con-
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67. Iuu.6.364-374.
68. Iuu.6.136,141 y 205-212.
69. Iuu.6.183-190.
70. Iuu.6.432-437.
71. Iuu.6.642-650.
72. Mart.4.75,9.30.
73. Mart.11.53.
74. Mart.7.69.
75. Mart. 10.35.
76. Tac. An/j. 14.63.
77. Plut.134 F (Preceptos de higiene, cap. 22).
78. Ou.Am.2.14.
79. S u n . HeiV. 16.3,
80. Cf. Geli. 12.1.8-9.
81. S o r a n o se ocupó del problema en el De anima 25.4-6, en Gynaikeia
19.60-63. Sus tesis fueron tomadas después por Aecio De re medica 16.16-17.
Pero sobre sus teorías, y de modo más general sobre la actitud de los mé
dicos con relación al aborto, véanse las obras ya citadas de P. M a n u l i , A.
R ou sselle y D. GouREvrrcH.
82. Perikatarchon 145ss.
83. Dig.40.7.3.16 (la opinión es transmitida por Ulpiano). Sobre el problema,
su solución, y de modo más general sobre la actitud del derecho con relación
al aborto provocado véase G. P u g lie s e , Ώciclo della vita individúale..., cit.,
pp.74ss.
84. Tert.Apol 9.8.
85. Dig35. 9.
86. Dig.\ 1.8.2.
87. Dig.lSAX. Sobre el hecho de que el aborto estuviese prohibido solamente
a la mujer casada véase R. C r a h a y , «Les moralistes anciens et l’avorte-
ment», en L’antiquité classique..., cit., pp.210ss.
88. Mart. 1.13, versión esp. de JOSÉ GUILLÉN.
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128. Sobre el hecho muy significativo de que la mujer núbil podía abortar,
además del ya citado C r a h a y , Les moralistes anciens et l ’avortement, véase
ahora D. GOUVERUCH, Lemal..., cit., pp.210ss.
129. Cf. Lact.£p.3(38).5.
130. Digü.XX.S.
131. £>#.50.17.2.
132. Eu.Mat 19.9 y Eu.Marc. 10.11.
133. Eu.Mat.\9.\QA\, version esp. de E lo ín o N á c a r y A lb e r t o C o lu n g a .
134. Paul. 1.7.36-38, version esp. de E lo In o NA ca r y A lberto C o l u n g a .
[N. del T.: dada la interpretación a que da lugar este pasaje en el texto, creo
conveniente reproducir la versión italiana que adopta Eva Cantarella en el
original de este libro: «se qualcuno teme di agiré in m odo sconveniente nei
confronti délia sue vergine, quando sia neî fiore dell’età, ed è necessario che
le cose vadano cosí, faccia quello che vuole: non pecca! Si sposino. M a colui
che h a deciso nel suo cuore, non costretto dalla necessità, m a padrone della
sua volontà, e ha determinato nel suo animo di m antener vergine la sua (fan-
ciulla), farà bene. Cosí chi sposa la sua vergine fa bene, chi non la sposa fa
meglio».]
135. Sobre los «gnósticos» véase F. A d o rn o , Lafílosofía antica, Milán 1972
(3a éd.), Π, pp.440ss. Sobre su continencia, y su relación con el sexo, véase M.
CRAVERI, Vita di Gesú, cit., pp.225ss., y A. Di Ñ o la , Cristo segreto. Asees/e
rivoluzionesessualenelcristianesimo nascente, Roma 1980, pp.55ss.
136. Sobre Gregorio Nacianceno y su obra véase R. CANTARELLA, Poeti ti
zantini, Milán 1948, Π, pp.54ss. Sobre la exaltación de la virginidad de for
ma más general, véase J.A. M c N a m a ra , «Sexual Equality and the Cult of
Virginity in Early Christian Thought», en Feminist S/t/afes 3.3-4( 1976) 145ss.
137. Cf. de nuevo M. CRAVERI, La vita de Gesú, cit., pp.28ss., donde pueden
verse ulteriores referencias al proceso de «hiperdulía» de la Virgen, declarada
en el Concilio de Trento (1546) inmune de todo pecado, incluso venial; decla
rada asunta al cielo en alma y cuerpo (como dogma) por Pío XII, en 1950;
señalada por algunos teólogos en el congreso mariológico de Lourdes de
1958 como «mediadora», es decir, sin cuya intervención Dios no podría con
ceder gracia alguna a los hombres; y, por último, en 1964, propuesta por el
cardenal polaco Wyszynski (durante el Concilio Vaticano II) como «madre de
la Iglesia».
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XI. EL IMPERIO BIZANTINO
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Notas
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(The Byzantine Empiré), Cambr. Univ. Press, 1966, trad. ital. Milán 1978;
H. A h r w e i l e r , L’idéologie politique de l ’empire byzantin, Paris 1975. So
bre la condición femenina, con posturas diversas, cf. S. L a m b ro s , «E gyne
para tois byzantionis», en Neos Hellenomnemon 17(1923)259ss., y J. BEAU-
CAMP, «La situation juridique de la femme à Byzance», en Actes du collo
que sur «La femme dans les civilisations des XI - ΧΙΠsiècles» (= Cahiers de
civilisation médiévale 20.2-3(1977)145ss.; A.E. LAIOU, TheRole of Women
in Byzantine Society, XVI Intemationaler Byzantinistenkongress, Akten, I,
I, Viena 1981 (= JOB 31,1, pp.233ss.); la sección 4, 4, de Akten, Π, está en
teramente dedicada a la condición femenina; y por último J. H e r r í n , «In
Search of Byzantine Women: Three Avenues of Approach«, en Images, cit.,
pp.l67ss.
2. Procop./teri. 1.230.
3. Sobre todo esto véase S. RUNCIMAN, La civiità bizantina, cit., pp.76ss.
Sobre la lucha por el poder entre Irene y su hijo cf. J.B. BURY, A History of
the Later Roman Empire (395a.D. - 850 a.D.), Londres 1889, y Amsterdam
1966,11, pp.483ss.
4. Así lo afirma varias veces en su legislación el emperador León VI, del que
se pueden ver las Novellae 31, 98 y 112, que, como todas las obras jurídicas
citadas en este párrafo, están recogidas en el lus graecoromanum, editado
po r C.E. ZACHARIAE v o n L in g h e n t h a l , reed. Aalen, 1962.
5. EdAA.
6. ProchA3 y 1.6.
7. Cf. Ed. 2.13 y 17.27 y Ed.privH.2\.
8. Sobre las penas por el adulterio véase F. GORIA, Studi sul matrimonio
dell’adultera nel diritto giustinianeo e bizantino, Turin 1975, pp. 182-185, y
225-228, y J. B eau cam p , Za situationjuridique..., cit., pp,156ss.
9. Cf. NouAi. El tema es desarrollado en Peira 30.11.
10. Peira 64.1-2.8.9-10-11-19-20.
11. Peira 25.30.
12. Peira 16.7 y 25.68.
13. P e ¿ a 49.5.
14. Sobre todo esto de nuevo J. BEAUCAMP, La situation juridique..., cit.,
p. 175, de la cual para una investigación sobre las raíces romanas de la idea
de la debilidad femenina, véase también «Le vocabulaire de la faiblesse fémi-
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LA CALAMIDAD AMBIGUA
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