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De Gran Avenida

PEQUEÑAS COSAS

porque uno
puede morir
por las pequeñas cosas
como por el gracioso baile
de las esporas
que se arrastran
por la tela
de mi vestido
por el silencioso crujir
de la pintura hinchada
reventando en un día de lluvia
esparciendo un polvillo rosa
sobre mi nuca

ME DICE

me dice que escribía en boletas


y papelitos de cigarros
mientras ella
se iba al baño
a mirarlo por la ventana
me dice que ella es su muerte
y que no quiere morir todavía
porque la muerte
es mujer fatal
me dice que ella es su crisantemo
y le recita haikus
en el cerro San Cristóbal
mientras los animales
se vuelven histéricos con la lluvia
él recoge las mejores cartas
y las guarda en su libro de budismo
recitando mal a Girondo
mientras ella
se aleja
con sus senos de magnolia
volando
sobre la ciudad

HILO ROJO

debo decir
que me duele un hombre
en todo el cuerpo
fotocopio su rostro
y lo pego en los paraderos tristes
de Gran Avenida
bordo su nombre con hilo rojo
en mi ropa interior
me tatúo las costillas
por si acaso un día te saco de adentro
tomo té nueve veces al día
hablo con los pájaros
hago mandas al niño Jesús de Praga
prendo inciensos
leo el Kamasutra
mando a revelar tus fotos antiguas
no duermo buscando algo más que ofrecer
me corto la yema de los dedos
y camino goteando las calles
con los brazos caídos
y la cabeza semirapada
De Aire Quemado

MANUAL DE INSTRUCCIONES

escucho la música
y me pongo rebelde
pero ya no tengo edad
para ser rebelde
ninguno
de los que esta acá
tiene edad para serlo

soy el poema más cruel de la habitación

he vivido en casas vacías


con el techo partido por la mitad
sin dinero
para comer
para lavar la ropa
y conseguir un trabajo
de medio tiempo
en un centro comercial
o en un supermercado
sin amigos
a los que llamar por teléfono
y decir:
“estoy destrozada”

mi día
se reduce a sangrar
en un espejo
boca abajo
mientras pasan los meses
como un manual
de primeros auxilios
y se delatan los signos de tortura
en el rostro

tal como el moho


en mi ropa

NATURALEZA MUERTA

hubo noches
en las que buscaba
con un cuchillo de cocina
el origen de las voces
aterrorizada
con el rostro amoratado
y revuelto

hubo noches
en las que hacía barricadas
para que no me asesinara
con una cortadora de pasto
abriéndome lentamente

hubo noches
en las que me golpearon tanto
que caí al suelo
con un diente destrozado
y la cabeza rota
como una granada hirviendo

hubo noches
sin dinero
sin cortes profundos

caminando por la carretera


con la boca sangrando
los ojos perdidos

el rostro blanco
resplandeciente
entre los reflectores
de los automóviles

MALEZA

busco un lugar
dónde morir,
como un elefante ciego
perdido entre la maleza
que arrastra tras los años,
como los lentos suicidios
de una pieza de música
demolida en el papel

GALPÓN

la ciudad
se reconoce a sí misma
después del derrumbe
marcas de lápiz labial
en viejas cortinas de residencial
iniciales de nombres
y corazones trazados
en paredes enmohecidas
de baños de hotel
cigarrillos a medio fumar
sobre el lavamanos
la ciudad y nosotros
nos reconocíamos
con una tristeza salvaje
apostábamos y bebíamos
mirando los fuegos artificiales
del nuevo año
en un galpón
que tenía de fondo
un puerto
y una hilera
de sacos de harina
colgados
para secarse al sol

TERMITAS

antes de alejarnos de ese lugar


regresamos a la antigua casa
para recoger las cosas que habíamos olvidado
esa casa
infectada de termitas
que volaban desde los orificios de los sillones de mimbre
regresamos en silencio
para no despertar antiguos fantasmas
para no despertar
ninguna lección
que quedara allí
CERTEZA

la seguridad
se resume ahora
en cerrar la puerta con llave
y cerrojo

mantener las luces encendidas de la casa


teniendo la confianza
de que nadie llamará
esta noche
porque ya no importa

no existe ese dolor

todo se resume
a mirar por la ventana
y observar a los vecinos
sacar la maleza del jardín
a los niños jugar en el pasaje
esperando el turno para usar la bicicleta

a tomar un libro de botánica


y plantar semillas de albahaca
en el huerto
hecho sobre tubos de plástico

dejaron de importar
muchas cosas

porque cuando no se tuvo nada que perder


sólo queda la costumbre
de mirar mas allá de la supervivencia
con ojos profundos
como si algo mejor fuera a llegar

puedo ver la destrucción


con la ternura
de los ojos de un novillo
en el minuto
en que es degollado en un matadero
a pesar
de que aún
no puedo dormir
sin despertar sobresaltada
sin revisar la llave del gas
los pasadores de las ventanas
escribir nosotros
pensando en singular

tengo la memoria rota


que es lo único
que obtuve
de ese desierto

en cambio,
mi corazón
se quedó en ese profundo silencio
congelado en las pensiones

perdido en el tiempo
sin posibilidad de rescate

como una cadena


de la que no se puede tirar
ESCARCHA

paseo por la cocina


con una taza de té
de amapola

dibujando ciudades
con la escarcha
de mis huesos

escucho
motores de aviones
que practican
horas de vuelo
sobre el techo
de mi pequeña casa

el sonido
de la lluvia
golpeando
los cardos
de la calle

destrozando
la belleza
de lo primitivo.
De Calamina

Acantilados

la noche
es una botella
envuelta en papel azul
que va amargamente
de un lado a otro de la habitación

el sonido de la lluvia y el viento


dibujan en el gastado papel mural
sombras de pequeños pájaros
que se lanzan desde el ciruelo
al vacío de los acantilados

Ripio

la casa y sus escombros


se apilan
en habitaciones
con olor a detergente barato
preservativos
cáscaras de naranja
adobe
y humedad,
en pequeños gestos
que intentan romper
con la crueldad del amor
solo como la metáfora
de unas tablas rotas bajo la cama

Insomnio

la escena
está en la más completa indefensión

paredes blancas
de una casa hipotecada
libros en el suelo
cuentas por vencer sobre el sillón
el ruido de la lluvia
cayendo lánguidamente
durante días
en el pasillo

las luces apagadas


el vidrio roto de la ventana
el abrir y cerrar de puertas
por el viento
los gatos sobre el huerto de salvia
olor a incienso penetrante

la más completa indefensión


como si la borra del pasado
aturdiera los sentidos
encadenando voces
y rostros
como perros rabiosos
al solitario jardín del exilio
Óxido

observo el atardecer
recostada sobre el techo
respirando la humedad de la tarde
entre el vuelo de las gaviotas
que se incendian entre las nubes
y las calaminas
secándose al sol
revelándose
en el silencio del óxido

un paisaje
de metales quemados
enredaderas silvestres
hombres solitarios
hurgando en la basura
de casas demolidas

un paisaje
que concluye silencioso
cuando el horizonte desaparece
tras las luces amarillas
en medio de la bruma
que se levanta del mar

Carretera

las torres de alta tensión


los cardos de la carretera
el polvo entrando por el techo
las flores salvajes
que crecen en los caminos
las nubes que abren
y escenifican
esta nueva ciudad

Memorias

un viaje inesperado
un océano que no conoces
ni añoras
excepto por tener un poco de viento frío
en el rostro
y un regreso incierto

una fiesta de cumpleaños


en el lado norte de la ciudad
a la que nadie llegó
y donde debiste sonreír
para no decepcionar a la familia

el árbol genealógico
que causó el estrago de las clínicas
las curas de sueño
y las paredes emblanquecidas con saliva

admitir lo que significan diez años perdidos


la traducción del dolor
la impotencia
la versión de la alegría en imágenes
y recuerdos borrosos

un nuevo camino
por el cual llegar
a lo que podrías llamar casa
grandes ilusiones
camufladas en el paisaje
la palabra confianza
y el mal sabor que deja
cuando la masticas
mientras tus cosas
caen por la ventana

otros diez años


el cambio de turno de la ironía
una enredadera robusta
que crece
según la ortopedia de una reja,
lo más silenciosamente posible

Orquídeas
envuelta en papel
dentro de un cajón
encontré una carta antigua
que no había leído
al salir del hospital

hablaba de orquídeas deshojadas


que caían sobre el piso de tu casa
sobre la esperma de una vela
detrás de los muebles y el polvo
que no te atrevías a recoger

orquídeas desvanecidas
que cubrían los recuerdos de mi ausencia
luego de la mudanza

la escalera sin vida


la ropa interior bajo la almohada
tus viajes, el murmullo del bosque
el frío de la montaña

me decías que me amabas


que era tu niña
que aún podía volver

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