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La Providencia Divina

sobre el hombre

Por el Staretz (Anciano) Paisios

(Eznepidis, Monte Athos, 1924-1998)

Contenido:

La vida del Santo Paisios

La Providencia Divina

Staretz Pisios Sobre la Providencia Divina

El hombre a menudo intenta organizar


todo sin Dios. Las bendiciones de la
milagrosa Divina providencia. La entrega
de sí mismo a la providencia Divina. Dios
todo lo usa para el bien. Las bondades
Divinas hacen una brecha en el
corazón. El agradecimiento a Dios por lo
poco y lo mucho.
Notas:

La vida de Santo Paisios

Después del servicio militar, el futuro


Anciano Paisios, se fue al Monte Santo,
ya que había decidido llevar ahí una vida
monástica. En 1950, de nuevo llegó al
Monte Athos. La primera noche fue
recibido con hospitalidad en la celda del
monasterio de san Juan el Teólogo, que
se encuentra al lado de Karea. Luego se
dirigió al hermitario de San Pantaleón, en
la celda de la Introducción, donde se
encontraba un virtuoso confesor el Padre
Cirilo, asceta, originario de Arginio.

A Paisios le gustaba estudiar la vida de


los Santos, el Patericon (un libro con
dichos y hechos de santos padres) y a
Abba Isaac, del cual nunca se separaba, y
durante el sueño lo tenía bajo la
almohada. Cuando él terminaba su debida
obediencia, no iba a descansar a la celda,
sino que ayudaba a los otros hermanos a
terminar sus trabajos, ya que no se sentía
capaz de descansar mientras los demás
hermanos hacían los "trabajos de
educación" hasta muy tarde. Trataba
siempre de ayudar a los débiles y
enfermos. Amaba a todos los padres, no
haciendo diferencia, obedecía a todos
humildemente, y se consideraba inferior a
todos.

Paisios no le daba valor a su


pensamiento, sino que humildemente,
renunciando totalmente a su propia
voluntad preguntaba todo a su confesor,
orando a Dios para que lo ilumine al
mismo, para poder enseñar según la
voluntad Divina.

Siempre tenia gran amor a la verdad, o


sea, pensaba siempre en todas las
beneficencias Divinas, otorgadas a él y al
mundo entero. En su interior
permanentemente vivía en amor a Dios,
originado en el agradecimiento por todas
Sus beneficencias, y poseía, sin esfuerzo
alguno, una constante oración. Se puso
como única meta en el corazón —
corresponder, aunque en medida ínfima, a
las beneficencias Divinas.
Paisios consideraba — a la Gracia Divina
como la única causa de todo lo bueno, y
de todo lo malo (por profunda humildad)
se ponía como causa a si mismo.

Por ejemplo, si veía un hermano caído en


un pecado, o no arrepentido, o con falta
de fe, decía en su pensamiento: "La culpa
de esto es mía, porque si yo hiciera todo
lo que ordena Cristo, Dios escucharía mis
oraciones, y mi hermano no se
encontraría en este estado,
donde permanece a causa de mi
crueldad." Así pensaba él siempre y
tomaba como propios los problemas de
los hermanos, y continuamente rezaba a
Dios para que ayudara a todo el mundo
sufriente (según su opinión) a causa de
su negligencia y pereza espiritual. Y Dios,
que prometió escuchar a los humildes,
siempre escuchaba las oraciones de
Averkio, que salían de la "chimenea" de su
corazón ferviente con su piedad y
humildad.

Le gustaba mucho a Paisios visitar a los


bienaventurados maestros espirituales y
padres, portadores del Espíritu, para
recibir su bendición y escuchar consejos
espirituales. Todo lo que oía de estas
"hermosas flores" de la Madre de Dios, su
alma pura e infantil recibía sin vacilación
ni duda alguna. Creía en ellas con
sencillez de corazón y nunca sometía los
consejos a su propio juicio, para
confirmar y luego aceptar, sino que los
recibía con plena fe, sabiendo que
verificar lo espiritual, es tratar de tomar el
aire con las manos.

En la edad juvenil visitó a muchos padres,


y como una abeja recogió el néctar
espiritual para luego producir miel
espiritual, que alimentaría a muchos
necesitados en sanar. En 1954 él tuvo que
ir al santo convento "Filofeo" y someterse
al Starez Simeón. En el año 1956, el Padre
(en griego se le dice papa al padre)
Simeón lo tonsuró con la
pequeña "sjima" monacal.

Allá siguió con el mismo modo de vivir del


monasterio "Esfigmeno," o sea, ejercía el
amor al prójimo y ayudaba a los
hermanos con todas sus fuerzas. Es
característico el siguiente hecho: uno de
los hermanos cayó en un gran pecado y
tenía vergüenza de confesarse. En
consecuencia se encerró en si mismo y,
desesperado, tenia la idea del suicidio. El
Starez Paisios, que estaba al tanto, hizo lo
siguiente: una vez, estando a solas,
comenzó a contarle que él tenía diversos
pecados y entre estos nombró el pecado
del hermano caído. Por desgracia, este
hermano no tenia pensamientos buenos,
y al escuchar esto, no supo ayudarse a si
mismo y dirigir su alma a la confesión, —
comenzó a correr la voz entre los
monasterios sobre Paisios, que él no
merecía respeto y amor y tenia muchos
pecados, y contaba palabra por palabra lo
que le había dicho el Starez.
Naturalmente, el Starez no se justificó por
ello. Pero, los padres comprendieron en
esto un acto de plenitud de amor y ellos
mismos lo justificaron y lo elogiaron..

Diariamente él se preocupaba por


purificar su alma. No pedía nada a Dios,
ya que entendía bien, que el Señor, a
través del santo bautismo ya le había
otorgado la gracia del Espíritu Divino, que
lo representa todo. Por eso no tenia
envidia de los dones de otros padres,
sabiendo que desde el santo bautismo los
tenía en su alma. No se ponía orgulloso
por el hecho de estar seguro, que los
tenía, y reconocía ¡que eran los dones de
la gracia Divina! Se preocupaba
solamente como por medio del amor y la
humildad hacer activa en si mismo esta
gracia del Espíritu Santo, y por ello trataba
de purificar su alma.

Así purificaba su alma, en primer término,


de todo vestigio de pensamiento
malicioso y trataba de tener solo buenos
pensamientos. . Cualquiera podía notar
con agrado, cómo, sin esfuerzo y por la
Gracia, que "no piensa lo malo" — fluían de
su alma (hasta en circunstancias
adversas) pensamientos benignos, y con
esto cubría los errores y pecados de
otros, tal como se ve en el siguiente
ejemplo:

La Providencia Divina hizo, que el Starez


conociera a las hermanas del sagrado
isijastirio de s. Juan el Teólogo en
Suroti (Suroti — un lugar pintoresco a
unos 20 km. de Saloniki, Macedonia). En
este periodo (de la enfermedad del Starez
en 1966) el sacerdote del templo de santa
Sofía en Saloniki, p. Policarpo
Madzaroglu, supo de la enfermedad del
Starez.

Al Starez lo internaron en el hospital para


operarlo, y el p. Policarpo pidió a las
hermanas espirituales, que se
encontraban bajo su dirección y se
preparaban para ser monjas, para ayudar
al Starez en todo lo que necesite durante
su permanencia en el hospital. Hacía falta
donar mucha sangre, y las hermanas
dieron la cantidad necesaria, porque los
parientes del Starez no estaban cerca
( por su voluntad).

Al convento "Stavronikita" el Starez llegó


en el 1968. Allí ayudó mucho, tanto en su
renovación, como en la fundación
espiritual de la hermandad.

En la celda de la Santa Cruz, no lejana de


"Stavronikita," era confesor el padre-
Tikhon (nacido en Rusia en el año 1884).
Tenía muchos dones espirituales y
cumplía grandes hazañas monásticas. El
padre Paisios venia a menudo para
pedirle consejos al p. Tikhon, y ayudaba
en la Divina Liturgia como salmista.
Muchas veces el servicio se
interrumpía porque el p. Tikhon entraba en
trance de contemplación espiritual, que
podía durar hasta media hora. Veía como
él confesaba (pedía, solicitaba, reconocía)
a Querubines y Serafines, que glorificaban
a Dios. En este tiempo el p. Tikhon
tonsuró al Starez en la gran sjima
angelical. 10 días antes de morir, el p.
Tikhon pidió al Starez, que viniera a
ayudarlo en sus últimas horas. El Starez
atendió al moribundo con gran auto
sacrificio, ofreciendo toda la ayuda que
necesitaba. El p. Tikhon decía: "Tu Paisios
y yo tenemos el precioso amor. Mi dulce
Paisios, hijo mío, vamos a tener el amor
por los siglos de los siglos."

El Starez se cansaba mucho. Continuas


visitas de peregrinos, la carga de
congojas y problemas de mucha gente,
que él hacia suyas, el pesado cansancio
por preocuparse por ellos, lo agotaban.
Además él dejaba muy poco tiempo para
su descanso nocturno, ya que oraba
también de noche.

El Starez aprendió a hacer unas pequeñas


imágenes metálicas, que el mismo
cortaba. Estos iconos (Crucifijos, la
Virgen, san Arsenio de Capadocia) las
distribuía como "bendición" entre los
peregrinos. Este trabajo le agregaba mas
cansancio, sobre todo durante la
preparación, cuando hacia falta hacer
fuerte presión Con eso, el paulatinamente
se enfermó seriamente de una hernia
inguinal. También en esta dolencia el
Starez demostraba una gran paciencia. Se
negaba a operarse, tratando sin resultado,
de tapar él mismo la brecha de la pared
abdominal. Le dolía estar sentado y mas
todavía el estar parado. Recuerdo, que en
este estado de salud, él, durante sus
visitas al isijastrio de san Juan, estaba
obligado a estar parado durante muchas
horas, mientras daba bendiciones a la
gente. Se ponía pálido y sudaba de dolor,
pero nunca se sentaba mientras pasaba
la fila casi infinita de fieles.

Cuando yo estaba en el monasterio,


cumpliendo labores de paramédico, una
vez le dije al Starez: Geronta (así los fieles
griegos se dirigian al Starez), le traje
vitaminas y hierro, que le van a ayudar a
levantar un poco el nivel de la
hemoglobina.
Pero él contestó: Creo, que el hierro es
inútil para mi. El p. Teoclito que está
construyendo un monasterio, está
juntando todo el hierro; déjaselo para él.
Prefiero el acero para mí! — y trajo un
vaso de agua, puso una tableta
efervescente de vitaminas y sonriendo me
dijo: — todo se pasará cuando esté debajo
de la tierra! — acercando el vaso a mi a la
manera de brindis, agregó: ¡vamos, padre,
por un buen reposo!

Viéndolo en tal estado, me arrodillé


delante de él y le rogué ir a Salónica para
que los médicos le hicieran los estudios
necesarios El. Starez me levantó y dijo:

Escúchame, padre mío, este estado ayuda


mucho a la vida espiritual, por eso no es
conveniente evitarlo Estas son las causas
por las cuales yo no quiero salir para
hacer los análisis:

Cristo ve mi estado, y como El es el mejor


médico, debemos confiar en El
absolutamente. Si esto fuera para nuestro
bien, El actuaría y nos sanaría.

Como pienso que en el intestino se formó


un tumor, mejor seria no tocarlo para no
empeorar más el estado.

Ahora todo el mundo sufre de tres cosas:


cáncer, enfermedades síquicas y
divorcios. Cada semana recibo muchas
cartas donde me escriben sobre estos
problemas. Desórdenes síquicos serios
no tengo, — decía él sonriendo, —
tampoco tengo algo que ver con divorcios
y distribución de bienes, entonces... por lo
menos tengo cáncer, para que el mundo
se consuele. Esta mal, cuando todo el
mundo sufre, y hay alguien, que no tiene
nada. En cambio ahora, gracias a Dios,
todo esta bien;

¡Dios se conmueve!, cuando alguien tiene


cáncer o grandes problemas, y a pesar de
ello no se preocupa por si mismo, sino
que ruega a Dios por los otros. Así, en
todo caso, el hombre tiene la oportunidad
de decir a Cristo: "He aquí, yo no me
intereso por mi mismo y no pido nada,
pero Te ruego ayudes a los otros." Y Dios
ayuda. Por eso, padre mío, no te
preocupes mucho por mi.

En este mismo periodo de la Gran


Cuaresma del 1993, teniendo frecuentes
hemorragias, su hemoglobina estaba muy
baja y se desmayaba con frecuencia... A
menudo perdía el conocimiento en
cualquier lugar donde estuviera parado.
Pero no se desanimaba. A la enfermedad
le contraponía mucha paciencia,
resistencia y valentía. En la mitad del mes
de abril lo operaron para reconstruir el
recto. Después de unos días la
tomografía demostró que las metástasis
se extendieron al hígado y a los
pulmones.

El 11 de julio, el día de santa Eufimia, el


Starez comulgó por última vez, de rodillas
al lado de la cama. Las últimas 24 horas
estuvo muy tranquilo, aunque sufría
mucho, pero con resignación aguantaba
todo. El martes, 12 de julio entregó su
alma beata, humildemente, con
tranquilidad al Señor, a Quien amaba y
servia desde su juventud.

El Starez fue sepultado en el monasterio


de San Juan El Teólogo en Suroti de
Solun. Algunos se preguntaron porque el
Starez se quedó a morir allí, y no fue
sepultado en el Monte Santo.
 

La Providencia Divina

Todo en el mundo está sujeto por la


Providencia de Dios. Dios cuida, no sólo
de lo grande y lo inmenso, sino que
también de lo pequeño y aparentemente
insignificante; no solamente de los cielos
y de la tierra, de los ángeles y los
hombres, sino también de las pequeñas
criaturas, aves, hierbas, flores y árboles.
Todas las Sagradas Escrituras están
colmadas de la idea de la vigilante acción
de la Providencia de Dios.

Para quienes llevan una vida


despreocupada y licenciosa, les parece
que todo sigue su curso. Ellos consideran
que todos los acontecimientos no son
más que resultados de una coincidencia
casual. A este hombre, poco serio, le
parece que Dios, si en realidad existe, se
halla muy lejos, en el cielo, y no se
interesa por nuestro mundo, ya que éste
es demasiado pequeño e insignificante
para El. Quienes piensan de ese modo
pertenecen a los llamados deístas. La
enseñanza deísta sobre Dios adquirió
amplia difusión en Occidente durante los
últimos siglos, cuando la gente comenzó
a perder el contacto con Dios a través de
la Iglesia, los Sacramentos y la oración.
Esa gente por lo general es, al mismo
tiempo, supersticiosa. Concede gran
importancia a la influencia de las estrellas
en la vida humana, así como a cosas
evidentemente estúpidas, por ejemplo; a
que no se les cruce un gato en el camino,
a que no se les derrame sal en la mesa, a
no saludarse a través del umbral, a no
dormir con los pies hacia la puerta, etc.
Para algunos supersticiosos el número de
esos indicios es enorme, pero en vano se
complican la vida.

Mejor dejen de prestar atención a tan


estúpidos indicios supersticiosos, pues
todo el mundo, en general, y la vida de
cada persona, en particular, están
amparados por Dios.

Nosotros oramos: "Padre nuestro, que


estás en los cielos," sin embargo,
sabemos que Dios está en todas partes,
pues El es puro Espíritu, es omnipresente.
Por eso David, el cantor de los salmos,
exclama: "¿Dónde podría alejarme de tu
espíritu? ¿Adónde huir de tu faz? Si
subiere a los cielos, allí estás tú; si bajare
al "seol," allí estás presente. Si tomara las
alas de la aurora y quisiera habitar al
extremo del mar, también allí me tomaría
tu mano y me tendría tu diestra. Si dijere;
"Ciertamente las tinieblas me envuelven y
sea la noche luz en torno mío," tampoco
las tinieblas son oscuras para ti, y la
noche luciría como el día, pues las
tinieblas son como la luz (para ti) (Salmo
139).

Algunos admiten que el mundo, tomado


en su totalidad, no está dirigido por la
casualidad, sino es gobernado por Dios.
No obstante, piensan que Dios no se
preocupa por cada humano en particular,
pues este es demasiado pequeño e
insignificante, y Dios no puede
preocuparse por tan enorme cantidad de
seres, imposibles de contar. Mas esas
conjeturas son erróneas y hasta
pecaminosas. Si Dios, expresándonos en
términos humanos, dignó con la
existencia a seres tan insignificantes
como los microbios, y a cada uno de ellos
le concedió determinada composición,
forma y estructura, ¿por qué esos seres
han de ser indignos de la preocupación
Divina en lo sucesivo? Dios se preocupó
por su existencia, y ahora sigue
preocupándose por su vida. Suele decirse
que los seres vivos se han reproducido en
exceso. Pero, ¿qué derecho tenemos de
revestir a Dios con nuestras limitaciones?
Pues El es infinito en sus perfecciones. Y
si El, además de nuestro mundo, hubiera
creado miles de millones de mundos
semejantes con cantidades incalculables
de seres humanos, animales, insectos y
bacterias, y entonces no se habría
fatigado en absoluto, al preocuparse por
la vida de todos ellos por separado.
Seguramente habrá quien pueda decir que
todos esos seres son demasiado
pequeños e insignificantes. Pero el
concepto del tamaño nosotros lo
creamos, partiendo de la comparación
con nosotros mismos. Lo que es enorme
para nosotros, en comparación con la
grandeza Divina es insignificante, y lo que
a nosotros se nos antoja pequeño resulta
ser importante ante la caridad y el amor
de Dios. A todo eso se dedica el Señor, a
todo le concede vida, a todo lo dirige
hacia los fines concretos de la verdad y el
bien.

El Salvador dijo: "Ni uno de los pajaritos


cae en tierra sin la voluntad de vuestro
Padre" (Mateo 10:29), y con mayor
razón en nuestra vida nada podrá suceder
sin la voluntad del Señor. Todo lo bueno y
misericordioso es enviado por el
Todopoderoso, pues El es la fuente eterna
de todos los bienes. Mientras que todo lo
malo no es enviado directamente por
Dios, ya que El no tiene ni indicios de mal.
Sin embargo de ves en cuando, el Señor
permite al mal perjudicarnos por nuestro
bien y nuestra salvación. En este caso las
diversas contrariedades causan el mismo
efecto que los fármacos amargos y
desagradables, pero reconfortantes. Casi
todos los medicamentos y tratamientos
médicos son para nosotros
desagradables, sin embargo seguimos
recurriendo a ellos, pues no dudamos de
su necesidad y eficiencia.

Todos los hombrees deben saber


firmemente, que sólo Dios es la fuente de
felicidad, de paz y el gozo. El Señor creó
los placeres y las alegrías del mundo
visible para complacer nuestra naturaleza
corporal. Pero el hombre, disfrutando de
todo con moderación y poseyendo un
alma sensata, no debe olvidar a Dios.
Pues el alma no puede estar satisfecha
con nada terrenal y objetivo. En la mayoría
de los casos nosotros saciamos nuestros
apetitos corporales con avidez,
olvidándonos por completo del alma y de
sus necesidades espirituales. Por eso el
Señor, Quien no quisiera vernos degradar
de nuestra vocación a ser hijos de Dios al
grado de animales irracionales, nos
somete a las más distintas pruebas. Así
pues, nosotros, tras haber sido
castigados en nuestro afán irracional, de
a poco vamos comprendiendo lo vano de
nuestras acciones y volvemos al amparo
de Dios.

Todos hemos de saber claramente, que


Dios es infinitamente misericordioso y El
sólo desea nuestra dicha y nuestra
salvación, por eso debemos aceptar con
gratitud las tristezas que El nos envía. Los
niños no dejan de amar a sus padres
cuando éstos les castigan con razón,
pues son conscientes de que lo hacen por
su bien. El Señor, como dice la Sagrada
Escritura, a quien ama, a éste castiga.
Si el Señor piensa constantemente en
nosotros, es decir, se preocupa por
nuestra vida y nuestra salvación, es
nuestro deber aprender también a seguir
las acciones de la Providencia Divina en
nuestra vida. A veces advertimos que algo
sucede en contra de nuestros deseos. En
esos casos solemos indignarnos,
irritarnos e incluso culpamos al destino, y
sólo después, pasados muchos años,
alcanzamos a comprender que aquel
desarrollo de los sucesos nos favoreció
más, pues de lo contrario hubiera sido
considerablemente peor para nosotros.
Como cristianos que somos no debemos
alegrarnos en exceso por los éxitos
conseguidos, sino agradecerle a Dios las
tribulaciones, ya que éstas nos purifican
de las pasiones, mientras que los éxitos
terrenales nos hacen olvidar a Dios y de la
meta de nuestra vida terrenal.

Más abajo ofrecemos ejemplos del


Anciano (Staretz) Paisios sobre la
Providencia divina. Estos ejemplos del
santo monje son especialmente valiosos
porque proceden de su experiencia
personal. Las citamos aquí como una
serie de preguntas y respuestas.

Obispo Alejandro (Mileant)

Staretz Paisios Sobre la Providencia


Divina

(En forma de preguntas y respuestas)

"Busquen ante todo el Reino Divino" (Mat.


6:33).

Geronta (staretz-confesor), abba Macario


dice, que Dios nos dará bienes
celestiales [199], y creemos en esto. ¿Se
debe también creer que Él nos dará bienes
terrenales, que no son tan esenciales?

— ¿Qué bienes terrenales?

— Aquello que necesitamos.

— Esto lo haz dicho correctamente. Dios


ama a Su creación, Su imagen y se
preocupa de aquello que le es necesario.

— ¿Hay que creer en esto y no


preocuparse?

— Si el hombre no cree en esto y solo


trata de lograr a estos bienes, él va a
sufrir. Pero el hombre que vive
espiritualmente no se alterará hasta en el
caso que Dios no le dé lo terrenal y
material. Si buscamos ante todo al Reino
Divino, si esta búsqueda del Reino es
nuestra única preocupación, nos será
dado también lo restante. ¿Puede Dios
dejar a Su criatura a la buena del destino?
Si los israelíes dejaban para otro día el
maná que Dios les daba en el desierto, el
maná se pudría [200]. Dios lo hacía así
para que ellos confiaran en la Providencia
Divina.

Hasta las palabras "busquen ante todo el


Reino Divino" no hemos comprendido
todavía. O creemos [y confiamos, nos
entregamos a Dios] o no creemos [y por
esto debemos preocuparnos nosotros
mismos de lo necesario]. Cuando me fui a
Sinaí, no tenía nada conmigo. Sin
embargo, no pensé que me pasará en el
desierto entre gente desconocida, qué voy
a comer y cómo viviré. La celda de Santa
Epistimia, donde tenía que habitar, estaba
abandonada hace tiempo y dejada por los
hombres. No pedí nada al monasterio no
queriendo ser una carga. Una vez me
trajeron pan del monasterio, lo devolví a
ellos. Para qué tenía que preocuparme, si
Cristo dijo: "Busquen ante todo el Reino
Divino" [201]. Había muy poca agua. No
conocía artesanía de ninguna clase. Así
que, pregunta ahora, cómo yo vivía y
ganaba mi pan. El único instrumento que
yo poseía eran las tijeras. Las separé en
dos partes, afilé en una piedra, tomé una
planchita de madera y comencé a tallar
íconos. Trabajaba y repetía la oración de
Jesús. Rápidamente aprendí el trabajo de
talla, tallaba todo el tiempo un mismo
dibujo y el trabajo de los cinco días
terminaba a las once horas. No solo no
sufría escasez, sino hasta ayudaba a los
beduinos. Durante cierto período me
ocupaba de esta artesanía muchas horas
por día y luego llegué a un estado, cuando
no quería más ocuparme de artesanía,
pero al mismo tiempo veía qué
necesidades sufrían los beduinos. Para
ellos era una gran bendición recibir de
regalo un gorrito o un par de sandalias.
Y apareció el pensamiento: "¿Vine aquí
para ayudar a los beduinos o para orar por
todo el mundo?" Por eso resolví limitar la
artesanía, para distraerme menos y orar
más. ¿Pienses que esperaba que alguien
me ayude? ¿De dónde? Los beduinos
mismos no tenían para comer. El
monasterio estaba lejos y de otro lado
comenzaban lugares deshabitados. Y he
aquí, en el mismo día cuando limité el
trabajo para dedicar más tiempo a la
oración, vino un hombre. Yo estaba cerca
de mi celda, él me vio y dijo: "Toma estos
cien monedas de oro, vas a ayudar a los
beduinos y seguirás tu regla de oración."
No pude contenerme, lo dejé un cuarto de
hora sólo y entré en mi celda. La
Providencia y amor Divino me llevaron a
tal estado que no pude contener
las lágrimas. ¿Ves, cómo organiza todo
Dios, cuando en el hombre hay una buena
disposición? Porque ¿cuánto podía yo dar
a estos infelices? Daba a uno, en seguida
venía otro: "¡El padre no me dio!" — y luego
un tercero: "¡El padre no me dio!"

— Geronta, ¿por qué nosotros, muchas


veces, sintiendo toda fuerza Divina, no
vemos Su Providencia sobre nosotros?

— Esta es la trampa diabólica. El diablo


tira cenizas a los ojos del hombre para
que no vea la providencia Divina. Ya que si
el hombre ve la providencia Divina, su
corazón de granito se ablandará, se hará
sensible y se exteriorizará en la
glorificación. Y esto no es deseable para
el diablo.

El hombre a menudo intenta organizar


todo sin Dios.

— Un hombre se ocupó de la cría de peces


y todos los días decía — "¡Gloria a Ti,
Dios!" — porque veía constantemente la
providencia Divina. Él contaba que un
pececito desde el momento de su
eclosión del huevo, cuando es tan
pequeño como la cabeza de un alfiler,
tiene una pequeña bolsita con líquido con
el cual se alimenta hasta que crezca y
pueda alimentarse independientemente
con los pequeños insectos acuáticos y
algas. ¡O sea, recibe de Dios una "ración
especial!" Si Dios provee hasta a los
peces, ¡cuan más Él provee al hombre!
Pero a menudo el hombre organiza todo y
decide sin Dios. "Yo tendré — dice — dos
hijos [y basta]" No cuenta con Dios. Por
eso se producen tantos desastres y
perecen tantos niños. En mayoría de las
familias nacen dos hijos. Pero uno de
ellos perece en un accidente
automovilístico, otro se enferma y
muere — y los padres quedan sin hijos.

Cuando para los padres — co-


creadores de Dios, se hace difícil asegurar
a sus hijos a pesar de los esfuerzos
aplicados, entonces deben elevando los
brazos al cielo, humildemente buscar la
ayuda del Gran Creador. Entonces, se
alegran tanto Dios, que ayuda, y él que
recibe Su ayuda. Estando en el
monasterio Stomión, conocía a un padre
de muchos hijos. Él era un guarda del
campo en la aldea Epira y su familia vivía
en Koniza — a pie se caminaba cuatro
horas y media. Él tenía nueve hijos. El
camino a su aldea pasaba por el
monasterio. Viniendo a trabajar y yendo a
casa, el guarda entraba en el monasterio.
Cuando volvía me pedía permiso de
prender a las lámparas votivas. A pesar de
que, al prenderlas, derramaba el aceite al
piso, le permitía hacerlo. Yo prefería secar
luego el piso que ofenderlo. Cada vez,
saliendo del monasterio y caminando
unos trescientos metros él tiraba de su
fusil. No encontrando explicación a esto
decidí observarlo la próxima vez desde el
momento de su entrada en el templo y
hasta que salga al camino a Koniza.
Así supe que él primero prendía las
lámparas del templo, luego salía en
nartex [202] y prendía la lámpara votiva
ante el icono de la Madre de Dios sobre la
entrada. Luego tomaba con el dedo el
aceite de la lámpara, se arrodillaba,
extendía sus manos hacia el cielo y decía
"Madre de Dios, tengo nueve hijos.
¡Manda les un poco de carne!" Habiendo
dicho esto, él untaba con el aceite que
tenía en el dedo la mira de su fusil y se
iba. A trescientos metros del monasterio
al lado de una mora lo esperaba una
cabra silvestre. Él tiraba, la mataba, la
llevaba a una cueva que estaba algo mas
lejos, allí la faenaba y llevaba la carne a
sus hijos. Y eso pasaba cada vez que él
volvía a casa. Yo me sentía extasiado
ante la fe del guarda de campo y la
providencia de la Madre de Dios. Después
de veinticinco años, él vino al Monte
Santo y me encontró. Durante la
conversación pregunté: "¿Cómo están tus
hijos? ¿Dónde están?" En respuesta él
indicó con la mano el norte y dijo: "Unos
en Alemania" — luego extendió su mano
al sur y agregó: "En cambio otros en
Australia y gracias a Dios
saludables." Este hombre conservaba la
pureza de las ideologías ateas a su fe y a
sí mismo y por eso Dios no lo dejó.

Las bendiciones de la milagrosa Divina


providencia.

— A veces, Geronta, tengo algún deseo y


Dios lo cumple sin mi pedido a Él. ¿Cómo
se hace esto?

— Dios se ocupa de nosotros. Él ve


nuestras necesidades, nuestros deseos y
cuando algo sirve para nuestro bien, Él
nos lo da. Si el hombre necesita ayuda en
algo, Cristo y Santísima Madre de Dios le
ayudan. Cuando a staretz
FIlaret [203] preguntaban: ¿En qué
ayudarte, Geronta? ¿Qué necesitas? — él
contestaba: "Lo que necesito me enviará
la Madre de Dios." Y así ocurría. Cuando
nos confiamos a nosotros mismos al
Señor, Él, nuestro Dios Bueno, nos sigue,
se ocupa de nosotros. Como un
bondadoso Administrador Él da a
cada uno de nosotros lo que él necesita.
Él entra hasta en las particularidades de
nuestras necesidades materiales. Y para
que entendamos Su preocupación, Su
providencia, Él nos da exactamente
cuanto nos es necesario. No esperes, sin
embargo, que Dios al principio te dé algo,
no, antes entrega con confianza a ti
mismo a Dios. Ya que si tú
constantemente pides algo a Dios
mientras tú mismo con confianza no
entregas a Él, de esto se ve que tienes tu
casa propia y eres ajeno a las eternas
moradas celestiales. Aquella gente que
todo lo entregan a Dios y se entregan
completamente a Él, está cubierta con la
gran cúpula Divina y protegida por Su
Divina providencia. La confianza en Dios
es una interminable misteriosa oración
que en el momento necesario atrae sin
ruido las fuerzas Divinas al lugar donde
son necesarias. Y entonces Sus amados y
honrados hijos infinitamente y con gran
agradecimiento glorifican a Él

Cuando el sacerdote Tikhon habitó en


kaliva de la Venerada Cruz, en ella no
había templo que él necesitaba. Hasta no
había dinero para la construcción — nada
además de una enorme fe en Dios. Una
vez, después de la oración, él fue a Karies
con la fe que Dios le ayudará con el dinero
imprescindible para la construcción del
templo. En el camino a Karies lo llamó el
prior de la Ermita de Elías. Cuando p.
Tikhon se acercó, él de dijo: "Un buen
cristiano de América envió estos dólares,
para que los dé a algún asceta que no
tiene templo. Tú justo no tienes templo,
toma este dinero y construí lo." P. Tikhon
lloró de enternecimiento y agradecimiento
a Dios, Conocedor del corazón, que se
ocupó del templo antes que p. Tikhon
pidió a Él por eso — de manera que
cuando él rogó por eso, el dinero ya
estaba listo.

Si el hombre confía en Dios, Dios no lo


deja. Y en realidad, si mañana a las 10 hs
necesitarás algo, entonces (si lo que
necesitas no sobrepasa los límites de lo
razonable y es imprescindible) a las diez
menos cuarto o a las nueve y media Dios
tendrá listo esto para dártelo. P. ej.
mañana a las nueve necesitas una taza.
Nueve menos cinco ella estará en tus
manos. Tú necesitas quinientas dracmas.
En la hora cuando tú las necesitas
aparecen justo quinientas dracmas, no
quinientas diez ni cuatrocientas noventa.
Note, que p. ej. necesito algo mañana,
Dios se ocupó de esto ya hoy. O sea,
antes que yo pensé en esto ya lo pensó
Dios. Él se ocupó de lo necesario de
antemano y lo da en la hora cuando esto
es necesario. Lo entendí viendo cuanto
tiempo se necesita para que una cosa
llegue a mí de algún lado justo a la hora
cuando me es necesaria. Por
consiguiente Dios se preocupó de esto
antes.

Cuando nosotros por amor y honor


alegramos a Dios con nuestra vida, Él
otorga especiales bendiciones a Sus
buenos hijos en la hora cuando les son
necesarios. Luego toda la vida pasa en
las bendiciones de la providencia Divina.
Puedo durante horas mencionarles los
ejemplos de la milagrosa providencia
Divina.

Cuando estuve en la guerra y participaba


en combates, tenía el Evangelio, lo di a
alguien. Luego decía: "O, si tendría el
Evangelio, como me ayudaría." Para la
Navidad a nuestra parte del ejército, que
se encontraba en las montañas,
mandaron doscientos paquetes de
Mesolonga [204]. ¡De estos doscientos
paquetes el Evangelio se encontraba solo
en el paquete que me correspondió! Era
un Evangelio de vieja edición con el mapa
de la Palestina. En el paquete estaba
también una nota: "Si necesitas otros
libros, escribí y te los mandaremos." Otra
vez cuando yo estaba ya en el monasterio
de Stomión, necesité una lámpara votiva
para el templo. Una mañana al amanecer
bajé a Koniza. Pasando frente a una casa
escuché como una joven dice a su padre:
"¡Papá, viene el monje!" Él salió a mi
encuentro y dijo: "Padre, hice la promesa
de donar una lámpara votiva para la
Madre de Dios. Toma este dinero y
cómprala tú mismo." Y me dio quinientas
dracmas — exactamente cuanto costaba
la lámpara votiva en el año 1958.

También ahora, cuando surge alguna


necesidad para mí, Dios enseguida la
cubre. P. ej. si quiero serruchar la leña y no
puedo, la leña rápidamente viene sola.
Antes de venir a vosotros, recibí un envío
en que había cincuenta mil dracmas —
justo tanto que era necesario. Otro
ejemplo: di a alguien como bendición el
icono de Virgen María "Es Digno." ¡Al día
siguiente me traen la de Iver! Este
verano [205], hasta que llovió, no tenía
nada de agua. Ahora llovió un poco y
durante el día junto [como máximo] un
frasco y medio de agua. En la cisterna
había agua del año pasado pero
descompuesta. Pero ¡cómo todo lo
organiza Dios! Tengo un barril con agua,
Cada día viene tanta gente, — toman, se
lavan, vienen transpirados, pero ¡el nivel
de agua baja solo 3, 4 dedos! Un barril
para ciento cincuenta-doscientos
hombres — ¡y no se vacía! Con esto
algunos no cierran a veces la camilla,
otros la abren demasiado, y el agua sale,
pero ¡no termina!

La entrega de sí mismo a la providencia


Divina.

El hombre que sigue las bondades


Divinas, aprende a depender de la
providencia Divina. Y luego se siente
como un niño en la cuna, que si lo deja un
momento la madre, comienza a llorar y no
se calla hasta que ella de nuevo viene
corriendo a él. ¡Es una gran cosa —
entregarse a Dios! Cuando yo recién
llegué al monasterio Stomión, no
tenía donde vivir. Todo el convento estaba
lleno de basura de construcción. Al lado
del cerco encontré un lugar, lo cubrí un
poco arriba y pasaba las noches sentado
allí, ya que no cabría acostado. Una vez
vino a mí un conocido ieromonje (monje-
sacerdote) y preguntó: "Escúchame,
¿cómo vives aquí? — ¿Y qué — pregunté
yo como respuesta — la gente laica tenía
más que nosotros? Cuando Kanaris pidió
el préstamo, le dijeron: "No tienes Patria"
y él respondió: "A la Patria la
conquistaremos." Si tal fe había en un
hombre laico, ¿podemos nosotros no
tener confianza en Dios? Si la Madre de
Dios me trajo aquí, ¿puede ser que cuando
llegará el tiempo Ella no se preocupe de
Su convento? Y realmente, poco a poco,
¡cómo organizó todo la Santísima Madre
de Dios! Recuerdo cuando los albañiles
cubrían de cemento los techos de las
celdas quemadas, el cemento se
terminaba. Faltaba todavía un tercio de
techo. Vienen a mí los albañiles y dicen:
"El cemento se termina. Es preciso poner
más arena y menos cemento para
terminar todo." "No, — les dije — no
diluyan, sigan como comenzaron." Traer el
cemento era imposible, ya que todas las
mulas estaban en el campo. Los albañiles
deberían caminar dos horas hasta Koniza
y luego dos horas más hasta el campo
donde pastaban las mulas. Cuanto
tiempo perderían... Luego esta gente tenía
sus ocupaciones y no podía venir otro día.
Veo que cubrieron dos tercios del techo.
Entré en la capilla y dije: "Señora mía ¿qué
hacer? Te pido ¡ayúdanos!" Luego salí de
la capilla.

— ¿Y qué pasó luego, Geronta?

— ¡Terminaron todo el techo y todavía


quedó cemento!

— ¿Los albañiles lo comprendieron?

— ¡Cómo no! ¡Cuan grande a veces es la


ayuda de Dios y de la Santísima Madre de
Dios!

Dios todo lo usa para el bien.

— Geronta, a veces comenzamos algo y


aparece una serie de obstáculos. ¿Cómo
entender si son de Dios?
— Veamos, si no hay nuestra culpa en
esto. Si tenemos la culpa, entonces el
obstáculo de Dios sirve para nuestro bien.
Por eso no hay que preocuparse si la
cosa no está hecha o se alarga su
terminación. Una vez presionado por
algún asunto apurado bajaba yo del
monasterio Stomión a Koniza. En una
parte difícil del camino (llamé a este lugar
Gólgota) encontré a un conocido del
monasterio, Tío Anastasio con tres mulas
cargadas. Sobre la subida abrupta las
sillas de carga se ladearon, uno de los
animales estaba sobre el borde de
precipicio — listo para caer. "¡Dios te
envió, padre!" — se alegró el tío Anastasio.
Le ayudé arreglar las sillas de carga de las
mulas y luego las guiamos hasta el
camino. Allí lo dejé y continué mi camino.
Caminé un gran pedazo del camino
cuando el sendero se topó con una
avalancha. Recién se produjo esta
avalancha de unos trescientos metros de
largo que obliteró al sendero. Árboles,
piedras — todo se fue abajo al río. Si no
me hubiera quedado con las mulas,
estaría justo en el lugar cuando se
produjo la avalancha. "Tío Anastasio, —
dije yo — tú me salvaste, Dios te envió."
Cristo de lo alto ve cómo actúa cada uno
de nosotros, sabe cuándo y cómo actuará
Él para nuestro bien., Él sabe cómo y a
dónde llevarnos, solo es necesario que
nosotros pidamos a Él ayuda, abramos
ante Él nuestros deseos y permitamos a
Él Mismo organizar todo. Cuando estuve
en el monasterio Filofeo de Athos, tenía
ganas de irme al desierto. Pensaba
retirarme a una isla desierta y ya hablé
con un botero para que venga y me lleve,
pero al final él no apareció. Así organizó
Dios, ya que yo era poco experimentado y
en la isla desierta podía ser vulnerado y
sería victima de los demonios. Entonces
no teniendo éxito con la isla, tuve deseo
de irme a Katunaki. Me parecía propicio el
desierto de Katunaki, oraba que pueda
encontrarme allí y me preparaba para eso.
Quería vivir y cumplir la hazaña al lado de
staretz Pedro — hombre de alta vida
espiritual. Pero pasó un acontecimiento
que me obligó a ir no a Katunaki, sino a
Koniza. Una vez a la tarde, después del
servicio de la tarde me retiré a mi celda y
oraba hasta muy tarde. Cerca de once
horas me recosté para descansar. A la
una y media de la noche me despertó el
sonido de la campana del monasterio que
llamaba a los hermanos al templo para el
servicio de medianoche. Traté de
levantarme y no pude. Comprendí que
pasaba algo especial. Hasta el mediodía
quedé clavado al lecho. Podía orar,
pensar, pero no podía moverme.
Encontrándome en este estado, yo como
en TV vi por un lado Katunaki y por otro el
monasterio de Stomión en Koniza. Con
fuerte deseo dirigí mis ojos a Katunaki y
entonces una cierta voz me dijo: "Iras no
a Katunaki sino al monasterio Stomión."
Era la voz de Santísima Madre de Dios.
"Madre de Dios, — dije yo — Te pedí
desierto y en cambio ¿Tú me envías al
mundo?" Y de nuevo escuché la misma
voz, que me decía severamente: "Irás y
encontrarás un tal hombre. Él te ayudará
mucho." Me liberé enseguida de estos
lazos invisibles y mi corazón se llenó de
la Gracia Divina. Luego fui a mi confesor y
le conté lo que pasó. "Esta es la voluntad
de Dios — me dijo el confesor. —
Sin embargo, no digas a nadie sobre esto.
Diles que por estado de salud (yo tenía
entonces hemorragias) debes retirarte de
Athos y ándate."
Yo quería una cosa, pero Dios tenía Su
plan. Pensé entonces que la voluntad de
Dios era que yo hiciera renacer el
convento en Koniza. Así yo cumplía la
promesa que di a la Madre de
Dios cuando estuve en la guerra. "Madre
de Dios, — pedí yo a Ella
entonces — ayúdame hacerme monje y
trabajaré tres años y ordenaré Tu
convento quemado." Pero, como se aclaró
luego, la causa principal que la Santísima
Madre de Dios me mandara allí era la
necesidad de ayudar a ochenta familias,
que se fueron al protestantismo, volver a
la Ortodoxia.

Dios a menudo permite que pase algo


para el bien de mucha gente. Él nunca
hace un sólo bien, sino tres-cuatro juntos.
Y no permite nunca que pase algo malo,
si de esto no salga mucho bien. Todos los
errores y peligros Él usa para provecho
nuestro. El bien y el mal están mezclados
entre sí. Sería mejor si ellos estarían
separados, pero los intereses personales
humanos los intermezclan entre ellos. Sin
embargo, Dios extrae provecho hasta de
este embrollo. Por eso se debe creer que
Dios permite que pase sólo aquello de lo
cual puede resultar lo bueno, ya que Él
ama a Su creación. P. ej. Él puede permitir
alguna pequeña tentación para
protegernos de una tentación
más grande. Una vez un laico estaba en la
fiesta parroquial en alguno de los
monasterios del Monte Santo. Allí él tomó
y quedó borracho. En el camino de vuelta
del monasterio él cayó sobre el camino.
Nevó y la nieve lo cubrió, pero de la
respiración alcohólica en la nieve sobre él
se hizo un agujero. Pasaba un hombre.
Viendo un agujero en la nieve él dijo con
sorpresa: "¿Qué es esto aquí, una
surgente?" — y golpeó al agujero con el
palo. "¡Oh!" — gritó el ebrio. Así Dios no lo
dejó perecer.

Las bondades Divinas hacen una brecha


en el corazón.

— Geronta, ¿qué quiere Dios de nosotros?

— Dios quiere nuestra espontaneidad,


nuestra buena disposición, manifestada
aunque sea poco, pero con hazaña de
amor y honor. También Él quiere
que reconozcamos nuestra
pecaminosidad. Todo lo restante da Él. En
la vida espiritual no se exigen los bíceps.
Vamos a cumplir humildemente la
hazaña, pedir la misericordia Divina y
agradecer por todo a Él. Sobre el hombre
que sin cualquier plan propio se entrega
en las manos de Dios, se cumple el plan
Divino. Cuanto el hombre se agarra de su
propio "yo," tanto él queda atrás. Él no
avanza espiritualmente, ya que
obstaculiza la bondad Divina. Para
avanzar se exige una gran confianza a
Dios.

En todo instante Dios con Su amor


acaricia los corazones de toda la gente,
pero no sentimos esto, ya que nuestros
corazones están cubiertos de sarro. Al
limpiar su corazón el hombre se
enternece, se derrite, enloquece viendo las
gracias y la bondad de Dios que ama en
forma igual a todos los hombres. Por
aquellos que sufren, a tal hombre le duele,
por aquellos que llevan la vida espiritual —
él experimenta alegría. Si un alma
honesta piensa sólo sobre las bondades
Divinas, ellos pueden elevarla a las
alturas, ¡y qué decir, si ella piensa sobre la
multitud de sus pecados y sobre gran
bondad Divina! Si los ojos del alma del
hombre se limpiaron, él viendo la
preocupación Divina [por él y otro] siente
y vive a toda providencia divina con su
corazón sensible y desnudado, él se
derrite del agradecimiento, él enloquece
(en buen sentido de esta palabra). Porque
los dones Divinos, cuando el hombre los
percibe, hacen una brecha en el corazón,
lo rompen. Y luego, cuando la mano
Divina acaricia este honrado corazón y
toca la brecha, el hombre se eleva
internamente y su agradecimiento a Dios
se hace grande. Aquellos que cumplen la
hazaña sintiendo tanto su propia
pecaminosidad y bondades Divinas y
confían a sí mismos a Su gran bondad,
elevan a sus almas al paraíso con más
esperanza y menor esfuerzo corporal.

El agradecimiento a Dios por lo poco y lo


mucho.

—"Yo creo que Dios me ayudará" — dicen


algunos, pero con esto tratan de juntar
dinero para no pasar ninguna necesidad.
Gente así se ríe de Dios, ya que confían no
a Él sino al dinero. Si ellos no dejarán de
amar al dinero y poner en éste su
esperanza, no podrán poner su esperanza
en Dios. No digo que la gente no debe
tener algunos ahorros para el caso de
necesidad, no. Pero no se debe poner su
esperanza en el dinero, no se debe
entregar su corazón al dinero, porque
actuando así, la gente olvida a Dios. El
hombre que no confiando a Dios
construye sus planes, y luego dice que así
quiere Dios, "bendice" a su obra de
manera diabólica y continuamente sufre.
No logramos la conciencia cuan fuerte y
bueno es Dios. No lo dejamos ser el amo,
no dejamos a Él dirigirnos y por eso
sufrimos.

Sobre el Sinaí en la celda de Santa


Epistimia, donde yo vivía, había muy poca
agua. En una cueva aproximadamente
unos veinte metros de la celda, de una
grieta en la roca goteaba agua. Hice una
pequeña cisterna y juntaba unos tres
litros de agua en 24 hs. Al llegar por el
agua ponía una lata metálica y mientras
se llenaba, leía el acafistos
(akathistos) de la Santísima Madre de
Dios. Mojaba un poco la cabeza, solo la
frente, esto me ayudaba, así me aconsejó
un médico, juntaba un poco de agua para
tomar y en una latita llenaba un poco de
agüita para ratoncitos y pajaritos que
vivían en mi celda. Para lavado de ropa y
otras necesidades utilizaba esta misma
agua de la cueva. Que alegría y
agradecimiento sentía yo por
esta poca agua que tenía.
Como glorificaba a Dios, que tenía agua.

Luego, cuando llegué al Monte Santo y por


poco tiempo viví en la ermita de Iver, allí,
como era el lado soleado, no había falta
de agua. Había una cisterna cuya agua
rebalsaba. ¡Uf! Lavaba la cabeza y los
pies... pero lo anterior fue olvidado. En el
Sinaí tenía lágrimas en los ojos del
agradecimiento por la poca agua, en
cambio aquí en la ermita, del exceso de
agua caí en el olvido. Por eso me fui de
esta celda y me ubiqué más lejos, a unos
ochenta metros, donde había una
pequeña cisterna. ¡Cómo se pierde, cómo
se olvida el hombre en opulencia!

Debemos plenamente incondicionalmente


entregarnos a la providencia Divina, la
voluntad Divina y Dios se preocupará de
nosotros. Un monje fue una tarde a la
cima de la montaña para oficiar allí el
servicio de la tarde. En el camino
encontró un hongo (Boletus) y agradeció
a Dios por este raro hallazgo. En el
camino de regreso él quería cortar el
hongo para su cena. "Si los laicos me
pregunten si como la carne — pensaba el
monje — ¡puedo decirles que lo como
cada otoño!" Volviendo a la kaliva el
monje vio que mientras él leía el servicio,
un animal pisó al hongo y quedó entera
sólo la mitad. "Se ve — dijo el monje
— cuanto debo comer." Él juntó lo que
quedó y agradeció a Dios por Su
providencia, por la mitad del hongo. Más
abajo él encontró una mitad más del
hongo, se inclinó para cortarlo y agregar
para su cena, pero vio que el hongo era
blando (posiblemente era venenoso). El
monje lo dejó y de nuevo agradeció a Dios
porque lo guardó del envenenamiento. Al
volver a kaliva el monje cenó con la mitad
del hongo. Al día siguiente, cuando salió
de la casa a sus ojos se presentó una
vista maravillosa. Alrededor de kaliva en
todas partes crecieron hermosos hongos
y al verlos el monje de nuevo agradeció a
Dios. Ven, él agradeció a Dios por el
hongo entero y por la mitad, por el bueno
y por el malo, por uno y por muchos. Él era
agradecido por todo.
El bondadoso Dios nos otorga generosas
bendiciones y Sus acciones están
dirigidas a nuestro provecho. Todos los
bienes que tenemos — son dones Divinos.
Él puso todo al servicio de Su criatura — el
hombre. Él hizo que todo: los animales, y
aves pequeños y grandes, hasta las
plantas — se sacrifiquen por nosotros. Y
el Mismo Dios se sacrificó para redimir al
hombre. No seamos indiferentes a todo
esto, no vamos a herir a Él con nuestro
gran desagradecimiento y falta de
sensibilidad, sino vamos a agradecer y
glorificar a Él.

Notas:
Notas:

[198] Mat. 6:33.

[199] Ver: San Macario de Egipto. Charlas


espirituales. STSL, 1904.

[200] Ver: Éxodo 166:199-20.

[201]

[202] Nartex — la parte occidental del


templo, atrio.

[203] Staretz Paisios: Padres del Monte


Santo e historias del Monte Santo. Lavra
de Santa Trinidad y San Sergio, 2001. Pág.
62-65.

[204] Ciudad en Grecia central.

[205] Dicho en verano de 1990.

[206] Ver: Hebr. 12:1.

[207] Ju. 11:25-26.

[208] Zac. 11:1-13.

[209] Salterio 21:19-23.

[210] Jer. 18:2, 32:9; Mat. 27:7-9.

[211] Hech. 9:1-18.

[212] Luc. 17:5.

[213] Mat. 14:30.

[214] Staretz Paisios Idem [203]. Pág. 9.


[215] Mat. 17:20; Luc. 17:6.

[216] En este caso bajo el concepto de la


fe se entiende una simple aceptación de
la existencia de Dios, insuficiente para la
vida en Cristo.

[217] Hebr. 11:1.

[218] Isai. 6:3.

[219] Ju. 15:5.

[220] Cántico a la Madre de Dios en el


servicio de la tarde, voz 6.

[221] Mat. 9:29; Mc. 9:23.

[222] Salterio 81:6.

[223] Isai. 6:9-10.

[224] El 3 de junio de 1979, Staretz


Paisios oraba sobre rosario diciendo:
"Santos del día, rueguen a Dios por
nosotros." Él no recordaba que Santos
recordaban ese día y no podía encontrar
sus anteojos para mirar el calendario del
mes (sólo varios días antes Staretz se
mudó a la celda "Panaguda" y todavía no
ubicó a sus cosas). Entonces lo visitó San
Mártir Lukillian, cuya memoria se festeja
el 3 de junio y tres veces le repitió su
nombre difícil.

[225] Entre los piadosos cristianos de


Grecia está difundida la tradición de
erección a lo largo del camino de
pequeñas capillitas, habitualmente como
agradecimiento a Dios, Santísima Madre
de Dios o Santos, o en memoria de
parientes que murieron en accidentes
automovilísticos.

[226] Gen. 6:13 y sigue.

[227] Isai. 38:4 y sigue.

[228] Mat. 7:7.

[229] Ju. 5:6.

[230] 3 Rey. 18:26.

 
 

Folleto Misionero # S157

Copyright © 2005 Holy Trinity Orthodox


Mission

466 Foothill Blvd, Box 397, La Canada, Ca


91011

Editor: Obispo Alejandro (Mileant)

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